La locura del Artista [Libre][Noche]
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La locura del Artista [Libre][Noche]
Descansaba plácidamente sobre la silla en el mostrador de mi torre de ingeniería. Mis pies descalzos se apoyaban sobre la mesa donde algunos engranajes y tornillos quedaban por guardas de mis trabajos previos. Esa noche el Lucero del Alba estaba cerrado, tenía un par de encargos por finalizar, pero mi estancia en la torre no sería prolongada, ¿pero acaso alguna vez había estado mucho tiempo en algún lugar?
Mis viajes nuevamente me traían a la península de Verisar, y como de costumbre tomaba un respiro para pasarme por la torre y hacer uno que otro trabajo. Un descanso que en realidad parecía una ilusión. Un oasis delirante en un desierto infinito, un camino sin tregua por buscar poder y conocimiento.
La noche continuaba, pero un desgano particular hacía que me fundiera con la silla que se balanceaba con mi peso mientras con mis dedos jugueteaba creando con mi sangromancia unas pequeñas esferas de sangre que aplastaba y solidificaba nuevamente, una y otra vez. La pesadez y el aburrimiento en el ambiente eran casi palpables…
Sin embargo, un sonido sutil me sacó de la monotonía, un pequeño papel se deslizaba debajo de la puerta. Nadie tocó ni hizo ruido alguno, no era un cliente. Con un salto veloz me acerqué a la puerta que abrí con vehemencia, no había nadie.
No dije palabra alguna, sería gastar saliva y era obvio que no encontraría al mensajero. Cerré la puerta nuevamente y me acerqué al sobre sellado con cera roja en el suelo. Inclinándome con delicadeza, tomé el papel y me dispuse a analizarlo.
El papel del sobre era de mala calidad, con un tono amarillento que sentenciaba que no se trataba de la aristocracia. Su sello no reflejaba el símbolo o escudo de ninguna familia reconocida, sin embargo, el sobre revelaba gran detalle dentro de sus limitaciones, sin duda su remitente era alguien que quería parecer refinado o importante. Incluso, un leve olor a bergamota sacudió mi nariz.
Con la uña afilada de mi dedo meñique rompí el sello de cera. El olor cítrico se hizo más fuerte, afirmando que no era una casualidad, sino un detalle premeditado el haber impregnado de olor aquel mensaje. Saqué su contenido que se trataba de una sola hoja de papel doblada y me dispuse a leerla mientras tomaba nuevamente asiento y colocaba el sobre vacío encima del mostrador.
Querido y estimado Zagreus, sin duda que te has hecho un nombre entre
la gente influyente de Aerandir y también entre aquellos en las sombras.
Como me encantaría coincidir nuevamente y poder tomar una copa
contigo para ponernos al día. Tengo tanto que contarme mi preciado compañero.
Como habrás sabido, mi vida no ha sido tan próspera desde aquellos tiempos de Fer´avlis.
Tuve mis momentos de fama, pero hoy por hoy apenas soy la sombra de aquel gran artista.
Pero no temas, últimamente he revolucionado todas mis técnicas en algo que cambiará
todo el continente. Y quiero que seas parte de la inauguración de mi nueva
exposición de arte. Por eso, quiero que acudas a Baslodia a la Galeria de Arte
de Lord Stendhal.
Seguramente tendrás muchas cosas que hacer, pero te pido con
todo el afecto que te tengo, que por favor acudas a mi ascenso.
Te estaré esperando
Atentamente, Sparda.
Finalicé la lectura con una sonrisa - Sparda…- susurré. Se trataba de un hombre peculiar que había conocido en la adolescencia, aun cuando vivía bajo la tutela del mago Fer´Avlis. Uno de los pocos que me habían conocido cuando era humano, cuando no había iniciado mi cruzada por el poder.
Le tenía gran estima al artista, cuestión que no era común entre mis conocidos. En ocasiones, durante la juventud, podíamos tener nuestras diferencias por su actuar errático y formas extravagantes, pero siempre lográbamos volver a reconciliar y entender la posición del otro. Eran pocos los secretos entre ambos, sabia en lo que me había convertido.
Tenía años sin verlo, y si bien tenía planes para continuar con mi viaje, podía darme el lujo de visitar la ciudad y acudir a esa galería en la zona rica de Baslodia.
¿Será que por fin Sparda logró establecerse como un artista de verdad? - Pensé un poco escéptico
Mis viajes nuevamente me traían a la península de Verisar, y como de costumbre tomaba un respiro para pasarme por la torre y hacer uno que otro trabajo. Un descanso que en realidad parecía una ilusión. Un oasis delirante en un desierto infinito, un camino sin tregua por buscar poder y conocimiento.
La noche continuaba, pero un desgano particular hacía que me fundiera con la silla que se balanceaba con mi peso mientras con mis dedos jugueteaba creando con mi sangromancia unas pequeñas esferas de sangre que aplastaba y solidificaba nuevamente, una y otra vez. La pesadez y el aburrimiento en el ambiente eran casi palpables…
Sin embargo, un sonido sutil me sacó de la monotonía, un pequeño papel se deslizaba debajo de la puerta. Nadie tocó ni hizo ruido alguno, no era un cliente. Con un salto veloz me acerqué a la puerta que abrí con vehemencia, no había nadie.
No dije palabra alguna, sería gastar saliva y era obvio que no encontraría al mensajero. Cerré la puerta nuevamente y me acerqué al sobre sellado con cera roja en el suelo. Inclinándome con delicadeza, tomé el papel y me dispuse a analizarlo.
El papel del sobre era de mala calidad, con un tono amarillento que sentenciaba que no se trataba de la aristocracia. Su sello no reflejaba el símbolo o escudo de ninguna familia reconocida, sin embargo, el sobre revelaba gran detalle dentro de sus limitaciones, sin duda su remitente era alguien que quería parecer refinado o importante. Incluso, un leve olor a bergamota sacudió mi nariz.
Con la uña afilada de mi dedo meñique rompí el sello de cera. El olor cítrico se hizo más fuerte, afirmando que no era una casualidad, sino un detalle premeditado el haber impregnado de olor aquel mensaje. Saqué su contenido que se trataba de una sola hoja de papel doblada y me dispuse a leerla mientras tomaba nuevamente asiento y colocaba el sobre vacío encima del mostrador.
Querido y estimado Zagreus, sin duda que te has hecho un nombre entre
la gente influyente de Aerandir y también entre aquellos en las sombras.
Como me encantaría coincidir nuevamente y poder tomar una copa
contigo para ponernos al día. Tengo tanto que contarme mi preciado compañero.
Como habrás sabido, mi vida no ha sido tan próspera desde aquellos tiempos de Fer´avlis.
Tuve mis momentos de fama, pero hoy por hoy apenas soy la sombra de aquel gran artista.
Pero no temas, últimamente he revolucionado todas mis técnicas en algo que cambiará
todo el continente. Y quiero que seas parte de la inauguración de mi nueva
exposición de arte. Por eso, quiero que acudas a Baslodia a la Galeria de Arte
de Lord Stendhal.
Seguramente tendrás muchas cosas que hacer, pero te pido con
todo el afecto que te tengo, que por favor acudas a mi ascenso.
Te estaré esperando
Atentamente, Sparda.
Finalicé la lectura con una sonrisa - Sparda…- susurré. Se trataba de un hombre peculiar que había conocido en la adolescencia, aun cuando vivía bajo la tutela del mago Fer´Avlis. Uno de los pocos que me habían conocido cuando era humano, cuando no había iniciado mi cruzada por el poder.
Le tenía gran estima al artista, cuestión que no era común entre mis conocidos. En ocasiones, durante la juventud, podíamos tener nuestras diferencias por su actuar errático y formas extravagantes, pero siempre lográbamos volver a reconciliar y entender la posición del otro. Eran pocos los secretos entre ambos, sabia en lo que me había convertido.
Tenía años sin verlo, y si bien tenía planes para continuar con mi viaje, podía darme el lujo de visitar la ciudad y acudir a esa galería en la zona rica de Baslodia.
¿Será que por fin Sparda logró establecerse como un artista de verdad? - Pensé un poco escéptico
Última edición por Zagreus el Mar Ago 08 2023, 21:05, editado 1 vez
Zagreus
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Re: La locura del Artista [Libre][Noche]
Era una noche estrellada en Baslodia, la ciudad humana. La luz de la luna iluminaba las calles adoquinadas mientras Frosk, Bluto y Erika se encontraban caminando en busca de una nueva aventura. La ciudad parecía tranquila, pero el aire estaba impregnado de cierta emoción y misterio.
Mientras deambulaban por las sombras, Erika se topó con un cartel bastante grande y ominoso que rezaba: "¡Gran Exposición de Arte Nocturna en la Zona Alta de Baslodia! ¡Descubrid la magia de las creaciones artísticas bajo la luz de las estrellas!"
Erika señaló emocionada el cartel a sus amigos y exclamó:
-¡Mirad, mirad! ¡Hay una exposición de arte nocturna! Debe ser aún más mágico y misterioso bajo la luz de las estrellas. ¡Vamos a ver qué maravillas nos esperan!
Frosk, con sus grandes ojos amarillos brillando de emoción, asintió
-¡Qué interesante! Nunca he visto una exposición de arte. ¡Estoy seguro de que será increíble!
Bluto, con su naturaleza protectora, miró a Erika y Frosk.
-Entonces, ¿Nos dirigimos hacia allá para disfrutar de esta experiencia?
-¡SÍ!-Respondieron conjuntamente la rana y la dragona, visiblemente emocionados.
La zona rica de Baslodia era un lugar impresionante y majestuoso que brillaba con aún más majestuosidad que el resto de la ciudad bajo la luz de la luna. Algunas calles estaban adoquinadas con cristales de gemas iridiscentes que reflejaban los destellos de las estrellas, ya que la fama de la "Ciudad de los Minerales" no era solo debida a la producción de estos materiales, creando un efecto mágico y asombroso con la disposición de las piedras preciosas en la zona rica en gran contraste de la zona pobre. Grandes torres se alzaban hacia el cielo, adornadas con enredaderas luminosas que le daban un toque de encanto natural. La arquitectura era elegante y exquisita, con elaborados arcos y ventanas talladas con detalles intrincados.
A medida que el grupo avanzaba, no pudieron evitar detenerse ante una fuente de agua cristalina que reflejaba la luna de manera hipnótica. Erika, siempre juguetona, sacó un pequeño espejo que había comprado por el día en el mercado y comenzó a hacer gestos y muecas frente a su reflejo en la superficie brillante, lo que provocó risas contagiosas en sus compañeros. Frosk, maravillado, extendió su lengua hacia la fuente y tocó el agua con su punta, generando pequeñas ondas que se expandieron con un brillo brillante.
Finalmente, el trío de amigos se despidió de la fuente y continuó su camino.
A medida que se acercaban a la galería de arte, el ambiente se volvía más elegante y sofisticado. Las fachadas de los edificios estaban adornadas con faroles dorados y detalles artísticos, y el murmullo de la gente disfrutando de la velada llenaba el aire.
Finalmente, llegaron a una majestuosa puerta de madera tallada con intrincados diseños que anunciaba la entrada a la exposición. Dicha puerta daba lugar a una calle de la ciudad que parecía haber sido especialmente escogida para la exposición, y cuyo tránsito había sido limitado al ubicar en el portón a dos imponentes guardaespaldas, vestidos con elegantes trajes oscuros y empuñando espadas ornamentadas. Erika, Frosk y Bluto se detuvieron frente a la entrada, y sus corazones latían con anticipación mientras miraban con expectación hacia el interior.
-¡Vaya, vaya, vaya, pero qué tenemos aquí! -Dijo uno de los guardaespaldas con una mirada desafiante.
-¿Os habéis perdido?-Dijo el otro guardaespaldas con un tono de voz más hosco, mirando de arriba a abajo a cada uno de los integrantes del grupo.
Erika, siempre llena de carisma, se adelantó con una sonrisa radiante y respondió con confianza.
-Somos apasionados del arte y estamos ansiosos por disfrutar de la muestra.
Los guardaespaldas intercambiaron miradas y fruncieron el ceño, claramente indecisos sobre si permitirles el paso o no. Frosk, con su curiosidad e ingenuidad, miró a los guardaespaldas y preguntó:
-¿Podríamos pasar, croac?-Infló un par de veces su saco vocal, expectante.
-No parecéis muy "aficionados" al arte que se diga...-Este guardia también escrutó al grupo con interés.
Bluto, siempre atento, se percató de la tensión en el ambiente y decidió intervenir de manera calmada:
-Entendemos que estén siguiendo las órdenes de proteger la exposición, pero les aseguramos que somos inofensivos y solo deseamos admirar el arte. Si nos permiten entrar, prometemos comportarnos con respeto.-Miró tanto a Erika como a Frosk, implorándoles con sus palabras que reafirmasen lo que había dicho. Tanto la rana como la dragona asintieron, casi con cara de cordero degollado.
Los guardaespaldas entonces volvieron a mirarse, indecisos en tomar una decisión. ¿Deberían dejar pasar a tres anómalos extraños? Aquella exposición supuestamente era para mostrar a los nobles y altos ciudadanos de Baslodia, y quizás al patrón que había montado todo aquello no le agradara que una rana, un enorme bio-cibernético de metal y una dragona aniñada anduviesen por allí.
Mientras deambulaban por las sombras, Erika se topó con un cartel bastante grande y ominoso que rezaba: "¡Gran Exposición de Arte Nocturna en la Zona Alta de Baslodia! ¡Descubrid la magia de las creaciones artísticas bajo la luz de las estrellas!"
Erika señaló emocionada el cartel a sus amigos y exclamó:
-¡Mirad, mirad! ¡Hay una exposición de arte nocturna! Debe ser aún más mágico y misterioso bajo la luz de las estrellas. ¡Vamos a ver qué maravillas nos esperan!
Frosk, con sus grandes ojos amarillos brillando de emoción, asintió
-¡Qué interesante! Nunca he visto una exposición de arte. ¡Estoy seguro de que será increíble!
Bluto, con su naturaleza protectora, miró a Erika y Frosk.
-Entonces, ¿Nos dirigimos hacia allá para disfrutar de esta experiencia?
-¡SÍ!-Respondieron conjuntamente la rana y la dragona, visiblemente emocionados.
La zona rica de Baslodia era un lugar impresionante y majestuoso que brillaba con aún más majestuosidad que el resto de la ciudad bajo la luz de la luna. Algunas calles estaban adoquinadas con cristales de gemas iridiscentes que reflejaban los destellos de las estrellas, ya que la fama de la "Ciudad de los Minerales" no era solo debida a la producción de estos materiales, creando un efecto mágico y asombroso con la disposición de las piedras preciosas en la zona rica en gran contraste de la zona pobre. Grandes torres se alzaban hacia el cielo, adornadas con enredaderas luminosas que le daban un toque de encanto natural. La arquitectura era elegante y exquisita, con elaborados arcos y ventanas talladas con detalles intrincados.
A medida que el grupo avanzaba, no pudieron evitar detenerse ante una fuente de agua cristalina que reflejaba la luna de manera hipnótica. Erika, siempre juguetona, sacó un pequeño espejo que había comprado por el día en el mercado y comenzó a hacer gestos y muecas frente a su reflejo en la superficie brillante, lo que provocó risas contagiosas en sus compañeros. Frosk, maravillado, extendió su lengua hacia la fuente y tocó el agua con su punta, generando pequeñas ondas que se expandieron con un brillo brillante.
Finalmente, el trío de amigos se despidió de la fuente y continuó su camino.
A medida que se acercaban a la galería de arte, el ambiente se volvía más elegante y sofisticado. Las fachadas de los edificios estaban adornadas con faroles dorados y detalles artísticos, y el murmullo de la gente disfrutando de la velada llenaba el aire.
Finalmente, llegaron a una majestuosa puerta de madera tallada con intrincados diseños que anunciaba la entrada a la exposición. Dicha puerta daba lugar a una calle de la ciudad que parecía haber sido especialmente escogida para la exposición, y cuyo tránsito había sido limitado al ubicar en el portón a dos imponentes guardaespaldas, vestidos con elegantes trajes oscuros y empuñando espadas ornamentadas. Erika, Frosk y Bluto se detuvieron frente a la entrada, y sus corazones latían con anticipación mientras miraban con expectación hacia el interior.
-¡Vaya, vaya, vaya, pero qué tenemos aquí! -Dijo uno de los guardaespaldas con una mirada desafiante.
-¿Os habéis perdido?-Dijo el otro guardaespaldas con un tono de voz más hosco, mirando de arriba a abajo a cada uno de los integrantes del grupo.
Erika, siempre llena de carisma, se adelantó con una sonrisa radiante y respondió con confianza.
-Somos apasionados del arte y estamos ansiosos por disfrutar de la muestra.
Los guardaespaldas intercambiaron miradas y fruncieron el ceño, claramente indecisos sobre si permitirles el paso o no. Frosk, con su curiosidad e ingenuidad, miró a los guardaespaldas y preguntó:
-¿Podríamos pasar, croac?-Infló un par de veces su saco vocal, expectante.
-No parecéis muy "aficionados" al arte que se diga...-Este guardia también escrutó al grupo con interés.
Bluto, siempre atento, se percató de la tensión en el ambiente y decidió intervenir de manera calmada:
-Entendemos que estén siguiendo las órdenes de proteger la exposición, pero les aseguramos que somos inofensivos y solo deseamos admirar el arte. Si nos permiten entrar, prometemos comportarnos con respeto.-Miró tanto a Erika como a Frosk, implorándoles con sus palabras que reafirmasen lo que había dicho. Tanto la rana como la dragona asintieron, casi con cara de cordero degollado.
Los guardaespaldas entonces volvieron a mirarse, indecisos en tomar una decisión. ¿Deberían dejar pasar a tres anómalos extraños? Aquella exposición supuestamente era para mostrar a los nobles y altos ciudadanos de Baslodia, y quizás al patrón que había montado todo aquello no le agradara que una rana, un enorme bio-cibernético de metal y una dragona aniñada anduviesen por allí.
Última edición por Frosk el Lun Jul 31 2023, 10:48, editado 1 vez
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Re: La locura del Artista [Libre][Noche]
Baslodia lucía como esperarías que lo hiciera una ciudad minera. Donde fuera que caminaras podías oler en el aire la decadencia de un pueblo bastante pobre, o al menos solo en el área donde vivían las clases más bajas. Era fácil localizar un trabajador del resto: hombros caídos, ojos hundidos del cansancio, la ropa gastada, sucia y un rastro de polvo y piedra en la suela de sus botas raídas.
Si de lejos y desde el cómodo asiento de su carruaje podía observar tanto, se preguntaba qué tan espantoso se vería de cerca aquella pobre alma. Luego se recordó que había cientos de otras pobres almas que trató de ayudar y que ninguna de ellas hizo algo al respecto cuando lo necesito.
Quitó su vista del camino y se concentró en el traqueteo de las ruedas contra el cuarteado pavimento. No deseaba que sus sentimientos le ganaran esta noche. Tenía cosas más importantes que hacer, ahora que poco a poco su nombre volvía a susurrarse en Ciudad Lagarto. Muy lentamente su cultivo comenzaba a crecer y pronto podría producir muestras de nuevas drogas que superarían a cualquiera que ya existiera –o eso esperaba al menos-. ¿El problema? Claramente era el dinero. Se podía lograr mucho con presión y amenazas, pero, así y todo, la gente tenía que comer y si no comían no quedaría nadie que trabajase en su invernadero. Siendo este uno de los problemas más básicos entre muchos otros, como lo eran el transporte de los productos desde su lugar de origen, abono, un buen suministro de agua constante que no implicara acarrear baldes y gente confiable que trabajara en los ensayos y que no se escapara con las recetas. El dinero lo movía todo, y la dragona carecía de una suma lo bastante elevada como para manejarlo ella sola.
Esta exposición era para ella una buena oportunidad para encontrar quienes apoyaran su trabajo. Es de sabido conocimiento que la gente con mucho que gastar poseía tiempo de sobra y se aburrían fácilmente. ¿Qué mejor que humanos con cortas vidas y deseosos de experiencias más allá de lo alcanzable? Para ellos que lo tenían todo, menos esto... Bien podría funcionar, se dijo a sí misma mientras el carruaje se detenía frente a la entrada y el conductor abría la puerta.
Extendió su mano y bajó del transporte a pocos metros de la entrada. Elevó la falda de su vestido, demasiado elegante para lo que estaba acostumbrada a usar, pero cumplía su función: No sobresaltar más que el resto de los invitados y aun así verse como ellos.
Mientras daba los últimos pasos hacía la entrada, prestó atención a la charla que los guardias llevaban con un grupo de personas muy peculiares. No lucía como si fueran a terminar pronto y ciertamente no deseaba tener que perder preciados minutos allí fuera, cuando bien podría estar dentro endulzándole el oído a algún ricachón para que apoye su “negocio”.
-Con permiso- Dijo suave, pero con autoridad mientras sacaba una invitación y la extendía hacía los guardias. -Esperaba venir con mis ayudantes, pero alguien debía limpiar el hogar. ¿Habrá algún problema si ellos ocupan su lugar? Ciertamente no pueden esperar que una dama vaya a conseguir su propia bebida como una plebeya ¿o sí? - Se giró levemente a observarlos con un rostro que no daba lugar a juegos. Este era un favor hacia ellos y esperaba que se comportaran o no tendría reparos en ser ella quien los hiciera sufrir.
Ignoró lo que fuese que dijeran los guardias y con su mejor actitud de estirada avanzó para ingresar, haciendo un leve movimiento con su mano para que la siguieran. Los miró de reojo y masculló lo suficientemente bajo para que solo sus nuevos “sirvientes” la oyeran. -Hacen algo que me arruine la noche y les arrancaré la cara a cada uno. Pueden ver todo lo que quieran, no necesito que me sirvan, aunque si alguien os pregunta me será muy útil si hablan bien de mí y me presentan como toda una aristócrata. -No era necesario que se explayara demasiado, pero ella estaba tan de colada como ellos y se los hizo saber. No por confianza, sino porque si caía Oromë, caerían todos juntos. La dragona deseaba hacer negocios, ellos ver las obras de arte. Todos salían ganando.
Si de lejos y desde el cómodo asiento de su carruaje podía observar tanto, se preguntaba qué tan espantoso se vería de cerca aquella pobre alma. Luego se recordó que había cientos de otras pobres almas que trató de ayudar y que ninguna de ellas hizo algo al respecto cuando lo necesito.
