[Evento de navidad] Abracadabra...
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[Evento de navidad] Abracadabra...
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Julia es una niña que vive en las islas. Por todos es sabido que Julia es adoptada, sus padres, humanos, la abandonaron en el bosque cuando pensaban que iban a morir bajo las garras de un temible animal. Una joven pareja de brujos acogieron a la pequeña, criándola como a su propia hija.
Por todos es sabido que Julia es adoptada… menos por ella misma.
Los niños de su edad ya comienzan a ser conocedores de su poder y sus direcciones con esta, pero Julia no consigue hacer ni el más fácil de los trocos, por más que se esfuerza.
Te la encuentras llorando en las afueras de la ciudad de los brujos, sus preciosos y almendrados ojos de color azul, que bien podrían pasar por lo de un elfo, te miran con sorpresa e inquietud al pillarla intentando prender una palo, o moverlo, o hacer que salte… cualquier cosa le serviría.
Por todos es sabido que Julia es adoptada… menos por ella misma.
Los niños de su edad ya comienzan a ser conocedores de su poder y sus direcciones con esta, pero Julia no consigue hacer ni el más fácil de los trocos, por más que se esfuerza.
Te la encuentras llorando en las afueras de la ciudad de los brujos, sus preciosos y almendrados ojos de color azul, que bien podrían pasar por lo de un elfo, te miran con sorpresa e inquietud al pillarla intentando prender una palo, o moverlo, o hacer que salte… cualquier cosa le serviría.
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- No puedes participar si tienes menos de 10 mensajes on rol
- El primero que postee y resuelva la prueba se lleva la recompensa
- No se puede participar en más de 1 evento por usuario.
- El mínimo de líneas es 20.
- Es navidad ¿Y a quien no le gusta sentirse especial en estas fechas? Ayuda a Julia a crees que tiene poderes, al menos por un día. Quizás ya sea mayor para comenzar a saber la verdad...
Wyn
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Re: [Evento de navidad] Abracadabra...
Estaba paseando con Mortdecái. Era mi mejor amigo en la isla, y aunque no era un brujo como yo, no dejaba de ser mi mejor amigo y teníamos una relación fraternal, aunque no era un secreto que él estaba interesado en mí. No así yo en él, al que por el momento veía como mi mejor amigo. Tan solo unos días antes de partir hacia la búsqueda de “Los Cazadores”, me encontraba paseando en una fría mañana con mi compañero.
Estábamos sentados cerca de una tranquila laguna en el bosque, el cielo ya comenzaba a tornarse anaranjado.
-Huracán. Es tu segundo viaje en menos de dos meses. ¿piensas estar viajando al continente cada dos por tres? – me preguntó con sinceridad mirándome a los ojos – No me gustaría que llevases la vida de tu madre – cabeceé hacia abajo, pensativa, mientras jugueteaba con una pequeña piedra.
-Ni a mí – le dije tras unos instantes de reflexión. Nunca me gustó la idea de ser como Isabella, pero estaba claro que mi entrenamiento desde mi infancia había ido a enfocado a la caza de vampiros y a continuar sus pasos. Mi madre ya superaba los 40 años. No iba a estar toda la vida cazando.
-Sabes que me gustaría acompañarte. Es una pena que yo no sea un brujo – dijo arrojando una piedra contra el lago despejado - ¿Volverás, no?
-Supongo – respondí escuetamente sin demasiado convencimiento. Mis misiones cada vez eran más complicadas. Y ahora ya tenía enemigos declarados que irían a por mí.
Había claros sentimientos de tristeza en aquella conversación. Él estaba a disgusto por mi más que inmediata partida. Y yo por todo lo que dejaba atrás y por mi incapacidad de ser una chica cualquiera. Una chica normal con una vida normal. El destino esperaba algo más grande para mí. Algo que tal vez me superase. Aunque tenía ciertas ganas de llorar, no iba a hacerlo públicamente.
Si que se escucharon los llantos de alguien al otro lado de la laguna. Algo que Mortdecái advirtió con precocidad.
-¿Escuchas eso? ¡Vamos a ver qué ocurre! – apuntó. Yo sin mediar palabra me levanté rápidamente y fui tras él.
Cruzamos la laguna hacia donde se intensificaban los lloros, ahí estaba una niña de pelo corto, pelirroja. No la conocía. Sin embargo, Mortdecái por su cara parecía saber de ella.
