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Mensaje  Sango Dom 19 Jun - 19:06

El revuelo en mitad de la aldea era tremendo, voces que subían y bajaban el tono, gestos airados, promesas de hacer algo terrible si no se ponía remedio a la situación... Pese a las pocas personas que vivían allí, al sur del Bosque del Este, en la frontera con Verisar, el conflicto entre los vecinos tenía pinta de estar llegando a un punto de no retorno.

Sango estaba allí porque quería hablar con un fabricante de cuerdas. Le habían hablado bien de él y quiso conocerle de primera mano y ver el producto en origen. Necesitaba nuevas maromas para el arriado de la vela del barco y el amarre. Las últimas cuerdas se habían desecho por un mal uso ocasionado por el roce con la polea. Supuso que la culpa era suya, por ser, aun, novato en el manejo de un barco, pero si podía conseguir material de calidad, ayudaría a que el aprendizaje fuera mucho más fluido.

- Creo que debería ir a echar un vistazo...- Sango se puso la mano a modo de visera para taparse el sol mientras observaba la escena que ocurría entre vecinos.- Parece haber algún lio serio, ¿sabes algo?

Joërg Mikudima, fabricante de cuerdas, soltó un bufido. Ben giró la cabeza para encontrarse con su mirada. Era un hombre de avanzada edad, pero que no había perdido agilidad, tanto física como mental, tal y como le había demostrado hacía tan solo unos instantes entrelazando fibras de cáñamo.

- Llevan un tiempo así: el molinero y los cuatro agricultores que hay aquí por un lado, el barquero y los ganaderos por otro, los pescadores, bueno, qué decir, esos están interesados también... Ah, también hago sedal, siempre para peces de río, del mar no sé nada, je, je...

- No, no te preocupes, la pesca no entra dentro de nuestra área de operación- le habían enseñado a decir aquello y lo había repetido hasta la saciedad. Le habían dicho que le daba más seriedad y más poder de negociación.- Aunque, en un futuro, quién sabe.

- Ay, el futuro... Son muchos inviernos los que he visto y nunca se sabe... Bueno, en fin.

Entonces, en la distancia, el grupo se cerró sobre sí mismo y los gritos cambiaron de intensidad y de tono. El rostro de Joërg también cambió y Ben, al volverse de nuevo hacia el grupo, vio que se estaban peleando.

El pelirrojo sin mediar palabra caminó hacia el grupo. Mientras se acercaba meditó la mejor forma de terminar con aquello, cuál sería la forma, óptima, de causar el máximo impacto con el mínimo esfuerzo. Al fin y al cabo no tenía ninguna relación con aquella gente salvo con Joërg. Pero eran humanos y sentía que debía ayudar pese a que muchas veces el esfuerzo realizado no fuera consecuente con la recompensa. Para cuando llegó a la altura del grupo, había algún intento por parar la pelea, pero sin mucho éxito.

Su presencia allí no pasó desapercibida. Un hombre, armado y equipado con armadura, destacaba entre toda aquella maraña de brazos, insultos y empujones. Ben paseó sus ojos por varias personas que le miraban con gestos muy distintos, desde indiferencia hasta respeto pasando por curiosidad.

- Bueno, creo que ya está bien.

Se lanzó hacia los dos hombres que estaban peleando y se puso entre ambos, empujó a uno hacia un lado y el otro, al ver que recibía ayuda, se lanzó como un loco. Ben le agarró de un brazo y tiró de él para terminar apresándole con un brazo con el que le apretó el cuello.

- ¿Te vas a estar quieto y calmado?

Arañó la armadura de Sango y pateó unas cuantas veces antes de decir que sí. Ben le empujó hacia otra parte. El primero, que había sido mucho más cauteloso, había permanecido quieto en el suelo. Contemplando la escena. Sango le ofreció una mano para que se levantara y la aceptó.

- Lo mismo, ¿vas a estar tranquilo?

- Empezó él...- protestó.

- ¿Vas a estar tranquilo?

Asintió de mala gana y entonces Sango le ayudó a levantarse. Se fue hacia el otro que le miraba con resentimiento y odio y también le ofreció la mano, pero este la rechazó y se levantó por su propio pie. Ben se encogió de hombros.

- Bien, bien... Vosotros dos, vais a venir conmigo y me vais a contar qué pasó, por qué empezasteis a pelearos y por qué toda esta gente de aquí- señaló a los presentes y posó sus ojos en varios de los allí presentes- no han vuelto ya a sus tareas o a su casa. No creo que en esta villa haya gente ociosa que aliente una pelea entre dos vecinos, ¿verdad?

- Desde que mi barcaza no funciona, mucha gente de aquí tarda mucho más en ponerse a trabajar.

- Bueno, hay un puente a menos de media campanada de aquí... ¿Qué tenéis al otro lado del rio?

- Bueno, están las plantaciones de cáñamo, el servicio de carretas y el acceso a los bosques de los que sacamos la madera y además, está el acceso al camino a Verisar. Este cabronazo de aquí decidió, sin consultar, construir una presa para dar agua a su molino, el calado de la barcaza toca el fondo y no puedo transportar mercancías de un lado a otro.

- Eh, que yo tengo un permiso de construcción y explotación para el molino. ¡Tiene un sello oficial!

- Y yo tengo otro para navegar por el río en un tramo de una milla, comprendido entre los Rápidos y cien leguas rio abajo desde el puente. También tengo un maldito papel con un maldito sello y tiene más antigüedad que el tuyo.

- ¡Sí, por no hablar de que los antiguos sitios de pesca ya no sirven! ¿Por qué darle prioridad a los que trabajan la tierra sobre los que llevamos toda la vida viviendo del rio?

- Porque sin nosotros no tenéis grano. Sin grano no cebamos al ganado ni hacemos harina y no tenemos comida. Sin comida, morimos.

Ben sintió que la situación se le escapaba de las manos.

- Silencio todos. Celebraremos una reunión, pondremos todos los puntos de vista sobre la mesa y me encargaré personalmente de transmitir este problema a la autoridad que corresponda, supongo que el firmante en esos documentos que me vais a traer- miró al barquero y luego al molinero.- Nos vemos en casa Joërg. El que quiera echar una mano y no haya tomado parte, bienvenido sea.

Y esperaba que alguien le echara una mano porque, para empezar, no sabía leer.
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Mensaje  Eleandris Jue 7 Jul - 23:11

Desperté aquella mañana con la suave brisa que tan bien me hacía. Ocurría que me había ido a la naturaleza a despejar la mente pues la quietud del bosque me ayudaba a recuperar la serenidad. No obstante los animales me habían robado la comida que guardaba en el campamento mientras buscaba agua, lo que me hizo buscar un asentamiento donde poder reabastecerme.

Por los caminos los carteles señalaban un asentamiento cercano al río y que no distaba tampoco demasiado del lugar que había elegido para pasar estos días y aunque los caminos no estaban especialmente transitados, por no decir que no había ni un alma, me percaté en un momento de lucidez entre el aburrimiento y el despiste que las hierbas que hacían las veces de barrera entre el río y el camino que lo bordeaba se encontraban lacias a pesar de que la tierra no estaba especialmente seca. Pareciese como que este año el río no tuviese el mismo caudal de años anteriores.

Cual fué mi sorpresa, para mayor desesperación que el pueblucho se encontraba en mitad de un tumulto por saben los dioses qué tontería. las voces y el griterío que llenaban el lugar como una bandada de patos graznando casi hacía que me doliese la cabeza y lo peor es que no podía escapar de ello pronto puesto que hasta los comerciantes que deberían estar vendiendo sus productos estaban animando a quienes peleaban o directamente metiendo mas cizaña.

Tuve que aguantar aquel coro de insultos, blasfemias y otras sandeces gritadas a pleno pulmón hasta que otro hombre que destacaba de entre el resto, ataviado con armadura y armas al cinto. En un momento frenó circo allí montado y disgregó a los que no se habían alzado la mano. Me quedé observando al hombre armado ya que creía haberlo visto en alguna parte, como cuando sabes algo pero no sabes qué es ese algo. De malas maneras la mujer que había vuelto a su puesto de alimentación me trajo de vuelta a la razón por la que había llegado a aquel pueblucho

Tras comprar las viandas rápidamente las guardé en el morral y me dirigí a paso ligero tras aquel humano con una ligera idea de quien podría ser.

- Disculpad buen hombre. ¿Por casualidad no estuvisteis vos en el campamento humano de Cantún?  - Dije tan pronto pude alcanzarle esperando no haberle confundido con otra persona


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Mensaje  Reike Dom 10 Jul - 13:18

¿Qué hacía Valeria perdida en un pueblucho de frontera apartado de todo rastro de civilización? Ella misma se hacía esa pregunta. Tendría que haberle dejado el encargo a alguien y haberse vuelto a las islas, esperar las noticias que le trajeran donde pudiera calmar las emociones que le desperatara la información de Algren y pensar con claridad.

¡Pero estaba tan cerca! Solo un poco más al norte, se había dicho, ¿por qué esperar? Y ¿acaso podía confiarle algo así a otra persona? ¿Quería? Ni ella misma conocía la respuesta. A ratos, se decía a sí misma que no quería saber nada de aquel hombre que la abandonara a su suerte hacía ya un cuarto de siglo.

Otra parte de sí misma, sin embargo, necesitaba verlo con sus propios ojos. Si era él el hombre al que Algren había conocido… Debía estar segura y unos ojos ajenos no le darían esa seguridad.

¿Ander Reike? No me suena, cariño, pero no todos los viajeros dejan su nombre. No el real, al menos.

La oronda señora que le había alquilado la habitación apenas levantó la vista un momento de las plantas que estaba regando. Valeria le devolvió la mirada con la expresión impasible de quien nada tiene que ocultar, a pesar de haberse presentado ella misma con un nombre falso.

¿Por qué lo buscas? ¿Te debe dinero? —continuó la mujer.

Había hablado en tono casual, pero Valeria pudo percibir la avidez en sus ojos. En un lugar tan apartado, no debían generarse muchos chismes que tratar con las vecinas. Hizo un gesto vago, dejando que la mujer interpretase lo que quisiera y se dispuso a realizar su siguiente pregunta, cuando un alboroto al otro lado de la calle llamó su atención.

Ya están otra vez —murmuró la mujer, cruzando el camino de entrada a su vivienda para regar las plantas del otro lado—. A este ritmo, no tardarán en llegar a las manos.

¿Por qué discuten? —preguntó Valeria mientras los contemplaba desde la distancia.

Ulrik construyó una presa para dar agua a su molino. Eso perjudicó a algunos vecinos, en concreto a Helge, el barquero.

En aquel momento, las predicciones de la señora se cumplieron y ambos aludidos se agarraron a trompadas. Ambas mujeres observaron la escena durante un momento, hasta que un joven soldado frenó en seco la pelea.

Ahora que lo pienso —dijo la señora, retomando su tarea—, puede que Helge sepa algo del hombre al que buscas, suele cruzar a los viajeros de una orilla a otra. O quizá Joërg, el cordelero. Viene mucha gente a verle. Es el mejor fabricante de cuerdas a este lado del Tymer —añadió con cierto orgullo.

Nos vemos en casa Joërg. El que quiera echar una mano y no haya tomado parte, bienvenido sea —sentenciaba entonces el soldado.

A casa Joërg entonces, se dijo Valeria. Agradeció la información a la mujer y se despidió hasta la hora de la cena.


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OFF: Nota para Meraxes: En mi crono, este tema es posterior al trabajo del bar de sirvientas (aunque no inmediatamente posterior), por lo que tendremos qué ver cómo llevamos eso. En ambos temas, Reike se presentará como Amelia a secas.
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Mensaje  Meraxes Mar 12 Jul - 19:33

Aldea Fronteriza- Bosques del Este.
Verano
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Fue un cambio de planes, o de ruta se podría decir. Los eventos de Cantún seguramente habían llamado la atención de aquella gente loca y peligrosa que perseguía a elfo, por tanto lo más prudente, al menos a mi parecer era tomarnos un tiempo. Dispersarnos, volver a conseguir los accesorios necesarios antes de abordar a nueva cuenta esta aventura.

Nuestro viaje nos llevó a una pequeña aldea fronteriza, voces de viajeros de camino decían que allí se encontraba el mejor hacedor de cuerdas de la zona. Aquello la verdad había llamado mi atención, ahora que me incursionaba en el mundo de las prendas, quizás algunas ideas con cuerdas podrían servir, o simplemente era hacer tiempo. También cabía la posibilidad de hacer uno que otro trabajo pequeño que nos diera dinero, francamente no lo sabía, lo que pasara primero estaba bien.

Fue un traslado tranquilo, en una de esas pequeñas carretas de mercaderes, algo que siempre ayudaba era ofrecer protección por transporte. Jugaba con el pequeño Bomull en la medida que terminábamos de llegar a la zona comercial, había un olor penetrante a pescado y se escuchaba bastante bullicio. - ¿Quién es la bolita mas linda? ¿Quién ¿Quién? - Hacía voces agudas mientras acariciaba y presionaba la pancita de aquella hermosura. Por mucho que odiara admitirlo, tenía debilidad por los animales peludos y de esos cuya ternura es posible no resistirse.

El alboroto era tal que me desconcentraban bastante. - ¿Pero qué rayos sucede? - La carreta se detuvo. El viejo mercader miró de reojo hacia atrás. - Últimamente hay tensión entre los aldeanos. Al parecer no se ponen de acuerdo en los permisos o algo así. Como sea yo no tengo nada que ver en eso, siempre me pongo en la misma esquina a vender mis hierbas. - Esas palabras pusieron mis oídos en alerta, si había tensión debía existir alguna razón, algo que quizás podría tener una recompensa.

Como si los dioses me hubieran escuchado una imponente voz se alzó entre ellos. Invitaba a que nos uniéramos a la casa de un tal Joerg. - Creo que nuestro trabajo con usted mi buen hombre, ha terminado. Fue un placer traerlo seguro.- Agregaba en lo que tomaba a mi bolita de algodón y daba un brinco al suelo. Los seguía con la mirada, esperaba que estas casualidades me trajeran algunos aeros extras.

