Bajo la luz del medio día [Interpretativo] [Libre]
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Bajo la luz del medio día [Interpretativo] [Libre]
¿Qué hacía allí? Era la pregunta que surcaba el interior de su mente con voracidad. ¿Había sido lo correcto? Eso no lo sabía. Se había alejado de Lunargenta con la esperanza de alejarse de las ruidosas calles que, con toda la desdicha, llamaba ahora hogar. Se había alejado, en busca de una fuente de comida, y tal vez cobijo. Aunque sea por una temporada. Vivir en las arboledas alrededor de Lunargenta no era del todo una opción.
Se encontraba caminando tranquilamente, ingiriendo algunas bayas que había encontrado. Sin menor duda, había revisado si eran venenosas. Efectuó un plan bastante eficiente, había dejado unas cuantas bajo un árbol, y antes de que se diera cuenta, se encontró con una cantidad considerable de golondrinas aprovechando el festín. Suerte que tan solo había puesto un tercio de su pequeño y exquisito manjar.
Al haber acabado las bayas que decidió ingerir en ese momento, se dio cuenta que había saciado una parte de su hambre. Siguió adentrándose en la arboleda. Como tenía las manos manchadas, y había guardado unas cuantas bayas para después, decidió marcar el camino por el que iba, seguro así no se perdería. Ese pensamiento, esa idea produjo un sensación de creciente euforia dentro de ella. Y así lo hizo, marcaba los troncos con los dedos color magenta oscuro.
Su estómago rugió, después de un buen rato. Se había sentado sobre un montón de hojas secas, junto a un pequeño arroyo. Rodeada de arbustos y unos cuantos árboles. Miró a su alrededor, era bastante adecuado para construir, o al menos intentarlo, un pequeño refugio. Cavó un agujero a duras penas, donde escondió su mochila. Lo tapó con el montón de hojas sobre el que se había sentado, tratando de no hacer sospechoso la cantidad de hojas secas amontonadas. Así no tendría que lidiar con el pesó de sus pertenencias. Se colocó él carcaj de flechas sobre el hombro, seguido de su arco. Se ató el cabello con una de sus cintas azul cielo.
Tomó algo de agua del riachuelo. Estaba helada, por lo que no evitó soltar una risita. Hacia días que no ingería agua. Tal vez podría escaparse cada cierto tiempo a la arboleda... Si tenía suerte, tal vez nadie la vería. Aunque no lo pareciera, esa zona estaba plagada de bandidos y ladrones, que aprovechaban el lugar para esconderse de los guardias de Lunargenta. Recordó el camino que había marcado. Se formó un nudo dentro de su garganta, que decidió ignorar. Si la atrapaban, sería su fin y si se llevaban su mochila, se quedaría sin nada.... Cabizbaja, se preparó para atravesar el arroyo. Empezó a saltar varias piedras, algo sobresalientes del agua helada. Reía, resultaba ser divertido, y ver felicidad en esa época de su vida era un gozo.
Volvía a encontrarse caminando, de pronto, escuchó el crujido de las hojas secas. Se dispuso a investigar. En el mejor de los casos sería una ardilla, o incluso un conejo. Avanzaba con sigilo, tratando de no hacer sonido alguno. Aguantó la respiración al percibir con el rabillo del ojo el pelaje gris del conejo. Tensó el arco, con un poco de suerte, le daría a la primera. Se giró lentamente, subiendo la flecha hasta la altura de su pómulo izquierdo. Apuntó, con toda la ligereza del mundo, soltó la flecha, que salió disparada hacia el animalillo. Su corazón latía con fuerza. El conejo agonizaba con la flecha clavada en el vientre. El color rojo de la sangre, difícilmente podía verse por el gris de su pelaje. Corrió hacia su presa. Se sentía algo culpable, pero... Comida es comida. ¡Ya tenía el almuerzo! A la hora de retirarle la flecha, se cortó la palma de la mano. Soltó un gemido de dolor, mezclado con sorpresa.
La cortada que se había hecho ardía, el color rojo chorreaba. Algo asustada, trató de no soltar ningún tipo de sollozo o quejido. Solo dejaba escapar las lágrimas, dolía, sí, pero no era una excusa para llorar. Debía ser fuerte, aunque doliese. Se había alejado bastante del claro en el que había escondido su mochila. Paseó la mirada por su alrededor, ¿debía volver? Temía que así era. Al menos había conseguido un exquisito conejo. Sonrió costosamente, había conseguido conmida, seguro su madre estaría orgullosa de ella... Se dispuso a volver.
Se encontraba caminando tranquilamente, ingiriendo algunas bayas que había encontrado. Sin menor duda, había revisado si eran venenosas. Efectuó un plan bastante eficiente, había dejado unas cuantas bajo un árbol, y antes de que se diera cuenta, se encontró con una cantidad considerable de golondrinas aprovechando el festín. Suerte que tan solo había puesto un tercio de su pequeño y exquisito manjar.
Al haber acabado las bayas que decidió ingerir en ese momento, se dio cuenta que había saciado una parte de su hambre. Siguió adentrándose en la arboleda. Como tenía las manos manchadas, y había guardado unas cuantas bayas para después, decidió marcar el camino por el que iba, seguro así no se perdería. Ese pensamiento, esa idea produjo un sensación de creciente euforia dentro de ella. Y así lo hizo, marcaba los troncos con los dedos color magenta oscuro.
Su estómago rugió, después de un buen rato. Se había sentado sobre un montón de hojas secas, junto a un pequeño arroyo. Rodeada de arbustos y unos cuantos árboles. Miró a su alrededor, era bastante adecuado para construir, o al menos intentarlo, un pequeño refugio. Cavó un agujero a duras penas, donde escondió su mochila. Lo tapó con el montón de hojas sobre el que se había sentado, tratando de no hacer sospechoso la cantidad de hojas secas amontonadas. Así no tendría que lidiar con el pesó de sus pertenencias. Se colocó él carcaj de flechas sobre el hombro, seguido de su arco. Se ató el cabello con una de sus cintas azul cielo.
Tomó algo de agua del riachuelo. Estaba helada, por lo que no evitó soltar una risita. Hacia días que no ingería agua. Tal vez podría escaparse cada cierto tiempo a la arboleda... Si tenía suerte, tal vez nadie la vería. Aunque no lo pareciera, esa zona estaba plagada de bandidos y ladrones, que aprovechaban el lugar para esconderse de los guardias de Lunargenta. Recordó el camino que había marcado. Se formó un nudo dentro de su garganta, que decidió ignorar. Si la atrapaban, sería su fin y si se llevaban su mochila, se quedaría sin nada.... Cabizbaja, se preparó para atravesar el arroyo. Empezó a saltar varias piedras, algo sobresalientes del agua helada. Reía, resultaba ser divertido, y ver felicidad en esa época de su vida era un gozo.
Volvía a encontrarse caminando, de pronto, escuchó el crujido de las hojas secas. Se dispuso a investigar. En el mejor de los casos sería una ardilla, o incluso un conejo. Avanzaba con sigilo, tratando de no hacer sonido alguno. Aguantó la respiración al percibir con el rabillo del ojo el pelaje gris del conejo. Tensó el arco, con un poco de suerte, le daría a la primera. Se giró lentamente, subiendo la flecha hasta la altura de su pómulo izquierdo. Apuntó, con toda la ligereza del mundo, soltó la flecha, que salió disparada hacia el animalillo. Su corazón latía con fuerza. El conejo agonizaba con la flecha clavada en el vientre. El color rojo de la sangre, difícilmente podía verse por el gris de su pelaje. Corrió hacia su presa. Se sentía algo culpable, pero... Comida es comida. ¡Ya tenía el almuerzo! A la hora de retirarle la flecha, se cortó la palma de la mano. Soltó un gemido de dolor, mezclado con sorpresa.
La cortada que se había hecho ardía, el color rojo chorreaba. Algo asustada, trató de no soltar ningún tipo de sollozo o quejido. Solo dejaba escapar las lágrimas, dolía, sí, pero no era una excusa para llorar. Debía ser fuerte, aunque doliese. Se había alejado bastante del claro en el que había escondido su mochila. Paseó la mirada por su alrededor, ¿debía volver? Temía que así era. Al menos había conseguido un exquisito conejo. Sonrió costosamente, había conseguido conmida, seguro su madre estaría orgullosa de ella... Se dispuso a volver.
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Re: Bajo la luz del medio día [Interpretativo] [Libre]
Lunargenta, esa fría ciudad de color blancuzco rodeada de altos muros que se había convertido en su hogar, su prisión propia. Ese lugar tan frío como el hilo que, incluso en los días de sol, parecía tener niebla. Necesitaba salir de allí, dos únicas semanas llevaba en la ciudad y aun no había logrado adaptarse.
Sabía que era ella misma la que había decidido emprender esa andanza pero no esperaba tener que encontrarse en un lugar tan frío y cruel. La ciudad le resultaba cada vez más inverosimil, había gente muy rica y ente muy pobre, se pasaban el día trabajando, y las escasas veces que tenían tiempo, lo usaban para maltratar a otros.
No eran pocas las veces que, paseando, se había encontrado con gente ignorando a los necesitados, pasando ante ellos como si no los vieran, como si fueran, simplemente, parte del decorado de la ciudad, eso en el mejor de los casos, pues también había visto a adolescentes y guardias echar a patadas o pedradas a algunos mendigos, y reirse de su temor.
Le hervía la sangre al ver esas cosas, parecía que, en ese lugar, los únicos justos eran los más necesitados, y no todos. Suspiró sobre la grupa de Álinor, mientras cruzaban las diferentes granjas que había a las afueras de la ciudad con calma. A Eléanör, ciertamente, le preocupaba bastante la gente de la ciudad, parecían tener un nivel de estrés insano.
El encierro, el trabajo continuo, la escasez de horas de sol, y en invierno, el frío y el mal tiempo que hacía que no pudieran disfrutar del sol y sus beneficios, hacía que sus nervios estuvieran a flor de piel, lo raro era que no sucedieran más cosas, o peores, si la ciudad era relativamente pacifica debía ser porque no todos los guardias eran como esos tontos que había visto en la calle días atrás, algunos debían ser justos y hacer bien su trabajo.
Alzó la cabeza al cielo, disfrutando del sol de esa fresca mañana mientras se sostenía, sin silla ni rienda alguna, de las crines de su caballo, avanzó con calma arrebujada en su gruesa capa, adentrandose en el bosque, parecía que ese día, a pesar del frío que había hecho al amanecer, haría mejor tiempo. Al adentrarse un par de kilometros, descendió con cuidado y bajó la capucha de su capa dejando ver sus rizos de color rojo.
Decían que por allí solían rondar bandidos, pero no podían ser peores que los de la ciudad. Dejó a su corcel suelto, sabiendo que acudiría a su encuentro si lo necesitara, y se adentró aun más en el bosque. No muy lejos escuchó correr el agua, y sonrió entusiasmada, un riachuelo. Cruzó las piedras a saltos delicados con una sonrisa ligera en los labios.
Paró en el centro del rio, agachandose para tocar la fría agua con las manos, el bosque era increible, a pesar del enorme frío, había logrado que el agua no se congelase. Sonrió y río dando un giro sobre la piedra con una sola pierna, manteniendo cerca suya la tela del vestido y de la capa, feliz de estar, nuevamente, en la naturaleza. Terminó de cruzar el río con saltos delicados y respiró hondo.
No tardó en volver a iniciar su camino, cuando escuchó un quejiido infantil tras unos arbustos no muy alejados. Con ceño fruncido, se acercó y asomó su naricilla por encima de las hojas, viendo a una niña pequeña de pelirrojos cabellos rizados con aspecto de haberse hecho daño. Cuando pudo ver su mano, comprobó que, efectivamente, tenía una herida en la mano.
- ¿Estás bien?- Le preguntó sin preocuparse por si había alguien cerca.- ¿Te has herido?- Se preocupó por la niña.
Sabía que era ella misma la que había decidido emprender esa andanza pero no esperaba tener que encontrarse en un lugar tan frío y cruel. La ciudad le resultaba cada vez más inverosimil, había gente muy rica y ente muy pobre, se pasaban el día trabajando, y las escasas veces que tenían tiempo, lo usaban para maltratar a otros.
No eran pocas las veces que, paseando, se había encontrado con gente ignorando a los necesitados, pasando ante ellos como si no los vieran, como si fueran, simplemente, parte del decorado de la ciudad, eso en el mejor de los casos, pues también había visto a adolescentes y guardias echar a patadas o pedradas a algunos mendigos, y reirse de su temor.
Le hervía la sangre al ver esas cosas, parecía que, en ese lugar, los únicos justos eran los más necesitados, y no todos. Suspiró sobre la grupa de Álinor, mientras cruzaban las diferentes granjas que había a las afueras de la ciudad con calma. A Eléanör, ciertamente, le preocupaba bastante la gente de la ciudad, parecían tener un nivel de estrés insano.
El encierro, el trabajo continuo, la escasez de horas de sol, y en invierno, el frío y el mal tiempo que hacía que no pudieran disfrutar del sol y sus beneficios, hacía que sus nervios estuvieran a flor de piel, lo raro era que no sucedieran más cosas, o peores, si la ciudad era relativamente pacifica debía ser porque no todos los guardias eran como esos tontos que había visto en la calle días atrás, algunos debían ser justos y hacer bien su trabajo.
Alzó la cabeza al cielo, disfrutando del sol de esa fresca mañana mientras se sostenía, sin silla ni rienda alguna, de las crines de su caballo, avanzó con calma arrebujada en su gruesa capa, adentrandose en el bosque, parecía que ese día, a pesar del frío que había hecho al amanecer, haría mejor tiempo. Al adentrarse un par de kilometros, descendió con cuidado y bajó la capucha de su capa dejando ver sus rizos de color rojo.
Decían que por allí solían rondar bandidos, pero no podían ser peores que los de la ciudad. Dejó a su corcel suelto, sabiendo que acudiría a su encuentro si lo necesitara, y se adentró aun más en el bosque. No muy lejos escuchó correr el agua, y sonrió entusiasmada, un riachuelo. Cruzó las piedras a saltos delicados con una sonrisa ligera en los labios.
Paró en el centro del rio, agachandose para tocar la fría agua con las manos, el bosque era increible, a pesar del enorme frío, había logrado que el agua no se congelase. Sonrió y río dando un giro sobre la piedra con una sola pierna, manteniendo cerca suya la tela del vestido y de la capa, feliz de estar, nuevamente, en la naturaleza. Terminó de cruzar el río con saltos delicados y respiró hondo.
No tardó en volver a iniciar su camino, cuando escuchó un quejiido infantil tras unos arbustos no muy alejados. Con ceño fruncido, se acercó y asomó su naricilla por encima de las hojas, viendo a una niña pequeña de pelirrojos cabellos rizados con aspecto de haberse hecho daño. Cuando pudo ver su mano, comprobó que, efectivamente, tenía una herida en la mano.
- ¿Estás bien?- Le preguntó sin preocuparse por si había alguien cerca.- ¿Te has herido?- Se preocupó por la niña.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Bajo la luz del medio día [Interpretativo] [Libre]
Se estremeció, perdida entre los colores rojizos que manchaban su mano. Hacía frío, lo notaba, hasta entonces se había dignado en ignorarlo. Temblaba, sin poder aguantarlo más, rompió a llorar. Quería a su madre... Negó, tenía que dejarla atrás, olvidarla. Debía aprender a ser fuerte e indiferente ante las diversas situaciones que el destino utilizaría para ponerla a prueba. Se desplomó, cayendo sobre sus rodillas, observando hacia el cielo, entonando palabras incomprensibles, insonoras.
Suspiró, apretando su mano herida contra su pecho. Su mente contraía la idea de salir de ese lugar, ir a por sus cosas y encontrar la manera de que el sangrado parara. Simplemente, consideraba que quedarse ahí tirada, para esperar a que la herida sanara por sí sola. La suave brisa fría del invierno, soplaba entre las ramas de los árboles que habían perdido su follaje, haciendo que chocarán las ramas desnudas, creando sonidos extrañamente tranquilizadores.
