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Mensaje  Demian Sáb Mayo 09 2015, 23:05


Miré una vez más el papel entre mis dedos, repitiendo una y otra vez la información que allí aparecía. El dibujo era muy detallado y claro, mostrando un plano de una casa con todo y sus muebles, esquinas, puertas y hasta defectos. Una de las habitaciones estaba encerrada en rojo, con una equis sobre uno de los muebles. A un lado de todo ello, el dibujo de una caja sencilla con adornada con una calavera me dejaba totalmente claro lo que debía buscar. Al otro lado se especificaban todos los detalles y pasos a tener en cuenta. La misión era clara, entrar según el plan, buscar esa caja, sacar lo que había en el interior y salir de allí sin que nadie me viera.

Me habían contactado sólo horas antes, pero al parecer me conocían más que yo a ellos. Eran 2 sujetos, un hombre y una mujer, que me llamaron por mi nombre y dijeron que conocían mis habilidades. Ambos llevaban máscaras. Al principio sentí algo de temor, pero me indicaron que los siguiera y así lo hice. Creo que la curiosidad pudo más, aunque el hecho de que me mostraran el dinero que había de por medio tuvo mucho que ver. No se exactamente cómo me convencieron de vendarme los ojos, pero lo permití y dejé que me guiaran como a un ciego hasta un carruaje que dio muchas vueltas aparentemente innecesarias antes de llegar a su destino. Sólo cuando estuve dentro de ese sótano me permitieron sacarme la venda de los ojos. Me habían quitado todas mis armas.

Debo confesar que en ese momento tenía miedo, me habían dejado encerrado allí, apenas iluminado por un sirio y sin más muebles que una silla y una pequeña mesa. No se cuánto estuvieron fuera, pero estoy seguro que al menos 4 horas, pues el sirio se consumió furioso y yo a esas alturas ya me sabía cada imperfección o doblez en ese mentado papel.

Cuando la puerta finalmente se abrió mi corazón se aceleró, parecía que me trataban como a un criminal y se supone que yo estaría de su lado. Bajaron por la escalera 5 personas. Primero iban 2 soldados de armadura oscura y yelmo completo, por lo que no les podía ver ni los ojos. Sólo se que eran altos y que sus espadas me dejaban más que claro que no podía intentar nada extraño. De cualquier manera tenían a Arty, además de todas mis pertenencias importantes, así que no tenía intenciones de ponerme en su contra. Luego de ellos iba la mujer de la máscara, provista de un vestido elegante, de esos que parecen inflados y ocupan mucho más espacio del que deberían. Para cerrar la comitiva iban 2 mujeres que parecían sirvientas, de ropas sencillas y con utensilios de limpieza en sus manos.

La mujer sólo movió sus dedos y las mujeres avanzaron hacia mí presurosas. Se hincó una a cada lado mío y comenzaron a desvestirme hasta dejarme en ropa interior. De más está decir que me sentí invadido y pudoroso, pero no podía negarme, aquellas personas iban en serio. Me limpiaron de pies a cabeza con unas esponjas húmedas que iban remojando en unas fuentes, asegurándose de sacar cada palmo de lodo, cada mancha de sangre, cada suciedad que cubría mi piel. Lo hacían con tanto esmero que me llegaba a doler, pero no me quejé, dejé que hicieran su trabajo hasta dejar mi piel reluciente y rojiza por tanto fregar. Me vistieron con ropas que no eran mías y que me hacían sentir ridículo. Todo era fino y pomposo, era un traje refinado, como de un niño de familia noble, para nada práctico en un chico como yo, dedicado al sigilo y las artes de la daga. Para coronar la transformación aplicaron un intenso perfume en distintas partes de mi cuerpo.

Las doncellas se retiraron hasta su lugar inicial y la mujer se abrió paso entre los soldados.

-¿Aceptas la misión? -me preguntó, como si de verdad tuviera alguna opción de decidir.

Asentí tratando de parecer firme. Fue todo lo que se necesitó. Un soldado se llevó el papel y me volvieron a vendar los ojos, guiándome para subir las escaleras y luego para abordar de nuevo un carruaje similar al que me había llevado allí, aunque olía mejor, que se puso en movimiento de inmediato. En mi interior sólo esperaba que aquello terminara rápido.

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Mensaje  Demian Sáb Mayo 09 2015, 23:16


El viaje fue confuso, el carro parecía dar vueltas en cada esquina posible y al poco andar ya no tenía ninguna noción de la dirección a la que íbamos. Sólo cuando estábamos por llegar me permitieron sacar la venda, pero no asomarme por la ventana.

