El misterio de las lágrimas [Interpretativo][Libre][CERRADO]

Después de dias de vagar por distintos lugares casi sin rumbo llego a un poblado algo mas grande comparado con aquellos en que ya habia estado. Tenía la leve esperanza de acercarse a su destino final...el hogar de la manada de licantropos que asesino a su madre. La suerte no le habia acompañado, este no era su mejor momento, pero tenia el presentimiento que a partir de ahora la suerte estaría de su lado.

Se internó en el pueblo, estaba exhausto, caminó por dias, de pueblo en pueblo, buscando respuestas y sobre todo...alguien quien le atendiera la herida que llevaba en el brazo, producto de la pelea con el feroz animal que lo atacó. Pasó dias sin probar alimento, noches durmiendo en los bosques en medio del frio y la soledad, pero su espiritu era inquiebrantable, se aferraba a las enseñanzas de su padre y eso le daba valor para continuar.
Al parecer era un pueblo activo lleno de gente que paseaba de aqui para allá. Ya no tenía fuerzas para seguir, se sentía maredado y dolorido, la fiebre amenazaba con hacerle perder el conocimiento, aquella herida tenia mal aspecto y le causaba un gran dolor.

Vio a un grupo de jovenes acercarse y les pregunto si existia algun lugar donde comprar alimento o una planta curativa, que pudiera sanar o aliviar el dolor de la herida. -Buenas tardes podrían indicarme si existe algún mercado aqui?- . De manera cortes los jovenes le indicaron el camino al mercado del pueblo, -Bienvenido a Beltrexus- le dijo animadamente uno de ellos. Los miró con detenimiento mientras les hacia una seña de agradecimiento, parecian instruidos y cultos en su manera de expresarse.

Llegó al mercado, era un lugar grande con muchos con mucho movimiento, el ruido del lugar lo aturdía, caminaba sin rumbo....de pronto sintió que las fuerzas abandonaban su cuerpo, cerró los ojos intentando tomar aire y dió un paso hacia atras, chocando con alguien accidentalmente.

El brujo abría la puerta del sitio más parecido al que había podido llamar hogar en años. Un desconocido profesor de la academia había decidido adoptar a Neros en su hogar en un acto de verdadera bondad dificil de encontrar en aquellas islas hacia alguien de la condición del joven brujo, un simple vagabundo sin familia, castigado por los dioses con un aspecto monstruoso desde muy niño, del que la mayoría de gente de aquél poblado era consciente al verlo embutido en su negra túnica y ayudado por su bastón.

El anciano maestre Maeloc le había dado una comida caliente y había rehusado el ofrecimiento de Neros a servir en su casa,  demostrándo que era muy diferente a sus congéneres ¿Qué menos podía hacer el brujo que estar a su servicio por toda la humanidad que le ofrecía ese hombre sin juzgarle? No obstante pronto comprobaría al pasar horas hablando y ordenando aquello que el anciano llamaba casa, que bien poco le importaba lo que Neros pudiera darle materialmente. Atrapado en aquellas cuatro paredes, el brujo saldría a buscar un anciano vendedor que le era conocido para consultarle unas dudas que se le habían presentado en su viaje fuera de las islas.

Este parecía comprender la situación del encapuchado que no conocía profesor, por lo que le aleccionaba de forma gratuïta. Eso llevaba al brujo a mezclarse entre la gente de las calles una vez más para llegar a su destino de un modo discreto y no acarrear con la ira sin sentido de sus conciudadanos hacia las clases menores y los extranjeros, ya había sufrido una persecución ese día. Andaba el brujo cabizbajo apoyado en su bastón cuando un humano, pues lo reconoció como tal al instante, chocaba contra él al andar. Neros se apartaba violentamente de ese hombre, reajustando su túnica cuando ya tenía algo de distancia para advertirle con su voz rasgada.- Cuidado extranjero, podrías no tener la suerte de chocar con alguien como yo la próxima vez. - Diría Neros en un tono que sonaría amenazante.

Aunque así pareciese, en realidad el brujo le estaba advirtiendo de la realidad en aquellas islas, en que el grande devoraba al pequeño y su prole con tal de perseverar en la cúspide. Daría la espalda sin esperar unas disculpas de ese hombre y seguiría su camino a la tienda. En su andar el mago no se detenía, pronto llamaría la atención de sus conciudadanos y no era algo que le conviniese, no a Neros.

