Un respiro para el Alma. [Libre / Alberic + 0/1]
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Un respiro para el Alma. [Libre / Alberic + 0/1]
La corta distancia que tuvieron que recorrer para estar a salvo, para dejar de aspirar la peste de sangre que envolvía a aquella construcción retorcida de los hombres, pareció un trayecto enorme. A causa del cansancio, de las heridas… de la tristeza. Aun cuando el paciente con el número 71 los había ayudado a curar vanamente las diversas profanaciones de sus cuerpos, aquello no les ofreció nuevas fuerzas.
Al parecer, nadie tenía deseos de pronunciar palabra alguna, los sobrevivientes se dispersaron, se perdieron de la vista de los otros… a excepción de ese par, el joven humano sin mano diestra, y la loba empapada de impotencia. Ella era el soporte de aquel cuerpo débil que no había tenido descanso para recuperarse de toda la sangre perdida.
No creía en absoluto que los alrededores del pantano fuera un lugar idóneo para su herida y su necesidad. La loba aspiraba el sutil olor del agua limpia y la tierra fértil, el sitio al que debían llegar. A duras penas caminaban sin pronunciar palabra, cuidando cada paso, con el brazo del humano alrededor de su cuello.
Los parpados le pesaban como dos rocas, los labios secos le ardían si a caso por instinto los tratara de humedecer. No se detendría, sólo hasta dejar a su compañero en el lugar que visualizaba por medio de sus sentidos podría desvanecerse si lo deseaba, pero no ahora. La posición del sol sobre sus cabezas dictaba que el día aun estaba en la parte media de su vida, llevaban varias horas de caminata, y no en vano hubieron soportado. Tras la maleza que comenzaba a nacer con un inspirador color verde, el sonido del agua precipitándose sobre el lago se escabullía entre las hojas. El sonido más dulce que recordara desde la voz de su madre cuyo rostro había olvidado…
La respiración de Aredhel era lenta y dificultosa, había procurado durante todo el camino cargar con la mayoría del peso de Alberic, para que éste no se esforzara demasiado. Aunado a que, el día o el tiempo que hubieran permanecido dentro de aquella pesadilla no habían conciliado el sueño en absoluto, sin alimento, con escasa agua. Colocó lentamente junto a la corteza de un gran árbol el cuerpo del humano, y se desplomó de cara a la hierba. Esto ha sido todo… pensó mientras la luz desaparecía tras sus parpados, no podría atender la herida, ni procurarle un alimento. Las fuerzas con las que lo llevara a aquel sitio ya no le pertenecían, y aun así las retuvo… no había nada más de donde servirse.
Seguramente ambos… se habrían dejado vencer ante el sueño.
Al parecer, nadie tenía deseos de pronunciar palabra alguna, los sobrevivientes se dispersaron, se perdieron de la vista de los otros… a excepción de ese par, el joven humano sin mano diestra, y la loba empapada de impotencia. Ella era el soporte de aquel cuerpo débil que no había tenido descanso para recuperarse de toda la sangre perdida.
No creía en absoluto que los alrededores del pantano fuera un lugar idóneo para su herida y su necesidad. La loba aspiraba el sutil olor del agua limpia y la tierra fértil, el sitio al que debían llegar. A duras penas caminaban sin pronunciar palabra, cuidando cada paso, con el brazo del humano alrededor de su cuello.
Los parpados le pesaban como dos rocas, los labios secos le ardían si a caso por instinto los tratara de humedecer. No se detendría, sólo hasta dejar a su compañero en el lugar que visualizaba por medio de sus sentidos podría desvanecerse si lo deseaba, pero no ahora. La posición del sol sobre sus cabezas dictaba que el día aun estaba en la parte media de su vida, llevaban varias horas de caminata, y no en vano hubieron soportado. Tras la maleza que comenzaba a nacer con un inspirador color verde, el sonido del agua precipitándose sobre el lago se escabullía entre las hojas. El sonido más dulce que recordara desde la voz de su madre cuyo rostro había olvidado…
La respiración de Aredhel era lenta y dificultosa, había procurado durante todo el camino cargar con la mayoría del peso de Alberic, para que éste no se esforzara demasiado. Aunado a que, el día o el tiempo que hubieran permanecido dentro de aquella pesadilla no habían conciliado el sueño en absoluto, sin alimento, con escasa agua. Colocó lentamente junto a la corteza de un gran árbol el cuerpo del humano, y se desplomó de cara a la hierba. Esto ha sido todo… pensó mientras la luz desaparecía tras sus parpados, no podría atender la herida, ni procurarle un alimento. Las fuerzas con las que lo llevara a aquel sitio ya no le pertenecían, y aun así las retuvo… no había nada más de donde servirse.
