La caza [Interpretativo] [Libre] + [2/2] [Cerrado]
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Llevaba dos días siguiendo el rastro de un esquivo animal. No es que tuviera una fijación especial por la criatura, ni se trataba de una cuestión de orgullo, qué va, se trataba de aeros. Normalmente trabajaba por comida y alojamiento, así que algo de dinero con tanto y sonante no le vendría nada mal. Sin embargo, cuando aceptó el trabajo no pensó que tardaría tanto en lograr su objetivo. Dos días. Dos días completos con sus respectivas noches, durmiendo apenas unas pocas horas. En momentos como ese le habría venido mejor ser una mujer perro y contar con un fino olfato, pensó con amargo humor.
La mujer bestia se detuvo junto a un arroyo para lavarse la cara y despejarse un poco. Se trataba de un buen lugar para esperar. Si el animal estaba en la zona, tal y como indicaba su rastro, probablemente se acercaría a beber agua en algún momento. Siempre y cuando no hubiera más agua cerca. Después de dos días no perdía nada por intentarlo en cualquier caso. Buscó una posición resguardada en contra del viento, dejó el arco preparado y esperó.
En teoría, la esquiva presa ni siquiera era una criatura fuera de lo corriente, posiblemente se trataba un perro salvaje o un lobo. Aunque el animal llevaba a los ganaderos de la zona de cabeza. Había matado y despedazado a varias ovejas. Parecía tratarse de un animal grande, por las marcas de mordidas dejadas en los animales muertos. Los aldeanos estaba preocupados de que no contento con las ovejas, atacara a algún niño, así que se habían organizado para ofrecer una recompensa después de que varios intentos de encontrar y matar al animal no dieran sus frutos.
Hacia la media mañana las orejas de Vael se agitaron, en silencio, la mujer bestia tomó su arco y se asomó. Por fin algo de suerte después de dos días de nefasta búsqueda. El animal venía a ella. Era un perro pastor de buen tamaño. El animal tenía muestras de llevar algún tiempo a la intemperie, su pelaje otrora probablemente de color crema, parecía ahora de un marrón sucio. El animal jadeaba y Vael pudo apreciar la espuma en su boca. La mujer bestia se tensó. Un perro rabioso. Sería mejor acabar con el animal desde lejos, no quería arriesgarse a recibir una mordida. Hasta ahora había sido una suerte que el perro no hubiera atacado a nadie...
La mujer bestia tensó el arco y apuntó.
El animal, ajeno al peligro que corría, se inclinó para beber del arroyo.
La mujer bestia se detuvo junto a un arroyo para lavarse la cara y despejarse un poco. Se trataba de un buen lugar para esperar. Si el animal estaba en la zona, tal y como indicaba su rastro, probablemente se acercaría a beber agua en algún momento. Siempre y cuando no hubiera más agua cerca. Después de dos días no perdía nada por intentarlo en cualquier caso. Buscó una posición resguardada en contra del viento, dejó el arco preparado y esperó.
En teoría, la esquiva presa ni siquiera era una criatura fuera de lo corriente, posiblemente se trataba un perro salvaje o un lobo. Aunque el animal llevaba a los ganaderos de la zona de cabeza. Había matado y despedazado a varias ovejas. Parecía tratarse de un animal grande, por las marcas de mordidas dejadas en los animales muertos. Los aldeanos estaba preocupados de que no contento con las ovejas, atacara a algún niño, así que se habían organizado para ofrecer una recompensa después de que varios intentos de encontrar y matar al animal no dieran sus frutos.
Hacia la media mañana las orejas de Vael se agitaron, en silencio, la mujer bestia tomó su arco y se asomó. Por fin algo de suerte después de dos días de nefasta búsqueda. El animal venía a ella. Era un perro pastor de buen tamaño. El animal tenía muestras de llevar algún tiempo a la intemperie, su pelaje otrora probablemente de color crema, parecía ahora de un marrón sucio. El animal jadeaba y Vael pudo apreciar la espuma en su boca. La mujer bestia se tensó. Un perro rabioso. Sería mejor acabar con el animal desde lejos, no quería arriesgarse a recibir una mordida. Hasta ahora había sido una suerte que el perro no hubiera atacado a nadie...
La mujer bestia tensó el arco y apuntó.
El animal, ajeno al peligro que corría, se inclinó para beber del arroyo.
Última edición por Vael el Lun Jun 15 2015, 19:27, editado 5 veces
Vael
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Re: La caza [Interpretativo] [Libre] + [2/2] [Cerrado]
Días después de su encuentro con Eco, el Capitán Werner volvió a ser el mismo que antaño. Sentía como si hubiera revivido. Incluso volvió a escribir. Se sentó en su butaca y, apoyado en una mesita de madera carcomida por el pasar de los años, comenzó a escribir con una fina pluma de ganso. No había vuelto a escribir nada desde la muerte de Goldie. Aquello fue un golpe demasiado duro para su corazón. Fue como si el engranaje principal que hacia girar el reloj de su interior, se hubiera perdido para siempre.
Las ganas no le faltaban por seguir escribiendo. Las estrofas fluían, parecía que se escribían solas. Mojó la pluma en un bote de tinta y continuó.
Sonó el inconfundible sonido de un barco al llegar al puerto. El ruido hizo que el Capitán se desconcentrará y perdiera el ritmo. El resultado fue un garabato que ocupó toda la hoja de papel.
-Maldición. – Arrugó la hoja y la tiró lejos. –Estúpidos marineros fritos con salsa de ostras.- Susurró para sí mismo mientras cogía una nueva hoja.
Era lo mejor que había escrito en años y por culpa de unos marineros incompetentes que no saben desembarcar sin hacer ruido lo había perdido. Intentó escribir de nuevo pero, entre los gritos de los marineros y el propio ruido de la calle, no se pudo concentrar. Intentó escribir más, pero nada le salió como realmente esperaba. Lo único que consiguió fue una montaña de folios llenos de rayas sin sentido.
Alfred no estuvo dispuesto a rendirse. Se sentía con fuerzas suficientes como para poder escribir algo. Aunque sean un par de versos que sonaran lo suficientemente bien para que nadie los olvidase nunca. No hubo alternativa, el Capitán marchó a las afueras de la ciudad en busca de un lugar tranquila donde escribir. No quiso alejarse demasiado. El mar era su territorio. Ver un pirata como él lejos del puerto sería tan extraño como ver un pez fuera del agua. En cierto sentido, ambas cosas eran iguales. La naturaleza propia del calamar hace que Werner siempre busque lugares frescos y húmedos. Con el calor, su piel se seca dejando pequeñas grietas en todo su cuerpo. Por fortuna, encontró un sitio tranquilo en el bosque. Al lado de un lago, ni más ni menos. Si el calor empezará a molestarle siempre podría mojarse un poco la cara antes de seguir escribiendo.
Una bestia, el perro más grande que había visto en su vida, se acercó al capitán con aire curioso. Nunca había sentido odio hacia los animales. No le gustaban los perros, pero tampoco era un pesar mayor. En los viejos tiempos, tan solo necesitaba poner un cartel en su barco: “Prohibido perros a bordo”. En tierra firme se tenía que aguantar. No es que odiase a los perros, los gatos o cualquier otro animal terrestre. Un odio bastante común entre los hombres bestias de razas acuáticas como él. Lo que odiaba el capitán es el pelo. Sea del animal que sea. Era insoportable la sensación de tener pelos de perro cubriendo sus orificios nasales.
-Largarte chucho.- Hizo un gesto con la pinza para indicar que se fuera. –Estoy escribiendo. ¡Largo!- Sentenció furioso.
El animal tenía otros planes. Abrió sus fauces y con gesto amenazante atacó al Capitán. En aquel momento Alfred solo tenía dos cosas con las que cubrirse, sus hojas y su bote de tinta. El perro devoró ambas. Craso error. La tinta le dejó un muy mal sabor de boca. La bestia huyo salivando del lugar y se dirigió hacia el lago donde se paró a beber para quitarse el mal gusto de la lengua.
-Me las pagarás saco de pulgas.- Gritó furioso el capitán. Aquel perro había destruido sus hojas. Todas las hojas. ¿Dónde iba a escribir ahora? ¿En el suelo? Furioso, el Capitán saltó encima de la bestia cogiéndola por el cuello. –Me las pagaras aborto de mejillón.- Refunfuñó mientras apretaba al animal por el cuello hasta asfixiarlo con sus propias manos. –Eso te enseñará a no molestar a alguien cuando está escribiendo. ¿Me escuchas?- Gritó al cuerpo inerte del suelo. Inmediatamente después sintió como el pelo del perro se le había metido en el interior de sus orificios nasales. Al no tener nariz, corría el peligro de que toda la mierda del exterior entrase por sus orificios. No podía dejar de estornudar. Parecía que le estuviera dando un ataque. Estornudo tras estornudo, cada vez estaba peor. Había ganado al perro, se había vengado justo como él quería. Sin embargo, Alfred estaba pagando un duro castigo por ello.
Hay miedos que se acurrucan
entre uno y otro escalón
de la escalera que sube
de tus sueños hacia el sol…
entre uno y otro escalón
de la escalera que sube
de tus sueños hacia el sol…
Las ganas no le faltaban por seguir escribiendo. Las estrofas fluían, parecía que se escribían solas. Mojó la pluma en un bote de tinta y continuó.
…y te acechan y no dejan
que tú elijas tu lugar…
que tú elijas tu lugar…
Sonó el inconfundible sonido de un barco al llegar al puerto. El ruido hizo que el Capitán se desconcentrará y perdiera el ritmo. El resultado fue un garabato que ocupó toda la hoja de papel.
-Maldición. – Arrugó la hoja y la tiró lejos. –Estúpidos marineros fritos con salsa de ostras.- Susurró para sí mismo mientras cogía una nueva hoja.
Era lo mejor que había escrito en años y por culpa de unos marineros incompetentes que no saben desembarcar sin hacer ruido lo había perdido. Intentó escribir de nuevo pero, entre los gritos de los marineros y el propio ruido de la calle, no se pudo concentrar. Intentó escribir más, pero nada le salió como realmente esperaba. Lo único que consiguió fue una montaña de folios llenos de rayas sin sentido.
Alfred no estuvo dispuesto a rendirse. Se sentía con fuerzas suficientes como para poder escribir algo. Aunque sean un par de versos que sonaran lo suficientemente bien para que nadie los olvidase nunca. No hubo alternativa, el Capitán marchó a las afueras de la ciudad en busca de un lugar tranquila donde escribir. No quiso alejarse demasiado. El mar era su territorio. Ver un pirata como él lejos del puerto sería tan extraño como ver un pez fuera del agua. En cierto sentido, ambas cosas eran iguales. La naturaleza propia del calamar hace que Werner siempre busque lugares frescos y húmedos. Con el calor, su piel se seca dejando pequeñas grietas en todo su cuerpo. Por fortuna, encontró un sitio tranquilo en el bosque. Al lado de un lago, ni más ni menos. Si el calor empezará a molestarle siempre podría mojarse un poco la cara antes de seguir escribiendo.
Una bestia, el perro más grande que había visto en su vida, se acercó al capitán con aire curioso. Nunca había sentido odio hacia los animales. No le gustaban los perros, pero tampoco era un pesar mayor. En los viejos tiempos, tan solo necesitaba poner un cartel en su barco: “Prohibido perros a bordo”. En tierra firme se tenía que aguantar. No es que odiase a los perros, los gatos o cualquier otro animal terrestre. Un odio bastante común entre los hombres bestias de razas acuáticas como él. Lo que odiaba el capitán es el pelo. Sea del animal que sea. Era insoportable la sensación de tener pelos de perro cubriendo sus orificios nasales.
-Largarte chucho.- Hizo un gesto con la pinza para indicar que se fuera. –Estoy escribiendo. ¡Largo!- Sentenció furioso.
El animal tenía otros planes. Abrió sus fauces y con gesto amenazante atacó al Capitán. En aquel momento Alfred solo tenía dos cosas con las que cubrirse, sus hojas y su bote de tinta. El perro devoró ambas. Craso error. La tinta le dejó un muy mal sabor de boca. La bestia huyo salivando del lugar y se dirigió hacia el lago donde se paró a beber para quitarse el mal gusto de la lengua.
-Me las pagarás saco de pulgas.- Gritó furioso el capitán. Aquel perro había destruido sus hojas. Todas las hojas. ¿Dónde iba a escribir ahora? ¿En el suelo? Furioso, el Capitán saltó encima de la bestia cogiéndola por el cuello. –Me las pagaras aborto de mejillón.- Refunfuñó mientras apretaba al animal por el cuello hasta asfixiarlo con sus propias manos. –Eso te enseñará a no molestar a alguien cuando está escribiendo. ¿Me escuchas?- Gritó al cuerpo inerte del suelo. Inmediatamente después sintió como el pelo del perro se le había metido en el interior de sus orificios nasales. Al no tener nariz, corría el peligro de que toda la mierda del exterior entrase por sus orificios. No podía dejar de estornudar. Parecía que le estuviera dando un ataque. Estornudo tras estornudo, cada vez estaba peor. Había ganado al perro, se había vengado justo como él quería. Sin embargo, Alfred estaba pagando un duro castigo por ello.
El Capitán Werner
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Re: La caza [Interpretativo] [Libre] + [2/2] [Cerrado]
Nunca llegaba a entender las ansias que tenían algunas personas por morir o simplemente por meterse con la persona menos indicada, eso le había pasado a un grupo de bandidos que había intentado asaltarme haría unos minutos atrás. De ellos claramente solo quedaba uno al que iba persiguiendo por un bosque cercano a Lunargenta. Aquel pobre desgraciado por mas que corría no conseguía hacer que le perdiera de vista pues mis ojos estaban completamente fijos en el y mis zancadas eran rápidas y potentes por lo que le iba acortando distancia poco a poco y aquello me gustaba. Si me gustaba porque ya podía sentir su sangre, su corazón latiendo con fuerza por el esfuerzo de correr y el miedo a que yo lo atrapara. Todo aquello me hacía sonreír de buena manera mientras seguía con mi carrera.
