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Mensaje  Anastasia Boisson Mar Jun 28 2016, 23:00


Un sol radiante abrasaba sobre Beltrexus aquella soleada mañana de verano. Desde la ventana de mi habitación en la tercera planta de la academia tensái pude ver una plaza del mercado abarrotada. Un rápido vistazo de lo que era un día de felicidad en la capital de los brujos. Al ritmo que jugaba con el dedo la oscura marca negra en forma de anillo ascendente y descendente, rodeando mi brazo como si de un brazalete se tratase.

-¿Qué misterios esconderás? – le pregunté sin esperar respuesta a la marca, recorriéndola con mi dedo índice. La marca del centinela me ligaba en cierta manera a Mortagglia, y ahora debía buscar una manera de eliminarla de mi brazo. Aún estaba incómoda pues sólo habían pasado dos días desde el ataque de los vampiros, y el maestro Dorian permanecía convaleciente en el hospital.

Por su parte, Isabella se encontraba terminando los preparativos para el cuartel general del gremio de Cazadores de Vampiros. Por lo que me había contado, había ordenado decorar aquel viejo caserón cerca de los acantilados de la muerte. Recordaba la de veces que jugábamos al escondite de jóvenes en aquel lugar, pese a que el maestro Dorian nos prohibiese acercarnos a aquellos lugares.

Con una sonrisa en mi rostro me levanté de la cama y me acerqué al armario tratando de buscar algo de ropa. Aún estaba en pijama y había dormido como hacía meses no lo hacía. – Vaya, ¿qué tenemos aquí? ¡Oh! Eres tú. - Lo primero a lo que eché un ojo fue a mi ballesta pesada junto al carcaj. El arma legendaria que otrora había pertenecido a mi abuela en su etapa de cazadora. Recorrí su bella estampa y grabado también con la mano. Mi buena ballesta, que de tantos peligros me había salvado. El último, de morir o ser capturada seguramente por el centinela. – Hoy creo que no te necesitaré. – le sonreí y cerré el armario, para abrir el contigo donde escondía la ropa. Me coloqué mis clásicos ropajes oscuros de cazadora, al menos tenía que dar la sensación.

Tras asearme y arreglarme un poco salí por la puerta de mi habitación, bajé a la calle y comprobé como unos niños casi me llevan por delante. Poco había cambiado en la ciudad. Tenía ese cierto toque especial o mágico que no tenía en Lunargenta o en otros lados del mundo y aquello afectaba positivamente a mi carácter, mucho menos arisco y agresivo cuando me encontraba en casa.

-¡Huri! ¡Cuánto tiempo! – resonó una voz a mis espaldas, nada más salir a la calle. Me giré.

Aún así, siempre había cosas que verdaderamente podían terminar por complicarte el día, y encontrarte a Natasha Boisson era una de ellas. Su padre había fallecido hace unos años por una grave enfermedad degenerativa y su abuelo también perecido, era hermano del mío, que murió el mismo día en que su esposa Mortagglia decidió traicionarle. Natasha era, al igual que yo, la última de las vástagas de los Boisson. Pero no era precisamente la espabilada de la familia, había ido conmigo a clase desde nuestros inicios, pero la joven era incapaz de empuñar un arma y terminó especializándose en psicología.

NATASHA BOISSON:

-Natasha… – dije tratando de hacerme la sorprendida. Tenía ese gen gótico que había calado en toda nuestra familia desde hacía siglos y es que desde el primero al último de los Boisson vestíamos de negro. Aunque el pintarse también los ojos resultaba poco práctico e innecesario en mi opinión. - ¿A dónde vas? – le pregunté.
-Voy contigo, prima. – respondió ella, sonriente. – La tía Isabella me ha dicho que yo también voy a pertenecer al gremio. - ¿en serio, mamá? Las decisiones de Isabella cada vez me parecían más incoherentes.
-¿Tú? Pero si no has matado una mosca en tu vida. – le respondí, y es que era bastante más menuda y menos atlética que yo. Como tensái de agua que era dejaba bastante que desear.
-¿Crees que lo único importante es pegarse? La base logística es importante, necesitaréis alguien que clarifique los manuscritos y libros que encontréis, que analice los comportamientos de vuestros enemigos… llevo estudiando a los vampiros desde que murió mi padre. Él y tu madre ya sabes que se llevaban bien y siempre quiso ayudarla a su manera… Del mismo modo que yo te ayudaré ahora a ti. ¡no hay mejor psicóloga de vampiros que yo! – respondió. – Además, ¡soy una Boisson de pedigree! Tú lo llevas de segundo apellido.
-Soy una Boisson de pedigree... - dije imitando su voz repipi, y le pegué una pequeña guantada en la cabeza a modo cariñoso, como hacía con ella desde pequeña.Iniciando así una pequeña y amistosa pelea recordando nuestros pequeños juegos infantiles.

A pesar de ellos, seguía sin ver bien aquella decisión de Isabella. En cualquier caso, no era el momento para cuestionar las decisiones de mi madre. Había un largo trecho aún hasta el castillo y aún tenía que encontrarme con Jules, Vincent, Níniel y los demás. Tal vez fueran ya por el camino o se encontraran allí. Caminamos a un ritmo rápido, el camino avanzaba siempre en dirección ascendente.


Última edición por Huracán el Sáb Sep 24 2016, 08:17, editado 1 vez
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Mensaje  Níniel Thenidiel Miér Jun 29 2016, 22:19

Habían pasado un par de días desde aquella terrible noche en la que los vampiros atacaron el lugar en el que Huracán y los suyos celebraban el retorno de su gremio de cazadores, y con ello la apertura del reclutamiento para nuevos candidatos a formar parte de dicha organización entre los brujos del lugar. Dos días en los que los rumores y las historias sobre tan oscuros sucesos se habían extendido por la ciudad como el fuego sobre la paja seca convirtiéndose en uno de los temas recurrentes en las conversaciones de las gentes, que por supuesto no tardaron en comenzar a añadir a los relatos detalles de su propia cosecha llegando a convertir la mayor parte de las versiones de lo ocurrido en poco menos que en un sinsentido con más o menos épica.

La favorita de Níniel era aquella en la que el narrador de turno aseguraba que el espíritu de una joven y hermosa elfa había aparecido por entre los árboles atendiendo a los heridos en su momento de mayor necesidad. Concretamente el espíritu de una elfa fallecida durante la parte más dura del conflicto por las islas mientras trataba de encontrar a su enamorado en aquel bosque, enamorado que era, como no, un brujo. No tenía ni pies ni cabeza pues cualquiera ligeramente versado en historia sabría que los brujos no se enfrentaron a los elfos si no a los druidas...Pero al menos era una versión bonita y se elogiaba su belleza en ella, nada mal para estar en las islas de los brujos. Desde luego era mucho mejor que aquella en la que un orondo hechicero contaba cómo había detenido prácticamente solo a los ograrks y se autoproclamaba héroe cuando Níniel recordaba perfectamente que era el cobarde que no sabía ni hacia donde huir cuando todo ocurrió y no había dudado de empujar a mujeres al suelo en su desesperación.

En cualquier caso y a pesar de las invenciones de algunos, gracias a los dioses aquella noche no hubo tantos muertos como cualquiera hubiese podido esperar de algo así y muchos de los heridos no tardarían mucho en recuperarse por completo. Eso era lo verdaderamente importante. Eso y que de algún modo el pequeño grupo formado alrededor de la veterana cazadora de vampiros logró manejar la situación y evitar un mal mucho mayor. A partir de ahí que cada cual inventase lo que quisiera mientras hubiera necios que se lo creyeran.

Desde aquella peligrosa noche, en la que nada más volver a la posada disfrutó de un largo baño caliente y de un reparador sueño más que merecido, Níniel se las apañó para que lo sucedido no alterara su plan inicial. No había hecho aquel viaje y corrido el riesgo de que los brujos decidieran rememorar sus victorias pasadas con ella para cazar vampiros, ni para unirse a ningún clan de cazadores. Había ido allí para aprender alquimia de un gran maestro y eso hizo durante los días siguientes.

Otrore resultó ser un maestro bastante peculiar. Carecía de casa propia en las islas y pasaba su tiempo entre la posada de la ciudad y las casas de sus amigos y colegas alquimistas más cercanos. Durante los trayectos de un lado a otro instruía a la peliblanca de forma teórica sobre principios avanzados que casi costaba creer que pudieran ser reales y no las invenciones de un loco, claro que tras haber vivido de primera mano el mundo de los sueños Níniel estaba más que dispuesta a no poner en duda sus palabras, aunque sí a debatirlas desde su propio conocimiento. Cuando llegaban al hogar de alguno de sus antiguos colegas permitía a la joven escuchar los debates entre maestros y presenciar las demostraciones prácticas que realizaba tras ellos, sintiendo que mejoraba enormemente tan solo observando. Cuando caía la noche volvían de nuevo a la posada donde por fín podía poner en práctica las lecciones aprendidas hasta que el sueño la vencía y se obligaba a sí misma a dormir unas cuantas horas en vez de a tomar una poción para mantenerse despierta como le gustaría para así seguir practicando. Prácticamente no tenía tiempo para nada más y era tiempo bien aprovechado, estaba avanzando a pasos agigantados y sentía que aún había mucho que podía aprender de aquel brujo.

Quizá por eso la molestó tanto recibir la visita de Anette en la posada la mañana de su tercer día en las islas. No es que no se alegrara de ver a su amiga, lo hacía y mucho. Habían demostrado trabajar muy bien juntas en situaciones complicadas aquella noche y podían jurar que ninguna de las dos seguiría viva de no ser por la otra, y eso era algo que unía a las personas tanto o más que años de relación. Sencillamente estaba tan ocupada...Tantas cosas por aprender, tantos experimentos que descubrir y tantas fórmulas que probar...

-Bueno, tampoco es que sea algo obligatorio el ir. si estás tan liada con tus estudios seguro que entenderán que no acudas. Además nunca quisiste formar parte...Aunque se te da de miedo despachar a esas sucias alimañas y formamos buen equipo. Jules es bueno en ese sentido, pero es un poco agobiante, ya me entiendes. - Dijo la aspirante a cazadora ante las primeras palabras de la elfa tratando de disculparse y evitar ir aquella reunión, así como de disculpa por el tono de sus primeras frases.

-Respeto vuestro trabajo pero no sé qué podría aportar acudiendo. Tampoco tenéis que agradecerme nada, me alegro de haber podido ayudar y de haberos conocido a todos pero...- Respondió la peliblanca ya superado el malhumor inicial al ver que su amiga entendía perfectamente su situación y que antepusiera sus estudios a aquella reunión.

-Pero estás muy liada. No pasa nada. Se lo diré.- Sentenció la chica que pareció a pesar de todo claramente triste por no poder contar con la peliblanca en aquella ocasión. Al menos el instante que tardó en darse la vuelta para volver a las calles de Belltreux y encaminarse hacia su destino sin la compañía que esperaba.

-Espera chiquilla.- La interrumpió la voz de Otrore cuando estaba ya casi en la puerta. -Lo que mi aprendiz quería decir es que hará encantada una pausa en sus estudios y te acompañará a esa reunión vuestra, aunque no sea una cazadora.- Dijo en tono jovial el anciano maestro alquimista mientras se acercaba hasta la peliblanca ataviado con su larga túnica azul y le tendía la capa sobre los hombros sin que ésta supiera qué estaba pasando mientras lo miraba con evidente estupefacción.

-Pero...Hoy íbamos a ir casa del maestro Ledwig y hablar sobre la tercera ley de Vanto y sus posibles excepciones...- Trató de protestar la elfa que esperaba dichas lecciones con avidez. -¿He hecho algo mal para que no queráis que siga siendo vuestra pupila?-

-Al contrario querida. Eres la mejor alumna que he tenido nunca. Por eso quiero que te tomes un día libre de estudios. La lección de hoy es que debes descansar también. Nada de peros, es una lección importante. Más te vale aprenderla muy bien o entonces sí que tendré que replantearme si eres digna de mis enseñanzas...Es broma, lo eres...Pero tienes que relajarte un poco. Así que deja de mirarme así y ve con ella.- Terminó de decir el brujo en un tono que a pesar de ser desenfadado y alegre no dejaba lugar a réplicas. Quedándose plantado allí delante sin aparente intención de moverse hasta haber comprobado que su aprendiz aceptaba sus "Recomendaciones".

-Supongo que las leyes de Vanto seguirán en su sitio mañana...- Comentó la peliblanca colocándose bien la capa y tomando su bastón cubierto de tela de la silla a su lado, donde descansaba, aunque aún no muy convencida de todo aquello. Una cosa tenía clara, no iba a conseguir con palabras que su maestro se replanteara su postura. -Está bien. ¿Vamos?- Añadió ya para su amiga que pareció agradecer aquel cambio de parecer mostrando una amplia sonrisa. -¿Habéis avisado ya a Vincent?. Salió temprano hoy.-

-Claro, tenemos que ir al castillo. Espero que no te den flojera las cuestas empinadas, prácticamente todo el camino hasta allí es cuesta arriba. Jules tenía que avisar a Vincent, seguro que ya están allí, o de camino.-

Dicho aquello las dos chicas se pusieron en marcha, con Níniel tapando sus orejas con su peinado recogido como lo llevaba siempre desde que llegara a las islas para ocultar sus orejas y su ropa humana ocultando su procedencia. Pronto ambas comenzaron a charlar sobre intereses comunes y sobre lo ocurrido en aquellos dos días Antes de que su destino estuviese ya a la vista Níniel ya agradecía la sabiduría de Francesco al obligarla a tomarse aquel respiro.
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Mensaje  Vincent Calhoun Vie Jul 01 2016, 04:54

Una ligera brisa había llegado con esa mañana, dando una sensación de frescor, y al mismo tiempo acariciando la superficie del mar. Meciendo las olas con delicadeza y haciendo que estas reposaran con suavidad en la playa, y con algo más de violencia contra el acantilado como era normal.

- ¿Aquí fue? - preguntó la morena.

El hombre por su parte solo asintió, para después seguir los pasos de la mujer hasta la playa que contemplaran unos instantes antes desde lo alto del acantilado.

Aún podían verse los restos de la batalla nocturna dispersos por la playa, seguramente atraídos por la suave marea de esa mañana. Una marea que aquella noche no lo había sido en absoluto, siendo todo una fuerza de la naturaleza. La naturaleza de la magia.

La mujer de pelo negro como la más absoluta oscuridad retiró su capucha hacia atrás a la vez que daba algunos pasos, adelantándose a su acompañante, que por su parte se quedó estático observándola.

- No esperaba esto ni mucho menos-, dijo la mujer, abstraída, como sin dirigirse a nadie en particular, recogiendo un trozo de madera entre sus manos. - Conocí a Isabella hace mucho tiempo-, comentó esta vez sí al hombre, aunque sin girarse en ningún momento. - Mucho, mucho tiempo-, volvió a decir distraída, con la mente puesta seguramente en aquellos recuerdos.

Podría haberle sorprendido al muchacho a su espalda, pero realmente no lo hizo. Algún motivo había tenido la mujer para encargarle esa misión, y estaba seguro de que no era el combate que había tenido lugar. No, el interés de la morena solo era que se informara de los movimientos del gremio. Y que conociera a Isabella… solo era un motivo tan bueno como otro cualquiera.

- Esos vampiros… han sido muy osados de atacar su gremio en las islas. Me dijiste que uno de ellos se hacía llamar Centinela ¿no?

- Así es. Era el más fuerte de ellos, y fue necesaria la intervención de todos nosotros para vencerle-. Vencerle en parte, pues no tenía su cabeza en una pica, y eso le resquemaba por dentro. El mejor enemigo, era solo el que estaba demasiado muerto para volver a molestar. - La niña…

- La niña sabe más que tú sobre él, ¿eso me ibas a decir? - dijo la morena, girándose para que viera su sonrisa.

Como le gustaba picarle, sabiendo lo que le gustaba saberlo todo. Sobre todo de alguien tan importante y peligroso.

- Ha vivido con él. Lo denomina Tío Centi-, respondió pasando por alto su comentario. - Aún no he podido hablar suficiente con ella para averiguar más, pero tiene pinta de que ese ser la crió desde su más tiernas infancia. Menoscabando su moral con tortura y otras artes oscuras. Por ello he creído conveniente dejarla en paz sobre recuerdos que no le harán ningún bien.

Yennefer dejó caer la madera que sostenía y se acercó a su hijo con pasos lentos.

- Eres un buen padre. Mucho has tardado en darme una nieta-, sonrió. - Más teniendo en cuenta lo mucho que te gustaban las mujeres-, terminó de decir sin perder la sonrisa.

Vincent por su parte solo meneó la cabeza, a lo que su madre le acarició la mejilla después de la broma.

- Maneja poderes oscuros-, dijo girándose para mira el mar, bello aquella mañana reflejando el sol como una línea en el horizonte. - Eso no es nada bueno. Menos aún cuando se atreve a intervenir en suelo brujo. No es bueno para… nuestra política.

El hombre, pensativo, se acarició la barba, pues sabía muy bien a qué se refería. Así que, ¿qué otra cosa podía decir? Solo observó el mismo mar que se había tragado el barco de los vampiros durante la noche.

Aún tenía el recuerdo de esa mañana con su madre cuando sintió el golpeteo contra la puerta de su habitación de alquiler. El brujo miró extrañado la puerta, pues no esperaba visita, pero decidió que había tendría que ir a abrir cuando el sonido contra la madera se repitió. El brujo dejó de jugar con la manzana fresca que sostenía, y se incorporó de la cama dejándola sobre un cuenco sobre la mesilla.

- ¿Esperabas a otra persona? - dijo con una sonrisa, un tipo familiar al otro lado del marco de la puerta recién abierta.

Sin duda su referencia era por el aspecto del bi-elemental. Y Vinc negó con la cabeza, aunque sin poder evitar sonreír. ¿Es que acaso ese hombre era su hermano? Si no conociera bien el amor que sentía Yennefer por su padre, podría jurar que ese hombre tenía el mismo repertorio de frases que la morena para molestarlo. Casi como una herencia.

- Jules, ¿Qué hacer aquí? - preguntó al tirador.

- Que pasa, ¿no te alegra recibir la visita de un amigo? - contestó, metiéndose en la habitación sin invitación alguna, prácticamente apartando al otro brujo de en medio. - ¿O realmente esperabas a otra persona? - dijo, haciendo un movimiento con la cabeza señalando su torso desnudo, para luego reír. - Es broma. Simplemente los jefazos del gremio quieren verte. Por los visto les has causado impresión.

- ¿Impresión? - respondió para luego mirar su pinta, con solo los pantalones puestos. - Impresión da unos Ograrck locos, y unos putos vampiros. Sobre todo aquel mastodonte que era tan grande como toda esta maldita habitación. Eso si da impresión. Y por cierto, solo estaba descansando mal pensado. No pretenderás que descanse con todo el equipo encima.

- Lo que tú digas-, rió de nuevo, recogiendo una camisa de una silla. - Pero tenemos que irnos. Seguro que te hace bien dar una vuelta-, dijo lanzándole la camisa a la cara.

Vincent por su parte se retiró su camisa de la cara lentamente, aplacando las ganas de convertir a Jules en una antorcha humana.

De todas formas consiguió refrenar las ganas de matar al cazador, que podía decir, en el fondo le caía bien. Y horas más tardes se encontraba subiendo un zigzagueante camino hacia un imponente castillo.

- Conozco este sitio. De pequeño, me acercaba a veces a mirar. Pensaba que estaba abandonado-, comentó a Roche.

- Lo estaba. Bienvenido al cuartel general del gremio-, respondió el cazador, para luego dedicarle una sonrisa.

El brujo le miró y le devolvió la sonrisa, para después observar embobado la fortaleza. Había decidido a acompañar a Jules, pues estaba convencido de que en el gremio podría saber más del enemigo común que tenían. El centinela. Pero solo poder ver ese castillo de cerca y reformado merecía la pena. Además sería un placer volver a ver a Huracán, y según las palabras del cazador, Níniel también asistiría. La elfa le causaba sensaciones difíciles de explicar, y que siempre le alegraba poder pasar rato con la sacerdotisa, era una de ellas.
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Mensaje  Anastasia Boisson Sáb Jul 02 2016, 10:17

-¡Ay, prima, espera! No puedo más. – me decía Natasha, totalmente fatigada. No habíamos dejado de subir desde que salimos de Beltrexus. El camino alternaba tramos de pendiente moderada con otros todavía más verticales, pero siempre de manera ascendente. Para mí, acostumbrada a recorrer largas caminatas en mis cacerías y que entrenaba duramente cada día, aquel camino no era más que un paseo, pero para Natasha, que era enclenque y esmirriada, aquello era como subir al Pico Más Alto, en los reinos del Norte.
-Menuda cazadora de vampiros estás tú hecha… - dije negando con la cabeza y resoplando, mirando como ella se apoyaba sobre sus rodillas.

Cuando terminó de descansar continuamos el camino, probablemente gracias a ella llegaríamos las últimas y eso es algo que ni mucho menos quería, pues mi intención era servir de recepción a los invitados. El antiguo palacete abandonado, ahora restaurado para la causa, era un extraño lugar que había pertenecido a una adinerada familia de Beltrexus, hasta que ésta no lo pudo mantener y fue comprado por la academia, permaneciendo en desuso hasta aquel día.

Allí soplaba el viento y bastante fuerte. No en vano estábamos cerca de los acantilados. Habíamos llegado prácticamente las últimas pero no había tanta gente como la noche de fundación en el bosque, así que pude identificar rápidamente a Níniel y Annette en el patio. Allí ya estábamos los que se supone, que íbamos a ser cazadores, o al menos los que habían participado en la batalla como la valiente elfa.

