El peso del alma. [Interpretativo][Libre][Cerrado]
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El peso del alma. [Interpretativo][Libre][Cerrado]
La vista era extraoridaria, sin duda. Era como la cima del mundo, con el mar a tu merced y la ciudadela como un juguete a tu alcance. Lejos del ruido, de la gente, del pesado ambiente de la sociedad. Aquí había aire libre y tierra fresca. Eso si no prestabas atención a la caída de cientos de metros donde, a menos que pudieras volar, tu destino era la muerte. Era la primera vez que Asbjørn se había atrevido a explorar estas zonas. Por su aspecto, se diría que estaba feliz. Su semblante sombrío estaba desprovisto de la capucha que usualmente lo cubría y sus labios esbozaban una especie de sonrisa. Sí, eso era una expresión de felicidad. O lo era cuando lo conocías. Para la mayoría, él se vería como si sus planes de ver el mundo arder estuvieran siendo un éxito y él lo pudiera ver todo desde donde estaba. Pero ese tipo de sentimientos no cabían dentro de un ser tan inocente, él solo disfrutaba del aire libre mientras no volvía a su deteriorada cabaña en el medio de la nada. La casa del oráculo era lo único que entorpecía el panorama, un sitio al que Asbjørn no iría a menos que fuera una necesidad vital.
«Intentemos arriesgarnos», es más o menos la traducción a su pensamiento. Acto seguido, comenzó a caminar hacia el borde del acantilado, donde podía ver la pared de tierra que se desplazaba verticalmente hasta dar con un suelo de rocas y el mar. Definitivamente caer por ahí sería la muerte para cualquiera, y se sentía afortunado de estar completamente solo. Dicen que no te sientes vivo hasta que estás a punto de perder la vida. Para él, esto era suficiente peligro. Posó su bastón en el aire, el cual lo sostuvo por unos segundos con su magia mientras se asomaba aún más por el acantilado. Ya, era demasiado. Volvió a su posición y se giró hacia el camino que conducía al pueblo, y ahí volvía a él una extraña carga, como si pusieran un peso en sus hombros con el simple recuerdo de su existencia.
«Intentemos arriesgarnos», es más o menos la traducción a su pensamiento. Acto seguido, comenzó a caminar hacia el borde del acantilado, donde podía ver la pared de tierra que se desplazaba verticalmente hasta dar con un suelo de rocas y el mar. Definitivamente caer por ahí sería la muerte para cualquiera, y se sentía afortunado de estar completamente solo. Dicen que no te sientes vivo hasta que estás a punto de perder la vida. Para él, esto era suficiente peligro. Posó su bastón en el aire, el cual lo sostuvo por unos segundos con su magia mientras se asomaba aún más por el acantilado. Ya, era demasiado. Volvió a su posición y se giró hacia el camino que conducía al pueblo, y ahí volvía a él una extraña carga, como si pusieran un peso en sus hombros con el simple recuerdo de su existencia.
Última edición por Asbjørn el Miér 26 Oct - 23:31, editado 1 vez
Asbjørn
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Re: El peso del alma. [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Para Zatch, el viaje a las Islas había sido todo un acontecimiento. No solía alejarse de la zona continental, básicamente porque viajar como polizonte en un barco carecía completamente de glamour. Sin embargo, consideraba que era oportuno recorrer nuevos territorios: su rostro ya estaba demasiado visto en cada pueblo cercano a Lunargenta y consideraba sensato dejar correr un poco el tiempo hasta que se olvidasen de su persona y de las travesuras que había cometido en cada lugar. Se tomaría aquel viaje a la Tierra de los Magos como unas vacaciones en las que podría aprovechar para vender a algún alquimista los objetos que había ido recolectando durante sus andanzas y a los cuales no sabía darles uso.
Por suerte para él, el paseo en barco transcurrió sin contratiempos y llegó a la isla sin que nadie notase su intrusión. Como el arribo había sido temprano, consideró que podría ocupar la primer mitad del día para meterse de lleno en el rol de turista. Así pues, recorrió la Cala de la Luna admirando su belleza, rodeó Beltrexus, que dejaría para el final, y terminó en los bellos acantilados. Le gustaban los paisajes así; ya que se había criado entre el bosque y los pueblos cercanos, las áreas descampadas y sin ningún árbol que las protegiese le parecían exóticas y despertaban en él una infantil curiosidad. Paseó durante largo rato y, una vez cansado, se subió a una enorme roca situada a unos veinte metros del borde del acantilado para desperezarse y descansar. El sol aún no pegaba muy fuerte, mas se llevó el dorso de una mano a los ojos.
No supo cuánto tiempo duró su siesta, calculó que poco más de una hora a juzgar por el tramo que había recorrido el sol. Sus poderosas mandíbulas se separaron en un bostezo y, mientras se rascaba la panza, decidió que era tiempo de levantarse. Tenía la boca seca y, de no haber estado cubierto por un denso pelaje, luciría un terrible bronceado- Mierda, me estoy asando. -Pegó un salto y bajó de la roca, levantando bastante polvo al caer. Cuando la rodeó para seguir su camino o, bueno, decidir uno, descubrió que no estaba solo: a unos diez metros caminaba hacia su derecha un hombre de porte pesaroso y con expresión desdichada. Sus orejas se achaparraron hacia atrás al tiempo en que se preguntaba qué le estaría pasando... y cómo podía aprovecharse él de eso.
Dedujo que no lo descubriría si se quedaba ahí parado y decidió actuar. Dio tres largos pasos hacia el peculiar hombre, suponiendo que a esa distancia ya sería notado por él, y habló en voz alta con tono amable y servicial, tal como la expresión de su rostro:
-¡Oiga, buen hombre! ¿Qué le sucede? ¿Puedo ayudarlo en algo? -Alzó la mano para saludarle y esbozó una sonrisa que, casi literalmente, le llegó de oreja a oreja.
Por suerte para él, el paseo en barco transcurrió sin contratiempos y llegó a la isla sin que nadie notase su intrusión. Como el arribo había sido temprano, consideró que podría ocupar la primer mitad del día para meterse de lleno en el rol de turista. Así pues, recorrió la Cala de la Luna admirando su belleza, rodeó Beltrexus, que dejaría para el final, y terminó en los bellos acantilados. Le gustaban los paisajes así; ya que se había criado entre el bosque y los pueblos cercanos, las áreas descampadas y sin ningún árbol que las protegiese le parecían exóticas y despertaban en él una infantil curiosidad. Paseó durante largo rato y, una vez cansado, se subió a una enorme roca situada a unos veinte metros del borde del acantilado para desperezarse y descansar. El sol aún no pegaba muy fuerte, mas se llevó el dorso de una mano a los ojos.
No supo cuánto tiempo duró su siesta, calculó que poco más de una hora a juzgar por el tramo que había recorrido el sol. Sus poderosas mandíbulas se separaron en un bostezo y, mientras se rascaba la panza, decidió que era tiempo de levantarse. Tenía la boca seca y, de no haber estado cubierto por un denso pelaje, luciría un terrible bronceado- Mierda, me estoy asando. -Pegó un salto y bajó de la roca, levantando bastante polvo al caer. Cuando la rodeó para seguir su camino o, bueno, decidir uno, descubrió que no estaba solo: a unos diez metros caminaba hacia su derecha un hombre de porte pesaroso y con expresión desdichada. Sus orejas se achaparraron hacia atrás al tiempo en que se preguntaba qué le estaría pasando... y cómo podía aprovecharse él de eso.
Dedujo que no lo descubriría si se quedaba ahí parado y decidió actuar. Dio tres largos pasos hacia el peculiar hombre, suponiendo que a esa distancia ya sería notado por él, y habló en voz alta con tono amable y servicial, tal como la expresión de su rostro:
-¡Oiga, buen hombre! ¿Qué le sucede? ¿Puedo ayudarlo en algo? -Alzó la mano para saludarle y esbozó una sonrisa que, casi literalmente, le llegó de oreja a oreja.
Zatch
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Re: El peso del alma. [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Fue de regreso cuando notó a la bestia peluda reposando sobre una roca. «Alguna criatura del bosque, de seguro.» Pensó, y sin darle mucha importancia se dispuso a seguir su camino. Escuchó un murmullo viniendo de su izquierda y descubrió que la bestia peluda era, de hecho, una persona. O algo así. Lo hubiera evitado, ignorándolo, si no se hubiese aproximado hacia él con aires de buen samaritano. Asbjørn se giró a verlo, y sus ojos penetrantes se encargaron de recorrerlo de hito en hito. Una bruma púrpura imbuyó la capucha de su manto y esta volvió a cubrirle la cabeza y parte del rostro. Jamás había visto un espécimen como aquél y se aseguró a sí mismo que debía examinarlo. Su bastón se mantuvo frente a él de pie mientras Asbørn rodeaba a la criatura.
«Cola larga», comenzó, haciendo una lista mental. «Hocico largo, patas fuertes, ojos almendra.» De vez en cuando se le escapaba alguna palabra en voz a penas audible. «Zorro.» Culminó en su lista mental y volvió al frente para observarlo una vez más. Era, sin dudas para él, una criatura sumamente interesante. Poseía rasgos humanoides, como ser bípedo y patas con pulgares opuestos, pero estaba cubierto de pelaje brillante y tenía hocico y orejas cánidas. Incluso tenía costumbres humanas; adornaba su cuerpo con diferentes joyas y amuletos, además de utilizar un cinturón para portar su arma. «¿Eso es un arma?», pasó por su mente al ver la daga y en seguida se sintió ligeramente amenazado. Era completamente obvio que era una criatura sumamente ágil y fuerte, y aún si no lo fuera, sería más fuerte que él, cuyos músculos a penas estaban desarrollados. Como un mecanismo de defensa, algo de tierra y algunas piedras se elevaron ligeramente hasta la altura del tobillo. Si algo sucedía, él estaría preparado. Hizo una ligera reverencia, tomó su báculo y se volteó para continuar con su camino.
«Cola larga», comenzó, haciendo una lista mental. «Hocico largo, patas fuertes, ojos almendra.» De vez en cuando se le escapaba alguna palabra en voz a penas audible. «Zorro.» Culminó en su lista mental y volvió al frente para observarlo una vez más. Era, sin dudas para él, una criatura sumamente interesante. Poseía rasgos humanoides, como ser bípedo y patas con pulgares opuestos, pero estaba cubierto de pelaje brillante y tenía hocico y orejas cánidas. Incluso tenía costumbres humanas; adornaba su cuerpo con diferentes joyas y amuletos, además de utilizar un cinturón para portar su arma. «¿Eso es un arma?», pasó por su mente al ver la daga y en seguida se sintió ligeramente amenazado. Era completamente obvio que era una criatura sumamente ágil y fuerte, y aún si no lo fuera, sería más fuerte que él, cuyos músculos a penas estaban desarrollados. Como un mecanismo de defensa, algo de tierra y algunas piedras se elevaron ligeramente hasta la altura del tobillo. Si algo sucedía, él estaría preparado. Hizo una ligera reverencia, tomó su báculo y se volteó para continuar con su camino.
Asbjørn
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Re: El peso del alma. [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Ciertamente no hacía falta ser demasiado avispado para darse cuenta que aquel hombre era, ni más ni menos, un mago más del territorio. No le resultó para nada inesperado, ya que no era la primera vez que se cruzaba con uno y conocía de sobra esos inofensivos truquitos de magia. Sin embargo, su mueca voluntariosa se transformó en una de indignación cuando se vio examinado cual criatura de circo. Sus orejas volvieron a echarse hacia atrás al tiempo en que entrecerraba los ojos y apretaba los puños, mas no se movió ni un centímetro de donde estaba parado hasta que el tipo terminó de mascullar ciertos adjetivos, por suerte para él, nada despectivos, y retomó su posición inicial. Está bien, nadie era más consciente que el zorro acerca de su singular y velludo aspecto, ¿pero acaso aquel tipo con pintas raras no podía disimular un poco más su asombro? Hasta se había sentido desnudo ante la mirada ajena. Ultrajado. Demasiado observado para su gusto, aunque, bueno, reconocía que su belleza merecía ser apreciada bien de cerca. Quizás el extraño individuo de colorido rostro simplemente era un amante de los hombres-bestia. Lo comprendería si así fuese, todos deberían serlo.
Zatch también lo había estado observando siguiendo de reojo su andar y tuvo que admitir que, aunque le parecía un ser pedante, no le dio la impresión de que fuese un mal tipo. Bueno, en realidad le había caído bien cuando vio que llevaba un arete y adornos en el rostro, cosa difícil de encontrar por ahí, y sintió que ambos estaban en la misma onda. Aunque, de nuevo, volvió a fruncir el ceño cuando, luego de la exhaustiva examinación, el individuo simplemente había optado por darse la media vuelta y seguir su camino como si nada... luego de otro truquillo mágico que sólo había suscitado una suspicaz mirada por parte del zorro.
