Quest: Como el perro y el... ¿Gato? [Wernack]

"Se necesita un cazador experimentado y habil, que no tema a ninguna fiera, para abatir a un gran monstruo que amenaza las tierras de Lord William. Se ofrece recompensa." un cartel en el tablón de la posada destacaba por su aspecto pulido y nuevo. El resto de peticiones estaban ya viejas, trabajos mal pagados que nadie quería coger, pero yo tuve la suerte de toparme con ese poco después de despertarme. Al principio no le presté mucha atención, parecía estar demasiado exagerado, probablemente de algún rico y pomposo lord al que le había asustado una rata o algo. Sin embargo... eso significaba una cosa: Dinero fácil. Arranqué el cartel discretamente y emprendí la marcha hacia el lugar que mencionaba el cartel.

Unas horas más tarde, llegué a un pequeño castillo. O eso creía, las murallas me engañaron, pues una vez me acerqué lo suficiente vi que no era para tanto. Más que decente, eso si, pero no demasiado impresionante. Cuando me dirigí a los guardias, me limité a enseñar el cartel arrancado. Parecieron algo excepticos por mi aspecto, pero se asintieron el uno al otro y exigieron que dejase las armas fuera. Le tendí la espada en su funda al primero e intenté pasar, pero el otro me detuvo. -El gancho también.- puse los ojos en blanco y desenrollé el gancho de mi brazo para dárselo al tipo que llevaba mi espada. Finalmente, me registraron para comprobar que no llevaba nada más. Sonreí internamente cuando me llevaron hacia su señor, no habían encontrado la daga envenenada. Esa capa multibolsillos cumplía bien su función, sin duda.

Fui llevado a los aposentos del tal Lord William, un hombre mayor al que casi confundí con un sirviente. Nada ostentoso y nada que demostrase su puesto, además de la mansión que pretendía ser más de lo que era... me olía que el señor no era tan rico después de todo. -¿Quien es... este?- preguntó el hombre, casi asqueado. -Es.. el cazador, milord. Está bien armado y dice tener experiencia.- titubeó su guardia. El viejo pareció desconfiado. -¿En serio? ¿Un... perro, es el mejor que se ha presentado?- cerré los puños, con ganas de golpear a aquel tipo. Técnicamente, era el mejor, el primero, y el único, pero eso no venía a cuento. -Bah, es increíble que vaya a acudir a uno de los tuyos, pero imagino que si has accedido, vales para el trabajo.- Ya entendía por qué me habían desarmado. -En fin... tu trabajo es deshacerte de una bestia que ha estado matando a mis criados. Ahora, ve. No vuelvas hasta haber terminado.- mientras me daba la vuelta, podía oír los murmullos del carcamal. -...bestias inhumanas...- Empecé a plantearme el si quería ayudar a la fiera o al viejo, pero supuse que la fiera no pagaba...

Antes de salir de la casa tenía que averiguar más cosas, el vejestorio había sido muy poco concreto y no podía simplemente quedarme por la zona persiguiendo sombras con la esperanza de encontrar a la bestia por casualidad. Vagué por la casa, buscando a alguien que no fuese insoportablemente apuñalable, y seguí unas voces hasta la cocina, donde encontré unas mujeres preparando la cena, sirvientas. -Hola. Soy Wernack, me han pagado para buscar una "fiera". ¿Sabeis algo de eso? ¿Que aspecto tiene, por donde se ha visto...?- inquirí. Si había estado atacando a los sirvientes, probablemente los otros sabrían algo.

Garras de acero, tres metros, serpiente por cola... todo eso sonaba muy creativo, pero ni siquiera había dado un aspecto básico. Suspiré. Una vez más, la gente había resultado no ser útil, lo cual era tristemente normal. Al menos la otra mujer, que era menos agradable, me dio algo de información: era naranja... ¿naranja grisaceo? Sonaba distinto de una rata. Pero tenía una parte buena, no tendría que lidiar con gente más allá del castillo porque todos eran demasiado cobardes. Tal vez pudiese averiguar algo más preguntandole a otro.

