[Evento] El golpe [Batalla por Terpoli]
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[Evento] El golpe [Batalla por Terpoli]
EVENTO: EL GOLPE
Terpoli, un pequeño pueblo, insignificante hasta para los mapas, de pronto concentra la atención de todo Aerandir. Un grupo de nigromantes lo ha tomado por la fuerza y ahora amenaza con llevar a cabo horribles rituales con los habitantes. Sus calles están repletas de muertos vivientes, volviendo realidad las peores pesadillas.
Una expedición ha salido desde Lunargenta, al mando de Lord Treki el Rubio. Un elfo a cargo de la guardia de la ciudad. En sus filas se cuentan muchos aventureros apenas reclutados hace unos días atrás para esta misión, sedientos de gloria. Uno de ellos eres tú.
Habéis realizado una marcha desde la ciudad, establecido un asedio y descansado una jornada, pero ya no podéis esperar más, los habitantes están en peligro y sólo vosotros estáis en condiciones de salvarles.
¿Cumplirás con tu parte en esta misión?
Ya está, las murallas han caído, el ejército se ha hecho paso a través de las huestes enemigas y habéis llegado hasta donde los nigromantes tienen su base, el edificio del gobierno local del pueblo. No ha sido tarea fácil, pero allí estáis finalmente.
Un valiente estudioso de los arcanos ha logrado desactivar una barrera que se interponía entre vosotros y los nigromantes, haciéndola desaparecer. Ya no hay nada que os detenga.
Deberéis entrar en el recinto y enfrentar a los malvados, pero cuidado, ellos no harán las cosas fáciles. Son poderosos brujos oscuros, capaces de levantar a los muertos, causar daño grave a los tejidos con sólo tocarlos, canalizar ataques de energía oscura y diseminar nocivas influencias putrefactas.
Pero mientras vivan la pelea no cesará, deben caer y es vuestra misión no mostrar clemencia, acabar con el problema de raíz o todo se sumirá en el caos.
Una expedición ha salido desde Lunargenta, al mando de Lord Treki el Rubio. Un elfo a cargo de la guardia de la ciudad. En sus filas se cuentan muchos aventureros apenas reclutados hace unos días atrás para esta misión, sedientos de gloria. Uno de ellos eres tú.
Habéis realizado una marcha desde la ciudad, establecido un asedio y descansado una jornada, pero ya no podéis esperar más, los habitantes están en peligro y sólo vosotros estáis en condiciones de salvarles.
¿Cumplirás con tu parte en esta misión?
Ya está, las murallas han caído, el ejército se ha hecho paso a través de las huestes enemigas y habéis llegado hasta donde los nigromantes tienen su base, el edificio del gobierno local del pueblo. No ha sido tarea fácil, pero allí estáis finalmente.
Un valiente estudioso de los arcanos ha logrado desactivar una barrera que se interponía entre vosotros y los nigromantes, haciéndola desaparecer. Ya no hay nada que os detenga.
Deberéis entrar en el recinto y enfrentar a los malvados, pero cuidado, ellos no harán las cosas fáciles. Son poderosos brujos oscuros, capaces de levantar a los muertos, causar daño grave a los tejidos con sólo tocarlos, canalizar ataques de energía oscura y diseminar nocivas influencias putrefactas.
Pero mientras vivan la pelea no cesará, deben caer y es vuestra misión no mostrar clemencia, acabar con el problema de raíz o todo se sumirá en el caos.
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Instrucciones:
- Los personajes que participen deben ser enfocados al combate, de preferencia capaces de enfrentarse a la magia de algún modo.
- El evento puede realizarse de variadas maneras, pero al final es importante pelear con el mayor número de muertos vivientes posible.
- Los hechos ocurrirán entre las 17:30 y las 19 horas (5:30pm - 7pm), aproximadamente.
- El primer post debe contener el comienzo de la ejecución de la labor, cómo se llega y qué es lo primero que se hace. A continuación el master posteará agregando una dificultad y finalmente se terminará con un post donde se resuelve la dificultad y se termina el evento.
- Podéis controlar algunos soldados genéricos PNJ.
- Se aceptan entre 2 y 3 personajes (se esperará hasta una semana luego de que se inscriba el primero para el posible ingreso de otros, luego de eso, si no hay nadie más, se comenzará con uno solo).
- Las instrucciones generales de esta mega evento, así como la trama, se encuentran en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
- Para unirte, debes primero postear tu reclutamiento en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
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Re: [Evento] El golpe [Batalla por Terpoli]
Nunca entendí qué era lo que le apasionaba tanto a esos débiles humanos acerca de la guerra. Solo de mirar a sus cachorros tropezarse con sus propias patas era irrisorio. Debían de dejarle eso a los más fuertes, como los licántropos… pero bueno, después de todo ellos eran los que dominaban esa zona y era terriblemente normal que se preocuparan por defender sus murallas. Las mujeres se desmayaban al paso de las tropas. Yo iba sola en medio de la caravana, al principio me había tocado un lateral, pero luego de que varias jóvenes apasionadas me confundieran con un hombre y quisieran de alguna forma abusar de mí, terminé de un modo que aún no comprendo en medio de todo aquello. “Muertos vivientes” repetía en mi mente. Era absurdo, incluso si tomabas las palabras por su significado verdadero. Los muertos pertenecen a sus tumbas, lo había comprobado cuando había estado loca, en los tiempos en que Sydara me salvó, pero los… ¿Terpolienses? no podían estar sumergidos en una locura colectiva ¿o sí?
* * *
¿De verdad? Mascullé mientras rumiaba un pedazo de pan sentada sobre una promontoria piedra bajo un árbol seco. Nos encontrábamos descansando del viaje desde la ciudad amurallada hasta este pueblo perdido incluso de la mano de los dioses esos a los que los humanos les gusta venerar. Hasta el momento no había hecho alusión a mi naturaleza lupina, solamente me había plantado allí con mis armas y con la cáscara dura de las resacas y los pleitos que había tenido en los últimos tiempos, dando una apariencia un poco menos que salvaje, aunque como en toda cruzada siempre hay un grupito con el que te sientes más cómodo. Allí estaba yo, entre unas cuatro o cinco personas alrededor de un fuego casi extinto intercambiando relatos de guerra. Habría un brujo que se las daba de muy muy y que le caía bastante gacho el elfo comandante ese que marchaba a la cabeza. A mi la verdad todo me daba igual.
Bueno, exactamente todo no. Porque hubiera jurado que había olfateado una esencia conocida, por lo que iba bastante cuidadosa de ver quiénes me rodeaban. Luchar contra tipos muertos era una cosa –que no conocía- pero luchar contra tipos que pueden o no aparecer por tu espalda para clavarte un puñal es otra totalmente distinta. ¿Le has visto? Es enooorme comentó un tipo regordete en voz lo suficientemente audible como para que le escuchara desde mi poción siendo que él estaba en otro de los “círculos”. Me giré para ver de lo que hablaban y vaya que tenía razón. No muy lejos estaba un hombre bestia sumamente grande que parecía no estar muy a gusto o algo torpe. Realmente todo eso no me importaba, de no ser porque ese que había dicho el comentario se codeaba con uno que me había querido meter mano. Es grande ¿y qué? espeté para que todos me oyeran, parándome y sacando pecho para medir alturas.
* * *
Las trompetas de guerra llamaron a filas y pronto nos vimos envueltos en caos, sangre y el vibrar de los aceros chocándose. En mi vida había estado en enfrentamientos, guerras de clanes y peleas de todo tipo, pero nada similar a eso. La sangre teñía el aire que respiraba haciendo que cada parte de mi piel se tentase, que mi boca se hiciera agua esperando el momento de pelear. Los alaridos de dolor no tardaron en emerger sublimes hasta los oídos de los que éramos más viejos en el arte de la guerra. Hasta ese día y desde que me había lesionado el brazo no había tenido el coraje para meterme en una pelea, para transformarme, para levantar mis armas… pero esto era más grande, más poderoso, lo sentía en cada poro de mi piel y vaya que le iba a sacar provecho. Si en algún momento había tocado fondo ahora debía pisar cabezas para volver a resurgir y lo haría literalmente.
El tal lord Terki… Treki… el elfo, nos llamó al frente y así abrimos lucha contra nuestros enemigos. No éramos un ejército ordenado, no había habido tiempo para ello, mercenarios, caballeros errantes, algunos guardias, campesinos armados, pero nuestros enemigos estaban peor. Sí. Realmente estábamos frente a hombres revividos. Muertos que caminaban, de esos que salen de los osarios en las más terribles pesadillas. Bienvenidos a mis noches camaradas le dije al viento mientras desenfundaba mis hachas y comenzaba a cortar extremidades y cabezas a diestra y siniestra, dejando los restos para los que venían detrás. La diferencia entre amigos y enemigos era notable, por lo que no había que pensarlo mucho. Los muertos tenían apariencias deplorables más allá de que estuviesen… bueno, algo muertitos. Su carne pútrida emanaba flatulencias con pocos comparativos, el color de su piel que variaba desde rosa enfermo, pasando por violeta-golpe, el verde moco y el negro gangrenoso…
Los malditos eran muchos, eran fuertes, eran inexpresivos. Luchar contra ellos no tenía gracia a no ser que compitieras con alguien. La bestia grande no parecía del tipo competitivo, había buscado mantenerme cerca de ella lo máximo posible por bueno… evidentemente aquél tamaño y así encontré a alguien que quizás sí me echara una mano Te he visto asesino grité llamando la atención de Johannes mientras le arrancaba de cuajo la cabeza a una mujer en sus veintes, al parecer una campesina. ¿Cuántos llevas? Apuesto a que te ganaré dije casi con júbilo mientras esquivaba una daga extremadamente afilada para pertenecer a un fallecido. No debí haber perdido el tiempo ni la concentración, una pica quería atravesarme y pronto me vi rodeada por un pequeño grupo. …Y yo que pensaba que ellos no pensaban. Los de mis pesadillas eran mejores espeté, sacudiéndome para finalmente dejar salir a mi loba interior.
La transformación fue rápida, casi acotada en el espacio para evadir las peligrosas armas de mis adversarios. Eran tres, uno con pica, otro con daga y el último con un estoque. Gruñí con mi hocico lleno de babas, pero eso era como patear una pared. Solamente te gastabas a ti misma. Con el cabo del hacha larga repelí al tipo de la daga, sus ojos clavados siempre en un punto cercano a mi corazón, le empujé y cayó tontamente al suelo, pero sin más comenzó a levantarse lentamente. Me sacudí reprimiendo un temblor, gambetee para no ser alcanzada por el estoque que llegó a abrirme un leve tajo en el antebrazo izquierdo y finalmente choqué armas con el de la pica. Eché un ojo al que se levantaba. Bien. Estaba lejos aún.
Mientras forcejeaba con mi enemigo más próximo, el de la daga –que a juzgar por sus ropajes había sido un méndigo o un campesino muy pobre- se me acercó y pude quitarle su arma en una pequeña distracción del más cercano y luego le mordí y le arranqué la mano desde la muñeca, pero el muy desgraciado ni se inmutó. Es más, parecía que intentaba devolverme la mordida.
Por su parte, el líder estaba reagrupando nuestro escuadrón a unos veinte metros delante de nosotros para entrar donde los mismos nigromantes. Estaban cercados y comenzaban a salir como ratas, enviando lo que quise creer eran los últimos de sus refuerzos. No pude continuar mirando. Sabía que debía estar dentro de los que entrarían para darle muerte a los brujos oscuros, pero por el momento no podía deshacerme de esas tres estúpidas bestias.
Le di un cabezazo al de la pica que lo envió de bruces al suelo, obviamente le había dolido más a mi peluda cabeza que a la de él, pero no me importaba. Con el revés del hacha le di con todo mi poder al que le faltaba la mano sobre su cabeza, haciéndole tambalear y al parecer desarticulándolo ya que cayó como peso muerto. “Bien, solo quedan dos”
* * *
¿De verdad? Mascullé mientras rumiaba un pedazo de pan sentada sobre una promontoria piedra bajo un árbol seco. Nos encontrábamos descansando del viaje desde la ciudad amurallada hasta este pueblo perdido incluso de la mano de los dioses esos a los que los humanos les gusta venerar. Hasta el momento no había hecho alusión a mi naturaleza lupina, solamente me había plantado allí con mis armas y con la cáscara dura de las resacas y los pleitos que había tenido en los últimos tiempos, dando una apariencia un poco menos que salvaje, aunque como en toda cruzada siempre hay un grupito con el que te sientes más cómodo. Allí estaba yo, entre unas cuatro o cinco personas alrededor de un fuego casi extinto intercambiando relatos de guerra. Habría un brujo que se las daba de muy muy y que le caía bastante gacho el elfo comandante ese que marchaba a la cabeza. A mi la verdad todo me daba igual.
Bueno, exactamente todo no. Porque hubiera jurado que había olfateado una esencia conocida, por lo que iba bastante cuidadosa de ver quiénes me rodeaban. Luchar contra tipos muertos era una cosa –que no conocía- pero luchar contra tipos que pueden o no aparecer por tu espalda para clavarte un puñal es otra totalmente distinta. ¿Le has visto? Es enooorme comentó un tipo regordete en voz lo suficientemente audible como para que le escuchara desde mi poción siendo que él estaba en otro de los “círculos”. Me giré para ver de lo que hablaban y vaya que tenía razón. No muy lejos estaba un hombre bestia sumamente grande que parecía no estar muy a gusto o algo torpe. Realmente todo eso no me importaba, de no ser porque ese que había dicho el comentario se codeaba con uno que me había querido meter mano. Es grande ¿y qué? espeté para que todos me oyeran, parándome y sacando pecho para medir alturas.
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Las trompetas de guerra llamaron a filas y pronto nos vimos envueltos en caos, sangre y el vibrar de los aceros chocándose. En mi vida había estado en enfrentamientos, guerras de clanes y peleas de todo tipo, pero nada similar a eso. La sangre teñía el aire que respiraba haciendo que cada parte de mi piel se tentase, que mi boca se hiciera agua esperando el momento de pelear. Los alaridos de dolor no tardaron en emerger sublimes hasta los oídos de los que éramos más viejos en el arte de la guerra. Hasta ese día y desde que me había lesionado el brazo no había tenido el coraje para meterme en una pelea, para transformarme, para levantar mis armas… pero esto era más grande, más poderoso, lo sentía en cada poro de mi piel y vaya que le iba a sacar provecho. Si en algún momento había tocado fondo ahora debía pisar cabezas para volver a resurgir y lo haría literalmente.