Al bajar casi me voy de espaldas. Los planos eran sólo de partes relevantes para la misión, pero la casa real era enorme. Sendas murallas impedían el paso y le daban un aspecto de castillo pequeño, pero se asomaba la casa tras ellos imponente. Un par de soldados armados de picas afiladas cuidaba la entrada. La mujer que había bajado conmigo avanzó y la seguí, tal como me habían instruido. En ese momento me di cuenta que no era la misma que había visto antes de subir al carro y que me había contratado, su voz sonaba diferente y su cabello era más oscuro, pero el papel había hablado de una mujer, no necesariamente la misma, de modo que entendí que esta nueva mujer era parte del plan. Ella mostró una carta con un sello de cera y ellos retiraron el bloqueo formado por sus armas, permitiéndonos entrar. ¿En qué me había metido?.

Tras las murallas se extendía un refinado jardín, lleno de flores de distintos aromas y tamaños. No éramos los únicos allí, muchas personas habían llegado, cada cual con las ropas más finas, pero ninguna capaz de hacer competencia a la opulencia del lugar. Estatuas de metales preciosos, animales exóticos, fuentes de cristal llenas de agua cristalina, todo allí hablaba de dinero. Procuré caminar derecho y con el semblante altanero, tal y como me habían dicho, pero se me hacía difícil, yo había crecido en un templo, lejos de las personas importantes, acostumbrado a servir y no a ser servido, todo aquello era nuevo para mí.

Las sorpresas siguieron cuando terminamos de cruzar el jardín y entramos al salón principal, allí un pequeño ejército de sirvientes se encargaba de proveer a todos los invitados de exquisitos bocados en bandejas de plata.Tomé el primero que me ofrecieron, unas alas de cría de faisán fritas en una aromática manteca cuyos ingredientes me costaba descubrir. Crujió en mi boca llenándome de un sabor intenso, definitivamente no había comido un bocado más delicioso en toda mi vida. Una mirada severa de la mujer me dio a entender que debía moderarme cuando iba por la cuarta, no estaba allí para disfrutar del banquete, teníamos cosas que hacer.

Dejé la comida y la seguí de cerca, sonriendo y saludando con el mínimo posible de palabras a aquellos con que la mujer cruzaba palabras, luego de que ella indicara que yo era hijo de su hermana y que pronto me haría escudero de un caballero importante. Me encontraba allí tan fuera de lugar como un gato tratando de arrear un ganado. Con algo de disimulo cogí un bocado de otra bandeja, algo que parecía una galleta. Me llevé una sorpresa cuando mi boca me indicó que aquello no era dulce, sino salado, y que en el interior había alguna criatura de consistencia suave y algo viscosa. No quise averiguar qué me había comido, algo me decía que no quería saberlo.

-El joven tiene un gusto refinado -comentó un hombre de barba cuidadosamente recortada a mi lado. Le contesté con apenas una sonrisa y volví a acercarme a la mujer que me acompañaba. Ni siquiera sabía su nombre y debía pretender que era familia.

Una banda de músicos comenzó a tocar, pero los presentes ni siquiera se molestaban en mirarlos. Aquello me sorprendía, no era común tener la oportunidad de escuchar música tan elaborada, pero para ellos parecía normal e irrelevante. Yo al menos me sentí agradecido, el ruido de tanta cháchara me mareaba y tenía ganas de salir de allí, de abandonar la misión y revolcarme en el lodo hasta que ya no pareciera un noble. Nunca me había gustado estar en lugares donde se aglomerara mucha gente.

Un murmullo general se escuchó cuando los sirvientes entraban cargando sendos jabalíes asados, seguramente cazados por los nobles del lugar el día anterior, llenando el lugar de un aroma intenso que hizo que se me llenara la boca de saliva. La mujer tiró de mis ropas hacia un costado, como si quisiera decirme algo.

La seguí.
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Mensaje  Demian Sáb Mayo 09 2015, 23:17


Sólo me dijo una palabra, “ahora”, y yo supe de inmediato lo que tenía que hacer. Todo había estado previamente escrito en el papel que había leído por horas, así que no quedaba espacio a dudas. Los siguientes segundos se me hicieron eternos. Según el papel se causaría una distracción en el banquete y tenía que usar ese momento para actuar, pero no veía pasar nada extraño. Ni siquiera sabía qué es lo que tenía que esperar.

No fue necesario esperar mucho, cuando un par de sirvientes entraba al salón con una enorme fuente de vino caliente aromatizado con especias uno de ellos tropezó y vertió el contenido sobre una mujer gorda que comenzó a chillar como un cerdo. Todos los ojos del lugar se pusieron sobre la asustada y humillada mujer que parecía exagerar más que el daño que realmente causaba la bebida, pues no estaba hirviendo.

Aproveché ese momento para meterme debajo de la mesa que el papel decía, la que estaría en la esquina derecha del salón. Allí me esperaba un paquete negro amarrado por un cáñamo. Lo tomé y utilicé el hechizo más útil de mi arsenal, envolviéndome en un manto ilusorio de invisibilidad. Debía tener cuidado, mi habilidad no era absoluta y si me acercaba mucho a alguien de frente me podría descubrir, así que me escabullí por el fondo, aprovechando la conmoción, hasta salir al patio. Allí estaba la puerta indicada, abierta, pero custodiada por 2 guardias armados de picas. Me deslicé apegado a la muralla, apenas respirando lo mínimo, hasta llegar por detrás de ellos. En un momento uno pareció sentir un ruido y mirar alrededor, pero contuve la respiración y, por suerte, no le dio mayor importancia. Me deslicé como una ardilla para entrar por el espacio de la puerta, lo que me permitió al fin sentir un momento de relajo.