Seguramente ambos… se habrían dejado vencer ante el sueño.
Aredhel
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Re: Un respiro para el Alma. [Libre / Alberic + 0/1]
Los últimos recuerdos en la memoria del Joven eran los de un nauseabundo olor, el caos después de una batalla, la sangre… toda la sangre, y el dolor tan agudo que por un momento dejo de sentir cosa alguna. Alberic había perdido el conocimiento en aquel pasillo, dejando a Aredhel lidiar por sí misma, y la decisión de dejarlo allí a morir o ser su única y última esperanza.
Alberic sujetándose firmemente de Aredhel usando sus últimas fuerzas para al menos alejarse de aquel lugar una corta distancia, no le quedaban palabras, pues no estaba seguro de lo que había pasado, no sentía su mano derecha y cada paso le pesaba como si en sus pies habitaran unos gigantes de roca, Aredhel se veía ante la percepción del joven, fuerte y decidida con una voluntad inquebrantable a salir de allí. Al cabo de varias horas llegaron hasta donde unos árboles y Aredhel ayudo a Alberic a que este se recargara en él y perdió el conocimiento olvidando en ese momento todo lo que habían pasado juntos, decisión que vino fácil pues Aredhel eventualmente completamente agotada callo al pasto verde y fresco…
En su ausencia de cognición, Alberic se encontraba en un lugar oscuro en donde una extraña sensación de bienvenida lo envolvía, todo se veía de colores grises y negros y azules, se encontraba de vuelta en el bosque, aquel primer bosque que piso el día de su escape, estaba soñando y reviviendo los momentos que se sintió libre por primera vez, aún tenía su mano y en ella llevaba con un fuerte agarre una pequeña libreta donde había bocetado su plan y sus objetivos infantiles, ver las montañas, visitar las ciudades de los elfos, ver a un dragón, cosas de chiquillos. Arriba luces muy intensas y cálidas a la vez eran lo único que ofrecía bienestar en el bosque oscuro donde detrás de cada árbol una silueta oscura se escondía y a lo lejos sombras lo miraban de cerca y le susurraban palabras inteligibles. Los ladridos y aullidos de los sabuesos de caza que lo perseguían se escuchaban más cerca, cada vez más cerca… Pero antes de entrar en pánico, una luz de color verde y blanco que dejaba un rastro se aparecía frente a él y por instinto Alberic la seguía, corriendo a todo galope y con todas sus energías para escapar de aquella situación. Todos sus movimientos y los de su alrededor se veían distorsionados, eran más lentos como si el mismo tiempo se estuviese deteniendo y eventualmente unas manos grandes en sus hombros y unas mandíbulas en sus piernas lo alcanzaban.