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Off: Elen, si eres habitante habitual de por aquí puedes conocerme como Sin Rostro o no, como tu decidas.

Muchas Giovanni se encontró al borde de la muerte, sufrió muchas golpizas en riñas de tabernas, defendiende de uno que otro atracador cerca de los caminos, su espada muchas veces le salvó la vida, esta vez no fue la excepción pero la pelea con el oso habia tenido consecuencias graves...aquel animal le habia dado un profundo zarpazo en el brazo, el cual habia ignorado durante dias, pero la herida cada vez tenía peor aspecto.

Odiaba reconocer que esa marca la habia hecho una animal, pues se ha enfrentado a hombres corpulentos, asesinos y demas, ninguno de ellos le habia dejado una marca tan notoria y dolorosa. En sus anteriores riñas como mucho habia recibido un corto provocado por el filo de una espada, un ojo morado producto de un puñetazo, pero nunca esto...
La fiebre amenazaba con hacerlo perder el conocimiento, sentia el sudor frio correr por su frente, casi perdía el equilibrio chocando con un lugareño, no muy amable, algo le murmuró pero apenas y pudo escuchar lo que el el dijo, pues ya sus sentidos se estaban desvaneciendo poco a poco. La vista se le estaba nublando cuando sintió que alguien le sujetaba evitando que cayera desplomado. Alguien le cogió del brazo presionandolo - Arggg eso duele- exclamó intentado reaccionar y ver de quien se trataba.

- Aguantad señor, no cerréis los ojos. - era una suave y delicada voz. Abrió los ojos para ver de quien se trataba, aquella era una muchacha de peliblanca, con una expresion de dulzura y amabilidad en su rostro. Su voz produjo una calma inmediata en él, apaciguado sus desesperacion.  Lo guió hasta una escalera, para que se recuperara un poco las fuerzas, y le examinó el brazo.

-Me llamo Gio..gio..vanni- le dijo con la respiración entrecortada, apoyó la cabeza en el muro de piedra, la herida de su brazo parecia quemarle la piel y musculo, la voz de la muchacha -No..no...quiero incomodarla,  pero necesito conseguir algo que sane pronto esta herida- .

Se había infiltrado entre la gente tras ese breve encuentro, no cabía duda que sabía cómo hacerlo. Tras aseurarse que nadie le seguía, se introducía en la tienda de un viejo conocido suyo. La tienda era andrajosa y se notaba que el comercio mermaba últimamente en el negocio de aquél alquimista.- Que los dioses estén contigo, maestre. - Diría inclinándose levemente cuando entraba en el lugar, mostrando un respeto fingido por aquél brujo de tres al cuarto. Aun así su actitud agradaba a ese anciano que normalmente devolvía con conocimientos ese trato. - Encontré unos libros en Lunargenta, hablaban del fuego sombrío... Era cierto, ¿Por qué no me hablaste de eso antes, por qué lo negabas? - Lo que quisiera haber querido empezar como una conversación entre dos intelectuales, acabó siendo un interrogatorio por parte del brujo hacia el anciano, que le miraba con desagrado.

- No vengas a traerme problemas Sin Rostro, suficiente que tolero tu presencia aquí. - Respondió tajante el viejo alquimista, llamando a Neros por ese apodo que tanto detestaba por parte de aquél viejo que siempre le había tratado con cordialidad. El brujo, que en un principio se había acercado hacia el mostrador retrocedía al ver que su interlocutor sujetaba una de las pócimas.- Ese tipo de magia está prohibida y es mejor que muera con tu estirpe. - Siguió hablando mostrando ahora que no tenía ninguna buena intención.- ¡Largo, antes que te denuncie a los ancianos! - Finalizaría amenazándole de tirar lo que fuese que contuviera ese recipiente de cristal.

Neros se daría prisa ante aquellas palabras, maldiciendo el tiempo que había malgastado estudiando las lecciones de ese idiota, que le había ocultado la naturaleza que le era propia. Dio un fuerte portazo al salir del lugar cuando volvió a la calle del mercado inmerso en sus pensamientos. Cierto era que cuando manipulaba las sombras estas pretendían apoderarse de sus actos y le habían tentado antaño a hacer cosas que le llenaban de un placer indescriptible. No se había dado cuenta entre tanto que el desconocido con el que había chocado sangraba, estando su túnica ahora manchada.- (Los humanos no traen más que problemas). - Maldeciría por dentro ese desafortunado encuentro por lo mucho que ahora resaltaba su túnica negra por la mancha roja de la sangre.

