[EVENTO P.] Reparar un corazon roto.
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[EVENTO P.] Reparar un corazon roto.
En una de las fuentes de la ciudad, dentada en la fría piedra, se encuentra una joven. Esta algo triste, y cabizbaja mueve los pies que le cuelgas del suelo.
Nadie repara en ella, nadie le pregunta.
Nubes negras se aproximan a la cuidad, guiadas por un fuerte aire. El cabello rubia de la chica se le pone en la cara, ocultando sus verdes ojos. Con una mano se aparta el flequillo, colocándoselo detrás de la oreja, cunado la primera de las gotas de agua cae en su dedo.
Ya es hora de irse…
Se levanta y no le da tiempo a dar dos pasos cuando se topa contigo.
-Lo siento…- susurro sin levantar la mirada, yéndose por las calles en las cuales ya no quedaba nadie, dirigiéndose a una pequeña asa al lado de la posada.
Nadie repara en ella, nadie le pregunta.
Nubes negras se aproximan a la cuidad, guiadas por un fuerte aire. El cabello rubia de la chica se le pone en la cara, ocultando sus verdes ojos. Con una mano se aparta el flequillo, colocándoselo detrás de la oreja, cunado la primera de las gotas de agua cae en su dedo.
Ya es hora de irse…
Se levanta y no le da tiempo a dar dos pasos cuando se topa contigo.
-Lo siento…- susurro sin levantar la mirada, yéndose por las calles en las cuales ya no quedaba nadie, dirigiéndose a una pequeña asa al lado de la posada.
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•Cuando ella se ha ido, un chico joven se acerca a ti y te cuenta que la chica ha perdido una daga, muy importante para ella. Nada especial, de hierro, con una empuñadura algo sencilla, aunque con colores bonitos como adorno.
•El joven se ofrece a pagarte lo único que tiene con tal de que le puedas hacer una daga exacta a la que ella tenía.
•Debes ir a buscar el material, extraerlo y prepararlo para posteriormente moldearlo como se debe.
Wyn
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Re: [EVENTO P.] Reparar un corazon roto.
El cielo nublado mataba cualquier rastro de un buen día en esa ciudad. El brujo estaba harto de tener que viajar solo para comerciar los minerales que encontraba, debían crear una ruta de comercia lo antes posible pero los miembros del clan parecían no saber que decidir. Así pues, allí estaba el, mirando como las primeras gotas de lluvia mojaban el suelo de piedra de Lunargentea. Sus pensamientos fueron dispersados cuando un joven, un muchacho se acercó a el. Por su manera de andar y de mirarlo tenia dudas de si acercarse a el o no. Wallace no le culpaba, no se había podido arreglar un poco y la cara de pocos amigos que llevaba no ayudaba para nada.
-Me- Mesere...es usted herrero?...-le pregunto, tartamudeando. El joven se habia fijado en las alforjas que llevaba la yegua de Wallace, llenas de herramientas y minerales. Wallace lo miro a los ojos y le sonrió, algo que sorprendió al muchacho quien le correspondió con una agradecida sonrisa.-...yo...hay una dama...que me gustaría...no quiero verla triste...ella...-intentaba explicarse. Wallace acerco las riendas y acaricio a la yegua, sonriendo mas.
-Quieres que forje algo para pedir la mano de esa chica?...-le preguntó mientras peinaba la crin del animal. El muchacho, levemente sonrojado, asintió lentamente y luego miro hacia la fuente central.
-Ella...perdió una daga...era muy especial para ella y yo...quería recuperar la pero es imposible...pero si alguien le hace una igual puede que su sonrisa vuelva...por favor mesere...-le suplicó el muchacho, acercándose al hombre, con esos ojos de cachorro. Wallace suspiró y miro una bolsa cerrada y bien guardada. Tenia el material, pero era para el...aunque algo le hacia desear ayudar al muchacho. Miro de nuevo al chico y asintio.
-Bien...iré al taller de un viejo amigo y allí lo haré...pero no te aseguro nada. Ven y explícame como era esa daga.- Le dijo sin mas, caminando bajo la lluvia.
El fuego de la forja calentaba lo suficiente y mas. Los herreros y aprendices descansaban en sus catres mientras que el acero se calentaba. El Gran Maestre mira al brujo mientras este le enseña el esbozo hecho en carbón de una daga.
