Aeros entre estalactitas

Habían pasado siglos desde la última vez que había decidido visitar la tumba de Helena, que no era más que un gran agujero en la tierra que ha sido cubierto por el hielo de los años venideros, aún recuerdo el minuto exacto en que atravesé su corazón con mi espada y ella me miró con una lagrima en su mejilla derecha. Pude percibir su odio en el instante en que me escupió en la cara y nunca pude decirle por qué maté a su hijo, todo había sido una misión para conseguir entrar en este territorio y plantar la guerra a los pocos dragones que quedaban y casi exterminarlos y yo, joven y estúpido, me vi envuelto en la mentira, fui una víctima más igual que Helena, la única diferencia es que yo llevaba la espada y ellos eran el blanco.

El camino hacia el pico más alto era complicado, no hace mucho había llegado a mi castillo y había vuelto a viajar, debía decirle a Helena que había encontrado una nueva mujer en mi vida, siempre que encontraba una venía a hablarle, a pedirle disculpas por todo, a decirle que por más que los días pasen, jamás olvidaré el daño que le hice a ella y a los de su raza. Con el corazón en la mano comencé a escalar aquel pico y llegué a la zona en que su vida perdió el significado, el lugar en el que sus ojos dejaron de mirar y solo se marcharon hacia el vacío.

-Hola Helena –Dije mirando aquella marca de agujero cubierto por hielo duro, casi ni se notaba que era una tumba, pero yo recordaba el lugar como si fuera ayer. –Estoy aquí de nuevo para pedirte disculpas, probablemente sé que me has perdonado pero creo que yo jamás lo haré – Puse una mano en el suelo y me hinqué –Encontré a una nueva mujer, la verdad no sé por qué vengo a decirte lo mismo una y otra vez, pero siento que es mi deber porque el recuerdo de ti aún está muy vivo en mi corazón, tanto como el de Airis, la mujer de la que te conté un día, la mujer que me convirtió en la bestia que soy hoy en día.

Hice una pausa larga para continuar hablando, lo que siguió fue una conversación rara, pero cuando estaba a punto de despedirme el hielo sobre mí en el pico cayó y se rompió –Diablos – Caí unos metros abajo y la zona donde estaba la tumba había quedado cubierta aún más por nieve – ¡Helena! – grité, pero entonces recordé que ella estaba muerta y su cuerpo, probablemente había dejado de existir para siempre.

Me acomodé de nuevo pero algo llamó mi atención, una luz proveniente de varios metros más arriba del pico, un lugar demasiado alto para mí, pero la curiosidad me había ganado, tomé el equipo de siempre y seguí escalando, siempre que venía tan solo llegaba hasta Helena y luego me marchaba, pero el inusual brillo de los picos habían hecho mella en la curiosidad de este felino negro, por lo que cuando llegué a la posición del brillo golpeé con mi espada para ver lo que era – Je, un saco, gracias Helena –Pensé, ¿una suerte del destino? ¿Un tributo de Helena para mí? No estaba seguro, pero fue interesante.

Había terminado en este lugar así que continué mi camino de descenso, dije unas cuantas plegarias para Helena y seguí camino cuesta abajo, pero no todo podía ser tan agradable, mi cuerda se había roto y comencé a caer cuesta abajo, sabía que debía de modernizar mi equipo de escalada, después de todo este viaje lo hago cada vez que puedo.

-Maldita sea – Dije estando ya abajo del pico en terreno parejo, mi tobillo dolía, me lo había torcido, miré el saco y aún estaba intacto, lo abrí para ver lo que contenía y era un huevo de pascua...raro, lo abrí para llevarme una sorpresa y reí, luego me puse de pie con dificultad y me marché. El dolor era soportable, molesto, pero soportable.