Sentia que en cualquier momento la vida se le iría de las manos, intentaba mantener la conciencia pero cada vez le resultaba mas dificil, vio alejarse a la muchacha quizá en busca de ayuda. El dolor cada vez era mas intenso, y la fiebre le hacia tener alucinaciones, pues le pareció ver la silueta de su difunta madre acercándose a él.

Intentó ponerse de pie sujetandose del muro de piedra pero ya no tenia fuerzas, sacudía la cabeza de un lado a otro no dando crédito a lo que sus ojos estaban viendo, era su madre, esa silueta tan familiar, a medida que se acercaba la veía con mayor claridad, su mente le estaba jugando una mala pasada. Abrió bien los ojos, la mujer se acercó con algo en las manos, destapó el frasco para que él bebiera. - Tomad esto, detendrá el sangrado y la herida cicatrizará. -, con la mano temblorosa mucha dificultad bebió del frasco hasta acabar el contenido, -Esto sabe a demonios!!!- exclamó con una mueca de desagrado, mientras carraspeaba.

Se aproximó a la jóven y le tomó el rostro, era suave y aterciopelado -Eres tú...haz vuelto madre...-. En cosa de minutos la medicina comenzó a surtir efecto, el rostro que en su mano sotenía no era su madre, sino el de la jóven de cabello blanco que le habia prestado ayuda. La fiebre comenzó a disminuir, y el dolor ya no era intenso, sin embargo ella, tenía rasgos muy parecidos a los de su madre, haciendolo recordar tiempos pasados.

Avergonzado por la situación retiro su mano del rostro de la muchacha -Disculpadme, crei...crei...que eras mi madre. Debió ser producto de las alucinaciones...-  Miró la herida con detenimiento, el sangrado se habia detenido, volvió la mirada hacia ella - Me haz salvado la vida, no sé como podré agradecerte...quisiera saber tu nombre para recordar a la persona que me ha ayudado...-

Ahora sin un rumbo que seguir, el brujo andaba vagabundeando por las calles de Beltrexus. Se fijaba desde el interior de su capucha los rostros de cuantos le rodeaban, quien eran neutrales, amigables o peligrosos para él que miraba sin ser visto a medida que avanzaba retirándose hacia uno de los callejones que le habían cobijado anteriormente de miradas indiscretas, cuando no muy lejos de él distinguía el humano que le había manchado la túnica. Unas siniestras intenciones poseyeron un instante a Neros que se dirigía con el bastón en mano hacia él, apaciguándose en el camino a sabiendas que lo que hacía estaba mal y que aquél hombre aparentemente embriagado estaba en realidad malherido y una mujer le estaba asistiendo.

Era una mujer peliblanca aparentemente armada que escuchaba como Neros las palabras de ese desdichado que moriría en la calle queriendo volver a los brazos de su madre. - (Penoso, ha perdido el poco juicio que tenía). - Pensó el brujo desde su posición cercana a la escena, aunque la mujer pudiese ser una amenaza sin duda el hombre no lo era y sabía cómo huir por aquellos callejones si hiciera falta. Iba a decir a la muchacha que desistiera en su intento, pero esta poseía una poción curativa, aquello tenía un gran valor en las islas por lo que ambos deberían ser buenos amigos, no estaba acostumbrado a tales muestras de generosidad en su tierra.

El hombre parecía recuperarse y pronto se daría cuenta de la presencia del brujo a espaldas de la mujer que le brindaba la poción. Revelándole al preguntar su nombre que no se conocían, aquello despertaba ahora la curiosidad del encapuchado ante las dos personas por lo que se dispuso a hablar, en un intento de no parecer alguien de quién tener miedo. - Queda poca gente como vosotros en estas tierras, seáis quienes seáis, mi nombre es Neros Alseth. -Dijo entonces revelando su silenciosa presencia para seguir hablando.- Has ido a parar a un mal puerto humano, ¿Qué te trae a esta tierra tan alejada de las leyes de tu rey? -Preguntaría en un especie de interrogatorio a ese hombre que aun no parecía recuperarse del todo y estaba en clara desventaja respecto a él, que le observaba con curiosidad a través de esa oscura capucha.

La pócima surtía efecto de manera paulatina, ya no sentía tanto dolor y el sangrado se detuvo, sin embargo aún en su boca permanecia el amargo sabor del brebaje que le salvó la vida. Se sintío avegonzado al confundir a la peliblanca con su madre, no sabía como disculparse por aquel atrevimiento.

