[Quest] El Orfanato [Cerrada]
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[Quest] El Orfanato [Cerrada]
-No se me da bien esto de pintar Mirna, ¿crees que esto le guste a los nuevos cuidadores?-
Preguntó un pequeño de no más de seis a la enfermera, que hacía de cuidadora y mucama. Ella detuvo su tarea y observó por un buen rato aquél retazo de papel viejo que había vuelto a la vida con los colores con los que lo había dotado el pequeño. Sus ojos apacibles sonrieron y asintieron una sola vez decididamente.
Una beba como de cuatro llegó llorando a la habitación y jaló de la falda a la dama. -¿Qué sucede Alexandra?- preguntó algo alarmada, buscando alguna lastimadura en rodillas y manos, pero no encontró nada. La niña no dejaba de berrear, estaba tan enfrascada en su misión que ni le daba tiempo para continuar con otro berrido cuando comenzaba con uno nuevo. La amable sirvienta, simplemente le sonrió. –mmm- frunció el entrecejo e hizo como que estaba pensando.
-Ha sido Pedrito, ¿verdad?- preguntó para luego darse media vuelta con la niña aún en brazos y mirar feo a una jovencita que iba en cuclillas hacia un viejo jarrón. –María Luisa de las Rosas, no te atrevas a robar una galleta aprovechando el momento- Hizo una pronunciada pausa y se volvió hacia una de las puertas que se mantenía abierta. –¡Maestro Jameson! – dijo elevando el tono solo lo necesario. Aunque el hombre se encontrara tres habitaciones de por medio, al mediodía había tanto silencio que no había forma en la que nadie a cinco habitaciones de distancia hubiera dejado de escucharla.
Varias puertas en el largo y ancho pasillo de ese segundo piso se abrieron, aparecieron decenas de cabezas buscando algo y para cuando se abrió la de N.L Jameson, todas se cerraron silenciosamente y al unísono. El joven hombre con paso cansino se dirigió entonces a la guardería, donde probablemente le aguardaría una buena reprimenda.
Preguntó un pequeño de no más de seis a la enfermera, que hacía de cuidadora y mucama. Ella detuvo su tarea y observó por un buen rato aquél retazo de papel viejo que había vuelto a la vida con los colores con los que lo había dotado el pequeño. Sus ojos apacibles sonrieron y asintieron una sola vez decididamente.
Una beba como de cuatro llegó llorando a la habitación y jaló de la falda a la dama. -¿Qué sucede Alexandra?- preguntó algo alarmada, buscando alguna lastimadura en rodillas y manos, pero no encontró nada. La niña no dejaba de berrear, estaba tan enfrascada en su misión que ni le daba tiempo para continuar con otro berrido cuando comenzaba con uno nuevo. La amable sirvienta, simplemente le sonrió. –mmm- frunció el entrecejo e hizo como que estaba pensando.
-Ha sido Pedrito, ¿verdad?- preguntó para luego darse media vuelta con la niña aún en brazos y mirar feo a una jovencita que iba en cuclillas hacia un viejo jarrón. –María Luisa de las Rosas, no te atrevas a robar una galleta aprovechando el momento- Hizo una pronunciada pausa y se volvió hacia una de las puertas que se mantenía abierta. –¡Maestro Jameson! – dijo elevando el tono solo lo necesario. Aunque el hombre se encontrara tres habitaciones de por medio, al mediodía había tanto silencio que no había forma en la que nadie a cinco habitaciones de distancia hubiera dejado de escucharla.
Varias puertas en el largo y ancho pasillo de ese segundo piso se abrieron, aparecieron decenas de cabezas buscando algo y para cuando se abrió la de N.L Jameson, todas se cerraron silenciosamente y al unísono. El joven hombre con paso cansino se dirigió entonces a la guardería, donde probablemente le aguardaría una buena reprimenda.
Última edición por Master6 el Sáb Jul 19 2014, 00:59, editado 2 veces
Thorn
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Re: [Quest] El Orfanato [Cerrada]
Hacia cuatro días que no pisaba las tabernas de los muelles, ni siquiera las que estaban al perímetro del centro de la ciudad. La revuelta que se desarrollará en la taberna del corcel de piedra había terminado en una mezcla de llamas, gritos y confusión. Un caos que aproveche para servirme de los bolsillos de los que me cruzara en el camino mientras huía. Pero aquel escape no fue tan exitoso como siempre presumía, pues alguien observo mi minucioso proceder, alguien que me acusara con los que no estuvieran tan ebrios para recordar lo que sucedió a la mañana siguiente.
Uno de los niños de los suburbios, que se encargara de pedir caridad en los muelles me busco para decirme que algunos hombres estaban buscando al bardo con voz de mujer, entonces decidí tomar un descanso y recluirme mientras que aquellos hombres volvieran a la mar, si tenía la suerte de que a eso se dedicaran. Tal reclusión nos sumió en carestía, yo apenas comía para poder distribuir los gastos durante los días que me quedaban sin tocar la lira. Necesitaba un empleo… algo momentáneo de lo cual pudiera servirme para vivir al día, pues desde que me ocupara de ayudar a los miserables me había negado toda posibilidad de hacer fortuna, o siquiera un ahorro que asegurara nuestro bienestar, por lo pronto seguía pensando que valía la pena.
Colgué mi lira a la espalda y me puse encima el amplio abrigo, saliendo de mi hogar como el clásico jorabado que en mi barrio se habían acostumbrado a ver. Estaba dispuesta a conseguir algo, robar quizás, así que trate de vagar rumbo a los barrios ricos de Lunargenta, aunque mis ropas eran muy inapropiadas para que alguien quisiera contratarme por ahí.
Las miradas despectivas no se hicieron esperar, pero yo seguí plantando mis pasos con socarronería cuando me encontré con un anuncio pegado irregularmente en un poste de la calle principal.
“Se requiere ayudantes para un orfanato. Buena paga. Aptos para todo tipo de tareas. Dirigirse a la calle xxx a pocos kilómetros de las afueras de la ciudad de Lunargenta. Preguntar por N.L Jameson”
Sonreí, esperaba que aquello no fuera casualidad.
Pocas veces en mis 26 años me había aventurado en las afueras de Lunargenta, pero ahora no era más conveniente ni más propicio, necesitaba monedas y que mejor que las consiguiera lejos del peligro. Anduve a paso apresurado, conservé mi lira conmigo luego de avisarle a mi madre lo que me proponía, no faltaría ocasión para llenar los oídos de los infantes con alguna canción alegre. Me sentía rara ante tal entusiasmo, sabía que mi trabajo no consistiría en acariciar cuerdas, pero aun así consideraba aquella una oportunidad para conocer las condiciones de ese lugar, ¿sería en realidad mejor hogar que las calles para aquellos niños desamparados?.
Llegue tras una larga caminara a la gran entrada de hierro, que ligeramente abierta me invitaba al paso, hacia un patio principal pequeño y vacío… que crucé lentamente cerciorándome de que nadie estuviera por ahí, pero entre algunas ramas un anciano jardinero alzó la cabeza y me miro con desconfianza.
-Buen día señor – saque el cartel que desvergonzadamente arranque del poste, y se mostré mientras me acercaba unos pasos a el – he venido por este asunto, cree que el Sr. Jameson pueda recibirme?-
En anciano miró el papel, y luego mi rostro, quizás le parecía muy pequeña, muy menuda o muy joven para el puesto, ya que nunca aparentaba mi verdadera edad- Sí si, el Sr. Jameson está dentro… sígame, sígame- el anciano me abrió camino hasta el recibidor, en donde me abandonó a la espera.
Uno de los niños de los suburbios, que se encargara de pedir caridad en los muelles me busco para decirme que algunos hombres estaban buscando al bardo con voz de mujer, entonces decidí tomar un descanso y recluirme mientras que aquellos hombres volvieran a la mar, si tenía la suerte de que a eso se dedicaran. Tal reclusión nos sumió en carestía, yo apenas comía para poder distribuir los gastos durante los días que me quedaban sin tocar la lira. Necesitaba un empleo… algo momentáneo de lo cual pudiera servirme para vivir al día, pues desde que me ocupara de ayudar a los miserables me había negado toda posibilidad de hacer fortuna, o siquiera un ahorro que asegurara nuestro bienestar, por lo pronto seguía pensando que valía la pena.
Colgué mi lira a la espalda y me puse encima el amplio abrigo, saliendo de mi hogar como el clásico jorabado que en mi barrio se habían acostumbrado a ver. Estaba dispuesta a conseguir algo, robar quizás, así que trate de vagar rumbo a los barrios ricos de Lunargenta, aunque mis ropas eran muy inapropiadas para que alguien quisiera contratarme por ahí.
Las miradas despectivas no se hicieron esperar, pero yo seguí plantando mis pasos con socarronería cuando me encontré con un anuncio pegado irregularmente en un poste de la calle principal.
“Se requiere ayudantes para un orfanato. Buena paga. Aptos para todo tipo de tareas. Dirigirse a la calle xxx a pocos kilómetros de las afueras de la ciudad de Lunargenta. Preguntar por N.L Jameson”
Sonreí, esperaba que aquello no fuera casualidad.
…
Pocas veces en mis 26 años me había aventurado en las afueras de Lunargenta, pero ahora no era más conveniente ni más propicio, necesitaba monedas y que mejor que las consiguiera lejos del peligro. Anduve a paso apresurado, conservé mi lira conmigo luego de avisarle a mi madre lo que me proponía, no faltaría ocasión para llenar los oídos de los infantes con alguna canción alegre. Me sentía rara ante tal entusiasmo, sabía que mi trabajo no consistiría en acariciar cuerdas, pero aun así consideraba aquella una oportunidad para conocer las condiciones de ese lugar, ¿sería en realidad mejor hogar que las calles para aquellos niños desamparados?.
Llegue tras una larga caminara a la gran entrada de hierro, que ligeramente abierta me invitaba al paso, hacia un patio principal pequeño y vacío… que crucé lentamente cerciorándome de que nadie estuviera por ahí, pero entre algunas ramas un anciano jardinero alzó la cabeza y me miro con desconfianza.
-Buen día señor – saque el cartel que desvergonzadamente arranque del poste, y se mostré mientras me acercaba unos pasos a el – he venido por este asunto, cree que el Sr. Jameson pueda recibirme?-
En anciano miró el papel, y luego mi rostro, quizás le parecía muy pequeña, muy menuda o muy joven para el puesto, ya que nunca aparentaba mi verdadera edad- Sí si, el Sr. Jameson está dentro… sígame, sígame- el anciano me abrió camino hasta el recibidor, en donde me abandonó a la espera.
Isolde
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Re: [Quest] El Orfanato [Cerrada]
La interrupción del viejo jardinero honorario Phantom alivió el rostro del maestro Jameson cuando se encontraba a punto de atravesar el umbral de la puerta tras la que lo aguardaba una seria enfermera, doctora, reparadora, nodriza Mirna. La fémina se había mantenido en la misma posición desde hacía un buen tiempo y para ese entonces ya estaba comenzando a mostrar esa arruguita en su frente que advertía a todos que el humor estaba caldeado. Misteriosamente, siempre que sucedía eso, parecía que la casa subía un par de grados su temperatura, pero en los inviernos nadie se atrevía a llegar tan lejos por un poco de confort poco duradero.
-Oh Señor Phantom, en ¿qué puedo ayudarle?- preguntó cortésmente el hombre de mediana edad. Sus ojos verdes con chispasos de juventud no dejaban de observar tras la puerta, como hipnotizados por la amenaza que se escondía tras ella. Una amenaza con nombre y forma de mujer.
El maltrecho viejo jorobado le devolvió la reverencia y pasó a explicarle lo que estaba sucediendo.
-Muy bien, puede retirarse Phantom y… recuerde. Este lugar sigue estando maldito.-
Dichas estas palabras, decidió ir escaleras abajo sin atender al llamado de su única compañera mayor de edad en la casa. Tomó al vuelo a un chiquillo que correteaba por los pasillos y lo paró frente a él asiéndolo fuertemente por los hombros y con actitud seria.
-Juan, sabes perfectamente que no podemos correr por los pasillos-
-Lo sé director Jameson-
-¿Y entonces Juancito?
-Me disculpo director Jameson- dijo con una voz curtida por su vida llena de picardías- esto es por nuestro bienestar-
-Perfecto- dijo soltándole y arreglándose el cuello de la camisa con un gesto extraño- como se que tu arrepentimiento es de corazón no se lo diré a Mirna, pero a cambio tendrás que darle este recado ahora mismo: “El director Jameson no ha podido venir porque ha llegado una nueva ayudante”. ¿Comprendido?-
El chiquillo inocente alumbró su rostro con una sonrisa y salió corriendo a ver a la subdirectora. El hombre le observó correr con una sonrisa a flor de labios mientras negaba con la cabeza. Caminó unos pasos y se aclaró la garganta antes de abrir la puerta de la sala de espera.
-Mis saludos joven dama- dijo con una voz dulce y apacible. Su educación estaba primero, por lo que fue directo a besar su mano en cuanto la situación lo permitió –soy el director Jameson y estoy encantado de conocerla. El señor Phantom me ha dicho que ha venido por el puesto- se aclaró la garganta y sonrió observando los ojos de la joven.
Después de escuchar atentamente a Isolde, Jameson llamó a Florencia para que le enseñara la casa y las actividades hasta la hora de la cena.
Instrucciones: Es pasado el mediodía. El día comenzará a nublarse para llover a la noche. La niña te enseñará el hogar, su descripción queda a tu criterio. Puedes ir describiendo a medida que se desarrolla la quest o ahora. No tienes límite de líneas. La niña la manejas tú en este turno. Tienes carta libre hasta alrededor de las 6 de la tarde cuando comenzará a prepararse la cena.
La casa tiene más de 20 habitaciones y está repartida en alas, tiene su cocina, hospital, jardines, varios baños y lugares prohibidos. Suerte
-Oh Señor Phantom, en ¿qué puedo ayudarle?- preguntó cortésmente el hombre de mediana edad. Sus ojos verdes con chispasos de juventud no dejaban de observar tras la puerta, como hipnotizados por la amenaza que se escondía tras ella. Una amenaza con nombre y forma de mujer.
El maltrecho viejo jorobado le devolvió la reverencia y pasó a explicarle lo que estaba sucediendo.
-Muy bien, puede retirarse Phantom y… recuerde. Este lugar sigue estando maldito.-
Dichas estas palabras, decidió ir escaleras abajo sin atender al llamado de su única compañera mayor de edad en la casa. Tomó al vuelo a un chiquillo que correteaba por los pasillos y lo paró frente a él asiéndolo fuertemente por los hombros y con actitud seria.
-Juan, sabes perfectamente que no podemos correr por los pasillos-
-Lo sé director Jameson-
-¿Y entonces Juancito?
-Me disculpo director Jameson- dijo con una voz curtida por su vida llena de picardías- esto es por nuestro bienestar-
-Perfecto- dijo soltándole y arreglándose el cuello de la camisa con un gesto extraño- como se que tu arrepentimiento es de corazón no se lo diré a Mirna, pero a cambio tendrás que darle este recado ahora mismo: “El director Jameson no ha podido venir porque ha llegado una nueva ayudante”. ¿Comprendido?-
El chiquillo inocente alumbró su rostro con una sonrisa y salió corriendo a ver a la subdirectora. El hombre le observó correr con una sonrisa a flor de labios mientras negaba con la cabeza. Caminó unos pasos y se aclaró la garganta antes de abrir la puerta de la sala de espera.
-Mis saludos joven dama- dijo con una voz dulce y apacible. Su educación estaba primero, por lo que fue directo a besar su mano en cuanto la situación lo permitió –soy el director Jameson y estoy encantado de conocerla. El señor Phantom me ha dicho que ha venido por el puesto- se aclaró la garganta y sonrió observando los ojos de la joven.
* * *
Después de escuchar atentamente a Isolde, Jameson llamó a Florencia para que le enseñara la casa y las actividades hasta la hora de la cena.
Instrucciones: Es pasado el mediodía. El día comenzará a nublarse para llover a la noche. La niña te enseñará el hogar, su descripción queda a tu criterio. Puedes ir describiendo a medida que se desarrolla la quest o ahora. No tienes límite de líneas. La niña la manejas tú en este turno. Tienes carta libre hasta alrededor de las 6 de la tarde cuando comenzará a prepararse la cena.
La casa tiene más de 20 habitaciones y está repartida en alas, tiene su cocina, hospital, jardines, varios baños y lugares prohibidos. Suerte
Thorn
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Re: [Quest] El Orfanato [Cerrada]
La espera se alargó más minutos de los que pensaba, quizás el Sr. Jameson se encontraba en un lugar lejano y el orfanato terminara ser un laberintico edificio. Comencé a distraerme con algunos cuadros que pretendían adornar la pared, pero luego de un rato de contemplación terminé pensando que la sala estaría mejor sin ellos. Se notaban claramente afectados por el tiempo, la pigmentación de sus colores había huido hacia mucho dejando tonos grisáceos y fantasmagóricos.
El sonido de la manivela cuando la puerta fue abierta me sobresalto ligeramente, más no tanto como la manera en que él que yo asumía era el Sr Jameson, besó mi mano en una muestra excesiva de cortesía, y no pude más que reverenciar, haciendo una ridícula alegoría de una dama, con mis ropas de varón y mi lira a la espalda. La amabilidad del hombre parecía honesta, aunque los modales excesivos siempre poseían algo de hipocresía y podía mirar en su rostro un dulzor agudo que me incomodaba.
–soy el director Jameson y estoy encantado de conocerla. El señor Phantom me ha dicho que ha venido por el puesto-
Asentí, y comencé a relatarle de manera rápida que a pesar de mi complexión estaba presta a cualquier tipo de trabajo que solicitaran de mí, que tenía una lira y bien podría entretener a los críos cuando nadie más tuviera oportunidad de hacerlo. El Sr. Jameson me escuchó atentamente, y sin decir más mandó llamar a una tal Florencia.
Florencia resulto ser una pequeña huérfana de 11 años, que seguramente por su seriedad y parco comportamiento era la única candidata para llevar a cabo las tareas serias y simples como lo fuera mostrar la extensión del orfanato a la nueva empleada. La niña llevaba dos trenzas negras que le caían en los hombros y en el pecho, una amplia frente, ojos pequeños y atemorizados. Su pequeña naricilla antecedía el camino hacia unos labios tan delgados que parecían una línea recta, que intento curvearse cuando la presentaron ante mí. Tímida, reverencio sosteniéndose el faldón y comenzó a caminar para que yo le siguiera.
Acudí a su invitación, y reverencié al retirarme. Entramos por una puerta que se encontraba al lado opuesto a aquella por donde el Sr Jameson se apareciera, y él permaneció de pie observándonos hasta que la puerta tras de nosotras cerrara. Ahora, con la libertad de que nadie me observaba comencé a estudiar con descaro el pasillo por donde me llevaba Florencia, me parecía muy sombrío para albergar a una gran cantidad de niños a los cuales se pretendía salvar de un mal estado. Las paredes estaban cubiertas por madera en una tercera parte inferior, y por papel tapiz en la superior, un tapiz que como los cuadros colgados en la sala de espera, ya habían perdido todo color.
-Ésta es el ala oeste, de la planta baja… estas puertas que hemos pasado son destinadas para el personal de mantenimiento y limpieza, pero nunca he visto a nadie que las habite- Observé sin dejar de caminar 4 puertas a mis costados, hasta llegar al tope del pasillo limitado por un gran ventanal. –Este es un jardín lateral, nunca salimos a jugar ahí… por eso está seco. – A la pequeña aquello le parecía explicación suficiente para la visión de ese supuesto jardín, que más parecía un cementerio de árboles, pues además de los arces y sauces secos el suelo estaba tapizado de troncos mohosos y hojas petrificadas.
Doblamos hacia la derecha, pues la niña no dejaba de caminar –¿Dónde están todos los niños?- pregunte como si poco me importaran las metódicas explicaciones del lugar. La niña me miro extrañada –Están del otro lado… con la Sra Mirna, haciendo sus obligaciones- Florencia respondió, y siguió caminando. A través de los ventanales podía observarse como el cielo comenzaba con su rompecabezas de nubes… cuando estuviera armado seguro traería una lluvia intensa.
-Al fondo están la cocina y los comedores, hemos tomado la comida hace una hora… y a las 6 comienza a prepararse la cena. La Sra. Mirna agradecerá que le ayudes en eso. Después de la comida tenemos una hora de lectura, y luego nos preparamos para dormir. Los juegos son después del desayuno y lasclases- observe los lugares que señalaba y los guarde en mi memoria, me hubiera gustado que se me diera una explicación clara de lo que serían mis tareas, pero al parecer mi trabajo consistiría en vagar atenta a cualquier necesidad y no permanecer ociosa, pues no veía que se hablara más que de Jameson y Mirna, como si ellos dos se encargaran de todo por si solos. Aunque estaba el anciano del jardín, supuse que su tarea estaba solamente afuera. Por otro lado, lo manera en que la niña estaba tan entregada a los horarios establecidos me causaba cierta incomodidad, pues los niños eran los seres más espontáneos de todos, lo cual era una virtud que no debían perder tan temprano.
Escuché unas risas claras y lejanas, y voltee en esa dirección esperando ver a algunos niños por fin… pero no aparecieron. –¿Sabes tú que encomienda urge más para que yo lleve a cabo?- la niña negó –El señor Jameson desea que conozcas bien nuestro hogar para que seas más útil, al terminar tengo que llevarte con la señora Mirna- Asentí, como si fuera yo la pequeña infanta siguiendo las órdenes de un adulto.
