[Evento de Pascuas] El anciano dragón

Luego de la grata sorpresa que tuve al encontrarme aquel saco en el pico más alto seguí viajando, supe que debía de hacer una parada en Dundarak para descansar, aunque la mayoría de los dragones que había conocido habían muerto hace algunos años, no esperaba encontrarme con alguno que pudiera ayudarme. El frío comenzó a congelar mis huesos por lo que vagué por la ciudad en búsqueda de una mano amiga que me ayudara, pero no encontré nada.

Aun dolía mi pie luego de la caída y no tenía como para curarla, debía seguir viajando o detenerme y descansar, por suerte para mí una mujer me vio tropezar producto del dolor y me ayudó a levantarme, me preguntó que me había pasado y le conté que me accidenté y buscaba un hogar para pasar la noche para seguir viajando luego. Tuve suerte y ella me invitó a un castillo antiguo y bastante cálido como pude percibir de inmediato, me llevó hasta un salón con un gran hombre sentado junto a una chimenea, entonces comprendí la situación apenas ella terminó de hablar – Te podrás quedar si le cuentas a mi amo una historia, está aburrido y algo deprimido, de seguro en tus viajes habrás visto o escuchado numerosos cuentos posibles de contar.

El viejo me habló y me dio todas las comodidades para poder contarle un cuento, eso me agradaba, no por nada había vivido como escritor cuando era humano y no por nada me llamaban además el que movía y contaba las historias, así que fue fácil para mí. Solo algo me producía pena y era que probablemente yo era más viejo incluso que este hombre frente a mi, aunque no estaba seguro de eso.

 -Le contaré la pequeña historia de una niña huérfana, que había perdido a sus padres en un incendio, su nombre era Manatsu, ella fue la única sobreviviente pues un vampiro torpe la salvó, pero o pudo salvar a sus padres. Aquel vampiro por la rabia e impotencia decidió cuidar a la pequeña niña y la nombró su hermana, así que juntos emprendieron un viaje por toda Aerandir, la niña estaba contenta con su nuevo hermano, quien le alimentaba y le cuidaba por lo que la ausencia de sus padres no fue tan traumática. Pero la pequeña Manatsu un día fue raptada por los enemigos de aquel vampiro viejo y prácticamente estuvieron a punto de matarla, el vampiro triste no tuvo opción que convertirla en una de su raza, la niña vivió pero el vampiro nunca se perdonó por haberla convertido aunque de todas maneras estaba feliz de que ella pudiera vivir.

Hice una pausa para recordar la historia, el final era triste, como todas las historias de mi vida, Manatsu de todas maneras había sido asesinada y ese no era un muy final feliz para una historia, así que tuve que inventar – Pero el vampiro se hizo más viejo y un día dejó de respirar, la joven y nueva vampiro Manatsu se sintió muy triste pero estaba orgullosa de su hermano mayor, hasta el día de hoy se cuenta la leyenda de la pequeña Manatsu, quien siguió los pasos de su hermanote y cuidó y alimentó a muchos niños que perdieron su hogar. Fin.

El hombre me agradeció por aquella historia y me cobijó por una noche, a la mañana siguiente le dejé una nota diciendo gracias y me marché cubierto por mi capucha contra el sol, me perdí de vista en el horizonte y no miré ni un minuto atrás, pues el pie aún me dolía y quería llegar rápido a casa.

Tenía las piernas entumidas del frío, pero careciendo del sentimiento de molestia por ella, me encontré caminando sin rumbo hacia el norte, con la nieve hasta las rodillas, mientras el sonido curioso de la arena blanca congelada rozaba la tela de mi pantalón y mi gabardina negra.
Froté por instinto mis brazos, que llevaban las mangas de mi larga prenda, no sentía frío, pero era un efecto reflejo que tenía gracias a mis pocos años de vampiro.
A pesar de la nieve, una nevada ligera pero pesada, existía antinaturalmente una joven bien vestida de pie en medio del infinito blanco, donde iniciaba Dundarak. Me hizo señales, algo confundido, y pensando que estaba igual de perdida que yo en el Norte, o que simplemente necesitaba ayuda (lo cual era un pensamiento estúpido, pues estaba cerca de su ciudad) me hizo caminar hacia ella, haló mi manó, y me llevó a una enorme casa de piedra, parecida a un castillo salido de la realeza. Un segundo sujeto, parecido a la primera chica, me empujó en la casa.
Extrañado, me encontré con un lugar con una chimenea caliente, una persona entrada en años en un mullido sofá, y una alfombra esponjosa entre él y la chimenea.
De pronto me sentí mal por mis ropas, en un lugar tan lujoso, una gabardina andrajosa y llena de agua derretida de nieve, tenía las asquerosas botas llenas de barro y de nieve y estaba algo sucio por la larga caminata. Me sacudí un poco la melena para quitarme la nieve, confundido ante la repentina intromisión en el lugar.
...Si al menos pudiera oír un cuento... lo que fuera, de algún jovenzuelo...-sentí pena del viejo, triste.
Un poco tímido, intente hablar.
Ah, yo podría contarle uno...si desea...claro...
Miré alrededor, pero no había un lugar en que sentarse en especial, así que me acerqué tímidamente a la alfombra que daba al fuego, aunque me sentía un poco mal de acaparar el fuego, pensaba que era lo ideal para que pudiera hablarle bien al viejo solitario. Acomodé mi gabardina para que se secara al fuego, al menos la cola de esta, y no ensuciara demasiado la alfombra.