Una calidez en su rostro y un aroma a tierra mojada y pasto trajeron de vuelta a Alberic, el dolor había desaparecido momentáneamente y este abrió los ojos y respiro profundamente aun un poco incrédulo de lo que hacía pocas horas había vivido, volteo hacia abajo y vio la ausencia de su mano y pronto recordó vívidamente por unos instantes como fue que la había perdido pero Alberic no dio señal alguna de sentir dolor ni angustia, solo contemplaba en completo silencio el muñón que ocupaba el lugar de su mano… - Encontrare la forma – Alberic se dijo a sí mismo, viendo como Aredhel yacía en el pasto dormida, o al menos eso parecía por lo que pronto él se dirigió hacia ella y observo su espalda para notar si esta subía y bajaba dando un indicio de que estuviese respirando. Ella respiraba, Alberic se quitó su abrigo todo desgarrado y la cubrió con él, - Aredhel – Le dijo, sin obtener respuesta, luego Alberic se puso de pie y siguiendo el sonido del agua correr se dirigió a un pequeño riachuelo que no estaba lejos de allí, llevando su mochila consigo. En el riachuelo el agua era cristalina y fresca, se hinco en el lecho y con su mano izquierda tomo un poco para ver si esta era dulce, y al confirmar que era apta para beber, saco de su mochila de una forma un tanto torpe por estar tan acostumbrado a usar su mano derecha, una cantimplora hecha de un guaje con un corcho como tapón, la lleno de agua, tomo un poco el y la volvió a llenar, y pronto estaba de regreso en donde Aredhel.
- Aun no despierta Aredhel? – pregunto cautelosamente, con el guaje en mano volvió a su mochila a buscar un recipiente de piedra y un morralito de linaza que contenía una sustancia parecida a la cera de abejas con unas pepitas de algún material rojo el cual coloco en el recipiente y lo mezclo con un poco de agua, preparaba un ungüento para las heridas de Aredhel y las suyas, en lo que ella despertaba.
Alberic sujetándose firmemente de Aredhel usando sus últimas fuerzas para al menos alejarse de aquel lugar una corta distancia, no le quedaban palabras, pues no estaba seguro de lo que había pasado, no sentía su mano derecha y cada paso le pesaba como si en sus pies habitaran unos gigantes de roca, Aredhel se veía ante la percepción del joven, fuerte y decidida con una voluntad inquebrantable a salir de allí. Al cabo de varias horas llegaron hasta donde unos árboles y Aredhel ayudo a Alberic a que este se recargara en él y perdió el conocimiento olvidando en ese momento todo lo que habían pasado juntos, decisión que vino fácil pues Aredhel eventualmente completamente agotada callo al pasto verde y fresco…
En su ausencia de cognición, Alberic se encontraba en un lugar oscuro en donde una extraña sensación de bienvenida lo envolvía, todo se veía de colores grises y negros y azules, se encontraba de vuelta en el bosque, aquel primer bosque que piso el día de su escape, estaba soñando y reviviendo los momentos que se sintió libre por primera vez, aún tenía su mano y en ella llevaba con un fuerte agarre una pequeña libreta donde había bocetado su plan y sus objetivos infantiles, ver las montañas, visitar las ciudades de los elfos, ver a un dragón, cosas de chiquillos. Arriba luces muy intensas y cálidas a la vez eran lo único que ofrecía bienestar en el bosque oscuro donde detrás de cada árbol una silueta oscura se escondía y a lo lejos sombras lo miraban de cerca y le susurraban palabras inteligibles. Los ladridos y aullidos de los sabuesos de caza que lo perseguían se escuchaban más cerca, cada vez más cerca… Pero antes de entrar en pánico, una luz de color verde y blanco que dejaba un rastro se aparecía frente a él y por instinto Alberic la seguía, corriendo a todo galope y con todas sus energías para escapar de aquella situación. Todos sus movimientos y los de su alrededor se veían distorsionados, eran más lentos como si el mismo tiempo se estuviese deteniendo y eventualmente unas manos grandes en sus hombros y unas mandíbulas en sus piernas lo alcanzaban.
