¡Salta! [Interpretativo][Libre][1/1] [Cerrado]

Después de visitar la ciudad de Lunargenta por segunda vez y no haber conseguido nada productivo al respecto, decidí que una de las mejores cosas que se me podrían ocurrir era regresar al Bosque de Sandorai, donde me quedaría hasta que se presentara, o decidiera tomar de nuevo la iniciativa para salir y ver mundo.

Claro que tras pasar casi un día completo entre las copas de los árboles, los animales y la naturaleza que me rodeaba, esa que tanto amaba, fui consciente de que no ansiaba estar tanto en ese lugar como antes. Aunque era mi hogar y siempre lo sería, sabía que necesitaba romper con la monotonía y aprender sobre todas las cosas que una vez leyera en los libros.
Con este pensamiento en mente volví a meter en mi bolsa, una pequeñita que llevaba atada a la cintura, varios frutos que me serían útiles si en algún sitio no encontraba comida. Una vez que estuve lista comencé a caminar, rumbo a no sabía dónde en mitad de la noche. Me despedí una vez más del bosque en cuanto pisé sus lindes, sabía que no sería la última vez que lo vería e iba caminando con una leve sonrisa.

Durante el trayecto permití que mi mente vagara por otro lugar, imaginando las cosas que podría encontrar, la gente, nuevos conocimientos que adquirir,...ya que hasta ahora aunque había tenido encuentros claramente amistosos, casi ninguno había acabado con muy buenas formas.

Alguna que otra noche fue mi compañera, tal vez dos, los caminos por los que cogí no los seguía al pie de la letra por aquello de no encontrarme con bandidos o gente indeseada, pero pronto los primeros rayos del sol despuntaron en el cielo y me di cuenta de que estaba llegando a una especie de formación boscosa, lo suficiente como para ser un buen lugar de descanso. Necesitaba sentarme en algún sitio, disfrutar de los alrededores y comer algo, no pensaría en dormir hasta que no fuese estrictamente necesario.
Dentro de aquellos árboles me paseé con toda la soltura del mundo, feliz por encontrar un sitio tan agradable en el poco tiempo que llevaba de mi improvisado viaje y podía escuchar cómo algunos pájaros daban su peculiar saludo al nuevo día. Tenía que admitir que todo era distinto a mi hogar, el ambiente no era el mismo pero me dejé llevar hasta que comencé a oír algo: agua, agua fluyendo por algún río. Seguí ese sonido sin dudarlo, si encontraba agua sería perfecto, pero encontré algo mucho mejor.

Ante mis ojos se extendía un lago cuyas aguas estaban más limpias de lo que esperaba, relucía con la luz del sol que apenas llevaba unas horas fuera y todo a su alrededor parecía estar puesto a conciencia para embellecer el sitio. En aquel instante admití que había sido buena idea llegar hasta allí y caminé hacia la orilla, saliendo de entre los árboles cuya distancia a la misma era considerable:
-¿Qué...?-Me paré en seco, entre la orilla y yo habría un metro y poco, pero justo acababa de ver cómo alguien emergía del agua, alguien que estaba nadando.
No pude evitar clavar la vista en esa persona y tardé unos segundos en darme cuenta de que estaba desnudo, aunque me parecía fascinante ese cabello plateado aparté la mirada por simple respeto.

Spoiler:

Una vez, en uno de mis viajes, conocí una mujer pez. Esa raza de personas que algunos hombres llaman como sirenas. Muchas veces, he escuchado a marineros hablar acerca de las mujeres pez. Dicen que son las más bellas criaturas que los dioses han puesto en la tierra; afirman que ellas son productos de la lujuria y el mar. Sin embargo, y pese a todos los halagos que los hombres decían acerca de las mujeres pez, noté que hablaban con temor. En sus historias, las sirenas, te atrapaban con sus encantados para hacerte ahogar en la profundidad del mar.

Una vez, en uno de mis viajes, conocí una mujer pez. No era una de esas sirenas que los marineros afirmaban ver. Ella era una mujer, muy joven dado su aspecto y su forma de entender todo cuanto le rodea, casi una niña. Su nombre era Aliena.

El único objeto que no me separé de él al tirarme al agua fue el collar que la mujer pez me regaló. Para mí, ese collar, hecho con las escamas que la propia mujer se había quitado de su cola, no forma parte de ninguna clase de objeto. No es una prenda, no es una joya, no es un arma, no es nada que tenga una descripción. El collar forma parte de mí. No he de quitármelo nunca.

Llevo mi mano al collar de escamas. Aliena dijo que me ayuda a respirar bajo el agua. Me mintió. Eso no es cierto, no puedo respirar como ella bajo el agua. Me mintió, pero me mintió bien. El efecto del collar es un placebo. Se creo que puede ayudarme me ayudará.

Emerjo del agua para respirar. No soy un hombre pez, necesito respirar aire. Cierro los ojos para adaptarme a la luz. Bajo el agua, los rayos del Sol no alcanzan a llegar con la misma fuerza que fuera de ella. Necesito esperar un poco para que la luz no queme mis ojos. Oigo una voz femenina. Una simple palabra: “Qué”. Suena como una pregunta pero no entiendo que me pregunta.

Me limpio el agua de los ojos y la cara y echo mi larga melena  plateada hacia atrás para poder ver con claridad quién es ella.  Es una elfa, sus orejas son prueba de ello. Los detalles más notorios como su cabello pelirrojo o sus ojos verdes pasan a un segundo plano cuando me fijo en la cicatriz de su ojo izquierdo. Por puro instinto, mi mano por mi ojo izquierdo acariciando la marca que me dejó el ardiente acero. Es la primera vez que veo a alguien con una cicatriz en el mismo lugar que yo. ¿La desterraron como a mí?

Presto más atención en su marca. No es tan notoria como la mía. La suya incluso se podría ocultar con mediana facilidad. Ella no ha sido desterrada. Su marca es diferente. Siento una extraña decepción. Me habría gustado conocer un igual. Otro desterrado que me respondiese a todas las preguntas que tengo en mi mente.