Le agradeció de manera cortés el hecho de haber salvado su vida, necesitaba saber su nombre para asi por siempre recordar  ese noble acto para con él. Pocas personas se habian cruzado en la vida de Giovanni, casi siempre estuvo rodeado de gente con malas intenciones, ladrones, estafadores, asesinos, en no tenía amigos, amor, nada. Su vida desde el asesinato de su madre, se volvió sombria y gris, llena de odio y venganza.

Un hombre encapuchado y de aspecto siniestro se acercó con sigilo, la jovén no pudo advertir inmediatamente su presencia pues estaba de espaldas a él. Atento ante cualquier movimiento extraño, llevando su mano a la empuñadura de su espada.  -Queda poca gente como vosotros en estas tierras, seáis quienes seáis, mi nombre es Neros Alseth-, se presentó de manera seria y distante - Has ido a parar a un mal puerto humano, ¿Qué te trae a esta tierra tan alejada de las leyes de tu rey? -.
Se incorporó con ayuda de la joven, -Me llamo Giovanni Battista...- le dijo en tono un tanto desconfiado, -Tal vez el destino, o mi suerte me trajeron hasta aqui...- en un momento miró la empuñadura de su espada, y volvío la mirada nuevamente a Neros.

La aparición de ese hombre nada bueno podría traer, su aspecto le daba desconfianza, pero a la vez lo confundía, de ser un tipo malo no habría dudado en atacar, no se hubiera detenido a hablar o tal vez esperaba el momento adecuado...quién sabe. Se mantuvo en silencio para luego dirigirse a Neros otra vez - Estoy buscando un grupo de licantropos jovenes, esos mal nacidos mataron a mi madre, he vagado por muchos lugares buscándolos sin éxito- frunció el ceño y volvió a recordar con odio el objetivo que poco a poco le atormentaba la existencia.

Observaba los acontecimientos pacientemente, esperando las reacciones a su aparición. Su congénere se presentaba como Elen de la familia Calhoun, no olvidaría el nombre de aquella bruja que iba regalando pociones a los desamparados, quizá algún día le serviría de ayuda recordarlo ya que no parecía que esta mostrara ninguna hostilidad hacia su presencia. - Es natural. - Aclararía ante el posible sobresalto de su interlocutora por la manera que tenía de presentarse el encapuchado. Aun así por ahora el brujo seguiría manteniendo las distancias respecto ambos fijándose ahora en la reacción del hombre que por el contrario de la mujer, parecía reaccionar de una manera poco confiada ante la presencia de Neros, que observaría con desagrado desde la posición en la que estaba como el tal Giovanni acariciaba la empuñadura de la espada.

Dio un paso atrás y puso su bastón por delante, no parecía una posición de lucha directamente, pero daba a entender que el brujo estaba a la defensiva mientras escuchaba sus palabras y veía como se iba levantando el hombre que hablaba del destino y otras injusticias que acontecían en la vida de cada uno, aquello no tenía importancia para el mago, que seguía observando como no apartaba la mano de la espada. - Estoy buscando un grupo de licantropos jóvenes, esos mal nacidos mataron a mi madre, he vagado por muchos lugares buscándolos sin éxito - Dijo finalmente el humano confesándose a Neros qué le había llevado realmente hasta esas islas alejada de la mano de los dioses.

- (¿Licántropos, aquí?). - Pensaría por un momento Neros recordando que la única pareja que había podido identificar como licántropos llevaban poco tiempo en las islas, y aquella mujer lobo ya tenía suficientes problemas como para ir asesinando madres. En todo caso, no iba a darle ninguna información a ese mercenario, por ahora ridiculizaría sus intentos mientras aun estubiese fatigado por la herida.- Deja la espada en su sitio, de nada te servirá la fuerza bruta aquí. - Advertiría el brujo antes de seguir hablando.- ¿No deberías empezar tu búsqueda de licántropos en sus propias tierras? - Preguntaría de nuevo Neros, pues aun no entendía que insensatez podía llevar a un humano a las tierras de los brujos si no era que iba en busca de aquellos objetos mágicos que tanto les agradaban y tan caros les vendían.