Correr por aquel frondoso bosque donde la luz del sol no me era una molestie era relajante para aquel vampiro que buscara eso... relajarse, lo cual no era mi caso. Yo tenía una presa a la vista y en la mente, y una sed a sangre un tanto desbocada que quería saciar con aquel maldito asaltador de caminos. Él podía correr todo lo que quisiera pero no estaba en la misma buena forma que yo y además... yo era un vampiro por lo que tenía cierta ventaja en aquella carrera en la que él corría por su vida y yo por segarsela. Un coctel maravilloso a mi parecer era aquella persecución.
La distacian ya era muy corta y yo ya había desenvainado mi espada para nada mas estar lo suficiente cerca del bandido darle un buen tajo en la espalda que lo hiciera caer. Un par de zancadas mas y ya estaba a la distancia que yo quería para atacarle. La hoja de mi espada corto el aire dando lugar a un silvido suave hasta que esta abrió una herida en la espalda del bandido el cual con un alarido de dolor cayó estrepitosamente al suelo. Empecé a caminar hacia el mientras lo miraba en el suelo dolorido, cansado y de su herida saliendo ese liquido rojo que tanto me atraía. Ya era mío y su penosa vida se acababa allí mismo, en aquel bosque donde habían pretendido emboscarme antes.
Me coloque delante de él y hundí mi espada en espalda para que no se moviera y rápidamente hundí mis colmillos en su cuello. Notaba su calida sangre recorerme la gargata a medida que me la bebía de su cuerpo y el gusto por hacerlo aumentaba a cada segundo que seguía bebiendo. El bandido se movio un par de veces pero al final quedo inerte muerto al quedar completamente desangrado. Ese era el fin de su vida y el gusto de saciar mi sangre por mi parte ahora ya podía seguir tranquilamente mi camino hacia la ciudad.
Me levanté del cuerpo y retire mi espada del mismo cuerpo para limpiarla con la ropa del cadaver y luego envainarla de nuevo. Me volví a arrodillar al lado del cuerpo para aferrar su camisa y limpiarme la sangre que me quedaba por los labios. -Estupido desgraciado no te merecías otra cosa de esta además me ha venido bien el ejercicio y la sangre.- Observe un momento mas el cuerpo del bandido y me puse de nuevo en pie para ajustarme gafas y sombrero y así, empezar a caminar de nuevo hacia la ciudad de Lunargenta por aquel bosque.
Lars Hale
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Re: La caza [Interpretativo] [Libre] + [2/2] [Cerrado]
La escena en el arroyo se desarrollaba ajena al otro tipo de caza que se producía simultáneamente entre aquellos árboles. Al menos, de momento.
Vael no podía salir de su asombro. El cuadro en sí resultaba curioso cuanto menos, sin lugar a dudas. Aquel pintoresco personaje, un poco fuera de lugar en aquel entorno, soltando aquellos coloridos improperios. Mientras estrangulaba al animal con sus propias manos (o lo que ella entendía que eran manos en la distancia). Se preguntaba si el hombre no se había percatado de que el perro estaba rabioso, o si se trataba de un loco o un inconsciente. En cualquier caso, mató al animal sin demasiadas contemplaciones ni dificultades.
-¡Por todos los dioses...! - Exclamó por lo bajo la mujer bestia, en un gruñido. Definitivamente las nornas parecían estar divirtiéndose a su costa. Aquel endemoniado animal le había burlado durante dos
Muerto el perro se acabó la rabia, eso dicen. Pero la rabia de Vael no había hecho más que empezar.
-¡Eh, tú! - Casi rugió la mujer, saliendo de su parapeto. -¡Ése era MI perro! - Vael se acercó al hombre con el arco aún en la mano, pero dirigido al suelo. Señalaba al animal con su mano libre, exasperada. Sin embargo, el aspecto del hombre le hizo detenerse en seco. No había podido verlo de frente mientras estrangulaba al animal rabioso. Pero ahora de cerca, era evidente que no era humano. Vael echó las orejas hacia atrás, enmudeciendo por la sorpresa y la impresión. Nunca había visto a una criatura similar. De hecho, nunca había conocido a otro hombre bestia, sin contar con el desafortunado hombre gato de su juventud.
Vael se reprendió internamente, estaba haciendo exactamente lo mismo que hacían muchos humanos al verla. Al menos la parte de sorprenderse y enmudecer. Seguramente el hombre bestia no había pasado por alto la expresión de desconcierto en sus facciones animales.
-Bueno... eh... no era realmente mi perro...- Dijo titubeante, frotándose el cuello. La mujer carraspeó y añadió con firmeza, volviendo a su pose intimidatoria. -Pero llevaba dos días siguiéndole el rastro. Es mi presa. Mi captura. - Dijo, señalándose el pecho con cada golpe de voz. No pretendía decir nada sobre la recompensa si podía evitarlo. La mujer le miró desafiante. Fue entonces cuando, finalmente, se dio cuenta del estado del hombre.
-Esto... ¿estás bien? - Dioses, lo que le faltaba es que al hombre pulpo, o lo que fuera, le diera un ataque ahí mismo. Ella no tenía ni idea de qué hacer en ese tipo de situaciones.
Vael no podía salir de su asombro. El cuadro en sí resultaba curioso cuanto menos, sin lugar a dudas. Aquel pintoresco personaje, un poco fuera de lugar en aquel entorno, soltando aquellos coloridos improperios. Mientras estrangulaba al animal con sus propias manos (o lo que ella entendía que eran manos en la distancia). Se preguntaba si el hombre no se había percatado de que el perro estaba rabioso, o si se trataba de un loco o un inconsciente. En cualquier caso, mató al animal sin demasiadas contemplaciones ni dificultades.
-¡Por todos los dioses...! - Exclamó por lo bajo la mujer bestia, en un gruñido. Definitivamente las nornas parecían estar divirtiéndose a su costa. Aquel endemoniado animal le había burlado durante dos
Muerto el perro se acabó la rabia, eso dicen. Pero la rabia de Vael no había hecho más que empezar.
-¡Eh, tú! - Casi rugió la mujer, saliendo de su parapeto. -¡Ése era MI perro! - Vael se acercó al hombre con el arco aún en la mano, pero dirigido al suelo. Señalaba al animal con su mano libre, exasperada. Sin embargo, el aspecto del hombre le hizo detenerse en seco. No había podido verlo de frente mientras estrangulaba al animal rabioso. Pero ahora de cerca, era evidente que no era humano. Vael echó las orejas hacia atrás, enmudeciendo por la sorpresa y la impresión. Nunca había visto a una criatura similar. De hecho, nunca había conocido a otro hombre bestia, sin contar con el desafortunado hombre gato de su juventud.
Vael se reprendió internamente, estaba haciendo exactamente lo mismo que hacían muchos humanos al verla. Al menos la parte de sorprenderse y enmudecer. Seguramente el hombre bestia no había pasado por alto la expresión de desconcierto en sus facciones animales.
-Bueno... eh... no era realmente mi perro...- Dijo titubeante, frotándose el cuello. La mujer carraspeó y añadió con firmeza, volviendo a su pose intimidatoria. -Pero llevaba dos días siguiéndole el rastro. Es mi presa. Mi captura. - Dijo, señalándose el pecho con cada golpe de voz. No pretendía decir nada sobre la recompensa si podía evitarlo. La mujer le miró desafiante. Fue entonces cuando, finalmente, se dio cuenta del estado del hombre.
-Esto... ¿estás bien? - Dioses, lo que le faltaba es que al hombre pulpo, o lo que fuera, le diera un ataque ahí mismo. Ella no tenía ni idea de qué hacer en ese tipo de situaciones.
Vael
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Re: La caza [Interpretativo] [Libre] + [2/2] [Cerrado]
Por mucho que se limpiará con agua y por mucho que se mocase con los trozos de papel que habían quedado del ataque del perro, era imposible sacar los pelos del animal de sus fosas nasales. Para que luego digan que los perros son los mejores amigos del hombre. Y una mierda. Será para aquellos que tienen la nariz tapada por un par de corchos. La solución definitiva fue sumergir la cabeza entera en el interior del lago. Cuando la sacó, se sentía débil. Había estado al borde de la muerte por culpa de una bola de pelo. Comenzó a sudar, su piel tenía un aspecto más blanco de lo que solía ser en realidad y todavía se le veía algún que otro pelo de perro pegado en la cara. No quería ver a ningún otro asqueroso chucho nunca más. Estaba dispuesto a exterminarlos con sus propios tentáculos si fuese necesario.
De repente, Alfred escuchó el grito apagado que hace una persona antes de morir. Fue inconfundible. Era un sonido en el que la súplica y el temor eran sus principales protagonistas. Se acaba de cometer un asesinado, y, al por lo que parece, no muy lejos de donde él estaba. No hay que ser muy listos para saber que allí sobraba. El Capitán camino lo suficientemente rápido para no llamar la atención. Si el asesino lo viera lo más seguro es que también lo matara. Es lo mismo que él haría si estuviera en su lugar. Además, todavía se sentía demasiado débil como para poder enfrentarse a alguien en un combate.
Avanzaba costosamente dejando el cadáver del perro atrás cuando otro animal apareció en escena. Si el perro que acaba de matar le pareció grande, este era gigante. Debería medir por lo menos tres metros de altura. Casi el doble de lo que medía Capitán. –Y esos eran MIS papeles y MI tinta.- Contestó inmediatamente después a la bestia con la misma tonalidad Su bravuconería propia de cualquier pirata superó a la lógica. Por muy imponente y grande que fuera, Alfred no estaba dispuesto a mostrar terror. –Mira; si quieres puedes quedarte con su cuerpo y decir que lo has matado tú. A mí no me interesa. Solo quería vengarme.- Estornudó. Por fortuna, pudo taparse con un trozo de tela que tenía en uno de los bolsillos de su camisa. - Estoy bien.- No quería que nadie le ayudará, y mucho menos una bestia peluda. No estaba dispuesto a asfixiarse de nuevo. - Solo necesito irme de aquí.-
De repente, Alfred escuchó el grito apagado que hace una persona antes de morir. Fue inconfundible. Era un sonido en el que la súplica y el temor eran sus principales protagonistas. Se acaba de cometer un asesinado, y, al por lo que parece, no muy lejos de donde él estaba. No hay que ser muy listos para saber que allí sobraba. El Capitán camino lo suficientemente rápido para no llamar la atención. Si el asesino lo viera lo más seguro es que también lo matara. Es lo mismo que él haría si estuviera en su lugar. Además, todavía se sentía demasiado débil como para poder enfrentarse a alguien en un combate.
Avanzaba costosamente dejando el cadáver del perro atrás cuando otro animal apareció en escena. Si el perro que acaba de matar le pareció grande, este era gigante. Debería medir por lo menos tres metros de altura. Casi el doble de lo que medía Capitán. –Y esos eran MIS papeles y MI tinta.- Contestó inmediatamente después a la bestia con la misma tonalidad Su bravuconería propia de cualquier pirata superó a la lógica. Por muy imponente y grande que fuera, Alfred no estaba dispuesto a mostrar terror. –Mira; si quieres puedes quedarte con su cuerpo y decir que lo has matado tú. A mí no me interesa. Solo quería vengarme.- Estornudó. Por fortuna, pudo taparse con un trozo de tela que tenía en uno de los bolsillos de su camisa. - Estoy bien.- No quería que nadie le ayudará, y mucho menos una bestia peluda. No estaba dispuesto a asfixiarse de nuevo. - Solo necesito irme de aquí.-
El Capitán Werner
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Re: La caza [Interpretativo] [Libre] + [2/2] [Cerrado]
Aquel bandido había servido para algo por lo menos. Mi sed de sangre ya había quedado sciada y ahora solo me quedaba continuar mi camino hacia la ciudad para... bueno no sabía ni para que iba a aquella ciudad lejada de la mano de dios por lo menos para mi. Sinceramente no me gustaban la ciudades pues había demasiada gente para estar realmente tranquilo en ellas y eso no me gustaba. No me gustaba la gente en si, fuera de la raza que fuera. Siempre eran molestos en las ciudades. Hacían mucho ruido y no dejaban a uno en paz, ¿tanto costaba dejar a alguna persona tranquila? seguramente para ellos si para mi no y eso era lo que no me gustaba de ellos. Ese era mi punto de vista y lo mantenía siempre que podia por no decir siempre.
Me había alejado ya unos cuantos metros de donde estaba el cadaver sin sangre de aquel bandido al que había matado y un silencio y tranquilidad me rodeo pues en el bosque de normal se notaba esas dos cosas. "-Tsss que aburrimento.-" pensé mientras mis pasos seguían hacia delante con la mas tranquilidad posible pues no era de estos seres de paso rápido, que querían llegar enseguida a su destino, como yo no tenía muchas ganas de llegar a mi destino mis pasos podían ser todo lo lentos que quisieran e incluso mas, aun me podría haber quedado en aquel bosque unos días pero tampoco llevaba ese plan en mente.
Tras un buen rato caminando un ruido llamó mi atención al igual que el notar la sangre de dos seres para mi aun desconocidos. Caminé en aquella dirección para ver que estaba sucediendo y ver que dos seres eran aquellos que había notado. Teoricamente aquello lo hacía para aparentar curiosidad pero en realidad no sentía curiosidad alguna, solo iba allí porque posiblemente hubiera algo entretenido o dos posibles presas mas, nada mas ni nada menos, solo era aquello. Así era mi forma de ser y me gustaba, no tenía porque cambiarla nunca y no pensaba hacerlo nunca, por mucho que alguien pudiera llegar a pedirmelo incluso no lo haría.
Cuando llegué mas o menos al sitió vi a dos seres un tanto extraños hablando entre ellos, yo por mi parte me mantuve a una distancia un tanto alejada observandolos desde debajo de mis gafas con atención. Quería ver que hacían, que se traían entre manos y si eran presas fáciles o no. La verdad es que los dos tenían un aspecto un tanto extraño pero no por ello su sangre sería menos apetitosa que la de los humanos pero tampoco era de esos vampiros que se dedicaban a matar simplemente para alimentarse de sus presas. Yo si podía reprimia mi sed de sangre al máximo hasta que ya notaba que estaba a punto de perder el control así que... allí estaba observando en silencio apoyado en un árbol cercano con los brazos cruzados.
