Ataque al corazón Nórgedo [Mega Evento - Nórgedos]
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Ataque al corazón Nórgedo [Mega Evento - Nórgedos]
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Es de noche. Os encontráis frente a la fortaleza de guarnición de los Nórgedos. Algo que nunca nadie en la historia ha visto… o ha vivido para contarlo. Se trata de una fortaleza con una muralla inexpugnable. Aún más grande de lo que os imaginabais. Entrar por la puerta vigilada sería una manera que muy poco honrosa de morir. ¿Cómo os adentraréis en el asentamiento sin ser detectados?
Para colmo, una vez dentro os encontraréis con una fortaleza plagada de enemigos. No en vano es la base principal del enemigo. Tendréis que buscar una manera de pasar inadvertidos u os meteréis en problemas. Tal vez la noche y, algunos ropajes robados, os permitan haceros pasar por Nórgedos.
Para colmo, una vez dentro os encontraréis con una fortaleza plagada de enemigos. No en vano es la base principal del enemigo. Tendréis que buscar una manera de pasar inadvertidos u os meteréis en problemas. Tal vez la noche y, algunos ropajes robados, os permitan haceros pasar por Nórgedos.
* * * * * * * * * * *
Objetivos:
-Tendréis que describir cómo os infiltráis en la base. Podéis tirar de inventiva e ideas originales. Recordad que se premiará la originalidad.
-Una vez dentro, deberéis repartiros las siguientes tareas o bien realizarlas conjuntamente:
-Lleváis varias botellas con veneno. Tendréis que llegar hasta los establos y suministrar el veneno a los dromedarios (una bonita estampa de maltrato animal, pero la guerra es cruel). Tendréis que encargaros del hombre de los establos antes de que dé la alarma.
-Tendréis que localizar el arsenal de armas y hacerlo arder de la manera que queráis.
Esto desatará el caos en la base.
-Huiréis en medio del caos. Terminaréis la narración lejos de la base de los Nórgedos.
-El sigilo es primordial. No entréis en conflicto directo porque lleváis las de perder.
Puntos de pasiva si…
Describís como envenenáis el agua. Podéis sintetizar vosotros mismos el veneno. También si colocáis trampas en el arsenal para que los Nórgedos caigan en ellas cuando vengan a ver qué ha ocurrido.
Ger
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Re: Ataque al corazón Nórgedo [Mega Evento - Nórgedos]
Con una brillante luna plateada en el firmamento como guía, doce hombres avanzaban a través del arenal, solos, en fila, tratando de ser lo menos visible posibles desde las almenaras de la fortaleza que se alzaba majestuosa frente a ellos.
Las ordenes habían sido escuetas y concisas, pero no por ello menos importantes, se enfrentaban a barbaros sedientos de sangre y tenían que detenerlos, y si querían conseguirlo, lo primero que debían hacer era acabar con la caballería de los Nórgedos.
Eltrant se afianzó el pañuelo que cubría su rostro al cuello maldiciendo levemente el broche que usaba para sujetar la prenda, el cual no paraba de soltarse debido a la arena. – Esa lengua Tale, ¿Es que no tienes modales? – El hombre que le había contestado había sido el Sargento Sven, un curtido veterano que había servido a Roilkat desde que tenía uso de razón, de gran convicción y con un conocimiento casi ilimitado sobre el desierto, los que estaban a cargo de aquella operación de sabotaje habían decidido que era la mejor opción si querían triunfar, y no se equivocaban.
A aquella pregunta le siguieron leves risas por parte de los demás miembros del batallón, quienes no tardaron en bromear con la actitud del mercenario, Eltrant respondió a esto con una ligera sonrisa y afianzó, por quinta vez desde que abandonaron el puesto avanzado del que habían partido, el pasador a la capa de colores claros que vestía.
Apenas habían tenido tiempo a conocerse, podría decirse que todos los integrantes del recién formado batallón Marfil eran desconocidos entre ellos, pero Eltrant conocía al menos el nombre de la mayor parte de ellos, estaban los hermanos Hammer, brujos expertos en ilusionismo con un sentido del humor encomiable, sujetos que no tardaron ni un minuto en agasajar a Isabella, la mano derecha de Sven y la segunda al mando, con bellas palabras de afecto.
El resto del grupo era más o menos normal, soldados y mercenarios venidos de todas partes de Aerandir, quizás la persona más interesante entre los restantes era Killian, un grandullón de aspecto amenazador, capaz de estrangular a un caballo con sus propias manos sin ningún esfuerzo, sin embargo, a pesar de su apariencia, en el campamento se decía que era un tipo amable, con un sentido de la justicia tan desarrollado como sus músculos.
-Cuatro atalayas, todas ellas con defensas sargento, las murallas están igualmente vigiladas… – La voz de una mujer de cabellos rubios se alzó sobre los demás, Eltrant no lo conocía, pero la chica parecía ser la oteadora del grupo, yendo siempre a la cabeza de la columna. – Olvidaos de la entrada principal, atacarlas es un suicidio, y no se vosotros, pero yo quiero volver a casa. – Sentenció el líder del pelotón mientras ordenaba a todos a que se detuviesen a una distancia prudencial de las murallas – Rebecca – La rubia asintió dando a entender que estaba escuchando. - ¿Ves alguna debilidad en las defensas? – La chica estudió desde la distancia la fortaleza mientras los demás esperaban a que esta llegase a una conclusión. – Así a primera vista parece impenetrable – Eltrant se sentó sobre la arena mientras esperaba a que decidiesen que camino tomar, jamás habría imaginado que en un lugar famoso por el calor extremo pudiese hacer tanto frío, las noches de Roilkat no tenían absolutamente nada que envidiar a las de Dundarak – Pero quizás por aquel tramo escarpado… - El veterano se atusó la barba, ya canosa, y contempló la zona de peñascos con las que se integraba con las fortificaciones del hogar de los Nórgedos. – Es una posibilidad – Hizo un rápido gesto con el brazo para que todos los presentes avanzasen – Manteneos juntos, y aseguraos de que no os vean – Comandó colocándose tras Rebecca.
Eltrant se levantó del suelo y siguió, como todos los demás, a su superior; el mantenerse ocultos no era una simple orden, según la información con la que contaban les superaban tanto en número que solo un loco trataría de atacar de frente, que les detectasen era morir combatiendo o ser apresado, y ninguna de las dos opciones parecía ser agradable.
Las murallas se volvían gradualmente más y más altas según se acercaban, tanto que pronto el suave resplandor de la luna no era suficiente y, el batallón Marfil, se vio sumido en la oscuridad.