-Níniel, qué sorpresa. ¿Qué tal estás? – no había tenido tiempo para charlas con la elfa desde la fatídica noche, ni siquiera para preguntarle si finalmente ella y Annette habían tenido algún problema. Le eché un vistazo por encima a la elfa y rápidamente noté una pequeña marca en su rostro. – Vaya, veo que te han hecho una pequeña marca en la cara. Espero que se te quite con el tiempo. – me llevé la mano a mi brazo derecho, donde tenía yo la mía. - Yo también tengo una, pero créeme que preferirías no cambiármela. – le dije sin entrar en más detalle de lo que implicaba llevar la mía ahí. Quizá menos visible pero sí más peligrosa.

Trataba de ser cortés con ella en agradecimiento por su inestimable ayuda en combate, gracias en parte a la magia con la que imbuyó nuestras flechas pudimos derrotar al Centinela, y no me gustaba nada que la gente sufriera heridas por luchar por mi causa.

-¡Vaya! ¡Hay que ver con qué facilidad florecen las rosas en estas alturas! – retumbó una voz joven a nuestra espalda. Era Jules, que venía con los brazos abiertos hacia nosotras. - Tres hermosas conocidas y una nueva especie, pero no por ello menos elegante y bella. – continuó mientras se acercaba a mi prima, le tomaba la mano y le daba un beso en esta. Resoplé y lancé una mirada sentenciante al brujo mientras me mantenía de brazos cruzados. Si algo me quemaba en mi vida, eran los estereotipos, y Jules ejemplificaba el prototipo de hombre bromista, poco responsable y mujeriego. - ¿Con quién tengo el gusto de hablar? – ella se puso colorada, se llevó la otra mano a la cara y con una tímida sonrisa por lo bajo le respondería.
-Con Natasha. ¿Tú debes ser Jules, no? – le preguntó ella. – Fuiste muy valiente aquella noche.
-Oh, Huracán ya te ha contado mis hazañas de cómo conseguí derrotar al Centinela por lo que veo. – dijo mirando entre risas para mí. Lo que podría haber hecho enfadar al resto de los presentes, que también habían participado en el combate y conocían la historia a la perfección.
-¿Perdona? – interrumpí de mala manera y con un gesto de enfado, lo que causó aún más risa en el brujo.
-Tranquila, Huri, que no me he olvidado de ti. Mira lo que te hice estos días, ¿te gusta? – dijo con sorna mientras sacaba de su bolsillo una pequeña muñeca de trapo confeccionada a mano. El muñeco representaba una caricatura mía, vestida de negro, con una cara de enfado pintada con algún tinte, y que llevaba unos palos a la espalda a modo de carcaj y de ballesta. - Bueno, ahora tendremos que entrar, ¿no? O nos dejarán sin el bogavante y el caviar. – dijo en referencia a la ostentosidad y lujos que se gastaban los brujos.

Definitivamente, era alguien inteligente, el discurso de Jules era cómico pero a la vez ejercía como crítica a la sociedad mediante adornos marcádamente sarcásticos, quedando bastante claro que lo único que buscaba aquel tipo era provocar al personal e irritar a la gente. Y conmigo lo conseguía perfectamente. Se adelantó al grupo y comenzó a caminar hacia allí.

-Oye… pues no es tan feo, ¿no? – me preguntó Natasha. A lo que solo negué con la cabeza en un claro gesto de desesperación.
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Mensaje  Níniel Thenidiel Dom Jul 03 2016, 00:58

-Deberías haberme avisado de que tendríamos que salir de la ciudad y caminar tan largo trecho bajo un sol de justicia.- Protestó la peliblanca mientras caminaba al lado de su amiga algo fatigada por el largo camino recorrido y tras el esfuerzo de un tramo especialmente inclinado que casi parecía no tener fín. -De haberlo sabido me hubiese puesto un calzado más cómodo. No sé cómo los humanos aguantan con unos zapatos tan poco prácticos, deben de tener los pies llenos de ampollas. Por no hablar de la ropa. Da mucho calor...- Continuó diciendo mientras aflojaba un poco los cordeles de su vestido a la altura del pecho para aliviarse un poco ya con la capa echada hacia atrás desde poco después de salir de los límites de la ciudad.

-Supongo que a todo se acostumbra una. Seguramente una humana pasaría frío con las escuetas prendas que soléis llevar los elfos. Por no hablar de una gran vergüenza por enseñar tanta piel. Aunque me parece que ese vestido tuyo no es muy de verano. Y te va algo justo de...Ahí- Comentó la joven bruja sin acritud alguna, e incluso permitiéndose una media sonrisa pícara al señalar de dónde consideraba que aquella ropa le iba justa a la peliblanca.

-Supongo. Tuve que prepararme para el viaje con muy poco tiempo. Era esto o vestir con mi ropa habitual y pintarme una diana en la espalda. Mucha suerte tuve de poder tomar la poca ropa que he traído prestada.- Y era cierto, fue una suerte trabar amistad con las jóvenes que rescataran de aquel nido de vampiros y una de ellas tuviera una talla similar a la de la sacerdotisa. Aunque era cierto que era algo más joven que ella y la elfa estaba algo más crecidita.

-Bueno, como puedes ver muchos no nos aferramos a viejos conflictos, al menos de forma absurda. Claro que nuestros cuentos para no dormir tratan a veces de esa enemistad y haces bien siendo precavida. Una pena que no creo que yo cuele por elfa. Incluso aunque me recogiera el pelo para ocultar las orejas me temo que me faltan algunos centímetros aquí y allá. Ya me entiendes. Renunciaría a mi magia a cambio de "esos dones de la naturaleza".- Bromeó, consiguiendo que Níniel comenzara a reír ante aquel modo de expresarse aunque era cierto que no era la primera vez que recibía ese tipo de comentarios, normalmente en un tono que permitía poco broma al respecto a diferencia del de su amiga.

-Supongo que escogimos bien entonces.- Continuó con la chanza, tomándose como broma algo que mal llevado bien podía empezar una discusión...O incluso una guerra. -¿Te gustaría poder entrar en Sandorai entonces?. Por lo de pasar por una elfa.-

-Ummm, debe ser un sitio interesante...Pero en mi caso hablo solo de curvas. Asique si sabes de una magia que arregle esto..- Dijo tomando sus pechos, que ciertamente no eran demasiado grandes, empujándolos con ambas manos hacia arriba.- ...Estaría muy agradecida.- Ambas volvieron a reír aunque sin poder evitar mirar nerviosas alrededor no siendo que alguien hubiese visto aquel gesto tan poco digno de una dama.

No tardaron mucho más en tener a la vista su destino. Una estructura grande y agradable a la vista que dominaba desde su privilegiada posición cercana a los acantilados una larga distancia a su alrededor. Imponía bastante al estar situada en un lugar tan alto y sin duda nadie podría acercarse hasta allí por medios normales sin ser visto mucho antes de resultar una amenaza. Seguramente ya habría más una persona al tanto de su llegada, y dado que eran cazadores de vampiros y tenían poderosos enemigos, seguramente ese alguien tendría una flecha o un virote preparado por si acaso no estaban en la lista de invitadas. Al menos esa era la costumbre entre los Thenidiel.

-Ya hemos llegado. Solo he estado aquí una vez así que no es que pueda ejercer de anfitriona, pero al menos sé cómo llegar. Este sitio estuvo abandonado mucho tiempo. Ahora me arrepiento de haber practicado magia contra su fachada...Aunque en mi defensa debo añadir que lo hacíamos todos de pequeños.- Comentó impostando cara de no haber roto nunca un plato.

-Es espléndido, y muy fácil de defender. Desconozco cómo se escogió o si se hizo siquiera pero me parece un lugar formidable.- Opinó la peliblanca usando su vista de elfa para percatarse de los detalles de la construcción a la que siguieron acercándose con renovadas energías al tener la meta ya a tan escasa distancia.

Ya en la puerta de la propiedad, delante de las rejas que permitirían acceder a lo que parecía un bonito jardín, la elfa pudo ver que algunos de los invitados o miembros de aquel gremio ya estaban allí y charlaban unos con otros formando grupos más o menos numerosos, denotando que las jóvenes llegaban más bien tarde, aunque Níniel esperaba que no las últimas. La etiqueta establecía aquello de forma tajante. Estaba bien visto llegar "elegantemente" tarde, pero llegar demasiado tarde era todo lo contrario y se consideraba una grosería. Entonces un par de vigilantes con aspecto curtido en la puerta les tomaron los nombres para comprobar que estaban en su lista.

-Anette Von Theirin. Puede pasar...Pero usted no señorita Thenidiel, si es que se llama así.- Proclamó uno de ellos mirando a la peliblanca con mala cara tras mirar en su pergamino, lo cual hizo que su compañero se cuadrara de forma intimidante ante la puerta, aunque sin conseguir que la peliblanca se sintiera amenazada. Era un tipo fuerte pero era un bebedor de leche al lado de Beor, el dueño de su pasada y un gran amigo. -Hay una Níniel en la isla pero es descrita como una elfa...Será mejor que te largues de aquí antes de que tengas problemas.- Ante aquello la sacerdotisa no pudo evitar dejar escapar un suspiro y luego una leve y cantarina risa coreada por la de Anette que acabó doblándose de la risa.

-Mi disfraz debe de ser realmente convincente.- Trató de explicarse.- Soy de hecho una elfa, pero no es sensato que lo pregone a los cuatro vientos y tú tampoco deberías hacerlo. -Dijo generando un pequeño orbe de luz en la palma de su mano, prueba que resultó más que suficiente para que aquel sujeto se disculpara por el error y la dejase pasar.

-Creo que le has gustado y quería verte las orejas...- Bromeó su compañera que aún no se había recuperado del anterior ataque de risa.

-Sí, supongo que a la hora de confeccionar esa lista mi rasgo más identificativo es que debo ser la única elfa en las islas. Me da la sensación de que mi condición me preocupa más a mi que a los brujos de por aquí- Y al menos por su experiencia con Otrore y su hija, con la madre de Vincent, con Huracán y los suyos...Parecía ser cierto.

Nada mas entrar las chicas recorrieron el lugar en busca de sus conocidos más cercanos. Vincent, Huracán, Jules...Incluso a Isabella, a pesar de Níniel dudaba poder ser una grata compañía en su intimidante presencia. ¿De qué podías hablar con una poderosa bruja capaz de desatar auténticas tempestades y conducir barcos enteros a su perdición?. ¿Del tiempo?. No, mejor no. Por desgracia no pudieron encontrar a nadie de esa lista por lo que terminaron continuando con sus conversaciones privadas entre ellas y únicamente siendo interrumpidas por el acercamiento de alguna otra que persona que puntualmente quiso presentarse e intercambiar algunas pocas palabras. Fue así hasta que algo más tarde llegó Huracán acompañada por otra joven vestida de negro y maquillada a juego.

-Te entiendo, ví como te alcanzó ese último ataque y lo que pasó después. Espero que puedas ocuparte de ella cuanto antes. Aunque bueno, con todo lo que pasó pudo ser peor.- Respondió a su interés de manera amigable aunque sin querer entrar tampoco en detalles con aquella marca. Al fin y al cabo ya habían luchado juntas varias veces, si necesitaba su ayuda o quería que le echara un vistazo no tenía más que pedirlo. -¿Cómo está el maestro Dorian?- Preguntó a su vez usando el título de maestro con respeto, interesándose por el estado de aquel brujo que tan mal parado salió del combate. La peliblanca hizo cuanto pudo por él sobre el terreno y sin duda se recuperaría, pero sería un proceso que tendría que tomarse con calma.

Aprovechando el momento Níniel se presentó también ante Natasha, descubriendo que era la prima de Huracán. Algo sorprendente pues no lo parecían salvo por el gusto del negro a la hora de vestir. Además parecían tener personalidades bastante diferentes por lo poco que la peliblanca pudo hablar con ella. Bueno, al fin y al cabo no era algo tan raro. Chandra era su prima y aunque compartían muchas cosas también eran muy distintas entre sí. Tanto que Nín era sacerdotisa y su prima forestal con un particular gusto por cazar intrusos.

No mucho después llegó Jules. Con su característicos modos que no parecieron tener mucho éxito entre Anette, Huracán y Níniel, con la que directamente no tuvo absolutamente nada de éxito, aunque si que pareció gustarle a Natasha que incluso se puso toda roja. Si a veces funcionaba con razón seguía haciéndolo. Aún así no es que odiara a aquel tipo, parecía agradable y de fiar...Solo que un poco demasiado...Demasiado.

Junto a él llegó Vincent, y mientras Jules trataba con Huracán Níniel fue a saludarle a él con una sonrisa de oreja a oreja dibujada en el rostro. Y es que aunque vivían en la misma posada, y de hecho dormían pared con pared, los asuntos de cada uno les habían mantenido bastante distanciados a ambos. Su presencia allí alegraba y tranquilizaba a la peliblanca que hasta ese momento y a pesar de estar junto a Anette y luego con Huracán se había sentido un poco fuera de lugar rodeada de tanto brujo...Y eso que él también era uno, pero diferente en cierto modo.

-Me alegro de verte Vincent. Empezaba a creer que ya no vendrías.- Dijo tomándole del brazo como hiciera mientras se colaban en la fiesta de los cazadores un par de noches antes. Y esperando a ver si quería entrar con los demás al interior del palacete donde por lo visto tendría lugar el evento principal de aquella reunión.



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Mensaje  Vincent Calhoun Miér Jul 06 2016, 01:05

No tardaron en terminar de subir, pudiendo apreciar en ese momento mucho mejor el palacete. Las labores hechas en él debían de haber sido muy buenas, pues estaba mucho mejor de cómo lo recordaba. En su memoria era un lugar oscuro, siniestro se podría decir, que representaba muy bien la dejadez y el abandono del que era objeto. Con los jardines descuidados, y con malas hierbas y enredaderas creciendo por todas partes sin control. Por otro lado el castillo siempre estuvo estructuralmente bien, al menos visto desde fuera, ya que nunca había podido acceder a su interior y ver como estaba por dentro. O mejor dicho, nunca fue tan osado de entrar en un lugar que no le pertenecía, aunque mentiría si dijera que no estuvo tentado en varias ocasiones de hacerlo.

En los jardines de la entrada se podía apreciar bastante gente concurrida, aunque para llegar hasta ellos primero tuvieron que superar una guardia que estaba junto al paso principal de las rejas que delimitaban el lugar. Por suerte ambos hombres estaban apuntados en la lista que tenían para dejar pasar a los invitados, así que no supo más problema que el tiempo que perdieron en decirles quienes eran.

De todas formas al entrar pudo comprobar con sus propios ojos que entre la gente no conocía a nadie, salvo a Jules que ya venía con él. Reconocía algunos de la fiesta nocturna del otro día, la que cortaron los ograrks y el ataque vampiro, pero por lo demás no había nadie conocido. Nadie con quien entablar una conversación que no fuera la de precisamente conocerla.

Un joven pasaba con una bandeja con algunas copas de cristal elaborado y el brujo no perdió el tiempo y agarró una de ella sin pedir permiso y siguió su camino.

- ¿No es un poco pronto para beber? - preguntón en tono de broma el cazador.

- No creo, ya hace mucho tiempo que me puedo considerar un adulto-, también bromeó como respuesta, obviando la referencia a la hora del día. - Tampoco es tan pronto y esto no creo que sea muy fuerte-, olió el contenido de la copa antes de mirarlo extraño. - Sea lo que sea-, comentó antes de reír, aunque finalmente le dio un sorbo y lo encontró rico y dulce. Como vino pero más fuerte. - No sabe mal, deberías probarlo. ¿No tendréis la receta por ahí a mano? - siguió con su tono bromista.

Sin embargo, el cazador ya no estaba a su lado para escuchar sus últimas palabras. Era como si se hubiera esfumado cual maestro ilusionista.

- ¿Dónde demonios se ha metido este hombre? - se preguntó, aunque no hizo falta que nadie le respondiera, cuando por fin lo alcanzó a ver, caminando con paso decidido hacia Huracán, Anette, una mujer que desconocía, y la siempre bella sacerdotisa elfa.

Vincent apuró el paso tras el cazador, y llegó casi a la vez que este junto a las damas. Tiempo más que suficiente para escuchar el arte de Jules en cuanto a cortejo se tratara. Aunque era difícil decir si era un cortejo o solo un saludo corriente, pues el joven gustaba de hablar de ese modo cuando trataba con mujeres. En cierto modo él era parecido al cazador en ese sentido, pero esperaba no sonar tan… ¿chulesco? No estaba seguro de si ese era el adjetivo a como sonaba el tono de Jules. Solo podía aspirar a que cuando él lo hacía sonara como algo en broma.

- Yo también me alegro-, contestó dejándose tomar por el brazo. - No podría perderme una posibilidad de verte de nuevo-, comentó dejando impresa una sonrisa en sus labios y sin dejar de observarla.

Incluso con esas ropas humanas la elfa se veía como una luz entre la oscuridad. Radiante. Y esa camisa ajustada había causado que perdiera la vista unos instantes antes de responderle. Sin duda Níniel no había podido atar todos los cordales para cerrar ese escote más, dejando una buena alegría a la vista para todo ser que gustara del cuerpo femenino. Aunque claro, eso algo que un buen caballero pasaría por alto y olvidaría mencionar.

- Huracán, veo que has conseguido atraer a muchos a esta fiesta. Sin duda el gremio tiene una gran capacidad de convocatoria-, sonrió. - Buenos días, Anette, me alegra veros a las dos.

- Lo mismo digo Vincent. Aquella noche tuvimos mucho ajetreo, pero espero que este mañana sea todo más tranquilo-, dijo la tiradora de forma alegre.

- Eso espero-, rió. - Con una fiesta ajetreada al mes tengo suficiente-, bromeó, para luego fijar su atención en la desconocida. - Y vos sois…

- Natasha Boisson, un placer conocerle-, comentó la dama en tono cortés.

- El gusto es mío-, respondió, pese a que el apellido de la chica lo había pillado desprevenido. - Entonces... sois familia-, terminó de decir alternando la mirada entre ellas un par de veces.

Creía ver un parecido ahora que había escuchado como se apellidaba, y eso le hacía pensar que debían ser primas. Pues si la madre de Huri se apellidaba como esa mujer, era lo más lógico por la edad que debía tener Natasha.

- Como dice Jules, el caviar nos espera. Debemos darnos prisa si queremos probarlo-, dijo alegre siguiendo el mismo tono que había hecho el tirador.

La verdad es que esas fiestas extravagantes no le gustaban mucho, como tampoco parecían gustarles a Roche, pero tendría que entrar. Si había decidido asistir no podía quedarse fuera. Tenía que entrar y conocer los motivos por el cual le habían invitado. Aunque sabiendo que habían invitado también a Níniel podía imaginarse algo de lo que se encontraría dentro.

El brujo caminó de la mano de la elfa, siguiendo al resto pero dejándose ir un poco para entrar después que ellos. Un pasillo muy iluminado y largo los recibió nada más subir las escalinatas de la entrada. Se podía apreciar un gran ventanal al fondo, así como varias puertas laterales, y dos escaleras que a ambos lados llevaban a pasillos en lo alto, en los que varias personas estaban cómodamente conversando mirando el panorama a sus pies. No sabía a dónde debía ir exactamente, así que decidió seguir a Huracán como hasta ahora mientras conversaba con Níniel.

- Es extraño. Dormimos pared con pared, y sin embargo casi no hemos tenido tiempo de hablar. Ni tan siquiera de lo que pasó la otra noche-, comentó en su acostumbrado tono afable. - ¿Cómo van tus clases con Otrore? Muchos pagarían por estar en tu situación-, rió. - El señor Francesco es toda una eminencia en la academia y en las islas. ¿Te sientes cómoda bajo su tutela y viviendo en el territorio de los brujos?
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Mensaje  Anastasia Boisson Jue Jul 07 2016, 22:25

Aproveché la conversación entre Natasha y Jules, que se habían separado en parte del grupo para hablar con los todavía presentes. Níniel me había preguntado por la salud del maestro Dorian.

-Es complicado… - dije con una mueca. – De momento está convaleciente. Tiene la pierna rota. Tardaremos en volver a verlo por aquí. – le expliqué algo entristecida, el maestro Dorian pudo haber fallecido en aquel momento y todo por culpa de aquellos asesinos. Aquel Centinela tendría que pagar su cometido, e iría a por él a cualquier precio.

Jules y Vincent insinuaron de una manera sutil que nos acercáramos a observar los lujos del palacete. Lo rimbombante y el decorado cargante era algo esperable estando los maestros tensái, entre ellos mi madre, de por medio. Avancé hacia dentro con una cara de vergüenza por lo que pudieran pensar Níniel, Vincent, Anette o Jules al respecto.

Una vez dentro y tras avanzar por una serie de pasillos a tal cual más cargante y subir una de las dos escaleras que había, llegamos a un gran comedor, donde había mucha gente, apareció mi madre acompañando a un hombre con bigote, bastante mayor y con cara de malhumorado. James Harrowmont, la familia rival de la mía, cazadores de vampiros, junto con los Boisson probablemente de las más prestigiosas de las islas, sólo que unos nos dedicábamos a cazar vampiros y los otros… bueno, los otros se dedicaban a beber vino y a vanagloriarse de gestas que jamás hicieron. Y también a aprovechar el mínimo fallo para tirar por la borda todas nuestras ofertas. No pude evitar poner la cara de disgusto cuando Isabella se aproximó, las primeras palabras de mi madre no fueron nuevamente a mí.