Quitó su vista del camino y se concentró en el traqueteo de las ruedas contra el cuarteado pavimento. No deseaba que sus sentimientos le ganaran esta noche. Tenía cosas más importantes que hacer, ahora que poco a poco su nombre volvía a susurrarse en Ciudad Lagarto. Muy lentamente su cultivo comenzaba a crecer y pronto podría producir muestras de nuevas drogas que superarían a cualquiera que ya existiera –o eso esperaba al menos-. ¿El problema? Claramente era el dinero. Se podía lograr mucho con presión y amenazas, pero, así y todo, la gente tenía que comer y si no comían no quedaría nadie que trabajase en su invernadero. Siendo este uno de los problemas más básicos entre muchos otros, como lo eran el transporte de los productos desde su lugar de origen, abono, un buen suministro de agua constante que no implicara acarrear baldes y gente confiable que trabajara en los ensayos y que no se escapara con las recetas. El dinero lo movía todo, y la dragona carecía de una suma lo bastante elevada como para manejarlo ella sola.
Esta exposición era para ella una buena oportunidad para encontrar quienes apoyaran su trabajo. Es de sabido conocimiento que la gente con mucho que gastar poseía tiempo de sobra y se aburrían fácilmente. ¿Qué mejor que humanos con cortas vidas y deseosos de experiencias más allá de lo alcanzable? Para ellos que lo tenían todo, menos esto... Bien podría funcionar, se dijo a sí misma mientras el carruaje se detenía frente a la entrada y el conductor abría la puerta.
Extendió su mano y bajó del transporte a pocos metros de la entrada. Elevó la falda de su vestido, demasiado elegante para lo que estaba acostumbrada a usar, pero cumplía su función: No sobresaltar más que el resto de los invitados y aun así verse como ellos.
Mientras daba los últimos pasos hacía la entrada, prestó atención a la charla que los guardias llevaban con un grupo de personas muy peculiares. No lucía como si fueran a terminar pronto y ciertamente no deseaba tener que perder preciados minutos allí fuera, cuando bien podría estar dentro endulzándole el oído a algún ricachón para que apoye su “negocio”.
-Con permiso- Dijo suave, pero con autoridad mientras sacaba una invitación y la extendía hacía los guardias. -Esperaba venir con mis ayudantes, pero alguien debía limpiar el hogar. ¿Habrá algún problema si ellos ocupan su lugar? Ciertamente no pueden esperar que una dama vaya a conseguir su propia bebida como una plebeya ¿o sí? - Se giró levemente a observarlos con un rostro que no daba lugar a juegos. Este era un favor hacia ellos y esperaba que se comportaran o no tendría reparos en ser ella quien los hiciera sufrir.
Ignoró lo que fuese que dijeran los guardias y con su mejor actitud de estirada avanzó para ingresar, haciendo un leve movimiento con su mano para que la siguieran. Los miró de reojo y masculló lo suficientemente bajo para que solo sus nuevos “sirvientes” la oyeran. -Hacen algo que me arruine la noche y les arrancaré la cara a cada uno. Pueden ver todo lo que quieran, no necesito que me sirvan, aunque si alguien os pregunta me será muy útil si hablan bien de mí y me presentan como toda una aristócrata. -No era necesario que se explayara demasiado, pero ella estaba tan de colada como ellos y se los hizo saber. No por confianza, sino porque si caía Oromë, caerían todos juntos. La dragona deseaba hacer negocios, ellos ver las obras de arte. Todos salían ganando.
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Oromë Vánadóttir
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Re: La locura del Artista [Libre][Noche]
La galería Stendhal estaba abarrotada aquella noche. Sus estancias con pisos de mármol y paredes blancas impolutas solo reafirmaba lo refinado de sus invitados. Hombres y mujeres de la clase más alta de Baslodia acudían a la exposición de Sparda.
No entendía cómo había logrado tal proeza. Recolectar una élite dispuesta a admirar y elogiar su trabajo era el sueño de muchos pintores. Conocía bien a Sparda, su arte era bueno, pero captar un público tan amplio e influyente luego de sus fracasos anteriores me resultaba llamativo.
Oh, usted es el señor Markov- Dijo una dama no mayor de 20 años con el pelo recogido en un moño. Era una de las encargadas de organizar la exposición y garantizar que no existieran inconvenientes con los espectadores. - El maestro Sparda espera que lo acompañe antes de la muestra artística. - ¿muestra artística? Reflexioné en mi cabeza mientras miraba a la chica nerviosa, estresada por la carga de su trabajo. - Aún está preparando algunas cosas, por favor cuando le indique sígame a la habitación del maestro.
Al parecer, la presencia del afamado artista se haría esperar, típico de Sparda y su necesidad de “hacer una entrada” memorable. Mientras podía ver la exhibición, la misma se dividía en dos alas y una sala circular que conecta ambos pasillos.
Según explicaba una de las expositoras, una de las alas estaba destinada a cuadros abstractos llamados “Éxtasis” mientras que en la otra estancia la exposición era llamada “Perdición”, dando muestra de una serie de retratos hechos por Sparda. Todos con la misma “técnica” revolucionaria del artista. Por su parte, la sala circular no tenía cuadros, solo una pequeña mesa decorada con algunos platillos fríos y copas de vino para el público de alcurnia.
Caminé con las manos atrás mientras escaneaba las personas a mi alrededor. Algunos guardias resaltaban con sus sables y expresión ruda. Era bien sabido que el arte solía ser caro y algún listillo podría intentar alguna imprudencia. Igualmente, varios millonarios visitaban incautos aquella galería, por lo que no escatimar en seguridad era una prioridad.
Caminé hasta el primer cuadro de Éxtasis, un par de hombres refinados conversaban sus interpretaciones. - Dicen que utiliza diferentes clases de vinos en conjunto a algunos pigmentos rojos para utilizarlo como pintura, es un genio. - Señalaba el hombre con pequeños cuernos en su frente y un monóculo . - Exquisito Donovan, es tan profundo el mensaje, es como si quisiera que viajáramos a la cúspide de la emoción, mira esos trazos. - Divino - Se me erizan los vellos del brazo - indicó el hombre de bigote rimbombante.
Analizaba con curiosidad aquella obra llamada “El Beso de una Ramera”, un título que no representaba en nada aquella pintura, pero alimentaba la imaginación de quienes la veían y quisieran descifrar su significado.
Interesante… - susurré.
Oh, interesante dice. - comentó con sarcasmo, burlándose de mi comentario. - Sencillamente, hay gente que no entiende de arte y piensa que una palabra es suficiente para des.. - se detuvo indignado mientras lo ignoraba retomando mi caminar al siguiente cuadro.
“El Grito de la Virgen” - leí la pequeña placa de bronce que se situaba debajo de la pintura. - ¿Y tú qué logras ver? - dije a una mujer que se detenía junto a mí a observar la obra.
No entendía cómo había logrado tal proeza. Recolectar una élite dispuesta a admirar y elogiar su trabajo era el sueño de muchos pintores. Conocía bien a Sparda, su arte era bueno, pero captar un público tan amplio e influyente luego de sus fracasos anteriores me resultaba llamativo.
Oh, usted es el señor Markov- Dijo una dama no mayor de 20 años con el pelo recogido en un moño. Era una de las encargadas de organizar la exposición y garantizar que no existieran inconvenientes con los espectadores. - El maestro Sparda espera que lo acompañe antes de la muestra artística. - ¿muestra artística? Reflexioné en mi cabeza mientras miraba a la chica nerviosa, estresada por la carga de su trabajo. - Aún está preparando algunas cosas, por favor cuando le indique sígame a la habitación del maestro.
Al parecer, la presencia del afamado artista se haría esperar, típico de Sparda y su necesidad de “hacer una entrada” memorable. Mientras podía ver la exhibición, la misma se dividía en dos alas y una sala circular que conecta ambos pasillos.
Según explicaba una de las expositoras, una de las alas estaba destinada a cuadros abstractos llamados “Éxtasis” mientras que en la otra estancia la exposición era llamada “Perdición”, dando muestra de una serie de retratos hechos por Sparda. Todos con la misma “técnica” revolucionaria del artista. Por su parte, la sala circular no tenía cuadros, solo una pequeña mesa decorada con algunos platillos fríos y copas de vino para el público de alcurnia.
Caminé con las manos atrás mientras escaneaba las personas a mi alrededor. Algunos guardias resaltaban con sus sables y expresión ruda. Era bien sabido que el arte solía ser caro y algún listillo podría intentar alguna imprudencia. Igualmente, varios millonarios visitaban incautos aquella galería, por lo que no escatimar en seguridad era una prioridad.
Caminé hasta el primer cuadro de Éxtasis, un par de hombres refinados conversaban sus interpretaciones. - Dicen que utiliza diferentes clases de vinos en conjunto a algunos pigmentos rojos para utilizarlo como pintura, es un genio. - Señalaba el hombre con pequeños cuernos en su frente y un monóculo . - Exquisito Donovan, es tan profundo el mensaje, es como si quisiera que viajáramos a la cúspide de la emoción, mira esos trazos. - Divino - Se me erizan los vellos del brazo - indicó el hombre de bigote rimbombante.
- El Beso de una Ramera:
Analizaba con curiosidad aquella obra llamada “El Beso de una Ramera”, un título que no representaba en nada aquella pintura, pero alimentaba la imaginación de quienes la veían y quisieran descifrar su significado.
Interesante… - susurré.
Oh, interesante dice. - comentó con sarcasmo, burlándose de mi comentario. - Sencillamente, hay gente que no entiende de arte y piensa que una palabra es suficiente para des.. - se detuvo indignado mientras lo ignoraba retomando mi caminar al siguiente cuadro.
“El Grito de la Virgen” - leí la pequeña placa de bronce que se situaba debajo de la pintura. - ¿Y tú qué logras ver? - dije a una mujer que se detenía junto a mí a observar la obra.
- El Grito de la Virgen:
Zagreus
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Re: La locura del Artista [Libre][Noche]
Una figura femenina y elegante hizo su aparición en la entrada de la exposición de arte, su porte reflejando una mezcla de seriedad y arrogancia. Su mirada expresaba una confianza desbordante mientras formulaba sus exigencias. No dudó en implicar al trío de amigos como si fueran sus sirvientes, lo que provocó un gesto de desagrado en el rostro de Frosk. El joven hombre-rana estuvo a punto de expresar su desacuerdo, pero antes de que pudiera hablar, Erika actuó con rapidez, cubriendo la boca del anfibio y silenciando su protesta. Frosk luchó por liberarse y pronunciar al menos una palabra, pero la dragona le ganó la partida al mostrar una sonrisa fingida de cortesía a la mujer de cabellos plateados.
La entrada de la exposición los llevó a una majestuosa galería, que brillaba con una elegancia sobrenatural en medio de la noche. Sus estancias, con pisos de mármol que reflejaban la luz tenue de las antorchas, y paredes blancas impolutas, creaban un ambiente de refinamiento que hacía eco de la sofisticación de sus invitados. Los murmullos de los asistentes resonaban en el aire, creando un zumbido constante de expectación y emoción.
Frosk, a pesar de su frustración momentánea, no pudo evitar quedarse boquiabierto ante la magnificencia del lugar. Sus grandes ojos amarillos recorrían con asombro los detalles tallados en las columnas de piedra que flanqueaban la entrada. Bluto, manteniendo su postura imperturbable, observaba atentamente a su alrededor, sus ojos metálicos brillando con interés.
Mientras tanto, Erika, con su mirada avivada por la curiosidad, no dejaba de estudiar a la enigmática mujer de cabellos plateados. Sus movimientos, su manera de hablar y el aire de autoridad que proyectaba no pasaban desapercibidos para la joven dragona, quien no podía evitar pensar en cómo podría encajar en el intrigante mundo de las artes y las influencias sociales.
La dragona asintió con gracia y cortesía a las palabras de la mujer, siguiendo el juego que se les había impuesto. Frosk miró con cierta extrañeza y temor a la mujer de cabellos plateados, y Bluto, con su semblante vacío de sentimientos tan solo la miró emitiendo un chirrido proveniente del interior de su cabeza. Los tres habían captado cuál era el precio de debían de pagar por estar allí.
A medida que avanzaban, las obras de arte se revelaban ante ellos en todo su esplendor. Pinturas de colores vibrantes y esculturas meticulosamente talladas ocupaban su vista, cada pieza más impresionante que la anterior. Erika no pudo evitar detenerse frente a una pintura que representaba un paisaje mágico, o al menos eso decía su descripción, pues lo que Frosk realmente vio fue un lienzo llenos de pincelazos de varios colores sin ningún dibujo apreciable.
-Este cuadro no está terminado, croac.-Dijo mientras se cruzaba de brazos e inflaba su saco vocal.
Dos aristócratas que se encontraban a su lado lo miraron airados, casi como si hubiese dicho algún tipo de sacrilegio. Erika se colocó junto a la rana para examinar también la pintura, y por más que ladeó su cabeza a izquierda y derecha para encontrar algún tipo de sentido a la pintura, llegó a la misma conclusión que su amigo.
-Definitivamente esto no está acabado.-Dijo también cruzada de brazos.
-Hmf, incultos.-Soltó uno de los aristócratas.
-Mi difunto abuelo dibujaba mejor, sin ninguna duda.-Se volteó hacia los hombres y asintió dos veces, muy convencido-Croac, croac.
-Entre las mejores y más brillantes mentes de nuestra época, no hay nadie que pinte mejor que Sparda, rana.
-Yo sí conozco a alguien.-Dijo con una media sonrisa pícara.
Sorprendidos, tanto los aristócratas como Erika y Bluto centraron con interés su atención en la rana expectantes por la respuesta.
-¡La señora del cabello de luna!-Señaló con energía, entusiasmo e incluso una pizca de soberbia hacia la mujer que los había contratado falsamente como sirvientes.
Entonces, tanto Erika y Bluto como los dos aristócratas llevaron su mirada a la mujer sin disimulo alguno. Uno de estos últimos rió con ironía.
-¿Sois sus sivientes?-Se atusó el bigote.-Eso tendrá que demostrarlo.
Erika, por su parte y de forma discreta le dió un capón a Frosk en la coronilla, a lo que la rana reaccionó pegando un respingo de dolor.
-¡Deja de decir estupideces!
La entrada de la exposición los llevó a una majestuosa galería, que brillaba con una elegancia sobrenatural en medio de la noche. Sus estancias, con pisos de mármol que reflejaban la luz tenue de las antorchas, y paredes blancas impolutas, creaban un ambiente de refinamiento que hacía eco de la sofisticación de sus invitados. Los murmullos de los asistentes resonaban en el aire, creando un zumbido constante de expectación y emoción.
Frosk, a pesar de su frustración momentánea, no pudo evitar quedarse boquiabierto ante la magnificencia del lugar. Sus grandes ojos amarillos recorrían con asombro los detalles tallados en las columnas de piedra que flanqueaban la entrada. Bluto, manteniendo su postura imperturbable, observaba atentamente a su alrededor, sus ojos metálicos brillando con interés.
Mientras tanto, Erika, con su mirada avivada por la curiosidad, no dejaba de estudiar a la enigmática mujer de cabellos plateados. Sus movimientos, su manera de hablar y el aire de autoridad que proyectaba no pasaban desapercibidos para la joven dragona, quien no podía evitar pensar en cómo podría encajar en el intrigante mundo de las artes y las influencias sociales.
La dragona asintió con gracia y cortesía a las palabras de la mujer, siguiendo el juego que se les había impuesto. Frosk miró con cierta extrañeza y temor a la mujer de cabellos plateados, y Bluto, con su semblante vacío de sentimientos tan solo la miró emitiendo un chirrido proveniente del interior de su cabeza. Los tres habían captado cuál era el precio de debían de pagar por estar allí.
A medida que avanzaban, las obras de arte se revelaban ante ellos en todo su esplendor. Pinturas de colores vibrantes y esculturas meticulosamente talladas ocupaban su vista, cada pieza más impresionante que la anterior. Erika no pudo evitar detenerse frente a una pintura que representaba un paisaje mágico, o al menos eso decía su descripción, pues lo que Frosk realmente vio fue un lienzo llenos de pincelazos de varios colores sin ningún dibujo apreciable.
-Este cuadro no está terminado, croac.-Dijo mientras se cruzaba de brazos e inflaba su saco vocal.
Dos aristócratas que se encontraban a su lado lo miraron airados, casi como si hubiese dicho algún tipo de sacrilegio. Erika se colocó junto a la rana para examinar también la pintura, y por más que ladeó su cabeza a izquierda y derecha para encontrar algún tipo de sentido a la pintura, llegó a la misma conclusión que su amigo.
-Definitivamente esto no está acabado.-Dijo también cruzada de brazos.
-Hmf, incultos.-Soltó uno de los aristócratas.
-Mi difunto abuelo dibujaba mejor, sin ninguna duda.-Se volteó hacia los hombres y asintió dos veces, muy convencido-Croac, croac.
-Entre las mejores y más brillantes mentes de nuestra época, no hay nadie que pinte mejor que Sparda, rana.
-Yo sí conozco a alguien.-Dijo con una media sonrisa pícara.
Sorprendidos, tanto los aristócratas como Erika y Bluto centraron con interés su atención en la rana expectantes por la respuesta.
-¡La señora del cabello de luna!-Señaló con energía, entusiasmo e incluso una pizca de soberbia hacia la mujer que los había contratado falsamente como sirvientes.
Entonces, tanto Erika y Bluto como los dos aristócratas llevaron su mirada a la mujer sin disimulo alguno. Uno de estos últimos rió con ironía.
-¿Sois sus sivientes?-Se atusó el bigote.-Eso tendrá que demostrarlo.
Erika, por su parte y de forma discreta le dió un capón a Frosk en la coronilla, a lo que la rana reaccionó pegando un respingo de dolor.
-¡Deja de decir estupideces!
Frosk
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Re: La locura del Artista [Libre][Noche]
Por suerte, aquel trio tenían más neuronas de lo que esperaba y captaron al instante el truco. Oromë estaba ligeramente nerviosa, siempre le pareció más sencillo el robar o incluso amenazar ▬y porque no también torturar si es que se lo merecían▬ pero el tener que participar de tanta fanfarronería no era lo suyo. Si tuviera que depender del pasado, hubiera preferido que el Virrey de Ciudad Lagarto hiciera su aparición. Este era su lugar, él solía brillar y en su locura encajaba perfectamente en esta clase de circo, mientras que ella no tenía el carácter ni la paciencia para fingir a todas horas.
Respiró profundo, tratando de extraer toda esa valentía y a su Owens interior, pero ¿Para qué mentir? Era más fácil fingir ser una piedra y tendría mejores resultados. -Si me ayudan les pagaré bien. Vayan, hagan lo que quieran, pero finjan un poco de tanto en tanto para que nadie sospeche- Se apretó el puente de la nariz al notar la cara de aquella rana, no es como si tuviera grandes expresiones, pero era fácil ver en sus ojos saltones que no le caía nada bien. A pesar de que les había ayudado a entrar y así le agradecía... Suspiró molesta y se maldijo a sí misma. ¿Por qué seguía tratando de ayudar a la gente con banalidades?.
La dragona siguió andando hasta la sala circular y fue directo hacia el alcohol. Tomó una copa y consumió el licor en tres tragos. A continuación, adquirió otra copa llena y siguió la mirada de sus “sirvientes”, adelantándose por uno de los dos caminos que exponían las obras de arte, apenas deteniéndose para mirar de tanto en tanto hasta situarse frente a una que llamó su atención.
Lo cierto era que Oromë no era nada conocedora del arte. Lo máximo que llegaba a saber era gracias a su hija Sena que poseía un gran don para ello. Pero si notaba la gran diferencia entre uno y otro. La pequeña niña era hábil para plasmar fácilmente lo que sus ojos veían, al punto de sorprender a su madre en los detalles que plasmaba en cada retrato que dibujaba; a veces la luz de las flores en el ventanal de su hogar, a pesar de no poder acercarse a ellas para escudriñarlas mejor debido al sol. Otras eran las pequeñas muescas y arrugas en los suaves ojos de la albina cuando se concentraba al punto de causarle dolor de cabeza... Estos y muchos detalles más que ni ella lograba notar en el espejo, la pequeña vampira los captaba con la misma facilidad con la que respiraba.
Aquí el artista era completamente diferente. Era bastante claro que dejaba la interpretación a aquel que estuviera dispuesto a darle, aunque sea, un mínimo de sentido. Para la dragona era devanarse los sesos en un intento de encontrarle algo interesante.
- ¿Y tú qué logras ver? - Pestañó varias veces para volver a la realidad y se giró a ver al dueño de aquellas palabras. Si no fuera porque estaba segura de tener solo hermanas, aquel hombre bien podría ser su mellizo. Cabello cenizo y largo, un par de bellos ojos brillantes como monedas de oro. Sí, tranquilamente podría ser su versión masculina.
-Yo, no lo sé. El arte abstracto es nuevo para mí, pero el color es bonito sin duda- Solo podía ver rojos intensos, fuertes pinceladas sobre un lienzo de gran calidad como para soportar tanta presión del artista sobre ella. Se preguntaba cómo es que sostenía el pincel para hacerlo o si simplemente había arrojado un bote sobre él y ya. - ¡Ah! Se refiere al lienzo, ya no es de un blanco puro, de ahí el nombre. Lo ha violado completamente... Creo- Se encogió de hombros y le dio un sorbito a su copa. Había optado por la honestidad en su visión a tratar de exagerar lo que estaba frente a ella. Bien podría haber elegido el decir las mismas estupideces sin sentido que los aristócratas a su lado, pero sentía que este arte poco tenía que ver con la pintura en sí, sino más bien lo que había debajo de ellas... O simplemente era igual de tonta que ellos y buscaba cualquier excusa que sonara lo suficientemente buena como para quedar bien.
Un pequeño bulliceo llamó su atención y claramente no eran otros que sus sirvientes de mentira haciendo escándalo sobre una pintura sin terminar. Apenas si habían pasado veinte minutos desde que llegaron y ya estaban llamando la atención del modo en que Oromë les pidió que no lo hicieran.
Se acercó dando fuertes pasos, tratando de contener la colera fuera de su semblante.
-¡La señora del cabello de luna!- Alcanzó a escuchar mientras se detenía frente a cinco pares de ojos observandola
- ¿Qué sucede aquí? - Preguntó a nadie en particular y algunos de esos nadie la puso al tanto de lo que ocurría.
No deseaba ningún infortunio en su misión, todavía ni siquiera conocía el nombre de algún pretencioso adinerado que fundara su costoso trabajo. ¿Cómo podía arreglar esta confusión sin que la echaran fuera? Fácil, se hecho a reír a carcajadas. -Ay Dioses mi sirviente es tan adorable- Fingió que se limpiaba una lagrima de tanto reír y luego le daba una palmadita en la espalda a la rana. -Le gusta presumirme, cuando en realidad debería presumir a mi hija. Ella hace unos retratos hermosos, deberían de verlos. El próximo año planeamos enviarla con los mejores maestros- Le levantó la mano al hombre bestia y colocó su copa ya vacía en ella. -Ve cariño y tráeme algo de beber. También para estas agradables personas. -
Se volteó ligeramente de forma que su rostro les daba la espalda a los aristócratas y solo fuera visible para el hombre rana. Sonrió con ganas, mostrándole tantos dientes como sus labios le permitieran, pero allí no había una recta y perlada dentadura sino una doble fila de largos y afilados dientes.1 -Querida, acompáñalo tú también, no vaya a ser que se le caigan. Y no se tarden- Dijo de forma cantarina para ocultar el siseo en su voz, supuso que la adolescente era la más coherente de ellos tres y lograría mantener controlada a aquella rana o sapo o lo que fuere. Estaba comenzando a colmarle la paciencia.