-Oye, oye, oye... -Carraspeó, dejando las formalidades atrás dado que, aunque decidió adoptar un tono calmo, por dentro resultaba estar ligeramente enfadado. No iba a privarse de tutear a un tipo con aparentes aires de grandeza cuando el susodicho ni siquiera se había dignado a saludarle luego de haber demostrado su totalmente desinteresada preocupación por éste- ...¿Eso es todo? ¿Me miras como si fuese una atracción de feria y te vas sin decir nada? Y yo que me preocupé por ti, ¡qué falta de respeto! -Dos zancadas fueron suficientes para alcanzarlo y comenzar a caminar a su lado. Se inclinó ligeramente para, en vez de mirarlo desde arriba, asomarse y verle la cara pese a la capucha- Me siento bastante violentado en este momento. Qué violentado, ¡humillado! Pero, ¿sabes qué? -Se llevó una mano al cinturón donde, justo al lado de la daga, yacía una bolsa de cuero atada por un cordel. La sacó con un ademán simple y se la mostró a su hermético acompañante, poniéndosela prácticamente frente al rostro- Te perdonaré si me compras algo de ésto. ¡Ingredientes de calidad para... cosas de alquimia! -Y, una vez más, los relucientes colmillos se dejaron ver durante una sonrisa confiada. -Sé que les darás un buen uso, amigo.
Estaba ofuscado, tenía mucho calor y le molestaba la arenilla metiéndosele entre los dedos de las patas cada vez que daba un paso, pero nada de eso le impediría efectuar una exitosa venta-extorsión-robo o en lo que fuese que terminase eso.
Zatch también lo había estado observando siguiendo de reojo su andar y tuvo que admitir que, aunque le parecía un ser pedante, no le dio la impresión de que fuese un mal tipo. Bueno, en realidad le había caído bien cuando vio que llevaba un arete y adornos en el rostro, cosa difícil de encontrar por ahí, y sintió que ambos estaban en la misma onda. Aunque, de nuevo, volvió a fruncir el ceño cuando, luego de la exhaustiva examinación, el individuo simplemente había optado por darse la media vuelta y seguir su camino como si nada... luego de otro truquillo mágico que sólo había suscitado una suspicaz mirada por parte del zorro.
-Oye, oye, oye... -Carraspeó, dejando las formalidades atrás dado que, aunque decidió adoptar un tono calmo, por dentro resultaba estar ligeramente enfadado. No iba a privarse de tutear a un tipo con aparentes aires de grandeza cuando el susodicho ni siquiera se había dignado a saludarle luego de haber demostrado su totalmente desinteresada preocupación por éste- ...¿Eso es todo? ¿Me miras como si fuese una atracción de feria y te vas sin decir nada? Y yo que me preocupé por ti, ¡qué falta de respeto! -Dos zancadas fueron suficientes para alcanzarlo y comenzar a caminar a su lado. Se inclinó ligeramente para, en vez de mirarlo desde arriba, asomarse y verle la cara pese a la capucha- Me siento bastante violentado en este momento. Qué violentado, ¡humillado! Pero, ¿sabes qué? -Se llevó una mano al cinturón donde, justo al lado de la daga, yacía una bolsa de cuero atada por un cordel. La sacó con un ademán simple y se la mostró a su hermético acompañante, poniéndosela prácticamente frente al rostro- Te perdonaré si me compras algo de ésto. ¡Ingredientes de calidad para... cosas de alquimia! -Y, una vez más, los relucientes colmillos se dejaron ver durante una sonrisa confiada. -Sé que les darás un buen uso, amigo.
Estaba ofuscado, tenía mucho calor y le molestaba la arenilla metiéndosele entre los dedos de las patas cada vez que daba un paso, pero nada de eso le impediría efectuar una exitosa venta-extorsión-robo o en lo que fuese que terminase eso.
Zatch
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Re: El peso del alma. [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Asbjørn se detuvo suavemente al oír al zorro frenarlo. «¿Qué rayos quiere?», pensó. Su presencia frente a él era alarmante, y más cuando se tomó la libertad de asomarse por debajo de la capucha. Una gota de sudor bajó desde sus sienes mientras la tierra que levitaba a sus pies se elevaba casi hasta la rodilla, señal de que se sentía en peligro. Apretó su mano alrededor del bastón hasta que sus nudillos estuvieron blancos. Su pacífica vida no daba amplitud para vivir encuentros con ladrones, usureros o semejantes, y como fuere iba evitar luchar. Más porque llevaba las de perder que porque quisiera realmente evitar una pelea.
¿Violentado? ¿Humillado? Eran adjetivos demasiado fuertes para lo que acababa de suceder. No era extraño que un brujo examinara a una criatura que no conocía. Y él no era mucho más que eso; una criatura. Hizo una oferta tentadora. O al menos hubiese sido tentadora si los bolsillos de Asbjørn en ese momento alojaran poco más que polvo. Hizo un ademán con la mano y frente al zorro apareció un Aero con una diferencia bastante particular; era de color púrpura con manchas negras que estaban en constante movimiento. Un objeto que era obviamente producto de magia y no tenía ningún valor real. La conjuración se desvaneció en una nube que demostraba que era sólo de energía. Negó con la cabeza para confirmarle que no poseía dinero para comprar ingredientes. En general, no poseía dinero en absoluto. Se ganaba la vida con favores que le compraban los suministros que necesitaba para sobrevivir. Inclinó su cabeza como una despedida e intentó rodearlo para seguir con su camino, cometiendo el infortunio de tropezarse con su pata. Se giró e hizo un ademán de pedir disculpas mientras caminaba de espaldas con nerviosismo, trastabillando un par de pasos antes de detenerse en seco pensando en si saldría corriendo o esperaría a la reacción del cánido. Pensó que lo segundo era más prudente y alzó la vista hasta sus ojos.
¿Violentado? ¿Humillado? Eran adjetivos demasiado fuertes para lo que acababa de suceder. No era extraño que un brujo examinara a una criatura que no conocía. Y él no era mucho más que eso; una criatura. Hizo una oferta tentadora. O al menos hubiese sido tentadora si los bolsillos de Asbjørn en ese momento alojaran poco más que polvo. Hizo un ademán con la mano y frente al zorro apareció un Aero con una diferencia bastante particular; era de color púrpura con manchas negras que estaban en constante movimiento. Un objeto que era obviamente producto de magia y no tenía ningún valor real. La conjuración se desvaneció en una nube que demostraba que era sólo de energía. Negó con la cabeza para confirmarle que no poseía dinero para comprar ingredientes. En general, no poseía dinero en absoluto. Se ganaba la vida con favores que le compraban los suministros que necesitaba para sobrevivir. Inclinó su cabeza como una despedida e intentó rodearlo para seguir con su camino, cometiendo el infortunio de tropezarse con su pata. Se giró e hizo un ademán de pedir disculpas mientras caminaba de espaldas con nerviosismo, trastabillando un par de pasos antes de detenerse en seco pensando en si saldría corriendo o esperaría a la reacción del cánido. Pensó que lo segundo era más prudente y alzó la vista hasta sus ojos.
Asbjørn
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Re: El peso del alma. [Interpretativo][Libre][Cerrado]
El zorro no le quitaba los ojos de encima. Aunque no veía al hombre como un peligro inminente, su instinto le instaba a mantenerse alerta: después de todo, no hacía falta que una persona fuese tremendamente corpulenta y amenazante cuando se trataba de defensa personal, al fin y al cabo un simple piedrazo en la mollera bastaría para inutilizar durante un buen rato a alguien. Si algo había aprendido durante su vida, era que hasta el ser de apariencia más frágil podía actuar de manera impredecible. Y ser impredecible representaba, sin duda, una gran ventaja a la hora de dar pelea o bien intentar escapar.
De todas maneras no parecía ser el caso del presunto mago. A Zatch le pareció que éste tenía miedo y sintió una mezcla de gracia y pena, le parecía cómico que le rehuyese ya que estaba, más bien, habituado a las confrontaciones. Dirigió una condescendiente mirada a las piernas ajenas y se sintió poderoso, ¿acaso pretendía defenderse cubriéndose con pedazos de tierra? Pobre diablo. Se imaginó el penoso futuro que le esperaría al hechicero si algún día ponía un pie en Lunargenta, sitio que albergaba a tipos por mucho más peligrosos que el zorro.
Cansado de no recibir respuesta, y habiendo sospechado que su interlocutor era mudo de no haber sido por las palabras sueltas momentos antes, estuvo a punto de insistir en su rol de vendedor cuando el contrario le dio a entender, con otro de sus inofensivos trucos, que carecía de dinero. Frunció el ceño y lo observó inquisitivamente de pies a cabeza. ¿Eso significaba que no iba a comprarle nada? Peor aún, ¿no tenía nada que valiese la pena robarle? Vaya chasco... Pero un momento. ¿Estaría diciéndole la verdad?
Su sospecha de que el otro estaba intentando engañarlo fue en aumento cuando notó que quería irse a toda costa. No lo atribuyó a que probablemente su propio comportamiento era un incordio y el pobre tipo simplemente quería estar en paz; más bien imaginó que intentaba huir lo más rápido posible porque, primero: sí que estaba en posesión de unos cuantos aeros y, segundo: no quería compartirlos con él. Maldito avaro.
Sentir cómo su pata era dolorosamente pisada fue motivo suficiente para que su expresión mutara de amable a amenazante en un segundo. Se sintió libre de mostrar su verdadera actitud, después de todo estaban solos en medio de la nada y dudaba que alguien fuese a intervenir. Sus pasos pronto igualaron el ritmo del hombre y, clavándole la mirada en los ojos, extendió ambos brazos para, con una mano, apretarle con fuerza el hombro y, con la otra, arrebatarle el bastón bruscamente. -Escúchame, amigo... -pronunció con lentitud la segunda palabra, denotando así su molestia- ...no me gusta que me mientan. Tampoco que intenten huir de mí, es de mala educación ¿sabes? -Apretó el agarre del hombro y entrecerró los ojos. Con la pata sana, mandó a volar de una patada uno de los cascotes que flotaban mansamente alrededor de su desafortunado acompañante- Dado que me has faltado al respeto varias veces, considero oportuno que me otorgues todo lo que tienes, ya sabes, para disculparte. Incluso tus aeros, no intentes engañarme. -Con cada palabra se inclinaba más hacia él y, aunque su mueca resultaba intimidante, al mismo tiempo esbozaba una sonrisa triunfal. El viento sopló levantando polvo y meciendo su cabellera tintineante gracias a los numerosos adornos que reposaban en ella. Observó la túnica ajena, también ondeante, y acotó mientras la señalaba con el bastón- Ese manto tuyo me gusta. Puedes sumarlo a tus disculpas.
De todas maneras no parecía ser el caso del presunto mago. A Zatch le pareció que éste tenía miedo y sintió una mezcla de gracia y pena, le parecía cómico que le rehuyese ya que estaba, más bien, habituado a las confrontaciones. Dirigió una condescendiente mirada a las piernas ajenas y se sintió poderoso, ¿acaso pretendía defenderse cubriéndose con pedazos de tierra? Pobre diablo. Se imaginó el penoso futuro que le esperaría al hechicero si algún día ponía un pie en Lunargenta, sitio que albergaba a tipos por mucho más peligrosos que el zorro.
Cansado de no recibir respuesta, y habiendo sospechado que su interlocutor era mudo de no haber sido por las palabras sueltas momentos antes, estuvo a punto de insistir en su rol de vendedor cuando el contrario le dio a entender, con otro de sus inofensivos trucos, que carecía de dinero. Frunció el ceño y lo observó inquisitivamente de pies a cabeza. ¿Eso significaba que no iba a comprarle nada? Peor aún, ¿no tenía nada que valiese la pena robarle? Vaya chasco... Pero un momento. ¿Estaría diciéndole la verdad?
Su sospecha de que el otro estaba intentando engañarlo fue en aumento cuando notó que quería irse a toda costa. No lo atribuyó a que probablemente su propio comportamiento era un incordio y el pobre tipo simplemente quería estar en paz; más bien imaginó que intentaba huir lo más rápido posible porque, primero: sí que estaba en posesión de unos cuantos aeros y, segundo: no quería compartirlos con él. Maldito avaro.
Sentir cómo su pata era dolorosamente pisada fue motivo suficiente para que su expresión mutara de amable a amenazante en un segundo. Se sintió libre de mostrar su verdadera actitud, después de todo estaban solos en medio de la nada y dudaba que alguien fuese a intervenir. Sus pasos pronto igualaron el ritmo del hombre y, clavándole la mirada en los ojos, extendió ambos brazos para, con una mano, apretarle con fuerza el hombro y, con la otra, arrebatarle el bastón bruscamente. -Escúchame, amigo... -pronunció con lentitud la segunda palabra, denotando así su molestia- ...no me gusta que me mientan. Tampoco que intenten huir de mí, es de mala educación ¿sabes? -Apretó el agarre del hombro y entrecerró los ojos. Con la pata sana, mandó a volar de una patada uno de los cascotes que flotaban mansamente alrededor de su desafortunado acompañante- Dado que me has faltado al respeto varias veces, considero oportuno que me otorgues todo lo que tienes, ya sabes, para disculparte. Incluso tus aeros, no intentes engañarme. -Con cada palabra se inclinaba más hacia él y, aunque su mueca resultaba intimidante, al mismo tiempo esbozaba una sonrisa triunfal. El viento sopló levantando polvo y meciendo su cabellera tintineante gracias a los numerosos adornos que reposaban en ella. Observó la túnica ajena, también ondeante, y acotó mientras la señalaba con el bastón- Ese manto tuyo me gusta. Puedes sumarlo a tus disculpas.
