Dime qué callas... [ Privado] [Noche]
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Dime qué callas... [ Privado] [Noche]
Hacía tan poco que acababa de terminar de llover que el sonido sordo de las gotas sobre la arcilla mojada del suelo parecía aún hacer eco sobre la quietud del bosque frondoso sobre el que Caoimhe acababa de acecharse.
No le fue difícil camuflarse, sin embargo: Las hojas de los árboles había decidido estancar la envidia a los cuerpos esbeltos de los elfos que poblaban aquel lugar y crecido altas y pobladas, como si de sus cabellos se tratasen. Aquello, por supuesto, sumido a la oscuridad aún clareada por el morir del sol en el horizonte, hacía la tarea de Caoimhe mucho más simple. Su figura menuda tan solo tenía que volverse aquí y allá para esconderse entre la vegetación que le daba camino.
La lluvia parecía haber cesado de manera inesperada después de haberse apoderado de la mayor parte de la tarde y el segundo exacto en el que el chapotear de las gotas había dejado de llenar su mente, Caoimhe comenzó a echar de menos la quietud que aquel sonido sordo le había aportado. Al fin y al cabo ūltimamente le gustaba bien poco su propia voz en su cabeza. Sobre todo porque la sed se había vuelto valiente y susurraba ideas en su psique que bien podrían haber estado diseñadas por un tal demonio sangriento de esos que sucumbían día tras día a los mismos instintos que ella misma había sabido controlar.
O eso se hubiese dicho hasta hacía escasamente unos días.
Caminó, empapada como estaba a través del barro poco profundo; Bien sabía cualquier persona que no tuviese orejas puntiagudas que los caminos hasta Sandorai tan solo eran seguros para aquellos que usaban el éter que emanaba de las plantas de aquel bosque y aunque la vampiresa jamás había entendido bien como alguien forastero iba a estar más seguro entre las hojas de un bosque que los elfos conocían como las palmas de sus manos en vez de en un camino de piedra nacional, no pensó que aquel momento fuese el lugar para cuestionar o no la veracidad de aquello que había escuchado todas su vida.
Aquello o es que verdaderamente quería ser encontrada.
La vocecilla maquiavélica en su cabeza ronroneó recordando el tibio sabor de la sangre en sus labios, su garganta, su pecho...
Cerró los ojos apoyándose en un árbol no muy viejo y desistió en seguir caminando mientras llevase zapatos. Tampoco su vestido ayudaba, así que lo recogió a un lado. Algún que otro pájaro revoloteó por su alrededor. Tenía hambre, aparte de la sed perenne que la llevaba molestando desde que salió de Beltrexus.
El bosque era, ciertamente mucho más inmenso de lo que había escuchado hablar. Lo etéreo de su quietud erizaba los cabellos de su nuca en cierta manera. Parecía como si pudiese sentir el éter mismo de aquel lugar, por otro lado vacío de presencia humana.
Decidió avanzar y a medida que se embriagaba de la magia de su alrededor el enfado consigo misma parecía pasar a una parte lejana de su mente.
Había leído tanto sobre aquel lugar que esperaba ver en cualquier momento el árbol madre. Era, sin embargo, lo suficientemente cauta como para saber que los habitantes de aquel bosque no eran famosos por su docilidad con los extranjeros. Y ella no era nadie que se caracterizase por no llamar la atención. Alkiriel había sido claro, sin embargo: ' Aparecerás tan rápido como te dejen tus piernas. Habrá alguien esperando fuera de la posada. No entres. No pidas cobijo. No entables conversación con nadie. Si nuestro trato esta sellado, ese alguien te entregará al niño, y tu sabrás bien que hacer después de aquello'
El mero intercambio, sin embargo no era lo que la preocupaba. No era asunto suyo de dónde o cómo habían sedado al niño. Ni a quién pertenecía la criatura. Caoimhe se había estado repitiendo durante la mayor parte de su viaje que ojalá tan solo pudiese meterlo en la maleta para no tener que lidiar demasiado con el crio.
No, su temor era otro más... práctico.
Aquel crío era el pago que Alkiriel Ojosverdes le debía desde hacía dos años. Y a su vez, el destino de aquel niño estaba ya cerrado en una tribu no muy lejana a Midgar.
Su preocupación, sin duda alguna era la barrera mínima entre su sed y su coherencia. Lo débil de su mente y el poder de su sed. La calidez de la sangre de aquella criatura y si era o no temerario dejarlo en sus manos.
No estaba muy segura el momento exacto en el que el bosque se había abierto frente a ella para dejar paso a un claro. En el centro, árbol madre parecía dormir al acecho de las miles de hogueras que lo surcaban aquí y allá, sin duda utensilio de los guerreros que lo custodiaban.
Caoimhe siguió camuflada en las sombras y oculta de la mirada de los guardias.
Mierda- se dijo pensando de manera rápida. Empapada y descalza como estaba. Al miserable de Alkiriel se le había olvidado, de manera concienzuda o no, explicarle la manera exacta de colarse en árbol madre.
No le fue difícil camuflarse, sin embargo: Las hojas de los árboles había decidido estancar la envidia a los cuerpos esbeltos de los elfos que poblaban aquel lugar y crecido altas y pobladas, como si de sus cabellos se tratasen. Aquello, por supuesto, sumido a la oscuridad aún clareada por el morir del sol en el horizonte, hacía la tarea de Caoimhe mucho más simple. Su figura menuda tan solo tenía que volverse aquí y allá para esconderse entre la vegetación que le daba camino.
La lluvia parecía haber cesado de manera inesperada después de haberse apoderado de la mayor parte de la tarde y el segundo exacto en el que el chapotear de las gotas había dejado de llenar su mente, Caoimhe comenzó a echar de menos la quietud que aquel sonido sordo le había aportado. Al fin y al cabo ūltimamente le gustaba bien poco su propia voz en su cabeza. Sobre todo porque la sed se había vuelto valiente y susurraba ideas en su psique que bien podrían haber estado diseñadas por un tal demonio sangriento de esos que sucumbían día tras día a los mismos instintos que ella misma había sabido controlar.
O eso se hubiese dicho hasta hacía escasamente unos días.
Caminó, empapada como estaba a través del barro poco profundo; Bien sabía cualquier persona que no tuviese orejas puntiagudas que los caminos hasta Sandorai tan solo eran seguros para aquellos que usaban el éter que emanaba de las plantas de aquel bosque y aunque la vampiresa jamás había entendido bien como alguien forastero iba a estar más seguro entre las hojas de un bosque que los elfos conocían como las palmas de sus manos en vez de en un camino de piedra nacional, no pensó que aquel momento fuese el lugar para cuestionar o no la veracidad de aquello que había escuchado todas su vida.
Aquello o es que verdaderamente quería ser encontrada.
La vocecilla maquiavélica en su cabeza ronroneó recordando el tibio sabor de la sangre en sus labios, su garganta, su pecho...
Cerró los ojos apoyándose en un árbol no muy viejo y desistió en seguir caminando mientras llevase zapatos. Tampoco su vestido ayudaba, así que lo recogió a un lado. Algún que otro pájaro revoloteó por su alrededor. Tenía hambre, aparte de la sed perenne que la llevaba molestando desde que salió de Beltrexus.
El bosque era, ciertamente mucho más inmenso de lo que había escuchado hablar. Lo etéreo de su quietud erizaba los cabellos de su nuca en cierta manera. Parecía como si pudiese sentir el éter mismo de aquel lugar, por otro lado vacío de presencia humana.
Decidió avanzar y a medida que se embriagaba de la magia de su alrededor el enfado consigo misma parecía pasar a una parte lejana de su mente.
Había leído tanto sobre aquel lugar que esperaba ver en cualquier momento el árbol madre. Era, sin embargo, lo suficientemente cauta como para saber que los habitantes de aquel bosque no eran famosos por su docilidad con los extranjeros. Y ella no era nadie que se caracterizase por no llamar la atención. Alkiriel había sido claro, sin embargo: ' Aparecerás tan rápido como te dejen tus piernas. Habrá alguien esperando fuera de la posada. No entres. No pidas cobijo. No entables conversación con nadie. Si nuestro trato esta sellado, ese alguien te entregará al niño, y tu sabrás bien que hacer después de aquello'
El mero intercambio, sin embargo no era lo que la preocupaba. No era asunto suyo de dónde o cómo habían sedado al niño. Ni a quién pertenecía la criatura. Caoimhe se había estado repitiendo durante la mayor parte de su viaje que ojalá tan solo pudiese meterlo en la maleta para no tener que lidiar demasiado con el crio.
No, su temor era otro más... práctico.
Aquel crío era el pago que Alkiriel Ojosverdes le debía desde hacía dos años. Y a su vez, el destino de aquel niño estaba ya cerrado en una tribu no muy lejana a Midgar.
Su preocupación, sin duda alguna era la barrera mínima entre su sed y su coherencia. Lo débil de su mente y el poder de su sed. La calidez de la sangre de aquella criatura y si era o no temerario dejarlo en sus manos.
No estaba muy segura el momento exacto en el que el bosque se había abierto frente a ella para dejar paso a un claro. En el centro, árbol madre parecía dormir al acecho de las miles de hogueras que lo surcaban aquí y allá, sin duda utensilio de los guerreros que lo custodiaban.
Caoimhe siguió camuflada en las sombras y oculta de la mirada de los guardias.
Mierda- se dijo pensando de manera rápida. Empapada y descalza como estaba. Al miserable de Alkiriel se le había olvidado, de manera concienzuda o no, explicarle la manera exacta de colarse en árbol madre.
Caoimhe
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Re: Dime qué callas... [ Privado] [Noche]
Sabía que no debía estar allí, era perfectamente consciente de ello. Seguir avanzando por aquel camino solamente le traería problemas y suficientes se había buscado ya. Era peligroso… pero necesitaba hacerlo, volver a verlo una última vez. Despedirse y cerrar aquella puerta para siempre, para no volver.
Cerró las manos al notar que le temblaban. No por el temor de lo que pudiera pasarle en el par de cientos de metros que lo separaban del perímetro del Árbol Madre… si no por lo que había hecho. Sacudió la cabeza para despejar aquel pensamiento. Tenía que hacerlo y lo había hecho, ya no había vuelta atrás. Se convenció con voz calmada. Aquello tenía que pasar. Lo habían escrito con tinta sobre su propia piel.
Volvió a prestar atención al camino. Sabía que, cuanto más se acercase al sagrado símbolo de Sandorai, más difícil sería pasar desapercibido. Pero necesitaba ver el árbol, al menos una vez más. Ver el corazón del bosque latir en todo su esplendor, aún a pesar de las guerras y batallas que se habían luchado entre sus raíces. Si tenía el suficiente cuidado, podría hacerlo sin ser visto. Después de todo, avanzar hacia el norte había sido más prudente que hacerlo hacia el sur. Los bosques meridionales, su hogar, ya no eran lugar seguro para él.
El bosque a su alrededor volvía a sonar familiar, con el trino de los pájaros inundándolo todo. La lluvia, que hasta hacía poco había caído inmisericorde, había dejado tras de un intenso olor a humedad y tierra. El peliblanco no pudo evitar cerrar por un instante los ojos y aspirar aquel aroma con nostalgia. Ningún otro bosque olía como Sandorai, ninguno lo haría jamás.
Avanzó unos cuantos metros más, cuidándose de mantener la cabeza baja y actitud indiferente. Tras su implicación en lo acaecido en Nytt Huss y el conflicto desatado por los Ojosverdes, sospechaba que su presencia no sería bien recibida. Desconocía si existía algún tipo de condena sobre su persona, más allá del exilio impuesto por los desterrados, pero tenía claro que en el momento en que identificasen el clan al que pertenecía, acabaría en un calabozo o incluso muerto. Sin preguntar, sin escuchar.
No se atrevió a avanzar mucho más. Entre los esbeltos árboles pudo observar el claro que rodeaba el Árbol Madre. La luz de un centenar de fogatas indicaba que ya había llegado la noche, imperceptible entre la frondosa arboleda que acababa de atravesar. El propio Árbol se alzaba majestuoso en su centro, a pesar de los daños que había sufrido en la última guerra.
Recordó entonces la primera vez que lo había observado, desde el borde de la arboleda, como en aquel momento, cuando apenas levantaba un metro del suelo. Habían sido sus padres, sus progenitores biológicos, los que lo habían llevado hasta allí. Aquel era uno de los pocos recuerdos que conservaba de ellos. Sus palabras, sus gestos… la felicidad en unos rostros que apenas era capaz de evocar.
Notó como se le oprimía el pecho y los recuerdos de su pasado dejaron paso de nuevo a lo que había sucedido el día anterior. Estaba perdiéndose de nuevo en aquella angustia, cuando notó el cosquilleo en la piel que produce la presencia de otro éter. Había alguien cerca, entre los árboles. Era hora de marcharse.
Retrocedió un par de pasos, sin apartar la mirada del Árbol, antes de girarse para internarse de nuevo en el bosque. Debía desandar parte del camino, para poder rodear con seguridad la zona hacia el norte. Cuanto más se alejase del Árbol Madre, menos posibilidades tendría de cruzarse con alguien. Entonces se detuvo en seco.
A su mente acudieron las palabras de aquel extraño que se había cruzado al abandonar el Campamento sur. El encuentro había sido insólito y el encapuchado le había recomendado dirigirse al norte. Si, ese había sido el momento en que había decidido tomar aquella ruta. Pestañeó un poco aturdido. ¿Cómo era posible que hubiese olvidado aquello? Apenas había pasado un día desde el encuentro. Recordó entonces algo más y, palpando los bolsillos de la túnica, encontró lo que buscaba. El sello lacado presentaba un relieve difícil de definir y en el interior de la carta había escrita una sentencia y una orden.
Se preguntó si el cambio de género entre los dos sujetos del mensaje era un error o si había sido intencional. Se devanó el cerebro intentando recordar algo más de aquel encuentro. El encapuchado, la nota, aquellas palabras que lo animaban a ir hacia el norte… y nada más. ¿Por qué lo recordaba ahora? Entonces vino a su mente el éter que había sentido unos minutos antes. ¿Estaría relacionado?
Miró en la dirección en la que podía percibir aquel atisbo de magia y, guardándose la carta en el bolsillo, se dirigió hacia allí.
Cerró las manos al notar que le temblaban. No por el temor de lo que pudiera pasarle en el par de cientos de metros que lo separaban del perímetro del Árbol Madre… si no por lo que había hecho. Sacudió la cabeza para despejar aquel pensamiento. Tenía que hacerlo y lo había hecho, ya no había vuelta atrás. Se convenció con voz calmada. Aquello tenía que pasar. Lo habían escrito con tinta sobre su propia piel.
Volvió a prestar atención al camino. Sabía que, cuanto más se acercase al sagrado símbolo de Sandorai, más difícil sería pasar desapercibido. Pero necesitaba ver el árbol, al menos una vez más. Ver el corazón del bosque latir en todo su esplendor, aún a pesar de las guerras y batallas que se habían luchado entre sus raíces. Si tenía el suficiente cuidado, podría hacerlo sin ser visto. Después de todo, avanzar hacia el norte había sido más prudente que hacerlo hacia el sur. Los bosques meridionales, su hogar, ya no eran lugar seguro para él.
El bosque a su alrededor volvía a sonar familiar, con el trino de los pájaros inundándolo todo. La lluvia, que hasta hacía poco había caído inmisericorde, había dejado tras de un intenso olor a humedad y tierra. El peliblanco no pudo evitar cerrar por un instante los ojos y aspirar aquel aroma con nostalgia. Ningún otro bosque olía como Sandorai, ninguno lo haría jamás.
Avanzó unos cuantos metros más, cuidándose de mantener la cabeza baja y actitud indiferente. Tras su implicación en lo acaecido en Nytt Huss y el conflicto desatado por los Ojosverdes, sospechaba que su presencia no sería bien recibida. Desconocía si existía algún tipo de condena sobre su persona, más allá del exilio impuesto por los desterrados, pero tenía claro que en el momento en que identificasen el clan al que pertenecía, acabaría en un calabozo o incluso muerto. Sin preguntar, sin escuchar.
No se atrevió a avanzar mucho más. Entre los esbeltos árboles pudo observar el claro que rodeaba el Árbol Madre. La luz de un centenar de fogatas indicaba que ya había llegado la noche, imperceptible entre la frondosa arboleda que acababa de atravesar. El propio Árbol se alzaba majestuoso en su centro, a pesar de los daños que había sufrido en la última guerra.
Recordó entonces la primera vez que lo había observado, desde el borde de la arboleda, como en aquel momento, cuando apenas levantaba un metro del suelo. Habían sido sus padres, sus progenitores biológicos, los que lo habían llevado hasta allí. Aquel era uno de los pocos recuerdos que conservaba de ellos. Sus palabras, sus gestos… la felicidad en unos rostros que apenas era capaz de evocar.
Notó como se le oprimía el pecho y los recuerdos de su pasado dejaron paso de nuevo a lo que había sucedido el día anterior. Estaba perdiéndose de nuevo en aquella angustia, cuando notó el cosquilleo en la piel que produce la presencia de otro éter. Había alguien cerca, entre los árboles. Era hora de marcharse.
Retrocedió un par de pasos, sin apartar la mirada del Árbol, antes de girarse para internarse de nuevo en el bosque. Debía desandar parte del camino, para poder rodear con seguridad la zona hacia el norte. Cuanto más se alejase del Árbol Madre, menos posibilidades tendría de cruzarse con alguien. Entonces se detuvo en seco.
A su mente acudieron las palabras de aquel extraño que se había cruzado al abandonar el Campamento sur. El encuentro había sido insólito y el encapuchado le había recomendado dirigirse al norte. Si, ese había sido el momento en que había decidido tomar aquella ruta. Pestañeó un poco aturdido. ¿Cómo era posible que hubiese olvidado aquello? Apenas había pasado un día desde el encuentro. Recordó entonces algo más y, palpando los bolsillos de la túnica, encontró lo que buscaba. El sello lacado presentaba un relieve difícil de definir y en el interior de la carta había escrita una sentencia y una orden.
El muchacho está en el Árbol Madre.
Búscala.
Búscala.
Se preguntó si el cambio de género entre los dos sujetos del mensaje era un error o si había sido intencional. Se devanó el cerebro intentando recordar algo más de aquel encuentro. El encapuchado, la nota, aquellas palabras que lo animaban a ir hacia el norte… y nada más. ¿Por qué lo recordaba ahora? Entonces vino a su mente el éter que había sentido unos minutos antes. ¿Estaría relacionado?
Miró en la dirección en la que podía percibir aquel atisbo de magia y, guardándose la carta en el bolsillo, se dirigió hacia allí.
Tarek Inglorien
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Re: Dime qué callas... [ Privado] [Noche]
Comenzaba a dibujar con los ojos los paso exactos aquí y allá de la guardia elfica del árbol madre. Los movimientos de aquellos humanoides eran un baile de pies y espacios perfectamente encadenados: cruces aquí y allá en momentos puntuales y que resultaban en una custodia perfecta del perímetro que rodeaba el tronco de aquella inmensa planta.
La mirada de Caoimhe no tardó en memorizarlos, cubierta de su esencia vampira buscando cualquier debilidad o punto vacío de protección sobre el que aproximarse y usar la oscuridad en su beneficio. Desafortunadamente estaba segura que los elfos habían tenido problemas justo en puntos concretos y el resultado era que el refuerzo de guardias había hecho que estos fuesen prácticamente inexistente.
No le quedaba más que esperar y confiar.
Dos cosas que por otro lado se le daban tremendamente mal y en las que no era ciertamente muy docta. Por ello, pasados unos minutos la chica comenzó a desesperarse y su cabeza comenzó a despistarse del objetivo principal y a deambular sobre ciertos temas que casi conocía de memoria y que le apesadumbraban desde hacía unas semanas.
Nada de aquello estaba facilitandole el hecho de mantenerse de buen humor y para cuando oyó los pasos su sed había convencido su frágil conducta y sus instintos se agudizaron.
El sonido en si fue leve, como el caer de una hoja seca sobre las ramas de alguno de los árboles que la rodeaban. Ah... pero el éter era sumamente obvio y su sed se despertó olisqueándo quizás algún retazo que le indicase que fuera lo que fuese que se le había acercado podría saciarla. Caoimhe intentó apartar aquellos pensamientos y focalizarse en el único hecho de que tenía certitud: No estaba sola.
Caminó sigilosa durante algunos pasos guiada por el eco del éter del cuerpo que compartía su espacio. Parte de ella quería huir pues quizás alguno de los guardias hubiese sentido su propio éter. Sin embargo, dentro de su mente vulnerable y contrariada por los acontecimientos sucedidos semanas atrás, Caoimhe sabía que no tenía intención alguna de dejar aquel claro sin al menos encontrar a quien sea que fuese que... contuviese la sangre que despertaba su sed.
No estaba segura de quién encontró a quién. El resultado, sin embargo fue él mismo: Dos cuerpos de distinta altura y complexión que sin saberlo se buscaban entre la maleza acabaron finalmente reunidos. La sed de Caoimhe le hizo ser unos segundos más rápida sin embargo. Quizás el estado mental de recelo y molestia en el que su espera la había sumido también fue el aliciente justo para su victoria mínima. O el hecho de que la primera visión de la figura que tenía enfrente demostró las mismas orejas puntiagudas del resto de guardias que custodiaban el árbol madre.
La chica forcejeó un momento con la figura presa del pánico y su maldición moviendo el cuerpo de la figura desconocida hacia el árbol en el que hasta entonces se había estado apoyando. Deslizó su mano hasta la boca de aquella figura apresándola hasta el mismo y evitando que diese la voz de alarma. Con su otra mano posicionó a Monsoon sobre el cuello del que ahora denotó como desconocido.
Clavó sus ojos heterogéneos en los verdes de aquella presencia. Su demonio ronroneaba dentro de ella: Notaba la calidez de las mejillas de aquel desconocido sobre su mano fría. Casi podía oler la sangre que mantenía aquella calidez viva. Apretó a Moonson casi sumida en su presencia vampirica. Su halo de seducción intrínsico maquiavélico dispuesto a la perfección para que aquella víctima no tuviese intención de escapar.Intentó recordarse porqué debía frenar aquellos instintos y no acabar sumida en el deseo de sangre que su demonio reclamaba.
Y entonces miró de nuevo los ojos de aquel elfo. Y se recordó porqué estaba allí. Debilitó el agarre de la boca del desconocido y se alejó un poco para respirar aire fresco que no estuviese envuelto con su éter. Intentando relajarse. Bajó a Moonson aún cauta de los movimientos de aquel desconocido, pero algo más segura de que aquello no podía ser mera consecuencia.
Su demonio estaba furioso ante la decisión de Caoimhe, La sed le quemaba la garganta más que hacía unas horas y estaba empezando a molestarse porque el plan que tenía en su cabeza ciertamente no era tan sencillo como se lo habían pintado. Y a ella no le gustaba no estar en control.
- Espero que Alkiriel te pague bien- susurrò al chico separándose finalmente de él y jugueteando con su arma intentando ocultar la tensión sus músculos.- Sobre todo porque no creo que en la descripción del trabajo se estipulase casi morir a manos de una desconocida por el mero hecho de compartir espacio con ella.- Perdón... normalmente soy algo más educada cuando me presento a alguien- mintió- pero dadas las circunstancias... creo que no tenemos mucho tiempo para formalidades.
Atisbó por un segundo a los guardias que no parecían haberse inmutado por aquel encontronazo y seguían manteniendo el mismo paso rutinario custodiando al árbol madre.
Miró de nuevo a la figura que ahora la acompañaba. Aún distraída y sin prestarle demasiada atención. Como esperando a alguien más. Algo más.
-¿Y bien?- añadió exhasperada pero con toda normalidad tras unos minutos de espera- ¿Cómo vamos a entrar? ¿Cuál es el plan?- añadió abriendo mucho los ojos vigilando cualquier movimiento en falso de aquel desconocido.
La mirada de Caoimhe no tardó en memorizarlos, cubierta de su esencia vampira buscando cualquier debilidad o punto vacío de protección sobre el que aproximarse y usar la oscuridad en su beneficio. Desafortunadamente estaba segura que los elfos habían tenido problemas justo en puntos concretos y el resultado era que el refuerzo de guardias había hecho que estos fuesen prácticamente inexistente.
No le quedaba más que esperar y confiar.
Dos cosas que por otro lado se le daban tremendamente mal y en las que no era ciertamente muy docta. Por ello, pasados unos minutos la chica comenzó a desesperarse y su cabeza comenzó a despistarse del objetivo principal y a deambular sobre ciertos temas que casi conocía de memoria y que le apesadumbraban desde hacía unas semanas.
Nada de aquello estaba facilitandole el hecho de mantenerse de buen humor y para cuando oyó los pasos su sed había convencido su frágil conducta y sus instintos se agudizaron.
El sonido en si fue leve, como el caer de una hoja seca sobre las ramas de alguno de los árboles que la rodeaban. Ah... pero el éter era sumamente obvio y su sed se despertó olisqueándo quizás algún retazo que le indicase que fuera lo que fuese que se le había acercado podría saciarla. Caoimhe intentó apartar aquellos pensamientos y focalizarse en el único hecho de que tenía certitud: No estaba sola.
Caminó sigilosa durante algunos pasos guiada por el eco del éter del cuerpo que compartía su espacio. Parte de ella quería huir pues quizás alguno de los guardias hubiese sentido su propio éter. Sin embargo, dentro de su mente vulnerable y contrariada por los acontecimientos sucedidos semanas atrás, Caoimhe sabía que no tenía intención alguna de dejar aquel claro sin al menos encontrar a quien sea que fuese que... contuviese la sangre que despertaba su sed.
No estaba segura de quién encontró a quién. El resultado, sin embargo fue él mismo: Dos cuerpos de distinta altura y complexión que sin saberlo se buscaban entre la maleza acabaron finalmente reunidos. La sed de Caoimhe le hizo ser unos segundos más rápida sin embargo. Quizás el estado mental de recelo y molestia en el que su espera la había sumido también fue el aliciente justo para su victoria mínima. O el hecho de que la primera visión de la figura que tenía enfrente demostró las mismas orejas puntiagudas del resto de guardias que custodiaban el árbol madre.
La chica forcejeó un momento con la figura presa del pánico y su maldición moviendo el cuerpo de la figura desconocida hacia el árbol en el que hasta entonces se había estado apoyando. Deslizó su mano hasta la boca de aquella figura apresándola hasta el mismo y evitando que diese la voz de alarma. Con su otra mano posicionó a Monsoon sobre el cuello del que ahora denotó como desconocido.
Clavó sus ojos heterogéneos en los verdes de aquella presencia. Su demonio ronroneaba dentro de ella: Notaba la calidez de las mejillas de aquel desconocido sobre su mano fría. Casi podía oler la sangre que mantenía aquella calidez viva. Apretó a Moonson casi sumida en su presencia vampirica. Su halo de seducción intrínsico maquiavélico dispuesto a la perfección para que aquella víctima no tuviese intención de escapar.Intentó recordarse porqué debía frenar aquellos instintos y no acabar sumida en el deseo de sangre que su demonio reclamaba.
Y entonces miró de nuevo los ojos de aquel elfo. Y se recordó porqué estaba allí. Debilitó el agarre de la boca del desconocido y se alejó un poco para respirar aire fresco que no estuviese envuelto con su éter. Intentando relajarse. Bajó a Moonson aún cauta de los movimientos de aquel desconocido, pero algo más segura de que aquello no podía ser mera consecuencia.
Su demonio estaba furioso ante la decisión de Caoimhe, La sed le quemaba la garganta más que hacía unas horas y estaba empezando a molestarse porque el plan que tenía en su cabeza ciertamente no era tan sencillo como se lo habían pintado. Y a ella no le gustaba no estar en control.
- Espero que Alkiriel te pague bien- susurrò al chico separándose finalmente de él y jugueteando con su arma intentando ocultar la tensión sus músculos.- Sobre todo porque no creo que en la descripción del trabajo se estipulase casi morir a manos de una desconocida por el mero hecho de compartir espacio con ella.- Perdón... normalmente soy algo más educada cuando me presento a alguien- mintió- pero dadas las circunstancias... creo que no tenemos mucho tiempo para formalidades.
Atisbó por un segundo a los guardias que no parecían haberse inmutado por aquel encontronazo y seguían manteniendo el mismo paso rutinario custodiando al árbol madre.
Miró de nuevo a la figura que ahora la acompañaba. Aún distraída y sin prestarle demasiada atención. Como esperando a alguien más. Algo más.
-¿Y bien?- añadió exhasperada pero con toda normalidad tras unos minutos de espera- ¿Cómo vamos a entrar? ¿Cuál es el plan?- añadió abriendo mucho los ojos vigilando cualquier movimiento en falso de aquel desconocido.
Caoimhe
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Re: Dime qué callas... [ Privado] [Noche]
Siguió la senda marcada por el éter de aquel desconocido… o, más bien, desconocida. Intentó plantearse un par de veces la razón por la que seguía aquel rastro sin plantearse qué le depararía, pero tan rápido como el pensamiento acudía a su mente, volvía a desvanecerse.
Sus ojos enfocaron la figura de la mujer de oscuros cabellos apenas unos segundos antes de que esta, con una velocidad inusitada, lo estampase contra el árbol más cercano. En un acto reflejo, alzó las manos para intentar evitar el agarre ajeno, pero el forcejeo fue inútil y acabó a meced de la desconocida. Su mano sobre su boca le dejó claro que no deseaba que hablase; su filo en la garganta del peliblanco que probablemente no saliese vivo de aquello. Su mente le dijo que debía sentir alarma, miedo quizás… ¿inquietud tal vez? Pero parecía que una fría calma se había apoderado de su cuerpo y, bajando las manos, dejó que la mujer lo mantuviese quieto contra el árbol. La extraña calma le permitió discernir, además, que se trataba de una vampiresa, cuya sed de sangre se reflejaba en sus ojos de color dispar.
Entonces algo cambió. Aquella fiera necesidad se desvaneció de su mirada cuando fijó los ojos en los del elfo. Pareció encontrar algo en ellos y, poco a poco, soltó el agarre que ejercía sobre él. Tarek, por su parte, permaneció en silencio, todavía apoyado contra el árbol, observándola sin animadversión. Llevó inconscientemente una mano al cuello, donde el arma con forma de hoz había descansado hasta hacía solo unos segundos. Al retirarla, comprobó que no había sangre.
La agresiva calma que la había dominado, se tornó en un nervioso parloteo, mientras jugaba con aquella extraña arma. El elfo no pudo evitar alzar una ceja al escuchar sus palabras, pero permaneció en silencio hasta que ella pareció agotar sus preguntas.
- No tengo ni la más remota idea de lo que me estás hablando –contestó sin acritud, observándola moverse de un lado a otro y mirar algo a sus espaldas, probablemente el puesto de guardia del Árbol Madre- Si te refieres a Alkiriel, el herrero de los bosques meridionales, siento decirte que está muerto. Falleció la primavera pasada.
Apartándose del árbol dio un par de pasos para rodearla, hasta que la vampiresa quedó entre él y el Árbol Madre. Se cruzó de brazos y la observó unos minutos más. El mensaje en su bolsillo le había indicado que la buscase a “ella”. ¿Qué demonios significaba aquello?
- ¿Por qué quieres entrar en el Árbol Madre? –continuó sin darle opción a contestar- Desde la última guerra es un bastión infranqueable. No dejarán que nadie como tú entre, no eres uno de los nuestros –tras unos segundos de silencio añadió- Por si te sirve de consuelo, yo tampoco soy bienvenido.
Rebuscó entonces en sus bolsillos, hasta localizar la nota que el extraño le había entregado. Releyó una vez más las palabras. Tenía que ser ella, estaba seguro de que lo era. Pero aquello era lo único que entendía de aquel críptico mensaje. Entonces estiró el brazo y le tendió el trozo de pergamino a la vampiresa.
- Quizás tú puedas explicarme esto.
Apenas había terminado de pronunciar las palabras cuando escuchó el ligero roce de unos pies sobre la hojarasca que cubría la superficie del bosque. Agarrando a la mujer de un brazo, tiró de ella, hasta ocultarlos a ambos tras la sombra de un enorme roble.
Sabía que esconderse era inútil. Si habían llegado hasta allí siguiendo el éter de alguno de los dos, no tendrían demasiados problemas para localizarlos. Aquella nueva voz que se había instalado en su cabeza lo apremió a acabar con aquello de forma rápida. Podría deslizarse entre las sombras y alcanzar a quien fuera que los hubiese seguido. Si era un soldado, su armadura les daría acceso al árbol. Solo tenía que matar… Sacudió la cabeza para despejar aquellos pensamientos. Él no era así, él no mataba a otros miembros de su especie… o al menos no lo era, hasta lo ocurrido en el Campamento.
Sus ojos enfocaron la figura de la mujer de oscuros cabellos apenas unos segundos antes de que esta, con una velocidad inusitada, lo estampase contra el árbol más cercano. En un acto reflejo, alzó las manos para intentar evitar el agarre ajeno, pero el forcejeo fue inútil y acabó a meced de la desconocida. Su mano sobre su boca le dejó claro que no deseaba que hablase; su filo en la garganta del peliblanco que probablemente no saliese vivo de aquello. Su mente le dijo que debía sentir alarma, miedo quizás… ¿inquietud tal vez? Pero parecía que una fría calma se había apoderado de su cuerpo y, bajando las manos, dejó que la mujer lo mantuviese quieto contra el árbol. La extraña calma le permitió discernir, además, que se trataba de una vampiresa, cuya sed de sangre se reflejaba en sus ojos de color dispar.
Entonces algo cambió. Aquella fiera necesidad se desvaneció de su mirada cuando fijó los ojos en los del elfo. Pareció encontrar algo en ellos y, poco a poco, soltó el agarre que ejercía sobre él. Tarek, por su parte, permaneció en silencio, todavía apoyado contra el árbol, observándola sin animadversión. Llevó inconscientemente una mano al cuello, donde el arma con forma de hoz había descansado hasta hacía solo unos segundos. Al retirarla, comprobó que no había sangre.
La agresiva calma que la había dominado, se tornó en un nervioso parloteo, mientras jugaba con aquella extraña arma. El elfo no pudo evitar alzar una ceja al escuchar sus palabras, pero permaneció en silencio hasta que ella pareció agotar sus preguntas.
- No tengo ni la más remota idea de lo que me estás hablando –contestó sin acritud, observándola moverse de un lado a otro y mirar algo a sus espaldas, probablemente el puesto de guardia del Árbol Madre- Si te refieres a Alkiriel, el herrero de los bosques meridionales, siento decirte que está muerto. Falleció la primavera pasada.
Apartándose del árbol dio un par de pasos para rodearla, hasta que la vampiresa quedó entre él y el Árbol Madre. Se cruzó de brazos y la observó unos minutos más. El mensaje en su bolsillo le había indicado que la buscase a “ella”. ¿Qué demonios significaba aquello?
- ¿Por qué quieres entrar en el Árbol Madre? –continuó sin darle opción a contestar- Desde la última guerra es un bastión infranqueable. No dejarán que nadie como tú entre, no eres uno de los nuestros –tras unos segundos de silencio añadió- Por si te sirve de consuelo, yo tampoco soy bienvenido.
Rebuscó entonces en sus bolsillos, hasta localizar la nota que el extraño le había entregado. Releyó una vez más las palabras. Tenía que ser ella, estaba seguro de que lo era. Pero aquello era lo único que entendía de aquel críptico mensaje. Entonces estiró el brazo y le tendió el trozo de pergamino a la vampiresa.
- Quizás tú puedas explicarme esto.
Apenas había terminado de pronunciar las palabras cuando escuchó el ligero roce de unos pies sobre la hojarasca que cubría la superficie del bosque. Agarrando a la mujer de un brazo, tiró de ella, hasta ocultarlos a ambos tras la sombra de un enorme roble.
Sabía que esconderse era inútil. Si habían llegado hasta allí siguiendo el éter de alguno de los dos, no tendrían demasiados problemas para localizarlos. Aquella nueva voz que se había instalado en su cabeza lo apremió a acabar con aquello de forma rápida. Podría deslizarse entre las sombras y alcanzar a quien fuera que los hubiese seguido. Si era un soldado, su armadura les daría acceso al árbol. Solo tenía que matar… Sacudió la cabeza para despejar aquellos pensamientos. Él no era así, él no mataba a otros miembros de su especie… o al menos no lo era, hasta lo ocurrido en el Campamento.
Tarek Inglorien
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Re: Dime qué callas... [ Privado] [Noche]
Caoimhe no escondió su gesto de sorpresa al escuchar las palabras del elfo justo a sus espaldas. Por un eterno Segundo Caoimhe reflejo en sus ojos bicolores la confusión de alguien a quien sus planes acaban de serle derrumbados.
Se giró de nuevo hacia el elfo. Sopesando si sus palabras eran veraces o por el contrario tan solo era una triquiñuela para confundirla. Ciertamente aquel chico no había cruzado su camino antes. Había tenido algún que otro negocio con Ojosverdes, pero ninguno resemblaba el porte de aquel muchacho frente a ella. No había razón alguna que uniese las vidas de ambos por lo que difícilmente habría motivo para que aquel desconocido estuviese mintiendo.
Ah… pero ella sabía que la mentira no era algo que entendiese a razones. Por lo que oculto su gesto de sorpresa y lo dejo pasar. Dando a entender que conocía aquella muerte. O al menos que aquello no le suponía emoción alguna.
Pero el elfo había venido justo para desquiciar sus esquemas y su voz era un continuo de sorpresas y nuevas informaciones que muy a su pesar, posiblemente supusieran como mínimo un factor para tener en cuenta.
Mientras se esforzaba en parecer serena y ajena a la información que Tarek le estaba dando, el elfo, por su parte parecía haber encontrado su valentía y andaba alrededor de ella como observándola de arriba a abajo. Tampoco se ocultaba. Caoimhe estaba acostumbrada a las miradas curiosas, pero aquella franqueza y poca intención de ocultar que la estaba analizando tino sus mejillas de rosado haciéndola sentir incómoda y enervada hasta cierto punto.
Fue por ello por lo que su tono de voz al responder la pregunta del elfo fue quizás más cortante de lo que habría sido en cualquier otra situación.
-Estoy buscando mis orejas- dijo evitando su mirada.
El chico le paso un papel con una letra que le resultó familiar. Al leer los jeroglíficos que componían su mensaje Caoimhe relajo sus hombros entendiendo la persistencia del chico a mirarla y sus mejillas se tiñeron de nuevo de un color rosado esta vez sintiéndose un poco más relajada. Casi bajando la guardia entonces, dijo:
-Quien te ha dado…?
Su pregunta a cabo en un silencio abrupto guiado por los movimientos certeros de Tarek escondiéndolos a ambos en las sombras.
-… y luego le escupí. No sé de qué calaña están hechos estos novatos… pero ciertamente conmigo no se juega. Llevo demasiado en la guardia como para tener que estar pendiente de un nuevo elfo mimado. Un hueco en la corteza dice… yo mismo clave los clavos hace 800 eones para asegurarme que ni uno solo se mueva de su sitio.
El primer hombre de aspecto alto y esbelto se aproximó de manera descuidada al lugar exacto en el que ambos Tarek y Caoimhe se habían Escondido. La chica con la ventaja de su presencia vampira jugando a su favor casi quería devolver el acto de protección del chico hacia ella intentando camuflarlo entre sus propias sombras.
El segundo hombre, también alto y esbelto lo seguía muy de cerca y ambos parecían cautos a la vez que confiados en sus pasos. Despreocupados. Cualquiera diría que estaban buscando a alguien... o tan siquiera que habían notado éter cerca.
-ESTÁN AQUÍ- Una voz tras ambos sorprendió a Caoimhe quien pego un pequeño salto cerca de Tarek y llevo sus manos a su espada de medialuna de manera instintiva. Caoimhe también noto como Tarek se movilizaba a su lado.
Tres hombres eran lo suficiente como para retenerlos a ambos. La verdad era que estaban en desventaja y que a pesar de que ganasen la lucha cuerpo a cuerpo ambos tres elfos vendrían seguidos de una centena. Y logo otro. Y otra después de ellos.
No.
Tan solo necesitaban atravesar aquella corteza. Pero empezaba a entender que no iban a poder hacerlo por su propio pie. El elfo a su lado había dicho que el mismo no era bienvenido allí…
Y entonces se le ocurrió.
Relajo su arma y alzo las manos a modo de gesto de rendición.
-Agh… por fin os encuentro- dijo de manera segura Su tono cambio a uno afable y casi relajado. Su voz melosa y seductora haciendo de nuevo alarde de su propia naturaleza para crear en aquellos tres soldados justo la docilidad que el encandilamiento creaba en sus presas. La confianza.
Pareció dar resultado pues de manera inmediata el hombre tras ellos soltó el agarre a ambos contrariado por la actitud esperanzada de Caoimhe. A la par del efecto seductor que la chica estaba intentando usar.
-Llevo horas andando por estos lares… horas- dijo acomodándose el cabello- Lo cierto es que pensé que mi éter era algo más poderoso... quizás es que he perdido el poder de atraer la atención de hombres como…- compuso una pequeña mueca con sus labios apenada y casi anonada.
-Para nada, señorita. Su éter es... sin duda su éter es potente y es lo que nos ha atraído hasta…-
-Ah perfecto…- añadió Caoimhe, de pronto de mucho mejor humor. Se acercó decidida al elfo que estaba más cerca de ella y agarro a su brazo de manera ensimismada- Os traigo un rehén, sabes… Uno de los vuestros me manda. -
El gesto del hombre se ofuscó durante un Segundo sin saber si creer o no a la chica. Caoimhe acelero su respiración. Sabía que aquel era el punto de inflexión. Necesitaba mostrarse segura para qué...
-Indiriel- dijo de manera repentina agarrando a Tarek cerca de si- Nousis Indiriel. Oh, alto señor de los elfos y valeroso mata vampiros. Su… señoría – casi le quemaba la boca al hablar así de aquella criatura- me mando traer a ...- Miro a Tarek sin saber su nombre- este rehen.
Los elfos parecían relajarse, aunque la cara de sospecha de los tres seguía presente de cuando en cuando. Al parecer Nousis había dicho la verdad a Diramis acerca de su apellido pues los tres hombres parecian conocerlo o al menos cuestionarse sobre el mismo.
-Y… por que no ha venido el mismo a entregarlo? - dijo uno de ellos cruzando los brazos, incrédulo. Su esencia seductora tenia, al fin y al cabo, sus límites.
La chica cambió su amarre al brazo de Tarek de nuevo.
-El señor Indiriel… Manda a este elfo como modo de ofrenda y a mí con un mensaje tan solo para los oídos del consejo. - dijo Sumida en una inexplicable confianza inexplicable.
Dos de los soldados echaron a reír de manera despectiva. El tercero, aun algo atónito y más receptivo dijo;
¿-Y como sabemos que dices la verdad?
Caoimhe había estado esperando aquella pregunta desde el momento mismo en el que piso tierras élficas. Llevo la mano a uno de sus bolsillos y saco una bolsita de terciopelo azulado. La abrió y saco de ella el contenido: Un solo colmillo largo. De unos 10 cm de largo y 20 de ancho. Claramente no vampírico.
La chica estaba especialmente orgullosa de aquel tesoro y en el momento de su adquisición en ciudad lagarto, estaba segura de que podría usarlo de manera efectiva en algún momento. Bajo los ojos adecuados.
La vampiresa alzo el colmillo frente a los ojos de los res elfos y tan solo dijo:
-Ash’al-
Las mandíbulas de los tres elfos se abrieron, atónitos.
Caoimhe comenzó a caminar aun arre guinchada al brazo de Tarek con un paso ligero y afable.
Los elfos los siguieron hasta alcanzarlos. Uno de ellos intento separarla del chico para llevarlos a ambos. Caoimhe no sabía muy bien el porqué, pero se negó a soltarlo como si de pronto aquel elfo le perteneciese de alguna manera y de la misma tuviese que hacerse cargo de su bienestar. Al fin y al cabo, ella los había metido en aquel enredo de mentiras.
La vocecita sedienta en su cabeza le advirtió de manera burlona que era simplemente porque aún no había probado la sangre de elfo y una buena cazadora no suelta a su presa.
Caoimhe la ignoro y el elfo soldado se dio por vencido en su hazaña de separarla a medida que ambos recorrían el corto espacio hasta la corteza.
Una vez allí las 5 figuras se pararon durante unos segundos. Uno de los guardias le hizo una señal al custodio en el primer piso. Este los miro durante unos cinco segundos y sin Volver a posar sus ojos sobre ellos, hizo una mueca con su mano.
La corteza del árbol frente a ellos se abrió de manera paulatina. Empezando por abajo. Las hendiduras de la entrada regia a las profundidades de aquel árbol simplemente inexistentes. Dando muestras de la perfección en la construcción natural élfica.
-Pssss…- le chisto Caoimhe a Tarek al oído-Creo que somos la excepción - le susurro a Tarek.
Se giró de nuevo hacia el elfo. Sopesando si sus palabras eran veraces o por el contrario tan solo era una triquiñuela para confundirla. Ciertamente aquel chico no había cruzado su camino antes. Había tenido algún que otro negocio con Ojosverdes, pero ninguno resemblaba el porte de aquel muchacho frente a ella. No había razón alguna que uniese las vidas de ambos por lo que difícilmente habría motivo para que aquel desconocido estuviese mintiendo.
Ah… pero ella sabía que la mentira no era algo que entendiese a razones. Por lo que oculto su gesto de sorpresa y lo dejo pasar. Dando a entender que conocía aquella muerte. O al menos que aquello no le suponía emoción alguna.
Pero el elfo había venido justo para desquiciar sus esquemas y su voz era un continuo de sorpresas y nuevas informaciones que muy a su pesar, posiblemente supusieran como mínimo un factor para tener en cuenta.
Mientras se esforzaba en parecer serena y ajena a la información que Tarek le estaba dando, el elfo, por su parte parecía haber encontrado su valentía y andaba alrededor de ella como observándola de arriba a abajo. Tampoco se ocultaba. Caoimhe estaba acostumbrada a las miradas curiosas, pero aquella franqueza y poca intención de ocultar que la estaba analizando tino sus mejillas de rosado haciéndola sentir incómoda y enervada hasta cierto punto.
Fue por ello por lo que su tono de voz al responder la pregunta del elfo fue quizás más cortante de lo que habría sido en cualquier otra situación.
-Estoy buscando mis orejas- dijo evitando su mirada.
El chico le paso un papel con una letra que le resultó familiar. Al leer los jeroglíficos que componían su mensaje Caoimhe relajo sus hombros entendiendo la persistencia del chico a mirarla y sus mejillas se tiñeron de nuevo de un color rosado esta vez sintiéndose un poco más relajada. Casi bajando la guardia entonces, dijo:
-Quien te ha dado…?
Su pregunta a cabo en un silencio abrupto guiado por los movimientos certeros de Tarek escondiéndolos a ambos en las sombras.
-… y luego le escupí. No sé de qué calaña están hechos estos novatos… pero ciertamente conmigo no se juega. Llevo demasiado en la guardia como para tener que estar pendiente de un nuevo elfo mimado. Un hueco en la corteza dice… yo mismo clave los clavos hace 800 eones para asegurarme que ni uno solo se mueva de su sitio.
El primer hombre de aspecto alto y esbelto se aproximó de manera descuidada al lugar exacto en el que ambos Tarek y Caoimhe se habían Escondido. La chica con la ventaja de su presencia vampira jugando a su favor casi quería devolver el acto de protección del chico hacia ella intentando camuflarlo entre sus propias sombras.
El segundo hombre, también alto y esbelto lo seguía muy de cerca y ambos parecían cautos a la vez que confiados en sus pasos. Despreocupados. Cualquiera diría que estaban buscando a alguien... o tan siquiera que habían notado éter cerca.
-ESTÁN AQUÍ- Una voz tras ambos sorprendió a Caoimhe quien pego un pequeño salto cerca de Tarek y llevo sus manos a su espada de medialuna de manera instintiva. Caoimhe también noto como Tarek se movilizaba a su lado.
Tres hombres eran lo suficiente como para retenerlos a ambos. La verdad era que estaban en desventaja y que a pesar de que ganasen la lucha cuerpo a cuerpo ambos tres elfos vendrían seguidos de una centena. Y logo otro. Y otra después de ellos.
No.
Tan solo necesitaban atravesar aquella corteza. Pero empezaba a entender que no iban a poder hacerlo por su propio pie. El elfo a su lado había dicho que el mismo no era bienvenido allí…
Y entonces se le ocurrió.
Relajo su arma y alzo las manos a modo de gesto de rendición.
-Agh… por fin os encuentro- dijo de manera segura Su tono cambio a uno afable y casi relajado. Su voz melosa y seductora haciendo de nuevo alarde de su propia naturaleza para crear en aquellos tres soldados justo la docilidad que el encandilamiento creaba en sus presas. La confianza.
