Primeras lecciones [Interpretativo] [libre] [1/1] [Cerrado]
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Primeras lecciones [Interpretativo] [libre] [1/1] [Cerrado]
No me gusta el aire de ciudad. Nunca me ha gustado. Es un aire más denso y amargo que el que habita en el bosque. El olor que lo acompaña no es para menos. Asco. Es por culpa de los árboles; por la falta de árboles. No vendría a la ciudad si no fuera esencialmente necesario. La última voluntad del hombre en llamas es algo esencialmente necesario.
Por fortuna, Idril me acompaña. Mis anteriores viajes a la ciudad de Lunargenta no acabaron bien. Recuerdo el día en que fui envenenado por un posadero. Una mujer de pelo castaño y otra, cuyo nombre no recuerdo si era Kelpie o Ébano, me trataron cuando estuve enfermo. Meses más tarde, en otro viaje a la ciudad, fui atacado por una mujer que venía su cuerpo a cambio de dinero. Una puta. La ciudad no está hecha para mí. No me importa. Junto a Idril, puedo sonreír. Podría estar ahogándome en la profundidad del océano. Si ella está conmigo, podré sonreír.
Noto como la gente me mira. Susurran. Es por mi aspecto. Todos van vestidos con zapatos, pantalones, camisas y todo tipo de prendas que solo sirven para adornar sus cabezas. En cambio, yo solo llevo unos pobres pantalones llenos de agujeros. Soy un desterrado, plagado de cicatrices y mal vestido.
Mientras buscamos la casa del hombre en llamas pasamos por el frente de una sastrería. Me paro a ver mi propio reflejo en el cristal del escaparate. Tengo la impresión de haber viajado a otra tierra. Parezco, en comparación con los demás ciudadanos de Lunargenta, un monstruo salido de una caravana de feriantes.
-Idril, ¿crees que necesito ropa nueva?- La sola idea de comprar me atemoriza. Poseo dinero. Poco. Unas monedas que conseguí vendiendo unas pieles. Es poco, pero hay suficiente para comprarme una prenda para cada parte del cuerpo. Mas, este dinero lo guardo para cuando regrese el invierno y no pueda encontrar comida en el bosque. Entonces, vendré aquí y usaré el dinero para comprarme comida. Me descuelgo el cinturón que ata el carcaj y mi arco de la espalda y saco una bolsa de monedas del interior del carcaj y la observo con detenimiento esperando una respuesta por parte de Idril.
Por fortuna, Idril me acompaña. Mis anteriores viajes a la ciudad de Lunargenta no acabaron bien. Recuerdo el día en que fui envenenado por un posadero. Una mujer de pelo castaño y otra, cuyo nombre no recuerdo si era Kelpie o Ébano, me trataron cuando estuve enfermo. Meses más tarde, en otro viaje a la ciudad, fui atacado por una mujer que venía su cuerpo a cambio de dinero. Una puta. La ciudad no está hecha para mí. No me importa. Junto a Idril, puedo sonreír. Podría estar ahogándome en la profundidad del océano. Si ella está conmigo, podré sonreír.
Noto como la gente me mira. Susurran. Es por mi aspecto. Todos van vestidos con zapatos, pantalones, camisas y todo tipo de prendas que solo sirven para adornar sus cabezas. En cambio, yo solo llevo unos pobres pantalones llenos de agujeros. Soy un desterrado, plagado de cicatrices y mal vestido.
Mientras buscamos la casa del hombre en llamas pasamos por el frente de una sastrería. Me paro a ver mi propio reflejo en el cristal del escaparate. Tengo la impresión de haber viajado a otra tierra. Parezco, en comparación con los demás ciudadanos de Lunargenta, un monstruo salido de una caravana de feriantes.
-Idril, ¿crees que necesito ropa nueva?- La sola idea de comprar me atemoriza. Poseo dinero. Poco. Unas monedas que conseguí vendiendo unas pieles. Es poco, pero hay suficiente para comprarme una prenda para cada parte del cuerpo. Mas, este dinero lo guardo para cuando regrese el invierno y no pueda encontrar comida en el bosque. Entonces, vendré aquí y usaré el dinero para comprarme comida. Me descuelgo el cinturón que ata el carcaj y mi arco de la espalda y saco una bolsa de monedas del interior del carcaj y la observo con detenimiento esperando una respuesta por parte de Idril.
Última edición por Sarez el Jue Ago 27 2015, 00:08, editado 2 veces
Sarez
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Re: Primeras lecciones [Interpretativo] [libre] [1/1] [Cerrado]
Ponerme de acuerdo conmigo misma para ir a Lunargenta no fue nada sencillo, no tenía buenas experiencias del lugar ni tampoco era un sitio que me agradara. Excepto por su biblioteca, el único sitio que me había gustado y en el que podría pasar horas.
Lo positivo era no ir sola, la razón de mi convencimiento se llamaba Sarez y seguía acompañándome tal y como esperaba que lo hiciera:
-Pues aquí estamos...-Fue lo que dije nada más llegar a la puerta de la ciudad, dentro nos recibió el ''agradable'' olor que rondaba en su mayoría por aquellos barrios y caminamos entre la gente llamando más la atención de lo que esperaba.
Me sentía un poco descubierta, normalmente cuando llegaba a una ciudad me echaba la capucha y disimulaba como buenamente podía, pero ahora estaba claro que un solo elfo ya llamaba la atención y lo decía por experiencia, dos ya eran demasiado. No le daba importancia al aspecto que presentaba él, pero si era cierto que si pretendía que le enseñara cómo vivir con la gente no era el atuendo más adecuado.
Justo al pensar aquello e ir lanzando miradas no precisamente buenas porque muchos de los humanos susurraban, veo cómo se para en la parte exterior de una tienda de ropa.
-¿Pasa algo?-Me acerqué a él y mientras le hablaba me di cuenta de que a través del cristal de la tienda de al lado se veían dulces caseros de aspecto muy variopinto, nunca había visto pasteles y cosas semejantes hechos por humanos y tampoco es que yo supiera hacerlos, por lo que en un primer instante me quedé observándolos hasta que le escuché-...sería de gran ayuda de cara a los demás-Respondí y tras hacerlo subí la mirada hasta dar con sus ojos, no pretendía ofenderle así que sonreí para que viese que no era nada malo. A mí me encantaba su aspecto, su forma de ser, todo, aunque no sabía explicar exactamente el motivo.
Minutos después regresé la mirada hacia la misma tienda que había estado mirando anteriormente, no podía evitar sentir curiosidad hacia esos dulces, me preguntaba como sabrían.
Lo positivo era no ir sola, la razón de mi convencimiento se llamaba Sarez y seguía acompañándome tal y como esperaba que lo hiciera:
-Pues aquí estamos...-Fue lo que dije nada más llegar a la puerta de la ciudad, dentro nos recibió el ''agradable'' olor que rondaba en su mayoría por aquellos barrios y caminamos entre la gente llamando más la atención de lo que esperaba.
Me sentía un poco descubierta, normalmente cuando llegaba a una ciudad me echaba la capucha y disimulaba como buenamente podía, pero ahora estaba claro que un solo elfo ya llamaba la atención y lo decía por experiencia, dos ya eran demasiado. No le daba importancia al aspecto que presentaba él, pero si era cierto que si pretendía que le enseñara cómo vivir con la gente no era el atuendo más adecuado.
Justo al pensar aquello e ir lanzando miradas no precisamente buenas porque muchos de los humanos susurraban, veo cómo se para en la parte exterior de una tienda de ropa.
-¿Pasa algo?-Me acerqué a él y mientras le hablaba me di cuenta de que a través del cristal de la tienda de al lado se veían dulces caseros de aspecto muy variopinto, nunca había visto pasteles y cosas semejantes hechos por humanos y tampoco es que yo supiera hacerlos, por lo que en un primer instante me quedé observándolos hasta que le escuché-...sería de gran ayuda de cara a los demás-Respondí y tras hacerlo subí la mirada hasta dar con sus ojos, no pretendía ofenderle así que sonreí para que viese que no era nada malo. A mí me encantaba su aspecto, su forma de ser, todo, aunque no sabía explicar exactamente el motivo.
Minutos después regresé la mirada hacia la misma tienda que había estado mirando anteriormente, no podía evitar sentir curiosidad hacia esos dulces, me preguntaba como sabrían.
Idril Elensar
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Re: Primeras lecciones [Interpretativo] [libre] [1/1] [Cerrado]
¿Ayuda de cara a los demás? ¿Acaso les ofendo por no vestir como ellos? Por mucho que me pregunte a mí mismo, no hallo la respuesta. La gente de la ciudad es tosca y orgullosa. Ven extraño a todo aquel que no sea igual. Pero, no entiendo cómo puedo ayudarles vistiendo como ellos visten. Puedo preguntárselo a Idril. La miro directamente a sus ojos con una sonrisa. Ella es mi estrella guía. Me ayuda a no perderme entre las sombras de la sociedad. No, no voy a preguntárselo. No quiero abusar de su bondad hacia mí.
-Voy a entrar.- Señalo con la mirada a la sastrería que tenemos en frente.
Dentro de la tienda observo que el olor de fuera ha desaparecido. Huele a madera pero no hay árboles. En su lugar, hay un gran número de armarios y cajoneras creadas a partir de árboles. En frente de la puerta hay una mesa y, de pie encima de ella, se encuentra un hombre conejo de color blanco. Mide un metro escaso, tiene los ojos de color naranja y viste únicamente con la parte de arriba de uno de esos trajes que solo sirven para adornar.
-¡Divina pareja!-Grita el conejo cuando nos ve entrar. – ¿Qué hace aquí una pareja de elfos tan encantadores como vosotros? ¿Qué hago yo en lugar cómo éste atendiendo a una encantadora pareja de elfos?- Se ríe. Habla rápido y animado como si habernos visto entrar fuera motivo de celebración. Me cuesta entender lo que dice. Son dos preguntas que no tienen sentido ninguna de las dos.
-Quiero ropa.- Digo decidido a acabar con sus preguntas.
El hombre conejo se ríe.- Has venido al lugar adecuado en el momento preciso o al lugar preciso en el momento adecuado. Como prefieras mi buen amigo. – Da un salto al suelo para bajar de la mesa. – Déjame que te tome las medidas. –Coge una cinta de color amarilla donde hay escrita unos números. – Cuando acabe contigo tendrás las mejores galas de toda Aerandir. Podrás llevar a esta hermosa elfa a un baile o, quizás seáis más de ir al teatro. Como sea, seréis la envidia de todas las demás parejas.-
-Solo quiero ropa.- Digo fríamente. No quiero ir al baile ni al teatro, no quiero las mejores galas de Aerandir y, entre todas las cosas, no quiero ser la envidia de nadie. No entiendo por qué razón insiste.
-Y ropa es lo que te voy a dar.- Contesta el conejo con una gran risa, como si le hubiera contado un chiste. – No tengo otra cosa más que ropa.-
Me quito en cinturón del pecho. Dejo mi carcaj y a Vientoatroz en el suelo para dejar que el dependiente conejo pueda tomar las medidas de mi espalda y cuello. Se coloca detrás de mí. Soy el doble de alto, pero parece no molestarle.
-Mantente erguido. Espalda recta. Es hora de hacer magia. – Dice con una sonrisa.
Pega un brinco del suelo hasta mi espalda. Oigo como salta. Intento girarme para ver qué es lo qué hace. No me deja. Con un brinco, coge mi cara y la lleva hacia el delante. Erguido y recto. Así es como debo estar. Un mínimo movimiento que no me mantenga tieso y el hombre conejo me lo corrige con suavidad.
-¡Ya está! Listo. Ya sé todo lo que necesito saber. Cuando acabe contigo verás. Oh sí, ya verás. –Mira hacia Idril con una sonrisa.- Todas las elfas de Aerandir querrán cambiarse contigo cuando acabe con nuestro amigo. – No da tiempo a que nadie le pueda responder. Rápidamente, entra en una habitación detrás de la mesa donde, supongo, guarda la ropa.
-No entiendo nada de lo que ha dicho.- Susurro a Idril cuando veo que el hombre conejo se ha marchado. –Habla raro.-
Offrol: Soy consciente que he hecho un poco de metarol ha suponer que Idril entra con Sarez a la tienda. Lo siento >.<
El dependiente, puedes usarlo si quieres. Es el conejo de Alicia en el Pais de la Maravillas pero con la personalidad del sombrerero loco.
-Voy a entrar.- Señalo con la mirada a la sastrería que tenemos en frente.
Dentro de la tienda observo que el olor de fuera ha desaparecido. Huele a madera pero no hay árboles. En su lugar, hay un gran número de armarios y cajoneras creadas a partir de árboles. En frente de la puerta hay una mesa y, de pie encima de ella, se encuentra un hombre conejo de color blanco. Mide un metro escaso, tiene los ojos de color naranja y viste únicamente con la parte de arriba de uno de esos trajes que solo sirven para adornar.
-¡Divina pareja!-Grita el conejo cuando nos ve entrar. – ¿Qué hace aquí una pareja de elfos tan encantadores como vosotros? ¿Qué hago yo en lugar cómo éste atendiendo a una encantadora pareja de elfos?- Se ríe. Habla rápido y animado como si habernos visto entrar fuera motivo de celebración. Me cuesta entender lo que dice. Son dos preguntas que no tienen sentido ninguna de las dos.
