Una rana en apuros [Libre] [CERRADO]
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Una rana en apuros [Libre] [CERRADO]
La salida del bosque de Midgard tenía una marcada frontera; la deforestada zona de las Runas de los Baldíos. Esta zona, aun perteneciendo a los elfos, solía estar deshabitada y la merodeaban grupos reducidos de elfos muy territoriales y agresivos.
El hecho de que el grupo de tres, compuesto por Frosk, Bluto y Erika, anduviera por allí se debía a los propios monolitos de piedra y pequeñas estructuras (también de piedra) de aspecto primitivo o tribal que salpicaban el paisaje. Las historias hablan de ritos ancestrales realizados por los propios elfos allí, e incluso de portales que se abren a otros mundos en determinados momentos del año. Lógicamente, el abuelo de Frosk no le había mencionado en ningún momento este lugar por su propia seguridad, pero el hombre rana había oído historias de él en una posada de un pequeño pueblo de hombres-ratón del bosque de Midgard, por lo que no dudó en investigarlo.
Había cierto silencio inquietante, con tan solo el sonido de una ligera brisa haciendo acto de presencia de vez en cuando. Frosk miraba hacia todos lados, maravillado como siempre que visitaba un lugar nuevo; Erika, por su parte, notaba cierta incomodidad en aquella soledad absoluta que les había invadido en cuanto dejaron atrás el Bosque de Midgard; y Bluto simplemente seguía hacia delante con tranquilidad.
Pudieron ver que una de las ruinas era mucho más grande y con más monolitos que el resto que salpicaban la zona. Esto les llamó la atención y no dudaron en encaminarse hacia dicho sitio. El sol hacia tiempo que había salido por el horizonte, pero las sombras que generaban aquellas estructuras de piedras, de al menos cinco metros de media cada una, aún eran alargadas. Todavía más maravillado, si cabe, Frosk miraba de arriba a abajo la gran estructura de piedra (una entre muchas) que se alzaba ante él. Erika se acercó a otra, más pequeña que la que tenía Frosk enfrente, y le posó una mano. El frío tacto de la piedra era agradable, aun en aquella fresca mañana, y el misticismo del lugar hacía que a la dragona le diese un cosquilleo por la espalda. | [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] |
-Señorita Erika, si me permite, tengo que decirle que la mayoría de historias que se cuentan son exageraciones y deformaciones de la realidad que se hacen para amedrentar a los jóvenes, advertir al populacho o incluso engrandecer, o en su caso, hundir, la figura de alguien.-Intervino desde atrás del todo el bio-cibernético de dos metros.-Por lo tanto, no se preocupe. Cuando uno se pone a investigar a fondo, siempre da con una explicación lógica y racional totalmente alejada de lo sobrenatural.
Erika no contestó, simplemente torció el gesto y tragó saliva aún con la mano puesta sobre la piedra. Esperaba que Bluto tuviese razón, desde luego casi siempre la tenía (por no decir siempre). Se alegraba de tenerlo siempre a su lado. Viajar con un gigantón de metal de dos metros de altura le hacía sentirse muy segura.
En cambio, Frosk era... muy impulsivo.
Se apartó un poco de la piedra y giró a un lado para mirar a la rana, pero para su sorpresa, no estaba allí. Extrañada, se volteó para mirar a Bluto y, de nuevo, allí no había nadie. De un momento a otro, se había quedado sola. Las pulsaciones se le subieron drásticamente y, nerviosa, dio pasos agitados sin ningún rumbo en específico, rodeando un eje invisible en la tierra, mirando hacia todos lados. Encaró entonces la esquina del monolito grande donde había estado Frosk a toda prisa, y entonces, se chocó de bruces con un cuerpo de metal. Dolorida, se sujetó la nariz mientras Frosk y Bluto, que allí se encontraban, la miraban extrañados.
-¡Idiotas!-Estaba roja de ira y a la vez de vergüenza.-¡No desaparezcáis sin avisar!
-...croac...-Hinchó su saco vocal, mirándola con cierto desaire.-¿Qué dices?-La observó dolorida de la nariz, pero aparte de eso; nerviosa y agitada.-¿Tienes miedo?-Alzó sus cejas sin pelos dos veces con un tono jocoso y una sonrisa maliciosa.
Pasándosele el dolor de nariz y mirando de reojo y con desdén a la rana, Erika contestó:
-No.
-¡Croac, croac, croac!-Hinchó su saco vocal repetidas veces a modo de risa.
-Odio esa risa.
-¡Croac, croac, croac!-Siguió riendo.
Erika, visiblemente molesta, apretó los dientes y se dio media vuelta, regresando por donde había venido.
¡Ella no tenía miedo! No era ninguna cobarde y ya lo había demostrado en más de una ocasión... ¿Verdad? Tenía que ser así, ya que una chica de su edad jamás habría sobrevivido tanto tiempo como ella si fuese una cobarde. Era una mujer que podía cuidar de sí misma, y se lo iba a demostrar tanto a Frosk como al resto del mundo las veces que hiciera falta.
Pero... lo que sí era cierto es que no podía defenderse sola. Portaba a su espalda una espada que era más grande que ella y que no estaba hecha para ser manejada por una adolescente de quince años, y su habilidad de transformarse en dragona lo llevaba regular. Hacía tiempo que no lo hacía, ya que siempre practicaba con sus padres en ese ritual sagrada y místico que su familia lo consideraba privado. Un dragón no se transforma a no ser que sea estrictamente necesario, y alguien de su corta edad aún no había vivido ese "momento necesario". A la hora de combatir sí que se sentía una inútil, y más cuando veía que Frosk y Bluto se encargaban de todos los problemas que aparecían...
-¡Quiero una prueba!-Alzó la voz, pero no demasiado, hacia el más grande de los monolitos del lugar. Se había fijado que tenía inscripciones desgastadas que escapaban a su entendimiento.-...soy digna de mi apellido...-Dijo en voz baja.-¡Lo puedo demostrar!-Apretó los dientes.
Para nila!
Escuchó una voz que provenía de más allá del monolito. Sobresaltada, fue a ver qué era.
Para su sorpresa, se encontró a Frosk y Bluto rodeados de un grupo de cinco elfos con atuendo tribal y tatuajes por todo su cuerpo y rostro. Estaban claramente increpándoles algo, pero no entendía el qué. Tanto el hombre-bestia como el bio-cibernético se encontraban tensos, el primero con su espada y rodela desenvainadas, y el segundo con sus puños preparados por si tenía que usarlos.
Corrió para ir en su ayuda, pero pisó donde no debía y cayó en un agujero en la tierra.
-¡Alejaos!-Con el ceño fruncido, "disparó" su lengua contra uno de los elfos.
Este portaba un escudo casi del mismo tamaño que su cuerpo, por lo que la lengua del hombre-rana se pegó a dicho escudo. Frosk entonces tiró hacia él para desarmarlo, y una vez que tuvo el escudo entre sus fauces, lo escupió de vuelta a su propietario, que nada pudo hacer para esquivar el impacto. Cayó de espaldas al suelo, aturdido y visiblemente enojado.
El anfibio quiso repetir el mismo ataque contra otro de los elfos, pero este último fue más rápido y esquivó su lengua para acto seguido clavar en ella una lanza. Frosk saltó del dolor, pero su sufrimiento no acabó ahí, ya que esa lanza estaba encantada y de ella salió repentinamente un chispazo de su punta que lo electrocutó, haciendo que cayese inconsciente en el acto con su lengua de un par de metros fuera. Para cuando Bluto quiso reaccionar, otro de los elfos se le acercó con una gran agilidad por detrás y le clavó otra lanza encantada con electricidad en el cuello de su armadura, haciendo que el gigante de latón pegara chispazos y emitiera sonidos extraños antes de que se le apagasen sus ojos luminosos y cayese al suelo cual árbol talado.
Among kuhaon sila!-Gritó otra vez la misma voz, la cual provenía del que parecía el líder del grupo, más tatuado que el resto y con una armadura mucho más elaborada.
Con gran esfuerzo, Erika salió del agujero donde había caído. Cuando al fin alcanzó la superficie, escupió una hoja del arbusto que hacía de tapadera para ese agujero y que le había hecho caer en él.
Se vio de pronto sola, con el silencio reinando de nuevo y con la brisa acariciando sus mejillas, aunque esta vez notaba ese frescor desagradable y desolador.
Última edición por Frosk el Vie 29 Mar 2024 - 22:49, editado 1 vez
Frosk
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Re: Una rana en apuros [Libre] [CERRADO]
Durante la noche de los 9 deseos…
A paso ligero, Logan y Milly regresaron a la mansión de sus señores para informar de lo que habían hallado, convencidos de que su ama se pondría muy contenta al saber de su hija y que los recompensaría generosamente por haberla encontrado. Tras aporrear la puerta principal para que les abriesen, ambos cruzaron la sala de estar y subieron al segundo piso, enfilando a toda prisa el pasillo que llevaba a los dormitorios para irrumpir en el del matrimonio.
En cualquier otra casa aquello habría sido una falta de respeto, pero no bajo el techo de Celene, donde todos eran libres de entrar y salir de las habitaciones a placer y las puertas solían quedarse abiertas en todo momento. - Queridos, ¿a qué viene tanta prisa? ¿tan pronto os habéis aburrido de las hogueras? - preguntó la mujer bestia desde la cama. - Mi… mi Señora… - empezó a responder la joven, con la respiración agitada a causa de la carrera. - La… la hemos visto… - añadió al poco, pero de repente, sus recuerdos comenzaron a volverse algo difusos. - ¿A quién Milly? - quiso saber la morena, incorporándose hasta quedar sentada junto al semidesnudo cuerpo de su esposo.
La humana se llevó las manos a las sienes, incapaz de responder, y se giró hacia Logan en busca de apoyo, pero él también estaba pasando por lo mismo. - Me parece que se han pasado un poco bebiendo. - intervino Alfred, levantándose también. - Sí. - susurró Celene, abandonando el lecho para acercarse a los dos y acariciar sus mejillas con suavidad. - No pasa nada, borrad esa preocupación de vuestras caras. - pidió, calmándolos antes de guiarlos hacia la comodidad de la cama.
Sin saberlo, Ava acababa se salvarse gracias a la magia de la bruja de Oniria, que había borrado cualquier rastro de su imagen en las mentes de aquellos individuos.
Al día siguiente...
Con la mente aún algo nublada a causa de los acontecimientos de la noche anterior, o más bien lo que sentía que había pasado y ya no recordaba, la cuerva decidió tomarse un día libre y no acudir al taller aquella mañana, avisando a Raiza antes de dirigirse a las afueras en busca de tranquilidad y un poco de aire fresco. En cuanto abandonó la protección que le ofrecían los muros de la ciudad, desplegó las negras alas y las batió con fuerza para elevarse en el aire, sobrevolando primero el bosque y luego la playa, yendo a parar a la zona de las ruinas que lindaba con Midgard.
Sintiendo como la nostalgia atenazaba su corazón, decidió aterrizar cerca de aquellas curiosas piedras, dirigiendo los ambarinos ojos hacia la otra orilla del río, a donde se hallaba su hogar. - Me pregunto cómo estará padre, ¿se habrá alegrado al recibir la carta que entregué a Gonerk en la feria? - dijo en voz baja, trayendo a sus pensamientos la imagen de la aldea. Una parte de ella quería volver y visitarlo, pero aún era pronto… si regresaba tras solo unos meses recibiría el mismo trato por el que había tenido que marcharse así que no le quedaba más remedio que aguantar y seguir adelante, haciéndose fuerte no solo física sino también mentalmente.
- Algún día volveré, y les demostraré lo equivocados que estaban conmigo… - susurró, esbozando una leve sonrisa al rememorar su victoria en la arena contra Zefeus y la promesa que le había hecho el zorro, ni él ni sus amigos volverían a molestarla. Eso ya era un paso importante, pero no habían sido los únicos en ofenderla con sus comentarios, así que debía prepararse para enfrentar al resto con la cabeza bien alta, sin temores.
- Among kuhaon sila! - aquel ininteligible grito llegó desde alguna parte, consiguiendo que dejase de lado sus cavilaciones para tratar de hallar el origen, pero cuando llegó no había allí ningún hombre, solo una chica que a duras penas, salía de un gran agujero. - Debe tratarse de la trampa de algún cazador… - pensó de inmediato, ya que estaba familiarizada con aquel tipo de prácticas. - Seguramente no la vio porque estaba camuflada. - continuó para sí, mientras se acercaba a la muchacha para comprobar que no se hubiese hecho daño al caer.
- ¿Es… estás bien? - preguntó, rodeando el hoyo para que pudiese verla de frente y su llegada no la sobresaltase. - Parece muy joven… ¿qué hace aquí sola? - la duda se hizo presente enseguida, pero había escuchado una voz que no podía ser suya, entonces ¿realmente estaba sola?
A paso ligero, Logan y Milly regresaron a la mansión de sus señores para informar de lo que habían hallado, convencidos de que su ama se pondría muy contenta al saber de su hija y que los recompensaría generosamente por haberla encontrado. Tras aporrear la puerta principal para que les abriesen, ambos cruzaron la sala de estar y subieron al segundo piso, enfilando a toda prisa el pasillo que llevaba a los dormitorios para irrumpir en el del matrimonio.
En cualquier otra casa aquello habría sido una falta de respeto, pero no bajo el techo de Celene, donde todos eran libres de entrar y salir de las habitaciones a placer y las puertas solían quedarse abiertas en todo momento. - Queridos, ¿a qué viene tanta prisa? ¿tan pronto os habéis aburrido de las hogueras? - preguntó la mujer bestia desde la cama. - Mi… mi Señora… - empezó a responder la joven, con la respiración agitada a causa de la carrera. - La… la hemos visto… - añadió al poco, pero de repente, sus recuerdos comenzaron a volverse algo difusos. - ¿A quién Milly? - quiso saber la morena, incorporándose hasta quedar sentada junto al semidesnudo cuerpo de su esposo.
La humana se llevó las manos a las sienes, incapaz de responder, y se giró hacia Logan en busca de apoyo, pero él también estaba pasando por lo mismo. - Me parece que se han pasado un poco bebiendo. - intervino Alfred, levantándose también. - Sí. - susurró Celene, abandonando el lecho para acercarse a los dos y acariciar sus mejillas con suavidad. - No pasa nada, borrad esa preocupación de vuestras caras. - pidió, calmándolos antes de guiarlos hacia la comodidad de la cama.
Sin saberlo, Ava acababa se salvarse gracias a la magia de la bruja de Oniria, que había borrado cualquier rastro de su imagen en las mentes de aquellos individuos.
Al día siguiente...
Con la mente aún algo nublada a causa de los acontecimientos de la noche anterior, o más bien lo que sentía que había pasado y ya no recordaba, la cuerva decidió tomarse un día libre y no acudir al taller aquella mañana, avisando a Raiza antes de dirigirse a las afueras en busca de tranquilidad y un poco de aire fresco. En cuanto abandonó la protección que le ofrecían los muros de la ciudad, desplegó las negras alas y las batió con fuerza para elevarse en el aire, sobrevolando primero el bosque y luego la playa, yendo a parar a la zona de las ruinas que lindaba con Midgard.
Sintiendo como la nostalgia atenazaba su corazón, decidió aterrizar cerca de aquellas curiosas piedras, dirigiendo los ambarinos ojos hacia la otra orilla del río, a donde se hallaba su hogar. - Me pregunto cómo estará padre, ¿se habrá alegrado al recibir la carta que entregué a Gonerk en la feria? - dijo en voz baja, trayendo a sus pensamientos la imagen de la aldea. Una parte de ella quería volver y visitarlo, pero aún era pronto… si regresaba tras solo unos meses recibiría el mismo trato por el que había tenido que marcharse así que no le quedaba más remedio que aguantar y seguir adelante, haciéndose fuerte no solo física sino también mentalmente.
- Algún día volveré, y les demostraré lo equivocados que estaban conmigo… - susurró, esbozando una leve sonrisa al rememorar su victoria en la arena contra Zefeus y la promesa que le había hecho el zorro, ni él ni sus amigos volverían a molestarla. Eso ya era un paso importante, pero no habían sido los únicos en ofenderla con sus comentarios, así que debía prepararse para enfrentar al resto con la cabeza bien alta, sin temores.
- Among kuhaon sila! - aquel ininteligible grito llegó desde alguna parte, consiguiendo que dejase de lado sus cavilaciones para tratar de hallar el origen, pero cuando llegó no había allí ningún hombre, solo una chica que a duras penas, salía de un gran agujero. - Debe tratarse de la trampa de algún cazador… - pensó de inmediato, ya que estaba familiarizada con aquel tipo de prácticas. - Seguramente no la vio porque estaba camuflada. - continuó para sí, mientras se acercaba a la muchacha para comprobar que no se hubiese hecho daño al caer.
- ¿Es… estás bien? - preguntó, rodeando el hoyo para que pudiese verla de frente y su llegada no la sobresaltase. - Parece muy joven… ¿qué hace aquí sola? - la duda se hizo presente enseguida, pero había escuchado una voz que no podía ser suya, entonces ¿realmente estaba sola?
Ava Kenrith
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Re: Una rana en apuros [Libre] [CERRADO]
No me llores, no... No me llores, no... Porque si lloras yo peno...- Cantaba una mujer, era alta y hermosa, tenía la tez grisácea, los ojos parecían hielo, y su cabello estaba lleno de plumas negras. Se sentía embelesada, hasta que la vio convertirse en una enorme llama, no podía sentir el calor, pero escuchaba gritos terribles, gritos de niños agonizando al fondo.
Despertó de golpe, mirando alrededor, tratando de recordar donde estaba al momento, cuando lo hizo se alivió, a los pies de un árbol de tronco mediano pero copa frondosa. Había dejado atrás al vampiro, temiendo que la matase una noche, su comportamiento ya era extraño, y juraría que quería hincarle el colmillo hasta dejarla seca. Aquella mirada resultó demasiado amenazante, mucho más de lo usual. Lo peor vino cuando, durante la salida de Lunargenta, una cantidad mayor de personas la acosaron constantemente, hombres y mujeres mostraban un irracional interés en ella sólo con verla, y ya éstas alturas, estaba segura de que la flor tenía algo que ver, sin embargo le era imposible recordar cómo llegó hasta su cabello. Era preciosa, de un tono azul tan brillante que parecía una estrella, en un manto de negrura que era su cabello. Pero aquello parecía atraer algo que no era del todo hermoso, o no para ella. Acostumbrada a una infancia solitaria, la atención que recibía causaba un constante estrés, uno que no sabía cómo manejar. Así entonces, deseando no tener que alejarse, debió tomar un rumbo separado, retrasando así su viaje a Beltrexus, debía averiguar cómo quitarse esa flor, pues no podía hacerle ningún daño, ni pareciera necesitar agua o luz del sol, era como si se alimentara de la bruja.
Una profunda tristeza, causada por la ausencia de su amo, la acompañaba en aquel trayecto hacia un lugar que, según escuchó, contenía misterios mágicos y, un gran poder en su atmósfera. Quizás, estando ahí, podría hacer algo con la flor y, a su vez, practicar un poco los encantamientos arcanos. Entonces, esperanzada, viajó desde aquel pantano donde encontró un sitio en el cual instalar un taller para hacer sus estudios y prácticas, hasta una región en los límites del Bosque de Midgar que, de paso, le recordó a una joven con quien vivió un par de sucesos en Sacrestic.
¿Estaría bien? Seguramente sí. Ella es diferente. Me compadezco por quien se cruce en su camino en son de guerra.- De cualquier manera, consciente era de que ambas compartían una inocencia ante el mundo. Pero ella misma, cada día se sentía mucho más adentrada a la malicia de ese mismo mundo. Desde que lo ha conocido, su visión ha cambiado sin que ella realmente se percate del todo.
Estaba próxima a las ruinas, estaba segura. Debió llegar hasta ahí, usando carretas de carga en las que fué complicado escabullirse, y no había opciones, si hablaba con algún jinete o conductor, se metería en problemas en cuanto posaran sus ojos en ella y la flor ejerciera su mística influencia. Aunque no sucediera con cada persona, fueron tantas que prefería no arriesgar más, y bueno, sola no sería tarea fácil librarse siempre.
El tramo de bosque en el que estaba, ya era escaso, y levantándose del cobijo de aquel árbol, continuó su caminata hacia la parte menos poblada, o casi deforestada a lo lejos. Pero, si algo había aprendido a éstas alturas es, que cada paso en vida, acechan sombras y peligro. A pesar de poseer un caminar sigiloso así como equilibrado y fluido, al parecer no tardó en hacerse notar. Una mano rodeó su cintura, lo cual alejó considerablemente sus pies del suelo, un vuelco al corazón fue lo que acompañó a ese agarre. El brazo se cerró en su cintura con posesión, sabía perfectamente qué razón había detrás de ello, la flor...
Ésta persona debía medir casi los dos metros, a considerar por lo elevada que estaba en su agarre. El individuo hundió su nariz en el cabello azabache de la bruja, que estaba en ese momento quieta, con las manos agarradas del brazo que la sostenía. No intentó ningún movimiento brusco, esperando a que las cosas fuesen más claras, y sus intenciones, o de lo contrario temía provocar una respuesta violenta en su contra, así que se contuvo en la mayor calma que fue posible. Pero su corazón latía desesperado, temeroso. Se percibió vulnerable como de costumbre, cuando de acercamiento físico se trataba, y la idea de las peores consecuencias golpeaban su mente de forma desordenada. Su mandíbula se tensó, al escucharlo hablar, no parecía lengua común, pero tampoco Jaajil, obviamente. Aquel hecho complicaba las cosas, más, si se puede decir. Luego escuchó otra voz, y giró la cabeza intentando ver a quién más estaba ahí, a su derecha, entonces encontrando una fémina elfa, con una expresión curiosa. La miraba como si se hubiera encontrado un cachorro en medio de una calle concurrida.
Dialogaban entre ellos, y la desesperación la invadía, pues la elfa se alejó de ahí, dejándola a su suerte con ese macho elfo, y el pánico entrando por sus ojos. Él la alejó consigo de ahí, adentrándose en el bosque, y la bruja no paraba de temblar, cuando con la otra mano le cubrió la boca. Lloró. Pensando en lo peor. Sus manos hacían lo posible por liberarse de aquellas manos, no obteniendo siquiera que redujera la fuerza, parecía estar hecho de piedra. Entonces, con un atisbo de valor, buscó en su bolso... su bolso. Ya no lo traía consigo. Debió haber caído en el punto donde la tomaron desprevenida. Cuando las lágrimas empaparon la mano, el elfo se detuvo, retirando la misma y diciendo algo a ella que, de nuevo, no pudo entender.