El tal lord Terki… Treki… el elfo, nos llamó al frente y así abrimos lucha contra nuestros enemigos. No éramos un ejército ordenado, no había habido tiempo para ello, mercenarios, caballeros errantes, algunos guardias, campesinos armados, pero nuestros enemigos estaban peor. Sí. Realmente estábamos frente a hombres revividos. Muertos que caminaban, de esos que salen de los osarios en las más terribles pesadillas. Bienvenidos a mis noches camaradas le dije al viento mientras desenfundaba mis hachas y comenzaba a cortar extremidades y cabezas a diestra y siniestra, dejando los restos para los que venían detrás. La diferencia entre amigos y enemigos era notable, por lo que no había que pensarlo mucho. Los muertos tenían apariencias deplorables más allá de que estuviesen… bueno, algo muertitos. Su carne pútrida emanaba flatulencias con pocos comparativos, el color de su piel que variaba desde rosa enfermo, pasando por violeta-golpe, el verde moco y el negro gangrenoso…
Los malditos eran muchos, eran fuertes, eran inexpresivos. Luchar contra ellos no tenía gracia a no ser que compitieras con alguien. La bestia grande no parecía del tipo competitivo, había buscado mantenerme cerca de ella lo máximo posible por bueno… evidentemente aquél tamaño y así encontré a alguien que quizás sí me echara una mano Te he visto asesino grité llamando la atención de Johannes mientras le arrancaba de cuajo la cabeza a una mujer en sus veintes, al parecer una campesina. ¿Cuántos llevas? Apuesto a que te ganaré dije casi con júbilo mientras esquivaba una daga extremadamente afilada para pertenecer a un fallecido. No debí haber perdido el tiempo ni la concentración, una pica quería atravesarme y pronto me vi rodeada por un pequeño grupo. …Y yo que pensaba que ellos no pensaban. Los de mis pesadillas eran mejores espeté, sacudiéndome para finalmente dejar salir a mi loba interior.
La transformación fue rápida, casi acotada en el espacio para evadir las peligrosas armas de mis adversarios. Eran tres, uno con pica, otro con daga y el último con un estoque. Gruñí con mi hocico lleno de babas, pero eso era como patear una pared. Solamente te gastabas a ti misma. Con el cabo del hacha larga repelí al tipo de la daga, sus ojos clavados siempre en un punto cercano a mi corazón, le empujé y cayó tontamente al suelo, pero sin más comenzó a levantarse lentamente. Me sacudí reprimiendo un temblor, gambetee para no ser alcanzada por el estoque que llegó a abrirme un leve tajo en el antebrazo izquierdo y finalmente choqué armas con el de la pica. Eché un ojo al que se levantaba. Bien. Estaba lejos aún.
Mientras forcejeaba con mi enemigo más próximo, el de la daga –que a juzgar por sus ropajes había sido un méndigo o un campesino muy pobre- se me acercó y pude quitarle su arma en una pequeña distracción del más cercano y luego le mordí y le arranqué la mano desde la muñeca, pero el muy desgraciado ni se inmutó. Es más, parecía que intentaba devolverme la mordida.
Por su parte, el líder estaba reagrupando nuestro escuadrón a unos veinte metros delante de nosotros para entrar donde los mismos nigromantes. Estaban cercados y comenzaban a salir como ratas, enviando lo que quise creer eran los últimos de sus refuerzos. No pude continuar mirando. Sabía que debía estar dentro de los que entrarían para darle muerte a los brujos oscuros, pero por el momento no podía deshacerme de esas tres estúpidas bestias.
Le di un cabezazo al de la pica que lo envió de bruces al suelo, obviamente le había dolido más a mi peluda cabeza que a la de él, pero no me importaba. Con el revés del hacha le di con todo mi poder al que le faltaba la mano sobre su cabeza, haciéndole tambalear y al parecer desarticulándolo ya que cayó como peso muerto. “Bien, solo quedan dos”
Woodpecker
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Re: [Evento] El golpe [Batalla por Terpoli]
La marcha desde la ciudad no había sido particularmente penosa. La mujer bestia estaba acostumbrada a caminar durante jornadas enteras. La mayoría de los reclutas avanzaron sin proferir queja alguna, los ánimos seguían estando bastante altos. Algunos incluso cantaban, otros se jactaban de futuras hazañas. Había unos pocos con aire sombrío, quizás los más conscientes de la realidad de la situación. Casi todo el mundo hablaba de algo. Los soldados de la guardia parecían los más disciplinados, con diferencia.
La mujer bestia anduvo sola la mayor parte del camino. El resto de soldados la rehuían, muchos la miraban con desconfianza y otros con miedo. ¿Cómo podrían luchar al lado de una criatura semejante? Se preguntaban seguramente. No podían combatir con una amenaza semejante en sus filas, ¿quién había dejado a aquel animal salvaje suelto y sin cadena?, ¿cómo sabrían que no se volvería en contra de ellos, llegado el momento?
-¿Es tu primera vez?- Llamó la atención de la joven una voz.
Vael miró en derredor, pero no fue hasta que bajó la mirada cuando vio a un hombre ratón. Parecía joven, aunque la mujer bestia no habría sabido decir su edad.
-E-en una batalla de estas dimensiones… Sí…- Admitió ella.
-La mía también.- Respondió el roedor. Resultaba una estampa curiosa junto a la enorme mujer bestia.- Dicen que lucharemos contra cadáveres revividos… ¿crees que será verdad? Al principio pensé que se trataba solo de rumores, pero ya no estoy tan seguro. –El ratón rió nerviosamente.- Me alisté porque quiero sacar a mi familia del mugroso agujero en el que me criaron. Puede que no lo parezca, pero soy un buen guerrero. ¿Tú por qué te alistaste?-
-Por mi hermano...-
-Oh. -Respondió el ratón sin insistir.- Mi nombre es Riik, por cierto.-
Riik resultó ser un joven bastante amigable y una compañía agradable, aunque tendiera a hablar en exceso, especialmente cuando estaba nervioso. La primera jornada pasó sin graves incidencias. Salvo por el ocasional "monstruo" o "fenómeno de circo" que se dejaba escuchar a su paso. Gracias a su oído, no le resultaba difícil descubrir conversaciones en las que ella era el tema principal. Normalmente no para bien. El hombre ratón no obstante recibía la peor parte de las pullas, a él se lo decían a la cara, y no se contentaban con eso. El pequeño roedor tenía buen carácter y carecía del factor intimidatorio de Vael para protegerse. En una ocasión, un soldado le tiró la comida por encima, en otro momento, un soldado le pisó el rabo "accidentalmente". La mujer bestia decidió no perderle de vista, cuando ella estaba presente, no se atrevían a meterse con el pequeño. Así que casi sin querer, se volvieron inseparables. Resultaban una estampa curiosa, uno al lado del otro.
En el campamento conocieron a una elfa, asignada también al mismo destacamento. Islendil era su nombre. Hacía gala del buen corazón de los elfos, y había defendido a Riik y a Vael en un momento dado. Y se sentaba junto a ellos en las comidas, aunque no hablaba mucho.
Una jornada se pasaba rápido, incluso sin tener nada que hacer. Y a medida que la noche se acercaba el nerviosismo general aumentaba. La mujer bestia estaba sentada en uno de los círculos, junto a sus compañeros. Sin embargo, no tardó en escuchar una voz haciendo alusión a su altura. El hombre entrado en carnes probablemente había pensado que no le escucharía, o quizás simplemente le daba igual. Vael por su parte, ignoró el comentario. Estaba acostumbrada.
No obstante, no todo el mundo hizo la vista gorda. Una mujer se levantó, con actitud retadora y desafiante. Y plantó cara al tipo. El cual no pareció animarse a replicar.
La mujer bestia se preguntó si tendría alguna ocasión para darle las gracias.
Los nervios de los primerizos se hicieron evidentes antes de la batalla. Vael incluida. Muchos, ahora que el combate era inminente, se empezaban a dar cuenta de dónde se habían metido. No pocos se sentían indispuestos, y más de uno echó el contenido del desayuno.
La propia mujer bestia luchaba por mantener la comida en su interior. Sentía retortijones en los intestinos. Pero procuró despejar la mente mientras apretaba fuertemente el martillo con su mano diestra. Riik e Islandel estaban cerca, el pequeño se movía inquieto. La elfa parecía impasible.
-Tranquilos.- Les susurró la elfa, aunque su voz también la traicionaba a ella.
-Bueno, sea como sea, nos veremos cuando esto acabe. Solo espero que sea vivos. - Comentó Riik con un suspiro.
-Que los dioses nos protejan.- Fue lo único que acertó a decir Vael con la boca seca. No podía dejar de pensar en su familia. Esperaba que la carta, con la que les había avisado de sus intenciones de luchar, no fuera la última que escribía. Tampoco había logrado encontrar a Cedric durante la jornada anterior. Y no tenía esperanzas de poder dar con él en mitad de la batalla.
Cuando la batalla comenzó, los nervios se desvanecieron. Pero el miedo no. Los muertos no se cansan, ni se desmoralizan. En cambio, con cada nueva baja en sus filas, los nigromantes podrían aumentar en número su ejército. Por fortuna para ella, su instinto parecía evitar de momento que sucumbiera al terror y a la desesperación. Resultaba casi sencillo, dejarse llevar.
Martillo en mano, Vael machacaba cabezas de muertos a diestra y siniestra. Los primeros momentos del combate habían sido los peores, pues los cadáveres no se detenían ante las heridas. Ni si quiera aunque tuvieran las piernas destrozadas. Ella lo sabía ahora... por experiencia. La mejor forma de acabar con ellos era destrozarles el cráneo. Las tropas avanzaban despacio, haciendo crujir los huesos podridos bajo sus botas. En un momento dado, la joven acertó a pensar lo que le hubiera gustado poder llevar zapatos en aquellos instantes.
Un festival de olores putrefactos bañaba el ambiente e insultaban su capacidad olfativa. Haciendo además que aquel sentido resultara prácticamente inútil. No era una sensación agradable, pero por ahora se las arreglaba. El ratón combatía a su lado y parecía desenvolverse con cierta facilidad, una vez superado el miedo inicial. Era rápido, pequeño y preciso. La elfa tampoco estaba lejos, y se notaba que tenía experiencia en el combate. Vael reconoció también el cabello plateado de una mujer, la que había plantado cara a aquel hombre por ella la noche anterior. No obstante, no era el mejor momento para darle las gracias por eso. La mujer parecía estar cómoda en mitad de la refriega, incluso podría decirse que combatía con cierta alegría fiera.
En un momento dado la rodearon y Vael temió que estuviera en apuros, pero tras el montón de muertos que la había rodeado emergió una loba. Bueno, mujer loba. ¿Quién lo hubiera dicho? Aun así, seguía rodeada y la superaban en número. La mujer bestia tuvo la intención de acudir a su lado para apoyarla, pero para ello necesitaba primero librarse de sus propios problemas. Y sus problemas se llamaban Mandíbula Desencajada y Podrido.
Mandíbula Desencajada no resultó tan dura, pero Podrido le dio algunos problemas. La lanza le abrió una herida el hombro, circunstancia que la mujer bestia aprovechó para agarrarla y tirar de ella. Llevándose las manos de Podrido junto con la lanza. Sus antebrazos se habían separado de su cuerpo con facilidad, haciendo gala de su nombre. Luego, Vael golpeó con la lanza la cabeza del cadáver, aplastándola como una fruta madura. Ese fue el fin de Podrido. Ella se giró para buscar entre el caos a la mujer lobo, por si seguía necesitando ayuda, pero se encontró cara a cara con otro cadáver. Salvó la vida gracias a la rápida actuación de un hombre regordete. Aquel de la noche anterior, el que había mencionado sin tacto alguno su gran tamaño. Él partió en dos el cráneo de su enemigo. No obstante, su espada se atoró en su calavera, el hombre comenzó a forcejear para recuperarla.
-¡Gracias!- Gritó Vael para hacerse oír, mientras le cubría. Si algo tienen las guerras es que unen a la gente. Se dijo con sarcasmo. Entonces pudo ver de nuevo a la loba. En aquellos momentos sólo dos de los enemigos se interponían en su camino. En cuanto el hombre recuperó su espada, ella llamó su atención y señaló a la loba. Ambos se apresuraron.
Los muertos estaban centrados en la loba, así que los tomaron por sorpresa. El hombre dio un tajo a una de las piernas de uno de los muertos, haciéndole caer. Vael lo remató con su martillo.
-¡Atención! –Exclamó entonces la elfa, haciéndose oír a cierta distancia, mientras rebanaba el cuello de un no muerto. Alzó entonces una de sus espadas señalando hacia el líder del escuadrón. -¡La barrera ha caído! ¡Están agrupándose para entrar en el edificio! -
La batalla se recrudecía a medida que avanzaba. Vael había visto caer a compañeros cuyos nombres no conocía, pero que recordaba haber visto la jornada anterior. Un muchacho, que había estado coqueteando con una chica cuando marcharon en Lunargenta. La joven que había tenido el turno de repartir la cena, y le había servido aquellas gachas asquerosas. Un hombre con el que se había chocado aquella misma mañana… Y perseverantes como solo puede serlo la muerte, los cadáveres, rostros otrora llenos de vida carcomidos por la descomposición. Un niño, un niño de cuencas vacías arañaba el rostro de un soldado que gritaba, mientras sus compañeros intentaban deshacerse de él.
Uno de los muertos había trepado por la espalda de la mujer bestia, clavando sus dedos en su piel. Vael lo agarró con un brazo, dispuesta a lanzarlo, pero su cabeza podrida prácticamente se separó de su cuerpo cuando quiso quitárselo de encima, bañándola en tejidos en descomposición. Se sacudió de encima a la criatura, procurando no pensar y conteniendo las arcadas.
Cuando finalmente alcanzaron las puertas una ola de temor pareció recorrer las tropas, no sabían lo que les esperaría tras los portones. Y nadie parecía estar dispuesto a ser el primero.
Fue Riik, el pequeño ratón, el que adelantó posiciones y se coló entre las piernas de los indecisos. Fue él, el primero en entrar. Cosa que a Vael le pareció una insensatez. Pero por otra parte, había sido el empujón que faltaba para impulsar a los demás. Los soldados, llevados probablemente por el orgullo, avergonzados quizás porque un ratón pareciera más valiente que ellos, entraron tras él. La mujer bestia entró tras ellos también, buscando al roedor con la mirada. Había desarrollado cierto instinto de protección hacia el pequeño.
Cuando finalmente pisó el frío suelo de mármol sobrevino una pausa anormal. Un silencio. Un nuevo momento de vacilación. Pues encontraron vacío el salón principal. El silencio fue interrumpido por una exclamación de Vael, sobresaltada cuando una mano comenzó a arrastrarse por el suelo cerca de ella. Algunos la miraron mal, todos estaban de los nervios. La elfa se limitó a aplastar la mano descompuesta con la bota.
No parecía que fuera a ser tan fácil. De ahí el nerviosismo generalizado. ¿No tendrían los nigromantes más cadáveres a mano? ¿O habrían entrado de lleno en una trampa?
