[CERRADO] Tras los muros de Lunargenta [Interpretativo] - Alanna + libre
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[CERRADO] Tras los muros de Lunargenta [Interpretativo] - Alanna + libre
Los suaves ruidos del bosque hacían sentir a Helyare como en casa, cómoda, como si nada hubiese cambiado. Pero nada más lejos de la realidad. Sí, era una elfa y se sentía muy a gusto en un bosque, pero esa comodidad era un arma de doble filo porque llenaba su mente de recuerdos y añoranzas de su tierra. El bosque donde estaba no era su casa, no era Sandorai. Se encontraba a las afueras de un bosque cercano a Lunargenta. Y no, aunque añorase su hogar no podía volver a pisar el bosque donde creció.
Descansaba en una piedra de gran tamaño, con el arco a su lado mientras miraba el broche de su clan. No había posibilidad de regresar así que no podía seguir martirizándose más viendo el emblema. Cerró con fuerza su puño en torno al objeto y lo guardó por dentro de su capa. Se colocó la capucha y salió del bosque en dirección a la gran ciudad. No quería ser vista, pero sabía que llamaría la atención nada más cruzar los muros de la ciudad. Y había querido evitar por todos los medios ir a un lugar poblado, pero necesitaba hacer unas compras, ya que llevaba semanas vagando por el bosque y sus cosas escaseaban ya, así que no le quedaba de otra que ir a la capital.
Caminó durante un tiempo, ya empezaba a ver los edificios más altos de Lunargenta y la incomodidad recorría su cuerpo. No quería pasar y someterse, de nuevo, a la acusación pública. Aunque sabía que en esa ciudad la diversidad también poblaba, tenía miedo de mostrarse.
–Vamos, son sólo humanos. –Remarcó el “solo”, los humanos eran seres inferiores así que no iba a darles más importancia de la que tenían. Ella misma se obligó a pensar así para vencer el miedo que le daba “sacar a la luz” lo sucedido.
Y ya, a tan sólo unos 70 metros de la entrada, Helyare permanecía inmóvil mirando al frente. No dio ni un paso más y sujetaba con fuerza la cuerda que cruzaba su torso (donde enganchaba, por la espalda, su carcaj y arco). Repitió lo mismo de antes y empezó a avanzar a pasos pequeños en dirección a la puerta principal. La gente salía y entraba sin mucho control y la elfa tuvo que esquivar a varios humanos, cosa que hizo aumentar su incomodidad. Estaba rodeada por razas inferiores y no le gustaba nada, pero tenía que adaptarse sí o sí.
Se colocó mejor la capucha que cubría su rostro casi en totalidad y avanzó hacia donde divisaba la zona de tiendas.
La primera de todas era una peletería donde iba a comprar unos trozos de piel para forrar el carcaj de su arco que ya empezaba a verse desgastado. Entró a la lúgubre tienda sin mucho ánimo y se colocó al lado de la puerta al ver que había más clientes delante de ella, algo que no fue mucho de su agrado por tener que enfrentarse a las miradas de todos ellos.
–Necesito unas piezas de piel para forrar esto. –Pidió cuando por fin fue su turno. ¿Por qué esta ciudad estaba siempre repleta de gente?
Una vez conseguida la piel, pagó y salió de la tienda apresuradamente. Y de nuevo volvía a estar en las bulliciosas calles de Lunargenta. El siguiente sitio al que fue era una taberna, donde se sentó para pedir una jarra de hidromiel, sentada en una esquina del lugar. Un sitio tranquilo donde podría arreglar el carcaj de su arco sin que la molestaran.
Descansaba en una piedra de gran tamaño, con el arco a su lado mientras miraba el broche de su clan. No había posibilidad de regresar así que no podía seguir martirizándose más viendo el emblema. Cerró con fuerza su puño en torno al objeto y lo guardó por dentro de su capa. Se colocó la capucha y salió del bosque en dirección a la gran ciudad. No quería ser vista, pero sabía que llamaría la atención nada más cruzar los muros de la ciudad. Y había querido evitar por todos los medios ir a un lugar poblado, pero necesitaba hacer unas compras, ya que llevaba semanas vagando por el bosque y sus cosas escaseaban ya, así que no le quedaba de otra que ir a la capital.
Caminó durante un tiempo, ya empezaba a ver los edificios más altos de Lunargenta y la incomodidad recorría su cuerpo. No quería pasar y someterse, de nuevo, a la acusación pública. Aunque sabía que en esa ciudad la diversidad también poblaba, tenía miedo de mostrarse.
–Vamos, son sólo humanos. –Remarcó el “solo”, los humanos eran seres inferiores así que no iba a darles más importancia de la que tenían. Ella misma se obligó a pensar así para vencer el miedo que le daba “sacar a la luz” lo sucedido.
Y ya, a tan sólo unos 70 metros de la entrada, Helyare permanecía inmóvil mirando al frente. No dio ni un paso más y sujetaba con fuerza la cuerda que cruzaba su torso (donde enganchaba, por la espalda, su carcaj y arco). Repitió lo mismo de antes y empezó a avanzar a pasos pequeños en dirección a la puerta principal. La gente salía y entraba sin mucho control y la elfa tuvo que esquivar a varios humanos, cosa que hizo aumentar su incomodidad. Estaba rodeada por razas inferiores y no le gustaba nada, pero tenía que adaptarse sí o sí.
Se colocó mejor la capucha que cubría su rostro casi en totalidad y avanzó hacia donde divisaba la zona de tiendas.
La primera de todas era una peletería donde iba a comprar unos trozos de piel para forrar el carcaj de su arco que ya empezaba a verse desgastado. Entró a la lúgubre tienda sin mucho ánimo y se colocó al lado de la puerta al ver que había más clientes delante de ella, algo que no fue mucho de su agrado por tener que enfrentarse a las miradas de todos ellos.
–Necesito unas piezas de piel para forrar esto. –Pidió cuando por fin fue su turno. ¿Por qué esta ciudad estaba siempre repleta de gente?
Una vez conseguida la piel, pagó y salió de la tienda apresuradamente. Y de nuevo volvía a estar en las bulliciosas calles de Lunargenta. El siguiente sitio al que fue era una taberna, donde se sentó para pedir una jarra de hidromiel, sentada en una esquina del lugar. Un sitio tranquilo donde podría arreglar el carcaj de su arco sin que la molestaran.
Última edición por Helyare el Vie Sep 30 2016, 21:05, editado 1 vez
Helyare
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Re: [CERRADO] Tras los muros de Lunargenta [Interpretativo] - Alanna + libre
-Buenos días.- Sonrió Alanna bajando del cuarto en el que había pasado la noche por primera vez desde hacía más de dos años.
Había vuelto de Vulwulfar dos días atrás, y las heridas aun le causaban problemas, por eso, en cuanto Meredith y Byron, sus padrastros, había sabido de su vuelta, la había obligado practicamente a pasar la noche allí. En el fondo, Alanna sabía que, lo que sucedía, era que la echaban de menos, además, tenía bastante que contarles.
Durante los días que habían durado los problemas en la aldea, había podido encontrarse con la persona más importante para ella, con esa persona que la había hecho morir pensando que había muerto, su hermana, aun tenía en mente el día de su nacimiento, tan pequeña, tan rubia, tan angelical, perderla meses atrás había sido como ser enterrada viva, el miedo, el sentimiento de no poder respirar, el saber que había perdido la luz por siempre, pero al volver a encontrarla, a saberla sana y salva, todo el miedo había remitido volviendo a la oscuridad de su conciencia, dispuesto a salir en el momento menos esperado.
Salió a la calle, notando el sol golpearla en la cara, mientras rememoraba su último día antes de regresar a Lunargenta, despertó en la enfermería que habían montado en la casa del herrero, Elise seguía a su lado, o debería haber estado en su lado, en su lugar lo que encontró fue una sencilla carta que ponía únicamente "Nos volveremos a ver. Te quiero. Ely." con la extraña caligrafía de su hermana. Esa mañana había suspirado con una sonrisa, si, definitivamente, volverían a verse.
El calor de Lunargenta esa mañana era agobiante, pero el viento recorría las calles con dulzura. Alanna sonrió al entrar en la taberna a la que le habían pedido ir Meredith y Byron, una vieja amiga de la guardia, ya retirada, había decidido hacerse cargo de la taberna que había llevado su familia durante años. El aroma al famoso pastel de cerezas le llenó la nariz en cuanto abrió la puerta. El lugar se encontraba fresco, y tranquilo, solo una chica, con una capucha, se encontraba en una esquina.
- Buenos días Lola.- Saludó a la mujer que limpiaba la barra con una sonrisa.
- Hola cielo. ¿Qué haces por aquí esta mañana?- Sonrió la mujer dejando el trapo y saliendo a darle un abrazo.- Hacía tiempo que no te veía.
- Vengo por una de tus deliciosas tartas, me mandan Byron y Meredith. ¿He estado fuera bastante tiempo verdad? Ya sabes como va el trabajo.- sonrió al separarse de ella.
- Sientate a esperar cariño, aun tardará un poco. Espero que no te hayas hecho mucho daño.- Comentó volviendo a la barra mientras Alanna se sentaba en una mesa a leer, al ver el gesto de la chica al doblarse para sentarse.- ¿Hoy no trabajas?
- Algo, pero pronto estaré bien. Y no, me he tomado unos días libres, los necesitaba.- sonrió, sin duda, los necesitaba, sobretodo para aclarar sus pensamientos, no sabía si Eltrant había comenzado a recordarla, pero estaba claro que volvían a ser amigos, o tal vez...- Hoy haré un par de recados.- sonrió intentando desviar el hilo de sus pensamientos.
- Forastera.- llamó a la joven del rincón.- ¿quieres también un trozo de pastel?- le preguntó a la joven de la capucha.- Mi marido está sacandolos ahora del horno, tendrás que esperar a que se enfríen, pero valen la pena, ¿cierto niña?- le preguntó a Alanna guiñándole un ojo.
- Cierto.- sonrió ella en respuesta.
