El corazón del bosque [Interpretativo][Libre - 4/4] [CERRADO]
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El corazón del bosque [Interpretativo][Libre - 4/4] [CERRADO]
Levantó ambas manos a la altura del rostro y cerró los ojos. Inspiró profundamente sintiendo el éter surgir de su pecho, recorriendo sus brazos hasta llegar a la punta de sus dedos. Los arbustos frente a él retrocedieron, las ramas se desplazaron hacia los costados como si de una puerta se tratase y el Bosque de Sandorai se abrió ante Anegar.
Hacía ya dos semanas que había partido de Dirvaar, su hogar, para emprender su nueva vida en el Sendero del Buscador. Aprendió rápido que aquella era una vida solitaria. Sólo había tenido la oportunidad de observar a otros elfos a la distancia cuando estos recorrían a caballo un camino que provenía del Árbol Madre. Pero él no se había acercado; no sólo porque evitaba a los desconocidos, sino porque aquellos elfos en sus monturas habían atravesado tan velozmente el bosque que sólo pudo dedicarse a mirarlos. Y desde aquel evento ya nueve atardeceres habían pasado.
Se puso de pie y empezó a caminar bajo la frondosidad del bosque. La luz de un sol que amanecía penetraba con haces dorados entre cientos de troncos y miles de hojas, revelando el sinfín de colores que guardaba el Sandorai. Otra vez respiró con profundidad y el escozor que la soledad le hacía sentir en el corazón desapareció momentáneamente. Bella era la creación de Imbar, y cada mañana que Anegar salía de su escondite para contemplarla, más amaba a la diosa.
La vida de un hijo de Imbar era solitaria cuando de lo terrenal se trataba — pero él encontraba consuelo en la compañía silvestre, que lo apaciguaba en su seno día y noche. Cada uno de los seres vivientes que lo rodeaba, desde los altísimos árboles hasta el más pequeño insecto, le recordaban que nunca estaba verdaderamente solo; que los dioses guiaban su camino y tenían un destino para él.
Sintió el frío de la mañana y al olisquear el aire supo al instante que, al fin, ya no llovería más. El refugio improvisado al pie de un árbol grueso lo había protegido de la lluvia durante los días anteriores, o al menos lo suficiente como para que su equipaje no se arruinara. Pero ese asilo formado a partir de cortezas, hojas y ramas no fue suficiente para detener la caída del agua. Y durante tres noches álgidas extrañó más que nunca el techo de su hogar.
Sin embargo, el cielo alborecía ahora celeste y despejado, y Anegar ya no percibía ese aroma propio de los días lluviosos.
Se arrodilló junto a una pequeña laguna mientras observaba el agua con detenimiento. Miró un par de rocas diminutas en el fondo, una luciérnaga que se suspendía en el aire y continuaba su vuelo a toda velocidad, flores que crecían a orillas del agua, un elfo rubio de ojos pardos que lo miraba escrupulosamente. Se tocó la cara y notó que sus pómulos sobresalían más de lo que recordaba, las cuencas de los ojos eran más profundas y su cuello más delgado.
En el reflejo vio, detrás de él, un árbol de tronco enjuto pero tan alto que se perdía de vista. Se preguntó si, quizás, su flacura era producto de una muy lenta transformación en la que terminaría siendo un árbol así de escueto. La idea le pareció graciosa — además, siempre había querido ser de esos elfos más altos que los demás.
Hacía ya dos semanas que había partido de Dirvaar, su hogar, para emprender su nueva vida en el Sendero del Buscador. Aprendió rápido que aquella era una vida solitaria. Sólo había tenido la oportunidad de observar a otros elfos a la distancia cuando estos recorrían a caballo un camino que provenía del Árbol Madre. Pero él no se había acercado; no sólo porque evitaba a los desconocidos, sino porque aquellos elfos en sus monturas habían atravesado tan velozmente el bosque que sólo pudo dedicarse a mirarlos. Y desde aquel evento ya nueve atardeceres habían pasado.
Se puso de pie y empezó a caminar bajo la frondosidad del bosque. La luz de un sol que amanecía penetraba con haces dorados entre cientos de troncos y miles de hojas, revelando el sinfín de colores que guardaba el Sandorai. Otra vez respiró con profundidad y el escozor que la soledad le hacía sentir en el corazón desapareció momentáneamente. Bella era la creación de Imbar, y cada mañana que Anegar salía de su escondite para contemplarla, más amaba a la diosa.
La vida de un hijo de Imbar era solitaria cuando de lo terrenal se trataba — pero él encontraba consuelo en la compañía silvestre, que lo apaciguaba en su seno día y noche. Cada uno de los seres vivientes que lo rodeaba, desde los altísimos árboles hasta el más pequeño insecto, le recordaban que nunca estaba verdaderamente solo; que los dioses guiaban su camino y tenían un destino para él.
Sintió el frío de la mañana y al olisquear el aire supo al instante que, al fin, ya no llovería más. El refugio improvisado al pie de un árbol grueso lo había protegido de la lluvia durante los días anteriores, o al menos lo suficiente como para que su equipaje no se arruinara. Pero ese asilo formado a partir de cortezas, hojas y ramas no fue suficiente para detener la caída del agua. Y durante tres noches álgidas extrañó más que nunca el techo de su hogar.
Sin embargo, el cielo alborecía ahora celeste y despejado, y Anegar ya no percibía ese aroma propio de los días lluviosos.
Se arrodilló junto a una pequeña laguna mientras observaba el agua con detenimiento. Miró un par de rocas diminutas en el fondo, una luciérnaga que se suspendía en el aire y continuaba su vuelo a toda velocidad, flores que crecían a orillas del agua, un elfo rubio de ojos pardos que lo miraba escrupulosamente. Se tocó la cara y notó que sus pómulos sobresalían más de lo que recordaba, las cuencas de los ojos eran más profundas y su cuello más delgado.
En el reflejo vio, detrás de él, un árbol de tronco enjuto pero tan alto que se perdía de vista. Se preguntó si, quizás, su flacura era producto de una muy lenta transformación en la que terminaría siendo un árbol así de escueto. La idea le pareció graciosa — además, siempre había querido ser de esos elfos más altos que los demás.
Última edición por Anegar el Sáb Sep 22 2018, 15:49, editado 1 vez
Anegar
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Re: El corazón del bosque [Interpretativo][Libre - 4/4] [CERRADO]
La luz tardaba en llegar hasta el final del bosque, su frondosidad apenas dejaba espacio para que pasase, pero, aun así, los elfos sabían que estaba amaneciendo. No necesitaban la luz de Anar para saber que había vencido a la oscuridad. Los animales del lugar eran perfectos mensajeros de los dioses.
Kaeltha se estaba recogiendo el pelo en una trenza que terminaría bien apretada para evitar problemas a la hora del entrenamiento, y llevaba un traje muy simple de color verduzco y marrón, sin adornos, sin relativa belleza, pues era simplemente para entrenar. Es lo que tocaba hoy, como todos los días. Su gran amigo, Aranarth, la esperaría en el lago y se irían por el bosque a cumplir con los entrenamientos matutinos. Como siempre, acabó de comer un plato con fruta y salió corriendo hacia donde había quedado.
–Llegas tar…
–No, no. Esta vez no –remarcó la elfa y señaló hacia el sol, que estaba empezando a emerger entre las copas de los árboles. Sonrió y empezaron a caminar hasta fuera de los límites del poblado. Él llevaba el mismo traje que ella, no había distinción alguna, y el pelo recogido en una coleta para evitar que le fuera un incordio a la hora del entrenamiento. Caminaron durante, por lo menos, una hora, tranquilos y conversando alegremente de varias cosas, como el crecimiento tan rápido de la hermanita de Kaeltha, o cómo habían conseguido un nuevo trato comercial con un clan de elfos de ideales parecidos gracias a Arzhak.
–Creo que nos puede venir bien. Según nos contó Arzhak ayer, los del clan Auniël tienen buenos soldados, y están en un lugar clave para la travesía en mar –la elfa miró con interés, asintiendo. Eso se lo había contado el elfo esa tarde anterior. Arzhak era el hermano mayor de Aranarth y la pareja de Kaeltha, así que era obvio que ambos amigos compartían la misma información, casi exclusiva, de los planes del tercer elfo.
–Pero tendríamos que entrenarnos para la navegación, Aran. No sé hasta qué puntos estemos tan preparados para una travesía por barco en altamar –comentó la elfa, dudosa –¿ellos, los del clan Auniël, están familiarizados con la navegación? –el rubio negó, dudando.
–Creo que sólo tienen acceso a una ruta comercial marítima. Pero no son expertos. Aun así, Arzhak dijo que seguiría buscando a los navegantes, hay elfos en Vulwulfar que son buenos en eso –remarcó, un poco a disgusto por el asco que les daba esa ciudad. Tanta mezcla de razas era horrible. En aquel lugar tan asqueroso convivían elfos con humanos. Seguramente, elfos desterrados, porque no entendían cómo podía haber traidores que prefirieran vivir entre casas de ladrillos y bullicio, a vivir con sus hermanos, como elfos, en el hogar que los dioses les dieron.
–Sí, dijo que ahora se enfrascaría en otro viaje, un poco más largo. Espero que vuelva pronto. Anoche se despidió ya de mí. Realmente espero que le vaya bien en ese viaje, ya que podemos conseguir la ruta que tanto ansiábamos para ir a las Islas que esos malditos hechiceros les arrebataron a nuestros padres –. El elfo asintió con firmeza. Él también extrañaba que su hermano se fuera con tanta asiduidad, pero era él quien conseguía grandes avances para el objetivo que tenían.
Tardaron un rato más en llegar al lugar donde entrenarían, hasta que, por fin, encontraron el sitio ideal.
–Bueno, ya sabes cómo va esto: no tocamos el suelo, y no vale esconderse –la elfa asintió y saltó a la rama de uno de los árboles.
–Empezamos: 1… 2… ¡3! –y en cuanto dijo eso salió corriendo por la rama. El elfo saltó a la misma rama que ella, pero no pudo atraparla, aunque intentó trepar lo más rápido posible. Y es que la pelirroja era bastante escurridiza entre los árboles. Corrieron, saltaron…
Kaeltha trató de subir más arriba, consiguiendo quedarse en equilibrio en las ramas más finas. Sabía que si Aran subía, las partiría; la complexión del elfo no era idónea para ramas pequeñas. Y no iba a subir hasta ahí arriba para atraparla. O no de la forma más obvia, tendría que darle a la cabeza para conseguir cogerla, y era una ventaja adicional con la que la joven contaba. No tardó en volver a bajar a otra rama y seguir corriendo, brincando entre árbol y árbol.
Hasta que, de pronto, se detuvo en seco. A los pocos segundos, llegó el elfo.
–¿Cuándo he dicho de detenernos?
–Shhh –le instó la pelirroja y se agazapó; él miró por encima de su hombro: a orillas de uno de los tantos lagos que Nís proporcionaba al bosque, había un elfo, mirando a otro.
