[CERRADO]niños al poder [magazubi]

Era un día precioso. Los gorriones recorrían alegremente las calles de la ciudad en busca de su sustento. No era de extrañar, pues el verano significa abundancia y con ello los bolsillos andan más llenos. Cosechas, comercio, todo alcanzaba su máximo en el calor y así era fácil obtener la cuota. En efecto, Demian ese día había obtenido una jugosa bolsa de monedas del bolsillo de una mujer opulenta, de modo que podía darse por satisfecho. No todos los días era así, claro, pero ese era un buen día.

Caminaba dando pasos ligeros y silenciosos, como si estuviera flotando por un mar de espuma, a pesar de que ya no tenía motivo alguno para ser cuidadoso. Era simplemente la costumbre, la esencia de aquel niño ser una sombra silenciosa en todo momento, no llamar la atención, ser parte del paisaje, así nadie se esperaba cuando metía las manos en busca de su alpiste.

Normalmente uno no haría eso a menos que tuviera algo importante que hacer fuera de la ciudad, pero ese día lo hizo, le avisó a su hermano Chimar de que saldría a refrescarse a las afueras, quizás buscar un arroyo, quizás hasta nadar, que ya falta le hacía. Al poco rato ya estaba siguiendo la vía que sale de la ciudad.

Antes de ir por este camino algunas personas comentaron sobre los robos que se habían dado últimamente, pero el chico contestó con una mirada inocente, agregando que tendría cuidado, pero luego se alejó, continuando su recorrido con aire despreocupado, imaginando lo agradable que sería encontrar un buen lugar para descansar y alejarse del ruido de la ciudad.

Este camino era peligroso, pero el peligro para Demian era sólo parte del desafío. No estaba recorriendo el mundo por mero placer, era su entrenamiento, era el desafío que le había puesto su maestro. Las dagas en su cintura le daban seguridad. Llegó hasta el arroyo, se mojó la cara con ambas manos, buscando con la vista el mejor lugar para darse un buen chapuzón, pero entonces lo oyó. No era un ruido de aves, era un instrumento musical, lo que despertó su curiosidad y le hizo acercarse. Había una niña, quizás algo más alta que él, lo que no era tan difícil. Hizo una señal de saludo, sin decir nada.

La música terminó cuando la chica saludó, pero luego se puso nuevamente a la tarea, mostrando una melodía lenta, dulce y calmada que casi saca a Demian un bostezo, pero el verdadero truco estaría por venir. Una vez hubo terminado y esperó unos momentos las aves comenzaron a repetir la melodía.

Demian primero levantó una ceja, luego las dos, sorprendido de lo que acababa de pasar, llenándose de pronto de un mar de dudas sobre cómo funcionaba el cerebro de un pájaro.

Iba a decir algo, pero vio a su amigo Chimar llegar y hacer un gesto de saludo. Por lo visto el acto de presentarse no era el fuerte de ninguno de los dos chicos.

—Oh, claro, mi nombre es Demian —contestó— . Y ese que viene allí se llama Chimar, somos Los Gorriones.

Tras presentarse recién se percató que muy probablemente la chica no había oído jamás de tal nombre, el cual no sonaba del todo impresionante de todas maneras.

—Le llamamos así a un club que tenemos, con otro chico que no está acá hoy. ¿Sabes que es peligroso por estos lados?

Miró a los alrededores, la experiencia le decía que dejando atrás los muros de la ciudad no era precisamente un lugar de amor y paz y que era perfectamente posible encontrarse con algún tipo de amenaza, alguien o algo dispuesto a matarlos. Sus ojos fríos e inexpresivos exploraron el área palmo a palmo.

—Hey, hermano, ¿cómo te ha ido hoy? —le pregunta en clara alusión a los pequeños robos que realizan ambos, aunque sin ser tan explícito, una vez que el pequeño humano se acerca lo suficiente.

Era uno de esos días donde parecía que podía olvidar todo, desde el robo hasta la sangre, para simplemente disfrutar del aire libre. Sí, hasta Demian tiene de esos días.

Como si fuera llamado para dar más énfasis al aspecto relajado de la situación una nueva ave se hizo notar, pero no era un ave común y corriente, bueno, de aspecto lo era, un simple gorrión, pero tenía algo especial, era el gorrión de Demian.

—Oh, Chispa, ya se me hacía que un gato te había hecho cena —le dijo el niño sonriendo.