-¡Es Julia! – exclamó con cara de sorpresa. Yo no tenía ni idea de quién era y mi cara así lo pareció reflejar, tanto que Mortdecái me explicó. – ¡Todo el mundo la conoce! Es una niña humana a la que sus padres abandonaron, siendo adoptada por unos brujos de la ciudad. Quiere ser bruja… como el resto de niños con los que comparte clase... les… les verá hacer magia y ella… ella no puede. – declaró entrecortado, antes de contener la respiración unos instantes, parecía que le costaba hablar.
-Hablemos con ella entonces. – le dije con una sonrisa tocándole en el hombro. Y me dirigí a la niña, que ya había advertido mi presencia. Mort no parecía muy animado, pero me siguió unos pasos por detrás. - ¡Hola! – comencé con una sonrisa, arrodillándome a su lado - ¿Cómo te llamas? – le pregunté sentándome a su lado.
La niña trataba de agitar un palo e invocaba palabras en vano, era imposible que hiciese arder aquello si como me había dicho Mort, no era una bruja. Siguió con su rabieta y con la otra mano trató de hacer una serie de gestos y palabras tratando de hacerlos arder.
-Julia. ¿Tú? – respondió con los ojos llorosos de muy malas formas. Los niños no eran mi especialidad. Pero era curioso que cuanto más experta me volvía, más me iban gustando. Especialmente los más inocentes.
-Huracán – le contesté con cortesía - ¿Qué haces? – le pregunté. Aunque ya sabía perfectamente lo que estaba haciendo. La niña me miró.
-Veo a los niños hacer cosas que yo no puedo hacer. – miré a Mort, que permanecía apoyado sobre un árbol tras las dos - ¿Por qué no puedo prender el palo si mi papá me dice que seré una bruja de fuego como él? – volvió a tratar de agitar el palo, pero al ver que no ardía lo partió en dos y se puso a llorar sobre sus rodillas.
Sonreí. Era complicado explicárselo. Pero no sería yo quien se lo diría.
-Algunos brujos no heredan necesariamente los poderes de sus padres – dije. – Tal vez tu hayas sido elegida para dominar otros elementos distintos al fuego. – sugerí. Aunque esto era generalmente falso. Raro era el brujo que no dominaba algún poder de sus progenitores. - ¿Has probado el viento? – yo era una tensái del viento. Y tal vez pudiese hacer que la niña se sintiese poderosa por un día.
-Pues… no. No probé.
-Anda. Coge el palo. Yo te enseñaré a levantarlo. – la animé – Soy maestro tensái. Sé enseñar los poderes de la magia a la gente.
La niña miró con cara de sorpresa y respeto. Seguro que no esperaba encontrarse con un maestro tensái allí. Y menos tan joven como yo. Pero mi caso era puramente excepcional. Se animó a ir a recoger los dos trozos de palo que acababa de partir, y miré de nuevo a Mordecái. Que seguía apoyado en el mismo árbol mirando absorto la escena. Tratando de sonreír de muy mala manera. Enseguida descubrí que tal vez él se sintiese identificado con ella, y por eso se mantenía al margen. Mort había sido compañero mío en la infancia en el colegio y tiene una historia parecida a la de Julia. En cierto modo, siempre echó de menos “no ser especial”.
-Ya los tengo – dijo, sujetando uno en cada mano.
-Muy bien, ahora cierra los ojos, y no los abras. Concentra tu energía. Respira hondo – la niña hizo tal cual lo fui explicando. Yo moví los dedos de mi mano para generar una pequeña corriente de aire sobre las manos de la niña, que sujetaban los dos trozos del palo – Si no me equivoco. Deberías ser capaz de sentir el viento.
-¡Sí! ¡Sí que lo siento! ¡Siento el viento! – dijo con una sonrisa de oreja a oreja, lo que me hizo a mí sonreír.
-Muy bien. Entonces abre los ojos y suelta las manos. – Y lo hizo. Y por arte de magia, los dos trozos de palo se encontraban flotando en el vacío, gracias a la corriente de aire que había generado.
Nunca vi una cara de felicidad similar a la que aquella niña reflejaba en aquel momento, que sin dudarlo se tiró hacia mí.
-¡Soy una bruja del viento! – dijo abalanzándose sobre mí y tirándome al suelo – Gracias. Muchas gracias, maestro Huracán – dijo abrazándose a mí con todo lo que abarcaban sus pequeños brazos.
