Espada de alquiler. Alma de alquiler {Privado}
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Espada de alquiler. Alma de alquiler {Privado}
Aquella historia con las Salque Tera no había salido del modo esperado para el rubio mercenario. Tanto el brujo como su amigo oso no habían conseguido ninguno de aquellos malditos tubérculos. Más… las cosas no habían acabado del todo mal.
Como bien diría el grandote de Iorek: “Qué importa no haber conseguido las Salque, si al final nos pagaron igualmente”
Sí, se ve que la generosidad de la señora Vera era…, bueno, tan grande como el contenido de sus arcas. Solo una mujer tan rica pagaría a un grupo de individuos por perseguir unos objetivos que al final no serían alcanzados. Evidentemente, las personas que lograron tubérculos salieron mejor gratificadas que las que no, pero un pago por no lograr cumplir el cometido no dejaba de ser algo curioso y muy extraño de ver en aquel largo mundo.
Así que sí, el oso tenía razón, las cosas no habían ido del todo mal, pese al fracaso en el trabajo. No obstante, ahora el brujo sentía que por fin hacía algo más apropiado a su oficio de soldado de fortuna, y, por otro lado, era la verdadera razón por la que su amigo Iorek le había pedido que viniera hasta Vulwulfar. La razón por la que ahora, ambos hombres avanzaban por una de las calles de aquella ciudad de perlas y salitre.
- Este es el sitio, después de hablar con el capitán que menciona este panfleto-, dijo el hombre bestia, agitando una hoja. - Acordé con él que se reunirían aquí. Te tocará sacar todo tu carisma y conseguir el trabajo.
- Pensé que los necesitados eran ellos, y que si querían un mercenario…
- Solo bastaba con que apareciera uno. Buena esa, pero no, desde siempre y, sobre todo en los últimos tiempos, mucha gente necesita dinero.
- Pero eso no los convierte en soldados.
- A los desesperados eso no les importará.
Vincent asintió.
- Será mejor que consiga ese trabajo. Los inexpertos sin guía solo encuentran la muerte en estos casos y oficios-, comentó el brujo, encaminándose hacia la taberna.
- Claro que sí, y unas monedas tampoco vienen nunca mal, eh-, respondió el oso antes de soltar una risotada. - Iré a terminar unos recados. Ya nos veremos, buen Vinc. No destruyas muchas cosas en mi ausencia.
El brujo se limitó a despedirse de su amigo, con un movimiento de su mano desde el lateral de la sien hacia un lado, alejándola de la cabeza, solo medio volteando la parte superior de su cuerpo para ver hacia dónde se dirigía ese bribón tras despedirse.
Sí, bribón, porque solo un bellaco, canalla, granuja, pícaro, tunante, rufián y truhán se atrevería a aseverar que un compañero sin correa sería más peligroso en sus andanzas por ahí, cuando la realidad era muy diferente y, probablemente, inversa.
En cualquier caso, el brujo entró en la taberna y no le extrañó ver a tanto soldado por allí. Después de todo, aquel antro estaba justo al lado del cuartel más importante de la ciudad, y su razón de ser y sus ganancias eran la soldadesca. Sin embargo, aún habiendo tanto guardia y chapa en aquel lugar, para el rubio no fue difícil hallar con la mirada al hombre que buscaba. No en vano, más aún estando en una taberna con muchos hombres y mujeres inferiores en rango a él, el lustre y la pompa de la capitanía debía lucirse, además de que era el único “soldado” con escolta en su cercanía.
- Imagino que vos sois el capitán Veran-, dijo, acercándose a la mesa.
- Y usted el mercenario del que me habló aquel hombre bestia, ¿cómo se llamaba?
- Iorek-, puntualizó la mujer que se erguía a su lado, mientras echaba una mirada de arriba abajo al mercenario. Sin duda, analizando el peligro que podría suponer para su superior, o quizás, si valdría para el trabajo.
- Buena memoria-, contestó, al tiempo que alargaba la mano, solicitando sentarse.
- Por favor, faltaría más.
- Gracias-, respondió acomodándose, y mientras aún lo hacía prosiguió. - Curioso lugar para una reunión de negocios con un cuerpo formal, ¿ya no dejan entrar a tipos como yo en el cuartel? - bromeó, antes de sonreír y levantar las manos en son de paz, en cuánto se sentó.
A la mujer no le gustó demasiado su atrevimiento, al capitán, pareció que le hizo más gracia, aunque no lo suficiente cómo sonsacarle una sonrisa.
- Son tiempos complicados, y bueno, como puede ver…
- Hay tantos soldados aquí como en una fortaleza fronteriza, lo capto. Sólo me parecía curioso. En cualquier caso, vayamos al meollo de la cuestión. Vincent Calhoun, para servirles. Sin embargo, podría ser más servicial si supiera qué debo hacer. No daban mucha información en la solicitud de empleo.
- Es sencillo, hay problemas en la frontera. Y necesitamos a alguien de fuera para esto.
- ¿Por qué? - preguntó, tajante, mirando primero al capitán y luego a la dama a su lado.
- No es lo que parece. No tememos que los problemas los estén provocando los nuestros. Simplemente es mejor si es alguien no perteneciente al ejército.
- Porque si alguien debe cruzar el linde del bosque, y cagarla, es mejor que sea una espada de alquiler, no alguien perteneciente a la soldadesca-, le respondió. - Es inteligente. Aunque los elfos sospechen de que el enviado sea un mercenario mandado por los humanos, no habrá mucho más problema, vosotros negaréis que así sea.
El capitán se movió sobre su silla, inquieto, pero no perdió la compostura, y la dama de acero al lado de este, miró hacia Vinc con mayor aprecio.
- No todos los mercenarios somos unos idiotas iletrados que no han hecho otra cosa en su vida que partir dientes-, le aseguró. - Pero imagino que no creen que estos problemas sean generados por los elfos.
- No, no lo creemos. En estos tiempos, reactivar el comercio es importante para ambos lados de la frontera. Y también tenemos contactos con varios clanes, algunos fronterizos. Simplemente…
- Es mejor si es alguien ajeno al cuerpo-, repitió las anteriores palabras del capitán. - Bien, lo entiendo, con todos los puntos sobre las i puedo aceptar. Porque la paga es la expuesta en el tablón de anuncios, ¿verdad? Es así de buena.
- Lo es.
- Bien. En ese caso. Yo soy su hombre-, dijo, dibujando una pícara media sonrisa en los labios.
- Me alegro-, contestó Veran, mostrando un gesto más relajado en el rostro. - Y no se preocupe, no irá solo.
- Ah, pero pensé…
- No. Queremos más gente para esto. Debemos asegurarnos el éxito.
- Bueno, mientras la mencionada suma de monedas sea por cabeza.
- Lo es.
- Entonces sigo siendo su hombre-, respondió, regresando su sonrisa cargada de picardía al rostro.
Como bien diría el grandote de Iorek: “Qué importa no haber conseguido las Salque, si al final nos pagaron igualmente”
Sí, se ve que la generosidad de la señora Vera era…, bueno, tan grande como el contenido de sus arcas. Solo una mujer tan rica pagaría a un grupo de individuos por perseguir unos objetivos que al final no serían alcanzados. Evidentemente, las personas que lograron tubérculos salieron mejor gratificadas que las que no, pero un pago por no lograr cumplir el cometido no dejaba de ser algo curioso y muy extraño de ver en aquel largo mundo.
Así que sí, el oso tenía razón, las cosas no habían ido del todo mal, pese al fracaso en el trabajo. No obstante, ahora el brujo sentía que por fin hacía algo más apropiado a su oficio de soldado de fortuna, y, por otro lado, era la verdadera razón por la que su amigo Iorek le había pedido que viniera hasta Vulwulfar. La razón por la que ahora, ambos hombres avanzaban por una de las calles de aquella ciudad de perlas y salitre.
- Este es el sitio, después de hablar con el capitán que menciona este panfleto-, dijo el hombre bestia, agitando una hoja. - Acordé con él que se reunirían aquí. Te tocará sacar todo tu carisma y conseguir el trabajo.
- Pensé que los necesitados eran ellos, y que si querían un mercenario…
- Solo bastaba con que apareciera uno. Buena esa, pero no, desde siempre y, sobre todo en los últimos tiempos, mucha gente necesita dinero.
- Pero eso no los convierte en soldados.
- A los desesperados eso no les importará.
Vincent asintió.
- Será mejor que consiga ese trabajo. Los inexpertos sin guía solo encuentran la muerte en estos casos y oficios-, comentó el brujo, encaminándose hacia la taberna.
- Claro que sí, y unas monedas tampoco vienen nunca mal, eh-, respondió el oso antes de soltar una risotada. - Iré a terminar unos recados. Ya nos veremos, buen Vinc. No destruyas muchas cosas en mi ausencia.
El brujo se limitó a despedirse de su amigo, con un movimiento de su mano desde el lateral de la sien hacia un lado, alejándola de la cabeza, solo medio volteando la parte superior de su cuerpo para ver hacia dónde se dirigía ese bribón tras despedirse.
Sí, bribón, porque solo un bellaco, canalla, granuja, pícaro, tunante, rufián y truhán se atrevería a aseverar que un compañero sin correa sería más peligroso en sus andanzas por ahí, cuando la realidad era muy diferente y, probablemente, inversa.
En cualquier caso, el brujo entró en la taberna y no le extrañó ver a tanto soldado por allí. Después de todo, aquel antro estaba justo al lado del cuartel más importante de la ciudad, y su razón de ser y sus ganancias eran la soldadesca. Sin embargo, aún habiendo tanto guardia y chapa en aquel lugar, para el rubio no fue difícil hallar con la mirada al hombre que buscaba. No en vano, más aún estando en una taberna con muchos hombres y mujeres inferiores en rango a él, el lustre y la pompa de la capitanía debía lucirse, además de que era el único “soldado” con escolta en su cercanía.
- Imagino que vos sois el capitán Veran-, dijo, acercándose a la mesa.
- Y usted el mercenario del que me habló aquel hombre bestia, ¿cómo se llamaba?
- Iorek-, puntualizó la mujer que se erguía a su lado, mientras echaba una mirada de arriba abajo al mercenario. Sin duda, analizando el peligro que podría suponer para su superior, o quizás, si valdría para el trabajo.
- Buena memoria-, contestó, al tiempo que alargaba la mano, solicitando sentarse.
- Por favor, faltaría más.
- Gracias-, respondió acomodándose, y mientras aún lo hacía prosiguió. - Curioso lugar para una reunión de negocios con un cuerpo formal, ¿ya no dejan entrar a tipos como yo en el cuartel? - bromeó, antes de sonreír y levantar las manos en son de paz, en cuánto se sentó.
A la mujer no le gustó demasiado su atrevimiento, al capitán, pareció que le hizo más gracia, aunque no lo suficiente cómo sonsacarle una sonrisa.
- Son tiempos complicados, y bueno, como puede ver…
- Hay tantos soldados aquí como en una fortaleza fronteriza, lo capto. Sólo me parecía curioso. En cualquier caso, vayamos al meollo de la cuestión. Vincent Calhoun, para servirles. Sin embargo, podría ser más servicial si supiera qué debo hacer. No daban mucha información en la solicitud de empleo.
- Es sencillo, hay problemas en la frontera. Y necesitamos a alguien de fuera para esto.
- ¿Por qué? - preguntó, tajante, mirando primero al capitán y luego a la dama a su lado.
- No es lo que parece. No tememos que los problemas los estén provocando los nuestros. Simplemente es mejor si es alguien no perteneciente al ejército.
- Porque si alguien debe cruzar el linde del bosque, y cagarla, es mejor que sea una espada de alquiler, no alguien perteneciente a la soldadesca-, le respondió. - Es inteligente. Aunque los elfos sospechen de que el enviado sea un mercenario mandado por los humanos, no habrá mucho más problema, vosotros negaréis que así sea.
El capitán se movió sobre su silla, inquieto, pero no perdió la compostura, y la dama de acero al lado de este, miró hacia Vinc con mayor aprecio.
- No todos los mercenarios somos unos idiotas iletrados que no han hecho otra cosa en su vida que partir dientes-, le aseguró. - Pero imagino que no creen que estos problemas sean generados por los elfos.
- No, no lo creemos. En estos tiempos, reactivar el comercio es importante para ambos lados de la frontera. Y también tenemos contactos con varios clanes, algunos fronterizos. Simplemente…
- Es mejor si es alguien ajeno al cuerpo-, repitió las anteriores palabras del capitán. - Bien, lo entiendo, con todos los puntos sobre las i puedo aceptar. Porque la paga es la expuesta en el tablón de anuncios, ¿verdad? Es así de buena.
- Lo es.
- Bien. En ese caso. Yo soy su hombre-, dijo, dibujando una pícara media sonrisa en los labios.
- Me alegro-, contestó Veran, mostrando un gesto más relajado en el rostro. - Y no se preocupe, no irá solo.
- Ah, pero pensé…
- No. Queremos más gente para esto. Debemos asegurarnos el éxito.
- Bueno, mientras la mencionada suma de monedas sea por cabeza.
- Lo es.
- Entonces sigo siendo su hombre-, respondió, regresando su sonrisa cargada de picardía al rostro.
Vincent Calhoun
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Re: Espada de alquiler. Alma de alquiler {Privado}
Elian caminaba por la gran ciudad pesquera con la mirada prendida en las plantas que adornaban sus balcones. Si bien las vistas no podían compararse con los jardines de la señora Vera, la primavera dotaba de color las fachadas como ninguna otra estación del año. También se agradecía el perfume que, por momentos, era capaz de romper la monotonía olfativa en la que se mezclaban en perpetua sinfonía el sudor humano, el salitre y el estiércol de caballo.
Sin pensarlo demasiado, sus pasos lo llevaron, a través de las calles adoquinadas, hacia el barrio élfico. Por el camino, distinguió más de una mirada suspicaz alzándose hacia sus orejas. No era algo extraño en las ciudades humanas, aunque habría pensado que, a aquellas alturas y en un lugar tan cercano a Sandorai, la gente ya se habría habituado a los de su raza.
—¡Vuélvete a tu bosque!
Elian se volvió al oír aquella voz iracunda, pero no era a él a quien iba dirigida. Al otro lado de la calle, dos muchachos humanos se dirigían con muy malos modos a un joven elfo que, postrado en el suelo, se esforzaba por recoger un puñado de paquetes desperdigados a su alrededor. Uno de los humanos pateó uno de los bultos. Elian detuvo su trayectoria con su bastón.
—¡Eh, vosotros dos! —intervino serio—. ¿Qué creéis que estáis haciendo? ¡Dejadlo en paz!
Los chicos se volvieron hacia él con cara de pocos amigos pero, al ver su estatura, se lo pensaron mejor y se marcharon rezongando. Elian recogió el paquete a sus pies y se lo acercó al joven elfo, que agradeció en un susurro su ayuda y se marchó precipitadamente.
—Son tiempos complicados —dijo una voz ronca a su lado.
Elian se giró para encontrarse con un elfo alto de rostro ajado que, como él hasta hacía un momento, observaba al joven que se alejaba calle abajo.
—Llevo poco en la ciudad —dijo Elian—, pero no recuerdo que altercados como estos fueran comunes la última vez que estuve.
—Han debido escuchar lo de los altercados en la frontera —dijo el anciano.
—¿Altercados? ¿Qué es lo que ha ocurrido?
—Nadie sabe a ciencia cierta de qué se trata, salvo la Guardia, claro, pero circulan rumores de todo tipo. La mayoría apuntan a los nuestros, por supuesto. Parece que todo el mundo ha olvidado ya la masacre del verano pasado.
Elian lo miró preocupado, no había oído nada sobre una masacre. El anciano le explicó de manera somera cómo algún loco había llegado en medio de la noche y había terminado con un clan élfico asentado en la frontera sin mediar provocación alguna.
—Quizá sospechen de algún supuesto superviviente con ansias de venganza. Como si quedara alguno.
—¿Usted no cree que haya alguna relación?
El hombre negó con la cabeza.
—Siempre ha habido tensiones en la frontera. De vez en cuando, se oye más ruido, simplemente. Pero si quieres saber más, deberías acudir a la Guardia. Me consta que están buscando ayuda externa y tú tienes pinta de tener la cabeza amueblada.
Unas cuantas horas y varias averiguaciones más tarde, Elian se adentró en la taberna señalada. La ingente cantidad de uniformes le confirmó que estaba en el lugar adecuado. Echó un rápido vistazo a su alrededor y se encaminó hacia el de uniforme más lustroso. Una mujer seria se interpuso en su camino.
—¿Capitán Veran? —dijo Elian mirando al hombre por encima de la cabeza de la soldado. El interpelado asintió de forma casi imperceptible—. En el cuartel me dijeron que lo encontraría aquí. He oído que están buscando gente para un asunto en la frontera.
—¿Dónde lo ha oído? —dijo la mujer, que aún le bloqueaba el paso.
—Un vecino preocupado me lo dijo. Al parecer, circulan rumores en las calles y a algunos no les vale con mirar mal a todo aquel que presente orejas puntiagudas. El Anciano creyó conveniente dilucidar el asunto.
A una señal del capitán, la soldado se apartó, permitiendo que Elian se acercara un poco a la mesa que el hombre ocupaba.
—Precisamente estaba discutiendo el asunto con el caballero —dijo el capitán Veran señalando al hombre que se sentaba frente a él—. Vincent Calhoun… —añadió señalando al tipo con una mano, para después señalar a Elian, permaneciendo a la espera.
—Elian Satari —terminó él adelantando una mano dispuesta a estrechar la del otro hombre, cuyo rostro le resultaba extrañamente familiar, aunque no lograba ubicarlo.
Fue entonces cuando percibió el éter que manaba del tipo y se echó a reír.
—Perdona, amigo —consiguió decir al cabo de un momento—. No cuestiono tu experiencia ni tus capacidades, pero —añadió volviéndose de nuevo hacia el capitán—, si van a enviar a uno de los suyos a la frontera, más razón para enviar también a uno de los míos.
Sin pensarlo demasiado, sus pasos lo llevaron, a través de las calles adoquinadas, hacia el barrio élfico. Por el camino, distinguió más de una mirada suspicaz alzándose hacia sus orejas. No era algo extraño en las ciudades humanas, aunque habría pensado que, a aquellas alturas y en un lugar tan cercano a Sandorai, la gente ya se habría habituado a los de su raza.
—¡Vuélvete a tu bosque!
Elian se volvió al oír aquella voz iracunda, pero no era a él a quien iba dirigida. Al otro lado de la calle, dos muchachos humanos se dirigían con muy malos modos a un joven elfo que, postrado en el suelo, se esforzaba por recoger un puñado de paquetes desperdigados a su alrededor. Uno de los humanos pateó uno de los bultos. Elian detuvo su trayectoria con su bastón.
—¡Eh, vosotros dos! —intervino serio—. ¿Qué creéis que estáis haciendo? ¡Dejadlo en paz!
Los chicos se volvieron hacia él con cara de pocos amigos pero, al ver su estatura, se lo pensaron mejor y se marcharon rezongando. Elian recogió el paquete a sus pies y se lo acercó al joven elfo, que agradeció en un susurro su ayuda y se marchó precipitadamente.
—Son tiempos complicados —dijo una voz ronca a su lado.
Elian se giró para encontrarse con un elfo alto de rostro ajado que, como él hasta hacía un momento, observaba al joven que se alejaba calle abajo.
—Llevo poco en la ciudad —dijo Elian—, pero no recuerdo que altercados como estos fueran comunes la última vez que estuve.
—Han debido escuchar lo de los altercados en la frontera —dijo el anciano.
—¿Altercados? ¿Qué es lo que ha ocurrido?
—Nadie sabe a ciencia cierta de qué se trata, salvo la Guardia, claro, pero circulan rumores de todo tipo. La mayoría apuntan a los nuestros, por supuesto. Parece que todo el mundo ha olvidado ya la masacre del verano pasado.
Elian lo miró preocupado, no había oído nada sobre una masacre. El anciano le explicó de manera somera cómo algún loco había llegado en medio de la noche y había terminado con un clan élfico asentado en la frontera sin mediar provocación alguna.
—Quizá sospechen de algún supuesto superviviente con ansias de venganza. Como si quedara alguno.
—¿Usted no cree que haya alguna relación?
El hombre negó con la cabeza.
—Siempre ha habido tensiones en la frontera. De vez en cuando, se oye más ruido, simplemente. Pero si quieres saber más, deberías acudir a la Guardia. Me consta que están buscando ayuda externa y tú tienes pinta de tener la cabeza amueblada.