Poco podían hacer el grupo en aquel momento para orientarse salvo seguir avanzando hacia el frente, afortunadamente para ellos, tenían a Rebecca, quien demostró tener la visión de un depredador, no había detalle que se le escapase a la exploradora.
-Creo que deberíamos haber traído cuerdas más largas… - Susurró Marcoh, el mayor de los dos gemelos Hammer, siendo acallado enseguida por su hermano, quien le instó a que no volviese a hablar en lo que quedaba de noche – Cambio de planes… - Añadió Sven – … no es un secreto para ninguno que es demasiado alta como para trepar – El hombre palpó la oscura muralla con la palma de su mano y miró hacia arriba, dónde la pálida luz de una antorcha mostraba la distancia que había entre ellos y su destino. - No podemos perder el tiempo aquí.
Ya fuese por la pared montañosa que estaba a pocos metros a la derecha de dónde se encontraban o por la misma muralla, el grupo no tendría ninguna garantía de entrar al interior si lo hacían de esa forma. Con cada segundo que pasaba la probabilidad de ser descubiertos por los guardias aumentaba considerablemente, si seguían allí, justo al pie de la torre más alta de la fortaleza no tendría ninguna posibilidad, tenían que actuar, y tenían que hacerlo ya.
Eltrant frunció el ceño y se giró, la suave brisa que les venía siguiendo desde hacía horas se había encargado de borrar las huellas que habían dejado en su paso hacia allí, pero era evidente que habían dejado un rastro que cualquier guarda competente sabría distinguir.
-Pasaremos por debajo – Dijo Sven inflexible – Pero no todos, no podemos jugárnoslo todo a una carta, Roilkat depende de nosotros– Concluyó – Isabella, lleva contigo a cinco soldados, los que quieras y a uno de los Hammer, mantén a las patrullas alejadas de aquí, si ves la oportunidad de entrar, aprovéchala – El Sargento se giró hacia los hermanos – Espero que alguno de vosotros pueda hacer algo con la arena bajo nuestros pies – Tras unos segundos en silencio uno de los dos se adelantó un par de pasos - Tardaré un poco – Contestó – Pero pasaremos.
-Vosotros seis – La otra mitad del grupo, entre los que se encontraba Eltrant, se giraron hacia la segunda al mando, el mercenario estaba empezando a arrepentirse de haber aceptado aquella misión, demasiados inconvenientes y la recompensa parecía más bien pobre en comparación al esfuerzo – Vamos a cazar Nórgedos. - Los guardas que patrullaban las afueras de la fortaleza no eran ni numerosas, ni estaban bien armadas, su cometido básicamente era tocar una pequeña campana de metal para tocar la alarma.
-Tale – La voz de Isabella resonó en la oscuridad, el nuevo grupo no había tardado apenas una hora en localizar a unos Nórgedos que, si no los detenían, no tardarían en determinar el lugar en el que los demás - Encárgate del bajito. Rebecca, acaba con el alto desde lejos, nos puede dar problemas – Los expresivos ojos verdes de la cazadora parecieron brillar en la oscuridad - Los demás, escoged un objetivo y aseguraos de esta muerto antes de que su sangre manche la arena.
Acatando con las ordenes de su superior Eltrant desenvainó su espada haciendo el menor ruido posible, tras ello, y refugiado por la oscuridad que le brindaba la muralla de granito, se preparó para atacar.
Respiró hondo, asegurándose de que la arena del desierto no se internase en sus pulmones, y mantuvo la mirada fija en el hombre talludo que portaba la antorcha, puede que no fueran más que un par de segundos los que se sucedieron antes de que una flecha pasara silbando junto a su cabeza y se clavase en la garganta del Nórgedo de mayor tamaño, pero cada segundo fue eterno.
Antes de que el confuso Nórgedo se llevase las manos hacia su cuello, lugar en el que se encontraba alojada la flecha, el resto de soldados atacó, emergiendo de entre las sombras Eltrant cercenó la cabeza del hombre que le habían encomendado asesinar, quien apenas tuvo tiempo de comprender que estaba pasando a su alrededor, ninguno de los guardas tuvo tiempo de hacerlo.
-Quitarles los ropajes – Dijo la pelirroja envainando su espada – Rápido – Eltrant frunció el ceño y contó los cadáveres – No hay suficientes uniformes para todos – Advirtió, Isabella sonrió al mercenario mientras le arrebataba la camisa a uno de los caídos, tratando de que esta se llenase lo menos posible de sangre – Es usted muy observador señor Tale, creo que ya tenemos al primer voluntario.
***
- “Esto no puede ser normal” – Se dijo a si mismo mientras, maniatado, miraba fijamente al guarda de la puerta principal de la fortaleza – Hemos encontrado estos dos exploradores – Dijo una voz conocida a su espalda, enfundada en uno de los uniformes Nórgedos – Es mi premio, mi captura y la de mis hombres, exijo ajusticiarlo personalmente. – Eltrant puso los ojos en blanco y trató de mirar a su supuesta líder, recibiendo un golpe en la cara como respuesta – ¡Mira al frente escoria! – Gritó Rebecca, también vestida con uno de los uniformes robados, quien parecía estar disfrutando el papel que estaba realizando – “Debí de haberme quedado con los del túnel”
Un chasquido metálico precedió a una serie de crujidos de diferentes procedencias, la puerta principal se estaba abriendo.
-Bien hecho, hermana de armas - Dijo el guarda de la puerta con una sonrisa deleznable en su rostro mientras indicaba a los presentes que entrasen en el castillo - Pagaría por ver el destino de estos... animales.
Las ordenes habían sido escuetas y concisas, pero no por ello menos importantes, se enfrentaban a barbaros sedientos de sangre y tenían que detenerlos, y si querían conseguirlo, lo primero que debían hacer era acabar con la caballería de los Nórgedos.
Eltrant se afianzó el pañuelo que cubría su rostro al cuello maldiciendo levemente el broche que usaba para sujetar la prenda, el cual no paraba de soltarse debido a la arena. – Esa lengua Tale, ¿Es que no tienes modales? – El hombre que le había contestado había sido el Sargento Sven, un curtido veterano que había servido a Roilkat desde que tenía uso de razón, de gran convicción y con un conocimiento casi ilimitado sobre el desierto, los que estaban a cargo de aquella operación de sabotaje habían decidido que era la mejor opción si querían triunfar, y no se equivocaban.
A aquella pregunta le siguieron leves risas por parte de los demás miembros del batallón, quienes no tardaron en bromear con la actitud del mercenario, Eltrant respondió a esto con una ligera sonrisa y afianzó, por quinta vez desde que abandonaron el puesto avanzado del que habían partido, el pasador a la capa de colores claros que vestía.