Mis pies, y mi vista atenta a ese hombre me guiaban en la dirección que quería.

 


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Mensaje  Gaegel Vie 15 Jul - 7:06

[Tema previo: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]]

Los cambios de planes siempre están a la orden del día, y bueno, teniendo en cuenta la situación en la que Zelas estaba metido, lo mejor era mantenernos al margen de los sujetos que lo buscaban, más que nada porque el elfo no nos ha dado una instrucción clara de lo que debemos de hacer si nos topamos con ellos. Tal vez lo que hacíamos ahora podía verse como cobardía. Pero, la mejor manera de vencer a esos desgraciados era ir con pies firmes. Teniendo la mayor previsión de cada paso hacia adelante que demos.

Es por eso que ahora nos habíamos desviado un poco de nuestra ruta original. Por suerte nos encontramos con un mercader, el cual, luego de sugerirle que podíamos proteger su carreta si el nos daba un aventón. En el trayecto, y aprovechando la energía que tenía Mera por ir consintiendo a su bola de pelos, yo aproveché para dormir un rato. Aún llevaba el trozo de tela para sujetar mi brazo, aunque ya lo tenía más que nada como un adorno, porque la movilidad de mi brazo estaba prácticamente al 100 por ciento. Lo único que hacía era asegurarme que mi brazo recuperase la mayor fuerza posible.

De vez en cuando, y entre mis sueños, podía escuchar la voz de Mera. Era curioso como un gomejo había sacado su lado más femenino. Resultaba muy curioso, después de todo, era la persona más estoica de nuestro grupo, ya que si bien Zelas era nuestro guía, al menos desde mi perspectiva, quien se había convertido en nuestra líder. Ella solía tener la voz de mando. Baltazar por su parte era alguien analítico. El resto del grupo era, bueno. Muy peculiar, ¿Y yo? Bueno, yo era quien pensaba rápido, eso y además que era el carismático del grupo... Humildemente.

Algo que me tomó un poco por sorpresa fue que la carreta se detuviera tan abruptamente, por lo que me hizo despertarme rápidamente, y mirara de un lado a otro. Podía escuchar a gente discutiendo, y fue cuando al fin encontré el tumulto de personas. Efectivamente, al parecer estaba aconteciendo una disputa. Mera le preguntó al mercader sobre eso, y el señor nos dijo que había tensión entre los aldeanos con respecto a unos permisos. Volví mi vista hacia el tumulto. Alcanzando a ver como alguien tomó la iniciativa de tratar de resolver la situación, todo en la casa de un tal Joërg, así como dejando una invitación abierta para las personas que quisieran ayudar en la situación. Traté de detallarlo, ya que ese hombre me parecía haberlo visto de alguna parte, aunque no sabía de donde.

Las palabras de aquella persona habían animado a Mera, la cual se bajó de la carreta, por lo que yo hice lo mismo. - Tal vez luego podamos volver a ayudarle. Que tenga una buena venta. - Dije para luego bostezar un poco. El haber despertado tan abruptamente me había provocado que de pronto me sintiera somnoliento, pero se me pasaría rápidamente. Miré de reojo a mi acompañante y le dije en voz baja. - ¿Y qué tienes pensado? - Caminaba siguiendo los pasos de la mujer.

Gaegel
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Mensaje  Sango Dom 17 Jul - 13:04

Los pasos de Sango se detuvieron cuando una persona, que había llegado hasta él, le preguntó acerca de su estancia en Cantún. Se giró para echar un vistazo al elfo. No supo muy bien cómo responder. sí había estado en Cantún, pero no llegó al campamento consciente. Cómo había salido de allí... Se lo debía a una elfa. Pueblo al que consideraba una bendición de los Dioses.

- Sí, estuve, aunque no recuerdo gran cosa. Buenas tiendas para atender a los heridos- se obligó a sonreír. - Soy Ben Nelad, pero me puedes llamar Sango- hizo una ligera reverencia antes de tenderle la mano al elfo.- No tuve mucho tiempo a pasear por allí, al fin y al cabo, cuando se estabilizó la cosa y todo el mundo aceptó la nueva ubicación, poco pintaba allí. Cumplí mi parte. Bueno, cumplimos- dio por hecho que el elfo había ayudado en la defensa del campamento.

Paseó la mirada por algunos de los lugareños, de miradas cansada pero orgullosos; las casas, algunas de ellas muy recientes; un carro a lo lejos del que se bajaban un par de personas; una mujer que aleccionaba a su perro y a su hija mientras estos corrían uno tras otros en un juego caótico que sólo ellos entendían. De las casas, se intuía un agradable olor de comida recién hecha que invitaban a pasar y preguntar por lo que estuvieran haciendo. Un pueblo en el que se hacía una vida normal pero que estaba dividido por una aparente riña entra un barquero y un molinero.

Suspiró y con un gesto invitó al elfo a caminar junto a él, en dirección a casa de Joërg Mikudima, el fabricante de cuerdas, al que sin duda alguna no le haría mucha gracia que una manada de energúmenos con ganas de "calentarse" los unos a los otros. Sin embargo, que nadie se opusiera a su propuesta le decía que Joërg era un tipo sensato, respetado y que sin duda se beneficiaría de que todo llegara a buen término, al fin y al cabo, un barquero y un molinero necesitaban cuerdas, ¿verdad?

Muchas de las personas que se encontraban metiendo baza en la disputa anterior se habían concentrado ya en torno a la casa de Joërg que estaba plantado a la puerta con rostro serio, rostro que se endureció aún más la ver a Sango llegar.

- Mira lo que has hecho, ¿por qué los traes hasta mi casa? Como empiecen una pelea...

- Tranquilo hombre, solo necesitan una voz que les diga cómo arreglar el problema, si es que existe, claro.

- Y supongo que tú, un desconocido, armado hasta los dientes, vas a ser quién nos diga cómo resolver nuestros problemas.

Sango no respondió al instante. La verdad le golpeó con tanta contundencia que no pudo articular palabra durante un tiempo que aprovechó para meditar sobre las palabras de Joërg. El maestro artesano quizás estuviera en lo cierto, un desconocido no pintaba nada en los asuntos de un pueblo en el que no tenía ningún arraigo. No obstante, no le parecía sensato que Joërg descartara tan rápidamente la ayuda.

- Tienes razón Joërg, te pido disculpas por ello, no soy quién para decidir qué debéis hacer para solucionar vuestros problemas. Pero no deberías, mejor dicho, deberíais, rechazar la ayuda que se os ofrece- hizo una pausa antes de reconducir la situación.- Tenéis un problema y yo quiero llegar a la raíz del mismo para que podáis decidir cuál es la mejor forma de actuar. Sois gente dura, aquí en la frontera las cosas no son sencillas, sólo déjame, dejadnos- incluyó al elfo en la ecuación- ayudaros con esto. No puede ser algo tan complicado.

Joërg les miró y relajó la postura. Se cruzó de brazos y se apoyó en el marco de la puerta y miró en dirección a un par de grupos de entre cuatro y seise personas que se habían formado. Aunque ellos, Joërg el elfo y él, no hablaban en un tono excesivamente alto, su conversación podía oírse.

- Llevamos mucho tiempo con esto... Desde que se construyó el molino. No, algo después... Llevo muchos años viviendo aquí, debí ser el primero o de los primeros en establecerme aquí. Aquí se dan las condiciones óptimas para plantar cáñamo, el puente queda un poquitín lejos, sí, pero cuando esto empezó a crecer Helge construyó una barca. Podíamos transportar mercancía de un lado a otro mucho más rápido, pudimos alcanzar la otra orilla, expandirnos... Este pueblo le debe mucho a Helge, pero si queremos seguir creciendo Urik, el molinero, es necesario- se pasó una mano por la frente.- No es un problema que tenga una solución sencilla, de ser así ya la habríamos tomado, no somos tontos.

- Nunca dije que lo fuerais- se apresuró a contestar Sango.- Este Helge, el barquero, ha resultado ser el más beligerante de los dos, ¿hay algo que deba saber sobre él?

Joërg sonrió.

- Qué quieres que te diga. ¿Cómo te sentirías si una buena mañana el medio con el que te llevas ganando la vida durante, qué, los últimos quince o veinte años se ve en peligro por una presa construida rio arriba?- Miró a Sango y luego al Elfo.- Pero, ¿es que acaso el rio le pertenece única y exclusivamente a él? ¿No podemos, el resto, disfrutar de lo que puede ofrecernos?

Sango, ante el silencio que se instaló frente a la casa de Joërg, miró alrededor y vio que todos los presentes estaban atentos a su conversación. Le pareció que, para los vecinos del maestro artesano, era la primera vez que escuchaban a Joërg hablar de manera tan clara sobre el tema. Había expuesto el problema de manera clara y sin alterarse, dando los distintos puntos de vista y cómo afectaba la actividad de uno sobre la del otro.

Entre medias, llegó un hombre que resultó ser Helge, escoltado por una mujer, su esposa, supuso Ben, y que en sus manos portaba un papel, amarillento y doblado a la mitad. Saludó, de lejos, a Joërg y a varios de sus vecinos mientras se acercaba. Pero se mantuvo a varios pasos de distancia.

- Aquí traigo mi permiso. Te lo daré cuando la... cuando Ulrik haga lo propio- Sango agradeció que se contuviera.

El mencionado no tardó mucho en llegar, escoltado por mujer e hijos y con un papel con características similares, amarillento y doblado a la mitad. Ambos hombres se miraron a los ojos durante unos instantes y Ulrik le entregó el papel a Sango antes de retirarse. Helge se adelantó y le entregó el papel a Sango.

Las miradas se clavaron en él, expectantes, como si al leer ambos permisos tuviera la capacidad de decidir qué hacer. No era la clase de protagonismo al que estaba acostumbrado. Bajó la cabeza para mirar los papeles amarillentos. no abrió ninguno de ellos porque sería un gesto inútil. No sabía, siquiera, fingir leer.

Sonrió y alzó la mirada para encontrarse con unos ojos ambarinos que destacaban sobre una tez pálida. Detrás de ella, a unos quince pasos, destacaba una mujer alta con unos rizos plateados que caían a ambos lados. A su lado, como si de una escolta se tratara, un hombre, con barba y cabello largo.

- Gracias a los dos por la confianza, ciega, que habéis depositado en que podamos alcanzar una solución para que

- Y una mierda. Quiero que la presa desaparezca y que construya el puto molino en otra parte.

- Eres muy pesado, Helge. No pienso destruir el molino. Puedes navegar perfectamente, esta pelea es ridícula.

Sango suspiró y alzó la mano libre. Necesitaba tiempo. No había calculado bien la magnitud del problema. Tragó saliva. Miró al cielo y luego, una vez más a la tierra. Se giró y fue directo hacia Joërg al que le hizo una pregunta. El maestro artesano alzó las cejas y negó con la cabeza. Sango asintió satisfecho y se adelantó para hablar más claro con los vecinos y los que estaban allí de paso.

- Muy bien. Esto, como decía antes de que me interrumpierais, no es un asunto fácil. No es algo en lo que pueda dar una opinión y ya está. No. Requiere de una investigación más o menos detallada con la que, como os dije antes, poder informar a quien corresponda- aquello era una mentira tan grande como un barco, pero le habían hecho caso así que decidió seguir con ella.- No obstante, antes nos toca celebrar.

Murmullos de desconcierto, caras de confusión y demás expresiones acompañaron el deambular de Sango entre los presentes frente a la casa de Joërg.

- Estamos en el solsticio, Midsummarblót. Encenderemos un gran hoguera para combatir la oscuridad que empieza a crecer de hoy hasta el Yule. Bailaremos y beberemos en honor a Balder, hijo de Odín- se detuvo frente a la mujer de cabellos plateados y el hombre con barba y les tendió los papeles, uno a cada uno.- Vosotros guardaréis los papeles hasta esta noche, cuando después de honrar a los Dioses podremos tratar el tema en un ambiente más... distendido.

Ben se llevó el puño al pecho e hizo una ligera reverencia antes de proseguir su camino entre los vecinos.

- A vosotros, Helge, Ulrik... No está bien que a unos forasteros les ofrezcáis problemas y amenazas en lugar de comida y bebida, ¿dónde queda la hospitalidad que caracteriza a nuestro pueblo? ¿Acaso habéis abandonado a los Dioses?- Escupió aquella última frase como con asco y repulsa hacia aquellos dos hombres.- No. Seguro que no- recuperó el tono relajado.- Hoy se os brinda esta oportunidad para que, bajo el favor de los Dioses, reconduzcáis esta situación, para que dejéis el odio a un lado y busquéis una solución. Pero no ahora. No. Primero beberemos.

- ¿Pero de qué estás hablando? ¿De qué nos estás acusando?

- No hablaremos más del tema. Preparad leña y lo que tengáis por ahí, para una gran hoguera. La cerveza y la comida corren a mi cuenta. El que quiera asistir está invitado- señaló la molinero y luego al barquero.- Ahora, me pasaré a ver el molino y el sistema que tenéis para cruzar el río. Los Guardianes de los Permisos deberían venir conmigo y bueno- se giró para mirar al elfo y luego a los interesantes ojos ambarinos- cuantos más seamos, mejor.

Ben esperó a que todo el mundo se dispersara. Joërg, que se había mantenido al margen, ayudó en gran parte por el interés de proteger su casa de un posible altercado y porque sentía curiosidad por el Midsummarblót.

- Ha pasado mucho tiempo desde la última gran hoguera. Estará bien recordar viejos y buenos tiempos. ¿De verdad correrás con los gastos?

- No es solo recordar viejos tiempos, Joërg, es parte de nuestra cultura, nuestra tradición. No debemos perderlo. Y sí, puede que haya sonado a imposición, pero, ¿has visto a alguien reaccionar de manera airada? No. Porque forma parte de nosotros. Además, nuestra unión con los Dioses no solo puede ser unidireccional, con plegarias y súplicas. Nosotros también debemos hacer sacrificios.