Según las instrucciones, allí no habría nadie a esa hora, por lo que no era necesario mantener la invisibilidad. Cancelé el hechizo para conservar mis energías y comencé a desvestirme con gusto. Aquellas ropas no eran nada cómodas y ciertamente no ayudaban a mantener el sigilo. Las junté y metí debajo de un mueble, abriendo en cambio el paquete y sacando de allí unas prendas sencillas y prácticas, negras y ajustadas a mi cuerpo, lo que me permitiría desplazarme con mayor cuidado. En vez de zapatos llevaría unas calcetas negras y gruesas que no hacían el más mínimo ruido al pisar.

Ya equipado de manera más apropiada, aunque desprovisto de cualquier forma de arma, me dirigí a las escaleras según el plan. El primer paso lo dio conteniendo el aliento, esperando que nada crujiera, pero al parecer todo allí estaba en perfecto estado y no tuve problemas para no hacer ruido. Sabía que no debería haber nadie en ese lugar, pero no quería que un descuido arruinara todo, así que procuré mantener el silencio más sepulcral al moverme.

Una vez terminé de subir me encontré frente al pasillo principal del segundo piso. Comencé a avanzar lentamente, contando las puertas a mi derecha para dar con el lugar indicado. A la cuarta me detuve, empujando la empuñadura dorada con sumo cuidado, haciendo que la puerta se abriera apenas un par de centímetros cada varios segundos. No tenía tanta prisa como miedo de cometer un error.

Di un paso para entrar a la habitación, pero entonces un pequeño tirón me hizo paralizarme como si me acabaran de convertir en piedra. Algo se había enredado en mi pie y mi conocimiento en trampas me decía que aquello no era bueno, que probablemente había activado algo y de mis siguientes movimientos dependía toda mi misión.

Giré la vista con cuidado.
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Mensaje  Demian Sáb Mayo 09 2015, 23:25


Había caído en una trampa, a mi lado había una docena de flechas unida a una compleja estructura de ballestas, todas listas para ser arrojadas sobre mi cuerpo y convertirlo en un colador. Bajé mis ojos con cuidado y contemplé el delgado hilo de plata que se había enganchado a mi pie, tenso. Seguí su recorrido hasta el gatillo de la trampa y examiné con cuidado cada parte. En efecto, el gatillo se activaría cuando dejara de hacer presión sobre el hilo, de modo que no podía mover mi pie por ahora. Busqué con la vista algo que me pudiera servir y divisé un pisapapeles sobre un escritorio. Usando mi telekinesis lo hice flotar y dirigirse hacia mi persona, ubicándolo junto a mi pie al mismo tiempo que lo levantaba, logrando así mantener la tensión del hilo sin gatillar el artefacto. El papel no había dicho nada sobre trampas, pero al menos ya me había librado de ella. Tendría que tener los ojos mucho más abiertos.

Por fin tenía vía libre para llegar a mi destino. Allí estaba la caja, discretamente puesta sobre un pequeño mueble, en el lugar que el plano indicaba. Di cada paso con mucho cuidado, temiendo pillarme otra trampa, pero llegué hasta la caja sin novedad. Sentí un gran alivio, todo iba saliendo a la perfección y podría al fin librarme de esos sujetos tan extraños que me habían reclutado y conseguir una buena suma de dinero. Cuando se es un chico sin nadie en el mundo no sueles pillar trabajo tan fácil, así que una oportunidad de aeros fáciles era bienvenida.

Procedí según las instrucciones. Abrí la caja y en su interior había una serie de papeles. Cartas con sellos rotos, seguramente mensajes de poderosos aliados del señor Farlax, el dueño de esa lujosa mansión y probablemente una de las personas más ricas de Aerandir. Debía buscar el que tenía el sello verde con forma de un cuervo. Saqué el papel indicado y lo leí varias veces.

“La niña está sana y salva. La hemos puesto en custodia en la granja de los Cuernogrande, según sus instrucciones. Nadie nos ha visto”.

Una vez que ya estaba seguro que sabía de memoria el mensaje me dispuse a ejecutar la parte final del plan, que debía ser la más sencilla. Caminé hasta el librero y revisé los volúmenes presentes. Según las instrucciones había un túnel secreto que se extendía desde allí hasta salir fuera de las murallas de la mansión. Conté los libros, uno, dos, tres, cuatro desde la izquierda, última fila. Jalé del libro y éste quedó en mis manos, para mi sorpresa. Volví a jalar de otros libros y no pasaba nada, ninguno parecía ser la palanca que activaba la salida, como había prometido el papel. Tras derramar al menos un cuarto de los libros del librero me convencí de que no era mi error, me habían dado mal aquella instrucción y ahora la situación se volvía muy peligrosa.