Unas cuantas horas y varias averiguaciones más tarde, Elian se adentró en la taberna señalada. La ingente cantidad de uniformes le confirmó que estaba en el lugar adecuado. Echó un rápido vistazo a su alrededor y se encaminó hacia el de uniforme más lustroso. Una mujer seria se interpuso en su camino.
—¿Capitán Veran? —dijo Elian mirando al hombre por encima de la cabeza de la soldado. El interpelado asintió de forma casi imperceptible—. En el cuartel me dijeron que lo encontraría aquí. He oído que están buscando gente para un asunto en la frontera.
—¿Dónde lo ha oído? —dijo la mujer, que aún le bloqueaba el paso.
—Un vecino preocupado me lo dijo. Al parecer, circulan rumores en las calles y a algunos no les vale con mirar mal a todo aquel que presente orejas puntiagudas. El Anciano creyó conveniente dilucidar el asunto.
A una señal del capitán, la soldado se apartó, permitiendo que Elian se acercara un poco a la mesa que el hombre ocupaba.
—Precisamente estaba discutiendo el asunto con el caballero —dijo el capitán Veran señalando al hombre que se sentaba frente a él—. Vincent Calhoun… —añadió señalando al tipo con una mano, para después señalar a Elian, permaneciendo a la espera.
—Elian Satari —terminó él adelantando una mano dispuesta a estrechar la del otro hombre, cuyo rostro le resultaba extrañamente familiar, aunque no lograba ubicarlo.
Fue entonces cuando percibió el éter que manaba del tipo y se echó a reír.
—Perdona, amigo —consiguió decir al cabo de un momento—. No cuestiono tu experiencia ni tus capacidades, pero —añadió volviéndose de nuevo hacia el capitán—, si van a enviar a uno de los suyos a la frontera, más razón para enviar también a uno de los míos.
Elian
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Re: Espada de alquiler. Alma de alquiler {Privado}
Con todos los flecos acordados, el mercenario no tenía más nada que realizar en aquella taberna. Bueno, quizás tomarse unas pintas porque la futura paga era buena, más un soldado de fortuna debía vivir el presente sin importar el futuro ingreso monetario. Nunca se sabía cuándo era el último trabajo.
O lo que era lo mismo. Una jodida buena excusa para refrescar el gaznate entre soldados que solían soltar prenda que daba pie a más posibles trabajos. Una taberna como aquella, donde solía beber la soldadesca, era un de los lugares con mejores posibilidades de ganarse unas monedas para un tipo como él.
Más, en cualquier caso, también podríamos decir que era una buena excusa para refrescar el gaznate. Sin más. Sin añadidos ni más motivaciones. Porque, eh, estamos hablando del gran Vincent. ¿Qué motivación adicional necesitaría este maldito brujo para pasarlo bien con la compañía de unos tragos?
- No, tranquilo. Cómo si estuvieras en tu casa-, le respondió al elfo tras su interesante entrada en escena. - Total, no es mi casa. Yo sólo estoy de paso-, dijo en broma, antes de reír con suavidad.
El veterano soldado no perdió detalle de la inesperada obra de teatro que la vida le había lanzado ante sí. Las reacciones del capitán, así como la de su compañera femenina, como el temple de aquel elfo tan decidido.
- Además, si mi montante de dinero no varía sin importar quién o cuántos vengan. Bienvenido a este barco que surcará mares de esmeraldas-, comentó, clavando su mirada nuevamente sobre el recién llegado. - Exacto, Vincent Calhoun. Digamos que soy soldado libre y no soy de los suyos. No literalmente.
- Supongo que no habrá problemas ¿no?
- ¿Problemas? Oh, ya entiendo. La costumbre de tener que mantener el orden en estas locas ciudades llenas de individuos con sus propios y locos intereses-, contestó a Veran. - Si pudiera listar mi experiencia… - «¿Sexual?» - En el… no sé cómo decirlo-. Pesar en bromas trastabilló un poco los pensamientos del buen mercenario en los que debía decir las cosas con un poquito más de seriedad. - Bueno, si pudiera mostrar de alguna manera mi larga trayectoria en el trato entre personas, sin importar su especie, se sorprendería-, manifestó.
Nada más terminar de hablar, el brujo alzó su diestra, dejando el codo apoyado sobre el firme de la mesa, y mostró el dorso de su mano en el que lucía un anillo de factura reconocible.
- Solamente tienen de prueba mi palabra. Pero doy fe de que no es comprado, ni se lo quité a un pobre desgraciado ya más tieso que la cara y los principios de algunos de mis antiguos mentores. No todos los mercenarios vamos por ahí sacando la espada antes del parlamento, por eso me han escogido para el trabajo-, afirmó, bajando la mano que dejó reposar sobre la madera. - Fue un bonito regalo. Le tengo aprecio por el cuándo y el cómo. Pero sobre todo por el quiénes. No eran personas fáciles de convencer por muchas razones que no vienen al caso.
El capitán Veran miró hacia la mujer que lo acompañaba y, en su cruce de miradas, el brujo creyó ver un entendimiento de palabras sin el uso de ellas.
- Perfecto. El grupo podría ser más grande, pero creo que ustedes dos son suficientes. Alguien que no es estrictamente de la guardia para no tensar aún más la cuerda y alguien del pueblo del territorio al que van. Supongo que hay días en los que nos sonríe la suerte.
- Sin estos días qué sería del mundo. Imagino que ya todos nos habríamos matado los unos a los otros-, comentó, con tono normal y amistoso, pese a lo taciturno de sus palabras. - Bueno, iré a prepararme. Ojalá traigamos buenas noticias lo más pronto posible-, dijo como despedida, apretando la mano del capitán y asintiendo hacia la mujer que estaba a su lado. - Vamos, nuevo amigo del pueblo élfico. Tenemos cosas que preparar para el viaje. Mínimo cómo iremos y cuándo saldremos-, le dijo con movimiento de su testa, esta vez para indicarle al elfo que lo acompañase a la salida.
Vincent se puso en camino. Mientras andaba, ojeó al resto de los parroquianos de la taberna, la mayoría soldados de la guardia, y colocó en mejor posición las armas que portaba.
- Elian Satari, ¿de qué clan eres? Si me permites la pregunta-, comentó, volteándose para mirar hacia su interlocutor. - Ya que vamos a trabajar juntos es bueno conocernos. Y así, porque soy como un tipo un tanto preguntón, ¿tienes montura? Si no es así podemos alternar el tiempo de descanso sobre mi querido Alphonse, o ir ambos a patita y dejar mi caballo con un buen amigo que tengo por aquí. No es que vayamos a ir mucho más rápido si llevamos solamente un caballo, pero menos da una piedra. Por otro lado, ir montado no es lo más sigiloso del mundo, menos aún entre maleza y atravesando bosque. Pero en todo caso dará igual. Sandorai siempre tiene ojos en la espesura, ¿no es así? - dijo, antes de mostrar su característica media sonrisa en los labios. - El sigilo carece de importancia en este trabajo. La diplomacia será nuestra mejor herramienta para encontrar a los culpables.
O lo que era lo mismo. Una jodida buena excusa para refrescar el gaznate entre soldados que solían soltar prenda que daba pie a más posibles trabajos. Una taberna como aquella, donde solía beber la soldadesca, era un de los lugares con mejores posibilidades de ganarse unas monedas para un tipo como él.
Más, en cualquier caso, también podríamos decir que era una buena excusa para refrescar el gaznate. Sin más. Sin añadidos ni más motivaciones. Porque, eh, estamos hablando del gran Vincent. ¿Qué motivación adicional necesitaría este maldito brujo para pasarlo bien con la compañía de unos tragos?
- No, tranquilo. Cómo si estuvieras en tu casa-, le respondió al elfo tras su interesante entrada en escena. - Total, no es mi casa. Yo sólo estoy de paso-, dijo en broma, antes de reír con suavidad.
El veterano soldado no perdió detalle de la inesperada obra de teatro que la vida le había lanzado ante sí. Las reacciones del capitán, así como la de su compañera femenina, como el temple de aquel elfo tan decidido.
- Además, si mi montante de dinero no varía sin importar quién o cuántos vengan. Bienvenido a este barco que surcará mares de esmeraldas-, comentó, clavando su mirada nuevamente sobre el recién llegado. - Exacto, Vincent Calhoun. Digamos que soy soldado libre y no soy de los suyos. No literalmente.
- Supongo que no habrá problemas ¿no?
- ¿Problemas? Oh, ya entiendo. La costumbre de tener que mantener el orden en estas locas ciudades llenas de individuos con sus propios y locos intereses-, contestó a Veran. - Si pudiera listar mi experiencia… - «¿Sexual?» - En el… no sé cómo decirlo-. Pesar en bromas trastabilló un poco los pensamientos del buen mercenario en los que debía decir las cosas con un poquito más de seriedad. - Bueno, si pudiera mostrar de alguna manera mi larga trayectoria en el trato entre personas, sin importar su especie, se sorprendería-, manifestó.
Nada más terminar de hablar, el brujo alzó su diestra, dejando el codo apoyado sobre el firme de la mesa, y mostró el dorso de su mano en el que lucía un anillo de factura reconocible.
- Solamente tienen de prueba mi palabra. Pero doy fe de que no es comprado, ni se lo quité a un pobre desgraciado ya más tieso que la cara y los principios de algunos de mis antiguos mentores. No todos los mercenarios vamos por ahí sacando la espada antes del parlamento, por eso me han escogido para el trabajo-, afirmó, bajando la mano que dejó reposar sobre la madera. - Fue un bonito regalo. Le tengo aprecio por el cuándo y el cómo. Pero sobre todo por el quiénes. No eran personas fáciles de convencer por muchas razones que no vienen al caso.
El capitán Veran miró hacia la mujer que lo acompañaba y, en su cruce de miradas, el brujo creyó ver un entendimiento de palabras sin el uso de ellas.
- Perfecto. El grupo podría ser más grande, pero creo que ustedes dos son suficientes. Alguien que no es estrictamente de la guardia para no tensar aún más la cuerda y alguien del pueblo del territorio al que van. Supongo que hay días en los que nos sonríe la suerte.
- Sin estos días qué sería del mundo. Imagino que ya todos nos habríamos matado los unos a los otros-, comentó, con tono normal y amistoso, pese a lo taciturno de sus palabras. - Bueno, iré a prepararme. Ojalá traigamos buenas noticias lo más pronto posible-, dijo como despedida, apretando la mano del capitán y asintiendo hacia la mujer que estaba a su lado. - Vamos, nuevo amigo del pueblo élfico. Tenemos cosas que preparar para el viaje. Mínimo cómo iremos y cuándo saldremos-, le dijo con movimiento de su testa, esta vez para indicarle al elfo que lo acompañase a la salida.
Vincent se puso en camino. Mientras andaba, ojeó al resto de los parroquianos de la taberna, la mayoría soldados de la guardia, y colocó en mejor posición las armas que portaba.
- Elian Satari, ¿de qué clan eres? Si me permites la pregunta-, comentó, volteándose para mirar hacia su interlocutor. - Ya que vamos a trabajar juntos es bueno conocernos. Y así, porque soy como un tipo un tanto preguntón, ¿tienes montura? Si no es así podemos alternar el tiempo de descanso sobre mi querido Alphonse, o ir ambos a patita y dejar mi caballo con un buen amigo que tengo por aquí. No es que vayamos a ir mucho más rápido si llevamos solamente un caballo, pero menos da una piedra. Por otro lado, ir montado no es lo más sigiloso del mundo, menos aún entre maleza y atravesando bosque. Pero en todo caso dará igual. Sandorai siempre tiene ojos en la espesura, ¿no es así? - dijo, antes de mostrar su característica media sonrisa en los labios. - El sigilo carece de importancia en este trabajo. La diplomacia será nuestra mejor herramienta para encontrar a los culpables.
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Re: Espada de alquiler. Alma de alquiler {Privado}
El otro tipo, Vincent Calhoun, no mostró inconveniente a la incorporación de Elian. Parecía bastante relajado, en realidad. Y muy locuaz. Eso podía ser bueno. Como mínimo, evitarían los silencios incómodos.
Aunque lo más intrigante llegó cuando mostró un anillo de indudable factura élfica. No cualquier baratija, de hecho, pues Elian podía percibir el resplandor característico, invisible a ojos profanos, de la magia de luz.
—Ningún problema por mi parte —respondió al capitán, aún con la mirada prendida en la joya. Después se dirigió a Vincent—: No cualquiera consigue un anillo como ese. Sea cual sea el servicio que prestaras a los míos, cuentas con mi respeto y gratitud.
Acompañó sus palabras con una inclinación de cabeza. Sospechaba cuál podía haber sido dicho sevicio, si es que era cierto que no había robado el anillo. Se sabía que había habido brujos entre los extranjeros que lucharon por proteger Árbol Madre, motivo de escándalo para muchos. Elian, por su parte, había visto lo suficiente para estar dispuesto a aceptar cualquier ayuda bienintencionada. El individualismo aislacionista no conducía, como algunos pretendían, a la mayor gloria y pureza del pueblo élfico, sino a la decadencia y la irrelevancia.
El contrato quedó, así, zanjado. Ambos hombres, en servicio de la guardia, pero sin el apoyo de ésta, acudirían a investigar un conflicto fronterizo de naturaleza incierta. ¿Quién habría imaginado que un paseo urbano para disfrutar del floral colorido de la primavera, terminaría así?
Elian se despidió del capitán y salió de la taberna junto a su nuevo compañero, sin dejar de fijarse en que iba mucho mejor equipado (y armado) que él.
—Te permito la pregunta. Jamás le negaría a nadie el derecho a preguntar. Otra cosa es que me dé por contestarte —respondió a Vincent con una sonrisa, para después añadir—: Los Satari somos un clan pequeño, es muy poco probable que lo conozcas. Pero somos subordinados del clan Neril. Supongo que ese sí te resulte familiar —añadió, señalando con un gesto de la cabeza en dirección a la mano en que portaba el anillo que había mostrado un momento antes—. Una recompensa de semejante magnitud no pudo ser entregada por otras manos que las del anciano Olden, su líder.
Nadie que hubiera visto alguna vez al líder Neril lo llamaría anciano, pero tampoco lo llamaría Olden, puesto que su nombre era Olfen. Elian no era un hombre particularmente desconfiado, pero tampoco era un inocente y marchar a la aventura con la sola compañía de un brujo desconocido claramente más fuerte no dejaba de entrañar cierto riesgo. Por tanto, estaba en su derecho de soltar una mentirijilla para calibrar a su nuevo “amigo” no-elfo.
—Supongo que, en tu línea de trabajo (mercenario, ¿me equivoco?), estarás acostumbrado a los largos viajes a caballo. Yo nunca fui un buen jinete, si he de serte sincero. A cualquier lugar al que puedan llevarme las patas de un caballo, también pueden hacerlo mis propias piernas. Y lo han hecho, por muchos años. Eso sí, si necesitas una silla de montar que no entorpezca los movimientos de tu amigo de cuatro patas o unos arreos de calidad, soy tu hombre. También soy buen rastreador. Podría mantenernos alejados de esos “ojos en la espesura”, si así lo prefieres. Siempre que seas menos ruidoso que un caballo, claro —añadió con un guiño—. Pero tienes razón en que la diplomacia puede sernos más útil que el sigilo en este caso.
En cualquier caso, esperaba que les fuera más útil que las armas. Ese sí que no era su fuerte.
—Por mi parte, estoy listo para partir cuando tú quieras. Estoy acostumbrado a moverme y no necesito mucho para vivir. Como y bebo lo que la tierra me ofrece y no conozco mejor lecho que el propio bosque ni manta que arrope mejor que las estrellas. —Mientras hablaba, Elian señaló la mochila que aún llevaba a su espalda—. Pero si necesitas aprovisionarte, podemos quedar más tarde en la puerta norte. Entiendo que no a todo el mundo le apetece dormir al raso. Una cosa más —añadió como al vuelo—, ¿conoces bien la región? Yo la he visitado en varias ocasiones, pero hace algunos años de la última vez, así que no estoy muy familiarizado con la situación actual.
Aunque lo más intrigante llegó cuando mostró un anillo de indudable factura élfica. No cualquier baratija, de hecho, pues Elian podía percibir el resplandor característico, invisible a ojos profanos, de la magia de luz.
—Ningún problema por mi parte —respondió al capitán, aún con la mirada prendida en la joya. Después se dirigió a Vincent—: No cualquiera consigue un anillo como ese. Sea cual sea el servicio que prestaras a los míos, cuentas con mi respeto y gratitud.
Acompañó sus palabras con una inclinación de cabeza. Sospechaba cuál podía haber sido dicho sevicio, si es que era cierto que no había robado el anillo. Se sabía que había habido brujos entre los extranjeros que lucharon por proteger Árbol Madre, motivo de escándalo para muchos. Elian, por su parte, había visto lo suficiente para estar dispuesto a aceptar cualquier ayuda bienintencionada. El individualismo aislacionista no conducía, como algunos pretendían, a la mayor gloria y pureza del pueblo élfico, sino a la decadencia y la irrelevancia.
El contrato quedó, así, zanjado. Ambos hombres, en servicio de la guardia, pero sin el apoyo de ésta, acudirían a investigar un conflicto fronterizo de naturaleza incierta. ¿Quién habría imaginado que un paseo urbano para disfrutar del floral colorido de la primavera, terminaría así?
Elian se despidió del capitán y salió de la taberna junto a su nuevo compañero, sin dejar de fijarse en que iba mucho mejor equipado (y armado) que él.
—Te permito la pregunta. Jamás le negaría a nadie el derecho a preguntar. Otra cosa es que me dé por contestarte —respondió a Vincent con una sonrisa, para después añadir—: Los Satari somos un clan pequeño, es muy poco probable que lo conozcas. Pero somos subordinados del clan Neril. Supongo que ese sí te resulte familiar —añadió, señalando con un gesto de la cabeza en dirección a la mano en que portaba el anillo que había mostrado un momento antes—. Una recompensa de semejante magnitud no pudo ser entregada por otras manos que las del anciano Olden, su líder.
Nadie que hubiera visto alguna vez al líder Neril lo llamaría anciano, pero tampoco lo llamaría Olden, puesto que su nombre era Olfen. Elian no era un hombre particularmente desconfiado, pero tampoco era un inocente y marchar a la aventura con la sola compañía de un brujo desconocido claramente más fuerte no dejaba de entrañar cierto riesgo. Por tanto, estaba en su derecho de soltar una mentirijilla para calibrar a su nuevo “amigo” no-elfo.
—Supongo que, en tu línea de trabajo (mercenario, ¿me equivoco?), estarás acostumbrado a los largos viajes a caballo. Yo nunca fui un buen jinete, si he de serte sincero. A cualquier lugar al que puedan llevarme las patas de un caballo, también pueden hacerlo mis propias piernas. Y lo han hecho, por muchos años. Eso sí, si necesitas una silla de montar que no entorpezca los movimientos de tu amigo de cuatro patas o unos arreos de calidad, soy tu hombre. También soy buen rastreador. Podría mantenernos alejados de esos “ojos en la espesura”, si así lo prefieres. Siempre que seas menos ruidoso que un caballo, claro —añadió con un guiño—. Pero tienes razón en que la diplomacia puede sernos más útil que el sigilo en este caso.
En cualquier caso, esperaba que les fuera más útil que las armas. Ese sí que no era su fuerte.
—Por mi parte, estoy listo para partir cuando tú quieras. Estoy acostumbrado a moverme y no necesito mucho para vivir. Como y bebo lo que la tierra me ofrece y no conozco mejor lecho que el propio bosque ni manta que arrope mejor que las estrellas. —Mientras hablaba, Elian señaló la mochila que aún llevaba a su espalda—. Pero si necesitas aprovisionarte, podemos quedar más tarde en la puerta norte. Entiendo que no a todo el mundo le apetece dormir al raso. Una cosa más —añadió como al vuelo—, ¿conoces bien la región? Yo la he visitado en varias ocasiones, pero hace algunos años de la última vez, así que no estoy muy familiarizado con la situación actual.
Elian
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Re: Espada de alquiler. Alma de alquiler {Privado}
El elfo no tardó en contestar al sureño mercenario y Vincent, por supuesto, tomó algunas ideas sobre el hijo de Sandorai.
La entrada y presentación del Satari ya dejaba bien claro al brujo que se trataba de un elfo que no temía meterse en líos, así como defender a sus hermanos del bosque. No era de las personas que se quedaban de brazos cruzados, eso seguro. Ahora, después de escuchar sus primeras palabras tras sus preguntas, Vinc también estaba seguro de que no era de los temerosos en dar su visión de las cosas y su opinión.
