[Desafío] De manjares.
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[Desafío] De manjares.
De manjares
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Son ricas, muy sanas, recetas muy variadas.
En las cocinas de la guardia humana de Sacrestic Ville
Dílcar era el jefe de cocinas de la guarnición, había sido un gran chef dueño de un restaurante de renombre en Lunargenta, pero el juego y la mala vida le habían pasado factura y después de ser juzgado por tenencia de sustancias ilegales y juego clandestino, tenía que servir a la guardia de Lunargenta como cocinero muy lejos de su hogar. Se secó el sudor de la frente con el paño que tenía atado al cinto del mandil.
-No llegamos. -Susurró entre dientes y se remangó la camisa, dejando a la vista toda la ristra de tatuajes repartidos por los enormes brazos musculados.
-Pero jefe, las órdenes... -Elmund removía la sopa con energía con todo su esquelético cuerpo.
Las ojeras se ahincaban en sus ojos almendrados, se hacían más oscuras, incluso para su tono de piel moreno. Muchas noches sin dormir preparando aquellos platos, procurando que todo estuviera perfecto llegado el día.
Dilcar clavó el cuchillo en la tabla de madera con furia y se recogió el ondulado cabello pelirrojo en un moño alto. Tomó con ambas manos aquel trozo de papel donde habían escrito el menú con delicadeza y negó con la cabeza varias veces.
-Nos faltan ingredientes. Y nos falta personal para buscarlos... -Susurró en un tono casi ininteligible para cualquier ser humano normal, pero Elmund no lo era.
-¿Y si pedimos a alguien que vaya a por los ingredientes?
El elfo asintió con la cabeza y soltó un suspiro de resignación, pero lleno de esperanza. Delegar era algo que no entraba en sus planes, pero en momentos de necesidad, no había otra solución.
Dílcar se sentó y escribió en un pergamino nuevo con una letra grande y elegante.
Le entregó el papel a su más preciado pinche, Elmund corrió como alma que lleva el diablo escaleras arriba, y como si de vida o muerte se tratase, arrancó todos los papeles de desapariciones y otros encargos del tablón de la guardia, clavando en la madera con su navaja el pergamino. Todo aquel que pasara por la puerta podría leer el encargo.
-No llegamos. -Susurró entre dientes y se remangó la camisa, dejando a la vista toda la ristra de tatuajes repartidos por los enormes brazos musculados.
-Pero jefe, las órdenes... -Elmund removía la sopa con energía con todo su esquelético cuerpo.
Las ojeras se ahincaban en sus ojos almendrados, se hacían más oscuras, incluso para su tono de piel moreno. Muchas noches sin dormir preparando aquellos platos, procurando que todo estuviera perfecto llegado el día.
Dilcar clavó el cuchillo en la tabla de madera con furia y se recogió el ondulado cabello pelirrojo en un moño alto. Tomó con ambas manos aquel trozo de papel donde habían escrito el menú con delicadeza y negó con la cabeza varias veces.
-Nos faltan ingredientes. Y nos falta personal para buscarlos... -Susurró en un tono casi ininteligible para cualquier ser humano normal, pero Elmund no lo era.
-¿Y si pedimos a alguien que vaya a por los ingredientes?
El elfo asintió con la cabeza y soltó un suspiro de resignación, pero lleno de esperanza. Delegar era algo que no entraba en sus planes, pero en momentos de necesidad, no había otra solución.
Dílcar se sentó y escribió en un pergamino nuevo con una letra grande y elegante.
Dílcar Magnius escribió:"Se buscan ingredientes:
-Trompa de crasgwar
-Carne de gabhar
-Carne de pato
-Aria
-Aldönea
-Hojas de kyyneleet
Entregar en las cocinas de la guardia.
No importa su procedencia.
Att: Dílcar. "
Le entregó el papel a su más preciado pinche, Elmund corrió como alma que lleva el diablo escaleras arriba, y como si de vida o muerte se tratase, arrancó todos los papeles de desapariciones y otros encargos del tablón de la guardia, clavando en la madera con su navaja el pergamino. Todo aquel que pasara por la puerta podría leer el encargo.
¡Desafíos de manjares!
Bienvenidos a los desafíos de Flores y Manjares, Dílcar necesita vuestra ayuda para encontrar todos los ingredientes que le falta para la misteriosa comida que ha mandado cocinar la teniente. Os aconsejo encarecidamente leer la letra pequeña del encargo.
- No hay mínimo de posts para participar
- Se trata de desafíos cortos, por lo que serán de 1 post mínimo por persona, máximo 2 posts (sin intervención master).
- Se permite doble post solo si han pasado dos días sin ninguna otra respuesta.
- Máximo 3 personajes por desafío. No hace falta apuntarse, los primeros en responder se llevan la plaza.
- Tenéis una semana para completar el desafío que se cerrará el próximo 12 de septiembre. Habrá catastróficas consecuencias si no se completa.
Tyr
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Re: [Desafío] De manjares.
Medio Dia
Sacrestic Ville
Desafio
Desafio Manjares
La gran tortuga tenía una ardua tarea entre sus manos, la caza de un crasgwar. La carne tal vez era dura pero las trompas de estas majestuosas criaturas eran un manjar digno de los más altos paladares y sus colmillos valían varios aeros en el mercado negro donde se moldeaban para hacer armas, herramientas y demases.
Lukas se encontraba ahí porque había recibido un pedido de un viejo amigo, el elfo Dilcar Magnis era una leyenda en el campo de batalla y más aún en las cocinas, donde preparaba los más finos y deliciosos platillos. Fácilmente estaba entre los tres mejores cocineros de los que Lukas había tenido la suerte de recibir alimento.