Lars Hale
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Re: La caza [Interpretativo] [Libre] + [2/2] [Cerrado]
A decir la verdad no pensó que fuera a ser tan fácil.
-Vale, vale...- La mujer bestia levantó ambas manos en señal de tregua cuando el hombre le respondió. El tipo no se había amedrentado. Y aunque le había cedido la presa, Vael no terminaba de fiarse. ¿Y si se trataba de una treta? Cuanto antes saliera de ahí con su trofeo, mejor. Antes que nada, la mujer bestia retrocedió para cargarse el chucho al hombro. No fuera a ser que el hombre bestia cambiara de opinión. Físicamente el hombre pulpo podía no parecer muy imponente, y tampoco tenía buen aspecto de salud, pero si de algo era consciente Vael era que las apariencias engañaban y siempre era bueno evitar peleas innecesarias. Eso era algo que incluso los animales salvajes sabían bien. Enseñar los colmillos, gruñir un poco, hacer algunos aspavientos y, si era posible, retirarse a tiempo para poder pelear otro día.
-Siento lo de tus papeles y demás. - Comentó la mujer bestia con cierto recelo. Supuso que debía ser algo importante, porque el pulpo se había puesto hecho un energúmeno. Es decir, el tipo había matado a un perro aparentemente sólo por comerse sus papeles. Fuera como fuese el hombre pulpo parecía fuera de sí, Vael no estaba segura de que estuviera en sus cabales.
En cualquier caso, las cosas habían salido bien al final. Quizás ella había acabado con el orgullo un poco tocado... pero oye, tenía al animal. Incluso aunque no lo hubiera matado ella misma parecía que podría ir tranquila a por su dinero. La mujer bestia se dispuso a continuar su camino, pero titubeó un momento, se lo pensó mejor. Se volvió hacia el hombre pulpo y trató de alcanzarle con algunas zancadas. Pero mantuvo las distancias de su persona. Definitivamente, aun medio cubierta con el papel se veía que el hombre pulpo no tenía buena cara. Vael decidió que le devolvería el favor.
-Escucha, hay un pueblo cercano... igual pueden hacer algo por...- La mujer bestia alzó las orejas, el viento había cambiado y le acababa de llegar un tufillo extraño. Y no se trataba del olor a mar que desprendía el pulpo. Alerta, la mujer bestia levantó la cabeza, sus ojos se encontraron con una curiosa figura. Les miraba desde una zona frondosa, recostado en un tronco.
Vael nunca había visto un vampiro, y no podía identificarlo como tal, pero lo que sí sabía es que el hombre a la sombra de los árboles no era humano. No le daba buena espina.
-¿Qué estás mirando? - Preguntó, un poco a la defensiva.
-Vale, vale...- La mujer bestia levantó ambas manos en señal de tregua cuando el hombre le respondió. El tipo no se había amedrentado. Y aunque le había cedido la presa, Vael no terminaba de fiarse. ¿Y si se trataba de una treta? Cuanto antes saliera de ahí con su trofeo, mejor. Antes que nada, la mujer bestia retrocedió para cargarse el chucho al hombro. No fuera a ser que el hombre bestia cambiara de opinión. Físicamente el hombre pulpo podía no parecer muy imponente, y tampoco tenía buen aspecto de salud, pero si de algo era consciente Vael era que las apariencias engañaban y siempre era bueno evitar peleas innecesarias. Eso era algo que incluso los animales salvajes sabían bien. Enseñar los colmillos, gruñir un poco, hacer algunos aspavientos y, si era posible, retirarse a tiempo para poder pelear otro día.
-Siento lo de tus papeles y demás. - Comentó la mujer bestia con cierto recelo. Supuso que debía ser algo importante, porque el pulpo se había puesto hecho un energúmeno. Es decir, el tipo había matado a un perro aparentemente sólo por comerse sus papeles. Fuera como fuese el hombre pulpo parecía fuera de sí, Vael no estaba segura de que estuviera en sus cabales.
En cualquier caso, las cosas habían salido bien al final. Quizás ella había acabado con el orgullo un poco tocado... pero oye, tenía al animal. Incluso aunque no lo hubiera matado ella misma parecía que podría ir tranquila a por su dinero. La mujer bestia se dispuso a continuar su camino, pero titubeó un momento, se lo pensó mejor. Se volvió hacia el hombre pulpo y trató de alcanzarle con algunas zancadas. Pero mantuvo las distancias de su persona. Definitivamente, aun medio cubierta con el papel se veía que el hombre pulpo no tenía buena cara. Vael decidió que le devolvería el favor.
-Escucha, hay un pueblo cercano... igual pueden hacer algo por...- La mujer bestia alzó las orejas, el viento había cambiado y le acababa de llegar un tufillo extraño. Y no se trataba del olor a mar que desprendía el pulpo. Alerta, la mujer bestia levantó la cabeza, sus ojos se encontraron con una curiosa figura. Les miraba desde una zona frondosa, recostado en un tronco.
Vael nunca había visto un vampiro, y no podía identificarlo como tal, pero lo que sí sabía es que el hombre a la sombra de los árboles no era humano. No le daba buena espina.
-¿Qué estás mirando? - Preguntó, un poco a la defensiva.
Vael
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Re: La caza [Interpretativo] [Libre] + [2/2] [Cerrado]
A medida que seguía hablando la bestia, el Capitán se dio cuenta de algo que había pasado por alto la primera vez que la vio. Era una mujer. Igual que Eco. Aunque, visto por otro lado, no se parecían en nada. Eco era ágil, esbelta y muy hiperactiva. No le fue fácil recordar un solo segundo en que no estuviera caminando por toda su casa o moviendo su cola. Por el contrario, aquella bestia era justo lo contrario. De gran tamaño, encorvada y mucho menos energética que su amiga. En ese último aspecto no había punto de comparación. La mujer bestia se movía mucho más lento y sus palabras eran pocas y precisas.
-No importa.- Hizo una señal con la pinza de su brazo izquierda para que dejará pasar el tema. –Lo importante no eran los papeles.-Estornudó.-Era lo que había escrito en ellos. – Dijo con cierto rencor tras mocarse con el pañuelo. Era lo mejor que había escrito en mucho tiempo y, por desgracia, ha sido destrozado por un asqueroso chucho. Para que luego digan que era absurdo odiar a los perros. Estornudó y, de nuevo, se volvió a mocar con el mismo pañuelo. No tenía otro.
Con ese último estornudo dio por terminada la conversación. No estaba seguro si aquella bestia era el asesino que había escuchado o había alguien más entre los árboles. Tampoco iba a quedarse a comprarlo. Ahora que por fin tenía un sentido su vida no iba a perderla tan fácilmente. Por fin, en mucho tiempo, quería levantarse de la cama. Aunque jamás pensó en el suicidio, siempre estuvo contando los días tras la muerte de Goldie con la esperanza de que, algún día, la volvería a ver. Era una especie de marcha atrás terriblemente melancólica. No había día en que no sintiera que la vida le estaba resultando demasiado pesada. Pero todo eso terminó. En esos momentos de su vida, y gracias al encuentro con Eco, tenía la ilusión de encontrar una nueva familia y una nueva vida. No estaba dispuesto a tirar por la borda ninguna de las dos cosas.
-Puedo cuidar de mí mismo.- Su aspecto tendría que ser horrible para que la mujer bestia insistiera tanto en ayudarle. - Gracias.- No estaba lejos de la ciudad. Tardaría media hora, a lo sumo una hora entera teniendo en cuenta que caminaba despacio, y ya estaría en casa.
En ese momento un hombre entró en escena. Sus ropajes eran extraños incluso para Alfred que había visto toda clase de capitanes piratas vestidos de la forma más extravagante posible. Hubo uno que, con tal de infundir terror a sus enemigos, puso pólvora en las puntas de su barba y las hizo prender. Algunos pensaron que se trataba de un demonio, otros aseguraron que su cuerpo no estaba hecho de carne y huesos como el resto de los mortales, sino que estaba hecho de lava y fuego; si el preguntan al Capitán Werner, aquel pirata solo fue un idiota que murió calcinado. Sin embargo, éste, por mucha pólvora que se pusiera en sus barbas, no superaba al hombre que acababa de aparecer. Las botas, las gafas y el sombrero, le daban un aspecto cómico a la vez que perturbador. No le gustaba. Y, por lo visto, tampoco le gustó a la bestia que le acompañaba pues, nada más lo vio, se puso a la defensiva. Por su parte, Alfred no dijo nada, tuvo otro ataque de estornudos que le impidió hablar.
-No importa.- Hizo una señal con la pinza de su brazo izquierda para que dejará pasar el tema. –Lo importante no eran los papeles.-Estornudó.-Era lo que había escrito en ellos. – Dijo con cierto rencor tras mocarse con el pañuelo. Era lo mejor que había escrito en mucho tiempo y, por desgracia, ha sido destrozado por un asqueroso chucho. Para que luego digan que era absurdo odiar a los perros. Estornudó y, de nuevo, se volvió a mocar con el mismo pañuelo. No tenía otro.
Con ese último estornudo dio por terminada la conversación. No estaba seguro si aquella bestia era el asesino que había escuchado o había alguien más entre los árboles. Tampoco iba a quedarse a comprarlo. Ahora que por fin tenía un sentido su vida no iba a perderla tan fácilmente. Por fin, en mucho tiempo, quería levantarse de la cama. Aunque jamás pensó en el suicidio, siempre estuvo contando los días tras la muerte de Goldie con la esperanza de que, algún día, la volvería a ver. Era una especie de marcha atrás terriblemente melancólica. No había día en que no sintiera que la vida le estaba resultando demasiado pesada. Pero todo eso terminó. En esos momentos de su vida, y gracias al encuentro con Eco, tenía la ilusión de encontrar una nueva familia y una nueva vida. No estaba dispuesto a tirar por la borda ninguna de las dos cosas.
-Puedo cuidar de mí mismo.- Su aspecto tendría que ser horrible para que la mujer bestia insistiera tanto en ayudarle. - Gracias.- No estaba lejos de la ciudad. Tardaría media hora, a lo sumo una hora entera teniendo en cuenta que caminaba despacio, y ya estaría en casa.
En ese momento un hombre entró en escena. Sus ropajes eran extraños incluso para Alfred que había visto toda clase de capitanes piratas vestidos de la forma más extravagante posible. Hubo uno que, con tal de infundir terror a sus enemigos, puso pólvora en las puntas de su barba y las hizo prender. Algunos pensaron que se trataba de un demonio, otros aseguraron que su cuerpo no estaba hecho de carne y huesos como el resto de los mortales, sino que estaba hecho de lava y fuego; si el preguntan al Capitán Werner, aquel pirata solo fue un idiota que murió calcinado. Sin embargo, éste, por mucha pólvora que se pusiera en sus barbas, no superaba al hombre que acababa de aparecer. Las botas, las gafas y el sombrero, le daban un aspecto cómico a la vez que perturbador. No le gustaba. Y, por lo visto, tampoco le gustó a la bestia que le acompañaba pues, nada más lo vio, se puso a la defensiva. Por su parte, Alfred no dijo nada, tuvo otro ataque de estornudos que le impidió hablar.
El Capitán Werner
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Re: La caza [Interpretativo] [Libre] + [2/2] [Cerrado]
Tras tanto caminar, tanto matar a aquellos bandidos había acabado observando a dos seres medio humanos medio animales hablar entre si. Debía estar realmente aburrido para hacer aquello y para que negarlo. Lo estaba pero no le podía poner remedio de ninguna manera posible así que me había detenido a observar a aquellos dos para estudiarlos. Ver como eran y si podría alimentarme de ellos de alguna manera que no me resultara muy lavoriosa. Sí en aquellos momentos no me apetecia nada tener que esforzarme mucho para conseguir una presa y aquello era debido a que ya me había entrado la vagancia.
Mis ojos miraban a aquellos dos atraves de los cristales naranjas de mis gafas. Mi sombrero aría un poco difícil que vieran mi rostro y mi cahqueta ocultaba mi espada de sus miradas aunque por el momento no me miraban solo hablaban entre ellos. "-Debería seguir haci delante. Esto solo es una perdida estupida de tiempo.-" Me dije a mi mismo mentalmente porque realmente aquello era una autentica perdida de tiempo. ¿Observar a dos seres así? Para que demonios necesitaba observarlos sino para matarlos y tampoco es que me apeteciera mucho hacerlo. Tss estaba allí parado porque ya me había entrado demasiado vagancia y eso no me gustaba en mi mismo me era molesto.
De repente vi como uno de los seres me miraba y me preguntaba algo, luego llego la mirada del otro que era como un pulpo pero con patas... "-Ridiculo.-" Pensé sin moverme de donde estaba, sin gesticular palabra alguna de momento. El ser que me había hablado se veía muy a la defensiva y eso me agradaba y divertía, pero el pulpo se veía impasivo por completo a mi mera presencia. "-Un aburrido cascarrabias seguro.-" Me despegué del árbol y camine un par de pasos hacia delante con las manos en los bolsillos de mi pantalón.
Me detuve de nuevo sin dejar de mirarlos, bueno aunque ellos no pudieran verlo gracias a mis gafas, mi mirada estaba fija en el ser que me había hablado. -A vostros.- Dije sin rodeos y volví a callar esperando ver que decían estos o que havían pues si me podía divertir con ellos claramente lo haría para quitarme de encima aquella vagancia que se me había apegado de alguna forma.
Lars Hale
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Re: La caza [Interpretativo] [Libre] + [2/2] [Cerrado]
No le dio tiempo a indagar sobre el contenido de los papeles.
"A vosotros" había respondido la criatura. Oh, no me digas, Señor Obvio. Pensó la bestia, alzando los ojos al cielo momentáneamente y gruñendo en señal de exasperación. Aunque claro, a decir verdad, la pregunta de Vael tampoco había sido demasiado precisa. Era evidente que el recién llegado les miraba a ellos, igual la pregunta acertada habría sido "¿por qué?". A la mujer bestia le había descolocado la tranquilidad que desprendía el hombre de rojo. No parecía sentirse amenazado por su presencia, ni por la del otro hombre.
