¡Manos quietas! [Interpretativo][Libre 3/3] [CERRADO]
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¡Manos quietas! [Interpretativo][Libre 3/3] [CERRADO]
En cuanto salieron de la alfarería, Eoghan se apoyó en la lanza mientras observaba la calle una vez más. Aun no había llegado el mediodía, pero empezaba a estar ya cercano a éste, por lo cual tocaría ir a comer en un rato, aunque no tenía hambre per sé, sí que notaba la gula y las ganas de echar un bocado, pero no hizo mención de ello.
-Bueno, lo que bien está bien acaba, les hemos conseguido un precio decentillo. Aunque por algún motivo la señora te miraba como si quisiera ponerte un cocido digno de la noche de solsticio de invierno delante. -Eoghan se encogió de hombros. Como él no la había conocido antes, no podía deducir que tenía anemia, ni hacer comparaciones. Huelga decir que a él le miraba como si quisiera que se comiese un jabato enterito. Pero si él ya estaba fuertote...-En fin, ¿me enseñas esos talleres? A ver si encuentro algo de trabajo allí, aunque sea uno sencillito.
Eoghan no esperó a su respuesta. Salió al camino de la calle tras bajar dos o tres escalones y apoyó la lanza en el suelo esperando a la joven muchacha. Fue en ese preciso instante cuando un muchacho más delgado que un perrete callejero y con el pelo castaño revuelto que corría por toda la barriada, se chocó contra Eoghan. El impacto fue tal, que el propio herrero se cayó al suelo.
-¡Lo siento, señor, pero llevo prisa! -Inmediatamente se levantó y salió corriendo como alma que llevaba el diablo calle arriba. Eoghan gruñó y se levantó apoyándose en la lanza mientras se frotaba la rabadilla.
-Diablos, ya podía mirar por dónde andaba, ese chico tiene una embestida digna de un caballo de guerr...-Pero su voz se cortó y quebró de repente cuando se llevó la mano al cinto: ¡Ese condenado pilluelo se había llevado sus monedas! -¡Pero será desgraciado! ¡Me ha sisado la bolsa!
Casi de forma inmediata, echó a correr detrás del muchacho, que se estaba perdiendo entre la multitud, pero era fácilmente distinguible, sobre todo porque el chavalín aprovechaba para sisar otras bolsas menos protegidas que la de Eoghan, o se subía encima de un carro a coger alguna pertenencia de poco valor.
Eoghan tenía que admitir que ese chico tenía un par bien puestos, no todo el mundo le echaba narices a robarle. La gente empezaba a darse cuenta de la pérdida de sus pertenencias demasiado tarde, cuando aquel joven pilluelo ya había sisado sus pertenencias con tiempo suficiente a haber corrido una buena cantidad de metros.
El joven guerrero no podía permitir que aquel enano se llevase el poco dinero que tenía: ¿Cómo iba a sobrevivir entonces? ¡Maldita sea! Tenía que haberlo llevado en el zurrón con sus cosas, aunque tenía la ligera sospecha que el chaval entonces hubiese cogido su espada, y eso le hubiese cabreado de verdad.
Esperaba que Alanna le siguiera: Ella era más pequeñita que él y por tanto debería poder colarse mejor entre la gente y ser más rápida. Él no era precisamente lento, pero su cuerpo era grande, y moverlo costaba trabajo, esfuerzo y sobre todo era casi imposible chocarse con la gente en una calle como aquella. El chaval había girado hacia la derecha, yendo hacia el hospital, aunque probablemente iría a otra zona.
-Bueno, lo que bien está bien acaba, les hemos conseguido un precio decentillo. Aunque por algún motivo la señora te miraba como si quisiera ponerte un cocido digno de la noche de solsticio de invierno delante. -Eoghan se encogió de hombros. Como él no la había conocido antes, no podía deducir que tenía anemia, ni hacer comparaciones. Huelga decir que a él le miraba como si quisiera que se comiese un jabato enterito. Pero si él ya estaba fuertote...-En fin, ¿me enseñas esos talleres? A ver si encuentro algo de trabajo allí, aunque sea uno sencillito.
Eoghan no esperó a su respuesta. Salió al camino de la calle tras bajar dos o tres escalones y apoyó la lanza en el suelo esperando a la joven muchacha. Fue en ese preciso instante cuando un muchacho más delgado que un perrete callejero y con el pelo castaño revuelto que corría por toda la barriada, se chocó contra Eoghan. El impacto fue tal, que el propio herrero se cayó al suelo.
-¡Lo siento, señor, pero llevo prisa! -Inmediatamente se levantó y salió corriendo como alma que llevaba el diablo calle arriba. Eoghan gruñó y se levantó apoyándose en la lanza mientras se frotaba la rabadilla.
-Diablos, ya podía mirar por dónde andaba, ese chico tiene una embestida digna de un caballo de guerr...-Pero su voz se cortó y quebró de repente cuando se llevó la mano al cinto: ¡Ese condenado pilluelo se había llevado sus monedas! -¡Pero será desgraciado! ¡Me ha sisado la bolsa!
Casi de forma inmediata, echó a correr detrás del muchacho, que se estaba perdiendo entre la multitud, pero era fácilmente distinguible, sobre todo porque el chavalín aprovechaba para sisar otras bolsas menos protegidas que la de Eoghan, o se subía encima de un carro a coger alguna pertenencia de poco valor.
Eoghan tenía que admitir que ese chico tenía un par bien puestos, no todo el mundo le echaba narices a robarle. La gente empezaba a darse cuenta de la pérdida de sus pertenencias demasiado tarde, cuando aquel joven pilluelo ya había sisado sus pertenencias con tiempo suficiente a haber corrido una buena cantidad de metros.
El joven guerrero no podía permitir que aquel enano se llevase el poco dinero que tenía: ¿Cómo iba a sobrevivir entonces? ¡Maldita sea! Tenía que haberlo llevado en el zurrón con sus cosas, aunque tenía la ligera sospecha que el chaval entonces hubiese cogido su espada, y eso le hubiese cabreado de verdad.
Esperaba que Alanna le siguiera: Ella era más pequeñita que él y por tanto debería poder colarse mejor entre la gente y ser más rápida. Él no era precisamente lento, pero su cuerpo era grande, y moverlo costaba trabajo, esfuerzo y sobre todo era casi imposible chocarse con la gente en una calle como aquella. El chaval había girado hacia la derecha, yendo hacia el hospital, aunque probablemente iría a otra zona.
Última edición por Eoghan Lothannor el Mar Dic 22 2015, 21:35, editado 1 vez
Eoghan Lothannor
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Re: ¡Manos quietas! [Interpretativo][Libre 3/3] [CERRADO]
Saliendo de la herrería, Alanna sonreía satisfecha por el precio acordado, 50 aeros por ventana era lo mejor que podrían haber conseguido, para lo que solían cobrar los artesanos, era incluso barato. Agradeció a la mujer mientras Eoghan salía ya a la calle, bajando las escaleras con brío. Ella lo siguió con calma, bajando con cuidado por los posibles mareos.
A pesar de la hora, como hacía ya meses que le venía pasando, no sentía el hambre o la necesidad de comer, solo quería pasear un rato más por la calle, disfrutar del día soleado y del buen día de otoño, extraño en esa época, pues durante las últimas semanas no había hecho más que llover a cántaros. Ella, que odiaba con fuerza las tormentas, agradecía un día de sol. Aunque fuera un sol tríste y opaco, gris por las nubes y que a penas ofreciera calor.
En lo alto de los tres escaloncitos alzo la cara al cielo con los ojos abiertos y respiró hondo. El día olía a polvo, otoño, sol tardío y agua seca. El viento soplaba con ligereza esparciendo el aroma de los artesanos a hierro fundido, barro y madera, a fuego ardiendo y a mimbre. Por fin un rato de calma. Rió un poco ante la impresión que Eoghan se había llevado sobre la mujer que los había atendido, ciertamente, a ella también le había parecido que la mujer quería cebarla.
Suspiró bajando los escalones que le faltaban cuando un muchacho topetó con el lancero, con tal fuerza que incluso lo hizo caer, evitandolo ella por estar aun en el último escalón. Cuando el chiquillo se levantó apresurado, Alanna frunció el ceño, extrañada, los muchachos de Lunargenta solo corrían por dos cosas, o para escapar de un lio, o para meterse en uno, negó con la cabeza y bajó el último escalón, tendiendole la mano al chico para ayudarlo a levantarse, sin embargo, la retiró cuando el lo hizo por si solo.
- ¿Estás bien?- Le preguntó mirando la dirección por la que se había marchado el muchacho.
Escuchó las protestas de Eoghan, el niño era un ladronzuelo de los que en los últimos tiempos solían rondar por Lunagenta. El joven salió disparado tras el muchacho y Alanna, sin otro remedio, consciente de que no podía dejar la situación así, salió corriendo detras. No tardó en alcanzar al guerrero, y localizar al niño que, aprovechando su altura, se delizaba entre la multitud robando bolsas de oro por doquier. La guarda frunció el cceño y aceleró el ritmo, aprovechando su agilidad para pasar entre la gente o, en su defecto, saltarla cuando le bloqueaban el paso.
Lo seguía de cerca, cuando giró hacia la plaza del hospital. Era una calle recta, podía alcanzarlo. Corrió más, aceleró el paso y se le comenzó a nublar la vista. "No, ahora no" pensó esforzándose por alcanzar al chico. Estiró el brazo, acelarando más el paso y, por fin, logró cogerle de la camiseta, deteniendole. Lo agarró con fuerza, cayendo al suelo, arrastrando al chiquillo con ella, sin embargo, no fue capaz de retenerlo, el criajo escapó. Alanna intentó levantarse, pero se encontraba mareada, por lo que, en cuanto vio aparecer a alguien por la esquina, gritó.
- ¡Atrapen a ese chiquillo!- Al menos lo había retrasado.
A pesar de la hora, como hacía ya meses que le venía pasando, no sentía el hambre o la necesidad de comer, solo quería pasear un rato más por la calle, disfrutar del día soleado y del buen día de otoño, extraño en esa época, pues durante las últimas semanas no había hecho más que llover a cántaros. Ella, que odiaba con fuerza las tormentas, agradecía un día de sol. Aunque fuera un sol tríste y opaco, gris por las nubes y que a penas ofreciera calor.
En lo alto de los tres escaloncitos alzo la cara al cielo con los ojos abiertos y respiró hondo. El día olía a polvo, otoño, sol tardío y agua seca. El viento soplaba con ligereza esparciendo el aroma de los artesanos a hierro fundido, barro y madera, a fuego ardiendo y a mimbre. Por fin un rato de calma. Rió un poco ante la impresión que Eoghan se había llevado sobre la mujer que los había atendido, ciertamente, a ella también le había parecido que la mujer quería cebarla.
Suspiró bajando los escalones que le faltaban cuando un muchacho topetó con el lancero, con tal fuerza que incluso lo hizo caer, evitandolo ella por estar aun en el último escalón. Cuando el chiquillo se levantó apresurado, Alanna frunció el ceño, extrañada, los muchachos de Lunargenta solo corrían por dos cosas, o para escapar de un lio, o para meterse en uno, negó con la cabeza y bajó el último escalón, tendiendole la mano al chico para ayudarlo a levantarse, sin embargo, la retiró cuando el lo hizo por si solo.
- ¿Estás bien?- Le preguntó mirando la dirección por la que se había marchado el muchacho.
Escuchó las protestas de Eoghan, el niño era un ladronzuelo de los que en los últimos tiempos solían rondar por Lunagenta. El joven salió disparado tras el muchacho y Alanna, sin otro remedio, consciente de que no podía dejar la situación así, salió corriendo detras. No tardó en alcanzar al guerrero, y localizar al niño que, aprovechando su altura, se delizaba entre la multitud robando bolsas de oro por doquier. La guarda frunció el cceño y aceleró el ritmo, aprovechando su agilidad para pasar entre la gente o, en su defecto, saltarla cuando le bloqueaban el paso.
Lo seguía de cerca, cuando giró hacia la plaza del hospital. Era una calle recta, podía alcanzarlo. Corrió más, aceleró el paso y se le comenzó a nublar la vista. "No, ahora no" pensó esforzándose por alcanzar al chico. Estiró el brazo, acelarando más el paso y, por fin, logró cogerle de la camiseta, deteniendole. Lo agarró con fuerza, cayendo al suelo, arrastrando al chiquillo con ella, sin embargo, no fue capaz de retenerlo, el criajo escapó. Alanna intentó levantarse, pero se encontraba mareada, por lo que, en cuanto vio aparecer a alguien por la esquina, gritó.
- ¡Atrapen a ese chiquillo!- Al menos lo había retrasado.
Alanna Delteria
Aerandiano de honor
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Re: ¡Manos quietas! [Interpretativo][Libre 3/3] [CERRADO]
“¡Mira, Wernack!” gritó el muchacho jalando la muñeca del mercenario. “¡Ese es Tristan Bumfire, el bardo que acompaña sus historias lanzando bolas de fuego por el culo!” En el centro del improvisado mercado un concurrido grupo de gente aplaudía entre carcajadas a un sujeto de apariencia estrafalariaa quien esbozando una sonrisa dramática intentaba encender sus propios gases con la ayuda de un pedernal, una habilidad difícil que le había ayudado a ganar fama en las ciudades humanas. Finn no tardó en distraerse nuevamente, esta vez por una anciana decrépita y sucia sentada contra una pared quien cada cierto rato maldecía a los transeúntes con una voz rasposa y estridente intentando agarrar sus tobillos para hacerles caer, ganándose escupitajos y la patada ocasional.
Los dos hombres bestia habían pasado la mañana en la plaza del hospital donde se había montado una pequeña feria, con el menor arrastrando al mercenario de un puesto a otro con una sonrisa excitada en el rostro. Finn podía pasar días enteros observando a los mercaderes que intentaban vender toda clase de productos, a los embaucadoras y charlatanes gritando a voz en cuello y a los artistas callejeros compitiendo por la atención de las masas.
Su curiosidad le llevó a separarse de Wernack y acercarse a una calle aledaña donde sus orejas daban cuenta de un pequeño forcejeo. En ella, un muchacho escuálido escapaba del agarre de una joven humana y se echaba a correr a una velocidad imposible para piernas tan delgadas.
“¡Atrapen a ese chiquillo!” exclamó la chica débilmente y Finn se preguntó si el pequeño ladrón, por que se veía a millas que lo era, le había dado una paliza antes de robarle. Si fuese así estaría frente al peor ladronzuelo de Lunargenta.
“¡Vale!” respondió alegremente el muchacho y se lanzó a la carrera tras el infractor. Dejando a la joven olvidada en el suelo. Al acercarse al pequeño humano en fuga pudo observar que estaba cargado en pequeñas bolsas de monedas y hasta un par de joyas. ¡Increíble! No sólo golpeaba a sus víctimas sino que además le había ya robado a la mitad de Lunargenta. El pobre muchacho estaba rogando ser atrapado por la Guardia, pero Finn se rehusaba a dejar que todo ese dinero fuese desaprovechado. No era ético.
“¡Oye, espera!” Le gritó estirando una mano hacia él. “¡Vas muy cargado, deja que te ayude con algunas bolsas!”
Los dos hombres bestia habían pasado la mañana en la plaza del hospital donde se había montado una pequeña feria, con el menor arrastrando al mercenario de un puesto a otro con una sonrisa excitada en el rostro. Finn podía pasar días enteros observando a los mercaderes que intentaban vender toda clase de productos, a los embaucadoras y charlatanes gritando a voz en cuello y a los artistas callejeros compitiendo por la atención de las masas.
Su curiosidad le llevó a separarse de Wernack y acercarse a una calle aledaña donde sus orejas daban cuenta de un pequeño forcejeo. En ella, un muchacho escuálido escapaba del agarre de una joven humana y se echaba a correr a una velocidad imposible para piernas tan delgadas.
“¡Atrapen a ese chiquillo!” exclamó la chica débilmente y Finn se preguntó si el pequeño ladrón, por que se veía a millas que lo era, le había dado una paliza antes de robarle. Si fuese así estaría frente al peor ladronzuelo de Lunargenta.
“¡Vale!” respondió alegremente el muchacho y se lanzó a la carrera tras el infractor. Dejando a la joven olvidada en el suelo. Al acercarse al pequeño humano en fuga pudo observar que estaba cargado en pequeñas bolsas de monedas y hasta un par de joyas. ¡Increíble! No sólo golpeaba a sus víctimas sino que además le había ya robado a la mitad de Lunargenta. El pobre muchacho estaba rogando ser atrapado por la Guardia, pero Finn se rehusaba a dejar que todo ese dinero fuese desaprovechado. No era ético.
“¡Oye, espera!” Le gritó estirando una mano hacia él. “¡Vas muy cargado, deja que te ayude con algunas bolsas!”
Finn
Experto
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Re: ¡Manos quietas! [Interpretativo][Libre 3/3] [CERRADO]
Finn estaba completamente entusiasmado. El pequeño felino me arrastró de un lado para otro, dirigiendome a extrañas personas que eran parte de espectáculos ambulantes o simplemente lunáticos. El jóven tenía una actitud completamente distinta a la que había conocido antes... de alguna forma, me había acabado olvidando de que era un adolescente después de todo. Uno especialmente curioso y activo que quería verlo todo en esa feria. Yo le seguía, a regañadientes: con la cara que ponía era totalmente imposible decirle que no de manera firme.
Suspiré, algo agobiado por el gentío. No era fácil acostumbrarse a estar entre la gente de nuevo, y para mi era una actividad especialmente agotadora. Pero había algo de esa ciudad que me agradaba. Tal vez fuese la familiaridad, pues había pasado tantas horas explorando cada rincón que era como si tuviese un pequeño mapa en la cabeza. Me quedé observando a un ilusionista falso que afirmaba tener poderes que ningún otro brujo podía conseguir. Sin embargo, su actuación era pésima, los hilos no eran dificiles de ver y el "voluntario" al que había elegido para prender fuego sin hacer daño era, evidentemente, pariente suyo.
-Bah. Yo podría hacer eso con una runa de fuego y otra de fuerza... probablemente.- murmuré. Días después aprendería que eso no tendría buenos resultados, pero daba igual. Al darme la vuelta, noté que Finn ya no estaba allí. -Joder.- Puse los ojos en blanco. Me había llevado tan solo unos minutos el perderle de nuevo... iba a tener que meterle algo de autocontrol al jóven de alguna forma. Decidí no llamarle a gritos, ya que me sería imposible hacerme oir por encima del gentío, así que empecé a trepar por los salientes entre dos casas hasta llegar al tejado. Eso estaba mejor. Sin gente, con buenas vistas, mucho espacio libre... Empecé a mirar alrededor, buscando al joven gato. No tardé en oir unas palabras que deseaba no escuchar ese día. "¡Atrapen a ese chiquillo!" y ahí estaba, corriendo como una flecha.
-Maldita sea, Finn.- murmuré entre dientes. Tenía que admitir que había sido un tiempo record para robar, pero esperaba que se hubiese contenido un poco. Hacía menos de dos días que habíamos cobrado la venta del anillo, no necesitábamos dinero de manera inmediata. Suspiré y bajé a saltos, tomando una ruta en la que interceptaría al ladronzuelo. Venía directamente hacia mi posición, corriendo... pero al parecer estaba persiguiendo a otro joven ladrón, un humano. Ladeé la cabeza, eso no me lo esperaba. Finn le gritó algo al chaval justo cuando llegaban hacia mi. Este se giró, confundido, y, casi instintivamente, levanté la mano y la cerré. Lo siguiente que pasó fue discutible: El niño diría que le di un puñetazo en la cara, pero técnicamente, él se golpeó de lleno contra mi puño. Fuera como fuese, el crío cayó al suelo, con algún diente de leche menos
-Oh, vaya. Pobre niño.- dije, agachandome y recogiendo discretamente algunas de las bolsas que habían caido al suelo y lanzándole algunas joyas a Finn para que se las guardase. -Deja que te ayude con eso.-
Suspiré, algo agobiado por el gentío. No era fácil acostumbrarse a estar entre la gente de nuevo, y para mi era una actividad especialmente agotadora. Pero había algo de esa ciudad que me agradaba. Tal vez fuese la familiaridad, pues había pasado tantas horas explorando cada rincón que era como si tuviese un pequeño mapa en la cabeza. Me quedé observando a un ilusionista falso que afirmaba tener poderes que ningún otro brujo podía conseguir. Sin embargo, su actuación era pésima, los hilos no eran dificiles de ver y el "voluntario" al que había elegido para prender fuego sin hacer daño era, evidentemente, pariente suyo.
-Bah. Yo podría hacer eso con una runa de fuego y otra de fuerza... probablemente.- murmuré. Días después aprendería que eso no tendría buenos resultados, pero daba igual. Al darme la vuelta, noté que Finn ya no estaba allí. -Joder.- Puse los ojos en blanco. Me había llevado tan solo unos minutos el perderle de nuevo... iba a tener que meterle algo de autocontrol al jóven de alguna forma. Decidí no llamarle a gritos, ya que me sería imposible hacerme oir por encima del gentío, así que empecé a trepar por los salientes entre dos casas hasta llegar al tejado. Eso estaba mejor. Sin gente, con buenas vistas, mucho espacio libre... Empecé a mirar alrededor, buscando al joven gato. No tardé en oir unas palabras que deseaba no escuchar ese día. "¡Atrapen a ese chiquillo!" y ahí estaba, corriendo como una flecha.
-Maldita sea, Finn.- murmuré entre dientes. Tenía que admitir que había sido un tiempo record para robar, pero esperaba que se hubiese contenido un poco. Hacía menos de dos días que habíamos cobrado la venta del anillo, no necesitábamos dinero de manera inmediata. Suspiré y bajé a saltos, tomando una ruta en la que interceptaría al ladronzuelo. Venía directamente hacia mi posición, corriendo... pero al parecer estaba persiguiendo a otro joven ladrón, un humano. Ladeé la cabeza, eso no me lo esperaba. Finn le gritó algo al chaval justo cuando llegaban hacia mi. Este se giró, confundido, y, casi instintivamente, levanté la mano y la cerré. Lo siguiente que pasó fue discutible: El niño diría que le di un puñetazo en la cara, pero técnicamente, él se golpeó de lleno contra mi puño. Fuera como fuese, el crío cayó al suelo, con algún diente de leche menos
-Oh, vaya. Pobre niño.- dije, agachandome y recogiendo discretamente algunas de las bolsas que habían caido al suelo y lanzándole algunas joyas a Finn para que se las guardase. -Deja que te ayude con eso.-
Asher Daregan
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Re: ¡Manos quietas! [Interpretativo][Libre 3/3] [CERRADO]
Lo siguiente que ocurrió en aquel plazo de menos de tres minutos fue de lo más confuso. Al margen del caos provocado por el ladronzuelo, Eoghan pudo ver cómo Alanna de repente trastabilleaba y caía. Se encontró entonces con un dilema: ¿Dejar que el muchacho se escapase con sus escasas monedas, o dejar a la joven guarda ahí a merced de que alguien la pisase en el revuelo que se acababa de formar?