Veinte minutos después, estaba saliendo de la mansión, cabreado. Me habían contado tres historias distintas sobre lo que estaba buscando. Uno decía que podía volar, su rugido destruia todo a tres metros, y que el suelo temblaba a su paso, además de que había nacido de la roca y se alimentaba de almas. Lo segundo que oí fue una larga historia sobre como un hombre escuchaba música que venía del bosque, la perseguía, y se encontraba que venía de la criatura, que tenía una cabeza de cabra que emitia ese sonido y que cuando se acercó lo suficiente, cayó dormido y fue devorado por la bestia. Nadie se ponía de acuerdo en el número de cabezas, un guardia me dijo que tenía tres, una exhalaba viento, otra truenos, y la otra creaba vida, además de que podía partir montañas con un mordisco, pero que de alguna forma, era bella. Esta vez se alimentaba de la sangre de los inocentes. Una vez presencié como dos criados se pegaban para decidir si tenía que llevarle de ofrenda oro o lenguas de cordero, me harté y me fui. Lo peor es que la última respuesta que obtuve fue la de un borracho que solo balbuceo como se parecía a mi, y lo decía en serio, estaba asustado.

Recuperé mis armas y salí al bosque, decidido a encontrar lo que buscaba tarde o temprano. "Tal vez... si huelo algo extraño..." me puse a olfatear el aire, buscando algo que no hubiese olido antes, ya que podía darme al menos un rastro de donde había estado el animal. Me adentré más, metiendome en una zona que parecía que nadie había visitado en mucho tiempo. Tenía una mano siempre preparada en la empuñadura de mi espada, por si el ser era tan peligroso como decian.

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Instrucciones:

• Bueno, gracias a tu tirada las cosas se te han hecho fáciles para encontrar la cueva y hasta, si decides seguir hacia allá, el guardia estará concentrado más en comer que en cuidar.
  
• Puedes decidir intentar entrar o esperar si algo sale de allí, aunque es poco probable que de sólo esperar vaya a salir la bestia así nada más, ¿no?.
  

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Prácticamente segundos después de alejarme, vi unos árboles con la corteza destrozada, con marcas de garras. Sonreí, ¿como de fácil podía haber sido? No solo había dejado una señal tan evidente, sino que además, el rastro de la bestia era fácil de seguir, tanto con olfato como sin él: las huellas eran claras, como si las hubiese dejado para mi. Por el tamaño de las huellas y las garras, debía ser del tamaño de un oso, más o menos. La ausencia de fuego, metal y árboles despedazados demostraba que los habitantes de la mansión de William eran unos completos idiotas con nada mejor que hacer que inventarse historias, lo cual no fue ninguna sorpresa.

El rastro me llevó hacia un claro, donde el olor se mezcló con la sangre y algo más. Había señales de batalla, pero ningún cadaver cerca. Las huellas fueron remplazadas por marcas de ruedas... al parecer algún cazador se me había adelantado y había capturado a la bestia, pues no había más huellas. A no ser que la criatura volase, las ruedas me llevarían hacia ella. Por supuesto, podía darme la vuelta y decir que el trabajo estaba cumplido, ya que la bestia no sería un problema... pero había algo que me molestaba. No la habían matado, la sangre no era suficiente. Eso significaba que no se estaban defendiendo ni evitando que matase más gente, querían capturarla. Me puse serio, de ninguna manera iba a dejar que capturasen a una criatura para venderla o quien sabe que cosas peores. Estaba haciendo conjeturas, claro, pero no había nada para convencerme de lo contrario.

Finalmente, acabé cerca de la entrada de una cueva. Sin embargo, vi que estaba protegida por un guardia, aunque este estaba ocupado comiendo. Un guardia en la entrada una cueva... no sonaba a nada legal. Procurando no hacer ruido y escondido entre los árboles, busqué algo que pudiese arrojar, y vi una bellota junto al tronco de un árbol. Sobre este, había una ardilla que me miraba atentamente. Esos bichejos estaban en todas partes. Tomé la bellota y la arrojé contra un árbol lejano a mi posición. Esta rebotó y le dio a un arbusto, produciendo el ruido suficiente para que el guardia dejase de prestar atención a su comida por un segundo. La ardilla parecía especialmente cabreada y empezó a emitir unos extraños ruidos, como si me echase la bronca. Agarré la ardilla, y en un movimiento rápido, la lancé hacia la hierba donde estaba la bellota. El guardia, alarmado por el nuevo ruido, se acercó lentamente al lugar de donde procedía, dándome la espalda y la oportunidad perfecta. Me acerqué sigilosamente al guardia por detrás y coloqué la cadena de mi gancho en torno a su cuello, estrangulándolo. Si conseguía dejarle seco, me metería en la cueva sin problemas.