Separó su mano, y se arrodilló. Volvió a perderse entre la infinidad de la cortada. Pasó varios dedos de la mano sana sobre la cortada. Analizándola, como si estuviera acariciándola. Oyó unos cuantos sonidos a sus espaldas, seguidos de unas palabras. Era una voz, suave como el sonido de las olas que rompen sobre la arena.
-¿Estás bien? ¿Te has herido?
Se giró, lentamente. Y ahí la descubrió, una joven, de finos rasgos y mirada dulce. Parpadeó varias veces, seguro era algún truco de su mente. Sin obtener el control, se vio asintiendo torpemente. Algo asustada, retrocedió arrastrándose. Con desconfianza que evidentemente sobraba.
Suspiró, apretando su mano herida contra su pecho. Su mente contraía la idea de salir de ese lugar, ir a por sus cosas y encontrar la manera de que el sangrado parara. Simplemente, consideraba que quedarse ahí tirada, para esperar a que la herida sanara por sí sola. La suave brisa fría del invierno, soplaba entre las ramas de los árboles que habían perdido su follaje, haciendo que chocarán las ramas desnudas, creando sonidos extrañamente tranquilizadores.
Separó su mano, y se arrodilló. Volvió a perderse entre la infinidad de la cortada. Pasó varios dedos de la mano sana sobre la cortada. Analizándola, como si estuviera acariciándola. Oyó unos cuantos sonidos a sus espaldas, seguidos de unas palabras. Era una voz, suave como el sonido de las olas que rompen sobre la arena.
-¿Estás bien? ¿Te has herido?
Se giró, lentamente. Y ahí la descubrió, una joven, de finos rasgos y mirada dulce. Parpadeó varias veces, seguro era algún truco de su mente. Sin obtener el control, se vio asintiendo torpemente. Algo asustada, retrocedió arrastrándose. Con desconfianza que evidentemente sobraba.
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Re: Bajo la luz del medio día [Interpretativo] [Libre]
Cuando la chiquilla de cabellos rojizos se dio la vuelta, Eléanör pudo ver lágrimas en sus brillantes ojos infantiles. Efectivamente, se había herido. A la elfa se le encongió el corazón al ver las lágrimas de la chiquilla, y se acercó con cuidado, despacio, para no asustar a la niña.
Cuando llegó a su lado, se agachó con cuidado, la niña temblaba, debía estar helada, tenía las mejillas rojas del frío, los albios algo morados y los ojos encharcados. La pobre debía estar congelandose. Eléanör se quitó la capa sin preocuparse por tener frío ella, aunque ciertamente lo odiaba, prefería helarse ella a que la chiquilla lo pasara peor. Puso su capa de interior de pelo cálido sobre los hombros de la niña y le sonrió con cariño.
Tomó la mano de la chiquilla y, en silencio, como había hecho hasta ese momento, puso una mano sobre su herida y pidió en silencio a sus dioses para que la chiquilla se curase. Una delicada luz de colos blanco salió de la palma de su mano, cálida, dulce, amable, y cálido. Como el abrazo de un madre.
Con una sonrisa dulce apartó el pelo de la chiquila de su cara haciendo que los mechones se separasen de sus mejillas humedas. Esperó a ver como reaccionaba la pequeña y, con amabilidad, intentando evitar los temblores que el frío provocaba al rozar en su delicada piel, le habló con voz suave.
- ¿Ves? Ya está, ya no duele, ¿a qué no?- Acarició la cabeza de la niña, esperando no asustarla.
Si le gustaba poco ver desdicha, aun lo odiaba más si esta le pasaba a los más inocentes, ella misma era bastanta crédula, lo sabía, y conocía la facilidad que tenía para llorar y para asustarse, pero no podía mostrarse intimidada cuando, frente a ella, había una chiquilla mucho más pequeña que lloraba asustada y herida.
Cuando eso sucedía, solo podía volverse fuerte, a pesar del miedo que le diera la situación, y cuidar de quien la necesitase, esa pequeña, tal vez, se había perdido, parecía que llevaba bastante tiempo sin probar bocado, y daba la impresión de estar, como poco, helada. Probablemente sería buena idea llevarla con ella hasta la posada y dejarla descansar unos cuantos días mientras buscaban a sus padres.
Esperaba que, pasara lo que pasase, Níniel no la regañase como solían hacer sus padres por recoger animales heridos. Al fin y al cabo, la chiquilla no podía quedarse en un bosque alejado de la civilización mientras hacía tal frío, y menos sola, rodeada de bandidos que podían asaltarla en cualquier momento.
- ¿Estás bien?- Le preguntó con lágrimas de preocupación asomando a sus ojos, intentando retenerlas.
Cuando llegó a su lado, se agachó con cuidado, la niña temblaba, debía estar helada, tenía las mejillas rojas del frío, los albios algo morados y los ojos encharcados. La pobre debía estar congelandose. Eléanör se quitó la capa sin preocuparse por tener frío ella, aunque ciertamente lo odiaba, prefería helarse ella a que la chiquilla lo pasara peor. Puso su capa de interior de pelo cálido sobre los hombros de la niña y le sonrió con cariño.
Tomó la mano de la chiquilla y, en silencio, como había hecho hasta ese momento, puso una mano sobre su herida y pidió en silencio a sus dioses para que la chiquilla se curase. Una delicada luz de colos blanco salió de la palma de su mano, cálida, dulce, amable, y cálido. Como el abrazo de un madre.
Con una sonrisa dulce apartó el pelo de la chiquila de su cara haciendo que los mechones se separasen de sus mejillas humedas. Esperó a ver como reaccionaba la pequeña y, con amabilidad, intentando evitar los temblores que el frío provocaba al rozar en su delicada piel, le habló con voz suave.
- ¿Ves? Ya está, ya no duele, ¿a qué no?- Acarició la cabeza de la niña, esperando no asustarla.
Si le gustaba poco ver desdicha, aun lo odiaba más si esta le pasaba a los más inocentes, ella misma era bastanta crédula, lo sabía, y conocía la facilidad que tenía para llorar y para asustarse, pero no podía mostrarse intimidada cuando, frente a ella, había una chiquilla mucho más pequeña que lloraba asustada y herida.
Cuando eso sucedía, solo podía volverse fuerte, a pesar del miedo que le diera la situación, y cuidar de quien la necesitase, esa pequeña, tal vez, se había perdido, parecía que llevaba bastante tiempo sin probar bocado, y daba la impresión de estar, como poco, helada. Probablemente sería buena idea llevarla con ella hasta la posada y dejarla descansar unos cuantos días mientras buscaban a sus padres.
Esperaba que, pasara lo que pasase, Níniel no la regañase como solían hacer sus padres por recoger animales heridos. Al fin y al cabo, la chiquilla no podía quedarse en un bosque alejado de la civilización mientras hacía tal frío, y menos sola, rodeada de bandidos que podían asaltarla en cualquier momento.
- ¿Estás bien?- Le preguntó con lágrimas de preocupación asomando a sus ojos, intentando retenerlas.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Bajo la luz del medio día [Interpretativo] [Libre]
Nunca alejó la mirada por completo de aquel extraño ser que se presentaba frente a ella. Perdida entre sus finos rasgos, el miedo se había esfumado por completo. Paseaba su mirada, que iba y venía de cada rincón del rostro de la joven. Se percató de algo, las orejas, de aquel ser adictivo de ver, eran puntiagudas. ¡Una elfa!
Su cuerpo dejo de temblar. Algo cálido la rodeaba ahora, cálido y suave. Cerró los ojos, disfrutando plenamente de la sensación cálida que le brindaba la capa de la elfa. Seguro se había desmayado, sí, eso sonaba bastante coherente.
Abrió los ojos de golpe cuando la elfa tomó su mano. Observó, sin decir palabra. El dolor se esfumaba rápidamente, sin dejar rastro. ¿Por qué la elfa hacia eso? Alguien normal hubiera aprovechado para quitarle el arco y las flechas. Las lágrimas volvían a correr por su rostro. ¿Por qué?... Nadie nunca se preocupaba por ella.
-¿Ves? Ya está, ya no duele, ¿a qué no?
Negó con la cabeza. Apretó su mano contra su pecho, nuevamente. Aún conmocionada por lo sucedido. Volvió a separar su mano, mirándola, analizándola desde todos los puntos de vista posibles. Era como si nada hubiera pasado, ¡ni siquiera había una cicatriz! Alzó la mirada, clavando su mirada sobre los ojos de la ella. Por primera vez, logró ver a alguien a los ojos sin sentirse intimidada o avergonzada.
-Gracias, yo... -Un nudo se formó en su garganta, dejándola sin el poder de habla.
-¿Estás bien?
Le preguntó ella. Asintió, volviendo a alejar la mirada. De pronto, se sintió culpable por haber acabado con la esencia del conejo que, hacia tan solo unas horas había matado. Negó para sí misma. Había hecho lo correcto. Empezó a pensar que pasaría después, cuando se alejaría de la elfa. Se alejaría, volvería a las calles de Lunargenta, aquella cruel pocilga.
-¿Cómo lo hiciste? -Preguntó con curiosidad, rompiendo el silencio.
Su cuerpo dejo de temblar. Algo cálido la rodeaba ahora, cálido y suave. Cerró los ojos, disfrutando plenamente de la sensación cálida que le brindaba la capa de la elfa. Seguro se había desmayado, sí, eso sonaba bastante coherente.
Abrió los ojos de golpe cuando la elfa tomó su mano. Observó, sin decir palabra. El dolor se esfumaba rápidamente, sin dejar rastro. ¿Por qué la elfa hacia eso? Alguien normal hubiera aprovechado para quitarle el arco y las flechas. Las lágrimas volvían a correr por su rostro. ¿Por qué?... Nadie nunca se preocupaba por ella.
-¿Ves? Ya está, ya no duele, ¿a qué no?
Negó con la cabeza. Apretó su mano contra su pecho, nuevamente. Aún conmocionada por lo sucedido. Volvió a separar su mano, mirándola, analizándola desde todos los puntos de vista posibles. Era como si nada hubiera pasado, ¡ni siquiera había una cicatriz! Alzó la mirada, clavando su mirada sobre los ojos de la ella. Por primera vez, logró ver a alguien a los ojos sin sentirse intimidada o avergonzada.
-Gracias, yo... -Un nudo se formó en su garganta, dejándola sin el poder de habla.
-¿Estás bien?
Le preguntó ella. Asintió, volviendo a alejar la mirada. De pronto, se sintió culpable por haber acabado con la esencia del conejo que, hacia tan solo unas horas había matado. Negó para sí misma. Había hecho lo correcto. Empezó a pensar que pasaría después, cuando se alejaría de la elfa. Se alejaría, volvería a las calles de Lunargenta, aquella cruel pocilga.
-¿Cómo lo hiciste? -Preguntó con curiosidad, rompiendo el silencio.
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Re: Bajo la luz del medio día [Interpretativo] [Libre]
- El como lo hice es un secreto.- bromeó con la chiquilla, con un dedo en sus labios.- Pero, como te veo buena niña, te lo contaré- sonrió intentando forzar su cuerpo a no acurrucarse y frotarse los brazos por el frío- Es magia.- dijo con total sinceridad.
Miró a su alrededor, notando que estaba en una parte bastante espera del bosque, probablemente, si fuera humana, se podría perder por allí, por suerte, su condición de elfa le otorgaba una sensibilidad especial para guiarse por esos lugares, conocía, sin duda alguna, los caminos y senderos que escondía cualquier bosques, por espero que fuera, era capaz de diferenciar norte de sur por el musgo de los árboles y laderas, y de distinguir con facilidad que zonas eran más propias para pasar solo por el correr del río.
Miró a la pequeña, que segundos antes parecía haber estado aterrorizada, y pensó que, tal vez, se habría perdido. La comprensión y una tremenda candidez le recorrio el cuerpo, entendía perfectamente a la chiquilla, que se asustaba de estar en un laberinto de árboles, ella misma vivía, esos días aterrorizada en uno de hormigón. Sola, perdida, sin nadie en quien estar segura de confiar, sin reconocer nada de lo que te rodea, era un sentimiento de soledad tan inmenso y daba tanto miedo, que solo las distracciones mundanas podían sacarla de su temor constante.
En un momento de entendimiento, pudo ver que la chiquilla, sin duda, tenía los mismos sentimientos que ella, y, sintiendose, por una vez, mayor y responsable, no alguien a quien se debía cuidar, si no que ella debía cuidar de alquien, le dio un abrazo a la pequeña desconocida, esperando, así, que su temor se disipara, al ver que no estaba tan sola como pensaba.
- Ya está, no estás sola, ya ha pasado todo.- Le prometió sin soltar el abrazo, entre susurros calmados.
Mientras tanto, en algún lugar del bosque, en la espesura, un grupo de tipos buscaba algo que les hiciera salir del aburrimiento que era para unos bandidos como ellos el estar quitos, esperando su oportunidad para localizar alguna caravana a la que asaltar. Con machetes gruesos y afilados, cortaban las ojas que se entrometían en su camino, sin cuidado alguno, y observaban todo su alrededor a la espera de sonido alguno que delatase una buena distracción.
No tardarían demasiado, por la senda que seguían, en llegar junto a las dos muchachas del claro, y, seguro que encontrarían en juguetear con ellas, asustandolas y, tal vez, robarles, un pasatiempo lo bastante grato como para dedicarles la mañana o, incluso, algo más de tiempo, al fin y al cabo, aquellos que no tienen escrupulos, han disfrutado siempre de molestar a quienes gozan de un corazón dulce.
Miró a su alrededor, notando que estaba en una parte bastante espera del bosque, probablemente, si fuera humana, se podría perder por allí, por suerte, su condición de elfa le otorgaba una sensibilidad especial para guiarse por esos lugares, conocía, sin duda alguna, los caminos y senderos que escondía cualquier bosques, por espero que fuera, era capaz de diferenciar norte de sur por el musgo de los árboles y laderas, y de distinguir con facilidad que zonas eran más propias para pasar solo por el correr del río.
Miró a la pequeña, que segundos antes parecía haber estado aterrorizada, y pensó que, tal vez, se habría perdido. La comprensión y una tremenda candidez le recorrio el cuerpo, entendía perfectamente a la chiquilla, que se asustaba de estar en un laberinto de árboles, ella misma vivía, esos días aterrorizada en uno de hormigón. Sola, perdida, sin nadie en quien estar segura de confiar, sin reconocer nada de lo que te rodea, era un sentimiento de soledad tan inmenso y daba tanto miedo, que solo las distracciones mundanas podían sacarla de su temor constante.
En un momento de entendimiento, pudo ver que la chiquilla, sin duda, tenía los mismos sentimientos que ella, y, sintiendose, por una vez, mayor y responsable, no alguien a quien se debía cuidar, si no que ella debía cuidar de alquien, le dio un abrazo a la pequeña desconocida, esperando, así, que su temor se disipara, al ver que no estaba tan sola como pensaba.
- Ya está, no estás sola, ya ha pasado todo.- Le prometió sin soltar el abrazo, entre susurros calmados.
Mientras tanto, en algún lugar del bosque, en la espesura, un grupo de tipos buscaba algo que les hiciera salir del aburrimiento que era para unos bandidos como ellos el estar quitos, esperando su oportunidad para localizar alguna caravana a la que asaltar. Con machetes gruesos y afilados, cortaban las ojas que se entrometían en su camino, sin cuidado alguno, y observaban todo su alrededor a la espera de sonido alguno que delatase una buena distracción.
No tardarían demasiado, por la senda que seguían, en llegar junto a las dos muchachas del claro, y, seguro que encontrarían en juguetear con ellas, asustandolas y, tal vez, robarles, un pasatiempo lo bastante grato como para dedicarles la mañana o, incluso, algo más de tiempo, al fin y al cabo, aquellos que no tienen escrupulos, han disfrutado siempre de molestar a quienes gozan de un corazón dulce.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Bajo la luz del medio día [Interpretativo] [Libre]
Se quedo estupefacta. Siempre había crecido que la magia era un simple mito, un cuento, que se les recitaba a los niños para que tuvieran sueños felices y tranquilos. Aunque ahora sabía que los elfos y la magia existían, ¿qué otra variedad de aspectos ignoraba? De hecho, era de esperarse. Había crecido en un ambiente sobre protector, dañino. Que le escondía la verdad, tapándola con un velo de oscuridad y sufrimiento, que hasta ahora lograba traspasar. ¿Qué más lograría descubrir?