El ave se posó sobre su hombro, mirando desde allí a los demás presentes, como si sus ojos oscuros juzgaran sus intenciones... o con ojos de pájaro en busca de un gusano, cualquiera sirve.

Pero el momento de calma no duraría demasiado, pues un grito le alertó tanto a Demian como a su ave de que algo andaba mal o al menos alguien andaba cerca. Si había algo que le habían enseñado en su entrenamiento como asesino para ese tipo de situaciones era que cuanto antes el cazador debe volverse la presa.

Demian pareció esfumarse en el aire, envuelto en su magia ilusoria, lo que generaba una curiosa escena, un gorrión volando en el aire... sin abrir sus alas.

El niño sacó sus dagas y avanzó con su tradicional paso ligero, casi como si flotara en el aire, sin hacer el menor ruido. Su mente entró en ese estado tan particular.

Sólo existían en esos momentos dos cosas en el mundo. Él y su presa. Quien fuera que le estuviera acechando no iba a saber qué le había matado, sólo sentiría el frío del acero en sus carnes, incluso antes del dolor, y ya sería muy tarde.

La vio, una figura que se acercaba a una especie de puerta de madera. Era el momento perfecto para asesinar...

Excepto que era sólo una niña, más pequeña incluso que todos los presentes.

Salió de su ilusión a su espalda, como si se materializara en el aire en un parpadeo.

—¿Qué es esa puerta? —preguntó, aún con sus dagas en sus manos y postura levemente agachada, con la capucha de su capa puesta sobre la cabeza.

Miró por un momento a Chimar, luego a Maga y finalmente a Aisling. Se irguió de manera natural, movimiento con el cual la capucha se salió de su cabeza, guardando posteriormente sus dagas en su cinturón. Su pequeño gorrión levantó el vuelo por un momento, tras haber estado a punto de caerse, pero luego descendió sobre el otro hombro, dando un picotazo al niño en el lóbulo de su oreja, como si le reclamara por no avisarle debidamente de cambios bruscos de su postura.

—¿Matarte?, naaah, sólo fingía —dijo como no dando importancia a lo que pasaba.

Un pensamiento fugaz cruzó por su mente. ¿Luciría igual una niña que un adulto por dentro?, ¿tendría los mismos órganos?... sacudió de pronto su cabeza, como si un insecto se hubiera posado en su nariz, limpiando estoas ideas de su cabeza. Chispa volvió a reprenderle atacando su oreja.

—¡Hey!, deja eso, Chispa.

Como si estuviera satisfecho de la lección dada el pajarillo se acomodó en su lugar, inflando sus plumas y sentándose a sus anchas.

—Curioso nombre... Maguita... es como... olvídalo.

Se giró a mirar lo que Aisling hacía con la puerta. Entre la distracción de su intento de 'defensa' ante Maguita no habían aún abierto la puerta, pero la niña más alta finalmente se decidió a hacerlo. Demian la siguió, entrando tras ella en aquel recinto, para también decepcionarse por momentos de no encontrar más que tierra. Se encogió de hombros y quiso volver a girarse, con la intención de salir, pero entonces oyó un crujido.

Se puso en alerta como un gato, pero no tuvo tiempo de tomar las medidas pertinentes, pues con una sorprendente velocidad el suelo colapsó por completo, de una sola vez, como si un violento terremoto hiciera su presencia de golpe. Lo siguiente que pudo saber con certeza es que caía. Intentó buscar contacto con algún muro, estirando manos y piernas de manera desesperada, pero fuera cual fuera la naturaleza del agujero por el que caían no era precisamente angosto y de nada servía su agilidad si no tenía de dónde aferrarse. Se preparó para un golpe, disponiendo sus piernas para amortiguar, sabiendo que eso seguramente terminaría con ambas rotas, con suerte... pero el destino diría otra cosa.

El contacto con el agua fue sorpresivo y no se preparó adecuadamente, tragando un poco del líquido mientras su cerebro aún procesaba lo ocurrido. Para suerte del brujo, había crecido en una isla, cerca del mar, de modo que había aprendido a nadar incluso antes que a trepar en los árboles. Se impulsó rápidamente para volver a la superficie, tosiendo un poco tras asomarse.

—¿Dónde demonios estamos? —exclamó al recuperar su aliento, buscando además con la vista a sus compañeros.

Por supuesto, no había ya señales de Chispa.