-Quiero ropa.- Digo decidido a acabar con sus preguntas.
El hombre conejo se ríe.- Has venido al lugar adecuado en el momento preciso o al lugar preciso en el momento adecuado. Como prefieras mi buen amigo. – Da un salto al suelo para bajar de la mesa. – Déjame que te tome las medidas. –Coge una cinta de color amarilla donde hay escrita unos números. – Cuando acabe contigo tendrás las mejores galas de toda Aerandir. Podrás llevar a esta hermosa elfa a un baile o, quizás seáis más de ir al teatro. Como sea, seréis la envidia de todas las demás parejas.-
-Solo quiero ropa.- Digo fríamente. No quiero ir al baile ni al teatro, no quiero las mejores galas de Aerandir y, entre todas las cosas, no quiero ser la envidia de nadie. No entiendo por qué razón insiste.
-Y ropa es lo que te voy a dar.- Contesta el conejo con una gran risa, como si le hubiera contado un chiste. – No tengo otra cosa más que ropa.-
Me quito en cinturón del pecho. Dejo mi carcaj y a Vientoatroz en el suelo para dejar que el dependiente conejo pueda tomar las medidas de mi espalda y cuello. Se coloca detrás de mí. Soy el doble de alto, pero parece no molestarle.
-Mantente erguido. Espalda recta. Es hora de hacer magia. – Dice con una sonrisa.
Pega un brinco del suelo hasta mi espalda. Oigo como salta. Intento girarme para ver qué es lo qué hace. No me deja. Con un brinco, coge mi cara y la lleva hacia el delante. Erguido y recto. Así es como debo estar. Un mínimo movimiento que no me mantenga tieso y el hombre conejo me lo corrige con suavidad.
-¡Ya está! Listo. Ya sé todo lo que necesito saber. Cuando acabe contigo verás. Oh sí, ya verás. –Mira hacia Idril con una sonrisa.- Todas las elfas de Aerandir querrán cambiarse contigo cuando acabe con nuestro amigo. – No da tiempo a que nadie le pueda responder. Rápidamente, entra en una habitación detrás de la mesa donde, supongo, guarda la ropa.
-No entiendo nada de lo que ha dicho.- Susurro a Idril cuando veo que el hombre conejo se ha marchado. –Habla raro.-
- Hombre conejo:
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Offrol: Soy consciente que he hecho un poco de metarol ha suponer que Idril entra con Sarez a la tienda. Lo siento >.<
El dependiente, puedes usarlo si quieres. Es el conejo de Alicia en el Pais de la Maravillas pero con la personalidad del sombrerero loco.
Sarez
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Re: Primeras lecciones [Interpretativo] [libre] [1/1] [Cerrado]
No entendía muy bien a qué venía esa repentina actitud hacia la ropa. En parte lo agradecía porque ayudaría a que fuese sencillo enseñarle costumbres y otras cosas, además de cómo relacionarse con los demás, pero por otro lado no me importaba el cómo fuese y tenía varios pensamientos mezclados al respecto. Al final simplemente acabé siguiéndolo hasta el interior de la tienda de ropa donde nada más entrar agradecí el cambio tan repentino de olor.
Tenía gracia porque lo siguiente que vi fue un conejo, un conejo sobre una mesa y además vestido. No pude evitar abrir los ojos de par en par y me quedé pasmada, no entendía si eran imaginaciones mías o si de verdad estaba allí. Se me vino una imagen de mí misma en el bosque jugando con los animales vestidos tal y como lo hacía aquel y se me escapó una risilla por lo bajo que se cortó en cuanto le escuché hablar:
-...¿qué hago yo en un lugar como éste atendiendo a una encantadora pareja de elfos?-''Buena pregunta'', simplemente le miraba mientras hablaba con esa rapidez que no conseguía pillar muy bien, no pronunciaba palabra.
Lo que sí me llamó la atención es que nos tratara como si fuésemos una pareja, aunque no lo entendía muy bien suponía que era lo que pensaba la gente y en cierto modo no me molestaba, era agradable, agradable a no ser que al que le molestara fuese a Sarez.
No paraba de observar los movimientos del conejo, su ropa y sus ojos, ese nerviosismo que gastaba. Desde luego si los conejos hablaran era así como lo hubiera imaginado, nerviosos, aunque no con esa forma de hablar tan...no sabría explicarlo.
-Mantente erguido. Espalda recta. Es hora de hacer magia-Si el conejo sonrió en ese momento yo también lo hice, porque continuó tomando medidas al elfo pidiéndole que se mantuviera recto y era curioso, bastante curioso, ver cómo el pequeño animalillo no era más que eso, una criatura menuda en comparación con Sarez.
Del suelo tomé con toda la delicadeza con la que usaba mi arco a Vientoatroz. No es que pensara que fuese a pasarle algo pero después de lo ocurrido la primera vez que me encontré con el elfo no tenía muchas ganas de que se repitiera.
-Todas las elfas de Aerandir querrán cambiarse contigo cuando acabe con nuestro amigo-De repente me vi imaginando esa situación y mi cara fue todo un poema, el conejo ya había desaparecido de mi vista y me dejó esa imagen ahí como si nada.
-Habla raro incluso para mí-Confesé al dueño del arco que tenía en mano-...¿qué hace un conejo atendiendo una tienda en una ciudad humana?-No pude evitar soltar la pregunta, en voz baja claro.
Mientras estábamos allí se oyó alguna que otra risa y como si alguien no parara de rebuscar entre cajones, unos cajones que serían muy parecidos a los de los armarios que nos rodeaban. Me preguntaba cómo sería capaz un conejo de coser ropa o si lo haría en su forma humana, la verdad que mi mente se había desviado un poco hacia pensamientos poco habituales.
Tenía gracia porque lo siguiente que vi fue un conejo, un conejo sobre una mesa y además vestido. No pude evitar abrir los ojos de par en par y me quedé pasmada, no entendía si eran imaginaciones mías o si de verdad estaba allí. Se me vino una imagen de mí misma en el bosque jugando con los animales vestidos tal y como lo hacía aquel y se me escapó una risilla por lo bajo que se cortó en cuanto le escuché hablar:
-...¿qué hago yo en un lugar como éste atendiendo a una encantadora pareja de elfos?-''Buena pregunta'', simplemente le miraba mientras hablaba con esa rapidez que no conseguía pillar muy bien, no pronunciaba palabra.
Lo que sí me llamó la atención es que nos tratara como si fuésemos una pareja, aunque no lo entendía muy bien suponía que era lo que pensaba la gente y en cierto modo no me molestaba, era agradable, agradable a no ser que al que le molestara fuese a Sarez.
No paraba de observar los movimientos del conejo, su ropa y sus ojos, ese nerviosismo que gastaba. Desde luego si los conejos hablaran era así como lo hubiera imaginado, nerviosos, aunque no con esa forma de hablar tan...no sabría explicarlo.
-Mantente erguido. Espalda recta. Es hora de hacer magia-Si el conejo sonrió en ese momento yo también lo hice, porque continuó tomando medidas al elfo pidiéndole que se mantuviera recto y era curioso, bastante curioso, ver cómo el pequeño animalillo no era más que eso, una criatura menuda en comparación con Sarez.
Del suelo tomé con toda la delicadeza con la que usaba mi arco a Vientoatroz. No es que pensara que fuese a pasarle algo pero después de lo ocurrido la primera vez que me encontré con el elfo no tenía muchas ganas de que se repitiera.
-Todas las elfas de Aerandir querrán cambiarse contigo cuando acabe con nuestro amigo-De repente me vi imaginando esa situación y mi cara fue todo un poema, el conejo ya había desaparecido de mi vista y me dejó esa imagen ahí como si nada.
-Habla raro incluso para mí-Confesé al dueño del arco que tenía en mano-...¿qué hace un conejo atendiendo una tienda en una ciudad humana?-No pude evitar soltar la pregunta, en voz baja claro.
Mientras estábamos allí se oyó alguna que otra risa y como si alguien no parara de rebuscar entre cajones, unos cajones que serían muy parecidos a los de los armarios que nos rodeaban. Me preguntaba cómo sería capaz un conejo de coser ropa o si lo haría en su forma humana, la verdad que mi mente se había desviado un poco hacia pensamientos poco habituales.
Idril Elensar
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Re: Primeras lecciones [Interpretativo] [libre] [1/1] [Cerrado]
Sonrío. Me alegro de no ser el único que no comprende las palabras del dependiente conejo. Habla raro. Idril tiene razón. Habla muy raro. Hace preguntas sin sentido. Habla emocionando al vernos.
-Vende ropa.- Contesto a la pregunta de Idril. A lo largo de mis viajes he visto hombres con forma de bestia. Conocí a un hombre toro, una mujer parecida a un oso con cuernos y a una mujer pez de nombre Aliena. Ella me dio el collar de escamas que siempre llevo colgado al cuello. Después de mis muchos encuentros con hombres animales, no me extraña conocer a un hombre conejo.
-¿Por qué las elfas iban a cambiarse contigo?- Le pregunto a Idril el significado de la última frase del conejo. Habló tan rápido que la única frase que consigo acordarme es la última que dijo.
Al cabo de unos minutos, el hombre conejo regresa con numerosas prendas cargadas en los brazos. Todas ellas de distintas formas y colores. Es curioso ver todas las combinaciones que pueden llegar a hacer. Eso afirma una vez más, mi opinión sobre la ropa de ciudad. Las personas no usan la ropa para cubrirse del frío, la usan como adorno. Pienso en los pájaros. Ellos usan sus colores para ser más hermosos. La gente de Lunargenta se parece a los pájaros. Ellos también usan los colores para ser más bellos.
-¡Venga! ¿A qué esperas? Ven aquí. Tienes que probártelo. Tienes que probártelo todo. Ven.- Deja la ropa encima de la mesa. La escampa. Remueve cada camisa y cada pantalón buscando la primera prenda. - Aquí está. Esta te gustará. A juego con el cabello de la dama. –
Es una camisa. Creo que es una camisa. No estoy seguro. La parte central es de color rojo y las mangas de color blanco. Cojo la prenda. Despaso el cordel con cuidado y me la pongo. Bajo mi cabeza hacia mi pecho para observar cómo me queda pero no consigo verme.
-¡Lo olvidé!- Grita nervioso el conejo. –En seguida vuelvo con un espejo para que puedas verte. Te gustará, ya verás.- Vuelva a entrar en el interior del almacén.
-Me siento extraño.- Le confieso a Idril. -¿Cómo me ves?- Acompaño mi pregunta con una sonrisa. –¿Otras elfas querrán cambiarse contigo?- Le pregunto con un tono burlón. Me cuesta creer que nadie quiera estar a mi lado con estas prendas. Me siento ridículo. Como un payaso de feria.
-Vende ropa.- Contesto a la pregunta de Idril. A lo largo de mis viajes he visto hombres con forma de bestia. Conocí a un hombre toro, una mujer parecida a un oso con cuernos y a una mujer pez de nombre Aliena. Ella me dio el collar de escamas que siempre llevo colgado al cuello. Después de mis muchos encuentros con hombres animales, no me extraña conocer a un hombre conejo.
-¿Por qué las elfas iban a cambiarse contigo?- Le pregunto a Idril el significado de la última frase del conejo. Habló tan rápido que la única frase que consigo acordarme es la última que dijo.
Al cabo de unos minutos, el hombre conejo regresa con numerosas prendas cargadas en los brazos. Todas ellas de distintas formas y colores. Es curioso ver todas las combinaciones que pueden llegar a hacer. Eso afirma una vez más, mi opinión sobre la ropa de ciudad. Las personas no usan la ropa para cubrirse del frío, la usan como adorno. Pienso en los pájaros. Ellos usan sus colores para ser más hermosos. La gente de Lunargenta se parece a los pájaros. Ellos también usan los colores para ser más bellos.
-¡Venga! ¿A qué esperas? Ven aquí. Tienes que probártelo. Tienes que probártelo todo. Ven.- Deja la ropa encima de la mesa. La escampa. Remueve cada camisa y cada pantalón buscando la primera prenda. - Aquí está. Esta te gustará. A juego con el cabello de la dama. –
Es una camisa. Creo que es una camisa. No estoy seguro. La parte central es de color rojo y las mangas de color blanco. Cojo la prenda. Despaso el cordel con cuidado y me la pongo. Bajo mi cabeza hacia mi pecho para observar cómo me queda pero no consigo verme.
-¡Lo olvidé!- Grita nervioso el conejo. –En seguida vuelvo con un espejo para que puedas verte. Te gustará, ya verás.- Vuelva a entrar en el interior del almacén.
-Me siento extraño.- Le confieso a Idril. -¿Cómo me ves?- Acompaño mi pregunta con una sonrisa. –¿Otras elfas querrán cambiarse contigo?- Le pregunto con un tono burlón. Me cuesta creer que nadie quiera estar a mi lado con estas prendas. Me siento ridículo. Como un payaso de feria.
- Ropa:
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Sarez
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Re: Primeras lecciones [Interpretativo] [libre] [1/1] [Cerrado]
Que me respondiera de esa forma a la pregunta de qué hacía el conejo allí me hizo darme cuenta de que él había visto mucho más mundo que yo y había conocido a mucha gente. Eso provocó que me sintiera algo incómoda porque pretendía que le enseñara cosas cuando se suponía que él conocía mucho más, al menos sí en lo referente a fronteras y razas, ya sabría si en alguna cosa más.