El aroma a sangre fresca que emanaba del recién llegado le ponía nerviosa. Vael estaba alerta y tenía todos los sentidos a punto. Aún tenía el arco en la mano, pero no estaba acostumbrada a usarlo como arma, así que lo más probable en caso de conflicto es que tuviera que usar las garras y colmillos. Los hombres que la miraban fijamente nunca traían nada bueno y la mayoría de las veces buscaban bronca.
El perro comenzó a resbalar un poco en su hombro, la mujer bestia se aseguró de sujetarlo bien. Eso le hizo recordar lo que hacía ahí. Tenía lo que quería, nada le retenía en aquel remanso del arroyo. En cualquier caso, Vael opinaba que su buena acción del día estaba hecha. Había intentado ayudar al hombre pulpo. Por otro lado, sus intentos de socializar con otro hombre bestia habían resultado fútiles. -Bueno, yo ya tengo lo que venía a buscar... - Las orejas de la mujer bestia se agitaron, al escuchar el crujir de unas ramas.
-¡Alto ahí, monstruos!- Un hombre surgió de entre los árboles, en el punto opuesto al recién llegado, apuntándoles con un arco. No estaba solo, le acompañaban otros cinco aldeanos, hombres adultos y fuertes. Algunos no llevaban armas propiamente dichas, sino útiles de labranza, hachas y hoces. -¿Era ése, muchacha? - Entones, oculta hasta ahora, una niña se asomó tras los aldeanos, después de un rápido vistazo, asintió con la cabeza y se volvió a ocultar. Al parecer la matanza del vampiro no había pasado desapercibida, la muchacha había sido testigo de como el vampiro le quitaba la vida a un hombre y succionaba su sangre, y había ido a avisar a los vecinos.
-Por los dios...- Masculló Vael. Maldita su suerte. ¿Qué demonios estaba pasando?
¡S-silencio! - Los vecinos de la pequeña población estaban asustados, pero dispuestos a expulsar al vampiro de sus tierras. - ¡Tú, chupasangres! No eres bienvenido en este lugar, vete por donde has venido y no acabaremos con tu vida. Y llévate contigo a tus amigos.-
Vael se mantuvo quieta, alzando ambas zarpas en señal de paz. - Me contrataron para dar caza a la bestia que atacaba vuestro ganado. - Dijo, dejando el perro muerto en el suelo. -Y la tengo, gracias a su ayuda.- Señaló al hombre pulpo. -No conozco a este... hombre.- Indicó, refiriéndose a quién, deducía, era un vampiro. No confiaba en que los aldeanos se sintieran más tranquilos tras sus palabras, Vael era consciente del aspecto que tenía.
-No queremos problemas.- Añadió, esperando que fuera cierto por parte de los demás.
Y pensar que había cogido el trabajo pensando que sería una cacería sencilla...
-------------------------------------------------------------------------------------------------
Off: Podemos intentar salir de esta situación hablando, los aldeanos no atacarán a menos que se sientan amenazados, solo quieren proteger a sus seres queridos. Pero están asustados y armados, ingredientes perfectos para un desastre. Creo que el capitán Werner por sus habilidades es el más indicado para intentar apaciguar las cosas. Lars puedes alegar que te deshiciste de unos bandidos, si decides atacar, Vael intentará impedirlo.
He decidido añadir un poco de movimiento, si no están de acuerdo con algo se puede hablar y edito.
"A vosotros" había respondido la criatura. Oh, no me digas, Señor Obvio. Pensó la bestia, alzando los ojos al cielo momentáneamente y gruñendo en señal de exasperación. Aunque claro, a decir verdad, la pregunta de Vael tampoco había sido demasiado precisa. Era evidente que el recién llegado les miraba a ellos, igual la pregunta acertada habría sido "¿por qué?". A la mujer bestia le había descolocado la tranquilidad que desprendía el hombre de rojo. No parecía sentirse amenazado por su presencia, ni por la del otro hombre.
El aroma a sangre fresca que emanaba del recién llegado le ponía nerviosa. Vael estaba alerta y tenía todos los sentidos a punto. Aún tenía el arco en la mano, pero no estaba acostumbrada a usarlo como arma, así que lo más probable en caso de conflicto es que tuviera que usar las garras y colmillos. Los hombres que la miraban fijamente nunca traían nada bueno y la mayoría de las veces buscaban bronca.
El perro comenzó a resbalar un poco en su hombro, la mujer bestia se aseguró de sujetarlo bien. Eso le hizo recordar lo que hacía ahí. Tenía lo que quería, nada le retenía en aquel remanso del arroyo. En cualquier caso, Vael opinaba que su buena acción del día estaba hecha. Había intentado ayudar al hombre pulpo. Por otro lado, sus intentos de socializar con otro hombre bestia habían resultado fútiles. -Bueno, yo ya tengo lo que venía a buscar... - Las orejas de la mujer bestia se agitaron, al escuchar el crujir de unas ramas.
-¡Alto ahí, monstruos!- Un hombre surgió de entre los árboles, en el punto opuesto al recién llegado, apuntándoles con un arco. No estaba solo, le acompañaban otros cinco aldeanos, hombres adultos y fuertes. Algunos no llevaban armas propiamente dichas, sino útiles de labranza, hachas y hoces. -¿Era ése, muchacha? - Entones, oculta hasta ahora, una niña se asomó tras los aldeanos, después de un rápido vistazo, asintió con la cabeza y se volvió a ocultar. Al parecer la matanza del vampiro no había pasado desapercibida, la muchacha había sido testigo de como el vampiro le quitaba la vida a un hombre y succionaba su sangre, y había ido a avisar a los vecinos.
-Por los dios...- Masculló Vael. Maldita su suerte. ¿Qué demonios estaba pasando?
¡S-silencio! - Los vecinos de la pequeña población estaban asustados, pero dispuestos a expulsar al vampiro de sus tierras. - ¡Tú, chupasangres! No eres bienvenido en este lugar, vete por donde has venido y no acabaremos con tu vida. Y llévate contigo a tus amigos.-
Vael se mantuvo quieta, alzando ambas zarpas en señal de paz. - Me contrataron para dar caza a la bestia que atacaba vuestro ganado. - Dijo, dejando el perro muerto en el suelo. -Y la tengo, gracias a su ayuda.- Señaló al hombre pulpo. -No conozco a este... hombre.- Indicó, refiriéndose a quién, deducía, era un vampiro. No confiaba en que los aldeanos se sintieran más tranquilos tras sus palabras, Vael era consciente del aspecto que tenía.
-No queremos problemas.- Añadió, esperando que fuera cierto por parte de los demás.
Y pensar que había cogido el trabajo pensando que sería una cacería sencilla...
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Off: Podemos intentar salir de esta situación hablando, los aldeanos no atacarán a menos que se sientan amenazados, solo quieren proteger a sus seres queridos. Pero están asustados y armados, ingredientes perfectos para un desastre. Creo que el capitán Werner por sus habilidades es el más indicado para intentar apaciguar las cosas. Lars puedes alegar que te deshiciste de unos bandidos, si decides atacar, Vael intentará impedirlo.
He decidido añadir un poco de movimiento, si no están de acuerdo con algo se puede hablar y edito.
Vael
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Re: La caza [Interpretativo] [Libre] + [2/2] [Cerrado]
¿Qué se creía aquel engreído? No solo su aspecto resulta extraño, también sus palabras y el cómo las dice. Su respuesta puso nervioso al Capitán. Si él ya de por si era orgulloso y bravucón, aquel individuo lo parecía aun más. Sentía como si les estuviera mirando como si fueran una pareja de payasos de circo. Él sí que era un payaso. ¿Es que no se ha visto como viste? Apretó su pinza con fuerza para reprimir las ganas de quitarle esa sonrisa de su cara con un solo golpe.
-Pronto dejaras de vernos. – Si había algo que no soportara era las personas que se creían mejor que él. Alfred era un capitán, el hombre más importante a bordo de un barco. Nadie debería estar por encima de él. Ni en el mar ni en tierra. –Me voy. Gracias de nuevo.- Dijo dirigiéndose a la mujer bestia.- Y cuidado con ese endemoniado perro come algas. Aun muerto pueda dar problemas.- Dio unas palmadas al lomo de la bestia que ella cargaba. Inmediatamente después, se limpió la mano en su camisa para quitarse los pelos que puedan haber.
¿Otra vez con esas? ¿Monstruo? Todos los campesinos eran iguales. Apostaría su sombrero a que ninguno de ellos hubiera sabido diferenciar entre un galeón y un barco pesquero. Respiró hondo y dejó a los pueblerinos hablar. No estaba dispuesto a enfrentarse a una panda de paletos solo porque les habían llamado monstruos. La mujer bestia también pareció molesta por la escasa inteligencia de los campesinos. Sin embargo ella no se calló.
Si había algo que sabía hacer era dejar hablar. En muchas ocasiones, aprendía más escuchando hablar a las personas que hablando directamente con ellas. Sus deseos, sus debilidades, sus miedos… Podía conocer todos los puntos débiles de una persona solo dejándola hablar. Fue de ésta forma por la que el Capitán dedujo qué era lo que querían los campesinos: Venganza. Todo encajaba a la perfección. El grito de alguien siendo asesino, un extraño hombre con pintas de payaso y, la cereza sobre el pastel, la hija de un campesino que jura haberlo visto matar a unas personas. Aquel tipo extravagante era un vampiro. No hizo falta que le llamaran repetidas veces chupasangre para que se diera cuenta.
-¿Quiénes eran? Los muertos. ¿Sabéis quiénes eran? – No estaba dispuesto a tolerar una matanza innecesaria por culpa de unos ladrones del tres al cuarto. -¿Los conocías? ¿Tenían familia? Lo dudo. – Aquella muchacha estaba verdaderamente asustada. - Tú.- Dijo señalándola con la pinza. - Sí, tú. Esos hombres que has visto morir si te hubieran visto te hubieran violado. Todos a la vez. Debes dar gracias que tu boca no está llena de lefa en este momento.- No estaba seguro de que fueran bandidos las personas que había matado el vampiro. Solo fue una suposición. Un grupo de hombres, armados y por estos bosques; o eran bandidos o soldados de la guardia real, en cuyo caso, estos no se hubieran dejado matar por un tipo tan ridículo.
-Pronto dejaras de vernos. – Si había algo que no soportara era las personas que se creían mejor que él. Alfred era un capitán, el hombre más importante a bordo de un barco. Nadie debería estar por encima de él. Ni en el mar ni en tierra. –Me voy. Gracias de nuevo.- Dijo dirigiéndose a la mujer bestia.- Y cuidado con ese endemoniado perro come algas. Aun muerto pueda dar problemas.- Dio unas palmadas al lomo de la bestia que ella cargaba. Inmediatamente después, se limpió la mano en su camisa para quitarse los pelos que puedan haber.
¿Otra vez con esas? ¿Monstruo? Todos los campesinos eran iguales. Apostaría su sombrero a que ninguno de ellos hubiera sabido diferenciar entre un galeón y un barco pesquero. Respiró hondo y dejó a los pueblerinos hablar. No estaba dispuesto a enfrentarse a una panda de paletos solo porque les habían llamado monstruos. La mujer bestia también pareció molesta por la escasa inteligencia de los campesinos. Sin embargo ella no se calló.
Si había algo que sabía hacer era dejar hablar. En muchas ocasiones, aprendía más escuchando hablar a las personas que hablando directamente con ellas. Sus deseos, sus debilidades, sus miedos… Podía conocer todos los puntos débiles de una persona solo dejándola hablar. Fue de ésta forma por la que el Capitán dedujo qué era lo que querían los campesinos: Venganza. Todo encajaba a la perfección. El grito de alguien siendo asesino, un extraño hombre con pintas de payaso y, la cereza sobre el pastel, la hija de un campesino que jura haberlo visto matar a unas personas. Aquel tipo extravagante era un vampiro. No hizo falta que le llamaran repetidas veces chupasangre para que se diera cuenta.
-¿Quiénes eran? Los muertos. ¿Sabéis quiénes eran? – No estaba dispuesto a tolerar una matanza innecesaria por culpa de unos ladrones del tres al cuarto. -¿Los conocías? ¿Tenían familia? Lo dudo. – Aquella muchacha estaba verdaderamente asustada. - Tú.- Dijo señalándola con la pinza. - Sí, tú. Esos hombres que has visto morir si te hubieran visto te hubieran violado. Todos a la vez. Debes dar gracias que tu boca no está llena de lefa en este momento.- No estaba seguro de que fueran bandidos las personas que había matado el vampiro. Solo fue una suposición. Un grupo de hombres, armados y por estos bosques; o eran bandidos o soldados de la guardia real, en cuyo caso, estos no se hubieran dejado matar por un tipo tan ridículo.
El Capitán Werner
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Re: La caza [Interpretativo] [Libre] + [2/2] [Cerrado]
Observar a aquellos dos era algo que estaba haciendo por estudio. Nunca me había topado con dos seres como aquellos y quería saber algunas cosas antes de atacar a alguno si alguna vez me decantaba por hacerlo. ¿Si alguna vez? Seguro que lo hacía, estaba dentro de mi empujarme a las peleas y los asesinatos por el simple hecho de querer alimentarme. Aunque intentaba reprimir eso todo lo posible no siempre era sencillo de conseguir y por lo tanto pasaban cosas como la del bandido que había matado hará un rato atrás antes de cruzarme con aquellas dos criaturas tan extrañas y que nunca había visto.
La criatura que tenía al labo en el hombro no dijo nada pero el pulpo si que hablo de forma despreciativa hacia mi persona. Estaba claro que no le gustaba mi presencia allí ni a mi la suya. ¿Que me impedía intentar matarlo? El simple hecho que no era un humano sino una mezcla de bestia y hombre y por lo tanto no resultaría tan fácil de matar como un humano normal y corriente, aunque no le restaba el hecho de que sería divertido enfrentarme a él para comprobar como se movía uno de su especie aunque con el ataque de estornudos que había tenido antes me parecía solo alguien ridiculo.