Finalmente, al reaccionar y darse cuenta que la capa con la que se resguardaba del frío era de la elfa, se apresuró a destaparse y volver a rodearla con su pertenencia. ¡Qué falta de educación de su parte! Se sonrojó, avergonzada. Apartó la mirada antes de entonar sus disculpas.
-Discúlpame... Estoy mejor ahora, muchísimas gracias. -Entonó, con tono inseguro.- Si hay algo en lo que pueda ayudarte para compensarte, yo...
Su mirada estaba clavada sobre un pequeño montículo de nieve. No vino venir los brazos de la ella, que ahora la rodeaban. Se estremeció y sus ojos se abrieron como platos. Se quedó inmóvil. ¿Hacía cuanto no recibía un abrazo? Aquella joven, por primera vez en años, le inspiraba confianza. Al principio, no sabía qué hacer, ¿debía corresponder al abrazo? No lo sabía. Explotó en lágrimas, tras, finalmente, corresponder con el abrazo. Cerró los ojos, tratando de hacer parar las lágrimas. Un nudo volvió a formarse dentro de su garganta. Sin saber responder a la suave y dulce voz de la elfa.
Tras separarse de la ella, volvió a alejar la mirada, sin saber cómo reaccionar. A la distancia, logró oír el crujido de las ramas caídas debajo de las botas. ¿Era alguien? Dirigió su mirada hacia dónde provenía el sonido, todavía lejano. Achinó los ojos, tratando de ver encima de los arbustos que las protegían.
-Alguien se acerca... -Susurró, sin poder disimular el temblor asustado que le recorría el cuerpo.
Finalmente, al reaccionar y darse cuenta que la capa con la que se resguardaba del frío era de la elfa, se apresuró a destaparse y volver a rodearla con su pertenencia. ¡Qué falta de educación de su parte! Se sonrojó, avergonzada. Apartó la mirada antes de entonar sus disculpas.
-Discúlpame... Estoy mejor ahora, muchísimas gracias. -Entonó, con tono inseguro.- Si hay algo en lo que pueda ayudarte para compensarte, yo...
Su mirada estaba clavada sobre un pequeño montículo de nieve. No vino venir los brazos de la ella, que ahora la rodeaban. Se estremeció y sus ojos se abrieron como platos. Se quedó inmóvil. ¿Hacía cuanto no recibía un abrazo? Aquella joven, por primera vez en años, le inspiraba confianza. Al principio, no sabía qué hacer, ¿debía corresponder al abrazo? No lo sabía. Explotó en lágrimas, tras, finalmente, corresponder con el abrazo. Cerró los ojos, tratando de hacer parar las lágrimas. Un nudo volvió a formarse dentro de su garganta. Sin saber responder a la suave y dulce voz de la elfa.
Tras separarse de la ella, volvió a alejar la mirada, sin saber cómo reaccionar. A la distancia, logró oír el crujido de las ramas caídas debajo de las botas. ¿Era alguien? Dirigió su mirada hacia dónde provenía el sonido, todavía lejano. Achinó los ojos, tratando de ver encima de los arbustos que las protegían.
-Alguien se acerca... -Susurró, sin poder disimular el temblor asustado que le recorría el cuerpo.
Pyp
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Re: Bajo la luz del medio día [Interpretativo] [Libre]
Eoghan se descolgó de uno de los árboles, cayendo sobre la hojarrasca con la lanza desenvainada. Eléanör le había dicho que iba al bosque en aquella dirección y a él no le había parecido mala idea pues la joven se sentía cohibida entre aquellos agobiantes muros de fría piedra mampostera. Lo que no fue buena idea fue, pensó, dejarla sola.
Había salido por su cuenta a las afueras a negociar con un herrero ambulante, a comprarle algo de material con el jornal de los últimos trabajillos que había hecho, con un poco de suerte pudiendo ir recaudando acero para poder reforjar de nuevo su arma, o hacerse una cota de mallas, pero su negociación se vio interrumpida cuando vio un grupo de hombres que lamentablemente conocía, adentrarse en la misma dirección que había visto en la que iba la elfa.
Corrió con prisa, lanza agarrada con fuerza en la diestra mientras con la zurda se daba impulso, como si así corriese más rápido. Aunque hacía frío, estaba sudando. Había dado una buena carrera intentando cazar a los asaltantes, pero ya hacía rato que debieron de haberse escondido, o avanzado suficiente por el bosque como para darles caza, pero aun así, ¡tenía que encontrar a Ely!
No alzó la voz, pues eso alarmaría a los bandidos, ni la llamó. Tendría que buscar a la elfa pelirroja por su cuenta, no quedaba más remedio que aquel... Bueno, aquel y rezar porque no hubiera sido asaltada ya y la hubiesen capturado, o peor aun, matado. Si le tocaban un pelo a Ely, se encontrarían con toda la ira de un norteño enfadado, y cuando un norteño se cabreaba, rodaban más cabezas de las que cabían en un saco.
El grupo de asaltantes estaba compuesto de cinco hombres y aunque sus armas estaban oxidadas y el arco astillado, sus armaduras de cuero eran rígidas, recién robadas. De todos modos, Eoghan era consciente de que Eléanör, aunque era una de las mujeres más inteligentes con las que había topado, no era precisamente un genio en el combate cuerpo a cuerpo. Por eso había salido corriendo por el bosque.
Saltó unos arbustos y sonó un chasquido. Se echó cuerpo a tierra cuando vio que un cepo de medio cuerpo se activaba y golpeaba contra la corteza de un árbol, estallando ésta. Genial, una trampa para osos, y de las sofisticadas, suspiró, aun con el cuerpo sobre la hojarasca. Dio un fuerte respingo y siguió corriendo una vez se le pasó el sobresalto.
No encontraba a la elfa. No la encontraba. ¡Maldita sea!
-¡Ely! -Terminó por alzar la voz. Con un aspaviento agitado, se apoyó en la lanza. Con el grito que había pegado, quién sabía, quizás la elfa le pudiese oír, aun a riesgo de que los asaltantes pudieran pillarle a él.
Había salido por su cuenta a las afueras a negociar con un herrero ambulante, a comprarle algo de material con el jornal de los últimos trabajillos que había hecho, con un poco de suerte pudiendo ir recaudando acero para poder reforjar de nuevo su arma, o hacerse una cota de mallas, pero su negociación se vio interrumpida cuando vio un grupo de hombres que lamentablemente conocía, adentrarse en la misma dirección que había visto en la que iba la elfa.
Corrió con prisa, lanza agarrada con fuerza en la diestra mientras con la zurda se daba impulso, como si así corriese más rápido. Aunque hacía frío, estaba sudando. Había dado una buena carrera intentando cazar a los asaltantes, pero ya hacía rato que debieron de haberse escondido, o avanzado suficiente por el bosque como para darles caza, pero aun así, ¡tenía que encontrar a Ely!
No alzó la voz, pues eso alarmaría a los bandidos, ni la llamó. Tendría que buscar a la elfa pelirroja por su cuenta, no quedaba más remedio que aquel... Bueno, aquel y rezar porque no hubiera sido asaltada ya y la hubiesen capturado, o peor aun, matado. Si le tocaban un pelo a Ely, se encontrarían con toda la ira de un norteño enfadado, y cuando un norteño se cabreaba, rodaban más cabezas de las que cabían en un saco.
El grupo de asaltantes estaba compuesto de cinco hombres y aunque sus armas estaban oxidadas y el arco astillado, sus armaduras de cuero eran rígidas, recién robadas. De todos modos, Eoghan era consciente de que Eléanör, aunque era una de las mujeres más inteligentes con las que había topado, no era precisamente un genio en el combate cuerpo a cuerpo. Por eso había salido corriendo por el bosque.
Saltó unos arbustos y sonó un chasquido. Se echó cuerpo a tierra cuando vio que un cepo de medio cuerpo se activaba y golpeaba contra la corteza de un árbol, estallando ésta. Genial, una trampa para osos, y de las sofisticadas, suspiró, aun con el cuerpo sobre la hojarasca. Dio un fuerte respingo y siguió corriendo una vez se le pasó el sobresalto.
No encontraba a la elfa. No la encontraba. ¡Maldita sea!
-¡Ely! -Terminó por alzar la voz. Con un aspaviento agitado, se apoyó en la lanza. Con el grito que había pegado, quién sabía, quizás la elfa le pudiese oír, aun a riesgo de que los asaltantes pudieran pillarle a él.
Eoghan Lothannor
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Re: Bajo la luz del medio día [Interpretativo] [Libre]
La chiquilla le devolvió la capa, al parecer había notado el frío que estaba pasando Eléanör, sin embargo, la elfa no iba a aceptarlo, más importante era la pequeña que ella. Al fin y al cabo, ¿Qué era pasar un poco de frío si, con ello, la pequeña podía ahorrarse un resfriado? Los constipados a esa edad eran relamente peligrosos, no sería la primera vez que presenciara a una niña a punto de morir por un catarro mal curado.
Cuando la pequeña, tras llorar un poco, se separó de su abrazo, pareció mucho más tranquila, ni punto de comparación a como la había encontrado, había hecho bien atendiendo a sus instintos, algo le decía siempre el estado de los demás, no sabía que pensaban, ni mucho menos la razón de lo que sentían, pero podría decirse que tenía un instinto natural para captar las emociones y reaccionar a ellas.
La elfa le sonrió con dulzura, no iba a preguntar, no quería saber nada, le bastaba con notar que la chiquilla se sentía más calmada. Volvió a ponerle la capa, y escuchó lo que la pequeña decía, parecía haber escuchado algo, una pisada, ¿tal vez? ¿algún animal salvaje? Probablemente. Eso pensaba la chica, al menos, hasta que oyó gritar su nombre.
Se alzó del suelo con ceño fruncido, se habían mojado los bajos del vestido, que ahora pesaba algo más que antes. Esa voz... era la de Eo, ¿no? No podía ser, si había salido sola, sería posible que la hubiera seguido, ¿preocupado por ella? O tal vez es que la chica se había olvidado de hacer algo, o, incluso, que él se hubiera perdido en el bosque, aunque esta última le parecía la menos probable, el chico era avispado, era ella la que a penas entendía la sociedad y se pasaba la vida disculpandose con todos por su torpeza.
Se acercó a los matorrales detrás de los cuales se había escuchado la voz y apartó las ramas comprobando, así, que, efectivamente, Eogahn estaba allí, buscandola, y con aspecto bastante apresurado y preocupado. Eléanör sonrió con alegría, ese chico le caía francamente bien, y, sin duda, se alegraba de verle. Con la piel de gallina por el frío, se lanzó a darle un abrazo.
- ¡Eo!- exclamó.- ¿qué haces aquí?- Le preguntó separandose, intentando no temblar con el frío.- Oh, si. Pequeña- llamó a la chiquilla- ven, no te asustes, es amigo mío.- Le dijo a la niña invitandola a acercarse esperando que no tuviera miedo.
Cierto era que la presencia de Eoghan podía resultar bastante imponente, era alto, de espalda ancha y portaba una espada que parecía bastante pesada al cinto, si no se le conocía, podía dar bastante miendo, pero su usual sonrisa afable solía deshacer todo temor o sospecha, era buena persona.
Unos pasos es escucharon desde el lado contrario desde el que Eléanör había llegado al encuentro del chico, y una risa fría resonó por el claro, un grupo armado de cinco hombres apareció rodeandolos, al parecer estaban metidos en un buen embrollo.
Cuando la pequeña, tras llorar un poco, se separó de su abrazo, pareció mucho más tranquila, ni punto de comparación a como la había encontrado, había hecho bien atendiendo a sus instintos, algo le decía siempre el estado de los demás, no sabía que pensaban, ni mucho menos la razón de lo que sentían, pero podría decirse que tenía un instinto natural para captar las emociones y reaccionar a ellas.
La elfa le sonrió con dulzura, no iba a preguntar, no quería saber nada, le bastaba con notar que la chiquilla se sentía más calmada. Volvió a ponerle la capa, y escuchó lo que la pequeña decía, parecía haber escuchado algo, una pisada, ¿tal vez? ¿algún animal salvaje? Probablemente. Eso pensaba la chica, al menos, hasta que oyó gritar su nombre.
Se alzó del suelo con ceño fruncido, se habían mojado los bajos del vestido, que ahora pesaba algo más que antes. Esa voz... era la de Eo, ¿no? No podía ser, si había salido sola, sería posible que la hubiera seguido, ¿preocupado por ella? O tal vez es que la chica se había olvidado de hacer algo, o, incluso, que él se hubiera perdido en el bosque, aunque esta última le parecía la menos probable, el chico era avispado, era ella la que a penas entendía la sociedad y se pasaba la vida disculpandose con todos por su torpeza.
Se acercó a los matorrales detrás de los cuales se había escuchado la voz y apartó las ramas comprobando, así, que, efectivamente, Eogahn estaba allí, buscandola, y con aspecto bastante apresurado y preocupado. Eléanör sonrió con alegría, ese chico le caía francamente bien, y, sin duda, se alegraba de verle. Con la piel de gallina por el frío, se lanzó a darle un abrazo.
- ¡Eo!- exclamó.- ¿qué haces aquí?- Le preguntó separandose, intentando no temblar con el frío.- Oh, si. Pequeña- llamó a la chiquilla- ven, no te asustes, es amigo mío.- Le dijo a la niña invitandola a acercarse esperando que no tuviera miedo.
Cierto era que la presencia de Eoghan podía resultar bastante imponente, era alto, de espalda ancha y portaba una espada que parecía bastante pesada al cinto, si no se le conocía, podía dar bastante miendo, pero su usual sonrisa afable solía deshacer todo temor o sospecha, era buena persona.
Unos pasos es escucharon desde el lado contrario desde el que Eléanör había llegado al encuentro del chico, y una risa fría resonó por el claro, un grupo armado de cinco hombres apareció rodeandolos, al parecer estaban metidos en un buen embrollo.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Bajo la luz del medio día [Interpretativo] [Libre]
Como lo había sospechado, una presencia agena se encontraba a las afueras del pequeño claro. La elfa respondió ante el llamado, se sorprendió. La miró levantarse con gracia, e irse hacia dónde provenía la voz. Observó la escena, podría decirse que boquiabierta. Estaba confundida, pero... ¿Por qué? ¿Debía estarlo?... El frío recorría sus finas y pálidas piernas, lo que hizo que se acurrucara más aún entre la capa de la ella. Se sentía culpable al utilizarla ella, cuando la propietaria estaba pasando frío.
-¿Ely?... -Repitió con un susurro.
Al parecer la elfa y aquel individuo se conocían. Los miró, tratando de contener el miedo. Estaba asustada, volvía a estarlo. Otra vez volvieron a su cabeza los pensamientos oscuros que la perturbaban habitualmente. Hasta entonces, la situación había salido bien, ¿por qué tener miedo? Alto frustrada, frunció el ceño.
Antes de que su rabieta terminara, la elfa se giró hacia ella, invitándola a acercarse nuevamente. ¿Qué debía hacer? ¿Debía obedecer y levantarse? ¿Qué sucedería a continuación? Algo insegura, se levanto, con miedo a acercarse, naturalmente... Tragó saliva, sin prestar atención a lo que le decían en esos instantes.
Tras varios segundos, que parecieron horas para ella, se decidió. Con una gran zancada, infló el pecho. Decidida a superar cualquier obstáculo. Siguió acercándose, hasta quedar a un lado de la elfa. Tras perder toda su supuesta "dureza", que se había esfumado al ver más de cerca al individuo extraño, se escondió detrás de la elfa, apretujándose contra las faldas de su vestido. Parecía una garrapata, de cierto modo. Se inclinó levemente hacia un lado, para ver al joven que se encontraba frente a la ella. Lo miraba, alzando la mirada algo asustada y tímida.
-¿Ely?... -Repitió con un susurro.
Al parecer la elfa y aquel individuo se conocían. Los miró, tratando de contener el miedo. Estaba asustada, volvía a estarlo. Otra vez volvieron a su cabeza los pensamientos oscuros que la perturbaban habitualmente. Hasta entonces, la situación había salido bien, ¿por qué tener miedo? Alto frustrada, frunció el ceño.
