Corazón escarchado [Libre][Completo][Trama][Cerrado]
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Corazón escarchado [Libre][Completo][Trama][Cerrado]
Llevaban ya mucho tiempo en camino, el norte parecía un lugar completamente lejano e imposible de alcanzar. Los días habían ido sucediéndose con relativa calma, el puño carmesí había disminuido sus apariciones a medida que avanzaban hacia la tierra de los dragones. Dando varios respiros a los dos viajeros.
Alanna, aun con el viaje, había conseguido recuperarse de la herida del brazo, ya podía alzar su espada con bastante facilidad, seguramente tenía que ver con que era una espada ligera, en cambio, sería incapaz de alzar el mandoble de Eltrant, que pesaba mucho más que su estoque. Había sido agradable tener la oportunidad de hablar tanto con el chico, y la guardia no olvidaba que le había salvado la vida varias veces y que, encima, había cambiado sus planes para acompañarla, era agradable que se preocuparan por ella.
A esas alturas, el rió del norte ya los había alcanzado, Alanna no era buena aguantando el frío, no le gustaba, le costaba horrores tolerar ese tipo de temperaturas, pero aun no se había quejado en todo el camino, al fin y al cabo, el mercenario debía estar igual que ella, y, encima, el sin tener el por qué estar allí, la chica pensaba que no tenía derecho a quejarse, por eso soportaba las temperaturas con una sonrisa. De todos modos, lo difícil no era los días, cabalgar estaba bien, Alanna no notaba el frío teniendo a Eltrant a su espalda, reconocía que el chico, era cálido.
Ya habían recorrido un par de pueblos sin lograr nada, ni siquiera parecía que nadie hubiera visto a Elise, y, aunque La Gata comenzaba a pensar que no la encontraría, prefería no demostrarlo, aunque no lo conseguía del todo, los ánimos iban decayendo poco a poco. Aunque era normal que no encontraran nada, al fin y al cabo, todavía no habían visto árbol alguno desde que entraron en tierra de dragones, lo único que veían era un desierto helado, frío y blanco, tan aburrido....
Todos los lugares eran iguales, incluso los pueblos se parecían de forma preocupante, casi daba la impresión de que estuvieran dando vueltas, aunque no fuera el caso. Eltrant había estado raro desde que comenzó el frío, ¿tal vez hubiera sucedido algo en el norte? Aunque, ella no tenía idea de si él había estado allí en algún momento.
Alanna si recordaba su primera visita al norte, no era algo que le gustase recordar. Había enfrentado a una bestia roja, gigantesca, y había ganado su primera lesión, que, aun a veces, le pesaba en sus peleas. Aunque, al menos, había conocido a una buena amiga, había estado manteniendo el contacto por carta hasta unos meses atrás, cuando había abandonado Lunargenta y no había encontrado el momento de escribir.
Un nuevo pueblo apareció a su frente, parecía que no había demasiada gente, aunque, en el resto había pasado lo mismo, el frío debía hacer que las personas estuvieran más en sus casas que en lugares más cálidos. A medida que avanzaban las casas de madera se mostraban ante ellos, no era un pueblo especialmente grande, todas las chimeneas soltaban humo, la tarde avanzaba con rapidez, y, allí, la noche caía más pronta que en el sur. Los días cortos habían dificultado el avance, pero las personas de allí parecían más dadas a dar asilo sin pedir nada a cambio, tal vez porque sabían lo que era soportar ese tipo de climas.
Una vez dentro del pueblo solo una mujer parecía tener el valor de seguir fuera de la casa, era baja y regordeta, por entre la tela de la capucha, asomaba un pelo rojo muy rizado y sus enormes mejillas rosadas sonreían amistosas. Tal vez pudieran preguntarle a ella...
- Disculpe.- la llamó Alanna- ¿puede ayudarnos? Estamos...
- Clarrro mi ninia.- dijo con un acento extraño sin dejar terminar de hablar a la guarda.- Vamos, Vamos.- remarcó la v- PasaD, Dentrrro, debeis estar helaDos.- Tanta hospitalidad le resultaba extraña a la chica, y la mujer pareció darse cuenta.
- Oh, perrrDonaD, es una costumbrrre de nuestrrrro pueblo, no poDemos dejar a los viajeros solos sin darles algo de comerrr, al menosss, y aquí anochese prrrronto.- a demás de las consonantes fuertes, seseaba en algunos momentos, pero si era una costumbre, entendía la amabilidad, además, no podía rechazar ningún tipo de ayuda para encontrar a su hermana.
- Ah... gracias...- tras mirar a su compañero,que se encontraba tras ella, Alanna lanzó un suspiro blanco al frente y descendió del caballo siguiendo a la mujer al interior de la casa.
Alanna, aun con el viaje, había conseguido recuperarse de la herida del brazo, ya podía alzar su espada con bastante facilidad, seguramente tenía que ver con que era una espada ligera, en cambio, sería incapaz de alzar el mandoble de Eltrant, que pesaba mucho más que su estoque. Había sido agradable tener la oportunidad de hablar tanto con el chico, y la guardia no olvidaba que le había salvado la vida varias veces y que, encima, había cambiado sus planes para acompañarla, era agradable que se preocuparan por ella.
A esas alturas, el rió del norte ya los había alcanzado, Alanna no era buena aguantando el frío, no le gustaba, le costaba horrores tolerar ese tipo de temperaturas, pero aun no se había quejado en todo el camino, al fin y al cabo, el mercenario debía estar igual que ella, y, encima, el sin tener el por qué estar allí, la chica pensaba que no tenía derecho a quejarse, por eso soportaba las temperaturas con una sonrisa. De todos modos, lo difícil no era los días, cabalgar estaba bien, Alanna no notaba el frío teniendo a Eltrant a su espalda, reconocía que el chico, era cálido.
Ya habían recorrido un par de pueblos sin lograr nada, ni siquiera parecía que nadie hubiera visto a Elise, y, aunque La Gata comenzaba a pensar que no la encontraría, prefería no demostrarlo, aunque no lo conseguía del todo, los ánimos iban decayendo poco a poco. Aunque era normal que no encontraran nada, al fin y al cabo, todavía no habían visto árbol alguno desde que entraron en tierra de dragones, lo único que veían era un desierto helado, frío y blanco, tan aburrido....
Todos los lugares eran iguales, incluso los pueblos se parecían de forma preocupante, casi daba la impresión de que estuvieran dando vueltas, aunque no fuera el caso. Eltrant había estado raro desde que comenzó el frío, ¿tal vez hubiera sucedido algo en el norte? Aunque, ella no tenía idea de si él había estado allí en algún momento.
Alanna si recordaba su primera visita al norte, no era algo que le gustase recordar. Había enfrentado a una bestia roja, gigantesca, y había ganado su primera lesión, que, aun a veces, le pesaba en sus peleas. Aunque, al menos, había conocido a una buena amiga, había estado manteniendo el contacto por carta hasta unos meses atrás, cuando había abandonado Lunargenta y no había encontrado el momento de escribir.
Un nuevo pueblo apareció a su frente, parecía que no había demasiada gente, aunque, en el resto había pasado lo mismo, el frío debía hacer que las personas estuvieran más en sus casas que en lugares más cálidos. A medida que avanzaban las casas de madera se mostraban ante ellos, no era un pueblo especialmente grande, todas las chimeneas soltaban humo, la tarde avanzaba con rapidez, y, allí, la noche caía más pronta que en el sur. Los días cortos habían dificultado el avance, pero las personas de allí parecían más dadas a dar asilo sin pedir nada a cambio, tal vez porque sabían lo que era soportar ese tipo de climas.
Una vez dentro del pueblo solo una mujer parecía tener el valor de seguir fuera de la casa, era baja y regordeta, por entre la tela de la capucha, asomaba un pelo rojo muy rizado y sus enormes mejillas rosadas sonreían amistosas. Tal vez pudieran preguntarle a ella...
- Disculpe.- la llamó Alanna- ¿puede ayudarnos? Estamos...
- Clarrro mi ninia.- dijo con un acento extraño sin dejar terminar de hablar a la guarda.- Vamos, Vamos.- remarcó la v- PasaD, Dentrrro, debeis estar helaDos.- Tanta hospitalidad le resultaba extraña a la chica, y la mujer pareció darse cuenta.
- Oh, perrrDonaD, es una costumbrrre de nuestrrrro pueblo, no poDemos dejar a los viajeros solos sin darles algo de comerrr, al menosss, y aquí anochese prrrronto.- a demás de las consonantes fuertes, seseaba en algunos momentos, pero si era una costumbre, entendía la amabilidad, además, no podía rechazar ningún tipo de ayuda para encontrar a su hermana.
- Ah... gracias...- tras mirar a su compañero,que se encontraba tras ella, Alanna lanzó un suspiro blanco al frente y descendió del caballo siguiendo a la mujer al interior de la casa.
Última edición por Alanna Delteria el Lun Jul 20 2015, 13:29, editado 1 vez
Alanna Delteria
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Re: Corazón escarchado [Libre][Completo][Trama][Cerrado]
Se ajustó el pañuelo que rodeaba su cuello, objeto se había encargado de comprar en uno de los pueblos que habían visitado, y oteó el horizonte.
Una vez más, estaba allí, en el gran norte blanco, espoleó a Mohr, quien cargaba tanto con él como con Alanna, el cual siguió hacia adelante lentamente, casi deslizándose sobre la nieve, en dirección al pequeño conjunto de casas que se podía observar frente a ellos.
Había sido un viaje largo y tedioso, noches luchando contra el frío y días en los que encontrar a la hermana de la guarda parecía ser un objetivo muy lejano, casi imposible, y no era de extrañar, lo único que sabían es que la chica se encontraba en el norte, no era algo precisamente exacto.
Dejando que el caballo fuese a su propio ritmo alzó la mirada hacia el cielo que se alzaba sobre ellos, dónde nubes tan blancas como la misma nieve cubrían todo el firmamento hasta dónde alcanzaba la vista, suspiró.
No podía decir que quería estar allí, sin embargo, tampoco podía negar que la compañía de la guarda resultaba agradable, probablemente él no se habría vuelto a adentrar en aquellas tierras por propia iniciativa y aunque él no había estado precisamente hablador desde que encontraron el primer atisbo de nieve, Alanna había afrontado todo aquel frío y soledad con una sonrisa y le habia dado conversación aún cuando este simplemente respondía con monosílabos.
Ya habían preguntado por la pequeña Delteria en diferentes lugares, todos ellos prácticamente copias unos de otro, aquello fue algo de lo que se percató la última vez que estuvo por allí; era un hecho que la arquitectura de la que hacían gala todos aquellos poblados y aldeas debía de ser especial de alguna forma, probablemente tuviese algo que ver con la calidez de los hogares o algo por el estilo.
La aldea que tenían frente a ellos fue volviéndose más visible según se iban acercando a ella, desvelando poco más de lo que ya sabían del lugar, un par de casas esparcidas en mitad de la nada, probablemente un pequeño puesto comercial en el que viajeros paraban de camino a Dundarak.
Algo de lo solía olvidarse era de la velocidad con la que anochecía en el norte y aunque en aquel viaje estaba tratando de evitar por todos los medios a los lugareños, no creía tener otra opción que acercarse a aquel lugar, en busca de una posada.
Una vez estuvieron dentro de la aldea una mujer, poseedora de un singular acento, aceptó hospedar a los viajeros en su propio hogar, al parecer en aquel lugar no había nada remotamente parecido a una posada, y las personas solían hospedar a los viajeros en sus propias casas. Eltrant suspiró y asintió con la cabeza ante aquel ofrecimiento, sabía que no podía sospechar de todo el mundo, el mismo estaría muerto si no hubiese sido por la amabilidad de los norteños, pero bajo aquella fachada de hospitalidad podía esconderse un bandido que no dudaría en robarles y asesinarles al caer la noche.
Eltrant dejó que Alanna tomase la iniciativa y entrase en el hogar de la lugareña mientras este llevaba a su montura a un pequeño establo que había junto a la vivienda, en el cual ya había una yegua de color blanco. No tardó en apreciar el hecho de que todos los hogares tenían un lugar en el cual guardar a los animales, no era de extrañar, dado el frio de aquellas tierras, era la única manera en la que aquellas personas podían asegurarse de que el ganado no sucumbiera al frío.
Una vez dejado a Mohr en el interior del establo anexo a la casa el mercenario se adentró en esta, dónde la mujer le recibió con amabilidad y le señaló una silla en la que sentarse.
El lugar no era especialmente grande, pero debía admitir que era acogedor, en completo silencio, sonrió a la campesina cuando depositó dos platos de comida caliente frente a los cansados viajeros, y después de servirse uno a ella misma y sentarse junto a sus invitados, preguntar que les traía hasta aquellas tierras.
Una vez más, estaba allí, en el gran norte blanco, espoleó a Mohr, quien cargaba tanto con él como con Alanna, el cual siguió hacia adelante lentamente, casi deslizándose sobre la nieve, en dirección al pequeño conjunto de casas que se podía observar frente a ellos.
Había sido un viaje largo y tedioso, noches luchando contra el frío y días en los que encontrar a la hermana de la guarda parecía ser un objetivo muy lejano, casi imposible, y no era de extrañar, lo único que sabían es que la chica se encontraba en el norte, no era algo precisamente exacto.
Dejando que el caballo fuese a su propio ritmo alzó la mirada hacia el cielo que se alzaba sobre ellos, dónde nubes tan blancas como la misma nieve cubrían todo el firmamento hasta dónde alcanzaba la vista, suspiró.
No podía decir que quería estar allí, sin embargo, tampoco podía negar que la compañía de la guarda resultaba agradable, probablemente él no se habría vuelto a adentrar en aquellas tierras por propia iniciativa y aunque él no había estado precisamente hablador desde que encontraron el primer atisbo de nieve, Alanna había afrontado todo aquel frío y soledad con una sonrisa y le habia dado conversación aún cuando este simplemente respondía con monosílabos.
Ya habían preguntado por la pequeña Delteria en diferentes lugares, todos ellos prácticamente copias unos de otro, aquello fue algo de lo que se percató la última vez que estuvo por allí; era un hecho que la arquitectura de la que hacían gala todos aquellos poblados y aldeas debía de ser especial de alguna forma, probablemente tuviese algo que ver con la calidez de los hogares o algo por el estilo.
La aldea que tenían frente a ellos fue volviéndose más visible según se iban acercando a ella, desvelando poco más de lo que ya sabían del lugar, un par de casas esparcidas en mitad de la nada, probablemente un pequeño puesto comercial en el que viajeros paraban de camino a Dundarak.
Algo de lo solía olvidarse era de la velocidad con la que anochecía en el norte y aunque en aquel viaje estaba tratando de evitar por todos los medios a los lugareños, no creía tener otra opción que acercarse a aquel lugar, en busca de una posada.
Una vez estuvieron dentro de la aldea una mujer, poseedora de un singular acento, aceptó hospedar a los viajeros en su propio hogar, al parecer en aquel lugar no había nada remotamente parecido a una posada, y las personas solían hospedar a los viajeros en sus propias casas. Eltrant suspiró y asintió con la cabeza ante aquel ofrecimiento, sabía que no podía sospechar de todo el mundo, el mismo estaría muerto si no hubiese sido por la amabilidad de los norteños, pero bajo aquella fachada de hospitalidad podía esconderse un bandido que no dudaría en robarles y asesinarles al caer la noche.
Eltrant dejó que Alanna tomase la iniciativa y entrase en el hogar de la lugareña mientras este llevaba a su montura a un pequeño establo que había junto a la vivienda, en el cual ya había una yegua de color blanco. No tardó en apreciar el hecho de que todos los hogares tenían un lugar en el cual guardar a los animales, no era de extrañar, dado el frio de aquellas tierras, era la única manera en la que aquellas personas podían asegurarse de que el ganado no sucumbiera al frío.
Una vez dejado a Mohr en el interior del establo anexo a la casa el mercenario se adentró en esta, dónde la mujer le recibió con amabilidad y le señaló una silla en la que sentarse.
El lugar no era especialmente grande, pero debía admitir que era acogedor, en completo silencio, sonrió a la campesina cuando depositó dos platos de comida caliente frente a los cansados viajeros, y después de servirse uno a ella misma y sentarse junto a sus invitados, preguntar que les traía hasta aquellas tierras.
Eltrant Tale
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Re: Corazón escarchado [Libre][Completo][Trama][Cerrado]
Dentro de la casa se sentía un calor muy agradable, que, en comparación al tremendo frío invernal, era un auténtico regalo, con un suspiro Alanna se quitó los guantes y la capa dejándolas colgadas en una percha cercana a la puerta. La chimenea chisporroteaba en el fondo y dotaba al lugar de una cálida luz anaranjada.
La cara de la chica, helada hasta hacía poco, comenzó a calentarse por fin, si no fuera por que tenía que buscar a Elise, tal vez hubiera podido disfrutar más de la hospitalidad norteña, eran personas realmente amables, probablemente porque se habían acostumbrado a colaborar entre ellos para soportar las inclemencias del tiempo.
Cuando la mujer la invitó a sentarse, Alanna asintió dándole las gracias y tomó lugar en una mesa rectangular que se encontraba en el centro del cuarto. Poco tardó en entrar Eltrant, a quien la mujer recibió con amabilidad, e hizo sentarse, cuando ambos hubieron tomado sitio la señora dejó frente a ellos dos platos humeantes de sopa y ella misma se sirvió otro sentándose frente a los jovenes.
Se presentó como Brândușa, y les preguntó que los había llevado hasta esos parajes tan remotos. Alanna dejó la cuchara sobre la mesa y después de morderse el labio, nerviosa, se dispuso a preguntar.
- Verá, buscamos a mi hermana, se llama Elise, es rubia, de ojos azules, si vino aquí, llegó sola, y en silencio, ¿le suena alguien así que llegase hace poco?- preguntó con mirada esperanzada.
- Oh, mi ninia.- dijo la mujer con cara de pena.- Esssa chiquia Vino, como tu has dicho, se instaló en una casssa no muy lejos de aqui.- Alanna sonrió, así que la había encontrado, pero... algo no encajaba, ¿por qué la mujer tenía ese semblante?- Perrrro, no durrró mucho.
- ¿Qué quiere decir?- preguntó mientras se le cerraba la garganta, y le empezaba a costar respirar.- ¿Es que ya no está aquí?
- Si, está, en el Final del pueblo, serrrrca del acantilado, perrro... no crreo que pueDas hablarrrr con ella, mi ninia- Alanna sentía el corazón en un puño, ¿por qué no podría hablar con ella?, estaba allí, la habían encontrado- Un hombrrrrre- siguió hablando la mujer- que se te 'daVa' un airrre, llegó un día, parrese que discutierrron y.... tu hermana...- La mujer la miro de forma significativa.
- No...- se le escapó a Alanna de los labios.- No.- dijo antes de salir corriendo del lugar.
Sin guantes, capa o nada que la protegiera del frío, salió de la casa dejando la puerta abierta, y, dirigiéndose a la parte contraria del pueblo, avanzó por la nieve clavando las botas, yendo todo lo rápido que el terreno se lo permitía, no podía ser verdad, no era posible, su hermana no podía estar....
Cruzó por entre las casas iluminadas sin que nadie percibiera su presencia, sin que nadie entendiera que, por mitad de sus calles, cruzaba una joven desesperada, confusa, que deseaba que fuera su imaginación la que le jugaba una mala pasada, que rezaba por haber llegado a una conclusión precipitada.
Llegó a una zona sin casas, solo un precipicio, algo alejado, daba fondo al lugar, allí, en mitad de la nada, una piedra, una única piedra decoraba el paisaje. Alanna se acercó con rapidez y quitó la nieve que que cubría unas letras que podían entre verse. Allí, arrodillada, leyó incrédula el grabado, mientras el sol comenzaba a ocultarse a su frente. Elise Delteria....