-Quédate quieto de una vez – gruñía la tortuga peleando contra los embates del crasgwar, la bestia era fuerte, pero Lukas era testarudo, por lo que tomo su trompa y corrió al rio sujetándola, con mucha dificultad. –A ver como respiras ahora – dijo hundiéndose y haciendo peso muerto con la trompa bajo su cuerpo, la criatura peleo y batallo por respirar dandole una patada, pero la tortuga no lo dejaría respirar. La batalla estaba siendo encarecida cuando una flecha corto el aire y se clavó en el ojo del enorme crasgwar quien se tambaleo, dos flechas más acertaron donde la primera había llegado y terminaron tirando abajo al gigante peludo.
-Saludos Lukas – dijo la mujer, la tortuga gruño al reconocer a Felurian, una chica pelirroja con quien había compartido aventuras un par de veces.
-Felurian – saludo con la cabeza con el orgullo roto, sentía que si hubiera tenido más tiempo hubiera podido destruir el solo al crasgwar. –Yo podía con él, pero supongo que debo agradecerte – dijo con un suspiro sacando de su bolso un gran cuchillo para empezar a cortar la carne de su trompa y de su cuerpo, la tarea seguía siendo ardua.
- ¿También buscas abastecer las cocinas de Sacrestic Ville? – dijo la chica inclinándose a su lado, antes de sacar sus propios implementos para poder ayudarle a cortar la carne. –Yo voy para allá, incluso tengo carne de pato en mi bolso – dijo con una sonrisa enseñando los dientes. Lukas solo asintió y ambos empezaron a trozar la trompa del gigante peludo.
-Por esa colina esta la manada, ire a pelear con un par mas, cuando los haga ir a piso tirando su trompa tu les disparas en los ojos - dijo la tortuga, la pelirroja asintio contenta, juntos hacian un buen equipo.
Lukas se encontraba ahí porque había recibido un pedido de un viejo amigo, el elfo Dilcar Magnis era una leyenda en el campo de batalla y más aún en las cocinas, donde preparaba los más finos y deliciosos platillos. Fácilmente estaba entre los tres mejores cocineros de los que Lukas había tenido la suerte de recibir alimento.
-Quédate quieto de una vez – gruñía la tortuga peleando contra los embates del crasgwar, la bestia era fuerte, pero Lukas era testarudo, por lo que tomo su trompa y corrió al rio sujetándola, con mucha dificultad. –A ver como respiras ahora – dijo hundiéndose y haciendo peso muerto con la trompa bajo su cuerpo, la criatura peleo y batallo por respirar dandole una patada, pero la tortuga no lo dejaría respirar. La batalla estaba siendo encarecida cuando una flecha corto el aire y se clavó en el ojo del enorme crasgwar quien se tambaleo, dos flechas más acertaron donde la primera había llegado y terminaron tirando abajo al gigante peludo.
-Saludos Lukas – dijo la mujer, la tortuga gruño al reconocer a Felurian, una chica pelirroja con quien había compartido aventuras un par de veces.
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-Felurian – saludo con la cabeza con el orgullo roto, sentía que si hubiera tenido más tiempo hubiera podido destruir el solo al crasgwar. –Yo podía con él, pero supongo que debo agradecerte – dijo con un suspiro sacando de su bolso un gran cuchillo para empezar a cortar la carne de su trompa y de su cuerpo, la tarea seguía siendo ardua.
- ¿También buscas abastecer las cocinas de Sacrestic Ville? – dijo la chica inclinándose a su lado, antes de sacar sus propios implementos para poder ayudarle a cortar la carne. –Yo voy para allá, incluso tengo carne de pato en mi bolso – dijo con una sonrisa enseñando los dientes. Lukas solo asintió y ambos empezaron a trozar la trompa del gigante peludo.
-Por esa colina esta la manada, ire a pelear con un par mas, cuando los haga ir a piso tirando su trompa tu les disparas en los ojos - dijo la tortuga, la pelirroja asintio contenta, juntos hacian un buen equipo.
Lukas
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Re: [Desafío] De manjares.
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Tina lengüeteaba un caramelo clavado en un palito; Kayak, que le decían. Tenía un centro masticable sabor a fresas, pero para llegar a él, tenía que adelgazar la gruesa capa de dulce que la recubría. Lo bueno es que ella era paciente, disfrutaba de su sabor y no le molestaba chupar. Mientras lo hacía, observaba sin disimulo cómo un escuálido hombre arrancaba todos los demás anuncios del tablón. Sin asco, echaba al piso ofertas de trabajo, búsquedas de mercenarios, avisos de "Se Busca", notas de personas desaparecidas, una que otra propuesta indecente y todo lo demás. Una vez tuvo limpio el tablón, clavó en el centro su propio aviso. Seguro de que el suyo tendría toda la atención de los viandantes, miró por un instante su obra, se secó las gotas de sudor que le cubrían la frente, resopló y salió a toda carrera, quién sabe a dónde.
Tina lo vio correr, hasta que dobló en una esquina y desapareció. Acto seguido, la chicadreja se giró para leer la nota. Era una lista de ingredientes. Por el afán del muchacho, intuyó que les hacían falta para lo que fuese que estuviese pasando en Sacrestic. Hacía un par de días que la ciudad agarró un correquetealcanzo extraño. La gente se veía apresurada, como si estuvieran tarde para una cita importante, por lo menos allí en ese distrito donde se alojaban con el tortugón/elefante.
Sin mucho más que hacer, Tina decidió que ayudaría al flacucho porque le dio lástima su carita de desesperación. Es que se aburría. Mina se la pasaba con Lukas resolviendo algo de unas telarañas y rezando a los dioses, por alguna razón no la dejaban participar y la mandaban a ver si la puerca puso desde temprano, así que ella se la pasaba recorriendo las calles de Sacrestic, buscando lo que no se le había perdido. Pero viendo lo bueno, había encontrado a los kayak.
En fin, que se puso a analizar lo que pedía la lista. -Trompa de crasgwar... hmmm... difícil. Carne de gabhar... ¿qué es un gabhar? No, ese tampoco. Carne de pato. ¿Será de pato pato? Conocí a un gato que se llamaba Pato. Mejor ese no, es muy confuso. Aria, Aldönea y Hojas de kyyneleet. ¡Esas sí las conozco!- dijo, hablando consigo misma. Y como el día anterior había pasado por un precioso jardín en el parque, supo que debía comenzar allí a buscar.