-Mmmhh...-el hombre se rasca la barba y mira la forja y luego al brujo.-...esta bien...al fin y al cabo, no eras mas que un niño la primera vez que me robaste un martillo para golpear a Bjorn...-dijo riendo disimuladamente. Su semblante serio volvió y se sentó en su silla, observando al muchacho que miraba con admiración al brujo.
-Gracias Einar...y siento lo de tu aprendiz...me han dicho que murió..-le susurro el brujo mientras se descamisaba y se ponía el delantal de cuero. Einar negó y cerró los ojos para dormir un rato.
El brujo sabia que debía tomar su tiempo para forjar esa daga. Saco un trozo de piedra de la alforja, una bolsa de carbón y su martillo nuevo de hierro pulido, regalo de CIrcenn. La piedra, que a simple vista no parecia especial, era de hierro puro. Le había costado tres días en una mina infestada de trasgos. Malditos trasgos.
Se acercó al horno de pudelar, caliente y listo para separar los trozos de piedra del mineral. Con las manos desnudas, dado y que le fuego era parte de el, metió el trozo de hierro en el horno. Puso las manos a cada lado del artilugio y se concentro en calentarlo muy lentamente, si era demasiado rápido, el metal se corrompería y se rompería por dentro.
Pasaron exactamente dos horas, Wallace aparto las manos y miro dentro del horno. La piedra de habia fundido y el metal estaba listo. Lo extraño con las manos y lo metio en agua fria, dejao escapar vapor. Wallace aparto la cara mientras el metal puro se enfriaba. Al sacarlo, lo examino para comprobar que no se había roto.
-Perfecto...-susurró. El muchacho estaba dormido junto al Gran Maestro, quien observaba al brujo. Siempre le había fascinado el hecho de que Wallace no necesitara guantes ni nada, el fuego que el mismo generaba era muy útil en la herrería. Wallace se acercó al fundidor y encendio la leña lanzando una pequeña llamarada. Dejo el trozo de hierro dentro y avivo el fuego con las manos. Sentándose al lado, observo durante una hora como el hierro se fundía en el molde que había tallado en el horno, dándole la forma de un precioso lingote. Cuando el hierro era puramente liquido, el brujo cogió el carbón de madera elfica y trocean-dolo con un mortero lo esparció por todo el molde, viendo como el hierro lo absorbía. No tardo mas que media hora hasta que el carbón se mezclo totalmente con el hierro. Wallace extraño el molde y hecho con cuidado el lingote al agua helada. Cuando el vapor disminuyo, el brujo cogió el lingote y comprobó que no había trazas de carbón en la superficie. Einar se levanto y con un guante de malla cogio el lingote de sus manos y lo examinó tambien. Miro al brujo y sonrió dándole de nuevo el lingote y sentándose. Con la simple aprobación del maestro herrero, el brujo metió el lingote en el horno de nuevo y lo calentó con las manos a fuego lento.
Después de una hora, el hierro ahora convertido en acero, brillaba con ese color anaranjado tan característico. El brujo lo cogió con cuidado para que no se doblara y lo puso encima del yunque. Sin necesidad de pinzas para sujetar el lingote, Wallace cogió su martillo y empezó a martillar el metal, dándole forma. Los martillazos se oian por todo el barrio de artesanos, fuertes y precisos. El sudor de Wallace se evaporaba nada mas salir de su piel, el cansancio aparecía lentamente pero el brujo quería hacer esa daga. Después de mas de cien martillazos, el brujo examino la hoja roma y sin punta que había conseguido. La puso en agua y la calento de nuevo, esta vez menos tiempo. Cuando el naranja volvió a la hoja, el brujo lo amartillo de nuevo, esta vez dándole la forma de la hoja de la daga, con el esbozo siempre delante.
Pasaron varias horas hasta que el brujo decidió que la hoja ya estaba. Reposaba encima del yunque mientras Wallace la observaba, bebiendo de una jarra de cerveza fría que el muchacho le había servido.
-Ya esta?...-le pregunto el chico mientras miraba la hoja. Wallace negó y la cogio de nuevo pero esta vez no la puso en el horno. La mantuvo en sus manos y cerro los ojos. La parte final era calentarla con su propio fuego. el chico enmudecio cuando vió las manos del brujo cambiar de color. Estuvo calentando la hoja durante media hora y cuando el brillo naranja volvió la puso en el yunque y amartillo de nuevo, exactamente cincuenta golpes, ni uno mas ni uno menos. Hecho agua con un cucharon a la hoja y cuando el vapor desaparecio se la enseño al muchacho quien la miro con respeto. Ahora tocaba pulir esa preciosa hoja.