-¿No deberías empezar tu búsqueda de licántropos en sus propias tierras?-...pudo sentir un dejo de sarcasmo en la pregunta del encapuchado, sus palabras molestaron a Giovanni, no estaba de humor para ese tipo de ironías ni cuestionamientos, empuñó la mano a modo de intentar calmar la ira, el tipo se estaba burlando en su cara, sin embargo nada podía hacer, no era el momento de desatar una pelea menos en frente a aquella dama que hace unos instantes le salvó la vida.
Estaba a punto de contestar la pregunta cuando la con suave voz y en un intento de apaciguar la situacion intervino la peliblanca  
-¿Qué te hace pensar que están aquí? -guardó silencio un instante intentando buscar explicación, pues no podía decirle que estaba en ese lugar por culpa de su desorientación, sería motivo de burla, mas aun frente al sarcastico individuo que tenia en frente.

-Bueno...digamos que el destino me trajo aqui...no tengo muy claro que esos infelices estén aqui, solo estoy en este lugar porque los pasos me guiaron y....definitivamente este no es su escondite- los miró alzando una ceja. -Si tengo que recorrer todo Aerandir lo haré, tiempo es lo que me sobra- dijo en tono sobervio.

Dio un respiro y miro a su alrededor -Pienso quedarme aqui una par de dias hasta que reponga mis fuerzas, no es bueno aventurarse nuevamente a los caminos en estas condiciones. Srta Calhoun, me pongo a su disposición para lo que usted necesite durante mi estadia en su tierra, no vengo con malas intenciones, solo las casualidades me han traido aqui- hizo una pequeña reverencia a los presentes.

Off Rof: Chicos perdonad la tardanza, ahora si ya me pongo al dia con mis pendientes

El brujo mantenía cogido en todo momento su bastón mágico en la mano derecha, aunque mayormente lo usara para ayudarse cuando caminaba, era su única posesión y defensa, por lo que en ese ambiente hostil que le era su propia tierra procuraba no separarse nunca de este. Si alguien le pretendía algún mal debía tener muy claro que iba a luchar para defenderse, era algo que debía tener en cuenta el extranjero que aun iba manchado de su propia sangre, como parte de la túnica del mago. No era consciente de la buenaventura que le había llevado a encontrarse con los dos brujos frente a él en vez de cualquier fanático que habitase el pueblo, o aquella era la visión de Neros.

La tal Elen quería apaciguar los ánimos de ambos, consiguiendo que el hombre respondiera con palabras en vez de con la espada. El color característico de su pelo hacía que le fuera conocida de vista, mas no comprendía que llevaba a una bruja a compadecerse de un extranjero, un humano herido y armado si no era para saquear su cadáver. Podía ser aquello un hecho extraño a ojos de Neros, mas había comprendido en su viaje fuera de las islas que la maldad original en los hombres no era una realidad. Como Giovanni, él mismo se había visto en la situación paupérrima del humano en tierra extranjera, incluso en la suya própia, por lo que si no estuviera Elen él mismo hubiera impedido que muriese como un perro en la calle. Pensaba todo aquello en los silencios que le eran propios a ese brujo poco hablador. Comprendía que mientras él aseguraba su supervivencia meditando sus actos, el humano lo compensaba con el uso de la espada que pretendía blandir. Clavaba su mirada en este mientras lo escuchaba sin creerle, algo le había llevado hasta la tierra de los brujos.

Todo aquello de los licantropos debía ser una mentira para evadirlos de la realidad que acontecía al que daba por mercenario, no quería responder sus preguntas aunque afirmaba tener demasiada mala suerte.- Las casualidades no atraviesan el mar y hieren a un hombre, extranjero... - Diría cortante el brujo sin haber bajado su guardia, no pretendía luchar pero quería probar su paciencia, en un mero divertimento para calcular si realmente duraría dos días en Beltrexus.- Y en cuanto a ti Calhoun. - Seguiría hablando pero sin quitarle el ojo al humano.- Puede salirte muy caro ayudar a quién no debes, tenlo presente. - Finalizaría con su desagradable tono de voz. Aunque estaba desafiante, tenía muy claro que estaba en plenas facultades y en su terreno, por lo que esperaría la reacción de ambos. Aquellos dos desconocidos conseguían despertar la curiosidad del joven brujo, que sonreía de medio lado en el interior de su capucha.

El encapuchado una vez más puso a prueba la paciencia de Giovanni, sus sarcasmos e ironías hacía que la poca paciencia que le quedaba se acabara con cada comentario, algo había en ese hombre que le provocaba desconfianza, sabía que no debía bajar la guardia, al contrario, debia permanecer alerta ante cualquier movimiento de aquel sujeto.
Las casualidades no atraviesan el mar y hieren a un hombre, extranjero... - sentenció el encapuchado en un acto de provocación.