-Jáalk’ab’Teen.- Dijo ella con la voz débil ante el temor de lo inminente. Pero no podían comprenderse entre sí. Le cubrió la boca nuevamente. No la liberaría. Palateaba, movía los brazos efusivamente pero, se comenzó a rendir. Y se adentraron en el bosque, donde la luz entraba con mayor dificultad.
Una profunda tristeza, causada por la ausencia de su amo, la acompañaba en aquel trayecto hacia un lugar que, según escuchó, contenía misterios mágicos y, un gran poder en su atmósfera. Quizás, estando ahí, podría hacer algo con la flor y, a su vez, practicar un poco los encantamientos arcanos. Entonces, esperanzada, viajó desde aquel pantano donde encontró un sitio en el cual instalar un taller para hacer sus estudios y prácticas, hasta una región en los límites del Bosque de Midgar que, de paso, le recordó a una joven con quien vivió un par de sucesos en Sacrestic.
¿Estaría bien? Seguramente sí. Ella es diferente. Me compadezco por quien se cruce en su camino en son de guerra.- De cualquier manera, consciente era de que ambas compartían una inocencia ante el mundo. Pero ella misma, cada día se sentía mucho más adentrada a la malicia de ese mismo mundo. Desde que lo ha conocido, su visión ha cambiado sin que ella realmente se percate del todo.
Estaba próxima a las ruinas, estaba segura. Debió llegar hasta ahí, usando carretas de carga en las que fué complicado escabullirse, y no había opciones, si hablaba con algún jinete o conductor, se metería en problemas en cuanto posaran sus ojos en ella y la flor ejerciera su mística influencia. Aunque no sucediera con cada persona, fueron tantas que prefería no arriesgar más, y bueno, sola no sería tarea fácil librarse siempre.
El tramo de bosque en el que estaba, ya era escaso, y levantándose del cobijo de aquel árbol, continuó su caminata hacia la parte menos poblada, o casi deforestada a lo lejos. Pero, si algo había aprendido a éstas alturas es, que cada paso en vida, acechan sombras y peligro. A pesar de poseer un caminar sigiloso así como equilibrado y fluido, al parecer no tardó en hacerse notar. Una mano rodeó su cintura, lo cual alejó considerablemente sus pies del suelo, un vuelco al corazón fue lo que acompañó a ese agarre. El brazo se cerró en su cintura con posesión, sabía perfectamente qué razón había detrás de ello, la flor...
Ésta persona debía medir casi los dos metros, a considerar por lo elevada que estaba en su agarre. El individuo hundió su nariz en el cabello azabache de la bruja, que estaba en ese momento quieta, con las manos agarradas del brazo que la sostenía. No intentó ningún movimiento brusco, esperando a que las cosas fuesen más claras, y sus intenciones, o de lo contrario temía provocar una respuesta violenta en su contra, así que se contuvo en la mayor calma que fue posible. Pero su corazón latía desesperado, temeroso. Se percibió vulnerable como de costumbre, cuando de acercamiento físico se trataba, y la idea de las peores consecuencias golpeaban su mente de forma desordenada. Su mandíbula se tensó, al escucharlo hablar, no parecía lengua común, pero tampoco Jaajil, obviamente. Aquel hecho complicaba las cosas, más, si se puede decir. Luego escuchó otra voz, y giró la cabeza intentando ver a quién más estaba ahí, a su derecha, entonces encontrando una fémina elfa, con una expresión curiosa. La miraba como si se hubiera encontrado un cachorro en medio de una calle concurrida.
Dialogaban entre ellos, y la desesperación la invadía, pues la elfa se alejó de ahí, dejándola a su suerte con ese macho elfo, y el pánico entrando por sus ojos. Él la alejó consigo de ahí, adentrándose en el bosque, y la bruja no paraba de temblar, cuando con la otra mano le cubrió la boca. Lloró. Pensando en lo peor. Sus manos hacían lo posible por liberarse de aquellas manos, no obteniendo siquiera que redujera la fuerza, parecía estar hecho de piedra. Entonces, con un atisbo de valor, buscó en su bolso... su bolso. Ya no lo traía consigo. Debió haber caído en el punto donde la tomaron desprevenida. Cuando las lágrimas empaparon la mano, el elfo se detuvo, retirando la misma y diciendo algo a ella que, de nuevo, no pudo entender.
-Jáalk’ab’Teen.- Dijo ella con la voz débil ante el temor de lo inminente. Pero no podían comprenderse entre sí. Le cubrió la boca nuevamente. No la liberaría. Palateaba, movía los brazos efusivamente pero, se comenzó a rendir. Y se adentraron en el bosque, donde la luz entraba con mayor dificultad.
- Off:
- EL ELFO
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Maldición: Flor de pesadilla [Maldición]: Una extraña flor azul ha crecido en el cabello de Itzamaray. Parece una simple prenda de cabello, pero tiene un par de características especiales. Durante los siguientes 3 temas, los personajes cercanos sentirán una inexplicable atracción hacia ella, con el deseo de protegerla y complacerla, pero, al menos una vez por tema, esa atracción se volverá obsesiva, haciendo que estén dispuestos matar para impedir que se le acerquen a la indefensa brujita.
El elfo la leja de su destino, las Runas, adentrándose en el bosque. Queda su bolso [1 Daga, kit de arcanista, 1 perfume, plantas y flores dentro, un velo y una capa corta] en los límites del bosque y el inicio del terreno de las Runas.
-Jáalk’ab’Teen.- Habla Jaajil, en lengua común sería "Déjame Libre" o "Liberame"
Itzamaray
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Re: Una rana en apuros [Libre] [CERRADO]
La espada que llevaba a la espalda le pesaba, más que física, moralmente. Tener ahí esa arma para luego no saber (ni casi poder) utilizarla era todo un martirio para ella que se había acrecentado con el reciente incidente. Dicha espada entraba en la categoría de "espada larga", y medía un poco más que su tronco. Era un arma que se le había obsequiado a la familia Smirnov como contribución a la reconquista de Lunargenta por parte de los humanos cuando esta fue invadida por los vampiros. Y ella sentía que la había manchado con sus actos, además de con su incompetencia a la hora de usarla.
Dio un leve respingo en cuanto oyó una voz extraña a su espalda. En un acto reflejo, se volteó y se llevó la mano a la empuñadura del arma que hasta casi le sobresalía por la cabeza. Hizo el esfuerzo de sacarla de su vaina de un solo tirón, pero fue en vano. Disimuló como pudo este acto, sin despegar su mano de la empuñadura a su espalda.
La dragona no supo qué responder en primera instancia, pues tenía sentimientos encontrados; hacía escasos minutos unos elfos salvajes habían aparecido y secuestrado a sus amigos, y ahora una mujer bestia con alas de pájaro y extraños cuernos se había presentado ante ella de un modo pacifista y hasta agradable.
Frunció el ceño, indecisa ante qué responder. Pero algo debía hacer, además de controlar su temblor de piernas.
-¡S-se han llevado a mis amigos!-Contestó intentando parecer intimidante, aunque el temblor de su voz acompasó al de sus piernas y ante uno nuevo: sus labios de movían como si estuviesen hechos de gelatina.-...-Su ceño fruncido se relajó, pero en lugar de estar más tranquila, se le dibujó un rostro de preocupación.-¿Vas a hacerme daño?
----------------------------------------------------------------------------------------
Un terrible dolor de cabeza inundaba a Frosk. Era como si se hubiese golpeado con algo de una forma violenta y estuviera noqueado, aunque sentía ciertas punzadas en su lengua un poco desagradables, pero no dolorosas... tenía la lengua fuera, y empezaba a babear. Abrió los ojos poco a poco, no estaba al aire libre, al menos no del todo, pues unos barrotes de madera se cruzaban por encima de su cabeza. Echó un vistazo a su alrededor moviendo los ojos. Notó que estaba bocarriba, por lo que se incorporó sentado en un suelo que era pura tierra.
Tenía la boza abierta y la lengua fuera, seguía babeando un poco.
Echó un vistazo a la punta de su lengua, pues notaba unos pinchazos que le empezaban a picar. Para su sorpresa, también había barrotes a su lado... ¡Y por todos lados! ¡Estaba atrapado! Pero eso no era todo, ni siquiera era lo más importante... ¡Pues unos niños elfos estaban pinchándole la lengua con unos palos! (parecían pequeñas ramas de árboles caídas).
Recogió su lengua y, de un salto, se acercó lo más que pudo a los barrotes, agarrándolos y zarandeando dicho agarre (acción que no tuvo otra consecuencia que el zarandeado fuese él, ya que los barrotes eran inamovibles) mientras gritaba. Los niños se asustaron y algunos huyeron. Tan solo se quedaron dos, uno tenía el cabello castaño y los lados de su cabeza rapados, el otro tenía peinado de castaña. Ambos iban vestidos con sencillos ropajes de cuero de una sola pieza.
-¡MALDITOS NIÑOS!-Hinchó su saco vocal, con enojo. Los dos niños que se habían quedado, seguían mirándolo.-¡FUERA!
Acto seguido, uno de ellos le tiró una piedra y el otro se burló de él sacándole la lengua. La piedra rebotó en los barrotes y Frosk se asustó. Cuando quiso reprochar la acción a los pequeños elfos, estos se habían marchado. El hombre-rana siguió zarandeándose en los barrotes, frustrado y enfadado.
-...croac...
Para cuando se calmó, pudo echar un mejor vistazo a su alrededor. Así, se percató de que estaba en una aldea con construcciones de madera muy conseguidas, las estructuras se veían con mucha solidez, y aunque no había nadie en el exterior, se sentía observado. Su celda se encontraba en mitad de lo que parecía la plaza de aquel emplazamiento élfico. En su centro había una gran pira sin encender.
Impresionado, a la vez que asustado, se apartó de los barrotes y se dejó caer sentado en el suelo.
Acto seguido, el anfibio se cruzó de brazos, haciendo un mohín pensativo en sus labios. Tenía que salir de allí, fuese como fuese... De pronto, cayó en algo que hasta ahora había pasado por alto... ¿Dónde estaban los demás?
Frosk
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Re: Una rana en apuros [Libre] [CERRADO]
A pesar de los intentos de la morena por no sobresaltar a la muchacha, ésta se puso en guardia nada más escucharla, llevando una mano a la empuñadura del arma que asomaba por encima de su hombro. Ante aquel gesto por su parte, Ava optó por alzar ligeramente las suyas para que viese que estaban vacías, además, si hubiese querido atacarla no se habría acercado a ella de ese modo, esperaba que la chica también se diese cuenta de ello.
- Parece asustada. - pensó, al percatarse de cómo le temblaban las piernas, agitación que también terminó afectando a su voz y a sus labios al revelarle que alguien se había llevado a sus amigos. - No me extraña que se haya puesto a la defensiva… - reflexionó, poco antes de que la preocupación se extendiese por el rostro de la rubia, que quería saber si planeaba hacerle daño.
- No… no tengo motivos para hacerte nada malo. - contestó, acompañando las palabras con un sutil gesto de cabeza. - Dudo mucho que pueda convencerla de que vuelva a la ciudad… será mejor que la ayude a encontrar a sus compañeros. - meditó, incapaz de abandonarla allí a su suerte. - Vo… voy a acercarme un poco ¿vale? - la avisó, avanzando en su dirección. - Tranquila, yo… yo buscaré a tus amigos. - continuó hablando, dejando un par de metros de distancia entre ambas para que no se sintiese agobiada por su presencia.
- Soy cazadora… se… se me da bien seguir rastros, no te preocupes. - añadió en voz algo más baja, mientras se inclinaba para examinar el agujero en que había caído. - Sin duda era una trampa pero tuvo suerte, no pusieron nada punzante en el fondo. - pensó, incorporándose de nuevo para escrutar con sus brillantes ojos el suelo en busca de pisadas.
Pronto dio con una zona que tenía marcas bastante claras, y hacia allí se dirigió, acuclillándose para estudiar las pistas más de cerca. - Un círculo… los rodearon… - murmuró, pasando a centrar su atención sobre las huellas que había en el centro. - Supongo que ahí era donde estaban tus amigos. - dijo, señalando el punto en que las señales mostraban que se habían desplomado dos cuerpos bastantes distintos. Uno era algo pequeño pero el otro debía ser bastante alto y también pesado a juzgar por la forma y profundidad del desnivel que había dejado en la tierra.
- No pueden estar muy lejos. - aseguró, girándose hacia la muchacha, y convencida de que aceptaría su propuesta, ya que la alternativa que tenía era quedarse sola, se levantó y comenzó a seguir el rastro. - Ma… mantente detrás de mí, por si surge algún problema. - le recomendó la cuerva, que si bien podía alcanzar a los secuestradores más rápido haciendo uso de sus alas, no quería dejarla tirada.
En silencio y teniendo mucho cuidado de no pisar nada que pudiese delatarla, Ava dejó atrás la zona de las ruinas para internarse en el bosque, pero antes de cruzar la primera línea de árboles, algo captó su interés. - Dos individuos se separaron del resto justo aquí, ¿pero para qué? - susurró, desviándose para averiguar a dónde habían ido. Su curiosidad la llevó directamente hacia un bolso que yacía aparentemente abandonado junto a uno de los troncos, pero eso no era lo más preocupante, lo verdaderamente alarmante era que allí había otro par de huellas diferentes, que de repente desaparecían.
Frunciendo el ceño, la mujer bestia se agachó para revisar el contenido de la bolsa, y su expresión cambió drásticamente al reconocer varios de los objetos que había dentro. - Este velo… la capa… - enumeró inconscientemente, destapando un frasco para confirmar sus sospechas. - Este perfume… todo esto es de Itza…- soltó repentinamente, ya que recordaba perfectamente haber visto a la hechicera con aquellas vestimentas la noche que coincidieron en Sacrestic, al igual que aquel olor con toques cítricos. ¿También había sido víctima de los mismos sujetos?
Apresuradamente, guardó todo de nuevo y se colgó la bolsa para devolverla a su dueña, regresando junto a la rubia a paso ligero en cuanto comprobó que las dos personas que habían estado en contacto con la bruja habían tomado el mismo camino que el resto. - Tenemos que darnos prisa, tus amigos no son los únicos a los que se han llevado. - la informó, retomando la búsqueda.
- Parece asustada. - pensó, al percatarse de cómo le temblaban las piernas, agitación que también terminó afectando a su voz y a sus labios al revelarle que alguien se había llevado a sus amigos. - No me extraña que se haya puesto a la defensiva… - reflexionó, poco antes de que la preocupación se extendiese por el rostro de la rubia, que quería saber si planeaba hacerle daño.
- No… no tengo motivos para hacerte nada malo. - contestó, acompañando las palabras con un sutil gesto de cabeza. - Dudo mucho que pueda convencerla de que vuelva a la ciudad… será mejor que la ayude a encontrar a sus compañeros. - meditó, incapaz de abandonarla allí a su suerte. - Vo… voy a acercarme un poco ¿vale? - la avisó, avanzando en su dirección. - Tranquila, yo… yo buscaré a tus amigos. - continuó hablando, dejando un par de metros de distancia entre ambas para que no se sintiese agobiada por su presencia.
- Soy cazadora… se… se me da bien seguir rastros, no te preocupes. - añadió en voz algo más baja, mientras se inclinaba para examinar el agujero en que había caído. - Sin duda era una trampa pero tuvo suerte, no pusieron nada punzante en el fondo. - pensó, incorporándose de nuevo para escrutar con sus brillantes ojos el suelo en busca de pisadas.
Pronto dio con una zona que tenía marcas bastante claras, y hacia allí se dirigió, acuclillándose para estudiar las pistas más de cerca. - Un círculo… los rodearon… - murmuró, pasando a centrar su atención sobre las huellas que había en el centro. - Supongo que ahí era donde estaban tus amigos. - dijo, señalando el punto en que las señales mostraban que se habían desplomado dos cuerpos bastantes distintos. Uno era algo pequeño pero el otro debía ser bastante alto y también pesado a juzgar por la forma y profundidad del desnivel que había dejado en la tierra.
- No pueden estar muy lejos. - aseguró, girándose hacia la muchacha, y convencida de que aceptaría su propuesta, ya que la alternativa que tenía era quedarse sola, se levantó y comenzó a seguir el rastro. - Ma… mantente detrás de mí, por si surge algún problema. - le recomendó la cuerva, que si bien podía alcanzar a los secuestradores más rápido haciendo uso de sus alas, no quería dejarla tirada.
En silencio y teniendo mucho cuidado de no pisar nada que pudiese delatarla, Ava dejó atrás la zona de las ruinas para internarse en el bosque, pero antes de cruzar la primera línea de árboles, algo captó su interés. - Dos individuos se separaron del resto justo aquí, ¿pero para qué? - susurró, desviándose para averiguar a dónde habían ido. Su curiosidad la llevó directamente hacia un bolso que yacía aparentemente abandonado junto a uno de los troncos, pero eso no era lo más preocupante, lo verdaderamente alarmante era que allí había otro par de huellas diferentes, que de repente desaparecían.
Frunciendo el ceño, la mujer bestia se agachó para revisar el contenido de la bolsa, y su expresión cambió drásticamente al reconocer varios de los objetos que había dentro. - Este velo… la capa… - enumeró inconscientemente, destapando un frasco para confirmar sus sospechas. - Este perfume… todo esto es de Itza…- soltó repentinamente, ya que recordaba perfectamente haber visto a la hechicera con aquellas vestimentas la noche que coincidieron en Sacrestic, al igual que aquel olor con toques cítricos. ¿También había sido víctima de los mismos sujetos?
Apresuradamente, guardó todo de nuevo y se colgó la bolsa para devolverla a su dueña, regresando junto a la rubia a paso ligero en cuanto comprobó que las dos personas que habían estado en contacto con la bruja habían tomado el mismo camino que el resto. - Tenemos que darnos prisa, tus amigos no son los únicos a los que se han llevado. - la informó, retomando la búsqueda.
Ava Kenrith
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Re: Una rana en apuros [Libre] [CERRADO]
Curioso fue, que al adentrarse en el bosque, y llegar a donde las copas no permitían el paso de luz, si no en tenues listones que permitían una vista decente, el elfo la soltase por completo. Depositandola en el suelo, al sentir la solidez al pisar, pudo pensar mejor, sus lágrimas pararon su flujo y con sus manos retiró aquellas que cayeron últimas, al frente de ellos había una pendiente, y él extendió su mano para ayudarla a bajar y avanzar a donde sí llegaba la luz de día. Sabiendo de antemano que no iba a poder correr sin ser alcanzada, un elfo con esa apariencia, seguramente corría mejor, más rápido y sabría cómo moverse por el bosque.
Soltando el aire pesadamente, tomó su mano y bajaron, preguntándose porqué no se tomó la molestia de bajar por su pie si y la había acarreado como un cachorro todo el rato. Lo miró un poco indignada, pero volvió la vista al suelo, la verdad no le agradaba mucho la idea de ser cargada una vez más.
Justo donde iniciaba una intensa línea de luz, y el paisaje se hacía claro, había una hoguera apagada, restos de asado, cosa que la asqueó. Pudiendo ver partes animales a medio comer y otras chamuscadas, los elfos no eran del todo tan civilizados entonces. O eso le pareció. A continuación, con una naturalidad que la irritó, se sentó en el suelo, con las rodillas algo elevadas, y señalando que hiciera lo mismo. Al menos las señas solían ser universales. Sin desearlo, obedeció, de rodillas y sentando las nalgas en sus tobillos. Aquel elfo con descaro le ofreció un pequeño conejo cocido, de aquellos estacados alrededor del extinto fuego. Lo rechazó, y pasó unos instantes tratando de hacerle entender que no lo comería, tirando el ofrecimiento al suelo, enojada.
Después de aquella cómica escena, al menos para él, pues se notaba sonriente, de nuevo la elfa que habían visto antes llegó, y lo primero que hizo fue acercarse a hablar con él a la par que la tocaba del rostro con ternura, tuvo que hacer mucha fuerza para alejar esas manos de encima de ella, frustrada. Sus rostros cambiaron un poco, como si recordase algo importante que hacer. -Ya podré largarme de aquí... Tienes que recordar, Itzamaray, recuerda bien por dónde venimos. Se puso de pie, y la levantó agarrando sus brazos, obligándola a colocarse de pie también.
La hembra elfa, se quedó en el sitio, y ellos caminaron en dirección al oeste, pasaron casi treinta minutos, y ella miraba a cada rincón esperando el momento indicado. Cuando estuvieron en un terreno completamente plano, pero cuyas sombras ya inundaban la vista por los frondosos árboles, comenzó un suave conjuro[1], unos chillidos y ruidos agudos sonaron alrededor, y causó que el elfo entre en pose defensiva, alerta. Al frente, se asomaron unas bestias a cuatro patas, con varios pares de ojos en la cabeza y un hocico inundado de saliva y colmillos afilados. La tomó bruscamente, llevándola a un árbol, como intentando alejarla del peligro. Una vez arriba hizo mover a las bestias hacia él, despacio. Ganando tiempo antes de que se diera cuenta, que lo que observaba no era si no era manipulado.
Se tuvo que mover sobre los troncos que tenían por ramas aquellos árboles, y pasando con éxito de uno a otro, quizás avanzó unos ocho de ellos, bajando de aquel último para avanzar a pie, corrió, saltando algunas raíces que resaltaban en la tierra, pidiendo a los dioses que no la siga de cerca el elfo, debía buscar el árbol donde estaba antes, recuperar sus pertenencias y salir de vuelta al pantano cuanto antes, el rumbo al este seguramente, la llevaría de vuelta al punto de partida. Pero su suerte, se mostró en su contra, un crujido bajo sus pies precedió un fuerte movimiento, llegando a elevarse bruscamente perdiendo la solidez de la tierra y quedando algo desubicada, pendiendo de un tronco, y dentro de una rudimentaria malla que la sostenía como un capullo de mariposa. Algo mareada, miró a los lados, y hacia abajo de ella. Las lágrimas se agruparon de prisa en sus ojos, pero deseando mantener el control, respiró profundamente, intentaría romper los enlaces de la malla con los dientes, rompiendo cada tejido vegetal de a poco. Ese era el plan, hasta que escuchó movimiento cercano, cubrió su boca con la mano, acallando sus sollozos por venir.
