Sanguis cultus [Evento Sacrestic] [Humanos] [Libre] [Noche]
Página 1 de 1. • Comparte
Sanguis cultus [Evento Sacrestic] [Humanos] [Libre] [Noche]
Una suave brisa fluía por entre los troncos desnudos. Con un toque gélido sobrenatural se filtraba por entre los sayos de los acólitos en procesión. En el cielo la luna se ocultaba tras un manto de nubes incapaz de presenciar el horror que pronto sucedería aquella noche.
Envueltos en sus ropajes, hasta siete monjes avanzaban a paso lento y acompasado en completo silencio. Siguiendo a los sacerdotes otra docena de penitentes susurraban salmos en voz grave, portando sobre sus hombros un mástiles del que pendían jaulas que emitían lloros y gritos de desesperación que llenaban el vacío pero que no encontraban oídos que les prestaran atención. Estaban siendo conducidos a su final de forma inexorable.
Ninguno de los cautivos podría asegurar cuanto tiempo estuvieron presos en aquella fría celda donde ni la luz de la esperanza se atrevió a acompañarles. Por compañía jamás hubo otra voz. El pan mohoso se había convertido en el mayor manjar que recordaban y la piedra en la cama más cómoda.
Los huesos marcados en un vano intento por romper la escasa carne que quedaba en ellos y escapar era la única prueba del tiempo que había pasado. La cordura los había abandonado y, de forma genuina, aún lloraban por libertad. Y libertad obtendrían.
Los quejidos de aquellos malnacidos eran dulces cantos para los oídos del sumo sacerdote Velarian El Ungido. El sufrimiento solo era una parte del camino para la salvación del alma, solo la preparación para un viaje mayor y mas glorioso, y aquellos que lloraban por piedad eran los elegidos para construir el camino empedrado para la ya próxima venia de su oscuro dios, aquel que los ascendería y liberaría del hastío de la mortalidad: Pharasmos.
Aquella noche la luna brillaba con fuerza inusual, filtrándose por entre las copas de los árboles y proyectando decenas de haces de luz en la espesura. Polillas y luciérnagas bailaban entre los haces juguetonas. Las fragancias de las flores inundaban las fosas nasales de Gala. La joven y desprevenida elfa aprovechaba las noches despejadas para buscar en lo profundo del bosque ciertas hierbas y flores que solo debían recolectarse en noches de luna llena.
Un crujido la sobresalto. Inspeccionó con la mirada los alrededores pero al no encontrar nada lo achacó a algun pequeño animalillo y continuó con sus tareas. Se le encogió el corazón cuando escuchó otro crujido un poco mas cercano y no encontró nada. Ahora en la lejanía la oscuridad formaba criaturas atroces que la observaban amenazantes y le helaban la sangre. Sabía que eran imaginaciones suyas, pero el miedo era muy real
Decidió que ya había recolectado suficiente para una buena tirada de pociones y ungüentos, pero se hizo tarde y nunca pudo regresar.
Con la cara empapada en lágrimas sus huesudas manos aferraban sin ninguna fuerza los barrotes de aquella jaula. El aire salía por su boca pero su voz hacía horas que se había marchado y solo los cuervos respondían a su silencioso llanto. Incapaz de hacer frente a sus captores, despojada de la fuerza que alguna vez tuvo, fue tendida sobre una piedra de obsidiana con intrincados grabados en su superficie. Frente a ella Velarian la miraba impasible.
Nada la obligaba ya a permanecer allí. No quedaban jaulas ni grilletes que la contuvieran. Desesperada intentó levantarse. Por un instante se imaginó corriendo por los bosques rumbo al sur, alejándose de aquel lugar a velocidades imposibles. El brillo del puñal la trajo de vuelta aquella piedra. Miró a ambos lados, donde otros dos altares albergaban a sus víctimas, los monjes ante ellas en igual posición, cuchillo en mano. nadie era capaz de escapar.
Los salmos cesaron y siete gritos se unieron en uno. la luna se oscureció y enrojeció, O quizá fuese su propia visión. Después Gala expiró por última vez.
Envueltos en sus ropajes, hasta siete monjes avanzaban a paso lento y acompasado en completo silencio. Siguiendo a los sacerdotes otra docena de penitentes susurraban salmos en voz grave, portando sobre sus hombros un mástiles del que pendían jaulas que emitían lloros y gritos de desesperación que llenaban el vacío pero que no encontraban oídos que les prestaran atención. Estaban siendo conducidos a su final de forma inexorable.
Ninguno de los cautivos podría asegurar cuanto tiempo estuvieron presos en aquella fría celda donde ni la luz de la esperanza se atrevió a acompañarles. Por compañía jamás hubo otra voz. El pan mohoso se había convertido en el mayor manjar que recordaban y la piedra en la cama más cómoda.
Los huesos marcados en un vano intento por romper la escasa carne que quedaba en ellos y escapar era la única prueba del tiempo que había pasado. La cordura los había abandonado y, de forma genuina, aún lloraban por libertad. Y libertad obtendrían.
Los quejidos de aquellos malnacidos eran dulces cantos para los oídos del sumo sacerdote Velarian El Ungido. El sufrimiento solo era una parte del camino para la salvación del alma, solo la preparación para un viaje mayor y mas glorioso, y aquellos que lloraban por piedad eran los elegidos para construir el camino empedrado para la ya próxima venia de su oscuro dios, aquel que los ascendería y liberaría del hastío de la mortalidad: Pharasmos.
[...]
Aquella noche la luna brillaba con fuerza inusual, filtrándose por entre las copas de los árboles y proyectando decenas de haces de luz en la espesura. Polillas y luciérnagas bailaban entre los haces juguetonas. Las fragancias de las flores inundaban las fosas nasales de Gala. La joven y desprevenida elfa aprovechaba las noches despejadas para buscar en lo profundo del bosque ciertas hierbas y flores que solo debían recolectarse en noches de luna llena.
Un crujido la sobresalto. Inspeccionó con la mirada los alrededores pero al no encontrar nada lo achacó a algun pequeño animalillo y continuó con sus tareas. Se le encogió el corazón cuando escuchó otro crujido un poco mas cercano y no encontró nada. Ahora en la lejanía la oscuridad formaba criaturas atroces que la observaban amenazantes y le helaban la sangre. Sabía que eran imaginaciones suyas, pero el miedo era muy real
Decidió que ya había recolectado suficiente para una buena tirada de pociones y ungüentos, pero se hizo tarde y nunca pudo regresar.
[...]
Con la cara empapada en lágrimas sus huesudas manos aferraban sin ninguna fuerza los barrotes de aquella jaula. El aire salía por su boca pero su voz hacía horas que se había marchado y solo los cuervos respondían a su silencioso llanto. Incapaz de hacer frente a sus captores, despojada de la fuerza que alguna vez tuvo, fue tendida sobre una piedra de obsidiana con intrincados grabados en su superficie. Frente a ella Velarian la miraba impasible.
Nada la obligaba ya a permanecer allí. No quedaban jaulas ni grilletes que la contuvieran. Desesperada intentó levantarse. Por un instante se imaginó corriendo por los bosques rumbo al sur, alejándose de aquel lugar a velocidades imposibles. El brillo del puñal la trajo de vuelta aquella piedra. Miró a ambos lados, donde otros dos altares albergaban a sus víctimas, los monjes ante ellas en igual posición, cuchillo en mano. nadie era capaz de escapar.
Los salmos cesaron y siete gritos se unieron en uno. la luna se oscureció y enrojeció, O quizá fuese su propia visión. Después Gala expiró por última vez.
Eleandris
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 167
Nivel de PJ : : 1
Re: Sanguis cultus [Evento Sacrestic] [Humanos] [Libre] [Noche]
Un largo suspiro en mitad de la noche quebró el frágil estado de escucha de sus propios pensamientos que había experimentado durante, quizá, la última campanada. Sus ojos se alzaron de la débil llama que calentaba la puntera de sus botas. Se había cansado de escucharse a sí mismo, de repetirse una y otra vez lo equivocado que estaba al haber puesto un pie, por segunda vez en su vida, en aquellas tierras alejadas del hogar.
Recogió las piernas y extendió las manos hacia la llama. Gruñó y se inclinó hacia un lado para coger una rama del ya menguado montón. Cuando la posó sobre las llamas lo observó con detenimiento mientras su cabeza volvía a aquella noche de hacía años en los bosques del Oeste. La cabaña, los que se habían agrupado allí, el kag. Ah. Ben ladeó la cabeza al acordarse de su viejo amigo. Que valiente había sido en vida. Que heroica muerte había tenido en Sandorai. Una sonrisa apareció en la comisura de sus labios.
La rama estallaba al tiempo que la llama la engullía vorazmente. Cómo había jugado el hechicero con ellos, como se había divertido a su costa. Que mente tan perversa, tan retorcida, tan miserable. Y cuando le dieron muerte, con qué rapidez se desvaneció la sensación de euforia, con qué rapidez habían querido volver al este, a su hogar.
- Por todos los Dioses, ¿cómo salimos de aquella?
La respuesta era un nombre, el de un elfo, el de una persona que desde entonces consideraba alguien de su propia familia. ¿Qué habría sido de él sin Elian? Quizá era mejor no pensar mucho sobre eso, pero sí que merecía la pena acordarse del vínculo que había establecido entre ellos basado en la fe y en la confianza el uno en el otro. Lo había vivido de manera tan intensa que el vínculo parecía haber quedado grabado a fuego en su corazón.
Y es que una amistad verdadera valía más que un cofre lleno de oro. Por eso, cuando alzó la vista y más allá de la niebla vio el camino que debía llevarle a Sacrestic, su corazón iluminó su mente, disipó las dudas y calentó su espíritu. Aún había esperanza para el sargento de la Guardia Kale Lundberg, un amigo personal del Ben, compañero durante la formación que siempre había manifestado un odio visceral por los malditos. Era, además, una persona muy querida en Lunargenta y por eso su repentina desaparición unido a las noticias de asesinatos rituales, habían causado una conmoción en la capital.
Y allí estaba él. Al borde de un camino, a escasas millas de Sacrestic, cerca, según las indicaciones que había recibido, del campamento de la Guardia de Sacrestic. Allí empezaría a buscar respuestas. Allí empezaría la búsqueda y el rescate de Kale.