La jovencita continuo el camino hablando sobre las puertas, cuando llegamos a otro corredor que según ella llevaba nuevamente a la sala principal, para explorar el ala Este. De pronto su voz me pareció como un zumbido continuo, y me entretuve con las figuras de la alfombra vieja que tapizaba el suelo, me llamó la atención como las figuras no seguían un patrón, y de vez en cuando rostros infantiles aparecían en la composición sin ninguna simetría, o eso creía yo que eran, pues estaba sumergida en un juego como el de encontrarle forma a las nubes. Y cuando alcé la vista no encontré a Florencia.
Volteé a mi alrededor, el corredor se dividía en tres caminos… seguramente el que iba derecho llegaba al origen sin duda, según el trazo que hice en mi cabeza. Los otros dos se veían escasamente alumbrados, pero solo uno dejaba ver una escalera de caracol con ornamentos herbáceos. Fruncí el ceño y susurré… -¿Florencia?...- optando por caminar en línea recta. Eran aproximadamente las 2:15 de la tarde, y una puerta claramente diferente a las demás llamó mi atención, pero al contacto de mi mano se negó a abrirse.
El sonido de la manivela cuando la puerta fue abierta me sobresalto ligeramente, más no tanto como la manera en que él que yo asumía era el Sr Jameson, besó mi mano en una muestra excesiva de cortesía, y no pude más que reverenciar, haciendo una ridícula alegoría de una dama, con mis ropas de varón y mi lira a la espalda. La amabilidad del hombre parecía honesta, aunque los modales excesivos siempre poseían algo de hipocresía y podía mirar en su rostro un dulzor agudo que me incomodaba.
–soy el director Jameson y estoy encantado de conocerla. El señor Phantom me ha dicho que ha venido por el puesto-
Asentí, y comencé a relatarle de manera rápida que a pesar de mi complexión estaba presta a cualquier tipo de trabajo que solicitaran de mí, que tenía una lira y bien podría entretener a los críos cuando nadie más tuviera oportunidad de hacerlo. El Sr. Jameson me escuchó atentamente, y sin decir más mandó llamar a una tal Florencia.
Florencia resulto ser una pequeña huérfana de 11 años, que seguramente por su seriedad y parco comportamiento era la única candidata para llevar a cabo las tareas serias y simples como lo fuera mostrar la extensión del orfanato a la nueva empleada. La niña llevaba dos trenzas negras que le caían en los hombros y en el pecho, una amplia frente, ojos pequeños y atemorizados. Su pequeña naricilla antecedía el camino hacia unos labios tan delgados que parecían una línea recta, que intento curvearse cuando la presentaron ante mí. Tímida, reverencio sosteniéndose el faldón y comenzó a caminar para que yo le siguiera.
Acudí a su invitación, y reverencié al retirarme. Entramos por una puerta que se encontraba al lado opuesto a aquella por donde el Sr Jameson se apareciera, y él permaneció de pie observándonos hasta que la puerta tras de nosotras cerrara. Ahora, con la libertad de que nadie me observaba comencé a estudiar con descaro el pasillo por donde me llevaba Florencia, me parecía muy sombrío para albergar a una gran cantidad de niños a los cuales se pretendía salvar de un mal estado. Las paredes estaban cubiertas por madera en una tercera parte inferior, y por papel tapiz en la superior, un tapiz que como los cuadros colgados en la sala de espera, ya habían perdido todo color.
-Ésta es el ala oeste, de la planta baja… estas puertas que hemos pasado son destinadas para el personal de mantenimiento y limpieza, pero nunca he visto a nadie que las habite- Observé sin dejar de caminar 4 puertas a mis costados, hasta llegar al tope del pasillo limitado por un gran ventanal. –Este es un jardín lateral, nunca salimos a jugar ahí… por eso está seco. – A la pequeña aquello le parecía explicación suficiente para la visión de ese supuesto jardín, que más parecía un cementerio de árboles, pues además de los arces y sauces secos el suelo estaba tapizado de troncos mohosos y hojas petrificadas.
Doblamos hacia la derecha, pues la niña no dejaba de caminar –¿Dónde están todos los niños?- pregunte como si poco me importaran las metódicas explicaciones del lugar. La niña me miro extrañada –Están del otro lado… con la Sra Mirna, haciendo sus obligaciones- Florencia respondió, y siguió caminando. A través de los ventanales podía observarse como el cielo comenzaba con su rompecabezas de nubes… cuando estuviera armado seguro traería una lluvia intensa.
-Al fondo están la cocina y los comedores, hemos tomado la comida hace una hora… y a las 6 comienza a prepararse la cena. La Sra. Mirna agradecerá que le ayudes en eso. Después de la comida tenemos una hora de lectura, y luego nos preparamos para dormir. Los juegos son después del desayuno y lasclases- observe los lugares que señalaba y los guarde en mi memoria, me hubiera gustado que se me diera una explicación clara de lo que serían mis tareas, pero al parecer mi trabajo consistiría en vagar atenta a cualquier necesidad y no permanecer ociosa, pues no veía que se hablara más que de Jameson y Mirna, como si ellos dos se encargaran de todo por si solos. Aunque estaba el anciano del jardín, supuse que su tarea estaba solamente afuera. Por otro lado, lo manera en que la niña estaba tan entregada a los horarios establecidos me causaba cierta incomodidad, pues los niños eran los seres más espontáneos de todos, lo cual era una virtud que no debían perder tan temprano.
Escuché unas risas claras y lejanas, y voltee en esa dirección esperando ver a algunos niños por fin… pero no aparecieron. –¿Sabes tú que encomienda urge más para que yo lleve a cabo?- la niña negó –El señor Jameson desea que conozcas bien nuestro hogar para que seas más útil, al terminar tengo que llevarte con la señora Mirna- Asentí, como si fuera yo la pequeña infanta siguiendo las órdenes de un adulto.
La jovencita continuo el camino hablando sobre las puertas, cuando llegamos a otro corredor que según ella llevaba nuevamente a la sala principal, para explorar el ala Este. De pronto su voz me pareció como un zumbido continuo, y me entretuve con las figuras de la alfombra vieja que tapizaba el suelo, me llamó la atención como las figuras no seguían un patrón, y de vez en cuando rostros infantiles aparecían en la composición sin ninguna simetría, o eso creía yo que eran, pues estaba sumergida en un juego como el de encontrarle forma a las nubes. Y cuando alcé la vista no encontré a Florencia.
Volteé a mi alrededor, el corredor se dividía en tres caminos… seguramente el que iba derecho llegaba al origen sin duda, según el trazo que hice en mi cabeza. Los otros dos se veían escasamente alumbrados, pero solo uno dejaba ver una escalera de caracol con ornamentos herbáceos. Fruncí el ceño y susurré… -¿Florencia?...- optando por caminar en línea recta. Eran aproximadamente las 2:15 de la tarde, y una puerta claramente diferente a las demás llamó mi atención, pero al contacto de mi mano se negó a abrirse.
Isolde
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Re: [Quest] El Orfanato [Cerrada]
Las ventanas. Todo el mundo espera que un ladrón cualquiera entre por las ventanas. Pero Zast no era un ladrón cualquiera.
Una figura encapuchada llamó a la puerta del orfanato. Tres veces repicó la aldaba de metal, y tres latidos de corazón tuvo que esperar el visitante para que le abrieran la puerta. Una sirvienta de aspecto amable acudió a recibir al encapuchado, y, extrañada, lo miró de arriba a abajo.
- ¿Tú... vienes por el puesto no?
- ¿El p... Sí, por supuesto. El puesto.
- El señor Jameson se encuentra ocupado en este momento, y yo estoy muy atareada, lo siento. Pero si sigues ese pasillo seguramente encuentres a la otra chica, tu compañera.
- Muchas gracias. - murmuró aquel encapuchado al entrar en el edificio. Con un funesto retumbar, la puerta se cerró a sus espaldas.
Bueno, pensó Zast mientras caminaba por el largo pasillo, eso ha sido fácil. Casi se sentía mal por lo que tenía pensado hacer, robar a unos niños sin familia, como él, abandonados a su suerte a la más tierna edad. Pero Zast necesitaba dinero, y pronto, pues el hambre llamaba a su puerta, y en estos casos el ladrón opinaba que era más práctico que llamase a la puerta de algún otro.
Sin embargo... aquella criada había mencionado algo de un empleo. Quizás fuese una forma alternativa de ganarse un sueldo, siempre y cuando no requiera tener que limpiar a muchos mocosos, pensó.
El pasillo era largo, y la luz del mediodía se filtraba a través de aquellas cortinas semi cerradas, mientras que algunas motas de polvo flotaban, perezosas, en el aire. Después de muchos años, el papel de las paredes había perdido su color, y ahora era de un indescriptible color mate. Y los cuadros... mejor no hablar de ellos.
- Vaya, pues parece que aquí no tienen mucho dinero.
En ese momento, Zast se dio cuenta de una cosa: desde que había entrado no había visto ningún niño. A decir verdad, no había visto a nadie, salvo a la criada que le abrió la puerta, la cual mencionó a un tal señor Jhonson, o Jefferson... ¡Jameson! Eso era, el señor Jameson. Un sentimiento de inquietud comenzó a clavar sus garras sobre el hombre-bestia, pues aquello le parecía muy extraño, incluso más extraño que aquella alfombra sobre la cual caminaba, a la cual, como a todo a su alrededor, ya se le notaban los años, y cuyo diseño no parecía seguir una temática o patrón particulares, si no que sus formas variaban entre ellas de forma extraña e incomprensible. ¿Quién diablos tejería caras y rostros de niños en una alfombra?
Alzó la vista y vio a una joven de pie tras una bifurcación de pasillos, intentando abrir una puerta la cual oponía resistencia y no parecía decidida a ceder. Avergonzado, Zast se reajustó la capucha, y deseó que ojalá la mujer no le haya visto el rostro.
De todas formas, pensó, alguien que trabajase aquí seguramente tendría la llave de esa puerta, y aquella chica no iba vestida como una sirvienta, así que...
- Eh, uhm... hola-hola. - Cuando Zast se ponía nervioso, solía hablar muy deprisa, y algunas palabras se trababan en su boca, o salían de ella dos veces, como si de una especie de tartamudeo con palabras completas - ¿Tú también has venido por el puesto-puesto? ¿Te han dicho algo ya?
Una figura encapuchada llamó a la puerta del orfanato. Tres veces repicó la aldaba de metal, y tres latidos de corazón tuvo que esperar el visitante para que le abrieran la puerta. Una sirvienta de aspecto amable acudió a recibir al encapuchado, y, extrañada, lo miró de arriba a abajo.
- ¿Tú... vienes por el puesto no?
- ¿El p... Sí, por supuesto. El puesto.
- El señor Jameson se encuentra ocupado en este momento, y yo estoy muy atareada, lo siento. Pero si sigues ese pasillo seguramente encuentres a la otra chica, tu compañera.
- Muchas gracias. - murmuró aquel encapuchado al entrar en el edificio. Con un funesto retumbar, la puerta se cerró a sus espaldas.
Bueno, pensó Zast mientras caminaba por el largo pasillo, eso ha sido fácil. Casi se sentía mal por lo que tenía pensado hacer, robar a unos niños sin familia, como él, abandonados a su suerte a la más tierna edad. Pero Zast necesitaba dinero, y pronto, pues el hambre llamaba a su puerta, y en estos casos el ladrón opinaba que era más práctico que llamase a la puerta de algún otro.
Sin embargo... aquella criada había mencionado algo de un empleo. Quizás fuese una forma alternativa de ganarse un sueldo, siempre y cuando no requiera tener que limpiar a muchos mocosos, pensó.
El pasillo era largo, y la luz del mediodía se filtraba a través de aquellas cortinas semi cerradas, mientras que algunas motas de polvo flotaban, perezosas, en el aire. Después de muchos años, el papel de las paredes había perdido su color, y ahora era de un indescriptible color mate. Y los cuadros... mejor no hablar de ellos.
- Vaya, pues parece que aquí no tienen mucho dinero.
En ese momento, Zast se dio cuenta de una cosa: desde que había entrado no había visto ningún niño. A decir verdad, no había visto a nadie, salvo a la criada que le abrió la puerta, la cual mencionó a un tal señor Jhonson, o Jefferson... ¡Jameson! Eso era, el señor Jameson. Un sentimiento de inquietud comenzó a clavar sus garras sobre el hombre-bestia, pues aquello le parecía muy extraño, incluso más extraño que aquella alfombra sobre la cual caminaba, a la cual, como a todo a su alrededor, ya se le notaban los años, y cuyo diseño no parecía seguir una temática o patrón particulares, si no que sus formas variaban entre ellas de forma extraña e incomprensible. ¿Quién diablos tejería caras y rostros de niños en una alfombra?
Alzó la vista y vio a una joven de pie tras una bifurcación de pasillos, intentando abrir una puerta la cual oponía resistencia y no parecía decidida a ceder. Avergonzado, Zast se reajustó la capucha, y deseó que ojalá la mujer no le haya visto el rostro.
De todas formas, pensó, alguien que trabajase aquí seguramente tendría la llave de esa puerta, y aquella chica no iba vestida como una sirvienta, así que...
- Eh, uhm... hola-hola. - Cuando Zast se ponía nervioso, solía hablar muy deprisa, y algunas palabras se trababan en su boca, o salían de ella dos veces, como si de una especie de tartamudeo con palabras completas - ¿Tú también has venido por el puesto-puesto? ¿Te han dicho algo ya?
Zast
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Re: [Quest] El Orfanato [Cerrada]
Off:Realmente imaginé a Merlina Adams ahi
- Pfttt jajajaja- estalló a carcajadas Clotilde, muchas veces le gustaba disfrazarse y engañar a visitantes, posibles padres y mentir descaradamente. La chica tenía 17, pero su cuerpo parecía de más. Francamente, era una de esas “chicas-problema” que siempre se debía mantener vigilada.
-No debiste hacer eso Clota- dijo un pequeño que apenas le pasaba las caderas –ahora mismo se lo diré al director- y sin mas nada que agregar o que ella pudiera reprocharle, desapareció entre el laberinto de puertas que su pequeño cuerpo conocía desde el nacimiento prácticamente.
- Ese mocoso, ¡ya verá…!- masculló para sí mientras desaparecía por un pasillo alternativo.
-Momo- dijo una niña que prácticamente se condensó de la nada frente a Isolde. En sus manos traía una pequeña figura tallada en madera que no tenía mucha forma de nada. Se la estaba ofreciendo a la joven con ojos de decisión. La pequeña no tendría más de diez años, pero era bajita para su edad. Sus largos y rizados cabellos caían como delgados hilos de oro por los costados de sus hombros. Volvió a repetir –Momo- Momo-
-Es inútil, sólo acepta su regalo y desaparecerá. Es demasiado tímida como para decir algo más- la voz se hizo mas dulce cuando la mujer que recién llegaba se dirigió a la pequeña- ¿no es verdad, perqueña Momo?- le acarició la cabeza para luego enfriar un poco su mirada, a través de sus ojos los recién llegados podrían ver inteligencia y cautela. Luego de entregar la figura, la pequeña se iría cantado una alegre melodía, había pasado rotundamente de la figura masculina al lado de la joven humana, pero probablemente eso no se quedaría así por mucho tiempo, porque aunque no lo pareciera, la chiquilla bien que le había echado el ojo al chico-rata.
-Mi nombre es Mirna, es un placer Isolde- diría a la recién llegada mientras Florencia salía desde su espalda- ya era tiempo de que alguien apareciese…. Estaba comenzando a creer que nadie se atrevería. Con estos rumores que se esparcen… aunque no estaba al tanto de usted - dijo la dama un tanto desconcertada, no por ello sesgó su amabilidad. Esperaría la presentación de él para luego gesticular que le siguiesen hasta una habitación llena de luz, en donde los tapizados estaban menos corroídos, les esperaba un juego de te servido y dos sillas que miraban hacia una parte desconocida del jardín, en donde bellas rosas rojas lucían su máximo esplendor.
-Este lugar se vuelve tan solitario a veces…- su mirada se perdía en la lejanía, probablemente en algún momento muy antiguo en el tiempo- el director Jameson y yo lo mantenemos. Ah, disculpen- hizo una breve pausa para pedirle a Florencia que trajese otra taza y otra silla para el recién llegado, la que no tardaría en llegar- Probablemente se pregunten acerca de sus tareas, ¿me equivoco?- hizo una pequeña pausa para escuchar lo que los jóvenes tenían para decir, mientras tanto daba pequeños sorbos al te y hacía un leve gesto de preocupación. Asintió a las palabras de ambos y retomó la conversación.
-Sus tareas aquí son como las de un ama de casa, en pocas palabras, se harán cargo de limpieza, mantenimiento, cuidado y aseo de los niños… Del jardín se ocupa el señor Phantom, al menos el de la entrada. Él tiene prohibido pasar de la sala de recibimiento. Las calderas se limpian una vez a la semana, ya están vetustas. De agregarles carbón nos encargamos el maestro y yo, pero si nos ayudan con eso no estaría mal. El desayuno se sirve a las siete, por lo que quienes nos encargamos de la cocina nos levantamos a las cinco y somos cuatro: Catherine, Malcom, el maestro y yo, claro que ahora ustedes también. Ni un minuto más, ni uno menos.
Después del desayuno, deberán supervisar a los niños mientras levantan la mesa y limpian lo que ensuciaron. Todo eso es bastante metódico. Si ven a alguien comportándose mal, le dicen que le enviarán conmigo y asunto resuelto. Si es algo que realmente no pueden controlar, diríjanse a cualquiera de nosotros. Timmy les ayudará a poner orden, tiene 16 y nos ayuda en ese sentido. Aunque parezca duro a primera vista ya les caerá bien cuando le conozcan. Ah, y sabrán quién es cuando le vean, al igual que al hermano de Momo… simplemente lo sabrán. Por cierto, lo que te ha dado ha sido la figurilla de un dedo índice. Esa será una historia que les contaré luego.
Las clases comienzan a las 8:30 hasta las 11:00. El maestro se las imparte a los que tienen más de 11 y yo a los menores. Hay una hora de estudio libre luego y mientras se prepara el almuerzo. Durante la tarde, los chicos están libres, generalmente ayudando a mantener el hogar con pequeñas cosas, es el momento del día en el que deben de prestar más atención. Suelen haber reyertas y disputas. Yo soy enfermera y por ahora tengo a Lukas en cuarentena, por lo que no deberán de entrar al hospital bajo ningún concepto, si desean conocerlo, la ventana del jardín del norte se lo permitirá. Creo que son demasiadas cosas… - hizo una nueva pausa, tomándose su tiempo- Por ahora quiero que vayan al huerto que está tras el edificio y con ayuda de los chicos que están allí lleven las verduras para preparar un estofado para la cena. ¿Tienen alguna duda?
Antes de que Zast saliera de la habitación, la dama le detuvo y cerró la puerta tras Isolde. No creas que dejaré que hagas cosas raras, ¿se entiende? aguzó la vista y luego dejó escapar una sonrisa gentil. Al salir, Zast vería la figura de un hombre aún joven que parecía estar pasando, pero en realidad escucharba la conversación tras la puerta. Se trataba ni más ni menos que del señor director.
Luzmila fue esta vez la encargada de guiar a Isolde, la chica tenía unos trece años y observaba muy atentamente el cuerpo de la guiada, parecía querer tomar algún ejemplo de ella. No dudó en hacerle conversación. Por su parte, Zast fue guiado por Thiago, un pequeño elfo pícaro que no dejaba de picarle con sus dedos y de jugarle chanzas. En el huerto, estaban seis pequeños, tres mayores, Ian –rubio 15, hermano de momo-, Timmy –pelirrojo con pecas, fornido-, Aureliano -16 castaño, delgado e inteligente- todos trabajaban acalorados limpiando las malezas y carpiendo.
Los tres más pequeños eran Carlis -7- en compañía de un pequeño puerco travieso que aunque le gritaran que buscara trufas se contentaba con chillar y correr por doquier, Giovanna -9- Darla – 6- ellas recolectaban vegetales y regaban.
Instrucciones: Quiero ver su relacionamiento con los niños -y entre ustedes- una tarde en la huerta, da para bastante. Si tienen preguntas o comentarios para Mirna, los responderé en el siguiente post.
Tienen hasta mañana a esta hora. Recuerden, no hay turnos entre Isolde y Zast.
- Pfttt jajajaja- estalló a carcajadas Clotilde, muchas veces le gustaba disfrazarse y engañar a visitantes, posibles padres y mentir descaradamente. La chica tenía 17, pero su cuerpo parecía de más. Francamente, era una de esas “chicas-problema” que siempre se debía mantener vigilada.
-No debiste hacer eso Clota- dijo un pequeño que apenas le pasaba las caderas –ahora mismo se lo diré al director- y sin mas nada que agregar o que ella pudiera reprocharle, desapareció entre el laberinto de puertas que su pequeño cuerpo conocía desde el nacimiento prácticamente.
- Ese mocoso, ¡ya verá…!- masculló para sí mientras desaparecía por un pasillo alternativo.