-¿Qué?- Repito mientras salgo del agua. –No entiendo tú pregunta.-

Cuando aparté la mirada pude apreciar dónde dejó sus pertenencias, estaba claro que no pensaba mirarlas ni tampoco robarle, no era de esas personas y esperaba que no lo pensara. Quedé algo perpleja al ver de reojo cómo con toda la naturalidad del mundo se daba cuenta de que estaba allí y se acercaba a la orilla:
-No...hm...-Negué, en realidad no había formulado pregunta alguna, se me escapó a modo de sorpresa porque no esperaba encontrar a nadie allí-Es agradable encontrar otro elfo-Giré la cabeza en su dirección con el gesto más normal del mundo y en cuanto lo hice apenas tardé unos segundos en dejar de mirarlo, acababa de salir del agua y seguía estando desnudo, no parecía darle vergüenza ni nada que se le pareciera, al contrario que a mí.

Mientras esperaba que en algún momento decidiera vestirse o en su defecto pedir que le acercara la ropa, rememoré la última vez que me encontré con uno de mis semejantes y el desastre que fue, un elfo llamado Hennel del cual no volví a saber después de que intentásemos salvar la vida de una loba y su cachorro. Aún ahora me seguía preguntando qué hice mal con aquella criatura.

-Este sitio es precioso-Murmuré, cada vez que tenía que mirar hacia otro lado y con ello cruzarme con su cuerpo cerraba los ojos para no verlo y luego volver a abrirlos, me habían enseñado demasiado bien a respetar a los demás y no estaba acostumbrada a aquel tipo de situaciones; en realidad no sabía si debía sentirme incómoda, más bien estaba ruborizada-...mi nombre es Idril, vengo del Bosque de Sandorai-Si le interesaba no lo sabía, pero tenía curiosidad por conocer mejor su rostro y saber su procedencia, tal vez era demasiado confiada con la gente pero esas ganas de aprender con algo tan simple como un encuentro con alguien jamás iban a irse de mi mente. De todo intentaba sacar algo que diera frutos tarde o temprano.

La elfa contesta; dice que es agradable encontrar otro elfo. Pero eso no es una pregunta. “¿Qué?” sí es una pregunta. No entiendo qué es lo que quiere decir con su respuesta. Una respuesta que no es una pregunta y ella me antes me había preguntado. No lo entiendo. En lenguaje es algo demasiado complicado para mí.

La chica me mira como si fuera la primera vez que estuviera viendo a un elfo. No la culpo. Desde mi encuentro con Nübian hace más de medio año, no he vuelto a encontrarme con otra persona de mi especie. De nuevo, pienso en la posibilidad de que fuera una desterrada como yo. Existen maquillajes que podrían ocultar cicatrices como la mía.

Pienso en unas palabras adecuadas con las que poder contestar a la elfa. No conozco ninguna. Mi vocabulario es escaso.

De repente, la elfa aparta la mirada de mí. Me extraño. ¿De qué me extraño? Tal vez, mi asombro viene dado porque todavía mantengo la esperanza de encontrarme con un igual. De no haber sido desterrada como yo, sería una elfa cualquiera. La gente de mi raza tiene prohibido verme. Ha visto mi cicatriz. Sabe quién soy. Ahora se irá y no la volveré a ver más.  Se irá como han hecho todos.

Vuelvo a extrañarme. La elfa no se va. Se queda en la misma posición en la cual la he encontrado. Sigue esquivando encontrarse conmigo cara a cara, pero no se va. No sé cómo debo sentirme. Me alegra ver otro elfo y que éste no quiera huir de mí ni matarme. Pero, también me siento incómodo. Incómodo y enfadado. No me gusta la forma en que me mira. Mejor, la forma en que no me mira. Prefiero que se marche antes de tener que seguir soportando sus miradas furtivas hacia mí.

-Sarez.- Contesto a Idril, pues así dice llamarse la elfa. – No vengo de ningún sitio.- Digo casi como un gruñido. Por un lado, nombre del bosque Sandorai me traen malos recuerdos. Recuerdos que no quiero recordar. Me desterraron de allí.

Me dirijo hacia mis pertenencias como si la elfa no estuviera aquí. Se irá. Siempre se han ido todos. Compruebo que estuviera todo. Vientoatroz, carcaj, flecha, ropa… Todo. Idril no dejaba mirar mis cosas mientras hablábamos. No confío en ella. Podría haber hecho cualquier cosa.

Un cuervo plateado cae en picado desde el cielo y agarra con sus uñas mi arco hasta llevárselo de vuelta al cielo. -¡No!- Grito. -¡Vientoatroz!-

Cometí un error. Centré toda mi atención en Idril y no vi llegar al cuervo ladrón. Dejo mis cosas en el suelo. No me importan. Podría comprar ropa nueva en la ciudad y podría hacerme flechas nuevas con las ramas de los árboles pero no podría reemplazar mi arco. Vientoatroz es el único recuerdo que tengo. Perteneció a mi padre y ahora lo he perdido. No importa lo mucha que corra persiguiendo el rastro del cuervo, él ya se ha perdido entre los árboles.

-Se ha llevado mi arco.- Mi voz suena como un quejido lastimero. – He perdido mi arco.-

Conforme pasaban los minutos comenzaba a pensar que no me iba a contestar nunca, que no se iba a vestir y que además no le agradaba demasiado mi presencia. Maldije en mi mente, no sabía qué era lo que ocurría pero cada vez que me encontraba con uno de los míos la cosa no parecía ir precisamente bien; y ya ni pensaba en cierto brujo.