Ni bien llegó al parque, comenzó a buscar las plantas y flores usando su fino olfato. Pronto dio con las dos primeras, pero no con las kyyneleet. Lo que sí encontró fue unas wisteria y si se parecían tanto a la vista y olfato... pues seguramente sabrían igual.
Mina Harker
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Re: [Desafío] De manjares.
Desafio de ManjaresDeafio Flash por el aniversario XV
con Mina Harker
con Mina Harker
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Lukas saco la lista de ingredientes, les faltaban las plantas y la carne de Gabhar, una criatura de cuernos peligrosos para quienes no sabían cazarlos. –No tengo la más mínima idea de cómo cazar un Gabhar, siempre me han dado miedo – dijo Felurian haciendo que Lukas suspirara, sería un trabajo difícil.
-Vamos, se dé un asentamiento de Gabhares, serás la carnada y yo correré a embestirlos cuando vayan contra ti, estando en el piso será un trabajo fácil – dijo el tortugo, la pelirroja se detuvo y empezó a negar con la cabeza. –Ni hablar, tu eres lento como… bueno, como una tortuga – dijo sonrojándose, no le gustaban los estereotipos, pero Lukas cumplía el suyo pues la velocidad y el no eran especialmente compatibles.
- ¿Y que propones? – pregunto el gigante azul, la pelirroja sonrió burlonamente, eso era señal de peligro.
Varias horas después estaban en una planicie del norte, en esta varios Gabhar pastaban felices de la vida, Lukas suspiro poniéndose a la pelirroja en la espalda antes de ponerse en medio de la planicie.
-HEY, ustedes, vengan a mí – dijo siendo ignorado por las criaturas que estaban más ocupadas de comer que de ver a una gran tortuga azul saltando como un lunático. –Ponle más emoción – ordeno Felurian, Lukas suspiro y se acercó directamente al rebaño. –Oye, mala idea. Ahí están todos, será difícil pelear contra todos juntos al mismo tiempo – dijo la pelirroja, pero Lukas continuo. Uno de los Gabhar lo miro, gruñendo y moviendo su cabeza, sus cuernos se veían atemorizante.
-Tu madre por si acaso – contesto Lukas levantando los puños. La criatura dio un chillido alertando a la manada y corrió contra Lukas quien sujeto los cuernos con mucha dificultad. –Ahora – dijo poniendo su cabeza a la altura de la cabeza del Gabhar, Felurian subió por la espalda de Lukas y se montó en el apetitoso caprino.
-QUEDATE QUIETO – grito la pelirroja, le costaba mantenerse encima del Gabhar, no alcanzaba a coger su cuchillo pues estaba sujetándose a dos manos. Lukas peleaba contra dos Gabhar quienes lo embestían y le habían lastimado uno de sus brazos con sus cuernos, a pesar de su piel dura la sangre corría a través del brazo izquierdo. –DEJENME MALDITOS – grito dandole un derechazo al que le había herido y agachándose esquivando el embate del otro Gabhar.
Un grito antes de que el caprino en el cual Felurian montaba cayera alerto a la tortuga y los dos Gabhar quienes corrieron contra Felurian que se tiro al piso junto al sangrante cornudo que luchaba por sobrevivir sin éxito, la herida del cuchillo había sido profunda y letal.
El Gabhar que había herido a Lukas, aun con sangre de la tortuga en sus cuernos, corrió contra Felurian quien arrojo su cuchillo con maestría hiriendo uno de los ojos de la bestia quien se tambaleo, Lukas corrió contra este tirándolo al piso, Felurian también corrió y saco el cuchillo y volvió a clavarlo, apuñalándolo varias veces mientras la tortuga lo sujetaba hasta dejarlo muerto.
El tercer Gabhar soltó un bufido antes de darse media vuelta y largarse, no quería morir aquel día y el equipo de la tortuga y la pelirroja eran peligrosos. –Es hora de trozar a las bestias antes de irnos de vuelta a Sacrestic – dijo Lukas empezando a tirar de los miembros de las bestias muertas para romperlas y poder trozarlo.
Varias horas después Lukas y Felurian llegaban a Sacrestic con trompa de Crasgwar, carne de pato y carne de Gabhar en sus bolsos. Al llegar a la entrada del pueblo Lukas vio a una chica, su nombre era Mina y era la bruja de la cual se había enamorado. –Dame la carne y ve por ella grandulón, yo entregare las cosas a Dilcar – dijo Felurian, Lukas le entrego la carne y se acercó a Mina con torpeza. –Señorita Mina, dichosos los ojos que la ven. ¿Cómo se encuentra?
-Vamos, se dé un asentamiento de Gabhares, serás la carnada y yo correré a embestirlos cuando vayan contra ti, estando en el piso será un trabajo fácil – dijo el tortugo, la pelirroja se detuvo y empezó a negar con la cabeza. –Ni hablar, tu eres lento como… bueno, como una tortuga – dijo sonrojándose, no le gustaban los estereotipos, pero Lukas cumplía el suyo pues la velocidad y el no eran especialmente compatibles.
- ¿Y que propones? – pregunto el gigante azul, la pelirroja sonrió burlonamente, eso era señal de peligro.
Varias horas después estaban en una planicie del norte, en esta varios Gabhar pastaban felices de la vida, Lukas suspiro poniéndose a la pelirroja en la espalda antes de ponerse en medio de la planicie.
-HEY, ustedes, vengan a mí – dijo siendo ignorado por las criaturas que estaban más ocupadas de comer que de ver a una gran tortuga azul saltando como un lunático. –Ponle más emoción – ordeno Felurian, Lukas suspiro y se acercó directamente al rebaño. –Oye, mala idea. Ahí están todos, será difícil pelear contra todos juntos al mismo tiempo – dijo la pelirroja, pero Lukas continuo. Uno de los Gabhar lo miro, gruñendo y moviendo su cabeza, sus cuernos se veían atemorizante.