Pareció dar resultado pues de manera inmediata el hombre tras ellos soltó el agarre a ambos contrariado por la actitud esperanzada de Caoimhe. A la par del efecto seductor que la chica estaba intentando usar.
-Llevo horas andando por estos lares… horas- dijo acomodándose el cabello- Lo cierto es que pensé que mi éter era algo más poderoso... quizás es que he perdido el poder de atraer la atención de hombres como…- compuso una pequeña mueca con sus labios apenada y casi anonada.
-Para nada, señorita. Su éter es... sin duda su éter es potente y es lo que nos ha atraído hasta…-
-Ah perfecto…- añadió Caoimhe, de pronto de mucho mejor humor. Se acercó decidida al elfo que estaba más cerca de ella y agarro a su brazo de manera ensimismada- Os traigo un rehén, sabes… Uno de los vuestros me manda. -
El gesto del hombre se ofuscó durante un Segundo sin saber si creer o no a la chica. Caoimhe acelero su respiración. Sabía que aquel era el punto de inflexión. Necesitaba mostrarse segura para qué...
-Indiriel- dijo de manera repentina agarrando a Tarek cerca de si- Nousis Indiriel. Oh, alto señor de los elfos y valeroso mata vampiros. Su… señoría – casi le quemaba la boca al hablar así de aquella criatura- me mando traer a ...- Miro a Tarek sin saber su nombre- este rehen.
Los elfos parecían relajarse, aunque la cara de sospecha de los tres seguía presente de cuando en cuando. Al parecer Nousis había dicho la verdad a Diramis acerca de su apellido pues los tres hombres parecian conocerlo o al menos cuestionarse sobre el mismo.
-Y… por que no ha venido el mismo a entregarlo? - dijo uno de ellos cruzando los brazos, incrédulo. Su esencia seductora tenia, al fin y al cabo, sus límites.
La chica cambió su amarre al brazo de Tarek de nuevo.
-El señor Indiriel… Manda a este elfo como modo de ofrenda y a mí con un mensaje tan solo para los oídos del consejo. - dijo Sumida en una inexplicable confianza inexplicable.
Dos de los soldados echaron a reír de manera despectiva. El tercero, aun algo atónito y más receptivo dijo;
¿-Y como sabemos que dices la verdad?
Caoimhe había estado esperando aquella pregunta desde el momento mismo en el que piso tierras élficas. Llevo la mano a uno de sus bolsillos y saco una bolsita de terciopelo azulado. La abrió y saco de ella el contenido: Un solo colmillo largo. De unos 10 cm de largo y 20 de ancho. Claramente no vampírico.
La chica estaba especialmente orgullosa de aquel tesoro y en el momento de su adquisición en ciudad lagarto, estaba segura de que podría usarlo de manera efectiva en algún momento. Bajo los ojos adecuados.
La vampiresa alzo el colmillo frente a los ojos de los res elfos y tan solo dijo:
-Ash’al-
Las mandíbulas de los tres elfos se abrieron, atónitos.
Caoimhe comenzó a caminar aun arre guinchada al brazo de Tarek con un paso ligero y afable.
Los elfos los siguieron hasta alcanzarlos. Uno de ellos intento separarla del chico para llevarlos a ambos. Caoimhe no sabía muy bien el porqué, pero se negó a soltarlo como si de pronto aquel elfo le perteneciese de alguna manera y de la misma tuviese que hacerse cargo de su bienestar. Al fin y al cabo, ella los había metido en aquel enredo de mentiras.
La vocecita sedienta en su cabeza le advirtió de manera burlona que era simplemente porque aún no había probado la sangre de elfo y una buena cazadora no suelta a su presa.
Caoimhe la ignoro y el elfo soldado se dio por vencido en su hazaña de separarla a medida que ambos recorrían el corto espacio hasta la corteza.
Una vez allí las 5 figuras se pararon durante unos segundos. Uno de los guardias le hizo una señal al custodio en el primer piso. Este los miro durante unos cinco segundos y sin Volver a posar sus ojos sobre ellos, hizo una mueca con su mano.
La corteza del árbol frente a ellos se abrió de manera paulatina. Empezando por abajo. Las hendiduras de la entrada regia a las profundidades de aquel árbol simplemente inexistentes. Dando muestras de la perfección en la construcción natural élfica.
-Pssss…- le chisto Caoimhe a Tarek al oído-Creo que somos la excepción - le susurro a Tarek.
Caoimhe
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Re: Dime qué callas... [ Privado] [Noche]
Tal y como había predicho, no tardaron en localizarlos. No uno, sino tres guardas del Árbol Madre se habían acercado hasta su posición, solo Isil sabía si buscando a Tarek o a su inesperada compañera. Por instinto, dirigió la mano hacia la funda de su arma, pero a medio camino se detuvo. ¿Qué iba a hacer? ¿Iniciar una lucha a pocos metros de uno de los parajes más vigilados de Sandorai? Aunque pudiese ganar la batalla, cosa que dudaba, ¿qué haría después? ¿Matar a un elfo que solo cumplía con su trabajo? El peliblanco dejó caer las manos a ambos lados del cuerpo. Sabía a lo que se exponía tomando aquel camino y la fortuna no había terminado por sonreírle. Acudieron de nuevo a su mente los eventos de Nytt Hus. Sin duda él mismo se lo había buscado.
Sin embargo, lo que parecía un arresto rutinario con un final poco halagüeño para Tarek, se convirtió en segundos en algo… diferente. La vampiresa, con una soltura que hablaba de costumbre, tomó la palabra y, en cuestión de segundos, consiguió cambiar las tornas. Sus primeras palabras, dirigidas al guarda que los había localizado, se impregnaron de algo extraño, sobrenatural, y el elfo observó estupefacto el efecto de aquello en su congénere. Pero lo que parecía un salvoconducto para ambos, pronto se convirtió en una oportunidad para ella y una condena para él. Tarek volvió de inmediato la vista hacia la chica en cuanto afirmó llevarlo como rehén. Su expresión de absoluta desidia se convirtió, sin embargo, en una de sorpresa cuando el nombre de Nousis salió a coalición. ¿De qué iba todo aquello?
Había alcanzado a Nousis en su retiro apenas un par de días antes y, tras su petición, se había marchado raudo y veloz en busca de la humana. ¿Acaso había decidido denunciar a Tarek por lo sucedido en la playa de los Ancestros? El peliblanco no se imaginaba cómo lo que habían hecho podía suponer una transgresión para la comunidad, cuando el único precio pagado había sido personal. Pensó entonces en Iori, ¿habría muerto? ¿Acaso había hecho algo y Nousis había considerado que era culpa suya? El consejo no tomaría en cuenta la muerte de una humana y no lo culparían a él de sus decisiones. Quizás llevarla hasta uno de sus templos más remotos constituyese un delito del que no había tenido constancia. “Habrías ido igual…” pensó por un segundo, antes de sacudirse aquellos pensamientos de la cabeza.
Miró de nuevo a la vampiresa, que negociaba en ese momento con los guardas su entrega. ¿Habría amañado todo para atraerlo hasta allí y entregarlo? Recordó entonces la confusión de ella en su encuentro, sus preguntas respecto a Alkiriel y el tema del “muchacho”. Nada de aquello tenía sentido.
Seguía pensando en ello, cuando la mujer lo tomó el brazo y comenzó a caminar rumbo al Árbol Madre. El peliblanco no había esperado verlo tan de cerca cuando decidió tomar aquel camino, pero puesto que su sino había sido decidido por otros, pensó que bien valía la pena disfrutar una última vez del espectáculo que suponía el corazón de Sandorai. La luz de las hogueras que rodeaban el enorme árbol, junto con la ligera niebla que parecía haberse instalado a su alrededor, le conferían un aspecto propio de los relatos y leyendas.
Uno de los guardas, preocupado quizás por la llegada de aquella forastera, intentaba convencerla de ocuparse de su custodia. Sin embargo, ella mantuvo su firme agarre en el brazo del peliblanco y las susurradas palabras que pronunció cuando la corteza del árbol comenzó a abrirse ante ellos, hicieron que el joven elfo se girase de nuevo para mirarla. ¿Había sido todo una invención? ¿Cómo se explicaba entonces que el nombre de Nousis hubiese salido a coalición? Si se trataba de una simple casualidad, sin duda sería una de las más extrañas que le habían sucedido en la vida.
Cuando la entrada se abrió, uno de los guardas lo tomó el otro brazo y, junto a la vampiresa, lo escoltaron dentro del bullicio de la ciudad. A pesar de la hora, el interior del Árbol Madre rebosaba de vida. Ni siquiera la noche era capaz de apocar la más grandiosa de las poblaciones élficas. Por ello, su ascenso hasta las estancias del Consejo no resultó precisamente confidencial. Tras compartir unas rápidas palabras con los compañeros que guardaban la parte interior de la entrada, los tres elfos que los había interceptado en el bosque los escoltaron por las concurridas calles, que se llenaron de cuchicheos y miradas mal disimuladas.
Desconocía cuales habían sido los planes de la vampiresa, si es que los tenía, cuando lo había ofrecido como rehén. Pero estaba claro que no iba a escapar tan fácilmente del juicio del Consejo. Los tres elfos, uno al frente, otro en la retaguardia y el tercero agarrando al prisionero, no la dejarían irse, al menos no con él. Tras varios incómodos minutos, en los que Tarek decidió mantener la vista al frente y obviar las voces que se alzaban a su alrededor, llegaron al fin a la zona que albergaba las estancias del consejo. Con la ceremonia propia de su rango, los tres guardas comunicaron la razón de su presencia.
La mirada que la guardia del Consejo les dirigió dejó pocas dudas al elfo sobre la seriedad de todo aquello. Si realmente la vampiresa había considerado que podría salir indemne de aquello sin más, no sabía hasta qué punto se había equivocado. Tras una rápida inspección, se les exigió la entrega de sus armas. Tras encadenar al peliblanco, ambos fueron escoltados por la guardia del Consejo hasta una estancia interior, comunicada con otra parte del complejo por una puerta que permaneció cerrada. Allí esperaron durante unos minutos, en un tenso silencio.
Tarek observó a la chica. Por su mente pasaron un sinfín de preguntas que solo ella parecía poder responder, pero guardó silencio. Cualquier cosa que dijera solo podría empeorar su situación. Espero, con ansia, que ella fuese consciente de ello y permaneciese a su vez en silencio.
La puerta al fondo de la sala se abrió entonces para dar paso a alguien que, sin duda, era miembro del Consejo. Con mirada severa se acercó hasta ellos.
- ¿Es este el prisionero? –preguntó con voz autoritaria a los guardas y, tras la confirmación de uno de ellos, agarró al peliblanco por el mentó para alzarle el rostro- Un Ojosverdes –comentó con aversión, antes de soltarlo- Lleváoslo, ya sabéis cual es la condena –se giró entonces hacia la vampiresa- Supongo que debemos agradeceros a vos su captura. Me han dicho…
Sus palabras se vieron interrumpidas entonces por la llegada de otra figura. Una mujer con porte regio y ropajes similares a las del consejero, se situó entonces a su lado.
- ¿Es cierto? –preguntó con premura. El hombre, con un gesto de la mano, ordenó a los soldados que detuviesen la marcha y se acercasen con el prisionero. La mujer lo observó con atención durante unos segundos- Eres el chico de Eithelen, ¿verdad? –preguntó de repente.
Tarek, que no se esperaba una pregunta como aquella, permaneció en silencio, hasta que la mujer le indicó con un gesto que debía contestar.
- Si. Era mi padre –contestó él con voz monocorde.
- ¿Acaso importa? –preguntó el primer consejero.
- Los detalles siempre importan –respondió ella, apoyando una mano sobre el brazo del hombre- El chico se reveló contra los Ojosverdes durante el ataque a Nytt Hus.
El hombre la observó un instante, en una pregunta muda. Como toda respuesta, ella le dedicó una enigmática sonrisa.
- ¿Podéis soltarlo? –pidió a los guardas, que se miraron confusos un instante- Me gustaría hablar con él. Por favor, acompáñame –le pidió una vez liberado de sus ataduras.
Sin más opciones que obedecer, el joven siguió a la mujer a la sala contigua desde la que habían llegado tanto ella como su compañero. Una vez dentro, la puerta se cerró tras ellos, dejándolos solos. Ella fue la primera en tomar la palabra.
- Sé que no compartes su sangre, pero te pareces mucho a él. Aunque quizás sea porque quedáis tan pocos que, con esos rasgos tan característicos, es fácil que vuelva a la memoria un viejo amigo –le dedicó una sonrisa que pretendía ser tranquilizadora. Sin embargo, su expresión se volvió algo más severa cuando pronunció sus siguientes palabras- No deberías haber acabado con ellos. Pero alegaron que eran el clan de tu madre y su sangre corría por tus venas. Eran el clan que más derecho tenían a reclamarte.
Tarek asintió ante sus palabras. Había escuchado aquella historia un sinfín de veces, aunque siempre de la boca de los que habían sido hasta entonces su familia de acogida, los Ojosverdes.
- Lo que hiciste en Nytt Hus… –lo observó entonces con mirada seria- todo lo que hiciste, tiene unas consecuencias. Eres consciente de ello, ¿verdad? –un asentimiento no pareció ser suficiente respuesta en esta ocasión y la mujer lo instó a hablar.
- Soy consciente de ello –respondió, lo que le valió una mirada inquisitiva por parte de ella- No he entrado en el Árbol Madre por voluntad propia –añadió- Me dirigía al norte cuando me interceptaron.
- ¿Qué hacías en el sur? –preguntó entonces ella.
- Descubrir la verdad –su voz se quebró ligeramente al pronunciar aquellas palabras. Notó entonces la mano de la mujer sobre su brazo, instándole de nuevo a continuar, pero el peliblanco solo negó con la cabeza- Ya no soy parte de ese clan, ni volveré a serlo. Mi relación con ellos se ha acabado.
Ella asintió con calma, pero no preguntó nada más al respecto. El peliblanco sabía que acabaría por enterarse de lo ocurrido, de todo ello. No le cabía la menor duda.
- Esto es… altamente irregular. Se te ha arrestado por un crimen que no has cometido y, con dicho arresto, se te ha obligado a cometerlo. Además, la mujer que te acompañaba afirmó que Nousis Indriel la enviaba. ¿Puedes decirme algo sobre eso?
- Lo siento, pero no sé qué relación podría tener con él. Me crucé hace unas jornadas con Nousis y tras nuestro encuentro partió presuroso. No me explico qué razón podría tener para haberla enviado a ella a… entregarme.
- Quizás solo quería darte la oportunidad de explicarte. Quién sabe, ese muchacho siempre ha sido especialmente complejo –una ligera sonrisa se asomó en los labios del peliblanco ante aquella afirmación- ¿Qué?
- Creo que ‘especialmente complejo’ es un eufemismo demasiado sencillo para describirlo -la mujer le devolvió una amplia sonrisa.
- Sin duda –respondió ella- Vamos.
Atravesaron entonces el umbral de vuelta a la estancia en la que los habían retenido inicialmente. Allí continuaban la vampiresa, los guardias y el miembro del consejo, que los observaron mientras se aproximaban. El hombre le dirigió una mirada inquisitiva a la consejera.
- Aclarados algunos puntos, creo que no hay razón para continuar con este arresto y condena –afirmó ella ante la perpleja mirada de su compañero- El muchacho no ha entrado por voluntad propia en el Árbol y es perfectamente consciente de que no puede hacerlo –dirigió entonces una mirada a Tarek, que asintió- Y no podemos condenarlo por cruzar el bosque.
- ¿Qué propones entonces, que los expulsemos de la ciudad como si nada hubiese pasado? –preguntó su compañero, a lo que ella negó.
- No. Existen unos procedimientos y hay cosas que deben ser revisadas. Permanecerán en custodia 24 horas dentro del Árbol Madre. Si todo está en orden, mañana a la noche seréis escoltados fuera de la ciudad, para no volver. ¿Entendido? –miró entonces al peliblanco y la vampiresa- Bien. Hasta entonces sois libres de moveros por las calles de la ciudad. Pero –guardó silencio un instante, mientras adquiría una expresión severa- como generéis un solo problema, por mínimo que sea, me encargaré personalmente de vuestra condena. ¿Ha quedado claro?
- Ella no es de los nuestros –comentó el otro consejero.
- Lo sé, pero hasta que se confirme lo que ha dicho tendrá que quedarse –se giró entonces hacia Tarek- Parecéis compartir un amigo. ¿Respondes por ella? –preguntó- De lo contario tendremos que encerrarla hasta mañana.
El peliblanco observó por enésima vez aquella noche a la mujer. No la conocía de nada y lo había vendido (o lo había simulado) para poder entrar en la fortaleza. Pero tenía numerosas preguntas que responder y el pequeño trozo de papel que aquel desconocido le había dado parecía ganar peso en su bolsillo.
- Me ocuparé de que se comporte –respondió llanamente.
- Bien. Los guardas os escoltarán hasta la salida. Os estaremos vigilando –les dirigió una última sonrisa antes de girarse y, junto a su compañero, regresar por donde habían llegado.
Como la mujer había indicado, los guardas los acompañaron hasta la salida. Una vez en la calle, Tarek comenzó a caminar, sin rumbo fijo, esperando que la vampiresa lo siguiera. Unas cuantas calles más adelante, se adentró en un callejón y, tras asegurarse de que se habían alejado lo suficiente de la vía principal, agarró a la mujer y la estampó contra la pared.
- Creo que es hora de que contestes algunas preguntas. ¿De qué conoces a Nousis?
Sin embargo, lo que parecía un arresto rutinario con un final poco halagüeño para Tarek, se convirtió en segundos en algo… diferente. La vampiresa, con una soltura que hablaba de costumbre, tomó la palabra y, en cuestión de segundos, consiguió cambiar las tornas. Sus primeras palabras, dirigidas al guarda que los había localizado, se impregnaron de algo extraño, sobrenatural, y el elfo observó estupefacto el efecto de aquello en su congénere. Pero lo que parecía un salvoconducto para ambos, pronto se convirtió en una oportunidad para ella y una condena para él. Tarek volvió de inmediato la vista hacia la chica en cuanto afirmó llevarlo como rehén. Su expresión de absoluta desidia se convirtió, sin embargo, en una de sorpresa cuando el nombre de Nousis salió a coalición. ¿De qué iba todo aquello?
Había alcanzado a Nousis en su retiro apenas un par de días antes y, tras su petición, se había marchado raudo y veloz en busca de la humana. ¿Acaso había decidido denunciar a Tarek por lo sucedido en la playa de los Ancestros? El peliblanco no se imaginaba cómo lo que habían hecho podía suponer una transgresión para la comunidad, cuando el único precio pagado había sido personal. Pensó entonces en Iori, ¿habría muerto? ¿Acaso había hecho algo y Nousis había considerado que era culpa suya? El consejo no tomaría en cuenta la muerte de una humana y no lo culparían a él de sus decisiones. Quizás llevarla hasta uno de sus templos más remotos constituyese un delito del que no había tenido constancia. “Habrías ido igual…” pensó por un segundo, antes de sacudirse aquellos pensamientos de la cabeza.
Miró de nuevo a la vampiresa, que negociaba en ese momento con los guardas su entrega. ¿Habría amañado todo para atraerlo hasta allí y entregarlo? Recordó entonces la confusión de ella en su encuentro, sus preguntas respecto a Alkiriel y el tema del “muchacho”. Nada de aquello tenía sentido.
Seguía pensando en ello, cuando la mujer lo tomó el brazo y comenzó a caminar rumbo al Árbol Madre. El peliblanco no había esperado verlo tan de cerca cuando decidió tomar aquel camino, pero puesto que su sino había sido decidido por otros, pensó que bien valía la pena disfrutar una última vez del espectáculo que suponía el corazón de Sandorai. La luz de las hogueras que rodeaban el enorme árbol, junto con la ligera niebla que parecía haberse instalado a su alrededor, le conferían un aspecto propio de los relatos y leyendas.
Uno de los guardas, preocupado quizás por la llegada de aquella forastera, intentaba convencerla de ocuparse de su custodia. Sin embargo, ella mantuvo su firme agarre en el brazo del peliblanco y las susurradas palabras que pronunció cuando la corteza del árbol comenzó a abrirse ante ellos, hicieron que el joven elfo se girase de nuevo para mirarla. ¿Había sido todo una invención? ¿Cómo se explicaba entonces que el nombre de Nousis hubiese salido a coalición? Si se trataba de una simple casualidad, sin duda sería una de las más extrañas que le habían sucedido en la vida.
Cuando la entrada se abrió, uno de los guardas lo tomó el otro brazo y, junto a la vampiresa, lo escoltaron dentro del bullicio de la ciudad. A pesar de la hora, el interior del Árbol Madre rebosaba de vida. Ni siquiera la noche era capaz de apocar la más grandiosa de las poblaciones élficas. Por ello, su ascenso hasta las estancias del Consejo no resultó precisamente confidencial. Tras compartir unas rápidas palabras con los compañeros que guardaban la parte interior de la entrada, los tres elfos que los había interceptado en el bosque los escoltaron por las concurridas calles, que se llenaron de cuchicheos y miradas mal disimuladas.
Desconocía cuales habían sido los planes de la vampiresa, si es que los tenía, cuando lo había ofrecido como rehén. Pero estaba claro que no iba a escapar tan fácilmente del juicio del Consejo. Los tres elfos, uno al frente, otro en la retaguardia y el tercero agarrando al prisionero, no la dejarían irse, al menos no con él. Tras varios incómodos minutos, en los que Tarek decidió mantener la vista al frente y obviar las voces que se alzaban a su alrededor, llegaron al fin a la zona que albergaba las estancias del consejo. Con la ceremonia propia de su rango, los tres guardas comunicaron la razón de su presencia.
La mirada que la guardia del Consejo les dirigió dejó pocas dudas al elfo sobre la seriedad de todo aquello. Si realmente la vampiresa había considerado que podría salir indemne de aquello sin más, no sabía hasta qué punto se había equivocado. Tras una rápida inspección, se les exigió la entrega de sus armas. Tras encadenar al peliblanco, ambos fueron escoltados por la guardia del Consejo hasta una estancia interior, comunicada con otra parte del complejo por una puerta que permaneció cerrada. Allí esperaron durante unos minutos, en un tenso silencio.
Tarek observó a la chica. Por su mente pasaron un sinfín de preguntas que solo ella parecía poder responder, pero guardó silencio. Cualquier cosa que dijera solo podría empeorar su situación. Espero, con ansia, que ella fuese consciente de ello y permaneciese a su vez en silencio.
La puerta al fondo de la sala se abrió entonces para dar paso a alguien que, sin duda, era miembro del Consejo. Con mirada severa se acercó hasta ellos.
- ¿Es este el prisionero? –preguntó con voz autoritaria a los guardas y, tras la confirmación de uno de ellos, agarró al peliblanco por el mentó para alzarle el rostro- Un Ojosverdes –comentó con aversión, antes de soltarlo- Lleváoslo, ya sabéis cual es la condena –se giró entonces hacia la vampiresa- Supongo que debemos agradeceros a vos su captura. Me han dicho…
Sus palabras se vieron interrumpidas entonces por la llegada de otra figura. Una mujer con porte regio y ropajes similares a las del consejero, se situó entonces a su lado.
- ¿Es cierto? –preguntó con premura. El hombre, con un gesto de la mano, ordenó a los soldados que detuviesen la marcha y se acercasen con el prisionero. La mujer lo observó con atención durante unos segundos- Eres el chico de Eithelen, ¿verdad? –preguntó de repente.
Tarek, que no se esperaba una pregunta como aquella, permaneció en silencio, hasta que la mujer le indicó con un gesto que debía contestar.
- Si. Era mi padre –contestó él con voz monocorde.
- ¿Acaso importa? –preguntó el primer consejero.
- Los detalles siempre importan –respondió ella, apoyando una mano sobre el brazo del hombre- El chico se reveló contra los Ojosverdes durante el ataque a Nytt Hus.
El hombre la observó un instante, en una pregunta muda. Como toda respuesta, ella le dedicó una enigmática sonrisa.
- ¿Podéis soltarlo? –pidió a los guardas, que se miraron confusos un instante- Me gustaría hablar con él. Por favor, acompáñame –le pidió una vez liberado de sus ataduras.
Sin más opciones que obedecer, el joven siguió a la mujer a la sala contigua desde la que habían llegado tanto ella como su compañero. Una vez dentro, la puerta se cerró tras ellos, dejándolos solos. Ella fue la primera en tomar la palabra.
- Sé que no compartes su sangre, pero te pareces mucho a él. Aunque quizás sea porque quedáis tan pocos que, con esos rasgos tan característicos, es fácil que vuelva a la memoria un viejo amigo –le dedicó una sonrisa que pretendía ser tranquilizadora. Sin embargo, su expresión se volvió algo más severa cuando pronunció sus siguientes palabras- No deberías haber acabado con ellos. Pero alegaron que eran el clan de tu madre y su sangre corría por tus venas. Eran el clan que más derecho tenían a reclamarte.
Tarek asintió ante sus palabras. Había escuchado aquella historia un sinfín de veces, aunque siempre de la boca de los que habían sido hasta entonces su familia de acogida, los Ojosverdes.
- Lo que hiciste en Nytt Hus… –lo observó entonces con mirada seria- todo lo que hiciste, tiene unas consecuencias. Eres consciente de ello, ¿verdad? –un asentimiento no pareció ser suficiente respuesta en esta ocasión y la mujer lo instó a hablar.
- Soy consciente de ello –respondió, lo que le valió una mirada inquisitiva por parte de ella- No he entrado en el Árbol Madre por voluntad propia –añadió- Me dirigía al norte cuando me interceptaron.
- ¿Qué hacías en el sur? –preguntó entonces ella.
- Descubrir la verdad –su voz se quebró ligeramente al pronunciar aquellas palabras. Notó entonces la mano de la mujer sobre su brazo, instándole de nuevo a continuar, pero el peliblanco solo negó con la cabeza- Ya no soy parte de ese clan, ni volveré a serlo. Mi relación con ellos se ha acabado.
Ella asintió con calma, pero no preguntó nada más al respecto. El peliblanco sabía que acabaría por enterarse de lo ocurrido, de todo ello. No le cabía la menor duda.
- Esto es… altamente irregular. Se te ha arrestado por un crimen que no has cometido y, con dicho arresto, se te ha obligado a cometerlo. Además, la mujer que te acompañaba afirmó que Nousis Indriel la enviaba. ¿Puedes decirme algo sobre eso?
- Lo siento, pero no sé qué relación podría tener con él. Me crucé hace unas jornadas con Nousis y tras nuestro encuentro partió presuroso. No me explico qué razón podría tener para haberla enviado a ella a… entregarme.
- Quizás solo quería darte la oportunidad de explicarte. Quién sabe, ese muchacho siempre ha sido especialmente complejo –una ligera sonrisa se asomó en los labios del peliblanco ante aquella afirmación- ¿Qué?
- Creo que ‘especialmente complejo’ es un eufemismo demasiado sencillo para describirlo -la mujer le devolvió una amplia sonrisa.
- Sin duda –respondió ella- Vamos.
Atravesaron entonces el umbral de vuelta a la estancia en la que los habían retenido inicialmente. Allí continuaban la vampiresa, los guardias y el miembro del consejo, que los observaron mientras se aproximaban. El hombre le dirigió una mirada inquisitiva a la consejera.
- Aclarados algunos puntos, creo que no hay razón para continuar con este arresto y condena –afirmó ella ante la perpleja mirada de su compañero- El muchacho no ha entrado por voluntad propia en el Árbol y es perfectamente consciente de que no puede hacerlo –dirigió entonces una mirada a Tarek, que asintió- Y no podemos condenarlo por cruzar el bosque.
- ¿Qué propones entonces, que los expulsemos de la ciudad como si nada hubiese pasado? –preguntó su compañero, a lo que ella negó.
- No. Existen unos procedimientos y hay cosas que deben ser revisadas. Permanecerán en custodia 24 horas dentro del Árbol Madre. Si todo está en orden, mañana a la noche seréis escoltados fuera de la ciudad, para no volver. ¿Entendido? –miró entonces al peliblanco y la vampiresa- Bien. Hasta entonces sois libres de moveros por las calles de la ciudad. Pero –guardó silencio un instante, mientras adquiría una expresión severa- como generéis un solo problema, por mínimo que sea, me encargaré personalmente de vuestra condena. ¿Ha quedado claro?
- Ella no es de los nuestros –comentó el otro consejero.
- Lo sé, pero hasta que se confirme lo que ha dicho tendrá que quedarse –se giró entonces hacia Tarek- Parecéis compartir un amigo. ¿Respondes por ella? –preguntó- De lo contario tendremos que encerrarla hasta mañana.
El peliblanco observó por enésima vez aquella noche a la mujer. No la conocía de nada y lo había vendido (o lo había simulado) para poder entrar en la fortaleza. Pero tenía numerosas preguntas que responder y el pequeño trozo de papel que aquel desconocido le había dado parecía ganar peso en su bolsillo.
- Me ocuparé de que se comporte –respondió llanamente.
- Bien. Los guardas os escoltarán hasta la salida. Os estaremos vigilando –les dirigió una última sonrisa antes de girarse y, junto a su compañero, regresar por donde habían llegado.
Como la mujer había indicado, los guardas los acompañaron hasta la salida. Una vez en la calle, Tarek comenzó a caminar, sin rumbo fijo, esperando que la vampiresa lo siguiera. Unas cuantas calles más adelante, se adentró en un callejón y, tras asegurarse de que se habían alejado lo suficiente de la vía principal, agarró a la mujer y la estampó contra la pared.
- Creo que es hora de que contestes algunas preguntas. ¿De qué conoces a Nousis?
Tarek Inglorien
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Re: Dime qué callas... [ Privado] [Noche]
El éxtasis al alcanzar al fin el interior de árbol madre se difumino de manera progresiva a medida que sus oídos se acostumbraban a la nueva escena.
Si no hubiese sido por el sinfín de orejas puntiagudas que la rodeaban, Caoimhe hubiese jurado que se encontraba en cualquier otro lugar de Aerandir. Los gestos desconcertados de aquellos que se encontraban con su mirada curiosa, sin duda no compartían su opinión. No estaba segura de cuantos forasteros alcanzaban aquel punto exacto, pero por la manera en la que la observaban casi podía leer el pensamiento de odio y desagrado ante su presencia.
Decidió, sin embargo, ignorarlos. Fingiendo un juego casi infantil en su mente en el que cualquier figura que no fuese ella misma. Tarek, los soldados y el elfo exacto al que buscaba, simplemente no existía.
Había evitado la mirada del elfo desde que avanzaron. Estaba segura de que él tenia demasiadas cosas en las que pensar: como por ejemplo como escapar de allí. Pero en su mente nerviosa tan solo existía el ansia de al fin deshacerse de aquellas figuras voluptuosas y redimirse con la cálida sangre de todos y cada uno de los elfos que…
Uno de los guardias carraspeó mientras los giraba de manera abrupta hasta un salón interno, sumido en la corteza. Por unos segundos Caoimhe se resistió a aquel giro abrupto fijando su mirada en un punto exacto. sonrió de manera fugaz.
Una sala austera en muebles y sumamente recargada de decoración con motivos florales los recibió. Caoimhe no pudo mas que asumir que estaba en el salón mismo del consejo. Casi sentía la madera protestando bajo sus pies ante sus pisadas poco dignas en aquel sagrado lugar.
Tampoco había sido tan difícil alcanzar aquel lugar.
Volvió a repetirse aquella frase y de pronto cayo en la cuenta de la gravedad de la situación. Miro a Tarek con urgencia, asumiendo que, si las habladurías eran ciertas, la presencia de la vampiresa no era lo suficientemente importante como para ganar entrada a aquel lugar. temió por primera vez las acciones que llevaron a aquel elfo a ser persona non grata.
Tampoco tuvo mucho tiempo para analizar aquel pensamiento. Tarek fue finalmente liberado de su agarre y su mano se sintió fría y vacía tan solo para ver como su compañero parecía ser requisado por el que sin duda era el líder del consejo.
Todo paso rápido:
Una figura femenina acaparo la atención de los elfos presentes. Sin duda con estatus suficiente como para acallar cualquier proceso. Se llevo a Tarek y el frio se apodero no solo de sus manos.
Silencio durante dos minutos.
La estancia rodeada de elfos mucho mas altos y fornidos que ella.
Trago saliva intentando en vano apartar la sed que comenzaba a inundarla.
Apartó la mirada y relajo sus músculos mientras daba la espalda a los elfos y fingía un interés repentino por los tomos ancianos que adornaban aquí y allá la pared de la habitación redonda.
Uno de los guardias se aclaro la garganta intentando llamar su atención. Caoimhe decidió ignorarlo de pronto fascinada por los tomos.
El mismo elfo volvió a aclarar su garganta. Esta vez de manera más profunda como indicando la severidad de sus acciones.
Pero los ojos de Caoimhe había encontrado un título que sin duda merecía un tercer carraspeo.
-Si… me permite- Uno de los elfos se había acercado por su espalda y tomo la mano que estaba a punto de alcanzar el libro. Lo hizo de manera abrupta poniendo en el agarre una fuerza que parecía haber estado contenida desde el momento que la vio.
Caoimhe intento deshacerse de aquella invasión de su espacio personal tirando al lado contrario. El elfo sonrió de manera macabra mientras ella forcejeaba.
-No tientes a la suerte, demonio. Puede que un nombre te haya dado acceso a tierra sagrada. Pero créeme que necesitaras más de un nombre para salir de aquí de una pieza… a menos que te comportes.
Caoimhe lo miró con gesto de desdén liberándose finalmente de aquellas manos. ¿Qué carajos tramaba Tarek con aquella mujer que le estaba tomando tanto tiempo?
-… Vaya… y yo que pensaba quedarme de por vida.- susurro intentando esparcir la sed con su humor seco.
La puerta por donde Tarek y su compañera había desapareció se abrió al fin. Caoimhe recibió la visión del elfo como agua de mayo. El chico sin embargo parecía no estar de muy buen humor.
Aquello molestó a Caoimhe por algún motivo. Su cabeza se inundo de escenarios en los que la sed la poseía y la sangre de aquel elfo al que acababa de conocer saciaba a su demonio hasta que...
Las palabras condescendientes de Tarek desvanecieron de manera abrupta aquella atractiva visión de su cabeza. Caoimhe dio por terminada la conversación de manera maleducada tras escuchar aquello y sin esperar a saber si Tarek la seguía o no avanzo con los elfos atravesando el mismo camino que había usado para llegar a aquel lugar.
En su camino un remolino de pensamientos inundó su mente.
Necesitaba encontrar a Alkiriel. No estaba segura de cómo iba a deshacerse de Tarek. Quizás el chico tan solo era una distracción para apartarla de sus negocios. Encima de que acababa de salvarle la vida. ¿Acaso necesitaba que un desconocido vigilase cómo se comportaba?
Los escalones parecían un remolino frente a sus pies, y en algún momento justo al alcanzarla fin el frescor de la noche en Sandorai, Tarek pareció adelantarla. La misma expresión vacía que a menudo decoraba su cara. Y si… quizás... Tarek era la pieza exacta que iba a llevarla a Alkiriel.
-Agh…- Bufó poniendo los ojos en blanco y siguiendo los pasos del elfo de manera casi forzada.
Con cada paso su enojo iba disminuyendo al entender que quizás no había sido justa con aquel desconocido. Al fin y al cabo, casi regala su cabeza en una bandeja de plata a elfos que… parecían no estar muy contentos de verlo.
Me pregunto por qué- pensó
Mientras menos quieran verlo menos lo echaran en falta cuando su sangre alimente nuestra…
Sacudió la cabeza apartando al demonio de su pensamiento y apresurando el paso al ver cómo su compañero giraba en un callejón algo alejado del gentío.
No pudo hacer mucho más que dejarse empujar contra la madera. Tarek parecía sumido en el enfado que hasta hacia unos minutos ella había atesorado. Su cuerpo compuso una muralla que evitó que se moviese a cualquier lugar.
Respiró profundo escuchando el reclamo de aquel elfo.
Estaba cerca.
-Emm... emm.- Caoimhe intento deshacerse de aquel amarre algo azorada a medida que la sed tomaba su garganta-Nousis…-
Demasiado cerca. Su cuello a tan sólo un movimiento de ser perforado por sus colmillos si tan solo… ¿Por qué le costaba tanto ignorar su urgencia? Normalmente era capaz de… ¿quién diablos era aquel elfo? Qué clase de... hedor elfico emanaba que atraía a la bestia en ella hasta tal punto de que no estaba segura de si iba a poder… si quería…
Sus ojos recorrieron el cuello de Tarek buscando el lugar exacto en el que su piel se unía a la arteria que lo nutría. Bajó la mirada de manera progresiva buscando el punto cálido en la clavícula izquierda. La línea misma donde el olor a regaliz se hacia intenso hasta el punto de…
Y entonces la vió. Tan sólo por un instante, pero el suficiente como para saber que aquello era justo lo que causaba su lucha: Una herida a medio curar cruzando parte del pecho del elfo. No parecía sangrar, pero restos de aquella sangre en forma de costra incipiente era suficiente. Tensó sus músculos conteniendo la respiración.
Se ahogaba. ¿Acaso aquel elfo estaba loco? ¿Acaso no sabía lo que era? Quizás... no. ¿Acaso no era obvio? El universo mismo estaba forzando a que simplemente volviese a dejarse llevar por el demonio en ella y lo hiciese trizas. Acabase con otra vida inocente tan solo para saciar su sed. Una broma macabra
Ah… pero es justo lo que mejor se nos da…- dijo la vocecilla dentro de ella de nuevo.
-Nousis Indirel me debe la vida.- dijo finalmente como si acabase de soltar el aire que había estado reteniendo en sus pulmones y mantenido para no inhalar la esencia atractiva de Tarek.
No estaba segura de si fueron sus palabras o su gesto turbado mostrando su lucha interna lo que hizo que el agarre de Tarek se relajase.
Caoimhe aprovechó aquello para deshacerse de aquella posición y respirar aire fresco en una bocanada dando la espalda al elfo mientras cerraba los ojos en un intento de calmarse.
Cuando lo hizo retomó la conversación. En cualquier otra circunstancia hubiese mentido a su interlocutor: Su creencia de que cuanto menos sepan menos estorban era sin duda su mejor aliada. Pero en aquel preciso instante en el que su demonio estaba tan cerca de tomarla eligió, quizás el camino fácil de decir la verdad. Tan solo esperaba no arrepentirse.
La esencia del elfo comenzó a difuminarse a medida que Caoimhe mezclaba su respiración con el aire de la noche. Llevó las manos a su pecho siendo consciente de su propio latido. Aun le asombraba que el disfraz que portaba aquel demonio fuese tan detallado como para crear un latir continuo. Estaba segura de que ella no tenia corazón.
Comenzó a caminar. No había olvidado aun por lo que se había aventurado en aquella caja de ratones y si quería encontrar a Alkiriel antes del amanecer debía moverse deprisa. Antes de retroceder sus pasos de vuelta al jolgorio se volvió a Tarek, sin saber muy bien como retomar un tono cordial con el chico después de la tensión que había acumulado.
-Dónde... emm... dónde vas a pasar la… que vas a…- suspiró- creo que tengo una leve idea de quién puede darnos pistas de Alkiriel. Podrías… si quieres.- de nuevo- Voy a ir- dijo de pronto algo molesta con su incapacidad repentina para las palabras.
Tampoco escuchó si el chico contestaba a aquella propuesta. Ambos caminaron de manera silenciosa primero a través de algunos callejones.
-No sabía que los de orejas puntiagudas repudiaban a los suyos. ¿Qué has hecho para que te pongan en su lista de ‘problemas con patas’?- dijo de manera tímida. Aquello era una bandera blanca. Un acuerdo de paz momentáneo.
Llegaron finalmente al centro del árbol madre y Caoimhe intentó situarse en el lugar exacto en el que había estado al entrar con los soldados elfos. Creía haber visto… le pareció que…
Dos esquinas a la derecha la chica reconoció el letrero sin palabras y universal que indicaba que aquel establecimiento era una apoteca. Se giro hasta Tarek y manteniendo una distancia prudencial alzó la cabeza para indicarle donde se dirigían. Aprovechó para ponerse la capucha de su capa. Si aquel lugar le llevaba a Alkiriel entonces estaba segura de que ya habría mas de 6 ojos sobre ellos.
El tintineo de una campanita avisó al dueño del local de la entrada de nuevos clientes.
La estancia estaba en silencio. Tres velas la iluminaban en tres de las esquinas dejando en penumbra parcial la cuarta pared surcada de estanterías con diversos ingredientes: Hierbas, esqueletos de animales disecados, setas, pero sobre todo varias raíces enumeradas del 1 al 10 y con una leve descripción de sus atributos.
Un elfo no mucho más mayor que ambos Tarek y ella misma terminaba de conversar con el vendedor.
-…. Tardará unos 10 minutos en hervir. Ya te dije que tan solo hago esto por las noches.- el hombre alzo la mirada para mirar a Tarek y a Caoimhe- No… es que me interese mucho tener clientes a estas horas.
El hombre frente a ellos sonrió. Tenia los rasgos típicos de un elfo pero su piel era algo mas opaca comparada con las del propio Tarek y el vendedor. Sus ropas no estaban deshilachadas y sus zapatos conservaban aun el brillo de aquellos que han sido usado poco. Se giró hasta Caoimhe y Tarek y su gesto de sorpresa al comprobar que había alguien no elfo en árbol madre fue camuflado con con una leve reverencia educada de cabeza.
-No hay problema.- dijo- Esperare mientras atiendes a estos chicos- añadió.
El vendedor exasperado se limpio las gafas antes de moverse hacia los nuevos clientes y emitió un sonoro suspiro de cansancio. Alzó los hombros y hablo.
-Ustedes dirán- dijo analizándolos.
Caoimhe miro a ambos lados y se posiciono de espaldas al otro cliente como intentando mantener la conversación privada.
-Buenas noches. Mi.… mi amigo y yo nos preguntábamos si quizás usted vendía…vendía algo que… o podría indicarnos dónde comprar... bueno, queremos pasar un buen rato. Ya sabe sin consecuencias y no queremos nada artificial tan solo algo natural para que...
El hombre abrió mucho los ojos mirando a ambos.
-¿Qué clase de tienda creéis que es esta?- dijo el vendedor ofendido mirando a Tarek y a Caoimhe y comprendiendo una escena en su cabeza- Por supuesto que no tenemos raíces de Sabina. Tampoco vendemos perejil para bueno para uso interno y muchísimo menos comercializamos Tanaceto. Mi sugerencia es que quizás deberían absten….
Caoimhe abrió mucho los ojos y miro a Tarek sonrojándose.
-NO- dijo interrumpiéndolo- no me refería a… hablaba de raíces de ocio… quizás alguna que podamos fumar es para...
-LARGO DE AQUÍ PRETENCIOSA- grito el hombre- Largo si no quieres que llame a la guardia y te lleven de donde sea que hayas salido.
Caoimhe se apresuró a salir del local con un ligero miedo a que el hombre fuese a tirarles uno de los botijos de barro a la cara al salir.
-Malditos elfos… ¿Es que siempre sois tan juiciosos?- dijo dirigiéndose a Tarek. Debe ser la primera vez que el dueño de una apoteca no hace negocios oscuros. Me alegro de que todos seáis tan buenos.- dijo molesta y avergonzada.- Alkariel solía bueno… solía negociar con ese tipo de sustancias tan solo necesito un hilo suelto que me lleve- miro a Tarek- ¿Nos lleve? Hasta él. No me gusta cuando rompen mis contratos- añadió Caoimhe de manera seca y llena de odio.
Caoimhe se cruzó de brazos impaciente.
-¿Al menos que tú sepas dónde ir?- añadió, evaluándolo.
Por primera vez desde que lo vio en el bosque lo considero algo más que no fuese un cuerpo con sangre al que resistirse.
Sopesó su expresión. No parecía estar contento, pero su rostro no era el de alguien marcado por el odio perenne. Sus ojos eran verdes como el espesor del bosque mismo. Pero aquello no era nada nuevo, según sus captores sus ojos marcaban parte de su apellido. Era alto y fuerte ¿Quizás curtido en la batalla? Sin duda tenía una cicatriz que bien podía significarlo¿Qué tipo de vida había dejado atrás? ¿Qué clase de hazaña lo había llevado hasta allí? ¿Tendría familia? ¿Quizás hijos? No parecía alguien que acostumbrase a deambular despierto en la noche. Eso lo tenía claro. Por eso en pocas ocasiones se topaba con alguien como él.
No. Tarek era un hijo de la luz. Los rayos del sol habían curtido sus años. La claridad lo había apartado de manera parcial de todo el horror que custodiaba la noche.
Apretó uno de sus puños sin darse cuenta, envuelta por la envidia que aquellos pensamientos acarreaban en su mente.
Aquel era el motivo justo por el que prefería ver al resto del mundo como carne a la que evitar mas allá de lo que poseyesen.
La puerta de la apoteca se volvió a abrir para dejar salir al elfo que había entrado a comprar antes que ellos.
Si no hubiese sido por el sinfín de orejas puntiagudas que la rodeaban, Caoimhe hubiese jurado que se encontraba en cualquier otro lugar de Aerandir. Los gestos desconcertados de aquellos que se encontraban con su mirada curiosa, sin duda no compartían su opinión. No estaba segura de cuantos forasteros alcanzaban aquel punto exacto, pero por la manera en la que la observaban casi podía leer el pensamiento de odio y desagrado ante su presencia.
Decidió, sin embargo, ignorarlos. Fingiendo un juego casi infantil en su mente en el que cualquier figura que no fuese ella misma. Tarek, los soldados y el elfo exacto al que buscaba, simplemente no existía.
Había evitado la mirada del elfo desde que avanzaron. Estaba segura de que él tenia demasiadas cosas en las que pensar: como por ejemplo como escapar de allí. Pero en su mente nerviosa tan solo existía el ansia de al fin deshacerse de aquellas figuras voluptuosas y redimirse con la cálida sangre de todos y cada uno de los elfos que…
Uno de los guardias carraspeó mientras los giraba de manera abrupta hasta un salón interno, sumido en la corteza. Por unos segundos Caoimhe se resistió a aquel giro abrupto fijando su mirada en un punto exacto. sonrió de manera fugaz.
Una sala austera en muebles y sumamente recargada de decoración con motivos florales los recibió. Caoimhe no pudo mas que asumir que estaba en el salón mismo del consejo. Casi sentía la madera protestando bajo sus pies ante sus pisadas poco dignas en aquel sagrado lugar.
Tampoco había sido tan difícil alcanzar aquel lugar.
Volvió a repetirse aquella frase y de pronto cayo en la cuenta de la gravedad de la situación. Miro a Tarek con urgencia, asumiendo que, si las habladurías eran ciertas, la presencia de la vampiresa no era lo suficientemente importante como para ganar entrada a aquel lugar. temió por primera vez las acciones que llevaron a aquel elfo a ser persona non grata.
Tampoco tuvo mucho tiempo para analizar aquel pensamiento. Tarek fue finalmente liberado de su agarre y su mano se sintió fría y vacía tan solo para ver como su compañero parecía ser requisado por el que sin duda era el líder del consejo.
Todo paso rápido:
Una figura femenina acaparo la atención de los elfos presentes. Sin duda con estatus suficiente como para acallar cualquier proceso. Se llevo a Tarek y el frio se apodero no solo de sus manos.
Silencio durante dos minutos.
La estancia rodeada de elfos mucho mas altos y fornidos que ella.
Trago saliva intentando en vano apartar la sed que comenzaba a inundarla.
Apartó la mirada y relajo sus músculos mientras daba la espalda a los elfos y fingía un interés repentino por los tomos ancianos que adornaban aquí y allá la pared de la habitación redonda.
Uno de los guardias se aclaro la garganta intentando llamar su atención. Caoimhe decidió ignorarlo de pronto fascinada por los tomos.
El mismo elfo volvió a aclarar su garganta. Esta vez de manera más profunda como indicando la severidad de sus acciones.
Pero los ojos de Caoimhe había encontrado un título que sin duda merecía un tercer carraspeo.
-Si… me permite- Uno de los elfos se había acercado por su espalda y tomo la mano que estaba a punto de alcanzar el libro. Lo hizo de manera abrupta poniendo en el agarre una fuerza que parecía haber estado contenida desde el momento que la vio.
Caoimhe intento deshacerse de aquella invasión de su espacio personal tirando al lado contrario. El elfo sonrió de manera macabra mientras ella forcejeaba.
-No tientes a la suerte, demonio. Puede que un nombre te haya dado acceso a tierra sagrada. Pero créeme que necesitaras más de un nombre para salir de aquí de una pieza… a menos que te comportes.
Caoimhe lo miró con gesto de desdén liberándose finalmente de aquellas manos. ¿Qué carajos tramaba Tarek con aquella mujer que le estaba tomando tanto tiempo?
-… Vaya… y yo que pensaba quedarme de por vida.- susurro intentando esparcir la sed con su humor seco.