-¡Oh, Vincent! Veo que al final has decidido unirte a un cazador. – le dijo al rubio con una sonrisa, acariciándole cariñosamente la mejilla. – Tu madre me matará si se entera… - dejó caer con risas. Estaba claro que estaba enterada al respecto. Isabella jamás dejaba nada al azar y aunque pudieran parecer inocentes sus afirmaciones, sabía a la perfección.
-Espera… ¿Conoces a la madre de Vincent y nunca me has dicho nada? – le pregunté extrañada, con los brazos cruzados. Pues mi madre sabía de mi amistad con la hermana del brujo de fuego.
-Ay… hija mía. Digamos Yennefer y yo tenemos una amistad… lejana. – concluyó con una sonrisa, tratando de restar importancia al tema. – Pero vayamos a lo estrictamente importante. Y es que estoy orgullosa de que podremos contar con los Harrowmont en nuestro nuevo grupo. – replicó como si estuviera orgullosa.

Ella era la primera que no soportaba a los Harrowmont. Y el sentimiento era recíproco. Aquella colaboración no era más que un mero formalismo burocrático para demostrar que volvíamos a estar “metidos en el lío”. Lo peor era tener que compartir protagonismo en el gremio con sus dos repelentes hijos: Milton y Cassandra. Ambos fueron a clase conmigo y puedo asegurar que son traicioneros, aprovechados y lo peor que se puede echar uno a la cara. Ellos, también maestros como yo, lo hicieron por su apellido y no por sus méritos.

-El gusto es mío, maestro Harrowmont. – saludé con una sonrisa falsa. El hombre fue saludando uno a uno de mi grupo de una manera cortés pero que difícilmente ocultaría sus verdaderas intenciones, a poco que mis compañeros fueran espabilados. Aproveché a que el señor se entretuvo con otro de los muchos nombres que había en aquel local para tomar a mi madre del brazo y separarla del grupo ligeramente.

-Mamá, ¿qué estás haciendo? – susurré - ¿Los Harrowmont? ¿En serio? Van a intentar destruirnos desde dentro.
-¿Alguna vez he dejado algo al azar, hija mía? – rió Isabella. – Tienen dinero y recursos que nos vendrán muy bien.
-¿Merece la pena venderse por un par de floreros? ¿Cuándo empezaremos a contratar gente por su valía y no por su apellido? – le reproché, no era lo único que tenía que decirle – ¿Y Natasha?  ¿En qué estás pensando al meterla en esto?
-Por favor, hija… Si es una Boisson de pedigrí… - rió Isabella con ganas de hacerme enfadar.  A veces me asustaba saber si mi madre era capaz de leerme el pensamiento de alguna manera. No me gustaban nada sus ocurrencias repentinas. – Hay que apostar por el producto nacional. – y estiró la cabeza en dirección a Níniel, no pude disimular y me giré por completo para mirar hacia ella en una maniobra un tanto brusca, algo que la elfa podría notar. – No me cabe duda de que es buena sanadora y ha demostrado ser fiel. Pero ya sabes que los sectores más… conservadores. – carrespeó. – verán difícil una incorporación así. Políticamente no es una buena maniobra.

Miré a la elfa durante unos instantes, que charlaba con Vincent. Luego me volví a girar a mi madre de malos humos.

-¡A la mierda la política! – le volví a reprochar - Níniel ha hecho bastante más por mí en una noche que los Harrowmont en toda su vida. El mundo ha cambiado desde hace treinta años. Tenéis que abrir más la mente y no caer en los errores del pasado. – expliqué, pero no parecía dispuesta a escucharme.
-Anastasia… no me cabe la menor duda de su calidad como persona. Pero sabes lo clasistas y racistas que son la mayor parte de los miembros del gremio. Los hijos de James son tan… - “gilipollas”, pensé yo, pero Isabella no lo diría, aunque sin duda pensábamos lo mismo. – En fin, ya sabes. – explicó de una manera cordial. – Bueno, me voy que me están esperando. Nos vemos en un rato.

Volví con el rostro torcido hacia el pequeño grupo, donde se encontraba Jules tratando de emborrachar a Natasha. Me acerqué a la pareja que formaban el brujo y la elfa.

-Parece que no eres bien vista por aquí. – le dije a la elfa con cariño. – Ten cuidado.
-¡Hombre! ¡Si es la mestiza! – retumbó un sonido a mi espalda. Al ritmo que me tocaba una palmada en el hombro. Eran Milton y Cassandra. Vestidos con los atuendos negros parecidos a los míos. Ellos utilizaban arco, en vez de ballesta.
-No vuelvas a tocarme, Milton – advertí seria.
-Tranquila, mestiza. Veo que sois un grupo diverso. ¿Cuánto perdedor más hay por ahí? – preguntó el imbécil. Su insulto como “mestiza” era algo que utilizaban aquella pareja de hermanos racistas para definirme a mi media sangre humana y bruja. Les miré con asco. Y acto seguido cambiaron su gesto hacia Níniel. – Y tú, ¿por qué te escondes? ¿De qué escuela eres? Tensái, alquimista... ¿O tal vez de otro lado? – dijo con una sonrisa el ahora cazador, tocándole el pelo a Níniel. Su hermana le reía las gracias. Aunque llevaba las orejas recogidas, probablemente el cazador supiera algo bien por mi madre le hubiera contado algo a su padre, y éste lo hubiera dicho, o bien porque directamente la hubiesen espiado.

Ya iba a encararme con ellos cuando apareció Jules.

-Curioso que hablen de mestizos dos hermanos, uno moreno y el otro rubio. - rió el brujo. - ¿Qué pasó ahí? A vuestra madre sí que la cazaban bastante. - comentó desternillándose. Aquel comentario sin duda, traería sus consecuencias, aunque no sabía si en ese mismo momento o más adelante.

Off: Milton y Cassandra con sus atuendos:
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Mensaje  Níniel Thenidiel Sáb Jul 09 2016, 01:00

-Es cierto.- Comenzó a responder la peliblanca mientras se dejaba conducir al interior del palacete del brazo de Vincent, que no pareció extrañarse por aquella leve muestra de aprecio y confianza. Seguramente porque no sabía que Níniel rara vez se sentía tan agusto con un hombre adulto como para mantener un constante contacto físico como aquel a pesar de que debía de ser algo habitual  para jóvenes de otras razas y estatus. De hecho no era la primera vez que lo hacía con el brujo lo que de conocer las costumbres de las sacerdotisas le daría a este una pista bastante clara de que la joven elfa realmente disfrutaba de su compañía.-Los estudios me han tenido ocupada prácticamente a todas horas del día y buena parte de la noche pero marchan de maravilla. En estos dos días he aprendido tantas cosas...Mi madre se sentirá orgullosa cuando sepa todo lo que he progresado.-

Continuó ya cruzando las puertas de la estructura principal del lugar y mientras observaba con curiosidad la decoración del lugar, bastante recargada y artificial para el gusto de la peliblanca. Claro que opinaba lo mismo de prácticamente todas las casas de humanos o brujos. Para ella, acostumbrada al bosque y grandes ventanales y balconadas directas a la naturaleza como mayor decoración, todas esas fruslerías destinadas a impresionar a los visitantes eran absurdas y frías. Bonitas...pero frías. Solo los vestidos de gala se libraban en su opinión. -Otrore es...Un maestro peculiar, pero nos llevamos bien. Se podría decir que es un genio algo excéntrico pero incluso así sabe cómo transmitir sus conocimientos. Sobre las islas, no puedo decir que me sienta como en casa pero hasta ahora nadie ha sabido que no soy una bruja y he podido incluso echar un ojo en algunas tiendas y posadas de camino a la casa de alguno de los colegas del maestro. Es un bonito lugar y a diferencia de lo que se dice de los brujos no estáis siempre a la gresca unos con otros por ver quien es el mejor...Solo de vez en cuando- Bromeó al final dedicándole una amplia sonrisa mientras se giraba para mirarlo a los ojos como prueba de que no había dicho eso último en serio.

Siguieron a Huracán y al resto a través de pasillos cada vez más profusamente engalanados...Y cada vez con peor gusto, todo sea dicho, hasta las escaleras que conducían al segundo nivel de aquel suntuoso palacio. Durante el trayecto no hablaron mucho pero Anette no dejó de comentar en ningún momento con los demás lo que le parecían los adornos más sobresalientes que veía, como si fuera una niña pequeña entrando en la cueva del tesoro de las leyendas y logrando que la elfa se diera cuenta de cuan diferentes eran sus gustos decorativos.

Una vez allí fueron conducidos a un gran comedor que a pesar de encontrarse también excesivamente ornamentado era lo suficientemente grande como para que no resultase pesado. En el centro de la sala una gran mesa cuadrada lo suficientemente amplia como para dar cabida a decenas y decenas comensales a la vez era sin duda lo que más destacaba del lugar. Los platos y cubiertos ya estaban colocados y podía olerse a comida recién hecha pero nadie se había sentado ya si no que formaban corrillos como los de los jardines en los que los invitados le daban a la sinhueso sin descanso, aunque sí en un tono más bajo y respetuoso que en el exterior. Solo faltaba algo de música para que aquello pareciera una comida de gala digna de los nobles humanos de Lunargenta. ¿De verdad era el cuartel de unos cazadores de vampiros?. De ser así debían de tener los arsenales y las zonas de entrenamiento en otro ala del palacio porque aquello parecía todo tan lujoso...Además de que Huracán no parecía encajar entre tantas sedas y mármoles, de hecho parecía disgustada por algo aunque era difícil de saberlo con certeza pues solía ser bastante seria.

No tardó en verles entrar Isabelle, la poderosa madre de la cazadora, y esta se dirigió hacia ellos. Aunque si el grupo esperaba un saludo o una bienvenida típica pronto quedó demostrado lo muy equivocados que estaban. En lugar de eso la hechicera se limitó a ignorarles a todos y saludar únicamente a Vincent...Aunque tampoco como cualquiera esperaría. Por alguna razón Níniel no se sorprendió de que aquella mujer y la madre de Vincent se conocieran...Ambas emanaban ese aura de poder y elegancia superiores al alcance de solo unas pocas. Quizá incluso conocieran a su propia madre, Ashara, porque las tres parecían compartir esa aureola de majestuosidad. Acto seguido la gran bruja introdujo con orgullo a un tal Harrowmont, un valioso aliado de aquella familia de cazadores por lo visto. Se trataba de un hombre con cara de haber pisado un excremento de caballo fresco recientemente, y con bigote, pero tras ser introducido, y a diferencia de Isabelle, él sí que saludó uno a uno a todos los miembros del grupo mientras que Huracán hablaba con su madre aparentemente molesta.

-Asuntos familiares...- Comentó la joven sobre la conversación separada de Huracán y su madre a su apuesto acompañante una vez que pasó su turno de responder al saludo del maestro Harrowmont, el cual durante el mismo la había mirado de una forma algo extraña, con una mezcla entre gusto y disgusto de lo más inusual. -Esto me recuerda a hace dos noches. Hablan y realmente, al menos yo, no me entero de nada de lo que se traen entre manos...Pero bueno supongo que es lo normal en una familia cuya peor enemiga es la abuela.- Siguió diciéndole al oído a modo de confidencia para que nadie más les oyera. Momento en el cual Huracán se giró en aquella dirección y la peliblanca supo que estaban hablando de ella, y por la cara de Huracán, que estaba esta vez claramente enfadada por lo que su madre le estuviera diciendo al respecto, no era algo bueno.   -Creo que hay algún problema...- Le insinuó a Vincent que quizá también se hubiese percatado de la situación y las miradas hacia la elfa. Cuando ambas brujas terminaron de hablar e Isabella se marchó, Huracán no tardó en acercarse hasta allí para confirmarlo.

-No quiero causar problemas, será mejor que me vaya.- Fue la respuesta de la hija del bosque girándose de nuevo hacía el brujo de rubios cabellos, preguntándole sin necesidad de pronunciar palabra si la acompañaba de vuelta. No quería recorrer todo aquel lugar plagado de brujos sola tras aquella advertencia.

Pero antes de poder hacer nada una nueva pareja de invitados hizo su entrada en escena, y aquella palabra "Mestiza" pronunciada en un tono cargado de superioridad y arrogancia contra Huracán así como la reacción de esta puso en alerta a la sacerdotisa. ¿No era aquella la base de los cazadores?. ¿No era Huracán la hija de la líder de los mismos?. ¿Quiénes eran esos dos imbéciles y cómo se atrevían a usar semejantes palabras y gestos contra la veterana cazadora?. ¿Acaso no apreciaban sus vidas?. ¿Eran peligrosos?. Entre todas esas preguntas y buscando la protección de Vincent pegándose a él, Níniel no pudo evitar pensar también que de no haber sido por Otrore ahora estaría estudiando tan ricamente las leyes de Vanto y no en aquella situación.

En ese momento, como si no tuviera suficiente con insultar a una mujer, aquel sujeto desvió su atención de Huracán y la centró en la joven elfa. Y con todo el descaro del mundo alargó su mano hasta su suave cabello, recogido en esos momentos para ocultar sus puntiagudas orejas.

Aquello era toda una afrenta, nadie la tocaba sin su permiso, era una alta sacerdotisa del dragón de luz. Solo a un par de personas permitía semejantes libertades y estaba claro que él no era una de ellas. Por ello, comenzó a concentrar una enorme cantidad de maná dispuesta a responder a su pregunta bendiciendo su propio puño para darle una lección a aquel indeseable mientras sentía auténtica repulsa por sentir su mano aún sobre su cabello, cerca de su oreja derecha.

Estaba a punto de reconfigurar de un solo golpe la disposición de la cara de aquel malnacido cuando Jules intervino atacando a aquella pareja con sus afiladas palabras y haciendo que ambos se girarán para mirarle furibundos, olvidándose de Níniel. Toda una suerte porque de haber lanzado aquel puñetazo bendecido seguramente toda la sala hubiese descubierto que era un elfa y eso sumado a la advertencia anterior de Huracán sin duda la hubiese puesto en un gravísimo peligro. Y quizá aún lo estuviera, porque aquel atrevido y socarrón brujo comenzó a cargar algún tipo de magia en su mano derecha y parecía más que dispuesto a atacar a Roche con ella. Algo que Níniel no iba a permitir. Quizá aún tuviera que revelar no ser una bruja para protegerlo.
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Mensaje  Vincent Calhoun Lun Jul 11 2016, 02:50

La cazadora los guió por el palacete, ya que ninguno del resto del grupo sabía exactamente donde se celebraría esa reunión tan misteriosa. Atravesaron las puertas mientras el brujo pensaba en el señor Dorian. Parecía que se había llevado una buena paliza en la batalla de hacía unas noches, y realmente era el que peor parado había acabado de todos. Por lo menos estaba bien y vivo pese a la pierna rota, como había oído decirle Huracán a Nín cuando se había acercado a ellas con Jules.

- Vaya-,  rió de manera ligera y corta. - Sabía que Otrore era toda una eminencia en alquimia. Pero no imaginaba que tu madre se sintiera orgullosa cuando volvieras con tu nuevas lecciones aprendidas-, miró directamente a sus ojos. - Yo creo que tu madre está orgullosa de ti desde el día en el que naciste-, sonrió, y por unos segundos tuvo las ganas de besarla como en el sueño.

- Que puedo decir. La mayoría de los brujos somos peculiares o excéntricos. Y en muchos casos ambas cosas-, rió. - En fin, que puedo decir. Conocerle mejor después de tantos años sin verle, me ha servido para descubrir otras facetas suyas. Realmente es un buen hombre y su hija es particularmente simpática.

Simpática y curiosa, pues solo tenía que pensar en su viaje en barco, para recordar como se había interesado por las miradas que le dedicaba a la sacerdotisa en cubierta. De todas maneras, volviendo a la figura de Francesco, realmente había sido agradable volver a encontrárselo después de tantos años. Antes tenían la separación formal de profesor y alumno, que coartaba un poco la posibilidad de conocerlo a fondo por el respeto que le debía siempre a un maestro de la academia. Aunque este fuera un maestro que no le diera clases a él.

- Me alegra que no hayas tenido problemas en Beltrexus. No te lo negaré, realmente estaba preocupado por ti cuando iniciamos este viaje hacia aquí. La mayoría de los brujos somos como cualquier raza, depende del individuo. Pero si temía que te encontraras un brujo racista, y no quería que te sintieras mal en mi hogar-, confesó a su acompañante. - ¿Y qué te ha parecido la ciudad? Te gusta lo que has visto hasta ahora-, continuó con una sonrisa por la broma que le había dedicado la elfa.

El avance por el palacete los llevó al piso superior, y lo cierto es que la decoración parecía fascinar a Anette a cada paso que daban. Era bonita, la verdad, aunque algo recargada para su gusto. Él disfrutaba de lugares más sencillos y simples. Sitios más pragmáticos.

Finalmente llegaron a un comedor digno de un monarca. Algo que no le hubiera extrañado encontrar en la fortaleza de Lunargenta si tuviera el gusto de conocerla en profundidad. Era hasta cierto modo normal, pues ese palacete debió pertenecer a alguna familia rica y poderosa de la ciudad hacía cientos de años. Incluso podría haber sido de  algún miembro del consejo en su momento.

- Oh, eh, sí. ¡Quiero decir no!-, carraspeó para recuperar la compostura. -  Mi madre no matará a nadie-, sonrió. - Me alegra asistir a esta celebración. Tengo que reconocer que es un lugar muy bonito-, comentó a Isabella antes de que se dedicara a hablar con Huracán de Harrowmont.

No se había asombrado porque la madre de Huri supiera de quien era hijo. Sabiendo que Yennefer la conocía, ya había supuesto que igualmente Isabella conocería a su madre. No, lo que le había trastocado un poco fue la caricia de la mujer en la cara. ¿Es que acaso todas las brujas poderosas tenían esa costumbre? Lo hacían parecer un niño. En realidad tampoco le desagradaba que lo hicieran. Simplemente fue inesperado que lo hubiera hecho alguien que no era su madre, a la que ya estaba acostumbrado.

- Un placer verle, Harrowmont-, respondió al hombre cuando se presentó.

Mentira. No era ningún placer verle allí, pues las educaciones de las familias de los Harrowmont y de los Calhoun eran opuestas. Era la clase de brujo por la que los brujos no cambiaban la mentalidad anticuada del pasado. Solo centrada en la competitividad costara lo que costara. En el caso de ellos aún peor, pues no les faltaba prepotencia, y además usaban cualquier medio a su alcance para vencer.

El brujo dejó a un lado sus pensamientos, dejando que el señor Harrowmont siguiera presentándose al resto de invitados, y centrándose en las palabras de Níniel al oído. La verdad es que la familia de Huracán era peculiar, no obstante tampoco es que su propia familia no lo fuera. Aunque la parte de la abuela de la cazadora sí que parecía muy complicada. No sabía los detalles exactos, pero había escuchado lo suficiente la otra noche como para saber que no debía ser algo bueno, ni fácil de llevar.

- Te acompañaré-, contestó a su acompañante, aunque realmente le apenaba que tuviera que irse por culpa de hombres como Harrowmont.

Pero no pudo ser, antes de poder salir con Níniel hacia la salida, los hijos de Harrowmont. Milton y Cassandra. Tan guapos como imbéciles e insoportables. Al menos su padre sabía esconder su cuchillo, no como esos dos que iban con un descaro que era lo que los convertía en repelentes. No tardaron en mostrar su estupidez mental faltándole el respeto a Huracán.

No pudo evitar la sensación y las ganas de partirle la cara a Milton cuando insultó a Huri, pero cuando se acercó a Níniel una furia calentó su cuerpo como en mucho tiempo no había sentido. ¿Cómo se atrevía a faltarle el respeto de ese modo a la sacerdotisa? Y pensar que estaba en las islas en parte por su culpa, le dieron más ganas de atizarle.

No acabó golpeándole porque la intervención de Roche se podía considerar de las mejores que había escuchado en su vida. A él le gustaba ser sutil, pero el golpe directo a la mandíbula de las palabras de Jules era tan duro como efectivo.

Vinc llevaba sus guantes en un bolsillo, ¿que podía temer en una fiesta amistosa? Así que se dispuso a ponérselos. Tenía que haber aprendido de lo que había pasado hacía varias noches. Él nunca tenía una fiesta tranquila.

- Que crees que estás haciendo-, dijo de un modo que no admitía réplica. - Será mejor que desistas de ese ataque mágico o te enseñaré lo que es capaz de hacer un verdadero brujo-, siguió hablando, apretando los dedos metálicos de su guante en el brazo de Milton. Acercó su rostro a su oreja sin dejar de oprimirle. - Y que sea la última vez que le faltas el respeto. No la vuelvas a tocarla sin su permiso. Es mi invitada-, susurró casi en un siseo, sin perder el tono amenazante.
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Mensaje  Anastasia Boisson Mar Jul 12 2016, 19:38

La situación se estaba volviendo tensa. A decir por el rostro de la sanadora, no parecía haberle gustado que el imbécil de Milton le tocara el peinado, al igual que tampoco a su pareja, que comenzó a ponerse los guantes y a amenazarlos verbalmente. La situación se estaba volviendo tensa y parecía que pronto iba a pasar a mayores. Para colmo, las palabras de Jules, lejos de relajar a los dos, parecían haber sido el estímulo de los hermanos Harrowmont para terminar de hacer lo que habían venido a buscar: Bronca. Jules no se amedrentó frente a ellos. Pero yo no permitiría que nadie causase estragos en el propio corazón del gremio.