Debo reconocer que sentí ganas de llorar, todo parecía tan ordenado hasta ese punto que no pensé jamás que iba a fallar sólo la última parte. Traté de pensar en una alternativa, pero en ese momento oí unos pasos cercanos. “Calma Demian, debes pensar en algo, aún tienes tiempo, ahora sólo debes salir de aquí y todo habrá terminado, tu misión era sólo averiguar el contenido de ese papel”.

Volví a dar una mirada desesperada al librero, para asegurarme de que no había cometido un error, pero todo estaba en orden y tal cual me lo habían dicho, no había modo de que me hubiera equivocado. Maldije tantas veces como pude para mí mismo y traté de ir a una ventana. Lamentablemente estaba completamente sellada y me bastó un par de segundos para estar seguro que no habría caso, si quería abrirla iba a tener que darle patadas o con un objeto pesado y eso alertaría a toda la residencia, además de que no tenía tiempo.

Los pasos se hacían más y más cercanos. Mi única oportunidad era pasar desapercibido. Utilicé mi habilidad para volverme invisible y camuflarme en las sombras, con algo de suerte no me encontrarían y podría salir con vida de aquella situación.
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Mensaje  Demian Sáb Mayo 09 2015, 23:50


Cuando abrieron la puerta supe que mis posibilidades eran bajas. Para empezar eran muchos guardias y para colmo la única manera de salir de esa habitación era por la puerta, que ahora era custodiada por un par de guardias bien armados. Los otros parecían saber que era posible que alguien estuviese oculto y no dudaban en matar la espada en los muebles y romper algunas cosas. No me serviría simplemente esconderme, debía salir de allí en cuanto pudiese, antes que ellos legaran al lugar donde me encontraba. No sólo corría riesgo de que me metieran una espada, sino que en un lugar tan cerrado sería fácil que me detectaran, incluso con mi habilidad. Respiré profundo y me puse en movimiento.

Fue necesario pasar por detrás del librero, moverme con presteza por detrás de unas sillas y dar pasos tan livianos que eran como plumas rozando la madera. Sorteé así las primeras barreras, pero me quedaba la más difícil, el par de la puerta. Era imposible pasar entre ellos sin que tuvieran mi presencia a tan escasos centímetros que no tuvieran otra opción sino detectarme. No podía arriesgarme, así que jugué mis cartas.

Una nube de humo apareció en el aire y los guardias se alertaron de que algo andaba mal, pero esa era mi magia para ocultarme más poderosa, de modo que era casi imposible que me detectaran. No dudé en pasar a toda velocidad entre los guardias y podía al fin considerarme ganando. Apresuré el paso y dejé que mi hechizo del polvo cesara su efecto,mi objetivo ahora era bajar la escalera a toda prisa y buscar una salida. Lamentablemente para mí, en la escalera subían 2 guardias fornidos y me vieron.

Mi mente estaba confusa en ese momento. ¿Por qué parecían saber que yo estaría allí?, aquello no tenía sentido. ¿Sería esto parte del plan? o ¿sería en cambio que había sido traicionado?, ¿sería posible que me hubieran usado sólo para hacer la parte sucia y ahora se estuvieran deshaciendo de mí?, no, no sin antes tener la información de aquel trozo de papel.

Si ya estaba acorralado, no tenía más que defenderme con todo, pero lamentablemente no estaba armado. Arrojé patadas y combos y estoy seguro de haber alcanzado a un guardia en todos los dientes, pero finalmente sentí las pesadas manos ponerse sobre mí y derribarme como si fuera apenas un muñeco, reteniéndome de manera firme contra el piso.

Los guardias me revisaron de pies a cabeza en busca de armas u otros objetos, pero no tenía nada, así que cuando estuvieron seguros de que no era una amenaza me arrastraron por las escaleras hasta llegar a un sótano. El lugar era oscuro, apenas iluminado por unas antorchas, con muros de piedra y aire cargado de olor a moho. Un par de celdas me daba a entender que había allí un calabozo. La persona que residía allí seguro era importante, pero yo ni siquiera sabía en dónde estaba metido, sólo había seguido instrucciones hasta ese momento. Las cosas no podían empeorar, o al menos eso creí.

Volvieron a darme una fugaz revisión y luego me quitaron la camisa, sujetándome a unas cadenas que colgaban del techo. El lugar se sentía frío y húmedo, aunque no se si esa era la razón por la que tiritaba o era simplemente el miedo. Como fuera, el metal estaba firmemente adherido tanto a mis muñecas como a mis tobillos y las posibilidades de escapar parecían, en esos momentos, nulas.

Los guardias se fueron y llevaron consigo las antorchas, dejándome sumido en la oscuridad, confundiéndome en un mar de ideas confusas de cómo salir de aquella situación, pero ninguna realmente útil. Necesitaba más calma para pensar, pero el miedo hacía mella en mí.