Alanna, negándose a creerlo, siguió murmurando "no, no" una y otra vez, mientras lágrimas frías comenzaban a correrle por las mejillas, ella, sin poder detenerse, comenzó a apartar la nieve del suelo, tal vez, si conseguía sacar a quien había ahí dentro, descubriera que no era su hermana, que la mujer se había confundido y que el nombre de la lápida estaba mal puesto.
La cabeza le daba vueltas, se sentía en un estado de inconsciencia en el que se movía por pura esperanza vana. Notaba como el frío comenzaba a meterse en sus venas, en su sangre y le perforaba poco a poco el corazón y el alma. Las manos le ardían de apartar la nieve sin protección alguna, totalmente desnudas. Comenzaba a estar empapada por la escarcha que tocaba su ropa, tenía frío, muchísimo, pero no era capaz de detenerse, necesitaba estar segura de que no era Elise, no podía serlo.
Sin dejar de llorar, ya no viendo siquiera lo que hacía, siguió escarbando, ¿Es que la nieve no se acabaría nunca? Quería gritar que todos se equivocaban, pero... ¿y si no era el caso? ¿y si tenían razón? ¿Había pasado diez años buscando a una hermana a la que jamás volvería a ver? No podía aceptarlo. "Elise... Elise... Elise, por favor, no..." Pensaba mientras seguía quemándose las manos con la nieve.
Estaba cada vez más helada, con mayor dolor, las mejillas congeladas, por el frío y el llanto, siguió apartando nieve sin que le importara que las manos estuvieran comenzando a sangrarle, las heridas eran cada vez más grandes, y su pena se iba acrecentando, notaba como el corazón dejaba de latirle, se le detenía en el pecho y, luego, aceleraba su ritmo de forma terriblemente dolorosa. Su llanto no escapaba de su garganta mientras se mordía los labios, conteniéndose, a medida que las gotas de agua clara se derramaban de sus ojos como cascadas la nieve se derretía, pero de poco valía.
La desesperación consumía a la joven que seguía sin prestar atención a sus músculos totalmente helados, a la ropa que, húmeda y fría, se pegaba a su piel, helándola, poniéndole los labios azules, las mejillas rojas y frías, el vaho que soltaban sus llantos, las manos ya se encontraban completamente rojas, no solo por el frío, si no porque la sangre de las heridas que le había hecho la nieve ya sangraban con fuerza. Pero daba la impresión de que ni siquiera eso la detendría.
*************************************************
Mientras la chica salía de la casa con aspecto desesperado, la mujer explicó con rapidez cómo el hombre que, sospechaban, había sido el causante de la muerte de la joven, había ido con cara arrepentida, bañada en lágrimas pidiendo que pusieran una losa grabada en el lugar que el había marcado en la nieve.
- Nossss dijo que él missssmo 'haVía' enterrrrraDo a la ninia, que pussssierrramos una piedrrrrra con Su nomBrrrrre.- La mujer, finalmente, calló, y miró la puerta abierta, por la que entraba el viento, ¿estaría bien la joven que había salido corriendo del hogar?- Esssa chica no deVerrrrría estarrrr sola.- pensó en voz alta la mujer con aspecto entristecido, ella sabía lo que era perder una hermana.
La cara de la chica, helada hasta hacía poco, comenzó a calentarse por fin, si no fuera por que tenía que buscar a Elise, tal vez hubiera podido disfrutar más de la hospitalidad norteña, eran personas realmente amables, probablemente porque se habían acostumbrado a colaborar entre ellos para soportar las inclemencias del tiempo.
Cuando la mujer la invitó a sentarse, Alanna asintió dándole las gracias y tomó lugar en una mesa rectangular que se encontraba en el centro del cuarto. Poco tardó en entrar Eltrant, a quien la mujer recibió con amabilidad, e hizo sentarse, cuando ambos hubieron tomado sitio la señora dejó frente a ellos dos platos humeantes de sopa y ella misma se sirvió otro sentándose frente a los jovenes.
Se presentó como Brândușa, y les preguntó que los había llevado hasta esos parajes tan remotos. Alanna dejó la cuchara sobre la mesa y después de morderse el labio, nerviosa, se dispuso a preguntar.
- Verá, buscamos a mi hermana, se llama Elise, es rubia, de ojos azules, si vino aquí, llegó sola, y en silencio, ¿le suena alguien así que llegase hace poco?- preguntó con mirada esperanzada.
- Oh, mi ninia.- dijo la mujer con cara de pena.- Esssa chiquia Vino, como tu has dicho, se instaló en una casssa no muy lejos de aqui.- Alanna sonrió, así que la había encontrado, pero... algo no encajaba, ¿por qué la mujer tenía ese semblante?- Perrrro, no durrró mucho.
- ¿Qué quiere decir?- preguntó mientras se le cerraba la garganta, y le empezaba a costar respirar.- ¿Es que ya no está aquí?
- Si, está, en el Final del pueblo, serrrrca del acantilado, perrro... no crreo que pueDas hablarrrr con ella, mi ninia- Alanna sentía el corazón en un puño, ¿por qué no podría hablar con ella?, estaba allí, la habían encontrado- Un hombrrrrre- siguió hablando la mujer- que se te 'daVa' un airrre, llegó un día, parrese que discutierrron y.... tu hermana...- La mujer la miro de forma significativa.
- No...- se le escapó a Alanna de los labios.- No.- dijo antes de salir corriendo del lugar.
Sin guantes, capa o nada que la protegiera del frío, salió de la casa dejando la puerta abierta, y, dirigiéndose a la parte contraria del pueblo, avanzó por la nieve clavando las botas, yendo todo lo rápido que el terreno se lo permitía, no podía ser verdad, no era posible, su hermana no podía estar....
Cruzó por entre las casas iluminadas sin que nadie percibiera su presencia, sin que nadie entendiera que, por mitad de sus calles, cruzaba una joven desesperada, confusa, que deseaba que fuera su imaginación la que le jugaba una mala pasada, que rezaba por haber llegado a una conclusión precipitada.
Llegó a una zona sin casas, solo un precipicio, algo alejado, daba fondo al lugar, allí, en mitad de la nada, una piedra, una única piedra decoraba el paisaje. Alanna se acercó con rapidez y quitó la nieve que que cubría unas letras que podían entre verse. Allí, arrodillada, leyó incrédula el grabado, mientras el sol comenzaba a ocultarse a su frente. Elise Delteria....
Alanna, negándose a creerlo, siguió murmurando "no, no" una y otra vez, mientras lágrimas frías comenzaban a correrle por las mejillas, ella, sin poder detenerse, comenzó a apartar la nieve del suelo, tal vez, si conseguía sacar a quien había ahí dentro, descubriera que no era su hermana, que la mujer se había confundido y que el nombre de la lápida estaba mal puesto.
La cabeza le daba vueltas, se sentía en un estado de inconsciencia en el que se movía por pura esperanza vana. Notaba como el frío comenzaba a meterse en sus venas, en su sangre y le perforaba poco a poco el corazón y el alma. Las manos le ardían de apartar la nieve sin protección alguna, totalmente desnudas. Comenzaba a estar empapada por la escarcha que tocaba su ropa, tenía frío, muchísimo, pero no era capaz de detenerse, necesitaba estar segura de que no era Elise, no podía serlo.
Sin dejar de llorar, ya no viendo siquiera lo que hacía, siguió escarbando, ¿Es que la nieve no se acabaría nunca? Quería gritar que todos se equivocaban, pero... ¿y si no era el caso? ¿y si tenían razón? ¿Había pasado diez años buscando a una hermana a la que jamás volvería a ver? No podía aceptarlo. "Elise... Elise... Elise, por favor, no..." Pensaba mientras seguía quemándose las manos con la nieve.
Estaba cada vez más helada, con mayor dolor, las mejillas congeladas, por el frío y el llanto, siguió apartando nieve sin que le importara que las manos estuvieran comenzando a sangrarle, las heridas eran cada vez más grandes, y su pena se iba acrecentando, notaba como el corazón dejaba de latirle, se le detenía en el pecho y, luego, aceleraba su ritmo de forma terriblemente dolorosa. Su llanto no escapaba de su garganta mientras se mordía los labios, conteniéndose, a medida que las gotas de agua clara se derramaban de sus ojos como cascadas la nieve se derretía, pero de poco valía.
La desesperación consumía a la joven que seguía sin prestar atención a sus músculos totalmente helados, a la ropa que, húmeda y fría, se pegaba a su piel, helándola, poniéndole los labios azules, las mejillas rojas y frías, el vaho que soltaban sus llantos, las manos ya se encontraban completamente rojas, no solo por el frío, si no porque la sangre de las heridas que le había hecho la nieve ya sangraban con fuerza. Pero daba la impresión de que ni siquiera eso la detendría.
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Mientras la chica salía de la casa con aspecto desesperado, la mujer explicó con rapidez cómo el hombre que, sospechaban, había sido el causante de la muerte de la joven, había ido con cara arrepentida, bañada en lágrimas pidiendo que pusieran una losa grabada en el lugar que el había marcado en la nieve.
- Nossss dijo que él missssmo 'haVía' enterrrrraDo a la ninia, que pussssierrramos una piedrrrrra con Su nomBrrrrre.- La mujer, finalmente, calló, y miró la puerta abierta, por la que entraba el viento, ¿estaría bien la joven que había salido corriendo del hogar?- Esssa chica no deVerrrrría estarrrr sola.- pensó en voz alta la mujer con aspecto entristecido, ella sabía lo que era perder una hermana.
Alanna Delteria
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Re: Corazón escarchado [Libre][Completo][Trama][Cerrado]
Entornó los ojos y miró a la mujer que acababa de contar aquella historia, antes de que el mercenario pudiese decir nada acerca de lo inverosímil que sonaba aquello, Alanna salió de la vivienda y comenzó a correr a través de la noche.
Inmediatamente se levantó de la silla, dispuesto a seguirla, y después de escuchar lo último que tenía que decir acerca de todo aquello, salió de la vivienda tras los pasos de su amiga.
No le fue muy difícil seguirle el rastro, las huellas de la guarda estaban profundamente marcadas sobre el manto blanquecino que eran las calles de la aldea.
Avanzó por las calles del pueblo, siempre tras las huellas que Alanna se había encargado de dejar tras de si, no era seguro que la mujer dijese la verdad, Eltrant no dudaba en lo que la mujer creía, quizás estaba pensando que lo que ella decía era verdad, pero solo le habían dado una vaga descripción de la muchacha, no había muchas probabilidades de que aquello fuese cierto.
A pesar de su escepticismo acerca de aquello, pensó en lo último que le había dicho la lugareña, el hecho de que el hombre que supuestamente había asesinado a la susodicha chica hubiese pedido, con lágrimas en los ojos, que la enterrasen en aquel lugar, le parecía extraño.
Si de verdad al hombre le importaba tanto la hermana de Alanna, ¿Por qué iba a pelear con ella para empezar? Por qué una pelea que acaba con la persona a la que aprecias muerta, no es para empezar, una pequeña discusión acalorada; debía de haber algo más oculto tras toda aquella historia.
El rastro de Alanna salía del poblado y se adentraba a una zona en la que las casas desaparecían completamente, un acantilado desde el cual se podía ver el mar; la parte de él que no sabía nadar le gritó que se alejase del borde con todas sus fuerzas.
Desde dónde estaba contempló como la silueta de la guarda, agachada junto a la pesada losa de granito bajo la cual le habían dicho que estaba enterrada su hermana, trataba de apartar la nieve infructuosamente.
Eltrant, sin perder más tiempo se acercó a ella corriendo, para cuando estuvo junto a ella agarrarla de la muñeca con fuerza, impidiendo que siguiese haciendo aquello, la joven se resistió al principio, pero estaba empapada y cubierta en nieve, el labio completamente morado decía que ya llevaba demasiado tiempo fuera.
No pudo evitar ver por el rabillo del ojo el nombre que estaba grabado en la lápida, frunció el ceño, se negaba a admitir que había viajado hasta allí para encontrarse con que todo había sido para nada. El Puño Carmesí no podía estar tras la pista de muerta con tanto entusiasmo, no, aquello tenía que haber algo más; pero por mucho que él quisiese que fuese al contrario en la tumba seguía estando escrito “Elise Delteria”
Se quitó tanto la capa que vestía y la dejó caer sobre los hombros a la muchacha que seguía tratando de zafarse de su agarre para seguir cavando, para justo después repetir lo mismo con la bufanda que tenía alrededor de su cuello.
-“…Déjalo Alanna” – Susurró lo más suave que pudo, tratando de ocultar el sentimiento de derrota que la mera existencia de aquella lapida le transmitía –“Matarte de frío no va a arreglar nada”
Sin que esta pudiese hacer nada para evitarlo la levantó y se la cargó a la espalda, por mucho que ella pretendiese hacer creer al mercenario que tenía la herida del hombro completamente curada lo cierto es que aquellas temperaturas no deberían de estar haciéndole ningún favor, no obstante la guarda estaba tiritando y cansada, y aun así quería seguir allí, aunque eso le costase la vida.
El mercenario ignoró las palabras de Alanna, obviando que las cosas que decía se debían al estado emocional en el que se encontraba y no dijo ninguna palabra más, simplemente comenzó a caminar en dirección a la casa de la mujer.
Inmediatamente se levantó de la silla, dispuesto a seguirla, y después de escuchar lo último que tenía que decir acerca de todo aquello, salió de la vivienda tras los pasos de su amiga.
No le fue muy difícil seguirle el rastro, las huellas de la guarda estaban profundamente marcadas sobre el manto blanquecino que eran las calles de la aldea.
Avanzó por las calles del pueblo, siempre tras las huellas que Alanna se había encargado de dejar tras de si, no era seguro que la mujer dijese la verdad, Eltrant no dudaba en lo que la mujer creía, quizás estaba pensando que lo que ella decía era verdad, pero solo le habían dado una vaga descripción de la muchacha, no había muchas probabilidades de que aquello fuese cierto.
A pesar de su escepticismo acerca de aquello, pensó en lo último que le había dicho la lugareña, el hecho de que el hombre que supuestamente había asesinado a la susodicha chica hubiese pedido, con lágrimas en los ojos, que la enterrasen en aquel lugar, le parecía extraño.
Si de verdad al hombre le importaba tanto la hermana de Alanna, ¿Por qué iba a pelear con ella para empezar? Por qué una pelea que acaba con la persona a la que aprecias muerta, no es para empezar, una pequeña discusión acalorada; debía de haber algo más oculto tras toda aquella historia.
El rastro de Alanna salía del poblado y se adentraba a una zona en la que las casas desaparecían completamente, un acantilado desde el cual se podía ver el mar; la parte de él que no sabía nadar le gritó que se alejase del borde con todas sus fuerzas.
Desde dónde estaba contempló como la silueta de la guarda, agachada junto a la pesada losa de granito bajo la cual le habían dicho que estaba enterrada su hermana, trataba de apartar la nieve infructuosamente.
Eltrant, sin perder más tiempo se acercó a ella corriendo, para cuando estuvo junto a ella agarrarla de la muñeca con fuerza, impidiendo que siguiese haciendo aquello, la joven se resistió al principio, pero estaba empapada y cubierta en nieve, el labio completamente morado decía que ya llevaba demasiado tiempo fuera.
No pudo evitar ver por el rabillo del ojo el nombre que estaba grabado en la lápida, frunció el ceño, se negaba a admitir que había viajado hasta allí para encontrarse con que todo había sido para nada. El Puño Carmesí no podía estar tras la pista de muerta con tanto entusiasmo, no, aquello tenía que haber algo más; pero por mucho que él quisiese que fuese al contrario en la tumba seguía estando escrito “Elise Delteria”
Se quitó tanto la capa que vestía y la dejó caer sobre los hombros a la muchacha que seguía tratando de zafarse de su agarre para seguir cavando, para justo después repetir lo mismo con la bufanda que tenía alrededor de su cuello.
-“…Déjalo Alanna” – Susurró lo más suave que pudo, tratando de ocultar el sentimiento de derrota que la mera existencia de aquella lapida le transmitía –“Matarte de frío no va a arreglar nada”
Sin que esta pudiese hacer nada para evitarlo la levantó y se la cargó a la espalda, por mucho que ella pretendiese hacer creer al mercenario que tenía la herida del hombro completamente curada lo cierto es que aquellas temperaturas no deberían de estar haciéndole ningún favor, no obstante la guarda estaba tiritando y cansada, y aun así quería seguir allí, aunque eso le costase la vida.
El mercenario ignoró las palabras de Alanna, obviando que las cosas que decía se debían al estado emocional en el que se encontraba y no dijo ninguna palabra más, simplemente comenzó a caminar en dirección a la casa de la mujer.
Eltrant Tale
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Mientras seguía cavando sin resultado alguno, sintió un tirón en su muñeca que la alejó con fuerza de su trabajo. Ella, con la histeria, forcejeó con nervio, temblando, intentando volver a su labor, debía asegurarse, su hermana no podía estar allí bajo. Dio varios tirones infructuosos mientras gritaba:
- ¡Suéltame!, ¡No!, ¡Déjame ir!
Pero tras un rato de lucha, terminó perdiendo totalmente las fuerzas, y los gritos fueron murmullos, bajando la cabeza, puso la frente sobre el pecho de Eltrant, sollozando hipando, mientras su llanto seguía aumentando y el agua corriendo por su rostro, no podía dejar de llorar, no podía, por mucho que quisiera hacerse la fuerte, por mucho que le gustaría que nadie la viera en ese estado su pena no cesaba.
Sintió una capa sobre sus hombros, mientras intentaba respirar, el llanto la dejaba sin aire, el peso de la capa que estaba cálida, le hizo notar aun más el frío, estaba helada, pero no podía creerse lo que sucedía, no podía ser cierto, había estado diez años cuidando de ella y otros diez buscándola, 20 años, toda su vida, se había perdido en un instante.
Dejó que el chico le pusiera una bufanda, mientras sus puños se apoyaban en el pecho del joven, mostrando el intento vano de zafarse de su agarre, con la cabeza agachada, dejando que el pelo le cubriera la cara por completo, cayendo por sus lados, llorando con desesperado silencio, perdió las fuerzas.
Cuando el mercenario le dijo, con una suavidad que jamás habría esperado, no de él, si no de nadie, que lo dejase, negó con la cabeza con un nuevo hipido, ¿cómo dejarlo? ¿Cómo abandonar una búsqueda que había supuesto su razón para seguir avanzando desde... siempre? Era como pedirle que abandonase su corazón, y, al final, nadie puede vivir sin corazón. No podía rendirse, no podía, o quedaría muerta en vida...
No se dio cuenta, hasta que estuvo en la espalda del chico, de que la estaba alejando de la tumba de su hermana. Intentó forcejear, pero no tenía fuerzas, le dolía el hombro y el frío, la humedad y el llanto había calado en ella mucho más profundo de lo que ella había pensado hasta tener el calor del chico cerca suyo.
Lloró en silencio en la espalda del joven, que era más ancha de lo que ella recordaba, insultando al cielo, en silencio, porque, por mucho que quisiera hablar, la voz a penas le salía, la pena se había llevado la voz suave de la joven con ella. Los hipidos eran los único sonidos que salían de la boca de la guardia que había terminado por agarrarse a la camisa del chico, como si fuera lo único estable que hubiera.
Avanzaron por el pueblo entre silencio y llanto, la camisa de Eltrant había quedado manchada con la sangre de las manos de Alanna, que seguía llorando sin mediar palabra, notando la humedad de la ropa, que ya no era fría, sobre su piel. Estaba tan helada... pero ni siquiera podía protestar, solo era capaz de llorar y llorar.
