El compromiso [mini evento]
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El compromiso [mini evento]
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Jeremías, un joven vivaz y alegre. Entre sus manos siempre había alguna presa y su arco era conocido por los alrededores como el más veloz de todas las tierras del Este. Licántropo de cuna, se había mudado siendo un crío a la naciente Ulmer cuando ésta recién se estaba comenzando a construir. En el presente, un hombre joven y en edad de casarse pretende en matrimonio a la bella Tuany, una chica de lo más normal, excepto claro por su terrible carácter, sus súbitas transformaciones, la violencia en su lenguaje y aquella hermosa voz que podría dormir a la más fiera de las bestias.
El amor entre los jóvenes florecía como los pimpollos del verano, sin embargo el padre de la joven se oponía a la unión. De ninguna manera aceptaba que la dote fuera hacia la familia del candidato, debido a viejas rencillas entre viejos lobos. Por la razón que no podía ser tan evidente a la hora de denegar la petición oficial de mano, se le ocurrió una prueba. Aquellos que desearan tomar a su hija como esposa tendrían que encontrar una flor entre un interminable prado. Las probabilidades indicaban que la novia se quedaría siempre manteniendo su ajuar, pero el destino podría estar esperando sonreírle del otro lado de la puerta.
Claro está que Jeremías no desperdició ni un solo minuto de su tiempo siquiera en pensar. Desde el día que el anuncio fue hecho no dejó de buscar aquél fino ejemplar. Sin embargo, sus esfuerzos no parecen rendirle frutos.
* * *
Sea por la dote, un engaño, curiosidad o la mano de la chica, decides participar en la búsqueda. Pero Jeremías no te hará las cosas fáciles. Aunque le guste ir de frente, también tiene un lado oscuro y es capaz de usar métodos hostiles y engañosos para lograr su cometido. - RUNAS:
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- pautas explicaciones reglas:
- Puede participar cualquier personaje
Se puede participar en todos los eventos con las siguientes condiciones: a- los que tienen multicuentas solamente una por hilo.
b- Deberán especificar a cuál de los hilos le dará mayor preponderancia.
Se permite un máximo de 4 intervenciones por usuario por evento.
Un mínimo de 15 líneas por post y sin trampas. Nada de copiar o parafrasear cosas. Sobra el material para un buen post.
Si nadie puede lograr el objetivo, habrá un premio consuelo en aeros.
Aquellos que ganen, deberán estar dispuestos a entrar a un mastereado. Si se ganan más de 3 eventos, elegiré al azar un máximo de 2 para llevarlos adelante.
Pueden participar en grupo (rol social) o ir en solitario sin interactuar con el resto de los participantes. Las tiradas son individuales.
Modo de juego:
Deberán rolear su llegada al lugar, la razón por la que su personaje está interesado en ayudar y su interacción con los pnj’s o personajes correspondientes.
Elegiré dos runas aleatorias al comienzo de cada evento. Ese par de runas será la única clave de cada uno de ellos y las que ustedes deberán reproducir con su suerte.
Al acabar cada uno de sus posts deberán tirar dos runas y ellas determinarán la suerte de su tirada.
No habrán turnos entre usuarios.
Intervendré si lo creo necesario.
Thorn
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Re: El compromiso [mini evento]
Después de “escapar” del nido, la mujer dragón se había topado con ciertos asuntos que le habían entorpecido su camino: ayudar a una anciana con su ganado.
Le había dicho a la mujer que no se alejaría mucho de los alrededores, y que si precisaba ayuda de nuevo, la mujer no dudaría brindársela de nuevo, pero olvidar la nieve por un tiempo sonaba la mar de bien.
Le encantaba el frio y la nieve, los interminables paisajes blancos y el cielo azul, los lagos helados y la humedad de las zonas que aún conservaban sus zonas verdes. Pero todo aquello le recordaba demasiado al tiempo que había pasado en el nido, un tiempo que pretendía borrar de su memoria. Quizás con alcohol, aunque eso solo disipaba las penas tan solo por unas horas, al despertar los cuervos seguían ahí.
Así que continuó andando, su nueva armadura resaltaba entre las tierras del norte, tan negra que casi parecía de ébano. Portaba el casco en una mano, la verdad es que si no era estrictamente necesario para una pelea le solía molestar. En la casa de la viuda le había sado tiempo de limpiar bien su hacha y daga. Aun le quedaban algunas plumas de Tavook, con las que confeccionaba sus propias flechas, lo suficiente como para llenar casi por completo su carcaj.
Hacía ya mucho tiempo que no rondaba el territorio de los licántropos, desde que huyó siendo una niña, había estado… solo de paso para llegar a Lunargenta. No quería rememorar aquellos tiempos, no quería volver a la cueva. Aquellos pensamientos le hicieron caer en la cuenta de que siempre huía de los problemas. Siempre que pasaba algo, ella desaparecía, peleaba si era necesario, pero siempre prefería desaparecer… puede que ya fuese siendo hora de dejar de esconderse.
Aun tardaría algunos jornales en llegar a la zona de los hombres lobo, días en los que no tendría ninguna prisa.
Los primeros arboles, que daban la bienvenida de la mujer dragón al bosque del este, se encontraban frente a ella. Verdes, grandes y frondosos. Nada más adentrarse en el bosque, parecía que estaba en otro mundo. Los arboles, con su altura y espesura, tapaban la luz del rol, proporcionando claridad que se colaba entre las hojas, pero no la propia luz. Podía escuchar pájaros cantar, animales corretear entre las hierbas del suelo, animalillos escondiéndose en los arbustos… cerró los ojos y dejó volar su imaginación un corto periodo de tiempo, en el que la imaginación y los recuerdos se intercalaban en imágenes con mucho color pero algo borrosas.
No quedaban muchos horas de sol, por lo que la joven debía buscar un lugar donde pasar la noche, y una pequeña cueva de no más de dos metros fue la candidata estrella. Cubrió el suelo de la cueva con hojas verdes, poniendo por encina la capa que aun portaba en su saco, la de su antigua armadura, a modo de colchón. Cómoda y calentita, la mujer se tumbó con la cabeza hacia el bosque, viendo como la zona se volvía mágica con las luces volantes de las luciérnagas.
Ya podía ver las primeras casa de Ulmer, la cuidad de los licántropos. Quizás podría ir primeramente a aluna posada, en los días de viaje se había quedado sin víveres y tenía algo de hambre, y a decir verdad un trago no le vendría nada mal.
Ya en la posada, la muchacha pudo ver cómo le servían a un hombre un gran plato de carne, parecía una pieza de ciervo, aunque el olor se distorsionaba por las muchas especias que le había puesto. Tenía una pinta impresionante.
-Buenos días, viajera…-dijo la mujer de la posada acercándose a ella- ¿Qué querrás tomar?-no recordaba a las mujeres lobo tan amables y con tez tan dulce, aquella joven de no más de veintitrés años debía de ser humana. Una humana muy bella, pensó Levia sin poder evitar mirarla de arriba abajo, percatándose en el delantal sucio que llevaba, al parecer ella también era una de las cocineras.
-Buenos días- dijo antes de carraspear, intentando que su voz no sonase muy orzada, después de tantos días sola sin tener que hablar. –Tomare una jarra de aguamiel y un plato de lo que le acabas de servir a ese hombre- dijo haciendo un gesto con la cabeza a la mesa de la izquierda.
La mujer apretó los labios, bajando un poco la cabeza.
-Me temo que se nos ha terminado la carne de ciervo- su voz sonaba ahora más tenue. De ciervo, ya decía yo… la dragona torció el morro pensando en que comer, dado la falta de aquel exquisito manjar. Nunca le había importado mucho que llevarse a la boca, pero la mujer de la llanura le había enseñado a cocinar un par de cosas, y ya que debía pagar igual por el plato, ahora prefería pagar por algo realmente bueno, a fin de cuentas aun no se había gastado ni un solo aeros.
-Y… si yo misma te traigo otro ciervo, ¿me lo prepararías? No hace falta que me pagues por las piezas restantes, te las puedes quedar, yo no les daría buen uso.
La bella humana al principio reacciono un poco vergonzosa ante aquello, pero a la dragona no le hizo falta insistir mucho para obtener una afirmación.
Y así fue cómo se las apaño la dragona para encontrarse de nuevo en la zona del bosque des este, cazando, concretamente un ciervo.
La mujer se había peleado con personas más veces de las que le gustaría admitir, en las cuales cuando la cosa se torcía mucho no podía evitar querer convertirse en una bestia escupe fuego para terminar con todo aquello. Pero ahora no podía hacerlo, y nunca había cazado un ejemplar como aquel, quizás tardaría un rato.
No debe ser muy diferente a cuando cazo conejos, peces u otro tipo de animales, ¿no? Se animaba la mujer mientras se movía lentamente entre los árboles, con el arco en las manos, ya con la cuerda tensada.
Las plumas turquesa de sus flechas la ayudarían a seguir a la presa, siempre que a esta se le incrustase en el cuerpo. Si caía al suelo siempre reclutaba más fácil de localizar, aunque e el bosque nevado lo era más que ahí…
Un ciervo, macho, no muy joven pero tampoco anciano. Estaba junto al rio, bebiendo agua, tranquilo. La mujer de cabellos negros estaba junto a unas rocas, a unos cincuenta metros de la presa. Respiraba hondo, intentando que las pulsaciones de su corazón se ralentizasen lo más posible para no interferir en el disparo. No corría prácticamente nada de aire, por lo que no tendría que calcular demasiado para dar en el blanco.
Tensó la flecha lo más que puso y la soltó. La flecha de plumas verdes voló a gran velocidad, justo hacia el lomo del ciervo. Vaya, al final no ha sido tan complicado… pensó la mujer ya empezando a levantarse, cuando una segunda flecha empezó a volar no muy lejos de donde estaba la suya. Las dos flechas se encontraron, haciendo que colisionases. Una de ellas se clavó en su objetivo, haciendo que el animal cayese al suelo, donde una segunda flecha lo mataría clavándose en su cuelo.
La flecha con plumas turquesa estaba en el suelo. Demasiado fácil… joder. Blasfemó la mujer saliendo de su escondite, aproximándose al animal, donde también se acercaba un joven.
