Llevar el "cristal" a la cristalería [Interp. Libre 3/3] [Cerrado]
Página 1 de 2. • Comparte
Página 1 de 2. • 1, 2
Llevar el "cristal" a la cristalería [Interp. Libre 3/3] [Cerrado]
Era por la mañana, iba montado sobre mi fiel rocín, Coraco, caminando despacio hacia el oeste, con el sol a mi izquierda. Sobre el horizonte, se apreciaban varias columnas de humo, procedentes de la ciudad industrial de Roilkat. Nunca había estado. Pero sí había oído hablar de sus múltiples factorías sobre cristaleras, lámparas de aceite y demás. Roilkat no contaba con puerto, entre eso y la industria, lo convertían en una ciudad poco apacible para visitar. Pero yo no iba hacia allí para hacer turismo. Sino por cuestiones de “negocios”.
Llegué pasada la hora de comer. Accedí por las puertas de su amurallada ciudad y ya vi que aquello no se parecía en nada a Lunargenta. No pude evitar poner cara de asco. Humo y niebla. Parecía doscientos años más avanzada. Demasiado biocibernético suelto, que imagino que será debido a su proximidad con la base originaria de los biocibernéticos. Máquinas absurdas que no pegaban para nada con el aire medieval de la capital del mundo.
Era una ciudad grande, pero como la mitad del tamaño de Lunargenta. Lo primero que hice nada más llegar allí fue buscar la industria cristalera. Guardé el caballo en los establos. Me atavié con mi inseparable sombrero de ala ancha, mi gabardina larga.
El trabajo era sencillo, me habían pagado para llevar a la ciudad una mercancía: “cristal”. ¿Para qué llevar vidrio a una ciudad cuyo motor económico es la fabricación del mismo? ¿Sale más económica la importación que la fabricación? No. No se trataba de una especulación capitalista de materias primas. Mi cristal no era vidrio, sino unas simples hierbas, lo de simples hierbas debería dejarlo entre comillas. Yo no tomo esa mierda, bastante tengo con el alcohol y me habían hablado auténtica basura de aquellas hierbas que se fumaban. Pero pagaban muy bien por llevar esa mercancía prohibida a la ciudad. El lugar de intercambio sería la parte trasera de la fábrica más grande de la ciudad y motor económico de la misma: La cristalera de Roilkat. Había que llevar el cristal a la cristalería, valga la redundancia.
Había llegado por la tarde y aún quedaban unas horas para que anocheciera, sería entonces cuando se produciría el intercambio. El barrio era muy pobre. Todo el mundo parecía trabajar en aquella fábrica. Pero no quería presentarme solo por allí, aquella gente que me había propuesto el trato no parecía ser demasiado honrada… Tenía el paquete bien a salvo, pero tenía que reclutar a alguien que viniera conmigo a entregarlo. Si se ponía complicada la cosa siempre sería más fácil escapar siendo varios que uno solo, o incluso llevando algún mercenario, ya que yo no soy precisamente un buen guerrero.
Como serían las siete de la tarde y aún quedaban unas horas. Entré en una taberna que alquilaba habitaciones. Estaba claro que pasaría aquella noche allí y quería reservar una habitación. ¡Y vaya a que sitio fui a dar! La posadera no podía ser más hermosa.
-Ponme un ron, guapa – le pedí apoyándome con ambos brazos sobre la barra – y quiero una habitación para ya – le sonreí seductoramente. Luego me giré para observar a quién podía invitar yo para que me acompañara en mi sencilla tarea. Era una cuestión de diez minutos.
Llegué pasada la hora de comer. Accedí por las puertas de su amurallada ciudad y ya vi que aquello no se parecía en nada a Lunargenta. No pude evitar poner cara de asco. Humo y niebla. Parecía doscientos años más avanzada. Demasiado biocibernético suelto, que imagino que será debido a su proximidad con la base originaria de los biocibernéticos. Máquinas absurdas que no pegaban para nada con el aire medieval de la capital del mundo.
Era una ciudad grande, pero como la mitad del tamaño de Lunargenta. Lo primero que hice nada más llegar allí fue buscar la industria cristalera. Guardé el caballo en los establos. Me atavié con mi inseparable sombrero de ala ancha, mi gabardina larga.
El trabajo era sencillo, me habían pagado para llevar a la ciudad una mercancía: “cristal”. ¿Para qué llevar vidrio a una ciudad cuyo motor económico es la fabricación del mismo? ¿Sale más económica la importación que la fabricación? No. No se trataba de una especulación capitalista de materias primas. Mi cristal no era vidrio, sino unas simples hierbas, lo de simples hierbas debería dejarlo entre comillas. Yo no tomo esa mierda, bastante tengo con el alcohol y me habían hablado auténtica basura de aquellas hierbas que se fumaban. Pero pagaban muy bien por llevar esa mercancía prohibida a la ciudad. El lugar de intercambio sería la parte trasera de la fábrica más grande de la ciudad y motor económico de la misma: La cristalera de Roilkat. Había que llevar el cristal a la cristalería, valga la redundancia.
Había llegado por la tarde y aún quedaban unas horas para que anocheciera, sería entonces cuando se produciría el intercambio. El barrio era muy pobre. Todo el mundo parecía trabajar en aquella fábrica. Pero no quería presentarme solo por allí, aquella gente que me había propuesto el trato no parecía ser demasiado honrada… Tenía el paquete bien a salvo, pero tenía que reclutar a alguien que viniera conmigo a entregarlo. Si se ponía complicada la cosa siempre sería más fácil escapar siendo varios que uno solo, o incluso llevando algún mercenario, ya que yo no soy precisamente un buen guerrero.
Como serían las siete de la tarde y aún quedaban unas horas. Entré en una taberna que alquilaba habitaciones. Estaba claro que pasaría aquella noche allí y quería reservar una habitación. ¡Y vaya a que sitio fui a dar! La posadera no podía ser más hermosa.
-Ponme un ron, guapa – le pedí apoyándome con ambos brazos sobre la barra – y quiero una habitación para ya – le sonreí seductoramente. Luego me giré para observar a quién podía invitar yo para que me acompañara en mi sencilla tarea. Era una cuestión de diez minutos.
Última edición por Curgo el Lun Nov 02 2015, 11:03, editado 1 vez
Curgo
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 161
Nivel de PJ : : 0
Re: Llevar el "cristal" a la cristalería [Interp. Libre 3/3] [Cerrado]
-Vale ya está, como nuevo- sonreí secándome el sudor y el hollín de la cara, estaba en Roilkat, y me encantaba.
Había llegado hace un par de días, nunca había estado antes, un mercader me había comentado que un chaval mañoso como yo no andaría desocupado en esta ciudad, y podría encontrar trabajillos rápido.
No se equivocaba en absoluto, llevaba unos días de no parar, la ciudad era fantástica, no me podía creer que no hubiese venido antes, el ambiente industrial, el ajetreo, el hecho de que no huela a pescado…, me pareció mucho más avanzada que el de Lunargenta, había bastante mayor concentración de bios por la calle y sobre todo maquinaria e industria pesada, lo que a mí más me gustaba.
Había estado todo el día trabajando, resolviendo apaños en diversas fábricas, que si el polipasto actual no era suficiente para levantar los fardos, que si el horno tenía una fuga por algún lado, que si el fuelle se trababa demasiado, un no parar, al principio el sistema de fabricación del vidrio me resultaba algo complejo, pero una vez lo entiendes ves que es en realidad bastante ingenioso.
Sin embargo aquel barrio era bastante pobre, el lado oscuro de la industria supongo, horas de trabajadores dejándose las manos en largas horas en la fabrica por un sueldo misero y unos pocos nobles disfrutando de los beneficios del comercio y la exportación, una autentica lastima, pero así era la vida, yo tampoco habría cobrado gran cosa en lo que llevaba, el salario de un aprendiz, al menos era suficiente para una cena y una cama, una no muy buena.
El caso era que estaba cansado, terriblemente cansado, tras un día duro y productivo, y necesitaba tomar algo caliente y descansar, me dirigí a una posada cercana, no era en la que había estado las noches anteriores, pero me pillaba más cerca de la gran fábrica que es de donde salía.
Entré y me senté al fondo de la barra, que estaba bastante llena –Perdone mesonera, póngame una buena jarra y un estofado, o lo que tengan de cena, gracias- la sonreí.
Me recosté a esperar en la barra y observé a los presentes en la taberna, más para pasar el rato que por otra cosa.
La gente de la taberna variaba un poco con respecto a la de Lunargenta, no había sucios marineros ni agotados campesinos, eran sobre todo mercaderes y viajeros, me imagino que los trabajadores de las fabricas tendrán sus casas o barracones por aquí cerca, también había varios tipos con pinta de mercenarios, buscavidas y otros tantos de vida indefinida, no parecía un mal lugar.
A mi lado había un tipo que había pedido un ron muy decidido, alto, mayor. –¿No es pronto para empezar con el ron?- le sonreí, no parecía mal tipo y no me apetecía cenar solo.
Había llegado hace un par de días, nunca había estado antes, un mercader me había comentado que un chaval mañoso como yo no andaría desocupado en esta ciudad, y podría encontrar trabajillos rápido.
No se equivocaba en absoluto, llevaba unos días de no parar, la ciudad era fantástica, no me podía creer que no hubiese venido antes, el ambiente industrial, el ajetreo, el hecho de que no huela a pescado…, me pareció mucho más avanzada que el de Lunargenta, había bastante mayor concentración de bios por la calle y sobre todo maquinaria e industria pesada, lo que a mí más me gustaba.
Había estado todo el día trabajando, resolviendo apaños en diversas fábricas, que si el polipasto actual no era suficiente para levantar los fardos, que si el horno tenía una fuga por algún lado, que si el fuelle se trababa demasiado, un no parar, al principio el sistema de fabricación del vidrio me resultaba algo complejo, pero una vez lo entiendes ves que es en realidad bastante ingenioso.
Sin embargo aquel barrio era bastante pobre, el lado oscuro de la industria supongo, horas de trabajadores dejándose las manos en largas horas en la fabrica por un sueldo misero y unos pocos nobles disfrutando de los beneficios del comercio y la exportación, una autentica lastima, pero así era la vida, yo tampoco habría cobrado gran cosa en lo que llevaba, el salario de un aprendiz, al menos era suficiente para una cena y una cama, una no muy buena.
El caso era que estaba cansado, terriblemente cansado, tras un día duro y productivo, y necesitaba tomar algo caliente y descansar, me dirigí a una posada cercana, no era en la que había estado las noches anteriores, pero me pillaba más cerca de la gran fábrica que es de donde salía.
Entré y me senté al fondo de la barra, que estaba bastante llena –Perdone mesonera, póngame una buena jarra y un estofado, o lo que tengan de cena, gracias- la sonreí.
Me recosté a esperar en la barra y observé a los presentes en la taberna, más para pasar el rato que por otra cosa.
La gente de la taberna variaba un poco con respecto a la de Lunargenta, no había sucios marineros ni agotados campesinos, eran sobre todo mercaderes y viajeros, me imagino que los trabajadores de las fabricas tendrán sus casas o barracones por aquí cerca, también había varios tipos con pinta de mercenarios, buscavidas y otros tantos de vida indefinida, no parecía un mal lugar.
A mi lado había un tipo que había pedido un ron muy decidido, alto, mayor. –¿No es pronto para empezar con el ron?- le sonreí, no parecía mal tipo y no me apetecía cenar solo.
Schott
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 191
Nivel de PJ : : 0
Re: Llevar el "cristal" a la cristalería [Interp. Libre 3/3] [Cerrado]
Acababa de volver de Baslodia hacía a penas un par de horas y ya la habían mandado de nuevo de viaje, odiaba salir de la ciudad para ir a Roilkat, no era la primera vez que pisaba por esa ciudad, ni tampoco sería la última, eso lo sabía, pero prefería las otras capitales y, sobretodo, las aldeas, incluso por encima de Lunargenta, la paz de los pequeños pueblos, desprovistos de barullo, peleas y humo, era lo que más le gustaba a la chica de la península de Verisar.
Al entrar subida en Juvia, lo primero que había hecho era taparse la boca y la nariz con un añadido a su capa, siempre que pisaba por allí se veía obligada a usarlo, lo que fuera con tal de no respirar ese aire horrible lleno de humo que teñía la ciudad de rojo y gris. Sus pasos, su misión, era clara, detener el intercambio de drogas en los barrios bajos, había oído que el trapicheo era algo común.
Avanzando con calma, dio un suspiro,no entendía como la guardia se preocupaba por la venta de drogas en esa ciudad cuando en la misma Lunargenta era algo difícil de controlar, tal vez, la razón era que la droga provenía de la capital, sin embargo, le parecía un total absurdo y no se sentía capaz de entenderlo, si hubiera sido en otro momento se habría negado a actuar, pero teniendo en cuenta que hacía poco había sido castigada justo por desacato, mejor no forzar su suerte.
Su coartada, sería la posadera de una taberna en la que se habían oído rumores de compraventa de cristal, el dueño, que acababa de tener un hijo, quería que su negocio fuera limpio para dar buen ejemplo al recién nacido, por ello había accedido a ayudar en todo lo necesario a la guardia, sin poner un solo inconveniente, incluso le había proporcionado una coartada. Sería su hija mayor, que atendería la barra.
Dejó el caballo en los establos, y entró con presteza, saludó al hombre, le mostró su insignia y le explicó el plan, detener a todo aquel a quien encontrasen trapicheando y, si no accedían a colaborar, usar todos los medios para sonsacar información. Mientras se cambiaba, poniéndose el incomodo vestido con corsé y manga caída, cambiando sus botas por tacones y soltando su melena, dio un suspiro. No le gustaba sonsacar información, ella no era de las personas que usan la fuerza o que fingen, no le gustaba, y mucho menos en esos ambientes, si no soportaba a la clase alta, mucho menos toleraba a los que trapicheaban por las zonas bajas.
Le costaba no simpatizar con ellos, muchos eran simples padres o madres de familia que lo hacían para ganar dinero con el que alimentar a sus hijos, no eran los que hacían el intercambio los que se forraban, precisamente, eran los que mandaban a esos pobres desesperados a quienes deberían amenazar con la tortura, odiaba tener que tratar de forma cruel a la gente desesperada, sobretodo porque, en una ocasión, ya lejana, ella fue una de esas personas desesperadas, una niña que, con su corta edad, intentaba ganarse la vida como podía, ayudando a mercaderes por una simple moneda y un mendrugo de pan que luego, en el orfanato, se veía obligada a dar a los más pequeños quedándose ella sin comer. Sabía lo que era la soledad y el hambre, no podía culpar a aquellos que hacían lo posible por comer, mientras no matasen, podía perdonarlo todo, claro que intentaría ayudarles, y darles una opción a escoger, pero no quería decir que por ello le gustase más.
Bajó a la taberna y se anudó un delantal a la cintura justo cuando un hombre con un sombrero de ala ancha entraba por la puerta, el tabernero le hizo una señal, al parecer no conocía a ese hombre, y era extraño, pues el tipo conocía a prácticamente toda la ciudad, empezaba el espectáculo. Se metió por completo en su papel y sonrió con afabilidad odiando en todo momento que, incluso dentro del local, oliera a humo.
- Un ron y un cuarto, marchando- dijo sin perder la sonrisa.
Tomó una jarra de bajo la barra y, acercándose al estante de botellas, golpeó la pared con la cadera dejando que cayera una botella de ron añejo, mucho mejor de lo que ella habría esperado encontrar en una taberna de esa índole, y tomándola en el aire, antes de que tocase el suelo, llenó la jarra. Cerró la botella y la dejó en su sitio tomó unas llaves y dejó la copa y las llaves al lado.
- ¿Que le trae por aquí, sir?- preguntó sin perder el papel que se había inventado, y la sonrisa.- no suele haber extranjeros, y no me suena haberlo visto antes, hágame caso, conozco la ciudad como la palma de mi mano.- dijo mostrándole su palma alzada, esperaba poder sacar algo en claro.
Un nuevo chico, este más joven, entró a la taberna, el posadero, a sus espaldas, le dio un golpecito en el tobillo, otra car nueva, pasó a atenderlo y asintió a su pedido aun con su buen carácter. Lleno una jarra de cerveza y sirvió un plato rebosante de estofado para, con cuidado, dejarlo sobre la barra, frente al chico, se puso a secar un par de vasos, no muy alejada y notó que empezaban a hablar, era momento de intervenir y atender.
- Vaya, hoy parece que no paran de llegar caras nuevas, ¿Qué vienen a buscar a Roilkat, oro, fortuna o tal vez alguna damisela en apuros a la que rescatar?- preguntó guiñándoles un ojo.
Al entrar subida en Juvia, lo primero que había hecho era taparse la boca y la nariz con un añadido a su capa, siempre que pisaba por allí se veía obligada a usarlo, lo que fuera con tal de no respirar ese aire horrible lleno de humo que teñía la ciudad de rojo y gris. Sus pasos, su misión, era clara, detener el intercambio de drogas en los barrios bajos, había oído que el trapicheo era algo común.
Avanzando con calma, dio un suspiro,no entendía como la guardia se preocupaba por la venta de drogas en esa ciudad cuando en la misma Lunargenta era algo difícil de controlar, tal vez, la razón era que la droga provenía de la capital, sin embargo, le parecía un total absurdo y no se sentía capaz de entenderlo, si hubiera sido en otro momento se habría negado a actuar, pero teniendo en cuenta que hacía poco había sido castigada justo por desacato, mejor no forzar su suerte.
Su coartada, sería la posadera de una taberna en la que se habían oído rumores de compraventa de cristal, el dueño, que acababa de tener un hijo, quería que su negocio fuera limpio para dar buen ejemplo al recién nacido, por ello había accedido a ayudar en todo lo necesario a la guardia, sin poner un solo inconveniente, incluso le había proporcionado una coartada. Sería su hija mayor, que atendería la barra.
Dejó el caballo en los establos, y entró con presteza, saludó al hombre, le mostró su insignia y le explicó el plan, detener a todo aquel a quien encontrasen trapicheando y, si no accedían a colaborar, usar todos los medios para sonsacar información. Mientras se cambiaba, poniéndose el incomodo vestido con corsé y manga caída, cambiando sus botas por tacones y soltando su melena, dio un suspiro. No le gustaba sonsacar información, ella no era de las personas que usan la fuerza o que fingen, no le gustaba, y mucho menos en esos ambientes, si no soportaba a la clase alta, mucho menos toleraba a los que trapicheaban por las zonas bajas.
Le costaba no simpatizar con ellos, muchos eran simples padres o madres de familia que lo hacían para ganar dinero con el que alimentar a sus hijos, no eran los que hacían el intercambio los que se forraban, precisamente, eran los que mandaban a esos pobres desesperados a quienes deberían amenazar con la tortura, odiaba tener que tratar de forma cruel a la gente desesperada, sobretodo porque, en una ocasión, ya lejana, ella fue una de esas personas desesperadas, una niña que, con su corta edad, intentaba ganarse la vida como podía, ayudando a mercaderes por una simple moneda y un mendrugo de pan que luego, en el orfanato, se veía obligada a dar a los más pequeños quedándose ella sin comer. Sabía lo que era la soledad y el hambre, no podía culpar a aquellos que hacían lo posible por comer, mientras no matasen, podía perdonarlo todo, claro que intentaría ayudarles, y darles una opción a escoger, pero no quería decir que por ello le gustase más.
Bajó a la taberna y se anudó un delantal a la cintura justo cuando un hombre con un sombrero de ala ancha entraba por la puerta, el tabernero le hizo una señal, al parecer no conocía a ese hombre, y era extraño, pues el tipo conocía a prácticamente toda la ciudad, empezaba el espectáculo. Se metió por completo en su papel y sonrió con afabilidad odiando en todo momento que, incluso dentro del local, oliera a humo.
- Un ron y un cuarto, marchando- dijo sin perder la sonrisa.
Tomó una jarra de bajo la barra y, acercándose al estante de botellas, golpeó la pared con la cadera dejando que cayera una botella de ron añejo, mucho mejor de lo que ella habría esperado encontrar en una taberna de esa índole, y tomándola en el aire, antes de que tocase el suelo, llenó la jarra. Cerró la botella y la dejó en su sitio tomó unas llaves y dejó la copa y las llaves al lado.
- ¿Que le trae por aquí, sir?- preguntó sin perder el papel que se había inventado, y la sonrisa.- no suele haber extranjeros, y no me suena haberlo visto antes, hágame caso, conozco la ciudad como la palma de mi mano.- dijo mostrándole su palma alzada, esperaba poder sacar algo en claro.
Un nuevo chico, este más joven, entró a la taberna, el posadero, a sus espaldas, le dio un golpecito en el tobillo, otra car nueva, pasó a atenderlo y asintió a su pedido aun con su buen carácter. Lleno una jarra de cerveza y sirvió un plato rebosante de estofado para, con cuidado, dejarlo sobre la barra, frente al chico, se puso a secar un par de vasos, no muy alejada y notó que empezaban a hablar, era momento de intervenir y atender.
- Vaya, hoy parece que no paran de llegar caras nuevas, ¿Qué vienen a buscar a Roilkat, oro, fortuna o tal vez alguna damisela en apuros a la que rescatar?- preguntó guiñándoles un ojo.
Alanna Delteria
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1129
Nivel de PJ : : 6
Re: Llevar el "cristal" a la cristalería [Interp. Libre 3/3] [Cerrado]
El carromato recorría sus últimos metros hacia los establos de la ciudad. Roilkat se erigía grande e imponente sobre el árido paisaje, con construcciones ciertamente diferentes a las usadas en Lunargenta. Cualquiera se podía dar cuenta de que el uso de materiales e incluso de las técnicas arquitectónicas era peculiar: edificios robustos adornados con cristales de colores variados y tejados más puntiagudos que los de las regiones costeras para evitar la acumulación de nieve durante las épocas más frías.
A pesar de todo, una densa nube de hollín y otros productos industriales encapotaban los cielos de la ciudad, fenómeno fácilmente detectable por cualquier extranjero con el don de la visión.
El conductor agitó las riendas, los caballos se detuvieron y Nicolás bajó del vehículo con su equipamiento, echó la mano a su bolsa y le hizo entrega del dinero acordado al hombre. Acto seguido, reanudó la marcha hacia el portón de la ciudad.
Dos guardias montaban guardia, como era esperado.
Alto, deténgase ahí, le ordenó uno de ellos.
¿Ocurre algo?, contestó el recio lancero.
Registro rutinario, solo queremos comprobar que no lleva nada sospechoso.
¿Sospechoso? Adelante, registren lo que quieran, no encontrarán nada más que cosas de un hombre de bien, replicó Nicolás mientras les tendía la bolsa y se acercaba para ser palpado.
Unos minutos más tarde el mismo soldado volvió a romper el hielo.
Adelante, puede continuar con su camino, perdone la interrupción.
Gracias, buen hombre. ¿Le importaría explicarme qué buscan?
Bueno, verá... El guardia se acercó algo más y continuó en voz mucho más baja.
Al parecer el comercio de "cristal" ha sufrido un incremento ciertamente considerable en las últimas semanas.
¿"Cristal"? ¿Se refiere a esa... sustancia tan polémica?
En efecto, y al parecer hoy va a realizarse una entrega harto importante, así que debemos permanecer alerta para la ocasión.
Tengan suerte pues con su cometido. Si me permiten, debo continuar con mis asuntos, pues el tiempo pasa velozmente.
Tras estas últimas palabras de despedida, Nicolás cruzó el portón.
Ahora ya se encontraba en Roilkat propiamente dicha. Su último contratista le había recomendado una taberna muy popular que hacía las veces de posada, por lo que debería encaminarse hacia ella cuanto antes.
Valiéndose de carteles e indicaciones de los habitantes, Nicolás encontró rápidamente el local.
Parecía bastante decente por fuera: había un par de corceles en los establos, los cristales de las ventanas se encontraban razonablemente limpios y los parroquianos parecían estar cómodos y tranquilos.
Apenas se oía algún indicio de discusión, mucho menos de trifulca, así que el mercenario se adentró en el local con paso decidido.
Dos hombres se encontraban sentados en la barra, probablemente pidiéndolo pitanza a la tabernera.
¿No es pronto para empezar con el ron?, le oyó decir al que parecía más joven de los dos.
Un pimpollo, probablemente trabajador de alguna fundición local. No parecía muy maltratado por la labor manual aún, y la cara aún no tenía demasiadas arrugas. Quizás rondaría la veintena de años, treintena en el peor de los casos.
El otro individuo resultaba más peculiar a la vista: vestía una gabardina larga, probablemente de cuero, y un sombrero de ala ancha adornaba su cocorota, dando un aspecto un tanto cómico al conjunto.
Nunca es demasiado pronto para una buena bebida, compadre, dijo Nicolás mientras tomaba asiento cerca de ellos.
El duro taburete resultaba lo suficientemente robusto como para dejar descansar todo su peso corporal sin problemas en él.
Perdone, posadera, cuando pueda póngame a mí también una buena jarra de ron y una ración generosa de comida, por favor. Además, me gustaría saber si tiene alguna habitación libre, puesto que tengo pensado hospedarme aquí durante unos días al menos.
La moza, de rasgos suaves y finos, parecía estar mirando al que debía de ser su padre, probablemente esperando a que le encargase algo o le indicase si aún quedaban ingredientes para el estofado del día.
Je, no está nada mal el lugar, pensó Nicolás.
Un sitio tranquilo, acogedor y con lugareños amigables. Igual hasta me va a compensar más que permanecer en Lunargenta...
A pesar de todo, una densa nube de hollín y otros productos industriales encapotaban los cielos de la ciudad, fenómeno fácilmente detectable por cualquier extranjero con el don de la visión.