Una vez más, el ratón avanzó raudo, subiendo las escaleras. ¿Acaso se había vuelto loco? La batalla parecía haberle vuelto imprudente o quizás había perdido el juicio del todo. Pero Vael no podía dejar que se enfrentara solo a… lo que quiera que fuera que les esperaba arriba. La mujer bestia echó un vistazo de soslayo a sus compañeros y tomó una decisión, siguió al ratón escaleras arriba. Tratando de avanzar con precaución. Esperaba que los demás no tardaran en acompañarles...
La mujer bestia anduvo sola la mayor parte del camino. El resto de soldados la rehuían, muchos la miraban con desconfianza y otros con miedo. ¿Cómo podrían luchar al lado de una criatura semejante? Se preguntaban seguramente. No podían combatir con una amenaza semejante en sus filas, ¿quién había dejado a aquel animal salvaje suelto y sin cadena?, ¿cómo sabrían que no se volvería en contra de ellos, llegado el momento?
-¿Es tu primera vez?- Llamó la atención de la joven una voz.
Vael miró en derredor, pero no fue hasta que bajó la mirada cuando vio a un hombre ratón. Parecía joven, aunque la mujer bestia no habría sabido decir su edad.
-E-en una batalla de estas dimensiones… Sí…- Admitió ella.
-La mía también.- Respondió el roedor. Resultaba una estampa curiosa junto a la enorme mujer bestia.- Dicen que lucharemos contra cadáveres revividos… ¿crees que será verdad? Al principio pensé que se trataba solo de rumores, pero ya no estoy tan seguro. –El ratón rió nerviosamente.- Me alisté porque quiero sacar a mi familia del mugroso agujero en el que me criaron. Puede que no lo parezca, pero soy un buen guerrero. ¿Tú por qué te alistaste?-
-Por mi hermano...-
-Oh. -Respondió el ratón sin insistir.- Mi nombre es Riik, por cierto.-
***
Riik resultó ser un joven bastante amigable y una compañía agradable, aunque tendiera a hablar en exceso, especialmente cuando estaba nervioso. La primera jornada pasó sin graves incidencias. Salvo por el ocasional "monstruo" o "fenómeno de circo" que se dejaba escuchar a su paso. Gracias a su oído, no le resultaba difícil descubrir conversaciones en las que ella era el tema principal. Normalmente no para bien. El hombre ratón no obstante recibía la peor parte de las pullas, a él se lo decían a la cara, y no se contentaban con eso. El pequeño roedor tenía buen carácter y carecía del factor intimidatorio de Vael para protegerse. En una ocasión, un soldado le tiró la comida por encima, en otro momento, un soldado le pisó el rabo "accidentalmente". La mujer bestia decidió no perderle de vista, cuando ella estaba presente, no se atrevían a meterse con el pequeño. Así que casi sin querer, se volvieron inseparables. Resultaban una estampa curiosa, uno al lado del otro.
En el campamento conocieron a una elfa, asignada también al mismo destacamento. Islendil era su nombre. Hacía gala del buen corazón de los elfos, y había defendido a Riik y a Vael en un momento dado. Y se sentaba junto a ellos en las comidas, aunque no hablaba mucho.
Una jornada se pasaba rápido, incluso sin tener nada que hacer. Y a medida que la noche se acercaba el nerviosismo general aumentaba. La mujer bestia estaba sentada en uno de los círculos, junto a sus compañeros. Sin embargo, no tardó en escuchar una voz haciendo alusión a su altura. El hombre entrado en carnes probablemente había pensado que no le escucharía, o quizás simplemente le daba igual. Vael por su parte, ignoró el comentario. Estaba acostumbrada.
No obstante, no todo el mundo hizo la vista gorda. Una mujer se levantó, con actitud retadora y desafiante. Y plantó cara al tipo. El cual no pareció animarse a replicar.
La mujer bestia se preguntó si tendría alguna ocasión para darle las gracias.
***
Los nervios de los primerizos se hicieron evidentes antes de la batalla. Vael incluida. Muchos, ahora que el combate era inminente, se empezaban a dar cuenta de dónde se habían metido. No pocos se sentían indispuestos, y más de uno echó el contenido del desayuno.
La propia mujer bestia luchaba por mantener la comida en su interior. Sentía retortijones en los intestinos. Pero procuró despejar la mente mientras apretaba fuertemente el martillo con su mano diestra. Riik e Islandel estaban cerca, el pequeño se movía inquieto. La elfa parecía impasible.
-Tranquilos.- Les susurró la elfa, aunque su voz también la traicionaba a ella.
-Bueno, sea como sea, nos veremos cuando esto acabe. Solo espero que sea vivos. - Comentó Riik con un suspiro.
-Que los dioses nos protejan.- Fue lo único que acertó a decir Vael con la boca seca. No podía dejar de pensar en su familia. Esperaba que la carta, con la que les había avisado de sus intenciones de luchar, no fuera la última que escribía. Tampoco había logrado encontrar a Cedric durante la jornada anterior. Y no tenía esperanzas de poder dar con él en mitad de la batalla.
***
Cuando la batalla comenzó, los nervios se desvanecieron. Pero el miedo no. Los muertos no se cansan, ni se desmoralizan. En cambio, con cada nueva baja en sus filas, los nigromantes podrían aumentar en número su ejército. Por fortuna para ella, su instinto parecía evitar de momento que sucumbiera al terror y a la desesperación. Resultaba casi sencillo, dejarse llevar.
Martillo en mano, Vael machacaba cabezas de muertos a diestra y siniestra. Los primeros momentos del combate habían sido los peores, pues los cadáveres no se detenían ante las heridas. Ni si quiera aunque tuvieran las piernas destrozadas. Ella lo sabía ahora... por experiencia. La mejor forma de acabar con ellos era destrozarles el cráneo. Las tropas avanzaban despacio, haciendo crujir los huesos podridos bajo sus botas. En un momento dado, la joven acertó a pensar lo que le hubiera gustado poder llevar zapatos en aquellos instantes.
Un festival de olores putrefactos bañaba el ambiente e insultaban su capacidad olfativa. Haciendo además que aquel sentido resultara prácticamente inútil. No era una sensación agradable, pero por ahora se las arreglaba. El ratón combatía a su lado y parecía desenvolverse con cierta facilidad, una vez superado el miedo inicial. Era rápido, pequeño y preciso. La elfa tampoco estaba lejos, y se notaba que tenía experiencia en el combate. Vael reconoció también el cabello plateado de una mujer, la que había plantado cara a aquel hombre por ella la noche anterior. No obstante, no era el mejor momento para darle las gracias por eso. La mujer parecía estar cómoda en mitad de la refriega, incluso podría decirse que combatía con cierta alegría fiera.
En un momento dado la rodearon y Vael temió que estuviera en apuros, pero tras el montón de muertos que la había rodeado emergió una loba. Bueno, mujer loba. ¿Quién lo hubiera dicho? Aun así, seguía rodeada y la superaban en número. La mujer bestia tuvo la intención de acudir a su lado para apoyarla, pero para ello necesitaba primero librarse de sus propios problemas. Y sus problemas se llamaban Mandíbula Desencajada y Podrido.
Mandíbula Desencajada no resultó tan dura, pero Podrido le dio algunos problemas. La lanza le abrió una herida el hombro, circunstancia que la mujer bestia aprovechó para agarrarla y tirar de ella. Llevándose las manos de Podrido junto con la lanza. Sus antebrazos se habían separado de su cuerpo con facilidad, haciendo gala de su nombre. Luego, Vael golpeó con la lanza la cabeza del cadáver, aplastándola como una fruta madura. Ese fue el fin de Podrido. Ella se giró para buscar entre el caos a la mujer lobo, por si seguía necesitando ayuda, pero se encontró cara a cara con otro cadáver. Salvó la vida gracias a la rápida actuación de un hombre regordete. Aquel de la noche anterior, el que había mencionado sin tacto alguno su gran tamaño. Él partió en dos el cráneo de su enemigo. No obstante, su espada se atoró en su calavera, el hombre comenzó a forcejear para recuperarla.
-¡Gracias!- Gritó Vael para hacerse oír, mientras le cubría. Si algo tienen las guerras es que unen a la gente. Se dijo con sarcasmo. Entonces pudo ver de nuevo a la loba. En aquellos momentos sólo dos de los enemigos se interponían en su camino. En cuanto el hombre recuperó su espada, ella llamó su atención y señaló a la loba. Ambos se apresuraron.
Los muertos estaban centrados en la loba, así que los tomaron por sorpresa. El hombre dio un tajo a una de las piernas de uno de los muertos, haciéndole caer. Vael lo remató con su martillo.
-¡Atención! –Exclamó entonces la elfa, haciéndose oír a cierta distancia, mientras rebanaba el cuello de un no muerto. Alzó entonces una de sus espadas señalando hacia el líder del escuadrón. -¡La barrera ha caído! ¡Están agrupándose para entrar en el edificio! -
La batalla se recrudecía a medida que avanzaba. Vael había visto caer a compañeros cuyos nombres no conocía, pero que recordaba haber visto la jornada anterior. Un muchacho, que había estado coqueteando con una chica cuando marcharon en Lunargenta. La joven que había tenido el turno de repartir la cena, y le había servido aquellas gachas asquerosas. Un hombre con el que se había chocado aquella misma mañana… Y perseverantes como solo puede serlo la muerte, los cadáveres, rostros otrora llenos de vida carcomidos por la descomposición. Un niño, un niño de cuencas vacías arañaba el rostro de un soldado que gritaba, mientras sus compañeros intentaban deshacerse de él.
Uno de los muertos había trepado por la espalda de la mujer bestia, clavando sus dedos en su piel. Vael lo agarró con un brazo, dispuesta a lanzarlo, pero su cabeza podrida prácticamente se separó de su cuerpo cuando quiso quitárselo de encima, bañándola en tejidos en descomposición. Se sacudió de encima a la criatura, procurando no pensar y conteniendo las arcadas.
Cuando finalmente alcanzaron las puertas una ola de temor pareció recorrer las tropas, no sabían lo que les esperaría tras los portones. Y nadie parecía estar dispuesto a ser el primero.
Fue Riik, el pequeño ratón, el que adelantó posiciones y se coló entre las piernas de los indecisos. Fue él, el primero en entrar. Cosa que a Vael le pareció una insensatez. Pero por otra parte, había sido el empujón que faltaba para impulsar a los demás. Los soldados, llevados probablemente por el orgullo, avergonzados quizás porque un ratón pareciera más valiente que ellos, entraron tras él. La mujer bestia entró tras ellos también, buscando al roedor con la mirada. Había desarrollado cierto instinto de protección hacia el pequeño.
Cuando finalmente pisó el frío suelo de mármol sobrevino una pausa anormal. Un silencio. Un nuevo momento de vacilación. Pues encontraron vacío el salón principal. El silencio fue interrumpido por una exclamación de Vael, sobresaltada cuando una mano comenzó a arrastrarse por el suelo cerca de ella. Algunos la miraron mal, todos estaban de los nervios. La elfa se limitó a aplastar la mano descompuesta con la bota.
No parecía que fuera a ser tan fácil. De ahí el nerviosismo generalizado. ¿No tendrían los nigromantes más cadáveres a mano? ¿O habrían entrado de lleno en una trampa?
Una vez más, el ratón avanzó raudo, subiendo las escaleras. ¿Acaso se había vuelto loco? La batalla parecía haberle vuelto imprudente o quizás había perdido el juicio del todo. Pero Vael no podía dejar que se enfrentara solo a… lo que quiera que fuera que les esperaba arriba. La mujer bestia echó un vistazo de soslayo a sus compañeros y tomó una decisión, siguió al ratón escaleras arriba. Tratando de avanzar con precaución. Esperaba que los demás no tardaran en acompañarles...
Vael
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Re: [Evento] El golpe [Batalla por Terpoli]
El momento de la marcha había llegado. Solo algunas breves instrucciones, tan vacías como ciegas, serían las que nos acompañarían en el campo de batalla. - Cercenar, destruir, matar.. Era lo único que había tenido sentido para mí en toda esa palabrería de los sujetos enfundados en brillantes y ostentosas armaduras. Mientras abandonábamos la seguridad tras las murallas ante una innecesaria parafernalia, las calles quedaban apenas pobladas por aquellos que no eran capaces de empuñar un arma o su coraje. Las incesantes voces de féminas, infantes y ancianos, no se veían cesar antes sus gritos de ánimo y sollozos al ver a sus seres amados partir hacia una cruda guerra en donde probablemente, jamás les verían volver.
Las tranquilas tierras exteriores fueron invadidas por centenares de huellas que marchaban hacia su destino. Levante la vista, intentando percatarme del variopinto grupo que se había formado para encarar tan especial suceso. - Lo mejor que puede ofrecer el reino. Susurre no muy entusiasmado con lo que había encontrado mi mirar, sin evitar notar una sobresaliente criatura que se erguía por encima de los otros. - La sutileza habrá sido reservada para otro escuadrón. Pensé, restándole importancia.
Murmullos, inagotables pláticas y absurdas preguntas intentaban distraerme. El único panorama tranquilo que podría ofrecer mi percepción, era el cielo quien parecía no inmutarse ante la idea de vernos fallecer. Su claridad me doto de la oportunidad de analizar nuevamente mi razón para haber aceptado blandir mis armas en nombre del reino y sus decadentes habitantes. Aquella corazonada tendría que ser necesaria para continuar con esta charada hasta el final, cualquiera que fuera su desenlace.
El camino fue el encargado de apaciguar mis ideas y pensamientos hasta llegar a nuestra primera parada, un improvisado campamento donde seriamos sometidos a la primera prueba: El preludio antes del combate. A pesar de lo que habría creído, la mayoría de los presentes conservaban la cordura y se les veía en plena claridad y calma. Este sería el primer filtro para separar a los fuertes de los débiles, quienes caerían irremediablemente tendidos sobre los brazos de la muerte en un momento u otro.
Recargado sobre un viejo árbol, comía con calma los alimentos que me había proporcionado la guardia. Si bien era cierto que el platillo no correspondía a la mejor cocina del reino, para alguien que no había tocado alimento con anterioridad sería el más adecuado y nutritivo de los manjares. Con fuerzas renovadas, no pude evitar escuchar a algunos metros a un grupo de sujetos entonando algunas piezas del viejo cancionero que forma parte del antiguo folclor de los humanos. Una en especial llamaba mi atención, no solo la había escuchado con anterioridad, por alguna razón, conocía también la letra y ritmo que le acompañaban. Deje el abrigo del árbol y me dirigí con lentitud hacia las insinuantes llamas de la hoguera.
Se trataba de un grupo de hombres jóvenes. Sus miradas, a pesar de su aspecto férreo y recio, parecían cansadas, temerosas, dubitativas. - Hasta que el aurora llegue, avancen, almas de valor... Cantaba uno de ellos con marcada incertidumbre en sus palabras, hasta que se percato de mi presencia. - Mucho me temo que eso no es lo que dice la verdadera melodía. Añadi, salteando una mirada en los ojos de los presentes. - ¿Guerrero? Los jóvenes guardaron silencio, lanzando una clara invitación para que yo mismo terminara la canción. Pose la mirada sobre las danzantes llamas y aclare con sutileza mi garganta.