Olía a lobo. La de cabellos negros tenía los ojos entrecerrados del enfado.
-Ese ciervo era mío, yo dispare antes…- dijo seria, mientras recogía su flecha, la que no había servido de nada.
-Pero yo he sido quien lo ha matado, así que no es tuyo.
Miles de respuestas le venían a la cabeza para rebatir aquello, pero era un hombre lobo, era joven, como todos seguro que era terco y engreído, era una tontería intentar entrar en razón con él.
Pero de nuevo estaba huyendo de los problemas, y estaba enfadada.
- Mira, si tu estúpida flecha no hubiese desviado la mía, quien hubiese acabado con la vida de ese animal hubiese sido yo.-
-Cuantas suposiciones…- Si, realmente era todo un hombre lobo. –Aunque…siempre podemos llegar a un trato- no le acababa de gustar como sonaban aquellas palabras, pero estaba dispuesta a escuchar, bien pensado no tenía nada mejor que hacer.
“Aquellos que deseen tomar a mi hija como esposa, tendrán que encontrar una flor entre un interminable prado”
Amor, vaya tontería. El amor no era nada bueno, te hacia cometer tonterías y sufrir daño. Quizás por la falta de amor en la vida de la mujer aquella palabra llegaba incluso a causarle asco. Había sentido cariño, mucho cariño, incluso hacia personas, pero incluso cuando no llega a ser amor duele. Siempre que se ama a alguien estas ofreciendo tu cuerpo y tu cabeza para que los machaquen con un mazo… pensaba la mujer mientras caminaba con el hombre que portaba al ciervo en los hombros.
El trato era sencillo, él le daba el ciervo, entero, a cambio ella debía ayudarle a buscar una flor, con la que podría desposar a su amada. Una tontería enorme… pero como ya había pensado antes, no tenía nada más que hacer, así que aceptó.
Le había dicho a la mujer que no se alejaría mucho de los alrededores, y que si precisaba ayuda de nuevo, la mujer no dudaría brindársela de nuevo, pero olvidar la nieve por un tiempo sonaba la mar de bien.
Le encantaba el frio y la nieve, los interminables paisajes blancos y el cielo azul, los lagos helados y la humedad de las zonas que aún conservaban sus zonas verdes. Pero todo aquello le recordaba demasiado al tiempo que había pasado en el nido, un tiempo que pretendía borrar de su memoria. Quizás con alcohol, aunque eso solo disipaba las penas tan solo por unas horas, al despertar los cuervos seguían ahí.
Así que continuó andando, su nueva armadura resaltaba entre las tierras del norte, tan negra que casi parecía de ébano. Portaba el casco en una mano, la verdad es que si no era estrictamente necesario para una pelea le solía molestar. En la casa de la viuda le había sado tiempo de limpiar bien su hacha y daga. Aun le quedaban algunas plumas de Tavook, con las que confeccionaba sus propias flechas, lo suficiente como para llenar casi por completo su carcaj.
Hacía ya mucho tiempo que no rondaba el territorio de los licántropos, desde que huyó siendo una niña, había estado… solo de paso para llegar a Lunargenta. No quería rememorar aquellos tiempos, no quería volver a la cueva. Aquellos pensamientos le hicieron caer en la cuenta de que siempre huía de los problemas. Siempre que pasaba algo, ella desaparecía, peleaba si era necesario, pero siempre prefería desaparecer… puede que ya fuese siendo hora de dejar de esconderse.
Aun tardaría algunos jornales en llegar a la zona de los hombres lobo, días en los que no tendría ninguna prisa.
Los primeros arboles, que daban la bienvenida de la mujer dragón al bosque del este, se encontraban frente a ella. Verdes, grandes y frondosos. Nada más adentrarse en el bosque, parecía que estaba en otro mundo. Los arboles, con su altura y espesura, tapaban la luz del rol, proporcionando claridad que se colaba entre las hojas, pero no la propia luz. Podía escuchar pájaros cantar, animales corretear entre las hierbas del suelo, animalillos escondiéndose en los arbustos… cerró los ojos y dejó volar su imaginación un corto periodo de tiempo, en el que la imaginación y los recuerdos se intercalaban en imágenes con mucho color pero algo borrosas.
No quedaban muchos horas de sol, por lo que la joven debía buscar un lugar donde pasar la noche, y una pequeña cueva de no más de dos metros fue la candidata estrella. Cubrió el suelo de la cueva con hojas verdes, poniendo por encina la capa que aun portaba en su saco, la de su antigua armadura, a modo de colchón. Cómoda y calentita, la mujer se tumbó con la cabeza hacia el bosque, viendo como la zona se volvía mágica con las luces volantes de las luciérnagas.
Ya podía ver las primeras casa de Ulmer, la cuidad de los licántropos. Quizás podría ir primeramente a aluna posada, en los días de viaje se había quedado sin víveres y tenía algo de hambre, y a decir verdad un trago no le vendría nada mal.
Ya en la posada, la muchacha pudo ver cómo le servían a un hombre un gran plato de carne, parecía una pieza de ciervo, aunque el olor se distorsionaba por las muchas especias que le había puesto. Tenía una pinta impresionante.
-Buenos días, viajera…-dijo la mujer de la posada acercándose a ella- ¿Qué querrás tomar?-no recordaba a las mujeres lobo tan amables y con tez tan dulce, aquella joven de no más de veintitrés años debía de ser humana. Una humana muy bella, pensó Levia sin poder evitar mirarla de arriba abajo, percatándose en el delantal sucio que llevaba, al parecer ella también era una de las cocineras.
-Buenos días- dijo antes de carraspear, intentando que su voz no sonase muy orzada, después de tantos días sola sin tener que hablar. –Tomare una jarra de aguamiel y un plato de lo que le acabas de servir a ese hombre- dijo haciendo un gesto con la cabeza a la mesa de la izquierda.
La mujer apretó los labios, bajando un poco la cabeza.
-Me temo que se nos ha terminado la carne de ciervo- su voz sonaba ahora más tenue. De ciervo, ya decía yo… la dragona torció el morro pensando en que comer, dado la falta de aquel exquisito manjar. Nunca le había importado mucho que llevarse a la boca, pero la mujer de la llanura le había enseñado a cocinar un par de cosas, y ya que debía pagar igual por el plato, ahora prefería pagar por algo realmente bueno, a fin de cuentas aun no se había gastado ni un solo aeros.
-Y… si yo misma te traigo otro ciervo, ¿me lo prepararías? No hace falta que me pagues por las piezas restantes, te las puedes quedar, yo no les daría buen uso.
La bella humana al principio reacciono un poco vergonzosa ante aquello, pero a la dragona no le hizo falta insistir mucho para obtener una afirmación.
Y así fue cómo se las apaño la dragona para encontrarse de nuevo en la zona del bosque des este, cazando, concretamente un ciervo.
La mujer se había peleado con personas más veces de las que le gustaría admitir, en las cuales cuando la cosa se torcía mucho no podía evitar querer convertirse en una bestia escupe fuego para terminar con todo aquello. Pero ahora no podía hacerlo, y nunca había cazado un ejemplar como aquel, quizás tardaría un rato.
No debe ser muy diferente a cuando cazo conejos, peces u otro tipo de animales, ¿no? Se animaba la mujer mientras se movía lentamente entre los árboles, con el arco en las manos, ya con la cuerda tensada.
Las plumas turquesa de sus flechas la ayudarían a seguir a la presa, siempre que a esta se le incrustase en el cuerpo. Si caía al suelo siempre reclutaba más fácil de localizar, aunque e el bosque nevado lo era más que ahí…
Un ciervo, macho, no muy joven pero tampoco anciano. Estaba junto al rio, bebiendo agua, tranquilo. La mujer de cabellos negros estaba junto a unas rocas, a unos cincuenta metros de la presa. Respiraba hondo, intentando que las pulsaciones de su corazón se ralentizasen lo más posible para no interferir en el disparo. No corría prácticamente nada de aire, por lo que no tendría que calcular demasiado para dar en el blanco.
Tensó la flecha lo más que puso y la soltó. La flecha de plumas verdes voló a gran velocidad, justo hacia el lomo del ciervo. Vaya, al final no ha sido tan complicado… pensó la mujer ya empezando a levantarse, cuando una segunda flecha empezó a volar no muy lejos de donde estaba la suya. Las dos flechas se encontraron, haciendo que colisionases. Una de ellas se clavó en su objetivo, haciendo que el animal cayese al suelo, donde una segunda flecha lo mataría clavándose en su cuelo.
La flecha con plumas turquesa estaba en el suelo. Demasiado fácil… joder. Blasfemó la mujer saliendo de su escondite, aproximándose al animal, donde también se acercaba un joven.
Olía a lobo. La de cabellos negros tenía los ojos entrecerrados del enfado.
-Ese ciervo era mío, yo dispare antes…- dijo seria, mientras recogía su flecha, la que no había servido de nada.
-Pero yo he sido quien lo ha matado, así que no es tuyo.
Miles de respuestas le venían a la cabeza para rebatir aquello, pero era un hombre lobo, era joven, como todos seguro que era terco y engreído, era una tontería intentar entrar en razón con él.
Pero de nuevo estaba huyendo de los problemas, y estaba enfadada.
- Mira, si tu estúpida flecha no hubiese desviado la mía, quien hubiese acabado con la vida de ese animal hubiese sido yo.-
-Cuantas suposiciones…- Si, realmente era todo un hombre lobo. –Aunque…siempre podemos llegar a un trato- no le acababa de gustar como sonaban aquellas palabras, pero estaba dispuesta a escuchar, bien pensado no tenía nada mejor que hacer.
“Aquellos que deseen tomar a mi hija como esposa, tendrán que encontrar una flor entre un interminable prado”
Amor, vaya tontería. El amor no era nada bueno, te hacia cometer tonterías y sufrir daño. Quizás por la falta de amor en la vida de la mujer aquella palabra llegaba incluso a causarle asco. Había sentido cariño, mucho cariño, incluso hacia personas, pero incluso cuando no llega a ser amor duele. Siempre que se ama a alguien estas ofreciendo tu cuerpo y tu cabeza para que los machaquen con un mazo… pensaba la mujer mientras caminaba con el hombre que portaba al ciervo en los hombros.