El hombre no consiguió oponer demasiada resistencia. Intentó dar golpes y codazos, pero no consiguió ser más que una molestia debido a mi ventaja. Su cara cambió varios tonos de color hasta quedar inerte, asi que le arrastré hasta unos arbustos, desenvainé mi espada, y la hundí en su yugular. No iba a dejar ningún cabo suelto.

Una vez entré en la cueva, escuché un rugido desde las profundidades de la cueva. ¿Sería esa la bestia que buscaba? No parecía estar contenta de estar ahí, desde luego. Acababa de darme cuenta de que tendría que abrirme paso a la fuerza, ya que había entrado con toda mi sutileza en la cueva. Quien quiera que estuviese ahí, no estaría feliz de verme rondando con la espada ensangrentada. No tardé en ver manchas de sangre en las paredes, obviamente prediciendo que al final de la cueva solo habría pensamientos felices y arcoiris.

Cuando todo parecía ser simple, encontré un cruce en el camino. Las manchas de sangre no indicaban direcciones precisamente, lo cual era muy desconsiderado con las visitas, asi que tuve que guiarme por mi olfato. Un camino apestaba a suciedad y recordaba a las repugnantes catacumbas de Lunargenta. El otro solo olía a sangre y muerte, mucho más agradable y más fácil de acostumbrarse a él. Realmente la elección era evidente. Me dirigí hacia el sendero de la derecha, estaba a punto de hacerlo mucho más sangriento de lo que ya era.

Durante un rato, no se veía más que sangre. Era extraño, ¿por qué estaba en las paredes? Era como si alguien hubiese estado chorreando sangre desde la yugular durante demasiado tiempo. Fuera lo que fuese lo que me esperaba, no iba a salir de ahí dialogando, aunque eso nunca había entrado en mis planes.

La cueva se hacía más y más oscura, hasta que apenas podía ver nada incluso con mi visión. Empezaba a perder seguridad e ir con más cautela, todo había sido fácil hasta ahora, pero dudaba de que fuese a seguir así. Aunque casi me tropiezo con ella, atravesé una reja en la oscuridad. "Abierta..." ¿Habrían capturado a más bestias ahí? Empezaba a haber más espacio, cosa que no me hacía excesiva gracia. Durante un rato, solo había silencio. Pero de repente, algo brilló en las paredes, y dos enormes ojos rojos aparecieron en la oscuridad.

Dos ojos que pertenecían a un enorme dragón. Debía ser mucho más grande que al que me había enfrentado dias antes, en el lago, y contra ese había tenido ayuda. Empecé a plantearme mis posibilidades cuando la figura habló, exigiendo saber quien era y que quería. Respiré hondo. Tenía que mantener la calma y, por una vez, controlar mi lengua, la situación no me era favorable. Bajé la espada, intentando no mostrarme como una amenaza, y me pensé bien mis palabras. -Mi nombre es Wernack.- dije, bajando un poco la cabeza y con la cola literalmente entre las piernas, como inconsciente señal de sumisión. Ese noble no me pagaba lo suficiente para enfrentarme a un dragón. -Me han pagado para cazar a una bestia que ha matado a algunos sirvientes de un cretino con castillo, no muy lejos. Sin embargo, creo que es un felino, uno grande.- decir la verdad parecía la mejor idea. Ahora había respondido a su pregunta con la diplomacia que había podido reunir, pero el encuentro no iba a acabar ahí. Tenía preguntas como la criatura curiosa que era.

-Mis disculpas por invadir este sitio así.- dije, inclinandome ligeramente e intentando ser lo más educado posible. -Si me indicases donde puedo encontrar lo que busco, dejaré este sitio y no volveré a molestar. O incluso podría ayudar de alguna forma, si hay algo que un gran y poderoso dragón desee y yo pueda conseguir- Si no estuviese en una desventaja tan sobrecogedora, esas palabras no habrían salido de mi boca nunca, pero en ese momento no tenía mucho más remedio, y si mantenía la cabeza fría, el dialogo podía ayudarme más que la espada.

En vez de una respuesta, de la boca del dragón salieron llamas, a punto de envolverme. Los breves segundos antes de que escupiese la llamarada se expandieron tremendamente, no tenía oportunidad de escapar, no había forma. ¿Iba a morir calcinado, así sin más? No era posible, no de esa forma. Las llamas me cubrieron, pero no sentí nada, ni calor ni frío. La cabeza del ser desapareció. ¡Era una maldita ilusión! ¿¡Me había sometido ante eso!? Indignado, di unos pasos al frente, buscando al culpable. Ahora era una cuestión de orgullo.