Al paso de un rato que me pareció un poco eterno e incómodo porque intentaba no mirarle para no molestar y a la vez seguía esperando que respondiera, pensé que lo mismo para él era algo natural el estar desnudo y le miré directamente a los ojos, curiosa, pero luego la sonrisa que esbocé con ello se disipó al momento de ver que tenía una cicatriz en el mismo lugar que yo. Aunque la suya era más notoria, no pude evitar recordar el motivo por el que yo la tenía y me recorrió un escalofrío al pensar que a él podría haberle pasado algo parecido, o peor.
-Pero...-Al fin obtuve respuesta, principalmente su nombre, claro que aquello de que lo segundo que dijo sonara como a un gruñido o simplemente a tono de enfado provocó que de nuevo separara la vista de él y la posara más tarde en sus cosas cuando se dirigió a ellas.

Lo cierto es que no entendía muy bien la situación, estaba intentando ser amable o eso pensaba y una de dos, o el elfo no me entendía o simplemente no le gustaba la gente. Suspiré, no me dio tiempo a decir gran cosa más cuando un pájaro, concretamente un cuervo, se acercó volando a toda velocidad hasta el arco del susodicho y se lo llevó volando entre sus patas. Como si fuera un acto reflejo saqué mi arco, intenté lanzar una flecha al animal que apenas rozó una de sus alas y en segundos desapareció entre los árboles:
-Se ha llevado mi arco-Escuché, no pude evitar mirarlo de reojo con cierta cara de pena y, convencida de lo que iba a hacer, salí corriendo detrás del pájaro. Por mucho que no hubiera empezado con buen pie con Sarez no pretendía recuperar el arco para ganarme su confianza, si no por el simple hecho de ayudarlo.

Salí rápido buscando rastro del cuervo, agudizaba la mirada como buenamente podía para localizarlo mientras corría, pero era complicado al encontrarme entre árboles desconocidos y en un territorio en el que no me sentía tan cómoda como pudiera. Aún así insistí, no paré el ritmo y por suerte pude ver de lejos cómo seguía alejándose a toda velocidad, desde luego era un pájaro bien entrenado o un pillo salvaje que había aprendido demasiado.
Desde la distancia a la que me encontraba aún sería complicado lanzar una flecha y podría dañar a otros animales sin querer, tampoco pretendía hacerlo con el cuervo pero algo había que hacer:
-¡Ese arco no es tuyo!-Grité en élfico como si pudiera entenderme o siquiera oírme, apreté la carrera como buenamente pude y di gracias a que el animal saliera por unos minutos de entre la espesura de los árboles, lo tenía a tiro y lo sabía, paré durante unas décimas de segundo y usé mi arco.

En un principio me desilusioné pensando que lo había perdido ya que el pájaro salió volando hacia otra dirección, pero nada más lejos de la realidad, pues cuando me acerqué vi el arco tirado en el suelo, a escasos metros de haberse caído en el agua que llegaba hasta el lago.
''Menos mal'', pensé, aunque el animal no parecía haberse rendido ya que creía aquel objeto como suyo y dio la vuelta en su trayectoria de manera brusca y comenzó a dirigirse hacia mí de la misma forma que antes para robar el arma.

Miro cielo buscando el último rastro que el cuervo ladrón ha dejado en las nuves. No hay nada. He perdido mi arco. Vientoatroz. Lo he perdido para siempre. Es mi culpa. No debí haberme entretenido tanto en el ancantilado ni en el lago. Debí haber estado más atento a mis cosas.

Cojo una roca del suelo y la lanzo contra el cielo con furia hacia la dirección por donde he visto marchar al ave. Sé que no le puedo dar. No voy a dar a nadie. Pero, necesito hacerlo. Necesito descargar todo el enfado y toda la impotencia que siento. Cojo otra roca del suelo y la vuelvo a lanzar en la misma dirección. Una más. Otra. Más. Van cinco  piedras que he lanzado y todavía siento el mismo enfado y la misma impotencia. La sexta que cojo la noto mojada. No es por las aguas del lago, esta sexta piedra la he mojado yo con mis lágrimas.

Dejo de mirar el cielo para mirar el suelo. Mis lágrimas caen de mis ojos hacia las piedras del suelo. He perdido mi arco. El único recuerdo que tenía de mi padre y de mi madre. Lo he perdido. Lloro. No puedo hacer otra cosa que llorar.

Duele haber perdido mi arco. Nunca antes me he sentido tan débil como ahora. Duele sentirse débil. No recuerdo la última vez que lloré, puede ser que no haya llorado nunca, no tanto como ahora. Duele llorar. No entiendo el motivo, pero sobre todo, me siento solo. Duele estar solo.

Alzo la mirada del suelo. No estoy solo. La elfa, Idril, está conmigo. Estaba. Pues la veo correr en la misma dirección en que se ha ido el cuervo ladrón. Siento un rayo de esperanza alumbrar mi corazón. Corro, tan rápido como puedo, al lugar donde he visto marchar a Idril. Va a recuperar mi arco. Ella puede. La persigo entre los árboles. He dejado de llorar.

¡Idril! Está ahí. También mi arco. Veo a la elfa apartándose de los ataques del cuervo ladrón. Vientoatroz está en el suelo. No me lo pienso dos veces y sigo corriendo con los brazos en alto para parecer más grande y así poder intimidar al ave. El cuervo se espanta, se marcha.

-¿Estás bien?¿Te ha hecho daño?- Digo mientras ayudo a Idril a levantarse del suelo. -Lo que has hecho significa mucho para mí.- Ella no sabe lo que representa mi arco. No es una simple arma. Es un recuerdo. Uno de los buenos. El recuerdo de la familia que un día tuve. - No conozca muchas palabras. Hay muchas y dependediendo del momento y la entonación pueden signica muchas cosas. Es algo complicado. Mas, me gustaría conocer más palabras para poder agradecer mejor lo que has hecho que con un simple "gracias".- Consigo hablar de golpe. La emoción y la gratitud que siento hacia ella me ayudan a poder comunicarme de una forma más clara.