Para un ojo analítico podría resultar llamativo notar que las primeras palabras tras caer al agua de Demian habían sido para el entorno y reunir información, las de Chimar habían sido una mezcla de preocupación por los otros con solución práctica a un problema y las de Magazubi habían sido sobre sí misma, pero ese tipo de cosas escapaban al joven brujo, así que sigamos con la historia.

—Enseguida —contestó a su amigo, levantando una de sus manos— , sólo procura no ahogarte, Chim.

Las últimas palabras estaban más cargadas de burla que de sincera preocupación, pero no de real malicia, mientras Demian elevaba una de sus manos, reuniendo allí su energía para generar una pequeña ilusión. Se trataba de una esfera blanca y brillante, nada especial, aunque ciertamente útil. Gracias a ello pudo ver que se encontraban en un pozo subterráneo, pero que la orilla estaba muy cerca.

—Por poco quedamos hechos comida para troll —dijo apuntando a una filosa roca.

Dejó la ilusión sobre su propia cabeza y comenzó a nadar, acción que le resultaba natural y eficaz, quedando en segundos afuera del agua. Una vez allí pudo notar que habían túneles, en principio de apariencia natural, que salían de aquel lugar en distintas direcciones. Eso plantearía algunos problemas, pensó, pero por ahora debía fijarse en sus compañeros.

—Y pensar que ya me había bañado esta semana... en fin, chicos, parece que estamos atrapados acá, pero hay túneles, quizás lleven a algún lado.

Se giró hacia los otros niños y se rascó la imberbe barbilla.

—Uhmmm... veo a Chim y Maga, pero no veo a la otra niña... había otra niña, ¿cierto? —quiso saber. De cualquier manera, la luz era escasa.

Demian se queda pensando unos instantes sobre lo que dice su compañero acerca de un estudioso del higiene. ¿De verdad había gente que dedicaba tiempo a esas cosas?, podía entender de gente dedicada a estudiar cómo sanar una herida o cómo inventar un arma mejor a las conocidas, ¿pero estudiar cuántas veces uno se tenía que bañar?

—Chim, a veces me pregunto si sólo te inventas esos supuestos conocidos —dice con una leve risa.

La niña hace su llegada a la orilla con una mezcla de verborrea y sinceridad, dentro de lo cual le ha llamado violento.

—¿Violento, yo? —añade levantando una ceja— , pero si soy de lo más tranquilo, ¿no Chim?... bueno, mi nombre es Demian

Se gira para mirar a los túneles que tienen por delante, mientras se agacha para recoger algo del suelo. No es más que una piedra, pero aún se mantiene de espaldas a sus compañeros. Al darse vuelta hay en sus manos una pierna de pollo asada, jugosa y de apariencia apetitosa, aunque extrañamente carece de aroma alguno. No pierde tiempo y la arroja a su compañero.

—Justo había traído algo de comida —le dice.

En cierta manera sabe que Chimar es lo suficientemente listo como para no morder la piedra pensando que es de verdad pollo, pero no se le queda mirando, sino que de inmediato enfoca su atención sobre los túneles nuevamente, manteniendo sólo una vigilancia de reojo a su compañero para ver qué hace.

Contempla lo que tiene frente a sí. Son 3 posibles entradas de túnel, los cuales se ven muy similares desde la entrada como para poder tomar una decisión de cuál seguir.

—Uhmmm... creo que haremos esto a la manera que te gusta, hermano, haremos un pequeño experimento.

Saca su daga y con ella hace un pequeño corte a su camisa, deshilachando desde allí para obtener 3 finos hilos desde la tela. Se acerca a cada una de las entradas y amarra un extremo a una piedra en el muro de cada una, unos metros al interior.

—El hilo que se se mueva más quiere decir que recibe más aire... si recibe más aire quiere decir que esa cueva da en algún momento a una salida.

Esperó unos instantes, mirando cada hilo. No se movían mucho, por lo que era claro que, si había una salida, no debía estar muy cerca, pero al poner atención notó que había uno que se movía más que los otros. No era una apuesta totalmente segura, pero dado que habían abierto un orificio era lógico pensar que una apertura en otro lado formaría una corriente.

—El camino del medio, el hilo de allí se mueve más, seguro hay una corriente de aire desde el exterior.

La broma sobre Chimar había sido todo un éxito y por unos instantes Demian sintió que su pecho se hinchaba de orgullo. Entre chicos listos no era fácil hacer caer al otro en una broma. De todas maneras prefirió no refregárselo en la cara, era mejor quedarse con la risa que ganarse un enemigo, especialmente uno armado con una cosa rara que lanza flechas.