El conductor agitó las riendas, los caballos se detuvieron y Nicolás bajó del vehículo con su equipamiento, echó la mano a su bolsa y le hizo entrega del dinero acordado al hombre. Acto seguido, reanudó la marcha hacia el portón de la ciudad.
Dos guardias montaban guardia, como era esperado.
Alto, deténgase ahí, le ordenó uno de ellos.
¿Ocurre algo?, contestó el recio lancero.
Registro rutinario, solo queremos comprobar que no lleva nada sospechoso.
¿Sospechoso? Adelante, registren lo que quieran, no encontrarán nada más que cosas de un hombre de bien, replicó Nicolás mientras les tendía la bolsa y se acercaba para ser palpado.
Unos minutos más tarde el mismo soldado volvió a romper el hielo.
Adelante, puede continuar con su camino, perdone la interrupción.
Gracias, buen hombre. ¿Le importaría explicarme qué buscan?
Bueno, verá... El guardia se acercó algo más y continuó en voz mucho más baja.
Al parecer el comercio de "cristal" ha sufrido un incremento ciertamente considerable en las últimas semanas.
¿"Cristal"? ¿Se refiere a esa... sustancia tan polémica?
En efecto, y al parecer hoy va a realizarse una entrega harto importante, así que debemos permanecer alerta para la ocasión.
Tengan suerte pues con su cometido. Si me permiten, debo continuar con mis asuntos, pues el tiempo pasa velozmente.
Tras estas últimas palabras de despedida, Nicolás cruzó el portón.
Ahora ya se encontraba en Roilkat propiamente dicha. Su último contratista le había recomendado una taberna muy popular que hacía las veces de posada, por lo que debería encaminarse hacia ella cuanto antes.
Valiéndose de carteles e indicaciones de los habitantes, Nicolás encontró rápidamente el local.
Parecía bastante decente por fuera: había un par de corceles en los establos, los cristales de las ventanas se encontraban razonablemente limpios y los parroquianos parecían estar cómodos y tranquilos.
Apenas se oía algún indicio de discusión, mucho menos de trifulca, así que el mercenario se adentró en el local con paso decidido.
Dos hombres se encontraban sentados en la barra, probablemente pidiéndolo pitanza a la tabernera.
¿No es pronto para empezar con el ron?, le oyó decir al que parecía más joven de los dos.
Un pimpollo, probablemente trabajador de alguna fundición local. No parecía muy maltratado por la labor manual aún, y la cara aún no tenía demasiadas arrugas. Quizás rondaría la veintena de años, treintena en el peor de los casos.
El otro individuo resultaba más peculiar a la vista: vestía una gabardina larga, probablemente de cuero, y un sombrero de ala ancha adornaba su cocorota, dando un aspecto un tanto cómico al conjunto.
Nunca es demasiado pronto para una buena bebida, compadre, dijo Nicolás mientras tomaba asiento cerca de ellos.
El duro taburete resultaba lo suficientemente robusto como para dejar descansar todo su peso corporal sin problemas en él.
Perdone, posadera, cuando pueda póngame a mí también una buena jarra de ron y una ración generosa de comida, por favor. Además, me gustaría saber si tiene alguna habitación libre, puesto que tengo pensado hospedarme aquí durante unos días al menos.
La moza, de rasgos suaves y finos, parecía estar mirando al que debía de ser su padre, probablemente esperando a que le encargase algo o le indicase si aún quedaban ingredientes para el estofado del día.
Je, no está nada mal el lugar, pensó Nicolás.
Un sitio tranquilo, acogedor y con lugareños amigables. Igual hasta me va a compensar más que permanecer en Lunargenta...
- Off-topic:
- Perdón si he escrito una parrafada demasiado grande o algo no cuadra, siempre puedo cambiarlo si lo necesitáis, y ánimo, a ver cómo se desarrolla este rol.
Nicolás Barbacero
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 224
Nivel de PJ : : 0
Re: Llevar el "cristal" a la cristalería [Interp. Libre 3/3] [Cerrado]
Caía la tarde y la actividad de los comercios llegaba a su fin, así era en todas las ciudades, grandes o pequeñas, la hora de recogerse y guardarse en sus casas le llegaba a todos cerca de la misma hora, aquella en que era menester prender velas y chimeneas, reunirse todos en un mismo lugar para protegerse de la oscura noche, del viento frío, de lo incierto y de lo furtivo.
Polvoso ya había guardado sus pertenencias en el carromato, había sido un día mas bien flojo en cuanto a la venta de su mercancía, pero no le había ido tan mal en cuestión de "ingresos", la aglomeración en los mercados siempre es propicia para hacerse de algunas bolsitas con monedas y uno que otro objeto de valor.
Así pues, arreaba a sus mulas dirigiéndose a la posaba donde ya llevaba varias noches hospedado, sinceramente no le apetecía dormir bajo el carromato en una ciudad tan sucia, Es la peor parte de Roilkat, hay tanta mugre y hollín en las calles que uno acaba tiznado, no le agradaba pagar por una habitación, pero tampoco le suponía mayor problema, además el puchero que preparaban para la cena le agradó desde el primer día que llegó a hospedarse.
Polvoso llego a la posada, guardo su carro y amarró a sus mulas cerca del abrevadero y las dejó beber, les dió una manzana a cada una, que fué recibida con entusiasmo pues en no mas de tres mordidas habían acabado con ellas, - ¡Eh cuidado que en una de esas me llevan un dedo par de ansiosas! , Acto seguido les puso sus sacos de avena alrededor del hocico y les hizo un cariño detrás de las orejas como sabía que les gustaba - Buen día de trabajo chicas, ahora a descansar, cenen en paz que mañana será otro día de mercado, espero que al final de la semana partamos con nuevo rumbo, a ver si encuentro a un herrero decente que les cambie esos zapatos que ya necesitan una suela nueva ¿Eh? ¿que les parece?
Así pues entró a la posada, al pasar por la estancia se dio cuenta que apenas empezaba a llegar la gente, se acomodó en un taburete alto en la orilla de la barra y esperó a que el posadero saliera a atender, pero las veces que lo vio pasar era apenas un suspiro, el Posadero no solo se encontraba atareado, Polvoso también pudo percibir cierto nerviosismo, el hombre iba y venia y volteaba a ver la entrada con insistencia, pero no le dio mayor importancia y siguió en lo suyo. Además todo hacia parecer que la gruesa y amable señora que acostumbraba servir a los parroquianos no se hallaba ese día, seguro que lo había dejado colgado, así pues no queriendo importunar al posadero decidió esperar un poco a que las cosas se calmaran un poco para pedir la cena.
En determinado momento las puertas batientes de la cocina se abrieron de golpe y entró por ellas una visión de mujer tan hermosa como aquellas de las que hablan las historias, de aquellas que le hacen a uno perder el aliento, un cuadro de belleza que no corresponde a un tugurio como en el que estaba, se sacudió la cabeza y recobró la cordura, Polvoso pensó que era seguro que esta chica no había estado en el lugar los días anteriores, de lo contrario el lugar se hallaría abarrotado de hombres que solo se pasarían por allí para quedársele viendo como idiotas y otros lanzando sus mejores chanzas para conquistar sus faldas.
Así pues, Polvoso consiguió que le sirvieran un tarro de cerveza amarga, un plato de puchero y media hogaza de pan, la cena pasó a segundo termino, era un deleite ver a la recién llegada moverse con soltura en la barra, moviendo las caderas de un lado para otro y despachando con ingenio a los que se le acercaban solo para insinuársele,
La clientela empezaba a ocupar sus lugares , los borrachos escandalosos de la esquina, los trabajadores de las fabricas buscando una cena caliente, los solitarios o viajeros en la barra buscando un trago y conversación para pasar la noche, de estos últimos era justo era el tipo de personas con las que cada noche Polvoso buscaba mezclarse, el primero en ocupar la barra fue un chaval alto y de aspecto un poco desarrapado, pero de buen talante que pidió de cenar, al parecer la jornada había sido mortal para el, pues terminó recostado en la barra aún si haber bebido una gota, se notaba que no era ningún burguesito de la zona, era un tipo que sudaba el dinero con el que pagaba su cena.
Posteriormente apareció, sin discreción alguna, un sujeto que de entrada le resultó interesante, llamaba su atención su apariencia física que denotaba mas años de los que en realidad debería tener, seguro que ningún barbero tocaba esa cara en mucho tiempo y su vestimenta era propia de quien acostumbre pasar mas tiempo en el camino que en una vida sedentaria, llegó pidiendo Ron y una habitación a lo que la posadera se aprestó atender, a su vez el joven pelirrojo sentado junto a él se animó a hacerle conversación.
Por ultimo , se unió al grupo un tipo que era toda la cara de un mercenario a sueldo, un soldado de fortuna sin duda, si su apariencia hosca y su tamaño no eran suficientes para llegar a esa conclusión, si que lo eran su vestimenta y las huellas de combate que en el se percibían, este hombre debía tener muchas historias que contar y seguro que ha terminado con muchas otras en su camino, pensó,
Mientras que el grupo se iba formando, la posadera seguía sirviendo la cena y los tragos y de vez en vez cambiaba miradas con el posadero, lo que resulta normal si se trata de atender a extraños , no sea que el dueño conociera que uno de ellos se tratara de algun pillo conocido del lugar, en determinado momento se acercó al grupo y le hizo conversación a los recién llegados.
Polvoso decidió que si quería algo para hacer esta noche era el momento de acercarse, se levantó de su taburete, tomando su tarro de cerveza y quedando del lado del chico pelirrojo.
- Señores buenas noches, me encuentro sentado en aquel extremo de la barra, y por lo que veo no soy el único aquí que esta de paso buscando una cena agradable y un poco de calor en las venas, ¿Les agradaría compartir una mesa? Así todos podríamos estar mas cómodos, disfrutar de la compañía y si les apetece brindar hasta que la barrica del posadero quede tan seca como el coño de una monja, es mas me animo a invitarles una ronda para zanjar este tema, que dicen ? ... Claro a menos que alguna de sus hermanas sea monja y me acabe de ganar su enemistad y un par de tortazos bien puestos...
Polvoso ya había guardado sus pertenencias en el carromato, había sido un día mas bien flojo en cuanto a la venta de su mercancía, pero no le había ido tan mal en cuestión de "ingresos", la aglomeración en los mercados siempre es propicia para hacerse de algunas bolsitas con monedas y uno que otro objeto de valor.
Así pues, arreaba a sus mulas dirigiéndose a la posaba donde ya llevaba varias noches hospedado, sinceramente no le apetecía dormir bajo el carromato en una ciudad tan sucia, Es la peor parte de Roilkat, hay tanta mugre y hollín en las calles que uno acaba tiznado, no le agradaba pagar por una habitación, pero tampoco le suponía mayor problema, además el puchero que preparaban para la cena le agradó desde el primer día que llegó a hospedarse.
Polvoso llego a la posada, guardo su carro y amarró a sus mulas cerca del abrevadero y las dejó beber, les dió una manzana a cada una, que fué recibida con entusiasmo pues en no mas de tres mordidas habían acabado con ellas, - ¡Eh cuidado que en una de esas me llevan un dedo par de ansiosas! , Acto seguido les puso sus sacos de avena alrededor del hocico y les hizo un cariño detrás de las orejas como sabía que les gustaba - Buen día de trabajo chicas, ahora a descansar, cenen en paz que mañana será otro día de mercado, espero que al final de la semana partamos con nuevo rumbo, a ver si encuentro a un herrero decente que les cambie esos zapatos que ya necesitan una suela nueva ¿Eh? ¿que les parece?
Así pues entró a la posada, al pasar por la estancia se dio cuenta que apenas empezaba a llegar la gente, se acomodó en un taburete alto en la orilla de la barra y esperó a que el posadero saliera a atender, pero las veces que lo vio pasar era apenas un suspiro, el Posadero no solo se encontraba atareado, Polvoso también pudo percibir cierto nerviosismo, el hombre iba y venia y volteaba a ver la entrada con insistencia, pero no le dio mayor importancia y siguió en lo suyo. Además todo hacia parecer que la gruesa y amable señora que acostumbraba servir a los parroquianos no se hallaba ese día, seguro que lo había dejado colgado, así pues no queriendo importunar al posadero decidió esperar un poco a que las cosas se calmaran un poco para pedir la cena.
En determinado momento las puertas batientes de la cocina se abrieron de golpe y entró por ellas una visión de mujer tan hermosa como aquellas de las que hablan las historias, de aquellas que le hacen a uno perder el aliento, un cuadro de belleza que no corresponde a un tugurio como en el que estaba, se sacudió la cabeza y recobró la cordura, Polvoso pensó que era seguro que esta chica no había estado en el lugar los días anteriores, de lo contrario el lugar se hallaría abarrotado de hombres que solo se pasarían por allí para quedársele viendo como idiotas y otros lanzando sus mejores chanzas para conquistar sus faldas.
Así pues, Polvoso consiguió que le sirvieran un tarro de cerveza amarga, un plato de puchero y media hogaza de pan, la cena pasó a segundo termino, era un deleite ver a la recién llegada moverse con soltura en la barra, moviendo las caderas de un lado para otro y despachando con ingenio a los que se le acercaban solo para insinuársele,
La clientela empezaba a ocupar sus lugares , los borrachos escandalosos de la esquina, los trabajadores de las fabricas buscando una cena caliente, los solitarios o viajeros en la barra buscando un trago y conversación para pasar la noche, de estos últimos era justo era el tipo de personas con las que cada noche Polvoso buscaba mezclarse, el primero en ocupar la barra fue un chaval alto y de aspecto un poco desarrapado, pero de buen talante que pidió de cenar, al parecer la jornada había sido mortal para el, pues terminó recostado en la barra aún si haber bebido una gota, se notaba que no era ningún burguesito de la zona, era un tipo que sudaba el dinero con el que pagaba su cena.
Posteriormente apareció, sin discreción alguna, un sujeto que de entrada le resultó interesante, llamaba su atención su apariencia física que denotaba mas años de los que en realidad debería tener, seguro que ningún barbero tocaba esa cara en mucho tiempo y su vestimenta era propia de quien acostumbre pasar mas tiempo en el camino que en una vida sedentaria, llegó pidiendo Ron y una habitación a lo que la posadera se aprestó atender, a su vez el joven pelirrojo sentado junto a él se animó a hacerle conversación.
Por ultimo , se unió al grupo un tipo que era toda la cara de un mercenario a sueldo, un soldado de fortuna sin duda, si su apariencia hosca y su tamaño no eran suficientes para llegar a esa conclusión, si que lo eran su vestimenta y las huellas de combate que en el se percibían, este hombre debía tener muchas historias que contar y seguro que ha terminado con muchas otras en su camino, pensó,
Mientras que el grupo se iba formando, la posadera seguía sirviendo la cena y los tragos y de vez en vez cambiaba miradas con el posadero, lo que resulta normal si se trata de atender a extraños , no sea que el dueño conociera que uno de ellos se tratara de algun pillo conocido del lugar, en determinado momento se acercó al grupo y le hizo conversación a los recién llegados.
Polvoso decidió que si quería algo para hacer esta noche era el momento de acercarse, se levantó de su taburete, tomando su tarro de cerveza y quedando del lado del chico pelirrojo.
- Señores buenas noches, me encuentro sentado en aquel extremo de la barra, y por lo que veo no soy el único aquí que esta de paso buscando una cena agradable y un poco de calor en las venas, ¿Les agradaría compartir una mesa? Así todos podríamos estar mas cómodos, disfrutar de la compañía y si les apetece brindar hasta que la barrica del posadero quede tan seca como el coño de una monja, es mas me animo a invitarles una ronda para zanjar este tema, que dicen ? ... Claro a menos que alguna de sus hermanas sea monja y me acabe de ganar su enemistad y un par de tortazos bien puestos...
- Off- Rol:
Hola, disculpen por la tardanza en postear, si algo de mi post fue inadecuado avísenme por favor por PM para corregir
Última edición por Polvoso Wersie Stehlen el Mar Oct 13 2015, 14:30, editado 2 veces (Razón : Ortografia y color de texto)
Polvoso Wersie Stehlen
Aprendiz
Aprendiz
Cantidad de envíos : : 16
Re: Llevar el "cristal" a la cristalería [Interp. Libre 3/3] [Cerrado]
La tabernera me atendió con una sonrisa que yo le devolví. Era joven y bella. Pero ni mucho menos era mi intención delatar mis intenciones a nadie hasta que no me fiara lo suficiente. Y mucho menos a una mesonera que podía irse de la lengua ante cualquier guardia de los que van a beber el trago a primera hora de la madrugada.
Al poco apareció otro joven pelirrojo que pidió un estofado y una jarra de cerveza. Tenía pinta de estar trabajando en algo importante. Me hizo un chiste sobre si no era pronto para empezar a beber. Parecía andar escaso de dinero. Podía ser buena idea hablar con él.
-Nunca es pronto para empezar – le dije riéndome y bebiendo un primer trago corto, y le ofrecí un brindis.
La tabernera le atendió también y muy interesada parecía en saber qué veníamos a hacer a la ciudad industrial. Yo acostumbro a hablar con todo el mundo, pero reservando siempre mis cartas.
-No he venido a rescatar bellas damiselas. – Aproveché su comentario sobre si veníamos a rescatar doncellas para salirme por las ramas de manera seductora – A menos que queráis que os saque de este antro – y me quité el sombrero y le hice una reverencia con el mismo.
La gente continuó apareciendo. Parecía agradable, dos más no tardaron en unirse al joven muchacho y a mí. Uno de ellos tenía pinta de guerrero de una época pasada. Fuerte y con sandalias. También venía con hambre. Debió escucharnos hablar y comentó que nunca era tarde para empezar a beber. ¡Bien!. Me gusta esa filosofía. Un mercenario bronco y fuerte. Parecía el tipo perfecto. Le pegué un golpe en el hombro en señal de amistad.
El último que se unió a la conversación ya estaba antes de que yo entrara, era el más pintoresco de todos. Un poco blancuzco, con ojos de villano y pelo medio negro medio canoso y desaliñado. Sí. Aquel era todavía mejor. Porque no parecía un tipo decente ni mucho menos. Encima nos invitó a todos a una ronda. ¡Bebida gratis! ¿Quién se podría negar?
-Señores, creo que somos demasiados para estar todos en una barra como si fuéramos una pandilla de borrachos jubilados – dije. La taberna parecía grande y no había necesidad de estar ahí. Mejor ir a un patio interior a tener una merecida cena - ¡Moza! El pálido paga la bebida – dije señalando al hombre – Y yo pago la comida. ¡Un cerdo asado bastará para alimentar a esta buena gente! –Tomé mi jarra de ron, di una palmada al más alto y fuerte y al pelirrojo, que eran los que estaban a mi lado y les hice un gesto a todos con la cabeza para que me siguieran al comedor, que se encontraba tras una puerta separado de lo que era la taberna. Había alguna gente cenando a aquellas horas. Probablemente trabajadores.
Me senté en una mesa para cuatro comensales con vistas a la puerta de entrada al comedor. Quería saber quien entraba en todo momento allí. Tenía el paquete a buen recaudo bajo mi gabardina.
-Me gusta comer con desconocidos. Es más divertido que comer siempre con la misma gente que te cuenta las mismas aburridas historias. Será mejor que nos vayamos conociendo. – dije como introducción. Primero necesitaba saber de quién me rodeaba antes de ofrecer el “negocio” a posibles desconocidos. – Mi nombre es Curgo Marcano. Humilde mercader de especias de Lunargenta. – las mentiras eran mi especialidad, aunque aquello era una verdad a medias – Venido a menos porque el precio del azafrán y de la canela se ha devaluado, y encima he terminado aquí después de que unos asaltadores atacaran mi caravana hace dos escasas horas. Menos mal que huí a caballo varios kilómetros y dejaron de perseguirme cuando vieron a los nobles guardias de Roilkat... mis pobres amigos – me paré un segundo para tragar saliva, se me había resecado la garganta- Podría contaros miles de mis aventuras por los caminos, pero se me está quedando la boca seca de hablar. ¡Más vino hostia! – bramé dando tres puñetazos fuertes en la mesa ante la tardanza.
Al poco apareció otro joven pelirrojo que pidió un estofado y una jarra de cerveza. Tenía pinta de estar trabajando en algo importante. Me hizo un chiste sobre si no era pronto para empezar a beber. Parecía andar escaso de dinero. Podía ser buena idea hablar con él.
-Nunca es pronto para empezar – le dije riéndome y bebiendo un primer trago corto, y le ofrecí un brindis.
La tabernera le atendió también y muy interesada parecía en saber qué veníamos a hacer a la ciudad industrial. Yo acostumbro a hablar con todo el mundo, pero reservando siempre mis cartas.
-No he venido a rescatar bellas damiselas. – Aproveché su comentario sobre si veníamos a rescatar doncellas para salirme por las ramas de manera seductora – A menos que queráis que os saque de este antro – y me quité el sombrero y le hice una reverencia con el mismo.
La gente continuó apareciendo. Parecía agradable, dos más no tardaron en unirse al joven muchacho y a mí. Uno de ellos tenía pinta de guerrero de una época pasada. Fuerte y con sandalias. También venía con hambre. Debió escucharnos hablar y comentó que nunca era tarde para empezar a beber. ¡Bien!. Me gusta esa filosofía. Un mercenario bronco y fuerte. Parecía el tipo perfecto. Le pegué un golpe en el hombro en señal de amistad.
El último que se unió a la conversación ya estaba antes de que yo entrara, era el más pintoresco de todos. Un poco blancuzco, con ojos de villano y pelo medio negro medio canoso y desaliñado. Sí. Aquel era todavía mejor. Porque no parecía un tipo decente ni mucho menos. Encima nos invitó a todos a una ronda. ¡Bebida gratis! ¿Quién se podría negar?
-Señores, creo que somos demasiados para estar todos en una barra como si fuéramos una pandilla de borrachos jubilados – dije. La taberna parecía grande y no había necesidad de estar ahí. Mejor ir a un patio interior a tener una merecida cena - ¡Moza! El pálido paga la bebida – dije señalando al hombre – Y yo pago la comida. ¡Un cerdo asado bastará para alimentar a esta buena gente! –Tomé mi jarra de ron, di una palmada al más alto y fuerte y al pelirrojo, que eran los que estaban a mi lado y les hice un gesto a todos con la cabeza para que me siguieran al comedor, que se encontraba tras una puerta separado de lo que era la taberna. Había alguna gente cenando a aquellas horas. Probablemente trabajadores.
Me senté en una mesa para cuatro comensales con vistas a la puerta de entrada al comedor. Quería saber quien entraba en todo momento allí. Tenía el paquete a buen recaudo bajo mi gabardina.
-Me gusta comer con desconocidos. Es más divertido que comer siempre con la misma gente que te cuenta las mismas aburridas historias. Será mejor que nos vayamos conociendo. – dije como introducción. Primero necesitaba saber de quién me rodeaba antes de ofrecer el “negocio” a posibles desconocidos. – Mi nombre es Curgo Marcano. Humilde mercader de especias de Lunargenta. – las mentiras eran mi especialidad, aunque aquello era una verdad a medias – Venido a menos porque el precio del azafrán y de la canela se ha devaluado, y encima he terminado aquí después de que unos asaltadores atacaran mi caravana hace dos escasas horas. Menos mal que huí a caballo varios kilómetros y dejaron de perseguirme cuando vieron a los nobles guardias de Roilkat... mis pobres amigos – me paré un segundo para tragar saliva, se me había resecado la garganta- Podría contaros miles de mis aventuras por los caminos, pero se me está quedando la boca seca de hablar. ¡Más vino hostia! – bramé dando tres puñetazos fuertes en la mesa ante la tardanza.
Curgo
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 161
Nivel de PJ : : 0
Re: Llevar el "cristal" a la cristalería [Interp. Libre 3/3] [Cerrado]
Me atraganté cuando la tabernera se giró para atender mi pedido, no me había fijado en ella antes, tonto de mí, me quedé embobado, no era como esas toscas taberneras de Lunargenta que poco las faltaba para escupir en tu bebida, esta era completamente diferente, fina, rostro amable, muy guapa, lo más bonito que había visto desde que llegué a Roilkat, y por supuesto no dije nada.
Al poco llegó con mi comida, una buena cerveza y un suculento estofado.
-Gra..gracias- sonreí tímidamente.
El tipo de la jarra de ron se rió de mi comentario y me invitó a brindar.
-Jajaja, bien dicho- sonreí brindando con él.
En estas que se acercó de nuevo la camarera sorprendida de ver caras nuevas y nos preguntó que nos traía por la ciudad.
El tipo del ron, muy elegantemente, no dio pistas sobre su cometido.
A mí el guiño de la camarera, aunque completamente inocente, me había descuadrado por completo.
-Yo…yo por mi parte venía…. a buscar algo de trabajo, y si se pueden conseguir alguna de las otras cosas pues mejor- sonreí dándole un trago a la jarra para disimular mi rubor.
En ese momento otro tipo se acercó a nosotros, uno bien grande a juzgar por como crujió el taburete cuando se sentó, me eché un poco para delante para verlo bien, tenía toda la pinta de mercenario o tal vez soldado, además traía hambre, me pregunté cuanto comería un tipo así para quedarse saciado.
Hablando de comida, la mía estaba deliciosa, este estofado era lo que de verdad necesitaba, aunque tendría que pedir otro en mi estado.
-Ca..camarera, este estofado esta riquísimo, mis felicitaciones al cocinero- comenté armado de valor.
Al poco de aquello un tipo se nos acercó por mi lado, me giré para verlo, lo primero que se me pasó por la cabeza es que era un tío bien raro, al menos por sus pintas, pálido y sobre todo con un peculiar corte de pelo.
Sin embargo el buen tipo nos animó a compartir mesa los 4 e incluso se ofreció a pagar en la primera ronda, elevé las cejas, la oferta era sin duda interesante.