- ...Hasta el anochecer, avancen, almas errantes, por nuestro descanso es que clamamos. Deja que nuestra humilde canción borre la consternación de nuestros corazones, reavive la llama en nuestras almas y nos permita ser libres. Así que avancen, déjanos llegar a ser la luz que guía el camino. El tiempo se desborda. Nuestra voz rugirá como un trueno. Lamí con sutileza mis labios y termine de cantar. La quietud nos invadió saltándose un latido en nuestro pecho. Ahora lo recordaba, era esa el soneto que siempre tarareaba mi padre durante sus viajes en el mar, en aquellos días en donde solo era capaz de empuñar una pequeña espada de madera y creía obcecadamente en un mundo donde no existía el gran alcance de la oscuridad.
- Le agradezco, mi señor. Dijo el muchacho con una luz de esperanza deslumbrando por el rabillo de sus ojos. Di media vuelta y me propuse la retirada, aun habría oportunidad de descansar antes de llegar al punto sin retorno. – Nos veremos en el campo de batalla. Añadí como comentario final.
Un nuevo discurso, la táctica de guerra había sido trazada con anterioridad, ahora solo debíamos encargarnos de llevarla a cabo con suma pulcritud. Romper las filas enemigas, irrumpir en la improvisada madriguera de las ratas y desarticular todo intento por sobrevivir. Algunas palabras inspiradoras por parte de aquel que encabezaba esta misión y ya estábamos envueltos en un clima de total efervescencia.
Empuñe con firmeza las katares. El primer paso sobre el campo de batalla paso sin pena ni gloria, pero a medida que me aproximaba a encarar el peligro, sentía como el asesino tomaba control pleno de mis movimientos, y ahí estaba, sumergido entre mares de estoques, cortes y el salpicar de asquerosos y hediondos fluidos que se despedían de los cuerpos enemigos. La escena podría perturbar a cualquiera que jamás hubiera tenido que encarar este tipo de situaciones. Los movimientos mecánicos de los cadáveres animados parecían tener la facultad no solo de abrir piel y carne, si no también de rasgar el manto de la cordura con sus pútridas garras.
Las fauces de las irracionales bestias se abrían con furia, intentando aplastar y ultimar a todo aquel que bajase la guardia. La resistencia de los cadáveres parecía no tener debilidad y sus fuerzas no contemplaban la merma en medio de la refriega, he de ahí el valioso consejo de un soldado experimentado: - El método más óptimo, es degollar o aplastar sus cabezas. Recordé antes de ver malgastar mis fuerzas en ataques que para estos seres no habrían tenido ningún resultado u objetivo. El poder de mis armas me proporcionaría el medio necesario para separar las cabezas de los cuellos de cada uno de mis enemigos.
Niños, mujeres, campesinos, ancianos… Sin importar de que clase, los perpetradores de esta calamidad no conocerían el sentimiento de la compasión. - ¿A quien engaño? No podría encontrar una diferencia esencial entre ellos y yo. La única diferencia notable era la de bandos y después de todo, siempre había sido así, el uso de intereses de por medio.
Tenia que dejar esa costumbre de analizar las cosas en medio de un combate, sin darme cuenta, la distracción me había costado una herida en el antebrazo. Recupere la concentración y redimí mi ultimo paso metiendo la hoja del katar entre la boca de mi atacante, separando su maxilar inferior del resto de su cabeza. Inspeccione mis alrededores, me había alejado bastante de cualquier grupo y los atacantes se agolpaban en cada uno de mis flancos. Debía comenzar a pensar más en un equipo si quería sobrevivir a esta guerra, después de todo, los lobos solitarios no sobreviven demasiado en un encuentro de estas dimensiones.
Me abrí paso entre la multitud, defendiendo mi integridad hasta verme cerca de un grupo al cual pudiera confiar mis espaldas, sin estar seguro de a quien confiar mi posición, escuche un grito que llamo mi atención por completo. – ¡Wood! Exclame con una sonrisa ante su comentario. Sin lugar a dudas era ella, haciendo uso de su peculiar sentido del humor en medio de las situaciones difíciles. – Reto aceptado. Te dije que me encontrarías en medio de los peores problemas. No estaba sola, algunos soldados más y la enorme criatura, que había divisado desde la distancia, le acompañaban mientras se abrían paso hasta la madriguera. Con la espalda protegida y un nuevo objetivo en la batalla, volví a entregarme a los instintos otorgados por el entrenamiento de Richard.
- No lo entiendo. Musite mientras me enfrentaba a un grupo de reanimados que blandían poderosas armas entre los oscuros y roídos huesos de sus manos. Sin saber de donde reclamaban la voluntad de su fuerza, me lance al ataque. La gran hacha paso a solo unos centímetros de partirme la cabeza. El poderoso mandoble hacia chillar el viento ante su desafiante trayectoria, cortando un par de mechones de mis blancos cabellos. Apenas si pude esquivar la enorme Almadena que amenazaba con triturarme las rodillas. Estaba claro que tenían la fortaleza y conocimientos necesarios para manipular sus armas, pero… ¿Habrían sido la misma amenaza sin ellas?
El mejor momento para probar mi cuerpo se presentaba, intercambie veloces ataques sobre cada uno de ellos hasta que no pudieron más y sus armas terminaron cayendo sobre el piso. - ¿Pueden seguir combatiendo? Añadí con tono sarcástico para después atacar. Sus cabezas rodaron sobre la hierba tal como lo hace una manzana madura que se aleja del árbol.
- ¡Reagrúpense! Ingresaremos. Se replicaban las instrucciones sobre el campo de batalla para que llegaran a todo aquel que se mantenía en pie. Buscaba a Wood con la mirada, al parecer tenia sus propios problemas. Algunos finalmente se postraban ante los pies de las puertas donde sería dado el golpe final. Quería ingresar en el recinto y hacer mi parte en la batalla, pero no dejaría atrás a uno de mis hermanos. Sin pensarlo demasiado, envestí con el hombro a uno de los que detenían el avance de la licántropo, restándole importancia a mi herida. – Déjame a este, luego iremos por la cabeza del líder de estos bastardos, nos servirá como trofeo en la sede del gremio. Asegure a mi compañera.
El maldito que había tomado por sorpresa se levantaba impulsado por un motivo desconocido. Tomo su arma nuevamente y la blandió con poderío, su carrera había tomado el impulso necesario para obligarme a cruzar las katares frente a mí para detener el avance de su arma. El filo se precipitaba terriblemente sobre mi garganta, haciéndome retroceder sin oportunidad de replica. – Maldito. Vuelve a la muerte. Deje caer su peso hacia delante y esquive la trayectoria de su filo para interceptar su garganta con un feroz cruce de mis armas, finalizando el movimiento de su gastado cuerpo, esta vez en definitiva.
Librado de ese percance y con el ejercito enemigo casi diezmado, dirigí mis pasos hacia la concentración de aliados quienes comenzaban a ingresar sin saber con exactitud lo que les esperaba adentro. Enfunde mis katares de momento, pero no bajaría la guardia. Debía estar preparado para cualquier cosa. - Mierda... Realmente lo estoy disfrutando. Me dije a mi mismo, preocupado por ese retorcido sentimiento que nacía desde mi vientre y se extendía vertiginosamente hasta la punta de mis dedos.
Las tranquilas tierras exteriores fueron invadidas por centenares de huellas que marchaban hacia su destino. Levante la vista, intentando percatarme del variopinto grupo que se había formado para encarar tan especial suceso. - Lo mejor que puede ofrecer el reino. Susurre no muy entusiasmado con lo que había encontrado mi mirar, sin evitar notar una sobresaliente criatura que se erguía por encima de los otros. - La sutileza habrá sido reservada para otro escuadrón. Pensé, restándole importancia.
Murmullos, inagotables pláticas y absurdas preguntas intentaban distraerme. El único panorama tranquilo que podría ofrecer mi percepción, era el cielo quien parecía no inmutarse ante la idea de vernos fallecer. Su claridad me doto de la oportunidad de analizar nuevamente mi razón para haber aceptado blandir mis armas en nombre del reino y sus decadentes habitantes. Aquella corazonada tendría que ser necesaria para continuar con esta charada hasta el final, cualquiera que fuera su desenlace.
El camino fue el encargado de apaciguar mis ideas y pensamientos hasta llegar a nuestra primera parada, un improvisado campamento donde seriamos sometidos a la primera prueba: El preludio antes del combate. A pesar de lo que habría creído, la mayoría de los presentes conservaban la cordura y se les veía en plena claridad y calma. Este sería el primer filtro para separar a los fuertes de los débiles, quienes caerían irremediablemente tendidos sobre los brazos de la muerte en un momento u otro.
Recargado sobre un viejo árbol, comía con calma los alimentos que me había proporcionado la guardia. Si bien era cierto que el platillo no correspondía a la mejor cocina del reino, para alguien que no había tocado alimento con anterioridad sería el más adecuado y nutritivo de los manjares. Con fuerzas renovadas, no pude evitar escuchar a algunos metros a un grupo de sujetos entonando algunas piezas del viejo cancionero que forma parte del antiguo folclor de los humanos. Una en especial llamaba mi atención, no solo la había escuchado con anterioridad, por alguna razón, conocía también la letra y ritmo que le acompañaban. Deje el abrigo del árbol y me dirigí con lentitud hacia las insinuantes llamas de la hoguera.
Se trataba de un grupo de hombres jóvenes. Sus miradas, a pesar de su aspecto férreo y recio, parecían cansadas, temerosas, dubitativas. - Hasta que el aurora llegue, avancen, almas de valor... Cantaba uno de ellos con marcada incertidumbre en sus palabras, hasta que se percato de mi presencia. - Mucho me temo que eso no es lo que dice la verdadera melodía. Añadi, salteando una mirada en los ojos de los presentes. - ¿Guerrero? Los jóvenes guardaron silencio, lanzando una clara invitación para que yo mismo terminara la canción. Pose la mirada sobre las danzantes llamas y aclare con sutileza mi garganta.
- ...Hasta el anochecer, avancen, almas errantes, por nuestro descanso es que clamamos. Deja que nuestra humilde canción borre la consternación de nuestros corazones, reavive la llama en nuestras almas y nos permita ser libres. Así que avancen, déjanos llegar a ser la luz que guía el camino. El tiempo se desborda. Nuestra voz rugirá como un trueno. Lamí con sutileza mis labios y termine de cantar. La quietud nos invadió saltándose un latido en nuestro pecho. Ahora lo recordaba, era esa el soneto que siempre tarareaba mi padre durante sus viajes en el mar, en aquellos días en donde solo era capaz de empuñar una pequeña espada de madera y creía obcecadamente en un mundo donde no existía el gran alcance de la oscuridad.
- Le agradezco, mi señor. Dijo el muchacho con una luz de esperanza deslumbrando por el rabillo de sus ojos. Di media vuelta y me propuse la retirada, aun habría oportunidad de descansar antes de llegar al punto sin retorno. – Nos veremos en el campo de batalla. Añadí como comentario final.
Un nuevo discurso, la táctica de guerra había sido trazada con anterioridad, ahora solo debíamos encargarnos de llevarla a cabo con suma pulcritud. Romper las filas enemigas, irrumpir en la improvisada madriguera de las ratas y desarticular todo intento por sobrevivir. Algunas palabras inspiradoras por parte de aquel que encabezaba esta misión y ya estábamos envueltos en un clima de total efervescencia.
Empuñe con firmeza las katares. El primer paso sobre el campo de batalla paso sin pena ni gloria, pero a medida que me aproximaba a encarar el peligro, sentía como el asesino tomaba control pleno de mis movimientos, y ahí estaba, sumergido entre mares de estoques, cortes y el salpicar de asquerosos y hediondos fluidos que se despedían de los cuerpos enemigos. La escena podría perturbar a cualquiera que jamás hubiera tenido que encarar este tipo de situaciones. Los movimientos mecánicos de los cadáveres animados parecían tener la facultad no solo de abrir piel y carne, si no también de rasgar el manto de la cordura con sus pútridas garras.
Las fauces de las irracionales bestias se abrían con furia, intentando aplastar y ultimar a todo aquel que bajase la guardia. La resistencia de los cadáveres parecía no tener debilidad y sus fuerzas no contemplaban la merma en medio de la refriega, he de ahí el valioso consejo de un soldado experimentado: - El método más óptimo, es degollar o aplastar sus cabezas. Recordé antes de ver malgastar mis fuerzas en ataques que para estos seres no habrían tenido ningún resultado u objetivo. El poder de mis armas me proporcionaría el medio necesario para separar las cabezas de los cuellos de cada uno de mis enemigos.
Niños, mujeres, campesinos, ancianos… Sin importar de que clase, los perpetradores de esta calamidad no conocerían el sentimiento de la compasión. - ¿A quien engaño? No podría encontrar una diferencia esencial entre ellos y yo. La única diferencia notable era la de bandos y después de todo, siempre había sido así, el uso de intereses de por medio.
Tenia que dejar esa costumbre de analizar las cosas en medio de un combate, sin darme cuenta, la distracción me había costado una herida en el antebrazo. Recupere la concentración y redimí mi ultimo paso metiendo la hoja del katar entre la boca de mi atacante, separando su maxilar inferior del resto de su cabeza. Inspeccione mis alrededores, me había alejado bastante de cualquier grupo y los atacantes se agolpaban en cada uno de mis flancos. Debía comenzar a pensar más en un equipo si quería sobrevivir a esta guerra, después de todo, los lobos solitarios no sobreviven demasiado en un encuentro de estas dimensiones.
Me abrí paso entre la multitud, defendiendo mi integridad hasta verme cerca de un grupo al cual pudiera confiar mis espaldas, sin estar seguro de a quien confiar mi posición, escuche un grito que llamo mi atención por completo. – ¡Wood! Exclame con una sonrisa ante su comentario. Sin lugar a dudas era ella, haciendo uso de su peculiar sentido del humor en medio de las situaciones difíciles. – Reto aceptado. Te dije que me encontrarías en medio de los peores problemas. No estaba sola, algunos soldados más y la enorme criatura, que había divisado desde la distancia, le acompañaban mientras se abrían paso hasta la madriguera. Con la espalda protegida y un nuevo objetivo en la batalla, volví a entregarme a los instintos otorgados por el entrenamiento de Richard.
- No lo entiendo. Musite mientras me enfrentaba a un grupo de reanimados que blandían poderosas armas entre los oscuros y roídos huesos de sus manos. Sin saber de donde reclamaban la voluntad de su fuerza, me lance al ataque. La gran hacha paso a solo unos centímetros de partirme la cabeza. El poderoso mandoble hacia chillar el viento ante su desafiante trayectoria, cortando un par de mechones de mis blancos cabellos. Apenas si pude esquivar la enorme Almadena que amenazaba con triturarme las rodillas. Estaba claro que tenían la fortaleza y conocimientos necesarios para manipular sus armas, pero… ¿Habrían sido la misma amenaza sin ellas?