La puerta por donde Tarek y su compañera había desapareció se abrió al fin. Caoimhe recibió la visión del elfo como agua de mayo. El chico sin embargo parecía no estar de muy buen humor.
Aquello molestó a Caoimhe por algún motivo. Su cabeza se inundo de escenarios en los que la sed la poseía y la sangre de aquel elfo al que acababa de conocer saciaba a su demonio hasta que...
Las palabras condescendientes de Tarek desvanecieron de manera abrupta aquella atractiva visión de su cabeza. Caoimhe dio por terminada la conversación de manera maleducada tras escuchar aquello y sin esperar a saber si Tarek la seguía o no avanzo con los elfos atravesando el mismo camino que había usado para llegar a aquel lugar.
En su camino un remolino de pensamientos inundó su mente.
Necesitaba encontrar a Alkiriel. No estaba segura de cómo iba a deshacerse de Tarek. Quizás el chico tan solo era una distracción para apartarla de sus negocios. Encima de que acababa de salvarle la vida. ¿Acaso necesitaba que un desconocido vigilase cómo se comportaba?
Los escalones parecían un remolino frente a sus pies, y en algún momento justo al alcanzarla fin el frescor de la noche en Sandorai, Tarek pareció adelantarla. La misma expresión vacía que a menudo decoraba su cara. Y si… quizás... Tarek era la pieza exacta que iba a llevarla a Alkiriel.
-Agh…- Bufó poniendo los ojos en blanco y siguiendo los pasos del elfo de manera casi forzada.
Con cada paso su enojo iba disminuyendo al entender que quizás no había sido justa con aquel desconocido. Al fin y al cabo, casi regala su cabeza en una bandeja de plata a elfos que… parecían no estar muy contentos de verlo.
Me pregunto por qué- pensó
Mientras menos quieran verlo menos lo echaran en falta cuando su sangre alimente nuestra…
Sacudió la cabeza apartando al demonio de su pensamiento y apresurando el paso al ver cómo su compañero giraba en un callejón algo alejado del gentío.
No pudo hacer mucho más que dejarse empujar contra la madera. Tarek parecía sumido en el enfado que hasta hacia unos minutos ella había atesorado. Su cuerpo compuso una muralla que evitó que se moviese a cualquier lugar.
Respiró profundo escuchando el reclamo de aquel elfo.
Estaba cerca.
-Emm... emm.- Caoimhe intento deshacerse de aquel amarre algo azorada a medida que la sed tomaba su garganta-Nousis…-
Demasiado cerca. Su cuello a tan sólo un movimiento de ser perforado por sus colmillos si tan solo… ¿Por qué le costaba tanto ignorar su urgencia? Normalmente era capaz de… ¿quién diablos era aquel elfo? Qué clase de... hedor elfico emanaba que atraía a la bestia en ella hasta tal punto de que no estaba segura de si iba a poder… si quería…
Sus ojos recorrieron el cuello de Tarek buscando el lugar exacto en el que su piel se unía a la arteria que lo nutría. Bajó la mirada de manera progresiva buscando el punto cálido en la clavícula izquierda. La línea misma donde el olor a regaliz se hacia intenso hasta el punto de…
Y entonces la vió. Tan sólo por un instante, pero el suficiente como para saber que aquello era justo lo que causaba su lucha: Una herida a medio curar cruzando parte del pecho del elfo. No parecía sangrar, pero restos de aquella sangre en forma de costra incipiente era suficiente. Tensó sus músculos conteniendo la respiración.
Se ahogaba. ¿Acaso aquel elfo estaba loco? ¿Acaso no sabía lo que era? Quizás... no. ¿Acaso no era obvio? El universo mismo estaba forzando a que simplemente volviese a dejarse llevar por el demonio en ella y lo hiciese trizas. Acabase con otra vida inocente tan solo para saciar su sed. Una broma macabra
Ah… pero es justo lo que mejor se nos da…- dijo la vocecilla dentro de ella de nuevo.
-Nousis Indirel me debe la vida.- dijo finalmente como si acabase de soltar el aire que había estado reteniendo en sus pulmones y mantenido para no inhalar la esencia atractiva de Tarek.
No estaba segura de si fueron sus palabras o su gesto turbado mostrando su lucha interna lo que hizo que el agarre de Tarek se relajase.
Caoimhe aprovechó aquello para deshacerse de aquella posición y respirar aire fresco en una bocanada dando la espalda al elfo mientras cerraba los ojos en un intento de calmarse.
Cuando lo hizo retomó la conversación. En cualquier otra circunstancia hubiese mentido a su interlocutor: Su creencia de que cuanto menos sepan menos estorban era sin duda su mejor aliada. Pero en aquel preciso instante en el que su demonio estaba tan cerca de tomarla eligió, quizás el camino fácil de decir la verdad. Tan solo esperaba no arrepentirse.
La esencia del elfo comenzó a difuminarse a medida que Caoimhe mezclaba su respiración con el aire de la noche. Llevó las manos a su pecho siendo consciente de su propio latido. Aun le asombraba que el disfraz que portaba aquel demonio fuese tan detallado como para crear un latir continuo. Estaba segura de que ella no tenia corazón.
Comenzó a caminar. No había olvidado aun por lo que se había aventurado en aquella caja de ratones y si quería encontrar a Alkiriel antes del amanecer debía moverse deprisa. Antes de retroceder sus pasos de vuelta al jolgorio se volvió a Tarek, sin saber muy bien como retomar un tono cordial con el chico después de la tensión que había acumulado.
-Dónde... emm... dónde vas a pasar la… que vas a…- suspiró- creo que tengo una leve idea de quién puede darnos pistas de Alkiriel. Podrías… si quieres.- de nuevo- Voy a ir- dijo de pronto algo molesta con su incapacidad repentina para las palabras.
Tampoco escuchó si el chico contestaba a aquella propuesta. Ambos caminaron de manera silenciosa primero a través de algunos callejones.
-No sabía que los de orejas puntiagudas repudiaban a los suyos. ¿Qué has hecho para que te pongan en su lista de ‘problemas con patas’?- dijo de manera tímida. Aquello era una bandera blanca. Un acuerdo de paz momentáneo.
Llegaron finalmente al centro del árbol madre y Caoimhe intentó situarse en el lugar exacto en el que había estado al entrar con los soldados elfos. Creía haber visto… le pareció que…
Dos esquinas a la derecha la chica reconoció el letrero sin palabras y universal que indicaba que aquel establecimiento era una apoteca. Se giro hasta Tarek y manteniendo una distancia prudencial alzó la cabeza para indicarle donde se dirigían. Aprovechó para ponerse la capucha de su capa. Si aquel lugar le llevaba a Alkiriel entonces estaba segura de que ya habría mas de 6 ojos sobre ellos.
El tintineo de una campanita avisó al dueño del local de la entrada de nuevos clientes.
La estancia estaba en silencio. Tres velas la iluminaban en tres de las esquinas dejando en penumbra parcial la cuarta pared surcada de estanterías con diversos ingredientes: Hierbas, esqueletos de animales disecados, setas, pero sobre todo varias raíces enumeradas del 1 al 10 y con una leve descripción de sus atributos.
Un elfo no mucho más mayor que ambos Tarek y ella misma terminaba de conversar con el vendedor.
-…. Tardará unos 10 minutos en hervir. Ya te dije que tan solo hago esto por las noches.- el hombre alzo la mirada para mirar a Tarek y a Caoimhe- No… es que me interese mucho tener clientes a estas horas.
El hombre frente a ellos sonrió. Tenia los rasgos típicos de un elfo pero su piel era algo mas opaca comparada con las del propio Tarek y el vendedor. Sus ropas no estaban deshilachadas y sus zapatos conservaban aun el brillo de aquellos que han sido usado poco. Se giró hasta Caoimhe y Tarek y su gesto de sorpresa al comprobar que había alguien no elfo en árbol madre fue camuflado con con una leve reverencia educada de cabeza.
-No hay problema.- dijo- Esperare mientras atiendes a estos chicos- añadió.
El vendedor exasperado se limpio las gafas antes de moverse hacia los nuevos clientes y emitió un sonoro suspiro de cansancio. Alzó los hombros y hablo.
-Ustedes dirán- dijo analizándolos.
Caoimhe miro a ambos lados y se posiciono de espaldas al otro cliente como intentando mantener la conversación privada.
-Buenas noches. Mi.… mi amigo y yo nos preguntábamos si quizás usted vendía…vendía algo que… o podría indicarnos dónde comprar... bueno, queremos pasar un buen rato. Ya sabe sin consecuencias y no queremos nada artificial tan solo algo natural para que...
El hombre abrió mucho los ojos mirando a ambos.
-¿Qué clase de tienda creéis que es esta?- dijo el vendedor ofendido mirando a Tarek y a Caoimhe y comprendiendo una escena en su cabeza- Por supuesto que no tenemos raíces de Sabina. Tampoco vendemos perejil para bueno para uso interno y muchísimo menos comercializamos Tanaceto. Mi sugerencia es que quizás deberían absten….
Caoimhe abrió mucho los ojos y miro a Tarek sonrojándose.
-NO- dijo interrumpiéndolo- no me refería a… hablaba de raíces de ocio… quizás alguna que podamos fumar es para...
-LARGO DE AQUÍ PRETENCIOSA- grito el hombre- Largo si no quieres que llame a la guardia y te lleven de donde sea que hayas salido.
Caoimhe se apresuró a salir del local con un ligero miedo a que el hombre fuese a tirarles uno de los botijos de barro a la cara al salir.
-Malditos elfos… ¿Es que siempre sois tan juiciosos?- dijo dirigiéndose a Tarek. Debe ser la primera vez que el dueño de una apoteca no hace negocios oscuros. Me alegro de que todos seáis tan buenos.- dijo molesta y avergonzada.- Alkariel solía bueno… solía negociar con ese tipo de sustancias tan solo necesito un hilo suelto que me lleve- miro a Tarek- ¿Nos lleve? Hasta él. No me gusta cuando rompen mis contratos- añadió Caoimhe de manera seca y llena de odio.
Caoimhe se cruzó de brazos impaciente.
-¿Al menos que tú sepas dónde ir?- añadió, evaluándolo.
Por primera vez desde que lo vio en el bosque lo considero algo más que no fuese un cuerpo con sangre al que resistirse.
Sopesó su expresión. No parecía estar contento, pero su rostro no era el de alguien marcado por el odio perenne. Sus ojos eran verdes como el espesor del bosque mismo. Pero aquello no era nada nuevo, según sus captores sus ojos marcaban parte de su apellido. Era alto y fuerte ¿Quizás curtido en la batalla? Sin duda tenía una cicatriz que bien podía significarlo¿Qué tipo de vida había dejado atrás? ¿Qué clase de hazaña lo había llevado hasta allí? ¿Tendría familia? ¿Quizás hijos? No parecía alguien que acostumbrase a deambular despierto en la noche. Eso lo tenía claro. Por eso en pocas ocasiones se topaba con alguien como él.
No. Tarek era un hijo de la luz. Los rayos del sol habían curtido sus años. La claridad lo había apartado de manera parcial de todo el horror que custodiaba la noche.
Apretó uno de sus puños sin darse cuenta, envuelta por la envidia que aquellos pensamientos acarreaban en su mente.
Aquel era el motivo justo por el que prefería ver al resto del mundo como carne a la que evitar mas allá de lo que poseyesen.
La puerta de la apoteca se volvió a abrir para dejar salir al elfo que había entrado a comprar antes que ellos.
Caoimhe
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Re: Dime qué callas... [ Privado] [Noche]
La respuesta fue insuficiente y solo suscitó más preguntas en la turbada mente del elfo. Nousis le debía la vida a ella, a una vampiresa. El mismo Nousis al que había visto apenas unos días antes. El mismo que había salido presuroso tras la pista de la humana… La imagen de Iori, durante aquel último y fatídico intercambio de palabras, se superpuso por un momento a la realidad. Sus ojos habían estado cargados de algo feral, mezcla de dolor y ciega furia, algo animal. Pestañeó un par de veces, para sacarse la imagen de la mente, solo para toparse con otro par de ojos, esta vez dispares en cuanto a color, que le devolvía una mirada cargada de algo… diferente.
Soltando el agarre, se apartó de la chica, que rápidamente se escabulló de su lado, como intentando poner espacio entre ellos. Un espacio que fue llenado únicamente por el silencio, mientras la seguía de vuelta a la calle principal.
Hacía años que no visitaba el corazón del Árbol Madre, tantos que apenas recordaba la razón que lo había llevado en aquella ocasión hasta allí. Sin embargo, no prestó demasiada atención a la arquitectura del lugar, a los posibles cambios que el tiempo pudiese haber producido y, sobre todo, a la inmutabilidad que siempre parecía exhalar la ciudad. Su mirada se centró, de forma casi exclusiva, en su peculiar acompañante. La chica parecía nerviosa. Un ligero escalofrío, como el que uno siente cuando se tensa ante un peligro, parecía recorrer su cuerpo cada vez que alguien se acercaba demasiado a ella. Le recordó, en cierta manera, a un animalillo asustado… o quizás a un gato, atento a cada mínimo detalle, dispuesto a atacar. Se preguntó cuál sería la causa de su nerviosismo. Quizás no hubiesen entrado en la ciudad en los mejores términos, pero mientras estuviesen allí contarían con la protección del Consejo. Nadie se atrevería a ponerles una mano encima, por mucho que las miradas de odio que les dirigían algunos transeúntes clamasen lo contrario.
Pasados algunos minutos, la escuchó balbucear algo incoherente, entre lo que solo pudo distinguir, una vez más, el nombre de Alkiriel. ¿Qué relación podría haber unido al fallecido artesano con una vampiresa? Los Ojosverdes no destacaban por su tolerancia, pero en los últimos años Tarek había aprendido que, de forma clandestina, algunos habían acabado por formar alianzas poco estables, aunque beneficiosas, con otras razas. Cualquiera raza, excepto los humanos… La imagen de Dhonara en el claro del bosque entregando una daga a aquel miserable humano, antes de que este cercenara parte de la que había sido su prima, acudió a su mente.
Desvió la mirada un instante, mientras se obligaba a respirar de forma calmada y acompasada. No era el momento ni el lugar para perder la calma. Había conseguido mantenerse sereno hasta ese momento, y seguiría haciéndolo hasta encontrase a salvo, lejos de la tierra de sus ancestros. Aunque si la noticia de la muerte de Dhonara llegaba al Árbol Madre antes de que transcurriesen las 24 horas que debía pasar en la ciudad, no volvería a salir de aquel lugar, al menos no con vida.
- No sabía que los de orejas puntiagudas repudiaban a los suyos… -la voz de la chica lo sacó de su ensimismamiento.
- ¿Qué? –preguntó, intentando centrase en algo diferente a la voz que asolaba su mente con profecías de muerte. La chica repitió su pregunta, con cierta timidez- Incendié un poblado élfico en el exilio, asolado por los esbirros del Hombre Muerto, y ayudé a que un contingente de guerreros de mi… del clan de los Ojosverdes se infiltrase en el mismo para matar a su líder, contraviniendo la orden del Consejo de proteger Nytt Hus y a su gente, a toda costa.
Guardó silencio tras aquellas palabras. No sabía por qué le había contado la verdad, pero tampoco es que importase demasiado. Todos los que moraban en el Árbol Madre sabían lo que había pasado, lo que habían hecho. La noticia de la masacre del clan exiliado había corrido como la pólvora. La sombra de lo sucedido había alcanzado incluso el norte, donde los ecos de lo acaecido lo habían perseguido tanto en sueños como en la vigilia.
Ella, quizás por respeto o por sorpresa, no hizo ningún comentario al respecto.
Tenía que haberlo sabido en cuanto la vio enfilar hacia la botica. Pues estaba claro que la mujer que se había ganado su pase de entrada a la capital de los elfos poniendo como prenda su cabeza, no era la más indicada para ir por la ciudad haciendo preguntas. El boticario los miró escandalizado, antes de echarlos de mala manera del local. Tarek por su parte, se apretó el puente de la nariz, en un intento de mitigar el dolor de cabeza que amenazaba con empeorar su, ya de por si, nefasto día. ¿Cuándo había dormido por última vez? Ni siquiera podía recordarlo. Ni siquiera sabía si quería intentarlo.
- Discúlpela –pidió con educación, en élfico, al boticario- Es… no es de los nuestros. Creo que no tiene muy claro dónde se encuentra. No creo que quisiera ofenderle.
El hombre lo miró de arriba abajo, con el ceño fruncido.
- Los tuyos tampoco son bienvenidos aquí –le espetó con la voz cargada de resentimiento.
Las palabras, inesperadas, lo dejaron paralizado por un instante. Finalmente asintió con respeto, antes de abandonar el establecimiento. Sabía que la muerte de Dhonara lo convertiría en un proscrito al sur. Sabía también que lo sucedido en Nytt Hus lo señalaría como un indeseable ante el resto de clanes élficos. Lo que nunca se había imaginado es que unas palabras tan sencillas, pronunciadas por un extraño, pudiesen generar en él tanto dolor. Nunca había pertenecido del todo a ningún lugar, aquello le dejaba claro que ahora ya no tenía siquiera ningún lugar al que pertenecer.
Intentó recomponerse, mientras veía a la furibunda vampiresa mascullar su desgracia.
- Como te dije antes, si buscas a Alkiriel de los Ojosverdes, deberás hacerlo en el más allá. Lleva meses muerto, además, era herreno no boticario. Así que o bien te equivocas de persona o alguien te ha engañado.
El tintineo de una campana a su espalda le hizo girar la mirada hacia la puerta de la botica. Pero no fue la efigie del boticario la que se presentó ante él, sino la del cliente que tan amablemente les había cedido su lugar cuando habían entrado.
- Perdonad que os interrumpa y, sobre todo, que haya escuchado vuestra conversación. No era mi intención –les dedicó una cordial sonrisa y Tarek supo, de inmediato, que cualquier palabra que saliese de sus labios a continuación sería una mentira- Quizás pueda ayudaros. Conozco a un boticario, en otra zona de la ciudad, que podría tener lo que buscáis. No recuerdo su nombre, pero quizás sea la persona que deseáis ver… o, tal vez, una forma de encontrarla.
No tuvo siquiera que girarse para ver que la chica iba a aceptar la oferta. Estaba desesperada, nerviosa y en territorio hostil. Aquello era, como ella misma lo había definido, un hilo del que tirar. Uno que acabaría por atarla de manos y pies.
- No nos interesa –dijo con firmeza el peliblanco y el otro elfo pareció reparar entonces el él. Escuchó a la chica protestar a su espalda, pero tomándola de un brazo la acercó hacia él- No nos interesa –le susurro de forma firme, antes de arrastrarla lejos de allí.
- Si cambiáis de opinión –la voz del otro elfo se dejó oír a su espalda- Buscadme en el sector suroeste. En la Posada del Ocaso preguntad por el Comerciante. Ellos sabrán encontrarme.
Tarek arrastró a la chica un par de calles, ante las poco disimuladas miradas de los transeúntes, que se apartaban a su paso. Pero qué más daba, llevaban bajo escrutinio desde su llegada. Por segunda vez aquella noche, la apartó al interior de una callejuela. Empujándola con cuidado hacia la pared, se sentó frente a ella, en unos barriles colocados al final de callejón.
- No sé de dónde vienes… y no me interesa –le dijo antes de que ella pudiese replicar- Pero esto es el Árbol Madre. El corazón de Sandorai, la capital de los élfos. No puedes entrar en la primera botica que te encuentres y pedir opiáceos –recordó entonces sus palabras- No, somos ni tan buenos ni juiciosos. No te puedes ni imaginar lo que se vende en… da igual. La cuestión es que tú y yo no somos huéspedes en este lugar, si no cautivos. Si ese boticario decidiese denunciarnos, tu acabarías en una pica al sol mañana al amanecer y mi cabeza clavada en otra… o algo peor.
Se levantó, intentando calmarse. Los sucesos de los últimos días habían provocado en él estados de ánimo que rara vez había experimentado y, por primera vez en su vida, se vio incapaz de afrontar. Caminó un par de pasos, hasta quedar de espaldas a la chica. Tomó aire un par de veces antes de continuar.
- Como te decía antes, Alkiriel está muerto y nadie, ni siquiera ese “amable” ciudadano, va a poder llevarte hasta él. Sea quien sea con el que tenías el trato, usaba un nombre que no era suyo –se giró entonces para encararla- No vas a ir a esa posada, porque no te acompañaré a ella y no puedes moverte por esta ciudad sin mí, a menos que quieras dormir en un calabozo. Si ya es precaria nuestra situación, allí lo será aún más. Acercarse a ese lugar es buscar problemas. La gente como ese individuo no son trigo limpio.
Se cruzó de brazos, observando una vez más a la chica. ¿Cómo había acabado allí? Discutiendo con una persona a la que no conocía de absolutamente de nada y a cargo de su conducta, so pena de acabar encerrado en el pozo más profundo de la ciudad.
- Nos guste o no ahora estamos los dos en el mismo embrollo, así que quizás sea hora de empezar por el principio –avanzó unos pasos para acercase a ella y extendió una mano. Su voz sonó cansada cuando volvió a hablar- Soy Tarek, del clan Inglorien, y no tengo ni idea de por qué estamos aquí.
Soltando el agarre, se apartó de la chica, que rápidamente se escabulló de su lado, como intentando poner espacio entre ellos. Un espacio que fue llenado únicamente por el silencio, mientras la seguía de vuelta a la calle principal.
Hacía años que no visitaba el corazón del Árbol Madre, tantos que apenas recordaba la razón que lo había llevado en aquella ocasión hasta allí. Sin embargo, no prestó demasiada atención a la arquitectura del lugar, a los posibles cambios que el tiempo pudiese haber producido y, sobre todo, a la inmutabilidad que siempre parecía exhalar la ciudad. Su mirada se centró, de forma casi exclusiva, en su peculiar acompañante. La chica parecía nerviosa. Un ligero escalofrío, como el que uno siente cuando se tensa ante un peligro, parecía recorrer su cuerpo cada vez que alguien se acercaba demasiado a ella. Le recordó, en cierta manera, a un animalillo asustado… o quizás a un gato, atento a cada mínimo detalle, dispuesto a atacar. Se preguntó cuál sería la causa de su nerviosismo. Quizás no hubiesen entrado en la ciudad en los mejores términos, pero mientras estuviesen allí contarían con la protección del Consejo. Nadie se atrevería a ponerles una mano encima, por mucho que las miradas de odio que les dirigían algunos transeúntes clamasen lo contrario.
Pasados algunos minutos, la escuchó balbucear algo incoherente, entre lo que solo pudo distinguir, una vez más, el nombre de Alkiriel. ¿Qué relación podría haber unido al fallecido artesano con una vampiresa? Los Ojosverdes no destacaban por su tolerancia, pero en los últimos años Tarek había aprendido que, de forma clandestina, algunos habían acabado por formar alianzas poco estables, aunque beneficiosas, con otras razas. Cualquiera raza, excepto los humanos… La imagen de Dhonara en el claro del bosque entregando una daga a aquel miserable humano, antes de que este cercenara parte de la que había sido su prima, acudió a su mente.
Desvió la mirada un instante, mientras se obligaba a respirar de forma calmada y acompasada. No era el momento ni el lugar para perder la calma. Había conseguido mantenerse sereno hasta ese momento, y seguiría haciéndolo hasta encontrase a salvo, lejos de la tierra de sus ancestros. Aunque si la noticia de la muerte de Dhonara llegaba al Árbol Madre antes de que transcurriesen las 24 horas que debía pasar en la ciudad, no volvería a salir de aquel lugar, al menos no con vida.
- No sabía que los de orejas puntiagudas repudiaban a los suyos… -la voz de la chica lo sacó de su ensimismamiento.
- ¿Qué? –preguntó, intentando centrase en algo diferente a la voz que asolaba su mente con profecías de muerte. La chica repitió su pregunta, con cierta timidez- Incendié un poblado élfico en el exilio, asolado por los esbirros del Hombre Muerto, y ayudé a que un contingente de guerreros de mi… del clan de los Ojosverdes se infiltrase en el mismo para matar a su líder, contraviniendo la orden del Consejo de proteger Nytt Hus y a su gente, a toda costa.
Guardó silencio tras aquellas palabras. No sabía por qué le había contado la verdad, pero tampoco es que importase demasiado. Todos los que moraban en el Árbol Madre sabían lo que había pasado, lo que habían hecho. La noticia de la masacre del clan exiliado había corrido como la pólvora. La sombra de lo sucedido había alcanzado incluso el norte, donde los ecos de lo acaecido lo habían perseguido tanto en sueños como en la vigilia.
Ella, quizás por respeto o por sorpresa, no hizo ningún comentario al respecto.
[…]
Tenía que haberlo sabido en cuanto la vio enfilar hacia la botica. Pues estaba claro que la mujer que se había ganado su pase de entrada a la capital de los elfos poniendo como prenda su cabeza, no era la más indicada para ir por la ciudad haciendo preguntas. El boticario los miró escandalizado, antes de echarlos de mala manera del local. Tarek por su parte, se apretó el puente de la nariz, en un intento de mitigar el dolor de cabeza que amenazaba con empeorar su, ya de por si, nefasto día. ¿Cuándo había dormido por última vez? Ni siquiera podía recordarlo. Ni siquiera sabía si quería intentarlo.
- Discúlpela –pidió con educación, en élfico, al boticario- Es… no es de los nuestros. Creo que no tiene muy claro dónde se encuentra. No creo que quisiera ofenderle.
El hombre lo miró de arriba abajo, con el ceño fruncido.
- Los tuyos tampoco son bienvenidos aquí –le espetó con la voz cargada de resentimiento.
Las palabras, inesperadas, lo dejaron paralizado por un instante. Finalmente asintió con respeto, antes de abandonar el establecimiento. Sabía que la muerte de Dhonara lo convertiría en un proscrito al sur. Sabía también que lo sucedido en Nytt Hus lo señalaría como un indeseable ante el resto de clanes élficos. Lo que nunca se había imaginado es que unas palabras tan sencillas, pronunciadas por un extraño, pudiesen generar en él tanto dolor. Nunca había pertenecido del todo a ningún lugar, aquello le dejaba claro que ahora ya no tenía siquiera ningún lugar al que pertenecer.
Intentó recomponerse, mientras veía a la furibunda vampiresa mascullar su desgracia.
- Como te dije antes, si buscas a Alkiriel de los Ojosverdes, deberás hacerlo en el más allá. Lleva meses muerto, además, era herreno no boticario. Así que o bien te equivocas de persona o alguien te ha engañado.
El tintineo de una campana a su espalda le hizo girar la mirada hacia la puerta de la botica. Pero no fue la efigie del boticario la que se presentó ante él, sino la del cliente que tan amablemente les había cedido su lugar cuando habían entrado.
- Perdonad que os interrumpa y, sobre todo, que haya escuchado vuestra conversación. No era mi intención –les dedicó una cordial sonrisa y Tarek supo, de inmediato, que cualquier palabra que saliese de sus labios a continuación sería una mentira- Quizás pueda ayudaros. Conozco a un boticario, en otra zona de la ciudad, que podría tener lo que buscáis. No recuerdo su nombre, pero quizás sea la persona que deseáis ver… o, tal vez, una forma de encontrarla.
No tuvo siquiera que girarse para ver que la chica iba a aceptar la oferta. Estaba desesperada, nerviosa y en territorio hostil. Aquello era, como ella misma lo había definido, un hilo del que tirar. Uno que acabaría por atarla de manos y pies.
- No nos interesa –dijo con firmeza el peliblanco y el otro elfo pareció reparar entonces el él. Escuchó a la chica protestar a su espalda, pero tomándola de un brazo la acercó hacia él- No nos interesa –le susurro de forma firme, antes de arrastrarla lejos de allí.
- Si cambiáis de opinión –la voz del otro elfo se dejó oír a su espalda- Buscadme en el sector suroeste. En la Posada del Ocaso preguntad por el Comerciante. Ellos sabrán encontrarme.
Tarek arrastró a la chica un par de calles, ante las poco disimuladas miradas de los transeúntes, que se apartaban a su paso. Pero qué más daba, llevaban bajo escrutinio desde su llegada. Por segunda vez aquella noche, la apartó al interior de una callejuela. Empujándola con cuidado hacia la pared, se sentó frente a ella, en unos barriles colocados al final de callejón.
- No sé de dónde vienes… y no me interesa –le dijo antes de que ella pudiese replicar- Pero esto es el Árbol Madre. El corazón de Sandorai, la capital de los élfos. No puedes entrar en la primera botica que te encuentres y pedir opiáceos –recordó entonces sus palabras- No, somos ni tan buenos ni juiciosos. No te puedes ni imaginar lo que se vende en… da igual. La cuestión es que tú y yo no somos huéspedes en este lugar, si no cautivos. Si ese boticario decidiese denunciarnos, tu acabarías en una pica al sol mañana al amanecer y mi cabeza clavada en otra… o algo peor.
Se levantó, intentando calmarse. Los sucesos de los últimos días habían provocado en él estados de ánimo que rara vez había experimentado y, por primera vez en su vida, se vio incapaz de afrontar. Caminó un par de pasos, hasta quedar de espaldas a la chica. Tomó aire un par de veces antes de continuar.
- Como te decía antes, Alkiriel está muerto y nadie, ni siquiera ese “amable” ciudadano, va a poder llevarte hasta él. Sea quien sea con el que tenías el trato, usaba un nombre que no era suyo –se giró entonces para encararla- No vas a ir a esa posada, porque no te acompañaré a ella y no puedes moverte por esta ciudad sin mí, a menos que quieras dormir en un calabozo. Si ya es precaria nuestra situación, allí lo será aún más. Acercarse a ese lugar es buscar problemas. La gente como ese individuo no son trigo limpio.
Se cruzó de brazos, observando una vez más a la chica. ¿Cómo había acabado allí? Discutiendo con una persona a la que no conocía de absolutamente de nada y a cargo de su conducta, so pena de acabar encerrado en el pozo más profundo de la ciudad.
- Nos guste o no ahora estamos los dos en el mismo embrollo, así que quizás sea hora de empezar por el principio –avanzó unos pasos para acercase a ella y extendió una mano. Su voz sonó cansada cuando volvió a hablar- Soy Tarek, del clan Inglorien, y no tengo ni idea de por qué estamos aquí.
Tarek Inglorien
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Re: Dime qué callas... [ Privado] [Noche]
Estaba molesta consigo misma.
¿Como había subestimado sus acciones? ¿Que clase de apoteca se mantiene abierta hasta tan tarde en una ciudad de elfos y no ofrece trabajos extra a sus clientes?
-Si que pretendía ofenderle- dijo en un susurro a medida que ambos caminaban hacia la nada.
Un grupo de elfos los observó salir del establecimiento y murmuraron unas palabras que Caoimhe no entendió demasiado. Cruzó los brazos en su camino.
Tarek a su lado parecía contrariado también. Molesto. ¿Con ella? Aquello la indignó incluso más. Estaba claro que ambos habían sido traídos hasta aquel lugar con dobles intenciones y el elfo parecía no querer explorar el camino hacia delante.
La figura alta de la apoteca se les acercó segundos antes conteniendo una frase recriminadora de Caoimhe hacia Tarek. Su gesto fluctuaba entre interés y misterio. Sus ojos analizaron a la prestamista de manera paulatina a medida que proponía un posible enlace con lo que buscaban. Caoimhe casi notaba como las órbitas de aquellos ojos se posaban de manera insistente en la parte baja de su cuello,
Un ambiente de incomodidad se apoderó de la escena por lo que la vampiresa decidió enfocarse en las palabras del hombre, su interés in crescendo con cada palabra.
-Justo lo que...- Caoimhe comenzó a decir, sus ojos desiguales llenándose de esperanza.
Pero Tarek se adelantó a sus palabras con rotundidad negando cualquier tipo de opinión en aquel asunto. Su lenguaje no verbal comunicando el desagrado incluso de manera más sonora que sus palabras.
Caoimhe intentó protestar y aceptar el intento de persuasión de aquel desconocido pero Tarek violó de nuevo cada regla sobre el espacio personal que pudiese conservar aún en su mente y tirar de su brazo de manera aún más persuasiva.
-Pero... pero ¿Qué se supone que estás haciendo?- Los pasos de Caoimhe guiados de manera fugaz por Tarek mientras el grupo pequeño de elfos los miraba con ojos juiciosos y cuchicheaban bajo el manto oscuro del cielo de sandorai- ¿Acaso no te preocupa saber que... Auch espera un poco ¿dónde me...? -Caoimhe intentó zafarse de su agarre sin mucho éxito y finalmente los pasos de Tarek volvieron a pararse en un lugar oscuro fuera de la vista de quien quiera que los estuviese observando.
La sed de Caoimhe ahora haciéndose paso en sus acciones aprovechándose de la ira de sentirse contrariada, el bochorno de saberse juzgada el enfado de la opinión que acababa de acallar el elfo y haber sido guiada hasta aquel lugar de manera forzada. Como si se tratase de una niña.
-No tienes ni idea de con quien...- Tarek volvió a interrumpirla aprovechando que Caoimhe intentó separarse de nuevo de él ahogándose en la falta de espacio entre ella y la sangre reseca del elfo.
Las palabras del elfo aunque coherentes no eran más que un murmullo secundario en su cabeza. Otra voz mucho más macabra parecía inundarla.Una voz que hablaba de sangre y placer a partes iguales y que necesitaba desatarse y cerrar los labios de aquella abominación al éter.
Tarek se alejó de ella finalmente y aquello la relajó por un segundo. No estaba segura de si el elfo sabía lo cerca que había estado de morir en los últimos dos segundos. La única vez que había dejado a la sed apoderarse tanto de su mente se había alimentado de la sangre de un inocente hasta acabar con él... y lo había disfrutado.
Tarek continuaba hablando. Caoimhe cerró los ojos durante un segundo como si su alecturamiento la cansase intentando pensar con frialdad. Dándole a aquella presa un minuto de ventaja. Dándose una oportunidad a si misma para elegir el camino que la hacía menos demonio, más persona una vez más.
En algún momento en particular las palabras de Tarek recobraron el sentido y su mente se refrescó un poco: Ante ella la figura del elfo cruzado de brazos con el gesto simplificado de alguien que debe acatar las reglas, intentando tender puentes donde ella misma estaba a punto de quemarlos.
Se pasó la mano por los cabellos consternada. ¿Estaba olvidando algo? Ambos estaban en aquella situación al fin y al cabo. A ambos les habían traicionado.
- ¿... y qué pretendes que hagamos? ¿Quieres que me quede de brazos cruzados cuando claramente...? ¿Pretendes que nos sentemos aquí a esperar hasta mañana? ¿Acaso quieres enseñarme los lugares más turísticos de árbol madre durante la noche? -Se acercó de nuevo al elfo de manera peligrosa,- ¿Quizás esperas que comparta tu cama para pasar la noche de manera rápida?- Caoimhe pausó por un segundo su discurso considerando - ¡Mírame!- y extendió las manos- ¿Acaso te parezco alguien a quien estar en aquí a esta hora y en este momento le favorece? ¿Crees que alguien como...- tragó saliva- como yo se arriesgaría a todo esto sin un objetivo lo suficientemente grande como para hacerlo?
Se alejó de nuevo del elfo y escuchó la voz que provenía de él ahora más calmada. Sus palabras no apaciguaron a Caoimhe quien seguía molesta, ahora tan solo por el hecho de haber sido tratada como alguien sin voluntad propia.
-Yo soy Caoimhe- dijo desganada- Y Alkiriel prometió entregarme de manera recurrente a una serie de bebés de elfo cuyo rango de edad varia desde recién nacidos hasta unos 4 meses para que su sangre forme parte de unos experimentos que me benefician- La prestamista confesó aquello de manera herida, como si fuese la munición a un cañón imaginario.
Estaba casi segura de la reacción de Tarek ante aquellas palabras. Algo en ella necesitaba reafirmar el odio y repulsión que iba a despertar en Tarek al entender que ella no era la víctima sino el mismísimo verdugo. Al fin y al cabo fuese lo que fuese en su esencia eran sus decisiones las que la habían llevado allí.
Algo en ella se desinfló. La sed se había hecho a un lado para dejar paso a la realidad de sus palabras. Resignación.
-CLAP CLAP CLAP- El sonido de tres palmadas secas inundó el callejón donde ambos se habían estado ocultando. El eco de las mismas se propagó hasta ellos estableciendo la distancia de unos 20 metros entre el dueño de aquellas tres palmadas y ellos mismos.
-Adorables.- interrumpió el hombre al que Tarek acababa de dar largas minutos antes- ciertamente... adorables. Ni en mis mejores sueños hubiese pensado que un elfo y una mujer con alma de demonio podrían hacer tantas migas-
El hombre se acercó a ellos con un caminar mucho más seguro de lo que lo había hecho hasta ahora.
-Me alegro muchísimo de no haberos esperado en la posada. Digo... había algo grandioso en hacer que os entregaseis a mi vosotros mismos- continuó- Mmm Pero parte de mi tenía mis dudas de que Cao fuese a convencerte, Tarek querido- caminó unos metros más y reanudó su discurso- Ya sabes... la tentación de los encantos femeninos es sumamente irresistible para muchos- y guiñó un ojo a Tarek.
Los ojos volvieron a recorrer el cuerpo de Caoimhe haciéndola sentir de nuevo incómoda y expuesta.
-Pero se ve que eres testarudo... y que ambos habéis decidido jugar a ser amigos. No, no... tenía que intervenir- sonrió- ¿No es adorable? ¿No son adorables? -el hombre parecía ahora hablar a la noche y dirigió su mirada a 4 puntos estratégicos en el callejón donde la sombra de 4 hombres elfos los apuntaba con sus arcos.
-A decir verdad estoy impresionado. Entrar a árbol madre y sobrevivir al concejo todo en un noche. Aunque debo decir que esto no es lo que era. Imagínate que los guardias elfos que tenía comprados para traeros hasta mi fueron reemplazados justo esta noche por otros...- dijo el hombre- agh... parece que ni siquiera el dinero compra todo hoy en día. Y eso que fue taaaaaaaaan facil asesinar a Alkiriel. Cualquiera diría que su alijo de armasde contrabando llegó a abastecer a toda ciudad lagarto un día- el hombre rió con una carcajada sonora- Claro que sus otros negocios eran mucho mas... interesantes- El elfo se acercó a Caoimhe y posó su dedo índice bajo la barbilla de la chica mientras comenzaba a bajarlo por el lado izquierdo de su cuello.
Caoimhe hizo un amago de sacar su espada.
-No, no, no, querida- dijo el elfo alzando su mano- Ni lo pienses. ¿Acaso no hemos venido a hacer negocios aquí? Pues hagámoslos-
Dos hombres más salieron de la casa donde Tarek y Caoimhe habían estado apoyando sus cuerpos.
-Si no leí mal el correo que compartías con Alkiriel puedo encontrar bastante provecho en los experimentos que estás llevando acabo en Sacrestic.¿Me pregunto cuánto me daría Vrykolakas si supiese que te tengo... de rodillas- continuó con un tono oscuro en sus palabras-
El hombre se volvió hasta Tarek de manera contrariada.
-Está claro que no tanto como lo que van a ofrecerme el clan ojos verdes al saber justo la cabeza de qué elfo puedo entregarles en bandeja- finalizó
¿Como había subestimado sus acciones? ¿Que clase de apoteca se mantiene abierta hasta tan tarde en una ciudad de elfos y no ofrece trabajos extra a sus clientes?
-Si que pretendía ofenderle- dijo en un susurro a medida que ambos caminaban hacia la nada.
Un grupo de elfos los observó salir del establecimiento y murmuraron unas palabras que Caoimhe no entendió demasiado. Cruzó los brazos en su camino.
Tarek a su lado parecía contrariado también. Molesto. ¿Con ella? Aquello la indignó incluso más. Estaba claro que ambos habían sido traídos hasta aquel lugar con dobles intenciones y el elfo parecía no querer explorar el camino hacia delante.
La figura alta de la apoteca se les acercó segundos antes conteniendo una frase recriminadora de Caoimhe hacia Tarek. Su gesto fluctuaba entre interés y misterio. Sus ojos analizaron a la prestamista de manera paulatina a medida que proponía un posible enlace con lo que buscaban. Caoimhe casi notaba como las órbitas de aquellos ojos se posaban de manera insistente en la parte baja de su cuello,
Un ambiente de incomodidad se apoderó de la escena por lo que la vampiresa decidió enfocarse en las palabras del hombre, su interés in crescendo con cada palabra.
-Justo lo que...- Caoimhe comenzó a decir, sus ojos desiguales llenándose de esperanza.
Pero Tarek se adelantó a sus palabras con rotundidad negando cualquier tipo de opinión en aquel asunto. Su lenguaje no verbal comunicando el desagrado incluso de manera más sonora que sus palabras.
Caoimhe intentó protestar y aceptar el intento de persuasión de aquel desconocido pero Tarek violó de nuevo cada regla sobre el espacio personal que pudiese conservar aún en su mente y tirar de su brazo de manera aún más persuasiva.
-Pero... pero ¿Qué se supone que estás haciendo?- Los pasos de Caoimhe guiados de manera fugaz por Tarek mientras el grupo pequeño de elfos los miraba con ojos juiciosos y cuchicheaban bajo el manto oscuro del cielo de sandorai- ¿Acaso no te preocupa saber que... Auch espera un poco ¿dónde me...? -Caoimhe intentó zafarse de su agarre sin mucho éxito y finalmente los pasos de Tarek volvieron a pararse en un lugar oscuro fuera de la vista de quien quiera que los estuviese observando.
La sed de Caoimhe ahora haciéndose paso en sus acciones aprovechándose de la ira de sentirse contrariada, el bochorno de saberse juzgada el enfado de la opinión que acababa de acallar el elfo y haber sido guiada hasta aquel lugar de manera forzada. Como si se tratase de una niña.
-No tienes ni idea de con quien...- Tarek volvió a interrumpirla aprovechando que Caoimhe intentó separarse de nuevo de él ahogándose en la falta de espacio entre ella y la sangre reseca del elfo.
Las palabras del elfo aunque coherentes no eran más que un murmullo secundario en su cabeza. Otra voz mucho más macabra parecía inundarla.Una voz que hablaba de sangre y placer a partes iguales y que necesitaba desatarse y cerrar los labios de aquella abominación al éter.
Tarek se alejó de ella finalmente y aquello la relajó por un segundo. No estaba segura de si el elfo sabía lo cerca que había estado de morir en los últimos dos segundos. La única vez que había dejado a la sed apoderarse tanto de su mente se había alimentado de la sangre de un inocente hasta acabar con él... y lo había disfrutado.
Tarek continuaba hablando. Caoimhe cerró los ojos durante un segundo como si su alecturamiento la cansase intentando pensar con frialdad. Dándole a aquella presa un minuto de ventaja. Dándose una oportunidad a si misma para elegir el camino que la hacía menos demonio, más persona una vez más.
En algún momento en particular las palabras de Tarek recobraron el sentido y su mente se refrescó un poco: Ante ella la figura del elfo cruzado de brazos con el gesto simplificado de alguien que debe acatar las reglas, intentando tender puentes donde ella misma estaba a punto de quemarlos.
Se pasó la mano por los cabellos consternada. ¿Estaba olvidando algo? Ambos estaban en aquella situación al fin y al cabo. A ambos les habían traicionado.
- ¿... y qué pretendes que hagamos? ¿Quieres que me quede de brazos cruzados cuando claramente...? ¿Pretendes que nos sentemos aquí a esperar hasta mañana? ¿Acaso quieres enseñarme los lugares más turísticos de árbol madre durante la noche? -Se acercó de nuevo al elfo de manera peligrosa,- ¿Quizás esperas que comparta tu cama para pasar la noche de manera rápida?- Caoimhe pausó por un segundo su discurso considerando - ¡Mírame!- y extendió las manos- ¿Acaso te parezco alguien a quien estar en aquí a esta hora y en este momento le favorece? ¿Crees que alguien como...- tragó saliva- como yo se arriesgaría a todo esto sin un objetivo lo suficientemente grande como para hacerlo?
Se alejó de nuevo del elfo y escuchó la voz que provenía de él ahora más calmada. Sus palabras no apaciguaron a Caoimhe quien seguía molesta, ahora tan solo por el hecho de haber sido tratada como alguien sin voluntad propia.
-Yo soy Caoimhe- dijo desganada- Y Alkiriel prometió entregarme de manera recurrente a una serie de bebés de elfo cuyo rango de edad varia desde recién nacidos hasta unos 4 meses para que su sangre forme parte de unos experimentos que me benefician- La prestamista confesó aquello de manera herida, como si fuese la munición a un cañón imaginario.
Estaba casi segura de la reacción de Tarek ante aquellas palabras. Algo en ella necesitaba reafirmar el odio y repulsión que iba a despertar en Tarek al entender que ella no era la víctima sino el mismísimo verdugo. Al fin y al cabo fuese lo que fuese en su esencia eran sus decisiones las que la habían llevado allí.
Algo en ella se desinfló. La sed se había hecho a un lado para dejar paso a la realidad de sus palabras. Resignación.
-CLAP CLAP CLAP- El sonido de tres palmadas secas inundó el callejón donde ambos se habían estado ocultando. El eco de las mismas se propagó hasta ellos estableciendo la distancia de unos 20 metros entre el dueño de aquellas tres palmadas y ellos mismos.
-Adorables.- interrumpió el hombre al que Tarek acababa de dar largas minutos antes- ciertamente... adorables. Ni en mis mejores sueños hubiese pensado que un elfo y una mujer con alma de demonio podrían hacer tantas migas-
El hombre se acercó a ellos con un caminar mucho más seguro de lo que lo había hecho hasta ahora.
-Me alegro muchísimo de no haberos esperado en la posada. Digo... había algo grandioso en hacer que os entregaseis a mi vosotros mismos- continuó- Mmm Pero parte de mi tenía mis dudas de que Cao fuese a convencerte, Tarek querido- caminó unos metros más y reanudó su discurso- Ya sabes... la tentación de los encantos femeninos es sumamente irresistible para muchos- y guiñó un ojo a Tarek.
Los ojos volvieron a recorrer el cuerpo de Caoimhe haciéndola sentir de nuevo incómoda y expuesta.
-Pero se ve que eres testarudo... y que ambos habéis decidido jugar a ser amigos. No, no... tenía que intervenir- sonrió- ¿No es adorable? ¿No son adorables? -el hombre parecía ahora hablar a la noche y dirigió su mirada a 4 puntos estratégicos en el callejón donde la sombra de 4 hombres elfos los apuntaba con sus arcos.
-A decir verdad estoy impresionado. Entrar a árbol madre y sobrevivir al concejo todo en un noche. Aunque debo decir que esto no es lo que era. Imagínate que los guardias elfos que tenía comprados para traeros hasta mi fueron reemplazados justo esta noche por otros...- dijo el hombre- agh... parece que ni siquiera el dinero compra todo hoy en día. Y eso que fue taaaaaaaaan facil asesinar a Alkiriel. Cualquiera diría que su alijo de armasde contrabando llegó a abastecer a toda ciudad lagarto un día- el hombre rió con una carcajada sonora- Claro que sus otros negocios eran mucho mas... interesantes- El elfo se acercó a Caoimhe y posó su dedo índice bajo la barbilla de la chica mientras comenzaba a bajarlo por el lado izquierdo de su cuello.
Caoimhe hizo un amago de sacar su espada.
-No, no, no, querida- dijo el elfo alzando su mano- Ni lo pienses. ¿Acaso no hemos venido a hacer negocios aquí? Pues hagámoslos-
Dos hombres más salieron de la casa donde Tarek y Caoimhe habían estado apoyando sus cuerpos.
-Si no leí mal el correo que compartías con Alkiriel puedo encontrar bastante provecho en los experimentos que estás llevando acabo en Sacrestic.¿Me pregunto cuánto me daría Vrykolakas si supiese que te tengo... de rodillas- continuó con un tono oscuro en sus palabras-
El hombre se volvió hasta Tarek de manera contrariada.
-Está claro que no tanto como lo que van a ofrecerme el clan ojos verdes al saber justo la cabeza de qué elfo puedo entregarles en bandeja- finalizó
Caoimhe
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Re: Dime qué callas... [ Privado] [Noche]
La chica no contestó inmediatamente a su presentación, sino que descargó contra él la frustración contenida. El elfo la observó con calma. Se había mostrado calmada e incluso resolutiva para entrar en el Árbol Madre, ella que ni siquiera debía encontrarse en aquel lugar, y sin embargo ahora veía que todo había sido una falsa fachada. Sus acusaciones no hicieron mella en el peliblanco, ni aún tras su insinuación de querer llevársela al catre. Se cruzó de brazos, esperando a que terminase su monólogo enfurecido, mientras la veía caminar ante él. Al igual que en el callejón en la que la había retenido tras salir del Consejo, ella intentó mantenerse apartada de su persona y Tarek observó, por segunda vez, como sus pupilas se dilataban en su presencia. Había visto aquella reacción antes, y no auguraba nada bueno a largo plazo.