* * *
-Momo- dijo una niña que prácticamente se condensó de la nada frente a Isolde. En sus manos traía una pequeña figura tallada en madera que no tenía mucha forma de nada. Se la estaba ofreciendo a la joven con ojos de decisión. La pequeña no tendría más de diez años, pero era bajita para su edad. Sus largos y rizados cabellos caían como delgados hilos de oro por los costados de sus hombros. Volvió a repetir –Momo- Momo-
-Es inútil, sólo acepta su regalo y desaparecerá. Es demasiado tímida como para decir algo más- la voz se hizo mas dulce cuando la mujer que recién llegaba se dirigió a la pequeña- ¿no es verdad, perqueña Momo?- le acarició la cabeza para luego enfriar un poco su mirada, a través de sus ojos los recién llegados podrían ver inteligencia y cautela. Luego de entregar la figura, la pequeña se iría cantado una alegre melodía, había pasado rotundamente de la figura masculina al lado de la joven humana, pero probablemente eso no se quedaría así por mucho tiempo, porque aunque no lo pareciera, la chiquilla bien que le había echado el ojo al chico-rata.
-Mi nombre es Mirna, es un placer Isolde- diría a la recién llegada mientras Florencia salía desde su espalda- ya era tiempo de que alguien apareciese…. Estaba comenzando a creer que nadie se atrevería. Con estos rumores que se esparcen… aunque no estaba al tanto de usted - dijo la dama un tanto desconcertada, no por ello sesgó su amabilidad. Esperaría la presentación de él para luego gesticular que le siguiesen hasta una habitación llena de luz, en donde los tapizados estaban menos corroídos, les esperaba un juego de te servido y dos sillas que miraban hacia una parte desconocida del jardín, en donde bellas rosas rojas lucían su máximo esplendor.
-Este lugar se vuelve tan solitario a veces…- su mirada se perdía en la lejanía, probablemente en algún momento muy antiguo en el tiempo- el director Jameson y yo lo mantenemos. Ah, disculpen- hizo una breve pausa para pedirle a Florencia que trajese otra taza y otra silla para el recién llegado, la que no tardaría en llegar- Probablemente se pregunten acerca de sus tareas, ¿me equivoco?- hizo una pequeña pausa para escuchar lo que los jóvenes tenían para decir, mientras tanto daba pequeños sorbos al te y hacía un leve gesto de preocupación. Asintió a las palabras de ambos y retomó la conversación.
-Sus tareas aquí son como las de un ama de casa, en pocas palabras, se harán cargo de limpieza, mantenimiento, cuidado y aseo de los niños… Del jardín se ocupa el señor Phantom, al menos el de la entrada. Él tiene prohibido pasar de la sala de recibimiento. Las calderas se limpian una vez a la semana, ya están vetustas. De agregarles carbón nos encargamos el maestro y yo, pero si nos ayudan con eso no estaría mal. El desayuno se sirve a las siete, por lo que quienes nos encargamos de la cocina nos levantamos a las cinco y somos cuatro: Catherine, Malcom, el maestro y yo, claro que ahora ustedes también. Ni un minuto más, ni uno menos.
Después del desayuno, deberán supervisar a los niños mientras levantan la mesa y limpian lo que ensuciaron. Todo eso es bastante metódico. Si ven a alguien comportándose mal, le dicen que le enviarán conmigo y asunto resuelto. Si es algo que realmente no pueden controlar, diríjanse a cualquiera de nosotros. Timmy les ayudará a poner orden, tiene 16 y nos ayuda en ese sentido. Aunque parezca duro a primera vista ya les caerá bien cuando le conozcan. Ah, y sabrán quién es cuando le vean, al igual que al hermano de Momo… simplemente lo sabrán. Por cierto, lo que te ha dado ha sido la figurilla de un dedo índice. Esa será una historia que les contaré luego.
Las clases comienzan a las 8:30 hasta las 11:00. El maestro se las imparte a los que tienen más de 11 y yo a los menores. Hay una hora de estudio libre luego y mientras se prepara el almuerzo. Durante la tarde, los chicos están libres, generalmente ayudando a mantener el hogar con pequeñas cosas, es el momento del día en el que deben de prestar más atención. Suelen haber reyertas y disputas. Yo soy enfermera y por ahora tengo a Lukas en cuarentena, por lo que no deberán de entrar al hospital bajo ningún concepto, si desean conocerlo, la ventana del jardín del norte se lo permitirá. Creo que son demasiadas cosas… - hizo una nueva pausa, tomándose su tiempo- Por ahora quiero que vayan al huerto que está tras el edificio y con ayuda de los chicos que están allí lleven las verduras para preparar un estofado para la cena. ¿Tienen alguna duda?
Antes de que Zast saliera de la habitación, la dama le detuvo y cerró la puerta tras Isolde. No creas que dejaré que hagas cosas raras, ¿se entiende? aguzó la vista y luego dejó escapar una sonrisa gentil. Al salir, Zast vería la figura de un hombre aún joven que parecía estar pasando, pero en realidad escucharba la conversación tras la puerta. Se trataba ni más ni menos que del señor director.
* * *
Luzmila fue esta vez la encargada de guiar a Isolde, la chica tenía unos trece años y observaba muy atentamente el cuerpo de la guiada, parecía querer tomar algún ejemplo de ella. No dudó en hacerle conversación. Por su parte, Zast fue guiado por Thiago, un pequeño elfo pícaro que no dejaba de picarle con sus dedos y de jugarle chanzas. En el huerto, estaban seis pequeños, tres mayores, Ian –rubio 15, hermano de momo-, Timmy –pelirrojo con pecas, fornido-, Aureliano -16 castaño, delgado e inteligente- todos trabajaban acalorados limpiando las malezas y carpiendo.
Los tres más pequeños eran Carlis -7- en compañía de un pequeño puerco travieso que aunque le gritaran que buscara trufas se contentaba con chillar y correr por doquier, Giovanna -9- Darla – 6- ellas recolectaban vegetales y regaban.
Instrucciones: Quiero ver su relacionamiento con los niños -y entre ustedes- una tarde en la huerta, da para bastante. Si tienen preguntas o comentarios para Mirna, los responderé en el siguiente post.
Tienen hasta mañana a esta hora. Recuerden, no hay turnos entre Isolde y Zast.
Última edición por Master6 el Sáb Jul 12 2014, 01:37, editado 1 vez (Razón : corrección de guionado de diálogos y colores)
Thorn
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Re: [Quest] El Orfanato [Cerrada]
Vaya, por fin veía a otras personas en aquel lugar. Semejante soledad le había puesto la piel de gallina.
La pequeña Momo se alejaba por el pasillo, contenta y canturreando para sí misma, pero Zast fue muy consciente de la mirada que le echó aquella niña. Él ya estaba acostumbrado, pero solo por si acaso, bajo la túnica, su cola de rata se pegó aún más a su cuerpo, para no llamar la atención.
-Mi nombre es Mirna, es un placer Isolde, ya era tiempo de que alguien apareciese…. Estaba comenzando a creer que nadie se atrevería. Con estos rumores que se esparcen… aunque no estaba al tanto de usted
¿Rumores?, pensó Zast antes de responder.
- Oh, cierto, disculpen mi demora. - la figura encapuchada saludó con una educada inclinación. La apariencia lo es todo, pensó. - Me llamo Zast, y también estoy interesado en el puesto, aunque me temo que he llegado algo tarde. No se volverá a repetir.
Mirna les indicó que le siguieran.
Llegaron a una salita, donde la mujer comenzó a hablarles de sus tareas, las cuales parecían sencillas, pero estrictas. Sus ojos se pasearon por aquella habitación, de mejor aspecto que lo que hasta ahora habían visto, pues la decoración era elegante y discreta, para nada recargada ni destartalada. Aquello extrañó un poco al hombre-bestia, pues contrastaba mucho con lo que habían visto hasta ahora. Qué lástima que no le gustase el té...
- Por ahora quiero que vayan al huerto que está tras el edificio y con ayuda de los chicos que están allí lleven las verduras para preparar un estofado para la cena. ¿Tienen alguna duda?
- Bueno... - Zast se inclinó hacia adelante. - Mencionó usted algo de unos rumores...
El hombre-bestia esperó a que Mirna le respondiera, y escuchó atentamente lo que ella le tuvo que decir. Tras eso, la mujer se puso de pie y les acompañó hasta la puerta.
- No creas que dejaré que hagas cosas raras, ¿se entiende?
- ¿Disculpe? - preguntó mientras, bajo su capucha, enarcaba una ceja. ¿A qué había venido aquello?
Unos niños les acompañaron al exterior, pero a Zast le llamaba más la atención el hombre que se alejaba por el pasillo, claramente intentando disimular o esconder algo. Estaba sumido en sus pensamientos cuando alguien le clavó un dedo bajo las costillas.
- ¿Porqué vas tan tapado? No se te ve la cara ¿Es que eres feo? ¿Muy feo, muy feo? ¿O estás enfermo? ¿Eres un monje, o un peligroso asesino? ¿Eh? ¿Has venido para quitar de en medio al viejo Jameson? Desde luego el viejo se lo merece ¿Eh? ¿Eh? ¿Eh? ¿Eh? - preguntó el pequeño elfito, acompañando un nuevo toque de dedo con cada "Eh" que salía de sus labios.
Zast se puso en cuclillas, agachado para quedar a la altura del niño. Lo cierto era que le recordaba bastante a él a su edad, y había jurado que esos toquecitos con el dedo habían sido un intento del chaval por saber dónde tenía los bolsillos. El viejo truco.
- Lo cierto es que soy un príncipe ladrón de más allá del Bosque de Sandorai. Si me ayudas y te portas bien - dijo mientras colocaba una mano detrás de la oreja del pequeño - quizás te enseñe a usar una de estas. - una ganzúa se materializó en la mano de Zast, para deleite del joven pícaro. Para cuando extendió la mano para agarrarla, la ganzúa ya no estaba allí.
- Ah, ah, ah, hay que ser paciente chaval. Venga, continuémos hacia el huerto.
Por fin llegaron al huerto, el cual era inesperadamente grande, y Zast no dudó que fuese ese huerto el encargado de alimentar a todos los niños del lugar. Un grupo de niños se encontraba recolectando verduras, mientras que otros regaban, arrancaban malas hierbas y un... un pequeño cerdo, al que nadie parecía hacerle caso, correteaba por allí.
- ¡Hola muchachos! - se presentó - Soy Zast, y la señorita se llama Isolde. ¿Era Isolde, verdad? Nos han envíado a supervisaros y echaros una mano, así que vamos a acabar esto rapidito para poder tomarnos un buen descando, ¿eh? - sugirió mientras le daba a Thiago un cómplice golpecito en el hombro.
Mientras ayudaba a recolectar algunas patatas y zanahorias, Zast aprovechó para preguntar a Isolde, intentando averiguar más información sobre quién era ella y qué era lo que se suponía que iban a hacer allí.
- ¿Qué te ha traído por aquí? Uh, que aspecto más feo tiene esta zanahoria... Perdona, decía que cómo habías llegado a saber de este sitio. Está bastante apartado.
La pequeña Momo se alejaba por el pasillo, contenta y canturreando para sí misma, pero Zast fue muy consciente de la mirada que le echó aquella niña. Él ya estaba acostumbrado, pero solo por si acaso, bajo la túnica, su cola de rata se pegó aún más a su cuerpo, para no llamar la atención.
-Mi nombre es Mirna, es un placer Isolde, ya era tiempo de que alguien apareciese…. Estaba comenzando a creer que nadie se atrevería. Con estos rumores que se esparcen… aunque no estaba al tanto de usted
¿Rumores?, pensó Zast antes de responder.
- Oh, cierto, disculpen mi demora. - la figura encapuchada saludó con una educada inclinación. La apariencia lo es todo, pensó. - Me llamo Zast, y también estoy interesado en el puesto, aunque me temo que he llegado algo tarde. No se volverá a repetir.
Mirna les indicó que le siguieran.
Llegaron a una salita, donde la mujer comenzó a hablarles de sus tareas, las cuales parecían sencillas, pero estrictas. Sus ojos se pasearon por aquella habitación, de mejor aspecto que lo que hasta ahora habían visto, pues la decoración era elegante y discreta, para nada recargada ni destartalada. Aquello extrañó un poco al hombre-bestia, pues contrastaba mucho con lo que habían visto hasta ahora. Qué lástima que no le gustase el té...
- Por ahora quiero que vayan al huerto que está tras el edificio y con ayuda de los chicos que están allí lleven las verduras para preparar un estofado para la cena. ¿Tienen alguna duda?
- Bueno... - Zast se inclinó hacia adelante. - Mencionó usted algo de unos rumores...
El hombre-bestia esperó a que Mirna le respondiera, y escuchó atentamente lo que ella le tuvo que decir. Tras eso, la mujer se puso de pie y les acompañó hasta la puerta.
- No creas que dejaré que hagas cosas raras, ¿se entiende?
- ¿Disculpe? - preguntó mientras, bajo su capucha, enarcaba una ceja. ¿A qué había venido aquello?
Unos niños les acompañaron al exterior, pero a Zast le llamaba más la atención el hombre que se alejaba por el pasillo, claramente intentando disimular o esconder algo. Estaba sumido en sus pensamientos cuando alguien le clavó un dedo bajo las costillas.
- ¿Porqué vas tan tapado? No se te ve la cara ¿Es que eres feo? ¿Muy feo, muy feo? ¿O estás enfermo? ¿Eres un monje, o un peligroso asesino? ¿Eh? ¿Has venido para quitar de en medio al viejo Jameson? Desde luego el viejo se lo merece ¿Eh? ¿Eh? ¿Eh? ¿Eh? - preguntó el pequeño elfito, acompañando un nuevo toque de dedo con cada "Eh" que salía de sus labios.
Zast se puso en cuclillas, agachado para quedar a la altura del niño. Lo cierto era que le recordaba bastante a él a su edad, y había jurado que esos toquecitos con el dedo habían sido un intento del chaval por saber dónde tenía los bolsillos. El viejo truco.
- Lo cierto es que soy un príncipe ladrón de más allá del Bosque de Sandorai. Si me ayudas y te portas bien - dijo mientras colocaba una mano detrás de la oreja del pequeño - quizás te enseñe a usar una de estas. - una ganzúa se materializó en la mano de Zast, para deleite del joven pícaro. Para cuando extendió la mano para agarrarla, la ganzúa ya no estaba allí.
- Ah, ah, ah, hay que ser paciente chaval. Venga, continuémos hacia el huerto.
Por fin llegaron al huerto, el cual era inesperadamente grande, y Zast no dudó que fuese ese huerto el encargado de alimentar a todos los niños del lugar. Un grupo de niños se encontraba recolectando verduras, mientras que otros regaban, arrancaban malas hierbas y un... un pequeño cerdo, al que nadie parecía hacerle caso, correteaba por allí.
- ¡Hola muchachos! - se presentó - Soy Zast, y la señorita se llama Isolde. ¿Era Isolde, verdad? Nos han envíado a supervisaros y echaros una mano, así que vamos a acabar esto rapidito para poder tomarnos un buen descando, ¿eh? - sugirió mientras le daba a Thiago un cómplice golpecito en el hombro.
Mientras ayudaba a recolectar algunas patatas y zanahorias, Zast aprovechó para preguntar a Isolde, intentando averiguar más información sobre quién era ella y qué era lo que se suponía que iban a hacer allí.
- ¿Qué te ha traído por aquí? Uh, que aspecto más feo tiene esta zanahoria... Perdona, decía que cómo habías llegado a saber de este sitio. Está bastante apartado.
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Re: [Quest] El Orfanato [Cerrada]
El intento por vencer la puerta terminó por rendirse, y despegué mis manos apresuradamente de la manivela cuando alguien habló a mi espalda, un gesto bastante torpe para vaciar sobre mi persona toda la culpabilidad de un acto ilícito, pero lo cierto era que me había impregnado llenado un poco de inseguridad en aquel sitio.
- Eh, uhm... hola-hola. ¿Tú también has venido por el puesto-puesto? ¿Te han dicho algo ya? –
-Hola. Sí… recién acabo de perd…-
-Momo-
Una bella voz infantil interrumpió mi respuesta y mi contemplación confusa sobre el chico encapuchado cuyo rostro intentaba descubrir bajo la sombra de su prenda, pero aquella niña de rizos rubios apareció tan de repente que mi atención se vertió sobre ella y sobre aquella manita frágil que sostenía un trozo de madera a primera vista amorfo. -¿Quieres que haga algo con él?- pregunté mientras me inclinaba sobre mis rodillas para estar a la altura de la criatura, que me miraba con unos ojos llenos de inocencia, tan grandes como si fuera presa de un asombro interminable. Pero no obtuve respuesta alguna a excepción de sus repetidas silabas… voltee a mirar al chico rata como si el pudiera decirme lo que ella quería, cuando de pronto una mujer llena de sobriedad apareció también.
-Es inútil, sólo acepta su regalo y desaparecerá. Es demasiado tímida como para decir algo más-
Tomé el trozo de madera y di una sonrisa a Momo, pero se marchó de manera tan rápida y desenfadada que no tuvo tiempo de verla, dejando la estela de una alegre cancioncilla.
Ahora la mujer se presentaba como Mirna, si no mal recordaba era la mujer con quien la pequeña Florencia debía llevarme, y cuando la vi salir de su espalda le dirigí una mirada de reproche socarrón, para luego sonreírle. Apenas pareció devolverme el gesto y desvió la mirada hacia el joven encapuchado. Reverencié con mi cabeza, tantas presentaciones y modales estaban airándome… y sentía cierta ansia por ponerme a trabajar en lo que fuera. Para alguien como yo, cuyos oficios diarios se componían de vagancias, música y pillaje bailarín, el ambiente aquel lleno de velos de silencio, de rigidez y frialdad me hacía sentir como como la mancha en el mantel.
Seguimos a la mujer, que caminaba de una forma tan cautelosa y elegante que tuve que mirar sus pies para corroborar que no flotaba. La sala en la que entramos, tenía todo el color que afuera faltaba, pero lo que más llamó mi atención fue la vista del jardín. Tomé asiento al momento en que los demás lo hacían y los cubiertos se completaban gracias a Florencia que estaba siempre atenta a las indicaciones de Mirna. Mientras escuchaba hablar ala mujer como declamando un triste poema, tomé la taza de té dándole un ligero trago. El sabor era muy agrio para mi gusto, tenía un ingrediente demasiado concentrado y que no logré identificar, de buena gana habría devuelto el líquido a la taza, pero tuve que pasármelo suprimiendo una mueca y asintiendo a las palabras de Mirna.
-Sí, me dijeron que el Sr. Jameson deseaba que conociera cada lugar de la construcción, pero si me permite… me será más fácil memorizar todo si lo relaciono con las actividades y conocerle a ese paso.-
Luego de aquello vino el discurso que esperaba, fue tan extenso que aún si tuviera papel y tinta a la mano se me habría pasado la mitad. Aún así, repetí en mi cabeza los detalles importantes, si algo se me olvidaba siempre podría preguntar a alguno de los huérfanos. Me puse de pie ante la indicación de Mirna, y cuando camine hacia la puerta una niña me interceptó, voltee hacia atrás para agradecer a la mujer y dedicarle un “nos vemos”, pero la puerta se cerró precipitadamente tras mi espalda. Fruncí el ceño y lo pronuncié aún más cuando veía la figura del señor Jameson escabullirse, como si realmente creyera que nadie lo veía.
Todo aquello sucedió sin que yo dejara de adelantar algunos pasos distraídos, y cuando volví la vista al frente me encontré con la mirada de mi guía, que me observaba como si fuera yo el bicho más raro que hubiera visto. ¿Será mi ropa? O es que está llevando un colosal debate interior mientras decide si soy hombre o mujer, o si el bulto en mi espalda es una joroba?
-Soy Luzmila, ¿qué llevas bajo el abrigo?... ¿por qué te vistes como chico? La señora Mirna nos dice que una dama siempre lleva vestido, pero yo siempre he creído que no es tan divertido ser una.-
Sonreí ante sus palabras, algo pasaba con las personas, pues siendo niños eran tan honestos y leales a si mismos… y al crecer, bueno, ni que decir. -¿Deberás? Pues… no, es más divertido ser tú mismo en realidad-
Avanzamos pronto, salimos del edificio y cruzamos una brecha de jardín para encontrarnos en el huerto. Donde los niños revoloteaban como pajarillos entre los caminos del sembrado. Me adelante a una pequeña choza que brindaba sombra a las hierbas que necesitaban menos sol que las demás, me quité mi abrigo que más llevaba encima para proteger mi lira que para otra cosa, y lo colgué en un clavo mal martillado, y encima de él mi lira. El más pequeño de los varones, que corría tras un cerdo se apresuró hacia mi lira y pasó frente a mí con desvergüenza, intentando asir las cuerdas.
-No no pequeño, no es tiempo de música aún… ¡a cosechar!- pronuncié en tono juguetón, mientras ponía la lira en un lugar más alto. El pequeño me miró con un gesto de gracioso asesino y se marchó a jugar tocando al cerdo con una rama y haciéndolo correr tras ella. Fruncí ligeramente los labios, y me dirigí al par de niñas que si estaban entregadas al trabajo cuando me percaté e la llegada de mi compañero, que dijo llamarse Zast y me ahorro toda la introducción que estaba considerando llevar a cabo con propia voz. Le sonreí al encapuchado. Y estacioné mis ojos en cada uno de los muchachos presentes. El pelirrojo vestía una sonrisa torva, como si estuviera siempre ansioso de mostrar su fuerza o poderío… seguro era el que ayudaba a los directores a mantener a los chicos en cintura. El rubio, tenía unos enormes ojos como la pequeña que me diera el trozo de madera que guardara en la bolsa que me colgaba de la cintura, el cual valía la pena guardar hasta que Mirna me contara la historia que prometio.