Zatch
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Re: El peso del alma. [Interpretativo][Libre][Cerrado]
La pata en su hombro le causó más dolor del que esperaba, obligándolo a doblarse de lado ligeramente. Cuando el bastón fue despojado de su mano, se sintió aún más inofensivo. Era una herramienta que, en ocasiones, le sacaba de más de un apuro, por no mencionar que le ayudaba de alguna manera a proyectar sus hechizos con mayor facilidad. Sus palabras sonaron penetrantes y, si era posible, aún más intimidantes que su actitud. En definitiva, este tío era un ladrón de esos de segunda que te mareaban con palabras antes de ir al acto. No era particularmente agradable, pero para alguien tan inofensivo como él, eso le daba tiempo de pensar en una manera de huír y armar alguna trampa. En silencio, un pequeño muro de piedras se formó alrededor de su oponente, llegándole a la rodilla con intención de que se tropezase cuando intentara caminar. No había mucho más que pudiera hacer de su parte, a menos que quisiera utilizar una daga conjurada con la que probablemente se haría más daño él de lo que le haría a su oponente.
Cuando el zorro mencionó la capa, se le erizó la piel. No era poseedor de mucha indumentaria y no iba a permitirse entregar una de sus favoritas, y menos cuando tenía más prioridades que reponer ropa. Su estilo de vida no le permitía darse demasiados lujos. Una réplica casi exacta de su manto apareció a su lado flotando en el aire con la esperanza de que la criatura se distrajera intentando agarrarla. Señaló con la cabeza e hizo un ademán para que la bestia notara la presencia del objeto a su lado. «Al menos con esto tiene que caer.», pensó.
Cuando el zorro mencionó la capa, se le erizó la piel. No era poseedor de mucha indumentaria y no iba a permitirse entregar una de sus favoritas, y menos cuando tenía más prioridades que reponer ropa. Su estilo de vida no le permitía darse demasiados lujos. Una réplica casi exacta de su manto apareció a su lado flotando en el aire con la esperanza de que la criatura se distrajera intentando agarrarla. Señaló con la cabeza e hizo un ademán para que la bestia notara la presencia del objeto a su lado. «Al menos con esto tiene que caer.», pensó.
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Re: El peso del alma. [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Zatch estaba empeñado en sacar algo de ese encuentro, así fuese una maldita capa apolillada. A decir verdad, en ese momento no tenía la necesidad de obtener una. Simplemente, cuando se empecinaba con algo, solía ir hasta el final para llevarlo a cabo... Y ese día había sido demasiado aburrido. Necesitaba un poco de entretenimiento e interacción con cualquier pobre diablo y, desdichado él, esta vez le había tocado al mago.
Su agarre se mantenía firme en el hombro ajeno y no le quitaba la mirada de encima, concentrándose en intimidarlo tanto con su palabrerío como con su expresión acechante. Por ende, no notó cuando la pared se formaba a sus pies y, de haberlo hecho, poco le habría importado. El mutismo del hombre comenzaba a ponerlo de los nervios. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué no se defendía? Lo adjudicó a que probablemente se trataba de un cobarde que se había quedado pasmado y tuvo ganas de zarandearlo para que reaccionara. Justo cuando estaba por gritarle algo al respecto, el contrario hizo un ademán señalando hacia el costado, al cual Zatch hizo caso virando la cabeza en dirección a un objeto que, ciertamente, hacía un par de segundos no estaba allí. Era igual al manto que estaba exigiendo... excepto porque, mágicamente, flotaba. Sintió cómo el enojo le desfiguraba la cara y volvió su mirada, esta vez furibundo, al hombre, mientras daba un paso al frente...- ¿Acaso crees que soy idiota? ¡No me vas a engañar con otro de tus sucios trucAUCH! -...y tropezaba con las rocas. La tunda que se dio levantó tanto polvo que comenzó a toser. Explotando de ira, intentó ponerse de pie hasta que un punzante dolor en el tobillo lo obligó a tumbarse otra vez, exhalando un quejido breve pero lastimero. Miró al tipo desde el suelo y lo señaló con el bastón, que seguía sosteniendo firmemente- ¡Me las vas a pagar! ¡Apenas logre levantarme, yo...! -Pero de poco servían las amenazas. Entre la tos y una probable torcedura en el tobillo izquierdo, dudaba que fuese a llegar muy lejos.
Su agarre se mantenía firme en el hombro ajeno y no le quitaba la mirada de encima, concentrándose en intimidarlo tanto con su palabrerío como con su expresión acechante. Por ende, no notó cuando la pared se formaba a sus pies y, de haberlo hecho, poco le habría importado. El mutismo del hombre comenzaba a ponerlo de los nervios. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué no se defendía? Lo adjudicó a que probablemente se trataba de un cobarde que se había quedado pasmado y tuvo ganas de zarandearlo para que reaccionara. Justo cuando estaba por gritarle algo al respecto, el contrario hizo un ademán señalando hacia el costado, al cual Zatch hizo caso virando la cabeza en dirección a un objeto que, ciertamente, hacía un par de segundos no estaba allí. Era igual al manto que estaba exigiendo... excepto porque, mágicamente, flotaba. Sintió cómo el enojo le desfiguraba la cara y volvió su mirada, esta vez furibundo, al hombre, mientras daba un paso al frente...- ¿Acaso crees que soy idiota? ¡No me vas a engañar con otro de tus sucios trucAUCH! -...y tropezaba con las rocas. La tunda que se dio levantó tanto polvo que comenzó a toser. Explotando de ira, intentó ponerse de pie hasta que un punzante dolor en el tobillo lo obligó a tumbarse otra vez, exhalando un quejido breve pero lastimero. Miró al tipo desde el suelo y lo señaló con el bastón, que seguía sosteniendo firmemente- ¡Me las vas a pagar! ¡Apenas logre levantarme, yo...! -Pero de poco servían las amenazas. Entre la tos y una probable torcedura en el tobillo izquierdo, dudaba que fuese a llegar muy lejos.
Zatch
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Re: El peso del alma. [Interpretativo][Libre][Cerrado]
El mago se encogía con cada grito de la bestia que lo sostenía. Sentía que en cualquier momento iba a recibir un puñetazo del tipo que te deja sangrando e inconsciente. O, por su contextura, solo inconsciente. Fue un peculiar alivio cuando el zorro cayó en la trampa. No era de su agrado causar daño a los demás, pero no tenía elección. La zurra que se dio con el suelo le causó demasiada pena, incluso a pesar de las malas intenciones del cánido. Intentó arrebatarle el báculo de un tirón, pero fue inútil; el agarre de su contrincante era, sin dudas, muchísimo más fuerte que el suyo. Optó por saltar un paso hacia atrás y murmurar palabras a penas entendibles. «Lo siento.» fue lo único que logró modular con una voz penosa y sutil.
El zorro, por otro lado, tampoco parecía capaz de hablar entre tanta tos. «¿Y si muere ahogado?» Se preguntó con más preocupación de lo que una persona en sus cabales tendría. Utilizó la falda de su manto para echar aire a la bestia y disipar el polvo que se había levantado y le dificultaba la respiración. Por la torcedura no podría hacer mucho, pero dudaba que se sintiera demasiado agradecido de todas maneras. Tuvo una mejor idea; las rocas que antes lo habían hecho tropezar, en compañía con algo de tierra, cubrieron al animal hasta el cuello, dejándolo parcialmente inmóvil. Sería demasiado fácil (pero poco inteligente) para él zafarse de un hechizo tan burdo. Un hilo de sudor corría por sus sienes mientras el zorro se elevaba en el aire y se veía obligado a seguirlo mientras caminaba. Esperaba adentrarse en el bosque para llegar a su andrajosa cabaña y atender allí al zorro herido, pero el hechizo era demasiado débil como para mantenerlo en el camino. Las piedras comenzaban a desajustarse y era obvio que se caería, por lo que tuvo que recurrir a una magia un poco más mística para ayudarse.
Susurró palabras en el antiguo lenguaje de los dragones, el cual había aprendido a través de libros y maestros, y la tierra que sostenía al oponente destelló naranja en sus uniones. De repente, la prisión rocosa se hizo más sólida y oprimió al zorro lo suficiente como para dejarlo inmóvil. El hechizo duraría tanto como las palabras fueren pronunciadas correctamente y no perdiera la concentración, lo que le daría tiempo (en caso de que no se tropezara en el camino y arruinara todo) para llegar, cuando menos, a su cabaña. Llevar al enemigo a tu casa no es una idea brillante, pero Asbjørn pensó que quizá así ablandaría el corazón de la bestia usurera.
El zorro, por otro lado, tampoco parecía capaz de hablar entre tanta tos. «¿Y si muere ahogado?» Se preguntó con más preocupación de lo que una persona en sus cabales tendría. Utilizó la falda de su manto para echar aire a la bestia y disipar el polvo que se había levantado y le dificultaba la respiración. Por la torcedura no podría hacer mucho, pero dudaba que se sintiera demasiado agradecido de todas maneras. Tuvo una mejor idea; las rocas que antes lo habían hecho tropezar, en compañía con algo de tierra, cubrieron al animal hasta el cuello, dejándolo parcialmente inmóvil. Sería demasiado fácil (pero poco inteligente) para él zafarse de un hechizo tan burdo. Un hilo de sudor corría por sus sienes mientras el zorro se elevaba en el aire y se veía obligado a seguirlo mientras caminaba. Esperaba adentrarse en el bosque para llegar a su andrajosa cabaña y atender allí al zorro herido, pero el hechizo era demasiado débil como para mantenerlo en el camino. Las piedras comenzaban a desajustarse y era obvio que se caería, por lo que tuvo que recurrir a una magia un poco más mística para ayudarse.
Susurró palabras en el antiguo lenguaje de los dragones, el cual había aprendido a través de libros y maestros, y la tierra que sostenía al oponente destelló naranja en sus uniones. De repente, la prisión rocosa se hizo más sólida y oprimió al zorro lo suficiente como para dejarlo inmóvil. El hechizo duraría tanto como las palabras fueren pronunciadas correctamente y no perdiera la concentración, lo que le daría tiempo (en caso de que no se tropezara en el camino y arruinara todo) para llegar, cuando menos, a su cabaña. Llevar al enemigo a tu casa no es una idea brillante, pero Asbjørn pensó que quizá así ablandaría el corazón de la bestia usurera.
Asbjørn
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Re: El peso del alma. [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Zatch esperaba que el mago huyese a toda prisa aprovechando la oportunidad, cosa que cualquier persona con medio gramo de sentido común hubiese hecho. Sin embargo, éste hizo todo lo contrario: comenzó a airearlo con su manto, ese maldito manto que había sido el causante de su desdicha. Lejos de serle útil, tal acción sólo sirvió para que se levantase más polvo y, por ende, su tos fuese a peor. Comenzaba a pensar que el tipo tenía un par de tornillos flojos y temió por su seguridad. ¿Acaso estaba intentando asfixiarlo?
La situación comenzaba a parecerle surrealista cuando se dio cuenta que, de pronto, su cuerpo se veía inmovilizado por... tierra. Un montón de rocas que mágicamente, nunca mejor dicho, halaban de él hacia arriba para hacerlo levitar. Ni siquiera forcejeó, estaba demasiado sorprendido para hacerlo. La idea de terminar cayendo de panza al suelo una vez más no le resultaba nada tentadora. De hecho pensó que eso mismo sucedería apenas las rocas terminasen de venirse abajo hasta que el mago, en un alarde de su poder, comenzó a recitar palabras en un idioma completamente extraño para él. Dejando de lado el hecho de que en ese momento se sentía adolorido e iracundo, no pudo evitar sentir interés por lo que ocurría. Le había dado la impresión de que se trataba de un hechicero de pacotilla, mas parecía tener varios trucos bajo la manga y poseer conocimientos interesantes. Hubiese preguntado con genuino interés cómo llevaba a cabo todo aquello, de no ser porque en ese momento deseaba liberarse y enseñarle a golpes por qué era de mala educación encerrar a alguien en una maldita prisión de tierra; anhelo que incrementó cuando notó que su cuerpo era estrechado con más fuerza y firmeza que antes. Soltó un gruñido de disgusto al sentir cómo, a causa de la estrechez, el bastón se le clavaba en un costado.
Transcurrió un rato en silencio. El zorro cavilaba maneras de zafarse de la situación y, también, lo que haría luego de ésto. Él no era un habilidoso curandero, probablemente tendría que acercarse a la ciudad y pagar a alguien para que le curase la pierna herida. La idea no le gustaba nada: otorgar los pocos aeros que tenía a cambio de curar un daño causado por ese maldito cara-pintada le resultaba irritante.
Su vista se había mantenido clavada en el suelo. Luego de cierto tiempo notó que éste ya no era el mismo: comenzaban a alejarse del duro y seco piso de los acantilados para entrar en una zona más húmeda, probablemente el bosque. Suspiró, agotado, y por fin se dignó a hablar.
-Oye, ¿se puede saber a dónde me llevas? -No le gustaba nada la incertidumbre. ¿Qué pensaba hacer ese raro tipo con él? ¿Acaso lo llevaría con sus aliados para que le propiciaran una buena paliza? ¿O pensaba cortarle la cabeza para adornar su pared, aprovechándose de su vulnerabilidad? Comenzaba a sentirse realmente nervioso y las ganas de darle una lección eran suplantadas por la necesidad de alejarse de él. -Puedes dejarme aquí. Te devolveré tu bastón, en serio, no sabía que le tenías tanto aprecio. -Su tono de voz era, esta vez, amable y sosegado.