Tras lo que pareció una sentencia de autocomplacencia y un nuevo silencio furibundo, se presentó. El nombre de Alkiriel volvió a dejar sus labios y el peliblanco no pudo evitar preguntarse, de nuevo, si estarían hablando de la misma persona.
- ¿Has acabado? –le preguntó entonces con calma, sin descruzar los brazos.
Sus siguientes palabras murieron en sus labios cuando tres secas palmadas, a modo de saludo, hicieron eco en la callejuela que se encontraban. Tarek no necesitó escuchar la voz del hombre para saber de quién se trataba. Sus pasos lo habían delatado. Se giró entonces para encararlo.
Augustus Somelian, también conocido como Argus el "Comerciante", los observaba desde la entrada de la estrecha calle. No tardó demasiado en acercarse a ellos y, por no perder la costumbre, poner la mano sobre una de sus víctimas. Tarek lo observó todo con expresión de desidia, mientras el flamboyante traficante daba uno de sus grandilocuentes discursos. Argus siempre había sido una de esas personas a las que les gustaba demasiado el tono de su propia voz. También era de esos que no gustaban de ensuciarse las manos, por lo que no le resultó extraño que varias figuras armadas acabasen por rodearlos segundos después de la llegada del traficante.
Argus centró sus atenciones en Caoimhe que, al contrario de lo que el peliblanco hubiese apostado, parecía más furibunda que asustada. Solo esperaba que aquella fortaleza que mostraba no se consumiese a la velocidad de una cerilla, como había pasado en el último discurso que le había dedicado antes de presentarse.
- Al parecer tus informadores están un poco desactualizados –le respondió Tarek, cuando el Comerciante se dirigió directamente a él. Ante la inquisitiva expresión del hombre, añadió- ¿De dónde crees que partí antes de llegar aquí? –aquello pareció enervar al hombre.
- Mientes –aseguró con calma, situándose ante él.
- ¿Seguro? –lo retó el peliblanco. Ambos se contemplaron por unos segundos, hasta que Augustus le dedicó una ladina sonrisa.
- Estoy seguro de que podremos encontrarte alguna otra utilidad una vez se esclarezca el asunto –con un gesto, indicó a dos de sus subalternos que se acercasen más al joven elfo. Entonces, dándole la espalda, continuó con un nuevo discurso- Supongo que me reconociste cuando os hablé al salir de la botica… -tornó la vista hacia el peliblanco, esperando una confirmación, pero este se limitó a mirarlo con expresión aburrida, sin descruzar los brazos. Aun así, aquello no lo disuadió de seguir hablando- Siempre fuiste un chico listo. Incluso cuando eras un criajo llorica agarrado a la pierna de tu padre –una expresión de dolor cruzó el rostro del peliblanco ante aquellas palabras. El comerciante lo observó con cautela- ¿Algo que quieras contar, Tarek, querido?
Se aproximó de nuevo a él y, con firmeza, lo agarró por el rostro, mientras dos de sus subalternos lo asían por los brazos. El ruido de una cuerda al tensarse, distrajo por un segundo a Argus, que miró a Caoimhe de reojo.
- Espera un segundo, querida. Ahora estoy contigo –volvió entonces la vista al elfo- Hay algo diferente en ti. ¿Acaso Dhonara ha cerrado la correa demasiado fuerte entorno a tu cuello? –le susurró con malicia. Tarek no pudo evitar que otro gesto de dolor cruzase su rostro, al tiempo que giraba la mirada, para evitar que el hombre viese reflejada la culpabilidad por lo que había hecho.
Lo soltó entonces, para dirigirse de nuevo hacia la vampiresa.
- Así pues, querida, hagamos negocios. Como nuestro Tarek aquí presente tan bien aseguró antes, Alkiriel lleva meses muerto, pero sus negocios siguen bien vivos, bajo mi diestra mano. Al menos uno de esos “paquetes” que debías recoger está todavía disponible y yo necesito que sea entregado. Ahora bien, nuestro querido herrero tenía medios para sacarlos de la ciudad de los que yo no dispongo y, tras el estropicio de los Ojosvedes en Nytt Hus, –dedicó a Tarek una mirada de fingida decepción- se ha vuelto más difícil mover determinados productos por el continente. Así que dime, querida, ¿qué servicios puedes ofrecerme?
Le dedicó una lasciva mirada a la vampiresa, mientras recolocaba con cuidado uno de los negros mechones de ella, tras su oreja. La risa de Tarek reverberó entonces en el callejón, atrayendo de nuevo la atención del fabricante.
- Eres patético, Argus –le dijo, imprimiendo en su voz todo el desprecio que sentía en aquel momento por el hombre- ¿Sabes cuál es tu problema? Que te crees más inteligente que los demás y en realidad no eres más que un ratón asustado, corriendo sin…
El Comerciante lo asió por la mandíbula, alzándolo ligeramente sobre las puntas de los pies y evitando así sus siguientes palabras. Lo observó con furia mientas dejaba que sus dedos se clavasen con saña en las mejillas del joven. Los arqueros volvieron a tensar las cuerdas de sus arcos, pero a un gesto del traficante, relajaron nuevamente la postura. Argus soltó entonces a Tarek, para proceder a retirar una mota de polvo inexistente de la casaca del chico, estirándola después con cuidado para aplanar unas arrugas que no tenía.
- Como decía antes, eres un chico listo. Pero no voy a caer en tu trampa. ¿Acaso crees que no sé que el Consejo os vigila? –su voz, más calmada, había bajado un par de octavas de volumen- No son tan estúpidos como para dejar a este pequeño demonio y al causante de la desolación de Nytt Hus sueltos, sin alguien al acecho. Un par de palabras demasiado altas, una pequeña trifulca… y los soldaditos del Árbol Madre se nos echarían encima –con un último gesto, retiró las manos, para mirar al peliblanco a los ojos- No te puedes ni imaginar lo que me ha costado traerte hasta aquí… y te aseguro que odio perder mis inversiones. Tu cometido aquí es ayudar a nuestra pequeña Caoimhe a cumplir su misión y nada, ni siquiera una provocación vana, va a conseguir evitarlo.
Con gesto paternal, le dio un par de palmadas en la mejilla, antes de separarse de nuevo de él. Se dirigió entonces al fondo del callejón, de donde cogió una de las cajas de madera, que arrastró hasta colocar ante ellos. Sentándose con fingida elegancia, los observó unos segundos, antes de volver a tomar la palabra.
- Retomando el tema que nos ocupa, uno de los “paquetes” de Alkiriel se encuentra todavía disponible, aquí, en el Árbol Madre. El enlace de nuestra preciosa Caoimhe está deseoso de ponerle las manos encima y yo necesito que ambos –los señaló alternativamente- hagáis un enorme esfuerzo por encontrarlo y sacarlo de aquí, para que ella pueda entregarlo. Al tratarse de un unicum, su precio ha aumentado exponencialmente. Evidentemente, el comprador desconoce que Alkiriel ya no es la mano que ejecuta el negocio, pero dudo que eso importe demasiado si obtiene su mercancía. Tú –señaló a Tarek- te asegurarás de que ella sale con vida y con producto del Árbol Madre. Después, todo recaerá en ti, querida –finalizó dirigiéndose a Caoimhe.
- ¿Por qué? –preguntó Tarek- Ella es parte del negocio, pero ¿qué tengo que ver yo en todo esto?
- Eres un Ojosverdes –dijo llanamente el Comerciante- O al menos cuentas con las mejores de sus cualidades. Después del numerito que montasteis en Nytt Hus, ha sido imposible contratar los servicios de esos malditos bastardos, aún menos conseguir introducirlos en el Árbol Madre. Tú, en cambio, cuentas con dos grandes ventajas: las aptitudes necesarias para la misión y una orden de búsqueda y captura a mi disposición para amenazarte, si no cumples con lo que te pido –les dedicó a ambos una sonrisa- Aclarado ese punto, volvamos a lo importante: el “paquete”...
Tras una larga y aburrida diatriba, Argus había ordenado que los llevasen a otra zona de la ciudad. Con cautela, los habían conducido a través de varias moradas, solo para acceder a callejuelas cada vez más oscuras y desoladas. Los llevaban al mismo lugar al que el Comerciante los había convocado a la salida de la botica. Al mismo lugar que el peliblanco sabía que no debían acercarse si deseaban salir del Árbol Madre con vida.
En aquel momento se encontraban encerrados en una estancia, cuyas ventanas estaban cegadas por gruesas cortinas, impropias de una morada élfica, y cuya puerta era custodiada por dos de los soldados de Augustus. Les había indicado dónde encontrar lo que él denominaba “el paquete” y que, por las palabras de la vampiresa antes de que se viesen interrumpidos, Tarek asumió que se trataba de uno de aquellos niños que ella había aceptado recibir de manos del herrero Ojosverdes. El joven elfo se preguntó cuántos negocios turbios más escondía, tras aquella fachada de superioridad moral, su clan de acogida. Habían pactado con otras razas, según ellos para asegurar su dominio en las fronteras; habían atacado y masacrado a los de su propia especie, solo para demostrar su superioridad racial; habían comerciado con la progenie de sus semejantes, por beneficio económico… y habían erradicado a todo un clan por despecho hacia su líder. A todo el clan, menos a él.
Escondió la cabeza entre los brazos, que tenía apoyados sobre las rodillas. En la estancia apenas se escuchaba algo más que su respiración. De no haber sabido que ella estaba allí, habría pensado que estaba solo. Pero la vampiresa se encontraba, sin lugar a dudas, sentada no muy lejos de él.
- Supongo que esto no ha salido como esperabas –comentó sin acritud, más por espantar los fantasmas de su propia mente que por el gusto de entablar una conversación- Te dije que el tipo no era trigo limpio. Argus siempre ha sido una sanguijuela, alimentándose de la sangre de otros.
Como invocado por sus palabras, el Comerciante se personó minutos más tarde en la estancia. Los miró a ambos con aquella paternal sonrisa en los labios, antes de dirigirse a ellos.
- ¿Cómo están mis jilguerillos? –preguntó con falso aprecio- Espero que el descanso os halla sentado bien. Necesitaréis fuerzas para lo que viene ahora.
Tras lo que pareció una sentencia de autocomplacencia y un nuevo silencio furibundo, se presentó. El nombre de Alkiriel volvió a dejar sus labios y el peliblanco no pudo evitar preguntarse, de nuevo, si estarían hablando de la misma persona.
- ¿Has acabado? –le preguntó entonces con calma, sin descruzar los brazos.
Sus siguientes palabras murieron en sus labios cuando tres secas palmadas, a modo de saludo, hicieron eco en la callejuela que se encontraban. Tarek no necesitó escuchar la voz del hombre para saber de quién se trataba. Sus pasos lo habían delatado. Se giró entonces para encararlo.
Augustus Somelian, también conocido como Argus el "Comerciante", los observaba desde la entrada de la estrecha calle. No tardó demasiado en acercarse a ellos y, por no perder la costumbre, poner la mano sobre una de sus víctimas. Tarek lo observó todo con expresión de desidia, mientras el flamboyante traficante daba uno de sus grandilocuentes discursos. Argus siempre había sido una de esas personas a las que les gustaba demasiado el tono de su propia voz. También era de esos que no gustaban de ensuciarse las manos, por lo que no le resultó extraño que varias figuras armadas acabasen por rodearlos segundos después de la llegada del traficante.
Argus centró sus atenciones en Caoimhe que, al contrario de lo que el peliblanco hubiese apostado, parecía más furibunda que asustada. Solo esperaba que aquella fortaleza que mostraba no se consumiese a la velocidad de una cerilla, como había pasado en el último discurso que le había dedicado antes de presentarse.
- Al parecer tus informadores están un poco desactualizados –le respondió Tarek, cuando el Comerciante se dirigió directamente a él. Ante la inquisitiva expresión del hombre, añadió- ¿De dónde crees que partí antes de llegar aquí? –aquello pareció enervar al hombre.
- Mientes –aseguró con calma, situándose ante él.
- ¿Seguro? –lo retó el peliblanco. Ambos se contemplaron por unos segundos, hasta que Augustus le dedicó una ladina sonrisa.
- Estoy seguro de que podremos encontrarte alguna otra utilidad una vez se esclarezca el asunto –con un gesto, indicó a dos de sus subalternos que se acercasen más al joven elfo. Entonces, dándole la espalda, continuó con un nuevo discurso- Supongo que me reconociste cuando os hablé al salir de la botica… -tornó la vista hacia el peliblanco, esperando una confirmación, pero este se limitó a mirarlo con expresión aburrida, sin descruzar los brazos. Aun así, aquello no lo disuadió de seguir hablando- Siempre fuiste un chico listo. Incluso cuando eras un criajo llorica agarrado a la pierna de tu padre –una expresión de dolor cruzó el rostro del peliblanco ante aquellas palabras. El comerciante lo observó con cautela- ¿Algo que quieras contar, Tarek, querido?
Se aproximó de nuevo a él y, con firmeza, lo agarró por el rostro, mientras dos de sus subalternos lo asían por los brazos. El ruido de una cuerda al tensarse, distrajo por un segundo a Argus, que miró a Caoimhe de reojo.
- Espera un segundo, querida. Ahora estoy contigo –volvió entonces la vista al elfo- Hay algo diferente en ti. ¿Acaso Dhonara ha cerrado la correa demasiado fuerte entorno a tu cuello? –le susurró con malicia. Tarek no pudo evitar que otro gesto de dolor cruzase su rostro, al tiempo que giraba la mirada, para evitar que el hombre viese reflejada la culpabilidad por lo que había hecho.
Lo soltó entonces, para dirigirse de nuevo hacia la vampiresa.
- Así pues, querida, hagamos negocios. Como nuestro Tarek aquí presente tan bien aseguró antes, Alkiriel lleva meses muerto, pero sus negocios siguen bien vivos, bajo mi diestra mano. Al menos uno de esos “paquetes” que debías recoger está todavía disponible y yo necesito que sea entregado. Ahora bien, nuestro querido herrero tenía medios para sacarlos de la ciudad de los que yo no dispongo y, tras el estropicio de los Ojosvedes en Nytt Hus, –dedicó a Tarek una mirada de fingida decepción- se ha vuelto más difícil mover determinados productos por el continente. Así que dime, querida, ¿qué servicios puedes ofrecerme?
Le dedicó una lasciva mirada a la vampiresa, mientras recolocaba con cuidado uno de los negros mechones de ella, tras su oreja. La risa de Tarek reverberó entonces en el callejón, atrayendo de nuevo la atención del fabricante.
- Eres patético, Argus –le dijo, imprimiendo en su voz todo el desprecio que sentía en aquel momento por el hombre- ¿Sabes cuál es tu problema? Que te crees más inteligente que los demás y en realidad no eres más que un ratón asustado, corriendo sin…
El Comerciante lo asió por la mandíbula, alzándolo ligeramente sobre las puntas de los pies y evitando así sus siguientes palabras. Lo observó con furia mientas dejaba que sus dedos se clavasen con saña en las mejillas del joven. Los arqueros volvieron a tensar las cuerdas de sus arcos, pero a un gesto del traficante, relajaron nuevamente la postura. Argus soltó entonces a Tarek, para proceder a retirar una mota de polvo inexistente de la casaca del chico, estirándola después con cuidado para aplanar unas arrugas que no tenía.
- Como decía antes, eres un chico listo. Pero no voy a caer en tu trampa. ¿Acaso crees que no sé que el Consejo os vigila? –su voz, más calmada, había bajado un par de octavas de volumen- No son tan estúpidos como para dejar a este pequeño demonio y al causante de la desolación de Nytt Hus sueltos, sin alguien al acecho. Un par de palabras demasiado altas, una pequeña trifulca… y los soldaditos del Árbol Madre se nos echarían encima –con un último gesto, retiró las manos, para mirar al peliblanco a los ojos- No te puedes ni imaginar lo que me ha costado traerte hasta aquí… y te aseguro que odio perder mis inversiones. Tu cometido aquí es ayudar a nuestra pequeña Caoimhe a cumplir su misión y nada, ni siquiera una provocación vana, va a conseguir evitarlo.
Con gesto paternal, le dio un par de palmadas en la mejilla, antes de separarse de nuevo de él. Se dirigió entonces al fondo del callejón, de donde cogió una de las cajas de madera, que arrastró hasta colocar ante ellos. Sentándose con fingida elegancia, los observó unos segundos, antes de volver a tomar la palabra.
- Retomando el tema que nos ocupa, uno de los “paquetes” de Alkiriel se encuentra todavía disponible, aquí, en el Árbol Madre. El enlace de nuestra preciosa Caoimhe está deseoso de ponerle las manos encima y yo necesito que ambos –los señaló alternativamente- hagáis un enorme esfuerzo por encontrarlo y sacarlo de aquí, para que ella pueda entregarlo. Al tratarse de un unicum, su precio ha aumentado exponencialmente. Evidentemente, el comprador desconoce que Alkiriel ya no es la mano que ejecuta el negocio, pero dudo que eso importe demasiado si obtiene su mercancía. Tú –señaló a Tarek- te asegurarás de que ella sale con vida y con producto del Árbol Madre. Después, todo recaerá en ti, querida –finalizó dirigiéndose a Caoimhe.
- ¿Por qué? –preguntó Tarek- Ella es parte del negocio, pero ¿qué tengo que ver yo en todo esto?
- Eres un Ojosverdes –dijo llanamente el Comerciante- O al menos cuentas con las mejores de sus cualidades. Después del numerito que montasteis en Nytt Hus, ha sido imposible contratar los servicios de esos malditos bastardos, aún menos conseguir introducirlos en el Árbol Madre. Tú, en cambio, cuentas con dos grandes ventajas: las aptitudes necesarias para la misión y una orden de búsqueda y captura a mi disposición para amenazarte, si no cumples con lo que te pido –les dedicó a ambos una sonrisa- Aclarado ese punto, volvamos a lo importante: el “paquete”...
[…]
Tras una larga y aburrida diatriba, Argus había ordenado que los llevasen a otra zona de la ciudad. Con cautela, los habían conducido a través de varias moradas, solo para acceder a callejuelas cada vez más oscuras y desoladas. Los llevaban al mismo lugar al que el Comerciante los había convocado a la salida de la botica. Al mismo lugar que el peliblanco sabía que no debían acercarse si deseaban salir del Árbol Madre con vida.
En aquel momento se encontraban encerrados en una estancia, cuyas ventanas estaban cegadas por gruesas cortinas, impropias de una morada élfica, y cuya puerta era custodiada por dos de los soldados de Augustus. Les había indicado dónde encontrar lo que él denominaba “el paquete” y que, por las palabras de la vampiresa antes de que se viesen interrumpidos, Tarek asumió que se trataba de uno de aquellos niños que ella había aceptado recibir de manos del herrero Ojosverdes. El joven elfo se preguntó cuántos negocios turbios más escondía, tras aquella fachada de superioridad moral, su clan de acogida. Habían pactado con otras razas, según ellos para asegurar su dominio en las fronteras; habían atacado y masacrado a los de su propia especie, solo para demostrar su superioridad racial; habían comerciado con la progenie de sus semejantes, por beneficio económico… y habían erradicado a todo un clan por despecho hacia su líder. A todo el clan, menos a él.
Escondió la cabeza entre los brazos, que tenía apoyados sobre las rodillas. En la estancia apenas se escuchaba algo más que su respiración. De no haber sabido que ella estaba allí, habría pensado que estaba solo. Pero la vampiresa se encontraba, sin lugar a dudas, sentada no muy lejos de él.
- Supongo que esto no ha salido como esperabas –comentó sin acritud, más por espantar los fantasmas de su propia mente que por el gusto de entablar una conversación- Te dije que el tipo no era trigo limpio. Argus siempre ha sido una sanguijuela, alimentándose de la sangre de otros.
Como invocado por sus palabras, el Comerciante se personó minutos más tarde en la estancia. Los miró a ambos con aquella paternal sonrisa en los labios, antes de dirigirse a ellos.
- ¿Cómo están mis jilguerillos? –preguntó con falso aprecio- Espero que el descanso os halla sentado bien. Necesitaréis fuerzas para lo que viene ahora.
Tarek Inglorien
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Re: Dime qué callas... [ Privado] [Noche]
Aquello no estaba bien.
No el hecho de que ambos, Tarek y ella misma se hubiesen visto envueltos en algo parcialmente ajeno a ellos y acabado de manera instantánea con la visión de futuro de una noche sin incidentes en la mente de Caoimhe. Ni siquiera la mirada del tal Argus desvistiendo cada palmo de su ropa.
No estaba bien el dolor en el rostro de Tarek tras las palabras de aquel hombre. Parecían conocerse lo suficiente como para provocar aquello en su cara y su mente. ¿Un atisbo de tortura quizás mencionado en las palabras del comerciante? Las facciones impolutas del elfo tornándose ágrias. Sus ojos verde musgo en tempestad. Caoimhe sintió que tenía al fin un objetivo en el que enfocar su sed otro que su compañero elfo pero decidió dejarlos hablar para entender más sobre la boca del lobo en la que se acababan de meter.
No estaba segura de en que momento la atención de Argus se enfocó en ella. No fueron sus palabras lo que la hicieron sumirse en el asco contínuo sino el hecho de que aquel elfo se tomó por su propia mano el contacto directo con la vampiresa y acarició su mejilla tras apartar un peli de su cara. Caoimhe se apartó con el ardor de la ponzoña ahí donde el hombre la había acariciado.
Un pestañeo y la escena cambió de nuevo. Argus sosteniendo a Tarek por su mandíbula. Caoimhe haciendo el amago de ir en su ayuda antes de notar la presión del frío del metal de las flechas en su espalda y hombro. La dualidad de Argus volvió a sorprenderla.
El hombre habría leído según que cartas que ella misma intercambió con 'Alkiriel" pero estaba segura que no tenía ni idea del propósito final de aquel negocio. Ni siquiera estaba segura que supiese el precio final. Aquello les daba ventaja, sin duda. Ella ya tenía sus tratos con Alkiriel, ninguno de ellos basado en dinero, por lo que el cambio de manos de aquel plan no la beneficiaba de sobremanera...
Pero no todos los días el bebé de un elfo de menos de 1 mes de vida aparece disponible. Y muchísimo menos una vampiresa lograba colarse en árbol madre.No... era ahora o nunca.
Ya encontraría la manera de deshacerse del pago a Argus a posteriori. Al fin y al cabo todo el mundo es chantajeable.
Caoimhe observó a Tarek durante los primeros 20 minutos de silencio en aquel habitáculo oscuro. Se había mantenido en silencio durante todo el camino hasta aquel lugar a pesar de haber notado que a medida que se alejaban del centro del árbol madre lo que antes eran casas/ árbol bien mantenidas se tornaron más y más en restos de ramas y corteza a modo de habitáculos. El lugar donde los encerró, sin embargo parecía de construcción rutinaria y la sala en la que los había hecho rehenes no estaba más preparada para ser prisión que el propio salón de su casa.
Aquello indicó que Argus además de no ser fiel a sus amigos, tenía poca experiencia en secuestros. Aunque bastante mano en persuadir a personas para que lo siguiesen. Carisma, supuso.
En algún momento en particular, los ojos de Tarek la encontraron en la oscuridad, y aunque ella no había tenido problema para delinear el cuerpo del elfo en la penunbra, él pareció encontrar aquel momento como señal de inequívoca para empezar un reproche.
Pero sus palabras lejos de molestarla la apaciguaron. Aquel chico parecía haberlo perdido... todo. O al menos parte del todo que compone a una persona en una sociedad tan estructurada como la élfica. Su expresión de dolor aún jugueteaba en su cabeza.
Tragó saliva, sin embargo al escuchar la comparación de Argus con una sanguijuela. ¿Acaso ella no era la única allí tan sumamente similar a aquella alimaña?
No.
Algo en la esencia de aquel elfo la animaba a dejarlo escapar. A... ¿Protegerlo? Jamás en su vida habría dado su pellejo por alguien que no fuese ella misma, y aún así Tarek no pertenecía allí.
Argus no la dejó contestar. Caoimhe había empezado a preguntarse cuando fue la última vez que habló y cuanto tiempo llevaba siendo una mera observadora de las decisiones que se tomaban a su alrededor. No es que aquello le preocupase en demasía: Se puede saber mucho más que lo que dicen acerca de quien habla con tan solo escuchar, pero a su vez sentía que estaba a la deriva en un mar de descontrol al que no estaba acostumbrada.
Y aquello si la molestaba.
-Y... cuentanos, Argus. ¿Que viene ahora?- Caoimhe se alzó y de manera osada caminó rodeando a Argus. El hombre se tensó de manera inmediata aunque fingió calma,sumido en la seguridad que le daban los dos guardias que lo custodiaban- ¿Es ahora cuando nos desvelas el lugar donde tenemos que encontrarnos con el niño...? ¿O quizás donde me pides el pago por esa información?-
La vampiresa jugueteó con sus uñas como si aquella situación fuese rutinaria.
-mmm Déjame que te diga algo... compañero- dijo- Si has leído mi correspondencia con Alkiriel conocerás bien mi... mis gustos- dijo de manera seductora pero a la vez maquiavélica (1)- Lo que quizás no sabes, porque no lo comenté en mis escritos es... que bueno a cambio de mis servicios, siempre requiero un pago por adelantado.
La sed de Caoimhe comenzó a alzarse en su garganta de manera peligrosa, la vampiresa dejó que la inundase por escasos momentos y comenzó un baile entre su propio cuerpo y el de Argus, analizando a su presa. Imaginando la manera más efectiva de perforal las venas de su cuello y...
-Ah pero ese pago nunca se realizó- dijo Caoimhe su voz sumida en la seducción mortal de los de su raza sus colmillos sutilmente perceptibles en sus labios.- Y... nunca regateo mis precios.-
El hombre tragó saliva sin entender muy bien a lo que se refería.
-Pero no hiciste tratos conmigo, querida- comentó con su voz notablemente menos brava que hacía unos minutos.
-Oh... pero los estoy haciendo ahora mismo- dijo, casi ronroneando aproximando su mano de manera juguetona al cuello de Argus
-Acabarán contigo en dos segundos si les doy la órden. Contigo y con Tarek- añadió
-Ah... pero entonces no habrá beneficio en tu negocio. Y tendrás que dar explicaciones en el consejo sobre porqué dos invitados oficiales que deben reportarse en menos de 12 horas en los līmites de la corteza no... han aparecido-
Caoimhe respiró de manera profunda acercando su nariz al cuello del hombre. Parte de ella necesitaba continuar con aquel juego. El demonio en ella quería que se despojase de aquel plan estúpido y simplemente hiciese aquello que estaba fingiendo estar a punto de hacerle a Argus.
-No...mi cielo; Ambos sabemos que nada de eso te conviene Sobre todo porque los vampiros vivimos casi tanto como los de tu clase, y puedo asegurarte que si ordenas a tus... marionetas a atacarnos mi clan no descansará hasta que el tuyo haya desaparecido de la faz de Aerandir- mintió de manera eficaz.
El hombre tragó saliva y completó una sonrisa nerviosa que intentó aparentar seguridad.
-Por suerte para tí soy una mujer previsora y... como no he obtenido el pago me he encargado que nuestro pequeño paquete esté en este preciso instante camino a Sacrestic sumido en un pequeño sueño reparador.-
El hombre la miró de manera alarmada.
-Mientes.- dijo simplemente con la sonrisa de autosuficiencia aún en los labios pero una chispa de desconfianza en los ojos.
-¿Lo hago?- Caoimhe apartó sus manos maquiavélicas del cuello de aquel hombre y de nuevo fingió mirarse las uñas- ¿No te parece extraño que alguien que quiera robar un niño élfico confíe todo su plan a alguien al que apenas conoce por carta? Créeme si realizase mis negocios de esa manera tan... ingenua ten por seguro que mi nombre no habría llegado a tus oídos y seguiría escondida en la cueva en la que me crearon- mintió de nuevo.
-Mientes- dijo el hombre esta vez con menos seguridad y sin sonrisa en sus labios.
-¿Lo hago?- dijo de nuevo la tétrica Caoimhe, posando de nuevo sus dedos en la mejilla del hombre, justo y como lo había hecho él con ella minutos antes-
-Co... comprobadlo- dijo Argus con un deje de molestia en sus palabras- Como me hayas mentido yo... yo...- Argus evitaba mirarla a los ojos y Caoimhe agradeció no verse reflejada de aquella manera en la visión del hombre.
Uno de los soldados desapareciò de la estancia de manera rápida camino a la posada que había indicado con anterioridad.
Caoimhe era consciente de que no tenía mucho tiempo. Tampoco le quedaba mucho autocontrol sobre la necesidad de atacar a aquel hombre.
No había querido mirar hacia el lado donde se encontraba Tarek, de nuevo, algo en ella no necesitaba ver el gesto de decepción, asco y quizás miedo en los ojos del elfo para comprender que era exactamente lo que esperaba que pasase al dejar a su sed apoderarse de ella.
-Por otro lado... quizás deberías tratar mejor a tu semejante- dijo Caoimhe de manera distraída- Él va a ser quien guíe a tu segundo guardia hasta el lugar exacto en el que mis secuaces retienen al niño.- continuó- ¿O acaso pensabas que la testarudez del elfo y su negación a seguir tus planes era ilógica?. Tarek siempre fue partidario de desvincularse de Alkiriel de todas maneras- dijo la chica- Yo fui la que insistī en darle una oportunidad al hombre... en un intento de afianzar un eslabón comercial desde el mismísimo centro de árbol madre- mintió de nuevo, dando a entender que Tarek era parte de su plan e indicando al guardia que siguiera a Tarek hasta el supuesto 'escondite' del niño.
Caoimhe esperaba entonces que el elfo fuese lo suficientemente perspicaz como para intentar escapar o lo que sea que quisiese hacer para desvincularse de aquella situación. Al menos él tendría una escapatoria fácil.
Argus, sumido en el miedo y en el aura vampírica de Caoimhe dio la órden al segundo guardia de hacer justo eso.
-Quizás entonces tú y yo podamos hablar... y puede que decida entonces postponer mi...pago - volvió a respirar muy cerca del cuello del hombre de manera exagerada, su sed protestando ante aquel amago y deseando que terminase lo que daba la impresión iba a hacer- O negociar nuevas condiciones en nuestro acuerdo.
Dijo, su estómago sumido en el asco de pensar cuánto necesitaba sumir sus colmillos en la calidez de la sangre de aquel comerciante. Su mente transportada a un espacio y tiempo otro que aquel mismo en el que ella sucumbía a aquella sed y se convertía justo en lo que más odiaba.
-----
Off
[1] Maldición Desatada[Mágica, 2 usos de 2 turnos]: Mi maldición se vuelve más fuerte, haciendo que la oscuridad me posea. Luzco más siniestro, aterrando a los débiles. Mis ataques realizan daño mágico adicional y puedo ocultarme en las sombras con más facilidad.[/color]
No el hecho de que ambos, Tarek y ella misma se hubiesen visto envueltos en algo parcialmente ajeno a ellos y acabado de manera instantánea con la visión de futuro de una noche sin incidentes en la mente de Caoimhe. Ni siquiera la mirada del tal Argus desvistiendo cada palmo de su ropa.
No estaba bien el dolor en el rostro de Tarek tras las palabras de aquel hombre. Parecían conocerse lo suficiente como para provocar aquello en su cara y su mente. ¿Un atisbo de tortura quizás mencionado en las palabras del comerciante? Las facciones impolutas del elfo tornándose ágrias. Sus ojos verde musgo en tempestad. Caoimhe sintió que tenía al fin un objetivo en el que enfocar su sed otro que su compañero elfo pero decidió dejarlos hablar para entender más sobre la boca del lobo en la que se acababan de meter.
No estaba segura de en que momento la atención de Argus se enfocó en ella. No fueron sus palabras lo que la hicieron sumirse en el asco contínuo sino el hecho de que aquel elfo se tomó por su propia mano el contacto directo con la vampiresa y acarició su mejilla tras apartar un peli de su cara. Caoimhe se apartó con el ardor de la ponzoña ahí donde el hombre la había acariciado.
Un pestañeo y la escena cambió de nuevo. Argus sosteniendo a Tarek por su mandíbula. Caoimhe haciendo el amago de ir en su ayuda antes de notar la presión del frío del metal de las flechas en su espalda y hombro. La dualidad de Argus volvió a sorprenderla.
El hombre habría leído según que cartas que ella misma intercambió con 'Alkiriel" pero estaba segura que no tenía ni idea del propósito final de aquel negocio. Ni siquiera estaba segura que supiese el precio final. Aquello les daba ventaja, sin duda. Ella ya tenía sus tratos con Alkiriel, ninguno de ellos basado en dinero, por lo que el cambio de manos de aquel plan no la beneficiaba de sobremanera...
Pero no todos los días el bebé de un elfo de menos de 1 mes de vida aparece disponible. Y muchísimo menos una vampiresa lograba colarse en árbol madre.No... era ahora o nunca.
Ya encontraría la manera de deshacerse del pago a Argus a posteriori. Al fin y al cabo todo el mundo es chantajeable.
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Caoimhe observó a Tarek durante los primeros 20 minutos de silencio en aquel habitáculo oscuro. Se había mantenido en silencio durante todo el camino hasta aquel lugar a pesar de haber notado que a medida que se alejaban del centro del árbol madre lo que antes eran casas/ árbol bien mantenidas se tornaron más y más en restos de ramas y corteza a modo de habitáculos. El lugar donde los encerró, sin embargo parecía de construcción rutinaria y la sala en la que los había hecho rehenes no estaba más preparada para ser prisión que el propio salón de su casa.
Aquello indicó que Argus además de no ser fiel a sus amigos, tenía poca experiencia en secuestros. Aunque bastante mano en persuadir a personas para que lo siguiesen. Carisma, supuso.
En algún momento en particular, los ojos de Tarek la encontraron en la oscuridad, y aunque ella no había tenido problema para delinear el cuerpo del elfo en la penunbra, él pareció encontrar aquel momento como señal de inequívoca para empezar un reproche.
Pero sus palabras lejos de molestarla la apaciguaron. Aquel chico parecía haberlo perdido... todo. O al menos parte del todo que compone a una persona en una sociedad tan estructurada como la élfica. Su expresión de dolor aún jugueteaba en su cabeza.
Tragó saliva, sin embargo al escuchar la comparación de Argus con una sanguijuela. ¿Acaso ella no era la única allí tan sumamente similar a aquella alimaña?
No.
Algo en la esencia de aquel elfo la animaba a dejarlo escapar. A... ¿Protegerlo? Jamás en su vida habría dado su pellejo por alguien que no fuese ella misma, y aún así Tarek no pertenecía allí.
Argus no la dejó contestar. Caoimhe había empezado a preguntarse cuando fue la última vez que habló y cuanto tiempo llevaba siendo una mera observadora de las decisiones que se tomaban a su alrededor. No es que aquello le preocupase en demasía: Se puede saber mucho más que lo que dicen acerca de quien habla con tan solo escuchar, pero a su vez sentía que estaba a la deriva en un mar de descontrol al que no estaba acostumbrada.
Y aquello si la molestaba.
-Y... cuentanos, Argus. ¿Que viene ahora?- Caoimhe se alzó y de manera osada caminó rodeando a Argus. El hombre se tensó de manera inmediata aunque fingió calma,sumido en la seguridad que le daban los dos guardias que lo custodiaban- ¿Es ahora cuando nos desvelas el lugar donde tenemos que encontrarnos con el niño...? ¿O quizás donde me pides el pago por esa información?-
La vampiresa jugueteó con sus uñas como si aquella situación fuese rutinaria.
-mmm Déjame que te diga algo... compañero- dijo- Si has leído mi correspondencia con Alkiriel conocerás bien mi... mis gustos- dijo de manera seductora pero a la vez maquiavélica (1)- Lo que quizás no sabes, porque no lo comenté en mis escritos es... que bueno a cambio de mis servicios, siempre requiero un pago por adelantado.
La sed de Caoimhe comenzó a alzarse en su garganta de manera peligrosa, la vampiresa dejó que la inundase por escasos momentos y comenzó un baile entre su propio cuerpo y el de Argus, analizando a su presa. Imaginando la manera más efectiva de perforal las venas de su cuello y...
-Ah pero ese pago nunca se realizó- dijo Caoimhe su voz sumida en la seducción mortal de los de su raza sus colmillos sutilmente perceptibles en sus labios.- Y... nunca regateo mis precios.-
El hombre tragó saliva sin entender muy bien a lo que se refería.
-Pero no hiciste tratos conmigo, querida- comentó con su voz notablemente menos brava que hacía unos minutos.
-Oh... pero los estoy haciendo ahora mismo- dijo, casi ronroneando aproximando su mano de manera juguetona al cuello de Argus
-Acabarán contigo en dos segundos si les doy la órden. Contigo y con Tarek- añadió
-Ah... pero entonces no habrá beneficio en tu negocio. Y tendrás que dar explicaciones en el consejo sobre porqué dos invitados oficiales que deben reportarse en menos de 12 horas en los līmites de la corteza no... han aparecido-
Caoimhe respiró de manera profunda acercando su nariz al cuello del hombre. Parte de ella necesitaba continuar con aquel juego. El demonio en ella quería que se despojase de aquel plan estúpido y simplemente hiciese aquello que estaba fingiendo estar a punto de hacerle a Argus.
-No...mi cielo; Ambos sabemos que nada de eso te conviene Sobre todo porque los vampiros vivimos casi tanto como los de tu clase, y puedo asegurarte que si ordenas a tus... marionetas a atacarnos mi clan no descansará hasta que el tuyo haya desaparecido de la faz de Aerandir- mintió de manera eficaz.
El hombre tragó saliva y completó una sonrisa nerviosa que intentó aparentar seguridad.
-Por suerte para tí soy una mujer previsora y... como no he obtenido el pago me he encargado que nuestro pequeño paquete esté en este preciso instante camino a Sacrestic sumido en un pequeño sueño reparador.-
El hombre la miró de manera alarmada.
-Mientes.- dijo simplemente con la sonrisa de autosuficiencia aún en los labios pero una chispa de desconfianza en los ojos.
-¿Lo hago?- Caoimhe apartó sus manos maquiavélicas del cuello de aquel hombre y de nuevo fingió mirarse las uñas- ¿No te parece extraño que alguien que quiera robar un niño élfico confíe todo su plan a alguien al que apenas conoce por carta? Créeme si realizase mis negocios de esa manera tan... ingenua ten por seguro que mi nombre no habría llegado a tus oídos y seguiría escondida en la cueva en la que me crearon- mintió de nuevo.
-Mientes- dijo el hombre esta vez con menos seguridad y sin sonrisa en sus labios.
-¿Lo hago?- dijo de nuevo la tétrica Caoimhe, posando de nuevo sus dedos en la mejilla del hombre, justo y como lo había hecho él con ella minutos antes-
-Co... comprobadlo- dijo Argus con un deje de molestia en sus palabras- Como me hayas mentido yo... yo...- Argus evitaba mirarla a los ojos y Caoimhe agradeció no verse reflejada de aquella manera en la visión del hombre.
Uno de los soldados desapareciò de la estancia de manera rápida camino a la posada que había indicado con anterioridad.
Caoimhe era consciente de que no tenía mucho tiempo. Tampoco le quedaba mucho autocontrol sobre la necesidad de atacar a aquel hombre.
No había querido mirar hacia el lado donde se encontraba Tarek, de nuevo, algo en ella no necesitaba ver el gesto de decepción, asco y quizás miedo en los ojos del elfo para comprender que era exactamente lo que esperaba que pasase al dejar a su sed apoderarse de ella.
-Por otro lado... quizás deberías tratar mejor a tu semejante- dijo Caoimhe de manera distraída- Él va a ser quien guíe a tu segundo guardia hasta el lugar exacto en el que mis secuaces retienen al niño.- continuó- ¿O acaso pensabas que la testarudez del elfo y su negación a seguir tus planes era ilógica?. Tarek siempre fue partidario de desvincularse de Alkiriel de todas maneras- dijo la chica- Yo fui la que insistī en darle una oportunidad al hombre... en un intento de afianzar un eslabón comercial desde el mismísimo centro de árbol madre- mintió de nuevo, dando a entender que Tarek era parte de su plan e indicando al guardia que siguiera a Tarek hasta el supuesto 'escondite' del niño.
Caoimhe esperaba entonces que el elfo fuese lo suficientemente perspicaz como para intentar escapar o lo que sea que quisiese hacer para desvincularse de aquella situación. Al menos él tendría una escapatoria fácil.
Argus, sumido en el miedo y en el aura vampírica de Caoimhe dio la órden al segundo guardia de hacer justo eso.
-Quizás entonces tú y yo podamos hablar... y puede que decida entonces postponer mi...pago - volvió a respirar muy cerca del cuello del hombre de manera exagerada, su sed protestando ante aquel amago y deseando que terminase lo que daba la impresión iba a hacer- O negociar nuevas condiciones en nuestro acuerdo.
Dijo, su estómago sumido en el asco de pensar cuánto necesitaba sumir sus colmillos en la calidez de la sangre de aquel comerciante. Su mente transportada a un espacio y tiempo otro que aquel mismo en el que ella sucumbía a aquella sed y se convertía justo en lo que más odiaba.
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Off
[1] Maldición Desatada[Mágica, 2 usos de 2 turnos]: Mi maldición se vuelve más fuerte, haciendo que la oscuridad me posea. Luzco más siniestro, aterrando a los débiles. Mis ataques realizan daño mágico adicional y puedo ocultarme en las sombras con más facilidad.[/color]
- Cao sumida en la maldición desatada:
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Caoimhe
Honorable
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Re: Dime qué callas... [ Privado] [Noche]
El Comerciante, que tan animado y diligente se había mostrado al entrar en su improvisada prisión, temblaba en aquel momento, quizás por miedo quizás por nervios, ante la atenta mirada de la vampiresa. Tarek no podía culparlo por ello. La mujer, en un alarde de los atributos propios de su especie, parecía haberlo sumido bajo algún tipo de trance transitorio, que hizo que las palabras del traficante sonaran vacilantes al salir de su boca. La conversación, que había iniciado como un enfrentamiento de voluntades, pronto se había tornado en una velada amenaza por parte de la mujer hacia su congénere. Agnus podía manejar los bajos fondos de Sandorai, pero no podía enfrentarse a aquello. Ella parecía contar con más información y él apreciaba demasiado su propia vida. Dhonara siempre le había dicho que no existía guerrero más mortífero que aquel que tenía algo que proteger o nada que perder. Agnus no tenía ni lo primero ni lo segundo y, si de una elección se tratase, el peliblanco estaba seguro de que elegiría siempre en primer lugar su propio pescuezo. Al fin y al cabo, las ratas como él siempre encontraban el camino para volver a la cumbre de la pirámide jerárquica.
Caoimhe le administró el mismo tratamiento invasivo al que él la había sometido y, no sin cierto placer, observó al elfo temblar bajo el toque de la vampiresa. Los ojos de hombre se centraron en él, cuando la mujer pronunció su nombre, y Tarek le devolvió la mirada con gesto neutro, imperturbable. Buscase lo que buscase en él –ya fuese una confirmación o una mano amiga- no iba a encontrarlo.
El guardia que custodiaba la puerta se aproximó entonces hasta el elfo, para liberar sus manos de los arcaicos grilletes con los que lo habían apresado. Caoimhe, por su parte, siguió instigando aquel terror primordial en el cada vez más aterrorizado Augustus. El guardia, probablemente afectado por la misma magia, miraba a la vampiresa con abierta hostilidad, aunque su gesto no conseguía disimular de manera alguna el pavor que su cuerpo expresaba. Tarek lo observó unos segundos, preguntándose en qué momento habría comenzado a lamentar haberle puesto las cadenas a él en vez de a ella. Aunque tampoco iba a culparlos del error. Si de algo se podía acusar a los elfos era de pecar de soberbia respecto al resto de especies –un sentimiento que él mismo acusaba-. Algo que, como acababa de demostrarse, jugaba en contra de su juicio. El propio Tarek lo había aprendido hacía tiempo, más aún con vampiros implicados, como le recordaban las pesadillas que periódicamente lo inundaban, haciéndole revivir de nuevo los eventos acaecidos en Urd.
- Tu delante –le dijo al peliblanco, que alzó las manos en señal de paz, antes de dirigirse hacia la puerta.
No sabía que pretendía la vampiresa con aquella maniobra, pero tenía claro que todo lo que había dicho componía una elaborada e inestable mentira, si atendía a su “implicación” en el negocio. El guarda lo detuvo antes de alcanzar la puerta, observando indeciso al traficante y a la mujer.
- Debería llamar a alguien. No es prudente que te quedes a solas con esa… criatura.
“Quizás no sea tan estúpido como parece” pensó Tarek para sí. Reflexión que el propio Agnus pareció compartir cuando, con un seco asentimiento, manifestó su conformidad con la idea. Se dirigió entonces de nuevo a la vampiresa, con aquella fingida sonrisa de superioridad que siempre adornaba su cara. Con cierto desdén, apartó la mano de la chica de su cuello y dio un paso atrás.
- Una idea magnifica –dijo- Más vale ser prudente, ¿verdad? –aunque retórica, su pregunta iba claramente dirigida a ella.
El guarda lo instó entonces a seguir y, en un par de pasos, alcanzaron la puerta.
- ¡Apártate! –le indicó con rudeza, antes de empujarlo contra la pared. Rebuscó entonces entre sus bolsillos, en busca de la llave.
- ¿Has perdido algo? –preguntó el peliblanco con retintín. El elfo le ordenó que guardase silencio, mientras seguía buscando entre sus ropajes- ¿Seguro que no necesitas ayuda? –ofreció entonces el joven.
Sus palabras finalmente surtieron el efecto deseado, pues el elfo se giró hacia él, con claras intenciones de hacerlo callar, solo para ver, ante sus ojos, la deseada llave.
- ¿Pero qué… ? –con rapidez el peliblanco alzó ambas manos y, haciendo hueco con las palmas, golpeó los oídos del guarda, lo que lo dejó aturdido momentáneamente. Aprovechando la circunstancia, lo tomó por el lateral de la cabeza y lo estampó contra la pared cercana.
El cuerpo inerte del hombre se deslizó hasta el suelo, donde quedó desmadejado. Tarek se giró entonces para encarar a un anonadado Argus, que lo miró de hito en hito, como incapaz de entender lo que acababa de pasar. El traficante comenzó a balbucear y, dando un par de pasos atrás, chocó contra el frío cuerpo de la vampiresa. La observó entonces con manifiesto pavor. Tarek aprovechó también para centrar su mirada en la mujer. Caoimhe parecía tranquila, pero el peliblanco pudo identificar en su mirada el mismo caos e hambre que ya había contemplado cuando la había acorralado en el callejón. Si decidía atacar a Agnus no haría nada por impedirlo, pero había escuchado lo suficiente de furias ciegas entre los vampiros como para saber que aquello podía acabar igual de mal para él si dejaba que la mujer entrase en estado de frenesí.
- Harías bien en callarte –le dijo a Agnus, cuando lo vio abrir la boca, probablemente para dirigirles algún tipo de amenaza- Caoimhe –llamó entonces a la chica, intentando arrancarla de su estado feral- Lo necesitamos para salir de aquí.
Una nueva sonrisa se extendió por la cara del Comerciante, que abrió de nuevo la boca para hablar. Tarek deseó por un instante tener una daga en mano para poder clavársela él mismo, pero se recordó, no sin cierto esfuerzo, que él no era así. “Aunque ya lo has hecho antes”, una voz reverberó en el fondo de su mente, una que se parecía extrañamente a la de Dhonara. Tomando aire, intentó apartar aquellos pensamientos de su mente.
- Te he dicho que te calles –reiteró, antes de que el traficante pudiese hablar. Este lo miró con el ceño fruncido, antes de responder.
- Como si pudieses… -el peliblanco no lo dejó terminar, pues lo empujó contra la pared, colocando su antebrazo contra el cuello del hombre- Aunque consiguierais salir de aquí os cazaría como a ratas –masculló con un hilo de voz, por la falta de aire.
- No si estás muerto –respondió Tarek, que miró sobre su hombro a la vampiresa- Por una vez harías bien a alguien, en vez de destruir todo por y para tu beneficio –añadió.
El hombre, falto de aire, vocalizó unas silenciosas palabras, antes de sonreír de nuevo. El peliblanco lo tomó por los hombros y lo empujó contra el muro, dejándolo de nuevo sin aliento.
- No tengo que matarte para acabar con tu existencia. Me llegaría con cortarte la lengua y esas manos que tanto aprecias –se tomó un segundo para observar la reacción del elfo ante sus palabras- Quizás Eithelen me enseñase a no matar, pero te aseguro que los Ojosverdes me enseñaron a torturar de forma altamente eficiente –con un último empujón soltó al Comerciante, que lo observó con odio- Creo que estabais a punto de cerrar un trato –añadió, cruzándose de brazos.