-Tu madre por si acaso – contesto Lukas levantando los puños. La criatura dio un chillido alertando a la manada y corrió contra Lukas quien sujeto los cuernos con mucha dificultad. –Ahora – dijo poniendo su cabeza a la altura de la cabeza del Gabhar, Felurian subió por la espalda de Lukas y se montó en el apetitoso caprino.
-QUEDATE QUIETO – grito la pelirroja, le costaba mantenerse encima del Gabhar, no alcanzaba a coger su cuchillo pues estaba sujetándose a dos manos. Lukas peleaba contra dos Gabhar quienes lo embestían y le habían lastimado uno de sus brazos con sus cuernos, a pesar de su piel dura la sangre corría a través del brazo izquierdo. –DEJENME MALDITOS – grito dandole un derechazo al que le había herido y agachándose esquivando el embate del otro Gabhar.
Un grito antes de que el caprino en el cual Felurian montaba cayera alerto a la tortuga y los dos Gabhar quienes corrieron contra Felurian que se tiro al piso junto al sangrante cornudo que luchaba por sobrevivir sin éxito, la herida del cuchillo había sido profunda y letal.
El Gabhar que había herido a Lukas, aun con sangre de la tortuga en sus cuernos, corrió contra Felurian quien arrojo su cuchillo con maestría hiriendo uno de los ojos de la bestia quien se tambaleo, Lukas corrió contra este tirándolo al piso, Felurian también corrió y saco el cuchillo y volvió a clavarlo, apuñalándolo varias veces mientras la tortuga lo sujetaba hasta dejarlo muerto.
El tercer Gabhar soltó un bufido antes de darse media vuelta y largarse, no quería morir aquel día y el equipo de la tortuga y la pelirroja eran peligrosos. –Es hora de trozar a las bestias antes de irnos de vuelta a Sacrestic – dijo Lukas empezando a tirar de los miembros de las bestias muertas para romperlas y poder trozarlo.
Varias horas después Lukas y Felurian llegaban a Sacrestic con trompa de Crasgwar, carne de pato y carne de Gabhar en sus bolsos. Al llegar a la entrada del pueblo Lukas vio a una chica, su nombre era Mina y era la bruja de la cual se había enamorado. –Dame la carne y ve por ella grandulón, yo entregare las cosas a Dilcar – dijo Felurian, Lukas le entrego la carne y se acercó a Mina con torpeza. –Señorita Mina, dichosos los ojos que la ven. ¿Cómo se encuentra?
Lukas
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Re: [Desafío] De manjares.
Nuevamente, mis pasos me llevaban a la capital de oeste. Por fortuna o desgracia todo ser maldito estaba conectado con aquella ciudad, que al igual que un corazón latía desesperadamente para librarse de las ataduras humanas. Todo vampiro, incluso aquel converso en contra a su voluntad en la esquina del mundo, sentía un pulso que llamaba desde Sacrestic como si aquel asentamiento fuera el único sitio al que un ser de la oscuridad pudiera llamar ‘hogar’. Un lugar que había cambiado el aroma de la sangre por el acero humano, y en el que ahora solo se olía un sentimiento de asfixia que se traducía en tensión. Un anhelo de recobrar la sangre.
Ciertamente, mi retorno a Sacrestic no se debía a los mitos infantiles sobre aquella villa de vampiros a dónde pertenecer. Había recibido mensajes encriptados que me solicitaban acudir al oeste, un llamado al cambio para la raza. Inclusive, por lo que lograba descifrar, tenía un deber e incluso un rol con la causa.
Había perdido la memoria tras mis decisiones y los rostros habían sido olvidados, pero mi sangre se agitaba al intentar evocar el pasado y mi nexo con las intenciones de la raza. No era de Sacrestic y no tenía lazo alguno con la maldición o mis congéneres, solo anhelaba poder y sabía que el vampirismo era el camino ideal. Así como también argumentaba que con dicho poder teníamos la capacidad de dominar el continente… y no ser simples esclavos y seres repudiados.
El camino hacia la capital del oeste era largo desde la península. Custodiado por la guardia humana y transitado por mercaderes que pretendían hacer negocios en la villa. No era extraño que esos caminos, a pesar de ser vigilados y concurridos, fueran el objetivo de maleantes y bandidos.
La noche se asomaba en el horizonte, la luz del gigante de fuego se extinguía con la llegada de la luna y la carroza temblaba sobre el piso empedrado.
Con un alboroto el conductor obligó a la yegua a detenerse, una vieja terca de color azabache y pelos tan oscuros como el carbón. Con su relinchido la bestia alertó que algo no estaba bien en el camino.
El conductor se bajó asustado tratando de calmar su caballo. Descendí para ver a qué se debía el jaleo. Al frente un carromato estaba siendo asaltado, el conductor yacía en el suelo sobre un charco de sangre. Los desgraciados rebuscaba las cosas de valor y la mercancía que traía el comerciante.
Despiadados, se burlaban del comerciante muerto y su “mala suerte” por toparse con ellos. Los ladrones al percatarse de nuestra presencia tomaron una actitud altanera, acercándose con amenazas para despojarnos de nuestras pertenencias sin importar si para ello debían asesinarnos.
Alcé las manos para mostrarme desarmado y colaborar con los asaltantes, retarlos era estúpido, ya que al idiota hay que ofrecerle la sensación de que mandan, de que tienen el control y así se vuelven más dóciles, confiados.
El hombre que me transportaba en el carruaje corrió atemorizado pidiendo piedad, escondiéndose tras su coche. Con una navaja ensangrentada el bandido empezó a tocar mi costado, intentando buscar algún arma.