Si tan sólo hubiera dicho que no cuando me ofrecieron el trabajo.


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Mensaje  Demian Dom Mayo 17 2015, 20:50


Las luces de las antorchas me dieron a entender que los guardias volvían. No estaba seguro cuánto rato había pasado, pero me sentía entumecido y no había logrado dar con una solución a todo el lío en que me encontraba. ¿No se suponía que era un crío inteligente?. Cómo deseaba que todo fuera una pesadilla y despertar jugando con Chimar y Ratita en La Ratonera, nuestra base de aventuras y robos. El pequeño ladronzuelo sabía muchos juegos divertidos y hacía las tardes agradables, no en ese lugar con olor a humedad y fecas humanas.

Hizo su entrada un hombre grande, de barbas blancas y barriga prominente. Yo no lo había visto en mi vida, pero parecía importante, ya que todos le mostraban respeto. Uno de los guardias le trajo una silla grande y la puso a pocos metros delante de mí. El hombre se sentó a sus anchas, manoseando el diamante que lucía en su bastón. Algo era claro, el tipo tenía poder y sabía cómo usarlo, no era ningún novato y ni siquiera mostraba ansiedad en sus movimientos. Junto a él entró una mujer que lo acompañaba a escasos pasos de distancia. Lucía también importante, con finos vestidos y gestos de respeto por parte de los guardias hacia ella. No cabía duda de que se trataba de la esposa de aquel sujeto importante.

-¿Este es el espía? -dijo en todo despectivo- más bien parece una rata… dime rata inmunda, ¿qué hacías en mi despacho?.

No sabía qué responder, no estaba preparado para esa situación y todo era confuso. Yo ni siquiera sabía por qué estaba allí ni qué es lo tan importante que había en esas cartas, yo sólo había sido contratado para hacer ese trabajo con instrucciones muy precisas. Sabía que era alguna forma de espionaje y robo de información, pero hasta allí llegaba mi conocimiento. Decidí que al menos pasar por ladrón traería menos problemas que el espionaje. Al menos no solía la gente perder su vida por un mero robo.

-Soy un ladrón, lo confieso -dije con cara acongojada- los chicos de la calle no tenemos con qué comer y tenemos que hacer estas cosas… lo siento gran señor, tenga piedad.

-Ya me habían informado que mis enemigos enviarían un espía a mi hogar -dijo con cierto desdén en sus palabras- esperaba que fuera alguien más… experto, no este mocoso sin experiencia.

-Os prometo que sólo esperaba sacar algunas cosas de valor mientras durara la fiesta, nada más -dije suplicando- por favor, tenga piedad.

-Déjate de mentiras, mocoso insolente -dijo ya molesto- no tengo tiempo para tus tonterías, eres un espía de mis enemigos, deseas mis secretos para obtener una jugosa paga, seguro te ofrecieron muchas cosas, oro, reconocimiento, pero se aprovecharon de ti, porque acá no obtendrás nada de eso, ¿sabes lo que obtienen los espías? … los espías pagan con su cabeza rodando de la guillotina.

Bajé la cabeza desesperanzando, no sacaría más que la muerte. Por ahora estaba en las manos de ese obeso sujeto, sin siquiera saber quién era ni por qué la información del papel era tan importante. Era un mero peón en los designios y rivalidades de personas poderosas a las que no debía nada y cuyas vidas me eran indiferente. ¿Por qué se habían cruzado nuestros caminos? seguía sin saberlo.

-Si no me dices lo que quiero tu cabeza rodará mañana al mediodía -expresó furioso- me lo dirás por las buenas o por las malas.

Ciertamente no quería mi cabeza rodando ni mañana ni ningún día. Comencé a explicarle todo.

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Mensaje  Demian Dom Mayo 17 2015, 20:52


Desperté en una celda, encadenado a una muralla. El dolor de mi espalda y el entumecimiento de mis muñecas me recibieron de inmediato. Cómo deseaba que todo hubiera sido una pesadilla, pero allí estaba, atado y esperando mi ejecución. Traté de no recordar lo que había pasado, pues la sola memoria me hacía temblar, pero mi espalda me lo recordaba. Me habían sacado toda la información, desde cómo me habían contratado, cómo había entrado a la casa, hasta cómo había atravesado los guardias. Sin importar lo sincero que había sido desde el primer momento, no parecieron creerme que no supiera la identidad de quienes me contrataron, así que usaron el látigo.

Las cosas lucían mal y mi moral no era la mejor. De buen gusto hubiera pateado hasta el animal más inocente que se hubiera cruzado en mi camino en ese instante, pero la celda oscura no albergaba más que soledad. No sabía si ya era de noche, de día, si pronto tendría lugar mi ejecución o si aún tenía algunas horas para estar a solas. Traté de reunir información en mi cabeza, de ordenar mis ideas, armar un plan.

