Misión: La entomóloga
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Misión: La entomóloga
Sumire es una mujer poco convencional: viste con zapatillas y pantalones y vive trepada de los árboles buscando nuevos y raros especímenes que estudiar u observando el comportamiento de bestias conocidas para ver si puede desentrañar los misterios del universo a través de ellos o bueno… al menos agregar algo nuevo al acervo del conocimiento. Hija de un prestigioso explorador, la veiteañera ha quedado huérfana repentinamente y su marido –poco menos que inexistente para ella- la ha mandado llamar para los arreglos del funeral.
En Lunargenta el riquísimo Lord Elerion pagará por alguien que reemplace a su mujer o le ayude con el trabajo que ella está haciendo en el momento, mientras que más hacia el Norte, en las afueras de Sandorai la misma Sumire intentaría reclutarte. Ella nunca fue muy apegada a su padre y en su pálido rostro podría verse resignación y algo de tristeza. Sus cabellos del color del atardecer, siempre revueltos largos y sueltos estarían entre sus manos mientras ella te brindaría las instrucciones de tu nuevo trabajo.
Deberás encontrar y clasificar al menos cinco especies de insectos conocidos en Aerandir y tomar muestras de ellos además de escribir su comportamiento y describir el lugar donde se encontraban y la posición en la que estaban. Si encuentras una nueva especie no dudes en reportarla, la recompensa podría ser mayor.
Requerimientos
-Para completar la misión debes de tener en cuenta que necesitarás un mínimo de siete respuestas de al menos veinte líneas cada una, por participante.
-Puede participar un máximo de tres personas.
-Mínimo de 10 posts on rol
-No se permite que el/los participantes estén participando en un mastereado, duelo o quest.
-Se solicita fluidez, al menos dos posts por semana a determinar con los participantes.
Recompensas
-450 aeros
- 10 puntos de esperiencia, que disminuirán en la medida que el personaje sea de más nivel, es decir, nivel 0- 15 puntos, nivel 1-14 puntos y así sucesivamente + 5 puntos de experiencia como máximo por buen desarrollo.
-Bonus sorpresa por buen desarrollo y puntualidad. No será obligatoriamente para todos los participantes sino que debe de tomarse como un premio individual por el esfuerzo.
En Lunargenta el riquísimo Lord Elerion pagará por alguien que reemplace a su mujer o le ayude con el trabajo que ella está haciendo en el momento, mientras que más hacia el Norte, en las afueras de Sandorai la misma Sumire intentaría reclutarte. Ella nunca fue muy apegada a su padre y en su pálido rostro podría verse resignación y algo de tristeza. Sus cabellos del color del atardecer, siempre revueltos largos y sueltos estarían entre sus manos mientras ella te brindaría las instrucciones de tu nuevo trabajo.
Deberás encontrar y clasificar al menos cinco especies de insectos conocidos en Aerandir y tomar muestras de ellos además de escribir su comportamiento y describir el lugar donde se encontraban y la posición en la que estaban. Si encuentras una nueva especie no dudes en reportarla, la recompensa podría ser mayor.
Requerimientos
-Para completar la misión debes de tener en cuenta que necesitarás un mínimo de siete respuestas de al menos veinte líneas cada una, por participante.
-Puede participar un máximo de tres personas.
-Mínimo de 10 posts on rol
-No se permite que el/los participantes estén participando en un mastereado, duelo o quest.
-Se solicita fluidez, al menos dos posts por semana a determinar con los participantes.
Recompensas
-450 aeros
- 10 puntos de esperiencia, que disminuirán en la medida que el personaje sea de más nivel, es decir, nivel 0- 15 puntos, nivel 1-14 puntos y así sucesivamente + 5 puntos de experiencia como máximo por buen desarrollo.
-Bonus sorpresa por buen desarrollo y puntualidad. No será obligatoriamente para todos los participantes sino que debe de tomarse como un premio individual por el esfuerzo.
Thorn
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Re: Misión: La entomóloga
Más de un mes había pasado ya desde que la elfa abandonase su hogar para dirigirse a Lunargenta. Y aunque con el paso de las semanas había conseguido acostumbrarse al bullicioso y activo ambiente de la ciudad, seguía buscando de vez en cuando algún lugar más tranquilo y cercano a los bosques.
Aquella mañana despertó temprano, a pesar de que no tenía nada que hacer. Se dirigió al modesto baño de su habitación en la posada, en el que se aseó sin prisas y se cambió de ropa. Una vez lista para salir, se acercó a la mesa y despertó a su pequeña amiga peluda, que se metió rápidamente dentro de su bandolera de cuero. Salió de la estancia cerrando la puerta tras de sí y bajó las escaleras hacia la zona de la taberna, donde tras acercarse a la barra e intercambiar unas palabras con la dueña de la posada, tomó un desayuno ligero.
Levantó la vista al cielo en cuanto estuvo fuera del edificio, el día amanecía despejado y podía notar la calidez del sol en su piel. Animada por el buen tiempo y no tener nada pendiente, comenzó a caminar por las calles principales, para luego salir de la ciudad hacia una zona bastante conocida por los de su raza. Las runas de los baldíos, un conjunto de grandes rocas que rodeaban una cuadrada mesa de piedra, en la que los antiguos druidas realizaban sacrificios por la naturaleza o para los dioses.
Aquel lugar era especial, a pesar de haber caído en desuso con el paso del tiempo. La de cabellos negros lo había visitado un par de veces, deteniéndose a imaginar todo lo que sus antepasados habrían hecho allí. Pero esa mañana sería diferente, en vez de quedarse a contemplar el lugar, unos extraños sonidos la guiaron hasta uno de los árboles cercanos.
Echó un vistazo alrededor, buscando el origen de donde provenía lo que le había parecido una voz, pero no logró ver nada. Frunció el ceño levemente y se dio la vuelta, dispuesta a volver junto a las runas y diciéndose a sí misma que habían sido imaginaciones suyas, pero el crujir de una rama hizo que alzase la vista a la copa del árbol.
Quedó algo sorprendida al ver a una joven ataviada con zapatillas y pantalones, que se hallaba sentada sobre una gruesa rama de la parte más alta y parecía bastante concentrada. Tenía el rostro pálido y una expresión algo triste, cosa que llamó la atención de la elfa de inmediato. - Disculpe, ¿se encuentra bien?- preguntó la de ojos azules, colocándose donde la pudiese ver bien. La extraña la observó durante unos segundos, al tiempo que mesaba sus revueltos cabellos
Bajó ágilmente del árbol, demostrando que estaba más que acostumbrada a trepar a éstos. - No os preocupéis, estoy bien. - respondió, luego quedó pensativa y escrutó con la mirada a la de cabellos negros. - Quizá podáis ayudarme. Tengo que encargarme de los preparativos de un funeral y necesito que alguien continúe con mi labor hasta que vuelva. - Eärwen pudo notar cómo su voz se iba apagando a medida que hablaba. - ¿En qué trabajáis dama? - la joven le mostró una especie de libro, abriéndolo por la última página en la que había escrito.
- Me llamo Sumire y soy entomóloga, mi trabajo es buscar y clasificar las diferentes especies de insectos, sus características y costumbres. - respondió, con un extraño brillo en los ojos que mostraba claramente su interés por el tema. - Eärwen Mithrandír, creo que podré ayudaros. - dado su carácter altruista la elfa no se lo pensó mucho, siempre le habían gustado los animales y aquella era una oportunidad de conocer más a fondo a algunos de ellos mientras ayudaba a alguien.