El mejor momento para probar mi cuerpo se presentaba, intercambie veloces ataques sobre cada uno de ellos hasta que no pudieron más y sus armas terminaron cayendo sobre el piso. - ¿Pueden seguir combatiendo? Añadí con tono sarcástico para después atacar. Sus cabezas rodaron sobre la hierba tal como lo hace una manzana madura que se aleja del árbol.
- ¡Reagrúpense! Ingresaremos. Se replicaban las instrucciones sobre el campo de batalla para que llegaran a todo aquel que se mantenía en pie. Buscaba a Wood con la mirada, al parecer tenia sus propios problemas. Algunos finalmente se postraban ante los pies de las puertas donde sería dado el golpe final. Quería ingresar en el recinto y hacer mi parte en la batalla, pero no dejaría atrás a uno de mis hermanos. Sin pensarlo demasiado, envestí con el hombro a uno de los que detenían el avance de la licántropo, restándole importancia a mi herida. – Déjame a este, luego iremos por la cabeza del líder de estos bastardos, nos servirá como trofeo en la sede del gremio. Asegure a mi compañera.
El maldito que había tomado por sorpresa se levantaba impulsado por un motivo desconocido. Tomo su arma nuevamente y la blandió con poderío, su carrera había tomado el impulso necesario para obligarme a cruzar las katares frente a mí para detener el avance de su arma. El filo se precipitaba terriblemente sobre mi garganta, haciéndome retroceder sin oportunidad de replica. – Maldito. Vuelve a la muerte. Deje caer su peso hacia delante y esquive la trayectoria de su filo para interceptar su garganta con un feroz cruce de mis armas, finalizando el movimiento de su gastado cuerpo, esta vez en definitiva.
Librado de ese percance y con el ejercito enemigo casi diezmado, dirigí mis pasos hacia la concentración de aliados quienes comenzaban a ingresar sin saber con exactitud lo que les esperaba adentro. Enfunde mis katares de momento, pero no bajaría la guardia. Debía estar preparado para cualquier cosa. - Mierda... Realmente lo estoy disfrutando. Me dije a mi mismo, preocupado por ese retorcido sentimiento que nacía desde mi vientre y se extendía vertiginosamente hasta la punta de mis dedos.
Johannes
Aerandiano de honor
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Re: [Evento] El golpe [Batalla por Terpoli]
Su padre tenía razón y sin embargo jamás podría llegar a decírselo en la cara.
Uther, no, ya nadie le llamaba por ese nombre, ahora era Marfil, triste apodo por su afición a usar los huesos para sus experimentos nigrománticos, se había puesto, con cierto alivio, su máscara hecha con los restos de un cráneo humano. Tenía miedo y no quería que los otros lo supieran.
Dentro de sí sabía que el ejército de Lunargenta no tendría piedad de ellos. Dentro de sí sabía que se lo merecían, pero no siempre había sido así.
Dicen que toda tu vida pasa frente a tus ojos en el momento de morir. Al parecer la certeza de que tu muerte iba a ocurrir pronto también era motivo suficiente para este fenómeno. ¿Sería eso de lo que hablaban?
Su mente divagó por los rincones lejanos de su infancia. Había sido el tercero de un total de cinco hijos, todos varones. Se lo recordaban siempre, era exactamente el de la mitad, apenas un año mayor que el Markus, apenas un año menor que Frederik.
Su familia no era de las importantes de Beltrexus, pero tenía un buen vivir. Todos los hijos habían podido entrenar sin dificultades en las academias de Tensai y Alquimia de las islas. Todos habían mostrado importantes avances en sus áreas. Todos menos Uther.
Su padre se lo había dicho una vez, no merecía llevar ese nombre, había pertenecido a su bisabuelo, un brujo destacado que había inventado unos buenos hechizos que le habían asegurado su futuro y cierta seguridad para su familia de ahí en más.
Acabó haciendo que lo expulsaran. No entendía muy bien por qué había pasado todo aquello, cuando era niño lo alababan los profesores de magia, pero algo cambió cuando el vello le creció en sus zonas más personales. No es que no pudiera entender los conceptos de la manipulación de los elementos, es que no encontraba la armonía con las energías fundamentales, le ignoraban, no le obedecían. Él no era el rebelde, como su padre lo había llamado, era la magia misma que se rebelaba contra él.
Pero todo había cambiado cuando ese mago apareció en su vida.
Era la persona más aterradora que había conocido jamás. Era lo que más admiraba.
Dejó su hogar, lo dejó todo para seguirle, pero su padre se lo había dicho, una sola vez, la última ocasión que tuvo de ver su duro rostro. "No hay un camino fácil para las cosas". Pasó los siguientes dos años repitiéndose a sí mismo que había mostrado una y otra vez que había tomado la senda correcta. Con apenas 17 años era uno de los brujos más prometedores, o al menos eso le decían los otros nigromantes.
¿Por qué entonces su maestro, su inspiración, le había mandado allí a morir?, ¿es que todo había sido un engaño?.
No, claro que no, seguramente pronto aparecería a ayudarlos, con aquellas fuerzas infinitamente superiores a las de ese triste pueblo que se decía que preparaba. Llegaría de un momento a otro, sólo debía tener fe.
Los ruidos de pasos se acercaban.
Los nigromantes se reunieron en medio de la sala, mientras un grupo de muertos vivientes se acercaba a la entrada para recibir a los invasores.
Uther, no, ya nadie le llamaba por ese nombre, ahora era Marfil, triste apodo por su afición a usar los huesos para sus experimentos nigrománticos, se había puesto, con cierto alivio, su máscara hecha con los restos de un cráneo humano. Tenía miedo y no quería que los otros lo supieran.
Dentro de sí sabía que el ejército de Lunargenta no tendría piedad de ellos. Dentro de sí sabía que se lo merecían, pero no siempre había sido así.
Dicen que toda tu vida pasa frente a tus ojos en el momento de morir. Al parecer la certeza de que tu muerte iba a ocurrir pronto también era motivo suficiente para este fenómeno. ¿Sería eso de lo que hablaban?
Su mente divagó por los rincones lejanos de su infancia. Había sido el tercero de un total de cinco hijos, todos varones. Se lo recordaban siempre, era exactamente el de la mitad, apenas un año mayor que el Markus, apenas un año menor que Frederik.
Su familia no era de las importantes de Beltrexus, pero tenía un buen vivir. Todos los hijos habían podido entrenar sin dificultades en las academias de Tensai y Alquimia de las islas. Todos habían mostrado importantes avances en sus áreas. Todos menos Uther.
Su padre se lo había dicho una vez, no merecía llevar ese nombre, había pertenecido a su bisabuelo, un brujo destacado que había inventado unos buenos hechizos que le habían asegurado su futuro y cierta seguridad para su familia de ahí en más.
Acabó haciendo que lo expulsaran. No entendía muy bien por qué había pasado todo aquello, cuando era niño lo alababan los profesores de magia, pero algo cambió cuando el vello le creció en sus zonas más personales. No es que no pudiera entender los conceptos de la manipulación de los elementos, es que no encontraba la armonía con las energías fundamentales, le ignoraban, no le obedecían. Él no era el rebelde, como su padre lo había llamado, era la magia misma que se rebelaba contra él.
Pero todo había cambiado cuando ese mago apareció en su vida.
Era la persona más aterradora que había conocido jamás. Era lo que más admiraba.
Dejó su hogar, lo dejó todo para seguirle, pero su padre se lo había dicho, una sola vez, la última ocasión que tuvo de ver su duro rostro. "No hay un camino fácil para las cosas". Pasó los siguientes dos años repitiéndose a sí mismo que había mostrado una y otra vez que había tomado la senda correcta. Con apenas 17 años era uno de los brujos más prometedores, o al menos eso le decían los otros nigromantes.
¿Por qué entonces su maestro, su inspiración, le había mandado allí a morir?, ¿es que todo había sido un engaño?.
No, claro que no, seguramente pronto aparecería a ayudarlos, con aquellas fuerzas infinitamente superiores a las de ese triste pueblo que se decía que preparaba. Llegaría de un momento a otro, sólo debía tener fe.
Los ruidos de pasos se acercaban.
Los nigromantes se reunieron en medio de la sala, mientras un grupo de muertos vivientes se acercaba a la entrada para recibir a los invasores.
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Instrucciones:
- Es hora de un enfrentamiento decisivo que será recordado por generaciones. Debéis derrotar a los nigromantes, pero estos se defenderán como un gato de espaldas. Saben que están derrotados, pero su orgullo es más grande, no se rendirán ante nada.
- Entre sus habilidades se cuentan las siguientes: Usar la sangre para causar ondas de energía destructiva, levantar a los caídos bajo su control (incluso aquellos de los soldados que van con ustedes y caigan en el enfrentamiento), causar corrupción en aquello que tocan y usar huesos manipulados como armaduras.
- Habrá sólo 5 nigromantes en la sala, pero no son fáciles de matar.
- Ustedes cuentan con el apoyo de PNJs a su invención, soldados que los acompañan en la batalla.
- Deben incluir al menos una complicación cada uno, algo que haga parecer por un momento que van a perder o van a morir, lo dejo a su creatividad. Tengan tenso al lector cuanto puedan.
- Cada nigromante, por muy siniestro que sea, es una persona, tiene un pasado, una razón para vivir, por algún motivo se unió a ese grupo tan oscuro, siente temor, tiene esperanzas, quizás está loco, quizás desesperado, es un mundo en sí mismo. Cada uno tendréis un desafío individual. Debéis dar señales sobre la parte humana de uno de los nigromantes antes de matarlo personalmente. La idea no es que contéis su pasado como lo hice con Uther, sino que seáis sutiles, que dejéis entrever cosas, no que las nombréis, que las mostréis (no digáis "tiene miedo", sino describid cómo se puede observar eso). Pensad bien en crear una persona, no un mosntruo random, antes de que vuestro PJ le quite la vida.
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Re: [Evento] El golpe [Batalla por Terpoli]
Ensimismada en la batalla como estaba, no me di cuenta de la proximidad de aquella gran bestia hasta que lo que resultó ser una mujer con un gran martillo y mascota se ocuparon del que tenía el estoque. “Te debo una” pensé no con mucha gracia, incapaz de externar mis pensamientos en esa forma. Antes de poder hacer alguna cosa loca, se escuchó la voz que confirmaba lo que había visto momentos antes ¡Están agrupándose para entrar en el edificio! en un ataque de ira cargué contra el último que quedaba en pie de los que me habían atacado, pero una voz conocida se adelantó con una nueva orden. Me detuve en seco y reconocí a Johannes. Le di una sonrisa lobuna mientras asentía con la cabeza, mi hermano podría con eso y más. La última vez que le vi estaba dando una buena batalla.
Impelida por el deseo de matar me apresuré a tomar carrera, hachas en mano copiando la técnica de los que me llevaban la delantera. El reverso, el derecho, era lo mismo siempre y cuando les hicieras saltar aquellas porquerías que tenían en el lugar de sus sesos. Respiraba con dificultad, me sentía en mi entorno, el corazón galopaba como un potro joven mientras avanzaba entre las filas de los nuestros que se habían agolpado en la entrada. Al parecer la cosa estaba lenta. Probablemente delante había un espectáculo desagradable, pero no importaba. Entre pechones y codazos me hice lugar entre aquella multitud solo para ver nada. No me fijé en los entornos más que para buscar más muertos o algo que pareciera un nigromante. ¿Qué demonios era de todas formas un nigromante? Debería de ser como un maldito brujo. ¿Cuál sería su naturaleza y comportamiento?me preguntaba mientras avanzaba Su carne sería comestible eso no importaba, hallaría la forma de terminar con más de una vida. Alguien va. Era una esencia conocida. Sí, pasé a unos pocos que se habían cortado hacia el piso superior, entre ellos el tipo con el que me había medido.
Más adelante estaba aquella mujer y un extraño hombre bestia por demás pequeño. Si los soldados de atrás tuvieran la mitad de su coraje nuestros cuellos estaban a salvo. Hice ruido con mi hocico para delatar mi presencia. No eran momentos para tentar la suerte. La armadura arreglada por el herrero me calzaba mejor que cuando nueva, sin hacer prácticamente ruidos sobre el piso de tablas de madera. Extrañamente parecía que era el edificio que mejor se mantenía en aquel pueblo olvidado. Pasos. Venía un grupo tras nosotros, me di la media vuelta preparada para un ataque cuando me di cuenta que eran de los nuestros. Al parecer alguien con carisma había tomado a esos niños de mamá hasta nuestra locación. Pero cuando estuvimos todos reunidos aparecieron ellos cerrándonos el paso, eran solo un puñado, pero no podíamos darles ventaja, nadie sabía de qué eran capaces esos raros. No era tiempo para buscar a la gran mujer, a Joh o al ratón. Era vida o muerte en ese momento. Aullé a todo pulmón como grito de guerra y cargué junto a cuatro o cinco de apariencia humana.
Me trancé en lucha contra un hombre con piel de hueso. Sus ojos eran de más vívido rojo que pudiera recordar, parecía disfrutar del momento. Conocía esa mirada, lo había perdido. Mi hacha contra su lanza hecha de del mismo material que le recubría a él. No era fuerte cuerpo a cuerpo, pero usaba su magia para retenerme, sentí que una fuerza me comprimía y disminuía mi fuerza hasta finalmente repelerme, terminando con un golpe que me dejó desorientada por unos momentos. Adolorida levanté mis armas y me preparé para volver a la carrera, pero lo que vi por poco me hizo vomitar. Era espantoso su poder para tentar la vida. Los pelos de mi cuerpo se pararon y no pude reprimir un terrible temblor originado por el escalofrío desde la punta de mi cola.
Tu contrincante seré yo dijo una voz tras de mi espalda. Pertenecía a una mujer, fría, grave, directa, tan segura de sí misma que por un momento creí que ya estaba con un pie en el más allá, casi podía sentir su aliento en mi cuello. Sin embargo, cuando me di la media vuelta me percaté de no poseía arma alguna más que un pesado tomo entre sus manos. Sus ojos del negro más oscuro que hubiera visto jamás me miraban penetrantes y decididos, como si el monstruo en esa habitación fuese yo. Bueno… en teoría lo era por la parte de las babas, el pelo, las garras y la profesión, pero ella era la que levantaba muertos de sus tumbas e intentaba borrar Lunargenta del mapa… y ese tipo de cosas.