Pero la cosa no acabó allí, el tipo del ron se animó y muy sabiamente dijo que sería triste comer todos en la barra, y además dijo que el pagaba la cena, un cerdo asado ni más ni menos, hacía mucho que no probaba esa delicia.
Me asombré a mí mismo de mi suerte, comida y bebida gratis, se veía que en esta ciudad había dinero, al menos para quien lo tuviera, al final iba a poder tener suficiente para dormir en una cama limpia, o al menos poco sucia.
El tipo del ron me dio una palmada en el hombro que casi hace que me atragante con la jarra y nos indicó que le siguiésemos a un comedor interior.
Sonreí y me apuré rápidamente lo que quedaba del estofado antes de levantarme, nos dirigimos a un comedor en una sala anexa, había alunas mesas ya llenas con trabajadores comiendo, esos sí que debían estar más partidos que yo.
Me senté junto al tipo del ron al que entonces pude ver bien, simpático, pasaría sin problemas de los 40, con un elegante sombrero, tenía cara de vividor, o eso me pareció a mí, de los que han estado en todas partes y conocen a todas las gentes, curtido por el sol y por la bebida, en definitiva alguien con el que seguro no te arrepientes de compartir mesa.
Me recosté en la silla y dejé mi escudo apoyado en el suelo, atendí mientras se presentaba, dijo llamarse Curgo y ser mercader de especias al que habían asaltado horas antes.
Oh vaya, lo siento tío, los caminos ya no son lo que eran, ni siquiera aquí en la península- me lamenté, el tipo pidió más vino sin mucho tardar, desde luego sí que estaba sediento, sonreí, yo siempre estaba interesado en oír buenas historias de esas.
-Bueno pues yo…poco tengo que contar…me llamo Schott, y soy herrero ambulante, además hago trabajillos de montaje y reparación, lo que me vaya surgiendo- comenté –Y eso me ha traído aquí supongo, hay muchas oportunidades para gente honrada en una ciudad como esta- sonreí, lo cierto era que esta ciudad no dejaba de gustarme cada vez mas, trabajo abundante, cena gratis, grata compañía, aquello no hacia mas que mejorar.
Al poco llegó con mi comida, una buena cerveza y un suculento estofado.
-Gra..gracias- sonreí tímidamente.
El tipo de la jarra de ron se rió de mi comentario y me invitó a brindar.
-Jajaja, bien dicho- sonreí brindando con él.
En estas que se acercó de nuevo la camarera sorprendida de ver caras nuevas y nos preguntó que nos traía por la ciudad.
El tipo del ron, muy elegantemente, no dio pistas sobre su cometido.
A mí el guiño de la camarera, aunque completamente inocente, me había descuadrado por completo.
-Yo…yo por mi parte venía…. a buscar algo de trabajo, y si se pueden conseguir alguna de las otras cosas pues mejor- sonreí dándole un trago a la jarra para disimular mi rubor.
En ese momento otro tipo se acercó a nosotros, uno bien grande a juzgar por como crujió el taburete cuando se sentó, me eché un poco para delante para verlo bien, tenía toda la pinta de mercenario o tal vez soldado, además traía hambre, me pregunté cuanto comería un tipo así para quedarse saciado.
Hablando de comida, la mía estaba deliciosa, este estofado era lo que de verdad necesitaba, aunque tendría que pedir otro en mi estado.
-Ca..camarera, este estofado esta riquísimo, mis felicitaciones al cocinero- comenté armado de valor.
Al poco de aquello un tipo se nos acercó por mi lado, me giré para verlo, lo primero que se me pasó por la cabeza es que era un tío bien raro, al menos por sus pintas, pálido y sobre todo con un peculiar corte de pelo.
Sin embargo el buen tipo nos animó a compartir mesa los 4 e incluso se ofreció a pagar en la primera ronda, elevé las cejas, la oferta era sin duda interesante.
Pero la cosa no acabó allí, el tipo del ron se animó y muy sabiamente dijo que sería triste comer todos en la barra, y además dijo que el pagaba la cena, un cerdo asado ni más ni menos, hacía mucho que no probaba esa delicia.
Me asombré a mí mismo de mi suerte, comida y bebida gratis, se veía que en esta ciudad había dinero, al menos para quien lo tuviera, al final iba a poder tener suficiente para dormir en una cama limpia, o al menos poco sucia.
El tipo del ron me dio una palmada en el hombro que casi hace que me atragante con la jarra y nos indicó que le siguiésemos a un comedor interior.
Sonreí y me apuré rápidamente lo que quedaba del estofado antes de levantarme, nos dirigimos a un comedor en una sala anexa, había alunas mesas ya llenas con trabajadores comiendo, esos sí que debían estar más partidos que yo.
Me senté junto al tipo del ron al que entonces pude ver bien, simpático, pasaría sin problemas de los 40, con un elegante sombrero, tenía cara de vividor, o eso me pareció a mí, de los que han estado en todas partes y conocen a todas las gentes, curtido por el sol y por la bebida, en definitiva alguien con el que seguro no te arrepientes de compartir mesa.
Me recosté en la silla y dejé mi escudo apoyado en el suelo, atendí mientras se presentaba, dijo llamarse Curgo y ser mercader de especias al que habían asaltado horas antes.
Oh vaya, lo siento tío, los caminos ya no son lo que eran, ni siquiera aquí en la península- me lamenté, el tipo pidió más vino sin mucho tardar, desde luego sí que estaba sediento, sonreí, yo siempre estaba interesado en oír buenas historias de esas.
-Bueno pues yo…poco tengo que contar…me llamo Schott, y soy herrero ambulante, además hago trabajillos de montaje y reparación, lo que me vaya surgiendo- comenté –Y eso me ha traído aquí supongo, hay muchas oportunidades para gente honrada en una ciudad como esta- sonreí, lo cierto era que esta ciudad no dejaba de gustarme cada vez mas, trabajo abundante, cena gratis, grata compañía, aquello no hacia mas que mejorar.
Schott
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 191
Nivel de PJ : : 0
Re: Llevar el "cristal" a la cristalería [Interp. Libre 3/3] [Cerrado]
El joven pelirrojo se puso nervioso ante los gestos de Alanna, esto provocó una ligera risilla en la chica, que trató de ocultar, a parte de Eltrant, pocos chicos había encontrado tan inocentes, aunque no es que ella fuera experta en nada, sabía mantener el tipo ante los coqueteos, sin embargo, era nula para coquetear, no era parte de ella el agradar a la gente con falsedades, aunque lo intentara, siempre acababa soltando su lengua más de lo necesario, aunque, reconocía que, de un tiempo a esa parte, su actuación había mejorado mucho, no sabía si eso era algo que le agradaba o no, ¿era bueno saber mentir? Quien sabía.
Mientras se giraba intentando inspeccionar con calma el local, fijó su vista en un tipo grande, con una pesada armadura que se acercó a la barra y, tras responder por su cuenta a un comentario del chico pelirrojo, se sentó de forma sonora y le pidió cantidades grandes de comida y bebida junto a una llave para un cuarto. La chica repitió el gesto que había hecho antes con la botella de ron y, tras llenar el vaso, lo hizo correr por encima de la barra para que llegase justo frente al recién llegado, "Esto no se me da tan mal, es como usar las dagas" pensó mientras entraba a por un plato de comida y, de paso, a preguntar al posadero por las otras dos personas que ocupaban la barra, una de ellas, el recién llegado, otra, un tipo de tez blanquecina, tal vez enfermo de algo.
Las respuestas no tardaron en llegar a ella, el armatoste era nuevo en la ciudad, en cambio, el de piel pálida no era la primera vez que aparecía por allí, asintió y salió sin perder el gesto amable que, según su opinión, debía tener todo aquel que trabajase frente al público, aunque sabía, por experiencia propia, que no todos eran amables, más de la mitad de las personas que trabajaban en tabernas, bibliotecas o mercados, tenían, cuanto menos, los humos subidos, y deberían recibir un par de golpes a ver si se les bajaban y empezaban a tratar a la gente con la amabilidad que debería requerirse.
Salió a tiempo de escuchar que el joven tímido la elogiaba por el estofado, le sonrió dándole un nuevo guiño y siguió oyendo, habían decidido ir a una mesa... debería buscar un modo de quedarse cerca, eran los extranjeros y el hombre pálido los que, de momento, le parecían más sospechosos, además, aunque la taberna tenía gente, no era tanta como para que las voces del resto se perdieran entre el barullo, y si ella cubría la sala, el tabernero podría cubrir la barra.
Escuchando los pedidos, miró de forma significativa a Jeff, el tabernero simplemente asintió dando a entender que el se ocupaba. Siguió al grupo a una mesa algo apartada y dejó una botella de vino a tiempo de escuchar la llamada del que, si no había oído mal en su cotilleo, se llamaba Curgo, el chico tímido, de nombre Scott, parecía encantado y daba la impresión de saber poco o nada, en cambio el primero intentaba ser demasiado misterioso, podría ser un charlatan o un posible culpable, no podía confiarse.
- Invitó yo a las dos próximas rondas si me dejáis escuchar algunas aventuras.- propuso sentándose sobre la mesa junto al chico pelirrojo y el de armadura, sonriendo - Soy Melanie, aunque todos me llaman Mel- mintió sobre su nombre con calma, sin que fuera posible notar mentira alguna,- hija del posadero, llevaba bastante tiempo en Lunargenta, con mis tíos, estudiando, pero al parecer esto ha crecido y padre necesitaba ayuda.- volvió a inventar para cubrir la ausencia de hija alguna frente a el que ya había ido allí de forma anterior.- mi vida ha sido aburrida, y daría lo que fuera por escuchar una buena aventura.- pidió saltando desde su asiento y dando un giró para mirarlos a todos, esperando su aprobación.
Tal vez, entre el alcohol y el ambiente de confianza que se crea al compartir andanzas, a alguno se le soltara la lengua. No solo eso, si no se equivocaba, algún guarda más debía estar por el bar, siempre se mandaba, al menos, a dos guardas, uno principal y otro de refuerzo, podía mantenerse atenta a esa mesa sin demasiada preocupación.
- ¿Tengo su aprobación para acompañarlos, nobles aventureros?- bromeó al tiempo que fingió reír risueña sin que nada desentonase, esperando a que uno solo le diera el asentimiento necesario para tomar una silla y sentarse allí.
Mientras se giraba intentando inspeccionar con calma el local, fijó su vista en un tipo grande, con una pesada armadura que se acercó a la barra y, tras responder por su cuenta a un comentario del chico pelirrojo, se sentó de forma sonora y le pidió cantidades grandes de comida y bebida junto a una llave para un cuarto. La chica repitió el gesto que había hecho antes con la botella de ron y, tras llenar el vaso, lo hizo correr por encima de la barra para que llegase justo frente al recién llegado, "Esto no se me da tan mal, es como usar las dagas" pensó mientras entraba a por un plato de comida y, de paso, a preguntar al posadero por las otras dos personas que ocupaban la barra, una de ellas, el recién llegado, otra, un tipo de tez blanquecina, tal vez enfermo de algo.
Las respuestas no tardaron en llegar a ella, el armatoste era nuevo en la ciudad, en cambio, el de piel pálida no era la primera vez que aparecía por allí, asintió y salió sin perder el gesto amable que, según su opinión, debía tener todo aquel que trabajase frente al público, aunque sabía, por experiencia propia, que no todos eran amables, más de la mitad de las personas que trabajaban en tabernas, bibliotecas o mercados, tenían, cuanto menos, los humos subidos, y deberían recibir un par de golpes a ver si se les bajaban y empezaban a tratar a la gente con la amabilidad que debería requerirse.
Salió a tiempo de escuchar que el joven tímido la elogiaba por el estofado, le sonrió dándole un nuevo guiño y siguió oyendo, habían decidido ir a una mesa... debería buscar un modo de quedarse cerca, eran los extranjeros y el hombre pálido los que, de momento, le parecían más sospechosos, además, aunque la taberna tenía gente, no era tanta como para que las voces del resto se perdieran entre el barullo, y si ella cubría la sala, el tabernero podría cubrir la barra.
Escuchando los pedidos, miró de forma significativa a Jeff, el tabernero simplemente asintió dando a entender que el se ocupaba. Siguió al grupo a una mesa algo apartada y dejó una botella de vino a tiempo de escuchar la llamada del que, si no había oído mal en su cotilleo, se llamaba Curgo, el chico tímido, de nombre Scott, parecía encantado y daba la impresión de saber poco o nada, en cambio el primero intentaba ser demasiado misterioso, podría ser un charlatan o un posible culpable, no podía confiarse.
- Invitó yo a las dos próximas rondas si me dejáis escuchar algunas aventuras.- propuso sentándose sobre la mesa junto al chico pelirrojo y el de armadura, sonriendo - Soy Melanie, aunque todos me llaman Mel- mintió sobre su nombre con calma, sin que fuera posible notar mentira alguna,- hija del posadero, llevaba bastante tiempo en Lunargenta, con mis tíos, estudiando, pero al parecer esto ha crecido y padre necesitaba ayuda.- volvió a inventar para cubrir la ausencia de hija alguna frente a el que ya había ido allí de forma anterior.- mi vida ha sido aburrida, y daría lo que fuera por escuchar una buena aventura.- pidió saltando desde su asiento y dando un giró para mirarlos a todos, esperando su aprobación.
Tal vez, entre el alcohol y el ambiente de confianza que se crea al compartir andanzas, a alguno se le soltara la lengua. No solo eso, si no se equivocaba, algún guarda más debía estar por el bar, siempre se mandaba, al menos, a dos guardas, uno principal y otro de refuerzo, podía mantenerse atenta a esa mesa sin demasiada preocupación.
- ¿Tengo su aprobación para acompañarlos, nobles aventureros?- bromeó al tiempo que fingió reír risueña sin que nada desentonase, esperando a que uno solo le diera el asentimiento necesario para tomar una silla y sentarse allí.
Alanna Delteria
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1129
Nivel de PJ : : 6
Re: Llevar el "cristal" a la cristalería [Interp. Libre 3/3] [Cerrado]
Al poco de juntarse con los otros clientes Nicolás pudo apreciar como un cuarto parroquiano, de aspecto ciertamente extravagante, se unía al improvisado grupúsculo de bebedores.
Al parecer deseaba compartir mesa con sus nuevos compañeros, y los otros no mostraban disconformidad alguna, así que levantaron sus varoniles traseros de los taburetes y se dirigieron al comedor, separado del resto del local por una puerta de madera.
La sala contaba con unos cuantos comensales más, puede que menos de siete, todos ellos de condición humilde por su aspecto.
Acomodados de nuevo en sus respectivos asientos, cada uno fue presentándose a los demás.
Mi nombre es Curgo Marcano, humilde mercader de especias de Lunargenta, comenzó el del sombrero.
Al parecer había sufrido un asalto por parte de bandidos hace muy poco pero por suerte halló refugio en la guardia de la ciudad.
Sin embargo, algo no acababa de encajarle del todo a Nicolás. Muy rápido debía de ser el mercader para evitar las flechas de los bandidos y escapar sin un rasguño, pues no aparentaba ninguna muestra de resistencia o combate.
Sacudiendo un poco la nariz, Nicolás, siguió prestando atención a sus compañeros.
Bueno pues yo…poco tengo que contar…
Me llamo Schott y soy herrero ambulante. Además hago trabajillos de montaje y reparación, lo que me vaya surgiendo... dijo el jovenzuelo pelirrojo.
Sin duda alguna los desarrollados músculos de sus brazos daban testimonio de contar toda la verdad. Las probabilidades de que se tratase de un niño rico eran ínfimas, y la suciedad y sudor que aún se mostraban en su faz tras un largo día de trabajo corroboraban aún más si cabe la credibilidad de su historia. Probablemente aún era algo inocente debido a su edad, pero también parecía honesto.
En esto que al acabar de hablar Schott llegó la joven tabernera esgrimiendo una sonrisa y acompañada por una botella de vino.
Esto puede ponerse interesante, pensó Nicolás.
Invito yo a las dos próximas rondas si me dejáis escuchar algunas aventuras, propuso la moza mientras se sentaba cerca del herrero y el mercenario.
Soy Melanie, hija del posadero, prosiguió.
Les explicó que llevaba poco tiempo en Roilkat porque se había mudado desde Lunargenta, donde estudiaba en compañía de unos familiares. Parecía plausible, aunque se le intuía un aire un tanto refinado, quizás de codearse con las altas esferas, nunca se sabe.
Mi vida ha sido aburrida, y daría lo que fuera por escuchar una buena aventura.
Casi parecía estar suplicando la aprobación de sus clientes para quedarse a escuchar, y quién era Nicolás para negárselo a una joven tan atractiva.
No creo que ninguno de los aquí presentes tenga problemas con compartir mesa con semejante belleza en esta fría noche, ¿verdad, caballeros?, dijo Nicolás con un pequeño guiño de complicidad y una sonrisa honesta.
Ya que desean oír historias trepidantes creo que es mi turno para presentarme.
Mi nombre es Nicolás Barbacero, igual alguno de ustedes me conoce. Fui un gladiador de gran reputación en Lunargenta, si me permiten mi poca modestia, pero actualmente recorro la tierra en busca de gente a la que ayudar y entuertos que desfacer.
No me consideraría tanto como un caballero andante, pero sí que tengo ciertos principios que considero distinguen a un hombre de bien de un malhechor.
Pero bueno, no deseo acaparar la atención, así que le cedo el turno a nuestro misterioso acompañante, finalizó mientras se giraba para mirar al hombre de piel pálida y peinado estrafalario.
Al parecer deseaba compartir mesa con sus nuevos compañeros, y los otros no mostraban disconformidad alguna, así que levantaron sus varoniles traseros de los taburetes y se dirigieron al comedor, separado del resto del local por una puerta de madera.
La sala contaba con unos cuantos comensales más, puede que menos de siete, todos ellos de condición humilde por su aspecto.
Acomodados de nuevo en sus respectivos asientos, cada uno fue presentándose a los demás.
Mi nombre es Curgo Marcano, humilde mercader de especias de Lunargenta, comenzó el del sombrero.
Al parecer había sufrido un asalto por parte de bandidos hace muy poco pero por suerte halló refugio en la guardia de la ciudad.
Sin embargo, algo no acababa de encajarle del todo a Nicolás. Muy rápido debía de ser el mercader para evitar las flechas de los bandidos y escapar sin un rasguño, pues no aparentaba ninguna muestra de resistencia o combate.
Sacudiendo un poco la nariz, Nicolás, siguió prestando atención a sus compañeros.
Bueno pues yo…poco tengo que contar…
Me llamo Schott y soy herrero ambulante. Además hago trabajillos de montaje y reparación, lo que me vaya surgiendo... dijo el jovenzuelo pelirrojo.
Sin duda alguna los desarrollados músculos de sus brazos daban testimonio de contar toda la verdad. Las probabilidades de que se tratase de un niño rico eran ínfimas, y la suciedad y sudor que aún se mostraban en su faz tras un largo día de trabajo corroboraban aún más si cabe la credibilidad de su historia. Probablemente aún era algo inocente debido a su edad, pero también parecía honesto.
En esto que al acabar de hablar Schott llegó la joven tabernera esgrimiendo una sonrisa y acompañada por una botella de vino.
Esto puede ponerse interesante, pensó Nicolás.
Invito yo a las dos próximas rondas si me dejáis escuchar algunas aventuras, propuso la moza mientras se sentaba cerca del herrero y el mercenario.
Soy Melanie, hija del posadero, prosiguió.
Les explicó que llevaba poco tiempo en Roilkat porque se había mudado desde Lunargenta, donde estudiaba en compañía de unos familiares. Parecía plausible, aunque se le intuía un aire un tanto refinado, quizás de codearse con las altas esferas, nunca se sabe.
Mi vida ha sido aburrida, y daría lo que fuera por escuchar una buena aventura.
Casi parecía estar suplicando la aprobación de sus clientes para quedarse a escuchar, y quién era Nicolás para negárselo a una joven tan atractiva.
No creo que ninguno de los aquí presentes tenga problemas con compartir mesa con semejante belleza en esta fría noche, ¿verdad, caballeros?, dijo Nicolás con un pequeño guiño de complicidad y una sonrisa honesta.
Ya que desean oír historias trepidantes creo que es mi turno para presentarme.
Mi nombre es Nicolás Barbacero, igual alguno de ustedes me conoce. Fui un gladiador de gran reputación en Lunargenta, si me permiten mi poca modestia, pero actualmente recorro la tierra en busca de gente a la que ayudar y entuertos que desfacer.
No me consideraría tanto como un caballero andante, pero sí que tengo ciertos principios que considero distinguen a un hombre de bien de un malhechor.
Pero bueno, no deseo acaparar la atención, así que le cedo el turno a nuestro misterioso acompañante, finalizó mientras se giraba para mirar al hombre de piel pálida y peinado estrafalario.
Última edición por Nicolás Barbacero el Jue Oct 15 2015, 20:03, editado 1 vez (Razón : Corrección gramatical.)
Nicolás Barbacero
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 224
Nivel de PJ : : 0
Re: Llevar el "cristal" a la cristalería [Interp. Libre 3/3] [Cerrado]
Aquella noche definitivamente pintaba para no ir a dormir temprano, bastó mencionar comida y bebida para que todos se mostraran entusiastas y animados a compartir mesa e historias.
Hasta ahora las impresiones de Polvoso habían sido acertadas, Schott el joven herrero, Curgo Marcone un colega mercader y Nicolás Barbacero que se decía gladiador de Lunargenta, así era como describieron sus oficios uno a uno mientras ocupaban la mesa.
De los tres, fue el segundo al que escuchó con mayor curiosidad, apenas término su relato, Polvoso pensó "Veamos... mercader de especias, te asaltan los cuatreros, escapas por los pelos y lo primero que te ocupa es encontrar posada y bebida, y porque no, de paso invitar la cena a quien se apunte, es tranquilizante saber que no soy el único embaucador sentado en la mesa… veremos más adelante que más nos tiene que contar el Sr. Marcone"
Y la fiesta no paraba ahí, el monumento que teníamos por tabernera decidió unirse al singular grupo, presentándose como la hija del dueño, resultó que estaba recién desempacada de Lunargenta, se decía estudiante y venía nada más y nada menos que a obsequiarnos con las bebidas, a cambio de su generosidad solo pedía el placer de la compañía y las historias que estos "buenos mozos" pudieran compartirle.
Polvoso ponía toda la atención que las piernas y las caderas de la muchacha le permitían, mientras pensaba que aunque la seguridad de su voz y la soltura con la que lo narraba eran de lo más natural, algo no cuadraba en su historia… “Por supuesto que si yo tuviera una hija buena moza, educada y criada en la ciudad, me parecería encantadora la idea de que en su primer día de trabajo en la taberna, viniera acá, ella sola, a compartir mesa con tres perfectos extraños y además pagar a costo de la casa los tragos, bueno que se le va a hacer… en una de esas nos ha estado echando polvos mágicos para que acabemos consumiendo el triple o cuádruple de lo que nos esta convidando."
Ya todos se habían presentado, era pues su turno.
Mis amigos, Estupefacto Relumbrón es mi nombre, el camino y los mercados son mi fuente de sustento, aunque en época de necesidad, no rehuyo el usar mis manos para procurar alimento para mí y mis queridas mulas" Polvoso acercó su tarro y apuró un largo trago de cerveza, secó los restos con la manga de su saco y continuó, "Hace ya varios días que me hospedo en esta tan agradable posada y debo decir señores que no había encontrado tan agradable compañía en mi estancia ni en ninguna otra que recuerde" Polvoso se levantó y pegó un brinco para quedar parado con un pie en su silla y el otro en la mesa.
- Propongo un brindis mis camaradas, a la salud de nuestra hermosa anfitriona, que sus gracias y atenciones nos obsequia en esta noche, privilegio del cual unos pobres desdichados como nosotros no somos merecedores, ¡Salud!, Alzó su tarro esperando lo a respuesta por su brindis, y siguió,
-Salud por nuestro camarada, y debo decir con especial aprecio, por mi colega y compatriota de las veredas y caminos, ¡Sr. Curgo!, Que la buenaventura regrese pronto a su actividad, la gracia nunca ha de abandonar a los generosos y usted que en momentos de necesidad ha tenido en bien convidarnos las viandas, cuente con su servidor y seguro que hablo por todos los presentes, de una sincera amistad y un par de manos que lo apoyaran si usted así nos lo requiere, ¡Salud! Alzo de nuevo su tarro, expectante por la respuesta al brindis.
"Y por último, brindo por la salud y prosperidad del viejo Jeff, propietario de este recinto, pues como lo ofreció, su querida hija aquí presente, la alegría y la bebida corren a cuenta de la casa ¡SALUD!, con este último brindis dio el último trago a su tarro, y tal como subió, volvió a bajar al piso Hizo una reverencia un poco exagerada y sonriendo de oreja a oreja se acomodó en su sitio.
- Disculparán mi entusiasmo, pero, como pudieron ver, una vez que se me suelta la lengua es difícil contenerla, así pues ya presentados todos apropiadamente, ¿Porque no complacer a la señorita con nuestras historias y hazañas? ¿Quién gusta de ser el primero?
Hasta ahora las impresiones de Polvoso habían sido acertadas, Schott el joven herrero, Curgo Marcone un colega mercader y Nicolás Barbacero que se decía gladiador de Lunargenta, así era como describieron sus oficios uno a uno mientras ocupaban la mesa.
De los tres, fue el segundo al que escuchó con mayor curiosidad, apenas término su relato, Polvoso pensó "Veamos... mercader de especias, te asaltan los cuatreros, escapas por los pelos y lo primero que te ocupa es encontrar posada y bebida, y porque no, de paso invitar la cena a quien se apunte, es tranquilizante saber que no soy el único embaucador sentado en la mesa… veremos más adelante que más nos tiene que contar el Sr. Marcone"
Y la fiesta no paraba ahí, el monumento que teníamos por tabernera decidió unirse al singular grupo, presentándose como la hija del dueño, resultó que estaba recién desempacada de Lunargenta, se decía estudiante y venía nada más y nada menos que a obsequiarnos con las bebidas, a cambio de su generosidad solo pedía el placer de la compañía y las historias que estos "buenos mozos" pudieran compartirle.