- Estupendo, anota todo lo que descubras aquí y te recompensaré cuando regrese. - añadió Sumire antes de despedirse y poner rumbo a Lunargenta.
Aquella mañana despertó temprano, a pesar de que no tenía nada que hacer. Se dirigió al modesto baño de su habitación en la posada, en el que se aseó sin prisas y se cambió de ropa. Una vez lista para salir, se acercó a la mesa y despertó a su pequeña amiga peluda, que se metió rápidamente dentro de su bandolera de cuero. Salió de la estancia cerrando la puerta tras de sí y bajó las escaleras hacia la zona de la taberna, donde tras acercarse a la barra e intercambiar unas palabras con la dueña de la posada, tomó un desayuno ligero.
Levantó la vista al cielo en cuanto estuvo fuera del edificio, el día amanecía despejado y podía notar la calidez del sol en su piel. Animada por el buen tiempo y no tener nada pendiente, comenzó a caminar por las calles principales, para luego salir de la ciudad hacia una zona bastante conocida por los de su raza. Las runas de los baldíos, un conjunto de grandes rocas que rodeaban una cuadrada mesa de piedra, en la que los antiguos druidas realizaban sacrificios por la naturaleza o para los dioses.
Aquel lugar era especial, a pesar de haber caído en desuso con el paso del tiempo. La de cabellos negros lo había visitado un par de veces, deteniéndose a imaginar todo lo que sus antepasados habrían hecho allí. Pero esa mañana sería diferente, en vez de quedarse a contemplar el lugar, unos extraños sonidos la guiaron hasta uno de los árboles cercanos.
Echó un vistazo alrededor, buscando el origen de donde provenía lo que le había parecido una voz, pero no logró ver nada. Frunció el ceño levemente y se dio la vuelta, dispuesta a volver junto a las runas y diciéndose a sí misma que habían sido imaginaciones suyas, pero el crujir de una rama hizo que alzase la vista a la copa del árbol.
Quedó algo sorprendida al ver a una joven ataviada con zapatillas y pantalones, que se hallaba sentada sobre una gruesa rama de la parte más alta y parecía bastante concentrada. Tenía el rostro pálido y una expresión algo triste, cosa que llamó la atención de la elfa de inmediato. - Disculpe, ¿se encuentra bien?- preguntó la de ojos azules, colocándose donde la pudiese ver bien. La extraña la observó durante unos segundos, al tiempo que mesaba sus revueltos cabellos
Bajó ágilmente del árbol, demostrando que estaba más que acostumbrada a trepar a éstos. - No os preocupéis, estoy bien. - respondió, luego quedó pensativa y escrutó con la mirada a la de cabellos negros. - Quizá podáis ayudarme. Tengo que encargarme de los preparativos de un funeral y necesito que alguien continúe con mi labor hasta que vuelva. - Eärwen pudo notar cómo su voz se iba apagando a medida que hablaba. - ¿En qué trabajáis dama? - la joven le mostró una especie de libro, abriéndolo por la última página en la que había escrito.
- Me llamo Sumire y soy entomóloga, mi trabajo es buscar y clasificar las diferentes especies de insectos, sus características y costumbres. - respondió, con un extraño brillo en los ojos que mostraba claramente su interés por el tema. - Eärwen Mithrandír, creo que podré ayudaros. - dado su carácter altruista la elfa no se lo pensó mucho, siempre le habían gustado los animales y aquella era una oportunidad de conocer más a fondo a algunos de ellos mientras ayudaba a alguien.
- Estupendo, anota todo lo que descubras aquí y te recompensaré cuando regrese. - añadió Sumire antes de despedirse y poner rumbo a Lunargenta.
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Re: Misión: La entomóloga
-Keh, se va una y queda otra. ¿Y tú también amas los bichos mujer?- dijo la pequeña [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] mientras se acercaba a la elfa sin mucho preámbulo. En su boca tenía una ramita seca que movía nerviosamente de un lado a otro. -Esa Sumire… ¿tardará en regresar?- preguntó con ojos cautelosos, acercándose aún más para ver el despliegue de materiales alrededor suyo. -No es que me importe ella, sino que me ayudaba con eso de la comida y… y… prometió ayudarme a encontrar a mis padres- podía notarse como la pequeña empalidecía y bajaba la mirada.
-¡Jum! ¿A quién le importa de todos modos? Estoy segura de que nunca pensó realmente en Mila- sentenciaría cruzándose de brazos y dando una patada tan fuerte al suelo que se cayó sobre su cola. -Arrrrgg maldi…-- comenzó a quejarse, pero se hizo el silencio y el rostro distorsionado de la pequeña se transformó en el de un cánido. -Grrr wulfwulf arrrrggg rrrrrgggghhh- continuaría la perorata, pero una vez que se diera cuenta de su propio estado, la pequeña niña lobo saldría corriendo para esconderse tras una de las grandes rocas de las runas.
_______________________-¡Jum! ¿A quién le importa de todos modos? Estoy segura de que nunca pensó realmente en Mila- sentenciaría cruzándose de brazos y dando una patada tan fuerte al suelo que se cayó sobre su cola. -Arrrrgg maldi…-- comenzó a quejarse, pero se hizo el silencio y el rostro distorsionado de la pequeña se transformó en el de un cánido. -Grrr wulfwulf arrrrggg rrrrrgggghhh- continuaría la perorata, pero una vez que se diera cuenta de su propio estado, la pequeña niña lobo saldría corriendo para esconderse tras una de las grandes rocas de las runas.
Puedes usar a Mila parcialmente, aunque lo más grande preferiría que me lo dejes a mí porque probablemente mi participación sea a través de ella. Para el resto, puedes hacer cuanto quieras
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Re: Misión: La entomóloga
Instantes después de que Sumire tomase camino a la ciudad, y mientras la elfa empezaba a leer con detenimiento el contenido del libro que le había entregado, otra pequeña figura se le acercó. -Keh, se va una y queda otra. ¿Y tú también amas los bichos mujer?- dijo la recién llegada, captando la atención de la joven, que apartó los ojos del libro para mirarla. Apenas era una niña, que tendría como mucho siete u ocho años.
Tenía los cabellos cortos y rubios, la piel blanca y unos bonitos ojos azules. La pequeña mordisqueaba una ramita con nerviosismo, mientras seguía hablando. -Esa Sumire… ¿tardará en regresar?- preguntó acercándose aún más a la elfa para ver lo que la entomóloga le había dejado, mostrando lo confiada que era. - No es que me importe ella, sino que me ayudaba con eso de la comida y… y… prometió ayudarme a encontrar a mis padres.- prosiguió casi de inmediato, sin dar tiempo a la joven para que respondiese.
Su rostro palideció al pronunciar las últimas palabras, bajó la mirada al suelo con algo de tristeza. -¡Jum! ¿A quién le importa de todos modos? Estoy segura de que nunca pensó realmente en Mila.- sentenció aparentemente enfadada, cruzándose de brazos y dando una patada al suelo con tal mala suerte que cayó sobre él. Comenzó a quejarse, pero pronto quedó callada mientras su rostro se transformaba en el de un cachorro de lobo.