Soltando el aire pesadamente, tomó su mano y bajaron, preguntándose porqué no se tomó la molestia de bajar por su pie si y la había acarreado como un cachorro todo el rato. Lo miró un poco indignada, pero volvió la vista al suelo, la verdad no le agradaba mucho la idea de ser cargada una vez más.
Justo donde iniciaba una intensa línea de luz, y el paisaje se hacía claro, había una hoguera apagada, restos de asado, cosa que la asqueó. Pudiendo ver partes animales a medio comer y otras chamuscadas, los elfos no eran del todo tan civilizados entonces. O eso le pareció. A continuación, con una naturalidad que la irritó, se sentó en el suelo, con las rodillas algo elevadas, y señalando que hiciera lo mismo. Al menos las señas solían ser universales. Sin desearlo, obedeció, de rodillas y sentando las nalgas en sus tobillos. Aquel elfo con descaro le ofreció un pequeño conejo cocido, de aquellos estacados alrededor del extinto fuego. Lo rechazó, y pasó unos instantes tratando de hacerle entender que no lo comería, tirando el ofrecimiento al suelo, enojada.
Después de aquella cómica escena, al menos para él, pues se notaba sonriente, de nuevo la elfa que habían visto antes llegó, y lo primero que hizo fue acercarse a hablar con él a la par que la tocaba del rostro con ternura, tuvo que hacer mucha fuerza para alejar esas manos de encima de ella, frustrada. Sus rostros cambiaron un poco, como si recordase algo importante que hacer. -Ya podré largarme de aquí... Tienes que recordar, Itzamaray, recuerda bien por dónde venimos. Se puso de pie, y la levantó agarrando sus brazos, obligándola a colocarse de pie también.
La hembra elfa, se quedó en el sitio, y ellos caminaron en dirección al oeste, pasaron casi treinta minutos, y ella miraba a cada rincón esperando el momento indicado. Cuando estuvieron en un terreno completamente plano, pero cuyas sombras ya inundaban la vista por los frondosos árboles, comenzó un suave conjuro[1], unos chillidos y ruidos agudos sonaron alrededor, y causó que el elfo entre en pose defensiva, alerta. Al frente, se asomaron unas bestias a cuatro patas, con varios pares de ojos en la cabeza y un hocico inundado de saliva y colmillos afilados. La tomó bruscamente, llevándola a un árbol, como intentando alejarla del peligro. Una vez arriba hizo mover a las bestias hacia él, despacio. Ganando tiempo antes de que se diera cuenta, que lo que observaba no era si no era manipulado.
Se tuvo que mover sobre los troncos que tenían por ramas aquellos árboles, y pasando con éxito de uno a otro, quizás avanzó unos ocho de ellos, bajando de aquel último para avanzar a pie, corrió, saltando algunas raíces que resaltaban en la tierra, pidiendo a los dioses que no la siga de cerca el elfo, debía buscar el árbol donde estaba antes, recuperar sus pertenencias y salir de vuelta al pantano cuanto antes, el rumbo al este seguramente, la llevaría de vuelta al punto de partida. Pero su suerte, se mostró en su contra, un crujido bajo sus pies precedió un fuerte movimiento, llegando a elevarse bruscamente perdiendo la solidez de la tierra y quedando algo desubicada, pendiendo de un tronco, y dentro de una rudimentaria malla que la sostenía como un capullo de mariposa. Algo mareada, miró a los lados, y hacia abajo de ella. Las lágrimas se agruparon de prisa en sus ojos, pero deseando mantener el control, respiró profundamente, intentaría romper los enlaces de la malla con los dientes, rompiendo cada tejido vegetal de a poco. Ese era el plan, hasta que escuchó movimiento cercano, cubrió su boca con la mano, acallando sus sollozos por venir.
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OFF:
[1]Terror [nivel 0]: (Hab. Mágica/2 usos/1 turno duracion)Concentro el éter para crear criaturas o escenarios a la vista de sus objetivos, el objetivo será crear el mayor terror que cause un shock o huida. La eficacia puede verse mermada o anulada de acuerdo a los rasgos y/o habilidades mágicas o mentales que pueda tener uno o mas de los objetivos.
Itzamaray
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Re: Una rana en apuros [Libre] [CERRADO]
En principio se mostró cautelosa y con cierto recelo hacia la figura de la mujer bestia, pero en cuanto la vio escrudiñar el terreno en busca de pistas, murmurando ciertos hechos que se habían dado sin que realmente hubiera estado allí, su actitud hacia la desconocida cambió. Sentía respeto y cierta admiración, sin duda era una mujer que sabía valerse por sí misma, algo a lo que ella aspiraba.
De forma inconsciente, su postura fue más receptiva y la distancia para con la mujer cuervo se había acortado. Tenerla cerca le daba seguridad.
La siguió hasta internarse en el bosque. Aún tenía cierta reticencia a abandonar el lugar donde perdió a sus amigos, pero realmente no le quedaba otra opción.
Por el camino, encontraron pertenencias ajenas que no estaban relacionadas con sus amigos. ¿Habían secuestrado a alguien más? Definitivamente, aquellos elfos eran gente horrible.
-------------------------------------------------------------------------------
La huida torpe de la muchacha había sido demasiado cantosa. Ningún cazador hábil que se preciara podría perder a una presa así, y más si estaba en su propio territorio. No le costó mucho encontrarla, ya que para más inri, había caído en una trampa de las muchas que había salpicadas por su zona de caza, que se la conocía como la palma de su mano. Una elfa alta, de constitución delgada, de ojos azules como dos zafiros brillantes y de pelo negro azabache apareció, mirando a la bruja con la misma indiferencia que si un jabalí hubiese caído en su trampa. Para ella, era una presa más de entre muchas.
Se acercó a la joven y no le dirigió palabra alguna, en una acción totalmente rutinaria, cortó la cuerda que tenía atada a una de las ramas del árbol la malla que envolvía a su presa y se la echó al hombro sin sacarla de dicha malla. Para ser tan delgada, podía cargar con la bruja con cierta facilidad, quizás debido a su sorprendente altura (más que la de un humano o brujo promedio).
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Varios ojos miraban con curiosidad al hombre rana que los cazadores habían traído. Ya no solo eran niños, sino que había jóvenes, algún adulto e incluso ancianos.
Frosk estaba sentado en la áspera tierra que tenía su celda. Estar encerrado en mitad de la plaza principal de aquella modesta aldea hacía que fuese el centro de atención de todos sus habitantes. Se sentía intimidado a más no poder, mirando con sus ojos saltones a los presentes, de uno en uno.
Llegó un punto en el que empezó a estar harto de tanta expectación y se cruzó de brazos, molesto. Su paciencia tenía un límite, y dicho límite era bajo.
Se puso en pie casi de un salto e hinchó su saco vocal un par de veces antes de proceder a hablar (o a gritar, según se mire).
-¿¡Es que la gente por aquí no tiene nada que hacer!?-Pegó unos pequeños saltos acompañando su frustración mientras agitaba los puños.-¡CROAC!-Los saltos empezaron a incrementarse mientras seguía increpándolos.
No parecían entenderle. En vez de eso, lo miraban aún con más expectación.
-¡CROAAAC!-Se enfadó aún más, llegando a dar tantos saltitos que parecía una gelatina temblorosa. Llegó a levantar incluso algo de polvo en sus pies.
De pronto, la actitud de los presentes cambió, pues todos miraron hacia atrás. Alguien llegaba. Frosk, por su parte, detuvo su ofuscación para intentar ver más allá de los elfos que se tornaron cerca de su celda.
Le abrieron paso a una figura alta que cargaba con algo; una malla de caza. Se acercó y abrió la puerta de la celda en la que se encontraba el hombre rana, acto seguido sacó un cuchillo de su cinturón tribal y cortó la malla para soltar dentro de la celda a una muchacha joven de pelo negro.
-Uri kuitei pano?-Se dirigió a sus congéneres.-Hauna chimwe chinhu chiri nani here chekuita?
Los demás elfos se miraron entre sí, luego a los dos prisioneros. Acto seguido, poco a poco, la pequeña multitud se fue disolviendo.
Pero Frosk fue rápido de mente. Antes de que la elfa se diera la vuelta, se preparó para ejecutar un improvisadísimo plan de escape. Se ajustó los guantes, se arremangó (aunque no tenía mangas), se envaró e impulsó su lengua como un proyectil para echar a un lado y derribar a la mujer de orejas puntiagudas. Era un plan perfecto, así podría escapar de esa celda y, con lo ágil que era, nadie podría darle caza.
Lo que no esperaba, es que la mujer antes de incluso darse la vuelta, ejecutara un movimiento en pleno volteo hacia él con su cuchillo y clavárselo en la lengua tan profundamente que se lo dejó clavado en el quicio de la improvisada puerta de esa celda hecha con materiales ligeros con madera casi sin pulir.
Los ojos del anfibio casi salieron de sus órbitas entre el susto y el dolor que sentía. Su saco vocal se hinchó como nunca antes lo había hecho, y con un respingo hacia atrás consiguió traerse para sí su larga lengua y esconderla corrió de un lado a otro en la celda llevándose las manos a la boca.
-¡¡¡CROAAAAAAAAAAAAAAAAC!!!-Se le saltaron incluso las lágrimas.
La mujer elfa, antes de marcharse, le dedicó una mirada seria, esbozando una muy sutil sonrisa antes de de volver a un semblante indiferente con aires de superioridad.
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Erika seguía de cerca a la mujer bestia, incluso la imitaba a la hora de caminar en su postura. La había impresionado en sus conclusiones rastreadoras. Una mujer así seguro que sabe desenvolverse extremadamente bien en el hostil mundo que la rodeaba. Podía aprender mucho de ella.
-¿Sabes quiénes han podido secuestrar a mis amigos?-Preguntó de pronto.-Se supone que esta zona no estaba habitada... pero sabíamos que era territorio elfo. No me esperaba que fuesen tan territoriales, dan miedo.-Puso un rostro preocupado.
Suspiró. Sabía que en su viaje podía encontrarse toda clase de peligros, pero el haberse quedado sola le había hecho ver que quizás todo era mucho más hostil y peligroso que lo que ya sabía. No era la primera vez que viajaba sola, pero sí que era la primera vez que se había alejado de los caminos principales. Su último encuentro con hostiles fue demasiado mal como para querer que sucediese otra vez lo mismo, y para colmo, si no llegan a estar Frosk, Bluto y Taliesin con ella a saber qué podría haberle sucedido... y eso la preocupaba, y no le gustaba. ¡Tenía que ser fuerte! Tanto como la mujer cuervo, de la que se dio cuenta en ese momento que no sabía su nombre.
-S-soy Erika. Erika Smirnova, de la casa de los Smirnov. Un placer...-Dijo eso último en un susurro, sin saber si era el momento oportuno para las presentaciones.
No tardaron en encontrarse con la humilde aldea elfa hecha de casas sencillas y rudimentarias de madera y otros materiales que recordaban a tiempos muy pasados de los reinos humanos, draconianos, brujos o incluso vampiros de los que Erika tenía constancia debido a su rica educación. No sabía que aún existiesen lugares así, aunque viniendo de los elfos quizás tendría su lógica.
-¿Qué hacemos?-Dijo dubitativa, parándose en su caminar.-N-no creo que sea buena idea ir de frente por la entrada principal, ¿No?-Preguntó eso último algo nerviosa y avergonzada en un nuevo susurro, sin saber de nuevo si sería lo correcto.
Frosk
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Re: Una rana en apuros [Libre] [CERRADO]
Sin perder de vista el rastro que seguía, Ava escuchó la voz de la muchacha a su espalda mientras ésta le preguntaba por la posible identidad de los individuos que se habían llevado a sus amigos. - Elfos… - susurró, acordándose de Ivaran, el extraño hijo del bosque con que había compartido algunas jornadas de viaje. - Si estuviese aquí seguramente podría hablarnos de la zona y de los clanes que suelen asentarse en estas tierras… hasta podría hacer de mediador con ellos. - pensó, pero lamentablemente no podía contar con él ya que se encontraba en la ciudad.
- Lo siento… no sé mucho la verdad, pero si se mostraron tan agresivos al encontrar a tus amigos es posible que se trate de algún grupo separado de los asentamientos de Árbol Madre… - respondió, ya que tenía entendido que por regla general los miembros de aquella raza no solían ser violentos, aunque sí algo recelosos con los extraños. - Os habrán visto como intrusos en su hogar y por eso se han puesto a la defensiva… - agregó al poco, girándose cuando la rubia le reveló su nombre.
Una vez más se había vuelto a despistar por culpa de la situación, ¿dónde tenía la cabeza? Se había acercado a la chica sin siquiera tener el detalle de presentarse. - Ava Kenrith, ese es mi nombre, perdona que no te lo dijese antes… - se disculpó, algo apenada por su descuido. - Lo mismo digo Erika. - añadió al oír las últimas palabras de la joven en un susurro, esbozando una tímida sonrisa antes de continuar su búsqueda.
Solo un par de minutos más tarde, los agudos oídos de la Midgardiana captaron un alboroto que no podía estar muy lejos, todo parecía apuntar a que estaban cerca de su destino, por lo que debían extremar las precauciones para no ser descubiertas antes de tiempo. Ladeando el rostro en dirección a la muchacha, se llevó el índice a los labios para instarla a guardar silencio, mientras con la otra mano realizaba un gesto descendente, agachándose mientras lo hacía.
Y así, agazapada entre la vegetación, siguió avanzando con sumo cuidado, tal como hacía cuando salía a cazar. La aldea no tardó en aparecer ante sus ojos, compuesta por un puñado de casas bastante sencillas, detalle que apoyaba su teoría de que debía tratarse de algún clan apartado del resto. No es que hubiese estado antes en el corazón de Sandorai ni nada parecido, pero había escuchado y leído suficiente como para saber que las construcciones allí eran mucho más elaboradas, por eso estaba convencida de que la ausencia de ellas se debía a que aquella gente no tenía demasiada relación con el resto de asentamientos.
Rodeando el lugar, la cuerva buscó un punto desde el que pudiesen ver con claridad a los secuestradores y se detuvo, momento en que su acompañante le preguntó qué harían a continuación. Los ambarinos ojos de la mujer bestia recorrieron cada rincón, contando a los habitantes para hacerse una idea de la dificultad que podría entrañar aquel rescate. - Son demasiados… - susurró, a pesar de que descartaba mentalmente a los niños y ancianos automáticamente de cara a un posible combate.
- No podemos ir de frente… nos superan en número… - al pronunciar aquello último desvió la mirada hacia la chica, preguntándose si debía permitir que se pusiese en peligro. Pero ¿qué podía hacer ella sola? No tenía muchas opciones, así que tendría que aceptar el riesgo y buscar un plan que la expusiese lo menos posible, era lo único que se le ocurría. Centrándose de nuevo en lo que tenían delante, un detalle en el centro de la humilde aldea llamó su atención, habían dispuesto una especie de jaula y en su interior estaban retenidas dos personas, una de ellas fácilmente reconocible para la morena.
- Itza. - murmuró, con evidente preocupación. A su lado se encontraba otro individuo de aspecto bestial, un anfibio, que croaba y lloraba, probablemente a causa de alguna herida. - Ese de ahí, ¿es uno de tus amigos? - preguntó en voz baja a la rubia, señalando la celda. De ser así estarían un paso más cerca de su objetivo pero… ¿dónde estaba el otro? Ava había reconocido claramente las huellas de dos víctimas en la tierra, entonces… ¿los habían separado? Ese sería un gran problema.
- Debemos alejarlos de la zona antes de intentar nada… necesitamos una distracción. - murmuró, y entonces una idea cruzó rápidamente sus pensamientos. Abrió su bolsa y rebuscó dentro de la misma hasta dar con un pequeño trozo de tela rojiza, que envolvía la galleta que había recibido la noche anterior, al terminar los festejos de la noche de los nueve deseos. - Llama su atención y haz que te sigan al bosque… aléjalos de aquí tanto como sea posible. - pensó, justo antes de morder el dulce y provocar con ello que una oscura silueta prácticamente idéntica a ella se generase de la nada. [1]
La sombría versión de la alada se apresuró a cumplir con su cometido, perdiéndose por entre los árboles antes de dejarse ver al otro lado del pueblo y empezar a armar el alboroto suficiente como para que los elfos decidiesen ir tras ella, aunque seguramente no todos lo harían. - Tenemos que aprovechar esta oportunidad, en cuanto su número se reduzca iremos a liberar a los prisioneros, tú céntrate en sacarlos de la jaula, yo os protegeré. - propuso, sin una idea mejor.
Sin embargo, aquel plan seguía teniendo un cabo suelto, el paradero del segundo secuestrado, al que esperaba que pudiesen hallar antes de que las cosas se complicasen aún más.
Off: [1] Ava utiliza el objeto Galleta de humo
El personaje deberá pensar en una orden coherente, al ser mordida, genera una silueta sombría del personaje para realizar acciones que intentarán, tanto como sea posible, cumplir la orden que haya pensado anteriormente. Esta silueta permanecerá hasta cumplir su objetivo o hasta que hayan pasado dos turnos, lo que ocurra primero.
- Lo siento… no sé mucho la verdad, pero si se mostraron tan agresivos al encontrar a tus amigos es posible que se trate de algún grupo separado de los asentamientos de Árbol Madre… - respondió, ya que tenía entendido que por regla general los miembros de aquella raza no solían ser violentos, aunque sí algo recelosos con los extraños. - Os habrán visto como intrusos en su hogar y por eso se han puesto a la defensiva… - agregó al poco, girándose cuando la rubia le reveló su nombre.
Una vez más se había vuelto a despistar por culpa de la situación, ¿dónde tenía la cabeza? Se había acercado a la chica sin siquiera tener el detalle de presentarse. - Ava Kenrith, ese es mi nombre, perdona que no te lo dijese antes… - se disculpó, algo apenada por su descuido. - Lo mismo digo Erika. - añadió al oír las últimas palabras de la joven en un susurro, esbozando una tímida sonrisa antes de continuar su búsqueda.
Solo un par de minutos más tarde, los agudos oídos de la Midgardiana captaron un alboroto que no podía estar muy lejos, todo parecía apuntar a que estaban cerca de su destino, por lo que debían extremar las precauciones para no ser descubiertas antes de tiempo. Ladeando el rostro en dirección a la muchacha, se llevó el índice a los labios para instarla a guardar silencio, mientras con la otra mano realizaba un gesto descendente, agachándose mientras lo hacía.
Y así, agazapada entre la vegetación, siguió avanzando con sumo cuidado, tal como hacía cuando salía a cazar. La aldea no tardó en aparecer ante sus ojos, compuesta por un puñado de casas bastante sencillas, detalle que apoyaba su teoría de que debía tratarse de algún clan apartado del resto. No es que hubiese estado antes en el corazón de Sandorai ni nada parecido, pero había escuchado y leído suficiente como para saber que las construcciones allí eran mucho más elaboradas, por eso estaba convencida de que la ausencia de ellas se debía a que aquella gente no tenía demasiada relación con el resto de asentamientos.
Rodeando el lugar, la cuerva buscó un punto desde el que pudiesen ver con claridad a los secuestradores y se detuvo, momento en que su acompañante le preguntó qué harían a continuación. Los ambarinos ojos de la mujer bestia recorrieron cada rincón, contando a los habitantes para hacerse una idea de la dificultad que podría entrañar aquel rescate. - Son demasiados… - susurró, a pesar de que descartaba mentalmente a los niños y ancianos automáticamente de cara a un posible combate.
- No podemos ir de frente… nos superan en número… - al pronunciar aquello último desvió la mirada hacia la chica, preguntándose si debía permitir que se pusiese en peligro. Pero ¿qué podía hacer ella sola? No tenía muchas opciones, así que tendría que aceptar el riesgo y buscar un plan que la expusiese lo menos posible, era lo único que se le ocurría. Centrándose de nuevo en lo que tenían delante, un detalle en el centro de la humilde aldea llamó su atención, habían dispuesto una especie de jaula y en su interior estaban retenidas dos personas, una de ellas fácilmente reconocible para la morena.
- Itza. - murmuró, con evidente preocupación. A su lado se encontraba otro individuo de aspecto bestial, un anfibio, que croaba y lloraba, probablemente a causa de alguna herida. - Ese de ahí, ¿es uno de tus amigos? - preguntó en voz baja a la rubia, señalando la celda. De ser así estarían un paso más cerca de su objetivo pero… ¿dónde estaba el otro? Ava había reconocido claramente las huellas de dos víctimas en la tierra, entonces… ¿los habían separado? Ese sería un gran problema.
- Debemos alejarlos de la zona antes de intentar nada… necesitamos una distracción. - murmuró, y entonces una idea cruzó rápidamente sus pensamientos. Abrió su bolsa y rebuscó dentro de la misma hasta dar con un pequeño trozo de tela rojiza, que envolvía la galleta que había recibido la noche anterior, al terminar los festejos de la noche de los nueve deseos. - Llama su atención y haz que te sigan al bosque… aléjalos de aquí tanto como sea posible. - pensó, justo antes de morder el dulce y provocar con ello que una oscura silueta prácticamente idéntica a ella se generase de la nada. [1]
La sombría versión de la alada se apresuró a cumplir con su cometido, perdiéndose por entre los árboles antes de dejarse ver al otro lado del pueblo y empezar a armar el alboroto suficiente como para que los elfos decidiesen ir tras ella, aunque seguramente no todos lo harían. - Tenemos que aprovechar esta oportunidad, en cuanto su número se reduzca iremos a liberar a los prisioneros, tú céntrate en sacarlos de la jaula, yo os protegeré. - propuso, sin una idea mejor.
Sin embargo, aquel plan seguía teniendo un cabo suelto, el paradero del segundo secuestrado, al que esperaba que pudiesen hallar antes de que las cosas se complicasen aún más.
