[Evento de navidad] "Oh, harapienta navidad, fiebre"
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[Evento de navidad] "Oh, harapienta navidad, fiebre"
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Todo el mundo sabe que la economía de Roilkat se sustenta en la venta de cristales, en la exportación de vidrios y la artesanía de lámparas, forja de metales y soplado de cristal… Pero en medio de toda esa actividad, del ir y venir de los burgueses, de transacciones de prestamistas y negociantes, ¿quién hace caso del orfanato que no ha sido atendido desde mucho antes de la prosperidad de Roilkat?
El mal tiempo ha llegado, y una decena de pequeños huérfanos se encuentran en el umbral del edificio situado a las afueras: sucios, con hambre, somnolientos y llorosos. La noche ha caído y con ella parte del orfanato. Las lluvias torrenciales y la proximidad de la montaña han provocado derrumbes en los podridos cimientos del edificio, quedando dentro del lugar las pocas pertenencias de algunos de ellos, atrapadas.
Tú escucharás sus lamentos y desearás ayudarles al ver la penuria por la que están rodeados, así que deberás despejar parte del edificio para poder adentrarte y retribuir los objetos descritos por ellos, pero… tendrás la sensación constante de una nueva amenaza de desprendimiento de rocas por la lluvia que se desata y la cercanía de la montaña, en la pared trasera del orfanato.
No te olvides de los niños, no puedes dedicarte exclusivamente al edificio, pero no temas, hemos pensado en todo: tendrás la posibilidad de ayudarles desarrollando uno de estos percances:
A. El más pequeño de todos padece fiebre por la humedad, la falta de abrigo, medicamentos y de una alimentación en condiciones. Debes atenderle o buscarle un médico.
B. La niña mayor está encargada del coro del orfanato, que canta villancicos cada año en el pueblo, pero debido a la conmoción no logra organizar nada, y necesitan cubrir ese cargo para que el gobierno de Roilkat no embargue el orfanato.
C. Hay una pelea entre dos de los niños, deberás enseñarles el espíritu de compartir y agradecer estar juntos en día tan nefasto como este: son tiempos de frío y de estar con los seres queridos.
Apresúrate, el tiempo corre en tu contra, los niños no saben mantener la calma y los escasos adultos que ayudaban en el hogar de acogida parecen haberse largado con viento fresco.
-------
Indicaciones:
* Puede participar cualquier personaje independientemente de su raza, sexo, edad, etc.
* Aquellos que participen deben tener al menos diez posts on rol.
* Individual, ganará el primero que postee y resuelva la situación planteada en un solo post de al menos veinte líneas.
¿Serás capaz de ayudarles a tener una noche no tan fría…?
Thorn
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Re: [Evento de navidad] "Oh, harapienta navidad, fiebre"
-Sigo sin entender por qué hacer un viaje tan largo simplemente para adquirir algo fabricado por humanos maestro Lullavac, usted mismo podría realizar una obra que supere con creces la artesanía de los orejas redondas-
Comentó Níniel a su compañero de viaje, un elfo de edad avanzada incluso entre los de su raza, con el pelo ceniciento y el rostro curtido por décadas y décadas de duro y gratificante trabajo en las forjas élficas y el inexorable paso del tiempo. No era la primera vez que la peliblanca hacía un comentario de ese estilo en aquel viaje, y lo cierto es que odiaba empezar a parecer pesada, pero el anciano respondía a la curiosidad de la joven sacerdotisa siempre con evasivas y con una enigmática sonrisa que no hacían si no alimentar las ganas de saber de la elfa por qué un maestro en el arte de la orfebrería élfica estaba tan interesado en una fruslería de los humanos. Al lado del maestro, su aprendiz, que no era otro que el hijo de la hermana del anciano, se encogió de hombros antes la mirada inquisitiva de Níniel que esperaba que al menos él si que le dijera algo, pero o bien no sabía nada o tenía el mismo carácter que su tío. Dejando escapar un suspiro la peliblanca se dispuso a dejarlo, por el momento, pero extrañamente el orfebre, estuvo dispuesto a hablar.