Apenas habían tenido tiempo a conocerse, podría decirse que todos los integrantes del recién formado batallón Marfil eran desconocidos entre ellos, pero Eltrant conocía al menos el nombre de la mayor parte de ellos, estaban los hermanos Hammer, brujos expertos en ilusionismo con un sentido del humor encomiable, sujetos que no tardaron ni un minuto en agasajar a Isabella, la mano derecha de Sven y la segunda al mando, con bellas palabras de afecto.
El resto del grupo era más o menos normal, soldados y mercenarios venidos de todas partes de Aerandir, quizás la persona más interesante entre los restantes era Killian, un grandullón de aspecto amenazador, capaz de estrangular a un caballo con sus propias manos sin ningún esfuerzo, sin embargo, a pesar de su apariencia, en el campamento se decía que era un tipo amable, con un sentido de la justicia tan desarrollado como sus músculos.
-Cuatro atalayas, todas ellas con defensas sargento, las murallas están igualmente vigiladas… – La voz de una mujer de cabellos rubios se alzó sobre los demás, Eltrant no lo conocía, pero la chica parecía ser la oteadora del grupo, yendo siempre a la cabeza de la columna. – Olvidaos de la entrada principal, atacarlas es un suicidio, y no se vosotros, pero yo quiero volver a casa. – Sentenció el líder del pelotón mientras ordenaba a todos a que se detuviesen a una distancia prudencial de las murallas – Rebecca – La rubia asintió dando a entender que estaba escuchando. - ¿Ves alguna debilidad en las defensas? – La chica estudió desde la distancia la fortaleza mientras los demás esperaban a que esta llegase a una conclusión. – Así a primera vista parece impenetrable – Eltrant se sentó sobre la arena mientras esperaba a que decidiesen que camino tomar, jamás habría imaginado que en un lugar famoso por el calor extremo pudiese hacer tanto frío, las noches de Roilkat no tenían absolutamente nada que envidiar a las de Dundarak – Pero quizás por aquel tramo escarpado… - El veterano se atusó la barba, ya canosa, y contempló la zona de peñascos con las que se integraba con las fortificaciones del hogar de los Nórgedos. – Es una posibilidad – Hizo un rápido gesto con el brazo para que todos los presentes avanzasen – Manteneos juntos, y aseguraos de que no os vean – Comandó colocándose tras Rebecca.
Eltrant se levantó del suelo y siguió, como todos los demás, a su superior; el mantenerse ocultos no era una simple orden, según la información con la que contaban les superaban tanto en número que solo un loco trataría de atacar de frente, que les detectasen era morir combatiendo o ser apresado, y ninguna de las dos opciones parecía ser agradable.
Las murallas se volvían gradualmente más y más altas según se acercaban, tanto que pronto el suave resplandor de la luna no era suficiente y, el batallón Marfil, se vio sumido en la oscuridad.
Poco podían hacer el grupo en aquel momento para orientarse salvo seguir avanzando hacia el frente, afortunadamente para ellos, tenían a Rebecca, quien demostró tener la visión de un depredador, no había detalle que se le escapase a la exploradora.
-Creo que deberíamos haber traído cuerdas más largas… - Susurró Marcoh, el mayor de los dos gemelos Hammer, siendo acallado enseguida por su hermano, quien le instó a que no volviese a hablar en lo que quedaba de noche – Cambio de planes… - Añadió Sven – … no es un secreto para ninguno que es demasiado alta como para trepar – El hombre palpó la oscura muralla con la palma de su mano y miró hacia arriba, dónde la pálida luz de una antorcha mostraba la distancia que había entre ellos y su destino. - No podemos perder el tiempo aquí.
Ya fuese por la pared montañosa que estaba a pocos metros a la derecha de dónde se encontraban o por la misma muralla, el grupo no tendría ninguna garantía de entrar al interior si lo hacían de esa forma. Con cada segundo que pasaba la probabilidad de ser descubiertos por los guardias aumentaba considerablemente, si seguían allí, justo al pie de la torre más alta de la fortaleza no tendría ninguna posibilidad, tenían que actuar, y tenían que hacerlo ya.
Eltrant frunció el ceño y se giró, la suave brisa que les venía siguiendo desde hacía horas se había encargado de borrar las huellas que habían dejado en su paso hacia allí, pero era evidente que habían dejado un rastro que cualquier guarda competente sabría distinguir.
-Pasaremos por debajo – Dijo Sven inflexible – Pero no todos, no podemos jugárnoslo todo a una carta, Roilkat depende de nosotros– Concluyó – Isabella, lleva contigo a cinco soldados, los que quieras y a uno de los Hammer, mantén a las patrullas alejadas de aquí, si ves la oportunidad de entrar, aprovéchala – El Sargento se giró hacia los hermanos – Espero que alguno de vosotros pueda hacer algo con la arena bajo nuestros pies – Tras unos segundos en silencio uno de los dos se adelantó un par de pasos - Tardaré un poco – Contestó – Pero pasaremos.
-Vosotros seis – La otra mitad del grupo, entre los que se encontraba Eltrant, se giraron hacia la segunda al mando, el mercenario estaba empezando a arrepentirse de haber aceptado aquella misión, demasiados inconvenientes y la recompensa parecía más bien pobre en comparación al esfuerzo – Vamos a cazar Nórgedos. - Los guardas que patrullaban las afueras de la fortaleza no eran ni numerosas, ni estaban bien armadas, su cometido básicamente era tocar una pequeña campana de metal para tocar la alarma.
-Tale – La voz de Isabella resonó en la oscuridad, el nuevo grupo no había tardado apenas una hora en localizar a unos Nórgedos que, si no los detenían, no tardarían en determinar el lugar en el que los demás - Encárgate del bajito. Rebecca, acaba con el alto desde lejos, nos puede dar problemas – Los expresivos ojos verdes de la cazadora parecieron brillar en la oscuridad - Los demás, escoged un objetivo y aseguraos de esta muerto antes de que su sangre manche la arena.
Acatando con las ordenes de su superior Eltrant desenvainó su espada haciendo el menor ruido posible, tras ello, y refugiado por la oscuridad que le brindaba la muralla de granito, se preparó para atacar.
Respiró hondo, asegurándose de que la arena del desierto no se internase en sus pulmones, y mantuvo la mirada fija en el hombre talludo que portaba la antorcha, puede que no fueran más que un par de segundos los que se sucedieron antes de que una flecha pasara silbando junto a su cabeza y se clavase en la garganta del Nórgedo de mayor tamaño, pero cada segundo fue eterno.
Antes de que el confuso Nórgedo se llevase las manos hacia su cuello, lugar en el que se encontraba alojada la flecha, el resto de soldados atacó, emergiendo de entre las sombras Eltrant cercenó la cabeza del hombre que le habían encomendado asesinar, quien apenas tuvo tiempo de comprender que estaba pasando a su alrededor, ninguno de los guardas tuvo tiempo de hacerlo.