El que más llamó mi atención fue el castaño de mirada calculadora, parecía estar inmerso en la creación de un buen plan para realizar su trabajo, y cuando se percató de mi mirada preferí unirme a las chicas que recolectaban vegetales para no incomodarlo. –Veamos, que tenemos por aquí… zanahorias, patatas, cebollines, ¿qué rayos es esto?- estaba tratando de identificar los cultivos, cuando una de las niñas a la que llamaran Darla dio unos pasos hacia a mi estirándome una canasta. –No toques… las manos pican, muchos días y muchas noches- dijo la pequeña y siguió en lo suyo. Cubrí mi mano con la manga de mi camisa de algodón y arranque la mala hierba, lanzándola lejos de ahí.
Escuché la pregunta de Zast, percatándome que había dejado de tartamudear, quizás los pequeños lo hacían sentir más seguro. Su visión no dejaba de provocarme curiosidad. –Son malos días en la ciudad para un bardo… necesitaba monedas y aquí al parecer me darán algunas- le dije amablemente mientras corroboraba la deformidad de la zanahoria –todo aquí parece bastante raro… me di cuenta que la Sra Mirna te retuvo, ¿te encargo algo especial? - le pregunté como que no quiere la cosa pero con un tono divertido, cuando el cerdo me paso entre los pies acuclillados provocándome una leve pero graciosa caída. Los chavales entonaron sus risillas y yo me incorporé de inmediato.
-¡Vamos! Si acabamos pronto les prometo cantar una canción- no sonaba como una gran paga, pero algunos de los chicos aceleraron su trabajo animados.
- Eh, uhm... hola-hola. ¿Tú también has venido por el puesto-puesto? ¿Te han dicho algo ya? –
-Hola. Sí… recién acabo de perd…-
-Momo-
Una bella voz infantil interrumpió mi respuesta y mi contemplación confusa sobre el chico encapuchado cuyo rostro intentaba descubrir bajo la sombra de su prenda, pero aquella niña de rizos rubios apareció tan de repente que mi atención se vertió sobre ella y sobre aquella manita frágil que sostenía un trozo de madera a primera vista amorfo. -¿Quieres que haga algo con él?- pregunté mientras me inclinaba sobre mis rodillas para estar a la altura de la criatura, que me miraba con unos ojos llenos de inocencia, tan grandes como si fuera presa de un asombro interminable. Pero no obtuve respuesta alguna a excepción de sus repetidas silabas… voltee a mirar al chico rata como si el pudiera decirme lo que ella quería, cuando de pronto una mujer llena de sobriedad apareció también.
-Es inútil, sólo acepta su regalo y desaparecerá. Es demasiado tímida como para decir algo más-
Tomé el trozo de madera y di una sonrisa a Momo, pero se marchó de manera tan rápida y desenfadada que no tuvo tiempo de verla, dejando la estela de una alegre cancioncilla.
Ahora la mujer se presentaba como Mirna, si no mal recordaba era la mujer con quien la pequeña Florencia debía llevarme, y cuando la vi salir de su espalda le dirigí una mirada de reproche socarrón, para luego sonreírle. Apenas pareció devolverme el gesto y desvió la mirada hacia el joven encapuchado. Reverencié con mi cabeza, tantas presentaciones y modales estaban airándome… y sentía cierta ansia por ponerme a trabajar en lo que fuera. Para alguien como yo, cuyos oficios diarios se componían de vagancias, música y pillaje bailarín, el ambiente aquel lleno de velos de silencio, de rigidez y frialdad me hacía sentir como como la mancha en el mantel.
Seguimos a la mujer, que caminaba de una forma tan cautelosa y elegante que tuve que mirar sus pies para corroborar que no flotaba. La sala en la que entramos, tenía todo el color que afuera faltaba, pero lo que más llamó mi atención fue la vista del jardín. Tomé asiento al momento en que los demás lo hacían y los cubiertos se completaban gracias a Florencia que estaba siempre atenta a las indicaciones de Mirna. Mientras escuchaba hablar ala mujer como declamando un triste poema, tomé la taza de té dándole un ligero trago. El sabor era muy agrio para mi gusto, tenía un ingrediente demasiado concentrado y que no logré identificar, de buena gana habría devuelto el líquido a la taza, pero tuve que pasármelo suprimiendo una mueca y asintiendo a las palabras de Mirna.
-Sí, me dijeron que el Sr. Jameson deseaba que conociera cada lugar de la construcción, pero si me permite… me será más fácil memorizar todo si lo relaciono con las actividades y conocerle a ese paso.-
Luego de aquello vino el discurso que esperaba, fue tan extenso que aún si tuviera papel y tinta a la mano se me habría pasado la mitad. Aún así, repetí en mi cabeza los detalles importantes, si algo se me olvidaba siempre podría preguntar a alguno de los huérfanos. Me puse de pie ante la indicación de Mirna, y cuando camine hacia la puerta una niña me interceptó, voltee hacia atrás para agradecer a la mujer y dedicarle un “nos vemos”, pero la puerta se cerró precipitadamente tras mi espalda. Fruncí el ceño y lo pronuncié aún más cuando veía la figura del señor Jameson escabullirse, como si realmente creyera que nadie lo veía.
Todo aquello sucedió sin que yo dejara de adelantar algunos pasos distraídos, y cuando volví la vista al frente me encontré con la mirada de mi guía, que me observaba como si fuera yo el bicho más raro que hubiera visto. ¿Será mi ropa? O es que está llevando un colosal debate interior mientras decide si soy hombre o mujer, o si el bulto en mi espalda es una joroba?
-Soy Luzmila, ¿qué llevas bajo el abrigo?... ¿por qué te vistes como chico? La señora Mirna nos dice que una dama siempre lleva vestido, pero yo siempre he creído que no es tan divertido ser una.-
Sonreí ante sus palabras, algo pasaba con las personas, pues siendo niños eran tan honestos y leales a si mismos… y al crecer, bueno, ni que decir. -¿Deberás? Pues… no, es más divertido ser tú mismo en realidad-
Avanzamos pronto, salimos del edificio y cruzamos una brecha de jardín para encontrarnos en el huerto. Donde los niños revoloteaban como pajarillos entre los caminos del sembrado. Me adelante a una pequeña choza que brindaba sombra a las hierbas que necesitaban menos sol que las demás, me quité mi abrigo que más llevaba encima para proteger mi lira que para otra cosa, y lo colgué en un clavo mal martillado, y encima de él mi lira. El más pequeño de los varones, que corría tras un cerdo se apresuró hacia mi lira y pasó frente a mí con desvergüenza, intentando asir las cuerdas.
-No no pequeño, no es tiempo de música aún… ¡a cosechar!- pronuncié en tono juguetón, mientras ponía la lira en un lugar más alto. El pequeño me miró con un gesto de gracioso asesino y se marchó a jugar tocando al cerdo con una rama y haciéndolo correr tras ella. Fruncí ligeramente los labios, y me dirigí al par de niñas que si estaban entregadas al trabajo cuando me percaté e la llegada de mi compañero, que dijo llamarse Zast y me ahorro toda la introducción que estaba considerando llevar a cabo con propia voz. Le sonreí al encapuchado. Y estacioné mis ojos en cada uno de los muchachos presentes. El pelirrojo vestía una sonrisa torva, como si estuviera siempre ansioso de mostrar su fuerza o poderío… seguro era el que ayudaba a los directores a mantener a los chicos en cintura. El rubio, tenía unos enormes ojos como la pequeña que me diera el trozo de madera que guardara en la bolsa que me colgaba de la cintura, el cual valía la pena guardar hasta que Mirna me contara la historia que prometio.
El que más llamó mi atención fue el castaño de mirada calculadora, parecía estar inmerso en la creación de un buen plan para realizar su trabajo, y cuando se percató de mi mirada preferí unirme a las chicas que recolectaban vegetales para no incomodarlo. –Veamos, que tenemos por aquí… zanahorias, patatas, cebollines, ¿qué rayos es esto?- estaba tratando de identificar los cultivos, cuando una de las niñas a la que llamaran Darla dio unos pasos hacia a mi estirándome una canasta. –No toques… las manos pican, muchos días y muchas noches- dijo la pequeña y siguió en lo suyo. Cubrí mi mano con la manga de mi camisa de algodón y arranque la mala hierba, lanzándola lejos de ahí.
Escuché la pregunta de Zast, percatándome que había dejado de tartamudear, quizás los pequeños lo hacían sentir más seguro. Su visión no dejaba de provocarme curiosidad. –Son malos días en la ciudad para un bardo… necesitaba monedas y aquí al parecer me darán algunas- le dije amablemente mientras corroboraba la deformidad de la zanahoria –todo aquí parece bastante raro… me di cuenta que la Sra Mirna te retuvo, ¿te encargo algo especial? - le pregunté como que no quiere la cosa pero con un tono divertido, cuando el cerdo me paso entre los pies acuclillados provocándome una leve pero graciosa caída. Los chavales entonaron sus risillas y yo me incorporé de inmediato.
-¡Vamos! Si acabamos pronto les prometo cantar una canción- no sonaba como una gran paga, pero algunos de los chicos aceleraron su trabajo animados.
Isolde
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Re: [Quest] El Orfanato [Cerrada]
Mirna, luego de pensar unos momentos en su respuesta mientas olía y degustaba el té decidió explicarle brevemente algo acerca de los rumores: -Verá joven Zast, este orfanato se encuentra en las afueras de la ciudad, alejado, sin muchos vecinos… además nadie más que el maestro y yo trabajamos en él. Se escuchan ruidos por el día y llueve cada una de las noches. Es normal que se originen historias que a mucha gente le conviene conservar…
Hay… secretos de los que irá enterándose una vez que se haya acostumbrado a su trabajo que quizás debería de saber.- después de esas palabras, continuó con su monólogo hasta despedirle en la puerta. Allí ella le terminaría despidiendo con tono amargo: -usted sabrá Zast, usted sabrá…`-
Thiago había quedado fascinado por las palabras del ladrón, sobre todo con aquello de “príncipe” y esas cosas, prometiéndose para sí, seguirle desde ese momento en más para convertirse en alguien como él. El chico-rata se había ganado un nuevo aliado dentro de ese lugar. Por su parte, Luzmila y las otras chicas supervisaban que Isolde no tuviera mayores problemas con el tema del huerto, además de que trataban en lo posible que no se lastimara sus manos. Secretamente las tres deseaban escuchar las melodías de su lira.
Las horas pasaron suavemente entre risas, bromas y trabajo; para antes de las seis Mirna había enviado a los mellizos para que dieran la hora a los trabajadores y que se acercaran con la cosecha. Para ello, llevaban una pequeña carreta y varios cuencos labrados a mano. –Es hora- -Es hora- dirían al unísono perdiéndose la identidad de sus voces en el ambiente que se estaba poniendo cada vez más pesado. –La señora Mirna nos envía por los vegetales- -dice que debemos llevarlos de inmediato y guardar las herramientas- -se aproxima una tormenta-
-Está bien- diría Timmy para echarse un gran zapallo al hombro y cargarlo como si fuese papel al carromato. Le secundaría Ian con una de las cestas que las chicas habrían llenado en algún momento rápidamente. Aureliano ya estaba guardando las cosas en un pequeño galpón.
-Queremos escuchar la canción- Diría Ian con una sonrisa gallarda mientras se ponía al costado de la dama. Giovanna le daría un codazo en las costillas y él se quejaría sólo un momento, le dirigiría una mirada mortífera y aceptaría el saco que la pequeña le ofrecía con cierto celo. –Es verdad- secundó Carlis inocentemente con el puerco cansado en brazos. –Ya habrá tiempo para eso después de la cena- espetó Florencia, aparenciendo desde detrás de un manzano medio seco. –La señora me envía porque están tardando demasiado y la carne ya fue puesta a hervir. Catherine está comenzando a enojarse…-
Al escuchar esas últimas palabras, los tres varones tomaron sus cosas y olvidaron cualquier intento de flirtear.
En la cocina, una chica de pequeña estatura pero gran coraje impartía órdenes que eran cumplidas por todos. Ella se servía de un balde boca abajo para dar mayor presencia mientras señalaba con un cucharón hacia donde debía ir cada cosa. Incluso Mirna y el señor Jameson parecían estar bajo su mando y lo que es más, disfrutar del momento.
-Pero ¿se puede saber qué están haciendo?- Preguntaría al ver a los recién llegados sin mucha orientación. –A lavar las verduras y tú, enclenque, serás mi mano derecha. Comenzarás pelando patatas- le diría a Zast, echándole ella también un ojo.
Instrucciones: ¡Turno libre!
Es la calma antes de la tempestad. Preparaos.
Hay… secretos de los que irá enterándose una vez que se haya acostumbrado a su trabajo que quizás debería de saber.- después de esas palabras, continuó con su monólogo hasta despedirle en la puerta. Allí ella le terminaría despidiendo con tono amargo: -usted sabrá Zast, usted sabrá…`-
* * *
Thiago había quedado fascinado por las palabras del ladrón, sobre todo con aquello de “príncipe” y esas cosas, prometiéndose para sí, seguirle desde ese momento en más para convertirse en alguien como él. El chico-rata se había ganado un nuevo aliado dentro de ese lugar. Por su parte, Luzmila y las otras chicas supervisaban que Isolde no tuviera mayores problemas con el tema del huerto, además de que trataban en lo posible que no se lastimara sus manos. Secretamente las tres deseaban escuchar las melodías de su lira.
Las horas pasaron suavemente entre risas, bromas y trabajo; para antes de las seis Mirna había enviado a los mellizos para que dieran la hora a los trabajadores y que se acercaran con la cosecha. Para ello, llevaban una pequeña carreta y varios cuencos labrados a mano. –Es hora- -Es hora- dirían al unísono perdiéndose la identidad de sus voces en el ambiente que se estaba poniendo cada vez más pesado. –La señora Mirna nos envía por los vegetales- -dice que debemos llevarlos de inmediato y guardar las herramientas- -se aproxima una tormenta-
-Está bien- diría Timmy para echarse un gran zapallo al hombro y cargarlo como si fuese papel al carromato. Le secundaría Ian con una de las cestas que las chicas habrían llenado en algún momento rápidamente. Aureliano ya estaba guardando las cosas en un pequeño galpón.
-Queremos escuchar la canción- Diría Ian con una sonrisa gallarda mientras se ponía al costado de la dama. Giovanna le daría un codazo en las costillas y él se quejaría sólo un momento, le dirigiría una mirada mortífera y aceptaría el saco que la pequeña le ofrecía con cierto celo. –Es verdad- secundó Carlis inocentemente con el puerco cansado en brazos. –Ya habrá tiempo para eso después de la cena- espetó Florencia, aparenciendo desde detrás de un manzano medio seco. –La señora me envía porque están tardando demasiado y la carne ya fue puesta a hervir. Catherine está comenzando a enojarse…-
Al escuchar esas últimas palabras, los tres varones tomaron sus cosas y olvidaron cualquier intento de flirtear.
* * *
En la cocina, una chica de pequeña estatura pero gran coraje impartía órdenes que eran cumplidas por todos. Ella se servía de un balde boca abajo para dar mayor presencia mientras señalaba con un cucharón hacia donde debía ir cada cosa. Incluso Mirna y el señor Jameson parecían estar bajo su mando y lo que es más, disfrutar del momento.
-Pero ¿se puede saber qué están haciendo?- Preguntaría al ver a los recién llegados sin mucha orientación. –A lavar las verduras y tú, enclenque, serás mi mano derecha. Comenzarás pelando patatas- le diría a Zast, echándole ella también un ojo.
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Es la calma antes de la tempestad. Preparaos.
Thorn
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Re: [Quest] El Orfanato [Cerrada]
- ¡Oh! ¿Así que eres bardo? Debe ser una profesión muy interesante. Aunque supongo que en tu oficio, como en el mío, no se gana el suficiente dinero, ¿eh? Je.
- Todo aquí parece bastante raro… me di cuenta que la Sra Mirna te retuvo, ¿te encargo algo especial?
- Esto, eeeh... Sí-sí, lo cierto es que fue algo extraño. No sé lo que... - Zast se interrumpió cuando el pequeño cerdito se coló entre las piernas de Isolde y la hizo caer al suelo. No debió hacerse mucho daño, puesto que todos los niños comenzaron a reirse.
- ¡Oh, ¿estás bien?! - preguntó mientras le tendía una mano enguantada a la bardo, que ya comenzaba a ponerse en pie por sí misma.. Al estirar el brazo, parte de su muñeca quedó expuesta, revelando un poco de la pálida y malsana piel del hombre-bestia. - Mierda. - maldijo en voz baja mientras esperaba que nadie se hubiera fijado.
- ¡Vamos! Si acabamos pronto les prometo cantar una canción
Bueno, parecía que la chica no se había dado cuenta. Además, seguramente la música calmase un poco el ambiente, aquel sitio era un poco... raro.
Los más pequeños estaban emocionados ante la posibilidad de que Isolde tocase un poco, y apenas se dieron cuenta de que habían llegado dos mellizos con una carreta. Dos mellizos que hablaban a la vez y completaban mutuamente sus frases.
Definitivamente, ese sitio era raro.
Los niños continuaban con sus chanzas e intentos de escuchar a Isolde, cuando Florencia, tajantemente, les encomió a que fnalizasen con sus tareas. Rápidamente recogieron todo, pues ciertamente se acercaba una tormenta y oscuras nubes comenzaban a llenar el cielo plomizo; dentro de poco tendrían la tormenta encima.
Acompañaron a los niños hasta las cocinas, que no estaban lejos del huerto y, aunque Timmy no le dejó cargar con la carretilla, Zast sí que pudo ayudar a los más pequeños a llevar su carga.
Tras un breve paseo, llegaron a las cocinas, una habitación bastante grande y bien amueblada. En un armario se encontraba toda una plétora de cazos, ollas y sartenes, pues mantener alimentadas a todas esas personas debía suponer un gran esfuerzo. En el fuego había una olla donde el agua comenzaba a hervir, y a su se encontraba una selección de cuchillos ideal para pelar o trocear las verduras que habían traído. Cuando entraron, Zast se fijó automáticamente en una pequeña rata que intentaba escabullirse con un pedacito de queso por un agujero de la pared. Sonrió, algunos clichés nunca cambian.
-Pero ¿se puede saber qué están haciendo?- preguntó una niña armada con un cucharón y aspecto de mandona. Ella debía ser la tal Catherine. –A lavar las verduras y tú, enclenque, serás mi mano derecha. Comenzarás pelando patatas
Con una inclinación de hombros, se sentó cerca de ella y agarró el cuchillo más afilado que encontró (a decir verdad, algunos estaban algo embotados) Comenzaba a hartarse de tanto ir y venir, pero no podía ceñirse a su plan original, no mientras durase la tormenta. Tendría que seguir en su papel un poco más.
- Bueno y, ¿qué preparamos hoy?
- Todo aquí parece bastante raro… me di cuenta que la Sra Mirna te retuvo, ¿te encargo algo especial?
- Esto, eeeh... Sí-sí, lo cierto es que fue algo extraño. No sé lo que... - Zast se interrumpió cuando el pequeño cerdito se coló entre las piernas de Isolde y la hizo caer al suelo. No debió hacerse mucho daño, puesto que todos los niños comenzaron a reirse.
- ¡Oh, ¿estás bien?! - preguntó mientras le tendía una mano enguantada a la bardo, que ya comenzaba a ponerse en pie por sí misma.. Al estirar el brazo, parte de su muñeca quedó expuesta, revelando un poco de la pálida y malsana piel del hombre-bestia. - Mierda. - maldijo en voz baja mientras esperaba que nadie se hubiera fijado.
- ¡Vamos! Si acabamos pronto les prometo cantar una canción
Bueno, parecía que la chica no se había dado cuenta. Además, seguramente la música calmase un poco el ambiente, aquel sitio era un poco... raro.
Los más pequeños estaban emocionados ante la posibilidad de que Isolde tocase un poco, y apenas se dieron cuenta de que habían llegado dos mellizos con una carreta. Dos mellizos que hablaban a la vez y completaban mutuamente sus frases.
Definitivamente, ese sitio era raro.
Los niños continuaban con sus chanzas e intentos de escuchar a Isolde, cuando Florencia, tajantemente, les encomió a que fnalizasen con sus tareas. Rápidamente recogieron todo, pues ciertamente se acercaba una tormenta y oscuras nubes comenzaban a llenar el cielo plomizo; dentro de poco tendrían la tormenta encima.
Acompañaron a los niños hasta las cocinas, que no estaban lejos del huerto y, aunque Timmy no le dejó cargar con la carretilla, Zast sí que pudo ayudar a los más pequeños a llevar su carga.
Tras un breve paseo, llegaron a las cocinas, una habitación bastante grande y bien amueblada. En un armario se encontraba toda una plétora de cazos, ollas y sartenes, pues mantener alimentadas a todas esas personas debía suponer un gran esfuerzo. En el fuego había una olla donde el agua comenzaba a hervir, y a su se encontraba una selección de cuchillos ideal para pelar o trocear las verduras que habían traído. Cuando entraron, Zast se fijó automáticamente en una pequeña rata que intentaba escabullirse con un pedacito de queso por un agujero de la pared. Sonrió, algunos clichés nunca cambian.