-Eh...no, no sé a qué habrá querido referirse-Respondí a su segunda pregunta disimulando como podía, estaba claro que sabía perfectamente lo que había dicho el conejo pero no iba a decirlo así por las buenas, por una parte me daba vergüenza.
Seguía teniendo su arco en mano y para seguir disimulando miré alrededor, es decir la tienda. Me llamaba la atención lo bien hechos que estaban los muebles, comparado con la estantería de madera que había en mi casa lo cierto es que no había semejanzas.
-Es...mucha ropa-Susurré cuando vi salir al conejo con toda aquella ropa junta.
La colocó sobre la mesa en la que en un principio nos lo encontramos y había cada color llamativo que no podía evitar tener una sonrisa todo el rato porque me daban ganas de reír, me imaginaba a Sarez con esos colores.
La primera prenda que se probó fue una camisa, lo cierto es que no le quedaba mal y eso me hizo preguntarme si alguna vez conseguiría ver ''mal'' al elfo, todo le quedaba bien y todo me parecía bien si venía de él. Asentí una vez con la cabeza para dejar claro que no le quedaba mal y luego oí lo que me dijo, no supe si quedarme callada o responder.
-Tal vez si le quit...-Justo antes de que empezara a hablar el conejo volvió a salir cargando con un espejo que desde luego no era ni la mitad de alto que Sarez, pero serviría para que se viera-...¿si le quitamos ese sobrante de las mangas?-Dijo el conejo como si me hubiera leído la mente, no pude evitar mirarle sorprendida-Sí, eso mismo.
Después de apoyar el espejo sobre uno de los muebles para no tener que estar todo el rato sujetándolo, fue hacia el montón de ropa y escogió unos pantalones de mucho mejor aspecto que los que llevaba ahora mi compañero:
-Será mejor que esto te lo pongas ahí atrás-Señaló una pequeña estancia que se veía desde donde estábamos, estaba justo a la derecha del almacén y tenía una especie de tela que no dejaba ver a quien se estuviera cambiando dentro-Cuando tengas todo puesto veremos si es necesario o no quitar esa parte de los hombros.
El conejo se acercó a mí mirando hacia abajo, a mi falda, cosa que me resultó extraña en un principio pero luego entendí el porqué:
-¿Cómo has hecho esos rasgones en semejante tela? ¡Vamos, no puedes ir así!-Hizo un gesto para que me acercara un poco más hacia la parte del mostrador y en uno de los cajones comenzó a buscar lo que pensé que era aguja e hilo-¡Remendemos ese destrozo!
-Eh...no, no sé a qué habrá querido referirse-Respondí a su segunda pregunta disimulando como podía, estaba claro que sabía perfectamente lo que había dicho el conejo pero no iba a decirlo así por las buenas, por una parte me daba vergüenza.
Seguía teniendo su arco en mano y para seguir disimulando miré alrededor, es decir la tienda. Me llamaba la atención lo bien hechos que estaban los muebles, comparado con la estantería de madera que había en mi casa lo cierto es que no había semejanzas.
-Es...mucha ropa-Susurré cuando vi salir al conejo con toda aquella ropa junta.
La colocó sobre la mesa en la que en un principio nos lo encontramos y había cada color llamativo que no podía evitar tener una sonrisa todo el rato porque me daban ganas de reír, me imaginaba a Sarez con esos colores.
La primera prenda que se probó fue una camisa, lo cierto es que no le quedaba mal y eso me hizo preguntarme si alguna vez conseguiría ver ''mal'' al elfo, todo le quedaba bien y todo me parecía bien si venía de él. Asentí una vez con la cabeza para dejar claro que no le quedaba mal y luego oí lo que me dijo, no supe si quedarme callada o responder.
-Tal vez si le quit...-Justo antes de que empezara a hablar el conejo volvió a salir cargando con un espejo que desde luego no era ni la mitad de alto que Sarez, pero serviría para que se viera-...¿si le quitamos ese sobrante de las mangas?-Dijo el conejo como si me hubiera leído la mente, no pude evitar mirarle sorprendida-Sí, eso mismo.
Después de apoyar el espejo sobre uno de los muebles para no tener que estar todo el rato sujetándolo, fue hacia el montón de ropa y escogió unos pantalones de mucho mejor aspecto que los que llevaba ahora mi compañero:
-Será mejor que esto te lo pongas ahí atrás-Señaló una pequeña estancia que se veía desde donde estábamos, estaba justo a la derecha del almacén y tenía una especie de tela que no dejaba ver a quien se estuviera cambiando dentro-Cuando tengas todo puesto veremos si es necesario o no quitar esa parte de los hombros.
El conejo se acercó a mí mirando hacia abajo, a mi falda, cosa que me resultó extraña en un principio pero luego entendí el porqué:
-¿Cómo has hecho esos rasgones en semejante tela? ¡Vamos, no puedes ir así!-Hizo un gesto para que me acercara un poco más hacia la parte del mostrador y en uno de los cajones comenzó a buscar lo que pensé que era aguja e hilo-¡Remendemos ese destrozo!
Idril Elensar
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Re: Primeras lecciones [Interpretativo] [libre] [1/1] [Cerrado]
El dependiente conejo no deja hablar a Idril. Intenta contestarme pero él la interrumpe. Parece que quiera ser el centro de atención. Supongo que no debe tener muchos clientes. Es posible que sea ese el motivo de su entusiasmo.
El sobrante de las mangas no es un problema solo visual. A la hora de disparar con el arco también me molestaría. Las flechas podían engancharse en el momento que estuviera apuntando. Un gran problema para un combate. Si no hubiera dicho nada, yo mismo me habría arrancado el sobrante de las mangas de un tirón.
La nueva prenda es unos pantalones. Los primeros pantalones nuevos que he tenido nunca. Miro los pantalones que llevo puestos. Están roídos y sucios. No puedo reconocer su color iniciar. Sin embargo, estos nuevos pantalones tienen todo lo que no tienen los viejos. Son perfectos. Con los pantalones en la mano, voy hacia el lugar donde ha dicho el conejo. No entiendo por qué debo alejarme para cambiarme uno simples pantalones. Su tienda, sus normas. Obedezco sin mediar palabra.
La habitación es pequeña. Tan pequeña como el tronco de un árbol. No cabe ningún mueble. Solo quepo yo y, como mucho, una persona más. Una barra de acero en la pared sujeta un par de perchas. Uso una para poner los pantalones viejos mientras me pongo los nuevos. Los viejos parecen basura en comparación.
Al salir me sorprendo de ver mi propio reflejo en el espejo. No me creo que ese sea yo. Sin mi arco colgado a la espalda y sin mis ropas destrozadas no parezco el mismo. Abro bien los ojos. Si no fuera por la cicatriz parecería una persona normal. La gente me verá diferente vestido así. Me verá como uno de ellos. Espero que me vean como uno de ellos. No quiero estar solo. Idril me ha enseñado que la soledad duele.
Al recordar cómo era antes de encontrarme con Idril siento el impulso de acariciar mi cicatriz para recordarme a mí mismo quién soy. Mi cabeza hace preguntas mi corazón las responde de inmediato. ¿Qué hago con estas ropas? ¿Qué pretendo? Volver a Sandorai ¿Por qué? Porque Idril es de allí. Porque yo era de allí. ¿Por qué? Quiero estar con ella.
Hago parar a mi mano antes de que cruce mi marca de desterrado. Miro hacia Idril. La sonrío. El hombre conejo está junto ella. No me importa. Solo quiero verla a ella. -¿Bien?- Estiro los brazos para que pueda ver cómo me sientan las prendas. -¿Te gusta?-
El sobrante de las mangas no es un problema solo visual. A la hora de disparar con el arco también me molestaría. Las flechas podían engancharse en el momento que estuviera apuntando. Un gran problema para un combate. Si no hubiera dicho nada, yo mismo me habría arrancado el sobrante de las mangas de un tirón.
La nueva prenda es unos pantalones. Los primeros pantalones nuevos que he tenido nunca. Miro los pantalones que llevo puestos. Están roídos y sucios. No puedo reconocer su color iniciar. Sin embargo, estos nuevos pantalones tienen todo lo que no tienen los viejos. Son perfectos. Con los pantalones en la mano, voy hacia el lugar donde ha dicho el conejo. No entiendo por qué debo alejarme para cambiarme uno simples pantalones. Su tienda, sus normas. Obedezco sin mediar palabra.
La habitación es pequeña. Tan pequeña como el tronco de un árbol. No cabe ningún mueble. Solo quepo yo y, como mucho, una persona más. Una barra de acero en la pared sujeta un par de perchas. Uso una para poner los pantalones viejos mientras me pongo los nuevos. Los viejos parecen basura en comparación.
Al salir me sorprendo de ver mi propio reflejo en el espejo. No me creo que ese sea yo. Sin mi arco colgado a la espalda y sin mis ropas destrozadas no parezco el mismo. Abro bien los ojos. Si no fuera por la cicatriz parecería una persona normal. La gente me verá diferente vestido así. Me verá como uno de ellos. Espero que me vean como uno de ellos. No quiero estar solo. Idril me ha enseñado que la soledad duele.
Al recordar cómo era antes de encontrarme con Idril siento el impulso de acariciar mi cicatriz para recordarme a mí mismo quién soy. Mi cabeza hace preguntas mi corazón las responde de inmediato. ¿Qué hago con estas ropas? ¿Qué pretendo? Volver a Sandorai ¿Por qué? Porque Idril es de allí. Porque yo era de allí. ¿Por qué? Quiero estar con ella.
Hago parar a mi mano antes de que cruce mi marca de desterrado. Miro hacia Idril. La sonrío. El hombre conejo está junto ella. No me importa. Solo quiero verla a ella. -¿Bien?- Estiro los brazos para que pueda ver cómo me sientan las prendas. -¿Te gusta?-
Sarez
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Re: Primeras lecciones [Interpretativo] [libre] [1/1] [Cerrado]
El conejo continuó buscando y en cuanto encontró lo que quería se giró con tal rapidez que dio un salto a la mesa y, con cuidado de no dañar las prendas que aún quedaban, volvió a saltar otra vez para luego coger una especie de taburete y ponerse a la altura necesaria para remendar mis telas.
-No es necesario...-Murmuré, Sarez ya se había ido a cambiar aunque por un momento pensé que no tenía muy claro el porqué el conejo lo había mandado hasta allí. Eso me dio la idea de que algún día tendría que explicarle porqué no estaba bien eso de que cualquiera te viese desnudo, o casi-¡Un elfo con ese atuendo no puede ir con una elfa con la ropa rota! ¿Quieres que te lo quiten?-Hablaba todo el rato con un entusiasmo incluso para decir cosas malas que apenas te daba tiempo a pensar en lo que decía.
Aún así tuve que dejar que cosiera las partes que estaban rasgadas y terminó de hacerlo segundos después de que Sarez regresara, yo ni siquiera prestaba atención al conejo, mi mirada quedó fija en él:
-Oh...-Parpadeé varias veces mientras se miraba al espejo-Estás...guapo-No sabía muy bien si era la palabra adecuada para el momento, pero así lo pensaba aunque me pareciera más que eso. Estaba claro que la ropa nueva le favorecía-Bien vestido, sí, veamos...-De repente el sastre comenzó a rebuscar de nuevo entre los cajones para esta vez sacar unas tijeras de costura, las cuales usó más tarde para quitar el sobrante por la parte de los hombros de la camisa-¡Mucho mejor!
Lo cierto es que no paré de mirarle hasta que de repente y como una tonta me miré de reojo en el espejo y me di cuenta de la cara que estaba poniendo.
-Creo que hemos dado con la ropa adecuada-Afirmé y mientras lo decía el conejo comenzó a recoger las otras prendas que se suponía que ya no harían falta.
Seguía sosteniendo a Vientoatroz, en todo aquel rato no lo había soltado ni un solo momento y se lo ofrecí a Sarez para que viera cómo quedaba en conjunto, al fin y al cabo no siempre teníamos la oportunidad de vernos frente a un espejo.
Luego eché un vistazo hacia mi falda y vi cómo los rasgones de antes ya no estaban, apenas había tardado un rato en coserlos y quedaron perfectos, aquella criatura era realmente sorprendente; aunque seguía pensando que no me coincidía alguien así en una ciudad como Lunargenta.
-No es necesario...-Murmuré, Sarez ya se había ido a cambiar aunque por un momento pensé que no tenía muy claro el porqué el conejo lo había mandado hasta allí. Eso me dio la idea de que algún día tendría que explicarle porqué no estaba bien eso de que cualquiera te viese desnudo, o casi-¡Un elfo con ese atuendo no puede ir con una elfa con la ropa rota! ¿Quieres que te lo quiten?-Hablaba todo el rato con un entusiasmo incluso para decir cosas malas que apenas te daba tiempo a pensar en lo que decía.