Su sonrisa al tocar varios bultos en mis bolsillos brilló con un destello interrumpido por la falta de varios dientes. Tiró la vaina con mi daga al suelo seguida de algunos artefactos y brebajes.
Desarmado, mantenía la compostura mientras mi asaltante se inflaba en confianza. Burlándose mientras jugueteaba con la joya carmesí que cargaba en mi colgante.
Él pensaba que había ganado, yo tenía sed…
Bajé mi mano derecha con velocidad y con una cuchilla de sangre (1) corté el cuello del bandido. Acto seguido, lo tomé por la cabellera, sosteniendo su cuerpo que se apagaba mientras intentaba desesperado con sus manos detener el sangrado. Sus fuerzas se perdían mientras yo, victorioso, hacía bailar con mi mano libre una corriente con su sangre que se elevaba. El líquido rojo destinado a caer a borbotones al suelo formaba una curva y se alzaba a mi voluntad.
Alcé la cabeza para abrir la boca y hacer que aquel fluido suspendido retomara su forma líquida y cayera en mi boca sin manchar. Mi sangromancia me permitía controlar la sangre que estuviera fuera del cuerpo (2), un poder con limitaciones que no utilizaba para alimentarme porque implicaba asesinar al otro, cuestión que veía innecesario en la mayoría de los casos, pero aquel sujeto se lo había buscado.
Su compañero abandonó todo entre gritos y empezó a correr entre los matorrales que usaban para emboscar a los carromatos en el camino. No me molesté en seguirlo, ya estaba saciado.
Me acerqué a los restos del carromato, cofres abiertos, barriles destrozados, sacos esparcidos por el camino con algunas legumbres en el suelo.
Gracias por la ayuda. No pude ver nada, tenía los ojos cerrados por el miedo – dijo el señor conductor acercándose a mi espalda. – Esperaba lo peor, pero cuando abrí los ojos vi que habías acabado con el bandido pensé que serías un guerrero excepcional. Gracias. Lamento no haber visto nada, el otro huyó, seguro fue una muestra de combate exquisita. – en mi cabeza sonreía recordando el sabor de la sangre de aquel sujeto, era asquerosa, pero serviría para aguantar un par de noches.
Este carro viene del norte, pero no parece ser un comerciante común. Quizás se trata de algún pedido específico. – señaló el hombre que ya estaba más tranquilo. Pateando un poco las cosas leyó en voz alta una orden que decía – Dílcar-. – Conozco ese nombre, si no me equivoco Elmund trabaja con él – indicó dubitativo.
El hombre se alejó recalcando que si se trataba de quién pensaba podría sacar provecho de entregar lo que parecía ser ingredientes de cocina. La paga por “salvarle la vida”.
El resto del trayecto continuó sin problemas. Ya con la luna en su cenit, entré a dónde me habían indicado encontraría al dichoso cocinero. Adentro, parecía que no era el único con intención de ayudar, y cobrar, al cumplir la solicitud. Caminé ignorando al resto de proveedores y puse sobre la mesa varios sacos con lo solicitado:
-Trompa de crasgwar
-Carne de gabhar
-Carne de pato
-Aria
-Aldönea
-Hojas de kyyneleet
Sangre se había derramado para conseguir aquello, pero nadie tenía porque saberlo, yo solo quería una recompensa y salir de aquel lugar; elfos que trabajaban para los humanos … Sin duda una combinación desagradable.
No sé si soy el primero o si te tocará hacer doble ración, quiero mis aeros – dije al ayudante de cocina. Mirando de reojo a la multitud al fondo que estaba distraída hablando entre sí.
______________________Ciertamente, mi retorno a Sacrestic no se debía a los mitos infantiles sobre aquella villa de vampiros a dónde pertenecer. Había recibido mensajes encriptados que me solicitaban acudir al oeste, un llamado al cambio para la raza. Inclusive, por lo que lograba descifrar, tenía un deber e incluso un rol con la causa.
Había perdido la memoria tras mis decisiones y los rostros habían sido olvidados, pero mi sangre se agitaba al intentar evocar el pasado y mi nexo con las intenciones de la raza. No era de Sacrestic y no tenía lazo alguno con la maldición o mis congéneres, solo anhelaba poder y sabía que el vampirismo era el camino ideal. Así como también argumentaba que con dicho poder teníamos la capacidad de dominar el continente… y no ser simples esclavos y seres repudiados.
El camino hacia la capital del oeste era largo desde la península. Custodiado por la guardia humana y transitado por mercaderes que pretendían hacer negocios en la villa. No era extraño que esos caminos, a pesar de ser vigilados y concurridos, fueran el objetivo de maleantes y bandidos.
La noche se asomaba en el horizonte, la luz del gigante de fuego se extinguía con la llegada de la luna y la carroza temblaba sobre el piso empedrado.
Con un alboroto el conductor obligó a la yegua a detenerse, una vieja terca de color azabache y pelos tan oscuros como el carbón. Con su relinchido la bestia alertó que algo no estaba bien en el camino.
El conductor se bajó asustado tratando de calmar su caballo. Descendí para ver a qué se debía el jaleo. Al frente un carromato estaba siendo asaltado, el conductor yacía en el suelo sobre un charco de sangre. Los desgraciados rebuscaba las cosas de valor y la mercancía que traía el comerciante.
Despiadados, se burlaban del comerciante muerto y su “mala suerte” por toparse con ellos. Los ladrones al percatarse de nuestra presencia tomaron una actitud altanera, acercándose con amenazas para despojarnos de nuestras pertenencias sin importar si para ello debían asesinarnos.
Alcé las manos para mostrarme desarmado y colaborar con los asaltantes, retarlos era estúpido, ya que al idiota hay que ofrecerle la sensación de que mandan, de que tienen el control y así se vuelven más dóciles, confiados.
El hombre que me transportaba en el carruaje corrió atemorizado pidiendo piedad, escondiéndose tras su coche. Con una navaja ensangrentada el bandido empezó a tocar mi costado, intentando buscar algún arma.