Antes de que su rabieta terminara, la elfa se giró hacia ella, invitándola a acercarse nuevamente. ¿Qué debía hacer? ¿Debía obedecer y levantarse? ¿Qué sucedería a continuación? Algo insegura, se levanto, con miedo a acercarse, naturalmente... Tragó saliva, sin prestar atención a lo que le decían en esos instantes.
Tras varios segundos, que parecieron horas para ella, se decidió. Con una gran zancada, infló el pecho. Decidida a superar cualquier obstáculo. Siguió acercándose, hasta quedar a un lado de la elfa. Tras perder toda su supuesta "dureza", que se había esfumado al ver más de cerca al individuo extraño, se escondió detrás de la elfa, apretujándose contra las faldas de su vestido. Parecía una garrapata, de cierto modo. Se inclinó levemente hacia un lado, para ver al joven que se encontraba frente a la ella. Lo miraba, alzando la mirada algo asustada y tímida.
Pyp
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Re: Bajo la luz del medio día [Interpretativo] [Libre]
Eoghan miró por todos lados entre los árboles cuando escuchó la voz de la pelirroja. Por un momento, una punzada de alivio invadió su pecho; si le respondía es que estaba bien y no la habían encontrado, pero por otra parte se arrepentía de haber tenido que gritar para encontrarla. Ahora si los asaltantes realmente estaban por allí... Los encontrarían a ambos. A él le daba igual que le asaltasen, podía defenderse de tres o cuatro hombres con herramientas afiladas, ¿pero ella?
Vale, Ely no era tonta y ya le había demostrado que podía derribar a un tipo que casi la doblaba en corpulencia si le pillaba desprevenido, pero eso no quitaba que a Eoghan le preocupase que ella no recibiera daño alguno y sobre todo, que no le hicieran nada.
Al fin su mirada dio con la pelirroja, desprovista de su habitual capa. Extraño, porque siempre la llevaba encima, sobre todo desde que el clima se había enfriado de pronto. Ambos se abrazaron, y durante el mismo, Eoghan se deshizo de su capa, cubriendo los hombros de la elfa con la suya, el manto pesado de pieles de oso, pues aunque se notaba que la joven intentaba no temblar, él sabía que estaba acostumbrada a climas mucho más suaves, con menos barro y sobre todo menos hostiles.
-Menos mal, estás aquí. -Dijo con un profundo suspiro aliviado. -Escucha, tenemos que irnos de aquí. He visto un grupo de asaltantes meterse en el bosque, hay que largarse.
Le dijo con gravedad, cuando entonces vio a la causante de que ella no tuviera la capa: Una niña. Aunque al principio parecía hostil hacia su presencia -y no la culpaba, pues iba armado-, después se mostró tímida cuan conejito de campo. El joven se agachó.
-Hola. Yo soy Eoghan, ¿y tú? -Le preguntó, esbozando una de sus más que habituales sonrisas amables al tiempo que le ponía la mejor de las caras para que la chiquilla comprendiese que él no era amenaza alguna para nadie salvo para quien intentase hacerles daño.
Ya sea que Pyp le respondiese o no, las risas hoscas de un grupo de hombres se dejó oír a sus espaldas. Como él se temía, su grito seguramente les había conducido a su posición.
-¿Qué os parece muchachos? El cepo nos ha traído unas presas que parecen más que jugosas. -El que hablaba era un hombre de unos treinta y tantos, ataviado con una armadura de cuero rígido y parecía ser el único con espada allí, pues llevaba un mandoble en la espalda. Probablemente un oficial desertor de algún ejército, o un mercenario venido a menos. -Una niña humana, una elfa... Y un patán con una espada que parece muy cara. Muy bien, voy a decirlo solo una vez, dejad todo el oro que tengáis en el suelo, dejad esa espada, y entonces quizás el humano pueda salir con vida.
No dijo nada respecto a la niña o la joven sacerdotisa. Estaba claro que tenían planes específicos para ellas; probablemente venderlas como esclavas. La niña sería un buen reclamo como criada para alguna casa noble, con un par de torques prácticamente sería poco más que una sirvienta venida a menos y a la que ni siquiera había que pagar, y la elfa... En fin, no había que ser un lince para saber que Ely era una chica preciosa. En un mercado de esclavos se podría vender por una pequeña fortuna.
-¿Qué es lo que has dicho? Creo que soy duro de oído. -Gruñó Eoghan ante el comentario acerca de abandonar a su espada. Estaba rota. Vale, sí, estaba rota, pero era un trabajo de primera calidad y además, era la espada de su padre. No podía dejar lo único que conservaba de él en manos de unos patanes como ellos aun a costa de su vida. Empuñó la lanza, analizando a los bandidos.
Eran cinco. El del mandoble, que parecía el más hábil de todos, y otros cuatro, que eran o bien mucho más jóvenes, o muchísimo más viejos, y no llevaban mucho más que hoces, azadones retorcidos que intentaban ser convertidos en martillos mal hechos y hachas de tala. No eran guerreros, y lo más seguro es que se echarían atrás al ver la primera baja.
-Corred las dos. Fuera del bosque. Yo me encargo de esto. -Dijo Eoghan en voz baja mientras tensaba todos los músculos del cuerpo.
-Siempre me preguntaré por qué hay un imbécil dispuesto a arriesgar la vida por una orejas picudas. -Suspiró el hombre del mandoble al tiempo que desenvainaba. Aquel arma era terriblemente pesada, se podía deducir y ver a leguas. Justamente el tipo de arma que usaba Eoghan, así que...
... Podría predecir bien sus movimientos, además no era como un montante, que podía usarse rápido. No, era un mandoble. La espada para asesinar caballeros. Si el oponente no estaba a caballo, era virtualmente inútil.
Vale, Ely no era tonta y ya le había demostrado que podía derribar a un tipo que casi la doblaba en corpulencia si le pillaba desprevenido, pero eso no quitaba que a Eoghan le preocupase que ella no recibiera daño alguno y sobre todo, que no le hicieran nada.
Al fin su mirada dio con la pelirroja, desprovista de su habitual capa. Extraño, porque siempre la llevaba encima, sobre todo desde que el clima se había enfriado de pronto. Ambos se abrazaron, y durante el mismo, Eoghan se deshizo de su capa, cubriendo los hombros de la elfa con la suya, el manto pesado de pieles de oso, pues aunque se notaba que la joven intentaba no temblar, él sabía que estaba acostumbrada a climas mucho más suaves, con menos barro y sobre todo menos hostiles.
-Menos mal, estás aquí. -Dijo con un profundo suspiro aliviado. -Escucha, tenemos que irnos de aquí. He visto un grupo de asaltantes meterse en el bosque, hay que largarse.
Le dijo con gravedad, cuando entonces vio a la causante de que ella no tuviera la capa: Una niña. Aunque al principio parecía hostil hacia su presencia -y no la culpaba, pues iba armado-, después se mostró tímida cuan conejito de campo. El joven se agachó.
-Hola. Yo soy Eoghan, ¿y tú? -Le preguntó, esbozando una de sus más que habituales sonrisas amables al tiempo que le ponía la mejor de las caras para que la chiquilla comprendiese que él no era amenaza alguna para nadie salvo para quien intentase hacerles daño.
Ya sea que Pyp le respondiese o no, las risas hoscas de un grupo de hombres se dejó oír a sus espaldas. Como él se temía, su grito seguramente les había conducido a su posición.
-¿Qué os parece muchachos? El cepo nos ha traído unas presas que parecen más que jugosas. -El que hablaba era un hombre de unos treinta y tantos, ataviado con una armadura de cuero rígido y parecía ser el único con espada allí, pues llevaba un mandoble en la espalda. Probablemente un oficial desertor de algún ejército, o un mercenario venido a menos. -Una niña humana, una elfa... Y un patán con una espada que parece muy cara. Muy bien, voy a decirlo solo una vez, dejad todo el oro que tengáis en el suelo, dejad esa espada, y entonces quizás el humano pueda salir con vida.
No dijo nada respecto a la niña o la joven sacerdotisa. Estaba claro que tenían planes específicos para ellas; probablemente venderlas como esclavas. La niña sería un buen reclamo como criada para alguna casa noble, con un par de torques prácticamente sería poco más que una sirvienta venida a menos y a la que ni siquiera había que pagar, y la elfa... En fin, no había que ser un lince para saber que Ely era una chica preciosa. En un mercado de esclavos se podría vender por una pequeña fortuna.
-¿Qué es lo que has dicho? Creo que soy duro de oído. -Gruñó Eoghan ante el comentario acerca de abandonar a su espada. Estaba rota. Vale, sí, estaba rota, pero era un trabajo de primera calidad y además, era la espada de su padre. No podía dejar lo único que conservaba de él en manos de unos patanes como ellos aun a costa de su vida. Empuñó la lanza, analizando a los bandidos.
Eran cinco. El del mandoble, que parecía el más hábil de todos, y otros cuatro, que eran o bien mucho más jóvenes, o muchísimo más viejos, y no llevaban mucho más que hoces, azadones retorcidos que intentaban ser convertidos en martillos mal hechos y hachas de tala. No eran guerreros, y lo más seguro es que se echarían atrás al ver la primera baja.
-Corred las dos. Fuera del bosque. Yo me encargo de esto. -Dijo Eoghan en voz baja mientras tensaba todos los músculos del cuerpo.
-Siempre me preguntaré por qué hay un imbécil dispuesto a arriesgar la vida por una orejas picudas. -Suspiró el hombre del mandoble al tiempo que desenvainaba. Aquel arma era terriblemente pesada, se podía deducir y ver a leguas. Justamente el tipo de arma que usaba Eoghan, así que...
... Podría predecir bien sus movimientos, además no era como un montante, que podía usarse rápido. No, era un mandoble. La espada para asesinar caballeros. Si el oponente no estaba a caballo, era virtualmente inútil.
Eoghan Lothannor
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Re: Bajo la luz del medio día [Interpretativo] [Libre]
- Gracias- le dijo a Eoghan haciendo referencia a la capa que le había hechado sobre los hombros, era larga, y más pesada de lo que acostumbraba a llevar ella, pero, aunque la arrastraba por la gran diferencia de altura, era cálida.
Sonrió y esperó que, con su contacto, la chiquilla tomase seguridad y se mantuviera tranquila, Eo no era malo, al contrario, era un gran chico y desde el primero momento en que se vieron quiso ayudarla, sin ir más lejos, ahí estaba, preocupado porque ella había salido y unos ladrones se habían adentrado en el bosque, cuando, posiblemente, con lo quepeña que era y lo bien que se movía por ese tipo de terrenos habría sido casi imposible que la encontrasen.
- Vamonos Pyp, no es seguro estar aquí, te puedes quedar conmigo en la ciudad un tiempo, te mantendré a salvo ¿si?- le preguntó con una sonrisa dispuesta a marcharse siguiendo a Eo, al fin y al cabo, sabía que, con un silvido, su caballo acudiría a ella sin demora.
Sin embargo, la risa tenebrosa que se había escuchado de entre la espesura, comenzó a enfocarse. La figura de un tipo empezó a aparecer de entre los árboles. y, junto a él, otras cuatro, aunque, por el aspecto, los demás no eran más que meros seguidores. Eléanör tragó saliva y puso a Pyp tras ella en un gesto protector mientras el tipo empezaba a hablar. No iba a dejar que tocasen a la niña. Podían pegarle a ella si querían, pero a la niña no iban a tocarle un solo pelo de su cabeza.
- Eo- Susurró tomando al chico por una de sus mangas.
No quería que se pudiera en peligro, eran demasiados, no podría con todos, había visto la fuerza y el potencial del hombre, era, sin duda, capaz de defenderse a si mismo, pero no podria defenderlas a ellas y sali ileso de una lucha contra cinco personas. La elfa era consciente que su presencia allí, junto a la de la chiquilla, solo complicaba las cosas para el guerrero, pero tampoco le parecía justo irse y dejarlo solo, era su amigo, la había defendido en varias ocasiones, y ella no iba a abandonarlo a su suerte.
Miró a la chiquilla, debatiendose, tampoco quería que la niña saliera herida, o que contemplase algo que no deberían contemplar los ojos de un niño. Tomó aire, nerviosa y asustada, notando como un ligero brillo comenzaba a extenderse por su piel. Pronto no podría controlarlo. Notaba que iba a empezar a iluminarse pronto. Tomó aire y, en un susurro que solo quienes se encontraban a su lado escucharían, pidió.
- Cerrad los ojos.- dijo antes de ceder el control a sus emociones.
Cuando el miedo se extendió por su piel, un enorme destello blanco cegó a los enemigos, ella misma, con ojos cerrados, notó la explosión que se repartió por el claro y se coló por más de un rincón del bosque. Cuando la luz desapareció, a penas unos segundos después, abrió los ojos, aun algo temerosa, y con el ligero brillo todavía sobre su fina piel, ya pálida de forma usual. Algunos de los asaltantes habían soltado sus armas, y se restregaban los ojos, cegados y doloridos. Eléanör lo sintió, n pretendía herir a nadie, pero no podía dejar que se metieran con ellos como quisieran.
Sin embargo, el que parecía el jefe, seguía empuñando su espada, y, a pesar de que parecía algo mareado, estaba dispuesto a atacar. La elfa lanzó un silvido y esperó paciente hasta que su caballo, con la fuerza y la rapidez de una gacela, entró en el lugar, pisoteando a dos de los que estaban aun cegados y se situó a su lado. Ahora podían irse, aunque dudaba que Eoghan quisiera largarse sin darles un escariento a esos maleantes.
- Pyp, sube al caballo, nos iremos pronto.- Murmuró a la niña.
No sabía si la chiquilla podría subir a un caballo en el que no había ni silla ni estribos. Pero si debían escapar, lo unico que podía hacer era dejar que la pequeña y Eo tomasen el caballo y ella, esconderse entre los árboles, de algo tenía que valerle el ser elfa, aunque los humanos los considerasen unos abraza-árboles, eran más eficientes que nadie entre la arboleda, podía no ser muy rápida, pero no dudaba que podría esconderse hasta que se cansaran de buscarla.
Sonrió y esperó que, con su contacto, la chiquilla tomase seguridad y se mantuviera tranquila, Eo no era malo, al contrario, era un gran chico y desde el primero momento en que se vieron quiso ayudarla, sin ir más lejos, ahí estaba, preocupado porque ella había salido y unos ladrones se habían adentrado en el bosque, cuando, posiblemente, con lo quepeña que era y lo bien que se movía por ese tipo de terrenos habría sido casi imposible que la encontrasen.
- Vamonos Pyp, no es seguro estar aquí, te puedes quedar conmigo en la ciudad un tiempo, te mantendré a salvo ¿si?- le preguntó con una sonrisa dispuesta a marcharse siguiendo a Eo, al fin y al cabo, sabía que, con un silvido, su caballo acudiría a ella sin demora.
Sin embargo, la risa tenebrosa que se había escuchado de entre la espesura, comenzó a enfocarse. La figura de un tipo empezó a aparecer de entre los árboles. y, junto a él, otras cuatro, aunque, por el aspecto, los demás no eran más que meros seguidores. Eléanör tragó saliva y puso a Pyp tras ella en un gesto protector mientras el tipo empezaba a hablar. No iba a dejar que tocasen a la niña. Podían pegarle a ella si querían, pero a la niña no iban a tocarle un solo pelo de su cabeza.
- Eo- Susurró tomando al chico por una de sus mangas.
No quería que se pudiera en peligro, eran demasiados, no podría con todos, había visto la fuerza y el potencial del hombre, era, sin duda, capaz de defenderse a si mismo, pero no podria defenderlas a ellas y sali ileso de una lucha contra cinco personas. La elfa era consciente que su presencia allí, junto a la de la chiquilla, solo complicaba las cosas para el guerrero, pero tampoco le parecía justo irse y dejarlo solo, era su amigo, la había defendido en varias ocasiones, y ella no iba a abandonarlo a su suerte.