La primera vez que el cuervo se abalanza sobre mí consigo esquivarlo, la segunda caigo en el suelo sin remedio al perder el equilibrio intentando que no me diera. Para mi sorpresa Sarez apareció de repente e hizo que el pájaro se fuera espantado. Qué alivio al ver que se iba sin armar más jaleo.
-Gracias...no, no me ha hecho nada-Ayudó a que me levantara, lo agradecí además con una sonrisa y me sentí algo descolocada, seguía estando desnudo pero al menos ya no parecía estar enfadado como antes. Me alegraba haber recuperado su arco.

Presté atención a sus palabras, como había supuesto no sabía hablar del todo bien pero se le entendía perfectamente y al menos no le salía ese acento que a mí algunas veces. Estaba agradecido conmigo y eso elevó un poco mi moral, la misma que antes había estado por los suelos por pensar que iba a tener otro encuentro catastrófico:
-No te preocupes-Recogí el arco del suelo con cuidado y se lo entregué, parecía estar en buen estado y no tenía ni un solo rasguño; por una vez tuve suerte-Creo haber escuchado que se llama Vientoatroz...-Comencé, aunque tenía curiosidad por saber porqué tenía ese nombre, no iba a meterme en tal asunto-...el mío no tiene nombre, pero recuerdo que algunos los nombran según sus recuerdos, vivencias o porque pertenecen a su familia desde décadas-Le miraba a los ojos, lo cierto es que me llamaba la atención su aspecto, si lo viera de lejos y no distinguiera sus orejas no pensaría en un primer momento que era un elfo-Espero que no vuelvas a tener ningún problema parecido a este.

No sabía exactamente cuánto le habría afectado la pérdida de dicha arma, pero podría jurar que había llorado, pues aunque ahora su rostro expresaba emoción, sus ojos tenían un brillo vidrioso que sólo aparecía cuando uno lloraba. ''Todo ha salido bien'', me dije a mí misma, tenía una sonrisa de oreja a oreja y me alejé un poco de su lado para hacerle una señal, lo que quería decir es que regresáramos al lago.
-¿No están allí tus otras pertenencias?-No quería que además ahora tuviésemos otro problema por perder el resto de sus cosas, así que cuanto antes volviéramos mejor.

Estoy paralizado. La alegría y mi estado de nerviosismo hacen que mi cuerpo no se pueda mover. Estoy feliz de haber podido recuperar mi arco. Pero también me siento mal. Mis palabras, aunque sinceras, no creo que hayan sido suficientes para poder agradecer a Idril todo lo que ha hecho. Otros no lo entenderán. No pueden saber lo difícil que se me hace hablar con alguien cuando mi idioma se reduce a las pocas palabras que recuerdo cuando era niño. He pasado casi un siglo en soledad. He difícil poder hablar con alguien cuando hace tanto tiempo que no he hablado con nadie.

Sí, me he encontrado con gente. Pero siempre salió mal. Muchos me odian, otros me utilizan como si fuera un perro de caza. Pero pocos, muy pocos, son quienes me han ayudado y hablado conmigo. Sin embargo, siempre se van y vuelve a dejarme solo. Siempre solo.

La elfa, tal vez porque se ha dado cuenta de mi estado de parálisis, me recoge el arco y me lo tiende en las manos. Parece que está bien, las garras  no le han hecho nada. Ambos están bien. Ni Idril ni Vientoatroz tienen rastros visibles de las garras del cuervo ladrón. –Era de mi padre. Creo que él le puso el nombre. No estoy seguro. No conocí a mi padre. – Reconocer ser un bastardo es difícil. De pequeño recuerdo que, niños y adultos me miraban como si fuera alguien inferior. No podía estudiar en la escuela. No podía aprender con los demás niños ni jugar con ellos. Según ellos, no tenía derecho a vivir. Mas, me siento en deuda con Idril. No tengo razón para ocultarle nada.

Ella me mira directamente a los ojos. Yo la miro a ella. El color verde de sus ojos no se ve roto por su cicatriz. Cuando me miro a un espejo tengo la impresión que mi cara está partida y que más nunca nadie va a poder ver el color de mis ojos pues la cicatriz lo ha roto. En cambio, los ojos de Idril no se han roto. Son bellos. Como si un halcón contemplara un par de bosques desde el cielo.

-Sí.- Alcanzo a decir en un susurro de voz. – Vayamos.-

Me adelanto a sus pasos. Sé donde guardé mis cosas. Ella no lo sabe. Camino hacia la roca del al lado del lago. El lugar donde había dejado mis pertenencias. Siguen allí. Miro el agua. El lago. Quiero volver a nadar. Quiero tirarme de nuevo. Pero tengo miedo, tengo miedo que regrese el cuervo ladrón. Con las manos, hago un agujero en el suelo y entierro mis cosas. Cojo tres rocas y las pongo en forma de cruz en el hoyo ya tapado.

-Vine a nadar.- Confieso a Idril. - Me gusta nadar. Quiero nadar. Pero no quiero que te marches. Siento que estoy en deuda contigo. Has hecho algo muy importante y quiero agradecértelo. – Hago una pausa para asegurarme de que lo ha entendido. – Haré lo que me digas.-

Al enterarme con sus primeras palabras de que el nombre de su arma lo había escogido su padre sonreí, pero luego me arrepentí de haberlo hecho pues escuché que ni siquiera lo había conocido. En mi caso había sido yo la que eligió por las circunstancias de mi pasado el alejarme de mi familia y lo cierto es que ni siquiera sabía si estaban bien o no, puede que no me atreviera a preguntar por ello nunca, principalmente por miedo.