Finalmente la casa de la mujer volvió a aparecer frente a ellos, y la señora pelirroja salió corriendo a recibirlos con la puerta abierta, había acrecentado el fuego, cerró la puerta a las espaldas de los jóvenes y, con voz muy baja, informó de que había preparado un baño de agua caliente para que la chica pudiera entrar en calor y sendas tazas de cacao caliente para relajarlos, así como, el único cuarto libre que le quedaba en la casa, para que descansaran.
Cuando Alanna tocó suelo, sintió que caería sobre la alfombra, y, efectivamente, así fue, sus piernas fallaron y sus rodillas tocaron la piel de animal que cubría el suelo, "no puedo..." pensó sintiéndose débil e inútil mientras seguía llorando, con el pelo cubriéndole la cara, ¿por qué siempre tenía que ser tan inútil...?
- ¡Suéltame!, ¡No!, ¡Déjame ir!
Pero tras un rato de lucha, terminó perdiendo totalmente las fuerzas, y los gritos fueron murmullos, bajando la cabeza, puso la frente sobre el pecho de Eltrant, sollozando hipando, mientras su llanto seguía aumentando y el agua corriendo por su rostro, no podía dejar de llorar, no podía, por mucho que quisiera hacerse la fuerte, por mucho que le gustaría que nadie la viera en ese estado su pena no cesaba.
Sintió una capa sobre sus hombros, mientras intentaba respirar, el llanto la dejaba sin aire, el peso de la capa que estaba cálida, le hizo notar aun más el frío, estaba helada, pero no podía creerse lo que sucedía, no podía ser cierto, había estado diez años cuidando de ella y otros diez buscándola, 20 años, toda su vida, se había perdido en un instante.
Dejó que el chico le pusiera una bufanda, mientras sus puños se apoyaban en el pecho del joven, mostrando el intento vano de zafarse de su agarre, con la cabeza agachada, dejando que el pelo le cubriera la cara por completo, cayendo por sus lados, llorando con desesperado silencio, perdió las fuerzas.
Cuando el mercenario le dijo, con una suavidad que jamás habría esperado, no de él, si no de nadie, que lo dejase, negó con la cabeza con un nuevo hipido, ¿cómo dejarlo? ¿Cómo abandonar una búsqueda que había supuesto su razón para seguir avanzando desde... siempre? Era como pedirle que abandonase su corazón, y, al final, nadie puede vivir sin corazón. No podía rendirse, no podía, o quedaría muerta en vida...
No se dio cuenta, hasta que estuvo en la espalda del chico, de que la estaba alejando de la tumba de su hermana. Intentó forcejear, pero no tenía fuerzas, le dolía el hombro y el frío, la humedad y el llanto había calado en ella mucho más profundo de lo que ella había pensado hasta tener el calor del chico cerca suyo.
Lloró en silencio en la espalda del joven, que era más ancha de lo que ella recordaba, insultando al cielo, en silencio, porque, por mucho que quisiera hablar, la voz a penas le salía, la pena se había llevado la voz suave de la joven con ella. Los hipidos eran los único sonidos que salían de la boca de la guardia que había terminado por agarrarse a la camisa del chico, como si fuera lo único estable que hubiera.
Avanzaron por el pueblo entre silencio y llanto, la camisa de Eltrant había quedado manchada con la sangre de las manos de Alanna, que seguía llorando sin mediar palabra, notando la humedad de la ropa, que ya no era fría, sobre su piel. Estaba tan helada... pero ni siquiera podía protestar, solo era capaz de llorar y llorar.
Finalmente la casa de la mujer volvió a aparecer frente a ellos, y la señora pelirroja salió corriendo a recibirlos con la puerta abierta, había acrecentado el fuego, cerró la puerta a las espaldas de los jóvenes y, con voz muy baja, informó de que había preparado un baño de agua caliente para que la chica pudiera entrar en calor y sendas tazas de cacao caliente para relajarlos, así como, el único cuarto libre que le quedaba en la casa, para que descansaran.
Cuando Alanna tocó suelo, sintió que caería sobre la alfombra, y, efectivamente, así fue, sus piernas fallaron y sus rodillas tocaron la piel de animal que cubría el suelo, "no puedo..." pensó sintiéndose débil e inútil mientras seguía llorando, con el pelo cubriéndole la cara, ¿por qué siempre tenía que ser tan inútil...?
Alanna Delteria
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Re: Corazón escarchado [Libre][Completo][Trama][Cerrado]
Eltrant se quedó mirando a la joven derrotada que yacía en el suelo frente a él sin decir nada, corría el riesgo de parecer una persona insensible, alguien que no se interesaba por el bienestar de su compañera, la mirada de la mujer que les había acogido parecía indicar esto.
¿Pero qué le iba a decir? ¿No pasa nada? ¿Otra vez será? ¿Darle más falsas esperanzas?
Con un nudo en la garganta ayudó a la dueña de la casa a levantar a Alanna, para poco después, verlas a ambas desaparecer por una puerta que, según interpretó por las palabras de la mujer, conducía hasta aseo, dónde había preparado un baño caliente para la guarda.
Dejando escapar un fuerte suspiro buscó la habitación que la mujer les había preparado para pasar la noche, no le fue muy difícil orientarse en el interior del hogar, pues aunque grande, estaba todo distribuido de forma sencilla, por lo que casi de forma intuitiva encontró el dormitorio que le había indicado, quizás la pelirroja se había cansado de que los extraños se perdieran en su hogar y había dispuesto las habitaciones de tal forma que fuesen fáciles de encontrar.
La habitación era sencilla, dos cama enfrentadas, una alfombra entre ellas y un armario, no había nada que destacase especialmente, cuadros, espejos, la típica habitación.
El mercenario depositó sus espadas y la bolsa de viaje al pie de una de las camas, liberado del pesó de sus cosas se estiró y tomó aire; seguidamente se deshizo de su camisa y después de observar las manchas de sangre que había dejado la guarda sobre ella cerró los ojos y haciendo una bola con ella, la tiró junto a sus demás pertenencias.
Miró por la ventana que a parte del pequeño candelabro de metal que descansaba sobre una de las mesas de noche era la única fuente de luz del dormitorio, en el exterior solo había un manto de oscuridad, apenas se podía ver la casa que estaba al otro lado de la calle, empezó a nevar.
Miró hacia el espejo que estaba junto al armario centrado en la habitación, todos tenían diferentes formas de tratar con aquel tipo de noticias, Alanna simplemente había optado por comportarse como una persona normal ante aquello, era él quien no sabía cómo reaccionar, en cualquier caso, no iba a abandonar a su amiga en un momento como aquel, era lo mínimo que podía hacer.
El reflejo de un hombre magullado y lleno de cicatrices le miraba de vuelta desde la pared, el fantasma de una sonrisa cruzó su cara, quemaduras, cortes, flechas, golpes, una infinidad de sucesos que habían dejado su pequeña firma en el cuerpo del mercenario; era un maldito milagro que siguiese teniendo la cara intacta.
Se dejó caer sobre la cama, la muerte de la hermana de Alanna seguía teniendo más de un agujero, algo simplemente no terminaba de encajar, pero claro, la tumba no dejaba lugar a duda de que había muerto alguien, no obstante la mujer le había dicho poco antes que jamás habían llegado a ver el cadáver de la joven, el hombre que la había asesinado se encargó de enterrarlo, los del pueblo simplemente colocaron la tumba.
Se acomodó y, aún tumbado, se giró hacia la ventana, la cual estaba a escasos centímetros de su cabeza, seguía nevando, y cada vez con más fuerza; por el aspecto del viento parecía que se avecinaba una ventisca, aquella casa no obstante mantenía bien el calor, apenas notaba el frio.
Ahora solo quedaba esperar si la guarda quería abandonar aquellas tierras, o por el contrario, prefería adentrarse más al norte, decidiese lo que decidiese iba a acompañarla un buen rato, hasta que estuviese seguro de que se encontraba mejor.
Tampoco le apetecía mucho seguir por aquellos lares, alzó una mano y trató de alcanzar uno de los copos de nieve que estaban al otro lado del cristal, por lo que sabía la hermana de Alanna tenía una tumba, un lugar de descanso, Eltrant respiró hondo, había gente que no tenía tanta suerte.
¿Pero qué le iba a decir? ¿No pasa nada? ¿Otra vez será? ¿Darle más falsas esperanzas?
Con un nudo en la garganta ayudó a la dueña de la casa a levantar a Alanna, para poco después, verlas a ambas desaparecer por una puerta que, según interpretó por las palabras de la mujer, conducía hasta aseo, dónde había preparado un baño caliente para la guarda.
Dejando escapar un fuerte suspiro buscó la habitación que la mujer les había preparado para pasar la noche, no le fue muy difícil orientarse en el interior del hogar, pues aunque grande, estaba todo distribuido de forma sencilla, por lo que casi de forma intuitiva encontró el dormitorio que le había indicado, quizás la pelirroja se había cansado de que los extraños se perdieran en su hogar y había dispuesto las habitaciones de tal forma que fuesen fáciles de encontrar.
La habitación era sencilla, dos cama enfrentadas, una alfombra entre ellas y un armario, no había nada que destacase especialmente, cuadros, espejos, la típica habitación.
El mercenario depositó sus espadas y la bolsa de viaje al pie de una de las camas, liberado del pesó de sus cosas se estiró y tomó aire; seguidamente se deshizo de su camisa y después de observar las manchas de sangre que había dejado la guarda sobre ella cerró los ojos y haciendo una bola con ella, la tiró junto a sus demás pertenencias.
Miró por la ventana que a parte del pequeño candelabro de metal que descansaba sobre una de las mesas de noche era la única fuente de luz del dormitorio, en el exterior solo había un manto de oscuridad, apenas se podía ver la casa que estaba al otro lado de la calle, empezó a nevar.
Miró hacia el espejo que estaba junto al armario centrado en la habitación, todos tenían diferentes formas de tratar con aquel tipo de noticias, Alanna simplemente había optado por comportarse como una persona normal ante aquello, era él quien no sabía cómo reaccionar, en cualquier caso, no iba a abandonar a su amiga en un momento como aquel, era lo mínimo que podía hacer.
El reflejo de un hombre magullado y lleno de cicatrices le miraba de vuelta desde la pared, el fantasma de una sonrisa cruzó su cara, quemaduras, cortes, flechas, golpes, una infinidad de sucesos que habían dejado su pequeña firma en el cuerpo del mercenario; era un maldito milagro que siguiese teniendo la cara intacta.
Se dejó caer sobre la cama, la muerte de la hermana de Alanna seguía teniendo más de un agujero, algo simplemente no terminaba de encajar, pero claro, la tumba no dejaba lugar a duda de que había muerto alguien, no obstante la mujer le había dicho poco antes que jamás habían llegado a ver el cadáver de la joven, el hombre que la había asesinado se encargó de enterrarlo, los del pueblo simplemente colocaron la tumba.
Se acomodó y, aún tumbado, se giró hacia la ventana, la cual estaba a escasos centímetros de su cabeza, seguía nevando, y cada vez con más fuerza; por el aspecto del viento parecía que se avecinaba una ventisca, aquella casa no obstante mantenía bien el calor, apenas notaba el frio.
Ahora solo quedaba esperar si la guarda quería abandonar aquellas tierras, o por el contrario, prefería adentrarse más al norte, decidiese lo que decidiese iba a acompañarla un buen rato, hasta que estuviese seguro de que se encontraba mejor.
Tampoco le apetecía mucho seguir por aquellos lares, alzó una mano y trató de alcanzar uno de los copos de nieve que estaban al otro lado del cristal, por lo que sabía la hermana de Alanna tenía una tumba, un lugar de descanso, Eltrant respiró hondo, había gente que no tenía tanta suerte.
Eltrant Tale
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Re: Corazón escarchado [Libre][Completo][Trama][Cerrado]
Desde el suelo, aun con la desesperación atragantada en la garganta, sintió como alguien la levantaba del suelo, no quería que la movieran, ojala simplemente la dejaran ahí llorando, es más, ojala la hubieran dejado frente a la lápida de su hermana, estar lejos no la ayudaba tampoco, el mero hecho de haber visto el nombre le pesaba en una losa sobre el pecho, en el alma.
Se vio obligada a subir unas escaleras, aunque, con la escasa fuerza que sentía tener, podría decirse que, prácticamente, la subieron a rastras. Intentaba sostenerse del chico, era lo único conocido que estaba cerca, y, cuando la mujer la hizo entrar en el baño, el miedo acudió a su rostro. La aldeana pelirroja, con aspecto amable, y voz dulce, le dijo que dispusiera del baño como gustase antes de salir cerrando la puerta.
El lugar estaba lleno de un vapor cálido y blancuzco que aun humedeció más las ropas de la guarda, intentando pensar de forma práctica durante, al menos, un instante, logró que sus lágrimas cesaran, a pesar de seguir con los ojos inundados, el baño, de un blanco impoluto, tenían estantes y armarios pequeños, colgados de las paredes, que rodeaban una tina que humeaba agua caliente.
Con su cuerpo entumecido, se quito la ropa dejándola resbalar por su cuerpo hasta el suelo, si la habían llevado allí, debía ser para que se metiera en la bañera y entrar en calor. Con cuidado, entró en el agua, que ardía. El calor, el silencio, el gotear del agua desde su cara, mojada tras hundirse momentáneamente, hasta el agua, hicieron que, sus pensamientos, volaran una vez más a la lejana lápida que tenía el nombre de su hermana grabas mejillas, volvieron a correr en silencio por la piel rosada. Se abrazó las rodillas y dejó que el llanto saliese, silencioso, intentando asimilar los sucesos, Elise estaba... Ni siquiera era capaz de pensarlo, se negaba a aceptar que eso pudiera ser real, se negaba a aceptar que había perdido más de diez años de su vida buscándola para... para nada...
Sin lograr despejar su mente, que algún pensamiento racional acudiera a ella, o alguna explicación de que todo fuera un mero truco, dejó que el agua clara se derramase de sus ojos hasta que el liquido de la tina, que había pegado su aroma a azahar a la piel de la chica, se enfriase.
Antes de volver a helarse, salió de la bañera y buscó una toalla, intentando centrarse en cualquier cosa excepto su sentimiento de derrota, de perdida, en ese momento, las gotas resbalando por su piel, finalmente localizó la toalla. Las manos le dolían, y aunque debería ser de forma aguda, la joven estaba tan completamente ida que solo lo notaba como algo lejano, ajeno a ella, se miraba las manos sin verlas, y así se quedó hasta que sintió su piel seca.
Suspiró y vio una prenda de ropa sobre una banqueta de madera, junto a su bolsa, la abrió en busca de su propia ropa, pero solo encontró la ropa interior, que se colocó al instante, la mujer debía de haber querido prepararle el baño, pues, aunque su ropa faltaba, tanto el dinero como su pluma, su libro, aun en blanco y el conejo de peluche seguían en sus sitio, no se lo pensó dos veces antes de ponerse ese camisón, debía ser de la aldeana, pues era ancho y corto, puesto no le cubría más de lo que la había cubierto la camisa de Eltrant en su momento.
Con un suspiro y una lágrima más cayendo por su cara, recogió la ropa húmeda y abrió la puerta haciendo que una nube de vapor con aroma fresco y dulce la siguiera detrás, Brândușa tomó la ropa mojada y la guió al cuarto que había preparado haciéndola pasar dentro, en cuarto la chica hubo entrado, la mujer cerró la puerta abandonando la planta de arriba.
La guarda ya no lloraba, aunque, por dentro, estaba rota. Con mirada vacía contempló el cuarto, le recordaba al dormitorio de su infancia, dos camas, un armario, nieve en la ventana. Pero no lo era, en ese sitio no había chimenea, y, el joven, observaba caer la nieve con cara pensativa. El aire atizaba los cristales, y un trueno anunció una ventisca. En otro momento, tal vez, ese temor que sentía hacia los rayos no le habría afectado tanto, pero en ese instante en el que se sentía sola, asustada, inútil y culpable, el temblor que había estado intentado retener, salió junto a nuevas lágrimas.
Sin poder contenerse, salió corriendo hacia el chico y lo abrazó por la espalda, escondiendo su cara surcada por el llanto en la espalda del chico,mientras temblaba, a pesar del baño seguía helada, cierto, pero ese temblor nada tenía que ver con el frío. Tal vez lo incomodase, pero no podía más, el tremendo sentimiento de miedo, de soledad, de desconocimiento, la asaltaba con una tremenda fuerza. Allí, en ese paraje inhóspito, como un mar de incertidumbre, donde lo único conocido era el joven que la había acompañado en esa loca búsqueda infructuosa, era como una bolla de salvación. Alanna suponía que Eltrant debía estar incómodo, conocía al chico, y podía imaginárselo, pero se disculparía más tarde, en ese instante solo podía llorar. No toleraría estar sola con lo que acababa de suceder y, para colmo, la ventisca y los truenos.
Se vio obligada a subir unas escaleras, aunque, con la escasa fuerza que sentía tener, podría decirse que, prácticamente, la subieron a rastras. Intentaba sostenerse del chico, era lo único conocido que estaba cerca, y, cuando la mujer la hizo entrar en el baño, el miedo acudió a su rostro. La aldeana pelirroja, con aspecto amable, y voz dulce, le dijo que dispusiera del baño como gustase antes de salir cerrando la puerta.
El lugar estaba lleno de un vapor cálido y blancuzco que aun humedeció más las ropas de la guarda, intentando pensar de forma práctica durante, al menos, un instante, logró que sus lágrimas cesaran, a pesar de seguir con los ojos inundados, el baño, de un blanco impoluto, tenían estantes y armarios pequeños, colgados de las paredes, que rodeaban una tina que humeaba agua caliente.
Con su cuerpo entumecido, se quito la ropa dejándola resbalar por su cuerpo hasta el suelo, si la habían llevado allí, debía ser para que se metiera en la bañera y entrar en calor. Con cuidado, entró en el agua, que ardía. El calor, el silencio, el gotear del agua desde su cara, mojada tras hundirse momentáneamente, hasta el agua, hicieron que, sus pensamientos, volaran una vez más a la lejana lápida que tenía el nombre de su hermana grabas mejillas, volvieron a correr en silencio por la piel rosada. Se abrazó las rodillas y dejó que el llanto saliese, silencioso, intentando asimilar los sucesos, Elise estaba... Ni siquiera era capaz de pensarlo, se negaba a aceptar que eso pudiera ser real, se negaba a aceptar que había perdido más de diez años de su vida buscándola para... para nada...
Sin lograr despejar su mente, que algún pensamiento racional acudiera a ella, o alguna explicación de que todo fuera un mero truco, dejó que el agua clara se derramase de sus ojos hasta que el liquido de la tina, que había pegado su aroma a azahar a la piel de la chica, se enfriase.
Antes de volver a helarse, salió de la bañera y buscó una toalla, intentando centrarse en cualquier cosa excepto su sentimiento de derrota, de perdida, en ese momento, las gotas resbalando por su piel, finalmente localizó la toalla. Las manos le dolían, y aunque debería ser de forma aguda, la joven estaba tan completamente ida que solo lo notaba como algo lejano, ajeno a ella, se miraba las manos sin verlas, y así se quedó hasta que sintió su piel seca.
Suspiró y vio una prenda de ropa sobre una banqueta de madera, junto a su bolsa, la abrió en busca de su propia ropa, pero solo encontró la ropa interior, que se colocó al instante, la mujer debía de haber querido prepararle el baño, pues, aunque su ropa faltaba, tanto el dinero como su pluma, su libro, aun en blanco y el conejo de peluche seguían en sus sitio, no se lo pensó dos veces antes de ponerse ese camisón, debía ser de la aldeana, pues era ancho y corto, puesto no le cubría más de lo que la había cubierto la camisa de Eltrant en su momento.