Media hora más tarde, un sonriente Agnus los guiaba por los intrincados pasillos de su “escondite”. Los guardias, entre los que se encontraban los arqueros del callejón, los observaron extrañados, pero nadie hizo nada por detenerlos. Parecían acostumbrados a las extravagancias de su líder, un hombre famoso por sus repentinos cambios de humor. Se giró hacia ellos cuando alcanzaron la puerta de salida.
- Espero que cumpláis vuestra parte del trato –dijo. Agarró entonces a Tarek por un brazo y lo acercó para darle un abrazo- ¿Acaso crees que no sé lo que hacen los Ojosverdes con los traidores? –le susurró- Me encargaré de entregarte yo mismo en el Campamento sur y pedir un asiento en primera fila para verlo -se apartó del peliblanco y, en un gesto ya conocido, le acicaló los hombros de la túnica- Querida –dijo dirigiéndose entonces a la vampiresa- Tenemos un trato, no lo olvides.
La puerta tras ellos se abrió entonces con premura y el segundo guardia que había acompañado a Agnus a su improvisada celda entró corriendo.
- El niño sigue en el sótano la botica –dijo de forma apresurada. Tarek miró a la vampiresa.
El rostro del Comerciante exhibió tras aquello una retahíla de emociones, comenzando por la perplejidad y terminando en la más absoluta y ciega furia.
- Maldita… -comenzó, mientras el resto de su banda se alzaba de los bancos de la taberna, echando mano de sus armas.
La campanilla de la puerta sonó por segunda vez, cuando un grupo de soldados del Consejo entró en la estancia. Miraron la escena con recelo, antes de fijar su atención en el Inglorien y la vampiresa.
- ¿Qué hacéis vosotros aquí? –preguntó el que parecía ser el jefe del escuadrón y que, por casualidades del destino, resultaba ser el mismo elfo que los había conducido hasta las estancias del Consejo.
- El señor Somelian nos ofreció hospedaje en uno de sus negocios, pero lamento decir que, tras un par de horas bajo su hospitalidad, no cumplen con los estándares de calidad que mi compañera y yo buscamos. Estábamos a punto de irnos –observó el resentimiento en el rostro de Agnus, mientras pronunciaba aquellas palabras- Quizás podríais reconducirnos a una zona más… adecuada de la ciudad. Hace años que no piso la capital y, como comprenderéis, mi compañera no es de por aquí –añadió, dirigiéndose al guardia, que lo miró con recelo.
- No entiendo por qué cuentas con el beneplácito de la Consejera. Los de tu calaña deberían ser ejecutados para dar ejemplo. Ambos deberías estar en una celda –comentó este con desprecio.
- Soy el último de mi clan, supongo que ejecutarme sería como acabar con una especie en extinción. Piensa en mí como una de esas plantas con espinas que nadie quiere pero que no puedes dejar que morir–le respondió con burla- Y ella sin duda es un animal exótico por estas tierras -el soldado pronunció una blasfemia entre dientes.
- Estuve en Nytt Hus, ¿sabes? Cuando tu clan prendió fuego a una ciudad llena de refugiados. Cuando casi entregasteis en bandeja los artefactos a los seguidores del Hombre Muerto. Tu cobardía al final de la batalla es lo único que te mantiene con vida –Tarek apretó la mandíbula con aprensión- ¿No vas a decir nada? –preguntó el soldado con retintín. Ante su silencio, se dirigió a Caoimhe- Una criatura como tú debería tener más cuidado con las compañías que elige. Seguidme –indicó finalmente.
Tarek dirigió una última mirada a su espalda, donde Agnus los observaba con furia contenida y una promesa de venganza, que llegaría más pronto que tarde.
Caoimhe le administró el mismo tratamiento invasivo al que él la había sometido y, no sin cierto placer, observó al elfo temblar bajo el toque de la vampiresa. Los ojos de hombre se centraron en él, cuando la mujer pronunció su nombre, y Tarek le devolvió la mirada con gesto neutro, imperturbable. Buscase lo que buscase en él –ya fuese una confirmación o una mano amiga- no iba a encontrarlo.
El guardia que custodiaba la puerta se aproximó entonces hasta el elfo, para liberar sus manos de los arcaicos grilletes con los que lo habían apresado. Caoimhe, por su parte, siguió instigando aquel terror primordial en el cada vez más aterrorizado Augustus. El guardia, probablemente afectado por la misma magia, miraba a la vampiresa con abierta hostilidad, aunque su gesto no conseguía disimular de manera alguna el pavor que su cuerpo expresaba. Tarek lo observó unos segundos, preguntándose en qué momento habría comenzado a lamentar haberle puesto las cadenas a él en vez de a ella. Aunque tampoco iba a culparlos del error. Si de algo se podía acusar a los elfos era de pecar de soberbia respecto al resto de especies –un sentimiento que él mismo acusaba-. Algo que, como acababa de demostrarse, jugaba en contra de su juicio. El propio Tarek lo había aprendido hacía tiempo, más aún con vampiros implicados, como le recordaban las pesadillas que periódicamente lo inundaban, haciéndole revivir de nuevo los eventos acaecidos en Urd.
- Tu delante –le dijo al peliblanco, que alzó las manos en señal de paz, antes de dirigirse hacia la puerta.
No sabía que pretendía la vampiresa con aquella maniobra, pero tenía claro que todo lo que había dicho componía una elaborada e inestable mentira, si atendía a su “implicación” en el negocio. El guarda lo detuvo antes de alcanzar la puerta, observando indeciso al traficante y a la mujer.
- Debería llamar a alguien. No es prudente que te quedes a solas con esa… criatura.
“Quizás no sea tan estúpido como parece” pensó Tarek para sí. Reflexión que el propio Agnus pareció compartir cuando, con un seco asentimiento, manifestó su conformidad con la idea. Se dirigió entonces de nuevo a la vampiresa, con aquella fingida sonrisa de superioridad que siempre adornaba su cara. Con cierto desdén, apartó la mano de la chica de su cuello y dio un paso atrás.
- Una idea magnifica –dijo- Más vale ser prudente, ¿verdad? –aunque retórica, su pregunta iba claramente dirigida a ella.
El guarda lo instó entonces a seguir y, en un par de pasos, alcanzaron la puerta.
- ¡Apártate! –le indicó con rudeza, antes de empujarlo contra la pared. Rebuscó entonces entre sus bolsillos, en busca de la llave.
- ¿Has perdido algo? –preguntó el peliblanco con retintín. El elfo le ordenó que guardase silencio, mientras seguía buscando entre sus ropajes- ¿Seguro que no necesitas ayuda? –ofreció entonces el joven.
Sus palabras finalmente surtieron el efecto deseado, pues el elfo se giró hacia él, con claras intenciones de hacerlo callar, solo para ver, ante sus ojos, la deseada llave.
- ¿Pero qué… ? –con rapidez el peliblanco alzó ambas manos y, haciendo hueco con las palmas, golpeó los oídos del guarda, lo que lo dejó aturdido momentáneamente. Aprovechando la circunstancia, lo tomó por el lateral de la cabeza y lo estampó contra la pared cercana.
El cuerpo inerte del hombre se deslizó hasta el suelo, donde quedó desmadejado. Tarek se giró entonces para encarar a un anonadado Argus, que lo miró de hito en hito, como incapaz de entender lo que acababa de pasar. El traficante comenzó a balbucear y, dando un par de pasos atrás, chocó contra el frío cuerpo de la vampiresa. La observó entonces con manifiesto pavor. Tarek aprovechó también para centrar su mirada en la mujer. Caoimhe parecía tranquila, pero el peliblanco pudo identificar en su mirada el mismo caos e hambre que ya había contemplado cuando la había acorralado en el callejón. Si decidía atacar a Agnus no haría nada por impedirlo, pero había escuchado lo suficiente de furias ciegas entre los vampiros como para saber que aquello podía acabar igual de mal para él si dejaba que la mujer entrase en estado de frenesí.
- Harías bien en callarte –le dijo a Agnus, cuando lo vio abrir la boca, probablemente para dirigirles algún tipo de amenaza- Caoimhe –llamó entonces a la chica, intentando arrancarla de su estado feral- Lo necesitamos para salir de aquí.
Una nueva sonrisa se extendió por la cara del Comerciante, que abrió de nuevo la boca para hablar. Tarek deseó por un instante tener una daga en mano para poder clavársela él mismo, pero se recordó, no sin cierto esfuerzo, que él no era así. “Aunque ya lo has hecho antes”, una voz reverberó en el fondo de su mente, una que se parecía extrañamente a la de Dhonara. Tomando aire, intentó apartar aquellos pensamientos de su mente.
- Te he dicho que te calles –reiteró, antes de que el traficante pudiese hablar. Este lo miró con el ceño fruncido, antes de responder.
- Como si pudieses… -el peliblanco no lo dejó terminar, pues lo empujó contra la pared, colocando su antebrazo contra el cuello del hombre- Aunque consiguierais salir de aquí os cazaría como a ratas –masculló con un hilo de voz, por la falta de aire.
- No si estás muerto –respondió Tarek, que miró sobre su hombro a la vampiresa- Por una vez harías bien a alguien, en vez de destruir todo por y para tu beneficio –añadió.
El hombre, falto de aire, vocalizó unas silenciosas palabras, antes de sonreír de nuevo. El peliblanco lo tomó por los hombros y lo empujó contra el muro, dejándolo de nuevo sin aliento.
- No tengo que matarte para acabar con tu existencia. Me llegaría con cortarte la lengua y esas manos que tanto aprecias –se tomó un segundo para observar la reacción del elfo ante sus palabras- Quizás Eithelen me enseñase a no matar, pero te aseguro que los Ojosverdes me enseñaron a torturar de forma altamente eficiente –con un último empujón soltó al Comerciante, que lo observó con odio- Creo que estabais a punto de cerrar un trato –añadió, cruzándose de brazos.
[…]
Media hora más tarde, un sonriente Agnus los guiaba por los intrincados pasillos de su “escondite”. Los guardias, entre los que se encontraban los arqueros del callejón, los observaron extrañados, pero nadie hizo nada por detenerlos. Parecían acostumbrados a las extravagancias de su líder, un hombre famoso por sus repentinos cambios de humor. Se giró hacia ellos cuando alcanzaron la puerta de salida.
- Espero que cumpláis vuestra parte del trato –dijo. Agarró entonces a Tarek por un brazo y lo acercó para darle un abrazo- ¿Acaso crees que no sé lo que hacen los Ojosverdes con los traidores? –le susurró- Me encargaré de entregarte yo mismo en el Campamento sur y pedir un asiento en primera fila para verlo -se apartó del peliblanco y, en un gesto ya conocido, le acicaló los hombros de la túnica- Querida –dijo dirigiéndose entonces a la vampiresa- Tenemos un trato, no lo olvides.
La puerta tras ellos se abrió entonces con premura y el segundo guardia que había acompañado a Agnus a su improvisada celda entró corriendo.
- El niño sigue en el sótano la botica –dijo de forma apresurada. Tarek miró a la vampiresa.
El rostro del Comerciante exhibió tras aquello una retahíla de emociones, comenzando por la perplejidad y terminando en la más absoluta y ciega furia.
- Maldita… -comenzó, mientras el resto de su banda se alzaba de los bancos de la taberna, echando mano de sus armas.
La campanilla de la puerta sonó por segunda vez, cuando un grupo de soldados del Consejo entró en la estancia. Miraron la escena con recelo, antes de fijar su atención en el Inglorien y la vampiresa.
- ¿Qué hacéis vosotros aquí? –preguntó el que parecía ser el jefe del escuadrón y que, por casualidades del destino, resultaba ser el mismo elfo que los había conducido hasta las estancias del Consejo.
- El señor Somelian nos ofreció hospedaje en uno de sus negocios, pero lamento decir que, tras un par de horas bajo su hospitalidad, no cumplen con los estándares de calidad que mi compañera y yo buscamos. Estábamos a punto de irnos –observó el resentimiento en el rostro de Agnus, mientras pronunciaba aquellas palabras- Quizás podríais reconducirnos a una zona más… adecuada de la ciudad. Hace años que no piso la capital y, como comprenderéis, mi compañera no es de por aquí –añadió, dirigiéndose al guardia, que lo miró con recelo.
- No entiendo por qué cuentas con el beneplácito de la Consejera. Los de tu calaña deberían ser ejecutados para dar ejemplo. Ambos deberías estar en una celda –comentó este con desprecio.
- Soy el último de mi clan, supongo que ejecutarme sería como acabar con una especie en extinción. Piensa en mí como una de esas plantas con espinas que nadie quiere pero que no puedes dejar que morir–le respondió con burla- Y ella sin duda es un animal exótico por estas tierras -el soldado pronunció una blasfemia entre dientes.
- Estuve en Nytt Hus, ¿sabes? Cuando tu clan prendió fuego a una ciudad llena de refugiados. Cuando casi entregasteis en bandeja los artefactos a los seguidores del Hombre Muerto. Tu cobardía al final de la batalla es lo único que te mantiene con vida –Tarek apretó la mandíbula con aprensión- ¿No vas a decir nada? –preguntó el soldado con retintín. Ante su silencio, se dirigió a Caoimhe- Una criatura como tú debería tener más cuidado con las compañías que elige. Seguidme –indicó finalmente.
Tarek dirigió una última mirada a su espalda, donde Agnus los observaba con furia contenida y una promesa de venganza, que llegaría más pronto que tarde.
Tarek Inglorien
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Re: Dime qué callas... [ Privado] [Noche]
Todo pasó lo suficientemente rápido como para confundirlo con un sueño liviano.
El trance transitorio en el que la mente de Caoimhe se sumía cada vez que dejaba salir su demonio a menudo no le suponía problema alguno: La chica era tan aférrima al control que incluso sumida en su más profunda oscuridad no dejaba que las acciones de su lado vampiro pudiesen ocasionarle consecuencias que no estaba dispuesta solventar en su estado consciente.
Pero tenía sed. Y hambre... y aquel hombre la había tratado como parte de la carne que se solía ofrecer en el prostíbulo de su madre. No sería una gran pérdida si tan solo...
La voz de Tarek la trajo a la consciencia. El chico se había deshecho por algún motivo del guardia al que Caoimhe le había adjudicado y... ¿Había vuelto? ¿Por qué había vuelto? Ella le había dado una salida fácil. Estaba segura que el consejo no lo cuestionaria demasiado al fin y al cabo si llegaba sin el engorroso problema de una acompañante vampira.
Olvidaba, por supuesto que todos los elfos son hombres de honor. Independientemente de la moral detrás de aquel honor, y aquel chico parecía decidido a portarse bien... Al menos de manera general.
Minutos más tarde las tres figuras viajaban guiadas por Argus a través de las camaras vacías de la corteza del árbol madre. Los recovecos de la estructura dando paso aquí y allá a lugares más amplios hasta alcanzar la entrada. Y darse de bruces con los guardias del consejo.
Caoimhe sonrió después de varios segundos. Los elfos sin duda y a pesar de sus capacidades, no sabían ser sigilosos.
El cabecilla de la guardia midió su ego con Tarek. La vampiresa comenzaba a aburrirse de esa habilidad masculina para comparar tamaños y cuando al fin se dirigió a ella tan solo dijo:
-Creo que tu lenguaje común está un poco oxidado- El hombre alzó una ceja en desconcierto- Creo que lo que intentas decir es: Me alegro de volver a veros... dejad que os lleve a un lugar seguro donde podáis cumplir los deseos del consejo sin causar más problemas... al menos por esta noche.
Caoimhe avanzó sin mirar a Argus. Casi veía el futuro en sus ojos y algo en ella se impacientó porque no pasase más rápido.
Las calles de Sandorai eran de pronto un hervidero.
Figuras masculinas corrían aquí y allá analizando a cualquier persona que caminase sola. Una mujer lloraba a la puerta de una casa humilde pero bien decorada y tres elfas se apresuraron a ayudarla a meterse dentro de la casa cuando la figura de Tarek y Caoimhe custodiada por el guardia.
Pequeños grupos de elfos se acumulaban en las calles susurrando entre ellos palabras élficas que el nivel básico de Caoimhe no consiguió entender. El pecho de la chica parecía hincharse a medida que el revuelo aumentaba a la par que la cercanía de los tres hombres. Todo parecía fluir al fin y al cabo.
El guardia los guió hasta lo que parecía una posada. Caoimhe notó el simbolo de 'Completa' en la puerta principal y miró de manera rápida a su guía.
-Pensé que los vampiros no dormían- dijo el hombre- No soy tan generoso como la lider del consejo.
La chica decidió no contestar. Ambos avanzaron a través del lugar mal iluminado y se sentaron en una mesa algo retraída. Minutos después el guardia les trajo dos mendrugos de pan y dos vasos de agua y los dejó diciendo:
-Mis compañeros se asegurarán de que vuestras elecciones sean las correctas a partir de ahora- y les dejó con una sonrisa de superioridad en la cara mientras daba órdenes a dos guardias.
-Dime -El elfo rompió el silencio- ¿Te llamas Caoimhe o eso también te lo inventaste para salir del paso? -Caoimhe reconoció el tono ácido de alguien molesto. Su estómago pareció pinzarse por un segundo.- Sé que no tengo derecho a pedirte explicaciones, pero realmente agradecería que me dijeses al menos parte de la verdad, de por qué estamos aquí. Acabo de descubrir que llevan toda mi vida mintiéndome... preferiría no tener que vivir también bajo esa sensación mientras nos encontremos aquí.
Las palabras del elfo comenzaron a tocar una melodía acorde a una parte dormida de Caoimhe. Recordó las acusaciones del guardia no hacía ni media horas. La chica había decidido atacar al hombre con la insinuacion a su idioma, pero lo cierto es que había notado la tensión entre ambos. Tarek parecía alguien con un pasado del que no estaba orgulloso. Aquí y allá durante toda la noche había recabado trazos sobre el mismo, y su naturaleza distante la había mantenido ajena a todo lo que habían dicho. Pero aquello era distinto.
El elfo le estaba pidiendo... su verdad. Caoimhe tragó saliva: no estaba segura de si él entendía exactamente las implicaciones de aquella petición.
Pero algo en ella sentía que... se lo debía.
-Ya te he dicho que me llamo Caoimhe. Pero si se te ocurre un nombre mejor que asignarme...Uno que quizás sea más de tu gusto... digamos... Aleithleen o... cualquier otro nombre femenino élfico.- dijo de pronto algo molesta por ser cuestionada en una de las pocas verdades que le había dicho. Intentó calmarse
No estaba segura si era la oscuridad en la que estaba sumida protegiéndola o la expresión sumida en el recuerdo de Tarek a su lado pero...no quería ser otra decepción para él. Al menos no aquella noche. Tampoco es que le quedasen muchas cartas por jugar al fin y al cabo.
Ah.... pero no he mentido. Al menos no en todo.- dijo Caoimhe abriendo mucho los ojos como si la duda en la cara de Tarek le hiriese profundamente. Es cierto que tengo al niño correcto- dijo pausando su relato- Me sorprendes que pienses que un elfo, por muy ególatra que sea va a vender sangre de su propia clase así como asi- se acercó de manera peligrosa a su oído aupándose en su silla- d
de hecho me pregunto si éstas son reales- Le sonrió de manera juguetona. Se contuvo por un segundo, recordando que acababa de conocer a aquel elfo- No... nada conmigo es tan simple- añadió, con un tono jocoso que ocultaba un rastro de pena- No sería buena en los negocios si siempre me basase en un plan A. o B... normalmente no es hasta el C o el D que obtengo beneficios fructíferos
Se separó un poco del elfo, de pronto consciente de que su maldición estaba presente y que no debía ser agradable que le rondase de manera cercana luciendo como una pesadilla andante.
-El niño en cuestión que tu amigo custodia no es más que el cambio que esperaba realizar al real. - confirmó desvelando así el úlimo nudo en su plan complejo- Un mestizo. Tranquilo... su madre no lo necesitaba y no va a haber repercusiones con respecto a ese niño en particular- añadió-Ni siquiera se cuánto van a tardar en darse cuenta del cambio. ¿Días? ¿Meses? No estoy muy informada de la evolución anatómica de los tuyos. ¿Cuándo exactamente comenzáis a abrazar árboles?- dijo de nuevo en tono jocoso pero altivo.
-Llevan 4 días con el chico y aún no parecen percibir nada distinto... No era ciertamente el plan. La pobre familia debe estar organizando un despliegue élfico ejemplar. No me extraña que el consejo quisiese retenerme el tiempo suficiente como para descartar que lo llevase bajo mi brazo- dijo de manera dubitativa- Bueno... eso claramente no va a pasar. Sea lo que fuere nos hemos desvinculado de esa serie de desdichas. Al menos por ahora: Tu amigo tiene su niño y nosotros no vamos a dificultarle lo que sea que quiere hacer con el. Estoy segura que tus compatriotas no tardarás mucho en encontrarlo.
Se acercó de nuevo a él y volvió a susurrarle en el oido:
-No se si te has fijado, pero tu novia elfa nos ha puesto orejas en todas las esquinas por las que hemos estado transitando... ¿O crees que la aparición de los soldados del consejo ha sido 'una broma del destino'- Caoimhe rió apartándose de el con la mirada ahora sumida en algo más allá de suelo al que miraba- Creéme, no existe tal cosa como el destino. No en Sandorai. Ni en Beltrexus... ni en cualquier ciudad lo suficientemente podrida como para tejer hilos a gusto de los que la controlan.
Dejó su discurso en seco, denotando que acababa de percatarse que aquella no era la conversación que debía mantener.
-Tan solo necesito... favorecer la salida de la persona que tiene al niño correcto. De hecho esa era mi función aquí: Debía ser algo rápido: Evitar pagar a Alkiriel, hacer que el y los suyos acabasen en desgracia y atrapados por la familia del niño... agitar un poco las raíces secas de este árbol... - pausó su discurso porque al fin y al cabo Tarek era un elfo también- muerto. Lo suficiente como para crear un escándalo y... PUM! guardias lo suficientemente distraídos como para dejar escapar su propia sangre delante de sus narices.
La vampiresa pausó su relato durante varios segundos. Se sentía... vacía. Jamás antes había dado cuenta tan al detalle de uno de sus planes.Casi todos los detalles de hecho. Desarrollado los entresijos de su mente compleja y su manía de usar a las personas como si fuesen piezas de ajedrez.
Nunca antes había expuesto tanto una jugada pues no esperaba que nadie aparte de ella misma entendiese el placer de jugarlas todas. Como un puzzle en movimiento y ver encajar todas y cada una de las piezas a su alrededor disfrutando el perfecto orden... que solía ser su caos.
-Pero no contaba contigo- dijo después de aquel silencio- Y eso me molesta. - añadió- Digamos que... no me gusta no tener el control- carraspeó sin desarrollar lo que aquello significaba.-Porque significa que en algún momento, en un punto particular de mi cadena de acontecimientos... No he mirado bien la sangre-
Caoimhe no esperó que Tarek entendiese a qué se refería. Su habilidad para obtener información de la sangre no era algo que usase frente a nadie en general a menos que fuese necesario. Y aún así solía camuflarlo lo suficientemente bien como para no levantar sospechas.
-Por supuesto aún tengo que asegurarme que mi persona saque al niño correcto de manera segura. Y quizás no es tarde para avanzar con lo que había planeado. Pero... si no vamos a matar a Argus..- lo dijo como si estuviese decidido. Usando el plural por primera vez para hacer partícipe a Tarek de lo que pasase a continuación. Por algún motivo la posibilidad de que el chico no decidiese unirse al futuro compartido de aquella situación no era una posibilidad en su mente.
Aquello la asustó y quiso recular de manera activa en sus palabras. Al fin y al cabo acababa de desvelar rasgos psicópatas en sus acciones pasadas.
-Necesito al menos, conseguir su sangre- terminó de decir.
--
Off: Tengo permiso de Tarek para su diálogo.
El trance transitorio en el que la mente de Caoimhe se sumía cada vez que dejaba salir su demonio a menudo no le suponía problema alguno: La chica era tan aférrima al control que incluso sumida en su más profunda oscuridad no dejaba que las acciones de su lado vampiro pudiesen ocasionarle consecuencias que no estaba dispuesta solventar en su estado consciente.
Pero tenía sed. Y hambre... y aquel hombre la había tratado como parte de la carne que se solía ofrecer en el prostíbulo de su madre. No sería una gran pérdida si tan solo...
La voz de Tarek la trajo a la consciencia. El chico se había deshecho por algún motivo del guardia al que Caoimhe le había adjudicado y... ¿Había vuelto? ¿Por qué había vuelto? Ella le había dado una salida fácil. Estaba segura que el consejo no lo cuestionaria demasiado al fin y al cabo si llegaba sin el engorroso problema de una acompañante vampira.
Olvidaba, por supuesto que todos los elfos son hombres de honor. Independientemente de la moral detrás de aquel honor, y aquel chico parecía decidido a portarse bien... Al menos de manera general.
Minutos más tarde las tres figuras viajaban guiadas por Argus a través de las camaras vacías de la corteza del árbol madre. Los recovecos de la estructura dando paso aquí y allá a lugares más amplios hasta alcanzar la entrada. Y darse de bruces con los guardias del consejo.
Caoimhe sonrió después de varios segundos. Los elfos sin duda y a pesar de sus capacidades, no sabían ser sigilosos.
El cabecilla de la guardia midió su ego con Tarek. La vampiresa comenzaba a aburrirse de esa habilidad masculina para comparar tamaños y cuando al fin se dirigió a ella tan solo dijo:
-Creo que tu lenguaje común está un poco oxidado- El hombre alzó una ceja en desconcierto- Creo que lo que intentas decir es: Me alegro de volver a veros... dejad que os lleve a un lugar seguro donde podáis cumplir los deseos del consejo sin causar más problemas... al menos por esta noche.
Caoimhe avanzó sin mirar a Argus. Casi veía el futuro en sus ojos y algo en ella se impacientó porque no pasase más rápido.
Las calles de Sandorai eran de pronto un hervidero.
Figuras masculinas corrían aquí y allá analizando a cualquier persona que caminase sola. Una mujer lloraba a la puerta de una casa humilde pero bien decorada y tres elfas se apresuraron a ayudarla a meterse dentro de la casa cuando la figura de Tarek y Caoimhe custodiada por el guardia.
Pequeños grupos de elfos se acumulaban en las calles susurrando entre ellos palabras élficas que el nivel básico de Caoimhe no consiguió entender. El pecho de la chica parecía hincharse a medida que el revuelo aumentaba a la par que la cercanía de los tres hombres. Todo parecía fluir al fin y al cabo.
El guardia los guió hasta lo que parecía una posada. Caoimhe notó el simbolo de 'Completa' en la puerta principal y miró de manera rápida a su guía.
-Pensé que los vampiros no dormían- dijo el hombre- No soy tan generoso como la lider del consejo.
La chica decidió no contestar. Ambos avanzaron a través del lugar mal iluminado y se sentaron en una mesa algo retraída. Minutos después el guardia les trajo dos mendrugos de pan y dos vasos de agua y los dejó diciendo:
-Mis compañeros se asegurarán de que vuestras elecciones sean las correctas a partir de ahora- y les dejó con una sonrisa de superioridad en la cara mientras daba órdenes a dos guardias.
-Dime -El elfo rompió el silencio- ¿Te llamas Caoimhe o eso también te lo inventaste para salir del paso? -Caoimhe reconoció el tono ácido de alguien molesto. Su estómago pareció pinzarse por un segundo.- Sé que no tengo derecho a pedirte explicaciones, pero realmente agradecería que me dijeses al menos parte de la verdad, de por qué estamos aquí. Acabo de descubrir que llevan toda mi vida mintiéndome... preferiría no tener que vivir también bajo esa sensación mientras nos encontremos aquí.
Las palabras del elfo comenzaron a tocar una melodía acorde a una parte dormida de Caoimhe. Recordó las acusaciones del guardia no hacía ni media horas. La chica había decidido atacar al hombre con la insinuacion a su idioma, pero lo cierto es que había notado la tensión entre ambos. Tarek parecía alguien con un pasado del que no estaba orgulloso. Aquí y allá durante toda la noche había recabado trazos sobre el mismo, y su naturaleza distante la había mantenido ajena a todo lo que habían dicho. Pero aquello era distinto.
El elfo le estaba pidiendo... su verdad. Caoimhe tragó saliva: no estaba segura de si él entendía exactamente las implicaciones de aquella petición.
Pero algo en ella sentía que... se lo debía.
-Ya te he dicho que me llamo Caoimhe. Pero si se te ocurre un nombre mejor que asignarme...Uno que quizás sea más de tu gusto... digamos... Aleithleen o... cualquier otro nombre femenino élfico.- dijo de pronto algo molesta por ser cuestionada en una de las pocas verdades que le había dicho. Intentó calmarse
No estaba segura si era la oscuridad en la que estaba sumida protegiéndola o la expresión sumida en el recuerdo de Tarek a su lado pero...no quería ser otra decepción para él. Al menos no aquella noche. Tampoco es que le quedasen muchas cartas por jugar al fin y al cabo.
Ah.... pero no he mentido. Al menos no en todo.- dijo Caoimhe abriendo mucho los ojos como si la duda en la cara de Tarek le hiriese profundamente. Es cierto que tengo al niño correcto- dijo pausando su relato- Me sorprendes que pienses que un elfo, por muy ególatra que sea va a vender sangre de su propia clase así como asi- se acercó de manera peligrosa a su oído aupándose en su silla- d
de hecho me pregunto si éstas son reales- Le sonrió de manera juguetona. Se contuvo por un segundo, recordando que acababa de conocer a aquel elfo- No... nada conmigo es tan simple- añadió, con un tono jocoso que ocultaba un rastro de pena- No sería buena en los negocios si siempre me basase en un plan A. o B... normalmente no es hasta el C o el D que obtengo beneficios fructíferos
Se separó un poco del elfo, de pronto consciente de que su maldición estaba presente y que no debía ser agradable que le rondase de manera cercana luciendo como una pesadilla andante.
-El niño en cuestión que tu amigo custodia no es más que el cambio que esperaba realizar al real. - confirmó desvelando así el úlimo nudo en su plan complejo- Un mestizo. Tranquilo... su madre no lo necesitaba y no va a haber repercusiones con respecto a ese niño en particular- añadió-Ni siquiera se cuánto van a tardar en darse cuenta del cambio. ¿Días? ¿Meses? No estoy muy informada de la evolución anatómica de los tuyos. ¿Cuándo exactamente comenzáis a abrazar árboles?- dijo de nuevo en tono jocoso pero altivo.
-Llevan 4 días con el chico y aún no parecen percibir nada distinto... No era ciertamente el plan. La pobre familia debe estar organizando un despliegue élfico ejemplar. No me extraña que el consejo quisiese retenerme el tiempo suficiente como para descartar que lo llevase bajo mi brazo- dijo de manera dubitativa- Bueno... eso claramente no va a pasar. Sea lo que fuere nos hemos desvinculado de esa serie de desdichas. Al menos por ahora: Tu amigo tiene su niño y nosotros no vamos a dificultarle lo que sea que quiere hacer con el. Estoy segura que tus compatriotas no tardarás mucho en encontrarlo.
Se acercó de nuevo a él y volvió a susurrarle en el oido:
-No se si te has fijado, pero tu novia elfa nos ha puesto orejas en todas las esquinas por las que hemos estado transitando... ¿O crees que la aparición de los soldados del consejo ha sido 'una broma del destino'- Caoimhe rió apartándose de el con la mirada ahora sumida en algo más allá de suelo al que miraba- Creéme, no existe tal cosa como el destino. No en Sandorai. Ni en Beltrexus... ni en cualquier ciudad lo suficientemente podrida como para tejer hilos a gusto de los que la controlan.
Dejó su discurso en seco, denotando que acababa de percatarse que aquella no era la conversación que debía mantener.
-Tan solo necesito... favorecer la salida de la persona que tiene al niño correcto. De hecho esa era mi función aquí: Debía ser algo rápido: Evitar pagar a Alkiriel, hacer que el y los suyos acabasen en desgracia y atrapados por la familia del niño... agitar un poco las raíces secas de este árbol... - pausó su discurso porque al fin y al cabo Tarek era un elfo también- muerto. Lo suficiente como para crear un escándalo y... PUM! guardias lo suficientemente distraídos como para dejar escapar su propia sangre delante de sus narices.
La vampiresa pausó su relato durante varios segundos. Se sentía... vacía. Jamás antes había dado cuenta tan al detalle de uno de sus planes.Casi todos los detalles de hecho. Desarrollado los entresijos de su mente compleja y su manía de usar a las personas como si fuesen piezas de ajedrez.
Nunca antes había expuesto tanto una jugada pues no esperaba que nadie aparte de ella misma entendiese el placer de jugarlas todas. Como un puzzle en movimiento y ver encajar todas y cada una de las piezas a su alrededor disfrutando el perfecto orden... que solía ser su caos.
-Pero no contaba contigo- dijo después de aquel silencio- Y eso me molesta. - añadió- Digamos que... no me gusta no tener el control- carraspeó sin desarrollar lo que aquello significaba.-Porque significa que en algún momento, en un punto particular de mi cadena de acontecimientos... No he mirado bien la sangre-
Caoimhe no esperó que Tarek entendiese a qué se refería. Su habilidad para obtener información de la sangre no era algo que usase frente a nadie en general a menos que fuese necesario. Y aún así solía camuflarlo lo suficientemente bien como para no levantar sospechas.
-Por supuesto aún tengo que asegurarme que mi persona saque al niño correcto de manera segura. Y quizás no es tarde para avanzar con lo que había planeado. Pero... si no vamos a matar a Argus..- lo dijo como si estuviese decidido. Usando el plural por primera vez para hacer partícipe a Tarek de lo que pasase a continuación. Por algún motivo la posibilidad de que el chico no decidiese unirse al futuro compartido de aquella situación no era una posibilidad en su mente.
Aquello la asustó y quiso recular de manera activa en sus palabras. Al fin y al cabo acababa de desvelar rasgos psicópatas en sus acciones pasadas.
-Necesito al menos, conseguir su sangre- terminó de decir.
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Off: Tengo permiso de Tarek para su diálogo.
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Re: Dime qué callas... [ Privado] [Noche]
Las palabras del guardia reverberaron en su cabeza, como si de un salmo se tratase. El elfo le había dirigido una última mirada de profundo desprecio, tras la intervención de la vampiresa, antes de girarse y sacarlos del antro de Argus. Escuchó al traficante mascullar a su espalda, pero ni siquiera él, con toda su influencia en los bajos fondos, podía hacer algo en aquel momento. Enfrentarse a la guardia sería enfrentarse al Consejo y Augustus vivía demasiado cómodo en su propio reino de desdicha cómo para poner en peligro el estatus quo. Si sus palabras eran ciertas, había pagado una suma desorbitada por introducirlos en la ciudad… haría lo posible por evitar que saliesen de ella sin cumplir su cometido. Pero no en aquel momento, no ante un destacamento de la guardia del Árbol Madre.
Observó con expresión neutra a la gente que discurría a su alrededor. La ciudad parecía haber cobrado todavía más vida, en las escasas horas en las que el Comerciante los había tenido retenidos. Miradas poco disimuladas siguieron sus pasos, mientras entre cuchicheos algunos se preguntaban quiénes eran aquellas dos figuras a las que escoltaba la guardia de la ciudad. Caoimhe, ajena al lenguaje de los elfos, avanzó con paso orgulloso por las sinuosas callejuelas de la urbe. Tarek en cambio notó el peso de aquellas palabras, que cayeron sobre él como losas de piedra. Poco a poco, el escaso ánimo que había recuperado tras lo ocurrido en el Campamento sur acabó por desvanecerse y, una vez más, las palabras del guardia hicieron eco en su mente. Solo seguía vivo porque, en el último instante, había decidido traicionar a los Ojosverdes. No lo había hecho por el bien de Nytt Hus, ni de su gente… había estado incluso a punto de atacar a la guardiana de la colonia en su momento más bajo… No, había sobrevivido porque el peso de las enseñanzas de Eithelen había sido mayor que cualquier otro razonamiento. “Los elfos no matan elfos”, siempre le había repetido aquello… y esa idea fue lo único que frenó sus actos. Una idea que hacía apenas unos días había traicionado, para vengar a la persona a la que le había jurado que jamás violaría aquel sagrado mandato.
Apenas registró el lugar al que los habían conducido y asintió ausente, cuando el guardia les indicó que debía permanecer allí, bajo vigilancia, hasta que llegase la hora de su liberación. La luz de la vela, que ocupaba el centro de la mesa, pareció refulgir en los dos vasos de agua que habían colocado ante ellos. Agua y pan… para un vampiro. No pudo evitar reír en su fuero interno ante la estupidez de aquella situación. Aunque pensándolo de forma fría, tal vez se tratase de otro insulto hacia ellos del jefe de la guardia, uno especialmente dirigido a Caoimhe. Miró entonces a la chica.
- Dime –su voz dejó entrever cierta ironía- ¿Te llamas Caoimhe o eso también te lo inventaste para salir del paso?...
Las palabras que salieron entonces de su boca parecieron arrastrar algo que ni siquiera sabía que sentía. Mentiras… todo en su vida habían sido mentiras. Se preguntó por qué lo había acogido Eithelen, si al final había demostrado no ser más que una molestia para él. ¿Por tradición? Y los Ojosverdes… Dhonara había tenido un motivo, ¿lo sabía el Consejo del clan? Necesitaba poner tierra de por medio, apartarse de todo y de todos… pero antes necesitaba cerrar aquel capítulo de su vida… y para eso debía salir vivo de allí. Para ello necesitaba que aquella mujer, aquella vampiresa por culpa de la cual casi lo habían ejecutado, le dijese qué estaba pasando.
Como era de esperar, sus palabras fueron recibidas con cierta hostilidad por parte de la chica. Aquella parecía ser su forma de reaccionar a todo lo que le sucedía, quizás como escudo ante las circunstancias. Uno que no parecía necesitar, visto cómo había lidiado con Argus. Tarek se cruzó de brazos ante su proposición de que podía asignarle otro nombre más a su gusto. Se reclinó levemente en la silla, poniéndose cómodo y la observó de frente, dándole a entender que era todo oídos ante lo que, esperaba, ella iba a contarle.
Ella pareció captar el mensaje, porque pronto comenzó su relato. Sus palabras, inconexas al principio debido a la falta de información, poco a poco fueron cobrando sentido en la mente del elfo. Bufó para ocultar una risa, cuando ella implicó que un elfo jamás vendería a uno de los suyos.
- Te sorprendería lo que los míos pueden hacerle a uno de los suyos –murmuró con desgana. Con un gesto de la cabeza, le pidió que siguiese.
La trama se volvió más compleja, según el relato de la chica avanzaba. Asintió ante algunos de sus comentarios, sin atreverse a hablar, a riesgo de que ella perdiese el hilo o decidiese callar. Por sus palabras extrapoló que todo el asunto estaba relacionado con Argus y que eran dos los niños implicados en el asunto, un elfo y un mestizo (la mención de aquel segundo niño trajo a su mente unos ojos azules, que rápidamente intentó olvidar).
- Mmm…. –fingió meditar ante sus preguntas sobre la evolución anatómica de los elfos- Más o menos en el momento en que los vampiros empezáis a necesitar toda la sangre de una persona para sobrevivir. Ya sabes, ahí por la pubertad –contestó con retintín. Con un suspiro le indicó que siguiese hablando.
Mencionó entonces a la guardia de la ciudad. El peliblanco se preguntó cuántas corrientes de pensamiento fluían al mismo tiempo bajo la negra cabellera de la chica, pues sus palabras tomaban derroteros de lo más inusual. Aunque en aquella ocasión no le faltaba razón. Dirigió la mirada hacia la puerta, donde uno de los soldados de la guarda los miraba sin demasiado disimulo. La expresión de la elfa mudó a una de completo desagrado cuando sus ojos se cruzaron. Con un último vistazo hacia ellos, abandonó la taberna, probablemente para hacer guardia en el exterior.
Dirigió de nuevo su atención a la vampiresa que, en otro giro de pensamiento, había vuelto al tema de los niños. Todo había sido una trampa. Una treta quizás demasiado compleja para lo que pretendía obtener de ella. La muerte de Alkiriel, extrañamente desconocida para la mujer y su contacto, parecía haber trastocado todo el plan que, aun así, ella había decidido continuar. Tarek se preguntó si realmente tenía un plan A, B, C y D como ella misma había asegurado, o actuaba según se le presentaban los acontecimientos. Caoimhe le había tendido una trampa a Argus y este a su vez le había tendido una a ella. El por qué el peliblanco se encontraba en medio de todo aquello era simplemente otra mala jugada del destino… como si no hubiese tenido suficientes en los últimos días. Estaba claro que había ofendido a los dioses al incendiar Nytt Hus.
Sintió cierta satisfacción al saber que su implicación en todo aquello había sido tan desfavorable para ella, como lo había sido para él. Su último comentario lo dejó, sin embargo, perplejo. Recordó que algunos vampiros tenían habilidades especiales vinculadas a la sangre. Lo había visto en Cohen, durante su estancia en Sacrestic Ville, pero jamás había escuchado nada relacionado con “mirar la sangre”. Alzó una ceja interrogante, pero dejó pasar el comentario. Aquello no era lo importante en ese momento y ella parecía estar llegando al final de sus divagaciones.
- Yo no mato a los míos –respondió de forma automática ante su mención de acabar con Argus, solo para recordar, segundos después, que esa afirmación ya no era cierta- Pero no voy a hacer nada si decides tomarte la revancha –afirmó entonces.
Las últimas palabras de la chica pusieron las cartas sobre la mesa. Descruzando los brazos, apoyó los codos sobre la mesa, acercándose ligeramente a elle. La taberna había ido vaciándose según ella avanzaba en su relato y en aquel momento solo permanecían en la misma un par de beodos y una pareja, demasiado ocupada en sus propios quehaceres como para interesarse por algo más. Aun así, bajó el tono de voz cuando le pregunto.
- Necesitas su sangre –repitió sus últimas palabras- Entiendo que, al tratarse de alguien tan específico, no será para alimentarte –le dio un segundo para que afirmase o desmintiese sus palabras- Entiendo también que la necesitas para obtener, de alguna manera y no necesito saber cuál, información –volvió a darle un segundo para responder- ¿No podíais haber elegido a otra persona? –preguntó entonces con cierto hastío- Argus es como una araña, tiene hilos por todas partes y la gente le debe más favores de los que puede pagar en una vida. Conseguir algo de él es… ¿imposible? –dejó caer la cabeza entre los brazos unos instantes, antes de volver a hablar- ¿No hay otra manera? –la miró expectante, sabiendo de antemano que su respuesta iba a ser negativa.
Se recostó de nuevo en la silla, pensativo. La campanilla de la puerta sonó cuando uno de los borrachos abandonó el establecimiento y Tarek pudo ver la sombra de los guardias en la puerta. No solo no podrían acercarse a Argus tras lo que habían hecho en el antro en el que los había retenido, sino que su escolta no los dejaría salir de aquel lugar hasta que llegase el próximo atardecer, no sin una buena razón.
Echó la cabeza hacia atrás, con desesperación. Tenía que haber alguna manera. Tenía que existir alguna otra posibilidad. Se preguntó si realmente le importaba que ella consiguiese la sangre. En menos de un día ambos quedarían en libertad fuera de los límites del Árbol… libres para que Augustus los persiguiese como a conejos por el bosque. Libres para que el Comerciante los obligase a acabar lo que se suponían que debían hacer. Esperar no era una opción. Tenía que haber alguna otra manera…
- ¿Cómo de fresca tiene que ser la sangre? –preguntó entonces, mirándola de nuevo. Una idea peregrina acababa de cruzar su mente- Quizás haya otra forma.
Se levantó entonces de la silla, para dirigirse al posadero. El hombre lo observó con cierto recelo, mientras el elfo se acercaba y le pedía con amabilidad un cuchillo.
- ¿Para qué? –preguntó el fornido elfo con brusquedad.
- Voy a abrirme el cuello para alimentarla –señaló a Caoimhe- La venero como a una diosa, no puedo permitir que pase hambre –contestó con cierto dramatismo y una fingida expresión de inocencia- También estaría bien un poco de mantequilla, si no le importa –añadió entonces en su tono normal- el pan reseco no baja demasiado bien.
El tabernero lo miró de hito en hito y, negando con la cabeza, le alcanzó un cuchillo y un pequeño plato con un poco de mantequilla.
- Te estoy vigilando –añadió, antes de darle la espalda para tomar una jarra y colgarla sobre la barra.
El peliblanco tomó ambas cosas y volvió a la mesa, colocando cuidadosamente el cuchillo entre él y la chica. Tomó entonces uno de los vasos y bebió hasta vaciarlo, colocándolo también entre ambos.
- Argus es un paranoico –comenzó- Ve enemigos en cada esquina. No es que se lo reproche, uno recoge lo que siembra. La cuestión es que… existen rumores. No sé hasta que punto pueden ser reales –guardó silencio un instante, sopesando como explicar aquello- Durante nuestra incómoda estancia en sus dominios quizás percibiste que todos sus secuaces llevan la misma marca. Le gusta que la gente sepa que determinadas cosas son de su propiedad. Creen que eso les da cierto “estatus”, pero en realidad es lo mismo que marcar al ganado –se encogió ligeramente de hombros- La cuestión es que, entre sus muchos amantes (y solo los dioses saben el estómago que uno tiene que tener para acostarse a alguien como Argus), se encuentra Ínadel. Ella es… digamos que es una destacada dama de la ciudad y su relación con Augustus… -se estremeció ligeramente- mejor no hablar de ello. El caso es que Ínadiel tiene la capacidad de dibujar runas y lleva años usándola para marcar a los esbirros de Argus, de esta forma se asegura de que no puedan traicionarlo, so pena de un castigo terrible –la miró un instante, antes de añadir- Si los rumores son ciertos, las runas se dibujan con la sangre de Argus. Sangre fresca y embotellada, suministrada de forma regular para marcar a los recién llegados. Con un poco de suerte podría tener un vial con sangre de hace apenas unos días.
Guardó entonces silencio, observando la reacción que sus palabras tenían en la chica. Reunirse con Ínadel no iba a ser fácil, pero quizás tuviesen una oportunidad con ella que Argus no iba a darles. La última mirada que les había dirigido el Comerciante había prometido una dolorosa venganza. Los evanescentes tatuajes de su cara podrían servir de excusa para visitar a la elfa, si los guardias preguntaban la razón de su visita, y sabía que la elfa no se negaría a verlo. Siempre había ansiado conocer las runas de los Inglorien, aquellas que ningún otro clan era capaz de dibujar.
- En otro orden de cosas –retomó la palabra tras unos minutos de silencio, tomando el cuchillo entre sus manos- Vi tu expresión en aquella habitación en la que nos encerraron cuando te acercaste a Argus y también en el callejón, las dos veces que me pegué a ti –hizo rodar el cuchillo entre sus dedos, cuidándose de no tocar el filo- Si necesitas beber… podemos arreglarlo. No voy a rajarme el cuello –añadió, negando de forma dramática- y tampoco sé si el contenido de ese vaso sería suficiente –señaló el recipiente vacío- Puedo ver que sufres por ello y, si lo que nos queda por delante es tan complicado como parece, quizás sea mejor que te saques esa necesidad de encima –tras unos segundos añadió- No soy bien recibido en esta ciudad, y probablemente en ninguna otra de Sandorai, pero es mi gente. Si puedo ayudarte a calmar la sed y que ellos estén a salvo, creo que todos saldríamos ganando… bueno, yo perdería sangre, pero nos entendemos.
La miró entonces directamente a los ojos. Aquellos orbes de diferente color, que expresaban muchas más emociones de las que su dueña probablemente quería mostrar.
Observó con expresión neutra a la gente que discurría a su alrededor. La ciudad parecía haber cobrado todavía más vida, en las escasas horas en las que el Comerciante los había tenido retenidos. Miradas poco disimuladas siguieron sus pasos, mientras entre cuchicheos algunos se preguntaban quiénes eran aquellas dos figuras a las que escoltaba la guardia de la ciudad. Caoimhe, ajena al lenguaje de los elfos, avanzó con paso orgulloso por las sinuosas callejuelas de la urbe. Tarek en cambio notó el peso de aquellas palabras, que cayeron sobre él como losas de piedra. Poco a poco, el escaso ánimo que había recuperado tras lo ocurrido en el Campamento sur acabó por desvanecerse y, una vez más, las palabras del guardia hicieron eco en su mente. Solo seguía vivo porque, en el último instante, había decidido traicionar a los Ojosverdes. No lo había hecho por el bien de Nytt Hus, ni de su gente… había estado incluso a punto de atacar a la guardiana de la colonia en su momento más bajo… No, había sobrevivido porque el peso de las enseñanzas de Eithelen había sido mayor que cualquier otro razonamiento. “Los elfos no matan elfos”, siempre le había repetido aquello… y esa idea fue lo único que frenó sus actos. Una idea que hacía apenas unos días había traicionado, para vengar a la persona a la que le había jurado que jamás violaría aquel sagrado mandato.