Off: [1] Ava utiliza el objeto Galleta de humo
El personaje deberá pensar en una orden coherente, al ser mordida, genera una silueta sombría del personaje para realizar acciones que intentarán, tanto como sea posible, cumplir la orden que haya pensado anteriormente. Esta silueta permanecerá hasta cumplir su objetivo o hasta que hayan pasado dos turnos, lo que ocurra primero.
Ava Kenrith
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Re: Una rana en apuros [Libre] [CERRADO]
No podría haber sido lo menos deseado por ocurrir, cuando la causante del ruido y seguramente de aquella trampa, apareció para hacerse cargo de ella, supuso. Enredada como estaba en la malla de red sólo le fue posible encogerse, cómo un pequeño animalito asustado, sólo que no temblaba, sus ojos la seguían a donde dirigiese aquella elfa, que si no fuese por la situación le habría parecido preciosa, más ahora mismo, era como una bestia al acecho. No sabía que los elfos fueran tan agresivos, y territoriales, parte de una laxa educación general que obstaculizan muchas veces sus andanzas, tal como en el caso que le sucedía ahora.
Entonces vió a la elfa cortar de tajo la cuerda y su cuerpo se precipitó al suelo, causando un poco de dolor y molestia en el cuerpo, si fuera alguien mayor seguramente saldría herido, una fortuna que no fuese su caso particular. Sin cruzar entonces una sola palabra, aquella elfa levantó la malla que contenía los movimientos de la bruja, y ésta última, consciente de que el mismo truco no daría efecto ahora mismo, se limitó a ser conducida en contra de su voluntad. Quizás eso sí, guiada por el sentimiento de frustración ante los sucesos consecutivos, sólo un par de lágrimas humedecieron su mirada, antes de que ella misma, dificultosamente, las retirara con su mano.
Una vez más, en el mismo día, se iba adentrando forzada al bosque, a estas alturas ya no estaba tan bien orientada, no pudiendo recordar desde dónde había venido originalmente, pero ya no sería necesario, ahora lo que importaba era ver qué le esperaba y hacia dónde la estaba llevando aquella pelinegra. ¿Sería que ayuda al elfo que se la llevó primero? ¿Sería solo una casualidad desastrosa? Lo que fuese, estaba muy segura de que era peligro.
Pasaron algunos minutos quizás, ella ya no podía medir el tiempo por la atención que prestaba a todo su entorno, deseando recordar para más tarde, por qué rumbo no deberá retornar, eso si lograba salir airosa... En ese punto, escuchaba ruidos lejanos, y a la par de la cercanía que tomaban con el avance de la mujer, también pudo ver lo que quedaba a espaldas de la misma, era un tipo de asentamiento, y había más de los suyos. No tardaron en atravesar un numeroso grupo de elfos de variadas edades, quienes no todos, le dirigieron miradas poco acogedoras. ¿En qué estaba metida ahora, exactamente? Pasó la mano sobre aquella flor en el cabello, pensando en lo conveniente que era que en ocasiones no parecía tener mucho efecto, pues cabe posibilidad de que eso le hubiera ayudado a escabullirse justo en ese momento.
Cuando cortó la elfa la malla, demasiado cerca, procuró ni siquiera pestañear, previniendo de salir herida, y a empujón entró de lleno a una celda, que precisamente se localizaba justo en el medio de toda esa gente. ¿Era una clase de espectáculo? Le sobrevinieron algunos recuerdos desagradables, y no sabía dónde colocarse para alejarse de la vista de aquellos ojos extraños rodeándolos... Sí, pues no estaba sola ahí, un huésped seguramente involuntario también, ya ocupaba lugar tras las barras. Lo observó con cuidado, no se asustaba tan de prisa cuando se trataba de seres que se alejaran de la anatomía humanoide, al contrario, le resultaban interesantes. ¿Por qué están ambos ahí? No era sencillo definir qué naturaleza estaría detrás de su forma corporal, y no hizo preguntas habiendo tantas miradas encima, y aquella afilada tensión en el ambiente del lugar.
No pudo explicarse en qué momento sucedió que la rana tuviera un filo atravesando su lengua, pues todo fue en cuestión de segundos, seguramente queriendo tomar ventaja de que aquella mujer diese la espalda a los dos y el grupo reunido hace momentos, se hubiera dispersado a la orden de la mujer. Pero ahora mismo se había impresionado del dolor que podría estar sintiendo aquel peculiar anfibio, pero posterior a que él gritase de dolor cuando pudo recoger la lengua, se preguntó si en realidad la criatura habría hecho algo que ameritase un trato así.
-Calma... Calma...- Dijo la bruja con las manos al frente, intentando acercarse pero algo temerosa a la vez. No le conocía, y no sabía qué era lo que lo trajo hasta esa celda. Sin embargo no era gran odisea concluir que era algo similar a su captura en el bosque, sólo porque sí, o por mera casualidad. -¿Me entiendes, hablas un idioma común o, hablas?- Era una pregunta legítima, puesto que hasta ahora sólo escucho ruidos propios de una rana. -¿Cómo puedo ayudarte?- Evitando tocarlo para no ponerlo en mayor tensión, se hincó a su lado tratando de ver de qué manera curar eso. ¿Sangraría mucho como los demás? ¿Tendría buena regeneración?
Ya despejado su alrededor, observó las chozas de los elfos, y entonces vió la pira, que previamente no logró poner atención por todo el revuelo, sus ojos se abrieron como platos, y el tono rosa de sus mejillas se apagó, los van a sacrificar. Cosas como esa sucedían en antiguas tribus muy cerradas en las islas, algo que sí estaba en los libros de su padre, pero no hubiese imaginado que dicha costumbre fuera compartida con los elfos, el fuego era elemento predilecto de muchos brujos para deshacerse de enemigos, y la pira tenía mucho sentido si lo pensabas bien. Giró de nuevo la cabeza, mirando a la rana que sufría su reciente herida, y tomando aire profundamente le dijo: -Tenemos que salir de aquí... pronto. Podría... podría intentar vendar tu herida con un trozo de ropa, ¿eso ayudaría?- Buscando la cerradura pensó en intentar abrirla con magia pero, ya estaba aleccionada respecto a huir de éste grupo de elfos.
Entonces vió a la elfa cortar de tajo la cuerda y su cuerpo se precipitó al suelo, causando un poco de dolor y molestia en el cuerpo, si fuera alguien mayor seguramente saldría herido, una fortuna que no fuese su caso particular. Sin cruzar entonces una sola palabra, aquella elfa levantó la malla que contenía los movimientos de la bruja, y ésta última, consciente de que el mismo truco no daría efecto ahora mismo, se limitó a ser conducida en contra de su voluntad. Quizás eso sí, guiada por el sentimiento de frustración ante los sucesos consecutivos, sólo un par de lágrimas humedecieron su mirada, antes de que ella misma, dificultosamente, las retirara con su mano.
Una vez más, en el mismo día, se iba adentrando forzada al bosque, a estas alturas ya no estaba tan bien orientada, no pudiendo recordar desde dónde había venido originalmente, pero ya no sería necesario, ahora lo que importaba era ver qué le esperaba y hacia dónde la estaba llevando aquella pelinegra. ¿Sería que ayuda al elfo que se la llevó primero? ¿Sería solo una casualidad desastrosa? Lo que fuese, estaba muy segura de que era peligro.
Pasaron algunos minutos quizás, ella ya no podía medir el tiempo por la atención que prestaba a todo su entorno, deseando recordar para más tarde, por qué rumbo no deberá retornar, eso si lograba salir airosa... En ese punto, escuchaba ruidos lejanos, y a la par de la cercanía que tomaban con el avance de la mujer, también pudo ver lo que quedaba a espaldas de la misma, era un tipo de asentamiento, y había más de los suyos. No tardaron en atravesar un numeroso grupo de elfos de variadas edades, quienes no todos, le dirigieron miradas poco acogedoras. ¿En qué estaba metida ahora, exactamente? Pasó la mano sobre aquella flor en el cabello, pensando en lo conveniente que era que en ocasiones no parecía tener mucho efecto, pues cabe posibilidad de que eso le hubiera ayudado a escabullirse justo en ese momento.
Cuando cortó la elfa la malla, demasiado cerca, procuró ni siquiera pestañear, previniendo de salir herida, y a empujón entró de lleno a una celda, que precisamente se localizaba justo en el medio de toda esa gente. ¿Era una clase de espectáculo? Le sobrevinieron algunos recuerdos desagradables, y no sabía dónde colocarse para alejarse de la vista de aquellos ojos extraños rodeándolos... Sí, pues no estaba sola ahí, un huésped seguramente involuntario también, ya ocupaba lugar tras las barras. Lo observó con cuidado, no se asustaba tan de prisa cuando se trataba de seres que se alejaran de la anatomía humanoide, al contrario, le resultaban interesantes. ¿Por qué están ambos ahí? No era sencillo definir qué naturaleza estaría detrás de su forma corporal, y no hizo preguntas habiendo tantas miradas encima, y aquella afilada tensión en el ambiente del lugar.
No pudo explicarse en qué momento sucedió que la rana tuviera un filo atravesando su lengua, pues todo fue en cuestión de segundos, seguramente queriendo tomar ventaja de que aquella mujer diese la espalda a los dos y el grupo reunido hace momentos, se hubiera dispersado a la orden de la mujer. Pero ahora mismo se había impresionado del dolor que podría estar sintiendo aquel peculiar anfibio, pero posterior a que él gritase de dolor cuando pudo recoger la lengua, se preguntó si en realidad la criatura habría hecho algo que ameritase un trato así.
-Calma... Calma...- Dijo la bruja con las manos al frente, intentando acercarse pero algo temerosa a la vez. No le conocía, y no sabía qué era lo que lo trajo hasta esa celda. Sin embargo no era gran odisea concluir que era algo similar a su captura en el bosque, sólo porque sí, o por mera casualidad. -¿Me entiendes, hablas un idioma común o, hablas?- Era una pregunta legítima, puesto que hasta ahora sólo escucho ruidos propios de una rana. -¿Cómo puedo ayudarte?- Evitando tocarlo para no ponerlo en mayor tensión, se hincó a su lado tratando de ver de qué manera curar eso. ¿Sangraría mucho como los demás? ¿Tendría buena regeneración?
Ya despejado su alrededor, observó las chozas de los elfos, y entonces vió la pira, que previamente no logró poner atención por todo el revuelo, sus ojos se abrieron como platos, y el tono rosa de sus mejillas se apagó, los van a sacrificar. Cosas como esa sucedían en antiguas tribus muy cerradas en las islas, algo que sí estaba en los libros de su padre, pero no hubiese imaginado que dicha costumbre fuera compartida con los elfos, el fuego era elemento predilecto de muchos brujos para deshacerse de enemigos, y la pira tenía mucho sentido si lo pensabas bien. Giró de nuevo la cabeza, mirando a la rana que sufría su reciente herida, y tomando aire profundamente le dijo: -Tenemos que salir de aquí... pronto. Podría... podría intentar vendar tu herida con un trozo de ropa, ¿eso ayudaría?- Buscando la cerradura pensó en intentar abrirla con magia pero, ya estaba aleccionada respecto a huir de éste grupo de elfos.
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Re: Una rana en apuros [Libre] [CERRADO]
Erika se convirtió en la sombra de Ava. Agazapada junto a ella, su corazón empezó a tomar un ritmo más acelerado de lo normal. Estaba nerviosa, y eso se sumaba a la situación en la que estaba y que nunca había visto a un elfo.
Desde donde estaban ahora, podían ver con mucha más precisión la aldea. Lo que parecían ser jaulas "adornaban" un sitio bastante concurrido de gente, quizás se trataba de un foro abierto o una plaza donde la vida social de todos los habitantes del lugar se cruzaba. En ese momento, el centro de toda la atención estaba puesto en las jaulas, y dos seres que yacían en su interior. Era complicado ver entre tanta gente y desde tan lejos, pero de refilón pudo visualizar la figura de Frosk, muy reconocible a simple vista, y más para ella.
Ava le preguntó si reconoció a alguno de sus amigos entre los enjaulados, y rápidamente la dragona la miró para asentir con la cabeza.
Parecía que la mujer bestia tenía algo en mente para abordar la situación. Erika la observó expectante rebuscar entre sus cosas. ¿Qué sacaría? ¿Un arma mágica? ¿Alguna bomba? ¿Una poción de invisibilidad? Las opciones eran muchas y muy diversas para una mujer tan preparada como Ava, las expectativas de Erika eran, sin duda, altas.
Pero toda aquella expectación se derrumbó y se convirtió en decepción cuando la vio sacar una galleta. Al principio no supo qué responder, tras eso la miró extrañada. Pero, como si de magia se tratara, la mujer bestia al comerse la galleta generó una réplica fantasmal de ella.
Tras verla marchar, ojiplática, la dragona no pudo contener su emoción.
-¡Eres... genial!
---------------------------------------------------------------------
La chica que trajo la elfa cazadora le habló. Frosk estaba sentado y, sin moverse, la miró con sus grandes y saltones ojos ambarinos.
La rana se puso en pie y se sacudió los pantalones, como si el haberle clavado un objeto punzante en su esponjosa lengua hubiera sido moco de pavo. No parecía importarle mucho, más allá de que se secó las lágrimas que aún le caían por el dolor que había sentido.
-¿Qué idioma voy a hablar si no?-Le contestó entrecerrando los ojos, percatándose en ese momento de que también era una elfa a quien habían metido con él.
Se apartó de la elfa y puso sus brazos en jarras, examinando el lugar, buscando una forma de escapar nuevamente. Obviaba a los elfos allí presentes que, desde el otro lado de la jaula, lo miraban como si fuese una especie de criatura exótica. No sabía por qué, pero era la reacción natural que tenía todo aquel que viese al hombre-rana por primera vez. Era algo que le molestaba, pero ese no era el momento para enfurecerse más.
La elfa le volvió a hablar, giró su cabeza a un lado para mirarla de reojo. Estaba visiblemente preocupada por lo que le había pasado con la cazadora, y era normal, pues un ataque así en una zona tan sensible podía acarrear consecuencias nefastas. Para contestarle, se volteó de cuerpo entero y negó con la cabeza con suma tranquilidad.
-No te preocupes, croac. Mi lengua es mucho más robusta de lo que parece.-Dijo asintiendo en consonancia con sus palabras con una sonrisa inocente.-¡Es como una segunda espada!-Se llevó la mano a su cintura, pero se percató de que iba desarmado; tenía su lógica. Una expresión de decepción se hizo notable en su rostro.
De pronto, se pudo escuchar alboroto. Por inercia, el hombre-rana se volteó hacia la plaza, dando la espalda a su acompañante de celda. No podía ver nada desde su posición, y aun menos con su altura.
Sin saber cómo, Erika apareció entre la gente y se dispuso a intentar abrir la puerta de la jaula. Parecía que un rudimentario mecanismo que consistía en una cerradura era lo que la mantenía cerrada, cosa que contrastaba con el aspecto tribal que componía a todas las edificaciones, incluidas las jaulas, pero se veía endeble, quizás a golpes se pudiera abrir.
-¡Croac!-Exclamó con sorpresa Frosk-¡Erika!
La dragona no contestó, estaba tan concentrada que no se podía permitir el lujo de distraerse.
Solo con su fuerza no iba a ser capaz de romper la cerradura, por lo que desistió, frustrada, tras varios intentos seguidos.
No tardó en ocurrírsele una idea. Se echó un poco para atrás, acto seguido se llevó las manos tras la espalda, a la empuñadura que sobresalía de ella. Con gran esfuerzo, desenvainó la espada que llevaba siempre a su espalda. La dejó caer sin remedio con fuerza al suelo, por suerte, era tierra blanda, pues de otra forma, podría haberse mellado. No estaba acostumbrada a desenvainarla, y mucho menos a usarla, pero esa situación era excepcional.
-¡Croac!-Frosk se agarró a los barrotes y pegó su cara en ellos, con su saco vocal hinchándose de emoción y sorpresa compartidas.
Sin más, Erika levantó la espada con gran esfuerzo nuevamente, y, justo en el punto álgido sobre su cabeza, debía imprimir el golpe más poderoso de toda su vida, pero algo la detuvo; una fuerza chocó contra el filo de su arma y la tambaleó hacia un lado, haciendo que sus pies bailaran, intentando mantener el equilibrio, hasta que finalmente cayó al suelo.
Allí estaba de nuevo la cazadora, empuñando una espada corta algo curvada.
-¡Otra vez tú!-Visiblemente molesto y enojado, el anfibio aplastó tanto su cara entre los barrotes, que parecía que iba a salirse entre los huecos.
La cazadora y Erika cruzaron miradas, sus expresiones eran totalmente opuestas; la primera de seguridad en sí misma y molestia, la segunda de temor e inseguridad. Pero no era momento de amilanarse; era una guerrera, y tenía que demostrarlo. Sin más, se puso en pie a trompicones y en una forzada carrera agarró de nuevo su espada y se dirigió hacia la cazadora con el filo apuntando hacia ella. Esta no tuvo más que golpear el arma de Erika con la suya propia para que la carrera de la joven dragona se desviase y cayese de bruces al suelo.
-¡Erika!-Se agitó Frosk en la celda, ya sin apoyar su rostro en los barrotes, pero siguiendo agarrado a ellos.
La cazadora y Erika volvieron a mirarse, y esta vez toda la voluntad que la joven dragona mostró antes, se había desvanecido; estaba paralizada.
La cazadora miró por detrás de Erika, y le habló a alguien más.
-Tora!-Dijo con voz autoritaria.
Entonces, dos elfos que vestían como ella, con atuendos hechos para la caza, la agarraron del hombro y la arrastraron fuera del lugar ante los atónitos ojos ambarinos de Frosk. Acto seguido, con el alboroto aún sucediendo más allá de esa posición, la cazadora puso su su atención en él. Estaba tranquila, como si esperase que todo volviera a la normalidad en pocos minutos.
-¿Dónde se la han llevado?
La cazadora entonces desvió su mirada hacia la rana. Frosk estaba visiblemente más enojado que antes.
No contestó, ni siquiera le prestó atención. Se internó entre la multitud y desapareció.
Todo el enojo de Frosk se convirtió en preocupación y frustración, dejándose caer sentado al suelo y despegándose al fin de los barrotes. Casi lo había olvidado, pero tenía una compañera de celda. En el mismo suelo, giró sobre su eje para encararla.
-Tenemos que salir de aquí, amiga elfa.
Frosk
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Re: Una rana en apuros [Libre] [CERRADO]
Pacientemente, la cazadora aguardó a que el número de potenciales enemigos se redujo para abandonar los arbustos y correr hacia el centro del enclave élfico, despejando el camino para que Erika pudiese llegar hasta las jaulas. Una vez conseguido su primer objetivo, se mantuvo a unos diez o quince metros de distancia y blandiendo su contundente hacha, se dedicó a repeler a aquellos que, sin caer en su treta, trataban de cercar a las nuevas intrusas.
Desgraciadamente, estaban en territorio enemigo y pronto se vio superada en número, teniendo que lidiar con dos espadachines y un arquero a la vez, momento que una de las elfas del pueblo aprovechó para llegar hasta la rubia y derrotarla, enviando a sus secuaces para que se la llevasen. - ¡Erika! - la llamó, culpándose por haber permitido que se expusiese de aquel modo, pero sus problemas no habían hecho más que comenzar.
Al perder a su aliada se había quedado sola, en mitad de la aldea y sin poder huir, ya que abandonar a Itzamaray a su suerte no era una opción. Desviando sus brillantes ojos hacia la jaula, decidió que lo más sensato sería intentar equilibrar las cosas, y la magia de la bruja podría ayudarla a conseguirlo, luego rescataría a la muchacha y también al individuo que aún quedaba por localizar.
Pero para llegar hasta ella necesitaría algo de apoyo, que de momento, nadie podía brindarle, aunque quizá otro de sus objetos pudiese solucionar ese pequeño inconveniente. Alzando a Segadora por encima de su cabeza, Ava deslizó el índice por el mango para activar la runa expansiva y descargó un devastador golpe contra la tierra, lanzando una onda que envió a cuantos la rodeaban por los aires.[1] - Mi oportunidad. - susurró, llevando rápidamente la diestra a su bolso en busca del gélido colgante y visualizando la habilidad que quería copiar para que se activase.
Una enorme Mantícore dorada apareció a su lado y rugió a la multitud, cubriendo a la cuerva como si de un escudo se tratase, al menos hasta que ella le ordenase pasar a la ofensiva.[2] - Que no se acerquen. - pidió, aprovechando la confusión para ir con la bruja. - ¡Itza! ¿Estás bien? - preguntó nada más llegar junto a los barrotes que la retenían, recorriéndola con la mirada en busca de alguna posible herida. Un vistoso adorno en su negra melena hizo que se detuviese durante unos segundos, y de repente una oleada de emociones la sacudió por dentro, provocando que sus prioridades cambiasen.
- Tengo que protegerla… - pensó, poniendo la vida de la joven por encima de las del resto. Sin apartar sus ambarinos ojos de ella, la Midgardiana retrocedió ligeramente y sujetó con fuerza el mango del hacha. - ¡Apartaos! - instó, alzando el arma para tomar impulso y dejarla caer sobre el candado, aplicando buena parte de su fuerza. El impacto no solo hizo añicos el cerrojo sino también la puerta, liberando a la ilusionista y al hombre bestia que se encontraba a su lado.
- Vamos, te sacaré de aquí. - dijo a continuación, apartando lo que había quedado de los barrotes para tender una mano a la chica. - No dejaré que le hagan daño… si intentan atraparla de nuevo… los mataré. - sin darse cuenta, el hechizo de la extraña flor que adornaba los cabellos de Itzamaray nubló su juicio, y aunque resolver la situación de forma pacífica no le había parecido posible desde el principio, ahora estaba aún más predispuesta a usar la violencia.
Solo una idea rondaba su cabeza, mantener a salvo a la morena, Erika y sus amigos habían pasado a un segundo plano, del que no saldrían a menos que la hechicera se interesase por ellos o necesitase de su ayuda para salir de allí.
Un gutural rugido de la bestia a la que había invocado le hizo girarse en su dirección, justo para ver cómo la mujer que había desarmado a la rubia se esforzaba por llegar hasta los prisioneros. - ¿Fue ella? ¿ella te metió ahí dentro? - quiso saber, dirigiendo sus ambarinos ojos hacia la maga, y cualquiera que la viese en aquel instante habría asegurado que la mirada de la cuerva ardía con las llamas de la ira.