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Re: El compromiso [mini evento]
El miembro 'Levia' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: El compromiso [mini evento]
Ulmar, la ciudad fundada y liderada por licántropos. Y que en los últimos años se veía como se estaba convirtiendo en un incipiente punto comercial. Quizás por eso, la población no estaba exenta de animación, ¡incluso a esas horas, cuando la noche ya estaba cayendo! “O precisamente porque la noche está cerca…” no pudo evitar pensar Vilya, con una ligera mueca adornando sus labios. Había estado paseando entre las calles de la población, empapándose del ambiente, de sus gentes. ¡Y era lugar tan variopinto! Comerciantes, tejedores, cazadores… familias, viajeros solitarios, algunos gremios… ¡había de todo! Y eso que no era una población muy grande. Pero la elfa podía dar fe que si seguía con ese ritmo de actividades, la ciudad no tardaría en expandirse y florecer. “¿Aunque se puede hablar de ese término tan puro, florecer, cuando se extiende una ciudad y siega la naturaleza que le rodea?” pensó la guardabosques errante, algo afectada. Imágenes de su pasado, en el que los humanos habían ido talando su hogar, poblaron durante unos intensos segundos su mente. Con esos recuerdos vinieron otros menos agradables… con sangre, destrucción y muerte… y la respiración de la elfa se truncó de tal forma que tuvo que detenerse, mareada. Intentó serenarse, respirando hondo y con lentitud, pero el hecho de estar en una vía transitada y estar llamando la atención por su súbita parada no ayudaba a que se relajara. Así que con pasos trémulos se escurrió hasta las afueras del poblado.
Una vez estuvo rodeada de árboles se sintió mucho mejor. Pasó sus manos por la rugosa corteza de un viejo olmo, que se alzaba orgulloso en esa zona entre el resto de árboles que le rodeaban. Era un ejemplar magnifico. ¡Tan animada se sintió con su imagen, que empezó a escalar ágilmente por la corteza, como solo un elfo criado en los bosques podía igualar! Se subió y sentó sobre una de sus ramas, que sostenían perfectamente su peso. Desde allí, en lo alto, podía ver el humo de las chimeneas de Ulmar, incluso podía escuchar algunas risas –y aullidos-. Pero lo mejor fue cuando empezó a soplar el viento… fresco, como una caricia, echó hacía atrás la capucha de Vilya, liberando sus rasgos ante los últimos rayos del atardecer. Pero allí, la elfa pudo captar un aroma que añoraban todos los de su raza… ¡el mar! Esa remembranza que tenían muchos elfos, cuando recodaban que anteriormente habían vivido en las islas Illidenses…
―… me pregunto si algún día podré visitar las islas… ― caviló Vilya en voz alta. Caminar entre los restos de lo que fuera el hogar de sus ancestros…
Sin embargo, algo la sacó de sus apesadumbrados pensamientos. Un chasquido de una rama rota a sus pies la hizo bajar la vista. Allí, a los pies del árbol una joven pareja miraba a su alrededor con una evidente tensión. Aun así, a la elfa no la pasaba desapercibido como se cogían fuertemente de las manos en un gesto inequívoco de unión… de confianza.
― Creo que lo hemos despistado ― alcanzó a oír que decía la muchacha. ― Mi padre me tiene completamente vigilada… ¡es una pesadilla! ― gruñó claramente irritada. Y su gruñido sonó bastante… animal, algo bastante curioso, teniendo en cuenta la dulzura que desprendía su voz. Vilya se quedó completamente quieta, pegada a las ramas. Sea quienes fueran, parecían no querer ser vistos… ―Y quiero verte tanto Jeremías… ― suspiró la joven, con un tono indudablemente enamorado.
― No te preocupes Tuany, lograré superar la prueba de tu padre… ¡haré lo que sea necesario! ― gruñó en un tono tan peligroso que Vilya tragó saliva. Era curioso que pese a ser una dulce pareja de enamorados… ¡intimidaban bastante! “A saber cómo será el padre…” pensó la elfa, esbozando una ligera mueca desde su posición. ― Mañana, cuando vuelva de cazar, me pondré a buscar de nuevo en el prado… ¡lo encontraré! ― la aseguró con un tono vehemente, antes de besar las manos de la chica. Esta, que parecía encantada con la ferocidad que trasmitían los ojos de Jeremías, asintió.
― Buena suerte, mi cazador. Ahora debo irme, antes de que mi padre vaya a tu casa… ya sabes que no es sensato juntar a nuestras familias con los ánimos alterados ― comentó a la muchacha con una risita. Vilya dudó seriamente de que el tema en cuestión fuera tan gracioso como para reírse…
Se despidieron con un ligero beso, antes de que la muchacha se alejara correteando entre los árboles, en dirección a Ulmar. Jeremías se quedó un buen rato ahí quieto, a los pies del árbol, provocando que Vilya arqueara las cejas. ¿A qué esperaba?
―… no me gusta nada que mis conversaciones sean… ¡espiadas! ― dijo de repente, alzando la vista hasta donde estaba Vilya, que casi perdió el equilibrio por el sobresalto. ¡Qué furia trasmitía su mirada! ― ¿Quién te envía? ¿Trabajas para el padre de Tuany? ― siseó. Vilya esperaba que fuera un efecto producido por las sombras que creaban las luces del atardecer, pero… ¿no se estaría transformando?
Alarmada, alzó las manos, para demostrarle que no era una amenaza para él. ― Calma, muchacho ― imprecó la elfa en un tono grave y sosegado. ― Fuisteis vosotros los que os parasteis debajo del árbol donde me había asentado momentáneamente ― le explicó con suavidad. ― Deja que baje, para que pueda explicártelo cara a cara ― pidió en tono formal.
Jeremías soltó un gañido animal, pero acabo asintiendo.
Vilya bajó con presteza por el tronco, hasta que tuvo frente a frente al joven licántropo. Su arco descansaba a su espalda, junto a sus flechas… así que si el joven quería soltarla un zarpazo, lo iba a tener complicado para defenderse. Pero esperaba que el raciocinio de sus palabras calara en su carácter voluble. Le informó, sin entrar en los detalles morbosos, como había ido buscando por un contacto más directo con la naturaleza para calmar su espíritu y que los dioses habían querido que sus caminos se cruzaran con los de la joven pareja.
― Y… perdona si suena indiscreto, pero parece que estáis en problemas, ¿no? ― preguntó con mucho tacto la elfa.
―… ― el licántropo la miró de arriba abajo, desconfiado. ― Así es… ― parecía reticente a seguir hablando, pero también parecía estar valorando algo en su mente.
―…― ante una respuesta tan pobre, Vilya se vio en la necesidad de seguir hablando y de… ― Entiendo… si es posible, me gustaría ayudaros ― Aunque fueran salvajes y desconfiados… era una joven pareja de enamorados, ¿cómo no auxiliarlos?
― ¿Qué? ¿En serio? ¿Por qué? ¿Qué ganaría un elfo como tú?... Oh… ¿¡no estarás tratando de quitarme a Tuany, verdad?! ― gruñó furioso, acercando su rostro a escasos centímetros del de Vilya, que se había visto arrinconada contra el olmo. ― ¿Es eso, verdad? ¿¡Verdad?! ¡Es tan salvaje y dulce! ¡Que hasta un elf-…! ― empezó a despotricar, todo alterado.
Vilya, que veía peligrar absurdamente su integridad física, se apresuró a alzar las manos en son de paz.
― Calma, calma. No niego que tu joven amante es hermosa, y tiene una voz dulce como la miel, pero no es… mi tipo ― negó.
― ¿Ah? ¿Qué tiene de malo mi Tuany? ¿¡Eh!? ¡Maldito elfo! ¡Ahora la insultas! ― rugió.
“Oh, por favor…” pensó la elfa, armándose de paciencia… eso de lo que precisamente carecía el licántropo que tenía ante ella. ― No tiene nada de malo… de hecho, como te he dicho, es muy hermosa ― empezó a hablar de nuevo en tono pausado.
― ¡Ah, así que realmente te interesa! ― la señaló con un dedo, que era más una garra que un dedo.
“…” Vilya dejó que la irritación que estaba empezando a sentir se filtrara en su rostro. ―… No. Ella es una mujer. Y yo también. No tengo ese tipo de intereses por otras mujeres ―
― ¡No hace falta que l-…! ― se interrumpió cuando la sosegada frase de Vilya consiguió -¡por fin!- calar dentro de su exaltado carácter. ―… ― la volvió a mirar de arriba abajo. ― ¿En serio eres una mujer? Bu-Bueno… si, puede ser… diantres, que raros sois los elfos…― reconoció, entrecerrando los ojos y ladeando el rostro, como si al mirarla desde otro ángulo resultara más femenina. La elfa puso los ojos en blanco, sacudiéndose sus oscuros ropajes del polvo que había caído sobre ellos. ― Bueno, volviendo a tu problema actual… ¿qué clase de prueba te ha impuesto su padre? ―
Finalmente Jeremías accedió a explicarle todo el asunto, indicándola como tenía que encontrar una flor en un prado de extensión más que destacable.
― Entiendo… ― “Tiene que ser una prueba de lo más desesperante, teniendo en cuenta la poca paciencia que tienen los licántropos” pensó la elfa. Pero ella… tenía tiempo. ― Entonces te ayudaré ― asintió, convencida.
― ¿En serio? ¿Así, sin más? ― parpadeó de nuevo Jeremías, desconfiado.
“… ¿por qué la gente siempre tiene que desconfiar de los actos guiados por el puro altruismo?” pensó la guardabosques, desanimada. ¡No quería iniciar otra discusión absurda con el joven! ― ¿Te sentirás más tranquilo si pido algo a cambio? ― preguntó Vilya, alzando las cejas.
― ¡Sí!... no, espera… ¡no! Bu-bueno… ¡no sé! ― se rascó la cabeza, irritado. ― ¿Qué querrías? ― cuestionó con cierta dureza. ― ¿Una parte de la dote? ―
―… flechas. Me gustaría tener algunas flechas nuevas ― Vilya se encogió de hombros, antes de señalar el carcaj de su espalda.