-¡Sí! ¿Ves como tu también puedes hacerlo? – dije entre risas también con la joven
El sol ya se veía partido por el horizonte al fondo de la laguna. Miré hacia atrás todavía en el suelo con la niña dando saltos sobre mí, pero Mortdecái ya no estaba apoyado en el árbol. Ni siquiera allí. Eso me quitó la gracia repentinamente, que debía disimular ante la niña. Estaba claro que mi compañero se sentía claramente identificado con una infancia similar a la de la joven con la que jugaba y, tal vez, en la añoranza que sentía por ser distinto a mí. O tal vez echase de menos ser el niño inocente y tan fácil de contentar que era en aquel día la pequeña Julia. Fuera el motivo por el que fuera, el momento le había partido el alma.
La tristeza invadía ahora mi corazón. Y una lágrima recorrió mi cara. La niña algún día descubriría que no tenía poderes. El día que lo hiciera, al igual que Mortdecái, se sentiría entristecida y con la ilusión rota. Seguramente querría ser como yo. Pero lo que ella no sabía, es que la tristeza que ahora invadía mi cuerpo era porque, tal vez, a mí también me gustaría ser como ellos.
Estábamos sentados cerca de una tranquila laguna en el bosque, el cielo ya comenzaba a tornarse anaranjado.
-Huracán. Es tu segundo viaje en menos de dos meses. ¿piensas estar viajando al continente cada dos por tres? – me preguntó con sinceridad mirándome a los ojos – No me gustaría que llevases la vida de tu madre – cabeceé hacia abajo, pensativa, mientras jugueteaba con una pequeña piedra.
-Ni a mí – le dije tras unos instantes de reflexión. Nunca me gustó la idea de ser como Isabella, pero estaba claro que mi entrenamiento desde mi infancia había ido a enfocado a la caza de vampiros y a continuar sus pasos. Mi madre ya superaba los 40 años. No iba a estar toda la vida cazando.
-Sabes que me gustaría acompañarte. Es una pena que yo no sea un brujo – dijo arrojando una piedra contra el lago despejado - ¿Volverás, no?
-Supongo – respondí escuetamente sin demasiado convencimiento. Mis misiones cada vez eran más complicadas. Y ahora ya tenía enemigos declarados que irían a por mí.
Había claros sentimientos de tristeza en aquella conversación. Él estaba a disgusto por mi más que inmediata partida. Y yo por todo lo que dejaba atrás y por mi incapacidad de ser una chica cualquiera. Una chica normal con una vida normal. El destino esperaba algo más grande para mí. Algo que tal vez me superase. Aunque tenía ciertas ganas de llorar, no iba a hacerlo públicamente.
Si que se escucharon los llantos de alguien al otro lado de la laguna. Algo que Mortdecái advirtió con precocidad.
-¿Escuchas eso? ¡Vamos a ver qué ocurre! – apuntó. Yo sin mediar palabra me levanté rápidamente y fui tras él.
Cruzamos la laguna hacia donde se intensificaban los lloros, ahí estaba una niña de pelo corto, pelirroja. No la conocía. Sin embargo, Mortdecái por su cara parecía saber de ella.
-¡Es Julia! – exclamó con cara de sorpresa. Yo no tenía ni idea de quién era y mi cara así lo pareció reflejar, tanto que Mortdecái me explicó. – ¡Todo el mundo la conoce! Es una niña humana a la que sus padres abandonaron, siendo adoptada por unos brujos de la ciudad. Quiere ser bruja… como el resto de niños con los que comparte clase... les… les verá hacer magia y ella… ella no puede. – declaró entrecortado, antes de contener la respiración unos instantes, parecía que le costaba hablar.
-Hablemos con ella entonces. – le dije con una sonrisa tocándole en el hombro. Y me dirigí a la niña, que ya había advertido mi presencia. Mort no parecía muy animado, pero me siguió unos pasos por detrás. - ¡Hola! – comencé con una sonrisa, arrodillándome a su lado - ¿Cómo te llamas? – le pregunté sentándome a su lado.
La niña trataba de agitar un palo e invocaba palabras en vano, era imposible que hiciese arder aquello si como me había dicho Mort, no era una bruja. Siguió con su rabieta y con la otra mano trató de hacer una serie de gestos y palabras tratando de hacerlos arder.
-Julia. ¿Tú? – respondió con los ojos llorosos de muy malas formas. Los niños no eran mi especialidad. Pero era curioso que cuanto más experta me volvía, más me iban gustando. Especialmente los más inocentes.
-Huracán – le contesté con cortesía - ¿Qué haces? – le pregunté. Aunque ya sabía perfectamente lo que estaba haciendo. La niña me miró.