Se separó de Joërg y avanzó en dirección al lugar en el que había ocurrido la pelea. Allí giraría para acercarse al embarcadero o a lo que tuvieran preparado para cruzar el rio. Mientras caminaba, su cabeza le dio vueltas a la idea de celebrar el Midsummarblot. ¿Qué pensarían de él? Un desconocido que primero se ofrece a ayudar con un problema y que luego se lanza a organizar una celebración... Sonrió. Lanzó una pregunta, ambigua, para todo aquel que le siguiera.

- ¿Qué os parece?

Molinero: Ulrik #ff6600
Barquero: Helge #ffccff
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Mensaje  Eleandris Vie 29 Jul - 2:58

- Encantado de conoceros, Sango, Yo soy Eleandris. - El humano no necesitaba saber mas, al menos por el momento. Asumí que si había llegado herido y se marcho cuando la situación se estabilizó poco sabría de quien coordinó todo aquello, y por mi parte mejor que siguiese así pues no quería recibir preguntas sobre el tema ya que parecía verme envuelto en otro lío que solucionar, aunque por suerte esta vez no era yo quien marcaba el paso.

Esperé de brazos cruzados y la espalda apoyada contra la pared del hogar de Joërg mientras los implicados se reunían. No solo llegaron el barquero y el molinero, sino también otros tres curiosos, dos de ellos con una huella de éter bastante importante pero no eran elfos, si eran brujos o dragones estaría aún por ver. El otro no emanaba éter alguno. Volviendo a los autóctonos, ambos manejaban un tono de voz que denotaba que el problema no solo no era reciente sino que además se hallaba enquistado, siendo el barquero el mas behemente y agresivo, seguramente no estaría tan afectado como querría hacer ver ¿Quizá había alguna rencilla subyacente entre estos dos?

me fascinaba la pasionalidad de los humanos. Para su corta vida resultaban ser los protagonistas mayoritarios de la bondad y la crueldad mas puras. Durante años vi humanos turbulentos sacrificandose por desconocidos, y otros que habían sido bondadosos en periodos de abundancia, volverse egoístas en tiempos de necesidad. La guerra desataba la pasión de aquella raza como ninguna otra cosa. Y sin embargo parecía que no era necesario un evento como una guerra pues parecían ser pasionales hasta por el caudal de un río. ¿quien sabe que habría pasado si Sango no hubiera intervenido?

El humano entregó ambos documentos a la pareja armada y los nombró guardianes, un gesto osado si no los conocía, y tal parecía el caso. ¿y si decidían marcharse? ¿y si pedían mas tarde dinero por devolver los documentos? ¿y si habían sido contratados por una de las dos partes? y si no lo habían sido nada, les impedía ser contratados por cualquiera de los afectados, o incluso de un tercero pues Sango no pertenecía a la comunidad de aquel asentamiento y eran tantas las cosas que podrían salir mal que me cuestionaba ahora la capacidad del hombre para mediar en la situación, o si hacía bien en mantenerme cerca de él pues si todo se torcía de seguro me salpicaría.

No obstante la curiosidad me mantuvo junto a él. Quería conocer el estado del vado que usaba el barquero y tambien la situación de la presa. observé a los demás que, corroídos por la curiosidad y la novedad de los forasteros, se arremolinaban con nosotros, al menos hasta que se organizó la fiesta tradicional impuesta por Sango. Ciertamente una fiesta era una buena idea pues permitiría observar a los lugareños, el alcohol suelta las lenguas y las palabras adecuadas en el momento adecuado arrojarían luz sobre la verdad.

Mientras los pueblerinos preparaban todo marchamos a observar los lugares de conflicto pues ese sería otro de los puntos clave del problema, junto a la lectura y comparación de los permisos que ahora portaban los "guardianes".


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Mensaje  Reike Lun 12 Sep - 23:16

La supuesta reunión en la casa de Joërg resultó ser, más bien, un ajuntamiento a las puertas de dicha morada. Lo cual demostraba que el tal Joërg, el cordelero, no era estúpido. A Valeria, desde luego, ni se le ocurriría meter en su casa a dos tipos con tendencia a darse de porrazos. Si tuviera casa propia, claro.

Pero lo interesante de la reunión no fue tanto lo que allí se habló, como la forma en que se desenvolvió el joven soldado que había tomado las riendas del asunto. Por alguna razón, todo el mundo confiaba en un tipo con uniforme. Valeria, por su parte, prefería mantener las distancias. No es que hubiera tenido problemas recientes con la justicia pero, bueno, los viejos hábitos tardan en morir.

Y, a medida que el hombre hablaba, una idea comenzó a hacerse cada vez más clara en la mente de Val. «¡Te estás tirando el moco, pequeña comadreja!». ¡El tipo ni siquiera había abierto los documentos para echarles un vistazo! ¿Comprobar los sellos, las fechas? Para nada(1).

Valeria no pudo evitar que una sonrisa se formara en su rostro a medida que escuchaba su ridículo discurso sobre dioses y celebraciones… ¡que todos los aldeanos se tragaron! «¿Cuál es tu juego, encanto?», se preguntó. «¿Les convences de que monten la fiesta del siglo, comes y bebes a reventar, quizá te aprovechas de alguna que otra muchacha lerda y confiada y luego te largas en mitad de la noche sin pagar un aero?». Seguro que el uniforme era falso. O robado. Y la mujer alta y el hombre melenudo, ¿serían sus socios?

«Pero no, ellos vinieron juntos», se dijo, recordando la carreta recién llegada. Si ella fuera a montar esa clase de timo, evitaría conexiones entre sus socios que otros pudieran recordar.

En cualquier caso, el día se estaba poniendo interesante.

¿Qué os parece? —preguntó el “soldado”.

Me parece una idea excelente —respondió Valeria, dedicándole la mejor de sus sonrisas mientras apretaba el paso para caminar a su lado—. Por curiosidad —añadió dirigiéndose al barquero, Helge—, ¿a cuántas personas puede transportar al mismo tiempo a través del río?

¿Quiere decir cuando había agua? —gruñó el susodicho, que procuraba caminar lo más alejado posible del molinero, pero sin dejar de dirigirle miradas ceñudas de cuando en cuando—. Pues docena y media o así. Menos, si traen caballos o animales de carga.

Sonó un bufido procedente del otro lado del grupo. Helge entrecerró los ojos y Valeria se apresuró a lanzar su siguiente pregunta.

¿Y suele transportar solo a la gente del pueblo o pasan muchos viajeros por aquí?

Pasan algunos viajeros…

Tonterías —protestó el tal Ulrik, el molinero—, la mayoría de los viajeros usan el camino del puente.

¡¿Y a ti quién te ha preguntado, malnacido?!

Y, sin mayor preaviso, Helge avanzó el par de zancadas que lo separaban de Ulrik con los puños apretados, antes que Valeria pudiera preguntar por un viajero concreto.


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OFF: (1) Uso de la habilidad Mentirosa Compulsiva. Reike se da cuenta de que Sango está mintiendo e improvisando sobre la marcha, solo que lo interpreta a su manera xD

Tiro el dadito del cumpleaños.
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Mensaje  Tyr Lun 12 Sep - 23:16

El miembro 'Reike' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses


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Mensaje  Meraxes Jue 15 Sep - 21:29

La llegada a ese sitio fue mas interesante de lo que había pensado. Justo llegamos en medio de un caos del cuál posiblemente podríamos sacarle algo de provecho. Al fin al cabo, y guiada por una gran curiosidad estaba entrando allí a donde la muchedumbre se dirigía para ser participe de una discusión en la que admito debí llevar varias veces la mano hacia mi boca para disimular la risa que todo ello producía.

Por lo que llegué a entender, era un asunto de tierras y permisos, por cosas más pequeñas se habían iniciado guerras, pero en fin. La tensión era evidente pero había un sujeto, un hombre, un poco más pequeño que Gaegel a simple vista era quien había - por así decirlo- tomado el liderazgo de aquel debate subido de humos.

Miraba a los presentes, había un elfo que me parecía familiar, estaba segura de haberlo visto rondando en el campamento, aunque no había tenido la oportunidad de hablar con él, siempre parecía estar de aquí para allá y con mucho estrés. Como sea seguí atenta a la charla, pues algo inesperado fue lo que sucedió una vez que ese sujeto tomó los permisos y se acercó a Gaegel y a mí para proteger esos pedazos de papel.

- ¿Eh? - Pensé en la medida que por impulso tomaba el papel mirando de reojo a Gaegel. Sentí la necesidad de abrirlo, comprobar su veracidad, pero ni siquiera tenía la menor idea de cómo es que un completo extraño se fiaba de mí. ¿Mis encantos? ¿Mi altura? ¿Acaso Bomull  lo había cautivado?

Lo guardé en mi bolsa, ya podría leerlo luego cuando no hubiera tanta tensión en el aire. - Bien... consideralo hecho. - Le seguí la corriente al desconocido. Luego podría negociar con él, como fuera ya estábamos dentro de ese lío.

En el intercambio de palabras, había una cara familiar, esa muchacha (Reike) se me hacía conocida. Trataba de recordar dónde por lo que mis orbes violetas estaban posados en ella intentando dar con su cara. En el ínterin surgió de nuevo la discusión entre ambas partes. Esta vez decidí tomar un poco la iniciativa y tratar de calmar las aguas. - Bueno, bueno. Ya basta y relájense un poco. Iremos a ver el molino y el río, lo discutiremos entre nosotros y mientras... ustedes pueden intentar no matarse. Además como dijo el.... - miré al hombre (Sango) de soslayo. -... estimado colega aquí presente. Ahora sólo tómenlo con calma, pueden acompañarnos en silencio y sana paz o bien ir a hacer los preparativos de tan mencionado festín y honrar a nuestros dioses. Y zanahorias por favor, mi bolita de pelos tiene hambre. - Agregué mostrandoles a la pequeña cría. La verdad ni yo misma sabía si estaba diciendo coherencias, pero con ta y se callara un momento la boca para poder tener más clara la situación me ofrecía, por un módico precio, decir barbaridades e incongruencias todo lo que necesitaran.

- Y por cierto, pueden decirme Meraxes. - Dije al molinero y al barquero, aunque era evidente que el nombre iba dirigido al otro para que pudiera hablar conmigo de la manera más natural posible y la cosa no pareciera una mala improvisación.
 


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Mensaje  Gaegel Miér 21 Sep - 5:50

A decir verdad, la situación pintaba para ponerse interesante, y no lo iba a negar, yo adoraba el entretenimiento. El hecho de la disputa que se estaba debatiendo entre aquel par de hombres era ameno de ver y escuchar. ¿Quién tenía mayor derecho que el otro? ¿El barquero o el molinero? Ambas funciones eran importantes, pero ejercer la función de uno perjudicaba al otro, y ceder para que no se viera afectado sería contraproducente para el otro. Era un dilema que no se podía arreglar tan fácilmente.

Comenzamos a seguir al hombre que había tomado la batuta en la discusión. Seguimos a los afectados y aquel hombre. Pero no éramos los únicos que se habían unido a la situación. Logré divisar a un hombre que me parecía haberlo visto en el campamento organizando lo que más podía, y también miré de reojo a una mujer, de cabellera negra, pero su mirada era fuerte, como analítica. Casi penetrante... ¿Será eso lo que Zelas vio en mi mirada al ponerme ese apodo raro? No lo sé, ese hombre es impredecible. Como sea, los afectados fueron a sus casas para llevar sus respectivos permisos.

Una vez que llegamos a la casa de alguien más, el residente de la vivienda parecía no estar del todo contento por haber traído esta disputa a su casa, pero al final de cuentas cedió y comenzó a hablar que el poblado le debía mucho al barquero para poder transportar mercancía y personas más rápidamente, lo cual ha permitido el crecimiento del poblado, pero también es cierto que la labor del molinero era importante. Hice una mueca como si estuviera pensativo. Era evidente que este conflicto no era simple.

El primero en llegar fue el barquero con su respectivo permiso, pero el molinero hizo lo mismo a los pocos minutos. Era palpable la tensión que esta disputa generaba en ese par. El hombre que se había ofrecido ser como mediador volvió a hablar, pero cuando mencionó que lo primero que debían hacer era una celebración hizo que mi atención en el fuesen más evidentes. Y no solo eso, ese hombre se acercó a Mera y a mi para entregarnos los permisos, nombrándonos "guardianes". Al tomar uno de los permisos no pude evitar desdoblar un poco para darle una pequeña hojeada.

El permiso era autentico. Tenía el sello correspondiente, por ese lado no podía agregar mucho. Una vez que ese hombre se alejó miré de reojo a Mera y le susurré. - Estoy seguro que estas cosas podrían revenderse. - Dije por un momento sonriendo de manera traviesa, pero luego mi rostro se mostró serio para que nadie más que mi acompañante notara mi comentario a broma, y luego de eso guardé el permiso entre mis ropas para evitar perderlo.

Poco a poco los presentes hablaban, por lo que luego de que Mera hablara sonreí. - Este asunto no es fácil de resolver. Pero creo que mientras más cabezas estén involucradas en encontrar una solución, esta podrá ser encontrada con mayor facilidad. Además de que la opinión de personas externas al poblado pueden ser beneficiosas, ya que es un punto de vista que no está involucrado con alguna de las partes lo hace más neutral. - Dije mientras acomodaba un poco mi incapacitada mano izquierda. - Y considero que una celebración ayudará a bajar tensiones entre todos. - Miré a los presentes de reojo por un momento. - Por cierto, soy Gaegel. Es un placer. - Dije sonriendo levemente como una cortesía.


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Mensaje  Sango Dom 25 Sep - 12:15

Preguntas acertadas y bienintencionadas, supuso, de la mujer sin nombre. Respuestas de Helge. Protestas de Ulrike. Una nueva situación de riesgo evitada por las palabras de la mujer que se presentó como Meraxes y que había aceptado el permiso de buen grado. Raciocinio por parte del hombre que se presentó como Gaegel que celebró, además, la idea de rendir homenaje a los Dioses con el Midsummarblót. Eleandris, por su parte, y desde el punto de vista de Sango, se había dedicado a estudiar la situación.