-Ya estamos cerca de la ciudad así ya es buen momento para que lo sepas. Busco una pieza única, algo que no puede conseguirse con habilidad. Una obra de un artesano humano ya fallecido.-
La peliblanca asintió, era una de las opciones que había pensado conforme recorrían kilómetro tras kilómetro, la más lógica de hecho porque las demás sonaban bastante inverosímiles incluso en su cabeza. -Pues largo tiempo ha guardado el secreto para ser algo tan sencillo, su silencio me hizo pensar cosas mucho más extrañas.-
-Algo común en los jóvenes sacerdotisa. Aunque quizá te interese saber que este humano se casó con una elfa. Fueron felices mucho tiempo pero al final...Bueno la corta vida humana les separó. Tuvieron una hija humana, pero lamentablemente tras la muerte de su marido esta elfa también murió, de pena dicen algunos.-
-¿Y qué fue de la pequeña?.- Preguntó la peliblanca con sentimientos encontrados ante el relato del anciano. Por una parte le resultaba chocante que una elfa decidiera compartir su vida con un humano, ya que por mucho que hubiese conocido a humanos agraciados y de buen corazón no dejaban de ser de una raza diferente con dos mundos diferentes. Pero por otra parte su naturaleza amable la hacía preocuparse por el destino de la huérfana.
-He sabido que acabó en el orfanato de la ciudad, un lugar donde los humanos llevan a los huérfanos. Hacía allí nos dirigimos.-
La peliblanca cayó en la cuenta y comprendió el por qué de las misteriosas sonrisas ante las preguntas de la elfa. No buscaba joya, cristal o vidrio alguno, buscaba al fruto del amor entre aquella elfa y el humano. -Ya veo, una obra irremplazable e irrepetible- Comentó sonriendo. -Esa elfa era...-
-Mi hija, si. Y aunque sea humana, es sangre de mi sangre e hija de mi hija, no dejaré que malviva por omisión mía.- Níniel le entendía de sobra, la familia era lo más importante. Esperaba de corazón que el hecho de que fuera humana no supusiera un problema para acogerla, seguramente tuviera que pedir un permiso especial para permitir que una humana se criara entre elfos, pero alguien tan sabio y respetado como el maestro Lullavac podría conseguirlo, al fin y al cabo era el encargado de la decoración del mismísimo árbol madre.
Pronto llegaron al lugar, al pie de la montaña, a las afueras de la ciudad. Un lugar en un estado tan deplorable que partía el corazón de la sacerdotisa. Era un edificio viejo y en mal estado, eso podía verse incluso desde la distancia, pero lo peor pudo verse conforme se acercaban. Parte del lugar se había venido abajo, un corrimiento de tierra parecía ser el causante, casi parecía un milagro que el resto de la estructura aún se mantuviera en pie. Poniendo las monturas al trote el trío de elfos se acercaron y desmontaron a la entrada del ruinoso edificio donde encontraron a diez niños humanos, empapados, congelados y hambrientos tratando de sobrevivir dándose calor unos a otros y con lo poco que parecían haber podido salvar del desplome.
-Por todos los dioses.- Dijo Níniel desmontando y acercándose rápidamente hasta los pequeños, la mayor de las cuales no debía de tener más de doce años. Vio el miedo en sus ojos, tanto que ni siquiera trataron de alejarse, casi parecía que se habían rendido y poco les importaba lo que unos elfos pudieran hacer con ellos. -No os preocupéis, no os haré daño alguno, al contrario, me gustaría poder ayudaros. ¿Qué ha pasado?, ¿Dónde están los adultos?.-
-Nos abandonaron cuando la montaña tembló.- Dijo uno de los niños, un tembloroso chico de unos ocho años y pelo negro. -¿Por qué os habéis quedado aquí?.- Preguntó la elfa, mientras comprobaba el estado de los pequeños . -No tenemos a dónde ir...Ni casa, ni dinero, ni comida, nada- En momentos así Níniel no podía si no pensar en lo acertados que estuvieron sus ancestros aislándose de los Shemlen*(Termino despectivo hacia los humanos) y no permitiendo que entraran en el bosque...Hacía falta tener un corazón muy negro para abandonar de ese modo a unos niños a su suerte. Dudando qué podrían hacer con ellos, la sacerdotisa se giró hacia sus compañeros que se acercaban ya con todas las mantas y comida de las que disponían para al menos paliar momentáneamente el hambre y el frío de los pequeños.