Apenas registró el lugar al que los habían conducido y asintió ausente, cuando el guardia les indicó que debía permanecer allí, bajo vigilancia, hasta que llegase la hora de su liberación. La luz de la vela, que ocupaba el centro de la mesa, pareció refulgir en los dos vasos de agua que habían colocado ante ellos. Agua y pan… para un vampiro. No pudo evitar reír en su fuero interno ante la estupidez de aquella situación. Aunque pensándolo de forma fría, tal vez se tratase de otro insulto hacia ellos del jefe de la guardia, uno especialmente dirigido a Caoimhe. Miró entonces a la chica.
- Dime –su voz dejó entrever cierta ironía- ¿Te llamas Caoimhe o eso también te lo inventaste para salir del paso?...
Las palabras que salieron entonces de su boca parecieron arrastrar algo que ni siquiera sabía que sentía. Mentiras… todo en su vida habían sido mentiras. Se preguntó por qué lo había acogido Eithelen, si al final había demostrado no ser más que una molestia para él. ¿Por tradición? Y los Ojosverdes… Dhonara había tenido un motivo, ¿lo sabía el Consejo del clan? Necesitaba poner tierra de por medio, apartarse de todo y de todos… pero antes necesitaba cerrar aquel capítulo de su vida… y para eso debía salir vivo de allí. Para ello necesitaba que aquella mujer, aquella vampiresa por culpa de la cual casi lo habían ejecutado, le dijese qué estaba pasando.
Como era de esperar, sus palabras fueron recibidas con cierta hostilidad por parte de la chica. Aquella parecía ser su forma de reaccionar a todo lo que le sucedía, quizás como escudo ante las circunstancias. Uno que no parecía necesitar, visto cómo había lidiado con Argus. Tarek se cruzó de brazos ante su proposición de que podía asignarle otro nombre más a su gusto. Se reclinó levemente en la silla, poniéndose cómodo y la observó de frente, dándole a entender que era todo oídos ante lo que, esperaba, ella iba a contarle.
Ella pareció captar el mensaje, porque pronto comenzó su relato. Sus palabras, inconexas al principio debido a la falta de información, poco a poco fueron cobrando sentido en la mente del elfo. Bufó para ocultar una risa, cuando ella implicó que un elfo jamás vendería a uno de los suyos.
- Te sorprendería lo que los míos pueden hacerle a uno de los suyos –murmuró con desgana. Con un gesto de la cabeza, le pidió que siguiese.
La trama se volvió más compleja, según el relato de la chica avanzaba. Asintió ante algunos de sus comentarios, sin atreverse a hablar, a riesgo de que ella perdiese el hilo o decidiese callar. Por sus palabras extrapoló que todo el asunto estaba relacionado con Argus y que eran dos los niños implicados en el asunto, un elfo y un mestizo (la mención de aquel segundo niño trajo a su mente unos ojos azules, que rápidamente intentó olvidar).
- Mmm…. –fingió meditar ante sus preguntas sobre la evolución anatómica de los elfos- Más o menos en el momento en que los vampiros empezáis a necesitar toda la sangre de una persona para sobrevivir. Ya sabes, ahí por la pubertad –contestó con retintín. Con un suspiro le indicó que siguiese hablando.
Mencionó entonces a la guardia de la ciudad. El peliblanco se preguntó cuántas corrientes de pensamiento fluían al mismo tiempo bajo la negra cabellera de la chica, pues sus palabras tomaban derroteros de lo más inusual. Aunque en aquella ocasión no le faltaba razón. Dirigió la mirada hacia la puerta, donde uno de los soldados de la guarda los miraba sin demasiado disimulo. La expresión de la elfa mudó a una de completo desagrado cuando sus ojos se cruzaron. Con un último vistazo hacia ellos, abandonó la taberna, probablemente para hacer guardia en el exterior.
Dirigió de nuevo su atención a la vampiresa que, en otro giro de pensamiento, había vuelto al tema de los niños. Todo había sido una trampa. Una treta quizás demasiado compleja para lo que pretendía obtener de ella. La muerte de Alkiriel, extrañamente desconocida para la mujer y su contacto, parecía haber trastocado todo el plan que, aun así, ella había decidido continuar. Tarek se preguntó si realmente tenía un plan A, B, C y D como ella misma había asegurado, o actuaba según se le presentaban los acontecimientos. Caoimhe le había tendido una trampa a Argus y este a su vez le había tendido una a ella. El por qué el peliblanco se encontraba en medio de todo aquello era simplemente otra mala jugada del destino… como si no hubiese tenido suficientes en los últimos días. Estaba claro que había ofendido a los dioses al incendiar Nytt Hus.
Sintió cierta satisfacción al saber que su implicación en todo aquello había sido tan desfavorable para ella, como lo había sido para él. Su último comentario lo dejó, sin embargo, perplejo. Recordó que algunos vampiros tenían habilidades especiales vinculadas a la sangre. Lo había visto en Cohen, durante su estancia en Sacrestic Ville, pero jamás había escuchado nada relacionado con “mirar la sangre”. Alzó una ceja interrogante, pero dejó pasar el comentario. Aquello no era lo importante en ese momento y ella parecía estar llegando al final de sus divagaciones.
- Yo no mato a los míos –respondió de forma automática ante su mención de acabar con Argus, solo para recordar, segundos después, que esa afirmación ya no era cierta- Pero no voy a hacer nada si decides tomarte la revancha –afirmó entonces.
Las últimas palabras de la chica pusieron las cartas sobre la mesa. Descruzando los brazos, apoyó los codos sobre la mesa, acercándose ligeramente a elle. La taberna había ido vaciándose según ella avanzaba en su relato y en aquel momento solo permanecían en la misma un par de beodos y una pareja, demasiado ocupada en sus propios quehaceres como para interesarse por algo más. Aun así, bajó el tono de voz cuando le pregunto.
- Necesitas su sangre –repitió sus últimas palabras- Entiendo que, al tratarse de alguien tan específico, no será para alimentarte –le dio un segundo para que afirmase o desmintiese sus palabras- Entiendo también que la necesitas para obtener, de alguna manera y no necesito saber cuál, información –volvió a darle un segundo para responder- ¿No podíais haber elegido a otra persona? –preguntó entonces con cierto hastío- Argus es como una araña, tiene hilos por todas partes y la gente le debe más favores de los que puede pagar en una vida. Conseguir algo de él es… ¿imposible? –dejó caer la cabeza entre los brazos unos instantes, antes de volver a hablar- ¿No hay otra manera? –la miró expectante, sabiendo de antemano que su respuesta iba a ser negativa.
Se recostó de nuevo en la silla, pensativo. La campanilla de la puerta sonó cuando uno de los borrachos abandonó el establecimiento y Tarek pudo ver la sombra de los guardias en la puerta. No solo no podrían acercarse a Argus tras lo que habían hecho en el antro en el que los había retenido, sino que su escolta no los dejaría salir de aquel lugar hasta que llegase el próximo atardecer, no sin una buena razón.
Echó la cabeza hacia atrás, con desesperación. Tenía que haber alguna manera. Tenía que existir alguna otra posibilidad. Se preguntó si realmente le importaba que ella consiguiese la sangre. En menos de un día ambos quedarían en libertad fuera de los límites del Árbol… libres para que Augustus los persiguiese como a conejos por el bosque. Libres para que el Comerciante los obligase a acabar lo que se suponían que debían hacer. Esperar no era una opción. Tenía que haber alguna otra manera…
- ¿Cómo de fresca tiene que ser la sangre? –preguntó entonces, mirándola de nuevo. Una idea peregrina acababa de cruzar su mente- Quizás haya otra forma.
Se levantó entonces de la silla, para dirigirse al posadero. El hombre lo observó con cierto recelo, mientras el elfo se acercaba y le pedía con amabilidad un cuchillo.
- ¿Para qué? –preguntó el fornido elfo con brusquedad.
- Voy a abrirme el cuello para alimentarla –señaló a Caoimhe- La venero como a una diosa, no puedo permitir que pase hambre –contestó con cierto dramatismo y una fingida expresión de inocencia- También estaría bien un poco de mantequilla, si no le importa –añadió entonces en su tono normal- el pan reseco no baja demasiado bien.
El tabernero lo miró de hito en hito y, negando con la cabeza, le alcanzó un cuchillo y un pequeño plato con un poco de mantequilla.
- Te estoy vigilando –añadió, antes de darle la espalda para tomar una jarra y colgarla sobre la barra.
El peliblanco tomó ambas cosas y volvió a la mesa, colocando cuidadosamente el cuchillo entre él y la chica. Tomó entonces uno de los vasos y bebió hasta vaciarlo, colocándolo también entre ambos.
- Argus es un paranoico –comenzó- Ve enemigos en cada esquina. No es que se lo reproche, uno recoge lo que siembra. La cuestión es que… existen rumores. No sé hasta que punto pueden ser reales –guardó silencio un instante, sopesando como explicar aquello- Durante nuestra incómoda estancia en sus dominios quizás percibiste que todos sus secuaces llevan la misma marca. Le gusta que la gente sepa que determinadas cosas son de su propiedad. Creen que eso les da cierto “estatus”, pero en realidad es lo mismo que marcar al ganado –se encogió ligeramente de hombros- La cuestión es que, entre sus muchos amantes (y solo los dioses saben el estómago que uno tiene que tener para acostarse a alguien como Argus), se encuentra Ínadel. Ella es… digamos que es una destacada dama de la ciudad y su relación con Augustus… -se estremeció ligeramente- mejor no hablar de ello. El caso es que Ínadiel tiene la capacidad de dibujar runas y lleva años usándola para marcar a los esbirros de Argus, de esta forma se asegura de que no puedan traicionarlo, so pena de un castigo terrible –la miró un instante, antes de añadir- Si los rumores son ciertos, las runas se dibujan con la sangre de Argus. Sangre fresca y embotellada, suministrada de forma regular para marcar a los recién llegados. Con un poco de suerte podría tener un vial con sangre de hace apenas unos días.
Guardó entonces silencio, observando la reacción que sus palabras tenían en la chica. Reunirse con Ínadel no iba a ser fácil, pero quizás tuviesen una oportunidad con ella que Argus no iba a darles. La última mirada que les había dirigido el Comerciante había prometido una dolorosa venganza. Los evanescentes tatuajes de su cara podrían servir de excusa para visitar a la elfa, si los guardias preguntaban la razón de su visita, y sabía que la elfa no se negaría a verlo. Siempre había ansiado conocer las runas de los Inglorien, aquellas que ningún otro clan era capaz de dibujar.
- En otro orden de cosas –retomó la palabra tras unos minutos de silencio, tomando el cuchillo entre sus manos- Vi tu expresión en aquella habitación en la que nos encerraron cuando te acercaste a Argus y también en el callejón, las dos veces que me pegué a ti –hizo rodar el cuchillo entre sus dedos, cuidándose de no tocar el filo- Si necesitas beber… podemos arreglarlo. No voy a rajarme el cuello –añadió, negando de forma dramática- y tampoco sé si el contenido de ese vaso sería suficiente –señaló el recipiente vacío- Puedo ver que sufres por ello y, si lo que nos queda por delante es tan complicado como parece, quizás sea mejor que te saques esa necesidad de encima –tras unos segundos añadió- No soy bien recibido en esta ciudad, y probablemente en ninguna otra de Sandorai, pero es mi gente. Si puedo ayudarte a calmar la sed y que ellos estén a salvo, creo que todos saldríamos ganando… bueno, yo perdería sangre, pero nos entendemos.
La miró entonces directamente a los ojos. Aquellos orbes de diferente color, que expresaban muchas más emociones de las que su dueña probablemente quería mostrar.
Tarek Inglorien
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Re: Dime qué callas... [ Privado] [Noche]
Un poema de expresiones surcaba la cara de Tarek a medida que la vampiresa desvelaba la mayor parte de su plan. Caoimhe parecía ver como el cerebro de aquel elfo encajaba las piezas del rompecabeza entendiendo a la perfección lo que intentaba contarle.
De las muchas expresiones que Caoimhe entendió en su rostro, le sorprendió no encontrar algunas lo suficientemente familiares a ella misma como eran la decepción y el rechazo. Por supuesto su cabeza lo achacó al hecho de que tan solo la conocía desde hacía unas horas. No entendía la amplitud de su poca moral y lo poco que le importaba en general el hecho de que nadie más entendiese los motivos por los que las llevaba a cabo. Al menos de manera generalizada.
Caoimhe alzó una ceja ante la pregunta del elfo, sacando su mente de aquel trance a modo de escudo en el que solía sumirse al dejar que alguien se acercase a su verdadera esencia. Pero su sorpresa se entremezcló con diversión al observar la interacción del elfo con el posadero. Y aquella diversión pasó de manera fugaz a... interés. ¿Una respuesta volátil porque estaba nervioso? O.. quizás verdaderamente aquel elfo había renegado de las raíces del árbol que les daba cobijo lo suficiente como para no encontrar el respeto anexo a todos los de su especie para con los de su especie. Le había dicho que no mataba a los suyos. Pero quizás no era ella la única de moral dudosa en aquella sala.
Curioso, cuanto menos.
El elfo no acalló su discurso después de su interacción con el posadero. Lo cierto es que todo lo que estaba desarrollando encajaba quizás demasiado a la perfección con una posible solución a los problemas en los que ambos se había encontrado inmiscuidos. La vampiresa no dijo nada en un primer momento, escuchando atenta la información que Tarek depositaba en aquella sala, cada vez más vacía.
La idea de una marca la tomó por sorpresa. No estaba segura a qué extensión llegaba el control de aquella ciudad por parte de Argus, pero no pudo sino imaginar con cierto asco como Argus ponía su nombre sobre la vida de las personas, aleccionándolas para su interés y privándolas de ser lo suficientemente libres como para decidir si querían o no ser relacionados con él. No. Aquel hombre necesitaba una cura de realidad inmediata. Quizás Caoimhe no fuese la más idónea para proporcionarsela... Pero comenzaba a pensar que ella si que podría tirar de los hilos tensores que creaban su red. Quizás incluso podía atajar dos pájaros de un tiro.
-Sería sin duda una muy buena idea... si no tuviésemos al menos 6 ojos sobre nuestras nucas- dijo Caoimhe mirando a su alrededor, pensativa. Su cabeza analizando todas las posibilidades. Encontrando todas y cada una de las alternativas que llevaban al poco éxito...
Pero entonces Tarek habló de nuevo. Su expresión ahora serena fingiendo una lejanía y calma que no podían estar en par con lo que estaba proponiendo. Caoimhe abrió los ojos de manera sorprendida tan solo por un segundo y sus manos juguetearon con parte de la miga de pan que no había tocado, bajando la mirada.
Era la segunda vez en aquel día que se preguntaba quién era aquel elfo y de donde había salido. Veía en la distancia que le proporcionaba su mirada enfocada en el pan como Tarek jugaba con el cuchillo de manera tentadora. Algo primitivo se despertó en ella y sus dedos apretaron con fuerza la pelota en la que se había convertido el pan entre su mano cicatrizada.
Tan solo había hablado de su sed con una persona. Sus labios se habían manchado con la calidez de la sangre ajena frente a los ojos de aquel otro vampiro y desde entonces, su maldición parecía haberse hecho más valiente... menos pasiva.
Caoimhe la acalló de manera volátil mientras su maldición imaginaba de manera explícita el sabor particular de la sangre de Tarek. Tragó saliva y entonces lo entendió.
Sin duda aquella era una idea... kamikace. ¿Pudiese ser? ¿Funcionaría quizás?
-Sin duda sabes bien como tentar la sed de una vampiresa- dijo de manera segura y alzando la voz mucho más de lo que habían estado hablando hasta aquel momento-
Observó la expresión de Tarek ahora fijo en sus propios ojos. No podía perder mucho tiempo. Necesitaba aquella oportunidad. Su mirada se dirigió de manera pausada al cuello de Tarek. No pudo evitar morder su propio labio inferior, humedeciéndolo de manera sutil para acabar en una media sonrisa malévola. La cazadora dentro de ella despertando ante la visión de su presa.
Se levantó de la silla donde se sentaba, muy consciente de que los guardias la escuchaban y habían devuelto su atención a ella y al elfo.
Sus pasos fueron rápidos y firmes, no dudó al alcanzar la figura de Tarek y cuando lo hizo, sus manos acariciaron de manera momentánea su hombro a la vez que sin esperar invitación se sentó sobre sus rodillas de manera lateral. Cuando ambos rostros estuvieron lo suficientemente cerca como para cuestionar el espacio personal que habían estado manteniendo hasta aquel entonces, la mano de Caoimhe pasó del hombro de Tare a sus labios acariciando su mejilla y silenciando cualquier protesta o palabra que emitiese.
Necesitaba aquello. No había razón para posponerlo más. Su sed despierta y latiendo de manera furtiva en su garganta. La vampiresa le dedicó una mirada significativa a Tarek a la par que se abalanzaba sobre su cuello
Varias cosas pasaron entonces la vez. La mano que acariciaba los labios de Tarek se movió de manera disimulada hasta la oreja opuesta a donde la cabeza de Caoimhe había atesorado el cuello de Tarek. Sus cabellos oscuros ocultando su rostro y la escena maquiavélica de manera casi teatral.
La vampiresa paró su acción en el momento justo en el que su mano alcanzó la oreja del chico y cuando llegó a su lóbulo, a la par que sus propios labios acariciaban su cuello, apretó de manera firme clavando sus uñas en el lóbulo del elfo. Esperando el grito o gesto de dolor en la expresión del elfo. Asegurándose, por muy dificil que fuese.que sus dientes se mantuviesen lejos del cuello del chico.
-¿PERO QUE ES ESTO!?- La voz de ambos elfos guardas irrumpió el silencio casi furtivo en el que se había sumido la sala.
La vampiresa sintió el agarre de unas manos que desconocía en sus hombros y se aseguró de limpiar sus labios de una sangre inexistente cuando su rostro salió de entre sus cabellos. Miró a Tarek de manera significativa esperando que él siguiese aquel teatro.
-¡Sabía que los de tu raza tenían poco decoro pero me parece asqueroso que oses alimentarte de esta manera! Bajo los mismos ojos de Isil- dijo el hombre alzándola del asiento en el que se había convertido Tarek y zarandeándola.
-Perdón pero... pensé que no queríais que muriese. Una de las órdenes en cuestión y... por si no te has dado cuenta, Tarek está de acuerdo con esto. Y yo necesito alimentarme.- dijo zafándose del agarre fingiendo una frustración inexistente.
Aquello pareció tomar por sorpresa al guarda que quedó sin palabras y miró a Tarek con una expresión que irradiaba asco y desprecio.
-¿Acaso es eso cierto? ¿Es que no has tenido suficiente con deshonrar a todo tu clan? ¿Ahora también eres alimento de alimañas?- dijo el elfo molesto y furioso.
Caoimhe se posicionó frente él y Tarek obligándolo a retroceder.
-Si quieres prestarte voluntario en su lugar.. no soy muy exigente. Quizás no sea tan benevolente con el dolor que te cause pero... sangre es san...
-Señores... señores... por favor... esperen un segundo esto... es muy tarde... Van a despertar a mis clientes y... ¡Por Anar si eso ocurriese! La... chica tan solo quiere alimentarse. Y el elfo lo ha consentido... quizás si me permite podría dejarles... una habitación quizás. He oído que sois rápidos ¿No es cierto? ¿2 o 3 horas es suficiente?- dijo el posadero
Caoimhe inspeccionó a Tarek de manera concienzuda antes de contestar y pasó su mirada por la ventana tapiada a un lado de la posada. El anochecer estaba cerca.
-Con unas... dos horas me bastará y sobrará- dijo, una mezcla entre diversión y seguridad.
El guardia suspiró de manera audible, resignado y entendiendo la situación al fin.
-Dos horas- dijo finalmente- Y si no salís ambos vivos para entonces, me aseguraré de tirar la puerta abajo yo mismo
El posadero los guió hasta las escaleras. Caoimhe evitó de manera directa mirar a Tarek. No estaba segura que iba a encontrar en su expresión pero no podía entretenerse con situaciones incómodas y estaba segura que había traspasado un nivel de confianza bastante abrupto.
El guardia los siguió.
-Emm... pensé que ibamos a estar los dos solos- dijo Caoimhe al llegar a la puerta de la habitación asignada- No... digamos que... A veces no es bonito. Ni indoloro- añadió fingiendo timidez.
El guardia elfo se sonrojó y entre gruñidos desapareció. El posadero le dió las llaves a Caoimhe después de abrir la puerta.
Cuando ambos entraron en la habitación y el sonido del cerrar la puerta tras ellos señaló que estaban solos, Caoimhe pudo al fin relajar los hombros y suspirar de alivio. Caminó de manera despreocupada hasta la ventana de la habitación. Bastante consciente que Tarek necesitaba una explicación de lo que estaba haciendo, o al menos una disculpa. Sus mejillas encendidas de manera sutil ahora que la adrenalina de la actuación se había marchado.
-Debemos... si... no es muy alto quizás podemos saltar si apoyamos nuestros pies en..- Balbuceaba de manera nerviosa mientras intentaba abrir la ventana encajada y pesada de manera poco exitosa. - Digo... la luz es demasiado clara aun como para que yo pueda salir... pero si no desplazamos la persiana estoy segura que quizás podemos analizar el salto necesario para... o tu podrías ir...-
Lo intentó de manera repetida sin dejar de hablar una y otra vez. Con cuidado de no alzar la persiana para no hacerse daño. Evitando contacto visual con Tarek hasta que finalmente entendió que necesitaba la ayuda del chico y se giró hasta él. No estaba segura de como afrontar la incomodidad así que le dedicó una mirada sincera y significativa. Su mente entremezclada con el casi familiar aroma de la esencia de Tarek. Se sosegó entonces, percatándose que estaban a oscuras.
Dejó la ventana tras de si y caminó ahora más pausada hasta alcanzar una vela y algunos cerillos. Agarró uno y lo encendió, jugueteando con la llama en su mano
-Lo siento... Te prometo que en cuanto sea lo suficientemente oscuro como para abrir esta ventana y puedas guiarme hasta la casa de Ínadiel, antes podrás deshacerte de mi- la sed estaba lo suficientemente molesta y frustrada como para tintar aquellas palabras de algo de molestia. Por lo que Caoimhe aclaró su garganta de nuevo y respondió retomando la proposición que Tarek le había hecho en la sala anterior.- No soy el tipo de vampiro que deja que la necesidad de sangre guíe su sed u acciones. Por lo que tampoco aceptaría la tuya por necesidad.
Acercó al fin la llama a la vela, revelando su posición. Sus mejillas algo menos azoradas. Su sed algo más calmada. La habitación menos oscura mostrando ahora una cama rudimentaria, separando a ambas figuras. Un tocador, una silla y un balde de agua no muy lejos de donde se posicionaba Caoimhe.
De las muchas expresiones que Caoimhe entendió en su rostro, le sorprendió no encontrar algunas lo suficientemente familiares a ella misma como eran la decepción y el rechazo. Por supuesto su cabeza lo achacó al hecho de que tan solo la conocía desde hacía unas horas. No entendía la amplitud de su poca moral y lo poco que le importaba en general el hecho de que nadie más entendiese los motivos por los que las llevaba a cabo. Al menos de manera generalizada.
Caoimhe alzó una ceja ante la pregunta del elfo, sacando su mente de aquel trance a modo de escudo en el que solía sumirse al dejar que alguien se acercase a su verdadera esencia. Pero su sorpresa se entremezcló con diversión al observar la interacción del elfo con el posadero. Y aquella diversión pasó de manera fugaz a... interés. ¿Una respuesta volátil porque estaba nervioso? O.. quizás verdaderamente aquel elfo había renegado de las raíces del árbol que les daba cobijo lo suficiente como para no encontrar el respeto anexo a todos los de su especie para con los de su especie. Le había dicho que no mataba a los suyos. Pero quizás no era ella la única de moral dudosa en aquella sala.
Curioso, cuanto menos.
El elfo no acalló su discurso después de su interacción con el posadero. Lo cierto es que todo lo que estaba desarrollando encajaba quizás demasiado a la perfección con una posible solución a los problemas en los que ambos se había encontrado inmiscuidos. La vampiresa no dijo nada en un primer momento, escuchando atenta la información que Tarek depositaba en aquella sala, cada vez más vacía.
La idea de una marca la tomó por sorpresa. No estaba segura a qué extensión llegaba el control de aquella ciudad por parte de Argus, pero no pudo sino imaginar con cierto asco como Argus ponía su nombre sobre la vida de las personas, aleccionándolas para su interés y privándolas de ser lo suficientemente libres como para decidir si querían o no ser relacionados con él. No. Aquel hombre necesitaba una cura de realidad inmediata. Quizás Caoimhe no fuese la más idónea para proporcionarsela... Pero comenzaba a pensar que ella si que podría tirar de los hilos tensores que creaban su red. Quizás incluso podía atajar dos pájaros de un tiro.
-Sería sin duda una muy buena idea... si no tuviésemos al menos 6 ojos sobre nuestras nucas- dijo Caoimhe mirando a su alrededor, pensativa. Su cabeza analizando todas las posibilidades. Encontrando todas y cada una de las alternativas que llevaban al poco éxito...
Pero entonces Tarek habló de nuevo. Su expresión ahora serena fingiendo una lejanía y calma que no podían estar en par con lo que estaba proponiendo. Caoimhe abrió los ojos de manera sorprendida tan solo por un segundo y sus manos juguetearon con parte de la miga de pan que no había tocado, bajando la mirada.
Era la segunda vez en aquel día que se preguntaba quién era aquel elfo y de donde había salido. Veía en la distancia que le proporcionaba su mirada enfocada en el pan como Tarek jugaba con el cuchillo de manera tentadora. Algo primitivo se despertó en ella y sus dedos apretaron con fuerza la pelota en la que se había convertido el pan entre su mano cicatrizada.
Tan solo había hablado de su sed con una persona. Sus labios se habían manchado con la calidez de la sangre ajena frente a los ojos de aquel otro vampiro y desde entonces, su maldición parecía haberse hecho más valiente... menos pasiva.
Caoimhe la acalló de manera volátil mientras su maldición imaginaba de manera explícita el sabor particular de la sangre de Tarek. Tragó saliva y entonces lo entendió.
Sin duda aquella era una idea... kamikace. ¿Pudiese ser? ¿Funcionaría quizás?
-Sin duda sabes bien como tentar la sed de una vampiresa- dijo de manera segura y alzando la voz mucho más de lo que habían estado hablando hasta aquel momento-
Observó la expresión de Tarek ahora fijo en sus propios ojos. No podía perder mucho tiempo. Necesitaba aquella oportunidad. Su mirada se dirigió de manera pausada al cuello de Tarek. No pudo evitar morder su propio labio inferior, humedeciéndolo de manera sutil para acabar en una media sonrisa malévola. La cazadora dentro de ella despertando ante la visión de su presa.
Se levantó de la silla donde se sentaba, muy consciente de que los guardias la escuchaban y habían devuelto su atención a ella y al elfo.
Sus pasos fueron rápidos y firmes, no dudó al alcanzar la figura de Tarek y cuando lo hizo, sus manos acariciaron de manera momentánea su hombro a la vez que sin esperar invitación se sentó sobre sus rodillas de manera lateral. Cuando ambos rostros estuvieron lo suficientemente cerca como para cuestionar el espacio personal que habían estado manteniendo hasta aquel entonces, la mano de Caoimhe pasó del hombro de Tare a sus labios acariciando su mejilla y silenciando cualquier protesta o palabra que emitiese.
Necesitaba aquello. No había razón para posponerlo más. Su sed despierta y latiendo de manera furtiva en su garganta. La vampiresa le dedicó una mirada significativa a Tarek a la par que se abalanzaba sobre su cuello
Varias cosas pasaron entonces la vez. La mano que acariciaba los labios de Tarek se movió de manera disimulada hasta la oreja opuesta a donde la cabeza de Caoimhe había atesorado el cuello de Tarek. Sus cabellos oscuros ocultando su rostro y la escena maquiavélica de manera casi teatral.
La vampiresa paró su acción en el momento justo en el que su mano alcanzó la oreja del chico y cuando llegó a su lóbulo, a la par que sus propios labios acariciaban su cuello, apretó de manera firme clavando sus uñas en el lóbulo del elfo. Esperando el grito o gesto de dolor en la expresión del elfo. Asegurándose, por muy dificil que fuese.que sus dientes se mantuviesen lejos del cuello del chico.
-¿PERO QUE ES ESTO!?- La voz de ambos elfos guardas irrumpió el silencio casi furtivo en el que se había sumido la sala.
La vampiresa sintió el agarre de unas manos que desconocía en sus hombros y se aseguró de limpiar sus labios de una sangre inexistente cuando su rostro salió de entre sus cabellos. Miró a Tarek de manera significativa esperando que él siguiese aquel teatro.
-¡Sabía que los de tu raza tenían poco decoro pero me parece asqueroso que oses alimentarte de esta manera! Bajo los mismos ojos de Isil- dijo el hombre alzándola del asiento en el que se había convertido Tarek y zarandeándola.
-Perdón pero... pensé que no queríais que muriese. Una de las órdenes en cuestión y... por si no te has dado cuenta, Tarek está de acuerdo con esto. Y yo necesito alimentarme.- dijo zafándose del agarre fingiendo una frustración inexistente.
Aquello pareció tomar por sorpresa al guarda que quedó sin palabras y miró a Tarek con una expresión que irradiaba asco y desprecio.
-¿Acaso es eso cierto? ¿Es que no has tenido suficiente con deshonrar a todo tu clan? ¿Ahora también eres alimento de alimañas?- dijo el elfo molesto y furioso.
Caoimhe se posicionó frente él y Tarek obligándolo a retroceder.
-Si quieres prestarte voluntario en su lugar.. no soy muy exigente. Quizás no sea tan benevolente con el dolor que te cause pero... sangre es san...
-Señores... señores... por favor... esperen un segundo esto... es muy tarde... Van a despertar a mis clientes y... ¡Por Anar si eso ocurriese! La... chica tan solo quiere alimentarse. Y el elfo lo ha consentido... quizás si me permite podría dejarles... una habitación quizás. He oído que sois rápidos ¿No es cierto? ¿2 o 3 horas es suficiente?- dijo el posadero
Caoimhe inspeccionó a Tarek de manera concienzuda antes de contestar y pasó su mirada por la ventana tapiada a un lado de la posada. El anochecer estaba cerca.
-Con unas... dos horas me bastará y sobrará- dijo, una mezcla entre diversión y seguridad.
El guardia suspiró de manera audible, resignado y entendiendo la situación al fin.
-Dos horas- dijo finalmente- Y si no salís ambos vivos para entonces, me aseguraré de tirar la puerta abajo yo mismo
El posadero los guió hasta las escaleras. Caoimhe evitó de manera directa mirar a Tarek. No estaba segura que iba a encontrar en su expresión pero no podía entretenerse con situaciones incómodas y estaba segura que había traspasado un nivel de confianza bastante abrupto.
El guardia los siguió.
-Emm... pensé que ibamos a estar los dos solos- dijo Caoimhe al llegar a la puerta de la habitación asignada- No... digamos que... A veces no es bonito. Ni indoloro- añadió fingiendo timidez.
El guardia elfo se sonrojó y entre gruñidos desapareció. El posadero le dió las llaves a Caoimhe después de abrir la puerta.
Cuando ambos entraron en la habitación y el sonido del cerrar la puerta tras ellos señaló que estaban solos, Caoimhe pudo al fin relajar los hombros y suspirar de alivio. Caminó de manera despreocupada hasta la ventana de la habitación. Bastante consciente que Tarek necesitaba una explicación de lo que estaba haciendo, o al menos una disculpa. Sus mejillas encendidas de manera sutil ahora que la adrenalina de la actuación se había marchado.
-Debemos... si... no es muy alto quizás podemos saltar si apoyamos nuestros pies en..- Balbuceaba de manera nerviosa mientras intentaba abrir la ventana encajada y pesada de manera poco exitosa. - Digo... la luz es demasiado clara aun como para que yo pueda salir... pero si no desplazamos la persiana estoy segura que quizás podemos analizar el salto necesario para... o tu podrías ir...-
Lo intentó de manera repetida sin dejar de hablar una y otra vez. Con cuidado de no alzar la persiana para no hacerse daño. Evitando contacto visual con Tarek hasta que finalmente entendió que necesitaba la ayuda del chico y se giró hasta él. No estaba segura de como afrontar la incomodidad así que le dedicó una mirada sincera y significativa. Su mente entremezclada con el casi familiar aroma de la esencia de Tarek. Se sosegó entonces, percatándose que estaban a oscuras.
Dejó la ventana tras de si y caminó ahora más pausada hasta alcanzar una vela y algunos cerillos. Agarró uno y lo encendió, jugueteando con la llama en su mano
-Lo siento... Te prometo que en cuanto sea lo suficientemente oscuro como para abrir esta ventana y puedas guiarme hasta la casa de Ínadiel, antes podrás deshacerte de mi- la sed estaba lo suficientemente molesta y frustrada como para tintar aquellas palabras de algo de molestia. Por lo que Caoimhe aclaró su garganta de nuevo y respondió retomando la proposición que Tarek le había hecho en la sala anterior.- No soy el tipo de vampiro que deja que la necesidad de sangre guíe su sed u acciones. Por lo que tampoco aceptaría la tuya por necesidad.
Acercó al fin la llama a la vela, revelando su posición. Sus mejillas algo menos azoradas. Su sed algo más calmada. La habitación menos oscura mostrando ahora una cama rudimentaria, separando a ambas figuras. Un tocador, una silla y un balde de agua no muy lejos de donde se posicionaba Caoimhe.
Caoimhe
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Re: Dime qué callas... [ Privado] [Noche]
Había imaginado varias respuestas por parte de la vampiresa a su propuesta de alimentarla: aceptación, enfado, duda… Pero, por no variar, la mujer hizo algo diametralmente diferente a lo que podía esperarse de ella. Alzando la voz, captó la atención del único soldado aún presente en la sala. Tarek la miró extrañado unos instantes, preguntándole con la mirada a qué venía aquel repentino cambio en su comportamiento. Lo que sucedió a continuación, solo aumentó la turbación que sentía en ese mismo momento y lo dejó tan perplejo que no pudo hacer otra cosa que mirar a la vampiresa con cara de incomprensión.
Sentándose sobre su regazo, le acarició el cuello, haciendo que un leve escalofrío recorriese la columna del elfo. El peliblanco abrió la boca, para preguntarle a qué venía aquello, pero ella lo silenció, colocando sus fríos dedos sobre sus labios. Por el rabillo del ojo, Tarek vio acercarse al guardia que todavía se encontraba en el interior de la taberna, cuya mano se dirigía inexorablemente al mango de su arma. Se preguntó en qué momento las cosas habían mudado a aquella extraña escena. Una parte de él le impelió a sacarse de encima a la mujer, alejarse de lo que, a todas luces, era un potencial peligro contra su integridad física. Sin embargo, tras todas las horas que habían compartido, el elfo dudo que aquello no fuese alguna de sus peculiares tretas para librarse de la situación en la que se encontraban… o al menos deseaba poder agarrase a aquella esperanza. La presencia del guardia, aunque poco deseada, le proporcionó una tranquilidad que no debería haber sentido. Esperaba, aún a pesar del desprecio que le había mostrado, que se dignase a socorrerlo en caso de que la vampiresa realmente hubiese tomado su invitación de alimentarla con demasiado fervor. ¿Se había equivocado con ella?
Un siseo de dolor abandonó su boca en momento en que los labios de la chica tomaron contacto con la piel de su cuello y un punzante dolor atravesaba el lóbulo de la oreja que acababa de pellizcarle, quizás con demasiada fuerza.
La voz del guardia, exigiendo una explicación a aquella peculiar escena, interrumpió el extraño silencio en el que se había sumido la taberna. Agarrando a la chica de los hombros, el soldado la apartó con énfasis del peliblanco que, con premura, llevó su propia mano a la “mordedura” de su cuello, intentando ocultar la inexistente marca que se suponía que la chica le había hecho. Tuvo que reprimir el impulso de llevar la otra mano a su oreja derecha, cuyo lóbulo latía a causa del pellizco que ella le había propinado. Simulando su mejor cara de inocencia, miró de forma interrogativa al soldado, que en ese momento había comenzado una batalla dialectal con Caoimhe. La afirmación de que el peliblanco había estado de acuerdo con alimentar a la vampiresa, pareció trastocar al guerrero.
- ¿Acaso es eso cierto? ¿Es que no has tenido suficiente con deshonrar a todo tu clan? ¿Ahora también eres alimento de alimañas? - dijo el elfo molesto y furioso.
- ¿Prefieres que ande por ahí famélica? Seguro que eso tranquilizaría mucho a los ciudadanos del Árbol Madre –respondió, aunque la chica volvió a tomar la palabra tras él sin darle oportunidad al soldado a responderle.
Fue finalmente el tabernero el que puso fin a la disputa, ofreciéndoles un par de horas en una habitación en la que ocultarse de las miradas indiscretas. El guardia, aún ofendido por toda la escena, aceptó finalmente la propuesta.
- […] si no salís ambos vivos para entonces, me aseguraré de tirar la puerta abajo yo mismo.
- Cualquiera diría que te preocupa mi integridad física –comentó con ironía el peliblanco, ante la furibunda mirada del guardia, antes seguir a Caoimhe escaleras arriba hasta la habitación prometida.
Una vez dentro, con la puerta firmemente cerrada a su espalda, observó a la chica. Parecía nerviosa, más incluso de lo que había estado en cualquier otro momento de la noche. La vio moverse, de un lado a otro, cerrando las cortinas de forma compulsiva y balbuceando lo que, seguramente, sería su plan magistral. Tarek se limitó a cruzar los brazos y dejarla actuar. Tras varios minutos, la chica se acercó a una vela, que remarcó sus facciones entre los oscuros cabellos que enmarcaban su rostro. Se encontraban separados por una rudimentaria cama, el único mueble de la habitación, junto con una pequeña mesilla y un soporte para una palangana.
Se observaron unos instantes, ella todavía nerviosa y azorada, él con expresión estoica, casi enfadada. Pero poco tiempo más pudo mantener su falsa fachada, antes de comenzar a reírse. Le costó varios minutos recuperar la compostura, pues cada vez que dirigía la mirada a la chica, rompía de nuevo en carcajadas. No recordaba la última vez que me había reído tanto. Tras varios minutos, un poco más templado, consiguió dirigirle finalmente la palabra.
- Podías haberte contenido un poco –comentó, masajeándose el lóbulo derecho- Creo que mi oreja nunca volverá a ser lo que era.
Haciendo un gesto a la chica, le pidió que guardase silencio y, aproximándose a la puerta, pegó la oreja a la misma. Tras unos segundos consiguió distinguir la calmada respiración de alguien al otro lado de la maciza plancha de madera. Por muy desagradable que aquello le pareciese, estaba claro que el guardia del Consejo no iba a dejarlos solos. Con un nuevo gesto, le indicó a la vampiresa que hablase en voz baja.
- Vale, por lo que he entendido de tus balbuceos –comentó con una sonrisa en los labios, sin poder evitar soltarle una pequeña pulla- quieres aprovechar el tiempo que nos han dado para salir, ir a buscar a Ínadiel y volver, antes de que ese enfadado guardia, al que los dos le repugnamos tanto, eche esa puerta abajo –meditó un instante el plan- ¿Te has planteado siquiera la posibilidad de que Ínadiel viva al otro lado del Árbol Madre y que las dos horas que nos han conseguido no sean suficientes para ir a buscarla?
La observó con intención. Estaba claro que la chica improvisaba sobre la marcha. Hasta ahora le había funcionado, y con Argus lo había tenido complicado, pero al parecer ni siquiera su maquiavélica mente era capaz de contemplar todas las posibilidades que podía haber en su contra. Jugaba la carta de la seguridad, pero estaba claro que era más una fachada que una realidad.
- Por suerte para ti –añadió al cabo de unos minutos- Su taller no está demasiado lejos. A Argus le gusta la calidad, así que se buscó una amante en la zona alta de la ciudad y nuestros queridos protectores nos han acercado enormemente a la misma al traernos a esta pasada. Pero deberíamos irnos en cuanto el sol se ponga, el tiempo corre y no precisamente a nuestro favor.
Acercándose a la ventana, descorrió ligeramente la cortina, para contemplar el cielo, que se oscurecía poco a poco, con los últimos rayos de luz rompiendo el horizonte. En apenas unos minutos tendría la suficiente oscuridad como para poder salir de aquella habitación sin que su compañera estallase en llamas como una antorcha.
- ¿Cuál es tu plan? -preguntó aún en voz baja. Se vio interrumpido entonces por unos golpes en la puerta.
- ¿Todo bien ahí dentro? –la voz del guardia sonó opacada tras la puerta y Tarek no pudo evitar poner los ojos en blanco. Con un gesto le pidió a la chica que le dejase responder.
- ¿En serio? –intentó imbuir su voz de un ligero enfado- Sabes que cada vez que la interrumpes, tiene que volver a morderme en otro sitio, ¿verdad? –mirando a la chica, con expresión divertida, al instó a decir algo más.
Una maldición, poco decorosa, dejó los labios del guardia, que se alejó unos pasos de la puerta. Tarek no pudo evitar sonreír con malicia.
- Como iba diciendo –comentó de nuevo en voz baja- ¿Cuál es tu plan? ¿Amenazar a Ínadiel? ¿Contarle alguna elaborada mentira para que te enterege algo que, claramente, Argus le ha confiado y que, seguramente, la hace sentirse la persona más especial del mundo y que por lo tanto no va a soltar por las buenas?
Se giró de nuevo hacia la ventana, mientras esperaba la respuesta de la chica. El sol se había ocultado finalmente tras las casas de la ciudad, dando paso a la noche. Si las marcas en la vela que Caoimhe había sostenido estaban bien medidas, había pasado aproximadamente media hora desde que los habían encerrado en la habitación. Tenían el tiempo justo para irse, hacer lo que fuese que la vampiresa había planeado, y volver.
- Espero que no tengas vértigo –comentó descorriendo las cortinas- Vamos a tener que ir por los tejados –abriendo la ventana con cuidado de no hacer ningún ruido, añadió- Intenta ser ligera como una pluma. Los elfos tenemos buen oído y no es habitual que la gente ande por el tejado de tu casa.
Sin más dilación, se encaramó al marco de la ventana, antes de girarse para agarrase al alfeizar de la siguiente y escalar los dos pisos de la posada que lo separaban del tejado. Agazapado, esperó a que la chica lo siguiese. Los guardas, abajo en la calle, comentaban aburridos unos extraños sucesos acaecidos al norte. Una masacre en una posada del camino, en la que varios elfos habían sido ejecutados en el interior del establo del establecimiento. Nadie sabía que hacían reunidos allí, pero la espada que los había matado había sido rápida y certera. El dueño de la posada había perecido también, siendo su hija la única testigo. Que la chica se negase a hablar no había ayudado a esclarecer el asunto.
Notó la presencia de Caoimhe a su lado y, con un gesto de la cabeza, la instó a que lo siguiese. Se deslizaron como dos sombras hacia la parte posterior de la posada, desde donde accedieron al edificio aledaño. Avanzaron con cuidado por los tejados, usando las calles solamente en aquellas ocasiones en las que la distancia entre los edificios era demasiado grande para ser salvada. De haber estado solo, el elfo habría paseado entre las sombras de los callejones, pero la vampiresa era demasiado reconocible, como para contemplar siquiera aquella opción.
Las farolas de la zona alta de la ciudad se fueron encendiendo a su paso, alumbrando la ciudad. Alcanzaron el primer anillo de la zona alta, cuando las últimas luces se encendieron en la zona baja del Árbol Madre, como si de un prado sembrado de luciérnagas se tratase. Tarek no pudo evitar encaramarse a una chimenea cercana, poniéndose de pie, para contemplar aquel espléndido espectáculo. La capital de los elfos era famosa por muchas cosas, pero la gente a menudo olvidaba el maravilloso espectáculo que presentaba en noches sin luna como aquella.
Con un último vistazo, indicó a la vampiresa que debían descender a una calle cercana. Escondidos entre las sombras de un callejón, le dirigió de nuevo la palabra.
- El taller de Índirel está por esta zona. Tiene un nombre peculiar, algo como “La sabia majestuosa” o “La sabia ceremoniosa”… algo por el estilo. No es que me pasease mucho por aquí, las pocas veces que estuve en la ciudad. Con un poco de suerte tendrá turno de noche. Dudo que Argus mande a sus acólitos a hacerse marcas de sangre a plena luz del día.
Caminaron, ocultos en las sombras por las vacías calles del barrio. La mayor parte de sus vecinos se encontraban, al contrario que aquellos de los barrios bajos, en sus moradas, disfrutando posiblemente de unos instantes en familia. Llevaban varios minutos buscando, cuando una figura abandonó una calle cercana. De forma instintiva, el elfo pegó a la vampiresa contra la pared del callejón más cercano.
- ¿No te suena? –le preguntó en un susurro, cuando el hombre pasó cerca de ellos. Algo en él lo hacía desentonar en medio de aquel barrio acomodado y Tarek habría jurado que había visto su cara antes.
Intentó recordar si era uno de los acólitos de Argus. Pero fue incapaz de asegurarlo con firmeza. Sin muchas más pistas a disposición, el elfo y la vampiresa lo siguieron. Si no era un enemigo, siempre podrían pedirle indicaciones. Tras varios minutos alcanzaron la puerta lateral de un edificio, sobre el que pendía un pequeño cartel, en el que podía leerse en letras doradas: “La sabia solemne”.
Dirigiéndole una sonrisa a la chica, se adelantó para interceptar al elfo que estaba a punto de llamar a la puerta. Así pues, cuando Índirel abrió la misma, la cara que se encontró ante ella, distaba mucho de lo que esperaba encontrarse esa noche. La elfa no pudo evitar que una sonrisa cruzase su rostro.
- No sabes lo mucho que deseaba que nos encontrásemos, cuando Argus me dijo que te tenía bajo la suela de su bota.
Sin prestar atención a su camarada caído invitó, con un gesto, al elfo y la vampiresa a entrar al interior de su taller.
Sentándose sobre su regazo, le acarició el cuello, haciendo que un leve escalofrío recorriese la columna del elfo. El peliblanco abrió la boca, para preguntarle a qué venía aquello, pero ella lo silenció, colocando sus fríos dedos sobre sus labios. Por el rabillo del ojo, Tarek vio acercarse al guardia que todavía se encontraba en el interior de la taberna, cuya mano se dirigía inexorablemente al mango de su arma. Se preguntó en qué momento las cosas habían mudado a aquella extraña escena. Una parte de él le impelió a sacarse de encima a la mujer, alejarse de lo que, a todas luces, era un potencial peligro contra su integridad física. Sin embargo, tras todas las horas que habían compartido, el elfo dudo que aquello no fuese alguna de sus peculiares tretas para librarse de la situación en la que se encontraban… o al menos deseaba poder agarrase a aquella esperanza. La presencia del guardia, aunque poco deseada, le proporcionó una tranquilidad que no debería haber sentido. Esperaba, aún a pesar del desprecio que le había mostrado, que se dignase a socorrerlo en caso de que la vampiresa realmente hubiese tomado su invitación de alimentarla con demasiado fervor. ¿Se había equivocado con ella?
Un siseo de dolor abandonó su boca en momento en que los labios de la chica tomaron contacto con la piel de su cuello y un punzante dolor atravesaba el lóbulo de la oreja que acababa de pellizcarle, quizás con demasiada fuerza.
La voz del guardia, exigiendo una explicación a aquella peculiar escena, interrumpió el extraño silencio en el que se había sumido la taberna. Agarrando a la chica de los hombros, el soldado la apartó con énfasis del peliblanco que, con premura, llevó su propia mano a la “mordedura” de su cuello, intentando ocultar la inexistente marca que se suponía que la chica le había hecho. Tuvo que reprimir el impulso de llevar la otra mano a su oreja derecha, cuyo lóbulo latía a causa del pellizco que ella le había propinado. Simulando su mejor cara de inocencia, miró de forma interrogativa al soldado, que en ese momento había comenzado una batalla dialectal con Caoimhe. La afirmación de que el peliblanco había estado de acuerdo con alimentar a la vampiresa, pareció trastocar al guerrero.
- ¿Acaso es eso cierto? ¿Es que no has tenido suficiente con deshonrar a todo tu clan? ¿Ahora también eres alimento de alimañas? - dijo el elfo molesto y furioso.
- ¿Prefieres que ande por ahí famélica? Seguro que eso tranquilizaría mucho a los ciudadanos del Árbol Madre –respondió, aunque la chica volvió a tomar la palabra tras él sin darle oportunidad al soldado a responderle.
Fue finalmente el tabernero el que puso fin a la disputa, ofreciéndoles un par de horas en una habitación en la que ocultarse de las miradas indiscretas. El guardia, aún ofendido por toda la escena, aceptó finalmente la propuesta.
- […] si no salís ambos vivos para entonces, me aseguraré de tirar la puerta abajo yo mismo.