La siguiente habitación era extraña, como una sala de rituales. El olor a muerte y sangre era mucho más fuerte, más de lo que estaba acostumbrado. En el centro, había un ser extraño. Era como un humano, pero con extremidades de oso. Sin embargo, al mirarlo más atentamente, pude ver que estaban cosidas a su cuerpo. Abrí los ojos, asqueado y furioso. ¿Que clase de engendro era ese? ¿Uno envidioso de mi raza? No le culpaba, claro, cualquier cosa era mejor que un simio. El cadaver del oso despedazado no estaba muy lejos... Hacer daño a un animal para eso no tenía ningún perdón posible. Me llevé la espada al hombro, con las orejas y los sentidos alerta. El hombre estaba ofreciendo conseguir lo que fuese que estaban haciendo allí conmigo. Reí ligeramente. -Interesante propuesta. Aquí está mi contraoferta.- en un rápido movimiento, agarré el cuchillo envenenado de mi capa y se lo arrojé a aquel repulsivo ser. Mientras el cuchillo volaba, lancé mi gancho hacia el arma del guardia a su lado.

Aquellos actos que habían cometido eran repugnantes. Esa escoria solo merecía una muerte lenta, y yo estaría encantado de proporcionarsela. Ya no luchaba porque me pagasen. Tampoco por orgullo. Por primera vez en mucho tiempo, luchaba por principios, e iba a destrozar a esos gusanos. -Pienso arrancaros vuestras extremidades una a una mientras mirais.- dije, friamente aunque con una mueca de repugnancia en mi cara. Con la espada en mano, corrí hacia los dos hombres, dispuesto a cumplir mi promesa.

Al parecer, el lunático era un brujo. Como no.. Detuvo mi preciado cuchillo que había arrojado con una frase más que decente como si no fuese nada, y también mi gancho, lo cual era muy desconsiderado. Además, envió a su guardia, un simple guardia que me copiaba en arma y llevaba armadura pesada. Recogí el gancho, mirando indignado al guardia -Veremos lo útil que es esa armadura cuando estés cubierto de tu sangre.- sonreí. El capullo me había copiado hasta el gesto desafiante, el matarle no era una opción, sino una necesidad.

Entonces vi una excelente oportunidad. Había dejado esa espada suya en el suelo... -¡Piensa rápido!- giré el gancho a mi alrededor, a la altura de su cabeza, amenazando con desgarrarle la cara pero con tiempo suficiente para que lo esquivase, cosa que hizo sin problema, pero entonces redirigí el gancho para que su trayectoria fuese más baja. Este se enrolló en torno al mango de su espada, y sin perder un segundo, tiré de ella para dejarle sin un arma que usar.

Después, me lancé en una serie de estocadas y cortes rápidos, buscando una apertura en su defensa. No iba a darle ninguna oportunidad para contraatacar, tenía que seguir golpeando e ir directo al cuello. Esa armadura le protegía, pero no podría esquivar muy bien con ella, y esperaba agotarle con mi asalto desenfrenado. Tras la ristra de ataques, vi mi oportunidad. Lancé mi gancho hacia sus pies, e intenté derribarle de su posición. Si lo conseguía, intentaría acabar con ello de una última estocada.

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Mi estrategia había sido un éxito espléndido, y pude ver la cara de idiota que se le quedó al hombre al ver el error tan estúpido que había cometido. Sonreí cruelmente ante su expresión, eso le pasaba por provocarme. Su sangre tiñó mi espada de rojo, y se acabó el "No pasarás". Muy seguro de si mismo para eso...

El cadaver del altar empezó a levantarse. ¿Nigromancia? ¿Eso estaba acaso permitido? Fuera como fuese, la escena era totalmente macabra, con las extremidades cortadas de oso... parecía mentira que pudiese usarlas realmente, después de todo, estaban atadas con hilos. "Un momento..." pensé. La sonrisa sarcástica volvió a mi rostro, aquello iba a ser fácil. -Se me ocurre un experimento. Te corto la cabeza y veamos si puedes reanimarte.- provoqué. Ahora tenía que ocuparme del semioso, claro, pero confiaba en mis posibilidades.