Aún así tuve que dejar que cosiera las partes que estaban rasgadas y terminó de hacerlo segundos después de que Sarez regresara, yo ni siquiera prestaba atención al conejo, mi mirada quedó fija en él:
-Oh...-Parpadeé varias veces mientras se miraba al espejo-Estás...guapo-No sabía muy bien si era la palabra adecuada para el momento, pero así lo pensaba aunque me pareciera más que eso. Estaba claro que la ropa nueva le favorecía-Bien vestido, sí, veamos...-De repente el sastre comenzó a rebuscar de nuevo entre los cajones para esta vez sacar unas tijeras de costura, las cuales usó más tarde para quitar el sobrante por la parte de los hombros de la camisa-¡Mucho mejor!
Lo cierto es que no paré de mirarle hasta que de repente y como una tonta me miré de reojo en el espejo y me di cuenta de la cara que estaba poniendo.
-Creo que hemos dado con la ropa adecuada-Afirmé y mientras lo decía el conejo comenzó a recoger las otras prendas que se suponía que ya no harían falta.
Seguía sosteniendo a Vientoatroz, en todo aquel rato no lo había soltado ni un solo momento y se lo ofrecí a Sarez para que viera cómo quedaba en conjunto, al fin y al cabo no siempre teníamos la oportunidad de vernos frente a un espejo.
Luego eché un vistazo hacia mi falda y vi cómo los rasgones de antes ya no estaban, apenas había tardado un rato en coserlos y quedaron perfectos, aquella criatura era realmente sorprendente; aunque seguía pensando que no me coincidía alguien así en una ciudad como Lunargenta.
Idril Elensar
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Re: Primeras lecciones [Interpretativo] [libre] [1/1] [Cerrado]
Guapo. Estoy guapo. No entiendo por qué pero me gusta que Idril me llame guapo. Sus mejillas se sonrojan. Le queda bien. El color rojo en su cara le queda bien, hace juego con su pelo y resalta el verde sus ojos. Sin darme cuenta, me quedo mirándola. La nerviosa voz del conejo hace que me dé cuenta.
El dependiente coge unas tijeras, sube encima de un taburete y me corta el sobrante de las mangas. –Gracias.- De frente tengo al conejo, pero mi gratitud es para los dos.
Cojo el arco que me ofrece Idril. Me pongo el cinturón donde va atado el arco y el carcaj a mi espalda. Me miro en al espejo. Recuerdo al señor elfo que serví cuando era joven. Visto como él. -¿Te gusta? Sí te gusta. Te gusta.- Dice el conejo. – Y a la chica también le gusta. Eso es importante.-
-¿Tienes ropa vieja?-
-¿Cómo que ropa “vieja”? ¿Qué quieres decir con eso? Nadie me ha pedido nunca ropa “vieja”.-
-Ropa vieja para el bosque. Ropa nueva para Idril.- Esta ropa es especial. Ella ha puesto una cara especial. No quiero estropearla.
-Creo que sí… Tengo ropa ya estropeada. Pero…- El conejo no parece entenderlo.
-Dámela.- Le interrumpo antes de que acabe de hablar.El dependiente conejo abre uno de los armarios. Coge una bolsa con ropa vieja. No tan vieja como la mi ropa vieja pero sigue siendo mala ropa en comparación con la que llevo puesta. Dos pares de pantalones, tres camisas y dos calzones. -¿Cuánto por todo?- Abro mi bolsa con monedas. Espero tener suficiente para todo.
-No lo sé.- Dice el dependiente conejo mientras se rasca la cabeza. - Nunca he vendido ropa “vieja”. ¡Ya lo sé! ¡Sí, lo sé! Te regalo la ropa “vieja” y solo me tienes que pagar la nueva. ¿Te parece bien? -
Afirmo con la cabeza. No puedo negarme. Es una gran oferta. Hace mucho que no tenía tanta ropa. Tengo ropa para el bosque y ropa para Idril. No sé por qué razón pero quiero que me vea siempre como me ve ahora. Pongo en el mostrador las monedas que me señala el dependiente. No sé si es mucho o poco dinero. No sé nada acerca del comercio de la ciudad. Debería pedirle consejo a Idril. Sin embargo, puedo pagar cualquier precio en monedas para Idril me mire así.
-¿Dónde vivía el arcanista?- Le pregunto al dependiente conejo por la casa del hombre en llamas.
-¿Arcanista? Recuerdo que tres manzanas abajo vivía uno pero hace semanas que no le veo. Es un hombre extraño. Se pasa los días en su sótano estudiando sus piedras en lugar de atender a sus clientes. -¡Un sótano! Es él. Es el hombre en llamas. - ¿Por qué una pareja tan encantadora como vosotros dos quiere ir a ver a un hombre tan extraño como él?-
-Le debo un favor.- La ciudad es un sitio extraño donde los rumores y las malas lenguas vuelan más rápido que los pájaros. No le digo que el hombre en llamas se convirtió en cenizas. Prefiero no hacerlo. Debo ser yo quien destruya su trabajo, no otra persona.
El dependiente coge unas tijeras, sube encima de un taburete y me corta el sobrante de las mangas. –Gracias.- De frente tengo al conejo, pero mi gratitud es para los dos.
Cojo el arco que me ofrece Idril. Me pongo el cinturón donde va atado el arco y el carcaj a mi espalda. Me miro en al espejo. Recuerdo al señor elfo que serví cuando era joven. Visto como él. -¿Te gusta? Sí te gusta. Te gusta.- Dice el conejo. – Y a la chica también le gusta. Eso es importante.-
-¿Tienes ropa vieja?-
-¿Cómo que ropa “vieja”? ¿Qué quieres decir con eso? Nadie me ha pedido nunca ropa “vieja”.-
-Ropa vieja para el bosque. Ropa nueva para Idril.- Esta ropa es especial. Ella ha puesto una cara especial. No quiero estropearla.
-Creo que sí… Tengo ropa ya estropeada. Pero…- El conejo no parece entenderlo.
-Dámela.- Le interrumpo antes de que acabe de hablar.El dependiente conejo abre uno de los armarios. Coge una bolsa con ropa vieja. No tan vieja como la mi ropa vieja pero sigue siendo mala ropa en comparación con la que llevo puesta. Dos pares de pantalones, tres camisas y dos calzones. -¿Cuánto por todo?- Abro mi bolsa con monedas. Espero tener suficiente para todo.
-No lo sé.- Dice el dependiente conejo mientras se rasca la cabeza. - Nunca he vendido ropa “vieja”. ¡Ya lo sé! ¡Sí, lo sé! Te regalo la ropa “vieja” y solo me tienes que pagar la nueva. ¿Te parece bien? -
Afirmo con la cabeza. No puedo negarme. Es una gran oferta. Hace mucho que no tenía tanta ropa. Tengo ropa para el bosque y ropa para Idril. No sé por qué razón pero quiero que me vea siempre como me ve ahora. Pongo en el mostrador las monedas que me señala el dependiente. No sé si es mucho o poco dinero. No sé nada acerca del comercio de la ciudad. Debería pedirle consejo a Idril. Sin embargo, puedo pagar cualquier precio en monedas para Idril me mire así.
-¿Dónde vivía el arcanista?- Le pregunto al dependiente conejo por la casa del hombre en llamas.
-¿Arcanista? Recuerdo que tres manzanas abajo vivía uno pero hace semanas que no le veo. Es un hombre extraño. Se pasa los días en su sótano estudiando sus piedras en lugar de atender a sus clientes. -¡Un sótano! Es él. Es el hombre en llamas. - ¿Por qué una pareja tan encantadora como vosotros dos quiere ir a ver a un hombre tan extraño como él?-
-Le debo un favor.- La ciudad es un sitio extraño donde los rumores y las malas lenguas vuelan más rápido que los pájaros. No le digo que el hombre en llamas se convirtió en cenizas. Prefiero no hacerlo. Debo ser yo quien destruya su trabajo, no otra persona.
Sarez
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Re: Primeras lecciones [Interpretativo] [libre] [1/1] [Cerrado]
Definitivamente en conjunto quedaba perfecto, esa ropa le favorecía pero seguía teniendo la teoría de que me habría gustado con cualquier cosa. Justo al pensar eso se me vino a la mente la primera vez que lo conocí estando desnudo y desvié la mirada de una forma muy descarada, si ya me había sonrojado ahora era mucho peor.
-¿Tienes ropa vieja?-No entendí muy bien lo que quería decir con eso y al parecer el conejo tampoco, lógicamente los dos pensamos que lo que pretendía era comprar la vieja y dejar la nueva.
Segundos después al escuchar sus razones sonreí de oreja a oreja, aunque me sentí algo culpable porque parecía que compraba la ropa nada más que por mí, cuando en realidad lo que pretendía era ayudarle a relacionarse con los demás. Si no fuese por eso estaba segura de que no me importaría cómo vistiera.
Aún así admití que tuvo una buena idea con respecto a lo de la ropa vieja, porque en el bosque si no tenías cuidado te rasgabas la ropa con nada y a veces hasta sin darte cuenta.
-Muchas gracias por todo-También agradecí el servicio que nos había prestado porque por nervioso que fuera no había faltado a la buena educación en ningún momento.
Antes de salir de la tienda eché un vistazo rápido a la misma por si se nos olvidaba algo y al ver que no salí fuera, me sorprendió que el primer lugar al que se me fue la mirada fue la tienda de dulces de al lado. Algún día aprendería a hacer algo de eso, cuando tuviera la oportunidad de conseguir todos los ingredientes.
-¿Ha dicho tres manzanas abajo?-Esperaba a que saliera Sarez y mientras le pregunté si había oído bien las indicaciones del conejo. Lo cierto es que esperaba que no nos perdiésemos y que en esa casa no nos encontráramos con ningún tipo de situación incómoda, en mi caso desconocía si ese hombre tenía mujer, hijos o lo que fuese.
La calle seguía estando abarrotada de gente como antes, tal vez un poco más, se veía que conforme pasaban las horas la gente iba saliendo de sus casas para hacer sus respectivas tareas y cumplir con sus trabajos. Era curioso ver cómo se comportaban los humanos día a día, no era tan diferente de la monotonía que tenía en Sandorai; a veces resultaba muy cansado.
-¿Tienes ropa vieja?-No entendí muy bien lo que quería decir con eso y al parecer el conejo tampoco, lógicamente los dos pensamos que lo que pretendía era comprar la vieja y dejar la nueva.
Segundos después al escuchar sus razones sonreí de oreja a oreja, aunque me sentí algo culpable porque parecía que compraba la ropa nada más que por mí, cuando en realidad lo que pretendía era ayudarle a relacionarse con los demás. Si no fuese por eso estaba segura de que no me importaría cómo vistiera.
Aún así admití que tuvo una buena idea con respecto a lo de la ropa vieja, porque en el bosque si no tenías cuidado te rasgabas la ropa con nada y a veces hasta sin darte cuenta.
-Muchas gracias por todo-También agradecí el servicio que nos había prestado porque por nervioso que fuera no había faltado a la buena educación en ningún momento.
Antes de salir de la tienda eché un vistazo rápido a la misma por si se nos olvidaba algo y al ver que no salí fuera, me sorprendió que el primer lugar al que se me fue la mirada fue la tienda de dulces de al lado. Algún día aprendería a hacer algo de eso, cuando tuviera la oportunidad de conseguir todos los ingredientes.
-¿Ha dicho tres manzanas abajo?-Esperaba a que saliera Sarez y mientras le pregunté si había oído bien las indicaciones del conejo. Lo cierto es que esperaba que no nos perdiésemos y que en esa casa no nos encontráramos con ningún tipo de situación incómoda, en mi caso desconocía si ese hombre tenía mujer, hijos o lo que fuese.
La calle seguía estando abarrotada de gente como antes, tal vez un poco más, se veía que conforme pasaban las horas la gente iba saliendo de sus casas para hacer sus respectivas tareas y cumplir con sus trabajos. Era curioso ver cómo se comportaban los humanos día a día, no era tan diferente de la monotonía que tenía en Sandorai; a veces resultaba muy cansado.
Idril Elensar
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Re: Primeras lecciones [Interpretativo] [libre] [1/1] [Cerrado]
-Sí.- Contesto a la pregunta de Idril.
Es extraño. Me siento más animado. Lo noto en mi voz. Es por la ropa nueva. La gente no me mira como si fuera la pieza de un puzle extraviado. Ahora, puedo pasar desapercibido. No hay miradas indiscretas ni susurros a nuestro alrededor que me hagan sentir incómodo. Parezco uno más. Un ciudadano normal de Lunargenta. Sin embargo, del parecer al ser hay un amplio estrecho. Mire donde mire hay cosas que no entiendo.
Un ejemplo es lo de las “manzanas”. La primera vez que escuché eso en uno de mis viajes a la ciudad me quedé muy extrañado pues por el camino no encontré ningún manzano. Pasé horas y horas pensando a lo que se hubiera querido referir con “manzanas”. También pensé que podría referirse a esas tiendas que venden frutas y verduras. Mas, no fue así. Las “manzanas” de la ciudad no se comen. Son los círculos que forman los edificios. Caminas por la calle, hay edificios a tu derecha, cuando se cortan por otra calle empieza una nueva “manzana”. No entiendo la razón de ese nombre. No tiene sentido. Nada en la ciudad tiene sentido.
Mientras bajamos las “manzanas” algo me llama la atención. En un banco de la calle. Dos humanos, un hombre y una mujer, se están besando en la boca. Otra de las muchas cosas que no entiendo. Una vez conocí a una joven mujer. Estaba muriendo. La sané. De no haber llegado hubiera muerto. Ella agradeció mi ayuda con un beso en la mejilla. Fue en señal en agradecimiento. Pero, estos humanos no lo hacen por agradecer nada. Sus bocas quedan pegadas largos minutos. Incluso podrían estar horas así.