― Oh… ¿flechas? ¿Tan poco? ― Jeremías la observó con atención. ― Bu-bueno… está bien… igualmente, si veo que eres de fiar y realmente me ayudas a conseguir la flor, te daré algo más… ― cedió, ya más tranquilo. Extendió la mano hacía ella. ― ¿Trato...? ― la miro interrogante, al no saber su nombre.
Vilya le estrechó la mano. ―Vilya― El joven licántropo asintió satisfecho.
― Bien, mañana tengo que ir a cazar, pero cuando vuelva iré al prado. Espérame allí ― la indicó, dándola instrucciones de cómo llegar a dicho prado. Tras eso se despidieron y la elfa volvió a subirse al árbol… era un buen sitio donde pasar la noche.
Al día siguiente, cuando el sol estaba alcanzando la posición acordada, se encaminó hacía el prado. Una vez en él, comprobando que no era una nimia extensión de tierras, empezó a buscar mientras esperaba la vuelta del licántropo de su caza.
Una vez estuvo rodeada de árboles se sintió mucho mejor. Pasó sus manos por la rugosa corteza de un viejo olmo, que se alzaba orgulloso en esa zona entre el resto de árboles que le rodeaban. Era un ejemplar magnifico. ¡Tan animada se sintió con su imagen, que empezó a escalar ágilmente por la corteza, como solo un elfo criado en los bosques podía igualar! Se subió y sentó sobre una de sus ramas, que sostenían perfectamente su peso. Desde allí, en lo alto, podía ver el humo de las chimeneas de Ulmar, incluso podía escuchar algunas risas –y aullidos-. Pero lo mejor fue cuando empezó a soplar el viento… fresco, como una caricia, echó hacía atrás la capucha de Vilya, liberando sus rasgos ante los últimos rayos del atardecer. Pero allí, la elfa pudo captar un aroma que añoraban todos los de su raza… ¡el mar! Esa remembranza que tenían muchos elfos, cuando recodaban que anteriormente habían vivido en las islas Illidenses…
―… me pregunto si algún día podré visitar las islas… ― caviló Vilya en voz alta. Caminar entre los restos de lo que fuera el hogar de sus ancestros…
Sin embargo, algo la sacó de sus apesadumbrados pensamientos. Un chasquido de una rama rota a sus pies la hizo bajar la vista. Allí, a los pies del árbol una joven pareja miraba a su alrededor con una evidente tensión. Aun así, a la elfa no la pasaba desapercibido como se cogían fuertemente de las manos en un gesto inequívoco de unión… de confianza.
― Creo que lo hemos despistado ― alcanzó a oír que decía la muchacha. ― Mi padre me tiene completamente vigilada… ¡es una pesadilla! ― gruñó claramente irritada. Y su gruñido sonó bastante… animal, algo bastante curioso, teniendo en cuenta la dulzura que desprendía su voz. Vilya se quedó completamente quieta, pegada a las ramas. Sea quienes fueran, parecían no querer ser vistos… ―Y quiero verte tanto Jeremías… ― suspiró la joven, con un tono indudablemente enamorado.
― No te preocupes Tuany, lograré superar la prueba de tu padre… ¡haré lo que sea necesario! ― gruñó en un tono tan peligroso que Vilya tragó saliva. Era curioso que pese a ser una dulce pareja de enamorados… ¡intimidaban bastante! “A saber cómo será el padre…” pensó la elfa, esbozando una ligera mueca desde su posición. ― Mañana, cuando vuelva de cazar, me pondré a buscar de nuevo en el prado… ¡lo encontraré! ― la aseguró con un tono vehemente, antes de besar las manos de la chica. Esta, que parecía encantada con la ferocidad que trasmitían los ojos de Jeremías, asintió.
― Buena suerte, mi cazador. Ahora debo irme, antes de que mi padre vaya a tu casa… ya sabes que no es sensato juntar a nuestras familias con los ánimos alterados ― comentó a la muchacha con una risita. Vilya dudó seriamente de que el tema en cuestión fuera tan gracioso como para reírse…
Se despidieron con un ligero beso, antes de que la muchacha se alejara correteando entre los árboles, en dirección a Ulmar. Jeremías se quedó un buen rato ahí quieto, a los pies del árbol, provocando que Vilya arqueara las cejas. ¿A qué esperaba?
―… no me gusta nada que mis conversaciones sean… ¡espiadas! ― dijo de repente, alzando la vista hasta donde estaba Vilya, que casi perdió el equilibrio por el sobresalto. ¡Qué furia trasmitía su mirada! ― ¿Quién te envía? ¿Trabajas para el padre de Tuany? ― siseó. Vilya esperaba que fuera un efecto producido por las sombras que creaban las luces del atardecer, pero… ¿no se estaría transformando?
Alarmada, alzó las manos, para demostrarle que no era una amenaza para él. ― Calma, muchacho ― imprecó la elfa en un tono grave y sosegado. ― Fuisteis vosotros los que os parasteis debajo del árbol donde me había asentado momentáneamente ― le explicó con suavidad. ― Deja que baje, para que pueda explicártelo cara a cara ― pidió en tono formal.
Jeremías soltó un gañido animal, pero acabo asintiendo.
Vilya bajó con presteza por el tronco, hasta que tuvo frente a frente al joven licántropo. Su arco descansaba a su espalda, junto a sus flechas… así que si el joven quería soltarla un zarpazo, lo iba a tener complicado para defenderse. Pero esperaba que el raciocinio de sus palabras calara en su carácter voluble. Le informó, sin entrar en los detalles morbosos, como había ido buscando por un contacto más directo con la naturaleza para calmar su espíritu y que los dioses habían querido que sus caminos se cruzaran con los de la joven pareja.
― Y… perdona si suena indiscreto, pero parece que estáis en problemas, ¿no? ― preguntó con mucho tacto la elfa.
―… ― el licántropo la miró de arriba abajo, desconfiado. ― Así es… ― parecía reticente a seguir hablando, pero también parecía estar valorando algo en su mente.
―…― ante una respuesta tan pobre, Vilya se vio en la necesidad de seguir hablando y de… ― Entiendo… si es posible, me gustaría ayudaros ― Aunque fueran salvajes y desconfiados… era una joven pareja de enamorados, ¿cómo no auxiliarlos?
― ¿Qué? ¿En serio? ¿Por qué? ¿Qué ganaría un elfo como tú?... Oh… ¿¡no estarás tratando de quitarme a Tuany, verdad?! ― gruñó furioso, acercando su rostro a escasos centímetros del de Vilya, que se había visto arrinconada contra el olmo. ― ¿Es eso, verdad? ¿¡Verdad?! ¡Es tan salvaje y dulce! ¡Que hasta un elf-…! ― empezó a despotricar, todo alterado.
Vilya, que veía peligrar absurdamente su integridad física, se apresuró a alzar las manos en son de paz.
― Calma, calma. No niego que tu joven amante es hermosa, y tiene una voz dulce como la miel, pero no es… mi tipo ― negó.
― ¿Ah? ¿Qué tiene de malo mi Tuany? ¿¡Eh!? ¡Maldito elfo! ¡Ahora la insultas! ― rugió.
“Oh, por favor…” pensó la elfa, armándose de paciencia… eso de lo que precisamente carecía el licántropo que tenía ante ella. ― No tiene nada de malo… de hecho, como te he dicho, es muy hermosa ― empezó a hablar de nuevo en tono pausado.
― ¡Ah, así que realmente te interesa! ― la señaló con un dedo, que era más una garra que un dedo.
“…” Vilya dejó que la irritación que estaba empezando a sentir se filtrara en su rostro. ―… No. Ella es una mujer. Y yo también. No tengo ese tipo de intereses por otras mujeres ―
― ¡No hace falta que l-…! ― se interrumpió cuando la sosegada frase de Vilya consiguió -¡por fin!- calar dentro de su exaltado carácter. ―… ― la volvió a mirar de arriba abajo. ― ¿En serio eres una mujer? Bu-Bueno… si, puede ser… diantres, que raros sois los elfos…― reconoció, entrecerrando los ojos y ladeando el rostro, como si al mirarla desde otro ángulo resultara más femenina. La elfa puso los ojos en blanco, sacudiéndose sus oscuros ropajes del polvo que había caído sobre ellos. ― Bueno, volviendo a tu problema actual… ¿qué clase de prueba te ha impuesto su padre? ―
Finalmente Jeremías accedió a explicarle todo el asunto, indicándola como tenía que encontrar una flor en un prado de extensión más que destacable.
― Entiendo… ― “Tiene que ser una prueba de lo más desesperante, teniendo en cuenta la poca paciencia que tienen los licántropos” pensó la elfa. Pero ella… tenía tiempo. ― Entonces te ayudaré ― asintió, convencida.
― ¿En serio? ¿Así, sin más? ― parpadeó de nuevo Jeremías, desconfiado.
“… ¿por qué la gente siempre tiene que desconfiar de los actos guiados por el puro altruismo?” pensó la guardabosques, desanimada. ¡No quería iniciar otra discusión absurda con el joven! ― ¿Te sentirás más tranquilo si pido algo a cambio? ― preguntó Vilya, alzando las cejas.
― ¡Sí!... no, espera… ¡no! Bu-bueno… ¡no sé! ― se rascó la cabeza, irritado. ― ¿Qué querrías? ― cuestionó con cierta dureza. ― ¿Una parte de la dote? ―
―… flechas. Me gustaría tener algunas flechas nuevas ― Vilya se encogió de hombros, antes de señalar el carcaj de su espalda.
― Oh… ¿flechas? ¿Tan poco? ― Jeremías la observó con atención. ― Bu-bueno… está bien… igualmente, si veo que eres de fiar y realmente me ayudas a conseguir la flor, te daré algo más… ― cedió, ya más tranquilo. Extendió la mano hacía ella. ― ¿Trato...? ― la miro interrogante, al no saber su nombre.
Vilya le estrechó la mano. ―Vilya― El joven licántropo asintió satisfecho.
― Bien, mañana tengo que ir a cazar, pero cuando vuelva iré al prado. Espérame allí ― la indicó, dándola instrucciones de cómo llegar a dicho prado. Tras eso se despidieron y la elfa volvió a subirse al árbol… era un buen sitio donde pasar la noche.