Bufé en señal de asentimiento y ella retrocedió dándome siempre el frente, paso a paso. La pelea sucedía a nuestro alrededor, los contrincantes estaban definidos y no deseaba mirar más a nuestro alrededor. Si iba a perecer, lo haría dignamente, luchando como la guerrera que era, para lo que había nacido, en lo que había crecido. Si sobrevivía a esa, ya pensaría en alguna otra cosa. Ambas nos dábamos nuestro espacio. Un hilo de baba con sangre bajó de entre mis dientes mientras cuidaba cada uno de sus movimientos. Ella daba pasos inseguros, casi cansinos. Bajo sus ojos habían dos grandes sacos negros. Al parecer el tiempo en el que nosotros nos habíamos alimentado, cantado canciones y relatando gestas ella lo había utilizado de otra manera. O quizás se lo hubieran hecho pasar… sobre sus muñecas podían verse finos tajos, probablemente productos del nerviosismo, era claro que se los había autoinflingido, ¿serían prueba de su magia oscura? ¿de la utilización de la sangre para el mal?
Las delgadas fibras de su cabello se elevaban desde el libro que tenía entre manos. Fue entonces cuando me di cuenta de que tenía que ser la fuente de su poder. Se detuvo. Me detuve. Ambas esperábamos la señal de la otra, frunció ligeramente su ceño. La piel blanca de su cuerpo frágil y pegada a sus huesos, pareció tensarse al mismo tiempo que un resplandor oscuro azulado emergía de las páginas y se canalizaba por su cuerpo hasta ser liberado a través de la palma de su mano que había extendido hacia la dirección donde me encontraba. No debía de mirarlo, algo en lo profundo de mí decía que no podía observar aquella magia hipnotizante o perecería allí. Algo en mi cabeza hizo un chasquido, haciendo que reaccionara de un salto justo a tiempo para esquivar lo que parecía ser un rayo oscuro. Sus labios se movían, estaba conjurando algo.
Desde el suelo miré como se preparaba para repetir el procedimiento anterior, estaba algo más preparada en mis fueros internos. Busqué con la mirada lo que había sucedido con su ataque anterior, pensaba que podría haber abierto un agujero en el suelo, una grieta hacia el centro de la tierra… pero el suelo estaba intacto. Lo que ella había hecho era algo más cruel, aunque en la misma línea de lo que habían venido haciendo. Hacia mí venían dos de los hombres que habían luchado a mi lado. “Asqueroso” pensé retrayendo los labios en una mueca de disgusto. En el rostro de ella había algo así como tranquilidad o satisfacción, corrí hacia mis compañeros de armas para terminar con aquél teatro, ella sería la siguiente.
En la carrera pensaba que no debería delatar mi estilo de lucha, un sonido extraño hizo que mirara mi retaguardia para sacar el rabo de la trayectoria de otro de esos ataques extraños, pero ese dio en el pie de uno de los revividos e hizo que se pudriera a una velocidad vertiginosa. “Mierda” pensé espabilando. Ni de broma que iba a esperar ver el efecto de un tercero. Decidí dejarlos ser por el tiempo que venía mientras cargaba hacia ella con toda mi velocidad y fuerza. Los muertos vivientes venían pisándome los talones, se movían rápido, quizás por haber perecido hacía cuestión de minutos, quizás por aquella brujería, eso no importaba. Esquivé otro de sus ataques, cada vez se volvían más lentos, o podría ser que pronunciaba una cadena de palabras diferentes, no lo sabía y no era tiempo de pensar, sino de actuar.
No llegaría, sus esbirros estaban demasiado cerca y estaba en su rango de ataque, pero ella también en el mío. Lancé una de mis hachas directo a su cabeza, con suerte y le cortaba el cuello. Esa fue mi última acción antes de caer al suelo bajo el peso muerto de dos hombres.
Impelida por el deseo de matar me apresuré a tomar carrera, hachas en mano copiando la técnica de los que me llevaban la delantera. El reverso, el derecho, era lo mismo siempre y cuando les hicieras saltar aquellas porquerías que tenían en el lugar de sus sesos. Respiraba con dificultad, me sentía en mi entorno, el corazón galopaba como un potro joven mientras avanzaba entre las filas de los nuestros que se habían agolpado en la entrada. Al parecer la cosa estaba lenta. Probablemente delante había un espectáculo desagradable, pero no importaba. Entre pechones y codazos me hice lugar entre aquella multitud solo para ver nada. No me fijé en los entornos más que para buscar más muertos o algo que pareciera un nigromante. ¿Qué demonios era de todas formas un nigromante? Debería de ser como un maldito brujo. ¿Cuál sería su naturaleza y comportamiento?me preguntaba mientras avanzaba Su carne sería comestible eso no importaba, hallaría la forma de terminar con más de una vida. Alguien va. Era una esencia conocida. Sí, pasé a unos pocos que se habían cortado hacia el piso superior, entre ellos el tipo con el que me había medido.
Más adelante estaba aquella mujer y un extraño hombre bestia por demás pequeño. Si los soldados de atrás tuvieran la mitad de su coraje nuestros cuellos estaban a salvo. Hice ruido con mi hocico para delatar mi presencia. No eran momentos para tentar la suerte. La armadura arreglada por el herrero me calzaba mejor que cuando nueva, sin hacer prácticamente ruidos sobre el piso de tablas de madera. Extrañamente parecía que era el edificio que mejor se mantenía en aquel pueblo olvidado. Pasos. Venía un grupo tras nosotros, me di la media vuelta preparada para un ataque cuando me di cuenta que eran de los nuestros. Al parecer alguien con carisma había tomado a esos niños de mamá hasta nuestra locación. Pero cuando estuvimos todos reunidos aparecieron ellos cerrándonos el paso, eran solo un puñado, pero no podíamos darles ventaja, nadie sabía de qué eran capaces esos raros. No era tiempo para buscar a la gran mujer, a Joh o al ratón. Era vida o muerte en ese momento. Aullé a todo pulmón como grito de guerra y cargué junto a cuatro o cinco de apariencia humana.
Me trancé en lucha contra un hombre con piel de hueso. Sus ojos eran de más vívido rojo que pudiera recordar, parecía disfrutar del momento. Conocía esa mirada, lo había perdido. Mi hacha contra su lanza hecha de del mismo material que le recubría a él. No era fuerte cuerpo a cuerpo, pero usaba su magia para retenerme, sentí que una fuerza me comprimía y disminuía mi fuerza hasta finalmente repelerme, terminando con un golpe que me dejó desorientada por unos momentos. Adolorida levanté mis armas y me preparé para volver a la carrera, pero lo que vi por poco me hizo vomitar. Era espantoso su poder para tentar la vida. Los pelos de mi cuerpo se pararon y no pude reprimir un terrible temblor originado por el escalofrío desde la punta de mi cola.
Tu contrincante seré yo dijo una voz tras de mi espalda. Pertenecía a una mujer, fría, grave, directa, tan segura de sí misma que por un momento creí que ya estaba con un pie en el más allá, casi podía sentir su aliento en mi cuello. Sin embargo, cuando me di la media vuelta me percaté de no poseía arma alguna más que un pesado tomo entre sus manos. Sus ojos del negro más oscuro que hubiera visto jamás me miraban penetrantes y decididos, como si el monstruo en esa habitación fuese yo. Bueno… en teoría lo era por la parte de las babas, el pelo, las garras y la profesión, pero ella era la que levantaba muertos de sus tumbas e intentaba borrar Lunargenta del mapa… y ese tipo de cosas.
Bufé en señal de asentimiento y ella retrocedió dándome siempre el frente, paso a paso. La pelea sucedía a nuestro alrededor, los contrincantes estaban definidos y no deseaba mirar más a nuestro alrededor. Si iba a perecer, lo haría dignamente, luchando como la guerrera que era, para lo que había nacido, en lo que había crecido. Si sobrevivía a esa, ya pensaría en alguna otra cosa. Ambas nos dábamos nuestro espacio. Un hilo de baba con sangre bajó de entre mis dientes mientras cuidaba cada uno de sus movimientos. Ella daba pasos inseguros, casi cansinos. Bajo sus ojos habían dos grandes sacos negros. Al parecer el tiempo en el que nosotros nos habíamos alimentado, cantado canciones y relatando gestas ella lo había utilizado de otra manera. O quizás se lo hubieran hecho pasar… sobre sus muñecas podían verse finos tajos, probablemente productos del nerviosismo, era claro que se los había autoinflingido, ¿serían prueba de su magia oscura? ¿de la utilización de la sangre para el mal?
Las delgadas fibras de su cabello se elevaban desde el libro que tenía entre manos. Fue entonces cuando me di cuenta de que tenía que ser la fuente de su poder. Se detuvo. Me detuve. Ambas esperábamos la señal de la otra, frunció ligeramente su ceño. La piel blanca de su cuerpo frágil y pegada a sus huesos, pareció tensarse al mismo tiempo que un resplandor oscuro azulado emergía de las páginas y se canalizaba por su cuerpo hasta ser liberado a través de la palma de su mano que había extendido hacia la dirección donde me encontraba. No debía de mirarlo, algo en lo profundo de mí decía que no podía observar aquella magia hipnotizante o perecería allí. Algo en mi cabeza hizo un chasquido, haciendo que reaccionara de un salto justo a tiempo para esquivar lo que parecía ser un rayo oscuro. Sus labios se movían, estaba conjurando algo.
Desde el suelo miré como se preparaba para repetir el procedimiento anterior, estaba algo más preparada en mis fueros internos. Busqué con la mirada lo que había sucedido con su ataque anterior, pensaba que podría haber abierto un agujero en el suelo, una grieta hacia el centro de la tierra… pero el suelo estaba intacto. Lo que ella había hecho era algo más cruel, aunque en la misma línea de lo que habían venido haciendo. Hacia mí venían dos de los hombres que habían luchado a mi lado. “Asqueroso” pensé retrayendo los labios en una mueca de disgusto. En el rostro de ella había algo así como tranquilidad o satisfacción, corrí hacia mis compañeros de armas para terminar con aquél teatro, ella sería la siguiente.
En la carrera pensaba que no debería delatar mi estilo de lucha, un sonido extraño hizo que mirara mi retaguardia para sacar el rabo de la trayectoria de otro de esos ataques extraños, pero ese dio en el pie de uno de los revividos e hizo que se pudriera a una velocidad vertiginosa. “Mierda” pensé espabilando. Ni de broma que iba a esperar ver el efecto de un tercero. Decidí dejarlos ser por el tiempo que venía mientras cargaba hacia ella con toda mi velocidad y fuerza. Los muertos vivientes venían pisándome los talones, se movían rápido, quizás por haber perecido hacía cuestión de minutos, quizás por aquella brujería, eso no importaba. Esquivé otro de sus ataques, cada vez se volvían más lentos, o podría ser que pronunciaba una cadena de palabras diferentes, no lo sabía y no era tiempo de pensar, sino de actuar.
No llegaría, sus esbirros estaban demasiado cerca y estaba en su rango de ataque, pero ella también en el mío. Lancé una de mis hachas directo a su cabeza, con suerte y le cortaba el cuello. Esa fue mi última acción antes de caer al suelo bajo el peso muerto de dos hombres.
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Re: [Evento] El golpe [Batalla por Terpoli]
Hoy se cumplen 2 semanas desde iniciado el evento, plazo máximo entregado en las instrucciones.
Entiendo que Vael anunció su ausencia, sin embargo se le sigue esperando en este tema.
Daré 2 días adicionales para dar por concluido este evento, con posibilidad de saltarse el turno de Vael. Luego de eso cerraré el tema.
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Re: [Evento] El golpe [Batalla por Terpoli]
Las fuerzas aliadas se adentraban poco a poco en el recinto. Algunos soldados se encargarían de asegurar el perímetro y mantener a raya al resto de los muertos vivientes que aun rodeaban el lugar, intentando aproximarse hasta sus amos para protegerles. Cuando finalmente pude atravesar el portal del edificio, detuve mis pasos por algunos instantes para apartar el sudor de mi frente e intentar tranquilizar mi agitada respiración. Solo algunos segundos pasaron antes de que algunos gritos y fuertes sonidos me alertaran. Al parecer, los aliados se habían internado en la edificación hasta llegar al piso superior, donde seguramente aguardaban las grades ratas, responsables de este atroz baño de sangre. Tome los Colmillos de lobo y me apresure a ir escaleras arriba.
Para mi desagrado, los reanimados no habían quedado atrás, no. Un reducido grupo nos había estado esperando para un nuevo asalto. Al parecer, los nigromantes habían reservado lo mejor para el uso y defensa propia. Los malditos destrozaban y arrancaban la carne de los aliados con garras, armas y fauces, adquiriendo nuevos integrantes para su incomparable tropa.
Los cadáveres de los aliados que habían caído en batalla se levantaban nuevamente, esta vez empuñando sus armas a favor de los malditos hechiceros. Tras un considerable número de cuerpos reanimados, encontré a un sujeto alto, moreno, de una cabellera tan negra como la más oscura de las noches. Su rostro estaba marcado por un gran número de cicatrices ordenadas de manera probablemente sistemática. Las gastadas ropas que portaba, eran cubiertas parcialmente por una armadura ligera de hueso. El perturbador hombre recitaba algunas palabras en un tono gutural mientras agitaba una pequeña vara retorcida, provista de algunos bizarros accesorios. Mientras su sombrío canto continuaba, los fallecidos seguirían levantándose, forma en la que se mantenía alejado del alcance de la mano enemiga.- Ese es mi objetivo. Mascullaba mientras tomaba la posición adecuada para iniciar el avance.
La adrenalina se disparó desde mi pecho, proporcionando el rigor necesario para iniciar la danza de filos. Los atacantes se interponían tan solo como un montón de obstáculos entre mis armas y mi objetivo mientras el hechicero continuaba los cantos para reagrupar sus fuerzas y frenar mi avance. Justo cuando pensaba que podría dar alcance al nigromante en cuestión de segundos, el número de reanimados aumentaba considerablemente sin cesar con sus crecientes intentos por terminar con mi vida. Si seguía así, pronto mis fuerzas encontrarían su límite y mi diligencia habría llegado a su fin, pero antes de poder volver a tomar un respiro, los refuerzos llegaron para ocuparse del sobrepeso en la situación. – ¡Mi señor! Se trataba de los jóvenes con los cuales había compartido aquellas palabras inspiradoras al ritmo de una melodía casi olvidada.
Los hombres restaron a los enemigos de mí alrededor, tomando la responsabilidad por hacerles regresar al gentil abrazo de la muerte mientras yo continuaba con mi tarea original. Esta vez sin ninguna distracción en frente, me encontré cara a cara con el hechicero desprovisto de protección, pensé que pronto llegaría a su fin. El filo de mis armas se abalanzo con ferocidad sobre su cuello, pero antes de poder rebanar su piel, los huesos de su armadura se movieron como si estuvieran dotados de vida propia. La dura y fuerte resistencia de las osamentas rechazaron el impacto de mis armas que solo habían logrado mellar un poco la integridad solida de tan lúgubre defensa.