Con un suspiro y una lágrima más cayendo por su cara, recogió la ropa húmeda y abrió la puerta haciendo que una nube de vapor con aroma fresco y dulce la siguiera detrás, Brândușa tomó la ropa mojada y la guió al cuarto que había preparado haciéndola pasar dentro, en cuarto la chica hubo entrado, la mujer cerró la puerta abandonando la planta de arriba.
La guarda ya no lloraba, aunque, por dentro, estaba rota. Con mirada vacía contempló el cuarto, le recordaba al dormitorio de su infancia, dos camas, un armario, nieve en la ventana. Pero no lo era, en ese sitio no había chimenea, y, el joven, observaba caer la nieve con cara pensativa. El aire atizaba los cristales, y un trueno anunció una ventisca. En otro momento, tal vez, ese temor que sentía hacia los rayos no le habría afectado tanto, pero en ese instante en el que se sentía sola, asustada, inútil y culpable, el temblor que había estado intentado retener, salió junto a nuevas lágrimas.
Sin poder contenerse, salió corriendo hacia el chico y lo abrazó por la espalda, escondiendo su cara surcada por el llanto en la espalda del chico,mientras temblaba, a pesar del baño seguía helada, cierto, pero ese temblor nada tenía que ver con el frío. Tal vez lo incomodase, pero no podía más, el tremendo sentimiento de miedo, de soledad, de desconocimiento, la asaltaba con una tremenda fuerza. Allí, en ese paraje inhóspito, como un mar de incertidumbre, donde lo único conocido era el joven que la había acompañado en esa loca búsqueda infructuosa, era como una bolla de salvación. Alanna suponía que Eltrant debía estar incómodo, conocía al chico, y podía imaginárselo, pero se disculparía más tarde, en ese instante solo podía llorar. No toleraría estar sola con lo que acababa de suceder y, para colmo, la ventisca y los truenos.
Alanna Delteria
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Re: Corazón escarchado [Libre][Completo][Trama][Cerrado]
Siguió contemplado como la nieve se deslizaba suavemente para acabar amontonándose junto a la ventana, el mercenario se rascó la barba, seguía sin poder quedarse dormido, dada la situación en la que se encontraba no le extrañaba.
El tiempo continuó empeorando, los copos que antes descendían dócilmente mecidos por la brisa del aire, giraban de un lado a otros atrapados en mitad de un vendaval. Un inesperado rayo iluminó el cielo fugazmente, desvelando el manto de color grisáceo que formaban las nubes y alumbrando la aldea en su totalidad con su tenue luz blanquecina.
Una sarcástica sonrisa surcó el rostro del mercenario, el tiempo parecía estar a la par con el estado de ánimo de los residentes de aquel lugar. Sin poder quedarse dormido continuó mirando a través de la ventana, pensando, mientras tanto los relámpagos comenzaron a sucederse uno tras otro, dando breves momentos de luz a un poblado que en aquel instante se encontraba sumido en la más absoluta oscuridad.
Al cabo de un rato empezó a contarlos, por simple entretenimiento, quizás de aquella forma conciliaría el sueño más rápido, aunque aún era relativamente temprano, no le apetecía quedarse despierto.
Se encontraba tan enfrascado en esto que, hasta que un singular frío recorrió su espalda no notó que alguien había entrado en la habitación y estaba tras él, sobresaltado se incorporó de un salto para resbalar con las sabanas y dar con su cabeza contra la ventana, un sonoro golpe dejó paso a un tenue gruñido dolorido –“¿Alanna?” – Preguntó llevándose la mano a la cabeza a la vez que, sentado en la cama, y miraba a la silueta que se había colocado tras él.
Otro relámpago surcó los cielos y como habían hecho sus compañeros momentos antes, dio luz a la habitación, fue momentáneo un solo segundo de luz, pero Eltrant pudo contemplar claramente la cara de la muchacha, los ojos enrojecidos por las lágrimas que descendían por sus mejillas, el fuerte respingo que dio cuando este último rayo cruzó el firmamento, suspiró.
Eltrant siempre había sido alguien bastante simplón a la hora de comprender los sentimientos ajenos, era una persona demasiado enfrascada en sus libros y en querer ver mundo como para llegar a entender sutiles indirectas o leer entre líneas, alguien cabezón que nunca daba su brazo a torcer; pero hasta él entendía que Alanna necesitaba a un amigo en aquel momento.
Allí sentado contempló a su compañera durante varios largos segundos, sin saber exactamente cómo reaccionar –“¿Ese camisón es tuyo? Te queda pequeño” –Su usual predisposición a decir lo primero que le pasa por la cabeza cuando está nervioso salió a la luz después de un tiempo en silencio.
Tenía que hacer algo por mínimo que fuese, ¿Un abrazo? ¿No iba a estar mal verdad? Para empezar ella había sido quien le había dado uno antes, momentos antes de que por su cabeza pasase algo coherente se levantó de la cama y, bajo la atenta mirada de su compañera, rápidamente se agachó junto a sus cosas y empezó a rebuscar en su bolsa de viaje.
Apartó la camisa manchada de la sangre de su amiga, encontró un pañuelo, no era lo que quería buscar pero se lo pasó a la guarda sonriendo, continuó buscando, sabía que lo había metido por allí.
Y entonces su mirada se posó en el pequeño objeto que descansaba al fondo de su bolsa, sin pensárselo dos veces lo tomó y se giró hacia su compañera. Sonrió, lo mejor que pudo en aquellas circunstancias, una parte de él quería salir corriendo, lo cual no dejaba de resultarle gracioso, conocía a bastantes personas que habrían matado por estar en aquella habitación con la mujer.
El mercenario se aclaró la garganta y, depositó el pequeño objeto plateado en la palma de la mujer –“Es… un colgante, para ti, es… un... un regalo, supongo” – Consiguió articular al cabo de un rato, sin embargo era mentira, en realidad, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
–“No me extrañaría que acabase oxidándose…” – Dijo a modo de disculpa al cabo de unos segundos, a pesar los libros le habían enseñado algo de herrería, sabia más bien lo justo, había tratado que aquel metal no se echase a perder con el tiempo, pero no podía estar seguro.
Tras otros varios segundos en los que no supo que hacer, miró hacia los lados nervioso y, después de pensárselo, quizás bastante más tiempo que el que cualquier persona, le dio un abrazo.
-“Vale, esta incomoda, no lo empeoremos, suéltala, ¿Eso que huelo es azahar? ¡Ponte la camisa inútil! ” – A los pocos segundos un torrente de pensamientos incomprensibles le invadieron, momento en el cual dejó escapar a la mujer y nervioso se aclaró la garganta otra vez la despeinó.
–“Euh, sí, esto... descansa un poco” – Se rascó la barba antes de volver a tumbarse en la cama como había estado momentos antes mirando hacia la ventana, dudaba que pudiese quedarse dormido, pero confiaba con que la muchacha lo hiciera.
El tiempo continuó empeorando, los copos que antes descendían dócilmente mecidos por la brisa del aire, giraban de un lado a otros atrapados en mitad de un vendaval. Un inesperado rayo iluminó el cielo fugazmente, desvelando el manto de color grisáceo que formaban las nubes y alumbrando la aldea en su totalidad con su tenue luz blanquecina.
Una sarcástica sonrisa surcó el rostro del mercenario, el tiempo parecía estar a la par con el estado de ánimo de los residentes de aquel lugar. Sin poder quedarse dormido continuó mirando a través de la ventana, pensando, mientras tanto los relámpagos comenzaron a sucederse uno tras otro, dando breves momentos de luz a un poblado que en aquel instante se encontraba sumido en la más absoluta oscuridad.
Al cabo de un rato empezó a contarlos, por simple entretenimiento, quizás de aquella forma conciliaría el sueño más rápido, aunque aún era relativamente temprano, no le apetecía quedarse despierto.
Se encontraba tan enfrascado en esto que, hasta que un singular frío recorrió su espalda no notó que alguien había entrado en la habitación y estaba tras él, sobresaltado se incorporó de un salto para resbalar con las sabanas y dar con su cabeza contra la ventana, un sonoro golpe dejó paso a un tenue gruñido dolorido –“¿Alanna?” – Preguntó llevándose la mano a la cabeza a la vez que, sentado en la cama, y miraba a la silueta que se había colocado tras él.
Otro relámpago surcó los cielos y como habían hecho sus compañeros momentos antes, dio luz a la habitación, fue momentáneo un solo segundo de luz, pero Eltrant pudo contemplar claramente la cara de la muchacha, los ojos enrojecidos por las lágrimas que descendían por sus mejillas, el fuerte respingo que dio cuando este último rayo cruzó el firmamento, suspiró.
Eltrant siempre había sido alguien bastante simplón a la hora de comprender los sentimientos ajenos, era una persona demasiado enfrascada en sus libros y en querer ver mundo como para llegar a entender sutiles indirectas o leer entre líneas, alguien cabezón que nunca daba su brazo a torcer; pero hasta él entendía que Alanna necesitaba a un amigo en aquel momento.
Allí sentado contempló a su compañera durante varios largos segundos, sin saber exactamente cómo reaccionar –“¿Ese camisón es tuyo? Te queda pequeño” –Su usual predisposición a decir lo primero que le pasa por la cabeza cuando está nervioso salió a la luz después de un tiempo en silencio.
Tenía que hacer algo por mínimo que fuese, ¿Un abrazo? ¿No iba a estar mal verdad? Para empezar ella había sido quien le había dado uno antes, momentos antes de que por su cabeza pasase algo coherente se levantó de la cama y, bajo la atenta mirada de su compañera, rápidamente se agachó junto a sus cosas y empezó a rebuscar en su bolsa de viaje.
Apartó la camisa manchada de la sangre de su amiga, encontró un pañuelo, no era lo que quería buscar pero se lo pasó a la guarda sonriendo, continuó buscando, sabía que lo había metido por allí.
Y entonces su mirada se posó en el pequeño objeto que descansaba al fondo de su bolsa, sin pensárselo dos veces lo tomó y se giró hacia su compañera. Sonrió, lo mejor que pudo en aquellas circunstancias, una parte de él quería salir corriendo, lo cual no dejaba de resultarle gracioso, conocía a bastantes personas que habrían matado por estar en aquella habitación con la mujer.
El mercenario se aclaró la garganta y, depositó el pequeño objeto plateado en la palma de la mujer –“Es… un colgante, para ti, es… un... un regalo, supongo” – Consiguió articular al cabo de un rato, sin embargo era mentira, en realidad, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
–“No me extrañaría que acabase oxidándose…” – Dijo a modo de disculpa al cabo de unos segundos, a pesar los libros le habían enseñado algo de herrería, sabia más bien lo justo, había tratado que aquel metal no se echase a perder con el tiempo, pero no podía estar seguro.
Tras otros varios segundos en los que no supo que hacer, miró hacia los lados nervioso y, después de pensárselo, quizás bastante más tiempo que el que cualquier persona, le dio un abrazo.
-“Vale, esta incomoda, no lo empeoremos, suéltala, ¿Eso que huelo es azahar? ¡Ponte la camisa inútil! ” – A los pocos segundos un torrente de pensamientos incomprensibles le invadieron, momento en el cual dejó escapar a la mujer y nervioso se aclaró la garganta otra vez la despeinó.
–“Euh, sí, esto... descansa un poco” – Se rascó la barba antes de volver a tumbarse en la cama como había estado momentos antes mirando hacia la ventana, dudaba que pudiese quedarse dormido, pero confiaba con que la muchacha lo hiciera.
Eltrant Tale
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Re: Corazón escarchado [Libre][Completo][Trama][Cerrado]
Mientras la chica trataba de calmarse, notó como el chico resbalaba de su débil agarre cayendo al suelo y golpeándose la cabeza con la ventana. La chica, sorprendida, con lágrimas aun corriendo por sus mejillas, se arrodilló en la cama y se acercó cual cachorro asustado al borde, para ver al chico preguntando si era ella.
La chica asintió alejándose para dejar que Eltrant se sentara de nuevo sobre el colchón. Lo cierto es que se había esperado protestas, incluso gritos, no creía haberle dado un susto tal como para hacerlo caer. Tal vez estaba durmiendo y lo había despertado, o incluso podía ser que el chico estuviera enfadado. Ya sabía que lo que había hecho no gustaría al joven, pero no hasta ese punto.
Escuchó el suspiro del joven, y las lágrimas que habían cesado un instante por la sorpresa, volvieron a encharcarle los ojos, con todo lo que había pasado esa noche, encima, molestaba a la única persona que la acompañaba en ese momento, temblando, esperando que la tirase de allí o quien sabe que. Un nuevo trueno cortó las nubes, iluminando el dormitorio. La cara de Alanna reflejó miedo, su cuerpo se encogió instintivamente, y las gotas de agua volvieron a caer con silencio y suavidad por las mejillas de la joven, mientras ella mordía la manga del camisón, ocultando el temblor tras su puño cerrado.
Notó que el chico se la quedaba mirando, de verdad debía haber hecho algo horrible. cuando el chico mencionó que el camisón le venía corto, negó con la cabeza sin mirar al chico, ¿ahora iría la regañina? Lo cierto es que Alanna estaba tan débil e insegura como una niña que se había perdido. Al no escuchar nada abrió los ojos y siguió al chico, que, acercándose a sus bolsas, primero le tendió un pañuelo con una sonrisa. Ella, sin saber que pretendía, tomó el pañuelo y lo uso para retirar las lágrimas que caían por sus mejillas.
Mientras el chico rebuscaba en su petate, vio la camisa con sangre a un lado, ¿sangre? ¿Es que Eltrant se había herido? No, su espalda no tenía heridas abiertas, se miró las manos, así que la sangre era suya, lanzó un suspiro, y su cabeza se transporto a la lápida donde descansaban los restos de su hermana, agachó la cabeza y miró el pañuelo empapado en lágrimas, no alzó la cabeza hasta que sintió hundirse el colchón.
Eltrant había vuelto a sentarse junto a ella, a quien le seguían cayendo llantos claros, que ella ya no notaba, y parecía nervioso. Con un pequeño "snif" intentó escuchar lo que el joven le decía, y vio cómo tomaba su mano para dejar sobre ella un colgante con una media luna, ese gesto tan torpe de cariño la hizo sonreír un poco, lo trataría como si fuera un tesoro. Ese diminuto instante de calma la hizo sentir tremendamente culpable, ¿por qué ella podía sonreír si Elise jamás volvería a hacerlo?
Cerrando la mano sobre la media luna, apretando los dientes, el llanto volvió una vez más, respiró sin destensar la mandíbula varias veces, notando el aire frío pasar por entre los dientes, y llenaba sus pulmones. Le temblaban los labios, toda ella seguía temblorosa. Sin que ella se lo esperase, el chico la abrazó, dándole la oportunidad de calmarse sin que le viera la cara surcada en lágrimas. Pudo respirar, y esconderse por un par de segundos, dejando que el calor del chico templase sus nervios.
Cuando el se separo, claramente nervioso, los ojos de la chica ya se habían comenzado a desprender los lagrimones, seguían húmedos y brillantes, pero, al menos, ya no sentía la necesidad de llorar a moco tendido, no tanto como antes, la gente no se hace una idea de lo reconfortante que puede llegar a ser un simple abrazo. Lo miró con ojos grandes, que cerró cuando el chico la despeinó y, tumbándose como cuando ella había llegado,le dijo que durmiera.
Alanna tardó un poco en entenderlo, así que no había hecho nada malo, y la dejaba quedarse allí por el momento.Cuando una última lágrima le recorrió la piel y cayó sobre su rodilla, se tumbó despacio, estremeciendose con los rayos, intentando no pensar en su hermana y se acurrucó con la cabeza pegada a la espalda del chico, no sabía si dormiría demasiado, lo cierto es que se sentía agotada de tanto llorar e incluso le dolía la cabeza, pero todo había sido demasiado chocante.
La respiración aun le temblaba cuando volvió a abrazarse al joven y cerró los ojos intentando dormir, sin soltar la media luna. No sin antes de atreverse a cerrar los ojos decir:
- Lo siento mucho Elt....- murmuró con voz rota, a punto de volver a llorar.
La chica asintió alejándose para dejar que Eltrant se sentara de nuevo sobre el colchón. Lo cierto es que se había esperado protestas, incluso gritos, no creía haberle dado un susto tal como para hacerlo caer. Tal vez estaba durmiendo y lo había despertado, o incluso podía ser que el chico estuviera enfadado. Ya sabía que lo que había hecho no gustaría al joven, pero no hasta ese punto.
Escuchó el suspiro del joven, y las lágrimas que habían cesado un instante por la sorpresa, volvieron a encharcarle los ojos, con todo lo que había pasado esa noche, encima, molestaba a la única persona que la acompañaba en ese momento, temblando, esperando que la tirase de allí o quien sabe que. Un nuevo trueno cortó las nubes, iluminando el dormitorio. La cara de Alanna reflejó miedo, su cuerpo se encogió instintivamente, y las gotas de agua volvieron a caer con silencio y suavidad por las mejillas de la joven, mientras ella mordía la manga del camisón, ocultando el temblor tras su puño cerrado.
Notó que el chico se la quedaba mirando, de verdad debía haber hecho algo horrible. cuando el chico mencionó que el camisón le venía corto, negó con la cabeza sin mirar al chico, ¿ahora iría la regañina? Lo cierto es que Alanna estaba tan débil e insegura como una niña que se había perdido. Al no escuchar nada abrió los ojos y siguió al chico, que, acercándose a sus bolsas, primero le tendió un pañuelo con una sonrisa. Ella, sin saber que pretendía, tomó el pañuelo y lo uso para retirar las lágrimas que caían por sus mejillas.
Mientras el chico rebuscaba en su petate, vio la camisa con sangre a un lado, ¿sangre? ¿Es que Eltrant se había herido? No, su espalda no tenía heridas abiertas, se miró las manos, así que la sangre era suya, lanzó un suspiro, y su cabeza se transporto a la lápida donde descansaban los restos de su hermana, agachó la cabeza y miró el pañuelo empapado en lágrimas, no alzó la cabeza hasta que sintió hundirse el colchón.
Eltrant había vuelto a sentarse junto a ella, a quien le seguían cayendo llantos claros, que ella ya no notaba, y parecía nervioso. Con un pequeño "snif" intentó escuchar lo que el joven le decía, y vio cómo tomaba su mano para dejar sobre ella un colgante con una media luna, ese gesto tan torpe de cariño la hizo sonreír un poco, lo trataría como si fuera un tesoro. Ese diminuto instante de calma la hizo sentir tremendamente culpable, ¿por qué ella podía sonreír si Elise jamás volvería a hacerlo?
Cerrando la mano sobre la media luna, apretando los dientes, el llanto volvió una vez más, respiró sin destensar la mandíbula varias veces, notando el aire frío pasar por entre los dientes, y llenaba sus pulmones. Le temblaban los labios, toda ella seguía temblorosa. Sin que ella se lo esperase, el chico la abrazó, dándole la oportunidad de calmarse sin que le viera la cara surcada en lágrimas. Pudo respirar, y esconderse por un par de segundos, dejando que el calor del chico templase sus nervios.
Cuando el se separo, claramente nervioso, los ojos de la chica ya se habían comenzado a desprender los lagrimones, seguían húmedos y brillantes, pero, al menos, ya no sentía la necesidad de llorar a moco tendido, no tanto como antes, la gente no se hace una idea de lo reconfortante que puede llegar a ser un simple abrazo. Lo miró con ojos grandes, que cerró cuando el chico la despeinó y, tumbándose como cuando ella había llegado,le dijo que durmiera.