Había vuelto de Vulwulfar dos días atrás, y las heridas aun le causaban problemas, por eso, en cuanto Meredith y Byron, sus padrastros, había sabido de su vuelta, la había obligado practicamente a pasar la noche allí. En el fondo, Alanna sabía que, lo que sucedía, era que la echaban de menos, además, tenía bastante que contarles.
Durante los días que habían durado los problemas en la aldea, había podido encontrarse con la persona más importante para ella, con esa persona que la había hecho morir pensando que había muerto, su hermana, aun tenía en mente el día de su nacimiento, tan pequeña, tan rubia, tan angelical, perderla meses atrás había sido como ser enterrada viva, el miedo, el sentimiento de no poder respirar, el saber que había perdido la luz por siempre, pero al volver a encontrarla, a saberla sana y salva, todo el miedo había remitido volviendo a la oscuridad de su conciencia, dispuesto a salir en el momento menos esperado.
Salió a la calle, notando el sol golpearla en la cara, mientras rememoraba su último día antes de regresar a Lunargenta, despertó en la enfermería que habían montado en la casa del herrero, Elise seguía a su lado, o debería haber estado en su lado, en su lugar lo que encontró fue una sencilla carta que ponía únicamente "Nos volveremos a ver. Te quiero. Ely." con la extraña caligrafía de su hermana. Esa mañana había suspirado con una sonrisa, si, definitivamente, volverían a verse.
El calor de Lunargenta esa mañana era agobiante, pero el viento recorría las calles con dulzura. Alanna sonrió al entrar en la taberna a la que le habían pedido ir Meredith y Byron, una vieja amiga de la guardia, ya retirada, había decidido hacerse cargo de la taberna que había llevado su familia durante años. El aroma al famoso pastel de cerezas le llenó la nariz en cuanto abrió la puerta. El lugar se encontraba fresco, y tranquilo, solo una chica, con una capucha, se encontraba en una esquina.
- Buenos días Lola.- Saludó a la mujer que limpiaba la barra con una sonrisa.
- Hola cielo. ¿Qué haces por aquí esta mañana?- Sonrió la mujer dejando el trapo y saliendo a darle un abrazo.- Hacía tiempo que no te veía.
- Vengo por una de tus deliciosas tartas, me mandan Byron y Meredith. ¿He estado fuera bastante tiempo verdad? Ya sabes como va el trabajo.- sonrió al separarse de ella.
- Sientate a esperar cariño, aun tardará un poco. Espero que no te hayas hecho mucho daño.- Comentó volviendo a la barra mientras Alanna se sentaba en una mesa a leer, al ver el gesto de la chica al doblarse para sentarse.- ¿Hoy no trabajas?
- Algo, pero pronto estaré bien. Y no, me he tomado unos días libres, los necesitaba.- sonrió, sin duda, los necesitaba, sobretodo para aclarar sus pensamientos, no sabía si Eltrant había comenzado a recordarla, pero estaba claro que volvían a ser amigos, o tal vez...- Hoy haré un par de recados.- sonrió intentando desviar el hilo de sus pensamientos.
- Forastera.- llamó a la joven del rincón.- ¿quieres también un trozo de pastel?- le preguntó a la joven de la capucha.- Mi marido está sacandolos ahora del horno, tendrás que esperar a que se enfríen, pero valen la pena, ¿cierto niña?- le preguntó a Alanna guiñándole un ojo.
- Cierto.- sonrió ella en respuesta.
Alanna Delteria
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Re: [CERRADO] Tras los muros de Lunargenta [Interpretativo] - Alanna + libre
Aquella bulliciosa ciudad producía en Thiel sentimientos encontrados. Por un lado no soportaba los sitios concurridos, bulliciosos y con personas desconsideradas que parecían ignorar completamente su presencia: había sido empujada y pisoteada más veces en una semana que en toda su vida y la de sus ancestros juntas. Las callejuelas olían muy extraño y se perdía en ellas cada cinco minutos, topándose con gente muy pero muy extraña. Por el otro lado, jamás había estado en un sitio tan interesante y bien sabía que, de irse tan pronto, se arrepentiría muchísimo. Era imposible aburrirse con tantas cosas que ver, tocar, olfatear, oír y comer.
Bueno, en realidad comer, lo que se dice comer, no había probado bocado en varios días. Era sumamente difícil cazar en un sitio como aquel y no manejaba dinero, aunque de tenerlo no hubiese sabido usarlo. Lo último que pasara por sus colmillos había sido un gato de carne dura que terminó por causarle una tremenda indigestión y, aunque las ratas eran fáciles de agarrar, no estaba dispuesta a pasar por lo mismo. ¡Lo que daría por una jugosa pata de venado en ese momento!
Caminó como alma sin rumbo con los ojos bien abiertos, sorprendiéndose por prácticamente todo lo que veía. Hasta las cotidianidades más absurdas eran capaces de sacarle una exclamación de asombro: ver a dos personas de razas distintas reír a carcajadas, pasar junto a una tienda con los ropajes más extravagantes, o hasta presenciar una discusión en la que oía las groserías más insospechadas. La última había sido algo como "Imbécil hijo de mujer-pepino de mar". La verdad es que esa le había gustado mucho y no podía esperar a encontrarse en una situación que justificase su uso.
Todo era asombroso, fascinante y novedoso hasta que un estímulo más poderoso que cualquiera de los anteriores provocó que trastabillase, se detuviera y fuese marcha atrás hasta quedar parada frente a un humilde establecimiento cuyo letrero rezaba Ta... Tab... rezaba... ¿Taber...na? Sí, Taberna. Claro, estaba segura de recordar que la T con la A era TA, y B con...
Al diablo las letras, cuando se dio cuenta sus pies descalzos ya la habían arrastrado dentro del establecimiento. Con una mano en el rugiente abdomen y la otra rascándose la enmarañada y greñosa cabeza, se dirigió como hipnotizada a la barra, observando la puerta por donde manaba el suculento, novedoso y tortuoso aroma que estaba guiando a punto de entrar a la cocina, sin haber reparado en ningún otro ser vivo a su alrededor.
Bueno, en realidad comer, lo que se dice comer, no había probado bocado en varios días. Era sumamente difícil cazar en un sitio como aquel y no manejaba dinero, aunque de tenerlo no hubiese sabido usarlo. Lo último que pasara por sus colmillos había sido un gato de carne dura que terminó por causarle una tremenda indigestión y, aunque las ratas eran fáciles de agarrar, no estaba dispuesta a pasar por lo mismo. ¡Lo que daría por una jugosa pata de venado en ese momento!
Caminó como alma sin rumbo con los ojos bien abiertos, sorprendiéndose por prácticamente todo lo que veía. Hasta las cotidianidades más absurdas eran capaces de sacarle una exclamación de asombro: ver a dos personas de razas distintas reír a carcajadas, pasar junto a una tienda con los ropajes más extravagantes, o hasta presenciar una discusión en la que oía las groserías más insospechadas. La última había sido algo como "Imbécil hijo de mujer-pepino de mar". La verdad es que esa le había gustado mucho y no podía esperar a encontrarse en una situación que justificase su uso.
Todo era asombroso, fascinante y novedoso hasta que un estímulo más poderoso que cualquiera de los anteriores provocó que trastabillase, se detuviera y fuese marcha atrás hasta quedar parada frente a un humilde establecimiento cuyo letrero rezaba Ta... Tab... rezaba... ¿Taber...na? Sí, Taberna. Claro, estaba segura de recordar que la T con la A era TA, y B con...
Al diablo las letras, cuando se dio cuenta sus pies descalzos ya la habían arrastrado dentro del establecimiento. Con una mano en el rugiente abdomen y la otra rascándose la enmarañada y greñosa cabeza, se dirigió como hipnotizada a la barra, observando la puerta por donde manaba el suculento, novedoso y tortuoso aroma que estaba guiando a punto de entrar a la cocina, sin haber reparado en ningún otro ser vivo a su alrededor.
Thiel
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Re: [CERRADO] Tras los muros de Lunargenta [Interpretativo] - Alanna + libre
La taberna no era un lugar demasiado lúgubre, de hecho, estaba bastante iluminado (cosa que atraía más a los clientes), pero Helyare había escogido una mesa lo más oscura posible, donde menos luz llegase, para poder pasar lo más desapercibida posible. Aunque no, era imposible pasar desapercibida cuando iba con una capa, el rostro oculto y estaba en un rincón haciendo quién-sabe-qué con un carcaj y un arco apoyado en la misma mesa. La elfa ni siquiera se había quitado la capucha al entrar al sitio, a pesar de ser de mala educación llevar la cabeza tapada. Pero ahora no se iba a preocupar por los modales, no quería ser señalada ni escuchar cuchicheos sobre su nuevo “status”. Era una completa vergüenza y no iba a dejar que nadie lo viese.
Continuó forrando el carcaj con las pieles y resina de unos árboles. Le estaba quedando bastante bien para como había quedado durante su viaje por el bosque. Pero aun tenía más cosas que comprar. Mientras finiquitaba el tema del carcaj repasaba la lista mental de todo lo que le haría falta para emprender su nueva ruta hacia… Bueno, aún no tenía claro el sitio hacia donde se dirigiría. Pero sin duda necesitaría una cantimplora o algún recipiente donde meter agua, algo de comida, aunque poco, no quería ir cargada, más flechas y algo de ropa de abrigo.
La jarra de hidromiel descansaba en la mesa, un poco alejada de ella porque la mesera no se había atrevido a acercarse más. Tal vez pensase que era un pirata o algún tipo de bandido. Mejor, así no se acercaría demasiado a la elfa. Ella, por su parte, había dejado un par de monedas de plata en la mesa y con la voz muy tenue le había dicho que podía quedarse con el cambio. Sobraba bastante, pero no le hacía falta el dinero ahora mismo.
–Gr-Gracias. –La chica parecía bastante impactada, se llevó el dinero apresurada y se fue de la vista de Helyare.
Una humana entró en la taberna y se puso a hablar con la que parecía la dueña del local, aunque a la elfa le dio igual. Tomó un ligero sorbo de hidromiel y siguió a lo suyo. De pronto oyó que se dirigían a ella como “forastera” y alzó levemente la cabeza.