1• Dragón Humanoide: Permite al dragón realizar transformaciones parciales o incluso adoptar una forma reptiliana a medio camino entre un humano y un dragón.[En esta ocación solo mi bella sonrisa(?)]
Respiró profundo, tratando de extraer toda esa valentía y a su Owens interior, pero ¿Para qué mentir? Era más fácil fingir ser una piedra y tendría mejores resultados. -Si me ayudan les pagaré bien. Vayan, hagan lo que quieran, pero finjan un poco de tanto en tanto para que nadie sospeche- Se apretó el puente de la nariz al notar la cara de aquella rana, no es como si tuviera grandes expresiones, pero era fácil ver en sus ojos saltones que no le caía nada bien. A pesar de que les había ayudado a entrar y así le agradecía... Suspiró molesta y se maldijo a sí misma. ¿Por qué seguía tratando de ayudar a la gente con banalidades?.
La dragona siguió andando hasta la sala circular y fue directo hacia el alcohol. Tomó una copa y consumió el licor en tres tragos. A continuación, adquirió otra copa llena y siguió la mirada de sus “sirvientes”, adelantándose por uno de los dos caminos que exponían las obras de arte, apenas deteniéndose para mirar de tanto en tanto hasta situarse frente a una que llamó su atención.
Lo cierto era que Oromë no era nada conocedora del arte. Lo máximo que llegaba a saber era gracias a su hija Sena que poseía un gran don para ello. Pero si notaba la gran diferencia entre uno y otro. La pequeña niña era hábil para plasmar fácilmente lo que sus ojos veían, al punto de sorprender a su madre en los detalles que plasmaba en cada retrato que dibujaba; a veces la luz de las flores en el ventanal de su hogar, a pesar de no poder acercarse a ellas para escudriñarlas mejor debido al sol. Otras eran las pequeñas muescas y arrugas en los suaves ojos de la albina cuando se concentraba al punto de causarle dolor de cabeza... Estos y muchos detalles más que ni ella lograba notar en el espejo, la pequeña vampira los captaba con la misma facilidad con la que respiraba.
Aquí el artista era completamente diferente. Era bastante claro que dejaba la interpretación a aquel que estuviera dispuesto a darle, aunque sea, un mínimo de sentido. Para la dragona era devanarse los sesos en un intento de encontrarle algo interesante.
- ¿Y tú qué logras ver? - Pestañó varias veces para volver a la realidad y se giró a ver al dueño de aquellas palabras. Si no fuera porque estaba segura de tener solo hermanas, aquel hombre bien podría ser su mellizo. Cabello cenizo y largo, un par de bellos ojos brillantes como monedas de oro. Sí, tranquilamente podría ser su versión masculina.
-Yo, no lo sé. El arte abstracto es nuevo para mí, pero el color es bonito sin duda- Solo podía ver rojos intensos, fuertes pinceladas sobre un lienzo de gran calidad como para soportar tanta presión del artista sobre ella. Se preguntaba cómo es que sostenía el pincel para hacerlo o si simplemente había arrojado un bote sobre él y ya. - ¡Ah! Se refiere al lienzo, ya no es de un blanco puro, de ahí el nombre. Lo ha violado completamente... Creo- Se encogió de hombros y le dio un sorbito a su copa. Había optado por la honestidad en su visión a tratar de exagerar lo que estaba frente a ella. Bien podría haber elegido el decir las mismas estupideces sin sentido que los aristócratas a su lado, pero sentía que este arte poco tenía que ver con la pintura en sí, sino más bien lo que había debajo de ellas... O simplemente era igual de tonta que ellos y buscaba cualquier excusa que sonara lo suficientemente buena como para quedar bien.
Un pequeño bulliceo llamó su atención y claramente no eran otros que sus sirvientes de mentira haciendo escándalo sobre una pintura sin terminar. Apenas si habían pasado veinte minutos desde que llegaron y ya estaban llamando la atención del modo en que Oromë les pidió que no lo hicieran.
Se acercó dando fuertes pasos, tratando de contener la colera fuera de su semblante.
-¡La señora del cabello de luna!- Alcanzó a escuchar mientras se detenía frente a cinco pares de ojos observandola
- ¿Qué sucede aquí? - Preguntó a nadie en particular y algunos de esos nadie la puso al tanto de lo que ocurría.
No deseaba ningún infortunio en su misión, todavía ni siquiera conocía el nombre de algún pretencioso adinerado que fundara su costoso trabajo. ¿Cómo podía arreglar esta confusión sin que la echaran fuera? Fácil, se hecho a reír a carcajadas. -Ay Dioses mi sirviente es tan adorable- Fingió que se limpiaba una lagrima de tanto reír y luego le daba una palmadita en la espalda a la rana. -Le gusta presumirme, cuando en realidad debería presumir a mi hija. Ella hace unos retratos hermosos, deberían de verlos. El próximo año planeamos enviarla con los mejores maestros- Le levantó la mano al hombre bestia y colocó su copa ya vacía en ella. -Ve cariño y tráeme algo de beber. También para estas agradables personas. -
Se volteó ligeramente de forma que su rostro les daba la espalda a los aristócratas y solo fuera visible para el hombre rana. Sonrió con ganas, mostrándole tantos dientes como sus labios le permitieran, pero allí no había una recta y perlada dentadura sino una doble fila de largos y afilados dientes.1 -Querida, acompáñalo tú también, no vaya a ser que se le caigan. Y no se tarden- Dijo de forma cantarina para ocultar el siseo en su voz, supuso que la adolescente era la más coherente de ellos tres y lograría mantener controlada a aquella rana o sapo o lo que fuere. Estaba comenzando a colmarle la paciencia.
1• Dragón Humanoide: Permite al dragón realizar transformaciones parciales o incluso adoptar una forma reptiliana a medio camino entre un humano y un dragón.[En esta ocación solo mi bella sonrisa(?)]
Oromë Vánadóttir
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Re: La locura del Artista [Libre][Noche]
Violado el lienzo… reflexionaba, era una interpretación perspicaz, muy distinta a la mía, que podría aventurarme a pensar como correcta, ya que conocía bien al artista. Al girarme y ver los ojos de la mujer, una sensación extraña recorrió mi cuerpo, una idea absurda. En una de mis visitas a Baslodia una mujer de la aristocracia me había plantado la duda de que quizás el linaje Markov no había sido erradicado. Ahora, la idea de que quizás no fuera el último me taladraba la cabeza constantemente.
Esa mujer mantenía el color de pelo y ojos heredados en la genealogía de los Markov. Evidentemente, era una idea rebuscada, pero tenía que averiguar el nombre de aquella dama.
Continué al siguiente cuadro mientras con el rabillo del ojo seguía los pasos de la mujer de porte elegante. “La carga de un padre de Familia”, leí. Cada vez me costaba más seguir las intenciones de Sparda, otro cuadro rojo que avivaba los comentarios de los aristócratas petulantes.
Mi atención ya no estaba en el arte, así que me giré y aproximé a la mujer que parecía estar ordenando a su servidumbre.
Debes ser una mujer importante para tener tanta gente a tu servicio - comenté a las espaldas de la mujer que se rodeaba de otros nobles. - Zagreus Markov - me presenté con galantería mientras inclinaba mi torso en señal de una ligera reverencia. Tomando un lugar protagónico al lado del resto de aristócratas. - Sapo, a mí también me puedes traer una copa - dije elevando la voz al anfibio con una sonrisa altanera esperando la cortesía de la mujer de cabellera cenicienta.
Señores y señoras - dijo una de las organizadoras tomando el foco de atención en el centro de la sala circular. - En 30 minutos dará inicio la exhibición de Sparda, podrán observar al gran artista crear una pieza. Estén atentos y muchas gracias. - Pronunció haciendo que el bullicio se acentuara ante la emoción y expectativa de los presentes que excitados conversaban sobre la dicha de poder ver a Sparda producir una nueva obra maestra.
La dama se acercó a mi posición, su frente empapada de sudor y el moño con algunos mechones desarreglados denotaba el cansancio y ansiedad que acompaña a la joven organizadora. - Señor, por favor, acompáñeme a la estancia del maestro que desea hablar con usted.
Si me disculpan - indiqué de forma cortés a las personas a mi alrededor. Ahora caminaba para poder conversar con mi viejo compañero, el protagonista de aquella noche, Sparda.
____________________Esa mujer mantenía el color de pelo y ojos heredados en la genealogía de los Markov. Evidentemente, era una idea rebuscada, pero tenía que averiguar el nombre de aquella dama.
Continué al siguiente cuadro mientras con el rabillo del ojo seguía los pasos de la mujer de porte elegante. “La carga de un padre de Familia”, leí. Cada vez me costaba más seguir las intenciones de Sparda, otro cuadro rojo que avivaba los comentarios de los aristócratas petulantes.
- La Carga de un Padre de Familia:
Mi atención ya no estaba en el arte, así que me giré y aproximé a la mujer que parecía estar ordenando a su servidumbre.
Debes ser una mujer importante para tener tanta gente a tu servicio - comenté a las espaldas de la mujer que se rodeaba de otros nobles. - Zagreus Markov - me presenté con galantería mientras inclinaba mi torso en señal de una ligera reverencia. Tomando un lugar protagónico al lado del resto de aristócratas. - Sapo, a mí también me puedes traer una copa - dije elevando la voz al anfibio con una sonrisa altanera esperando la cortesía de la mujer de cabellera cenicienta.
[...]
Pasado varios minutos.
Señores y señoras - dijo una de las organizadoras tomando el foco de atención en el centro de la sala circular. - En 30 minutos dará inicio la exhibición de Sparda, podrán observar al gran artista crear una pieza. Estén atentos y muchas gracias. - Pronunció haciendo que el bullicio se acentuara ante la emoción y expectativa de los presentes que excitados conversaban sobre la dicha de poder ver a Sparda producir una nueva obra maestra.
La dama se acercó a mi posición, su frente empapada de sudor y el moño con algunos mechones desarreglados denotaba el cansancio y ansiedad que acompaña a la joven organizadora. - Señor, por favor, acompáñeme a la estancia del maestro que desea hablar con usted.
Si me disculpan - indiqué de forma cortés a las personas a mi alrededor. Ahora caminaba para poder conversar con mi viejo compañero, el protagonista de aquella noche, Sparda.
Off
Dejo espacio para desarrollar lo que sucede en el presente y posterior me ausento para dirigirme a la habitación de Sparda previo al evento estelar. No maten a nadie en mi ausencia (?)
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Re: La locura del Artista [Libre][Noche]
Frosk no se inmutó ante la aparición de la dama de cabellos plateados ni de su amplia y dentada sonrisa. Sin embargo, Erika sabía que aquellas expresiones de la faz de la mujer y el tono de sus cuidadas palabras no eran naturales y escondían un sombrío propósito, como el de comerse a la rana, por ejemplo.
La dragona asintió en cuanto la hermosa mujer le indicó que acompañara a la rana a por las bebidas. Frosk, en su interior molesto, asintió sin mucho entusiasmo. Bluto, por su parte, siguió de pie, rígido y observante de cada detalle del lugar y de los asistentes. Más que un sirviente, parecía el guardaespaldas de la mujer de cabellos plateados. Uno de los aristócratas miraba al bio-cibernético de reojo, con cierto temor ante tanta solemnidad. El robot se percató de ello y miró directamente con sus cristales verdes que hacían de ojos, los cuales parecían carecer de vida propia. Ante esto, el aristócrata pegó un respingo y apartó la mirada del gigante de metal, apartándose un poco de su lado de forma discreta. Bluto no entendió a qué se debió esto, pero no le prestó atención y volvió a observar y escuchar la conversación de la dama de cabellos níveos con el resto de asistentes.
Antes de que Frosk y Erika y se marcharan, otro hombre apareció en escena. A todas luces era la versión masculina de la dama de cabellos plateados, por lo que se podría intuir que eran familia. Este hombre también pidió una copa para él al dúo de sirvientes, pero cometió la falta de respeto de nombrar a Frosk como "sapo", por lo que el hombre-rana hinchó su saco vocal con rabia para empezar a vociferar como hacía siempre, poniendo aquella cara de pocos amigos. Pero justo antes de que eso sucediese, Erika la tapó la enorme boca al anfibio, impidiéndole que el aire que tomaron sus pulmones saliese de forma natural y explosiva, por lo que en vez de un grito lo único que se escuchó fue una especie de resoplido parecido al de una trompeta obstruida.
-¡Enseguida!-Sonrió falsamente y se llevó a su amigo de allí casi a rastras.
-¡Croac!-Se liberó del agarre de la dragona una vez alejados del grupo.-¡Me ha insultado!-Achinó sus ojos e infló su saco vocal con agravio.
-¡Idiota! ¿No lo ves?-Dijo en voz baja.-Son gente peligrosa, del tipo que hace daño si notan que somos una molestia.
-¿De los que capturaron a Orquídea?
-Posiblemente.-Asintió, convencida.
-¿Crees que ellos la capturaron?-Dijo alarmado.
-No.-Negó, descartando la idea de primeras, aunque luego le entró la duda.-...creo.
Más tarde, una mujer anunció que en pocos minutos haría acto de presencia el protagonista de la noche, el artista que había creado todas esas obras de arte; "Sparda". Erika sintió cierta emoción, pero Frosk tras ver las obras que se exponían en la galería miró con desgana a la anunciadora.
Cada uno volvió con una bandeja llena de bebidas para los presentes. Bluto seguía callado observando la conversación en la que los aristócratas y las dos figuras elegantes de cabellos plateados estaban inmersos. El hombre fue el que se ausentó sin haberse llevado su copa, por lo que tras repartir las respectivas para cada uno, Frosk, molesto por el hecho de haberle hecho ir a por una copa para luego dejarle colgado, lo siguió sin que nadie se diese cuenta de ello.
Le daba igual colarse donde tuviera que colarse e ir a donde hiciera falta. Si ese tipo que le había insultado se iba sin recibir la copa, el anfibio se enojaría aún más. Era una cuestión personal.
-¡Aquí tiene su copa, señor!-Irrumpió en el lugar al que había ido el hombre de cabellos níveos.-¡Y le informo de que no soy un sapo, soy una rana!-Infló su saco vocal, molesto mientras le señalaba, acusador.-¡Los sapos tienen la piel más áspera y rugosa que las ranas, además de que presentan verrugas por todo su cuerpo. Mi amigo Bluto dice que no es difícil diferenciarnos, debería de tener eso en cuenta para la próxima vez, señor!-Trataba de hablarle con educación, ya que su abuelo siempre le decía que a los nobles y a la gente poderosa había que hablarle con ese tono, aunque no podía negar que le costaba.-¡Además, los sapos son más grandes, más apestosos y más feos que las ranas, croac!-Dicho esto, le entregó forzosamente la copa en la mano y se llevó sus manos a las caderas, adoptando forma de jarra, mientras su pecho se hinchaba con orgullo.
La dragona asintió en cuanto la hermosa mujer le indicó que acompañara a la rana a por las bebidas. Frosk, en su interior molesto, asintió sin mucho entusiasmo. Bluto, por su parte, siguió de pie, rígido y observante de cada detalle del lugar y de los asistentes. Más que un sirviente, parecía el guardaespaldas de la mujer de cabellos plateados. Uno de los aristócratas miraba al bio-cibernético de reojo, con cierto temor ante tanta solemnidad. El robot se percató de ello y miró directamente con sus cristales verdes que hacían de ojos, los cuales parecían carecer de vida propia. Ante esto, el aristócrata pegó un respingo y apartó la mirada del gigante de metal, apartándose un poco de su lado de forma discreta. Bluto no entendió a qué se debió esto, pero no le prestó atención y volvió a observar y escuchar la conversación de la dama de cabellos níveos con el resto de asistentes.
Antes de que Frosk y Erika y se marcharan, otro hombre apareció en escena. A todas luces era la versión masculina de la dama de cabellos plateados, por lo que se podría intuir que eran familia. Este hombre también pidió una copa para él al dúo de sirvientes, pero cometió la falta de respeto de nombrar a Frosk como "sapo", por lo que el hombre-rana hinchó su saco vocal con rabia para empezar a vociferar como hacía siempre, poniendo aquella cara de pocos amigos. Pero justo antes de que eso sucediese, Erika la tapó la enorme boca al anfibio, impidiéndole que el aire que tomaron sus pulmones saliese de forma natural y explosiva, por lo que en vez de un grito lo único que se escuchó fue una especie de resoplido parecido al de una trompeta obstruida.
-¡Enseguida!-Sonrió falsamente y se llevó a su amigo de allí casi a rastras.
-¡Croac!-Se liberó del agarre de la dragona una vez alejados del grupo.-¡Me ha insultado!-Achinó sus ojos e infló su saco vocal con agravio.
-¡Idiota! ¿No lo ves?-Dijo en voz baja.-Son gente peligrosa, del tipo que hace daño si notan que somos una molestia.
-¿De los que capturaron a Orquídea?
-Posiblemente.-Asintió, convencida.
-¿Crees que ellos la capturaron?-Dijo alarmado.
-No.-Negó, descartando la idea de primeras, aunque luego le entró la duda.-...creo.
Más tarde, una mujer anunció que en pocos minutos haría acto de presencia el protagonista de la noche, el artista que había creado todas esas obras de arte; "Sparda". Erika sintió cierta emoción, pero Frosk tras ver las obras que se exponían en la galería miró con desgana a la anunciadora.
Cada uno volvió con una bandeja llena de bebidas para los presentes. Bluto seguía callado observando la conversación en la que los aristócratas y las dos figuras elegantes de cabellos plateados estaban inmersos. El hombre fue el que se ausentó sin haberse llevado su copa, por lo que tras repartir las respectivas para cada uno, Frosk, molesto por el hecho de haberle hecho ir a por una copa para luego dejarle colgado, lo siguió sin que nadie se diese cuenta de ello.
Le daba igual colarse donde tuviera que colarse e ir a donde hiciera falta. Si ese tipo que le había insultado se iba sin recibir la copa, el anfibio se enojaría aún más. Era una cuestión personal.
-¡Aquí tiene su copa, señor!-Irrumpió en el lugar al que había ido el hombre de cabellos níveos.-¡Y le informo de que no soy un sapo, soy una rana!-Infló su saco vocal, molesto mientras le señalaba, acusador.-¡Los sapos tienen la piel más áspera y rugosa que las ranas, además de que presentan verrugas por todo su cuerpo. Mi amigo Bluto dice que no es difícil diferenciarnos, debería de tener eso en cuenta para la próxima vez, señor!-Trataba de hablarle con educación, ya que su abuelo siempre le decía que a los nobles y a la gente poderosa había que hablarle con ese tono, aunque no podía negar que le costaba.-¡Además, los sapos son más grandes, más apestosos y más feos que las ranas, croac!-Dicho esto, le entregó forzosamente la copa en la mano y se llevó sus manos a las caderas, adoptando forma de jarra, mientras su pecho se hinchaba con orgullo.
Frosk
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Re: La locura del Artista [Libre][Noche]
Aquel hombre era llamativo, del mismo modo que ella se consideraba llamativa gracias a la apariencia compartida. Eran la mancha de color que destacaba sobre la ropa limpia y ambos lo demostraban en su andar, en la mirada soberbia que impartían a las caras comunes y humanas que los rodeaban.
Tanta gente bien vestida con la mejor joyería y maquillaje que el dinero podía pagar. No eran más que muñecas baratas vestidas por una niña, todo un juego en una pequeña cajita de madera.
Todo este alarde de ostentosidad le molestaba, es cierto que cuando podía y tenía, adoraba gastar su propio dinero como le viniera en gana... Pero ahora que regresaba prácticamente de la muerte, despreciaba mas no tenerlo y ver a otros que sí.
Por suerte ella se sentía aquella niña con su propia casita de juguetes y todos esos aristócratas eran sus muñecas. De alguna forma exprimiría cada centavo de ellos.
Ahora aprovecharía al hombre que tenía en frente.
Se quedó observando un segundo más la siguiente pintura, otro lienzo en completo rojo y con un nombre igual de indescriptible. -Yo diría que este artista tiene alguna clase de catarsis muy extraña- Reconsideró una vez más, pero trató de no pensar demasiado en la idea que daba vueltas en su cabeza. La sola imagen de un padre superado por el trabajo de mantener a su familia y ceder ante la presión... “Basta" se dijo a sí misma, no era algo que le gustara considerando su pasado.
-La importancia no es relativa a la cantidad de gente que trabaje para ti, pero si lo es al poder. Todos somos imprescindibles- Hablo como si nada, no considero sus palabras y casi se golpea a sí misma en la frente por ello. Intentó desviar la conversación y para su beneficio él se presentó primero. - ¿Markov? Suena conocido, ¿De dónde proviene? Suena muy norteño- Tal vez mentía, o tal vez no, ella venía de Dundarak y más al norte que eso no había. -Oromë, un placer. No provengo de una familia adinerada así que no viene al caso saberlo- Además, siendo que llevaba el nombre de su madre y no el de su padre tampoco llamaría la atención. Ahora si alguien se ponía a buscar en los viejos carteles de se busca o simplemente usaba la cabeza, sabrían fácilmente quien era ella, o lo que había hecho en el pasado.
El que diera su nombre real probablemente no era la opción más inteligente, pero ¿Qué más daba? No había venido a robar ninguna pintura ni masacrar o comerse gente... Dudaba también conseguir una buena suma de dinero por ellos si era sincera.
Cuando Zagreus se fue ella se dedicó a endulzarles los oídos al resto de los aristócratas. Contándoles de como su “familia” estaba comenzando una nueva empresa para el desarrollo de medicamentos, usando eufemismos y como las drogas más peligrosas provenían de las plantas y como conociéndolas se podría crear un futuro brillante para mejorar la calidad de vida.
No recalcó que, aunque los antídotos eran importantes, primero quería crear potentes contrapartes, mezclarlas con los elixires y, de a poco, crear una cantidad creciente de personas con los efectos de la abstinencia haciendo fila en su puerta, rogando por más a cambio de grandes sumas de dinero.
Este ya no era un parque de juegos, era su pequeño reino en desarrollo y todos ellos sus súbditos... Deseen o no serlo.