—Hm... no soy bueno empezando historias verá... pero es una historia de dos amantes, por así decirlo...claro...—hice una pausa, porque aún me sentía incómodo en un lugar desconocido, en especial con tanto armamento encima, no quería asustar a nadie, menos al señor con la ballesta de madera en la espalda, y una espada envainada cubierta de vendas por la que sobresalía la empuñadura.
—Ellos vivían en un mismo cuerpo, y ambos se amaban, pero a su misma vez amaban a una misma persona, que se llama Valerkey. La personalidad oscura y sangrienta se llamaba Blau, y la que era más pasiva y antisocial se llamaba Jammed, ambos tenían una relación inestable, pues se amaban tanto que terminaban dañándose mutuamente, no podían vivir sin el otro, y aunque no lo reconocieran, su amor era tan indispensable para ellos como el aire mismo... pero...—hice una pausa y aparté la mirada—aunque se amaran tanto, ellos estaban en disputa interna por sus celos, porque ambos amaban a otra persona, y a la misma persona, y aunque ambos fueran tan indispensables uno al otro, se empezaron a distanciar.
Soplé en mis manos no porque tuviera frío, si no, porque de nuevo sentía la necesidad de hacerlo, un reflejo molesto.
—...La disputa entre ambos murió... porque Valerkey murió...
Miré desoladamente hacia la ventana.
—Blau le mató cuando le lastimaron... como dije, Blau era una personalidad sangrienta y oscura, era quien lastimaba a Jammed en la relación constantemente, aunque de hecho, ambos se hacían daño, el hecho de que Blau lastimara con sus versos oscuros a su amante le lastimaba como la sombra que era ¿Que era más doloroso que el hecho de hacer oscuro y fugaz como tu misma presencia a tu amante? Eso se preguntaba Blau, quien siempre lastimaba a su amado, y eso a su vez le lastimaba como mil agujas en los ojos.
—Jammed sólo se quedaba quieto cuando rasgaban su garganta una y otras vez con palabras, y era porque quería que Blau fuera feliz que hacía aquello, pensaba que si aceptaba su existencia, él podría vivir tranquilo, pero Blau no pensaba de la misma forma, y por lo tanto siempre estaban en disputa, lastimándose mutuamente, como un oroboros. Nunca se entendieron.
Suspiré.
—Blau mató a Valerkey... ya lo había dicho... cuando un hombre atravesó el ojo de diferente color del cuerpo de ambos, del único cuerpo de los dos amantes, Blau montó en violenta locura, y le mató. En sus propias alucinaciones mató a su colega de cabello largo y negro, con aquellas ropas renacentistas, dirían mis libros del mundo exterior, y entonces atravesó el cuerpo de su amor platónico, abrazándolo con su espada, mientras sentía la sangre caliente caer en sus manos, y su estómago perder su calor en la nieve.
—Es curioso, lo normal a pensar es que Blau se suicide al ver algo así y que deje a Jammed solo, o que Jammed se suicide y deje a Blau con el peso de sus dos muertes, pero la verdad es que tanto asesino como asesino, es decir, ambos amantes, destruyeron sus memorias, y por lo tanto, se podría decir que ambos murieron.
Cerré los ojos y me sentí cansado de repente.
—Es verdad, ellos no murieron, porque desde el principio fueron sólo uno, y por eso sólo volvieron a ser la simple y llana personalidad que eran en un principio, Reoizha Lezbeth, un Conde solitario que mató a su amante llamada Margarithe. ¿Que hizo al volver? Reoizha mató a Margarithe, y en sus delirios por olvidar su crimen pasional, mató a su segundo amante, Valerkey, su mejor amigo, sí, no era su amor platónico, eran amantes, cometiendo otro crimen por celos. Es curioso, porque toda la realidad donde vivía Jammed y Blau estaba invertida, ni siquiera podría llamarse realidad, o que siquiera existió. Las cosas que sucedieron en el plano real eran completamente diferentes a una apuñalada en un ojo heterocromático, al final todo se reduce a recelo y odio por poca correspondencia entre amantes.
—Oí que Reoizha volvió a heredar sus memorias a una nueva personalidad, pero no sé nada de eso, quien sabe, a lo mejor ha matado a un nuevo o nueva amante, aunque quisiera creer que el los ama lo suficiente para no olvidarles de una manera tan patética en el fondo de sus memorias, incluso si duele, creo que entenderá en su larga e inmortal vida vampírica que esa es la mejor manera de honrarlos, sin tener que pagar con su vida, y pagando de alguna forma el castigo de hacer algo tan terrible como matar a sus dos pretendientes. De otra forma sólo estará huyendo de sí mismo para siempre, repitiendo el error hasta morir y podrirse.
Me callé, y me sentí triste en ese momento no sé porque.
Eh... un momento... ¿No podía contar algo más deprimente?... el anciano ya parecía triste como para deprimirle con una historia tan oscura.
Recogí mis pies como un niño en la alfombra, y coloqué mi cabeza en ella.
Perdón por la historia tan deprimente dije como un niño ocultando mi rostro entre mis piernas. Avergonzado de haber entristecido al solitario anciano más de lo que ya estaba, procedí a retirarme para no molestarle con mi presencia.