El cauce del río, como pudieron observar cuando llegaron a la orilla, estaba bajo, mucho más de lo que debería. Las estacas por las que pasaban las cuerdas guías estaban ubicadas vara y media o dos varas por encima del nivel del rio. La balsa era grande, tal y como había comentado Helge, que estimó en docena y media de personas, menos con ganado. A Sango aquella estimación le pareció en exceso generosa, la balsa tenía unos mecanismos a ambos lados que tomaban su espacio. Ben preguntó por ellos.

- Oh, es un sistema de poleas que uso cuando uno no puede tirar de remo. En primavera las corrientes son muy fuertes y cuando hay alguna urgencia, como atender el parto de algún animal, o mismamente en época de cosecha, pues el peso de la carga y la corriente son capaces de llevar la balsa río abajo. Las cuerdas guía y los amarres en orilla son muy útiles, la verdad, pero el sistema de poleas es una auténtica maravilla- parecía que quería añadir algo más pero no lo hizo.

Sango asintió, más que complacido por la respuesta. No entendía como una polea o varias podían ayudar, pero asintió como si comprendiera solo para evitar dar más detalles al hombre. Las poleas eran algo maravilloso, servían para casi cualquier cosa que necesitara mover cargas pesadas. Él mismo había comprobado la eficacia de una polea compuesta. Supuso que bien podían mover un barco por un rio.

Aguas arriba, se podía ver la gran rueda del molino, el canal de desagüe y el muro de la presa, del que caía poca agua por encima. Elevar la cota del cauce para conseguir mayor velocidad en el canal de la rueda era una técnica muy extendida, sobre todo en ríos o en zonas de ríos donde el caudal no fuera lo suficientemente rápido como para alcanzar la velocidad de molienda necesaria.

Ben entonces se volvió a sus compañeros y se fijó en que había más de un curioso por allí. Habían accedido de buen grado a que los desconocidos se hicieran cargo de la situación, asumiendo que su criterio sería mucho más válido que el suyo propio para encontrar una solución al problema, pero, ¿cuál era el problema? ¿El molinero y el barquero? O quizás había algo más grande. Algo que no salía a la luz. Aún.

- Sigo sin entender, por qué este pueblo está aquí en lugar de estar más cerca del puente y por tanto, del camino. No lo entiendo. ¿Por qué vivís aquí?- Preguntó Sango alzando la voz.

- Los beneficios del agua, señor- saltó una señora que se había empeñado en seguirles.- Este pueblo nació hace mucho, de los antiguos solo queda Joërg.

- Yo llegué poco después, la balsa ha hecho un gran servicio para el desarrollo de este pueblo- dijo Helge.

- ¿Ves? El molino cumple la misma función que en su día hizo la balsa: desarrollo del pueblo. ¿Por qué te cuesta tanto comprenderlo?

Sango alzó las cejas. Ulrike, el molinero, había dado, en opinión de Sango, un buen argumento. Pese a que no dijo nada su gesto no pasó inadvertido y ambos hombres le miraron con sentimientos opuestos. Le hizo un gesto a la señora para que siguiera hablando.

- Esta es una zona húmeda: cuando el sol aprieta, la ropa se pega y los bichos se vuelven molestos y es todo un incordio, la verdad- hizo una pausa y señaló aguas arriba.- Los "cañamerales" de Joërg se extienden a lo largo de la ribera del rio, dice que es el lugar óptimo para ello, el suelo es rico en nutrientes y las nieblas que deja el río, favorecen su desarrollo- separó los brazos y los extendió con las palmas hacia arriba.- Supongo que vivimos aquí por eso.

- El cañameral siempre estuvo ahí y Joërg supo aprovecharlo. Pero aquí necesitábamos comer y teníamos grandes extensiones de tierra al otro lado del río, ¿cómo llegar? Fácil: una balsa. Rápida de construir y reparar ya que disponemos de recursos en abundancia: madera y cuerda. No hace falta mucho más. ¿Por qué no construir un puente? Oh, lo hicimos. Bueno, no un puente exactamente, hicimos un vado. Pero las crecidas y las temporadas de seca, tensionaban en exceso los materiales y el vado acababa aguas abajo- negó con la cabeza.- La balsa, sin embargo, nos daba la oportunidad de soportar la "vida" del río. En las peores condiciones la distancia entre orillas podía llegar a las treinta o treinta y cinco varas.

Hubo un silencio aderezado por el murmullo del agua, y por voces y otros sonidos del pueblo. La idea de Sango no había sido aquella en un principio, él esperaba que le respondieran otra cosa. La exención de impuestos que disfrutaban los asentamientos de las fronteras hacía que muchas personas marcharan y ocuparan esas tierras para buscar un futuro mejor. Muchos de ellos lo hacían bajo el manto de un señor que financiaba la protección de esos asentamientos a cambio de materia prima libre de impuestos con la que luego obtenían grandes beneficios.

- ¿Y para ello es necesario un permiso oficial? Quiero decir, estabas prestando un servicio, bien podían haberlo dejado así, además...-

- ¡Porque gracias a él tiene derecho a cobrar peaje!- saltó Ulrike.

Helge alzó la cabeza, en su rostro se podía ver ira y algo más. Peligroso, oscuro como un antiguo juramento volviendo a la vida después de haber pasado encerrado décadas. Ben tuvo que alzar una mano en su dirección para detener la inminente pelea. Sus ojos entonces, se posaron sobre la mujer sin nombre, que esperaba se hubiera dado cuenta del detalle. Era curioso que un hombre, un simple barquero, en tierras de frontera, tuviera derecho para cobrar un peaje. Alzó ligeramente las cejas. Decidió, entonces, equilibrar los ánimos.

- Al fin y al cabo es él quien corre con el mantenimiento y hace uso de su fuerza de trabajo para el fin. Creo que es justo dar algo a cambio. No creo que el grano que el total de la harina que puede dar un saco de grano vaya íntegro a su dueño- añadió con gesto serio mirando a ambos hombres.

Ahora las expresiones habían cambiado de rostro: donde antes hubo odio ahora había confianza y donde antes hubo seguridad ahora había ira. No le dio importancia alguna y se cruzó de brazos. El equilibrio era algo tan delgado e inestable como una moneda puesta de canto sobre una mesa de cuatro patas donde una de ellas era corta y una leve brisa la hacía mecerse de un lado a otro sin control.

En la otra orilla podía distinguirse dos figuras montadas a caballo acercarse lentamente hacia el río. Por desgracia no verían la balsa en funcionamiento.

- ¿Vives solo de los peajes, Helge?- preguntó Sango con la vista clavada en los jinetes.

No pudo verlo, pero sintió que el barquero tardó más de la cuenta en responder. Y cuando lo hizo fue con un brusco "Sí" que lejos de satisfacer su curiosidad, no hizo más que alimentarla. Decidió no hacer más preguntas. Los jinetes, se detuvieron y observaron la otra orilla. Sango miró entonces como intercambiaban palabras y se dirigieron rio abajo, seguramente hacia el puente.

La voz de Joërg se alzó, furiosa, sobre el resto. Ben caminó entonces hacia el origen del enfado.

- ... la última vez!- El maestro cordelero estaba sobre un montón de leña recuperando matorrales secos que Ben no había visto nunca.- Si lo tengo secando es por algo. Os lo he dicho cientos de veces, no toquéis estas plantas.

- Relájate- la voz de Sango asustó a Joërg que al girarse casi cae al montón de leña y matorral seco que habían conseguido reunir.- ¿Qué es y por qué montas este escándalo?

- Qué sabrás tú sobre cómo vivimos aquí- sus manos se movieron rápidas para coger unas bolitas que plagaban el suelo.- Sobrevivimos y hacemos lo que sea necesario para seguir haciéndolo.

Ben frunció el ceño y se agachó para coger una de esas bolitas. La estudió y al no ver nada inusual en ella decidió lanzarla al montón de leña. Eran simples semillas, con un par de docenas tendría suficiente. No entendía el comportamiento maniático del hombre.

Decidió entonces centrar su atención en sus compañeros, pidiendo espacio para poder debatir todo lo que habían visto hasta el momento. Miró entonces a los cuatro, uno por uno: Eleandris, los Guardianes de los Permisos, Meraxes y Gaegel y finalmente Pregunta Certera, como bautizó Sango a la mujer sin nombre.

- El contenido de los permisos es falso- hizo una pausa.- Si lo que aprendí hace unos años sigue valiendo, no se permite el cobro de peajes por parte de barqueros sin la supervisión de un funcionario del gobierno. Lo que ponga en esos permisos es falso- recalcó antes de cruzarse de brazos.- Y ahora el tipo este se pone como una fiera por culpa de unas semillas... ¿sabéis algo de esa planta? El cáñamo. Yo sé que se hacen cuerdas y poco más, no entiendo por qué anda como un auténtico- algo en su cabeza se activó.

Recuerdos de un lugar no muy lejos de allí, Campoverde, un pueblo cerca de la costa, al sur de allí. Había trabajado con Eberus para eliminar a un licántropo que se dedicaba a sacarle hasta el último Aero a gente desesperada con el Espino Blanco, una sustancia que podía inducir alucinaciones.

- Igual Joërg no es un maestro cordelero al uso...- compartió con sus compañeros.- ¿Sabéis de plantas? ¿Puede ser el cáñamo una sustancia parecida al Espino Blanco? ¿Puede ser una droga?

Dejó la pregunta en el aire durante unos instantes y se centró, luego, en un aspecto más pragmático.

- Esto de aquí no es normal. Un río en el que se construye una presa no cambia su cauce de como lo hizo este. A ver, es normal que al principio, mientras se llena, el caudal, aguas abajo, disminuya, pero una vez está lleno ¿qué motivo hay para que el cauce no vuelva a su nivel anterior?- su conocimiento en hidráulica era nulo. Pero lo que acababa de decir le sonaba bien y así lo soltó.- Algo pasa más allá de la presa, ¿podéis ir a echar un vistazo a la construcción del molinero? Y si es necesario id aguas arriba, averiguad por qué hay tan poco caudal- miró a los Guardianes y Eleandris el mensaje iba para ellos. Luego sus ojos se posaron en Pregunta Certera.- ¿Vienes a hablar con Joërg? Hay algo en mucha gente de este pueblo que me mosquea: ¿por qué aceptan todo lo que pedimos? Pedí preparar un festejo y aceptaron de buen grado. Pedí que nos acompañaran y aquí estuvieron. Pedí que marcharan y ya no están. ¿No es raro?[/color]

Suspiró. Las miradas que algunos dirigían al grupo iban cargadas de oscuras intenciones.


---------------------------Resumen---------------------------
- Reike obtiene el título de Pregunta Certera.
- Una paisana nos cuenta que la zona es buena para la plantación de cáñamo.
- Los barqueros no tienen derecho a cobrar peaje sin la presencia de un funcionario.
- Sango considera que los permisos son falsos.
- Sango no entiende por qué el cauce del río disminuyó tanto y con una mirada le pide a Eleandris, Meraxes y Gaegel, que echen un vistazo.
- Joërg es un maniático recoge-bolitas-semillas.
- Luego, Sango le pide a Reike que le acompañe a "preguntarle" interrogar un par de cosas a Joërg y averiguar cosas sobre ese pueblo. Sango espera de todo corazón que Reike haga honor al titulo con el que el humano la bautizó.
- Hay un par de jinetes por ahí que no se sabe muy bien si van a llegar al pueblo o qué.
- Para más detalles leer entero.
- Esta es la Opción A: M4lo (algún día escribiré sobre la opción Mal0).
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Mensaje  Eleandris Lun 26 Sep - 21:20

Había estado observando la situación, escuchando todo cuanto se hablaba y fijándome en los ademanes de cada uno. Si gesticulaba, si no lo hacía, si escondía o no las manos o si cruzaba los brazos al dirigirse hacia él. Todo ello era información relevante para conocer de cada uno mas de lo que les guastaría, mas de lo que transmitían simplemente hablando. Dejé que acabara el humano sus reflexiones para hacer yo mi intervención.

- El caudal del río se ha adaptado al obstáculo que supone la presa del molino en el cauce y por ello no se "llenará" con el tiempo, pues el agua que ahora no cae desde la presa se extenderá a ambos lados del molino y anegará las tierras circundantes. Además, estamos asumiendo que no haya aquí alguna oficina que mantenga al corresponsal para que el barquero pueda cobrar esos impuestos, a menos que conozcáis el pueblo no hay razón para descartar esto. Por otro lado esos jinetes se han dirigido al punto exacto donde la barca debería estar y al mismo tiempo el cordelero ha perdido los estribos cuando antes se había mantenido calmado a mi juicio por lo que creo que ambos sucesos están relacionados entre sí. - Me mantuve un instante en silencio, reordenando mis ideas para dar una conclusión final - Creo que Joërg y Helgue son cómplices en algo turbio. El cordelero cultiva este cáñamo con mas intenciones que sólo la cuerda y Helgue utiliza la balsa para exportar la mercancía con la clandestinidad que puede proporcionarles este medio, y esos jinetes vienen a recoger el siguiente envío, algo en lo que Ulrik ha interferido sin saberlo. Iré al molino a ver qué descubro y me gustaría que los guardianes de los permisos me acompañaran para poder leerlos una vez lo haya visitado. tal vez encuentre incongruencias entre ambos documentos y se comience a aclarar todo esto.-

Inicié el camino río arriba siguiendo el cauce para llegar hasta la estructura que a priori parecía la base del problema. La presa no era mas que una disposición ordenada de piedras que ahogaban al río y lo obligaban a continuar justo donde la noria alcanzaba. era imposible determinar que el río no tuviese antes la fuerza suficiente para mover las muelas. Dentro no parecía presentar nada extraño. sacos de harina vacíos y otros tantos llenos ya de harina lista para vender, otros tantos sacos aún sin moler y todo el mecanismo que activaba las muelas se encontraba al descubierto. A simple vista no parecía que hubiese nada fuera de lugar o que hubiera algo oculto en la verticalidad del molino, aunque tal vez mis compañeros, descubrieran algo.