Al día siguiente, cuando el sol estaba alcanzando la posición acordada, se encaminó hacía el prado. Una vez en él, comprobando que no era una nimia extensión de tierras, empezó a buscar mientras esperaba la vuelta del licántropo de su caza.
Última edición por Vilya el Jue Nov 26 2015, 23:28, editado 1 vez (Razón : Cambiar el color de unos diálogos mal puestos ~)
Vilya
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Re: El compromiso [mini evento]
El miembro 'Vilya' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: El compromiso [mini evento]
Ya habían zanjado el trato, por lo que el licántropo no hacía nada con un ciervo muerto en su casa. Ambos fueron a la posada que la mujer dragón le indicó y le dieron la pieza a la humana, que inmediatamente se fue a las cocinas a preparar un par de platos a ambos cazadores.
Levia y Jeremías se sentaron en una de las mesas que había al final del establecimiento, ahora que el sol estaba regalando sus últimos rayos, el apetito de los licántropos había llenado la taberna, haciendo que se moviesen tanto grandes platos de comida como grandes jarras de licor.
Se sentaron uno frente al otro, momento en el que la morena pudo repasar un poco más al astuto y enamorado joven licántropo.
-Y dime, ¿tan bella es tu amada que tienen que poner una prueba para poder casarse con ella?- no pudo evitar poner cierto tono de broma, todo aquello parecía una gran y estúpida broma.
-Claro que es bella, la más bella de todas. Sus ojos… su cabello…- al parecer no le salía una buena comparación para su físico.
La humana llegó a la mesa con un par de jarras de aguamiel, llenas hasta arriba, dejando una para Jeremías y otra para Levia.
La dragona repasó de nuevo a la humana: su piel era algo más morena que la suya propia, aunque no mucho más, pelirroja, con el cabello más bien liso, aunque el flequillo lo tenía algo alborotado, unos ojos de color azul muy claritos, nariz redondita y labios rosados. No era muy alta, aunque ya se le notaba el cuerpo de muer bajo las ropas de trabajo.
A la morena le costaba apartar los ojos de ella.
-Gracias…- susurro con mirada penetrante. La joven, sonrojada por la sonrisa ladeaba que había adoptado la dragona se fue a continuar con la preparación del ciervo, no antes sin mirar atrás.
-¿Tantos hombres la pretenden?- preguntó antes de carraspear, intentando centrarse en el tema, intentando olvidar aquellos ojos azules.
-¿Insinúas algo, mujer?- preguntó en un tono algo más seco y áspero el licántropo. Al parecer había caído en como la mujer que estaba sentado frente a él miraba ala posadera. -¿Acaso todo esto era una estrategia para quedarte con mi Tuany? ¿Querías quitarme de la competición, verdad?- en su voz se notaba el fuego y la rabia, las ganas de saber la verdad a… mordiscos, a fin de cuentas era un lobo.
-¿eh? – Levia no puedo evitar alzar ambas cejas a modo de sorpresa, aquello le había pillado desprevenida. Le dio un largo trago a su jarra, dejándola prácticamente a la mitad. –No me interesa tu mujer.- dijo rotundamente.
-Ya, ¿y cómo puedes asegurármelo? He visto como miras a Lena.-
-¿Así que se llama Lena?- preguntó la mujer apoyando en mentón sobre su mano, mirando a la pelirroja. Sacudió la cabeza, antes de beber de nuevo. Aquella pequeña humana parecía que la estaba encantando. –Por una vez deberás confiar en la palabra de alguien…
-Jeremías…- parecía que había rugido su nombre.
-Jeremías. Mi nombre es Levia, y no quiero nada con tu futura esposa- al parecer aquella descripción de Tuany le había gustado al licántropo. –Si quisiera algo con ella ya no tendrías una sola posibilidad…- dijo picarona, alzando una ceja y arqueando sus labios en una sonrisa retadora y sensual a la vez.
Jeremías al principio parecía que iba a sacar las garras y a comenzar una pelea, pero en vez de eso, tomó un trago a su aguamiel y se rió, pegando un puñetazo a la mesa.
-¡Lena, trae un par de jarras más! Levia, vamos bebe, mañana encontraremos la flor. ¡Y puede que hasta te invite a mi boda ¡- Levia negó con la cabeza, una gran aglomeración de gente…- También vendrá Lena…- aquel estúpido licántropo ya sabía el modo de buscarle las cosquillas al dragón. La mujer sonrió antes de aceptar chocar las jaras para beber juntos.
La luna ya se encontraba en el punto más alto del cielo cuando la taberna quedó prácticamente vacía. Se podían escuchar aullidos en la noche, un sonido que la dragona había añorado, aunque jamás lo admitiría dejante de uno de ellos.
Había cenado junto a Jeremías, realmente no se había equivocado, el ciervo con especias era una de las cosas más buenas que había comido nunca. Ella no solía ser muy habladora, pero el alcohol siempre ayudaba un poco al que se soltase. El licántropo le había contando un par de aventurillas con Tuany, al parecer la joven y dulce licántropo era más salvaje que su propio amado. Incluso su acompañante aquella noche le había enseñado un par de cicatrices, fruto de algunas de aquellas noches apasionadas. Pero todo aquello no había sido gratis, el licántropo había pedido escuchar una pequeña historia de la mujer dragón, a lo que Levia se opuso rotundamente… terminó contándole como acabo en las tierras del norte, en una zona de peregrinación, nevaba tanto que apenas se podía ver a quien se tuviese delante. Así que la dragona tuvo que buscar cobijo en unas pequeñas cabañas que había en el camino. Casualmente topó en la cabaña de una sacerdotisa. El licántropo la animó a que continuase con su historia, pero Levia, prudente, le convenció para que se fuese a dormir. No puedo evitar sonreír al recordar aquellos tiempos pasados.
Era casi la única que quedaba en la posada a aquellas horas, al menos despierta. Se dirigió a la barra, donde Lena estaba acabando de limpiar las últimas cosas antes de echar el cierre.
-Disculpa, me gustaría alquilar esta noche una habitación. – demasiadas noches durmiendo a la intemperie, agradecería una cama, aunque fuese de la peor estancia.
-Tan solo me queda una habitación sin hospedaje, son 150 aeros. – dijo la humana sonriendo, dejando sobre el mostrador una llave de latón. Puso la mano sobre la llave y la tiró hacia delante, para que Levia la pudiese coger. La dragona puso la mano sobre la de ella.
-¿Y la tuya está libre?- no siempre era tan directa, pero la falta de tiempo y quizás un poco el aguamiel, le habían hecho enarcar una ceja y mirar a la humana directamente a los ojos.
La habitación no era muy grande, y a la dragona le faltaba una chimenea, aunque con la de mantas de piel que había en la cama no aria falta fuego alguno. Lena cerró la puerta a sus espaldas, acercándose a la dragona y dejándose acoger por un abrazo cálido que ya la estaba esperando con impaciencia.
Por la mañana, Jeremías y Levia se encontraron fuera de la taberna, como habían acordado. El licántropo debía cazar algunas cosas para poder venderlas luego, después irían en busca de la flor.
La dragona prefirió acompañar al licántropo para perfeccionar su habilidad con él arco, nunca está de más aprender de otros. El joven le enseño un par de trucos en los que la mujer no había caído, y un par de piezas fueron el resultado de que era más que efectivos. También tuvo tiempo de poder repasar con el hombre anécdotas y datos sobre los animales y bestias que habitaban aquellas tierras. Por ejemplo, Jeremías le contó que su preciado Tavook, pájaro del cual la dragona usaba las plumas para hacer sus flechas, era un ladrón. Que a esas aves les encantan las cosas brillantes ajenas. Sabía que eran animales que preferían la oscuridad, pero no sabía que por el día eran prácticamente ciegos.
Discutieron sobre el tamaño dl las orejas de los Lemurilos, ella remarcaba que eran prácticamente más grandes que su cabeza, el aseguraba que eran mucho más pequeñas de lo que ella recordaba. Como dos tontos ambos rieron al recordar que dependiendo de las zonas aquella especie había evolucionado con pequeños cambios.
Su último tema de conversación fueron las lamias. Levia le contó por encima el incidente que tuvo con Zelme con una Lamia, y la herida que le causó esta. La mujer había escuchado que la propia piel de estas era curativa, lo que no sabía y le contó Jeremías es que también podían ser altamente dañinas. La mujer dio gracias a su suerte por no haber fallado aquel día.
Tras ir a dejar las piezas que habían cazado, el hombre y la mujer se dirigieron al prado, donde comenzarían a buscar aquella dichosa flor.
Levia tan solo veía verde, y acababan de llegar, aquello le sonaba a un prueba demasiado retorcida para casarse con una licántropo.
Levia y Jeremías se sentaron en una de las mesas que había al final del establecimiento, ahora que el sol estaba regalando sus últimos rayos, el apetito de los licántropos había llenado la taberna, haciendo que se moviesen tanto grandes platos de comida como grandes jarras de licor.
Se sentaron uno frente al otro, momento en el que la morena pudo repasar un poco más al astuto y enamorado joven licántropo.
-Y dime, ¿tan bella es tu amada que tienen que poner una prueba para poder casarse con ella?- no pudo evitar poner cierto tono de broma, todo aquello parecía una gran y estúpida broma.
-Claro que es bella, la más bella de todas. Sus ojos… su cabello…- al parecer no le salía una buena comparación para su físico.
La humana llegó a la mesa con un par de jarras de aguamiel, llenas hasta arriba, dejando una para Jeremías y otra para Levia.
La dragona repasó de nuevo a la humana: su piel era algo más morena que la suya propia, aunque no mucho más, pelirroja, con el cabello más bien liso, aunque el flequillo lo tenía algo alborotado, unos ojos de color azul muy claritos, nariz redondita y labios rosados. No era muy alta, aunque ya se le notaba el cuerpo de muer bajo las ropas de trabajo.
A la morena le costaba apartar los ojos de ella.
-Gracias…- susurro con mirada penetrante. La joven, sonrojada por la sonrisa ladeaba que había adoptado la dragona se fue a continuar con la preparación del ciervo, no antes sin mirar atrás.