Su sonrisa al tocar varios bultos en mis bolsillos brilló con un destello interrumpido por la falta de varios dientes. Tiró la vaina con mi daga al suelo seguida de algunos artefactos y brebajes.
Desarmado, mantenía la compostura mientras mi asaltante se inflaba en confianza. Burlándose mientras jugueteaba con la joya carmesí que cargaba en mi colgante.
Él pensaba que había ganado, yo tenía sed…
Bajé mi mano derecha con velocidad y con una cuchilla de sangre (1) corté el cuello del bandido. Acto seguido, lo tomé por la cabellera, sosteniendo su cuerpo que se apagaba mientras intentaba desesperado con sus manos detener el sangrado. Sus fuerzas se perdían mientras yo, victorioso, hacía bailar con mi mano libre una corriente con su sangre que se elevaba. El líquido rojo destinado a caer a borbotones al suelo formaba una curva y se alzaba a mi voluntad.
Alcé la cabeza para abrir la boca y hacer que aquel fluido suspendido retomara su forma líquida y cayera en mi boca sin manchar. Mi sangromancia me permitía controlar la sangre que estuviera fuera del cuerpo (2), un poder con limitaciones que no utilizaba para alimentarme porque implicaba asesinar al otro, cuestión que veía innecesario en la mayoría de los casos, pero aquel sujeto se lo había buscado.
Su compañero abandonó todo entre gritos y empezó a correr entre los matorrales que usaban para emboscar a los carromatos en el camino. No me molesté en seguirlo, ya estaba saciado.
Me acerqué a los restos del carromato, cofres abiertos, barriles destrozados, sacos esparcidos por el camino con algunas legumbres en el suelo.
Gracias por la ayuda. No pude ver nada, tenía los ojos cerrados por el miedo – dijo el señor conductor acercándose a mi espalda. – Esperaba lo peor, pero cuando abrí los ojos vi que habías acabado con el bandido pensé que serías un guerrero excepcional. Gracias. Lamento no haber visto nada, el otro huyó, seguro fue una muestra de combate exquisita. – en mi cabeza sonreía recordando el sabor de la sangre de aquel sujeto, era asquerosa, pero serviría para aguantar un par de noches.
Este carro viene del norte, pero no parece ser un comerciante común. Quizás se trata de algún pedido específico. – señaló el hombre que ya estaba más tranquilo. Pateando un poco las cosas leyó en voz alta una orden que decía – Dílcar-. – Conozco ese nombre, si no me equivoco Elmund trabaja con él – indicó dubitativo.
El hombre se alejó recalcando que si se trataba de quién pensaba podría sacar provecho de entregar lo que parecía ser ingredientes de cocina. La paga por “salvarle la vida”.
El resto del trayecto continuó sin problemas. Ya con la luna en su cenit, entré a dónde me habían indicado encontraría al dichoso cocinero. Adentro, parecía que no era el único con intención de ayudar, y cobrar, al cumplir la solicitud. Caminé ignorando al resto de proveedores y puse sobre la mesa varios sacos con lo solicitado:
-Trompa de crasgwar
-Carne de gabhar
-Carne de pato
-Aria
-Aldönea
-Hojas de kyyneleet
Sangre se había derramado para conseguir aquello, pero nadie tenía porque saberlo, yo solo quería una recompensa y salir de aquel lugar; elfos que trabajaban para los humanos … Sin duda una combinación desagradable.
No sé si soy el primero o si te tocará hacer doble ración, quiero mis aeros – dije al ayudante de cocina. Mirando de reojo a la multitud al fondo que estaba distraída hablando entre sí.
Off
(1) Nivel 0: Pacto carmesí [Mágica] – Activa (2 usos) Duración= 2 turnos
Debido a la sangromancia de Zagreus, el vampiro puede extraer cantidades de sangre por los poros de su piel sin perjudicarse y a partir de ella crear armas de sangre a una mano.
Zagreus solo puede crear una arma por activación. Igualmente, puede emplear un uso de la habilidad para cambiar el tipo de arma de sangre creada al instante.
(2) Alusión a mis talentos relacionados con sangronancia.
Zagreus
Honorable
Honorable
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Re: [Desafío] De manjares.
Para quienes llegan por primera vez y no conocen a Tina, tienen que saber que es una chica bestia comadreja, de rasgos ágiles y afilados, ojos grandes y brillantes, un peluche sedoso y cola esponjosa que cuida con esmero. Dicho esto, podemos continuar.
Caminaba despreocupada por los jardines del parque, sus ojos escudriñando en la oscuridad, buscando las flores del encargo, pero de las kyyneleet, nada de nada. En cambio, unas bellas flores de wisteria colgaban como cascadas violetas. La joven no tenía la menor idea de lo valiosas que eran esas flores; para ella, solo eran bonitas y perfumadas, lo más importante, prácticamente idénticas a las kyyneleet. Justo lo que necesitaba para el encargo. Después de todo, ahí mismo decía que no importaba el origen de los ingredientes, así que esas flores violetas parecían perfectas para el propósito.
Con cuidado, arrancó un pequeño racimo de wisterias y las guardó en su bolsa de tela, sonriendo con la satisfacción de una misión cumplida. Sin embargo, lo que Tina no sabía era que, al hacer esto, había despertado la furia de los botánicos que custodiaban esas preciosas y escasas flores. La wisteria era muy valiosa y escasa en ese lado de Aerandir.
No pasaron muchos minutos antes de que uno de los botánicos, un hombre de expresión severa y ojos siempre alerta, notara la falta de las flores. -¡Las wisterias! ¡Alguien las ha robado!- gritó, llamando la atención de los demás. En cuestión de segundos, varios botánicos comenzaron a buscar al ladrón.
Tina, todavía ajena a la gravedad de su acción, escuchó el ruido detrás de ella y se dio cuenta de que varios hombres y mujeres vestidos con túnicas verdes estaban corriendo en su dirección, gritando con furia. Su corazón dio un vuelco.