-Quitarles los ropajes – Dijo la pelirroja envainando su espada – Rápido – Eltrant frunció el ceño y contó los cadáveres – No hay suficientes uniformes para todos – Advirtió, Isabella sonrió al mercenario mientras le arrebataba la camisa a uno de los caídos, tratando de que esta se llenase lo menos posible de sangre – Es usted muy observador señor Tale, creo que ya tenemos al primer voluntario.
***
- “Esto no puede ser normal” – Se dijo a si mismo mientras, maniatado, miraba fijamente al guarda de la puerta principal de la fortaleza – Hemos encontrado estos dos exploradores – Dijo una voz conocida a su espalda, enfundada en uno de los uniformes Nórgedos – Es mi premio, mi captura y la de mis hombres, exijo ajusticiarlo personalmente. – Eltrant puso los ojos en blanco y trató de mirar a su supuesta líder, recibiendo un golpe en la cara como respuesta – ¡Mira al frente escoria! – Gritó Rebecca, también vestida con uno de los uniformes robados, quien parecía estar disfrutando el papel que estaba realizando – “Debí de haberme quedado con los del túnel”
Un chasquido metálico precedió a una serie de crujidos de diferentes procedencias, la puerta principal se estaba abriendo.
-Bien hecho, hermana de armas - Dijo el guarda de la puerta con una sonrisa deleznable en su rostro mientras indicaba a los presentes que entrasen en el castillo - Pagaría por ver el destino de estos... animales.
Eltrant Tale
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Re: Ataque al corazón Nórgedo [Mega Evento - Nórgedos]
Atado y escoltado por sus propios aliados consiguió atravesar la seguridad que custodiaba la entrada principal al baluarte de los Nórgedos, no estaba en una posición cómoda, sobre todo porque Rebecca pensaba que meterse en el papel era golpear al maniatado mercenario, pero se habían colado, y eso era lo que importaba.
- ¿Quieres dejar de darme? – Susurró Eltrant cuando dejaron atrás otra patrulla de Nórgedos que había salido de una caseta pequeña a recibirles – Creo que ya es bastante evidente que eres una Nórgeda y que me odias – La risa de Rebecca resonó a su espalda, para ser acallada directamente por la voz de Isabella – Comportaos – Ordenó – Estamos dentro, ahora a hacer nuestro trabajo.
Afortunadamente para los intrusos la seguridad se concentraba sobre todo en la muralla y en el exterior de la misma, el interior estaba relativamente desierto, ya fuese porque la mayoría de los soldados estaban durmiendo, recuperando fuerzas o simplemente pasando el rato sin nada en especial que hacer.
Eltrant no pudo evitar percatarse en cómo estaba construido el lugar, era sin lugar a dudas una fortaleza pensada para aguantar años de asedio si hacía falta, la había construido alrededor de lo que, a ojos del mercenario, no era sino un pequeño lago rodeado de cultivos, lugar en el que además de estar en el centro exacto del baluarte, era dónde los dueños del lugar dejaban a sus monturas cuando estas no estaban en los establos; al pie de las murallas y rodeando todo el patio de forma circular, había un indeterminado número de edificios de granito adyacentes uno a los otros, ninguno de ellos tenía el más mínimo sentido de señalización, por lo que podían ser desde barracas, hasta el arsenal que estaban buscando.
-Bien, Jefa, ¿Alguna idea brillante? – El brujo que acompañaba al pelotón miraba a su alrededor de forma nerviosa casi angustiado por los ropajes que rodeaban su cuerpo – Tranquilízate, Hammer – Respondió Isabella sin dejar de caminar, manteniendo al mercenario siempre en frente, de forma que todos los soldados con los que se encontrasen pueden entender que estaban trasladando a un prisionero – Primero entramos en algún lugar, después encontramos el arsenal, y por último hacemos que desaparezca del mapa, fácil – La enumeración había sido concisa, pero Eltrant no pudo evitar dejar escapar un suspiro, ¿Cómo iban a encontrar el arsenal? Si ni siquiera sabían dónde estaba la prisión a la que, si no querían ser descubiertos, se dirigían. – Prohibido suspirar perro de Roilkat– Un golpe en la parte trasera de la cabeza, seguida de una risa que empezaba a conocer muy bien hizo que el mercenario refunfuñase un par de insultos que, de haberlos dicho en voz alta, se habrían ganado un premio a la originalidad, Isabella imitó al mercenario y suspirando se llevó una de sus manos hasta la sien - ¿Queréis comenzar a comportaros como soldados que sois?
Aun majestuoso y con espacio suficiente como para guarnecer a más de un centenar de personas, la fortificación no era excesivamente grande, por lo que en apenas unos minutos consiguieron atravesar el patio desde la entrada hasta el edificio de mayor tamaño del lugar. – ¿Tú crees que es ahí adentro? – El nerviosismo del brujo estaba empezando a calar lentamente en los demás miembros del grupo, al fin y al cabo, eran solo seis y estaban rodeados de enemigos. – Probaremos, si no es, seguimos buscando. – Dijo la pelirroja como toda respuesta.
Y acatando entonces las ordenes de la mujer, todos, con Eltrant a la cabeza del pelotón, se internaron en la construcción. El interior era amplio, quizás demasiado, y se encontraba bellamente adornado, casi como si el dueño de aquel pedazo en concreto de castillo quisiese diferenciarlo del resto.
Una vez dentro lo primero que ordenó Isabella fue que liberasen al mercenario, quien se llevó inmediatamente las manos a las muñecas que habían estado atadas – Ya era hora – Masculló de mal humor, Rebecca, quien oteaba ahora los pasillos por los que estaban a punto de adentrarse dejo escapar otra risotada y no hizo ningún comentario más, a lo que el mercenario respondió frunciendo el ceño – A ver – La pelirroja se encargó de que los seis presentes se reuniesen en torno a ella – El arsenal no tiene que estar muy lejos de aquí, probablemente en el sótano, así que rápido y en silencio.