La elección estaba más que clara, y él sabía que se iba a arrepentir. Cuando llegó a la altura de Alanna, se paró en seco para ayudarla a levantarse.
-No creo que vaya a seguir corriendo eternamente. ¿Estás bien? -Le preguntó justo antes de reanudar la persecución. La gente empezó a gritar acerca de la falta de sus pertenencias monetarias, y quien más quien menos, perjuraba contra la madre del ladronzuelo.
El muchacho siguió corriendo tras girar la esquina, con pies que prácticamente no debían de tocar el suelo con lo rápido que iba, pero hubo un imprevisto que no se esperaba en su metódica tarea de coger prestadas las pertenencias ajenas: Un jovenzuelo que no debía de tener más edad que él, ofreciéndole... ¿Ayuda? Giró la cabeza confundido, y fue entonces cuando se escuchó un tremendo estruendo, el muchacho partiéndose la crisma contra el suelo y, por qué no, una lluvia de monedas, bisutería y bolsas de cuero que se desperdigó por la empedrada calle.
El muchacho se quedó en el suelo durante unos instantes, confundido. Por un momento creyó que veía doble, hasta que se giró boca arriba y vio a Wernack "ayudándole". Se quedó de piedra unos instantes, sin saber cómo actuar ni qué decir, hasta que empezó a recoger por sí mismo el oro que había perdido, con las manos más temblorosas que un junto en plena tormenta marítima.
Eoghan resolló cuando llegó al fin a lo alto de la calle tras su apresurada carrera, interrumpido por la furiosa gente que buscaba en balde al ratero de poca monta. Miró entonces al fondo hacia donde el muchacho había doblado la esquina, que intentaba recoger sus cosas sin mucho éxito, pues la mayoría de las bolsas se le caían de las manos por el nerviosismo. Dejó de correr, solo para apoyarse con la lanza hasta llegar a la altura del muchacho. Por un instante, ignoró a ambos hombres bestia y con el bastón de la lanza, hizo deslizarse por éste una delgada bolsita de cuero negra, toscamente tejida. A duras penas tendría ahí unas pocas monedas de plata, pero era su plata, al fin y al cabo.
-Esto es mío. -Dijo con semblante serio mientras miraba al chaval, que al ver que una de sus víctimas le había dado alcance y por encima iba el guerrero iba armado, se empezó a retirar, asustado.
-¡No... No me mate! ¡Por favor, no me mate! ¡Ni me entregue a la guardia! Ay dioses, a la guardia menos que nadie, ¡por favor! -Eoghan mantuvo el ceño fruncido mientras contaba sus monedas y miraba de reojillo al muchacho, después a sendos hombres bestia. Ambos podrían ver a un guerrero envuelto con un mantón de viaje y un guardapolvos desgastado, amén de una espada bastarda al cinto y la ya mencionada lanza de guerra, que ahora reposaba tranquilamente en el hombro del joven, apoyada en el suelo.
-¿Matarte? ¿Por quién me tomas, por un carnicero?-Preguntó con severidad al jovencito, que tenía la mejilla totalmente hinchada por el mamporro que le propinó Wernack, y por qué no, también se podía apreciar que tenía el labio roto. Ya bastante castigo se había llevado el chaval. Fue entonces cuando Eoghan se dirigió a los hombres bestia. -¿Fuisteis vosotros los que le pararon? Gracias.
A diferencia de cómo se había dirigido al muchacho, que aunque no había desatado su ira sí había logrado tocarle las narices al robarle, a ellos se dirigió con un tono más cordial, incluso amigable.
-¿Y cómo que a la guardia no? Te han pillado robando chico, es lo que hay. -Dijo el herrero mientras se encaraba a él y esperaba a que Alanna se pronunciase.
-¡Por favor, no me entreguéis! ¡Si se entera de que me han pillado, me desollará! ¡Y tirará a mis hermanas al mar! -Eoghan arrugó la nariz mientras el chaval intentaba no echarse a llorar, angustiado. El muchacho los miraba con ojos llorosos y tenía la voz rota por la angustia, además que temblaba como si de repente se hubiese tomado una sobredosis de cafeína en algún compuesto químico. ¿No se estaría inventado esa historia para librarse? Miró de reojillo a la guardia, esperando a que ella fuera la que se interesase por él. Si por él fuera, le creería, pero, ¿qué iba de esperar de un ladrón, por muy lloroso que estuviera? Los ladrones no solo robaban, si no que también mentían.
-Llámame idiota, pero a mí me da la impresión de que realmente ocurre algo, si se pone así. No parece la típica pataleta de ladrón pillado. -Dijo en un tono bajo a la guardia.
La elección estaba más que clara, y él sabía que se iba a arrepentir. Cuando llegó a la altura de Alanna, se paró en seco para ayudarla a levantarse.
-No creo que vaya a seguir corriendo eternamente. ¿Estás bien? -Le preguntó justo antes de reanudar la persecución. La gente empezó a gritar acerca de la falta de sus pertenencias monetarias, y quien más quien menos, perjuraba contra la madre del ladronzuelo.
El muchacho siguió corriendo tras girar la esquina, con pies que prácticamente no debían de tocar el suelo con lo rápido que iba, pero hubo un imprevisto que no se esperaba en su metódica tarea de coger prestadas las pertenencias ajenas: Un jovenzuelo que no debía de tener más edad que él, ofreciéndole... ¿Ayuda? Giró la cabeza confundido, y fue entonces cuando se escuchó un tremendo estruendo, el muchacho partiéndose la crisma contra el suelo y, por qué no, una lluvia de monedas, bisutería y bolsas de cuero que se desperdigó por la empedrada calle.
El muchacho se quedó en el suelo durante unos instantes, confundido. Por un momento creyó que veía doble, hasta que se giró boca arriba y vio a Wernack "ayudándole". Se quedó de piedra unos instantes, sin saber cómo actuar ni qué decir, hasta que empezó a recoger por sí mismo el oro que había perdido, con las manos más temblorosas que un junto en plena tormenta marítima.
Eoghan resolló cuando llegó al fin a lo alto de la calle tras su apresurada carrera, interrumpido por la furiosa gente que buscaba en balde al ratero de poca monta. Miró entonces al fondo hacia donde el muchacho había doblado la esquina, que intentaba recoger sus cosas sin mucho éxito, pues la mayoría de las bolsas se le caían de las manos por el nerviosismo. Dejó de correr, solo para apoyarse con la lanza hasta llegar a la altura del muchacho. Por un instante, ignoró a ambos hombres bestia y con el bastón de la lanza, hizo deslizarse por éste una delgada bolsita de cuero negra, toscamente tejida. A duras penas tendría ahí unas pocas monedas de plata, pero era su plata, al fin y al cabo.
-Esto es mío. -Dijo con semblante serio mientras miraba al chaval, que al ver que una de sus víctimas le había dado alcance y por encima iba el guerrero iba armado, se empezó a retirar, asustado.
-¡No... No me mate! ¡Por favor, no me mate! ¡Ni me entregue a la guardia! Ay dioses, a la guardia menos que nadie, ¡por favor! -Eoghan mantuvo el ceño fruncido mientras contaba sus monedas y miraba de reojillo al muchacho, después a sendos hombres bestia. Ambos podrían ver a un guerrero envuelto con un mantón de viaje y un guardapolvos desgastado, amén de una espada bastarda al cinto y la ya mencionada lanza de guerra, que ahora reposaba tranquilamente en el hombro del joven, apoyada en el suelo.
-¿Matarte? ¿Por quién me tomas, por un carnicero?-Preguntó con severidad al jovencito, que tenía la mejilla totalmente hinchada por el mamporro que le propinó Wernack, y por qué no, también se podía apreciar que tenía el labio roto. Ya bastante castigo se había llevado el chaval. Fue entonces cuando Eoghan se dirigió a los hombres bestia. -¿Fuisteis vosotros los que le pararon? Gracias.
A diferencia de cómo se había dirigido al muchacho, que aunque no había desatado su ira sí había logrado tocarle las narices al robarle, a ellos se dirigió con un tono más cordial, incluso amigable.
-¿Y cómo que a la guardia no? Te han pillado robando chico, es lo que hay. -Dijo el herrero mientras se encaraba a él y esperaba a que Alanna se pronunciase.
-¡Por favor, no me entreguéis! ¡Si se entera de que me han pillado, me desollará! ¡Y tirará a mis hermanas al mar! -Eoghan arrugó la nariz mientras el chaval intentaba no echarse a llorar, angustiado. El muchacho los miraba con ojos llorosos y tenía la voz rota por la angustia, además que temblaba como si de repente se hubiese tomado una sobredosis de cafeína en algún compuesto químico. ¿No se estaría inventado esa historia para librarse? Miró de reojillo a la guardia, esperando a que ella fuera la que se interesase por él. Si por él fuera, le creería, pero, ¿qué iba de esperar de un ladrón, por muy lloroso que estuviera? Los ladrones no solo robaban, si no que también mentían.
-Llámame idiota, pero a mí me da la impresión de que realmente ocurre algo, si se pone así. No parece la típica pataleta de ladrón pillado. -Dijo en un tono bajo a la guardia.
Eoghan Lothannor
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Re: ¡Manos quietas! [Interpretativo][Libre 3/3] [CERRADO]
Agradeció la ayuda de Eoghan mientras, a lo lejos, veía a dos tipos detener al chiquillo, advertidos, probablemente por su petición de ayuda, suspió y movió la cabeza mientras el chico se adelantaba. Ella, sobreponiéndose al mareo, lo alcanzó y, mientras corrían para llegar al niño, respondió al joven que la había ayudado.
- Estoy bien, lo siento, te he retrasado, al menos parece que lo tenemos.- Señaló al joven, que había sido detenido por dos hombres bestia.
El chiquillo había caído al suelo al tropezar en una huida algo ridícula, un hombre... gato, si no se equivocaba, y un hombre perro, lo habían alcanzado, y parecían dispuestos a "ayudarle" con las monedas. Mientras corría no podía evitar pensar que era extraño. Lunargenta era un lugar de transito, si, sobretodo la región del puerto. Pero se encontraban muy alejados de esa zona, y normalmente los viajeros no se adentraban tanto en la ciudad si no pretendían quedarse mucho tiempo, y, mucho menos, los hombres vestía o los elfos.
Eran razas que raramente se veían pulular por las calles, pues su aspecto, tan diferente al de un humano, llamaba la atención de las personas, algunas muy radicales, que preferían alejarse, como si los viajeros tuvieran la peste, otras, curiosas que os seguían allá por donde pisaban, y, para finaliar, los que más problemas causaban a la guardia, aquellos que no querían ver "aberraciones" o "comehiervas" e intentaban herirlos.
A medida que avanzaba. pudo ver más claramente los rasgos de ambos hombres bestia. No parecían muy mayores, aunque en ellos nunca podía saberlo bien, uno un gato de aspecto bastante adorable, el otro, un perro grande y con pelaje de apariencia espera. El perro le sonaba de algo, no era capaz de enmarcarlo en un lugar claro de su memoria, pero tenía claro que le era familiar. En silencio, contempló como Eoghan arrebataba su bolsa al chiquillo.
El niño, con aspecto atemorizado, pedía por su vida, suplicando por que no le entregasen a la guardia, temeroso de que le deshollaran, Alanna frunció el ceño, ¿es que acaso el chiquillo se había vuelto loco? La guardia no actuaba así, ella lo sabía mejor que nadie, se sentía ofendida ante esas acusaciones. Retirándose la capa de un lado, dejó entre ver el signo de la guardia en su casaca.
- Perdona, ladronzuelo, pero te equivocas de cabo a rabo. Estás frente a una guardia y no tengo intención de deshollar te, aunque si sigues mintiendo igual te llevas un bofetón.- Amenazó enfadada. El joven con quien llevaba toda la mañana habló entonces, tenía razón, no parecía mentir del todo, pero desde luego poco o nada tenía que ver la guardia con él, y así se lo hizo saber. Se agachó frente al niño y lo miró entre enfadada y compasiva.- Explícate antes de que te haga disculparte con toda la gente a la que has robado y recoger las heces de todos los establos y las calles de Lunargenta.- amenazó dejando en claro el castigo a aplicar en esos casos.- Por cierto.- Miró a los hombres bestia, levantandose.- Mi nombre es Alanna, gracias por la ayuda.- se presentó agradeciendo su intervención.
- Estoy bien, lo siento, te he retrasado, al menos parece que lo tenemos.- Señaló al joven, que había sido detenido por dos hombres bestia.
El chiquillo había caído al suelo al tropezar en una huida algo ridícula, un hombre... gato, si no se equivocaba, y un hombre perro, lo habían alcanzado, y parecían dispuestos a "ayudarle" con las monedas. Mientras corría no podía evitar pensar que era extraño. Lunargenta era un lugar de transito, si, sobretodo la región del puerto. Pero se encontraban muy alejados de esa zona, y normalmente los viajeros no se adentraban tanto en la ciudad si no pretendían quedarse mucho tiempo, y, mucho menos, los hombres vestía o los elfos.
Eran razas que raramente se veían pulular por las calles, pues su aspecto, tan diferente al de un humano, llamaba la atención de las personas, algunas muy radicales, que preferían alejarse, como si los viajeros tuvieran la peste, otras, curiosas que os seguían allá por donde pisaban, y, para finaliar, los que más problemas causaban a la guardia, aquellos que no querían ver "aberraciones" o "comehiervas" e intentaban herirlos.
A medida que avanzaba. pudo ver más claramente los rasgos de ambos hombres bestia. No parecían muy mayores, aunque en ellos nunca podía saberlo bien, uno un gato de aspecto bastante adorable, el otro, un perro grande y con pelaje de apariencia espera. El perro le sonaba de algo, no era capaz de enmarcarlo en un lugar claro de su memoria, pero tenía claro que le era familiar. En silencio, contempló como Eoghan arrebataba su bolsa al chiquillo.
El niño, con aspecto atemorizado, pedía por su vida, suplicando por que no le entregasen a la guardia, temeroso de que le deshollaran, Alanna frunció el ceño, ¿es que acaso el chiquillo se había vuelto loco? La guardia no actuaba así, ella lo sabía mejor que nadie, se sentía ofendida ante esas acusaciones. Retirándose la capa de un lado, dejó entre ver el signo de la guardia en su casaca.
- Perdona, ladronzuelo, pero te equivocas de cabo a rabo. Estás frente a una guardia y no tengo intención de deshollar te, aunque si sigues mintiendo igual te llevas un bofetón.- Amenazó enfadada. El joven con quien llevaba toda la mañana habló entonces, tenía razón, no parecía mentir del todo, pero desde luego poco o nada tenía que ver la guardia con él, y así se lo hizo saber. Se agachó frente al niño y lo miró entre enfadada y compasiva.- Explícate antes de que te haga disculparte con toda la gente a la que has robado y recoger las heces de todos los establos y las calles de Lunargenta.- amenazó dejando en claro el castigo a aplicar en esos casos.- Por cierto.- Miró a los hombres bestia, levantandose.- Mi nombre es Alanna, gracias por la ayuda.- se presentó agradeciendo su intervención.
Alanna Delteria
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Re: ¡Manos quietas! [Interpretativo][Libre 3/3] [CERRADO]
La persecución llegó a su final abruptamente cuando el rostro del pequeño ladrón, oportunamente distraído por el grito de Finn, chocó contra el puño de Wernack con un sonido seco que obligó al joven hombre bestia a detenerse con una empática mueca de dolor. El golpe habría reventado una calabaza y por un momento Finn temió que el pobre niño hubiese encontrado un final algo prematuro a manos del mercenario, mas sus quejidos de dolor borraron cualquier preocupación.
“¡Oh! ¡Sí que iba cargado!” exclamó sonriente al atrapar las joyas que Wernack le había lanzado, guardándolas prontamente en su morral y acercándose para coger algunas de las monedas desperdigadas alrededor del chico. Sentía un poco de lástima por él, pero lo cierto es que si no le hubiesen detenido ellos alguien más lo habría hecho, ¡quizás incluso la Guardia! ¡Qué desperdicio!
Mientras tanto dos jóvenes humanos se habían acercado a la carrera y el muchacho se irguió de inmediato, atento a las voluminosas armas que uno de ellos portaba. La chica junto a él era la misma que Finn encontrara en el suelo hace unos instantes, mas ahora se veía recompuesta. El muchacho retrocedió un paso cauteloso, preparado para echarse a correr nuevamente, pero el guerrero se limitó a increpar al ladronzuelo el cual rogaba por su vida claramente horrorizado ante la posibilidad de ser entregado a la Guardia. Finn arqueó una ceja mirando al otro muchacho. Sabía por experiencia que, como en todo cuerpo de policía con carácter militar, los abusos de poder no eran infrecuentes y era posible recibir de tanto en tanto castigos bastante poco protocolares, pero nada que pudiese hacer al pequeño temer por su vida.
“Perdona, ladronzuelo, pero te equivocas de cabo a rabo. Estás frente a una guardia y no tengo intención de desollarte, aunque si sigues mintiendo igual te llevas un bofetón” dijo finalmente la joven y Finn tragó con dificultad considerando lo incómodo que resultaba la situación. Tanto él como Wernack podrían considerarse criminales y prófugos, aunque siendo justos no habían hecho nada malo en Lunargenta. Todavía.
El muchacho optó rápidamente por posicionarse del lado de los dos jóvenes para guardar las apariencias, echando un brazo sobre los hombros del pequeño humano dedicándole una exagerada mirada reprobatoria. “Pues ya ves, rufián, tienes a la Guardia frente a ti. Quizás si dices la verdad y explicas qué te tiene tan espantado podremos dejarte ir con un castigo menor. Incluso...” dijo sujetándose el mentón con la otra mano, pensativo. “Podríamos estar dispuestos a dejarte algunas monedas de las que incautaremos” sonrió alegre sin reparar en lo que estaba sugiriendo frente a la guarda.
“Por cierto” dijo ella llamando su atención. “Mi nombre es Alanna, gracias por la ayuda.”
“¡Ah! ¡No hay nada que agradecer… Alanna!” exclamó llevándose una mano a la nuca, una sonrisa incómoda en el rostro. “Esto es lo que hacemos normalmente… ayudar, ¿no es así Wernack? Éste es Wernack” dijo apuntando al hombre bestia junto a él, su sonrisa creciendo nuevamente. “Y yo soy Finn. Encantado”
“¡Oh! ¡Sí que iba cargado!” exclamó sonriente al atrapar las joyas que Wernack le había lanzado, guardándolas prontamente en su morral y acercándose para coger algunas de las monedas desperdigadas alrededor del chico. Sentía un poco de lástima por él, pero lo cierto es que si no le hubiesen detenido ellos alguien más lo habría hecho, ¡quizás incluso la Guardia! ¡Qué desperdicio!
Mientras tanto dos jóvenes humanos se habían acercado a la carrera y el muchacho se irguió de inmediato, atento a las voluminosas armas que uno de ellos portaba. La chica junto a él era la misma que Finn encontrara en el suelo hace unos instantes, mas ahora se veía recompuesta. El muchacho retrocedió un paso cauteloso, preparado para echarse a correr nuevamente, pero el guerrero se limitó a increpar al ladronzuelo el cual rogaba por su vida claramente horrorizado ante la posibilidad de ser entregado a la Guardia. Finn arqueó una ceja mirando al otro muchacho. Sabía por experiencia que, como en todo cuerpo de policía con carácter militar, los abusos de poder no eran infrecuentes y era posible recibir de tanto en tanto castigos bastante poco protocolares, pero nada que pudiese hacer al pequeño temer por su vida.
“Perdona, ladronzuelo, pero te equivocas de cabo a rabo. Estás frente a una guardia y no tengo intención de desollarte, aunque si sigues mintiendo igual te llevas un bofetón” dijo finalmente la joven y Finn tragó con dificultad considerando lo incómodo que resultaba la situación. Tanto él como Wernack podrían considerarse criminales y prófugos, aunque siendo justos no habían hecho nada malo en Lunargenta. Todavía.
El muchacho optó rápidamente por posicionarse del lado de los dos jóvenes para guardar las apariencias, echando un brazo sobre los hombros del pequeño humano dedicándole una exagerada mirada reprobatoria. “Pues ya ves, rufián, tienes a la Guardia frente a ti. Quizás si dices la verdad y explicas qué te tiene tan espantado podremos dejarte ir con un castigo menor. Incluso...” dijo sujetándose el mentón con la otra mano, pensativo. “Podríamos estar dispuestos a dejarte algunas monedas de las que incautaremos” sonrió alegre sin reparar en lo que estaba sugiriendo frente a la guarda.
“Por cierto” dijo ella llamando su atención. “Mi nombre es Alanna, gracias por la ayuda.”
“¡Ah! ¡No hay nada que agradecer… Alanna!” exclamó llevándose una mano a la nuca, una sonrisa incómoda en el rostro. “Esto es lo que hacemos normalmente… ayudar, ¿no es así Wernack? Éste es Wernack” dijo apuntando al hombre bestia junto a él, su sonrisa creciendo nuevamente. “Y yo soy Finn. Encantado”
Finn
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Re: ¡Manos quietas! [Interpretativo][Libre 3/3] [CERRADO]
Finn me ayudó a liberar al chaval humano de su pesada carga mientras dos humanos se acercaron, probablemente a saquear algo del ladrón... y uno de ellos estaba armado. Me levanté y le observé con cautela, acariciando el mango de mi espada. Finn también parecía listo para moverse, pero el hombre nos ignoró y simplemente tomó una pequeña bolsa con sus pertenencias. "¿Un humano honrado...? Y creía que yo era raro." pensé. Había al menos un par de bolsas más llenas que el triste monedero que había cogido, pero peor para él.