Mientras esperaba su respuesta me di cuenta de que me miraba a los ojos y me sonrojé de forma muy leve, había pasado de tener reparo a tratar conmigo a hablar sin ningún problema, aparte de que supiera más o menos palabras:
-Nunca había visto a un cuervo que robara cosas-Comenté cuando empezamos a caminar y antes de que se adelantara a mis pasos, supuse que tendría prisa por saber si sus cosas seguían donde las dejó o no así que no tuve problema.
Lo cierto era que no me había dado cuenta de que recorrí tanta distancia corriendo detrás del pájaro, puesto que aunque no tardamos demasiado en volver al lago, sí que echamos un buen rato. Me resultó complicado no mirarle cuando iba caminando delante mía pero lo evitaba en la medida de lo posible.

De nuevo en el lago noté cómo la luz del sol comenzaba a brillar más, además de a calentar de forma más agradable, no se notaba ese frescor habitual de las mañanas.
Lo vi enterrar sus cosas pero en cierto momento aparté la mirada para que no pensara que tenía otras intenciones, dudaba que fuese a hacerlo, pero después de haber tratado con personas que en un principio iban de buenas y luego te dejaban tirada en medio de una ciudad desconocida...no podía evitar esas ''precauciones''.
-Vine a nadar-Le miré en cuanto le oí, estaba algo más lejos de él que antes y al escuchar sus palabras no pude evitar esbozar una sonrisa sincera-¿En deuda? No pienses así, no he querido ganarme ningún favor al recuperar tu arco-Esta vez fui yo la que confesó sus intenciones-Tampoco quiero que hagas nada, eso me haría sentir mal...si tuvieras que hacer algo, debe salir de tu corazón y no de unas palabras que suenen a orden-Di un paso hacia él y cogí mi arco, lo deposité en el suelo y luego lo hice con mi carcaj y varias cosas más, todo ello lo escondí poniendo unas cuantas hojas de arbusto encima que esperaba sirvieran como camuflaje-¿Quieres que te acompañe?-Esperaba que no pensara nada extraño, no quería molestarle ni que pensara lo que no era, pero era innegable que las aguas de aquel lago se le apetecían a cualquiera que las mirara y no podía culparle por sus ansias de nadar en él.

Me siento como un imbécil. Presté mis servicios hacia Idril como pago de una deuda y no como algo que de verdad me importase. Ella no fue a por mi arco para ganarse un favor. Lo ha hecho porque ella ha querido. Porque le ha salido del corazón. ¿Querer recompensarla no me sale del corazón? De verdad quiero hacer algo por ella. Algo de igual valor que lo que ella ha hecho por mí. ¿Eso es malo? No es una orden como ella dice. Es algo que quiero hacer. Quiero agradecerle con mis actos lo que mis palabras no saben decir. No pienso que sea malo. Sin embargo me siento mal. Como si hubiera dicho una gran idiotez al presentar mi ayuda. La mayor de las idioteces.

Miro al suelo con gesto de sumisión. No quería haberla molestado con mis palabras. Eso es lo último que quisiera haber hecho a la elfa que ha recuperado mi arco. Lo ha salvado. De no ser por ella, Vientoatroz estaría hecho astillas. O peor. No quiero imaginar lo que podría haber hecho con sus garras un cuervo ladrón como él. No es la primera vez que veo un ave de alas negras coger algo que no le pertenece. Suelen decantarse por las cosas brillantes. Recuerdo una madre estaba paseando a su hijo bebe en un carro cuando uno cuervo ladrón le robó el con el que estaba jugando el infante.

Idril esconde su arco y su carcaj. Seguramente teme a que el cuervo ladrón regrese.  Su método es mejor que el mío. Mi ropa ahora estará llena de tierra y fango mientras su arma estará perfectamente. Pensé que esconder mis cosas bajo unas pocas hojas no sería suficiente. El cuervo ladrón volvería a por mi arco. Mas, viendo a la elfa me doy cuenta de mi error. Con suma delicadeza, Idril reparte las ramas entorno a su arco y su carcaj. Un camuflaje perfecto.

Su pregunta me pilla desprevenido. Quiero acompañarla y ayudarla. -¿Quieres nadar?- Miro directamente al lago. –Hace un buen día para nadar.-   Cambio la dirección de mi mirada hacia los ojos de la elfa. – Solo si te sale del corazón. No es una orden.- Bromeo con una leve sonrisa.

Por un momento pensé que había dicho algo inadecuado ya que se quedó en silencio y no lo entendí, así que presté atención a lo que colgaba de su cuello y distinguí unas escamas, no sabía demasiado bien a qué clase de criatura pertenecería pero captó mi mirada durante un largo instante.
-Por supuesto-El verle sonreír por leve que fuera hizo que yo también sonriera y, apartándome un poco, además de dándole segundos después la espalda, comencé a quitarme la ropa.
En un principio no sabía si debía quitármela toda y ser tan natural como lo era él, pero luego al sentir cierta vergüenza no tuve otro remedio que dejar la parte de ropa interior de abajo y el vendaje que sujetaba mi torso. Al menos no estaba completamente al descubierto, era un alivio a mi parecer, o mejor dicho, a mi vergüenza.

Después de haber dejado mi ropa a un lado, no tan escondida como lo había hecho con mi arma, miré de reojo mi brazo izquierdo y por consiguiente ese tatuaje que cubría mi piel, hacía mucho tiempo que no lo veía tan al completo y seguía sorprendiéndome cada vez que lo miraba.
Lo siguiente a lo que dirigí mi mirada fue hacia los ojos del elfo, sólo para seguir sonriéndole y dejar claro que estaba lista para entrar en el agua, desde luego apetecía y el día acompañaba, al igual que el ambiente y esa luz solar que iluminaba todo:
-¿Vamos?-Me sentí un poco extraña al estar caminando hacia el agua en compañía de alguien relativamente desconocido, pero no me resultaba molesto, todo lo contrario, lo estaba haciendo porque quería y me gustaba, no había nada malo en la situación.