-¡Basta! Este no es lugar para montar un espectáculo. – ordené seria, tomando del brazo al brujo y mirando a los hermanos, tratando de calmar la situación y guardar la compostura. Se supone que todos allí éramos cazadores y luchábamos por la misma causa. – Vosotros dos, iros a buscaros problemas a otra parte. – les dije a la pareja.
-Eres tú la que trae los problemas, Huracán. – comentó Cassandra, la hermana mayor. – Sabiendo la rivalidad entre elfos y brujos, ¿puedes explicarme qué hace esta mujer aquí? ¿Acaso cree que con el pelo recogido nadie reconocerá sus inconfundibles rasgos de montaciervos? Esto es una provocación. - sentenció despectivamente la morena tirando del clásico estereotipo de que los elfos cabalgaban en ciervos. No se podía ser más ignorante.
-Muy inteligente el prejuzgar sin conocer. – replicó Jules a la morena. – Níniel se ha jugado la vida por los brujos hace unos días. ¿Dónde estabais vosotros? ¿Escondidos en casa con papá?

Los hermanos rieron. Lo que había comentado el bielemental era cierto. Si bien su padre se encontraba en el convite, no habíamos visto el pelo a la misteriosa pareja de hermanos aquella noche, o al menos no en la zona en la que nos encontrábamos. Y si se suponía que eran cazadores, tanto ellos como su padre tendrían que haber estado aquella noche en la velada. Miré al brujo con cierta sensación de esclarecimiento mientras ellos comenzaron a enviarse miradas cómplices adornadas con incómodas risas.

-Teníamos cosas más interesantes que hacer. – declaró Milton misteriosamente sin revelar su verdadera ocupación aquella noche. Dio una palmada a su hermana en el hombro y entre risas se alejaron de la zona, no sin antes lanzar una advertencia a la elfa. – Ten cuidado, estás en tierra de brujos… podrías tener un disgusto. A veces ocurren accidentes. – y rió junto a su hermana para a continuación abandonar ambos del comedor rumbo al piso inferior.
-¿Creéis que eso es una amenaza? – preguntó Roche al grupo en general mientras veía como los hermanos comenzaban a bajar en la lejanía del palacete por las lujosas escaleras de piedra, postrados con sus ballestas, mucho más pequeñas que la mía, a la espalda.
-Atendiendo al perfil psicológico de los hermanos, diría que sí. – afirmó Natasha Boisson, cuyos estudios la dotaban de autoridad para merecer ser creída. – No me extrañaría que intentasen hacer algo malo.

Yo seguía incrédula de cómo mi madre podía haber sido tan ingenua de permitir que aquella pareja, su padre y probablemente el resto de la familia Harrowmont se uniesen al gremio. Además, su incomparecencia en la noche de fundación era, cuanto menos, extraña, y es un tema que debería abordar con Isabella antes de que nos fuésemos a arrepentir de ello. Mi cabeza seguía dando vueltas al mismo asunto. ¿Dónde habían estado los hermanos aquella noche?

Para colmo, si lo que Natasha había dicho era cierto y aquel mensaje era cierto, que Níniel saliera sola del cuartel podía ser peligroso. No solo eso, sino que incluso la buscaran por las islas durante su estancia. Aquellos dos hermanos tenían cabezas muy retorcidas, y aunque no fueran ellos directamente los que dispararan la flecha, podían poner trampas o aprovecharse de terceros.

-Será mejor que no te vayas sola, Níniel. Esos dos nunca pronuncian una palabra en vano. – le dije a la elfa, luego me giré hacia Jules. – Lo que has dicho es cierto, me intriga la curiosidad de saber qué diantres estaban haciendo aquellos dos mientras nosotros batallábamos al Centinela. – me llevé la mano al mentón, pensativa, sondeando quién de mi plena confianza podía tener algo de información acerca de la actividad de los hermanos Harrowmont la fatídica noche. Fue entonces cuando caí en la mejor persona. - ¿Alguien ha visto a Igraine? Ella es la jefa de espionaje, nos tiene controlados a todos. Tiene que saber algo al respecto. Pero creo que no ha venido. Odia este tipo de eventos.
-Pues menudo día para faltar… vaya una jefa de espionaje – rió Jules sarcástico bebiendo de su copa - ¡Podemos decir lo que queramos de ella y no se enteraría!

Fue la más joven de los cazadores, Anette, quien también estaba presente, la que parecía convencida de saber la ubicación de la dragona. Tosió a propósito un par de veces ante las palabras de Jules.

-Igraine me dijo que estaría en su cabaña del tercer precipicio si necesitabais algo. – comentó la cazadora.
-¿Anette? – pregunté algo dubitativa. - ¿Tú no serás…? – …una de las espías de Igraine. Poco me fiaba del secretismo y allí alguien tenía que chivarse de las cosas. Y Anette tenía precisamente pinta de ser una cotilla.
-¡No os he dicho nada! Sólo donde está. - me interrumpió riéndose y mirando hacia otro sitio.

Miré a mis compañeros, tal vez ellos estuvieran interesados en saber qué había pasado exactamente con los Harrowmont o simplemente tal vez me quisieran acompañar. El tercer precipicio no estaba demasiado lejos, a no más de un par de kilómetros andando por los acantilados. Confiaba en que a los hermanos no les diera por seguirnos y tratar de tendernos alguna trampa en el bosque, por ello, cuantos más fuéramos, mayor seguridad tendríamos. Especialmente después de la amenaza que habían enviado a Níniel.
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Mensaje  Níniel Thenidiel Miér Jul 13 2016, 22:33

Así que lo sabían...La extraña mirada del cabeza de familia Harrrowmont durante las presentaciones, la conversación entre Huracán y su madre y ahora la actuación de aquellos dos hermanos. Todos ellos sabían que la peliblanca no era una bruja si no una elfa y a ninguno de ellos les gustaba que estuviese allí, en su horrorosamente sobrecargado cuartel de cazavampiros... Por llamarlo de algún modo, pues mucha fiesta y poca caza había visto de aquel grupo la joven. ¿A qué jugaban?. La primera que no había tenido ninguna intención de ir hasta allí era la propia sacerdotisa, ella se hubiese quedado más que agusto con el maestro Otrore en la posada o en la casa de alguno de sus colegas a los que no parecía molestarles, e incluso encontraban divertido e interesante, tener como pupila a una hija del bosque. ¿Si no la querían allí porque la habían invitado?. Si ni siquiera quería formar parte de nada de aquello. Desde luego para agradecerle su ayuda no era, visto lo visto. ¿Habían tenido desde el principio como objetivo el asustarla?. ¿Era una especie de trampa para someterla a escarnio público?. Con gente así no era de extrañar que los brujos tuvieran tan mala fama. Realmente requería un esfuerzo grande evitar la tentación de demostrarles que incluso siendo elfa era tensai de una escuela, concretamente de la escuela del tortazo.

Aún así la peliblanca aguantó el chaparrón y prefirió no hacer nada mientras que la cosa no fuera a mayores para no complicar aún más las cosas o entrar al juego de aquellos bocazas irredentos, pues pronto quedó más que claro que a pesar de su teatrillo, e incluso de amenazar con usar su magia contra ellos, aquello dos no iban a atreverse a hacer nada o ya lo habrían hecho, al menos no allí ni en ese momento. Solo estaban tratando de provocarlos, quizá con la intención de usar cualquier ataque contra ellos a modo de excusa para así poder hacer lo que quisieran con la elfa. Puede que incluso para usar cualquier actuación de la la propia peliblanca contra Huracán y por extensión contra su familia. O al menos eso podía extraerse de la elección de palabras carentes de respeto que salieron de la boca de la bruja morena. Si los invitados de la veterana cazadora eran los primeros en golpear, a pesar de los insultos y amenazas recibidos, llevarían las de perder, y más si una de ellas era una elfa.

Por raro que pareciera y por suerte, Jules fue el que antes y mejor se había percatado de las intenciones de aquellos dos y el que parecía disponer del arma más afilada para aquel enfrentamiento. A punto estuvo de lograr la victoria con un solo golpe y con su segundo contraataque puso fin a los intentos de sus rivales por tratar de hacerlos saltar. Y más importante que eso, su intervención dejó una pregunta en el aire que al menos Huracán pareció encontrar bastante interesante, mientras que los hermanitos empezaron a mirarse y a reírse de forma pueril, revelando que realmente ocultaban algo al respecto...Aunque por su modo de reaccionar debía de tratarse de que se habían dedicado al incesto entre ellos o algo por el estilo, lo que explicaría muchas cosas.

-¿Son peligrosos?.- Preguntó Níniel aún medio paso por detrás de Vincent una vez que los dos hermanos se hubieron marchado y tras negarse a responder a su amenaza en modo alguno. No por miedo, que evidentemente era un sentimiento obvio estando como estaba rodeada de brujos que podrían pensar como los Harrowmont, si no porque no quiso darles más motivos a semejantes sujetos para que se quedaran allí tocando las narices y tener que aguantarles más tiempo. La respuesta fue clara, no eran de la clase de personas que hablaban en vano. -Entonces venid conmigo. Cuanto antes me vaya mejor será para todos.- Dijo la peliblanca expresando nuevamente su intención de no querer problemas, ni para ella ni para los demás allí presentes. Pero la cazadora parecía tener otra idea en mente. Buscar a la semi dragona igraine, maestra espía, para que la ayudara a descubrir qué secreto ocultaban aquellos dos.

-¿Crees que ocultan algo tan importante como para que merezca la pena investigarlo?. ¿Son tan tontos como para ocultar un secreto así con risitas estúpidas y miradas cómplices?. Si es así desde luego yo no confiaría en ellos para guardar ningún secreto más y mucho menos algo realmente de valor.- Confesó la sacerdotisa que realmente pensaba que se trataría de alguna estupidez, a no ser que... -O son más listos de lo que parece y es una trampa en la que ya han anticipado dónde irías...A ese tercer precipicio.- Añadió tratando de ver en las miradas de los que más conocían a aquel par de hermanos cuál de las dos opciones creían que podía acercarse más a la realidad. - En cualquier caso desde luego no pienso quedarme sola...Así que vayáis donde vayáis voy con vosotros.-
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Mensaje  Vincent Calhoun Sáb Jul 16 2016, 02:22

Lo normal es que nadie fuera tan tonto como para seguir siendo un impertinente después de haberlo advertido. Pero era Milton. Todo grado de estupidez tenía cabida en él, así que no estaba seguro de sí tendría que golpear a ese idiota o no. Esperaba no tener que hacerlo, más en realidad no era cosa suya. Sería el Harrowmont quien moviera ficha en ese sentido.

Por fortuna no pasó nada a mayores, pues Huracán intervino para rebajar la tensión. Bueno, para al menos intentarlo. Ya que nada más estar suelto Milton, su hermana no tardó en usar el arma más afilada de todas las que poseían los hermanos. La lengua.

Casandra cargó esta vez contra Huri, dando a entender que el problema no eran ellos, sino que lo era ella por permitir que una elfa estuviera en las islas. No. Vincent sabía muy bien que el problema no era Huracán, mucho menos Níniel. Lo eran las personas como los Harrowmont. Con sus mentalidades antiguas y belicosas.

Luego Jules volvió a estar atinado con sus palabras. Esos dos no habían aparecido la noche que todo se había desmadrado. No habían ayudado a derrotar a los vampiros, y por tanto, lo más probable es que estuvieran en su casa. Brujos con otro estatus supuso el rubio. No habían ido a la fiesta de reclutamiento pero estaban dentro del gremio o eso parecía.

- Sí. Claro que es una amenaza-, comentó en cuanto se marcharon, aún furioso por dentro. - No, suelen dedicarse a hacer lo que has visto. No los definiría como peligrosos-, contestó a la peliblanca.

Si bien no eran muy peligrosos, si que tenían sus artimañas. Además de que sabían desenvolverse y tenían muchos contactos gracias a su poder y riqueza. Juntando todo eso si que eran un peligro, sin embargo, decidió no decir nada al respecto pues solo conseguiría alarmar más a la elfa de lo que ya estaba. Y todo a lo mejor por una bravuconería. Los chicos tenían influencia por su familia, pero atacar a una discípula de Francesco Otrore eran palabras mayores, más siendo esta una protegida de Yennfer Cousland.

- No te preocupes Níniel. No me separaré de tu lado-, respondió a la elfa en voz baja, poniéndose a su lado. - Pues vayamos a ver a Igraine. Cuanto antes vayamos, antes sabremos de qué van esos dos-, dijo esta vez a todos.

¿Anette  sería una confidente de la dragona? Parecía que Huri pensara en ello por las palabras que cortaron la propia Anette. Por el hecho de que la chica sabía dónde estaría la espía. Lo cierto es que podía ser un fruto de la casualidad. Que simplemente la joven había hablado con la dragona antes de llegar a la fiesta y le había comentado donde estaría. O no. Podía ser todo lo contrario y podía ser una informante de Igraine como había imaginado Huracán. Lo cierto es que era imposible de saber por un simple comentario.

- Níniel tiene razón. Puede que sea lo que esos dos quieren. Aún así no tenemos más remedio que ir para saberlo con certeza. Si vamos todos juntos estaremos seguros-, volvió a hablar a todos los presentes.

Si los hermanos atacaban a personas a plena luz del día es que eran más tontos de lo que presuponía. Por apartada que fuera esa cabaña un ataque no era algo que pasara desapercibido estando todos allí. Sobre todo porque era difícil que consiguieran acabar con todos sin que escapara alguno al ser tantos. Las familias de todos los que iban allí pedirían explicaciones cuando eso sucediera y los Harrowmont verían resquebrajada su buena imagen. Al padre de esos insolentes no le gustaría nada algo así.

- Huracán guíanos. Te seguimos-, comentó a la cazadora.

No sabía a donde tenía que ir, así que tendría que dejarse guiar otra vez por la mujer si querían ver a la dragona.

- ¿Estás bien? - preguntó a su acompañante mientras esperaban para seguir a Huri como hicieran anteriormente para llegar al salón de fiestas. La miró a los ojos. - Siento que hayas tenido una situación así. Me da pena que te lleves una mala impresión de las islas Illidenses por esto. No sé cómo podría remediarlo-, suspiró. - Y además me he alterado demasiado. Supongo que no te habrá gustado como me he comportado-, comentó desviando la mirada. - Bueno. Veamos que tiene que decir Igraine-, sonrió para darle ánimos a Níniel, aunque realmente por dentro estaba un poco triste por culpa de los problemas que habían causado los hermanos Harrowmont.

Estúpidos. Solo esperaba que no se atrevieran a atacarles en serio. Ahora mismo el rubio deseaba ver a la dragona para ver qué pasaba, y luego volver con Níniel a la posada donde volvería a estar lo más segura posible.
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Mensaje  Anastasia Boisson Lun Jul 18 2016, 22:57

Ni a Níniel ni a Vincent les convenció tampoco el comportamiento de los hermanos Harrowmont. Noté incluso a la elfa asustada y con miedo a salir en soledad a la calle. Algo que ni por asomo estaba dispuesto a permitir. Era la invitada de Vincent, cierto, pero también estaban en mi gremio y lo último que quería era que se llevase una imagen de los cazadores, pues no todos tenemos comportamientos tan arrogantes y racistas como el de los hermanos.

Vincent respondió a su pregunta. Parecía que el rubio conocía bien a los Harrowmont también, no en vano eran una de las familias más famosas de las islas.

-No te harán nada. Al menos ellos no. – dije a Níniel, completando la información que le había proporcionado Vincent. – Pero no te sorprendas si alguien con pocos humos te reconoce y “milagrosamente” sabe que eres una elfa. – Y es que de hacer algo, enviarían a terceros. En ningún caso ellos se mostrarían. Aquel era un “modus operandi” heredado de su familia.

En cualquier caso, todos los presentes coincidíamos en que lo mejor sería ir a ver a Igraine e informarnos de la actividad de la pareja. Así que, sin más dilución, nos dispusimos a partir.

-Disculpad si no voy con vosotros. – dijo Jules – Pero aquí hay mucha gente a la que conocer. – y siguió con la mitada el trasero de una bruja que pasó a su lado. Resoplé e hice negaciones con la cabeza. Había cosas que no cambiarían nunca. – Creo que podréis apañároslas. Incluso sin mí. – añadió como coletilla con una sonrisa chulesca, dando un sorbo a un vaso que a decir por el tono de voz del brujo, contenía alcohol.

Tampoco Anette, que parecía que quería permanecer allí, ni Natasha, que tenía miedo a que los Harrowmont hiciesen una de las suyas y prefería permanecer bajo la seguridad de los muros del palacete. De modo que partiríamos el hechicero de fuego, la sacerdotisa y yo.

El camino transcurrió a través de un sendero estrecho y angosto. El viento soplaba con intensidad. Me mantenía firme liderando al grupo, algo más adelantada con respecto a la pareja. El viento desplazaba toda mi melena hasta el punto de taparme por completo la cara. Igraine era una dragona acostumbrada al frío de Dundarak, y el clima cálido de las islas no parecía gustarle mucho, de ahí que hubiese buscado un lugar alejado para instalarse.

Después de bordear dos de los precipicios. Me detuve a contemplar el paisaje. Ya veía la choza de Igraine al fondo. Imaginaba que viviría en un lugar tranquilo. Durante el resto del camino me mantenía alerta, no obstante, por si alguien se atrevía a atacarnos. Sabiendo que yo era una tensái de aire más valía que no lo intentaran. Nadie se sorprendería de que en un bandido terminara despeñándose en un lugar donde el viento soplaba tan fuerte.

Cuando llegamos, piqué a la puerta de la cabaña de Igraine y me presenté, para que me abriera. Tras un tiempo. Una mujer mayor nos abrió la puerta. Era la dragona en su forma humana, de apariencia tendría unos sesenta años, aunque bien conservada pese a las arrugas de su rostro, con unos cabellos plateados. Con aquella mujer tenía mucha confianza, incluso más que mi madre. La que fuera cazadora de vampiros había sido la mejor amiga de Mortagglia en su época de cazadora. Y aún estaban recientes en mi mente los acontecimientos que nos había

-Chicos. ¿Qué hacéis aquí? ¿Por qué no estáis en el gremio? – preguntó sorprendida la veterana, permitiéndonos acceder a su pequeño hogar. De una única habitación en la que se encontraban cama, cocina y mesa. Con varias repisas llenas de libros y ungüentos varios. Parecía la  cabaña de una bruja más que de una espía. Me sorprendía que alguien como ella prefiriera vivir en aquellas condiciones.

Miré hacia Níniel con disimulo.

-Es por ella… - le dije. – Los hermanos Harrowmont la han amenazado. Queríamos saber qué opinas tú de ellos. – le expliqué indirectamente, llevándome la mano al mentón.
-Suele ser un comportamiento típico de ellos. Su familia es bastante conservadora y renegó de los elfos desde siempre. – Miró a Níniel. – Y máxime si son amigos de una Boisson. – y sonrió, dirigiéndose a la parte de la choza que era una cocina. Dispuso cuatro vasos sobre los que colocó un líquido. Uno para ella, y el resto para los demás. - ¿Queréis? Es un destilado exquisito hecho por mí misma. Tal vez un poco agrio. Pero es lo mejor que he podido hacer con las plantas de esta isla.

Tras agradecérselo probé la bebida, un poco fuerte y repelente para mi gusto. Pero traté de no mostrar un gesto desagradable cuando me la ofreció. Igraine no dejaba de ser una anciana solitaria y, aunque poderosa, se notaba que comenzaba a írsele la mente en sus cosas. Había que hacerle caso.

-Está… bueno. – dije con disimulo. Tratando de no probar más de aquella bebida, pero manteniéndola en mi mano. – Por curiosidad, ¿sabes dónde se han metido la noche de fundación? No recuerdo habiéndolos visto enfrentándose a ograrcks.
-Yo estaba contigo, jovencita. ¿Cómo voy a saberlo? – preguntó entre risas. Se hizo el silencio. Nadie respondió. – Oh, supongo que porque soy espía. ¡Cómo podía olvidarlo! – y volvió a partir hacia fuera. Tratando de evadir mi pregunta.
-Igraine… es importante. – le pedí con respeto. La mujer se dio la vuelta y se acercó a mí, con tranquilidad. – No sé por qué se les invitó al gremio.
-Huracán, si yo fuera joven como tú tampoco permitiría que los Harrowmont se unieran ni a mi partida de cartas. – se tomó una pausa. – Pero Isabella es inteligente, y sabe que mientras pertenezcan al gremio causarán menos problemas que si no lo están. – se acercó a mí. – Así los mantendremos vigilados.
-Eso no explica que no comparecieran la noche del ataque del centinela. – dije ya con más enfado. Tratando de dar vueltas a mi cabeza buscando explicaciones que era incapaz de obtener. - ¿Y si… ayudaron a los vampiros? – Sugerí. Igraine rió.
-Huracán… esa es una acusación muy grave. – replicó – Ni siquiera ellos son capaces de tirar piedras contra su propio tejado teniendo la vida resuelta. Son traviesos, pero nada más.