Terminado su discurso y dejando a las personas frente a ella hablar de ello, considerándolo, se giró para ver al resto... y la falta de uno de ellos. - ¿A dónde se ha ido la rana? - Preguntó al bio y a la joven. Por sus miradas, ellos no parecían saberlo tampoco, lo cual contorsionó el rostro de la albina a una imagen más honesta y menos encantadora. Sus ojos tenían las pupilas alargadas, su boca pasaba de un bello tono color piel a unas más escamosas con los dientes afilados. -Honestamente, esto es más mi culpa por contratarlos sin darles el dinero por adelanto y sin considerar el desastre con son ustedes- Dijo respirando profundo y regresando a su apariencia humana. -Miento... Ustedes dos no han hecho nada malo... Salvo no vigilarlo. - ¿Qué se esperaba de una adolescente que debería estar bajo llave en su casa hasta tener edad para vestirse sola y un Bio con falla mecánica porque seguía allí quieto y no había avisado a nadie de nada?.
-Les diría que fueran a buscarlo, pero probablemente los arrastre a ustedes con sus problemas. Lo mejor sería dejarlo a su suerte... El artista aparecerá pronto así que se quedaran aquí, conmigo. - Ya estaba por comenzar, la gente empezaba a juntarse en un punto centrico, expectación a flor de piel y ella no sabía que podría llegar a esperar. ¿Tal vez un balde de sangre sobre sus cabezas?.
•Los dejaré a ustedes solitos interactuar por el momento. ¡Que yo quiero ver al artista!(? xD
Tanta gente bien vestida con la mejor joyería y maquillaje que el dinero podía pagar. No eran más que muñecas baratas vestidas por una niña, todo un juego en una pequeña cajita de madera.
Todo este alarde de ostentosidad le molestaba, es cierto que cuando podía y tenía, adoraba gastar su propio dinero como le viniera en gana... Pero ahora que regresaba prácticamente de la muerte, despreciaba mas no tenerlo y ver a otros que sí.
Por suerte ella se sentía aquella niña con su propia casita de juguetes y todos esos aristócratas eran sus muñecas. De alguna forma exprimiría cada centavo de ellos.
Ahora aprovecharía al hombre que tenía en frente.
Se quedó observando un segundo más la siguiente pintura, otro lienzo en completo rojo y con un nombre igual de indescriptible. -Yo diría que este artista tiene alguna clase de catarsis muy extraña- Reconsideró una vez más, pero trató de no pensar demasiado en la idea que daba vueltas en su cabeza. La sola imagen de un padre superado por el trabajo de mantener a su familia y ceder ante la presión... “Basta" se dijo a sí misma, no era algo que le gustara considerando su pasado.
-La importancia no es relativa a la cantidad de gente que trabaje para ti, pero si lo es al poder. Todos somos imprescindibles- Hablo como si nada, no considero sus palabras y casi se golpea a sí misma en la frente por ello. Intentó desviar la conversación y para su beneficio él se presentó primero. - ¿Markov? Suena conocido, ¿De dónde proviene? Suena muy norteño- Tal vez mentía, o tal vez no, ella venía de Dundarak y más al norte que eso no había. -Oromë, un placer. No provengo de una familia adinerada así que no viene al caso saberlo- Además, siendo que llevaba el nombre de su madre y no el de su padre tampoco llamaría la atención. Ahora si alguien se ponía a buscar en los viejos carteles de se busca o simplemente usaba la cabeza, sabrían fácilmente quien era ella, o lo que había hecho en el pasado.
El que diera su nombre real probablemente no era la opción más inteligente, pero ¿Qué más daba? No había venido a robar ninguna pintura ni masacrar o comerse gente... Dudaba también conseguir una buena suma de dinero por ellos si era sincera.
Cuando Zagreus se fue ella se dedicó a endulzarles los oídos al resto de los aristócratas. Contándoles de como su “familia” estaba comenzando una nueva empresa para el desarrollo de medicamentos, usando eufemismos y como las drogas más peligrosas provenían de las plantas y como conociéndolas se podría crear un futuro brillante para mejorar la calidad de vida.
No recalcó que, aunque los antídotos eran importantes, primero quería crear potentes contrapartes, mezclarlas con los elixires y, de a poco, crear una cantidad creciente de personas con los efectos de la abstinencia haciendo fila en su puerta, rogando por más a cambio de grandes sumas de dinero.
Este ya no era un parque de juegos, era su pequeño reino en desarrollo y todos ellos sus súbditos... Deseen o no serlo.
Terminado su discurso y dejando a las personas frente a ella hablar de ello, considerándolo, se giró para ver al resto... y la falta de uno de ellos. - ¿A dónde se ha ido la rana? - Preguntó al bio y a la joven. Por sus miradas, ellos no parecían saberlo tampoco, lo cual contorsionó el rostro de la albina a una imagen más honesta y menos encantadora. Sus ojos tenían las pupilas alargadas, su boca pasaba de un bello tono color piel a unas más escamosas con los dientes afilados. -Honestamente, esto es más mi culpa por contratarlos sin darles el dinero por adelanto y sin considerar el desastre con son ustedes- Dijo respirando profundo y regresando a su apariencia humana. -Miento... Ustedes dos no han hecho nada malo... Salvo no vigilarlo. - ¿Qué se esperaba de una adolescente que debería estar bajo llave en su casa hasta tener edad para vestirse sola y un Bio con falla mecánica porque seguía allí quieto y no había avisado a nadie de nada?.
-Les diría que fueran a buscarlo, pero probablemente los arrastre a ustedes con sus problemas. Lo mejor sería dejarlo a su suerte... El artista aparecerá pronto así que se quedaran aquí, conmigo. - Ya estaba por comenzar, la gente empezaba a juntarse en un punto centrico, expectación a flor de piel y ella no sabía que podría llegar a esperar. ¿Tal vez un balde de sangre sobre sus cabezas?.
•Los dejaré a ustedes solitos interactuar por el momento. ¡Que yo quiero ver al artista!(? xD
Oromë Vánadóttir
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Re: La locura del Artista [Libre][Noche]
La dama respondió con cortesía. El hecho de que confirmara no ser parte de mi genealogía me tranquilizaba, aunque al mismo tiempo que desilusionaba. Entendía que era remota la posibilidad de conseguir otro Markov, pero las palabras de Oneca meses atrás habían avivado las cenizas de la duda que se habían apagado más de dos décadas atrás.
No es un apellido muy común hoy en día - señalé - Quizás en antaño si pudiera significar algo para las frías tierras del norte. - dije accediendo al juego de cordialidad que presentaba la mujer que seguramente no habría nacido para cuando los Markov fueron erradicados del continente.
La dama se presentó como Oromë, pero que no dijera su apellido me llamó profundamente la atención. Las personas alardeaban de sus linajes en aquellas esferas, cada título nobiliario venía acompañado de apellidos que iban engrosando una lista de “hijo de” para realzar las labores de padres y abuelos. El prescindir de ello no era congruente con una “aristócrata”, además que hacer una fortuna sola como para tener un séquito de guardaespaldas y servidumbre no era algo usual de ver.
Sin embargo, mis dudas no se mostraban en mi cara, me llamaba la atención, pero ahora me dirigía a ver a mi viejo compañero Sparda. No tenía porque meterme en los asuntos de aquella mujer.
La pequeña mujer del protocolo guio mis pasos hasta el fondo de la galería, ahí apartando unas gruesas cortinas de color morado me invitó a entrar. Un fuerte aroma a almizcle blanco acarició mi nariz. Velas, óleos vacíos y varias copas desparramadas por el suelo entre uvas y caprichos del artista, acompañaban la figura de mi viejo amigo que abría los brazos con una sonrisa de oreja a oreja.
¡Zagreus! - gritó el hombre de piel y cabello blanco. - Me alegra tanto que hayas podido venir, al fin puedo pensar que estoy triunfando.
Tiempo sin verte Sparda - devolví mientras saludaba al elfo con un abrazo y una sonrisa.
Oh, tantas cosas que hablar contigo mi amigo, aún recuerdo aquellos años que te visitaba a ti y al bueno de Fer a la mansión. Sin él seguro habría muerto de hambre en más de una ocasión, y sin ti sin duda mi juventud habría sido más aburrida. - dijo con aquel tono característico de Sparda, entre la manía y ese atrevimiento lujurioso.
Veo que ahora encontraste un nuevo camino… - indique con tono sarcástico.
Oh, solo quise seguir tus pasos. - señaló el elfo que ahora relamía sus caninos prominentes, dejando en claro que ahora, al igual que yo, cargaba una maldición en su sangre.- pero ya te contaré sobre eso...
La conversación fue interrumpida por uno de los siervos de Oromë que me trajo una copa de vino. No deseaba aquella bebida insípida, pero el anfibio parecía determinado a entregarme lo que le había encargado. La dama de cabellos cenicientos tenía buenos sirvientes.
Miré los grandes ojos de aquella bestia que ahora me confrontaba ofendido por haberlo llamado sapo anteriormente. Se atrevía a darme una “lección” de biología a mí, cuestión que me irritaba, pero viendo su enojo me provocaba cierta lástima mezclada con ternura.
Tranquilo, reconozco que eres una rana, lamento si te ofendí. - dije con cortesía hipócrita. - Agradezco la bebida… y si me permite, tu amigo Bluto puede que tenga razón. - dije sin saber quién era ese tal Bluto - puede ser difícil a veces diferenciarlos, pero es algo importante de saber. Al final de cuentas no es recomendable comer sapos, suelen ser peligrosos, en cambio, las ancas de rana son exquisitas. - recalqué con una sonrisa torva sin dejar claro si era un comentario teórico o una amenaza.
Ya, ya - dijo Sparda con manierismos y su tono amanerado. - No asustes a nuestro pequeño amigo, ya pronto comenzará la exposición final y quiero que todos la vean.
El hombre peinó sus cabellos y asomándose a través de las cortinas moradas, aplaudió dos veces dando una señal a los organizadores.
Ahora si me permites cariño, ve afuera y asegúrate la primera fila. Ya tendremos tiempo para ponernos al día, pero hoy Zagreus te mostraré como mi arte ha cambiado el continente. - dijo excitado mientras empujaba mi espalda para irme de la habitación. - Tú también pequeña rana. - indicó sonriendo mientras preparaba una paleta y un estuche con varios pinceles de diferentes tamaños.
Tomé posición alrededor del círculo central, me sentía emocionado por mi viejo amigo, no era común que pudiera llamar a otra persona en esos términos y sus éxitos me generaban alegría. Quería conversar con él, desde que me marché de la mansión del mago no lo había visto, pero de vez en cuando intercambiaba cartas, sabía parte de mi cruzada, así como yo conocía sus caídas en el mundo del arte.
Un grupo de personas armaron un caballete de madera con un lienzo de grandes dimensiones, 1,70 de altura y al menos 1 metro 20 de ancho; colocaron una tela blanca por el piso, la misma cubría casi toda la estancia, lo que permitía dibujar un círculo entre el espacio del artista y los espectadores que se quedaban en los márgenes de la circunferencia en el suelo.
Trajeron una cubeta de madera de al menos 1 metro de radio, no era muy alta y parecía una piscina para aplastar uvas para utilizar luego de las vendimias; al lado, colocaron un pequeño banco de madera, sin detalles. Todo estaba listo, la tela en el suelo, el caballete con el lienzo en blanco, solo faltaba el artista.
Una mujer en una bata de seda de color beige se aproximó descalza y tomó asiento en el taburete de madera en el centro. Era hermosa, sus piernas blancas sobresalían entre los cortes de la seda, dejando ver sus pies delicados y su piel tersa e impoluta. Su cabellera azabache caía por su espalda en ondas brillantes que contrastaban sus profundos ojos azules. Los hombres y mujeres miraban boquiabiertos, maravillados por su presencia. Casi parecía que habían olvidado que se encontraban en una galería de arte.
Es hermosa, solo Sparda sería capaz de capturar tal belleza en un lienzo. Aunque no entiendo que hace esa piscina ahí.
Estoy muy emocionado, al comienzo me parecía que la gente exageraba sobre su arte, pero quizás lo estaba subestimando.
La gente hablaba ansiosa esperando la exhibición final, algunos se adelantaron en cómo retrataría a la mujer y el significado que le daría a su obra. Las voces callaron cuando la figura elegante entró al círculo e hizo varias reverencias en diferentes direcciones.
Los aplausos agitaron al público, parecía el final de un concierto, incluso algunos ramos fueron arrojados cayendo sobre la tela blanca en el suelo para ser rápidamente recogidos por los organizadores de la galería.
Gracias, gracias, gracias. Damas, caballeros, ranas y elfos - dijo haciendo gala de su histrionismo, acompañando sus palabras con movimientos de manos mientras se paseaba por la alfombra circular.
El vampiro, que aún conservaba las orejas de elfo, hizo un discurso elaborado. Al menos 10 minutos en un monólogo contando sus desventuras y su reciente camino a la cima del mundo artístico. Sparda sacó varias risas a carcajadas y algunas lágrimas histéricas. Sin duda le encantaba ser el centro de atención y tenía un don para la persuasión que solo competía con su habilidad para dibujar.
En varios momentos sentí que me hablaba personalmente, pero ese era su efecto, intentar ganarse el corazón de la gente con sus palabras. Me cuestionaba si con la maldición habría adquirido alguna habilidad de voz.
Ahora - dijo ya dando por concluido su discurso y tomando posición cerca del caballete. - les presento a la más bella joya, Rubí Stendhal, la menor de las hijas del Lord que hoy presta la galería más importante del continente para hacer mi obra maestra.
La dama se levantó, la seda hizo un baile al igual que sus cabellos negros, los hombres con ojos brillosos veían enamorados la figura delicada de la joven. Su padre orgullo dio un paso y tomó su mano para darle un beso en el dorso. El hombre era de las figuras más relevantes de Baslodia y su vestimenta con incrustaciones de piedras preciosas solo daba cuenta de ello.
Sparda estiró su mano y la joven con una sonrisa pícara lo siguió, dio un paso sobre la cubeta de madera y dejó que su bata de seda cayera dentro de la misma. La galería quedó muda al verla desnuda, las palabras se quedaban cortas para describir su figura, pero Sparda volvió a llamar la atención.
Sé que muchas veces es frustrante ver el resultado y no el proceso detrás. Las horas, las ideas, los finos detalles y sacrificios para hacer una obra. - Dijo mientras nuevamente paseaba por los bordes del círculo de personas que rodeaba la tela blanca. - Sé que muchos luego se rompen la cabeza para intentar descifrar qué pensaba cuando pinté, o incluso porque le puse esos títulos. Créanme, soy un sujeto sencillo e incluso concreto. Hoy verán por primera vez el hacer de mi arte y espero que entiendan mi exposición. Quiero que descubran mi obra maestra, por encima incluso de Éxtasis y Perdición.
Nuevamente, entre el silencio abrió los brazos y estiró su cuello para atrás mirando la cúpula del techo. Parecía una deidad en su esplendor, gozaba de ser el protagonista. Lo miraba con una sonrisa porque lo conocía, sería una noche para recordar…
El artista volvió sobre el lienzo y tomó su estuche de pinceles, lo abrió para sí y se posó detrás de la mujer, peinando con su mano los cabellos detrás de sus hombros. - ¡Contemplen mi arte! - gritó mientras la mujer cerraba los ojos y sonreía, acto siguiente el vampiro con un movimiento prolijo y certero pasó un cuchillo dorado por la garganta de la mujer, la sangre empezó a caer por su torso mientras sosteniéndola Sparda amortiguó la caída para que el cuerpo cayera sobre la cubeta, llenando lentamente la piscina de rojo.
La gente rompió el silencio con una ovación estruendosa, aplaudieron y celebraron, incluso el padre lloró sonriendo viendo al pintor que mojaba un pincel grueso en la sangre y dibujaba trazos aleatorios sobre el lienzo blanco. Sparda comenzaba a pintar "La Gema de Sangre"
_________________________
Off
Perdonen, pero ahora el tema creo que corresponde a un +18, si se sienten incómodos me avisan y censuro un poco mi post. Ahora pueden disfrutar al artista pintando, cuidado si intentan otra cosa que hay mucha seguridad. Pueden usar a Sparda si desean, siempre y cuando no lo maten.
No es un apellido muy común hoy en día - señalé - Quizás en antaño si pudiera significar algo para las frías tierras del norte. - dije accediendo al juego de cordialidad que presentaba la mujer que seguramente no habría nacido para cuando los Markov fueron erradicados del continente.
La dama se presentó como Oromë, pero que no dijera su apellido me llamó profundamente la atención. Las personas alardeaban de sus linajes en aquellas esferas, cada título nobiliario venía acompañado de apellidos que iban engrosando una lista de “hijo de” para realzar las labores de padres y abuelos. El prescindir de ello no era congruente con una “aristócrata”, además que hacer una fortuna sola como para tener un séquito de guardaespaldas y servidumbre no era algo usual de ver.
Sin embargo, mis dudas no se mostraban en mi cara, me llamaba la atención, pero ahora me dirigía a ver a mi viejo compañero Sparda. No tenía porque meterme en los asuntos de aquella mujer.
La pequeña mujer del protocolo guio mis pasos hasta el fondo de la galería, ahí apartando unas gruesas cortinas de color morado me invitó a entrar. Un fuerte aroma a almizcle blanco acarició mi nariz. Velas, óleos vacíos y varias copas desparramadas por el suelo entre uvas y caprichos del artista, acompañaban la figura de mi viejo amigo que abría los brazos con una sonrisa de oreja a oreja.
¡Zagreus! - gritó el hombre de piel y cabello blanco. - Me alegra tanto que hayas podido venir, al fin puedo pensar que estoy triunfando.
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Tiempo sin verte Sparda - devolví mientras saludaba al elfo con un abrazo y una sonrisa.
Oh, tantas cosas que hablar contigo mi amigo, aún recuerdo aquellos años que te visitaba a ti y al bueno de Fer a la mansión. Sin él seguro habría muerto de hambre en más de una ocasión, y sin ti sin duda mi juventud habría sido más aburrida. - dijo con aquel tono característico de Sparda, entre la manía y ese atrevimiento lujurioso.
Veo que ahora encontraste un nuevo camino… - indique con tono sarcástico.
Oh, solo quise seguir tus pasos. - señaló el elfo que ahora relamía sus caninos prominentes, dejando en claro que ahora, al igual que yo, cargaba una maldición en su sangre.- pero ya te contaré sobre eso...
La conversación fue interrumpida por uno de los siervos de Oromë que me trajo una copa de vino. No deseaba aquella bebida insípida, pero el anfibio parecía determinado a entregarme lo que le había encargado. La dama de cabellos cenicientos tenía buenos sirvientes.
Miré los grandes ojos de aquella bestia que ahora me confrontaba ofendido por haberlo llamado sapo anteriormente. Se atrevía a darme una “lección” de biología a mí, cuestión que me irritaba, pero viendo su enojo me provocaba cierta lástima mezclada con ternura.
Tranquilo, reconozco que eres una rana, lamento si te ofendí. - dije con cortesía hipócrita. - Agradezco la bebida… y si me permite, tu amigo Bluto puede que tenga razón. - dije sin saber quién era ese tal Bluto - puede ser difícil a veces diferenciarlos, pero es algo importante de saber. Al final de cuentas no es recomendable comer sapos, suelen ser peligrosos, en cambio, las ancas de rana son exquisitas. - recalqué con una sonrisa torva sin dejar claro si era un comentario teórico o una amenaza.
Ya, ya - dijo Sparda con manierismos y su tono amanerado. - No asustes a nuestro pequeño amigo, ya pronto comenzará la exposición final y quiero que todos la vean.
El hombre peinó sus cabellos y asomándose a través de las cortinas moradas, aplaudió dos veces dando una señal a los organizadores.
Ahora si me permites cariño, ve afuera y asegúrate la primera fila. Ya tendremos tiempo para ponernos al día, pero hoy Zagreus te mostraré como mi arte ha cambiado el continente. - dijo excitado mientras empujaba mi espalda para irme de la habitación. - Tú también pequeña rana. - indicó sonriendo mientras preparaba una paleta y un estuche con varios pinceles de diferentes tamaños.
Tomé posición alrededor del círculo central, me sentía emocionado por mi viejo amigo, no era común que pudiera llamar a otra persona en esos términos y sus éxitos me generaban alegría. Quería conversar con él, desde que me marché de la mansión del mago no lo había visto, pero de vez en cuando intercambiaba cartas, sabía parte de mi cruzada, así como yo conocía sus caídas en el mundo del arte.
Un grupo de personas armaron un caballete de madera con un lienzo de grandes dimensiones, 1,70 de altura y al menos 1 metro 20 de ancho; colocaron una tela blanca por el piso, la misma cubría casi toda la estancia, lo que permitía dibujar un círculo entre el espacio del artista y los espectadores que se quedaban en los márgenes de la circunferencia en el suelo.
Trajeron una cubeta de madera de al menos 1 metro de radio, no era muy alta y parecía una piscina para aplastar uvas para utilizar luego de las vendimias; al lado, colocaron un pequeño banco de madera, sin detalles. Todo estaba listo, la tela en el suelo, el caballete con el lienzo en blanco, solo faltaba el artista.
Una mujer en una bata de seda de color beige se aproximó descalza y tomó asiento en el taburete de madera en el centro. Era hermosa, sus piernas blancas sobresalían entre los cortes de la seda, dejando ver sus pies delicados y su piel tersa e impoluta. Su cabellera azabache caía por su espalda en ondas brillantes que contrastaban sus profundos ojos azules. Los hombres y mujeres miraban boquiabiertos, maravillados por su presencia. Casi parecía que habían olvidado que se encontraban en una galería de arte.
Es hermosa, solo Sparda sería capaz de capturar tal belleza en un lienzo. Aunque no entiendo que hace esa piscina ahí.
Estoy muy emocionado, al comienzo me parecía que la gente exageraba sobre su arte, pero quizás lo estaba subestimando.
La gente hablaba ansiosa esperando la exhibición final, algunos se adelantaron en cómo retrataría a la mujer y el significado que le daría a su obra. Las voces callaron cuando la figura elegante entró al círculo e hizo varias reverencias en diferentes direcciones.
Los aplausos agitaron al público, parecía el final de un concierto, incluso algunos ramos fueron arrojados cayendo sobre la tela blanca en el suelo para ser rápidamente recogidos por los organizadores de la galería.
Gracias, gracias, gracias. Damas, caballeros, ranas y elfos - dijo haciendo gala de su histrionismo, acompañando sus palabras con movimientos de manos mientras se paseaba por la alfombra circular.
El vampiro, que aún conservaba las orejas de elfo, hizo un discurso elaborado. Al menos 10 minutos en un monólogo contando sus desventuras y su reciente camino a la cima del mundo artístico. Sparda sacó varias risas a carcajadas y algunas lágrimas histéricas. Sin duda le encantaba ser el centro de atención y tenía un don para la persuasión que solo competía con su habilidad para dibujar.