Sin esperar una respuesta, centró su atención momentáneamente sobre el anfibio. - Protégela. - pidió, dándose la vuelta y tomando carrerilla para alzar el vuelo y abalanzarse contra la elfa, a la cual embistió bruscamente, enviándola a varios metros de distancia y haciéndola rodar por el suelo.[3] - Mantén a raya al resto. - ordenó a la Mantícore, y ésta sin dudarlo dejó de bloquear para pasar al ataque, mostrando una fiereza temible.
- Tú, ¡levántate! - exigió, alzando a Segadora para señalar a su enemiga. - No sé qué planes tenías pero te adelanto que no van a salir como esperabas. - habló de nuevo, sin saber si aquella individua podía entenderla. - Me llevaré a Itzamaray de aquí, apártate de mi camino o atente a las consecuencias. - la amenazó directamente, sin rastro alguno del típico titubeo que solía caracterizarla, y eso era así porque ante la idea de que la muchacha pudiese salir herida su vergüenza y timidez se habían esfumado por completo.
Pero sus palabras no surtieron el efecto deseado, quizá por orgullo o por mera rabia, la extraña se levantó y desenvainó su espada, lista para hacerle frente. - Así que va a ser por las malas, muy bien, tú lo has querido. - masculló entre dientes, preparándose para pelear.
Off: Los libero porque necesito que me echen una mano, que yo sola no puedo con todo el pueblo >.<
Caigo bajo el hechizo de la flor de pesadilla de Itzamaray.
- [1] Activo la runa expansiva de Segadora: [Encantamiento de Arma de Dos Manos] Al golpear el suelo con todas tus fuerzas usando esta arma, se genera una onda expansiva que empuja a todos quienes estén a menos de dos metros de tí, arrojándolos hasta tres metros de distancia. Tras esto, no puede volver a activarse por una hora.
- [2] Utilizo el segundo uso del colgante de escarcha para copiar la siguiente habilidad de Valyria: Espíritu Vinculado [Invocación, Mágica, 1 usos] Invoco a una gran mantícora dorada, que lucha conmigo durante 2 rondas, capaz de infligir grandes cantidades de daño, y volar.
- [3] Utilizo mi habilidad de nivel 5: Embestida: Combinando su fuerza física con el impulso que le proporcionan las alas, Ava arrolla a su objetivo, lanzándolo a varios metros de distancia. Si va desarmada en el momento del ataque éste solo derriba al oponente, mientras que si utiliza un arma puede llegar a herirlo de gravedad.
Desgraciadamente, estaban en territorio enemigo y pronto se vio superada en número, teniendo que lidiar con dos espadachines y un arquero a la vez, momento que una de las elfas del pueblo aprovechó para llegar hasta la rubia y derrotarla, enviando a sus secuaces para que se la llevasen. - ¡Erika! - la llamó, culpándose por haber permitido que se expusiese de aquel modo, pero sus problemas no habían hecho más que comenzar.
Al perder a su aliada se había quedado sola, en mitad de la aldea y sin poder huir, ya que abandonar a Itzamaray a su suerte no era una opción. Desviando sus brillantes ojos hacia la jaula, decidió que lo más sensato sería intentar equilibrar las cosas, y la magia de la bruja podría ayudarla a conseguirlo, luego rescataría a la muchacha y también al individuo que aún quedaba por localizar.
Pero para llegar hasta ella necesitaría algo de apoyo, que de momento, nadie podía brindarle, aunque quizá otro de sus objetos pudiese solucionar ese pequeño inconveniente. Alzando a Segadora por encima de su cabeza, Ava deslizó el índice por el mango para activar la runa expansiva y descargó un devastador golpe contra la tierra, lanzando una onda que envió a cuantos la rodeaban por los aires.[1] - Mi oportunidad. - susurró, llevando rápidamente la diestra a su bolso en busca del gélido colgante y visualizando la habilidad que quería copiar para que se activase.
Una enorme Mantícore dorada apareció a su lado y rugió a la multitud, cubriendo a la cuerva como si de un escudo se tratase, al menos hasta que ella le ordenase pasar a la ofensiva.[2] - Que no se acerquen. - pidió, aprovechando la confusión para ir con la bruja. - ¡Itza! ¿Estás bien? - preguntó nada más llegar junto a los barrotes que la retenían, recorriéndola con la mirada en busca de alguna posible herida. Un vistoso adorno en su negra melena hizo que se detuviese durante unos segundos, y de repente una oleada de emociones la sacudió por dentro, provocando que sus prioridades cambiasen.
- Tengo que protegerla… - pensó, poniendo la vida de la joven por encima de las del resto. Sin apartar sus ambarinos ojos de ella, la Midgardiana retrocedió ligeramente y sujetó con fuerza el mango del hacha. - ¡Apartaos! - instó, alzando el arma para tomar impulso y dejarla caer sobre el candado, aplicando buena parte de su fuerza. El impacto no solo hizo añicos el cerrojo sino también la puerta, liberando a la ilusionista y al hombre bestia que se encontraba a su lado.
- Vamos, te sacaré de aquí. - dijo a continuación, apartando lo que había quedado de los barrotes para tender una mano a la chica. - No dejaré que le hagan daño… si intentan atraparla de nuevo… los mataré. - sin darse cuenta, el hechizo de la extraña flor que adornaba los cabellos de Itzamaray nubló su juicio, y aunque resolver la situación de forma pacífica no le había parecido posible desde el principio, ahora estaba aún más predispuesta a usar la violencia.
Solo una idea rondaba su cabeza, mantener a salvo a la morena, Erika y sus amigos habían pasado a un segundo plano, del que no saldrían a menos que la hechicera se interesase por ellos o necesitase de su ayuda para salir de allí.
Un gutural rugido de la bestia a la que había invocado le hizo girarse en su dirección, justo para ver cómo la mujer que había desarmado a la rubia se esforzaba por llegar hasta los prisioneros. - ¿Fue ella? ¿ella te metió ahí dentro? - quiso saber, dirigiendo sus ambarinos ojos hacia la maga, y cualquiera que la viese en aquel instante habría asegurado que la mirada de la cuerva ardía con las llamas de la ira.
Sin esperar una respuesta, centró su atención momentáneamente sobre el anfibio. - Protégela. - pidió, dándose la vuelta y tomando carrerilla para alzar el vuelo y abalanzarse contra la elfa, a la cual embistió bruscamente, enviándola a varios metros de distancia y haciéndola rodar por el suelo.[3] - Mantén a raya al resto. - ordenó a la Mantícore, y ésta sin dudarlo dejó de bloquear para pasar al ataque, mostrando una fiereza temible.
- Tú, ¡levántate! - exigió, alzando a Segadora para señalar a su enemiga. - No sé qué planes tenías pero te adelanto que no van a salir como esperabas. - habló de nuevo, sin saber si aquella individua podía entenderla. - Me llevaré a Itzamaray de aquí, apártate de mi camino o atente a las consecuencias. - la amenazó directamente, sin rastro alguno del típico titubeo que solía caracterizarla, y eso era así porque ante la idea de que la muchacha pudiese salir herida su vergüenza y timidez se habían esfumado por completo.
Pero sus palabras no surtieron el efecto deseado, quizá por orgullo o por mera rabia, la extraña se levantó y desenvainó su espada, lista para hacerle frente. - Así que va a ser por las malas, muy bien, tú lo has querido. - masculló entre dientes, preparándose para pelear.
Off: Los libero porque necesito que me echen una mano, que yo sola no puedo con todo el pueblo >.<
Caigo bajo el hechizo de la flor de pesadilla de Itzamaray.
- [1] Activo la runa expansiva de Segadora: [Encantamiento de Arma de Dos Manos] Al golpear el suelo con todas tus fuerzas usando esta arma, se genera una onda expansiva que empuja a todos quienes estén a menos de dos metros de tí, arrojándolos hasta tres metros de distancia. Tras esto, no puede volver a activarse por una hora.
- [2] Utilizo el segundo uso del colgante de escarcha para copiar la siguiente habilidad de Valyria: Espíritu Vinculado [Invocación, Mágica, 1 usos] Invoco a una gran mantícora dorada, que lucha conmigo durante 2 rondas, capaz de infligir grandes cantidades de daño, y volar.
- [3] Utilizo mi habilidad de nivel 5: Embestida: Combinando su fuerza física con el impulso que le proporcionan las alas, Ava arrolla a su objetivo, lanzándolo a varios metros de distancia. Si va desarmada en el momento del ataque éste solo derriba al oponente, mientras que si utiliza un arma puede llegar a herirlo de gravedad.
- Invocación:
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Re: Una rana en apuros [Libre] [CERRADO]
La rana por fin había hablado, y era un alivio que se pudieran entender, ya comenzaba a pensar que no iba a existir forma de que se pusieran de acuerdo, ella nada más entrar ya quería salir de ahí. Detestaba la sensación de encierro, ya la había vivido muchos años, por lo que evitaba en la actualidad sentirse de la misma forma. Y es que el saber que la gente elfa de ahí no le daba una buena impresión, por no decir que al parecer iban a ser “comidos” o “sacrificados”,,, no era precisamente actividad alguna de la que esperase formar parte pronto. La criatura se comportaba un poco curiosa, como infantil, con toques de confianza y temeridad, al menos conservando esa actitud después de ser atravesada una parte tan sensible como la lengua, que a decir verdad desconocía si los anfibios también tuvieran esa misma sensibilidad a los dolores que un humanoide.
De repente se emocionó, llamando a una chica por su nombre, la joven era bajita, como la bruja, de cabello rubio claro y ojos de tono dorado o miel, e intentaba abrir la reja. Algo que la maga creyó no serviría de mucho. Podría intentar abrirla con magia, pero qué tan lejos llegarían sin un plan concreto y velocidad suficiente para huir de ese grupo de elfos que hasta ahora algunos de ellos lucían como lo suficientemente hábiles para cazarlos exitosamente, por no mencionar las trampas que estaba segura estarían esparcidas por doquier. La chica a pesar de todo estaba decidida, y su idea de reventar la cerradura con la espada haría ruido, Itzamaray se hizo hacia atrás, alejándose de la entrada y cerró los ojos esperando el golpe. Pero no sucedió nada. Abrió los ojos, encontrándose con que la elfa que la había atrapado y metido ahí, detuvo el movimiento de Erika, de quien no esperaba que hiciera lo demás, intentar enfrentar con todo y el temor en sus ojos, a la elfa. Siendo entonces burlada de forma hábil, alterando más el estado de la rana parlante ahí, para luego hacer que se la llevaran.
La elfa era provocadora, parecía disfrutar de la frustración de la rana y toda la situación, ¿qué estaban pensando hacer con ellos en realidad? La bruja asintió mirando ahora a la rana, que enojada y frustrada, ahora estaba decidida a salir de aquí. -Si, pero no será tan sencillo, hay trampas en el bosque, conocen el lugar. Salir de la jaula no es nuestro verdadero problema...- Con ello en mente, colocó las manos en el candado, pero la cerradura no era una muy simple, por lo visto, no cedía ante su magia por varios intentos que realizara, aquel mecanismo interno era más grande y complejo, y su poder no era especialmente infalible.
Se detuvo ante un movimiento brusco en la tierra, o el aire, no sabría explicar lo que fue, pero muchos cayeron al suelo irremediablemente, y ellos dentro también se tambalearon. Y una figura extraña, un animal que parecía una mezcla de diferentes especies incluyendo una cola de escorpión, dio paso a una cara que no esperaba ver pero que agradeció al momento, era Ava, la mujer cuervo que conoció en Sacrestic. -Ava... Sí, estamos bien. La cuerva tuvo mejores resultados destrozando la cerradura y prácticamente la puerta de la jaula, sacando a ambos de ahí, pero de repente, habiendo olvidado el detalle del hechizo involuntario, la actitud de Ava se volvió sumamente recelosa, como una hembra cuidando sus crías. Se alarmó al instante, éso podría complicar las cosas, haciendo que se enfrente a todo el que se atraviese, y aunque es fuerte y hábil, no es invencible. Ellos eran más en número, tuvo que girar hacia la rana e intervenir también, un poco de ayuda era necesaria, la gente ahí no era hospitalaria y ella no estaba dispuesta a que nadie se hiciera daño por ella. -Haremos esto, trataré de crear un poco de caos, cuando se distraigan, intenta hacerte con algún arma, es nuestra vida o la de ellos... En cuanto debilitemos a esa maldita elfa, iremos por tu amiga.-
Dicho eso, la chica intentó que nadie se acercara a ella, mirando a la criatura que acompañaba a Ava al parecer, hizo una versión distorsionada, que fue surgiendo de detrás de las cabañas alrededor, eran un cúmulo de oscuridad y sangre, ruidos estridentes y casi deformes, pero con el mismo porte moral que la mantícora original. Ella iba conjurando palabras en su dialecto materno, atrayendo dichas bestias que cuando rugieron captaron la atención de la mayor parte de los presentes, desatando el desorden total. Los niños elfos estarían en riesgo aparente, muchas elfas y elfos tuvieron que tomarlos y correr despavoridos con ellos en brazos, así que la bruja envió a una criatura por cada grupo de ellos, quienes quedaban ahí corrieron unos a cazar a esas bestias que perseguían a los que llevaban niños consigo, quedando un grupo reducido en el sitio. Esperaba que para ese entonces la rana hubiera podido actuar, pues aunque fuera menos gente, la amenaza no era simple, Ava estaba en riesgo tanto como ellos mismos.
_____________De repente se emocionó, llamando a una chica por su nombre, la joven era bajita, como la bruja, de cabello rubio claro y ojos de tono dorado o miel, e intentaba abrir la reja. Algo que la maga creyó no serviría de mucho. Podría intentar abrirla con magia, pero qué tan lejos llegarían sin un plan concreto y velocidad suficiente para huir de ese grupo de elfos que hasta ahora algunos de ellos lucían como lo suficientemente hábiles para cazarlos exitosamente, por no mencionar las trampas que estaba segura estarían esparcidas por doquier. La chica a pesar de todo estaba decidida, y su idea de reventar la cerradura con la espada haría ruido, Itzamaray se hizo hacia atrás, alejándose de la entrada y cerró los ojos esperando el golpe. Pero no sucedió nada. Abrió los ojos, encontrándose con que la elfa que la había atrapado y metido ahí, detuvo el movimiento de Erika, de quien no esperaba que hiciera lo demás, intentar enfrentar con todo y el temor en sus ojos, a la elfa. Siendo entonces burlada de forma hábil, alterando más el estado de la rana parlante ahí, para luego hacer que se la llevaran.
La elfa era provocadora, parecía disfrutar de la frustración de la rana y toda la situación, ¿qué estaban pensando hacer con ellos en realidad? La bruja asintió mirando ahora a la rana, que enojada y frustrada, ahora estaba decidida a salir de aquí. -Si, pero no será tan sencillo, hay trampas en el bosque, conocen el lugar. Salir de la jaula no es nuestro verdadero problema...- Con ello en mente, colocó las manos en el candado, pero la cerradura no era una muy simple, por lo visto, no cedía ante su magia por varios intentos que realizara, aquel mecanismo interno era más grande y complejo, y su poder no era especialmente infalible.
Se detuvo ante un movimiento brusco en la tierra, o el aire, no sabría explicar lo que fue, pero muchos cayeron al suelo irremediablemente, y ellos dentro también se tambalearon. Y una figura extraña, un animal que parecía una mezcla de diferentes especies incluyendo una cola de escorpión, dio paso a una cara que no esperaba ver pero que agradeció al momento, era Ava, la mujer cuervo que conoció en Sacrestic. -Ava... Sí, estamos bien. La cuerva tuvo mejores resultados destrozando la cerradura y prácticamente la puerta de la jaula, sacando a ambos de ahí, pero de repente, habiendo olvidado el detalle del hechizo involuntario, la actitud de Ava se volvió sumamente recelosa, como una hembra cuidando sus crías. Se alarmó al instante, éso podría complicar las cosas, haciendo que se enfrente a todo el que se atraviese, y aunque es fuerte y hábil, no es invencible. Ellos eran más en número, tuvo que girar hacia la rana e intervenir también, un poco de ayuda era necesaria, la gente ahí no era hospitalaria y ella no estaba dispuesta a que nadie se hiciera daño por ella. -Haremos esto, trataré de crear un poco de caos, cuando se distraigan, intenta hacerte con algún arma, es nuestra vida o la de ellos... En cuanto debilitemos a esa maldita elfa, iremos por tu amiga.-
Dicho eso, la chica intentó que nadie se acercara a ella, mirando a la criatura que acompañaba a Ava al parecer, hizo una versión distorsionada, que fue surgiendo de detrás de las cabañas alrededor, eran un cúmulo de oscuridad y sangre, ruidos estridentes y casi deformes, pero con el mismo porte moral que la mantícora original. Ella iba conjurando palabras en su dialecto materno, atrayendo dichas bestias que cuando rugieron captaron la atención de la mayor parte de los presentes, desatando el desorden total. Los niños elfos estarían en riesgo aparente, muchas elfas y elfos tuvieron que tomarlos y correr despavoridos con ellos en brazos, así que la bruja envió a una criatura por cada grupo de ellos, quienes quedaban ahí corrieron unos a cazar a esas bestias que perseguían a los que llevaban niños consigo, quedando un grupo reducido en el sitio. Esperaba que para ese entonces la rana hubiera podido actuar, pues aunque fuera menos gente, la amenaza no era simple, Ava estaba en riesgo tanto como ellos mismos.
- ”OFF”:
- Terror [nivel 0]: (Hab. Mágica/2 usos/1 turno duracion)Concentro el éter para crear criaturas o escenarios a la vista de sus objetivos, el objetivo será crear el mayor terror que cause un shock o huida. La eficacia puede verse mermada o anulada de acuerdo a los rasgos y/o habilidades mágicas o mentales que pueda tener uno o más de los objetivos.
2. Me resulta intuitivo manipular el éter con fines de realizar hechizos ilusorios/visiones, enfocadas en lograr una reacción o emoción que me favorezca en el momento.
3. Tengo la facilidad de influenciar pensamientos y/o conductas, de manera intuitiva, en los demás a través de mis medios de expresión ya sean sociales o mágicos.
Itzamaray
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Re: Una rana en apuros [Libre] [CERRADO]
Frosk aprovechó el caos. Su amiga bruja (Elfa para Frosk, ya que siempre le fue difícil distinguir a los brujos de los elfos ya que ambos usaban magia), le concedió la ventana de oportunidad perfecta para salir de allí sin tener que enfrentarse a más enemigos de la cuenta. Podría arreglárselas con uno o dos, era ágil, pero una desventaja mayor habría sido insuperable.
De hecho, dos elfos intentaron interponerse en su camino, pero en carrera Frosk fue capaz de pegar un salto y posar sus ancas encima de la cabeza de uno de ellos para usarla como apoyo y sortear a ambos.
Su nueva amiga le había indicado que debería obtener un arma, pero realmente no sabía dónde conseguir una que no fuera de manos de un elfo hostil. No lo pensó mucho, simplemente salió disparado hacia la dirección donde se habían llevado a Erika. Se la llevaron a una choza algo más apartada de todo el tumulto y el caos que se vivía en la aldea. Entró sin más, ya que esta no tenía puerta, y era bastante sencilla, con el suelo de tierra y decoración escasa debido a que probablemente se tratara de un almacén de comida.
Allí dentro, el anfibio encontró, no solo a Erika y sus dos captores, los cuales la estaban maniatando a una especie de viga central que mantenía toda la estructura de la choza en pie, sino que, sentado junto a una pila de vasijas que contenían en su mayoría verduras provenientes de las cosechas del poblado, estaba Bluto. El grandullón no parecía consciente, ya que estaba inmóvil y con la cabeza gacha.
El hombre-rana frunció el ceño, furioso. No tenía ni su espada ni su escudo, por lo que debería buscar otra estrategia para encarar a esos dos elfos. Uno de ellos sacó un cuchillo, mientras que el otro se quedó maniatando a Erika. El del cuchillo se acercó a Frosk, cauteloso, ya que no se fiaba de los trucos que el hombre-rana pudiera utilizar.
A Frosk se le ocurrió una idea. Ágil, corrió en dirección al hostil y, antes de que este último pudiera darle alcance con una puñalada, el anfibio saltó por encima de este por completo y lo rebasó, aterrizando en su espalda. El que maniataba a Erika terminó en ese momento, y asustado, también sacó otro cuchillo para defenderse del hombre-rana, pero este lo ignoró como a su compañero y siguió pegando saltos cortos para desplazarse más rápidamente y también para esquivar cualquier posible ataque por parte de los elfos. Su intención era llegar hasta Bluto, y una vez que lo hizo, pegó otro enorme salto y se colocó en su cabeza, comenzando a golpearla.
-¡Vamos... gigante de hojalata... despierta!-A cada palabra le daba un par de golpes con sus puños, saltando sobre él, moviéndole su gran cabeza... pero nada parecía surtir efecto.
Frosk lo siguió intentando bajo la mirada de los dos elfos, a los que se sumaron otros tres más, esta vez equipados con arcos. Frosk los miró, mientras hinchaba su saco vocal, expectante. Uno de ellos tensó una flecha chispeante en su arco, apuntando al hombre-bestia y disparándola en cuanto la tuvo lista. Por poco, Frosk esquivó la flecha saltando en el momento justo para ello. Esta se clavó en la madera de la pared y vio cómo chispeaba débilmente. Se le ocurrió una idea.
Espero, de nuevo expectante mientras hinchaba de nuevo su saco vocal y sus grandes ojos ambarinos observaban a los elfos. El mismo, disparó otra vez. Esta vez, en vez de esquivarlo, el hombre-rana sacó su lengua y trató de agarrar la flecha. Entonces, el chispazo de recibió lo empezó a electrocutar y se aferró a la cabeza del gigante de metal. Mientras daba espasmos, luchaba por mantener el control de su cuerpo y no caerse al mismo tiempo que seguía agarrando la flecha con fuerza. Otro de los elfos quiso disparar también, pero en vez de acertarle a Frosk, tuvo la mala fortuna de impactar en el cuello de Bluto, un disparo insignificante para la gruesa armadura que envolvía al bio-cibernético, pero que dio más carga aún a la electricidad que desde Frosk pasaba a todo su cuerpo.