Suspiró. Siempre hay esperanza.
Recogió las piernas y extendió las manos hacia la llama. Gruñó y se inclinó hacia un lado para coger una rama del ya menguado montón. Cuando la posó sobre las llamas lo observó con detenimiento mientras su cabeza volvía a aquella noche de hacía años en los bosques del Oeste. La cabaña, los que se habían agrupado allí, el kag. Ah. Ben ladeó la cabeza al acordarse de su viejo amigo. Que valiente había sido en vida. Que heroica muerte había tenido en Sandorai. Una sonrisa apareció en la comisura de sus labios.
La rama estallaba al tiempo que la llama la engullía vorazmente. Cómo había jugado el hechicero con ellos, como se había divertido a su costa. Que mente tan perversa, tan retorcida, tan miserable. Y cuando le dieron muerte, con qué rapidez se desvaneció la sensación de euforia, con qué rapidez habían querido volver al este, a su hogar.
- Por todos los Dioses, ¿cómo salimos de aquella?
La respuesta era un nombre, el de un elfo, el de una persona que desde entonces consideraba alguien de su propia familia. ¿Qué habría sido de él sin Elian? Quizá era mejor no pensar mucho sobre eso, pero sí que merecía la pena acordarse del vínculo que había establecido entre ellos basado en la fe y en la confianza el uno en el otro. Lo había vivido de manera tan intensa que el vínculo parecía haber quedado grabado a fuego en su corazón.
Y es que una amistad verdadera valía más que un cofre lleno de oro. Por eso, cuando alzó la vista y más allá de la niebla vio el camino que debía llevarle a Sacrestic, su corazón iluminó su mente, disipó las dudas y calentó su espíritu. Aún había esperanza para el sargento de la Guardia Kale Lundberg, un amigo personal del Ben, compañero durante la formación que siempre había manifestado un odio visceral por los malditos. Era, además, una persona muy querida en Lunargenta y por eso su repentina desaparición unido a las noticias de asesinatos rituales, habían causado una conmoción en la capital.
Y allí estaba él. Al borde de un camino, a escasas millas de Sacrestic, cerca, según las indicaciones que había recibido, del campamento de la Guardia de Sacrestic. Allí empezaría a buscar respuestas. Allí empezaría la búsqueda y el rescate de Kale.
Suspiró. Siempre hay esperanza.
Sango
Héroe de Aerandir
Héroe de Aerandir
Cantidad de envíos : : 571
Nivel de PJ : : 5
Re: Sanguis cultus [Evento Sacrestic] [Humanos] [Libre] [Noche]
Un rumor. Nada mayor, nada de más entidad le había llevado a aquel lugar dejado de la mano de la luz. Susurros donde la posibilidad aún no había tomado cuerpo, y aún así, cada palabra escuchada había dado la suficiente entidad a aquello para no poderlo considerar como algo meramente etéreo.
Había pasado más de un año, pero nunca llegó a abandonar por entero sus pensamientos. Una lucha desigual, su poder había rivalizado contra los tres, acorralándolos en varios momentos de una batalla dominada por un odio tenaz, infinito, donde solo la sangre de cada combatiente permaneció como muda testigo de unos acontecimientos que ya no podría olvidar.
Ella había escapado y el elfo nunca volvió a escuchar siquiera su nombre. Ni en el norte, ni en el sur, ni en la misma tierra vampírica. Una única pista a miles de leguas, una que él no buscó. Con ayuda, Nou había arrasado su nido. Y ella era la última, el remanente, de quienes habían segado la vida a Nilian. No podía existir olvido ni perdón, ni siquiera en la larga vida de su raza. Tenía que terminar de recorrer esa senda oscura que había iniciado al lograr el ya extinto objeto.
Un favor, había sido el precio real. Uno que acabó por llevarse una vida que él jamás habría puesto en la balanza.
Sí, no cabía duda de que no eran agradables los sentimientos que espoleaban al espadachín rumbo a la urbe conquistada tiempo atrás por los humanos. El hecho de tratar de hallarla, el deseo de llevar su cabeza a la tumba de su amiga, le estaba hundiendo en terreno desconocido. La posible presencia de Ulna en esa ciudad maldita no era, ni mucho menos, el único punto que había llegado a sus oídos del peligroso tapiz de la región. Algo estaba ocurriendo, y la falta de información siempre había sido algo superior a él, algo que debía recomponer.
No obstante, desde el oeste de Verisar y a lo largo de las tierras de los Baldíos, no sólo dejó de tener constancia de noticia alguna de su objetivo, sino que las habladurías de tabernas y posadas y de las aldeas más cercanas a su destino, narraban retazos de actos que sólo confirmaban pilares del más antiguo ideario del Indirel.
Actos que no evocaron horror o aversión en el rostro lampiño de ojos grises. Estaba a un año de cumplir las nueve décadas, y las comisuras de sus labios se curvaron en una leve sonrisa. Hacía mucho tiempo que había interiorizado la capacidad de provocar sufrimiento de los nocturnos, y no había perdido en absoluto la empatía. Se trataba de algo más, pues la descripción de lo que en Sacrestic estaba ocurriendo encajaba, como su espada en la vaina, con el sadismo y las maquinaciones de las que ella era capaz.
Por otro lado, pensaba en la minúscula habitación que había conseguido a media jornada de la vieja capital de los engendros, aún con el poderoso acicate del miedo, las pretensiones de los macabros asesinos no podían ser tan simplistas. Limpiando con cariño su armadura, divagó sobre ello, consciente que pronto echaría de menos la calma de esos instantes. Los humanos no abandonarían el lugar por ataques aislados, al margen del terror que buscasen provocar. Habían recorrido medio continente a fin de represaliar la toma de Lunargenta, y el hijo de Sandorai comprendía nítidamente la necesidad de control que los vidacorta tenían sobre el territorio vampírico.
Sacudió la cabeza, mirando sin ver sus negras protecciones, antes de pasarse una mano por el cabello. Una guerra de exterminio sería la solución que traería la auténtica paz. Una, en la que apoyaría que su propia especie combatiera al lado de los Humanos por un fin mayor. Éstos en cambio, se habían decidido por medianías. Vigilancia y ocupación. Algo que por cuanto había aprendido en de los numerosos volúmenes dedicados a eras pasadas que en Folnaien se atesoraban, no podía durar.
Y él no estaba allí para iniciar una guerra, se recordó comenzando a afilar su hermosa espada. Tenía que averiguar si ella estaba relacionada con todo cuanto estaba ocurriendo.
Y de ser así, amplió una cruel sonrisa, actuaría en consecuencia.
Había pasado más de un año, pero nunca llegó a abandonar por entero sus pensamientos. Una lucha desigual, su poder había rivalizado contra los tres, acorralándolos en varios momentos de una batalla dominada por un odio tenaz, infinito, donde solo la sangre de cada combatiente permaneció como muda testigo de unos acontecimientos que ya no podría olvidar.
Ella había escapado y el elfo nunca volvió a escuchar siquiera su nombre. Ni en el norte, ni en el sur, ni en la misma tierra vampírica. Una única pista a miles de leguas, una que él no buscó. Con ayuda, Nou había arrasado su nido. Y ella era la última, el remanente, de quienes habían segado la vida a Nilian. No podía existir olvido ni perdón, ni siquiera en la larga vida de su raza. Tenía que terminar de recorrer esa senda oscura que había iniciado al lograr el ya extinto objeto.
Un favor, había sido el precio real. Uno que acabó por llevarse una vida que él jamás habría puesto en la balanza.
Sí, no cabía duda de que no eran agradables los sentimientos que espoleaban al espadachín rumbo a la urbe conquistada tiempo atrás por los humanos. El hecho de tratar de hallarla, el deseo de llevar su cabeza a la tumba de su amiga, le estaba hundiendo en terreno desconocido. La posible presencia de Ulna en esa ciudad maldita no era, ni mucho menos, el único punto que había llegado a sus oídos del peligroso tapiz de la región. Algo estaba ocurriendo, y la falta de información siempre había sido algo superior a él, algo que debía recomponer.
No obstante, desde el oeste de Verisar y a lo largo de las tierras de los Baldíos, no sólo dejó de tener constancia de noticia alguna de su objetivo, sino que las habladurías de tabernas y posadas y de las aldeas más cercanas a su destino, narraban retazos de actos que sólo confirmaban pilares del más antiguo ideario del Indirel.
Actos que no evocaron horror o aversión en el rostro lampiño de ojos grises. Estaba a un año de cumplir las nueve décadas, y las comisuras de sus labios se curvaron en una leve sonrisa. Hacía mucho tiempo que había interiorizado la capacidad de provocar sufrimiento de los nocturnos, y no había perdido en absoluto la empatía. Se trataba de algo más, pues la descripción de lo que en Sacrestic estaba ocurriendo encajaba, como su espada en la vaina, con el sadismo y las maquinaciones de las que ella era capaz.
Por otro lado, pensaba en la minúscula habitación que había conseguido a media jornada de la vieja capital de los engendros, aún con el poderoso acicate del miedo, las pretensiones de los macabros asesinos no podían ser tan simplistas. Limpiando con cariño su armadura, divagó sobre ello, consciente que pronto echaría de menos la calma de esos instantes. Los humanos no abandonarían el lugar por ataques aislados, al margen del terror que buscasen provocar. Habían recorrido medio continente a fin de represaliar la toma de Lunargenta, y el hijo de Sandorai comprendía nítidamente la necesidad de control que los vidacorta tenían sobre el territorio vampírico.
Sacudió la cabeza, mirando sin ver sus negras protecciones, antes de pasarse una mano por el cabello. Una guerra de exterminio sería la solución que traería la auténtica paz. Una, en la que apoyaría que su propia especie combatiera al lado de los Humanos por un fin mayor. Éstos en cambio, se habían decidido por medianías. Vigilancia y ocupación. Algo que por cuanto había aprendido en de los numerosos volúmenes dedicados a eras pasadas que en Folnaien se atesoraban, no podía durar.
Y él no estaba allí para iniciar una guerra, se recordó comenzando a afilar su hermosa espada. Tenía que averiguar si ella estaba relacionada con todo cuanto estaba ocurriendo.