Miró a la chiquilla, debatiendose, tampoco quería que la niña saliera herida, o que contemplase algo que no deberían contemplar los ojos de un niño. Tomó aire, nerviosa y asustada, notando como un ligero brillo comenzaba a extenderse por su piel. Pronto no podría controlarlo. Notaba que iba a empezar a iluminarse pronto. Tomó aire y, en un susurro que solo quienes se encontraban a su lado escucharían, pidió.
- Cerrad los ojos.- dijo antes de ceder el control a sus emociones.
Cuando el miedo se extendió por su piel, un enorme destello blanco cegó a los enemigos, ella misma, con ojos cerrados, notó la explosión que se repartió por el claro y se coló por más de un rincón del bosque. Cuando la luz desapareció, a penas unos segundos después, abrió los ojos, aun algo temerosa, y con el ligero brillo todavía sobre su fina piel, ya pálida de forma usual. Algunos de los asaltantes habían soltado sus armas, y se restregaban los ojos, cegados y doloridos. Eléanör lo sintió, n pretendía herir a nadie, pero no podía dejar que se metieran con ellos como quisieran.
Sin embargo, el que parecía el jefe, seguía empuñando su espada, y, a pesar de que parecía algo mareado, estaba dispuesto a atacar. La elfa lanzó un silvido y esperó paciente hasta que su caballo, con la fuerza y la rapidez de una gacela, entró en el lugar, pisoteando a dos de los que estaban aun cegados y se situó a su lado. Ahora podían irse, aunque dudaba que Eoghan quisiera largarse sin darles un escariento a esos maleantes.
- Pyp, sube al caballo, nos iremos pronto.- Murmuró a la niña.
No sabía si la chiquilla podría subir a un caballo en el que no había ni silla ni estribos. Pero si debían escapar, lo unico que podía hacer era dejar que la pequeña y Eo tomasen el caballo y ella, esconderse entre los árboles, de algo tenía que valerle el ser elfa, aunque los humanos los considerasen unos abraza-árboles, eran más eficientes que nadie entre la arboleda, podía no ser muy rápida, pero no dudaba que podría esconderse hasta que se cansaran de buscarla.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Bajo la luz del medio día [Interpretativo] [Libre]
Sus verdosos ojos no se apartaban del nuevo individuo, se había percatado que era bastante alto... Otro dato interesante, que aumentaba su inseguridad. Con la mirada cargada de temor, algo indecisa, se obligó a mirarlo a los ojos. En ese instante, el joven se agachó, para estar a su altura. Aún agarrada a las faldas de la elfa, se apegó todavía más a ella.
-Hola. Yo soy Eoghan, ¿y tú?
El chico se presentó, por lo que, obviamente, era su turno. Pero... ¿En serio debía contestar? Sus manos temblaban. ¿Qué, específicamente, debía contestar? Odiaba que la llamaran por su nombre, debido a su sombrío pasado, así que... ¿Debía responder el apodo que le había puesto su madre? Una pequeña vocecita le gritó en su interior que sí, ¡así que sí!
-Yo... Pyp... -Su entusiasmo interior se vio arrasado por una voz temblorosa y asustadiza. Maldijo en su interior, ¿por qué no podía dejar el miedo y la inseguridad a un lado?..
Sonrió de vuelta, costosamente. Miró a la elfa, algo sorprendida por la propuesta, boquiabierta, se llenó de felicidad. Volvió la mirada hacia el nuevo individuo. Aquel joven... No parecía peligroso, aunque, ¿debía confiar en el? ¡Claro! Lo pensaba la niña que estaba resguardándose detrás de una elfa, de la cual apenas conocía el diminutivo de su nombre. ¿Acaso soñaba? Al descartar aquellos pensamientos hostiles de su mente, las palabras que había pronunciado Eoghan antes de presentarse le intrigaron, ¿de quién se trataba en realidad? ¿Asaltantes, como lo había pronunciado el joven, o más bien algún otro tipo de criminal? Mientras una pequeña parte de su mente se concentraba en adivinar qué tipo de delincuentes se trataba, el miedo volvía a crecer en sus entrañas. ¿Qué pasaría ahora? ¿Se saldrían con la suya? Si era así, ¿qué sucedería después? ¿La dejarían? Y ahora, en el presente, ¿también la dejarían y huirían ambos?... Su mirada se entristeció, nubló con miedos del pasado, que alimentaban a los del presente como la leña al fuego.
Un grito rompió el silencio, más bien, fue un comentario subido de tono, pero para ella fue un grito ahogado, que tal vez la llevaría hacia la cadena del sufrimiento nuevamente. Aquel comentario se apoderó de sus pensamientos, llevándose consigo los gritos susurrados de su mente, guardándolos en el baúl del olvido a corto plazo. Aquel hombre, de aspecto ridículo, les ordenó que dejarán sus pertenencias. Ella, dispuesta a obedecer, procedió a quitarse el arco que llevaba encima. Pero antes, dentro de su más profundo ser, una pequeña chispa osada le dijo que tirara el conejo que había cazado. Sin pensarlo, lo hizo. Tiró la presa frente al asaltante, sin darse cuenta, su mirada se había tornado algo juguetona, como si mirara todo esto como una simple actuación. Lástima, su pequeño acto heroico no duró, porque enseguida se dio cuenta de la gravedad de la tontería que había hecho. Aquella bestia, con ropas negras que denominaba miedo volvió a apoderarse de ella. Utilizándola cual marioneta.
La voz del chico resonó en el pequeño claro. Alzó la mirada hacia el, aún apegada a la elfa. Sin pensarlo, sin deducirlo primero, le tomó la mano a, según lo que había escuchado, Ely. Con la mano libre, acaricio una de las flechas que descansaban sobre el carcaj, sobre su costado izquierdo. ¿Qué pasaría ahora?...
La voz del joven le sorpendió de nuevo, un susurró, tal vez podría llamarle una vía de salida, pero, ¿era adecuado? Miró de nuevo a la ella, en busca de respuestas. ¿Qué debían hacer? La elfa les dijo que cerrarán los ojos, ¿debía hacerlo?.. Asintió, obedeciendo al instante. Cerró los ojos con fuerza, asustada. Se aferró más a la mano de Ely. La suave voz de la elfa volvió a resonar. Debía obedecer, seguir las instrucciones. La chispa de confianza y osadía volvió, así que, abrió los ojos. Buscó con la mirada el caballo que había comentado la ella. Asintió, y empezó a caminar hacia el caballo, a pasó rápido, casi corriendo. Se paró frente al animal, dotado de increíble belleza, con un movimiento lleno de gracia, el caballo movió la cabeza. Algo indecisa, se acercó y posó una mano sobre la parte frontera del hocico del animal. Lentamente, tratando de no asustarlo. Maravillada, movió la mano lentamente, acariciándolo. Recordó rápidamente el porque estaba frente al hermoso animal. ¡Debía subir! Y así trato. Primero, un salto, pero no tuvo resultado. Siguió intentándolo, pero no lo lograba....
Off: Siento mucho haber tardado, llevaba dos semanas muy atareadas, pero en fin, ¡aquí estoy de vuelta ^^
-Hola. Yo soy Eoghan, ¿y tú?
El chico se presentó, por lo que, obviamente, era su turno. Pero... ¿En serio debía contestar? Sus manos temblaban. ¿Qué, específicamente, debía contestar? Odiaba que la llamaran por su nombre, debido a su sombrío pasado, así que... ¿Debía responder el apodo que le había puesto su madre? Una pequeña vocecita le gritó en su interior que sí, ¡así que sí!
-Yo... Pyp... -Su entusiasmo interior se vio arrasado por una voz temblorosa y asustadiza. Maldijo en su interior, ¿por qué no podía dejar el miedo y la inseguridad a un lado?..
Sonrió de vuelta, costosamente. Miró a la elfa, algo sorprendida por la propuesta, boquiabierta, se llenó de felicidad. Volvió la mirada hacia el nuevo individuo. Aquel joven... No parecía peligroso, aunque, ¿debía confiar en el? ¡Claro! Lo pensaba la niña que estaba resguardándose detrás de una elfa, de la cual apenas conocía el diminutivo de su nombre. ¿Acaso soñaba? Al descartar aquellos pensamientos hostiles de su mente, las palabras que había pronunciado Eoghan antes de presentarse le intrigaron, ¿de quién se trataba en realidad? ¿Asaltantes, como lo había pronunciado el joven, o más bien algún otro tipo de criminal? Mientras una pequeña parte de su mente se concentraba en adivinar qué tipo de delincuentes se trataba, el miedo volvía a crecer en sus entrañas. ¿Qué pasaría ahora? ¿Se saldrían con la suya? Si era así, ¿qué sucedería después? ¿La dejarían? Y ahora, en el presente, ¿también la dejarían y huirían ambos?... Su mirada se entristeció, nubló con miedos del pasado, que alimentaban a los del presente como la leña al fuego.
Un grito rompió el silencio, más bien, fue un comentario subido de tono, pero para ella fue un grito ahogado, que tal vez la llevaría hacia la cadena del sufrimiento nuevamente. Aquel comentario se apoderó de sus pensamientos, llevándose consigo los gritos susurrados de su mente, guardándolos en el baúl del olvido a corto plazo. Aquel hombre, de aspecto ridículo, les ordenó que dejarán sus pertenencias. Ella, dispuesta a obedecer, procedió a quitarse el arco que llevaba encima. Pero antes, dentro de su más profundo ser, una pequeña chispa osada le dijo que tirara el conejo que había cazado. Sin pensarlo, lo hizo. Tiró la presa frente al asaltante, sin darse cuenta, su mirada se había tornado algo juguetona, como si mirara todo esto como una simple actuación. Lástima, su pequeño acto heroico no duró, porque enseguida se dio cuenta de la gravedad de la tontería que había hecho. Aquella bestia, con ropas negras que denominaba miedo volvió a apoderarse de ella. Utilizándola cual marioneta.
La voz del chico resonó en el pequeño claro. Alzó la mirada hacia el, aún apegada a la elfa. Sin pensarlo, sin deducirlo primero, le tomó la mano a, según lo que había escuchado, Ely. Con la mano libre, acaricio una de las flechas que descansaban sobre el carcaj, sobre su costado izquierdo. ¿Qué pasaría ahora?...
La voz del joven le sorpendió de nuevo, un susurró, tal vez podría llamarle una vía de salida, pero, ¿era adecuado? Miró de nuevo a la ella, en busca de respuestas. ¿Qué debían hacer? La elfa les dijo que cerrarán los ojos, ¿debía hacerlo?.. Asintió, obedeciendo al instante. Cerró los ojos con fuerza, asustada. Se aferró más a la mano de Ely. La suave voz de la elfa volvió a resonar. Debía obedecer, seguir las instrucciones. La chispa de confianza y osadía volvió, así que, abrió los ojos. Buscó con la mirada el caballo que había comentado la ella. Asintió, y empezó a caminar hacia el caballo, a pasó rápido, casi corriendo. Se paró frente al animal, dotado de increíble belleza, con un movimiento lleno de gracia, el caballo movió la cabeza. Algo indecisa, se acercó y posó una mano sobre la parte frontera del hocico del animal. Lentamente, tratando de no asustarlo. Maravillada, movió la mano lentamente, acariciándolo. Recordó rápidamente el porque estaba frente al hermoso animal. ¡Debía subir! Y así trato. Primero, un salto, pero no tuvo resultado. Siguió intentándolo, pero no lo lograba....
Off: Siento mucho haber tardado, llevaba dos semanas muy atareadas, pero en fin, ¡aquí estoy de vuelta ^^
Pyp
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Re: Bajo la luz del medio día [Interpretativo] [Libre]
Eoghan se cubrió los ojos con el antebrazo en cuanto Eléanör dio la orden, y ante el resplandor giró el torso hacia un lado. Los hombres gruñeron y estaban aturdidos, cegados por el ingenio de la elfa. Incluso el jefe tuvo un momento de vacilación, aunque ahora estaba recogiendo su arma. Eoghan corrió junto a Pyp y la subió al caballo rápidamente, sin costarle mucho levantarla dada su privilegiada musculatura. La dejó sobre la grupa del animal y luego miró a Eléanör.
-¡Idos, venga! Puedo entretenerles un rato, pero es prioritario que saques a la niña de aquí -Le dijo con el ceño fruncido mientras miraba cómo el jefe ya empezaba a caminar a zancadas largas hacia ellos enarbolando el mandoble por encima de su cabeza. Eoghan apartó a Ely y tiró la lanza a un lado. En un rápido movimiento desenvainó su espada rota, interrumpiendo la trayectoria vertical del tajo que había lanzado el bandido.
Sonó un chasquido metálico en el claro y las chispas de ambos filos saltaron. Aunque la espada de Eoghan estaba rota, el acero era de una calidad excelente y pudo resistir el golpe sin mayores consecuencias que una muesca más en el filo que luego podría arreglarse con una piedra de afilar, pero aun con todo, dejaba que desear.
-¿Pretendes hacerme frente a mí con una espada rota? -El hombre se echó a reír, avasallando a Eoghan bajo el peso del mandoble. El rubio mantuvo el forcejeo dejando que se entretuviese con él un poco para dar tiempo a la elfa y a la niña de escapar. Ahora tendría que preocuparse de sí mismo, los otros no eran mucho problema ya que eran poco más que labriegos y gente desesperada, pero aquel hombre era un militar entrenado, y por encima tenía un arma de verdad. Pudo observar, no obstante, que el espadón tenía una grieta en la base con el guardamanos, probablemente un mal golpe o la falta de reparación. Quizás si lograba que golpease en el extremo más alejado, lograría mermar la resistencia de la hoja y romperla del todo, ¿pero cómo lo conseguiría?
Finalmente, cuando ya no pudo resistir más y se vio totalmente a merced del brutal mercenario, deshizo el forcejeo y se echó a un lado, rodando sobre su propio cuerpo. Lanzó un tajo a la pierna del hombre, tajo que provocó un leve corte en el gemelo del mercenario. Éste gruñó y alzó el espadón con más rabia en un nuevo golpe lento pero poderoso que buscaba acabar con la vida del rubio. Eoghan se echó atrás una vez más, mientras rezaba porque el tío ese estuviera lo bastante cabreado con él como para perseguirle y dejar a la pelirroja y a Pyp en paz.
-¡Idos, venga! Puedo entretenerles un rato, pero es prioritario que saques a la niña de aquí -Le dijo con el ceño fruncido mientras miraba cómo el jefe ya empezaba a caminar a zancadas largas hacia ellos enarbolando el mandoble por encima de su cabeza. Eoghan apartó a Ely y tiró la lanza a un lado. En un rápido movimiento desenvainó su espada rota, interrumpiendo la trayectoria vertical del tajo que había lanzado el bandido.
Sonó un chasquido metálico en el claro y las chispas de ambos filos saltaron. Aunque la espada de Eoghan estaba rota, el acero era de una calidad excelente y pudo resistir el golpe sin mayores consecuencias que una muesca más en el filo que luego podría arreglarse con una piedra de afilar, pero aun con todo, dejaba que desear.
-¿Pretendes hacerme frente a mí con una espada rota? -El hombre se echó a reír, avasallando a Eoghan bajo el peso del mandoble. El rubio mantuvo el forcejeo dejando que se entretuviese con él un poco para dar tiempo a la elfa y a la niña de escapar. Ahora tendría que preocuparse de sí mismo, los otros no eran mucho problema ya que eran poco más que labriegos y gente desesperada, pero aquel hombre era un militar entrenado, y por encima tenía un arma de verdad. Pudo observar, no obstante, que el espadón tenía una grieta en la base con el guardamanos, probablemente un mal golpe o la falta de reparación. Quizás si lograba que golpease en el extremo más alejado, lograría mermar la resistencia de la hoja y romperla del todo, ¿pero cómo lo conseguiría?
Finalmente, cuando ya no pudo resistir más y se vio totalmente a merced del brutal mercenario, deshizo el forcejeo y se echó a un lado, rodando sobre su propio cuerpo. Lanzó un tajo a la pierna del hombre, tajo que provocó un leve corte en el gemelo del mercenario. Éste gruñó y alzó el espadón con más rabia en un nuevo golpe lento pero poderoso que buscaba acabar con la vida del rubio. Eoghan se echó atrás una vez más, mientras rezaba porque el tío ese estuviera lo bastante cabreado con él como para perseguirle y dejar a la pelirroja y a Pyp en paz.