-...¿que has hecho? Está claro que si tanto temes a la guardia, has cometido algo mucho peor que robar.- dije, mirando fríamente al niño. El ladronzuelo estaba terriblemente asustado. Le tenía miedo a la guardia, pero había algo extraño. El castigo por robar no era demasiado exagerado, pero ese chico temía por su vida. La mujer de aspecto pálido se presentó como parte de la guardia de Lunargenta, y había algo... olía vagamente familiar. Era algo muy ligero, pero probablemente me equivocase. Desde luego, su nombre no me sonaba.- ¡Ah! ¡No hay nada que agradecer… Alanna! Esto es lo que hacemos normalmente… ayudar, ¿no es así Wernack? Éste es Wernack- Emití un ligero gruñido afirmativo, sin dirigirle la palabra a los dos humanos. Escudriñé con la mirada al ladrón de nuevo: había algo que sonaba raro.
-¿A quien temes? No es a la guardia en si, ¿verdad?- Había dicho "si se entera de que me han pillado, me desollará." Debía de tratarse de un individuo, y no de los protectores de la ley como había asumido la mujer. Pero, realmente, todo eso no era asunto mio y no tenía nada más que ganar, así que les di la espalda a los tres humanos y miré a Finn. -Vamonos, Finn. Esto no es nuestro problema... y no nos conviene meternos en asuntos de la guardia.- murmuré, enseñando ligeramente los dientes. Demasiados encuentros desagradables como para confiar ahora en una, incluso si no había mostrado ningún signo de agresión.
-...¿que has hecho? Está claro que si tanto temes a la guardia, has cometido algo mucho peor que robar.- dije, mirando fríamente al niño. El ladronzuelo estaba terriblemente asustado. Le tenía miedo a la guardia, pero había algo extraño. El castigo por robar no era demasiado exagerado, pero ese chico temía por su vida. La mujer de aspecto pálido se presentó como parte de la guardia de Lunargenta, y había algo... olía vagamente familiar. Era algo muy ligero, pero probablemente me equivocase. Desde luego, su nombre no me sonaba.- ¡Ah! ¡No hay nada que agradecer… Alanna! Esto es lo que hacemos normalmente… ayudar, ¿no es así Wernack? Éste es Wernack- Emití un ligero gruñido afirmativo, sin dirigirle la palabra a los dos humanos. Escudriñé con la mirada al ladrón de nuevo: había algo que sonaba raro.
-¿A quien temes? No es a la guardia en si, ¿verdad?- Había dicho "si se entera de que me han pillado, me desollará." Debía de tratarse de un individuo, y no de los protectores de la ley como había asumido la mujer. Pero, realmente, todo eso no era asunto mio y no tenía nada más que ganar, así que les di la espalda a los tres humanos y miré a Finn. -Vamonos, Finn. Esto no es nuestro problema... y no nos conviene meternos en asuntos de la guardia.- murmuré, enseñando ligeramente los dientes. Demasiados encuentros desagradables como para confiar ahora en una, incluso si no había mostrado ningún signo de agresión.
Asher Daregan
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Re: ¡Manos quietas! [Interpretativo][Libre 3/3] [CERRADO]
Los ojos del muchacho empezaron a lagrimear, asustadísimo por lo que decía Alanna, pero no era por el posible castigo ni por tener que disculparse ante sus víctimas, no, lo que se podía captar en su mirada era auténtico pavor, terror en estado puro. Y obviamente por lo que estaba diciendo, no se refería a la guardia como cuerpo, si no a un individuo concreto. El chico apoyó la espalda contra la pared y se cubrió la cabeza con las manos mientras temblaba y se balanceaba, dando respingos y lloriqueando, aunque intentando que el miedo se fuera.
-N... No hablaba de la guardia! ¡No hablaba de la guardia, se lo juro! ¡Ni he hecho nada malo, de verdad! Bueno, he robado y esas cosas, pero no hablo de la guardia, ni he hecho nada peor que coger unas bolsas que no eran mías, yo-yo-yo... ¡Hablo...! ¡Hablo de... De Él! -Seguía cubriéndose con las manos mientras se tiraba del pelo, hasta que al final Eoghan con un suspiro puso la mano en el hombro de Alanna. No estaba molesto, de hecho intentaba atraer la atención de la joven hacia él para que se relajase. Era obvio que el muchacho estaba en un apuro, y no era plan de meterle más miedo.
-A juzgar por como habla, parece que tiene un problema de verdad, y no es que esté robando por placer ni codicia.-Le dijo en un tono bajo, mirando al chiquillo, que los miraba a través de las rendijas de los dedos. Eoghan se acercó al muchacho mientras metía una mano dentro del capote y sacaba una bolsita, pero por el momento no la soltó. La guardó en la palma de la mano y decidió a acercarse al muchacho. -A ver, calma en el gallinero.
Eoghan se agachó frente al jovenzuelo, que atesoraba sus "pertenencias" entre los brazos y lo miró entre precavido y muerto de miedo mientras intentaba arrinconarse, si cabía más, en la esquina del edificio en la que se había refugiado. La gente seguía buscando al ladronzuelo, y de hecho varios pasaron de largo, confundiendo al chico arrinconado en una esquina con un simple vagabundo.
Eoghan miró de refilón a los que pasaban corriendo y clamando por sus cosas mientras hablaba con el muchacho. Dejó hueco para que los demás pudieran unirse a la conversación si querían, pero si el muchacho estaba en apuros, él iba a echarle una mano, no importaba qué.
-Explícate, anda. Te prometo que no te pasará nada, ¿vale? -Su reprimenda parecía haberse desvanecido en el aire, así como su indignación, pero estaba serio. Aunque era amable con el muchacho, estaba lejos de ser el alegre guerrero que acostumbraba a ser. El joven lo miró con desconfianza, mirando fijamente a su espada en el cinto. -No mires a la espada. Es demasiado engorrosa de desenvainar, no llevo dagas encima, ni pretendo hacerte nada, ¿vale?
El joven dejó de temblar tras mirar a Finn y a Alanna. No pasó por alto al grandullón, pero parecía que le tenía un miedo... Por si le caía otra galleta como la que se había llevado antes, que floja no fue. Por un instante parecía decidido a hablar, y de hecho abrió la boca, pero lejos de dar una respuesta, se encogió más aun.
-Si hablo me matará... Ya dije demasiado, ¡tengo que irme! ¡Por favor! -Era un susurro mezclado con un chillido de impotencia y desgarrador miedo. Eoghan suspiró y negó con la cabeza, buscando apoyo en los demás para que le echasen una mano a que el muchacho desembuchase lo que tuviese que desembuchar. No podía dejarle así.
El muchacho miró a Wernack, dubitativo. Eoghan corroboró las palabras del grandullón, asintiendo a éstas. El joven tragó saliva varias veces, intentando calmarse.
-Si estás metido en un follón, podemos sacarte de él. Vamos, ella es una guardia, y créeme, es la mejor de todos. Y ya ves que yo no soy un ogro, ni siquiera te he tocado un pelo de esa cabeza de chorlito tuya aun habiéndome robado. Confía en mí hombre. -Le revolvió el pelo vigorosamente, y el muchacho, tras que los demás hablasen, se dignaría finalmente a desembuchar lo que tenía que decir, que lamentablemente, no era agradable.
-Yo... Y mis hermanas... Somos huérfanos. -Dijo mientras tartamudeaba como podía. -Y vivimos con otros huérfanos, pero... El hombre que nos acoge obliga a los mayores a robar para él... O amenaza con desollarnos y tirar a nuestros hermanos y hermanas pequeños al mar
El muchacho se echó a llorar de pronto, con el miedo metido en el cuerpo. Siguió hablando.
-¡Le vimos hacerlo! Varias veces. Cogió a Thomas cuando no trajo ni una libra de plata en su último recorrido, y lo vapuleó con sus guardias. -Las lágrimas surcaban por las mejillas del joven. -Y luego cogió a su hermano pequeño y se alejó en un bote... No volvimos a verle más.
Eoghan abrió mucho los ojos ante las declaraciones del muchacho, mirando entonces a Alanna. La indignación que tenía en el rostro era de órdago. Definitivamente iba a buscar a ese cabrón y le iba a dar para el pelo, le costase lo que le costase. Aunque tuviese que echar abajo medio suburbio a golpe de lanza y martillo.
-Eso no va a quedar impune. -Gruñó el nórdico.-A todo esto, yo soy Eoghan.
Habló con los hombres bestia tras levantarse y alzar la diestra en un saludo. Para ellos, era obvio que Eoghan no era un guardia, si no solo un viajero. De hecho era curioso que no los mirase mal ni por encima del hombro como hubieran hecho muchos humanos, más bien... Parecía incluso habituado a ver gente de su raza.
-N... No hablaba de la guardia! ¡No hablaba de la guardia, se lo juro! ¡Ni he hecho nada malo, de verdad! Bueno, he robado y esas cosas, pero no hablo de la guardia, ni he hecho nada peor que coger unas bolsas que no eran mías, yo-yo-yo... ¡Hablo...! ¡Hablo de... De Él! -Seguía cubriéndose con las manos mientras se tiraba del pelo, hasta que al final Eoghan con un suspiro puso la mano en el hombro de Alanna. No estaba molesto, de hecho intentaba atraer la atención de la joven hacia él para que se relajase. Era obvio que el muchacho estaba en un apuro, y no era plan de meterle más miedo.
-A juzgar por como habla, parece que tiene un problema de verdad, y no es que esté robando por placer ni codicia.-Le dijo en un tono bajo, mirando al chiquillo, que los miraba a través de las rendijas de los dedos. Eoghan se acercó al muchacho mientras metía una mano dentro del capote y sacaba una bolsita, pero por el momento no la soltó. La guardó en la palma de la mano y decidió a acercarse al muchacho. -A ver, calma en el gallinero.
Eoghan se agachó frente al jovenzuelo, que atesoraba sus "pertenencias" entre los brazos y lo miró entre precavido y muerto de miedo mientras intentaba arrinconarse, si cabía más, en la esquina del edificio en la que se había refugiado. La gente seguía buscando al ladronzuelo, y de hecho varios pasaron de largo, confundiendo al chico arrinconado en una esquina con un simple vagabundo.
Eoghan miró de refilón a los que pasaban corriendo y clamando por sus cosas mientras hablaba con el muchacho. Dejó hueco para que los demás pudieran unirse a la conversación si querían, pero si el muchacho estaba en apuros, él iba a echarle una mano, no importaba qué.
-Explícate, anda. Te prometo que no te pasará nada, ¿vale? -Su reprimenda parecía haberse desvanecido en el aire, así como su indignación, pero estaba serio. Aunque era amable con el muchacho, estaba lejos de ser el alegre guerrero que acostumbraba a ser. El joven lo miró con desconfianza, mirando fijamente a su espada en el cinto. -No mires a la espada. Es demasiado engorrosa de desenvainar, no llevo dagas encima, ni pretendo hacerte nada, ¿vale?
El joven dejó de temblar tras mirar a Finn y a Alanna. No pasó por alto al grandullón, pero parecía que le tenía un miedo... Por si le caía otra galleta como la que se había llevado antes, que floja no fue. Por un instante parecía decidido a hablar, y de hecho abrió la boca, pero lejos de dar una respuesta, se encogió más aun.
-Si hablo me matará... Ya dije demasiado, ¡tengo que irme! ¡Por favor! -Era un susurro mezclado con un chillido de impotencia y desgarrador miedo. Eoghan suspiró y negó con la cabeza, buscando apoyo en los demás para que le echasen una mano a que el muchacho desembuchase lo que tuviese que desembuchar. No podía dejarle así.
El muchacho miró a Wernack, dubitativo. Eoghan corroboró las palabras del grandullón, asintiendo a éstas. El joven tragó saliva varias veces, intentando calmarse.
-Si estás metido en un follón, podemos sacarte de él. Vamos, ella es una guardia, y créeme, es la mejor de todos. Y ya ves que yo no soy un ogro, ni siquiera te he tocado un pelo de esa cabeza de chorlito tuya aun habiéndome robado. Confía en mí hombre. -Le revolvió el pelo vigorosamente, y el muchacho, tras que los demás hablasen, se dignaría finalmente a desembuchar lo que tenía que decir, que lamentablemente, no era agradable.
-Yo... Y mis hermanas... Somos huérfanos. -Dijo mientras tartamudeaba como podía. -Y vivimos con otros huérfanos, pero... El hombre que nos acoge obliga a los mayores a robar para él... O amenaza con desollarnos y tirar a nuestros hermanos y hermanas pequeños al mar
El muchacho se echó a llorar de pronto, con el miedo metido en el cuerpo. Siguió hablando.
-¡Le vimos hacerlo! Varias veces. Cogió a Thomas cuando no trajo ni una libra de plata en su último recorrido, y lo vapuleó con sus guardias. -Las lágrimas surcaban por las mejillas del joven. -Y luego cogió a su hermano pequeño y se alejó en un bote... No volvimos a verle más.
Eoghan abrió mucho los ojos ante las declaraciones del muchacho, mirando entonces a Alanna. La indignación que tenía en el rostro era de órdago. Definitivamente iba a buscar a ese cabrón y le iba a dar para el pelo, le costase lo que le costase. Aunque tuviese que echar abajo medio suburbio a golpe de lanza y martillo.
-Eso no va a quedar impune. -Gruñó el nórdico.-A todo esto, yo soy Eoghan.
Habló con los hombres bestia tras levantarse y alzar la diestra en un saludo. Para ellos, era obvio que Eoghan no era un guardia, si no solo un viajero. De hecho era curioso que no los mirase mal ni por encima del hombro como hubieran hecho muchos humanos, más bien... Parecía incluso habituado a ver gente de su raza.
Eoghan Lothannor
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Re: ¡Manos quietas! [Interpretativo][Libre 3/3] [CERRADO]
Alanna suspiró cansada, al menos no estaba mintiendo sobre los suyos, que si, que había más de uno que sería capaz de amenazar con ello, y muchos guardias eran capaces de hacer crueldades inmensas, ella misma se había enfrentado a varios, y los había encerrado, limpiando el nombre de la guardia de Lunargenta paso a paso, pero no era bueno que, si alguno quedaba, fuese proclamado por uno de los que amenazaba, lo que si estaba claro era que, por mucha baja que tuviera, ella misma iba a pararle los pies al idiota que estaba hiriendo a niños.
Notó la mano de Eoghan en el hombro y se separo un poco del chiquillo, dejandole algo de espacio, mientras el gato se agachaba a intentar calmar al chiquillo, sonrió un poco ante la alegre presentación del hombre gato, tan contraria a la situación y, al final, se sentó junto a chiquillo, para que, al verla de más o menos su tamaño y embergadura, pudiera sentirse, de algún modo más tranquilo. Escuchó con atención las palabras que el chiquillo decía, huerfano, uno más de tantos que, como ella, habían sufrido la perdida.
Apretó los labios furiosa por lo que escuchaba decir, a pesar de todo el tiempo que había pasado, a pesar de haber acabado con el sufrimiento de los niños del orfanato, que ya reconstruido era un sitio donde los niños sin hogar por fin podían tener una infancia todo lo feliz que era posible en ese tipo de situaciones. Los nudillos comenzaron a ponersele blancos, nerviosa, alterada, y con un enfado terrible subiendole por la garganta, con tremendas ganas de coger sus dagas y clavarselas al malnacido que estaba hiriendo a los chiquillos en la garganta.
Miles de torturas pasaron por su cabeza en un instante mientras, con semblante serio, ocultando el rostro de la luz con las ondas de su pelo, acarició la cabeza al chiquillo y empezó a andar con soltura en dirección al puerto. Girandose tras un par de metros para, mirando con seriedad a los presentes, decir con ira contenida.
- Quien se atreva a tocar a un niño en esta ciudad, pagará con su sangre.- dijo antes de pedir- Pequeño, llevame frente a ese tipejo, que esta noche duerme entre tierra.- pidió esperando a que el niño se levantase, el enfado hacía que poco le importase ir sola o acompañada, estar de baja o no, sana o enferma, solo veía la necesidad de acabar con un cabrón.
Notó la mano de Eoghan en el hombro y se separo un poco del chiquillo, dejandole algo de espacio, mientras el gato se agachaba a intentar calmar al chiquillo, sonrió un poco ante la alegre presentación del hombre gato, tan contraria a la situación y, al final, se sentó junto a chiquillo, para que, al verla de más o menos su tamaño y embergadura, pudiera sentirse, de algún modo más tranquilo. Escuchó con atención las palabras que el chiquillo decía, huerfano, uno más de tantos que, como ella, habían sufrido la perdida.
Apretó los labios furiosa por lo que escuchaba decir, a pesar de todo el tiempo que había pasado, a pesar de haber acabado con el sufrimiento de los niños del orfanato, que ya reconstruido era un sitio donde los niños sin hogar por fin podían tener una infancia todo lo feliz que era posible en ese tipo de situaciones. Los nudillos comenzaron a ponersele blancos, nerviosa, alterada, y con un enfado terrible subiendole por la garganta, con tremendas ganas de coger sus dagas y clavarselas al malnacido que estaba hiriendo a los chiquillos en la garganta.
Miles de torturas pasaron por su cabeza en un instante mientras, con semblante serio, ocultando el rostro de la luz con las ondas de su pelo, acarició la cabeza al chiquillo y empezó a andar con soltura en dirección al puerto. Girandose tras un par de metros para, mirando con seriedad a los presentes, decir con ira contenida.
- Quien se atreva a tocar a un niño en esta ciudad, pagará con su sangre.- dijo antes de pedir- Pequeño, llevame frente a ese tipejo, que esta noche duerme entre tierra.- pidió esperando a que el niño se levantase, el enfado hacía que poco le importase ir sola o acompañada, estar de baja o no, sana o enferma, solo veía la necesidad de acabar con un cabrón.
Alanna Delteria
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Re: ¡Manos quietas! [Interpretativo][Libre 3/3] [CERRADO]
El muchacho observó el intercambio entre los jóvenes y el pequeño en silencio. El guerrero había ofrecido su ayuda de manera aparentemente desinteresada y la cruel historia explicada por el ladronzuelo había afectado visiblemente a la joven de cabellos castaños. Finn había observado su rostro atentamente durante la conversación, maravillado por el cambio en actitud, y por la rabia que destilaron sus ojos antes de que sus mechones escondieran sus facciones.
Finn llevó la mirada de un humano al otro, confundido e inexplicablemente molesto. La jovialidad que exhibiese momentos antes había abandonado su rostro por completo. ¿Quienes eran estos humanos? ¿Por qué les importaba lo que le sucediese a un miserable chiquillo condenado por los astros a nacer en el lugar equivocado de Lunargenta? Había cientos como él repartidos por la ciudad, y cientos más le seguirían en el futuro. El muchacho se mordió el labio agachando las orejas. Por supuesto no era indiferente al dolor del pequeño humano, él sabía en carne propia lo que era estar sometido por gente sin escrúpulos, aceptando sumisamente las vejaciones, demasiado asustado para oponerse, demasiado confundido para intentar pelear. ¿Dónde estaban mis paladines cuando yo los necesitaba? Pensó el muchacho observando a la pareja frente a él y rápidamente sacudió la cabeza por lo absurdo, lo egoísta y lo débil de aquella idea. Él había emergido de esa mierda por su cuenta, abriéndose paso en el mundo a puñaladas, transformándose de presa en cazador. ¿No era ese el orden natural de las cosas? ¿Devorar o ser devorado?
El joven hombre bestia apretó los puños en su sitio, sus pupilas contraídas y una expresión vacía en el rostro. Ya casi había olvidado ese sentimiento de crudo desprecio, el mismo que sintiera por aquella ciudad algún tiempo atrás cuando recorrió sus calles en búsqueda de un nuevo comienzo, poco antes de que el hambre y el miedo le llevasen a asesinar de una puñalada sus últimos vestigios de inocencia.
Observó una vez más al chiquillo encogido en la esquina y no pudo evitar sentir una oleada de rabia. Tan débil, tan patético. El guerrero, Eoghan según su presentación, le ofreció una mano como saludo y Finn la estrechó con expresión ausente. Alanna había avanzado un par de metros hacia el puerto, su enfado evidente en su rostro suave.
“Quien se atreva a tocar a un niño en esta ciudad, pagará con su sangre. Pequeño, llevame frente a ese tipejo, que esta noche duerme entre tierra.” demandó la joven y Finn la miró algo sorprendido pues su voz era completamente seria.
“Vamonos, Finn. Esto no es nuestro problema... y no nos conviene meternos en asuntos de la guardia.” dijo el mercenario a escasos metros de distancia de él dándole la espalda a los humanos.
“Wernack, yo...” dijo quedamente el muchacho mirando al mayor de los hombres bestia, su rostro aún de piedra más sus ojos ardían intensamente. No sabía bien qué decir, qué podía decir para explicarle que, sólo por esta vez, necesitaba hacer esto. Necesitaba encontrar a este sujeto y cercenar cada tendón de su cuerpo hasta que entre sollozos rogara perdón a sus victimas. Necesitaba clavar su daga en el cuello del hombre y mostrarle a los niños que es posible tomar el mundo con fuerza en sus manos. Que es posible perder el miedo. No sabía cómo explicar con palabras esta repentina necesidad por lo que esperó que el ruego en sus ojos fuese suficiente.
“Creo que podríamos ir con ellos. Sólo esta vez.” dijo el muchacho suavemente, su voz cargada de súplica.
Finn llevó la mirada de un humano al otro, confundido e inexplicablemente molesto. La jovialidad que exhibiese momentos antes había abandonado su rostro por completo. ¿Quienes eran estos humanos? ¿Por qué les importaba lo que le sucediese a un miserable chiquillo condenado por los astros a nacer en el lugar equivocado de Lunargenta? Había cientos como él repartidos por la ciudad, y cientos más le seguirían en el futuro. El muchacho se mordió el labio agachando las orejas. Por supuesto no era indiferente al dolor del pequeño humano, él sabía en carne propia lo que era estar sometido por gente sin escrúpulos, aceptando sumisamente las vejaciones, demasiado asustado para oponerse, demasiado confundido para intentar pelear. ¿Dónde estaban mis paladines cuando yo los necesitaba? Pensó el muchacho observando a la pareja frente a él y rápidamente sacudió la cabeza por lo absurdo, lo egoísta y lo débil de aquella idea. Él había emergido de esa mierda por su cuenta, abriéndose paso en el mundo a puñaladas, transformándose de presa en cazador. ¿No era ese el orden natural de las cosas? ¿Devorar o ser devorado?
El joven hombre bestia apretó los puños en su sitio, sus pupilas contraídas y una expresión vacía en el rostro. Ya casi había olvidado ese sentimiento de crudo desprecio, el mismo que sintiera por aquella ciudad algún tiempo atrás cuando recorrió sus calles en búsqueda de un nuevo comienzo, poco antes de que el hambre y el miedo le llevasen a asesinar de una puñalada sus últimos vestigios de inocencia.