–¿Distingues a qué clan pertenece? –preguntó el elfo, pero Kaeltha negó –. Vamos a comprobarlo –y, sin esperar respuesta, se deslizó hacia el suelo. No le dio tiempo a decirle nada, ella también se dejó caer, sin intentar ser sigilosos siquiera.
–Aiya! –saludaron a las espaldas del elfo del lago. El aura de altanería y soberbia que emanaban se podía percibir incluso por el ser más estúpido de Aerandir. Sólo con ver cómo se comportaban, se podía ver que estaban por encima del bien y del mal en cuanto se encontraban con alguien más.
–Mi amiga y yo estábamos por aquí y no hemos podido distinguir tu casa. ¿A qué clan perteneces? –preguntó el elfo. Era bastante habitual que los miembros de su clan quisieran saber en todo momento con quién hablaban. No conocer a quien tenían enfrente, sino a quien esa persona tenía detrás, para saber si era o no de fiar. Ya tenían pocos aliados en el bosque, debían saber a quién hablaban. Pues los traidores que negaban que ellos tenían razón, igual merecían el mismo trato que cualquiera que ayudase a un hechicero.
off: La ficha de Aranarth la puedes encontrar en mi firma, clickando sobre su nombre n.n
En este tema, Hely todavía lleva el pelo largo; aun no ha sido desterrada.
Kaeltha se estaba recogiendo el pelo en una trenza que terminaría bien apretada para evitar problemas a la hora del entrenamiento, y llevaba un traje muy simple de color verduzco y marrón, sin adornos, sin relativa belleza, pues era simplemente para entrenar. Es lo que tocaba hoy, como todos los días. Su gran amigo, Aranarth, la esperaría en el lago y se irían por el bosque a cumplir con los entrenamientos matutinos. Como siempre, acabó de comer un plato con fruta y salió corriendo hacia donde había quedado.
–Llegas tar…
–No, no. Esta vez no –remarcó la elfa y señaló hacia el sol, que estaba empezando a emerger entre las copas de los árboles. Sonrió y empezaron a caminar hasta fuera de los límites del poblado. Él llevaba el mismo traje que ella, no había distinción alguna, y el pelo recogido en una coleta para evitar que le fuera un incordio a la hora del entrenamiento. Caminaron durante, por lo menos, una hora, tranquilos y conversando alegremente de varias cosas, como el crecimiento tan rápido de la hermanita de Kaeltha, o cómo habían conseguido un nuevo trato comercial con un clan de elfos de ideales parecidos gracias a Arzhak.
–Creo que nos puede venir bien. Según nos contó Arzhak ayer, los del clan Auniël tienen buenos soldados, y están en un lugar clave para la travesía en mar –la elfa miró con interés, asintiendo. Eso se lo había contado el elfo esa tarde anterior. Arzhak era el hermano mayor de Aranarth y la pareja de Kaeltha, así que era obvio que ambos amigos compartían la misma información, casi exclusiva, de los planes del tercer elfo.
–Pero tendríamos que entrenarnos para la navegación, Aran. No sé hasta qué puntos estemos tan preparados para una travesía por barco en altamar –comentó la elfa, dudosa –¿ellos, los del clan Auniël, están familiarizados con la navegación? –el rubio negó, dudando.
–Creo que sólo tienen acceso a una ruta comercial marítima. Pero no son expertos. Aun así, Arzhak dijo que seguiría buscando a los navegantes, hay elfos en Vulwulfar que son buenos en eso –remarcó, un poco a disgusto por el asco que les daba esa ciudad. Tanta mezcla de razas era horrible. En aquel lugar tan asqueroso convivían elfos con humanos. Seguramente, elfos desterrados, porque no entendían cómo podía haber traidores que prefirieran vivir entre casas de ladrillos y bullicio, a vivir con sus hermanos, como elfos, en el hogar que los dioses les dieron.
–Sí, dijo que ahora se enfrascaría en otro viaje, un poco más largo. Espero que vuelva pronto. Anoche se despidió ya de mí. Realmente espero que le vaya bien en ese viaje, ya que podemos conseguir la ruta que tanto ansiábamos para ir a las Islas que esos malditos hechiceros les arrebataron a nuestros padres –. El elfo asintió con firmeza. Él también extrañaba que su hermano se fuera con tanta asiduidad, pero era él quien conseguía grandes avances para el objetivo que tenían.
Tardaron un rato más en llegar al lugar donde entrenarían, hasta que, por fin, encontraron el sitio ideal.
–Bueno, ya sabes cómo va esto: no tocamos el suelo, y no vale esconderse –la elfa asintió y saltó a la rama de uno de los árboles.
–Empezamos: 1… 2… ¡3! –y en cuanto dijo eso salió corriendo por la rama. El elfo saltó a la misma rama que ella, pero no pudo atraparla, aunque intentó trepar lo más rápido posible. Y es que la pelirroja era bastante escurridiza entre los árboles. Corrieron, saltaron…
Kaeltha trató de subir más arriba, consiguiendo quedarse en equilibrio en las ramas más finas. Sabía que si Aran subía, las partiría; la complexión del elfo no era idónea para ramas pequeñas. Y no iba a subir hasta ahí arriba para atraparla. O no de la forma más obvia, tendría que darle a la cabeza para conseguir cogerla, y era una ventaja adicional con la que la joven contaba. No tardó en volver a bajar a otra rama y seguir corriendo, brincando entre árbol y árbol.
Hasta que, de pronto, se detuvo en seco. A los pocos segundos, llegó el elfo.
–¿Cuándo he dicho de detenernos?
–Shhh –le instó la pelirroja y se agazapó; él miró por encima de su hombro: a orillas de uno de los tantos lagos que Nís proporcionaba al bosque, había un elfo, mirando a otro.
–¿Distingues a qué clan pertenece? –preguntó el elfo, pero Kaeltha negó –. Vamos a comprobarlo –y, sin esperar respuesta, se deslizó hacia el suelo. No le dio tiempo a decirle nada, ella también se dejó caer, sin intentar ser sigilosos siquiera.
–Aiya! –saludaron a las espaldas del elfo del lago. El aura de altanería y soberbia que emanaban se podía percibir incluso por el ser más estúpido de Aerandir. Sólo con ver cómo se comportaban, se podía ver que estaban por encima del bien y del mal en cuanto se encontraban con alguien más.
–Mi amiga y yo estábamos por aquí y no hemos podido distinguir tu casa. ¿A qué clan perteneces? –preguntó el elfo. Era bastante habitual que los miembros de su clan quisieran saber en todo momento con quién hablaban. No conocer a quien tenían enfrente, sino a quien esa persona tenía detrás, para saber si era o no de fiar. Ya tenían pocos aliados en el bosque, debían saber a quién hablaban. Pues los traidores que negaban que ellos tenían razón, igual merecían el mismo trato que cualquiera que ayudase a un hechicero.
off: La ficha de Aranarth la puedes encontrar en mi firma, clickando sobre su nombre n.n
En este tema, Hely todavía lleva el pelo largo; aun no ha sido desterrada.
- Spoiler:
- Mi parte está ambientada en cuando Helyare aún seguía en el bosque de Sandorai. Está hablado con Anegar este pequeño detalle.
Helyare
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Re: El corazón del bosque [Interpretativo][Libre - 4/4] [CERRADO]
Humanos, cerdos, arrogantes, quemadores de bosques y usurpadores de terrenos. Todo lo que les rodea les pertenece. Ja. Sin lugar a dudas ese grupo se lo ha buscado. Traspasar las fronteras de Sandorai para talar nobles árboles que tienen más años de los que ellos podrían vivir en tres de sus vidas. Tres, algunos como estos incluso más. La elfa decidió terminar con el sufrimiento que supone para ellos pertenecer a una raza tan patética. Si hay algo que vale la pena de encontrarse con un ser humano es mostrarles su propia sangre. Delante de ella yacen los cadáveres ensartados y ensangrentados de un grupo de leñadores. Muchos dirían que no hay honor en asesinar a sangre fría a aldeanos sin entrenamiento marcial. Pero no es el caso de Jeannie. Solo siente placer en el asesinato y la muerte. La sangre le excita, hace que vibre cada una de las fibras de su propio ser. Sus dos madres estarían escandalizadas si la viesen en ese estado. Con la ropa hecha jirones y la sangre de sus adversarios cubriéndola totalmente de pies a cabeza. Ni siquiera se ha molestado en utilizar el arco. Eso es para objetivos que merezcan su tiempo. Le es mucho más satisfactorio ensartar con las manos, cortar con la punta de los proyectiles. Sentir la sangre fluir y ver cómo la mirada se desvanece de los cuerpos mutilados.
- Creo que ha llegado la hora de darse un pequeño baño. Odio cuando la sangre se seca.
Conoce vagamente la zona. Hacia el norte se encuentra una pequeña laguna que puede emplear para sus propósitos. Camina lentamente, decidida, contonéandose aunque no haya nadie para verla. Se siente bien, realizada y libre. Las matanzas la ponen de buen humor. Tal vez después del baño se encuentre otro grupo de nobles cazadores de árboles. Sería estupendo.
Finalmente, la laguna. Con el agua cristalina que pronto teñirá de rojo sangre. Se acerca a la orilla para lavarse la cara. Se dispone a meterse entera en el agua para limpiar definitivamente el asqueroso olor de sangre humana de su piel cuando se percata de movimientos en la otra orilla. Tres elfos. Dos de ellos parecen estar interrogando al tercero. Lo habitual por esta zona. Intenta parecer una elfa normal, sin nada que ocultar, tan solo dando un paseo y refrescándose en el agua. ¿Los cortes? La maleza. ¿La sangre? Eso puede ser un problema. Aparentar nunca se le ha dado mal, pero a decir verdad estar cubierta de sangre no ayuda a hacerse pasar por una elfa inocente y perdida en el bosque. Agarra una de las flechas de su carcaj y se acerca al grupo.
- ¿A qué clan perteneceis vosotros? Sois los que acabais de llegar, no teneis derecho a hacer las preguntas. Esto parece más una emboscada con interrogatorio que un encuentro amistoso entre elfos. Yo tampoco veo vuestra casa desde aquí, la pregunta es la misma para vosotros. ¿O acaso teneis algo que ocultar?
La elfa se queda jugando con la flecha de una mano a la otra. Esperando una respuesta. O un derramamiento de sangre. O quizá ambas a la vez.
- Creo que ha llegado la hora de darse un pequeño baño. Odio cuando la sangre se seca.
Conoce vagamente la zona. Hacia el norte se encuentra una pequeña laguna que puede emplear para sus propósitos. Camina lentamente, decidida, contonéandose aunque no haya nadie para verla. Se siente bien, realizada y libre. Las matanzas la ponen de buen humor. Tal vez después del baño se encuentre otro grupo de nobles cazadores de árboles. Sería estupendo.