Polvoso ponía toda la atención que las piernas y las caderas de la muchacha le permitían, mientras pensaba que aunque la seguridad de su voz y la soltura con la que lo narraba eran de lo más natural, algo no cuadraba en su historia… “Por supuesto que si yo tuviera una hija buena moza, educada y criada en la ciudad, me parecería encantadora la idea de que en su primer día de trabajo en la taberna, viniera acá, ella sola, a compartir mesa con tres perfectos extraños y además pagar a costo de la casa los tragos, bueno que se le va a hacer… en una de esas nos ha estado echando polvos mágicos para que acabemos consumiendo el triple o cuádruple de lo que nos esta convidando."
Ya todos se habían presentado, era pues su turno.
Mis amigos, Estupefacto Relumbrón es mi nombre, el camino y los mercados son mi fuente de sustento, aunque en época de necesidad, no rehuyo el usar mis manos para procurar alimento para mí y mis queridas mulas" Polvoso acercó su tarro y apuró un largo trago de cerveza, secó los restos con la manga de su saco y continuó, "Hace ya varios días que me hospedo en esta tan agradable posada y debo decir señores que no había encontrado tan agradable compañía en mi estancia ni en ninguna otra que recuerde" Polvoso se levantó y pegó un brinco para quedar parado con un pie en su silla y el otro en la mesa.
- Propongo un brindis mis camaradas, a la salud de nuestra hermosa anfitriona, que sus gracias y atenciones nos obsequia en esta noche, privilegio del cual unos pobres desdichados como nosotros no somos merecedores, ¡Salud!, Alzó su tarro esperando lo a respuesta por su brindis, y siguió,
-Salud por nuestro camarada, y debo decir con especial aprecio, por mi colega y compatriota de las veredas y caminos, ¡Sr. Curgo!, Que la buenaventura regrese pronto a su actividad, la gracia nunca ha de abandonar a los generosos y usted que en momentos de necesidad ha tenido en bien convidarnos las viandas, cuente con su servidor y seguro que hablo por todos los presentes, de una sincera amistad y un par de manos que lo apoyaran si usted así nos lo requiere, ¡Salud! Alzo de nuevo su tarro, expectante por la respuesta al brindis.
"Y por último, brindo por la salud y prosperidad del viejo Jeff, propietario de este recinto, pues como lo ofreció, su querida hija aquí presente, la alegría y la bebida corren a cuenta de la casa ¡SALUD!, con este último brindis dio el último trago a su tarro, y tal como subió, volvió a bajar al piso Hizo una reverencia un poco exagerada y sonriendo de oreja a oreja se acomodó en su sitio.
- Disculparán mi entusiasmo, pero, como pudieron ver, una vez que se me suelta la lengua es difícil contenerla, así pues ya presentados todos apropiadamente, ¿Porque no complacer a la señorita con nuestras historias y hazañas? ¿Quién gusta de ser el primero?
Polvoso Wersie Stehlen
Aprendiz
Aprendiz
Cantidad de envíos : : 16
Re: Llevar el "cristal" a la cristalería [Interp. Libre 3/3] [Cerrado]
Comencé a prender un puro con mucho humo mientras comenzaban a escuchar las historias de mis futuribles candidatos. Schott. Un muchacho currante, un obrero, de los que se ganan la vida honradamente. Pero parecía fácilmente influenciable y muy noble. De todos los que estábamos en la mesa me pareciá, con mucha diferencia, el más decente. Sonreí cuando terminó de contar su historia.
Luego llegó la camarera. Como mujer, un monumento. Sin duda que en otras circunstancias me encantaría tomarme una copa con ella. Pero si algo me había enseñado todo el tiempo gastado en tabernas y burdeles, es que contarle mi vida a un mesonero era sinónimo de que la supiera todo el barrio al día siguiente. No obstante, la joven, una estudiante de Lunargenta llamada Melanie, insistió en sentarse con nosotros y autoinvitarse. ¿Por qué tanto interés en sentarse e incluso invitarnos cuando había más comensales en aquel comedor? O le gustaba Schott o algo no me cuadraba allí. No obstante todos parecían interesados en admitirla y yo no iba a llevarles la contraria. De brazos cruzados soplé una calada y solté mi humo al centro de la mesa. Luego le guiñé un ojo, sonreí y le hice gesto con la mano para que tomara sitio.
Nicolás Barbacero, decía llamarse el siguiente, un gladiador fuerte y pesado. Un hombre recio, pero también mostraba nobleza en sus palabras. Sin duda el más fuerte de aquel pintoresco grupo. ¿Encima buscaba a gente a la que ayudar? Si me lo montaba bien podía ser un buen fichaje. Escuché de brazos cruzados su historia, mientras continuaba dando caladas a aquel puro, un poco pasado.
Por último estaba el señor… ¿Estupefacto Relumbrón? ¿Qué clase de nombre es ese? Sin duda un mote… me gusta. Otro "mercader" como yo. Cargado con mulas. Me adula a mí en particular… bendice a la compañía en general... trata de piropear a la mujer… mucha palabrería para terminar sin decir nada… No pude evitar sonreír. Parecía que estaba ante un tipo tan falso o más que yo. Y con ese aspecto tan… extraño, que le daba cierto misticismo. Sin duda, aquel hombre era el más indecente de los que estábamos en la mesa. Pero eso era bueno. No había ido a buscar gente honrada y maravillosa. Parecía tener más feeling con él que con el resto de comensales. Propuso un brindis que no dudé en continuar.
Y con el brindis llegó el cerdo asado. Había hambre. Por la ventana vi cómo ya se había hecho de noche. Después de cenar tendría que reunirme con el contacto. Espero que se trajera bien aprendida la lección. Di una última calada al puro antes de tirarlo al suelo y apagarlo con el pie.
-Hoy no estoy para contar historias… – dije con cierto toque de hastío para dar lástima en relación al comentario del tal Estupefacto mientras cortaba un trozo del lomo del animal – Tengo al mozo que me acompaña guardando la caravana a las afueras de la ciudad. Los bandidos nos robaron hasta las mulas – probé el cerdo – Hmm… Parece que está poco especiado para un mercader de especias como yo. – era mentira, estaba riquísimo, pero aquello formaba parte de mi plan – un poco de romero no vendrá mal, ¡y justo traigo aquí un paquete!
Saqué el paquete en el que llevaba el “cristal”. Ahora llegaba el momento clave. No podía equivocarme. Era aquí donde me iba a ganar el respeto o la desconfianza de los presentes y demostrar que era un actor de primera. Mi coartada del mercader de especies era falsa, pero no aleatoria. Había dicho que esa era mi profesión pues el paquete se dividía en una cuadrícula de 3x3, 8 de ellos llevaban droga, pero uno de los compartimentos, marcado con un discreto punto negro en una esquinita, era el único de los 9 que contenía especia de romero. Corté la cuerda con una navaja, lo pinché, y guardé el resto. Salió el romero con su característico olor. Nada ilegal. Eché un poco sobre el cerdo en mi plato. Y lo había enseñado para demostrar a mis compañeros que el producto que llevaba era limpio de cara a la futura "proposición indecente" que les haría. Pues todos los paquetes de droga eran similares.
-Dejo el paquete ahí por si alguien quiere probarla. ¡Romero del gato, el más barato! - grité para tratar de hacer la gracia, fue la primera rima que se me ocurrió, aunque no pegaba nada - A la venta mañana en el mercado, por supuesto. – dije con una falsa sonrisa. Corregí rápidamente no fuera a ser que me compraran allí mismo el cristal. – lamento mi labor comercial, señores. Pero son tiempos difíciles y tengo que vender mi producto.
Comencé a probar el cerdo. La especia le daba un toque que no le pegaba nada de nada. Espero que decidieran no probarla. Estaba asqueroso. “¡Joder! ¿No podían haber metido otra cosa que no fuese romero?”. Pensé. Sin embargo sonreía como si fuera el manjar de mi vida, aunque fuera a potar aquella noche, y no por el alcohol como otras veces precisamente.
-A propósito… ¿alguien podría acompañarme al terminar la cena a recoger la mercancía del carro que lo tengo varado a las afueras por el ataque de los bandidos ya comentado? – miré a todos en general. Aunque de los que había allí presentes, los que más me había llamado la atención eran Nicolás y Estupefacto. El más fuerte y el más misterioso. Pero estaba dispuesto a aceptar cualquier ayuda – ¡Mañana hay mercado y no me va a dar tiempo transportarlo todo! – dije llevándome las manos a la cabeza con los codos en un acto de parecer desesperado y dar lástima.[/color]
Luego llegó la camarera. Como mujer, un monumento. Sin duda que en otras circunstancias me encantaría tomarme una copa con ella. Pero si algo me había enseñado todo el tiempo gastado en tabernas y burdeles, es que contarle mi vida a un mesonero era sinónimo de que la supiera todo el barrio al día siguiente. No obstante, la joven, una estudiante de Lunargenta llamada Melanie, insistió en sentarse con nosotros y autoinvitarse. ¿Por qué tanto interés en sentarse e incluso invitarnos cuando había más comensales en aquel comedor? O le gustaba Schott o algo no me cuadraba allí. No obstante todos parecían interesados en admitirla y yo no iba a llevarles la contraria. De brazos cruzados soplé una calada y solté mi humo al centro de la mesa. Luego le guiñé un ojo, sonreí y le hice gesto con la mano para que tomara sitio.
Nicolás Barbacero, decía llamarse el siguiente, un gladiador fuerte y pesado. Un hombre recio, pero también mostraba nobleza en sus palabras. Sin duda el más fuerte de aquel pintoresco grupo. ¿Encima buscaba a gente a la que ayudar? Si me lo montaba bien podía ser un buen fichaje. Escuché de brazos cruzados su historia, mientras continuaba dando caladas a aquel puro, un poco pasado.
Por último estaba el señor… ¿Estupefacto Relumbrón? ¿Qué clase de nombre es ese? Sin duda un mote… me gusta. Otro "mercader" como yo. Cargado con mulas. Me adula a mí en particular… bendice a la compañía en general... trata de piropear a la mujer… mucha palabrería para terminar sin decir nada… No pude evitar sonreír. Parecía que estaba ante un tipo tan falso o más que yo. Y con ese aspecto tan… extraño, que le daba cierto misticismo. Sin duda, aquel hombre era el más indecente de los que estábamos en la mesa. Pero eso era bueno. No había ido a buscar gente honrada y maravillosa. Parecía tener más feeling con él que con el resto de comensales. Propuso un brindis que no dudé en continuar.
Y con el brindis llegó el cerdo asado. Había hambre. Por la ventana vi cómo ya se había hecho de noche. Después de cenar tendría que reunirme con el contacto. Espero que se trajera bien aprendida la lección. Di una última calada al puro antes de tirarlo al suelo y apagarlo con el pie.
-Hoy no estoy para contar historias… – dije con cierto toque de hastío para dar lástima en relación al comentario del tal Estupefacto mientras cortaba un trozo del lomo del animal – Tengo al mozo que me acompaña guardando la caravana a las afueras de la ciudad. Los bandidos nos robaron hasta las mulas – probé el cerdo – Hmm… Parece que está poco especiado para un mercader de especias como yo. – era mentira, estaba riquísimo, pero aquello formaba parte de mi plan – un poco de romero no vendrá mal, ¡y justo traigo aquí un paquete!
Saqué el paquete en el que llevaba el “cristal”. Ahora llegaba el momento clave. No podía equivocarme. Era aquí donde me iba a ganar el respeto o la desconfianza de los presentes y demostrar que era un actor de primera. Mi coartada del mercader de especies era falsa, pero no aleatoria. Había dicho que esa era mi profesión pues el paquete se dividía en una cuadrícula de 3x3, 8 de ellos llevaban droga, pero uno de los compartimentos, marcado con un discreto punto negro en una esquinita, era el único de los 9 que contenía especia de romero. Corté la cuerda con una navaja, lo pinché, y guardé el resto. Salió el romero con su característico olor. Nada ilegal. Eché un poco sobre el cerdo en mi plato. Y lo había enseñado para demostrar a mis compañeros que el producto que llevaba era limpio de cara a la futura "proposición indecente" que les haría. Pues todos los paquetes de droga eran similares.
-Dejo el paquete ahí por si alguien quiere probarla. ¡Romero del gato, el más barato! - grité para tratar de hacer la gracia, fue la primera rima que se me ocurrió, aunque no pegaba nada - A la venta mañana en el mercado, por supuesto. – dije con una falsa sonrisa. Corregí rápidamente no fuera a ser que me compraran allí mismo el cristal. – lamento mi labor comercial, señores. Pero son tiempos difíciles y tengo que vender mi producto.
Comencé a probar el cerdo. La especia le daba un toque que no le pegaba nada de nada. Espero que decidieran no probarla. Estaba asqueroso. “¡Joder! ¿No podían haber metido otra cosa que no fuese romero?”. Pensé. Sin embargo sonreía como si fuera el manjar de mi vida, aunque fuera a potar aquella noche, y no por el alcohol como otras veces precisamente.
-A propósito… ¿alguien podría acompañarme al terminar la cena a recoger la mercancía del carro que lo tengo varado a las afueras por el ataque de los bandidos ya comentado? – miré a todos en general. Aunque de los que había allí presentes, los que más me había llamado la atención eran Nicolás y Estupefacto. El más fuerte y el más misterioso. Pero estaba dispuesto a aceptar cualquier ayuda – ¡Mañana hay mercado y no me va a dar tiempo transportarlo todo! – dije llevándome las manos a la cabeza con los codos en un acto de parecer desesperado y dar lástima.[/color]
Curgo
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 161
Nivel de PJ : : 0
Re: Llevar el "cristal" a la cristalería [Interp. Libre 3/3] [Cerrado]
Casi me caigo de la silla cuando la exuberante tabernera apareció de repente y se sentó en la mesa entre mí y el tipo grande, afirmando que nos invitaría a un par de rondas si la dejábamos acompañarnos, desde luego la taberna debía de ir bien si se permitía cambiar un par de rondas por algunas historias, yo por supuesto no tenía ningún inconveniente.
Dijo llamarse Melanie, un nombre que sonaba ciertamente bien, hija del posadero, estudiante en Lunargenta y ahora andaba ayudando a su padre, comentó tambien que su vida había sido aburrida y que estaba encantada de oír historias, y por las pintas de mis acompañantes, había venido al lugar adecuado.
El tipo grande rápidamente dijo que no habría inconveniente en contar con ella.
-No..no…cla…claro que no…por favor toma asiento- sonreí disimulando como podía.
El tipo grande continuó, se llamaba Nicolás por lo visto no era mercenario o al menos no de los chungos, sino gladiador, y ahora deambulaba por ahí a modo de caballero, la verdad sonaba muy bien, si yo tuviera su talla sin duda consideraría la idea de ir haciendo el bien por Aerandir, viviendo aventuras y todo eso, debía de ser genial.
Finalmente le llegó el turno al más dispar de nosotros, el tipo del pelo enmarañado, al principio cuando se había ofrecido a invitar a bebida me había parecido que hablaba muy raro, ahora podía afirmarlo, me estaba costando algo saber que estaba diciendo, debía de ser noble o de alta cuna, con unas lenguas y modales muy refinados, aunque por su aspecto no lo parecía, tal vez fuera tan solo un tipo singular.
Dijo llamarse Estupefacto o algo así, ¿eso era un nombre?, tal vez fuese su apodo ¿pero eso era aun así un apodo?, y creo haber entendido que era mercader.
Parecía muy animado y rapidamente alzó la jarra
-Eh..si salud- seguí el brindis que había propuesto por la grata compañía de Melanie.
Tras aquel propuso otro más, creo que por Curgo el mercader por haber invitado a la cena.
-Si si, salud- Sonreí volviendo a brindar.
Pero aún no había parado y comenzó otro brindis, por el posadero me pareció entender, desde luego, si lo que este tío pretendía era que yo acabase por los suelos, lo iba a lograr, no tenía yo un buen beber.
-Emm..si..si, salud- dije brindando y dando otro trago a la jarra, ya iba por la mitad y aún no había tocado el cerdo.
Parecía que había llegado el momento de contar historias, pero Curgo, que se había encendido un cigarro, no parecía de humor para contarlas, era de esperar, después de haber sufrido el ataque aquel en la caravana.
También dijo que el cerdo estaba poco especiado, yo no era experto, lo había probado y me parecía una delicia, aunque también era verdad que no había probado demasiados cerdos asados en mi vida.
Dicho estó sacó un paquete de la amplia gabardina y se echó un poco de romero en el cerdo, sonreí ante la escena, desde luego el tipo sabia vender.
-Jajaja, pues habrá que pasarse mañana por la plaza entonces- sonreí, estuve tentado de coger un poco, pero me parecía que el cerdo ya estaba lo bastante bueno y no quería dejarle sin producto al buen hombre.
Comí otra porción del cerdo, estaba estupendo, sin duda Melanie tenía mano para la cocina, aunque no me atreví a decírselo de nuevo, tal vez luego tras un par de jarras más.
-Si claro, no hay problema, yo te acompaño- dije ante la petición de Curgo, estaba bastante cansado, pero era lo mínimo para un tipo que me estaba invitando a cenar, adema ya había sufrido bastante el pobre hombre –Lo que necesites- sonreí dándole otro trago a la jarra.
-Pues yo historias…a ver que me acuerdo- sonreí nervioso al ver que parecía llegar mi turno -La verdad la vida de un herrero no es tan interesante como puede parecer- sonreí irónico –Mirad, hará algún tiempo, en el camino, cerca de Lunargenta era, yo y otros compañeros nos enfrentamos a una enorme horda de trasgos, no sé si sabéis lo que son, unos bichos asquerosos pequeñajos- sonreí haciendo gestos –¿Sabéis?, e hicimos unas trampas si y hubo una lucha, casi no lo contamos Jajaja- reí dando otro trago -Pero al final salió bien, si, había forjado una especie de cepos, muy efectivos la verdad, debisteis verlos jeje, acabamos con ellos y vengamos a una caravana que habían asaltado tiempo antes, las cosas no andan demasiado bien, la verdad- me lamente dándole una amistosa palmada a Curgo.
-Pero bueno seguro que vosotros tenéis historias más interesantes que que yo os cuente que armaduras y espadas he hecho Jajaja- sonreí invitando a otros a continuar la conversación.
Dijo llamarse Melanie, un nombre que sonaba ciertamente bien, hija del posadero, estudiante en Lunargenta y ahora andaba ayudando a su padre, comentó tambien que su vida había sido aburrida y que estaba encantada de oír historias, y por las pintas de mis acompañantes, había venido al lugar adecuado.
El tipo grande rápidamente dijo que no habría inconveniente en contar con ella.
-No..no…cla…claro que no…por favor toma asiento- sonreí disimulando como podía.
El tipo grande continuó, se llamaba Nicolás por lo visto no era mercenario o al menos no de los chungos, sino gladiador, y ahora deambulaba por ahí a modo de caballero, la verdad sonaba muy bien, si yo tuviera su talla sin duda consideraría la idea de ir haciendo el bien por Aerandir, viviendo aventuras y todo eso, debía de ser genial.
Finalmente le llegó el turno al más dispar de nosotros, el tipo del pelo enmarañado, al principio cuando se había ofrecido a invitar a bebida me había parecido que hablaba muy raro, ahora podía afirmarlo, me estaba costando algo saber que estaba diciendo, debía de ser noble o de alta cuna, con unas lenguas y modales muy refinados, aunque por su aspecto no lo parecía, tal vez fuera tan solo un tipo singular.
Dijo llamarse Estupefacto o algo así, ¿eso era un nombre?, tal vez fuese su apodo ¿pero eso era aun así un apodo?, y creo haber entendido que era mercader.
Parecía muy animado y rapidamente alzó la jarra
-Eh..si salud- seguí el brindis que había propuesto por la grata compañía de Melanie.
Tras aquel propuso otro más, creo que por Curgo el mercader por haber invitado a la cena.
-Si si, salud- Sonreí volviendo a brindar.
Pero aún no había parado y comenzó otro brindis, por el posadero me pareció entender, desde luego, si lo que este tío pretendía era que yo acabase por los suelos, lo iba a lograr, no tenía yo un buen beber.
-Emm..si..si, salud- dije brindando y dando otro trago a la jarra, ya iba por la mitad y aún no había tocado el cerdo.
Parecía que había llegado el momento de contar historias, pero Curgo, que se había encendido un cigarro, no parecía de humor para contarlas, era de esperar, después de haber sufrido el ataque aquel en la caravana.
También dijo que el cerdo estaba poco especiado, yo no era experto, lo había probado y me parecía una delicia, aunque también era verdad que no había probado demasiados cerdos asados en mi vida.
Dicho estó sacó un paquete de la amplia gabardina y se echó un poco de romero en el cerdo, sonreí ante la escena, desde luego el tipo sabia vender.
-Jajaja, pues habrá que pasarse mañana por la plaza entonces- sonreí, estuve tentado de coger un poco, pero me parecía que el cerdo ya estaba lo bastante bueno y no quería dejarle sin producto al buen hombre.
Comí otra porción del cerdo, estaba estupendo, sin duda Melanie tenía mano para la cocina, aunque no me atreví a decírselo de nuevo, tal vez luego tras un par de jarras más.
-Si claro, no hay problema, yo te acompaño- dije ante la petición de Curgo, estaba bastante cansado, pero era lo mínimo para un tipo que me estaba invitando a cenar, adema ya había sufrido bastante el pobre hombre –Lo que necesites- sonreí dándole otro trago a la jarra.
-Pues yo historias…a ver que me acuerdo- sonreí nervioso al ver que parecía llegar mi turno -La verdad la vida de un herrero no es tan interesante como puede parecer- sonreí irónico –Mirad, hará algún tiempo, en el camino, cerca de Lunargenta era, yo y otros compañeros nos enfrentamos a una enorme horda de trasgos, no sé si sabéis lo que son, unos bichos asquerosos pequeñajos- sonreí haciendo gestos –¿Sabéis?, e hicimos unas trampas si y hubo una lucha, casi no lo contamos Jajaja- reí dando otro trago -Pero al final salió bien, si, había forjado una especie de cepos, muy efectivos la verdad, debisteis verlos jeje, acabamos con ellos y vengamos a una caravana que habían asaltado tiempo antes, las cosas no andan demasiado bien, la verdad- me lamente dándole una amistosa palmada a Curgo.
-Pero bueno seguro que vosotros tenéis historias más interesantes que que yo os cuente que armaduras y espadas he hecho Jajaja- sonreí invitando a otros a continuar la conversación.
Schott
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 191
Nivel de PJ : : 0
Re: Llevar el "cristal" a la cristalería [Interp. Libre 3/3] [Cerrado]
Tras la aceptación del hombre enlatado, con un piropo soltado como quien pide agua, Alanna hizo acrecentar su sonrisa, fingiendo estar acostumbrada a ese tipo de cosas, a pesar de no ser el caso. En cambio, le resultó encantadora la reacción del chico pelirrojo, que tímidamente le dijo que tomase asiento. A pesar de que el hombre que decía ser mercader de especias no daba la impresión de estar especialmente contento con su presencia, lo ignoró esperando que el alcohol terminara por soltarle la lengua.
Un brindis tras la presentación de Nicolás, como había dicho llamarse el mercenario, resonó en la sala, ella misma se había llenado un botellín oscuro lleno de vino, que no pensaba probar, pero eso era algo que los demás no tenían por qué saber. Siguió el brindis alzando la copa y fingió pegar un trago, que no llego a caer por su garganta. en cuanto el liquido llenó su boca, volvió a alzar la botella para lanzarlo de nuevo a su lugar. Podía parecer una guarrada, y, ciertamente, lo era, pero su resistencia al alcohol era escasa, y no podía arriesgar la misión por un par de tragos.
El tipo extraño, quien había propuesto los brindis, hablaba de modo florido, decorado y complicado, no era la primera vez que Alanna se topaba con gente de ese tipo, educados, tal vez en demasía, eran quienes más la hacían dudar de su condición, decía ser mercader, la guarda no dudaba de su veracidad, sin embargo, eso no le impedía tener negocios sucios, y sus modos no hacían más que lograr que la joven desconfiara, actuaba como aquellos carteristas tan hábiles que intentaban encandilar a jóvenes nobles, aunque, con el aspecto tan... curioso, era fácil pensar en querer alejarse lo más rápido posible.
El otro mercader de la mesa, Curgo, decidió dar a probar sus especias y sacó una especie de tarro dividido en varias partes, Alanna estaba algo alejada, así que no logró ver bien, pero no se diferenciaba de los lugares donde solían guardarse las drogas, separados para diferenciar el tipo de droga, usualmente, podían verse o, al menos, sentirse al tacto ciertas marcas hechas con navaja con diferentes formas para saber que droga estaba en cada zona.
Ofreció romero a los presentes, logrando que la Gata frunciera el ceño, le daba mala espina, negó con la mano y esperó la siguiente historia mientras miraba de reojo a quienes más sospechosos le parecían, el humo del puro del hombre del sombrero de ala ancha no ayudaba a mantener su coartada, odiaba el humo.
Este último pidió ayuda para llevar lo que habían podido rescatar del carro, y con lo que la hacía presentir, no iba a permitir que se largasen solos, ni él, ni Estupefacto, "¿Qué tipo de nombre es ese?" Seguía preguntándose en sus reflexiones.
- Ayudaré también, mi padre siempre dice que no hay que dejar de lado a los comensales, cuanto más ayudas, más clientes mantienes.- comentó como excusa.