La situación comenzaba a parecerle surrealista cuando se dio cuenta que, de pronto, su cuerpo se veía inmovilizado por... tierra. Un montón de rocas que mágicamente, nunca mejor dicho, halaban de él hacia arriba para hacerlo levitar. Ni siquiera forcejeó, estaba demasiado sorprendido para hacerlo. La idea de terminar cayendo de panza al suelo una vez más no le resultaba nada tentadora. De hecho pensó que eso mismo sucedería apenas las rocas terminasen de venirse abajo hasta que el mago, en un alarde de su poder, comenzó a recitar palabras en un idioma completamente extraño para él. Dejando de lado el hecho de que en ese momento se sentía adolorido e iracundo, no pudo evitar sentir interés por lo que ocurría. Le había dado la impresión de que se trataba de un hechicero de pacotilla, mas parecía tener varios trucos bajo la manga y poseer conocimientos interesantes. Hubiese preguntado con genuino interés cómo llevaba a cabo todo aquello, de no ser porque en ese momento deseaba liberarse y enseñarle a golpes por qué era de mala educación encerrar a alguien en una maldita prisión de tierra; anhelo que incrementó cuando notó que su cuerpo era estrechado con más fuerza y firmeza que antes. Soltó un gruñido de disgusto al sentir cómo, a causa de la estrechez, el bastón se le clavaba en un costado.
Transcurrió un rato en silencio. El zorro cavilaba maneras de zafarse de la situación y, también, lo que haría luego de ésto. Él no era un habilidoso curandero, probablemente tendría que acercarse a la ciudad y pagar a alguien para que le curase la pierna herida. La idea no le gustaba nada: otorgar los pocos aeros que tenía a cambio de curar un daño causado por ese maldito cara-pintada le resultaba irritante.
Su vista se había mantenido clavada en el suelo. Luego de cierto tiempo notó que éste ya no era el mismo: comenzaban a alejarse del duro y seco piso de los acantilados para entrar en una zona más húmeda, probablemente el bosque. Suspiró, agotado, y por fin se dignó a hablar.
-Oye, ¿se puede saber a dónde me llevas? -No le gustaba nada la incertidumbre. ¿Qué pensaba hacer ese raro tipo con él? ¿Acaso lo llevaría con sus aliados para que le propiciaran una buena paliza? ¿O pensaba cortarle la cabeza para adornar su pared, aprovechándose de su vulnerabilidad? Comenzaba a sentirse realmente nervioso y las ganas de darle una lección eran suplantadas por la necesidad de alejarse de él. -Puedes dejarme aquí. Te devolveré tu bastón, en serio, no sabía que le tenías tanto aprecio. -Su tono de voz era, esta vez, amable y sosegado.
Zatch
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Re: El peso del alma. [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Luego de un desagradable gruñido de parte del zorro, lo que siguió fue silencio. Un extraño e incómodo silencio en el que el mago se preguntó si la bestia habría muerto asfixiada, por lo que volteó a verlo solo para conseguirlo con cara de pocos amigos. Sí, efectivamente estaba vivo y era lo único que necesitaba, así que siguió su camino hasta la cabaña. El bosquecillo se veía cada vez más estrecho y húmedo; señal de que estaban cerca de su destino. Las palabras del can le hicieron perder la concentración por un minuto, momento en el que algunas piedras se desprendieron, pero al volver a recitar regresaron a su lugar. ¿Acaso no había entendido el mensaje? Asbjørn no estaba nada dispuesto a hablar, así que se resumió a voltear y dedicarle una mirada irritada. A unos metros consiguió llegar a su destino, y para su fortuna, su contrincante seguía seguro entre las rocas. Al llegar a su hogar, las rocas se aflojaron ligeramente mientras él abría las puertas.
- Aquí estamos.
Fue todo lo que salió de su boca. Luego hizo al zorro desplazarse hasta la cama y lo dejó allí sentado, con la tierra desplazándose para liberar su tobillo torcido. No era una herida especialmente complicada, pero si no la trataba quizá terminaría en algo peor. Tomó un par de vendajes y una pomada que no tenía buen aspecto; era una crema grumosa y verde que, si la mirabas mucho tiempo, casi podías sentir que se movía, por no mencionar el olor extraño que expedía. Colocó ambos objetos a un lado y se agachó para ver mejor el tobillo, rezando para no recibir un zarpazo en el rostro. «Esto dolerá» Murmuró en una voz a penas audible y se untó la crema en las manos. Acomodó el pie del zorro en movimientos bruscos y dolorosos para que los músculos y huesos quedaran en posición, dejando su pata húmeda y pegajosa con el ungüento en el proceso. Se alzó para lavar sus manos en un cuenco y volver a agacharse frente al cánido. Tomó la venda y la ajustó en su pata dando vueltas desde las almohadillas de la planta hasta más arriba del tobillo, donde el tendón desaparecía en la corva. Aseguró la tela con un ganchillo, se levantó y se apartó unos pasos hacia atrás, poniendo cara de expectativa. ¿Cómo se tomaría el cánido aquella acción de, si se quiere, bondad?
- Aquí estamos.
Fue todo lo que salió de su boca. Luego hizo al zorro desplazarse hasta la cama y lo dejó allí sentado, con la tierra desplazándose para liberar su tobillo torcido. No era una herida especialmente complicada, pero si no la trataba quizá terminaría en algo peor. Tomó un par de vendajes y una pomada que no tenía buen aspecto; era una crema grumosa y verde que, si la mirabas mucho tiempo, casi podías sentir que se movía, por no mencionar el olor extraño que expedía. Colocó ambos objetos a un lado y se agachó para ver mejor el tobillo, rezando para no recibir un zarpazo en el rostro. «Esto dolerá» Murmuró en una voz a penas audible y se untó la crema en las manos. Acomodó el pie del zorro en movimientos bruscos y dolorosos para que los músculos y huesos quedaran en posición, dejando su pata húmeda y pegajosa con el ungüento en el proceso. Se alzó para lavar sus manos en un cuenco y volver a agacharse frente al cánido. Tomó la venda y la ajustó en su pata dando vueltas desde las almohadillas de la planta hasta más arriba del tobillo, donde el tendón desaparecía en la corva. Aseguró la tela con un ganchillo, se levantó y se apartó unos pasos hacia atrás, poniendo cara de expectativa. ¿Cómo se tomaría el cánido aquella acción de, si se quiere, bondad?
Asbjørn
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Re: El peso del alma. [Interpretativo][Libre][Cerrado]
La incisiva mirada que el hombre le dedicó luego de su verborrea fue suficiente para hacerle callar. En total silencio, excepto por uno que otro gruñido en tono bajo, se resignó a que estaba a merced de quien momentos atrás había sido su víctima. Malditas vueltas del destino, jamás había imaginado que el final de su vida llegaría en manos de un inútil mago con complejo de cortesana, condición que asumió apenas le vio el rostro pintado.
Dentro de lo que cabía, se mantuvo tranquilo hasta que sintió cómo su cuerpo era parcialmente liberado de la presión. Al oírlo hablar se le escapó una exclamación de asombro, ¡sabía que hablaban el mismo idioma, lo sabía! Estuvo a punto de festejar el descubrimiento cuando, de repente, fue introducido dentro de la casa. Una vez más, sintió temor por su mollera al tiempo en que observaba las paredes desnudas de la modesta morada. Su hermosa cabeza, sin duda, añadiría muchísimo glamour a la estancia si era colgada en alguno de los muros, probablemente en algún lugar protagónico. Tragó saliva y, cuando fue depositado en la cama, miró con desconfianza a su acompañante.
-¿Qué... qué vas a hacer? -Al ver que su pierna dañada era liberada, se preguntó si el tipo tenía algún fetiche extraño y pensaba cortársela para que fuese ésta la que decorase el ambiente. Las orejas del zorro se agazaparon y su mirada reflejó temor; ya poco quedaba del anhelo por cometer alguna fechoría hacia el hombre y su instinto le urgía salir corriendo de allí. Qué vergüenza, ¡y pensar que había terminado en manos de ese ser al que tanto había subestimado! Sus amigos se burlarían de él hasta la muerte si se enteraban de eso. Bueno, si hubiese tenido algún amigo, claro.
Cuando escuchó el murmullo a modo de advertencia no le dio tiempo a decir nada. Antes de darse cuenta, su pierna fue torcida de una forma tan dolorosa que le dio la impresión de que el pelinegro quiso causarle sufrimiento adrede. Exhaló un quejido de dolor mucho más potente que todos los anteriores y se revolvió dentro de su prisión de tierra, maldiciendo al hombre con quince distintas palabras malsonantes. Durante todo el tiempo que duró la curación estuvo insultándole con todas sus energías; de alguna manera hacer eso le permitía liberar un poco de estrés y distraerse. Al acabar, sin embargo, se dio cuenta que su pie todavía seguía en su lugar y, de hecho, el dolor comenzaba a amainar. Bajó la mirada hasta éste y se sorprendió al ver que había sido cuidadosamente vendado. Atónito, observó al contrario a los ojos en busca de algún indicio que le aclarase un poco la situación.
-¿Qué ha sido eso? -Por su tono, no se sabía bien si estaba molesto o simplemente escéptico. Movió con suavidad la extremidad liberada, comprobando que el vendaje la mantenía firme y a salvo de cualquier movimiento brusco. No entendía nada. -¿Me has... ayudado? ¿Por qué?
Para Zatch, "solidaridad" era una palabra que no solía presentarse en su día a día. Él no ayudaba a nadie y nadie lo ayudaba a él, después de todo creía en la supervivencia del más fuerte y en las buenas acciones siempre que éstas fuesen retribuidas con dinero. Por esto mismo, le costaba creer que alguien, a quien encima había estado agrediendo, se mostrase amable con él. Temió que hubiese gato encerrado en el asunto y volvió a removerse como un gusano intentando desesperadamente salir del capullo. Pequeños trozos de roca comenzaron a caer sobre la cama y el piso.
Dentro de lo que cabía, se mantuvo tranquilo hasta que sintió cómo su cuerpo era parcialmente liberado de la presión. Al oírlo hablar se le escapó una exclamación de asombro, ¡sabía que hablaban el mismo idioma, lo sabía! Estuvo a punto de festejar el descubrimiento cuando, de repente, fue introducido dentro de la casa. Una vez más, sintió temor por su mollera al tiempo en que observaba las paredes desnudas de la modesta morada. Su hermosa cabeza, sin duda, añadiría muchísimo glamour a la estancia si era colgada en alguno de los muros, probablemente en algún lugar protagónico. Tragó saliva y, cuando fue depositado en la cama, miró con desconfianza a su acompañante.
-¿Qué... qué vas a hacer? -Al ver que su pierna dañada era liberada, se preguntó si el tipo tenía algún fetiche extraño y pensaba cortársela para que fuese ésta la que decorase el ambiente. Las orejas del zorro se agazaparon y su mirada reflejó temor; ya poco quedaba del anhelo por cometer alguna fechoría hacia el hombre y su instinto le urgía salir corriendo de allí. Qué vergüenza, ¡y pensar que había terminado en manos de ese ser al que tanto había subestimado! Sus amigos se burlarían de él hasta la muerte si se enteraban de eso. Bueno, si hubiese tenido algún amigo, claro.
Cuando escuchó el murmullo a modo de advertencia no le dio tiempo a decir nada. Antes de darse cuenta, su pierna fue torcida de una forma tan dolorosa que le dio la impresión de que el pelinegro quiso causarle sufrimiento adrede. Exhaló un quejido de dolor mucho más potente que todos los anteriores y se revolvió dentro de su prisión de tierra, maldiciendo al hombre con quince distintas palabras malsonantes. Durante todo el tiempo que duró la curación estuvo insultándole con todas sus energías; de alguna manera hacer eso le permitía liberar un poco de estrés y distraerse. Al acabar, sin embargo, se dio cuenta que su pie todavía seguía en su lugar y, de hecho, el dolor comenzaba a amainar. Bajó la mirada hasta éste y se sorprendió al ver que había sido cuidadosamente vendado. Atónito, observó al contrario a los ojos en busca de algún indicio que le aclarase un poco la situación.
-¿Qué ha sido eso? -Por su tono, no se sabía bien si estaba molesto o simplemente escéptico. Movió con suavidad la extremidad liberada, comprobando que el vendaje la mantenía firme y a salvo de cualquier movimiento brusco. No entendía nada. -¿Me has... ayudado? ¿Por qué?
Para Zatch, "solidaridad" era una palabra que no solía presentarse en su día a día. Él no ayudaba a nadie y nadie lo ayudaba a él, después de todo creía en la supervivencia del más fuerte y en las buenas acciones siempre que éstas fuesen retribuidas con dinero. Por esto mismo, le costaba creer que alguien, a quien encima había estado agrediendo, se mostrase amable con él. Temió que hubiese gato encerrado en el asunto y volvió a removerse como un gusano intentando desesperadamente salir del capullo. Pequeños trozos de roca comenzaron a caer sobre la cama y el piso.