Observó una vez más al chiquillo encogido en la esquina y no pudo evitar sentir una oleada de rabia. Tan débil, tan patético. El guerrero, Eoghan según su presentación, le ofreció una mano como saludo y Finn la estrechó con expresión ausente. Alanna había avanzado un par de metros hacia el puerto, su enfado evidente en su rostro suave.
“Quien se atreva a tocar a un niño en esta ciudad, pagará con su sangre. Pequeño, llevame frente a ese tipejo, que esta noche duerme entre tierra.” demandó la joven y Finn la miró algo sorprendido pues su voz era completamente seria.
“Vamonos, Finn. Esto no es nuestro problema... y no nos conviene meternos en asuntos de la guardia.” dijo el mercenario a escasos metros de distancia de él dándole la espalda a los humanos.
“Wernack, yo...” dijo quedamente el muchacho mirando al mayor de los hombres bestia, su rostro aún de piedra más sus ojos ardían intensamente. No sabía bien qué decir, qué podía decir para explicarle que, sólo por esta vez, necesitaba hacer esto. Necesitaba encontrar a este sujeto y cercenar cada tendón de su cuerpo hasta que entre sollozos rogara perdón a sus victimas. Necesitaba clavar su daga en el cuello del hombre y mostrarle a los niños que es posible tomar el mundo con fuerza en sus manos. Que es posible perder el miedo. No sabía cómo explicar con palabras esta repentina necesidad por lo que esperó que el ruego en sus ojos fuese suficiente.
“Creo que podríamos ir con ellos. Sólo esta vez.” dijo el muchacho suavemente, su voz cargada de súplica.
Finn
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Re: ¡Manos quietas! [Interpretativo][Libre 3/3] [CERRADO]
Los dos humanos ofrecieron su ayuda al pequeño, lo cual no era ninguna sorpresa. Cada uno protegía a los de su misma raza, asi que la triste y enternecedora historia del crío no podría importarme menos. Probablemente se lo estuviese inventando de todos modos, pero por supuesto, esos dos se lo creerían y le ayudarían sin pensarselo dos veces. Gruñí, molesto ante ese comportamiento. Si se hubiese tratado de un hombre bestia, como el propio Finn, cuya edad parecía similar a la del humano, no se habrían tragado una palabra, y el castigo para el jóven habría sido mucho peor de lo normal. Cerré el puño al pensar en ello, y el odio empezó a acumularse en mi garganta. Los malditos simios me repugnaban de una forma que no podrían comprender.
Daba igual si esos dos eran distintos. Había conocido a demasiados que no lo eran. Despreciaban a cualquier especie distinta a la suya, y algunos incluso a los brujos. Si yo no hubiese sido más fuerte que ellos, estaría muerto. Pero, ¿que otra cosa iba a ser, salvo envidia? Todas las otras razas eran, o bien capaces de usar magia, o más hábiles físicamente, con mejores sentidos y destreza. ¿Por qué actuaban como si fuesen superiores cuando era evidente que no tenían nada especial? No era de extrañar que sus castas se diferenciasen en riquezas y títulos en vez de talento. Mi cola se quedó tiesa e, involuntariamente, incliné las orejas hacia adelante y mostré los dientes, deseoso de golpear a alguien.
Wernack, yo... - Miré al felino, que también parecía enfadado, o al menos afectado. ¿Pasaría algo similar por su cabeza? Él ya debía saber como actuaban los humanos Sin embargo... parecía dudar. Me era imposible saber lo que estaba sintiendo, pero... “Creo que podríamos ir con ellos. Sólo esta vez.”
-...¿qué? - Pestañeé lentamente, con la respiración temblorosa. Mi primer impulso fue el de gritar que de ninguna manera y volver a la posada, pero... Finn tenía que tener sus razones. -...sabes que ellos no harían lo mismo por ti, ¿verdad?- murmuré, con un brillo de odio en los ojos. Sin embargo, la mirada del felino me desarmó por completo. Gruñí mientras me tragaba mis emociones. -Está bien. Pero lo hago por ti, no por ellos.- Me volví hacia el ladrón, sin dirigirle la mirada a los humanos. -Guíanos.- dije fríamente.
Daba igual si esos dos eran distintos. Había conocido a demasiados que no lo eran. Despreciaban a cualquier especie distinta a la suya, y algunos incluso a los brujos. Si yo no hubiese sido más fuerte que ellos, estaría muerto. Pero, ¿que otra cosa iba a ser, salvo envidia? Todas las otras razas eran, o bien capaces de usar magia, o más hábiles físicamente, con mejores sentidos y destreza. ¿Por qué actuaban como si fuesen superiores cuando era evidente que no tenían nada especial? No era de extrañar que sus castas se diferenciasen en riquezas y títulos en vez de talento. Mi cola se quedó tiesa e, involuntariamente, incliné las orejas hacia adelante y mostré los dientes, deseoso de golpear a alguien.
Wernack, yo... - Miré al felino, que también parecía enfadado, o al menos afectado. ¿Pasaría algo similar por su cabeza? Él ya debía saber como actuaban los humanos Sin embargo... parecía dudar. Me era imposible saber lo que estaba sintiendo, pero... “Creo que podríamos ir con ellos. Sólo esta vez.”
-...¿qué? - Pestañeé lentamente, con la respiración temblorosa. Mi primer impulso fue el de gritar que de ninguna manera y volver a la posada, pero... Finn tenía que tener sus razones. -...sabes que ellos no harían lo mismo por ti, ¿verdad?- murmuré, con un brillo de odio en los ojos. Sin embargo, la mirada del felino me desarmó por completo. Gruñí mientras me tragaba mis emociones. -Está bien. Pero lo hago por ti, no por ellos.- Me volví hacia el ladrón, sin dirigirle la mirada a los humanos. -Guíanos.- dije fríamente.
Asher Daregan
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Re: ¡Manos quietas! [Interpretativo][Libre 3/3] [CERRADO]
Eoghan observó cómo Alanna se empezaba a mosquear, y la tensión en el ambiente creció. El muchacho los miró, casi como si una sombra a tres bandas se hubiese cernido sobre él... Porque Wernack lo hacía a regañadientes, si no, serían cuatro. Hubo un tenso silencio cuando Eoghan escuchó a Wernack.
Lo miró fijamente, con el ceño fruncido. Negó con la cabeza.
-Te sugeriría no sacar conclusiones precipitadas. Si tuviérais tú o él un problema, os echaría una mano sin pararme a dudar. -No era un gruñido, pero sí que le había molestado aquella afirmación. Se pasaba la vida ayudando a otros, como para que ahora una frase cargada de resentimiento intentase ningunearle. No, no señor, no.
Odiaba el cinismo.
El muchacho se levantó y negó suavemente con la cabeza.
-S... Si os guío... Si me seguís... Si os ven... Harán cosas horribles, no... No puedo llevaros. -Dijo con un suave tartamudeo mientras seguía afanándose en esconder las bolsas en sus ropajes raídos. Eoghan gruñó suavemente ante la negativa. En cierto modo llevaba razón, si veían que el ladrón llevaba tras de sí a dos humanos armados y dos hombres bestia, seguramente entrarían en pánico y todos los críos estarían en peligro.
-Tenemos que pensar en otra forma. Un acercamiento directo no es una opción, si hay más niños en peligro. -Dijo, mientras hacía un gesto de calma a Alanna para que parase el carro. Miró a ambos hombres bestia, se frotó la barbilla. Quizás Finn, siendo pequeño como era, podría acercarse sin que sospechasen de él o le vieran, y Alanna ya había demostrado que podía ser como una serpiente en cuanto a sigilo. La pregunta era, ¿cómo harían Wernack y él, para entrar? Porque dudaba que el hombre bestia fuera el súmmun de la discreción, y él, todavía menos. -Quizás, si le damos un margen de tiempo prudencial y siguiésemos un rastro, podamos llegar allí sin levantar sospechas y sin que los otros críos puedan pagar el pato.
Cogió una bolsita de tela marrón de su cinturón. Desenvainó la espada rota e hizo una pequeña incisión en la tela con uno de los restos del filo, que bien podía servir como una daga si no fuera porque aun pese a estar roto, el filo seguía midiendo lo mismo que una espada larga de caballería. Sonaba un suave ruido metálico en la bolsa, pero no eran monedas. Era otro tipo de metal. Hizo un gesto al chaval para que se acercase. Algo reticente, el muchacho dio un par de pasos tímidamente, y Eoghan le ató la bolsita al cinto, en la parte trasera. Unos pequeños remaches de latón empezaron a caer progresivamente de la bolsa.
-Ve. Nosotros seguiremos tu rastro de miguitas de pan.-Le aseguró. El muchacho miró con temor a Finn, Alanna y Wernack, y finalmente al joven herrero una vez más. Eoghan envainó los restos de su espada con un suave golpe seco.
-Pero, ¿y si me descubren? Mi-Mis-Mis her-hermanas... -Eoghan miró a Alanna, en busca de apoyo. Debían echarle una mano, por lo menos que el muchacho pudiese actuar con un poco de esperanza a salir de aquella deplorable situación, aunque fuera.
-Estaremos detrás de ti, hazme caso. Ella es la mejor en su trabajo. Y ya ves aquí, el grandullón tiene una fuerza de espanto.-Era obvio que se refería a Wernack -Si la cosa no sale tan bien como esperamos, él y yo derribaremos la puerta, ¿de acuerdo? Guíanos.
El muchacho miró a Finn en busca de apoyo. Era obvio que por algún motivo el hombre bestia le transmitía algún tipo de confianza, ¿quizás por ser similares en tamaño? O quizás por la edad. No quedaba demasiado claro, pero al final miró a Eoghan y se enjugó las lágrimas de las mejillas, frunció el ceño y asintió.
-¡Crane se va a enterar! -Exclamó, antes de echar a correr calle abajo a un ritmo más o menos agitado para que las tachuelas cayesen de la bolsita, a menos que alguien le detuviese primero.
Lo miró fijamente, con el ceño fruncido. Negó con la cabeza.
-Te sugeriría no sacar conclusiones precipitadas. Si tuviérais tú o él un problema, os echaría una mano sin pararme a dudar. -No era un gruñido, pero sí que le había molestado aquella afirmación. Se pasaba la vida ayudando a otros, como para que ahora una frase cargada de resentimiento intentase ningunearle. No, no señor, no.
Odiaba el cinismo.
El muchacho se levantó y negó suavemente con la cabeza.
-S... Si os guío... Si me seguís... Si os ven... Harán cosas horribles, no... No puedo llevaros. -Dijo con un suave tartamudeo mientras seguía afanándose en esconder las bolsas en sus ropajes raídos. Eoghan gruñó suavemente ante la negativa. En cierto modo llevaba razón, si veían que el ladrón llevaba tras de sí a dos humanos armados y dos hombres bestia, seguramente entrarían en pánico y todos los críos estarían en peligro.
-Tenemos que pensar en otra forma. Un acercamiento directo no es una opción, si hay más niños en peligro. -Dijo, mientras hacía un gesto de calma a Alanna para que parase el carro. Miró a ambos hombres bestia, se frotó la barbilla. Quizás Finn, siendo pequeño como era, podría acercarse sin que sospechasen de él o le vieran, y Alanna ya había demostrado que podía ser como una serpiente en cuanto a sigilo. La pregunta era, ¿cómo harían Wernack y él, para entrar? Porque dudaba que el hombre bestia fuera el súmmun de la discreción, y él, todavía menos. -Quizás, si le damos un margen de tiempo prudencial y siguiésemos un rastro, podamos llegar allí sin levantar sospechas y sin que los otros críos puedan pagar el pato.
Cogió una bolsita de tela marrón de su cinturón. Desenvainó la espada rota e hizo una pequeña incisión en la tela con uno de los restos del filo, que bien podía servir como una daga si no fuera porque aun pese a estar roto, el filo seguía midiendo lo mismo que una espada larga de caballería. Sonaba un suave ruido metálico en la bolsa, pero no eran monedas. Era otro tipo de metal. Hizo un gesto al chaval para que se acercase. Algo reticente, el muchacho dio un par de pasos tímidamente, y Eoghan le ató la bolsita al cinto, en la parte trasera. Unos pequeños remaches de latón empezaron a caer progresivamente de la bolsa.
-Ve. Nosotros seguiremos tu rastro de miguitas de pan.-Le aseguró. El muchacho miró con temor a Finn, Alanna y Wernack, y finalmente al joven herrero una vez más. Eoghan envainó los restos de su espada con un suave golpe seco.
-Pero, ¿y si me descubren? Mi-Mis-Mis her-hermanas... -Eoghan miró a Alanna, en busca de apoyo. Debían echarle una mano, por lo menos que el muchacho pudiese actuar con un poco de esperanza a salir de aquella deplorable situación, aunque fuera.
-Estaremos detrás de ti, hazme caso. Ella es la mejor en su trabajo. Y ya ves aquí, el grandullón tiene una fuerza de espanto.-Era obvio que se refería a Wernack -Si la cosa no sale tan bien como esperamos, él y yo derribaremos la puerta, ¿de acuerdo? Guíanos.
El muchacho miró a Finn en busca de apoyo. Era obvio que por algún motivo el hombre bestia le transmitía algún tipo de confianza, ¿quizás por ser similares en tamaño? O quizás por la edad. No quedaba demasiado claro, pero al final miró a Eoghan y se enjugó las lágrimas de las mejillas, frunció el ceño y asintió.
-¡Crane se va a enterar! -Exclamó, antes de echar a correr calle abajo a un ritmo más o menos agitado para que las tachuelas cayesen de la bolsita, a menos que alguien le detuviese primero.
Eoghan Lothannor
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Re: ¡Manos quietas! [Interpretativo][Libre 3/3] [CERRADO]
Suspiro nerviosa, claro que no iba a entrar de forma directa, ni que fuera idiota, nunca entraba dando la cara en una redada, jamás, los ataques directos, a pesar de ser efectivos, eran previsibles, y si ella podía presumir de algo, era de ser inesperada, aunque no tenía claro si eso era bueno, o malo. Además, al parecer el gato y el perro, combinación curiosa donde las haya, parecían dispuestos a ayudar. Un nuevo suspiro salió de sus labios mientras retiraba sus hondas castallas de su cara, tirandolas hacia atrás.
Agradecía la ayuda, pero bien sabía que, en cuanto a infiltraciones, cuanta más gente, peor, aunque nunca estaba de más tener refuerzos. Escuchó con atención lo que planeaba el joven, viendo incredula como rompía una bolsa de tachuelas y se la entregaba al niño, que, al instante, salía hacia delante entusiasmado.
¿Estaba loco? Ella había pasado por las manos de alguien muy similar a la persona que el chiquillo describía, y el más minimo error o despiste era pagado con dureza, un camino de tachuelas, no solo era extrño por lo mucho que apreciaba la gente los materiales, si no que, además, era peligroso para quienes andasen por los lugares donde estas quedasen, podrían pinchar una tachuela, y teniendo en cuenta la gran carencia de higiene, facilmente este pinchazo creador de una diminuta herida podría infectarse y provocar que, algo tan diminuto como eso, hiciera que alguien perdiera un pie.
Detuvo al chiquillo en su entisiasmo, sintiendose mal por quitarle las ilusiones, pero ese no era modo de llegar al lugar. Agachandose hasta la altura del chiquillo, tomó la bola he hizo un nudo en el corte que Eoghan acababa de hacer, metiendo la primera tachuela caída dentro del saquito, haciendo resonar el contenido en el interior.
- No podemos seguir un camino de monedas. Primero, porque no sabemos si hay bastantes, segundo, porque....- suspiró y miró al niño de nuevo- ¿Qué crees que te haría si descubre las tachuelas? No es que por aquí se vea tal desperdicio de materiales precisamente, quienes los usan no son precisamente ricos, llamaría demasiado la atención, y es peligroso para los transeuntes - preguntó refiriendose al hombre que mantenía a sus hermanas atrapadas explicando las demás razones. El niño palideció de pronto, temeroso al pensar en el castigo, haciendo suspirar, nuevamente, a la guarda.- Lo suponía. Irás por donde suelas moverte normalmente, somos cuatro personas, pero no podemos ir todos juntos, llamaríamos demasiado la atención. Finn- se giró al gato.- Pareces ágil, ¿me acompañarías por los tejados? Si somos tu y yo no creo que nos vean, podremos seguirle sin que nadie se entere a una distancia prudencial.- se explicó.- Vosotros, si os quedais bastante rezagados, podréis vernos sin que nadie crea que lo seguís a él por la distancia.- se giró a los otros dos. Finalizó su explicación diciendo que los tejados de la ciudad tenían una clara secuencia, sin separación a penas entre unos y otros por toda la ciudad, creando una secuencia de calles guiadas por las casas.
Se levantó esperando, y buscando un modo de subir con facilidad a los tejados de dos aguas, no sería dificil, en el callejón, había varias cajas apiladas, y una enredadera, el problema serían los tejados, ella estaba acostumbrada a mantenerse por los tejados a dos aguas, corriendo por las cornisas sin mademasiada dificultad, y aunque no sabía de las posibles pericias de Finn, era un gato, destacaban por su equilibrio, si ella se había ganado el nombre de Gata, no era por nada.
Se dirigió a las cajas, y las movió un poco, comprobando su estabilidad, no era demasiado buena, pero para subir valía, Con ceño fruncido, comprobó su propia estabilidad, se sentía algo floja, como era usual de un tiempo a esa parte, pero el mareo se había desvanecido. Dobló medio cuerpo estirando las piernas y se levantó para extender los brazos al cielo, estirando la espalda, solo pensar en subir a los tejados la había animado, en parte, las alturas, el quilibrio, eran su elemento, siempre había sido así, hacía tiempo que solo poder ver la ciudad desde lo alto de las chimeneas la animaba, esperaba que, una vez más, le diera suerte.
Agradecía la ayuda, pero bien sabía que, en cuanto a infiltraciones, cuanta más gente, peor, aunque nunca estaba de más tener refuerzos. Escuchó con atención lo que planeaba el joven, viendo incredula como rompía una bolsa de tachuelas y se la entregaba al niño, que, al instante, salía hacia delante entusiasmado.
¿Estaba loco? Ella había pasado por las manos de alguien muy similar a la persona que el chiquillo describía, y el más minimo error o despiste era pagado con dureza, un camino de tachuelas, no solo era extrño por lo mucho que apreciaba la gente los materiales, si no que, además, era peligroso para quienes andasen por los lugares donde estas quedasen, podrían pinchar una tachuela, y teniendo en cuenta la gran carencia de higiene, facilmente este pinchazo creador de una diminuta herida podría infectarse y provocar que, algo tan diminuto como eso, hiciera que alguien perdiera un pie.
Detuvo al chiquillo en su entisiasmo, sintiendose mal por quitarle las ilusiones, pero ese no era modo de llegar al lugar. Agachandose hasta la altura del chiquillo, tomó la bola he hizo un nudo en el corte que Eoghan acababa de hacer, metiendo la primera tachuela caída dentro del saquito, haciendo resonar el contenido en el interior.
- No podemos seguir un camino de monedas. Primero, porque no sabemos si hay bastantes, segundo, porque....- suspiró y miró al niño de nuevo- ¿Qué crees que te haría si descubre las tachuelas? No es que por aquí se vea tal desperdicio de materiales precisamente, quienes los usan no son precisamente ricos, llamaría demasiado la atención, y es peligroso para los transeuntes - preguntó refiriendose al hombre que mantenía a sus hermanas atrapadas explicando las demás razones. El niño palideció de pronto, temeroso al pensar en el castigo, haciendo suspirar, nuevamente, a la guarda.- Lo suponía. Irás por donde suelas moverte normalmente, somos cuatro personas, pero no podemos ir todos juntos, llamaríamos demasiado la atención. Finn- se giró al gato.- Pareces ágil, ¿me acompañarías por los tejados? Si somos tu y yo no creo que nos vean, podremos seguirle sin que nadie se entere a una distancia prudencial.- se explicó.- Vosotros, si os quedais bastante rezagados, podréis vernos sin que nadie crea que lo seguís a él por la distancia.- se giró a los otros dos. Finalizó su explicación diciendo que los tejados de la ciudad tenían una clara secuencia, sin separación a penas entre unos y otros por toda la ciudad, creando una secuencia de calles guiadas por las casas.
Se levantó esperando, y buscando un modo de subir con facilidad a los tejados de dos aguas, no sería dificil, en el callejón, había varias cajas apiladas, y una enredadera, el problema serían los tejados, ella estaba acostumbrada a mantenerse por los tejados a dos aguas, corriendo por las cornisas sin mademasiada dificultad, y aunque no sabía de las posibles pericias de Finn, era un gato, destacaban por su equilibrio, si ella se había ganado el nombre de Gata, no era por nada.
Se dirigió a las cajas, y las movió un poco, comprobando su estabilidad, no era demasiado buena, pero para subir valía, Con ceño fruncido, comprobó su propia estabilidad, se sentía algo floja, como era usual de un tiempo a esa parte, pero el mareo se había desvanecido. Dobló medio cuerpo estirando las piernas y se levantó para extender los brazos al cielo, estirando la espalda, solo pensar en subir a los tejados la había animado, en parte, las alturas, el quilibrio, eran su elemento, siempre había sido así, hacía tiempo que solo poder ver la ciudad desde lo alto de las chimeneas la animaba, esperaba que, una vez más, le diera suerte.
Alanna Delteria
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Re: ¡Manos quietas! [Interpretativo][Libre 3/3] [CERRADO]
-Te sugeriría no sacar conclusiones precipitadas. Si tuviérais tú o él un problema, os echaría una mano sin pararme a dudar.- aseguró el humano de la lanza. Resoplé. "Si, claro. Todos tienen buenas intenciones, hasta que llega el momento de hacer algo." pensé. No tenía porqué escucharle ni rectificar, no iba a demostrar nada solo con palabras.
Miré a la pareja de reojo. El humano parecía fuerte, era evidente que había hecho trabajo físico, pero no era guardia ni mercenario, como había demostrado. Sin embargo, estaba bien armado para un civil... una lanza y una espada, aunque rota. Por otro lado, la mujer estaba delgada y pálida, tal vez incluso enferma, pero si estaba en la guardia tenía que saber manejarse. O no. Los humanos tenían estándares bajos, según me parecía.