-Idril. Hay otra cosa que no entiendo. – Señalo a los humanos sentados en el banco. -¿Qué hacen?-
Es extraño. Me siento más animado. Lo noto en mi voz. Es por la ropa nueva. La gente no me mira como si fuera la pieza de un puzle extraviado. Ahora, puedo pasar desapercibido. No hay miradas indiscretas ni susurros a nuestro alrededor que me hagan sentir incómodo. Parezco uno más. Un ciudadano normal de Lunargenta. Sin embargo, del parecer al ser hay un amplio estrecho. Mire donde mire hay cosas que no entiendo.
Un ejemplo es lo de las “manzanas”. La primera vez que escuché eso en uno de mis viajes a la ciudad me quedé muy extrañado pues por el camino no encontré ningún manzano. Pasé horas y horas pensando a lo que se hubiera querido referir con “manzanas”. También pensé que podría referirse a esas tiendas que venden frutas y verduras. Mas, no fue así. Las “manzanas” de la ciudad no se comen. Son los círculos que forman los edificios. Caminas por la calle, hay edificios a tu derecha, cuando se cortan por otra calle empieza una nueva “manzana”. No entiendo la razón de ese nombre. No tiene sentido. Nada en la ciudad tiene sentido.
Mientras bajamos las “manzanas” algo me llama la atención. En un banco de la calle. Dos humanos, un hombre y una mujer, se están besando en la boca. Otra de las muchas cosas que no entiendo. Una vez conocí a una joven mujer. Estaba muriendo. La sané. De no haber llegado hubiera muerto. Ella agradeció mi ayuda con un beso en la mejilla. Fue en señal en agradecimiento. Pero, estos humanos no lo hacen por agradecer nada. Sus bocas quedan pegadas largos minutos. Incluso podrían estar horas así.
-Idril. Hay otra cosa que no entiendo. – Señalo a los humanos sentados en el banco. -¿Qué hacen?-
Sarez
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Re: Primeras lecciones [Interpretativo] [libre] [1/1] [Cerrado]
Una vez que salió de la tienda escuché cómo respondía y asentí, desde luego había sido un cambio total de aspecto porque ahora, de no ser por nuestras orejas puntiagudas y alguna cosa más como el pelo, ambos podríamos mezclarnos perfectamente entre el gentío.
La calle en la que nos encontrábamos parecía ser una de las calles de comercio, ya que aunque suponía que no sería la principal, había pequeños puestecillos y varias tiendas cuyos dueños aprovechaban para alzar la voz de vez en cuando y atraer a la gente. Por un momento me imaginé todo aquello como si fuesen elfos los que llevaban esas tiendas y apenas vi que pudieran parecerse a nuestros métodos. Fue una sola vez de pequeña cuando estuve en un sitio del bosque donde algunos de los nuestros ponían su género a vender y lo recordaba todo de forma muy ordenada: los productos estaban escogidos especialmente y bien tratados, el que te atendía hablaba muy calmado y de forma educada, sin gritos ni aspavientos,...me preguntaba si seguirían haciéndolo igual.
Al contrario que Sarez no estoy tan atenta a los detalles y el comportamiento de la gente, voy fijándome en todo a la vez pero en nada concreto, simplemente camino en la dirección que creo es la adecuada:
-Idril. Hay otra cosa que no entiendo-Nada más escuchar mi nombre no pude evitar pararme y al ver que señalaba hacia una pareja de humanos que estaban sentados en un banco no muy lejos de nosotros, le hago un gesto para que baje la mano-...no les agrada que les señalen-Luego me fijé más detenidamente en lo que hacían esos dos y me quedé algo sorprendida por la pregunta del elfo-...¿nunca has...?-Iba a hacerle la pregunta más tonta del mundo, ¿que si había besado a alguien? Ni siquiera yo lo había hecho-Son pareja, es decir están juntos, enamorados el uno del otro-Comencé a caminar otra vez y me puse a pensar en lo que estaba diciendo, no sabía exactamente cómo explicarle aquello porque ni siquiera yo sabía del todo bien lo que era eso del ''amor''-...se besan porque se quieren-Murmuré, y dejé de mirarle a la cara por estar pendiente a lo que pensaba.
La calle en la que nos encontrábamos parecía ser una de las calles de comercio, ya que aunque suponía que no sería la principal, había pequeños puestecillos y varias tiendas cuyos dueños aprovechaban para alzar la voz de vez en cuando y atraer a la gente. Por un momento me imaginé todo aquello como si fuesen elfos los que llevaban esas tiendas y apenas vi que pudieran parecerse a nuestros métodos. Fue una sola vez de pequeña cuando estuve en un sitio del bosque donde algunos de los nuestros ponían su género a vender y lo recordaba todo de forma muy ordenada: los productos estaban escogidos especialmente y bien tratados, el que te atendía hablaba muy calmado y de forma educada, sin gritos ni aspavientos,...me preguntaba si seguirían haciéndolo igual.
Al contrario que Sarez no estoy tan atenta a los detalles y el comportamiento de la gente, voy fijándome en todo a la vez pero en nada concreto, simplemente camino en la dirección que creo es la adecuada:
-Idril. Hay otra cosa que no entiendo-Nada más escuchar mi nombre no pude evitar pararme y al ver que señalaba hacia una pareja de humanos que estaban sentados en un banco no muy lejos de nosotros, le hago un gesto para que baje la mano-...no les agrada que les señalen-Luego me fijé más detenidamente en lo que hacían esos dos y me quedé algo sorprendida por la pregunta del elfo-...¿nunca has...?-Iba a hacerle la pregunta más tonta del mundo, ¿que si había besado a alguien? Ni siquiera yo lo había hecho-Son pareja, es decir están juntos, enamorados el uno del otro-Comencé a caminar otra vez y me puse a pensar en lo que estaba diciendo, no sabía exactamente cómo explicarle aquello porque ni siquiera yo sabía del todo bien lo que era eso del ''amor''-...se besan porque se quieren-Murmuré, y dejé de mirarle a la cara por estar pendiente a lo que pensaba.
Idril Elensar
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Re: Primeras lecciones [Interpretativo] [libre] [1/1] [Cerrado]
Idril me baja la mano. Dice que a la gente no le agrada que les señalen. No pregunto por la razón y bajo inmediatamente la mano. ¿Nunca he hecho qué? No me gusta cuando deja las frases a medio hacer. Para ella puede resultar obvio entender como sigue la pregunta pero a mí me cuesta. La miro con los ojos bien abiertos. Siento curiosidad por lo que están haciendo. No es la primera vez que lo veo y quiero saber el por qué. Una vez vi a dos mujeres besándose entre ellas. Una era Ébano o Kelpie, no recuerdo su verdadero nombre, la otra una guardia de la ciudad. Entonces no entendí por qué lo hicieron. Justo delante de mí como si fuera una especie de mensaje, tal vez una invitación a algo que no comprendí en aquel entonces, ni comprendo ahora.
Pareja. Es la misma palabra que usó el conejo para describirnos a Idril y a mí. ¿En verdad lo somos? Están enamorados… No sé lo qué quiere decir Idril con eso. ¿Si, tal y como dijo el dependiente conejo, Idril y yo somos pareja quiere decir que estamos enamorados? ¿Cómo sé si estoy enamorado si no sé lo qué significa? Mi cabeza se llena de preguntas que parecen no tener respuestas.
Comenzamos a caminar de nuevo. Mi cabeza es un mar de preguntas. La respuesta de Idril solo había generado más y más preguntas. La mayoría de ellas no me atrevo a decírselas por miedo a parecer estúpido.
En mitad del camino, Idril vuelve hablar. Me mira directamente a la cara para hacerlo. Quererse. Eso sé lo que significa. Querer algo es desear que siempre esté a tu lado y no perderlo nunca. Quiero a Idril. Ella me hace sonreír. Quiero que esté siempre a mi lado, y yo al suyo. ¿Significa que estoy enamorado? No lo sé. En su voz parece que sea un sentimiento más profundo del deseo de permanecer al lado de alguien a cambio de una sonrisa.
-¿Somos pareja?- Me quedo quieto. Estamos en la “manzana” que dijo el dependiente conejo. Aquí debe de estar la casa de arcanista. Sin embargo, antes de llegar debo conocer la respuesta a esto. Es importante. No entiendo por qué razón pero es importante. Algo en mi interior me dice que lo es.
Pareja. Es la misma palabra que usó el conejo para describirnos a Idril y a mí. ¿En verdad lo somos? Están enamorados… No sé lo qué quiere decir Idril con eso. ¿Si, tal y como dijo el dependiente conejo, Idril y yo somos pareja quiere decir que estamos enamorados? ¿Cómo sé si estoy enamorado si no sé lo qué significa? Mi cabeza se llena de preguntas que parecen no tener respuestas.
Comenzamos a caminar de nuevo. Mi cabeza es un mar de preguntas. La respuesta de Idril solo había generado más y más preguntas. La mayoría de ellas no me atrevo a decírselas por miedo a parecer estúpido.
En mitad del camino, Idril vuelve hablar. Me mira directamente a la cara para hacerlo. Quererse. Eso sé lo que significa. Querer algo es desear que siempre esté a tu lado y no perderlo nunca. Quiero a Idril. Ella me hace sonreír. Quiero que esté siempre a mi lado, y yo al suyo. ¿Significa que estoy enamorado? No lo sé. En su voz parece que sea un sentimiento más profundo del deseo de permanecer al lado de alguien a cambio de una sonrisa.
-¿Somos pareja?- Me quedo quieto. Estamos en la “manzana” que dijo el dependiente conejo. Aquí debe de estar la casa de arcanista. Sin embargo, antes de llegar debo conocer la respuesta a esto. Es importante. No entiendo por qué razón pero es importante. Algo en mi interior me dice que lo es.
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Re: Primeras lecciones [Interpretativo] [libre] [1/1] [Cerrado]
Continuamos caminando y me costaba quitar de mis pensamientos la situación en la que me encontraba, es decir el haber respondido a su pregunta y el pensar en lo extrañamente bien que me sentía estando a su lado. Jamás había conocido lo que era el amor, sólo lo había leído en libros, visto en algunas personas y sobre todo vivido pero no en piel propia, si no con mis padres, se suponía que ellos dos se querían. ''¿Pero cómo se sabe realmente?'', en aquel tema me sentía tan perdida como pensaba que lo hacía el propio Sarez con muchas de las costumbres humanas u otras cosas desconocidas para él.
-¿Somos pareja?-Después de soltar la pregunta se quedó quieto y de esa forma sin darme cuenta avancé unos dos pasos más, quedé de espaldas a él y mi corazón palpitó por un momento de forma muy notable.
No sabía qué responderle, recordé que el hombre conejo nos había tratado como tal y en su momento no le quise dar importancia, tal vez porque no me había parado a pensarlo detenidamente. ''¿Y si lo somos y no lo sé?'', me llevé una mano al pecho, dudosa, realmente me estaba encontrando en un dilema interior al que no sabía dar sentido:
-...-Giré y me puse delante suya recuperando los pasos adelantados, ya estaba mirándole a los ojos cuando la pregunta se me vino a la mente y la solté así sin más, sin pensar siquiera lo que significaba-¿Tú...me quieres?
Pensaba que al preguntar aquello y de ser así las cosas cobrarían sentido, al fin y al cabo había dicho que la pareja de humanos estaban juntos porque se querían, eso podría aplicarse a nosotros...aunque algo me hizo retroceder en ese instante.
-No, espera, no respondas...-No sabía porqué pero mi corazón estaba nervioso y mis mejillas enrojecidas, una cosa que a su lado se estaba convirtiendo en costumbre. Sentía que no era el momento ni el lugar para tratar de ese tema, no con tanto humano ni tantas preguntas en mente.
Agradecí haberme dado cuenta entonces de que nos encontrábamos en la calle que queríamos y me di la vuelta colocándome a su lado para que comenzáramos a buscar la casa porque lo que era yo no tenía ni idea ese momento de cuál podría ser.
-¿Somos pareja?-Después de soltar la pregunta se quedó quieto y de esa forma sin darme cuenta avancé unos dos pasos más, quedé de espaldas a él y mi corazón palpitó por un momento de forma muy notable.
No sabía qué responderle, recordé que el hombre conejo nos había tratado como tal y en su momento no le quise dar importancia, tal vez porque no me había parado a pensarlo detenidamente. ''¿Y si lo somos y no lo sé?'', me llevé una mano al pecho, dudosa, realmente me estaba encontrando en un dilema interior al que no sabía dar sentido:
-...-Giré y me puse delante suya recuperando los pasos adelantados, ya estaba mirándole a los ojos cuando la pregunta se me vino a la mente y la solté así sin más, sin pensar siquiera lo que significaba-¿Tú...me quieres?
Pensaba que al preguntar aquello y de ser así las cosas cobrarían sentido, al fin y al cabo había dicho que la pareja de humanos estaban juntos porque se querían, eso podría aplicarse a nosotros...aunque algo me hizo retroceder en ese instante.