Eärwen la miró sorprendida, mientras Mila seguía gruñendo hasta darse cuenta de que se había transformado, entonces salió corriendo a esconderse tras una de las grandes rocas que formaban las runas. - ¡Eh, espera! - exclamó la elfa, guardando el libro en su bandolera a toda prisa para echar a correr tras la pequeña. Por suerte la encontró con facilidad, agachada tras una de las rocas más grandes.
- Tranquila, no voy a hacerte nada malo. - musitó con voz suave, alzando las manos y mostrándole las palmas vacías para que confiase en ella. - Sumire ha tenido que ir a la ciudad por un asunto familiar, no te ha abandonado. Yo me llamo Eärwen y la sustituiré hoy. - continuó, agachándose junto a la niña lobo al tiempo que registraba el interior de su bandolera. - Hagamos esto, te quedarás conmigo hasta que ella vuelva y me ayudarás a encontrar algunos insectos. - dijo esbozando una leve sonrisa. - Y a cambio yo te daré esto.- sacó la mano, mostrando una roja y apetitosa manzana y unas pastas dulces que había comprado en un puesto del mercado antes de salir de Lunargenta.
- Si me cuentas algo de la desaparición de tus padres quizá pueda ayudarte también con eso, pero por el momento volvamos al lindero del bosque, tengo que empezar a clasificar insectos. - añadió, y al momento pensó para sí que si aquella pequeña solía estar con Sumire debía conocer su método de trabajo, cosa que le sería útil para realizar la tarea que le había encomendado. - ¿Qué dices Mila, te vienes conmigo?- preguntó, tendiendo la mano a la niña.
Tenía los cabellos cortos y rubios, la piel blanca y unos bonitos ojos azules. La pequeña mordisqueaba una ramita con nerviosismo, mientras seguía hablando. -Esa Sumire… ¿tardará en regresar?- preguntó acercándose aún más a la elfa para ver lo que la entomóloga le había dejado, mostrando lo confiada que era. - No es que me importe ella, sino que me ayudaba con eso de la comida y… y… prometió ayudarme a encontrar a mis padres.- prosiguió casi de inmediato, sin dar tiempo a la joven para que respondiese.
Su rostro palideció al pronunciar las últimas palabras, bajó la mirada al suelo con algo de tristeza. -¡Jum! ¿A quién le importa de todos modos? Estoy segura de que nunca pensó realmente en Mila.- sentenció aparentemente enfadada, cruzándose de brazos y dando una patada al suelo con tal mala suerte que cayó sobre él. Comenzó a quejarse, pero pronto quedó callada mientras su rostro se transformaba en el de un cachorro de lobo.
Eärwen la miró sorprendida, mientras Mila seguía gruñendo hasta darse cuenta de que se había transformado, entonces salió corriendo a esconderse tras una de las grandes rocas que formaban las runas. - ¡Eh, espera! - exclamó la elfa, guardando el libro en su bandolera a toda prisa para echar a correr tras la pequeña. Por suerte la encontró con facilidad, agachada tras una de las rocas más grandes.
- Tranquila, no voy a hacerte nada malo. - musitó con voz suave, alzando las manos y mostrándole las palmas vacías para que confiase en ella. - Sumire ha tenido que ir a la ciudad por un asunto familiar, no te ha abandonado. Yo me llamo Eärwen y la sustituiré hoy. - continuó, agachándose junto a la niña lobo al tiempo que registraba el interior de su bandolera. - Hagamos esto, te quedarás conmigo hasta que ella vuelva y me ayudarás a encontrar algunos insectos. - dijo esbozando una leve sonrisa. - Y a cambio yo te daré esto.- sacó la mano, mostrando una roja y apetitosa manzana y unas pastas dulces que había comprado en un puesto del mercado antes de salir de Lunargenta.
- Si me cuentas algo de la desaparición de tus padres quizá pueda ayudarte también con eso, pero por el momento volvamos al lindero del bosque, tengo que empezar a clasificar insectos. - añadió, y al momento pensó para sí que si aquella pequeña solía estar con Sumire debía conocer su método de trabajo, cosa que le sería útil para realizar la tarea que le había encomendado. - ¿Qué dices Mila, te vienes conmigo?- preguntó, tendiendo la mano a la niña.
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Re: Misión: La entomóloga
Habiendo vuelto a su forma humana, la niña ahora estaba hecha una bolita tras una de las rocas del claro. Luchaba con su ropa para acomodársela, por suerte y no se le había roto, al ser pequeña y usar por lo general un par de tallas más grandes sus prendas, sólo tenía problemas cuando volvía a la normalidad para volver todo a su lugar. Parecía no estar del todo contenta con la elfa, más se contentó con darle una mirada fría de niña cabreada aunque no volvió a abrir la boca por unos momentos. Finalmente, cuando la comida fue traída a colación no pudo más que relamerse los labios e incorporarse para mirar con otros ojos a la desconocida.
-Así que Earwen, ¿eh? Pues a Mila no le importa lo que haga Sumire, Mila ahora te tiene a ti “E-e”- un pequeño brillo malicioso pareció atravesar como una estrella fugaz la mirada de la pequeña, más luego de eso pareció comportarse como una buena niña. -¿Insectos? ¿Pero Ee no come manzanas?- en su rostro se dibujaron la duda y la desconfianza -Mila puede dejarte su manzana- diría la pequeña mirándose la barriga mientras cruzaba sus manitas frente a su cuerpo. Pero cuando la mujer mencionó lo de ayudarle a buscar a su familia y que quería los insectos para clasificarlos todo pareció volver a la normalidad en su pequeño mundo.
-Mila va con Ee- respondió tomándole de la mano y pegándose a ella con total confianza. -Me gusta como huele Ee ¿tienes hijos?- preguntó pateando un pequeño pedrusco a sus pies. -Qué ayuda quiere Ee de Mila? ¿cómo encontrarás a mis padres?- preguntó la chiquilla de nuevo antes de llegar al lugar de trabajo. - Sumire siempre subía a los árboles para buscar las…- se tomó unos momentos para buscar las palabras de aquella mujer -“muestras” y por lo general yo le alcanzo las cosas o bien busco bichitos raros por el suelo-
-Así que Earwen, ¿eh? Pues a Mila no le importa lo que haga Sumire, Mila ahora te tiene a ti “E-e”- un pequeño brillo malicioso pareció atravesar como una estrella fugaz la mirada de la pequeña, más luego de eso pareció comportarse como una buena niña. -¿Insectos? ¿Pero Ee no come manzanas?- en su rostro se dibujaron la duda y la desconfianza -Mila puede dejarte su manzana- diría la pequeña mirándose la barriga mientras cruzaba sus manitas frente a su cuerpo. Pero cuando la mujer mencionó lo de ayudarle a buscar a su familia y que quería los insectos para clasificarlos todo pareció volver a la normalidad en su pequeño mundo.