-Poco podemos hacer por ellos sacerdotisa, quizá apelar al gobierno de la ciudad para que hagan algo, aunque lo dudo. Escuchadme niños, ¿Conocéis a Lilaila?, debe de tener unos cinco o seis años.- Una pequeña de pelo rubio y unos enormes ojos azules se adelantó arrastrando por el suelo una mohosa y maltrecha muñeca. Inmediatamente el anciano reconoció en esa mirada la de su hija y con los ojos llorosos quiso abrazarla.-Reconocería esos ojos entre un millón. Soy Lullavac, tu abuelo, el padre de tu madre.- Dijo extendiendo los brazos hasta la pequeña, que sin embargo, asustada, retrocedió buscando la protección de los demás niños.
-Edes un elfo, no mi abuelo.- Respondió la pequeña con lengua de trapo.
-Si, y tu madre también, he venido para llevarte a casa.-
-Edsta es mi casa, con mis hermanos...Luca está malito, ¿le ayudarás?-
Los niños se apartaron para que los elfos vieran a uno de ellos, al que habían colocado en el centro y el único que descansaba sobre algo blando y estaba protegido de la lluvia. El resto de pequeños debía de estar tratando de cuidar de él. Con cuidado Níniel se acercó hasta él y viendo que respiraba con dificultad y se encontraba sudoroso tocó su frente con una mano y suma delicadeza, torciendo el gesto con preocupación. -Está ardiendo...Tiene mucha fiebre.- Comunicó a los demás la peliblanca dirigiéndose rápidamente hasta su montura y regresando con un cajita de madera en la que guardaba los pequeños viales de preparados alquímicos que siempre llevaba consigo. La abrió y a su alrededor se formó un corrillo que miraba cuanto hacia con atención y curiosidad. -Soy sanadora, siempre llevo conmigo algo de medicina por si hace falta, le daré a Luca un poco y veréis como mejora.- Explicó la elfa a los niños para tranquilizarles y ganarse su confianza. Sacó de la cajita un pequeño vial que contenía un líquido de color rojo. Era un preparado de flor azul, esencia de veneno de abeja tratado para quedarse solo con los efectos beneficiosos y ala de mariposa en polvo diluida en agua de manantial. Con mucho cuidado despertó al enfermo y poco a poco le hizo beber el contenido del frasquito que en aquella ocasión era verdad que sabía a cereza. Enseguida comenzaría a hacer efecto y empezaría a bajarle la fiebre, aún así, para aumentar el efecto, Níniel uso sobre él un poco de sus habilidades como sanadora elfa. Pronto comenzó a tener mejor color y se sumió en un sueño tranquilo para alegría del resto de los allí presentes.
-¿Ves?, tu amigo se pondrá bien Lilaila, puedes estar tranquila y venir a casa.-
-No- Negó la pequeña. -Me quedo con Luca y con Mary y Josh y...-
Lullavac no parecía molesto por aquello, aunque sin duda era un contratiempo con el que no contaba. Se quedó pensativo un momento tratando de encontrar una solución ya que desde luego no pensaba dejar allí a su nieta, pero aunque era su prioridad el anciano tenía buen corazón y tampoco dejaría a los demás niños a su suerte.
-Está bien, coged vuestras cosas, iremos a la ciudad.- Dijo, aunque eso en sí no era ningún plan, ¿Qué harían al llegar a la urbe humana?.