- Entonces puedo alegrarme de que te haya dado por responderme. Al final sí va a resultar que caigo bien a la gente-, comentó socarrón, antes de responder con una sonrisa similar a la del Satari - Ah, al clan Neril sí que lo conozco. No me trataron tan bien como los Ojosverdes, pero supongo que no todos los clanes élficos están concienciados de la misma manera en cómo darle diversión a un cabronazo como yo-, dijo, con evidente ironía, para después mesarse la barba del mentón. - Aunque… ¿Olden? ¿Quién demonios es Olden? Los elfos viven muchos años, así que no me atreveré a iniciar adivinanzas sobre la edad de cierto elfo que me regaló este anillo. De todos modos, diría que por muchos años que tuviera, no entraría en lo que se consideraría un anciano para el pueblo élfico. O igual ando perdiendo la vista más rápido de lo que me gustaría.
Vincent se encogió de hombros, pues así daba más enjundia a sus bromas. Enriquecer con gestos la palabra era algo que había aprendido desde muy joven de cierta Cousland.
- Me lo gané por ayudar en ciertos momentos oscuros en cierto lugar de lo más conocido-, sugirió, no diciendo nada muy concreto pero diciendo todo al mismo tiempo. - No suelo hablar mucho de ello. Soy mercenario, has acertado, pero no todos buscamos la fama. Con las monedas la mayoría nos bastamos-, dijo burlón, regresando una sonrisa a los labios, una media sonrisa de lo más pícara. - Cierto, a todas partes podemos ir andando. Pero con caballo se suele ir más rápido, aunque eso depende del terreno por delante. En cualquier caso los dragones son aún más rápidos-, terminó por decir.
Aquel elfo parecía simpático a ojos de cierto brujo, así que este no sentía apuro alguno por hacer broma. Más, pensándolo bien, ¿este maldito mercenario cuándo ha sentido apuro haciendo bromas?
- Tus habilidades de rastreo pueden venirnos bien en cualquiera de los casos. Aunque seamos diplomáticos puede que en algún momento tengamos que seguir el rastro de los asaltantes-, respondió. - Y mejor vayamos a pie. Es un bosque, después de todo. Primero iremos a ver a un amigo mío, quién cuidará de mi equino compañero. Se podrá quedar por la ciudad recabando información. Debe estar en la posada en la que me hospedo, así que me viene de perlas porque así recojo parte de mis utensilios de trabajo con una única parada-, le explicó. - Y la zona… pues la conozco, aunque hace tiempo que no vengo por aquí. Siempre hay tensiones, pero eso no es algo que no pase en todas las fronteras y que no sepa cualquiera bien informado. No obstante, como ves, parece que las cosas se han puesto aún más tensas. Después de los problemas en Árbol Madre, en Lunargenta y la anterior pandemia, pues no es algo que me sorprenda. Espérame en la puerta que mencionaste, es aquí al lado donde debo ir, así que no tardaré mucho-, dijo, señalando hacia uno de los lados del cruce más cercano. - Nos vemos pronto. Ah, y haz un listado de tus mejores chistes, siempre necesito nuevos-, bromeó, antes de dirigirse hacia la posada que había mentado despidiéndose con la mano aunque le daba la espalda al señor elfo.
Un rato más tarde, Vincent entraba en la posada y, al momento de hacerlo, un hombre bestia se levantaba de su mesa y se acercaba a él.
- ¿Y bien?
- Misión cumplida, oso de ciudad. Un nuevo éxito.
- Excelente. Obviaré y olvidaré el apelativo y te preguntaré por el siguiente paso.
- Pues iré a prepararme. Tú quédate por aquí. Necesito que alguien cuide de Alphonse y consiga información-, le comentó sin detenerse, caminando hacia las escaleras. - No sé si encontraré algo positivo en el bosque. Quizás si regreso con nada tengas nuevas pistas de por dónde tirar. O un nuevo trabajo en el que no fracase-, dijo, antes de echarse a reír y comenzar a subir las escaleras.
- Pero, ¿irás solo? Eso es peligroso.
- No, que va. Iré con un desconocido que es aún más peligroso que ir solo-, comentó con sorna, antes de volver a reír.
- ¿Qué? - preguntó un oso que no obtuvo respuesta, por el momento
Este narrador puede asegurar que el brujo no era ningún tipo lleno de ingenuidad. Elian parecía majo, pero… Nunca se sabía. A ojos de rubio mercenario se veía alguien honesto y que de verdad quería ayudar a su pueblo, más nunca se podía confiar del todo en un recién conocido.
Tras otro rato, el sureño bajó las escaleras, pertrechado y preparado para el viaje, con su morral al hombro.
- Es un elfo. Parece buena gente e irá conmigo. La guardia dio el visto bueno, pero tranquilo, le pagarán lo mismo que a mí. Seguiremos ganando lo mismo.
- Bueno, eres experto en jugarte el cuello. Si crees en él, no tengo que ser menos. Además, sigue siendo tu pellejo el que te juegas. El mío estará bien calentito aquí-, respondió con sorna, cierto oso. - Bromas aparte, haré lo que dices. Escucharé las voces de la ciudad. Siempre hay problemas que resolver y gente que se va de la lengua en demasía.
- Bien, aunque ahora mismo me he dado cuenta de algo y no estoy conforme.
- De qué.
- A ese elfo van a pagarle lo mismo que a mí, pero él no tiene que compartirlo con ningún oso. No al menos que yo sepa-. El brujo se acarició la barba. - No me fastidies, ganaré menos dinero que él. Eso me pasa por hacerme amigo de osos-, bromeó, antes de seguir su camino y despedirse del hombre bestia de la misma manera que hiciera antes con Elian.
Vincent salió a la calle y respiró con fuerza, una nueva aventura se avecinaba y eso siempre era excitante para un trotamundos como él. Sus pasos lo llevaron hasta la puerta norte y allí estaba el elfo como había prometido.
- Qué dices, Elian Satari. ¿Preparado para dormir al raso? - saludó, sacando a relucir su simpatía. - Espero que tengas muchos chistes. No es broma, eh. Que nos queda una larga caminata-, comentó afable. - Pero seré generoso, aceptaré cualquier historia que me puedas contar-, terminó por decir, poniéndose en camino.
Y es que con las historias uno podía conocer mejor a la persona con la que trataba. Y otra cosa no, pero hasta el linde del bosque, tenían un buen espacio de tiempo para conocerse mejor.
La entrada y presentación del Satari ya dejaba bien claro al brujo que se trataba de un elfo que no temía meterse en líos, así como defender a sus hermanos del bosque. No era de las personas que se quedaban de brazos cruzados, eso seguro. Ahora, después de escuchar sus primeras palabras tras sus preguntas, Vinc también estaba seguro de que no era de los temerosos en dar su visión de las cosas y su opinión.
- Entonces puedo alegrarme de que te haya dado por responderme. Al final sí va a resultar que caigo bien a la gente-, comentó socarrón, antes de responder con una sonrisa similar a la del Satari - Ah, al clan Neril sí que lo conozco. No me trataron tan bien como los Ojosverdes, pero supongo que no todos los clanes élficos están concienciados de la misma manera en cómo darle diversión a un cabronazo como yo-, dijo, con evidente ironía, para después mesarse la barba del mentón. - Aunque… ¿Olden? ¿Quién demonios es Olden? Los elfos viven muchos años, así que no me atreveré a iniciar adivinanzas sobre la edad de cierto elfo que me regaló este anillo. De todos modos, diría que por muchos años que tuviera, no entraría en lo que se consideraría un anciano para el pueblo élfico. O igual ando perdiendo la vista más rápido de lo que me gustaría.
Vincent se encogió de hombros, pues así daba más enjundia a sus bromas. Enriquecer con gestos la palabra era algo que había aprendido desde muy joven de cierta Cousland.
- Me lo gané por ayudar en ciertos momentos oscuros en cierto lugar de lo más conocido-, sugirió, no diciendo nada muy concreto pero diciendo todo al mismo tiempo. - No suelo hablar mucho de ello. Soy mercenario, has acertado, pero no todos buscamos la fama. Con las monedas la mayoría nos bastamos-, dijo burlón, regresando una sonrisa a los labios, una media sonrisa de lo más pícara. - Cierto, a todas partes podemos ir andando. Pero con caballo se suele ir más rápido, aunque eso depende del terreno por delante. En cualquier caso los dragones son aún más rápidos-, terminó por decir.
Aquel elfo parecía simpático a ojos de cierto brujo, así que este no sentía apuro alguno por hacer broma. Más, pensándolo bien, ¿este maldito mercenario cuándo ha sentido apuro haciendo bromas?
- Tus habilidades de rastreo pueden venirnos bien en cualquiera de los casos. Aunque seamos diplomáticos puede que en algún momento tengamos que seguir el rastro de los asaltantes-, respondió. - Y mejor vayamos a pie. Es un bosque, después de todo. Primero iremos a ver a un amigo mío, quién cuidará de mi equino compañero. Se podrá quedar por la ciudad recabando información. Debe estar en la posada en la que me hospedo, así que me viene de perlas porque así recojo parte de mis utensilios de trabajo con una única parada-, le explicó. - Y la zona… pues la conozco, aunque hace tiempo que no vengo por aquí. Siempre hay tensiones, pero eso no es algo que no pase en todas las fronteras y que no sepa cualquiera bien informado. No obstante, como ves, parece que las cosas se han puesto aún más tensas. Después de los problemas en Árbol Madre, en Lunargenta y la anterior pandemia, pues no es algo que me sorprenda. Espérame en la puerta que mencionaste, es aquí al lado donde debo ir, así que no tardaré mucho-, dijo, señalando hacia uno de los lados del cruce más cercano. - Nos vemos pronto. Ah, y haz un listado de tus mejores chistes, siempre necesito nuevos-, bromeó, antes de dirigirse hacia la posada que había mentado despidiéndose con la mano aunque le daba la espalda al señor elfo.
Un rato más tarde, Vincent entraba en la posada y, al momento de hacerlo, un hombre bestia se levantaba de su mesa y se acercaba a él.
- ¿Y bien?
- Misión cumplida, oso de ciudad. Un nuevo éxito.
- Excelente. Obviaré y olvidaré el apelativo y te preguntaré por el siguiente paso.
- Pues iré a prepararme. Tú quédate por aquí. Necesito que alguien cuide de Alphonse y consiga información-, le comentó sin detenerse, caminando hacia las escaleras. - No sé si encontraré algo positivo en el bosque. Quizás si regreso con nada tengas nuevas pistas de por dónde tirar. O un nuevo trabajo en el que no fracase-, dijo, antes de echarse a reír y comenzar a subir las escaleras.
- Pero, ¿irás solo? Eso es peligroso.
- No, que va. Iré con un desconocido que es aún más peligroso que ir solo-, comentó con sorna, antes de volver a reír.
- ¿Qué? - preguntó un oso que no obtuvo respuesta, por el momento
Este narrador puede asegurar que el brujo no era ningún tipo lleno de ingenuidad. Elian parecía majo, pero… Nunca se sabía. A ojos de rubio mercenario se veía alguien honesto y que de verdad quería ayudar a su pueblo, más nunca se podía confiar del todo en un recién conocido.
Tras otro rato, el sureño bajó las escaleras, pertrechado y preparado para el viaje, con su morral al hombro.
- Es un elfo. Parece buena gente e irá conmigo. La guardia dio el visto bueno, pero tranquilo, le pagarán lo mismo que a mí. Seguiremos ganando lo mismo.
- Bueno, eres experto en jugarte el cuello. Si crees en él, no tengo que ser menos. Además, sigue siendo tu pellejo el que te juegas. El mío estará bien calentito aquí-, respondió con sorna, cierto oso. - Bromas aparte, haré lo que dices. Escucharé las voces de la ciudad. Siempre hay problemas que resolver y gente que se va de la lengua en demasía.
- Bien, aunque ahora mismo me he dado cuenta de algo y no estoy conforme.
- De qué.
- A ese elfo van a pagarle lo mismo que a mí, pero él no tiene que compartirlo con ningún oso. No al menos que yo sepa-. El brujo se acarició la barba. - No me fastidies, ganaré menos dinero que él. Eso me pasa por hacerme amigo de osos-, bromeó, antes de seguir su camino y despedirse del hombre bestia de la misma manera que hiciera antes con Elian.
Vincent salió a la calle y respiró con fuerza, una nueva aventura se avecinaba y eso siempre era excitante para un trotamundos como él. Sus pasos lo llevaron hasta la puerta norte y allí estaba el elfo como había prometido.
- Qué dices, Elian Satari. ¿Preparado para dormir al raso? - saludó, sacando a relucir su simpatía. - Espero que tengas muchos chistes. No es broma, eh. Que nos queda una larga caminata-, comentó afable. - Pero seré generoso, aceptaré cualquier historia que me puedas contar-, terminó por decir, poniéndose en camino.
Y es que con las historias uno podía conocer mejor a la persona con la que trataba. Y otra cosa no, pero hasta el linde del bosque, tenían un buen espacio de tiempo para conocerse mejor.
Vincent Calhoun
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Re: Espada de alquiler. Alma de alquiler {Privado}
Elian no pudo evitar un bufido de risa ante el comentario sobre los Ojosverdes, pero aquello, en sí mismo, no habría sido suficiente para impresionarlo. El clan Ojosverdes era conocido en la zona, sobre todo, después de la pantomima y el incendio que habían causado en esa aldea de leñadores, Villasauco. También sabía que algunos de los brujos que habían participado en la defensa del Árbol habían sido secuestrados y llevados hasta allí desde la aldea. ¿Habría sido Vincent uno de ellos?
La sonrisa que siguió ante el comentario sobre el inexistente Olden fue más abierta, con solo la más leve chispa de culpabilidad por su pequeña mentira.
—La vida te enseña a ser precavido —comentó simplemente.
Bien sabía que aquello no era del todo cierto. ¿Cuántas veces había acabado envuelto en complicaciones porque la curiosidad había sido más fuerte que la precaución? Sobre todo cuando había comida o bebida en juego. Si no fuera por la resistencia que la naturaleza había brindado a los suyos, quién sabía cuántas veces habría muerto ya por llevarse al estómago algo que no debía.
Vincent era locuaz y pródigo en sonrisas. No parecía tomarse nada demasiado en serio, ni siquiera a sí mismo, lo cual sin duda facilitaría la convivencia durante el viaje. Pero Elian no se engañaba. El brujo no era ningún jovencito y, en su ocupación, uno no llegaba a la madurez sin hacer bien su trabajo. Su trabajo era la guerra, algo que convenía no olvidar, pero, entre tanto, no había nada en disfrutar de la buena compañía.
—Más rápido, más rápido —dijo imitando la cascada voz de un anciano. Se rascó la barba mientras, encorvado como si su espalda cediera ante el peso de la mochila, negaba con la cabeza, de esa forma que solían hacer los viejos cuando veían a los jóvenes perder el tiempo en tonterías—. Siempre con prisas, los jóvenes de hoy en día. —Se le quebró la voz en una breve tos cuando un muchacho, quizá un mensajero, pasó corriendo a su lado, como queriendo dar fuerza a sus palabras, y levantó una nube de polvo. Entre tos y tos, prosiguió fingiendo enfado—: ¡Bah! ¿Cómo va uno a disfrutar del paisaje si está ocupado levantando polvo?
En cualquier caso, Vincent estuvo de acuerdo en hacer el camino andando, aunque llevara un poco más de tiempo. Después de todo, caminar les otorgaba algo más de flexibilidad en el terreno. Por no hablar de que, si alguien andaba causando problemas en la frontera, lo más probable era que se desplazara entre la floresta, evitando los caminos principales. A Elian le preocupaba que, yendo a caballo, podrían perder alguna pista de la presencia de quien quiera que estuviera causando los alborotos.
—Nos vemos en la puerta norte, entonces —se despidió por el momento.
Ya se había girado para emprender el camino cuando oyó el siguiente comentario del brujo. ¿Chistes? Definitivamente, le esperaban unos días interesantes.
Elian no había tenido tiempo de desempacar a su llegada a Vulwulfar, por lo que no tenía más preparativos que hacer. Compró algo de pescado seco, por si no tenían ocasión de cazar o recoger la cena de esa noche por el camino y llegó pronto al lugar de encuentro.
—Eso siempre, Vincent Calhoun —saludó de vuelta cuando el brujo llegó pertrechado a la cita y añadió—: Con Isil y sus hijas velando desde el cielo se cuentan las mejores historias, pero estoy seguro de que algo se me ocurrirá también durante el día.
Y así comenzaron la irónica marcha hacia el norte, hacia aquellos vastos terrenos conocidos en el Continente como Reinos del Sur.
—¿Alguna vez te has preguntado por qué se habla de Verisar y de los Reinos del Sur como territorios separados? —preguntó Elian al poco de iniciar la marcha—. Es decir, Verisar está definitivamente en el sur del continente y los únicos reyes de los que he oído hablar por estos lares han estado siempre en Verisar. En Lunargenta. Y, bueno, he oído que un grupo de ladrones fundaron una villa al norte de la península hará un par de años o así y tienen nada menos que un rey y un virrey. ¡En el mismo pueblo! ¿Te imaginas? ¿Qué tan grande puede ser ese sitio para necesitar un virrey? ¿O qué tan vago el rey? —añadió con una carcajada.
Siguieron el camino al principio, hasta que Elian reconoció los indicadores que el Anciano le había mencionado y le pidió a Vincent que le permitiera un pequeño desvío.
—Hubo un ataque cerca de aquí el verano pasado, a un pequeño asentamiento elfo, comerciantes —le explicó—. Tal vez tenga algo que ver, tal vez no. Igualmente, me gustaría comprobarlo.
No tuvo dificultades en encontrar la senda que llevaba al antiguo asentamiento, aunque la maleza ya estaba recuperando el terreno que el desuso le había devuelto. El pequeño claro en el que desembocaba no mostraba, a priori, signos de haber estado ocupado: el musgo y los hongos se habían extendido durante la época de lluvias, renovando la tierra y, con la primavera, la hierba joven había cubierto el suelo ocultando el resto. Incluso habían florecido prímulas amarillas en varios puntos.
Solo cuando uno prestaba más atención reconocía los restos del ramaje chamuscado entre las hojas y brotes nuevos, los surcos en el terreno donde se formaron los cráteres y la pequeña elevación donde las gentes de los alrededores habían quemado y enterrado los pocos restos que habían encontrado en el enclave. Humanos sin duda, pensó Elian. Los elfos los habrían enterrado bajo los árboles.
—Nadie sabe exactamente lo que pasó —explicó mientras examinaba los límites del claro—. Ocurrió en medio de la noche. Algunos campesinos de las cercanías oyeron un estruendo y vieron el fuego. Varios afirman haber oído a un loco jactándose de haber exterminado él solo a todo el asentamiento. Para cuando los campesinos se atrevieron a acercarse, no quedaba nadie vivo. El Anciano que me lo contó no creía que tuviera nada que ver con los altercados actuales —añadió volviéndose esta vez hacia su interlocutor—. Y, a decir verdad, yo tampoco. Está claro que nadie ha venido por aquí en mucho tiempo y, aunque alguno de los clanes más cercanos hubiera querido tomarse la justicia por su mano, dudo que alguien pudiera pensar que esto —dijo señalando los cráteres con un movimiento amplio del brazo— fue obra de un grupo de granjeros humanos.
Ni siquiera soldados, en realidad, se dijo. Solo un loco con más poder que sentido. Con un suspiro resignado, se acercó al pequeño túmulo y, colocando una mano sobre la tierra, murmuró una breve oración a Imbar. Sintió la luz manar a través de él y penetrar en la tierra, así como el momento en que el pequeño avellano brotó en el centro de la elevación.
—En fin —dijo incorporándose de nuevo—, será mejor que sigamos. Me gustaría estar lejos de aquí cuando acampemos. ¿Te parece que sigamos por el bosque? No es muy denso aquí y evitaremos el rodeo que hace el camino. —Le dio una ligera palmada en el hombro a Vincent antes de retomar el camino—. ¿Por qué no me cuentas tú una historia?
La sonrisa que siguió ante el comentario sobre el inexistente Olden fue más abierta, con solo la más leve chispa de culpabilidad por su pequeña mentira.
—La vida te enseña a ser precavido —comentó simplemente.
Bien sabía que aquello no era del todo cierto. ¿Cuántas veces había acabado envuelto en complicaciones porque la curiosidad había sido más fuerte que la precaución? Sobre todo cuando había comida o bebida en juego. Si no fuera por la resistencia que la naturaleza había brindado a los suyos, quién sabía cuántas veces habría muerto ya por llevarse al estómago algo que no debía.