Zatch
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Re: El peso del alma. [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Su rostro en pánico le causó gracia a un nivel que incluso la comisura de sus labios se arqueó en un intento de sonrisa. ¿Qué tanto le podría temer un animal de su categoría a un simple brujo con algunos truquillos? Alzó la otra comisura cuando su expresión pasó de temerosa a extrañada. No se imaginaba qué reacción tendría cuando lo liberara por fin de su prisión de tierra, la cual ya comenzaba a desmoronarse. No requirió demasiado esfuerzo para que todo el hechizo se derrumbara, ocasionando un desastre en la humilde morada. No había demasiado allí dentro con lo que pelear o defenderse; era solo un cubículo con techo de hojas y paredes de madera. Una pequeña cama de paja, un escritorio andrajoso y mohoso con un par de libros, un mortero, una vela que parecía nunca desgastarse y algunos guirindajos de hierbas en las paredes. No había una fuente fiable de luz más que los hoyos entre los maderos de la pared y los rayos de sol que se colaban por la puerta cuando estaba abierta, y el lugar tenía un olor que mezclaba moho con esencias extrañas, de las cuales se sentía un olor a canela bastante lejano.
Lo último que el cánido dijo fue una pregunta demasiado directa como para ser ignorada. «Lo he herido y lo he curado, ¿Tiene algo de raro?» Pensó, poniendo una cara de extrañado tan pronunciada como la de su oponente, pero un gesto no serviría demasiado en esta ocasión, así que se armó de suficiente valor como para pronunciar un par de palabras, no sin antes hacer levitar el bastón que había caído en la cama hasta que estuviera seguro en su manos.
- ¿Duele? ¿La pata? - A penas fue algo coherente, y sin dudas no era la respuesta que esperaba el zorro, pero era lo único que pudo modular. Hizo un ademán con la barbilla para señalar la pata herida mientras bajaba su capucha para descubrir su rostro, señal de que estaba entrando en una especie de confianza. -
Lo último que el cánido dijo fue una pregunta demasiado directa como para ser ignorada. «Lo he herido y lo he curado, ¿Tiene algo de raro?» Pensó, poniendo una cara de extrañado tan pronunciada como la de su oponente, pero un gesto no serviría demasiado en esta ocasión, así que se armó de suficiente valor como para pronunciar un par de palabras, no sin antes hacer levitar el bastón que había caído en la cama hasta que estuviera seguro en su manos.
- ¿Duele? ¿La pata? - A penas fue algo coherente, y sin dudas no era la respuesta que esperaba el zorro, pero era lo único que pudo modular. Hizo un ademán con la barbilla para señalar la pata herida mientras bajaba su capucha para descubrir su rostro, señal de que estaba entrando en una especie de confianza. -
Asbjørn
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Re: El peso del alma. [Interpretativo][Libre][Cerrado]
El zorro ya comenzaba a resignarse al hecho de que no se podía mantener una conversación normal con aquella persona, hecho que le resultó un tanto molesto y más aún al ver que, aparentemente, el tipo parecía estar divirtiéndose. Su madre le había enseñado que cuando alguien formulaba una pregunta, ésta debía ser respondida con cortesía. Y aunque las acciones del peludo muchacho distaban mucho de pertenecer a una persona criada con buenas maneras, aún mantenía ciertas pautas y enseñanzas que había recibido en su más tierna infancia de esa mujer que había intentado criarlo para que fuese una persona de bien. Además, él era un amante de las conversaciones fluidas e interesantes donde pudiese aprender de sus interlocutores. Claro, obviando el hecho de que no solía intentar entablar conversación con las personas a las que asaltaba.
Cuando quiso darse cuenta, la prisión de tierra ya se había derrumbado a su alrededor y podía mover con libertad los brazos. Respiró hinchando su abdomen todo lo que pudo y su pomposa cola se irguió con majestuosidad. Lentamente, los latidos de su corazón se tranquilizaban y comenzaba a sentirse seguro. Ahora, por lo menos, podía intentar escapar cuando quisiera, aunque no le convenía hacerlo cojeando y sin saber dónde diablos se encontraba.
Volvió la mirada a su pata cuando se hizo alusión a esta y, una vez más, intentó moverla sin éxito. Aunque el vendaje se sentía incómodo y el ungüento bajo éste le pegoteaba el pelo de manera desagradable, el dolor ya era casi imperceptible.
-No. Bueno, muy poco. -Su tono de voz era calmo y la expresión en su rostro transmitía arrepentimiento. A juzgar por la precariedad del refugio, finalmente llegó a la conclusión de que el mago le había dicho la verdad respecto a su pobreza. Y pensar que él lo había presionado para quitarle sus escasas posesiones por puro encaprichamiento. Normalmente no le sucedía ya que robaba a personas adineradas... pero esta vez se sentía como una basura. Y encima, el extraño había terminado ayudandolo.
De repente decidió que era momento de levantarse de la cama. Saltando en una pata, se dirigió a una esquina de la cabaña para tomar una desvencijada escoba hecha con un palo y algunas hojas atadas en el extremo. Sin pedir permiso, comenzó a barrer hacia afuera la tierra que ensuciaba el lugar, teniendo que mantener el equilibrio entre cómicas piruetas para evitar caer. Se cuidó de mantener lejos del suelo la pata maltrecha, aunque tuvo que contener un par de quejidos al sentir punzadas en el tobillo tras ciertos malos movimientos. Cuando se hubo deshecho de prácticamente toda la mugre, cojeó hacia la mesa y se apoyó en ésta con una mano, apoyando nuevamente la escoba en una pared. Odiaba pedir disculpas en voz alta, así que esa había sido su manera de hacerlo- Tienes una bonita casa... supongo. -Acotó mientras tomaba asiento en la pequeña silla que acompañaba al escritorio. La verdad es que él poco sabía de decoración de interiores, pero tener un techo sobre la cabeza ya le parecía un gran mérito. -Soy Zatch, ¿cómo te llamas?
Cuando quiso darse cuenta, la prisión de tierra ya se había derrumbado a su alrededor y podía mover con libertad los brazos. Respiró hinchando su abdomen todo lo que pudo y su pomposa cola se irguió con majestuosidad. Lentamente, los latidos de su corazón se tranquilizaban y comenzaba a sentirse seguro. Ahora, por lo menos, podía intentar escapar cuando quisiera, aunque no le convenía hacerlo cojeando y sin saber dónde diablos se encontraba.
Volvió la mirada a su pata cuando se hizo alusión a esta y, una vez más, intentó moverla sin éxito. Aunque el vendaje se sentía incómodo y el ungüento bajo éste le pegoteaba el pelo de manera desagradable, el dolor ya era casi imperceptible.
-No. Bueno, muy poco. -Su tono de voz era calmo y la expresión en su rostro transmitía arrepentimiento. A juzgar por la precariedad del refugio, finalmente llegó a la conclusión de que el mago le había dicho la verdad respecto a su pobreza. Y pensar que él lo había presionado para quitarle sus escasas posesiones por puro encaprichamiento. Normalmente no le sucedía ya que robaba a personas adineradas... pero esta vez se sentía como una basura. Y encima, el extraño había terminado ayudandolo.
De repente decidió que era momento de levantarse de la cama. Saltando en una pata, se dirigió a una esquina de la cabaña para tomar una desvencijada escoba hecha con un palo y algunas hojas atadas en el extremo. Sin pedir permiso, comenzó a barrer hacia afuera la tierra que ensuciaba el lugar, teniendo que mantener el equilibrio entre cómicas piruetas para evitar caer. Se cuidó de mantener lejos del suelo la pata maltrecha, aunque tuvo que contener un par de quejidos al sentir punzadas en el tobillo tras ciertos malos movimientos. Cuando se hubo deshecho de prácticamente toda la mugre, cojeó hacia la mesa y se apoyó en ésta con una mano, apoyando nuevamente la escoba en una pared. Odiaba pedir disculpas en voz alta, así que esa había sido su manera de hacerlo- Tienes una bonita casa... supongo. -Acotó mientras tomaba asiento en la pequeña silla que acompañaba al escritorio. La verdad es que él poco sabía de decoración de interiores, pero tener un techo sobre la cabeza ya le parecía un gran mérito. -Soy Zatch, ¿cómo te llamas?
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Re: El peso del alma. [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Tras un par de semanas navegando por aquellas heladas y tenebrosas aguas al fin había llegado a las islas Illidenses, el supuesto lugar donde mi padre me dijo que se había perdido la pista sobre el paradero de mi abuelo. Atracamos en el puerto de Beltrexus y nada más llegar me resultó un lugar extraño, la gente se comportaba de una forma distinta a la que yo estaba acostumbrado a ver.
Todo el mundo me miraba con desgana y desprecio, pues obviamente pensaban que era un monstruo, algunos incluso intentaban envenenarme tratando de venderme pociones de aspecto nocivo y maligno “Como se nota que no conocen la biología de un cocodrilo, sería inútil intentarlo, el veneno es agua para mí”.
Este lugar, sin embargo, no era lo que estaba buscando, pues el brujo, cuyo nombre era “Durak”, era solitario y tenía fama de ermitaño, según mi padre no le gustaban las visitas. Así pues, me encaminé a las afueras, en busca de algún lugar más apartado donde intentar encontrarle.
Después de unas horas de búsqueda intensiva una cabaña se deslumbró entre los árboles “Ahí está, tiene ser él”, me acerqué con precaución, pues no quería hacer enfadar a una persona tan preciada para mí, él podría ser la clave para resolver los misterios sobre la vida de mi abuelo.
Como todo el mundo en Aerandir sabe, los brujos tienden a ser protectores con sus posesiones y temiendo que en algún momento me encontrara con alguna barrera o trampa me dirigí hacia la puerta con sumo cuidado. Un estruendo cerca de donde me encontraba hizo que me sobresaltara y rápidamente alcé los brazos al aire- ¡Solo vengo a hablar! No soy ningún ladrón, solo soy un viajero, voy a bajar las manos lentamente y a dirigirme hacia la entrada–
Con el miedo en el pecho poco a poco fui bajando los brazos, encaminándome hacía la entrada. Cada paso que daba hacía temblar una parte diferente de mi cuerpo “Tranquilo Krotar, no te va a hacer nada malo, es un persona sabia y prudente, además seguro que puede leerme la mente y saber de mis buenas intenciones”.
Unos instantes antes de llegar a la puerta de madera mi corazón latía con tanta fuerza que podían escucharlo hasta los mismísimos animales del bosque. Finalmente me armé de valor y piqué con suavidad sobre la madera envejecida por la sal de la mar.
Todo el mundo me miraba con desgana y desprecio, pues obviamente pensaban que era un monstruo, algunos incluso intentaban envenenarme tratando de venderme pociones de aspecto nocivo y maligno “Como se nota que no conocen la biología de un cocodrilo, sería inútil intentarlo, el veneno es agua para mí”.
Este lugar, sin embargo, no era lo que estaba buscando, pues el brujo, cuyo nombre era “Durak”, era solitario y tenía fama de ermitaño, según mi padre no le gustaban las visitas. Así pues, me encaminé a las afueras, en busca de algún lugar más apartado donde intentar encontrarle.
Después de unas horas de búsqueda intensiva una cabaña se deslumbró entre los árboles “Ahí está, tiene ser él”, me acerqué con precaución, pues no quería hacer enfadar a una persona tan preciada para mí, él podría ser la clave para resolver los misterios sobre la vida de mi abuelo.
Como todo el mundo en Aerandir sabe, los brujos tienden a ser protectores con sus posesiones y temiendo que en algún momento me encontrara con alguna barrera o trampa me dirigí hacia la puerta con sumo cuidado. Un estruendo cerca de donde me encontraba hizo que me sobresaltara y rápidamente alcé los brazos al aire- ¡Solo vengo a hablar! No soy ningún ladrón, solo soy un viajero, voy a bajar las manos lentamente y a dirigirme hacia la entrada–
Con el miedo en el pecho poco a poco fui bajando los brazos, encaminándome hacía la entrada. Cada paso que daba hacía temblar una parte diferente de mi cuerpo “Tranquilo Krotar, no te va a hacer nada malo, es un persona sabia y prudente, además seguro que puede leerme la mente y saber de mis buenas intenciones”.
Unos instantes antes de llegar a la puerta de madera mi corazón latía con tanta fuerza que podían escucharlo hasta los mismísimos animales del bosque. Finalmente me armé de valor y piqué con suavidad sobre la madera envejecida por la sal de la mar.
Krotar Fëir
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Re: El peso del alma. [Interpretativo][Libre][Cerrado]
El cambio de actitud de la bestia fue un notable alivio para el mago. Al menos, ahora tendría algo de seguridad en que no serviría de cena para un zorro usurero. También fue una tranquilidad para él saber que la lesión en su pata ya no dolía. Eso de hacer daño a los demás, aún si fuere accidentalmente, no le causaba especial atracción. Se alarmó un poco cuando comenzó a saltar en una pata. «¿Qué intenta?» se preguntó con angustia, y adquirió una posición que expresaba su pensamiento, abriendo los ojos y arqueando una ceja. Cuando tomó el vago intento de escoba, sus intenciones le parecieron tan inocentes que decidió dejarlo barrer la tierra que había invadido el lugar, aunque luego lo obligaría a sentarse y guardar descanso mientras su tobillo se recuperaba.
«No, no es una bonita casa, pero es un techo.» Pensó, aunque fue un gesto muy amable el comentario. Ahí estaba, nuevamente, una pregunta directa que no podía ignorar. Por su parte, Zatch era un nombre que probablemente no olvidaría, no después de tanto jaleo fuera de su rutina diaria. Intentó modular su nombre en una voz entendible. Después de todo, era el único fragmento de identidad propia que realmente tenía, aunque se permitió gaguear las palabras que le precedieron.