Finalmente, la laguna. Con el agua cristalina que pronto teñirá de rojo sangre. Se acerca a la orilla para lavarse la cara. Se dispone a meterse entera en el agua para limpiar definitivamente el asqueroso olor de sangre humana de su piel cuando se percata de movimientos en la otra orilla. Tres elfos. Dos de ellos parecen estar interrogando al tercero. Lo habitual por esta zona. Intenta parecer una elfa normal, sin nada que ocultar, tan solo dando un paseo y refrescándose en el agua. ¿Los cortes? La maleza. ¿La sangre? Eso puede ser un problema. Aparentar nunca se le ha dado mal, pero a decir verdad estar cubierta de sangre no ayuda a hacerse pasar por una elfa inocente y perdida en el bosque. Agarra una de las flechas de su carcaj y se acerca al grupo.
- ¿A qué clan perteneceis vosotros? Sois los que acabais de llegar, no teneis derecho a hacer las preguntas. Esto parece más una emboscada con interrogatorio que un encuentro amistoso entre elfos. Yo tampoco veo vuestra casa desde aquí, la pregunta es la misma para vosotros. ¿O acaso teneis algo que ocultar?
La elfa se queda jugando con la flecha de una mano a la otra. Esperando una respuesta. O un derramamiento de sangre. O quizá ambas a la vez.
Irinnil Fawkes
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Re: El corazón del bosque [Interpretativo][Libre - 4/4] [CERRADO]
No había palabras para describir la estupidez que caracterizaba a los seres humanos. Los malditos bastardos no tenían otra cosa que hacer que meterse en medio de la caza de un licántropo. Y mira que a lo largo de mi vida ya me había encontrado con estupideces bastante grandes. Como aquella vez cuando, en mitad de un encuentro de monstruos, el dueño de un perdedor saltó dentro de círculo a intentar que no le quitásemos la vida a este. El iluso acabó devorado al igual que su preciada niña-gata.
Solté una carcajada seguida de un quejido de dolor al recordar ese extraño momento. Me dirigía al lago donde había dejado ayer mis pocas pertenencias: la camisa, la kusarigama y unas pocas monedas en un pequeño saco. Y ese había sido mi error. Pero estaba en un bosque ¿Qué menos que cazar a la antigua? Aunque visto de otra forma, el no tener mi arma fue el infortunio de aquella pareja de cazadores. La pelea había sido más lenta pero sus muertes más dolorosas y lentas.
Lo que más me molestaba era que mi suculenta pieza, un ciervo joven y tierno, se había echado a perder. Tras un día de búsqueda y de seguir sus huellas conseguí darle caza al quedarse atrapado en un pequeño lodazal. Era una presa fácil. Nunca llegó a notar mi presencia y el miedo no recorrió su cuerpo hasta que no notó clavarse mis dientes en su yugular. Después un crujido de los huesos de su cuello y listo, cena preparada.
Pero cuando ya lograba sacarlo del lodo (“Tras mucho esfuerzo” quiso apuntillar mi mente mientras recordaba que la euforia provoca descuidos) el rápido sonido de una flecha llegó a mis oídos y, antes de averiguar su procedencia, noté como se clavaba en mi muslo derecho. Solté un alarido doloroso y tiré de la flecha para que no hiciese mas daño. Quién sabe qué cosas han tocado las armas de esos desgraciados. Lo que mejor se puede esperar es que tenga veneno. Porque seguro que una limpieza no lo han hecho en su miserable vida.
No pude mas que sonreír al pensar en ese adjetivo para describirlos. Su último golpe de suerte había sido acertar con la flecha. Tras eso, enfurecido, me camuflé en la oscuridad. Era normal que no hubiesen visto un licántropo de pelaje negro en las sombras cuando se acercaron a ver su no victoria, aunque no lo supiesen. Tampoco lograron darse cuenta cuándo les ataqué. Supongo que ahora, mientras sus entrañas se hunden en el fango junto a la pieza que ni pude rescatar, tendrán un poco de tiempo para pensarlo.
-Muy poco tiempo pero doloroso. -sonreí maliciosamente mientras apartaba las ultimas ramas para llegar a la espesura del lago.
Frené en seco. Varios olores se mezclaron en mi hocico. Más sangre. Alguna derramada pero lejos de ahí. No, en el lago había más personas. O más seres. Nunca había olfateado nada igual. Bufé. Las cosas nuevas traen problemas y, al fin y al cabo, la curiosidad mató al gato no al lobo.
Me deslicé por los matorrales que se aproximaban a la orilla. Tenis que tener a algún ser de esos cerca porque olía bastante intenso. Aún así, enfoqué mi vista en un bulto que yacía junto a un pedrusco que se adentraba en el lago. Antes de irme de allí tendría que darme un baño y lavar la herida. Volví a tomar aspecto humano. Mejor no llamar la atención.
Entré con soltura en el agua sin quitarme los pantalones. También tenía que quitarle el lodo y la sangre. Allí, bajo el sol, me puse a nadar sin hacer ruido.
Solté una carcajada seguida de un quejido de dolor al recordar ese extraño momento. Me dirigía al lago donde había dejado ayer mis pocas pertenencias: la camisa, la kusarigama y unas pocas monedas en un pequeño saco. Y ese había sido mi error. Pero estaba en un bosque ¿Qué menos que cazar a la antigua? Aunque visto de otra forma, el no tener mi arma fue el infortunio de aquella pareja de cazadores. La pelea había sido más lenta pero sus muertes más dolorosas y lentas.
Lo que más me molestaba era que mi suculenta pieza, un ciervo joven y tierno, se había echado a perder. Tras un día de búsqueda y de seguir sus huellas conseguí darle caza al quedarse atrapado en un pequeño lodazal. Era una presa fácil. Nunca llegó a notar mi presencia y el miedo no recorrió su cuerpo hasta que no notó clavarse mis dientes en su yugular. Después un crujido de los huesos de su cuello y listo, cena preparada.
Pero cuando ya lograba sacarlo del lodo (“Tras mucho esfuerzo” quiso apuntillar mi mente mientras recordaba que la euforia provoca descuidos) el rápido sonido de una flecha llegó a mis oídos y, antes de averiguar su procedencia, noté como se clavaba en mi muslo derecho. Solté un alarido doloroso y tiré de la flecha para que no hiciese mas daño. Quién sabe qué cosas han tocado las armas de esos desgraciados. Lo que mejor se puede esperar es que tenga veneno. Porque seguro que una limpieza no lo han hecho en su miserable vida.
No pude mas que sonreír al pensar en ese adjetivo para describirlos. Su último golpe de suerte había sido acertar con la flecha. Tras eso, enfurecido, me camuflé en la oscuridad. Era normal que no hubiesen visto un licántropo de pelaje negro en las sombras cuando se acercaron a ver su no victoria, aunque no lo supiesen. Tampoco lograron darse cuenta cuándo les ataqué. Supongo que ahora, mientras sus entrañas se hunden en el fango junto a la pieza que ni pude rescatar, tendrán un poco de tiempo para pensarlo.
-Muy poco tiempo pero doloroso. -sonreí maliciosamente mientras apartaba las ultimas ramas para llegar a la espesura del lago.
Frené en seco. Varios olores se mezclaron en mi hocico. Más sangre. Alguna derramada pero lejos de ahí. No, en el lago había más personas. O más seres. Nunca había olfateado nada igual. Bufé. Las cosas nuevas traen problemas y, al fin y al cabo, la curiosidad mató al gato no al lobo.
Me deslicé por los matorrales que se aproximaban a la orilla. Tenis que tener a algún ser de esos cerca porque olía bastante intenso. Aún así, enfoqué mi vista en un bulto que yacía junto a un pedrusco que se adentraba en el lago. Antes de irme de allí tendría que darme un baño y lavar la herida. Volví a tomar aspecto humano. Mejor no llamar la atención.
Entré con soltura en el agua sin quitarme los pantalones. También tenía que quitarle el lodo y la sangre. Allí, bajo el sol, me puse a nadar sin hacer ruido.
Última edición por Mia Lïber el Jue Sep 27 2018, 21:46, editado 1 vez
Mia Lïber
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Re: El corazón del bosque [Interpretativo][Libre - 4/4] [CERRADO]
El frío le trepó por los dedos cuando acarició el agua, y el reflejo se deformó hasta desaparecer en la ondeante superficie de aquella laguna. Se inclinó hasta sumergir su rostro; un ligero dolor le recorrió los ojos, las mejillas y la boca. El sol resplandecía pero el lago parecía no saberlo: su temperatura estaba igual de gélida que la noche anterior. El elfo se irguió y el dolor se desvaneció en una placentera sensación de comodidad.
Pensó en que quizás no podía ya compartir los amaneceres con los otros elfos dirvaarenses, esos a los que llamaba “amigos”, pero al menos había vencido los nefastos augurios a los que que varias voces familiares lo habían condenado. “No eres capaz”, le había dicho su padre. “Encontrarán tu cuerpo a las dos semanas, y nos dejarás a mí y a tu madre en desgracia”. En ese mismo momento, al alba, se cumplía el día número quince de su travesía. Se sintió satisfecho y por primera vez en un largo rato, sonrió.
Quizás porque entonces esa carga, esa preocupación que hasta ese momento desconocía tener, la de demostrar a su padre su equivocación, ahora se disipaba como la bruma mañanera, fue que no escuchó a los dos elfos acercarse.
— ¡Aiya! — No una, sino dos voces. Anegar disimuló su sobresalto y lentamente se puso de pie. Al girarse, descubrió a un elfo y una elfa, cada uno tan hermoso como el otro. Y sin quererlo recordó a Lerian. Por un momento la vio presente, ahí donde esa desconocida estaba parada. Tenía la misma piel inmaculada, el mismo cabello cobrizo, los mismos ojos verdes. No, verdes no: los de Lerian eran turquesa. Los recordaba bien — era imposible olvidar una mirada como aquella. Cada vez que los ojos de la chica se posaban en él le sobrevenía el deseo de huir, pues, ¿cómo le diría a su enamorada que jamás la amaría?
Escuchó al elfo hablar y se encontró desconcertado. Durante los días pasados había empezado a creer que cuando volviera a encontrar a otro elfo se llenaría de alegría, mas no anticipó la inquietud que entonces surgió en su pecho. Algo sobre esos dos provocaba desconfianza, aunque no supo decir qué.
Casi con instinto se llevó la mano al pecho, donde el amuleto de Imbar colgaba.
— Bienhallados —, respondió, asintiendo levemente con la cabeza. Sacó la figura de entre los pliegues de tela marrón y dejó que la imagen hecha en oro reluciera con el sol. Quiso hablar y, antes de hacerlo, las circunstancias dieron un nuevo giro.