Alanna tardó un poco en entenderlo, así que no había hecho nada malo, y la dejaba quedarse allí por el momento.Cuando una última lágrima le recorrió la piel y cayó sobre su rodilla, se tumbó despacio, estremeciendose con los rayos, intentando no pensar en su hermana y se acurrucó con la cabeza pegada a la espalda del chico, no sabía si dormiría demasiado, lo cierto es que se sentía agotada de tanto llorar e incluso le dolía la cabeza, pero todo había sido demasiado chocante.
La respiración aun le temblaba cuando volvió a abrazarse al joven y cerró los ojos intentando dormir, sin soltar la media luna. No sin antes de atreverse a cerrar los ojos decir:
- Lo siento mucho Elt....- murmuró con voz rota, a punto de volver a llorar.
Alanna Delteria
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Re: Corazón escarchado [Libre][Completo][Trama][Cerrado]
La noche se le antojó eterna.
No contestó a lo último que dijo su amiga antes de dormirse, no sabía que responder, para empezar no tenía ningún sentido que se disculpase, él estaba allí por voluntad propia, no por que esta le hubiese obligado a hacerlo.
La respiración de su amiga se tornó suavemente en un mero murmullo que indicaba que la muchacha había caído en un profundo sueño, suspiró aliviado, una noche de descanso después de todo lo que estaba viviendo no le iba a venir mal. Después de aquella singular muestra de aprecio hacia la guarda no estaba seguro de si había ayudado o por el contrario, solo había empeorado la situación, pero si Alanna había conseguido dormirse después de todo supuso que no había salido del todo mal.
Tratando de, como su amiga, conciliar el sueño, se quedó mirando por la ventana como los truenos se sucedían uno tras otro de forma hipnótica. A lo largo de las horas, de forma gradual, el tiempo fue mejorando, los rayos cesaron, cosa que, aunque dormida, su compañera pareció agradecer.
Pronto las primeras luces del alba se alzaron sobre las casas de la aldea, bostezó y se acomodó como buenamente pudo para no despertar a la guarda, que seguía justo tras él. Debía admitir que el reflejo de los primeros rayos de sol sobre la nieve acumulada en los tejados de aquellas pintorescas viviendas era una visión digna de rememorar, no obstante, se había pasado la noche dándole vueltas a todo lo que había sucedido en el norte días atrás.
Negó con la cabeza al cabo de un rato, no podía permitir que aquellos recuerdos volvieran a invadirle, al menos no en aquel momento, toda la noche en vela era suficiente autocompasión de momento y su amiga necesitaba un poco de apoyo de alguien que tuviese los pies en la tierra.
Tomó aire y, cuidadosamente, se zafó del suave agarre de la mujer, para justo después salir de la cama y ataviarse sigilosamente. Mientras se vestía advirtió de que la camisa continuaba manchada, el mercenario estudió la sangre de su compañera y, ya que no podía hacer nada, acabó encogiéndose de hombros, la capa disimularía las manchas de la espalda.
Una vez completamente ataviado, salió de la habitación sin terminar de calzarse, para no desvelar a la guarda. Bajó por las escaleras, prácticamente arrastrando los pies por el suelo, para encontrarse una vez abajo a la mujer que les había hospedado aquella noche, el mercenario arqueó una ceja, no recordaba realmente su nombre ¿Brândușa?
El mercenario saludó a la aldeana con una sonrisa, a lo que la mujer respondió con su singular acento y señaló una de las sillas de la mesa en la que se habían sentado el día anterior, dónde Alanna descubrió que su hermana había muerto.
Se sentó y a los pocos segundos el mercenario ya tenía un plato con el desayuno frente a él, seguía sonándole raro que la aldea hubiese accedido a colocar una lápida en el lugar dónde un desconocido había afirmado haber enterrado a la hermana de Alanna, se quedó mirando a un punto indeterminado de la pared que tenía frente a él mientras se comía el desayuno.
Una vez en Lunargenta se iba a cobrar un par de favores, o pedirlos a unas malas, quizás así iluminase un poco todo aquel asunto del extraño, alguien tenía que saber algo de él.
Se rascó la barba, demasiadas incógnitas, para empezar los lugareños ni siquiera habían visto el maldito cadáver, eso sin contar al Puño Carmesí, suspiró, si no pensase que iba ser peor para Alanna, desenterraría el cadáver de la joven en aquel instante.
Miró hacia las escaleras que conducían a las habitaciones superiores, no era mala idea; pero no podía hacerlo con ella cerca, corría el riesgo de empeorarlo todo, la guarda no se encontraba emocionalmente preparada para exhumar la posible tumba de su hermana. La acompañaría de vuelta a la ciudad y cuando tuviese tiempo, volvería a la aldea y aclararía todo de una vez.
No contestó a lo último que dijo su amiga antes de dormirse, no sabía que responder, para empezar no tenía ningún sentido que se disculpase, él estaba allí por voluntad propia, no por que esta le hubiese obligado a hacerlo.
La respiración de su amiga se tornó suavemente en un mero murmullo que indicaba que la muchacha había caído en un profundo sueño, suspiró aliviado, una noche de descanso después de todo lo que estaba viviendo no le iba a venir mal. Después de aquella singular muestra de aprecio hacia la guarda no estaba seguro de si había ayudado o por el contrario, solo había empeorado la situación, pero si Alanna había conseguido dormirse después de todo supuso que no había salido del todo mal.
Tratando de, como su amiga, conciliar el sueño, se quedó mirando por la ventana como los truenos se sucedían uno tras otro de forma hipnótica. A lo largo de las horas, de forma gradual, el tiempo fue mejorando, los rayos cesaron, cosa que, aunque dormida, su compañera pareció agradecer.
Pronto las primeras luces del alba se alzaron sobre las casas de la aldea, bostezó y se acomodó como buenamente pudo para no despertar a la guarda, que seguía justo tras él. Debía admitir que el reflejo de los primeros rayos de sol sobre la nieve acumulada en los tejados de aquellas pintorescas viviendas era una visión digna de rememorar, no obstante, se había pasado la noche dándole vueltas a todo lo que había sucedido en el norte días atrás.
Negó con la cabeza al cabo de un rato, no podía permitir que aquellos recuerdos volvieran a invadirle, al menos no en aquel momento, toda la noche en vela era suficiente autocompasión de momento y su amiga necesitaba un poco de apoyo de alguien que tuviese los pies en la tierra.
Tomó aire y, cuidadosamente, se zafó del suave agarre de la mujer, para justo después salir de la cama y ataviarse sigilosamente. Mientras se vestía advirtió de que la camisa continuaba manchada, el mercenario estudió la sangre de su compañera y, ya que no podía hacer nada, acabó encogiéndose de hombros, la capa disimularía las manchas de la espalda.
Una vez completamente ataviado, salió de la habitación sin terminar de calzarse, para no desvelar a la guarda. Bajó por las escaleras, prácticamente arrastrando los pies por el suelo, para encontrarse una vez abajo a la mujer que les había hospedado aquella noche, el mercenario arqueó una ceja, no recordaba realmente su nombre ¿Brândușa?
El mercenario saludó a la aldeana con una sonrisa, a lo que la mujer respondió con su singular acento y señaló una de las sillas de la mesa en la que se habían sentado el día anterior, dónde Alanna descubrió que su hermana había muerto.
Se sentó y a los pocos segundos el mercenario ya tenía un plato con el desayuno frente a él, seguía sonándole raro que la aldea hubiese accedido a colocar una lápida en el lugar dónde un desconocido había afirmado haber enterrado a la hermana de Alanna, se quedó mirando a un punto indeterminado de la pared que tenía frente a él mientras se comía el desayuno.
Una vez en Lunargenta se iba a cobrar un par de favores, o pedirlos a unas malas, quizás así iluminase un poco todo aquel asunto del extraño, alguien tenía que saber algo de él.
Se rascó la barba, demasiadas incógnitas, para empezar los lugareños ni siquiera habían visto el maldito cadáver, eso sin contar al Puño Carmesí, suspiró, si no pensase que iba ser peor para Alanna, desenterraría el cadáver de la joven en aquel instante.
Miró hacia las escaleras que conducían a las habitaciones superiores, no era mala idea; pero no podía hacerlo con ella cerca, corría el riesgo de empeorarlo todo, la guarda no se encontraba emocionalmente preparada para exhumar la posible tumba de su hermana. La acompañaría de vuelta a la ciudad y cuando tuviese tiempo, volvería a la aldea y aclararía todo de una vez.
Eltrant Tale
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Re: Corazón escarchado [Libre][Completo][Trama][Cerrado]
No sabía bien por qué se había disculpado, tal vez por arrastrarle allí con el frío para, al final, nada; tal vez por obligarlo a soportar el estado en el que se encontraba en ese momento; o, tal vez, ni siquiera se estaba disculpando con él; puede que se disculpara con Elise, por no haber podido cuidarla, por haber llegado tarde, por haber dejado que se le escapara de entre la punta de los dedos; tal vez con el recuerdo de su madre, por haberla decepcionado, o, tal vez; consigo misma por ser tan incapaz.
Lloró un rato más en completo silencio, estremeciéndose por los truenos y el llanto, hasta que, con ojos hinchados, mandíbula tensa y un tremendo dolor de cabeza, acabó por caer dormida. No fue un sueño tranquilo o ligero, los recuerdos la asaltaban de forma dolorosa, pero era totalmente incapaz de moverse, solo su rostro y los pequeños temblores que la recorrían con cada estallido de luz en el cielo, demostraban que la chica no descansaba pacíficamente.
Un rostro, masculino, hastiado, sonreía de forma malévola en su cabeza, las espadas sonaban al chocar con un sonido metálico, y el rojo teñía el sueño. Esa cara, ese sueño, solo hacía que acrecentar sus demonios.
*******************************
Sintió un sonido, como alguien se movía a su lado, pero no logró abrir los ojos, seguía notándose cansada, le dolían los parpados, como si escocieran, la garganta, estaba seca, y el sonido de una puerta al cerrarse con suavidad fue lo que, finalmente, la empezó a despejar.
Tumbada como estaba, de lado, mirando la ventana, abrió por fin los ojos con cuidado, era casi doloroso, la luz, clara, daba a entender que era un nuevo día. Sin moverse de su posición, los ojos volvieron a inundarse de lágrimas, que resbalaron en silencio hasta el colchón sin que Alanna se molestase en cerrar los ojos siquiera. No era justo.
"Elise..." fue su primer pensamiento.
Pasó un par de minutos tumbada, hasta que, finalmente, logró calmarse. La cabeza le martilleaba. Dio un suspiro secandose una lágrima con un puño cerrado, sentía los dedos entumecidos, abriendo la mano con cuidado, vio que sostenía un colgante con forma de media luna, y lo recordó, "claro..." se dijo recordando que su amigo se lo había dado la noche anterior en un intento de calmarla. "Espera, yo no...?" fue lo siguiente, creía que se había dormido tras el chico.
Se levantó con cuidado, y, aun en la cama, observó el lugar, estaba vacío, debía ser tarde. La chica dio un nuevo suspiro y llevó una mano a su cabeza, tanto llorar no le había sido de ayuda, odiaba llorar, pero había ocasiones en las que era algo inevitable. Había soltado más lágrimas en un par de semanas que en todo lo que llevaba de vida...
Alzó la cabeza cuidándose del mareo, y vio que, en la otra cama, estaba su ropa doblada, ¿cuando habría entrado la mujer? Debía recordar darle las gracias. Levantándose descalza, perdiendo el equilibrio al poner los pies en el suelo, creando el sonido de un golpe, se levantó con cuidado. Parecía un fantasma que se moví por mera inercia. "Muerta en vida" se le vino a la cabeza, junto a nuevas gotas que acudían a sus ojos.
Se acercó a la ropa despacio, y se vistió sin ganas, no sabía que debía hacer a partir de ahí, tal vez, quedarse en esa aldea, junto a la tumba de su hermana..., se ató el pantalón; también podría intentar vivir con calma, camisa; pero no, ella no era el tipo de persona que deja esas cosas así, su hermana merecía compensación, botas; perseguiría a su asesino, aunque le costase la vida; finalmente, la coraza de cuero.
Tomó el colgante de media luna que había dejado caer sobre la cama y lo anudó al cuello, para, después secar las lágrimas que se habían escapado de sus ojos mientras se cambiaba y, después, poner la camisa por dentro del pantalón. Un nuevo suspiro escapó de sus labios cuando abrió la puerta y bajó las escaleras, con el mismo aspecto desecho con el que las había subido la noche anterior, los ojos rojos, doloridos, las manos heridas, la garganta agarrada y el corazón en un puño.
- Buenos días...- susurró con cabeza gacha cuando hubo bajado el último peldaño.
La mujer la obligó a sentarse poniendo un plato de comida enfrente de ella, Alanna, tras darle las gracias, tomó la cuchara, pero no dio un solo bocado, no tenía ningún apetito, lo cierto es que, aun habiendo pensado algo que hacer, seguía sin fuerzas o ánimos, solo quería llorar y dormir.
Lloró un rato más en completo silencio, estremeciéndose por los truenos y el llanto, hasta que, con ojos hinchados, mandíbula tensa y un tremendo dolor de cabeza, acabó por caer dormida. No fue un sueño tranquilo o ligero, los recuerdos la asaltaban de forma dolorosa, pero era totalmente incapaz de moverse, solo su rostro y los pequeños temblores que la recorrían con cada estallido de luz en el cielo, demostraban que la chica no descansaba pacíficamente.
Un rostro, masculino, hastiado, sonreía de forma malévola en su cabeza, las espadas sonaban al chocar con un sonido metálico, y el rojo teñía el sueño. Esa cara, ese sueño, solo hacía que acrecentar sus demonios.
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Sintió un sonido, como alguien se movía a su lado, pero no logró abrir los ojos, seguía notándose cansada, le dolían los parpados, como si escocieran, la garganta, estaba seca, y el sonido de una puerta al cerrarse con suavidad fue lo que, finalmente, la empezó a despejar.
Tumbada como estaba, de lado, mirando la ventana, abrió por fin los ojos con cuidado, era casi doloroso, la luz, clara, daba a entender que era un nuevo día. Sin moverse de su posición, los ojos volvieron a inundarse de lágrimas, que resbalaron en silencio hasta el colchón sin que Alanna se molestase en cerrar los ojos siquiera. No era justo.
"Elise..." fue su primer pensamiento.
Pasó un par de minutos tumbada, hasta que, finalmente, logró calmarse. La cabeza le martilleaba. Dio un suspiro secandose una lágrima con un puño cerrado, sentía los dedos entumecidos, abriendo la mano con cuidado, vio que sostenía un colgante con forma de media luna, y lo recordó, "claro..." se dijo recordando que su amigo se lo había dado la noche anterior en un intento de calmarla. "Espera, yo no...?" fue lo siguiente, creía que se había dormido tras el chico.
Se levantó con cuidado, y, aun en la cama, observó el lugar, estaba vacío, debía ser tarde. La chica dio un nuevo suspiro y llevó una mano a su cabeza, tanto llorar no le había sido de ayuda, odiaba llorar, pero había ocasiones en las que era algo inevitable. Había soltado más lágrimas en un par de semanas que en todo lo que llevaba de vida...
Alzó la cabeza cuidándose del mareo, y vio que, en la otra cama, estaba su ropa doblada, ¿cuando habría entrado la mujer? Debía recordar darle las gracias. Levantándose descalza, perdiendo el equilibrio al poner los pies en el suelo, creando el sonido de un golpe, se levantó con cuidado. Parecía un fantasma que se moví por mera inercia. "Muerta en vida" se le vino a la cabeza, junto a nuevas gotas que acudían a sus ojos.
Se acercó a la ropa despacio, y se vistió sin ganas, no sabía que debía hacer a partir de ahí, tal vez, quedarse en esa aldea, junto a la tumba de su hermana..., se ató el pantalón; también podría intentar vivir con calma, camisa; pero no, ella no era el tipo de persona que deja esas cosas así, su hermana merecía compensación, botas; perseguiría a su asesino, aunque le costase la vida; finalmente, la coraza de cuero.
Tomó el colgante de media luna que había dejado caer sobre la cama y lo anudó al cuello, para, después secar las lágrimas que se habían escapado de sus ojos mientras se cambiaba y, después, poner la camisa por dentro del pantalón. Un nuevo suspiro escapó de sus labios cuando abrió la puerta y bajó las escaleras, con el mismo aspecto desecho con el que las había subido la noche anterior, los ojos rojos, doloridos, las manos heridas, la garganta agarrada y el corazón en un puño.
- Buenos días...- susurró con cabeza gacha cuando hubo bajado el último peldaño.
La mujer la obligó a sentarse poniendo un plato de comida enfrente de ella, Alanna, tras darle las gracias, tomó la cuchara, pero no dio un solo bocado, no tenía ningún apetito, lo cierto es que, aun habiendo pensado algo que hacer, seguía sin fuerzas o ánimos, solo quería llorar y dormir.
Alanna Delteria
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Re: Corazón escarchado [Libre][Completo][Trama][Cerrado]
Apenas notó que la guarda había entrado en la habitación, estaba abstraído en sus pensamientos cuando la joven se sentó frente a él un murmuró un “buenos días” cabizbajo.
Alanna no parecía haber mejorado mucho respecto a la noche anterior, los ojos seguían igual de enrojecidos y su voz, aunque no hablaba mucho, estaba rota; y a pesar de haber dormido, las ojeras de la chica no eran muy diferentes a las suyas.
-“Buenos días, Alanna” – Dijo dedicándole su mejor sonrisa mientras, a la vez que trataba de disimular que no había dormido en toda la noche, apartaba lo que rondaba en su cabeza en ese momento, tenía que seleccionar bien las palabras que iba a decir.
Aún quedaba decidir qué hacer, la búsqueda, para bien o para mal, había finalizado el día anterior frente a la lápida de la hermana de la guarda; no sacó el tema, supuso que la mujer lo haría cuando quisiese, no quería obligar a la joven a hacer nada que no quisiese.
Sin embargo, cuando al cabo de unos minutos esta no comenzó a comer, el mercenario enarcó una ceja y la miró durante varios largos minutos.
Continuó contemplando como la mujer jugueteaba con la comida en el plato, era consciente de lo dolida que estaba su amiga, pero si algo tenía claro el mercenario era que matarse de hambre en un sitio en el que la comida es esencial para sobrevivir no iba a animarla.
Tomando aire, dejó su plato donde estaba, y arrastró la silla en la que estaba sentado hasta el lugar en el que se encontraba su compañera, dónde se dejó caer –“No me voy a mover de aquí hasta que no comas algo” – Dijo reclinándose sobre la silla – “Tomate tu tiempo, no hay prisa” – Eltrant reprimió un bostezo y empezó a mecerse.
No podía hacer nada, solo tenía que ser paciente, Alanna tenía que lidiar con aquello por su cuenta, por mucho que él quisiera hacer, no había gran cosa que pudiese decir para animar a su amiga.
-“Antes de salir, tenemos que echarle un ojo a esas heridas” – Dijo mirando ahora las manos de la guarda –“Creo que tengo unas vendas en la bolsa, después te las dejo” – Añadió.
Siguió balanceándose en la silla mientras esperaba a que su compañera terminase de comer, o al menos, que le diese algún bocado a la comida.
Al cabo de un rato notó que la dueña de la vivienda había desaparecido, para ser una mujer tan robusta era bastante más sigilosa de que cualquier persona habría podido imaginar, Eltrant no tuvo esto muy en cuenta, posiblemente había ido a encargarse de lo que fuese que hiciesen por aquellos lares para ganarse la vida.
-“Háblame de tu hermana” – Dijo repentinamente a la vez que extraía los pañuelos a los que él gustaba llamar vendas de su bolsa de viaje – “Ven, dame la mano” – Sin que la muchacha pudiese hacer nada para negarse tomó una de sus manos heridas y empezó a enrollar el pañuelo alrededor de esta.