- Gaegel, Meraxes, un placer conoceros. Mi nombre es Eleandris. - Les dediqué una sonrisa y les ofrecí la mano para un apretón que daría firme a ambos sujetos. - ¿podéis dejarme los documentos un instante? quisiera revisarlos en aquella mesa. también quisiera que me dieseis vuestras impresiones, estoy seguro de que vosotros también os habéis dado cuenta de algo.-
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Mensaje  Reike Mar 7 Mar - 15:04

Meraxes. ¿Había oído antes ese nombre? Valeria examinó a la altísima mujer mientras su compañero, muy cívico él, se presentaba a su vez. Ciertamente, había algo familiar en ella, pero no lograba ubicarla. Los malditos dioses sabían que había estado distraída en las últimas semanas. Meses, más bien. El Oscuro te lleve, Ander.

Frente a esos dos confiados guerreros, mercenarios si debía jugar por su aspecto, Valeria era particularmente consciente de que ella misma no había correspondido con una presentación propia. Por otro lado, y quizá gracias a la presencia de esos dos confiados guerreros, cuatro, si una contaba al elfo y el soldado, nadie parecía haberse percatado siquiera de la descortesía. Qué importaba otra humilde viajera, después de todo. Que ella supiera, solo el elfo tendría la capacidad de percibir algo más en ella y, en cualquier caso, no constituiría ninguna novedad para uno de los suyos.

Eso sin contar, claro está, que el tipo parecía intensamente concentrado en analizar el problema que se le había servido en frío y sin adornos, si bien enmarañado en una ensalada de palabras, gestos y miradas suspicaces. Valeria tomó nota mental de nota mental de no descuidarse con el observador orejudo así como, por puro impulso, del color de sus ojos: No son verdes.

El río era… bueno, un río, con una balsa en la orilla que a Valeria, más acostumbrada a la navegación marítima, no le inspiró mucha confianza. Nada interesante allí: agua, algunos juncos y la espuma que bajaba flotando desde la orilla en la que un par de lavanderas acababan de terminar su faena. O quizá solo la habían pospuesto, avisadas de la fiesta improvisada.

El soldado, sin embargo, parecía observarlo todo con interés y escuchaba con paciencia las explicaciones de los aldeanos. Valeria, que no estaba familiarizada con la vida rural, escuchaba a medias. Al menos, hasta que percibió cierta vacilación en las explicaciones de aquella mujer, erigida en portavoz. ¿“Supones” que vivís aquí por eso? ¿Por qué tendría que instalarse todo el pueblo en la orilla del cañaveral estando los campos de cultivo al otro lado? La balsa podría servir igual para comunicar a los cultivadores de cáñamo con el resto de la aldea.

¡Ah! Pero no se gana lo mismo cobrando peaje a un cordelero que a varios agricultores. Un momento: ¿Peaje? Valeria echó un rápido vistazo a aquel terreno semipantanoso antes de que su mirada se cruzara con la del soldado. La de alguien que se ha topado con un detalle discordante y ansía compartirlo. Sí, le dijo sin despegar los labios, aquí hay algo que no encaja. Después sintió cómo, sin proponérselo, sus comisuras se alzaban levemente. No te impliques, cariño. Se te complicará el timo.

Pero el hombre siguió interpretando su papel de árbitro. Gran actor el soldadito, casi la hacía dudar a ella misma.

Las miradas de los presentes se desviaron entonces hacia el otro lado del río, por donde asomaban un par de jinetes. Valeria aprovechó la distracción para observar cuidadosamente a los observadores. La contracción en el rostro de Helge cuando se le preguntó por sus ingresos ¿era ira, vergüenza u otra cosa? Era difícil saberlo, pero si algo le quedó claro a Valeria era que no, Helge no vivía solo de los peajes. Después de todo, pensó ella, ¿quién iba a pagar por cruzar el río en balsa cuando el camino contaba con un puente perfectamente funcional río abajo?

Si todo aquello resultaba extraño, más extraño aún fue ver al, hasta entonces, ecuánime cordelero convertido en un amasijo de furia por un puñado de hojas secas. Cáñamo, por su aspecto, solo que el cáñamo no se ponía a secar para extraer las fibras. Valeria siguió con la mirada la bolita descartada por el soldado y, discretamente, le dio un empujoncito de éter hasta hacerla rebotar contra el montón de leña y rodar suavemente hacia sus pies. Mientras la recogía, esta vez con la mano, los aldeanos habían empezado a dispersarse y el soldado se acercó a conferenciar con el grupo de extranjeros.

Es posible —se oyó a sí misma responder a las sospechas del soldado, mientras examinaba el pequeño saco de semillas en la palma de su mano—. En el sur —añadió sin especificar cuán al sur—, se usan a veces las hojas por sus propiedades calmantes. Alivian el dolor. Pero no las mismas variedades que se usan en cordelería. Esas se plantan muy juntas, para evitar el ramaje. Así se obtienen hebras más largas. Menos hojas. —Cerró la mano con la bolita medio seca en su interior y levantó la mirada para encarar de nuevo al soldado—. Según mi experiencia, nadie se pone así de nervioso por una infusión calmante. Hay cantidad de plantas buenas para eso.

No, definitivamente, nada de todo aquello era normal. “Algo turbio”, había dicho el elfo. Tal vez sí, tal vez no. En cualquier caso, algo lo bastante lucrativo para justificar la presencia de una aldea tan apartada del camino y en la orilla opuesta al grano. Y cuando un extranjero amenaza un negocio lucrativo, la gente de los pueblos se vuelve suspicaz. Y volátil. Valeria paseó la vista una vez más por la orilla del río y luego la dirigió a los aldeanos, que se movían de un lado a otro, enfrascados en los preparativos del festival. ¿Realmente quería meterse en un percal como ese?

Por supuesto —respondió a la propuesta del soldado.

Y echó a andar a su lado. Puede que fuera un timador, pero los músculos que se intuían debajo de la armadura eran muy reales, así como las armas que llevaba encima. Incluso aunque no supiera cómo usarlas, a ella podían venirle bien. Mejor que lanzar ramitas, en todo caso. Además, algo de lo que le había dicho la casera andaba dando vueltas en su mente.

He oído que el amigo Joërg recibe muchas visitas de fuera de la aldea. “El mejor fabricante cuerdas a este lado del Tymer”, dicen. No sé tú, pero yo trabajé en un barco durante años y jamás oí de un cordelero que se hiciera tan famoso.

En cuanto a la complacencia de los aldeanos, no era algo a lo que le diera demasiadas vueltas. Después de todo, la gente hace cosas raras frente a un tipo de uniforme. Por no hablar de que una idea un tanto más personal se había asentado en su mente, apartando lo que le estorbaba en su camino y acomodándose con parsimonia: ¿Era Ander uno de esos visitantes?

En cuanto estuvieron a solas con el cordelero, Valeria le lanzó la bolita que había recogido momentos antes del suelo.

¿Cuánto por un marco?1 —preguntó sin preámbulos.

Evidentemente, no había venido a comprar, menos aún sin saber exactamente lo que compraba, pero había aprendido que a la gente solía soltársele la lengua cuando creían que una sabía más de lo que sabía.

Joërg le dirigió una mirada larga, evaluadora. Después dirigió la vista al soldadito, con su aire de árbitro justo y entregado, y cambió su expresión escrutadora por una sonrisa condescendiente.

¿Le interesa la cordelería, señora? —dijo simplemente.

Por supuesto, pensó Valeria con frustración, se había tragado el numerito del soldado honrado. Nueva táctica, sonrisa inocente entonces.

Parece un negocio lucrativo, capaz de atraer a toda una aldea tan lejos de las rutas principales. No debe de ser fácil la vida por aquí. Usted llegó primero, ¿no es así? Tiene suerte de haber reunido a su alrededor a una gente tan agradable. Mírelos, todos juntos, trabajando ilusionados para organizar un festejo de la nada. Supongo que hay rencillas hasta en las mejores familias, ¿no? Y se nota que lo respetan. Seguro que conoce historias de todos ellos.


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OFF: 1.- El marco es una antigua medida de peso equivalente a algo más de 200 gramos.
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Mensaje  Meraxes Mar 14 Mar - 20:16

No era cuestionable, en ningún sentido, que Gaegel y yo nuevamente nos veíamos involucrados en eventos en los que se nos exigía pensar sobre la marcha. ¿Por qué? Porque no tenía ni la menor idea de qué carajos pasaba más allá de lo poco que escuchaba, y realmente prestaba atención.

Como fuera ahora teníamos una tarea y era llevar esos papeles. Le di un leve codazo a Gaegel que me susurró la posibilidad de revenderlos, no porque la idea fuera mala, pero tampoco podía ponerle un precio a algo de cosas cuyas respuestas no me terminaban de ser claras.

Me limité a escuchar y ver, especialmente aquello último. Francamente a mi alrededor logré prestar ligera atención a una que otra frase suelta sobre la balsa, las cuerdas y el cauce del río. De un momento a otro me había dedicado a observar a mis "compañeros", deteniéndome especialmente en el elfo.  Su cara me sonaba, quizás del campamento, pero ahora que lo contemplaba de cerca poseía una belleza divina, su cara perfilada, su tez limpia, hasta brillante y no solo lo decía por su rubio cabello. Miré por un momento de reojo a Gaegel, a diferencia de él cuyos encantos eran más rústicos, este elfo tenía encantos delicados pero intensos, sin embargo había cierta rigidez y tensión en su manera de ser que francamente era una especie de imán.

El ruido cesó y con ellos las palabras de aquel llamado Sango me trajeron a la realidad. - El contenido de los permisos es falso - Fue la frase que me espabiló. Aproveché la pausa de su parte para tratar de dar con los puntos claves de toda la cháchara de hace unos momentos. Peajes, cauces vacíos, cáñamo y drogas.

Esta vez controlé mis impulsos libertinos y presté mayor atención a Sango, lo que decía tenía sentido. Suspiré pesadamente. - Y yo que venía buscando a un maestro... Como sea lo mejor será que nosotros desenredemos este misterio. Si lo que dices es cierto y hablamos de tráfico seguro tendrán algún almacén. - Y mucho dinero - Agregué un poco más centrada en la breve reunión.

El elfo tomó la palabra - aquella voz angelical resonó en mis oídos. - no solo era guapo también poseía pensamiento crítico, de hecho me hacía pensar que era muy diferente a Zelas cuyas cualidades resaltables era que la frase sentido común no aplicaban en su persona. Se llegó a la conclusión de ir a investigar en el molino mientras Sango y la chica se quedaban.

Miré un momento hacia abajo, había algo en ella que se me hacía familiar pero no recordaba si había dicho su nombre y la verdad me daba algo de vergüenza preguntar pues quizás lo hizo en aquel ínterin en que mis pensamientos tomaban otros rumbos.

Me estiré y acepté el hecho de acompañar a Gaegel y a aquel elfo. A diferencia de ambos el suelo mojado río arriba me dio la velocidad necesaria para llegar antes que ellos(1). Me encontraba observando el área pensando en qué clase de lío estaba por llegar. - Si las teorías de Sango son ciertas y se dedican al tráfico usando la balsa como medio, el almacén debe estar de este lado del río. - Dije una vez que ambos me dieran alcance y pudieran escucharme.

El elfo, finalmente se presentó. Sonreí levemente correspondiendo al apretón de manos. - Un placer. - Respondí con voz suave. Accedí a su petición y saqué el documento para que los revisara.

- Gaegel ayúdame mover esos sacos. Los de grano, la harina deja huellas el grano no. - Dije en una idea loca a fin de revisar que no hubiera trampillas o puertas en el suelo. Una experiencia no muy lejana donde los pisos se abren me había enseñado.  


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Mensaje  Gaegel Lun 20 Mar - 7:25

Luego de mi intervención con la sugerencia maliciosa que le hice a Mera esta me dio un codazo, lo cual no hizo sino que riera de nueva cuenta. Pero bueno, no era momento de tontear con eso. Que bueno, no es que fuera una mala idea, pero no era mi intención venir a hacer maldades en un sitio así. Al menos esa gente no me había dado motivos para darles una lección, por lo que una vez que hice mi comentario y mi presentación me mantuve en silencio.

Escuchaba todos los problemas que se habían causado por el molino hacia el barquero. La realidad es que este asunto era delicado. Podíamos estar frente a dos víctimas, o ninguna, lo cual daba una variedad de posibilidades. ¿Alguno de ellos actuó de mala manera? En un inicio me hizo pensar que el dueño del molino podría haberlo hecho con la intención de arruinar el trabajo del barquero. Tal vez ese hombre comenzara a elevar el peaje.

Miraba de un lado a otro y luego vi de reojo a la mujer de cabellera negra. Justo antes de que el elfo de cabellera rubia nos dijera que iríamos a revisar el molino junto a el. Una pena. De no haber estado divagando tanto tiempo hubiese podido ver a la otra mujer del grupo por más tiempo.

El hombre llamado Eleandris también nos solicitó ver los permisos. - Un placer Eleandris. - Tomé el permiso que tenía en mi posesión y lo miré por un momento. - No veo porqué no. - Le dije mientras le extendía el permiso con una media sonrisa. Luego de eso me decidí a comentar con respecto al punto que había aportado Mera. - Tiene lógica. Luego de revisar el molino tal vez podríamos revisar un poco en la aldea de manera un poco... Cautelosa. No sería conveniente llamar demasiado la atención. Incluso podríamos aprovechar la celebración que propuso Sango. - Dije sonriendo de medio lado.

Mientras caminaba logró escuchar la petición de su compañera. Aquello hizo que arqueara su ceja levemente con algo de confusión. - Está bien. - Le dije mientras tomaba algunos de los sacos para hacer lo que ella le había pedido. En ese momento mi mente comenzaba a pensar en las sospechas que habían aportado Sango y Eleandris. En este asunto había gato encerrado. ¿Y quién mejor que un canino para resolver este lío? Lo único que necesitaba era un poco más de tiempo y escuchar un poco más a los aldeanos con el fin de seguir atando cabos.