-Mila va con Ee- respondió tomándole de la mano y pegándose a ella con total confianza. -Me gusta como huele Ee ¿tienes hijos?- preguntó pateando un pequeño pedrusco a sus pies. -Qué ayuda quiere Ee de Mila? ¿cómo encontrarás a mis padres?- preguntó la chiquilla de nuevo antes de llegar al lugar de trabajo. - Sumire siempre subía a los árboles para buscar las…- se tomó unos momentos para buscar las palabras de aquella mujer -“muestras” y por lo general yo le alcanzo las cosas o bien busco bichitos raros por el suelo-
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Re: Misión: La entomóloga
El comportamiento de la pequeña niña lobo cambió al ver la comida que se le ofrecía, pasando del enfado al interés. Tomó la manzana y las palabras de la de cabellos negros parecieron confundirla, al menos por un instante antes de que le mencionase el motivo por el que tenía que empezar a clasificar insectos.
Se acercó a la elfa y le tomó la mano con confianza, al tiempo que hacía preguntas varias y respondía a la que Eärwen había formulado anteriormente, sobre el método que usaba la entomóloga para realizar su trabajo. Ambas caminaron hacia el lindero del bosque donde Sumire le había entregado su libro, la de ojos azules rebuscó en su bandolera y lo sacó para echar un vistazo a las últimas anotaciones que tenía. - Me alegra que hayas decidido unirte y no, no tengo hijos Mila. - contestó con voz amable la hija del bosque, antes de hacer una leve pausa.
- Agradecería que me ayudaras como hacías con Sumire, y cuando haya terminado me contarás lo que sepas de tus padres, seguro que encontraremos algo que sirva para averiguar dónde están. - añadió al poco, esbozando una leve sonrisa para dar confianza a la pequeña. Observó con detenimiento la parte más alta del árbol en que había encontrado a la entomóloga, y tras pensárselo durante unos instantes se giró hacia Mila.
- Subiré a aquella rama de allí para ver si encuentro algo interesante, quédate por aquí cerca y si necesito algo te avisaré ¿vale? - dijo, antes de apoyar una de las botas en una gruesa rama que le quedaba casi a la altura de la cintura. La elfa era ágil y estaba acostumbrada a trepar a los árboles de Sandorai, por lo que no le llevo mucho alcanzar el lugar que quería. Una vez allí se sentó, dejando que sus piernas colgasen a ambos lados de la rama, sacó el libro y leyó la última especie clasificada.
Ojeó por encima el resto de especies para no repetirlas, tras lo cual se centró en lo que tenía delante. Las ramas tenían algunas flores, que atraían a una gran variedad de insectos, por lo que no le sería complicado encontrar alguno nuevo. Se puso en pie y caminó con cuidado sobre la rama, agradeciendo la ligereza de su cuerpo que le permitía hacer aquellas cosas. Se detuvo junto a una de las zonas florecidas y se quedó inmóvil durante unos segundos, para no espantar a las pequeñas mariposas que allí se encontraban.
Reconoció de inmediato a una de ellas, una mariposa blanca círculos azules en la cabeza, que iban cambiando su color a negro conforme avanzaban por las alas. Su pueblo las llamaba “Moteadas azules”, y se veían a menudo por los bosques. Abrió el libro y comenzó a escribir en el con finas y estilizadas letras, describiendo primero a la mariposa para luego pasar a su comportamiento.
“Puede verse a las Moteadas azules en los bosques y lugares húmedos, se desplazan en parejas y muestran curiosidad hacia los seres humanos.” La de ojos azules escribía con tranquilidad, levantó la vista y una de aquellas mariposas se posó en una de las esquinas superiores del libro, para luego revolotear hacia la mano que había alzado sin miedo alguno. Agitó las alas mientras Eärwen añadía unas palabras más a la página. “Su alimento principal es el néctar de las flores, y se dice que su presencia anuncia lluvias.” - Mila, he encontrado una nueva, ¿dónde guardaba Sumire las muestras? - preguntó sin alzar demasiado la voz ni hacer movimientos bruscos, para no espantar a la Moteada.
Se acercó a la elfa y le tomó la mano con confianza, al tiempo que hacía preguntas varias y respondía a la que Eärwen había formulado anteriormente, sobre el método que usaba la entomóloga para realizar su trabajo. Ambas caminaron hacia el lindero del bosque donde Sumire le había entregado su libro, la de ojos azules rebuscó en su bandolera y lo sacó para echar un vistazo a las últimas anotaciones que tenía. - Me alegra que hayas decidido unirte y no, no tengo hijos Mila. - contestó con voz amable la hija del bosque, antes de hacer una leve pausa.
- Agradecería que me ayudaras como hacías con Sumire, y cuando haya terminado me contarás lo que sepas de tus padres, seguro que encontraremos algo que sirva para averiguar dónde están. - añadió al poco, esbozando una leve sonrisa para dar confianza a la pequeña. Observó con detenimiento la parte más alta del árbol en que había encontrado a la entomóloga, y tras pensárselo durante unos instantes se giró hacia Mila.
- Subiré a aquella rama de allí para ver si encuentro algo interesante, quédate por aquí cerca y si necesito algo te avisaré ¿vale? - dijo, antes de apoyar una de las botas en una gruesa rama que le quedaba casi a la altura de la cintura. La elfa era ágil y estaba acostumbrada a trepar a los árboles de Sandorai, por lo que no le llevo mucho alcanzar el lugar que quería. Una vez allí se sentó, dejando que sus piernas colgasen a ambos lados de la rama, sacó el libro y leyó la última especie clasificada.
Ojeó por encima el resto de especies para no repetirlas, tras lo cual se centró en lo que tenía delante. Las ramas tenían algunas flores, que atraían a una gran variedad de insectos, por lo que no le sería complicado encontrar alguno nuevo. Se puso en pie y caminó con cuidado sobre la rama, agradeciendo la ligereza de su cuerpo que le permitía hacer aquellas cosas. Se detuvo junto a una de las zonas florecidas y se quedó inmóvil durante unos segundos, para no espantar a las pequeñas mariposas que allí se encontraban.
Reconoció de inmediato a una de ellas, una mariposa blanca círculos azules en la cabeza, que iban cambiando su color a negro conforme avanzaban por las alas. Su pueblo las llamaba “Moteadas azules”, y se veían a menudo por los bosques. Abrió el libro y comenzó a escribir en el con finas y estilizadas letras, describiendo primero a la mariposa para luego pasar a su comportamiento.
“Puede verse a las Moteadas azules en los bosques y lugares húmedos, se desplazan en parejas y muestran curiosidad hacia los seres humanos.” La de ojos azules escribía con tranquilidad, levantó la vista y una de aquellas mariposas se posó en una de las esquinas superiores del libro, para luego revolotear hacia la mano que había alzado sin miedo alguno. Agitó las alas mientras Eärwen añadía unas palabras más a la página. “Su alimento principal es el néctar de las flores, y se dice que su presencia anuncia lluvias.” - Mila, he encontrado una nueva, ¿dónde guardaba Sumire las muestras? - preguntó sin alzar demasiado la voz ni hacer movimientos bruscos, para no espantar a la Moteada.
- Moteada Azul:
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Re: Misión: La entomóloga
Las respuestas de la elfa parecieron apaciguar el corazón de la pequeña Mila, que respiró aliviada al saber que nadie más perturbaría la quietud de lo que había sido su hogar por un buen tiempo ya. Asintió rápidamente al requerimiento de Earwen para así pasar al tema que a ella más le importaba: sus padres.