Y de ser así, amplió una cruel sonrisa, actuaría en consecuencia.
Nousis Indirel
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 417
Nivel de PJ : : 4
Re: Sanguis cultus [Evento Sacrestic] [Humanos] [Libre] [Noche]
Al entrar en el callejón, Elian recibió el empujón de dos cuerpos que salían apresuradamente. El encontronazo hizo que la capucha de la capa se le cayera hacia atrás y la noche lo bendijo con un golpe de agua fresca. No llovía, técnicamente, pero la bruma en el oeste era a veces tan densa que uno podía acabar empapado en muy poco tiempo.
—¿Qué les ha dado a esos dos? —preguntó mientras se cubría de nuevo la cabeza.
—Me han reconocido —respondió Daphne unos pasos más adelante.
En otras palabras, estaban haciendo algo que los había hecho sentir culpables ante la mirada de la veterana. Con razón, a juzgar por la melancolía que traslucía su voz. Elian se acercó a su amiga e iluminó con el farol la pared que estaba observando.
—He visto esa extraña V pintada en otras zonas de la ciudad —dijo—. ¿Qué significa?
Daphne chascó la lengua en un gesto disgustado antes de responder.
—Problemas. Pero eso no es nada nuevo. Vamos —añadió después, poniéndose de nuevo en marcha—, ya estamos cerca.
Lo guió por un par de callejones más hasta que, atravesando un estrecho arco de piedra que comunicaba dos bloques de edificios, salieron a un discreto patio ajardinado presidido por un bello ejemplar de ullúme que casi parecía tragarse la escasa luz del farol.
—Entonces, ¿fue aquí donde viste a tu amigo por última vez? —preguntó Elian al ver que su amiga se detenía.
—No exactamente —dijo ella.
Ante la expresión desconcertada de Elian, Daphne señaló algo en el suelo, cerca de la base del árbol. Elian se agachó para inspeccionar minuciosamente la zona, pero las pisadas que apenas se percibían entre la tierra terminaban en los adoquines del patio con apenas una indicación de la dirección en que se había marchado quienquiera que las dejó.
—Hay sangre —explicó Daphne al cabo—. Su sangre. Y es reciente.
Elian alzó la vista hacia su amiga de forma automática. Sus miradas permanecieron fijas la una en la otra durante unos instantes de silencio.
—Entiendo —dijo él finalmente—. Solo veo un juego de pisadas, aunque la tierra está tan revuelta que pudo haber alguna más. Son de aspecto felino, pero considerablemente más grandes que las de un gato callejero. —Daphne asintió con reconocimiento—. Están lo bastante cerca del empedrado como para que un atacante pudiera haberlo reducido sin necesidad de pisar la tierra. Además, hay un arañazo reciente en el tronco del…
Cuando Elian tocó el árbol para señalar las marcas en la corteza, perdió por completo el hilo de lo que estaba diciendo. Un extraño impulso se abrió paso hasta su mente desde el otro ser, llevándolo de la mano a otro momento en el mismo lugar y vio, si se le puede llamar ver a la percepción multidimensional de un ente arraigado por igual a cielo y tierra, lo que había dejado su marca tanto en la tierra como en la corteza.
—Eran dos —dijo, aún conmocionado por lo que acababa de sucederle—. Le atacaron por la espalda, empujándolo contra el ullúme. Intentó defenderse, pero ellos se movían mejor en la oscuridad. Se lo llevaron por allí —terminó al tiempo que señalaba otro de esos arcos de piedra entre callejones.
—Nunca decepcionas, viejo amigo —dijo Daphne con una sonrisa triste dibujada en el rostro—. ¿Querrás hablar con la guardia por mí? Sadir llevaba poco tiempo en la ciudad, no conocía a mucha gente, y yo preferiría no tener que acercarme al cuartel.
—Creía que ese Lambert era un tipo justo y de mente abierta.
—Lannet. Y lo era. Quizá por eso se lo llevaron de vuelta a Lunargenta.
Conmovido por el tono apesadumbrado de su amiga, Elian asintió en silencio. Eran tiempos difíciles para el oeste y mucho temía que las cosas no tardarían en estallar.
----------
OFF: En este tema, Elian se ve afectado por la Bendición del Bosque: Durante uno cualquiera de tus próximos 3 temas (libres o privados), la naturaleza será tu aliada, al tocar un árbol o una planta podrás conocer eventos que hayan sucedido en las cercanías de la misma, al mismo tiempo, el bosque te ofrecerá su protección, escondiéndote o protegiéndote si resulta necesario.
Este es el primer tema desde que la recibí que cumple los criterios para activar la bendición.
—¿Qué les ha dado a esos dos? —preguntó mientras se cubría de nuevo la cabeza.
—Me han reconocido —respondió Daphne unos pasos más adelante.
En otras palabras, estaban haciendo algo que los había hecho sentir culpables ante la mirada de la veterana. Con razón, a juzgar por la melancolía que traslucía su voz. Elian se acercó a su amiga e iluminó con el farol la pared que estaba observando.
—He visto esa extraña V pintada en otras zonas de la ciudad —dijo—. ¿Qué significa?
Daphne chascó la lengua en un gesto disgustado antes de responder.
—Problemas. Pero eso no es nada nuevo. Vamos —añadió después, poniéndose de nuevo en marcha—, ya estamos cerca.
Lo guió por un par de callejones más hasta que, atravesando un estrecho arco de piedra que comunicaba dos bloques de edificios, salieron a un discreto patio ajardinado presidido por un bello ejemplar de ullúme que casi parecía tragarse la escasa luz del farol.
—Entonces, ¿fue aquí donde viste a tu amigo por última vez? —preguntó Elian al ver que su amiga se detenía.
—No exactamente —dijo ella.
Ante la expresión desconcertada de Elian, Daphne señaló algo en el suelo, cerca de la base del árbol. Elian se agachó para inspeccionar minuciosamente la zona, pero las pisadas que apenas se percibían entre la tierra terminaban en los adoquines del patio con apenas una indicación de la dirección en que se había marchado quienquiera que las dejó.
—Hay sangre —explicó Daphne al cabo—. Su sangre. Y es reciente.
Elian alzó la vista hacia su amiga de forma automática. Sus miradas permanecieron fijas la una en la otra durante unos instantes de silencio.
—Entiendo —dijo él finalmente—. Solo veo un juego de pisadas, aunque la tierra está tan revuelta que pudo haber alguna más. Son de aspecto felino, pero considerablemente más grandes que las de un gato callejero. —Daphne asintió con reconocimiento—. Están lo bastante cerca del empedrado como para que un atacante pudiera haberlo reducido sin necesidad de pisar la tierra. Además, hay un arañazo reciente en el tronco del…
Cuando Elian tocó el árbol para señalar las marcas en la corteza, perdió por completo el hilo de lo que estaba diciendo. Un extraño impulso se abrió paso hasta su mente desde el otro ser, llevándolo de la mano a otro momento en el mismo lugar y vio, si se le puede llamar ver a la percepción multidimensional de un ente arraigado por igual a cielo y tierra, lo que había dejado su marca tanto en la tierra como en la corteza.
—Eran dos —dijo, aún conmocionado por lo que acababa de sucederle—. Le atacaron por la espalda, empujándolo contra el ullúme. Intentó defenderse, pero ellos se movían mejor en la oscuridad. Se lo llevaron por allí —terminó al tiempo que señalaba otro de esos arcos de piedra entre callejones.
—Nunca decepcionas, viejo amigo —dijo Daphne con una sonrisa triste dibujada en el rostro—. ¿Querrás hablar con la guardia por mí? Sadir llevaba poco tiempo en la ciudad, no conocía a mucha gente, y yo preferiría no tener que acercarme al cuartel.
—Creía que ese Lambert era un tipo justo y de mente abierta.
—Lannet. Y lo era. Quizá por eso se lo llevaron de vuelta a Lunargenta.
Conmovido por el tono apesadumbrado de su amiga, Elian asintió en silencio. Eran tiempos difíciles para el oeste y mucho temía que las cosas no tardarían en estallar.
----------
OFF: En este tema, Elian se ve afectado por la Bendición del Bosque: Durante uno cualquiera de tus próximos 3 temas (libres o privados), la naturaleza será tu aliada, al tocar un árbol o una planta podrás conocer eventos que hayan sucedido en las cercanías de la misma, al mismo tiempo, el bosque te ofrecerá su protección, escondiéndote o protegiéndote si resulta necesario.
Este es el primer tema desde que la recibí que cumple los criterios para activar la bendición.
Elian
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 259
Nivel de PJ : : 3
Re: Sanguis cultus [Evento Sacrestic] [Humanos] [Libre] [Noche]
Desperté con el frío húmedo de la roca calándome hasta los huesos. En aquellos primeros primeros instantes solo había oscuridad a mi alrededor y un dolor de cabeza que me aturdía. Poco después sentí el saco de arpillera que me cubría el rostro y las ligaduras que aprisionaban mis tobillos y muñecas. Recordaba salir aquella noche a pasear por el bosque, disfrutando de la luz de la luna y su reflejo en el lago, y luego no había nada más.
No se escuchaba nada a mi alrededor. No había pasos, ni voces ni nada. Asumiendo que me encontraba totalmente solo intenté quitarme el saco de mi cabeza. Con las manos atadas, solo que quedaba utilizar lo que fuera que hubiese a mi alrededor para abrir y quitar aquella prenda. Por suerte no estaba atado y con solo algunos movimientos pude aflojar su abertura. Solo quedaba frotarlo contra alguna pared para lograr librarme de su abrazo.
El escenario que se me mostraba no era mucho mejor. Aún tardé un poco mas en acostumbrarme a la oscuridad del lugar lo suficiente como para poder intuir ciertos elementos cercanos, pero la oscuridad era casi absoluta. Aquella cueva profundizaba varios metros bajo la tierra y no había ninguna fuente de luz cercana.
¿quien me había aprisionado y por qué? Intenté recordar por donde había pasado barajando la posibilidad de haber entrado en territorio ajeno, pero no recordaba haber traspasado la frontera hacia Verisar, y tampoco es que las relaciones diplomáticas con los humanos fuesen tan negativas. Entonces ¿Habría sido alguna tribu de hombres bestia? negué con la cabeza. no, demasiado alejado de los territorios bestiales como para ello. Los bandidos tampoco eran una opción, Me habrían desvalijado y tal vez asesinado, pero capturarme tampoco tenía demasiado sentido.