En varios momentos sentí que me hablaba personalmente, pero ese era su efecto, intentar ganarse el corazón de la gente con sus palabras. Me cuestionaba si con la maldición habría adquirido alguna habilidad de voz.
Ahora - dijo ya dando por concluido su discurso y tomando posición cerca del caballete. - les presento a la más bella joya, Rubí Stendhal, la menor de las hijas del Lord que hoy presta la galería más importante del continente para hacer mi obra maestra.
La dama se levantó, la seda hizo un baile al igual que sus cabellos negros, los hombres con ojos brillosos veían enamorados la figura delicada de la joven. Su padre orgullo dio un paso y tomó su mano para darle un beso en el dorso. El hombre era de las figuras más relevantes de Baslodia y su vestimenta con incrustaciones de piedras preciosas solo daba cuenta de ello.
Sparda estiró su mano y la joven con una sonrisa pícara lo siguió, dio un paso sobre la cubeta de madera y dejó que su bata de seda cayera dentro de la misma. La galería quedó muda al verla desnuda, las palabras se quedaban cortas para describir su figura, pero Sparda volvió a llamar la atención.
Sé que muchas veces es frustrante ver el resultado y no el proceso detrás. Las horas, las ideas, los finos detalles y sacrificios para hacer una obra. - Dijo mientras nuevamente paseaba por los bordes del círculo de personas que rodeaba la tela blanca. - Sé que muchos luego se rompen la cabeza para intentar descifrar qué pensaba cuando pinté, o incluso porque le puse esos títulos. Créanme, soy un sujeto sencillo e incluso concreto. Hoy verán por primera vez el hacer de mi arte y espero que entiendan mi exposición. Quiero que descubran mi obra maestra, por encima incluso de Éxtasis y Perdición.
Nuevamente, entre el silencio abrió los brazos y estiró su cuello para atrás mirando la cúpula del techo. Parecía una deidad en su esplendor, gozaba de ser el protagonista. Lo miraba con una sonrisa porque lo conocía, sería una noche para recordar…
El artista volvió sobre el lienzo y tomó su estuche de pinceles, lo abrió para sí y se posó detrás de la mujer, peinando con su mano los cabellos detrás de sus hombros. - ¡Contemplen mi arte! - gritó mientras la mujer cerraba los ojos y sonreía, acto siguiente el vampiro con un movimiento prolijo y certero pasó un cuchillo dorado por la garganta de la mujer, la sangre empezó a caer por su torso mientras sosteniéndola Sparda amortiguó la caída para que el cuerpo cayera sobre la cubeta, llenando lentamente la piscina de rojo.
La gente rompió el silencio con una ovación estruendosa, aplaudieron y celebraron, incluso el padre lloró sonriendo viendo al pintor que mojaba un pincel grueso en la sangre y dibujaba trazos aleatorios sobre el lienzo blanco. Sparda comenzaba a pintar "La Gema de Sangre"
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Perdonen, pero ahora el tema creo que corresponde a un +18, si se sienten incómodos me avisan y censuro un poco mi post. Ahora pueden disfrutar al artista pintando, cuidado si intentan otra cosa que hay mucha seguridad. Pueden usar a Sparda si desean, siempre y cuando no lo maten.
Zagreus
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Re: La locura del Artista [Libre][Noche]
El señor de cabellos níveos reconoció su error y se disculpó ante su falta de conocimiento sobre los anfibios. El abuelo de Frosk solía decir que aquel que se disculpa demuestra más sabiduría que quien persiste en su error a pesar de conocer su equivocación. Este caso era un claro ejemplo de esa enseñanza. Ante esta situación, el hombre-rana asintió con satisfacción.
El acompañante del caballero de cabellos plateados le cayó bien a Frosk. Parecía simpático y lo invitó a unirse a la primera fila de su presentación, prometiendo un espectáculo emocionante. Con esta invitación, Frosk no tuvo dudas de que se encontraba frente al artista del que todos hablaban. Según las historias que circulaban por la ciudad y los comentarios de los entendidos, las expectativas del anfibio estaban por las nubes. Sin perder un instante, se apresuró para no perderse el espectáculo que el tal Sparda tenía reservado.
Frosk se posicionó alrededor del círculo central, donde la expectación por el espectáculo de Sparda llenaba el aire.
El artista hizo su aparición, y todos aplaudieron con admiración, incluidos Frosk, Bluto y Erika. Los dos últimos seguían junto a la señora Oromë, quien les había ordenado permanecer junto a ella, y como sirvientes comprometidos, acataron dicha orden.
Tras eso, la atención de todos se centró en una mujer hermosa que se acercó al centro del círculo. La sala quedó maravillada por su presencia. Todos excepto Frosk, quien miraba extrañado la escena sin entender muy bien a qué venía tanta expectación. Bluto, por su parte, tampoco mostró ni el más mínimo ápice de emoción, como era de esperar. Sin embargo, Erika sí que quedó maravillada con la presencia de la muchacha.
Sparda comenzó un discurso elaborado, hablando de sus experiencias y su ascenso en el mundo del arte. Luego, presentó a la joven como Rubí Stendhal, la hija del anfitrión de la galería. La joven se levantó y, con un gesto provocativo, dejó caer su bata de seda en una especie de piscina cercana, revelando su desnudez. La sala quedó en silencio ante su belleza, y todos la miraban con admiración. Todos, a excepción de nuevo de Frosk, quien, otra vez, miró confundido la escena, sin entender por qué todo el mundo se lo tomaba como algo maravilloso. Bluto, de nuevo, no mostró ninguna emoción y observó la escena sin más. Erika, por su parte, se escandalizó y ruborizó, al punto de llegarse a poner las manos en los ojos para no ver, pero un impulso de curiosidad le hizo abrir espacios entre sus dedos para poder seguir mirando sin que se notara.
Sparda, a continuación, soltó otro discurso con palabras y referencias que Frosk no llegó a entender por su complejo significado, por lo que se cruzó de brazos empezando a mostrar signos de aburrimiento.
La horrible sorpresa llegó para el trío de amigos cuando Sparda pasó un cuchillo por el cuello de la joven dama, degollándola y derramando su sangre en la piscina para usarla como pintura.
-¡Croac!-Croó sobresaltado.-¡Asesino!
De un salto, la rana se posicionó en el centro de la escena desenvainando así su espada y escudo.
Bluto, como guiado por un instinto primigenio, o como a él le gustaba llamarlo; "su programación", apartó a todo aquel que estaba en su camino para llegar hasta donde estaba su amigo y ofrecerle su apoyo.
Contrariado, extrañado, pero finamente congratulado, Sparda se dirigió al dúo extravagante.
-¿Quién es el gigantón?-Preguntó a Frosk.-¿Tu amigo?
Bluto, listo para emplear sus puños, contestó.
-Mi nombre es EAH-5998. Soy un bio-cibernético encargado de proteger a las formas de vida orgánicas. Para ello, puedo usar la fuerza física si es necesario. Mi cometido va a ser llevarte ante las autoridades por homicidio.-Su cabeza emitió un pitido, como si algo en su parte interna corroborase sus palabras y validase el procesamiento de sus pensamientos.
-¡Exacto, malvado Espalda!-Le apuntó con el filo de su espada.-¡Ríndete!
Erika, por su parte, se había quedado paralizada y sin saber qué hacer. No aportaría mucho más que Frosk o Bluto, pero el acto que había cometido el artista ante sus narices le había contrariado, enfurecido e incluso le parecía injusto. Pero no sabía usar su espada, no podía usar su fuerza física y mucho menos transformarse en dragón ante tantas personas era una opción viable. Se sintió pequeña e inútil.
El acompañante del caballero de cabellos plateados le cayó bien a Frosk. Parecía simpático y lo invitó a unirse a la primera fila de su presentación, prometiendo un espectáculo emocionante. Con esta invitación, Frosk no tuvo dudas de que se encontraba frente al artista del que todos hablaban. Según las historias que circulaban por la ciudad y los comentarios de los entendidos, las expectativas del anfibio estaban por las nubes. Sin perder un instante, se apresuró para no perderse el espectáculo que el tal Sparda tenía reservado.
Frosk se posicionó alrededor del círculo central, donde la expectación por el espectáculo de Sparda llenaba el aire.
El artista hizo su aparición, y todos aplaudieron con admiración, incluidos Frosk, Bluto y Erika. Los dos últimos seguían junto a la señora Oromë, quien les había ordenado permanecer junto a ella, y como sirvientes comprometidos, acataron dicha orden.
Tras eso, la atención de todos se centró en una mujer hermosa que se acercó al centro del círculo. La sala quedó maravillada por su presencia. Todos excepto Frosk, quien miraba extrañado la escena sin entender muy bien a qué venía tanta expectación. Bluto, por su parte, tampoco mostró ni el más mínimo ápice de emoción, como era de esperar. Sin embargo, Erika sí que quedó maravillada con la presencia de la muchacha.
Sparda comenzó un discurso elaborado, hablando de sus experiencias y su ascenso en el mundo del arte. Luego, presentó a la joven como Rubí Stendhal, la hija del anfitrión de la galería. La joven se levantó y, con un gesto provocativo, dejó caer su bata de seda en una especie de piscina cercana, revelando su desnudez. La sala quedó en silencio ante su belleza, y todos la miraban con admiración. Todos, a excepción de nuevo de Frosk, quien, otra vez, miró confundido la escena, sin entender por qué todo el mundo se lo tomaba como algo maravilloso. Bluto, de nuevo, no mostró ninguna emoción y observó la escena sin más. Erika, por su parte, se escandalizó y ruborizó, al punto de llegarse a poner las manos en los ojos para no ver, pero un impulso de curiosidad le hizo abrir espacios entre sus dedos para poder seguir mirando sin que se notara.
Sparda, a continuación, soltó otro discurso con palabras y referencias que Frosk no llegó a entender por su complejo significado, por lo que se cruzó de brazos empezando a mostrar signos de aburrimiento.
La horrible sorpresa llegó para el trío de amigos cuando Sparda pasó un cuchillo por el cuello de la joven dama, degollándola y derramando su sangre en la piscina para usarla como pintura.
-¡Croac!-Croó sobresaltado.-¡Asesino!
De un salto, la rana se posicionó en el centro de la escena desenvainando así su espada y escudo.
Bluto, como guiado por un instinto primigenio, o como a él le gustaba llamarlo; "su programación", apartó a todo aquel que estaba en su camino para llegar hasta donde estaba su amigo y ofrecerle su apoyo.
Contrariado, extrañado, pero finamente congratulado, Sparda se dirigió al dúo extravagante.
-¿Quién es el gigantón?-Preguntó a Frosk.-¿Tu amigo?
Bluto, listo para emplear sus puños, contestó.
-Mi nombre es EAH-5998. Soy un bio-cibernético encargado de proteger a las formas de vida orgánicas. Para ello, puedo usar la fuerza física si es necesario. Mi cometido va a ser llevarte ante las autoridades por homicidio.-Su cabeza emitió un pitido, como si algo en su parte interna corroborase sus palabras y validase el procesamiento de sus pensamientos.
-¡Exacto, malvado Espalda!-Le apuntó con el filo de su espada.-¡Ríndete!
Erika, por su parte, se había quedado paralizada y sin saber qué hacer. No aportaría mucho más que Frosk o Bluto, pero el acto que había cometido el artista ante sus narices le había contrariado, enfurecido e incluso le parecía injusto. Pero no sabía usar su espada, no podía usar su fuerza física y mucho menos transformarse en dragón ante tantas personas era una opción viable. Se sintió pequeña e inútil.
Frosk
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Re: La locura del Artista [Libre][Noche]
Ya estaba en escena el tan famoso Sparda. Elegantemente vestido, desde la pequeña distancia en la que se encontraba podía apreciar la belleza del hombre, piel brillante como la porcelana más fina; ojos como llamas y una cabellera excelente... Casi que era de otro mundo.
Los preparativos estaban listos, habían acomodado perfectamente en el centro una especie de bañera, no lo suficientemente grande como para poder recostarse, pero si como para sentarse. A su lado un lienzo blanco preparado sobre el caballete.
Era demasiado obvio que él disfrutaba de las ovaciones de la gente allí congregada. Por su parte Oromë aplaudía con bastante desgano, su vista todavía pegada a la cubeta y al lienzo. Se preguntaba para que rayos quería algo tan grande e incómodo para pintar y no una paleta. No tenía la menor idea de que esperar en ese momento, y tampoco era alguna clase de detective salida de una novela como para tener todas las respuestas...
Al menos hasta que vio a la bella jovencita parada a un lado de Sparda y todas las dudas comenzaron a caer en su lugar, como monedas tintineando sobre una mesa, una por cada palabra que él decía y la cara alegre de la muchacha que se desvestía con elegante gracia, un pequeño rubor en sus mejillas que no provenían del pudor. Estiraba su cabeza y elevaba el mentón con orgullo mientras inhalaba con fuerza, elevando sus senos como si tratara de decir “Mírenme, apreciad mi belleza pues aquí yo he sido elegida como la joya más bella de Baslodia”. Y tal vez era eso lo que ella pensaba, tal vez su padre se regodeaba al costado con alguna clase extraña de orgullo paterno y con los mismos pensamientos que su hija.
“Con razón todos los cuadros se ven iguales y con nombres tan raros”. Su mirada se oscureció a la espera de lo inevitable, y ciertamente ya no estaba sorprendida ni un poco. Podría decirse que estaba aburrida al respecto.
A su alrededor todos aplaudían con alegría mientras que la dragona simplemente se quedó allí, los brazos inertes a ambos lados de su cadera, sus ojos estaban dirigidos a los ojos de la hermosa Rubí. Su cabeza estaba descansando sobre el borde de aquella cubeta. Casi podía jurar que entre la muchedumbre aquella muchacha la observaba. Su cuerpo lentamente convulsionaba a medida que la sangre seguía cayendo por sobre sus pechos, su cadera, sus piernas y hasta el fondo del contenedor. Tenía una sutil sonrisa marcada en sus labios mientras la luz se apagaba lentamente de sus ojos y la vida se le escapaba por aquella nueva sonrisa roja de su cuello.
-Tan predecible- Dijo suavemente, nadie a su alrededor parecía estar atento, salvo por una mujer que dejó de aplaudir un segundo solo para mirarla con sorpresa y la boca tan abierta como para que entrara todo un enjambre de moscas, como si hubiera dicho una barbaridad que no tenía nombre. La albina le dedicó una mirada, esperando a una segunda reacción más exagerada que la primera, pero esta jamás llegó.
Frosk se había robado todo el show, pasando de una demostración artística ▬y bizarra▬ a prácticamente una puesta en escena con los peores actores posibles.
El bio dejó de estar a su lado para seguir al otro idiota mientras que la adolescente estaba dura como una roca a su lado, o paralizada sería la palabra correcta. - ¿Entiendes lo que está ocurriendo? Si subes ahí terminará peor para ustedes, aunque no podría importarme menos ahora mismo esos dos. Ve a tomar aire fuera- Le dijo mientras apretaba su brazo con un poco más de fuerza del que esperaba. Se preguntaba a cuanta gente había visto muerta antes, supuso que no demasiada dada su reacción o falta de ella si iban al caso... Era claro que aquí dentro no había mucha cordura entre tantas cabezas juntas. Casi que se atrevía a pensar que estaban drogados en el éxtasis que solo la gente que lo tenía todo podía llegar a sentir, cuando no había nada que no estuviera a tu alcance y la vida se volvía monótona, pues ¿Quién iba a decirles que no? El asesinato no era lo último en tendencia cuando a arte y moda se refiere. Con los últimos acontecimientos en el mundo, todos los allí presentes deberían de haber visto su buena cuota de muertes en su día a día... Pero eso no era divertido, no era “bello” a sus ojos ya que cualquiera podía agarrar un cuchillo y convertir en colador a su vecino cuando le viniese en gana.
No, seguramente les parecía burdo y muy bajo para ellos, pero esto era nuevo, trascendental.
-Baja de allí ya mismo o yo te mostraré lo que es asesinato- Oromë elevó su voz mientras se acercaba a Frosk, la mirada tan vacía, sin emociones salvajes de alegría u odio. -Tú también- Señaló al biocibernito con una mano llena de garras.
Dedicó una leve reverencia a Sparda que los observaba todavía con su pincel enrojecido en la mano. Al diablo las apariencias, le donaría el cadáver de la rana si con ello le permitía elegir el nombre del próximo cuadro. “Epitome de la necedad”, no sonaba tan mal.
-Te daré una patada de aquí hasta Ciudad Lagarto si continuas con esto. Que a ti no te guste no significa nada para el resto... Y si te quedan dudas ranita, yo diría que ella se ofreció más que contenta para esto. - Si podía evitar salir de ahí a golpes pues con gusto se sumaría al repudio contra el hombre bestia.
Aquí estaba la elite de los reinos del sur. Un paso en falso y básicamente se arruinaba meses de esfuerzo. Alguien del tamaño de su zapato no le haría perder tanto dinero por un asesinato consensuado, si es que existía algo así.
Los preparativos estaban listos, habían acomodado perfectamente en el centro una especie de bañera, no lo suficientemente grande como para poder recostarse, pero si como para sentarse. A su lado un lienzo blanco preparado sobre el caballete.
Era demasiado obvio que él disfrutaba de las ovaciones de la gente allí congregada. Por su parte Oromë aplaudía con bastante desgano, su vista todavía pegada a la cubeta y al lienzo. Se preguntaba para que rayos quería algo tan grande e incómodo para pintar y no una paleta. No tenía la menor idea de que esperar en ese momento, y tampoco era alguna clase de detective salida de una novela como para tener todas las respuestas...
Al menos hasta que vio a la bella jovencita parada a un lado de Sparda y todas las dudas comenzaron a caer en su lugar, como monedas tintineando sobre una mesa, una por cada palabra que él decía y la cara alegre de la muchacha que se desvestía con elegante gracia, un pequeño rubor en sus mejillas que no provenían del pudor. Estiraba su cabeza y elevaba el mentón con orgullo mientras inhalaba con fuerza, elevando sus senos como si tratara de decir “Mírenme, apreciad mi belleza pues aquí yo he sido elegida como la joya más bella de Baslodia”. Y tal vez era eso lo que ella pensaba, tal vez su padre se regodeaba al costado con alguna clase extraña de orgullo paterno y con los mismos pensamientos que su hija.
“Con razón todos los cuadros se ven iguales y con nombres tan raros”. Su mirada se oscureció a la espera de lo inevitable, y ciertamente ya no estaba sorprendida ni un poco. Podría decirse que estaba aburrida al respecto.
A su alrededor todos aplaudían con alegría mientras que la dragona simplemente se quedó allí, los brazos inertes a ambos lados de su cadera, sus ojos estaban dirigidos a los ojos de la hermosa Rubí. Su cabeza estaba descansando sobre el borde de aquella cubeta. Casi podía jurar que entre la muchedumbre aquella muchacha la observaba. Su cuerpo lentamente convulsionaba a medida que la sangre seguía cayendo por sobre sus pechos, su cadera, sus piernas y hasta el fondo del contenedor. Tenía una sutil sonrisa marcada en sus labios mientras la luz se apagaba lentamente de sus ojos y la vida se le escapaba por aquella nueva sonrisa roja de su cuello.
-Tan predecible- Dijo suavemente, nadie a su alrededor parecía estar atento, salvo por una mujer que dejó de aplaudir un segundo solo para mirarla con sorpresa y la boca tan abierta como para que entrara todo un enjambre de moscas, como si hubiera dicho una barbaridad que no tenía nombre. La albina le dedicó una mirada, esperando a una segunda reacción más exagerada que la primera, pero esta jamás llegó.
Frosk se había robado todo el show, pasando de una demostración artística ▬y bizarra▬ a prácticamente una puesta en escena con los peores actores posibles.
El bio dejó de estar a su lado para seguir al otro idiota mientras que la adolescente estaba dura como una roca a su lado, o paralizada sería la palabra correcta. - ¿Entiendes lo que está ocurriendo? Si subes ahí terminará peor para ustedes, aunque no podría importarme menos ahora mismo esos dos. Ve a tomar aire fuera- Le dijo mientras apretaba su brazo con un poco más de fuerza del que esperaba. Se preguntaba a cuanta gente había visto muerta antes, supuso que no demasiada dada su reacción o falta de ella si iban al caso... Era claro que aquí dentro no había mucha cordura entre tantas cabezas juntas. Casi que se atrevía a pensar que estaban drogados en el éxtasis que solo la gente que lo tenía todo podía llegar a sentir, cuando no había nada que no estuviera a tu alcance y la vida se volvía monótona, pues ¿Quién iba a decirles que no? El asesinato no era lo último en tendencia cuando a arte y moda se refiere. Con los últimos acontecimientos en el mundo, todos los allí presentes deberían de haber visto su buena cuota de muertes en su día a día... Pero eso no era divertido, no era “bello” a sus ojos ya que cualquiera podía agarrar un cuchillo y convertir en colador a su vecino cuando le viniese en gana.
No, seguramente les parecía burdo y muy bajo para ellos, pero esto era nuevo, trascendental.
-Baja de allí ya mismo o yo te mostraré lo que es asesinato- Oromë elevó su voz mientras se acercaba a Frosk, la mirada tan vacía, sin emociones salvajes de alegría u odio. -Tú también- Señaló al biocibernito con una mano llena de garras.
Dedicó una leve reverencia a Sparda que los observaba todavía con su pincel enrojecido en la mano. Al diablo las apariencias, le donaría el cadáver de la rana si con ello le permitía elegir el nombre del próximo cuadro. “Epitome de la necedad”, no sonaba tan mal.
-Te daré una patada de aquí hasta Ciudad Lagarto si continuas con esto. Que a ti no te guste no significa nada para el resto... Y si te quedan dudas ranita, yo diría que ella se ofreció más que contenta para esto. - Si podía evitar salir de ahí a golpes pues con gusto se sumaría al repudio contra el hombre bestia.
Aquí estaba la elite de los reinos del sur. Un paso en falso y básicamente se arruinaba meses de esfuerzo. Alguien del tamaño de su zapato no le haría perder tanto dinero por un asesinato consensuado, si es que existía algo así.
Oromë Vánadóttir
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Re: La locura del Artista [Libre][Noche]
El silencio rápidamente se transformó en aplausos y gritos histéricos. No pude aguantar y solté una carcajada, el buen Sparda siempre me hacía reír, incluso con cosas tan absurdas como sus propuestas artísticas. No me burlaba de la muerte o la banalidad de la vida, me reía de como mi buen amigo siempre era capaz de mostrar el sin sentido de la sociedad, el cómo un bufón podría poner el reino al revés si era capaz de impresionar al rey.
No me detuve en entender los trasfondos de su acto, aún me cuestionaba si se trataba de algún tipo de magia de voz o simples mecanismos colectivos que resaltaba lo decadente de la sociedad. Sin embargo, al parecer no todos quedaron satisfechos con la pieza y dispararon insultos y gritos. Sparda con su elegancia y tono jocoso respondía, estaba centrado en hacer arte y no iba a detenerse.