Eoghan Lothannor
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Re: Bajo la luz del medio día [Interpretativo] [Libre]
Pyp le hizo caso y se acerco al caballo al tiempo que Eoghan ayudaba a la niña a subir. El chico parecía dispuesto a dejarlas escapar mientras el se quedaba como cebo, pero era algo que Eléanör no podía hacer, no iba a dejar al chico solo, no podía hacerlo, él había ido a buscarla, a ayudarla, se había preocupado tanto por su bien estar que había arriesgado su propia seguridad con tal de protegerla. No iba a abandonarlo así como así.
Sin embargo, cuando el joven le dijo que debía proteger a Pyp, la chica lo supo, el guerrero tenía razón, lo primero era la niña, debía dejarla segura en algún lado, aunque fuera en un árbol, escondida cerca para poder,luego recogerla, no sabía donde, pero dejarla a salvo para volver rápido a estar con el lancero. Si el chico slía herido debía estar cerca para poder curarlo, no es que tuviera mucho poder, que fuera muy rapida o habil, pero al menos podía ser una apollo para quienes la necesitaban.
Asintió al chico y subió al caballo sentandose de costado tras la chiquillasosteniendo las crines del animal y asegurandose de que la niña estaba bien sentada y segura entre sus brazos, si caía no tenía fuerza como para mantenerla sobre el caballo, pero al menos podría caer con ella y frenar el golpe de la niña. Tragó saliva con fuerza, consciente de como ambos hombres intercambiaban miradas mientras el tenue brillo del miedo seguía en su piel blanca, ahora dorada.
- Cuando deje a Pyp a salvo, volveré a por ti.- prometió en un susurro haciendo avanzar al caballo.
El animal saltó unos setos y comenzó a internarse en el bosque, dirigiendose hasta el camino más cercano, donde, posiblemente, alguna granja o vivienda ofrecería un buen lugar donde esconderse. Cruzaron el riachuelo, que Eléanör había pasado para llegar a encontrarse con la pequeña en el claro, y deshicieron e camino que la elfa había hecho hasta llegar a la linde del bosque.
La sanadora descendió del caballo y ayudó a bajar a Pyp. Se agachó a la altura de la niña y le acopló a la pequeña la capa para que estuviera más abrigada. La capa era cálida, con pelo por dentro y ligera a la vez, la calidad de la ropa élfica era notable, pero pensaba que, si ella sentía frío antes de ponerse la capa de Eoghan, que era más grande y cálida aun que la propia y que había llevado consigo el calor que desprendía el chico, la pequeña debía estar helandosa.
Mientras le acoplaba la capa, se sacó, de su pelo, un ganchó decorado con una flor color verde brillante. Era el único objeto preciado que había llevado con ella al huir de casa, y lo había hecho simplemente porque era lo que la gran madre le había regalado cuando entró a formar parte de su circulo de sanadoras, representaba la pureza, la naturaleza y el hogar, no había nada a lo que la elfa le tuviera más cariño entre todas sus posesiones.
- Pyp, quédate aquí escondida con mi caballo, yo he de volver con Eoghan, nos ha salvado, y no puedo dejarlo solo.- Explicó a la chiquilla con dulzura.- no tardaremos en volver, te lo prometo, vendré a por ti, mantente a salvo y cuida mi broche.- Le pidió, abriendo la mano de la chiquilla, dejando la flor de cristal y esmeralda en ella, y cerrandosela nuevamente- esto es mi promesa, si tienes esto, sabrás que pase lo que pase, volveré a por ti.- le sonrió de modo maternal, antes de darle un abrazo.
Al separarse de la niña, salió corriendo, con su torpeza y lentitud usual, hacia el lugar donde había dejado a Eoghan, recordaba el camino a la perfección, no tardaría en llegar más de dos minutos, aunque tampoco sabia si tenía tanto tiempo, hiciera lo que hiciera, debía apresurarse, sentía que, si algo le sucedía al chico, sería su culpa y no podía permitirse que nada de eso sucediera, no quería que nadie lo pasara mal, ni, mucho menos, que eso callese sobre su conciencia. Por primera vez en años, la tímida, miedosa y callada Eléanör, estaba siendo valiente.
Sin embargo, cuando el joven le dijo que debía proteger a Pyp, la chica lo supo, el guerrero tenía razón, lo primero era la niña, debía dejarla segura en algún lado, aunque fuera en un árbol, escondida cerca para poder,luego recogerla, no sabía donde, pero dejarla a salvo para volver rápido a estar con el lancero. Si el chico slía herido debía estar cerca para poder curarlo, no es que tuviera mucho poder, que fuera muy rapida o habil, pero al menos podía ser una apollo para quienes la necesitaban.
Asintió al chico y subió al caballo sentandose de costado tras la chiquillasosteniendo las crines del animal y asegurandose de que la niña estaba bien sentada y segura entre sus brazos, si caía no tenía fuerza como para mantenerla sobre el caballo, pero al menos podría caer con ella y frenar el golpe de la niña. Tragó saliva con fuerza, consciente de como ambos hombres intercambiaban miradas mientras el tenue brillo del miedo seguía en su piel blanca, ahora dorada.
- Cuando deje a Pyp a salvo, volveré a por ti.- prometió en un susurro haciendo avanzar al caballo.
El animal saltó unos setos y comenzó a internarse en el bosque, dirigiendose hasta el camino más cercano, donde, posiblemente, alguna granja o vivienda ofrecería un buen lugar donde esconderse. Cruzaron el riachuelo, que Eléanör había pasado para llegar a encontrarse con la pequeña en el claro, y deshicieron e camino que la elfa había hecho hasta llegar a la linde del bosque.
La sanadora descendió del caballo y ayudó a bajar a Pyp. Se agachó a la altura de la niña y le acopló a la pequeña la capa para que estuviera más abrigada. La capa era cálida, con pelo por dentro y ligera a la vez, la calidad de la ropa élfica era notable, pero pensaba que, si ella sentía frío antes de ponerse la capa de Eoghan, que era más grande y cálida aun que la propia y que había llevado consigo el calor que desprendía el chico, la pequeña debía estar helandosa.
Mientras le acoplaba la capa, se sacó, de su pelo, un ganchó decorado con una flor color verde brillante. Era el único objeto preciado que había llevado con ella al huir de casa, y lo había hecho simplemente porque era lo que la gran madre le había regalado cuando entró a formar parte de su circulo de sanadoras, representaba la pureza, la naturaleza y el hogar, no había nada a lo que la elfa le tuviera más cariño entre todas sus posesiones.
- Pyp, quédate aquí escondida con mi caballo, yo he de volver con Eoghan, nos ha salvado, y no puedo dejarlo solo.- Explicó a la chiquilla con dulzura.- no tardaremos en volver, te lo prometo, vendré a por ti, mantente a salvo y cuida mi broche.- Le pidió, abriendo la mano de la chiquilla, dejando la flor de cristal y esmeralda en ella, y cerrandosela nuevamente- esto es mi promesa, si tienes esto, sabrás que pase lo que pase, volveré a por ti.- le sonrió de modo maternal, antes de darle un abrazo.
Al separarse de la niña, salió corriendo, con su torpeza y lentitud usual, hacia el lugar donde había dejado a Eoghan, recordaba el camino a la perfección, no tardaría en llegar más de dos minutos, aunque tampoco sabia si tenía tanto tiempo, hiciera lo que hiciera, debía apresurarse, sentía que, si algo le sucedía al chico, sería su culpa y no podía permitirse que nada de eso sucediera, no quería que nadie lo pasara mal, ni, mucho menos, que eso callese sobre su conciencia. Por primera vez en años, la tímida, miedosa y callada Eléanör, estaba siendo valiente.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Bajo la luz del medio día [Interpretativo] [Libre]
El joven de la espada rota accedió a ayudarla, rápidamente se acercó a ella y la subió al caballo. Lo miró irse de nuevo frente a sus atacantes. La elfa había subido también, junto a ella. Hizo un leve chequeo sobre su posición, corrigiendo algunas imperfecciones en la manera de doblar la pierna. Era normal que no se mantuviera con una buena postura, puesto a que nunca había ensillado un caballo. Ni siquiera se había acercado tanto a uno... Por alguna extraña razón, no sentía miedo ni nada por el estilo. ¿Por qué?...
Se fueron del claro rápidamente, logró sentir el frío del viento, por la manera en la que escocía sobre su rostro. Cerró los ojos levemente, sintiendo la pureza del air. Sentía como bailoteaba entre sus cabellos, y cómo actuaba como una caricia gélida sobre su rostro. Cosa que, desgraciadamente, hizo que se le quebraran los labios. ¿Cómo? ¡Si apenas acababan de partir! Seguro era debido a su frágil constitución... Su débil cuerpo no aguantaba, eso lo sabía bien. Había aprendido en las calles, desde hace dos años, que una leve cortada era realmente algo grave. No podía hacerse daño, sino... Corría el riesgo de infectársele alguna de esas "heridas involuntarias", lo que la llevaría al hospital de Lunargenta... Aunque no supiera dónde quedaba, seguro era un lugar espeluznante, del cual prefería no acercarse.
El paseó había terminado. Lo había disfrutado, sí, aunque el sabor ocre de la sangre había invadido su boca. La limpio con la parte superior de su mano, para que la Elda no lo notara. ¡Éxito! No lo notó, al menos eso percibía ella... Ely le ayudó a bajar del caballo. Se sintió algo débil, pero... ¿Qué se le iba a hacer? Uno no puede negar su manera de ser... ¿O sí?. La joven elfa cambió de capa con ella. Alegre, le devolvió su prenda sin ningún remordimiento. Antes de que se diera cuenta, Ely volvía a taparla con la capa del chico que había quedado atrás...
-No no, no hace falta... Yo... -No logró decir nada más, no lograba contradecir a la joven elfa.
La escuchó, atenta. Dispuesta a hacer lo que sea por ayudarle. Miró el artilugio con ojos abiertos, boquiabierta. El objeto era precioso, sin duda alguna. Asintió ante lo que entonaba Ely. Por un momento pensó en llevarle la contraria, ¿cómo podría ir ella sola? Se sentía mal, por no ser más fuerte y grande, por no poder ayudarla. Volvió a asentir, dispuesta a cuidar con su vida el magnífico broche. La elfa le había prometido algo... Había olvidado lo que se sentía prometer y cumplir, ciertamente, aunque le encantará esa sensación, se sentía rara. Tal vez porque no la había sentido hacia ya bastante tiempo... Sí, seguro era eso. Correspondió al abrazo, disfrutando de este plenamente. Adoraba sentir los brazos de alguien alrededor de la, le daba... la sensación de estar a salvo, protegida.
La miró alejarse, alto entristecida por la partida de la elfa. Al perderla de vista, se giró, encontrándose con el caballo de Ely viviendo del agua helada del riachuelo. Sonrió, sin pensarlo. Después de estar un largo tiempo observando el lugar, se dio cuenta que aquel pequeño paradisiaco claro, ¡era en el que había escondido su bolsa! Se levantó y avanzó hasta la zona en la que había dejado sus pertenencias. Rodeada por arbustos pequeños, que vestían con orgullo unos pequeños frutos algo intimidantes. Se acercó hasta los pies de un árbol hueco. Que por mucho que estuviera en estado de descomposición, la corteza de aquel árbol enorme desprendía más vida que ella misma. Tras quedarse maravillada un corto tiempo, empezó a quitar el montón de hojas secas que había apilado ella misma hacía tan solo unas horas. Encontró la mochila de cuero intacta. Se alivió, Nadia había urgido todavía en esa esquina del bosque. Su estómago rugió, recordó las bayas que había recogido tiempo atrás... Se llenó la boca de las dulces zarzamoras, feliz.
Se fueron del claro rápidamente, logró sentir el frío del viento, por la manera en la que escocía sobre su rostro. Cerró los ojos levemente, sintiendo la pureza del air. Sentía como bailoteaba entre sus cabellos, y cómo actuaba como una caricia gélida sobre su rostro. Cosa que, desgraciadamente, hizo que se le quebraran los labios. ¿Cómo? ¡Si apenas acababan de partir! Seguro era debido a su frágil constitución... Su débil cuerpo no aguantaba, eso lo sabía bien. Había aprendido en las calles, desde hace dos años, que una leve cortada era realmente algo grave. No podía hacerse daño, sino... Corría el riesgo de infectársele alguna de esas "heridas involuntarias", lo que la llevaría al hospital de Lunargenta... Aunque no supiera dónde quedaba, seguro era un lugar espeluznante, del cual prefería no acercarse.
El paseó había terminado. Lo había disfrutado, sí, aunque el sabor ocre de la sangre había invadido su boca. La limpio con la parte superior de su mano, para que la Elda no lo notara. ¡Éxito! No lo notó, al menos eso percibía ella... Ely le ayudó a bajar del caballo. Se sintió algo débil, pero... ¿Qué se le iba a hacer? Uno no puede negar su manera de ser... ¿O sí?. La joven elfa cambió de capa con ella. Alegre, le devolvió su prenda sin ningún remordimiento. Antes de que se diera cuenta, Ely volvía a taparla con la capa del chico que había quedado atrás...
-No no, no hace falta... Yo... -No logró decir nada más, no lograba contradecir a la joven elfa.
La escuchó, atenta. Dispuesta a hacer lo que sea por ayudarle. Miró el artilugio con ojos abiertos, boquiabierta. El objeto era precioso, sin duda alguna. Asintió ante lo que entonaba Ely. Por un momento pensó en llevarle la contraria, ¿cómo podría ir ella sola? Se sentía mal, por no ser más fuerte y grande, por no poder ayudarla. Volvió a asentir, dispuesta a cuidar con su vida el magnífico broche. La elfa le había prometido algo... Había olvidado lo que se sentía prometer y cumplir, ciertamente, aunque le encantará esa sensación, se sentía rara. Tal vez porque no la había sentido hacia ya bastante tiempo... Sí, seguro era eso. Correspondió al abrazo, disfrutando de este plenamente. Adoraba sentir los brazos de alguien alrededor de la, le daba... la sensación de estar a salvo, protegida.
La miró alejarse, alto entristecida por la partida de la elfa. Al perderla de vista, se giró, encontrándose con el caballo de Ely viviendo del agua helada del riachuelo. Sonrió, sin pensarlo. Después de estar un largo tiempo observando el lugar, se dio cuenta que aquel pequeño paradisiaco claro, ¡era en el que había escondido su bolsa! Se levantó y avanzó hasta la zona en la que había dejado sus pertenencias. Rodeada por arbustos pequeños, que vestían con orgullo unos pequeños frutos algo intimidantes. Se acercó hasta los pies de un árbol hueco. Que por mucho que estuviera en estado de descomposición, la corteza de aquel árbol enorme desprendía más vida que ella misma. Tras quedarse maravillada un corto tiempo, empezó a quitar el montón de hojas secas que había apilado ella misma hacía tan solo unas horas. Encontró la mochila de cuero intacta. Se alivió, Nadia había urgido todavía en esa esquina del bosque. Su estómago rugió, recordó las bayas que había recogido tiempo atrás... Se llenó la boca de las dulces zarzamoras, feliz.
Pyp
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Re: Bajo la luz del medio día [Interpretativo] [Libre]
Hubo un nuevo chasquido de espadas. Eoghan desvió una lenta estocada del mandoble con la espada bastarda y arrojó un golpe con el extremo más alejado de la hoja rota. Cortó el hombro del hombre, pero no en profundidad. Éste gruñó y respondió con un puñetazo que dobló al joven por el estómago.
Un nuevo golpe sacudió la espada de Eoghan; le había golpeado con el mango y prácticamente lo había tirado al suelo. El guerrero tosió sintiendo que le faltaba el aire en los pulmones, y decidió que era suficiente pantomima, así que le clavó la espada en el pie. Hubo un aullido de dolor en el claro, seguido del sonido del acero machacando la tierra y la hojarrasca. Eoghan rodó sobre sí mismo para esquivar el tajo en vertical que el hombre había arrojado contra él mientras algo de tierra mojada le salpicaba. Golpeó con el pie la empuñadura y forzó al hombre a soltar momentáneamente el arma.