-Pero ¿se puede saber qué están haciendo?- preguntó una niña armada con un cucharón y aspecto de mandona. Ella debía ser la tal Catherine. –A lavar las verduras y tú, enclenque, serás mi mano derecha. Comenzarás pelando patatas
Con una inclinación de hombros, se sentó cerca de ella y agarró el cuchillo más afilado que encontró (a decir verdad, algunos estaban algo embotados) Comenzaba a hartarse de tanto ir y venir, pero no podía ceñirse a su plan original, no mientras durase la tormenta. Tendría que seguir en su papel un poco más.
- Bueno y, ¿qué preparamos hoy?
Zast
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Re: [Quest] El Orfanato [Cerrada]
-¿Es que no es obvio flacucho?-
-Las maneras Catherine, las maneras- diría el maestro mientras pasaba por detrás de ambos cargado con una gran olla de metal repleta de agua. Se detuvo detrás del chico rata como pensativo. -No nos hemos presentado Zast, yo soy el profesor, director, maestro, detodologo por aquí. Puedes llamarme director o J.K o por mi apellido: Jameson le dijo bajando su carga para tenderle la mano y luego seguir.
- “De todologo…”- repitió Mirna motrando los dientes en desaprobación -la autoridad por aquí tendría que expresarse mejor y no escuchar tras la puerta- reprocharía la dama, señalándole con una cuchilla bien afilada.
-Bha, no le prestes atención Zast, ellos son así. En realidad se aman- dijo sonrosándose un poco y poniendo cara de picardía mientras reía por lo bajo y a escondidas. --Estamos haciendo un estofado, espero que te guste- le respondió agachándose un poco para buscar mirarle el rostro con ojos melosos.
La cena se sirvió en el comedor principal. Como la larga mesa de varios metros no era suficiente, Isolde y Zast podrían notar que había otra mesa compuesta por varias mas pequeñas.
Los niños se acostaron a las nueve, la señora Mirna e Isolde se ocuparon de hacer una ronda para ver si todo estaba en orden en los cuartos mientras que J.K y Zast de los chicos. Aprovecharon también para familiarizar más a los nuevos integrantes de la familia.
La noche había caído y con ella se desató una tormenta terrible. El fuerte viento amenazaba con volar los techos y romper los vidrios, aunque la mayoría de los niños ignoraban ese hecho ya que era bastante común. El agua se abría paso entre interminables goteras que los adultos se vieron obligados a observar para reparar a la mañana siguiente.
Pese a todo ese ruido, una vez que los nuevos ayudantes se hubieran ido a dormir a sus respectivas habitaciones, sentirían unos ruidos extraños provenientes del piso de arriba o entrepiso al que aún no habían accedido. ¿Qué harían?
Intrucciones: relatar la cena y cerrar las acciones pendientes. Elegir un tema y desarrollarlo (cena, la hora de acostarse para los niños o la conversación con Mirna en caso de Isolde o el señor Jameson por parte de Zast).
El rol deberá acabar con una de las siguientes cuatro opciones:
1- salir o no de la habitación en la que se encuentran para ver qué es ese sonido.
2- Si salen: elegir el pasillo de la a) derecha o el de la izquierda b)(como Isolde y Zast tienen sus cuartos de frente la izquierda de uno será la derecha del otro, recordarlo).
c) si elijen el de la izquierda, pueden seguir de frente o entrar a una puerta que les llevará a una escalera de caracol.
Tienen hasta mañana a esta hora.
Off:Isolde, se mantiene lo de nuestra conversación por MP, ahora ambos tienen la misma cantidad de roles. No quedan más prórrogas ni perdones. Cualquier cosa, MP
-Las maneras Catherine, las maneras- diría el maestro mientras pasaba por detrás de ambos cargado con una gran olla de metal repleta de agua. Se detuvo detrás del chico rata como pensativo. -No nos hemos presentado Zast, yo soy el profesor, director, maestro, detodologo por aquí. Puedes llamarme director o J.K o por mi apellido: Jameson le dijo bajando su carga para tenderle la mano y luego seguir.
- “De todologo…”- repitió Mirna motrando los dientes en desaprobación -la autoridad por aquí tendría que expresarse mejor y no escuchar tras la puerta- reprocharía la dama, señalándole con una cuchilla bien afilada.
-Bha, no le prestes atención Zast, ellos son así. En realidad se aman- dijo sonrosándose un poco y poniendo cara de picardía mientras reía por lo bajo y a escondidas. --Estamos haciendo un estofado, espero que te guste- le respondió agachándose un poco para buscar mirarle el rostro con ojos melosos.
* * *
La cena se sirvió en el comedor principal. Como la larga mesa de varios metros no era suficiente, Isolde y Zast podrían notar que había otra mesa compuesta por varias mas pequeñas.
Los niños se acostaron a las nueve, la señora Mirna e Isolde se ocuparon de hacer una ronda para ver si todo estaba en orden en los cuartos mientras que J.K y Zast de los chicos. Aprovecharon también para familiarizar más a los nuevos integrantes de la familia.
La noche había caído y con ella se desató una tormenta terrible. El fuerte viento amenazaba con volar los techos y romper los vidrios, aunque la mayoría de los niños ignoraban ese hecho ya que era bastante común. El agua se abría paso entre interminables goteras que los adultos se vieron obligados a observar para reparar a la mañana siguiente.
Pese a todo ese ruido, una vez que los nuevos ayudantes se hubieran ido a dormir a sus respectivas habitaciones, sentirían unos ruidos extraños provenientes del piso de arriba o entrepiso al que aún no habían accedido. ¿Qué harían?
Intrucciones: relatar la cena y cerrar las acciones pendientes. Elegir un tema y desarrollarlo (cena, la hora de acostarse para los niños o la conversación con Mirna en caso de Isolde o el señor Jameson por parte de Zast).
El rol deberá acabar con una de las siguientes cuatro opciones:
1- salir o no de la habitación en la que se encuentran para ver qué es ese sonido.
2- Si salen: elegir el pasillo de la a) derecha o el de la izquierda b)(como Isolde y Zast tienen sus cuartos de frente la izquierda de uno será la derecha del otro, recordarlo).
c) si elijen el de la izquierda, pueden seguir de frente o entrar a una puerta que les llevará a una escalera de caracol.
Tienen hasta mañana a esta hora.
Off:Isolde, se mantiene lo de nuestra conversación por MP, ahora ambos tienen la misma cantidad de roles. No quedan más prórrogas ni perdones. Cualquier cosa, MP
Thorn
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Re: [Quest] El Orfanato [Cerrada]
Tomé la mano de Zast al momento que me levantaba del suelo con el pantalón lleno de tierra un poco húmeda, me fue imposible no observar el contraste de la piel de su muñeca con el oscuro guante. Más no era yo una muchacha que se escandalizara con detalles tan superfluos, sólo me pregunte si aquel joven poseía una enfermedad que afectara su aspecto de forma tal que prefiera cubrirse por entero.
-Gracias- le sonreí y decidí no mirar más de lo necesario su rostro, ni intentar buscar con claridad sus ojos, no deseaba incomodarle, y de modo muy natural continué mi tarea.
Las chicas, sobre todo las más pequeñas parecían estar cuidando de mi como si yo fuera la frágil infante bajo su tutela, mientras ponía mis manos sobre alguno de los tubérculos una se encargaba de utilizar sus manos para remover la tierra, otra de acercarme la canasta sin perder oportunidad de preguntarme por una cosa u otra relacionada con la ciudad, sus bailes, sus damas… sus “príncipes”, y por obvias razones tuve que responder con las fantasías de mis canciones, no podía cortarle las alas de su imaginación inocente a las pequeñas, no tan temprano. Muchos podrían decir que mi compasión era un acto de crueldad, y quizás lo era… toda compasión era de cierto modo una motivación cruel, pero yo aún me negaba a comprenderla de aquel modo.
Las pocas horas que teníamos para nuestra encomienda pasaron más rápido de lo que esperaba, algunos detalles quedaron inconclusos y las canciones tuvieron que esperar.
No reparé en la forma de hablar de los gemelos, ni de Florencia, resignaba esperaba que es Catherine también tuviera en su personalidad algún proceder extraño. Tome mi lira, se estaba volviendo molesto tener que traerla de un lado a otro, pues no quería que sufriera ningún accidente o algún travieso la tomara con la intención de jugarme una broma. Les dedique una sonrisilla cómplice a los que desean escucharme entonar una canción, como una promesa silenciosa de que el momento llegaría.
Una vez en la cocina, con canastos en mano, nos encontramos con una chica escuálida que plantada sobre un balde repartía ordenes como un burdo director de orquesta, moviendo su cucharon en dirección de los que espetaba a obedecer sus órdenes. No me había equivocado, aquella escena era bastante rara, escuché como llamaba flacucho a Zast, y como ella, y los dos maestros continuaron con una conversación bastante graciosa. No entré en ella, pero si sonreí mientras con la cabeza gacha vaciaba las verduras sobre un tinaco de agua limpia, sólo algunas, las que yo consideraba necesarias para aquel estofado.
Las tallé con mis manos, removiendo tierra y arrancando sobrados, cuando Catherine se me acercó con una mirada de desaprobación y tocándome la mano con el cucharon de madera provocó que me detuviera para mirarla.
-Más patatas, necesitamos que el estofado quede generoso… ¡anda anda, que falta poco para vaciarlas a la olla niña!- me pareció gracioso que así me llamara, tome otras patatas más dentro del agua.
-¿Esta bien con esas, quizás deberías aumentar también las zanahorias?… mejora el sabor y son excelente alimento para los pequeños- le guiñé el ojo y sin esperar respuesta también tomé más zanahorias, Catherine me miro don reproche, pero luego de un par de segundos asintió y se marchó a remover la carne que hervía, condimentándola con algunas hierbas.
Así paso la aventura de la comida, y al final, todos terminamos cruzándonos de un lado a otro bajo las ordenes de Catherine, la señora Mirna era bastante asertiva en lo que hacía, pero el señor Jameson parecía un chiquillo perdido. Como sea terminamos aquel estofado y se dio paso a la cena.
Se me encomendó repartir sobre el montón de mesas que yacían en el comedor principal los platones servidos por Catherine y la señora Mirna, que no erraban en colocar la misma cantidad de estofado en cada plato. Comenzaba a sentir cierto cansancio en mis hombros, ligero, pero nuevo ante toda esta clase de actividades que no habían cesado desde mi llegada.
Al terminar, me senté en la mesa principal en donde el Sr. Jameson nos indicó un asiento libre para la servidumbre. Deguste el estofado, que si bien no estaba tan terriblemente bueno, alegró con creces a mi estómago que llevaba días de morder panes duros. Los pequeños, en su mayoría comieron en silencio, dirigiendo miradas inquieras de vez en cuando, tragándose un chiste o una carcajada escandalosa con la cucharada de caldo, lo cual me parecía un poco triste… pero en esa clase de lugares impartían la disciplina como factor importante en la formación de un niño, yo desconocía los métodos, pero me cuestionaba seriamente que valiera la pena.
La cena terminó, la limpieza de la cocina se llevó a cabo y los críos fueron enviados a dormir a las 9 de la noche. Y justo cuando el silencio reinó, el cielo se deshizo en una lluvia terrible, secundada por su compañero el viento, que al parecer esa noche estaba encolerizado, pues amenazaba con llevarse consigo parte de la residencia, de los árboles, y quizás el cuerpo de algún desdichado que cometiera la tontería de andar por el bosque.
Con la Lira en mi espalda, la cual había dejado descansar dentro de la cocina, acompañe a la señora Mirna a depositar a las niñas dentro de sus habitaciones. Me hubiera gustado encargarme de algunas a solas, pero la hábil mujer me acompaño en todo momento, así que no pude siquiera regalarles una corta canción de notas dulces a aquellas chiquillas a las que se los debía.
-Esta será tu habitación, antecediendo a los dormitorios de las niñas para que estés pendiente de su bienestar por las noches, si ocurre algún problema que no puedas resolver, búscanos en las habitaciones del pasillo central.-
-De acuerdo, que pase buenas noches Sra, Mirna-
-Igualmente Isolde.- La mujer me observó unos segundos, como si quisiera encontrar en mi algo que tenía muy claro en su mente pero que yo no imaginaba. –La vi algo lenta el día de hoy, quiero suponer que por ser su primer día se encontraba confundida, espero que mañana demuestre que estoy en lo correcto.-
Tras un pequeño gesto se marchó sin darme oportunidad a ninguna respuesta, y que mejor, ya no tenía ánimos de hablar ni seguir con aquellos tratos complicados, tan educados y elaborados. Entré en mi habitación, era una no muy grande con una sola y amplia ventana hacia el jardín que antecedía el huerto. La lluvia golpeaba el cristal tan fieramente que casi estaba esperando que los trozos se precipitaran en la habitación en cualquier instante. Cerré las cortinas, como si aquello me protegiera del caos exterior. Guarde mi lira dentro de una especie de armario viejo y me tumbe sobre la cama, solo un instante, pensé, para luego cambiar mis ropas y dormir. Pero fue tan placido que dormité por largos minutos… hasta que un trueno retumbó en mis oídos, pero al despertar fue otro extraño sonido el que me quitó el sueño.
Me habían encargado que estuviera pendiente de los huérfanos, y aunque el ruido era en el piso de arriba tuve temor de a algún pequeño se le ocurriera salir a la azotea para disfrutar inocentemente la lluvia, y acabara aquello como una tragedia. Me levanté, afortunadamente no me había despojado de mis botas, así que sin más salí a los pasillos. Me detuve al llegar a un corredor, y recordé aquellas escaleras de caracol que observara en mi primer paseo por el orfanato liderado por Florencia, así que corrí al ala izquierda, haciendo el menor ruido posible para no provocar un nerviosismo innecesario, consciente de que mi imaginación pudiera estar siendo demasiado trágica. Crucé la puerta de grabados extraños, y me detuve bajo las escaleras. Rodee el perímetro de ellas, con pasos lentos y observando hacia arriba, como un roedor que duda sobre tomar un camino. Estaba demasiado oscuro, y no llevaba nada con que alumbrar…
Al diablo, que vas a temer de esa oscuridad… que puede haber que sea peor de lo que vieras en los suburbios…
Fue así que me encontré subiendo, tras chillidos de metal ante mi peso… amortiguados por la ira de la tormenta.
-Gracias- le sonreí y decidí no mirar más de lo necesario su rostro, ni intentar buscar con claridad sus ojos, no deseaba incomodarle, y de modo muy natural continué mi tarea.
…
Las chicas, sobre todo las más pequeñas parecían estar cuidando de mi como si yo fuera la frágil infante bajo su tutela, mientras ponía mis manos sobre alguno de los tubérculos una se encargaba de utilizar sus manos para remover la tierra, otra de acercarme la canasta sin perder oportunidad de preguntarme por una cosa u otra relacionada con la ciudad, sus bailes, sus damas… sus “príncipes”, y por obvias razones tuve que responder con las fantasías de mis canciones, no podía cortarle las alas de su imaginación inocente a las pequeñas, no tan temprano. Muchos podrían decir que mi compasión era un acto de crueldad, y quizás lo era… toda compasión era de cierto modo una motivación cruel, pero yo aún me negaba a comprenderla de aquel modo.
Las pocas horas que teníamos para nuestra encomienda pasaron más rápido de lo que esperaba, algunos detalles quedaron inconclusos y las canciones tuvieron que esperar.
No reparé en la forma de hablar de los gemelos, ni de Florencia, resignaba esperaba que es Catherine también tuviera en su personalidad algún proceder extraño. Tome mi lira, se estaba volviendo molesto tener que traerla de un lado a otro, pues no quería que sufriera ningún accidente o algún travieso la tomara con la intención de jugarme una broma. Les dedique una sonrisilla cómplice a los que desean escucharme entonar una canción, como una promesa silenciosa de que el momento llegaría.
…
Una vez en la cocina, con canastos en mano, nos encontramos con una chica escuálida que plantada sobre un balde repartía ordenes como un burdo director de orquesta, moviendo su cucharon en dirección de los que espetaba a obedecer sus órdenes. No me había equivocado, aquella escena era bastante rara, escuché como llamaba flacucho a Zast, y como ella, y los dos maestros continuaron con una conversación bastante graciosa. No entré en ella, pero si sonreí mientras con la cabeza gacha vaciaba las verduras sobre un tinaco de agua limpia, sólo algunas, las que yo consideraba necesarias para aquel estofado.
Las tallé con mis manos, removiendo tierra y arrancando sobrados, cuando Catherine se me acercó con una mirada de desaprobación y tocándome la mano con el cucharon de madera provocó que me detuviera para mirarla.
-Más patatas, necesitamos que el estofado quede generoso… ¡anda anda, que falta poco para vaciarlas a la olla niña!- me pareció gracioso que así me llamara, tome otras patatas más dentro del agua.
-¿Esta bien con esas, quizás deberías aumentar también las zanahorias?… mejora el sabor y son excelente alimento para los pequeños- le guiñé el ojo y sin esperar respuesta también tomé más zanahorias, Catherine me miro don reproche, pero luego de un par de segundos asintió y se marchó a remover la carne que hervía, condimentándola con algunas hierbas.
Así paso la aventura de la comida, y al final, todos terminamos cruzándonos de un lado a otro bajo las ordenes de Catherine, la señora Mirna era bastante asertiva en lo que hacía, pero el señor Jameson parecía un chiquillo perdido. Como sea terminamos aquel estofado y se dio paso a la cena.
Se me encomendó repartir sobre el montón de mesas que yacían en el comedor principal los platones servidos por Catherine y la señora Mirna, que no erraban en colocar la misma cantidad de estofado en cada plato. Comenzaba a sentir cierto cansancio en mis hombros, ligero, pero nuevo ante toda esta clase de actividades que no habían cesado desde mi llegada.
Al terminar, me senté en la mesa principal en donde el Sr. Jameson nos indicó un asiento libre para la servidumbre. Deguste el estofado, que si bien no estaba tan terriblemente bueno, alegró con creces a mi estómago que llevaba días de morder panes duros. Los pequeños, en su mayoría comieron en silencio, dirigiendo miradas inquieras de vez en cuando, tragándose un chiste o una carcajada escandalosa con la cucharada de caldo, lo cual me parecía un poco triste… pero en esa clase de lugares impartían la disciplina como factor importante en la formación de un niño, yo desconocía los métodos, pero me cuestionaba seriamente que valiera la pena.
La cena terminó, la limpieza de la cocina se llevó a cabo y los críos fueron enviados a dormir a las 9 de la noche. Y justo cuando el silencio reinó, el cielo se deshizo en una lluvia terrible, secundada por su compañero el viento, que al parecer esa noche estaba encolerizado, pues amenazaba con llevarse consigo parte de la residencia, de los árboles, y quizás el cuerpo de algún desdichado que cometiera la tontería de andar por el bosque.
Con la Lira en mi espalda, la cual había dejado descansar dentro de la cocina, acompañe a la señora Mirna a depositar a las niñas dentro de sus habitaciones. Me hubiera gustado encargarme de algunas a solas, pero la hábil mujer me acompaño en todo momento, así que no pude siquiera regalarles una corta canción de notas dulces a aquellas chiquillas a las que se los debía.
-Esta será tu habitación, antecediendo a los dormitorios de las niñas para que estés pendiente de su bienestar por las noches, si ocurre algún problema que no puedas resolver, búscanos en las habitaciones del pasillo central.-
-De acuerdo, que pase buenas noches Sra, Mirna-
-Igualmente Isolde.- La mujer me observó unos segundos, como si quisiera encontrar en mi algo que tenía muy claro en su mente pero que yo no imaginaba. –La vi algo lenta el día de hoy, quiero suponer que por ser su primer día se encontraba confundida, espero que mañana demuestre que estoy en lo correcto.-
Tras un pequeño gesto se marchó sin darme oportunidad a ninguna respuesta, y que mejor, ya no tenía ánimos de hablar ni seguir con aquellos tratos complicados, tan educados y elaborados. Entré en mi habitación, era una no muy grande con una sola y amplia ventana hacia el jardín que antecedía el huerto. La lluvia golpeaba el cristal tan fieramente que casi estaba esperando que los trozos se precipitaran en la habitación en cualquier instante. Cerré las cortinas, como si aquello me protegiera del caos exterior. Guarde mi lira dentro de una especie de armario viejo y me tumbe sobre la cama, solo un instante, pensé, para luego cambiar mis ropas y dormir. Pero fue tan placido que dormité por largos minutos… hasta que un trueno retumbó en mis oídos, pero al despertar fue otro extraño sonido el que me quitó el sueño.
Me habían encargado que estuviera pendiente de los huérfanos, y aunque el ruido era en el piso de arriba tuve temor de a algún pequeño se le ocurriera salir a la azotea para disfrutar inocentemente la lluvia, y acabara aquello como una tragedia. Me levanté, afortunadamente no me había despojado de mis botas, así que sin más salí a los pasillos. Me detuve al llegar a un corredor, y recordé aquellas escaleras de caracol que observara en mi primer paseo por el orfanato liderado por Florencia, así que corrí al ala izquierda, haciendo el menor ruido posible para no provocar un nerviosismo innecesario, consciente de que mi imaginación pudiera estar siendo demasiado trágica. Crucé la puerta de grabados extraños, y me detuve bajo las escaleras. Rodee el perímetro de ellas, con pasos lentos y observando hacia arriba, como un roedor que duda sobre tomar un camino. Estaba demasiado oscuro, y no llevaba nada con que alumbrar…
Al diablo, que vas a temer de esa oscuridad… que puede haber que sea peor de lo que vieras en los suburbios…
Fue así que me encontré subiendo, tras chillidos de metal ante mi peso… amortiguados por la ira de la tormenta.