Entonces planeó... algo. Separarnos, yendo ella con Finn por los tejados mientras les seguiamos a distancia. Atravesé a Alanna con una mirada de odio. ¿Quien se creía que era para dar órdenes? Ella no sabía de lo que era capaz, y no parecía especialmente hábil de todas formas. No tenía por qué hacerle caso. Además, yo me conocía los tejados mejor que cualquiera en la maldita ciudad. Abrí la boca para protestar, pero sabía que no era un mal plan. A pesar de mi experiencia, no era demasiado silencioso, y más de una vez me habían visto. Gruñí y le hice un gesto a Finn con la cabeza para alejarnos del grupo un segundo.
-De verdad quieres hacer esto, ¿hmm? - pregunté, algo frustrado. -Si vamos a separarnos, déjame tu pañuelo. Así podré rastrearte si te alejas demasiado.- Quería hablar con él sobre otra cosa, pero tendría que esperar hasta resolver ese asunto. Le puse la mano en el hombro sano, algo preocupado. -¿La herida se ha cerrado bien? No te fuerces demasiado, y recuerda usar el gancho para ayudarte a trepar.- Me mordí ligeramente el labio, algo abstraído. -Ten cuidado, cachorro. Si te ves en peligro, grita e iré a ayudarte.- Tras decir eso, pensé en lo raro que debía sonar. El chico sabía cuidarse de si mismo, e incluso había matado al menos a tres personas solo con su daga en combate abierto. Pero tenía que asegurarme. -Hmm... sólo... gah, da igual- suspiré, mirando a otro lado y rascándome la cabeza.
Observé al felino mientras se subía a los tejados y esperé a que se pusiesen en marcha antes de empezar a seguirlos junto al humano, con paso algo acelerado para no perderlos de vista.
Miré a la pareja de reojo. El humano parecía fuerte, era evidente que había hecho trabajo físico, pero no era guardia ni mercenario, como había demostrado. Sin embargo, estaba bien armado para un civil... una lanza y una espada, aunque rota. Por otro lado, la mujer estaba delgada y pálida, tal vez incluso enferma, pero si estaba en la guardia tenía que saber manejarse. O no. Los humanos tenían estándares bajos, según me parecía.
Entonces planeó... algo. Separarnos, yendo ella con Finn por los tejados mientras les seguiamos a distancia. Atravesé a Alanna con una mirada de odio. ¿Quien se creía que era para dar órdenes? Ella no sabía de lo que era capaz, y no parecía especialmente hábil de todas formas. No tenía por qué hacerle caso. Además, yo me conocía los tejados mejor que cualquiera en la maldita ciudad. Abrí la boca para protestar, pero sabía que no era un mal plan. A pesar de mi experiencia, no era demasiado silencioso, y más de una vez me habían visto. Gruñí y le hice un gesto a Finn con la cabeza para alejarnos del grupo un segundo.
-De verdad quieres hacer esto, ¿hmm? - pregunté, algo frustrado. -Si vamos a separarnos, déjame tu pañuelo. Así podré rastrearte si te alejas demasiado.- Quería hablar con él sobre otra cosa, pero tendría que esperar hasta resolver ese asunto. Le puse la mano en el hombro sano, algo preocupado. -¿La herida se ha cerrado bien? No te fuerces demasiado, y recuerda usar el gancho para ayudarte a trepar.- Me mordí ligeramente el labio, algo abstraído. -Ten cuidado, cachorro. Si te ves en peligro, grita e iré a ayudarte.- Tras decir eso, pensé en lo raro que debía sonar. El chico sabía cuidarse de si mismo, e incluso había matado al menos a tres personas solo con su daga en combate abierto. Pero tenía que asegurarme. -Hmm... sólo... gah, da igual- suspiré, mirando a otro lado y rascándome la cabeza.
Observé al felino mientras se subía a los tejados y esperé a que se pusiesen en marcha antes de empezar a seguirlos junto al humano, con paso algo acelerado para no perderlos de vista.
Asher Daregan
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Re: ¡Manos quietas! [Interpretativo][Libre 3/3] [CERRADO]
El plan de Alanna parecía sensato y Finn asintió con la cabeza. Era cierto que ellos podrían infiltrarse sin problemas, él prácticamente se ganaba la vida en ello y la joven tendría como mínimo experiencia planificando y ejecutando misiones como esta junto a la guardia. Ella sabría medir sus propias capacidades mejor que nadie.
El muchacho humano les oía con una expresión de creciente entusiasmo, las lágrimas ya olvidadas y su joven rostro iluminado con un atisbo esperanza. Finn le dedicó una leve sonrisa que fue correspondida por el menor. Espero que sobreviva a todo esto, pensó el hombre bestia desviando la mirada. Darían su mejor esfuerzo, no cabía duda, pero era imposible prever a qué se enfrentarían. El ladronzuelo había mencionado que el sujeto, Crane, teanía guardias a su disposición, mas ¿cuántos, exactamente? ¿Operaba solo o era parte de una red de explotación mayor? Finn sacudió la cabeza. No había razón para obsesionarse por ello. Lo descubrirían dentro de poco.
Wernack no se veía contento con el escenario, observó Finn. No podía culparlo. Sabía que la única razón por la que estaba allí era porque él explícitamente se lo había pedido. El mercenario emitió un gruñido e hizo un gesto con la cabeza para que se acercara.
“De verdad quieres hacer esto, ¿hmm? Si vamos a separarnos, déjame tu pañuelo. Así podré rastrearte si te alejas demasiado” La petición tomo al muchacho por sorpresa, pero obedeció desatando la prenda y ofreciéndosela de inmediato. Se sentía extraño. Sólo se quitaba ese pañuelo para lavarlo y aún así siempre lo ataba a su morral mientras se secaba para tenerlo cerca. Ahora sin él se sentía extrañamente desnudo. Wernack posó una mano sobre su hombro izquierdo y los ojos del menor se dirigieron instintivamente a la zona “¿La herida se ha cerrado bien? No te fuerces demasiado, y recuerda usar el gancho para ayudarte a trepar. Ten cuidado, cachorro. Si te ves en peligro, grita e iré a ayudarte.”
Finn elevó la mirada para observarlo con ojos muy abiertos, las orejas gachas hacia los lados y la boca entreabierta, inseguro sobre qué podía decir. Sentía el corazón latir aceleradamente en su pecho. La preocupación era evidente en la voz y en la expresión del mercenario, mas la mente del muchacho estaba en blanco. Por algunos segundos reinó el silencio mientras el menor intentaba recordar, en vano, algún momento en el cuál hubiese lidiado con una situación similar. Finalmente optó por cerrar los ojos y dedicarle una sonrisa radiante.
“¡Hey! ¡Esa gente no tendrá oportunidad contra mí! Y no te preocupes, me aseguraré de dejarte el trabajo pesado a ti. Tampoco querría robarte protagonismo. No es mi estilo” finalizó alzando las cejas de manera socarrona. Su sonrisa se tornó pequeña e hizo un gesto con la cabeza hacia Eoghan “Por cierto, procura no matarlo, ¿vale?”
Finn se giró y comenzó a andar unos pasos hacia las cajas que Alanna había dispuesto a varios metros de distancia, deteniéndose a medio camino sin girarse. “Y, ¿Wernack? Gracias” dijo casi en un murmullo y el mercenario no pudo ver desde su posición que el muchacho ya no sonreía.
Con la agilidad que le caracterizaba trepó las cajas y en un par de saltos estuvo sobre los tejados para encontrarse con Alanna.
“Muy bien. Estoy listo. Te seguiré a un par de metros de distancia para asegurarme de que Wernack y Eoghan sean capaces de al menos divisar a uno de nosotros en todo momento”. El sol del mediodía ocultaba sus sombras y con pasos seguros el muchacho se echo a andar.
El muchacho humano les oía con una expresión de creciente entusiasmo, las lágrimas ya olvidadas y su joven rostro iluminado con un atisbo esperanza. Finn le dedicó una leve sonrisa que fue correspondida por el menor. Espero que sobreviva a todo esto, pensó el hombre bestia desviando la mirada. Darían su mejor esfuerzo, no cabía duda, pero era imposible prever a qué se enfrentarían. El ladronzuelo había mencionado que el sujeto, Crane, teanía guardias a su disposición, mas ¿cuántos, exactamente? ¿Operaba solo o era parte de una red de explotación mayor? Finn sacudió la cabeza. No había razón para obsesionarse por ello. Lo descubrirían dentro de poco.
Wernack no se veía contento con el escenario, observó Finn. No podía culparlo. Sabía que la única razón por la que estaba allí era porque él explícitamente se lo había pedido. El mercenario emitió un gruñido e hizo un gesto con la cabeza para que se acercara.
“De verdad quieres hacer esto, ¿hmm? Si vamos a separarnos, déjame tu pañuelo. Así podré rastrearte si te alejas demasiado” La petición tomo al muchacho por sorpresa, pero obedeció desatando la prenda y ofreciéndosela de inmediato. Se sentía extraño. Sólo se quitaba ese pañuelo para lavarlo y aún así siempre lo ataba a su morral mientras se secaba para tenerlo cerca. Ahora sin él se sentía extrañamente desnudo. Wernack posó una mano sobre su hombro izquierdo y los ojos del menor se dirigieron instintivamente a la zona “¿La herida se ha cerrado bien? No te fuerces demasiado, y recuerda usar el gancho para ayudarte a trepar. Ten cuidado, cachorro. Si te ves en peligro, grita e iré a ayudarte.”
Finn elevó la mirada para observarlo con ojos muy abiertos, las orejas gachas hacia los lados y la boca entreabierta, inseguro sobre qué podía decir. Sentía el corazón latir aceleradamente en su pecho. La preocupación era evidente en la voz y en la expresión del mercenario, mas la mente del muchacho estaba en blanco. Por algunos segundos reinó el silencio mientras el menor intentaba recordar, en vano, algún momento en el cuál hubiese lidiado con una situación similar. Finalmente optó por cerrar los ojos y dedicarle una sonrisa radiante.
“¡Hey! ¡Esa gente no tendrá oportunidad contra mí! Y no te preocupes, me aseguraré de dejarte el trabajo pesado a ti. Tampoco querría robarte protagonismo. No es mi estilo” finalizó alzando las cejas de manera socarrona. Su sonrisa se tornó pequeña e hizo un gesto con la cabeza hacia Eoghan “Por cierto, procura no matarlo, ¿vale?”
Finn se giró y comenzó a andar unos pasos hacia las cajas que Alanna había dispuesto a varios metros de distancia, deteniéndose a medio camino sin girarse. “Y, ¿Wernack? Gracias” dijo casi en un murmullo y el mercenario no pudo ver desde su posición que el muchacho ya no sonreía.
Con la agilidad que le caracterizaba trepó las cajas y en un par de saltos estuvo sobre los tejados para encontrarse con Alanna.
“Muy bien. Estoy listo. Te seguiré a un par de metros de distancia para asegurarme de que Wernack y Eoghan sean capaces de al menos divisar a uno de nosotros en todo momento”. El sol del mediodía ocultaba sus sombras y con pasos seguros el muchacho se echo a andar.
Finn
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Re: ¡Manos quietas! [Interpretativo][Libre 3/3] [CERRADO]
-Es un plan mucho mejor, sí. Lo siento, no estoy habituado a pensar como grupo. -Eoghan suspiró, disculpándose por las prisas que había demostrado anteriormente. Era cierto, durante muchos años había trabajado y viajado él solo, pensar como una unidad le costaba, especialmente cuando se suponía que tenía gente que sabía lo que hacía.
Normalmente le tocaba gente con azadones y hachas de leñador en suerte. Recogió la bolsa y volvió a meterla dentro de uno de los bolsillos interiores del guardapolvos, donde no le molestaba ni hacía un ruido exagerado. Apoyó la lanza en el suelo empedrado y observó cómo tanto Alanna como Finn subían a los tejados, dejando a los dos más corpulentos en el suelo. Antes de que el crío echase a correr de nuevo, Eoghan le puso una mano en el hombro.
-Nosotros te seguiremos. No mires atrás, ni a los tejados. Compórtate con naturalidad, o esto puede que no salga bien,¿entendido? -El muchacho tragó saliva. Eoghan sonrió y le dio un par de golpecitos en el pecho con el índice. -Venga hombre, ten valor. Piensa en tu nombre y échale narices, eres un superviviente, lo has demostrado al tirarme antes al suelo.
El chico sonrió.
-Muy bien... Alexen, allá vamos... ¡Crane, te vas a enterar! -El muchacho salió corriendo de nuevo por la calle, colándose por los callejones. Eoghan esperó apenas treinta segundos antes de empezar a trotar tras el muchacho. Para los ágiles corredores de los tejados no les supondría un reto seguirle, no así para Wernack y el joven Guardián. La calle estaba llena de gente y era complicado seguirle la pista, pero también era cierto que gracias a que el chico seguía sisando alguna que otra bolsa para, obviamente, no cabrear al tal Crane por si acaso, podían localizarle rápidamente una vez doblasen alguna que otra esquina.
El camino por los tejados no sería un gran reto, salvo por algún que otro gran salto de metro y medio que tendrían que hacer tanto Finn como Alanna, sobre todo cuando se marcaba un cambio de barrio, aunque el hecho de que el chiquillo usase sobre todo callejones ayudaba a que e pudieran seguir.
Poco a poco, el muchacho fue serpenteando a través de los barrios humildes hasta llegar a un barrio contiguo al puerto. El olor a salitre inundó el aire, pero estaban demasiado lejos del susodicho como para que oliese a pescado y a las tripas frescas de éste. En su lugar, había un intenso olor a cuadra mezclado con el olor del mar. Y un hedor a alcohol barato y mal destilado que podría derribar a un ogro al suelo.
-Joder, vaya olor a destilería barata. -Se quejó el herrero mientras se apoyaba en la lanza y se ocultaba tras una pared. El muchacho había dejado de correr, solo para llegar a lo que parecía un caserón de tres pisos, construido en su mayoría con una madera a medio pudrirse. La estructura era anticuada, incluso para aquella zona de la ciudad, donde mayormente las casas prácticamente tenían paredes contrachapadas en planchas de latón vulgar, y los tejados tenían la mayoría de las tejas destrozadas, si bien hubo que rellenar sus huecos con paja o algún otro material barato. Asomó la cabeza.
Desde abajo, tanto Wernack como Eoghan podrían ver que la puerta del caserón estaba custodiada por dos armarios empotrados que se hacían llamar hombres. Vestían cuero endurecido y ajado, pero estaba claro que eran dos matones de los duros. Cubrían sus facciones a primera vista con capuchas de un color azul apagado, obviamente de tela barata y que no servían para nada más que para intimidar. Además, era muy fácil ver que uno llevaba una pesada hacha de batalla, apoyada a su derecha, y el otro en su lugar tenía un garrote del tamaño del brazo del nórdico.
Desde arriba, Finn y Alanna podrían observar que la casa, aparte de tener un tejado amplio y ridículamente fácil de llegar a él, tenía una gran cristalera en la parte del frente. Un despacho demasiado lujoso en contraste con el exterior de la casa se podía vislumbrar, vacío. La silla estaba apoyada contra la pared, una silla que tranquilamente podía haber salido de una carpintería o de una casa noble a juzgar por la madera de ébano y el tapizado en cuero rojo. Además, sobre una amplia mesa rectangular, ricamente adornada con patrones de cadenas y runas antiguas había un sinnúmero de dagas, e incluso algunos instrumentos de tortura, pero ni rastro de dinero. El resto del despacho estaba vacío. Había un estafermo para armaduras vacío a excepción de un viejo yelmo con protector nasal con una grieta en el protector del cráneo.
Había, además, una panoplia para armas apoyada en la pared del fondo. Armas bastante rudimentarias, que contrastaban con lo lujoso del despacho. Eran mayormente armas viejas, de acero forjado y oxidado... Que probablemente solo estaban ahí para intimidar.
El joven ladronzuelo se acercó a los matones y enseñó su pequeño botín. Los hombres le dieron un empellón para que se apartase y le arrebataron un par de bolsas, que se metieron en los bolsillos, para luego abrirle a regañadientes la puerta. El muchacho tragó saliva y se metió dentro de la casa.
-Parecen duros, pero estoy seguro de que es más fachada de lo que aparentan. -Dijo Eoghan mientras miraba a los dos matones, que empezaron a reírse con las monedas que le habían robado al pobre Alexen. Miró, entonces, hacia los tejados. -Sugiero que esperemos a que entren o que nos hagan una seña desde el tejado para actuar... Si no, podríamos pifiarla.
Apretó la lanza con fuerza. Estaba ansioso por abrir combate, pero tenían que pensar con tino, o aquello podría desencadenar una auténtica catástrofe. Siguió mirando hacia arriba, esperando a que Finn y Alanna actuasen primero, antes de hacerlo él.
Bueno, a menos que Wernack pecase de impetuoso, entonces... Entonces...
Entonces tocaría improvisar.
Normalmente le tocaba gente con azadones y hachas de leñador en suerte. Recogió la bolsa y volvió a meterla dentro de uno de los bolsillos interiores del guardapolvos, donde no le molestaba ni hacía un ruido exagerado. Apoyó la lanza en el suelo empedrado y observó cómo tanto Alanna como Finn subían a los tejados, dejando a los dos más corpulentos en el suelo. Antes de que el crío echase a correr de nuevo, Eoghan le puso una mano en el hombro.
-Nosotros te seguiremos. No mires atrás, ni a los tejados. Compórtate con naturalidad, o esto puede que no salga bien,¿entendido? -El muchacho tragó saliva. Eoghan sonrió y le dio un par de golpecitos en el pecho con el índice. -Venga hombre, ten valor. Piensa en tu nombre y échale narices, eres un superviviente, lo has demostrado al tirarme antes al suelo.
El chico sonrió.
-Muy bien... Alexen, allá vamos... ¡Crane, te vas a enterar! -El muchacho salió corriendo de nuevo por la calle, colándose por los callejones. Eoghan esperó apenas treinta segundos antes de empezar a trotar tras el muchacho. Para los ágiles corredores de los tejados no les supondría un reto seguirle, no así para Wernack y el joven Guardián. La calle estaba llena de gente y era complicado seguirle la pista, pero también era cierto que gracias a que el chico seguía sisando alguna que otra bolsa para, obviamente, no cabrear al tal Crane por si acaso, podían localizarle rápidamente una vez doblasen alguna que otra esquina.
El camino por los tejados no sería un gran reto, salvo por algún que otro gran salto de metro y medio que tendrían que hacer tanto Finn como Alanna, sobre todo cuando se marcaba un cambio de barrio, aunque el hecho de que el chiquillo usase sobre todo callejones ayudaba a que e pudieran seguir.
Poco a poco, el muchacho fue serpenteando a través de los barrios humildes hasta llegar a un barrio contiguo al puerto. El olor a salitre inundó el aire, pero estaban demasiado lejos del susodicho como para que oliese a pescado y a las tripas frescas de éste. En su lugar, había un intenso olor a cuadra mezclado con el olor del mar. Y un hedor a alcohol barato y mal destilado que podría derribar a un ogro al suelo.
-Joder, vaya olor a destilería barata. -Se quejó el herrero mientras se apoyaba en la lanza y se ocultaba tras una pared. El muchacho había dejado de correr, solo para llegar a lo que parecía un caserón de tres pisos, construido en su mayoría con una madera a medio pudrirse. La estructura era anticuada, incluso para aquella zona de la ciudad, donde mayormente las casas prácticamente tenían paredes contrachapadas en planchas de latón vulgar, y los tejados tenían la mayoría de las tejas destrozadas, si bien hubo que rellenar sus huecos con paja o algún otro material barato. Asomó la cabeza.
Desde abajo, tanto Wernack como Eoghan podrían ver que la puerta del caserón estaba custodiada por dos armarios empotrados que se hacían llamar hombres. Vestían cuero endurecido y ajado, pero estaba claro que eran dos matones de los duros. Cubrían sus facciones a primera vista con capuchas de un color azul apagado, obviamente de tela barata y que no servían para nada más que para intimidar. Además, era muy fácil ver que uno llevaba una pesada hacha de batalla, apoyada a su derecha, y el otro en su lugar tenía un garrote del tamaño del brazo del nórdico.
Desde arriba, Finn y Alanna podrían observar que la casa, aparte de tener un tejado amplio y ridículamente fácil de llegar a él, tenía una gran cristalera en la parte del frente. Un despacho demasiado lujoso en contraste con el exterior de la casa se podía vislumbrar, vacío. La silla estaba apoyada contra la pared, una silla que tranquilamente podía haber salido de una carpintería o de una casa noble a juzgar por la madera de ébano y el tapizado en cuero rojo. Además, sobre una amplia mesa rectangular, ricamente adornada con patrones de cadenas y runas antiguas había un sinnúmero de dagas, e incluso algunos instrumentos de tortura, pero ni rastro de dinero. El resto del despacho estaba vacío. Había un estafermo para armaduras vacío a excepción de un viejo yelmo con protector nasal con una grieta en el protector del cráneo.
Había, además, una panoplia para armas apoyada en la pared del fondo. Armas bastante rudimentarias, que contrastaban con lo lujoso del despacho. Eran mayormente armas viejas, de acero forjado y oxidado... Que probablemente solo estaban ahí para intimidar.
El joven ladronzuelo se acercó a los matones y enseñó su pequeño botín. Los hombres le dieron un empellón para que se apartase y le arrebataron un par de bolsas, que se metieron en los bolsillos, para luego abrirle a regañadientes la puerta. El muchacho tragó saliva y se metió dentro de la casa.
-Parecen duros, pero estoy seguro de que es más fachada de lo que aparentan. -Dijo Eoghan mientras miraba a los dos matones, que empezaron a reírse con las monedas que le habían robado al pobre Alexen. Miró, entonces, hacia los tejados. -Sugiero que esperemos a que entren o que nos hagan una seña desde el tejado para actuar... Si no, podríamos pifiarla.
Apretó la lanza con fuerza. Estaba ansioso por abrir combate, pero tenían que pensar con tino, o aquello podría desencadenar una auténtica catástrofe. Siguió mirando hacia arriba, esperando a que Finn y Alanna actuasen primero, antes de hacerlo él.
Bueno, a menos que Wernack pecase de impetuoso, entonces... Entonces...
Entonces tocaría improvisar.
Eoghan Lothannor
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Re: ¡Manos quietas! [Interpretativo][Libre 3/3] [CERRADO]
Con un suspiro subió las cajas y espero a pequeño hombre gato que no tardo en seguirla, el recorrido parecía sencillo, los tejados de Lunargenta eran como una ciudad a parte de la que se encontraba entre las casas, más clara, mas alta, con más niebla, algo más fría, pero la joven guarda no la cambiaría por nada del mundo. Sonrió al gato cuando este estuvo junto a ella:
- Si ves que te pierdes o necesitas ayuda, dimelo, yo te cuido.- prometió con una sonrisa sincera antes de empezar a correr.