Pero quien era el para interrogarlo de esa manera y sobre todo dudar de su palabra. Al parecer había conseguido su objetivo...agotar su paciencia. En sus ojos la ira se reflejaba con intensidad. Intentó contenerse sin éxito alguno, fue asi como dio se puso enfrente del hombre oscuro y lo cogió por la túnica mirandolo a los ojos -Has agotado mi paciencia,  no me provoques- dicho esto lo soltó dando un paso hacia atrás.

No deseaba pelearse con nadie, menos en un pueblo desconocido pero uno de los defectos de Giovanni era ese...su ira. Miró a Elen en un intento por disculparse por la penosa escena que acababa de presenciar -Será mejor que me retire, señorita Calhoun...le reitero, cuente conmigo para lo que necesite, y disculpe lo sucedido- hizo una reverencia.

Miró al hombre por ultima vez susurrandole una advertencia -Tu y yo nos volveremos a ver...-. El sol estaba por ocultarse en el horizonte y debía conseguir una posada en donde poder pasar la noche y reponer fuerzas para recorrer el pueblo en busca de algun indicio sobre la presencia de algun licantropo, sin embargo sus esperanzas esfumaban junto con la tarde, aparentemente no estaban allí, ahora lo unico que podía hacer era recuperarse y continuar con su viaje.

El brujo observaría a la defensiva el suceso de los acontecimientos divertido mientras la faz del humano iba cambiando a un tono más rabioso, tal y como había pretendido el brujo desde un principio. Si dejaban bagar a ese hombre sin importar si blandía su arma o no, acabaría viviendo una terrorífica experiencia en las islas, como tantos otros, como él mismo. Inmerso en sus pensamientos, bajó su defensa el tiempo suficiente como para que el humano le cogiese de la túnica, le tocara. Una violencia brutal invadían a Neros, cual bestia herida y arrinconada, temeroso por la fuerza del humano tan superior respecto a la del enclenque brujo, que parecía dispuesto a luchar cuando el bastón que tenía cogido en la mano derecha se cubría de llamas como la propia palma del mago, que hizo el esfuerzo de escuchar lo que tenía que decir el humano antes de atacarle sin medida. - Has agotado mi paciencia,  no me provoques - Diría Giovanni soltándole con desprecio y apartándose de su contrincante.

Aunque le temblasen las piernas dentro de la túnica por lo cerca que había estado de sufrir un daño contundente de parte del extranjero, se lo miraba con odio por lo cerca que había estado de él, mas golpeó con la base del bastón en el suelo y las llamas desaparecieron. El humano le había cogido desprevenido y podría haberle salido caro. - (Esto no ha de volver a acontecer). - Pensó frustrado para consigo mismo por la impotencia que había sentido hacía apenas un instante. Fue entonces cuando vio al humano despedirse de muy buenas formas de la tal Calhoun para luego amenazarle. - No me das ningún miedo humano, tampoco es a mi a quién debes temer. - Afirmaría, aparentando total serenidad hacia el exterior de la túnica mientras dejaba ir sus palabras al humano que pretendía marcharse tras amenazarlo.- Gánate mi confianza, dime cómo te has hecho esas heridas sin más mentiras, entonces te llevaré donde puedas descansar. - Dijo, aunque no sabía si el humano iba tan siquiera a escuchar su oferta.

Reposando de pie sobre su bastón, se encontraría a cierta distancia de Elen y más del humano, a los cuales observaba ahora en silencio, a la espera de que dijeran algo o finalmente se alejaran y así poderles dar la espalda con mayor tranquilidad. Tenía el tiempo para evitar que el humano provocara algún disturbio pero tenía sin duda cosas más interesantes que hacer, muchas dudas que aclarar. Pasase lo que pasase, al día siguiente intentaría colarse en la Academia de magia en busca de respuestas, por lo que el triste destino del extranjero le importaban en realidad bien poco.

La situación se tornó tensa cuando Giovanni cogió por la túnica a Neros, a penas y pudo conterse de usar la fuerza, sin embargo llamó su atención cuando este hizo aparecer fuego en las manos como asi también en el baston, hasta hace un rato inofensivo. Era un brujo peligroso, no le convenía un enfrentamiento, menos en su tierra, sabía que las pagaria muy caro. Apretó la mandibula y se alejó de él sin apartar la mirada de aquel bastón que hasta hace unos segundos estaba cubierto de fuego.