-¿Tantos hombres la pretenden?- preguntó antes de carraspear, intentando centrarse en el tema, intentando olvidar aquellos ojos azules.
-¿Insinúas algo, mujer?- preguntó en un tono algo más seco y áspero el licántropo. Al parecer había caído en como la mujer que estaba sentado frente a él miraba ala posadera. -¿Acaso todo esto era una estrategia para quedarte con mi Tuany? ¿Querías quitarme de la competición, verdad?- en su voz se notaba el fuego y la rabia, las ganas de saber la verdad a… mordiscos, a fin de cuentas era un lobo.
-¿eh? – Levia no puedo evitar alzar ambas cejas a modo de sorpresa, aquello le había pillado desprevenida. Le dio un largo trago a su jarra, dejándola prácticamente a la mitad. –No me interesa tu mujer.- dijo rotundamente.
-Ya, ¿y cómo puedes asegurármelo? He visto como miras a Lena.-
-¿Así que se llama Lena?- preguntó la mujer apoyando en mentón sobre su mano, mirando a la pelirroja. Sacudió la cabeza, antes de beber de nuevo. Aquella pequeña humana parecía que la estaba encantando. –Por una vez deberás confiar en la palabra de alguien…
-Jeremías…- parecía que había rugido su nombre.
-Jeremías. Mi nombre es Levia, y no quiero nada con tu futura esposa- al parecer aquella descripción de Tuany le había gustado al licántropo. –Si quisiera algo con ella ya no tendrías una sola posibilidad…- dijo picarona, alzando una ceja y arqueando sus labios en una sonrisa retadora y sensual a la vez.
Jeremías al principio parecía que iba a sacar las garras y a comenzar una pelea, pero en vez de eso, tomó un trago a su aguamiel y se rió, pegando un puñetazo a la mesa.
-¡Lena, trae un par de jarras más! Levia, vamos bebe, mañana encontraremos la flor. ¡Y puede que hasta te invite a mi boda ¡- Levia negó con la cabeza, una gran aglomeración de gente…- También vendrá Lena…- aquel estúpido licántropo ya sabía el modo de buscarle las cosquillas al dragón. La mujer sonrió antes de aceptar chocar las jaras para beber juntos.
La luna ya se encontraba en el punto más alto del cielo cuando la taberna quedó prácticamente vacía. Se podían escuchar aullidos en la noche, un sonido que la dragona había añorado, aunque jamás lo admitiría dejante de uno de ellos.
Había cenado junto a Jeremías, realmente no se había equivocado, el ciervo con especias era una de las cosas más buenas que había comido nunca. Ella no solía ser muy habladora, pero el alcohol siempre ayudaba un poco al que se soltase. El licántropo le había contando un par de aventurillas con Tuany, al parecer la joven y dulce licántropo era más salvaje que su propio amado. Incluso su acompañante aquella noche le había enseñado un par de cicatrices, fruto de algunas de aquellas noches apasionadas. Pero todo aquello no había sido gratis, el licántropo había pedido escuchar una pequeña historia de la mujer dragón, a lo que Levia se opuso rotundamente… terminó contándole como acabo en las tierras del norte, en una zona de peregrinación, nevaba tanto que apenas se podía ver a quien se tuviese delante. Así que la dragona tuvo que buscar cobijo en unas pequeñas cabañas que había en el camino. Casualmente topó en la cabaña de una sacerdotisa. El licántropo la animó a que continuase con su historia, pero Levia, prudente, le convenció para que se fuese a dormir. No puedo evitar sonreír al recordar aquellos tiempos pasados.
Era casi la única que quedaba en la posada a aquellas horas, al menos despierta. Se dirigió a la barra, donde Lena estaba acabando de limpiar las últimas cosas antes de echar el cierre.
-Disculpa, me gustaría alquilar esta noche una habitación. – demasiadas noches durmiendo a la intemperie, agradecería una cama, aunque fuese de la peor estancia.
-Tan solo me queda una habitación sin hospedaje, son 150 aeros. – dijo la humana sonriendo, dejando sobre el mostrador una llave de latón. Puso la mano sobre la llave y la tiró hacia delante, para que Levia la pudiese coger. La dragona puso la mano sobre la de ella.
-¿Y la tuya está libre?- no siempre era tan directa, pero la falta de tiempo y quizás un poco el aguamiel, le habían hecho enarcar una ceja y mirar a la humana directamente a los ojos.
La habitación no era muy grande, y a la dragona le faltaba una chimenea, aunque con la de mantas de piel que había en la cama no aria falta fuego alguno. Lena cerró la puerta a sus espaldas, acercándose a la dragona y dejándose acoger por un abrazo cálido que ya la estaba esperando con impaciencia.
Por la mañana, Jeremías y Levia se encontraron fuera de la taberna, como habían acordado. El licántropo debía cazar algunas cosas para poder venderlas luego, después irían en busca de la flor.
La dragona prefirió acompañar al licántropo para perfeccionar su habilidad con él arco, nunca está de más aprender de otros. El joven le enseño un par de trucos en los que la mujer no había caído, y un par de piezas fueron el resultado de que era más que efectivos. También tuvo tiempo de poder repasar con el hombre anécdotas y datos sobre los animales y bestias que habitaban aquellas tierras. Por ejemplo, Jeremías le contó que su preciado Tavook, pájaro del cual la dragona usaba las plumas para hacer sus flechas, era un ladrón. Que a esas aves les encantan las cosas brillantes ajenas. Sabía que eran animales que preferían la oscuridad, pero no sabía que por el día eran prácticamente ciegos.
Discutieron sobre el tamaño dl las orejas de los Lemurilos, ella remarcaba que eran prácticamente más grandes que su cabeza, el aseguraba que eran mucho más pequeñas de lo que ella recordaba. Como dos tontos ambos rieron al recordar que dependiendo de las zonas aquella especie había evolucionado con pequeños cambios.
Su último tema de conversación fueron las lamias. Levia le contó por encima el incidente que tuvo con Zelme con una Lamia, y la herida que le causó esta. La mujer había escuchado que la propia piel de estas era curativa, lo que no sabía y le contó Jeremías es que también podían ser altamente dañinas. La mujer dio gracias a su suerte por no haber fallado aquel día.
Tras ir a dejar las piezas que habían cazado, el hombre y la mujer se dirigieron al prado, donde comenzarían a buscar aquella dichosa flor.
Levia tan solo veía verde, y acababan de llegar, aquello le sonaba a un prueba demasiado retorcida para casarse con una licántropo.
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Re: El compromiso [mini evento]
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Re: El compromiso [mini evento]
La luz en el prado iba disminuyendo a medida que el sol se escurría por el cielo. Levia y Jeremías se pasaron todo el día buscando la flor que le haría ganarse la mano de su amada. Pero todos los esfuerzos había sido en vano: no habían encontrado más que una piña.
La pareja caminaba hacia la cuidad mientras repartías los cuatro piñones que habían encontrado.
-¿Dónde iras ahora?- preguntó el licántropo con la voz un poco baja.
-Has quedado con ella, ¿verdad?- respondió la dragona con picardía, mirando al hombre lobo de reojo. Este asintió con la cabeza. Quedaban algunas noches, en secreto, cuando se suponía que la dulce y rebelde Tuany dormía. -¿Necesitas algo?-
-No, tranquila, ya lo tengo todo planeado…- dijo levantando alternativamente las cejas, un gesto que más que bribón era gracioso. -¿Tu iras con Lena?- preguntó como quien no quiere la cosa, mirando las casas que empezaban a dibujarse no muy lejos.
-No creo, tengo ganas de…- no continuó dando explicaciones. -… anda vete ya con tu amada, licántropo. – dijo señalándole el camino que le llevaba a la zona apartada de las casas donde quedaban en los ocasos.
Volar. Tenía ganas de volar. La mujer dragón había pensado sobrevolar las tierras del norte, y si le quedaban fuerzas y ganas se pasaría por la cueva donde pasó gran parte de su infancia. Aunque más que fuerzas y ganas necesitaba valentía, jamás se había acercado a la zona por no tener que enfrentarse a aquello una vez más.
Los lobos salvajes tienen una vida dura y llena de peligros. Muchos cachorros no sobreviven el primer invierno de su vida. Los que sobreviven los dos primeros años tienen una muy buena oportunidad de vivir otros dos o cuatro años, siempre que eviten grandes lesiones y la caza sea favorable. Algunos lobos consiguen alcanzar los diez años. Pero habían pasado prácticamente cuarenta… ningún lobo sobrevive a ello. Levia sabía que sus “hermanos” ya no estarían en aquello cueva, esperándola, como cuando era pequeña. Quizás lo peor de encontrarse con ellos era no poder encontrase con ellos nunca más.
Llegó a la posada, donde de pidió una jarra de licor. Le sirvieron el alcohol y un plato de guiso del pantano. Jamás había probado aquello, y a decir verdad, napa parecido, aunque estaba bueno.
Al terminar, mientras se iba, le guiño un ojo a su cocinara prefería, no llegaría muy tarde para poder pasar la noche de nuevo con ella.
Se alejó un poco de las casas, no quería molestar a nadie, aunque en dos días ya había visto a más hombres convertirse en lobos de lo que había visto nunca. Cuando se aseguró de que estaba sola, la mujer alzó los brazos y estiró la cabeza. Su cuerpo empezó a deformarse a la par que su cabello desaparecía. En tan solo unos instantes el animal dio un salto y comenzó a volar hacia arriba. Podía ver como las casas se iban haciendo más pequeñas, las personas ya no se distinguían a esas alturas. Pasó entre algunas nubes, teniendo que entrecerrar los ojos, y después un cielo claro con una luna menguante preciosa se presentó ante ella.
Después de volar un buen rato, la dragona se acercó a la zona que recordaba, no muy lejos del rio. Continuó en tierra, andando ya en su forma humana. Le dolían un poco los codos y rodillas, se había transformado demasiado rápido, pero podía con aquel “dolor”, simplemente era como un leve cosquilleo.
La entrada de la cueva no estaba recubierta de malas hierbas ni desprendía hedor. Con el tiempo, posiblemente otra familia de lobos se habría instalado ahí, por lo que no se aproximó lo suficiente como para crear un conflicto. Se sentó en el suelo, apoyando la espalda contra un árbol. Recordaba cuantas mañanas se había despertado junto a aquellos cachorros y había salido a cazar. Juegos salvajes en las horas de sol y acurrucarse entre todos por la noche para lidiar el frio.