-No, espera, no respondas...-No sabía porqué pero mi corazón estaba nervioso y mis mejillas enrojecidas, una cosa que a su lado se estaba convirtiendo en costumbre. Sentía que no era el momento ni el lugar para tratar de ese tema, no con tanto humano ni tantas preguntas en mente.
Agradecí haberme dado cuenta entonces de que nos encontrábamos en la calle que queríamos y me di la vuelta colocándome a su lado para que comenzáramos a buscar la casa porque lo que era yo no tenía ni idea ese momento de cuál podría ser.
Idril Elensar
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Re: Primeras lecciones [Interpretativo] [libre] [1/1] [Cerrado]
Mi pregunta parece más seria de lo que pensé. Idril se aleja unos pasos de mí. Parece molesta. Siento un miedo irracional a su respuesta. El sentimiento de enamorarse es más fuerte de lo que creí. Lo veo en sus ojos. Ella sabe lo importante que es. Su importancia no se puede explicar con palabras. Idril me enseñó que hay no solo se habla con las palabras. Su sonrisa es la prueba de eso. Cuando sonríe siento que me dice cosas que no se explican con palabras.
Se gira. La distancia que nos separaba desaparece. Sus mejillas se sonrojan como cuando me vio salir con la ropa nueva. Antes, me había gustado ver el rojo de su cara, ahora siento miedo. Mi corazón palpita, él sabe algo que yo soy incapaz de comprender.
Abro los ojos sorprendido tras escuchar su pregunta. Sí, por supuesto que la quiero. Ella me hace sonreír. Es la única persona que me hace sonreír. Para mí, es la única persona que existe. La única con la que puedo estar. Me comprende, me enseña y me hace sentir cosas que nadie más me ha hecho sentir.
Estoy a punto de contestar cuando Idril me interrumpe. No quiere que conteste. Parece ser importante. Mi cabeza sigue llena de preguntas que no parecen tener respuesta. Si sigo preguntando no va a querer contestarme. Me arrepiento de haberle preguntado nada. La he molestado. Lo he hecho mal. Bajo la cabeza y sigo el camino hacia la casa del arcano.
Sin embargo, no puedo dejar de pensar en el por qué. ¿Por qué parece tan importante querer? Puede que esté equivocado. Puede que no sepa el significado de esa palabra. Querer. ¿Quiero a Idril? Debe de ser algo importante. Ella es importante para mí pero eso, a juzgar por su expresión, no basta. Debe de ser algo más profundo. “Amor”. Me viene a la cabeza esa palabra como si de un destello fugaz en una oscura noche se tratase. ¿Amo a Idril? ¿Es un sentimiento importante y profundo? Creo que soy capaz de comprender la reacción de Idril cuando le he preguntado si somos pareja. Todo se ha vuelto demasiado complicado.
Llegamos a las puertas de la casa del arcano. –Es aquí.- Le digo a Idril. Sé bien que es la casa del hombre en llamas por un único motivo. En su puerta hay un letrero con un extraño símbolo, como los símbolos que tiene tatuados Idril en su brazo. Parecen runas.
Llamo a la puerta. Una niña nos recibe. Debe de ser su hija. Recuerdo que el hombre en llamas mencionó que tenía una hija.
-Hola. ¿En qué puedo serviros?- Dice la joven. Tiene el pelo corto de color castaño y la cara redonda. Por su tono de voz parece más inteligente que muchos otros niños de su edad.
Miro hacia Idril. Ella sabe tratar con las personas. –Nosotros…- Empiezo la frase sin terminarla al igual que hace Idril. No hace falta terminarla. Ambos sabemos lo que hemos venido a hacer aquí. La única que no lo sabe es la niña.
Se gira. La distancia que nos separaba desaparece. Sus mejillas se sonrojan como cuando me vio salir con la ropa nueva. Antes, me había gustado ver el rojo de su cara, ahora siento miedo. Mi corazón palpita, él sabe algo que yo soy incapaz de comprender.
Abro los ojos sorprendido tras escuchar su pregunta. Sí, por supuesto que la quiero. Ella me hace sonreír. Es la única persona que me hace sonreír. Para mí, es la única persona que existe. La única con la que puedo estar. Me comprende, me enseña y me hace sentir cosas que nadie más me ha hecho sentir.
Estoy a punto de contestar cuando Idril me interrumpe. No quiere que conteste. Parece ser importante. Mi cabeza sigue llena de preguntas que no parecen tener respuesta. Si sigo preguntando no va a querer contestarme. Me arrepiento de haberle preguntado nada. La he molestado. Lo he hecho mal. Bajo la cabeza y sigo el camino hacia la casa del arcano.
Sin embargo, no puedo dejar de pensar en el por qué. ¿Por qué parece tan importante querer? Puede que esté equivocado. Puede que no sepa el significado de esa palabra. Querer. ¿Quiero a Idril? Debe de ser algo importante. Ella es importante para mí pero eso, a juzgar por su expresión, no basta. Debe de ser algo más profundo. “Amor”. Me viene a la cabeza esa palabra como si de un destello fugaz en una oscura noche se tratase. ¿Amo a Idril? ¿Es un sentimiento importante y profundo? Creo que soy capaz de comprender la reacción de Idril cuando le he preguntado si somos pareja. Todo se ha vuelto demasiado complicado.
Llegamos a las puertas de la casa del arcano. –Es aquí.- Le digo a Idril. Sé bien que es la casa del hombre en llamas por un único motivo. En su puerta hay un letrero con un extraño símbolo, como los símbolos que tiene tatuados Idril en su brazo. Parecen runas.
Llamo a la puerta. Una niña nos recibe. Debe de ser su hija. Recuerdo que el hombre en llamas mencionó que tenía una hija.
-Hola. ¿En qué puedo serviros?- Dice la joven. Tiene el pelo corto de color castaño y la cara redonda. Por su tono de voz parece más inteligente que muchos otros niños de su edad.
Miro hacia Idril. Ella sabe tratar con las personas. –Nosotros…- Empiezo la frase sin terminarla al igual que hace Idril. No hace falta terminarla. Ambos sabemos lo que hemos venido a hacer aquí. La única que no lo sabe es la niña.
- Niña:
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Sarez
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Re: Primeras lecciones [Interpretativo] [libre] [1/1] [Cerrado]
Miro hacia un lado y otro buscando la supuesta casa con los ojos. Tardé unos segundos en darme cuenta de que lo que realmente estaba haciendo era intentando calmar los latidos de mi corazón, no entendía bien porqué me había puesto así pero parecía que Sarez lo comprendía, parecía; otra parte de mí esperaba que no se hubiera tomado a mal mis palabras.
Estuve a punto de preguntar si sabía exactamente cuál era la casa pero al verlo caminar de nuevo y dirigirse sin duda alguna a una de ellas le seguí y preferí callar.
Nada más llegar a la puerta de la misma y llamar la que abrió fue una niña con las mejillas algo sonrosadas, lo típico en el aspecto de un niño, sólo que ésta parecía que en cierto modo había tenido que ''crecer'' un poco más antes que los demás:
-Hola. ¿En qué puedo serviros?-Lo primero que hice fue sonreír para que no se llevara una mala impresión de nosotros, aunque se la veía inteligente la primera impresión de unos extraños llamando a tu puerta tenía que ser importante-Nosotros, los dos, venimos a preguntar sobre ciertas runas y si tenéis alguna en venta...-Noté la mirada de Sarez hacia mí y comprendí que quería dejar que yo hablara así que así lo hice.
La chiquilla en un primer momento no pareció muy convencida, nos miró de arriba a abajo y también se fijó en nuestras orejas. No hizo como cualquier niño haría, es decir no se sorprendió ni cerró la puerta, todo lo contrario, la abrió un poco más y nos invitó a entrar. Antes de que entrásemos los dos le hice un gesto y le susurré a mi compañero: ''Intentaré distraerla para que puedas bajar al sótano''.
-Recuerdo que padre deja algunas cosas por aquí...-Caminaba delante de mí, ella iba la primera y el interior de la casa no era muy distinto al aspecto que tenía por fuera.
La madera reinaba por toda la estancia, hacia la derecha había un mueble con tres cajones bastante anchos y hacia el fondo una estancia que dirigía a una especie de cocina. En la izquierda de donde estábamos había otra puerta y ésta dirigía hacia un pasillo donde al final parecía distinguirse una especie de trampilla en el suelo.
Comenzó a buscar lo que quería entre los cajones del único armario que había por allí. Aparte de ese mueble sólo había una mesa pegada a la pared del fondo que tenía una silla donde poder sentarse. La verdad que no tenía mucha pinta de haber sido una tienda, aunque imaginaba que tal y como habló el conejo del dueño de la casa haría bastante tiempo que el negocio no marchaba con normalidad.
Aún por esas la niña nos había dejado entrar lo que significaba que seguirían haciendo encargos de alguna forma. Ahora no, por supuesto, el arcano había fallecido.
Estuve a punto de preguntar si sabía exactamente cuál era la casa pero al verlo caminar de nuevo y dirigirse sin duda alguna a una de ellas le seguí y preferí callar.
Nada más llegar a la puerta de la misma y llamar la que abrió fue una niña con las mejillas algo sonrosadas, lo típico en el aspecto de un niño, sólo que ésta parecía que en cierto modo había tenido que ''crecer'' un poco más antes que los demás:
-Hola. ¿En qué puedo serviros?-Lo primero que hice fue sonreír para que no se llevara una mala impresión de nosotros, aunque se la veía inteligente la primera impresión de unos extraños llamando a tu puerta tenía que ser importante-Nosotros, los dos, venimos a preguntar sobre ciertas runas y si tenéis alguna en venta...-Noté la mirada de Sarez hacia mí y comprendí que quería dejar que yo hablara así que así lo hice.
La chiquilla en un primer momento no pareció muy convencida, nos miró de arriba a abajo y también se fijó en nuestras orejas. No hizo como cualquier niño haría, es decir no se sorprendió ni cerró la puerta, todo lo contrario, la abrió un poco más y nos invitó a entrar. Antes de que entrásemos los dos le hice un gesto y le susurré a mi compañero: ''Intentaré distraerla para que puedas bajar al sótano''.
-Recuerdo que padre deja algunas cosas por aquí...-Caminaba delante de mí, ella iba la primera y el interior de la casa no era muy distinto al aspecto que tenía por fuera.
La madera reinaba por toda la estancia, hacia la derecha había un mueble con tres cajones bastante anchos y hacia el fondo una estancia que dirigía a una especie de cocina. En la izquierda de donde estábamos había otra puerta y ésta dirigía hacia un pasillo donde al final parecía distinguirse una especie de trampilla en el suelo.
Comenzó a buscar lo que quería entre los cajones del único armario que había por allí. Aparte de ese mueble sólo había una mesa pegada a la pared del fondo que tenía una silla donde poder sentarse. La verdad que no tenía mucha pinta de haber sido una tienda, aunque imaginaba que tal y como habló el conejo del dueño de la casa haría bastante tiempo que el negocio no marchaba con normalidad.
Aún por esas la niña nos había dejado entrar lo que significaba que seguirían haciendo encargos de alguna forma. Ahora no, por supuesto, el arcano había fallecido.
Idril Elensar
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Re: Primeras lecciones [Interpretativo] [libre] [1/1] [Cerrado]
Eso no es lo que yo continúa a la frase que yo había empezado. Idril miente a la niña. Hemos venido a la casa del hombre en llamas para destruir su trabajo no para comprar nada. No sé qué es lo que debo o no debo hacer. Idril no me ha dicho nada acerca de comprar runas.
La niña nos examina de hito en hito. Está dudando. Si estuviera vestido con la ropa vieja estoy seguro que nos cerraría la puerta. Pero, no lo estoy. Llevo puesta la ropa nueva. Parezco un ciudadano más. Abre la puerta y nos invita a pasar con un gesto educado. Idril es la primera entrar, yo no me atrevo. Me quedo parado en el umbral de la puerta. Sigo sorprendido por la mentira que ha dicho Idril. Esa no era la razón por la que estamos aquí. Debemos cumplir la última voluntad del hombre en llamas.
Idril, tal vez al ver mi cara de asombro, me hace un gesto para invitarme a entrar acompañándolas con unas palabras en voz baja que solo mis oídos de elfo alcanzan a oír. Ahora lo comprendo. No vamos a comprar nada. Idril entretiene a la niña mientras yo debo destruir el trabajo del sótano del hombre en llamas. Si le hubiéramos dicho lo que vamos a hacer, la niña no nos hubiera abierto la puerta. Las mentiras también son útiles.
Comienzo a caminar tras la niña e Idril. Les sigo. Debo encontrar el sótano. Miro hacia la derecha. Veo estanterías, cajones como los de la tienda del dependiente conejo. Miro hacia la derecha. Hay una puerta abierta, al fondo distingo otra puerta pegada en el suelo. Debe de ser allí. Las puertas del suelo llevan abajo, al sótano. La niña busca entre los cajones las runas que Idril ha pedido ver. Está entretenida. Es mi oportunidad. He de darme prisa. Camino deprisa hacia la puerta pegada en el suelo. En el bosque, el sigilo es importante: caminar sin que nadie me vea ni nadie me oiga. Hago uso del sigilo que aprendí en el bosque. Llego a la puerta del suelo y la niña todavía sigue buscando. No me ha visto. No me ha oído.