Erika entonces salió de su estado de shock y pudo ver una bizarra escena de luces espeluznantes rodear a sus dos amigos.
Los ojos de Bluto de pronto brillaron, y Frosk soltó la flecha, cortando así la electrocución. Entonces, los ojos del bio-cibernético volvieron a apagarse levemente y luego resurgieron con más fuerza, como si parpadeara.
-¡Bluto, amigo! ¡Tenemos que salvar a Erika!-Exclamó mientras seguía agarrado a su cabeza.
El gigante, al ver la situación, se puso en pie. Asustados, los elfos empezaron a atacarle; primero lo de los cuchillos, pero Bluto con unas simples patadas los mandó rodando a la entrada. Los arqueros empezaron a disparar, pero él usó sus enormes manos como protección y las flechas salían rebotadas sin mayor efecto. Echó a andar hacia adelante y rompió algunas vasijas y más mobiliario del lugar. Los elfos salieron huyendo asustados. Frosk entonces se bajó de él y liberó a Erika.
-¡Tenemos que ayudar ahí fuera!-Dijo refiriéndose a todo el jaleo que había montado por la aldea.
Frosk asintió y volvió a montarse en el gigante de metal.
-Dos amigas han venido a recatarnos, croac.-Le contó a Bluto mientras se acomodaba en su nuca.-Y ahora esos elfos están intentando capturarlas, tenemos que ayudarlas.
-Por supuesto.-Asintió levemente.
-No tengo ni mi espada ni mi escudo, así que me tendré que quedar aquí arriba, croac.
-Puede ser usted un buen apoyo, señor Frosk.-Asintió, conforme.
-Erika-Se dirigió ahora hacia la dragona.-¿Podrías buscar mi espada y mi escudo?
-¡Dalo por hecho!-Exclamó, asintiendo y esbozando una sonrisa.
Sin más, los tres salieron de la choza. Bluto y Frosk iban a encargarse directamente de entrar entre la multitud para buscar a las dos amigas que seguramente necesitarían apoyo, y si alguien trataba de impedírselo, lo arrollarían, ya que el hombre de metal iba en carrera, con sus zancadas firmes que hacían temblar incluso la tierra. Erika, por su parte, sería más sigilosa en su cometido.
Frosk
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Re: Una rana en apuros [Libre] [CERRADO]
Con la mente nublada a causa del hechizo de la flor, y culpando de la situación a aquella elfa que se atrevía a hacerle frente, Ava dio un paso hacia delante y volvió a sujetar el mango de Segadora con las dos manos, cruzándola por delante de su cuerpo. Y sin dar tiempo a su oponente, se lanzó hacia ella a toda prisa, echando hacia atrás el arma para tomar impulso y descargar un potente tajo diagonal en su contra.
La fuerza estaba a su favor, sobretodo ahora que tenía algo que proteger, y viendo que no podría rivalizar en ese aspecto con la mujer bestia, su contrincante retrocedió para esquivarla, tratando de ganar ventaja gracias a su agilidad. Así, fintando hacia uno de los costados de la alada, dirigió su hoja hacia una de las juntas de la negra armadura, buscando un punto débil a su defensa, pero el filo de la espada chocó contra la cabeza del hacha, que rápidamente se interpuso en su camino.
Clavando sus ambarinos ojos en los de su adversaria, la cuerva la empujó bruscamente y de inmediato trazó un amplio arco horizontal en el aire, provocando que la extraña se tirase al suelo para evitarla.[1] Sin querer darle la oportunidad de reponerse, aprovechó la inercia del movimiento y elevó a Segadora por encima de su cabeza para dejarla caer pesadamente sobre el cuerpo de la aldeana, que de nuevo logró escapar, rodando hacia un lado.
Un fallo, solo uno, y aquella criatura la destrozaría, eso había quedado bastante claro, pero no iba a echarse atrás. Levantándose tan rápido como le fue posible, buscó la espalda de la Midgardiana para herir una de sus alas, pero ésta se giró y saltó hacia atrás de forma instintiva, como lo haría un animal al verse sorprendido, no le resultaría fácil llegar hasta ella.
Apretando los dientes volvió a tomar la iniciativa, desatando una oleada de ataques rápidos sobre su contrincante, que no dudó en defenderse usando el robusto mango de su hacha. Aquel particular duelo no se resolvería rápidamente, pero mientras ellas peleaban, el caos se apoderaba del pueblo y sus habitantes, que huían no solo de la Mantícore invocada sino de otra de aspecto más tétrico que también se había unido a la pelea.
Los elfos empezaron a entender que habían raptado a las personas equivocadas, sobretodo cuando tras rescatar a sus compañeros, el anfibio reapareció a lomos de su metálico amigo, haciendo temblar el suelo con cada zancada que daba. La expresión de la hija del bosque cambió al ver que las cosas empezaban a torcerse, mientras la cuerva esbozaba una leve sonrisa de complacencia, que pronto desapareció de su rostro.
Si el hombre bestia iba directo al centro del conflicto, ¿quién estaba protegiendo a Itzamaray? Aquella duda la asaltó al instante, haciendo que se girase para buscar con la mirada a la hechicera, error que le costaría caro. El frío filo enemigo se coló por entre las placas que unían la pechera a los pantalones, causándole una herida a la altura de las caderas, pero gracias a sus reflejos, Ava se apartó antes de que el corte profundizase más de la cuenta, adoptando una postura defensiva.
- Debo proteger a Itza… - caviló, debatiéndose interiormente sobre qué hacer a continuación, si seguir peleando o ir junto a la bruja. - Si quiero mantenerla a salvo tengo que ganar… - continuó, influenciada por el hechizo, que la movía a neutralizar cualquier amenaza que se acercase a la joven. Y eso convertía a la extraña que tenía delante en un mero obstáculo a eliminar.
Desplegando las negras extremidades que surgían de la parte baja de su espalda, la cuerva empezó a batir las alas con fuerza y se alzó unos metros, para luego volar en círculos alrededor de su objetivo, esperando el momento preciso para abalanzarse sobre ella, embistiéndola de nuevo y siguiéndola en su caída para devolverle el golpe.[2] Segadora cortó el aire, alcanzando el hombro de la guerrera y amenazando con incapacitarla, obligándola a recurrir a su último recurso, el don de su pueblo.
Alzando una mano hacia el rostro de la morena, manipuló el éter para generar una brillante luz que cegó a la mujer bestia momentáneamente, haciéndola retroceder de forma errática y dándole la oportunidad de sanarse antes de continuar.
Esa era una ventaja que podía decantar la balanza en su favor, así que se dio prisa, y nada más cerrar el corte se levantó para atacar de nuevo, aprovechando que la aguda visión de la Midgardiana seguía algo afectada. Ava la escuchó moverse y se preparó para defenderse, interponiendo su hacha por delante del cuerpo, pero sus ambarinos ojos solo captaban las siluetas de forma borrosa.
- No puedo fallar ahora, si lo hago volverán a atrapar a Itza… - pensó, presionándose por culpa de aquel exagerado instinto protector que había surgido de la nada. Por suerte su oído seguía intacto y le servía para situar a su adversaria, pero estaría en clara desventaja durante un par de minutos, que podían ser decisivos para determinar el resultado del combate.
Off: Ava utiliza sus habilidades de:
- [1] Nivel 3: Barrido a dos armas
- [2] Nivel 5: Embestida [2 uso]
La fuerza estaba a su favor, sobretodo ahora que tenía algo que proteger, y viendo que no podría rivalizar en ese aspecto con la mujer bestia, su contrincante retrocedió para esquivarla, tratando de ganar ventaja gracias a su agilidad. Así, fintando hacia uno de los costados de la alada, dirigió su hoja hacia una de las juntas de la negra armadura, buscando un punto débil a su defensa, pero el filo de la espada chocó contra la cabeza del hacha, que rápidamente se interpuso en su camino.
Clavando sus ambarinos ojos en los de su adversaria, la cuerva la empujó bruscamente y de inmediato trazó un amplio arco horizontal en el aire, provocando que la extraña se tirase al suelo para evitarla.[1] Sin querer darle la oportunidad de reponerse, aprovechó la inercia del movimiento y elevó a Segadora por encima de su cabeza para dejarla caer pesadamente sobre el cuerpo de la aldeana, que de nuevo logró escapar, rodando hacia un lado.
Un fallo, solo uno, y aquella criatura la destrozaría, eso había quedado bastante claro, pero no iba a echarse atrás. Levantándose tan rápido como le fue posible, buscó la espalda de la Midgardiana para herir una de sus alas, pero ésta se giró y saltó hacia atrás de forma instintiva, como lo haría un animal al verse sorprendido, no le resultaría fácil llegar hasta ella.
Apretando los dientes volvió a tomar la iniciativa, desatando una oleada de ataques rápidos sobre su contrincante, que no dudó en defenderse usando el robusto mango de su hacha. Aquel particular duelo no se resolvería rápidamente, pero mientras ellas peleaban, el caos se apoderaba del pueblo y sus habitantes, que huían no solo de la Mantícore invocada sino de otra de aspecto más tétrico que también se había unido a la pelea.
Los elfos empezaron a entender que habían raptado a las personas equivocadas, sobretodo cuando tras rescatar a sus compañeros, el anfibio reapareció a lomos de su metálico amigo, haciendo temblar el suelo con cada zancada que daba. La expresión de la hija del bosque cambió al ver que las cosas empezaban a torcerse, mientras la cuerva esbozaba una leve sonrisa de complacencia, que pronto desapareció de su rostro.
Si el hombre bestia iba directo al centro del conflicto, ¿quién estaba protegiendo a Itzamaray? Aquella duda la asaltó al instante, haciendo que se girase para buscar con la mirada a la hechicera, error que le costaría caro. El frío filo enemigo se coló por entre las placas que unían la pechera a los pantalones, causándole una herida a la altura de las caderas, pero gracias a sus reflejos, Ava se apartó antes de que el corte profundizase más de la cuenta, adoptando una postura defensiva.
- Debo proteger a Itza… - caviló, debatiéndose interiormente sobre qué hacer a continuación, si seguir peleando o ir junto a la bruja. - Si quiero mantenerla a salvo tengo que ganar… - continuó, influenciada por el hechizo, que la movía a neutralizar cualquier amenaza que se acercase a la joven. Y eso convertía a la extraña que tenía delante en un mero obstáculo a eliminar.
Desplegando las negras extremidades que surgían de la parte baja de su espalda, la cuerva empezó a batir las alas con fuerza y se alzó unos metros, para luego volar en círculos alrededor de su objetivo, esperando el momento preciso para abalanzarse sobre ella, embistiéndola de nuevo y siguiéndola en su caída para devolverle el golpe.[2] Segadora cortó el aire, alcanzando el hombro de la guerrera y amenazando con incapacitarla, obligándola a recurrir a su último recurso, el don de su pueblo.
Alzando una mano hacia el rostro de la morena, manipuló el éter para generar una brillante luz que cegó a la mujer bestia momentáneamente, haciéndola retroceder de forma errática y dándole la oportunidad de sanarse antes de continuar.
Esa era una ventaja que podía decantar la balanza en su favor, así que se dio prisa, y nada más cerrar el corte se levantó para atacar de nuevo, aprovechando que la aguda visión de la Midgardiana seguía algo afectada. Ava la escuchó moverse y se preparó para defenderse, interponiendo su hacha por delante del cuerpo, pero sus ambarinos ojos solo captaban las siluetas de forma borrosa.
- No puedo fallar ahora, si lo hago volverán a atrapar a Itza… - pensó, presionándose por culpa de aquel exagerado instinto protector que había surgido de la nada. Por suerte su oído seguía intacto y le servía para situar a su adversaria, pero estaría en clara desventaja durante un par de minutos, que podían ser decisivos para determinar el resultado del combate.
Off: Ava utiliza sus habilidades de:
- [1] Nivel 3: Barrido a dos armas
- [2] Nivel 5: Embestida [2 uso]
Ava Kenrith
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Re: Una rana en apuros [Libre] [CERRADO]
La hechicera estaba ahora algo nerviosa, sentía que no había sido suficiente al menos para ahuyentar a quienes representaban la mayor amenaza, dejando a la cuerva con una desventaja, quizás olvidaba que aunque fuerte y hábil, no era invencible si era atacada por un grupo experimentado y más numeroso. Cuando el hechizo que hubiera realizado momentos antes, había perdido su efectividad, levantó la vista para encontrar delante del cuerpo firmemente posicionado, de Ava, las miradas sobre ellas no eran si no pura hostilidad.
Aquello no parecía causar ningún temor en la cuerva, cuyos movimientos sorteaban y atacaban con maestría, y la bruja tendría que buscar una salida pronto, pues el hombre rana aún no volvía con ellas armado, temiendo también que quizás lo hubieran asesinado y ahora las posibilidades se reducían, ¿qué habría pasado con su amiga?
Un elfo joven había acercado sigilosamente desde detrás, sólo revelando su presencia cuando quiso tomarla del cuello, haciendo que la bruja hiciera lo posible, algo asustada, de librarse de él, teniendo que moverse y zafarse de sus manos resultando con arañazos en el antebrazo, pero logrando correr rodeando el área donde la jaula ya maltrecha estaba, el chico parecía envalentonado a la par que confundido, corría al lado hacia donde la bruja se moviera, manteniéndose alejados mientras las direcciones se alternaban tratando una de huir y el otro de llegar a ella. -Tienes que salir de aquí.. Vuelve a casa...- Su voz sonaba pausada y directa, como si no estuviera agitada, inundando de seguridad cada palabra para qué, usando una habilidad aparentemente inofensiva pudiera influenciar de alguna manera en el chico, y librarse de él para concentrarse en Ava y salir de ahí en cuanto pudiesen. [1]
El joven elfo bajaba la intensidad de sus movimientos, invadido por una duda latente que no era propia de su previa decisión de capturarla, pero cuya juventud e inmadurez abrieron las puertas a la voz manipuladora de la hechicera que lo miraba fijamente rodeando la jaula hasta distanciarse tanto como el chico se distanciaba de su propia razón hasta creer que en realidad no tendría mucho que hacer ahora, la duda sembrada ya sólo depende de lo poco experimentado que era el joven para mantener sus convicciones resultando en que pudiera deshacerse de un obstáculo.
Itzamaray se aproximó a Ava quien, se habría dado cuenta de que estaban solas y nadie la rana que hablaba había desaparecido por ese rato cuando en realidad contaba con su ayuda, y la bruja no lograba ver una puerta de salida, suponía que emprender el vuelo en medio de ellos no iba a ser sencillo, y mucho menos si agregaba el peso de la maga. Fue inevitable ofuscarse ante las ideas que pronto ella misma refutaba con pocas probabilidades de salir ilesas de ahí, poco pudo detenerse a pensar cuando se sobresaltó al darse cuenta que, al dirigir la atención la cuerva en pleno combate, hacia ella, recibió una estocada que por poco no lograba evitar que fuese profunda. -¡Ava! Tenemos que huir... No podemos con todos ellos y... Aquel truco de la elfa, como si no tuviera ya una notable ventaja, hizo que la cuerva se viera reducida por la visión afectada, las miraba con angustia, pero no podía dejar que le hicieran daño después de haber acudido a ayudarla. Corrió hacia el frente después de inclinarse de prisa para tomar tierra en un puño, devolviéndole el favor a la elfa, pues aventó la tierra hacia su cara, cayendo un poco en su propio ojo pero nada que tallarse no solucionara.
Al volverse hacia Ava le habló preocupada. -Tenemos que correr, no hay forma de que peleemos... Una extraña vibración en el suelo la fue acallando, y un chocar metálico, como si alguien cargado de una basta armadura emprendiese la carrera, sintiéndose cada vez más próximo a ambas, tuvo a penas el tiempo justo para empujar a la cuerva a un lado caer juntas al suelo. El desorden se desató cuando algunos elfos salieron disparados duramente como si se tratara de una catapulta.
El hombre rana había vuelto, acompañado de un ser metálico que jamás hubiera imaginado que existiera semejante criatura, despertando una fugaz fascinación, ya que volvió la atención hacia la alada, buscando con la vista si hubiera más heridas en ella. Tiró del brazo de Ava, incitando a que se alejaran del grupo ya que la elfa lograba recuperarse también de la intromisión de tierra fina en los ojos ahora enrojecidos tanto por el ardor como por la furia contra ambas mujeres. La bruja se dirigió al hombre rana y su extraño acompañante. -Eh... ¿Rana? No dejen que se acerquen, creo que está muy herida...- No recordaba que se hubieran presentado, pero no era lo primordial en ese momento.
Tuvo que inspeccionar el estado de la cuerva, cuando escuchó un grito de furia desde un costado de donde se encontraban, y la figura de Erica, la amiga del anfibio que se aproximaba corriendo, pero iba a ser tacleada por una elfa delgada y más menuda que la que parecía ser la líder, a lo que sin pensar esta vez movió [2] una de las ramas que conformaban la hoguera sin prender, para que obstaculizara una de las zancadas de la elfa, haciendo que perdiese cómicamente el balance a penas pudiendo rozar el paso de Erika que saltó grácilmente para evadir la mano que torpemente se extendía entre la estrepitosa caída dando un par de vueltas en el suelo. Erika llegó hasta donde se encontraban Ava y la bruja, agitada, mirando hacia atrás donde estaba la elfa a quien dos de su grupo se apresuraban a ayudarla a incorporarse, a la par que la elfa que ahora veía claramente arremetía contra ellas tres.
__________________________________Aquello no parecía causar ningún temor en la cuerva, cuyos movimientos sorteaban y atacaban con maestría, y la bruja tendría que buscar una salida pronto, pues el hombre rana aún no volvía con ellas armado, temiendo también que quizás lo hubieran asesinado y ahora las posibilidades se reducían, ¿qué habría pasado con su amiga?
Un elfo joven había acercado sigilosamente desde detrás, sólo revelando su presencia cuando quiso tomarla del cuello, haciendo que la bruja hiciera lo posible, algo asustada, de librarse de él, teniendo que moverse y zafarse de sus manos resultando con arañazos en el antebrazo, pero logrando correr rodeando el área donde la jaula ya maltrecha estaba, el chico parecía envalentonado a la par que confundido, corría al lado hacia donde la bruja se moviera, manteniéndose alejados mientras las direcciones se alternaban tratando una de huir y el otro de llegar a ella. -Tienes que salir de aquí.. Vuelve a casa...- Su voz sonaba pausada y directa, como si no estuviera agitada, inundando de seguridad cada palabra para qué, usando una habilidad aparentemente inofensiva pudiera influenciar de alguna manera en el chico, y librarse de él para concentrarse en Ava y salir de ahí en cuanto pudiesen. [1]
El joven elfo bajaba la intensidad de sus movimientos, invadido por una duda latente que no era propia de su previa decisión de capturarla, pero cuya juventud e inmadurez abrieron las puertas a la voz manipuladora de la hechicera que lo miraba fijamente rodeando la jaula hasta distanciarse tanto como el chico se distanciaba de su propia razón hasta creer que en realidad no tendría mucho que hacer ahora, la duda sembrada ya sólo depende de lo poco experimentado que era el joven para mantener sus convicciones resultando en que pudiera deshacerse de un obstáculo.
Itzamaray se aproximó a Ava quien, se habría dado cuenta de que estaban solas y nadie la rana que hablaba había desaparecido por ese rato cuando en realidad contaba con su ayuda, y la bruja no lograba ver una puerta de salida, suponía que emprender el vuelo en medio de ellos no iba a ser sencillo, y mucho menos si agregaba el peso de la maga. Fue inevitable ofuscarse ante las ideas que pronto ella misma refutaba con pocas probabilidades de salir ilesas de ahí, poco pudo detenerse a pensar cuando se sobresaltó al darse cuenta que, al dirigir la atención la cuerva en pleno combate, hacia ella, recibió una estocada que por poco no lograba evitar que fuese profunda. -¡Ava! Tenemos que huir... No podemos con todos ellos y... Aquel truco de la elfa, como si no tuviera ya una notable ventaja, hizo que la cuerva se viera reducida por la visión afectada, las miraba con angustia, pero no podía dejar que le hicieran daño después de haber acudido a ayudarla. Corrió hacia el frente después de inclinarse de prisa para tomar tierra en un puño, devolviéndole el favor a la elfa, pues aventó la tierra hacia su cara, cayendo un poco en su propio ojo pero nada que tallarse no solucionara.
Al volverse hacia Ava le habló preocupada. -Tenemos que correr, no hay forma de que peleemos... Una extraña vibración en el suelo la fue acallando, y un chocar metálico, como si alguien cargado de una basta armadura emprendiese la carrera, sintiéndose cada vez más próximo a ambas, tuvo a penas el tiempo justo para empujar a la cuerva a un lado caer juntas al suelo. El desorden se desató cuando algunos elfos salieron disparados duramente como si se tratara de una catapulta.
El hombre rana había vuelto, acompañado de un ser metálico que jamás hubiera imaginado que existiera semejante criatura, despertando una fugaz fascinación, ya que volvió la atención hacia la alada, buscando con la vista si hubiera más heridas en ella. Tiró del brazo de Ava, incitando a que se alejaran del grupo ya que la elfa lograba recuperarse también de la intromisión de tierra fina en los ojos ahora enrojecidos tanto por el ardor como por la furia contra ambas mujeres. La bruja se dirigió al hombre rana y su extraño acompañante. -Eh... ¿Rana? No dejen que se acerquen, creo que está muy herida...- No recordaba que se hubieran presentado, pero no era lo primordial en ese momento.
Tuvo que inspeccionar el estado de la cuerva, cuando escuchó un grito de furia desde un costado de donde se encontraban, y la figura de Erica, la amiga del anfibio que se aproximaba corriendo, pero iba a ser tacleada por una elfa delgada y más menuda que la que parecía ser la líder, a lo que sin pensar esta vez movió [2] una de las ramas que conformaban la hoguera sin prender, para que obstaculizara una de las zancadas de la elfa, haciendo que perdiese cómicamente el balance a penas pudiendo rozar el paso de Erika que saltó grácilmente para evadir la mano que torpemente se extendía entre la estrepitosa caída dando un par de vueltas en el suelo. Erika llegó hasta donde se encontraban Ava y la bruja, agitada, mirando hacia atrás donde estaba la elfa a quien dos de su grupo se apresuraban a ayudarla a incorporarse, a la par que la elfa que ahora veía claramente arremetía contra ellas tres.