Ya debía ser media noche, debía volver.
Las noches con Lena eran dulces y cálidas. Se podía escuchar las lluvia caer y chocar contra la ventana, los cristales estaban empañados, y las dos mujeres estaban tumbadas en la cama tapadas con las pieles.
A la mañana siguiente Levia prefirió no acompañar a Jeremías a cazar, incluso dudaba si tendría fuerzas para hacerlo después de la noche que tenía planeada con su loba, así que se llevó a la dulce pelirroja al prado. No pensaba buscar la flor, aunque si se topaba con ella la recogería. Tan solo quería pasar un buen rato con la humana.
Se tumbaron en la hierba, mirando al cielo. Un cielo azul y despejado después de la noche de lluvias que había acogido Ulmer. Sus manos se encontraron, entrelazando sus dedos. Levia acariciaba la mano de la humana con el pulgar, su piel era tremendamente suave.
Mientras hablaban, Levia no podía evitar mirar de reojo el prado, aquello escurridiza flor se hacía de rogar.
La pareja caminaba hacia la cuidad mientras repartías los cuatro piñones que habían encontrado.
-¿Dónde iras ahora?- preguntó el licántropo con la voz un poco baja.
-Has quedado con ella, ¿verdad?- respondió la dragona con picardía, mirando al hombre lobo de reojo. Este asintió con la cabeza. Quedaban algunas noches, en secreto, cuando se suponía que la dulce y rebelde Tuany dormía. -¿Necesitas algo?-
-No, tranquila, ya lo tengo todo planeado…- dijo levantando alternativamente las cejas, un gesto que más que bribón era gracioso. -¿Tu iras con Lena?- preguntó como quien no quiere la cosa, mirando las casas que empezaban a dibujarse no muy lejos.
-No creo, tengo ganas de…- no continuó dando explicaciones. -… anda vete ya con tu amada, licántropo. – dijo señalándole el camino que le llevaba a la zona apartada de las casas donde quedaban en los ocasos.
Volar. Tenía ganas de volar. La mujer dragón había pensado sobrevolar las tierras del norte, y si le quedaban fuerzas y ganas se pasaría por la cueva donde pasó gran parte de su infancia. Aunque más que fuerzas y ganas necesitaba valentía, jamás se había acercado a la zona por no tener que enfrentarse a aquello una vez más.
Los lobos salvajes tienen una vida dura y llena de peligros. Muchos cachorros no sobreviven el primer invierno de su vida. Los que sobreviven los dos primeros años tienen una muy buena oportunidad de vivir otros dos o cuatro años, siempre que eviten grandes lesiones y la caza sea favorable. Algunos lobos consiguen alcanzar los diez años. Pero habían pasado prácticamente cuarenta… ningún lobo sobrevive a ello. Levia sabía que sus “hermanos” ya no estarían en aquello cueva, esperándola, como cuando era pequeña. Quizás lo peor de encontrarse con ellos era no poder encontrase con ellos nunca más.
Llegó a la posada, donde de pidió una jarra de licor. Le sirvieron el alcohol y un plato de guiso del pantano. Jamás había probado aquello, y a decir verdad, napa parecido, aunque estaba bueno.
Al terminar, mientras se iba, le guiño un ojo a su cocinara prefería, no llegaría muy tarde para poder pasar la noche de nuevo con ella.
Se alejó un poco de las casas, no quería molestar a nadie, aunque en dos días ya había visto a más hombres convertirse en lobos de lo que había visto nunca. Cuando se aseguró de que estaba sola, la mujer alzó los brazos y estiró la cabeza. Su cuerpo empezó a deformarse a la par que su cabello desaparecía. En tan solo unos instantes el animal dio un salto y comenzó a volar hacia arriba. Podía ver como las casas se iban haciendo más pequeñas, las personas ya no se distinguían a esas alturas. Pasó entre algunas nubes, teniendo que entrecerrar los ojos, y después un cielo claro con una luna menguante preciosa se presentó ante ella.
Después de volar un buen rato, la dragona se acercó a la zona que recordaba, no muy lejos del rio. Continuó en tierra, andando ya en su forma humana. Le dolían un poco los codos y rodillas, se había transformado demasiado rápido, pero podía con aquel “dolor”, simplemente era como un leve cosquilleo.
La entrada de la cueva no estaba recubierta de malas hierbas ni desprendía hedor. Con el tiempo, posiblemente otra familia de lobos se habría instalado ahí, por lo que no se aproximó lo suficiente como para crear un conflicto. Se sentó en el suelo, apoyando la espalda contra un árbol. Recordaba cuantas mañanas se había despertado junto a aquellos cachorros y había salido a cazar. Juegos salvajes en las horas de sol y acurrucarse entre todos por la noche para lidiar el frio.
Ya debía ser media noche, debía volver.
Las noches con Lena eran dulces y cálidas. Se podía escuchar las lluvia caer y chocar contra la ventana, los cristales estaban empañados, y las dos mujeres estaban tumbadas en la cama tapadas con las pieles.
A la mañana siguiente Levia prefirió no acompañar a Jeremías a cazar, incluso dudaba si tendría fuerzas para hacerlo después de la noche que tenía planeada con su loba, así que se llevó a la dulce pelirroja al prado. No pensaba buscar la flor, aunque si se topaba con ella la recogería. Tan solo quería pasar un buen rato con la humana.
Se tumbaron en la hierba, mirando al cielo. Un cielo azul y despejado después de la noche de lluvias que había acogido Ulmer. Sus manos se encontraron, entrelazando sus dedos. Levia acariciaba la mano de la humana con el pulgar, su piel era tremendamente suave.
Mientras hablaban, Levia no podía evitar mirar de reojo el prado, aquello escurridiza flor se hacía de rogar.
Levia
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Re: El compromiso [mini evento]
Hacia relativamente poco tiempo que había huido del nido, su intención era simplemente desaparecer, pero aquel corto viaje le había dado ya muchas cosas. Ulmer era un buen sitio donde poder quedarse un tiempo, descansar y reponerse a todo lo que había sucedido. Pero no quería anclarse. Aquel sentimiento que siempre sentía dentro de ella le llevaba de nuevo a no desear quedarse en un solo lugar. Quizás aquel era un buen momento para recorrer los confines de Aerandir, al fin y al cabo las cosas cambiaban todos los días, y había mucho que aprender. Aun habían muchas especies de animales que no conocía, y de solo pensarlo podía sentir sus alas revolotear dentro de ella queriendo saber y descubrir. Además, hacia bien poco que estaba comenzando a aprender de herrería, quizás en la tierra de los humanos podría hablar con algún viejo conocido para que la instruyese un tanto.
Dejó a la pelirroja en la taberna, ya que la habían llamado para trabajar. Después de ello, la mujer dragón regresó al prado, no quería irse sin cumplir su parte del trato. Pasó largo tiempo buscando aquella dichosa flor entre el verde prado, pero parecía que no se dejaba ver. Por la tarde, cuando el sol ya comenzaba a caer, Jeremías se unió a ella.
Dejó a la pelirroja en la taberna, ya que la habían llamado para trabajar. Después de ello, la mujer dragón regresó al prado, no quería irse sin cumplir su parte del trato. Pasó largo tiempo buscando aquella dichosa flor entre el verde prado, pero parecía que no se dejaba ver. Por la tarde, cuando el sol ya comenzaba a caer, Jeremías se unió a ella.
Levia
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Tyr
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Re: El compromiso [mini evento]
Aquella noche no había luna, por lo que la escasez de luna hizo que la pareja se retirase a la posada a descansar un día más.
-¿Qué tal anoche?- preguntó el hombre lobo mientras tomaban una jarra de aguamiel cada uno.
-Estuvo…bien- resumió la mujer sin apartar los ojos de la pelirroja de piel blanca.
-Oh venga va, ¿siempre eres tan reservada? Ya hay confianza, vamos cuéntame…- le animó Jeremías curioso, mientras pedía algo de comer para ambos.
-Mira que eres entrometido. Yo no te pregunto cómo te fue con...tu loba- las últimas palabras las dijo más flojas, mejor que continuase siendo un “secreto” el que se veían a escondida. –Lo sé- se apresuró a pararle- No te pregunto porque sé que me contarías…- no pudo evitar soltar una leve carcajada antes de beber de su jarra.
-¿Cuándo te irás?- preguntó repentinamente el hombre, sorprendiendo a la mujer.
-No lo sé, la verdad, tenía pensado irme en cuanto encontrase la flor para ti y Tuany.- dijo antes de soltar un leve y casi imperceptible suspiro. Sus dedos se apretaron con más fuerza al mango de la jarra. Odiaba faltar a su palabra.
-No tienes porque esperar tanto, creo que puedo encargarme yo solo.- la mujer lo miro con ambas cejas levantadas. –Sí que puedo…- dijo él apretando la mandíbula al ver el gesto de la mujer. Ambos empezaron a reírse y bebieron hasta que llegó la cena.
-Me lo ha contado Lena. Ibas a preguntarme como lo sabía, ¿no es así?-
-Así es. – durante unos instantes ambos se quedaron callados. Les habían servido un delicioso plato que estaban degustando con ganas. –Partiré mañana, mientras haya sol.-
-¿Necesitas algo? Puedo ser muy persuasivo- dijo con una sonrisa seductora, aunque un poco de comida entre los dientes lo estropeaba un poco.
-Lo sé- dijo riendo, indicándole que se limpiase- Y no, no necesito nada. Tan solo siento no haber podido encontrar para ti lo que tu si necesitabas.
-Bueno, en verdad tu lanzaste la flecha antes, yo solo me digne a sacarla del juego y llevarme los meritos de la pieza- no la miraba mientras decía aquello, sabía que si lo había se empezaría a reír, y posiblemente la mujer se enfadase.
-¿Así que ya lo tenias todo planeado, licántropo? -Ella también se aguantaba una sonrisilla que luchaba por salirse de entre sus labios. –Lo que más me sorprende, es que en estos días no te haya visto pelearte con nadie ni nada. – se burló la mujer mientras continuaba con su plato.