Un ruido me sacó de mi ensimismamiento, el ruido de una puerta al abrirse y cerrarse lentamente. Pocos segundos después vi a la mujer que había acompañado al señor barrigón, su esposa, con ropas más discretas. Avanzó hasta entrar a mi celda y en mi interior casi me orino del miedo. Definitivamente no podría aguantar otro interrogatorio, si eso pretendían, yo no era un tipo fuerte, sino apenas un crío, les había dicho todo, absolutamente todo lo que habían preguntado. Mis ojos comenzaron a humedecerse.

-Aún puedes terminar tu misión -dijo ella en un susurro con una voz extrañamente conocida. Luego de decir ello sacó de su bolso una máscara y se la puso.

Al instante supe quién era y por qué me resultaba familiar, pero me costaba creerlo. Todo era tan confuso, pero la mujer frente a mí era al mismo tiempo quien me había contratado y la esposa de la persona a espiar, sin mencionar que había estado presente mientras me interrogaban. Era por tanto la responsable de que me encontrara en ese estado. Tuve ganas de insultarla, de escupirla y maldecirla por lo que ocurría, pero decidí contenerme, no estaba precisamente en una situación de ventaja respecto a ella.

-Sólo debes decirme lo que decía el papel y yo me encargaré de sacarte de aquí y darte tu paga -dijo ella con una sonrisa nerviosa.

La oferta sonaba tentadora, no sólo me permitiría salir con vida, sino además conservar la paga. Cualquier cosa podía ser mejor que mi condición actual de todas maneras, pues de seguir las cosas su rumbo mi cabeza terminaría rodando dentro de pocas horas. Hice acopio de mi memoria para recordar las palabras que había leído horas atrás y me preparé para repetirlas, pero entonces una luz de razón cruzó mi mente y me di cuenta que aquello no era tan bueno como parecía.

-¿Qué certeza tengo de que cumplirás tu palabra? -pregunté nervioso y tratando de poner una mirada dura, aunque probablemente con poco éxito.

-¿Osas desobedecerme? -dijo ella con ojos inyectados, claramente perdiendo la paciencia- ¿no te das cuenta que puedo ordenar que te torturen a mi antojo?, ¿que puedo sacarte las palabras a punta de dolor y sangre si ese es mi deseo?.

Negué con la cabeza, convenciéndome más de que aquella mujer no se preocupaba realmente por mi seguridad y todo hasta ahora era sólo parte de su plan.

-No quisiste preguntarme sobre eso cuando me azotaban porque no quieres que lo sepa tu marido, ¿no? -pregunté convencido- Te diré todo lo que decía en el papel una vez que esté a salvo fuera de aquí.

La mujer pareció estar apunto de estallar de rabia, pero asintió. Realmente quería esa información y supo que no podría simplemente aprovecharse de mí como al parecer había planeado para luego dejarme morir. Abandonó rauda la mazmorra.
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Mensaje  Demian Dom Mayo 17 2015, 20:52

La espera se me hizo eterna. Sabía que tenía de mi parte el conocimiento de lo que decía aquel papel, pero no podía contar con que esa mujer se preocupara de mi seguridad. Seguramente trataría de pensar alguna manera de engañarme y hacerme hablar para luego matarme. A ella le convenía que yo fuera silenciado para que nadie supiera de su traición a su propio marido. Traté de imaginarme por qué ella necesitaría un espía para obtener un conocimiento que estaba en su propia casa, pero me costaba imaginarlo. La vida de aquellas personas debía ser mucho más complejas de lo que un chico crecido en el templo podía conocer. Apreté los dientes y dejé que unas lágrimas corrieran por mi rostro, realmente me dolían las heridas. Por centésima vez me pregunté cómo me había metido en tal situación, sin ser capaz de darme una respuesta.

Volví a caer dormido, agotado y maltratado como el último de los criminales, pero un ruido me despertó. No sabía cuánto había pasado, si apenas unos minutos o largas horas, pero nuevamente entraba alguien al calabozo. Era un guardia, lo que eliminó cualquier atisbo de esperanza que aún tuviera. Llevaba algo en sus manos, pero no alcancé a distinguir con claridad lo que era, por la falta de luz.

-Tu última comida, disfrútala -me dijo frío, arrojando lo que parecía un trozo de pan a mis pies- eres un brujo, no necesitas tus manos para comerla.

Había escuchado que los criminales tenían derecho a una última comida antes de su ejecución, pero se decía que podían escoger. Un trozo de pan no parecía un banquete suficiente para ser tu último recuerdo, pero algo era cierto, estaba hambriento. El guardia abandonó el calabozo sin siquiera voltear y yo hice acopio de mis fuerzas para hacer levitar el trozo de pan. Pude contemplar que al menos no era, en efecto, pan, sino un pastel sellado. Le di el primer mordisco y sentí el gusto de la cebolla y la carne. Sabía bien, era jugoso y aún conservaba el calor del horno, todo un manjar para mi última comida, al menos un momento agradable luego de tanta penuria. Mastiqué lentamente cada trozo, disfrutándolo, hasta que de pronto mis dientes chocaron con algo sólido que casi me hace perder un trozo de corona. Al escupirlo pude saber de qué se trataba.