- OFF:
[1] Tengo la facilidad de influenciar pensamientos y/o conductas, de manera intuitiva, en los demás a través de mis medios de expresión ya sean sociales o mágicos.
[2] TELEQUINESIS: [Mágica] Puedo hacer levitar objetos ligeros a velocidades moderadas.
Itzamaray
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Re: Una rana en apuros [Libre] [CERRADO]
Erika era delgada y baja en comparación con aquellos elfos, no lo fue complicado mezclarse con el alboroto y pasar desapercibida entre todos. Llegó hasta donde estaban la cautiva y Ava, con la esperanza de que la cuerva le ayudase en su empresa. Para su sorpresa, Ava estaba en un estado que jamás habría imaginado horas antes. El fragor de la pelea había hecho adquirir a la cuerva un tono más agresivo, casi demencial. Le infundía respeto, pero esta vez un respeto más ligado al temor... y no podía acercarse a ella, ya que estaba enfrascada en una pelea individual con la elfa cazadora.
Buscando algo o alguien que le sirviese de apoyo moral, la dragona decidió quedarse junto a la cautiva, quien en sus cabellos color azabache portaba una extraña flor que la hizo sentirse especialmente bien [1]. Un sentimiento de apego para con la muchacha cautiva se adueñó de Erika, incluso estaba dispuesta a arriesgar su propio pellejo para defenderla, aunque no supiera muy bien cómo.
Frosk y Bluto arrasaban por donde pasaban. El número de hostiles a los que se enfrentaban era grande, pero la contundencia y la fuerza del bio-cibernético era una buena baza que tenían a su favor para contrarrestar aquello. El único punto débil sería la espalda de Bluto, pero Frosk se encargaba de protegerla a base de lengüetazos y alguna que otra patada o puñetazo a quien intentaba escalar por la espalda del gigante de metal de más de dos metros.
Frosk entonces localizó a Erika, quien estaba interponiéndose entre la cautiva y el resto de gentes. Extrañado, alzó la voz para llamar su atención mientras Bluto seguía encargándose de los hostiles de su alrededor.
-¡¡Erika!!-La dragona desvió la mirada hacia el anfibio.-¿Has encontrado mis armas?
-¡Tengo que protegerla!-Respondió, poniendo su cuerpo en una postura defensiva.-¡Es importante! ¡Ava necesita ayuda también!
El anfibio desvió la mirada hacia la cuerva, y acto seguido la devolvió a Erika y la chica que hasta hace pocos minutos había estado con él cautiva.
-¿¡Estás loca!? ¡No puedes defenderte ni tú misma!
-¡No digas eso!-Dio un pisotón de frustración al suelo.
El hombre rana hizo rodar sus ojos, y suspiró. No entendía el cambio de actitud repentino de la dragona. ¿Para qué querían seguir luchando allí? Debían de encontrar sus armas y huir, no arrasar con la aldea. Aunque, pensándolo mejor, quizás sería la propia aldea la que acabara con ellos primero si seguían así.
Por suerte, Ava, Frosk y Bluto captaban la suficiente atención como para que las dos muchachas estuvieran a salvo, pero eso no daba una seguridad completa sobre ellas.
De pronto, entre la multitud, Frosk pudo ver cómo un joven elfo, un poco más mayor que Erika, portaba su escudo y espada ¡Era una ofensa! El escudo y la espada de su abuelo le pertenecían a él, y sólo él tenía la potestad para portarlos. Tomó aquel acto como un agravio personal y pegó un salto desde los hombros de Bluto hasta justo delante de dicho usurpador, que no estaba a más de diez metros desde su posición.
-¡Ladrón!-Señaló hacia el joven elfo.-¡Devuélveme eso!
El elfo se miró extrañado hacia sí, hacia las armas. Luego, con una postura desafiante, se reafirmó como nuevo portador de estas. Frosk se enfureció e hinchó y vació su saco vocal tantas veces que parecía hiperventilar, aunque nada más lejos de la realidad, porque una rabia interna le recorría y salía a flote con gestos duros en su expresión.
Sin más, el usurpador se abalanzó sobre el hombre-rana para asestarle un tajo. No se veía muy ducho en el arte de blandir una espada, por lo que el anfibio podría anticiparse a sus movimientos si tiraba de reflejos y estaba bien concentrado. Antes de que el filo de su espada trazara el arco mortal hacia su persona, Frosk pegó un salto para esquivarlo. El joven elfo, ávido por acabar con la rana y tirando de una destreza innata, al acabar el tajo volvió a ejecutar otro en dirección contraria; hacia el aire, donde se encontraba el hombre-rana cayendo. Suerte que este último dio un respingo en el aire para que el tajo no le diera de lleno, pero aun así lo cortó en el brazo izquierdo.
-¡Croac!-Exclamó de dolor, con un gesto en su rostro que, tras aterrizar en el suelo, denotaba que no había sido un golpe muy ortodoxo.
Se llevó una mano al brazo y se percató de que empezaba a manar sangre de él. No había sido un corte muy profundo, pero le dolía.
El elfo volvió a arremeter contra Frosk, pero antes de que pudiera ejecutar golpe alguno, la rana saltó hacia un lado, apartándose ligeramente de la trayectoria de su oponente y quedando a resguardo de cualquier ataque. En ese momento, sacó su lengua con suma rapidez y la pegó en el rostro del elfo, ocupándole toda la cara [1]. Con un gesto bruco, moviendo su cabeza hacia abajo, Frosk tiró a su oponente al suelo. Ahí aprovechó para arrebatarle la espada, luego el escudo con más precaución. Acto seguido, antes de que el usurpador pudiera responder, Frosk saltó y giró sobre su eje muy rápido, lanzando así al elfo contra la pared de una choza cercana que derribó como si de una roca-proyectil se tratara.
Ya con sus armas, estaba listo. Congratulado, sonrió, achinando sus ojos e hinchando su saco vocal. Tras eso, buscó con la mirada a sus aliados, al menos a los que estuvieran en su campo de visión y pudieran verlo a él.
-¡Podemos irnos!
________________________________________________________
Off:
- Habilidad usada [1] --> Lengüetazo: Frosk posee la capacidad de usar su larga lengua para poder adherirse a ciertas superficies difíciles de alcanzar o abalanzarse hacia enemigos a modo de embestida.
- [1] --> Erika cae bajo el embrujo de la flor maldita que lleva Itzamaray, por lo que (a diferencia de Frosk, que es un pasota), también se vuelve loca (?).
Frosk
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Re: Una rana en apuros [Libre] [CERRADO]
Centrando su atención sobre la borrosa silueta de su enemiga, y agudizando el oído para poder prever por dónde la atacaría a continuación, el rostro de la cuerva se tensó al escuchar la voz de Itzamaray prácticamente a su lado, ¿cuándo había llegado hasta ellas? Preocupada por su seguridad, giró el rostro en su dirección a tiempo de atisbar como se deslizaba a su lado ágilmente, tomando algo del suelo para luego arrojarlo hacia la elfa.
Debido a su estado, le tomó unos segundos entender lo que acababa de hacer la hechicera, equilibrando las cosas entre ambas al tirar tierra a los ojos de la mujer para que su visión también se viese reducida. Sin duda alguna aquella ayuda por su parte llegaba en el mejor momento posible, pero no podía dejar de pensar que se estaba exponiendo demasiado y que sería mejor que mantuviese las distancias con su captora.
Pero no tuvo tiempo de decir nada, de pronto la cercanía del anfibio y su metálico amigo fue tanta que, para salir de su trayectoria y no verse arrastradas como los aldeanos, Itza la empujó hacia un lado, provocando que ambas terminasen en el piso. - El hacha… - pensó de inmediato, temiendo que con aquel repentino movimiento la joven acabase haciéndose daño con el filo del arma sin querer, pero por suerte no fue así.
Mientras sus ambarinos ojos iban recuperándose poco a poco, sintió como la morena tiraba de su brazo para apartarla del peligro, pidiendo a su verdoso aliado que mantuviese a raya al enemigo. - No te preocupes por mí, puedo continuar… - dijo en voz baja, incorporándose y aferrando con fuerza el mango de Segadora. - Nadie te hará daño… - aseguró, clavando la mirada en la elfa, que también recibía ayuda de los suyos para reponerse.
- No lo permitiré. - se dijo mentalmente, respirando lenta pero profundamente, dejando de ignorar el cansancio y el dolor, ya que podía sacar partido de ellos. - Si entro en frenesí podré acabar con ella rápidamente… - caviló, sin preocuparse por lo que le sucedería a ella después, cuando saliese de aquel alterado estado bestial.
Con esa idea en su cabeza, apretó los dientes y se preparó para dejar que sus emociones tomasen el control de la situación, pero justo antes de que se entregase a su parte animal, Erika llegó hasta ellas, adoptando al igual que ella, una actitud protectora para con la bruja. - Erika, sácala de aquí… yo os cubriré. - pidió a la rubia, confiando en que fuese capaz de mantener a salvo a Itzamaray si ella vigilaba sus espaldas. - Date prisa. - la instó, dando un par de pasos hacia delante para interponerse entre la elfa y la muchacha.
- Voy a necesitar tu ayuda. - susurró, hacia la brillante Mantícore, que tras deshacerse del par de individuos que la rodeaban, acudió velozmente junto a su invocadora. - ¡Ahora! - exclamó, tanto para sí misma y su luminosa creación como para Erika. En un movimiento que podría parecer ensayado previamente, tanto la cuerva como la criatura desplegaron sus alas y salieron disparadas hacia delante, abalanzándose fieramente sobre sus adversarios y enzarzándose en un violento intercambio de golpes y tajos.
Aquello se alargó unos minutos, en los que Ava centró sus esfuerzos en eliminar a la mujer que había capturado y retenido a la fuerza a la ojiverde, mientras su aliada se hacía cargo de los otros dos. - Es dura, no me queda de otra… tendré que hacerlo. - pensó con frustración, al ver como aquella extraña aguantaba sus ataques y no se rendía.
Y en apenas unos segundos, los ojos de la Midgardiana adquirieron un intenso brillo, algo salvaje, y tanto su postura como su forma de pelear cambiaron, haciéndola más rápida y a la vez, más brusca.[1]
Sumida en su frenesí, arremetió de nuevo contra la fémina, alzando el hacha por encima de su cabeza para descargar un fuerte tajo descendente, que la aldeana detuvo a duras penas con la hoja de su espada. Viéndose superada en fuerza bruta, la hija del bosque retrocedió un poco en busca de espacio para recomponerse, justo cuando la Mantícore empezó a desvanecerse, no sin antes cumplir con su cometido y terminar con los dos individuos a los que se enfrentaba.
Aquello volvió a dejar a las dos mujeres solas, aunque no lo estaban realmente, a su alrededor continuaba habiendo enfrentamientos entre los lugareños y parte de su grupo. El cansancio en ambas era evidente, al igual que las heridas que se habían hecho mutuamente, unas que la elfa podía sanar con su magia, pero la alada no le daba ocasión de hacerlo, cada vez que lo intentaba atacaba de nuevo para interrumpirla.
- Debo terminar con esto antes de que se me acabe el tiempo… - pensó Ava, colocando de nuevo a Segadora en posición por delante de su torso.
Pero en ese instante, la voz del anfibio se alzó por encima del ruido, indicando que ya podían marcharse, habían cumplido su objetivo, él y sus compañeros eran libres y tenían sus pertenencias, no había motivos para seguir con el derramamiento de sangre.
Instintivamente, buscó con la mirada a Erika e Itza, esperando que estuviesen lo más lejos posible del peligro e hiciesen caso a las palabras del hombre bestia, pero ella seguía teniendo un asunto pendiente, no podía irse sin más. Algo le decía que de hacerlo, aquella elfa volvería a cruzarse en su camino para vengarse por lo ocurrido, a pesar de que ellos eran los que habían iniciado el conflicto. - ¡Marchaos! ¡Os alcanzaré! - exclamó, volviendo a clavar la vista en su oponente.
Batiendo las negras extremidades con fuerza, se alzó en el aire y se lanzó contra su enemiga, poniendo gran parte de las fuerzas que le quedaban en un corte descendente, que a pesar de encontrar la resistencia de la espada, desvió la hoja hacia un lado y alcanzó la pechera de la elfa.[2] El cuero no pudo bloquear el filo de Segadora, y pronto una rojiza mancha empezó a extenderse por debajo de la pieza defensiva, mientras su portadora palidecía y un fino hilillo de sangre brotaba de sus labios.
La cuerva le sostuvo la mirada durante unos segundos antes de extraer el arma, apreciando el alcance de su golpe. La herida abierta iba desde la clavícula hasta la parte baja del pecho, se podía ver perfectamente a través de las capas de ropa y armadura que aquel daño había sido terrible, aunque no inmediatamente mortal.
En cuanto la extraña dejó caer su espada para intentar sanarse con ambas manos, viendo la gravedad de su estado, la cazadora devolvió su imponente hacha a su espalda, para de inmediato sujetar con fuerza a su enemiga por las muñecas e impedirle que se curase a sí misma. - Déjalo ya, se acabó. - fue lo último que le dijo, manteniendo su agarre sobre ella hasta que la pérdida de sangre la hizo perder el conocimiento.
Dejándola caer sobre la tierra, convencida de que ya no suponía una amenaza para nadie, la alada se apartó y decidió ir tras sus compañeros aprovechando que seguía bajo los efectos del frenesí. Su tiempo también se acababa y debía reunirse con ellos antes de que eso ocurriese, porque sabía bien que en cuanto sus instintos bestiales dejasen de impulsarla, quedaría exhausta y vulnerable.
Off: Durante este turno se desvanece la invocación de la Mantícore.
Habilidades usadas por Ava:
[1] Racial: frenesí.
[2] Nivel 2: Rompe armaduras
Apunte: Dejo a la elfa moribunda pero no muerta, quien sabe si en un futuro pueda reaparecer para algo interesante (?)
Debido a su estado, le tomó unos segundos entender lo que acababa de hacer la hechicera, equilibrando las cosas entre ambas al tirar tierra a los ojos de la mujer para que su visión también se viese reducida. Sin duda alguna aquella ayuda por su parte llegaba en el mejor momento posible, pero no podía dejar de pensar que se estaba exponiendo demasiado y que sería mejor que mantuviese las distancias con su captora.
Pero no tuvo tiempo de decir nada, de pronto la cercanía del anfibio y su metálico amigo fue tanta que, para salir de su trayectoria y no verse arrastradas como los aldeanos, Itza la empujó hacia un lado, provocando que ambas terminasen en el piso. - El hacha… - pensó de inmediato, temiendo que con aquel repentino movimiento la joven acabase haciéndose daño con el filo del arma sin querer, pero por suerte no fue así.
Mientras sus ambarinos ojos iban recuperándose poco a poco, sintió como la morena tiraba de su brazo para apartarla del peligro, pidiendo a su verdoso aliado que mantuviese a raya al enemigo. - No te preocupes por mí, puedo continuar… - dijo en voz baja, incorporándose y aferrando con fuerza el mango de Segadora. - Nadie te hará daño… - aseguró, clavando la mirada en la elfa, que también recibía ayuda de los suyos para reponerse.
- No lo permitiré. - se dijo mentalmente, respirando lenta pero profundamente, dejando de ignorar el cansancio y el dolor, ya que podía sacar partido de ellos. - Si entro en frenesí podré acabar con ella rápidamente… - caviló, sin preocuparse por lo que le sucedería a ella después, cuando saliese de aquel alterado estado bestial.
Con esa idea en su cabeza, apretó los dientes y se preparó para dejar que sus emociones tomasen el control de la situación, pero justo antes de que se entregase a su parte animal, Erika llegó hasta ellas, adoptando al igual que ella, una actitud protectora para con la bruja. - Erika, sácala de aquí… yo os cubriré. - pidió a la rubia, confiando en que fuese capaz de mantener a salvo a Itzamaray si ella vigilaba sus espaldas. - Date prisa. - la instó, dando un par de pasos hacia delante para interponerse entre la elfa y la muchacha.
- Voy a necesitar tu ayuda. - susurró, hacia la brillante Mantícore, que tras deshacerse del par de individuos que la rodeaban, acudió velozmente junto a su invocadora. - ¡Ahora! - exclamó, tanto para sí misma y su luminosa creación como para Erika. En un movimiento que podría parecer ensayado previamente, tanto la cuerva como la criatura desplegaron sus alas y salieron disparadas hacia delante, abalanzándose fieramente sobre sus adversarios y enzarzándose en un violento intercambio de golpes y tajos.
Aquello se alargó unos minutos, en los que Ava centró sus esfuerzos en eliminar a la mujer que había capturado y retenido a la fuerza a la ojiverde, mientras su aliada se hacía cargo de los otros dos. - Es dura, no me queda de otra… tendré que hacerlo. - pensó con frustración, al ver como aquella extraña aguantaba sus ataques y no se rendía.
Y en apenas unos segundos, los ojos de la Midgardiana adquirieron un intenso brillo, algo salvaje, y tanto su postura como su forma de pelear cambiaron, haciéndola más rápida y a la vez, más brusca.[1]
Sumida en su frenesí, arremetió de nuevo contra la fémina, alzando el hacha por encima de su cabeza para descargar un fuerte tajo descendente, que la aldeana detuvo a duras penas con la hoja de su espada. Viéndose superada en fuerza bruta, la hija del bosque retrocedió un poco en busca de espacio para recomponerse, justo cuando la Mantícore empezó a desvanecerse, no sin antes cumplir con su cometido y terminar con los dos individuos a los que se enfrentaba.
Aquello volvió a dejar a las dos mujeres solas, aunque no lo estaban realmente, a su alrededor continuaba habiendo enfrentamientos entre los lugareños y parte de su grupo. El cansancio en ambas era evidente, al igual que las heridas que se habían hecho mutuamente, unas que la elfa podía sanar con su magia, pero la alada no le daba ocasión de hacerlo, cada vez que lo intentaba atacaba de nuevo para interrumpirla.
- Debo terminar con esto antes de que se me acabe el tiempo… - pensó Ava, colocando de nuevo a Segadora en posición por delante de su torso.
Pero en ese instante, la voz del anfibio se alzó por encima del ruido, indicando que ya podían marcharse, habían cumplido su objetivo, él y sus compañeros eran libres y tenían sus pertenencias, no había motivos para seguir con el derramamiento de sangre.
Instintivamente, buscó con la mirada a Erika e Itza, esperando que estuviesen lo más lejos posible del peligro e hiciesen caso a las palabras del hombre bestia, pero ella seguía teniendo un asunto pendiente, no podía irse sin más. Algo le decía que de hacerlo, aquella elfa volvería a cruzarse en su camino para vengarse por lo ocurrido, a pesar de que ellos eran los que habían iniciado el conflicto. - ¡Marchaos! ¡Os alcanzaré! - exclamó, volviendo a clavar la vista en su oponente.
Batiendo las negras extremidades con fuerza, se alzó en el aire y se lanzó contra su enemiga, poniendo gran parte de las fuerzas que le quedaban en un corte descendente, que a pesar de encontrar la resistencia de la espada, desvió la hoja hacia un lado y alcanzó la pechera de la elfa.[2] El cuero no pudo bloquear el filo de Segadora, y pronto una rojiza mancha empezó a extenderse por debajo de la pieza defensiva, mientras su portadora palidecía y un fino hilillo de sangre brotaba de sus labios.
La cuerva le sostuvo la mirada durante unos segundos antes de extraer el arma, apreciando el alcance de su golpe. La herida abierta iba desde la clavícula hasta la parte baja del pecho, se podía ver perfectamente a través de las capas de ropa y armadura que aquel daño había sido terrible, aunque no inmediatamente mortal.
En cuanto la extraña dejó caer su espada para intentar sanarse con ambas manos, viendo la gravedad de su estado, la cazadora devolvió su imponente hacha a su espalda, para de inmediato sujetar con fuerza a su enemiga por las muñecas e impedirle que se curase a sí misma. - Déjalo ya, se acabó. - fue lo último que le dijo, manteniendo su agarre sobre ella hasta que la pérdida de sangre la hizo perder el conocimiento.
Dejándola caer sobre la tierra, convencida de que ya no suponía una amenaza para nadie, la alada se apartó y decidió ir tras sus compañeros aprovechando que seguía bajo los efectos del frenesí. Su tiempo también se acababa y debía reunirse con ellos antes de que eso ocurriese, porque sabía bien que en cuanto sus instintos bestiales dejasen de impulsarla, quedaría exhausta y vulnerable.
Off: Durante este turno se desvanece la invocación de la Mantícore.
Habilidades usadas por Ava:
[1] Racial: frenesí.
[2] Nivel 2: Rompe armaduras
Apunte: Dejo a la elfa moribunda pero no muerta, quien sabe si en un futuro pueda reaparecer para algo interesante (?)
Ava Kenrith
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Re: Una rana en apuros [Libre] [CERRADO]
Estaba realmente preocupada, pocas veces se había recordado sentir aquello, y por una parte era incómodo, o quizás desesperante. Sentirse muchas veces poco útil para otros, concretamente para personas como la cuerva que había sido tan hábil para ayudarla en momentos de los que ella sola probablemente no lo hubiera hecho tan airosa, hicieron que se sintiera repentinamente enojada. Un poco con las circunstancias, y un poco con ella misma, pero en ese preciso instante, cuando todo apuntaba a que se podía peor, sólo sintió un aumento de dificultad al hacer recuerdo de esa desgraciada flor que no podía siquiera arrancarse de la maldita cabeza.
Apretó la mandíbula, la dragona estaba embelesada por esa planta maldita tanto como Ava, los ojos se le humedecieron, llenándose de un torbellino de distintas emociones que, en conjunto, eran tan arduas de enfrentar. -No tienes que protegerme, no eres tú, es... es esta maldita flor... por favor no te arriesgues más, sólo tenemos que huir juntos de aquí...- Lo que hizo la cuerva no era algo que esperaba en respuesta a lo que acababa de decirle. Ofuscada e imposibilitada a entender cómo es que podría deshacer el hechizo o, tan siquiera, espabilar un poco a ambas. Al parpadear se bajaron las pocas lágrimas acumuladas, que de inmediato y casi por inercia secó con una mano, extrañada de que Ava decidiera luchar de nuevo.