Pese a que Igraine veía a los hermanos incapaces de realizar algo así, yo no lo veía una opción del todo desencaminada y no me fiaba un pelo de ellos. Me mantuve en silencio y esperé a que Vincent o Níniel preguntaran lo que desearan a la sabia dragona. Aún así, yo estaba dispuesta a llegar hasta el fondo de la cuestión, y no me quedaría a gusto hasta que supiera qué habían hecho Cassandra y Milton aquella noche.
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Mensaje  Níniel Thenidiel Jue Jul 21 2016, 02:15

-Bueno, es complicado estar bien cuando te amenazan, aunque lo peor es el sentimiento de indefensión. -Comenzó a responder la peliblanca a las preocupaciones de Vincent sobre su estado y su opinión sobre las islas ahora que parecía que debía tener miedo de buena parte de la población de las mismas. -Hasta ahora pensaba que pasaba desapercibida, nadie parecía preocuparse por una joven más, mucho menos por una acompañando a un brujo y visitando las casas de otros. Incluso mantuve conversaciones normales con algunos y como mucho comentaron que les gustaba mi voz, que podría dedicarme a cantar en los salones si la alquimia no era lo mío.- Hizo una pausa para bajar la cabeza al cruzarse con un brujo vestido con una túnica negra que parecía haberse quedado mirándola, o al menos eso creyó la elfa comenzando a ver amenazas donde seguramente no había más que la mirada de un hombre hacia alguien que le pareciera bonita o interesante. -Solo en confianza Otrore revelaba mi naturaleza elfa, me sentía relativamente segura como he logrado sentirme ya en Lunargenta evitando algunas zonas y situaciones, pero ahora no puedo saber quién lo sabe ni qué le parece y esto no es Lunargenta. Seguramente a muchos les de igual, a otros no les gustará pero tampoco querrán hacerme nada, puede que incluso a algunos les guste...Pero solo hace falta uno que opine como esos gemelos para que corra auténtico peligro...Y no lo sabré hasta que sea tarde.- Explicó sincerándose con el brujo y lamentando que era posible que por culpa de su raza estuviera pintando también una diana en las espaldas de sus compañeros. Mientras estuvieran con ella bien podrían ser tachados de "amigos de los elfos" o algo así y ser también objetivo del odio de los más fanáticos entre los de su clase. -No tienes que disculparte en nombre de...Todos, tampoco por tu comportamiento. Yo misma he estado a punto de partirle la cara a ese Harrowmont, de no haber sido por Jules lo habría hecho.- Dijo quitándole cualquier relevancia negativa que el rubio creyera merecer por su comportamiento. De hecho pensaba que cualquiera menos gentil que el brujo o ella misma no hubiese podido contener el golpe. -Gracias por defenderme.- Añadió al final con una tímida sonrisa.

Continuaron caminando por los pasillos del palacete, desandando los pasos que les llevaron hasta aquel suntuoso comedor de la segunda planta y regresando a los jardines exteriores, desde donde siguieron la línea de acantilados a través de un sendero estrecho cercano a los despeñaderos, siguiendo de cerca a Huracán que parecía conocer a la perfección aquel lugar y por ello el camino a seguir hasta llegar a la casa de Igraine. ¿Realmente vivía en un acantilado?. Vale que era una semi-dragona, podía volar y seguramente le gustasen los sitios elevados y de difícil acceso, pero no le molestarían los fuertes vientos, la humedad, el sonido...¿Cómo sería su hogar?. Pronto, tras un rato de caminata, obtuvo su respuesta, y no era la que esperaba.

La cabaña de Igraine era...Modesta, por decirlo de algún modo. De hecho sorprendentemente modesta para ser el hogar de una poderosa semi-dragona capaz de enfrentarse cuerpo a cuerpo y vencer a un poderoso y colosal Ogrark, así como ser una veterana cazadora y amiga de gente que a un par de kilómetros de distancia celebraba un banquete en un opulento palacete lleno de lujos. -¿Seguro que es aquí?- No pudo evitar preguntar la joven elfa sorprendida por la humildad de aquel sitio que a duras penas sobrepasaba la categoría de casucha e ingresaba en la de cabaña. Aunque al menos había que reconocer que parecía sólida. -¿Por qué viviría en un sitio así alguien como ella?. ¿No es una formidable amiga y aliada de tu familia Huracán?- Claro que si a la sacerdotisa le daban a elegir entre aquella casucha y estar tranquila y a salvo y la suntuosidad del palacete de los cazadores y las amenazas escogería la casucha.

En cualquier caso no parecía haber dudas sobre la propiedad de aquella cabaña. Aquel era el tercer acantilado contando desde el palacete y allí no había nada más que aquella pequeña estructura desafiando a los elementos, tenía que ser allí, eso o una extraña magia engañaba a sus sentidos, y Níniel no percibía ninguna.

El grupo se acercó hasta la puerta del lugar y Huracán llamó respetuosamente a la puerta. Puerta que se abrió apenas unos segundos después apareciendo tras ella la figura de una mujer anciana que aún conservaba un porte noble y digno a pesar de que si se tratara de una humana sin duda ya se encontraría en el ocaso de una larga vida. Casi costaba creer que alguien con esa forma humana aparentemente frágil pudiera transformarse en un majestuoso y temible dragón, pero solo si pensabas en humanos. A diferencia de estos los dragones que llegaban a ciertas edades no lo hacían débiles y decrépitos si no sabios y poderosos, algo que compartían en cierto modo con los elfos...Y por desgracia con los vampiros, ya que estos bebieron de la sangre del dragón de luz.

Igraine les dejó pasar amablemente tan pronto les reconoció, incluso a pesar de que parecía que no esperaba tener visita o disimulándolo muy bien. El interior de aquella casa era lo que cabría esperar teniendo en cuenta el exterior, pequeño, una sola sala en la que se desarrollaban todos los aspectos de la vida de su ocupante, salvo la cama que estaba separada con unos biombos que daban cierta privacidad y por supuesto el baño que debía de estar fuera, seguramente tras la cabaña. Eso o los dragones no necesitaban algo así debido a su particular naturaleza. Níniel encontró especialmente curioso que las paredes estuviesen bastante llenas de estantes repletos de toda clase de preparados, algunos de los cuales parecían alquímicos mientras que otros bien podrían ser meras conservas de comida u otras cosas más mundanas.

-No, por mi no se moleste, gracias.- Respondió la peliblanca al ofrecimiento de una bebida. No tenía sed y realmente aquel brebaje no parecía algo demasiado apetecible, mucho menos tras la mueca de Huracán al dar un sorbo y regresando a su estudio del contenido de alguno de aquellos frascos, aunque solo mirándolos pues no había pedido permiso para tocarlos. Una vez hubo satisfecho su curiosidad se colocó al lado de Huracán y con atención escuchó la conversación entre ambas.

Igraine tampoco se fiaba de los Harrowmont y empezaba a parecer que de hecho a nadie le gustaba aquella gente. ¿Realmente solo les habían dejado formar parte de los cazadores para tenerlos vigilados?. Había un dicho que rezaba que había que mantener cerca a los amigos y a los enemigos más cerca aún, uno de esos que Níniel encontraba bastante sin sentido como aquel de "cuanto más cerca del peligro más lejos del daño". A la peliblanca le parecía que cuanto más cerca de ellos estuvieran más daño podrían hacer e incluso podrían enterarse de cosas que de otro modo no podrían saber...Salvo que alguien fuera capaz de gestionar aquel arma de doble filo con una maestría sublime. Sin darse cuenta la elfa comenzó a asentir entendiendo a la dragona. Isabelle parecía alguien capaz de manejar con soltura las armas de doble filo.

-Capaces o no de tirar piedras contra su propio tejado y como ya dije antes, o son muy tontos y no saben ocultar nada, por lo que nada de lo que sepan debe de ser realmente valioso o incriminatorio...O son muy listos y no dan puntada sin hilo. Me inclino por lo primero, quizá porque me colocaría en mejor posición ya que me han amenazado...En cualquier caso lady Igraine, ¿quizá conozca a alguién que no se uniera a aquella celebración nocturno y que pudiera saber dónde estaban los gemelos esa noche?. ¿Quizá alguna otra ausencia destacable más a parte de la de los Harrowmont?. De no ser así, si que sabemos de alguien que lo sabe...Concretamente dos.- Hizo una breve pausa para ver si caían en la cuenta de a quiénes se refería con aquellas palabras. - Ellos mismos. Un poco de veritaserum en su bebida durante el banquete y serán incapaces de mentir durante un par de horas. Puede parecer una medida desproporcionada, y lo es, pero...Tú quieres saber lo que saben y yo neutralizar la amenaza que son para mí...- Propuso al final mientras buscaba en su bolso su cajita de viales y sacaba con cuidado uno del tamaño de un dedo meñique lleno de un líquido transparente de color levemente azulado y se lo mostraba a la cazadora.
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Mensaje  Vincent Calhoun Sáb Jul 23 2016, 22:09

Huracán añadió más información a la contestación del rubio antes de que la mitad del grupo decidiera ir a la cabaña de la dragona. Sinceramente, muchos menos de los que pensaba que irían. Él contaba con todos para el viaje, y quedándose atrás Jules, Anette y Natasha, solo quedaban tres del total que había calculado al principio.

Eso no le gustaba. Contaba con todos para darle la mayor seguridad posible a Níniel, y faltando tantos, los hermanos Harrowmont podrían tener el atrevimiento de cumplir con su amenaza.

De todos modos estaba exagerando un poco. Realmente ellos tres se bastaban para vencerlos si osaban atacarlos. Tampoco creía que llegado el caso aparecieran ellos, ni tan siquiera demasiados compinche de ellos, pues era un riesgo demasiado alto atacar a una pupila de Otrore a plena luz del día.

- Aún así me siento mal porque hayas tenido esta mala experiencia-, contestó a la elfa, mientras seguían los pasos de la cazadora de vuelta al exterior del salón. - Deseaba que pudieras pasar una estancia lo más agradable posible en las islas antes de volver al continente. Y no hace falta que me des las gracias. Ya sabes que siempre te defenderé-, sonrió a la peliblanca mientras recorrían el pasillo superior.

El trío volvió a bajar hasta el primer piso, y una vez pasados los jardines exteriores, pusieron rumbo hacia la casa de Igraine. Por lo que había dicho Anette, la cabaña de la dragona estaba en un tercer precipicio, contando desde el castillo suponía. Aún así él no sabía hacia que acantilados debía ir, si tenía que recorrer lo alto de la costa al este o al oeste, pero por suerte Huracán conocía perfectamente el lugar y los guiaba.

El camino era estrecho, algo común en lugares tan poco transitados como ese. Y el viento hacía de las suyas demostrando quien era el amo de ese territorio. Nadie debía pasar por lo alto de los acantilados sin saber quién mandaba allí. Eso parecía querer decir el viento.

Siguieron avanzando hasta bordear dos de los precipicios, pudiendo ver en la lejanía una cabaña una vez dejado atrás los dos primeros acantilados. Supuso que sería el hogar de la dragona cuando quería estar tranquila, pues no había más edificios por la zona, y se había comentado en la fiesta que estaba en el tercer acantilado. Era una casa pequeñita, muy humilde. Con pinta de haber sido creada solamente con la idea de que estuviera alejada para no ser molestado. O molestada en este caso, ya que era el lugar de relajación de la fémina dragón.

De cerca el brujo pudo apreciar mejor la simpleza de la cabaña, dándole la razón a sus pensamientos anteriores. Igraine había construido esa casa solo con la idea de tener un lugar práctico y apartado. Y fue la propia dragona la que se dibujó detrás del marco de la puerta una vez abierta. Era bastante mayor aunque de porte regio, con ese halo que tenían las personas poderosas como ella pese a la edad. Como si los años no pesaran en ellos.

Huracán la puso al día en cuanto entraron. Y él por su parte se mantuvo callado hasta que la anciana le dio un destilado de fabricación propia. No solía beber alcohol en exceso, pero sí que estaba acostumbrado a hacerlo. Su experiencia personal le decía que los destilados caseros solían ser los mejores.

- Muchas gracias-, contestó a la dragona con una sonrisa, cogiendo el vaso. Miró el interior unos instantes mientras zarandeaba la bebida con movimientos circulares y sin pensarlo más se lo bebió de un trago. - Está… está bueno-, dijo tosiendo levemente. - Muy fuerte. Como les gusta a los dragones, eh-, bromeó volviendo a dedicarle una sonrisa a la anciana.

Los destilados caseros eran los mejores. Pero había que tener cuidado si uno quería sobrevivir a ellos.

- Vigilar a los Harrowmont es complicado. A fin de cuentas ellos nunca mueven ficha directamente-, comentó cuando la conversación entró en materia. - No lo consideraría tirar piedras sobre su propio tejado. Ellos se asegurarían de que ninguna de esas piedras cayera sobre ellos-, dijo acercándose a una mesa donde dejó el vaso vacío. - Los brujos como los Harrowmont consideran que la raza no solo puede mejorar mediante la práctica y el entrenamiento. Son de la vieja escuela. El combate es esencial para ellos-, dijo finalmente cruzándose de brazos.

El ataque nocturno de los vampiros no era un buen augurio. Eso bien lo sabía y ya lo había hablado con su madre. Los vampiros eran débiles al fuego y un ataque como el de aquella noche estaba predestinado a fracasar contra los brujos. Incluso con el potencial del Centinela no acabaría bien, si considerábamos que acabar bien sería tener éxito en algo más allá que llamar la atención. Ese grupo de vampiros solo podía asestar un golpe a un grupo, como por ejemplo el gremio de cazadores, y volver a casa.

Era sospechoso. Y ahora resultaba que los Harrowmont estaban enrolados en ese grupo de cazadores de vampiros. No olía bien. En realidad nada donde estuviera ese apellido podía oler bien.

- ¿Dices que con ese producto no podrán mentir? - se acarició la barba pensativo, sin mirar a nadie en particular. - Con los Harrowmont hay pocas medidas que se puedan considerar desproporcionadas. Han amenazado a Níniel en lo que bien podría ser una bravuconería, pero debemos asegurarnos de ello-, razonó levantando la vista del suelo. - Pienso que lo mejor será volver a la fiesta y usar el veritaserum en sus copas. Será mejor que sepamos que estaban haciendo la otra noche, por la seguridad de Nín y del resto del gremio-, comentó observando al resto de personas en la habitación. - ¿Tienes encima Níniel? Si es así, creo que debemos volver a la fiesta cuanto antes.

Esperaba que fuera el caso, o que lo hubiera visto en las estanterías de Igraine y pudiera pedírselo. La dragona tenía la casa repleta de cosas alquímicas que escapan a su entendimiento, pero no al de la sacerdotisa.
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Mensaje  Anastasia Boisson Lun Jul 25 2016, 15:16

A pesar que Igraine quería quitar importancia al asunto, la elfa rápidamente objetó en contra de los hermanos. No se fiaba nada de ellos. Y yo, a decir verdad, tampoco. Níniel preguntó inteligentemente a la dragona si conocía a alguien más que estuviera ausente y que pudiese estar compenetrado con los gemelos.

Pero aquello había resultado ser una pregunta retórica, pues la elfa continuó con su discurso y a donde quería llegar era a sonsacarles a ellos mismos la información, mediante un pequeño vial que sacó de una cajita en la que parecía llevar más y me lo acercó. Pronunció un nombre extraño. Nunca había oído hablar de él. Pero la idea era muy tentadora, cuanto menos.

-Veritaserum… - pronunció Igraine, con una sonrisa ante la ocurrencia de Níniel. – ¡Qué le vas a contar a alguien que lleva más de cien años siendo espía! Algunas de las pócimas que hemos usado nosotros harían de eso un mero trago de agua de mar. – aclaró. Por lo visto la dragona ya conocía sobradamente esa poción. – No veo inconveniente en que le hagáis tomar el veritaserum diluido en alguna bebida. La dificultad reside en hacerlo sin que se enteren.
-Se me ocurre alguien mejor a quien podría dárselo. – Dije sin mencionar en quién pensaba. Para mí, que no había oído hablar de aquella pócima mágica en mi vida, aquello era como una mina de oro. Si bien la idea de proporcionársela a los hermanos era sugerente, la idea de hacer que la bebiera mi enigmática madre me resultaba aún más interesante. Había montones y millones de cosa que Isabella me había escondido durante toda su vida y que ocultaba en la actualidad.
-Sé por donde vas, Huracán. Y no es el camino que debes seguir. – dijo Igraine, agravando su voz. – Hay muchas cosas de ella que desconoces, y que es mejor que no sepas. – aquello, más que quitarme las ganas, no había hecho más que despertar aún más mi curiosidad. – Pero las conocerás llegadas el momento. - Se tomó una pausa, para cambiar de tema. Y volvió a su tono habitual. – Está bien, podéis dárselo a los hermanos. No se van a morir por ello. Pero tratad de hacerlo sin que os pillen. - advirtió la dragona.

Vincent, que parecía haber oído hablar también de los gemelos, asegurando que pertenecían a la vieja escuela, hecho que yo asentí con la cabeza para indicar que estaba de acuerdo con él.

Parecía que la decisión de volver con el brebaje y volver al palacete era unánime. Así que tras despedirnos con cordialidad de la dragona por sus consejos y advertencias salimos de nuevo al precipicio. El día continuaba siendo espléndido pese a los constantes soplidos del viento. Y ahora tendríamos que volver por las peladas montañas de nuevo hacia el pequeño palacete, en un camino que no nos llevaría más de media hora o incluso menos, pues ahora el recorrido, que transcurría por el borde de los acantilados, era cuesta abajo.

-Igraine lleva trabajando con los cazadores toda su vida. Y confío en ella más que en mi propia madre. – expliqué a Níniel mientras caminábamos, ya que me había preguntado antes sobre la dragona. – Pero tiene sus manías. Es originaria de la fría Dundarak y no le gusta este clima. Así como tampoco le atrae demasiado todo el lujo y hedonismo que gastan mi madre y el resto de brujos de la academia. Sé que son las costumbres de mi pueblo, pero sinceramente, a mí tampoco me gusta. – hice una pausa, y miré al frente, dejando que la brisa chocara contra mi rostro. - Además, Igraine era la mejor amiga de Mortagglia. Y le duele todo este… circo, por llamarlo de alguna manera, que se ha formado en torno al nombre de mi abuela. Particularmente lo encuentro… ridículo. – así lo definí. Y si bien sabía que Mortagglia era una rival formidable y había dejado mucha discordia entre los cazadores, no veía necesario el hecho de organizar comidas o reuniones narcisistas entre cazadores y maestros tensái.

Mientras descendíamos, y ya a medio camino entre la cabaña de Igraine y el palacete, observé como había dos hombres y una mujer con aspecto cuanto menos cuestionable ascendían en nuestra dirección. – Mirad. – dije a mis compañeros, deteniéndome. Avanzaban armados con báculos. Como si buscaran a algo o alguien, parecían brujos, desde luego, pero a decir por sus ropajes, largas túnicas algo roídas y deshilachadas, ni se trataba de maestros tensái, ni tampoco cazadores. Confiaba en que fuese alguien que iba de paseo pero no, parecieron señalarnos, y no dudaron en venir hacia nosotros una vez nos encontrábamos más próximos.

-¡Por fin te hemos encontrado! – dijo uno de los hombres mirando a Níniel, una vez hubieron alcanzado nuestra posición.
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Mensaje  Níniel Thenidiel Mar Jul 26 2016, 15:24

-Así es como funciona Vincent.- Comenzó a intentar aclararle a al brujo la joven elfa mientras le mostraba a él también el pequeño vial lleno de la valiosa sustancia. -Bastan unas pocas gotas bebidas directamente o incluso diluida en alguna bebida y quien la ingiera será incapaz de mentir durante un tiempo. En este caso la concentración está calculada para que un hombre adulto no pueda mentir durante un par de horas con tres gotas, dos en caso de una mujer.- Terminó de explicar.- Es importante no exceder las dosis, es un preparado con base de flor de la felicidad, una dosis demasiado alta podría causar euforia desenfrenada y peligrosa, e incluso...- Se detuvo un momento y se sonrojó ligeramente ante lo que tenía que decir a continuación pues le preocupaba que sus compañeros pudieran pensar alguna cosa rara sobre ella por su conocimiento por tales efectos o por disponer de un vial de semejante sustancia. -...Deseo sexual irrefrenable.- Dijo al fin con una mueca para dejar claro que era un efecto secundario no deseado.

Se trataba por todo ello de una poción valiosa y con usos que la hacían muy útil y potencialmente peligrosa, por suerte al alcance solo de alquimistas avanzados que tuvieran a su disposición ingredientes poco usuales, por eso precisamente las palabras de Igraine comparándola con algunas de las que ella usaba como espía causaron que un escalofrío recorriera la espalda de la joven peliblanca al definirla como un mero sorbo de agua de mar en comparación. ¿Pero qué clase de sustancias manejaba aquella, en apariencia, agradable anciana?. Debía de referirse a fórmulas maestras con propiedades capaces de someter la voluntad de sus víctimas, de causarles muertes agónicas o convulsiones de pesadilla para hacer semejante comparación. ¿Sería algo de eso el contenido de alguno de aquellos frascos que reposaban sobre los múltiples estantes que había por las paredes?. ¿Quizá alguno de los que no había sabido reconocer y ni tan siquiera tener una idea sobre qué eran?. Realmente había personas de lo más interesantes en aquel gremio de cazadores, brujas poderosas, cazadoras veteranas, una maestra alquimista...Pero luego estaban rodeados de inútiles borrachuzos cuya única habilidad parecía ser la de enlazar una fiesta con otra y llevarse el mérito de heroicidades que no habían, ni jamás podrían, realizar. Aquel gordo cobarde y mentiroso, los Harrowmont...

Como fuera, Huracán también pareció encontrar bastante interesante aquella posibilidad de utilizar una fórmula de verdad embotellada, aunque por lo visto no para usarla contra los repelentes brujos gemelos si no contra, por las palabras de Igraine, con su propia madre. Al menos en esa dirección apuntaban sus palabras aunque no dijeran su nombre. No podía culpar a la cazadora por pensar de ese modo. Isabelle parecía siempre saber mucho más de lo que decía y ocultaba información constantemente, incluso aquella cuyo desconocimiento bien podría causar una desgracia, como la que reveló tras el enfrentamiento contra el centinela y que prácticamente convirtió una victoria en una derrota y dejó a todo el grupo como si no fueran más que críos que habían pasado la noche bailando al son de la música de otro. Níniel también estaría deseando saber lo que ocultaba, de hecho apenas la conocía y no podía negar que no sería una mala idea.

