Recuerdos de una mente perdida 2 [Libre, interpretativo]

... Habían llegado ya al territorio del este, con sus árboles frondosos y verdes fuertes, suspiraba aliviada de haber llegado ya a un lugar seguro, lejos de cualquier chupasangre de los reinos del oeste. El sol les venía de cara, asomando por los huecos que dejaban las hojas de los árboles. La niebla había desaparecido y el color amarillo y verde eran los colores predominantes del entorno. 

Anduvieron un rato más, sin decir nada. Aún no sabía muy bien qué hacer, si llevarlo a la cueva, a Lunargenta, o no sabía. Nana era verdaderamente la única persona que le quedaba a Marth, y las ideas se le empezaban a agotar. Se tapaba con la mano a modo de visera del sol, molesto para sus ojos claros acostumbrados hasta ahora a la luz de la luna. 

-Ya casi hemos llegado. -Dijo seca, sin girarse en ningún momento. Podía escuchar ya el sonido de la cascada desde allí. 

Avanzaron un poco más, la vegetación iba aminorando a medida que avanzaban, hasta llegar al lago, al gran lago, allí estaban, como la primera vez, siendo dos completos extraños de nuevo. Se mordió el labio enrabiada al recordar todo aquello y negó con la cabeza resignada, no había otra manera, debía de olvidarse de aquello ella también. 

-¿Sigues sin acordarte de nada? -Le dijo quitándose la manta de encima, sin girar a verle, ver aquella expresión fría en su rostro solo la ponía de más mal humor. Tendió la manta mojada por el paso del río y se acercó a la roca, a su roca, sonrió al sentirse como en casa, habían pasado tantas cosas allí que se sentía la más vieja del universo. Se sentó allí, al borde de la gran roca que se adentraba en parte en el lago, y empezó a lavarse las heridas de las piernas y de los pies.

La mujer le hizo una pregunta, mas no lo miro cuando la hizo. Marth suponía que a ella verlo le traía recuerdos, razón por la cual lo estaba evitando. La verdad es que eso poco le importaba, quizás a la persona que había sido hubiera importado, pero a la persona que ahora ocupaba su cuerpo le daba igual.

-Recuerdo algunas imágenes, de momentos, de lugares, y de cosas que sucedieron.- le dijo con voz tranquila.- Mas no puedo relacionarlas temporalmente, ni recordar que pensaba ni que sentía en esos momentos.

Cerro los ojos e intento nuevamente recordar, y las mismas imágenes atravesaron su mente, situaciones y personas extrañas para él, pero que sabia que en algún momento conoció. Intento llegar al final de las imágenes, buscando ver su propio final, pero las imágenes parecían infinitas. Puso todo su esfuerzo, pero fue expulsado de sus recuerdos, llevándose consigo nada mas que un gran dolor de cabeza.

Se sintió mareado, y tuvo que apoyarse en un árbol cercano.

-Al diablo.- dijo resignado, no pensaba volver a intentarlo. Si los recuerdos querían regresar, lo harían por su cuenta.

Ladeó la cabeza para escuchar a Marth, pero sin mirarlo directamente, seguía frotándose los pies y quitándose las ramas y las espinas de la planta de los pies. Se sentía desconfiada, no podía confiar en él aunque lo intentase, estaba confusa. 

Escuchó la última frase de Marth, y se giró asustada. Le vio allí apoyado en el árbol y sacudió la cabeza para bajar al mundo, tenía que dejar de torturarse a sí misma y tenía que ayudarle a recordar. Se levantó y caminó a paso ligero hasta él medio cojeando. 

-No te fuerces Marth.. -Le dijo negando con la cabeza a un par de metros de él, no quería acercarse demasiado para no causar situaciones violentas. -Ven, siéntate en la roca y lávate la sangre. -Añadió haciendo un ademán con la mano para que le acompañase hasta la roca y que se pudiese bañar tranquilo, sin pensar en sus recuerdos. 

Se sentó allí de nuevo en la roca, abrazándose las rodillas mientras miraba el agua, cristalina con aquellos reflejos dorados del amanecer.

Marth miro a la mujer mientras recuperaba la compostura, viendo como había reaccionado era obvio que sus suposiciones anteriores fueron las correctas. Pero, aun así, sentía cierto peligro por parte de la mujer, alejado de lo que suponía su mente.

A paso tranquilo se acerco a la roca como le habían indicado, no podría limpiar la sangre de la ropa, pero bien podría limpiar la que tenia en su cuerpo. Rápidamente dejo su ropa en el césped cercano junto con sus espadas y se sentó en la roca. Toda esa acción le trajo una sensación conocida, no un recuerdo, pero si algo muy cercano. Estaba seguro de que había hecho algo muy parecido en el pasado.

-Cuando tiempo tenemos?.- pregunto, hace poco parecía estar apurada, pero ahora ese momento había pasado.-¿A donde iremos?

No le agradaba perder el tiempo, y menos aun no tener información.

Seguía allí, ensimismada viendo los peces nadar de un lado a otro, se sentía extraña, una persona como ella, con todo absolutamente planeado, sabiendo qué hacer en cada momento, y ahora... Ahora no sabía ni qué hacer ni dónde ir con él. 

Siquiera se giró para ver a Marth mientras él le hablaba, simplemente seguía mirando las carpas como huían al notar que el agua se movía. Negó con la cabeza y cerró los ojos profundamente, encogiéndose de hombros. Se mordió el labio inferior, volviéndose a quedar embobada mirando el agua, los peces... Cualquier cosa era buena en tal de no pensar en qué hacer. 

-No lo sé, Marth. -Alzó la vista al cielo y volvió a suspirar profundamente. Luego se giró hacia él cruzada de piernas. -Los recuerdos que tengo contigo... Son todos aquí, no conocías a mucha gente más, solo me contaste que tenías un pasado un poco turbio. -Hizo una pausa para suspirar de nuevo y evadir la mirada del lobo. -Aquí nos conocimos, y después de eso fuimos a la ciudad, a Lunargenta, y después... -Suspiró de nuevo y frunció levemente el ceño. Se encogió de hombros. -Después desapareciste hasta hoy. -Le volvió a mirar a los ojos con una mirada sincera. 

-Ya no sé qué más hacer para que recuerdes algo, no sé dónde llevarte... No sé qué decirte... -Se volvió a encoger de hombros, frustrada.

Marth miro a la mujer, finalmente comprendiendo la razón del viaje.

-Si me hubieras dicho antes podría habértelo aclarado.- le dijo con voz tranquila.- Es improbable que recupere la memoria. Y, aunque la recupere, no volveré a ser el mismo sujeto que solías conocer.


Su voz no tenia tono alguno, y no mostraba ninguna emoción. Sentía que estaba perdiendo el tiempo, explicando algo que debería ser obvio. 

-Esa persona que recuerdas ya no existe.- concluyo.

Mientras hablaba termino de lavarse, y comenzaba a ponerse nuevamente la ropa. Al final se puso el cinturón con la espada y se preparo para viajar, con o sin la mujer.

No dijo nada, tan solo se encogió de hombros y se puso en pie, recogió su manta y se giró por última vez. Le dedicó una leve sonrisa, se ató a la cintura la manta y se transformó en lobo. 

Se echó a correr, necesitaba huir de todo al menos por una temporada, iría a la posada más cercana que conocía.