Observó que la muesca se hacía más grande. Aquel hierro era de mala calidad, debía de tener oxigenación a punta pala y había sido muy mal templado. No era endeble, era demasiado rígido. Lo habían forjado en una forja a fuego demasiado rápido y lo enfriaron todavía más rápido. Aquello iba a ser un juego de niños. Romper una espada con un hierro como aquel no iba a ser nada difícil, menos aun con la muesca ya incrementada por sí sola.
-Ignoro por qué querrás proteger a esa niña y a esa elfa, ¡pero es tu fin! ¡Muchachos, todos a una a por él! -Eoghan se levantó, solo para esquivar un golpe de una de las azadas que los demás llevaban al hombro. Deseaba no tener que matarles, pero no le dejaron otra opción. Sin dudarlo ni un instante, arrojó un tajo de la espada hacia uno de los hombres, cortándole la yugular de cuajo. El hombre lo miró con sorpresa en los ojos por un instante, intentando darse cuenta de lo que significaba la dignidad dentro de la muerte, y cayó de rodillas mientras la vida se escapaba por su carganta cortada.
Fue entonces cuando Eoghan recibió un golpe tras la rodilla que le obligó a hincarla, y un posterior golpe en el hombro derecho, pero flojo. Era el golpe de una clava, un palo mal astillado que si bien le daba en la cabeza le haría daño, en una articulación carnosa como lo era su hombro no haría un gran estropicio. Gruñó más, y tomó la lanza. Tomó impulso con la otra pierna y la arrojó a uno de los hombres más alejados con un grito de esfuerzo. La lanza hizo silbar el aire y atravesó el pecho de otro de los bandidos.
Se había cargado a dos, pero aun quedaban tres y el hombre del espadón. Aquello estaba empezando a ser insostenible. Quizás no hubiera sido una buena idea quedarse a luchar después de todo...
Un nuevo golpe sacudió la espada de Eoghan; le había golpeado con el mango y prácticamente lo había tirado al suelo. El guerrero tosió sintiendo que le faltaba el aire en los pulmones, y decidió que era suficiente pantomima, así que le clavó la espada en el pie. Hubo un aullido de dolor en el claro, seguido del sonido del acero machacando la tierra y la hojarrasca. Eoghan rodó sobre sí mismo para esquivar el tajo en vertical que el hombre había arrojado contra él mientras algo de tierra mojada le salpicaba. Golpeó con el pie la empuñadura y forzó al hombre a soltar momentáneamente el arma.
Observó que la muesca se hacía más grande. Aquel hierro era de mala calidad, debía de tener oxigenación a punta pala y había sido muy mal templado. No era endeble, era demasiado rígido. Lo habían forjado en una forja a fuego demasiado rápido y lo enfriaron todavía más rápido. Aquello iba a ser un juego de niños. Romper una espada con un hierro como aquel no iba a ser nada difícil, menos aun con la muesca ya incrementada por sí sola.
-Ignoro por qué querrás proteger a esa niña y a esa elfa, ¡pero es tu fin! ¡Muchachos, todos a una a por él! -Eoghan se levantó, solo para esquivar un golpe de una de las azadas que los demás llevaban al hombro. Deseaba no tener que matarles, pero no le dejaron otra opción. Sin dudarlo ni un instante, arrojó un tajo de la espada hacia uno de los hombres, cortándole la yugular de cuajo. El hombre lo miró con sorpresa en los ojos por un instante, intentando darse cuenta de lo que significaba la dignidad dentro de la muerte, y cayó de rodillas mientras la vida se escapaba por su carganta cortada.
Fue entonces cuando Eoghan recibió un golpe tras la rodilla que le obligó a hincarla, y un posterior golpe en el hombro derecho, pero flojo. Era el golpe de una clava, un palo mal astillado que si bien le daba en la cabeza le haría daño, en una articulación carnosa como lo era su hombro no haría un gran estropicio. Gruñó más, y tomó la lanza. Tomó impulso con la otra pierna y la arrojó a uno de los hombres más alejados con un grito de esfuerzo. La lanza hizo silbar el aire y atravesó el pecho de otro de los bandidos.
Se había cargado a dos, pero aun quedaban tres y el hombre del espadón. Aquello estaba empezando a ser insostenible. Quizás no hubiera sido una buena idea quedarse a luchar después de todo...
Eoghan Lothannor
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Re: Bajo la luz del medio día [Interpretativo] [Libre]
Tras dejar a Pip a resguardo, continuño el camino de regreso hasta Eoghan, el viento de la carrera le retiraba la capa de los brazos, que, como la cara, estaban ya helados y rojos, calló un par de veces en su camino, al no ver las raices que se alzaban ante ella, pero eso no la detuvo. Se levantó con el vestido mojado y lleno de nieve y siguió su camino, nerviosa y apresurada.
Notaba a cada pisada que sus delgadas piernas se sumergían en la nieve, los pulmones y la garganta le quemaban con el frío aire que respiraba tanto por la carrera como por el ambiente, notaba el frío dentro del cuerpo y las extremidades entumecidas por el viento y, a pesar del dolor que eso le causaba, se negaba en redondo a detenerse. Tenía miedo, sin duda, era una de las caracteristicas de su personalidad que parecían no desaparecer nunca, era una miedica, pero no podía dejar solo a un amigo.
Era lenta, por lo que llegó a tiempo de ver, unicamente, como el guerrero, herido, clavaba una rodilla en el suelo, siendo amenazado, aun, por otros tres tipos. Eléanör frunció el ceño mordiendose el labio inferior y sacando las agujas que llevaba en el escote, dejó caer su capa y sostuvo dos en las manos, tragó saliva, salió de entre los matorrales.
Saltó a la espalda del primero, que comenzó a removerse, protestando, haciendo que los demás desviasen su atención de Eoghan a la elfa, quien, de modo costoso, luchando con su escasa fuerza por no caer de la espalda del tipo, clavó la aguja en el cuello, en un punto del músculo que, ella sabía, dejaría inutilizados los brazos y, con algo de suerte, lo haría dormirse.Antes de ver el resultado, el hombre fue capaz de lanzarla.
La chica resvaló por el suelo, haciendose un rapón en el brazo y viendo su vestido roto. Aun le dolían los pulmones por la carrera, su brazo no estaba en buen estado y si de normal era una torpona, el que le pesara el vestido, el frío y la dificultad para respirar por el cansancio no era de ayuda, pero, al menos, el tipo con las agujas clavadas había caído redondo al suelo, dormido y tieso. Eléanör había conseguido dar en el punto correcto para dejar inmovil al hombre.
Quedó cerca de Eoghan, y se acercó a él, asustada, mientras los dos que quedaban se les acercaban amenazantes. Eléanör tragó saliva, medio escondiendose tras el chico, con ojos acuosos por el temor. Los dos restantes parecían furiosos, estaba claro que haber perdido a tantos hombres frente a uno solo, una elfa debilucha y una niña, no les hacía gracia alguna.
- Sois valientes, a ti te mataremos, y, a la elfa... podremos venderla por un precio bastante alto...- sonrió de modo asqueroso uno de ellos.
- Y buscaremos a la niña, no puede estar muy lejos.- Asintió el siguiente.
Mientras esta charla continuaba, apuntando a guerrero y elfa con sus armas, Eléanör, aun sabiendo que sus acciones podían suponer aun un peor destino, impuso su mano sobre la herida del chico y dejó que la poca magia que le restaba corriera por sus venas hasta llegar a la punta de sus dedos y curar, así, la herida del Eoghan.
Los hombres, por desgracia, no eran tontos, y vieron, cuando ya terminaba, lo que la chica había hecho, propinandole una bofetada tal que la hizo rodar por el frío suelo hasta golpearse con un árbol. Se sentó contra este, dolorida y cansada, notaba como empezaba a inflarsele el labio y le dolía la mejilla, tocó con cuidado el lugar donde más le dolía, y miró su dedo, manchado de sangre, le habían hecho una herida en el labio.
Tragó saliva, cansada, no era tan facil resistir cuando se es tan débil como lo era ella, había usado demasiada magia, y los golpes y el frío no eran de ayuda, solo esperaba que al menos, Eoghan y la niña salieran ilesos.
Notaba a cada pisada que sus delgadas piernas se sumergían en la nieve, los pulmones y la garganta le quemaban con el frío aire que respiraba tanto por la carrera como por el ambiente, notaba el frío dentro del cuerpo y las extremidades entumecidas por el viento y, a pesar del dolor que eso le causaba, se negaba en redondo a detenerse. Tenía miedo, sin duda, era una de las caracteristicas de su personalidad que parecían no desaparecer nunca, era una miedica, pero no podía dejar solo a un amigo.
Era lenta, por lo que llegó a tiempo de ver, unicamente, como el guerrero, herido, clavaba una rodilla en el suelo, siendo amenazado, aun, por otros tres tipos. Eléanör frunció el ceño mordiendose el labio inferior y sacando las agujas que llevaba en el escote, dejó caer su capa y sostuvo dos en las manos, tragó saliva, salió de entre los matorrales.
Saltó a la espalda del primero, que comenzó a removerse, protestando, haciendo que los demás desviasen su atención de Eoghan a la elfa, quien, de modo costoso, luchando con su escasa fuerza por no caer de la espalda del tipo, clavó la aguja en el cuello, en un punto del músculo que, ella sabía, dejaría inutilizados los brazos y, con algo de suerte, lo haría dormirse.Antes de ver el resultado, el hombre fue capaz de lanzarla.
La chica resvaló por el suelo, haciendose un rapón en el brazo y viendo su vestido roto. Aun le dolían los pulmones por la carrera, su brazo no estaba en buen estado y si de normal era una torpona, el que le pesara el vestido, el frío y la dificultad para respirar por el cansancio no era de ayuda, pero, al menos, el tipo con las agujas clavadas había caído redondo al suelo, dormido y tieso. Eléanör había conseguido dar en el punto correcto para dejar inmovil al hombre.
Quedó cerca de Eoghan, y se acercó a él, asustada, mientras los dos que quedaban se les acercaban amenazantes. Eléanör tragó saliva, medio escondiendose tras el chico, con ojos acuosos por el temor. Los dos restantes parecían furiosos, estaba claro que haber perdido a tantos hombres frente a uno solo, una elfa debilucha y una niña, no les hacía gracia alguna.
- Sois valientes, a ti te mataremos, y, a la elfa... podremos venderla por un precio bastante alto...- sonrió de modo asqueroso uno de ellos.
- Y buscaremos a la niña, no puede estar muy lejos.- Asintió el siguiente.
Mientras esta charla continuaba, apuntando a guerrero y elfa con sus armas, Eléanör, aun sabiendo que sus acciones podían suponer aun un peor destino, impuso su mano sobre la herida del chico y dejó que la poca magia que le restaba corriera por sus venas hasta llegar a la punta de sus dedos y curar, así, la herida del Eoghan.
Los hombres, por desgracia, no eran tontos, y vieron, cuando ya terminaba, lo que la chica había hecho, propinandole una bofetada tal que la hizo rodar por el frío suelo hasta golpearse con un árbol. Se sentó contra este, dolorida y cansada, notaba como empezaba a inflarsele el labio y le dolía la mejilla, tocó con cuidado el lugar donde más le dolía, y miró su dedo, manchado de sangre, le habían hecho una herida en el labio.
Tragó saliva, cansada, no era tan facil resistir cuando se es tan débil como lo era ella, había usado demasiada magia, y los golpes y el frío no eran de ayuda, solo esperaba que al menos, Eoghan y la niña salieran ilesos.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Bajo la luz del medio día [Interpretativo] [Libre]
Se había quedado perpleja, observando como una extraña hilera de pequeños puntos negros avanzaba lentamente. Se sorprendió por la envidiable organización de las hormigas. Se preguntó con sería trabajar entre ellas... Hizo una mueca, algo asquada. Odiaba las rutinas, seguro la vida e una hormiga se basaba en eso, seguir una rutina hasta el fin de sus días. Se miró las manos, sus dedos y uñas se habían teñido del intenso color de las zarzamoras, de nuevo. Nuevamente perdida en sus pensamientos, a preguntó ahora que sería ser una baya... Vivir sabiendo que la muerte le aguardaba siempre, en cualquier momento le recordó su situación actual. Se estremeció al encontrar tal pensamiento, tan retorcido y oscuro... Sus ojos de llenaron de lágrimas, hasta entonces a había comportado de manera muy positiva, ¡ni siquiera habían pensado en su madre! Pero... No pensaba en su madre, sino en la elfa, que a había ido a ayudar al otro joven...
Se sentía culpable, inútil. ¿Cómo podía quedarse tan tranquila, comiendo frutillas, dejando que dos muchachos arriesgasen sus vidas por.... ¿Por ella? Observó el broche que le había confiado Ely, que se encontraba seguro entre los pliegues de su vestido... Transmitía quietud, paz... Sus lágrimas cesaron, pero no el dolor. El broche era hermoso, se preguntó si había sido un regalo, o...
Tenía que hacer algo, no podía quedarse allí esperando. Los hombres eran demasiados para la elfa y el chico. Pero, ¿qué podía hacer? Al fin y al cabo tan sólo era una niña asustadiza... Una niña asustadiza con un arco y flechas. El problema era, ¿cómo podía volver al claro en el que se encontraban los dos jóvenes?
Miró alrededor, nerviosa. ¡El caballo de Ely! Se levantó, no sin antes guardar el broche de la elfa en su bolsa de cuero, la cual colgó a su costado izquierdo. Revolvió la nieve del claro, no sabía muy bien porqué, tan sólo lo hizo. Corrió hasta donde estaba el caballo blanco, se acercó lentamente. Tragó saliva.
-Lle... ¡Llévame hasta donde esta Ely!-Exclamó algo asustada.
Y como lo había sospechado, nada había ocurrido. Apretó el puño con el que llevaba el arco de madera. ¿Cómo podría llegar hasta la elfa?
-Por favor... Ella y Eo están en peligro, necesito.... -Su voz de cortó, mientras se quebraba a llorar.
Se sentía culpable, inútil. ¿Cómo podía quedarse tan tranquila, comiendo frutillas, dejando que dos muchachos arriesgasen sus vidas por.... ¿Por ella? Observó el broche que le había confiado Ely, que se encontraba seguro entre los pliegues de su vestido... Transmitía quietud, paz... Sus lágrimas cesaron, pero no el dolor. El broche era hermoso, se preguntó si había sido un regalo, o...
Tenía que hacer algo, no podía quedarse allí esperando. Los hombres eran demasiados para la elfa y el chico. Pero, ¿qué podía hacer? Al fin y al cabo tan sólo era una niña asustadiza... Una niña asustadiza con un arco y flechas. El problema era, ¿cómo podía volver al claro en el que se encontraban los dos jóvenes?
Miró alrededor, nerviosa. ¡El caballo de Ely! Se levantó, no sin antes guardar el broche de la elfa en su bolsa de cuero, la cual colgó a su costado izquierdo. Revolvió la nieve del claro, no sabía muy bien porqué, tan sólo lo hizo. Corrió hasta donde estaba el caballo blanco, se acercó lentamente. Tragó saliva.
-Lle... ¡Llévame hasta donde esta Ely!-Exclamó algo asustada.
Y como lo había sospechado, nada había ocurrido. Apretó el puño con el que llevaba el arco de madera. ¿Cómo podría llegar hasta la elfa?
-Por favor... Ella y Eo están en peligro, necesito.... -Su voz de cortó, mientras se quebraba a llorar.
Pyp
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Re: Bajo la luz del medio día [Interpretativo] [Libre]
Se levantó una vez más, aun con la rodilla fastidiándole por el golpe anterior. Respiró hondo, mirando a sus cuatro rivales, cuando entonces escuchó los pasos rápidos de la elfa en su dirección. Vio entonces cómo otro de los hombres caía dormido, y luego la elfa cayendo cerca de él. Mantuvo la espada por el medio con la mano zurda al tiempo que juntaba a la elfa contra él para protegerla de posibles golpes que fuera a recibir, la sangre corriendo por el filo quebrado mientras retrocedía un poco. Miró al hombre del espadón y más concretamente, a su espada. Esperaba que pudiera romperla cuanto antes y al menos perder la desventaja de armamento.