Elen intentó poner paños frios a la situación interponiéndose en medio de ellos - Basta de provocaciones y amenazas que no llevan a nada bueno.- la mirada de la peliblanca cambío, sus ojos verdes denotaban severidad y decisión lo mismo que sus palabras, -Tranquila Elen, no sucederá nada, y...yo ya me retiro, es tarde necesito encontrar un lugar donde reposar luego de todo este ajetreo- sonrió levente a la muchacha.

Se sentía cansado, fatigado luego de haber caminado durante días sin descanso y sin alimento, necesitaba recuperar fuerzas para continuar su travesia. Miró su brazo herido moviéndolo ligeramente, el dolor había desaparecido casi por completo, ya no sangraba ni ardía, eso era buena señal, sin embargo estaba hambriento, sonnoliento y débil.

La tarde murió en aquel horizonte, el cielo se ennegreció cubriendo a Beltrexus, las personas que deambulaban aborrotaban el mercado se comenzaban a retirar, el bullicio fue reemplazado por el silencio, casi no quedaba gente en el mercado, sólo uno que otro tendero guardando la mercancia para el dia siguiente.

Hizo una reverencia a Elen disponiendose a caminar, al mismo tiempo que escuchaba la ofrecimiento de Neros - Gánate mi confianza, dime cómo te has hecho esas heridas sin más mentiras, entonces te llevaré donde puedas descansar - Esta vez lo miró ya no con ira sino mas bien sereno. Cuál era el interés de él por saber como se hizo esa herida?, miró a Neros con seriedad -Te diré el motivo brujo, allá tu si me crees o no- pasó su mano por la herida mirándolo

-Esta herida me la hice en las afueras de la ciudad de Lunargenta, en un intento por salvar mi vida, esto...es la cicatriz de un zaparzo que me dio un maldito oso- le hizo un gesto señalando la cicatriz -Yo no soy mercenario, peleo cuando la situación lo amerita, jamás he matado a nadie, si herido a unos cuantos pero matar....aún no, pero si mi vida esta en peligro no dudaré en hacerlo- acarició la empuñadura de su espada y sonrió -Bueno...ya te he contado la verdad, y te agradezco el ofrecimiento pero prefiero buscar un lugar por mi cuenta- asintió con la cabeza.

El brujo observaría como el hombre frente a él se daba cuenta de su inadecuado arranque de violencia algo arrepentido por haber mostrado esa faceta suya ante el desconocido que le era Neros y la mujer que le había asistido. Aunque la tal Calhoun se había interpuesto entre ambos en más de una ocasión para mantener las distancias entre ambos, no había podido evitar el constante interrogatorio del encapuchado, que aun estaba sorprendido por el éxito de su anterior provocación.

Quizás ese humano no iba a ser un modelo de conducta entre los extranjeros, pero si nadie le provocaba no tendría por qué tener problemas en la ciudad de los brujos, y parecía que finalmente sus palabras iban bañadas de la verdad. - Esta herida me la hice en las afueras de la ciudad de Lunargenta, en un intento por salvar mi vida, esto...es la cicatriz de un zaparzo que me dio un maldito oso. - Dijo mostrándo la cicatriz. Claramente eran las zarpas de un animal salvaje o de una arma que Neros desconocía, pero era seguro que esas heridas no se las había hecho alguno de sus conciudadanos, lo cual tranquilizaba en grado sumo a Neros mientras escuchaba al hombre que despejaba sus prejuicios, afirmando no ser mercenario o asesino. Podía decir la verdad o no, pero aquello cada vez era una asunto de menor incumbencia para él, que tenía mucho en lo que pensar.- Bueno...ya te he contado la verdad, y te agradezco el ofrecimiento pero prefiero buscar un lugar por mi cuenta.- Dijo finalmente con mucha serenidad, dejando como algo del pasado la reciente agresión hacia la persona del encapuchado

Neros observaría las reacciones de ambos. Al contrario que el humano y seguramente su congénere de pelo blanco, él si había matado en más de una ocasión, pero no era algo que le provocase ningún tipo de remordimiento, pues siempre le pareció que estaba en su derecho. Tanto su pueblo como el mundo entero eran una jungla en el que el fuerte comía sin piedad al débil, dónde las marionetas de los dioses, aquellas personas, cantaban i danzaban como borregos hasta que les llegaba su hora, triste existencia.- Como desees pues. - Respondería el brujo totalmente erguido mientras se apoyaba en su bastón mientras la ancha túnica ondeaba levemente al son del viento.- No encontrarás lo que buscas aquí, tan solo miseria y una hospitalidad que da mucho que desear.- Seguiría hablando aprovechando los instantes antes de que cada uno tomase su respectivo camino.