–¿Hmm? –Fue su contestación hasta que supo qué quería: ofrecerle un pedazo de pastel. –Está bien. –No dijo más. Lo había aceptado porque agradecía la amabilidad de la señora al preguntarle, pero no es que le hiciera especial ilusión comer un trozo de pastel. Aunque hacía muchísimo que no probaba nada semejante. Lo único dulce que se había llevado a la boca habían sido unos bocaditos de miel seca. No estaban nada mal, pero seguramente no fueran lo mismo que un pastel… A pesar de que lo hubiesen preparado humanos.
Continuó con su labor, aunque ya estaba finalizada, pero así parecía que hacía algo. Otra persona entró, una chica que parecía hipnotizada. Levantó la vista, aún oculta bajo la capucha, y miró atentamente a la joven, clavando la vista en ella y fijándose en su extraña forma de actuar. Estaba en una ciudad muy variopinta, pero le había causado curiosidad la muchacha.
Metió todas las flechas en el carcaj, una a una, mientras no perdía de vista a la chica. No parecía incordiar a nadie, sólo quería comer. Así que Helyare siguió a lo suyo, dando más sorbos cortos a su jarra.
En cuanto acabase de tomar todo se volvería a las tiendas para seguir equipándose. También había pensado en comprar una armadura más pesada, pero ya lo había intentado cuando entrenaba en Sandorai y le resultaba incómodo moverse con una armadura. La suya era ligera y muy útil para moverse con agilidad por el bosque, hecha para la lucha a distancia. Sabía que si le daban o en un combate cuerpo a cuerpo, no era muy funcional, pero por eso ella nunca tomaba cercanía con el enemigo. Se valía del sigilo, la rapidez y el ataque sorpresa. Pero sí que alguna placa que cubriera su torso sería buena. Otra cosa más que añadir a su lista.
–El pastel está listo. ¡A comer! –Escuchó de fondo y levantó de nuevo la vista justo a tiempo para ver a la joven camarera llevar un pedazo de dulce. Esta vez Helyare sacó 4 monedas de plata y se las dejó en la mesa a la muchacha. –Gracias. –Y no dijo nada más.
Continuó forrando el carcaj con las pieles y resina de unos árboles. Le estaba quedando bastante bien para como había quedado durante su viaje por el bosque. Pero aun tenía más cosas que comprar. Mientras finiquitaba el tema del carcaj repasaba la lista mental de todo lo que le haría falta para emprender su nueva ruta hacia… Bueno, aún no tenía claro el sitio hacia donde se dirigiría. Pero sin duda necesitaría una cantimplora o algún recipiente donde meter agua, algo de comida, aunque poco, no quería ir cargada, más flechas y algo de ropa de abrigo.
La jarra de hidromiel descansaba en la mesa, un poco alejada de ella porque la mesera no se había atrevido a acercarse más. Tal vez pensase que era un pirata o algún tipo de bandido. Mejor, así no se acercaría demasiado a la elfa. Ella, por su parte, había dejado un par de monedas de plata en la mesa y con la voz muy tenue le había dicho que podía quedarse con el cambio. Sobraba bastante, pero no le hacía falta el dinero ahora mismo.
–Gr-Gracias. –La chica parecía bastante impactada, se llevó el dinero apresurada y se fue de la vista de Helyare.
Una humana entró en la taberna y se puso a hablar con la que parecía la dueña del local, aunque a la elfa le dio igual. Tomó un ligero sorbo de hidromiel y siguió a lo suyo. De pronto oyó que se dirigían a ella como “forastera” y alzó levemente la cabeza.
–¿Hmm? –Fue su contestación hasta que supo qué quería: ofrecerle un pedazo de pastel. –Está bien. –No dijo más. Lo había aceptado porque agradecía la amabilidad de la señora al preguntarle, pero no es que le hiciera especial ilusión comer un trozo de pastel. Aunque hacía muchísimo que no probaba nada semejante. Lo único dulce que se había llevado a la boca habían sido unos bocaditos de miel seca. No estaban nada mal, pero seguramente no fueran lo mismo que un pastel… A pesar de que lo hubiesen preparado humanos.
Continuó con su labor, aunque ya estaba finalizada, pero así parecía que hacía algo. Otra persona entró, una chica que parecía hipnotizada. Levantó la vista, aún oculta bajo la capucha, y miró atentamente a la joven, clavando la vista en ella y fijándose en su extraña forma de actuar. Estaba en una ciudad muy variopinta, pero le había causado curiosidad la muchacha.
Metió todas las flechas en el carcaj, una a una, mientras no perdía de vista a la chica. No parecía incordiar a nadie, sólo quería comer. Así que Helyare siguió a lo suyo, dando más sorbos cortos a su jarra.
En cuanto acabase de tomar todo se volvería a las tiendas para seguir equipándose. También había pensado en comprar una armadura más pesada, pero ya lo había intentado cuando entrenaba en Sandorai y le resultaba incómodo moverse con una armadura. La suya era ligera y muy útil para moverse con agilidad por el bosque, hecha para la lucha a distancia. Sabía que si le daban o en un combate cuerpo a cuerpo, no era muy funcional, pero por eso ella nunca tomaba cercanía con el enemigo. Se valía del sigilo, la rapidez y el ataque sorpresa. Pero sí que alguna placa que cubriera su torso sería buena. Otra cosa más que añadir a su lista.
–El pastel está listo. ¡A comer! –Escuchó de fondo y levantó de nuevo la vista justo a tiempo para ver a la joven camarera llevar un pedazo de dulce. Esta vez Helyare sacó 4 monedas de plata y se las dejó en la mesa a la muchacha. –Gracias. –Y no dijo nada más.
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Re: [CERRADO] Tras los muros de Lunargenta [Interpretativo] - Alanna + libre
Hablando aun con Lola, la tabernera, entró una joven de aspecto desaliñado que atrajo todas las miradas. Era poca gente en el lugar, solo la joven de la esquina, silenciosa y tranquila, Alanna misma, que charlaba animadamente con la dueña del local, la propia dueña, que se había decidido a sentarse con la guardia y la hija mayor del matrimonio, que ojeaba un cartel sentada en la barra, esperando ordenes que llevar a la única mesa ocupada. No entraría mucha gente más hasta bien entrado el medio día, cuando obreros, y demás comerciantes cerraban para comer y descansar antes de volver a sus oficios.
Aunque Lunargenta era un lugar de cultura diversa, donde las razas importaban más bien poco, había un arraigado clasismo, por eso no ninguno de los presentes en la sala esperaban ver a una joven de pelo enmarañado y hambriento entrar en el lugar con semejante calma, por esa zona no solía haber gente pobre, estos se dirigían más usualmente al puerto para, como gatos, robar algo de pescado de los barcos que atracaban en el lugar.
Hipnotizada la chica parecía querer entrar a la cocina, Lola se levantó y, con su usual carácter brusco, cogió a la chica por el cuello de la capa y la estiró hacia atrás. Alanna se levantó, esperando a intervenir por la joven si era necesario, la chica parecía hambrienta y algo perdida, no podían simplemente tirarla a la calle.
- Niña, primero, se saluda al entrar.- dijo la tabernera seria.- y segundo, nadie excepto yo y mi marido toca la cocina, si quieres algo, te sientas.- señaló la mesa donde se encontraba Alanna, indicando que tomase allí asiento.
Con un suspiro, Alanna sonrió y saludó con un gesto de la mano amablemente, podría haber sido peor, Lola solía ser más bestia, no controlaba demasiado sus palabras, ni su fuerza desmedida, y podía llegar a ser un peligro andante, suerte que usualmente estaba de buen humor, porque si se enfadaba, era realmente aterradora, sus mejillas gorditas y rosadas palidecían en su sien y en su cuello se marcaban unas profundas venas que palpitaban con fuerza y perdía el control de forma que, cuando recuperase la calma, no quedaría una sola alma en pie. Cuando se enfurecía era mejor poner pies en polvorosa.
Afortunadamente para todos, aun estaba Lola indicándole a la joven que se sentase, que desde la cocina Rob gritó que el pastel estaba listo para comer. Pocas cosas cambiaban tanto el humor de Lola como los pasteles que llevaba haciendo desde niña, por eso, cuando Alanna vio el cambio de gesto en la cara de la mesera, no pudo si no sonreír y soltar una ligera risilla. Esa mujer era un barco de emociones, siempre balanceándose de un lado a otro, de la ira a la felicidad, si le caías bien, era divertido verlo.
- Vamos, que a esto invita la casa.- Rió con fuerza pasándole un brazo por los hombros a la recién llegada para guiarla a la mesa.
La hija de los taberneros aprovechó para salir de detrás de la barra y llevar el pastel a la mujer de la esquina. La joven era uno de los puntos de atracción del local, joven, esbelta, de larga melena rizada negra, hombre que iba, hombre que quedaba ensimismado con la muchacha que, dentro de su burbuja, no se molestaba en dar, siquiera, una sonrisa, pero eso era, suponía siempre Alanna, parte de su encanto.
- Merodie, ¿Como estás?- preguntó Alanna con amabilidad a la chica cuando esta les dejó el pastel enfrente a las tres mujeres que ocupaban la mesa.
- Bien, pero quiero irme a la plaza del mercado, hacen una obra de marionetas, pero a ver quien convence a mi madre.- le respondió, en un vago intento porque Alanna intercediera.
- Suerte con eso.- rió la guardia acabando con las esperanzas de la chica, no se iba a meter en disputas familiares, y menos si estas eran en la familia de Lola.- Perdon que no me presentara, soy Alanna, un placer.- saludó a la recién llegada con una sonrisa, tendiéndole la mano para un apretón.
Aunque Lunargenta era un lugar de cultura diversa, donde las razas importaban más bien poco, había un arraigado clasismo, por eso no ninguno de los presentes en la sala esperaban ver a una joven de pelo enmarañado y hambriento entrar en el lugar con semejante calma, por esa zona no solía haber gente pobre, estos se dirigían más usualmente al puerto para, como gatos, robar algo de pescado de los barcos que atracaban en el lugar.
