Aeros bajo el agua

Nesea volvía a tierra, estaba convencida de que podría encontrar a todos aquellos que habían causado tanto mal a su pueblo, el cual estaba en los mares cerca de las islas Illidenses. Con ella solo llevaba una bolsa de lino que contenía un vestido y un calzado que había cogido en uno de los barcos hundidos.

Su intención era volver a la playa donde cayó por accidente la primera vez que piso la superficie, estaba algo lejos pero no le preocupaba, su velocidad y su aguante para nadar no tenían limite prácticamente, toda la vida había estado nadando, jugando con tiburones a los que frustraba por no poder alcanzarla. No tardaría mucho en llegar a su destino aunque antes de la partida dio varias vueltas a las islas, acercándose a las playas. Quería absorber cada detalle de su hogar para llevarse un buen recuerdo con ella.

Fue fugaz, un pequeño destello se le cruzo mientras nadaba e hizo que se detuviera para volver hacía atrás con curiosidad. ¿Que debía ser aquello que brillaba? Quizás alguna concha de llamativos colores, o un coral que podría quedar bien decorando su pelo. Una estrella de mar no debía ser, o quizás un trozo de aquel material que hay en la superficie, cristal. También podía ser algún metal que trabajaban los terranos.

Aceptó darse un capricho e ir a ver exactamente de qué se trataba. Cuando llego al lugar las vio, aquellas pequeñas cosas brillantes eran bastante bonitas y habían varias. Nadó un poco más siguiendo el rastro de monedas hundidas hasta ver un cajón. Lo miró por todos lados intentando determinar de qué se trataba. Sin duda, no era un coral ni una concha, aquello no era propio del mar.

Dio varias vueltas alrededor del cajón, pero en su interior tan solo habían algunas monedas más y prefería no meter el brazo por si alguna serpiente marina había encontrado el lugar como un buen sitio donde pasar el rato. Por lo que volvió a ir viendo todas las relucientes monedas semienterradas en la arena. Algunas estaban intentando ser cargadas por algún cangrejo despistado. A la sirena aquello le hizo gracia ya que la moneda era casi más grande que el pobre crustáceo.

Tras dar algunas vueltas por la zona empezó a recoger las monedas sin preocuparse mucho, si estaban ahí es que no eran de nadie, por lo que podía cogerlas. Eran bonitas, así que algo podría hacer con ellas, quizás si conseguía perforarlas se podría hacer un colgante. También podrían ser un bonito juguete para los niños del pueblo, y las sirenas más jóvenes serian como ella, lo guardarían hasta dar un modo para usarlo para decorar sus cuerpos.

Tras recoger varias y guardárselas en la bolsa de lino siguió su camino, el peso de las monedas no le dio mayor problema, la velocidad y la ayuda de las corrientes marinas ayudaban a la sirena a avanzar sin tener en cuenta la carga que llevaba con ella.