Sentado frente a la mesa de cuidado, Wallace unto la hoja con aceite y la limpio con una emulsión hecha de carbón triturado y sangre de lobezno. Con un estropajo de hierro, pulió la superficie hasta que la hoja cogió el brilló natural del acero. El brujo la examino de nuevo y la dejo reposando en un enganche. Sacó unas tiras de cuero curtido de su bolsa y las corto para que sujetaran bien el pequeño mango de la daga. Cosiendo-las con hilo de tendón humano, forró el mango de madera de roble. Puesto que la hoja ya estaba seca y protegida del oxido, coloco el mango recién forrado en la varilla de sujeción, comprobando que encajara. Apoyando la punta de la hoja en un paño para que no se estropeara, montó el pomo, hecho de acero tal y como le había indicado el muchacho. Acabó de sujetar todas las partes con cuero y una cola de herrero, hecha de hueso de dragón y sabia de árbol. Con unos cuantos cortes al aire, el brujo sonrio al ver que la daga estaba perfectamente montada. Se sentó en un taburete y con el pie en el pedal de la piedra de afilar, empezó a darle vueltas. Colocó la daga con cuidado y las chispas empezaron a saltar mientras la hoja se afilaba rápidamente.
Pasaron horas hasta que la hoja quedó perfectamente afilada. El brujo dejo la daga encima de un paño de seda, observandola, mientras brillaba. Era una buena obra. Einar se acercó, comiendo un poco de queso y examino la hoja. Miro al brujo a los ojos, serio y asintió.
-Es lo mejor que has hecho hasta ahora...buen trabajo muchacho...-le dijo dejándolo asolas con el muchacho. Wallace siguió con la mirada al anciano hasta que lo perdió de vista. Despertó al muchacho quien se sobresalto pero cuando vio la daga en la mesa junto con la vaina de cuero, sus ojos se iluminaron.
- Lo ha hecho! es Identica! oh dioses....oh...ella...ella estara contentisima! -dijo mientras cogia con cuidado el arma y la guardaba. Abrazo al brujo sorprendiéndolo. Wallace sonrió y lo aparto con cuidado.-..yo...yo le daré todo lo que tengo...-Wallace observo al muchacho. Tenia un corazón noble y fuerte. El brujo negó y se sentó, cansado.
-Nada, no me des nada, solo...cuídala bien chico..-el muchacho sonrió y asintió con energía. Le dio las gracias de nuevo y se fue corriendo. Wallace lo observó y luego miro el horno que aun quemaba la leña. Pensó en Ébano y en el clan y sonrió. Era hora de volver. Echaba de menos el frió de las montañas.
Fin
-Me- Mesere...es usted herrero?...-le pregunto, tartamudeando. El joven se habia fijado en las alforjas que llevaba la yegua de Wallace, llenas de herramientas y minerales. Wallace lo miro a los ojos y le sonrió, algo que sorprendió al muchacho quien le correspondió con una agradecida sonrisa.-...yo...hay una dama...que me gustaría...no quiero verla triste...ella...-intentaba explicarse. Wallace acerco las riendas y acaricio a la yegua, sonriendo mas.
-Quieres que forje algo para pedir la mano de esa chica?...-le preguntó mientras peinaba la crin del animal. El muchacho, levemente sonrojado, asintió lentamente y luego miro hacia la fuente central.
-Ella...perdió una daga...era muy especial para ella y yo...quería recuperar la pero es imposible...pero si alguien le hace una igual puede que su sonrisa vuelva...por favor mesere...-le suplicó el muchacho, acercándose al hombre, con esos ojos de cachorro. Wallace suspiró y miro una bolsa cerrada y bien guardada. Tenia el material, pero era para el...aunque algo le hacia desear ayudar al muchacho. Miro de nuevo al chico y asintio.
-Bien...iré al taller de un viejo amigo y allí lo haré...pero no te aseguro nada. Ven y explícame como era esa daga.- Le dijo sin mas, caminando bajo la lluvia.
El fuego de la forja calentaba lo suficiente y mas. Los herreros y aprendices descansaban en sus catres mientras que el acero se calentaba. El Gran Maestre mira al brujo mientras este le enseña el esbozo hecho en carbón de una daga.