La abominación dio un gran salto. Para estar muerto y reconstruido, era bastante rápido, y esas garras no parecían ser ninguna broma. -No me lo digas, tampoco siente dolor, ¿hmm?- era dificil de adivinarlo, pues no tenía ni idea de como estaba vivo, aparte de la respuesta evidente, "magia". Malditos brujos. El ser se estaba acercando hacia mi, y me planteé dos opciones. Podía ir a buscar al felino y confiar en que me ayudase, aunque tampoco tenía realmente motivos... o podía encargarme de eso después de lidiar con el semioso.

Tenía que mantenerme a cierta distancia para asegurarme de que esas garras no me tocaban, pero al mismo tiempo... apunté al ser con mi espada, y cuando se acercó a la distancia suficiente, lancé un tajo dirigido a la unión de su brazo y el torso. Si cortaba esos hilos, no podría usar sus garras... probablemente.

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Sonreí al ver como mi hoja atravesó los hilos y el brazo del monstruo quedó colgando, casi inerte. Había bastado para inutilizarlo, lo cual dejaba claro cual era su punto débil. Con una extremidad menos, sus ataques se hicieron más previsibles, aunque igualmente rápidos. Sin embargo, al venir del mismo lado, rechazarlos se convirtió en tarea fácil. Mientras, el brujo se quedó tomando notas, sin importarle la amenaza que suponía para él, subestimando mi habilidad o sobreestimando la suya. Tal vez solo estuviese loco, o tal vez no tenía realmente habilidades de combate.

El león enjaulado estaba cada vez más nervioso, hasta él sabía que aquello era una abominación. No podía seguir escuchando eso mucho más, se me encogía el corazón al escuchar los rugidos del pobre animal. Sin embargo, liberarlo era arriesgado. Al estar tan alterado, era probable que me atacase a mi... aunque si tenía suerte, iría primero a por lo que causaba su agitación. Lancé otro tajo hacia el brazo restante del oso, si acababa con eso, dejaría de ser una amenaza.

Después, fui corriendo hacia la jaula del animal. Cerrada, por supuesto. Algo me decía que el irritante brujo tenía la llave, o tal vez, aquel tipo ahora muerto. No me apetecía que me enviase volando contra la pared de un pulso telequinético aún, así que probé a golpear el mecanismo de cerradura con mi espada con toda mi sutilidad habitual. Si se abría, me echaría a un lado antes de que el león se abalanzase sobre mi, por si acaso.

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No había conseguido cortarle el brazo, pero no importaba. Conseguí romper la cerradura de la jaula, liberando al aterrorizado león, pero este, como había previsto, me atacó sin pensarselo. A pesar de mi intento de evitarlo, las fauces del felino se hundieron en mi brazo, haciendome gruñir de dolor y nublandome la mente. Ese animal era completamente capaz de arrancarle un brazo a alguien sin problema,

Sin embargo, la presión sobre mi brazo se alivió, y el animal atacó al monstruo semi muerto, sin mucho éxito, pues fue herido. Intenté levantarme, pero la herida sangrante hacía que me replantease mis acciones... no, no podía quedarme lamiendome las heridas, aún no había terminado. Me repuse y me giré solo para ver como la abominación estaba a punto de asestar un golpe letal. Antes de poder reaccionar, el león me salvó de un ataque peor que el suyo inmovilizando al enemigo. Era la oportunidad que necesitaba.

Sabía que el león podría volver a atacar, pero eso no me importaba tanto. No tenía energía ni ganas de enfrentarme al felino, solo quería arrancarle la cabeza a ese brujo. Con la espada en ambas manos, di un paso al frente y hundí mi hoja en su cabeza, acabando con la amenaza y tiñendo el arma de carmesí. Aquel insulto a la naturaleza se derrumbó en el suelo, poniendo fin a ese experimento. Miré al brujo y le apunté con la espada. -Se te había olvidado una variable en tus experimentos. La variable "Wernack" cuya ley dice "JO-DE-TE".- Con ambos le arrojé mi espada, esperando que se le clavase en algún sitio doloroso.

Instrucciones:

• Como puedes notar, la cueva está comenzando a desmoronarse.
  
• El león no está muerto, pero está muy herido como para luchar, pero cuidado, darle una oportunidad demasiado fácil terminará inevitablemente en una mordida.
  
• La herida en tu brazo es seria, no es un mero rasguño, ten eso en cuenta.
  
• El final de esta misión se acerca.
  

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