Eran 2 llaves unidas por un alambre fino, las cuales habían sido escondidas en lo que se supone sería mi última cena. No necesitaba demasiada inteligencia para saber el potencial de aquel inesperado regalo. Tampoco costaba trabajo darse cuenta que era el intento de la mujer de sacarme con vida de allí y así obtener su información. No rechazaría el regalo.

Usando mi telekinesis hice levitar las llaves y probé una de ellas en el grillete de mi mano derecha. Tras varios intentos me convencí de que no era la correcta y probé la siguiente. Click, se oyó el sonido más agradable de toda la jornada, cuando la cerradura cedía y mi extremidad quedaba en libertad. Cogí la llave y procedí a librarme con ella de los grilletes de manos y pies.

Hecha la tarea descansé de rodillas. Mis extremidades apenas podía moverlas por la posición en que habían estado y me encontraba herido por el látigo, necesitaba recobrar fuerzas, pero no tenía mucho tiempo. Me puse de pie con dificultad y procedí a usar la otra llave para abrir la puerta de la celda. Procuré ser silencioso, si un guardia se percataba de lo que ocurría estaría muerto antes de poder intentar nada… o peor aún.

Al fin me encontraba libre de las cadenas y las rejas, pero aún me encontraba en el área de los calabozos y subir las escaleras sería suicidio, aún con mi magia, debía pensar algo y debía hacerlo pronto.
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Mensaje  Demian Dom Mayo 17 2015, 20:53


La respuesta me llegó tan obvia como desagradable. El olor me había guiado a un agujero en la pared. Era pequeño, pero claramente por allí pasaba el agua de la residencia hacia las cloacas. Evidentemente cuando diseñaron aquello no tuvieron mucha consideración para el daño a la higiene de los reos de esa medida, lo que explicaba el mal olor. Seguramente vaciaban los mismos desechos de los reos por allí.

No había tiempo para dejar que el asco me detuviera e hice acopio de voluntad para forzar mi paso por el agujero. Por suerte mi cuerpo pequeño y delgado se acomodaba fácilmente y pronto me encontré en un túnel cuyas paredes viscosas me animaban a no preguntar nada, sólo continuar el camino en descenso. Al menos los guardias no podrían entrar por ese agujero, si se percataban de lo que había hecho, pero aún así debía actuar rápido, podían tapar las salidas y encerrarme.

Caminé conteniendo la respiración en lo posible y evitando las sorpresas que encontraba en el camino, aunque eso no iba a evitar en lo más mínimo que terminara con un olor que tardaría semanas en sacarme. El camino era resbaloso y debía irme con cuidado, pero la claridad que comenzó a hacer su presencia me indicó que pronto encontraría una salida. Lamentablemente cuando la encontré noté que estaba enrejada, así que no me quedaba más que seguir el camino de la suciedad. Una segunda, tercera, cuarta salida me encontré con una reja infranqueable, pero cuando ya pensaba que terminaría mis días literalmente sumido en la mierda, encontré al fin una parte en que la luz entraba sin una reja que bloqueara el paso.

Me dirigí presuroso y no tardé en asomarme a tierra firme. El día comenzaba hace poco, estando el sol aún bajo. Seguramente en ese momento los guardias esperarían llevarme al patio para una ejecución. Lamentablemente para ellos eso no estaba en mis planes. Sonreí y me dispuse a irme y alejarme para siempre, pero una mano en mi hombro hizo que el corazón se volcara hasta mis pies.

Al girarme vie un guardia con armadura, sosteniéndome con firmeza. Maldije, intenté patearle, luchar por mi última esperanza de libertad, pero sus dedos parecían incrustarse en mi hombro y yo estaba tan débil, tan lastimado… no había nada más que pudiera hacer, había perdido en el último instante. Me dejé caer de rodillas.

El hombre me levantó y me tomó en brazos con facilidad, aunque lo que alcanzaba a ver de su rostro detrás del visor de su casco y los sonidos que hacía me daban a entender que lamentaba tener que hacerlo, por mi desagradable olor. Al menos tenía el gozo de dar aunque fuera esa batalla antes de morir.

-Púdrete -le dije con algo de orgullo.

-Tú ya lo estás -me dijo.

Tenía razón y, a pesar de todo, me hizo gracia. Ciertamente debía oler a podrido, sin contar con el hecho de que lucía peor. Pequeño, indefenso, herido, maloliente, desarmado… era todo lo contrario a una figura que pudiera dar miedo o intimidar. Al menos lo había intentado, de verdad lo había intentado y había dado una buena batalla, pero enfrentarme a fuerzas de los ricos y poderosos superaba ampliamente mi liga.

-Descansa, chico -agregó con un aire que me causó algo de extrañeza.