Le dio la espalda al público y continuó lanzando pinceladas mientras reiteradas veces se inclinaba para mojar sus equipos con la sangre de la damisela. - Cariño, no hace falta hacer tanto alboroto, ahora Rubí vivirá para siempre. - respondía a un noble indignado de cabellera larga.
Algunos de los espectadores tomaron distancia, enojados de cómo la rana junto a un gigante de acero tomaban iniciativa para aproximarse al pintor y tomar la “justicia” por sus propias ancas y manos de metal. Estaban insatisfechos porque ya no veían con claridad y solo podían defenderse con insultos y mandando a sus guardaespaldas a que los protegieran, ya que parecía que las cosas podrían escalar.
Tenía que asegurarme de que no mataran a mi compañero, quizás podríamos discutir moralmente su arte, pero era de los pocos amigos cercanos que mantenía y si alguien lo amenazaba, por más que tuviera la culpa y se pudiera tildar de loco, yo estaría de su lado.
La guardia de la casa Stendhal, conformada por tres sujetos robustos con armaduras acorazadas y el escudo de la familia en el pecho, hicieron una pared entre los atacantes y el artista que continuaba absorto en su arte.
La mujer de cabellos blancos, como madre que propicia un regaño a sus hijos, reclamaba las acciones impulsivas de su servidumbre. Incluso otros aristócratas cuchicheaban, criticando a la mujer de ojos amarillos por sus subordinados y su poca capacidad de controlarlos, haciendo un espectáculo indignante para los ojos de la clase noble.
Un par de moralistas se pusieron de parte de los “héroes”, uno era un noble de cabellera larga con un sable que apuntaba con nerviosismo, pero ante la valentía del anfibio y su compañero tomó coraje para actuar. A su lado su acompañante, su guardaespaldas, una joven mujer con un mangual y un escudo de hierro miraba con determinación la espalda del artista. Ambos parecían conocer a Rubí y sus lágrimas reflejaban su dolor.
Quizás deberías salir de aquí, paliducho. - dije con tono bromista mi sugerencia mientras me acercaba al lienzo. Los guardias no se fijaban en mí que estaba al otro lado de la habitación, además que Sparda mostraba plena confianza ante mí, por lo que no suponía una amenaza para el artista, estaba de su lado.
Una vez comienzo una obra no puedo parar, estoy inspirado, nunca había tenido sangre tan… - Dijo excitado. Seguido, usando las dos manos de forma ahuecada, haciendo un pequeño recipiente del líquido se llevó sangre al rostro tomando un sorbo, manchando de rojo su barbilla y parte de su camisón de lino blanco. - deberías probarla - dijo sarcásticamente, evidentemente no era una invitación cordial a comer, eran sus “materiales” de trabajo al final de cuentas. - Necesito terminar, no puedo desaprovechar esta oportunidad, mi obra maestra no puede ser corrompida por un anfibio y el resto de moralistas ignorantes que no saben apreciar el valor del arte aunque se lo expliques. 5 minutos, solo necesito 5 minutos más y me desapareceré en las sombras.
5 minutos. - Repetí, mientras los trazos del artista se tornaban más agresivos.
No me detuve en entender los trasfondos de su acto, aún me cuestionaba si se trataba de algún tipo de magia de voz o simples mecanismos colectivos que resaltaba lo decadente de la sociedad. Sin embargo, al parecer no todos quedaron satisfechos con la pieza y dispararon insultos y gritos. Sparda con su elegancia y tono jocoso respondía, estaba centrado en hacer arte y no iba a detenerse.
Le dio la espalda al público y continuó lanzando pinceladas mientras reiteradas veces se inclinaba para mojar sus equipos con la sangre de la damisela. - Cariño, no hace falta hacer tanto alboroto, ahora Rubí vivirá para siempre. - respondía a un noble indignado de cabellera larga.
Algunos de los espectadores tomaron distancia, enojados de cómo la rana junto a un gigante de acero tomaban iniciativa para aproximarse al pintor y tomar la “justicia” por sus propias ancas y manos de metal. Estaban insatisfechos porque ya no veían con claridad y solo podían defenderse con insultos y mandando a sus guardaespaldas a que los protegieran, ya que parecía que las cosas podrían escalar.
Tenía que asegurarme de que no mataran a mi compañero, quizás podríamos discutir moralmente su arte, pero era de los pocos amigos cercanos que mantenía y si alguien lo amenazaba, por más que tuviera la culpa y se pudiera tildar de loco, yo estaría de su lado.
La guardia de la casa Stendhal, conformada por tres sujetos robustos con armaduras acorazadas y el escudo de la familia en el pecho, hicieron una pared entre los atacantes y el artista que continuaba absorto en su arte.
La mujer de cabellos blancos, como madre que propicia un regaño a sus hijos, reclamaba las acciones impulsivas de su servidumbre. Incluso otros aristócratas cuchicheaban, criticando a la mujer de ojos amarillos por sus subordinados y su poca capacidad de controlarlos, haciendo un espectáculo indignante para los ojos de la clase noble.
Un par de moralistas se pusieron de parte de los “héroes”, uno era un noble de cabellera larga con un sable que apuntaba con nerviosismo, pero ante la valentía del anfibio y su compañero tomó coraje para actuar. A su lado su acompañante, su guardaespaldas, una joven mujer con un mangual y un escudo de hierro miraba con determinación la espalda del artista. Ambos parecían conocer a Rubí y sus lágrimas reflejaban su dolor.
Quizás deberías salir de aquí, paliducho. - dije con tono bromista mi sugerencia mientras me acercaba al lienzo. Los guardias no se fijaban en mí que estaba al otro lado de la habitación, además que Sparda mostraba plena confianza ante mí, por lo que no suponía una amenaza para el artista, estaba de su lado.
Una vez comienzo una obra no puedo parar, estoy inspirado, nunca había tenido sangre tan… - Dijo excitado. Seguido, usando las dos manos de forma ahuecada, haciendo un pequeño recipiente del líquido se llevó sangre al rostro tomando un sorbo, manchando de rojo su barbilla y parte de su camisón de lino blanco. - deberías probarla - dijo sarcásticamente, evidentemente no era una invitación cordial a comer, eran sus “materiales” de trabajo al final de cuentas. - Necesito terminar, no puedo desaprovechar esta oportunidad, mi obra maestra no puede ser corrompida por un anfibio y el resto de moralistas ignorantes que no saben apreciar el valor del arte aunque se lo expliques. 5 minutos, solo necesito 5 minutos más y me desapareceré en las sombras.
5 minutos. - Repetí, mientras los trazos del artista se tornaban más agresivos.
Zagreus
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Re: La locura del Artista [Libre][Noche]
Erika quedó paralizada, una sensación de horror la envolvía. La firme mano de Oromë, aunque necesaria para evitar su colapso, no podía aliviar la incredulidad y el miedo que se apoderaron de la joven. ¿Cómo podía el mundo ser tan cruel y bizarro? ¿Era esta la realidad de la que sus padres la protegían? La magnitud de lo presenciado la abrumaba, y la tentación de huir, de renunciar, se apoderó de ella.
La reprimenda de la señora Oromë hacia Frosk solo intensificó la confusión de Erika. ¿Cómo podía no estar indignada por lo que acababan de presenciar? ¿Acaso estaba de acuerdo con semejante atrocidad?
Frosk, por su parte, se mantuvo imperturbable. Su determinación no flaqueó, y al ver que otros también compartían su perspectiva, su convicción se fortaleció. Aquello era un asesinato, un acto vil y cruel que no podía quedar impune. Debía haber justicia, sin importar la forma en que se manifestara. La responsabilidad de un héroe no terminaba con la mera contemplación; debía actuar, y si eso implicaba llevar a Sparda ante las autoridades, Frosk estaba dispuesto a hacerlo.
-¡Lo lamento, señora Oromë!-Exclamó Bluto por encima del bullicio de las voces circundantes.-Pero estoy programado para proteger a los orgánicos. Mi sistema me ordena actuar ante semejantes hechos. Aunque la muchacha se entregara con gusto, un asesinato sigue siendo un asesinato.
La voz firme de Bluto se destacó entre las conversaciones tensas. La lealtad de este bio-cibernético no titubeaba ante la violación de los principios éticos. En ese momento, tres figuras ataviadas en brillante armadura se interpusieron como un muro humano entre los posibles agresores y el artista. La situación se volvió aún más tensa, como si todos estuvieran en la antesala de una colisión inevitable.
Dos individuos más se unieron a Frosk y Bluto, y detrás del escudo humano formado por los tres guardias que protegían al artista, se vislumbró un breve intercambio de palabras entre el propio Sparda y el hombre de cabellos blancos que antes había hablado con la señora Oromë. La chispa que detonaría el conflicto estaba a punto de encenderse, y Frosk, en su típico estilo directo, estaba listo para ser el instigador.
Sin previo aviso, el anfibio saltó, sobrepasando en altura los hombros de los guardias, y extendió su lengua en un rápido movimiento para arrebatarle el pincel al artista [1]. Aterrizando con determinación, escupió el pincel hacia el público, desafiante. Aprovechando la confusión que generó este gesto, Bluto avanzó con una carga feroz, derribando a dos de los tres guardianes y rompiendo así la línea defensiva.
El tercer guardia se disponía a correr tras el cibernético, pero Frosk se lanzó hacia él con espada y escudo en mano. Al mismo tiempo, los dos individuos que se habían alzado como defensores ante la situación también se precipitaron sobre los otros dos guardias que Bluto había eludido. La confrontación se desencadenaba en un torbellino de acción y protesta.
La intención del bio-cibernético estaba clara: dirigirse directamente hacia el artista y sacarlo de allí para presentarlo ante las autoridades. No obstante, el hombre de cabellos níveos no mostraba intenciones de quedarse de brazos cruzados. Ante esta incertidumbre, Bluto decidió no hacer preguntas.
La escena se desenvolvía como una danza caótica entre acusaciones y actos desesperados. Mientras Bluto avanzaba con determinación, su figura robusta y metálica se discernía como una avalancha arrolladora inminente. En cuanto a Frosk, su enfoque estaba en el guardia restante, el último obstáculo entre él y la justicia que buscaba impartir.
El guardia, aunque sorprendido por la repentina embestida, mostraba una determinación férrea. Se interpuso con firmeza, levantando su escudo para bloquear el avance de Frosk. El anfibio, sin embargo, no era fácilmente detenido. Con agilidad propia de su especie, se deslizó alrededor del guardia, lanzando una serie de golpes precisos con su espada.
Los dos individuos que se habían lanzado contra los otros dos guardias estaban inmersos en un enfrentamiento tumultuoso. La galería se llenó de gritos y exclamaciones.
Mientras tanto, Erika observaba entre la multitud la escena.
-¡Señora Oromë! No deje que hagan daño a mis amigos.-Dijo con ojos húmedos y la voz entrecortada mientras le agarraba la ropa intentado aferrarse a ella para no caerse del miedo.
La reprimenda de la señora Oromë hacia Frosk solo intensificó la confusión de Erika. ¿Cómo podía no estar indignada por lo que acababan de presenciar? ¿Acaso estaba de acuerdo con semejante atrocidad?
Frosk, por su parte, se mantuvo imperturbable. Su determinación no flaqueó, y al ver que otros también compartían su perspectiva, su convicción se fortaleció. Aquello era un asesinato, un acto vil y cruel que no podía quedar impune. Debía haber justicia, sin importar la forma en que se manifestara. La responsabilidad de un héroe no terminaba con la mera contemplación; debía actuar, y si eso implicaba llevar a Sparda ante las autoridades, Frosk estaba dispuesto a hacerlo.
-¡Lo lamento, señora Oromë!-Exclamó Bluto por encima del bullicio de las voces circundantes.-Pero estoy programado para proteger a los orgánicos. Mi sistema me ordena actuar ante semejantes hechos. Aunque la muchacha se entregara con gusto, un asesinato sigue siendo un asesinato.
La voz firme de Bluto se destacó entre las conversaciones tensas. La lealtad de este bio-cibernético no titubeaba ante la violación de los principios éticos. En ese momento, tres figuras ataviadas en brillante armadura se interpusieron como un muro humano entre los posibles agresores y el artista. La situación se volvió aún más tensa, como si todos estuvieran en la antesala de una colisión inevitable.
Dos individuos más se unieron a Frosk y Bluto, y detrás del escudo humano formado por los tres guardias que protegían al artista, se vislumbró un breve intercambio de palabras entre el propio Sparda y el hombre de cabellos blancos que antes había hablado con la señora Oromë. La chispa que detonaría el conflicto estaba a punto de encenderse, y Frosk, en su típico estilo directo, estaba listo para ser el instigador.
Sin previo aviso, el anfibio saltó, sobrepasando en altura los hombros de los guardias, y extendió su lengua en un rápido movimiento para arrebatarle el pincel al artista [1]. Aterrizando con determinación, escupió el pincel hacia el público, desafiante. Aprovechando la confusión que generó este gesto, Bluto avanzó con una carga feroz, derribando a dos de los tres guardianes y rompiendo así la línea defensiva.
El tercer guardia se disponía a correr tras el cibernético, pero Frosk se lanzó hacia él con espada y escudo en mano. Al mismo tiempo, los dos individuos que se habían alzado como defensores ante la situación también se precipitaron sobre los otros dos guardias que Bluto había eludido. La confrontación se desencadenaba en un torbellino de acción y protesta.
La intención del bio-cibernético estaba clara: dirigirse directamente hacia el artista y sacarlo de allí para presentarlo ante las autoridades. No obstante, el hombre de cabellos níveos no mostraba intenciones de quedarse de brazos cruzados. Ante esta incertidumbre, Bluto decidió no hacer preguntas.
La escena se desenvolvía como una danza caótica entre acusaciones y actos desesperados. Mientras Bluto avanzaba con determinación, su figura robusta y metálica se discernía como una avalancha arrolladora inminente. En cuanto a Frosk, su enfoque estaba en el guardia restante, el último obstáculo entre él y la justicia que buscaba impartir.
El guardia, aunque sorprendido por la repentina embestida, mostraba una determinación férrea. Se interpuso con firmeza, levantando su escudo para bloquear el avance de Frosk. El anfibio, sin embargo, no era fácilmente detenido. Con agilidad propia de su especie, se deslizó alrededor del guardia, lanzando una serie de golpes precisos con su espada.
Los dos individuos que se habían lanzado contra los otros dos guardias estaban inmersos en un enfrentamiento tumultuoso. La galería se llenó de gritos y exclamaciones.
Mientras tanto, Erika observaba entre la multitud la escena.
-¡Señora Oromë! No deje que hagan daño a mis amigos.-Dijo con ojos húmedos y la voz entrecortada mientras le agarraba la ropa intentado aferrarse a ella para no caerse del miedo.
_____________________________________________________________
Off:
-Habilidad usada [1]: Lengüetazo: Frosk posee la capacidad de usar su larga lengua para poder adherirse a ciertas superficies difíciles de alcanzar o abalanzarse hacia enemigos a modo de embestida.
Frosk
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Re: La locura del Artista [Libre][Noche]
Ella era una tonta, la más tonta de todos allí presentes. ¿Quién se creía que era para poder manejar tan fácilmente a dos imbéciles que apenas la conocían? Si esto fuera Ciudad Lagarto la rana se habría meado encima y el bio... Bueno, tal vez escupiría aceite por todos lados. No sabría decir si antes o después de que algún aprovechado lo desarmara en pequeños pedazos metálicos que pudiera vender.
Bluto era imparable debido a su condición y Frosk era Frosk, tan simple como eso. Para su sorpresa había gente que estaba en contra de lo sucedido y no solamente esos dos. Se había equivocado en eso también y el lugar no estaba lleno de estirados e inadaptados sociales, lo más probable era que fueran moralmente correctos o simplemente conocían a la muchacha. Al ver sus rostros supo que lo segundo era la opción correcta.
¿Ayudarlos? ¿Por qué? No ganaba nada con ello. Oromë observaba la cara de la adolescente, era la de un perrito mojado y pulgoso que a pesar de saber que si lo llevabas a tu casa sería un infierno de cuidar, aun así, te parecía lo suficientemente bonito como para prestarle atención.
Frunció el ceño ante esa comparación, casi pareciendo enojada con la muchacha. Estaba en una diatriba que no esperaba encontrarse. Por un lado, le importaba poco y nada lo que les ocurriera, pero, por otro lado, la joven sacaba a flote el lado materno de la albina con demasiada facilidad... Y eso, la enojaba muchísimo más. -No- Dijo con sequedad. -Ya no son mi problema, yo me voy-
Les dio la espalda a todos, con la intención de irse, pero uno de los lacayos del artista, ataviado con ropajes que denotaban ser la seguridad de él, su dedo acusatoriamente apuntándola, se paraba frente a ella a pocos metros de distancia. - ¡Alto ahí! Tú has venido con ellos, debe venir conmigo- Lento, pero con paso firme se puso a su altura, sacándole más de una cabeza y media de altura y colocando su mano sobre su hombro con fuerza para arrastrarla con él. -No me toques- Fue todo lo que dijo antes de levantar su mano y tomarlo por el cuello para atraerlo hacia si- De lejos parecería que fuera a darle un beso en los labios, pero su boca se detuvo varios centímetros más abajo, a su cuello, donde lo mordió con fuerza.1
No emitió sonido alguno, salvo el de su cuerpo cayendo de frente al suelo, probablemente se habría roto la nariz del impacto mas no hizo ruido alguno, apenas si pestañeó, pero no se levantó. Estaba paralizado por completo a los pies de ella. La sangre le brotaba del rostro y manchaba su falda, algunos de los presentes emitieron ruidos de sorpresa y espanto a la vez, pero no estaba segura si era por el acto en si o por como lucía ella. Una dama que se veía simple, frágil y pequeña en comparación al cuerpo de un hombre no podría ser capaz de frenarlo con tanta facilidad y sin embargo ahí estaba ella. Con el rostro y los dientes manchados de sangre, como si fuera la cosa más normal del mundo ▬ya lo había hecho antes, y lo podía volver a hacer sin problema alguno. ▬ En el pasado, hizo cosas aún peores.
Se detuvo a pensar por una milésima de segundo, que no era tan diferente a los allí presentes que ovacionaban tal atrocidad. En el mundo en el que la dragona vivía, ocurrían actos aún peores con finales menos vistosos. Ella misma había sido la propia artista de muchos; tantas matanzas, robos, incluso el canibalismo por un fin aún más grandioso que un simple lienzo pintado de rojo. ¿Y que obtuvo a cambio? Definitivamente nadie la aplaudía por ello, nadie la idolatraba como la Diosa que fue por tan corto plazo.
Se sintió aturdida ante tal realidad. ¿Desde cuándo había dejado de importarle tanto todo lo que la rodeaba? ¿Por qué era tan fría?
Se fijó en Zagreus, ahí parado hablando con Sparda, como si todo lo que los rodeara no los afectara en lo más mínimo, o al menos así lo sentía Oromë. - ¡Sparda, deberías de pintarme a mí! Sería mucho más interesante que una simple niña de alta cuna- Lo dijo a gritos, para llamar su atención, aunque lo cierto es que dudaba que él tuviera el más mínimo interés en utilizar mercancía que probablemente llamaría dañada.
1.Oromë ataca a su enemigo, infligiendo una herida punzante con la cual inyecta un veneno paralizante. [1 uso] [Duracion: 1 turno]
Bluto era imparable debido a su condición y Frosk era Frosk, tan simple como eso. Para su sorpresa había gente que estaba en contra de lo sucedido y no solamente esos dos. Se había equivocado en eso también y el lugar no estaba lleno de estirados e inadaptados sociales, lo más probable era que fueran moralmente correctos o simplemente conocían a la muchacha. Al ver sus rostros supo que lo segundo era la opción correcta.
¿Ayudarlos? ¿Por qué? No ganaba nada con ello. Oromë observaba la cara de la adolescente, era la de un perrito mojado y pulgoso que a pesar de saber que si lo llevabas a tu casa sería un infierno de cuidar, aun así, te parecía lo suficientemente bonito como para prestarle atención.
Frunció el ceño ante esa comparación, casi pareciendo enojada con la muchacha. Estaba en una diatriba que no esperaba encontrarse. Por un lado, le importaba poco y nada lo que les ocurriera, pero, por otro lado, la joven sacaba a flote el lado materno de la albina con demasiada facilidad... Y eso, la enojaba muchísimo más. -No- Dijo con sequedad. -Ya no son mi problema, yo me voy-
Les dio la espalda a todos, con la intención de irse, pero uno de los lacayos del artista, ataviado con ropajes que denotaban ser la seguridad de él, su dedo acusatoriamente apuntándola, se paraba frente a ella a pocos metros de distancia. - ¡Alto ahí! Tú has venido con ellos, debe venir conmigo- Lento, pero con paso firme se puso a su altura, sacándole más de una cabeza y media de altura y colocando su mano sobre su hombro con fuerza para arrastrarla con él. -No me toques- Fue todo lo que dijo antes de levantar su mano y tomarlo por el cuello para atraerlo hacia si- De lejos parecería que fuera a darle un beso en los labios, pero su boca se detuvo varios centímetros más abajo, a su cuello, donde lo mordió con fuerza.1
No emitió sonido alguno, salvo el de su cuerpo cayendo de frente al suelo, probablemente se habría roto la nariz del impacto mas no hizo ruido alguno, apenas si pestañeó, pero no se levantó. Estaba paralizado por completo a los pies de ella. La sangre le brotaba del rostro y manchaba su falda, algunos de los presentes emitieron ruidos de sorpresa y espanto a la vez, pero no estaba segura si era por el acto en si o por como lucía ella. Una dama que se veía simple, frágil y pequeña en comparación al cuerpo de un hombre no podría ser capaz de frenarlo con tanta facilidad y sin embargo ahí estaba ella. Con el rostro y los dientes manchados de sangre, como si fuera la cosa más normal del mundo ▬ya lo había hecho antes, y lo podía volver a hacer sin problema alguno. ▬ En el pasado, hizo cosas aún peores.
Se detuvo a pensar por una milésima de segundo, que no era tan diferente a los allí presentes que ovacionaban tal atrocidad. En el mundo en el que la dragona vivía, ocurrían actos aún peores con finales menos vistosos. Ella misma había sido la propia artista de muchos; tantas matanzas, robos, incluso el canibalismo por un fin aún más grandioso que un simple lienzo pintado de rojo. ¿Y que obtuvo a cambio? Definitivamente nadie la aplaudía por ello, nadie la idolatraba como la Diosa que fue por tan corto plazo.
Se sintió aturdida ante tal realidad. ¿Desde cuándo había dejado de importarle tanto todo lo que la rodeaba? ¿Por qué era tan fría?