-Supongo que lo mejor sería mezclarlo con sus bebidas, cualquier zumo fuerte o bebida alcohólica enmascarará su presencia en el vaso. Comenzarán a no poder mentir sin darse cuenta y esa será nuestra mejor baza. La poción hace que digan la verdad pero si se dan cuenta podrían optar por no decir nada en absoluto o evitar ciertos temas.- Añadió la sacerdotisa tras el visto bueno de la sabia semi-dragona a la que había aprendido a respetar y temer en tan breve lapso de tiempo.

Dado que todos estaban de acuerdo en que sería un buen curso de acción, al menos el mejor que podían tomar dadas las circunstancias, enseguida el trío de pequeños conspiradores se puso en marcha de regreso hasta el palacete de los cazadores. Aquella visita apenas les había llevado algo más de una hora pero debían apresurarse para no llegar tarde a la comida y perder con ello su mejor oportunidad de deslizar el veritaserum en la bebida de los gemelos. Con tantos invitados, comida y bebida como parecía que iban a poder disfrutar de manos de su anfitriona no debería de resultarles difícil la tarea. Por suerte el camino que antes era ascendente ahora se tornaba descendente por lo que su ritmo podría ser mayor y su esfuerzo sustancialmente inferior que durante la ida hasta aquel tercer acantilado, aunque las rachas de aire que ahora llegaban de cara eran bastante molestas. No tardarían mucho en poder poner en marcha su plan.

-Ya me he dado cuenta. Tampoco soy amiga de los excesos. Aprecio una cama suave y las sábanas de seda como la que más, incluso puedo ver la belleza en las columnas y los suelos de mármol de los palacios humanos...Pero muchas veces todo eso es frío. No es un ofrecimiento sincero de belleza para los invitados, ni de comida abundante para los amigos. Es...puro egocentrismo. Sinceramente llevo desde aquella noche del ataque pensando que no sé si sois un gremio de cazavampiros o de amigos de las fiestas y el lujo. Claro que no va por tí, ya lo sabes. Algunos si que sois lo que cualquiera esperaría cuando se nombra al terror de los que se creen dueños de la noche.- Dijo a Huracán cuando esta quiso explicarse sobre Igraine y en general sobre el lamentable espectáculo que algunos supuestos cazadores y aliados de los mismos daban en aquellas fiestas por todo lo alto.

-Mortagglia, familias de brujos, politiqueo...Todo esto me tiene bastante descolocada al no ser de aquí. Hazte cargo de que para mí todo esto es extraño. No conozco el nombre de las grandes familias de brujos ni sus ideas, salvo que nos remontemos a familias históricas de la época de las guerras de las islas. Tampoco sé gran cosa de vuestro gremio, de hecho aquella noche estaba allí por accidente, como ya te debiste de dar cuenta en cuanto me reconociste. Creo que Vincent y yo tomamos el lugar de una pareja que prefirió disfrutar de su mutua compañía en privado en vez de realizar ninguna prueba de ingreso...Realmente me cuesta ver en qué os favorece reunir a gente así pero como dijo Igraine, Isabelle no es ninguna tonta.- Terminó de decir dándole su opinión a la bruja que no difería mucho de la que ella misma había declarado ya, salvo que la elfa estaba aún más perdida que ella con respecto a casi todo en general, pues si Huracán sabía poco ella sabía mucho menos aún de todo lo que se traían entre manos entre fiesta y fiesta. -Creo que necesito intercalar mis clases de alquimia con otras de política para terminar de entender a los brujos.-

Acababan de pasar por el segundo de los acantilados entre el palacete y la cabaña de Igraine cuando aquel solitario sendero dejó de ser totalmente solitario. Otro trío compuesto por dos varones y una mujer caminaban recorriendo el estrecho camino en dirección contraria a ellos, concretamente dirigiéndose en su dirección tan pronto como parecieron verlos. Aquello era extraño. En circunstancias normales Níniel no pensaría nada malo de aquellos tres caminantes, simplemente daría por hecho que era un encuentro fortuito como los cientos que ocurrían en los caminos, pero no eran circunstancias normales. Aquel camino llevaba a ninguna parte salvo a la casa de Igraine y la peliblanca dudaba que fueran amigos de ella. Además estaba el asunto de las amenazas que convertía a cualquier brujo desconocido en una amenaza para ella.

-Esto no me gusta. Vienen hacia nosotros.- Indicó de manera obvia la sacerdotisa comenzando a acumular maná dispuesta a defenderse en caso de que aquello acabara por convertirse en algo más que un encuentro fortuito, tenso por sus propios temores. Y más tenso aún cuando al llegar hasta ellos, a pesar de no baer intentado nada aún, uno de aquellos hombres confirmó haber estado buscándola a ella.

-¿A mi?. Lo lamento pero no os conozco a ninguno y no sé qué asuntos podrías tener que tratar conmigo.- Respondió con su cantarín tono de voz, tratando de mantener apariencia de normalidad a pesar de que estaba preparada para defenderse a la menor provocación. ¿Quiénes eran esos tres?. Vestían de forma bastante humilde y aunque lo hacían al modo de las islas sus ropajes hacía mucho que habían dejado atrás su mejor momento. Aquello era algo nuevo para la peliblanca, nunca había visto a brujos harapientos. -No somos la clase de caminantes con los que sea buena idea meterse. Es un consejo.-Sentenció guardando silencio.

-Sabemos que no eres una bruja aunque vistas como una humana y te recojas el pelo para ocultar tus orejas. Nos dijeron que buscásemos a una joven hermosa de cabello blanco y piel nívea y que estarías aquí, en mitad de la nada.-Dijo el mismo brujo que había hablado antes con un tono serio. Ante aquello la peliblanca no pudo si no adoptar una posición defensiva ante lo que parecía que sería un ataque inminente. Entonces aquel hombre levantó su bastón y, cuando la sacerdotisa estaba a punto de saltar como un resorte, el sujeto volvió a bajar su arma de modo casi ceremonial y lo dejó en el suelo para acto seguido arrodillarse tras él ante una Níniel estupefacta, acción que los otros dos imitaron sin que la joven elfa supiera que estaba pasando. -Por favor, ayúdanos descendiente de los druidas. Mi hija, solo es una niña pero una enfermedad amenaza con llevársela de nuestro lado. Nada de lo que hemos probado ha servido y no tenemos dinero para pagar a un maestro alquimista ni moverán un dedo por alguien como nosotros si no podemos pagar. Te lo ruego, sálvala.- Imploró seguido por los ruegos desesperados y humildes de sus acompañantes, quizá la madre y otro familiar de la niña enferma.

Aquello si que era inesperado. Pensaba que iban a atacarla y en vez de eso se postraban ante ella rogando por ayuda de manera desesperada. Aquello no debía de resultarles fácil pero lo hacían por un ser querido. Una familia dispuesta a todo por una mínima esperanza para su pequeña. Níniel miró a sus compañeros en busca de su opinión. Si realmente decían la verdad, brujos o no ella estaría más que dispuesta a ayudarles, incluso a pesar de que por sus palabras parecía que sabían sobre Níniel gracias a los Harrowmont o su entorno.
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Mensaje  Vincent Calhoun Vie Jul 29 2016, 03:14

La dragona conocía la sustancia como buena alquimista que era, pero para él no era algo tan cotidiano como si lo era para la anciana. Parecía que la fórmula no era tan poderosa como otras que había llegado a manejar Igraine en el pasado, y que el rubio decidió que era mejor obviar. Prefería no saber que hacían todo el surtido de pociones que habría usado la espía de los cazadores en el pasado. Conocía perfectamente lo peligrosos que podían llegar a ser los mejunjes de los alquimistas como había llegado a comprobar personalmente.

Níniel pasó a definir el funcionamiento exacto del Veritaserum, y lo cierto es que le parecía una pócima de lo más útil. Sacó un vial que mostró a sus compañeros mientras lo hacía y el brujo no pudo evitar fijarse en lo pequeño que era. No obstante, era normal que así lo fuera como la propia Nín explicó. Solo hacían falta dos o tres gotas para convertir a una persona… en alguien abierto al diálogo. Por decirlo de algún modo.

- ¿Deseo sexual irrefrenable? - comentó como acto reflejo, enarcando una ceja extrañado al mirar a la elfa. - Bueno, bueno. Eso no importa-, dijo cambiando de tema rápidamente después de carraspear. - Es un producto de lo más interesante. Nos brindará una información muy útil-, comentó finalmente.

Aunque era una sustancia notable y un gran método para recabar información, lo cierto es que en parte el brujo no pudo dejar de pensar en los notables efectos secundarios que provocaba. No era algo importante para él, más su curiosidad había sido picada. Su propia madre le decía muchas veces que tenía la curiosidad de los gatos y algo de razón tenía. Pues ahora mismo era de una de esas veces en las que tenía que darle esa razón a Yennefer sobre su naturaleza felina Y es que en su cabeza una pregunta daba vueltas. ¿Cómo de potente sería ese apetito sexual provocado por el Veritaserum? Solo había un modo de averiguarlo, y por unos instantes tuvo la idea descabellada de usar a los hermanos Harrowmont como sujetos de pruebas. Hacer que los dos se volvieran animales en celo en mitad de la fiesta le sonsacó una risa ahogada dentro de su mente.

La conversación pasó a un tema personal de Huri con su madre a lo que el rubio poco podía decir o comentar. Solo podía callar, pese a que entendía perfectamente los motivos que la cazadora tenía para pensar en usar esa sustancia con ella. Isabella superaba en misterio a su madre Yennefer. Y eso ya era bastante decir.

Sin embargo no dijo nada hasta el momento de despedirse de la dragona. Una vez que habían hablado con Igraine poco más había que hacer allí, así que el trío se despidió de ella antes de volver al palacete por el mismo camino por el que habían venido. La misión era clara. Echar en un despiste dos gotas a Cassandra y otras tres a Milton. Con ello sabrían qué demonios estaban haciendo esos dos la noche del ataque vampiro.

Lo más probable es que nada. Simplemente no estaban la noche de la celebración nocturna porque eran cazadores de otra categoría. De otro escalafón social. En el momento en el que Isabella había aceptado a los Harrowmont en sus filas, los hermanos habían pasado directamente a engrosar las filas del gremio. Sin pruebas, ni requerimientos. Eran cazadores mucho antes de lo que llegaran a ser Jules o Anette aquella noche. Por tanto estaban libres para no asistir. Pero no podían no asegurarse de ello. Con los Harrowmont de por medio mejor no.

Huracán y Níniel comenzaron a hablar de Igraine, así como de lo ostentosas que podían llegar a ser las fiestas de los brujos. Sí que lo eran. Demasiadas recargadas para su gusto en muchas ocasiones, aunque otras no estaban mal del todo. Quizás pensara así porque estaba acostumbrado a ellas como nativo de las islas. Y pese a que no le gustara esa forma de mostrar la pompa y poder por medio de una ostentosa cena, o por el gran valor de las decoraciones, si que le agradaba cuando era una fiesta sin esos ideales de ego impregnados en el ambiente.

Estaba seguro de que la celebración del gremio buscaba esto segundo inicialmente, pero al asistir a ella personas del estilo de los Harrowmont se había distanciado de lo que se había pensado originalmente. Seguramente hubiera sido algo más parecido a la celebración nocturna truncada por los vampiros. Una fiesta con algo más de estilo que aquella, pero que solo buscaría ser la presentación del palacete y una repetición de aquella cena bajo las estrellas. Esta vez sin una batalla de por medio.

Pero si los Harrowmont financiaban al gremio de Isabella esto pasaba a segundo plano. Ellos querrían demostrar que así era. Que ponían parte sus finanzas allí y que además podían permitírselo sin ningún apuro.

La voz de Huri lo sacó de sus pensamientos, y la visión del trío de personas delante no le auguraba nada bueno. Era un lugar apartado para transitar y pasear. Y sus sospechas no hicieron más que aumentar cuando uno de los hombres se dirigió a Níniel. Era evidente que la estaba buscando.

¡Malditos! ¿Cómo Milton y Cassandra se habían atrevido a mandar a nadie a plena luz del día? Lo pagarían caro.

El rubio simplemente se puso delante de la sacerdotisa de manera protectora y comenzó a preparar mentalmente un conjuro de fuego mientras sacaba uno de sus pedernales con sutileza del bolsillo. Nadie haría daño a Níniel en su presencia. En ningún lugar. Mucho menos en su hogar. Tendrían que pasar por encima de su cadáver. Sin embargo las siguientes palabras del hombre lo descolocaron totalmente. No se esperaba nada parecido, solo un combate.

- ¿Dices que no tienes dinero para pagar un alquimista? - preguntó, aunque sin perder su postura de combate, ni tampoco guardando de nuevo el pedernal. - ¿Quién te ha dicho que estábamos aquí?

- No. Lo siento señor. No era mi intención molestaros pero soy un hombre desesperado-, comentó casi sollozando. - Mi hija está enferma y no tengo a quien acudir. Mi mujer se enteró que había una elfa en la ciudad de pura casualidad. Y cuando fuimos a la posada donde se hospedaba nos dijeron que estaría en el palacete que hay más abajo-, señaló en al dirección donde se celebraba la fiesta. - Allí en principio no nos dejaron entrar, pero una chica que estaba en los jardines se acercó al escuchar nuestras súplicas y nos indicó que estaría por aquí-, se explicó el hombre.

- ¿En la posada te dijeron que estaba en el palacete? ¿Quién? - preguntó, aunque relajando su postura.

- Otra mujer morena. Mayor que la chica de la fiesta. Con una forma de hablar singular. Nos dijo que su hijo estaría con ella-, dijo esta vez la mujer.

- Mi madre-, comentó el rubio a sus compañeras. - Le dejé una nota en mi habitación de a dónde iba. Supongo que la chica de la fiesta debe ser Anette o Natasha. Ellas, igual que Jules, sabían a dónde íbamos. Aunque no se como mi madre sabe que estoy contigo-, se dirigió a Níniel y observó sus preciosos y profundos ojos aguamarina. El rubio se acarició la barba. - ¿Otrore sabe a donde has venido? A lo mejor mi madre ha hablado con él. Pero no se, es el mejor alquimista que conozco. Podría haber ayudado a esta familia-, siguió pensando que podría haber pasado. - Imagino que ya no estaría en la posada y era imposible localizarlo antes que a nosotros. ¿Por dónde queda tu casa? - preguntó finalmente a la familia.

- Oh, está en la periferia. En la barriada este-, comentó más animado al sentir que lo iban a ayudar.

- ¿Qué opináis? - preguntó bajo, de forma que las personas de abajo no lo escucharan. - Puede ser una trampa, y en cualquier caso no podremos usar el Veritaserum con los hermanos hasta que volvamos. Para entonces puede que ya no podamos hacerlo. Pero si no es una trampa...-. El brujo no dijo más nada, no hacía falta. - Yo me arriesgaría a ir.

Una vida estaba en peligro, y eso era mucho más importante para él que sonsacar información a los Harrowmont. Bien que podrían no haber estado haciendo nada grave, y con el historial de la familia de los hermanos, poco importaba que estuvieran haciendo aquella noche. Si no habían hecho nada malo entonces, bien podrían hacerlo en una futura ocasión. Además, tendrían más ocasiones en adelante para interrogarlos con la sustancia de Níniel.
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Mensaje  Anastasia Boisson Dom Jul 31 2016, 16:34

Me puse delante de la elfa por si acaso sucedía algo. Estaba en mi territorio y si eran enviados de los Harrowmont no iba a permitir que le hicieran daño alguno a la elfa en mi presencia. A fin de cuentas, también era mi invitada aunque, como ella misma me había dicho hacía unos instantes, hubiese estado allí por casualidad.

Respiré tranquila cuando descubrí que los tres hombres que se aproximaban a nosotros no venían con intenciones ofensivas, no por terror o pánico, sino más bien sino que únicamente venían a reclamar la ayuda de Níniel para salvar a su hija que se encontraba en un estado crítico. Me crucé de brazos, mosqueada, pues seguía sin saber quién había dado aquella información a aquel trío. Si ellos lo sabían, podría saberlo también cualquier bandido.

Vincent parecía tener la misma curiosidad que yo, y tras preguntarle al grupo descubrimos que había sido la madre de Vincent quien había indicado al grupo que fuese a preguntar a la fiesta y, una vez allí, probablemente Natasha o Anette habrían mandado al grupo aquí.

El brujo se conjuraba a la prudencia. Había que tener cuidado con los Harrowmont y sus secuaces, pero no podíamos correr el riesgo de dejar a alguien indefenso por miedo a lo que pudiese hacer una pareja de niñatos malcriados que, en ningún caso, eran rivales para nosotros en caso de conflicto. – No podemos desatender la petición por lo que pudieran hacer los Harrowmont. Debemos ir. Ya tendremos tiempo después para hacer “eso”. – y dije “eso” para no mencionar delante de los tres que la intención era envenenar a la pareja para que cantaran sobre su localización la noche en la que el Centinela atacó.

-Gracias, gracias de verdad. – imploró el hombre, sonriendo y cogiéndome de la mano. Que rápidamente retiré. Por su sincero agradecimiento no parecía que nos estuviera mintiendo. – Venid con nosotros, yo os guiaré hasta el hogar donde se encuentra mi hija.

A un ritmo acelerado descendimos hacia Beltrexus, pasando delante del palacete de los cazadores por el que pasaba el camino de de descenso de manera inevitable. Eché un vistazo a ver si reconocía a alguien en los jardines del patio. Alcancé a ver fue a Jules hablando con dos jóvenes copa en mano. El brujo parecía no decepcionar en aquellos ámbitos. También Natasha se encontraba allí. De quien no había ni rastro era de Milton y Cassandra, ni de Anette ni mi madre, aunque estas dos últimas probablemente se encontraran en el interior de palacio.

Sin detenernos ni un instante continuamos el descenso y terminamos llegando a la casa donde el hombre – Es aquí – indicó, abriendo la puerta de la cabaña. Una casita sin lujos, típica de las afueras de la ciudad rodeada de varias viviendas individuales con jardín y también de un estilo similar. Los otros dos acompañantes parecían ser vecinos o familiares del interesado, al que acompañaron para buscar a Níniel, aprovechando que seis ojos ven más que dos.

-¡Está ardiendo e inconsciente! – diagnosticó una mujer que superaba la treintena, probablemente sería la madre del niño, que se encontraba.

Lamentablemente, poco podía hacer yo allí más que quedarme de brazos cruzados, contemplando el panorama. Esperando a que Níniel hiciera algo por recuperar los pulsos. Mis ballestas o habilidades de viento no iban a ser de mucha ayuda. Mi labor allí era más bien de escolta de la elfa ante un posible ataque desconocido, mas no parecía haber nadie.

-Creo que voy a salir a tomar el aire. – dije a Vincent y Níniel. Contando al niño, los padres, los acompañantes y a nosotros, estábamos 8 personas en aquel cuartillo tan pequeño. Poco haría por allí.

Salí a la calle y me apoyé en el muro de madera del pequeño ventanal. Hacía un día muy bueno, como era habitual en las islas, y como tal, había bastante gente en las calles. Instintivamente miré hacia la izquierda y volví a encontrarme con Isabella. Pero esta vez no venía sola, sino que iba acompañada por una mujer de su misma edad y altura. Con un deje arrogante igual que el de ella. Sólo que luciendo unos cabellos morenos.

-¿Mamá? ¿Qué haces aquí? – le pregunté.
-¿Acaso tu madre no puede quedar a tomar algo con una vieja amiga? – me indicó, con una sonrisa, arqueando el ojo para mirar a la morena.
-Lo último que esperaba era a mi madre abandonando una fiesta para hacer algo que puede hacer el resto de días del año. – comenté con sátira, exactamente como haría ella misma.
-Tan sólo lo hago cuando debo hacerlo. – sonrió. – No quiero que mi hija se meta en líos.

¿Por qué había dicho eso? Abrí los ojos y me quedé sorprendida, mirando. Se hizo el silencio mientras Isabella sonreía hacia un lado, sintiéndose victoriosa de la conversación de nuevo. Mi madre, como siempre, nunca decepcionaba. La otra mujer, la morena, tras unos instantes fue la primera en hablar.

-¿Está Vincent por ahí? – me preguntó la mujer. A la que ni siquiera conocía.
-Sí. Creo que está dentro. – le respondí con educación, aunque bastante seca, como solía hacer con la gente con la que no tenía confianza.
-Entraré dentro, pues. – respondió cortésmente, con una mirada que me recordaba a  las de Isabella. ¿Acaso tenía una tía y no me había dado cuenta?
-Un momento, mamá. ¿Qué significa esto? – pregunté malhumorada – Vuestra presencia aquí no es casualidad.
-¿Y cuándo lo es? - preguntó con sorna. Aquello era lo único cierto que decía - Venimos a regañar a nuestros hijos. – indicó. - ¿Usar veritaserum contra los Harrowmont? Eso está en contra del código ético del brujo. Si queríais saber dónde estaban no teníais más que preguntármelo.

Me quedé sorprendida. Pero no la típica sorpresa que te llevas cuando te encuentras a alguien que no conoces en un lugar inesperado. Sorprendida de que Isabella y, por lo tanto, la mujer morena, se enterasen de una conversación que había transcurrido hace media hora lejos de cualquier oído que ellas pudieran tener. ¿Qué clase de brujería era aquella? ¿Quién demonios se había chivado? Sólo me cabía pensar en Igraine. Algo que veía improbable ya que la dragona jamás revelaba mis conversaciones a mi madre, o eso creía yo.