El siguiente en hablar fue Scott, junto a quien estaba sentada, contado una aventura sobre unos trasgos, una de las pocas cosas contra las que la guarda no se había enfrentado, a pesar de quedar claro que el chico no tenía el don de la palabra, eso solo lograba que la chica se sintiera más tranquila, al menos tenía alguien de quien no sospechar, tanto él como el gladiador, de quien ella había oído hablar en la guardia alguna que otra vez por sus proezas en combate, despertaban cierto aire de confianza en la chica.
- Yo... no tengo aventuras que contar.- dijo mientras se palpaba la daga en su muslo, oculta por el vestido, si ellos supieran...-Eso de los trasgos suena increible- confesó, eso no era mentira, le habría encantado poder enfrentarse contra alguno- he salido más bien poco, a veces iba al mercado y poco más, escuché hablar de usted, Nicolás, sus hazañas llegaron a mis oídos, e incluso aprendí a pelear un poco, aunque no se me da nada bien, tengo dos pies izquierdos.- mintió como una bellaca- ahora que no estoy al cuidado de mis tíos, Padre quiere que aprenda más acerca de todo, pero, si os fijáis, no deja de vigilarme.- rió mintiendo de nuevo, aprovechando un momento en el que, por pura suerte, notó al tabernero mirar hacia la mesa.- cuéntenme más.- pidió a la espera de lograr más información, por poca que fuera, de las personalidades de aquellos que estaban a la mesa.
Un brindis tras la presentación de Nicolás, como había dicho llamarse el mercenario, resonó en la sala, ella misma se había llenado un botellín oscuro lleno de vino, que no pensaba probar, pero eso era algo que los demás no tenían por qué saber. Siguió el brindis alzando la copa y fingió pegar un trago, que no llego a caer por su garganta. en cuanto el liquido llenó su boca, volvió a alzar la botella para lanzarlo de nuevo a su lugar. Podía parecer una guarrada, y, ciertamente, lo era, pero su resistencia al alcohol era escasa, y no podía arriesgar la misión por un par de tragos.
El tipo extraño, quien había propuesto los brindis, hablaba de modo florido, decorado y complicado, no era la primera vez que Alanna se topaba con gente de ese tipo, educados, tal vez en demasía, eran quienes más la hacían dudar de su condición, decía ser mercader, la guarda no dudaba de su veracidad, sin embargo, eso no le impedía tener negocios sucios, y sus modos no hacían más que lograr que la joven desconfiara, actuaba como aquellos carteristas tan hábiles que intentaban encandilar a jóvenes nobles, aunque, con el aspecto tan... curioso, era fácil pensar en querer alejarse lo más rápido posible.
El otro mercader de la mesa, Curgo, decidió dar a probar sus especias y sacó una especie de tarro dividido en varias partes, Alanna estaba algo alejada, así que no logró ver bien, pero no se diferenciaba de los lugares donde solían guardarse las drogas, separados para diferenciar el tipo de droga, usualmente, podían verse o, al menos, sentirse al tacto ciertas marcas hechas con navaja con diferentes formas para saber que droga estaba en cada zona.
Ofreció romero a los presentes, logrando que la Gata frunciera el ceño, le daba mala espina, negó con la mano y esperó la siguiente historia mientras miraba de reojo a quienes más sospechosos le parecían, el humo del puro del hombre del sombrero de ala ancha no ayudaba a mantener su coartada, odiaba el humo.
Este último pidió ayuda para llevar lo que habían podido rescatar del carro, y con lo que la hacía presentir, no iba a permitir que se largasen solos, ni él, ni Estupefacto, "¿Qué tipo de nombre es ese?" Seguía preguntándose en sus reflexiones.
- Ayudaré también, mi padre siempre dice que no hay que dejar de lado a los comensales, cuanto más ayudas, más clientes mantienes.- comentó como excusa.
El siguiente en hablar fue Scott, junto a quien estaba sentada, contado una aventura sobre unos trasgos, una de las pocas cosas contra las que la guarda no se había enfrentado, a pesar de quedar claro que el chico no tenía el don de la palabra, eso solo lograba que la chica se sintiera más tranquila, al menos tenía alguien de quien no sospechar, tanto él como el gladiador, de quien ella había oído hablar en la guardia alguna que otra vez por sus proezas en combate, despertaban cierto aire de confianza en la chica.
- Yo... no tengo aventuras que contar.- dijo mientras se palpaba la daga en su muslo, oculta por el vestido, si ellos supieran...-Eso de los trasgos suena increible- confesó, eso no era mentira, le habría encantado poder enfrentarse contra alguno- he salido más bien poco, a veces iba al mercado y poco más, escuché hablar de usted, Nicolás, sus hazañas llegaron a mis oídos, e incluso aprendí a pelear un poco, aunque no se me da nada bien, tengo dos pies izquierdos.- mintió como una bellaca- ahora que no estoy al cuidado de mis tíos, Padre quiere que aprenda más acerca de todo, pero, si os fijáis, no deja de vigilarme.- rió mintiendo de nuevo, aprovechando un momento en el que, por pura suerte, notó al tabernero mirar hacia la mesa.- cuéntenme más.- pidió a la espera de lograr más información, por poca que fuera, de las personalidades de aquellos que estaban a la mesa.
Alanna Delteria
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1129
Nivel de PJ : : 6
Re: Llevar el "cristal" a la cristalería [Interp. Libre 3/3] [Cerrado]
¿Estupefacto Relumbrón? ¿Pero eso cuenta acaso como nombre válido?, pensó Nicolás.
Había oído mil y un apodos y nombres exóticos, pero Estupefacto Relumbrón se llevaba la palma.
No debería tener prejuicios contra él. A pesar de que lo conozco desde hace poco tampoco tengo nada que me pueda hacer desconfiar de él sin más, ¿no?
La cena resultaba increíblemente deliciosa: el cerdo, jugoso y reluciente con su grasilla, provocaba estallidos de sabor en la boca del fortachón.
¡Joder, qué bueno está el marrano!, gritó Nicolás mientras cortaba otra generosa porción.
La bebida tampoco era menos. Fresca y afrutada bajaba casi sola por su garganta.
Los brindis iban y venían, propuestos por unos y por otros. El joven herrero parecía estar pasándolo un poco apurado con el alcohol, pero el ex-gladiador por suerte ya tenía unas cuantas bodegas a sus espaldas y era capaz de aguantar bastante bien las bebidas espirituosas.
¡Y la bebida también merece un brindis, maldita sea!, y otra jarra fue vaciada en el insaciable estómago del grandullón.
Algo le llamó la atención: el contenido de la copa de la joven tabernera no reducía su volumen por más brindis que pasasen.
El comerciante de especias sacó un recipiente, muy probablemente donde llevaba parte de su mercancía, quizás como prueba para sus posibles compradores, y le echó una pizca de romero a su plato.
¡Con lo bueno que está el cochino así! Será paladar de amianto...
El mercader no parecía de humor para contar historias, y pidió ayuda para, más tarde, transportar lo que quedaban de sus mercancías en un carro a las afueras de la ciudad.
¿Le atacan, escapa ileso y deja su mercancía a las afueras de la ciudad?
Definitivamente algo huele a chamusquina aquí; ningún mercader que se precie deja sus productos fuera de la ciudad.
El jovenzuelo pelirrojo apenas había tenido alguna que otra escaramuza con trasgos, nada despreciable pero tampoco una proeza de por sí. Lo interesante radicaba en el hecho de que sabía cómo fabricar trampas y desplegarlas en un campo de batalla, cosa nada fácil.
La joven tabernera, por su parte, parecía mostrar gran interés por estos temas bélicos.
Escuché hablar de usted, Nicolás, sus hazañas llegaron a mis oídos, e incluso aprendí a pelear un poco, aunque no se me da nada bien, tengo dos pies izquierdos.
No pasa nada, moza, todos aprendemos en algún momento, contestó el mercenario.
Si lo deseas puedo enseñarte a defenderte en condiciones a razón de un día de alojamiento por sesión. Nunca se sabe cuando le puede hacer falta a una zagala como tú, y más en una gran ciudad.
Volviendo al tema de relatos memorables, recuerdo una vez que combatí contra un salvaje del pantano.
El malnacido hacía uso de un repugnante brebaje que le confería la fuerza de diez hombres y la velocidad de una pantera de las nieves. Por suerte, mis compañeros y yo logramos ingeniárnoslas para acabar con sus fechorías y rescatar a las doncellas que tenía por prisioneras.
Nicolás hizo un alto para tomar aire y prosiguió con su relato.
¿Saben? Esto me recuerda que en el coliseo se rumoreaba mucho sobre la legalidad del uso de "mejoras físicas no lícitas" y otras sustancias polémicas.
A más de uno le dieron su justo merecido por amañar algo tan sagrado como un enfrentamiento justo entre dos hombres.
El guerrero se mesó la barba con la mano derecha y continuó.
Hoy al entrar en la ciudad me detuvo la guardia de la ciudad. Al parecer se rumorea que hoy va a tener lugar un intercambio importante entre contrabandistas, bribones o algo así. Creo que decían algo sobre un cierto "cristal".
Espero que la justicia dé caza rápida y justa a esos malhechores. Pocas cosas me irritan más que los tramposos.
Una vez terminada su intervención, retomó la deliciosa cena.
Había oído mil y un apodos y nombres exóticos, pero Estupefacto Relumbrón se llevaba la palma.
No debería tener prejuicios contra él. A pesar de que lo conozco desde hace poco tampoco tengo nada que me pueda hacer desconfiar de él sin más, ¿no?
La cena resultaba increíblemente deliciosa: el cerdo, jugoso y reluciente con su grasilla, provocaba estallidos de sabor en la boca del fortachón.
¡Joder, qué bueno está el marrano!, gritó Nicolás mientras cortaba otra generosa porción.
La bebida tampoco era menos. Fresca y afrutada bajaba casi sola por su garganta.
Los brindis iban y venían, propuestos por unos y por otros. El joven herrero parecía estar pasándolo un poco apurado con el alcohol, pero el ex-gladiador por suerte ya tenía unas cuantas bodegas a sus espaldas y era capaz de aguantar bastante bien las bebidas espirituosas.
¡Y la bebida también merece un brindis, maldita sea!, y otra jarra fue vaciada en el insaciable estómago del grandullón.
Algo le llamó la atención: el contenido de la copa de la joven tabernera no reducía su volumen por más brindis que pasasen.
El comerciante de especias sacó un recipiente, muy probablemente donde llevaba parte de su mercancía, quizás como prueba para sus posibles compradores, y le echó una pizca de romero a su plato.
¡Con lo bueno que está el cochino así! Será paladar de amianto...
El mercader no parecía de humor para contar historias, y pidió ayuda para, más tarde, transportar lo que quedaban de sus mercancías en un carro a las afueras de la ciudad.
¿Le atacan, escapa ileso y deja su mercancía a las afueras de la ciudad?
Definitivamente algo huele a chamusquina aquí; ningún mercader que se precie deja sus productos fuera de la ciudad.
El jovenzuelo pelirrojo apenas había tenido alguna que otra escaramuza con trasgos, nada despreciable pero tampoco una proeza de por sí. Lo interesante radicaba en el hecho de que sabía cómo fabricar trampas y desplegarlas en un campo de batalla, cosa nada fácil.
La joven tabernera, por su parte, parecía mostrar gran interés por estos temas bélicos.
Escuché hablar de usted, Nicolás, sus hazañas llegaron a mis oídos, e incluso aprendí a pelear un poco, aunque no se me da nada bien, tengo dos pies izquierdos.
No pasa nada, moza, todos aprendemos en algún momento, contestó el mercenario.
Si lo deseas puedo enseñarte a defenderte en condiciones a razón de un día de alojamiento por sesión. Nunca se sabe cuando le puede hacer falta a una zagala como tú, y más en una gran ciudad.
Volviendo al tema de relatos memorables, recuerdo una vez que combatí contra un salvaje del pantano.
El malnacido hacía uso de un repugnante brebaje que le confería la fuerza de diez hombres y la velocidad de una pantera de las nieves. Por suerte, mis compañeros y yo logramos ingeniárnoslas para acabar con sus fechorías y rescatar a las doncellas que tenía por prisioneras.
Nicolás hizo un alto para tomar aire y prosiguió con su relato.
¿Saben? Esto me recuerda que en el coliseo se rumoreaba mucho sobre la legalidad del uso de "mejoras físicas no lícitas" y otras sustancias polémicas.
A más de uno le dieron su justo merecido por amañar algo tan sagrado como un enfrentamiento justo entre dos hombres.
El guerrero se mesó la barba con la mano derecha y continuó.
Hoy al entrar en la ciudad me detuvo la guardia de la ciudad. Al parecer se rumorea que hoy va a tener lugar un intercambio importante entre contrabandistas, bribones o algo así. Creo que decían algo sobre un cierto "cristal".
Espero que la justicia dé caza rápida y justa a esos malhechores. Pocas cosas me irritan más que los tramposos.
Una vez terminada su intervención, retomó la deliciosa cena.
Nicolás Barbacero
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 224
Nivel de PJ : : 0
Re: Llevar el "cristal" a la cristalería [Interp. Libre 3/3] [Cerrado]
La noche era una celosa guardiana de sus historias, "a la noche lo que es de la noche y al dia todo lo que puede recordarse sin culpa".
En la mesa ocupada por aquel singular grupo, ya se había derramado un poco de vino y cerveza, se había compartido la sal, el pan y la carne y la fortuna había sido echada para los presentes apenas terminaron sus historias.
Polvoso sonreía de oreja a oreja, "De noches como esta es de lo que se alimenta mi vida" pensó, entre risas, alcohol y bocados ponía toda su atención a las palabras de cada uno.
Schott y Nicolás le cayeron bien de inmediato, el herrero era el más tímido mozalbete que se hubiera visto, pero tras ese tartamudeo provocado por la cercanía de la mesonera, sospechaba que se encontraba un diamante en bruto que con un buen trabajo se podría pulir, por otro lado el Fortachón del grupo ya había declarado su posición personal ante lo que consideraba "justo" y eran ese tipo de lealtades tan férreas por “hacer el bien” las que valía la pena tener cerca en caso de necesidad, cualquiera que esta fuera.
La mente de Polvoso regresó después de un momento a los negocios, al ver el paquete que quedó en la mesa, Polvoso pensó: - ¿Sr. Marcone, que es esta propuesta que nos pone en la mesa?
Notó que los demás desdeñaron la oferta pues se hallaban más interesados en la opípara cena, si bien no mostraban interés por la “especia” que se les ofrecía, tanto Schott como la posadera se ofrecieron prestos a ayudar, en cambio Nicolás aún no había respondido, una mirada de duda se asomó en sus ojos al escuchar la petición, mas no permaneció en él mas de un instante, no emitió respuesta y continuó dando cuenta del plato que tenía enfrente.
- Sr Marcone. permítame tomar solo una pizca de su romero, ah me encanta el aroma de este hierbajo, pero yo lo prefiero después de la comida, Recuerdo en uno de tantos viajes, hace ya varios años , estaba yo en un pequeño mercado y a mi lado se había instalado una adorable viejecita que resultó de lo más parlanchina que se pueda imaginar, casi igual que yo, ella vendía hierbas y plantas medicinales, ese día comimos juntos un potaje delicioso, no me pregunte de que estaba hecho, solo le podría decir que nunca he olido nada parecido, ya más tarde, después de disfrutar aquella delicia, la señora Tomó un pequeño vaso de barro, vertió agua fresca y unas cuantas hojas de romero y preparó una muy ligera infusión”, Mientras hablaba Polvoso movía sus manos con ademanes como si en ese momento estuviera preparando la bebida e imitando la voz de la viejita dijo:
- Hijito, después de comer enjuágate la boca con un poco de esto y tu boca estará fresca como el roció de la mañana, aunque te acabaras de merendar unas costillas de Jabalí nadie se daría cuenta, eso si no se te ocurra tragarlo pues probablemente tus tripas te jugarían una mala pasada.
Polvoso carraspeo y continuó hablando
- “Desde aquel entonces he seguido su consejo y créeme que funciona te lo puedo recomendar ampliamente y sabes… aprovechando que estarás mañana en el mercado te doy un consejo de colegas para tu venta”… Polvoso se acercó sobre la mesa de manera que pudiera hablarle en voz baja a Marcone.
- Busque a las parteras y comadronas para vender su romero, Ese mismo día ya casi por cerrar, una muchacha a la que se le notaba en su panza la evidencia de un desliz, fue con mi vecina de mercado y alcancé a ver que de la misma bolsa de donde había sacado el romero le vaciaba de este en su canasta, después la señora me dijo, "Estas muchachas… primero dejan que cualquier pelafustán les meta el virote y al final vienen conmigo para que les solucione su asunto, el brebaje le sentará fatal,pero para mañana por la noche se habrá librado de su problema y de las ganas de andar abriendo las piernas a cualquiera.
Polvoso regresó a su asiento, se recostó en el respaldo y bebió de su tarro y dijo en voz alta
- -Amigo Curgo, en honor al brindis que he hecho en su honor hace unos momentos puede usted contar conmigo y con mis brazos para la tarea que nos solicita, con gusto le ofrecería mi carro pero debo lamentar que mis mulas andan mal de sus herraduras y justo iba yo a buscar mañana un herrero que me las pudiera remediar para antes de partir del pueblo, no me atrevería a sacarlas fuera de las calles de la ciudad con los zapatos estropeados.
Polvoso miraba de reojo a Schoot si había alcanzado a escuchar la última parte de lo que había dicho, esperando provocar en el alguna reacción.
Aún quedaba pendiente algo por hacer… librarse de alguna forma de la posadera al menos por unos momentos, Polvoso volteó hacia la entrada del lugar el cual ya se encontraba abarrotado hasta las lámparas, hasta un animado grupo de músicos ambulantes tamborilero, violin y flauta se hallaban ya en el lugar, tocando en ese momento la canción del “Oso Horroroso”, estos son de los míos pensó Polvoso y de inmediato una idea se le vino a la mente.
- Dama y caballeros si me permiten un momento…
Polvoso se paró de un brinco de su asiento y se acercó al violinista, cambió unas palabras con él haciendo señas hacia su mesa en el otro salón y unos momentos después el grupo de desparpajados músicos lo seguían a su regreso a la mesa,
- Chicos vamos, en lo que quedamos hace un momento, a poner ambiente que este lechón y el vino han de terminarse antes de que la noche termine! Y un, dos, , un dos tres
Los músicos al unísono empezaron a tocar “el gato y la Luna” a todo volumen lo cual provocó exclamaciones de alegría entre los presentes y más de una voz se unió a ellos, el ruido de zapateos y tarros golpeando las mesas empezó a resonar en el comedor, algunos de los comensales ya se habían acercado y empezaban a danzar sin ton ni son al oír la alegre canción, Polvoso se acercó a su mesa quedando entre Melanie y Schott,
- Mi querida señorita Melanie y joven Schott, ¿Me permiten?
Tomó a ambos con cuidado de sus manos y les pidió levantarse, una vez ambos de pie, se dirigió a ella
- Señorita Melanie, debo confesarle un secreto y hacerle una petición, mire usted, no es nada indecente ni por lo cual debería preocuparse su padre, es algo más bien que me he dado cuenta desde hace ya rato y si me he tomado el atrevimiento de acercarme es por una buena causa, me he dado cuenta que nuestro amigo el joven Schott, ha quedado prendado de usted desde el primer momento en que la vió, pero como se habrá dado cuenta es demasiado tímido para confesarlo, por lo que en su nombre me atrevo a pedirle que baile usted una pieza, solo una pieza con él, no será nada del que uno deba saber danzar, sino una alegre canción como la que el he pedido a mis amigos que nos acompañen, mire usted toda la gente ya se encuentra aquí, Que me dice? Si ya nos ha brindado su favor con estas rondas de vino, podría también conceder esta petición?
En la mesa ocupada por aquel singular grupo, ya se había derramado un poco de vino y cerveza, se había compartido la sal, el pan y la carne y la fortuna había sido echada para los presentes apenas terminaron sus historias.
Polvoso sonreía de oreja a oreja, "De noches como esta es de lo que se alimenta mi vida" pensó, entre risas, alcohol y bocados ponía toda su atención a las palabras de cada uno.
Schott y Nicolás le cayeron bien de inmediato, el herrero era el más tímido mozalbete que se hubiera visto, pero tras ese tartamudeo provocado por la cercanía de la mesonera, sospechaba que se encontraba un diamante en bruto que con un buen trabajo se podría pulir, por otro lado el Fortachón del grupo ya había declarado su posición personal ante lo que consideraba "justo" y eran ese tipo de lealtades tan férreas por “hacer el bien” las que valía la pena tener cerca en caso de necesidad, cualquiera que esta fuera.
La mente de Polvoso regresó después de un momento a los negocios, al ver el paquete que quedó en la mesa, Polvoso pensó: - ¿Sr. Marcone, que es esta propuesta que nos pone en la mesa?
Notó que los demás desdeñaron la oferta pues se hallaban más interesados en la opípara cena, si bien no mostraban interés por la “especia” que se les ofrecía, tanto Schott como la posadera se ofrecieron prestos a ayudar, en cambio Nicolás aún no había respondido, una mirada de duda se asomó en sus ojos al escuchar la petición, mas no permaneció en él mas de un instante, no emitió respuesta y continuó dando cuenta del plato que tenía enfrente.
- Sr Marcone. permítame tomar solo una pizca de su romero, ah me encanta el aroma de este hierbajo, pero yo lo prefiero después de la comida, Recuerdo en uno de tantos viajes, hace ya varios años , estaba yo en un pequeño mercado y a mi lado se había instalado una adorable viejecita que resultó de lo más parlanchina que se pueda imaginar, casi igual que yo, ella vendía hierbas y plantas medicinales, ese día comimos juntos un potaje delicioso, no me pregunte de que estaba hecho, solo le podría decir que nunca he olido nada parecido, ya más tarde, después de disfrutar aquella delicia, la señora Tomó un pequeño vaso de barro, vertió agua fresca y unas cuantas hojas de romero y preparó una muy ligera infusión”, Mientras hablaba Polvoso movía sus manos con ademanes como si en ese momento estuviera preparando la bebida e imitando la voz de la viejita dijo:
- Hijito, después de comer enjuágate la boca con un poco de esto y tu boca estará fresca como el roció de la mañana, aunque te acabaras de merendar unas costillas de Jabalí nadie se daría cuenta, eso si no se te ocurra tragarlo pues probablemente tus tripas te jugarían una mala pasada.
Polvoso carraspeo y continuó hablando
- “Desde aquel entonces he seguido su consejo y créeme que funciona te lo puedo recomendar ampliamente y sabes… aprovechando que estarás mañana en el mercado te doy un consejo de colegas para tu venta”… Polvoso se acercó sobre la mesa de manera que pudiera hablarle en voz baja a Marcone.
- Busque a las parteras y comadronas para vender su romero, Ese mismo día ya casi por cerrar, una muchacha a la que se le notaba en su panza la evidencia de un desliz, fue con mi vecina de mercado y alcancé a ver que de la misma bolsa de donde había sacado el romero le vaciaba de este en su canasta, después la señora me dijo, "Estas muchachas… primero dejan que cualquier pelafustán les meta el virote y al final vienen conmigo para que les solucione su asunto, el brebaje le sentará fatal,pero para mañana por la noche se habrá librado de su problema y de las ganas de andar abriendo las piernas a cualquiera.
Polvoso regresó a su asiento, se recostó en el respaldo y bebió de su tarro y dijo en voz alta
- -Amigo Curgo, en honor al brindis que he hecho en su honor hace unos momentos puede usted contar conmigo y con mis brazos para la tarea que nos solicita, con gusto le ofrecería mi carro pero debo lamentar que mis mulas andan mal de sus herraduras y justo iba yo a buscar mañana un herrero que me las pudiera remediar para antes de partir del pueblo, no me atrevería a sacarlas fuera de las calles de la ciudad con los zapatos estropeados.
Polvoso miraba de reojo a Schoot si había alcanzado a escuchar la última parte de lo que había dicho, esperando provocar en el alguna reacción.
Aún quedaba pendiente algo por hacer… librarse de alguna forma de la posadera al menos por unos momentos, Polvoso volteó hacia la entrada del lugar el cual ya se encontraba abarrotado hasta las lámparas, hasta un animado grupo de músicos ambulantes tamborilero, violin y flauta se hallaban ya en el lugar, tocando en ese momento la canción del “Oso Horroroso”, estos son de los míos pensó Polvoso y de inmediato una idea se le vino a la mente.
- Dama y caballeros si me permiten un momento…
Polvoso se paró de un brinco de su asiento y se acercó al violinista, cambió unas palabras con él haciendo señas hacia su mesa en el otro salón y unos momentos después el grupo de desparpajados músicos lo seguían a su regreso a la mesa,
- Chicos vamos, en lo que quedamos hace un momento, a poner ambiente que este lechón y el vino han de terminarse antes de que la noche termine! Y un, dos, , un dos tres
Los músicos al unísono empezaron a tocar “el gato y la Luna” a todo volumen lo cual provocó exclamaciones de alegría entre los presentes y más de una voz se unió a ellos, el ruido de zapateos y tarros golpeando las mesas empezó a resonar en el comedor, algunos de los comensales ya se habían acercado y empezaban a danzar sin ton ni son al oír la alegre canción, Polvoso se acercó a su mesa quedando entre Melanie y Schott,
- Mi querida señorita Melanie y joven Schott, ¿Me permiten?