Vincent era locuaz y pródigo en sonrisas. No parecía tomarse nada demasiado en serio, ni siquiera a sí mismo, lo cual sin duda facilitaría la convivencia durante el viaje. Pero Elian no se engañaba. El brujo no era ningún jovencito y, en su ocupación, uno no llegaba a la madurez sin hacer bien su trabajo. Su trabajo era la guerra, algo que convenía no olvidar, pero, entre tanto, no había nada en disfrutar de la buena compañía.
—Más rápido, más rápido —dijo imitando la cascada voz de un anciano. Se rascó la barba mientras, encorvado como si su espalda cediera ante el peso de la mochila, negaba con la cabeza, de esa forma que solían hacer los viejos cuando veían a los jóvenes perder el tiempo en tonterías—. Siempre con prisas, los jóvenes de hoy en día. —Se le quebró la voz en una breve tos cuando un muchacho, quizá un mensajero, pasó corriendo a su lado, como queriendo dar fuerza a sus palabras, y levantó una nube de polvo. Entre tos y tos, prosiguió fingiendo enfado—: ¡Bah! ¿Cómo va uno a disfrutar del paisaje si está ocupado levantando polvo?
En cualquier caso, Vincent estuvo de acuerdo en hacer el camino andando, aunque llevara un poco más de tiempo. Después de todo, caminar les otorgaba algo más de flexibilidad en el terreno. Por no hablar de que, si alguien andaba causando problemas en la frontera, lo más probable era que se desplazara entre la floresta, evitando los caminos principales. A Elian le preocupaba que, yendo a caballo, podrían perder alguna pista de la presencia de quien quiera que estuviera causando los alborotos.
—Nos vemos en la puerta norte, entonces —se despidió por el momento.
Ya se había girado para emprender el camino cuando oyó el siguiente comentario del brujo. ¿Chistes? Definitivamente, le esperaban unos días interesantes.
Elian no había tenido tiempo de desempacar a su llegada a Vulwulfar, por lo que no tenía más preparativos que hacer. Compró algo de pescado seco, por si no tenían ocasión de cazar o recoger la cena de esa noche por el camino y llegó pronto al lugar de encuentro.
—Eso siempre, Vincent Calhoun —saludó de vuelta cuando el brujo llegó pertrechado a la cita y añadió—: Con Isil y sus hijas velando desde el cielo se cuentan las mejores historias, pero estoy seguro de que algo se me ocurrirá también durante el día.
Y así comenzaron la irónica marcha hacia el norte, hacia aquellos vastos terrenos conocidos en el Continente como Reinos del Sur.
—¿Alguna vez te has preguntado por qué se habla de Verisar y de los Reinos del Sur como territorios separados? —preguntó Elian al poco de iniciar la marcha—. Es decir, Verisar está definitivamente en el sur del continente y los únicos reyes de los que he oído hablar por estos lares han estado siempre en Verisar. En Lunargenta. Y, bueno, he oído que un grupo de ladrones fundaron una villa al norte de la península hará un par de años o así y tienen nada menos que un rey y un virrey. ¡En el mismo pueblo! ¿Te imaginas? ¿Qué tan grande puede ser ese sitio para necesitar un virrey? ¿O qué tan vago el rey? —añadió con una carcajada.
Siguieron el camino al principio, hasta que Elian reconoció los indicadores que el Anciano le había mencionado y le pidió a Vincent que le permitiera un pequeño desvío.
—Hubo un ataque cerca de aquí el verano pasado, a un pequeño asentamiento elfo, comerciantes —le explicó—. Tal vez tenga algo que ver, tal vez no. Igualmente, me gustaría comprobarlo.
No tuvo dificultades en encontrar la senda que llevaba al antiguo asentamiento, aunque la maleza ya estaba recuperando el terreno que el desuso le había devuelto. El pequeño claro en el que desembocaba no mostraba, a priori, signos de haber estado ocupado: el musgo y los hongos se habían extendido durante la época de lluvias, renovando la tierra y, con la primavera, la hierba joven había cubierto el suelo ocultando el resto. Incluso habían florecido prímulas amarillas en varios puntos.
Solo cuando uno prestaba más atención reconocía los restos del ramaje chamuscado entre las hojas y brotes nuevos, los surcos en el terreno donde se formaron los cráteres y la pequeña elevación donde las gentes de los alrededores habían quemado y enterrado los pocos restos que habían encontrado en el enclave. Humanos sin duda, pensó Elian. Los elfos los habrían enterrado bajo los árboles.
—Nadie sabe exactamente lo que pasó —explicó mientras examinaba los límites del claro—. Ocurrió en medio de la noche. Algunos campesinos de las cercanías oyeron un estruendo y vieron el fuego. Varios afirman haber oído a un loco jactándose de haber exterminado él solo a todo el asentamiento. Para cuando los campesinos se atrevieron a acercarse, no quedaba nadie vivo. El Anciano que me lo contó no creía que tuviera nada que ver con los altercados actuales —añadió volviéndose esta vez hacia su interlocutor—. Y, a decir verdad, yo tampoco. Está claro que nadie ha venido por aquí en mucho tiempo y, aunque alguno de los clanes más cercanos hubiera querido tomarse la justicia por su mano, dudo que alguien pudiera pensar que esto —dijo señalando los cráteres con un movimiento amplio del brazo— fue obra de un grupo de granjeros humanos.
Ni siquiera soldados, en realidad, se dijo. Solo un loco con más poder que sentido. Con un suspiro resignado, se acercó al pequeño túmulo y, colocando una mano sobre la tierra, murmuró una breve oración a Imbar. Sintió la luz manar a través de él y penetrar en la tierra, así como el momento en que el pequeño avellano brotó en el centro de la elevación.
—En fin —dijo incorporándose de nuevo—, será mejor que sigamos. Me gustaría estar lejos de aquí cuando acampemos. ¿Te parece que sigamos por el bosque? No es muy denso aquí y evitaremos el rodeo que hace el camino. —Le dio una ligera palmada en el hombro a Vincent antes de retomar el camino—. ¿Por qué no me cuentas tú una historia?
Elian
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Re: Espada de alquiler. Alma de alquiler {Privado}
- Espero que Isil sea generosa hasta con un isleño, aunque, por lo que sé, suele serlo-, comentó. - Sí, sacrilegio, ya puedes preparar la horca o la pira.
El elfo no podía concretar a qué se debía tal palabrería, pero un brujo, que había salvado el culo más de una vez gracias a la magia de los elfos, podía estar seguro de ello.
- Supongo que es cosa de humanos. Imagino que empezaron a decirle reinos, en plural, por las otras casas importantes que tienen, y así se quedó. Por qué dicen primero Verisar, como si los reinos no estuvieran en la península, pues no sabría decirte-, contestó al elfo. - Puede que lo definan así por las otras naciones extranjeras en el sur, aunque estas no fueran ni sean reinos-, se encogió de hombros. - La realidad es que sólo hay un reino, y solamente hubo otro por un breve tiempo.
Las siguientes palabras del buen elfo eran más complicadas de encauzar hacia una opinión.
- Había olvidado que había otro “rey”-, respondió, antes de reír brevemente, mientras continuaban su caminata hacia el bosque. - Rey, virrey, ¿qué diferencia hay para algunos? Es la primera vez que escucho que se nombre a alguien como virrey. Ni sé qué carajos es, pero dos reyes de un mismo reino no suena posible. Supongo que el rey de los ladrones está demasiado ocupado robando, como para andar legislando. Alguien tiene que hacerlo en su lugar-, afirmó con sorna, antes de volver a reír.
En cualquier caso, al rato, el Satari decidió que sería buena idea investigar una aldea cercana.
- Bueno, toda pista sería de gran ayuda. Las guardias, por lo general, pagan bien, pero cuando su misión es “búscate la vida”, se hace más complejo conseguir las monedas.
Encontrar la senda que llevaba al asentamiento no costó demasiado, mucho menos seguirla hacia el lugar dónde se emplazaba el mentado poblado.
Vincent comprobó la zona, intentando sacar alguna conclusión clara de aquella matanza. Pero más allá de los datos aportados por Elian, no tenía mucha información de la zona.
- No, el ataque no ha sido perpetrado por una turba sin conocimientos mágicos-, dijo, poniéndose de cuclillas junto al tronco de un árbol con daños de fuego.
«Espero que no haya sido un brujo. Sólo me faltaba que hubiera uno de los míos, del todo imbécil, generando más tensión»
- Para generar este daño a tanta escala y en tan poco tiempo, como sonsaco de la información de los vecinos, ha tenido que ser con magia. De lo contrario, armas de asedio, alquimia, o artefactos arcanos. Nada de eso está al alcance de la población local-, mentó, antes de volver a erguirse. - Aunque eso no significa que no sea nuestro hombre.
El mercenario se acercó nuevamente a la figura de su compañero de trabajo, mientras sopesaba algunas ideas.
- Quizás mujer, no menospreciemos el poder destructivo de las mujeres-, afirmó socarrón, al tiempo que dejaba una media sonrisa dibujada con sus labios. - En cualquier caso, no creo que esto tenga relación con nuestro objetivo. Los ataques que preocupan a la guardia están perpetrados por humanos o por personas que quieren hacer ver a los humanos como los agresores, y está claro que esta masacre no tuvo esa finalidad.
«Menuda barbarie. Cómo alguien podría justificar no ser un malnacido después de un acto así»
- Sí, mejor que sigamos. Aquí no encontraremos respuestas para nuestro encargo-. dijo, estando de acuerdo en irse de allí. - Bueno, pues historias tengo un porrón. ¿Quieres de cuando era un crío y tuve que salir por la ventana del cuarto de una chica porque su padre quería convertirme en una mancha negra en el suelo? - Ahí el buen brujo pensó un poco sobre ciertos asuntos. - Aunque supongo que para un elfo, siempre seré un crío ¿no? Aunque, claro, dependerá de la edad del mentado elfo. Al menos los brujos no somos tan efímeros como los humanos. ¿Tenemos alguna concesión por eso? - preguntó en broma.
De todas formas, el brujo intentó recordar alguna historia que fuera realmente digna para el simpático hijo de Sandorai.
- Tú pareces buena gente, e igual no me juzgas mal. Normalmente cuando viajo por esta zona me quieren matar y demás ideas variadas del entretenimiento autóctono. Pero, podría contarte que además de esos divertimentos, tengo buen trato con el clan Thenidiel. Conseguir el anillo que te enseñé tiene algo de relación con ello, aunque no directamente-. Empezó a contar su historia. - Digamos que conozco a la hija de la matriarca del clan. Digamos que hicimos buenas migas y solemos trabajar juntos, entre otras cosas.
«Sí, otras cosas que igual mejor me callo.»
- Podría decir que incluso nos unimos el mismo día a una organización super secreta que tiene una torre a la vista de todos y hace pactos muy raros con reyes muertos. Bueno, entonces no estaba muerto, eso sería raro, pero ya me entiendes, ahora sí está muerto.
El brujo quizás podría haber seguido un buen rato así, pero decidió pararse y alzar las manos, porque cuando notabas la presencia de un elfo en su bosque natal, es porque querías que notaras su presencia.
- Hey, por favor, no disparen sus flechas, ni me ataquen con su magia, soy músico-, comentó en broma y en alto. - En fin, a mí no me creerán, pero con lo que ha pasado en el pueblo cercano, tendrás que empezar a usar tus dotes diplomáticas y sacar a relucir tus bonitas orejas-, le susurró a su compañero. - Y digamos, por cerrar la historia, que me llevo bien con mis suegros, los líderes del clan Thenidiel.
Ahí el brujo se quedó al pensativo, más no alteró su postura, esperando que los elfos desconocidos se mostraran.
- Quizás esta parte haga que "entre otras cosas" cobre otro sentido, pero bueno, no le tengo miedo al éxito, después de todo-, le dijo a su compañero, para luego volver a dirigirse a su público. - Vamos, buenas gentes, déjense ver. Mi música no se va a financiar sola, ¿una monedita?
El elfo no podía concretar a qué se debía tal palabrería, pero un brujo, que había salvado el culo más de una vez gracias a la magia de los elfos, podía estar seguro de ello.
- Supongo que es cosa de humanos. Imagino que empezaron a decirle reinos, en plural, por las otras casas importantes que tienen, y así se quedó. Por qué dicen primero Verisar, como si los reinos no estuvieran en la península, pues no sabría decirte-, contestó al elfo. - Puede que lo definan así por las otras naciones extranjeras en el sur, aunque estas no fueran ni sean reinos-, se encogió de hombros. - La realidad es que sólo hay un reino, y solamente hubo otro por un breve tiempo.
Las siguientes palabras del buen elfo eran más complicadas de encauzar hacia una opinión.
- Había olvidado que había otro “rey”-, respondió, antes de reír brevemente, mientras continuaban su caminata hacia el bosque. - Rey, virrey, ¿qué diferencia hay para algunos? Es la primera vez que escucho que se nombre a alguien como virrey. Ni sé qué carajos es, pero dos reyes de un mismo reino no suena posible. Supongo que el rey de los ladrones está demasiado ocupado robando, como para andar legislando. Alguien tiene que hacerlo en su lugar-, afirmó con sorna, antes de volver a reír.
En cualquier caso, al rato, el Satari decidió que sería buena idea investigar una aldea cercana.
- Bueno, toda pista sería de gran ayuda. Las guardias, por lo general, pagan bien, pero cuando su misión es “búscate la vida”, se hace más complejo conseguir las monedas.
Encontrar la senda que llevaba al asentamiento no costó demasiado, mucho menos seguirla hacia el lugar dónde se emplazaba el mentado poblado.
Vincent comprobó la zona, intentando sacar alguna conclusión clara de aquella matanza. Pero más allá de los datos aportados por Elian, no tenía mucha información de la zona.
- No, el ataque no ha sido perpetrado por una turba sin conocimientos mágicos-, dijo, poniéndose de cuclillas junto al tronco de un árbol con daños de fuego.
«Espero que no haya sido un brujo. Sólo me faltaba que hubiera uno de los míos, del todo imbécil, generando más tensión»
- Para generar este daño a tanta escala y en tan poco tiempo, como sonsaco de la información de los vecinos, ha tenido que ser con magia. De lo contrario, armas de asedio, alquimia, o artefactos arcanos. Nada de eso está al alcance de la población local-, mentó, antes de volver a erguirse. - Aunque eso no significa que no sea nuestro hombre.
El mercenario se acercó nuevamente a la figura de su compañero de trabajo, mientras sopesaba algunas ideas.
- Quizás mujer, no menospreciemos el poder destructivo de las mujeres-, afirmó socarrón, al tiempo que dejaba una media sonrisa dibujada con sus labios. - En cualquier caso, no creo que esto tenga relación con nuestro objetivo. Los ataques que preocupan a la guardia están perpetrados por humanos o por personas que quieren hacer ver a los humanos como los agresores, y está claro que esta masacre no tuvo esa finalidad.
«Menuda barbarie. Cómo alguien podría justificar no ser un malnacido después de un acto así»
- Sí, mejor que sigamos. Aquí no encontraremos respuestas para nuestro encargo-. dijo, estando de acuerdo en irse de allí. - Bueno, pues historias tengo un porrón. ¿Quieres de cuando era un crío y tuve que salir por la ventana del cuarto de una chica porque su padre quería convertirme en una mancha negra en el suelo? - Ahí el buen brujo pensó un poco sobre ciertos asuntos. - Aunque supongo que para un elfo, siempre seré un crío ¿no? Aunque, claro, dependerá de la edad del mentado elfo. Al menos los brujos no somos tan efímeros como los humanos. ¿Tenemos alguna concesión por eso? - preguntó en broma.
De todas formas, el brujo intentó recordar alguna historia que fuera realmente digna para el simpático hijo de Sandorai.
- Tú pareces buena gente, e igual no me juzgas mal. Normalmente cuando viajo por esta zona me quieren matar y demás ideas variadas del entretenimiento autóctono. Pero, podría contarte que además de esos divertimentos, tengo buen trato con el clan Thenidiel. Conseguir el anillo que te enseñé tiene algo de relación con ello, aunque no directamente-. Empezó a contar su historia. - Digamos que conozco a la hija de la matriarca del clan. Digamos que hicimos buenas migas y solemos trabajar juntos, entre otras cosas.
«Sí, otras cosas que igual mejor me callo.»
- Podría decir que incluso nos unimos el mismo día a una organización super secreta que tiene una torre a la vista de todos y hace pactos muy raros con reyes muertos. Bueno, entonces no estaba muerto, eso sería raro, pero ya me entiendes, ahora sí está muerto.
El brujo quizás podría haber seguido un buen rato así, pero decidió pararse y alzar las manos, porque cuando notabas la presencia de un elfo en su bosque natal, es porque querías que notaras su presencia.
- Hey, por favor, no disparen sus flechas, ni me ataquen con su magia, soy músico-, comentó en broma y en alto. - En fin, a mí no me creerán, pero con lo que ha pasado en el pueblo cercano, tendrás que empezar a usar tus dotes diplomáticas y sacar a relucir tus bonitas orejas-, le susurró a su compañero. - Y digamos, por cerrar la historia, que me llevo bien con mis suegros, los líderes del clan Thenidiel.
Ahí el brujo se quedó al pensativo, más no alteró su postura, esperando que los elfos desconocidos se mostraran.
- Quizás esta parte haga que "entre otras cosas" cobre otro sentido, pero bueno, no le tengo miedo al éxito, después de todo-, le dijo a su compañero, para luego volver a dirigirse a su público. - Vamos, buenas gentes, déjense ver. Mi música no se va a financiar sola, ¿una monedita?
Vincent Calhoun
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Re: Espada de alquiler. Alma de alquiler {Privado}
—Hey, los elfos también fuimos isleños y allí estaba Isil.
Elian se encogió de hombros restando importancia a la supuesta blasfemia. Él no era sacerdote, pero dudaba mucho de que los dioses fueran excluyentes. Esa parecía más bien una característica propia de los mortales. Como los títulos innecesarios.
—A mí eso de virrey me suena a segundo rey. Quizá no se pusieron de acuerdo en quién se llevaría la corona, o uno le disputó el liderazgo al otro. ¿Te imaginas que tienen la ciudad dividida en dos facciones? No he estado por allí desde antes de la guerra pero, por lo que recuerdo del terreno, no era un lugar muy apetecible.
Se detuvo para examinar unos arañazos en el tronco de un árbol, pero vio enseguida que tenían varios meses. Probablemente, el animal que los había dejado allí ya no andaba por el lugar.
—Creo que había una especie de ciénaga por los alrededores —prosiguió retomando el paso—, que es por lo que el lugar no estaba habitado, imagino.
En el claro donde perdiera la vida aquel desdichado clan de comerciantes, Vincent estuvo de acuerdo con él: semejante nivel de magia destructiva estaba fuera del alcance de los lugareños. Y, sin duda, cualquier guardabosques que hubiera examinado la escena habría llegado a la misma conclusión, ¿cierto? Eso esperaba, al menos.
La posibilidad de que los problemas recientes pudieran deberse al mismo culpable (o culpables) le resultó inquietante, pero agradeció el alivio cómico que trajo el comentario de su compañero sobre el poder destructivo de las mujeres.
—Sobre todo con una escoba en la mano —añadió, antes de retomar la seriedad.
Sí, sin duda los altercados actuales se debían a algo más mundano que la barbarie que los rodeaba. No podía haber tantos locos en el continente.
Por desoladora que hubiera resultado la escena, Elian no tardó en encontrarse riendo a mandíbula batiente cuando Vincent retomó la conversación.
—Espera, espera —dijo cuando pudo hablar—. ¿Pero saliste con ropa o sin ella? Es fundamental para el contexto de la historia. —Después se secó las lágrimas, antes de responder a la pregunta de su compañero de viaje—: Honestamente, me han llamado “muchacho” tantas veces desde que emprendí mi primer viaje fuera de Sandorai, que he aprendido a prestar más atención a la edad relativa que a la cronológica, si eso tiene algún sentido. Pero digamos que, si fuera uno de los tuyos, estaría considerablemente más arrugado.
El brujo no tardaría en confiarle cierto asunto al que parecía haber dado algunas vueltas, quizá por su delicada naturaleza, acerca de su amistad con el clan Thenidiel. Seguido del más estrambótico eufemismo de “confraternización” que había oído en toda su existencia. ¿Torres y reyes muertos? En cualquier caso, la historia resultó lo suficiente distrayente como para no percatarse de la presencia de los guardabosques hasta que ellos mismos se anunciaron entre la floresta.