Hipnotizada la chica parecía querer entrar a la cocina, Lola se levantó y, con su usual carácter brusco, cogió a la chica por el cuello de la capa y la estiró hacia atrás. Alanna se levantó, esperando a intervenir por la joven si era necesario, la chica parecía hambrienta y algo perdida, no podían simplemente tirarla a la calle.
- Niña, primero, se saluda al entrar.- dijo la tabernera seria.- y segundo, nadie excepto yo y mi marido toca la cocina, si quieres algo, te sientas.- señaló la mesa donde se encontraba Alanna, indicando que tomase allí asiento.
Con un suspiro, Alanna sonrió y saludó con un gesto de la mano amablemente, podría haber sido peor, Lola solía ser más bestia, no controlaba demasiado sus palabras, ni su fuerza desmedida, y podía llegar a ser un peligro andante, suerte que usualmente estaba de buen humor, porque si se enfadaba, era realmente aterradora, sus mejillas gorditas y rosadas palidecían en su sien y en su cuello se marcaban unas profundas venas que palpitaban con fuerza y perdía el control de forma que, cuando recuperase la calma, no quedaría una sola alma en pie. Cuando se enfurecía era mejor poner pies en polvorosa.
Afortunadamente para todos, aun estaba Lola indicándole a la joven que se sentase, que desde la cocina Rob gritó que el pastel estaba listo para comer. Pocas cosas cambiaban tanto el humor de Lola como los pasteles que llevaba haciendo desde niña, por eso, cuando Alanna vio el cambio de gesto en la cara de la mesera, no pudo si no sonreír y soltar una ligera risilla. Esa mujer era un barco de emociones, siempre balanceándose de un lado a otro, de la ira a la felicidad, si le caías bien, era divertido verlo.
- Vamos, que a esto invita la casa.- Rió con fuerza pasándole un brazo por los hombros a la recién llegada para guiarla a la mesa.
La hija de los taberneros aprovechó para salir de detrás de la barra y llevar el pastel a la mujer de la esquina. La joven era uno de los puntos de atracción del local, joven, esbelta, de larga melena rizada negra, hombre que iba, hombre que quedaba ensimismado con la muchacha que, dentro de su burbuja, no se molestaba en dar, siquiera, una sonrisa, pero eso era, suponía siempre Alanna, parte de su encanto.
- Merodie, ¿Como estás?- preguntó Alanna con amabilidad a la chica cuando esta les dejó el pastel enfrente a las tres mujeres que ocupaban la mesa.
- Bien, pero quiero irme a la plaza del mercado, hacen una obra de marionetas, pero a ver quien convence a mi madre.- le respondió, en un vago intento porque Alanna intercediera.
- Suerte con eso.- rió la guardia acabando con las esperanzas de la chica, no se iba a meter en disputas familiares, y menos si estas eran en la familia de Lola.- Perdon que no me presentara, soy Alanna, un placer.- saludó a la recién llegada con una sonrisa, tendiéndole la mano para un apretón.
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Re: [CERRADO] Tras los muros de Lunargenta [Interpretativo] - Alanna + libre
Cada vez faltaba menos para entrar en la gloriosa habitación de la cual manaba el sacro aroma a comida fresca y, ciertamente, mucho más apetecible que un animal enfermo, cuando algo -más bien, alguien- la obligó a detenerse en seco halándole la ropa hacia atrás, ahorcándola por un instante en que se le escapó una tos seca. Se llevó las manos a la garganta al tiempo en que, debiendo girar y subir bastante la vista, dirigía una mirada de evidente molestia a la persona culpable de su desdicha. Le bastó suponer que la iban a echar del lugar para que un sentimiento de angustia le apretujase el pecho; ¿cómo es que las "personas civilizadas" podían llegar a ser tan crueles? Sólo por no tener en su poder un trozo añejo de oro, perdía el derecho a comer. Y luego le decían salvajes, bestias o animales a los de su raza, que jamás permitían que alguien de la jauría se quedase con hambre así fuese el miembro menos útil de la familia.
Su expresión de disgusto estuvo lejos de ir a mejor cuando aquella mujer le habló como si fuese su madre. La maldijo para sus adentros de la misma manera en que maldijo, por rebote, a la joven que la observaba desde la mesa en la cual, supuestamente, debía tomar asiento. Estaba a punto de abandonar el lugar, o de sentarse, o de morderle la mano a la dama (aún no sabía cuál opción era mejor) cuando una voz masculina anunció algo que, supuso, era una buena noticia ya que pudo cambiar el ánimo de quien segundos atrás la había estado acogotando. Alzó las cejas en un gesto de sorpresa cuando el regordete brazo le rodeó los menudos hombros y se dejó llevar hasta la mesa, clavando la mirada en su bella ocupante. ¿Eso significaba que podía quedarse? ¿Iba a comer? ¿¡La iban a alimentar gratis!? Quiso llorar, aunque esta vez de alegría. Sí señor, por eso quería a los humanos, por más molestos e incomprensibles que le resultasen a veces.
Se sentó en la dura silla y subió los pies a la misma, abrazándose las rodillas en un intento por calmar el dolor de estómago producido por el vacío, y también porque con esa postura se sentía más cómoda y protegida. Lanzó una mirada fugaz a la presencia más lejana, aquella chica que parecía ajena a todo y lucía, a su parecer, aburrida y ceñuda. Se preguntó qué le ocurría, mas las dudas se disiparon cuando regresó su atención a... a algo que olía y se veía como si hubiese sido extraído del mismísimo cielo. Tuvo que cerrar con fuerza la boca para no babear cuando el pastel le fue puesto bajo las narices.
Aprovechó la conversación que mantenían las dos muchachas (una más bonita que la otra, a su parecer) para meter mano al celestial alimento. Arrancó un trozo y se lo llevó a la boca rechazando el uso de cualquier utensilio, y cuando lo saboreó, finalmente los ojos se le llenaron de lágrimas. Tragó sin masticar; aunque deseaba tenerlo en la boca eternamente, tenía demasiada hambre como para evitar engullir casi con salvajismo.
Lo único que la detuvo fue la persona que le dirigía la palabra. La miró a los ojos con sus orbes cristalinas y tragó lentamente antes de responder con una voz dulce y suave, pronunciando cuidadosamente cada sílaba por tenor a equivocarse. Tantos días de silencio le causaban cierta timidez.- Soy Thiel. -La brevedad es lo ideal cuando uno quiere concentrarse en comer. Arrancó otro pedazo, lo saboreó y, finalmente, miró a la rechoncha mujer casi con devoción. -Está... está muy, muy rico. -Dio su aprobación asintiendo con la cabeza y miró esta vez a la muchacha más alejada, aquella que parecía tan taciturna como concentrada en sus propios asuntos. Ladeó suavemente la cabeza, estudiándola.
Su expresión de disgusto estuvo lejos de ir a mejor cuando aquella mujer le habló como si fuese su madre. La maldijo para sus adentros de la misma manera en que maldijo, por rebote, a la joven que la observaba desde la mesa en la cual, supuestamente, debía tomar asiento. Estaba a punto de abandonar el lugar, o de sentarse, o de morderle la mano a la dama (aún no sabía cuál opción era mejor) cuando una voz masculina anunció algo que, supuso, era una buena noticia ya que pudo cambiar el ánimo de quien segundos atrás la había estado acogotando. Alzó las cejas en un gesto de sorpresa cuando el regordete brazo le rodeó los menudos hombros y se dejó llevar hasta la mesa, clavando la mirada en su bella ocupante. ¿Eso significaba que podía quedarse? ¿Iba a comer? ¿¡La iban a alimentar gratis!? Quiso llorar, aunque esta vez de alegría. Sí señor, por eso quería a los humanos, por más molestos e incomprensibles que le resultasen a veces.
Se sentó en la dura silla y subió los pies a la misma, abrazándose las rodillas en un intento por calmar el dolor de estómago producido por el vacío, y también porque con esa postura se sentía más cómoda y protegida. Lanzó una mirada fugaz a la presencia más lejana, aquella chica que parecía ajena a todo y lucía, a su parecer, aburrida y ceñuda. Se preguntó qué le ocurría, mas las dudas se disiparon cuando regresó su atención a... a algo que olía y se veía como si hubiese sido extraído del mismísimo cielo. Tuvo que cerrar con fuerza la boca para no babear cuando el pastel le fue puesto bajo las narices.
Aprovechó la conversación que mantenían las dos muchachas (una más bonita que la otra, a su parecer) para meter mano al celestial alimento. Arrancó un trozo y se lo llevó a la boca rechazando el uso de cualquier utensilio, y cuando lo saboreó, finalmente los ojos se le llenaron de lágrimas. Tragó sin masticar; aunque deseaba tenerlo en la boca eternamente, tenía demasiada hambre como para evitar engullir casi con salvajismo.
Lo único que la detuvo fue la persona que le dirigía la palabra. La miró a los ojos con sus orbes cristalinas y tragó lentamente antes de responder con una voz dulce y suave, pronunciando cuidadosamente cada sílaba por tenor a equivocarse. Tantos días de silencio le causaban cierta timidez.- Soy Thiel. -La brevedad es lo ideal cuando uno quiere concentrarse en comer. Arrancó otro pedazo, lo saboreó y, finalmente, miró a la rechoncha mujer casi con devoción. -Está... está muy, muy rico. -Dio su aprobación asintiendo con la cabeza y miró esta vez a la muchacha más alejada, aquella que parecía tan taciturna como concentrada en sus propios asuntos. Ladeó suavemente la cabeza, estudiándola.
Thiel
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Re: [CERRADO] Tras los muros de Lunargenta [Interpretativo] - Alanna + libre
La elfa apenas había tocado nada de su comida, la jarra de hidromiel estaba casi como se la habían traído, salvo por unos sorbitos casi imperceptibles, y el pastel seguía en el mismo sitio donde la mesera lo había dejado. No había hecho caso a la comida, estaba concentrada ultimando los detalles de su carcaj. Una vez lo terminó, metió todas las flechas dentro y lo dejó apoyado en la silla. Se acercó un poco más la jarra con la bebida pero no bebió, simplemente apoyó la cabeza en su mano y se quedó contemplando el líquido, como obnubilada.