Una calidez en su rostro y un aroma a tierra mojada y pasto trajeron de vuelta a Alberic, el dolor había desaparecido momentáneamente y este abrió los ojos y respiro profundamente aun un poco incrédulo de lo que hacía pocas horas había vivido, volteo hacia abajo y vio la ausencia de su mano y pronto recordó vívidamente por unos instantes como fue que la había perdido pero Alberic no dio señal alguna de sentir dolor ni angustia, solo contemplaba en completo silencio el muñón que ocupaba el lugar de su mano… - Encontrare la forma – Alberic se dijo a sí mismo, viendo como Aredhel yacía en el pasto dormida, o al menos eso parecía por lo que pronto él se dirigió hacia ella y observo su espalda para notar si esta subía y bajaba dando un indicio de que estuviese respirando. Ella respiraba, Alberic se quitó su abrigo todo desgarrado y la cubrió con él, - Aredhel – Le dijo, sin obtener respuesta, luego Alberic se puso de pie y siguiendo el sonido del agua correr se dirigió a un pequeño riachuelo que no estaba lejos de allí, llevando su mochila consigo. En el riachuelo el agua era cristalina y fresca, se hinco en el lecho y con su mano izquierda tomo un poco para ver si esta era dulce, y al confirmar que era apta para beber, saco de su mochila de una forma un tanto torpe por estar tan acostumbrado a usar su mano derecha, una cantimplora hecha de un guaje con un corcho como tapón, la lleno de agua, tomo un poco el y la volvió a llenar, y pronto estaba de regreso en donde Aredhel.
- Aun no despierta Aredhel? – pregunto cautelosamente, con el guaje en mano volvió a su mochila a buscar un recipiente de piedra y un morralito de linaza que contenía una sustancia parecida a la cera de abejas con unas pepitas de algún material rojo el cual coloco en el recipiente y lo mezclo con un poco de agua, preparaba un ungüento para las heridas de Aredhel y las suyas, en lo que ella despertaba.
Alberic Baudier
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Re: Un respiro para el Alma. [Libre / Alberic + 0/1]
Abandonarse al sueño como un cadáver fue sencillo. Sus sentidos se derrumbaron y su mente se partió dejando escapar el espíritu herido del lobo que seguía oculto tras sus pieles de mujer. Ese lobo al que no se le había permitido salir en tanto tiempo por temer a sus instintos, pero que sin duda, habría enfrentado de un modo más efectivo y terrible aquella serie de catástrofes en comparación de esos dos lánguidos cuerpos tirados en la hierba.
Su mente se pintó de vacío, dejando transcurrir las horas como un líquido purificante a través de sus venas. Desde que se había convertido en mujer, contadas eran las ocasiones en las que podía abrazar un sueño tan virgen, alejado de los contaminantes del pensamiento humano, y esta era una de ellas, más gratificante que cualquiera en el pasado.
El sol del amanecer despierta a la bestia más cansada, la naturaleza tiene un funcionamiento mucho más voluntarioso e irrebatible que el de los humanos, que se abandonan a sus perezas y defectos, que se dejan llevar por su egoísmo hacia una existencia pálida y débil. Los ojos oscuros de Aredhel comenzaron a parpadear, cuando por fin la luz le dio directamente en la cara. Para entonces, la silueta de Alberic se encontraba cerca, encorvada sobre un recipiente de piedra, concentrado en algo que mezclaba dentro de él. Bueno, al parecer todo eso de la pereza de los hombres y la voluntad de las bestias, tenía sus excepciones.
La loba se irguió sobre su brazo muy lentamente, y se quedó observando la imagen frente a sí. Se encontraba en un Angulo en el que Alberic casi le daba la espalda por completo. Podía apreciar la falta de movimiento en su brazo derecho, entre intentos instintivos por llevar a cabo alguna maniobra que ahora era imposible realizar. Sintió pena, pero no lastima… Alberic no se manifestaba como un ser por el cual alguien tuviera que compadecerse en ese instante. A la imagen de su cuerpo, le faltaba una mano… pero la de su espíritu no había sido mutilada, al contrario, se apreciaba en ella un potencial mayor al que poseía antes de pasar por aquel lugar maldito.
Se sentó enderezando su espalda por completo, provocando que el sonido de las hojas y la hierba bajo ella delatara su acción, percatándose hasta entonces del abrigo de Alberic que se le resbalara del pecho.-Una noche de sueño te ha bastado para recuperar lo que se había ido- pronunció casi con una sonrisa tenue en los labios, mientras se ponía de pie tomando en su mano el abrigo, y colocando la otra sobre la espalda de su compañero, volvió a hablar. –¿has lavado la herida?- preguntó sin preámbulo alguno. La de cabellos negros no tenía esa cosa complicada que los hombres llamaban sentido común, ya que no acostumbraba lidiar con sensibilidades. Quería el bien para aquel humano, pero sabía que evadiendo la realidad y lamentando hechos no ganaba nada en absoluto.