Última edición por Isolde el Mar Jul 15 2014, 22:28, editado 1 vez
Isolde
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Re: [Quest] El Orfanato [Cerrada]
- Las maneras Catherine, las maneras... No nos hemos presentado Zast, yo soy el profesor, director, maestro, detodologo por aquí. Puedes llamarme director o J.K o por mi apellido: Jameson
Así que este es el director, pensó Zast mientras le estrechaba firmemente la mano. Tendría que acercarse más a él, ya que seguramente él sabría dónde se guardaba el dinero del orfanato...
Estaba sumido en estos pensamientos cuando se dio cuenta de que Catherine, ahora más humilde, se estaba disculpando con él y buscando sus ojos con su melosa mirada. Rápidamente, Zast se dio la vuelta y continuó pelando verduras.
El comedor era una gran sala ocupada casi en su totalidad por una mesa enorme, además de otra más pequeña. Zast ayudó a colocar los platos y cubiertos en cada asiento, mientras algunos jóvenes llevaban jarras de agua y los más pequeños se encargaban del pan y las servilletas. Lo cierto era que algunos de aquellos diablillos eran adorables, pobrecitos...
La cena transcurrió en un ambiente distendido, donde los recién llegados hicieron varias preguntas sobre el orfanato, su historia y la labor que ejercía la institución, y algunos de los niños hacían preguntas a los desconocidos:
- ¿Y tú porqué te ocultas? - inquirió uno de los pequeños.
- ¡Porque es un príncipe ladrón! - susurró Thiago. Zast tuvo que ahogar una risa.
Los otros niños les lanzaron una mirada severa, de esas que parecen decir: "No se habla mientras se come". Los dos pequeños bajaron la vista avergonzados; parecía que allí la disciplina era algo muy serio. Sin embargo, seguían siendo niños, y muchos rieron cuando un compañero sorbió tan fuerte de su cuchara que le entró hipo.
A las 9 ya habían terminado de cenar, e incluso recogido los platos y demás. Sin embargo, no les pidieron que se quedasen a fregar ni limpiar, si no que acostaran a los niños.
- Venga chicos, a sus habitaciones. No les quiero ver levantados después de su hora.
- Y como veamos a uno en las habitaciones de las chicas, se va a enterar de lo que es bueno. - era curioso pero en labios de Zast, aquello no parecía tanto una amenaza, como una sugerencia. J.K. alzó una ceja, mientras el hombre-bestia sonreía para sí mismo. Bueno, había llegado el momento de actuar...
- Esto... señor Jameson...
- Sí, sí, ya sé lo que me vas a decir. Pero tranquilo, lo tengo todo pensado.
- Disculpe, ¿có...
- Esta será tu habitación - dijo el director con aire solemne mientras señalaba una puerta del pasillo y le tendía una llave. Descansa bien, hoy ha sido solo la prueba, pero mañana comenzaremos a trabajar de verdad
- Sí pero, yo...
- Buenas noches Zast -se despidió Jameson mientras ya se alejaba por el pasillo.
El cuarto... bueno, no era un cuarto muy grande, pero desde luego era mejor que dormir en la calle, y desde luego tener un techo sobre su cabeza le evitaba empaparse en una noche de lluvia como aquella. Y la cama parecía mucho más cómoda que las tejas de los tejados de Lunargenta, por descontado.
Zast echó la llave y por primera vez en todo el día, se quitó la túnica que ocultaba su cuerpo. Recapacitó un momento, y decidió atrancar la puerta con una silla, por si acaso. También corrió las cortinas.
Una vez en la cama, estaba empezando a quedarse dormido cuando un trueno retumbó en sus oídos y reverberó por toda la habitación, mientras que el viento golpeaba tan fuertemente contra la ventana que parecía que fuese a romperla. Con ese tiempo, era lógico que todos allí fuesen tan... raritos, pensó la rata. Además, ¿a quién se le ocurrió la brillante idea de levantar un orfanato en aquel lugar. Cuánto más tiempo permanecía allí, peor impresión le causaba el sitio.
Zast notó cómo se le erizaba el pelo de la nuca cuando, como si quisieran confirmar sus pensamientos, unos extraños ruidos comenzaron a sonar en el piso de arriba. No era ningún sonido que él pudiese identificar y, curioso, se levantó de la cama y procedió a vestirse. Aquel sitio tenía algo muy perturbador, y él no sabía de qué se trataba; sin embargo, le habían dejado al cargo de los pequeños, y por mucho que le pesara, debería salir a investigar.
Con sumo cuidado, apartó la silla de la puerta y se asomó al pasillo. No había ningún niño fuera de su cuarto, ningún llanto ni ninguna voz que solicitase ayuda. Sin embargo, aquel ruido volvió a sonar en el piso de arriba.
Zast recorrió el pasillo silenciosamente, todos aquellos años entrando en casas ajenas le habían enseñado a moverse en silencio, de modo que caminaba sin miedo a despertar a nadie. Girando a la derecha en un corredor, encontró una puerta abierta, que llevaba hasta una escalera metálica de caracol. El metal chirriaba por el peso de quien quiera que fuese la persona que estaba subiendo por ella, y a Zast le dió un escalofrío.
- ¿Se... Señor Jameson? ¿Isolde?
Con sumo cuidado, el ladrón puso un pie sobre el primer escalón, tanteando. Finalmente, tragó saliva y comenzó el ascenso hacia lo desconocido.
Así que este es el director, pensó Zast mientras le estrechaba firmemente la mano. Tendría que acercarse más a él, ya que seguramente él sabría dónde se guardaba el dinero del orfanato...
Estaba sumido en estos pensamientos cuando se dio cuenta de que Catherine, ahora más humilde, se estaba disculpando con él y buscando sus ojos con su melosa mirada. Rápidamente, Zast se dio la vuelta y continuó pelando verduras.
* * *
El comedor era una gran sala ocupada casi en su totalidad por una mesa enorme, además de otra más pequeña. Zast ayudó a colocar los platos y cubiertos en cada asiento, mientras algunos jóvenes llevaban jarras de agua y los más pequeños se encargaban del pan y las servilletas. Lo cierto era que algunos de aquellos diablillos eran adorables, pobrecitos...
La cena transcurrió en un ambiente distendido, donde los recién llegados hicieron varias preguntas sobre el orfanato, su historia y la labor que ejercía la institución, y algunos de los niños hacían preguntas a los desconocidos:
- ¿Y tú porqué te ocultas? - inquirió uno de los pequeños.
- ¡Porque es un príncipe ladrón! - susurró Thiago. Zast tuvo que ahogar una risa.
Los otros niños les lanzaron una mirada severa, de esas que parecen decir: "No se habla mientras se come". Los dos pequeños bajaron la vista avergonzados; parecía que allí la disciplina era algo muy serio. Sin embargo, seguían siendo niños, y muchos rieron cuando un compañero sorbió tan fuerte de su cuchara que le entró hipo.
A las 9 ya habían terminado de cenar, e incluso recogido los platos y demás. Sin embargo, no les pidieron que se quedasen a fregar ni limpiar, si no que acostaran a los niños.
- Venga chicos, a sus habitaciones. No les quiero ver levantados después de su hora.
- Y como veamos a uno en las habitaciones de las chicas, se va a enterar de lo que es bueno. - era curioso pero en labios de Zast, aquello no parecía tanto una amenaza, como una sugerencia. J.K. alzó una ceja, mientras el hombre-bestia sonreía para sí mismo. Bueno, había llegado el momento de actuar...
- Esto... señor Jameson...
- Sí, sí, ya sé lo que me vas a decir. Pero tranquilo, lo tengo todo pensado.
- Disculpe, ¿có...
- Esta será tu habitación - dijo el director con aire solemne mientras señalaba una puerta del pasillo y le tendía una llave. Descansa bien, hoy ha sido solo la prueba, pero mañana comenzaremos a trabajar de verdad
- Sí pero, yo...
- Buenas noches Zast -se despidió Jameson mientras ya se alejaba por el pasillo.
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El cuarto... bueno, no era un cuarto muy grande, pero desde luego era mejor que dormir en la calle, y desde luego tener un techo sobre su cabeza le evitaba empaparse en una noche de lluvia como aquella. Y la cama parecía mucho más cómoda que las tejas de los tejados de Lunargenta, por descontado.
Zast echó la llave y por primera vez en todo el día, se quitó la túnica que ocultaba su cuerpo. Recapacitó un momento, y decidió atrancar la puerta con una silla, por si acaso. También corrió las cortinas.
Una vez en la cama, estaba empezando a quedarse dormido cuando un trueno retumbó en sus oídos y reverberó por toda la habitación, mientras que el viento golpeaba tan fuertemente contra la ventana que parecía que fuese a romperla. Con ese tiempo, era lógico que todos allí fuesen tan... raritos, pensó la rata. Además, ¿a quién se le ocurrió la brillante idea de levantar un orfanato en aquel lugar. Cuánto más tiempo permanecía allí, peor impresión le causaba el sitio.
Zast notó cómo se le erizaba el pelo de la nuca cuando, como si quisieran confirmar sus pensamientos, unos extraños ruidos comenzaron a sonar en el piso de arriba. No era ningún sonido que él pudiese identificar y, curioso, se levantó de la cama y procedió a vestirse. Aquel sitio tenía algo muy perturbador, y él no sabía de qué se trataba; sin embargo, le habían dejado al cargo de los pequeños, y por mucho que le pesara, debería salir a investigar.
Con sumo cuidado, apartó la silla de la puerta y se asomó al pasillo. No había ningún niño fuera de su cuarto, ningún llanto ni ninguna voz que solicitase ayuda. Sin embargo, aquel ruido volvió a sonar en el piso de arriba.
Zast recorrió el pasillo silenciosamente, todos aquellos años entrando en casas ajenas le habían enseñado a moverse en silencio, de modo que caminaba sin miedo a despertar a nadie. Girando a la derecha en un corredor, encontró una puerta abierta, que llevaba hasta una escalera metálica de caracol. El metal chirriaba por el peso de quien quiera que fuese la persona que estaba subiendo por ella, y a Zast le dió un escalofrío.
- ¿Se... Señor Jameson? ¿Isolde?
Con sumo cuidado, el ladrón puso un pie sobre el primer escalón, tanteando. Finalmente, tragó saliva y comenzó el ascenso hacia lo desconocido.
Zast
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Re: [Quest] El Orfanato [Cerrada]
Mientras la humana subía por las escaleras de caracol, no escucharía a Zast por el ruido de la tormenta que se desataba fuera. El ruido se hacía cada vez más recurrente a medida que se acercaba a su origen. Eran como pasos menudos, de alguien pequeño moviendo objetos o arrastrándolos. En medio de toda esa intriga y suspenso, de la nada apareció un pequeño robot a su espalda –bip bip bip- tintineaban sus circuitos. Varias luces de colores rodeaban su pequeño cuerpecito.
-bip bip, hola Isolde- le diría esbozando una sonrisa. Si la chica se acercaba, podría ver que se trataba de un pequeño niño con partes biocibernéticas. –mi nombre es Gerald II, te vi en la cena, eres muy hermosa- comentaría juntando sus bracitos y prendiendo luces color rosa.
El momento de distensión acabaría cuando nuevamente se escucharan sonidos tras la puerta a unos pasos de ellos. Un relámpago iluminó desde la habitación una pequeña parte de las escaleras, delatando que estaba semi abierta. Gerald se pondría nervioso y desaparecería escaleras abajo haciendo bastante ruido. Si la joven se acercara a ver lo que sucedía en la habitación se encontraría con una figura vestida de negro, husmeando, rompiendo y rasgando todo a su paso.
En medio del camino, Zast se vería obligado a maniobrar para no pisar a una figura silenciosa tirada sobre una pequeña alfombra. Los relámpagos le iluminaban de vez en cuando el pálido rostro encapuchado mientras parecía trabajar en algo. Ese chico de no más de 14 era el responsable de los rostros torcidos y escalofriantes que habrían notado al llegar a la casa. Cuando se diera cuenta de la presencia del desconocido levantaría el rostro, donde lo primero que saltaría a la vista serían sus grandes ojos color púrpura. Le sonreiría para luego ignorarle campantemente.
Mientras tanto, los ruidos continuarían, pero cada vez más cerca. La silueta fornida de una persona de alrededor de 1,90 aparecería corriendo escaleras abajo al tiempo que de vez en cuando echaba una vista para arriba. Parecía estar huyendo de algo. Antes de ver al chico bestia, algo que se aproximaba a él a gran velocidad le haría tropezar y caer a los pies del ladrón. –bipbipbiiiiipbip- continuaría aquello que venía espantando al desconocido.
Aquel pequeño ruidoso pasaría poco menos que volando al costado de Zast y con mucho cuidado de no acercarse al desconocido que comenzaba a recomponerse, pero de una forma ciertamente hostil.
Instrucciones: Isolde, te ha tocado un niño malvado que no pertenece al orfanato. Es rebelde y un poco violento, pero no tiene más de 8 o 9 años. Es todo tuyo. Zast, te llegó la hora de actuar como un hombre! El es un pillo que ha venido a matar.
Resolvedlo
Como siempre, 24 hs a partir de ahora
Off: ahora que releo lo de las instrucciones lo de la izquierda y el caracol no se ha entendido nada. Lo siento. Buen trabajo hasta ahora
-bip bip, hola Isolde- le diría esbozando una sonrisa. Si la chica se acercaba, podría ver que se trataba de un pequeño niño con partes biocibernéticas. –mi nombre es Gerald II, te vi en la cena, eres muy hermosa- comentaría juntando sus bracitos y prendiendo luces color rosa.
El momento de distensión acabaría cuando nuevamente se escucharan sonidos tras la puerta a unos pasos de ellos. Un relámpago iluminó desde la habitación una pequeña parte de las escaleras, delatando que estaba semi abierta. Gerald se pondría nervioso y desaparecería escaleras abajo haciendo bastante ruido. Si la joven se acercara a ver lo que sucedía en la habitación se encontraría con una figura vestida de negro, husmeando, rompiendo y rasgando todo a su paso.
* * *
En medio del camino, Zast se vería obligado a maniobrar para no pisar a una figura silenciosa tirada sobre una pequeña alfombra. Los relámpagos le iluminaban de vez en cuando el pálido rostro encapuchado mientras parecía trabajar en algo. Ese chico de no más de 14 era el responsable de los rostros torcidos y escalofriantes que habrían notado al llegar a la casa. Cuando se diera cuenta de la presencia del desconocido levantaría el rostro, donde lo primero que saltaría a la vista serían sus grandes ojos color púrpura. Le sonreiría para luego ignorarle campantemente.
Mientras tanto, los ruidos continuarían, pero cada vez más cerca. La silueta fornida de una persona de alrededor de 1,90 aparecería corriendo escaleras abajo al tiempo que de vez en cuando echaba una vista para arriba. Parecía estar huyendo de algo. Antes de ver al chico bestia, algo que se aproximaba a él a gran velocidad le haría tropezar y caer a los pies del ladrón. –bipbipbiiiiipbip- continuaría aquello que venía espantando al desconocido.
Aquel pequeño ruidoso pasaría poco menos que volando al costado de Zast y con mucho cuidado de no acercarse al desconocido que comenzaba a recomponerse, pero de una forma ciertamente hostil.
Instrucciones: Isolde, te ha tocado un niño malvado que no pertenece al orfanato. Es rebelde y un poco violento, pero no tiene más de 8 o 9 años. Es todo tuyo. Zast, te llegó la hora de actuar como un hombre! El es un pillo que ha venido a matar.
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Thorn
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Re: [Quest] El Orfanato [Cerrada]
Mientras Zast se acercaba a la escalera, un relámpago iluminó el pasillo, creando fugaces y grotescas sombras en las paredes, además de iluminar aquel pasillo, y la figura que se encontraba en él. Agachado sobre la alfombra se encontraba un chico encapuchado, que le miró con unos insondables ojos morados y una pérfida sonrisa de tiburón. Acto seguido, aquel chico dejó de prestar atención a Zast y volvió a lo que quiera que fuese que estaba haciendo, como si el hombre-bestia no estuviese allí.
El ladrón se detuvo al instante, indeciso.
- O... oye... ¿qué haces-haces tú aquí en...
No pudo acabar su titubeante frase pues un estruendo llegó desde las escaleras. Una enorme figura bajó corriendo mientras miraba hacia atrás, y no reparó en ninguna de las figuras que se encontraban en el pasillo. De hecho, fue cuando comenzaba a hacercarse a Zast y al misterioso chico encapuchado, cuando, como salido de ninguna parte, una pequeña figura pasó zumbando delante de él, a gran velocidad.
- Bipbipbiiiiipbip
El gigantón tropezó al ser adelantado por aquel extraño y ruidoso aparato, de manera que cayó al suelo como si de un pesado tronco se tratase y rodó sobre sí mismo hasta llegar a los pies de Zast.
Su instinto animal estaba chillando, no sabía qué demonios estaba pasando, tenía que salir de allí, y pronto. Pero cuando has pasado toda tu vida en oscuros callejones y en los barrios bajos de Lunargenta, aprendes dos o tres cosas, como, por ejemplo, que cuando tienes una obvia ventaja ante ti tienes que usarla sin dudar. Rápidamente miró a ambos lados del pasillo, y agarró un pequeño jarrón que había sobre una mesita cercana.
Las pobres flores vieron como se acababa su buena suerte cuando dicho jarrón fue estampado contra la cabeza de aquel desconocido, momento en que Zast aprovechó para darle dos patadas en las costillas. En la calle la segunda cosa que se aprendía era que, si dejas inconsciente a tu perseguidor, éste no podrá perseguirte. La primera era correr más que la guardia de la ciudad.
Con cuidado, Zast se alejó un poco y escrutó la oscuridad, intentando poner orden en su cerebro, que bullía de pensamientos y opiniones enfrentadas acerca de si sería seguro quedarse allí o no.
- ¿Quién... qué demonios eres tú?
El ladrón se detuvo al instante, indeciso.
- O... oye... ¿qué haces-haces tú aquí en...
No pudo acabar su titubeante frase pues un estruendo llegó desde las escaleras. Una enorme figura bajó corriendo mientras miraba hacia atrás, y no reparó en ninguna de las figuras que se encontraban en el pasillo. De hecho, fue cuando comenzaba a hacercarse a Zast y al misterioso chico encapuchado, cuando, como salido de ninguna parte, una pequeña figura pasó zumbando delante de él, a gran velocidad.
- Bipbipbiiiiipbip
El gigantón tropezó al ser adelantado por aquel extraño y ruidoso aparato, de manera que cayó al suelo como si de un pesado tronco se tratase y rodó sobre sí mismo hasta llegar a los pies de Zast.
Su instinto animal estaba chillando, no sabía qué demonios estaba pasando, tenía que salir de allí, y pronto. Pero cuando has pasado toda tu vida en oscuros callejones y en los barrios bajos de Lunargenta, aprendes dos o tres cosas, como, por ejemplo, que cuando tienes una obvia ventaja ante ti tienes que usarla sin dudar. Rápidamente miró a ambos lados del pasillo, y agarró un pequeño jarrón que había sobre una mesita cercana.
Las pobres flores vieron como se acababa su buena suerte cuando dicho jarrón fue estampado contra la cabeza de aquel desconocido, momento en que Zast aprovechó para darle dos patadas en las costillas. En la calle la segunda cosa que se aprendía era que, si dejas inconsciente a tu perseguidor, éste no podrá perseguirte. La primera era correr más que la guardia de la ciudad.
Con cuidado, Zast se alejó un poco y escrutó la oscuridad, intentando poner orden en su cerebro, que bullía de pensamientos y opiniones enfrentadas acerca de si sería seguro quedarse allí o no.
- ¿Quién... qué demonios eres tú?
Zast
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Re: [Quest] El Orfanato [Cerrada]
Mis pies se arrastraban silenciosos sobre la alfombra del primer piso luego de haber pasado las escaleras chirriantes, guiándose cada vez con más claridad por los sonidos que de a poco se aclaraban en mi mente, piezas metálicas y pasos ligeros. Mientras ponderaba en lo que podría ser y dirigia mi vista insegura en tal dirección, frente a mi apareció una pequeña pero confusa figura que me volcó la sangre en el cuello. Y es que uno no cuenta con que en un lugar como aquel fuera a aparecer tal tecnología, sabia de los biocibernéticos, pero demasiado poco y contadas veces había visto a alguno lejos, tan contadas que me costó trabajo comprender que la figura que tenía enfrente no era más una travesura.
Cuando me llamó por mi nombre mi sangre volvió a drenar, y dejando de lado las luces parpadeantes me di cuenta de que aquel era un chiquillo disfrazado. La escena no dejaba de ser bizzarra, pero por lo menos me libré de mi temor inseguro.
–mi nombre es Gerald II, te vi en la cena, eres muy hermosa- fue una ternura que pensara aquello de mi, pero no me di tiempo de apreciarlo o agradecerlo.
-Gerald… - susurre dulcemente mientras comenzaba a acercarme a él, y me inclinaba sobre mis rodillas para verlo a la cara. –Es tarde, no puedes estar por acá solo… te llevo a t…- un relámpago seguido por el tardío trueno interrumpió mis palabras e impidió que una caricia que iba encaminada al rostro de Geralt se manifestara. El pequeño pareció escandalizarse con aquel trueno, lo cual luego de pensarse parecía ilógico, pues como tenía el valor para andar a solas de noche con aquella tormenta, quizás su repentina huida se debía a otra cosa.