Sus pensamientos volvieron a Sandorai, pero también a Arzhak. ¿Dónde estaría ahora? No podía olvidar al elfo, todos los detalles del hombre que formaba, hasta hace poco, parte de su vida. Y se negaba a pensar que un guerrero tan afín al clan, que un elfo de pura sangre Eytherzair hubiese podido traicionarlos. No le entraba en la cabeza, era imposible, totalmente imposible. Helyare pensaba en cambiantes, en brujos… ¡En cualquier ser! Daba igual, cualquiera era más sospechoso del desastre que Arzhak. Y no porque le quisiera, en parte, sino porque era un guerrero que había consagrado su vida entera a Eytherzair, que jamás había hecho ni un feo al clan, que había demostrado que podía llevar los colores con honor y hacer que el resto los portasen con orgullo de tener a un guerrero así en el clan. No, él no había podido ser.
Su otra mano tocaba con delicadeza el broche de los Eytherzair, que estaba oculto en el reverso de su capa para que no se viera. Pero inconscientemente lo había sacado para poder tocarlo con la yema de sus dedos. El broche que Arzhak le había regalado en su ceremonia de maduración: dos hojas con los tallos entrelazados, de tonos ocres y verdes oscuros, dependiendo de la iluminación que tuviese. Ese símbolo reflejaba los valores de los Eytherzair: Su conexión con la naturaleza, su lazo familiar, prácticamente inquebrantable, y el proteger al compañero de batallas como si fuera uno mismo: el binomio era una unidad. Si salían dos, volvían dos. Durante la batalla, los miembros del clan debían protegerse mutuamente.
Helyare guardó de nuevo su broche y mirando la jarra sin prestar atención alguna. Ese broche había significado tanto para ella y ahora… Sólo era un broche. La elfa había perdido el derecho a todos esos valores, había perdido el lazo familiar, su puesto de guardiana, había perdido el luchar junto a su binomio para defender su territorio. Había perdido el derecho a portar los colores de su clan. Realmente había perdido todo y no sabía hacia dónde debía dirigirse ahora. No tenía más sitio en el mundo que Sandorai.
Pero… ¿Y Arzhak? No había tenido noticias del guerrero desde que aquel mercader le comentó que supuestamente lo habían visto. ¿Y Aranarth? Ni siquiera había podido despedirse de él. ¿Habría llegado ya a Sandorai? Qué pensaría su amigo de toda la vida cuando se enterase de su destierro. ¡Maldita sea! Quiso salir corriendo, sin rumbo, huir lejos y que nadie la volviera a ver. Pero también quería hablar con alguien que pudiese comprenderla, aunque sabía que eso estaba lejos de cualquier ser.
Suspiró y al girar un poco la vista vio como la nueva muchacha que había entrado la estaba mirando, cosa que enfadó a la elfa. Pero no quería bronca, así que se levantó, aún sin tocar su comida y se dirigió hacia las chicas y los dueños del local, asegurándose de que su capucha no estaba movida para no pudieran verle la cara bien.
–¿Han visto a estos elfos? –Sacó unos retratos un poco deteriorados de dos hombres: ambos tenían el pelo rubio platino pero uno lo llevaba un poco más largo de la altura de los hombros y el otro hombre lo llevaba largo. Este último sujetaba un casco que llevaba plumas bastante largas que caían para atrás. También, el segundo de los hombres llevaba una armadura pesada; el primero no la llevaba, al menos no tan pesada. Sus rasgos eran élficos, inconfundibles. Eran Arzhak y Aranarth. El mayor de los dos era el que llevaba la armadura y el casco. Su hermano pequeño no llevaba los componentes de la guardia Eytherzair porque se había negado para ir más por libre, pero siempre defendiendo al clan. –¿Ha pasado por aquí alguno de los dos?
Cualquier pista, de cualquiera de los dos, sería de gran utilidad para la elfa. Mantuvo la vista en las dos hojas que les estaba mostrando a los presentes, sin dejar ver su rostro. Al ser una posada estaba segura que tenía mucho tránsito y que tal vez alguno de los dos pudo ir a descansar y reponer fuerzas donde estaban ahora mismo.
Sus pensamientos volvieron a Sandorai, pero también a Arzhak. ¿Dónde estaría ahora? No podía olvidar al elfo, todos los detalles del hombre que formaba, hasta hace poco, parte de su vida. Y se negaba a pensar que un guerrero tan afín al clan, que un elfo de pura sangre Eytherzair hubiese podido traicionarlos. No le entraba en la cabeza, era imposible, totalmente imposible. Helyare pensaba en cambiantes, en brujos… ¡En cualquier ser! Daba igual, cualquiera era más sospechoso del desastre que Arzhak. Y no porque le quisiera, en parte, sino porque era un guerrero que había consagrado su vida entera a Eytherzair, que jamás había hecho ni un feo al clan, que había demostrado que podía llevar los colores con honor y hacer que el resto los portasen con orgullo de tener a un guerrero así en el clan. No, él no había podido ser.
Su otra mano tocaba con delicadeza el broche de los Eytherzair, que estaba oculto en el reverso de su capa para que no se viera. Pero inconscientemente lo había sacado para poder tocarlo con la yema de sus dedos. El broche que Arzhak le había regalado en su ceremonia de maduración: dos hojas con los tallos entrelazados, de tonos ocres y verdes oscuros, dependiendo de la iluminación que tuviese. Ese símbolo reflejaba los valores de los Eytherzair: Su conexión con la naturaleza, su lazo familiar, prácticamente inquebrantable, y el proteger al compañero de batallas como si fuera uno mismo: el binomio era una unidad. Si salían dos, volvían dos. Durante la batalla, los miembros del clan debían protegerse mutuamente.
Helyare guardó de nuevo su broche y mirando la jarra sin prestar atención alguna. Ese broche había significado tanto para ella y ahora… Sólo era un broche. La elfa había perdido el derecho a todos esos valores, había perdido el lazo familiar, su puesto de guardiana, había perdido el luchar junto a su binomio para defender su territorio. Había perdido el derecho a portar los colores de su clan. Realmente había perdido todo y no sabía hacia dónde debía dirigirse ahora. No tenía más sitio en el mundo que Sandorai.
Pero… ¿Y Arzhak? No había tenido noticias del guerrero desde que aquel mercader le comentó que supuestamente lo habían visto. ¿Y Aranarth? Ni siquiera había podido despedirse de él. ¿Habría llegado ya a Sandorai? Qué pensaría su amigo de toda la vida cuando se enterase de su destierro. ¡Maldita sea! Quiso salir corriendo, sin rumbo, huir lejos y que nadie la volviera a ver. Pero también quería hablar con alguien que pudiese comprenderla, aunque sabía que eso estaba lejos de cualquier ser.
Suspiró y al girar un poco la vista vio como la nueva muchacha que había entrado la estaba mirando, cosa que enfadó a la elfa. Pero no quería bronca, así que se levantó, aún sin tocar su comida y se dirigió hacia las chicas y los dueños del local, asegurándose de que su capucha no estaba movida para no pudieran verle la cara bien.
–¿Han visto a estos elfos? –Sacó unos retratos un poco deteriorados de dos hombres: ambos tenían el pelo rubio platino pero uno lo llevaba un poco más largo de la altura de los hombros y el otro hombre lo llevaba largo. Este último sujetaba un casco que llevaba plumas bastante largas que caían para atrás. También, el segundo de los hombres llevaba una armadura pesada; el primero no la llevaba, al menos no tan pesada. Sus rasgos eran élficos, inconfundibles. Eran Arzhak y Aranarth. El mayor de los dos era el que llevaba la armadura y el casco. Su hermano pequeño no llevaba los componentes de la guardia Eytherzair porque se había negado para ir más por libre, pero siempre defendiendo al clan. –¿Ha pasado por aquí alguno de los dos?
Cualquier pista, de cualquiera de los dos, sería de gran utilidad para la elfa. Mantuvo la vista en las dos hojas que les estaba mostrando a los presentes, sin dejar ver su rostro. Al ser una posada estaba segura que tenía mucho tránsito y que tal vez alguno de los dos pudo ir a descansar y reponer fuerzas donde estaban ahora mismo.
Helyare
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Re: [CERRADO] Tras los muros de Lunargenta [Interpretativo] - Alanna + libre
La joven devolvió la presentación, Thiel se llamaba, y parecía tener hambre. Con una sonrisa, le pasó su plato, ella no tneía hambre, no le importaba esperar a que le dieran la tarta que iba a llevarse a casa de sus padrastros. Comenzó, nuevamente, a hablar con Lola, la mujer parecía decepcionada de su hija, y comentaba, entre pucheros, que ella no era así a su edad.
- Pero, Alanna, ¿tu te crees estos jovenes? Solo piensan en divertirse, yo a su edad ya estaba entrenando para entrar a la guardia, ¿y tu? Tu ya habías entrado. Meredith y Byron si deben estar orgullosos de ti, no como...
- Lola, calma,- la cortó- es buena chica, ten paciencia, igual si la dejas ir y a cambio trabaja dos días seguidos, no es malo divertirse de vez en cuando.- dijo ella, que por desgracia poco tiempo tenía para relajarse, incluso cuando se encontraba herida.
Tampoco es que se sintiera especialmente orgullosa de haber entrado pronto a la guardia, ella tenía ventaja, había estado entrenando de forma intensiva durante muchos meses, y seguía haciendolo para no perder la forma ganada, bastante le costaba mantenerse a la altura, y nunca mejor dicho, porque en comparación a los hombres e incluso a las ujeres de la guardia, ella era bajita.
Siguió hablando con Lola unos instantes hasta que se vieron interrumpidas por una voz suave que dejaba un cartel sobre la mesa, miró las imagenes que se presentaban frente a ella. Dos elfos que le sonaban bastante, pero no tneía claro de que, jraría que los había visto no hacía mucho por las calles de Lunargenta, pero no tenía claro donde exactamente.