La carrera no fue dificil, el niño no era especialmente rápido, la chica podía fácilmente, mantenerse a la par del chiquillo. Las calles y callejones se sucedían mientras la niebla se iba volviendo más y más espesa a medida que se acercaban al puerto. La dificultad para acanzar era mínima, ni siquiera los saltos eran demasiado grandes, era la suerte de tener la desgracia de vivir en una ciudad abarrotada, cada pocos metros tenías un lugar al que agarrarte y que el crio callejeara no era si no una ayuda.
Pronto el olor a pescado y a mar comenzó a inundar el aire, y las canciones de taberna, con voces de borrachos barbudos resonaron en sus oidos, frente a ellos, el niño se detuvo frente a un inmenso caseron con un inmenso tejado de color oscuro. Ventanales inmenos smostraban parte del interior de la casa, y una pequeña claraboya, perfecta para poder entrar desde el tejado, llevaba a lo que parecía ser un despacho totalmente vacío.
Tomando carrerilla, saltó hasta pisar el techo a dos aguas de la casa, lo cierto es que la ciudad no destacaba precisamente por su originalidad arquitectónica, los hogares, más grandes o más pequeños, siempre tenían similar techumbre. Con el sigilo de un gato, se movió hacia la clarabolla y la abrió sin que el cristal rechinase si quiera. Lo cierto es que el lugar estaba en un estado impecable, el despacho, al menos.
Se colgó boca abajo, comprobando que, efectivamente, el luga estaba desierto, y, después se dejó caer con gracilidad, entrando con cuidado. La puerta estaba cerrada, así que, de momento, podía moverse por allí con calma. Se acercó a las estanterías y recorrió los estantes con sus manos enguantadas fijandose en la inmensa cantidad de libros, y, después se acercó a la mesa, comenzando a revolver con precisión milimétrica, como quien lo había hecho cientos de veces, como era su caso, entre los papeles, dejando las cosas en su lugar exacto, tal vez encontrase algo, De todos modos, Eoghan y Wernak aun debeían tardar en llegar un par de minutos, con eso, para ella, era suficiente.
- Si ves que te pierdes o necesitas ayuda, dimelo, yo te cuido.- prometió con una sonrisa sincera antes de empezar a correr.
La carrera no fue dificil, el niño no era especialmente rápido, la chica podía fácilmente, mantenerse a la par del chiquillo. Las calles y callejones se sucedían mientras la niebla se iba volviendo más y más espesa a medida que se acercaban al puerto. La dificultad para acanzar era mínima, ni siquiera los saltos eran demasiado grandes, era la suerte de tener la desgracia de vivir en una ciudad abarrotada, cada pocos metros tenías un lugar al que agarrarte y que el crio callejeara no era si no una ayuda.
Pronto el olor a pescado y a mar comenzó a inundar el aire, y las canciones de taberna, con voces de borrachos barbudos resonaron en sus oidos, frente a ellos, el niño se detuvo frente a un inmenso caseron con un inmenso tejado de color oscuro. Ventanales inmenos smostraban parte del interior de la casa, y una pequeña claraboya, perfecta para poder entrar desde el tejado, llevaba a lo que parecía ser un despacho totalmente vacío.
Tomando carrerilla, saltó hasta pisar el techo a dos aguas de la casa, lo cierto es que la ciudad no destacaba precisamente por su originalidad arquitectónica, los hogares, más grandes o más pequeños, siempre tenían similar techumbre. Con el sigilo de un gato, se movió hacia la clarabolla y la abrió sin que el cristal rechinase si quiera. Lo cierto es que el lugar estaba en un estado impecable, el despacho, al menos.
Se colgó boca abajo, comprobando que, efectivamente, el luga estaba desierto, y, después se dejó caer con gracilidad, entrando con cuidado. La puerta estaba cerrada, así que, de momento, podía moverse por allí con calma. Se acercó a las estanterías y recorrió los estantes con sus manos enguantadas fijandose en la inmensa cantidad de libros, y, después se acercó a la mesa, comenzando a revolver con precisión milimétrica, como quien lo había hecho cientos de veces, como era su caso, entre los papeles, dejando las cosas en su lugar exacto, tal vez encontrase algo, De todos modos, Eoghan y Wernak aun debeían tardar en llegar un par de minutos, con eso, para ella, era suficiente.
Alanna Delteria
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Re: ¡Manos quietas! [Interpretativo][Libre 3/3] [CERRADO]
El trayecto por los tejados hab'ia sido divertido para el joven hombre bestia. Alanna había resultado ser mucho más ágil de lo que a primera vista había sospechado por lo que, a unos pasos de distancia, Finn la siguió intentando copiar cada salto y agarre a la perfección en una especie de juego de imitación.
Los bien mantenidos y homogéneos edificios del centro dieron paso poco a poco a estructuras algo más descuidadas cuya construcción claramente había sacrificado estética por economía y eficiencia. Se adentraban ahora en los barrios más pobres de la ciudad, los amplios dormitorios que alimentaban de trabajadores tanto al puerto como a los talleres y bodegas. Las calles estaban regadas de desperdicios y charcos turbios de la más dudosa procedencia y el aroma salino llegado del puerto cercano se mezclaba con el de hedores pungentes. Uno, en particular, comenzó a destacar por sobre el resto: Un hedor a alcohol barato que obligó al muchacho a arrugar su sensible nariz con una mueca nauseada.
Finalmente se encontraron frente a su objetivo, una enorme casona de madera de aspecto lúgubre que gritaba marginalidad a los cuatro vientos. Era el tipo de entorno donde Finn se encontraría normalmente aceptando un trabajo… o rogando por uno. La joven humana no perdió un segundo. Tras inspeccionar brevemente la estructura tomó impulso y saltó al techo del edificio sin dificultad, abriendo la sucia claraboya que llevaba a un lujoso despacho. Finn la siguió de cerca y observó con ojos muy abiertos la opulencia de la oficina, en evidente contraste con el edificio y su entorno. Era evidente que el tal Crane había montado un negocio bastante eficiente, y los distintos elementos que adornaban aquel lugar daban pistas sobre el sujeto. No se trataba de un guerrero o alguien que tuviese un interés particular en alguna disciplina marcial, pero era un individuo ambicioso, orgulloso y despiadado por partes iguales. Un pequeño barón en su feudo. La imagen mental sólo hizo que Finn le odiase aún más.
Mientras Alanna recorría la oficina investigando el muchacho optó por echar un vistazo al resto del lugar. Sabía por experiencia propia que la sutileza o la subrepción no eran las armas preferidas de Wernack, por lo que no era descabellado esperar un asalto frontal al edificio en cualquier momento. Sin interrumpir a la joven en su labor Finn abrió la puerta y se escabulló sigilosamente por un corredor oscuro que conducía a unas amplias escaleras, el nivel inferior parecía estar iluminado y podía adivinar distintas voces a la distancia. En el trayecto pasó frente a una puerta entreabierta y sin pensarlo dos veces asomó su cabeza lentamente. En el interior de una pequeña oficina un hombre delgado, de cabello cano y mirada agria, murmuraba algo ininteligible sentado en un fino escritorio. Con una mano contaba las monedas que iba sacando de un cajón y con la otra lanzaba furiosos trazos de pluma a un un grueso tomo junto a él. Finn había visto personajes como él anteriormente. Se trataba sin duda del contable de Crane y su banda.
“¡Magnus! ¡Te traigo el mejor hidromiel de Lunargenta!” exclamó una voz ruda desde las escaleras, enviando un escalofrío a la espina del muchacho. El contable levantó la mirada y se encontró de frente con un rostro felino que le observaba consternado. “Tras probar esto tendrás que arrojar algunas monedas extra a nuestra paga, viejo taca… pero, ¿que mierda..?” Finn giró la cabeza lentamente para mirar al enorme sujeto en el pasillo quien le observaba con una expresión de confusa estupefacción. El intercambio duro apenas un segundo que sin embargo pareció eterno para el muchacho antes de que el hombre le arrojase la jarra de hidromiel abalanzándose sobre el. Finn saltó al interior de la oficina forcejeando desesperadamente con el matón, mas no había posibilidad de ganar. El hombre pesaba fácilmente el doble que él, su cabeza rapada y sus toscas facciones exhibiendo innumerables cicatrices de combate.
“¡Alanna! ¡Alanna!” llamó el muchacho con una voz que no alcanzaba a ser del todo un grito, preocupado de que pudiesen oírle en el nivel inferior, pero se dispuso a gritar a todo pulmón cuando vio por el rabillo del ojos que Magnus, el contable, salía disparado como una saeta por la puerta de la oficina. “¡ALAN… ugh!” El hombre, ahora sobre él, había logrado azotarlo contra el escritorio esparciendo monedas por todo el lugar, y ahora apretaba su cuello fuertemente con una mano mientras con la otra sujetaba las delgadas muñecas del pequeño hombre bestia. Finn se sacudió intentando librarse del agarre pero todo intento fue en vano.
Los bien mantenidos y homogéneos edificios del centro dieron paso poco a poco a estructuras algo más descuidadas cuya construcción claramente había sacrificado estética por economía y eficiencia. Se adentraban ahora en los barrios más pobres de la ciudad, los amplios dormitorios que alimentaban de trabajadores tanto al puerto como a los talleres y bodegas. Las calles estaban regadas de desperdicios y charcos turbios de la más dudosa procedencia y el aroma salino llegado del puerto cercano se mezclaba con el de hedores pungentes. Uno, en particular, comenzó a destacar por sobre el resto: Un hedor a alcohol barato que obligó al muchacho a arrugar su sensible nariz con una mueca nauseada.
Finalmente se encontraron frente a su objetivo, una enorme casona de madera de aspecto lúgubre que gritaba marginalidad a los cuatro vientos. Era el tipo de entorno donde Finn se encontraría normalmente aceptando un trabajo… o rogando por uno. La joven humana no perdió un segundo. Tras inspeccionar brevemente la estructura tomó impulso y saltó al techo del edificio sin dificultad, abriendo la sucia claraboya que llevaba a un lujoso despacho. Finn la siguió de cerca y observó con ojos muy abiertos la opulencia de la oficina, en evidente contraste con el edificio y su entorno. Era evidente que el tal Crane había montado un negocio bastante eficiente, y los distintos elementos que adornaban aquel lugar daban pistas sobre el sujeto. No se trataba de un guerrero o alguien que tuviese un interés particular en alguna disciplina marcial, pero era un individuo ambicioso, orgulloso y despiadado por partes iguales. Un pequeño barón en su feudo. La imagen mental sólo hizo que Finn le odiase aún más.
Mientras Alanna recorría la oficina investigando el muchacho optó por echar un vistazo al resto del lugar. Sabía por experiencia propia que la sutileza o la subrepción no eran las armas preferidas de Wernack, por lo que no era descabellado esperar un asalto frontal al edificio en cualquier momento. Sin interrumpir a la joven en su labor Finn abrió la puerta y se escabulló sigilosamente por un corredor oscuro que conducía a unas amplias escaleras, el nivel inferior parecía estar iluminado y podía adivinar distintas voces a la distancia. En el trayecto pasó frente a una puerta entreabierta y sin pensarlo dos veces asomó su cabeza lentamente. En el interior de una pequeña oficina un hombre delgado, de cabello cano y mirada agria, murmuraba algo ininteligible sentado en un fino escritorio. Con una mano contaba las monedas que iba sacando de un cajón y con la otra lanzaba furiosos trazos de pluma a un un grueso tomo junto a él. Finn había visto personajes como él anteriormente. Se trataba sin duda del contable de Crane y su banda.
“¡Magnus! ¡Te traigo el mejor hidromiel de Lunargenta!” exclamó una voz ruda desde las escaleras, enviando un escalofrío a la espina del muchacho. El contable levantó la mirada y se encontró de frente con un rostro felino que le observaba consternado. “Tras probar esto tendrás que arrojar algunas monedas extra a nuestra paga, viejo taca… pero, ¿que mierda..?” Finn giró la cabeza lentamente para mirar al enorme sujeto en el pasillo quien le observaba con una expresión de confusa estupefacción. El intercambio duro apenas un segundo que sin embargo pareció eterno para el muchacho antes de que el hombre le arrojase la jarra de hidromiel abalanzándose sobre el. Finn saltó al interior de la oficina forcejeando desesperadamente con el matón, mas no había posibilidad de ganar. El hombre pesaba fácilmente el doble que él, su cabeza rapada y sus toscas facciones exhibiendo innumerables cicatrices de combate.
“¡Alanna! ¡Alanna!” llamó el muchacho con una voz que no alcanzaba a ser del todo un grito, preocupado de que pudiesen oírle en el nivel inferior, pero se dispuso a gritar a todo pulmón cuando vio por el rabillo del ojos que Magnus, el contable, salía disparado como una saeta por la puerta de la oficina. “¡ALAN… ugh!” El hombre, ahora sobre él, había logrado azotarlo contra el escritorio esparciendo monedas por todo el lugar, y ahora apretaba su cuello fuertemente con una mano mientras con la otra sujetaba las delgadas muñecas del pequeño hombre bestia. Finn se sacudió intentando librarse del agarre pero todo intento fue en vano.
Última edición por Finn el Dom Dic 13 2015, 23:42, editado 1 vez
Finn
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Re: ¡Manos quietas! [Interpretativo][Libre 3/3] [CERRADO]
Suspiré, algo melancólico. No tenía ni idea de que pasaba por la mente de Finn. Había tenido una reacción positiva, claro, y aun así... tenía dudas. ¿Realmente le estaba ayudando, o era solo un incordio para el joven? Sabía que realmente no tenía motivos para pensar eso, pero me sentía inseguro, con un nudo en el estómago. Después de todo, no conocía demasiado al felino, así que podía estar equivocandome por completo.
Intenté dejarlo de lado por el momento y asegurarme de que no lo perdía de vista, sacando pecho e imponiéndose ante los transeúntes con andar seguro, dando algún empujón ocasional para pasar entre la multitud, lo que generó algún insulto o queja entre los peatones. Los ignoré por completo: tenía un objetivo en mente e iba a llegar a él. Pero, de repente, algo me hizo encogerme y toser, asqueado. ¿Que demonios era ese olor? Me daban ganas de vomitar. Me llevé la mano a la boca, deteniéndome por unos segundos.
-Ugh... alegrate de no tener mí olfato. Casi prefiero las malditas catacumbas.- gruñí, reprimiendo una arcada. Cogí el pañuelo de Finn y lo puse frente a mí hocico, reemplazando el nauseabundo hedor por el aroma más suave e infinitamente más agradable de su dueño. Me até el pañuelo alrededor del cuello, como hacia el propio joven. Tenía que protegerlo bien, después de todo.
Miré a los dos gorilas que custodiaban la puerta. No tenían nada demasiado imponente, eso iba a ser fácil. Además, eran solo dos... no había necesidad de esperar una distracción. Caminé disimuladamente hacia el caserón, como si fuese solo un transeúnte normal y me dirigí a uno de los guardias, que dejó de contar las monedas y se cruzó de brazos.
-¿Que demonios quieres, perro?- preguntó. En lugar de responder, cogí el hacha de batalla que reposaba a su lado y empecé a correr hacia la calle arrastrando la pesada arma. El guardia se quedó con cara de idiota durante un segundo y corrió detrás de mi gritando improperios. Me metí en un callejón cercano, uno sin salida, y esperé a que el simio hiciese su aparición. Tan solo tardó unos segundos.
-Tu... te vas a enterar... graciosillo...- amenazó entre jadeos. Reí, burlón. -¿Que vas a hacer sin tu abrecartas compensatorio?- me mofé, empuñando ese absurdo desperdicio de hierro. El gorila alzó una mano y generó una pequeña bola de fuego que voló hacia mi, pero conseguí bloquearla con la hoja del hacha. Al parecer el tipo era brujo... no importaba demasiado, sabía como tratar con brujos pirómanos. -Muy bien. Toma.- dije, tomando impulso y arrojándole el hacha, que voló peligrosamente girando sobre si misma.
-¿Que...? ¡AH!- El brujo abrió los ojos, sorprendido. Dando un paso hacia atrás, alzó ambas manos y el arma se frenó lentamente hasta acabar delante de él, al alcance de su mano. -Hmm. Se me habia olvidado que haciais eso.- comenté. Después, eché a correr hacia él mientras desenfundaba la espada y lancé una serie de tajos que bloqueó con el mango de su propia arma mientras retrocedía. -¡Eres lento, brujo!- reí al seguir con varias estocadas y herirle en el costado y muslo. El combate terminó rápidamente, al atravesar su pecho con un ataque final. El hombre exhaló su último aliento y pensé en darle algo de uso al pobre desgraciado.
Hundí mí espada en su corazón, empapando varios palmos de la hoja en su sangre, y me dirigí a la entrada que antes protegía. Manché un dedo en el líquido carmesí y empecé a trazar un círculo con una runa en el interior cuidadosamente. Una pequeña garantía, por si algo salía mal... por supuesto, el que saliese bien dependía del poder que tuviese el ahora fallecido brujo, pero confiaba en que fuese suficiente para causar una buena llama. Al terminar, escuché un grito, proveniente del segundo piso. Era, sin duda alguna, la voz de Finn... llevé las orejas hacia delante y abrí ligeramente la boca de forma instintiva.
-Más le vale a tu amiga que Finn esté bien. Vamos, no hay tiempo que perder.- dije, atravesando la puerta.
Intenté dejarlo de lado por el momento y asegurarme de que no lo perdía de vista, sacando pecho e imponiéndose ante los transeúntes con andar seguro, dando algún empujón ocasional para pasar entre la multitud, lo que generó algún insulto o queja entre los peatones. Los ignoré por completo: tenía un objetivo en mente e iba a llegar a él. Pero, de repente, algo me hizo encogerme y toser, asqueado. ¿Que demonios era ese olor? Me daban ganas de vomitar. Me llevé la mano a la boca, deteniéndome por unos segundos.
-Ugh... alegrate de no tener mí olfato. Casi prefiero las malditas catacumbas.- gruñí, reprimiendo una arcada. Cogí el pañuelo de Finn y lo puse frente a mí hocico, reemplazando el nauseabundo hedor por el aroma más suave e infinitamente más agradable de su dueño. Me até el pañuelo alrededor del cuello, como hacia el propio joven. Tenía que protegerlo bien, después de todo.
Miré a los dos gorilas que custodiaban la puerta. No tenían nada demasiado imponente, eso iba a ser fácil. Además, eran solo dos... no había necesidad de esperar una distracción. Caminé disimuladamente hacia el caserón, como si fuese solo un transeúnte normal y me dirigí a uno de los guardias, que dejó de contar las monedas y se cruzó de brazos.
-¿Que demonios quieres, perro?- preguntó. En lugar de responder, cogí el hacha de batalla que reposaba a su lado y empecé a correr hacia la calle arrastrando la pesada arma. El guardia se quedó con cara de idiota durante un segundo y corrió detrás de mi gritando improperios. Me metí en un callejón cercano, uno sin salida, y esperé a que el simio hiciese su aparición. Tan solo tardó unos segundos.
-Tu... te vas a enterar... graciosillo...- amenazó entre jadeos. Reí, burlón. -¿Que vas a hacer sin tu abrecartas compensatorio?- me mofé, empuñando ese absurdo desperdicio de hierro. El gorila alzó una mano y generó una pequeña bola de fuego que voló hacia mi, pero conseguí bloquearla con la hoja del hacha. Al parecer el tipo era brujo... no importaba demasiado, sabía como tratar con brujos pirómanos. -Muy bien. Toma.- dije, tomando impulso y arrojándole el hacha, que voló peligrosamente girando sobre si misma.
-¿Que...? ¡AH!- El brujo abrió los ojos, sorprendido. Dando un paso hacia atrás, alzó ambas manos y el arma se frenó lentamente hasta acabar delante de él, al alcance de su mano. -Hmm. Se me habia olvidado que haciais eso.- comenté. Después, eché a correr hacia él mientras desenfundaba la espada y lancé una serie de tajos que bloqueó con el mango de su propia arma mientras retrocedía. -¡Eres lento, brujo!- reí al seguir con varias estocadas y herirle en el costado y muslo. El combate terminó rápidamente, al atravesar su pecho con un ataque final. El hombre exhaló su último aliento y pensé en darle algo de uso al pobre desgraciado.
Hundí mí espada en su corazón, empapando varios palmos de la hoja en su sangre, y me dirigí a la entrada que antes protegía. Manché un dedo en el líquido carmesí y empecé a trazar un círculo con una runa en el interior cuidadosamente. Una pequeña garantía, por si algo salía mal... por supuesto, el que saliese bien dependía del poder que tuviese el ahora fallecido brujo, pero confiaba en que fuese suficiente para causar una buena llama. Al terminar, escuché un grito, proveniente del segundo piso. Era, sin duda alguna, la voz de Finn... llevé las orejas hacia delante y abrí ligeramente la boca de forma instintiva.
-Más le vale a tu amiga que Finn esté bien. Vamos, no hay tiempo que perder.- dije, atravesando la puerta.
Última edición por Wernack el Dom Dic 13 2015, 16:10, editado 1 vez
Asher Daregan
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Re: ¡Manos quietas! [Interpretativo][Libre 3/3] [CERRADO]
Nada más Wernack salió corriendo con el arma del guardia en la mano, Eoghan embistió e interceptó al otro. Salió a la carrera del otro callejón, pero en lugar de cargar con la lanza en ristre, le dio un puñetazo en toda la jeta. El golpe fue tan fuerte que el hombre cayó de espaldas y se golpeó en la cabeza contra el empedrado del suelo. Fue entonces cuando sí, Eoghan empuñó la lanza. El otro hombretón gruñó y se frotó la nariz, que le sangraba a cuento del mamporro que se había llevado de parte del joven herrero nórdico.
-Desgraciado hijo de una hiena. -Ladró con una voz de lija y cortadora de piedras que revelaba tranquilamente unos veinte años de fumador a sus espaldas. Agarró nuevamente el garrote y se acercó sin ninguna clase de cuidado a Eoghan. Golpeó la lanza, desviándola hacia un lado con el arma contundente. Eoghan pivotó sobre su pie derecho e hizo girar el bastón de la lanza, golpeando el matón en el estómago. El golpe fue lo bastante fuerte como para doblar al susodicho sobre sus rodillas y mientras retomaba aire, el hombre lanzó un golpe ascendente intentando alcanzar la mandíbula del guerrero.