Como fuera, no tardé en hacerle caso y caí dormido en sus brazos.
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Mensaje  Demian Dom Mayo 17 2015, 20:53


Me despertó el contacto del agua, pero al menos no era agua fría, sino tibia y agradable. Intenté ponerme de pie, quizás arrancar, pero las mujeres me sujetaron y no se necesitó de más fuerza que la de ellas para retenerme. Su apariencia se me hacía familiar y entonces todo volvió a mi cabeza. Eran las mismas que me habían aseado para ponerme el traje lujoso y el perfume cuando todo esto comenzó. ¿De qué rayos iba todo esto?.

Debo reconocer que, en esta ocasión, fueron más delicadas, al parecer conscientes de que mi condición no era muy buena. Aún la espalda me dolía un montón, restándome toda fuerza por luchar. Terminaron su labor y se retiraron en silencio, tal como siempre lo hacían, dejándome sentado sobre una cama sencilla. Pude notar que me encontraba en una especie de cabaña. No alcancé a revisar demasiado con la vista cuando entraba en la habitación un sujeto vestido con una túnica sencilla. Por sus orejas concluí que se trataba de un elfo.

-Ya, ya, pequeño, no estoy aquí para hacerte daño -me dijo con una profunda y tranquilizadora voz- recuéstate boca abajo y déjame encargarme de tus heridas.

Seguía con desconfianza, pero no sacaba nada con oponerme, así que hice tal y como me indicó, recostándome. Era un alivio, al menos, descansar. Se sentó a mi lado, en un piso pequeño, y sacó un frasco de entre sus bolsillos. Parecía una pasta hecha de hierbas y puse abundante de ella en sus manos, lo que luego aplicó por mi espalda con delicadeza. El contacto dolía y la pasta causaba un picor y ardor en mis heridas, pero procuré no luchar.

-Esto curará la infección, has estado en lugares muy insalubres con estas heridas expuestas y me temo que sin ayuda pronto comenzaría la fiebre, hemos actuado a tiempo.

Esperó unos minutos a mi lado, de vez en cuando recordándome que permaneciera tranquilo para que la hierba hiciera su efecto. Resultaba curiosamente agradable estar en su presencia, tenía el don de hacer sentir bien a la gente, o al menos eso me pareció. Debía ser un curandero muy bueno. Cuando consideró que el tiempo había sido suficiente, estiró sus manos sobre mi espalda y cerró sus ojos. Pude sentir el efecto inmediato de su magia actuando sobre mi cuerpo y mordí la almohada para contenerme de la extraña sensación de la piel siendo reconstruida. No era doloroso y no era la primera vez que la magia élfica hacía su efecto sobre mí, pero aún así resultaba extraño. Pronto el dolor desapareció y el sujeto limpió mi espalda de la pasta con una toalla, para luego retirarse indicándome que iba a estar bien, pero que procurara no herirme y alimentarme bien unos días. Ciertamente estaba de acuerdo con sus sugerencias.

Sólo entonces ella hizo su entrada. No pude sino mirarla con severo reproche y desconfianza, esa mujer me había puesto en tantos aprietos por obtener una información que estaba dentro de su propia casa, nada de ello tenía sentido.

-Me odias y me juzgas, lo entiendo -dijo más serena que en nuestra última conversación- sin embargo debes saber que tenía mis razones, ellos tienen a mi hija cautiva, sí, mi propio esposo… es una larga historia.

Me puse de pie y extendí mi mano.

-Sólo quiero mi paga y largarme de aquí… la información que querías es “La niña está sana y salva. La hemos puesto en custodia en la granja de los Cuernogrande, según sus instrucciones. Nadie nos ha visto”.

Los ojos de ella se llenaron de lágrimas, musitó unas gracias y algo sobre que su marido la obligaba mediante la amenaza de no ver más a su hija si ella no accedía a lo que él quería, que ahora la rescataría y huiría con ella, nada de eso me interesaba en lo mínimo y ella lo notó en mis ojos.

-Bien, lo entiendo, sabía que era casi imposible que salieras de allí con vida y te puse en riesgo, esperaba que cuando mi marido te interrogara dijeras lo del papel, pero nunca te lo preguntó ese viejo astuto… lo reconozco y, aunque no me creas, lo siento… debía hacerlo, eso es algo que sólo una madre sabe, el amor a sus hijos supera todo límite.

-Yo era, al final, sólo un niño de la calle, nadie lloraría mi ausencia -dije con rabia.

No fueron necesarias más palabras. Ella me dio el dinero de la paga y yo dejé esa cabaña de inmediato, esperando no volver a saber jamás de esa desquiciada familia. Al menos tenía buenos amigos a los que recurrir y eso me animó, apresuré el paso de regreso a La Ratonera. Como nota mental, me prometí nunca más aceptar una misión de un desconocido.
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Mensaje  Thorn Sáb Mayo 23 2015, 02:11

Siempre es interesante leer las tramas de los trabajos que desarrollas. Todo está muy bien interconectado y relacionado, de lectura extremadamente amena, me pareció divertido y cautivante.

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