-Había dinero y joyas, Grelok lo tenía guardado en su habitación.- Comentó la mayor. -Lo vi una vez, cuando me quiso castigar por haber hecho mal la cama. Podríamos usarlo, pero...Me da miedo, la casa casi se me cae encima al tratar de cogerlo.-
-Grelok me quitó el colgante de mamá.- Dijó Lilaila. -Me dijo que era para traer comida...Pero no trajo comida.- Sus palabras fueron seguidas por los demás huérfanos a los que aquella mujer que llamaban Grelok parecía haberles quitado lo poco que sus padres les dejaran tras fallecer a cambio de la promesas que nunca cumplió.
Lullavac observó la semiderruida estructura y estuvo dispuesto a entrar, pero aunque delgado, su edad convertiría su acto de valor en un suicidio casi con total seguridad. Su ayudante era joven pero aunque habilidoso con las manos no era lo suficientemente pequeño para colarse entre los escombros. Níniel echó un vistazo y, quitándose la capa se decidió a intentarlo.
-Creo que puedo colarme entre los huecos, recuperaré las cosas que os quitaron niños-
Con precaución Níniel aprovechó su delgadez y su agilidad para abrirse paso poco a poco a través de lo que quedaba del orfanato. Consideró que más valía ir despacio pero con cuidado de no alterar el precario equilibrio de los restos por lo que le llevó su tiempo pero poco a poco se las apañó para avanzar hasta el fondo de la estructura donde los niños le habían dicho que debía buscar. Era una suerte no ser claustrofóbica porque en algunas secciones el hueco para avanzar era tan pequeño que notaba como arañaba su piel con los escombros. Finalmente llegó hasta la habitación de esa mujer despiadada y buscó en el armarito indicado, cerrado con llave pero con un lateral roto por el hundimiento de parte del techo. Consiguió sacar una bolsa con monedas de oro, una suma no muy alta pero que bastaría para comprar comida para un tiempo. Junto a ella, encontró anillos, colgantes y hasta un retrato doblado de la madre de alguno de aquellos desventurados chicos. Lo guardó todo y comenzó a repetir el proceso de regreso, con tan mala suerte que al deslizarse por la última estrechez, presionó con su pecho en los escombros causando que sobre ella comenzara a caer parte de la paja del techo y con ello comenzara una reacción en cadena que amenazaba con echar abajo aquella parte de la casa. Metiendo pecho la elfa se apresuró a salir, evitando un trozo de madera por los pelos y lanzándose de un salto hacia el exterior para evitar que una viga la aplastara.
-!Lo tengo!- Dijo jadeante pero victoriosa, mostrando el premio por su "heroicidad". -Creo que al menos nos dará un tiempo para pensar qué hacer con los niños una vez vayamos a la ciudad.- La sacerdotisa comenzó a repartir los recuerdos familiares entre los pequeños que se mostraban alegres y sinceramente agradecidos. Cuando llegó el turno del colgante de Lilaila, Lullavac rompió a llorar, recordando que no solo era un regalo de la madre de Lilaila, era también un regalo que el propio anciano le hiciera en su momento a su ya fallecida hija.
- Este colgante y mi nieta valen más para mí que cien arcones llenos de oro. Tienes mi gratitud, Níniel, hija de Ashara y no lo olvidaré. Vayamos a la ciudad, este dinero será suficiente para darles de comer a estos niños y poner un techo sobre sus cabezas una buena temporada. Tiempo de sobra para pensar qué vamos a hacer cuando se acabe.-
Comentó Níniel a su compañero de viaje, un elfo de edad avanzada incluso entre los de su raza, con el pelo ceniciento y el rostro curtido por décadas y décadas de duro y gratificante trabajo en las forjas élficas y el inexorable paso del tiempo. No era la primera vez que la peliblanca hacía un comentario de ese estilo en aquel viaje, y lo cierto es que odiaba empezar a parecer pesada, pero el anciano respondía a la curiosidad de la joven sacerdotisa siempre con evasivas y con una enigmática sonrisa que no hacían si no alimentar las ganas de saber de la elfa por qué un maestro en el arte de la orfebrería élfica estaba tan interesado en una fruslería de los humanos. Al lado del maestro, su aprendiz, que no era otro que el hijo de la hermana del anciano, se encogió de hombros antes la mirada inquisitiva de Níniel que esperaba que al menos él si que le dijera algo, pero o bien no sabía nada o tenía el mismo carácter que su tío. Dejando escapar un suspiro la peliblanca se dispuso a dejarlo, por el momento, pero extrañamente el orfebre, estuvo dispuesto a hablar.