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Mensaje  Sango Sáb 25 Mar - 13:54

Sus cejas se alzaron. Sus labios se tensaron en una fina línea recta y sus ojos se desviaron un breve instante hacia Pregunta Certera. El tiempo suficiente, notó Ben, para que Joërg Mikudima, maestro cordelero de renombre, posara sus ojos en él y preguntara otra cosa en lugar de responder. No había que ser muy espabilado para darse cuenta de que el cordelero evitaba hablar sobre aquel "marco" con el que Sango no estaba familiarizado y que, con total seguridad, estaba relacionado todo aquello.

Desconocía las intenciones de Pregunta Certera. Desconocía, de hecho, sus propias intenciones: llegar a una villa, proponerse como mediador e involucrar a otras cuatro personas ajenas a todo aquello, ¿en qué estaba pensando? Pregunta Certera bien podía ser una asaltante de caminos o una asesina. Dioses, ¿qué había de los Guardianes de los Permisos? Con él había tenido una sensación reconfortante, una sensación de camaradería (1), de algo que estaba por llegar. Y luego estaba el que había estado en Cantún. Su mente se permitió divagar unos instantes en los recuerdos que parecían tan lejanos pero que en realidad habían sido hacía tan solo unas pocas semanas. Suspiró al volver a la realidad.

- ¿A qué habéis venido? Si no os interesa la cordelería, ¿por qué molestar a un fabricante de cuerdas? Sí, conozco a todos en este pueblo. Sí, sé por qué están aquí. Y el festejo, bueno, ha sido idea de tu amigo- señaló a Sango con la cabeza-. Dime, soldado, ¿acaso no somos un pueblo hospitalario con los extranjeros? ¿Acaso nos hemos negado a celebrar la noche más corta?- el maestro cordelero posó, entonces, sus ojos en Pregunta Certera-. No he tenido suerte en mi vida. Lo que tengo, es fruto del trabajo y la constancia. Si esta gente está aquí es porque tienen la misma idea que yo-. Disfrutad de esta buena gente, disfrutad de los regalos que os ofrecen. Esta noche celebraremos en honor a Baldr, como tú mismo has dicho.

La puerta, tras ellos, se abrió y una mujer, alta, corpulenta, detuvo su avance al encontrarse de bruces con Sango y Pregunta Certera, tras ellos, Joërg, reprimió un gemido.

- Oh, disculpa, no sabía que tenías clientes-.

La mujer les echó un último vistazo y cerró las puerta tras ella. En la sala se había instalado un incómodo silencio. Joërg miraba hacia la puerta, Ben se preguntaba por la calidad del acero que la mujer llevaba colgada en el cinto. Miró una vez más a Pregunta Certera. ¿La iba a incluir en aquello?

- Los Dioses quieren que esta villa sea testigo de grandes acontecimientos en este día, Joërg. La idea de celebrar el Midsummarblót es bien recibida, nos sonríen, viejo- miró de reojo a Pregunta Certera-. ¿Amigos o enemigos?

Sango se había adelantado y miraba a Joërg fijamente. El viejo le devolvía la mirada y en ella había un brillo que no había visto ahora. Un brillo esperanzador. Un brillo que le indicaba a Ben que el viejo aún tenía esperanza por salir de aquella.

- Enemigos- dijo con un hilo de voz-.

Sango asintió y le dio una palmada en el hombro. Al girarse se encontró con la mirada de Pregunta Certera. Sin embargo, su cabeza se dejó llevar por el inminente peligro. Además, que tuviera que improvisar cómo sacar a Joërg de allí, le causaba inquietud. Suspiró. En su momento había tenido las ideas claras, pero ahora, todo estaba difuso, incluso perdido. Haría partícipe a la mujer de todo aquel asunto. Los Dioses decidirían su fortuna aquel día. Llamaron a la puerta y se escuchó una voz al otro lado, era la misma mujer.

- Tenemos algo de prisa, ¿podéis apurar vuestros asuntos?

Sango no apartó sus ojos de Pregunta Certera.

- Estás metida en esto. Las cosas no deberían haber sido así, pero los hilos se tejen de formas que ni siquiera los Dioses son capaces de comprender- hizo una breve pausa y miró en dirección a la puerta antes de posar sus ojos en la mujer-. Este hombre de aquí posee información sobre el Círculo de Irreverentes (2). No solo es eso, sino que colaboró activamente con ellos, ¿verdad, Joërg?- Dibujó una mueca de asco en su rostro pero siguió hablando pese al gemido del viejo-. Saben de su traición y vienen a por él. Dinos, Joërg, ¿quién es el reemplazo?

Golpearon la puerta con más violencia. Sango apartó a Pregunta Certera y empuñó el hacha sin apartar la mirada de la puerta.

- El molinero... es una tapadera, la presa es para acumular agua arriba, en las plantaciones, necesitan de mucha humedad y no deberías ir a los campos, es peligroso, tienen gente vigilando, escondidos-.

Ben se giró con el rostro descompuesto. Había mandado a Eleandris y los Guardianes en aquella dirección.

- ¿Y aquí en el pueblo?-.

- No lo sé-.

La puerta se abrió de nuevo. La mujer de antes, empuñaba una espada y al ver a Sango con el hacha se preparó para atacar pero Ben se abalanzó contra ella antes de que pudiera reaccionar. Ambos cuerpos chocaron y acabaron rodando por el suelo. La mujer se levantó rápidamente, haciendo gala de una agilidad que no correspondía con su apariencia y atacó a Ben que estaba de rodillas. Esquivó la estocada que le lanzó la corpulenta mujer y aprovechó para ponerse en pie.

Sin embargo la espada describió un tajo horizontal que impactó contra su cadera. Gracias a la armadura, la espada se giró y no penetró en la carne, pero el golpe había sido terrible. Sin tiempo para que pudiera repetir el golpe, Sango, con la izquierda sujetó la muñeca de la mujer y la atrajo hacia él para terminar con un cabezazo que impactó en la barbilla de la mujer. Ambos salieron despedidos hacia atrás.

Sango aprovechó el espacio para equiparse con el escudo que tenía colgado en la espalda, pero la mujer salió corriendo en dirección a un caballo que había a lo lejos. Otro jinete esperaba mientras miraba a Sango que le señalaba con el hacha y rabia en el rostro. Estos, marcharon al galope en cuanto la mujer se hubo subido al caballo.

Ben, de repente, vio gente acercarse a él. En sus miradas había cautela pero también intención, una oscura y negra intención. Les mostró los dientes. Se interponían entre Joërg y él.

- Cierra y aguanta, Pregunta Certera, por los Dioses, aguanta- confió-.

Había más de una quincena de personas que avanzaban hacia él. Los primeros cuchillos y machetes salieron de sus vainas.


(1) - Clara mención al desafío "En el nombre de Sköll" donde Gaegel y Sango luchan juntos. Me aprovecho de que, a pesar de ser este un tema cronológicamente anterior, el otro ya acabó. Digamos que en la narración me aprovecho de los hilos tejidos en el gran tapiz de las nornas.
(2) - Información sobre el Círculo de Irreverentes: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] y [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
(3) - No me acuerdo de cómo quería que fuera el tema y ha salido esto. A ver a dónde nos lleva. Sed libres de meter lo que queráis :smirk:.
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Mensaje  Eleandris Sáb 4 Nov - 3:16

Ambos compañeros habían accedido de buen grado a prestarme los documentos, y también habían tenido buenas ideas. Si el almacén se encontraba en aquel molino la harina que se escapara de los sacos mostraría la trampilla al sótano. De igual modo, la ausencia de huellas también sería una pista. No obstante si ambos estaban metidos en el mismo negocio ¿Por qué había surgido esta disputa? Si mis conjeturas eran ciertas, el molinero guardaba mercancía que no corresponde a su humilde trabajo y el barquero la pasaba de una orilla a la otra debía haber un intermediario pero ¿Quien?

Con una gamuza que encontré por allí quité el exceso de polvo, Harina y salvado que se había depositado en aquella mesa de manufactura simple. Extendí ambos permisos y comencé a leer. A primera vista ambos permisos contaban con la misma estructura concediendo los derechos respectivos a cada una de las partes en este conflicto. derechos que no se solapaban entre sí. Además  estaban firmados por la misma persona. En aquel primer vistazo me parecieron ambos permisos me parecieron auténticos, pero entonces noté algo.

Uno de los permisos parecía tener un color mas oscuro. Me quité un guante para poder notar mejor la textura de ambos legajos constatando que eran materiales diferentes. Mientras uno, el del barquero, estaba escrito sobre pergamino, el del molinero parecía estarlo en un papiro bastante grueso que imitaba al pergamino. Además, consciente de aquel detalle comparé ambos permisos uno al lado del otro constatando tambien que el papiro era de una fecha posterior al pergamino, concretamente quince meses posterior, coincidiendo con la temporada de recolección del trigo, la avena y la cebada. esto haría inútil al molino, que ya debería estar construido y en funcionamiento para la fecha de la que databa aquel permiso, lo que me hacía aumentar aún mas mis sospechas hacia aquel hombre, que, si no recordaba mal, me había parecido incluso mas vehemente cuando discutieron frente a la casa del cordelero.

- Ambos habéis tenido buenas ideas. Si encontráis un sótano solo recordad donde está la trampilla, pero no lo abráis, la harina nos delataría igual a nosotros que al molinero, si es que está haciendo algo que no deba. - Volví junto a ellos y les devolví a cada uno el permiso que me cedieron antes de ayudar con los sacos. - Me gusta tu idea Gaegel. Si la posible mercancía se puede consumir, de seguro podemos hacernos con un poco en la fiesta y tener un hilo del que poder ir tirando para deshacer esta madeja. Cambiando de tema. ¿Vosotros conocíais de antes a Sango? parece que os tiene bastante confianza. -

Una vez acabamos del molino regresamos hacia el pueblo. Había expresado a mis compañeros la intención de exponer a Sango lo que habíamos encontrado (o no) en aquel molino. En tan solo unas horas el pueblo casi había cambiado por completo. Las casas se habían adornado con múltiples simbolos religiosos, guirnaldas festivas y otras decoraciones propias de los dioses de los humanos, o al menos una parte de ellos, pues no encontré ni un solo símbolo de una cruz por ningún lado, aunque si hubo un anciano que llamaba paganos a sus vecinos y les instaba a caminar en la luz del hijo de Dios.
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Mensaje  Reike Mar 7 Nov - 20:16

El tipo se había puesto a la defensiva e iba a estar muy complicado sacarle algo por la vía sutil. La cuestión era hasta qué punto estaba interesada Valeria en sacarle algo, más allá de si había visto a Ander o aquel había sido un viaje desperdiciado.

No era mi intención molestar —dijo, modulando la voz para sonar calmada—, solo tengo curiosidad por la vida a este lado de…

La repentina llegada de una mujer que poco tenía que envidiarle a Meraxes en tamaño (¡claro, Mera!) interrumpió su comentario. Aunque la mujer volvió a salir inmediatamente, el ambiente en la habitación había cambiado por completo: Joërg estaba claramente incómodo, temeroso incluso y Valeria casi podía oír el cerebro del soldado trabajando por la forma en que su mirada pensativa viajaba de la puerta a ella y luego al cordelero. Algo diferente se había instalado en esa mirada, ¿reconocimiento? Por la forma en que los dos hombres parecían comunicarse sin hablar, Valeria sintió que había una pieza de información que se le escapaba, algo que ellos dos sabían y que, de alguna forma, tenía que ver con la mujer que los había interrumpido. ¿Quién cuernos era y de qué la conocía el soldado? Ella no parecía haberlo reconocido a él.

El susurro de “enemigos” se oyó en medio del silencio como si hubiera sido un grito desesperado, aumentando la tensión que se respiraba en casa del cordelero. Valeria abrió la boca para demandar que alguien le explicara lo que estaba ocurriendo, pero una vez más le interrumpió la mujer en la puerta. El soldado, por su parte, se adelantó con sus propias explicaciones.

¿El Círculo de Irreverentes? Sí, le sonaba, había visto carteles a su paso por Lunargenta, camino del campamento de la Guardia frente a Edén. Pero… Un momento, ¿es que el soldado era realmente un soldado? Por la forma en que la echó a un lado y se preparó para enfrentar lo que entrara por aquella puerta, o realmente lo era o tenía una cuenta pendiente con el Círculo.

La puerta se abrió y el soldado se lanzó al ataque sin perder un latido. Inicialmente, Valeria se pegó a la pared opuesta junto con Joërg, a quien empezaban a temblarle las manos. Pero a medida que el encarnizado combate se desplazaba hacia el exterior, avanzó unos pasos para tener una mejor visión de lo que sucedía al otro lado de la puerta. La mujer había hablado en plural, después de todo, y si alguien más iba a interrumpir la velada, quería verlo venir.

La mujer y su acompañante, sin embargo, no habían esperado semejante recibimiento y, tan pronto como pudo despegarse de su atacante, ambos salieron al galope. Valeria dio un par de pasos más hacia la puerta, dispuesta a ofrecer atención médica al guerrero si fuera necesario, pero se detuvo al percatarse de las figuras que aprovechaban la distancia entre éste y la cabaña para cerrarle el acceso. Al parecer, ninguno la consideraba demasiado peligrosa para darle la espalda y, por un momento, se planteó dejar que siguieran creyéndolo.

Por otro lado, lo más probable era que, cuando acabaran con el soldado, entraran todos en la cabaña a terminar el trabajo, por lo que iba a tener que enfrentarlos igualmente. ¿A cuántos sería capaz de cargarse el tipo? «No los suficientes», se dijo, pero al menos podría entretenerlos un rato.

Valeria cerró la puerta al tiempo que los primeros valientes se acercaban vacilantes al guerrero y utilizó una silla encajada contra el pomo para mantenerla atascada en caso de que alguno de los atacantes decidiera ir adelantando trabajo.

Tráeme los objetos de metal más grandes que tengas en la casa —le dijo al cordelero mientras sacaba su estuche arcano y desplegaba su contenido sobre la mesa en el centro de la estancia—. ¡Rápido!