-Va le teee hehehe- le respondió la pequeña con una sonrisa compradora mientras jugaba con sus pies sobre la tierra suelta y llevaba las manos tras su espalda. Al parecer la dama le había caído bien y estaba pensando seriamente en no hacer ninguna travesura. Después de todo, ya le había adelantado su paga: aquella deliciosa manzana que no tardó en atacar con gran determinación.
Habiendo acabado con su alimento, dejó el corazón de la manzana para que los insectos la alcanzaran y quizás encontrar algo nuevo allí fuera de aquellas horribles hormigas con las que tenía una batalla campal cada día. Buscaba por el suelo con gran interés cuando fue llamada desde las alturas. Su ceño se frunció tanto al pensar que se podría decir que por algunos momentos tuvo una sola ceja.
-Mila no está segura Mila… cre…o que en un libro?- su afirmación había terminado en forma de pregunta. Como acto reflejo ante el nerviosismo del momento la pequeña quedó colorada de rostro y se miraba las manos como si de pronto fueran sumamente interesantes.
-Va le teee hehehe- le respondió la pequeña con una sonrisa compradora mientras jugaba con sus pies sobre la tierra suelta y llevaba las manos tras su espalda. Al parecer la dama le había caído bien y estaba pensando seriamente en no hacer ninguna travesura. Después de todo, ya le había adelantado su paga: aquella deliciosa manzana que no tardó en atacar con gran determinación.
Habiendo acabado con su alimento, dejó el corazón de la manzana para que los insectos la alcanzaran y quizás encontrar algo nuevo allí fuera de aquellas horribles hormigas con las que tenía una batalla campal cada día. Buscaba por el suelo con gran interés cuando fue llamada desde las alturas. Su ceño se frunció tanto al pensar que se podría decir que por algunos momentos tuvo una sola ceja.
-Mila no está segura Mila… cre…o que en un libro?- su afirmación había terminado en forma de pregunta. Como acto reflejo ante el nerviosismo del momento la pequeña quedó colorada de rostro y se miraba las manos como si de pronto fueran sumamente interesantes.
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Re: Misión: La entomóloga
La pequeña niña lobo dudó unos instantes ante su pregunta, para finalmente responder de forma poco convencida que en un libro. La elfa revisó entonces con mayor detenimiento el que sostenía entre las manos, dándose cuenta de su despiste al ver que se trataba justo de ese. Tomó la muestra y la colocó con cuidado en la página que estaba escribiendo, de modo que no se cayese al manipular el tomo.
Cerró el libro y volvió a ponerse en pie sobre la rama en que se había sentado, teniendo cuidado para no perder el equilibrio, cosa que podría costarle una dolorosa caída. Alcanzó el tronco del árbol y con destreza se giró sobre sí misma, para poder sentarse con la espalda apoyada en este, tal como se había colocado al subir. Desde allí podría ver con mayor claridad lo que la rodeaba, en busca de alguna especie más que poder registrar.
Un leve movimiento no tardó en captar su atención, desvió la mirada hacia una pequeña y dorada mancha, que resultó ser el caparazón de una especie de escarabajo, que ya había visto antes en alguna ocasión. El insecto destacaba por su brillante color, y por unas minúsculas perlas de humedad que se formaban sobre su caparazón. Volvió a abrir el libro y tomó la pluma, para empezar a describir primero su aspecto antes de pasar a su comportamiento.
Tras una detallada descripción, en la que no omitió detalle alguno que pudiese ayudar a identificarlo, se centró en lo que conocía de aquel insecto. “La sustancia que segrega el Besavidas sobre su caparazón resulta adictiva para quien la toma, tiene un efecto aparentemente rejuvenecedor, pero que desaparece de inmediato al dejar de consumirlo, haciendo que el individuo envejezca con mayor rapidez.” Extrajo un pañuelo de su bandolera para no tocarlo de forma directa, tomó la muestra y la colocó adecuadamente junto a las líneas escritas, a las que aún añadiría un par más.
“Se puede encontrar con facilidad en los tallos y ramas de muchas plantas y árboles, con especial abundancia en las zonas boscosas más transitadas. La presencia del ser humano no le incomoda, sino que intenta acercarse a este para ofrecer su néctar a cambio de la sangre del que se convertirá en su nuevo anfitrión. A pesar de su inofensivo aspecto se trata de un insecto muy peligroso, si se ha de manipular debe hacerse con sumo cuidado, pero lo mejor es evitar el contacto.” Se dio por satisfecha tras añadir las últimas palabras, cerró el libro y echó un vistazo a Mila, que ya había terminado de comerse la manzana.
- ¿Qué tal vas? ¿Has encontrado alguna cosa interesante? - preguntó desde las alturas, antes de guardar el libro para bajar de la rama en que se había acomodado, puede que en los arbustos cercanos hubiesen más insectos nuevos.
Cerró el libro y volvió a ponerse en pie sobre la rama en que se había sentado, teniendo cuidado para no perder el equilibrio, cosa que podría costarle una dolorosa caída. Alcanzó el tronco del árbol y con destreza se giró sobre sí misma, para poder sentarse con la espalda apoyada en este, tal como se había colocado al subir. Desde allí podría ver con mayor claridad lo que la rodeaba, en busca de alguna especie más que poder registrar.
Un leve movimiento no tardó en captar su atención, desvió la mirada hacia una pequeña y dorada mancha, que resultó ser el caparazón de una especie de escarabajo, que ya había visto antes en alguna ocasión. El insecto destacaba por su brillante color, y por unas minúsculas perlas de humedad que se formaban sobre su caparazón. Volvió a abrir el libro y tomó la pluma, para empezar a describir primero su aspecto antes de pasar a su comportamiento.
Tras una detallada descripción, en la que no omitió detalle alguno que pudiese ayudar a identificarlo, se centró en lo que conocía de aquel insecto. “La sustancia que segrega el Besavidas sobre su caparazón resulta adictiva para quien la toma, tiene un efecto aparentemente rejuvenecedor, pero que desaparece de inmediato al dejar de consumirlo, haciendo que el individuo envejezca con mayor rapidez.” Extrajo un pañuelo de su bandolera para no tocarlo de forma directa, tomó la muestra y la colocó adecuadamente junto a las líneas escritas, a las que aún añadiría un par más.
“Se puede encontrar con facilidad en los tallos y ramas de muchas plantas y árboles, con especial abundancia en las zonas boscosas más transitadas. La presencia del ser humano no le incomoda, sino que intenta acercarse a este para ofrecer su néctar a cambio de la sangre del que se convertirá en su nuevo anfitrión. A pesar de su inofensivo aspecto se trata de un insecto muy peligroso, si se ha de manipular debe hacerse con sumo cuidado, pero lo mejor es evitar el contacto.” Se dio por satisfecha tras añadir las últimas palabras, cerró el libro y echó un vistazo a Mila, que ya había terminado de comerse la manzana.
- ¿Qué tal vas? ¿Has encontrado alguna cosa interesante? - preguntó desde las alturas, antes de guardar el libro para bajar de la rama en que se había acomodado, puede que en los arbustos cercanos hubiesen más insectos nuevos.