-Ya estamos cerca de la ciudad así ya es buen momento para que lo sepas. Busco una pieza única, algo que no puede conseguirse con habilidad. Una obra de un artesano humano ya fallecido.-
La peliblanca asintió, era una de las opciones que había pensado conforme recorrían kilómetro tras kilómetro, la más lógica de hecho porque las demás sonaban bastante inverosímiles incluso en su cabeza. -Pues largo tiempo ha guardado el secreto para ser algo tan sencillo, su silencio me hizo pensar cosas mucho más extrañas.-
-Algo común en los jóvenes sacerdotisa. Aunque quizá te interese saber que este humano se casó con una elfa. Fueron felices mucho tiempo pero al final...Bueno la corta vida humana les separó. Tuvieron una hija humana, pero lamentablemente tras la muerte de su marido esta elfa también murió, de pena dicen algunos.-
-¿Y qué fue de la pequeña?.- Preguntó la peliblanca con sentimientos encontrados ante el relato del anciano. Por una parte le resultaba chocante que una elfa decidiera compartir su vida con un humano, ya que por mucho que hubiese conocido a humanos agraciados y de buen corazón no dejaban de ser de una raza diferente con dos mundos diferentes. Pero por otra parte su naturaleza amable la hacía preocuparse por el destino de la huérfana.
-He sabido que acabó en el orfanato de la ciudad, un lugar donde los humanos llevan a los huérfanos. Hacía allí nos dirigimos.-
La peliblanca cayó en la cuenta y comprendió el por qué de las misteriosas sonrisas ante las preguntas de la elfa. No buscaba joya, cristal o vidrio alguno, buscaba al fruto del amor entre aquella elfa y el humano. -Ya veo, una obra irremplazable e irrepetible- Comentó sonriendo. -Esa elfa era...-
-Mi hija, si. Y aunque sea humana, es sangre de mi sangre e hija de mi hija, no dejaré que malviva por omisión mía.- Níniel le entendía de sobra, la familia era lo más importante. Esperaba de corazón que el hecho de que fuera humana no supusiera un problema para acogerla, seguramente tuviera que pedir un permiso especial para permitir que una humana se criara entre elfos, pero alguien tan sabio y respetado como el maestro Lullavac podría conseguirlo, al fin y al cabo era el encargado de la decoración del mismísimo árbol madre.
Pronto llegaron al lugar, al pie de la montaña, a las afueras de la ciudad. Un lugar en un estado tan deplorable que partía el corazón de la sacerdotisa. Era un edificio viejo y en mal estado, eso podía verse incluso desde la distancia, pero lo peor pudo verse conforme se acercaban. Parte del lugar se había venido abajo, un corrimiento de tierra parecía ser el causante, casi parecía un milagro que el resto de la estructura aún se mantuviera en pie. Poniendo las monturas al trote el trío de elfos se acercaron y desmontaron a la entrada del ruinoso edificio donde encontraron a diez niños humanos, empapados, congelados y hambrientos tratando de sobrevivir dándose calor unos a otros y con lo poco que parecían haber podido salvar del desplome.