- Pues... diría que si.- Comentó girandose a mirar a la chica de la capucha.
La joven se había levantado por fin de su asiento sin haber probado bocado, era algo maleducada, ni siquiera se presentaba, ¿de dónde se debía haber escapado? La gente arisca no era agradable, pero tampoco podía opinar, no la conocía, y no sería buena idea dar un juicio antes de saber nada.
La cara de la joven se encontraba tapada parcialmente por la capucha, pero podía ver mechones rojos resvalar hasta el cuello, recordaba haber encontrado hacia tiempo a una joven pelirroja, una joven pelirroja y delgada, que sabía tirar con arco, y era desagradable como ella sola. La carrera de Upeleros en la que se había enfrentado a ella había sido un atentico suplicio, ni saludar era capaz y eso que ni siquiera se conocían.
Desde ese día Alanna decidió no parecerse a esa chica que, posiblemente, había ido a juzgar demasiado rápido su aspecto o su caracter y había decidido que no valía la pena siquiera intercambiar una palabra, en parte por eso rechazo la primera idea, y, en parte, porque estaba de vacaciones, no iba a ponerse a malas con nadie, solo quería su pastel y volver a casa a descansar, pronto tendría que volver al trabajo y ya no podría.
- Los vi hace un par de días, creo que rondaban por el mercado.- acabó de explicarse tras hacer memoria unos instantes.
- Pero, Alanna, ¿tu te crees estos jovenes? Solo piensan en divertirse, yo a su edad ya estaba entrenando para entrar a la guardia, ¿y tu? Tu ya habías entrado. Meredith y Byron si deben estar orgullosos de ti, no como...
- Lola, calma,- la cortó- es buena chica, ten paciencia, igual si la dejas ir y a cambio trabaja dos días seguidos, no es malo divertirse de vez en cuando.- dijo ella, que por desgracia poco tiempo tenía para relajarse, incluso cuando se encontraba herida.
Tampoco es que se sintiera especialmente orgullosa de haber entrado pronto a la guardia, ella tenía ventaja, había estado entrenando de forma intensiva durante muchos meses, y seguía haciendolo para no perder la forma ganada, bastante le costaba mantenerse a la altura, y nunca mejor dicho, porque en comparación a los hombres e incluso a las ujeres de la guardia, ella era bajita.
Siguió hablando con Lola unos instantes hasta que se vieron interrumpidas por una voz suave que dejaba un cartel sobre la mesa, miró las imagenes que se presentaban frente a ella. Dos elfos que le sonaban bastante, pero no tneía claro de que, jraría que los había visto no hacía mucho por las calles de Lunargenta, pero no tenía claro donde exactamente.
- Pues... diría que si.- Comentó girandose a mirar a la chica de la capucha.
La joven se había levantado por fin de su asiento sin haber probado bocado, era algo maleducada, ni siquiera se presentaba, ¿de dónde se debía haber escapado? La gente arisca no era agradable, pero tampoco podía opinar, no la conocía, y no sería buena idea dar un juicio antes de saber nada.
La cara de la joven se encontraba tapada parcialmente por la capucha, pero podía ver mechones rojos resvalar hasta el cuello, recordaba haber encontrado hacia tiempo a una joven pelirroja, una joven pelirroja y delgada, que sabía tirar con arco, y era desagradable como ella sola. La carrera de Upeleros en la que se había enfrentado a ella había sido un atentico suplicio, ni saludar era capaz y eso que ni siquiera se conocían.
Desde ese día Alanna decidió no parecerse a esa chica que, posiblemente, había ido a juzgar demasiado rápido su aspecto o su caracter y había decidido que no valía la pena siquiera intercambiar una palabra, en parte por eso rechazo la primera idea, y, en parte, porque estaba de vacaciones, no iba a ponerse a malas con nadie, solo quería su pastel y volver a casa a descansar, pronto tendría que volver al trabajo y ya no podría.
- Los vi hace un par de días, creo que rondaban por el mercado.- acabó de explicarse tras hacer memoria unos instantes.
Alanna Delteria
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Re: [CERRADO] Tras los muros de Lunargenta [Interpretativo] - Alanna + libre
Thiel estaba demasiado ocupada engullendo el pastel como para meterse en la conversación que mantenían la dueña del local y la amable joven, o saber si alguien la había estado mirando con enojo. Tenía que hacer un gran esfuerzo para comer con toda la educación que conocía y no atragantarse ni parecer una bestia muerta de hambre, cosa que resultaba difícil. Y peor aún, cuando la muchacha le cedió su plato, fue una dura tarea contener las lágrimas que le empañaron los ojos. -¡Gracias! -Emocionada, le tomó la mano a la solidaria mujer y continuó devorando ayudándose con la que le quedó libre. Sin duda, insistía para sus adentros en que los humanos le caían cada vez mejor.
Pasaron unos minutos hasta que la imponente figura de la pelirroja se situó junto a la mesa y solo entonces, cuando ya le quedaban pocos bocados para terminar, alzó la mirada al tiempo en que se pasaba el dorso de la mano libre por los labios para retirar las posibles migajas. Se sintió ligeramente intimidada por la actitud de la mujer, aunque no quiso juzgarla. Parecía muy ofuscada por algo y seguramente tendría algún problema relacionado con los hombres por quienes preguntaba. Caviló durante unos segundos, mirando cuidadosamente las imágenes, y finalmente habló en tono amable.
-Creo haber visto a este hombre... -Posó el dedo índice sobre el rostro del más joven- ...en las afueras de la ciudad, hace como una semana. ¿Estás bien? ¿Te han hecho algo?
En su inocencia, no contempló la posibilidad de que la pelirroja se enfadase ante sus preguntas. Aunque no la conocía de nada, su preocupación era sincera y no se trataba de simples ganas de indagar. Si bien usualmente olvidaba preocuparse por ella misma, la desdicha de los demás la acongojaba y, siempre que estuviese en su mano, era feliz de ayudar aunque fuese con algo simple, así como las personas en aquella taberna la estaban tratando tan amablemente a ella. Thiel creía que no era imposible generar una cadena de favores en la que al final todos se viesen ayudados y prestasen la misma ayuda.
Le devolvió los retratos con un ademán suave y tornó su mirada hacia la guardia, a quien había olvidado que todavía le sostenía la mano. Avergonzada, la soltó y le dedicó una sonrisa apacible antes de volver a la labor de terminar, por fin, con los últimos pedazos que quedaban del suculento postre.
Pasaron unos minutos hasta que la imponente figura de la pelirroja se situó junto a la mesa y solo entonces, cuando ya le quedaban pocos bocados para terminar, alzó la mirada al tiempo en que se pasaba el dorso de la mano libre por los labios para retirar las posibles migajas. Se sintió ligeramente intimidada por la actitud de la mujer, aunque no quiso juzgarla. Parecía muy ofuscada por algo y seguramente tendría algún problema relacionado con los hombres por quienes preguntaba. Caviló durante unos segundos, mirando cuidadosamente las imágenes, y finalmente habló en tono amable.
-Creo haber visto a este hombre... -Posó el dedo índice sobre el rostro del más joven- ...en las afueras de la ciudad, hace como una semana. ¿Estás bien? ¿Te han hecho algo?
En su inocencia, no contempló la posibilidad de que la pelirroja se enfadase ante sus preguntas. Aunque no la conocía de nada, su preocupación era sincera y no se trataba de simples ganas de indagar. Si bien usualmente olvidaba preocuparse por ella misma, la desdicha de los demás la acongojaba y, siempre que estuviese en su mano, era feliz de ayudar aunque fuese con algo simple, así como las personas en aquella taberna la estaban tratando tan amablemente a ella. Thiel creía que no era imposible generar una cadena de favores en la que al final todos se viesen ayudados y prestasen la misma ayuda.
Le devolvió los retratos con un ademán suave y tornó su mirada hacia la guardia, a quien había olvidado que todavía le sostenía la mano. Avergonzada, la soltó y le dedicó una sonrisa apacible antes de volver a la labor de terminar, por fin, con los últimos pedazos que quedaban del suculento postre.
Thiel
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Re: [CERRADO] Tras los muros de Lunargenta [Interpretativo] - Alanna + libre
Realmente, Helyare no esperaba que le dieran información, pero aun así preguntó.
Para su sorpresa ambas chicas los habían visto. El rostro de la elfa cambió, pero lo único que su capucha dejó ver fue la expresión de sorpresa de sus labios. -¿En... En serio? -Titubeó antes de aclararse la garganta. -¿Por la ciudad? ¿Por las afueras?
Le dieron ganas de salir corriendo por Lunargenta para buscarlos. La humana había dicho que había visto a ambos y la muchacha hambrienta sólo a uno, Aranarth.
Se apoyó de forma apresurada en la mesa, casi golpeando las manos en la madera. -¡¿Me pueden acompañar a donde los vieron por última vez?! -Había sonado muy borde y no le convenía si quería un favor. Quería verlos, lo estaba deseando. Arzhak y Aranarth aquí... ¡Necesitaba verlos! -Disculpen. Puedo pagar. Se lo agradecería mucho si me acompañaran. - Dijo incorporándose.
Deseaba verlos con todas sus fuerzas. Fue corriendo a por su arco y cogió el trozo de pastel, envolviéndolo en un cacho de hoja que tenía en su bolsa. "Les gustará", pensó la joven elfa antes de girarse de nuevo hacia las chicas, esperando una respuesta.
Quería salir ya, cuanto antes. Sabía que no estarían ahí plantados pero tal vez si hubiese una posada o alguien más le pudiera dar una pista de su paradero... ¡Sería un avance!
Su actitud había cambiado mucho, había pasado de mostrarse distante y fría con la gente de la taberna a olvidarse de su presencia para centrarse exclusivamente en Arzhak y Aranarth. ¡Por fin los vería! Su alegría era tal que no se fijaba en nada más.