-Porque soy todo un caballero- dijo limpiándose la boca con la manga. Ya, todo un caballero… pensó Levia riendo un poco. -¿Acaso has peleado alguna vez con un licántropo, dragona?
-No me llames así, Jeremías. – dijo mirándole peligrosamente, con sus ojos grises clavados en él- Y sí, he peleado con algunos, y no asustáis mucho…
-Te aseguro que yo sí que te asustaría, dragona. – a la morena nunca le había gustado que se le notase que era una mujer dragón, por lo que siempre solía tapar su aroma con perfumes de lavanda, y a veces de lilas. Pero todo esfuerzo era inútil frete a los perros. Cada vez le importaba menos que la gente lo supiese, pero no le gustaba el tono que ponía aquel licántropo al denominarla.
-Creo que me daría más miedo tu mujer…-
-Te aseguro que si…- ambos rieron mientras terminaban sus respectivos platos.
Cuando ambos terminaros, después de un rato charlando y reposando la comida, el hombre intervino de nuevo.
-¿Te apetece salir a fuera y probar suerte, mujer?
-Por supuesto que sí, licántropo.-
Y así fue como se alejaron de la gente y comenzaron a pelearse amistosamente. Terminando ambos con más rasguños de lo que les gustaría admitir.
-Se puede…- susurró la mujer picando en la puerta de madera con los nudillos.
-Claro- escuchó aquella voz dulce que tanto le gustaba al otro lado de la puerta. Aquella voz era como música para sus oídos, relajante y tranquila, dulce y tenue.
La de cabellos naranjas la estaba esperando en la cama. Estaba leyendo un libro de alquimia, hacia bien poco que la joven se había interesado por aquel tema, y quería intentar aprender informarse para quizás empezar seriamente a practicar aquel arte.
-¿Qué te ha pasado? ¿Estás bien?- preguntó levantándose de la cama al ver que la mujer estaba sangrando un poco.
-Tranquila, estoy bien, solo son un par de arañazos. – mientras Lena comenzaba a llenar una bañera de madera que había tras un biombo, que apartó hacia un lado, Levia le contó que había estado “jugando” con Jeremías.
-Parecéis niños…- repuso la pelirroja torciendo el gesto.
-Aun no me has dado un beso…- susurro la morena. Lena se sonrojo, bajando la mirada al suelo. Se acercó lentamente y le dio un besito, pequeño y corto, a la morena en los labios. La dragona le puso las manos en torno a la cintura, atrayéndola más hacia ella.
-¿A eso lo llamas un beso?- dijo acercándola a ella lo más que podía. Estar cerca de aquella mujer le hacía sentirse bien. Ambas se fundieron en un apasionado y bonito beso. Lena, en silencio, tiró de Levia y la llevó la bañera, donde ele quitó una a una las piezas de la armadura, dejándolas en la cama. La morena se metió en el agua caliente, cerrando los ojos. Cuando los abrió pudo ver que la pelirroja se había despojado de sus ropas.
-¿Puedo acompañarte?
Por la mañana Levia ya estaba en la puerta taberna, vestida y desayunada.
-Lena, me voy ya.- dijo cogiéndole de la mano a la joven. La pelirroja se lanzó sobre ella, dándole un fuerte y efusivo abrazo.
-¿Cuándo volverás?- preguntó la humana colocándose bien el delantal.
-No lo sé, Lena.- aquellas palabras le estaban costando más de lo que pensaba. –Cuando vuelva serás la primera en enterarte-prácticamente le susurró al oído antes de besar su mejilla –Cuídate.- la pelirroja asintió repetidamente mientras sonreía.
Levia se volvió y empezó a andar por el camino que conducía hacia el sur. Todo parecía sencillo y tranquilo, hasta que un licántropo se topó con ella.
-¿Te ibas a ir sin despedirte? ¿Tanto daño te hice anoche?-
-Adiós Jeremías- dijo la mujer sonriendo ladeadamente.
-¿Vendrás a mi boda, verdad?-
-Por supuesto que sí- dijo antes de perderse entre los árboles que la conducirían a la cuidad de los humanos.
-¿Qué tal anoche?- preguntó el hombre lobo mientras tomaban una jarra de aguamiel cada uno.
-Estuvo…bien- resumió la mujer sin apartar los ojos de la pelirroja de piel blanca.
-Oh venga va, ¿siempre eres tan reservada? Ya hay confianza, vamos cuéntame…- le animó Jeremías curioso, mientras pedía algo de comer para ambos.
-Mira que eres entrometido. Yo no te pregunto cómo te fue con...tu loba- las últimas palabras las dijo más flojas, mejor que continuase siendo un “secreto” el que se veían a escondida. –Lo sé- se apresuró a pararle- No te pregunto porque sé que me contarías…- no pudo evitar soltar una leve carcajada antes de beber de su jarra.
-¿Cuándo te irás?- preguntó repentinamente el hombre, sorprendiendo a la mujer.
-No lo sé, la verdad, tenía pensado irme en cuanto encontrase la flor para ti y Tuany.- dijo antes de soltar un leve y casi imperceptible suspiro. Sus dedos se apretaron con más fuerza al mango de la jarra. Odiaba faltar a su palabra.
-No tienes porque esperar tanto, creo que puedo encargarme yo solo.- la mujer lo miro con ambas cejas levantadas. –Sí que puedo…- dijo él apretando la mandíbula al ver el gesto de la mujer. Ambos empezaron a reírse y bebieron hasta que llegó la cena.
-Me lo ha contado Lena. Ibas a preguntarme como lo sabía, ¿no es así?-
-Así es. – durante unos instantes ambos se quedaron callados. Les habían servido un delicioso plato que estaban degustando con ganas. –Partiré mañana, mientras haya sol.-
-¿Necesitas algo? Puedo ser muy persuasivo- dijo con una sonrisa seductora, aunque un poco de comida entre los dientes lo estropeaba un poco.
-Lo sé- dijo riendo, indicándole que se limpiase- Y no, no necesito nada. Tan solo siento no haber podido encontrar para ti lo que tu si necesitabas.
-Bueno, en verdad tu lanzaste la flecha antes, yo solo me digne a sacarla del juego y llevarme los meritos de la pieza- no la miraba mientras decía aquello, sabía que si lo había se empezaría a reír, y posiblemente la mujer se enfadase.
-¿Así que ya lo tenias todo planeado, licántropo? -Ella también se aguantaba una sonrisilla que luchaba por salirse de entre sus labios. –Lo que más me sorprende, es que en estos días no te haya visto pelearte con nadie ni nada. – se burló la mujer mientras continuaba con su plato.
-Porque soy todo un caballero- dijo limpiándose la boca con la manga. Ya, todo un caballero… pensó Levia riendo un poco. -¿Acaso has peleado alguna vez con un licántropo, dragona?
-No me llames así, Jeremías. – dijo mirándole peligrosamente, con sus ojos grises clavados en él- Y sí, he peleado con algunos, y no asustáis mucho…
-Te aseguro que yo sí que te asustaría, dragona. – a la morena nunca le había gustado que se le notase que era una mujer dragón, por lo que siempre solía tapar su aroma con perfumes de lavanda, y a veces de lilas. Pero todo esfuerzo era inútil frete a los perros. Cada vez le importaba menos que la gente lo supiese, pero no le gustaba el tono que ponía aquel licántropo al denominarla.
-Creo que me daría más miedo tu mujer…-
-Te aseguro que si…- ambos rieron mientras terminaban sus respectivos platos.
Cuando ambos terminaros, después de un rato charlando y reposando la comida, el hombre intervino de nuevo.
-¿Te apetece salir a fuera y probar suerte, mujer?
-Por supuesto que sí, licántropo.-
Y así fue como se alejaron de la gente y comenzaron a pelearse amistosamente. Terminando ambos con más rasguños de lo que les gustaría admitir.
-Se puede…- susurró la mujer picando en la puerta de madera con los nudillos.
-Claro- escuchó aquella voz dulce que tanto le gustaba al otro lado de la puerta. Aquella voz era como música para sus oídos, relajante y tranquila, dulce y tenue.
La de cabellos naranjas la estaba esperando en la cama. Estaba leyendo un libro de alquimia, hacia bien poco que la joven se había interesado por aquel tema, y quería intentar aprender informarse para quizás empezar seriamente a practicar aquel arte.
-¿Qué te ha pasado? ¿Estás bien?- preguntó levantándose de la cama al ver que la mujer estaba sangrando un poco.
-Tranquila, estoy bien, solo son un par de arañazos. – mientras Lena comenzaba a llenar una bañera de madera que había tras un biombo, que apartó hacia un lado, Levia le contó que había estado “jugando” con Jeremías.
-Parecéis niños…- repuso la pelirroja torciendo el gesto.
-Aun no me has dado un beso…- susurro la morena. Lena se sonrojo, bajando la mirada al suelo. Se acercó lentamente y le dio un besito, pequeño y corto, a la morena en los labios. La dragona le puso las manos en torno a la cintura, atrayéndola más hacia ella.
-¿A eso lo llamas un beso?- dijo acercándola a ella lo más que podía. Estar cerca de aquella mujer le hacía sentirse bien. Ambas se fundieron en un apasionado y bonito beso. Lena, en silencio, tiró de Levia y la llevó la bañera, donde ele quitó una a una las piezas de la armadura, dejándolas en la cama. La morena se metió en el agua caliente, cerrando los ojos. Cuando los abrió pudo ver que la pelirroja se había despojado de sus ropas.
-¿Puedo acompañarte?
Por la mañana Levia ya estaba en la puerta taberna, vestida y desayunada.
-Lena, me voy ya.- dijo cogiéndole de la mano a la joven. La pelirroja se lanzó sobre ella, dándole un fuerte y efusivo abrazo.
-¿Cuándo volverás?- preguntó la humana colocándose bien el delantal.
-No lo sé, Lena.- aquellas palabras le estaban costando más de lo que pensaba. –Cuando vuelva serás la primera en enterarte-prácticamente le susurró al oído antes de besar su mejilla –Cuídate.- la pelirroja asintió repetidamente mientras sonreía.
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y fin, me he quedado sin oportunidades xd
Levia
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