En cuanto estuve lo suficientemente cerca de la orilla metí un pie, luego el otro, continué caminando y la frescura del agua comenzó a rodear mi cuerpo con relativa lentitud pero era agradable. Aunque estaba fría no llegaba a resultar incómodo y en apenas un momento ya estaba cubierta hasta algo más del pecho:
-...¿cuánto hace que vienes aquí?-Pregunté con curiosidad, lo cierto es que parecía conocer el sitio pues se desenvolvía bastante bien en él, así que supuse que lo conocería de antes y no sería un ''viajero improvisado'' como lo era yo en aquel momento.
Mientras tanto estaba moviendo los brazos para mantenerme en el sitio, al igual que los pies, se me hacía raro estar en el agua pues aunque llevaba una higiene normal no tenía la oportunidad de bañarme en un lago como aquel todos los días.

Idril acepta nadar conmigo. Sonríe. Me gusta verla sonreír. Las personas suelen tener reparo al estar conmigo. Es por mi cicatriz. Saben lo que significa. Creen que soy un delincuente. Un asesino. Huyen de mí como si fuera un leproso. Ella no. Ella se queda y me sonríe. Siento el impulso de llevar mi mano hacia la cicatriz de mi rostro. Es por puro instinto, cuando pienso en mi marca de desterrado mis manos sienten el deseo de acariciar el contorno de la cicatriz. Es difícil controlarse. No quiero tocar mi cicatriz.  No quiero recordar que soy un desterrado. Quiero sonreír. Idril me ayuda a sonreír.

Ella no se desnuda del todo. Se queda en ropa interior. Siento vergüenza. Por primera vez soy consciente de mi desnudez y lo que eso conlleva. He vivido mucho tiempo rodeado de animales. Ellos van desnudos. Estos años, solo he usado mi ropa para combatir el frío no para ocultar mi sexo. Por fortuna, a Idril no parece importarle que esté desnudo. No tengo más ropa de la que he enterrado en el hoyo. Un pantalón marrón, una camiseta que perdió el color blanco que en su día tuvo y un chaleco del mismo color que el pantalón.

Me fijo en su tatuaje del brazo izquierdo. Ahora que está sin ropa puedo verlo al completo. No sé qué significa. Tiene una forma que desconozco. Puede tratarse de alguna clase de símbolo élfico. No lo sé. No sé leer élfico. ¿Debo preguntar qué significa? Puede ser algo personal, algo que no estaría dispuesta a hablar con alguien como yo.

La importancia de su tatuaje pierde interés cuando vuelvo a escuchar la voz de Idril. Con una sonrisa, me invita a nadar en el lago. Ella se adelanta. Voy tras ella. –Sí. Vamos.- Le contesto.

Ella no es tan alta como yo. Pronto acaba cubierta casi hasta la barbilla. Doblo mis rodillas para que ambos estemos a la misma altura sobre el agua. Es la primera vez que nado con alguien y no quiero parecer más grande.

-Vivo aquí. Este bosque es mi hogar.- Me cuesta hablar mientras me concentro en guardar una altura similar a la de Idril bajo el agua. El dulce sonido de la cascada amortigua mis errores en el habla.- Vine aquí cuando me desterraron. – Confieso con gran pesar. - Aquí tengo comida y agua. No necesito más. –  Salvo alguien con quien hablar. Me duele hablar de mi pasado. Vuelvo a sentir el impulso de acariciar mi cicatriz en el ojo. No quiero. No quiero hacerlo. Aprieto mis puños en el interior del agua. – No me gusta hablar de esto.-   Digo tras una larga e incómoda pausa.

Estando dentro del agua mis mejillas toman un color rojizo al darme cuenta de que por mucho que esté en ropa interior, él está desnudo y se me hace complicado tener que mirarle constantemente a los ojos para no empeorar mi vergüenza.
-Vivo aquí. Este bosque es mi hogar-Sonreí al escuchar lo primero que dijo, me agradaba que él también tuviera un bosque como hogar, eso significaba que podríamos tener muchas cosas en común y por algún motivo lo veía como algo positivo-...¿te...?-Dejé de mover los brazos al escuchar lo de que lo desterraron, mi mirada fue directamente hacia su cicatriz y luego presté más atención a el gesto de sus puños bajo el agua.

Por primera vez en mucho tiempo sentí el impulso de abrazar a alguien, sobre todo después de oír que no le gustaba hablar del tema, no entendía qué clase de gente, los míos, podían ser capaces de expulsar a alguien de su hogar de tal manera. Eso me quemó por dentro, pero no fui capaz de acercarme para consolarlo, no sabría cómo podía sentar tal cosa y acerqué bajo el agua una de mis manos a las suyas cerradas. Sonreí y pretendí suavizar su gesto, ayudarlo de alguna forma, no iba a volver a sacar ese tema si no lo hacía por su propia cuenta pero en mi mente seguía dándole vueltas.
En mi pensamiento se agolparon recuerdos de algunas de las reglas que había que seguir cuando muchos años atrás seguía viviendo con mi familia, algunas me parecían inútiles, otras de cumplida obligación y otras simplemente sin sentido, en ese momento me di cuenta de que no estaba de acuerdo con la mayoría de métodos que usaban los nuestros. Recordaba cómo de pequeña intentaba cambiar muchas cosas y siempre salía perjudicada, suspiré, lo cierto era que además tampoco sabía nada del tema del destierro, jamás había conocido a alguien que lo hubiera sufrido; hasta ahora.
También pensé en que si lo desterraron del que era mi hogar, mi bosque, jamás iba a poder enseñarle lo bonito de los árboles y sus animales, el ambiente tan especial del lugar...casi empezaba a sentirme más apenada de lo que podría haber imaginado y al darme cuenta de ello deshice todos mis pensamientos y continué sonriendo, en realidad lo único que quería era hacerle sentir que no iba a tratarlo de forma distinta por mucho que le hubieran hecho; ni siquiera había llegado a soltar su puño aún.

Mis uñas aprietan con furia las palmas de mis manos. Siento enfado y pena. Cierro los ojos. No puedo seguir viéndola. Quiero gritar. Pero no grito. Son mis dedos quienes gritan por mí. Aprieto tanto los puños que me hago daño.