Resolví que la respuesta no la iba a encontrar allí sentado, o bueno, seguramente si, pero no quería averiguarlo en desventaja. Busqué una pared a la que acercarme con la esperanza de encontrar algún filo lo suficientemente agudo como para cortar la cuerda de mis muñecas. Nada. La erosión había estado atacando aquella cueva durante décadas, sino mas tiempo, y las antiguas aristas ahora eran leves colinas que para nada servían a mi propósito.
Estaba por perder la esperanza cuando encontré una grieta reciente. Apenas tenía unos centímetros de recorrido pero me serviría para liberarme. Con paciencia comencé a frotar con el filo tratando de hacer demasiado ruido y atento al ambiente por si alguien mas llegaba al lugar. Afortunadamente nadie se acercó a revisar al cada vez mas libre prisionero que tenían. Ya con las manos libres desaté mis pies, pero aún tuve que aguardar un poco mas.
Apoyándome en la pared, poco a poco mis piernas comenzaban a recuperar la fuerza para levantarme y caminar, como si llevaran días aprisionadas en la misma posición. ¿cuantas horas llevaba siendo prisionero? Cada fase de aquella huida arrojaba mas preguntas, preguntas que no era capaz de responder, al menos por el momento. El aturdimiento inicial iba poco a poco desapareciendo al tiempo que mi cuerpo se desentumecía, y la ira iba llenando el hueco que se iba despejando.
Sentí que los dioses me sonreían al dar con una piedra de buen tamaño cerca de donde yacía. Es trozo de roca que había dejado la arista apenas se había desplazado de su lugar y ahora me serviría como arma improvisada. ¿Hacia donde ir? caminé varios pasos en distintas direcciones, y traté de encontrar alguna brisa, por suave que fuera, que me indicara hacia donde estaba la salida, pero nada funcionó. El terreno, a pesar de ser irregular no tenía una pendiente marcada lo suficiente como para notar que punto estaba mas alto que otro, y el aire estaba tan viciado que no había posibilidad alguna de que la brisa llegara hasta allí.
No quedaba mas opción que seguir una de las paredes, rezando por que la cueva no fuese muy extensa, hasta eventualmente encontrar la salida.
La procesión de sotanas avanzaba inexorable por entre la arboleda, a paso lento pero seguro y en completo silencio. Solo los pasos uniformes de la comitiva delataba su itinerario del que ni si quiera los animales querían ser testigos. Poco a poco, una estructura de piedra negra, muy sacudida por el paso del tiempo , se aparecía ante los feligreses que se reunían. Varias comitivas confluían en aquel monumento abandonado. Los braseros ardían con fuerza marcando aún mas las grietas de la piedra y la vegetación que había intentado reclamar aquello para la naturaleza.
Decenas de antorchas iluminaban la marea de cultistas que se encontraban a la base del templo. El edificio presentaba una estructura piramidal. Las escaleras que ascendían durante un tercio de su altura estaba guardada por varios braseros y obeliscos, ambos tallados con extrañas inscripciones de un saber hace tiempo olvidado. Estos obeliscos se extendían también por el camino que llegaba hasta la pirámide, cuyo adoquinado venía a morir en la linde del bosque, fruto del descuido del camino. La vegetación se volvía mas oscura cuanto mas cerca de la pirámide se encontraba hasta convertirse en una mezcla de ceniza y tierra negra. La entrada estaba tallada con la forma de un mastodóntico cráneo con colmillos afilados. En el pináculo de la misma un gran brasero la coronaba.
No se escuchaba nada a mi alrededor. No había pasos, ni voces ni nada. Asumiendo que me encontraba totalmente solo intenté quitarme el saco de mi cabeza. Con las manos atadas, solo que quedaba utilizar lo que fuera que hubiese a mi alrededor para abrir y quitar aquella prenda. Por suerte no estaba atado y con solo algunos movimientos pude aflojar su abertura. Solo quedaba frotarlo contra alguna pared para lograr librarme de su abrazo.
El escenario que se me mostraba no era mucho mejor. Aún tardé un poco mas en acostumbrarme a la oscuridad del lugar lo suficiente como para poder intuir ciertos elementos cercanos, pero la oscuridad era casi absoluta. Aquella cueva profundizaba varios metros bajo la tierra y no había ninguna fuente de luz cercana.
¿quien me había aprisionado y por qué? Intenté recordar por donde había pasado barajando la posibilidad de haber entrado en territorio ajeno, pero no recordaba haber traspasado la frontera hacia Verisar, y tampoco es que las relaciones diplomáticas con los humanos fuesen tan negativas. Entonces ¿Habría sido alguna tribu de hombres bestia? negué con la cabeza. no, demasiado alejado de los territorios bestiales como para ello. Los bandidos tampoco eran una opción, Me habrían desvalijado y tal vez asesinado, pero capturarme tampoco tenía demasiado sentido.
Resolví que la respuesta no la iba a encontrar allí sentado, o bueno, seguramente si, pero no quería averiguarlo en desventaja. Busqué una pared a la que acercarme con la esperanza de encontrar algún filo lo suficientemente agudo como para cortar la cuerda de mis muñecas. Nada. La erosión había estado atacando aquella cueva durante décadas, sino mas tiempo, y las antiguas aristas ahora eran leves colinas que para nada servían a mi propósito.
Estaba por perder la esperanza cuando encontré una grieta reciente. Apenas tenía unos centímetros de recorrido pero me serviría para liberarme. Con paciencia comencé a frotar con el filo tratando de hacer demasiado ruido y atento al ambiente por si alguien mas llegaba al lugar. Afortunadamente nadie se acercó a revisar al cada vez mas libre prisionero que tenían. Ya con las manos libres desaté mis pies, pero aún tuve que aguardar un poco mas.
Apoyándome en la pared, poco a poco mis piernas comenzaban a recuperar la fuerza para levantarme y caminar, como si llevaran días aprisionadas en la misma posición. ¿cuantas horas llevaba siendo prisionero? Cada fase de aquella huida arrojaba mas preguntas, preguntas que no era capaz de responder, al menos por el momento. El aturdimiento inicial iba poco a poco desapareciendo al tiempo que mi cuerpo se desentumecía, y la ira iba llenando el hueco que se iba despejando.
Sentí que los dioses me sonreían al dar con una piedra de buen tamaño cerca de donde yacía. Es trozo de roca que había dejado la arista apenas se había desplazado de su lugar y ahora me serviría como arma improvisada. ¿Hacia donde ir? caminé varios pasos en distintas direcciones, y traté de encontrar alguna brisa, por suave que fuera, que me indicara hacia donde estaba la salida, pero nada funcionó. El terreno, a pesar de ser irregular no tenía una pendiente marcada lo suficiente como para notar que punto estaba mas alto que otro, y el aire estaba tan viciado que no había posibilidad alguna de que la brisa llegara hasta allí.
No quedaba mas opción que seguir una de las paredes, rezando por que la cueva no fuese muy extensa, hasta eventualmente encontrar la salida.
***
La procesión de sotanas avanzaba inexorable por entre la arboleda, a paso lento pero seguro y en completo silencio. Solo los pasos uniformes de la comitiva delataba su itinerario del que ni si quiera los animales querían ser testigos. Poco a poco, una estructura de piedra negra, muy sacudida por el paso del tiempo , se aparecía ante los feligreses que se reunían. Varias comitivas confluían en aquel monumento abandonado. Los braseros ardían con fuerza marcando aún mas las grietas de la piedra y la vegetación que había intentado reclamar aquello para la naturaleza.
Decenas de antorchas iluminaban la marea de cultistas que se encontraban a la base del templo. El edificio presentaba una estructura piramidal. Las escaleras que ascendían durante un tercio de su altura estaba guardada por varios braseros y obeliscos, ambos tallados con extrañas inscripciones de un saber hace tiempo olvidado. Estos obeliscos se extendían también por el camino que llegaba hasta la pirámide, cuyo adoquinado venía a morir en la linde del bosque, fruto del descuido del camino. La vegetación se volvía mas oscura cuanto mas cerca de la pirámide se encontraba hasta convertirse en una mezcla de ceniza y tierra negra. La entrada estaba tallada con la forma de un mastodóntico cráneo con colmillos afilados. En el pináculo de la misma un gran brasero la coronaba.
Eleandris
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 167
Nivel de PJ : : 1
Re: Sanguis cultus [Evento Sacrestic] [Humanos] [Libre] [Noche]
El ánimo del campamento era tenso. Uno podía sentir que con cualquier mala mirada, una palabra desafortunada o simplemente, sentándose en una banqueta que no era la propia, podía desencadenar en una bronca que enfrentara una mitad del campamento con la otra. Y no era para menos. Los malditos se estaban moviendo y las llamadas de auxilio de la Guardia quedaban en el fondo de la pila de peticiones que atender en los despachos de los altos mandos de la Guardia. Y no era para menos, la ocupación en Sacrestic quedaba lejos de casa, muy lejos, y no se había hecho ningún avance en erradicar la maldición de aquellos que habían tenido la mala fortuna de beber el líquido corrupto.
Sango echó otro vistazo a su alrededor mientras esperaba que el mando de aquel grupo tuviera a bien recibirle. Los fuegos estaban desatendidos, no había charlas al rededor de las fogatas, ni animadas, ni tristes, no se veía actividad en las tiendas con los toldos abiertos, nadie que limpiara sus armas, sus armaduras, gente que deambulara por el campamento buscando algo que hacer, reparando las defensas perimetrales, remendando descosidos, gente que buscara otros pelotones para jugar a las cartas o compartir una botella de alguna bebida de alta graduación afanada de los almacenes de intendencia. Nada de eso se veía.