Eoghan dio un salto atrás, pero el hombretón había hecho aquello con una falsa intención; sacó una daga de la bota y lanzó una puñalada echada hacia delante cuando Eoghan había saltado hacia detrás. Le cortó en la espinilla con la punta de la hoja, sin llegar a apuñalar, pero era un corte doloroso igualmente. Eoghan gruñó.
Los separaba más de cuatro metros de distancia, entre la longitud de sus brazos, la de la lanza y la distancia que mantenía el hombre. Hubo un instante de duda, cuando el matón arrojó la daga. Eoghan se hizo a un lado, esquivando el puñal lo mejor que pudo, y entonces el hombretón embistió de nuevo. Alzó el garrote por encima de él e intentó machacar la cabeza del rubio contra el asfalto en vano. Eoghan se echó hacia atrás con un pequeño salto y la cabeza de madera del garrote estalló una de las piedras del empedrado.
Aquel hombre tenía una fuerza prodigiosa, pensó Eoghan mientras miraba al matón, que le sonreía con una mirada psicótica y una hilera incompleta de dientes amarillos.
-Te voy a enseñar en una lección todo lo que el desgraciado de tu padre no pudo enseñarte, niño. ¡Empezando por morir! -El matón sonrió y alzó de nuevo el garrote. Eoghan pivotó sobre su pie derecho y tras darle la espalda, le golpeó con la parte trasera del bastón de la lanza de nuevo, ésta vez, en la mandíbula. Un diente saltó de la boca del hombre y se le cayó la capucha.Tenía la cabeza rapada.
-Te voy a enseñar yo el respeto que la desgraciada puerca de puerto de tu madre no hizo. -Replicó Eoghan mientras el hombre se echaba atrás dolorido por la pérdida de su diente. Blandió de nuevo la lanza y dio tres largas zancadas hacia el tipo. Se deslizó a un lado y echó la lanza hacia atrás. El hombre hizo la finta de esquivar, pero en su lugar sacó un nuevo cuchillo.
Una artimaña tan burda era previsible. Eoghan en vez de esquivar, prosiguió con su ataque, acelerándolo. Tomó impulso desde sus piernas, y repentinamente alzó los brazos, atravesando al matón con la lanza de lado a lado, incluso levantándolo por la potencia que había tomado desde abajo. El hombre aulló dolorido mientras la sangre se deslizaba por el bastón de roble del arma de asta. Eoghan dejó caer al suelo el cadáver empalado y lo apartó con la bota y un tirón de la lanza.
-Demonios, eres bueno. -Dijo a Wernack cuando vio cómo había acabado con el otro que en vez de ser un rufián de poca monta, se trataba de un brujo. Se acercaron a la casa y escucharon el grito.
-Alanna es la mejor en lo suyo, pero creo que el tiempo de la infiltración se ha acabado. ¡A la de tres! -Eoghan hizo un gesto con la pierna de patear la pesadísima puerta para echarla abajo. Iban a necesitar indudablemente de la fuerza de los dos. -¡Una, dos y tres!
Gritó y esperó a compaginarse con Wernack para derribar la puerta de una patada y entrar él primero como una estampida por la puerta con la lanza por delante. El interior de la casa, más que un caserón parecía una taberna de villorrio. Las estancias eran amplias y tenían en casi todas mesas con una vela a medio consumirse, apagada en aquella hora del día.
Una gran lámpara de araña en el techo de hierro colado, e innumerables cabezas de animales disecados en techo y paredes respectivamente, sin hogares encendidos en las chimeneas, plúteos combados en las estanterías y a punto de romper aun pese a no sujetar libro alguno... No quedaba muy claro si aquel lugar era una guarida de ladrones, una taberna o un serrallo de mala muerte. Quizás lo fuera todo.
Al fondo de la estancia se podía ver a cinco hombres armados con un equipo similar a sus análogos de fuera, salvo por uno que portaba un enorme mandoble casi tan grueso como una de las piernas de Eoghan en su hoja, y la longitud tampoco es que fuera muy esperanzadora. Ahora bien: Aquel arma sería extremadamente lenta, e imposible de blandir sin cargarse algo o que le estorbe el techo.
Los demás portaban armas menos imponentes, pero también dignas de mención: Mazas de armas, manguales, cadenas armadas, uno de ellos portaba un hacha de guerra barbuda... Ninguno destacaba por encima de otro, todos ellos iban vestidos con cotas de mallas oxidadas y cuero endurecido destrozado, y aun con todo parecían muy seguros de sí mismos, probablemente por las maldades que pudieron haberle hecho a algún comerciantes descuidado y a los críos que allí se refugiaban. En la habitación de detrás el chaval parecía estar intentando calmar a un grupo de críos llorones, entre los que efectivamente, se contaban a un par de niños bestia, probablemente también huérfanos chantajeados. No contento con ello, además cargaba con una cría con el mismo color de pelo que él, probablemente una de sus hermanas pequeñas, y otra se aferraba a su mano.
Era fácil ver cómo el chaval intentaba organizarlos para sacarles de allí. Eoghan miró a Wernack.
-¿Qué hacéis aquí, ratas de cloaca? ¿Y qué pinta aquí un chucho bípedo? -Preguntó el hombre del espadón. Lo enarboló hacia un lado, ya que era imposible usarlo por encima de su cabeza por el metro veinte de hoja que medía. Eoghan sonrió. -No sé por qué demonios sonríes, pero me hago una idea, ¡seguro que te manda ese chucho de Blake!
-A mí no me envía nadie. -Gruñó Eoghan mientras desenvainaba la bastarda. Sí, estaba rota, y de hecho eso desencadenó las risas de los hombres de enfrente. Alzó una ceja. Una espada rota bien podía servir para combatir, y aquella tenía suficiente longitud para ello igualmente. Lo malo es que sería complicado luchar con ella, pero algo apañaría. No iba a usar la lanza en aquel espacio tan cerrado... Tendría que quitarle el arma de las manos a uno de ellos, preferentemente una cortante, y pesada. El espadón no, sería útil en un campo de batalla, pero quizás el tipo del hacha barbuda sería presa fácil, y podría arrebatarle el arma. -Tanta charla inútil me cansa, ¿les damos caña ya?
-Desgraciado hijo de una hiena. -Ladró con una voz de lija y cortadora de piedras que revelaba tranquilamente unos veinte años de fumador a sus espaldas. Agarró nuevamente el garrote y se acercó sin ninguna clase de cuidado a Eoghan. Golpeó la lanza, desviándola hacia un lado con el arma contundente. Eoghan pivotó sobre su pie derecho e hizo girar el bastón de la lanza, golpeando el matón en el estómago. El golpe fue lo bastante fuerte como para doblar al susodicho sobre sus rodillas y mientras retomaba aire, el hombre lanzó un golpe ascendente intentando alcanzar la mandíbula del guerrero.
Eoghan dio un salto atrás, pero el hombretón había hecho aquello con una falsa intención; sacó una daga de la bota y lanzó una puñalada echada hacia delante cuando Eoghan había saltado hacia detrás. Le cortó en la espinilla con la punta de la hoja, sin llegar a apuñalar, pero era un corte doloroso igualmente. Eoghan gruñó.
Los separaba más de cuatro metros de distancia, entre la longitud de sus brazos, la de la lanza y la distancia que mantenía el hombre. Hubo un instante de duda, cuando el matón arrojó la daga. Eoghan se hizo a un lado, esquivando el puñal lo mejor que pudo, y entonces el hombretón embistió de nuevo. Alzó el garrote por encima de él e intentó machacar la cabeza del rubio contra el asfalto en vano. Eoghan se echó hacia atrás con un pequeño salto y la cabeza de madera del garrote estalló una de las piedras del empedrado.
Aquel hombre tenía una fuerza prodigiosa, pensó Eoghan mientras miraba al matón, que le sonreía con una mirada psicótica y una hilera incompleta de dientes amarillos.
-Te voy a enseñar en una lección todo lo que el desgraciado de tu padre no pudo enseñarte, niño. ¡Empezando por morir! -El matón sonrió y alzó de nuevo el garrote. Eoghan pivotó sobre su pie derecho y tras darle la espalda, le golpeó con la parte trasera del bastón de la lanza de nuevo, ésta vez, en la mandíbula. Un diente saltó de la boca del hombre y se le cayó la capucha.Tenía la cabeza rapada.
-Te voy a enseñar yo el respeto que la desgraciada puerca de puerto de tu madre no hizo. -Replicó Eoghan mientras el hombre se echaba atrás dolorido por la pérdida de su diente. Blandió de nuevo la lanza y dio tres largas zancadas hacia el tipo. Se deslizó a un lado y echó la lanza hacia atrás. El hombre hizo la finta de esquivar, pero en su lugar sacó un nuevo cuchillo.
Una artimaña tan burda era previsible. Eoghan en vez de esquivar, prosiguió con su ataque, acelerándolo. Tomó impulso desde sus piernas, y repentinamente alzó los brazos, atravesando al matón con la lanza de lado a lado, incluso levantándolo por la potencia que había tomado desde abajo. El hombre aulló dolorido mientras la sangre se deslizaba por el bastón de roble del arma de asta. Eoghan dejó caer al suelo el cadáver empalado y lo apartó con la bota y un tirón de la lanza.
-Demonios, eres bueno. -Dijo a Wernack cuando vio cómo había acabado con el otro que en vez de ser un rufián de poca monta, se trataba de un brujo. Se acercaron a la casa y escucharon el grito.
-Alanna es la mejor en lo suyo, pero creo que el tiempo de la infiltración se ha acabado. ¡A la de tres! -Eoghan hizo un gesto con la pierna de patear la pesadísima puerta para echarla abajo. Iban a necesitar indudablemente de la fuerza de los dos. -¡Una, dos y tres!
Gritó y esperó a compaginarse con Wernack para derribar la puerta de una patada y entrar él primero como una estampida por la puerta con la lanza por delante. El interior de la casa, más que un caserón parecía una taberna de villorrio. Las estancias eran amplias y tenían en casi todas mesas con una vela a medio consumirse, apagada en aquella hora del día.
Una gran lámpara de araña en el techo de hierro colado, e innumerables cabezas de animales disecados en techo y paredes respectivamente, sin hogares encendidos en las chimeneas, plúteos combados en las estanterías y a punto de romper aun pese a no sujetar libro alguno... No quedaba muy claro si aquel lugar era una guarida de ladrones, una taberna o un serrallo de mala muerte. Quizás lo fuera todo.
Al fondo de la estancia se podía ver a cinco hombres armados con un equipo similar a sus análogos de fuera, salvo por uno que portaba un enorme mandoble casi tan grueso como una de las piernas de Eoghan en su hoja, y la longitud tampoco es que fuera muy esperanzadora. Ahora bien: Aquel arma sería extremadamente lenta, e imposible de blandir sin cargarse algo o que le estorbe el techo.
Los demás portaban armas menos imponentes, pero también dignas de mención: Mazas de armas, manguales, cadenas armadas, uno de ellos portaba un hacha de guerra barbuda... Ninguno destacaba por encima de otro, todos ellos iban vestidos con cotas de mallas oxidadas y cuero endurecido destrozado, y aun con todo parecían muy seguros de sí mismos, probablemente por las maldades que pudieron haberle hecho a algún comerciantes descuidado y a los críos que allí se refugiaban. En la habitación de detrás el chaval parecía estar intentando calmar a un grupo de críos llorones, entre los que efectivamente, se contaban a un par de niños bestia, probablemente también huérfanos chantajeados. No contento con ello, además cargaba con una cría con el mismo color de pelo que él, probablemente una de sus hermanas pequeñas, y otra se aferraba a su mano.
Era fácil ver cómo el chaval intentaba organizarlos para sacarles de allí. Eoghan miró a Wernack.
-¿Qué hacéis aquí, ratas de cloaca? ¿Y qué pinta aquí un chucho bípedo? -Preguntó el hombre del espadón. Lo enarboló hacia un lado, ya que era imposible usarlo por encima de su cabeza por el metro veinte de hoja que medía. Eoghan sonrió. -No sé por qué demonios sonríes, pero me hago una idea, ¡seguro que te manda ese chucho de Blake!
-A mí no me envía nadie. -Gruñó Eoghan mientras desenvainaba la bastarda. Sí, estaba rota, y de hecho eso desencadenó las risas de los hombres de enfrente. Alzó una ceja. Una espada rota bien podía servir para combatir, y aquella tenía suficiente longitud para ello igualmente. Lo malo es que sería complicado luchar con ella, pero algo apañaría. No iba a usar la lanza en aquel espacio tan cerrado... Tendría que quitarle el arma de las manos a uno de ellos, preferentemente una cortante, y pesada. El espadón no, sería útil en un campo de batalla, pero quizás el tipo del hacha barbuda sería presa fácil, y podría arrebatarle el arma. -Tanta charla inútil me cansa, ¿les damos caña ya?
Eoghan Lothannor
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Re: ¡Manos quietas! [Interpretativo][Libre 3/3] [CERRADO]
Guardó los papeles encontrados en el pequeño bolsillo que llevaba en un lado del cinturón y salió de la estancia siguiendo los pasos de Finn, que se había ido dejandola atrás en su investigación. Dejó la puerta entrecerrada mientras salía del despacho, para, si escuchaba algún sonido, tener donde esconderse con rapidez, y siguió andando. Avanzó unos cuantos pasos, no demasiados, cuando escuchó gritar a Finn.
Con ceño fruncido se apresuró a seguir el sonido de la voz del chiquillo, en su camino, un enorme tipo se acercó de cara. La chica no tenía modo de evitar que la viera, por ello, sabiendo que ya poco remedio le quedaba, sacó sus dagas dispuesta a un ataque de frente. Sin embargo, el hombre no parecía muy dado a luchar, era un tipo gordo, rechoncho, que, al verla, se asustó cayendo al suelo quedandose enganchado boca arriba cual tortuga.
La chica, viendo el panorama, ignoró al tipo y corrió de nuevo en direcció a la voz de Finn, que parecía en peligro. Al llegar se lo encontró siendo aplastado contra una mesa por un tipo grande, definitivamente no iba a ser fácil. Con el sigilo que la caracterizaba, se acercó y, pasando por debajo de las piernas del grandullón, clavó sus dagas en ambos antebrazos del tipo, que retrocedió dolorido con un alarido.
- Sal de aquí Finn, coge al tipo gordo y reunete con Eoghan y Wernak, yo acudiré cuando acabe con este.- le susurró al chiquillo, esperando poder, así mantenerlo a salvo.
El tipo grande volvió a alzarse, y se lanzó a cogerla confiando en que su fuerza sería suficiente para acabar con la pequeña guarda. La chica, una vez más pasó bajo las piernas del musculitos, quien la tomó por un tobillo y la alzó en el aire como si no pesara más que una pluma, cosa que, probablemente, en su condición actual, no se alejaba mucho de la realidad. Notó la sonrisa del tipo mientras comenzaba a girarla en el aire.
La chica se encogió sobre si misma mareandose por la vueltas y le lanzó un corte con una de las dagas en la cara, logrando que la soltase. Alanna cayó al suelo de espaldas, quedandose sin aire por un instante, y rodó por el suelo alejandose de los pisotones del tipo, estaba claro que no iba a poder con él sola, tenía demasiada fuerza para ella. ¿Qué demonios hhabría hecho el gato para que lo descubrieran? si solo tenían que abrir la puerta a los de fuera.... Estaba claro que infiltrarse en un sitio era más sencillo y seguro si se hacía solo.
Salió corriendo del cuarto perseguida por el furioso tipo, buscando un lugar donde refugiarse, pero con la embergadura de este, era más que probable que pudiera tirar a bajo una puerta con facilidad, por ello, al oir lo que sucedía en la planta baja, decidió que lo más fácil sería ir bajo y escabullirse entre el gentio, dejando que los guardias se matasen entre ellos a bofetones. Se deslizó por la barandilla de la escalera, y saltó al llegar bajo golpeando a uno en la entre pierna, dejandolo retorciendose en el suelo, mientras el tipo grande bajaba tras ella.
Con ceño fruncido se apresuró a seguir el sonido de la voz del chiquillo, en su camino, un enorme tipo se acercó de cara. La chica no tenía modo de evitar que la viera, por ello, sabiendo que ya poco remedio le quedaba, sacó sus dagas dispuesta a un ataque de frente. Sin embargo, el hombre no parecía muy dado a luchar, era un tipo gordo, rechoncho, que, al verla, se asustó cayendo al suelo quedandose enganchado boca arriba cual tortuga.
La chica, viendo el panorama, ignoró al tipo y corrió de nuevo en direcció a la voz de Finn, que parecía en peligro. Al llegar se lo encontró siendo aplastado contra una mesa por un tipo grande, definitivamente no iba a ser fácil. Con el sigilo que la caracterizaba, se acercó y, pasando por debajo de las piernas del grandullón, clavó sus dagas en ambos antebrazos del tipo, que retrocedió dolorido con un alarido.
- Sal de aquí Finn, coge al tipo gordo y reunete con Eoghan y Wernak, yo acudiré cuando acabe con este.- le susurró al chiquillo, esperando poder, así mantenerlo a salvo.
El tipo grande volvió a alzarse, y se lanzó a cogerla confiando en que su fuerza sería suficiente para acabar con la pequeña guarda. La chica, una vez más pasó bajo las piernas del musculitos, quien la tomó por un tobillo y la alzó en el aire como si no pesara más que una pluma, cosa que, probablemente, en su condición actual, no se alejaba mucho de la realidad. Notó la sonrisa del tipo mientras comenzaba a girarla en el aire.
La chica se encogió sobre si misma mareandose por la vueltas y le lanzó un corte con una de las dagas en la cara, logrando que la soltase. Alanna cayó al suelo de espaldas, quedandose sin aire por un instante, y rodó por el suelo alejandose de los pisotones del tipo, estaba claro que no iba a poder con él sola, tenía demasiada fuerza para ella. ¿Qué demonios hhabría hecho el gato para que lo descubrieran? si solo tenían que abrir la puerta a los de fuera.... Estaba claro que infiltrarse en un sitio era más sencillo y seguro si se hacía solo.
Salió corriendo del cuarto perseguida por el furioso tipo, buscando un lugar donde refugiarse, pero con la embergadura de este, era más que probable que pudiera tirar a bajo una puerta con facilidad, por ello, al oir lo que sucedía en la planta baja, decidió que lo más fácil sería ir bajo y escabullirse entre el gentio, dejando que los guardias se matasen entre ellos a bofetones. Se deslizó por la barandilla de la escalera, y saltó al llegar bajo golpeando a uno en la entre pierna, dejandolo retorciendose en el suelo, mientras el tipo grande bajaba tras ella.
Alanna Delteria
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Re: ¡Manos quietas! [Interpretativo][Libre 3/3] [CERRADO]
Por fortuna la joven no tardó más que unos segundos en venir en su ayuda y el muchacho tosió agradecido una vez librado del agarre del matón. Inspiró sonoramente llenando sus pulmones de aire nuevamente antes de lanzarse a la siga del contable. El hombre bajaba ya las escaleras a tropezones llamando por ayuda a sus compañeros, pero Finn había oído el estruendoso crujir de la puerta principal y supo de inmediato que Eoghan y Wernack se encontraban ya dentro del edificio.
Aprovechando la lentitud y torpeza del hombre de cabellos canos el muchacho se lanzó sobre él haciéndoles rodar escalera abajo, uno amortiguando la caída con flexibilidad y el otro golpeando el suelo con la elegancia de un leño al vuelo. El sujeto se irguió con dificultosa celeridad y se refugió tras una mesa vociferando ingeniosos insultos y dramáticas amenazas hacia el pequeño.
“¡Alto! ¡Detente y te perdonaremos la vida!” exclamó Finn desenfundado su daga y apuntando el filo hacia el sujeto, dedicándole una mirada que pretendía ser amedrentadora. Magnus optó por comenzar a arrojar toda clase de objetos que pudo coger de los alrededores y el muchacho se vio esquivando frenéticamente jarras, botellas, velas y utensilios. “¡Oye, que va en serio! ¡Ah! ¡Que estoy armado!”
“¡Tragaré arena y cagaré cuarzo antes de dejarme intimidar por un puto gato enano!” gritó el hombre hundiendo el orgullo del muchacho y rebasando su paciencia. Finn saltó sobre la mesa que les separaba y esquivando una última botella le propinó al veterano criminal una feroz patada en la mandíbula que le envió de espaldas al suelo. Sin perder un segundo el muchacho cogió una pesada jarra metálica y comenzó a asestar golpes a la cabeza del contable. “¡Espera!” gritó el hombre con el rostro desfigurado por el pánico mientras intentaba bloquear los ataques con las manos “¡No me mates!”
“¡Sólo intento dejarte quieto un momento! ¿De qué mierda tienes hecho el cráneo? ¡Relájate!” respondió el joven hombre bestia entre jadeos. Tras varios golpes de jarra adicionales Magnus yacía al fin inconsciente en el suelo. Su cabello cano teñido de rojo por los numerosos cortes que el accidentado proceso había causado. Finn nunca había comprendido cómo funcionaba la cabeza humana. Algunas veces tan sólo basta un pequeño puñetazo seco en la sien para dejar a alguien fuera de combate y otras, como ahora, era necesario propinar golpes casi hasta dejar el interior hecho una pulpa. De seguro habría una ciencia en ello, pero el conocimiento escapaba al muchacho.
“¡Alanna! ¿Estás bien?” gritó al ver a la joven bajar la escalera y encargarse de uno de los matones con una certero y despiadado golpe dirigido al bajo vientre. Finn sonrió al ver a la humana a salvo. Se sentía algo culpable y avergonzado por haberse dejado atrapar tan fácilmente poniendo a la joven en peligro para salvarle.
El gigante rapado de hace unos momentos bajaba en frenética carrera persiguiendo a Alanna, y Finn aprovechó la distracción para hacerse a un lado, acuclillarse medio escondido y lanzar un brutal tajo con su daga a la pantorrilla del hombre cuando este pasó junto a él. El hombre profirió un alarido cayendo de bruces al suelo, incapaz de amortiguar el impacto con sus brazos heridos.
“Ya tengo al viejo de las monedas” dijo acercándose a Alanna. “Pero, ¿dónde está el tal Crane?”
Aprovechando la lentitud y torpeza del hombre de cabellos canos el muchacho se lanzó sobre él haciéndoles rodar escalera abajo, uno amortiguando la caída con flexibilidad y el otro golpeando el suelo con la elegancia de un leño al vuelo. El sujeto se irguió con dificultosa celeridad y se refugió tras una mesa vociferando ingeniosos insultos y dramáticas amenazas hacia el pequeño.