El hombre reaccionó con un brinco y comenzó a reunir objetos variados mientras Valeria escribía precipitadamente en un fragmento de pergamino. Cuando terminó, lo echó a un lado y eligió, de entre los objetos reunidos por Joërg, un par de las pesadas arandelas que regulaban la intensidad del fogón de leña. Aquello aguantaría bien el calor.

Con una tinta distinta a la que había usado para el pergamino, pues este ya había sido hechizado con anterioridad, escribió rápidamente las runas en las piezas de metal(1). Era una técnica sencilla, utilizada principalmente para cocinar en el exterior o caldear el ambiente en ausencia de combustible para el fuego, pero el objeto encantado alcanzaba temperaturas lo bastante altas para producir quemaduras de gravedad.

Activó ambas runas e indicó a Joërg que las acercara a la entrada mientras ella hacía lo propio con el pergamino y un par de viales. Todo el proceso no podía haber llevado más de uno o dos minutos, pero era imposible saber en qué estado se encontraría el soldado con tantos atacantes. Nadie estaba pateando la puerta, lo que debía significar que el tipo aún aguantaba, ¿cierto?

¡Esto se está calentando! —dijo el cordelero con los ojos abiertos como… bueno, como las arandelas metálicas que llevaba en las manos.

De eso se trata —dijo Valeria situándose junto a la silla que bloqueaba el acceso—. No te muevas de donde estás y quizá salgamos vivos de aquí. ¿Listo?

Joërg no tenía cara de estar listo, pero Valeria no esperó respuesta: pateó la silla a un lado y abrió la puerta sin tocarla(2), lo que hizo que el cordelero abriera aún más los ojos. Ella, por su parte, echó un rápido vistazo a la situación en el exterior. No todos se habían lanzado al ataque, no sólo habría sido difícil combatir con tan poco espacio, sino que, muy probablemente, la mayoría esperaba “terminar el trabajo” sin tener que esforzarse demasiado.

Un par de atacantes se volvieron al percibir movimiento en la puerta y, al verla abierta, alertaron a algunos más en la retaguardia. Valeria sonrió con zalamería y, extendió su éter hacia las arandelas metálicas que Joërg había empezado a pasarse de una mano a otra a medida que se calentaban. El cordelero se echó de nuevo hacia atrás cuando las vio flotando, pero Valeria las mantuvo apartadas de la vista de los hombres y mujeres que se encaminaban ahora hacia la puerta. Aún no estaban lo bastante calientes.

Yo de vosotros, me marcharía mientras aún estoy a tiempo —les dijo sin perder la sonrisa. Los atacantes se miraron entre ellos justo antes de estallar en carcajadas. Ella se encogió de hombros—. Luego no digáis que no avisé.

Sin ningún otro preaviso, envió las arandelas, que brillaban con un rojo incandescente, contra los dos primeros atacantes. El impacto los empujó hacia atrás, derribándolos entre gritos de dolor. Una mujer intentó retirar la arandela del pecho de uno de sus compañeros, pero solo consiguió abrasarse las manos. Los demás no tuvieron tiempo de hacer mucho más antes de que varios viales de líquido se estrellaran contra otros dos atacantes(3). Sus ropas y cabellos se prendieron en el acto y, gritando también de dolor, echaron a correr buscando apagar sus llamas. En su precipitación, tropezaron con algunos de sus compañeros, extendiendo el fuego.

La confusión generada hizo que más atacantes desviaran la atención del soldado hacia la casa, pero para entonces, Valeria ya había activado el hechizo del pergamino, por lo que no le sorprendió el terror que se reflejaba en sus miradas(4). Para ellos, lo que les atacaba desde la puerta con cuchillos llameantes, cuyos cortes helaban la piel(5), solo podía describirse como un demonio de fuego.

Algunos optaron por salir corriendo, antes que convertirse también en pasto de las llamas. Valeria se alegró, el hechizo no duraría mucho.


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OFF: Esto… no, no me voy a encerrar a esperar. Me apetece quemar cosas.

(1) Gasto los dos usos de mi Kit de Arcanos para aplicar la técnica Trasto Encantado en las arandelas metálicas (Al aplicarse a un objeto metálico, éste adquirirá la capacidad de generar calor por sí mismo (alrededor de 300º C) durante 7 días. El efecto puede activarse o desactivarse con una palabra que elijas el encantarlo y tarda 1 minuto en alcanzar el calor máximo).

(2) Telequinesis, evidentemente. Para abrir la puerta y para lanzar cositas, de aquí al final del post.

(3) Gasto mis dos usos de Fuego Embotellado para crear dos antorchas humanas que vayan extendiendo el fuego por ahí (Líquido anaranjado que, al hacer contacto con el aire, se incendia inmediatamente. Puede cubrir un área de hasta 1 metro cuadrado. Las llamas duran aproximadamente 1 minuto (a menos que se expandan en un material inflamable)).

(4) Pergamino Ilusorio (Al activarse deben escribirse instrucciones en él. El pergamino generará una ilusión sencilla basada en ellas por hasta 5 minutos, la que no puede superar el tamaño de una persona o un metro cúbico de masa), para hacer que todos vean a Reike como una figura en llamas.

(5) Referencia a mis cuchillos con encantamiento de arma de hielo que voy a estar lanzando ahora que me quedé sin potis. No descarto seguir lanzando las arandelas ardientes cuando los quemados dejen de patear.
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Mensaje  Meraxes Vie 24 Nov - 2:37

Ahora que todos nos conocíamos la comunicación con el elfo fue más fluida, por ahora la prioridad era buscar pistas en aquel molino, mientras el rubio se encargaba de inspeccionar aquellos sospechosos pergaminos. Como mi interés estaba en los sacos. Tras pedirle ayuda a Gaegel con el grano no noté nada extraño, bufé con cierta indignación, solo era grano lleno de pequeñas plagas que seguramente eran las que se encargaban de darle sabor cuando era molido.  

Volví a concentrar mi atención en los sacos de harina, de hecho me senté sobre ellos levantando una nube de polvo blanco que inhalé. Por alguna razón me sentía revitalizada, solo me sentía de ese modo cuando tenía sexo y la verdad no había hecho nada ni medianamente parecido desde que llegamos al pueblo, era como adrenalina. Las palabras del elfo me sacaron un poco de mis pensamientos mientras miraba de un lado al otro aquel cómodo sofá de sacos. - Ah... creo haberlos visto a ambos en el campamento, no lo sé, estaba rodeaba de niños, y luego hubo una especie de guerra de gomejos bañados en mierda por problemas con la comida. Oigan deberíamos llevarnos un saco, esta harina está tan blanquita que seguro sale buen pan. - Agregué de manera bastante aleatoria ante lo que explicaba.

Me levanté de golpe. - Saben qué, yo seguiré subiendo, hay que ver qué carajos traba el río y el molino no ayuda en nada, y me llevo el saco porque soy la mas grande. Si hay problemas Gaegel sabe cómo llamarme. - Me apreté la medalla que vibraba en el pecho.

Me detuve y le lancé el saco a Gaegel. - Mejor llévalo tú y que hagan algo bueno con eso. - No dije más. Con más ímpetu que cerebro, en ese momento me embarqué mucho más. ¿Por qué? No lo sabía solo necesitaba caminar y drenar toda esa adrenalina que me invadía.

Caminé hasta que finalmente sucedió lo esperado, me había perdido, bien podía haber seguido el trecho del río en la línea que me guiara pero eso no parecía aplicarse a mí en este momento. Solo veía plantas, barro y sí tenía sed. ¿Cuánto tiempo había avanzado no tenía la menor idea? Pero de lo que sí estaba casi segura era que escuchaba voces, y no en mi cabeza. Escuchaba voces cerca. ¿Bandidos? ¿Aldeanos? ¿Búhos gordos? ¿Elian? Quizás las dos últimas si podrían ser alucinaciones.

- Yo te cuido bola de pelos. - Susurré a mi cría de gomejo en la bolsa, mientras por precaución tomaba mi látigo en caso de que las cosas se pusieran feas de tratarse de bandidos.  

     


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Mensaje  Gaegel Sáb 25 Nov - 6:53

La búsqueda que le había surgido a Mera con respecto a los sacos con grano realmente no había rendido demasiados frutos. Y tras una búsqueda por el molino donde no encontramos más que sacos de granos y harina, parecía que tendríamos que buscar algún cabo suelto en la aldea. Aunque antes de regresar. La actitud de mi compañera cambió de repente ¿Por qué? La verdad no tenía ni la más remota idea. Primero estuvo sentada en un asiento improvisado hecho de un montículo de sacos de harina.

Pero ahora ella tenía una idea. Seguir más adelante en el cause para buscar alguna posible obstrucción en el causal del agua. Eso y además me lanzó uno de los sacos de harina, el cual alcancé a sostener con mi mano libre. El choque del saco levantó una pequeña nube de polvo blanquecino. Aunque cuando este polvo entró en mi narices, noté algo peculiar. Esta harina era una harina con un olor diferente. Miré el saco, y luego volví mi vista hacia Meraxes. - Está bien. Yo me encargo de que preparen algo con esta harina. Pero si estás en un apuro tú también llámame. - Le dije mirando atentamente a mi compañera.

Acto seguido. El elfo y yo tomamos rumbo de regreso a la aldea sin demasiadas novedades. Aunque al llegar allí. Pude apreciar que la gente de la aldea se movía con rapidez. - Vaya. Esta gente sí que sabe organizarse. - Hice un comentario suelto mientras caminaba junto al hombre de rubios cabellos. Aunque en nuestro andar hubo algo que rompió con todo el encanto. En cuanto íbamos para reunirnos con Sango y la otra mujer. Nos topamos con unos hombres que corrían despavoridos. Dando alaridos con referencia a un demonio de fuego.

Eso hizo que arqueara mi ceja derecha y mirara al elfo. - ¿Pues de qué nos perdimos mientras salimos? - Dije mientras que daba algunas palmaditas al saco de harina. No lo iba a negar, esta harina tenía un olor distinto. Pero había que admitir que tenía una fragancia realmente apasionante. Aunque conforme pasaba el tiempo podía estar completamente seguro de que esto estaba muy raro. Conforme pasaba el tiempo, las cosas en esta aldea se retorcían cada vez más y más. ¿En qué situación nos habíamos metido?

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Mensaje  Sango Jue 30 Nov - 22:51

Lo que sea que estuviera inmovilizándole en el suelo desapareció cuando Pregunta Certera abandonó la casa del cordelero. La mujer estaba envuelta en llamas y en un instante en el que prácticamente todos se volvieron hacia ella, el silencio pareció apoderarse del pueblo. Fue en ese preciso instante cuando Sango dio un paso atrás. Un breve instante, un rápido latido. Y entonces el caos volvió a llenar el vacío de la falsa calma. Gritos, rugidos, planes para atacar, lamentos, voces de retirada.

Sango, por reflejo, levantó el escudo cuando notó que alguien corría hacia él. El hombre chocó y desequilibrado, cayó girando sobre sí mismo. Alzó el hacha y cuando iba a golpearle en el suelo vio el miedo en su rostro. Ben bajó el brazo e ignoró a aquel tipo mientras sus ojos se posaban en las formas punzantes que lanzaba Pregunta Certera. A su espalda escuchó unos apresurados pasos alejarse de él. Ante él, todos aquellos inesperados agresores, al menos los que no habían recibido heridas de cierta gravedad, dudaron de sí mismos. La retirada fue la única opción. Los que estaban peor se arrastraban alejándose como podían.

Ben, con las mandíbulas bien apretadas, ajeno a su entorno y con una extraña sensación a su espalda, justo en el sentido en el que se habían marchado los jinetes, miró a Pregunta Certera, evaluando lo que sabía hasta el momento: era una completa desconocida, una viajera de paso; su instinto le hizo confiar en ella para incluirla en aquel desastroso plan que estaba tratando de arreglar, lo mismo que con los Guardianes y el elfo. Se dijo que eran demasiadas personas en las que poner una confianza ciega para que ayudaran en una tarea que nada sabían. Y sin embargo lo habían hecho: Pregunta Certera le defendió de la multitud; los Guardianes y el elfo habían ido al molino.

Sango era un hombre de fe. Y cuando su confianza daba resultados, se sentía reforzado. Cruzó la mirada con Pregunta Certera y tras unos breves instantes giró la mirada hasta un pobre desgraciado que había muerto quemado. Bien sabía el efecto que tenía el fuego sobre una persona. Más aún, sobre un vampiro. Una vampiresa. Allí, en el interior de la roca, bajo la cascada. Con el recuerdo aún en la mente volvió a mirar a la mujer. Pese a haber confiado en ella, debía ser cauteloso, demostraba ser una mujer de gran poder y de grandes recursos.

- Parece que en estos tiempo el caos es el estado natural de todas las cosas- dijo colgando el hacha del cinto-. Salimos de una para meternos en otra y así hasta que nuestras vidas quedan registradas en la historia o nuestros restos quedan tirados, enterrados en el fango de un campo de batalla- ahora se encontraba a menos de cinco pasos de Pregunta Certera. En su rostro se dibujó de repente una expresión de sorpresa, quizá por su discurso, quizá porque se acababa de dar cuenta de que había estado demasiado cerca del poder de aquella mujer sin haber tenido el menor cuidado.

Desvió su mirada de la mujer y la posó más allá de sus hombros. Joërg Mikudima se asomó a la puerta y echó un rápido vistazo al exterior con las manos apoyadas en el quicio de la puerta. Ben volvió a mirar a Pregunta Certera y esbozó una leve sonrisa en el rostro antes de llevarse la mano derecha al pecho y hacer una ligera reverencia.

- Gracias- dijo cuando recuperó la verticalidad y sin apartar la mirada de sus ambarinos ojos-. Pese a todo, aún queda gente dispuesta a luchar contra cualquier forma de caos que queda en el mundo. Al menos en el mundo que quiero para mi- añadió al final.