Y tal y como llevaba Eltrant haciendo toda la noche, siguió a su superiora a través de una cadena de pasillos que serpenteaban de una manera que el castaño no recordaba haber visto nunca – Esto es como un laberinto – Susurró, el brujo asintió con la cabeza sin decir ninguna palabra y continuó avanzando – Tampoco hay muchos guardias ¿Dónde…? – Antes de que pudiese formular la pregunta que estaba a punto de decir, dos soldados que custodiaban una puerta al fondo del pasillo se percataron de la presencia de la cuadrilla, uno de ellos fue abatido por una certera flecha de Rebecca antes de que pudiese siquiera desenvainar la espada, el segundo comenzó a correr en la dirección opuesta enseguida, mientras gritaba frases inconexas que Eltrant no pudo captar desde la distancia. - ¡Ulric! – Gritó Isabella al fornido norteño que iba justo tras Eltrant– ¡Que no escape! ¡Cázalo! – El hombre asintió y comenzó a correr tras el centinela al mismo tiempo que tomaba entre sus manos la pesada hacha de guerra que cargaba a su espalda. – Los demás, seguidme, rápido.
Sin tiempo que perder irrumpieron en la habitación que hasta hacia unos segundos estaba siendo custodiada por los dos guardias, Eltrant pudo vislumbrar un brillo de conformidad en los ojos de su oficial cuando contempló el increíblemente elevado número de armas que había apiladas en aquel lugar.
Ballestas, lanzas, espadas y armaduras, los Nórgedos se habían preparado para la guerra a conciencia, y no solo eso, también había frascos, más de un centenar de ellos, todos con etiquetas ambiguas pero lo suficientemente coherentes como para que el mercenario pudiese interpretar para que servían.
– “Kaboom” – Leyó Eltrant en la etiqueta de un recipiente que contenía un líquido de un tenue color naranja – “Kaboom grande” – Leyó de nuevo, arqueando esta vez una ceja mientras acariciaba el frasco que envolvía un viscoso mejunje de color verde.
De la nada, un estruendoso sonido metálico, uno que se podía oír en Lunargenta con cada hora que pasaba, inundó todas las habitaciones de la fortaleza. - ¡Tale! ¡Hammer! Preparadlo todo, quiero esto en llamas en menos de cinco minutos. ¡Moved el culo! – Isabella comenzó a gritar ordenes en el mismo segundo en el que las campanas del castillo comenzaron a tañer alertando a los soldados que había intrusos en el interior – Becca, a la puerta, todo aquel que asome la cabeza lo quiero muerto – La rubia asintió y, colocando una flecha en el arco, se colocó junto a la salida.
Eltrant corrió junto al brujo, que estaba tan pálido como un lugareño de Sacrestic, y comenzó a sacar las botellas que este cargaba en su mochila, a la vez que esté dibujaba varias líneas en el suelo con lo que parecía ser una tiza de color rojo. - ¿Tienes todas? – Preguntó Eltrant según las iba depositando una a una en los sitios en los que el brujo le señalaba - ¿Cuantas eran? ¿Doce? ¿Trece? – Un aullido de dolor procedente de la puerta, tan fuerte que fue audible aún con el repicar de las campanas, indicó a los saboteadores que se les acababa el tiempo - ¡Daos prisa! – Vociferó Isabella desenvainando su espada y corriendo a ayudar a la arquera.
Mientras Eltrant colocaba los frascos alquímicos todo lo deprisa que sus brazos le permitían el brujo entonaba un leve canto al mismo tiempo que las palmas de sus manos comenzaban a brillar con más y más intensidad. - ¡Vamos, vamos, vamos! – Gruñó Eltrant dejando el último frasco junto a los que los Nórgedos ya almacenaban en el arsenal y sacaba su espada - ¡Si me desconcentras no puedo hacer nada! ¡Ve a la puerta! – Exclamó este de vuelta, el mercenario pudo vislumbrar como en el mismo momento en el que el brujo se giraba hacía él la luz que brotaba de sus manos perdía intensidad, por lo que decidió que lo mejor era ir hacía la puerta a ayudar.
Cuando salió del arsenal se encontró con algo para lo que realmente no estaba mentalizado, el sexto miembro de aquel intento de grupo que Isabella se había sacado de la manga yacía muerto a pocos metros de la entrada, Rebecca en cambio estaba oculta tras el marco de una de las muchas puertas que había en aquel pasillo, con una herida en una de sus piernas que no tenía aspecto de querer parar de sangrar pronto, por otro lado la líder del pelotón luchaba armada con espadas en ambas manos, impidiendo que los soldados llegasen hasta la armería. – ¡Tale! – Exclamó Rebecca desde su escondite – ¡Por la espalda!
Haciendo gala de una agilidad solo posible gracias a la adrenalina que recorría su cuerpo y a la advertencia de su compañera, Eltrant pudo evitar lo que probablemente habría sido una muerte segura al girarse sobre sí mismo y bloquear la espada de uno de los muchos soldados que estaban comenzando a aparecer por el otro extremo del pasillo, el mismo lugar por el cual Ulric y el guardia se habían desvanecido momentos atrás.
Sin mucho esfuerzo pudo bloquear varios golpes más del aquel primer soldado y acometer contra el cercenándole un brazo y, por ende, retirándole del combate, no obstante, enseguida un segundo hombre tomó el lugar del primero obligando a Eltrant a retroceder para poder abatirle y que un tercero tomara su puesto.
Apretó los dientes y aunque había evitado la muerte por sexta vez en aquella noche, no evitó que la espada de su oponente rasgara su camisa y le hiciese un sangrante corte en su brazo útil. - ¡¿Cuánto te falta Hammer?! – Gritó con toda la fuerza que pudo, alimentado por el dolor que su brazo derecho le producia en aquel momento, e incrustando su espada en el Nórgedo a la altura del cuello y alejándolo de él de una fuerte patada en el pecho - ¡Poco! – Fue la única respuesta que recibió por parte del brujo. - ¡Brujos! – Masculló el castaño bloqueando al nuevo enemigo que cargó contra él.
Lo único que tenían a su favor era la estrechez de los pasillos, los cuales obligaba a los Nórgedos a luchar de uno en uno, pero ellos eran en aquel instante cuatro y se enfrentaban a cientos; Por muchos hombres a los que Eltrant arrebatase la vida aquella noche, no era una batalla que podía ganar – ¡LA MECHA ES MUY CORTA! ¡CORRED! – Hammer salió del arsenal gritando a pleno pulmón, ignorando a Eltrant forcejeando con un tipo enorme que blandía un garrote de un tamaño desproporcionado, haciendo caso omiso a Rebecca y a su herida en la pierna y obviando completamente a Isabella, quien apenas podía mover ya uno de sus brazos. - ¡LA MECHA ES MUY CORTA! – Repitió el brujo saltando sin ningún miedo, sobre la fila infinita de enemigos que tenían frente a ellos.
- ¿Qué…? – Una luz tan intensa como el mismo sol precedió al fuego más penetrante que había visto Eltrant hasta el momento, llamas de color escarlata emanaron de la puerta de la armería y engulleron a los más próximos a ella para, instantes de pues, desencadenar en una explosión que lanzó todo, y a todos, por los aires.