Tomó a ambos con cuidado de sus manos y les pidió levantarse, una vez ambos de pie, se dirigió a ella
- Señorita Melanie, debo confesarle un secreto y hacerle una petición, mire usted, no es nada indecente ni por lo cual debería preocuparse su padre, es algo más bien que me he dado cuenta desde hace ya rato y si me he tomado el atrevimiento de acercarme es por una buena causa, me he dado cuenta que nuestro amigo el joven Schott, ha quedado prendado de usted desde el primer momento en que la vió, pero como se habrá dado cuenta es demasiado tímido para confesarlo, por lo que en su nombre me atrevo a pedirle que baile usted una pieza, solo una pieza con él, no será nada del que uno deba saber danzar, sino una alegre canción como la que el he pedido a mis amigos que nos acompañen, mire usted toda la gente ya se encuentra aquí, Que me dice? Si ya nos ha brindado su favor con estas rondas de vino, podría también conceder esta petición?
- - OFF ROL - :
- Hola! Espero que no se considere una "accion cerrada" el haber puesto de pie a melina y a Schott sin su consentimiento, Si así lo fuera lo puedo modificar el post para que permanezcan sentados
Última edición por Polvoso Wersie Stehlen el Vie Oct 16 2015, 16:44, editado 3 veces (Razón : ortografía)
Polvoso Wersie Stehlen
Aprendiz
Aprendiz
Cantidad de envíos : : 16
Re: Llevar el "cristal" a la cristalería [Interp. Libre 3/3] [Cerrado]
Schott fue el primero en ofrecer sus servicios a mi buena causa, aunque todavía no supiera muy bien de qué iba el asunto. Incluso me dio una palmada en la espalda en señal de ánimo por el robo que había sufrido que yo no rechacé en devolver. Era un tipo totalmente inocente y por un momento hasta me dio pena por intentar embaucarlo para meterlo en lo que tenía pensado. Pero los negocios eran los negocios y no siempre la vida era justa. Le devolví otra palmada y con una sonrisa de entusiasmo escuché lo que tenía que contarnos sobre sus aventuras contra unos vulgares trasgos de los caminos. Tal vez no fuera un héroe. Pero era un chico joven y sincero, de fiar.
-¡Está muy bien, chico! – le dije con una sonrisa – Habría que ver entre los que se ríen de ti qué harían ellos contra unos trasgos. yo el primero.
La mesonera en cambio no me gustaba un pelo. Decía no saber combatir. Algo que podría ser cierto dado su aspecto debilucho. Pero un tabernero husmeón como era ella no me auguraba un buen presagio. También me ofreció su ayuda, pero bueno. No era más que una enclenque jovenzuela que probablemente se asustaría cuando viese las gentes con las que me iba a codear.
-Supongo que te escaparás para venir con nosotros. – le dije cuando ella comentó que su padre no dejaba de vigilarla – No creo que el tabernero deje salir a su pequeña sola de noche con cuatro hombres adultos desconocidos. – le dije con una sonrisa y mirando hacia el mesonero, que pasaba por la puerta en aquel momento.
Cuando Nicolás mencionó que hoy iba a haber un intercambio de cristal me ruboricé ligeramente. No por él, sino por el rumor de la noticia. Que parecía haber llegado a la ciudad. Nicolás parecía mostrarse en contra de los traficantes, a los que definía como “malhechores”, esto dejaba bastante clara su postura y a pesar de ser el más fuerte, tal vez no era una buena idea que fuese con nosotros. A diferencia de la camarera, el gladiador era robusto y fuerte. ¡Cualquiera se enfrentaba a él!. Era el tipo de hombre que era mejor no incluirlo si no estaba de tu lado. De todos modos aún no se había pronunciado sobre si vendría con nosotros o no.
-Yo también había oído algo sobre que iba a haber un intercambio de droga – respondí mirándole – de hecho, de la que entré en la ciudad un guardia cuchicheaba con otro sobre un posible intercambio cerca de la plaza Norte – Esto era falso y no había oído nada. Pero aquella plaza estaba totalmente alejada de donde íbamos a producir el auténtico intercambio. Intenté que Melanie escuchara esto. No terminaba de convencerme la mocosa y era mejor que si iba a correr el rumor, lo corriera hacia otra parte. Y si Nicolás quería ir a detenerlos por su cuenta para llegar y no encontrarse a nadie o estar esperando como un pasmarote. Mejor que mejor.
El señor Estupefacto fue el siguiente en hablar. Fue el único que aceptó mi romero. ¡Menos mal! Al menos así alguien podría. Me encendí otro puro mientras hablaba pues estuvo contándome la historia de una abuelita y sus hojas de romero, e incluso me dio un consejo de a quién las debía vender. Me daba la sensación de que el muy bribón sabía perfectamente que yo no era un vendedor de especias y no pude evitar en devolverle una sonrisa cómplice. Se acercó a mí para explicarme la moraleja de su cuento. Volvió a brindar por mí y ofreció también su ayuda. Tenía la sospecha interesado en querer hablar conmigo.
Esta sospecha se hizo más evidente cuando fue a buscar a unos violinistas para que amenizaran la velada, que ya se encontraba cerca de su fin. “¡Este tío es un genio!”, pensé. Todo un charlatán embaucador, me recordaba a mí en mis años mozos. No había duda ÉL era el hombre. Con el ruido de los violinistas y sus canciones. Pero su genialidad fue mayor cuando se dispuse a levantar a Melanie y a Schott. Él parecía haberse dado cuenta también de que la chica no era de fiar, y qué mejor que agenciarle un “rollete” para que se entretuviera, y que no nos escuchara.
Comenzó la música y con el fuerte sonido. Me estaba riendo solo por la inteligente acción del hombre. Cambié de sitio para acercarme al charlatán. Nicolás permanecía a su lado.
-Es usted un genio, señor Estupefacto. Parece que nos vamos entendiendo. – le dije en voz baja mirando a Melanie y Schott y riéndome. De manera que pareciera que estaba diciendo algo sobre la pareja. Y para que no me entendiera tampoco Nicolás – Tengo treinta kilos de “romero”, “canela” y otras especias en la puerta de la ciudad. ¡Parece que se vende muy bien! – intenté hablar con analogías que esperaba que el señor Estupefacto entendiera, y hablando bajo para que Nicolás, que estaba en la mesa, no se enterara mucho – Pero como le he contado, me he quedado sin carro. ¿Si le ofrezco un 30% de las ganancias, a usted se le ocurriría alguna manera de transportarlas?
Continué mirando hacia ambos jóvenes. Mi intención era dar sensación de que hablaba de ellos. Espero que el alcohol bebido durante toda la noche empezara a hacer mella en la pareja.
-¡Que se besen! ¡Que se besen! – empecé a espolear dando fuertes palmadas, tratando de hacer una sonrisa sincera y que no pensaran que comentaba algo raro con mi compañero. Esto animó a los músicas a tocar aún más fuerte.
OFF Topic: Le seguí el rollo a Estupefacto. Lo mismo. No especifiqué si bailabais o no. Solo aproveché el momento en que os levantó para ponerme a su lado y decirle unas frases a su vuelta al asiento. Si hay que editar se edita que para eso estamos xD.
-¡Está muy bien, chico! – le dije con una sonrisa – Habría que ver entre los que se ríen de ti qué harían ellos contra unos trasgos. yo el primero.
La mesonera en cambio no me gustaba un pelo. Decía no saber combatir. Algo que podría ser cierto dado su aspecto debilucho. Pero un tabernero husmeón como era ella no me auguraba un buen presagio. También me ofreció su ayuda, pero bueno. No era más que una enclenque jovenzuela que probablemente se asustaría cuando viese las gentes con las que me iba a codear.
-Supongo que te escaparás para venir con nosotros. – le dije cuando ella comentó que su padre no dejaba de vigilarla – No creo que el tabernero deje salir a su pequeña sola de noche con cuatro hombres adultos desconocidos. – le dije con una sonrisa y mirando hacia el mesonero, que pasaba por la puerta en aquel momento.
Cuando Nicolás mencionó que hoy iba a haber un intercambio de cristal me ruboricé ligeramente. No por él, sino por el rumor de la noticia. Que parecía haber llegado a la ciudad. Nicolás parecía mostrarse en contra de los traficantes, a los que definía como “malhechores”, esto dejaba bastante clara su postura y a pesar de ser el más fuerte, tal vez no era una buena idea que fuese con nosotros. A diferencia de la camarera, el gladiador era robusto y fuerte. ¡Cualquiera se enfrentaba a él!. Era el tipo de hombre que era mejor no incluirlo si no estaba de tu lado. De todos modos aún no se había pronunciado sobre si vendría con nosotros o no.
-Yo también había oído algo sobre que iba a haber un intercambio de droga – respondí mirándole – de hecho, de la que entré en la ciudad un guardia cuchicheaba con otro sobre un posible intercambio cerca de la plaza Norte – Esto era falso y no había oído nada. Pero aquella plaza estaba totalmente alejada de donde íbamos a producir el auténtico intercambio. Intenté que Melanie escuchara esto. No terminaba de convencerme la mocosa y era mejor que si iba a correr el rumor, lo corriera hacia otra parte. Y si Nicolás quería ir a detenerlos por su cuenta para llegar y no encontrarse a nadie o estar esperando como un pasmarote. Mejor que mejor.
El señor Estupefacto fue el siguiente en hablar. Fue el único que aceptó mi romero. ¡Menos mal! Al menos así alguien podría. Me encendí otro puro mientras hablaba pues estuvo contándome la historia de una abuelita y sus hojas de romero, e incluso me dio un consejo de a quién las debía vender. Me daba la sensación de que el muy bribón sabía perfectamente que yo no era un vendedor de especias y no pude evitar en devolverle una sonrisa cómplice. Se acercó a mí para explicarme la moraleja de su cuento. Volvió a brindar por mí y ofreció también su ayuda. Tenía la sospecha interesado en querer hablar conmigo.
Esta sospecha se hizo más evidente cuando fue a buscar a unos violinistas para que amenizaran la velada, que ya se encontraba cerca de su fin. “¡Este tío es un genio!”, pensé. Todo un charlatán embaucador, me recordaba a mí en mis años mozos. No había duda ÉL era el hombre. Con el ruido de los violinistas y sus canciones. Pero su genialidad fue mayor cuando se dispuse a levantar a Melanie y a Schott. Él parecía haberse dado cuenta también de que la chica no era de fiar, y qué mejor que agenciarle un “rollete” para que se entretuviera, y que no nos escuchara.
Comenzó la música y con el fuerte sonido. Me estaba riendo solo por la inteligente acción del hombre. Cambié de sitio para acercarme al charlatán. Nicolás permanecía a su lado.
-Es usted un genio, señor Estupefacto. Parece que nos vamos entendiendo. – le dije en voz baja mirando a Melanie y Schott y riéndome. De manera que pareciera que estaba diciendo algo sobre la pareja. Y para que no me entendiera tampoco Nicolás – Tengo treinta kilos de “romero”, “canela” y otras especias en la puerta de la ciudad. ¡Parece que se vende muy bien! – intenté hablar con analogías que esperaba que el señor Estupefacto entendiera, y hablando bajo para que Nicolás, que estaba en la mesa, no se enterara mucho – Pero como le he contado, me he quedado sin carro. ¿Si le ofrezco un 30% de las ganancias, a usted se le ocurriría alguna manera de transportarlas?
Continué mirando hacia ambos jóvenes. Mi intención era dar sensación de que hablaba de ellos. Espero que el alcohol bebido durante toda la noche empezara a hacer mella en la pareja.
-¡Que se besen! ¡Que se besen! – empecé a espolear dando fuertes palmadas, tratando de hacer una sonrisa sincera y que no pensaran que comentaba algo raro con mi compañero. Esto animó a los músicas a tocar aún más fuerte.
OFF Topic: Le seguí el rollo a Estupefacto. Lo mismo. No especifiqué si bailabais o no. Solo aproveché el momento en que os levantó para ponerme a su lado y decirle unas frases a su vuelta al asiento. Si hay que editar se edita que para eso estamos xD.
Última edición por Curgo el Sáb Oct 17 2015, 09:01, editado 1 vez (Razón : escribir el off topic)
Curgo
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 161
Nivel de PJ : : 0
Re: Llevar el "cristal" a la cristalería [Interp. Libre 3/3] [Cerrado]
Parecía que Melanie tampoco tenía buenas historias que contar, me imagino que la vida en la posada debía de ser bastante monótona, con la mera diversión de las historias de los viajeros, pero si dijo haber oído hablar de Nicolás, me estrujé los sesos tratando de recordar, es posible que lo hubiese oído mentar, no era yo muy dado a ir a las luchas de gladiadores, yo era más de ir a ver los teatrillos en la plaza del mercado, los siete infantes de Baslodia, el cantar del Lord Callister, la canción de Wulfubar…. me sabía todas ellas.
-Son buenos clientes los gladiadores, pagan bien, aunque a veces no acuden a recoger el pedido- comente amargamente bebiendo otro trago.
Nicolás nos contó la historia de cómo había luchado contra un hombre que valía por 10 y había rescatado varias damiselas.
-Wow, debía de ser una gesta digna de una canción Jajaja- sonreí alzando la copa. –Me temo que esa deslealtad también se da en mi campo, he visto casos de herreros que adulteran el acero añadiéndole metales de menor calidad, a primera vista es imperceptible, pero créeme que a la hora de la verdad desearás tener un acero bien templado en la mano- sonreí.
También comentó algo de que en la ciudad se estaba traficando con algo llamado cristal, tal como lo dijo no debía de ser una sustancia muy bueno.
-Sí, lo cierto es que la guardia estaba algo más huraña que de costumbre, pero supuse que era típico de la ciudad, no creo que haya que preocuparse, supongo que todo eso no llegará a buen puerto- comenté.
A continuación Estupefacto, o como fuese, nos contó una anécdota en un mercado en el que una anciana le había recomendado una receta para el mal aliento.
-Suena fantástico, es un problema muy común, yo pruebo con carbón natural ¿saben? De las pequeñas ascuas de la fragua, puede parecer una guarrada, pero también sirve por si se te ha indigestado algo, aunque no te deja muy limpio he de confesar Jajaja- reí.
Se acercó entonces Estupefacto para decirle algo a Curgo, seguramente trucos de mercaderes, seguro que fijaban los precios, lo sabía, y tras aquello se ofreció también a ayudarle mañana con la carga.
Alcé las cejas al escuchar que sus mulas andaban mal de herraduras.
-Buen hombre no busque más- sonreí –Aquí mismo tiene un herrero Jajaja yo mismo le echaré un vistazo a esas herraduras, por supuesto a mitad de precio, faltaría más- sonreí, nunca me permitía rechazar un trabajo, y las herraduras no eran un problema –Verás la mayoría de gente tiende a adquirir herraduras de la talla de la pezuña- bebí otro trago –Han de ser algo más grandes, porque en caso de que la pezuña sea algo irregular, las grandes siempre puedes limarlas o darles forma para adaptarlas, las pequeñas no- comenté.
Entonces Estupefacto se levantó un momento y se dirigió a la orquestilla que amenizaba la velada, por lo visto para pedirles una canción, reconocí al instante el clásico “El gato y la luna”, era una buena canción, y la gente del salón comenzó a canturrear y bailotear, el ambiente mejoró mucho.
Pero a su regreso nos pidió a Melanie y a mí que nos levantásemos.
-E..sí..claro..si- dije limpiándome malamente las migas del mandil.
Me quedé de piedra cuando Estupefacto contó a Melanie el motivo de habernos levantado.
-E….e…yo…yo…yo.no…yo…e…e..yo.no…..yoo- farfullé completamente bloqueado, a parte del hollín mi cara debía de tener el color del vino.
-Yo…e…yo….no pretendía…no…yo…- Mi apabullado cerebro estaba a punto de explotar, traté de pensar fríamente sin mucho éxito, ese bribón de Estupefacto me había metido en buen aprieto, no es que la señorita Melanie no fuese bella, ni mucho menos, todo lo contrario, el problema era que ni me había figurado que esto pudiese acabar así, como otras tantas veces había desistido de tratar con las damas sabiendo el resultado, un sucio herrero muerto de hambre no solía ser el reclamo de las doncellas, y mucho menos de las tan hermosas como Melanie, sin embargo no podía quedarme quieto, sería tremendamente descortés por mi parte, y la cortesía era lo único que me quedaba.
-P..pues…Me…Me…Melanie…yo…me…me concedes..e..este baile- Mascullé tendiéndola una temblorosa mano, yo no sabía bailar, para nada y estaba sudando temiendo pisar sus pies con mis gruesas botas de herrero, aquello no podía acabar bien, nunca lo hacía.
-Son buenos clientes los gladiadores, pagan bien, aunque a veces no acuden a recoger el pedido- comente amargamente bebiendo otro trago.
Nicolás nos contó la historia de cómo había luchado contra un hombre que valía por 10 y había rescatado varias damiselas.
-Wow, debía de ser una gesta digna de una canción Jajaja- sonreí alzando la copa. –Me temo que esa deslealtad también se da en mi campo, he visto casos de herreros que adulteran el acero añadiéndole metales de menor calidad, a primera vista es imperceptible, pero créeme que a la hora de la verdad desearás tener un acero bien templado en la mano- sonreí.
También comentó algo de que en la ciudad se estaba traficando con algo llamado cristal, tal como lo dijo no debía de ser una sustancia muy bueno.
-Sí, lo cierto es que la guardia estaba algo más huraña que de costumbre, pero supuse que era típico de la ciudad, no creo que haya que preocuparse, supongo que todo eso no llegará a buen puerto- comenté.
A continuación Estupefacto, o como fuese, nos contó una anécdota en un mercado en el que una anciana le había recomendado una receta para el mal aliento.
-Suena fantástico, es un problema muy común, yo pruebo con carbón natural ¿saben? De las pequeñas ascuas de la fragua, puede parecer una guarrada, pero también sirve por si se te ha indigestado algo, aunque no te deja muy limpio he de confesar Jajaja- reí.
Se acercó entonces Estupefacto para decirle algo a Curgo, seguramente trucos de mercaderes, seguro que fijaban los precios, lo sabía, y tras aquello se ofreció también a ayudarle mañana con la carga.
Alcé las cejas al escuchar que sus mulas andaban mal de herraduras.
-Buen hombre no busque más- sonreí –Aquí mismo tiene un herrero Jajaja yo mismo le echaré un vistazo a esas herraduras, por supuesto a mitad de precio, faltaría más- sonreí, nunca me permitía rechazar un trabajo, y las herraduras no eran un problema –Verás la mayoría de gente tiende a adquirir herraduras de la talla de la pezuña- bebí otro trago –Han de ser algo más grandes, porque en caso de que la pezuña sea algo irregular, las grandes siempre puedes limarlas o darles forma para adaptarlas, las pequeñas no- comenté.
Entonces Estupefacto se levantó un momento y se dirigió a la orquestilla que amenizaba la velada, por lo visto para pedirles una canción, reconocí al instante el clásico “El gato y la luna”, era una buena canción, y la gente del salón comenzó a canturrear y bailotear, el ambiente mejoró mucho.
Pero a su regreso nos pidió a Melanie y a mí que nos levantásemos.
-E..sí..claro..si- dije limpiándome malamente las migas del mandil.
Me quedé de piedra cuando Estupefacto contó a Melanie el motivo de habernos levantado.
-E….e…yo…yo…yo.no…yo…e…e..yo.no…..yoo- farfullé completamente bloqueado, a parte del hollín mi cara debía de tener el color del vino.
-Yo…e…yo….no pretendía…no…yo…- Mi apabullado cerebro estaba a punto de explotar, traté de pensar fríamente sin mucho éxito, ese bribón de Estupefacto me había metido en buen aprieto, no es que la señorita Melanie no fuese bella, ni mucho menos, todo lo contrario, el problema era que ni me había figurado que esto pudiese acabar así, como otras tantas veces había desistido de tratar con las damas sabiendo el resultado, un sucio herrero muerto de hambre no solía ser el reclamo de las doncellas, y mucho menos de las tan hermosas como Melanie, sin embargo no podía quedarme quieto, sería tremendamente descortés por mi parte, y la cortesía era lo único que me quedaba.
-P..pues…Me…Me…Melanie…yo…me…me concedes..e..este baile- Mascullé tendiéndola una temblorosa mano, yo no sabía bailar, para nada y estaba sudando temiendo pisar sus pies con mis gruesas botas de herrero, aquello no podía acabar bien, nunca lo hacía.
- off rol:
- No hay problema, cuanto mas interactivo mejor =D
Ah y perdonad el retraso en postear, ayer tuve la tarde muy liada X(
Schott
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 191
Nivel de PJ : : 0
Re: Llevar el "cristal" a la cristalería [Interp. Libre 3/3] [Cerrado]
Sonrió con amabilidad a la propuesta de Nicolás de enseñarle a luchar, le parecía gracioso hacer de damisela indefensa cuando solía ser ella la que sacaba las castañas del fuego a todo el mundo. Cuando Nicolás mencionó los guardias y el cristal, Alanna disimuló su semblante, que de poco no se pone blanco, lo que ella no se atrevía a preguntar por si se delataba, lo preguntaba él, notó como Curgo parecía ponerse nervioso, con eso le bastó, estaba segura de que esas, especias, no eran simples, y que su cargamento, no era precisamente romero y tomillo, sin embargo, prefirió disimular poniendo cara de espanto.
- Vaya, no me gustan esas cosas, parecen peligrosas...- murmuró fingiendo cierto temor antes de que Quejumbroso.. no, no había dicho llamarse así, ¿o si?, no lo recordaba, empezase a hablar.
Sus consejos podrían parecer comunes, pero Alanna sabía de venenos, no era ninguna novata en el tema de hiervas, y, aunque era cierto que las infusiones podían relajar, los médicos y parteras recurrían a cosas mucho más fuertes que simples hiervajos, lo que se usaba para los calmantes eran elementos que costaban bastante dinero y debían comprarse en tiendas reguladas, el contrabando de ese tipo de sustancias era totalmente ilegal, y la conversación de esos dos le dejaba claro que tramaban algo sucio. Sin embargo, su parloteo, que tan pesado podía resultar al mercenario y al herrero, para ella era como agua de mayo. Eso confirmaba que su sentido había sido útil, y no había fallado, pero necesitaba saber el lugar donde se realizarían los intercambios, o, al menos, pruebas de lo que contenía el tarro que Curgo les había mostrado momentos antes.
Estupefacto, por fin recordaba su nombre, se levantó disculpándose, momento que ella aprovechó para toser un poco llamando la atención del mesonero, que, no muy lejos, la seguía observando. Notó como el hombre seguía su mirada que se dirigió directamente hacia Curgo y Estupefacto, no iba a dejar pasar una oportunidad de tal calibre por nada del mundo y si uno se alejaba, quería que siguiera vigilado.
- Pues si- decidió responder finalmente a la suposición de curgo, tras la explicación de Schott acerca del uso de minerales, intentando cubrir un silencio diminuto. - no será la primera vez que salgo de casa sin que me vean.- rió un poco- si no lo hubiera hecho no habría visto nunca luchar a nuestro campeón aquí presente.- dijo refiriéndose a Nicolás.
Justo en ese instante, comenzó a sonar una música que llenó el ambiente y el extraño hombre se acercó presto, con cuidado, la hizo alzarse junto a Schott, ¿Qué planeaba? pronto lo supo. Con la educación propia de un embaucador, hizo su movimiento, le propuso a a chica bailar junto a Schott, a medida que hablaba, Alanna comenzó a sonrojarse, esto sin necesidad de ser fingido, no acostumbraba a ese tipo de cosas, y, bajo ningún concepto quería utilizar a un chico inocente como le daba la impresión que estaba haciendo el otro hombre.
Miró un instante al tabernero, que no les quitaba ojo de encima con el disimular propio y perfecto de quien acostumbra a tratar con situaciones peliagudas, que asintió ante su mirada. La chica entonces prestó atención a la adorable timidez del chico que tenía frente a ella, que parecía estar pasandolo bastante mal. Con una sonrisilla avergonzada, asintió con la cabeza y, lanzando un suspiro, volvió a meterse en su papel de chica activa y que desconocía lo que era la vergüenza para tomar al chico de la mano y guiarlo con ella a la pista.
- Vamos, no hay necesidad de timidez, solo es un baile.
Dentro de la pista, donde ya se habían unido varias parejas más, comenzó a moverse, notaba que el chico era algo torpe, así que intentó seguirle el ritmo y esquivar sus pisotones mientras pensaba si debía explicar ciertas cosas. Miró a sus dos sospechosos y, finalmente, decidió que necesitaba ayuda.
- Schott, si no estás ebrio, me temo que debo confesar un par de cosas, cosas que no debe saber nadie, así que escuchame con atención.- dijo poniendose de puntillas para llegar al oído del chico- voy a seguir fingiendo que solo bailamos, así que no te pongas nervioso si me rio sin que tenga sentido.- habló bajo para que solo el la pudiera oír.- Mi verdadero nombre es Alanna, y soy guardia de Lunargenta, estoy aquí para detener el intercambio de "cristal" y mucho me temo que los dos mercaderes que nos acompañan tienes todas las papeletas de ser parte de ese chanchullo.- de pronto se separó y soltó una risilla, manteniendo su papel.- ¿me ayudarías? No puedo hacerlo sola.- dijo mirando al suelo para luego levantar la mirada hacia el con una sonrisa algo tímida, en parte por su papel, en parte por confesar que no podía sola.
- Vaya, no me gustan esas cosas, parecen peligrosas...- murmuró fingiendo cierto temor antes de que Quejumbroso.. no, no había dicho llamarse así, ¿o si?, no lo recordaba, empezase a hablar.
Sus consejos podrían parecer comunes, pero Alanna sabía de venenos, no era ninguna novata en el tema de hiervas, y, aunque era cierto que las infusiones podían relajar, los médicos y parteras recurrían a cosas mucho más fuertes que simples hiervajos, lo que se usaba para los calmantes eran elementos que costaban bastante dinero y debían comprarse en tiendas reguladas, el contrabando de ese tipo de sustancias era totalmente ilegal, y la conversación de esos dos le dejaba claro que tramaban algo sucio. Sin embargo, su parloteo, que tan pesado podía resultar al mercenario y al herrero, para ella era como agua de mayo. Eso confirmaba que su sentido había sido útil, y no había fallado, pero necesitaba saber el lugar donde se realizarían los intercambios, o, al menos, pruebas de lo que contenía el tarro que Curgo les había mostrado momentos antes.