- M...me llamo Asbjørn...
Dijo, y cualquier otra palabra fue detenida por la voz sobresaltada de alguien a las afueras de la cabaña. No creía que alguien tuviera la valentía de acercarse a una cabaña olvidada a mitad del bosque así por curiosidad. Pero, aparentemente así era, pues unos segundos luego, el sonido de la puerta interrumpió nuevamente. Esta se abrió de un tirón para revelar a otro hombre bestia, pero esta vez, era uno de aspecto mucho más temible. Solo su estatura era atemorizante, por no reparar en las fauces reptiloides que eran, sin dudas, capaces de desgarrar con facilidad. La criatura no se llevaría una buena primera impresión, pues a pesar de su actitud pasiva y nerviosa, una decena de dagas melladas de color púrpura aparecieron frente al animal en forma aleatoria, apuntando todas a él. Asbjørn lo vio de hito en hito para realizar su respectiva inspección, pero no se dio el lujo de acercarse, sino que le apuntó también con su bastón. No haría demasiado, para detenerlo, pero al menos lo retrasaría suficiente como para huir e intentar poner a salvo a su ahora compañero.
«No, no es una bonita casa, pero es un techo.» Pensó, aunque fue un gesto muy amable el comentario. Ahí estaba, nuevamente, una pregunta directa que no podía ignorar. Por su parte, Zatch era un nombre que probablemente no olvidaría, no después de tanto jaleo fuera de su rutina diaria. Intentó modular su nombre en una voz entendible. Después de todo, era el único fragmento de identidad propia que realmente tenía, aunque se permitió gaguear las palabras que le precedieron.
- M...me llamo Asbjørn...
Dijo, y cualquier otra palabra fue detenida por la voz sobresaltada de alguien a las afueras de la cabaña. No creía que alguien tuviera la valentía de acercarse a una cabaña olvidada a mitad del bosque así por curiosidad. Pero, aparentemente así era, pues unos segundos luego, el sonido de la puerta interrumpió nuevamente. Esta se abrió de un tirón para revelar a otro hombre bestia, pero esta vez, era uno de aspecto mucho más temible. Solo su estatura era atemorizante, por no reparar en las fauces reptiloides que eran, sin dudas, capaces de desgarrar con facilidad. La criatura no se llevaría una buena primera impresión, pues a pesar de su actitud pasiva y nerviosa, una decena de dagas melladas de color púrpura aparecieron frente al animal en forma aleatoria, apuntando todas a él. Asbjørn lo vio de hito en hito para realizar su respectiva inspección, pero no se dio el lujo de acercarse, sino que le apuntó también con su bastón. No haría demasiado, para detenerlo, pero al menos lo retrasaría suficiente como para huir e intentar poner a salvo a su ahora compañero.
- Off:
- Solo quiero acotar que se pronuncia ASBIORN.
Asbjørn
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Re: El peso del alma. [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Zatch estuvo a punto de opinar algo respecto al particular nombre del mago cuando una voz extraña peligrosamente cerca, tomando en cuenta que estaban en medio de la nada, lo distrajo de sus pensamientos. Sobresaltado, se giró hacia la puerta aún cerrada, aunque no tardó en calmarse cuando prestó un poco más de atención a la actitud del individuo: sonaba titubeante y parecía no saber muy bien cómo manejar la situación. Además se sintió tranquilo al pensar que ningún ratero diría algo tan obvio como "no soy un ladrón" si realmente estaba intentando ocultar tal hecho. Supuso que debía ser algún pobre diablo que se había perdido en la basta área desolada entre el bosque y los acantilados y buscaba direcciones.
Eso fue lo que pensó, claro, hasta que la puerta se abrió de par en par dejando ver a una bestia escamada de más de dos metros. En menos de dos segundos se puso de pie y ya estaba empuñando su daga con firmeza, alerta ante cualquier movimiento del... hombre, o lo que fuese. Intentaba no recargarse demasiado sobre la pierna herida, aunque apoyarla en el suelo había sido un gran error: los ojos se le humedecieron y tuvo que contener un quejido cuando sintió una punzada el el tobillo. Con la voz quebrada, aunque no por eso menos imponente, exclamó:
-¿Quién eres? ¿Qué quieres? -Zatch pensó, entre agraciado y ofuscado, que esas preguntas en realidad debían ser dichas por el dueño de la casa y no por el zorro extraño que estaba ahí, más o menos, por pura casualidad. No obstante, no podía esperar a que el pasmado hechicero reaccionase: al menos uno de los dos tenía que mostrar cierta autoridad ante el lagarto. ¿no?
A juzgar por la reacción del mago, supuso que el reptil no era una visita esperada. Dudaba que el amable Asbjørn recibiese habitualmente a sus visitantes apuntándole con elementos punzantes. El zorro dio un paso adelante, controlando los músculos de su rostro para no expresar ni la más ínfima mueca de dolor, y clavó los ojos en los del reptil con gesto desafiante.
A pesar de lo valiente que se mostraba, por dentro sabía que a la mínima muestra de agresividad del recién llegado deberían salir corriendo. Dudaba que entre los dos pudiesen parar a un ser que, si así lo quisiera, parecía tener la fuerza suficiente para tirar abajo la pequeña choza de un guantazo.
Eso fue lo que pensó, claro, hasta que la puerta se abrió de par en par dejando ver a una bestia escamada de más de dos metros. En menos de dos segundos se puso de pie y ya estaba empuñando su daga con firmeza, alerta ante cualquier movimiento del... hombre, o lo que fuese. Intentaba no recargarse demasiado sobre la pierna herida, aunque apoyarla en el suelo había sido un gran error: los ojos se le humedecieron y tuvo que contener un quejido cuando sintió una punzada el el tobillo. Con la voz quebrada, aunque no por eso menos imponente, exclamó:
-¿Quién eres? ¿Qué quieres? -Zatch pensó, entre agraciado y ofuscado, que esas preguntas en realidad debían ser dichas por el dueño de la casa y no por el zorro extraño que estaba ahí, más o menos, por pura casualidad. No obstante, no podía esperar a que el pasmado hechicero reaccionase: al menos uno de los dos tenía que mostrar cierta autoridad ante el lagarto. ¿no?
A juzgar por la reacción del mago, supuso que el reptil no era una visita esperada. Dudaba que el amable Asbjørn recibiese habitualmente a sus visitantes apuntándole con elementos punzantes. El zorro dio un paso adelante, controlando los músculos de su rostro para no expresar ni la más ínfima mueca de dolor, y clavó los ojos en los del reptil con gesto desafiante.
A pesar de lo valiente que se mostraba, por dentro sabía que a la mínima muestra de agresividad del recién llegado deberían salir corriendo. Dudaba que entre los dos pudiesen parar a un ser que, si así lo quisiera, parecía tener la fuerza suficiente para tirar abajo la pequeña choza de un guantazo.
Zatch
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Re: El peso del alma. [Interpretativo][Libre][Cerrado]
La puerta se abrió de repente, casi sin tocarla, y me encontré de cara con una docena de cuchillos mágicos apuntando a mi persona, además de un brujo con serios temblores en las piernas que me apuntaba con su bastón. Para colmo, a la derecha de dicho sujeto se encontraba un pobre hombre bestia herido y a la defensiva, apuntándome, a la par que su compañero, con una afilada daga.
- ¿Buenas…? Que calurosa bienvenida… -dije mientras cogía mis machetes, las únicas armas que tenía y poco a poco las deposité en el suelo, alejándolas de mí con un puntapié y volviendo a alzar las manos.
-Permitidme que me presente – Dejé un pequeño inciso para que los presentes se tranquilizasen un poco. –Me llamo Krotar Fëir, y vengo desde el Bosque de Sandorai intentando encontrar a cierto brujo llamado Durak, él es la clave para poder averiguar el pasado de mi abuelo, y lo que sucedió con él. ¿Podrías ser tu dicha persona?- Pregunté dirigiéndome al mago.
La expresión de aquellos seres era indescriptible, sus rostros reflejaban una mezcla de miedo, asombro y respeto. Aguardando la respuesta del brujo, un estruendo procedente de mi estómago inundó toda la casa, haciendo que la vergüenza tiñese mi rostro.
Ante tal necesidad de alimento, rebusqué en mi mochila, hallando tan solo la mitad de un fémur completamente roído, “Bueno… al menos queda algo de tuétano…”
- ¿Buenas…? Que calurosa bienvenida… -dije mientras cogía mis machetes, las únicas armas que tenía y poco a poco las deposité en el suelo, alejándolas de mí con un puntapié y volviendo a alzar las manos.
-Permitidme que me presente – Dejé un pequeño inciso para que los presentes se tranquilizasen un poco. –Me llamo Krotar Fëir, y vengo desde el Bosque de Sandorai intentando encontrar a cierto brujo llamado Durak, él es la clave para poder averiguar el pasado de mi abuelo, y lo que sucedió con él. ¿Podrías ser tu dicha persona?- Pregunté dirigiéndome al mago.
La expresión de aquellos seres era indescriptible, sus rostros reflejaban una mezcla de miedo, asombro y respeto. Aguardando la respuesta del brujo, un estruendo procedente de mi estómago inundó toda la casa, haciendo que la vergüenza tiñese mi rostro.
Ante tal necesidad de alimento, rebusqué en mi mochila, hallando tan solo la mitad de un fémur completamente roído, “Bueno… al menos queda algo de tuétano…”
Krotar Fëir
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Re: El peso del alma. [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Un zorro cojo a la defensiva. Era bastante cómico, de hecho. Pero ante el peligro inminente, no había lugar para risas, y menos cuando el reptil sacaba, de entre sus pertenencias, dos armas bastante peligrosas. Para sorpresa del mago, ambos objetos fueron depositados en el suelo, seguido por palabras tranquilizadoras. En ese momento sí se permitió una sonrisa; ¿Un cocodrilo buscando a su abuelo perdido? Sonaba de novela. Las dagas que se sostenían en el aire desaparecieron en un suspiro púrpura, y Asbjørn dejó de apuntar a la criatura con su bastón y negó con la cabeza. "Durak" era un nombre que de alguna manera le sonaba. Quizá habría sido algún viejo mago con el que había hecho trato previamente. Luego, un estruendo hizo estremecer al mago lo suficiente como para que su agarre en el bastón vacilara por unos segundos bastante penosos. Sentía que iba a pasar de ser un perfecto almuerzo para zorros a un bocadillo de cocodrilo, y éste tendría más razones que el anterior; el rugir era una señal más que notoria de un estómago vacío, y parecía que medio fémur no sería suficiente para saciarlo. Sus prioridades se organizaron de una manera particular; se preocupó por brindar alimento antes de poder ser víctima de un ataque.
Emitió un extraño gruñido con la garganta para demostrar disgusto y una vez más asumió posición defensiva; las dagas melladas aparecieron nuevamente y rodearon al cocodrilo, aunque esta vez no reparó en apuntarle con su bastón, el cual le provocaría más risa que miedo. En lugar de eso, dio un par de pasos hacia atrás mientras una de las paredes de la casa se resquebrajaba en silencio, pero sin moverse del lugar. Se hizo lo suficientemente frágil como para ser atravesada por él, aunque eso le costase el rancho que tenía por hogar.
Emitió un extraño gruñido con la garganta para demostrar disgusto y una vez más asumió posición defensiva; las dagas melladas aparecieron nuevamente y rodearon al cocodrilo, aunque esta vez no reparó en apuntarle con su bastón, el cual le provocaría más risa que miedo. En lugar de eso, dio un par de pasos hacia atrás mientras una de las paredes de la casa se resquebrajaba en silencio, pero sin moverse del lugar. Se hizo lo suficientemente frágil como para ser atravesada por él, aunque eso le costase el rancho que tenía por hogar.
Asbjørn
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Re: El peso del alma. [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Si cerraba los ojos e ignoraba el hecho de que quien tenía enfrente era un reptil de más de dos metros, el tono de voz de éste le sugería que se trataba, a decir verdad, de un tipo bastante bonachón. Cuando bajó las armas, Zatch procedió a hacer lo mismo: cautelosamente fue relajando su posición hasta devolver la daga al cinturón y llevar una mano al respaldo de la deteriorada silla para apoyarse mejor en ésta, aún de pie y a pata coja. Su instinto no le indicaba que debiese tener miedo ya que, aunque el cocodrilo parecía tener fuerza suficiente para partirlos en dos de un zarpazo, sus gestos le sugerían que verdaderamente venía en son de paz. Siguió con la mirada las armas que fueron depositadas en el suelo y soltó un suspiro, liberando así todo el aire que había contenido sin darse cuenta desde la llegada del escamoso.
Mientras que el estruendoso gruñido estomacal había suscitado en el zorro poco más que una pícara mirada, el mago no parecía lograr tranquilizarse, por más que por un momento le había dado la impresión de que perdía el miedo hacia el recién llegado. Tan pronto como se habían esfumado, las dagas falsas (Zatch pensaba que eran una mera ilusión, tal como la moneda un rato atrás) volvieron a apuntar al extraño.