-¡Oh no! ¡Me están siguiendo! ¡Patitas pa' qué las tengo!- exclamó, y sin perder más tiempo, giró sobre sus talones y emprendió una veloz carrera con sus patitas ligeras y ágiles de comadreja que era. Corrió entre los senderos del jardín, esquivando las plantas y saltando sobre pequeños arbustos con una gracia natural, mientras los botánicos intentaban seguirle el paso, lanzando maldiciones y exigiendo que se detuviera.
-¡Devuelve las flores, ladrona!- gritó uno de ellos, pero Tina estaba demasiado asustada para detenerse o siquiera preguntar qué había hecho mal.
Corrió y corrió, zigzagueando entre los árboles y cruzando puentes pequeños que se cernían sobre estanques de agua cristalina. El viento agitaba sus orejas puntiagudas y su cola esponjosa se movía de un lado a otro mientras se deslizaba por entre los estrechos caminos del parque. Afortunadamente para ella, su agilidad la ayudaba a perder a sus perseguidores, quienes, aunque enojados, no podían igualar su velocidad ni su habilidad para moverse entre los obstáculos del jardín.
Finalmente, después de lo que le pareció una eternidad, Tina logró salir del invernadero y dejó atrás a los furiosos botánicos. Su corazón latía con fuerza en su pecho y apenas podía contener la risa nerviosa. -¡Uf! Eso estuvo cerca- murmuró mientras se detenía un momento para recuperar el aliento.
Sin perder más tiempo, se dirigió rápidamente a la cocina donde debía entregar las flores. Cuando llegó, se encontró con el cocinero flacucho que lucía aún más desesperado que antes.
-¿Aquí es donde necesitan ingredientes? Tengo las flores- preguntó cándida. El muchacho se sobresaltó y extendió las manos, impaciente por recibirlas.
Tina sacó laswisterias Kyyneleet, Aria y Aldönea de su bolsa con una sonrisa amplia y despreocupada. -¡Sí! Aquí están todas, especialmente las flores de kyyneleet, ¿verdad que son hermosas?- dijo, en un poco disimulado intento de convencer al muchacho que eran los ingredientes solicitados.
El muchacho tomó el ramo y lo observó detenidamente, sus cejas frunciéndose poco a poco. -Estas no son flores de kyyneleet. Son... ¡wisterias!- exclamó con incredulidad -¡No me sirven!- se quejó. -Ay, exagerado... se ven y huelen idéntico que las kyyneleet, seguro te van a servir- respondió ella con despreocupación.
Mientras consolaba al joven cocinero, llegó una pelirroja que lucía como si hubiera peleado con un cragswar. -¡Hola! Vengo con los ingredientes que pidieron: trompa de cragswar, carne de gabhar y de pato- anunció. Tina la miró sorprendida, ¡sí había peleado con un cragswar! -Puedes hacer el pago a nombre de Felurien y Lukas- añadió la mujer con una sonrisa de satisfacción.
No muy lejos de allí, Mina caminaba en círculos, impaciente. -¿Dónde se habrá metido ese... ese... tortugón?- mascullaba con enojo. Pero también con ansiedad. Su cuerpo le pedía a gritos jugar con su juguetito nuevo. Resopló y pateó una piedrita.
–Señorita Mina, dichosos los ojos que la ven. ¿Cómo se encuentra?- escuchó. Era Lukas. -¡Por fin! ¿Dónde estabas? ¿Por qué estás tan sucio? No importa, te vas a bañar. ¿Por qué te vas sin avisarme? No puedes irte sin avisar- le reñía la bruja, haciendo gestos con sus manos para apurarlo.
Caminaba despreocupada por los jardines del parque, sus ojos escudriñando en la oscuridad, buscando las flores del encargo, pero de las kyyneleet, nada de nada. En cambio, unas bellas flores de wisteria colgaban como cascadas violetas. La joven no tenía la menor idea de lo valiosas que eran esas flores; para ella, solo eran bonitas y perfumadas, lo más importante, prácticamente idénticas a las kyyneleet. Justo lo que necesitaba para el encargo. Después de todo, ahí mismo decía que no importaba el origen de los ingredientes, así que esas flores violetas parecían perfectas para el propósito.
Con cuidado, arrancó un pequeño racimo de wisterias y las guardó en su bolsa de tela, sonriendo con la satisfacción de una misión cumplida. Sin embargo, lo que Tina no sabía era que, al hacer esto, había despertado la furia de los botánicos que custodiaban esas preciosas y escasas flores. La wisteria era muy valiosa y escasa en ese lado de Aerandir.
No pasaron muchos minutos antes de que uno de los botánicos, un hombre de expresión severa y ojos siempre alerta, notara la falta de las flores. -¡Las wisterias! ¡Alguien las ha robado!- gritó, llamando la atención de los demás. En cuestión de segundos, varios botánicos comenzaron a buscar al ladrón.
Tina, todavía ajena a la gravedad de su acción, escuchó el ruido detrás de ella y se dio cuenta de que varios hombres y mujeres vestidos con túnicas verdes estaban corriendo en su dirección, gritando con furia. Su corazón dio un vuelco.
-¡Oh no! ¡Me están siguiendo! ¡Patitas pa' qué las tengo!- exclamó, y sin perder más tiempo, giró sobre sus talones y emprendió una veloz carrera con sus patitas ligeras y ágiles de comadreja que era. Corrió entre los senderos del jardín, esquivando las plantas y saltando sobre pequeños arbustos con una gracia natural, mientras los botánicos intentaban seguirle el paso, lanzando maldiciones y exigiendo que se detuviera.
-¡Devuelve las flores, ladrona!- gritó uno de ellos, pero Tina estaba demasiado asustada para detenerse o siquiera preguntar qué había hecho mal.