Por fin se reencontraría con Arzhak, después de varias semanas. Le echaba de menos... ¿Y Aranarth? ¡Ese chico era especial! Había conseguido encontrar a su hermano, estaba orgullosa de su amigo.
Helyare se dirigió hacia la puerta, dispuesta a irse corriendo a buscarlos, pero de pronto frenó en seco. Las dudas aparecieron de golpe en su mente: ¿por qué en Lunargenta? ¿Por qué no habían vuelto a Sandorai? ¿Había pasado algo y ya no estaban en el clan? ¿Y si sólo iban a dar una vuelta antes de regresar a casa? ¿Sabían lo que le había sucedido a ella? ¿Y si también la repudiaban?
La elfa sacó el broche y se quedó mirándolo fijamente, con nostalgia y muchas dudas.
Ahora la alegría de querer encontrarse con Arzhak y Aranarth empezaba a disiparse para dejar paso a los nervios. Había cogido la hoja de las caras a la muchacha con tanto ímpetu que no parecía la misma que había entrado sombría a la taberna. Y ahora miraba el retrato de ambos hermanos y se llenaba de miedo.
-¿Iban... los dos? ¿Sólo uno? -No se había fijado en lo que habían dicho las muchachas. Carraspeó para volver a usar un tono alto y que no se notasen sus nervios. -¿Llevaban este símbolo? ¿Vestían colores verdes y marrones? -Se giró para mostrar su emblema del clan, un clan al que ya no pertenecía. Y quería saber si ellos sí.
Pero... Eran sus amigos, no podían repudiarla si aún vestían los colores del clan... ¿O sí? Sabía que para los Eytherzair nada era más importante que el honor. ¿Y si había deshonrado a Arzhak?
Ese simple pensamiento le hizo tanto daño como un espadazo en el torso, y agachó la vista hacia el suelo.
-No, no me pasa nada con ellos, no tengo ningun problema con estos chicos. Sólo los busco. -Le respondió, por fin, a la chica hambrienta, después de que ella preguntara cuando la efusividad estaba en auge para la elfa.
Off: Perdonad si ha quedado raro, he respondido desde el teléfono n.n"
Para su sorpresa ambas chicas los habían visto. El rostro de la elfa cambió, pero lo único que su capucha dejó ver fue la expresión de sorpresa de sus labios. -¿En... En serio? -Titubeó antes de aclararse la garganta. -¿Por la ciudad? ¿Por las afueras?
Le dieron ganas de salir corriendo por Lunargenta para buscarlos. La humana había dicho que había visto a ambos y la muchacha hambrienta sólo a uno, Aranarth.
Se apoyó de forma apresurada en la mesa, casi golpeando las manos en la madera. -¡¿Me pueden acompañar a donde los vieron por última vez?! -Había sonado muy borde y no le convenía si quería un favor. Quería verlos, lo estaba deseando. Arzhak y Aranarth aquí... ¡Necesitaba verlos! -Disculpen. Puedo pagar. Se lo agradecería mucho si me acompañaran. - Dijo incorporándose.
Deseaba verlos con todas sus fuerzas. Fue corriendo a por su arco y cogió el trozo de pastel, envolviéndolo en un cacho de hoja que tenía en su bolsa. "Les gustará", pensó la joven elfa antes de girarse de nuevo hacia las chicas, esperando una respuesta.
Quería salir ya, cuanto antes. Sabía que no estarían ahí plantados pero tal vez si hubiese una posada o alguien más le pudiera dar una pista de su paradero... ¡Sería un avance!
Su actitud había cambiado mucho, había pasado de mostrarse distante y fría con la gente de la taberna a olvidarse de su presencia para centrarse exclusivamente en Arzhak y Aranarth. ¡Por fin los vería! Su alegría era tal que no se fijaba en nada más.
Por fin se reencontraría con Arzhak, después de varias semanas. Le echaba de menos... ¿Y Aranarth? ¡Ese chico era especial! Había conseguido encontrar a su hermano, estaba orgullosa de su amigo.
Helyare se dirigió hacia la puerta, dispuesta a irse corriendo a buscarlos, pero de pronto frenó en seco. Las dudas aparecieron de golpe en su mente: ¿por qué en Lunargenta? ¿Por qué no habían vuelto a Sandorai? ¿Había pasado algo y ya no estaban en el clan? ¿Y si sólo iban a dar una vuelta antes de regresar a casa? ¿Sabían lo que le había sucedido a ella? ¿Y si también la repudiaban?
La elfa sacó el broche y se quedó mirándolo fijamente, con nostalgia y muchas dudas.
Ahora la alegría de querer encontrarse con Arzhak y Aranarth empezaba a disiparse para dejar paso a los nervios. Había cogido la hoja de las caras a la muchacha con tanto ímpetu que no parecía la misma que había entrado sombría a la taberna. Y ahora miraba el retrato de ambos hermanos y se llenaba de miedo.
-¿Iban... los dos? ¿Sólo uno? -No se había fijado en lo que habían dicho las muchachas. Carraspeó para volver a usar un tono alto y que no se notasen sus nervios. -¿Llevaban este símbolo? ¿Vestían colores verdes y marrones? -Se giró para mostrar su emblema del clan, un clan al que ya no pertenecía. Y quería saber si ellos sí.
Pero... Eran sus amigos, no podían repudiarla si aún vestían los colores del clan... ¿O sí? Sabía que para los Eytherzair nada era más importante que el honor. ¿Y si había deshonrado a Arzhak?
Ese simple pensamiento le hizo tanto daño como un espadazo en el torso, y agachó la vista hacia el suelo.
-No, no me pasa nada con ellos, no tengo ningun problema con estos chicos. Sólo los busco. -Le respondió, por fin, a la chica hambrienta, después de que ella preguntara cuando la efusividad estaba en auge para la elfa.
Off: Perdonad si ha quedado raro, he respondido desde el teléfono n.n"
Helyare
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Re: [CERRADO] Tras los muros de Lunargenta [Interpretativo] - Alanna + libre
- Los vi a ambos, estoy segura.- respondió a la pregunta.
Iba a acceder a ir con ella hasta el mercado cuando un guardia entró corriendo en la taberna, parecía nervioso, debía haber pasado algo importante. Lola y Alanna se levantaron de la mes con prisas, tirando las sillas donde estaban sentadas al suelo, mientras el soldado se acercaba a Alanna y la tomaba por los brazos recuperando la respiración mientras boqueaba, intentando hablar.
- Los tenemos.- dijo sin resuello.
- ¿A quienes?- preguntó ella, sin entender, acababa de llegar de Vulwulfar, no tenía información alguna de que había estado sucediendo allí aun, tenía que acabar de leer los informes que le habían dejado encima de la mesa.
- A Ámbar y Gabret, los tenemos.- repitió el hombre de armadura pesada.
Los ojos de Alanna se abrieron como platos, ¿Cómo los habían atrapado? no lo sabía, pero debía darse prisa e ir a informarse, mañana debería ir a trabajar, no podía a compañar a las jóvenes en su busqueda, no en ese momento, al menos. Cogió la bolsa que había dejado en el suelo, se la colgó y corrió a la puerta empujando al hombre instandolo a salir con "vamos date prisa" ¿"es que te pesa el culo?" o "O aceleras o te comer la armadura"
- Lo siento mucho, no puedo acompañaros, si necesitáis algo alguna vez, estoy en el cuartel de la guardia, preguntad por Alanna Delteria, os llevarán hasta mi. Nos vemos. Lola, llevales la tarta a Meredith y Byron cuando puedas.- se despidió cerrando la puerta a sus espaldas y saliendo corriendo con toda su velocidad para llegar con rapidez al cuartel, era importante.
***********************************************
Off: chicas, lo siento, por cuestiones de tiempo me estoy retirando de unos cuantos roles, los que parece que van a llevar más posts, con este post narro mi retirada del tema, pero en cualquier momento, cuando tenga más tiempo, sería un honor poder rolear con vosotras <3 siento los retrasos que he podido causar u-u.
Iba a acceder a ir con ella hasta el mercado cuando un guardia entró corriendo en la taberna, parecía nervioso, debía haber pasado algo importante. Lola y Alanna se levantaron de la mes con prisas, tirando las sillas donde estaban sentadas al suelo, mientras el soldado se acercaba a Alanna y la tomaba por los brazos recuperando la respiración mientras boqueaba, intentando hablar.
- Los tenemos.- dijo sin resuello.
- ¿A quienes?- preguntó ella, sin entender, acababa de llegar de Vulwulfar, no tenía información alguna de que había estado sucediendo allí aun, tenía que acabar de leer los informes que le habían dejado encima de la mesa.
- A Ámbar y Gabret, los tenemos.- repitió el hombre de armadura pesada.
Los ojos de Alanna se abrieron como platos, ¿Cómo los habían atrapado? no lo sabía, pero debía darse prisa e ir a informarse, mañana debería ir a trabajar, no podía a compañar a las jóvenes en su busqueda, no en ese momento, al menos. Cogió la bolsa que había dejado en el suelo, se la colgó y corrió a la puerta empujando al hombre instandolo a salir con "vamos date prisa" ¿"es que te pesa el culo?" o "O aceleras o te comer la armadura"
- Lo siento mucho, no puedo acompañaros, si necesitáis algo alguna vez, estoy en el cuartel de la guardia, preguntad por Alanna Delteria, os llevarán hasta mi. Nos vemos. Lola, llevales la tarta a Meredith y Byron cuando puedas.- se despidió cerrando la puerta a sus espaldas y saliendo corriendo con toda su velocidad para llegar con rapidez al cuartel, era importante.
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Off: chicas, lo siento, por cuestiones de tiempo me estoy retirando de unos cuantos roles, los que parece que van a llevar más posts, con este post narro mi retirada del tema, pero en cualquier momento, cuando tenga más tiempo, sería un honor poder rolear con vosotras <3 siento los retrasos que he podido causar u-u.
Alanna Delteria
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Re: [CERRADO] Tras los muros de Lunargenta [Interpretativo] - Alanna + libre
Thiel dio un respingo ante el exabrupto de la elfa y la miró desde abajo con los ojos bien abiertos. El simple hecho de saber que aquellas dos personas, cuyas identidades la muchachita ignoraba por completo, estaban en los alrededores había sido suficiente para cambiar por completo la personalidad de la pelirroja.