Cuando vio a la elfa ensangrentada el miedo brotó. Dos elfos persecutores, una elfa sanguinolenta que hablaba de una emboscada. Otra vez se encontró desconcertado. Ante lo que parecía un enfrentamiento inminente entre los dos elfos y la elfa, amenazante con su flecha, Anegar alzó las manos y sonrió — pero esta vez falsamente. — Calma, amigos. — Recorrió los tres rostros con la vista, procurando que su nerviosismo no se notase. Su voz tomó un tono más firme pero aún así amistoso; o eso intentó. — Mi nombre es Anegar. Vengo de Dirvaar, un pueblo al oeste del Árbol Madre. No tengo casa alguna pues soy un Hijo de Imbar, nuestra diosa creadora de todo lo vivo. He entregado mi vida a la Diosa y mi única casa es donde ella esté.—
Su túnica blanca y dorada, que lo distinguía como un Hijo de la Diosa y Buscador de la Gracia divina, se hallaba con el resto de su equipaje en su refugio, entonces lejano. Sólo vestía un viejo atuendo enteramente marrón, de la misma forma que lo hacía siempre que hacía sus labores matutinas para así evitar arruinar las vestimentas religiosas.
— Tú. — Miró a la elfa manchada con sangre. — ¿Estás herida? ¿Necesitas ser sanada? —
Pensó en que quizás no podía ya compartir los amaneceres con los otros elfos dirvaarenses, esos a los que llamaba “amigos”, pero al menos había vencido los nefastos augurios a los que que varias voces familiares lo habían condenado. “No eres capaz”, le había dicho su padre. “Encontrarán tu cuerpo a las dos semanas, y nos dejarás a mí y a tu madre en desgracia”. En ese mismo momento, al alba, se cumplía el día número quince de su travesía. Se sintió satisfecho y por primera vez en un largo rato, sonrió.
Quizás porque entonces esa carga, esa preocupación que hasta ese momento desconocía tener, la de demostrar a su padre su equivocación, ahora se disipaba como la bruma mañanera, fue que no escuchó a los dos elfos acercarse.
— ¡Aiya! — No una, sino dos voces. Anegar disimuló su sobresalto y lentamente se puso de pie. Al girarse, descubrió a un elfo y una elfa, cada uno tan hermoso como el otro. Y sin quererlo recordó a Lerian. Por un momento la vio presente, ahí donde esa desconocida estaba parada. Tenía la misma piel inmaculada, el mismo cabello cobrizo, los mismos ojos verdes. No, verdes no: los de Lerian eran turquesa. Los recordaba bien — era imposible olvidar una mirada como aquella. Cada vez que los ojos de la chica se posaban en él le sobrevenía el deseo de huir, pues, ¿cómo le diría a su enamorada que jamás la amaría?
Escuchó al elfo hablar y se encontró desconcertado. Durante los días pasados había empezado a creer que cuando volviera a encontrar a otro elfo se llenaría de alegría, mas no anticipó la inquietud que entonces surgió en su pecho. Algo sobre esos dos provocaba desconfianza, aunque no supo decir qué.
Casi con instinto se llevó la mano al pecho, donde el amuleto de Imbar colgaba.
— Bienhallados —, respondió, asintiendo levemente con la cabeza. Sacó la figura de entre los pliegues de tela marrón y dejó que la imagen hecha en oro reluciera con el sol. Quiso hablar y, antes de hacerlo, las circunstancias dieron un nuevo giro.
Cuando vio a la elfa ensangrentada el miedo brotó. Dos elfos persecutores, una elfa sanguinolenta que hablaba de una emboscada. Otra vez se encontró desconcertado. Ante lo que parecía un enfrentamiento inminente entre los dos elfos y la elfa, amenazante con su flecha, Anegar alzó las manos y sonrió — pero esta vez falsamente. — Calma, amigos. — Recorrió los tres rostros con la vista, procurando que su nerviosismo no se notase. Su voz tomó un tono más firme pero aún así amistoso; o eso intentó. — Mi nombre es Anegar. Vengo de Dirvaar, un pueblo al oeste del Árbol Madre. No tengo casa alguna pues soy un Hijo de Imbar, nuestra diosa creadora de todo lo vivo. He entregado mi vida a la Diosa y mi única casa es donde ella esté.—
Su túnica blanca y dorada, que lo distinguía como un Hijo de la Diosa y Buscador de la Gracia divina, se hallaba con el resto de su equipaje en su refugio, entonces lejano. Sólo vestía un viejo atuendo enteramente marrón, de la misma forma que lo hacía siempre que hacía sus labores matutinas para así evitar arruinar las vestimentas religiosas.
— Tú. — Miró a la elfa manchada con sangre. — ¿Estás herida? ¿Necesitas ser sanada? —
Anegar
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Re: El corazón del bosque [Interpretativo][Libre - 4/4] [CERRADO]
Ambos elfos se acercaron unos pasos más hacia el que estaba a orillas del lago. Estaban atentos a su posible respuesta, pues les daría una gran pista sobre cómo tratar con él. Pero alguien les interrumpió. Una elfita ensangrentada que salía del lago. Apenas giraron la cabeza para verla, siguiéndola únicamente con la mirada, sin un atisbo de expresión en sus rostros, hasta que habló. Esa soberbia que emanaba la muchacha hizo que Aran sonriera de lado, cerrando los ojos un segundo a modo de mueca. Kaeltha, por su parte, enarcó una ceja, mostrando la incredulidad que le despertaba el hecho de que una elfa les hablase así. ¿Acaso no veía sus colores? Ese brazalete que ambos portaban era reconocible por muchas tribus de Sandorai.
La elfa pelirroja alzó ligeramente la barbilla, mirando a la morena con claro gesto de superioridad.
–Claro que tenemos derecho. ¿O nos vas a decir tú, precisamente, a qué tenemos o no derecho? –terminó la pregunta con una risa socarrona.
–Y los encuentros entre elfos no siempre tienen que ser amistosos. He aquí la prueba –Aran hizo un gesto con la cabeza, señalándola a ella. A pesar de que llevaba una flecha, ninguno de los dos se movió un ápice. No tenían miedo a lo que pudiera hacer. Estaban muy seguros de que no haría nada… o tomarían medidas. El rubio volvió a reír, soltando el aire –¿ocultar nuestro clan? Joven ignorante… ¿Para qué necesitamos ocultar nada? –Kaeltha rió, cruzando los brazos y descargando el peso sobre una de sus piernas.
–Ay, niña, nosotros somos los miembros del clan Eytherzair –mostró con orgullo el brazalete que estaba en su brazo izquierdo, el cual estaba decorado con cintas que se enrollaban alrededor del cobre –. Uno de los pocos clanes que busca defender, de verdad, la tierra que Imbar nos dio –remarcó eso de “de verdad”.
La posible discusión se vio interrumpida por la voz del otro elfo, que respondió a las preguntas de Kaeltha y Aranarth. Así de primeras no parecía peligroso. Más bien, un seguidor fiel de Imbar, como debían ser todos. Los dos elfos se miraron, sabiendo lo que el otro pensaba.
El clan Dirvaar. Si no recordaban mal, estaba formado por subclanes que, aunque respetaban el bosque y a su raza por encima de todo, tampoco eran aliados, por así decirlo, del clan Eytherzair, ya que no compartían, mayoritariamente, la política del clan guerrero de recuperar lo que les robaron con sangre y fuego.
–Ya veo, el clan Dirvaar. Hemos oído hablar de él –lo cierto es que habían oído hablar de, prácticamente, todos los clanes. Los miembros del clan Eytherzair tenían fichados a todos los demás para saber con quién contar y qué alianzas establecer ya que, en la última guerra, pudieron ver que necesitaban apoyos. Y por eso trataban de escudriñar a los otros, para conocer sus valores con respecto a los brujos, al bosque, a los humanos, y todo lo relacionado con sus ideales en el tema de la guerra con los hechiceros, de recuperar las islas…
Los del clan Dirvaar tenían sus ventajas y desventajas. Sí pensaban que su posición era alta con respecto a las demás razas, pero no creían en recuperar lo que les pertenecía.
–Y tú, elfa, ¿a qué clan perteneces? –preguntó Kaeltha, seria. Mientras, el elfo rubio clavó su mirada azul en el lago: alguien se había metido a nadar. Sin moverse, trató de seguir con la mirada al ser que estaba en el agua.
La elfa pelirroja alzó ligeramente la barbilla, mirando a la morena con claro gesto de superioridad.
–Claro que tenemos derecho. ¿O nos vas a decir tú, precisamente, a qué tenemos o no derecho? –terminó la pregunta con una risa socarrona.
–Y los encuentros entre elfos no siempre tienen que ser amistosos. He aquí la prueba –Aran hizo un gesto con la cabeza, señalándola a ella. A pesar de que llevaba una flecha, ninguno de los dos se movió un ápice. No tenían miedo a lo que pudiera hacer. Estaban muy seguros de que no haría nada… o tomarían medidas. El rubio volvió a reír, soltando el aire –¿ocultar nuestro clan? Joven ignorante… ¿Para qué necesitamos ocultar nada? –Kaeltha rió, cruzando los brazos y descargando el peso sobre una de sus piernas.
–Ay, niña, nosotros somos los miembros del clan Eytherzair –mostró con orgullo el brazalete que estaba en su brazo izquierdo, el cual estaba decorado con cintas que se enrollaban alrededor del cobre –. Uno de los pocos clanes que busca defender, de verdad, la tierra que Imbar nos dio –remarcó eso de “de verdad”.
La posible discusión se vio interrumpida por la voz del otro elfo, que respondió a las preguntas de Kaeltha y Aranarth. Así de primeras no parecía peligroso. Más bien, un seguidor fiel de Imbar, como debían ser todos. Los dos elfos se miraron, sabiendo lo que el otro pensaba.
El clan Dirvaar. Si no recordaban mal, estaba formado por subclanes que, aunque respetaban el bosque y a su raza por encima de todo, tampoco eran aliados, por así decirlo, del clan Eytherzair, ya que no compartían, mayoritariamente, la política del clan guerrero de recuperar lo que les robaron con sangre y fuego.
–Ya veo, el clan Dirvaar. Hemos oído hablar de él –lo cierto es que habían oído hablar de, prácticamente, todos los clanes. Los miembros del clan Eytherzair tenían fichados a todos los demás para saber con quién contar y qué alianzas establecer ya que, en la última guerra, pudieron ver que necesitaban apoyos. Y por eso trataban de escudriñar a los otros, para conocer sus valores con respecto a los brujos, al bosque, a los humanos, y todo lo relacionado con sus ideales en el tema de la guerra con los hechiceros, de recuperar las islas…
Los del clan Dirvaar tenían sus ventajas y desventajas. Sí pensaban que su posición era alta con respecto a las demás razas, pero no creían en recuperar lo que les pertenecía.
–Y tú, elfa, ¿a qué clan perteneces? –preguntó Kaeltha, seria. Mientras, el elfo rubio clavó su mirada azul en el lago: alguien se había metido a nadar. Sin moverse, trató de seguir con la mirada al ser que estaba en el agua.
Helyare
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Re: El corazón del bosque [Interpretativo][Libre - 4/4] [CERRADO]
Arrogancia. Superioridad. Muestras de desprecio que tan solo pretenden esconder otros grandes déficits. Tan solo hay que ver su forma de pavonearse para darse cuenta de que tienen la certeza de que esta parte del bosque les pertenece. Pero, ¿acaso el bosque le pertenece a alguien? La elfa suspira profundamente.