–“Venga, ¿A qué esperas? Estoy seguro de que tienes historias que merecen la pena” – Aquella petición que acaba de hacerle a su amiga podía acabar de dos formas, o terminaba de hundir a la joven, o se desahogaba hablando un poco de los buenos momentos con su hermana, esperaba que acabase de la segunda forma.
Seguía sabiendo que no podía hacer nada para animar a la guarda, el tiempo era quien se encargaría de ayudarla, no obstante si que podía darle un pequeño empujón.
Alanna no parecía haber mejorado mucho respecto a la noche anterior, los ojos seguían igual de enrojecidos y su voz, aunque no hablaba mucho, estaba rota; y a pesar de haber dormido, las ojeras de la chica no eran muy diferentes a las suyas.
-“Buenos días, Alanna” – Dijo dedicándole su mejor sonrisa mientras, a la vez que trataba de disimular que no había dormido en toda la noche, apartaba lo que rondaba en su cabeza en ese momento, tenía que seleccionar bien las palabras que iba a decir.
Aún quedaba decidir qué hacer, la búsqueda, para bien o para mal, había finalizado el día anterior frente a la lápida de la hermana de la guarda; no sacó el tema, supuso que la mujer lo haría cuando quisiese, no quería obligar a la joven a hacer nada que no quisiese.
Sin embargo, cuando al cabo de unos minutos esta no comenzó a comer, el mercenario enarcó una ceja y la miró durante varios largos minutos.
Continuó contemplando como la mujer jugueteaba con la comida en el plato, era consciente de lo dolida que estaba su amiga, pero si algo tenía claro el mercenario era que matarse de hambre en un sitio en el que la comida es esencial para sobrevivir no iba a animarla.
Tomando aire, dejó su plato donde estaba, y arrastró la silla en la que estaba sentado hasta el lugar en el que se encontraba su compañera, dónde se dejó caer –“No me voy a mover de aquí hasta que no comas algo” – Dijo reclinándose sobre la silla – “Tomate tu tiempo, no hay prisa” – Eltrant reprimió un bostezo y empezó a mecerse.
No podía hacer nada, solo tenía que ser paciente, Alanna tenía que lidiar con aquello por su cuenta, por mucho que él quisiera hacer, no había gran cosa que pudiese decir para animar a su amiga.
-“Antes de salir, tenemos que echarle un ojo a esas heridas” – Dijo mirando ahora las manos de la guarda –“Creo que tengo unas vendas en la bolsa, después te las dejo” – Añadió.
Siguió balanceándose en la silla mientras esperaba a que su compañera terminase de comer, o al menos, que le diese algún bocado a la comida.
Al cabo de un rato notó que la dueña de la vivienda había desaparecido, para ser una mujer tan robusta era bastante más sigilosa de que cualquier persona habría podido imaginar, Eltrant no tuvo esto muy en cuenta, posiblemente había ido a encargarse de lo que fuese que hiciesen por aquellos lares para ganarse la vida.
-“Háblame de tu hermana” – Dijo repentinamente a la vez que extraía los pañuelos a los que él gustaba llamar vendas de su bolsa de viaje – “Ven, dame la mano” – Sin que la muchacha pudiese hacer nada para negarse tomó una de sus manos heridas y empezó a enrollar el pañuelo alrededor de esta.
–“Venga, ¿A qué esperas? Estoy seguro de que tienes historias que merecen la pena” – Aquella petición que acaba de hacerle a su amiga podía acabar de dos formas, o terminaba de hundir a la joven, o se desahogaba hablando un poco de los buenos momentos con su hermana, esperaba que acabase de la segunda forma.
Seguía sabiendo que no podía hacer nada para animar a la guarda, el tiempo era quien se encargaría de ayudarla, no obstante si que podía darle un pequeño empujón.
Eltrant Tale
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Re: Corazón escarchado [Libre][Completo][Trama][Cerrado]
Escuchaba el sonido de Eltrant comer, veía el plato, notaba el calor que subía desde él, pero lo único que veía era su reflejo, similar al de un cadáver, en el caldo anaranjado. No sentía fuerzas para comer... sin embargo, tomó la cuchara e intentó hacerlo. pasó unos minutos jugueteando con la comida hasta que se dio cuenta de que era incapaz de dar un solo sorbo.
Tenía la garganta tan cerrada, el pecho se sentía tan pesado, que le daba la impresión que, con un solo sorbo, acabaría vomitando. Eso no hacía más que hacerle más daño, pues sabía que estaba siendo débil, algo que había intentado evitar toda su vida. Siempre había pensado que estaba bien sola, y, hasta ese momento, no se había dado cuenta de lo que dependía del recuerdo de su hermana, de la esperanza de encontrarla.
Cerró los ojos respirando hondo, casi a punto de volver a llorar, cuando escuchó el arrastrar de una silla, que la hizo levantar la cabeza mientras las dos lagrimas que había acudido a sus ojos volaban sin rozar su piel. Eltrant se había sentado a su lado, rescostándose en la silla, "amenazando" con no moverse de allí hasta que ella tomase algo. "¿Comer...?" Pensó, enfrascada en sus pensamientos, se había olvidado de la comida que tenía delante y que aun mareaba con la cuchara.
Miró el plato sin vero, miró al chico sin entender, y, finalmente, alzó la cuchara y tomó un sorbo de sopa, que empezaba a enfriarse. Al principio le dolió en la garganta, seca como estaba, luego ya no tanto. Pero no fue capaz de comer más, le costaba respirar si tragaba, tenía el cuello demasiado entumecido para soportar ambas cosas a la vez, le dolía demasiado el corazón a cada toma de aire.
La voz de Eltrant la despertó nuevamente, sabía que, mientras ella intentaba comer, había dicho algo más, pero tan centrada estaba en el plato que no iba a volver a probar, que no lo había escuchado siquiera, pero esta vez, la pregunta, la tomó por sorpresa, que le hablara de su hermana...
Los ojos de Alanna se encharcaron mientras el espadachín le tomaba la mano con cuidado y empezaba a anudársela con un pañuelo, la chica aguantó con los dientes apretados durante unos segundos, hasta que, finalmente, el mercenario volvió a hablar. El pulso de la joven comenzó a temblar, y de sus ojos a caer agua, con la cabeza agachada, Alanna intentó comenzar a hablar, pero tuvo que esperar un momento a calmarse, hasta que las lágrimas caían de una en una y no a mares.
- No salía demasiado de casa, ella....- tuvo que detenerse un momento a tomar aire, y, alzando la cabeza, miró al techo reteniendo el llanto- ella era la buena, se suponía, nunca se metía en líos, le gustaban las flores, los animales pequeños, era muy llorona.- dijo con algo similar a una risa mientras apartaba la vista hacia un lado y se tapaba la boca con una mano, era irónico que Elise fuera la llorona, cuando era Alanna la que no paraba de sollozar.- siempre me insistía en venir a jugar a vuestra granja, pero... era tan pequeña, tenía miedo de que se hiciera daño, así que intentaba que se quedase en casa.- "tal vez, si la hubiera dejado venir, caerse y ensuciarse, se habría hecho más fuerte, y ahora seguiría viva" pensó ella mientras hacía una pausa, y nuevas lágrimas acudían a sus ojos.- Cuando... cuando llegamos a Lunargenta, lo primero que hizo fue correr a una mujer y darle una flor, medio marchita, que había recogido por el camino, y cuando le pregunté dijo, dijo "es para que la señora no esté triste"- sonrió con pesar.- la mujer ni siquiera se sentía decaída, solo se había perdido.- se secó varias lágrimas más- Pasé la mitad de mi vida cuidándola, la otra mitad, la he pasado buscándola, y ahora... se ha esfumado.. se me ha escapado de entre los dedos...- iba a añadir algo más, pero fue incapaz, la voz comenzó a temblarle incluso más que mientras hablaba, cerró los ojos y dejó que las lágrimas le encharcaran la cara.
Lo cierto era que hablar de Elise le había sentado bien, seguía inmensamente triste, seguía llorando, y aun le quedaban muchas lágrimas por derramar, pero, al menos, podía recordarla en algunos momentos divertidos, como era antes de que su padre volviera a entrar en escena, como era de niña, amable, bondadosa, un soplo de aire fresco, como una pequeña flor que iba creciendo poco a poco. Y que, por desgracia, había desaparecido, no era justo, la gente buena no debería morir así como así, no debería ser enterrada lejos de su hogar, y, mucho menos, debía quedar sin justicia... El culpable de todo ello lo pagaría caro, y la guardia tenía una ligera idea de quien podía decirle el paradero de su principal y único sospechoso.
Tenía la garganta tan cerrada, el pecho se sentía tan pesado, que le daba la impresión que, con un solo sorbo, acabaría vomitando. Eso no hacía más que hacerle más daño, pues sabía que estaba siendo débil, algo que había intentado evitar toda su vida. Siempre había pensado que estaba bien sola, y, hasta ese momento, no se había dado cuenta de lo que dependía del recuerdo de su hermana, de la esperanza de encontrarla.
Cerró los ojos respirando hondo, casi a punto de volver a llorar, cuando escuchó el arrastrar de una silla, que la hizo levantar la cabeza mientras las dos lagrimas que había acudido a sus ojos volaban sin rozar su piel. Eltrant se había sentado a su lado, rescostándose en la silla, "amenazando" con no moverse de allí hasta que ella tomase algo. "¿Comer...?" Pensó, enfrascada en sus pensamientos, se había olvidado de la comida que tenía delante y que aun mareaba con la cuchara.
Miró el plato sin vero, miró al chico sin entender, y, finalmente, alzó la cuchara y tomó un sorbo de sopa, que empezaba a enfriarse. Al principio le dolió en la garganta, seca como estaba, luego ya no tanto. Pero no fue capaz de comer más, le costaba respirar si tragaba, tenía el cuello demasiado entumecido para soportar ambas cosas a la vez, le dolía demasiado el corazón a cada toma de aire.
La voz de Eltrant la despertó nuevamente, sabía que, mientras ella intentaba comer, había dicho algo más, pero tan centrada estaba en el plato que no iba a volver a probar, que no lo había escuchado siquiera, pero esta vez, la pregunta, la tomó por sorpresa, que le hablara de su hermana...
Los ojos de Alanna se encharcaron mientras el espadachín le tomaba la mano con cuidado y empezaba a anudársela con un pañuelo, la chica aguantó con los dientes apretados durante unos segundos, hasta que, finalmente, el mercenario volvió a hablar. El pulso de la joven comenzó a temblar, y de sus ojos a caer agua, con la cabeza agachada, Alanna intentó comenzar a hablar, pero tuvo que esperar un momento a calmarse, hasta que las lágrimas caían de una en una y no a mares.
- No salía demasiado de casa, ella....- tuvo que detenerse un momento a tomar aire, y, alzando la cabeza, miró al techo reteniendo el llanto- ella era la buena, se suponía, nunca se metía en líos, le gustaban las flores, los animales pequeños, era muy llorona.- dijo con algo similar a una risa mientras apartaba la vista hacia un lado y se tapaba la boca con una mano, era irónico que Elise fuera la llorona, cuando era Alanna la que no paraba de sollozar.- siempre me insistía en venir a jugar a vuestra granja, pero... era tan pequeña, tenía miedo de que se hiciera daño, así que intentaba que se quedase en casa.- "tal vez, si la hubiera dejado venir, caerse y ensuciarse, se habría hecho más fuerte, y ahora seguiría viva" pensó ella mientras hacía una pausa, y nuevas lágrimas acudían a sus ojos.- Cuando... cuando llegamos a Lunargenta, lo primero que hizo fue correr a una mujer y darle una flor, medio marchita, que había recogido por el camino, y cuando le pregunté dijo, dijo "es para que la señora no esté triste"- sonrió con pesar.- la mujer ni siquiera se sentía decaída, solo se había perdido.- se secó varias lágrimas más- Pasé la mitad de mi vida cuidándola, la otra mitad, la he pasado buscándola, y ahora... se ha esfumado.. se me ha escapado de entre los dedos...- iba a añadir algo más, pero fue incapaz, la voz comenzó a temblarle incluso más que mientras hablaba, cerró los ojos y dejó que las lágrimas le encharcaran la cara.
Lo cierto era que hablar de Elise le había sentado bien, seguía inmensamente triste, seguía llorando, y aun le quedaban muchas lágrimas por derramar, pero, al menos, podía recordarla en algunos momentos divertidos, como era antes de que su padre volviera a entrar en escena, como era de niña, amable, bondadosa, un soplo de aire fresco, como una pequeña flor que iba creciendo poco a poco. Y que, por desgracia, había desaparecido, no era justo, la gente buena no debería morir así como así, no debería ser enterrada lejos de su hogar, y, mucho menos, debía quedar sin justicia... El culpable de todo ello lo pagaría caro, y la guardia tenía una ligera idea de quien podía decirle el paradero de su principal y único sospechoso.
Alanna Delteria
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Re: Corazón escarchado [Libre][Completo][Trama][Cerrado]
El mercenario escuchó cortésmente lo que relataba su compañera, al parecer su idea no había mal después de todo, era agradable volver a oírla hablar más de tres palabras seguidas.
Cuando hubo acabado de vendar una mano, se aseguró de que la gasa quedaba firmemente atada en torno a la extremidad de la mujer y, tomando la otra, procedió a hacerlo de nuevo. No es que fuese un experto en primeros auxilios, pero tampoco tenía que saber mucho para colocar un vendaje.
Notó como las lágrimas volvían a descender por las mejillas de la guarda cuando esta terminó de hablar, Eltrant que no había dejado de escuchar lo que Alanna le contaba, sonrió y le pasó la venda que tenía en la mano por la cara a la mujer sin previo aviso, y aunque fue bastante más tosco de lo que él pretendía, se cercioró de aquella forma que no quedaba ninguna lagrima en la cara de la guarda.
-“Una chica encantadora, me recuerda a cierta guarda, siempre cuidando de los demás” – Dijo el joven volviendo a la tarea en la que llevaba concentrado unos minutos, bostezó y se encogió de hombros –“Si lo que me estás contando es cierto, no sé si Elise estaría muy conforme con que no comieses nada” – Señaló con la cabeza el plato de la muchacha, prácticamente entero, mientras terminaba de vendar la mano de la muchacha.
–“Bueno, aquí ya hemos acabado” – Se separó de la mujer y después de comprobar que ambos vendajes no iban a soltarse, sonrió y guardó la tela que había sobrado en la bolsa de viaje.
La habitación se quedó en silencio de nuevo, esperando que su compañera reaccionara de alguna forma Eltrant se cruzó de brazos y cerró los ojos, aprovechando aquel sutil momento de tranquilidad para, quizás retomar fuerzas, si no se hubiese pasado la noche anterior pensando en cosas que no venían al caso tendría bastante más fueras para tratar a la guarda, suspiró, no podía evitar sentirse culpable por anteponer sus propios problemas a los de la muchacha.
La pelirroja apareció entonces de una de las habitaciones adjuntas y siempre de buen humor y sonriendo, preguntó a los presentes cuanto tiempo iban a permanecer en su casa, el mercenario se encogió de hombros y miró a Alanna.
Desde su punto de vista, se marcharían de allí cuando la joven lo decidiese, lo cierto es que su amiga no estaba, al menos emocionalmente, preparada para volver a Lunargenta en aquel momento; pero por otro lado, no podían abusar demasiado de la hospitalidad de la mujer, Eltrant tenía sus cosas listas para partir de inmediato si era necesario.
El joven arqueó una ceja cuando Brândușa pidió a este que abandonase la habitación, al parecer quería hablar con la guarda a solas. No estaba seguro de si aceptar era una buena idea, pero después de lanzarle una larga mirada a la pelirroja, arrastró la silla en la que estaba sentado hasta su posición original y salió al exterior.
El frío matinal le golpeó en la cara como si de un yunque se tratase, no le vino nada mal para despejarse y aclarar un poco sus ideas, el cielo estaba inusualmente azul, sobre todo si tenían en cuenta que apenas unas horas antes un vendaval casi enterraba la aldea.
Estirando las piernas, se dejó caer sobre una caja a pocos metros de la puerta principal de la casa en la que se había alojado, bostezó y volvió a cerrar los ojos, la tranquilidad de aquel sitio resultaba soporífera
Cuando hubo acabado de vendar una mano, se aseguró de que la gasa quedaba firmemente atada en torno a la extremidad de la mujer y, tomando la otra, procedió a hacerlo de nuevo. No es que fuese un experto en primeros auxilios, pero tampoco tenía que saber mucho para colocar un vendaje.
Notó como las lágrimas volvían a descender por las mejillas de la guarda cuando esta terminó de hablar, Eltrant que no había dejado de escuchar lo que Alanna le contaba, sonrió y le pasó la venda que tenía en la mano por la cara a la mujer sin previo aviso, y aunque fue bastante más tosco de lo que él pretendía, se cercioró de aquella forma que no quedaba ninguna lagrima en la cara de la guarda.
-“Una chica encantadora, me recuerda a cierta guarda, siempre cuidando de los demás” – Dijo el joven volviendo a la tarea en la que llevaba concentrado unos minutos, bostezó y se encogió de hombros –“Si lo que me estás contando es cierto, no sé si Elise estaría muy conforme con que no comieses nada” – Señaló con la cabeza el plato de la muchacha, prácticamente entero, mientras terminaba de vendar la mano de la muchacha.
–“Bueno, aquí ya hemos acabado” – Se separó de la mujer y después de comprobar que ambos vendajes no iban a soltarse, sonrió y guardó la tela que había sobrado en la bolsa de viaje.
La habitación se quedó en silencio de nuevo, esperando que su compañera reaccionara de alguna forma Eltrant se cruzó de brazos y cerró los ojos, aprovechando aquel sutil momento de tranquilidad para, quizás retomar fuerzas, si no se hubiese pasado la noche anterior pensando en cosas que no venían al caso tendría bastante más fueras para tratar a la guarda, suspiró, no podía evitar sentirse culpable por anteponer sus propios problemas a los de la muchacha.
La pelirroja apareció entonces de una de las habitaciones adjuntas y siempre de buen humor y sonriendo, preguntó a los presentes cuanto tiempo iban a permanecer en su casa, el mercenario se encogió de hombros y miró a Alanna.
Desde su punto de vista, se marcharían de allí cuando la joven lo decidiese, lo cierto es que su amiga no estaba, al menos emocionalmente, preparada para volver a Lunargenta en aquel momento; pero por otro lado, no podían abusar demasiado de la hospitalidad de la mujer, Eltrant tenía sus cosas listas para partir de inmediato si era necesario.
El joven arqueó una ceja cuando Brândușa pidió a este que abandonase la habitación, al parecer quería hablar con la guarda a solas. No estaba seguro de si aceptar era una buena idea, pero después de lanzarle una larga mirada a la pelirroja, arrastró la silla en la que estaba sentado hasta su posición original y salió al exterior.
El frío matinal le golpeó en la cara como si de un yunque se tratase, no le vino nada mal para despejarse y aclarar un poco sus ideas, el cielo estaba inusualmente azul, sobre todo si tenían en cuenta que apenas unas horas antes un vendaval casi enterraba la aldea.