Solo recibía miradas curiosas de figuras que permanecían estáticas, asimilando que la monotonía de las derrotas diarias se había quebrado con la llegada de Sango. En sus rostros podían verse decenas de batallas y la ausencia de esperanza alguna. Vio rostros que mostraban los dientes, otros que bizqueaban, algunos, incluso murmuraban alguna cosa. Pero estaba seguro de algo y es que la mayoría miraba su equipo, sus armas, su armadura, sus botas. Al final, entre ellos, Sango era un rostro más al que no querían acostumbrarse porque sabían que, tarde o temprano, caería en alguna emboscada, o preso de algún maldito que necesitara una fuente de alimento. Y cuando cayera y la vida abandonara su cuerpo, sus cosas pasarían a unas manos que habían tenido la fortuna de sobrevivir. Sango endureció el gesto ante la deriva de sus pensamientos.
Sí, la moral estaba por los suelos. Era el signo de los tiempos que parecían tomarla con los humanos. Primero Eden y la sucia y oscura hechicería que había diezmado sus fuerzas; luego la batalla en Aguasclaras, con decenas de licántropos arrasando en la frontera norte de los Reinos de Verisar; ahora los malditos en el Oeste. ¿Cuál era mensaje que uno debía sacar de todo ello? ¿Qué era lo que el destino tenía guardado para ellos?
Suspiró y volvió la vista hacia la lona que cubría el acceso a la tienda de mando que se agitó con violencia. Un guardia con un uniforme compuesto de piezas de varias divisiones y que apoyaba su peso sobre una lanza, salió de la tienda y le hizo un gesto a Sango para que pasara al interior. Sango asintió y no se volvió para mirar a su alrededor, le bastaba con mirar la fingida indiferencia con la que aquel guarda le miraba para saber que los ojos se habían vuelto hacia él con curiosidad. Que llegara un soldado y fuera recibido de inmediato por el mando del campamento era todo un acontecimiento.
- Sango, el héroe de Aerandir, el guardián del Sol...- una voz femenina, dura y firme, se dirigió a él tan pronto la lona se cerró tras de sí-. ¿Qué trae a tan ilustre personalidad a este humilde campamento? ¿Por fin me van a relevar del mando?- las últimas preguntas sonaron cansadas.
Sango pudo verla tirada sobre la silla, con los dedos de una mano masajeándose la frente mientras con la otra jugaba con lo que creyó era una figurita de madera. Sango se acercó hacia la pequeña mesa que estaba en el centro de la tienda y de un rápido vistazo confirmó la familiaridad con la que se habían dispuesto todos los elementos de la tienda. Era de las primeras cosas que enseñaban durante la formación.
- Mi señora- se llevó el puño al pecho e hizo el saludo al estilo de la Guardia-. Las noticias vuelan- dijo recuperando su posición.
- Oh, desde luego, desde luego- separó la mano de su frente y los ojos de ambos se cruzaron-. La propaganda siempre es buena para mantener la moral alta- Sango alzó las cejas y giró levemente el torso y la cabeza para señalar hacia atrás-. Bueno, al menos sirve por unos días- una leve sonrisa apareció en su rostro y sus ojos se entrecerraron mientras estudiaban al pelirrojo.
Sango aguantó la mirada y observó el amuleto que colgaba a un lado en el sobreveste azul que portaba y que la identificaba como capitana. Una, por cierto, demasiado poco discreta para su rango. Sango pensó en que, quizá, se había encontrado con el puesto de pura casualidad. El comandante Lannet debía estar en algún otro campamento, pensó.
- Que descortés por mi parte- dijo sabiendo que Sango se había detenido en el emblema que llevaba en el pecho-. Soy la capitana Arnhild Frandsen, líder del destacamento oriental de Sacrestic- posó la figurita de madera sobre la mesa-. Dime, Sango, héroe, ¿al fin han hecho caso a mi petición de ser relevada?- había cierto brillo de esperanza en su mirada.
El pelo colgaba a la altura de los hombros, era rubio y estaba mal cortado, como si ella misma decidiera cortarlo con una daga. Su rostro, duro, estaba poblado de decenas de heridas, cicatrices y manchas de suciedad antigua que solo los mejores jabones podían quitar. Sus manos eran duras y las mismas manchas y heridas poblaban sus dorsos. La Capitana Arnild estaba curtida en cientos de batallas, y sobre ella pesaba las cadenas del mando, arrastrando con ella los eslabones que eran los soldados muertos bajo su mando.
- Me temo que no, capitana- el brillo en su mirada desapareció para dar lugar a un sonrisa de resignación-. He venido en busca de Kale Lundberg- una sombra oscureció el rostro de la capitana-. Su desaparición me toca de cerca- añadió el pelirrojo.
La capitana lo miró con dureza.
- Enviamos decenas de cartas pidiendo ayuda, suministros, armas, gente... Morimos todos los días... Estudiamos a estos malditos...- su mano volvió a masajear su frente-. Y la única ayuda que recibimos, resulta que es un héroe que viene buscando al sargento Kale Lundberg. De todo lo que se informó, solo este fue capaz de mover a alguien- hablaba para ella en voz alta-. Solo un nombre...- la capitana rio de manera desquiciada. Negó con la cabeza para calmarse y se masajeó con la yema de los dedos durante un buen rato.
- Bien, Sango, como sabrás, sargento desapareció. Fue una pérdida muy sentida por todos en el campamento, lloramos su muerte, como la de tantos otros compañeros y...
- No está muerto- interrumpió Sango-. No habéis encontrado el cuerpo.
- Oh, pero lo haremos, soldado- recalcó la última palabra, molesta por la interrupción-. Siempre lo hacemos. Desaparecen, se los comen, y dejan sus restos para que los encontremos- alzó los hombros y los dejó caer con un suspiro largo-. Son esos malditos sectarios, están haciendo rituales con todo lo que encuentran que no esté maldito y hacen todo tipo de barbaridades. Es cuestión de tiempo, Sango- dijo resignada.
Sango observaba incrédulo la expresión de la capitana. Estaba completamente derrotada, resignada con la situación y siendo incapaz de actuar, de sacar a su maldito regimiento de ese campamento e incendiar la maldita ciudad de Sacrestic y todos los bosques a su alrededor. Sin embargo, una vez dominados sus impulsos más inconscientes, entendía a la capitana, entendía la frustración por la que debía estar pasando y cómo encontraba en Sango un lugar en el que poder desahogar parte de esa frustración. Aunque, viendo el ánimo general, seguramente acostumbraba a hacerlo en presencia de los soldados.
Sango avanzó hasta quedar a medio paso de la mesa y apoyó las dos manos sobre la mesa y echándose sobre ella. Clavó su mirada en ella y se mantuvo en silencio el tiempo justo para incomodar a la capitana.
- No he recorrido medio continente para ver como una capitana de la Guardia se queda en su tienda sentada mientras sus hombres y mujeres mueren por unos malditos se dedican a darles caza- su propio peso arrastró la mesa hacia delante-. Se acabó el no hacer nada. Se acabó el quedarse de brazos cruzados. Se acabó el desánimo. Capitana Arnild, es la del fuego y del acero.
La mujer había cerrado los puños mientras observaba a un Sango que se cernía sobre ella como un águila sobre su presa. El pelirrojo vio en los ojos de la capitana como el orgullo volvía a ella. Como la rabia espoleaba sus pensamientos y como la ira y la vergüenza que sentía al verse casi atrapada por un hombre de rango inferior empezaban a mandar estímulos a sus músculos.
La capitana se puso en pie de un salto y sacudió la cabeza para agitar el pelo y espabilar. Había pasado demasiado tiempo allí sentada, escribiendo, consumiéndose en su propio relato mientras sus camaradas caían y no había reacción por su parte. Echó a andar hacia el exterior.
- ¡Sígueme!- ordenó a Sango que esbozaba una ligera sonrisa.
Una vez fuera, la capitana empezó a ladrar órdenes y a poner en marcha al aletargado campamento. Ordenó que los fuegos se avivaran, que las espadas, hachas y lanzas estuvieran afiladas y las cuerdas de los arcos bien enceradas. Mandó revisar las empalizadas y que los guardas perimetrales avisaran de cualquier cosa que vieran.
Sango caminaba tras ella, en silencio, mientras repartía órdenes y conversaba con los soldados. La actividad y el cambio de la rutina sentó bien al destacamento que rápidamente se puso a en marcha. Las conversaciones brotaron aquí y allá y el inmovilismo pasó a mejor vida.
La capitana, después de recorrer todo el campamento y mirar la actividad que bullía por todas partes, asintió satisfecha y una sonrisa asomó a su rostro.
- Viendo esto parece que somos capaces de conquistar el mundo entero- comentó posando una mano sobre el pomo de la espada-. Pero no aspiramos a tanto, ¿verdad? Que ciega estuve...- resopló y se volvió hacia Sango-. Fuego y acero- murmuró-. Sango.
- ¿Capitana?- respondió Sango-.
- Hemos estudiado las ubicaciones de las desapariciones y hemos recopilado información de testimonios y de incursiones hechas en los bosques- hizo una pausa y se giró hacia él-. Hemos acotado una zona en la que creemos se mueven los malditos y es en la que creemos hacen sus macabros rituales- sus ojos se clavaron en él-. Te voy a asignar un par de escuadras y vas a peinar esa zona del bosque- se acercó a él-. No albergues esperanza alguna, no alimentes falsas emociones. Tan solo mira, y si ves algo peligroso, reportad de inmediato. Nos lanzaremos con todo a por ellos. Si ves restos, traedlos.
Sango acababa de entrar a las órdenes de la Capitana Arnhild Frandsen y lo ponía al mando de unos diez soldados para peinar una zona de bosque de la que no sabía nada. Por como lo planteaba y por sus palabras, la capitana parecía mandarlo en una misión de recuperación de cadáveres más que una misión de reconocimiento. Sango suspiró.
- Arnhild- tuteó-, siempre hay esperanza.
Por un momento, el brillo en los ojos de la capitana pareció creer sus palabras, pero al parpadeo siguiente, desapareció. El problema de aquella gente, se dijo, era que llevaban mucho tiempo sin una victoria. Pero eso cambiaría pronto.
La capitana, le hizo un gesto con la cabeza para que le siguiera. Le dijo que iba a presentarle las escuadras y a darles más detalles de la tarea encomendada. Una misión que devolvería la esperanza a aquella gente. Una risa sobresaltó a la capitana que detuvo su marcha.
A su derecha, un grupo de soldados reían en torno a un fuego. La capitana reanudó la marcha.