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Mila no respondió en seguida a las palabras de la elfa ya que estaba en su forma lupina. Con su hocico señalaba los restos de la manzana mientras movía la cola de un lado a otro con velocidad y mantenía una de sus manos en el aire. Estaba señalando algo en el suelo. Comenzó a ladrar primero una vez, luego otra… ambas veces separadas entre sí, pero al final no fue capaz de mantener el control y comenzó a saltar por todos lados ladrando y aullando eufóricamente hasta que la mujer llegara donde ella. La pequeña licántropo no sabía de lo que se trataba, pero nunca había visto algo así.
En medio de todo aquél alboroto, unas aves gigantes se acercaron a rodear a aquél par –[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]con curiosidad estiraban su cuello mientras una decena de ellos se acercaba, moviendo y estirando sus alas una y otra vez con sus sonidos característicos.
En medio de todo aquél alboroto, unas aves gigantes se acercaron a rodear a aquél par –[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]con curiosidad estiraban su cuello mientras una decena de ellos se acercaba, moviendo y estirando sus alas una y otra vez con sus sonidos característicos.
Thorn
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Re: Misión: La entomóloga
Mila no respondió de inmediato, con lo que la elfa comenzó el descenso hacia el suelo, valiéndose de las ramas más gruesas para apoyarse de forma segura. - Subir siempre es más sencillo. - pensó, antes de que un ladrido la hiciera mirar hacia abajo. La pequeña había abandonado su forma humana para convertirse en aquel cachorro de lobo, que ahora señalaba con el hocico en dirección a los restos que habían quedado de su manzana mientras saltaba eufórica.
Debía haber encontrado algo, ya que ladraba y aullaba sin parar, captando la atención de las criaturas que se hallaban cerca de allí. Eärwen se acercó a ella y trató de calmarla, antes de echar un vistazo a lo que había encontrado. Parecía tratarse de otro escarabajo, aunque este parecía haberse alejado bastante de la zona en que solían vivir. Su caparazón era negro y bastante resistente, pero lo que realmente llamaba la atención eran los cuernos que sobresalían de su cabeza.
Dos de ellos se encontraban en la parte posterior y se curvaban hacia delante, mientras que el último se hallaba en la parte más adelantada, alzándose con una leve curva hacia el resto del cuerpo. Unos castaños pelos cubrían sus patas y la parte baja de su cuerpo, que alcanzaba un tamaño similar al de la palma de la mano de la joven. Era un buen ejemplar de escarabajo común del pantano, aunque la de ojos azules no entendía qué lo había hecho llegar hasta allí.
Tomó la pluma y abrió el libro para comenzar a escribir todos los datos referentes a la nueva especie, sin fijarse en que unas enormes aves empezaban a acercarse a ellas, atraídas por el ruido que había hecho la pequeña Mila. “El escarabajo común de pantano se alimenta principalmente de frutos y hojas de algunas plantas, habita en las zonas cercanas al pantano misterioso en pequeños grupos de tres o cuatro individuos. Se muestra indiferente ante la presencia de humanos, y según lo que se dice tiene un carácter curioso y agradable, lo que ha servido para que algunas personas hayan decidido tenerlos como mascota.”
Terminó de escribir, tomó la muestra y luego levantó la vista, reparando en las enormes aves que las habían rodeado. Se puso en pie con lentitud, haciendo un gesto a Mila para que dejase de ladrar y se acercase a ella con rapidez. Contó una decena de ellos, tragó saliva y depositó su confianza en la facilidad que tenían los de su raza para congeniar con los animales, mientras las aves agitaban sus alas y estiraban sus cuellos con curiosidad.
- Tranquilos. - dijo con voz suave, alzando levemente una mano hacia el que tenía más cerca. Mantuvo la distancia por si acaso, aunque de ser criaturas agresivas ya las habrían atacado, cosa que tenía en cuenta. - Somos amigas. - añadió, al tiempo que decidía empezar a acercarse para intentar acariciar a la enorme ave.
Debía haber encontrado algo, ya que ladraba y aullaba sin parar, captando la atención de las criaturas que se hallaban cerca de allí. Eärwen se acercó a ella y trató de calmarla, antes de echar un vistazo a lo que había encontrado. Parecía tratarse de otro escarabajo, aunque este parecía haberse alejado bastante de la zona en que solían vivir. Su caparazón era negro y bastante resistente, pero lo que realmente llamaba la atención eran los cuernos que sobresalían de su cabeza.
Dos de ellos se encontraban en la parte posterior y se curvaban hacia delante, mientras que el último se hallaba en la parte más adelantada, alzándose con una leve curva hacia el resto del cuerpo. Unos castaños pelos cubrían sus patas y la parte baja de su cuerpo, que alcanzaba un tamaño similar al de la palma de la mano de la joven. Era un buen ejemplar de escarabajo común del pantano, aunque la de ojos azules no entendía qué lo había hecho llegar hasta allí.
Tomó la pluma y abrió el libro para comenzar a escribir todos los datos referentes a la nueva especie, sin fijarse en que unas enormes aves empezaban a acercarse a ellas, atraídas por el ruido que había hecho la pequeña Mila. “El escarabajo común de pantano se alimenta principalmente de frutos y hojas de algunas plantas, habita en las zonas cercanas al pantano misterioso en pequeños grupos de tres o cuatro individuos. Se muestra indiferente ante la presencia de humanos, y según lo que se dice tiene un carácter curioso y agradable, lo que ha servido para que algunas personas hayan decidido tenerlos como mascota.”
Terminó de escribir, tomó la muestra y luego levantó la vista, reparando en las enormes aves que las habían rodeado. Se puso en pie con lentitud, haciendo un gesto a Mila para que dejase de ladrar y se acercase a ella con rapidez. Contó una decena de ellos, tragó saliva y depositó su confianza en la facilidad que tenían los de su raza para congeniar con los animales, mientras las aves agitaban sus alas y estiraban sus cuellos con curiosidad.
- Tranquilos. - dijo con voz suave, alzando levemente una mano hacia el que tenía más cerca. Mantuvo la distancia por si acaso, aunque de ser criaturas agresivas ya las habrían atacado, cosa que tenía en cuenta. - Somos amigas. - añadió, al tiempo que decidía empezar a acercarse para intentar acariciar a la enorme ave.
- Escarabajo común de pantano:
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La novedad y el susto le duraron poco a Mila que en cuestión de minutos ya se había escampado en uno de esos grandes animales para hacerle correr por todos lados. Sus risas hacían eco entre los árboles del baldío mientras la gentil ave movía sus alas pareciendo planear sobre el suelo al tiempo que se movía a una velocidad vertiginosa. - ¡Arre arre! - diría la pequeña mientras sacaba su lengua al aire y se le revolvía el pelo. -Esto es genial Ee- gritaría momentos antes de que el resto de la parvada de upeleros les seguiera.
Entre tanto, en los restos de manzana que estaban en el suelo siendo comidos por las hormigas aparecería un pequeño insecto muy raro y pocas veces visto. Parecía ser una pequeña flor de color violeta más si se acercaba lo suficiente la elfa se daría cuenta de que los pétalos no eran menos que alas y que en los ojos del pequeño insecto solo habría docilidad y curiosidad.
Entre tanto, en los restos de manzana que estaban en el suelo siendo comidos por las hormigas aparecería un pequeño insecto muy raro y pocas veces visto. Parecía ser una pequeña flor de color violeta más si se acercaba lo suficiente la elfa se daría cuenta de que los pétalos no eran menos que alas y que en los ojos del pequeño insecto solo habría docilidad y curiosidad.