Estupefacto, por fin recordaba su nombre, se levantó disculpándose, momento que ella aprovechó para toser un poco llamando la atención del mesonero, que, no muy lejos, la seguía observando. Notó como el hombre seguía su mirada que se dirigió directamente hacia Curgo y Estupefacto, no iba a dejar pasar una oportunidad de tal calibre por nada del mundo y si uno se alejaba, quería que siguiera vigilado.
- Pues si- decidió responder finalmente a la suposición de curgo, tras la explicación de Schott acerca del uso de minerales, intentando cubrir un silencio diminuto. - no será la primera vez que salgo de casa sin que me vean.- rió un poco- si no lo hubiera hecho no habría visto nunca luchar a nuestro campeón aquí presente.- dijo refiriéndose a Nicolás.
Justo en ese instante, comenzó a sonar una música que llenó el ambiente y el extraño hombre se acercó presto, con cuidado, la hizo alzarse junto a Schott, ¿Qué planeaba? pronto lo supo. Con la educación propia de un embaucador, hizo su movimiento, le propuso a a chica bailar junto a Schott, a medida que hablaba, Alanna comenzó a sonrojarse, esto sin necesidad de ser fingido, no acostumbraba a ese tipo de cosas, y, bajo ningún concepto quería utilizar a un chico inocente como le daba la impresión que estaba haciendo el otro hombre.
Miró un instante al tabernero, que no les quitaba ojo de encima con el disimular propio y perfecto de quien acostumbra a tratar con situaciones peliagudas, que asintió ante su mirada. La chica entonces prestó atención a la adorable timidez del chico que tenía frente a ella, que parecía estar pasandolo bastante mal. Con una sonrisilla avergonzada, asintió con la cabeza y, lanzando un suspiro, volvió a meterse en su papel de chica activa y que desconocía lo que era la vergüenza para tomar al chico de la mano y guiarlo con ella a la pista.
- Vamos, no hay necesidad de timidez, solo es un baile.
Dentro de la pista, donde ya se habían unido varias parejas más, comenzó a moverse, notaba que el chico era algo torpe, así que intentó seguirle el ritmo y esquivar sus pisotones mientras pensaba si debía explicar ciertas cosas. Miró a sus dos sospechosos y, finalmente, decidió que necesitaba ayuda.
- Schott, si no estás ebrio, me temo que debo confesar un par de cosas, cosas que no debe saber nadie, así que escuchame con atención.- dijo poniendose de puntillas para llegar al oído del chico- voy a seguir fingiendo que solo bailamos, así que no te pongas nervioso si me rio sin que tenga sentido.- habló bajo para que solo el la pudiera oír.- Mi verdadero nombre es Alanna, y soy guardia de Lunargenta, estoy aquí para detener el intercambio de "cristal" y mucho me temo que los dos mercaderes que nos acompañan tienes todas las papeletas de ser parte de ese chanchullo.- de pronto se separó y soltó una risilla, manteniendo su papel.- ¿me ayudarías? No puedo hacerlo sola.- dijo mirando al suelo para luego levantar la mirada hacia el con una sonrisa algo tímida, en parte por su papel, en parte por confesar que no podía sola.
Alanna Delteria
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1129
Nivel de PJ : : 6
Re: Llevar el "cristal" a la cristalería [Interp. Libre 3/3] [Cerrado]
La noche se animaba cada vez más. Más clientes acudían al comedor, y pronto dejó de ser una sala tan privada como antes.
El posadero, lógicamente preocupado por la moza, no le quitaba el ojo de encima, y a cada rato dirigía una mirada hacia el grupo.
Seguramente tendría miedo de que su hija se codease con maleantes o que le pudiesen hacer algo.
Transcurridos unos minutos, Estupefacto se levantó de la mesa en dirección a unos músicos que amenizaban la velada, y tras lo que Nicolás supuso fue una pequeña negociación, estos se acercaron y comenzaron a interpretar otra canción, más alegre y apropiada para bailar.
El estrambótico mercader volvió a junto de ellos y levantó de la mesa al joven herrera y a la tabernera con el objetivo de hacer que bailasen juntos. Aparte de mercader, alcahueta improvisada.
Para más bochorno, Curgo no paraba de animarles burlescamente, como si fuesen una parejita que apenas lleva una semana.
Schott se encontraba tan nervioso que a duras penas daba acertado a articular expresiones comprensibles, pero la chica tomó la iniciativa y se apartaron a un rincón a bailar.
El desgraciado muchacho era torpe cual zancudo en una ciénaga, pero por suerte Melanie era capaz de rectificar un poco sus pasos, y, sobre todo, evitar sus pisotones, que no serían ligeros por la fuerza con la que Schott pisaba.
Mientras el baile continuaba en la lejanía, los dos mercaderes parecían continuar con algún tipo de trapicheo del oficio.
Su aparente reticencia a mantenerlo discreto no acababa de transmitirle confianza a Nicolás, quien decidió acercarse un poco más a ellos de manera abierta bajo el pretexto de comentar la peculiar danza del herrero y la tabernera.
Pobre mozo, compañeros, no creo que fuese tan buena idea sacarle a bailar, vista su nula habilidad, dijo el fortachón, dándole una palmada en la espalda a Estupefacto.
La moza por suerte parece saber llevar la situación.
Echó un vistazo a lo que quedaba de la cena, ya severamente mermada por su gran apetito.
¿Tienen planeado quedar hasta más tarde? Oí antes que querían traer el resto de la mercancía de Curgo, y sería una desgracia que por demorarse en abandonar una velada tan agradable cerrasen las puertas de la ciudad y el cargamento quedase a merced de cualquier canalla que rondase los alrededores de la ciudad.
Por supuesto, no pretendo echarles ni nada, y mucho menos después de su generosa invitación, pero ya saben cómo de peligrosos son los caminos hoy en día, y siempre se puede volver a la taberna, pero no a todas horas salir de la ciudad.
El posadero, lógicamente preocupado por la moza, no le quitaba el ojo de encima, y a cada rato dirigía una mirada hacia el grupo.
Seguramente tendría miedo de que su hija se codease con maleantes o que le pudiesen hacer algo.
Transcurridos unos minutos, Estupefacto se levantó de la mesa en dirección a unos músicos que amenizaban la velada, y tras lo que Nicolás supuso fue una pequeña negociación, estos se acercaron y comenzaron a interpretar otra canción, más alegre y apropiada para bailar.
El estrambótico mercader volvió a junto de ellos y levantó de la mesa al joven herrera y a la tabernera con el objetivo de hacer que bailasen juntos. Aparte de mercader, alcahueta improvisada.
Para más bochorno, Curgo no paraba de animarles burlescamente, como si fuesen una parejita que apenas lleva una semana.
Schott se encontraba tan nervioso que a duras penas daba acertado a articular expresiones comprensibles, pero la chica tomó la iniciativa y se apartaron a un rincón a bailar.
El desgraciado muchacho era torpe cual zancudo en una ciénaga, pero por suerte Melanie era capaz de rectificar un poco sus pasos, y, sobre todo, evitar sus pisotones, que no serían ligeros por la fuerza con la que Schott pisaba.
Mientras el baile continuaba en la lejanía, los dos mercaderes parecían continuar con algún tipo de trapicheo del oficio.
Su aparente reticencia a mantenerlo discreto no acababa de transmitirle confianza a Nicolás, quien decidió acercarse un poco más a ellos de manera abierta bajo el pretexto de comentar la peculiar danza del herrero y la tabernera.
Pobre mozo, compañeros, no creo que fuese tan buena idea sacarle a bailar, vista su nula habilidad, dijo el fortachón, dándole una palmada en la espalda a Estupefacto.
La moza por suerte parece saber llevar la situación.
Echó un vistazo a lo que quedaba de la cena, ya severamente mermada por su gran apetito.
¿Tienen planeado quedar hasta más tarde? Oí antes que querían traer el resto de la mercancía de Curgo, y sería una desgracia que por demorarse en abandonar una velada tan agradable cerrasen las puertas de la ciudad y el cargamento quedase a merced de cualquier canalla que rondase los alrededores de la ciudad.
Por supuesto, no pretendo echarles ni nada, y mucho menos después de su generosa invitación, pero ya saben cómo de peligrosos son los caminos hoy en día, y siempre se puede volver a la taberna, pero no a todas horas salir de la ciudad.
Nicolás Barbacero
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 224
Nivel de PJ : : 0
Re: Llevar el "cristal" a la cristalería [Interp. Libre 3/3] [Cerrado]
La música no duraría demasiado, era momento de dejarse de misterios y tomar acción, Polvoso sólo había pensado en librarse de Melanie, no pensó que el gladiador pudiera suponer un problema, pero dado que aún no se había pronunciado ofreciendo su ayuda, estaba claro que no se podría contar con su fuerte brazo sin dar algo a cambio.
Polvoso, que no esperaba recibir una fuerte palmada a mitad de un trago de vino, escupió todo lo que tenia en el buche, tosió sonoramente y carraspeó hasta recobrar la compostura, limpiándose como pudo hasta unas gotas de vino que escurrían por su nariz, cuando pudo recuperarse se le quedó viendo a Nicolás un poco aturdido, pero al darse cuenta que su pinta debería ser de lo mas cómica al tener toda su ropa escurrida del tinto brebaje,estalló en una sonora carcajada regresándole el gesto con una palmada menos vigorosa.
- Vaya creo que en esto de la camaradería estoy fuera de práctica, mire nada mas como he quedado, creo que la fuerza de su brazo no es ninguna broma, Sr. Nicolas, tendría que ir a mis habitaciones y cambiarme este desastre si no quiero andar por la calle dando pinta de borracho, mire que en otra circunstancia le pediría que pagara a la lavandera , pero no nos pongamos serios, hemos pasado una noche magnifica como para andar con esos reclamos.
Polvoso termino de arreglarse como pudo y chocó su tarro con el de Nicolás, continuando su platica,.
-Sr. Nicolás, de lo ultimo que usted mencióno, creo que usted tiene toda la razón, ...si no hacemos algo pronto, seguro que la carga de nuestro amigo se quedara fuera a merced de cualquiera que pase y se aproveche de la oportunidad.
Volteo de nuevo hacia Curgo con un discreto guiño hacia el.
-Sr. Curgo se me ocurre que si el buen Schott aún se haya en condiciones de herrar a mis mulas, podríamos contar con ellas para jalar su carro y meter a la ciudad la mercancía, sólo que para eso deberá usted salir de inmediato para dar aviso a los guardias, usted sabe, entrar y salir así a estas horas de la ciudad resultaría sospechoso si no se explica de anticipado la causa, es decir, si usted puede "arreglar" esto, nosotros lo alcanzaremos apenas unos momentos después, que me dice?
Volteando finalmente hacia el gladiador, Polvoso buscó cerrar la pinza:
- Mi estimado Ser Nicolás, estoy seguro que el Sr. Marcone no dejará de recompensar su ayuda, nosotros bien podemos apañarnos para mover la mercancía con ayuda de mis fieles acémilas, pero más me preocupa que los rufianes que asaltaron la caravana aún se encuentren merodeando a la espera de su regreso y terminen por desplumarnos, ¿Cuanto nos cobraría usted por escoltarnos de regreso a la ciudad? De hecho... y dada la hora lo ideal sería contar con su custodia hasta entregar la mercancía, ya el señor Marcone nos podría dar mas detalles de su destino y al final que todos nos hallemos todos sanos y salvos.
Polvoso dirigió una ultima frase a Curgo igual en voz alta:
- Señor Marcone, antes de que salga pies en carrera a la garita de los guardias, debo confesarle mi sentir como amigo, haber expuesto tan abiertamente su situación tan abiertamente en una taberna donde uno nunca sabe quien esta a la escucha, ha sido riesgoso , nunca se sabe quien esta con la oreja atenta en estos lares, entenderá que dos debiluchos como nosotros no podríamos enfrentar un peligro en mitad de la noche y mucho menos hacernos cargo de cuidar a una "Doncella" en sus correrías nocturnas, sabe que en caso de que nos atacara un grupo de rufianes, quien sabe que cosas podrían hacerle a la señorita al amparo de la noche. No acepto que ella nos acompañe, y creo que todos estaremos de acuerdo en esto, espero no les moleste pero debo de tomar cartas en el asunto antes de que esto se vuelva un problema.
Polvoso se levantó de nuevo, dejando su tarro en la mesa, - Si me disculpan caballeros estoy de vuelta con ustedes en un momento. Polvoso camino hacia la entrada del salón donde se encontraba el dueño de la taberna que no quitaba de encima la vista de la pareja que aún danzaba al ritmo de la música.
- ¡Señor Jeff! Eh Posadero permitame un momento. El posadero, dio un paso atrás, pero no pudo alejarse antes de que Polvoso se pusiera a su lado de frente al salón con la idea es que todos lo pudieran ver, lo tomó del brazo y le empezó a contar lo que sucedía en la mesa, lo mas brevemente que su lengua de mercader pudo, le confesó lo que su hija nos había contado, desde su intención de fugarse por la noche de la posada, hasta sus historias de fugas nocturnas en Lunargenta con el fin de ver las luchas de gladiadores. Ante tales confesiones era imposible que un padre no reaccionara iracundo ya sea contra su hija o contra del que le contaba aquellas historias, pero Polvoso le describió toda la escena con el mejor tono de aflicción y honesta preocupación de un amigo a otro, de cualquier manera el posadero no podría permitir que su frágil retoño se saliera con la suya, o bien que el artífice de tal invento permaneciera en la posada un momento mas, sea cual fuere la solución Polvoso no quería a Melanie cerca del grupo aquella noche.
Polvoso, que no esperaba recibir una fuerte palmada a mitad de un trago de vino, escupió todo lo que tenia en el buche, tosió sonoramente y carraspeó hasta recobrar la compostura, limpiándose como pudo hasta unas gotas de vino que escurrían por su nariz, cuando pudo recuperarse se le quedó viendo a Nicolás un poco aturdido, pero al darse cuenta que su pinta debería ser de lo mas cómica al tener toda su ropa escurrida del tinto brebaje,estalló en una sonora carcajada regresándole el gesto con una palmada menos vigorosa.
- Vaya creo que en esto de la camaradería estoy fuera de práctica, mire nada mas como he quedado, creo que la fuerza de su brazo no es ninguna broma, Sr. Nicolas, tendría que ir a mis habitaciones y cambiarme este desastre si no quiero andar por la calle dando pinta de borracho, mire que en otra circunstancia le pediría que pagara a la lavandera , pero no nos pongamos serios, hemos pasado una noche magnifica como para andar con esos reclamos.
Polvoso termino de arreglarse como pudo y chocó su tarro con el de Nicolás, continuando su platica,.
-Sr. Nicolás, de lo ultimo que usted mencióno, creo que usted tiene toda la razón, ...si no hacemos algo pronto, seguro que la carga de nuestro amigo se quedara fuera a merced de cualquiera que pase y se aproveche de la oportunidad.
Volteo de nuevo hacia Curgo con un discreto guiño hacia el.
-Sr. Curgo se me ocurre que si el buen Schott aún se haya en condiciones de herrar a mis mulas, podríamos contar con ellas para jalar su carro y meter a la ciudad la mercancía, sólo que para eso deberá usted salir de inmediato para dar aviso a los guardias, usted sabe, entrar y salir así a estas horas de la ciudad resultaría sospechoso si no se explica de anticipado la causa, es decir, si usted puede "arreglar" esto, nosotros lo alcanzaremos apenas unos momentos después, que me dice?
Volteando finalmente hacia el gladiador, Polvoso buscó cerrar la pinza:
- Mi estimado Ser Nicolás, estoy seguro que el Sr. Marcone no dejará de recompensar su ayuda, nosotros bien podemos apañarnos para mover la mercancía con ayuda de mis fieles acémilas, pero más me preocupa que los rufianes que asaltaron la caravana aún se encuentren merodeando a la espera de su regreso y terminen por desplumarnos, ¿Cuanto nos cobraría usted por escoltarnos de regreso a la ciudad? De hecho... y dada la hora lo ideal sería contar con su custodia hasta entregar la mercancía, ya el señor Marcone nos podría dar mas detalles de su destino y al final que todos nos hallemos todos sanos y salvos.
Polvoso dirigió una ultima frase a Curgo igual en voz alta:
- Señor Marcone, antes de que salga pies en carrera a la garita de los guardias, debo confesarle mi sentir como amigo, haber expuesto tan abiertamente su situación tan abiertamente en una taberna donde uno nunca sabe quien esta a la escucha, ha sido riesgoso , nunca se sabe quien esta con la oreja atenta en estos lares, entenderá que dos debiluchos como nosotros no podríamos enfrentar un peligro en mitad de la noche y mucho menos hacernos cargo de cuidar a una "Doncella" en sus correrías nocturnas, sabe que en caso de que nos atacara un grupo de rufianes, quien sabe que cosas podrían hacerle a la señorita al amparo de la noche. No acepto que ella nos acompañe, y creo que todos estaremos de acuerdo en esto, espero no les moleste pero debo de tomar cartas en el asunto antes de que esto se vuelva un problema.
Polvoso se levantó de nuevo, dejando su tarro en la mesa, - Si me disculpan caballeros estoy de vuelta con ustedes en un momento. Polvoso camino hacia la entrada del salón donde se encontraba el dueño de la taberna que no quitaba de encima la vista de la pareja que aún danzaba al ritmo de la música.
- ¡Señor Jeff! Eh Posadero permitame un momento. El posadero, dio un paso atrás, pero no pudo alejarse antes de que Polvoso se pusiera a su lado de frente al salón con la idea es que todos lo pudieran ver, lo tomó del brazo y le empezó a contar lo que sucedía en la mesa, lo mas brevemente que su lengua de mercader pudo, le confesó lo que su hija nos había contado, desde su intención de fugarse por la noche de la posada, hasta sus historias de fugas nocturnas en Lunargenta con el fin de ver las luchas de gladiadores. Ante tales confesiones era imposible que un padre no reaccionara iracundo ya sea contra su hija o contra del que le contaba aquellas historias, pero Polvoso le describió toda la escena con el mejor tono de aflicción y honesta preocupación de un amigo a otro, de cualquier manera el posadero no podría permitir que su frágil retoño se saliera con la suya, o bien que el artífice de tal invento permaneciera en la posada un momento mas, sea cual fuere la solución Polvoso no quería a Melanie cerca del grupo aquella noche.
- - OFF ROL -:
Dado que el posadero es un PnJ manejado mas bien por Alana como se manejaría la reacción de este?, digo... Polvoso (Estupefacto) no tiene ni idea de que los dos estén coludidos en contra de nuestros "honorables" negocios, solo sabe de que es su padre, pero no me queda claro si yo pudo usar al PnJ o forzosamente lo haria Alana.
Que siga el Rol
Última edición por Polvoso Wersie Stehlen el Lun Oct 19 2015, 15:35, editado 2 veces (Razón : ortografía y off rol)
Polvoso Wersie Stehlen
Aprendiz
Aprendiz
Cantidad de envíos : : 16
Re: Llevar el "cristal" a la cristalería [Interp. Libre 3/3] [Cerrado]
El plan iba sobre la marcha. Melanie estaba distraída bailando con Schott y yo podía hablar con el otro mercader. Ahora la cuestión era convencer al fuertote Nicolás para que se uniera a nosotros, que se había ofrecido a ayudarnos. El grande había mostrado durante la velada su desaprobación a transportar droga, pero parecía totalmente convencido de que lo que llevaríamos serían mercancías de especias. E incluso ofreció s ayuda. ¡Perfecto!
Estupefacto le respondió primero que yo, con un comentario en el cual hacía dar lástima. No podía sino seguirle el rollo.
-¡No sabes cuánto agradecería tu ayuda Nicolás! – respondí con ilusión – No soy más que un simple mercader y no poseo habilidades de combate. Considera tuya, mi buen amigo, una jugosa bolsa de aeros si nos ayudas a transportar la mercancía – y le di una sincera palmada en la espalda, esperando su aprobación.
Estupefacto se dirigió entonces a mí, para hacer referencia a que Schott debería de arreglar las herraduras de las mulas. Parece que mi coartada del carro funcionó. Pero la realidad es que esto es totalmente innecesario, y Schott se encontraba ahora bailando con la joven y es probable que la prefiera a ella que a nosotros. A fin de cuentas, es un hombre. Sería mejor no interrumpir su velada sentimental, ahora que estaban los dos apartados en una esquinita.
-¿De verdad vamos a interrumpir a Schott mientras está con aquella bella dama? – pregunté mirando hacia ambos – Seguro que a ninguno nos gustaría. Además no creo que nadie vaya a robar mi viejo carro sin ruedas podrido por la carcoma. Las mulas no serán necesarias. Cogeremos la mercancía entre los tres y mi acompañante en varios sacos – apreté el bíceps del gladiador con una sonrisa - Nicolás está fuertote.
Estupefacto, al igual que yo, tampoco parecía estar conforme con que la bella mujer se acercase a nosotros. Sus ganas de intromisión en el grupo daban que sospechar, porque su manera de expresarse no era inocente como la de Schott o Nicolás, sino más bien interesada. Y aquello no me gustaba ni un pelo, y por lo visto no era el único que opinaba así.
-Estoy totalmente de acuerdo – dije a ambos hombres sentados en la mesa afirmando.
Lo único que no compartía de Estupefacto es que avisara a los guardias de que iba a introducir mercancía, ¿qué? Imposible. Eso no haría más que atraer sospechas. Los paquetes eran pequeños y podían ir perfectamente escondidos en cualquier sitio e incluso un saco. Aunque no iba a decírselo delante de Nicolás.
Fue el mismo Estupefacto el que se levantó para hablar con el tabernero, ni idea de para qué. Dejándome solo con Nicolás.
-Dejemos a la pareja… ¿Vienes conmigo, Nicolás? – le pregunté mientras escribía en una servilleta. Quería que se uniera a mí antes de que Melanie se pusiera en contacto con él. Miré por la ventana. – Se ha hecho de noche y temo por la integridad de mi mercancía. ¡Hora de partir!
A continuación me acerqué a Estupefacto, que estaba hablando con el tabernero. Me acerqué a él, le di una palmada en el hombro y le entregué el pequeño trozo de servilleta sobre el que acababa de escribir, era la localización del punto de reunión.
“Afueras de Roilkat por la puerta Este, doscientos pasos al Norte, tras un viejo roble, frente a la muralla. El contacto se llama Estivi.”.
-Si te siguen, ve por otro camino – le susurré a Estupefacto sin que me oyeran haciendo alusión a la chica o a cualquiera que pudiera seguirlo. Le guiñé el ojo y le di una palmada en la espalda.
Saqué de mi bolso los aeros y se los entregué al camarero por el cerdo. Miré hacia Melanie y Schott y me despedí desde la puerta de salida con la mano y con una sonrisa. Casi sin darles tiempo de reacción. La canción ya había terminado. Y sin perder un instante salí por la puerta el primero sin decir nada más. Encendí un cigarro. Esperando por si Nicolás decidía acompañarme. Era ya de noche cerrado y hacía bastante frío, aunque no llovía. Estupefacto quedaba solo pero sabía a dónde tenía que ir.
Estupefacto le respondió primero que yo, con un comentario en el cual hacía dar lástima. No podía sino seguirle el rollo.
-¡No sabes cuánto agradecería tu ayuda Nicolás! – respondí con ilusión – No soy más que un simple mercader y no poseo habilidades de combate. Considera tuya, mi buen amigo, una jugosa bolsa de aeros si nos ayudas a transportar la mercancía – y le di una sincera palmada en la espalda, esperando su aprobación.
Estupefacto se dirigió entonces a mí, para hacer referencia a que Schott debería de arreglar las herraduras de las mulas. Parece que mi coartada del carro funcionó. Pero la realidad es que esto es totalmente innecesario, y Schott se encontraba ahora bailando con la joven y es probable que la prefiera a ella que a nosotros. A fin de cuentas, es un hombre. Sería mejor no interrumpir su velada sentimental, ahora que estaban los dos apartados en una esquinita.
-¿De verdad vamos a interrumpir a Schott mientras está con aquella bella dama? – pregunté mirando hacia ambos – Seguro que a ninguno nos gustaría. Además no creo que nadie vaya a robar mi viejo carro sin ruedas podrido por la carcoma. Las mulas no serán necesarias. Cogeremos la mercancía entre los tres y mi acompañante en varios sacos – apreté el bíceps del gladiador con una sonrisa - Nicolás está fuertote.
Estupefacto, al igual que yo, tampoco parecía estar conforme con que la bella mujer se acercase a nosotros. Sus ganas de intromisión en el grupo daban que sospechar, porque su manera de expresarse no era inocente como la de Schott o Nicolás, sino más bien interesada. Y aquello no me gustaba ni un pelo, y por lo visto no era el único que opinaba así.
-Estoy totalmente de acuerdo – dije a ambos hombres sentados en la mesa afirmando.
Lo único que no compartía de Estupefacto es que avisara a los guardias de que iba a introducir mercancía, ¿qué? Imposible. Eso no haría más que atraer sospechas. Los paquetes eran pequeños y podían ir perfectamente escondidos en cualquier sitio e incluso un saco. Aunque no iba a decírselo delante de Nicolás.
Fue el mismo Estupefacto el que se levantó para hablar con el tabernero, ni idea de para qué. Dejándome solo con Nicolás.
-Dejemos a la pareja… ¿Vienes conmigo, Nicolás? – le pregunté mientras escribía en una servilleta. Quería que se uniera a mí antes de que Melanie se pusiera en contacto con él. Miré por la ventana. – Se ha hecho de noche y temo por la integridad de mi mercancía. ¡Hora de partir!