Apenas terminó de limpiarse los labios con el dorso de la mano cuando una pregunta bastante comprometedora fue dirigida hacia ella y la guardia. Tragó en seco; su rostro evidenciaba que no sabía cómo afrontar la situación. Aunque la muchacha les pedía con tanto énfasis que la acompañasen, la loba pensó que dicho paseo no tendría demasiado sentido. Si había visto a alguien en las afueras de la ciudad hacía más de una semana, dicha persona podía estar muy, muy lejos en ese preciso instante. Además, meditó Thiel, la situación no terminaba de cerrarle y su desconfianza, propiciada por los recientes eventos en su vida, le dictaba que lo mejor sería mantenerse al margen de esas circunstancias aparentemente complicadas. ¿Y si esos dos hombres eran unos vándalos contra los cuales la elfa deseaba tomar venganza? Había dicho que sólo los buscaba, pero sin revelar el contexto. No, no, definitivamente no era una buena idea entrometerse. Además, pensó, apenas había llegado a Lunargenta y no tenía intenciones de regresar a las afueras, menos ahora que tenía la panza llena.
Estuvo a punto de decir algo cuando un guardia entró ruidosamente al lugar, causando bullicio y expectación. Alanna se levantó junto con la amable mujer que le había regalado el pastel y, tras un exaltado intercambio de palabras con el hombre, la morena se excusó para volver a sus aparentemente urgentes labores. La puerta se cerró tras ella y la taberna quedó sumida en un silencio bastante incómodo.
Thiel respiró profundamente antes de dirigir una mirada culposa a la elfa. No le gustaba decir que “no”, aunque quien le pidiese un favor fuese una completa extraña. Carraspeó y se puso de pie mientras retorcía nerviosamente un jirón de ropa entre sus manos.
-El hombre que vi vestía verde y marrón… aunque no pude ver el símbolo. Estaba caminando por los senderos que hay en la zona de los cultivos, bien a las afueras. Parecía ir hacia el bosque. –Se encogió de hombros y su voz titubeó cuando quiso continuar- Yo… lo siento, no puedo acompañarte. Además, perdona, pero ya ha pasado un tiempo y dudo que siga allí.
La muchachita observó entonces a Lola y le sonrió ampliamente. Murmuró un “muchas gracias por el pastel” antes de dirigirse hacia la puerta y abrirla. Volteó para mirar a la pelirroja y le hizo un gesto de asentimiento con la cabeza- Aún así te deseo mucha suerte. ¡Espero que los encuentres! Si los llego a ver, les diré que los estás buscando.
Tras dedicarle una pequeña sonrisa, la puerta se cerró tras ella al tiempo en que se sumergía, una vez más, en el bullicio de la ciudad.
Apenas terminó de limpiarse los labios con el dorso de la mano cuando una pregunta bastante comprometedora fue dirigida hacia ella y la guardia. Tragó en seco; su rostro evidenciaba que no sabía cómo afrontar la situación. Aunque la muchacha les pedía con tanto énfasis que la acompañasen, la loba pensó que dicho paseo no tendría demasiado sentido. Si había visto a alguien en las afueras de la ciudad hacía más de una semana, dicha persona podía estar muy, muy lejos en ese preciso instante. Además, meditó Thiel, la situación no terminaba de cerrarle y su desconfianza, propiciada por los recientes eventos en su vida, le dictaba que lo mejor sería mantenerse al margen de esas circunstancias aparentemente complicadas. ¿Y si esos dos hombres eran unos vándalos contra los cuales la elfa deseaba tomar venganza? Había dicho que sólo los buscaba, pero sin revelar el contexto. No, no, definitivamente no era una buena idea entrometerse. Además, pensó, apenas había llegado a Lunargenta y no tenía intenciones de regresar a las afueras, menos ahora que tenía la panza llena.
Estuvo a punto de decir algo cuando un guardia entró ruidosamente al lugar, causando bullicio y expectación. Alanna se levantó junto con la amable mujer que le había regalado el pastel y, tras un exaltado intercambio de palabras con el hombre, la morena se excusó para volver a sus aparentemente urgentes labores. La puerta se cerró tras ella y la taberna quedó sumida en un silencio bastante incómodo.
Thiel respiró profundamente antes de dirigir una mirada culposa a la elfa. No le gustaba decir que “no”, aunque quien le pidiese un favor fuese una completa extraña. Carraspeó y se puso de pie mientras retorcía nerviosamente un jirón de ropa entre sus manos.
-El hombre que vi vestía verde y marrón… aunque no pude ver el símbolo. Estaba caminando por los senderos que hay en la zona de los cultivos, bien a las afueras. Parecía ir hacia el bosque. –Se encogió de hombros y su voz titubeó cuando quiso continuar- Yo… lo siento, no puedo acompañarte. Además, perdona, pero ya ha pasado un tiempo y dudo que siga allí.
La muchachita observó entonces a Lola y le sonrió ampliamente. Murmuró un “muchas gracias por el pastel” antes de dirigirse hacia la puerta y abrirla. Volteó para mirar a la pelirroja y le hizo un gesto de asentimiento con la cabeza- Aún así te deseo mucha suerte. ¡Espero que los encuentres! Si los llego a ver, les diré que los estás buscando.
Tras dedicarle una pequeña sonrisa, la puerta se cerró tras ella al tiempo en que se sumergía, una vez más, en el bullicio de la ciudad.
Thiel
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Re: [CERRADO] Tras los muros de Lunargenta [Interpretativo] - Alanna + libre
La elfa sabía que si alguno de los hermanos Thal'Dael había estado por Lunargenta, probablemente ya no lo estaría, pero aún así era su único rayo de esperanza. Era el clavo ardiendo al que aferrarse.
Instó más a la muchacha a hablar pero, al igual que la otra, también tenía que irse. Y Helyare no iba a perder más tiempo allí. Se despidió de los taberneros en un susurro, tomó su arco, flechas y carcaj y salió corriendo del lugar.
La luz del sol fue molesta para ella pero daba igual, tenía que buscar a Arzhak y Aranarth, el tiempo corría en su contra. Sí, sabía que no los encontraría pero era su única posibilidad. Lo único que había escuchado de esos dos elfos era lo que le habían dicho las dos chicas de la taberna. Empezó a correr por las calles alejándose de la ciudad. ¿Dónde habían dicho que los habían visto?
Por la zona de cultivos. Ahí fue en primer lugar.
Tenía la esperanza de que por cualquier eventualidad todavía estuviera allí. Una de ellas decía que había visto a ambos, pero la otra que sólo a uno y eso era tan confuso... Aun así le daba igual, quería ver a cualquiera de los dos.
¿Y si era Arzhak? En ese momento empezó a sentirse más nerviosa. Echaba de menos al guerrero. Ya no sólo como pareja -aunque las parejas Eytherzair no procesaban excesivo cariño y planes juntos -sino como compañero de guardia. Con quien había pasado muchas horas de aprendizaje, de entrenamiento y, porqué no decirlo, también de risas.
Y Aranarth... ¡Qué ganas tenía de ver a su amigo! Él siempre había estado ahí cuando lo necesitaba. Le extrañaba mucho, ese maldito elfo solitario...
Llegó a los cultivos y, como ya sabía, no encontró a nadie. Así que la elfa volvió caminando a la ciudad. Preguntaría en las posadas, tal vez se estuviesen hospedando en la ciudad.
Con un poco de resentimiento volvió a entrar en las calles de Lunargenta y volvió a encontrarse con el tumulto de gente. No le gustaba la ciudad por la cantidad de personas que había ahí. Prefería, sin duda, su calma en Sandorai, aunque ese ya no era sitio para la elfa.
Volvió a mirar los papeles donde estaban retratados los hermanos Thal'Dael durante un instante, los guardó y siguió su camino para buscarlos.
Instó más a la muchacha a hablar pero, al igual que la otra, también tenía que irse. Y Helyare no iba a perder más tiempo allí. Se despidió de los taberneros en un susurro, tomó su arco, flechas y carcaj y salió corriendo del lugar.
La luz del sol fue molesta para ella pero daba igual, tenía que buscar a Arzhak y Aranarth, el tiempo corría en su contra. Sí, sabía que no los encontraría pero era su única posibilidad. Lo único que había escuchado de esos dos elfos era lo que le habían dicho las dos chicas de la taberna. Empezó a correr por las calles alejándose de la ciudad. ¿Dónde habían dicho que los habían visto?
Por la zona de cultivos. Ahí fue en primer lugar.
Tenía la esperanza de que por cualquier eventualidad todavía estuviera allí. Una de ellas decía que había visto a ambos, pero la otra que sólo a uno y eso era tan confuso... Aun así le daba igual, quería ver a cualquiera de los dos.
¿Y si era Arzhak? En ese momento empezó a sentirse más nerviosa. Echaba de menos al guerrero. Ya no sólo como pareja -aunque las parejas Eytherzair no procesaban excesivo cariño y planes juntos -sino como compañero de guardia. Con quien había pasado muchas horas de aprendizaje, de entrenamiento y, porqué no decirlo, también de risas.
Y Aranarth... ¡Qué ganas tenía de ver a su amigo! Él siempre había estado ahí cuando lo necesitaba. Le extrañaba mucho, ese maldito elfo solitario...
Llegó a los cultivos y, como ya sabía, no encontró a nadie. Así que la elfa volvió caminando a la ciudad. Preguntaría en las posadas, tal vez se estuviesen hospedando en la ciudad.
Con un poco de resentimiento volvió a entrar en las calles de Lunargenta y volvió a encontrarse con el tumulto de gente. No le gustaba la ciudad por la cantidad de personas que había ahí. Prefería, sin duda, su calma en Sandorai, aunque ese ya no era sitio para la elfa.
Volvió a mirar los papeles donde estaban retratados los hermanos Thal'Dael durante un instante, los guardó y siguió su camino para buscarlos.
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Helyare
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