Sin perder un instante más, mi madre rápidamente me tomó del hombro cariñosamente y me hizo entrar al interior de la casa, a donde la mujer morena ya había accedido. ¿Quién de las dos se habría dado cuenta de nuestro plan? Malévolo, pero necesario a partes iguales.
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Mensaje  Níniel Thenidiel Jue Ago 04 2016, 01:25

Parecía que al final el asunto sobre la naturaleza élfica de Níniel no era tan secreto como la joven peliblanca había querido creer y no solo los Harrowmont estaban al tanto de la misma. Quizá su primera suposición estaba errada y aquella familia de brujos no habían filtrado nada si no que sencillamente se habían enterado debido a que era, como los humanos solían decir, un secreto a voces. ¿Cuánta gente lo sabía ya?. ¿Cuáles de esos oídos más allá de los de los Harrowmont estarían dispuestos a hacer algo al respecto?. Por lo visto ninguno por el momento. De hecho por extraño que resultara en vez de atraer enemigos había convocado a una humilde familia en busca de ayuda para una niña enferma, instándoles a cambiar sus prioridades para acudir a atender a la pequeña y posponer por ello su pequeña conjura en pos de la verdad sobre los infames gemelos "incestuosos" y lo que ocultaban tras risillas estúpidas y cómplices miradas infantiles.

-Supongo que Yennefer no les habría dicho nada si no creyera sus palabras. Cuidé de ti como le dije que haría, no tiene motivos para ponerme en peligro. ¿Verdad?.- Respondió la elfa a las suposiciones de Vincent sobre las fuentes que habían llevado a aquellos tres brujos hasta ella tras pasar por la posada y por el palacete de los cazadores, sosteniendo su mirada y esbozando una tímida sonrisa no del todo convencida . La peliblanca recordaba claramente la corta pero intensa conversación que mantuvo con la hechicera de negros cabellos antes de acudir a la malograda fiesta de los cazadores unas noches antes, y esperaba sinceramente no haber hecho nada para incurrir en su enojo. Si en aquel momento ya pareció disfrutar mientras apretaba su corsé con fuerza, y estaban de buenas, mejor no verla enfadada...-Otrore hoy como siempre tenía una apretada agenda de visitas a colegas alquimistas. La verdad es que no hemos parado de ir de un lado a otro estos dos días. No me extrañaría que una vez fuera de la posada nadie salvo él sepa a ciencia cierta dónde está ahora mismo. Por no hablar de que es difícil sacarlo de un experimento, a veces es complicado tratar con genios.-Añadió no haciendo mención a que cuando ella misma se enfrascaba en algún proyecto realmente absorbente podía llegar a olvidarse de todo cuanto la rodeaba e incluso de comer y dormir. Cuantas veces Beor, su mujer o alguno de sus hijos e hijas habían tenido que entrar a su habitación para llevarle una bandeja de comida a deshoras porque la peliblanca no había bajado al salón en todo el día. De no ser por ellos la peliblanca estaría a esas alturas en los huesos.

-Decidido entonces. Me alegra que vengáis conmigo, no me gustaría tener que ir sola.- Sentenció tras comprobar que sus compañeros de aventuras y desventuras estaban de acuerdo y que ambos, como ella, consideraban más importante aquello que su otro asunto. Huracán tenía razón, al fin y al cabo los gemelos para bien o para mal eran cazadores, aquella no sería la última oportunidad de deslizar el veritaserum en sus bebidas, e incluso era posible que con más tiempo incluso se les ocurriera una idea mejor para sonsacarles información, aunque la elfa ya se había hecho a la idea de ver a aquellos dos sin poder mentir durante unas horas...Ver como se desmoronaba un castillo construido sobre mentiras como una construcción con sus cimientos sobre la arena. -Llevadnos con la pequeña por favor, haré cuanto esté en mi mano para ayudarla.- Dijo después mirando hasta aquel brujo que parecía el líder del grupo de peticionarios, el cual no tardó en ponerse en marcha a grandes zancadas que solo frenaba para mirar atrás de vez en cuando y comprobar que todos le seguían.

Sus pasos les llevaron de vuelta a las afueras de la ciudad, una zona salpicada de viviendas unifamiliares de pequeño tamaño que contaban todas, o casi todas, con una pequeña parcela de terreno propio alrededor, aunque a diferencia de las casas humanas los brujos parecían no usar esos espacios para cultivar si no para crear burdas imitaciones acotadas y artificiales de la belleza de la naturaleza a las que tanto ellos como los orejas redondas llamaban jardines. Níniel dudaba que algún día pudiese entender por qué esas razas se empeñaban en desligarse de la naturaleza pero luego trataran de tener su pequeña cuota de la misma aunque enjaulada. “La ilusión del control” lo llamaba su madre, “mentira” se ajustaba más que ilusión para la joven sacerdotisa. Al menos eran mejor que la fría piedra que había por doquier en Lunargenta, de no ser por los jardines botánicos del hospital o los grandes jardines de la ciudad se habría vuelto loca allí...O humana.

La casa de aquel brujo no difería en gran medida de las demás del lugar. Salvo por el color de la puerta y la disposición de las plantas en su jardín poco más tenía para evitar que sus propietarios no se equivocaran de casa y entraran en la de uno de los vecinos en vez de en la suya propia. ¿Les habría pasado alguna vez?. Seguramente no, era ella la que tenía problemas para orientarse en las ciudades fuera de Sandorai por encontrar todas las casas y calles similares, algo que sus amigos humanos encontraban de lo más extraño, especialmente los que sabían que a pesar de ello la peliblanca era capaz de diferenciar un árbol de otro e incluso de reconocer uno concreto entre cientos con tan solo echarle una mirada...Pero no una calle de otra salvo que las conociera bien.

El hombre les invitó a pasar al interior disculpándose de antemano por la humildad de su hogar presentando a los recién llegados como la tan ansiada ayuda, y Níniel, pasando tras él, echó rápidamente una mirada alrededor sin querer con ello ofender a aquella gente, simplemente con curiosidad. Era un lugar pequeño pero que a la elfa le pareció íntimo y confortable, de hecho comparada con la choza de Igrainne de la que venían aquella casa parecía incluso amplia al contar con varias habitaciones separadas por tabiques de madera y con mucho más espacio. La sala principal era la que aunaba cocina, comedor y también servía de recibidor, luego había dos dormitorios, una grande y otro más pequeño separados entre ellos y de la estancia principal por un pequeño pasillo que al fondo daba a una trampilla en el suelo que debía llevar a algún sótano. Sobre ella, y colgada de un amplio espejo de pared que reflejaba las imágenes de todo el que cruzara por aquel pasillo, unas máscara blanca con detalles dorados parecía vigilarlo todo con las vacías cuencas de sus ojos. Daba un poco de miedo la verdad, y daría mucho más si a Níniel no le encantaran ese tipo de elegantes máscaras usadas en algunos bailes de gala.

--Lleva así unas horas...Pero comenzó a sentirse mal hace un par de días, a quejarse del estómago y a vomitar. No retenía nada. Fue muy repentino. Solo hemos podido recurrir a un boticario, nos dio unas hierbas para prepararle infusiones pero parece que solo la hacen empeorar.- Completó el brujo después de que su mujer les dijera que tenía fiebre, algo obvio y sin duda dicho por culpa del miedo por su hija y la falta de sueño que denotaban las ojeras de su rostro. Con sumo cuidado y cariñó la peliblanca se acercó hasta la cama y deposito el dorso de su mano derecha sobre la frente perlada de sudor de la pequeña.

-No le deis más de esas infusiones. A partir de ahora solo tomará y haréis lo que yo diga. Necesitaré compresas frías. Cualquier tela limpia y agua fresca, hay que bajar su temperatura cuanto antes. Mezclar vinagre con el agua- Pidió la joven antes de asentir a las palabras de huracán sobre tomar el aire.- Buena idea, de hecho aquí hay demasiada gente. Entiendo la preocupación pero solo estorbáis, con un par de personas que me ayuden bastará, el resto esperad fuera, si necesito algo os lo pediré.- Pidió a continuación de modo amable pero que a la vez no daba lugar a discusión, haciendo que la mayoría saliera de allí enseguida y comenzando a examinar mejor a la pequeña.

Fiebre muy alta, pérdida de conocimiento, respiración irregular y débil fue lo primero de lo que pudo percatarse pasando después a revisar su pequeño y debilitado cuerpecito comprobando que no presentaba ningún tipo de mordedura o picadura de algún animal venenoso, descartando aquella posibilidad. -¿Ha comido algo fuera de lo común estos días?. Algo que pudiera estar en mal estado o ser tóxico. ¿Hay alguien más por la zona que haya enfermado también?.- Preguntó sin dejar de seguir examinando a su paciente, tratando de detectar en esos momentos algún tipo de coloración atípica en su lengua, ojos, mucosas, uñas y cabello sin encontrar nada.

--No que yo sepa...Pero ya se sabe con los niños. Van por ahí jugando y a saber dónde se meten o qué hacen.- Fue la vaga respuesta del padre, y no por gusto.

-Tiene todos los síntomas de una intoxicación alimentaria. Comida o bebida contaminada o en mal estado. Voy a tratar de hacer que le baje la fiebre con las compresas frías y a continuación comenzaré a tratarla. Sobre todo necesitaré mucha agua fresca.- Informó al mismo tiempo que le traían las telas limpias y un gran cubo de agua. Pudiendo comenzar a aplicar las compresas frías allí donde mejor contribuirían a combatir aquella peligrosa fiebre. Pantorrillas, axilas y frente eran los mejores lugares, controlando constantemente la temperatura de la pequeña y que sus pies y manos no estuvieran fríos. Retirando las compresas cada pocos minutos y secando bien aquellas zonas después de cada aplicación.

A continuación, entre aplicación y aplicación de las compresas sacó de su bolsa su fiel caja de viales  cogiendo de ella un frasco con poción a base de extracto de veneno de abeja, corazón de tallo de ranúnculo encorvado y polvo de ala de dardo azul. Una poción creada para combatir infecciones y restablecer fuerzas que la pequeña podría retener y la ayudaría a superar aquel trance, aunque las siguientes horas iban a ser cruciales para saber si la peliblanca había llegado a tiempo.

Para suministrársela, debido a su estado de inconsciencia la joven optó por inyectársela directamente gracias a la aguja hipodérmica inventada por Chimar tiempo atrás. No bastaba con llenar la jeringuilla con el líquido y ya, tuvo que calcular la dosis en base a la concentración de su preparado, la edad, la raza y el peso de la niña para asegurarse de suministrar la dosis adecuada, ni mucha pues resultaría peligrosa, ni poca pues no bastaría para sanarla. Por suerte la elfa no iba falta de preparación y facilidad de cálculo para realizar tal proceso de manera rápida y eficiente ni de conocimientos para asegurar la dosis ideal y pronto la pequeña recibió su medicina. Aquello, unido al resto de cuidados y a la tranquilidad en la que se había sumido aquella habitación pronto comenzaron a obrar maravillas.

-La fiebre está empezando a bajar y la respiración se normaliza. Saldrá de esta gracias a los dioses. A partir de aquí hay que seguir controlando su temperatura y aplicando compresas. Cuando despierte deberá beber mucha agua fresca y comer fruta, fresas...- Comenzó a decir la peliblanca siendo interrumpida de inmediato por aquellos brujos que la asaltaron con un sinfín de muestras de agradecimiento demasiado efusivas y atrevidas para su gusto pero que recibió con resignación mientras tomaban su mano con fuerza e incluso la abrazaban entre lágrimas de alegría. Realmente estaba muy poco acostumbrada a que unos extraños mostraran tanto “cariño” físico con ella y resultaba un poco -muy incómodo, no era cuestión de soberbia y altivez si no de unas costumbres y educación diferentes. Lo sabía y por ello lo aceptaba con una sonrisa forzada en los labios.

-También deberéis hacer que beba una cuchara de esta poción cada ocho horas hasta que se la termine.- Instruyó cuando por fin se calmaron un poco y aquella explosión de alegría les permitió de nuevo centrarse en las palabras de la sacerdotisa.


Apenas había terminado de explicarles aquellas cosas y comprobado que lo habían entendido todo cuando alguien llamó a la puerta de la habitación. Por lo visto tenían visita.
Subrayo el uso de medicina.
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Mensaje  Vincent Calhoun Dom Ago 07 2016, 02:08

- ¿Mi madre? - contestó extrañado. - Ehm no, no tienes motivos para temer de ella-, dijo algo confuso. - ¿Por qué ibas a tener algo que temer de Yennefer? - preguntó un instante antes de reír levemente.

No entendía por qué la elfa podría pensar que su madre le podría querer hacer daño en algún momento. Realmente era algo que le desconcertaba, pero no era una cuestión importante. Al menos no ahora mismo.

- Sí, tienes razón Huracán. No podemos desatender su petición. Y como bien dice Níniel seguramente Otrore no esté localizable. Será mejor que nos demos prisa-, comentó finalmente.

El hombre se puso muy feliz por la decisión del trío. Algo bastante normal teniendo en cuenta su desesperación. Seguramente llevara un tiempo buscando un buen alquimista que le ayudara con los problemas de su hijo. Y en cuento terminó de agradecerlo con unas cortas palabras, se encaminó en dirección a su casa con el resto de personas siguiendo su estela.

No tardaron en pasar delante del palacete y en dejarlo atrás al poco de cruzarlo. Era inevitable pasar delante de él para volver a la ciudad, y su mera visión le hacía pensar al rubio sobre sus planes pospuestos. Era una pena que no pudieran entrar en la fiesta y conseguir la información que necesitaban, pero la situación del hijo del señor que los había ido a buscar era más importante. Seguramente Milton y Cassandra solo hubieran estado en otro lugar donde pasarlo mejor aquella noche. Como ya había pensado con anterioridad, ellos no necesitaban pasar las pruebas, así que estarían en alguna de las fiestas que gustaban de asistir. Una donde no estuviera Huracán y todas las demás personas de tan baja ralea como los considerarían los hermanos.

Bajaron el camino que hacía unas horas había subido con Jules, para luego dirigirse hacia la zona donde estaba la casa del hombre desesperado por ayuda. Estaba al este de la ciudad, por lo que tardarían un poco en llegar aún. No demasiado tampoco. Debían cruzar ahora la ciudad para llegar hasta allí, pero iban con buen ritmo por las circunstancias.

Las calles humildes de esa parte de la ciudad aparecieron ante sus ojos al cabo de un rato. Y después de cruzar algunas se adentraron en una de ellas, plantándose delante de unas de las casas sencillas que abundaban en el lugar. Por fin habían llegado.

Vinc entró con el resto hasta la habitación del chico. Donde la mujer que había bajado con ellos, comentó las altas temperaturas del joven. Debía ser la madre del niño. Sus padres habían ido a buscar ayuda desesperada mientras dejaban al pequeño con algún familiar.

Huracán salió del cuarto al poco de llegar, y aunque él se quedó unos instantes, salió del lugar sin decir nada cuando Níniel sugirió a todos que salieran. La habitación era pequeña, y tantas personas allí no hacían más que estorbar. No pintaban nada allí, menos él que no sabía de alquimia ni curas. Salvo lo básico para seguir vivo después de un combate.

Pronto solo quedaron dentro la elfa y los padres del niño, aparte del propio enfermo. Y Vinc se encaminó hacia una silla que estaba cerca de la entrada. Allí se sentó y se recostó contra el espaldar, quedando detrás la puerta entre abierta por la que habían salido todos.

Era extraño, pero en un lugar anteriormente tan concurrido, se había quedado solo en el salón. La típica habitación que hacía las veces de cocina comedor y recibidor de las casas más humildes. Como la que tenía él en Lunargenta. Aunque la suya tenía una disposición distinta.

El brujo se recostó aún más en la silla, dejando que el tiempo pasara mientras la elfa debía de estar ayudando a salvar la vida al chico, y relajándose por un momento. Había partido a una fiesta, y por un motivo u otro no había podido tomar un respiro desde que llegara a la celebración. Pensaba que allí, en soledad, podría tomarse ese descanso. Por lo menos hasta que Nín terminara, o requiriera su ayuda si la necesitaba. Pero no fue así.

Pronto escuchó una voz familiar fuera de la casa. Al lado de la puerta, algo abierta, por la que un momento antes salieran Huracán y el resto de personas. El rubio se levantó y comenzó a caminar lentamente hacia el interior de la casa.

- Me extrañó no verte al llegar-, dijo cuando sintió como la puerta se abría, sin virarse para mirar a la persona a su espalda. - Imagino que no ha sido así porque has ido al palacete del gremio-, comentó, sabiendo que sería así por la persona que la acompañaba al llegar. La voz de la otra mujer que también reconocía. - ¿Guiaste tú misma al hombre a la fiesta? - preguntó curioso.

- Yo también me alegro de verte hijo mío-, contestó la mujer con su acostumbrado tono. No necesitaba voltearse para saber que tenía una media sonrisa en los labios. La misma que él había heredado. - Sí, siempre has sido muy perspicaz. Llevé al hombre hasta allí. Justo antes de ver a una vieja amiga.

Vinc por su parte siguió avanzando por la casa. Sin girarse, internándose en el pasillo que llevaba hasta el cuarto del niño, pero pasando de largo y acercándose al espejo.

- ¿Por qué me dijiste que aprendiera más del Centinela? Conociste a Isabella. Hace mucho. Mucho tiempo-, dijo con el pensamiento en otra parte, recordando sus palabras en la playa. - No hace falta que Allyson me cuente nada ¿verdad? - preguntó mirando a su madre a través del reflejo en el espejo.

- No te mentí. Hace mucho tiempo que no veía a Isabella, pero creí conveniente volver a hacerlo-, se acercó hasta su lado y se apoyó en la mesa que había debajo del espejo. - Sabes que nunca te mentiría-, besó la parte de atrás del cuello de su hijo y acarició el pelo rubio de este. - Pensé que hablando con ella sabría más cosas de él. Parece que ambos hemos pensado lo mismo-, sonrió al espejo donde su hijo la miraba. - Y como tú mismo me dijiste. Es pronto para hablar de ello con Allyson. Debemos esperar. Pero su información es valiosa, nadie en este mundo sabe más de él que ella.

- Lo sé-, respondió con resignación, descolgando una de las máscaras sobre el espejo. Acaricia el material del que estaba hecha con mimo. - Hace tiempo que no llevo una de estas. Mucho tiempo que no piso una mascarada de brujos. Eran divertidas-, comentó cambiando de tema y volviéndose para ver a la morena de frente. Después se colocó la máscara sin ajustarla, solo agarrándola por la barbilla. - He oído lo que ha dicho la madre de Huracán-, dijo con el rosto oculto, con la voz más grave por la máscara. Un insondable mar blanco, con ribetes dorados y solo dos ojos color miel vivos en toda la escena. - Tampoco es tan poco ético usar ese producto con los Harrowmont. Son brujos peligrosos, no gente caritativa precisamente. Y no me digas que usar métodos como los de ellos, nos hacen como ellos. Porque entonces no llevaré fuego y mi espada a la próxima guerra. Llevaré amor y mariposas de colores-, bromeó.

- Bueno. Pero hay que controlar esos métodos sucios. No podemos usarlos a la ligera-, sonrió la morena. - No me importaría usar ese producto con ellos si fuera necesario. Más no creo que haga falta en este caso. Es algo que deberemos hablar ahora.

Vincent pensó que se traerían entre manos las dos mujeres. Imaginaba que sabían algo que a él se le escapaba. Que supieran de los planes de ellos cuando solo hacía un tiempo corto desde que lo pensaran, ya ni se molestó en preguntarlo. Solo había cuatro personas en aquella cabaña.

- Bien-, contestó, a la vez que se oía una gran alegría en la sala contigua. - Hablaremos de ello fuera-, dijo devolviendo la máscara a su lugar y acercándose a la puerta del cuarto para tocar en él.

No esperó respuesta y abrió. Por el ambiente dentro no creía molestar, más bien parecía que Níniel había tenido éxito. Así que se internó unos pasos en la sala con su madre quedándose bajo el marco de la puerta.

- Me alegro mucho de que el chico esté mejor-, dijo a la familia, a lo que acto seguido sintió un coro de agradecimientos y abrazos. - No, tranquilos. Tranquilos. Toda curación se la debéis a Níniel. Yo he hecho poco más que acompañarla hasta aquí.

- Aun así gracias por haber decidido venir hasta aquí-, dijo, para luego hacer un movimiento de cabeza hacia su madre antes de dirigirse a ella. - Muchas gracias, de verdad.

- Me alegra que todo haya acabado bien-, sonrió al hombre, para luego acercarse a la elfa. - Debemos salir fuera-, le susurró al oído. - Bueno, si necesitan algo más no duden en pedirlo. Ahora saldremos para darles intimidad-, se despidió.

Los padres del niño lo inundaron de más gesto de cariño y agradecimientos, pero pudo salir poco a poco entre abrazo y bonitas palabras. Una vez delante de la casa pudo ver a Huracán junto a su madre.

- ¿Qué me he perdido? - saludó llegando con Yennefer hasta ellas.


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Siento haber tardado unos días en postear D= Esta semana la he tenido complicada para ello. Y está bien el post Huri. Me parece bien que hayas puesto en escena a mi madre y su relación con la tuya. Me gusta =)
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Mensaje  Anastasia Boisson Miér Ago 10 2016, 16:42

Las miradas de Isabella eran enigmáticas como ellas solas. No conseguía comprender por qué pero, por como si fuera magia, ella también sabía lo que estaba pensando. Sin duda sería la intuición madre e hija, mi madre conocía muy bien a todo el mundo, y a mí mucho más que el resto.