Colocó el abrigo a un costado de su dueño, y se colocó frente a él luego de un par de pasos… y observar detenidamente lo que hacía. Podía percibir ciertos olores familiares en aquella mezcla, y adivinó para que planeaba utilizarla. En su boca todavía habitaba la sensación a sangre, y el olor a ella permanecía entre sus cabellos ahora secos… prefería no recordar lo sucedido, ni preguntarse aún por los inocentes que aun permanecían bajo el yugo de la locura. Necesitaba un baño… y no muy lejos de ahí se escuchaba el murmullo de aguas tranquilas.
Su mente se pintó de vacío, dejando transcurrir las horas como un líquido purificante a través de sus venas. Desde que se había convertido en mujer, contadas eran las ocasiones en las que podía abrazar un sueño tan virgen, alejado de los contaminantes del pensamiento humano, y esta era una de ellas, más gratificante que cualquiera en el pasado.
El sol del amanecer despierta a la bestia más cansada, la naturaleza tiene un funcionamiento mucho más voluntarioso e irrebatible que el de los humanos, que se abandonan a sus perezas y defectos, que se dejan llevar por su egoísmo hacia una existencia pálida y débil. Los ojos oscuros de Aredhel comenzaron a parpadear, cuando por fin la luz le dio directamente en la cara. Para entonces, la silueta de Alberic se encontraba cerca, encorvada sobre un recipiente de piedra, concentrado en algo que mezclaba dentro de él. Bueno, al parecer todo eso de la pereza de los hombres y la voluntad de las bestias, tenía sus excepciones.
La loba se irguió sobre su brazo muy lentamente, y se quedó observando la imagen frente a sí. Se encontraba en un Angulo en el que Alberic casi le daba la espalda por completo. Podía apreciar la falta de movimiento en su brazo derecho, entre intentos instintivos por llevar a cabo alguna maniobra que ahora era imposible realizar. Sintió pena, pero no lastima… Alberic no se manifestaba como un ser por el cual alguien tuviera que compadecerse en ese instante. A la imagen de su cuerpo, le faltaba una mano… pero la de su espíritu no había sido mutilada, al contrario, se apreciaba en ella un potencial mayor al que poseía antes de pasar por aquel lugar maldito.
Se sentó enderezando su espalda por completo, provocando que el sonido de las hojas y la hierba bajo ella delatara su acción, percatándose hasta entonces del abrigo de Alberic que se le resbalara del pecho.-Una noche de sueño te ha bastado para recuperar lo que se había ido- pronunció casi con una sonrisa tenue en los labios, mientras se ponía de pie tomando en su mano el abrigo, y colocando la otra sobre la espalda de su compañero, volvió a hablar. –¿has lavado la herida?- preguntó sin preámbulo alguno. La de cabellos negros no tenía esa cosa complicada que los hombres llamaban sentido común, ya que no acostumbraba lidiar con sensibilidades. Quería el bien para aquel humano, pero sabía que evadiendo la realidad y lamentando hechos no ganaba nada en absoluto.
Colocó el abrigo a un costado de su dueño, y se colocó frente a él luego de un par de pasos… y observar detenidamente lo que hacía. Podía percibir ciertos olores familiares en aquella mezcla, y adivinó para que planeaba utilizarla. En su boca todavía habitaba la sensación a sangre, y el olor a ella permanecía entre sus cabellos ahora secos… prefería no recordar lo sucedido, ni preguntarse aún por los inocentes que aun permanecían bajo el yugo de la locura. Necesitaba un baño… y no muy lejos de ahí se escuchaba el murmullo de aguas tranquilas.
Aredhel
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Re: Un respiro para el Alma. [Libre / Alberic + 0/1]
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Johannes
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