- El clan Eytherzair, ¿ese no es el clan de elfos locos que van por Sandorai diciendo sandeces sobre recuperar no sé qué islas?
...
¿He dicho eso en voz alta?
Intenta pensar rápido, algo tiene que haber para enmendar el error. Está cubierta de sangre, le gustan las peleas por su vida, pero hay tantos humanos todavía por exterminar... Hace una reverencia ante los dos elfos del clan.
- Les ruego acepten mis más sinceras disculpas, en estos momentos no se sabe con quien se trata, hay que tener cuidado con las personas que te encuentras en el bosque estos días. La sangre que me cubre es de unos humanos que pretendían talar nuestros preciados árboles, así que los he sacrificado debidamente.
Hace una nueva reverencia, se acerca al agua y se limpia la sangre de la cara. Le sonríe a los otros dos elfos y guarda la flecha en el carcaj con las demás.
- No pertenezco a ningún clan, señora. Voy por libre protegiendo las fronteras de los indeseables que se atreven a cruzarlas para saquearnos.
Vuelve a hacer una reverencia. La adulación es la mejor forma de calmar a otras personas. Agachar la cabeza un par de veces puede conseguir que hasta el más osado de los guerreros baje la guardia. Aunque en estos momentos no parece haber ninguna razón para matar a este grupo. Al fin y al cabo pueden llegar a ser de ayuda en caso de que más humanos se adentren en nuestro territorio. Proteger árboles y animales es la prioridad. La sed de sangre puede esperar, enfocarse en un enemigo común y evitar heridas innecesarias. ¿Por qué luchar con aquellos con el mismo objetivo? Sería un sinsentido.
La elfa sigue con su pie desnudo metido en el agua. Una pequeña onda choca contra su tobillo y llama su atención.
- Tenemos algo más importante que atender que los clanes, según veo. Hay algo en el agua...
Saca una flecha y tensa el arco. Debe estar preparada para lo que sea que los acecha.
- El clan Eytherzair, ¿ese no es el clan de elfos locos que van por Sandorai diciendo sandeces sobre recuperar no sé qué islas?
...
¿He dicho eso en voz alta?
Intenta pensar rápido, algo tiene que haber para enmendar el error. Está cubierta de sangre, le gustan las peleas por su vida, pero hay tantos humanos todavía por exterminar... Hace una reverencia ante los dos elfos del clan.
- Les ruego acepten mis más sinceras disculpas, en estos momentos no se sabe con quien se trata, hay que tener cuidado con las personas que te encuentras en el bosque estos días. La sangre que me cubre es de unos humanos que pretendían talar nuestros preciados árboles, así que los he sacrificado debidamente.
Hace una nueva reverencia, se acerca al agua y se limpia la sangre de la cara. Le sonríe a los otros dos elfos y guarda la flecha en el carcaj con las demás.
- No pertenezco a ningún clan, señora. Voy por libre protegiendo las fronteras de los indeseables que se atreven a cruzarlas para saquearnos.
Vuelve a hacer una reverencia. La adulación es la mejor forma de calmar a otras personas. Agachar la cabeza un par de veces puede conseguir que hasta el más osado de los guerreros baje la guardia. Aunque en estos momentos no parece haber ninguna razón para matar a este grupo. Al fin y al cabo pueden llegar a ser de ayuda en caso de que más humanos se adentren en nuestro territorio. Proteger árboles y animales es la prioridad. La sed de sangre puede esperar, enfocarse en un enemigo común y evitar heridas innecesarias. ¿Por qué luchar con aquellos con el mismo objetivo? Sería un sinsentido.
La elfa sigue con su pie desnudo metido en el agua. Una pequeña onda choca contra su tobillo y llama su atención.
- Tenemos algo más importante que atender que los clanes, según veo. Hay algo en el agua...
Saca una flecha y tensa el arco. Debe estar preparada para lo que sea que los acecha.
Irinnil Fawkes
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Re: El corazón del bosque [Interpretativo][Libre - 4/4] [CERRADO]
Bucear me daba la vida. Cuando vivía en una jaula con apenas espacio para moverme no solía tener contacto con el agua mas que el queme daba la lluvia o los cubos que amo me tiraba. Ya en la Casa roja si era más normal recibir un baño cada vez que iba a recibir un cliente. Aunque solía estar drogado en esos momentos y no acababa disfrutando.
Pero desde que empecé a ser libre intentaba hacer varias paradas en lagos y ríos. Alguna vez debería visitar el mar. Decían que estaba salado ¡Qué graciosos! Como si alguien se dedicase a echarle sal todos los días. Los bulos que se inventaba la gente.
“Mi próximo destino va a ser algún puerto” me prometí mientras me dejaba flotar y el sol me acariciaba mi piel morena “Quien sabe…quizás tenga dinero como para subir a algún barco y salir lejos de aquí”
Con este pensamiento empecé el recordar el pasado. Sin darme cuenta lleve mi mano por la cicatriz que me recorría el pectoral. Era mi pago por mi libertad. Sonreí. Sin duda haría lo que quisiera con ella.
Noté movimiento por debajo de mí. Había permanecido tan quieto que los peces ya se estaban acostumbrando a mi presencia y nadaban sin miedo. Mi estómago rugió al saber que existía la posibilidad de tener comida cerca. Y no iba a defraudarlo. Solté todo el aire que tenían mis pulmones para ir hundiéndome poco a poco sin hacer movimientos bruscos. No quería asustarlos. Descendí hasta bastante profundidad mientras intentaba decidirme por alguna pieza aceptable.
Cerca de mí pasó una carpa de buen tamaño. Rápidamente pasé a mi forma híbrida de lobo. Mis reflejos se iban a aumentar de esa manera y al ser de pelaje negro no iban a divisarme tan bien. Salí disparado hacia el pez el cual huyó temiendo su destino. Gozaba de este tipo de caza ya que no podía usar brazos ni pernas para atacar a la presa. Solo tenía mi boca y colmillos para atraparla. Y no tardaba mucho hasta que estos se cerraban sobre el pescado. Su pequeña vida se terminaba en un pequeño instante.
Y esta caza fue igual. Cuando la acabé me dirigí a la orilla que tenía más próxima para disfrutar del premio y que mi estómago dejase de insistir. Sin embargo. Cuando ya estaba saliendo del agua me di cuenta del error que había cometido. Fue mi nariz la primera en percatarse de ello cuando le llegó los olores que me habían hecho esconderme antes. Ese olor desconocido.
Levanté la cabeza y allí estaban. Cuatro figuras de apariencia extraña aunque parecidos a los humanos. Aunque no eran de dicha raza. Una de ellas se encontraba bañada en sangre y me apuntaba con un arco cargado.
Me quedé quieto un instante. No parecían que pudiesen darme muchos problemas pero serían cuatro contra uno. Y tampoco es que tuviesen tenían cara de buenos amigos, para qué negarlo. Tragué saliva. Todavía tenía el pez en la boca ¿Acaso querrían quitármelo? Que lo intentasen.
Lo que más me molestaba era que aquel ser, de figura femenina, me siguiese amenazando con su arma. La miré a los ojos comprobando cuan cargados de ira se encontraban. Sin mediar palabra y notando como observaban cada movimiento, me sacudí violentamente el agua del pelaje de mi cuerpo. Les tuvo que llegar el agua porque alguna que otra mueca pude ver en su cara. Seguidamente me acerqué a aquella ¿chica? de pelo moreno hasta el punto de notar la punta de la flecha rozar mi pecho. Deje caer el pescado para agarrarlo con una de mis zarpas.
- Tenías que haber disparado antes de que saliera de la orilla y no darme la oportunidad de defenderme – dije con tono amenazador. Desde esa posición pude olisquearla mejor y sonreí -Aunque no sería la primera vez que peleas hoy ¿No? ¿Acaso escondes tu olor de ser extraño con sangre humana? – solté una carcajada – Bastante asqueroso si es así. Báñate en barro mejor si quieres disimular tu esencia – mi siguiente movimiento fue levantar la carpa hasta la altura de sus ojos – Y si tu intención es quitarme esto lo llevas claro. Te buscas el tuyo en el lago chica sangrante.
Solté un pequeño gruñido para mantener mi postura y no ceder ante los ojos de aquel ser, y a sabiendas que los otros tres estaban mirando. Un movimiento extraño de alguno de los cinco podría convertirse en una pequeña batalla y, sin duda, llegaría sangre el lago.
Pero desde que empecé a ser libre intentaba hacer varias paradas en lagos y ríos. Alguna vez debería visitar el mar. Decían que estaba salado ¡Qué graciosos! Como si alguien se dedicase a echarle sal todos los días. Los bulos que se inventaba la gente.
“Mi próximo destino va a ser algún puerto” me prometí mientras me dejaba flotar y el sol me acariciaba mi piel morena “Quien sabe…quizás tenga dinero como para subir a algún barco y salir lejos de aquí”
Con este pensamiento empecé el recordar el pasado. Sin darme cuenta lleve mi mano por la cicatriz que me recorría el pectoral. Era mi pago por mi libertad. Sonreí. Sin duda haría lo que quisiera con ella.
Noté movimiento por debajo de mí. Había permanecido tan quieto que los peces ya se estaban acostumbrando a mi presencia y nadaban sin miedo. Mi estómago rugió al saber que existía la posibilidad de tener comida cerca. Y no iba a defraudarlo. Solté todo el aire que tenían mis pulmones para ir hundiéndome poco a poco sin hacer movimientos bruscos. No quería asustarlos. Descendí hasta bastante profundidad mientras intentaba decidirme por alguna pieza aceptable.
Cerca de mí pasó una carpa de buen tamaño. Rápidamente pasé a mi forma híbrida de lobo. Mis reflejos se iban a aumentar de esa manera y al ser de pelaje negro no iban a divisarme tan bien. Salí disparado hacia el pez el cual huyó temiendo su destino. Gozaba de este tipo de caza ya que no podía usar brazos ni pernas para atacar a la presa. Solo tenía mi boca y colmillos para atraparla. Y no tardaba mucho hasta que estos se cerraban sobre el pescado. Su pequeña vida se terminaba en un pequeño instante.
Y esta caza fue igual. Cuando la acabé me dirigí a la orilla que tenía más próxima para disfrutar del premio y que mi estómago dejase de insistir. Sin embargo. Cuando ya estaba saliendo del agua me di cuenta del error que había cometido. Fue mi nariz la primera en percatarse de ello cuando le llegó los olores que me habían hecho esconderme antes. Ese olor desconocido.
Levanté la cabeza y allí estaban. Cuatro figuras de apariencia extraña aunque parecidos a los humanos. Aunque no eran de dicha raza. Una de ellas se encontraba bañada en sangre y me apuntaba con un arco cargado.
Me quedé quieto un instante. No parecían que pudiesen darme muchos problemas pero serían cuatro contra uno. Y tampoco es que tuviesen tenían cara de buenos amigos, para qué negarlo. Tragué saliva. Todavía tenía el pez en la boca ¿Acaso querrían quitármelo? Que lo intentasen.