-¡Oh! Te preguntarás qué clase de bruja soy, que conozco tus planes. – dijo entre risas, mirándome con una de sus sorprendentes miradas – No tienes más que mirar a tu antebrazo izquierdo. - Automáticamente me llevé la mano a la marca. Aquella que me ligaba no solo a Mortagglia, sino también a mi madre, pues ella también había sido marcada por el centinela. No respondí a nada de lo que me dijo ya que seguramente tendría una respuesta preparada para ello. No quería sucumbir a la dialéctica superior de mi madre. De modo que, guardé silencio, sólo así no me echaría nada en cara. – Será hora de que entremos con los demás, ¿no?

Y entramos al interior tras nuestro coloquio, allí estaba Vincent hablando con su madre, y también Níniel, que parecía haber sanado al niño, aunque seguía convaleciente, imaginaba que con el tiempo mejoraría.

-La magia de los elfos es impresionante. Su superioridad en la medicina es incuestionable. Utilizar el maná para regenerar las heridas siempre me resultó fascinante. – comentó Isabella, de brazos cruzados, mirando con admiración a Níniel, sin saber si la elfa había hecho uso de sus habilidades mágicas o había utilizado alguna de las pociones que ya nos había fabricado en más de una ocasión. – Y que todavía haya brujos que reniegue de contar con tales admirables aliados… - replicó realizando un gesto de resignación, alzando los hombros y alzando las cejas. No respondí, sólo asentí con la cabeza y mantuve mi mirada seria.

Parecía que tanto Isabella como Yennefer, una vez superado el mal trance, querían hablar con nosotros fuera sobre los Harrowmont y resolver nuestras cuestiones personales. Fue la madre de Vincent la que se despidió de los que habían venido a reclamar la ayuda de Níniel, que se podía decir que había sido la gran protagonista del día en todos los escenarios en los que nos habíamos visto.

Nos colocamos fuera, ya en la calle y alejados de los jardines de la pequeña choza, bajo el brillante sol que lucía en las islas, ya poco faltaría para la hora de comer. Pero tanto Isabella como Yennefer, parecían tener que decir algo al respecto. Fue mi madre la que se quedó mirando hacia mí como si le debiera una explicación.

-Han amenazado a Níniel. – dije con tono de enfado, señalando mirando a Isabella pero señalando a la elfa. – No me fío de ellos. Ni de sus intenciones.
-Ay… - resopló Isabella, riendo y negando con la cabeza. - ¿Acaso no los conoces? Dice el dicho que perro ladrador, poco mordedor. – comentó tirando del refranero. – Su comportamiento errático no os autoriza a utilizar con ellos esas técnicas. ¿Veritaserum? Ese no es nuestro estilo. ¿No es así, Yen? – le preguntó a la madre de Vincent, que asintió con la cabeza.

Yo me reí, coloqué los brazos en jarra y miré hacia otro lado. Ya me lo había repetido varias veces. Criticar estaba bien, enseñarse ya me parecía excesivo. Tenía ganas de escuchar soluciones a nuestro problema.

-¿Puedes asegurar que Níniel estará segura en la isla? – le pregunté, devolviéndole la mirada - ¿Dónde estaban los Harrowmont en la noche? – repetí. Esperaba que, por una vez, Isabella contestara a mis preguntas sin irse por las ramas, que no era una elfa.
-¿Puedo asegurar que nadie me va a acuchillar cuando tuerza la esquina? No. Lo que sí aseguro es que los Harrowmont no le harán nada. Saben que tienen los ojos del gremio sobre ellos. Ni siquiera ellos son tan estúpidos para tramar algo después de lo sucedido hace una semana y contra alguien que ni les va ni les viene, como es Níniel. – explicó, dejando claro que lo que habían dicho aquellos dos hermanos no eran más que burdas amenazas. No habría ningún intento de asesinato por su parte. – Sin embargo, sí que pienso que han tenido algo que ver, y que no es casualidad que justo aquella noche, su padre indicara que no podrían asistir por un grave virus que les afectó. – se arrascó la barbilla – Tal vez podríais ir a buscar algo a sus aposentos.

Aquello me había descolocado por completo. Tanto que hasta incliné la cabeza ligeramente.

-Espera, ¿nos prohibís usar el veritaserum y queremos que entremos en  a espiarles?
-Si les hacéis beber el veritaserum, todo el mundo en la fiesta terminará por enterarse de que fueron envenenados. – dijo Yennefer, que parecía estar de acuerdo con mi madre en todo lo que decía. – Nadie tiene por qué veros entrar en el despacho del profesor o en la habitación de sus hijos si sois discretos. ¿Creeis que él no habrá entrado nunca en mi despacho?

El principal problema es que yo también era maestro tensái, y no tenía ganas de jugarme una expulsión por culpa de aquello y Vincent seguramente sería exiliado. Pero a mi madre no parecía importarle aquello.

-¿Sabes la que nos puede caer si nos pillan? – repliqué señalándome.
-Sí. Y por eso es por lo que tenéis que ser discretos. – rió, esta vez mi madre.

Miré hacia Níniel y Vincent, sin demasiado convencimiento. Esperando su respuesta, si ellos aceptaban el plan de Isabella y Yennefer, yo también aceptaría. Aunque no estaba demasiado convencida, si mi madre sospechaba algo de la familia, es que sabía que algo tenían que haber hecho, y las ganas de saberlo eran superiores al miedo a ser descubierta in fraganti. El despacho de Lord Harrowmont estaba dentro de la propia academia tensái.
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Cuartel General de los Cazadores [Interp. Libre] [3/4] [CERRADO] Empty Re: Cuartel General de los Cazadores [Interp. Libre] [3/4] [CERRADO]

Mensaje  Níniel Thenidiel Lun Ago 15 2016, 01:46

-Una vez más empieza a haber demasiada gente por aquí y la pequeña necesita reposo.- Interrumpió la elfa peliblanca con su melodioso tono de voz tanto a los familiares de la pequeña como a las recién llegadas, instando a todos a continuar con las efusivas muestras de alegría y agradecimiento así como el resto de las conversaciones fuera de allí. -Podemos seguir hablando fuera pero la niña debe guardar cama así que salgamos.- Siguió diciendo mostrándose complacida porque todos parecieran comprender que no pedía aquello por pedir si no porque realmente le haría un gran bien a la paciente, aunque quedando rezagada con respecto a los demás para asegurarse de que los padres de la niña habían entendido bien sus instrucciones y que sabrían tratarla por su cuenta a partir de ese momento. -Sobre todo recordad: tranquilidad y la medicina cada ocho horas hasta que se acabe el frasco. Incluso aunque cuando esté por la mitad ya parezca totalmente recuperada. -Insistió a los padres a pesar de comenzar quizá a resultar pesada, pues era realmente importante para evitar recaídas. Trabajar con padres como aquellos siempre resultaba sencillo a la hora de imponer un tratamiento, pues cumplirían con sus instrucciones al pie de la letra por el bien de su hija. Ojalá los adultos tuvieran ese cuidado por si mismos y no abandonaran las prescripciones tan pronto como comenzaban a sentirse mejor...Si a la elfa le dieran una moneda cada vez que había tenido que atender a un paciente del hospital con recaída por esos motivos...Claro que sí que se la daban. Y lo peor era que algunos incluso había llegado a acusarla de no conocer bien su oficio de sanadora.

Una vez fuera, y tras despedirse de aquella humilde familia de brujos y declinar varias invitaciones para quedarse a comer con ellos, pues insistían en pagarles de algún modo a pesar de no tener dinero, el grupo se alejó un poco de aquella casa y su jardín para retomar el asunto de los Harrowmont, motivo de la presencia allí tanto de Isabella como de Yennefer que se habían enterado de todo de algún modo, lo cual por alguna razón no terminó de sorprender a Níniel. Las madres desarrollaban una especie de magia extraña que les permitía saber cosas de sus hijos incluso aunque estos fueran hábiles ocultándolas. Era algo parecido a lo que los dioses debían de poseer para cuidar de los suyos, por eso con razón las deidades muchas veces eran tratadas como si de progenitores se tratara. Hacía mucho tiempo que la joven elfa había aprendido que tratar de ocultarle algo a su madre era un esfuerzo inútil y que se era mejor contarle siempre la verdad y no ocultarle nada. Claro que su madre no era como Isabella, aunque compartiesen ese porte regio digno de la más alta nobleza.

-Me resulta extraño tanto alarmismo por el uso de un poco de veritaserum. ¿Tanto daño haría la verdad en esos salones?. Porque ese es su efecto bien usada. Especialmente curioso cuando una buena amiga vuestra aprobó su uso e incluso...¿Cuáles fueron sus palabras exactas?. Ah sí, es como agua de mar comparada con los métodos que parece que sí usais- Dijo la elfa tratando de mantenerse respetuosa pero sintiéndose acusada de ser una persona turbia por ser la que propuso en primera instancia el uso de la fórmula de la verdad embotellada. No solo eso, turbia incluso al lado de una familia cimentada en el secretismo, la mentira y cuya peor enemiga era su propia abuela, la cual era capaz de enviar hordas de enemigos a atacar a quien se interpusiera en su camino. Por no mencionar que tal acusación, en forma de una moralidad que aquellas alturas parecía un comentario irónico pues no engañaba a nadie, salía de los labios de una mujer que les ocultó una información que pudo costarles la vida y quién sabe si algo más. -Supongo que la respuesta es sí...-" Y preferís un curso de acción que no deje en evidencia a los Harrowmont sí no algo que podáis usar como arma que poner en su espalda y así sacar ventaja." Pensó la peliblanca. Eso encajaría con los que Igrainne les dijo sobre los Harrowmont, su entrada en los cazadores e Isabella.

Su teoría no tardó en quedar confirmada cuando ambas brujas les propusieron un curso de acción diferente que se adaptaba como un guante a lo que la peliblanca pensaba. No obstante lo que más llamó su atención no fue eso, ni el plan en sí, ni que descartaran el veritaserum en favor de un plan que a Níniel se le antojaba mucho más peligroso y con consecuencias mucho más impredecibles que un escándalo familiar, como por ejemplo que los mataran, si no que Lady Yennefer pareciera enterada del plan de Isabella y lo secundara como si hubiese sido planeado entre las dos brujas con antelación. ¿Ahora eran aliadas?. Parecía que habían hecho algo más que hablar de los viejos tiempos en el poco rato que debían de haber tenido para ponerse al día. Habían aprovechado bien el tiempo.

-¿Qué puede pasaros si os pillan?.- Preguntó antes de emitir juicio de valor alguno sobre ese nuevo plan. -Vosotros sois brujos...¿Pero qué me harían a mi que soy elfa?. A parte de eso, soy sanadora y alquimista...No soy una maestra del sigilo, solo conozco esa academia de brujos a través de tus sueños sobre ella Vincent...Y no creo que tengan una mazmorra con druidas ni una sala de espejos...Yo voto por seguir con el plan del veritaserum. Los brujos tenéis tantas rencillas familiares que los Harrowmont tendrán una lista enorme de enemigos a los que culpar de ello...- A continuación hizo una pausa y pidió a sus dos compañeros que se acercaran. -Pero me parece que tu madre Huracán...- Y esto lo dijo en bajo y usando su propia magia para que el viento no arrastrara mágicamente sus palabras hasta los oídos de Isabella. -No quiere tanta verdad en ese nido de víboras si no una que pueda usar como arma para atar en corto a los Harrowmont. Y quiere usarnos como herramientas para conseguir ese arma. Nos está usando...Y Lady Yennefer está de acuerdo con ello.-. Así que la cuestión estaba entre ser los peones de las grandes hechiceras...O dejarse de sutilezas y desenmascarar a los Harrowmont delante de todo el mundo a golpe de veritaserum. Níniel ya había dado su voto, uno con un punto de vista muy élfico sobre la política todo sea dicho. La decisión dependía de Vincent.




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Mensaje  Vincent Calhoun Miér Ago 24 2016, 18:46

Vincent se mantuvo en un segundo plano, escuchando el intercambio de palabras entre Huracán e Isabella.

- Pues que tengan suerte con eso. Encontrar algo en el despacho de mi madre es más complicado que sobrevivir a un combate con un dragón-, bromeó para rebajar la tensión en el ambiente.

La madre de Huri tenía razón en algunas de sus afirmaciones, pero a la vez su hija también la tenía. No obstante, en realidad ambas acciones eran peligrosas y podían pillarlos en ambas. No entendía que le dijeran que fuera a entrar al despacho del padre de los hermanos porque fuera peligroso usar el veritaserum. Entrar a hurtadillas allí sería igualmente peligroso, y era imposible saber donde tendría algo que lo incriminara. Algo así de importante lo más probable es que lo mantuviera en su mansión. Lo cual le hacía pensar que la misión era demasiado compleja para llevarla a cabo solo por ellos tres.

- A ver. Según estoy entendiendo. No os gusta que usemos el veritaserum porque podría ser sospechoso dárselos en mitad de esa sala. No obstante, la alternativa no me parece muy distinta éticamente, y la verdad, creo que mucho más complicada-, comentó después de pensar detenidamente en las palabras de todos. - Como bien dice Níniel, no es buena idea que haga algo tan peligroso como colarse en la casa de un brujo poderoso. Sería como poco algo imprudente.

Sabía que sus palabras no iban a caer bien a las madres que se habían decidido por el plan alternativo. Pero sinceramente no le veía demasiado futuro. Tendría que llevarle la contraria a su madre.

- El problema también es que esos chicos seguramente no sepan nada importante-, comentó su madre. - Si queremos algo sólido contra ellos, no nos quedan muchas alternativas, hijo.

- Lo sé-, contestó. - Se muy bien que esos dos son solo unos chicos que viven de fiesta en fiesta. Y que seguramente sepan poco de los asuntos de su padre. Pero si su mismo padre avisó de que no podían ir por un virus, sería porque les encargara algo. Imagino-, posó el peso de su cuerpo sobre la cadera. - De todos modos la idea de entrar en su despacho es inviable. Algo tan incriminatorio estaría en su hacienda personal. Lugar atestado de sirvientes y guardias. No olvides el poder y la riqueza de Harrowmont. Por ello solo tenemos dos opciones reales. Arriesgarnos a darles el veritaserum a sus hijos, o simplemente no hacer nada.

Era su opinión, y sabía perfectamente que no les haría gracia a las dos mujeres más veteranas de aquel corrillo. Sobre todo a la madre de Huri. No obstante, también estaba seguro de que le harían caso, porque estaba seguro de que era lo más sensato. Isabella y Yenn necesitaban información de Harrowmont, y estaba convencido de que los habían elegido a ellos, porque estaban seguras del potencial de sus hijos sumados al de Níniel. Pero sin duda los habían sobreestimado. Una misión de ese calibre no estaba hecha para ellos, y menos en esos instantes. No era buena idea que Níniel se viera involucrada en algo tan peligroso en las islas de los brujos. Tendrían que esperar para recabar esa información más adelante.

Su madre se puso en postura pensativa, seguramente sopesando las palabras de su hijo antes de volver a hablar.

- Está bien-, comentó finalmente. - Al parecer, además de un hijo guapo, tengo uno que sabe usar la cabeza-, sonrió ante sus palabras y miró a la sacerdotisa. - ¿No te lo parece, Níniel? -, dijo finalmente sin perder la sonrisa.

Vincent meneó la cabeza ante la pregunta de su madre. Estaba claro a quien había salido él.

- Volvamos a la fiesta. Allí podemos usar el veritaserum si encontramos un momento adecuado. Si dicho momento no aparece, no haremos nada. Creo que será lo mejor, Isabella. ¿Qué opinas? -, comentó esto último mirando a la madre de Huri, buscando su opinión.
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Mensaje  Anastasia Boisson Vie Ago 26 2016, 15:28

Níniel tampoco parecía muy contenta con la idea de Yennefer y mi madre de asaltar el despacho de Lord Harrowmont. Era una idea interesante, pero para nada efectiva. Amén de lo que le podría pasar no ya a nosotros, sino a la elfa si fuéramos descubiertos. Por su parte, el hermano de Elen tampoco parecía de acuerdo con nuestras madres. Al menos, tras una larga disertación, consiguió hacer entrar en razón a Yennefer.

-Darles el veritaserum es mejor que nada. – dije en general, mirando hacia Vincent para darle la razón, y luego cambié la vista hacia mi madre – No estoy dispuesta a jugarme mi reputación por vigilar a un tipo que ni me va ni me viene. – le sentencié a mi madre. – Si tanto te interesa lo que esconde en su despacho, ve tú. – le reclamé alterada.

Ambas éramos testarudas y malhumoradas, no en vano era su hija y por lo visto aquello era algo que nos venía de un viejo legado familiar. Yo no podía ser tan cortés como Vincent porque no iba con mi naturaleza ni la de mi madre. Que simplemente me insinuara que hiciera aquello tan mezquino como era entrar al despacho de un maestro sin autorización, por muy peligroso o malvado que fuera éste, ya me parecía algo injusto. No quería ponerme al nivel de los Harrowmont. No era el caso de sus hijos, a los que podía organizarles alguna trastada porque ellos también me las hacían a mí.

Isabella permaneció en silencio y rió, mirando para otro lado. No acostumbraba a que la gente decidiera por mayoría en su contra. Generalmente, solía salirse con la suya y pocas veces se dejaba ordenar por nadie. Más bien nunca. Mi madre era demasiado orgullosa para plantearse que una idea suya podía estar equivocada. Sin embargo, aquella vez aceptó, aunque más por las palabras de su amiga Yennefer que por las mías.

-Está bien. – indicó Isabella, respondiendo a Yennefer. – Lo vais a hacer vosotros, así que hacedlo de la manera que consideréis. Contáis con el beneplácito de Lady Yennefer y, momentáneamente, con el mío. – explicó mirando a la madre de Vincent, en la que plenamente confiaba, aunque sin demasiado confiada de que su idea fuera la positiva.

Y, tras esto, volvimos al palacete. Nuestras madres iban algo rezagadas con respecto a nosotros. El lugar estaba, si cabía, aún más lleno. Y pronto nuestras madres se vieron enfrascadas en conversaciones con gente de la élite, lo que nos dejaba nuevamente a nosotros como los “conspiradores” contra el orden.

-Habrá que encontrar a los hermanos. – dije a Níniel y Vincent observando a todo el mundo. La hora del banquete había empezado y sería al aire libre. Estábamos en los jardines, donde había muchas mesas con comida variada típica de las islas alrededor de las cuales la gente se agrupaba para conseguir un buñuelo de pescado o un trozo de patata hervida. Había poca comida para tantos comensales. También había muchos rostros conocidos, aunque pocos a los que verdaderamente pudiera poner nombre, y sí, entre todos ellos, allí estaban Cassandra y Milton. Alejados de nosotros.

Entre tanta gente iba a resultar prácticamente imposible poner nada en la copa de nadie sin que alguien se enterara o pudiera delatarnos. Por ello pensé en alguien que pudiera hacer de chivo expiatorio aún a sabiendas de que pudiera. ¿Quién era el candidato ideal? En cuanto lo localicé entre la marabunta de gente no lo dudé. Estaba claro.

-¡Jules! – llamé al brujo a voces. A la vez que hice un gesto a Níniel y Vincent con la mano para que uno de los dos me preparara una copa con el veritaserum, aunque no sabía si entenderían mis intenciones.

El brujo estaba flirteando con otra de las damas del local. Aunque no parecía tener demasiada suerte. Rápidamente se acercó a nuestra posición.

-¿Qué tal? ¿Dónde habéis estado todo este tiempo? – preguntó sonriente, debía ser la primera que lo llamaba en toda aquella mañana. – Seguro que habéis aprovechado más el tiempo que yo. Las de Beltrexus sois todas unas aburridas. – comenzó a hacer gestos de negación con la cabeza – Ah… Esos malditos vampiros arruinaron mi plan el otro día, en las cenas es más fácil llevarse alguna al huerto. Ya sabes. Una copita por aquí, otra por allá. – comentó el brujo, quien por cierto, parecía algo más “alegre” y “ligero” de lo habitual.
-Podrías probar con Cassandra. – le dije al brujo, a la vez que pedía a Níniel o Vincent que me entregaran la copa con el veritaserum para entregársela al brujo. – Un buen vino de las islas seguro que es infalible.
-¿Esa? ¡Por favor! ¿Por quién me tomas? Es insoportable y se ha metido con vosotros. – el brujo no parecía dispuesto
-Jules, es un favor personal. No necesito que te muestres seductor. Invítala a una copa únicamente. – le insistí al brujo. Quien arqueó una ceja hacia un lado.
-¿Y ese cambio de interés? ¿Has hecho una apuesta con Vincent y Níniel, verdad? - dijo riendo y miró a la pareja, haciendo esfuerzos por no caerse de la borrachera que llevaba encima. - Pues la vais a perder. ¡Pasadme un par de copas!. – pidió el brujo.

Ya lo habíamos convencido, ahora quedaba lo más difícil, que Cassandra aceptase la bebida. Introducir algo y traer una copa “de fuera” con el veritaserum era mucho más sencillo que echársela en su bebida delante de sus narices. Además, estaba segura de que no iba a aceptar una copa de cualquiera de nosotros tres. Aunque Jules la había insultado antes, tal vez tuviera opción de reconciliación.

Podemos ir con él y tratar de distraer a su hermano y sus acompañantes. ¿Qué os parece? – les dije a Níniel y Vincent, de esta manera, el trabajo de “seducción” de Jules sería más sencillo, y la mayor de los Harrowmont podría contarnos todo cuando quisiésemos.
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