—El clan Thenidiel es respetado por todo el bosque, pero yo en tu lugar evitaría la palabra “suegros” por el momento —murmuró Elian.
Avanzando unos pasos, se situó entre el brujo y la posición en que, tradicionalmente, se encontraría el líder del grupo (o al menos así había sido en la región del bosque donde él se había criado). Reprimiendo un acceso de risa por el comentario de Vincent, se dirigió a los guardabosques primero en élfico:
—Paz, hermanos, no buscamos contratiempos. —Como nadie se dirigió a ellos, continuó hablando, pero esta vez en lengua común—. Me llamo Elian, del clan Satari, y me acompaña Vincent Calhoun, un amigo de los elfos, honrado por el propio Olfen Neril por los servicios prestados a Sandorai…
—Eso habrá que verlo.
La voz de mujer no llegó del lugar esperado, por lo que Elian tuvo que volverse para dirigirse a su interlocutora, que se movió apenas lo justo para dejar patente que se encontraba allí, pero aún no se fiaba de los forasteros. Lo que significaría que las flechas aún los apuntaban.
—Quizá habéis oído de la presencia de ciertos forasteros en…
—En un lugar lo bastante lejano como para ir ahora a comprobarlo —interrumpió una vez más la guardabosques—. Decidnos, ¿qué buscáis en el bosque?
—Esta conversación sería mucho más agradable cara a cara, con unos refrigerios de por medio, pero si insistes…
—No te hagas el gracioso, Elian Satari. Hemos sufrido ciertas incursiones desagradables últimamente y no nos sobra la paciencia con los extraños.
Elian se encogió de hombros restando importancia a la supuesta blasfemia. Él no era sacerdote, pero dudaba mucho de que los dioses fueran excluyentes. Esa parecía más bien una característica propia de los mortales. Como los títulos innecesarios.
—A mí eso de virrey me suena a segundo rey. Quizá no se pusieron de acuerdo en quién se llevaría la corona, o uno le disputó el liderazgo al otro. ¿Te imaginas que tienen la ciudad dividida en dos facciones? No he estado por allí desde antes de la guerra pero, por lo que recuerdo del terreno, no era un lugar muy apetecible.
Se detuvo para examinar unos arañazos en el tronco de un árbol, pero vio enseguida que tenían varios meses. Probablemente, el animal que los había dejado allí ya no andaba por el lugar.
—Creo que había una especie de ciénaga por los alrededores —prosiguió retomando el paso—, que es por lo que el lugar no estaba habitado, imagino.
En el claro donde perdiera la vida aquel desdichado clan de comerciantes, Vincent estuvo de acuerdo con él: semejante nivel de magia destructiva estaba fuera del alcance de los lugareños. Y, sin duda, cualquier guardabosques que hubiera examinado la escena habría llegado a la misma conclusión, ¿cierto? Eso esperaba, al menos.
La posibilidad de que los problemas recientes pudieran deberse al mismo culpable (o culpables) le resultó inquietante, pero agradeció el alivio cómico que trajo el comentario de su compañero sobre el poder destructivo de las mujeres.
—Sobre todo con una escoba en la mano —añadió, antes de retomar la seriedad.
Sí, sin duda los altercados actuales se debían a algo más mundano que la barbarie que los rodeaba. No podía haber tantos locos en el continente.
Por desoladora que hubiera resultado la escena, Elian no tardó en encontrarse riendo a mandíbula batiente cuando Vincent retomó la conversación.
—Espera, espera —dijo cuando pudo hablar—. ¿Pero saliste con ropa o sin ella? Es fundamental para el contexto de la historia. —Después se secó las lágrimas, antes de responder a la pregunta de su compañero de viaje—: Honestamente, me han llamado “muchacho” tantas veces desde que emprendí mi primer viaje fuera de Sandorai, que he aprendido a prestar más atención a la edad relativa que a la cronológica, si eso tiene algún sentido. Pero digamos que, si fuera uno de los tuyos, estaría considerablemente más arrugado.
El brujo no tardaría en confiarle cierto asunto al que parecía haber dado algunas vueltas, quizá por su delicada naturaleza, acerca de su amistad con el clan Thenidiel. Seguido del más estrambótico eufemismo de “confraternización” que había oído en toda su existencia. ¿Torres y reyes muertos? En cualquier caso, la historia resultó lo suficiente distrayente como para no percatarse de la presencia de los guardabosques hasta que ellos mismos se anunciaron entre la floresta.
—El clan Thenidiel es respetado por todo el bosque, pero yo en tu lugar evitaría la palabra “suegros” por el momento —murmuró Elian.
Avanzando unos pasos, se situó entre el brujo y la posición en que, tradicionalmente, se encontraría el líder del grupo (o al menos así había sido en la región del bosque donde él se había criado). Reprimiendo un acceso de risa por el comentario de Vincent, se dirigió a los guardabosques primero en élfico:
—Paz, hermanos, no buscamos contratiempos. —Como nadie se dirigió a ellos, continuó hablando, pero esta vez en lengua común—. Me llamo Elian, del clan Satari, y me acompaña Vincent Calhoun, un amigo de los elfos, honrado por el propio Olfen Neril por los servicios prestados a Sandorai…
—Eso habrá que verlo.
La voz de mujer no llegó del lugar esperado, por lo que Elian tuvo que volverse para dirigirse a su interlocutora, que se movió apenas lo justo para dejar patente que se encontraba allí, pero aún no se fiaba de los forasteros. Lo que significaría que las flechas aún los apuntaban.
—Quizá habéis oído de la presencia de ciertos forasteros en…
—En un lugar lo bastante lejano como para ir ahora a comprobarlo —interrumpió una vez más la guardabosques—. Decidnos, ¿qué buscáis en el bosque?
—Esta conversación sería mucho más agradable cara a cara, con unos refrigerios de por medio, pero si insistes…
—No te hagas el gracioso, Elian Satari. Hemos sufrido ciertas incursiones desagradables últimamente y no nos sobra la paciencia con los extraños.
Elian
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Re: Espada de alquiler. Alma de alquiler {Privado}
El buen brujo escuchó la susurrante réplica de su compañero de aventuras antes de añadir una nueva frase de su factura.
- Soy joven-, dijo en tono bajo. - Sobre todo para los elfos. Pero no tanto como no haber descubierto por mi propia cuenta que el respeto va por barriadas-, terminó por susurrar, antes de dejar que su magnífico compañero iniciase parlamento con los guardias.
¿Este torpe narrador ya ha mencionado lo genial que era tener un elfo en el grupo? Son altos, apuestos y, si son varones, la mayoría no te robaría a la novia porque no saben qué demonios es eso del cortejo. Pero créanme que la mejor parte es que no solían tirar con arco a una persona cuando esta iba con un compatriota.
Dioses, sí, si no bastaba con la buena conversación que daba el simpático Elian, Vinc estaba agradecido de poder realizar aquella misión con alguien oriundo de aquellos bosques. Puede que un pensamiento un tanto interesado, mas, no se lo van a creer, cuando varias personas te apuntan con arcos y flechas te vuelves alguien bastante interesado. Interesado en sobrevivir.
En cualquier caso, exageraciones más allá, pues no todos los elfos estaban mal de la cabeza y mataban todo lo que no había nacido elfo, Elian llevó la conversación a buen puerto. Exacto, Vincent entendió media papa de lo que estaban diciendo en el idioma de los hijos del bosque, pero al menos seguía entero, mejor aún, seguía sin parecer el ovillo de lana dónde una costurera guardaba sus agujas, y eso sin sacar su mejor repertorio de chistes.
- Sigo vivo y agradecido por ello-, dijo en determinado momento. - Pero inmensamente ofendido de que nadie me haya dado una moneda. Mi música lo merece, lo juro por este anillo-, bromeó, alzando su diestra, con el dorso de la mano mostrado hacia el elfo con el que hablaba Elian.
Nuestro Vincent, algunas cosas había entendido de aquella conversación, no lo suficiente para saber qué decían con total exactitud, pero el nombre de Olfen Neril era reconocible en cualquier idioma.
Por eso había intervenido, primero con aquellas palabras, después tirando el anillo al líder, tras escuchar la mención a Olfen y notar que el tono del susodicho se enrarecía…
En cualquier caso, el anillo no llegó a ser tomado por la mano del elfo, pues este quedó suspendido en el aire.
Con sus preciosos ojos ya habrán notado que, o voy exageradamente cargado de artefactos mágicos, o soy un maldito brujo. Así que este truco no les habrá tomado por sorpresa.
- Debería acabar contigo, por mancillar esta tierra-, comentó un elfo cercano, mas su líder alzó una mano para contener su rabia.
- Me lo dicen mucho. Y no sólo aquí, deberías ver las cosas que me dice mi madre cuando voy a su casa-, respondió, sin perder el talante, avanzando otro paso hacia el anillo, que flotaba por arte de magia y giraba sobre sí mismo para que el líder elfo pudiera ver su factura.
- Eres osado. De palabra y carácter. Siempre podrías haber ocultado tu condición, como ya mismo has comentado tú, diciendo que eran tus armas o artefactos lo que nuestros ojos resplandecía con éter.
- Sí, podría haberlo hecho, pero entonces no habría demostrado ser un hombre de confianza-. El elfo más enfadado de todos ellos intentó replicar de nuevo, más el brujo estuvo más rápido. - Ya, ya, un brujo nunca lo es. Pero si no me quieren creer a mí, crean al bueno de Elian, este anillo no es robado. Él parece conocer la historia tras este objeto.
En cuánto Vincent dijo aquellas palabras tomó el anillo con su mano, y con la mano hacia adelante, quedó sobre su palma, para que el líder pudiera seguir mirándolo. Este hizo lo propio, y tras una última ojeada a la sortija, soltó un resuello de conformidad e hizo una señal a sus compatriotas para que bajaran los arcos.
- Digamos que te creo. Que ayudaste a mi pueblo. ¿Por qué volverías aquí? Tus acciones pasadas no cambian el hecho de que tu presencia disguste a muchos de los míos. O que esas acciones pasadas no fueran más que una forma de ganar nuestra confianza para atacarnos en un futuro, ahora presente.
- Permítame llamarle amigo. Amigo, los brujos somos muy pagados de nosotros mismos, pero no tanto como para mandar un ejército compuesto por un sólo individuo. Ni aunque este tipo sea un músico que merezca una moneda que aún no vio-, dijo, dibujando una sonrisa en su labios, y regresando el anillo élfico a su dedo. - Ni siquiera cuando el mentado músico es bastante ducho en el arte de la guerra y lleva muchos artefactos mágicos. Sí, existía una tercera posibilidad, que fuera brujo y que además llevase mil mierdas mágicas encima. Pero no, uno de los míos no tiene nada que hacer en Sandorai, ni cargado de las mejores armas.
- Han habido incursiones en los últimos tiempos. Un brujo no puede hacer una guerra, pero sí intervenir y molestar, por una temporada.
- Lo sé, es por lo que estoy aquí. Por las incursiones, no para molestar, aunque sea un tipo molesto no es mi intención. También ha ocurrido en el otro lado-, con un movimiento de testa señaló la dirección por la que venía.
Ahí fue cuando el jefe de la patrulla se carcajeó de risa.
- Claro, los humanos. Ahora todo tiene otro sentido-, comentó, negando con la cabeza. - No podrás creer que nosotros tengamos algo que ver con eso.
- No, por los dioses, no. Mi misión no es esa, sino descubrir el verdadero origen de las incursiones. A los elfos os interesa tan poco como a los humanos que el comercio se paralice, en estos tiempos tan oscuros, todo dinero es bienvenido, o me equivoco.
El elfo sopesó las palabras del brujo, pero aún era reticente a cambiar de actitud.
- Y ahora es cuando me vuelvo un gran adulador. Las virtudes de los elfos hacen que este bosque sea impenetrable para cualquiera que no quiera ser recibido, Con toda franqueza, si antes pude notar vuestra presencia, es porque decidisteis haceros notar, así que, si podemos ayudarnos mutuamente…
El mercenario dejó que las palabras calaran en la mente del guerrero.
- Seguro que Elian aún desea ese refrigerio, y mientras comemos algo, podemos ponernos al día, mutuamente-, terminó por añadir, dejando entrever que entendía el idioma de los elfos.
- Soy joven-, dijo en tono bajo. - Sobre todo para los elfos. Pero no tanto como no haber descubierto por mi propia cuenta que el respeto va por barriadas-, terminó por susurrar, antes de dejar que su magnífico compañero iniciase parlamento con los guardias.
¿Este torpe narrador ya ha mencionado lo genial que era tener un elfo en el grupo? Son altos, apuestos y, si son varones, la mayoría no te robaría a la novia porque no saben qué demonios es eso del cortejo. Pero créanme que la mejor parte es que no solían tirar con arco a una persona cuando esta iba con un compatriota.
Dioses, sí, si no bastaba con la buena conversación que daba el simpático Elian, Vinc estaba agradecido de poder realizar aquella misión con alguien oriundo de aquellos bosques. Puede que un pensamiento un tanto interesado, mas, no se lo van a creer, cuando varias personas te apuntan con arcos y flechas te vuelves alguien bastante interesado. Interesado en sobrevivir.
En cualquier caso, exageraciones más allá, pues no todos los elfos estaban mal de la cabeza y mataban todo lo que no había nacido elfo, Elian llevó la conversación a buen puerto. Exacto, Vincent entendió media papa de lo que estaban diciendo en el idioma de los hijos del bosque, pero al menos seguía entero, mejor aún, seguía sin parecer el ovillo de lana dónde una costurera guardaba sus agujas, y eso sin sacar su mejor repertorio de chistes.
- Sigo vivo y agradecido por ello-, dijo en determinado momento. - Pero inmensamente ofendido de que nadie me haya dado una moneda. Mi música lo merece, lo juro por este anillo-, bromeó, alzando su diestra, con el dorso de la mano mostrado hacia el elfo con el que hablaba Elian.
Nuestro Vincent, algunas cosas había entendido de aquella conversación, no lo suficiente para saber qué decían con total exactitud, pero el nombre de Olfen Neril era reconocible en cualquier idioma.
Por eso había intervenido, primero con aquellas palabras, después tirando el anillo al líder, tras escuchar la mención a Olfen y notar que el tono del susodicho se enrarecía…
En cualquier caso, el anillo no llegó a ser tomado por la mano del elfo, pues este quedó suspendido en el aire.
Con sus preciosos ojos ya habrán notado que, o voy exageradamente cargado de artefactos mágicos, o soy un maldito brujo. Así que este truco no les habrá tomado por sorpresa.
- Debería acabar contigo, por mancillar esta tierra-, comentó un elfo cercano, mas su líder alzó una mano para contener su rabia.
- Me lo dicen mucho. Y no sólo aquí, deberías ver las cosas que me dice mi madre cuando voy a su casa-, respondió, sin perder el talante, avanzando otro paso hacia el anillo, que flotaba por arte de magia y giraba sobre sí mismo para que el líder elfo pudiera ver su factura.
- Eres osado. De palabra y carácter. Siempre podrías haber ocultado tu condición, como ya mismo has comentado tú, diciendo que eran tus armas o artefactos lo que nuestros ojos resplandecía con éter.
- Sí, podría haberlo hecho, pero entonces no habría demostrado ser un hombre de confianza-. El elfo más enfadado de todos ellos intentó replicar de nuevo, más el brujo estuvo más rápido. - Ya, ya, un brujo nunca lo es. Pero si no me quieren creer a mí, crean al bueno de Elian, este anillo no es robado. Él parece conocer la historia tras este objeto.
En cuánto Vincent dijo aquellas palabras tomó el anillo con su mano, y con la mano hacia adelante, quedó sobre su palma, para que el líder pudiera seguir mirándolo. Este hizo lo propio, y tras una última ojeada a la sortija, soltó un resuello de conformidad e hizo una señal a sus compatriotas para que bajaran los arcos.
- Digamos que te creo. Que ayudaste a mi pueblo. ¿Por qué volverías aquí? Tus acciones pasadas no cambian el hecho de que tu presencia disguste a muchos de los míos. O que esas acciones pasadas no fueran más que una forma de ganar nuestra confianza para atacarnos en un futuro, ahora presente.
- Permítame llamarle amigo. Amigo, los brujos somos muy pagados de nosotros mismos, pero no tanto como para mandar un ejército compuesto por un sólo individuo. Ni aunque este tipo sea un músico que merezca una moneda que aún no vio-, dijo, dibujando una sonrisa en su labios, y regresando el anillo élfico a su dedo. - Ni siquiera cuando el mentado músico es bastante ducho en el arte de la guerra y lleva muchos artefactos mágicos. Sí, existía una tercera posibilidad, que fuera brujo y que además llevase mil mierdas mágicas encima. Pero no, uno de los míos no tiene nada que hacer en Sandorai, ni cargado de las mejores armas.
- Han habido incursiones en los últimos tiempos. Un brujo no puede hacer una guerra, pero sí intervenir y molestar, por una temporada.
- Lo sé, es por lo que estoy aquí. Por las incursiones, no para molestar, aunque sea un tipo molesto no es mi intención. También ha ocurrido en el otro lado-, con un movimiento de testa señaló la dirección por la que venía.
Ahí fue cuando el jefe de la patrulla se carcajeó de risa.
- Claro, los humanos. Ahora todo tiene otro sentido-, comentó, negando con la cabeza. - No podrás creer que nosotros tengamos algo que ver con eso.
- No, por los dioses, no. Mi misión no es esa, sino descubrir el verdadero origen de las incursiones. A los elfos os interesa tan poco como a los humanos que el comercio se paralice, en estos tiempos tan oscuros, todo dinero es bienvenido, o me equivoco.
El elfo sopesó las palabras del brujo, pero aún era reticente a cambiar de actitud.
- Y ahora es cuando me vuelvo un gran adulador. Las virtudes de los elfos hacen que este bosque sea impenetrable para cualquiera que no quiera ser recibido, Con toda franqueza, si antes pude notar vuestra presencia, es porque decidisteis haceros notar, así que, si podemos ayudarnos mutuamente…
El mercenario dejó que las palabras calaran en la mente del guerrero.
- Seguro que Elian aún desea ese refrigerio, y mientras comemos algo, podemos ponernos al día, mutuamente-, terminó por añadir, dejando entrever que entendía el idioma de los elfos.
Vincent Calhoun
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Re: Espada de alquiler. Alma de alquiler {Privado}
Elian apreciaba el sentido del humor tanto como cualquiera, probablemente más que la mayoría, pero el amigo mercenario era capaz de llevarlo a límites temerarios. Aún así, y a despecho de algunos comentarios furibundos, se las arregló para no recibir un flechazo. Nadie rió, eso sí, pero bueno, tampoco se puede tener todo en esta vida. En cualquier caso, el numerito con el anillo dio qué pensar a los guardabosques.
—Estuve allí después del asalto. La historia del Centinela brujo estaba en boca de todos —confirmó Elian—, así como el homenaje de los Neril.
El grupo de guardabosques se resistió aún a bajar las armas, si bien Vincent parecía acostumbrado a manejar conversaciones tensas. Al cabo de un rato, había logrado, si bien no su aquiescencia, al menos una cierta tolerancia. Realmente estaban considerando trabajar con él.
—Sí que me tomaría algo —dijo Elian finalmente—. Llevamos horas de caminata.
El comentario pareció marcar el fin de las deliberaciones, aunque Elian ya no dudaba que la decisión debía de haber sido tomada hacía rato. Todo ese paripé con los arcos se le antojaba ahora más como una prueba, un mero formalismo que cualquier otra cosa.
Los llevaron a un pequeño claro muy cerca de donde se encontraron y aunque varios de los guardabosques permanecieron vigilantes, a ellos se les permitió acomodarse en torno a una formación rocosa en el centro que parecía emular un corro de asientos bajos con una piedra plana algo más alta en el centro, donde descansaba una bandeja con frutos de temporada y unas copas con la más fresca y pura agua de Sandorai.
—¡Estrella de Nein! —exclamó Elian, tomando uno de los frutos alargados. Aspiró su aroma con deleite—. Deben de ser de las primeras de la temporada. Tienes que probarla. Las de verano están más dulces, pero las tempranas son lo mejor para apagar la sed. Después del agua, claro.
Les permitieron un momento tranquilo para refrescarse el gaznate mientras se organizaban las tareas y la nueva guardia en los alrededores, pero no tardaron en ser nuevamente interpelados por Firicien, como se presentó su líder.
—Iré al grano, no todos están conformes con vuestra presencia aquí ni yo veo la necesidad de imponérsela más tiempo del estrictamente necesario. La realidad es que no sabemos quién o qué está ocasionando todos estos problemas. Ni siquiera tenemos testigos directos.