-Por todos los dioses.- Dijo Níniel desmontando y acercándose rápidamente hasta los pequeños, la mayor de las cuales no debía de tener más de doce años. Vio el miedo en sus ojos, tanto que ni siquiera trataron de alejarse, casi parecía que se habían rendido y poco les importaba lo que unos elfos pudieran hacer con ellos. -No os preocupéis, no os haré daño alguno, al contrario, me gustaría poder ayudaros. ¿Qué ha pasado?, ¿Dónde están los adultos?.-
-Nos abandonaron cuando la montaña tembló.- Dijo uno de los niños, un tembloroso chico de unos ocho años y pelo negro. -¿Por qué os habéis quedado aquí?.- Preguntó la elfa, mientras comprobaba el estado de los pequeños . -No tenemos a dónde ir...Ni casa, ni dinero, ni comida, nada- En momentos así Níniel no podía si no pensar en lo acertados que estuvieron sus ancestros aislándose de los Shemlen*(Termino despectivo hacia los humanos) y no permitiendo que entraran en el bosque...Hacía falta tener un corazón muy negro para abandonar de ese modo a unos niños a su suerte. Dudando qué podrían hacer con ellos, la sacerdotisa se giró hacia sus compañeros que se acercaban ya con todas las mantas y comida de las que disponían para al menos paliar momentáneamente el hambre y el frío de los pequeños.
-Poco podemos hacer por ellos sacerdotisa, quizá apelar al gobierno de la ciudad para que hagan algo, aunque lo dudo. Escuchadme niños, ¿Conocéis a Lilaila?, debe de tener unos cinco o seis años.- Una pequeña de pelo rubio y unos enormes ojos azules se adelantó arrastrando por el suelo una mohosa y maltrecha muñeca. Inmediatamente el anciano reconoció en esa mirada la de su hija y con los ojos llorosos quiso abrazarla.-Reconocería esos ojos entre un millón. Soy Lullavac, tu abuelo, el padre de tu madre.- Dijo extendiendo los brazos hasta la pequeña, que sin embargo, asustada, retrocedió buscando la protección de los demás niños.
-Edes un elfo, no mi abuelo.- Respondió la pequeña con lengua de trapo.
-Si, y tu madre también, he venido para llevarte a casa.-
-Edsta es mi casa, con mis hermanos...Luca está malito, ¿le ayudarás?-
Los niños se apartaron para que los elfos vieran a uno de ellos, al que habían colocado en el centro y el único que descansaba sobre algo blando y estaba protegido de la lluvia. El resto de pequeños debía de estar tratando de cuidar de él. Con cuidado Níniel se acercó hasta él y viendo que respiraba con dificultad y se encontraba sudoroso tocó su frente con una mano y suma delicadeza, torciendo el gesto con preocupación. -Está ardiendo...Tiene mucha fiebre.- Comunicó a los demás la peliblanca dirigiéndose rápidamente hasta su montura y regresando con un cajita de madera en la que guardaba los pequeños viales de preparados alquímicos que siempre llevaba consigo. La abrió y a su alrededor se formó un corrillo que miraba cuanto hacia con atención y curiosidad. -Soy sanadora, siempre llevo conmigo algo de medicina por si hace falta, le daré a Luca un poco y veréis como mejora.- Explicó la elfa a los niños para tranquilizarles y ganarse su confianza. Sacó de la cajita un pequeño vial que contenía un líquido de color rojo. Era un preparado de flor azul, esencia de veneno de abeja tratado para quedarse solo con los efectos beneficiosos y ala de mariposa en polvo diluida en agua de manantial. Con mucho cuidado despertó al enfermo y poco a poco le hizo beber el contenido del frasquito que en aquella ocasión era verdad que sabía a cereza. Enseguida comenzaría a hacer efecto y empezaría a bajarle la fiebre, aún así, para aumentar el efecto, Níniel uso sobre él un poco de sus habilidades como sanadora elfa. Pronto comenzó a tener mejor color y se sumió en un sueño tranquilo para alegría del resto de los allí presentes.
-¿Ves?, tu amigo se pondrá bien Lilaila, puedes estar tranquila y venir a casa.-
-No- Negó la pequeña. -Me quedo con Luca y con Mary y Josh y...-
Lullavac no parecía molesto por aquello, aunque sin duda era un contratiempo con el que no contaba. Se quedó pensativo un momento tratando de encontrar una solución ya que desde luego no pensaba dejar allí a su nieta, pero aunque era su prioridad el anciano tenía buen corazón y tampoco dejaría a los demás niños a su suerte.