A continuación me acerqué a Estupefacto, que estaba hablando con el tabernero. Me acerqué a él, le di una palmada en el hombro y le entregué el pequeño trozo de servilleta sobre el que acababa de escribir, era la localización del punto de reunión.
“Afueras de Roilkat por la puerta Este, doscientos pasos al Norte, tras un viejo roble, frente a la muralla. El contacto se llama Estivi.”.
-Si te siguen, ve por otro camino – le susurré a Estupefacto sin que me oyeran haciendo alusión a la chica o a cualquiera que pudiera seguirlo. Le guiñé el ojo y le di una palmada en la espalda.
Saqué de mi bolso los aeros y se los entregué al camarero por el cerdo. Miré hacia Melanie y Schott y me despedí desde la puerta de salida con la mano y con una sonrisa. Casi sin darles tiempo de reacción. La canción ya había terminado. Y sin perder un instante salí por la puerta el primero sin decir nada más. Encendí un cigarro. Esperando por si Nicolás decidía acompañarme. Era ya de noche cerrado y hacía bastante frío, aunque no llovía. Estupefacto quedaba solo pero sabía a dónde tenía que ir.
Curgo
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 161
Nivel de PJ : : 0
Re: Llevar el "cristal" a la cristalería [Interp. Libre 3/3] [Cerrado]
Mi cabeza daba vueltas, literalmente, estaba inmerso en el baile que Melanie había aceptado, sinceramente no creí que fuera a hacerlo, aunque ella tenía razón, era solo un baile, era yo el que era idiota.
Yo estaba sudando sangre para tratar de seguir su ritmo, estaba claro que bailar, lo que es bailar, no era lo mío y que ella tenía experiencia, yo intentaba mirarla a los ojos y esbozar una sonrisa, pero constantemente la necesidad de no pisarla me hacía revisar la posición de mis pies.
-Vamos Schott, ya sabes, las manos a derecha e izquierda, no muy bajo, pies alternos, mantén contacto visual, no trastabilles- Me repetía a mi mismo.
Había más parejas en la pista, y oía ánimos y silbidos de la gente, que confío no fueran dirigidos a mí, bastante me costaba ya mantener el ritmo, el alcohol y la timidez ya me estaban quitando demasiados recursos.
Pero lo cierto es que la experiencia era impagable, en mi vida me había visto en otra, quien diría que yo, iba a bailar con una chica guapa y con el estómago lleno.
Tras algún giro pude ver que el posadero nos miraba de vez en cuando, mierda, trague saliva sudando, espero que no pensase nada raro, no sería la primera vez que me llevaba una tunda gratuita por algún malentendido similar.
La miré entonces a los ojos, unos profundos ojos castaños, de esos que harían librar batallas por ellos, y no pude evitar ponerme aún más nervioso, era una chica guapísima, de las que tipos como yo solo podemos soñar y leer en los libros, demasiado bueno para ser cierto.
-Yo….Mel…ba…bailas muy bien- traté de decir, excepto por los gestos de concentración no había borrado mi sincera sonrisa de la cara.
Pero entonces, tras un par de estrofas Mel se me aceró susurrando al oído, se me pusieron los pelos de punta, pero por una vez era por algo bueno.
-Eh…¿ebrio?....no..nono..estoy bien si- respondí los más sereno que pude, que era mas bien poco.
-Sisi, te te escucho- Lo que me contó era lo que le faltaba a mi cabeza aturullada de sensaciones para bloquearse, por lo visto su verdadero nombre era Alanna, era guardia y sospechaba que Curgo y los demás no eran trigo limpio, algo de trafico de cristal, y lo que es más, me pidió ayuda
Creo que mi rostro debiera parecer un cuadro en ese momento, mi cerebro no daba para mucho, pero aun así traté de pensar en lo que me había dicho, era cierto que Estupefacto podía parecer algo rarito, y Curgo..no sé, parecía buen tipo, aunque tal vez fueran todo patrañas de mercader, como aquel maldito jabón que compré que en realidad te dejaba la piel como una lija, pero volviendo al tema, me resultaba raro pensar mal de ellos, además Nicolás no parecía mal tipo en absoluto, capaz de traficar con esa basura, ¿puede que fuera todo fachada? ¿o tal vez simplemente Mel, digo Alanna, se estuviese equivocando al sospechar.
-Yo..si..claro..te..te ayudaré- dije lo mas serio que pude, ya con la tímida mirada que me lanzó la habría acompañado hasta el pico más alto, pero además me sentía como si no pudiera dejarla sola, era una sensación muy rara.
Tras otro giro de la música pude ver como Curgo se despedía sonriendo ya cruzando la puerta, le hice un torpe gesto con la cabeza a modo de despedida, desde luego tenía prisa, aunque tal vez lo hacía para dejarnos más intimidad a Me…Alanna y a mí, cosa que por algún motivo me dejaba aún más nervioso, aunque si lo pensaba mas, tal vez bailar conmigo solo fuera parte de su plan para vigilar al grupo, cosa que aunque tenía todo el sentido, me dejaba bastante vacío por dentro, sin embrago ahora necesitaba mi ayuda e iba a dársela, aunque si en verdad era guardia, poco iba a poder hacer yo para ayudarla.
-E…estoy contigo..¿que necesitas?-
Yo estaba sudando sangre para tratar de seguir su ritmo, estaba claro que bailar, lo que es bailar, no era lo mío y que ella tenía experiencia, yo intentaba mirarla a los ojos y esbozar una sonrisa, pero constantemente la necesidad de no pisarla me hacía revisar la posición de mis pies.
-Vamos Schott, ya sabes, las manos a derecha e izquierda, no muy bajo, pies alternos, mantén contacto visual, no trastabilles- Me repetía a mi mismo.
Había más parejas en la pista, y oía ánimos y silbidos de la gente, que confío no fueran dirigidos a mí, bastante me costaba ya mantener el ritmo, el alcohol y la timidez ya me estaban quitando demasiados recursos.
Pero lo cierto es que la experiencia era impagable, en mi vida me había visto en otra, quien diría que yo, iba a bailar con una chica guapa y con el estómago lleno.
Tras algún giro pude ver que el posadero nos miraba de vez en cuando, mierda, trague saliva sudando, espero que no pensase nada raro, no sería la primera vez que me llevaba una tunda gratuita por algún malentendido similar.
La miré entonces a los ojos, unos profundos ojos castaños, de esos que harían librar batallas por ellos, y no pude evitar ponerme aún más nervioso, era una chica guapísima, de las que tipos como yo solo podemos soñar y leer en los libros, demasiado bueno para ser cierto.
-Yo….Mel…ba…bailas muy bien- traté de decir, excepto por los gestos de concentración no había borrado mi sincera sonrisa de la cara.
Pero entonces, tras un par de estrofas Mel se me aceró susurrando al oído, se me pusieron los pelos de punta, pero por una vez era por algo bueno.
-Eh…¿ebrio?....no..nono..estoy bien si- respondí los más sereno que pude, que era mas bien poco.
-Sisi, te te escucho- Lo que me contó era lo que le faltaba a mi cabeza aturullada de sensaciones para bloquearse, por lo visto su verdadero nombre era Alanna, era guardia y sospechaba que Curgo y los demás no eran trigo limpio, algo de trafico de cristal, y lo que es más, me pidió ayuda
Creo que mi rostro debiera parecer un cuadro en ese momento, mi cerebro no daba para mucho, pero aun así traté de pensar en lo que me había dicho, era cierto que Estupefacto podía parecer algo rarito, y Curgo..no sé, parecía buen tipo, aunque tal vez fueran todo patrañas de mercader, como aquel maldito jabón que compré que en realidad te dejaba la piel como una lija, pero volviendo al tema, me resultaba raro pensar mal de ellos, además Nicolás no parecía mal tipo en absoluto, capaz de traficar con esa basura, ¿puede que fuera todo fachada? ¿o tal vez simplemente Mel, digo Alanna, se estuviese equivocando al sospechar.
-Yo..si..claro..te..te ayudaré- dije lo mas serio que pude, ya con la tímida mirada que me lanzó la habría acompañado hasta el pico más alto, pero además me sentía como si no pudiera dejarla sola, era una sensación muy rara.
Tras otro giro de la música pude ver como Curgo se despedía sonriendo ya cruzando la puerta, le hice un torpe gesto con la cabeza a modo de despedida, desde luego tenía prisa, aunque tal vez lo hacía para dejarnos más intimidad a Me…Alanna y a mí, cosa que por algún motivo me dejaba aún más nervioso, aunque si lo pensaba mas, tal vez bailar conmigo solo fuera parte de su plan para vigilar al grupo, cosa que aunque tenía todo el sentido, me dejaba bastante vacío por dentro, sin embrago ahora necesitaba mi ayuda e iba a dársela, aunque si en verdad era guardia, poco iba a poder hacer yo para ayudarla.
-E…estoy contigo..¿que necesitas?-
Schott
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 191
Nivel de PJ : : 0
Re: Llevar el "cristal" a la cristalería [Interp. Libre 3/3] [Cerrado]
Cuando Schott respondió que la ayudaría, suspiró aliviada, al menos tenía a alguien más con ella, ahora le faltaba poder pedir ayuda al mastodonte que era Nicolás. Alanna sonrió a Schott con el alivio patente en su rostro, le debería un gran favor cuando acabase todo eso, consiguiera atrapar a los culpables o no.
- Mil gracias.- le dijo con una sonrisa.- te deberé un favor enorme.- rió un poco siendo ya ella misma, ahora que el joven sabía de su identidad, de poco, o nada le servía fingir.
Sabíaque podía parecer todo inverosímil, y que no tenía prueba alguna de sus sospechas, pero no podía evitara sentirse insegura acerca de esos dos, solo verlos le ponía los pelos de punta. Miró a su alrededor y fue capaz de ver hablar a Nicolás con los dos hombres, solo esperaba que no metieran a alguien con honor o inocencia, como eran el caso de Nicolás y Schott en sus sucios planes. De la nada, el de aspecto más extraño desapareció de la compañía de ambos y se acercó a hablar con el tabernero, a Alanna se le cortó la respiración un instante, que planearía.
- No me gusta esto...- murmuró rompiendo el silencio.
Paró de moverse y miró, Jeff tenía un aspecto frío, como si algo lo hubiera dejado helado, pero, de pronto la miró, la guardia frunció el ceño y los gritos del tabernero llenaron la sala haciendo cesar la música, aliviada, guardó un suspiro y, tras mirar al posadero, que se acercaba alterado. Girando en redondo, para mirar a Schott, fingió darle un pequeño beso en la mejilla cuando, en realidad, susurró.
- No te alejes de ellos, necesito que dejes marcas en el suelo que pueda seguir, serán mis migas de pan para encontrarte.
Justo al terminar la frase, el posadero llegó y se la llevó a rastras tras la barra al grito de "¡luego hablaré contigo, ahora vuelve a tu trabajo, y descarga ese barril!" Con clara molestia, y cara de pocos amigos, la chica se quedó tras la barra, y palpó los bolsillos de delantal, se acercó al fondo lo más cerca de los hombres que pudo y sirvió tres copas más, fingiendo enfado, aunque, en realidad, no podía tener mejor situación, siendo así podría olvidarse de su papel y, con facilidad pasmosa, seguir a los comerciantes mediante las migas de pan que dejase el herrero para ella.
- Parece que hoy no podré escaparme, no se que le habrá pasado o que tornillo se le habrá caido.- murmuró protestando dandoles las tres cervezas a los mercaderes y al hombre fuerte. - Para colmo no tengo fuerza para bajar ese barril de ahí arriba, ni fuerza ni altura....- se quejó y de pronto, entendió que era la oportunidad perfecta. Era el momento de convencer a Nicolás.- Disculpe, se que tienen prisa pero... ¿Nicolás, podría ayudarme a bajar el barril del fondo? luego les dejaré marchar, y esta ronda también corre a mi cuenta.- sonrió.
Esperó a que el hombre le respondiera abriendo la puerta y acercándose al lugar donde estaba el barril para señalarlo mientras palpaba su bolsillo sosteniendo sin que se notase la insignia de guardia que la acompañaba siempre, en cuanto pudiera se la mostraría también a Schott para que este viese que no le tomaba el pelo.
Los planes eran complicados, debería apresurarse en cambiarse y ponerse su ropa negra si quería seguirlos sin ser vista, esa ropa era practica para engatusar a los bebedores, los tacones las mangas caídas y la falda ancha, pero para correr, para su trabajo real, era lo último que cualquier guardia usaría, pero no podía acelerar las cosas, si permitía que sospechasen más de lo que ya lo hacían, podría meterse en un buen lió, pues si eran los culpables, cambiarían los planes sobre el intercambio de cristal y se irían de rositas si que ella fuera capaz de conseguir nada, y bajo ningún concepto podía permitirse algo así. En cuanto salieran de allí, preguntaría al tabernero por lo que había sido capaz de huir y se cambiaría para salir corriendo tras ellos, sería la sombra más oscura de la noche y el sonido más suave del viento, nadie podría detectarla.
- Mil gracias.- le dijo con una sonrisa.- te deberé un favor enorme.- rió un poco siendo ya ella misma, ahora que el joven sabía de su identidad, de poco, o nada le servía fingir.
Sabíaque podía parecer todo inverosímil, y que no tenía prueba alguna de sus sospechas, pero no podía evitara sentirse insegura acerca de esos dos, solo verlos le ponía los pelos de punta. Miró a su alrededor y fue capaz de ver hablar a Nicolás con los dos hombres, solo esperaba que no metieran a alguien con honor o inocencia, como eran el caso de Nicolás y Schott en sus sucios planes. De la nada, el de aspecto más extraño desapareció de la compañía de ambos y se acercó a hablar con el tabernero, a Alanna se le cortó la respiración un instante, que planearía.
- No me gusta esto...- murmuró rompiendo el silencio.
Paró de moverse y miró, Jeff tenía un aspecto frío, como si algo lo hubiera dejado helado, pero, de pronto la miró, la guardia frunció el ceño y los gritos del tabernero llenaron la sala haciendo cesar la música, aliviada, guardó un suspiro y, tras mirar al posadero, que se acercaba alterado. Girando en redondo, para mirar a Schott, fingió darle un pequeño beso en la mejilla cuando, en realidad, susurró.
- No te alejes de ellos, necesito que dejes marcas en el suelo que pueda seguir, serán mis migas de pan para encontrarte.
Justo al terminar la frase, el posadero llegó y se la llevó a rastras tras la barra al grito de "¡luego hablaré contigo, ahora vuelve a tu trabajo, y descarga ese barril!" Con clara molestia, y cara de pocos amigos, la chica se quedó tras la barra, y palpó los bolsillos de delantal, se acercó al fondo lo más cerca de los hombres que pudo y sirvió tres copas más, fingiendo enfado, aunque, en realidad, no podía tener mejor situación, siendo así podría olvidarse de su papel y, con facilidad pasmosa, seguir a los comerciantes mediante las migas de pan que dejase el herrero para ella.
- Parece que hoy no podré escaparme, no se que le habrá pasado o que tornillo se le habrá caido.- murmuró protestando dandoles las tres cervezas a los mercaderes y al hombre fuerte. - Para colmo no tengo fuerza para bajar ese barril de ahí arriba, ni fuerza ni altura....- se quejó y de pronto, entendió que era la oportunidad perfecta. Era el momento de convencer a Nicolás.- Disculpe, se que tienen prisa pero... ¿Nicolás, podría ayudarme a bajar el barril del fondo? luego les dejaré marchar, y esta ronda también corre a mi cuenta.- sonrió.
Esperó a que el hombre le respondiera abriendo la puerta y acercándose al lugar donde estaba el barril para señalarlo mientras palpaba su bolsillo sosteniendo sin que se notase la insignia de guardia que la acompañaba siempre, en cuanto pudiera se la mostraría también a Schott para que este viese que no le tomaba el pelo.
Los planes eran complicados, debería apresurarse en cambiarse y ponerse su ropa negra si quería seguirlos sin ser vista, esa ropa era practica para engatusar a los bebedores, los tacones las mangas caídas y la falda ancha, pero para correr, para su trabajo real, era lo último que cualquier guardia usaría, pero no podía acelerar las cosas, si permitía que sospechasen más de lo que ya lo hacían, podría meterse en un buen lió, pues si eran los culpables, cambiarían los planes sobre el intercambio de cristal y se irían de rositas si que ella fuera capaz de conseguir nada, y bajo ningún concepto podía permitirse algo así. En cuanto salieran de allí, preguntaría al tabernero por lo que había sido capaz de huir y se cambiaría para salir corriendo tras ellos, sería la sombra más oscura de la noche y el sonido más suave del viento, nadie podría detectarla.
Alanna Delteria
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1129
Nivel de PJ : : 6
Re: Llevar el "cristal" a la cristalería [Interp. Libre 3/3] [Cerrado]
Por un lado los mercaderes deseaban ir en busca de sus productos, por el otro lado la tabernera, que no desmerecía para nada, también requería la ayuda de Nicolás para transportar una barrica de vino a la bodega.
Ya que el mercenario había visto brevemente parte de la nota de Curgo, seguramente podría ir en su ayuda más tarde, así que decidió echar una mano a la mujer.
Qué menos que ayudar a una señorita, y más cuando nos ha brindado tan agradable compañía esta noche, le contestó mientras levantaba sin apenas esfuerzo el barril indicado y se lo colocaba al hombro.
La habitación, lóbrega, albergaba numerosos toneles de lo que suponía que serían bebidas espirituosas varias y conservas.
Nicolás posó la carga junto a otros en una esquina.
¿Necesitáis algo más? En caso contrario temo que debo ayudar a los mercaderes a cargar con sus mercancías; no creo que fuese buena idea dejarles andar solos por las calles a estas horas, y más si llevan algo de valor, dijo mientras se dirigía de nuevo a las escaleras por las que bajaron a la bodega.
Ya que el mercenario había visto brevemente parte de la nota de Curgo, seguramente podría ir en su ayuda más tarde, así que decidió echar una mano a la mujer.
Qué menos que ayudar a una señorita, y más cuando nos ha brindado tan agradable compañía esta noche, le contestó mientras levantaba sin apenas esfuerzo el barril indicado y se lo colocaba al hombro.
La habitación, lóbrega, albergaba numerosos toneles de lo que suponía que serían bebidas espirituosas varias y conservas.
Nicolás posó la carga junto a otros en una esquina.
¿Necesitáis algo más? En caso contrario temo que debo ayudar a los mercaderes a cargar con sus mercancías; no creo que fuese buena idea dejarles andar solos por las calles a estas horas, y más si llevan algo de valor, dijo mientras se dirigía de nuevo a las escaleras por las que bajaron a la bodega.
Nicolás Barbacero
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 224
Nivel de PJ : : 0
Re: Llevar el "cristal" a la cristalería [Interp. Libre 3/3] [Cerrado]
OFF: Me salto el turno de Polvoso por su tardanza. Si reapareces puedes entrar más adelante en cualquier momento ya que la historia lo permite.
Estuve esperando a que Nicolás llegara. Estupefacto debería saber a dónde había que llegar gracias al papel o nota que le di. Mientras esperaba fuera a ver si Nicolás se decidía a acompañarme. Uno de mis contacto llegó muy apurado, corriendo, y visiblemente fatigado se situó ante mí.
-¡Curgo! Hay que darse prisa. ¡La mercancía está a punto de llegar! – me dijo.
Y aquello era algo muy cierto, tal vez me había demorado demasiado en la cena pues el cristal estaría pronto llegando al punto en el que describí en la nota a Estupefacto. No había tiempo a esperar a que Nicolás saliera. Rápidamente, mientras todos los demás estaban aún dentro del bar. Salí corriendo junto a mi acompañante, cuidándonos de pasar despacio ante los guardias para no levantar sospechas.
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Al llegar al punto en las afueras, allí se encontraba el carro. En perfecto estado y no medio destruido como había dicho en las afueras. El escenario era un medio bosque que tropezaba directamente con las altas murallas de Roilkat, en un lugar lo suficientemente apartado de cualquier puerta para que nadie se acercara. Mientras que la cristalería de Roilkat estaba justamente detrás.
En lo alto de la muralla, había unos hombres con un mecanismo de polea y bandejas esperando para producir el intercambio. También habían lanzado una escalera, por si había necesidad de subir o bajar. Serían cinco o seis, contando con guardaespaldas negros del tamaño de un elefante. Armados con espadas y otros utensilios de corte, así como con arcos y ballestas. Tenían una pinta terrible. Menos mal que el intercambio se produciría sin contacto directo.
-¿Tenéis el dinero? – les pregunté desde abajo.
- Sí – dijo uno de ellos - Traed la mercancía y nosotros bajaremos el dinero.
Todo lo que había que hacer ahora era vaciar el carromato. Para ello estábamos tres personas, aunque no demasiado enclenques. Estivi, que era quien me había venido a buscar, y Partos, el diligente del carromato. Mientras descargaba el carro Estuve esperando a ver si finalmente Nicolás o Estupefacto aparecían por allí para ayudar a que todo fuera más rápido. Pero no había mucho tiempo que perder.
Estuve esperando a que Nicolás llegara. Estupefacto debería saber a dónde había que llegar gracias al papel o nota que le di. Mientras esperaba fuera a ver si Nicolás se decidía a acompañarme. Uno de mis contacto llegó muy apurado, corriendo, y visiblemente fatigado se situó ante mí.
-¡Curgo! Hay que darse prisa. ¡La mercancía está a punto de llegar! – me dijo.
Y aquello era algo muy cierto, tal vez me había demorado demasiado en la cena pues el cristal estaría pronto llegando al punto en el que describí en la nota a Estupefacto. No había tiempo a esperar a que Nicolás saliera. Rápidamente, mientras todos los demás estaban aún dentro del bar. Salí corriendo junto a mi acompañante, cuidándonos de pasar despacio ante los guardias para no levantar sospechas.
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Al llegar al punto en las afueras, allí se encontraba el carro. En perfecto estado y no medio destruido como había dicho en las afueras. El escenario era un medio bosque que tropezaba directamente con las altas murallas de Roilkat, en un lugar lo suficientemente apartado de cualquier puerta para que nadie se acercara. Mientras que la cristalería de Roilkat estaba justamente detrás.
En lo alto de la muralla, había unos hombres con un mecanismo de polea y bandejas esperando para producir el intercambio. También habían lanzado una escalera, por si había necesidad de subir o bajar. Serían cinco o seis, contando con guardaespaldas negros del tamaño de un elefante. Armados con espadas y otros utensilios de corte, así como con arcos y ballestas. Tenían una pinta terrible. Menos mal que el intercambio se produciría sin contacto directo.
-¿Tenéis el dinero? – les pregunté desde abajo.
- Sí – dijo uno de ellos - Traed la mercancía y nosotros bajaremos el dinero.
Todo lo que había que hacer ahora era vaciar el carromato. Para ello estábamos tres personas, aunque no demasiado enclenques. Estivi, que era quien me había venido a buscar, y Partos, el diligente del carromato. Mientras descargaba el carro Estuve esperando a ver si finalmente Nicolás o Estupefacto aparecían por allí para ayudar a que todo fuera más rápido. Pero no había mucho tiempo que perder.
Curgo
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 161
Nivel de PJ : : 0
Página 1 de 2. • 1, 2
Temas similares
» Conflicto en la ciudad del cristal [Libre] [2/3] [Noche] [Cerrado]
» El sueño peninsular [Interp. Libre] [3/3] [Cerrado]
» [Cerrado]Apariencias de cristal. [Trabajo][Demian y Arygos][+18]
» Cuartel General de los Cazadores [Interp. Libre] [3/4] [CERRADO]
» [Cerrado] Rinoceronte de cristal [Interpretativo][Libre][2/2]
» El sueño peninsular [Interp. Libre] [3/3] [Cerrado]
» [Cerrado]Apariencias de cristal. [Trabajo][Demian y Arygos][+18]
» Cuartel General de los Cazadores [Interp. Libre] [3/4] [CERRADO]
» [Cerrado] Rinoceronte de cristal [Interpretativo][Libre][2/2]
Página 1 de 2.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Hoy a las 14:43 por Eilydh
» Días de tormenta + 18 [Privado]
Ayer a las 23:14 por Iori Li
» Laboratorio Harker [Alquimia+Ingeniería]
Ayer a las 19:13 por Zelas Hazelmere
» Pócimas y Tragos: La Guerra de la Calle Burbuja [Interpretativo] [Libre]
Ayer a las 16:18 por Mina Harker
» El vampiro contraataca [Evento Sacrestic]
Ayer a las 05:53 por Lukas
» La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Mar Nov 19 2024, 22:49 por Eltrant Tale
» Entre Sombras y Acero [LIBRE][NOCHE]
Mar Nov 19 2024, 22:42 por Cohen
» [Zona de culto] Altar de las Runas de los Baldíos
Lun Nov 18 2024, 12:29 por Tyr
» Susurros desde el pasado | Amice H.
Lun Nov 18 2024, 04:12 por Amice M. Hidalgo
» [Zona de culto] Iglesia del único Dios
Sáb Nov 16 2024, 21:38 por Tyr
» Enjoy the Silence 4.0 {Élite]
Miér Nov 13 2024, 20:01 por Nana
» Vampiros, Gomejos, piernas para qué las tengo. [Privado]
Mar Nov 12 2024, 04:51 por Tyr
» Derecho Aerandiano [Libre]
Dom Nov 10 2024, 13:36 por Tyr
» Propaganda Peligrosa - Priv. Zagreus - (Trabajo / Noche)
Vie Nov 08 2024, 18:40 por Lukas
» Lamentos de un corazón congelado [Libre 3/3]
Vie Nov 08 2024, 01:19 por Tyr