—¿Ni un rastro? —comentó Elian.
Firicien pareció dudar por un momento, como si le incomodara revelar una debilidad.
—Esa es la cuestión: están desapareciendo guardabosques.
Elian mostró su comprensión con un asentimiento. Si se trataba de gente experta en borrar su rastro por el bosque, sería difícil reconstruir los últimos momentos antes de la desaparición. También explicaba la suspicacia con que los habían recibido.
—No sabemos cómo ni cuándo, solo que, desde hace unas semanas, uno de cada tres guardabosques que patrullan la frontera no vuelve de su ronda. En una ocasión, desapareció un equipo de tres de un día para otro. —Firicien soltó una risa irónica—. Estaban investigando las desapariciones.
—¿Y desaparecen de cualquier punto de la frontera?
—No. Hasta ahora, ocurre en dos rutas contiguas, una franja de unas siete u ocho leguas. Ni siquiera sabemos si los ataques se producen de día o de noche.
—¿Sabemos que son ataques? —aventuró Elian.
—¿Qué otra cosa pueden ser? Una deserción o dos, podría creerlo. Pero esto va más allá de un par de jóvenes descontentos. Alguien o algo tiene que estar llevándoselos.
Elian miró a Vincent con las cejas alzadas. La guardia de Vulwulfar no les había dado muchos detalles acerca de esos problemas en la frontera. A decir verdad, no les había dado ningún detalle. ¿Estarían desapareciendo del mismo modo sus soldados? De ser así, podía explicarse el secretismo con que lo estaban llevando. La cuestión era por dónde empezar a buscar.
—Estuve allí después del asalto. La historia del Centinela brujo estaba en boca de todos —confirmó Elian—, así como el homenaje de los Neril.
El grupo de guardabosques se resistió aún a bajar las armas, si bien Vincent parecía acostumbrado a manejar conversaciones tensas. Al cabo de un rato, había logrado, si bien no su aquiescencia, al menos una cierta tolerancia. Realmente estaban considerando trabajar con él.
—Sí que me tomaría algo —dijo Elian finalmente—. Llevamos horas de caminata.
El comentario pareció marcar el fin de las deliberaciones, aunque Elian ya no dudaba que la decisión debía de haber sido tomada hacía rato. Todo ese paripé con los arcos se le antojaba ahora más como una prueba, un mero formalismo que cualquier otra cosa.
Los llevaron a un pequeño claro muy cerca de donde se encontraron y aunque varios de los guardabosques permanecieron vigilantes, a ellos se les permitió acomodarse en torno a una formación rocosa en el centro que parecía emular un corro de asientos bajos con una piedra plana algo más alta en el centro, donde descansaba una bandeja con frutos de temporada y unas copas con la más fresca y pura agua de Sandorai.
—¡Estrella de Nein! —exclamó Elian, tomando uno de los frutos alargados. Aspiró su aroma con deleite—. Deben de ser de las primeras de la temporada. Tienes que probarla. Las de verano están más dulces, pero las tempranas son lo mejor para apagar la sed. Después del agua, claro.
Les permitieron un momento tranquilo para refrescarse el gaznate mientras se organizaban las tareas y la nueva guardia en los alrededores, pero no tardaron en ser nuevamente interpelados por Firicien, como se presentó su líder.
—Iré al grano, no todos están conformes con vuestra presencia aquí ni yo veo la necesidad de imponérsela más tiempo del estrictamente necesario. La realidad es que no sabemos quién o qué está ocasionando todos estos problemas. Ni siquiera tenemos testigos directos.
—¿Ni un rastro? —comentó Elian.
Firicien pareció dudar por un momento, como si le incomodara revelar una debilidad.
—Esa es la cuestión: están desapareciendo guardabosques.
Elian mostró su comprensión con un asentimiento. Si se trataba de gente experta en borrar su rastro por el bosque, sería difícil reconstruir los últimos momentos antes de la desaparición. También explicaba la suspicacia con que los habían recibido.
—No sabemos cómo ni cuándo, solo que, desde hace unas semanas, uno de cada tres guardabosques que patrullan la frontera no vuelve de su ronda. En una ocasión, desapareció un equipo de tres de un día para otro. —Firicien soltó una risa irónica—. Estaban investigando las desapariciones.
—¿Y desaparecen de cualquier punto de la frontera?
—No. Hasta ahora, ocurre en dos rutas contiguas, una franja de unas siete u ocho leguas. Ni siquiera sabemos si los ataques se producen de día o de noche.
—¿Sabemos que son ataques? —aventuró Elian.
—¿Qué otra cosa pueden ser? Una deserción o dos, podría creerlo. Pero esto va más allá de un par de jóvenes descontentos. Alguien o algo tiene que estar llevándoselos.
Elian miró a Vincent con las cejas alzadas. La guardia de Vulwulfar no les había dado muchos detalles acerca de esos problemas en la frontera. A decir verdad, no les había dado ningún detalle. ¿Estarían desapareciendo del mismo modo sus soldados? De ser así, podía explicarse el secretismo con que lo estaban llevando. La cuestión era por dónde empezar a buscar.
Elian
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Re: Espada de alquiler. Alma de alquiler {Privado}
Un pensamiento era claro en la mente de un singular brujo.
«Es normal que los elfos deban vivir tantos años, si tardan tanto con sus pruebas y parlamentos.»
Bueno, la verdad es que tampoco había sido tan largo, había que ver a los humanos y los brujos con sus formalismos tan… formales. El caso, es que estar de pie siendo juzgado con arcos en ristre, hacía que el tiempo pareciera más largo del que de verdad había sido.
Incluso cuando esa situación se había dado porque los elfos habían dejado notar su presencia. Sí, allí todos querían hablar, por huraños que se mostraran algunos.
Elian había hecho aquello por lo que cierto brujo pensaba que merecía la pena cobrar la mitad por el trabajo. Ser un grupo de dos, en vez de un grupo de uno. Exacto, no hay grupos de una persona. Más, lo importante, es que había terminado de convencer al grupo de elfos de que no eran enemigos.
Una ligera caminata después, se encontraban en un claro con viandas y agua fresca.
Sin duda, y como se solía decir, esa gente sabía lo que se traía entre manos. El mercenario había estado en suficientes campamentos como para saber cuando uno era malo, cuando uno era lamentable y cuando uno era tan insano que hubiera sido mejor morir en la batalla. Pero aquello… Aquello estaba muy bien.
- Con un par de estos frutos tienen agua asegurada para una buena caminata. Confieso que podría acostumbrarme a esto-, respondió a su compañero Elian, después de que le aconsejara comer Estrella de Nein.
«Una vez me acostumbrase a la vigilancia constante, todo es posible», razonó para sí, mirando de soslayo al elfo más hostil, que no dejaba de mirarle.
- Exageras, no es que tengamos mil pares de ojos encima para todo movimiento-, comentó con sarcasmo, pero tras que el líder de patrulla explicara la situación, para no cortarlo. - Pero eso es imposible, quién podría lograr algo así en tierras de elfos.
Los forestales eran uno con el bosque, tanto así, que como ya se ha mencionado con anterioridad, el brujo bien sabía que el encuentro con la patrulla no había sido casual. Ellos se habían dejado notar cuando habían considerado que la amenaza sólo eran esos dos caminantes.
«Mierda», se maldijo el brujo, navegando entre sus propios pensamientos, mientras Elian seguía conversando con el líder.
¿Al final sí iba a ser un maldito brujo?
Pero solo… No, no podía estar solo. O quizás sí, pero eso igual sería peor.
- A nosotros nos dijeron que estaban atacando caravanas. Esto es diferente-, afirmó, bastante preocupado, aún con aire ausente.
En realidad, había una abanico amplio de posibilidades, pero lo que estaba claro, es que alguien buscaba crear hostilidad entre humanos y elfos. Sin embargo, ¿por qué de aquella manera?
- Alguien busca tensar las relaciones fronterizas, pero no entiendo por qué ataca a los elfos de esta manera que es tan…- «Jodidamente difícil de realizar» - No tiene sentido, si quieres crear un lucha entre elfos y humanos, haces que los ataques sean lógicos para cada bando. ¿Por qué los humanos iban a secuestrar guardias? Para reunir información. Pero, ¿cómo lograrían acercarse tanto sin dejar pruebas?
- Pues ya puedes entender mi preocupación. No voy a ser tan débil de decir que no podré con ello, encontraré al culpable, cueste lo que cueste. Pero, tampoco tan orgulloso como para evitar hablar con alguien de fuera. Necesito información, pero, veo que en realidad nadie tiene nada. Fuera de los bosques tampoco-, se lamentó el líder de patrulla.
«Alguien o algo debe estar llevándoselos.»
- Eso es-, dijo el rubio, tras resonar en su cabeza las anteriores palabras del elfo en su cabeza, golpeando su mano diestra contra la palma de su zurda. - Una situación, esta vez unos ataques a comerciantes, te genera un posible planteamiento, pero si al investigar en la zona, descubres algo que no encaja con ese planteamiento inicial-, empezó a decir, tras alzar la cabeza y mirar a sus interlocutores. - O son dos casos diferentes o es algo completamente diferente a lo que creíamos de inicio. Hay dos grupos diferentes operando en la zona, o nunca fue un intento de crear tensión en la frontera-, concluyó.
Seguro que alguno que otro lo miraba como si estuviera loco, así que añadió. Además, siendo un brujo, joder, seguro que lo estaba.
- Si no son dos grupos distintos, es un engaño, encima de un engaño. Elevar la tensión es para que los humanos metan las narices y embarren el asunto. Y el asunto es…
- ¿Secuestrar elfos? ¿Pero por qué forestales? Es más fácil buscar fuera del bosque y atrapar elfos no entrenados en combate.
- Bueno, sólo es una hipótesis. Ni siquiera sé si es esto o dos grupos diferentes, pero es lo único que encaja. Son dos grupos distintos, casualmente operando en el mismo lugar, o su motivación es otra de la que nosotros dos pensábamos al venir aquí-, dijo. - ¿Podrías llevarnos al lugar dónde desapareció el último de los guardabosques, o el lugar del último ataque a los humanos? Igual con estos ataques han sido más descuidados. No perdemos nada por intentarlo.
«Es normal que los elfos deban vivir tantos años, si tardan tanto con sus pruebas y parlamentos.»
Bueno, la verdad es que tampoco había sido tan largo, había que ver a los humanos y los brujos con sus formalismos tan… formales. El caso, es que estar de pie siendo juzgado con arcos en ristre, hacía que el tiempo pareciera más largo del que de verdad había sido.
Incluso cuando esa situación se había dado porque los elfos habían dejado notar su presencia. Sí, allí todos querían hablar, por huraños que se mostraran algunos.
Elian había hecho aquello por lo que cierto brujo pensaba que merecía la pena cobrar la mitad por el trabajo. Ser un grupo de dos, en vez de un grupo de uno. Exacto, no hay grupos de una persona. Más, lo importante, es que había terminado de convencer al grupo de elfos de que no eran enemigos.
Una ligera caminata después, se encontraban en un claro con viandas y agua fresca.
Sin duda, y como se solía decir, esa gente sabía lo que se traía entre manos. El mercenario había estado en suficientes campamentos como para saber cuando uno era malo, cuando uno era lamentable y cuando uno era tan insano que hubiera sido mejor morir en la batalla. Pero aquello… Aquello estaba muy bien.
- Con un par de estos frutos tienen agua asegurada para una buena caminata. Confieso que podría acostumbrarme a esto-, respondió a su compañero Elian, después de que le aconsejara comer Estrella de Nein.
«Una vez me acostumbrase a la vigilancia constante, todo es posible», razonó para sí, mirando de soslayo al elfo más hostil, que no dejaba de mirarle.
- Exageras, no es que tengamos mil pares de ojos encima para todo movimiento-, comentó con sarcasmo, pero tras que el líder de patrulla explicara la situación, para no cortarlo. - Pero eso es imposible, quién podría lograr algo así en tierras de elfos.
Los forestales eran uno con el bosque, tanto así, que como ya se ha mencionado con anterioridad, el brujo bien sabía que el encuentro con la patrulla no había sido casual. Ellos se habían dejado notar cuando habían considerado que la amenaza sólo eran esos dos caminantes.
«Mierda», se maldijo el brujo, navegando entre sus propios pensamientos, mientras Elian seguía conversando con el líder.
¿Al final sí iba a ser un maldito brujo?
Pero solo… No, no podía estar solo. O quizás sí, pero eso igual sería peor.
- A nosotros nos dijeron que estaban atacando caravanas. Esto es diferente-, afirmó, bastante preocupado, aún con aire ausente.
En realidad, había una abanico amplio de posibilidades, pero lo que estaba claro, es que alguien buscaba crear hostilidad entre humanos y elfos. Sin embargo, ¿por qué de aquella manera?
- Alguien busca tensar las relaciones fronterizas, pero no entiendo por qué ataca a los elfos de esta manera que es tan…- «Jodidamente difícil de realizar» - No tiene sentido, si quieres crear un lucha entre elfos y humanos, haces que los ataques sean lógicos para cada bando. ¿Por qué los humanos iban a secuestrar guardias? Para reunir información. Pero, ¿cómo lograrían acercarse tanto sin dejar pruebas?
- Pues ya puedes entender mi preocupación. No voy a ser tan débil de decir que no podré con ello, encontraré al culpable, cueste lo que cueste. Pero, tampoco tan orgulloso como para evitar hablar con alguien de fuera. Necesito información, pero, veo que en realidad nadie tiene nada. Fuera de los bosques tampoco-, se lamentó el líder de patrulla.
«Alguien o algo debe estar llevándoselos.»
- Eso es-, dijo el rubio, tras resonar en su cabeza las anteriores palabras del elfo en su cabeza, golpeando su mano diestra contra la palma de su zurda. - Una situación, esta vez unos ataques a comerciantes, te genera un posible planteamiento, pero si al investigar en la zona, descubres algo que no encaja con ese planteamiento inicial-, empezó a decir, tras alzar la cabeza y mirar a sus interlocutores. - O son dos casos diferentes o es algo completamente diferente a lo que creíamos de inicio. Hay dos grupos diferentes operando en la zona, o nunca fue un intento de crear tensión en la frontera-, concluyó.
Seguro que alguno que otro lo miraba como si estuviera loco, así que añadió. Además, siendo un brujo, joder, seguro que lo estaba.
- Si no son dos grupos distintos, es un engaño, encima de un engaño. Elevar la tensión es para que los humanos metan las narices y embarren el asunto. Y el asunto es…
- ¿Secuestrar elfos? ¿Pero por qué forestales? Es más fácil buscar fuera del bosque y atrapar elfos no entrenados en combate.
- Bueno, sólo es una hipótesis. Ni siquiera sé si es esto o dos grupos diferentes, pero es lo único que encaja. Son dos grupos distintos, casualmente operando en el mismo lugar, o su motivación es otra de la que nosotros dos pensábamos al venir aquí-, dijo. - ¿Podrías llevarnos al lugar dónde desapareció el último de los guardabosques, o el lugar del último ataque a los humanos? Igual con estos ataques han sido más descuidados. No perdemos nada por intentarlo.
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Re: Espada de alquiler. Alma de alquiler {Privado}
—¿Dos casos diferentes? —murmuró Elian mientras escuchaba las elucubraciones de Vincent.
Como si las cosas no fueran lo bastante complicadas con alguien generando conflictos en la frontera, ahora podía ser que se tratase de dos casos totalmente distintos. Dos culpables, dos motivos, los dos operando en la misma zona… ¿por casualidad?
O pudiera ser que todo se tratase de algo completamente distinto y solo estuvieran viendo una pequeña parte del conjunto. Ninguna de las alternativas facilitaba su tarea, por no hablar de aquellos que ya habían perdido familiares y amigos, o la propia vida, en el proceso y seguirían haciéndolo si nadie encontraba la respuesta.
—Sí, yo también creo que merece la pena echar un vistazo —dijo Elian, confirmando la petición de Vincent—. Firicien, si sabes dónde se produjo el más reciente ataque a las caravanas de humanos, agradeceríamos un guía. Y, quizá, otro par de ojos. Tal vez un vistazo concienzudo al lugar nos aclare si puede haber alguna relación con las desapariciones de guardabosques. Y si no encontramos nada —añadió con un suspiro—, siempre nos quedan las rutas de las patrullas.
—¡Aïle! —llamó Firicien y una elfa de ojos oscuros y cabellera rojiza llegó al trote y se cuadró marcialmente—. Fuiste tú quien avistó anoche los restos de la caravana, ¿no es así? —La guardabosques confirmó la información con un escueto «Sí, señor» y Firicien habló de nuevo—: Acompañarás a los caballeros hasta el lugar de los hechos y permanecerás con ellos en representación de nuestros intereses en la investigación. Si hubiera contacto con los humanos, procura mantenerme en segundo plano. No queremos aumentar las tensiones.
Con un segundo «Sí, señor» de la aludida, Firicien dio por concluida la audiencia con los extranjeros y regresó a sus tareas cotidianas. Elian, por su parte, se llevó un último fruto a la boca, con un guiño a su compañero, y se incorporó.
—Después de ti —indicó a Aïle con una media reverencia.
No hubo incidentes en el trayecto, Aïle los llevó por senderos rápidos y bien acondicionados. A ojos elfos, al menos. Aunque a Elian, acostumbrado a encontrar su camino más allá de los mapas, le extrañó cierto cambio de dirección.
—¿Por qué el rodeo? —preguntó cuando recuperaron el rumbo inicial.
—Era una de las rutas de vigilancia —respondió la guardabosques con cierta reticencia.
Firicien no había dado orden expresa de evitar las rutas de las desapariciones cuando envió a Aïle con ellos, por lo que Elian supuso que la medida de precaución ya había sido tomada con anterioridad. Así y todo, tomo nota mental de la localización aproximada de aquella ruta.
Las señales del ataque comenzaron a percibirse un trecho antes de llegar a la calzada. Personas y bestias que habían intentado huir habían dejado un rastro claro en la floresta. Por lo que Elian pudo apreciar mientras avanzaban hacia los restos de la caravana, un par de caballos, probablemente sin montura, habían logrado alejarse en dirección al bosque, pero ninguno de los rastros bípedos se alejaba mucho del camino. Todos acababan en un cuerpo asaeteado.
—Alguien se ha tomado muchas molestias para que el ataque parezca obra de los nuestros —dijo Aïle señalando con ceño fruncido una de las flechas.
—Pareces sorprendida —apuntó Elian examinando también la flecha. Era idéntica a las que cargaba la guardabosques—. Creí que habrías examinado el lugar cuando lo encontraste.
—Firicien no nos deja acercarnos a la calzada. Vimos un caballo al galope, arrastrando parte del tiro. Oímos gritos…
—¿Y no os acercasteis a ayudar?
Aïle tensó la mandíbula antes de responder:
—No debemos acercarnos. Tal y como están las cosas, ellos no quieren que nos acerquemos.
Ellos. Si realmente había alguien intentando provocar un altercado entre elfos y humanos, se le estaba dando bastante bien. Elian respiró hondo y dejó pasar el tema. Por el momento.
—Revisemos los restos de la caravana —le dijo a Vincent al tiempo que se incorporaba—. Si el ataque se produjo anoche, quizá quede algún rastro de los agresores.
Como si las cosas no fueran lo bastante complicadas con alguien generando conflictos en la frontera, ahora podía ser que se tratase de dos casos totalmente distintos. Dos culpables, dos motivos, los dos operando en la misma zona… ¿por casualidad?
O pudiera ser que todo se tratase de algo completamente distinto y solo estuvieran viendo una pequeña parte del conjunto. Ninguna de las alternativas facilitaba su tarea, por no hablar de aquellos que ya habían perdido familiares y amigos, o la propia vida, en el proceso y seguirían haciéndolo si nadie encontraba la respuesta.
—Sí, yo también creo que merece la pena echar un vistazo —dijo Elian, confirmando la petición de Vincent—. Firicien, si sabes dónde se produjo el más reciente ataque a las caravanas de humanos, agradeceríamos un guía. Y, quizá, otro par de ojos. Tal vez un vistazo concienzudo al lugar nos aclare si puede haber alguna relación con las desapariciones de guardabosques. Y si no encontramos nada —añadió con un suspiro—, siempre nos quedan las rutas de las patrullas.