- Puede que sí, puede que aún haya esperanza- murmuró.
Sango sonrió.
Sango echó otro vistazo a su alrededor mientras esperaba que el mando de aquel grupo tuviera a bien recibirle. Los fuegos estaban desatendidos, no había charlas al rededor de las fogatas, ni animadas, ni tristes, no se veía actividad en las tiendas con los toldos abiertos, nadie que limpiara sus armas, sus armaduras, gente que deambulara por el campamento buscando algo que hacer, reparando las defensas perimetrales, remendando descosidos, gente que buscara otros pelotones para jugar a las cartas o compartir una botella de alguna bebida de alta graduación afanada de los almacenes de intendencia. Nada de eso se veía.
Solo recibía miradas curiosas de figuras que permanecían estáticas, asimilando que la monotonía de las derrotas diarias se había quebrado con la llegada de Sango. En sus rostros podían verse decenas de batallas y la ausencia de esperanza alguna. Vio rostros que mostraban los dientes, otros que bizqueaban, algunos, incluso murmuraban alguna cosa. Pero estaba seguro de algo y es que la mayoría miraba su equipo, sus armas, su armadura, sus botas. Al final, entre ellos, Sango era un rostro más al que no querían acostumbrarse porque sabían que, tarde o temprano, caería en alguna emboscada, o preso de algún maldito que necesitara una fuente de alimento. Y cuando cayera y la vida abandonara su cuerpo, sus cosas pasarían a unas manos que habían tenido la fortuna de sobrevivir. Sango endureció el gesto ante la deriva de sus pensamientos.
Sí, la moral estaba por los suelos. Era el signo de los tiempos que parecían tomarla con los humanos. Primero Eden y la sucia y oscura hechicería que había diezmado sus fuerzas; luego la batalla en Aguasclaras, con decenas de licántropos arrasando en la frontera norte de los Reinos de Verisar; ahora los malditos en el Oeste. ¿Cuál era mensaje que uno debía sacar de todo ello? ¿Qué era lo que el destino tenía guardado para ellos?
Suspiró y volvió la vista hacia la lona que cubría el acceso a la tienda de mando que se agitó con violencia. Un guardia con un uniforme compuesto de piezas de varias divisiones y que apoyaba su peso sobre una lanza, salió de la tienda y le hizo un gesto a Sango para que pasara al interior. Sango asintió y no se volvió para mirar a su alrededor, le bastaba con mirar la fingida indiferencia con la que aquel guarda le miraba para saber que los ojos se habían vuelto hacia él con curiosidad. Que llegara un soldado y fuera recibido de inmediato por el mando del campamento era todo un acontecimiento.
- Sango, el héroe de Aerandir, el guardián del Sol...- una voz femenina, dura y firme, se dirigió a él tan pronto la lona se cerró tras de sí-. ¿Qué trae a tan ilustre personalidad a este humilde campamento? ¿Por fin me van a relevar del mando?- las últimas preguntas sonaron cansadas.
Sango pudo verla tirada sobre la silla, con los dedos de una mano masajeándose la frente mientras con la otra jugaba con lo que creyó era una figurita de madera. Sango se acercó hacia la pequeña mesa que estaba en el centro de la tienda y de un rápido vistazo confirmó la familiaridad con la que se habían dispuesto todos los elementos de la tienda. Era de las primeras cosas que enseñaban durante la formación.
- Mi señora- se llevó el puño al pecho e hizo el saludo al estilo de la Guardia-. Las noticias vuelan- dijo recuperando su posición.
- Oh, desde luego, desde luego- separó la mano de su frente y los ojos de ambos se cruzaron-. La propaganda siempre es buena para mantener la moral alta- Sango alzó las cejas y giró levemente el torso y la cabeza para señalar hacia atrás-. Bueno, al menos sirve por unos días- una leve sonrisa apareció en su rostro y sus ojos se entrecerraron mientras estudiaban al pelirrojo.
Sango aguantó la mirada y observó el amuleto que colgaba a un lado en el sobreveste azul que portaba y que la identificaba como capitana. Una, por cierto, demasiado poco discreta para su rango. Sango pensó en que, quizá, se había encontrado con el puesto de pura casualidad. El comandante Lannet debía estar en algún otro campamento, pensó.
- Que descortés por mi parte- dijo sabiendo que Sango se había detenido en el emblema que llevaba en el pecho-. Soy la capitana Arnhild Frandsen, líder del destacamento oriental de Sacrestic- posó la figurita de madera sobre la mesa-. Dime, Sango, héroe, ¿al fin han hecho caso a mi petición de ser relevada?- había cierto brillo de esperanza en su mirada.
El pelo colgaba a la altura de los hombros, era rubio y estaba mal cortado, como si ella misma decidiera cortarlo con una daga. Su rostro, duro, estaba poblado de decenas de heridas, cicatrices y manchas de suciedad antigua que solo los mejores jabones podían quitar. Sus manos eran duras y las mismas manchas y heridas poblaban sus dorsos. La Capitana Arnild estaba curtida en cientos de batallas, y sobre ella pesaba las cadenas del mando, arrastrando con ella los eslabones que eran los soldados muertos bajo su mando.
- Me temo que no, capitana- el brillo en su mirada desapareció para dar lugar a un sonrisa de resignación-. He venido en busca de Kale Lundberg- una sombra oscureció el rostro de la capitana-. Su desaparición me toca de cerca- añadió el pelirrojo.
La capitana lo miró con dureza.
- Enviamos decenas de cartas pidiendo ayuda, suministros, armas, gente... Morimos todos los días... Estudiamos a estos malditos...- su mano volvió a masajear su frente-. Y la única ayuda que recibimos, resulta que es un héroe que viene buscando al sargento Kale Lundberg. De todo lo que se informó, solo este fue capaz de mover a alguien- hablaba para ella en voz alta-. Solo un nombre...- la capitana rio de manera desquiciada. Negó con la cabeza para calmarse y se masajeó con la yema de los dedos durante un buen rato.
- Bien, Sango, como sabrás, sargento desapareció. Fue una pérdida muy sentida por todos en el campamento, lloramos su muerte, como la de tantos otros compañeros y...
- No está muerto- interrumpió Sango-. No habéis encontrado el cuerpo.
- Oh, pero lo haremos, soldado- recalcó la última palabra, molesta por la interrupción-. Siempre lo hacemos. Desaparecen, se los comen, y dejan sus restos para que los encontremos- alzó los hombros y los dejó caer con un suspiro largo-. Son esos malditos sectarios, están haciendo rituales con todo lo que encuentran que no esté maldito y hacen todo tipo de barbaridades. Es cuestión de tiempo, Sango- dijo resignada.
Sango observaba incrédulo la expresión de la capitana. Estaba completamente derrotada, resignada con la situación y siendo incapaz de actuar, de sacar a su maldito regimiento de ese campamento e incendiar la maldita ciudad de Sacrestic y todos los bosques a su alrededor. Sin embargo, una vez dominados sus impulsos más inconscientes, entendía a la capitana, entendía la frustración por la que debía estar pasando y cómo encontraba en Sango un lugar en el que poder desahogar parte de esa frustración. Aunque, viendo el ánimo general, seguramente acostumbraba a hacerlo en presencia de los soldados.
Sango avanzó hasta quedar a medio paso de la mesa y apoyó las dos manos sobre la mesa y echándose sobre ella. Clavó su mirada en ella y se mantuvo en silencio el tiempo justo para incomodar a la capitana.
- No he recorrido medio continente para ver como una capitana de la Guardia se queda en su tienda sentada mientras sus hombres y mujeres mueren por unos malditos se dedican a darles caza- su propio peso arrastró la mesa hacia delante-. Se acabó el no hacer nada. Se acabó el quedarse de brazos cruzados. Se acabó el desánimo. Capitana Arnild, es la del fuego y del acero.
La mujer había cerrado los puños mientras observaba a un Sango que se cernía sobre ella como un águila sobre su presa. El pelirrojo vio en los ojos de la capitana como el orgullo volvía a ella. Como la rabia espoleaba sus pensamientos y como la ira y la vergüenza que sentía al verse casi atrapada por un hombre de rango inferior empezaban a mandar estímulos a sus músculos.
La capitana se puso en pie de un salto y sacudió la cabeza para agitar el pelo y espabilar. Había pasado demasiado tiempo allí sentada, escribiendo, consumiéndose en su propio relato mientras sus camaradas caían y no había reacción por su parte. Echó a andar hacia el exterior.
- ¡Sígueme!- ordenó a Sango que esbozaba una ligera sonrisa.
Una vez fuera, la capitana empezó a ladrar órdenes y a poner en marcha al aletargado campamento. Ordenó que los fuegos se avivaran, que las espadas, hachas y lanzas estuvieran afiladas y las cuerdas de los arcos bien enceradas. Mandó revisar las empalizadas y que los guardas perimetrales avisaran de cualquier cosa que vieran.
Sango caminaba tras ella, en silencio, mientras repartía órdenes y conversaba con los soldados. La actividad y el cambio de la rutina sentó bien al destacamento que rápidamente se puso a en marcha. Las conversaciones brotaron aquí y allá y el inmovilismo pasó a mejor vida.
La capitana, después de recorrer todo el campamento y mirar la actividad que bullía por todas partes, asintió satisfecha y una sonrisa asomó a su rostro.
- Viendo esto parece que somos capaces de conquistar el mundo entero- comentó posando una mano sobre el pomo de la espada-. Pero no aspiramos a tanto, ¿verdad? Que ciega estuve...- resopló y se volvió hacia Sango-. Fuego y acero- murmuró-. Sango.
- ¿Capitana?- respondió Sango-.
- Hemos estudiado las ubicaciones de las desapariciones y hemos recopilado información de testimonios y de incursiones hechas en los bosques- hizo una pausa y se giró hacia él-. Hemos acotado una zona en la que creemos se mueven los malditos y es en la que creemos hacen sus macabros rituales- sus ojos se clavaron en él-. Te voy a asignar un par de escuadras y vas a peinar esa zona del bosque- se acercó a él-. No albergues esperanza alguna, no alimentes falsas emociones. Tan solo mira, y si ves algo peligroso, reportad de inmediato. Nos lanzaremos con todo a por ellos. Si ves restos, traedlos.