-Está bien, coged vuestras cosas, iremos a la ciudad.- Dijo, aunque eso en sí no era ningún plan, ¿Qué harían al llegar a la urbe humana?.
-Había dinero y joyas, Grelok lo tenía guardado en su habitación.- Comentó la mayor. -Lo vi una vez, cuando me quiso castigar por haber hecho mal la cama. Podríamos usarlo, pero...Me da miedo, la casa casi se me cae encima al tratar de cogerlo.-
-Grelok me quitó el colgante de mamá.- Dijó Lilaila. -Me dijo que era para traer comida...Pero no trajo comida.- Sus palabras fueron seguidas por los demás huérfanos a los que aquella mujer que llamaban Grelok parecía haberles quitado lo poco que sus padres les dejaran tras fallecer a cambio de la promesas que nunca cumplió.
Lullavac observó la semiderruida estructura y estuvo dispuesto a entrar, pero aunque delgado, su edad convertiría su acto de valor en un suicidio casi con total seguridad. Su ayudante era joven pero aunque habilidoso con las manos no era lo suficientemente pequeño para colarse entre los escombros. Níniel echó un vistazo y, quitándose la capa se decidió a intentarlo.
-Creo que puedo colarme entre los huecos, recuperaré las cosas que os quitaron niños-
Con precaución Níniel aprovechó su delgadez y su agilidad para abrirse paso poco a poco a través de lo que quedaba del orfanato. Consideró que más valía ir despacio pero con cuidado de no alterar el precario equilibrio de los restos por lo que le llevó su tiempo pero poco a poco se las apañó para avanzar hasta el fondo de la estructura donde los niños le habían dicho que debía buscar. Era una suerte no ser claustrofóbica porque en algunas secciones el hueco para avanzar era tan pequeño que notaba como arañaba su piel con los escombros. Finalmente llegó hasta la habitación de esa mujer despiadada y buscó en el armarito indicado, cerrado con llave pero con un lateral roto por el hundimiento de parte del techo. Consiguió sacar una bolsa con monedas de oro, una suma no muy alta pero que bastaría para comprar comida para un tiempo. Junto a ella, encontró anillos, colgantes y hasta un retrato doblado de la madre de alguno de aquellos desventurados chicos. Lo guardó todo y comenzó a repetir el proceso de regreso, con tan mala suerte que al deslizarse por la última estrechez, presionó con su pecho en los escombros causando que sobre ella comenzara a caer parte de la paja del techo y con ello comenzara una reacción en cadena que amenazaba con echar abajo aquella parte de la casa. Metiendo pecho la elfa se apresuró a salir, evitando un trozo de madera por los pelos y lanzándose de un salto hacia el exterior para evitar que una viga la aplastara.
-!Lo tengo!- Dijo jadeante pero victoriosa, mostrando el premio por su "heroicidad". -Creo que al menos nos dará un tiempo para pensar qué hacer con los niños una vez vayamos a la ciudad.- La sacerdotisa comenzó a repartir los recuerdos familiares entre los pequeños que se mostraban alegres y sinceramente agradecidos. Cuando llegó el turno del colgante de Lilaila, Lullavac rompió a llorar, recordando que no solo era un regalo de la madre de Lilaila, era también un regalo que el propio anciano le hiciera en su momento a su ya fallecida hija.
- Este colgante y mi nieta valen más para mí que cien arcones llenos de oro. Tienes mi gratitud, Níniel, hija de Ashara y no lo olvidaré. Vayamos a la ciudad, este dinero será suficiente para darles de comer a estos niños y poner un techo sobre sus cabezas una buena temporada. Tiempo de sobra para pensar qué vamos a hacer cuando se acabe.-
Subrayado el uso de la pasiva alquimia.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: [Evento de navidad] "Oh, harapienta navidad, fiebre"
Excelente desarrollo
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[*]La bola de Ahielog deberás canjearla en tu siguiente hilo interpretativo por cien aeros.
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Thorn
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