Justamente cuando el pulpo se iba a marchar entraron en juego un puñado de aldeanos que enseguida me apuntarón a mi como el asesino de un hombre en medio del bosque. No les faltaba razón en que yo lo había matado pero solamente por intentar robarme aunque bueno si hubiera sido un cazador posiblemente lo hubiera matado también. Cuando estaba muy sediento hacía todo lo necesario para alimentarme y si eso con llevaba matar gente inocente pues mala suerte por ellos yo debía alimentarme y no me importaba como ni cuando ni donde pero me alimentaría.
La bestia peluda afirmó no conocerme, algo que hizo bien, el pulpo por su parte empezó a hablar de una forma muy poco adecuada. -Tsss.- Gire mi cuerpo hacia los aldeanos para mirarlos a todos. No eran muchos y estaban armados me podría enfrentar a ellos y divertirme pero que hubiera una niña en medio lo cambiaba todo. Era un asesino lo admitía e incluso mataba niños si mi sed de sangre era elevada pero en aquel momento no me apetecía matar a una simple niña. -Vuestro pueblo me importa bien poco. Ese hombre me importaba bien poco. Lo maté y se acabo el asunto volved a vuestras vidas de campesinos.- Mi tono era completamente frío y serio. Dicho aquello me quede mirando a los aldeanos a la espera de sus acciones.
Lars Hale
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Re: La caza [Interpretativo] [Libre] + [2/2] [Cerrado]
La tensión en el ambiente era palpable.
-Nosotros tampoco queremos problemas. -Respondió el hombre con un gruñido, sin dejar de apuntar.- Pero vosotros los habéis traído.-
Cuando el hombre pulpo tomó la palabra, los aldeanos parecieron titubear. ¿Realmente quién había sido la víctima? No habían echado de menos a nadie. ¿Había habido más de uno? El cabecilla miró al a niña interrogante, la muchacha negó con la cabeza, no parecía conocerles.
Por otra parte, la mujer bestia se quedó con la boca abierta. ¿Qué clase de merluzo le habla así a una muchacha? No podía creer que el hombre pulpo acabara de decirle aquello a la chica. ¿Acaso estaba intentando provocar a esos hombres? Porque claro, una de las primeras cosas que enseñan en la academia de negociación es: "Si todo lo demás falla, dile a una muchacha, rodeada de sus protectores, que la podrían haber violado múltiples hombres. Mientras más gráfica sea la explicación mejor. Imposible que algo salga mal."
Para mejorarlo, el vampiro habló también. Si sus palabras pretendieron ser tranquilizadoras, sonaron claramente a amenaza e indiferencia. A los aldeanos no les gustó nada. Pero tampoco parecían ansiosos por enfrentarse al vampiro.
Sorprendentemente, todo aquello no resultó en el desastre que Vael había anticipado.
-Primero, vigila tu lengua, calamar. - Comentó el que parecía el jefe.- No se te ocurra volver a hablarle así a mi sobrina. -Tras una breve pausa, continuó. -Bueno, haremos una cosa. Llevadnos hasta el muerto, o los muertos... Si lo que decís es cierto, no tenéis nada que temer, os dejaremos marchar. - Dijo finalmente el hombre, bajando un poco su arma. Aunque varios de sus hombres titubearon, muchos se negaron a bajar las armas. Vael sintió que la miraban con más desconfianza a ella que al vampiro. Genial. Se dijo con sarcasmo.
- Sólo queremos que nuestra gente esté a salvo.- Añadió, el cabecilla de los aldeanos, en un tono menos amenazador. Los vecinos a pesar de ser más, no eran soldados ni eran estúpidos. Y aunque defenderían su hogar a muerte, sabían que no era buena idea enfrentarse a 3 individuos armados y con apariencia tan peligrosa como aquellos extraños.
Vael se mantuvo en silencio esta vez, ella no tenía ni idea de dónde se encontraban los cadáveres. A pesar de sus formas, el pulpo había dado en el clavo. Sólo quedaba ver si el supuesto vampiro colaboraba. La mujer bestia no quería tener que pelear con gente inocente.
-Nosotros tampoco queremos problemas. -Respondió el hombre con un gruñido, sin dejar de apuntar.- Pero vosotros los habéis traído.-
Cuando el hombre pulpo tomó la palabra, los aldeanos parecieron titubear. ¿Realmente quién había sido la víctima? No habían echado de menos a nadie. ¿Había habido más de uno? El cabecilla miró al a niña interrogante, la muchacha negó con la cabeza, no parecía conocerles.
Por otra parte, la mujer bestia se quedó con la boca abierta. ¿Qué clase de merluzo le habla así a una muchacha? No podía creer que el hombre pulpo acabara de decirle aquello a la chica. ¿Acaso estaba intentando provocar a esos hombres? Porque claro, una de las primeras cosas que enseñan en la academia de negociación es: "Si todo lo demás falla, dile a una muchacha, rodeada de sus protectores, que la podrían haber violado múltiples hombres. Mientras más gráfica sea la explicación mejor. Imposible que algo salga mal."
Para mejorarlo, el vampiro habló también. Si sus palabras pretendieron ser tranquilizadoras, sonaron claramente a amenaza e indiferencia. A los aldeanos no les gustó nada. Pero tampoco parecían ansiosos por enfrentarse al vampiro.
Sorprendentemente, todo aquello no resultó en el desastre que Vael había anticipado.
-Primero, vigila tu lengua, calamar. - Comentó el que parecía el jefe.- No se te ocurra volver a hablarle así a mi sobrina. -Tras una breve pausa, continuó. -Bueno, haremos una cosa. Llevadnos hasta el muerto, o los muertos... Si lo que decís es cierto, no tenéis nada que temer, os dejaremos marchar. - Dijo finalmente el hombre, bajando un poco su arma. Aunque varios de sus hombres titubearon, muchos se negaron a bajar las armas. Vael sintió que la miraban con más desconfianza a ella que al vampiro. Genial. Se dijo con sarcasmo.
- Sólo queremos que nuestra gente esté a salvo.- Añadió, el cabecilla de los aldeanos, en un tono menos amenazador. Los vecinos a pesar de ser más, no eran soldados ni eran estúpidos. Y aunque defenderían su hogar a muerte, sabían que no era buena idea enfrentarse a 3 individuos armados y con apariencia tan peligrosa como aquellos extraños.
Vael se mantuvo en silencio esta vez, ella no tenía ni idea de dónde se encontraban los cadáveres. A pesar de sus formas, el pulpo había dado en el clavo. Sólo quedaba ver si el supuesto vampiro colaboraba. La mujer bestia no quería tener que pelear con gente inocente.
Vael
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Re: La caza [Interpretativo] [Libre] + [2/2] [Cerrado]
Desagradecido. Le intentaba ayudar en cambio les dijo a los aldeanos que sus vidas eran indiferentes, pensamiento que, sin duda, compartían. Sin embargo, el Capitán fue más inteligente que el vampiro y, en ningún momento, se mostró hostil contra los campesinos. Estaba desarmado y débil. No iba a luchar contra nadie a sabiendas que podría perder. La mujer bestia, en cambio, pareció sorprendida de lo que él dijo. Sorprendida y preocupada.
El Capitán podría parecer tosco y grosero pero lo hacía con razón de ser. El miedo era la mejor arma para convencer a alguien. Tras decir que los muertos eran bandidos y dar un claro ejemplo de lo que podrían hacer, los pueblerinos se lo pesaron dos veces antes de continuar amenazándonos. Aunque no bajaron sus armas, sus intenciones cambiaron. –Yo no he traído nada.- Lo único que había traído eran un par de hojas de papel, un bote de tinta y una pluma. De esas tres cosas solo le quedó la pluma.
De todos los campesinos, uno se imponía ante el resto. Era como un gallo que se infla para parecer más grande de lo que en verdad es. – ¿Por qué he de callarme? ¿Te molesta que sea sincero?- Contestó cuando el campesino terminó de hablar. Nadie le hacía callar. – ¿Tu sobrina es pura? No debería pasear sola por estos bosques si quiere seguir siéndolo.- Dijo con un tono más amenazador de lo que él mismo quería. Estaba realmente cabreado. Estos paletos no tenían ni un ápice de inteligencia. Tanto la mujer bestia como él no habían hecho nada. No tenían por qué seguir discutiendo. –Si alguien os tiene que llevar hacia los cadáveres es el vampiro.- Sentenció en una frase cargada de rabia. –Nosotros nos desentendemos.- Movió la cabeza hacia un lado para señalar a la mujer bestia. –No hemos hecho nada. Ni siquiera sabemos dónde están los cuerpos.-
El Capitán podría parecer tosco y grosero pero lo hacía con razón de ser. El miedo era la mejor arma para convencer a alguien. Tras decir que los muertos eran bandidos y dar un claro ejemplo de lo que podrían hacer, los pueblerinos se lo pesaron dos veces antes de continuar amenazándonos. Aunque no bajaron sus armas, sus intenciones cambiaron. –Yo no he traído nada.- Lo único que había traído eran un par de hojas de papel, un bote de tinta y una pluma. De esas tres cosas solo le quedó la pluma.
De todos los campesinos, uno se imponía ante el resto. Era como un gallo que se infla para parecer más grande de lo que en verdad es. – ¿Por qué he de callarme? ¿Te molesta que sea sincero?- Contestó cuando el campesino terminó de hablar. Nadie le hacía callar. – ¿Tu sobrina es pura? No debería pasear sola por estos bosques si quiere seguir siéndolo.- Dijo con un tono más amenazador de lo que él mismo quería. Estaba realmente cabreado. Estos paletos no tenían ni un ápice de inteligencia. Tanto la mujer bestia como él no habían hecho nada. No tenían por qué seguir discutiendo. –Si alguien os tiene que llevar hacia los cadáveres es el vampiro.- Sentenció en una frase cargada de rabia. –Nosotros nos desentendemos.- Movió la cabeza hacia un lado para señalar a la mujer bestia. –No hemos hecho nada. Ni siquiera sabemos dónde están los cuerpos.-
El Capitán Werner
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Re: La caza [Interpretativo] [Libre] + [2/2] [Cerrado]
La escena se estaba poniendo cuan menos divertido, aunque mi rostro mostraba una seriedad y tranquilidad absoluta por dentro me estaba muriendo de la risa. Aquellos aldeanos estaban locos si creían que me iban a forzar a mostrarles aquellos cuerpos de los que me había ocupado cuando estaban vivos. Ellos me habían molestado, yo los había matado y no había nada mas que discutir o mostrar. No me apetecía nada tener que hacer lo que aquellos campesinos querían que hiciera. "-¿Mostrarles los cuerpo? Que los busquen ellos si quieren.-" me dije a mi mismo mientras mantenía la mirada fija en aquellas personas asustadas y dudosas.
Al escuchar lo que le dijeron al pulpo me entraron unas ganas enormes de empezar a reír sin control pero me contuve y seguí en mi posición de impasividad absoluta. No sabía ni como aquella niña estaba allí donde yo había matado al bandido ni como había aguantado ver como me bebía la sangre de aquel hombre, debía de tener los nervios de acero o realmente era estupida. Me decantaba por la segunda pues tal y como decía el pulpo si la niña seguía por el bosque sola la acabarían violando o matando o sirviendo de alimento a algún animal o ser.
Me ajusté un poco las gafas y me dí la vuelta hacia donde estaban el pulpo y el perro. Los mire unos segundos y empecé a caminar en la otra dirección hacia la ciudad de Lunargenta. Ya había perdido mucho tiempo con tonterías de estas. Quería llegar a la ciudad ya y poder ponerme manos a la obra con mis planes lo demás solo era algo que molestaba enormemente. Me detuvé después de unos pasos y me quedé quieto para luego mirar por encima de mi hombro hacia todos los reunidos en aquel sector.
Con un leve movimientos volví a mirar al frente y me pusé a caminar de nuevo. Si aquellos aldeanos venían a detener mi camino tendríamos una pelea y no creía que ellos la quisieran, yo claramente si la tenía me divertiría sino seguiría tranquilamente hacía delante. No me apetecía para nada estar escuchando las quejas y lamentos de unos aldeanos que se habían asustado por una cosa que había visto una niña pequeña. Empecé a alejarme ya de ellos sin decir palabra alguna, no había nada que decir.
Lars Hale
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Re: La caza [Interpretativo] [Libre] + [2/2] [Cerrado]
-¡Deja de mentar a la sobrina! - Le susurró Vael al hombre pulpo con cierto tono de exasperación. Sin embargo, no tardó en asentir ante sus siguientes palabras. Efectivamente, ella no tenía nada que ver con el vampiro ni con los cadáveres. Los vecinos no parecieron prestar demasiada atención al pirata esta vez.
No obstante, cabecilla reprendió a la muchacha con la mirada. Al parecer se trataba de una joven curiosa e ingenua, que aún no conocía el miedo ni los peligros que podía entrañar la vida.
De pronto, el vampiro comenzó a andar en una dirección concreta. Los hombres se miraron entre sí, confusos. Como no había mediado palabra, entendieron que iba a llevarles al lugar en el que estaban los cadáveres. Especialmente cuando éste se detuvo para mirarles durante un momento y luego continuar su camino. Parecía que estuviera esperando que le siguieran. Así pues, comenzaron a andar tras él. La mujer bestia hizo lo propio, cargando de nuevo con el cuerpo del perro. Después de todo, aún pensaba cobrar su recompensa... Vael tampoco conocía las intenciones del vampiro, pero por su actitud no parecía muy dispuesto a colaborar así que le extrañaba el cambio de parecer. Además, reconocía la dirección en la que iba, aunque bien podría tratarse de una coincidencia. Parecían una comitiva peculiar desde luego. Un vampiro, dos hombres-bestia, un puñado de campesinos y una niña.
