Una vez más... (Libre)

El viendo susurraba fríamente sacudiendo mi cabello y acariciando mi rostro, mis pies descalzos mataban sin piedad las hojas secas que yacían en la tierra húmeda y muerta. El corazón me latía con rapidez mientras mi mano derecha sostenía y acariciaba aquella roca negra que siempre llevaba conmigo… 1…2…3…4….5…. Contaba mis pasos siempre con los luceros al frente esperando ver las ruinas que recordaba como si el día anterior a este fuera aquella vez que me encontraron y me apartaron de mis raíces… Mi respiración caldeaba mientras me sentaba junto al tronco de lo que antes podría haber sido un hermoso árbol de esmeraldas brillantes.
Apreté los dedos de mis pies sintiendo todo aquello que los ensuciaba y humedecía… cerré los abanicos pegándolos a la piel tratando de recordar algo más… aquello que se había perdido, creo yo, para siempre… Volví a abrir los ojos observando las nubes que cubrían las montañas liquidas, la niebla pegajosa impregnaba mi piel expuesta, el olfato percibía el aroma de rocas, tierra, muerte y perdición… a mis oídos el sonido de algunos pocos grillos que cantaban sin importarles el croar de las ranas.
Perdiéndome entre la naturaleza, donde la bruma se recortaba contra el cielo que anunciaba el anochecer… me relajé absorbiendo todo aquello que vibraba a mi alrededor… para ese entonces… las nubes ya no eran más que pequeñas manchas que se veían solo si prestabas atención a la obscuridad.
Separé mis labios y de estos brotaron aquella canción que recordaba desde hace muchos años atrás, aquella canción que me llevó a donde estoy ahora…

“Volando con los brazos a los lados,
No quiero bajar del cielo pues la tierra ya está contaminada
Aquello que todos aman ya no existe”

Aquel párrafo era mi favorito, el último… el que me hacía sentirme en paz.

Habían pasado varios días desde que salí de mi cabaña en el bosque del oeste, lluvia y frío habían sido mis compañeros de viaje, sin mencionar el hambre, a veces saciada con algún incauto, otras veces, ignorada hasta hacerla desaparecer, el poblado abandonado sería una breve parada en mi camino hacia El Pico Más Alto, era el lugar indicado para estar solo unas horas, sin peligro alguno, o al menos ese era el plan, sin embargo, no estaba tan solo como pensaba, a lo lejos, pude escuchar musitante una canción ornamentada de algunos grillos, me escondí de prisa para evitar ser visto, vigilante, en absoluto sigilo esperé a estar más cerca para asegurarme de que no representara un peligro, conseguí acercarme lo suficiente hasta poder observar en detalle - (Es solo una chica) - pensé sin atreverme a salir, sin embargo, aunque no me parecía una amenaza, desconocía lo que fuera capaz de hacer, por lo que preferí acercarme con precaución, a fin de cuentas, de ser una chica indefensa, no estaría sola en un lugar tan peligroso.

Comenzaba a caer la noche, las nubes parecían huir y desvanecerse en el sinuoso horizonte, esa chica, por su parte, permanecía inmutable, mirando hacia la infinitud de la noche dejando salir de sus labios entreabiertos aquella tenue canción, preparé las dagas escondidas en mi espalda y con mis manos preparadas pero sin parecer amenazante me decidí a salir, a fin de cuentas, ella estaba en medio de mi camino y debía pasar por ahí, pude tal vez acercarme a ella sin hacer ruido, pero para evitar asustarme preferí dar pasos lo suficientemente fuertes como para ser escuchado, ella me oyó, lo sé, pero no quiso voltear hacia donde yo estaba, miré a los lados para asegurarme de que no era una emboscada, pero seguí caminando hasta estar a su lado, me detuve y observé su rostro, no parecía un rostro humano, tampoco olía a vampiro ni tenía esa amenazante presencia que podía percibir de los brujos, así que me relajé un poco, aunque sin dejar de mantener una distancia prudente (2 metros), que me permitieran reaccionar ante cualquier ataque, tras toser para llamar su atención, sin éxito, intenté hablarle, en parte, para asegurarme de que no era una amenaza y poder continuar mi camino, y a la vez, porque algo en sus ojos me parecía profundamente enigmático - Interesante noche - le dije con voz leve mientras la miraba sentada junto al tronco del árbol - Las nubes huyen asustadas, y las estrellas han preferido no salir, el cielo desierto anuncia que esta noche es peligrosa, no debería usted estar acá - manteniendo la distancia, volví a mirar el cielo vacío, aunque sin dejar de prestarle atención a aquella joven.