Lo que más me molestaba era que aquel ser, de figura femenina, me siguiese amenazando con su arma. La miré a los ojos comprobando cuan cargados de ira se encontraban. Sin mediar palabra y notando como observaban cada movimiento, me sacudí violentamente el agua del pelaje de mi cuerpo. Les tuvo que llegar el agua porque alguna que otra mueca pude ver en su cara. Seguidamente me acerqué a aquella ¿chica? de pelo moreno hasta el punto de notar la punta de la flecha rozar mi pecho. Deje caer el pescado para agarrarlo con una de mis zarpas.
- Tenías que haber disparado antes de que saliera de la orilla y no darme la oportunidad de defenderme – dije con tono amenazador. Desde esa posición pude olisquearla mejor y sonreí -Aunque no sería la primera vez que peleas hoy ¿No? ¿Acaso escondes tu olor de ser extraño con sangre humana? – solté una carcajada – Bastante asqueroso si es así. Báñate en barro mejor si quieres disimular tu esencia – mi siguiente movimiento fue levantar la carpa hasta la altura de sus ojos – Y si tu intención es quitarme esto lo llevas claro. Te buscas el tuyo en el lago chica sangrante.
Solté un pequeño gruñido para mantener mi postura y no ceder ante los ojos de aquel ser, y a sabiendas que los otros tres estaban mirando. Un movimiento extraño de alguno de los cinco podría convertirse en una pequeña batalla y, sin duda, llegaría sangre el lago.
Mia Lïber
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Re: El corazón del bosque [Interpretativo][Libre - 4/4] [CERRADO]
Cuestionó en su cabeza de dónde provenían esos dos elfos. ¿Desde cuándo importaba el clan al que cada uno pertenecía? El bosque era para todas y cada una de las creaciones de Imbar, sin importar la sangre que corría por sus venas. Anegar se disgustaba cada vez que oía hablar sobre clanes; los elfos siempre habían tenido el mal hábito de llevar su clan como un emblema que los definía. Pertenecer a una u otra familia determinaba la clase a la que uno pertenecía, con quién se uniría y formaría una familia, qué tan lejos se podría llegar en la vida. Detestaba esas ideas, impuestas por elfos que parecían desplazar los mandatos divinos de los dioses para dar primacía a los suyos.
Sólo pensar en aquellas ideas le traía recuerdos de su padre, refunfuñando sobre la mediocridad de otras familias élficas por adorar a dioses distintos. “Son una inmundicia. Una impureza que trae deshonor a nuestro pueblo”, decía del clan Maedrien, aquella familia de elfos cristianos.
La cordialidad pareció entonces tomar lugar en la extraña conversación. Sin embargo, Anegar se sentía igual de nervioso que antes. Observó con detenimiento a cada uno de los elfos, escudriñando sus palabras y movimientos ante el temor de que el encuentro terminara en un derramamiento de sangre. Los dos elfos resultaron ser del clan Eytherzair y la elfa, al igual que él, no pertenecía a clan alguno.
An no sabía mucho sobre los clanes fuera de Dirvaar. Quizás había escuchado sobre Eytherzair alguna vez, pero probablemente no estaba prestando atención. Apenas conocía el nombre de las familias más grandes que habitaban la ciudad en el Árbol Madre, y sólo porque su maestro lo consideraba crucial. Los clanes, el linaje, el honor y el orgullo familiar siempre le habían parecido irrelevantes. En cambio, los secretos de la alquimia, la belleza de las creaturas, y la adoración a las divinidades y la naturaleza le parecían el centro del universo. ¿Cómo era posible que no todos los elfos dedicaran su vida a aquello? No lo entendía.
Luego de que la elfa tensara el arco la situación se inclinó al peligro, una vez más. Cuando vio al lobo emerger del agua lo invadió la preocupación — más de la que ya cargaba. Un único lobo sería fácil de reducir, sobre todo siendo cuatro elfos; pero los lobos siempre se mueven en manadas. ¿Qué chances tendrían contra diez, quizás más, de esas bestias?
Ese sería un día muy inusual, y Anegar lo supo cuando escuchó la voz del lobo. Había escuchado sobre toda clase de criaturas que poblaban Aerandir y, a pesar de siempre sentirse curioso por aquellos que podían cambiar de forma, nunca creyó que encontraría a uno.
La tensión acrecentaba mucho más rápido de lo que había anticipado en primer lugar. No sólo le preocupaba su propia vida sino que temía por la de los demás seres allí, pues ellos también, como todo a su alrededor, era creación de la diosa. Y era su deber proteger todo ser traído a la vida por la mano de Imbar.
Aunque, ¿era ese extraño ser una creación de la Diosa? Sabía que algunos los llamaban impuros. Debía asegurarse de que Sandorai, donde la presencia de los dioses era más fuerte, se mantuviera impoluta. No iba a permitir que una abominación manchara la divinidad del bosque.
Sutilmente se preparó para usar su magia. Respiró profunda y silenciosamente y estuvo listo para someter al lobo bajo las fuerzas de la naturaleza. Y entonces las apacibles palabras de Teradil, su maestro, le resonaron en la mente. “Todos los iluminados con el fulgor de la vida son hijos de Imbar. No debes juzgar su origen, su naturaleza ni sus formas: la Diosa así los creó pues así los deseó. No es nuestro lugar el de jueces, sólo tenemos el de protectores”.
— Tranquilidad —, dijo en voz alta. — No mancillemos esta tierra sagrada donde los divinos caminan. Está amaneciendo y no es momento de perturbar al bosque con una riña. — Se preguntó si el lobo entendería de qué hablaba. No supo si su estirpe entendía de dioses y de lo sagrado.
Sólo pensar en aquellas ideas le traía recuerdos de su padre, refunfuñando sobre la mediocridad de otras familias élficas por adorar a dioses distintos. “Son una inmundicia. Una impureza que trae deshonor a nuestro pueblo”, decía del clan Maedrien, aquella familia de elfos cristianos.
La cordialidad pareció entonces tomar lugar en la extraña conversación. Sin embargo, Anegar se sentía igual de nervioso que antes. Observó con detenimiento a cada uno de los elfos, escudriñando sus palabras y movimientos ante el temor de que el encuentro terminara en un derramamiento de sangre. Los dos elfos resultaron ser del clan Eytherzair y la elfa, al igual que él, no pertenecía a clan alguno.
An no sabía mucho sobre los clanes fuera de Dirvaar. Quizás había escuchado sobre Eytherzair alguna vez, pero probablemente no estaba prestando atención. Apenas conocía el nombre de las familias más grandes que habitaban la ciudad en el Árbol Madre, y sólo porque su maestro lo consideraba crucial. Los clanes, el linaje, el honor y el orgullo familiar siempre le habían parecido irrelevantes. En cambio, los secretos de la alquimia, la belleza de las creaturas, y la adoración a las divinidades y la naturaleza le parecían el centro del universo. ¿Cómo era posible que no todos los elfos dedicaran su vida a aquello? No lo entendía.
Luego de que la elfa tensara el arco la situación se inclinó al peligro, una vez más. Cuando vio al lobo emerger del agua lo invadió la preocupación — más de la que ya cargaba. Un único lobo sería fácil de reducir, sobre todo siendo cuatro elfos; pero los lobos siempre se mueven en manadas. ¿Qué chances tendrían contra diez, quizás más, de esas bestias?
Ese sería un día muy inusual, y Anegar lo supo cuando escuchó la voz del lobo. Había escuchado sobre toda clase de criaturas que poblaban Aerandir y, a pesar de siempre sentirse curioso por aquellos que podían cambiar de forma, nunca creyó que encontraría a uno.
La tensión acrecentaba mucho más rápido de lo que había anticipado en primer lugar. No sólo le preocupaba su propia vida sino que temía por la de los demás seres allí, pues ellos también, como todo a su alrededor, era creación de la diosa. Y era su deber proteger todo ser traído a la vida por la mano de Imbar.
Aunque, ¿era ese extraño ser una creación de la Diosa? Sabía que algunos los llamaban impuros. Debía asegurarse de que Sandorai, donde la presencia de los dioses era más fuerte, se mantuviera impoluta. No iba a permitir que una abominación manchara la divinidad del bosque.
Sutilmente se preparó para usar su magia. Respiró profunda y silenciosamente y estuvo listo para someter al lobo bajo las fuerzas de la naturaleza. Y entonces las apacibles palabras de Teradil, su maestro, le resonaron en la mente. “Todos los iluminados con el fulgor de la vida son hijos de Imbar. No debes juzgar su origen, su naturaleza ni sus formas: la Diosa así los creó pues así los deseó. No es nuestro lugar el de jueces, sólo tenemos el de protectores”.
— Tranquilidad —, dijo en voz alta. — No mancillemos esta tierra sagrada donde los divinos caminan. Está amaneciendo y no es momento de perturbar al bosque con una riña. — Se preguntó si el lobo entendería de qué hablaba. No supo si su estirpe entendía de dioses y de lo sagrado.
Anegar
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Re: El corazón del bosque [Interpretativo][Libre - 4/4] [CERRADO]
De haber tenido sus armas en ese momento, la elfa se habría encontrado con el filo de la espada de Aran en el cuello casi antes de haber acabado su frase. Por suerte para ella, ni los elfos traían sus armas, ni su lengua era tan viperina como para continuar con las ofensas, y su cerebro funcionó en el momento justo para disculparse por lo que dijo. Más valía…
La mirada azul del elfo se había vuelto más fría de lo habitual, mirando a la morena con la seriedad con la que se dirigía a los soldados, al igual que Kaeltha, quien abrió levemente los labios en una mueca. Era otra que tampoco escatimaba a la hora de hacer pagar a sus soldados cualquier error. Y mucho menos, a una cualquiera que pensaba que su lucha era inútil. ¿Sandeces? La pelirroja dio un paso hacia delante, justo cuando la muchacha admitió su fallo y se disculpó, reverenciando. Salvó el momento usando al enemigo común de ellos, los “taig’sleanra”, esos humanos que acababan con cualquier árbol que se encontrasen con tal de hacer sus caminos.
–Deberías cuidar tu lengua, elfa. No sabes quién te la podría arrancar –musitó Kaeltha, cruzándose de brazos –. Aunque sí es loable el defender nuestros bosques de los Taig’sleanra.
Volvió a hacer una reverencia antes de limpiarse. Ninguno de los dos elfos la perdían de vista, ignorando, por momentos, al primero. Lo siguiente que dijo fue chocante para ambos. ¿A ningún clan? Aranarth y Kaeltha se miraron unos instantes, incrédulos, y la tensión volvió a reinar en el ambiente.
–¿Eres u’raanu? –la joven pelirroja alzó sutilmente la cabeza, mostrando casi de forma imperceptible la superioridad que creía otorgada por pertenecer a un clan. Su tono denotaba que casi se estaba riendo de ella. El rubio, que estaba a su lado, también sonrió de lado, de forma burlesca, haciendo una mueca de cierto desprecio. ¿Sin clan? ¡Qué lástima!