-¿Tú crees que nos lleva con los cadáveres? - Le preguntó Vael al hombre pulpo, por lo bajo, esperando que nadie más les escuchara. Igual les estaba guiando a una trampa o algo peor. La mujer bestia no las tenía todas consigo pero no se atrevía a exponer sus dudas a los campesinos. No sabía que pensar, la situación en general le superaba. Apenas unas horas antes lo único que tenía que hacer era atrapar a un animal violento y escurridizo. Y de pronto ahí estaba, con los problemas hasta el cuello.
-No es por ahí.- Se dejó escuchar de pronto una vocecilla fina. La muchacha se había adelantado un poco, tímidamente.
Genial, lo que les faltaba. ¿Cuánto más le duraría la paciencia a los aldeanos? La mujer bestia estaba inquieta, seguía temiendo que todo acabara en desastre.
No obstante, cabecilla reprendió a la muchacha con la mirada. Al parecer se trataba de una joven curiosa e ingenua, que aún no conocía el miedo ni los peligros que podía entrañar la vida.
De pronto, el vampiro comenzó a andar en una dirección concreta. Los hombres se miraron entre sí, confusos. Como no había mediado palabra, entendieron que iba a llevarles al lugar en el que estaban los cadáveres. Especialmente cuando éste se detuvo para mirarles durante un momento y luego continuar su camino. Parecía que estuviera esperando que le siguieran. Así pues, comenzaron a andar tras él. La mujer bestia hizo lo propio, cargando de nuevo con el cuerpo del perro. Después de todo, aún pensaba cobrar su recompensa... Vael tampoco conocía las intenciones del vampiro, pero por su actitud no parecía muy dispuesto a colaborar así que le extrañaba el cambio de parecer. Además, reconocía la dirección en la que iba, aunque bien podría tratarse de una coincidencia. Parecían una comitiva peculiar desde luego. Un vampiro, dos hombres-bestia, un puñado de campesinos y una niña.
-¿Tú crees que nos lleva con los cadáveres? - Le preguntó Vael al hombre pulpo, por lo bajo, esperando que nadie más les escuchara. Igual les estaba guiando a una trampa o algo peor. La mujer bestia no las tenía todas consigo pero no se atrevía a exponer sus dudas a los campesinos. No sabía que pensar, la situación en general le superaba. Apenas unas horas antes lo único que tenía que hacer era atrapar a un animal violento y escurridizo. Y de pronto ahí estaba, con los problemas hasta el cuello.
-No es por ahí.- Se dejó escuchar de pronto una vocecilla fina. La muchacha se había adelantado un poco, tímidamente.
Genial, lo que les faltaba. ¿Cuánto más le duraría la paciencia a los aldeanos? La mujer bestia estaba inquieta, seguía temiendo que todo acabara en desastre.
Vael
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Re: La caza [Interpretativo] [Libre] + [2/2] [Cerrado]
A pesar de hablar en voz baja pudo notar un tono brusco en su voz. Era cierto que se había pasado con la muchacha. Estaba atemorizada. Seguramente sea la primera vez que haya visto unos seres como ellos. Una mujer que más que una mujer parecía haber salido de un cuento de terror, un vampiro que acababa de comer y el Capitán Alfred Werner. De todos ellos el peor era el último, él mismo lo reconocía. Su aspecto, bravo y hostil, causaba espanto a todos los que se interpusiesen en su camino. Aquella niña… ¿Cuántos años tendría? Nunca se le dio bien predecir la edad de los humanos, en cambio para los hombres-bestia no tenía problema.
El vampiro comenzó a alejarse sin mediar palabra con nadie. Presentaba una sonrisa que no le gustó lo más mínimo. Como burros que se dirigen al matadero, los campesinos comenzaron a seguirle. No estaba seguro de que estuviera guiándonos hacia los cadáveres. El famoso “instinto de pirata” no existe. Es, como muchos otros secretos de capitanes, una astuta treta con la que engañar a sus adversarios. Nadie miente a alguien que sabe que puede notar una mentira. Si hubiera existido algo parecido al “instinto de pirata” sin duda Alfred lo tenía. Podía notar cuando alguien decía la verdad y cuando alguien mentía solo con prestarle un poco de atención. Los gestos y el tono de voz eran las únicas pruebas que necesitaba.
-No.- Contestó a la mujer bestia con el mismo tono de voz. - Sea lo que sea lo que pretende, no me fio.- En aquel momento se maldijo así mismo por no haber cogido su espada. Todos estaban armados menos él. Si la cosa se ponía más tensa no podría defenderse armado solamente con una pluma de ganso.
Uno de los granjeros, el más avispado de aquella panda de paletos, se dio cuenta de que le estaban engañando. Estaba harto de aquel vampiro. No solo era un desagradecido, además estaba poniendo la vida de la mujer bestia en peligro, y lo que es más importante, la suya propia también lo estaba. Furioso, agarró al vampiro del hombro para que se parase. –Escucha aborto de esponja marina.- No se molestó por ocultar su rabia. - Estoy harto de ti. Tú nos has metido en este lío, tú nos has de sacar.- Dudó. No estaba en su barco, ni aquellos eran sus marineros. No tenía el derecho de poder hablarles de tal mal. Miró a la mujer bestia, luego a los aldeanos, y por último a la niña. - No quiero problemas.- Dijo más calmado.- ¿Es que no te das cuenta? Si continuas así nos acabaremos matando los unos a los otros.-
El vampiro comenzó a alejarse sin mediar palabra con nadie. Presentaba una sonrisa que no le gustó lo más mínimo. Como burros que se dirigen al matadero, los campesinos comenzaron a seguirle. No estaba seguro de que estuviera guiándonos hacia los cadáveres. El famoso “instinto de pirata” no existe. Es, como muchos otros secretos de capitanes, una astuta treta con la que engañar a sus adversarios. Nadie miente a alguien que sabe que puede notar una mentira. Si hubiera existido algo parecido al “instinto de pirata” sin duda Alfred lo tenía. Podía notar cuando alguien decía la verdad y cuando alguien mentía solo con prestarle un poco de atención. Los gestos y el tono de voz eran las únicas pruebas que necesitaba.
-No.- Contestó a la mujer bestia con el mismo tono de voz. - Sea lo que sea lo que pretende, no me fio.- En aquel momento se maldijo así mismo por no haber cogido su espada. Todos estaban armados menos él. Si la cosa se ponía más tensa no podría defenderse armado solamente con una pluma de ganso.
Uno de los granjeros, el más avispado de aquella panda de paletos, se dio cuenta de que le estaban engañando. Estaba harto de aquel vampiro. No solo era un desagradecido, además estaba poniendo la vida de la mujer bestia en peligro, y lo que es más importante, la suya propia también lo estaba. Furioso, agarró al vampiro del hombro para que se parase. –Escucha aborto de esponja marina.- No se molestó por ocultar su rabia. - Estoy harto de ti. Tú nos has metido en este lío, tú nos has de sacar.- Dudó. No estaba en su barco, ni aquellos eran sus marineros. No tenía el derecho de poder hablarles de tal mal. Miró a la mujer bestia, luego a los aldeanos, y por último a la niña. - No quiero problemas.- Dijo más calmado.- ¿Es que no te das cuenta? Si continuas así nos acabaremos matando los unos a los otros.-
El Capitán Werner
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Re: La caza [Interpretativo] [Libre] + [2/2] [Cerrado]
Campesinos, no sabían pillar una indirecta y ellos junto a la niña y esos dos seres me seguían como moscas al olor del estiercol que se lanzaba en los campos para enriquecer un poco la tierra y así los cultivos salieran mejor. ¿Como sabía esto? Antes de ser vampiro había sido campesino... Veinte años como campesino, veinte años como vampiro; habían sido dos vidas muy distintas pero se podía decir que la vida que mas estaba diafrutando era la que vivía en aquellos momentos. Sí al principio pensaba que aquello no era mas que una maldición, un mal trago que debía de acabar cuanto antes pero a medida que pasaban los años me iba acostumbrando mas a la vida de vampiro y la diafrutaba mas hasta llegar a los momentos que estaba viviendo en aquel bosque cercano a la ciudad de Lunargenta.
Sabía con seguridad que pronto se darían cuenta que no los estaba llevando hasta los cadaveres pero me daba absolutamente igual, como la mayoría de cosas que estaban pasando. La niña que me había visto, la conversación con los campesinos y que estos se dieran cuenta que no los llevaba haya donde querían; todo eso me daba absolutamente igual yo solo quería seguir mi camino y toda aquella gente lo único que estaba haciendo era enfadarme y no era muy aconsejable enfadarme. ¿Por que no era aconaejable? Porque cuando me enfadaba me dedicaba a matar sin necesidad de motivos, sin necesidad de querer alimentarme. Simplemente mataba por satisfacer el odio y apaciguar el enfado que había en mi cuerpo en aquellos precisos momentos.
Fue la niña la primera en abrir la boca para decir que aquel no era el camino y luego lo hizo el pulpo para exigirme cosas. Me detuve en seco y en mi rostro ya no había una sonrisa sino una mueca de molestia y odio que se marcaba mas con mis colmillos pues estaba mostrando todos los dientes. Me di la vuelta en redondo y miré a todos fijamente. -Dejadme en paz. Los cuerpos estan en aquella dirección y ahora largaos.- Mi voz sonó firme y con un tono de odio añadido a la mezcla. Tras aquella palabras mire al pulpo. -Tu mejor mantente callado.- Luego miré a la otra criatura para ver si tenía algo que decir y de nuevo emprendí mi camino y esperaba que esta vez no me molestaran o íbamos a tener problemas muy serios. No los mataría pero si les daría una lección para que supieran que no había que molestarme.
Lars Hale
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Re: La caza [Interpretativo] [Libre] + [2/2] [Cerrado]
Vael asintió ante las palabras del hombre pulpo, coincidía con él. El vampiro parecía tramar algo.
Fuera como fuese, la reacción del hombre bestia le tomó por sorpresa. Si la situación fuera otra, la escena podría ser incluso cómica. El hombre pulpo usó una vez más su colorido repertorio de insultos. Vael se preguntó si el vampiro le atacaría. No estaba segura de qué podría hacer ella en caso de que la situación llegara a las manos entre ambos. Si tuviera que tomar partido lo haría por el hombre pulpo, sin duda. Además de los problemas que les había causado hasta ahora el vampiro y su negación para colaborar, la mujer bestia tenía los mismos prejuicios que los humanos respecto a los de su raza. Si bien era cierto que nunca había tenido la oportunidad de conocer uno hasta ahora. Aunque no estaba segura de si la palabra "conocer" podía usarse en este caso...
Cuando el hombre bestia le miró, Vael le devolvió la mirada y asintió con la cabeza. El vampiro finalmente pareció darse por vencido y accedió a hablar. Los humanos se estremecieron y la propia mujer bestia sintió que el pelaje de la nuca se le erizaba. Le dio por recordar las historias de miedo sobre vampiros que había escuchado en su infancia. Cuando el monstruo de los cuentos le miró, ella trató de parecer indiferente, aunque su expresión corporal la delatara, su cuerpo parecía querer hacerse más pequeño, sus orejas hacia atrás, los ojos bien abiertos. Soltó un gruñido casi imperceptible, disuasorio.
La tensión quedó rota en ese instante por unos ladridos.
La mujer bestia vio el movimiento con el rabillo del ojo y antes de que el perro salvaje se abalanzara sobre la niña, Vael agarró el cadáver del perro y lo blandió con un único movimiento contra el animal agresor. Tanto cadáver como perro fueron lanzados unos metros hacia atrás, el animal soltó un quejido lastimero al recibir el golpe. Pero volvió a incorporarse, sólo para recibir el flechazo del líder de los aldeanos. Aquello le permitió a Vael ganar el tiempo suficiente para colocarse junto a la muchacha, cubriéndola con su cuerpo. Más ladridos y gruñidos. Varios perros observaban expectantes. El inverosímil grupo había sido rodeado por una manada de perros salvajes. Los animales habían escogido al miembro menos amenazador y más joven del grupo, la muchacha, aunque no significara que no fueran a atacar a los demás.
-¡Cuidado! Puede que tengan la rabia.- Advirtió la mujer bestia, no sabía si los animales tenían algo que ver con aquel perro que había matado el hombre pulpo, pero toda precaución era poca. No había contado el número de animales, pero no era probable que fueran demasiados. Vael agarró con firmeza el martillo, un arma más convencional que un perro muerto y lo blandió cuando uno de los animales se lanzó contra la niña de nuevo, partiéndole el cráneo al perro en el acto con un golpe sordo.
Con un poco de suerte, la muerte de dos miembros de la manada bastaría para hacer que el resto desistiera y huyera. Pero tal era su mala suerte que parecía más probable que un grupo de bandidos se uniera a los perros para rematar la faena.
Fuera como fuese, la reacción del hombre bestia le tomó por sorpresa. Si la situación fuera otra, la escena podría ser incluso cómica. El hombre pulpo usó una vez más su colorido repertorio de insultos. Vael se preguntó si el vampiro le atacaría. No estaba segura de qué podría hacer ella en caso de que la situación llegara a las manos entre ambos. Si tuviera que tomar partido lo haría por el hombre pulpo, sin duda. Además de los problemas que les había causado hasta ahora el vampiro y su negación para colaborar, la mujer bestia tenía los mismos prejuicios que los humanos respecto a los de su raza. Si bien era cierto que nunca había tenido la oportunidad de conocer uno hasta ahora. Aunque no estaba segura de si la palabra "conocer" podía usarse en este caso...
Cuando el hombre bestia le miró, Vael le devolvió la mirada y asintió con la cabeza. El vampiro finalmente pareció darse por vencido y accedió a hablar. Los humanos se estremecieron y la propia mujer bestia sintió que el pelaje de la nuca se le erizaba. Le dio por recordar las historias de miedo sobre vampiros que había escuchado en su infancia. Cuando el monstruo de los cuentos le miró, ella trató de parecer indiferente, aunque su expresión corporal la delatara, su cuerpo parecía querer hacerse más pequeño, sus orejas hacia atrás, los ojos bien abiertos. Soltó un gruñido casi imperceptible, disuasorio.
La tensión quedó rota en ese instante por unos ladridos.