El zorro respiró profundo y, con la mano libre, atusó su decorado cabello antes de hablar con tono calmo. -Hola, Krotar. Yo soy Zatch y éste... -y le bastó estirar esa misma mano para tomar al mago por el hombro con mucha más suavidad que la primera vez, aunque lo suficientemente firme para no dejarle retroceder más y mucho menos escapar- ...es Asbjørn. Es callado y no le gustan los extraños, pero es un buen tipo. Créeme, lo conozco. -Una sonrisa burlona le emblandeció la ruda mueca con la que había permanecido hasta el momento. Aunque minutos atrás hubiese mojado los pantalones (de haber estado usando unos, claro) ahora mismo comenzaba a divertirse. Al empezar el día habría dicho que éste iba a ser más bien aburrido, pero allí estaba: con dos completos desconocidos (uno más raro que el otro) en una cabaña derruida, con el tobillo torcido y absolutamente nada mejor que hacer que estar allí charlando con ellos. No todos los días se cruzaba con un mago y con un hombre-bestia de rasgos animales tan marcados como los propios y, como a él le gustaba mucho conversar, decidió que ese era un excelente momento para hacerlo.
-Aquí no hay ningún Durak. -Aclaró. Mientras hablaba, haló al hechicero hasta la silla en la que antes se había situado y le dio un suave empujón para que se sentase. No le quitó la mano del hombro, pasando a recargarse en él cuando dejó de apoyar su peso en el respaldo del asiento. Indicó con un ademán al lagarto que pasase y le señaló la cama- Pero puedes tomar asiento, debes estar cansado. ¿Nos contarías la dramática historia de tu abuelo? -Sus palabras sonaban sinceras y convincentes. No obstante, por dentro Zatch realmente estaba divirtiéndose con el papel de anfitrión, que no le correspondía de ninguna manera. Después de todo, había entrado a esa casa por primera vez en su vida hacía menos de media hora.
Mientras que el estruendoso gruñido estomacal había suscitado en el zorro poco más que una pícara mirada, el mago no parecía lograr tranquilizarse, por más que por un momento le había dado la impresión de que perdía el miedo hacia el recién llegado. Tan pronto como se habían esfumado, las dagas falsas (Zatch pensaba que eran una mera ilusión, tal como la moneda un rato atrás) volvieron a apuntar al extraño.
El zorro respiró profundo y, con la mano libre, atusó su decorado cabello antes de hablar con tono calmo. -Hola, Krotar. Yo soy Zatch y éste... -y le bastó estirar esa misma mano para tomar al mago por el hombro con mucha más suavidad que la primera vez, aunque lo suficientemente firme para no dejarle retroceder más y mucho menos escapar- ...es Asbjørn. Es callado y no le gustan los extraños, pero es un buen tipo. Créeme, lo conozco. -Una sonrisa burlona le emblandeció la ruda mueca con la que había permanecido hasta el momento. Aunque minutos atrás hubiese mojado los pantalones (de haber estado usando unos, claro) ahora mismo comenzaba a divertirse. Al empezar el día habría dicho que éste iba a ser más bien aburrido, pero allí estaba: con dos completos desconocidos (uno más raro que el otro) en una cabaña derruida, con el tobillo torcido y absolutamente nada mejor que hacer que estar allí charlando con ellos. No todos los días se cruzaba con un mago y con un hombre-bestia de rasgos animales tan marcados como los propios y, como a él le gustaba mucho conversar, decidió que ese era un excelente momento para hacerlo.
-Aquí no hay ningún Durak. -Aclaró. Mientras hablaba, haló al hechicero hasta la silla en la que antes se había situado y le dio un suave empujón para que se sentase. No le quitó la mano del hombro, pasando a recargarse en él cuando dejó de apoyar su peso en el respaldo del asiento. Indicó con un ademán al lagarto que pasase y le señaló la cama- Pero puedes tomar asiento, debes estar cansado. ¿Nos contarías la dramática historia de tu abuelo? -Sus palabras sonaban sinceras y convincentes. No obstante, por dentro Zatch realmente estaba divirtiéndose con el papel de anfitrión, que no le correspondía de ninguna manera. Después de todo, había entrado a esa casa por primera vez en su vida hacía menos de media hora.
Zatch
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Re: El peso del alma. [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Si bien mi intención era terminarme aquel diminuto hueso, la reacción del hombre encapuchado interrumpió el proceso. Las dagas volvieron a rodearme, esta vez sin motivo aparente, “¿Que le ocurre a este hombre? ¿Quizás no entiende lo que digo? Ya lo tengo, claro, como no he podido caer, seguramente sea un elfo”. Deje el hueso en el suelo y con un tono calmado seguido de delicados gestos, dije - Nan alassëaomentielvanen tendor yendox nahalt- Intentando explicarle que no me había percatado de su raza. Comprendí por las reacciones de ambos individuos que no comprendían el lenguaje élfico.
El hombre dio un par de pasos hacia atrás, temiendo cualquier movimiento mío. Este individuo me empezaba a desesperar, ya no sabía que más hacer para que comprendiese que no era un enemigo, que tan solo quería encontrar a Durak y hablar con él. Por fortuna el hombre bestia, que parecía más astuto y comprensivo que su compañero, me saludó y tomó del brazo a su camarada para transmitirle seguridad e indicarle que no era necesario aplicar la violencia contra mi persona.
Su nombre era Zatch, parecía un tipo sensato a la vez que audaz, pero su mirada transmitía la vivacidad propia del animal, atributo que me atraía. Me explicó que el nombre de su socio era Asbjørn, alegando que era un buen tipo, “eso espero, no me gustaría tener que enfrentarme a alguien en combate cuerpo a cuerpo contra alguien que utiliza la magia, dudo que saliese bien parado, pero siempre debe haber una primera vez, pero dudo que sea esta la ocasión”.
Zatch indicó que ninguno de ellos era Durak, “No parece que me esté mintiendo. Que se le va a hacer, supongo que el destino quiere jugar conmigo un poco más”, acto seguido me invitó a pasar y a sentarme junto a ellos. Me preguntó si sería posible contarle la historia de mi querido abuelo, no solía hacerlo, pero esta era una ocasión especial, quería ganarme la confianza de mis anfitriones así que comencé a relatar:
-Mi abuelo, Krugg, fue uno de los miles de experimentos que hicieron los invasores en la guerra contra los Bio-Ciberneticos y los terrestres que los controlaban. La batalla en la que mi abuelo debía combatir, este desertó y fue acogido por una tribu de elfos que habían sobrevivido a la batalla. Tras mucho esfuerzo, mi abuelo consiguió ganarse la confianza de los lugareños, alegando que no era un espía enemigo, sino un gran aporte de información para perjudicar a sus captores. La guerra terminó con la expulsión de los atacantes a su planeta natal, permitiendo a mi abuelo vivir con ellos, como uno más. Según mi padre, mi abuelo estaba decidido a destruir el portal que atravesaron los atacantes, pero jamás se volvió a saber de él… -Hice un intermedio para intentar no expresar mi dolor- La única pista que tengo actualmente, es que ese tal Durak fue la última persona con la que estuvo, y pienso hallarlo, cueste lo que cueste.
Tuve una sensación extraña, me sentía aliviado, puesto que jamás les había contado a unos desconocidos la historia de mi abuelo, pero un temor en mi interior empezó a florecer, “puede ser que en este preciso momento haya cometido unos de los mayores errores de mi vida, o la mejor decisión hasta el momento.”
El hombre dio un par de pasos hacia atrás, temiendo cualquier movimiento mío. Este individuo me empezaba a desesperar, ya no sabía que más hacer para que comprendiese que no era un enemigo, que tan solo quería encontrar a Durak y hablar con él. Por fortuna el hombre bestia, que parecía más astuto y comprensivo que su compañero, me saludó y tomó del brazo a su camarada para transmitirle seguridad e indicarle que no era necesario aplicar la violencia contra mi persona.
Su nombre era Zatch, parecía un tipo sensato a la vez que audaz, pero su mirada transmitía la vivacidad propia del animal, atributo que me atraía. Me explicó que el nombre de su socio era Asbjørn, alegando que era un buen tipo, “eso espero, no me gustaría tener que enfrentarme a alguien en combate cuerpo a cuerpo contra alguien que utiliza la magia, dudo que saliese bien parado, pero siempre debe haber una primera vez, pero dudo que sea esta la ocasión”.
Zatch indicó que ninguno de ellos era Durak, “No parece que me esté mintiendo. Que se le va a hacer, supongo que el destino quiere jugar conmigo un poco más”, acto seguido me invitó a pasar y a sentarme junto a ellos. Me preguntó si sería posible contarle la historia de mi querido abuelo, no solía hacerlo, pero esta era una ocasión especial, quería ganarme la confianza de mis anfitriones así que comencé a relatar:
-Mi abuelo, Krugg, fue uno de los miles de experimentos que hicieron los invasores en la guerra contra los Bio-Ciberneticos y los terrestres que los controlaban. La batalla en la que mi abuelo debía combatir, este desertó y fue acogido por una tribu de elfos que habían sobrevivido a la batalla. Tras mucho esfuerzo, mi abuelo consiguió ganarse la confianza de los lugareños, alegando que no era un espía enemigo, sino un gran aporte de información para perjudicar a sus captores. La guerra terminó con la expulsión de los atacantes a su planeta natal, permitiendo a mi abuelo vivir con ellos, como uno más. Según mi padre, mi abuelo estaba decidido a destruir el portal que atravesaron los atacantes, pero jamás se volvió a saber de él… -Hice un intermedio para intentar no expresar mi dolor- La única pista que tengo actualmente, es que ese tal Durak fue la última persona con la que estuvo, y pienso hallarlo, cueste lo que cueste.
Tuve una sensación extraña, me sentía aliviado, puesto que jamás les había contado a unos desconocidos la historia de mi abuelo, pero un temor en mi interior empezó a florecer, “puede ser que en este preciso momento haya cometido unos de los mayores errores de mi vida, o la mejor decisión hasta el momento.”
Krotar Fëir
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Re: El peso del alma. [Interpretativo][Libre][Cerrado]
De idiomas raros ya se hacía un diplomado; Asbjørn comenzaba a dominar el lenguaje arcano y se le daba medianamente bien, pero cuando el lagarto recitó aquellas palabras quedó fuera de lugar. Por el tono de voz, supuso que sería una especie de disculpa, y se dijo a sí mismo que tendría que aprender ese idioma. Estaba un poco incómodo con la confianza que se había tomado el zorro, pero claramente él manejaría mejor la situación, así que nuevamente las dagas desaparecieron en un suspiro púrpura. Se apartó para dejar que el lagarto pasara, y estaba rezando porque no derrumbara la cabaña con aquél tamaño tan exagerado que poseía. Volteó para verlo adentrarse en el lugar. Oír la historia que tenía que contar sería interesante, por lo que giró su bastón y apoyó la parte afilada en el suelo, mientras él se apoyaba de la otra parte y miraba atentamente al lagarto mientras daba su relato. Había escuchado sobre la batalla y los Bio, pero jamás había conocido a alguien que tuviera una relación cercana a ello. La expresión del lagarto cambiaba ligeramente mientras hablaba; su mirada entristecía y su voz cambiaba de tono casi imperceptiblemente. Él se estaba dando cuenta, porque hizo una pausa y se recuperó del a penas notable cambio. El brujo en seguida comprendió lo delicada de su situación y se dijo a sí mismo que debía ayudarlo. Quizá, hurgando en el pasado de otra persona, conseguiría también dar con el suyo propio, puesto que lo único que tenía de identidad era su nombre.
"Durak" volvió a sonar en su mente, y algo le hizo clic. Recordó a un viejo brujo que, para el momento, habitaba en la isla lunar, lugar que jamás había visitado y no tenía la intención de visitar. Se había topado con él en el marcado de Beltrexus y le había ayudado con algunos ingredientes de alquimia. A cambio, el brujo le enseñó un par de trucos en el lenguaje arcano que no olvidaría nunca, a pesar de que sí había olvidado a su maestro. Alzó la vista y abrió los ojos como si estuviera emocionado, interrumpiendo cualquier respuesta que pudieran haber dado, hizo un esfuerzo por desencajar el bastón del suelo, que se había enterrado por su peso, y utilizó la parte filosa para señalar la isla en un mapa viejo y desgastado que colgaba en la pared. Moduló un par de palabras que serían, probablemente, las únicas que el reptil oiría hasta el momento, y también serían las únicas que oiría en un futuro.
- Durak, en la isla lunar. Allí lo conseguiremos.
Habló en plural, por supuesto. Aunque no le animaba la idea de viajar hasta la isla, sí lo hacía enterarse un poquito del pasado y, quizá, aprender un poco más sobre la magia que había aprendido durante los años.
"Durak" volvió a sonar en su mente, y algo le hizo clic. Recordó a un viejo brujo que, para el momento, habitaba en la isla lunar, lugar que jamás había visitado y no tenía la intención de visitar. Se había topado con él en el marcado de Beltrexus y le había ayudado con algunos ingredientes de alquimia. A cambio, el brujo le enseñó un par de trucos en el lenguaje arcano que no olvidaría nunca, a pesar de que sí había olvidado a su maestro. Alzó la vista y abrió los ojos como si estuviera emocionado, interrumpiendo cualquier respuesta que pudieran haber dado, hizo un esfuerzo por desencajar el bastón del suelo, que se había enterrado por su peso, y utilizó la parte filosa para señalar la isla en un mapa viejo y desgastado que colgaba en la pared. Moduló un par de palabras que serían, probablemente, las únicas que el reptil oiría hasta el momento, y también serían las únicas que oiría en un futuro.
- Durak, en la isla lunar. Allí lo conseguiremos.