-Mmmhh...-el hombre se rasca la barba y mira la forja y luego al brujo.-...esta bien...al fin y al cabo, no eras mas que un niño la primera vez que me robaste un martillo para golpear a Bjorn...-dijo riendo disimuladamente. Su semblante serio volvió y se sentó en su silla, observando al muchacho que miraba con admiración al brujo.
-Gracias Einar...y siento lo de tu aprendiz...me han dicho que murió..-le susurro el brujo mientras se descamisaba y se ponía el delantal de cuero. Einar negó y cerró los ojos para dormir un rato.
El brujo sabia que debía tomar su tiempo para forjar esa daga. Saco un trozo de piedra de la alforja, una bolsa de carbón y su martillo nuevo de hierro pulido, regalo de CIrcenn. La piedra, que a simple vista no parecia especial, era de hierro puro. Le había costado tres días en una mina infestada de trasgos. Malditos trasgos.
Se acercó al horno de pudelar, caliente y listo para separar los trozos de piedra del mineral. Con las manos desnudas, dado y que le fuego era parte de el, metió el trozo de hierro en el horno. Puso las manos a cada lado del artilugio y se concentro en calentarlo muy lentamente, si era demasiado rápido, el metal se corrompería y se rompería por dentro.
Pasaron exactamente dos horas, Wallace aparto las manos y miro dentro del horno. La piedra de habia fundido y el metal estaba listo. Lo extraño con las manos y lo metio en agua fria, dejao escapar vapor. Wallace aparto la cara mientras el metal puro se enfriaba. Al sacarlo, lo examino para comprobar que no se había roto.
-Perfecto...-susurró. El muchacho estaba dormido junto al Gran Maestro, quien observaba al brujo. Siempre le había fascinado el hecho de que Wallace no necesitara guantes ni nada, el fuego que el mismo generaba era muy útil en la herrería. Wallace se acercó al fundidor y encendio la leña lanzando una pequeña llamarada. Dejo el trozo de hierro dentro y avivo el fuego con las manos. Sentándose al lado, observo durante una hora como el hierro se fundía en el molde que había tallado en el horno, dándole la forma de un precioso lingote. Cuando el hierro era puramente liquido, el brujo cogió el carbón de madera elfica y trocean-dolo con un mortero lo esparció por todo el molde, viendo como el hierro lo absorbía. No tardo mas que media hora hasta que el carbón se mezclo totalmente con el hierro. Wallace extraño el molde y hecho con cuidado el lingote al agua helada. Cuando el vapor disminuyo, el brujo cogió el lingote y comprobó que no había trazas de carbón en la superficie. Einar se levanto y con un guante de malla cogio el lingote de sus manos y lo examinó tambien. Miro al brujo y sonrió dándole de nuevo el lingote y sentándose. Con la simple aprobación del maestro herrero, el brujo metió el lingote en el horno de nuevo y lo calentó con las manos a fuego lento.
Después de una hora, el hierro ahora convertido en acero, brillaba con ese color anaranjado tan característico. El brujo lo cogió con cuidado para que no se doblara y lo puso encima del yunque. Sin necesidad de pinzas para sujetar el lingote, Wallace cogió su martillo y empezó a martillar el metal, dándole forma. Los martillazos se oian por todo el barrio de artesanos, fuertes y precisos. El sudor de Wallace se evaporaba nada mas salir de su piel, el cansancio aparecía lentamente pero el brujo quería hacer esa daga. Después de mas de cien martillazos, el brujo examino la hoja roma y sin punta que había conseguido. La puso en agua y la calento de nuevo, esta vez menos tiempo. Cuando el naranja volvió a la hoja, el brujo lo amartillo de nuevo, esta vez dándole la forma de la hoja de la daga, con el esbozo siempre delante.
Pasaron varias horas hasta que el brujo decidió que la hoja ya estaba. Reposaba encima del yunque mientras Wallace la observaba, bebiendo de una jarra de cerveza fría que el muchacho le había servido.
-Ya esta?...-le pregunto el chico mientras miraba la hoja. Wallace negó y la cogio de nuevo pero esta vez no la puso en el horno. La mantuvo en sus manos y cerro los ojos. La parte final era calentarla con su propio fuego. el chico enmudecio cuando vió las manos del brujo cambiar de color. Estuvo calentando la hoja durante media hora y cuando el brillo naranja volvió la puso en el yunque y amartillo de nuevo, exactamente cincuenta golpes, ni uno mas ni uno menos. Hecho agua con un cucharon a la hoja y cuando el vapor desaparecio se la enseño al muchacho quien la miro con respeto. Ahora tocaba pulir esa preciosa hoja.