El truco de los hilos y las corrientes de aire parece convencer a sus compañeros, quienes acceden a seguir ese camino. Demian se detiene un momento a contemplar lo increíble de la situación, lo asombroso de la naturaleza de esconder lugares así bajo tierra, donde menos te lo esperas.

—Un tensai de tierra estaría maravillados en un lugar así —comenta.

Hace crecer un poco la esfera luminosa, al fin y al cabo desconocen lo que puede contener ese camino y lo más sensato es seguir adelante con cuidado... excepto que la niña no piensa lo mismo.

—¡Hey!, que te puedes hacer daño, niña —trata de advertirle, pero no obtiene resultados muy favorables.

Acelera el paso para seguirle el ritmo a Magazubi, después de todo lo peor que les puede pasar en estos momentos es separarse y al menos así le puede proveer un poco más de luz. El terreno va cambiando a medida que avanzan y a Demian la da la impresión de que van en ascenso, lo que es bueno.

—Nunca entenderé a las mujeres, hermano, ni siquiera a las pequeñas, hacen lo que se les viene en gana —le comenta a su amigo.

Al final del camino ve a la niña entrando por un agujero muy bajo, el que parece ser el único camino posible. Se encoge de hombros y da un suspiro. Parece ser la única opción a seguir, así que hace lo mismo, se arroja al suelo y entra por el agujero detrás de ella.

—Aquí es cuando uno agradece ser bajo... no, no te rías por ser más alto, que te gano en edad.

El camino fue estrecho, pero Demian tenía confianza en que iban por la vía correcta. Su experimento había indicado una corriente de aire, por tanto debía haber una salida, aunque fuera pequeña, en algún lugar de esa cueva.

—¿Sabías que los brujos vivimos más que los humanos?, quizás sólo tardo un poco más en ser alto, ya verás —le comenta a Chimar en el camino.

Eventualmente llegaron a un lugar más amplio donde pudo ponerse de pie y sacarse algo de la suciedad. Al parecer la cueva ensanchaba y adelgazaba a trechos, pero todo indicaba que iban por buen camino... hasta que.

Casi ni se dio cuenta cómo sacó tan rápido sus dagas de su cinturón al sentir el grito de la niña. Fue un reflejo, pero estaba en posición de combate antes siquiera de poder decir una palabra. Aún así tuvo un momento para recalcar lo evidente.

—Te lo dije, niña.

Fue entonces que pudo contemplar el motivo de tanto alboroto, que acabó con una cómica escena de Magazubi trepando sobre su amigo Chimar. Ya tendría tiempo para mofarse más tarde, por ahora había cosas más interesantes de qué ocuparse... varias cosas interesantes... muy interesantes.

—Sierpes bicéfalas... p-por mont-tones —dijo volviendo a su incómodo tartamudeo, aunque esta vez no por estar nervioso, sino por hablar muy rápido— ¿No saben lo valioso que es el veneno de estas co-c-cosas?

En efecto, mezclando el contenido de ambas cabezas se podía fabricar un potente veneno. No era común encontrar un espécimen de este animal, mucho menos un nido. Sólo lamentaba no andar con un equipo más completo para recolectar cuanto pudiera.

Se dirigió a una serpiente con naturalidad, distrayéndola con una pequeña ilusión luminosa antes de atravesarla con su daga y clavarla contra el piso. Lanzó otras luces para distraer al resto, mientras hacía su trabajo. Con cuidado arrancó ambas cabezas usando la segunda daga, dejando caer primero un poco la sangre antes de abrirlas como si se tratasen de manzanas. Con cuidado removió la glándula del veneno de cada una, vertiéndola en una botella pequeña. A continuación se dirigió a una segunda sierpe, alejándola del grupo con ilusiones que simulaban fuego y clavándola de la misma manera, repitiendo el proceso con meticulosidad.

—Rayos, desperdiciar tanto veneno... ¿nadie anda con alguna botella con tapa? —preguntó a sus compañeros— Ah, y si esas cosas andan acá quiere decir que estamos muy cerca de la superficie, no son subterráneas, habitan en los bosques, debe haber una salida muy cerca.

El chico sonrió mientras procedía a atraer un tercer espécimen. No se iría hasta tener asegurada una buena provisión de veneno.