Estirando las piernas, se dejó caer sobre una caja a pocos metros de la puerta principal de la casa en la que se había alojado, bostezó y volvió a cerrar los ojos, la tranquilidad de aquel sitio resultaba soporífera
Eltrant Tale
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Re: Corazón escarchado [Libre][Completo][Trama][Cerrado]
Alanna había acabado por girarse a mirar al chico que le vendaba las manos con cuidado, y, mientras las lágrimas volvían a resbalar por sus mejillas, intentó ocultarlas tras su pelo, pero quedó claro que de poco había servido cuando Eltrant, acercando una de las vendas, con la "delicadeza" que le caracterizaba, se la restregó por la cara intentando secarle las lágrimas. sirvió
Alanna, con sorpresa frunció el gesto, fue más útil la sorpresa para que cesara su llanto que el mismo gesto de secarle las lágrimas, incluso consiguió sonreír de forma ínfima por las torpes muestras del cariño del chico, que en cuanto le hubo secado las lágrimas. volvió a concentrarse en sus manos.
Con un ligero snif, escuchó la comparación del joven, puede que tuviera razón, y con el tiempo Alanna hubiera acabado pareciéndose al recuerdo de su hermana, en cierta forma, pero estaba claro que la guarda siempre sería la que tenía peor carácter. Alzó la cabeza para mirar al chico, que bostezó sonoramente, era muy posible que no hubiera dormido por su culpa. Volvió a bajar la vista a sus manos, con sentimiento de culpa, encima que el chico estaba tratando de cuidarla, que la había acompañado allí, ella le impedía conciliar el sueño.
La voz del chico volvió a sonar en sus oídos, y, por tercera vez, la chica alzó la vista. Tenía razón, si Elise supiera la mitad de cosas que le habían pasado a la guarda en su búsqueda, estaría realmente preocupada, y saber que, por su causa, no era capaz siquiera de comer, la entristecería como nada... Miró el plato de sopa, ya frío con cara de tristeza, preocupaba a su hermana incluso cuando esta ya no estaba.....
Eltrant anunció que había acabado, y Alanna alzó una de sus manos, el joven parecía satisfecho con el vendaje, sin embargo, estaba bastante flojo, las vendas caían desordenadas, aunque soltarse, no se soltaría. Si hubiera estado en otra situación, la Gata habría reído amablemente, no eran unos vendajes muy bien hechos, pero estaba claro que lo había intentado.
El silencio inundó la sala mientras Alanna miraba a la nada, pestañeando despacio, sus ojos estaban secos, pero sentía aun como lloraba por dentro, la garganta aun estaba cerrada y solo pensar en tragar le resultaba doloroso, aun no se había movido de su posición desde que acabaron con los vendajes, y palpaba dudosa la pequeña bolsa que llevaba al cinto, allí, el conejo de peluche que había acompañado a su hermana hasta hacía poco, descansaba, probablemente, esperando volver con su dueña, tal vez debería dejarlo en la tumba de su hermana, al fin y al cabo había sido un regalo de Alanna a su pequeña y llorosa hermana, aunque, era posible, que Elise, suponiendo lo que estaba por sucederle, y leyendo los posibles pasos de la que había sido su hermana mayor, dejase ese animalito para que le sirviera de consuelo, igual que le había valido a ella en su momento.
Ensimismada como estaba no notó la presencia de la dueña de la casa hasta que esta preguntó, con amabilidad, cuanto tiempo se quedarían. Con cabeza agachada, la guardia reflexionó sobre ello, no quería alejarse de su hermana, pero sentía que, si se quedaba allí, acabaría muriendo junto al recuerdo de su hermanita. Miró a Eltrant de reojo, una noche, una noche más para que el chico pudiera dormir, y si el quería emprenderían el viaje de regreso. No se sentía capaz de seguir en ese lugar sin derrumbarse a cada instante.
Mientras reflexionaba, escuchó la petición de la mujer, quería que Eltrant abandonase el cuarto, y él pareció dudar, pero terminó por hacerlo. Cuando el chico hubo cerrado la puerta Brândușa se acercó a ella y le tomó las manos, sonriendo con dulzura, riendo un poco al ver las destartaladas vendas, parecía que iba a arreglarlas, pero Alanna apartó las manos en silencio y negó con la cabeza, su amigo se había tomado la molestia de vendárselas, y así estaban perfectas.
La mujer pareció entenderlo, y con una sonrisa, y su mano rechoncha, alzó con suavidad la barbilla de la joven:
- Mi ninia, has de essstarrrrrTe trrrranquila, estoy segurra, de que, Tu herrrrrmanna, esssssTé donDe essssTé, se prrrreoucupa porrrr Tí, y desssea que ssseasss "felis".
- Gracias....- murmuró la Gata mordiéndose el labio, era sacar el tema y volvían a encharcarse sus ojos.- Solo nos quedaremos una noche más, creo que mi amigo no ha podido dormir por mi culpa...- susurró.
- Essta "Vien" mi chica, el Tiempo que "nesesitesss".- sonrió acariciando la mejilla de la niña de forma maternal.- Ahorra come algo, matarrrTe de hambrrrre solo harrrá que tu amigo se prrrreocupe másss.
Alanna asintió en silencio y se giró a tomar la sopa fría mientras la regordeta señora salía a llamar al chico, mañana partirían hacia Lunargenta.
**********************************************************
La noche cayó pronto, como una pesada losa, Alanna había pasado el día vagando por la casa de un lado a otro, o apoltronada frente a la chimenea viendo bailar las llamas, al menos, con el calor, tenía justificación si se le inundaban los ojos.
Había llorado mucho menos que la noche anterior, aunque, de vez en cuando, la asaltaban los recuerdos y el arrepentimiento y no podía evitar que algunas gotas de agua se escapasen desde sus parpados, al final de la tarde, seguía frente al calor de una chimenea que había ido creciendo y decreciendo en fuerza dependiendo de si la mujer añadía o no leña.
Tras la cena, en la que, como durante todo el día, Alanna no había soltado una sola palabra, subió al dormitorio, cuando entrara Eltrant le diría lo de irse a la mañana siguiente, el chico debía estar deseoso de marcharse de ese lugar, y la chica tampoco tenía demasiadas ganas de quedarse allí junto a la tumba de su hermana, sabiendo que por mucho que esperara nunca podría ver su cara de nuevo, lo único que había allí, era una piedra con nombre.
Alanna, con sorpresa frunció el gesto, fue más útil la sorpresa para que cesara su llanto que el mismo gesto de secarle las lágrimas, incluso consiguió sonreír de forma ínfima por las torpes muestras del cariño del chico, que en cuanto le hubo secado las lágrimas. volvió a concentrarse en sus manos.
Con un ligero snif, escuchó la comparación del joven, puede que tuviera razón, y con el tiempo Alanna hubiera acabado pareciéndose al recuerdo de su hermana, en cierta forma, pero estaba claro que la guarda siempre sería la que tenía peor carácter. Alzó la cabeza para mirar al chico, que bostezó sonoramente, era muy posible que no hubiera dormido por su culpa. Volvió a bajar la vista a sus manos, con sentimiento de culpa, encima que el chico estaba tratando de cuidarla, que la había acompañado allí, ella le impedía conciliar el sueño.
La voz del chico volvió a sonar en sus oídos, y, por tercera vez, la chica alzó la vista. Tenía razón, si Elise supiera la mitad de cosas que le habían pasado a la guarda en su búsqueda, estaría realmente preocupada, y saber que, por su causa, no era capaz siquiera de comer, la entristecería como nada... Miró el plato de sopa, ya frío con cara de tristeza, preocupaba a su hermana incluso cuando esta ya no estaba.....
Eltrant anunció que había acabado, y Alanna alzó una de sus manos, el joven parecía satisfecho con el vendaje, sin embargo, estaba bastante flojo, las vendas caían desordenadas, aunque soltarse, no se soltaría. Si hubiera estado en otra situación, la Gata habría reído amablemente, no eran unos vendajes muy bien hechos, pero estaba claro que lo había intentado.
El silencio inundó la sala mientras Alanna miraba a la nada, pestañeando despacio, sus ojos estaban secos, pero sentía aun como lloraba por dentro, la garganta aun estaba cerrada y solo pensar en tragar le resultaba doloroso, aun no se había movido de su posición desde que acabaron con los vendajes, y palpaba dudosa la pequeña bolsa que llevaba al cinto, allí, el conejo de peluche que había acompañado a su hermana hasta hacía poco, descansaba, probablemente, esperando volver con su dueña, tal vez debería dejarlo en la tumba de su hermana, al fin y al cabo había sido un regalo de Alanna a su pequeña y llorosa hermana, aunque, era posible, que Elise, suponiendo lo que estaba por sucederle, y leyendo los posibles pasos de la que había sido su hermana mayor, dejase ese animalito para que le sirviera de consuelo, igual que le había valido a ella en su momento.
Ensimismada como estaba no notó la presencia de la dueña de la casa hasta que esta preguntó, con amabilidad, cuanto tiempo se quedarían. Con cabeza agachada, la guardia reflexionó sobre ello, no quería alejarse de su hermana, pero sentía que, si se quedaba allí, acabaría muriendo junto al recuerdo de su hermanita. Miró a Eltrant de reojo, una noche, una noche más para que el chico pudiera dormir, y si el quería emprenderían el viaje de regreso. No se sentía capaz de seguir en ese lugar sin derrumbarse a cada instante.
Mientras reflexionaba, escuchó la petición de la mujer, quería que Eltrant abandonase el cuarto, y él pareció dudar, pero terminó por hacerlo. Cuando el chico hubo cerrado la puerta Brândușa se acercó a ella y le tomó las manos, sonriendo con dulzura, riendo un poco al ver las destartaladas vendas, parecía que iba a arreglarlas, pero Alanna apartó las manos en silencio y negó con la cabeza, su amigo se había tomado la molestia de vendárselas, y así estaban perfectas.
La mujer pareció entenderlo, y con una sonrisa, y su mano rechoncha, alzó con suavidad la barbilla de la joven:
- Mi ninia, has de essstarrrrrTe trrrranquila, estoy segurra, de que, Tu herrrrrmanna, esssssTé donDe essssTé, se prrrreoucupa porrrr Tí, y desssea que ssseasss "felis".
- Gracias....- murmuró la Gata mordiéndose el labio, era sacar el tema y volvían a encharcarse sus ojos.- Solo nos quedaremos una noche más, creo que mi amigo no ha podido dormir por mi culpa...- susurró.
- Essta "Vien" mi chica, el Tiempo que "nesesitesss".- sonrió acariciando la mejilla de la niña de forma maternal.- Ahorra come algo, matarrrTe de hambrrrre solo harrrá que tu amigo se prrrreocupe másss.
Alanna asintió en silencio y se giró a tomar la sopa fría mientras la regordeta señora salía a llamar al chico, mañana partirían hacia Lunargenta.
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La noche cayó pronto, como una pesada losa, Alanna había pasado el día vagando por la casa de un lado a otro, o apoltronada frente a la chimenea viendo bailar las llamas, al menos, con el calor, tenía justificación si se le inundaban los ojos.
Había llorado mucho menos que la noche anterior, aunque, de vez en cuando, la asaltaban los recuerdos y el arrepentimiento y no podía evitar que algunas gotas de agua se escapasen desde sus parpados, al final de la tarde, seguía frente al calor de una chimenea que había ido creciendo y decreciendo en fuerza dependiendo de si la mujer añadía o no leña.
Tras la cena, en la que, como durante todo el día, Alanna no había soltado una sola palabra, subió al dormitorio, cuando entrara Eltrant le diría lo de irse a la mañana siguiente, el chico debía estar deseoso de marcharse de ese lugar, y la chica tampoco tenía demasiadas ganas de quedarse allí junto a la tumba de su hermana, sabiendo que por mucho que esperara nunca podría ver su cara de nuevo, lo único que había allí, era una piedra con nombre.
Alanna Delteria
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Re: Corazón escarchado [Libre][Completo][Trama][Cerrado]
El día transcurrió lentamente, sin sobresaltos, las horas de sol no fueron sino un reflejo de lo que el mercenario acostumbraba a vivir cuando permanecía en algún pueblo más de una jornada.
Eltrant se pasó la mayor parte del mismo fuera. Cuando la mujer salió a avisarle de que ya había terminado de hablar con la guarda, y por ende, ya podía entrar en la vivienda negó con la cabeza sonriendo y caminó hasta cerca del lugar donde, supuestamente, se encontraba el lugar de descanso de la hermana de Alanna.
No obstante no se acercó a la tumba, se sentó sobre la nieve, en uno de los muchos lugares del escarpado abismo desde el cual se podía ver el mar, y se quedó allí; Alanna necesitaba tiempo para asimilar lo que había pasado, escuchando como las olas chocaban contra las rocas al fondo del acantilado, tomó aire y cerró los ojos.
Para cuando notó que el sol comenzaba a descender de nuevo decidió que era hora de volver, retornando sobre sus pasos se encaminó al lugar en el que había pasado la noche, no se cruzó con nadie, a aquellas horas, cuando el frio de la noche volvía a hacer acto de presencia las calles de la aldea volvían a estar prácticamente desiertas.
Una vez de nuevo en el hogar de Brândușa se encontró con que la cena ya estaba servida, sonrió a su anfitriona y agradeciendo aquel gesto de hospitalidad, se sentó junto a la guarda que ya había empezado a comer y trató de sacar un tema de conservación con el que animar a la muchacha.
La dueña de la casa se unió casi al instante a la discusión, demostrando que tenía bastante más conocimientos acerca de libros de lo que una aldeana de un pueblo perdido de la mano de los dioses podía decir, Alanna en cambio permaneció en silencio durante todo el tiempo; no la culpaba.
En cuanto la joven acabó de comer subió al dormitorio, sin mediar palabra con los presentes, cuando esta desapareció escaleras arriba el mercenario dejó escapar un profundo suspiro y se giró hacia la pelirroja, quien sonrió y negó con la cabeza, el mercenario era consciente de que no había mucho que hacer, solo quedaba esperar.
Ayudó a la mujer a limpiar las sobras y tras estar varias horas junto al fuego, cuando ya no le quedó más remedio, subió a la habitación. Antes de entrar llamó a la puerta y después de varios segundos sin respuesta, entró en la habitación.
La guarda, que se encontraba tumbada en una de las camas se incorporó rápidamente para comentarle que saldrían hacia Lunargenta a la mañana siguiente, el mercenario enarcó una ceja ¿Y aquel cambio de parecer?
Quizás había subestimado a la chica y era más fuerte emocionalmente de lo que el muchacho pensaba. Sonriendo ante la proposición asintió con la cabeza y se sentó junto a ella.
-“Piensa que…” - Comenzó a decir – “Por mucho que lo creas a veces, no estás sola” – Dicho esto le dio un pequeño golpe en la frente y después de brindarle a la joven una cálida sonrisa, se tumbó en la cama que tenía frente a él.
Aunque trató por todos los medios quedarse un poco más despierto, sin embargo apenas pudo mantener los ojos abiertos durante unos minutos, se le antojaba egoísta quedarse dormido antes que la guarda; pero por mucho que lo intentó, no pudo hacer nada para evitar caer en un profundo sueño.
Al amanecer iban a emprender un tedioso viaje de vuelta a Verisar, si quería ser medianamente útil a su compañera iba a tener que descansar, por mucho que aquellas tierras cubiertas de nieve causasen en él el efecto contrario.
Eltrant se pasó la mayor parte del mismo fuera. Cuando la mujer salió a avisarle de que ya había terminado de hablar con la guarda, y por ende, ya podía entrar en la vivienda negó con la cabeza sonriendo y caminó hasta cerca del lugar donde, supuestamente, se encontraba el lugar de descanso de la hermana de Alanna.
No obstante no se acercó a la tumba, se sentó sobre la nieve, en uno de los muchos lugares del escarpado abismo desde el cual se podía ver el mar, y se quedó allí; Alanna necesitaba tiempo para asimilar lo que había pasado, escuchando como las olas chocaban contra las rocas al fondo del acantilado, tomó aire y cerró los ojos.
Para cuando notó que el sol comenzaba a descender de nuevo decidió que era hora de volver, retornando sobre sus pasos se encaminó al lugar en el que había pasado la noche, no se cruzó con nadie, a aquellas horas, cuando el frio de la noche volvía a hacer acto de presencia las calles de la aldea volvían a estar prácticamente desiertas.
Una vez de nuevo en el hogar de Brândușa se encontró con que la cena ya estaba servida, sonrió a su anfitriona y agradeciendo aquel gesto de hospitalidad, se sentó junto a la guarda que ya había empezado a comer y trató de sacar un tema de conservación con el que animar a la muchacha.
La dueña de la casa se unió casi al instante a la discusión, demostrando que tenía bastante más conocimientos acerca de libros de lo que una aldeana de un pueblo perdido de la mano de los dioses podía decir, Alanna en cambio permaneció en silencio durante todo el tiempo; no la culpaba.
En cuanto la joven acabó de comer subió al dormitorio, sin mediar palabra con los presentes, cuando esta desapareció escaleras arriba el mercenario dejó escapar un profundo suspiro y se giró hacia la pelirroja, quien sonrió y negó con la cabeza, el mercenario era consciente de que no había mucho que hacer, solo quedaba esperar.
Ayudó a la mujer a limpiar las sobras y tras estar varias horas junto al fuego, cuando ya no le quedó más remedio, subió a la habitación. Antes de entrar llamó a la puerta y después de varios segundos sin respuesta, entró en la habitación.
La guarda, que se encontraba tumbada en una de las camas se incorporó rápidamente para comentarle que saldrían hacia Lunargenta a la mañana siguiente, el mercenario enarcó una ceja ¿Y aquel cambio de parecer?
Quizás había subestimado a la chica y era más fuerte emocionalmente de lo que el muchacho pensaba. Sonriendo ante la proposición asintió con la cabeza y se sentó junto a ella.
-“Piensa que…” - Comenzó a decir – “Por mucho que lo creas a veces, no estás sola” – Dicho esto le dio un pequeño golpe en la frente y después de brindarle a la joven una cálida sonrisa, se tumbó en la cama que tenía frente a él.
Aunque trató por todos los medios quedarse un poco más despierto, sin embargo apenas pudo mantener los ojos abiertos durante unos minutos, se le antojaba egoísta quedarse dormido antes que la guarda; pero por mucho que lo intentó, no pudo hacer nada para evitar caer en un profundo sueño.
Al amanecer iban a emprender un tedioso viaje de vuelta a Verisar, si quería ser medianamente útil a su compañera iba a tener que descansar, por mucho que aquellas tierras cubiertas de nieve causasen en él el efecto contrario.
Eltrant Tale
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Re: Corazón escarchado [Libre][Completo][Trama][Cerrado]
Tras un buen rato de espera, en el que Alanna, al final decidió tumbarse en la cama, abrazada al pequeño peluche de conejo blanco, que por el tiempo había acabado más gris que otra cosa, y que estaba totalmente lleno de repuntes al tiempo que jugueteaba con el colgante que no se había quitado en todo él día.
Rodó por la cama, tapándose y destapándose, ansiosa, sin llegar a conciliar el sueño, respirando hondo para aguantar las lágrimas que, en algunos momentos, seguían luchando por salir, al final, tras unas horas de espera, Eltrant entró al cuarto. Alanna se levantó de su posición tumbada y se sentó en la cama con las piernas tapadas.
- Elt...- murmuró con voz baja, haciendo que el chico se acercara.- si quieres... bueno... nos podemos ir mañana... no creo que estar aquí sea demasiado útil...- susurró con ojos llorosos, al menos ya no se le escapaban de ahí.
El joven pareció conforme, incluso sorprendido, posiblemente cualquier persona normal habría querido quedarse allí más tiempo, pero para estar sola allí, mejor estarlo en un lugar donde pudiera mantener su cabeza ocupada... La Gata notó hundirse el colchón a su lado, y alzó la cabeza, recibiendo un golpecito en la frente, que le hizo cerrar los ojos y llevarse hasta allí la mano. Así que no estaba sola...