Una daga curva se aproximo con rapidez hacia mi cuerpo, intentando clavarse en mi abdomen. Ante un movimiento instintivo y provisorio, interpuse mis dagas, pero mi estado de alerta y el agarre de mis armas no fueron suficientes para mantenerlas en mis manos. Los colmillos salieron despedidos de mis manos y quedaron fuera de mi alcance. Confundido por aquella hazaña, retrocedí rápidamente para guardar la distancia entre mi atacante. – Son pocos los que han podido desarmarme. Pensé que solo sabrías llamar a los muertos, estoy impresionado. Mencione mientras miraba sus ojos inyectados por una creciente ira.
- Y debo confesar que una cucaracha jamás había podido ni tocar la suela de mi bota, por lo que te haré pagar, asqueroso humano. Escupió con furia y gran desden mientras reanudaba sus extrañas oraciones. Una vibrante aura oscura parecía viciar el aire mientras resplandecía alrededor, emanando de su cuerpo. Me mantuve alerta, a la espera de cualquier nuevo movimiento mientras empuñaba las katares, cuando lanzo un nuevo y poderoso ataque, tomándome totalmente por sorpresa. Aquella aura abandono las cercanías de su silueta para ser disparadas hacia mí. Sin encontrar un lugar para cubrirme, instintivamente cruce las Lenguas de dragón pare recibir el impacto.
Tal había sido la fuerza destructiva de aquella habilidad, que termino por repeler las katares, cayendo y alejándose de mis manos, pero para mi sorpresa y la del nigromante, me mantenía con vida. Mi rodilla aterrizo en el suelo al igual que el puño de mi diestra. Mi cuerpo ardía de sobremanera mientras la armadura de mi pecho se desprendía de su lugar para caer contra el piso. Jadeaba en un desesperado intento por soportar el dolor sobre mi piel y la falta de oxigeno en mis pulmones. No había tiempo para descansar. Las zancadas de ira de mí ultimador se aproximaban lentamente para conectar su último golpe. – Deberías sentirte honrado, sucia sabandija. Morirás con el filo de mi daga de ritual. Pronto te convertirás en parte de nuestro ejército de muertos. Es el ciclo natural. Los debiles sucumben ante los más fuertes. Tú seras mi alimento.
Emití una leve risa mientras mi rostro se ocultaba tras mis blancos mechones, no podía soportar el tono de superioridad de aquel bastardo. Justo antes de poder acercarse por completo, reaccione con un nuevo movimiento, desenfadando un par de pequeños cuchillos de mi cintura y arrojándolos en un par de movimientos hacia su mano para desarmarlo. Vara y daga corrieron el mismo destino que mis armas, pero aun quedaba una: mi fuerza de voluntad.
El sujeto tenso su rostro y arrugo el ceño, apretaba los dientes mientras la saliva se escapada rabiosamente entre sus labios, estaba realmente cabreado. Sin darle oportunidad de reaccionar, me lance para embestirlo. Ambos caímos al suelo y casi al mismo tiempo, nuestras manos encontraron el cuello enemigo. Rodamos un par de veces por el suelo mientras forcejeábamos, intentando estrangular al contrario. El nigromante tenía aun un truco más bajo la manga. Comenzó a emitir pausadas pero concisas palabras al tiempo que un extraño calor se despedía de sus manos, sin importar que la bufanda cubriera mi cuello.
Mi vista comenzaba a nublarse. Los sonidos a mi alrededor parecían ser solo un eco rebotando entre una infinidad de paredes huecas. Su tacto era como el mismísimo acero ardiendo al rojo vivo, como un centenar de espinas posándose sobre el mismo punto. No podía hacer otra cosa que presionar su cuello y enterrar mis dedos haciendo acopio de todas mis fuerzas, esperando que al menos ese maldito me acompañara a los brazos de la muerte.
Luego de perder la conciencia brevemente, reaccione entre un grupo de espasmos y pequeñas convulsiones. Tosí con fuerza mientras me llevaba las manos al cuello. Pareciera que hubiese emergido de las profundidades de una laguna oscura. A mi lado, yacía el cuerpo inerte de aquel que había intentado asesinarme. Mi laringe estaba hinchada, no podía emitir palabra alguna. Mi visión se mantenía borrosa, apenas si podía escuchar algo. Solo sombras era lo que pasaba frente a mis ojos. Una gran silueta se poso en mi escaso rango visual. Conocía a la única que podría poseer esa enorme silueta, si ella seguía en pie, habría algo de esperanza.
Para mi desagrado, los reanimados no habían quedado atrás, no. Un reducido grupo nos había estado esperando para un nuevo asalto. Al parecer, los nigromantes habían reservado lo mejor para el uso y defensa propia. Los malditos destrozaban y arrancaban la carne de los aliados con garras, armas y fauces, adquiriendo nuevos integrantes para su incomparable tropa.
Los cadáveres de los aliados que habían caído en batalla se levantaban nuevamente, esta vez empuñando sus armas a favor de los malditos hechiceros. Tras un considerable número de cuerpos reanimados, encontré a un sujeto alto, moreno, de una cabellera tan negra como la más oscura de las noches. Su rostro estaba marcado por un gran número de cicatrices ordenadas de manera probablemente sistemática. Las gastadas ropas que portaba, eran cubiertas parcialmente por una armadura ligera de hueso. El perturbador hombre recitaba algunas palabras en un tono gutural mientras agitaba una pequeña vara retorcida, provista de algunos bizarros accesorios. Mientras su sombrío canto continuaba, los fallecidos seguirían levantándose, forma en la que se mantenía alejado del alcance de la mano enemiga.- Ese es mi objetivo. Mascullaba mientras tomaba la posición adecuada para iniciar el avance.
La adrenalina se disparó desde mi pecho, proporcionando el rigor necesario para iniciar la danza de filos. Los atacantes se interponían tan solo como un montón de obstáculos entre mis armas y mi objetivo mientras el hechicero continuaba los cantos para reagrupar sus fuerzas y frenar mi avance. Justo cuando pensaba que podría dar alcance al nigromante en cuestión de segundos, el número de reanimados aumentaba considerablemente sin cesar con sus crecientes intentos por terminar con mi vida. Si seguía así, pronto mis fuerzas encontrarían su límite y mi diligencia habría llegado a su fin, pero antes de poder volver a tomar un respiro, los refuerzos llegaron para ocuparse del sobrepeso en la situación. – ¡Mi señor! Se trataba de los jóvenes con los cuales había compartido aquellas palabras inspiradoras al ritmo de una melodía casi olvidada.
Los hombres restaron a los enemigos de mí alrededor, tomando la responsabilidad por hacerles regresar al gentil abrazo de la muerte mientras yo continuaba con mi tarea original. Esta vez sin ninguna distracción en frente, me encontré cara a cara con el hechicero desprovisto de protección, pensé que pronto llegaría a su fin. El filo de mis armas se abalanzo con ferocidad sobre su cuello, pero antes de poder rebanar su piel, los huesos de su armadura se movieron como si estuvieran dotados de vida propia. La dura y fuerte resistencia de las osamentas rechazaron el impacto de mis armas que solo habían logrado mellar un poco la integridad solida de tan lúgubre defensa.
Una daga curva se aproximo con rapidez hacia mi cuerpo, intentando clavarse en mi abdomen. Ante un movimiento instintivo y provisorio, interpuse mis dagas, pero mi estado de alerta y el agarre de mis armas no fueron suficientes para mantenerlas en mis manos. Los colmillos salieron despedidos de mis manos y quedaron fuera de mi alcance. Confundido por aquella hazaña, retrocedí rápidamente para guardar la distancia entre mi atacante. – Son pocos los que han podido desarmarme. Pensé que solo sabrías llamar a los muertos, estoy impresionado. Mencione mientras miraba sus ojos inyectados por una creciente ira.
- Y debo confesar que una cucaracha jamás había podido ni tocar la suela de mi bota, por lo que te haré pagar, asqueroso humano. Escupió con furia y gran desden mientras reanudaba sus extrañas oraciones. Una vibrante aura oscura parecía viciar el aire mientras resplandecía alrededor, emanando de su cuerpo. Me mantuve alerta, a la espera de cualquier nuevo movimiento mientras empuñaba las katares, cuando lanzo un nuevo y poderoso ataque, tomándome totalmente por sorpresa. Aquella aura abandono las cercanías de su silueta para ser disparadas hacia mí. Sin encontrar un lugar para cubrirme, instintivamente cruce las Lenguas de dragón pare recibir el impacto.
Tal había sido la fuerza destructiva de aquella habilidad, que termino por repeler las katares, cayendo y alejándose de mis manos, pero para mi sorpresa y la del nigromante, me mantenía con vida. Mi rodilla aterrizo en el suelo al igual que el puño de mi diestra. Mi cuerpo ardía de sobremanera mientras la armadura de mi pecho se desprendía de su lugar para caer contra el piso. Jadeaba en un desesperado intento por soportar el dolor sobre mi piel y la falta de oxigeno en mis pulmones. No había tiempo para descansar. Las zancadas de ira de mí ultimador se aproximaban lentamente para conectar su último golpe. – Deberías sentirte honrado, sucia sabandija. Morirás con el filo de mi daga de ritual. Pronto te convertirás en parte de nuestro ejército de muertos. Es el ciclo natural. Los debiles sucumben ante los más fuertes. Tú seras mi alimento.
Emití una leve risa mientras mi rostro se ocultaba tras mis blancos mechones, no podía soportar el tono de superioridad de aquel bastardo. Justo antes de poder acercarse por completo, reaccione con un nuevo movimiento, desenfadando un par de pequeños cuchillos de mi cintura y arrojándolos en un par de movimientos hacia su mano para desarmarlo. Vara y daga corrieron el mismo destino que mis armas, pero aun quedaba una: mi fuerza de voluntad.
El sujeto tenso su rostro y arrugo el ceño, apretaba los dientes mientras la saliva se escapada rabiosamente entre sus labios, estaba realmente cabreado. Sin darle oportunidad de reaccionar, me lance para embestirlo. Ambos caímos al suelo y casi al mismo tiempo, nuestras manos encontraron el cuello enemigo. Rodamos un par de veces por el suelo mientras forcejeábamos, intentando estrangular al contrario. El nigromante tenía aun un truco más bajo la manga. Comenzó a emitir pausadas pero concisas palabras al tiempo que un extraño calor se despedía de sus manos, sin importar que la bufanda cubriera mi cuello.
Mi vista comenzaba a nublarse. Los sonidos a mi alrededor parecían ser solo un eco rebotando entre una infinidad de paredes huecas. Su tacto era como el mismísimo acero ardiendo al rojo vivo, como un centenar de espinas posándose sobre el mismo punto. No podía hacer otra cosa que presionar su cuello y enterrar mis dedos haciendo acopio de todas mis fuerzas, esperando que al menos ese maldito me acompañara a los brazos de la muerte.
Luego de perder la conciencia brevemente, reaccione entre un grupo de espasmos y pequeñas convulsiones. Tosí con fuerza mientras me llevaba las manos al cuello. Pareciera que hubiese emergido de las profundidades de una laguna oscura. A mi lado, yacía el cuerpo inerte de aquel que había intentado asesinarme. Mi laringe estaba hinchada, no podía emitir palabra alguna. Mi visión se mantenía borrosa, apenas si podía escuchar algo. Solo sombras era lo que pasaba frente a mis ojos. Una gran silueta se poso en mi escaso rango visual. Conocía a la única que podría poseer esa enorme silueta, si ella seguía en pie, habría algo de esperanza.
Johannes
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Re: [Evento] El golpe [Batalla por Terpoli]
No encontraron demasiados impedimentos en su camino hasta los nigromantes. Sin embargo, los brujos no iban a recibirles con los brazos abiertos. Habían preparado un comité de bienvenida. Los no muertos habían tomado posiciones en la puerta, una nueva barrera a derribar.
El hombre ratón no se lo pensó mucho, contrariamente a Vael.
-¡Riik! –Exclamó la mujer bestia, pero no obtuvo respuesta. El resto de soldados se había unido y comenzaban a irrumpir en la sala. Los guerreros que habían llegado hasta ahí, con vida por supuesto, habían convertido la matanza de cadáveres en un arte. Sabían cómo y dónde golpear para que los muertos no volvieran a levantarse… al menos temporalmente, pues los nigromantes seguían siendo fuertes en aquel reducto.
Riik también parecía desenvolverse con soltura pese a su tamaño, o quizás en parte gracias a eso. La mujer bestia no sentía miedo ya. De hecho, sus sentimientos en general habían quedado adormecidos, entre ellos la compasión. La batalla había despertado su lado más salvaje, más animal. La adrenalina también ayudaba. A no pensar. A dejarse llevar.
Tras reventar un cráneo con su martillo, Vael se dio cuenta de la inevitable verdad. Una verdad que había tratado de obviar. Tendría que matar. Se suele decir que si quieres acabar con la serpiente, debes atacar la cabeza. Y la cabeza, en este caso, eran los nigromantes. De nada servía matar muertos a diestra y siniestra si los que los controlaban seguían respirando.
Con decisión salvaje buscó a su objetivo, aunque éste le encontró a ella. Se trataba de un hombre de rostro ancho, su cabeza rapada estaba llena de cicatrices producidas por escarificación. Sus gruesos labios se torcían en una sonrisa, mostrando una dentadura perfecta y blanca, parecía destilar confianza. Incluso en aquellas circunstancias. Su mirada se cruzó por un instante con la de Vael. Sus ojos oscuros delataban un sentimiento que contradecía su sonrisa. ¿Duda quizás? ¿Miedo?
La mujer bestia se preguntó qué emociones descubriría su propio rostro. Su gesto, congestionado por la tensión dibujaba expresión más animal que nunca. Y por lo tanto, mucho más difícil de descifrar ante la mirada de criaturas más humanas. Ojos abiertos de par en par, pupilas retraídas. Las orejas hacia atrás y el gesto arrugado, enseñando los colmillos. Aquel rugido sordo escapando de su garganta.
Los muertos no entendían el miedo. Pero los hombres sí. El brujo de las marcas en la piel dio un paso atrás, pero no tardó en recuperarse. No dijo nada, pero parecía resuelto a matar o morir. Con un gesto de muñeca un grupo de muertos se abalanzó contra Vael. La mujer tardó en darse cuenta de que no estaban intentando matarla, sino inmovilizarla. Aferrando sus piernas y sus brazos. El brujo se acercó con rapidez dispuesto degollarla. La mujer bestia se debatía con todas sus fuerzas, gruñendo con desesperación. El resto de soldados parecían demasiado ocupados luchando por su propia supervivencia o con el resto de nigromantes. Nadie podía ayudarla.
Desesperada estiró la cabeza para rugir en dirección al brujo, que no se esperaba aquella reacción. Un instinto primal se apoderó del brujo, el terror básico y animal de saberse presa de un predador. Sin embargo, el nigromante logró recuperarse con rapidez. En este caso, él era el predador y la mujer bestia, una simple presa.