Se mantendría en su sitio hasta que los demás decidieran marcharse, después de lo ocurrido no iba a darle la espalda sin más a ese hombre de carácter irascible, por lo que en cuanto se voltearan él también lo haría, importantes cuestiones volvían a su cabeza, maldiciendo que fuera un hecho que no podría resolverlas sin arriesgarse.

La noche cayó sobre Beltrexus, ya habiendo rechazado el ofrecimiento de Neros se disponía a ir en busca de un lugar donde pasar la noche y comer algo, no sin antes despedirse Neros  Elen -He de marchar, Srta. Calhoun...una vez más muchísimas gracias por lo que hizo usted por mi, no le correspondía sin embargo ha salvado mi vida- le besó la mano sintiendo la piel suave y tersa de Elen, -En cuanto a ti...brujo, suerte- le hizo un gesto de despedida con la cabeza.

Se acomodó la mochila en la espalda, aseguró su espada y se dispuso a marchar, pero la voz de la peliblanca hizo que se detuviera - Giovanni espera…no conoces el lugar y podrías tardar en encontrar la posada más cercana, te daré unas indicaciones para que te resulte más fácil llegar hasta allí. -, dijo en tono amable y sereno.

Giró para mirar a la peliblanca asintiendo con la cabeza -No es mala idea Srta. Calhoun, soy un simple forastero pedido aqui, sería de gran utilidad si pudiera indicarme alguna posada, pero..no deseo abusar de su amabilidad, usted ya ha hecho mucho por mi-. Era verdad, no deseaba importunar, a la que le salvó la vida, daba gracias por encontrar a la muchacha tan bondadosa, cosa que no estaba acostumbrado a ver, menos un acto de bondad hacia su persona, Giovanni siempre se cruzó en el camino con gente hostil y egoísta, y esto...lo sorprendía gratamente.

En su paso por Beltrexus se llevaba una lección muy importante, comprobó el mismo que aún existen personas desinteresadas dispuestas a ayudar a quien lo requiera sin esperar nada a cambio.

Aunque no había quitado ojo a sus dos acompañantes en ningún momento, estos ya no suponían ningún tipo de preocupación para el encapuchado. Pronto sería de noche y el manto de las sombras le permitiría al mago proceder con sus paseos nocturnos sin temer las miradas e intenciones ajenas. Sus pensamientos estaban ahora con la mujer lobo que había conocido la anterior mañana al regresar a su tierra natal. No sería hasta entonces, en la noche, cuando llegaba su momento para perseguirla cuanto le viniese en gana, hasta que su curiosa mentalidad le dejara descansar tranquilo, desaturarse para empezar a pensar en su siguiente objetivo. No obstante, las palabras ahora más calmadas del humano captaron la atención del brujo una última instancia cuando se dirigía directamente a él, tras, por dicha para Neros, declinar su oferta de acompañarlo. - Mantén esa espada tuya en la empuñadura, mas no te separes de ella. - Diría como un último consejo y a modo de despedida, aunque para entonces Elen se había ofrecido a darle almenos indicaciones para llegar donde tuviese que ir.

Sería de necios negar información de un sitio que te es desconocido, por lo que el humano aceptó aquello sin dudarlo y con más educación de la que cabría esperar de un hombre de los reinos del sur. Aquello le serviría al mago para irse sin tenerse que despedir de la extraña pareja mientras estos hablaban. Para cuando quisieran darse cuenta, el sol ya se empezaba a esconder del todo, por lo que con más seguridad, Neros emprendió un paso ligero en dirección a uno de los callejones cuando nadie fijaba en él su atención. Su mano izquierda había cogido un tono negruzco, las sombras le llamaban y sentía que no podía esperar.

Al poner un pie en el oscuro callejón, las sombras se adhirieron a su brazo y empezaron a escalar por todo su ser a medida que seguía andando. Su piel, la túnica y el bastón que portaba ennegrecieron de tal modo que no se le podría distinguir con facilidad en la oscuridad del lugar que ahora era su camino a seguir en su andar meditativo y, en silencio, sus pasos le llevarían hasta vislumbrar el local de Sokotora, donde podía aguardarle su destino.