Una sonrisa llorosa se relejó en la cara de la chica cuando el mercenario se fue a la otra cama, y se quedó sentada hasta que el joven se tumbó. Dejándose caer de espaldas, mordiéndose los labios, tomó una respiración profunda por la nariz, mientras su mirada se clavaba en el techo a dos aguas. Tal vez fuera cierto, no estaba sola, pero siempre lo había estado, eran cosas difíciles de asimilar.
Un ronquido suave se oyó al otro lado del cuarto, Eltrant ya dormía, la guarda dio un suspiro y se tapó hasta el cuello, luego, girándose sobre la almohada, cerró los ojos pensando, una vez más, en su hermana. No entendía porque no podía acostumbrarse, llevaba diez años sin verla, no sería tan diferente... ¿verdad? Negó con la cabeza despacio. ¿ A quien quería engañar? estaba claro que sería totalmente diferente, antes, al menos, tenía la posibilidad de cruzársela en algún momento, ahora... no, ya era imposible...
Se acercó más al peluche, era lo único que le quedaba de Elise, esperaba que fuera un pequeño consuelo. Había aguantado todo el día sin llorar a penas, sin embargo, la noche parecía ser el peor momento, la oscuridad la agobiaba, se le encogía el pecho, y regresaban los temblores.
Aguantó una hora, asustada, sin conciliar el sueño, respirando con dificultad, como si se ahogara hasta que, totalmente temblorosa,
se sentó en la cama. Miró a su alrededor con la cara bañada en llanto, otra vez... puso una mano en su cara, y escondió el rostro entre sus rodillas, no podía detener los temblores...
Se levantó nerviosa y se asomó por la ventana, poniendo la frente sobre el cristal, estaba frío. Se quedó así hasta que logró calmar su pulso. Sin embargo, la sensación de estar indefensa, de ser de nuevo esa chiquilla que abandonaba la granja sin saber que le deparaba el futuro, esta vez, sin nadie a su lado por quien mantenerse fuerte, volvió a embargarla.
Para calmar la sensación, igual que la noche anterior, se tumbó a la espalda del chico, con cuidado de no despertarlo, y allí, por fin, logró dormirse.
Rodó por la cama, tapándose y destapándose, ansiosa, sin llegar a conciliar el sueño, respirando hondo para aguantar las lágrimas que, en algunos momentos, seguían luchando por salir, al final, tras unas horas de espera, Eltrant entró al cuarto. Alanna se levantó de su posición tumbada y se sentó en la cama con las piernas tapadas.
- Elt...- murmuró con voz baja, haciendo que el chico se acercara.- si quieres... bueno... nos podemos ir mañana... no creo que estar aquí sea demasiado útil...- susurró con ojos llorosos, al menos ya no se le escapaban de ahí.
El joven pareció conforme, incluso sorprendido, posiblemente cualquier persona normal habría querido quedarse allí más tiempo, pero para estar sola allí, mejor estarlo en un lugar donde pudiera mantener su cabeza ocupada... La Gata notó hundirse el colchón a su lado, y alzó la cabeza, recibiendo un golpecito en la frente, que le hizo cerrar los ojos y llevarse hasta allí la mano. Así que no estaba sola...
Una sonrisa llorosa se relejó en la cara de la chica cuando el mercenario se fue a la otra cama, y se quedó sentada hasta que el joven se tumbó. Dejándose caer de espaldas, mordiéndose los labios, tomó una respiración profunda por la nariz, mientras su mirada se clavaba en el techo a dos aguas. Tal vez fuera cierto, no estaba sola, pero siempre lo había estado, eran cosas difíciles de asimilar.
Un ronquido suave se oyó al otro lado del cuarto, Eltrant ya dormía, la guarda dio un suspiro y se tapó hasta el cuello, luego, girándose sobre la almohada, cerró los ojos pensando, una vez más, en su hermana. No entendía porque no podía acostumbrarse, llevaba diez años sin verla, no sería tan diferente... ¿verdad? Negó con la cabeza despacio. ¿ A quien quería engañar? estaba claro que sería totalmente diferente, antes, al menos, tenía la posibilidad de cruzársela en algún momento, ahora... no, ya era imposible...
Se acercó más al peluche, era lo único que le quedaba de Elise, esperaba que fuera un pequeño consuelo. Había aguantado todo el día sin llorar a penas, sin embargo, la noche parecía ser el peor momento, la oscuridad la agobiaba, se le encogía el pecho, y regresaban los temblores.
Aguantó una hora, asustada, sin conciliar el sueño, respirando con dificultad, como si se ahogara hasta que, totalmente temblorosa,
se sentó en la cama. Miró a su alrededor con la cara bañada en llanto, otra vez... puso una mano en su cara, y escondió el rostro entre sus rodillas, no podía detener los temblores...
Se levantó nerviosa y se asomó por la ventana, poniendo la frente sobre el cristal, estaba frío. Se quedó así hasta que logró calmar su pulso. Sin embargo, la sensación de estar indefensa, de ser de nuevo esa chiquilla que abandonaba la granja sin saber que le deparaba el futuro, esta vez, sin nadie a su lado por quien mantenerse fuerte, volvió a embargarla.
Para calmar la sensación, igual que la noche anterior, se tumbó a la espalda del chico, con cuidado de no despertarlo, y allí, por fin, logró dormirse.
Alanna Delteria
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Re: Corazón escarchado [Libre][Completo][Trama][Cerrado]
No soñó nada.
Para el mercenario fue una noche extrañamente serena, sobre todo si la comparaba con la anterior, en el mismo instante en el cual Eltrant cerró los ojos cayó presa de un profundo sueño del que no pudo escapar hasta que los primeros rayos de sol entraron por la ventana.
Horas después abrió los ojos, quedó cegado momentáneamente por el suave resplandor que entraba por la ventana y tardó unos pocos segundos en habituarse a la luz matinal, bostezó y tras pasarse la mano por la cara, en un insignificante esfuerzo por despertarse completamente, se percató de que no estaba solo en la cama.
Temiéndose lo que iba a encontrar, se giró suspirando para descubrir que su compañera había decidido pasar de nuevo la noche con él, se rascó la barba, nervioso, y enarcó una ceja. Él seguía siendo al fin y al cabo, lo único conocido que tenía la chica cerca en aquel momento, sonrió ante la visión de la joven agarrada a la luna de metal que le había entregado y, haciendo el menor ruido posible, salió de la cama.
Afortunadamente se había encargado de tenerlo todo listo para partir, por lo que no tuvo que hacer mucho más ruido, agarró su bolsa de viaje y ambas espadas y abandonó la habitación, dejando a la guarda dormir un poco más, en aquel momento parecía curiosamente serena, no le pareció correcto despertarla aún.
Cuando llegó a la planta baja se encontró con que Brândușa ya les esperaba, Eltrant sonrió a la mujer, la cual volvió a ofrecerle el desayuno, pero negó con la cabeza rechazándolo, agradeció sin embargo, el hecho de que la mujer les entregase víveres para el viaje, tenían que recorrer bastantes kilómetros a través de la estepa nevada, y no es que por allí abundasen los pueblos en los que parar a descansar.
Después de intercambiar unas palabras cordiales con la pelirroja, Eltrant se despidió de la campesina y abandonó la vivienda.
Una vez fuera inspiró profundamente, dejó que el fresco aroma que arrastraba el aire inundase sus pulmones y el aire llegase hasta lo más profundo de su ser, miró fugazmente la ventana de la habitación en la que había pasado la noche, dónde Alanna aún se encontraba dormida, y fue a preparar a Mohr para el viaje de vuelta.
El caballo, como de costumbre, ladeó la cabeza ante la visión del mercenario y siguió a lo que estaba haciendo, Eltrant comenzó a cargar los víveres que acababa de entregarle Brândușa en las alforjas del animal, y después lo condujo frente a la puerta principal de la casa.
No supo cuando tiempo estuvo esperando exactamente, quizás una hora, quizás menos, pero finalmente su compañera acabó abandonado la casa, cuando esta estuvo frente a él, el mercenario se cruzó de brazos y sonrió, después de unos segundos mirando a la guarda señaló al camino que conducía hasta el acantilado, dónde la estaba enterrada Elise.
-“¿Quieres decirle algo antes de marcharnos?” – Preguntó sentándose en la misma caja en la que lo había hecho el día anterior, su corcel, por su parte, se quedó mirando a Alanna, estudiando a la guarda –“Puedo esperarte aquí” – Sonrió mientras se ajustaba las dos espadas que tenía al cinto –“Tomate tu tiempo”
El mercenario se cruzó de brazos y esperó a que la mujer decidiese que hacer, en cualquier caso, ya estaba todo listo para partir, no le importaba esperar un par de minutos más, sobre todo si ello ayudaba a que Alanna superase todo aquello.
Para el mercenario fue una noche extrañamente serena, sobre todo si la comparaba con la anterior, en el mismo instante en el cual Eltrant cerró los ojos cayó presa de un profundo sueño del que no pudo escapar hasta que los primeros rayos de sol entraron por la ventana.
Horas después abrió los ojos, quedó cegado momentáneamente por el suave resplandor que entraba por la ventana y tardó unos pocos segundos en habituarse a la luz matinal, bostezó y tras pasarse la mano por la cara, en un insignificante esfuerzo por despertarse completamente, se percató de que no estaba solo en la cama.
Temiéndose lo que iba a encontrar, se giró suspirando para descubrir que su compañera había decidido pasar de nuevo la noche con él, se rascó la barba, nervioso, y enarcó una ceja. Él seguía siendo al fin y al cabo, lo único conocido que tenía la chica cerca en aquel momento, sonrió ante la visión de la joven agarrada a la luna de metal que le había entregado y, haciendo el menor ruido posible, salió de la cama.
Afortunadamente se había encargado de tenerlo todo listo para partir, por lo que no tuvo que hacer mucho más ruido, agarró su bolsa de viaje y ambas espadas y abandonó la habitación, dejando a la guarda dormir un poco más, en aquel momento parecía curiosamente serena, no le pareció correcto despertarla aún.
Cuando llegó a la planta baja se encontró con que Brândușa ya les esperaba, Eltrant sonrió a la mujer, la cual volvió a ofrecerle el desayuno, pero negó con la cabeza rechazándolo, agradeció sin embargo, el hecho de que la mujer les entregase víveres para el viaje, tenían que recorrer bastantes kilómetros a través de la estepa nevada, y no es que por allí abundasen los pueblos en los que parar a descansar.
Después de intercambiar unas palabras cordiales con la pelirroja, Eltrant se despidió de la campesina y abandonó la vivienda.
Una vez fuera inspiró profundamente, dejó que el fresco aroma que arrastraba el aire inundase sus pulmones y el aire llegase hasta lo más profundo de su ser, miró fugazmente la ventana de la habitación en la que había pasado la noche, dónde Alanna aún se encontraba dormida, y fue a preparar a Mohr para el viaje de vuelta.
El caballo, como de costumbre, ladeó la cabeza ante la visión del mercenario y siguió a lo que estaba haciendo, Eltrant comenzó a cargar los víveres que acababa de entregarle Brândușa en las alforjas del animal, y después lo condujo frente a la puerta principal de la casa.
No supo cuando tiempo estuvo esperando exactamente, quizás una hora, quizás menos, pero finalmente su compañera acabó abandonado la casa, cuando esta estuvo frente a él, el mercenario se cruzó de brazos y sonrió, después de unos segundos mirando a la guarda señaló al camino que conducía hasta el acantilado, dónde la estaba enterrada Elise.
-“¿Quieres decirle algo antes de marcharnos?” – Preguntó sentándose en la misma caja en la que lo había hecho el día anterior, su corcel, por su parte, se quedó mirando a Alanna, estudiando a la guarda –“Puedo esperarte aquí” – Sonrió mientras se ajustaba las dos espadas que tenía al cinto –“Tomate tu tiempo”
El mercenario se cruzó de brazos y esperó a que la mujer decidiese que hacer, en cualquier caso, ya estaba todo listo para partir, no le importaba esperar un par de minutos más, sobre todo si ello ayudaba a que Alanna superase todo aquello.
Eltrant Tale
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Re: Corazón escarchado [Libre][Completo][Trama][Cerrado]
Finalmente, logró dormir de forma pacífica, sin sueños, sosteniendo entre su puño el colgante en forma de media luna. Tan profundo llegó a se su sueño que no notó cuando el joven se levantó y salió del cuarto, solo los fuertes rayos de sol que entraron por la ventana lograron hacerla reaccionar.
Habría despertado antes, pero el cuerpo de su amigo había estado tapando el sol, con un leve gemido comenzó a removerse, soltando la luna y notando el peso de esta en su cuello. El peluche había acabado por caer al suelo, se sentó en la cama, confusa, hasta que se logró situar, al final si que había pasado todo... Dio un suspiro mientras bajaba las piernas de la cama y se apartaba el pelo a un lado.
Se quedó un momento mirando la ventana, donde el sol parecía burlarse de ella. No estaba conforme, las cosas no tendrían que haber sucedido así, pero... no podía cambiarlo... Cerró los ojos un segundo, y los volvió a abrir tomando aire. Se agachó a recoger el conejo de peluche y lo contemplo un segundo antes de dejarlo sobre la cama y andar hacia su ropa quitándose el camisón que le había prestado la mujer la noche anterior y dejándolo caer al suelo.
Se vistió bastante rápido, ya que había decidido salir de allí, mejor hacerlo de golpe, como las roturas en los huesos, que, si son secas, se reparan con más facilidad. Recogió el cuarto, arregló las camas y guardo el peluche en su bolsa con un suspiro. Por qué todo debía complicarse tanto... no podría haber encontrado a su hermana y... punto, un reencuentro bonito, un intercambio de palabras y a partir de entonces mantener el contacto por carta... pero no, todo se torcía, parecía que al destino le gustaba jugar fuerte, y que era cruel...
Dando una última mirada al dormitorio, salió de allí y bajó las escaleras, donde Brândușa estaba arreglando la cocina. Alanna, con la mochila en el hombro, se sostuvo del marco de la puerta esperando que la mujer girase a mirarla y con una sonrisa triste le agradeció todas las molestias que la mujer se había tomado, y se disculpo por los problemas causados. La mujer pelirroja se acercó a ella con una sonrisa pegada a sus mejillas gorditas y sonrosadas y le dio un abrazo al tiempo que, como despedida, remarcaba "siemprrrre serrrrrásss "VienVeniDa" mi ninia" Alanna cerró los ojos un momento, era una buena mujer, le dio una nueva sonrisa, aun cargada de tristeza, pero agradecida, y salió de la casa.
Allí Eltrant le ofreció esperarla para que se despidiera de su hermana, Alanna asintió y se encaminó hacia el acantilado. La nieve allí, blanca y pura, había cubierto parte de la losa, la chica se acercó a limpiarla, los guantes que llevaba puestos evitarían nuevas heridas.
- Elise... Lo siento, no supe cuidarte... solo pude correr tras de ti, sin llegar a alcanzarte, pero te prometo, te juro, que no voy a correr más, esta vez, cueste lo que cueste, aunque se que no soy lo bastante buena como para no echarlo todo a perder, lo haré bien, encontraré al culpable, se lo haré pagar- dijo entre susurros mientras el llanto acudía a su cara, corriendo de forma serena.- Y entonces, podré volver a empezar desde cero. No me importa tener que intentarlo mil veces, al final, lograré hacer justicia. Papa pagará por todo... - se levantó y comenzó a alejarse del lugar, para, cuando iba a internarse en el pueblo, girarse y sonreir a la tumba de su hermana y, en un murmuro que se llevó el viento decir lo que jamás le había dicho a la pequeña de las Delteria, y debería haber hecho.- Nunca pude haber pedido una mejor hermana. Te quiero Elise, siempre te quise.
Antes de reunirse con Eltrant, se secó las lágrimas con el guante, y se apartó el pelo suelto de la cara, era momento de empezar de nuevo, era momento de buscar venganza. Al verla llegar el chico se subió al caballo, y ella hizo lo propio situándose delante de él, el camino sería largo, pero al menos, ya tenía una meta, el asesino se las pagaría caras... Por fin, Mohr comenzó a moverse, volvía a casa.
Habría despertado antes, pero el cuerpo de su amigo había estado tapando el sol, con un leve gemido comenzó a removerse, soltando la luna y notando el peso de esta en su cuello. El peluche había acabado por caer al suelo, se sentó en la cama, confusa, hasta que se logró situar, al final si que había pasado todo... Dio un suspiro mientras bajaba las piernas de la cama y se apartaba el pelo a un lado.
Se quedó un momento mirando la ventana, donde el sol parecía burlarse de ella. No estaba conforme, las cosas no tendrían que haber sucedido así, pero... no podía cambiarlo... Cerró los ojos un segundo, y los volvió a abrir tomando aire. Se agachó a recoger el conejo de peluche y lo contemplo un segundo antes de dejarlo sobre la cama y andar hacia su ropa quitándose el camisón que le había prestado la mujer la noche anterior y dejándolo caer al suelo.
Se vistió bastante rápido, ya que había decidido salir de allí, mejor hacerlo de golpe, como las roturas en los huesos, que, si son secas, se reparan con más facilidad. Recogió el cuarto, arregló las camas y guardo el peluche en su bolsa con un suspiro. Por qué todo debía complicarse tanto... no podría haber encontrado a su hermana y... punto, un reencuentro bonito, un intercambio de palabras y a partir de entonces mantener el contacto por carta... pero no, todo se torcía, parecía que al destino le gustaba jugar fuerte, y que era cruel...
Dando una última mirada al dormitorio, salió de allí y bajó las escaleras, donde Brândușa estaba arreglando la cocina. Alanna, con la mochila en el hombro, se sostuvo del marco de la puerta esperando que la mujer girase a mirarla y con una sonrisa triste le agradeció todas las molestias que la mujer se había tomado, y se disculpo por los problemas causados. La mujer pelirroja se acercó a ella con una sonrisa pegada a sus mejillas gorditas y sonrosadas y le dio un abrazo al tiempo que, como despedida, remarcaba "siemprrrre serrrrrásss "VienVeniDa" mi ninia" Alanna cerró los ojos un momento, era una buena mujer, le dio una nueva sonrisa, aun cargada de tristeza, pero agradecida, y salió de la casa.
Allí Eltrant le ofreció esperarla para que se despidiera de su hermana, Alanna asintió y se encaminó hacia el acantilado. La nieve allí, blanca y pura, había cubierto parte de la losa, la chica se acercó a limpiarla, los guantes que llevaba puestos evitarían nuevas heridas.
- Elise... Lo siento, no supe cuidarte... solo pude correr tras de ti, sin llegar a alcanzarte, pero te prometo, te juro, que no voy a correr más, esta vez, cueste lo que cueste, aunque se que no soy lo bastante buena como para no echarlo todo a perder, lo haré bien, encontraré al culpable, se lo haré pagar- dijo entre susurros mientras el llanto acudía a su cara, corriendo de forma serena.- Y entonces, podré volver a empezar desde cero. No me importa tener que intentarlo mil veces, al final, lograré hacer justicia. Papa pagará por todo... - se levantó y comenzó a alejarse del lugar, para, cuando iba a internarse en el pueblo, girarse y sonreir a la tumba de su hermana y, en un murmuro que se llevó el viento decir lo que jamás le había dicho a la pequeña de las Delteria, y debería haber hecho.- Nunca pude haber pedido una mejor hermana. Te quiero Elise, siempre te quise.
Antes de reunirse con Eltrant, se secó las lágrimas con el guante, y se apartó el pelo suelto de la cara, era momento de empezar de nuevo, era momento de buscar venganza. Al verla llegar el chico se subió al caballo, y ella hizo lo propio situándose delante de él, el camino sería largo, pero al menos, ya tenía una meta, el asesino se las pagaría caras... Por fin, Mohr comenzó a moverse, volvía a casa.
Alanna Delteria
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