Bajo el suelo, el lugar que los humanos llaman sótano, veo dos enormes estanterías repletas de libros, en medio de ambos muebles se encuentra un escritorio, el lugar donde el hombre en llamas trabajaba, y en frente una chimenea donde él inscribía las runas. Voy hacia el escritorio. Me siento en la silla para estar más cómodo y examino todo lo que allí encima se encuentra. Solo hay papeles. Letras que unidas forman palabras. Me cuesta comprender lo que dice. La caligrafía del arcano era realmente mala y mi mala lectura no ayuda. Encima del escritorio veo dos retratos. En el primero hay un hombre y una mujer. En el segundo está el mismo hombre más viejo y triste y la niña de la entrada. Ese hombre es el hombre en llamas.
“¡Destrúyelo! Destruye todo lo que haya.” Sus palabras resuenan en mi cabeza. Cojo los papeles y los quemó en la chimenea. Hago lo mismo con los libros de la estantería. El fuego no es morado y verde como las llamas del arcano; es rojo, amarillo y naranja, tiene el color que debe de tener el fuego. El humo inunda todo el sótano y sale por la puerta del suelo que ahora se encuentra en el techo. La niña se dará cuenta. Debo destruirlo todo antes de que ella vea el fuego. “¡Destrúyelo! Destruye todo lo que haya. No permitas que mi hija lo lea….” No quedan más libros en las estanterías ni papeles en el escritorio. El sótano ha quedado vacío. Solo quedan las dos pinturas que cuelgan encima del escritorio. “Destruye todo lo que haya.” Cojo el segundo cuadro, el del hombre en llamas y su hija y lo quemo junto a la ceniza de los otros libros.
Solo queda una de las dos pinturas. La del hombre en llamas y la mujer. Aquí el arcano sonríe. No está triste como en la otra pintura, ni tampoco llora como cuando lo vi consumirse en el lago. Sonríe. Es bueno sonreír. Es porque está con esa mujer, ella es su Idril. No puedo quemar este cuadro. Es más importante que el otro, más profundo. Es por el amor. Creo que he comprendido qué es el amor. Dejo el cuadro en el lugar que le corresponde. Es lo único que queda en el sótano.
La niña nos examina de hito en hito. Está dudando. Si estuviera vestido con la ropa vieja estoy seguro que nos cerraría la puerta. Pero, no lo estoy. Llevo puesta la ropa nueva. Parezco un ciudadano más. Abre la puerta y nos invita a pasar con un gesto educado. Idril es la primera entrar, yo no me atrevo. Me quedo parado en el umbral de la puerta. Sigo sorprendido por la mentira que ha dicho Idril. Esa no era la razón por la que estamos aquí. Debemos cumplir la última voluntad del hombre en llamas.
Idril, tal vez al ver mi cara de asombro, me hace un gesto para invitarme a entrar acompañándolas con unas palabras en voz baja que solo mis oídos de elfo alcanzan a oír. Ahora lo comprendo. No vamos a comprar nada. Idril entretiene a la niña mientras yo debo destruir el trabajo del sótano del hombre en llamas. Si le hubiéramos dicho lo que vamos a hacer, la niña no nos hubiera abierto la puerta. Las mentiras también son útiles.
Comienzo a caminar tras la niña e Idril. Les sigo. Debo encontrar el sótano. Miro hacia la derecha. Veo estanterías, cajones como los de la tienda del dependiente conejo. Miro hacia la derecha. Hay una puerta abierta, al fondo distingo otra puerta pegada en el suelo. Debe de ser allí. Las puertas del suelo llevan abajo, al sótano. La niña busca entre los cajones las runas que Idril ha pedido ver. Está entretenida. Es mi oportunidad. He de darme prisa. Camino deprisa hacia la puerta pegada en el suelo. En el bosque, el sigilo es importante: caminar sin que nadie me vea ni nadie me oiga. Hago uso del sigilo que aprendí en el bosque. Llego a la puerta del suelo y la niña todavía sigue buscando. No me ha visto. No me ha oído.
Bajo el suelo, el lugar que los humanos llaman sótano, veo dos enormes estanterías repletas de libros, en medio de ambos muebles se encuentra un escritorio, el lugar donde el hombre en llamas trabajaba, y en frente una chimenea donde él inscribía las runas. Voy hacia el escritorio. Me siento en la silla para estar más cómodo y examino todo lo que allí encima se encuentra. Solo hay papeles. Letras que unidas forman palabras. Me cuesta comprender lo que dice. La caligrafía del arcano era realmente mala y mi mala lectura no ayuda. Encima del escritorio veo dos retratos. En el primero hay un hombre y una mujer. En el segundo está el mismo hombre más viejo y triste y la niña de la entrada. Ese hombre es el hombre en llamas.
“¡Destrúyelo! Destruye todo lo que haya.” Sus palabras resuenan en mi cabeza. Cojo los papeles y los quemó en la chimenea. Hago lo mismo con los libros de la estantería. El fuego no es morado y verde como las llamas del arcano; es rojo, amarillo y naranja, tiene el color que debe de tener el fuego. El humo inunda todo el sótano y sale por la puerta del suelo que ahora se encuentra en el techo. La niña se dará cuenta. Debo destruirlo todo antes de que ella vea el fuego. “¡Destrúyelo! Destruye todo lo que haya. No permitas que mi hija lo lea….” No quedan más libros en las estanterías ni papeles en el escritorio. El sótano ha quedado vacío. Solo quedan las dos pinturas que cuelgan encima del escritorio. “Destruye todo lo que haya.” Cojo el segundo cuadro, el del hombre en llamas y su hija y lo quemo junto a la ceniza de los otros libros.
Solo queda una de las dos pinturas. La del hombre en llamas y la mujer. Aquí el arcano sonríe. No está triste como en la otra pintura, ni tampoco llora como cuando lo vi consumirse en el lago. Sonríe. Es bueno sonreír. Es porque está con esa mujer, ella es su Idril. No puedo quemar este cuadro. Es más importante que el otro, más profundo. Es por el amor. Creo que he comprendido qué es el amor. Dejo el cuadro en el lugar que le corresponde. Es lo único que queda en el sótano.
Sarez
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Re: Primeras lecciones [Interpretativo] [libre] [1/1] [Cerrado]
Mientras la niña buscaba entre los cajones yo no esperaba otra cosa más que Sarez se diese prisa, primero pensé que todavía seguía en la puerta pero cuando vine a darme cuenta ya no estaba. Había sido más sigiloso de lo que pensaba y eso era bueno, si ni yo me di cuenta la niña tampoco:
-¿Lo habrá dejado en el sótano?-De repente la escuché decir esas palabras cuando casi tenía la cabeza metida dentro de un cajón y me acerqué con toda rapidez porque se giró para encaminarse abajo-No pasa nada, todas las runas nos interesan, valen las que tiene aquí-Estaba tan ensimismada con lo de buscar lo que le había pedido que en ese momento ni siquiera se dio cuenta de que él no estaba.
En un principio estuvo dudosa de si enseñarme o no el material que tenía en los cajones, pero al final decidió sacarlos y con cuidado colocó muchas de esas cosas sobre la mesa del fondo, la que estaba pegada a la pared.
-Puede mirar todo lo que quiera, padre dice que estos papeles son importantes-Fui hacia todo ese amasijo de papeles a la vez que por dentro sentía algo de lástima por aquella chiquilla, aún no sabía que se había quedado sola y probablemente nunca se enteraría de lo que le había pasado a su padre-...tengo que...-No supe muy bien lo que quiso decir después pero empezó a poner cara de extrañada-...¿no huele como a humo? ¿Como si algo se quemara?-Se alarmó, estaba claro que lo hizo pero en mi caso ya sabía que si olía a humo el culpable sería Sarez. Tenía que seguir consiguiéndole tiempo si quería que el haber mentido sirviera para algo-A veces el papel huele de forma extraña si lo guardas durante mucho tiempo en un sitio-Solté cogiendo una de las hojas que había encima de la mesa.
La niña me miró con una de las cara más raras que había podido poner y aunque no pareció muy convencida, al coger el papel se dio cuenta de parte del tatuaje que tenía y se quedó mirándolo. No sabía muy bien si le fascinaba o le parecía raro.
-¿Son...runas?-Murmuró interesada, por dentro daba gracias de que aún no se diera cuenta de que no estaba mi compañero-Algo así, tienen cierto parecido-Volví a sonreír y le enseñé varios papeles que por encima veía que tenían ciertas semejanzas con las mías.
Se puso a comparar entre mi brazo y lo que veía en el papel, me pareció curioso y tuve que admitir que en ese momento sonreía de forma sincera, lo mismo se me daban mejor los niños de lo que pensaba. Aunque aún no tenía muy claro cómo habíamos pasado de querer ''comprar'' unas runas a observar mi tatuaje.
Al paso de un rato comencé a ponerme ciertamente nerviosa, intentaba disimularlo y la niña también se notaba más pendiente que antes a su alrededor, digamos que no era tan sencillo entretenerla durante tanto tiempo.
-Eh...¿dónde está el hombre?-En otra ocasión habría podido pensar algo rápidamente pero me había quedado en blanco, lo cierto es que hasta estaba preocupada por saber si estaría bien o no.
-¿Lo habrá dejado en el sótano?-De repente la escuché decir esas palabras cuando casi tenía la cabeza metida dentro de un cajón y me acerqué con toda rapidez porque se giró para encaminarse abajo-No pasa nada, todas las runas nos interesan, valen las que tiene aquí-Estaba tan ensimismada con lo de buscar lo que le había pedido que en ese momento ni siquiera se dio cuenta de que él no estaba.
En un principio estuvo dudosa de si enseñarme o no el material que tenía en los cajones, pero al final decidió sacarlos y con cuidado colocó muchas de esas cosas sobre la mesa del fondo, la que estaba pegada a la pared.
-Puede mirar todo lo que quiera, padre dice que estos papeles son importantes-Fui hacia todo ese amasijo de papeles a la vez que por dentro sentía algo de lástima por aquella chiquilla, aún no sabía que se había quedado sola y probablemente nunca se enteraría de lo que le había pasado a su padre-...tengo que...-No supe muy bien lo que quiso decir después pero empezó a poner cara de extrañada-...¿no huele como a humo? ¿Como si algo se quemara?-Se alarmó, estaba claro que lo hizo pero en mi caso ya sabía que si olía a humo el culpable sería Sarez. Tenía que seguir consiguiéndole tiempo si quería que el haber mentido sirviera para algo-A veces el papel huele de forma extraña si lo guardas durante mucho tiempo en un sitio-Solté cogiendo una de las hojas que había encima de la mesa.
La niña me miró con una de las cara más raras que había podido poner y aunque no pareció muy convencida, al coger el papel se dio cuenta de parte del tatuaje que tenía y se quedó mirándolo. No sabía muy bien si le fascinaba o le parecía raro.
-¿Son...runas?-Murmuró interesada, por dentro daba gracias de que aún no se diera cuenta de que no estaba mi compañero-Algo así, tienen cierto parecido-Volví a sonreír y le enseñé varios papeles que por encima veía que tenían ciertas semejanzas con las mías.
Se puso a comparar entre mi brazo y lo que veía en el papel, me pareció curioso y tuve que admitir que en ese momento sonreía de forma sincera, lo mismo se me daban mejor los niños de lo que pensaba. Aunque aún no tenía muy claro cómo habíamos pasado de querer ''comprar'' unas runas a observar mi tatuaje.
Al paso de un rato comencé a ponerme ciertamente nerviosa, intentaba disimularlo y la niña también se notaba más pendiente que antes a su alrededor, digamos que no era tan sencillo entretenerla durante tanto tiempo.
-Eh...¿dónde está el hombre?-En otra ocasión habría podido pensar algo rápidamente pero me había quedado en blanco, lo cierto es que hasta estaba preocupada por saber si estaría bien o no.
Idril Elensar
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Re: Primeras lecciones [Interpretativo] [libre] [1/1] [Cerrado]
Todo el trabajo de un hombre ha quedado reducido a cenizas. No hay nada en esta casa que recuerde al difunto arcano. Nada salvo el cuadro que he querido dejar y su hija, sangre de su sangre. Me hace que pensar en lo fría que es la muerte. ¿Cuándo yo muera quedará algo de mí? No he hecho nada en toda mi vida. Solo he sobrevivido como un animal. Nunca me lo he planteado. Cuando muera, nadie sabrá que he existido. Nadie excepto Idril.
Salgo del sótano. Siento mis ojos enrojecidos por el humo. Fuera veo a Idril y a la niña. Han visto el humo que salía del sótano mientras quemaba los papeles y los libros. La hija del arcano me mira de una forma extraña. Su cara, antes totalmente inexpresiva, cobra un sentimiento de ira mezclado con la sorpresa.
No sé qué decir, ni cómo debo contestar al ver esa cara. Idril no me lo ha enseñado. En otra ocasión, me hubiera ido. Hubiera dejado la niña sola con su rabia. Pero, si lo hago ahora, Idril se quedaría ahí junto a la niña y su ira. Idril depende de mí casi tanto dependo yo de ella.
-¿Qué ha hecho?- Que la niña no alcé la voz no la hace menos peligrosa. [/color]
-Cumplir el último deseo de tu padre.- No digo nada más que la verdad. No sé utilizar la mentira a mi voluntad como ha hecho Idril. No puedo mentirle a la niña, aunque me gustaría poder hacerlo.