“¡Alto! ¡Detente y te perdonaremos la vida!” exclamó Finn desenfundado su daga y apuntando el filo hacia el sujeto, dedicándole una mirada que pretendía ser amedrentadora. Magnus optó por comenzar a arrojar toda clase de objetos que pudo coger de los alrededores y el muchacho se vio esquivando frenéticamente jarras, botellas, velas y utensilios. “¡Oye, que va en serio! ¡Ah! ¡Que estoy armado!”
“¡Tragaré arena y cagaré cuarzo antes de dejarme intimidar por un puto gato enano!” gritó el hombre hundiendo el orgullo del muchacho y rebasando su paciencia. Finn saltó sobre la mesa que les separaba y esquivando una última botella le propinó al veterano criminal una feroz patada en la mandíbula que le envió de espaldas al suelo. Sin perder un segundo el muchacho cogió una pesada jarra metálica y comenzó a asestar golpes a la cabeza del contable. “¡Espera!” gritó el hombre con el rostro desfigurado por el pánico mientras intentaba bloquear los ataques con las manos “¡No me mates!”
“¡Sólo intento dejarte quieto un momento! ¿De qué mierda tienes hecho el cráneo? ¡Relájate!” respondió el joven hombre bestia entre jadeos. Tras varios golpes de jarra adicionales Magnus yacía al fin inconsciente en el suelo. Su cabello cano teñido de rojo por los numerosos cortes que el accidentado proceso había causado. Finn nunca había comprendido cómo funcionaba la cabeza humana. Algunas veces tan sólo basta un pequeño puñetazo seco en la sien para dejar a alguien fuera de combate y otras, como ahora, era necesario propinar golpes casi hasta dejar el interior hecho una pulpa. De seguro habría una ciencia en ello, pero el conocimiento escapaba al muchacho.
“¡Alanna! ¿Estás bien?” gritó al ver a la joven bajar la escalera y encargarse de uno de los matones con una certero y despiadado golpe dirigido al bajo vientre. Finn sonrió al ver a la humana a salvo. Se sentía algo culpable y avergonzado por haberse dejado atrapar tan fácilmente poniendo a la joven en peligro para salvarle.
El gigante rapado de hace unos momentos bajaba en frenética carrera persiguiendo a Alanna, y Finn aprovechó la distracción para hacerse a un lado, acuclillarse medio escondido y lanzar un brutal tajo con su daga a la pantorrilla del hombre cuando este pasó junto a él. El hombre profirió un alarido cayendo de bruces al suelo, incapaz de amortiguar el impacto con sus brazos heridos.
“Ya tengo al viejo de las monedas” dijo acercándose a Alanna. “Pero, ¿dónde está el tal Crane?”
Finn
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Re: ¡Manos quietas! [Interpretativo][Libre 3/3] [CERRADO]
-Tu tampoco lo haces mal, para un humano.- le respondí a Eoghan, con una sonrisa ladeada. Miré alrededor una vez entramos y puse una mueca al ver el mal gusto con lo que todo estaba decorado. "Les haría un favor si redujese el lugar a cenizas" pensé. Después, reparé en la presencia de los cinco hombres en la estancia. Eran tan poco impresionantes como los guardias de antes, pero eran cinco al fin y al cabo.
Sentí como se me erizaba el pelo de la nuca al ver que, detrás de esos tipos, había varios niños bestia entre los crios. Me llevé la mano al bolsillo y tomé una pequeña sorpresa de mi propia cosecha que había preparado al experimentar con runas. Era solo una piedra plana, pero los dibujos en ella provocarían un bonito espectáculo... si funcionaba, claro. No había tenido tiempo a probarla realmente, pero confiaba en que saldría bien.
Y si no, al menos aprendería algo. Miré a Eoghan y luego al tipo del espadón.
-¿Que pinto aqui? Pues verás... -dije, guiñandole un ojo. -Las paredes. Con vuestra sangre.- con un rápido movimiento, la pequeña piedra voló a través de la habitación, rebotó contra la cabeza del hombre y cayó al suelo, perdiéndose entre las mesas. Por algún motivo, no había funcionado... preparé mi espada y eché a correr, poniendo una mesa entre el tipo de la maza y yo. Tenía que encargarme de ellos uno a uno, pero eran cinco.
El del espadón y el del mangual me acorralaron, uno a cada lado. Decidiendo que me gustaba la forma que tenía mi cráneo, me deslicé bajo una mesa y me apresuré al otro lado de la habitación para tener algo de espacio para maniobrar, pero el tipo del mangual parecía tenerme muchas ganas. La hoja de mi espada comenzó a brillar y, esperando conseguir algo de tiempo, lancé una onda de energía al aire que impactó en el torso de mi adversario. Este cayó al suelo por el impacto. Seguiría vivo gracias a su armadura, pero tardaría en reponerse.
Me agaché justo a tiempo para evitar el potente tajo horizontal del espadón, que acabó tirando una de las velas al suelo. Aprovechando el giro, el gorila arremetió con otro ataque que chocó contra mi propia espada, desequilibrándome. Puse cierta distancia entre nosotros con un par de saltos hacia atrás, encontrándome acorralado de nuevo entre el mastodonte y una pared. Pero había algo que podía salvarme. A unos centímetros de mis pies se hallaba una pequeña piedra. Una con extraños dibujos en ella, que de alguna forma, habían quedado intactos tras un impacto contra la dura cabeza de un humano.
Sin creerme mi suerte, tomé mi espada con ambas manos de forma dramática y la clavé en el suelo, atravesando la runa. Casi al instante, tres estacas de hielo de un metro salieron del suelo hacia delante, empalando al hombre del espadón y acabando con su vida casi al instante.
Recuperé la compostura solo para ver como la guardia de antes, Alanna, dejaba fuera de combate a uno de los matones, y Finn estaba con ella.
-Hola de nuevo, chico. ¿Todo bien?- pregunté, asegurandome de que no tenía ninguna herida. Parecía estar ileso. -Deberiamos acabar con ellos.- sugerí, mirando por encima del hombro a uno de los matones que se retorcía de dolor.
Sentí como se me erizaba el pelo de la nuca al ver que, detrás de esos tipos, había varios niños bestia entre los crios. Me llevé la mano al bolsillo y tomé una pequeña sorpresa de mi propia cosecha que había preparado al experimentar con runas. Era solo una piedra plana, pero los dibujos en ella provocarían un bonito espectáculo... si funcionaba, claro. No había tenido tiempo a probarla realmente, pero confiaba en que saldría bien.
Y si no, al menos aprendería algo. Miré a Eoghan y luego al tipo del espadón.
-¿Que pinto aqui? Pues verás... -dije, guiñandole un ojo. -Las paredes. Con vuestra sangre.- con un rápido movimiento, la pequeña piedra voló a través de la habitación, rebotó contra la cabeza del hombre y cayó al suelo, perdiéndose entre las mesas. Por algún motivo, no había funcionado... preparé mi espada y eché a correr, poniendo una mesa entre el tipo de la maza y yo. Tenía que encargarme de ellos uno a uno, pero eran cinco.
El del espadón y el del mangual me acorralaron, uno a cada lado. Decidiendo que me gustaba la forma que tenía mi cráneo, me deslicé bajo una mesa y me apresuré al otro lado de la habitación para tener algo de espacio para maniobrar, pero el tipo del mangual parecía tenerme muchas ganas. La hoja de mi espada comenzó a brillar y, esperando conseguir algo de tiempo, lancé una onda de energía al aire que impactó en el torso de mi adversario. Este cayó al suelo por el impacto. Seguiría vivo gracias a su armadura, pero tardaría en reponerse.
Me agaché justo a tiempo para evitar el potente tajo horizontal del espadón, que acabó tirando una de las velas al suelo. Aprovechando el giro, el gorila arremetió con otro ataque que chocó contra mi propia espada, desequilibrándome. Puse cierta distancia entre nosotros con un par de saltos hacia atrás, encontrándome acorralado de nuevo entre el mastodonte y una pared. Pero había algo que podía salvarme. A unos centímetros de mis pies se hallaba una pequeña piedra. Una con extraños dibujos en ella, que de alguna forma, habían quedado intactos tras un impacto contra la dura cabeza de un humano.
Sin creerme mi suerte, tomé mi espada con ambas manos de forma dramática y la clavé en el suelo, atravesando la runa. Casi al instante, tres estacas de hielo de un metro salieron del suelo hacia delante, empalando al hombre del espadón y acabando con su vida casi al instante.
Recuperé la compostura solo para ver como la guardia de antes, Alanna, dejaba fuera de combate a uno de los matones, y Finn estaba con ella.
-Hola de nuevo, chico. ¿Todo bien?- pregunté, asegurandome de que no tenía ninguna herida. Parecía estar ileso. -Deberiamos acabar con ellos.- sugerí, mirando por encima del hombro a uno de los matones que se retorcía de dolor.
Asher Daregan
Aerandiano de honor
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Re: ¡Manos quietas! [Interpretativo][Libre 3/3] [CERRADO]
El hombretón del hacha barbuda y el otro con la cadena armada, que iba haciéndola girar sobre su cabeza empezaron a rodear a Eoghan. El joven empuñó la espada, lo que provocó las risas de ambos, risas jocosas que no distinguían que una espada, aunque rota, seguía cortando. Una espada que, aunque rota, seguía sirviendo para combatir y podía seguir haciendo mucho daño.
Ambos matones ignoraron a Wernack, mientras se centraban en el joven, que observaba por el rabillo del ojo la habitación contigua el cómo los niños iban escapándose por una puerta trasera como podían. Escuchó un tintineo metálico de la cadena armada, y se echó a un lado. El golpe era vertical, dirigido a machacarle. Era una cadena pesada, llena de espinas para demoler al adversario con cada golpe y probablemente matarle de una forma dolorosa si pillaba una arteria por el medio. Tragó saliva y entonces vio cómo el grandullón del hacha barbuda empezaba a cargar contra él, agarrando el mango del hacha por el principio y demasiado cerca de la hoja, además.
El hombretón alzó el arma por encima de su cabeza, y descargó el golpe contra la mesa. Eoghan rodó a un lado, y observó cómo el hacha quedó encajada en la madera de la mesa, momento que el rubio aprovechó para golpear al matón con la empuñadura en la cara. El hombre gruñó y se echó atrás, soltando momentáneamente el hacha.
-Te tengo. -Sonrió mientras agarraba el hacha y la liberaba de la madera. Se escuchó un crujido de la madera cuando lo hizo, y seguido de un nuevo tintineo metálico, Eoghan salió despedido hacia atrás por un golpe horizontal de la cadena armada, golpe que desgarró un poco más su ya de por sí maltrecha ropa y la manchó ligeramente de sangre por el desgarrón de las espinas. Iba a tener que ir a un sastre pronto.
Recuperó el aire con dificultad, respirando hondamente y resollando por la potencia del golpe, que prácticamente le había vaciado los pulmones, pero no le llevó mucho. Mejor así porque un nuevo golpe iba siendo dirigido hacia él en vertical.
Se levantó tras rodar de nuevo sobre sí y esquivar un segundo golpe. Vio que el matón al que arrebató el hacha iba a cargar sobre él, pero Eoghan era más rápido. Desde abajo enarboló el hacha en un golpe vertical. Golpeó con la parte sin filo, como una poderosa maza, y se escuchó cómo varios dientes se rompían en la mandíbula del hombretón. Su dolor no duró mucho, pues en cuanto tuvo ocasión, Eoghan agarró el hacha con las manos separadas, una debajo de la hoja y la otra en el otro extremo del bastón, y hundió el arma en la clavícula del hombre.
El matón aulló y cayó al suelo en un golpe seco, empapando el piso de sangre al habérsele seccionado la yugular.
-¡Hakkon! ¡Maldita sea! -Gritó el hombre de la cadena armada mientras la enarbolaba de nuevo, con ambos extremos de la susodicha circulando alrededor de la anilla principal. Iba a golpear a Eoghan de nuevo, quien lo miró y ya estaba rondándole como un lobo hambriento, o muy enfadado. O las dos cosas.
El olor agrio de la sangre inundaba ya la estancia, al haber caído los matones que tuvieron la imprudencia de enfrentarse a Wernack, y el otro con la cabeza medio colgando de su cuerpo empapándolo todo de sangre. El líquido carmesí se deslizaba por la hoja del hacha barbuda, cayendo en pequeñas gotas al final del filo, manchando así la mano de su portador.
-Como odio a los bandidos como vosotros. -Gruñó Eoghan mientras el hombre intentaba golpearle varias veces de hecho, con la cadena armada. Le estaba costando esquivar aquel arma, era un arma de mucho alcance y no podía acercarse, pero tampoco usar la lanza, que sería demasiado engorrosa.
Pudo observar que la cadena armada era de hierro colado, duro pero frágil ante un arma de acero. Cualquier herrero con dos dedos de frente sabía aquel dato y más importante todavía, sabía que el hierro era bastante frágil en un arma contundente, a menos que fuese particularmente sólida, y los eslabones de una cadena de combate no podían presumir de tal característica salvo que fuesen de acero o materiales más duros, lo cual aquel hombre no tenía.
Podía partirla, pero tendría que llegar al espadón primero. Maldita sea, ¿por qué no habría reparado su espada antes? Bueno, claro. Su habilidad no era suficiente como para manejar acero. Mientras reflexionaba y observaba la distancia de diez pies que casi le separaba del espadón, el hombretón enarboló de nuevo la cadena armada hacia Wernack para estrangularle ahora que estaba dándole la espalda, y Eoghan en un acto reflejo porque no le golpease de nuevo, estiró el brazo, provocando que ésta se le enredase alrededor del brazo. El rubio se quejó con un gruñido y un jadeo dolorido cuando las espinas empezaron a desgarrar la carne del brazo. Sin embargo, dio un fuerte tirón, sacrificando una parte de su propia piel, y rodó hasta el espadón.
No pudo negarlo, fue algo que le dolió. Mucho, y le iba a dejar marca si no se curaba bien aquello. El dolor de su brazo era punzante, desgarrador, ardía. La sangre corría por más de medio brazo, aunque los cortes no eran profundos se podía apreciar claramente que no era una herida que fuera a pasar desapercibida y aun menos que no doliera. Agarró el espadón con la mano izquierda, el brazo que no estaba herido. El hombre sonrió.
-Eres adicto al dolor, ¿eh? ¡Nunca he visto a nadie tan loco como para desgarrarse su propio brazo por un chucho bípedo! -El hombre carcajeó e hizo girar de nuevo la cadena armada, momento que Eoghan aprovechó para estirar su pierna derecha y agarrar la pesada hoja con las dos manos. Hizo un molinete hacia arriba, con una potencia tal que cercenó de cuajo el brazo de su adversario. El hombre cayó de rodillas sobre el suelo mientras empezaba a chillar de dolor, chillido que se vio interrumpido por el espadón recién adquirido de Eoghan, que además le despojó de la posición de su cabeza sobre los hombros.
-Mejor dolorido que muerto, amigo... -Dijo mientras resollaba y se aquejaba del dolor de su brazo. Se colocó el espadón al hombro y el hacha barbuda al cinto, junto a su espada bastarda. Por el momento las conservaría, no sabían qué más sorpresas podían esperarles en el caserón.
Al fin, hecho unos zorros y ensangrentado tanto de heridas propias como ajenas, siguió a Wernack apresuradamente. Miró a Finn, sintiendo alivio al saber que estaba perfectamente, y luego vio tanto al tipo gordo ya reducido como a los dos matones hechos gravilla en el suelo.
-Menos mal que estáis bien, ¿no hay más guardias aquí arriba? Los críos ya se han escabullido, por cierto, los he visto salir de la casa por la trasera. -Dijo, mientras intentaba que la sangre no le manchase el guardapolvos ni el capote de viaje. Ir manchado de sangre por Lunargenta no era el mejor de los disfraces precisamente.-¿Quién es la bola de sebo?
Ambos matones ignoraron a Wernack, mientras se centraban en el joven, que observaba por el rabillo del ojo la habitación contigua el cómo los niños iban escapándose por una puerta trasera como podían. Escuchó un tintineo metálico de la cadena armada, y se echó a un lado. El golpe era vertical, dirigido a machacarle. Era una cadena pesada, llena de espinas para demoler al adversario con cada golpe y probablemente matarle de una forma dolorosa si pillaba una arteria por el medio. Tragó saliva y entonces vio cómo el grandullón del hacha barbuda empezaba a cargar contra él, agarrando el mango del hacha por el principio y demasiado cerca de la hoja, además.
El hombretón alzó el arma por encima de su cabeza, y descargó el golpe contra la mesa. Eoghan rodó a un lado, y observó cómo el hacha quedó encajada en la madera de la mesa, momento que el rubio aprovechó para golpear al matón con la empuñadura en la cara. El hombre gruñó y se echó atrás, soltando momentáneamente el hacha.
-Te tengo. -Sonrió mientras agarraba el hacha y la liberaba de la madera. Se escuchó un crujido de la madera cuando lo hizo, y seguido de un nuevo tintineo metálico, Eoghan salió despedido hacia atrás por un golpe horizontal de la cadena armada, golpe que desgarró un poco más su ya de por sí maltrecha ropa y la manchó ligeramente de sangre por el desgarrón de las espinas. Iba a tener que ir a un sastre pronto.
Recuperó el aire con dificultad, respirando hondamente y resollando por la potencia del golpe, que prácticamente le había vaciado los pulmones, pero no le llevó mucho. Mejor así porque un nuevo golpe iba siendo dirigido hacia él en vertical.
Se levantó tras rodar de nuevo sobre sí y esquivar un segundo golpe. Vio que el matón al que arrebató el hacha iba a cargar sobre él, pero Eoghan era más rápido. Desde abajo enarboló el hacha en un golpe vertical. Golpeó con la parte sin filo, como una poderosa maza, y se escuchó cómo varios dientes se rompían en la mandíbula del hombretón. Su dolor no duró mucho, pues en cuanto tuvo ocasión, Eoghan agarró el hacha con las manos separadas, una debajo de la hoja y la otra en el otro extremo del bastón, y hundió el arma en la clavícula del hombre.
El matón aulló y cayó al suelo en un golpe seco, empapando el piso de sangre al habérsele seccionado la yugular.
-¡Hakkon! ¡Maldita sea! -Gritó el hombre de la cadena armada mientras la enarbolaba de nuevo, con ambos extremos de la susodicha circulando alrededor de la anilla principal. Iba a golpear a Eoghan de nuevo, quien lo miró y ya estaba rondándole como un lobo hambriento, o muy enfadado. O las dos cosas.
El olor agrio de la sangre inundaba ya la estancia, al haber caído los matones que tuvieron la imprudencia de enfrentarse a Wernack, y el otro con la cabeza medio colgando de su cuerpo empapándolo todo de sangre. El líquido carmesí se deslizaba por la hoja del hacha barbuda, cayendo en pequeñas gotas al final del filo, manchando así la mano de su portador.
-Como odio a los bandidos como vosotros. -Gruñó Eoghan mientras el hombre intentaba golpearle varias veces de hecho, con la cadena armada. Le estaba costando esquivar aquel arma, era un arma de mucho alcance y no podía acercarse, pero tampoco usar la lanza, que sería demasiado engorrosa.
Pudo observar que la cadena armada era de hierro colado, duro pero frágil ante un arma de acero. Cualquier herrero con dos dedos de frente sabía aquel dato y más importante todavía, sabía que el hierro era bastante frágil en un arma contundente, a menos que fuese particularmente sólida, y los eslabones de una cadena de combate no podían presumir de tal característica salvo que fuesen de acero o materiales más duros, lo cual aquel hombre no tenía.
Podía partirla, pero tendría que llegar al espadón primero. Maldita sea, ¿por qué no habría reparado su espada antes? Bueno, claro. Su habilidad no era suficiente como para manejar acero. Mientras reflexionaba y observaba la distancia de diez pies que casi le separaba del espadón, el hombretón enarboló de nuevo la cadena armada hacia Wernack para estrangularle ahora que estaba dándole la espalda, y Eoghan en un acto reflejo porque no le golpease de nuevo, estiró el brazo, provocando que ésta se le enredase alrededor del brazo. El rubio se quejó con un gruñido y un jadeo dolorido cuando las espinas empezaron a desgarrar la carne del brazo. Sin embargo, dio un fuerte tirón, sacrificando una parte de su propia piel, y rodó hasta el espadón.
No pudo negarlo, fue algo que le dolió. Mucho, y le iba a dejar marca si no se curaba bien aquello. El dolor de su brazo era punzante, desgarrador, ardía. La sangre corría por más de medio brazo, aunque los cortes no eran profundos se podía apreciar claramente que no era una herida que fuera a pasar desapercibida y aun menos que no doliera. Agarró el espadón con la mano izquierda, el brazo que no estaba herido. El hombre sonrió.
-Eres adicto al dolor, ¿eh? ¡Nunca he visto a nadie tan loco como para desgarrarse su propio brazo por un chucho bípedo! -El hombre carcajeó e hizo girar de nuevo la cadena armada, momento que Eoghan aprovechó para estirar su pierna derecha y agarrar la pesada hoja con las dos manos. Hizo un molinete hacia arriba, con una potencia tal que cercenó de cuajo el brazo de su adversario. El hombre cayó de rodillas sobre el suelo mientras empezaba a chillar de dolor, chillido que se vio interrumpido por el espadón recién adquirido de Eoghan, que además le despojó de la posición de su cabeza sobre los hombros.
-Mejor dolorido que muerto, amigo... -Dijo mientras resollaba y se aquejaba del dolor de su brazo. Se colocó el espadón al hombro y el hacha barbuda al cinto, junto a su espada bastarda. Por el momento las conservaría, no sabían qué más sorpresas podían esperarles en el caserón.
Al fin, hecho unos zorros y ensangrentado tanto de heridas propias como ajenas, siguió a Wernack apresuradamente. Miró a Finn, sintiendo alivio al saber que estaba perfectamente, y luego vio tanto al tipo gordo ya reducido como a los dos matones hechos gravilla en el suelo.
-Menos mal que estáis bien, ¿no hay más guardias aquí arriba? Los críos ya se han escabullido, por cierto, los he visto salir de la casa por la trasera. -Dijo, mientras intentaba que la sangre no le manchase el guardapolvos ni el capote de viaje. Ir manchado de sangre por Lunargenta no era el mejor de los disfraces precisamente.-¿Quién es la bola de sebo?
Eoghan Lothannor
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