***
Tosió, a su alrededor solo se oían gritos de auxilio, lloros y gemidos de dolor.
Le pitaban los oídos, se sentía como si estuviese flotando, veía la luna en el firmamento ¿Cómo había llegado hasta afuera? - ¡Tale! – Una voz conocida, distante, trataba de hacerse oír frente a todo el caos que reinaba en el castillo, cerró los ojos, le dolía la cara, los brazos, apenas podía moverse, necesitaba descansar - ¡Tale! – Le golpearon, volvió a la realidad de golpe, los gritos de auxilio, los lloros, y los gemidos de dolor se hicieron más reales, se incorporó, estaba en el pequeño lago en el centro de la fortaleza. - ¿Dónde…? – Otro golpe en la cara - ¡Vámonos de aquí! – Rebecca le ayudó a levantarse, seguía mareado, pero pudo contemplar su alrededor, lo que contenían todos aquellos frascos no solo se había encargado de abrir un agujero tan grande como las puertas de Lunargenta en aquel edificio, sino que además había extendido un fuego carmesí, un fuego que parecía derretir la misma roca, a todas las demás edificaciones del lugar. - ¡Vamos Tale! ¡Reacciona! – Un tercer puñetazo le hizo volver a girarse hacia la arquera, la herida que la joven tenía en la pierna parecía haber parado de sangrar, aunque parte de sus pantalones habían sido reemplazados por una quemadura que cubría el muslo de la mujer casi en su totalidad.
Apoyándose sobre la rubia salió del estanque en el que estaba metido, le dolía la cara, sus ropajes humeaban ligeramente, estaba seguro que se había quemado - ¿Dónde están…? – La rubia apretó los dientes y aligero el paso, el caos estaba generalizado y los Nórgedos en aquel momento estaban más preocupados en apagar las llamas que en los intrusos que las habían provocado, en cualquier caso, en el estado en el que se encontraban, no parecían ser muy diferentes a los demás heridos. – …Hammer aplastado, el edificio se desplomó sobre él – Afirmó tras pensárselo - Isabella… - Se quedó en silencio durante unos segundos – Ella voló hacia uno de los edificios, su cuerpo no es más que… - Tragó saliva y Eltrant negó con la cabeza – Nosotros hemos tenido… suerte – Dirigió una rápida mirada a su pierna y cerró los ojos. El mercenario asintió y se llevó una de sus manos a la parte derecha de su cara – Sí, suerte.
Nadie trató de detenerlos, ningún Nórgedo se paró a mirarles siquiera, ellos avanzaron lo más rápido que pudieron, y aun así lo hicieron lentamente, pero los salvajes trataban de salvar su hogar, el fuego se extendía rápidamente, un fuego que parecía no querer detenerse ante nada, el agua se evaporaba segundos antes de que esta llegase a tocar las llamas. - ¿Qué hemos usado? – Preguntó Eltrant mientras Rebecca le ayudaba a descender por un gran agujero que había oculto en un lateral de la muralla, el cual conducía a un túnel que pasaba justo por debajo de esta. – No lo sé – Contestó la rubia – No… lo sé.
No tenía fuerzas ni para pensar siquiera en el destino del segundo grupo, del destino del Sargento Sven, de los que habían escavado aquel túnel, los que se debían encargar de los establos.
Y sin pensar en nada más abandonó la fortaleza Nórgeda atravesando el pasadizo, dejando tras de sí una inmensa nube de color blanco que se alzaba alto, muy alto, tanto que cubrió la luna escarlata que les había guiado para llegar hasta allí, una luna que, sin desearlo, habían acallado prendiendo fuego a todo un castillo.
Cuando se alejaron lo suficiente de la fortificación pudieron comprobar como un mar de oscuridad y arena se extendía frente ellos. – ¿Crees que hemos cumplido? – Preguntó Rebecca soltando a Eltrant, quien ya había recuperado la mayor parte del equilibrio, el mercenario se giró y lanzó un último vistazo al castillo que resplandecía en la lejanía - ¿Tú que crees? – Respondió el castaño girándose y comenzando a andar hacía el desierto.
- ¿Quieres dejar de darme? – Susurró Eltrant cuando dejaron atrás otra patrulla de Nórgedos que había salido de una caseta pequeña a recibirles – Creo que ya es bastante evidente que eres una Nórgeda y que me odias – La risa de Rebecca resonó a su espalda, para ser acallada directamente por la voz de Isabella – Comportaos – Ordenó – Estamos dentro, ahora a hacer nuestro trabajo.
Afortunadamente para los intrusos la seguridad se concentraba sobre todo en la muralla y en el exterior de la misma, el interior estaba relativamente desierto, ya fuese porque la mayoría de los soldados estaban durmiendo, recuperando fuerzas o simplemente pasando el rato sin nada en especial que hacer.
Eltrant no pudo evitar percatarse en cómo estaba construido el lugar, era sin lugar a dudas una fortaleza pensada para aguantar años de asedio si hacía falta, la había construido alrededor de lo que, a ojos del mercenario, no era sino un pequeño lago rodeado de cultivos, lugar en el que además de estar en el centro exacto del baluarte, era dónde los dueños del lugar dejaban a sus monturas cuando estas no estaban en los establos; al pie de las murallas y rodeando todo el patio de forma circular, había un indeterminado número de edificios de granito adyacentes uno a los otros, ninguno de ellos tenía el más mínimo sentido de señalización, por lo que podían ser desde barracas, hasta el arsenal que estaban buscando.
-Bien, Jefa, ¿Alguna idea brillante? – El brujo que acompañaba al pelotón miraba a su alrededor de forma nerviosa casi angustiado por los ropajes que rodeaban su cuerpo – Tranquilízate, Hammer – Respondió Isabella sin dejar de caminar, manteniendo al mercenario siempre en frente, de forma que todos los soldados con los que se encontrasen pueden entender que estaban trasladando a un prisionero – Primero entramos en algún lugar, después encontramos el arsenal, y por último hacemos que desaparezca del mapa, fácil – La enumeración había sido concisa, pero Eltrant no pudo evitar dejar escapar un suspiro, ¿Cómo iban a encontrar el arsenal? Si ni siquiera sabían dónde estaba la prisión a la que, si no querían ser descubiertos, se dirigían. – Prohibido suspirar perro de Roilkat– Un golpe en la parte trasera de la cabeza, seguida de una risa que empezaba a conocer muy bien hizo que el mercenario refunfuñase un par de insultos que, de haberlos dicho en voz alta, se habrían ganado un premio a la originalidad, Isabella imitó al mercenario y suspirando se llevó una de sus manos hasta la sien - ¿Queréis comenzar a comportaros como soldados que sois?