U’raanu, así era como llamaban a los elfos que decidían ser solitarios. Era una palabra peyorativa, pero más suave que llamar a alguien “Dhaerow”, “N’tel’quess” o “Hecilë”. Todas eran palabras definitorias de elfos solitarios, pero con diferentes connotaciones, aunque todas eran negativas: u’raanu era usada cuando el elfo decidía, por su propia cuenta, abandonar el lugar en su clan y marcharse. Algo que ambos elfos veían con igual desprecio. ¿Para qué iban a dejar de lado a su familia? ¿Qué clase de elfos eran capaces de hacer eso? Algunos despreciables, eso sí. No tenía cabida en sus mentes que alguien quisiera abandonar a su familia; pero tampoco quien había sido echado. Ambos merecían que la vergüenza de la deshonra los acompañase hasta que sus días se apagaran.
Era tal la vergüenza que podía suponer el no estar con el clan al que pertenecían que no tenían palabras "buenas" para definir a ese tipo de gente, a quien tomaban por traidores, asquerosos... no había forma de definir el abandonar tu clan con algo bueno.
Al menos, esta chica protegía el bosque de Imbar. El otro elfo apenas articuló palabra, aunque fue respetuoso a la hora de dar sus respuestas.
Sin embargo, aquello que Aran había visto en el lago había llamado, también, la atención del resto de presentes: un lobo. Un sucio perro pulgoso bañándose en sus lagos. Tanto Kael como Aran desearon tener sus armas en ese momento, acabarían ofrendándole a la diosa Nís a ese chucho sarnoso.
–¿Quién piensas que eres para entrar en nuestros territorios, nuuta draug? –esta vez el paso lo dio Aran, inclinando ligeramente la cabeza, ignorando las palabras del otro rubio, que pedía paz para no perturbar las creaciones de los dioses. Pero no entendía que era ese lobo quien estaba mancillando lo que los dioses ofrecían –. ¿Decías proteger nuestros bosques, elfa? –su tono era más bien de instar a que cumpliera con su competido de guardiana.
Kael, acompañando a su amigo, también avanzó, sin ocultar esa aura de prepotencia que la caracterizaba y que era fácil ver tan sólo mirando sus ojos. Se mojó los labios y sonrió –la gente como tú no sois bienvenidos aquí, draug. Lárgate –las manos de la elfa empezaron a emitir un suave tono brillante, pálido y apenas perceptible.
La mirada azul del elfo se había vuelto más fría de lo habitual, mirando a la morena con la seriedad con la que se dirigía a los soldados, al igual que Kaeltha, quien abrió levemente los labios en una mueca. Era otra que tampoco escatimaba a la hora de hacer pagar a sus soldados cualquier error. Y mucho menos, a una cualquiera que pensaba que su lucha era inútil. ¿Sandeces? La pelirroja dio un paso hacia delante, justo cuando la muchacha admitió su fallo y se disculpó, reverenciando. Salvó el momento usando al enemigo común de ellos, los “taig’sleanra”, esos humanos que acababan con cualquier árbol que se encontrasen con tal de hacer sus caminos.
–Deberías cuidar tu lengua, elfa. No sabes quién te la podría arrancar –musitó Kaeltha, cruzándose de brazos –. Aunque sí es loable el defender nuestros bosques de los Taig’sleanra.
Volvió a hacer una reverencia antes de limpiarse. Ninguno de los dos elfos la perdían de vista, ignorando, por momentos, al primero. Lo siguiente que dijo fue chocante para ambos. ¿A ningún clan? Aranarth y Kaeltha se miraron unos instantes, incrédulos, y la tensión volvió a reinar en el ambiente.
–¿Eres u’raanu? –la joven pelirroja alzó sutilmente la cabeza, mostrando casi de forma imperceptible la superioridad que creía otorgada por pertenecer a un clan. Su tono denotaba que casi se estaba riendo de ella. El rubio, que estaba a su lado, también sonrió de lado, de forma burlesca, haciendo una mueca de cierto desprecio. ¿Sin clan? ¡Qué lástima!
U’raanu, así era como llamaban a los elfos que decidían ser solitarios. Era una palabra peyorativa, pero más suave que llamar a alguien “Dhaerow”, “N’tel’quess” o “Hecilë”. Todas eran palabras definitorias de elfos solitarios, pero con diferentes connotaciones, aunque todas eran negativas: u’raanu era usada cuando el elfo decidía, por su propia cuenta, abandonar el lugar en su clan y marcharse. Algo que ambos elfos veían con igual desprecio. ¿Para qué iban a dejar de lado a su familia? ¿Qué clase de elfos eran capaces de hacer eso? Algunos despreciables, eso sí. No tenía cabida en sus mentes que alguien quisiera abandonar a su familia; pero tampoco quien había sido echado. Ambos merecían que la vergüenza de la deshonra los acompañase hasta que sus días se apagaran.
Era tal la vergüenza que podía suponer el no estar con el clan al que pertenecían que no tenían palabras "buenas" para definir a ese tipo de gente, a quien tomaban por traidores, asquerosos... no había forma de definir el abandonar tu clan con algo bueno.
Al menos, esta chica protegía el bosque de Imbar. El otro elfo apenas articuló palabra, aunque fue respetuoso a la hora de dar sus respuestas.
Sin embargo, aquello que Aran había visto en el lago había llamado, también, la atención del resto de presentes: un lobo. Un sucio perro pulgoso bañándose en sus lagos. Tanto Kael como Aran desearon tener sus armas en ese momento, acabarían ofrendándole a la diosa Nís a ese chucho sarnoso.
–¿Quién piensas que eres para entrar en nuestros territorios, nuuta draug? –esta vez el paso lo dio Aran, inclinando ligeramente la cabeza, ignorando las palabras del otro rubio, que pedía paz para no perturbar las creaciones de los dioses. Pero no entendía que era ese lobo quien estaba mancillando lo que los dioses ofrecían –. ¿Decías proteger nuestros bosques, elfa? –su tono era más bien de instar a que cumpliera con su competido de guardiana.
Kael, acompañando a su amigo, también avanzó, sin ocultar esa aura de prepotencia que la caracterizaba y que era fácil ver tan sólo mirando sus ojos. Se mojó los labios y sonrió –la gente como tú no sois bienvenidos aquí, draug. Lárgate –las manos de la elfa empezaron a emitir un suave tono brillante, pálido y apenas perceptible.
- Traducciones y aclaraciones:
Son todo insultos. En el clan de Hely, lo que prima es la honra, el honor... así que hay muchas palabras para reírse de la gente que ellos creen, carecen de esas virtudes:
- U'raanu: sin clan o familia, solitario, marginado... (pero que la persona decide irse, es el insulto más "suave")
- N'tel'quess: para llamar a alguien que "no es elfo"; sí lo es por raza, pero no por honra, como decir que no es nadie.
- Hecilë: femenino de "Hecil"; marginada, proscrita... (es un insulto fuerte porque implica el destierro)
- Dhaerow: traidor/a
- Nuuta: maldito/a
- Draug: lobo
Helyare
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Re: El corazón del bosque [Interpretativo][Libre - 4/4] [CERRADO]
Sigue hablando como si fuese la persona más importante del bosque, así como la más poderosa... Tal vez no se dé cuenta de que podría perder un ojo si se descuida más de lo debido. Tal vez dos elfos sean muchos para ella, no parecen una pareja de patanes, se nota el fruto del entrenamiento en sus caras y en sus músculos. La verdad es que la pelirroja le parece extremadamente atractiva. Tal vez en otras circunstancias podría intentar seducirla.
- No, no pertenezco a ningún clan, mis dos madres eran lo único que quedaba del clan. Y unos asquerosos vampiros haciendo equipo con unos asquerosos brujos mataron a mi familia. Así que no, no pertenezco a ningún clan, debe disculparme vuesa merced el hecho de no ser tan digna como su persona requiere de quien la rodea.
El hecho de estar sola ahora rondando por los bosques no es algo que le haya importado. Sobretodo porque sigue intentando rastrear a los vampiros que le han quitado lo poco que disfrutaba. Dedica los días a pensar las formas horribles de tortura que aplicará sobre los débiles y mutilados cuerpos de sus víctimas, aquellos que osaron convertir su vida en un mar de sangre.
Está harta de tanta tontería de clanes élficos y altanería, vaya sarta de estupideces. Suspira profundamente.
La elfa sigue con su pie desnudo metido en el agua. Una pequeña onda choca contra su tobillo y llama su atención. Saca una flecha y tensa el arco.
- Oh, así que crees que debería haberte disparado cuando eras un tiro limpio, o más bien, cuando has sido lo suficientemente estúpido como para sacar tu peluda cabeza del agua. Pero dado que has hecho algo tan extraño e incompresible si querías mantenerte con vida, he decidido que al menos mereces una pequeña oportunidad para explicar tus actos. Al fin y al cabo, si tan solo quieres morir, podremos llegar a un pequeño acuerdo...
- No, no quiero disimular mi olor con sangre humana, vine aquí a deshacerme de esta asquerosidad cuando me he encontrado con esta hermosa elfa y... - Mierda, ¿había dicho eso en voz alta? La elfa mira a la pelirroja con esperanzas de que no la haya escuchado - Ejeem... Por dónde iba, ah, sí, no quiero tus peces, deberías dejar de matar a nuestros amigos. Gracias.
La elfa da un pequeño salto hacia atrás y se vuelve a quedar a distancia prudencial del recién llegado. No parece que tenga intenciones violentas, tan solo parece algo perdido y curioso. Pero de todas formas tensa el arco de nuevo. Nunca se sabe qué pueden estar pensando estos lobos...
- No, no pertenezco a ningún clan, mis dos madres eran lo único que quedaba del clan. Y unos asquerosos vampiros haciendo equipo con unos asquerosos brujos mataron a mi familia. Así que no, no pertenezco a ningún clan, debe disculparme vuesa merced el hecho de no ser tan digna como su persona requiere de quien la rodea.
El hecho de estar sola ahora rondando por los bosques no es algo que le haya importado. Sobretodo porque sigue intentando rastrear a los vampiros que le han quitado lo poco que disfrutaba. Dedica los días a pensar las formas horribles de tortura que aplicará sobre los débiles y mutilados cuerpos de sus víctimas, aquellos que osaron convertir su vida en un mar de sangre.
Está harta de tanta tontería de clanes élficos y altanería, vaya sarta de estupideces. Suspira profundamente.
La elfa sigue con su pie desnudo metido en el agua. Una pequeña onda choca contra su tobillo y llama su atención. Saca una flecha y tensa el arco.
- Oh, así que crees que debería haberte disparado cuando eras un tiro limpio, o más bien, cuando has sido lo suficientemente estúpido como para sacar tu peluda cabeza del agua. Pero dado que has hecho algo tan extraño e incompresible si querías mantenerte con vida, he decidido que al menos mereces una pequeña oportunidad para explicar tus actos. Al fin y al cabo, si tan solo quieres morir, podremos llegar a un pequeño acuerdo...