Idril no me contesta. Intenta decir algo que no acaba de decir. Eso no es una respuesta. Tengo miedo. Sigo pensando que se irá. Como todos. Se irá y me dejará solo. Una parte de mi quiere estar solo. No sé hablar correctamente, no sé expresarme, no puedo estar con nadie. Solo puedo sobrevivir. Como, bebo y me mantengo en forma. No necesito nadie. No quiero recordar que soy un bastardo y un desterrado. Esta parte es la parte de la razón. Sin embargo, en mi interior, hay otra parte. Una parte que desea poder ser como los demás. Quiero sonreír. Quiero disfrutar. No quiero sobrevivir, quiero vivir. Es la parte del corazón.

La razón me recuerda quien soy. Me asegura que Idril se irá. Tengo el impulso de irme yo primero. El corazón no dice nada. Guarda una pequeña esperanza. La esperanza de poder seguir sonriendo. La razón es quien gana. Quiero irme.

Algo hace desaparecer la voz de la razón en mi interior. Sobre mis manos siento las suaves caricias de las manos de Idril. El corazón ha ganado. Aflojo mis puños. Abro muy despacio mis ojos. Veo mi reflejo en el agua. Tengo los ojos rojos como si estuviera a punto de llorar. Es la segunda vez que me siento así. La primera por perder mi arco, ahora, por sentir el calor de las manos de Idril sobre las mías. Levanto lentamente mi cabeza. Tengo miedo. No entiendo por qué pero tengo miedo. Sus ojos verdes y brillantes me esperan. La veo. Está muy cerca. Nunca ha tenido a nadie tan cerca. Contemplo su cara. Su sonrisa sigue ahí.

Me he enfrentado a brujos locos, osos gigantes, un campeón de tres metros, trasgos, tigres. No les he tenido miedo. Mis manos se han mantenido firmes y calmadas. La vida de un arquero depende de lo calmado que esté. De ser un combate, ahora estaría muerto. Al ver la humilde sonrisa de Idril empiezo a temblar. Mis manos tiemblan bajo el agua. No las puedo controlar.

Lo he comprendido. Me maldigo por no haber pensando que Idril no me ha contestado. Sí lo ha hecho. Su sonrisa es su respuesta. Su sonrisa es lo que necesito. Intento devolvérsela. No es fácil sonreír. A medida que mis labios comienzan a curvarse, las lágrimas se apoderan de mis ojos. ¿Por qué? ¿Por qué sigue ahí? ¿Por qué no se ha ido como hacen todos al verme? ¿Por qué me sonríe? ¿Por qué me ayuda? Lloro.

Abro mis manos. Cojo las suyas con delicadeza. No quiero que se vaya. Siento la necesidad de abrazarla. De sentirla más cerca. Mas, sigo teniendo miedo a que se marche. – No te vayas.- Suplico. –No me dejes solo.- Es ahora cuando la abrazo. Suelo sus manos. Rodeo su cintura con mis brazos y la traigo hacia mí. La abrazo. No importa la fría que esté el agua. Puedo notar el calor de su pecho en el mío. Puedo notar el latir de su corazón. No veo su sonrisa. Mi cabeza está apoyada en su hombro izquierda. Al lado de su cicatriz del ojo. –Gracias.-

Tener una de mis manos sobre la suya hizo que notara perfectamente cómo ejercía presión, en un primer momento pensé que no serviría de nada que intentara calmarlo o transmitirle que no pasaba nada, que yo no iba a dejarle de lado ni mucho menos. La verdad que tampoco sabía demasiado bien si los demás lo habrían tratado mal, pero por la manera en la que habló de ello supuse que así sería y agaché un poco la cabeza pensando en lo crueles que llegaban a ser nuestros semejantes.
Observaba sus ojos cerrados esperando que su mirada se cruzara con la mía, volví a contemplar su cicatriz y ese sentimiento de rabia volvió a recorrerme, aunque no podía confirmarlo algo me decía que quedó marcado en ese momento del que no hablaba. Cuando me mira regreso a sus ojos y noto que los tiene enrojecidos, no era consciente de que estaba a punto de llorar y notaba cómo su puño bajo mi mano se deshizo, no hacía otra cosa más que sonreír en silencio.

La primera lágrima que vi caer por su mejilla me dejó paralizada, no supe qué hacer ni como reaccionar...él lo hizo por mí. En apenas cuestión de segundos cogió mis manos, bajo el agua rodeó después mi cintura y me abrazó. No hubo tiempo para ruborizarse, sólo acepté lo que acababa de hacer y escuché sus palabras que se clavaron en mí como nunca antes:
-No...-Murmuré, mi mente no se había parado a analizar la situación ni era consciente en ese instante de su desnudez, rodeé su espalda con mis brazos y dejé que apoyara su cabeza sobre mi hombro izquierdo, era una sensación agradable-...gracias a ti por permitir que me quede.
A nuestro alrededor todo seguía su ritmo normal, podía oír a los animales correteando, los pájaros cantando y algún que otro pez que vivía en el lago salía a respirar a la superficie, pero era incapaz de prestar atención a otra cosa que no fuera la persona que tenía entre mis brazos. Esperaba reconfortarlo, ayudarle de alguna forma y estaba claro que en mi interior sabía que no tenía intención alguna de marcharme, al menos no mientras quisiera mi compañía.

Tenía que admitir que mi corazón sentía cierta angustia por la situación, porque sabía lo que era la soledad y lo difícil que era vivir con ello. Él ni siquiera había escogido estar solo y no había tenido oportunidad alguna, lo que se me antojaba más complicado de entender y asumir. Al estar pensando en ello sin darme cuenta apreté algo más mis brazos sobre su espalda pues había sentido ganas de llorar y no quería hacerlo.