Sango acababa de entrar a las órdenes de la Capitana Arnhild Frandsen y lo ponía al mando de unos diez soldados para peinar una zona de bosque de la que no sabía nada. Por como lo planteaba y por sus palabras, la capitana parecía mandarlo en una misión de recuperación de cadáveres más que una misión de reconocimiento. Sango suspiró.
- Arnhild- tuteó-, siempre hay esperanza.
Por un momento, el brillo en los ojos de la capitana pareció creer sus palabras, pero al parpadeo siguiente, desapareció. El problema de aquella gente, se dijo, era que llevaban mucho tiempo sin una victoria. Pero eso cambiaría pronto.
La capitana, le hizo un gesto con la cabeza para que le siguiera. Le dijo que iba a presentarle las escuadras y a darles más detalles de la tarea encomendada. Una misión que devolvería la esperanza a aquella gente. Una risa sobresaltó a la capitana que detuvo su marcha.
A su derecha, un grupo de soldados reían en torno a un fuego. La capitana reanudó la marcha.
- Puede que sí, puede que aún haya esperanza- murmuró.
Sango sonrió.
Sango
Héroe de Aerandir
Héroe de Aerandir
Cantidad de envíos : : 571
Nivel de PJ : : 5
Re: Sanguis cultus [Evento Sacrestic] [Humanos] [Libre] [Noche]
“Nada bueno puede ocurrir en tierras que viven más de noche que de día”
Con tal máxima en la cabeza, abandonó la pequeña y triste posada en el recodo del camino principal y con gesto impávido, tomó rumbo una vez más a su objetivo. Uno de los pocos lugares del continente que podía contar sus visitas con los dedos de una mano. Únicamente las islas meridionales, patrimonio de sus enemigos ancestrales, habían guarecido menos su presencia. El elfo sonrió con desgana, sin dejar de apretar el paso. Pisar esa tierra usurpada no entraba en sus planes.
Pero menos piensa el árbol que quien lo poda.
En el momento que sus ojos grises descubrieron los muros de la vieja capital vampírica, el recién llegado sintió el deseo de regresar. La emoción por cuanto había por hacer, por poner en marcha, por arreglar, construir y comenzar en Ondolindë vivía en él de una manera que no recordaba haber sentido con anterioridad. En un instante de debilidad, deseó no haber escuchado aquellos rumores e historias, mas desvaneció tales ruindades con una sacudida de la cabeza. El futuro, sus ambiciones, todo eso era importante. Pero si existía la más mínima opción de vengar a Nilian, no había para él otro camino que ese.
Con el sol dominando el cielo, el elfo no dudaba que el rastro de Ulna sería prácticamente imposible de seguir. Su colgante apenas serviría de nada en una urbe donde más de la mitad de su población estaba compuesta por engendros demoníacos. Debía remar en dirección a la Guardia si deseaba respuestas, por poco útiles que éstas pudieran llegar a ser.
Un ave oscura perdió algunas plumas al surcar los cielos, atravesando el perimetro de Sacrestic por encima de la puerta este, la llamada del Alba. Tal vez la unica nomenclatura que lo complacía de todas las de la población. Una extraña forma de rueda, cuyos radios estaban formados por historias de miedo y sangre. Y donde él mismo había acudido a aumentar la violencia de una zona, por cuanto había escuchado a lo largo de su viaje, ya tensionada.
Colocándose el capuz sobre el rostro, cruzó el portón, extrañado ante la indiferencia con la que los centinelas con la librea de la Guardia de Lunargenta franqueaban su paso. Parecían cansados, como si sus obligaciones los hubiesen obligado a mal dormir unas cuantas noches seguidas. Ceño fruncido, el espadachín arribó a la parte que los lugareños tenían a bien llamar “barrio gótico”. Precisaba información, y ya con su piedra granate brillando, anunciando la presencia de malditos a cincuenta pasos, confiaba que esa zona resultase el baúl donde hallase nuevas pistas que seguir.
Abordó a una pareja de Guardias de apariencia tan joven que apenas podrían llevar contados años al servicio del señor de Lunargenta, quitándose la capucha a fin de evitar cualquier malentendido. Sus pensamientos volaron a su último encuentro con Iori, meses atrás. Lo que se había visto obligado a hacer presionó su culpabilidad ante ese uniforme. Antes de recordar de nuevo el campamento de Zelirica. Pese a todo, el elfo respetaba a esa legión humana.
Los soldados lo observaron de una forma que distaba de la complicidad. Hosquedad, desconfianza… y el mismo hartazgo que había visto en los centinelas. Uno de ellos incluso acercó una mano a la empuñadura de su arma, antes de desistir.
-Estoy buscando a una vampiresa- soltó. Comenzaba a sentir la humedad de la niebla que, como un ser vivo, despertaba envolviendo partes de la ciudad. Conocedor de los riesgos que entrañaba, no podía sin embargo no utilizar el nombre de ese demonio. Más fuerte que él, más rápida, si sus preguntas sobre ella llegaban a sus oídos, el cazador pasaría a presa- responde al nombre de Ulna. Su nido estaba en Urd, tengo entendido que se mudó al oeste.
Como un discurso aprendido, el de cabello más corto respondió con varias frases sin apenas pausa alguna entre ellas.
-La Guardia protege a Sacrestic Ville y a la armonía entre especies. Cuidamos de todos sus habitantes, sea cual sea su origen. Las venganzas serán castigadas por el bien de la paz urbana, elfo.
-Lo tomaré como un “no tengo idea” – espetó el Indirel girando la vista hacia la izquierda y emitiendo una suave exhalación.
-Puedes buscar alguna indicación en el campamento cercano- se entrometió el segundo, ante la mirada irritada de su compañero- ellos se ocupan de los problemas más graves. Últimamente ha habido…
-Suficiente- tronó el restante miembro de la Guardia- La capitana Frandsen tiene muchas otras cosas de las que ocuparse.
-Gracias por la información- se despidió Nou dirigiéndose a quien había tratado de ayudarle de alguna manera.
Continuó errando por esas calles neblinosas, sopesando seguir las indicaciones del Guarda. No obstante, bien podría tratarse de tiempo desperdiciado. Los humanos no tenían motivo para permitirle la entrada al recinto castrense, y más aún, compartir con él los resultados de las investigaciones que hubiesen llevado a cabo.
No… la idea no llegaba a convencerle. Debía continuar con sus pesquisas en esa detestable ciudad cuya única utilidad consistía en mantener bajo yugo a buena parte de los nocturnos. Esfuerzo desperdiciado, pensó rememorando los rostros de los humanos. Ocupar el lugar no había sido más que un error. Allí debió de haberse fraguado una carnicería legendaria, que hubiese trocado en temor los oscuros corazones de toda la raza vampírica, y liberado buena parte del oeste.
Sí, los Humanos habían errado, y tal vez llegasen a lamentarlo.
Sin embargo, no era ese su cometido.
Diversas razas, extrañamente, habían ubicado sus negocios en ese lodazal, vendiendo una cantidad de artículos que, a pesar de tratarse de una ciudad ocupada, apenas distaba lo que era posible conseguir en Lunargenta, Baslodia o Vulwulfar. Preguntando durante un largo lapso por aquella a la que tanto deseaba matar, todo cuanto obtuvo resultó decepcionante. Si todos los rumores que sus habitantes aseguraban acerca de la ciudad eran ciertos, ese lugar era, sin duda, uno de los peores hervideros de problemas del continente.
-¿Era malvada?- quiso saber un joven zapatero cuando el elfo iba ya a abandonar su establecimiento, tras una nueva negativa. Evitando una respuesta sarcástica a una cuestión que consideraba tan estúpida -¿qué maldito nocturno no seguía la senda del mal?- Nou se limitó a clavar en el sus ojos grises- ¿Malvada de verdad?
Un breve asentimiento, sumado a la seriedad del rostro del extranjero, animaron a seguir al artesano.
-El bosque- afirmó- Muchos dicen que todas las habladurías sobre el origen de los que la Guardia llama sacrificios provienen de allí. Pero han encontrado a los responsables. Tal vez no sea siquiera real que se trate de sacrificios. Los vampiros no están contentos, pero ¿desafiar así a la Guardia? ¿Asesinatos rituales? – el humano negó, convencido- Nadie quiere una guerra, y cosas así pueden llevar a una. De todas formas, los muertos son reales. Y esa a quien buscas, si es alguien tan peligrosa, puede estar detrás. Una simple asesina. Los cultos no existen.
El elfo volvió a guardarse otra respuesta mordaz. Debía resultar lógico, pensaba, vivir con tal mentalidad en una sociedad como la que albergaba la capital nocturna. Ciego por elección propia, a fin de vivir más tranquilo.
Él, no obstante, no dudaba ni por un instante que esos engendros pudiesen organizarse para perpetrar atrocidades. De modo que era el turno de investigar la foresta.
Nousis Indirel
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 417
Nivel de PJ : : 4
Re: Sanguis cultus [Evento Sacrestic] [Humanos] [Libre] [Noche]
—Mira, lo lamento mucho por tu amigo —dijo la sargento Gunhard—, pero por desgracia no disponemos de los efectivos para ocuparnos de esas desapariciones además de los otros problemas que…
—¿Desapariciones?
Gunhard frunció los labios al darse cuenta de su desliz y Elian siguió presionando:
—¿Quiénes, cuántos, cuánto hace que empezaron?
Gunhard suspiró, como queriendo armarse de paciencia, antes de responder, hablando con calma forzada:
—Solo los que se empeñan en no respetar toques de queda, que no podemos reforzar porque, repito, no disponemos de efectivos suficientes…
—¿Toques de queda? ¿Tiene que ver con lo que ocurrió en Samhain… y esas Vs que andan pintando por ahí?
Un ligero temblor en el rostro de la sargento le indicó que debía andar cerca. ¿Samhain? ¿Era posible que estuviera desapareciendo gente desde entonces y nadie hubiera hecho nada? O era lo otro.
—¿Qué significa esa V? —preguntó Elian, casi con miedo a la respuesta que pudiera recibir.
—Mira, amigo —dijo Gunhard en un tono muy poco amistoso—, lo mejor es que te vayas a dormir. Cuanto menos tiempo pases en las calles tras la puesta del sol, menos probabilidades habrá de que acabes como tu amigo.