La mujer bestia vio el movimiento con el rabillo del ojo y antes de que el perro salvaje se abalanzara sobre la niña, Vael agarró el cadáver del perro y lo blandió con un único movimiento contra el animal agresor. Tanto cadáver como perro fueron lanzados unos metros hacia atrás, el animal soltó un quejido lastimero al recibir el golpe. Pero volvió a incorporarse, sólo para recibir el flechazo del líder de los aldeanos. Aquello le permitió a Vael ganar el tiempo suficiente para colocarse junto a la muchacha, cubriéndola con su cuerpo. Más ladridos y gruñidos. Varios perros observaban expectantes. El inverosímil grupo había sido rodeado por una manada de perros salvajes. Los animales habían escogido al miembro menos amenazador y más joven del grupo, la muchacha, aunque no significara que no fueran a atacar a los demás.
-¡Cuidado! Puede que tengan la rabia.- Advirtió la mujer bestia, no sabía si los animales tenían algo que ver con aquel perro que había matado el hombre pulpo, pero toda precaución era poca. No había contado el número de animales, pero no era probable que fueran demasiados. Vael agarró con firmeza el martillo, un arma más convencional que un perro muerto y lo blandió cuando uno de los animales se lanzó contra la niña de nuevo, partiéndole el cráneo al perro en el acto con un golpe sordo.
Con un poco de suerte, la muerte de dos miembros de la manada bastaría para hacer que el resto desistiera y huyera. Pero tal era su mala suerte que parecía más probable que un grupo de bandidos se uniera a los perros para rematar la faena.
Vael
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Re: La caza [Interpretativo] [Libre] + [2/2] [Cerrado]
Por muy vampiro que sea, no tenía derecho al mandarle callar. Era un capitán, el Capitán Alfred Werner, una leyenda en todos los mares de Aerandir. En su barco habían unas normas y en tierra otras. De estar a bordo del “Sueños cumplidos” hubiera tirado por la borda al vampiro por haberle hecho callar. Bien pensado, lo hubiera tirado desde el primer momento. No lo aguantaba. Estaba tan nervioso que no dejaba de abrir y cerrar su pinza. Deseaba ponerla sobre el fino cuello del vampiro y apretar hasta hacer salir la cabeza de su sitio. Tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para contener su ira.
¿Miedo? ¿Acaso esa gran bestia tenía miedo de un simple vampiro? Lamentable. De los aldeanos podría entenderlo. Ella era enorme, si estuviera derecha sería más grande que muchos árboles de la zona, y aun así tenía miedo de aquel payaso. Tenía las orejas agachadas, su cuerpo pareció encogerse y gruñía una especie de quejido lastimero. Lastima era lo que a él le daba. Tan grande y tan cobarde. Alfred había combatido en miles de batallas navales, cada cual peor que la anterior. En su corta edad, había vivido demasiado para tener miedo. Además, si moría, si por fortuna tenía que morir, estaría junto a su difunta amada. No tenía miedo a estar con Goldie.
Otro perro tan grande como el primero corrió hacia la pequeña niña. No sabía muy bien de dónde había salido. Nadie lo sabía. Todos los granjeros se habían quedado atónitos ante su aparición. Tan solo la mujer bestia fue capaz de luchar contra el perro blandiendo el cadáver del primer perro que el Capitán había matado. Se había equivocado al juzgar a la mujer bestia, ella no era una cobarde. Era rápida, fuerte y grande. Fue la primera en armarse y combatir con la manada de perros que venían a por ellos. Otro perro se le acercó y su cabeza fue destruida por el martillo de la bestia.
Si algún defecto tenía el Capitán era que pensaba demasiado. Una manada de perros iban a atacarles y él solo podía pensar en la gran coincidencia de que hubieran tantos perros rabiosos en aquella zona. Alguien los había entrenado. Era un viejo truco, entrenar a animales y hacer que ellos ataquen primero. Los piratas hacían algo parecido, entrenaban a aves para que sobrevolasen el mar en busca de alguna presa fácil; los bandidos, por su parte, entrenaban a los perros con la diferencia de que estos atacaban y los pájaros no.
-Dadme algo con lo que poder combatir.- Gruñó a los aldeanos. Todos estaban armados y seguro que ninguno de ellos sabía utilizar ni un simple cuchillo. Uno de los granjeros le tendió un rastrillo. No se fiaban tanto del capitán para prestarle un arma. –Esto servirá.- No importaba que sea. Tan solo necesitaba algo con lo que poder defenderse para cuando vengan los bandidos. Cosa que no tardarían demasiado en llegar.
Uno de los perros se le acercó por la espalda. Pensaba que podía cogerlo desprevenido. No contó con el extraño problema de Alfred con el pelo de animal. Un estornudo le avisó que el perro estaba cerca. Se giró violentamente y, en cuanto lo vio, descargó el rastrillo en su cabeza. La niña gritó ante la imagen tan horrenda que estaban montando. Sangre y sesos de perros por todos lados. No es un espectáculo adecuado para una niña tan joven.
¿Miedo? ¿Acaso esa gran bestia tenía miedo de un simple vampiro? Lamentable. De los aldeanos podría entenderlo. Ella era enorme, si estuviera derecha sería más grande que muchos árboles de la zona, y aun así tenía miedo de aquel payaso. Tenía las orejas agachadas, su cuerpo pareció encogerse y gruñía una especie de quejido lastimero. Lastima era lo que a él le daba. Tan grande y tan cobarde. Alfred había combatido en miles de batallas navales, cada cual peor que la anterior. En su corta edad, había vivido demasiado para tener miedo. Además, si moría, si por fortuna tenía que morir, estaría junto a su difunta amada. No tenía miedo a estar con Goldie.
Otro perro tan grande como el primero corrió hacia la pequeña niña. No sabía muy bien de dónde había salido. Nadie lo sabía. Todos los granjeros se habían quedado atónitos ante su aparición. Tan solo la mujer bestia fue capaz de luchar contra el perro blandiendo el cadáver del primer perro que el Capitán había matado. Se había equivocado al juzgar a la mujer bestia, ella no era una cobarde. Era rápida, fuerte y grande. Fue la primera en armarse y combatir con la manada de perros que venían a por ellos. Otro perro se le acercó y su cabeza fue destruida por el martillo de la bestia.
Si algún defecto tenía el Capitán era que pensaba demasiado. Una manada de perros iban a atacarles y él solo podía pensar en la gran coincidencia de que hubieran tantos perros rabiosos en aquella zona. Alguien los había entrenado. Era un viejo truco, entrenar a animales y hacer que ellos ataquen primero. Los piratas hacían algo parecido, entrenaban a aves para que sobrevolasen el mar en busca de alguna presa fácil; los bandidos, por su parte, entrenaban a los perros con la diferencia de que estos atacaban y los pájaros no.
-Dadme algo con lo que poder combatir.- Gruñó a los aldeanos. Todos estaban armados y seguro que ninguno de ellos sabía utilizar ni un simple cuchillo. Uno de los granjeros le tendió un rastrillo. No se fiaban tanto del capitán para prestarle un arma. –Esto servirá.- No importaba que sea. Tan solo necesitaba algo con lo que poder defenderse para cuando vengan los bandidos. Cosa que no tardarían demasiado en llegar.
Uno de los perros se le acercó por la espalda. Pensaba que podía cogerlo desprevenido. No contó con el extraño problema de Alfred con el pelo de animal. Un estornudo le avisó que el perro estaba cerca. Se giró violentamente y, en cuanto lo vio, descargó el rastrillo en su cabeza. La niña gritó ante la imagen tan horrenda que estaban montando. Sangre y sesos de perros por todos lados. No es un espectáculo adecuado para una niña tan joven.
El Capitán Werner
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Re: La caza [Interpretativo] [Libre] + [2/2] [Cerrado]
Parecía que empezaban a entender que no había que molestarme o algo malo iba a pasar pues los aldeanos habían detenido su avance por completo aunque yo me seguía moviendo y el pulpo había cerrado la boca para dejar de hablarme. Así era lo que quería pues si seguían molestandome me iban a enfadar y mi rabia no era algo bonito de ver. La última vez que me enfade de verdad acabe destrozando a dos pobres ladrones de poca monta que habían intentado robarme dos veces seguidas. No recuerdo bien que paso con aquellos dos ladrones al final, tal vez los empale o simplemente clave sus cabezas en estacas pero la cuestión era que no tuvieron un bonito final de vida sino uno muy pero que muy desagradable y sangriento.
Caminaba con tranquilidad alejandome poco a poco del pintoresco grupo, volviendo a relajarme poco a poco tambien pero entonces llegaron ellos. Una manada de perros rabiosos aparecieron de entre los árboles para atacar al grupo que mas atrás había dejado. Me detuve en seco para quitarme las gafas y guardarlas en el bolsillo interior de mi larga chaqueta roja. Tras hacer aquellos una gran sonrisa aparecio en mi rostro y puse mis manos juntas delante de mi cara a la vez que me giraba hacia el grupo. -Que vengan mas.- Aquellos que me miraran podrían ver un gesto un tanto de loco y un brillo un tanto extraño en mis ojos que demostraba las ganas de derramar sangre que había por mi parte.
Desenvaine rápido mi espada y empecé a correr a gran velocidad hacia el grupo para empezar la sangrienta matanza de perros. Mis pies se movían a un buen ritmo y pronto estuve algo cerca de ellos pero tuve que detenerme, un perro venía a por mi. Me quedé quieto con aquella sonrisa de loco y unos ojos que marcaban las ansias de matar que tenía. Si me había cegado por la rabia pero no con el grupo que me había seguido momentos atrás sino por los perros que nos estaban atacando en aquellos momentos y a los cuales quería dejar completamente destrozados.
El perro se lanzó a por mi de un salto y yo solo me aparte para abrirlo en canal con mi espada en el aire. La hoja de la espada abría la piel con facilidad y de la herida empezaba a manar la sangre del lobo que también goteaba de mi espada. Con indiferencia hacia los del grupo lamí la sangre de mi espada limpiandola y me quedé allí quieto esperando la nueva acometida si es que la había. -Atacad con mas ganas, con mas ansiedad. Rápido, rápido, !rápido¡- Masculle al aire esperando a que surgiera efecto aunque sabía que los animales no me podían entender por mas que yo hablara.
Lars Hale
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Re: La caza [Interpretativo] [Libre] + [2/2] [Cerrado]
Los animales gruñían y algunos ladraban. Los aldeanos no estaban acostumbrados a este tipo de situaciones, y habían tardado bastante en reaccionar. Uno de los humanos logró matar a un perro con el hacha, pero se le quedó incrustada en el cráneo del animal. Otro perro se le lanzó encima mientras el tipo forcejeaba al intentar liberar su hacha. El hombre logró protegerse con un brazo enguantado, y recibió la ayuda de otros dos vecinos, uno tiró de él para apartarlo mientras el otro intentaba que el perro soltara su presa a golpe de pala. Al final, lo consiguió. Y el perro se retiró, magullado.
A la mujer bestia le rodeaban un par de caninos, Vael sabía que intentaban acceder a la niña. Pero también la amenazaban a ella con gruñidos y mordiscos al aire. Querían acosarla para que dejara desprotegida a la muchacha, sólo necesitaban un momento. Un pequeño despiste y la niña sería carne de perro. Pero entonces apareció el tío de la pequeña, el cabecilla del grupo, gritando y agitando el arco. Los dos perros se alejaron un poco, pero sin perderles de vista ni dejar de amenazarles. Parecía que se habían dado cuenta de que ahora estaban en desventaja.
También el hombre pulpo y el vampiro se habían unido a la carnicería. La mujer bestia no estaba acostumbrada a este tipo de escenarios. A ella no le temblaba el pulso cuando se trataba de matar a un animal, pero con razón, cazar para vivir, para comer, para abrigarse... En parte, no era tan distinto, estaba matando para sobrevivir y para proteger a otros. Pero de una forma salvaje y brutal. Vael perdió la cuenta de cuántos perros habían matado entre todos. Tres, cuatro, cinco... El hombre pulpo había dado cuenta de un animal con el rastrillo que le habían pasado, mientras que el vampiro había abierto en canal a otro.
En un momento dado Vael se dio cuenta del cambio de actitud, los perros habían dejado de atacar y se mantenían a cierta distancia, gruñendo. Parecían dudar. Habían perdido a varios miembros de la jauría. La mujer bestia decidió actuar, la niña estaba protegida por su tío y quizás ella podía darles el empujoncito que bastaba para hacerles huir. Dio un salto hacia los animales, se irguió cuan grande era y rugió. Un rugido potente que salió de lo más profundo de su ser. El rugido podría oírse a varios kilómetros pero para aquellos que estaban presentes podría resultar impresionante y escalofriante.
Con algún ladrido lastimero y varios rabos entre las piernas, los perros se retiraron. La mujer bestia suspiró entonces, algo más tranquila. Sin embargo, aún no había acabado todo. Los aldeanos la miraban con miedo. Aún tenían aferradas sus armas. Sus nudillos estaban blancos de la fuerza que estaban empleando en sujetarlas. Aún estaban tensos y lo que era más preocupante, parecían asustados.
No obstante, el jefe del grupo se adelantó con su sobrina. Estaba algo pálido pero parecía dispuesto a no dejarse amedrentar. -Gracias por la ayuda.- Miró firmemente a la bestia.- A todos. -Añadió, mirando tanto al hombre pulpo como al vampiro, aunque no pudo evitar una pequeña mueca de desagrado al mirar al vampiro. Probablemente detestaba haber tenido que colaborar con él. -No sé qué hacen esos perros endemoniados aquí, pero por Thor que organizaremos partidas de caza para librarnos de todos y cada uno de ellos.- Gruñó el hombre. Vael no quiso decirle que los intentos previos al parecer habían resultado infructuosos, quién sabe, igual tenían suerte. Se limitó a asentir con la cabeza. Se preguntaba si los que le habían contratado aún le pagarían por el perro... dadas las circunstancias.