-Veo a los niños hacer cosas que yo no puedo hacer. – miré a Mort, que permanecía apoyado sobre un árbol tras las dos - ¿Por qué no puedo prender el palo si mi papá me dice que seré una bruja de fuego como él? – volvió a tratar de agitar el palo, pero al ver que no ardía lo partió en dos y se puso a llorar sobre sus rodillas.
Sonreí. Era complicado explicárselo. Pero no sería yo quien se lo diría.
-Algunos brujos no heredan necesariamente los poderes de sus padres – dije. – Tal vez tu hayas sido elegida para dominar otros elementos distintos al fuego. – sugerí. Aunque esto era generalmente falso. Raro era el brujo que no dominaba algún poder de sus progenitores. - ¿Has probado el viento? – yo era una tensái del viento. Y tal vez pudiese hacer que la niña se sintiese poderosa por un día.
-Pues… no. No probé.
-Anda. Coge el palo. Yo te enseñaré a levantarlo. – la animé – Soy maestro tensái. Sé enseñar los poderes de la magia a la gente.
La niña miró con cara de sorpresa y respeto. Seguro que no esperaba encontrarse con un maestro tensái allí. Y menos tan joven como yo. Pero mi caso era puramente excepcional. Se animó a ir a recoger los dos trozos de palo que acababa de partir, y miré de nuevo a Mordecái. Que seguía apoyado en el mismo árbol mirando absorto la escena. Tratando de sonreír de muy mala manera. Enseguida descubrí que tal vez él se sintiese identificado con ella, y por eso se mantenía al margen. Mort había sido compañero mío en la infancia en el colegio y tiene una historia parecida a la de Julia. En cierto modo, siempre echó de menos “no ser especial”.
-Ya los tengo – dijo, sujetando uno en cada mano.
-Muy bien, ahora cierra los ojos, y no los abras. Concentra tu energía. Respira hondo – la niña hizo tal cual lo fui explicando. Yo moví los dedos de mi mano para generar una pequeña corriente de aire sobre las manos de la niña, que sujetaban los dos trozos del palo – Si no me equivoco. Deberías ser capaz de sentir el viento.
-¡Sí! ¡Sí que lo siento! ¡Siento el viento! – dijo con una sonrisa de oreja a oreja, lo que me hizo a mí sonreír.
-Muy bien. Entonces abre los ojos y suelta las manos. – Y lo hizo. Y por arte de magia, los dos trozos de palo se encontraban flotando en el vacío, gracias a la corriente de aire que había generado.
Nunca vi una cara de felicidad similar a la que aquella niña reflejaba en aquel momento, que sin dudarlo se tiró hacia mí.
-¡Soy una bruja del viento! – dijo abalanzándose sobre mí y tirándome al suelo – Gracias. Muchas gracias, maestro Huracán – dijo abrazándose a mí con todo lo que abarcaban sus pequeños brazos.
-¡Sí! ¿Ves como tu también puedes hacerlo? – dije entre risas también con la joven
El sol ya se veía partido por el horizonte al fondo de la laguna. Miré hacia atrás todavía en el suelo con la niña dando saltos sobre mí, pero Mortdecái ya no estaba apoyado en el árbol. Ni siquiera allí. Eso me quitó la gracia repentinamente, que debía disimular ante la niña. Estaba claro que mi compañero se sentía claramente identificado con una infancia similar a la de la joven con la que jugaba y, tal vez, en la añoranza que sentía por ser distinto a mí. O tal vez echase de menos ser el niño inocente y tan fácil de contentar que era en aquel día la pequeña Julia. Fuera el motivo por el que fuera, el momento le había partido el alma.
La tristeza invadía ahora mi corazón. Y una lágrima recorrió mi cara. La niña algún día descubriría que no tenía poderes. El día que lo hiciera, al igual que Mortdecái, se sentiría entristecida y con la ilusión rota. Seguramente querría ser como yo. Pero lo que ella no sabía, es que la tristeza que ahora invadía mi cuerpo era porque, tal vez, a mí también me gustaría ser como ellos.
Anastasia Boisson
Honorable
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Re: [Evento de navidad] Abracadabra...
-Que entrañable, Huracán, no ha estado nada pero que nada mal, al menos para una bruja gruñona…
Bromas aparte, has desarrollado bien el evento, por lo que te dejo aquí tu regalo.
Bromas aparte, has desarrollado bien el evento, por lo que te dejo aquí tu regalo.
- portavelas: canela:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Un portavelas que inunda la estancia con un agradable aroma a canela. Este regalo es especial para regalar, haciendo que la persona obsequiada no pueda mentir en tres turnos.
Un uso.
Wyn
Master
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