- Cualquiera diría que te preocupa mi integridad física –comentó con ironía el peliblanco, ante la furibunda mirada del guardia, antes seguir a Caoimhe escaleras arriba hasta la habitación prometida.
Una vez dentro, con la puerta firmemente cerrada a su espalda, observó a la chica. Parecía nerviosa, más incluso de lo que había estado en cualquier otro momento de la noche. La vio moverse, de un lado a otro, cerrando las cortinas de forma compulsiva y balbuceando lo que, seguramente, sería su plan magistral. Tarek se limitó a cruzar los brazos y dejarla actuar. Tras varios minutos, la chica se acercó a una vela, que remarcó sus facciones entre los oscuros cabellos que enmarcaban su rostro. Se encontraban separados por una rudimentaria cama, el único mueble de la habitación, junto con una pequeña mesilla y un soporte para una palangana.
Se observaron unos instantes, ella todavía nerviosa y azorada, él con expresión estoica, casi enfadada. Pero poco tiempo más pudo mantener su falsa fachada, antes de comenzar a reírse. Le costó varios minutos recuperar la compostura, pues cada vez que dirigía la mirada a la chica, rompía de nuevo en carcajadas. No recordaba la última vez que me había reído tanto. Tras varios minutos, un poco más templado, consiguió dirigirle finalmente la palabra.
- Podías haberte contenido un poco –comentó, masajeándose el lóbulo derecho- Creo que mi oreja nunca volverá a ser lo que era.
Haciendo un gesto a la chica, le pidió que guardase silencio y, aproximándose a la puerta, pegó la oreja a la misma. Tras unos segundos consiguió distinguir la calmada respiración de alguien al otro lado de la maciza plancha de madera. Por muy desagradable que aquello le pareciese, estaba claro que el guardia del Consejo no iba a dejarlos solos. Con un nuevo gesto, le indicó a la vampiresa que hablase en voz baja.
- Vale, por lo que he entendido de tus balbuceos –comentó con una sonrisa en los labios, sin poder evitar soltarle una pequeña pulla- quieres aprovechar el tiempo que nos han dado para salir, ir a buscar a Ínadiel y volver, antes de que ese enfadado guardia, al que los dos le repugnamos tanto, eche esa puerta abajo –meditó un instante el plan- ¿Te has planteado siquiera la posibilidad de que Ínadiel viva al otro lado del Árbol Madre y que las dos horas que nos han conseguido no sean suficientes para ir a buscarla?
La observó con intención. Estaba claro que la chica improvisaba sobre la marcha. Hasta ahora le había funcionado, y con Argus lo había tenido complicado, pero al parecer ni siquiera su maquiavélica mente era capaz de contemplar todas las posibilidades que podía haber en su contra. Jugaba la carta de la seguridad, pero estaba claro que era más una fachada que una realidad.
- Por suerte para ti –añadió al cabo de unos minutos- Su taller no está demasiado lejos. A Argus le gusta la calidad, así que se buscó una amante en la zona alta de la ciudad y nuestros queridos protectores nos han acercado enormemente a la misma al traernos a esta pasada. Pero deberíamos irnos en cuanto el sol se ponga, el tiempo corre y no precisamente a nuestro favor.
Acercándose a la ventana, descorrió ligeramente la cortina, para contemplar el cielo, que se oscurecía poco a poco, con los últimos rayos de luz rompiendo el horizonte. En apenas unos minutos tendría la suficiente oscuridad como para poder salir de aquella habitación sin que su compañera estallase en llamas como una antorcha.
- ¿Cuál es tu plan? -preguntó aún en voz baja. Se vio interrumpido entonces por unos golpes en la puerta.
- ¿Todo bien ahí dentro? –la voz del guardia sonó opacada tras la puerta y Tarek no pudo evitar poner los ojos en blanco. Con un gesto le pidió a la chica que le dejase responder.
- ¿En serio? –intentó imbuir su voz de un ligero enfado- Sabes que cada vez que la interrumpes, tiene que volver a morderme en otro sitio, ¿verdad? –mirando a la chica, con expresión divertida, al instó a decir algo más.
Una maldición, poco decorosa, dejó los labios del guardia, que se alejó unos pasos de la puerta. Tarek no pudo evitar sonreír con malicia.
- Como iba diciendo –comentó de nuevo en voz baja- ¿Cuál es tu plan? ¿Amenazar a Ínadiel? ¿Contarle alguna elaborada mentira para que te enterege algo que, claramente, Argus le ha confiado y que, seguramente, la hace sentirse la persona más especial del mundo y que por lo tanto no va a soltar por las buenas?
Se giró de nuevo hacia la ventana, mientras esperaba la respuesta de la chica. El sol se había ocultado finalmente tras las casas de la ciudad, dando paso a la noche. Si las marcas en la vela que Caoimhe había sostenido estaban bien medidas, había pasado aproximadamente media hora desde que los habían encerrado en la habitación. Tenían el tiempo justo para irse, hacer lo que fuese que la vampiresa había planeado, y volver.
- Espero que no tengas vértigo –comentó descorriendo las cortinas- Vamos a tener que ir por los tejados –abriendo la ventana con cuidado de no hacer ningún ruido, añadió- Intenta ser ligera como una pluma. Los elfos tenemos buen oído y no es habitual que la gente ande por el tejado de tu casa.
Sin más dilación, se encaramó al marco de la ventana, antes de girarse para agarrase al alfeizar de la siguiente y escalar los dos pisos de la posada que lo separaban del tejado. Agazapado, esperó a que la chica lo siguiese. Los guardas, abajo en la calle, comentaban aburridos unos extraños sucesos acaecidos al norte. Una masacre en una posada del camino, en la que varios elfos habían sido ejecutados en el interior del establo del establecimiento. Nadie sabía que hacían reunidos allí, pero la espada que los había matado había sido rápida y certera. El dueño de la posada había perecido también, siendo su hija la única testigo. Que la chica se negase a hablar no había ayudado a esclarecer el asunto.
Notó la presencia de Caoimhe a su lado y, con un gesto de la cabeza, la instó a que lo siguiese. Se deslizaron como dos sombras hacia la parte posterior de la posada, desde donde accedieron al edificio aledaño. Avanzaron con cuidado por los tejados, usando las calles solamente en aquellas ocasiones en las que la distancia entre los edificios era demasiado grande para ser salvada. De haber estado solo, el elfo habría paseado entre las sombras de los callejones, pero la vampiresa era demasiado reconocible, como para contemplar siquiera aquella opción.
Las farolas de la zona alta de la ciudad se fueron encendiendo a su paso, alumbrando la ciudad. Alcanzaron el primer anillo de la zona alta, cuando las últimas luces se encendieron en la zona baja del Árbol Madre, como si de un prado sembrado de luciérnagas se tratase. Tarek no pudo evitar encaramarse a una chimenea cercana, poniéndose de pie, para contemplar aquel espléndido espectáculo. La capital de los elfos era famosa por muchas cosas, pero la gente a menudo olvidaba el maravilloso espectáculo que presentaba en noches sin luna como aquella.
Con un último vistazo, indicó a la vampiresa que debían descender a una calle cercana. Escondidos entre las sombras de un callejón, le dirigió de nuevo la palabra.
- El taller de Índirel está por esta zona. Tiene un nombre peculiar, algo como “La sabia majestuosa” o “La sabia ceremoniosa”… algo por el estilo. No es que me pasease mucho por aquí, las pocas veces que estuve en la ciudad. Con un poco de suerte tendrá turno de noche. Dudo que Argus mande a sus acólitos a hacerse marcas de sangre a plena luz del día.
Caminaron, ocultos en las sombras por las vacías calles del barrio. La mayor parte de sus vecinos se encontraban, al contrario que aquellos de los barrios bajos, en sus moradas, disfrutando posiblemente de unos instantes en familia. Llevaban varios minutos buscando, cuando una figura abandonó una calle cercana. De forma instintiva, el elfo pegó a la vampiresa contra la pared del callejón más cercano.
- ¿No te suena? –le preguntó en un susurro, cuando el hombre pasó cerca de ellos. Algo en él lo hacía desentonar en medio de aquel barrio acomodado y Tarek habría jurado que había visto su cara antes.
Intentó recordar si era uno de los acólitos de Argus. Pero fue incapaz de asegurarlo con firmeza. Sin muchas más pistas a disposición, el elfo y la vampiresa lo siguieron. Si no era un enemigo, siempre podrían pedirle indicaciones. Tras varios minutos alcanzaron la puerta lateral de un edificio, sobre el que pendía un pequeño cartel, en el que podía leerse en letras doradas: “La sabia solemne”.
Dirigiéndole una sonrisa a la chica, se adelantó para interceptar al elfo que estaba a punto de llamar a la puerta. Así pues, cuando Índirel abrió la misma, la cara que se encontró ante ella, distaba mucho de lo que esperaba encontrarse esa noche. La elfa no pudo evitar que una sonrisa cruzase su rostro.
- No sabes lo mucho que deseaba que nos encontrásemos, cuando Argus me dijo que te tenía bajo la suela de su bota.
Sin prestar atención a su camarada caído invitó, con un gesto, al elfo y la vampiresa a entrar al interior de su taller.
Tarek Inglorien
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Re: Dime qué callas... [ Privado] [Noche]
La risa de Tarek inundó la sala apartando las ideas suicidas que habían estado nublando la mente de la vampiresa. No fue algo forzado, de hecho Caoimhe se preguntó de pronto como podía hacerlo con tanta facilidad y que de la misma manera sonase tan... poco fingido.
No recordaba la última vez que ella se había reído sin miedo a las consecuencias. O sin un motivo oculto en sus carcajadas. Como si de pronto se percatase que de hecho, hacía mucho que cualquier emoción que escapaba de ella no era más que la pieza final del trueque que había estado hilando hasta entonces. ¿Sería aquello a lo que se referían Hugo y Axel?
Dejó aquel pensamiento en el limbo y volvió a enfocarse en las palabras del chico, tocándose la oreja a modo de protesta momentánea. También de manera momentánea Caoimhe deseó que de hecho sus labios se hubiesen manchado con la sangre real de aquel...
No. Focalización. Focalización.
Tarek planteaba las acciones siguientes en su hazaña como enumeradas en una lista imaginaria en la que él había ido poniendo prioridades. Por supuesto la mayor parte de las acciones que Caoimhe llevaba a cabo podían parecer una mezcla entre el azar y la suerte. Pero ella lo prefería así: Cualquiera que entendiese que en realidad su obsesión por el control era tan profunda que la red de conexiones entretejida a su alrededor opacaba cualquier posibilidad de azar, sin duda tomaría aquello como la locura misma de alguien demente. Posiblemente lo era.
Por suerte para ella también en sus planes había huecos para que se filtrase la realidad de aquello que no podía controlar. Con los años había entendido que tan solo la propia realidad es lo suficientemente verídica como para compararse a algo genuino. Y que aquí y allá la causalidad también podía aderezar sus planes. Siempre que la red de conexiones estuviese tras ellos para amortiguar una posible caída.
Tarek estaba resultando ser justo aquello en aquellas dos noches. Una causalidad quizás mucho más beneficiosa de lo que se hubiese imaginado. Aún estaba sopesando qué iba a hacer con él al final de la noche. Quedárselo estaba comenzando a ser una posibilidad real. Se preguntó por un instante el amasijo de colores que la sangre de Tarek podría atraer a su mente. Curiosidad.
Lo miró mientras el chico reforzaba la creencia de los guardias sobre lo que ambos estaban haciendo en aquella habitación. Sin duda la situación era rocambolesca. Y, como bien había dicho el chico, no tenían mucho que perder; así que ambos se aventuraron a través de la ventana hasta la quietud de aquella segunda noche.
El ambiente sin duda estaba mucho más caldeado que la primera: Aquí y allá los guardas custodiaban las calles de manera efectiva buscando aquello que creían perdido y que Caoimhe sabía a buen recaudo.
Ambos caminaron por los tejados durante varios minutos, tan solo con la respiración entre cortada y el sonido aquí y allá de los pasos continuos de ambos como aderezo a su camino. En un principio, la vampiresa se esforzó lo suficiente en medir sus pisadas como para distraerse con los alrededores de lo que estaban recorriendo. En algún punto, sin embargo, entre sus bajada de los tejados y alcance de la zona baja de árbol madre una pausa en el caminar de su compañero la incitó a mirar su camino:
Frente a ella, la extensión del pueblo elfo no era más que pequeñas luces aglomeradas en figuras concéntricas iluminando la noche cerrada. La belleza de aquella imagen contrastaba con la oscuridad a la que Caoimhe estaba acostumbrada y paró también su caminar como un acto reflejo enfocándose de manera particular en las luces de la vida bajo sus pies, entendiendo porqué verdaderamente las leyendas en árbol madre se extendían más allá de las personas que lo ocupaban cuando la fijeza de las luces se volvió pulsiones. Como si de miles de hojas moviéndose con el viento se tratasen: Como si aquella corteza no hubiese sido quemada y arrancada de futuro apenas hacía unos años sino que la verdadera luz se acumulase en aquellos caminos que los elfos de aquellas comunidades habían decidido crear a pesar de las dificultades.
Tarek se movió entonces, tan solo un ápice-La vampiresa intuyó, intentando volver a su camino- Pero desde su ángulo, la luz se confinó tras su espalda reflejando la vida que hasta aquel momento había quedado estancada en las luces de las casas bajo ellos.
Volviéndolo iridiscente tan solo por unos minutos.
Caoimhe tragó saliva y apartó la mirada, regresando a la oscuridad y ambos continuaron así ahora de nuevo bajo la calle.
-Si no tuviésemos prisa, creería que me acabas de hacer un tour express por los lugares más pintorescos de Árbol madre- dijo tras un rato en silencio alcanzando al fin la tierra bajo sus pies.
Tarek entonces explicó como identificar el lugar que buscaban. Sus palabras eran rápidas y fugaces y algo en la manera de alejarse de aquel lugar en especifico quizás causó más curiosidad en Caoimhe: como si estuviese apartando de si cualquier resquicio de familiaridad con aquella zona en particular.
Lo dejó pasar: No era el momento ni el lugar adecuado para indagar sobre aquell..
De nuevo notó la pared helada contra su espalda y el cuello de Tarek de nuevo demasiado cerca de ella. Caoimhe comenzaba a preguntarse si aquel chico verdaderamente quería que lo desangrase aquella noche. Pero se enfocó en sus palabras más que en sus gestos y entendió que de hecho, si había visto a aquel hombre hacía no mucho: De hecho una de sus manos la había agarrado apenas horas antes en el callejón donde encontraron a Argus.
Aquella era la oportunidad que ambos habían estado esperando y tan solo hizo falta unos movimientos certeros por parte de las dos figuras: Caoimhe reteniendo al hombre por la espalda y Tarek golpeándolo con avidez hasta dejarlo sin conocimiento- para descartar aquel cuerpo y apropiarse del saludo entre la figura que abrió la puerta de 'La sabia solemne'
-No sabes lo mucho que deseaba que nos encontrásemos, cuando Argus me dijo que te tenía bajo la suela de su bota.-
La mujer recibió a Tarek con la calidez que da el reconocimiento de alguien cercano y los invitó a entrar cerrando la puerta tras de si. Acto seguido abrazó a Tarek de manera cercana y apoyó ambas manos en la cara del chico como si no creyese lo que sus ojos veían en aquel momento.
La belleza de la chica destacaba incluso de aquella compartida por la raza de elfos:Las curvas de su cuerpo, los pómulos perfectamente rosados, el cabello acomodado a un lado de manera certera, cada uno de sus movimientos delicados y el aroma de alguien que se pasa el día en un baño cálido de esencias de rosa y lavanda acompañaba a la docilidad de la elfa.
La vampiresa dejó que el saludo inicial se alargase en el tiempo, curiosa ante la calidez de aquel recibimiento y en parte... tentada a entender la dinámica que los unía.
-Pensé que no iba a volver a verte nunca.- dijo la mujer haciéndolos pasar a través de un corredor de madera adornado con papel de pared en formas florales- De hecho... en parte deseé que ese fuese el caso- añadió.
Se giró entonces hasta Tarek y se agarró de su brazo con una sonrisa amplia en sus labios
-Nuestra última conversación fue... bueno, digamos que no me gusta recordarte por el tono de aquella conversación, pero pensé que las habladurías de los ancianos no podían ser ciertas.Y claramente no lo son... ¿Como estarías aqui si lo fuesen?
La chica le aderezó el cabello a Tarek reacomodándolo de manera distraída.
-Por supuesto que me alegra que hayas venido a verme- No es algo demasiado intelgente, sin embargo... Argus no está muy contento con vuestra última interacción de hecho mencionó a una...
La mujer se giró de pronto a un lado percatándose por primera vez de que tras Tarek, el cuerpo de Caoimhe también había entrado a su casa. Le dedicó una sonrisa falsa que duró un segundo y volvió su interés a Tarek.
-Aww... no imaginas cuánto te he echado de menos desde nuestro último encuentro. Tu sabes las condiciones de mi amarre... pero también sabes que mis horas se ocuparían mucho mejor si vinieses a visitarme de manera más frecuente. Ya sabes que yo se bien como tratarte- dijo Inadiel acercando sus boca a la oreja aún enrojecida que Caoimhe había pellizcado apenas una hora antes-
Aquello causó una leve sonrisa en los labios de Caoimhe que no pudo evitar un gesto divertido y se giró para intentar esconderlo.
Inadiel, sin embargo pilló aquel gesto de manera refleja y pausó la dirección de su cara cerca de Tarek como si hubiesen roto el aura de sensualidad que estaba intentando crear entre ambos.
Caoimhe se recompuso durante un segundo siendo consciente de donde estaban.
-No... por favor.. ignoren que yo estoy aquí... de hecho yo solo me había pasado a recoger cierto tarrito pero... creo que me he dado cuenta que hoy no es un buen día para....
Inadiel la miró de arriba a abajo. Caoimhe se sintió de pronto inferior a aquellos ojos rasgados y grandes que la contemplaban sopesándo su vestido y facciones.
Inadiel sonrió de manera condescendiente y se dirigió a Tarek de nuevo, como ignorando por completo el hecho de que Caoimhe estaba justo allī.
-¿... En qué lio te has metido esta vez, Tarek, amor? ¿Quién es, mmm?- dijo acariciando su brazo de manera cercana
Caoimhe de pronto se cansó de esperar algo más de aquella mujer y decidió saltarse las sutilezas de su plan A para simplemente abordar su plan C:
-Soy la madre del niño de Argus- dijo Caoimhe de manera seca y directa al objetivo.
Inadiel siguió mirando a Tarek mientras contestaba a Caoimhe: ahora agarrando al chico por la cintura de manera sugerente.
-Y... ¿Qué tendría que ver yo en el asunto de ese niño? Me alegra que hayas decidido venir a verme, Tarek pero verdaderamente tras nuestro último encuentro esperaba un reencuentro algo más... íntimo- dijo, de nuevo ignorando a Caoimhe aunque la vampiresa comenzó a notar molestia en su tono.
-No... no creo que me haya expresado bien- dijo la vampiresa reforzando sus palabras- Soy la madre del niño DE Argus- añadió reforzando las palabras significativas.
Caoimhe pareció ver el proceso mental reflejado en la cara de Inadiel. Como se dio cuenta de lo que aquello significaba. La sorpresa refleja que aquello había causado. La incredulidad en su rostro, pero sobre todo el tinte de traición que ahora afeaba sus facciones y que hicieron que aquella habitación se convirtiese de pronto en hielo.
Los brazos de aquella mujer se habían separado de Tarek. Sus ojos por fin miraban a Caoimhe y en su cara se veía la rabia de alguien herida en lo más vulnerable.
-E imagino que vienes a guiarme exactamente hasta ese cerdo- dijo la chica finalmente, disipando finalmente cualquier tipo de duda que Caoimhe hubiese podido tener-
-De hecho... esperaba que tu pudieses darme algo que nos ayudase a ambas a localizarlo-
La vampiresa sonrió de manera macabra.
[...]
Aún notaba el hormiguéo en su brazo izquierdo producto del vínculo parcial con la sangre de Argus.
Aunque efectivo en su función el uso de su habilidad con aquel líquido en particular le había dejado la sensación sucia que a menudo trazos del aroma característico de alguien deja en la ropa que se comparte. La mayoría de ocasiones en las que Caoimhe usaba aquel vínculo lo usaba de manera superficial y liviana: La información que adquiría a menudo era tan superflua como para beneficiarla en sus tratos y negocios y lo que involucraba era apenas una inmersión poco profunda en la sangre de sus víctimas.
Aquello sin embargo, había sido distinto: Necesitaba saber de manera certera dónde se encontraba Argus y recabar la suficiente información acerca del hombre como para convencer a Inadiel de que lo que decía era cierto y que de hecho su 'amor' por Argus había sido resquebrajado por su infidelidad del hombre hasta tal punto como para tener descendencia con.. bueno, con ella.
Todo mentira, por supuesto. Pero de eso Inadiel no tenía idea alguna. Y era la primera vez que creaba vínculos tan profundos con la sangre de alguien tan sumamente repugnable y en el que tenía tan poco interés.
El proceso fue en apariencia simple:Tras las preguntas pertinentes Inadiel la llevó a su sala de trabajo, ambas seguidas por Tarek. Le regaló un tarrito tan solo obtenido unas horas antes y la vampiresa pidió espacio para concentrarse en su habilidad [1]
Si hubiese sabido lo horrible de aquella experiencia seguramente habría pedido que ambos abandonasen la sala. Pero para cuando el hormigueo inicial que indicaba que su habilidad estaba haciendo efecto se sumió en la red de cadenas entre la mente de Argus, sus acciones, su piel y su esencia y ella misma era demasiado tarde.
La visión de lo que era aquel hombre la revolvió. La parte de ella que normalmente ansiaba el uso de aquella habilidad, pues era como establecía su red de información se tornó en una sensación de asco a medida que su cuerpo se volvía menos de ella.
Cuando el vínculo por fin acabó sus manos se apoyaron en la mesa sobre la que el frasco de sangre aún se emplazaba. Su rostro pálido sus facciones contenidas en ella misma y el estómago a punto de desplazarse hasta su boca.
-Y ¿bien?- dijo la mujer esperando confirmación.
Caoimhe le dio detalles que tan solo una amante podía saber. Cada palabra que escapaba de sus labios la asqueaba más que la anterior. Cada detalle de los gustos... perversos de aquel hombre ensuciando su cabeza cuando tan solo deseaba escapar de allí.
Cuando Indiniel se dio por satisfecha y la duda se fue de sus facciones tan solo le preguntó de nuevo donde encontrarlo.
-Creo que... bueno, su última opción es regresar a la plaza central para venderme al consejo.- dijo. Por suerte Inadiel estaba lo suficientemente inundada en la ira como para preguntar a que se refería con 'venderla'
Por lo que los tres se movieron rápido. Esta vez sin necesidad de ocultarse, amparados por la presencia de Inadiel y sus hombres en su caminar.
Caoimhe se rezagó de la multitud, aún envuelta en el asco de haberse vinculado de aquella manera con la sangre de Argus. Su mente se esforzaba en recordarle que aquello justo era lo que necesitaba. Que su plan estaba saliendo bien. Que el estrépito en el centro de árbol madre que Inadiel estaba a punto de causar iba a ayudar a que su complice escapase con el niño y que ella dejase atrás aquel lugar.
Sin embargo cruzó sus brazos sobre si misma, como si quisiese hacerse pequeña por primera vez en su vida y sintiese que su piel no era todavía suya al 100%. Jamás había tenido una mala experiencia usando su habilidad... y entendió que quizás debería ser más precavida en el futuro.
Se rezagó un poco más, al fin al cabo tan solo tenía que mantenerse con el grupo. No sabía donde estaba Tarek. No se había atrevido a mirarlo desde que rozó la sangre de Argus con sus dedos. El asco en su cara y la necesidad de alejarse de cualquier ser vivo alzado frente a la idea de tener que darse de bruces con el juicio de aquel elfo. Aunque en realidad dudaba que alguien más que ella misma entendiese la intimidad y cercanía que implicaba 'leer' la sangre de alguien y lo mucho que aquello la había traumado.
Quería dejar atrás aquello cuanto antes para nunca más regresar a Árbol madre, por muchas luces que llamasen su atención.
-----OFF;
Nivel 0:Rastro [Mágica, 2 usos] Al tocar la sangre de un ser vivo, Caoimhe es capaz de ganar cierto entendimiento sobre el mismo, su personalidad o historia. Si se concentra, puede llegar a conocer su estado anímico en el momento de perder la muestra de sangre, pero eso gastará dos usos
No recordaba la última vez que ella se había reído sin miedo a las consecuencias. O sin un motivo oculto en sus carcajadas. Como si de pronto se percatase que de hecho, hacía mucho que cualquier emoción que escapaba de ella no era más que la pieza final del trueque que había estado hilando hasta entonces. ¿Sería aquello a lo que se referían Hugo y Axel?
Dejó aquel pensamiento en el limbo y volvió a enfocarse en las palabras del chico, tocándose la oreja a modo de protesta momentánea. También de manera momentánea Caoimhe deseó que de hecho sus labios se hubiesen manchado con la sangre real de aquel...
No. Focalización. Focalización.
Tarek planteaba las acciones siguientes en su hazaña como enumeradas en una lista imaginaria en la que él había ido poniendo prioridades. Por supuesto la mayor parte de las acciones que Caoimhe llevaba a cabo podían parecer una mezcla entre el azar y la suerte. Pero ella lo prefería así: Cualquiera que entendiese que en realidad su obsesión por el control era tan profunda que la red de conexiones entretejida a su alrededor opacaba cualquier posibilidad de azar, sin duda tomaría aquello como la locura misma de alguien demente. Posiblemente lo era.
Por suerte para ella también en sus planes había huecos para que se filtrase la realidad de aquello que no podía controlar. Con los años había entendido que tan solo la propia realidad es lo suficientemente verídica como para compararse a algo genuino. Y que aquí y allá la causalidad también podía aderezar sus planes. Siempre que la red de conexiones estuviese tras ellos para amortiguar una posible caída.
Tarek estaba resultando ser justo aquello en aquellas dos noches. Una causalidad quizás mucho más beneficiosa de lo que se hubiese imaginado. Aún estaba sopesando qué iba a hacer con él al final de la noche. Quedárselo estaba comenzando a ser una posibilidad real. Se preguntó por un instante el amasijo de colores que la sangre de Tarek podría atraer a su mente. Curiosidad.
Lo miró mientras el chico reforzaba la creencia de los guardias sobre lo que ambos estaban haciendo en aquella habitación. Sin duda la situación era rocambolesca. Y, como bien había dicho el chico, no tenían mucho que perder; así que ambos se aventuraron a través de la ventana hasta la quietud de aquella segunda noche.
El ambiente sin duda estaba mucho más caldeado que la primera: Aquí y allá los guardas custodiaban las calles de manera efectiva buscando aquello que creían perdido y que Caoimhe sabía a buen recaudo.
Ambos caminaron por los tejados durante varios minutos, tan solo con la respiración entre cortada y el sonido aquí y allá de los pasos continuos de ambos como aderezo a su camino. En un principio, la vampiresa se esforzó lo suficiente en medir sus pisadas como para distraerse con los alrededores de lo que estaban recorriendo. En algún punto, sin embargo, entre sus bajada de los tejados y alcance de la zona baja de árbol madre una pausa en el caminar de su compañero la incitó a mirar su camino:
Frente a ella, la extensión del pueblo elfo no era más que pequeñas luces aglomeradas en figuras concéntricas iluminando la noche cerrada. La belleza de aquella imagen contrastaba con la oscuridad a la que Caoimhe estaba acostumbrada y paró también su caminar como un acto reflejo enfocándose de manera particular en las luces de la vida bajo sus pies, entendiendo porqué verdaderamente las leyendas en árbol madre se extendían más allá de las personas que lo ocupaban cuando la fijeza de las luces se volvió pulsiones. Como si de miles de hojas moviéndose con el viento se tratasen: Como si aquella corteza no hubiese sido quemada y arrancada de futuro apenas hacía unos años sino que la verdadera luz se acumulase en aquellos caminos que los elfos de aquellas comunidades habían decidido crear a pesar de las dificultades.
Tarek se movió entonces, tan solo un ápice-La vampiresa intuyó, intentando volver a su camino- Pero desde su ángulo, la luz se confinó tras su espalda reflejando la vida que hasta aquel momento había quedado estancada en las luces de las casas bajo ellos.
Volviéndolo iridiscente tan solo por unos minutos.
Caoimhe tragó saliva y apartó la mirada, regresando a la oscuridad y ambos continuaron así ahora de nuevo bajo la calle.
-Si no tuviésemos prisa, creería que me acabas de hacer un tour express por los lugares más pintorescos de Árbol madre- dijo tras un rato en silencio alcanzando al fin la tierra bajo sus pies.
Tarek entonces explicó como identificar el lugar que buscaban. Sus palabras eran rápidas y fugaces y algo en la manera de alejarse de aquel lugar en especifico quizás causó más curiosidad en Caoimhe: como si estuviese apartando de si cualquier resquicio de familiaridad con aquella zona en particular.
Lo dejó pasar: No era el momento ni el lugar adecuado para indagar sobre aquell..
De nuevo notó la pared helada contra su espalda y el cuello de Tarek de nuevo demasiado cerca de ella. Caoimhe comenzaba a preguntarse si aquel chico verdaderamente quería que lo desangrase aquella noche. Pero se enfocó en sus palabras más que en sus gestos y entendió que de hecho, si había visto a aquel hombre hacía no mucho: De hecho una de sus manos la había agarrado apenas horas antes en el callejón donde encontraron a Argus.
Aquella era la oportunidad que ambos habían estado esperando y tan solo hizo falta unos movimientos certeros por parte de las dos figuras: Caoimhe reteniendo al hombre por la espalda y Tarek golpeándolo con avidez hasta dejarlo sin conocimiento- para descartar aquel cuerpo y apropiarse del saludo entre la figura que abrió la puerta de 'La sabia solemne'
-No sabes lo mucho que deseaba que nos encontrásemos, cuando Argus me dijo que te tenía bajo la suela de su bota.-
La mujer recibió a Tarek con la calidez que da el reconocimiento de alguien cercano y los invitó a entrar cerrando la puerta tras de si. Acto seguido abrazó a Tarek de manera cercana y apoyó ambas manos en la cara del chico como si no creyese lo que sus ojos veían en aquel momento.
La belleza de la chica destacaba incluso de aquella compartida por la raza de elfos:Las curvas de su cuerpo, los pómulos perfectamente rosados, el cabello acomodado a un lado de manera certera, cada uno de sus movimientos delicados y el aroma de alguien que se pasa el día en un baño cálido de esencias de rosa y lavanda acompañaba a la docilidad de la elfa.
La vampiresa dejó que el saludo inicial se alargase en el tiempo, curiosa ante la calidez de aquel recibimiento y en parte... tentada a entender la dinámica que los unía.
-Pensé que no iba a volver a verte nunca.- dijo la mujer haciéndolos pasar a través de un corredor de madera adornado con papel de pared en formas florales- De hecho... en parte deseé que ese fuese el caso- añadió.
Se giró entonces hasta Tarek y se agarró de su brazo con una sonrisa amplia en sus labios
-Nuestra última conversación fue... bueno, digamos que no me gusta recordarte por el tono de aquella conversación, pero pensé que las habladurías de los ancianos no podían ser ciertas.Y claramente no lo son... ¿Como estarías aqui si lo fuesen?
La chica le aderezó el cabello a Tarek reacomodándolo de manera distraída.
-Por supuesto que me alegra que hayas venido a verme- No es algo demasiado intelgente, sin embargo... Argus no está muy contento con vuestra última interacción de hecho mencionó a una...
La mujer se giró de pronto a un lado percatándose por primera vez de que tras Tarek, el cuerpo de Caoimhe también había entrado a su casa. Le dedicó una sonrisa falsa que duró un segundo y volvió su interés a Tarek.
-Aww... no imaginas cuánto te he echado de menos desde nuestro último encuentro. Tu sabes las condiciones de mi amarre... pero también sabes que mis horas se ocuparían mucho mejor si vinieses a visitarme de manera más frecuente. Ya sabes que yo se bien como tratarte- dijo Inadiel acercando sus boca a la oreja aún enrojecida que Caoimhe había pellizcado apenas una hora antes-
Aquello causó una leve sonrisa en los labios de Caoimhe que no pudo evitar un gesto divertido y se giró para intentar esconderlo.
Inadiel, sin embargo pilló aquel gesto de manera refleja y pausó la dirección de su cara cerca de Tarek como si hubiesen roto el aura de sensualidad que estaba intentando crear entre ambos.
Caoimhe se recompuso durante un segundo siendo consciente de donde estaban.
-No... por favor.. ignoren que yo estoy aquí... de hecho yo solo me había pasado a recoger cierto tarrito pero... creo que me he dado cuenta que hoy no es un buen día para....
Inadiel la miró de arriba a abajo. Caoimhe se sintió de pronto inferior a aquellos ojos rasgados y grandes que la contemplaban sopesándo su vestido y facciones.
Inadiel sonrió de manera condescendiente y se dirigió a Tarek de nuevo, como ignorando por completo el hecho de que Caoimhe estaba justo allī.
-¿... En qué lio te has metido esta vez, Tarek, amor? ¿Quién es, mmm?- dijo acariciando su brazo de manera cercana
Caoimhe de pronto se cansó de esperar algo más de aquella mujer y decidió saltarse las sutilezas de su plan A para simplemente abordar su plan C:
-Soy la madre del niño de Argus- dijo Caoimhe de manera seca y directa al objetivo.
Inadiel siguió mirando a Tarek mientras contestaba a Caoimhe: ahora agarrando al chico por la cintura de manera sugerente.
-Y... ¿Qué tendría que ver yo en el asunto de ese niño? Me alegra que hayas decidido venir a verme, Tarek pero verdaderamente tras nuestro último encuentro esperaba un reencuentro algo más... íntimo- dijo, de nuevo ignorando a Caoimhe aunque la vampiresa comenzó a notar molestia en su tono.
-No... no creo que me haya expresado bien- dijo la vampiresa reforzando sus palabras- Soy la madre del niño DE Argus- añadió reforzando las palabras significativas.
Caoimhe pareció ver el proceso mental reflejado en la cara de Inadiel. Como se dio cuenta de lo que aquello significaba. La sorpresa refleja que aquello había causado. La incredulidad en su rostro, pero sobre todo el tinte de traición que ahora afeaba sus facciones y que hicieron que aquella habitación se convirtiese de pronto en hielo.
Los brazos de aquella mujer se habían separado de Tarek. Sus ojos por fin miraban a Caoimhe y en su cara se veía la rabia de alguien herida en lo más vulnerable.
-E imagino que vienes a guiarme exactamente hasta ese cerdo- dijo la chica finalmente, disipando finalmente cualquier tipo de duda que Caoimhe hubiese podido tener-
-De hecho... esperaba que tu pudieses darme algo que nos ayudase a ambas a localizarlo-
La vampiresa sonrió de manera macabra.
[...]
Aún notaba el hormiguéo en su brazo izquierdo producto del vínculo parcial con la sangre de Argus.
Aunque efectivo en su función el uso de su habilidad con aquel líquido en particular le había dejado la sensación sucia que a menudo trazos del aroma característico de alguien deja en la ropa que se comparte. La mayoría de ocasiones en las que Caoimhe usaba aquel vínculo lo usaba de manera superficial y liviana: La información que adquiría a menudo era tan superflua como para beneficiarla en sus tratos y negocios y lo que involucraba era apenas una inmersión poco profunda en la sangre de sus víctimas.
Aquello sin embargo, había sido distinto: Necesitaba saber de manera certera dónde se encontraba Argus y recabar la suficiente información acerca del hombre como para convencer a Inadiel de que lo que decía era cierto y que de hecho su 'amor' por Argus había sido resquebrajado por su infidelidad del hombre hasta tal punto como para tener descendencia con.. bueno, con ella.
Todo mentira, por supuesto. Pero de eso Inadiel no tenía idea alguna. Y era la primera vez que creaba vínculos tan profundos con la sangre de alguien tan sumamente repugnable y en el que tenía tan poco interés.
El proceso fue en apariencia simple:Tras las preguntas pertinentes Inadiel la llevó a su sala de trabajo, ambas seguidas por Tarek. Le regaló un tarrito tan solo obtenido unas horas antes y la vampiresa pidió espacio para concentrarse en su habilidad [1]
Si hubiese sabido lo horrible de aquella experiencia seguramente habría pedido que ambos abandonasen la sala. Pero para cuando el hormigueo inicial que indicaba que su habilidad estaba haciendo efecto se sumió en la red de cadenas entre la mente de Argus, sus acciones, su piel y su esencia y ella misma era demasiado tarde.
La visión de lo que era aquel hombre la revolvió. La parte de ella que normalmente ansiaba el uso de aquella habilidad, pues era como establecía su red de información se tornó en una sensación de asco a medida que su cuerpo se volvía menos de ella.
Cuando el vínculo por fin acabó sus manos se apoyaron en la mesa sobre la que el frasco de sangre aún se emplazaba. Su rostro pálido sus facciones contenidas en ella misma y el estómago a punto de desplazarse hasta su boca.
-Y ¿bien?- dijo la mujer esperando confirmación.
Caoimhe le dio detalles que tan solo una amante podía saber. Cada palabra que escapaba de sus labios la asqueaba más que la anterior. Cada detalle de los gustos... perversos de aquel hombre ensuciando su cabeza cuando tan solo deseaba escapar de allí.
Cuando Indiniel se dio por satisfecha y la duda se fue de sus facciones tan solo le preguntó de nuevo donde encontrarlo.
-Creo que... bueno, su última opción es regresar a la plaza central para venderme al consejo.- dijo. Por suerte Inadiel estaba lo suficientemente inundada en la ira como para preguntar a que se refería con 'venderla'
Por lo que los tres se movieron rápido. Esta vez sin necesidad de ocultarse, amparados por la presencia de Inadiel y sus hombres en su caminar.
Caoimhe se rezagó de la multitud, aún envuelta en el asco de haberse vinculado de aquella manera con la sangre de Argus. Su mente se esforzaba en recordarle que aquello justo era lo que necesitaba. Que su plan estaba saliendo bien. Que el estrépito en el centro de árbol madre que Inadiel estaba a punto de causar iba a ayudar a que su complice escapase con el niño y que ella dejase atrás aquel lugar.
Sin embargo cruzó sus brazos sobre si misma, como si quisiese hacerse pequeña por primera vez en su vida y sintiese que su piel no era todavía suya al 100%. Jamás había tenido una mala experiencia usando su habilidad... y entendió que quizás debería ser más precavida en el futuro.
Se rezagó un poco más, al fin al cabo tan solo tenía que mantenerse con el grupo. No sabía donde estaba Tarek. No se había atrevido a mirarlo desde que rozó la sangre de Argus con sus dedos. El asco en su cara y la necesidad de alejarse de cualquier ser vivo alzado frente a la idea de tener que darse de bruces con el juicio de aquel elfo. Aunque en realidad dudaba que alguien más que ella misma entendiese la intimidad y cercanía que implicaba 'leer' la sangre de alguien y lo mucho que aquello la había traumado.
Quería dejar atrás aquello cuanto antes para nunca más regresar a Árbol madre, por muchas luces que llamasen su atención.
-----OFF;
Nivel 0:Rastro [Mágica, 2 usos] Al tocar la sangre de un ser vivo, Caoimhe es capaz de ganar cierto entendimiento sobre el mismo, su personalidad o historia. Si se concentra, puede llegar a conocer su estado anímico en el momento de perder la muestra de sangre, pero eso gastará dos usos
Caoimhe
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Re: Dime qué callas... [ Privado] [Noche]
El cordial saludo de Ínadiel no lo cogió por sorpresa. Apenas había coincidido un par de veces con la elfa, a lo largo de su vida, pero en todas ellas se había mostrado especialmente atenta hacia él. No por consideración hacia un pobre huérfano o respeto hacia un congénere. No, Tarek no se engañaba y los sutiles movimientos de las manos de la arcana tampoco dejaban duda, era algo más lo que buscaba. Algo más que mero contacto físico.
Se apartó de ella con educación, cuando consideró que había pasado un tiempo prudencial rodeado por aquel incómodo abrazo al que lo había sometido. No le devolvió el gesto, pero tampoco se la quitó de encima al momento, sabiendo lo que se jugaban en aquella visita. Argus querría venganza e Ínadiel era su única opción para dejar la ciudad a salvo… o al menos eso esperaba. Caoimhe no había detallado cómo iba a ayudarle la sangre del elfo a resolver su peculiar situación. Agarrándolo todavía por el brazo, la elfa los guio (o quizás solo al peliblanco) a través del pasillo que daba acceso a su taller.
- Pensé que no iba a volver a verte nunca. De hecho... en parte deseé que ese fuese el caso –comentó la arcana haciendo un mohín. Tarek se preguntó si había sido aquella su estrategia para ganarse el “amor” del Mercader- Nuestra última conversación fue... bueno, digamos que no me gusta recordarte por el tono de aquella conversación, pero pensé que las habladurías de los ancianos no podían ser ciertas. Y claramente no lo son... ¿Cómo estarías aquí si lo fuesen?
El peliblanco alzó una ceja como respuesta a sus palabras. La última vez que ambos habían interactuado había coincidido con el día en que el Consejo del Árbol Madre había entregado su custodia y formación a los Ojosverdes. Él día que lo habían condenado a vivir con los asesinos de Eithelen. Sus caminos se habían cruzado en alguna que otra ocasión tras aquello, siempre fuera de los territorios del Árbol, en algún lugar acordado entre Argus y los Ojosverdes para llevar a cabo sus negocios. En ninguna de aquellas ocasiones había intercambiado ni una sola palabra con ella, pero siempre había notado su atenta mirada sobre él. Analizándolo, estudiando cada trazo dibujado sobre su piel.
Recordaba con especial nitidez la última vez que había asistido a una de aquellas reuniones. Dhonara había mantenido una larga conversación con Argus, discutiendo sobre algún asunto que no había llegado hasta sus oídos. Tarek, junto con algunos de sus compañeros había aguardado a que la reunión terminase, alejados algunos pasos de su líder. La mirada de Ínadiel no lo había abandonado ni un solo segundo, excepto cuando se había aproximado a Argus para susurrarle algo al oído. La ira de Dhonara ante lo que fuese que le habían pedido fue aliciente suficiente como para finalizar aquella reunión. La mirada que la líder Ojosverdes le había dirigido al volver, había dejado pocas dudas sobre qué habían discutido. Desde aquel día, si los encuentros con el Mercader habían seguido realizándose, Tarek jamás había vuelto a participar en ellos.
Por lo tanto, las palabras que la elfa le dirigía en aquel momento no eran más que un burdo teatrillo, probablemente causado por la presencia de Caoimhe en la habitación. No sabía qué tramaba, pero era igual de peligrosa que su amante. Con delicadeza, la elfa le acarició el pelo que le caía por la cara, centrando la vista en los desdibujados trazos que marcaban el lado izquierdo de su rostro. Delineó de forma sutil algunos de ellos, antes de que el peliblanco la agarrase por la muñeca, para detener su avance. Ella le dirigió una sonrisa astuta, antes de retomar la palabra.
- Por supuesto que me alegra que hayas venido a verme. No es algo demasiado inteligente, sin embargo... Argus no está muy contento con vuestra última interacción de hecho mencionó a una...
La asunción de Tarek había sido correcta. Toda aquella palabrería se debía a Caoimhe. Hasta aquel momento la elfa había actuado como si la vampiresa no se encontrase en la habitación, pero el peliblanco pudo ver el interés en sus ojos cuando le dirigió una furtiva mirada a su compañera, antes de ofrecerle una forzada sonrisa. Ínadiel realizaba sus runas con sangre, ¿acaso le había ofrecido Argus la de Caoimhe como “ofrenda de amor”? Tarek no tenía pruebas de ello, pero tampoco demasiadas dudas.
- Aww... no imaginas cuánto te he echado de menos desde nuestro último encuentro. Tu sabes las condiciones de mi amarre... pero también sabes que mis horas se ocuparían mucho mejor si vinieses a visitarme de manera más frecuente. Ya sabes que yo sé bien cómo tratarte.
La elfa volvió a centrar su atención en él y, como si de su amante se tratase, acarició con ambas manos la tela de su casaca, antes de proceder a desabrocharla. Tarek frenó sus gestos de inmediato, dirigiéndole una severa mirada. Ella a cambio le dirigió una cautivadora sonrisa. Inclinándose más cerca de él, le susurró.
- ¿Temes que tu amiga se ponga celosa o que descubra lo que escondes debajo de tanta ropa?
- Nunca obtendrás lo que buscas –le respondió él en tono seco.
- Argus me ha prometido muchas cosas… -añadió acariciándole el brazo izquierdo, por el que se distribuían, al igual que en su cara y su pecho, las runas arcanas de su clan.
- Argus no puede prometer algo que no posee.
- Aún –respondió ella con una nueva sonrisa- ¿... En qué lio te has metido esta vez, Tarek, amor? ¿Quién es, mmm? –preguntó entonces, alzando la voz.
“Como si no lo supieses”, pensó el elfo para si, dando un paso atrás para apartarse de la elfa. Aquello no disuadió sin embargo a la mujer, que volvió a acercarse, colocando esta vez sus ágiles manos sobre la cadera del elfo, deslizando sus manos por la cinturilla de su pantalón. Tarek se vio nuevamente impelido a frenar sus avances. Ínadiel pareció no prestar demasiada atención a las palabras de la vampiresa, que acababa de poner en marcha otro de sus improvisados planes.
- Y... ¿Qué tendría que ver yo en el asunto de ese niño? Me alegra que hayas decidido venir a verme, Tarek pero verdaderamente tras nuestro último encuentro esperaba un reencuentro algo más... íntimo –añadió entonces, esquivando el agarre del elfo e intentando acceder de nuevo a su ropas.
A punto estaba de volver a frenar su avance y poner fin a aquel incómodo y continuo manoseo, cuando las palabras de Caoimhe parecieron calar por fin en la mente de la arcana. Sus gestos se detuvieron de repente y su mirada pareció desenfocarse un instante, antes de llenarse de furia.
- E imagino que vienes a guiarme exactamente hasta ese cerdo.
Ínadiel se había puesto especialmente insistente, mientras Caoimhe se retiraba para hacer, solo los dioses sabían qué, con la sangre de Argus. La elfa, una vez lejos de la vampiresa, había acabado con las sutilezas y había exigido al peliblanco que le permitiese acceder a las runas de los Inglorien.
- Aunque te las enseñase –le respondió Tarek durante una de sus demandas- No las entenderías.
- Pues enséñame. ¿Sabes lo que podríamos hacer con algo así?
Unas palabras similares acudieron a su mente, pronunciadas con la misma vehemencia apenas unos días antes. Dhonara había matado a todo su clan solo para tener acceso a aquel conocimiento. Los ojos de Ínadiel indicaban que ella tampoco tendría reparos en hacer lo necesario para conseguir lo que deseaba. Por mucho que se esforzase en demostrar lo contrario, ella no era tan diferente de Argus. Simplemente dejaba que él se ensuciase las manos para conseguir lo que ella deseaba. Quizás el precio por el conocimiento que había recibido de su pasado, que aquellas runas muriesen para siempre con Eithelen en aquel bosque de Lunargenta, fuese lo mejor.
Deteniendo de nuevo el avance de las ágiles manos de la elfa, le respondió.
- Ni siquiera yo puedo leerlas ya, es una causa perdida y, aunque pudiese hacerlo, me debo al juramento de mi clan.
Ella lo observó con gesto de sospecha, pero probablemente ya se había dado cuenta, en su cercana y detalla inspección de las partes de su cuerpo a las que había podido acceder, que algo no estaba bien con los tatuajes que adornaban su piel.
- El juramento –bufó con burla- Sigo pensando que os lo inventáis para no compartir…
Un sonido cercano atrajo de nuevo su atención sobre Caoimhe, que pasó a relatarles con detalle los perversos gustos del Mercader. Tarek sabía que Argus estaba podrido por dentro, pero nunca habría imaginado hasta qué punto.
Caminaron entre la multitud, escoltados por la propia Ínadiel y sus hombres. La elfa le había dedicado una última mirada, que prometía seguir con su conversación una vez que hubiese zanjado el asunto del niño con Argus. Tarek no tenía intención de volver al taller de la mujer, aún menos seguir hablando con ella. Lejos de su intención estaba explicarle por qué las runas de su cuerpo se estaban desvaneciendo y la razón de que aquello tuviese lugar. Eso implicaría hablar de Eithelen y su sola mención amenazaba con destrozar la fingida calma que había conseguido mantener hasta aquel momento. También implicaría hablar de Dhonara y, de saberse lo que había hecho, jamás abandonaría aquella ciudad con vida.