Me levanté, volteando precipitadamente en dirección en la que el pequeño desaparecía, pero otros sonidos me hicieron dudar de seguirlo escaleras abajo. Me quede como una torpe de pie, y viré a la puerta que se había delatado abierta, por medio de la cual salían ahora ruidos claros de un desastre provocado. Como sea, Gerald va hacia abajo… si aquí hay algo peligroso mejor afrontarlo. Así, terminé por decidirme a entrar a esa puerta.
La luz irregular dentro de la habitación mostro una figura deforme, cubierta de una tela tan negra que se camuflajeaba con las sombras. Destruía todo aquello en lo que posara sus manos, como una extensión del caos que tuviera en su interior, la locura quizás. Su tamaño era pequeño, como el de un niño de mediana estatura. Me acerqué sin hacer ruido, con la respiración contenida… ridículamente tenía temor de que fuera un fantasma, eres peor que los críos que duermen abajo, una noche lejos de tu madre y le temes a los fantasmas mi conciencia me ofendió terriblemente, yo ya era una mujer de edad bastante madura.
Me apresuré con aquel valor inspirado, y estiré la mano para tomar del hombro a la figura y obligarlo a darme la cara, otro niño, pero uno con rostro desconocido impregnado de esencias violentas y descontroladas. De ese mismo modo en el que destrozaba todo a su alrededor respondió a mi agarre lanzándome un cajón cuyo contenido ya había vertido alrededor, pude esquivarlo pero no evite recibir un manotazo histérico que me rasguñó la mejilla y parte del cuello.
Con todas mis fuerzas sostuve sus manos -¡Que mierda te pasa!- le grite sin pensar dejándome llevar por el ardor de la marca que dejara sobre mi piel, lo apreté contra mi adhiriendo su espalda a mi pecho, y traté de tranquilizarme a pesar de que el niño siguiera moviéndose como presa de convulsiones que buscaban la libertad.
-Cálmate, quiero que te calmes o te lanzo por la ventana, no sin antes darte una buena paliza -
Tras un rato el niño se calmó, convirtiéndose en un muñeco de trapo entre mis brazos. –No te vi en la cena ¿quién eres? ¿Qué buscabas haciendo todo esto?- únicamente silencio. Sin soltarlo, lance un suspiro resignado… el chico no hablaría, y yo por supuesto que no le daría la paliza que prometí.
La Sra. Mirna me indicó que si sucedía un problema acudiera a ella, este lo era. Como pude, y sin soltarlo me encaminé fuera de la habitación.
Cuando me llamó por mi nombre mi sangre volvió a drenar, y dejando de lado las luces parpadeantes me di cuenta de que aquel era un chiquillo disfrazado. La escena no dejaba de ser bizzarra, pero por lo menos me libré de mi temor inseguro.
–mi nombre es Gerald II, te vi en la cena, eres muy hermosa- fue una ternura que pensara aquello de mi, pero no me di tiempo de apreciarlo o agradecerlo.
-Gerald… - susurre dulcemente mientras comenzaba a acercarme a él, y me inclinaba sobre mis rodillas para verlo a la cara. –Es tarde, no puedes estar por acá solo… te llevo a t…- un relámpago seguido por el tardío trueno interrumpió mis palabras e impidió que una caricia que iba encaminada al rostro de Geralt se manifestara. El pequeño pareció escandalizarse con aquel trueno, lo cual luego de pensarse parecía ilógico, pues como tenía el valor para andar a solas de noche con aquella tormenta, quizás su repentina huida se debía a otra cosa.
Me levanté, volteando precipitadamente en dirección en la que el pequeño desaparecía, pero otros sonidos me hicieron dudar de seguirlo escaleras abajo. Me quede como una torpe de pie, y viré a la puerta que se había delatado abierta, por medio de la cual salían ahora ruidos claros de un desastre provocado. Como sea, Gerald va hacia abajo… si aquí hay algo peligroso mejor afrontarlo. Así, terminé por decidirme a entrar a esa puerta.
La luz irregular dentro de la habitación mostro una figura deforme, cubierta de una tela tan negra que se camuflajeaba con las sombras. Destruía todo aquello en lo que posara sus manos, como una extensión del caos que tuviera en su interior, la locura quizás. Su tamaño era pequeño, como el de un niño de mediana estatura. Me acerqué sin hacer ruido, con la respiración contenida… ridículamente tenía temor de que fuera un fantasma, eres peor que los críos que duermen abajo, una noche lejos de tu madre y le temes a los fantasmas mi conciencia me ofendió terriblemente, yo ya era una mujer de edad bastante madura.
Me apresuré con aquel valor inspirado, y estiré la mano para tomar del hombro a la figura y obligarlo a darme la cara, otro niño, pero uno con rostro desconocido impregnado de esencias violentas y descontroladas. De ese mismo modo en el que destrozaba todo a su alrededor respondió a mi agarre lanzándome un cajón cuyo contenido ya había vertido alrededor, pude esquivarlo pero no evite recibir un manotazo histérico que me rasguñó la mejilla y parte del cuello.
Con todas mis fuerzas sostuve sus manos -¡Que mierda te pasa!- le grite sin pensar dejándome llevar por el ardor de la marca que dejara sobre mi piel, lo apreté contra mi adhiriendo su espalda a mi pecho, y traté de tranquilizarme a pesar de que el niño siguiera moviéndose como presa de convulsiones que buscaban la libertad.
-Cálmate, quiero que te calmes o te lanzo por la ventana, no sin antes darte una buena paliza -
Tras un rato el niño se calmó, convirtiéndose en un muñeco de trapo entre mis brazos. –No te vi en la cena ¿quién eres? ¿Qué buscabas haciendo todo esto?- únicamente silencio. Sin soltarlo, lance un suspiro resignado… el chico no hablaría, y yo por supuesto que no le daría la paliza que prometí.
La Sra. Mirna me indicó que si sucedía un problema acudiera a ella, este lo era. Como pude, y sin soltarlo me encaminé fuera de la habitación.
Isolde
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Re: [Quest] El Orfanato [Cerrada]
Zast no obtuvo respuesta, ni por el tipo inconsciente que yacía en el suelo, ni por el adolescente que continuaba tejiendo las caras. De pronto, el jovencito de ojos purpuras se levantó del suelo, irguiéndose derecho al costado del hombre, mecánicamente se agachó a su lado y tomándolo de los pelos de la cabeza miró con detenimiento su rostro para luego soltarlo como basura y ponerse a elegir un nuevo juego de agujas y lana. Tenía su nuevo modelo en la cabeza y quería plasmarlo lo antes posible.
-Él es un intruso Zast- respondió Mirna, quién venía secundada del pequeño robot escurridizo tras de sí, sacando su cabecita de a ratos para mirar con timidez al desconocido. -Los rumores de que el orfanato está embrujados son debido a basuras como esta-
-Mirna, me he enterado ¿Está todo bien?- preguntó el profesor mientras se acercaba corriendo y respirando a todo pulmón. Ella le sonreiría y observaría a Zast. -Parece que hemos encontrado a un buen vigilante J.K- dijo con media sonrisa en su rostro. -¿Te has fijado si pertenece al grupo?- cuestionó el hombre con cara de preocupación y ella le respondió negando con la cabeza.
-Zast, quiero que observes con atención- le dijo mientras se acercaba al tipo y sacando una navaja de su pierna debajo de la camisola, le rajó desde el hombro hasta el final de la manga de su prenda de ropa. Allí aparecerían varias cicatrices y tatuajes. - Este hombre pertenece a un nuevo grupo que se está formando. Son los responsables de que la mayoría de los niños que has conocido hoy estén aquí y no conformes, se acercan a matarlos o dañarlos. - le pateó con saña en el cuerpo y esta vez se dirigió al director -Veré que le puedo sacar, adelántate susurró mientras el robotito le entregaba unos guantes de cuero negro. -Zast, serás mi testigo y me ayudarás… si te da el estómago- esta vez la monotonía de su lenguaje se había quebrado y parecía poseída con una sonrisa macabra.
-Solo trata de que no se te pase la mano otra vez…- le respondería el profesor un poco preocupado -Se supone que es un lugar maldito, pero si siguen apareciendo tantos cuerpos…- Ella simplemente se contentaría con asentir mientras se agachaba para llevar de arrastro el cuerpo. -Zast, échame una mano, Bip, abre la puerta carmesí-
A medio camino Isolde se encontraría con el director, quién vendría con gesto preocupado y de pocos amigos. Al verla, los pliegues que se habían formado en su rostro se alisarían tras una sonrisa de verdadera tranquilidad. -Ah, Isolde, me alegra que estés bien y que no haya sido más que esto- diría señalando al niño feo y malhumorado. Pero al percatarse de su rasguño decidió escoltarla con mocoso y todo hasta el hospital.
-Ni tiempo tuvimos para que te familiarizaras con todo y ya se vino el caos…- diría en medio de una disculpa al tiempo que enjuagaba un trozo de gasa en alcohol para luego acariciarle la mejilla con el trozo de tela. -Lo siento, se que debe arder…- Suspiró y le miró a los ojos, perdido en el pasado. -Antes Mirna solía lastimarse cuidando de mi y del resto de los chicos. Nosotros crecimos aquí y como nadie más se hacía cargo lo hicimos nosotros. Hemos estado solos desde entonces…-
Pareció volver a la realidad y darse cuenta de que tenía que terminar de curarla. Le dio una mirada de desaprobación al chico y continuó -Así han pasado los años… pero ahora es diferente. No sólo somos dos solo para cuidar el lugar, sino que el presupuesto ha menguado y la cantidad de niños aumenta debido a actos vandálicos de un grupo. Y para colmo… estos pequeños demonios… puntualizaría mirando al pequeño. -¡Norbert! Si vuelves aquí para molestar una vez más, me aseguraré de que no salgas y limpies los baños hasta que te salgan callos sobre callos ¿has entendido?
Se dirigió a Isolde. -Lo siento… nunca debió llegar hasta este punto.- la tormenta había comenzado a amainar. Ahora sólo se sentía el suave canturreo del agua corriendo por los desagües. -Te prometo que a partir de la mañana, verás todo con mejores ojos. Como Timmy, apuesto a que no le conoces jaja Mirna puede ser muy estricta, pero ella sola ha mantenido a este chico- diría señalando un pequeño bultito en una cama -Mañana sale de la cuarentena, a propósito y… nos gustaría escuchar tu dulce voz acompañada de esa lira maravillosa. Debo confesar que nos tienes intrigados-
Con esto, el profesor la despediría en la puerta mientras tomaba otra dirección rezongando al niño travieso.
Instrucciones: Bueno, ha llegado el tan anhelado último turno. Zast, describe una tortura a lo gore, pero se bueno y dejale vivir… Isolde, puedes enfocarte en lo que quieras. Al amanecer se comentarán lo sucedido y lo preocupante de la situación. No lo hagan en una conversación directa, solo mencionenlo por favor. Sino tendremos que recurrir a otro post y no es tan importante.
Además deben cerrar el post como que pasaron dos semanas más allí y que vieron que las cosas estaban mejor de lo que creyeron. No olviden darle cierto seguimiento a algunos de los chicos que conocieron. Tenemos que cerrar con broche de plata.
Luego de eso volveré a postear aquí para la entrega de objetos y puntos.
-Él es un intruso Zast- respondió Mirna, quién venía secundada del pequeño robot escurridizo tras de sí, sacando su cabecita de a ratos para mirar con timidez al desconocido. -Los rumores de que el orfanato está embrujados son debido a basuras como esta-
-Mirna, me he enterado ¿Está todo bien?- preguntó el profesor mientras se acercaba corriendo y respirando a todo pulmón. Ella le sonreiría y observaría a Zast. -Parece que hemos encontrado a un buen vigilante J.K- dijo con media sonrisa en su rostro. -¿Te has fijado si pertenece al grupo?- cuestionó el hombre con cara de preocupación y ella le respondió negando con la cabeza.
-Zast, quiero que observes con atención- le dijo mientras se acercaba al tipo y sacando una navaja de su pierna debajo de la camisola, le rajó desde el hombro hasta el final de la manga de su prenda de ropa. Allí aparecerían varias cicatrices y tatuajes. - Este hombre pertenece a un nuevo grupo que se está formando. Son los responsables de que la mayoría de los niños que has conocido hoy estén aquí y no conformes, se acercan a matarlos o dañarlos. - le pateó con saña en el cuerpo y esta vez se dirigió al director -Veré que le puedo sacar, adelántate susurró mientras el robotito le entregaba unos guantes de cuero negro. -Zast, serás mi testigo y me ayudarás… si te da el estómago- esta vez la monotonía de su lenguaje se había quebrado y parecía poseída con una sonrisa macabra.
-Solo trata de que no se te pase la mano otra vez…- le respondería el profesor un poco preocupado -Se supone que es un lugar maldito, pero si siguen apareciendo tantos cuerpos…- Ella simplemente se contentaría con asentir mientras se agachaba para llevar de arrastro el cuerpo. -Zast, échame una mano, Bip, abre la puerta carmesí-
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A medio camino Isolde se encontraría con el director, quién vendría con gesto preocupado y de pocos amigos. Al verla, los pliegues que se habían formado en su rostro se alisarían tras una sonrisa de verdadera tranquilidad. -Ah, Isolde, me alegra que estés bien y que no haya sido más que esto- diría señalando al niño feo y malhumorado. Pero al percatarse de su rasguño decidió escoltarla con mocoso y todo hasta el hospital.
-Ni tiempo tuvimos para que te familiarizaras con todo y ya se vino el caos…- diría en medio de una disculpa al tiempo que enjuagaba un trozo de gasa en alcohol para luego acariciarle la mejilla con el trozo de tela. -Lo siento, se que debe arder…- Suspiró y le miró a los ojos, perdido en el pasado. -Antes Mirna solía lastimarse cuidando de mi y del resto de los chicos. Nosotros crecimos aquí y como nadie más se hacía cargo lo hicimos nosotros. Hemos estado solos desde entonces…-
Pareció volver a la realidad y darse cuenta de que tenía que terminar de curarla. Le dio una mirada de desaprobación al chico y continuó -Así han pasado los años… pero ahora es diferente. No sólo somos dos solo para cuidar el lugar, sino que el presupuesto ha menguado y la cantidad de niños aumenta debido a actos vandálicos de un grupo. Y para colmo… estos pequeños demonios… puntualizaría mirando al pequeño. -¡Norbert! Si vuelves aquí para molestar una vez más, me aseguraré de que no salgas y limpies los baños hasta que te salgan callos sobre callos ¿has entendido?
Se dirigió a Isolde. -Lo siento… nunca debió llegar hasta este punto.- la tormenta había comenzado a amainar. Ahora sólo se sentía el suave canturreo del agua corriendo por los desagües. -Te prometo que a partir de la mañana, verás todo con mejores ojos. Como Timmy, apuesto a que no le conoces jaja Mirna puede ser muy estricta, pero ella sola ha mantenido a este chico- diría señalando un pequeño bultito en una cama -Mañana sale de la cuarentena, a propósito y… nos gustaría escuchar tu dulce voz acompañada de esa lira maravillosa. Debo confesar que nos tienes intrigados-
Con esto, el profesor la despediría en la puerta mientras tomaba otra dirección rezongando al niño travieso.
Instrucciones: Bueno, ha llegado el tan anhelado último turno. Zast, describe una tortura a lo gore, pero se bueno y dejale vivir… Isolde, puedes enfocarte en lo que quieras. Al amanecer se comentarán lo sucedido y lo preocupante de la situación. No lo hagan en una conversación directa, solo mencionenlo por favor. Sino tendremos que recurrir a otro post y no es tan importante.
Además deben cerrar el post como que pasaron dos semanas más allí y que vieron que las cosas estaban mejor de lo que creyeron. No olviden darle cierto seguimiento a algunos de los chicos que conocieron. Tenemos que cerrar con broche de plata.
Luego de eso volveré a postear aquí para la entrega de objetos y puntos.
Thorn
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Re: [Quest] El Orfanato [Cerrada]
El hombre había quedado inconsciente, y Zast no obtuvo respuesta. El otro joven detuvo su labor y se acercó al rostro de aquel hombre, al que tomó por el pelo para examinar su rostro. Sus ojos se movieron con rapidez, recordando cada detalle de aquella cara, y de vez en cuando sus manos tanteaban la piel con el cuidado de un artista que encuentra su musa. El tiempo pareció congelarse.
Sin embargo, este hechizo se rompió cuando el joven soltó bruscamente la cabeza contra el suelo, donde dio un sonoro golpe, y se deslizó como un insecto en busca de agujas y lana, las cuales usaba para plasmar esos horrorizados rostros en la alfombra.
- Así que eras tú... - susurró la rata.
-Él es un intruso Zast. Los rumores de que el orfanato está embrujados son debido a basuras como esta. - respondió Mirna, aparecida de la nada y acompañada del pequeño bio tras de sí, el cual mostraba cierta curiosidad hacia el desconocido que había dejado inconsciente a aquel hombre. Zast sintió cómo el corazón le daba un salto en el pecho, y casi estaba a punto de estallarle. Aquella mujer casi lo mató del susto.
Poco tiempo después apareció el director, quien, junto con Mirna, le explicó a Zast quién era aquel hombre: un vulgar asesino de niños. En las calles Zast había conocido a todo tipo de personas: timadores, matones, estafadores, prostitutas, incluso a otros ladrones como él, y a un asesino, una vez. Era una forma dura para ganarse la vida, pues eran escoria al margen de la ley y la sociedad, pero todos ellos coincidían en una cosa: no se maltrataba a los niños. Aquel hombre inconsciente en el suelo hizo que a Zast se le revolviesen las tripas. Y por lo visto no era el primero que aparecía en el orfanato, pues Jameson y Mirna tenían planes para él.
- Zast, échame una mano, Bip, abre la puerta carmesí
La habitación tras la puerta carmesí era la parte del orfanato destinada a los "problemáticos": esos niños que padecían de un mal en su cabeza y se comportaban como animales, a muchos había que amarrarlos a la cama. Ataron al hombre con correas de cuero a un sucio catre de metal, cuyas sábanas estaban impregnadas de manchas de un color marrón apagado, que Zast supuso que serían los restos de sangre seca del anterior desdichado que recibió las atenciones de Mirna.
La mujer colocó una toalla sobre el rostro del hombre inconsciente, y el pequeño biocibernético vació una jarra de agua helada sobre ella, despertándolo. Aquel pobre idiota comenzó a debatirse, tirando de las firmes correas que le sujetaban, mientras tenía la sensación de estar ahogándose, pues no podía respirar a través de aquel trapo empapado.
- Espero que tú me dures más que el anterior. Va a ser una noche muy larga.
Habían pasado solo dos horas y aquel hombre ya era solo una triste sombra de lo que fue.Su rostro amoratado y ensangrentado revelaba una boca a la que le faltaban varios dientes, arrancados con unas tenazas de carpintero, y un reguero de sangre caía hasta ella del corte en la nariz que le había hecho aquella mujer. A pesar de estar amarrado, un brazo tenía una postura antinatural, y el responsable de ello seguramente fuese la enorme barra metálica que ahora descansaba contra la pared. En ambas manos, sus uñas habían sido levantadas con las mismas tenazas antes mencionadas, y algunas solo se encontraban pegadas al cuerpo por finos jirones de carne.
El silencio era tal, que solo se escuchaba la respiración entrecortada de Mirna, y algún que otro sonido procedente del pequeño biocibernético.
- ¿Y bien? - preguntó ella mientras le tendía a Zast el cuchillo con el que había desollado parte del pie izquierdo de aquel hombre.
- Ha...ha... hablaré. ¡Hablaré! - la vozque salía de sus labios cortados y llenos de ampollas no era más que un susurro, y cada palabra suponía una agonía para aquel hombre, pues le habían hecho beber agua hirviendo.
- Oh no, no, no. Aún no quiero que hables. Zast, tú puedes irte; mi amigo y yo vamos a seguir divirtiéndonos un poco.
Después de aquella noche, nadie volvió a hablar del tema. Zast nunca supo qué había sido de aquel hombre, y tampoco se atrevió a preguntarlo. Tampoco volvió a ver al chico de los ojos violeta, aunque el rostro del intruso quedó plasmado a la perfección en la alfombra de aquel pasillo. Tampoco volvió a atravesar el umbral de la puerta carmesí, y en secreto dio gracias por ellos.
Casi ninguno de los niños parecía ser consciente de lo que había pasado, del hecho de que eran perseguidos, de que ahí fuera había alguien que los quería ver muertos. No, la vida dentro de los muros del orfanato seguía otro ritmo, el ritmo de la risa de los niños y de los juegos de recreo.
El sol entró en la habitación de Zast como había entrado en la vida de todos aquellos pequeños, como un rayo de esperanza que hablaba sobre un mañana prometedor. Algo triste, Zast se puso una vez más su vestimenta y se dirigió hacia la puerta. Ya no la atrancaba con una mesa, y a veces ni siquiera cerraba con llave, pues los niños sabían que no debían entrar en las habitaciones de los demás. Sin embargo, el hombre-bestia estaba triste.
Nunca le habían gustado las despedidas, de manera que aquella mañana se levantó temprado, como ya se ha dicho, con las primeras luces del alba. Recogió sus escasas pertenencias, además de una pequeña bolsa dirigida a él que encontró en su puerta, donde, suponía, se encontraban sus honorarios, y se dirigió a la entrada principal, pues así era como todo había comenzado. Él no era un ladrón cualquiera, y aunque no les hubiese robado nada, sí que se llevaba algo de aquel sitio: un buen recuerdo.
- ¿Te marchas? - preguntó una voz a sus espaldas.