No. Esa es su respuesta. No me va a dejar. Tengo una extraña sensación. Algo que no sé explicar. Ella se parece a mí. No en pelo, no en los ojos ni en la piel. Nuestro parecido está en el interior de nosotros, en nuestros corazones. Siento como si la conociera desde hace muchos años. Pero no es a ella a quien conozco. Me conozco a mí. Sé como soy, tengo la sensación de que ella es como yo.

Noto sus dedos subir por mi espalda. Siento escalofríos. Está my cerca. Demasiado cerca. No hubiera dejado que se acercase tanto si ella no fuera como yo. No me le hubiera contado quién soy de no ser por ese motivo. Recuerdo lo que ha hecho por mí. Ha salvado a Vientoatroz. Me ha salvado. Me pregunto si Idril siente lo mismo hacia mí que yo siento hacia ella.

Está mal. No. Ella no tiene que dar las gracias. Yo no he hecho nada. No sé si he hecho algo. No entiendo por qué me da las gracias. No sé cómo debo responder. No hay idioma que tenga las palabras que Idril se merece escuchar. Al igual que ella antes, no respondo con palabras. Aprieto mis brazos sobre su espalda.

Noto mi hombro izquierdo húmedo. No es del agua del lago. La humedad proviene de los ojos verdes de Idril. Está llorando. No quiero que llore. Alejo mi cabeza de su hombro muy despacio hasta tenernos cara a cara. Sonrío. Debo ser fuerte. Debo sonreír como ella ha hecho conmigo. Sus ojos verdes tienen un color vidrioso por las lágrimas. No he sonreído de esta manera desde que era niño. No es una leve curva en mis labios. Muestro a Idril una amplia sonrisa. Mis ojos de azul grisáceo siguen húmedos. He de esforzarme por no llorar. Debo de ser fuerte por ella.

-No llores.- Le digo con un tono alentador. – No sería capaz de dejarte marchar. - Sonrío. Como ella me ha sonreído antes, yo le sonrío ahora.

Era extraño porque siempre que tenía ganas de llorar o acudían a mi mente pensamientos negativos, hacía caso omiso y continuaba como si nada. Funcionaba casi siempre, pero en aquella situación fui incapaz de hacer que esa angustia que sentía se esfumara y se me escaparon las lágrimas, no fueron muchas pero al parecer sí las suficientes como para que se diera cuenta de que estaba llorando. Me dije tonta a mí misma por haber sido tan evidente.
-No sería capaz de dejarte marchar-Escucharle decir eso hizo que las lágrimas dejaran de brotar de mis ojos de forma casi instantánea, pero lo que ayudó en gran parte también fue ver esa sonrisa suya, de verdad le quedaba bien sonreír y se la devolví, o al menos intenté hacerlo.
Pero después de esas palabras no quise que sus ojos siguieran enrojecidos, húmedos como los míos, así que me aparté algo más sin dejar de sonreír y le cogí de la mano, lo único que estaba intentando hacer era que siguiéramos con nuestro plan inicial: nadar.

Teniéndolo cogido de la mano sumergí mi cabeza bajo el agua por unos pocos segundos, solamente para terminar de mojar mi pelo y borrar el rastro que las lágrimas habían dejado en mis mejillas, me sirvió además para despejarme un poco de lo ocurrido. Para mí había sido un cúmulo de sensaciones entre extrañas y agradables, una sonrisa se apoderó de mis labios y sólo esperaba que nada de lo que hiciera le resultara molesto; aunque como era normal, también me preguntaba qué era lo que se le pasaba por la cabeza a Sarez.
-Disfrutemos de esto-Sugerí, realmente sentía que ahora podía ser el momento en el que disfrutáramos del agua del lago, de sus peces y de sus alrededores, además de deleitarnos con el sonido de la naturaleza.

Tiré un poco de él pues seguía teniéndolo cogido de la mano y a la vez que lo hacía intentaba nadar, pero estaba claro que entrenada o no, no tenía la suficiente fuerza como para arrastrar a alguien que además era más alto que yo. Eso provocó que me riera un poco por lo bajo, me sentía alegre sólo de ver que sonreía como realmente tenía que hacerlo.

Ha dejado de llorar. Me felicito por ello. Quería verla sonreír y lo he conseguido. Creo que lo he entendido. Las palabras no es la única forma de comunicarse. Cuando la he visto llorar he sabido que estaba triste. No quiero que esté triste. Necesitaba ayuda y yo se la di. Le di mi apoyo, no solo con palabras, también lo hice con una sonrisa. Las sonrisas significan amistad.

Idril, sin dejar de cogerme de las manos, se aleja un poco de mí. Ya no la abrazo. Hubiera pensado que la he ofendido de no ser por su sonrisa. Es tan fácil. Con solo un gesto con sus labios ella me dice que todo va bien. Solo una sonrisa y dejo de preocuparme porque sus ojos siguen húmedos. No me hace falta saber nada más que verla sonreír.

Me suelta. Se sumerge en el agua durante un pequeño instante que me parece eterno. Al salir, está dispuesta a disfrutar del lago. Esa era la idea. Ella me iba acompañar en mi nado. –Sí.- Digo en un tono jovial que me resulta extraño incluso para mi mismo. Parece un juego. No estoy acostumbrado a divertirme con nadie. Me siento extraño. No es algo malo; es algo bueno. Es un sentimiento extraño al que no estoy acostumbrado. No puedo describirlo, no por mi escasez en el lenguaje. No lo puedo describir porque no se puede describir. Siento que por fin empiezo a vivir y no a sobrevivir.

Me coge de la mano y me conduce entre las aguas del lago. Me dejo de llevar. Es como un juego. Me estoy divirtiendo. Todavía no he dejado de sonreír. -¿Dónde me llevas?-  No necesito saber la respuesta. Me da igual. No me importa donde me llevase si con eso ella pudiera seguir sonriendo; también yo.  No me importa donde me llevase si con eso pudiéramos seguir sonriendo los dos juntos.