Se fijó en Zagreus, ahí parado hablando con Sparda, como si todo lo que los rodeara no los afectara en lo más mínimo, o al menos así lo sentía Oromë. - ¡Sparda, deberías de pintarme a mí! Sería mucho más interesante que una simple niña de alta cuna- Lo dijo a gritos, para llamar su atención, aunque lo cierto es que dudaba que él tuviera el más mínimo interés en utilizar mercancía que probablemente llamaría dañada.
1.Oromë ataca a su enemigo, infligiendo una herida punzante con la cual inyecta un veneno paralizante. [1 uso] [Duracion: 1 turno]
Oromë Vánadóttir
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Re: La locura del Artista [Libre][Noche]
Las cosas escalaban rápido. Los gritos causados por los alborotadores que desenvainaban sus armas dispuestos a enfrentar a los guardias que deseaban mantener el orden y resguardar la seguridad de los aristócratas, avivaban el caos y el nerviosismo.
Los nobles indignados vociferaban sus quejas, incluso el dueño de la galería y padre de la difunta Rubí se mantenía al margen de los acontecimientos mientras colérico veía como el sacrificio de su hija para convertirse en una obra maestra inmortal era profanado por ignorantes.
Protejan las obras del maestro Sparda.- Gritaban los organizadores de la galería, preocupados por las propiedades del artista que habían costado una fortuna para Lord Stendhal.
Me giré pensando en la petición de mi amigo, 5 minutos. Apenas me volteé, vi como un lengüetazo desde la distancia le quitaba el pincel a Sparda, se trataba de la rana que parecía que tenía más vocación de héroe que de mesonero.
El elfo vampiro no pareció inmutarse al ser desprovisto de su instrumento. Mojando sus manos en la “pintura” fresca sobre el lienzo, empezó a pintar con sus dedos desnudos, arrastrando surcos de rojo carmesí por toda la tela, procurando no dejar ningún espacio en blanco y jugando con luces y sombras en rojo.
La guardia no parecía ganar terreno contra los revoltosos. Solo tenía que ganar tiempo, no era necesario mancharme las manos, por lo que abrí mi vestimenta para rebuscar entre los bolsillos internos. Preparé con disimulo una dosis de esencia de dulce sueños en mi inyectadora mecánica (1)(2). Así podría dormir a un par al instante si se acercaban a mi o a Sparda.
Era un recurso en caso de que mi primer plan fallara, las palabras.
Di un par de pasos mientras algunos de los hombres de la guardia caían al suelo, vencidos por aquellos que se negaban a rendirse y acusaban al artista de un vil asesino. Estiré mi mano sobre la piscina con el cadáver de la mujer desnuda. La sangre empezó a mostrar unas pequeñas burbujas y seguido un delgado hilo de sangre se alzó subiendo hacia mi mano.
Lo que parecía una cascada de sangre que desafiaba las reglas de la gravedad, poco a poco aumentaba en grosor hasta tomar la forma de una espada (3). La tomé y apoyé su punta ya sólida como el acero contra la losa blanca del suelo, haciendo una pequeña muesca en el mármol pulido.
Quizás la persuasión o la intimidación funcionarían contra los incautos (4). Estaba al tanto que me veían, o por lo menos estaba seguro de que la pareja de ojos llorosos si lo hacía, así que hablé.
Acusan al artista de ser un asesino, ¿pero acaso Rubí no lo quiso así? ¿Quiénes son ustedes para determinar lo que está bien o está mal? - dije con seriedad de forma taimada alzando la voz. Intentando que escucharan mis palabras aquellos que aún combatían y tratando de mirar a los que se mantenían de pie impotente. - Parece un capricho muy altanero pensar que la voluntad de ustedes es la única que vale, ¿acaso no tiene derecho la gente a decidir cómo y cuándo morir?
A la distancia, la orden del dueño de la galería advertía que pronto llegarían más guardias para resguardar el lugar y los visitantes.
¿No oyeron?, acaso vale la pena quedarse y morir por una idea tan orgullosa como la venganza de un alma que no guarda rencor. La señorita Stendhal murió por un fin que ella y su padre anhelaron y ustedes pretenden que todo sea en vano…
Mi discurso ganaba segundos mientras el artista daba los retoques finales, pero aun su perfeccionismo no lo dejaba terminar. La duda aparecía en el rostro de algunos, pero no lograba convencer a todos.
Oromë - dije rebuscando en mi memoria el nombre de la mujer de cabellos cenicientos que intentaba hablar al pintor y que en teoría era la jefa de parte de aquellos alborotadores. - Si no hacen algo, ahora no podrán salir de aquí, pensé que bien entendías el tema de las influencias. - dije con filo en mis palabras. - Incluso si logran asesinar a Sparda - quien era ajeno a todos los comentarios que intentaban sacarlo de aquel trance. - Los capturarán y todo su acto de falso heroísmo terminará en nada, nadie podrá traer de vuelta a Rubí y su legado quedará mancillado porque ustedes, de moralidad prepotente, - recalqué frunciendo el ceño.- no permitieron que sus deseos se cumplieran.
Alcé unos pocos centímetros la espada que sostenía con mi mano izquierda y de forma súbita la volví a clavar en la misma posición haciendo un sutil sonido. - Si no terminan esta tontería de inmediato acabarán en una cárcel en Lunargenta.
Era capaz de comprender su lucha y reconocía que quizás mis palabras venenosas eran imparciales. Sin embargo, no eran mentiras, la guardia pronto vendría con una nueva brigada y no tendrían oportunidad de escapar.
Sparda también tendría que huir, pero no pretendía arriesgar mi vida por un simple cuadro, por más que fuese su “obra maestra”. Quedaban solo 3 minutos de lo que le había prometido que conseguiría, si el plazo terminaba utilizaría la fuerza para arrastrar a mi compañero fuera de aquella confrontación. No había necesidad de arriesgar todo.
___________________________Los nobles indignados vociferaban sus quejas, incluso el dueño de la galería y padre de la difunta Rubí se mantenía al margen de los acontecimientos mientras colérico veía como el sacrificio de su hija para convertirse en una obra maestra inmortal era profanado por ignorantes.
Protejan las obras del maestro Sparda.- Gritaban los organizadores de la galería, preocupados por las propiedades del artista que habían costado una fortuna para Lord Stendhal.
Me giré pensando en la petición de mi amigo, 5 minutos. Apenas me volteé, vi como un lengüetazo desde la distancia le quitaba el pincel a Sparda, se trataba de la rana que parecía que tenía más vocación de héroe que de mesonero.
El elfo vampiro no pareció inmutarse al ser desprovisto de su instrumento. Mojando sus manos en la “pintura” fresca sobre el lienzo, empezó a pintar con sus dedos desnudos, arrastrando surcos de rojo carmesí por toda la tela, procurando no dejar ningún espacio en blanco y jugando con luces y sombras en rojo.
La guardia no parecía ganar terreno contra los revoltosos. Solo tenía que ganar tiempo, no era necesario mancharme las manos, por lo que abrí mi vestimenta para rebuscar entre los bolsillos internos. Preparé con disimulo una dosis de esencia de dulce sueños en mi inyectadora mecánica (1)(2). Así podría dormir a un par al instante si se acercaban a mi o a Sparda.
Era un recurso en caso de que mi primer plan fallara, las palabras.
Di un par de pasos mientras algunos de los hombres de la guardia caían al suelo, vencidos por aquellos que se negaban a rendirse y acusaban al artista de un vil asesino. Estiré mi mano sobre la piscina con el cadáver de la mujer desnuda. La sangre empezó a mostrar unas pequeñas burbujas y seguido un delgado hilo de sangre se alzó subiendo hacia mi mano.
Lo que parecía una cascada de sangre que desafiaba las reglas de la gravedad, poco a poco aumentaba en grosor hasta tomar la forma de una espada (3). La tomé y apoyé su punta ya sólida como el acero contra la losa blanca del suelo, haciendo una pequeña muesca en el mármol pulido.
- Espada de la sangre de Rubí:
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Quizás la persuasión o la intimidación funcionarían contra los incautos (4). Estaba al tanto que me veían, o por lo menos estaba seguro de que la pareja de ojos llorosos si lo hacía, así que hablé.
Acusan al artista de ser un asesino, ¿pero acaso Rubí no lo quiso así? ¿Quiénes son ustedes para determinar lo que está bien o está mal? - dije con seriedad de forma taimada alzando la voz. Intentando que escucharan mis palabras aquellos que aún combatían y tratando de mirar a los que se mantenían de pie impotente. - Parece un capricho muy altanero pensar que la voluntad de ustedes es la única que vale, ¿acaso no tiene derecho la gente a decidir cómo y cuándo morir?
A la distancia, la orden del dueño de la galería advertía que pronto llegarían más guardias para resguardar el lugar y los visitantes.
¿No oyeron?, acaso vale la pena quedarse y morir por una idea tan orgullosa como la venganza de un alma que no guarda rencor. La señorita Stendhal murió por un fin que ella y su padre anhelaron y ustedes pretenden que todo sea en vano…
Mi discurso ganaba segundos mientras el artista daba los retoques finales, pero aun su perfeccionismo no lo dejaba terminar. La duda aparecía en el rostro de algunos, pero no lograba convencer a todos.
Oromë - dije rebuscando en mi memoria el nombre de la mujer de cabellos cenicientos que intentaba hablar al pintor y que en teoría era la jefa de parte de aquellos alborotadores. - Si no hacen algo, ahora no podrán salir de aquí, pensé que bien entendías el tema de las influencias. - dije con filo en mis palabras. - Incluso si logran asesinar a Sparda - quien era ajeno a todos los comentarios que intentaban sacarlo de aquel trance. - Los capturarán y todo su acto de falso heroísmo terminará en nada, nadie podrá traer de vuelta a Rubí y su legado quedará mancillado porque ustedes, de moralidad prepotente, - recalqué frunciendo el ceño.- no permitieron que sus deseos se cumplieran.
Alcé unos pocos centímetros la espada que sostenía con mi mano izquierda y de forma súbita la volví a clavar en la misma posición haciendo un sutil sonido. - Si no terminan esta tontería de inmediato acabarán en una cárcel en Lunargenta.
Era capaz de comprender su lucha y reconocía que quizás mis palabras venenosas eran imparciales. Sin embargo, no eran mentiras, la guardia pronto vendría con una nueva brigada y no tendrían oportunidad de escapar.
Sparda también tendría que huir, pero no pretendía arriesgar mi vida por un simple cuadro, por más que fuese su “obra maestra”. Quedaban solo 3 minutos de lo que le había prometido que conseguiría, si el plazo terminaba utilizaría la fuerza para arrastrar a mi compañero fuera de aquella confrontación. No había necesidad de arriesgar todo.
Off
(1)= Esencia de Dulces Sueños [Veneno, Limitado, 1 Uso] Líquido transparente con un suave aroma a Anís. 5 minutos luego de beber al menos 100ml, la persona caerá en un profundo sueño. Golpear al afectado lo despertará.
(2)= Inyección [Elixir, Limitado, 2 usos] [Artilugio, Limitado, 2 Usos] Tubo metálico que contiene un recipiente de vidrio y dos agujas. Optimiza el uso de una poción o veneno, al inyectarlo directamente al torrente sanguíneo. Permite consumir una carga de cualquier pócima o veneno para llenarla. Luego de eso, gastar una carga de este objeto equivale a usar el efecto de la mezcla usada (es decir, permite 2 usos de tal poción o veneno). No funciona con mezclas de calidad Épica o Legendaria.
(3)= Nivel 0: Pacto carmesí [Mágica] – Activa (2 usos) Duración= 2 turnos
Debido a la sangromancia de Zagreus, el vampiro puede extraer cantidades de sangre por los poros de su piel sin perjudicarse y a partir de ella crear armas de sangre a una mano.
Zagreus solo puede crear una arma por activación. Igualmente, puede emplear un uso de la habilidad para cambiar el tipo de arma de sangre creada al instante.
(4)= Presencia Vampírica: [Mágica] Puedo alterar la percepción de los demás sobre mí, haciéndoles verme más aterrador o atractivo, sin que sepan por qué.
Zagreus
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Re: La locura del Artista [Libre][Noche]
La contienda en la galería seguía su frenético compás, una danza caótica de aceros, gritos y sangre de los que Frosk y Blutos, no contentos con formar parte de eso, habían sido sus iniciadores.
Entre la amalgama de colores y formas, Erika se hallaba perdida, su presencia era un eco en medio de la efervescencia. Como una hoja a la deriva en un río tumultuoso, se dejó llevar por la corriente del caos. La ausencia de la señora Oromë la dejó vulnerable, privándola de dirección en este escenario tan impredecible.
La galería de arte, presuntamente conocida por su atmósfera animada y llena de alegría, ahora se veía abrazada por el espectro sombrío del conflicto. La imposibilidad de Erika de participar activamente en la refriega la dejaba con un sentimiento de impotencia, como si un velo opaco cubriera su capacidad de actuar.
Frosk vio que, aunque sustrajo el pincel de manos de Sparda, este hizo caso omiso y siguió pintando con sus propios dedos. Eso molestó al anfibio.
-¡Pero será...!-De pronto, un dolor intenso y agudo retumbó por toda su enorme cabeza, teniendo su epicentro en la parte más alta de esta. Un escalofrío le recorrió desde la nuca hasta las ancas. Acto seguido, le salieron lágrimas de los ojos y un hilillo de voz con el que intentó, por pura inercia, croar.
Le había dolido.
El anfibio se giró y vio cómo uno de los nobles del lugar sostenía entre sus manos una especie de estatuilla de las que se mostraban de adorno en la galería.
Frosk lo miró con rencor y furia, y al hombre, que parecía que lo más cerca que había estado de una pelea en toda su vida era con un bigote imposible de peinar para la gente corriente pero que él llevaba liso y con cierta curva en sus laterales dándole un aspecto fino, le invadió el terror. Frosk pudo verlo en los ojos del noble bigotudo.
-¡E-es un monstruo!-Balbuceó.
-¡Soy Frosk el Grande!-Gritó, enrabietado.-¡Héroe de Roilkat y el azote de los malvados!
Sin más, el noble bigotudo salió corriendo, presa del terror, olvidándose de la galería y de todo lo que tuviera que estar relacionado con ella.
De pronto, una voz se hizo oír por toda la galería, incluso por encima del tumulto de la pelea. Todos los presentes, ya fuesen persuadidos o intimidados, prestaban atención a ese hombre. Frosk sabía quién era; el amigo de Sparda, quien le había hecho ir a por una copa para luego desprestigiarla, quien le había hecho trabajar en vano. Una persona que trata así al servicio no era de fiar, y la intuición del anfibio no se equivocaba.
Frosk buscó con la mirada a Bluto, quien se mantenía en pie y destacaba entre todos los allí presentes. La rana pegó un salto y se subió a la cabeza de su amigo en cuanto aquel hombre dejó de hablar.
-Mi abuelo decía que a una persona había que juzgarla, no cómo trata a sus iguales o superiores, sino por cómo lo hace con sus inferiores. Usted, hombre de pelo blanco y mirada de color plátano, ha tratado al servicio con desaire. Y el problema es que no ha sido solo él.-Miró al resto de presentes de su alta posición desde el gigante de metal.-La gran mayoría de ustedes trata a sus inferiores con desprecio o los ningunea. Eso no está bien.-Volvió a dirigirse a Zagreus.-Así que, mi moralidad está bien encaminada y mis acciones son justas porque no considero a nadie como inferior a mí y quiero ser amigo de todo el mundo. No la venganza lo que me mueve, es el heroísmo y hacer que mi abuelo se sienta orgulloso de mí.-Se cruzó de brazos, mirando con determinación al peliblanco.-Y él no estaría orgulloso de las cosas que aquí están sucediendo.
Erika, entre la multitud, miraba con admiración a Frosk. Jamás había visto a la rana decir tales cosas, y mucho menos dar un discurso tan elaborado. Se sentía con ganas de llorar e ir a abrazar a su amigo.
-Hay muchas formas de manipular una mente.-Bluto rompió el silencio que Frosk había dejado. Acto seguido, miró a Sparda como si lo analizara en profundidad. Un par de pitidos y chirridos extraños sonaron en su interior, y volvió a hablar.-Y si una mente está manipulada, no es consciente de lo que quiere o no. Por lo tanto, tú eres el criminal.
Tras eso, Frosk pegó otro salto hacia adelante e impulsó su lengua hacia la obra en la que Sparda estaba sumido. La agarró por una de las patas del caballete y giró sobre si mismo de arriba a abajo un par de veces hasta que hizo impactar con violencia tanto el caballete como el lienzo sobre el suelo, esperándolo partir en pedazos justo delante de Zagreus [1].
Tras eso, aterrizó enfrente del peliblanco de ojos ambarinos y se llevó las manos a la cintura en jarras, mostrando cierta gallardía.
Entre la amalgama de colores y formas, Erika se hallaba perdida, su presencia era un eco en medio de la efervescencia. Como una hoja a la deriva en un río tumultuoso, se dejó llevar por la corriente del caos. La ausencia de la señora Oromë la dejó vulnerable, privándola de dirección en este escenario tan impredecible.
La galería de arte, presuntamente conocida por su atmósfera animada y llena de alegría, ahora se veía abrazada por el espectro sombrío del conflicto. La imposibilidad de Erika de participar activamente en la refriega la dejaba con un sentimiento de impotencia, como si un velo opaco cubriera su capacidad de actuar.
Frosk vio que, aunque sustrajo el pincel de manos de Sparda, este hizo caso omiso y siguió pintando con sus propios dedos. Eso molestó al anfibio.
-¡Pero será...!-De pronto, un dolor intenso y agudo retumbó por toda su enorme cabeza, teniendo su epicentro en la parte más alta de esta. Un escalofrío le recorrió desde la nuca hasta las ancas. Acto seguido, le salieron lágrimas de los ojos y un hilillo de voz con el que intentó, por pura inercia, croar.
Le había dolido.
El anfibio se giró y vio cómo uno de los nobles del lugar sostenía entre sus manos una especie de estatuilla de las que se mostraban de adorno en la galería.
Frosk lo miró con rencor y furia, y al hombre, que parecía que lo más cerca que había estado de una pelea en toda su vida era con un bigote imposible de peinar para la gente corriente pero que él llevaba liso y con cierta curva en sus laterales dándole un aspecto fino, le invadió el terror. Frosk pudo verlo en los ojos del noble bigotudo.
-¡E-es un monstruo!-Balbuceó.
-¡Soy Frosk el Grande!-Gritó, enrabietado.-¡Héroe de Roilkat y el azote de los malvados!
Sin más, el noble bigotudo salió corriendo, presa del terror, olvidándose de la galería y de todo lo que tuviera que estar relacionado con ella.
De pronto, una voz se hizo oír por toda la galería, incluso por encima del tumulto de la pelea. Todos los presentes, ya fuesen persuadidos o intimidados, prestaban atención a ese hombre. Frosk sabía quién era; el amigo de Sparda, quien le había hecho ir a por una copa para luego desprestigiarla, quien le había hecho trabajar en vano. Una persona que trata así al servicio no era de fiar, y la intuición del anfibio no se equivocaba.
Frosk buscó con la mirada a Bluto, quien se mantenía en pie y destacaba entre todos los allí presentes. La rana pegó un salto y se subió a la cabeza de su amigo en cuanto aquel hombre dejó de hablar.
-Mi abuelo decía que a una persona había que juzgarla, no cómo trata a sus iguales o superiores, sino por cómo lo hace con sus inferiores. Usted, hombre de pelo blanco y mirada de color plátano, ha tratado al servicio con desaire. Y el problema es que no ha sido solo él.-Miró al resto de presentes de su alta posición desde el gigante de metal.-La gran mayoría de ustedes trata a sus inferiores con desprecio o los ningunea. Eso no está bien.-Volvió a dirigirse a Zagreus.-Así que, mi moralidad está bien encaminada y mis acciones son justas porque no considero a nadie como inferior a mí y quiero ser amigo de todo el mundo. No la venganza lo que me mueve, es el heroísmo y hacer que mi abuelo se sienta orgulloso de mí.-Se cruzó de brazos, mirando con determinación al peliblanco.-Y él no estaría orgulloso de las cosas que aquí están sucediendo.
Erika, entre la multitud, miraba con admiración a Frosk. Jamás había visto a la rana decir tales cosas, y mucho menos dar un discurso tan elaborado. Se sentía con ganas de llorar e ir a abrazar a su amigo.
-Hay muchas formas de manipular una mente.-Bluto rompió el silencio que Frosk había dejado. Acto seguido, miró a Sparda como si lo analizara en profundidad. Un par de pitidos y chirridos extraños sonaron en su interior, y volvió a hablar.-Y si una mente está manipulada, no es consciente de lo que quiere o no. Por lo tanto, tú eres el criminal.
Tras eso, Frosk pegó otro salto hacia adelante e impulsó su lengua hacia la obra en la que Sparda estaba sumido. La agarró por una de las patas del caballete y giró sobre si mismo de arriba a abajo un par de veces hasta que hizo impactar con violencia tanto el caballete como el lienzo sobre el suelo, esperándolo partir en pedazos justo delante de Zagreus [1].
Tras eso, aterrizó enfrente del peliblanco de ojos ambarinos y se llevó las manos a la cintura en jarras, mostrando cierta gallardía.
____________________________________________________________________
Off:
-Habilidad usada [1]: Lengüetazo: Frosk posee la capacidad de usar su larga lengua para poder adherirse a ciertas superficies difíciles de alcanzar o abalanzarse hacia enemigos a modo de embestida.
Frosk
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Re: La locura del Artista [Libre][Noche]
El anfibio tuvo el coraje de confrontarme. Dirigiéndome la mirada, empezó un discurso sobre el heroísmo y como la rana había obtenido sus ideales moralistas. Sin duda, si no fuese por la situación de tensión, alguno de los presentes se habría quedado dormido con su explicación santurrona.
Ignoré todos los comentarios que pretendían “atacar” mi actitud de desprecio y desestima. No me interesaba en lo más mínimo su opinión, pero no podía rebajarme a actuar de forma impulsiva. Tenía una misión, solo darle un par de minutos a Sparda y lo único que se interponía era la rana mesera. Su jefa de cabellos níveos parecía no querer hacerse responsable por lo impertinente de sus sirvientes. Incluso los vengadores de Rubí ya habían sido reducidos por la guardia que ganaba terreno en aquella contienda.
Sin duda tu abuelo debe estar orgulloso de ti… rana. - dije tensando mi agarre sobre el arma de sangre. Su compañero de hojalata intervino destacando que lo de mi compañero había sido simple sugestión (por no inferir influencia de magia de voz) y eso era inmoral, tenía un punto debatible, pero no estábamos para discusiones y reflexiones, no era un cuento con una moraleja.