Gracias al momento de duda, Vael pudo valerse de su tamaño y su fuerza para liberar un brazo del agarre, llevándose por delante miembros podridos que seguían aferrándose a su brazo. Con el mismo movimiento detuvo la daga con la zarpa. El corte que le produjo era profundo, pero no parecía importante. Agarró la daga y la mano del hombre con fuerza, podía hacerlo, podía matarlo. Solo bastaba acercarlo hasta boca, sus colmillos harían el resto. Pero entonces su mirada se cruzó con la del nigromante.
Él vio el animal en la bestia y la mujer pudo descubrir el miedo en los ojos del hombre. Aquello le hizo dudar.
Y entonces sintió el ardor. Su primer instinto fue liberar el agarre. La sangre le quemaba. Presa del dolor e incapaz de hacer algo más que retorcerse, la mujer bestia soltó un quejido lastimero. Los ojos se le llenaron de lágrimas debido al brutal dolor, torturada al sentir su sangre arder en su brazo.
El brujo había vuelto a ganar distancia, huyendo del largo brazo de la bestia. Pero el hechizo había funcionado y ella estaba indispuesta, así pues, el hombre con un gesto de sincero alivio se acercó de nuevo para terminar el trabajo. Vael ni siquiera fue consciente del todo de la situación, completamente inutilizada por el dolor. Sin embargo, como salido de la nada, el pequeño roedor apareció en su ayuda. Con resolución Riik comenzó a combatir al brujo.
El hombre parecía un poco decepcionado por el cambio. El ratón no era un rival a su altura. Aunque lo cierto es que no le daba respiro y gracias a la distracción, la mujer bestia logró sobreponerse al dolor que, aunque no había cesado había disminuido considerablemente. Usando fuerza bruta logró liberarse por completo de sus agresores. Llevada por una furia salvaje y animal, espoleada por el dolor, con las manos desnudas comenzó a combatir a los muertos.
Tomó a uno de ellos por la cabeza y la pierna y tiró hasta separar sus miembros de su cuerpo, regando el suelo de restos orgánicos. Aplastó la cabeza de otro con la mano. No suponían una gran amenaza ahora que quién los controlaba estaba distraído.
Recuperó su martillo justo a tiempo para enfrentarse a un nuevo contrincante. El cuerpo pequeño se acercó a ella con sendas dagas en las manos. Era rápido y ágil.
No.
No podía ser.
Riik la miraba con ojos vacíos, un corte cruzaba su cuello de lado a lado. La sangre aún estaba fresca y su olor llenó las fosas nasales de Vael, provocándole arcadas.
-No…- La palabra logró hacerse paso por su garganta, a pesar del nudo que se había formado, hasta hacerse escuchar. La mujer bestia no tuvo fuerzas para defenderse cuando el ratón clavó su daga en su estómago. Por fortuna la ropa y la piel de la bestia fueron lo suficientemente gruesas para evitar un daño grave. Vael soltó un quejido de dolor, pero el ratón no lo iba a dejar ahí. Presionó y giró la daga en su estómago, ella cubrió con su zarpa las manos del ratón para detenerlo y lo lanzó hacia atrás, aunque la daga seguía clavada en su piel.
-No…- Balbuceó la joven de nuevo, mirando con horror al que había sido su compañero y amigo. El ratón se había recuperado y volvía a arremeter. Aquel pequeño hombre bestia apenas unos instantes antes le había salvado la vida. Ella no había podido devolverle el favor. Se había dejado distraer estúpidamente por los muertos. Había sido culpa suya. Debía haber estado atenta… Debía… Debía haberlo matado cuando tuvo la oportunidad. Aquel momento de duda había sido el que había matado al ratón.
La mujer bestia miró al brujo con resolución. Su mente había terminado de deshumanizarlo.
Era un monstruo.
Él había matado a Riik.
Él había cometido aquellas atrocidades.
Martillo en mano, se abalanzó sobre el brujo. Vael ignoró la renovada ola de dolor, la herida que causó su daga cuando intentó defenderse inútilmente. El hechizo quedó ahogado por una exclamación de dolor cuando ella lanzó su martillo contra el hombre. El golpe dio de lleno en el pecho y lanzó al hombre hacia atrás.
Estaba en el suelo. Un sonido silbante escapaba de sus labios cada vez que el hombre intentaba respirar. Probablemente alguna costilla rota había perforado sus pulmones. Tenía el pecho hundido. Sus ojos estaban desorbitados, miraban a la mujer bestia con terror.
Intentó murmurar algo, quizás un hechizo. Pero no tenía fuerzas. La sangre borboteó en sus labios, tosió y escupió sangre.
-P-por favor…- Logró decir el hombre con un hilo de voz. Su rostro era una mueca de terror. – N-no quiero… morir…-
Eres un monstruo.
La mujer bestia aferró su martillo con fuerza y golpeó el cráneo del nigromante, aplastándolo. No había compasión en su mirada. Solo furia. Y a pesar de que le hombre estaba muerto, la mujer bestia volvió a golpear con todas sus fuerzas. Una y otra, y otra vez.
Eres un monstruo.
Dejó de golpear cuando se dio cuenta.
Miró su reflejo en la sangre que se había encharcado en el suelo.
-Monstruo…- Se dijo con un hilo de voz.
Islendil había sobrevivido a la batalla y ahora vagaba por la sala atendiendo con sus habilidades a los heridos. Al menos, aquellos por los que podía hacer algo.
Encontró a Vael sentada junto al cuerpo del roedor y del cadáver del nigromante, cuya cabeza era apenas un amasijo irreconocible. La elfa no dijo nada, aunque dedicó una mirada llena de tristeza al pequeño roedor. Tuvo a bien ocuparse de la herida mágica en la mano de Vael, así como el resto de heridas que había recibido por arma blanca.
-Lo siento.- Fue lo único que dijo la elfa.
Vael no respondió, tenía la mirada perdida.
El hombre ratón no se lo pensó mucho, contrariamente a Vael.
-¡Riik! –Exclamó la mujer bestia, pero no obtuvo respuesta. El resto de soldados se había unido y comenzaban a irrumpir en la sala. Los guerreros que habían llegado hasta ahí, con vida por supuesto, habían convertido la matanza de cadáveres en un arte. Sabían cómo y dónde golpear para que los muertos no volvieran a levantarse… al menos temporalmente, pues los nigromantes seguían siendo fuertes en aquel reducto.
Riik también parecía desenvolverse con soltura pese a su tamaño, o quizás en parte gracias a eso. La mujer bestia no sentía miedo ya. De hecho, sus sentimientos en general habían quedado adormecidos, entre ellos la compasión. La batalla había despertado su lado más salvaje, más animal. La adrenalina también ayudaba. A no pensar. A dejarse llevar.
Tras reventar un cráneo con su martillo, Vael se dio cuenta de la inevitable verdad. Una verdad que había tratado de obviar. Tendría que matar. Se suele decir que si quieres acabar con la serpiente, debes atacar la cabeza. Y la cabeza, en este caso, eran los nigromantes. De nada servía matar muertos a diestra y siniestra si los que los controlaban seguían respirando.
Con decisión salvaje buscó a su objetivo, aunque éste le encontró a ella. Se trataba de un hombre de rostro ancho, su cabeza rapada estaba llena de cicatrices producidas por escarificación. Sus gruesos labios se torcían en una sonrisa, mostrando una dentadura perfecta y blanca, parecía destilar confianza. Incluso en aquellas circunstancias. Su mirada se cruzó por un instante con la de Vael. Sus ojos oscuros delataban un sentimiento que contradecía su sonrisa. ¿Duda quizás? ¿Miedo?
La mujer bestia se preguntó qué emociones descubriría su propio rostro. Su gesto, congestionado por la tensión dibujaba expresión más animal que nunca. Y por lo tanto, mucho más difícil de descifrar ante la mirada de criaturas más humanas. Ojos abiertos de par en par, pupilas retraídas. Las orejas hacia atrás y el gesto arrugado, enseñando los colmillos. Aquel rugido sordo escapando de su garganta.
Los muertos no entendían el miedo. Pero los hombres sí. El brujo de las marcas en la piel dio un paso atrás, pero no tardó en recuperarse. No dijo nada, pero parecía resuelto a matar o morir. Con un gesto de muñeca un grupo de muertos se abalanzó contra Vael. La mujer tardó en darse cuenta de que no estaban intentando matarla, sino inmovilizarla. Aferrando sus piernas y sus brazos. El brujo se acercó con rapidez dispuesto degollarla. La mujer bestia se debatía con todas sus fuerzas, gruñendo con desesperación. El resto de soldados parecían demasiado ocupados luchando por su propia supervivencia o con el resto de nigromantes. Nadie podía ayudarla.
Desesperada estiró la cabeza para rugir en dirección al brujo, que no se esperaba aquella reacción. Un instinto primal se apoderó del brujo, el terror básico y animal de saberse presa de un predador. Sin embargo, el nigromante logró recuperarse con rapidez. En este caso, él era el predador y la mujer bestia, una simple presa.
Gracias al momento de duda, Vael pudo valerse de su tamaño y su fuerza para liberar un brazo del agarre, llevándose por delante miembros podridos que seguían aferrándose a su brazo. Con el mismo movimiento detuvo la daga con la zarpa. El corte que le produjo era profundo, pero no parecía importante. Agarró la daga y la mano del hombre con fuerza, podía hacerlo, podía matarlo. Solo bastaba acercarlo hasta boca, sus colmillos harían el resto. Pero entonces su mirada se cruzó con la del nigromante.
Él vio el animal en la bestia y la mujer pudo descubrir el miedo en los ojos del hombre. Aquello le hizo dudar.
Y entonces sintió el ardor. Su primer instinto fue liberar el agarre. La sangre le quemaba. Presa del dolor e incapaz de hacer algo más que retorcerse, la mujer bestia soltó un quejido lastimero. Los ojos se le llenaron de lágrimas debido al brutal dolor, torturada al sentir su sangre arder en su brazo.
El brujo había vuelto a ganar distancia, huyendo del largo brazo de la bestia. Pero el hechizo había funcionado y ella estaba indispuesta, así pues, el hombre con un gesto de sincero alivio se acercó de nuevo para terminar el trabajo. Vael ni siquiera fue consciente del todo de la situación, completamente inutilizada por el dolor. Sin embargo, como salido de la nada, el pequeño roedor apareció en su ayuda. Con resolución Riik comenzó a combatir al brujo.
El hombre parecía un poco decepcionado por el cambio. El ratón no era un rival a su altura. Aunque lo cierto es que no le daba respiro y gracias a la distracción, la mujer bestia logró sobreponerse al dolor que, aunque no había cesado había disminuido considerablemente. Usando fuerza bruta logró liberarse por completo de sus agresores. Llevada por una furia salvaje y animal, espoleada por el dolor, con las manos desnudas comenzó a combatir a los muertos.
Tomó a uno de ellos por la cabeza y la pierna y tiró hasta separar sus miembros de su cuerpo, regando el suelo de restos orgánicos. Aplastó la cabeza de otro con la mano. No suponían una gran amenaza ahora que quién los controlaba estaba distraído.
Recuperó su martillo justo a tiempo para enfrentarse a un nuevo contrincante. El cuerpo pequeño se acercó a ella con sendas dagas en las manos. Era rápido y ágil.
No.
No podía ser.
Riik la miraba con ojos vacíos, un corte cruzaba su cuello de lado a lado. La sangre aún estaba fresca y su olor llenó las fosas nasales de Vael, provocándole arcadas.
-No…- La palabra logró hacerse paso por su garganta, a pesar del nudo que se había formado, hasta hacerse escuchar. La mujer bestia no tuvo fuerzas para defenderse cuando el ratón clavó su daga en su estómago. Por fortuna la ropa y la piel de la bestia fueron lo suficientemente gruesas para evitar un daño grave. Vael soltó un quejido de dolor, pero el ratón no lo iba a dejar ahí. Presionó y giró la daga en su estómago, ella cubrió con su zarpa las manos del ratón para detenerlo y lo lanzó hacia atrás, aunque la daga seguía clavada en su piel.
-No…- Balbuceó la joven de nuevo, mirando con horror al que había sido su compañero y amigo. El ratón se había recuperado y volvía a arremeter. Aquel pequeño hombre bestia apenas unos instantes antes le había salvado la vida. Ella no había podido devolverle el favor. Se había dejado distraer estúpidamente por los muertos. Había sido culpa suya. Debía haber estado atenta… Debía… Debía haberlo matado cuando tuvo la oportunidad. Aquel momento de duda había sido el que había matado al ratón.
La mujer bestia miró al brujo con resolución. Su mente había terminado de deshumanizarlo.
Era un monstruo.
Él había matado a Riik.
Él había cometido aquellas atrocidades.
Martillo en mano, se abalanzó sobre el brujo. Vael ignoró la renovada ola de dolor, la herida que causó su daga cuando intentó defenderse inútilmente. El hechizo quedó ahogado por una exclamación de dolor cuando ella lanzó su martillo contra el hombre. El golpe dio de lleno en el pecho y lanzó al hombre hacia atrás.
Estaba en el suelo. Un sonido silbante escapaba de sus labios cada vez que el hombre intentaba respirar. Probablemente alguna costilla rota había perforado sus pulmones. Tenía el pecho hundido. Sus ojos estaban desorbitados, miraban a la mujer bestia con terror.
Intentó murmurar algo, quizás un hechizo. Pero no tenía fuerzas. La sangre borboteó en sus labios, tosió y escupió sangre.
-P-por favor…- Logró decir el hombre con un hilo de voz. Su rostro era una mueca de terror. – N-no quiero… morir…-
Eres un monstruo.
La mujer bestia aferró su martillo con fuerza y golpeó el cráneo del nigromante, aplastándolo. No había compasión en su mirada. Solo furia. Y a pesar de que le hombre estaba muerto, la mujer bestia volvió a golpear con todas sus fuerzas. Una y otra, y otra vez.
Eres un monstruo.
Dejó de golpear cuando se dio cuenta.
Miró su reflejo en la sangre que se había encharcado en el suelo.
-Monstruo…- Se dijo con un hilo de voz.
***
Islendil había sobrevivido a la batalla y ahora vagaba por la sala atendiendo con sus habilidades a los heridos. Al menos, aquellos por los que podía hacer algo.
Encontró a Vael sentada junto al cuerpo del roedor y del cadáver del nigromante, cuya cabeza era apenas un amasijo irreconocible. La elfa no dijo nada, aunque dedicó una mirada llena de tristeza al pequeño roedor. Tuvo a bien ocuparse de la herida mágica en la mano de Vael, así como el resto de heridas que había recibido por arma blanca.
-Lo siento.- Fue lo único que dijo la elfa.
Vael no respondió, tenía la mirada perdida.
Vael
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Re: [Evento] El golpe [Batalla por Terpoli]
Evento Terminado.
Felicitaciones.
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