A la mujer bestia le rodeaban un par de caninos, Vael sabía que intentaban acceder a la niña. Pero también la amenazaban a ella con gruñidos y mordiscos al aire. Querían acosarla para que dejara desprotegida a la muchacha, sólo necesitaban un momento. Un pequeño despiste y la niña sería carne de perro. Pero entonces apareció el tío de la pequeña, el cabecilla del grupo, gritando y agitando el arco. Los dos perros se alejaron un poco, pero sin perderles de vista ni dejar de amenazarles. Parecía que se habían dado cuenta de que ahora estaban en desventaja.
También el hombre pulpo y el vampiro se habían unido a la carnicería. La mujer bestia no estaba acostumbrada a este tipo de escenarios. A ella no le temblaba el pulso cuando se trataba de matar a un animal, pero con razón, cazar para vivir, para comer, para abrigarse... En parte, no era tan distinto, estaba matando para sobrevivir y para proteger a otros. Pero de una forma salvaje y brutal. Vael perdió la cuenta de cuántos perros habían matado entre todos. Tres, cuatro, cinco... El hombre pulpo había dado cuenta de un animal con el rastrillo que le habían pasado, mientras que el vampiro había abierto en canal a otro.
En un momento dado Vael se dio cuenta del cambio de actitud, los perros habían dejado de atacar y se mantenían a cierta distancia, gruñendo. Parecían dudar. Habían perdido a varios miembros de la jauría. La mujer bestia decidió actuar, la niña estaba protegida por su tío y quizás ella podía darles el empujoncito que bastaba para hacerles huir. Dio un salto hacia los animales, se irguió cuan grande era y rugió. Un rugido potente que salió de lo más profundo de su ser. El rugido podría oírse a varios kilómetros pero para aquellos que estaban presentes podría resultar impresionante y escalofriante.
Con algún ladrido lastimero y varios rabos entre las piernas, los perros se retiraron. La mujer bestia suspiró entonces, algo más tranquila. Sin embargo, aún no había acabado todo. Los aldeanos la miraban con miedo. Aún tenían aferradas sus armas. Sus nudillos estaban blancos de la fuerza que estaban empleando en sujetarlas. Aún estaban tensos y lo que era más preocupante, parecían asustados.
No obstante, el jefe del grupo se adelantó con su sobrina. Estaba algo pálido pero parecía dispuesto a no dejarse amedrentar. -Gracias por la ayuda.- Miró firmemente a la bestia.- A todos. -Añadió, mirando tanto al hombre pulpo como al vampiro, aunque no pudo evitar una pequeña mueca de desagrado al mirar al vampiro. Probablemente detestaba haber tenido que colaborar con él. -No sé qué hacen esos perros endemoniados aquí, pero por Thor que organizaremos partidas de caza para librarnos de todos y cada uno de ellos.- Gruñó el hombre. Vael no quiso decirle que los intentos previos al parecer habían resultado infructuosos, quién sabe, igual tenían suerte. Se limitó a asentir con la cabeza. Se preguntaba si los que le habían contratado aún le pagarían por el perro... dadas las circunstancias.
Vael
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Re: La caza [Interpretativo] [Libre] + [2/2] [Cerrado]
El vampiro, la mujer bestia e incluso los aldeanos lo tenían fácil para luchar. Todos estaban armados, mejor dicho, estaban mejor armados que el Capitán, quien menos tenía un arco con el cual poder disparar flecha desde la lejanía, él se tuvo que conformar con un rastrillo. No había forma de coger bien la endiablada herramienta. Los dedos tentaculoso de su mano izquierda los enrollaba entorno al mango del rastrillo mientras que, con la pinza, lo agarraba con suma dificultad para guiarla hacia su objetivo. Sin embargo, la mayor de sus complicidades no se encontraba en el arma, se encontraba en sus orificios nasales. Había tenido suerte en poder limpiarse del primer perro, de estos no tenía tanta. Estornudo tras estornudo y rastrillazo tras rastrillazo, los perros iban muriendo uno a uno. Sin embargo, el número de enemigos no disminuía. De todos lados surgían más y más perros rabiosos.
En un momento dado, la mujer bestia rugió. No era un gruñido convencional. Era el mismo sonido que había oído hace años, en alta mar. Era un rugido, similar al que había oído a las orcas con tal de hacer huir a los barcos. Los perros huyeron nada más oírlo. El mismo Capitán hubiera huido si no estuviera teniendo un ataque de estornudos en aquel mismo momento.
-Tome, mi Capitán. Limpiase. –Dijo la niña tendiéndole un pañuelo de color rosa. A pesar de todas las cosas desagradables que le había dicho, ella le ayudó a limpiarse.
-Gracias.- Le contestó una vez se hubo limpiado. – Esos hombres que vistes morir eran malos hombres.- Dijo más tranquilo. - ¿Lo entiendes?- No se le daba bien hablar con los niños pero de alguna forma tenía que redimirse por haberle hablado antes con tanto descaro. -Nosotros no paremos gente buena. Él es un vampiro chupasangre, ella una bestia con cara de perro y yo un engendro con tentáculos. –La niña rió al escuchar las descripciones del Capitán. - Pero nosotros somos gente buena. No queremos hacer ningún mal.-
La niña corrió a brazos de su tío que, en aquel momento, estaba hablando con la mujer bestia. Le dijo algo al oído que el Capitán no pudo escuchar. Parecía que su trabajo ahí había terminado. Los hombres iban a formar patrullas para detener a los perros, el vampiro había tenido un festín de sangre y la mujer bestia tenía más cadáveres de perros de los que podría llevar. Todos ganaban, menos el Alfred, quien perdió sus poemas a cambio de un pañuelo rosa.
-Ojala tengáis suerte con esos chuchos.- Se despidió de los campesinos. – Espero volverme a encontrar con vosotros algún día. Si necesitáis cualquier cosa preguntad en el puerto de Lunargenta por el Capitán Alfred Werner. Después de oír una gran y variada tanda de insultos, podréis encontrarme- Tampoco tenía nada que pudiera dar a nadie, si fuera cualquier persona a mendigar a su casa, esta sería quien le daría dinero a él. – Nos vemos.-
En un momento dado, la mujer bestia rugió. No era un gruñido convencional. Era el mismo sonido que había oído hace años, en alta mar. Era un rugido, similar al que había oído a las orcas con tal de hacer huir a los barcos. Los perros huyeron nada más oírlo. El mismo Capitán hubiera huido si no estuviera teniendo un ataque de estornudos en aquel mismo momento.
-Tome, mi Capitán. Limpiase. –Dijo la niña tendiéndole un pañuelo de color rosa. A pesar de todas las cosas desagradables que le había dicho, ella le ayudó a limpiarse.
-Gracias.- Le contestó una vez se hubo limpiado. – Esos hombres que vistes morir eran malos hombres.- Dijo más tranquilo. - ¿Lo entiendes?- No se le daba bien hablar con los niños pero de alguna forma tenía que redimirse por haberle hablado antes con tanto descaro. -Nosotros no paremos gente buena. Él es un vampiro chupasangre, ella una bestia con cara de perro y yo un engendro con tentáculos. –La niña rió al escuchar las descripciones del Capitán. - Pero nosotros somos gente buena. No queremos hacer ningún mal.-
La niña corrió a brazos de su tío que, en aquel momento, estaba hablando con la mujer bestia. Le dijo algo al oído que el Capitán no pudo escuchar. Parecía que su trabajo ahí había terminado. Los hombres iban a formar patrullas para detener a los perros, el vampiro había tenido un festín de sangre y la mujer bestia tenía más cadáveres de perros de los que podría llevar. Todos ganaban, menos el Alfred, quien perdió sus poemas a cambio de un pañuelo rosa.
-Ojala tengáis suerte con esos chuchos.- Se despidió de los campesinos. – Espero volverme a encontrar con vosotros algún día. Si necesitáis cualquier cosa preguntad en el puerto de Lunargenta por el Capitán Alfred Werner. Después de oír una gran y variada tanda de insultos, podréis encontrarme- Tampoco tenía nada que pudiera dar a nadie, si fuera cualquier persona a mendigar a su casa, esta sería quien le daría dinero a él. – Nos vemos.-
El Capitán Werner
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Re: La caza [Interpretativo] [Libre] + [2/2] [Cerrado]
Las peleas, fueran como fueran siempre me gustaban, incluso aquella con los lobos me estaba resultando fascinante pues estaba de muy mal humor y así podía desahogarme un poco pero los lobos o perros, lo que fueran, no atacaban con ganas como si estuvieran tanteando el terreno y aquello me era molesto. ¿Por que a muchos de los que me enfrentaba nunca me daban la diversión que buscaba en las peleas que libraba? Aquello me era molesto y me enfadaba pues era como burlarse en mi cara. Yo quería derramar sangre de forma divertida y energica pero aquellos condenados perros del infierno no me daban esa satisfacción.
Ya había acabado con un perro el cual estaba tendido a mis pies derramando su sangre por el suelo pues su vientre había sido abierto enteramente por mi espada. Tssss no me había costado mucho hacer aquello y por entonces me mantenía quieto esperando a que mas de esos perros vinieran a atacarme pero entonces ocurrió algo. La criatura peluda que estaba con el pulpo se levanto y emitió un fuerte rugido que hizo que los perros se fueran con el rabo entre las piernas del lugar donde estábamos ella, el pulpo, los aldeanos y yo.
Mis ojos se fijaron en el perro que tenía muerto a mis pies y luego al frente mientras envainaba mi espada. Después saque mis gafas y me las puse de nuevo para mirar al grupo de aldeanos y demás. -Tssss aburrido.- Dije con desden y comencé a andar de nuevo alejandome ya de todos. Había perdido ya demasiado tiempo y quería llegar ya a Lunargenta así que no me detendría mas a perder el tiempo con aquellos pintorescos seres y unos aldeanos que se cagaban de miedo porque un vampiro había matado a un bandido.
Lars Hale
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Re: La caza [Interpretativo] [Libre] + [2/2] [Cerrado]
La mujer bestia escuchó la conversación del hombre calamar con la muchacha. Sonrió internamente, después de todo al parecer el hombre se había ganado la simpatía de la niña. Y él se dirigió a la pequeña sin usar palabrotas ni groserías. Al menos eso fue lo que la mujer bestia pudo entender desde la distancia, gracias a su oído animal.
El vampiro no esperó a recibir el beneplácito de los aldeanos, y abandonó la escena. Por otra parte, los vecinos no estaban dispuestos a seguir al vampiro. Especialmente después de haberle visto abrir en canal a uno de los animales, con aquel disfrute en sus ojos, aquel brillo de locura y su sed de sangre. No. Los hombres se daban por satisfechos con saber que el chupasangres abandonaba el lugar. Además, ahora debían preocuparse por aquella extraña jauría. Con un poco de suerte, los animales lo pensarían mejor antes de intentar atacar de nuevo a una persona.
El hombre calamar se despidió de forma que la mujer bestia no pudo evitar sonreír. Así que capitán. Vael le dedicó un gesto de reconocimiento con la cabeza. Pero no dio tiempo a más presentaciones, porque tal y como había hecho el vampiro antes que él, el capitán abandonó el lugar. No tardaron en irse también los aldeanos, pero antes, la mujer bestia se ganó una tímida caricia en la zarpa por parte de la niña. Un quedo "gracias". Aquello le hizo sonreír, y alegró un poco su día.
Finalmente sola, la mujer bestia recuperó el cadáver del perro, aquel al que había dado muerte el capitán. ¿Por qué ese? Podría haber escogido a cualquiera en realidad, tanto daba. Pero había pasado dos días persiguiéndolo, y en cierto modo, había sido de ayuda a la hora de pelear. Casi podría decirse que le había tomado cariño. Y aunque pudiera llevarle todo y cada uno de los cadáveres, Vael temía que tendría que discutir para lograr que le pagaran... Después de todo, aunque hubiera matado a "su" perro, aún quedaba una jauría peligrosa suelta. Tendría decirles a sus contratantes que había más de un perro "asesino" libre en aquellos bosques, para que pudieran tomar medidas y protegerse. Y eso probablemente supondría problemas para ella y su sueldo.
La mujer bestia suspiró e inició la pesada marcha. Aún quedaba un largo día por delante.
El vampiro no esperó a recibir el beneplácito de los aldeanos, y abandonó la escena. Por otra parte, los vecinos no estaban dispuestos a seguir al vampiro. Especialmente después de haberle visto abrir en canal a uno de los animales, con aquel disfrute en sus ojos, aquel brillo de locura y su sed de sangre. No. Los hombres se daban por satisfechos con saber que el chupasangres abandonaba el lugar. Además, ahora debían preocuparse por aquella extraña jauría. Con un poco de suerte, los animales lo pensarían mejor antes de intentar atacar de nuevo a una persona.
El hombre calamar se despidió de forma que la mujer bestia no pudo evitar sonreír. Así que capitán. Vael le dedicó un gesto de reconocimiento con la cabeza. Pero no dio tiempo a más presentaciones, porque tal y como había hecho el vampiro antes que él, el capitán abandonó el lugar. No tardaron en irse también los aldeanos, pero antes, la mujer bestia se ganó una tímida caricia en la zarpa por parte de la niña. Un quedo "gracias". Aquello le hizo sonreír, y alegró un poco su día.
Finalmente sola, la mujer bestia recuperó el cadáver del perro, aquel al que había dado muerte el capitán. ¿Por qué ese? Podría haber escogido a cualquiera en realidad, tanto daba. Pero había pasado dos días persiguiéndolo, y en cierto modo, había sido de ayuda a la hora de pelear. Casi podría decirse que le había tomado cariño. Y aunque pudiera llevarle todo y cada uno de los cadáveres, Vael temía que tendría que discutir para lograr que le pagaran... Después de todo, aunque hubiera matado a "su" perro, aún quedaba una jauría peligrosa suelta. Tendría decirles a sus contratantes que había más de un perro "asesino" libre en aquellos bosques, para que pudieran tomar medidas y protegerse. Y eso probablemente supondría problemas para ella y su sueldo.
La mujer bestia suspiró e inició la pesada marcha. Aún quedaba un largo día por delante.
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Finalizado
Vael
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