- No, no quiero disimular mi olor con sangre humana, vine aquí a deshacerme de esta asquerosidad cuando me he encontrado con esta hermosa elfa y... - Mierda, ¿había dicho eso en voz alta? La elfa mira a la pelirroja con esperanzas de que no la haya escuchado - Ejeem... Por dónde iba, ah, sí, no quiero tus peces, deberías dejar de matar a nuestros amigos. Gracias.
La elfa da un pequeño salto hacia atrás y se vuelve a quedar a distancia prudencial del recién llegado. No parece que tenga intenciones violentas, tan solo parece algo perdido y curioso. Pero de todas formas tensa el arco de nuevo. Nunca se sabe qué pueden estar pensando estos lobos...
Irinnil Fawkes
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Re: El corazón del bosque [Interpretativo][Libre - 4/4] [CERRADO]
Dioses, bosques y clanes…´´ ¿De qué narices están hablando estos? `` A pesar de que parecían de la misma especie de orejas puntiagudas no se les veía muy amistosos entre ellos. Me maldije al recordar que había tomado la decisión de dejar mi arma atrás. No parecían muy amenazadores (´´Quizás si la chica sangrante con su impertinente arco``) pero siendo varios contra uno no tenía las mías para ganar. Y tampoco me iban a dejar escapar de allí fácilmente por lo que dejaban mostrar en sus tonos y forma de hablar.
A pesar de retroceder, la chica seguía apuntándome con el arco ¿Y yo? Solo tenía el maldito pescado para defenderme. Fui pasando mi mirada por cada uno de los presentes, intentando en que se encontrasen nuestros ojos. No iba a aparentar debilidad. La situación era tensa y entendía que si salía de allí no sería por las buenas. Pero me llevaría algunas de esas orejas puntiagudas por delante.
Apunté con el pez muerto a la cara de la pelirroja. No me gustaba la forma que tenía de dirigirse a mí y parecía esconder intenciones que, sospechaba, no eran buenas. Demasiado como Amo. Demasiado altanera pensando que todo lo que se encontraba alrededor le pertenecía. Aunque tenía que reconocer que su mirada era demasiado intensa y difícil de mantener.
- Mira chica diablo. No sé quiénes sois y qué os trae por aquí pero no he visto carteles de que esto te pertenezca – me puse a olisquear en su dirección y esbocé una sonrisa – Por mucho que te escondas detrás de los demás sigues oliendo a culo de ricachona. Quizás quieres el lago para ti sola y hacer desaparecer esa peste– comencé a reírme como si fuese la broma más graciosa del mundo. Me senté en el suelo junto a la orilla con las piernas cruzadas. Quería seguir manteniendo mi forma de lobo y dar a entender que no lo tendrían fácil conmigo pero no quería dar el primer paso en una pelea que iba a perder. Todavía con la mirada fija en ella, le espeté - Me da igual cómo me llaméis porque no entiendo nada. Como si queréis meteros con mis putos muertos. No voy a darte una excusa para que intentes matarme y vayas por ahí llorando y diciendo que un maldito lobo te atacó. No señora. Me quedaré aquí a comer y observar ¿No matarías a un muerto de hambre no?
Sonreí picarón mientras aparentaba poner pena en mis ojos. Seguidamente le pegué un bocado al pescado que, con un crujido y un sonido viscoso, se deshizo en mi boca dejando caer raspas, carne y algún que otro fluido. Mastiqué rápidamente. Era mejor cocinarlo a fuego pero, visto lo visto y con el hambre que tenía, no podría ser de otra forma. Mientras tragaba eché una mirada a mi pantalón. En el muslo derecho comenzaba a formarse una mancha de sangre debido a la herida que los cazadores me habían infringido. Hoy no era mi día de suerte (´´ Mi terquedad va a acabar matándome algún día de estos``).
Pegué una segunda mordida y señalé con lo que quedaba de pescado a la chica del arco.
- Al final la que tiene más agallas es la más coherente. Que sí, apesta a humano y es amiga de los peces pero es la única que deja mostrar sus intenciones – Miré al rubio con desdén – Déjate de pacifismos chico…Eres el primero que quiere saltar sobre mí por muchos amaneceres que haya y diosas que nos estén viendo. Aunque con tus manos vacías dudo que vayas a llegar muy lejos.
Solté un bufido amenazador para marcar territorio. No tenía ni idea de qué estaba pasado en este lugar pero era gracioso ver sus reacciones. Me sentía como una mascota de circo y no era la primera vez que me pasaba eso. Ya en las peleas me solían mirar como un monstruo al que temer y se envalentonaban detrás de las rejas de la jaula con la sensación de estar libre de mi instinto animal. Se creían superiores a mí por el hecho de estar al otro lado. Y en este caso ocurría prácticamente igual y odiaba esa sensación ¿Creerse mejor que el otro? Asqueroso.
Me dirigí a la arquera con sorna, harto ya de que me apuntara con la maldita flecha. De vez en cuando soltaba algún gruñido entre mis palabras para dejar clara mi postura.
- Hay otras maneras más agradables de morir que ensartado por una flecha, amante de los peces. Además, si sigues así se te va a quedar engarrotado el brazo de tanto estirar la cuerda. Y no queremos que algo tan delicado como tú se canse ¿verdad? –reí por lo bajo y terminé de comerme el pescado. El resto lo arrojé hacia un lado cayendo cerca de la pelirroja altanera –Ya que tanto os interesa y preguntáis. Soy Mia y tenía hambre. Si decís que el lago es vuestro aquí tenéis lo que os pertenece. Gracias por la grata bienvenida que me habéis dado. Se nota lo bien que tratáis a los licántropos por esta zona. Pero tranquilos. Estoy hablando demasiado y ya sabéis el dicho: perro ladrador...poco mordedor ¿No? -mi sonrisa pícara y amenazante iba directamente a ella. Mantener su mirada era duro y difícil pero no la dejaría ganar ese pequeño duelo que le estaba provocando.
Alcé la cabeza hacia el cielo y aullé con todas mis fuerzas. Seguramente el aullido se escucharía en cualquier rincón del bosque e iba sin intención alguna. Pero los allí presentes no entenderían nada de lo que dijese y a saber qué pensarían que significaba.
A pesar de retroceder, la chica seguía apuntándome con el arco ¿Y yo? Solo tenía el maldito pescado para defenderme. Fui pasando mi mirada por cada uno de los presentes, intentando en que se encontrasen nuestros ojos. No iba a aparentar debilidad. La situación era tensa y entendía que si salía de allí no sería por las buenas. Pero me llevaría algunas de esas orejas puntiagudas por delante.
Apunté con el pez muerto a la cara de la pelirroja. No me gustaba la forma que tenía de dirigirse a mí y parecía esconder intenciones que, sospechaba, no eran buenas. Demasiado como Amo. Demasiado altanera pensando que todo lo que se encontraba alrededor le pertenecía. Aunque tenía que reconocer que su mirada era demasiado intensa y difícil de mantener.
- Mira chica diablo. No sé quiénes sois y qué os trae por aquí pero no he visto carteles de que esto te pertenezca – me puse a olisquear en su dirección y esbocé una sonrisa – Por mucho que te escondas detrás de los demás sigues oliendo a culo de ricachona. Quizás quieres el lago para ti sola y hacer desaparecer esa peste– comencé a reírme como si fuese la broma más graciosa del mundo. Me senté en el suelo junto a la orilla con las piernas cruzadas. Quería seguir manteniendo mi forma de lobo y dar a entender que no lo tendrían fácil conmigo pero no quería dar el primer paso en una pelea que iba a perder. Todavía con la mirada fija en ella, le espeté - Me da igual cómo me llaméis porque no entiendo nada. Como si queréis meteros con mis putos muertos. No voy a darte una excusa para que intentes matarme y vayas por ahí llorando y diciendo que un maldito lobo te atacó. No señora. Me quedaré aquí a comer y observar ¿No matarías a un muerto de hambre no?
Sonreí picarón mientras aparentaba poner pena en mis ojos. Seguidamente le pegué un bocado al pescado que, con un crujido y un sonido viscoso, se deshizo en mi boca dejando caer raspas, carne y algún que otro fluido. Mastiqué rápidamente. Era mejor cocinarlo a fuego pero, visto lo visto y con el hambre que tenía, no podría ser de otra forma. Mientras tragaba eché una mirada a mi pantalón. En el muslo derecho comenzaba a formarse una mancha de sangre debido a la herida que los cazadores me habían infringido. Hoy no era mi día de suerte (´´ Mi terquedad va a acabar matándome algún día de estos``).
Pegué una segunda mordida y señalé con lo que quedaba de pescado a la chica del arco.
- Al final la que tiene más agallas es la más coherente. Que sí, apesta a humano y es amiga de los peces pero es la única que deja mostrar sus intenciones – Miré al rubio con desdén – Déjate de pacifismos chico…Eres el primero que quiere saltar sobre mí por muchos amaneceres que haya y diosas que nos estén viendo. Aunque con tus manos vacías dudo que vayas a llegar muy lejos.
Solté un bufido amenazador para marcar territorio. No tenía ni idea de qué estaba pasado en este lugar pero era gracioso ver sus reacciones. Me sentía como una mascota de circo y no era la primera vez que me pasaba eso. Ya en las peleas me solían mirar como un monstruo al que temer y se envalentonaban detrás de las rejas de la jaula con la sensación de estar libre de mi instinto animal. Se creían superiores a mí por el hecho de estar al otro lado. Y en este caso ocurría prácticamente igual y odiaba esa sensación ¿Creerse mejor que el otro? Asqueroso.
Me dirigí a la arquera con sorna, harto ya de que me apuntara con la maldita flecha. De vez en cuando soltaba algún gruñido entre mis palabras para dejar clara mi postura.
- Hay otras maneras más agradables de morir que ensartado por una flecha, amante de los peces. Además, si sigues así se te va a quedar engarrotado el brazo de tanto estirar la cuerda. Y no queremos que algo tan delicado como tú se canse ¿verdad? –reí por lo bajo y terminé de comerme el pescado. El resto lo arrojé hacia un lado cayendo cerca de la pelirroja altanera –Ya que tanto os interesa y preguntáis. Soy Mia y tenía hambre. Si decís que el lago es vuestro aquí tenéis lo que os pertenece. Gracias por la grata bienvenida que me habéis dado. Se nota lo bien que tratáis a los licántropos por esta zona. Pero tranquilos. Estoy hablando demasiado y ya sabéis el dicho: perro ladrador...poco mordedor ¿No? -mi sonrisa pícara y amenazante iba directamente a ella. Mantener su mirada era duro y difícil pero no la dejaría ganar ese pequeño duelo que le estaba provocando.
Alcé la cabeza hacia el cielo y aullé con todas mis fuerzas. Seguramente el aullido se escucharía en cualquier rincón del bosque e iba sin intención alguna. Pero los allí presentes no entenderían nada de lo que dijese y a saber qué pensarían que significaba.
Mia Lïber
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Re: El corazón del bosque [Interpretativo][Libre - 4/4] [CERRADO]
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Reivy Abadder
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