—¡Aïle! —llamó Firicien y una elfa de ojos oscuros y cabellera rojiza llegó al trote y se cuadró marcialmente—. Fuiste tú quien avistó anoche los restos de la caravana, ¿no es así? —La guardabosques confirmó la información con un escueto «Sí, señor» y Firicien habló de nuevo—: Acompañarás a los caballeros hasta el lugar de los hechos y permanecerás con ellos en representación de nuestros intereses en la investigación. Si hubiera contacto con los humanos, procura mantenerme en segundo plano. No queremos aumentar las tensiones.
Con un segundo «Sí, señor» de la aludida, Firicien dio por concluida la audiencia con los extranjeros y regresó a sus tareas cotidianas. Elian, por su parte, se llevó un último fruto a la boca, con un guiño a su compañero, y se incorporó.
—Después de ti —indicó a Aïle con una media reverencia.
No hubo incidentes en el trayecto, Aïle los llevó por senderos rápidos y bien acondicionados. A ojos elfos, al menos. Aunque a Elian, acostumbrado a encontrar su camino más allá de los mapas, le extrañó cierto cambio de dirección.
—¿Por qué el rodeo? —preguntó cuando recuperaron el rumbo inicial.
—Era una de las rutas de vigilancia —respondió la guardabosques con cierta reticencia.
Firicien no había dado orden expresa de evitar las rutas de las desapariciones cuando envió a Aïle con ellos, por lo que Elian supuso que la medida de precaución ya había sido tomada con anterioridad. Así y todo, tomo nota mental de la localización aproximada de aquella ruta.
Las señales del ataque comenzaron a percibirse un trecho antes de llegar a la calzada. Personas y bestias que habían intentado huir habían dejado un rastro claro en la floresta. Por lo que Elian pudo apreciar mientras avanzaban hacia los restos de la caravana, un par de caballos, probablemente sin montura, habían logrado alejarse en dirección al bosque, pero ninguno de los rastros bípedos se alejaba mucho del camino. Todos acababan en un cuerpo asaeteado.
—Alguien se ha tomado muchas molestias para que el ataque parezca obra de los nuestros —dijo Aïle señalando con ceño fruncido una de las flechas.
—Pareces sorprendida —apuntó Elian examinando también la flecha. Era idéntica a las que cargaba la guardabosques—. Creí que habrías examinado el lugar cuando lo encontraste.
—Firicien no nos deja acercarnos a la calzada. Vimos un caballo al galope, arrastrando parte del tiro. Oímos gritos…
—¿Y no os acercasteis a ayudar?
Aïle tensó la mandíbula antes de responder:
—No debemos acercarnos. Tal y como están las cosas, ellos no quieren que nos acerquemos.
Ellos. Si realmente había alguien intentando provocar un altercado entre elfos y humanos, se le estaba dando bastante bien. Elian respiró hondo y dejó pasar el tema. Por el momento.
—Revisemos los restos de la caravana —le dijo a Vincent al tiempo que se incorporaba—. Si el ataque se produjo anoche, quizá quede algún rastro de los agresores.
Elian
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Re: Espada de alquiler. Alma de alquiler {Privado}
Vincent tenía un sentimiento claro ante aquella situación. Y es que realmente había tirado una moneda al aire. Era una hipótesis con muchas probabilidades de no ser cierta, pero qué extraño era que quien quisiera provocar tensiones fronterizas hubiera atacado a los elfos de aquella manera.
Por supuesto que los humanos también tomaban prisioneros para recabar información. Pero no parecía muy factible que la guardia consiguiera llevar a cabo tal objetivo en los bosques de Sandorai. ¿Contra guerreros experimentos que eran uno con el bosque?
Con superioridad numérica todo era posible, pero con superioridad numérica se dejaba un rastro que hasta un tonto podría analizar. Y los forestales no habrían sido tan torpes de no ver algo tan obvio.
En cualquier caso, el brujo no tuvo que pensar más en ello. Estaba claro que aquello había que investigarlo, más el líder de los forestales no fue en persona junto a ellos. No tardó en entender por qué, aunque era de lo más lógico desde un principio.
- Pues ya está todo dicho-, comentó cuál despedida, siguiendo los pasos de su compañero, no tardando en ponerse a su lado.
El trayecto fue rápido, con una experta en la zona llevándolos de la mano, no literalmente, claro estaba, el tránsito por el bosque era sencillo. Las sendas ocultas o semiocultas, que los elfos usaban para patrullar, les ayudaba a avanzar a buen ritmo.
Vinc tampoco se molestó en intervenir en la conversación entre los elfos, pues la contestación de la pelirroja, por corta que fuera, no tenía misterio.
La siguiente conversación, cerca de la emboscada al carro humano, tampoco le sorprendió.
- Sí, es evidente, alguien se está tomando molestias. Estas flechas están creadas por una mano experta-, concluyó, mientras examinaba de cerca un cuerpo y las saetas.
Y no, no era tan difícil hacer unas flechas al estilo élfico, pero tampoco simple para alguien sin experiencia.
A las palabras de Elian se acercó al carromato y comprobó que se habían llevado varios objetos. Eso era del todo normal, pues, aunque fuera por bandidaje o para que los elfos y los humanos entrasen en conflicto, en ambos casos deberían llevarse objetos. Si los elfos atacaran a los humanos, no tenían motivos para dejar los objetos de valor. Si querían imitar esa situación...
- Se han llevado las cosas más importantes y de valor, así como supongo que también los víveres de los que contaba el grupo de comerciantes-, manifestó, apoyando sus antebrazos sobre la madera del carro. - No creo que sean un grupo muy numeroso, pero tampoco creo que sea algo hecho por un solitario-, terminó por decir, pensativo, mirando hacia el interior del carro casi vacío.
Aquello tampoco era una novedad, algo de esa magnitud debía estar en manos de algún grupo. ¿Un loco suelto? Todo podía ser en la vida, pero improbable. No obstante, algo debía existir en ambos casos, más, mucho más difícil de ocultar en el más probable caso del grupo.
- Es imposible que un campamento se oculte en el bosque de los elfos sin que estos se den cuenta-, le comentó a Elian, girándose. - Pero debe haber uno. Un lugar al que puedan llevar la mercancía robada. Aunque si atacan por lo que parece que lo están haciendo, igual la están enterrando en cualquier lado.
Pero, bueno, el mercenario medio era un poco… ¿Tirar las mercancías? Por qué hacerlo si se podía ganar un extra con ellas. Y la ciudad más cercana para vender era Vulwulfar. Aunque eso quizás era un tanto arriesgado. En todo caso, se lamentaba de no haberle dicho al oso que investigara por la ciudad en su ausencia, a ver si encontraba un rastro si ellos fallaban en el bosque.
Más, cuando el brujo miró hacia la pelirroja, se notaba que estaba pensando, pero no sin cierta duda empañando su gesto..
- ¿Se te ocurre algo? Siendo forestales imagino que también conocéis parte del terreno de los humanos. Después de todo, las líneas sobre un mapa son difusas-, comentó, antes de dibujar una media sonrisa en los labios.
La dama contestó las palabras con una mirada acerada.
- Vamos, guerrera, no te creas lo que cuentan sobre nosotros los brujos. Algunos sabemos pensar, y no nos comemos a las elfas.
Quizás, siendo él un brujo con pareja elfa, aquello se podría malinterpretar, e incluso decir que era la prueba que mostraba lo contrario de lo que había expuesto, aunque fuese en el caso malinterpretado. Pero, bueno, ni iba en ese sentido, ni nadie podría confundirse.
- Las fronteras son así. Los humanos también conocen parte de Sandorai, no es un delito entrar en el territorio con buena voluntad y deseos.
- No. No es eso-, respondió. - Mirad esas huellas. Van hacia el noreste y son claramente más profundas.
- ¿Así que la avaricia sí rompió el saco? - Debían llevar algo pesado para hundirse tanto en la tierra. - No parece una mala pista.
Por supuesto que los humanos también tomaban prisioneros para recabar información. Pero no parecía muy factible que la guardia consiguiera llevar a cabo tal objetivo en los bosques de Sandorai. ¿Contra guerreros experimentos que eran uno con el bosque?
Con superioridad numérica todo era posible, pero con superioridad numérica se dejaba un rastro que hasta un tonto podría analizar. Y los forestales no habrían sido tan torpes de no ver algo tan obvio.
En cualquier caso, el brujo no tuvo que pensar más en ello. Estaba claro que aquello había que investigarlo, más el líder de los forestales no fue en persona junto a ellos. No tardó en entender por qué, aunque era de lo más lógico desde un principio.
- Pues ya está todo dicho-, comentó cuál despedida, siguiendo los pasos de su compañero, no tardando en ponerse a su lado.
El trayecto fue rápido, con una experta en la zona llevándolos de la mano, no literalmente, claro estaba, el tránsito por el bosque era sencillo. Las sendas ocultas o semiocultas, que los elfos usaban para patrullar, les ayudaba a avanzar a buen ritmo.
Vinc tampoco se molestó en intervenir en la conversación entre los elfos, pues la contestación de la pelirroja, por corta que fuera, no tenía misterio.
La siguiente conversación, cerca de la emboscada al carro humano, tampoco le sorprendió.
- Sí, es evidente, alguien se está tomando molestias. Estas flechas están creadas por una mano experta-, concluyó, mientras examinaba de cerca un cuerpo y las saetas.
Y no, no era tan difícil hacer unas flechas al estilo élfico, pero tampoco simple para alguien sin experiencia.
A las palabras de Elian se acercó al carromato y comprobó que se habían llevado varios objetos. Eso era del todo normal, pues, aunque fuera por bandidaje o para que los elfos y los humanos entrasen en conflicto, en ambos casos deberían llevarse objetos. Si los elfos atacaran a los humanos, no tenían motivos para dejar los objetos de valor. Si querían imitar esa situación...
- Se han llevado las cosas más importantes y de valor, así como supongo que también los víveres de los que contaba el grupo de comerciantes-, manifestó, apoyando sus antebrazos sobre la madera del carro. - No creo que sean un grupo muy numeroso, pero tampoco creo que sea algo hecho por un solitario-, terminó por decir, pensativo, mirando hacia el interior del carro casi vacío.
Aquello tampoco era una novedad, algo de esa magnitud debía estar en manos de algún grupo. ¿Un loco suelto? Todo podía ser en la vida, pero improbable. No obstante, algo debía existir en ambos casos, más, mucho más difícil de ocultar en el más probable caso del grupo.
- Es imposible que un campamento se oculte en el bosque de los elfos sin que estos se den cuenta-, le comentó a Elian, girándose. - Pero debe haber uno. Un lugar al que puedan llevar la mercancía robada. Aunque si atacan por lo que parece que lo están haciendo, igual la están enterrando en cualquier lado.
Pero, bueno, el mercenario medio era un poco… ¿Tirar las mercancías? Por qué hacerlo si se podía ganar un extra con ellas. Y la ciudad más cercana para vender era Vulwulfar. Aunque eso quizás era un tanto arriesgado. En todo caso, se lamentaba de no haberle dicho al oso que investigara por la ciudad en su ausencia, a ver si encontraba un rastro si ellos fallaban en el bosque.
Más, cuando el brujo miró hacia la pelirroja, se notaba que estaba pensando, pero no sin cierta duda empañando su gesto..
- ¿Se te ocurre algo? Siendo forestales imagino que también conocéis parte del terreno de los humanos. Después de todo, las líneas sobre un mapa son difusas-, comentó, antes de dibujar una media sonrisa en los labios.
La dama contestó las palabras con una mirada acerada.
- Vamos, guerrera, no te creas lo que cuentan sobre nosotros los brujos. Algunos sabemos pensar, y no nos comemos a las elfas.
Quizás, siendo él un brujo con pareja elfa, aquello se podría malinterpretar, e incluso decir que era la prueba que mostraba lo contrario de lo que había expuesto, aunque fuese en el caso malinterpretado. Pero, bueno, ni iba en ese sentido, ni nadie podría confundirse.
- Las fronteras son así. Los humanos también conocen parte de Sandorai, no es un delito entrar en el territorio con buena voluntad y deseos.
- No. No es eso-, respondió. - Mirad esas huellas. Van hacia el noreste y son claramente más profundas.
- ¿Así que la avaricia sí rompió el saco? - Debían llevar algo pesado para hundirse tanto en la tierra. - No parece una mala pista.
Vincent Calhoun
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Re: Espada de alquiler. Alma de alquiler {Privado}
No tardaron en descubrir que la caravana había sido convenientemente saqueada, ya fuera esa la intención original o por salvar las apariencias. Elian asintió pensativo cuando Vincent apuntó la necesidad de los atacantes de mantener un campamento en las cercanías, oculto de algún modo de los guardabosques. ¿Sería por eso que éstos estaban desapareciendo?
—¿Es posible que se encuentren acampados cerca de esas dos rutas y por eso es allí donde desaparecen los guardabosques? —reflexionó en voz alta. Aïle torció el gesto al oír el comentario—. Tendría que ser un grupo muy bien preparado para llevar a cabo algo tan arriesgado —concedió Elian—. Sería mucho más fácil y seguro acampar lejos de las rutas de vigilancia.
Eso significaría aproximarse a las caravanas desde el lado humano. Elian se centró entonces en los cadáveres, para intentar determinar desde dónde habían llegado las primeras flechas. Sin embargo, no tardó en darse cuenta de algo extraño. Si bien los mercaderes que habían logrado alejarse de la caravana habían sido abandonados allá donde habían caído, alguien había movido varios de los cuerpos que habían quedado junto a los restos de la caravana.
—Les han dado la vuelta —dijo mientras se agachaba junto a una mujer con escamas en brazos y las mejillas. Sus ojos reptilianos miraban sin vida al cielo descubierto, más allá de las copas de los árboles cercanos—. Las dos flechas entraron por la espalda y cayó al suelo de frente —explicó, señalando el polvo en las rodilleras del pantalón y un rasponazo en la barbilla.
Observó el rostro de la desconocida, escuchando solo a medias la conversación entre Vincent y Aïla. Al cabo de un momento, le cerró los ojos y se incorporó. ¿Por qué mover los cuerpos? Si trataban de ocultar desde dónde habían sido emboscados, el secuestro de guardabosques en esas dos rutas concretas no tenía sentido. Y si la disposición de los cuerpos pretendía enviar algún mensaje, Elian era incapaz de encontrarle un sentido. ¿Estarían buscando a alguien en concreto?
Parecía todo demasiado elaborado para una respuesta tan simple. Investigar la caravana les había traído más preguntas y ninguna respuesta. Al menos, hasta que Aïle señaló las huellas alejándose. Aquello trajo una de cada. La pregunta: ¿Un descuido, una trampa o una pista falsa? La respuesta: Un hilo más del que tirar.
—Vayamos con cuidado —dijo Elian, al tiempo que se acercaba al punto en que las huellas se salían del camino y se internaban en la floresta—. Estad atentos a algún posible rastro de éter.
—¿Por qué? —preguntó Aïle—. No parece que hayan usado magia para atacar, solo flechas.
—Poco de lo que hemos visto hasta ahora tiene algún sentido y no me fío de lo que podamos encontrarnos —respondió Elian—. Si los atacantes son los mismos que hicieron desaparecer a los guardabosques, quizá tengan algún as bajo la manga.
El rastro mantuvo más o menos constante la dirección hasta que desapareció a la orilla de un arroyo. Sin embargo, no tardaron en encontrarlo de nuevo, apenas unas decenas de metros corriente abajo. Elian y Aïle compartieron una mirada frente a las nuevas huellas. Ambos habían llegado a la misma conclusión: o bien los atacantes eran unos incompetentes, o querían que los siguieran.
—¿Es mi imaginación o aquel parece un estupendo lugar para una emboscada? —preguntó Elian, señalando una hondonada cubierta de árboles en la distancia.
Naturalmente, el rastro avanzaba casi en línea recta en aquella dirección.
—¿Es posible que se encuentren acampados cerca de esas dos rutas y por eso es allí donde desaparecen los guardabosques? —reflexionó en voz alta. Aïle torció el gesto al oír el comentario—. Tendría que ser un grupo muy bien preparado para llevar a cabo algo tan arriesgado —concedió Elian—. Sería mucho más fácil y seguro acampar lejos de las rutas de vigilancia.
Eso significaría aproximarse a las caravanas desde el lado humano. Elian se centró entonces en los cadáveres, para intentar determinar desde dónde habían llegado las primeras flechas. Sin embargo, no tardó en darse cuenta de algo extraño. Si bien los mercaderes que habían logrado alejarse de la caravana habían sido abandonados allá donde habían caído, alguien había movido varios de los cuerpos que habían quedado junto a los restos de la caravana.
—Les han dado la vuelta —dijo mientras se agachaba junto a una mujer con escamas en brazos y las mejillas. Sus ojos reptilianos miraban sin vida al cielo descubierto, más allá de las copas de los árboles cercanos—. Las dos flechas entraron por la espalda y cayó al suelo de frente —explicó, señalando el polvo en las rodilleras del pantalón y un rasponazo en la barbilla.
Observó el rostro de la desconocida, escuchando solo a medias la conversación entre Vincent y Aïla. Al cabo de un momento, le cerró los ojos y se incorporó. ¿Por qué mover los cuerpos? Si trataban de ocultar desde dónde habían sido emboscados, el secuestro de guardabosques en esas dos rutas concretas no tenía sentido. Y si la disposición de los cuerpos pretendía enviar algún mensaje, Elian era incapaz de encontrarle un sentido. ¿Estarían buscando a alguien en concreto?
Parecía todo demasiado elaborado para una respuesta tan simple. Investigar la caravana les había traído más preguntas y ninguna respuesta. Al menos, hasta que Aïle señaló las huellas alejándose. Aquello trajo una de cada. La pregunta: ¿Un descuido, una trampa o una pista falsa? La respuesta: Un hilo más del que tirar.
—Vayamos con cuidado —dijo Elian, al tiempo que se acercaba al punto en que las huellas se salían del camino y se internaban en la floresta—. Estad atentos a algún posible rastro de éter.
—¿Por qué? —preguntó Aïle—. No parece que hayan usado magia para atacar, solo flechas.
—Poco de lo que hemos visto hasta ahora tiene algún sentido y no me fío de lo que podamos encontrarnos —respondió Elian—. Si los atacantes son los mismos que hicieron desaparecer a los guardabosques, quizá tengan algún as bajo la manga.
El rastro mantuvo más o menos constante la dirección hasta que desapareció a la orilla de un arroyo. Sin embargo, no tardaron en encontrarlo de nuevo, apenas unas decenas de metros corriente abajo. Elian y Aïle compartieron una mirada frente a las nuevas huellas. Ambos habían llegado a la misma conclusión: o bien los atacantes eran unos incompetentes, o querían que los siguieran.
—¿Es mi imaginación o aquel parece un estupendo lugar para una emboscada? —preguntó Elian, señalando una hondonada cubierta de árboles en la distancia.
Naturalmente, el rastro avanzaba casi en línea recta en aquella dirección.
Elian
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Re: Espada de alquiler. Alma de alquiler {Privado}
El brujo suspiró tras escuchar las palabras de sus compañeros y se frotó el mentón con el dorso de su mano enguantada.
- Sí, todo parece demasiado fácil. Se han tomado tantas molestias como para que ni elfos ni humanos los encuentren, y ahora esto-, respondió tras las palabras de Elian. - Pero una trampa es un hilo del que tirar. Si logramos sobrevivir, claro está-, comentó del todo optimista.
Claro que sí. Cuando te enfrentabas a la muerte, no había nada como unas buenas palabras motivacionales, que animaran al resto a dar lo mejor de sí.
Pero qué se podía esperar del brujo, después de todo, las cosas funcionaban así, ¿no?
No podías pedirle a un hombre, brujo en este caso, que su pellejo estuviera en peligro constante, que su trabajo fuera ser mercenario, y que la visión de todo fuera la misma que el que había sido escribano toda su vida. Era un trabajo que te volvía pragmático y directo, por lo general también cínico y, sobre todo, insensible en muchas ocasiones.
Tener que pensar y hablar con límite de tiempo, porque igual alguien quería separar tu cabeza del resto de tu cuerpo, te volvía directo y brusco. Ver a tantos morir te endurecía el corazón, verlo por motivos tan poco altruistas, y demasiadas veces por razones tan triviales, rompía el romántico que aún pudiera existir dentro de ti.
¿Cómo había logrado Vincent no ser tan frío y distante como el resto de guerreros veteranos? Buena pregunta.
O, simplemente, quizás no sea oro todo lo que reluce.
Ninguna persona era igual en todo momento, ni con todo el mundo. No todos sacan lo mejor de nosotros. Y viceversa. Y, para el caso que nos atañe, sólo hay que recordar que siempre hay excepciones a la regla.