Siento la demora Earwen y efectivamente, se trata del insecto de la fiesta del que ya habíamos hablado. Te dejo el resto de su descripción a ti.
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Re: Misión: La entomóloga
Aquellas criaturas parecían bastante curiosas y amigables, se dejaron acariciar sin problema alguno por la elfa. Una de ellas incluso permitió que Mila se le subiese encima, parecía que la niña lobo no tenía miedo a nada, en seguida puso a la enorme ave a correr por todos lados como si de un caballo se tratase. La pequeña reía y se divertía con su extraña montura, mientras el resto de aves la seguían.
Eärwen la siguió con la mirada, con una leve sonrisa en los labios. - Ten cuidado Mila, no corras demasiado. - le dijo cuando paso algo más cerca de donde se encontraba, antes de bajar la vista a los restos de la manzana, que habían atraído a algunas hormigas y demás insectos. Uno en particular llamó su atención, se agachó con cuidado y lo observó más de cerca, nunca había visto nada semejante.
A simple vista cualquiera lo hubiese confundido con una flor, tenía el pequeño cuerpo verdoso y con algunos brillos amarillos, que lo ayudaban a parecerse a una hoja. Unos negros y saltones ojos destacaban en su cabeza, en la que también tenía un diminuto par de antenas. El insecto agitó sus pequeñas alas y se acercó a ella, para posarse sobre su mano, mostrándose curioso y amistoso. Lo que más llamaba la atención eran sus alas, que en realidad parecían ser pétalos de flor, con bonitos tonos violetas y rosados en la parte más cercana al cuerpo, mientras que la parte más alejada adoptaba un color blanco.
- Pero qué tenemos aquí, es precioso. - musitó, sin poder apartar los ojos de aquella delicada criatura. El insecto voló hasta situarse delante de su rostro y revoloteó contento, haciendo gráciles giros en el aire. Se acercó más a la joven, para hacerle una cariñosa caricia en la mejilla con su cabeza y antenas, consiguiendo que Eärwen riese levemente. - Sin duda eres adorable, ojalá pudiese llevarte conmigo. - dijo, mientras volvía a sacar el libro para registrar aquella especie.
Comenzó por la descripción, para luego añadir su comportamiento dócil y cariñoso hacia las personas. No lo había visto antes pero si estaba allí debía habitar las zonas boscosas, apuntó esto también y por último el detalle de su alimentación, que parecía estar basada en las frutas. Tomó la muestra para Sumire y la colocó en la misma página, mientras dudaba qué nombre podría ser adecuado para aquel hermoso y delicado animal.
Tras pensarlo durante varios minutos decidió dejar aquel espacio en blanco, la entomóloga sabría qué nombre ponerle, a fin de cuentas ella era la experta. Con aquel ya había registrado cuatro especies, aún le quedaba tiempo de encontrar alguna más antes de que Sumire volviese de Lunargenta. Levantó la vista para ver qué tal le iba a Mila con aquellas aves, pero estaba segura de que la niña lobo no tendría problemas, había hecho buenas migas con ellas.
Eärwen la siguió con la mirada, con una leve sonrisa en los labios. - Ten cuidado Mila, no corras demasiado. - le dijo cuando paso algo más cerca de donde se encontraba, antes de bajar la vista a los restos de la manzana, que habían atraído a algunas hormigas y demás insectos. Uno en particular llamó su atención, se agachó con cuidado y lo observó más de cerca, nunca había visto nada semejante.
A simple vista cualquiera lo hubiese confundido con una flor, tenía el pequeño cuerpo verdoso y con algunos brillos amarillos, que lo ayudaban a parecerse a una hoja. Unos negros y saltones ojos destacaban en su cabeza, en la que también tenía un diminuto par de antenas. El insecto agitó sus pequeñas alas y se acercó a ella, para posarse sobre su mano, mostrándose curioso y amistoso. Lo que más llamaba la atención eran sus alas, que en realidad parecían ser pétalos de flor, con bonitos tonos violetas y rosados en la parte más cercana al cuerpo, mientras que la parte más alejada adoptaba un color blanco.
- Pero qué tenemos aquí, es precioso. - musitó, sin poder apartar los ojos de aquella delicada criatura. El insecto voló hasta situarse delante de su rostro y revoloteó contento, haciendo gráciles giros en el aire. Se acercó más a la joven, para hacerle una cariñosa caricia en la mejilla con su cabeza y antenas, consiguiendo que Eärwen riese levemente. - Sin duda eres adorable, ojalá pudiese llevarte conmigo. - dijo, mientras volvía a sacar el libro para registrar aquella especie.
Comenzó por la descripción, para luego añadir su comportamiento dócil y cariñoso hacia las personas. No lo había visto antes pero si estaba allí debía habitar las zonas boscosas, apuntó esto también y por último el detalle de su alimentación, que parecía estar basada en las frutas. Tomó la muestra para Sumire y la colocó en la misma página, mientras dudaba qué nombre podría ser adecuado para aquel hermoso y delicado animal.
Tras pensarlo durante varios minutos decidió dejar aquel espacio en blanco, la entomóloga sabría qué nombre ponerle, a fin de cuentas ella era la experta. Con aquel ya había registrado cuatro especies, aún le quedaba tiempo de encontrar alguna más antes de que Sumire volviese de Lunargenta. Levantó la vista para ver qué tal le iba a Mila con aquellas aves, pero estaba segura de que la niña lobo no tendría problemas, había hecho buenas migas con ellas.
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Re: Misión: La entomóloga
La pequeña niña lobo pronto se aburrió de toda aquella diversión y fanfarronería. Se bajó de su nueva mascota y caminó hacia la elfa dándole alcance rápidamente -Tengo sueño Ee y tengo hambre- diría jalándole de la tela de una de las mangas de la dama. -¿Cuándo vendrá Sumire? Quiero ir a buscar a mis papás- agregaría para luego restregarse los ojos que comenzaban a mostrar signos e ojeras. Su barriguita sonó un par de veces antes de que se sentara en el suelo para no moverse como una bolsa de patatas mientras bostezaba sin ningún reparo ni educación a toda boca.
La tarde se acercaba a su fin y en el próximo día llegaría la entomóloga que tanto había encargado su trabajo a Earwen. En los alrededores la elfa podría encontrar a un joven sirviente hombre bestia que la introduciría en unos reparos donde Sumire solía pasar las noches. En algún punto de la mañana siguiente tendrían noticias de la estudiosa.
La tarde se acercaba a su fin y en el próximo día llegaría la entomóloga que tanto había encargado su trabajo a Earwen. En los alrededores la elfa podría encontrar a un joven sirviente hombre bestia que la introduciría en unos reparos donde Sumire solía pasar las noches. En algún punto de la mañana siguiente tendrían noticias de la estudiosa.
Es el post de cierre Earwen
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Re: Misión: La entomóloga
La pequeña parecía haberse cansado ya de corretear por los alrededores sobre su montura, se bajó y avanzó hacia la elfa con rapidez. Tiró de una de las mangas de su túnica al tiempo que le decía que tenía hambre y sueño, luego preguntó por Sumire y expresó su deseo de ir a buscar a sus padres, frotándose los ojos. El cansancio de la niña se podía apreciar claramente en las ojeras que comenzaban a aparecer bajo éstos, y el sonido de su barriga también revelaba su hambre.