Habló en plural, por supuesto. Aunque no le animaba la idea de viajar hasta la isla, sí lo hacía enterarse un poquito del pasado y, quizá, aprender un poco más sobre la magia que había aprendido durante los años.
Asbjørn
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Re: El peso del alma. [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Escuchó la historia del hombre-lagarto en completo silencio. A decir verdad, había pensado que el extraño se negaría a hablar al respecto; no era usual que alguien se abriese y hablara tan abiertamente a otros completos desconocidos. Pensó con sorna que estaba compartiendo choza con dos personas bastante opuestas: El mago, a quien con suerte se le podían arrancar tres palabras seguidas, y el recién llegado Krotar, quien parecía ser suficientemente extrovertido y confiado.
El zorro pensó que una responsabilidad demasiado grande había sido puesta sobre los hombros del escamoso muchacho. ¿Encontrar a una persona en la inmensidad de aquel territorio? Sí que debía de sentir aprecio hacia su abuelo como para encarar semejante travesía. Zatch sintió que en su pecho se arremolinaban dos sensaciones contradictorias: alivio y envidia a partes iguales. Por un lado, se sentía aliviado al no tener ninguna responsabilidad como aquella, pese a que lo más razonable era deducir que sus ancestros también se habían visto envueltos en la cruenta batalla. Él y Krotar no eran tan distintos: ambos eran la descendencia de híbridos creados en laboratorios. Por otro lado experimentaba envidia, por jamás haber conocido a su padre y no haber oído jamás alguna historia sobre su familia paterna. Todo lo que sabía respecto a los hombres-bestia y su origen lo había aprendido leyendo y hablando con otros semejantes a él, mas jamás había conocido a otra persona con rasgos de zorro y no tenía ni la más mínima idea de dónde estaba su progenitor, o si éste seguía vivo. Sinceramente, tampoco tenía muchas ganas de averiguar el paradero de la primera, aunque no única, persona que lo había abandonado en la vida.
Negó con la cabeza para disipar los pensamientos desagradables que eran capaces de sumirlo en un estado de ánimo deprimente. Un silencio reflexivo se había apoderado de la cabaña una vez el relato hubo terminado y el zorro miró al suelo, pensativo. Iba a decir algo, cualquier cosa con tal de dar fin a aquella extraña atmósfera meditabunda, cuando el mago masculló una frase respecto al tal Durak al tiempo que señalaba algo en un mapa. La Isla Lunar. Así que sí tenía un poco de información, ¿eh?
-Oh, bueno… -Dirigió su mirada a Asbjørn y luego la paseó hacia el lagarto- …parece que aquí tienes tu solución. Qué bueno, ¿no? –Se encogió de hombros con aparente indiferencia y tomó un libro del escritorio antes de dirigirse cojeando hacia la cama. Se dejó caer sentado a unos centímetros de Krotar, cruzó las piernas poniendo encima la que estaba lastimada, y abrió el libro fingiendo que comenzaba a leer los primeros renglones. La situación le resultaba interesante y deseaba ver cuál era el desenlace, por lo cual pensó que no estaría mal quedarse un rato más para observar.
El zorro pensó que una responsabilidad demasiado grande había sido puesta sobre los hombros del escamoso muchacho. ¿Encontrar a una persona en la inmensidad de aquel territorio? Sí que debía de sentir aprecio hacia su abuelo como para encarar semejante travesía. Zatch sintió que en su pecho se arremolinaban dos sensaciones contradictorias: alivio y envidia a partes iguales. Por un lado, se sentía aliviado al no tener ninguna responsabilidad como aquella, pese a que lo más razonable era deducir que sus ancestros también se habían visto envueltos en la cruenta batalla. Él y Krotar no eran tan distintos: ambos eran la descendencia de híbridos creados en laboratorios. Por otro lado experimentaba envidia, por jamás haber conocido a su padre y no haber oído jamás alguna historia sobre su familia paterna. Todo lo que sabía respecto a los hombres-bestia y su origen lo había aprendido leyendo y hablando con otros semejantes a él, mas jamás había conocido a otra persona con rasgos de zorro y no tenía ni la más mínima idea de dónde estaba su progenitor, o si éste seguía vivo. Sinceramente, tampoco tenía muchas ganas de averiguar el paradero de la primera, aunque no única, persona que lo había abandonado en la vida.
Negó con la cabeza para disipar los pensamientos desagradables que eran capaces de sumirlo en un estado de ánimo deprimente. Un silencio reflexivo se había apoderado de la cabaña una vez el relato hubo terminado y el zorro miró al suelo, pensativo. Iba a decir algo, cualquier cosa con tal de dar fin a aquella extraña atmósfera meditabunda, cuando el mago masculló una frase respecto al tal Durak al tiempo que señalaba algo en un mapa. La Isla Lunar. Así que sí tenía un poco de información, ¿eh?
-Oh, bueno… -Dirigió su mirada a Asbjørn y luego la paseó hacia el lagarto- …parece que aquí tienes tu solución. Qué bueno, ¿no? –Se encogió de hombros con aparente indiferencia y tomó un libro del escritorio antes de dirigirse cojeando hacia la cama. Se dejó caer sentado a unos centímetros de Krotar, cruzó las piernas poniendo encima la que estaba lastimada, y abrió el libro fingiendo que comenzaba a leer los primeros renglones. La situación le resultaba interesante y deseaba ver cuál era el desenlace, por lo cual pensó que no estaría mal quedarse un rato más para observar.
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Re: El peso del alma. [Interpretativo][Libre][Cerrado]
La situación se volvió extremadamente tensa después de que mi relato finalizase, pues los dos individuos parecían bastante afligidos con sus respectivos pensamientos como para añadir algo más al respecto. Sin embargo, una frase rompió el silencio, provenía de alguien de quien jamás hubiese esperado respuesta alguna. El brujo, quien se había quedado dubitativo mientras su peso clavaba el bastón en el suelo, había señalado enérgicamente un mapa viejo y desgastado que colgaba en una de las paredes de esa cabaña.
En concreto, quería hacer referencia a una diminuta isla situada al sur del continente, donde supuestamente encontraríamos aquel hombre que tantas veces me describió mi padre “Espera, ¡¿encontraríamos?! ¿Acaba de ofrecerse a acompañarme en mi viaje? Jamás lo hubiese dicho de una persona tan introvertida, le deben gustar los reptiles”.
Durante unos minutos me quedé atónito debido a la proposición indirecta de Asbjorn, por ese motivo no me percaté de que Zatch se había situado, con las piernas cruzadas y libro en mano, a escasos centímetros de mí- Si, es curioso, no me esperaba que estuviera en un lugar tan recóndito y menos aún tan aislado –mi mirada se centró en el brujo, quien parecía eludirla- Supongo que por tu forma de hablar tu intención es acompañarme a ese lugar, ¿me equivoco? –Dije ligeramente desconfiado- No acabo de comprender este cambio de actitud respecto a mi persona, en primer lugar intentas atravesarme con un montón de dagas mágicas, además de amenazarme con tu bastón, ¿y ahora deseas acompañarme en mi viaje? –Añadí enarcando un ceja- Tendrás tus motivos, pero me gustaría conocerlos antes de aceptar tu proposición, pues no me gustaría pasar noche tras noche durmiendo con un ojo abierto y un machete en mi mano -.
Dirigí mi mirada a la cabaña, la cual estaba repleta de elementos del mundo de la magia, algunas pócimas, papiros y sobretodo muchas estanterías repletas de libros, uno de ellos, en las manos del zorro. Me percaté del extraño idioma que era usado en las páginas, una especie de jeroglíficos, de símbolos extraños, que a diferencia de mí, el otro hombre bestia parecía saber leer con soltura. Sorprendido ante tan hazaña de mi compañero de raza no pude evitar preguntarle- ¿Qué estás leyendo? ¿Pone alguna forma de cocinar jabalí asado? Seguro que hay alguna receta típica de la zona montañosa de la Cala de la Luna –Inquise con una hambrienta mirada mientras la saliva desbordaba por mis fauces.
En concreto, quería hacer referencia a una diminuta isla situada al sur del continente, donde supuestamente encontraríamos aquel hombre que tantas veces me describió mi padre “Espera, ¡¿encontraríamos?! ¿Acaba de ofrecerse a acompañarme en mi viaje? Jamás lo hubiese dicho de una persona tan introvertida, le deben gustar los reptiles”.
Durante unos minutos me quedé atónito debido a la proposición indirecta de Asbjorn, por ese motivo no me percaté de que Zatch se había situado, con las piernas cruzadas y libro en mano, a escasos centímetros de mí- Si, es curioso, no me esperaba que estuviera en un lugar tan recóndito y menos aún tan aislado –mi mirada se centró en el brujo, quien parecía eludirla- Supongo que por tu forma de hablar tu intención es acompañarme a ese lugar, ¿me equivoco? –Dije ligeramente desconfiado- No acabo de comprender este cambio de actitud respecto a mi persona, en primer lugar intentas atravesarme con un montón de dagas mágicas, además de amenazarme con tu bastón, ¿y ahora deseas acompañarme en mi viaje? –Añadí enarcando un ceja- Tendrás tus motivos, pero me gustaría conocerlos antes de aceptar tu proposición, pues no me gustaría pasar noche tras noche durmiendo con un ojo abierto y un machete en mi mano -.
Dirigí mi mirada a la cabaña, la cual estaba repleta de elementos del mundo de la magia, algunas pócimas, papiros y sobretodo muchas estanterías repletas de libros, uno de ellos, en las manos del zorro. Me percaté del extraño idioma que era usado en las páginas, una especie de jeroglíficos, de símbolos extraños, que a diferencia de mí, el otro hombre bestia parecía saber leer con soltura. Sorprendido ante tan hazaña de mi compañero de raza no pude evitar preguntarle- ¿Qué estás leyendo? ¿Pone alguna forma de cocinar jabalí asado? Seguro que hay alguna receta típica de la zona montañosa de la Cala de la Luna –Inquise con una hambrienta mirada mientras la saliva desbordaba por mis fauces.
Krotar Fëir
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Re: El peso del alma. [Interpretativo][Libre][Cerrado]
Fueron un par de minutos de silencio incómodo mientras el mago señalaba el mapa. Luego de lo que pareció una eternidad para Asbjørn, Zatch se movió hasta la cama y se dispuso a leer un libro. Asintió ante el comentario del reptil y se paralizó cuando éste le preguntó directamente sus intenciones. Ladeó la cabeza como si se estuviese excusando por la anterior situación y, al darse cuenta de que el libro que el cánido tenía entre las manos estaba escrito en el idioma de los dragones, lo miró con algo de desaprobación y negó con la cabeza. «Dudo que entiendas algo», pensó. Alzó ambas manos con las palmas abiertas y los hombros encogidos, y el bastón comenzó a flotar a unos centímetros de él, haciendo seña de que iba en paz; no era común que el mago recurriera a la violencia y menos cuando le convenía mantenerse del lado de algunas personas.
Los comentarios hambrientos del cocodrilo lo alarmaban, aunque ya no tanto. Negó con la cabeza ante las sugerencias del animal. Ver una receta de jabalí asado escrita en el lenguaje de los dragones sería algo hilarante. Observó nuevamente el libro y no era más que un resumido instructivo de pergaminos encantados de poca utilidad. Sus páginas se pasaron solas y terminó cerrándose, levantando algo de polvo de entre sus viejas hojas. Levitó y volvió a su puesto en el escritorio junto a un pergamino a medio escribir. En teoría, lo más educado sería ofrecer algún aperitivo de carnes, pero era algo que en su hogar no era muy usual; Asbjørn tendía a alimentarse a base de verduras y granos, que era lo más fácil de conseguir, y consumía escasa vez alguna carne o embutido que le daban como recompensa de alguna tarea. No era la ocasión; ya era más mediodía y el cocodrilo tenía algo de razón, hacía bastante hambre. A su pesar, el mago sólo estaba provisto de la comida del día y no es como si fuere suficiente para alimentar a dos hombres bestia que le superaban en tamaño y peso con creces. El bastón regresó a su mano y señaló con él hacia Beltrexus, donde de seguro conseguirían comida y una estadía decente mientras se preparaban para el viaje.
Los comentarios hambrientos del cocodrilo lo alarmaban, aunque ya no tanto. Negó con la cabeza ante las sugerencias del animal. Ver una receta de jabalí asado escrita en el lenguaje de los dragones sería algo hilarante. Observó nuevamente el libro y no era más que un resumido instructivo de pergaminos encantados de poca utilidad. Sus páginas se pasaron solas y terminó cerrándose, levantando algo de polvo de entre sus viejas hojas. Levitó y volvió a su puesto en el escritorio junto a un pergamino a medio escribir. En teoría, lo más educado sería ofrecer algún aperitivo de carnes, pero era algo que en su hogar no era muy usual; Asbjørn tendía a alimentarse a base de verduras y granos, que era lo más fácil de conseguir, y consumía escasa vez alguna carne o embutido que le daban como recompensa de alguna tarea. No era la ocasión; ya era más mediodía y el cocodrilo tenía algo de razón, hacía bastante hambre. A su pesar, el mago sólo estaba provisto de la comida del día y no es como si fuere suficiente para alimentar a dos hombres bestia que le superaban en tamaño y peso con creces. El bastón regresó a su mano y señaló con él hacia Beltrexus, donde de seguro conseguirían comida y una estadía decente mientras se preparaban para el viaje.
Asbjørn
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