Sentado frente a la mesa de cuidado, Wallace unto la hoja con aceite y la limpio con una emulsión hecha de carbón triturado y sangre de lobezno. Con un estropajo de hierro, pulió la superficie hasta que la hoja cogió el brilló natural del acero. El brujo la examino de nuevo y la dejo reposando en un enganche. Sacó unas tiras de cuero curtido de su bolsa y las corto para que sujetaran bien el pequeño mango de la daga. Cosiendo-las con hilo de tendón humano, forró el mango de madera de roble. Puesto que la hoja ya estaba seca y protegida del oxido, coloco el mango recién forrado en la varilla de sujeción, comprobando que encajara. Apoyando la punta de la hoja en un paño para que no se estropeara, montó el pomo, hecho de acero tal y como le había indicado el muchacho. Acabó de sujetar todas las partes con cuero y una cola de herrero, hecha de hueso de dragón y sabia de árbol. Con unos cuantos cortes al aire, el brujo sonrio al ver que la daga estaba perfectamente montada. Se sentó en un taburete y con el pie en el pedal de la piedra de afilar, empezó a darle vueltas. Colocó la daga con cuidado y las chispas empezaron a saltar mientras la hoja se afilaba rápidamente.
Pasaron horas hasta que la hoja quedó perfectamente afilada. El brujo dejo la daga encima de un paño de seda, observandola, mientras brillaba. Era una buena obra. Einar se acercó, comiendo un poco de queso y examino la hoja. Miro al brujo a los ojos, serio y asintió.
-Es lo mejor que has hecho hasta ahora...buen trabajo muchacho...-le dijo dejándolo asolas con el muchacho. Wallace siguió con la mirada al anciano hasta que lo perdió de vista. Despertó al muchacho quien se sobresalto pero cuando vio la daga en la mesa junto con la vaina de cuero, sus ojos se iluminaron.
- Lo ha hecho! es Identica! oh dioses....oh...ella...ella estara contentisima! -dijo mientras cogia con cuidado el arma y la guardaba. Abrazo al brujo sorprendiéndolo. Wallace sonrió y lo aparto con cuidado.-..yo...yo le daré todo lo que tengo...-Wallace observo al muchacho. Tenia un corazón noble y fuerte. El brujo negó y se sentó, cansado.
-Nada, no me des nada, solo...cuídala bien chico..-el muchacho sonrió y asintió con energía. Le dio las gracias de nuevo y se fue corriendo. Wallace lo observó y luego miro el horno que aun quemaba la leña. Pensó en Ébano y en el clan y sonrió. Era hora de volver. Echaba de menos el frió de las montañas.
Fin
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Re: [EVENTO P.] Reparar un corazon roto.
El chico salió corriendo ya por las casi oscuras calles de la ciudad, estaba seguro de que a ella le encantaría. Sabía que eso haría que su sonrisa volviese, para siempre.
Era idéntica, el color, el cuero los detalles… pero no podía mentirle. No podía decir que era su misma daga, que él la había encontrado. Le diría que había pedido que le dijera otra especialmente ara ella. No era lo mismo, por no podía mentirle… seguro que a la larga se acabaría enterando.
Y efectivamente a la chica le agrado el detalle. No era su daga, pero él se había tomado tantas molestias… y solo por verla feliz… Aquello no lo olvidaría nunca.
Parecía que las negras nubes habían pasado de largo, dejando a la ciudad de Lunargenta con una buena vista de la luna y las estrellas. Las calles aún estaban mojadas, lo que daba la sensación de frio. Aunque junto a la forja reinaba el calor.
Era idéntica, el color, el cuero los detalles… pero no podía mentirle. No podía decir que era su misma daga, que él la había encontrado. Le diría que había pedido que le dijera otra especialmente ara ella. No era lo mismo, por no podía mentirle… seguro que a la larga se acabaría enterando.
Y efectivamente a la chica le agrado el detalle. No era su daga, pero él se había tomado tantas molestias… y solo por verla feliz… Aquello no lo olvidaría nunca.
Parecía que las negras nubes habían pasado de largo, dejando a la ciudad de Lunargenta con una buena vista de la luna y las estrellas. Las calles aún estaban mojadas, lo que daba la sensación de frio. Aunque junto a la forja reinaba el calor.
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