Con cara somnolienta, el pequeño Thiago se acercó a Zast.
- Anoche oí como hablabas con Jameson sobre esto. ¿Es tu último día y no te pensabas despedir?
- ¿Nos estabas espiando?
- Es una posibilidad.
Riendo, el príncipe ladrón de más allá del Bosque de Sandorai se agachó para quedar a la altura del pequeño elfo, y le dio un abrazo.
- No soy muy dado a las despedidas Thiago, pero nunca olvido una promesa. - dijo Zast, mientras una mano en sus bolsillos.
- Oh, ¿ibas a buscar esto? - preguntó el chico. Una ganzúa relucía entre sus dedos.
- ¿Cómo la has...? Aaaah, ¿ha sido cuando me has abrazado, eh? - el chico sonrió y puso cara de no saber de qué le estaban hablando. - Eres bueno chico. Eres bueno.
Zast se puso en pie, y, tras revolverle el pelo al muchacho, se dirigió hacia la puerta. Y como todo ladrón que se precie tiene que dar un buen golpe de efecto mientras realiza una escapada triunfal, cerró la puerta con la cola.
Sabía que aquel sería el último secreto que le guardaría Thiago.
Sin embargo, este hechizo se rompió cuando el joven soltó bruscamente la cabeza contra el suelo, donde dio un sonoro golpe, y se deslizó como un insecto en busca de agujas y lana, las cuales usaba para plasmar esos horrorizados rostros en la alfombra.
- Así que eras tú... - susurró la rata.
-Él es un intruso Zast. Los rumores de que el orfanato está embrujados son debido a basuras como esta. - respondió Mirna, aparecida de la nada y acompañada del pequeño bio tras de sí, el cual mostraba cierta curiosidad hacia el desconocido que había dejado inconsciente a aquel hombre. Zast sintió cómo el corazón le daba un salto en el pecho, y casi estaba a punto de estallarle. Aquella mujer casi lo mató del susto.
Poco tiempo después apareció el director, quien, junto con Mirna, le explicó a Zast quién era aquel hombre: un vulgar asesino de niños. En las calles Zast había conocido a todo tipo de personas: timadores, matones, estafadores, prostitutas, incluso a otros ladrones como él, y a un asesino, una vez. Era una forma dura para ganarse la vida, pues eran escoria al margen de la ley y la sociedad, pero todos ellos coincidían en una cosa: no se maltrataba a los niños. Aquel hombre inconsciente en el suelo hizo que a Zast se le revolviesen las tripas. Y por lo visto no era el primero que aparecía en el orfanato, pues Jameson y Mirna tenían planes para él.
- Zast, échame una mano, Bip, abre la puerta carmesí
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La habitación tras la puerta carmesí era la parte del orfanato destinada a los "problemáticos": esos niños que padecían de un mal en su cabeza y se comportaban como animales, a muchos había que amarrarlos a la cama. Ataron al hombre con correas de cuero a un sucio catre de metal, cuyas sábanas estaban impregnadas de manchas de un color marrón apagado, que Zast supuso que serían los restos de sangre seca del anterior desdichado que recibió las atenciones de Mirna.
La mujer colocó una toalla sobre el rostro del hombre inconsciente, y el pequeño biocibernético vació una jarra de agua helada sobre ella, despertándolo. Aquel pobre idiota comenzó a debatirse, tirando de las firmes correas que le sujetaban, mientras tenía la sensación de estar ahogándose, pues no podía respirar a través de aquel trapo empapado.
- Espero que tú me dures más que el anterior. Va a ser una noche muy larga.
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Habían pasado solo dos horas y aquel hombre ya era solo una triste sombra de lo que fue.Su rostro amoratado y ensangrentado revelaba una boca a la que le faltaban varios dientes, arrancados con unas tenazas de carpintero, y un reguero de sangre caía hasta ella del corte en la nariz que le había hecho aquella mujer. A pesar de estar amarrado, un brazo tenía una postura antinatural, y el responsable de ello seguramente fuese la enorme barra metálica que ahora descansaba contra la pared. En ambas manos, sus uñas habían sido levantadas con las mismas tenazas antes mencionadas, y algunas solo se encontraban pegadas al cuerpo por finos jirones de carne.
El silencio era tal, que solo se escuchaba la respiración entrecortada de Mirna, y algún que otro sonido procedente del pequeño biocibernético.
- ¿Y bien? - preguntó ella mientras le tendía a Zast el cuchillo con el que había desollado parte del pie izquierdo de aquel hombre.
- Ha...ha... hablaré. ¡Hablaré! - la vozque salía de sus labios cortados y llenos de ampollas no era más que un susurro, y cada palabra suponía una agonía para aquel hombre, pues le habían hecho beber agua hirviendo.
- Oh no, no, no. Aún no quiero que hables. Zast, tú puedes irte; mi amigo y yo vamos a seguir divirtiéndonos un poco.
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Después de aquella noche, nadie volvió a hablar del tema. Zast nunca supo qué había sido de aquel hombre, y tampoco se atrevió a preguntarlo. Tampoco volvió a ver al chico de los ojos violeta, aunque el rostro del intruso quedó plasmado a la perfección en la alfombra de aquel pasillo. Tampoco volvió a atravesar el umbral de la puerta carmesí, y en secreto dio gracias por ellos.
Casi ninguno de los niños parecía ser consciente de lo que había pasado, del hecho de que eran perseguidos, de que ahí fuera había alguien que los quería ver muertos. No, la vida dentro de los muros del orfanato seguía otro ritmo, el ritmo de la risa de los niños y de los juegos de recreo.
El sol entró en la habitación de Zast como había entrado en la vida de todos aquellos pequeños, como un rayo de esperanza que hablaba sobre un mañana prometedor. Algo triste, Zast se puso una vez más su vestimenta y se dirigió hacia la puerta. Ya no la atrancaba con una mesa, y a veces ni siquiera cerraba con llave, pues los niños sabían que no debían entrar en las habitaciones de los demás. Sin embargo, el hombre-bestia estaba triste.
Nunca le habían gustado las despedidas, de manera que aquella mañana se levantó temprado, como ya se ha dicho, con las primeras luces del alba. Recogió sus escasas pertenencias, además de una pequeña bolsa dirigida a él que encontró en su puerta, donde, suponía, se encontraban sus honorarios, y se dirigió a la entrada principal, pues así era como todo había comenzado. Él no era un ladrón cualquiera, y aunque no les hubiese robado nada, sí que se llevaba algo de aquel sitio: un buen recuerdo.
- ¿Te marchas? - preguntó una voz a sus espaldas.
Con cara somnolienta, el pequeño Thiago se acercó a Zast.
- Anoche oí como hablabas con Jameson sobre esto. ¿Es tu último día y no te pensabas despedir?
- ¿Nos estabas espiando?
- Es una posibilidad.
Riendo, el príncipe ladrón de más allá del Bosque de Sandorai se agachó para quedar a la altura del pequeño elfo, y le dio un abrazo.
- No soy muy dado a las despedidas Thiago, pero nunca olvido una promesa. - dijo Zast, mientras una mano en sus bolsillos.
- Oh, ¿ibas a buscar esto? - preguntó el chico. Una ganzúa relucía entre sus dedos.
- ¿Cómo la has...? Aaaah, ¿ha sido cuando me has abrazado, eh? - el chico sonrió y puso cara de no saber de qué le estaban hablando. - Eres bueno chico. Eres bueno.
Zast se puso en pie, y, tras revolverle el pelo al muchacho, se dirigió hacia la puerta. Y como todo ladrón que se precie tiene que dar un buen golpe de efecto mientras realiza una escapada triunfal, cerró la puerta con la cola.
Sabía que aquel sería el último secreto que le guardaría Thiago.
Zast
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Re: [Quest] El Orfanato [Cerrada]
[Si no mal recuerdo el chico en cuarentena era Lukas, y Timmy un grandote pelirojo que ayudaba a poner orden a los huérfanos. Por ende, seguiré con Lucas… pues a Timmy lo comocí en el huerto.]
Por fortuna no tuve que avanzar demasiado arrastrando a ese bulto de 9 años, el profesor Jameson, con una sonrisa extraña que balanceaba el alivio y la contrariedad se apareció en mi camino dispuesto a ayudar. Tomo al chiquillo entre sus brazos, mucho más capaces que los míos y me insto a seguirle hacia la enfermería, el rasguño en mi cuello había comenzado a emitir miserables rastros de sangre, pero el director temía que pudiera supurarse, así que lo acompañe caminando a su costado y ligeramente detrás, observando los ojos cansados del pequeño rabioso que se estacionaban sobre mí con resentimiento.
Al entrar en la enfermería, una cortina cubría una pequeña cama Lukas, la Sra. Mirna nos había comentado en aquel cuartito agradable que tenía a un niño en cuarentena y esperaba que a nadie se le ocurriera entrar a la enfermería. Pues bueno… nosotros ya estábamos adentro.
El contacto de la gasa con alcohol me provocó el ardor esperado, y tras una mueca ligera me acostumbre a él. El director Jameson hacia todo con gran cuidado y pude ver en su rostro, mientras hablaba, que era presa de innumerables melancolías, preocupaciones y deseos. Escuche su historia con atención, mi herida y mi curación habían pasado al olvido luego de comenzar a comprender lo que ahí Vivian. Sentí empatía por el sufrimiento de los huérfanos, y me propuse inmediatamente hacer todo lo que estuviera en mis manos para ayudar, para dar la felicidad que pudiera a esos pobres desamparados.
-Será un placer… canto mejor de lo que cocino, ya lo verá- con eso, nos despedimos y cada quien anduvo a dormir las pocas horas que quedaban de la noche.
Al día siguiente las cosas transcurrieron con normalidad, quizás estaban tan acostumbrados a esas sorpresas nocturnas que ya no demostraban ningún malestar por ellas, además de que preferían mantener la conciencia de sus niños lejos de esas dolorosas realidades. De tal manera, que decidí tampoco decir una palabra al respecto, pero me daba claramente cuenta, cuando por casualidad mi camino y el de Zast se cruzara, que en los ojos de él también había una comprensión nueva sobre aquel sitio, y parecíamos cómplices… cómplices de una situación que nunca compartimos a conciencia.
Luego de tres días, se me notificó que mis servicios no eran costeables… y de buena gana me habría quedado a ofrecerlos sin paga alguna, pero en Lunargenta había también gente que me necesitaba. Así que exploté toda mi energía en los días de la semana que me quedaron. Me dediqué a limpiar aquel jardín muerto que viera al principio de mi recorrido, alimentando la tierra y sembrando plantas que la vivaracha Giovana y el encaprichado Carlis, aquel niño que me lanzara el puerco aquel día en el huerto, con quien termine por llevarme de maravilla. También agradecí los consejos de Aureliano, el más inteligente de los de mayor edad, que con su mirada fría y su experiencia en el huerto nos indicaba la manera de sembrar y la cantidad de riego que necesitaban las plantas.
Se hizo costumbre, al menos durante los días de mi estadía, que luego de la cena todos se reunieran en un pequeño salón a escucharme cantar por un breve rato antes de dormir. Aquello lo habían comenzado las niñas, que soñadoras imaginaban que eran damas de una corte, y otras, mercenarias en una taberna. Cada quien tenía sus propios sueños… yo también tenía los míos.
De esta forma, el fin de mi historia en ese lugar llegó. Mi carácter era propenso al cariño mientras de niños se tratase, me dolía dejarlos a sabiendas de los infortunios que los aquejaban cada día. La última noche con ellos, la Sra. Mirna y el director nos acompañaron en la salita… donde entoné una canción que escribí para ellos como agradecimiento y despedida:
En las profundidades de un bosque sombrío
Se encuentra un sitio lleno de luz
Paredes que encierran sonrisas y alegrías
Toda clase de duendecillos bailan en su interior
Duendecillos que nunca podrás olvidar
Si bajo su hechizo te permites quedar
A sonreír como ellos aprenderás
Y el día de marchar algo de ellos te seguirá
Esa noche Luzmilla tocó a mi puerta, me pidió que el día en que saliera del orfanato pudiera encargarme de ella, quería aprender lo que yo sabía, para encarar aventuras por todo Aerandir. Yo se lo prometí, y ambas marchamos a dormir.
Para la mañana siguiente, y con mis cosas preparadas marché. La despedida ya había tenido lugar sin tristezas, pues aquella canción los había hecho reír y bailar… los abrazos que recibí, me habían brindado una calidez por dentro que ahí permanecería. Crucé el portal, y escuché un llanto… era Carlis. Lo abracé inclinándome ante él –Vendré a visitarte en cuanto pueda… mira- de la cadena que pendía de mi cuello, en donde colgaban mis escondidos amuletos y las llaves de mi hogar, desprendí la figura pequeñísima de un gorrión. –Regresaré por ella… - le sonreí, y sin más me marché con un brillo en mis ojos que quizás se convertiría en algunas gotas de llanto, de verdad esperaba que esos pequeños no tuvieran un destino desgraciado.
No volví a ver a Zast luego de la última noche, pero sabía que de volver a encontrarlo lo reconocería… aun cuando nunca viera claramente su rostro. Todo su misterio, se compensaba con ligeros actos que bien interpretados, reflejaban un espíritu noble…
Metí mi mano en el bolcillo, luego de haber recorrido largo rato por el sendero de vuelta... y tenté una figura de madera, el dedo tallado cuya historia no escuché, y que momo me ofreciera aquel primer día.
Por fortuna no tuve que avanzar demasiado arrastrando a ese bulto de 9 años, el profesor Jameson, con una sonrisa extraña que balanceaba el alivio y la contrariedad se apareció en mi camino dispuesto a ayudar. Tomo al chiquillo entre sus brazos, mucho más capaces que los míos y me insto a seguirle hacia la enfermería, el rasguño en mi cuello había comenzado a emitir miserables rastros de sangre, pero el director temía que pudiera supurarse, así que lo acompañe caminando a su costado y ligeramente detrás, observando los ojos cansados del pequeño rabioso que se estacionaban sobre mí con resentimiento.
Al entrar en la enfermería, una cortina cubría una pequeña cama Lukas, la Sra. Mirna nos había comentado en aquel cuartito agradable que tenía a un niño en cuarentena y esperaba que a nadie se le ocurriera entrar a la enfermería. Pues bueno… nosotros ya estábamos adentro.
El contacto de la gasa con alcohol me provocó el ardor esperado, y tras una mueca ligera me acostumbre a él. El director Jameson hacia todo con gran cuidado y pude ver en su rostro, mientras hablaba, que era presa de innumerables melancolías, preocupaciones y deseos. Escuche su historia con atención, mi herida y mi curación habían pasado al olvido luego de comenzar a comprender lo que ahí Vivian. Sentí empatía por el sufrimiento de los huérfanos, y me propuse inmediatamente hacer todo lo que estuviera en mis manos para ayudar, para dar la felicidad que pudiera a esos pobres desamparados.
-Será un placer… canto mejor de lo que cocino, ya lo verá- con eso, nos despedimos y cada quien anduvo a dormir las pocas horas que quedaban de la noche.
…
Al día siguiente las cosas transcurrieron con normalidad, quizás estaban tan acostumbrados a esas sorpresas nocturnas que ya no demostraban ningún malestar por ellas, además de que preferían mantener la conciencia de sus niños lejos de esas dolorosas realidades. De tal manera, que decidí tampoco decir una palabra al respecto, pero me daba claramente cuenta, cuando por casualidad mi camino y el de Zast se cruzara, que en los ojos de él también había una comprensión nueva sobre aquel sitio, y parecíamos cómplices… cómplices de una situación que nunca compartimos a conciencia.
Luego de tres días, se me notificó que mis servicios no eran costeables… y de buena gana me habría quedado a ofrecerlos sin paga alguna, pero en Lunargenta había también gente que me necesitaba. Así que exploté toda mi energía en los días de la semana que me quedaron. Me dediqué a limpiar aquel jardín muerto que viera al principio de mi recorrido, alimentando la tierra y sembrando plantas que la vivaracha Giovana y el encaprichado Carlis, aquel niño que me lanzara el puerco aquel día en el huerto, con quien termine por llevarme de maravilla. También agradecí los consejos de Aureliano, el más inteligente de los de mayor edad, que con su mirada fría y su experiencia en el huerto nos indicaba la manera de sembrar y la cantidad de riego que necesitaban las plantas.
Se hizo costumbre, al menos durante los días de mi estadía, que luego de la cena todos se reunieran en un pequeño salón a escucharme cantar por un breve rato antes de dormir. Aquello lo habían comenzado las niñas, que soñadoras imaginaban que eran damas de una corte, y otras, mercenarias en una taberna. Cada quien tenía sus propios sueños… yo también tenía los míos.
De esta forma, el fin de mi historia en ese lugar llegó. Mi carácter era propenso al cariño mientras de niños se tratase, me dolía dejarlos a sabiendas de los infortunios que los aquejaban cada día. La última noche con ellos, la Sra. Mirna y el director nos acompañaron en la salita… donde entoné una canción que escribí para ellos como agradecimiento y despedida:
En las profundidades de un bosque sombrío
Se encuentra un sitio lleno de luz
Paredes que encierran sonrisas y alegrías
Toda clase de duendecillos bailan en su interior
Duendecillos que nunca podrás olvidar
Si bajo su hechizo te permites quedar
A sonreír como ellos aprenderás
Y el día de marchar algo de ellos te seguirá
Esa noche Luzmilla tocó a mi puerta, me pidió que el día en que saliera del orfanato pudiera encargarme de ella, quería aprender lo que yo sabía, para encarar aventuras por todo Aerandir. Yo se lo prometí, y ambas marchamos a dormir.
Para la mañana siguiente, y con mis cosas preparadas marché. La despedida ya había tenido lugar sin tristezas, pues aquella canción los había hecho reír y bailar… los abrazos que recibí, me habían brindado una calidez por dentro que ahí permanecería. Crucé el portal, y escuché un llanto… era Carlis. Lo abracé inclinándome ante él –Vendré a visitarte en cuanto pueda… mira- de la cadena que pendía de mi cuello, en donde colgaban mis escondidos amuletos y las llaves de mi hogar, desprendí la figura pequeñísima de un gorrión. –Regresaré por ella… - le sonreí, y sin más me marché con un brillo en mis ojos que quizás se convertiría en algunas gotas de llanto, de verdad esperaba que esos pequeños no tuvieran un destino desgraciado.
No volví a ver a Zast luego de la última noche, pero sabía que de volver a encontrarlo lo reconocería… aun cuando nunca viera claramente su rostro. Todo su misterio, se compensaba con ligeros actos que bien interpretados, reflejaban un espíritu noble…
...
Metí mi mano en el bolcillo, luego de haber recorrido largo rato por el sendero de vuelta... y tenté una figura de madera, el dedo tallado cuya historia no escuché, y que momo me ofreciera aquel primer día.
Isolde
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Re: [Quest] El Orfanato [Cerrada]
Notas preliminares antes de la entrega de las recompensas:
-Los objetos entregados se regirán bajo las disposiciones de este: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
- Dichos objetos deberán ser registrados en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] link para poder utilizarlos en el futuro
-Las imágenes de los objetos pueden ser cambiadas, estas solamente son una guía.
Los dos han hecho un excelente trabajo en esta quest. La dificultad que residía aquí era el posteo diario y la brevedad de la misma, aunque supieron sortearla como es debido. Sus posts fueron poco menos que perfectos, por lo que les he dado 13 puntos por el buen desarrollo. Habían algunas cosillas que impedían el mérito de toda la calificación, por ejemplo, algunos errores de ortografía como inconsistencia en el post y no me refiero con esto a que dijeran algo y se desdijeran, sino que habían algunos extremadamente largos y otros cortos. Otro punto que saqué fue porque tampoco postearon sus siete turnos correspondientes.
Hecha la devolución:
Zast: Has finalizado con éxito la misión. Tienes de recompensa:
- 600 aeros
- 10+13 puntos de experiencia= 23
- Ganzúas [0/3]
Isolde: Has finalizado con éxito la misión. Tienes de recompensa:
- 600 aeros
- 10+13 puntos de experiencia= 23
-Bastón [0/3]
Se trata de un bastón de mando. Sólo sirve para una acción por tema. Su efectividad variará de acuerdo a la susceptibilidad de la persona en cuestión, o del master de turno.
Además, te recuerdo Isolde que tienes derecho a reclamar tus puntos de experiencia por tener todo correcto y por haber finalizado un tema libre: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
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Los dos han hecho un excelente trabajo en esta quest. La dificultad que residía aquí era el posteo diario y la brevedad de la misma, aunque supieron sortearla como es debido. Sus posts fueron poco menos que perfectos, por lo que les he dado 13 puntos por el buen desarrollo. Habían algunas cosillas que impedían el mérito de toda la calificación, por ejemplo, algunos errores de ortografía como inconsistencia en el post y no me refiero con esto a que dijeran algo y se desdijeran, sino que habían algunos extremadamente largos y otros cortos. Otro punto que saqué fue porque tampoco postearon sus siete turnos correspondientes.
Hecha la devolución:
Zast: Has finalizado con éxito la misión. Tienes de recompensa:
- 600 aeros
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Isolde: Has finalizado con éxito la misión. Tienes de recompensa:
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Se trata de un bastón de mando. Sólo sirve para una acción por tema. Su efectividad variará de acuerdo a la susceptibilidad de la persona en cuestión, o del master de turno.
Además, te recuerdo Isolde que tienes derecho a reclamar tus puntos de experiencia por tener todo correcto y por haber finalizado un tema libre: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Thorn
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