Mila se sentó en el suelo y bostezó, la de cabellos negros miró al horizonte y vio como el sol se estaba poniendo ya, no sería bueno mantener a la pequeña despierta por mucho más tiempo. Cerró el libro y se lo guardó en la bandolera, dando por terminado el trabajo de aquella jornada, ya tendría tiempo de madrugar para tomar alguna que otra muestra antes de que Sumire volviese.
- Creo que ha sido suficiente por hoy, busquemos algún sitio donde cenar y pasar la noche. - dijo con voz suave, antes de escuchar unos pasos acercándose a su espalda. - Disculpe señorita, ¿es usted la joven que sustituye a Sumire hoy? - Eärwen se dio la vuelta y observó en silencio al recién llegado durante unos segundos. Se trataba de un hombre bestia de rasgos felinos, que se había acercado a ellas al reconocer a Mila. - Sí, soy yo ¿Ocurre algo? - preguntó, mientras se erguía. - No no, solo venía para guiarla al lugar donde la entomóloga pasa las noches aquí en el lindero del bosque, Sumire me dijo que las llevase allí cuando la noche estuviese al caer. - respondió con tono amable.
La elfa miró entonces a la pequeña y la tomó de la mano para llevarla consigo, esperando que el lugar al que las llevaba el hombre bestia tuviese algo de comida y un lugar donde descansar hasta el día siguiente. - Vamos Mila, no te me duermas por el camino. - añadió antes de ponerse en marcha, pero al ver lo cansada que parecía terminó tomando a la niña en brazos. Siguió al felino hasta una modesta construcción de madera, en la que ambas pudieron cenar y acomodarse en un par de camastros para dormir.
La noche cubrió con su manto el cielo, mientras un sinfín de estrellas plagaba el firmamento, llenándolo de brillo. La de ojos azules pudo observar aquella bonita estampa a través de una de las ventanas, antes de que el sopor la venciese y se sumiera en un profundo sueño. Las horas pasaron y pronto el sol volvió a alzarse, despertándola con sus primeros rayos. Eärwen se levantó y, tras dar de comer a Nessa, salió al exterior con el libro de Sumire, con la esperanza de encontrar alguna otra especie más antes de que la entomóloga regresara.
No tuvo que esperar mucho antes de que una llegase volando hasta ella, posándose en una rama cercana. Esta vez se trataba de una libélula, que ya había visto en ocasiones en Sandorai, la libélula de las lluvias. Su nombre se debía principalmente a las gotas de rocío que cubrían casi por completo su cuerpo y alas, dándole un aspecto brillante a la luz del sol. El agua no le afectaba como al resto de insectos, quedaba adherida a su cuerpo sin limitarle el vuelo ni los movimientos.
Eärwen sabía que era una especie tímida, así que sacó con sumo cuidado el libro y comenzó a apuntar la descripción del insecto, para luego añadir que solía vivir en las zonas más húmedas de Aerandir y que era un poco complicado de ver por su carácter asustadizo. Tomar la muestra podría costarle un poco, pero tuvo suerte de que no se moviese a tiempo para huir de ella, colocó la muestra en el libro y lo guardó de nuevo.
No sabía a qué hora volvería la entomóloga, pero se daba por satisfecha con el trabajo realizado, así que se sentó en una piedra cercana y disfrutó de la calidez del sol sobre su piel.
Mila se sentó en el suelo y bostezó, la de cabellos negros miró al horizonte y vio como el sol se estaba poniendo ya, no sería bueno mantener a la pequeña despierta por mucho más tiempo. Cerró el libro y se lo guardó en la bandolera, dando por terminado el trabajo de aquella jornada, ya tendría tiempo de madrugar para tomar alguna que otra muestra antes de que Sumire volviese.
- Creo que ha sido suficiente por hoy, busquemos algún sitio donde cenar y pasar la noche. - dijo con voz suave, antes de escuchar unos pasos acercándose a su espalda. - Disculpe señorita, ¿es usted la joven que sustituye a Sumire hoy? - Eärwen se dio la vuelta y observó en silencio al recién llegado durante unos segundos. Se trataba de un hombre bestia de rasgos felinos, que se había acercado a ellas al reconocer a Mila. - Sí, soy yo ¿Ocurre algo? - preguntó, mientras se erguía. - No no, solo venía para guiarla al lugar donde la entomóloga pasa las noches aquí en el lindero del bosque, Sumire me dijo que las llevase allí cuando la noche estuviese al caer. - respondió con tono amable.
La elfa miró entonces a la pequeña y la tomó de la mano para llevarla consigo, esperando que el lugar al que las llevaba el hombre bestia tuviese algo de comida y un lugar donde descansar hasta el día siguiente. - Vamos Mila, no te me duermas por el camino. - añadió antes de ponerse en marcha, pero al ver lo cansada que parecía terminó tomando a la niña en brazos. Siguió al felino hasta una modesta construcción de madera, en la que ambas pudieron cenar y acomodarse en un par de camastros para dormir.
La noche cubrió con su manto el cielo, mientras un sinfín de estrellas plagaba el firmamento, llenándolo de brillo. La de ojos azules pudo observar aquella bonita estampa a través de una de las ventanas, antes de que el sopor la venciese y se sumiera en un profundo sueño. Las horas pasaron y pronto el sol volvió a alzarse, despertándola con sus primeros rayos. Eärwen se levantó y, tras dar de comer a Nessa, salió al exterior con el libro de Sumire, con la esperanza de encontrar alguna otra especie más antes de que la entomóloga regresara.
No tuvo que esperar mucho antes de que una llegase volando hasta ella, posándose en una rama cercana. Esta vez se trataba de una libélula, que ya había visto en ocasiones en Sandorai, la libélula de las lluvias. Su nombre se debía principalmente a las gotas de rocío que cubrían casi por completo su cuerpo y alas, dándole un aspecto brillante a la luz del sol. El agua no le afectaba como al resto de insectos, quedaba adherida a su cuerpo sin limitarle el vuelo ni los movimientos.
Eärwen sabía que era una especie tímida, así que sacó con sumo cuidado el libro y comenzó a apuntar la descripción del insecto, para luego añadir que solía vivir en las zonas más húmedas de Aerandir y que era un poco complicado de ver por su carácter asustadizo. Tomar la muestra podría costarle un poco, pero tuvo suerte de que no se moviese a tiempo para huir de ella, colocó la muestra en el libro y lo guardó de nuevo.
No sabía a qué hora volvería la entomóloga, pero se daba por satisfecha con el trabajo realizado, así que se sentó en una piedra cercana y disfrutó de la calidez del sol sobre su piel.
- Libélula de las lluvias:
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Re: Misión: La entomóloga
Excelente trabajo Earwen, siento la demora, lo cierto es que creí que ya había cerrado el tema y me apena haberme dado cuenta que no había sido así.
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Vivirá un par de semanas y se alimentará de los hongos de las hojas caídas de los bosques. Mientras se mantenga sano disfrazará tu olor de cualquier rastreador incluso estando a menos de un metro de distancia. Una vez que perezca, se le caerán las piedritas de su caparazón y éstas servirán como llamadoras de buena suerte. Ésta servirá para que logres una acción.
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