Aun majestuoso y con espacio suficiente como para guarnecer a más de un centenar de personas, la fortificación no era excesivamente grande, por lo que en apenas unos minutos consiguieron atravesar el patio desde la entrada hasta el edificio de mayor tamaño del lugar. – ¿Tú crees que es ahí adentro? – El nerviosismo del brujo estaba empezando a calar lentamente en los demás miembros del grupo, al fin y al cabo, eran solo seis y estaban rodeados de enemigos. – Probaremos, si no es, seguimos buscando. – Dijo la pelirroja como toda respuesta.
Y acatando entonces las ordenes de la mujer, todos, con Eltrant a la cabeza del pelotón, se internaron en la construcción. El interior era amplio, quizás demasiado, y se encontraba bellamente adornado, casi como si el dueño de aquel pedazo en concreto de castillo quisiese diferenciarlo del resto.
Una vez dentro lo primero que ordenó Isabella fue que liberasen al mercenario, quien se llevó inmediatamente las manos a las muñecas que habían estado atadas – Ya era hora – Masculló de mal humor, Rebecca, quien oteaba ahora los pasillos por los que estaban a punto de adentrarse dejo escapar otra risotada y no hizo ningún comentario más, a lo que el mercenario respondió frunciendo el ceño – A ver – La pelirroja se encargó de que los seis presentes se reuniesen en torno a ella – El arsenal no tiene que estar muy lejos de aquí, probablemente en el sótano, así que rápido y en silencio.
Y tal y como llevaba Eltrant haciendo toda la noche, siguió a su superiora a través de una cadena de pasillos que serpenteaban de una manera que el castaño no recordaba haber visto nunca – Esto es como un laberinto – Susurró, el brujo asintió con la cabeza sin decir ninguna palabra y continuó avanzando – Tampoco hay muchos guardias ¿Dónde…? – Antes de que pudiese formular la pregunta que estaba a punto de decir, dos soldados que custodiaban una puerta al fondo del pasillo se percataron de la presencia de la cuadrilla, uno de ellos fue abatido por una certera flecha de Rebecca antes de que pudiese siquiera desenvainar la espada, el segundo comenzó a correr en la dirección opuesta enseguida, mientras gritaba frases inconexas que Eltrant no pudo captar desde la distancia. - ¡Ulric! – Gritó Isabella al fornido norteño que iba justo tras Eltrant– ¡Que no escape! ¡Cázalo! – El hombre asintió y comenzó a correr tras el centinela al mismo tiempo que tomaba entre sus manos la pesada hacha de guerra que cargaba a su espalda. – Los demás, seguidme, rápido.
Sin tiempo que perder irrumpieron en la habitación que hasta hacia unos segundos estaba siendo custodiada por los dos guardias, Eltrant pudo vislumbrar un brillo de conformidad en los ojos de su oficial cuando contempló el increíblemente elevado número de armas que había apiladas en aquel lugar.
Ballestas, lanzas, espadas y armaduras, los Nórgedos se habían preparado para la guerra a conciencia, y no solo eso, también había frascos, más de un centenar de ellos, todos con etiquetas ambiguas pero lo suficientemente coherentes como para que el mercenario pudiese interpretar para que servían.
– “Kaboom” – Leyó Eltrant en la etiqueta de un recipiente que contenía un líquido de un tenue color naranja – “Kaboom grande” – Leyó de nuevo, arqueando esta vez una ceja mientras acariciaba el frasco que envolvía un viscoso mejunje de color verde.
De la nada, un estruendoso sonido metálico, uno que se podía oír en Lunargenta con cada hora que pasaba, inundó todas las habitaciones de la fortaleza. - ¡Tale! ¡Hammer! Preparadlo todo, quiero esto en llamas en menos de cinco minutos. ¡Moved el culo! – Isabella comenzó a gritar ordenes en el mismo segundo en el que las campanas del castillo comenzaron a tañer alertando a los soldados que había intrusos en el interior – Becca, a la puerta, todo aquel que asome la cabeza lo quiero muerto – La rubia asintió y, colocando una flecha en el arco, se colocó junto a la salida.
Eltrant corrió junto al brujo, que estaba tan pálido como un lugareño de Sacrestic, y comenzó a sacar las botellas que este cargaba en su mochila, a la vez que esté dibujaba varias líneas en el suelo con lo que parecía ser una tiza de color rojo. - ¿Tienes todas? – Preguntó Eltrant según las iba depositando una a una en los sitios en los que el brujo le señalaba - ¿Cuantas eran? ¿Doce? ¿Trece? – Un aullido de dolor procedente de la puerta, tan fuerte que fue audible aún con el repicar de las campanas, indicó a los saboteadores que se les acababa el tiempo - ¡Daos prisa! – Vociferó Isabella desenvainando su espada y corriendo a ayudar a la arquera.
Mientras Eltrant colocaba los frascos alquímicos todo lo deprisa que sus brazos le permitían el brujo entonaba un leve canto al mismo tiempo que las palmas de sus manos comenzaban a brillar con más y más intensidad. - ¡Vamos, vamos, vamos! – Gruñó Eltrant dejando el último frasco junto a los que los Nórgedos ya almacenaban en el arsenal y sacaba su espada - ¡Si me desconcentras no puedo hacer nada! ¡Ve a la puerta! – Exclamó este de vuelta, el mercenario pudo vislumbrar como en el mismo momento en el que el brujo se giraba hacía él la luz que brotaba de sus manos perdía intensidad, por lo que decidió que lo mejor era ir hacía la puerta a ayudar.
Cuando salió del arsenal se encontró con algo para lo que realmente no estaba mentalizado, el sexto miembro de aquel intento de grupo que Isabella se había sacado de la manga yacía muerto a pocos metros de la entrada, Rebecca en cambio estaba oculta tras el marco de una de las muchas puertas que había en aquel pasillo, con una herida en una de sus piernas que no tenía aspecto de querer parar de sangrar pronto, por otro lado la líder del pelotón luchaba armada con espadas en ambas manos, impidiendo que los soldados llegasen hasta la armería. – ¡Tale! – Exclamó Rebecca desde su escondite – ¡Por la espalda!
Haciendo gala de una agilidad solo posible gracias a la adrenalina que recorría su cuerpo y a la advertencia de su compañera, Eltrant pudo evitar lo que probablemente habría sido una muerte segura al girarse sobre sí mismo y bloquear la espada de uno de los muchos soldados que estaban comenzando a aparecer por el otro extremo del pasillo, el mismo lugar por el cual Ulric y el guardia se habían desvanecido momentos atrás.