La indicación de la ojidorada hacia la dragona la regresó de golpe a la tierra, a razonar, estaba por hacer algo que la pondría en riesgo y no podía detenerla. La bruja hizo amago por retener a Ava, inútilmente, pues Ericka ya había tirado de ella para impedírselo, queriendo obligarla a retroceder y ponerse a salvo del alcance de aquellos elfos. Ahora no quería huir, quería que murieran todos esos elfos, ya mismo. Ericka tiraba de su torso, ambas tendrían la misma estatura pero las secuelas de la pésima nutrición en la hechicera siempre dieron desventaja física, pero quizás no mágica.
Aun con la creciente ira contenida, algo que no sentía a menudo, se vio obligada por Ericka y los demás a hacer caso a la cuerva, a regañadientes. Sorteando unos cuantos aventurados a enfrentarlos. Uno de ellos trató casi con temor en su rostro, de interponerse a Ericka quien, envalentonada por el maleficio de la flor, estaba dispuesta a enfrentarlo, pero no fue necesario, que ella alzara mano alguna, pues Frosk fue mucho más ágil y no le tomó demasiado deshacerse de él. Aquello sólo le avivaba a la bruja el deseo de verlos a todos muertos, quería que murieran que no sobreviviera niño alguno pero, le era imposible explicar de dónde surgía ese sentir.
Su camino estaba libre y sólo deberían adentrarse de nuevo al bosque y perderse en él junto con Ava, pero la menuda hechicera no estaba conforme con eso. Con un brillo casi fogoso en su mirada, y ahora que tenían la distancia suficiente para que no fuera interrumpida, se giró para encarar aquel poblado.
-Ts’o’ok u k’uchul xooch’. Tu mot’ubal yo’ koot. Máax ken u tomojchi’it wa mix máak ku k’iin ti’ le kaaja’. U xla’ báakel máako’obe’ chen ka máanako’ob. Uje’ tu bonik u muknalilo’ob ch’een k’aax ts’o’ok u káajal u lu’uk’ul tumen loobil.- Recitaba en un tono que rayaba en el susurro del viento, pero con intensidad suficiente para que el hechizo fuera abarcando como una nube de humo, cada rincón. Justo cuando la ojidorada hubiera acabado con el último suspiro de la elfa y emprendiera el camino hacia el grupo a salvo, aquella ahumada parecía evadir a ágil alada. [1]
Desde los ojos de una mayoría de los elfos restantes, que incluía niños, jóvenes y adultos, parecía que cada conocido, familiar o amigo se transformaba en una terrible amenaza, un demonio o criatura digna de herejía, de las pesadillas que tendrán después que los ancianos contaran historias aleccionadoras o ancestrales sobre seres malignos cuya muerte sería lo único que les detendría. Y casi como un deseo hecho realidad, aquellos demonios fueron siendo atacados o, para otros elfos, parecían atacarlos a ellos.
Pero desde la posición del grupo, y de la cuerva, aquello lucía como un desastroso caos en el que cada elfo parecía no reconocer a otros y enfrentarse a pesar de que tuvieran diferencias evidentes de edad y tamaños, por ende, de habilidad. Llantos, quejas, gritos y alaridos provenientes de los que perdían ante su atacante, aplacaron como una vela a punto de derretir sus últimos milímetros de cera para extinguir la flama, la ira de la bruja, retratando en su suave rostro la expresión de la satisfacción. Llevando de la mano a la maga, aquel sangriento resultado, a la completa calma, como un animal sediento que ha podido beber agua cristalina hasta saciarse.
_____________Apretó la mandíbula, la dragona estaba embelesada por esa planta maldita tanto como Ava, los ojos se le humedecieron, llenándose de un torbellino de distintas emociones que, en conjunto, eran tan arduas de enfrentar. -No tienes que protegerme, no eres tú, es... es esta maldita flor... por favor no te arriesgues más, sólo tenemos que huir juntos de aquí...- Lo que hizo la cuerva no era algo que esperaba en respuesta a lo que acababa de decirle. Ofuscada e imposibilitada a entender cómo es que podría deshacer el hechizo o, tan siquiera, espabilar un poco a ambas. Al parpadear se bajaron las pocas lágrimas acumuladas, que de inmediato y casi por inercia secó con una mano, extrañada de que Ava decidiera luchar de nuevo.
La indicación de la ojidorada hacia la dragona la regresó de golpe a la tierra, a razonar, estaba por hacer algo que la pondría en riesgo y no podía detenerla. La bruja hizo amago por retener a Ava, inútilmente, pues Ericka ya había tirado de ella para impedírselo, queriendo obligarla a retroceder y ponerse a salvo del alcance de aquellos elfos. Ahora no quería huir, quería que murieran todos esos elfos, ya mismo. Ericka tiraba de su torso, ambas tendrían la misma estatura pero las secuelas de la pésima nutrición en la hechicera siempre dieron desventaja física, pero quizás no mágica.
Aun con la creciente ira contenida, algo que no sentía a menudo, se vio obligada por Ericka y los demás a hacer caso a la cuerva, a regañadientes. Sorteando unos cuantos aventurados a enfrentarlos. Uno de ellos trató casi con temor en su rostro, de interponerse a Ericka quien, envalentonada por el maleficio de la flor, estaba dispuesta a enfrentarlo, pero no fue necesario, que ella alzara mano alguna, pues Frosk fue mucho más ágil y no le tomó demasiado deshacerse de él. Aquello sólo le avivaba a la bruja el deseo de verlos a todos muertos, quería que murieran que no sobreviviera niño alguno pero, le era imposible explicar de dónde surgía ese sentir.
Su camino estaba libre y sólo deberían adentrarse de nuevo al bosque y perderse en él junto con Ava, pero la menuda hechicera no estaba conforme con eso. Con un brillo casi fogoso en su mirada, y ahora que tenían la distancia suficiente para que no fuera interrumpida, se giró para encarar aquel poblado.
-Ts’o’ok u k’uchul xooch’. Tu mot’ubal yo’ koot. Máax ken u tomojchi’it wa mix máak ku k’iin ti’ le kaaja’. U xla’ báakel máako’obe’ chen ka máanako’ob. Uje’ tu bonik u muknalilo’ob ch’een k’aax ts’o’ok u káajal u lu’uk’ul tumen loobil.- Recitaba en un tono que rayaba en el susurro del viento, pero con intensidad suficiente para que el hechizo fuera abarcando como una nube de humo, cada rincón. Justo cuando la ojidorada hubiera acabado con el último suspiro de la elfa y emprendiera el camino hacia el grupo a salvo, aquella ahumada parecía evadir a ágil alada. [1]
Desde los ojos de una mayoría de los elfos restantes, que incluía niños, jóvenes y adultos, parecía que cada conocido, familiar o amigo se transformaba en una terrible amenaza, un demonio o criatura digna de herejía, de las pesadillas que tendrán después que los ancianos contaran historias aleccionadoras o ancestrales sobre seres malignos cuya muerte sería lo único que les detendría. Y casi como un deseo hecho realidad, aquellos demonios fueron siendo atacados o, para otros elfos, parecían atacarlos a ellos.
Pero desde la posición del grupo, y de la cuerva, aquello lucía como un desastroso caos en el que cada elfo parecía no reconocer a otros y enfrentarse a pesar de que tuvieran diferencias evidentes de edad y tamaños, por ende, de habilidad. Llantos, quejas, gritos y alaridos provenientes de los que perdían ante su atacante, aplacaron como una vela a punto de derretir sus últimos milímetros de cera para extinguir la flama, la ira de la bruja, retratando en su suave rostro la expresión de la satisfacción. Llevando de la mano a la maga, aquel sangriento resultado, a la completa calma, como un animal sediento que ha podido beber agua cristalina hasta saciarse.
- off [1]:
Terror [nivel 0]: (Hab. Mágica/2 usos/1 turno duracion)Concentro el éter para crear criaturas o escenarios a la vista de sus objetivos, el objetivo será crear el mayor terror que cause un shock o huida. La eficacia puede verse mermada o anulada de acuerdo a los rasgos y/o habilidades mágicas o mentales que pueda tener uno o mas de los objetivos.
2. Me resulta intuitivo manipular el éter con fines de realizar hechizos ilusiorios/visiones, enfocadas en lograr una reacción o emoción que me favorezca en el momento.
3. Tengo la facilidad de influenciar pensamientos y/o conductas, de manera intuitiva, en los demás a través de mis medios de expresión ya sean sociales o mágicos.
Itzamaray
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Re: Una rana en apuros [Libre] [CERRADO]
Al principio, Frosk no comprendió el objetivo de recitar aquellas palabras por parte de la joven bruja. Pero cuando volteó su vista hacia atrás, pudiendo ver al final del camino la entrada a la aldea y cómo aquel caos que ellos mismos habían generado ni siquiera se acababa con su marcha, se acordó de una de las enseñanzas de su abuelo:
-"Los brujos son los seres más poderosos que existen. No por sus capacidades mágicas o físicas, pues en comparación a otras razas no destacan o simplemente quedan atrás, sino por su sed de conocimiento, la cual los lleva a aprender aspectos del éter que deberían estar prohibidos..."
Tras guardar el recuerdo de ese caos a través de sus pupilas, se volteó esta vez hacia la bruja.
-No eres una elfa, croac. Eres una bruja.-Dijo como una especie de pensamiento en voz alta que rectificaba su creencia sobre la naturaleza de la joven.
Bluto no podía dejar de mirar la mascare que se estaba perpetuando, y su postura rígida y silente lo hacían envolverse en un aura siniestra que, Erika con voz queda, intentó romper.
-P-pero... era lo que debía hacerse, ¿No?-Buscó su confirmación en la joven bruja, luego en Frosk, que no supo qué responder, y por último en Bluto, que aun tirándole del brazo seguía sin separar su vista de la aldea.-¡Eran los malos!
-Se sintieron amenazados, y por eso nos capturaron.-Un chirrido se escuchó desde el interior de su enorme armadura.-He fallado en mi cometido de proteger la vida de los seres orgánicos.
-Lo has hecho bien, compañero.-Le dio un par de palmadas de consolación a su enorme brazo de metal-Me has salvado a mí, y también a ella.-Dijo lo último haciendo referencia a la joven bruja.
Bluto entonces apartó la mirada de la aldea y miró tanto a su compañero como a la bruja, y asintió validando aquellas palabras.
-Ahora, vámonos. Croac.-Dijo en general hacia el grupo mientras hinchaba su saco vocal como si intentara llenar sus pulmones del máximo aire posible.-No vaya a ser que nos vuelvan a capturar...
-A todo esto...-Interrumpió-¿Dónde se ha metido Ava?-
-"Los brujos son los seres más poderosos que existen. No por sus capacidades mágicas o físicas, pues en comparación a otras razas no destacan o simplemente quedan atrás, sino por su sed de conocimiento, la cual los lleva a aprender aspectos del éter que deberían estar prohibidos..."
Tras guardar el recuerdo de ese caos a través de sus pupilas, se volteó esta vez hacia la bruja.
-No eres una elfa, croac. Eres una bruja.-Dijo como una especie de pensamiento en voz alta que rectificaba su creencia sobre la naturaleza de la joven.
Bluto no podía dejar de mirar la mascare que se estaba perpetuando, y su postura rígida y silente lo hacían envolverse en un aura siniestra que, Erika con voz queda, intentó romper.
-P-pero... era lo que debía hacerse, ¿No?-Buscó su confirmación en la joven bruja, luego en Frosk, que no supo qué responder, y por último en Bluto, que aun tirándole del brazo seguía sin separar su vista de la aldea.-¡Eran los malos!
-Se sintieron amenazados, y por eso nos capturaron.-Un chirrido se escuchó desde el interior de su enorme armadura.-He fallado en mi cometido de proteger la vida de los seres orgánicos.
-Lo has hecho bien, compañero.-Le dio un par de palmadas de consolación a su enorme brazo de metal-Me has salvado a mí, y también a ella.-Dijo lo último haciendo referencia a la joven bruja.
Bluto entonces apartó la mirada de la aldea y miró tanto a su compañero como a la bruja, y asintió validando aquellas palabras.
-Ahora, vámonos. Croac.-Dijo en general hacia el grupo mientras hinchaba su saco vocal como si intentara llenar sus pulmones del máximo aire posible.-No vaya a ser que nos vuelvan a capturar...
-A todo esto...-Interrumpió-¿Dónde se ha metido Ava?-
Frosk
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Re: Una rana en apuros [Libre] [CERRADO]
Corriendo tan rápido como le permitían las piernas, Ava dejó atrás el maltrecho cuerpo de su rival e intentó seguir la trayectoria que había tomado su grupo, pero pronto unos gritos a su espalda la hicieron deternerse y echar la vista atrás. A pesar de encontrarse bajo los efectos del frenesí, el rostro de la joven cambió al ver como los elfos habían empezado a atacarse unos a otros, como si no se reconociesen en absoluto, y supo que la magia de Itza debía estar detrás de aquel suceso.
¿Habría utilizado alguna de sus ilusiones como en Sacrestic? No podía estar segura, pero tampoco le importaban demasiado los métodos que hubiese usado para mantenerse a salvo, porque esto último era lo único que contaba, que ella estuviese fuera de peligro. - Ellos se lo buscaron. - pensó con una frialdad impropia de ella, reanudando la marcha para llegar junto a la hechicera lo antes posible.
El efecto de la flor aún seguía nublando su juicio, hasta el punto en que solo podía pensar en asegurarse de que Erika hubiese cumplido lo que le había pedido, cosa que por suerte no tardó en comprobar.
Solo unos minutos más tarde puso divisar las siluetas de sus compañeros entre los árboles, todos parecían ilesos tras el combate y eso, unido al final del frenesí, hizo que de pronto la cuerva sintiese el cuerpo terriblemente pesado. Poco a poco dejó de correr y siguió caminando, buscando apoyo mientras empezaba a arrastrar levemente los pies sobre la tierra. - No puedo relajarme, aún no la he puesto a salvo… - susurró para sí misma, clavando sus ambarinos ojos sobre la morena.
- ¿Estás bien? - le preguntó, nada más llegar a ella. - ¿E...estáis todos bien? - añadió poco después, mirando fugazmente al resto. Su interés por supuesto recaía en mayor parte sobre el estado de la bruja, pero sabía que no estaba en su mejor momento y seguramente necesitaría de la ayuda de los demás para conducirla a la ciudad.
- Deberíamos irnos de aquí enseguida. - instó, queriendo dejar atrás el asentamiento y sus alrededores de inmediato. Ava no quería volver a oír hablar de aquellos elfos ni de los secuestros que seguramente estaban acostumbrados a llevar a cabo, para ella todo había terminado y solo quedaba regresar a la seguridad de Lunargenta.
El problema era que las fuerzas que le quedaban eran más bien escasas, quizá no pudiese realizar el trayecto de una vez, ni siquiera volando, con lo que la única opción viable era aguantar todo lo posible antes de dejar a Itza en manos de Erika y sus amigos. - Ellos podrán acompañarla cuando yo ya no pueda seguir adelante. - pensó, algo frustrada por los estragos que el frenesí le provocaba.
Y aún así no se arrepentía de haber recurrido a aquel último recurso, su duelo con la espadachina se habría dilatado demasiado de no haberlo hecho, eso lo sabía bien.
Cuando su cuerpo alcanzase el límite buscaría un lugar apartado para dormir y reponer fuerzas, confiando en reencontrarse con la hechicera en la ciudad más adelante.
¿Habría utilizado alguna de sus ilusiones como en Sacrestic? No podía estar segura, pero tampoco le importaban demasiado los métodos que hubiese usado para mantenerse a salvo, porque esto último era lo único que contaba, que ella estuviese fuera de peligro. - Ellos se lo buscaron. - pensó con una frialdad impropia de ella, reanudando la marcha para llegar junto a la hechicera lo antes posible.
El efecto de la flor aún seguía nublando su juicio, hasta el punto en que solo podía pensar en asegurarse de que Erika hubiese cumplido lo que le había pedido, cosa que por suerte no tardó en comprobar.
Solo unos minutos más tarde puso divisar las siluetas de sus compañeros entre los árboles, todos parecían ilesos tras el combate y eso, unido al final del frenesí, hizo que de pronto la cuerva sintiese el cuerpo terriblemente pesado. Poco a poco dejó de correr y siguió caminando, buscando apoyo mientras empezaba a arrastrar levemente los pies sobre la tierra. - No puedo relajarme, aún no la he puesto a salvo… - susurró para sí misma, clavando sus ambarinos ojos sobre la morena.
- ¿Estás bien? - le preguntó, nada más llegar a ella. - ¿E...estáis todos bien? - añadió poco después, mirando fugazmente al resto. Su interés por supuesto recaía en mayor parte sobre el estado de la bruja, pero sabía que no estaba en su mejor momento y seguramente necesitaría de la ayuda de los demás para conducirla a la ciudad.
- Deberíamos irnos de aquí enseguida. - instó, queriendo dejar atrás el asentamiento y sus alrededores de inmediato. Ava no quería volver a oír hablar de aquellos elfos ni de los secuestros que seguramente estaban acostumbrados a llevar a cabo, para ella todo había terminado y solo quedaba regresar a la seguridad de Lunargenta.
El problema era que las fuerzas que le quedaban eran más bien escasas, quizá no pudiese realizar el trayecto de una vez, ni siquiera volando, con lo que la única opción viable era aguantar todo lo posible antes de dejar a Itza en manos de Erika y sus amigos. - Ellos podrán acompañarla cuando yo ya no pueda seguir adelante. - pensó, algo frustrada por los estragos que el frenesí le provocaba.
Y aún así no se arrepentía de haber recurrido a aquel último recurso, su duelo con la espadachina se habría dilatado demasiado de no haberlo hecho, eso lo sabía bien.
Cuando su cuerpo alcanzase el límite buscaría un lugar apartado para dormir y reponer fuerzas, confiando en reencontrarse con la hechicera en la ciudad más adelante.
Ava Kenrith
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Re: Una rana en apuros [Libre] [CERRADO]
El nutrido grupo compuesto por Frosk, Bluto, Erika, Ava e Itzamaray, logró escapar de la aldea elfa donde se habían producido los secuestros. A pesar del peligro y las tensiones, todos salieron ilesos y sin heridas graves. Ava, visiblemente exhausta, recibió el ofrecimiento de Bluto para cargarla y aliviar su fatiga, pues notó que algo no iba del todo bien en la mujer-bestia.
-Señora Ava, parece agotada.-Le ofreció una de sus grandes manos.-Puedo cargarla si lo desea. No parece que lo más prudente sea que haga una caminata.
-Es normal que esté cansada. Después de todo, luchaste increíblemente bien y nos salvaste a todos.-Sonrió con sinceridad a la mujer-bestia.-No creo que muchos hubieran podido hacer lo que tú hiciste. En serio, ¡fue impresionante!
El trayecto fue una mezcla de tensión, alivio y agotamiento. El grupo se movió con cautela, siempre alerta a cualquier amenaza que pudiera surgir. Finalmente, alcanzaron una población segura fuera del territorio elfo.
La continuación del viaje fue de lo más tranquila, sin ningún tipo de desafío. Durante el trayecto, el sol se colaba entre las ramas de los árboles, creando una danza de luces y sombras que pintaba el camino de colores cálidos. Frosk, como siempre, mantenía un humor ligero, haciendo comentarios jocosos que arrancaban risas a sus compañeros.
-Erika, ¿crees que en algún momento aprenderé a volar como Ava? Imagínate, una rana en los cielos, ¡sería la sensación de todos los reinos!
Erika sonrió, y suspiró acostumbrada a las ocurrencias de Frosk.
-Tal vez, Frosk. Pero creo que ya eres bastante asombroso en tierra firme.-Respondió con cierta ironía.
Las bromas continuaron durante el viaje, creando un ambiente distendido entre los amigos. Bluto, aunque su aspecto no expresara emociones, parecía satisfecho de que todos estuvieran a salvo.
Finalmente, llegaron a la población más cercana que no estaba bajo dominio elfo. Se respiraba un aire de alivio y seguridad. Todos se despidieron con sonrisas, agradecimientos y el eco de las risas aún resonaba en el aire mientras cada uno seguía su camino.
Esa noche, alrededor de la fogata, recordarían las peripecias vividas y, entre anécdotas y risas, encontrarían en la amistad y el humor la mejor manera de cerrar ese capítulo de su historia.
-Señora Ava, parece agotada.-Le ofreció una de sus grandes manos.-Puedo cargarla si lo desea. No parece que lo más prudente sea que haga una caminata.
-Es normal que esté cansada. Después de todo, luchaste increíblemente bien y nos salvaste a todos.-Sonrió con sinceridad a la mujer-bestia.-No creo que muchos hubieran podido hacer lo que tú hiciste. En serio, ¡fue impresionante!
El trayecto fue una mezcla de tensión, alivio y agotamiento. El grupo se movió con cautela, siempre alerta a cualquier amenaza que pudiera surgir. Finalmente, alcanzaron una población segura fuera del territorio elfo.
La continuación del viaje fue de lo más tranquila, sin ningún tipo de desafío. Durante el trayecto, el sol se colaba entre las ramas de los árboles, creando una danza de luces y sombras que pintaba el camino de colores cálidos. Frosk, como siempre, mantenía un humor ligero, haciendo comentarios jocosos que arrancaban risas a sus compañeros.
-Erika, ¿crees que en algún momento aprenderé a volar como Ava? Imagínate, una rana en los cielos, ¡sería la sensación de todos los reinos!
Erika sonrió, y suspiró acostumbrada a las ocurrencias de Frosk.
-Tal vez, Frosk. Pero creo que ya eres bastante asombroso en tierra firme.-Respondió con cierta ironía.
Las bromas continuaron durante el viaje, creando un ambiente distendido entre los amigos. Bluto, aunque su aspecto no expresara emociones, parecía satisfecho de que todos estuvieran a salvo.
Finalmente, llegaron a la población más cercana que no estaba bajo dominio elfo. Se respiraba un aire de alivio y seguridad. Todos se despidieron con sonrisas, agradecimientos y el eco de las risas aún resonaba en el aire mientras cada uno seguía su camino.
Esa noche, alrededor de la fogata, recordarían las peripecias vividas y, entre anécdotas y risas, encontrarían en la amistad y el humor la mejor manera de cerrar ese capítulo de su historia.
Frosk
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