Corrió y corrió, zigzagueando entre los árboles y cruzando puentes pequeños que se cernían sobre estanques de agua cristalina. El viento agitaba sus orejas puntiagudas y su cola esponjosa se movía de un lado a otro mientras se deslizaba por entre los estrechos caminos del parque. Afortunadamente para ella, su agilidad la ayudaba a perder a sus perseguidores, quienes, aunque enojados, no podían igualar su velocidad ni su habilidad para moverse entre los obstáculos del jardín.
Finalmente, después de lo que le pareció una eternidad, Tina logró salir del invernadero y dejó atrás a los furiosos botánicos. Su corazón latía con fuerza en su pecho y apenas podía contener la risa nerviosa. -¡Uf! Eso estuvo cerca- murmuró mientras se detenía un momento para recuperar el aliento.
Sin perder más tiempo, se dirigió rápidamente a la cocina donde debía entregar las flores. Cuando llegó, se encontró con el cocinero flacucho que lucía aún más desesperado que antes.
-¿Aquí es donde necesitan ingredientes? Tengo las flores- preguntó cándida. El muchacho se sobresaltó y extendió las manos, impaciente por recibirlas.
Tina sacó las
El muchacho tomó el ramo y lo observó detenidamente, sus cejas frunciéndose poco a poco. -Estas no son flores de kyyneleet. Son... ¡wisterias!- exclamó con incredulidad -¡No me sirven!- se quejó. -Ay, exagerado... se ven y huelen idéntico que las kyyneleet, seguro te van a servir- respondió ella con despreocupación.
Mientras consolaba al joven cocinero, llegó una pelirroja que lucía como si hubiera peleado con un cragswar. -¡Hola! Vengo con los ingredientes que pidieron: trompa de cragswar, carne de gabhar y de pato- anunció. Tina la miró sorprendida, ¡sí había peleado con un cragswar! -Puedes hacer el pago a nombre de Felurien y Lukas- añadió la mujer con una sonrisa de satisfacción.
No muy lejos de allí, Mina caminaba en círculos, impaciente. -¿Dónde se habrá metido ese... ese... tortugón?- mascullaba con enojo. Pero también con ansiedad. Su cuerpo le pedía a gritos jugar con su juguetito nuevo. Resopló y pateó una piedrita.
–Señorita Mina, dichosos los ojos que la ven. ¿Cómo se encuentra?- escuchó. Era Lukas. -¡Por fin! ¿Dónde estabas? ¿Por qué estás tan sucio? No importa, te vas a bañar. ¿Por qué te vas sin avisarme? No puedes irte sin avisar- le reñía la bruja, haciendo gestos con sus manos para apurarlo.
Mina Harker
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Re: [Desafío] De manjares.
Resolución
Dílcar Magnis se acomodaba en su silla frente al escritorio, las últimas horas habían sido más de números que de ingredientes y eso le irritaba. Una enorme mancha de tinta sobre su última receta, lo que le faltaba. Chasqueó la lengua y arrugó el papel para tirarlo al suelo, junto a otros tantos. Sus orejas élficas captaron una voz desconocida en sus cocinas, pero un olor familiar. Si los dioses existían, estaban del lado de la cocina, sin duda. Sus preciados ingredientes. Una sonrisa ladina abordó los labios del cocinero que se apoyó en el arco de la puerta.
Elmund abrió los sacos, aquella mercancía que debía de haber llegado días atrás acababa de llegar, y no de mano de sus proveedores regulares. El pinche de cocina miró a Zagreus frunciendo el ceño, ¿Y si había robado él el cargamento?
-Págale y que se marche, tenemos lo que necesitábamos. -Ordenó Dílcar desde el vano de la puerta, haciendo un ademán con la mano.
Elmund no abrió la boca, simplemente dejó encima de la mesa la recompensa por dicha hazaña.
- Zagreus: Enhorabuena, gracias a tu trabajo recuperando el pedido de Dílcar ahora ya tienen sus ingredientes, aunque prefiere no preguntar de dónde han salido. Obtienes 5 px, 50 aeros.
_________________________________________________________________________
Esa misma tarde el mismo olor le inundó las fosas nasales al elfo, que terminaba por fin los primeros preparativos con los ingredientes que ya tenía. Elmund pelaba patatas en un rincón cuando Tina entró en la sala con sus plantas. Dílcar observaba la escena con diversión desde el otro lado de la cocina. Wisterias como si fueran Mil lágrimas, bien jugado, esa no se la veía venir. Rio mientras calentaba agua en el fogón.
Minutos más tardes hizo su aparición otra mujer pelirroja, Felurien, trajo más carne. No, cantidades ingentes de carne de cragswar. Dílcar se acercó para ver de cerca los sacos llenos de carne. Menuda cacería se habían marcado. Levantó las cejas, sorprendido, asintiendo con la cabeza, satisfecho, e hizo una pequeña reverencia a ambas, cogió los sacos con la misma facilidad que si estuvieran vacíos y se los llevó al fondo de la cocina.
-Es de pocas palabras, pero tomad vuestra recompensa. -Dijo Elmund sacando de su mandil dos sacos de monedas, iba a dejarlas sobre la mesa cuando vio toda la sangre que había goteado los sacos. -Oh, perdón. -Dijo limpiando con el trapo que colgaba de su cinturón la mesa, y les dejó los sacos encima de la mesa.
Dílcar volvió a aparecer con unas hojas enrolladas atadas con un cordel. Olía dulce, recién hecho.
-Pasteles de kyyneleet, típicos de mi tierra. Para que veas que no saben igual que las wisterias. -Apuntó el elfo y les guiñó un ojo a ambas, después, volvió a sus fogones.
- Lukas, Mina/Tina: Enhorabuena, menudas aventuras nos habéis ofrecido en estos posts con vuestros personajes acompañantes. Casi cuela lo de las wisterias, pero Elmund tiene buen ojo, mejor dicho, buen olfato. Obtenéis 5 px, 50 aeros y unos pastelitos de kyyneleet.
Tyr
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