Salgo del sótano. Siento mis ojos enrojecidos por el humo. Fuera veo a Idril y a la niña. Han visto el humo que salía del sótano mientras quemaba los papeles y los libros. La hija del arcano me mira de una forma extraña. Su cara, antes totalmente inexpresiva, cobra un sentimiento de ira mezclado con la sorpresa.
No sé qué decir, ni cómo debo contestar al ver esa cara. Idril no me lo ha enseñado. En otra ocasión, me hubiera ido. Hubiera dejado la niña sola con su rabia. Pero, si lo hago ahora, Idril se quedaría ahí junto a la niña y su ira. Idril depende de mí casi tanto dependo yo de ella.
-¿Qué ha hecho?- Que la niña no alcé la voz no la hace menos peligrosa. [/color]
-Cumplir el último deseo de tu padre.- No digo nada más que la verdad. No sé utilizar la mentira a mi voluntad como ha hecho Idril. No puedo mentirle a la niña, aunque me gustaría poder hacerlo.
Sarez
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Re: Primeras lecciones [Interpretativo] [libre] [1/1] [Cerrado]
Comenzaron a escucharse unos pasos cuando el olor a humo se hacía cada vez más notorio y segundos después apareció Sarez. En mi caso quedé aliviada al verle, en el de la niña su rostro se tornó de la sospecha y el estar extrañada a la rabia:
-¿Qué ha hecho?-Dio unos pasos hacia él mientras lo preguntaba y al obtener respuesta se quedó fría, quieta. Por un momento pensé que le pasaría algo, que se desplomaría, pero para mi sorpresa se atrevió a preguntar lo que parecía evidente-...¿mi padre ha muerto?
No le contesté, esperaba que Sarez tampoco lo hiciera, dependía de él, pero la niña aún habiendo pasado de la rabia a la tristeza, ahora regresó de nuevo a esa primera emoción.
-¡¿Por qué sale humo del sótano?! ¡¿Qué ha hecho?!-Estaba detrás suya, lo que veía de ella era prácticamente su espalda todo el rato pero podía notar que sus ojos estaban a punto de convertirse en un mar de lágrimas.
Antes de dar lugar a que dijéramos algo, salió corriendo hacia el pasillo que dirigía a la trampilla del sótano y allí comenzó a toser por el humo, pero no quiso volver atrás.
Sentía preocupación y algo de impotencia por la chiquilla, pero a esas alturas lo mejor que podríamos hacer sería desaparecer, dejar que viviera su vida y que con suerte tuviera algún familiar cercano con el que poder continuar creciendo. Por esto mismo le hice un gesto al elfo y le apremié a que saliéramos, al fin y al cabo habíamos cumplido nuestro cometido.
La puerta de la casa había permanecido abierta todo el rato, lo que ayudó a que el humo saliera con más facilidad, pero a la vez estaba alarmando a algunas de las personas que pasaban por la calle. Que hubiera humo solía ser señal de incendio y en los humanos conocía bien lo exagerados que podían ser algunas veces, así que cuanto antes nos quitáramos de la vista de todos mejor. Principalmente por si a la chiquilla se le ocurría salir gritando o alguna otra cosa por la cual pudiéramos acabar con la guardia.
-¿Qué ha hecho?-Dio unos pasos hacia él mientras lo preguntaba y al obtener respuesta se quedó fría, quieta. Por un momento pensé que le pasaría algo, que se desplomaría, pero para mi sorpresa se atrevió a preguntar lo que parecía evidente-...¿mi padre ha muerto?
No le contesté, esperaba que Sarez tampoco lo hiciera, dependía de él, pero la niña aún habiendo pasado de la rabia a la tristeza, ahora regresó de nuevo a esa primera emoción.
-¡¿Por qué sale humo del sótano?! ¡¿Qué ha hecho?!-Estaba detrás suya, lo que veía de ella era prácticamente su espalda todo el rato pero podía notar que sus ojos estaban a punto de convertirse en un mar de lágrimas.
Antes de dar lugar a que dijéramos algo, salió corriendo hacia el pasillo que dirigía a la trampilla del sótano y allí comenzó a toser por el humo, pero no quiso volver atrás.
Sentía preocupación y algo de impotencia por la chiquilla, pero a esas alturas lo mejor que podríamos hacer sería desaparecer, dejar que viviera su vida y que con suerte tuviera algún familiar cercano con el que poder continuar creciendo. Por esto mismo le hice un gesto al elfo y le apremié a que saliéramos, al fin y al cabo habíamos cumplido nuestro cometido.
La puerta de la casa había permanecido abierta todo el rato, lo que ayudó a que el humo saliera con más facilidad, pero a la vez estaba alarmando a algunas de las personas que pasaban por la calle. Que hubiera humo solía ser señal de incendio y en los humanos conocía bien lo exagerados que podían ser algunas veces, así que cuanto antes nos quitáramos de la vista de todos mejor. Principalmente por si a la chiquilla se le ocurría salir gritando o alguna otra cosa por la cual pudiéramos acabar con la guardia.
Idril Elensar
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Re: Primeras lecciones [Interpretativo] [libre] [1/1] [Cerrado]
No me atrevo a contestar a la pregunta de la joven. Es obvio que su padre ha muerto. Se lo he dicho. No entiendo por qué necesita que se lo confirme. Si era el último deseo de su padre es por qué este está muerto. Ella lo ha entendido. Sé que lo ha entendido; sus ojos llorosos así lo demuestran. Entonces, ¿por qué quiere que se lo recuerde?
Idril tampoco dice nada. Esperaba que fuera ella quien lo explicase todo. Idril sabe hablar mejor que yo. Sin embargo, se mantiene callada. No hace nada ni dice nada. La miro con un gesto de suplica. La situación es muy incómoda.
La niña comienza a gritar. Su padre ha fallecido y se preocupa por el sótano. Soy incapaz de comprender su reacción. Sus gritos y su llanto podrían destrozar el corazón más insensible que existiera. Mi silencio continúa. Sigo teniendo miedo. Una joven una humana me da miedo. Tengo miedo de herir todavía más su frágil corazón. Tras los gritos corre desconsoladamente hacia el vacío sótano sin decir nada más.
Idril me hace una señal para que nos vayamos. Nuestro trabajo ha terminado. Debemos irnos. Mas, yo siento que no puedo marcharme. Por mi culpa una niña está llorando. No tiene a nadie a su lado que le haga sonreír. No hay madre, tampoco hay padre. Solo está ella sola llorando. Me recuerda a mí cuando me desterraron. La niña ha sido desterrada y yo he sido el desterrador.
-No puedo.- Le digo a Idril cogiéndole de las manos. – Me has enseñado mucho hoy. – Miro hacia la puerta del suelo que conduce al sótano. – Todavía falta una última lección.- Necesito tocarla, saber que cuando me vaya ella seguirá conmigo. Paso mis manos entre sus delicados dedos. –Volveré.-
Suelto las manos de Idril y bajo por la puerta del suelo hacia el sótano. La niña está sentada en el suelo. Está llorando. Su mirada está fija en el cuadro que había dejado sin destruir. Paso a paso me pongo detrás de ella. Sabe que estoy aquí pero no me dice nada. Continúa llorando.
Cuando dije a Idril que tenía que bajar parecía estar seguro de ello. Creía que las palabras correctas vendrían a mí. Pero, ahora que estoy junto a la hija del difunto arcano no tengo palabras. Opto por sentarme a su lado con las piernas entre cruzadas tal y como ella lo hace.
-Era mi padre…- Dice la niña entre lágrimas. Me mantengo callado. Sigo sin saber qué contestarle. –¿Es verdad que está muerto?-
-Sí.- No entiendo la necesidad de querer que le contestase algo que ya sabe. -¿Por qué lo haces? Ya sabes que está muerto. ¿Por qué lo has preguntado?-
-¡Vete!- Grita. -¡Vete!- Repite como si fuera una amenaza pero no contesta a mi pregunta.
-No. He venido aquí para que sonrías.-
-¡Estás loco! ¿¡Cómo voy a sonreír sabiendo que mi padre está muerto!? ¡FUERA DE AQUÍ!-
-No.- Me mantengo tranquilo. Los gritos de la niña no me afectan. Cojo la cabeza de la joven y la dirijo hacia el cuadro. –Mira. Tu padre sonríe.- La joven deja de patalear y gritar y mantiene su mirada fija en el rostro que refleja la pintura del cuadro. - En el otro cuadro no sonreía. Lo quemé. También quemé los papeles y los libros. Los quemé porque tu padre me lo pidió.- Hay un extraño silencio. La niña no me contesta. Noto sus lágrimas caer entre mis manos. Debo de continuar hablando. –Queme todo lo que no le hacía sonreír. Me pidió que tú no tenías que leer su trabajo. Ahora sé porqué. Si lo hubieras hecho no hubieras sonreído nunca más.- Miro hacia la puerta donde sé que en el otro lado me espera Idril. – Sonreír es importante y profundo. Como el amor.-
-Necesito estar sola. Vete.- Las lágrimas cesaron. Me parece ver una leve sonrisa en sus labios. La niña lo había comprendido. Pronto estará mejor, lo sé. Solo necesita pensar en lo que ha ocurrido. Necesita estar sola.
Subo las escaleras para encontrarme con Idril. –Ya sé qué es el amor.- Le digo con cierto orgullo. –Volvamos a casa.-
Idril tampoco dice nada. Esperaba que fuera ella quien lo explicase todo. Idril sabe hablar mejor que yo. Sin embargo, se mantiene callada. No hace nada ni dice nada. La miro con un gesto de suplica. La situación es muy incómoda.
La niña comienza a gritar. Su padre ha fallecido y se preocupa por el sótano. Soy incapaz de comprender su reacción. Sus gritos y su llanto podrían destrozar el corazón más insensible que existiera. Mi silencio continúa. Sigo teniendo miedo. Una joven una humana me da miedo. Tengo miedo de herir todavía más su frágil corazón. Tras los gritos corre desconsoladamente hacia el vacío sótano sin decir nada más.
Idril me hace una señal para que nos vayamos. Nuestro trabajo ha terminado. Debemos irnos. Mas, yo siento que no puedo marcharme. Por mi culpa una niña está llorando. No tiene a nadie a su lado que le haga sonreír. No hay madre, tampoco hay padre. Solo está ella sola llorando. Me recuerda a mí cuando me desterraron. La niña ha sido desterrada y yo he sido el desterrador.
-No puedo.- Le digo a Idril cogiéndole de las manos. – Me has enseñado mucho hoy. – Miro hacia la puerta del suelo que conduce al sótano. – Todavía falta una última lección.- Necesito tocarla, saber que cuando me vaya ella seguirá conmigo. Paso mis manos entre sus delicados dedos. –Volveré.-
Suelto las manos de Idril y bajo por la puerta del suelo hacia el sótano. La niña está sentada en el suelo. Está llorando. Su mirada está fija en el cuadro que había dejado sin destruir. Paso a paso me pongo detrás de ella. Sabe que estoy aquí pero no me dice nada. Continúa llorando.
Cuando dije a Idril que tenía que bajar parecía estar seguro de ello. Creía que las palabras correctas vendrían a mí. Pero, ahora que estoy junto a la hija del difunto arcano no tengo palabras. Opto por sentarme a su lado con las piernas entre cruzadas tal y como ella lo hace.
-Era mi padre…- Dice la niña entre lágrimas. Me mantengo callado. Sigo sin saber qué contestarle. –¿Es verdad que está muerto?-
-Sí.- No entiendo la necesidad de querer que le contestase algo que ya sabe. -¿Por qué lo haces? Ya sabes que está muerto. ¿Por qué lo has preguntado?-
-¡Vete!- Grita. -¡Vete!- Repite como si fuera una amenaza pero no contesta a mi pregunta.
-No. He venido aquí para que sonrías.-
-¡Estás loco! ¿¡Cómo voy a sonreír sabiendo que mi padre está muerto!? ¡FUERA DE AQUÍ!-
-No.- Me mantengo tranquilo. Los gritos de la niña no me afectan. Cojo la cabeza de la joven y la dirijo hacia el cuadro. –Mira. Tu padre sonríe.- La joven deja de patalear y gritar y mantiene su mirada fija en el rostro que refleja la pintura del cuadro. - En el otro cuadro no sonreía. Lo quemé. También quemé los papeles y los libros. Los quemé porque tu padre me lo pidió.- Hay un extraño silencio. La niña no me contesta. Noto sus lágrimas caer entre mis manos. Debo de continuar hablando. –Queme todo lo que no le hacía sonreír. Me pidió que tú no tenías que leer su trabajo. Ahora sé porqué. Si lo hubieras hecho no hubieras sonreído nunca más.- Miro hacia la puerta donde sé que en el otro lado me espera Idril. – Sonreír es importante y profundo. Como el amor.-
-Necesito estar sola. Vete.- Las lágrimas cesaron. Me parece ver una leve sonrisa en sus labios. La niña lo había comprendido. Pronto estará mejor, lo sé. Solo necesita pensar en lo que ha ocurrido. Necesita estar sola.
Subo las escaleras para encontrarme con Idril. –Ya sé qué es el amor.- Le digo con cierto orgullo. –Volvamos a casa.-
Sarez
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