Y, sin más ceremonia, la irritada sargento prácticamente lo empujó al exterior y le cerró la puerta en las narices, a pesar de que era de noche y no se veía un alma en la calle.
—Supongo que no tienen efectivos para asegurarse de que llego sano y salvo a mi alojamiento —murmuró Elian a la noche mientras se alzaba la capucha para protegerse de la humedad.
Echó a andar despacio, no tenía prisa por reencontrarse con Daphne para explicarle que nadie iba a hacer nada por encontrar a su amigo. Sadir, se dijo, el amigo tenía un nombre. ¿Tenía? Solo le faltaba acabar contagiado por el ánimo derrotista de la sargento.
Quizá fuera ese mismo ánimo, mezclado con una dosis de instinto, lo que le hizo ocultarse inmediatamente entre los arbustos que cercaban un patio cuando oyó voces acercándose desde una calle lateral. La pareja, que hablaba en susurros precipitados, apareció enseguida y se perdió con igual rapidez. Probablemente, tenían prisa por ponerse a cubierto de la desapacible noche.
Elian no abandonó de inmediato su escondite entre los arbustos, sino que, al percatarse de unas ramas rotas y unas hojas un tanto chafadas cerca de donde se encontraba, quiso ayudar un poco a la pobre planta que le había prestado cobijo. Extendió su mano hacia el arbusto para prestarle su luz pero, tan pronto como sintió la rugosa corteza, experimentó de nuevo la misma sensación que había tenido anteriormente con el ullúme.
No fue el cuerpo peludo de Sadir, sino uno más menudo, de mujer, el que cayó contra los arbustos, pero las dos figuras que cargaron con ella en dirección a la muralla se movían igual que los atacantes del hombre-bestia.
Cuando la visión terminó, Elian permaneció unos instantes con la vista clavada en el punto en que su mano había hecho contacto con el arbusto. Tal vez sí hubiera alguien dispuesto a hacer algo para esclarecer esas desapariciones. Apenas dudó un momento antes de salir de su escondite y encaminarse en la dirección en que habían partido los secuestradores. Cuando la Naturaleza te habla, más te vale escucharla.
Llegó a una bifurcación y, sin saber qué dirección tomar, echó un buen vistazo a su alrededor. Allí. Una trepadora enmarcando una ventana. Murmurando una oración, inseguro de cómo hacerlo funcionar, Elian rozó una de sus hojas. La trepadora le indicó el camino. Cuando no supo cómo seguir, fueron un puñado de hierbas creciendo entre los adoquines quienes lo guiaron al exterior. Más tarde, una flor de algodón, un tallo de lino, una forrajera…
Finalmente, un retoño de fresno le indicó que lo que estaba buscando se encontraba en el bosque. Elian respiró hondo, recordando por un momento una noche fatídica años atrás. Con ayuda de Sango, había sobrevivido a aquella noche… y ahora, tampoco estaba solo. Aquellas visiones solo podían significar que Imbar estaba de su lado.
Con esa idea en mente, se internó en la floresta.
----------
OFF: En este tema, Elian se ve afectado por la Bendición del Bosque: Durante uno cualquiera de tus próximos 3 temas (libres o privados), la naturaleza será tu aliada, al tocar un árbol o una planta podrás conocer eventos que hayan sucedido en las cercanías de la misma, al mismo tiempo, el bosque te ofrecerá su protección, escondiéndote o protegiéndote si resulta necesario.
—¿Desapariciones?
Gunhard frunció los labios al darse cuenta de su desliz y Elian siguió presionando:
—¿Quiénes, cuántos, cuánto hace que empezaron?
Gunhard suspiró, como queriendo armarse de paciencia, antes de responder, hablando con calma forzada:
—Solo los que se empeñan en no respetar toques de queda, que no podemos reforzar porque, repito, no disponemos de efectivos suficientes…
—¿Toques de queda? ¿Tiene que ver con lo que ocurrió en Samhain… y esas Vs que andan pintando por ahí?
Un ligero temblor en el rostro de la sargento le indicó que debía andar cerca. ¿Samhain? ¿Era posible que estuviera desapareciendo gente desde entonces y nadie hubiera hecho nada? O era lo otro.
—¿Qué significa esa V? —preguntó Elian, casi con miedo a la respuesta que pudiera recibir.
—Mira, amigo —dijo Gunhard en un tono muy poco amistoso—, lo mejor es que te vayas a dormir. Cuanto menos tiempo pases en las calles tras la puesta del sol, menos probabilidades habrá de que acabes como tu amigo.
Y, sin más ceremonia, la irritada sargento prácticamente lo empujó al exterior y le cerró la puerta en las narices, a pesar de que era de noche y no se veía un alma en la calle.
—Supongo que no tienen efectivos para asegurarse de que llego sano y salvo a mi alojamiento —murmuró Elian a la noche mientras se alzaba la capucha para protegerse de la humedad.
Echó a andar despacio, no tenía prisa por reencontrarse con Daphne para explicarle que nadie iba a hacer nada por encontrar a su amigo. Sadir, se dijo, el amigo tenía un nombre. ¿Tenía? Solo le faltaba acabar contagiado por el ánimo derrotista de la sargento.
Quizá fuera ese mismo ánimo, mezclado con una dosis de instinto, lo que le hizo ocultarse inmediatamente entre los arbustos que cercaban un patio cuando oyó voces acercándose desde una calle lateral. La pareja, que hablaba en susurros precipitados, apareció enseguida y se perdió con igual rapidez. Probablemente, tenían prisa por ponerse a cubierto de la desapacible noche.
Elian no abandonó de inmediato su escondite entre los arbustos, sino que, al percatarse de unas ramas rotas y unas hojas un tanto chafadas cerca de donde se encontraba, quiso ayudar un poco a la pobre planta que le había prestado cobijo. Extendió su mano hacia el arbusto para prestarle su luz pero, tan pronto como sintió la rugosa corteza, experimentó de nuevo la misma sensación que había tenido anteriormente con el ullúme.
No fue el cuerpo peludo de Sadir, sino uno más menudo, de mujer, el que cayó contra los arbustos, pero las dos figuras que cargaron con ella en dirección a la muralla se movían igual que los atacantes del hombre-bestia.
Cuando la visión terminó, Elian permaneció unos instantes con la vista clavada en el punto en que su mano había hecho contacto con el arbusto. Tal vez sí hubiera alguien dispuesto a hacer algo para esclarecer esas desapariciones. Apenas dudó un momento antes de salir de su escondite y encaminarse en la dirección en que habían partido los secuestradores. Cuando la Naturaleza te habla, más te vale escucharla.
Llegó a una bifurcación y, sin saber qué dirección tomar, echó un buen vistazo a su alrededor. Allí. Una trepadora enmarcando una ventana. Murmurando una oración, inseguro de cómo hacerlo funcionar, Elian rozó una de sus hojas. La trepadora le indicó el camino. Cuando no supo cómo seguir, fueron un puñado de hierbas creciendo entre los adoquines quienes lo guiaron al exterior. Más tarde, una flor de algodón, un tallo de lino, una forrajera…
Finalmente, un retoño de fresno le indicó que lo que estaba buscando se encontraba en el bosque. Elian respiró hondo, recordando por un momento una noche fatídica años atrás. Con ayuda de Sango, había sobrevivido a aquella noche… y ahora, tampoco estaba solo. Aquellas visiones solo podían significar que Imbar estaba de su lado.
Con esa idea en mente, se internó en la floresta.
----------
OFF: En este tema, Elian se ve afectado por la Bendición del Bosque: Durante uno cualquiera de tus próximos 3 temas (libres o privados), la naturaleza será tu aliada, al tocar un árbol o una planta podrás conocer eventos que hayan sucedido en las cercanías de la misma, al mismo tiempo, el bosque te ofrecerá su protección, escondiéndote o protegiéndote si resulta necesario.
Elian
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 259
Nivel de PJ : : 3
Temas similares
» Solas, corazón del pueblo [Evento Sacrestic] [Noche] [Libre]
» El vampiro contraataca [Evento Sacrestic]
» [Evento] Arquería en Sacrestic Ville
» Semillas de sangre [Libre] [Evento Sacrestic]
» Deambulando en Sacrestic Ville [Noche] [Libre] [3/3]
» El vampiro contraataca [Evento Sacrestic]
» [Evento] Arquería en Sacrestic Ville
» Semillas de sangre [Libre] [Evento Sacrestic]
» Deambulando en Sacrestic Ville [Noche] [Libre] [3/3]
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Ayer a las 10:54 por Níniel Thenidiel
» El vampiro contraataca [Evento Sacrestic]
Ayer a las 09:15 por Rauko
» El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Miér Nov 13 2024, 22:47 por Eltrant Tale
» Enjoy the Silence 4.0 {Élite]
Miér Nov 13 2024, 20:01 por Nana
» Vampiros, Gomejos, piernas para qué las tengo. [Privado]
Mar Nov 12 2024, 04:51 por Tyr
» Derecho Aerandiano [Libre]
Dom Nov 10 2024, 13:36 por Tyr
» Días de tormenta + 18 [Privado]
Dom Nov 10 2024, 00:41 por Sango
» Propaganda Peligrosa - Priv. Zagreus - (Trabajo / Noche)
Vie Nov 08 2024, 18:40 por Lukas
» Lamentos de un corazón congelado [Libre 3/3]
Vie Nov 08 2024, 01:19 por Tyr
» 89. Una compañía hacia el caos [Privado]
Jue Nov 07 2024, 20:51 por Aylizz Wendell
» Clementina Chonkffuz [SOLITARIO]
Jue Nov 07 2024, 16:48 por Mina Harker
» [Zona de Culto]Santuario del dragón de Mjulnr
Mar Nov 05 2024, 21:21 por Tyr
» Pócimas y Tragos: La Guerra de la Calle Burbuja [Interpretativo] [Libre]
Mar Nov 05 2024, 17:01 por Seraphine Valaryon
» [Zona de culto] Iglesia del único Dios
Mar Nov 05 2024, 14:32 por Tyr
» [Zona de Culto] Oráculo de Fenrir
Mar Nov 05 2024, 03:02 por Tyr