Una condena en los calabozos del Árbol Madre quizás fuese una bendición en comparación con lo que le esperaba si el clan Ojosverdes daba con él. Pero si lo encerraban, estaba seguro de que encontrarían la manera de vengarse, de acabar con él de la forma más dolorosa posible. Dudaba que el Consejo lo entregase voluntariamente, más después de los acontecimientos de Nytt Hus, pero eso no significaba que la noticia de su presencia allí no hubiese llegado hasta el Campamento Sur. No pocos apoyaban las teorías supremacistas de los Ojosverdes, aunque públicamente condenasen lo ocurrido en la ciudad de los exiliados. Solo aquello explicaba que las acciones del clan más radical de Sandorai hubiesen salido impunes tantas veces, al menos hasta que estas habían sido demasiado públicas como para esconderlas.
Ínadiel caminaba frente a él, furibunda, discutiendo con uno de sus guardias. Tarek desconocía dónde habían estado apostados en el momento de su llegada, pero estaba claro que la elfa se había sabido protegida en todo momento. La presencia de Caoimhe le era conocida, y toda su vaga palabrería había sido un sutil intento de sacársela de encima, quizás para quedarse a solas con el peliblanco o quizás para enviarla a manos de sus esbirros. ¿Serían fieles a la elfa o a su acaudalado amante? Sospechó que la elfa tenía sus propios medios para ganarse el favor de aquellos guardianes. En todo caso, sus planes habían cambiado cuando la vampiresa había hablado del niño y había mentado aquellos escabrosos detalles de la vida sexual del Mercader.
Tarek miró a su alrededor, buscando a la vampiresa y la vio, algunos pasos más atrás, abrazada a si misma. Desde que había consumido el vial con la sangre de Argus, algo parecía haber cambiado en ella. Esquivaba las miradas ajenas y la exacerbada confianza en si misma que había demostrado desde que se habían conocido, parecía haber desaparecido. Fuese lo que fuese lo que hubiese pasado durante el trance que le produjo consumir la sangre, parecía haberla afectado profundamente. Aminoró un poco la marcha, para intentar colocarse a su altura, pero uno de los esbirros de Ínadiel chocó intencionalmente contra él.
- Camina –bramó, al tiempo que le daban un empujón.
- Quiero hablar con ella –le dijo Tarek, señalando con la cabeza a la vampiresa. El hombre lo miró con el ceño fruncido, como sospechando de sus intenciones. El peliblanco recordó entonces la mentira que Caoimhe le había contado a Ínadiel- Vamos al encuentro de Ar… Augustus y te aseguro que es el último sitio donde ella querría estar. Ya sabes… por lo de niño. Aunque contamos con la protección de la dama Ínadiel, será un mal trago para ella –con cara de pena, añadió- Pobre desgraciada… Sinceramente, no sé qué es lo que ven en él.
El guardia lo observó unos instantes, antes de volver la vista a la vampiresa, que caminaba encorvada y taciturna.
- ¿Es cierto? –preguntó.
- ¿Lo del niño? –inquirió Tarek, ganándose un asentimiento por parte del hombre- No te puedes ni imaginar lo que ha hecho por ocultarlo. Las amenazas que profirió. No es que me extrañe, lo de las amenazas –aclaró el peliblanco- Augustus no es precisamente conocido por ser misericorde… Pero emitir amenazas en contra de la vida del infante –negó con la cabeza.
- ¿Por qué no está con vosotros el niño?
Tarek le respondió con un gesto apenado, dando a entender que el Mercader estaba en posesión del pobre bastardo.
- Vuestra señora no se merece esto –comentó el elfo tras unos minutos de silencio, testando las lealtades del guardia. El hombre asintió ante sus palabras, como apoyando lo que había dicho.
- Ve, pero no os alejéis demasiado –indicó finalmente, permitiendo al peliblanco acercarse a la vampiresa.
El grupo, que se deslizaba entre la masa de elfos que pululaban por las calles del Árbol Madre, habría llamado la atención en cualquier zona de la ciudad, excepto en aquella en la que se encontraban. Pronto aquello cambiaría, cuando alcanzasen las calles que rodeaban la plaza central de la urbe.
- ¿Estás bien? –preguntó Tarek, con voz queda a la vampiresa, cuando se colocó a su altura- Supongo que su sangre debe estar tan podrida como el resto de su persona. Mucho me extraña que no la estés regurgitando –comentó, intentando rebajar la tensión que parecía atenazar los hombros de la chica. Recordó entonces lo sucedido en el local de Ínadiel- Respecto a lo de antes –comentó- yo… entre Ínadiel y yo no hay nada. Nunca lo ha habido. De verdad –aunque la vampiresa seguía siendo una desconocida, creyó necesario darle una explicación respecto a la rocambolesca escena que había presenciado- Ella está interesada en mi… eso suena mal –murmuró- Quiero decir que ella siente interés por una parte muy específica de mi… -se detuvo un instante pensando el o que había dicho- vale, eso no suena mejor. Son las runas –dijo finalmente, señalando los desdibujados trazos que todavía surcaban su cara- Siempre ha deseado saber usarlas. Te aseguro que lo único que siento por ella es ganas de que aleje sus manos de mi persona –suficientemente incómodo había sido el encuentro, como para que Caoimhe cargase con la falsa idea de que había algo entre él y la elfa, o que existiese alguna posibilidad de traición por su parte.
Alcanzaron poco después el centro neurálgico del Árbol Madre, su plaza central. En el extremo opuesto al que se encontraban, Tarek divisó al capitán de la guardia de la ciudad, que parecía buscar algo (o más bien a alguien) entre la multitud. Otros soldados observaban con el mismo ahínco los callejones aledaños.
Ínadiel se dirigió con paso decidido al centro de la de la plaza, donde un gran árbol con cientos de luciérnagas alumbraba la noche. A su derecha, un grupo de hombres charlaba de forma animada. Sus guardias la siguieron, a excepción del elfo que poco antes había hablado con Tarek. Este los obligó a detenerse y esperar, a varios metros del lugar donde iba a producirse el esperado encuentro.
- ¿Augustus? –preguntó con voz melosa. Uno de los hombres se giró entonces hacia ella, con una amplia sonrisa en la boca.
- ¡Florecilla mía! –respondió con voz animada, abriendo los brazos en gesto de ir a abrazarla.
Ella se aproximó entonces a él, devolviéndole la sonrisa y, antes de que Argus pudiese finalizar su abrazo, lo agarró con fuerza de los testículos. El rictus de dolor que atravesó la cara del Mercader fue signo inequívoco de que la mujer estaba ejerciendo una fuerza considerable sobres sus partes más sensibles.
- ¿No tienes algo que contarme? –preguntó ella con voz severa.
- ¿Contarte, florecilla? –respondió él con voz aguda.
- Si, contarme. Algo sobre un niño.
Él comenzó a titubear y relatarle algo que a todas luces era una mentira, lo que le valió un apretón aún más fuerte en los bajos. La situación pareció empeorar cuando los guardias, que probablemente andaban tras la pista de Tarek y Caoimhe, se aproximaron hasta la pareja para ver qué era lo que estaba sucediendo. Una mano se apoyó sobre el hombro de Tarek, provocándole un sobresalto. Tras ellos se encontraba la venerable miembro del Consejo que les había permitido deambular por la ciudad.
- Quizás sea mejor que me acompañéis, la hora de vuestra partida está cerca –comentó con calma, como si la escena que se desarrollaba ante ellos no estuviese ocurriendo.
El guardia que los custodiaba pareció tentado de protestar, pero pareció medir mejor sus posibilidades al darse cuenta de quién era la persona ante la que se encontraba. Se despidió de ellos con un gesto de la cabeza, antes de dirigirse hacia su señora. El espectáculo ofrecido por Ínadiel y Argus parecía haber despertado la curiosidad de los viandantes y una importante cantidad de gente empezó a aglomerarse alrededor de lo que parecía un tumulto en ciernes.
Se apartó de ella con educación, cuando consideró que había pasado un tiempo prudencial rodeado por aquel incómodo abrazo al que lo había sometido. No le devolvió el gesto, pero tampoco se la quitó de encima al momento, sabiendo lo que se jugaban en aquella visita. Argus querría venganza e Ínadiel era su única opción para dejar la ciudad a salvo… o al menos eso esperaba. Caoimhe no había detallado cómo iba a ayudarle la sangre del elfo a resolver su peculiar situación. Agarrándolo todavía por el brazo, la elfa los guio (o quizás solo al peliblanco) a través del pasillo que daba acceso a su taller.
- Pensé que no iba a volver a verte nunca. De hecho... en parte deseé que ese fuese el caso –comentó la arcana haciendo un mohín. Tarek se preguntó si había sido aquella su estrategia para ganarse el “amor” del Mercader- Nuestra última conversación fue... bueno, digamos que no me gusta recordarte por el tono de aquella conversación, pero pensé que las habladurías de los ancianos no podían ser ciertas. Y claramente no lo son... ¿Cómo estarías aquí si lo fuesen?
El peliblanco alzó una ceja como respuesta a sus palabras. La última vez que ambos habían interactuado había coincidido con el día en que el Consejo del Árbol Madre había entregado su custodia y formación a los Ojosverdes. Él día que lo habían condenado a vivir con los asesinos de Eithelen. Sus caminos se habían cruzado en alguna que otra ocasión tras aquello, siempre fuera de los territorios del Árbol, en algún lugar acordado entre Argus y los Ojosverdes para llevar a cabo sus negocios. En ninguna de aquellas ocasiones había intercambiado ni una sola palabra con ella, pero siempre había notado su atenta mirada sobre él. Analizándolo, estudiando cada trazo dibujado sobre su piel.
Recordaba con especial nitidez la última vez que había asistido a una de aquellas reuniones. Dhonara había mantenido una larga conversación con Argus, discutiendo sobre algún asunto que no había llegado hasta sus oídos. Tarek, junto con algunos de sus compañeros había aguardado a que la reunión terminase, alejados algunos pasos de su líder. La mirada de Ínadiel no lo había abandonado ni un solo segundo, excepto cuando se había aproximado a Argus para susurrarle algo al oído. La ira de Dhonara ante lo que fuese que le habían pedido fue aliciente suficiente como para finalizar aquella reunión. La mirada que la líder Ojosverdes le había dirigido al volver, había dejado pocas dudas sobre qué habían discutido. Desde aquel día, si los encuentros con el Mercader habían seguido realizándose, Tarek jamás había vuelto a participar en ellos.
Por lo tanto, las palabras que la elfa le dirigía en aquel momento no eran más que un burdo teatrillo, probablemente causado por la presencia de Caoimhe en la habitación. No sabía qué tramaba, pero era igual de peligrosa que su amante. Con delicadeza, la elfa le acarició el pelo que le caía por la cara, centrando la vista en los desdibujados trazos que marcaban el lado izquierdo de su rostro. Delineó de forma sutil algunos de ellos, antes de que el peliblanco la agarrase por la muñeca, para detener su avance. Ella le dirigió una sonrisa astuta, antes de retomar la palabra.
- Por supuesto que me alegra que hayas venido a verme. No es algo demasiado inteligente, sin embargo... Argus no está muy contento con vuestra última interacción de hecho mencionó a una...
La asunción de Tarek había sido correcta. Toda aquella palabrería se debía a Caoimhe. Hasta aquel momento la elfa había actuado como si la vampiresa no se encontrase en la habitación, pero el peliblanco pudo ver el interés en sus ojos cuando le dirigió una furtiva mirada a su compañera, antes de ofrecerle una forzada sonrisa. Ínadiel realizaba sus runas con sangre, ¿acaso le había ofrecido Argus la de Caoimhe como “ofrenda de amor”? Tarek no tenía pruebas de ello, pero tampoco demasiadas dudas.
- Aww... no imaginas cuánto te he echado de menos desde nuestro último encuentro. Tu sabes las condiciones de mi amarre... pero también sabes que mis horas se ocuparían mucho mejor si vinieses a visitarme de manera más frecuente. Ya sabes que yo sé bien cómo tratarte.
La elfa volvió a centrar su atención en él y, como si de su amante se tratase, acarició con ambas manos la tela de su casaca, antes de proceder a desabrocharla. Tarek frenó sus gestos de inmediato, dirigiéndole una severa mirada. Ella a cambio le dirigió una cautivadora sonrisa. Inclinándose más cerca de él, le susurró.
- ¿Temes que tu amiga se ponga celosa o que descubra lo que escondes debajo de tanta ropa?
- Nunca obtendrás lo que buscas –le respondió él en tono seco.
- Argus me ha prometido muchas cosas… -añadió acariciándole el brazo izquierdo, por el que se distribuían, al igual que en su cara y su pecho, las runas arcanas de su clan.
- Argus no puede prometer algo que no posee.
- Aún –respondió ella con una nueva sonrisa- ¿... En qué lio te has metido esta vez, Tarek, amor? ¿Quién es, mmm? –preguntó entonces, alzando la voz.
“Como si no lo supieses”, pensó el elfo para si, dando un paso atrás para apartarse de la elfa. Aquello no disuadió sin embargo a la mujer, que volvió a acercarse, colocando esta vez sus ágiles manos sobre la cadera del elfo, deslizando sus manos por la cinturilla de su pantalón. Tarek se vio nuevamente impelido a frenar sus avances. Ínadiel pareció no prestar demasiada atención a las palabras de la vampiresa, que acababa de poner en marcha otro de sus improvisados planes.
- Y... ¿Qué tendría que ver yo en el asunto de ese niño? Me alegra que hayas decidido venir a verme, Tarek pero verdaderamente tras nuestro último encuentro esperaba un reencuentro algo más... íntimo –añadió entonces, esquivando el agarre del elfo e intentando acceder de nuevo a su ropas.
A punto estaba de volver a frenar su avance y poner fin a aquel incómodo y continuo manoseo, cuando las palabras de Caoimhe parecieron calar por fin en la mente de la arcana. Sus gestos se detuvieron de repente y su mirada pareció desenfocarse un instante, antes de llenarse de furia.
- E imagino que vienes a guiarme exactamente hasta ese cerdo.
[…]
Ínadiel se había puesto especialmente insistente, mientras Caoimhe se retiraba para hacer, solo los dioses sabían qué, con la sangre de Argus. La elfa, una vez lejos de la vampiresa, había acabado con las sutilezas y había exigido al peliblanco que le permitiese acceder a las runas de los Inglorien.
- Aunque te las enseñase –le respondió Tarek durante una de sus demandas- No las entenderías.
- Pues enséñame. ¿Sabes lo que podríamos hacer con algo así?
Unas palabras similares acudieron a su mente, pronunciadas con la misma vehemencia apenas unos días antes. Dhonara había matado a todo su clan solo para tener acceso a aquel conocimiento. Los ojos de Ínadiel indicaban que ella tampoco tendría reparos en hacer lo necesario para conseguir lo que deseaba. Por mucho que se esforzase en demostrar lo contrario, ella no era tan diferente de Argus. Simplemente dejaba que él se ensuciase las manos para conseguir lo que ella deseaba. Quizás el precio por el conocimiento que había recibido de su pasado, que aquellas runas muriesen para siempre con Eithelen en aquel bosque de Lunargenta, fuese lo mejor.
Deteniendo de nuevo el avance de las ágiles manos de la elfa, le respondió.
- Ni siquiera yo puedo leerlas ya, es una causa perdida y, aunque pudiese hacerlo, me debo al juramento de mi clan.
Ella lo observó con gesto de sospecha, pero probablemente ya se había dado cuenta, en su cercana y detalla inspección de las partes de su cuerpo a las que había podido acceder, que algo no estaba bien con los tatuajes que adornaban su piel.
- El juramento –bufó con burla- Sigo pensando que os lo inventáis para no compartir…
Un sonido cercano atrajo de nuevo su atención sobre Caoimhe, que pasó a relatarles con detalle los perversos gustos del Mercader. Tarek sabía que Argus estaba podrido por dentro, pero nunca habría imaginado hasta qué punto.
[…]
Caminaron entre la multitud, escoltados por la propia Ínadiel y sus hombres. La elfa le había dedicado una última mirada, que prometía seguir con su conversación una vez que hubiese zanjado el asunto del niño con Argus. Tarek no tenía intención de volver al taller de la mujer, aún menos seguir hablando con ella. Lejos de su intención estaba explicarle por qué las runas de su cuerpo se estaban desvaneciendo y la razón de que aquello tuviese lugar. Eso implicaría hablar de Eithelen y su sola mención amenazaba con destrozar la fingida calma que había conseguido mantener hasta aquel momento. También implicaría hablar de Dhonara y, de saberse lo que había hecho, jamás abandonaría aquella ciudad con vida.
Una condena en los calabozos del Árbol Madre quizás fuese una bendición en comparación con lo que le esperaba si el clan Ojosverdes daba con él. Pero si lo encerraban, estaba seguro de que encontrarían la manera de vengarse, de acabar con él de la forma más dolorosa posible. Dudaba que el Consejo lo entregase voluntariamente, más después de los acontecimientos de Nytt Hus, pero eso no significaba que la noticia de su presencia allí no hubiese llegado hasta el Campamento Sur. No pocos apoyaban las teorías supremacistas de los Ojosverdes, aunque públicamente condenasen lo ocurrido en la ciudad de los exiliados. Solo aquello explicaba que las acciones del clan más radical de Sandorai hubiesen salido impunes tantas veces, al menos hasta que estas habían sido demasiado públicas como para esconderlas.
Ínadiel caminaba frente a él, furibunda, discutiendo con uno de sus guardias. Tarek desconocía dónde habían estado apostados en el momento de su llegada, pero estaba claro que la elfa se había sabido protegida en todo momento. La presencia de Caoimhe le era conocida, y toda su vaga palabrería había sido un sutil intento de sacársela de encima, quizás para quedarse a solas con el peliblanco o quizás para enviarla a manos de sus esbirros. ¿Serían fieles a la elfa o a su acaudalado amante? Sospechó que la elfa tenía sus propios medios para ganarse el favor de aquellos guardianes. En todo caso, sus planes habían cambiado cuando la vampiresa había hablado del niño y había mentado aquellos escabrosos detalles de la vida sexual del Mercader.
Tarek miró a su alrededor, buscando a la vampiresa y la vio, algunos pasos más atrás, abrazada a si misma. Desde que había consumido el vial con la sangre de Argus, algo parecía haber cambiado en ella. Esquivaba las miradas ajenas y la exacerbada confianza en si misma que había demostrado desde que se habían conocido, parecía haber desaparecido. Fuese lo que fuese lo que hubiese pasado durante el trance que le produjo consumir la sangre, parecía haberla afectado profundamente. Aminoró un poco la marcha, para intentar colocarse a su altura, pero uno de los esbirros de Ínadiel chocó intencionalmente contra él.
- Camina –bramó, al tiempo que le daban un empujón.
- Quiero hablar con ella –le dijo Tarek, señalando con la cabeza a la vampiresa. El hombre lo miró con el ceño fruncido, como sospechando de sus intenciones. El peliblanco recordó entonces la mentira que Caoimhe le había contado a Ínadiel- Vamos al encuentro de Ar… Augustus y te aseguro que es el último sitio donde ella querría estar. Ya sabes… por lo de niño. Aunque contamos con la protección de la dama Ínadiel, será un mal trago para ella –con cara de pena, añadió- Pobre desgraciada… Sinceramente, no sé qué es lo que ven en él.
El guardia lo observó unos instantes, antes de volver la vista a la vampiresa, que caminaba encorvada y taciturna.
- ¿Es cierto? –preguntó.
- ¿Lo del niño? –inquirió Tarek, ganándose un asentimiento por parte del hombre- No te puedes ni imaginar lo que ha hecho por ocultarlo. Las amenazas que profirió. No es que me extrañe, lo de las amenazas –aclaró el peliblanco- Augustus no es precisamente conocido por ser misericorde… Pero emitir amenazas en contra de la vida del infante –negó con la cabeza.
- ¿Por qué no está con vosotros el niño?
Tarek le respondió con un gesto apenado, dando a entender que el Mercader estaba en posesión del pobre bastardo.
- Vuestra señora no se merece esto –comentó el elfo tras unos minutos de silencio, testando las lealtades del guardia. El hombre asintió ante sus palabras, como apoyando lo que había dicho.
- Ve, pero no os alejéis demasiado –indicó finalmente, permitiendo al peliblanco acercarse a la vampiresa.
El grupo, que se deslizaba entre la masa de elfos que pululaban por las calles del Árbol Madre, habría llamado la atención en cualquier zona de la ciudad, excepto en aquella en la que se encontraban. Pronto aquello cambiaría, cuando alcanzasen las calles que rodeaban la plaza central de la urbe.
- ¿Estás bien? –preguntó Tarek, con voz queda a la vampiresa, cuando se colocó a su altura- Supongo que su sangre debe estar tan podrida como el resto de su persona. Mucho me extraña que no la estés regurgitando –comentó, intentando rebajar la tensión que parecía atenazar los hombros de la chica. Recordó entonces lo sucedido en el local de Ínadiel- Respecto a lo de antes –comentó- yo… entre Ínadiel y yo no hay nada. Nunca lo ha habido. De verdad –aunque la vampiresa seguía siendo una desconocida, creyó necesario darle una explicación respecto a la rocambolesca escena que había presenciado- Ella está interesada en mi… eso suena mal –murmuró- Quiero decir que ella siente interés por una parte muy específica de mi… -se detuvo un instante pensando el o que había dicho- vale, eso no suena mejor. Son las runas –dijo finalmente, señalando los desdibujados trazos que todavía surcaban su cara- Siempre ha deseado saber usarlas. Te aseguro que lo único que siento por ella es ganas de que aleje sus manos de mi persona –suficientemente incómodo había sido el encuentro, como para que Caoimhe cargase con la falsa idea de que había algo entre él y la elfa, o que existiese alguna posibilidad de traición por su parte.
Alcanzaron poco después el centro neurálgico del Árbol Madre, su plaza central. En el extremo opuesto al que se encontraban, Tarek divisó al capitán de la guardia de la ciudad, que parecía buscar algo (o más bien a alguien) entre la multitud. Otros soldados observaban con el mismo ahínco los callejones aledaños.
Ínadiel se dirigió con paso decidido al centro de la de la plaza, donde un gran árbol con cientos de luciérnagas alumbraba la noche. A su derecha, un grupo de hombres charlaba de forma animada. Sus guardias la siguieron, a excepción del elfo que poco antes había hablado con Tarek. Este los obligó a detenerse y esperar, a varios metros del lugar donde iba a producirse el esperado encuentro.
- ¿Augustus? –preguntó con voz melosa. Uno de los hombres se giró entonces hacia ella, con una amplia sonrisa en la boca.
- ¡Florecilla mía! –respondió con voz animada, abriendo los brazos en gesto de ir a abrazarla.
Ella se aproximó entonces a él, devolviéndole la sonrisa y, antes de que Argus pudiese finalizar su abrazo, lo agarró con fuerza de los testículos. El rictus de dolor que atravesó la cara del Mercader fue signo inequívoco de que la mujer estaba ejerciendo una fuerza considerable sobres sus partes más sensibles.
- ¿No tienes algo que contarme? –preguntó ella con voz severa.
- ¿Contarte, florecilla? –respondió él con voz aguda.
- Si, contarme. Algo sobre un niño.
Él comenzó a titubear y relatarle algo que a todas luces era una mentira, lo que le valió un apretón aún más fuerte en los bajos. La situación pareció empeorar cuando los guardias, que probablemente andaban tras la pista de Tarek y Caoimhe, se aproximaron hasta la pareja para ver qué era lo que estaba sucediendo. Una mano se apoyó sobre el hombro de Tarek, provocándole un sobresalto. Tras ellos se encontraba la venerable miembro del Consejo que les había permitido deambular por la ciudad.
- Quizás sea mejor que me acompañéis, la hora de vuestra partida está cerca –comentó con calma, como si la escena que se desarrollaba ante ellos no estuviese ocurriendo.
El guardia que los custodiaba pareció tentado de protestar, pero pareció medir mejor sus posibilidades al darse cuenta de quién era la persona ante la que se encontraba. Se despidió de ellos con un gesto de la cabeza, antes de dirigirse hacia su señora. El espectáculo ofrecido por Ínadiel y Argus parecía haber despertado la curiosidad de los viandantes y una importante cantidad de gente empezó a aglomerarse alrededor de lo que parecía un tumulto en ciernes.
Tarek Inglorien
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Re: Dime qué callas... [ Privado] [Noche]
Las palabras de Tarek eran susurros en cualquier otra dimensión mucho más alejada de ella de lo que habían estado hasta entonces. Algo en el camino de vuelta a la plaza no parecía ser real y la vampiresa de cuando en cuando clavaba sus ojos en los de Tarek que parecían querer trasmitirle algo y ella tan solo... entendía la nada.
La chica necesitaba que callase. No porque no le importaba lo que le contase, Hubiese parado su caminar e iniciado una conversación profunda acerca de qué le unía a las runas en cualquier otro momento, lugar y posiblemente situación. Pero su cabeza tan solo estaba preparándose para lo cruel que iba a tener que ser en unos minutos y aún intentaba escapar de todo lo que había sentido al leer la sangre de Argus.
Agarró la cara de Tarek parando su verborrea de manera inmediata y parando también su paso. Apretó su mentón forzando a que la mirase y dijo.
-Pase lo que pase tras esta noche. Tomemos el camino que tomemos y tu senda te lleve a donde te lleve tienes que prometerme algo- dijo- JAMÁS le ofrecerás tu sangre a un vampiro- dijo con los ojos muy abiertos.
Su cabeza llena de imagenes relacionadas con el mercado de la sangre y la venta de sangre a cambio de cualquier deseo estúpido de aquellos que buscaban la conversión como manera de salir de sus problemas. Quizás porque algo en ella se sentía usado de la manera que quizás aquellas víctimas lo hacían. No le gustó el pensar que Tarek pudiese ofrecer su sangre a un vampiro sin principios. O en general a alguien que no fuese ella.
Acto seguido avanzó finalmente hasta el centro del árbol madre donde la muchedumbre comenzaba a reir y a agasajar la pelea de celos entre Ínadiel y Argus formando un corrillo en el que Caoimhe no dudaba ellos iban a ser los siguientes en ser partícipes.
Por suerte aquella parte de su plan también estaba saliendo acorde a lo esperado y antes siquiera de que llegasen al lugar más poblado de aquella inesperada actuación una voz familiar los llamó a salir de aquel juego, separándolos de manera casi imperceptible del tumulto.
Caoimhe por supuesto sabía de quién se trataba así que no se demoró en obedecerla.
Las tres figuras caminaron de manera apacible entre los cuerpos elfos que reían y aplaudían al ver como la pobre Inadiel hacía una escena de celos y Argus perdía parte de su respeto de manera inmediata. Cuando los tres llegaron a la oscuridad de un callejón cercano, la mujer volvió a hablar:
-Tampoco es que tengas mucho tiempo. ¿Qué habéis estado haciendo? Pensé que darte mis guardias agilizaría el proceso...
-No es como si no he tenido ojos sobre mi cabeza- Dijo Caoimhe, desvistiéndose de manera apresurada mientras tomaba unos ropajes que aquella mujer le ofrecía a ambos.
-No he podido hacer más nada. No sabes lo que me juego. Da gracias que sabía quien era este elfo. ¿Por qué lo has traido?- Dijo la mujer.
-¿Yo?- dijo Caoimhe mirando a Tarek mientras se acomodaba el vestido- Pensé que tu me lo habías mandado para asegurarme que no me 'perdiese' por vuestra corteza. Como si este árbol fuese taaaaan interesante- añadió adecentando su pelo en una trenza alta y cubriendo su cara con una capucha
-Eso confirma que quizás Alkiriel si que supiese que ibamos a traicionarlo- dijo la mujer con la mano en la barbilla- Una suerte que este muerto...
Caoimhe le dedicó una sonrisa amigable indicando que estaba lista.
-Perfecto. Tan solo seguid unos metros más. Todo recto. Me he asegurado de mandar a descansar al grupo de elfos que se supone controlan esa zona con la excusa de que hay dos más que se incorporan antes al relevo. Por supuesto esos dos están lo suficientemente ocupados con el revuelo en el centro como para atender la corteza en estos momentos. Calculo que tendréis... mmm unos 10-15 minutos.
Caoimhe alzó una ceja mientras los tres caminaban en la dirección que la mujer les había dicho.
-¿Y el niño?- dijo justo antes de llegar al lugar donde se separarian de la integrante del consejo
-Dejé la carga específica a Axel en el lugar que me pediste. Posiblemente aún alcances a Axel en tu salida - añadió.
Caoimhe asintió y apretó la mano de la mujer agradecida.
-Keeva- dijo la mujer antes de desaparecer- Por favor, mantenme informada de tus avances... me urge... Bueno, ya sabes por qué me urge.
Caoimhe asintió.
No había mirado a Tarek en todo el tiempo desde que habían dejado la plaza. Tampoco sabía lo que aquel elfo estaba pensando sobre toda aquella escena, pero se aseguró de agarrar su mano tirando de él para seguir el camino que le había indicado su contacto dentro de árbol madre.
Cuando por fin atravesaron la corteza y sus figuras se perdieron con la espesura del bosque, Caoimhe soltó la mano de Tarek dejando que el chico decidiese qué camino quería seguir. No miró atrás en un solo momento. No estaba segura de si quería afrontar la visión que le deparase su decisión. No fue hasta que alcanzó un claro del bosque lo suficientemente alejado de la visión de la guardia elfa cuando decidió parar y tomar aire por primera vez en aquella noche.
Se inclinó sobre sus rodillas, posando sus brazos ampliando cada respiración y proyectando el vaho de su calidez con la salida del aire. Las luces de Sandorai aún muy frescas en su cabeza. La adrenalina de su fuga alterando la sangre en su garganta y recordándole que de nuevo, tenía sed.
Tragó saliva y afrontó finalmente la visión tras ella para desvelar si Tarek la había seguido y quizás tenía mucho que explicar, o por el contrario, la petición que le había hecho hacía apenas 30 minutos eran las últimas palabras que iba a compartir con aquel desconocido.
La chica necesitaba que callase. No porque no le importaba lo que le contase, Hubiese parado su caminar e iniciado una conversación profunda acerca de qué le unía a las runas en cualquier otro momento, lugar y posiblemente situación. Pero su cabeza tan solo estaba preparándose para lo cruel que iba a tener que ser en unos minutos y aún intentaba escapar de todo lo que había sentido al leer la sangre de Argus.
Agarró la cara de Tarek parando su verborrea de manera inmediata y parando también su paso. Apretó su mentón forzando a que la mirase y dijo.
-Pase lo que pase tras esta noche. Tomemos el camino que tomemos y tu senda te lleve a donde te lleve tienes que prometerme algo- dijo- JAMÁS le ofrecerás tu sangre a un vampiro- dijo con los ojos muy abiertos.
Su cabeza llena de imagenes relacionadas con el mercado de la sangre y la venta de sangre a cambio de cualquier deseo estúpido de aquellos que buscaban la conversión como manera de salir de sus problemas. Quizás porque algo en ella se sentía usado de la manera que quizás aquellas víctimas lo hacían. No le gustó el pensar que Tarek pudiese ofrecer su sangre a un vampiro sin principios. O en general a alguien que no fuese ella.
Acto seguido avanzó finalmente hasta el centro del árbol madre donde la muchedumbre comenzaba a reir y a agasajar la pelea de celos entre Ínadiel y Argus formando un corrillo en el que Caoimhe no dudaba ellos iban a ser los siguientes en ser partícipes.
Por suerte aquella parte de su plan también estaba saliendo acorde a lo esperado y antes siquiera de que llegasen al lugar más poblado de aquella inesperada actuación una voz familiar los llamó a salir de aquel juego, separándolos de manera casi imperceptible del tumulto.
Caoimhe por supuesto sabía de quién se trataba así que no se demoró en obedecerla.
Las tres figuras caminaron de manera apacible entre los cuerpos elfos que reían y aplaudían al ver como la pobre Inadiel hacía una escena de celos y Argus perdía parte de su respeto de manera inmediata. Cuando los tres llegaron a la oscuridad de un callejón cercano, la mujer volvió a hablar:
-Tampoco es que tengas mucho tiempo. ¿Qué habéis estado haciendo? Pensé que darte mis guardias agilizaría el proceso...
-No es como si no he tenido ojos sobre mi cabeza- Dijo Caoimhe, desvistiéndose de manera apresurada mientras tomaba unos ropajes que aquella mujer le ofrecía a ambos.
-No he podido hacer más nada. No sabes lo que me juego. Da gracias que sabía quien era este elfo. ¿Por qué lo has traido?- Dijo la mujer.
-¿Yo?- dijo Caoimhe mirando a Tarek mientras se acomodaba el vestido- Pensé que tu me lo habías mandado para asegurarme que no me 'perdiese' por vuestra corteza. Como si este árbol fuese taaaaan interesante- añadió adecentando su pelo en una trenza alta y cubriendo su cara con una capucha
-Eso confirma que quizás Alkiriel si que supiese que ibamos a traicionarlo- dijo la mujer con la mano en la barbilla- Una suerte que este muerto...
Caoimhe le dedicó una sonrisa amigable indicando que estaba lista.
-Perfecto. Tan solo seguid unos metros más. Todo recto. Me he asegurado de mandar a descansar al grupo de elfos que se supone controlan esa zona con la excusa de que hay dos más que se incorporan antes al relevo. Por supuesto esos dos están lo suficientemente ocupados con el revuelo en el centro como para atender la corteza en estos momentos. Calculo que tendréis... mmm unos 10-15 minutos.
Caoimhe alzó una ceja mientras los tres caminaban en la dirección que la mujer les había dicho.
-¿Y el niño?- dijo justo antes de llegar al lugar donde se separarian de la integrante del consejo
-Dejé la carga específica a Axel en el lugar que me pediste. Posiblemente aún alcances a Axel en tu salida - añadió.
Caoimhe asintió y apretó la mano de la mujer agradecida.
-Keeva- dijo la mujer antes de desaparecer- Por favor, mantenme informada de tus avances... me urge... Bueno, ya sabes por qué me urge.
Caoimhe asintió.
No había mirado a Tarek en todo el tiempo desde que habían dejado la plaza. Tampoco sabía lo que aquel elfo estaba pensando sobre toda aquella escena, pero se aseguró de agarrar su mano tirando de él para seguir el camino que le había indicado su contacto dentro de árbol madre.
Cuando por fin atravesaron la corteza y sus figuras se perdieron con la espesura del bosque, Caoimhe soltó la mano de Tarek dejando que el chico decidiese qué camino quería seguir. No miró atrás en un solo momento. No estaba segura de si quería afrontar la visión que le deparase su decisión. No fue hasta que alcanzó un claro del bosque lo suficientemente alejado de la visión de la guardia elfa cuando decidió parar y tomar aire por primera vez en aquella noche.
Se inclinó sobre sus rodillas, posando sus brazos ampliando cada respiración y proyectando el vaho de su calidez con la salida del aire. Las luces de Sandorai aún muy frescas en su cabeza. La adrenalina de su fuga alterando la sangre en su garganta y recordándole que de nuevo, tenía sed.
Tragó saliva y afrontó finalmente la visión tras ella para desvelar si Tarek la había seguido y quizás tenía mucho que explicar, o por el contrario, la petición que le había hecho hacía apenas 30 minutos eran las últimas palabras que iba a compartir con aquel desconocido.
Caoimhe
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Re: Dime qué callas... [ Privado] [Noche]
Su primera suposición, cuando la consejera se había personado ante ellos, había sido que su pequeña “huida” de la taberna iba a salirles cara. Intentando no complicar más la situación, siguió a la mujer en silencio. Caoimhe parecía en cambio tranquila, confiada incluso, algo que a Tarek le resulto peculiar. Sin embargo, no tardó demasiado en descubrir el porqué de su confianza, cuando la venerable anciana y la vampiresa comenzaron a intercambiar palabras, con una confianza que no habían mostrado la noche anterior.
El elfo las observó, serio, mientras la mujer amonestaba a Caoimhe por sus desmanes y le daba unas últimas indicaciones para que salieran de aquel lugar. No movió ni una ceja ante la despótica mención de la mujer a su persona. ¿Había sido acaso lo de la noche anterior una pantomima? Todo aquel discurso sobre Eithelen, la honorabilidad, su redención… Estaba claro que nunca aprendería. Había vuelto a depositar sus esperanzas en alguien que, nuevamente, le demostraba que lo consideraba poco más que una herramienta para un fin específico.
Deseando salir de aquel lugar lo antes posible, tomó los ropajes que se le ofrecían y siguió a las dos mujeres por las intrincadas calles de la ciudad, hasta una de las puertezuelas que permitían salir del bastión élfico. Ajenas a él, como si no existiese, las dos continuaron con su diatriba, intercambiando información, probablemente importante, para la misión que había llevado hasta allí a la vampiresa. El tumulto de la plaza, pronto se convirtió en velado susurro tras ellos.
Se giró una última vez para contemplar el esplendor de su pueblo, la grandeza de la capital de los elfos. Jamás volvería allí. No había sitio para él en aquel mundo. No, si aquellos que debían protegerlos estaban tan corruptos como los peores de su especie. Si ni siquiera el consejo era capaz de mantener a sus miembros limpios y honestos, ¿qué sería de su pueblo? Había posado sus esperanzas en las amables palabras de la consejera, una ciega esperanza de que tal vez, algún día, si las aguas volvían a su cauce, podría regresar a su hogar. Tras aquel último giro de los acontecimientos le quedó claro que Sandorai no dejaría de ser, jamás, una trampa. Un lugar en el que los Ojosverdes, una vez descubriesen su crimen, lo perseguirían hasta la muerte y ningún otro clan, ni siquiera el Consejo, se preocuparía por ampararlo. Sus actos en Nytt Hus pesaban demasiado para ello.
La venerable anciana se despidió finalmente de ellos, indicando la vacía puerta de la corteza, que se abría a solo unos metros de ellos.
- Quizás mis crímenes sean imperdonables, pero al menos yo no he engañado a mi pueblo. Ni si quiera los Ojosverdes son tan mezquinos, aún dentro de sus… engaños y manipulaciones –las palabras, cargadas de dolor, brotaron de él antes de que pudiese impedirlo.
- Desconoces las razones tras mis actos –fue la respuesta de la mujer, que lo miró seria.
- Hay actos que ni la más elaborada de las razones puede justificar. Lo sabe tan bien como yo.
- Tarek –la mujer extendió una mano, para asirlo de los ropajes, pero el peliblanco la esquivó. En su mirada y su tono se vislumbró una cierta súplica- No lo entiendes…
- No, no lo hago –la cortó él.
- Si pudiera explicártelo –intentó asir de nuevo del brazo, pero el elfo volvió a desembarazarse de su mano.
- Guárdese sus mentiras para quien quiera oírlas –las palabras parecieron hace mella en la mujer, que lo observó suplicante- No se preocupe, abandonaré Sandorai antes del próximo amanecer. Su secreto está a salvo, al fin al cabo quién va a creer a un traidor sin clan.
- No eres…
- Si lo soy. Pero al menos soy consciente de ello.
Unos ruidos en un callejón cercano impidieron que la mujer siguiese hablando. Con delicadeza, Caoimhe lo tomó de la mano, tirando de él hacia la salida, en la que pronto se situaría de nuevo la guardia. Sin dedicar ni una sola mirada más ni a la consejera, ni a la ciudad, se dejó guiar por la vampiresa. La siguió, aún tiempo después de que ella soltase su mano y el Árbol Madre fuese apenas distinguible entre las copas de los árboles que los rodeaban. Apenas se dio cuenta de que se habían detenido, sumido como estaba en aquel constante ronroneo en su mente, que le recordaba una y otra vez todo lo que había sucedido. La pesadilla en el templo, el dolor de perder lo único que le quedaba en el Campamento sur, la desesperanza de saberse nuevamente engañado. Estaba cansado… y su camino apenas había comenzado.
Fuera del Árbol Madre, al desamparo de nuevo del bosque, se preguntó si las alarmas ya se habrían activado ya en el Campamento sur. Si no estarían los Ojosverdes rondando aquella zona del bosque, intentando capturarlo. Porque tenían que saber que había sido él. Nadie podría haberse acercado tanto a Dhonnara. Aquellas veinticuatro horas en la capital habían sido como un espejismo, uno que había terminado de la peor forma posible y que ahora lo devolvía a una cruel y aterradora realidad.
Necesitó un par de segundos para que su cerebro fuese consciente de ese último pensamiento, del peligro en el que se encontraba, parado allí, en medio del bosque. A apenas unos pasos del Árbol Madre… lo suficientemente cerca del lugar del que había intentado huir. Centró entonces la vista ante él y una Caoimhe, con expresión angustiada, le devolvió la mirada.
- Supongo que conseguiste lo que te proponías. Entraste en Árbol, conseguiste la información y le arruinaste la vida a un maleante. Una noche completa –las palabras salieron de su boca sin acritud, aunque también sin sentimiento.
Sabía que no era culpa de la chica. Ella desconocía quien era él cuando se habían topado y, aunque lo había usado para colarse y pasearse por los dominios de los elfos, lo había hecho presa de las circunstancias. No le había mentido, no realmente, aunque le había ocultado información, probablemente más por desconfianza que por malicia. ¿Era aquel el destino que le esperaba? Convivir con la desconfianza de otros hacia él, gentes con las que apenas compartiría unos instantes de su vida, antes de separarse para no volver a toparse nunca más. Una existencia fría e inerte, pero al menos no tan dolorosa como sentirte traicionado por los tuyos. Quizás debía aprender de ella lo que no había sabido hacer antes: desconfiar de los demás, independientemente de lo que fueran o de quienes fueran.
Con un suspiro se dirigió de nuevo a ella.
- No es culpa tuya, perdona –miró al cielo, que dejaba sus horas más oscuras atrás- Ha sido un día duro… en realidad ha sido una semana horrible –comentó mirándola de nuevo- Me alegra que al menos uno de los dos haya podido sacar algo en limpio de todo esto –tras unos segundos añadió- Deberíamos movernos. No sé dónde pretendes guarecerte durante el día, pero empezará a clarear en un par de horas. Tampoco querrás estar cerca de mí cuando eso suceda, a estas alturas ya deben haber puesto precio a mi cabeza y a cualquiera que relacionen conmigo sufrirá el mismo aciago destino.
Las cinco muertes… el castigo de los Ojosverdes. Las imágenes de la tortura de Ayla y el dolor de Eithelen volvieron a él, como un viejo eco que, de alguna manera, había conseguido mantener dormido durante su estancia en el Árbol Madre.
El elfo las observó, serio, mientras la mujer amonestaba a Caoimhe por sus desmanes y le daba unas últimas indicaciones para que salieran de aquel lugar. No movió ni una ceja ante la despótica mención de la mujer a su persona. ¿Había sido acaso lo de la noche anterior una pantomima? Todo aquel discurso sobre Eithelen, la honorabilidad, su redención… Estaba claro que nunca aprendería. Había vuelto a depositar sus esperanzas en alguien que, nuevamente, le demostraba que lo consideraba poco más que una herramienta para un fin específico.
Deseando salir de aquel lugar lo antes posible, tomó los ropajes que se le ofrecían y siguió a las dos mujeres por las intrincadas calles de la ciudad, hasta una de las puertezuelas que permitían salir del bastión élfico. Ajenas a él, como si no existiese, las dos continuaron con su diatriba, intercambiando información, probablemente importante, para la misión que había llevado hasta allí a la vampiresa. El tumulto de la plaza, pronto se convirtió en velado susurro tras ellos.
Se giró una última vez para contemplar el esplendor de su pueblo, la grandeza de la capital de los elfos. Jamás volvería allí. No había sitio para él en aquel mundo. No, si aquellos que debían protegerlos estaban tan corruptos como los peores de su especie. Si ni siquiera el consejo era capaz de mantener a sus miembros limpios y honestos, ¿qué sería de su pueblo? Había posado sus esperanzas en las amables palabras de la consejera, una ciega esperanza de que tal vez, algún día, si las aguas volvían a su cauce, podría regresar a su hogar. Tras aquel último giro de los acontecimientos le quedó claro que Sandorai no dejaría de ser, jamás, una trampa. Un lugar en el que los Ojosverdes, una vez descubriesen su crimen, lo perseguirían hasta la muerte y ningún otro clan, ni siquiera el Consejo, se preocuparía por ampararlo. Sus actos en Nytt Hus pesaban demasiado para ello.
La venerable anciana se despidió finalmente de ellos, indicando la vacía puerta de la corteza, que se abría a solo unos metros de ellos.
- Quizás mis crímenes sean imperdonables, pero al menos yo no he engañado a mi pueblo. Ni si quiera los Ojosverdes son tan mezquinos, aún dentro de sus… engaños y manipulaciones –las palabras, cargadas de dolor, brotaron de él antes de que pudiese impedirlo.
- Desconoces las razones tras mis actos –fue la respuesta de la mujer, que lo miró seria.
- Hay actos que ni la más elaborada de las razones puede justificar. Lo sabe tan bien como yo.
- Tarek –la mujer extendió una mano, para asirlo de los ropajes, pero el peliblanco la esquivó. En su mirada y su tono se vislumbró una cierta súplica- No lo entiendes…
- No, no lo hago –la cortó él.
- Si pudiera explicártelo –intentó asir de nuevo del brazo, pero el elfo volvió a desembarazarse de su mano.
- Guárdese sus mentiras para quien quiera oírlas –las palabras parecieron hace mella en la mujer, que lo observó suplicante- No se preocupe, abandonaré Sandorai antes del próximo amanecer. Su secreto está a salvo, al fin al cabo quién va a creer a un traidor sin clan.
- No eres…
- Si lo soy. Pero al menos soy consciente de ello.
Unos ruidos en un callejón cercano impidieron que la mujer siguiese hablando. Con delicadeza, Caoimhe lo tomó de la mano, tirando de él hacia la salida, en la que pronto se situaría de nuevo la guardia. Sin dedicar ni una sola mirada más ni a la consejera, ni a la ciudad, se dejó guiar por la vampiresa. La siguió, aún tiempo después de que ella soltase su mano y el Árbol Madre fuese apenas distinguible entre las copas de los árboles que los rodeaban. Apenas se dio cuenta de que se habían detenido, sumido como estaba en aquel constante ronroneo en su mente, que le recordaba una y otra vez todo lo que había sucedido. La pesadilla en el templo, el dolor de perder lo único que le quedaba en el Campamento sur, la desesperanza de saberse nuevamente engañado. Estaba cansado… y su camino apenas había comenzado.
Fuera del Árbol Madre, al desamparo de nuevo del bosque, se preguntó si las alarmas ya se habrían activado ya en el Campamento sur. Si no estarían los Ojosverdes rondando aquella zona del bosque, intentando capturarlo. Porque tenían que saber que había sido él. Nadie podría haberse acercado tanto a Dhonnara. Aquellas veinticuatro horas en la capital habían sido como un espejismo, uno que había terminado de la peor forma posible y que ahora lo devolvía a una cruel y aterradora realidad.
Necesitó un par de segundos para que su cerebro fuese consciente de ese último pensamiento, del peligro en el que se encontraba, parado allí, en medio del bosque. A apenas unos pasos del Árbol Madre… lo suficientemente cerca del lugar del que había intentado huir. Centró entonces la vista ante él y una Caoimhe, con expresión angustiada, le devolvió la mirada.
- Supongo que conseguiste lo que te proponías. Entraste en Árbol, conseguiste la información y le arruinaste la vida a un maleante. Una noche completa –las palabras salieron de su boca sin acritud, aunque también sin sentimiento.
Sabía que no era culpa de la chica. Ella desconocía quien era él cuando se habían topado y, aunque lo había usado para colarse y pasearse por los dominios de los elfos, lo había hecho presa de las circunstancias. No le había mentido, no realmente, aunque le había ocultado información, probablemente más por desconfianza que por malicia. ¿Era aquel el destino que le esperaba? Convivir con la desconfianza de otros hacia él, gentes con las que apenas compartiría unos instantes de su vida, antes de separarse para no volver a toparse nunca más. Una existencia fría e inerte, pero al menos no tan dolorosa como sentirte traicionado por los tuyos. Quizás debía aprender de ella lo que no había sabido hacer antes: desconfiar de los demás, independientemente de lo que fueran o de quienes fueran.
Con un suspiro se dirigió de nuevo a ella.
- No es culpa tuya, perdona –miró al cielo, que dejaba sus horas más oscuras atrás- Ha sido un día duro… en realidad ha sido una semana horrible –comentó mirándola de nuevo- Me alegra que al menos uno de los dos haya podido sacar algo en limpio de todo esto –tras unos segundos añadió- Deberíamos movernos. No sé dónde pretendes guarecerte durante el día, pero empezará a clarear en un par de horas. Tampoco querrás estar cerca de mí cuando eso suceda, a estas alturas ya deben haber puesto precio a mi cabeza y a cualquiera que relacionen conmigo sufrirá el mismo aciago destino.
Las cinco muertes… el castigo de los Ojosverdes. Las imágenes de la tortura de Ayla y el dolor de Eithelen volvieron a él, como un viejo eco que, de alguna manera, había conseguido mantener dormido durante su estancia en el Árbol Madre.
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