Con un leve suspiro apartó sus ojos de ella y caminó hacia el maestro cordelero, manteniendo la distancia que el respeto exigía y aún así, lo suficientemente cerca como para que ella notara el aire removerse tras sus pasos.

- Por gjallahorn, muchacho, ¿qué habéis hecho?- preguntó Joërg con el rostro encogido.

- Defendernos. Defenderte- dijo Ben mientras caminaba hacia él-. Nos has dicho que eran enemigos.

- ¡Ellos no! ¡Los jinetes! Los vecinos no tienen culpa de nada- replicó desolado.

- Bueno, es tarde para detener lo que está por venir- dijo Sango a su lado-. Tomaste una decisión. Se te dieron instrucciones no cumpliste una sino dos veces. No estás siendo muy sincero

- ¡Pero era muy arriesgado! Yo...

- ¿Quién te ha dicho que me interrumpas?- preguntó Ben alzando la voz-. Mira, Joërg- prosiguió más calmado-, me importa poco lo que puedas decirme sobre El Círculo. Si se atreven a ponerse en mi camino, los mataré a todos- le puso una mano sobre el hombro y el cordelero sintió el peso del mundo sobre él-. Pero lo que sí me importa es saber qué pasó con el pelotón que se supone debía escoltarte hasta Lunargenta. Si hay algo que pueda hacer por ellos y saber si les hicieron algo.

- ¡Sí! ¡Sí! Los cogieron. Vinieron con uniformes, bien vestidos, haciendo valer sus títulos de Guardias de Verisar. Fue un error. En un instante estaban sobre sus caballos, al siguiente estaban en el suelo apaleados. Cuando llegó Roswen los mandó llevar al molino. Es lo último que sé.

- ¿Roswen es la mujer de antes?- Ben le soltó el hombro al verle asentir-. Bien. ¿Por qué te reemplazan? ¿Las cuerdas ya no dan lo suficiente?

- No es eso- dijo mirando al suelo-. Llevo muchos años viviendo aquí. Llevo más años todavía haciendo cuerdas. Yo fui el remplazo del barquero. El molinero es el remplazo del cordelero. Y si nadie los detiene, alguien vendrá para ser el remplazo de él.

- Pero, ¿por qué este lugar? ¿Están todos metido en esto?

- Son las instrucciones. Este es el lugar y ya. Lejos del camino, con acceso a agua, zonas de cultivos apartadas de miradas indiscretas. Es el lugar idóneo. Los viajeros que tienen la mala suerte de encontrarse con este pueblo suelen largarse cuando hacemos el número de los pleitos. Forzamos el mal ambiente y luego, je, luego se van corriendo- negó con la cabeza-. Quiero salir de todo esto. Yo no era así. No soy así- siguió negando y miraba al suelo.

Ben suspiró y paseó los ojos por el entorno. El pueblo parecía vacío, pero bien sabían los Dioses que había decenas de pares de ojos observándoles, afilando cuchillos hachas y otras armas. Aquel encargo sonaba como otro cualquiera del estilo: un traficante, arrepentido, pedía ayuda a la Guardia a cambio de información, sin embargo, las cosas no estaban saliendo bien. Un pelotón desaparecido, un pueblo que funcionaba como una tapadera. No. Nada tenía sentido para Sango salvo que alguien quería a Joërg vivo y a salvo en algún lugar de Lunargenta. Se encogió de hombros.

- Iremos al molino- dijo de repente-. Veremos si damos con el pelotón perdido y les diremos a los Guardianes y al elfo que estamos en peligro. Si las cosas se tuercen, bueno- esbozó una sonrisa mientras su pulgar acariciaba el filo del hacha-, tendrán que vérselas con el frío acero- se giró hacia la mujer de ojos dorados-. Mi señora, vuestra ayuda ha resultado inestimable. Me sentiría honrado si compartimos camino, no obstante, no soy quién para obligaros. Sin embargo, me veo en la obligación de advertiros de los peligros que hay para una persona solitaria en estos bosques y más con el ambiente tan revuelto que dejamos tras nosotros.

Ben volvió a empuñar el hacha. Miró, nuevamente a su alrededor antes de ver que Joërg, aún con la cabeza gacha, estaba dispuesto a hacer lo que le dijeran. Era eso o enfrentarse a un destino fatal que sería, con total seguridad, lento y doloroso. Finalmente sus ojos se posaron en Pregunta Certera, esperando su respuesta.
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Mensaje  Eleandris Miér 6 Dic - 3:55

El característico olor de la carne quemada inundó mis fosas nasales delatando que algo había ocurrido. Tal vez un accidente quise creer. Inhalé profundamente luchando contra la ira que crecía en mi interior, perseguido siempre por problemas esperaba esta vez no estar involucrado en ellos. Cuan equivocado estaba.

Al reunirnos con Sango en la casa del cordelero, éste nos contó lo sucedido así como también lo ocurrido con respecto a aquellos guardias de Verisar desaparecidos. - ¡MALDITA SEA! ¿ES QUE UNO NO PUEDE DESCANSAR EN PAZ? - Gritaría en la lengua de los míos al tiempo que golpeaba con el puño una cerca de madera con tal rabia que esta se quebró. Acto seguido tome de la camisa a Joërg llevándolo bruscamente contra la pared de su propia vivienda haciendo un gran esfuerzo por no perder el poco autocontrol que me quedaba.

- Vas a empezar a cantar ahora mismo todo lo que sabes. quienes son, por qué te han buscado sustituto y que va a pasar ahora o te juro por todos los dioses que te desangro como a un cerdo. - Y por los dioses que lo habría hecho y el pobre cordelero no se hubiera echado a llorar como un niño asustado. Solté al pobre hombre y me alejé unos pasos atrás dejando que se recompusiera un poco.

- Yo venía a por unas viandas y volverme de nuevo al bosque. - me lamentaba. - Mira, voy a creer que Anar me esta poniendo a prueba y espera que solucionemos esto juntos. ya sabemos que el molinero tiene algo que ver en todo esto. Que el identifique a quien manda y pasemos a chuchillo a los demás. Asegurémonos que no nos va a mentir y vayamos a buscar a esos guardias. Estoy harto ya de problemas.-

Mientras proponía el curso de acción no hacía mas que caminar de un lado a otro, mirando a unos y a otros, tratando de descargar de mi cuerpo toda la tensión que se había acumulado, sabedor también de que un combate sería lo que más efecto surtiría en aquel propósito.
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Mensaje  Reike Jue 22 Feb - 19:44

La ilusión se disipó casi al tiempo que la turba se dispersaba. También las llamaradas reales habían remitido, aunque Valeria aún podía oír a alguien gimiendo cuando cruzó una mirada con el soldado. Percibió el cambio en la expresión del hombre al darse cuenta de que ella había sido la responsable de aquella proeza que para ella no era más que un truco de feria. Bueno, un puñado de trucos simultáneos.

«De nada», quiso decirle, tirarle a la cara más bien. Pero no estaba siendo justa con él. Después de todo, había hecho aquello para asustar a los humanos, hacerlos huir. Era natural que el tipo, un simple soldado y no el timador que había imaginado al principio, se sintiera intimidado.

Después de Edén —murmuró tragándose el sarcasmo—, esperaba haber cubierto mi cupo de batallas para una temporada.

Comenzó a volverse hacia los gemidos, pero el soldado la sorprendió con una reverencia. Ver para creer, después de todo, sí era agradecido. Aunque eso de la gente dispuesta a luchar contra el caos, la puso un poco nerviosa. Así y todo, le devolvió el gesto con una educada inclinación de cabeza y se agachó para desactivar las arandelas encantadas y examinar a los dos heridos. O a intentarlo, pues la mujer que se había quemado intentando liberar a su compañero, interpuso su cuerpo entre ella y el herido para evitar que se le acercara. El odio y el terror se entremezclaban a partes iguales en la expresión de su rostro.

Son quemaduras graves —le dijo Valeria—, las de ambos. Deberías dejar que alguien las revisara.

Después, se dio la vuelta para dejar que la mujer se llevara a su compañero como buenamente pudiera y se agachó a revisar al otro. No había nada que hacer salvo aliviar su sufrimiento, así que, aprovechando que Joërg y el soldado estaban concentrados en su propia conversación, sacó disimuladamente la daga de su funda oculta y la deslizó entre las chamuscadas costillas.

De los que habían recibido el impacto de los frascos incendiarios, uno yacía muerto en el suelo. Al otro no se lo veía por ninguna parte, por lo que Valeria dedujo que se las había arreglado para apagar las llamas y salir corriendo. Eso era lo que debería hacer ella, salir corriendo de esa aldea antes de que la turba tuviera tiempo de recordar su mayoría numérica y se le echaran encima, solo para descubrir que no era una poderosa hechicera de fuego, después de todo.

Aún le quedaba el truquito del agua, lo cual podía servir para confundirlos, pero dudaba de que fuera suficiente. No con todo el pueblo involucrado, como sugería la conversación del soldado y el cordelero. Parecía el empieze de un mal chiste: un soldado y un cordelero entran en una taberna… Lo cierto era que Valeria no tenía muchas ganas de reír.

Le quedaba una pequeña esperanza, sin embargo: si ese pelotón de guardias seguía vivo…

Valeria Reike confiando en un pelotón de guardias. Eso sí que era el comienzo de un mal chiste.

La operación perfecta —comentó, más para sí  misma que para los dos hombres—, hasta que deja de serlo.

Era algo que Bhima solía decir: «Hasta el mejor de los planes se acaba viniendo abajo. Por eso necesitas una docena». Qué extraño, pensar en Bhima en aquel momento.

Podéis llamarme Amelia —dijo entonces, respondiendo a la petición formal del soldado, el guardia—. Me temo que ese era todo el fuego que tenía hasta que pueda cocinar un poco más —añadió mientras se agachaba a recoger las dos arandelas encantadas, que se colgó después del hombro—, pero seguro que algo se me ocurre.

No tuvieron ocasión de emprender camino, sin embargo, pues el elfo y uno de los mercenarios, el que no era Mera, llegaron en aquel momento. El mercenario parecía incongruentemente relajado, dada la escena. El elfo, por su parte, se arrancó a gritar en ídem, algo de lo que Valeria solo entendió “descansar en paz”. Qué forma tan enérgica de rezar por los muertos. En fin, elfos.

En marcha, pues —dijo Valeria una vez que todos se pusieron al día—. Tantos ojos a mi espalda empiezan a darme urticaria. —Se cambió las arandelas al otro hombro y echó a andar—. ¿Dónde está Mera, por cierto? Y, ¿por qué cargas un saco de… —olisqueó el tufo que venía del saco—... no-harina?


Una vez en el molino, resultó que, tal y como habían contado los dos hombres, nada parecía estar fuera de lugar. Por otro lado, Mera tendría que haber tenido tiempo de sobra de echar un vistacito río arriba y volver, ¿no? A Valeria no se le daba muy bien calcular distancias en medio del campo.

¿Qué hay más arriba del molino?

La presa —respondió el cordelero.

Aparte de la presa.

El hombre se encogió de hombros.

En otras palabras —tradujo Valeria—, el lugar perfecto para una tumba discreta o un buen escondite. —Tragó saliva—. ¿Y decís que Mera fue hacia allá? ¿Sola?

Definitivamente, solo una mujer tan grande podía permitirse tener tal falta de juicio.
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Mensaje  Meraxes Mar 12 Mar - 21:56

- Una loba como yo no está pa tipos como tuuuuu, aserejé-ja-dejé...De jebe tu de jebere seibiunouva majavi an de bugui an de güididípi. - Sentía un extraño y desafinado impulso por cantar cuanta frase de antaño se me ocurriera. No tenía ni la más mínima idea de por qué cantaba en lenguas y dialectos perdidos como si los dioses hubieran vaciado la llama de la sinhueso.

Como sea, avancé, avancé y avancé siguiendo el sendero. - Tu me quemas, me quemas, me quemas y el fuego en mis venas me pone a... - Escuchaba ruidos y no me refería a la voces de mi cabeza y los de mi propia garganta. Algo no marchaba del todo bien.

Luces, no, antorchas, y luego, me vi rodeaba de gente que se balanceaba como mucosa de bégimo - Ref de cómo los veo. Pintura de: El grito- , estaba segura que eso último no podía ser real ¿O sí? Semanas antes vi a un búho gordo persiguiendo a un elfo desnudo.

Entre sombras danzantes y hojas susurrantes, se urdió la emboscada- Buenas... horas. ¿Alguno de ustedes sabe donde encontrar a la presa...digo la presa de agua, no presa de convicto? - Contaba cuántos eran con la mirada bastante perdida. ¿13? ¿42? Tal vez 10, había muchos trillizos. Como sea, ya tenía mi látigo, y ellos sus afilados cuchillos, espadas, machetes, tal vez un hacha y un martillo, que no dudaron en mostrar después de mi inofensiva pregunta. - Sabes... esto me lleva a reflexionar que debería considerar buscar objetos más punzantes. - Expresé obviamente al gomejo de mi bolsa.

El aire estaba cargado de tensión, preludio del combate, y seguramente mi fin,  inminente.

Mi mente deliraba entre canciones, drogas, miedo y la determinación mientras me preparaba para la lucha. El enfrentamiento estalló en un frenesí de acero y gritos - al menos de  mi parte - . Los guerreros se abalanzaron con ferocidad, querían someterme, por suerte lo que sí tenía muy claro, es que todo eran mas bajitos.

Con "destreza" y agilidad, usé aquel bendecido látigo como una extensión mi voluntad, repelí los ataques y los mantuve a raya por un rato. Una danza mortal, cada golpe un eco de determinación.

Sentí el primer corte en el brazo derecho, el calor de la sangre, estaba herida pero implacable, mi lucha se volvió más fiera, Mis orbes violetas brillaban con una mezcla de furia y coraje, mi látigo se convertía en una extensión de mi alma, trazando líneas de defensa en el aire.

Aunque superada en número y rodeada por la oscuridad me negué a rendirme, aunque sí necesitaba ayuda, pues por más que uno se desvanecía parecía que salían más y más. Otro corte esta vez en el muslo, ahora sí estaba en problemas.


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