Sin mucho esfuerzo pudo bloquear varios golpes más del aquel primer soldado y acometer contra el cercenándole un brazo y, por ende, retirándole del combate, no obstante, enseguida un segundo hombre tomó el lugar del primero obligando a Eltrant a retroceder para poder abatirle y que un tercero tomara su puesto.
Apretó los dientes y aunque había evitado la muerte por sexta vez en aquella noche, no evitó que la espada de su oponente rasgara su camisa y le hiciese un sangrante corte en su brazo útil. - ¡¿Cuánto te falta Hammer?! – Gritó con toda la fuerza que pudo, alimentado por el dolor que su brazo derecho le producia en aquel momento, e incrustando su espada en el Nórgedo a la altura del cuello y alejándolo de él de una fuerte patada en el pecho - ¡Poco! – Fue la única respuesta que recibió por parte del brujo. - ¡Brujos! – Masculló el castaño bloqueando al nuevo enemigo que cargó contra él.
Lo único que tenían a su favor era la estrechez de los pasillos, los cuales obligaba a los Nórgedos a luchar de uno en uno, pero ellos eran en aquel instante cuatro y se enfrentaban a cientos; Por muchos hombres a los que Eltrant arrebatase la vida aquella noche, no era una batalla que podía ganar – ¡LA MECHA ES MUY CORTA! ¡CORRED! – Hammer salió del arsenal gritando a pleno pulmón, ignorando a Eltrant forcejeando con un tipo enorme que blandía un garrote de un tamaño desproporcionado, haciendo caso omiso a Rebecca y a su herida en la pierna y obviando completamente a Isabella, quien apenas podía mover ya uno de sus brazos. - ¡LA MECHA ES MUY CORTA! – Repitió el brujo saltando sin ningún miedo, sobre la fila infinita de enemigos que tenían frente a ellos.
- ¿Qué…? – Una luz tan intensa como el mismo sol precedió al fuego más penetrante que había visto Eltrant hasta el momento, llamas de color escarlata emanaron de la puerta de la armería y engulleron a los más próximos a ella para, instantes de pues, desencadenar en una explosión que lanzó todo, y a todos, por los aires.
***
Tosió, a su alrededor solo se oían gritos de auxilio, lloros y gemidos de dolor.
Le pitaban los oídos, se sentía como si estuviese flotando, veía la luna en el firmamento ¿Cómo había llegado hasta afuera? - ¡Tale! – Una voz conocida, distante, trataba de hacerse oír frente a todo el caos que reinaba en el castillo, cerró los ojos, le dolía la cara, los brazos, apenas podía moverse, necesitaba descansar - ¡Tale! – Le golpearon, volvió a la realidad de golpe, los gritos de auxilio, los lloros, y los gemidos de dolor se hicieron más reales, se incorporó, estaba en el pequeño lago en el centro de la fortaleza. - ¿Dónde…? – Otro golpe en la cara - ¡Vámonos de aquí! – Rebecca le ayudó a levantarse, seguía mareado, pero pudo contemplar su alrededor, lo que contenían todos aquellos frascos no solo se había encargado de abrir un agujero tan grande como las puertas de Lunargenta en aquel edificio, sino que además había extendido un fuego carmesí, un fuego que parecía derretir la misma roca, a todas las demás edificaciones del lugar. - ¡Vamos Tale! ¡Reacciona! – Un tercer puñetazo le hizo volver a girarse hacia la arquera, la herida que la joven tenía en la pierna parecía haber parado de sangrar, aunque parte de sus pantalones habían sido reemplazados por una quemadura que cubría el muslo de la mujer casi en su totalidad.
Apoyándose sobre la rubia salió del estanque en el que estaba metido, le dolía la cara, sus ropajes humeaban ligeramente, estaba seguro que se había quemado - ¿Dónde están…? – La rubia apretó los dientes y aligero el paso, el caos estaba generalizado y los Nórgedos en aquel momento estaban más preocupados en apagar las llamas que en los intrusos que las habían provocado, en cualquier caso, en el estado en el que se encontraban, no parecían ser muy diferentes a los demás heridos. – …Hammer aplastado, el edificio se desplomó sobre él – Afirmó tras pensárselo - Isabella… - Se quedó en silencio durante unos segundos – Ella voló hacia uno de los edificios, su cuerpo no es más que… - Tragó saliva y Eltrant negó con la cabeza – Nosotros hemos tenido… suerte – Dirigió una rápida mirada a su pierna y cerró los ojos. El mercenario asintió y se llevó una de sus manos a la parte derecha de su cara – Sí, suerte.
Nadie trató de detenerlos, ningún Nórgedo se paró a mirarles siquiera, ellos avanzaron lo más rápido que pudieron, y aun así lo hicieron lentamente, pero los salvajes trataban de salvar su hogar, el fuego se extendía rápidamente, un fuego que parecía no querer detenerse ante nada, el agua se evaporaba segundos antes de que esta llegase a tocar las llamas. - ¿Qué hemos usado? – Preguntó Eltrant mientras Rebecca le ayudaba a descender por un gran agujero que había oculto en un lateral de la muralla, el cual conducía a un túnel que pasaba justo por debajo de esta. – No lo sé – Contestó la rubia – No… lo sé.
No tenía fuerzas ni para pensar siquiera en el destino del segundo grupo, del destino del Sargento Sven, de los que habían escavado aquel túnel, los que se debían encargar de los establos.
Y sin pensar en nada más abandonó la fortaleza Nórgeda atravesando el pasadizo, dejando tras de sí una inmensa nube de color blanco que se alzaba alto, muy alto, tanto que cubrió la luna escarlata que les había guiado para llegar hasta allí, una luna que, sin desearlo, habían acallado prendiendo fuego a todo un castillo.
Cuando se alejaron lo suficiente de la fortificación pudieron comprobar como un mar de oscuridad y arena se extendía frente ellos. – ¿Crees que hemos cumplido? – Preguntó Rebecca soltando a Eltrant, quien ya había recuperado la mayor parte del equilibrio, el mercenario se giró y lanzó un último vistazo al castillo que resplandecía en la lejanía - ¿Tú que crees? – Respondió el castaño girándose y comenzando a andar hacía el desierto.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: Ataque al corazón Nórgedo [Mega Evento - Nórgedos]
Felicidades ¡Has saboteado la base de los Nórgedos con éxito! Me encanta tu estilo, rápido, directo y gracioso, así como el uso de los NPC. Tu idea de entrar en la base es genial. Puedo decir que ha sido con el que más me he reído de todos los eventos. Sigue así.
- Se te entregan 5 puntos de experiencia. Por cumplimiento de objetivos y buen desarrollo. El punto de cooperación te lo entrego también ya que tuviste que realizarlo en soledad por deserción de tu compañero
Ya se te han sumado a tu perfil.
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