- Eh, no me miréis así. Soy tan divertido como sincero-, mentó a sus compañeros, en un tono cargado de humor. - Tranquilo, ustedes también tienen un as-, prosiguió, auto señalándose el pecho con el pulgar de su diestra. - Algún día os enseñaré los motivos de la comedia y sus bondades-, terminó por decir.
Ah sí, hasta la comedia tiene un motivo para nuestro rubito favorito. Quizás lo explique. Pero no hoy. Guiño, guiño.
- Si eso no es una trampa yo soy el rey de las islas illidenses-, respondió a Elian, me mediante un susurro. Luego miró hacia la guerrera forestal. - ¿Demasiado pronto para hablar de la tierra de los brujos y un sistema gubernamental que no poseen, pero podrían tener para mi beneficio personal si me hacen rey? - comentó en tono bajo y serio pero…
Bueno, sí, es humor, no se nota o qué. Qué público tan difícil.
La elfa se limitó a arquear una ceja como respuesta, para después echarle una mirada a Elian en busca de respuestas. Algo del tipo: ¿Por qué tu amigo especial es tan… especial?
- No te preocupes, como experto en elfas sé reconducir la situación-. Se hubiera aclarado la garganta, pero no quería hacer ruido, así que sus interlocutores se tuvieron que conformar con la versión pobre. - Bella dama, te compensaré arriesgando mi vida, como buen galán y caballero que soy-, manifestó. También cuasi casado, pero detalles. Las palabras quedaron hermosas, eso es lo que importa. - En modo serio y plano. Iré a la emboscada. Solo. Mantened la discreción para que puedan intervenir cuando los vientos sean más favorables.
Menos mal que era la versión plana. Un poco más y se pone a recitar poesía.
- Descuidad, tengo mis trucos-, dijo como cierre, antes de salir de los arbustos y caminar hacia la más que probable emboscada.
El brujo iba con los sentidos bien puestos en las zonas más peligrosas, de la forma más sutil que podía para no delatar que lo tenía en cuenta. No, si quería que aquello funcionara y que los enemigos pensaran que era una tierna víctima que no sabía lo que pasaba.
Un silbido se escuchó a su izquierda y el brujo a duras penas tuvo tiempo de impulsarse hacia adelante con su magia para evitar el impacto.
No, no era un silbido sino una flecha lanzada desde una de las zonas altas que tenía vigiladas. Si no hubiera estado atento, ni con ayuda de su magia habría salvado eso.
Vincent quedó con un paso adelantado, inclinado por el movimiento y el gesto de llevarse la mano a la empuñadura de su espada al cinto, con la rodilla izquierda semiflexionada De esa guisa pudo ver como un sujeto apareció para cortarle el paso y evitar que pudiera escapar fácilmente.
Se escucharon más tiros de arco y el brujo desenvainó al tiempo que generaba el huracán de fuego a su alrededor para desviar los proyectiles.
- ¿En serio? ¿Sin mediar palabra? Dónde quedó la galantería en estos tiempos-, manifestó, con un tono bastante indignado para ser una emboscada y, por tanto, algo lógico y probable.
Obviamente, era el espectacular estilo Vincent haz del drama una comedia.
La contestación de los enemigos fue tirarle más flechas y lanzarle una botella.
Parcos en palabras. Esa gente haría migas con el mercenario veterano promedio. Casi que una lagrimita le saldría al brujo de no ser porque luchaba por su vida y, por qué no decirlo, esos tipos le importaban una mierda.
¿Por qué le iban a importar unos tipos que le querían matar?
Por esa misma razón, porque le querían matar, nuestro hermoso y fascinante sureño concluyó que la botella contendría algo malo. Por eso la paró en el aire con su telequinesis y la empujó contra el muro, la parte baja del lugar desde el que se la habían tirado, usando la mentada magia.
Un estruendo, y rocas saltando por doquier, fue la reacción de la botella contra la pared.
Aquello había sorprendido al propio Vincent, que no esperaba que la botella fuera tan…
- Eh, eh. Esto ya rebasa todo decoro. No se vale usar cosas que explotan-, comentó, esta vez verdaderamente indignado.
Sí, el brujo que explota cosas. Se indigna porque… Ya, es que no hace gracia cuando lo que explota iba en tu dirección.
- Sí, todo parece demasiado fácil. Se han tomado tantas molestias como para que ni elfos ni humanos los encuentren, y ahora esto-, respondió tras las palabras de Elian. - Pero una trampa es un hilo del que tirar. Si logramos sobrevivir, claro está-, comentó del todo optimista.
Claro que sí. Cuando te enfrentabas a la muerte, no había nada como unas buenas palabras motivacionales, que animaran al resto a dar lo mejor de sí.
Pero qué se podía esperar del brujo, después de todo, las cosas funcionaban así, ¿no?
No podías pedirle a un hombre, brujo en este caso, que su pellejo estuviera en peligro constante, que su trabajo fuera ser mercenario, y que la visión de todo fuera la misma que el que había sido escribano toda su vida. Era un trabajo que te volvía pragmático y directo, por lo general también cínico y, sobre todo, insensible en muchas ocasiones.
Tener que pensar y hablar con límite de tiempo, porque igual alguien quería separar tu cabeza del resto de tu cuerpo, te volvía directo y brusco. Ver a tantos morir te endurecía el corazón, verlo por motivos tan poco altruistas, y demasiadas veces por razones tan triviales, rompía el romántico que aún pudiera existir dentro de ti.
¿Cómo había logrado Vincent no ser tan frío y distante como el resto de guerreros veteranos? Buena pregunta.
O, simplemente, quizás no sea oro todo lo que reluce.
Ninguna persona era igual en todo momento, ni con todo el mundo. No todos sacan lo mejor de nosotros. Y viceversa. Y, para el caso que nos atañe, sólo hay que recordar que siempre hay excepciones a la regla.
- Eh, no me miréis así. Soy tan divertido como sincero-, mentó a sus compañeros, en un tono cargado de humor. - Tranquilo, ustedes también tienen un as-, prosiguió, auto señalándose el pecho con el pulgar de su diestra. - Algún día os enseñaré los motivos de la comedia y sus bondades-, terminó por decir.
Ah sí, hasta la comedia tiene un motivo para nuestro rubito favorito. Quizás lo explique. Pero no hoy. Guiño, guiño.
- Si eso no es una trampa yo soy el rey de las islas illidenses-, respondió a Elian, me mediante un susurro. Luego miró hacia la guerrera forestal. - ¿Demasiado pronto para hablar de la tierra de los brujos y un sistema gubernamental que no poseen, pero podrían tener para mi beneficio personal si me hacen rey? - comentó en tono bajo y serio pero…
Bueno, sí, es humor, no se nota o qué. Qué público tan difícil.
La elfa se limitó a arquear una ceja como respuesta, para después echarle una mirada a Elian en busca de respuestas. Algo del tipo: ¿Por qué tu amigo especial es tan… especial?
- No te preocupes, como experto en elfas sé reconducir la situación-. Se hubiera aclarado la garganta, pero no quería hacer ruido, así que sus interlocutores se tuvieron que conformar con la versión pobre. - Bella dama, te compensaré arriesgando mi vida, como buen galán y caballero que soy-, manifestó. También cuasi casado, pero detalles. Las palabras quedaron hermosas, eso es lo que importa. - En modo serio y plano. Iré a la emboscada. Solo. Mantened la discreción para que puedan intervenir cuando los vientos sean más favorables.
Menos mal que era la versión plana. Un poco más y se pone a recitar poesía.
- Descuidad, tengo mis trucos-, dijo como cierre, antes de salir de los arbustos y caminar hacia la más que probable emboscada.
El brujo iba con los sentidos bien puestos en las zonas más peligrosas, de la forma más sutil que podía para no delatar que lo tenía en cuenta. No, si quería que aquello funcionara y que los enemigos pensaran que era una tierna víctima que no sabía lo que pasaba.
Un silbido se escuchó a su izquierda y el brujo a duras penas tuvo tiempo de impulsarse hacia adelante con su magia para evitar el impacto.
No, no era un silbido sino una flecha lanzada desde una de las zonas altas que tenía vigiladas. Si no hubiera estado atento, ni con ayuda de su magia habría salvado eso.
Vincent quedó con un paso adelantado, inclinado por el movimiento y el gesto de llevarse la mano a la empuñadura de su espada al cinto, con la rodilla izquierda semiflexionada De esa guisa pudo ver como un sujeto apareció para cortarle el paso y evitar que pudiera escapar fácilmente.
Se escucharon más tiros de arco y el brujo desenvainó al tiempo que generaba el huracán de fuego a su alrededor para desviar los proyectiles.
- ¿En serio? ¿Sin mediar palabra? Dónde quedó la galantería en estos tiempos-, manifestó, con un tono bastante indignado para ser una emboscada y, por tanto, algo lógico y probable.
Obviamente, era el espectacular estilo Vincent haz del drama una comedia.
La contestación de los enemigos fue tirarle más flechas y lanzarle una botella.
Parcos en palabras. Esa gente haría migas con el mercenario veterano promedio. Casi que una lagrimita le saldría al brujo de no ser porque luchaba por su vida y, por qué no decirlo, esos tipos le importaban una mierda.
¿Por qué le iban a importar unos tipos que le querían matar?
Por esa misma razón, porque le querían matar, nuestro hermoso y fascinante sureño concluyó que la botella contendría algo malo. Por eso la paró en el aire con su telequinesis y la empujó contra el muro, la parte baja del lugar desde el que se la habían tirado, usando la mentada magia.
Un estruendo, y rocas saltando por doquier, fue la reacción de la botella contra la pared.
Aquello había sorprendido al propio Vincent, que no esperaba que la botella fuera tan…
- Eh, eh. Esto ya rebasa todo decoro. No se vale usar cosas que explotan-, comentó, esta vez verdaderamente indignado.
Sí, el brujo que explota cosas. Se indigna porque… Ya, es que no hace gracia cuando lo que explota iba en tu dirección.
Vincent Calhoun
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Re: Espada de alquiler. Alma de alquiler {Privado}
El tan divertido como sincero Vincent Calhoun, algún día, quizá, rey de Beltrexus y el Archipiélago Illidense, estuvo de acuerdo en que la situación gritaba “trampa” desde todos los ángulos. También se ofreció a ir solito a hacerla saltar. O, más bien, decretó regiamente que aquel sería el curso de acción y se dispuso a llevarlo a cabo.
Elian, que no había tenido tiempo de protestar, miró a Aïle con cierta incomodidad, pero la guardabosques se limitó a comprobar que la espada corta salía y entraba bien de la vaina antes de preparar su arco.
Soldados, se dijo, siempre listos para lo que venga. Aquello le recordó a Sango y tuvo que concentrarse para que el recuerdo de aquella noche en los bosques del oeste no aumentara aún más el bulto que sentía en la boca de su estómago. No dudaba de la experiencia del brujo, ni de que tuviera “sus trucos”, fueran cuales fueran. Pero lanzarse así, sin más apoyo que una guardabosques a quien habían ordenado no inmiscuirse demasiado y un rastreador con cierta afinidad con la naturaleza… Afinidad que, por cierto, el dicho brujo desconocía.
Bien pensado, Vincent debía de estar muy seguro de sus capacidades, porque, aparte de la fama que recibían los guardabosques, desconocía por completo las de sus compañeros. Elian no sabía muy bien si emocionarse por el voto de confianza o tomarlo como un ejemplo de su arrogancia. Aún así, inició una plegaria a Imbar, lo único que podía aportar por el momento.
La recepción del brujo discurrió como cabría esperar. Al menos, hasta que ocurrió lo inesperado y, tras un estruendo, un montón de rocas decidió desafiar las leyes de la naturaleza saltando por los aires.
¡Maldito brujo, podía haber avisado! Eso es lo que habría dicho Elian si la rápida reacción de Aïle a su lado no hubiera desviado al instante el hilo de sus pensamientos. Y es que sus flechas habían comenzado a volar antes de que el polvillo de las rocas reventadas comenzara siquiera a disiparse.
Elian volvió la vista al lugar de la emboscada, de donde varios individuos trataban de escapar acosados por las certeras flechas de su compañera. Los “atacantes” se dispersaron enseguida, al darse cuenta de que todas las flechas salían del mismo punto y Elian se lanzó hacia adelante (¡cómo odiaba correr!), para acortar distancias. Tropezó a los dos pasos y cayó al suelo cuan largo era, pero como era muy largo, aquello no fue un obstáculo, sino justo lo que necesitaba en aquel momento.
Tan pronto como la palma de su mano tocó el suelo, la plegaria que había acudido instantáneamente a sus labios surtió efecto y un denso y espinoso arbusto se materializó en el camino de uno de los fugitivos que había escapado a la explosión de Vincent y las flechas de Aïle(1). Bien, la captura de un criminal para interrogar tendría que valer para restituir su dignidad tras la aparatosa caída.
Con ayuda de Aïle, llevaron al asaltante donde estaba Vincent. Las flechas de la guardabosques habían sido certeras y fatales, pero la explosión no había sido tan limpia y había dejado algunos heridos con mucho peor aspecto del que tenía su prisionero, gracias a las espinas. Puede que unos pocos sobrevivieran para contarlo.
—Habla —dijo Aïle con voz fría—. ¿Por qué atacaron la caravana? ¿Solo para atraernos aquí?
Por un momento, pareció que el hombre se negaría a responder, pero tras echarle un rápido vistazo a Vincent, cambió de idea.
—Esperábamos guardias humanos o jodidos guardabosques —dijo—, no un puto brujo.
—¿De qué estás hablando?
—Es por lo que nos pagan, ¿vale? Quieren guerreros, les entregamos guerreros.
—¿Guerreros asaeteados? —comentó Elian, que no entendía nada.
—No disparamos a matar, los quieren vivos. Algo de unas apuestas. Los quieren vivos y listos para pelear.
Mientras el hombre hablaba, Elian recogió una de las flechas que le habían lanzado a Vincent y olfateó la punta, que estaba claramente impregnada en algo.
—Los paralizáis —dijo, al reconocer el aroma de la berdagah, muy usada por los cazadores en el oeste—. Y luego se los lleváis ¿a quién?
El prisionero se revolvió en su sitio, claramente incómodo ante la pregunta.
—No es gente a la que uno quiera tener en su contra, ¿saben? —dijo a regañadientes—. Son los ojos, tienen esos colores tan de otro mundo y sus caras se ven tan inexpresivas que… —el tipo se estremeció antes de continuar—. Y no aceptan una broma, solo les interesa “El Trato”. Se lo toman todo al pie de la letra.
—¿De qué estás hablando? —preguntó Aïle por segunda vez.
—Mira, no tengo ni puta idea, ¿vale? Solo sé que parecen elfos pero…
—¿Pero qué? —preguntó Elian, que sospechaba cuál sería la respuesta.
—Bueno, su magia es más viento y rocas que plantas y lucecitas, ¿entiendes?
Elian entendía. Por desgracia, pues, como había afirmado el prisionero, no era gente que uno quisiera tener en su contra.
—¿Dónde hacéis las entregas? —preguntó Aïle, que también parecía haber entendido.
—El manantial ese con la roca en forma de…
—Águila —terminó Aïle.
—Deja que adivine —dijo Elian—: Está junto a esas dos rutas de vigilancia.
----------
OFF: (1) Barrera natural [Control de la Naturaleza, Mágica, 2 usos] Al tocar el suelo con mi Luz, un tupido matorral espinoso surgirá inmediatamente de la tierra cerca de donde me encuentro. Funciona como obstáculo o barrera.
Elian, que no había tenido tiempo de protestar, miró a Aïle con cierta incomodidad, pero la guardabosques se limitó a comprobar que la espada corta salía y entraba bien de la vaina antes de preparar su arco.
Soldados, se dijo, siempre listos para lo que venga. Aquello le recordó a Sango y tuvo que concentrarse para que el recuerdo de aquella noche en los bosques del oeste no aumentara aún más el bulto que sentía en la boca de su estómago. No dudaba de la experiencia del brujo, ni de que tuviera “sus trucos”, fueran cuales fueran. Pero lanzarse así, sin más apoyo que una guardabosques a quien habían ordenado no inmiscuirse demasiado y un rastreador con cierta afinidad con la naturaleza… Afinidad que, por cierto, el dicho brujo desconocía.
Bien pensado, Vincent debía de estar muy seguro de sus capacidades, porque, aparte de la fama que recibían los guardabosques, desconocía por completo las de sus compañeros. Elian no sabía muy bien si emocionarse por el voto de confianza o tomarlo como un ejemplo de su arrogancia. Aún así, inició una plegaria a Imbar, lo único que podía aportar por el momento.
La recepción del brujo discurrió como cabría esperar. Al menos, hasta que ocurrió lo inesperado y, tras un estruendo, un montón de rocas decidió desafiar las leyes de la naturaleza saltando por los aires.
¡Maldito brujo, podía haber avisado! Eso es lo que habría dicho Elian si la rápida reacción de Aïle a su lado no hubiera desviado al instante el hilo de sus pensamientos. Y es que sus flechas habían comenzado a volar antes de que el polvillo de las rocas reventadas comenzara siquiera a disiparse.
Elian volvió la vista al lugar de la emboscada, de donde varios individuos trataban de escapar acosados por las certeras flechas de su compañera. Los “atacantes” se dispersaron enseguida, al darse cuenta de que todas las flechas salían del mismo punto y Elian se lanzó hacia adelante (¡cómo odiaba correr!), para acortar distancias. Tropezó a los dos pasos y cayó al suelo cuan largo era, pero como era muy largo, aquello no fue un obstáculo, sino justo lo que necesitaba en aquel momento.
Tan pronto como la palma de su mano tocó el suelo, la plegaria que había acudido instantáneamente a sus labios surtió efecto y un denso y espinoso arbusto se materializó en el camino de uno de los fugitivos que había escapado a la explosión de Vincent y las flechas de Aïle(1). Bien, la captura de un criminal para interrogar tendría que valer para restituir su dignidad tras la aparatosa caída.
Con ayuda de Aïle, llevaron al asaltante donde estaba Vincent. Las flechas de la guardabosques habían sido certeras y fatales, pero la explosión no había sido tan limpia y había dejado algunos heridos con mucho peor aspecto del que tenía su prisionero, gracias a las espinas. Puede que unos pocos sobrevivieran para contarlo.
—Habla —dijo Aïle con voz fría—. ¿Por qué atacaron la caravana? ¿Solo para atraernos aquí?
Por un momento, pareció que el hombre se negaría a responder, pero tras echarle un rápido vistazo a Vincent, cambió de idea.
—Esperábamos guardias humanos o jodidos guardabosques —dijo—, no un puto brujo.
—¿De qué estás hablando?
—Es por lo que nos pagan, ¿vale? Quieren guerreros, les entregamos guerreros.
—¿Guerreros asaeteados? —comentó Elian, que no entendía nada.
—No disparamos a matar, los quieren vivos. Algo de unas apuestas. Los quieren vivos y listos para pelear.
Mientras el hombre hablaba, Elian recogió una de las flechas que le habían lanzado a Vincent y olfateó la punta, que estaba claramente impregnada en algo.
—Los paralizáis —dijo, al reconocer el aroma de la berdagah, muy usada por los cazadores en el oeste—. Y luego se los lleváis ¿a quién?
El prisionero se revolvió en su sitio, claramente incómodo ante la pregunta.
—No es gente a la que uno quiera tener en su contra, ¿saben? —dijo a regañadientes—. Son los ojos, tienen esos colores tan de otro mundo y sus caras se ven tan inexpresivas que… —el tipo se estremeció antes de continuar—. Y no aceptan una broma, solo les interesa “El Trato”. Se lo toman todo al pie de la letra.
—¿De qué estás hablando? —preguntó Aïle por segunda vez.
—Mira, no tengo ni puta idea, ¿vale? Solo sé que parecen elfos pero…
—¿Pero qué? —preguntó Elian, que sospechaba cuál sería la respuesta.
—Bueno, su magia es más viento y rocas que plantas y lucecitas, ¿entiendes?
Elian entendía. Por desgracia, pues, como había afirmado el prisionero, no era gente que uno quisiera tener en su contra.
—¿Dónde hacéis las entregas? —preguntó Aïle, que también parecía haber entendido.
—El manantial ese con la roca en forma de…
—Águila —terminó Aïle.
—Deja que adivine —dijo Elian—: Está junto a esas dos rutas de vigilancia.
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OFF: (1) Barrera natural [Control de la Naturaleza, Mágica, 2 usos] Al tocar el suelo con mi Luz, un tupido matorral espinoso surgirá inmediatamente de la tierra cerca de donde me encuentro. Funciona como obstáculo o barrera.
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