Todos parecían anonadados con el discurso de los “héroes”, todos menos Sparda que seguía ofuscado con su arte. Absorto en lo que sería su obra maestra. Sin embargo, “Frosk el grande” tenía un nuevo truco bajo la manga. Aprovechando sus facultades de bestia esquivó mi guardia para poder hacerse con el lienzo y destruirlo contra el suelo desde la distancia con su lengua.
Sparda gritó, su estado hipnótico terminó con el actuar de la rana, entre cólera y frustración se lanzó para revisar su trabajo, arrastrándose por el suelo ensangrentado. Ciertamente, el marco de madera había quedado hecho añicos, pero la tela, que era lo que realmente le preocupaba, tenía un par de cortes.
El vampiro levantó la obra lentamente. Yo miraba de reojo a mi compañero mientras Frosk, estoico, se alzaba delante de mí. La diferencia de alturas hacía que la rana prácticamente compitiera en estatura con mi espada de sangre que seguía apoyada contra el suelo.
Estaba un poco preocupado por el pintor y de que sería capaz de hacer, estaba desconsolado, pero su expresión cambió drásticamente cuando terminó de alzar la tela destrozada.
Es… es… perfecto…
Todos los presentes habían quedado boquiabiertos por lo sucedido, pero ahora su mandíbula parecía tocar el suelo con la respuesta de Sparda. El lienzo destruido, la tela rasgada, las pinceladas de sangre que se mezclaban con los surcos dibujados por los dedos del vampiro. Las marcas del suelo sobre la pintura entre astillas. Cada detalle pensado de manera meticulosas que contrastaba con el caos de la agresión.
La destrucción… la virginidad mancillada por las heridas de la tela… el héroe derrotado por no poder actuar antes y solo poder vengar la doncella. Sangre, valor, dolor, arte… - decía Sparda maravillado por el resultado de la obra, lo que parecía ser un desastre inminente terminó siendo el punto y final de su creación. - Gr-Gracias Frosk el grande. Tendrás los créditos como una figura de completa inspiración en mi obra más grande.
Es hora de irnos Sparda - señalé al vampiro maravillado por su obra. - Gracias Rana, pero ya has hecho suficiente. - Alcé la espada para esperar que la rana se pusiera en guardia centrado en mi arma. Como esgrimista era la respuesta esperada. En mi otra mano, oculta, la jeringa con dulces sueños para incapacitar al anfibio y salir de aquella galería. Sparda había finalizado, era momento de escapar de aquellos héroes y dejar que la guardia de los aristócratas hiciera “justicia”.
_________________________Ignoré todos los comentarios que pretendían “atacar” mi actitud de desprecio y desestima. No me interesaba en lo más mínimo su opinión, pero no podía rebajarme a actuar de forma impulsiva. Tenía una misión, solo darle un par de minutos a Sparda y lo único que se interponía era la rana mesera. Su jefa de cabellos níveos parecía no querer hacerse responsable por lo impertinente de sus sirvientes. Incluso los vengadores de Rubí ya habían sido reducidos por la guardia que ganaba terreno en aquella contienda.
Sin duda tu abuelo debe estar orgulloso de ti… rana. - dije tensando mi agarre sobre el arma de sangre. Su compañero de hojalata intervino destacando que lo de mi compañero había sido simple sugestión (por no inferir influencia de magia de voz) y eso era inmoral, tenía un punto debatible, pero no estábamos para discusiones y reflexiones, no era un cuento con una moraleja.
Todos parecían anonadados con el discurso de los “héroes”, todos menos Sparda que seguía ofuscado con su arte. Absorto en lo que sería su obra maestra. Sin embargo, “Frosk el grande” tenía un nuevo truco bajo la manga. Aprovechando sus facultades de bestia esquivó mi guardia para poder hacerse con el lienzo y destruirlo contra el suelo desde la distancia con su lengua.
Sparda gritó, su estado hipnótico terminó con el actuar de la rana, entre cólera y frustración se lanzó para revisar su trabajo, arrastrándose por el suelo ensangrentado. Ciertamente, el marco de madera había quedado hecho añicos, pero la tela, que era lo que realmente le preocupaba, tenía un par de cortes.
El vampiro levantó la obra lentamente. Yo miraba de reojo a mi compañero mientras Frosk, estoico, se alzaba delante de mí. La diferencia de alturas hacía que la rana prácticamente compitiera en estatura con mi espada de sangre que seguía apoyada contra el suelo.
Estaba un poco preocupado por el pintor y de que sería capaz de hacer, estaba desconsolado, pero su expresión cambió drásticamente cuando terminó de alzar la tela destrozada.
Es… es… perfecto…
Todos los presentes habían quedado boquiabiertos por lo sucedido, pero ahora su mandíbula parecía tocar el suelo con la respuesta de Sparda. El lienzo destruido, la tela rasgada, las pinceladas de sangre que se mezclaban con los surcos dibujados por los dedos del vampiro. Las marcas del suelo sobre la pintura entre astillas. Cada detalle pensado de manera meticulosas que contrastaba con el caos de la agresión.
La destrucción… la virginidad mancillada por las heridas de la tela… el héroe derrotado por no poder actuar antes y solo poder vengar la doncella. Sangre, valor, dolor, arte… - decía Sparda maravillado por el resultado de la obra, lo que parecía ser un desastre inminente terminó siendo el punto y final de su creación. - Gr-Gracias Frosk el grande. Tendrás los créditos como una figura de completa inspiración en mi obra más grande.
Es hora de irnos Sparda - señalé al vampiro maravillado por su obra. - Gracias Rana, pero ya has hecho suficiente. - Alcé la espada para esperar que la rana se pusiera en guardia centrado en mi arma. Como esgrimista era la respuesta esperada. En mi otra mano, oculta, la jeringa con dulces sueños para incapacitar al anfibio y salir de aquella galería. Sparda había finalizado, era momento de escapar de aquellos héroes y dejar que la guardia de los aristócratas hiciera “justicia”.
Off
Mi anterior Off se mantiene este turno. Intento emplear mi jeringa con el elixir en el sapo utilizando mi espada de sangre como distractor. Queda de tu parte definir si tiene efecto o el plan es interrumpido. Conversé con Oromë y sigue indispuesta para finalizar el rol de momento, por lo que, con pesar, terminaremos el tema si te parece.
Zagreus
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Re: La locura del Artista [Libre][Noche]
Frosk se había preparado para lo peor. Después de destruir el cuadro con su lengua, había esperado una explosión de furia por parte de Sparda. Sin embargo, la reacción del artista lo dejó completamente atónito.
Sparda había exclamado con una expresión de asombro en su rostro, levantando la tela rasgada y maravillándose por el resultado.
Frosk parpadeó un par de veces, incapaz de procesar lo que acababa de oír. "¿Perfecto?" murmuró para sí mismo.
-...¿Cómo?-Hinchó su saco vocal, incapaz de entender la reacción tanto del artista como del hombre de mirada amarilla.
Bluto, que siempre mantenía la compostura, inclinó la cabeza y observó la situación con cierta curiosidad.
-Parece que su intervención, señor Frosk, ha mejorado su obra.-Comentó el bio-cibernético, su voz metálica resonando en la galería.
Erika, por su parte, seguía escondida entre el público, con los ojos bien abiertos y el corazón latiendo a mil por hora. La situación se estaba volviendo más extraña de lo que ella podría haber imaginado.
Frosk se quedó sin palabras, lo cual era raro para él. Había esperado una pelea, un conflicto... no un agradecimiento. Se enderezó y se cruzó de brazos, intentando mantener la compostura.
-Bueno, croac, me alegro de haber... ayudado.-Dijo con una mezcla de confusión y orgullo.
El vampiro que acompañaba a Sparda no perdió el tiempo y levantó su espada, aparentemente dispuesto a pelear. Frosk se puso en guardia, listo para enfrentar el desafío.
-¿De verdad crees que puedes con Frosk el Grande?-Declaró con una sonrisa atrevida.
Pero antes de que las cosas se pusieran serias, Bluto intervino.
-Un momento, amigo.-Dijo el gigante de metal al hombre de mirada amarillenta.-Nosotros solo estamos aquí para asegurarnos de que la justicia prevalezca. No buscamos más violencia.
La tensión en la sala se alivió un poco, aunque Erika todavía se mantenía alerta, observando cada movimiento de los demás.
-Este hombre maneja unas técnicas extrañas, señor Frosk. No creo que podamos hacerle frente.-Miró sin ningún atisbo de emoción al hombre de largos cabellos blancos.-Daremos aviso a las autoridades de lo que aquí ha acontecido.
Frosk apretó la mandíbula con cierta impotencia y envainó su arma.
-Pero esto no...-La rana fue cortada por el bio-cibernético.
-Vámonos antes de que las cosas se compliquen más.-Sugirió.
Frosk asintió con reticencia, dirigiendo una última mirada al vampiro y a Sparda.
-Tienes suerte de tener la situación a tu favor, hombre blanco.-Hinchó su saco vocal, no del todo agradado del desenlace.-Pero que sepas que la justicia caerá sobre tu amigo tarde o temprano.-Sentenció, hinchando su pecho con gallardía y no amilanándose por la diferencia de tamaño con el hombre blanco.
Sparda había exclamado con una expresión de asombro en su rostro, levantando la tela rasgada y maravillándose por el resultado.
Frosk parpadeó un par de veces, incapaz de procesar lo que acababa de oír. "¿Perfecto?" murmuró para sí mismo.
-...¿Cómo?-Hinchó su saco vocal, incapaz de entender la reacción tanto del artista como del hombre de mirada amarilla.
Bluto, que siempre mantenía la compostura, inclinó la cabeza y observó la situación con cierta curiosidad.
-Parece que su intervención, señor Frosk, ha mejorado su obra.-Comentó el bio-cibernético, su voz metálica resonando en la galería.
Erika, por su parte, seguía escondida entre el público, con los ojos bien abiertos y el corazón latiendo a mil por hora. La situación se estaba volviendo más extraña de lo que ella podría haber imaginado.
Frosk se quedó sin palabras, lo cual era raro para él. Había esperado una pelea, un conflicto... no un agradecimiento. Se enderezó y se cruzó de brazos, intentando mantener la compostura.
-Bueno, croac, me alegro de haber... ayudado.-Dijo con una mezcla de confusión y orgullo.
El vampiro que acompañaba a Sparda no perdió el tiempo y levantó su espada, aparentemente dispuesto a pelear. Frosk se puso en guardia, listo para enfrentar el desafío.
-¿De verdad crees que puedes con Frosk el Grande?-Declaró con una sonrisa atrevida.
Pero antes de que las cosas se pusieran serias, Bluto intervino.
-Un momento, amigo.-Dijo el gigante de metal al hombre de mirada amarillenta.-Nosotros solo estamos aquí para asegurarnos de que la justicia prevalezca. No buscamos más violencia.
La tensión en la sala se alivió un poco, aunque Erika todavía se mantenía alerta, observando cada movimiento de los demás.
-Este hombre maneja unas técnicas extrañas, señor Frosk. No creo que podamos hacerle frente.-Miró sin ningún atisbo de emoción al hombre de largos cabellos blancos.-Daremos aviso a las autoridades de lo que aquí ha acontecido.
Frosk apretó la mandíbula con cierta impotencia y envainó su arma.
-Pero esto no...-La rana fue cortada por el bio-cibernético.
-Vámonos antes de que las cosas se compliquen más.-Sugirió.
Frosk asintió con reticencia, dirigiendo una última mirada al vampiro y a Sparda.
-Tienes suerte de tener la situación a tu favor, hombre blanco.-Hinchó su saco vocal, no del todo agradado del desenlace.-Pero que sepas que la justicia caerá sobre tu amigo tarde o temprano.-Sentenció, hinchando su pecho con gallardía y no amilanándose por la diferencia de tamaño con el hombre blanco.
Frosk
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Re: La locura del Artista [Libre][Noche]
Ya sea por confusión, impotencia, sorpresa o lo inaudito de la reacción del artista, todo pareció calmarse. La dulce ironía había golpeado al humilde héroe que estupefacto solo conseguía agradecer. En mi mente me reía de tan bochornosa situación, patético.
Relajé mi postura dispuesta al combate, puesto que tanto el anfibio como la hojalata parecían no saber cómo actuar, pero la batalla no se mostraba como una respuesta a su dilema. Su supuesta contienda heroica había acabado en el éxtasis del demente. Incluso los que se oponían a la guardia y pretendían hacer justicia por la doncella, ahora miraban perplejos como el caos se disipaba en un intercambio de palabras que postergaba la lucha.
Guardé silencio en todo momento, viendo con mirada burlesca como el altanero caballero (mesero) miraba aturdido el cuadro sangriento destrozado. El desconcierto y desasosiego dibujados en su rostro solo aumentaban mi mueca macabra que se mofaba de toda aquella disparatada situación.
La rana continuaba con sus palabras de justicia, pero nosotros no seríamos los que serían acusados. Un nuevo pelotón de la guardia llegó, entrando por la puerta acompañados del grito de Lord Stendhal.
Atrápenlos, ellos son los que perturban la memoria de mi dulce hija y estropean tan magno evento. - decía el señor armándose de valor. Con todo el revuelo dudaba de sus convicciones sobre “el arte” y el sacrificio de su hija. Sin embargo, era más sensato sostener sus creencias que debatirlas en ese momento. La rana y todo aquel que alteraba el orden en aquella galería tendrían que rendir cuentas con la justicia.
Con la llegada de los hombres de armas, el alboroto volvió a hacerse presente. Aprovechando la distracción, tiré de la camisa a Sparda para retirarnos por los accesos traseros de la galería de uso exclusivo para artistas. Ciertamente, no éramos quienes los guardias buscaban, pero ya era mucho abusar de la suerte del desquiciado pintor.
Sparda desapareció entre carcajadas maníacas de la galería gritando - Gracias, Frosk el grande. Campeón de las causas perdidas - resaltando con sus palabras afiladas el intento fallido de remediar la locura del artista. Un casi-héroe que tendría que guardar en su consciencia la decisión de Rubí.
Tras la huida por las calles oscuras de la zona rica de Baslodia. Logramos intercambiar algunas vivencias. Sin duda el viejo Sparda seguía anonadado por su obra maestra, pero en el fondo había descubierto el toque final para mejorar su arte. Sin duda el elfo-vampiro volvería a pintar y hacer que su nombre resonara por Aerandir.
Lamentablemente, pocas horas quedaban del cielo nocturno. Apenas pudimos ponernos al día con cosas superficiales. Nos despedimos, prometiendo no morir y mantener contacto. Valoraba y estimaba a Sparda, pero conocía que su nueva afición era peligrosa y no estaría siempre para apoyarlo en sus locuras.
Relajé mi postura dispuesta al combate, puesto que tanto el anfibio como la hojalata parecían no saber cómo actuar, pero la batalla no se mostraba como una respuesta a su dilema. Su supuesta contienda heroica había acabado en el éxtasis del demente. Incluso los que se oponían a la guardia y pretendían hacer justicia por la doncella, ahora miraban perplejos como el caos se disipaba en un intercambio de palabras que postergaba la lucha.
Guardé silencio en todo momento, viendo con mirada burlesca como el altanero caballero (mesero) miraba aturdido el cuadro sangriento destrozado. El desconcierto y desasosiego dibujados en su rostro solo aumentaban mi mueca macabra que se mofaba de toda aquella disparatada situación.
La rana continuaba con sus palabras de justicia, pero nosotros no seríamos los que serían acusados. Un nuevo pelotón de la guardia llegó, entrando por la puerta acompañados del grito de Lord Stendhal.
Atrápenlos, ellos son los que perturban la memoria de mi dulce hija y estropean tan magno evento. - decía el señor armándose de valor. Con todo el revuelo dudaba de sus convicciones sobre “el arte” y el sacrificio de su hija. Sin embargo, era más sensato sostener sus creencias que debatirlas en ese momento. La rana y todo aquel que alteraba el orden en aquella galería tendrían que rendir cuentas con la justicia.
Con la llegada de los hombres de armas, el alboroto volvió a hacerse presente. Aprovechando la distracción, tiré de la camisa a Sparda para retirarnos por los accesos traseros de la galería de uso exclusivo para artistas. Ciertamente, no éramos quienes los guardias buscaban, pero ya era mucho abusar de la suerte del desquiciado pintor.
Sparda desapareció entre carcajadas maníacas de la galería gritando - Gracias, Frosk el grande. Campeón de las causas perdidas - resaltando con sus palabras afiladas el intento fallido de remediar la locura del artista. Un casi-héroe que tendría que guardar en su consciencia la decisión de Rubí.
[...]
Tras la huida por las calles oscuras de la zona rica de Baslodia. Logramos intercambiar algunas vivencias. Sin duda el viejo Sparda seguía anonadado por su obra maestra, pero en el fondo había descubierto el toque final para mejorar su arte. Sin duda el elfo-vampiro volvería a pintar y hacer que su nombre resonara por Aerandir.
Lamentablemente, pocas horas quedaban del cielo nocturno. Apenas pudimos ponernos al día con cosas superficiales. Nos despedimos, prometiendo no morir y mantener contacto. Valoraba y estimaba a Sparda, pero conocía que su nueva afición era peligrosa y no estaría siempre para apoyarlo en sus locuras.
Zagreus
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Re: La locura del Artista [Libre][Noche]
Erika, aún aturdida por el desarrollo de los acontecimientos, miraba cómo el caos volvía a llenar la galería con la llegada de la guardia, y el grito de Lord Stendhal resonaba con furia. Frosk, que había intentado intervenir en pos de la justicia, veía cómo todo se desmoronaba de una manera inesperada. Sparda y Zagreus aprovechaban la confusión para retirarse entre sombras, y el eco de la risa maníaca del pintor resonaba en la mente de Frosk, dejando un rastro amargo.
Erika se quedó allí, inmóvil, observando el lienzo destruido y el tumulto de guardias que comenzaba a arrasar el salón. El caos estaba completo, y todo lo que quedaba era una galería bañada en sangre, arte y desorden.
Bluto, como siempre pragmático, colocó una mano firme en el hombro de la dragona.
-Señorita Erika-dijo con su tono sereno y metálico.-Lo mejor que podemos hacer ahora es retirarnos. No vale la pena quedarse aquí. Las autoridades se encargarán de esto.
Erika, que se mantenía en silencio pero visiblemente preocupada, asintió rápidamente mientras mantenía su mirada en los guardias, que ahora arrestaban a los Vengadores de Rubí. No había más que pudieran hacer aquí. Frosk se acercó a ellos, y sin mediar palabra asintió ante la acción propuesta del gigante de metal.
La rana soltó una exhalación, cansada, aceptando la situación. Sabía que Bluto tenía razón. Ellos no podían salvar la situación, y por más que quisiera que la justicia prevaleciera, las cosas se habían salido de control. La justicia, en ese lugar y en ese momento, estaba completamente corrompida.
-Vámonos de aquí.-murmuró Frosk con una mezcla de desánimo y resignación. Pero no sin antes hacer una de las suyas-Que quede constancia, Bluto. Sparda puede que haya creado una obra maestra, pero si vuelvo a verle, prometo que su siguiente lienzo será su propio trasero, croac.
Erika soltó una risa nerviosa, mientras Bluto, como era habitual, permanecía impasible, aunque se percibía el más mínimo atisbo de aprobación en su mecánica postura.
El grupo comenzó a salir de la galería, con Frosk al frente, tratando de recuperar su habitual jovialidad.
-Bueno-dijo Frosk, tratando de aligerar el ambiente mientras caminaban por las calles adoquinadas de la ciudad-upongo que no todos los días te vuelves una inspiración para los artistas dementes. ¡Frosk el Grande, inspiración y destructor del arte! Tal vez debería cobrar por mis intervenciones, croac.
Erika rió de nuevo, esta vez con más sinceridad, mientras los tres se alejaban de la galería, dejando el caos y la confusión atrás. Caminaban juntos, con el peso del fracaso sobre sus hombros, pero también con la certeza de que, a su manera, habían hecho lo correcto.
Frosk, Bluto y Erika se perdieron en las sombras de la noche, listos para lo que el destino les tuviera reservado. Tal vez la justicia no se había hecho ese día, pero la rana sabía que habría otras oportunidades. Y en cada una de ellas, estaría listo para intervenir... aunque el arte estuviera de por medio.
Con una sonrisa y el espíritu de aventura intacto, Frosk el Grande siguió su camino.
Erika se quedó allí, inmóvil, observando el lienzo destruido y el tumulto de guardias que comenzaba a arrasar el salón. El caos estaba completo, y todo lo que quedaba era una galería bañada en sangre, arte y desorden.
Bluto, como siempre pragmático, colocó una mano firme en el hombro de la dragona.
-Señorita Erika-dijo con su tono sereno y metálico.-Lo mejor que podemos hacer ahora es retirarnos. No vale la pena quedarse aquí. Las autoridades se encargarán de esto.
Erika, que se mantenía en silencio pero visiblemente preocupada, asintió rápidamente mientras mantenía su mirada en los guardias, que ahora arrestaban a los Vengadores de Rubí. No había más que pudieran hacer aquí. Frosk se acercó a ellos, y sin mediar palabra asintió ante la acción propuesta del gigante de metal.
La rana soltó una exhalación, cansada, aceptando la situación. Sabía que Bluto tenía razón. Ellos no podían salvar la situación, y por más que quisiera que la justicia prevaleciera, las cosas se habían salido de control. La justicia, en ese lugar y en ese momento, estaba completamente corrompida.
-Vámonos de aquí.-murmuró Frosk con una mezcla de desánimo y resignación. Pero no sin antes hacer una de las suyas-Que quede constancia, Bluto. Sparda puede que haya creado una obra maestra, pero si vuelvo a verle, prometo que su siguiente lienzo será su propio trasero, croac.
Erika soltó una risa nerviosa, mientras Bluto, como era habitual, permanecía impasible, aunque se percibía el más mínimo atisbo de aprobación en su mecánica postura.
El grupo comenzó a salir de la galería, con Frosk al frente, tratando de recuperar su habitual jovialidad.
-Bueno-dijo Frosk, tratando de aligerar el ambiente mientras caminaban por las calles adoquinadas de la ciudad-upongo que no todos los días te vuelves una inspiración para los artistas dementes. ¡Frosk el Grande, inspiración y destructor del arte! Tal vez debería cobrar por mis intervenciones, croac.
Erika rió de nuevo, esta vez con más sinceridad, mientras los tres se alejaban de la galería, dejando el caos y la confusión atrás. Caminaban juntos, con el peso del fracaso sobre sus hombros, pero también con la certeza de que, a su manera, habían hecho lo correcto.
Frosk, Bluto y Erika se perdieron en las sombras de la noche, listos para lo que el destino les tuviera reservado. Tal vez la justicia no se había hecho ese día, pero la rana sabía que habría otras oportunidades. Y en cada una de ellas, estaría listo para intervenir... aunque el arte estuviera de por medio.
Con una sonrisa y el espíritu de aventura intacto, Frosk el Grande siguió su camino.
Frosk
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