Notó un sustancial alivio en sus lesiones cuando Ely lo curó, pero su gozo duró poco cuando vio como uno de los bandoleros la abofeteaba. "¡Será cabrón!", pensó mientras se giraba sobre su pierna derecha y le agarraba la mano al hombre antes de que le pusiese la mano encima de nuevo a la pelirroja. ¡De eso nada, no estando él presente!
Dio un tirón y sonó un silbido metálico junto a un grito de terror del hombre cuando su mano se desprendió del cuerpo tras una limpia pasada de la espada bastarda del rubio. El bandido empezó a chillar de dolor mientras intentaba que la sangre que salía a borbotones por el muñón no manase, totalmente en balde. El hombre se acurrucó en el suelo mientras maldecía a todos los ancestros del rubio y de la elfa entre balbuceos mezclados con lamentos por el dolor que le provocaba haber perdido la mano.Un nuevo silbido de una hoja cortando el aire sonó.
Ésta vez, Eoghan fue algo más lento de lo que debía haber sido. Aunque logró esquivar la mayor parte del filo, recibió un corte en el hombro, corte que acompañado del golpe del peso de la hoja provocó que un alarido de dolor saliese de la boca del joven guerrero. Pero podía seguir moviendo el brazo, y era el izquierdo.
-¡Suputamadre! Deja de darnos problemas, chaval, o vas a tener un serio disgusto, ¡ya has matado a dos y has lisiado a uno, ¿contento, héroe?! -El hombretón le gritó mientras le daba un golpe, apartándole de la elfa. Eoghan cayó al suelo agarrándose el hombro. Podía moverlo, sentía dolor, pero podía moverlo. No se había roto nada, pero la herida era profunda. Tendría que cambiar la postura de combate, o no lo lograría.
El bandido alzó de nuevo la espada, pero ésta vez Eoghan fue más rápido y se agachó. Una lluvia de astillas y un crujido de un árbol, junto a unas hojas y frutos cayendo de éste quebró el aire. De alguna manera los hados se habían apiadado de él y habían puesto ahí detrás un árbol, ¿o bien ya estaba ahí antes? No sabía si dar gracias a algún dios que le miraba bien o a su buena suerte, pero...
... No era momento de pensar. Se levantó de un brinco y golpeó al hombre con la frente en la nariz. El guerrero gruñó y gritó frustrado cuando recibió el golpe, mientras otro de sus lacayos se abalanzaba sobre Eléanör para maniatarla. Eoghan no podía hacer nada. Daba pena, no tenía espada y su lanza por encima estaba en el quinto pino, y ahora además tenía el brazo fastidiado.
Tragó saliva e hizo de tripas corazón. Dio un tirón del espadón clavado en el árbol, pero con horror escuchó un crujido de óxido e hierro desgarrándose. Había roto la hoja. Ahora no solo tenía una espada rota, tenía dos. Y eran pesadas. Ambas. Al menos el tiarrón aquel estaba desarmado.
Notó un sustancial alivio en sus lesiones cuando Ely lo curó, pero su gozo duró poco cuando vio como uno de los bandoleros la abofeteaba. "¡Será cabrón!", pensó mientras se giraba sobre su pierna derecha y le agarraba la mano al hombre antes de que le pusiese la mano encima de nuevo a la pelirroja. ¡De eso nada, no estando él presente!
Dio un tirón y sonó un silbido metálico junto a un grito de terror del hombre cuando su mano se desprendió del cuerpo tras una limpia pasada de la espada bastarda del rubio. El bandido empezó a chillar de dolor mientras intentaba que la sangre que salía a borbotones por el muñón no manase, totalmente en balde. El hombre se acurrucó en el suelo mientras maldecía a todos los ancestros del rubio y de la elfa entre balbuceos mezclados con lamentos por el dolor que le provocaba haber perdido la mano.Un nuevo silbido de una hoja cortando el aire sonó.
Ésta vez, Eoghan fue algo más lento de lo que debía haber sido. Aunque logró esquivar la mayor parte del filo, recibió un corte en el hombro, corte que acompañado del golpe del peso de la hoja provocó que un alarido de dolor saliese de la boca del joven guerrero. Pero podía seguir moviendo el brazo, y era el izquierdo.
-¡Suputamadre! Deja de darnos problemas, chaval, o vas a tener un serio disgusto, ¡ya has matado a dos y has lisiado a uno, ¿contento, héroe?! -El hombretón le gritó mientras le daba un golpe, apartándole de la elfa. Eoghan cayó al suelo agarrándose el hombro. Podía moverlo, sentía dolor, pero podía moverlo. No se había roto nada, pero la herida era profunda. Tendría que cambiar la postura de combate, o no lo lograría.
El bandido alzó de nuevo la espada, pero ésta vez Eoghan fue más rápido y se agachó. Una lluvia de astillas y un crujido de un árbol, junto a unas hojas y frutos cayendo de éste quebró el aire. De alguna manera los hados se habían apiadado de él y habían puesto ahí detrás un árbol, ¿o bien ya estaba ahí antes? No sabía si dar gracias a algún dios que le miraba bien o a su buena suerte, pero...
... No era momento de pensar. Se levantó de un brinco y golpeó al hombre con la frente en la nariz. El guerrero gruñó y gritó frustrado cuando recibió el golpe, mientras otro de sus lacayos se abalanzaba sobre Eléanör para maniatarla. Eoghan no podía hacer nada. Daba pena, no tenía espada y su lanza por encima estaba en el quinto pino, y ahora además tenía el brazo fastidiado.
Tragó saliva e hizo de tripas corazón. Dio un tirón del espadón clavado en el árbol, pero con horror escuchó un crujido de óxido e hierro desgarrándose. Había roto la hoja. Ahora no solo tenía una espada rota, tenía dos. Y eran pesadas. Ambas. Al menos el tiarrón aquel estaba desarmado.
Eoghan Lothannor
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Re: Bajo la luz del medio día [Interpretativo] [Libre]
Eléanör desde el suelo, algo atontada por el golpe y notando la sangre inundarle la boca por su labio abierto, observó la escena que tenía frente a ella sin saber como reaccionar. Nunca esperó ver semejante carnicería. Ya no solo le afectaba su mareo, si no que, además, acababa de ver volar una mano por delante suyo. Los ojos se le abrieron como platos, sorprendidos y horrorizados.
Todo lo que había leído en los libros sobre esas cosas... siempre había pensado que estaría preparada, siempre había pensado que sabría cómo actual, pero nunca se había enfrentado realmente a una situación de ese calibre. Respiro hondo varias veces en a penas un par de segundos, intentando asimilarlo, sin lograrlo y, de pronto, reacción. Sacó de su pecho su set de agujas, estaba llevaban cierta cantidad, siempre, de veneno adormecedor, que, para atacar, dormía a su rival clavado en el sitio adecuado, y, a la hora de curar y coser, mantenía la zona sin sensación alguna. Arrancó el bajo de su vestido y se alzó del suelo.
Con prisas tomó el miembro amputado y corrió hasta el hombre que, desesperado, gritaba por la perdida de su mano. Se agachó a su lado y comprobó la herida ante el estupefacto hombre que la miraba sorprendido, parecía no entender sus intenciones, incluso con miedo de ella, que tenía menos fuerza que una mariposa recién salida de la crisálida. Dejó la mano ensangrentada en su regazo mientras, con prisas, deshilachaba el trozo de tela roto de su vestido y enganchaba el hilo en una de sus agujas. Intentó tomar al hombre por el brazo, pero se revolvió atemorizado mientras ella intentaba apuntar la muñeca y la aguja para coserle. Al final, por la lucha del tipo, enfadada, gritó.
- ¡Ya basta pedazo de estúpido! ¡¿Acaso quieres quedarte sin tu mano?!- los gritos parecieron detener el tiempo un instante tras el que el hombre negó con su cabeza con la cara surcada de lágrimas- ¡Pues déjame trabajar!- chilló dando un tirón al hombre mientras iluminaba una de sus manos.
La mano a penas había estado unos segundos separada del cuerpo, ni un minuto había llegado a pasar, por suerte para él, pues, si un miembro pasa más de un par de minutos separado del cuerpo, ya es imposible recuperarlo. Pero no era el caso de este hombre. Juntó el brazo y dio la primera puntada, mientras sostenía la mano cortada comenzó a aplicar su magia de curación, esperando que, de ese modo, pudieran regenerarse los tejidos y unirse aunque fuera lo bastante como para resistir el periodo de curación que necesitaría con las costuras normales. empezó a coser con rapidez y precisión, adquirida durante años de prácticas con animales y telas. Hasta que la mano estuvo totalmente unida y las venas, arterias y nervios se hubieron reparado por su poder.
Suspiró aliviada secándose el sudor de la frente, dejándose una seria mancha en esta y se levantó cansada, mareada y tensa, estaba agotada de la situación, y ya solo quedaba un hombre adormilado llorando agradecido, Eoghan y el otro tipo en pie. Notó la sangre correrle con rapidez por las venas, la rabia inundarle la garganta y, finalmente, un grito salir de su boca.
- ¡YA BASTA!- pronunció con claridad deteniendo cualquier disputa que hubiera frente a ella. Se acercó todo lo rápida que pudo hasta el enemigo, que se había detenido, sorprendido, en posición de ataque, y le dio un bofetón con todas sus fuerzas, girándole la cara y haciéndolo tirar el arma- ¿Sóis idiotas acaso? ¿Quien os manda molestar y pelear de ese modo? No tenemos nada de valor, te vale la pena nada a cambio de la vida de tus hombres? ¡No he visto persona más inepta en mi vida, das pena, eres odioso, asqueroso y nadie te va a querer en tu sucia existencia, eres un ser horrible que no merece siquiera ser llamado persona, pedazo de idiota!- gritó alzándose sobre la punta de sus pies, pareciendo cada vez más alta, y él tipo cada vez más confuso.- Ya está bien, nos vamos, ni siquiera mereces que perdamos el tiempo peleando contigo, hay una niña que nos espera, y no pienso dejarla sola más tiempo por un... ¡CAPULLO!- acabó diciendo mientras se dirigía a la salida del claro al tiempo que se escuchaba acercarse el relincho de un caballo, un caballo que ella reconocía incluso sin ver. Hans llegaba a ella, y si aguzaba la mirada podía ver que, en su grupa, llevaba a una chiquilla montada.- Eoghan, vámonos, no me queda magia y he de curarte ese hombro pronto.- suspiró avanzando un par de pasos más. No llegó muy lejos antes de, mareada y cansada, caer desmallada en el suelo escuchando acercarse los pasos de su caballo.
Todo lo que había leído en los libros sobre esas cosas... siempre había pensado que estaría preparada, siempre había pensado que sabría cómo actual, pero nunca se había enfrentado realmente a una situación de ese calibre. Respiro hondo varias veces en a penas un par de segundos, intentando asimilarlo, sin lograrlo y, de pronto, reacción. Sacó de su pecho su set de agujas, estaba llevaban cierta cantidad, siempre, de veneno adormecedor, que, para atacar, dormía a su rival clavado en el sitio adecuado, y, a la hora de curar y coser, mantenía la zona sin sensación alguna. Arrancó el bajo de su vestido y se alzó del suelo.
Con prisas tomó el miembro amputado y corrió hasta el hombre que, desesperado, gritaba por la perdida de su mano. Se agachó a su lado y comprobó la herida ante el estupefacto hombre que la miraba sorprendido, parecía no entender sus intenciones, incluso con miedo de ella, que tenía menos fuerza que una mariposa recién salida de la crisálida. Dejó la mano ensangrentada en su regazo mientras, con prisas, deshilachaba el trozo de tela roto de su vestido y enganchaba el hilo en una de sus agujas. Intentó tomar al hombre por el brazo, pero se revolvió atemorizado mientras ella intentaba apuntar la muñeca y la aguja para coserle. Al final, por la lucha del tipo, enfadada, gritó.
- ¡Ya basta pedazo de estúpido! ¡¿Acaso quieres quedarte sin tu mano?!- los gritos parecieron detener el tiempo un instante tras el que el hombre negó con su cabeza con la cara surcada de lágrimas- ¡Pues déjame trabajar!- chilló dando un tirón al hombre mientras iluminaba una de sus manos.
La mano a penas había estado unos segundos separada del cuerpo, ni un minuto había llegado a pasar, por suerte para él, pues, si un miembro pasa más de un par de minutos separado del cuerpo, ya es imposible recuperarlo. Pero no era el caso de este hombre. Juntó el brazo y dio la primera puntada, mientras sostenía la mano cortada comenzó a aplicar su magia de curación, esperando que, de ese modo, pudieran regenerarse los tejidos y unirse aunque fuera lo bastante como para resistir el periodo de curación que necesitaría con las costuras normales. empezó a coser con rapidez y precisión, adquirida durante años de prácticas con animales y telas. Hasta que la mano estuvo totalmente unida y las venas, arterias y nervios se hubieron reparado por su poder.
Suspiró aliviada secándose el sudor de la frente, dejándose una seria mancha en esta y se levantó cansada, mareada y tensa, estaba agotada de la situación, y ya solo quedaba un hombre adormilado llorando agradecido, Eoghan y el otro tipo en pie. Notó la sangre correrle con rapidez por las venas, la rabia inundarle la garganta y, finalmente, un grito salir de su boca.
- ¡YA BASTA!- pronunció con claridad deteniendo cualquier disputa que hubiera frente a ella. Se acercó todo lo rápida que pudo hasta el enemigo, que se había detenido, sorprendido, en posición de ataque, y le dio un bofetón con todas sus fuerzas, girándole la cara y haciéndolo tirar el arma- ¿Sóis idiotas acaso? ¿Quien os manda molestar y pelear de ese modo? No tenemos nada de valor, te vale la pena nada a cambio de la vida de tus hombres? ¡No he visto persona más inepta en mi vida, das pena, eres odioso, asqueroso y nadie te va a querer en tu sucia existencia, eres un ser horrible que no merece siquiera ser llamado persona, pedazo de idiota!- gritó alzándose sobre la punta de sus pies, pareciendo cada vez más alta, y él tipo cada vez más confuso.- Ya está bien, nos vamos, ni siquiera mereces que perdamos el tiempo peleando contigo, hay una niña que nos espera, y no pienso dejarla sola más tiempo por un... ¡CAPULLO!- acabó diciendo mientras se dirigía a la salida del claro al tiempo que se escuchaba acercarse el relincho de un caballo, un caballo que ella reconocía incluso sin ver. Hans llegaba a ella, y si aguzaba la mirada podía ver que, en su grupa, llevaba a una chiquilla montada.- Eoghan, vámonos, no me queda magia y he de curarte ese hombro pronto.- suspiró avanzando un par de pasos más. No llegó muy lejos antes de, mareada y cansada, caer desmallada en el suelo escuchando acercarse los pasos de su caballo.
Off: Uso de la habilidad pasiva, Medicina.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Bajo la luz del medio día [Interpretativo] [Libre]
Ayudándose con una roca sobresaliente cerca del río, de puntillas y a duras penas, subió a lomos del caballo. Para su sorpresa, después de entonar las palabras, el hermoso corcel blanco avanzó. Con una sonrisa que abrumó las lágrimas, cerró los los ojos, volviendo a sentir la brisa fresca del invierno. Estaba nerviosa, sí, así que rápidamente pasó sus manos por su rostro, inquieta por lo que podría encontrarse cuando volviera al claro. No miró el hermoso paisaje que se alzaba a su alrededor, no, no había tiempo para aquello.
A medida que avanzaba junto a la montura de la elfa, se encogió, apegandosé poco a poco a sus esperanzas de encontrar a los dos jóvenes con vida. Se preparó para lo que fuera que se encontrarse. Había olvidado el sabor de la esperanza, dulce y agrio. Sus amargas lágrimas habían cesado, suerte. Si se encontraba con los cadaveres de los asaltantes, se encargaría personalmente de enterrarlos. No quería que ninguno de los dos jóvenes hicieran nada más. Ella haría lo que fuera. Lavaria las ropas de la elfa, y si era necesario las cosería, al igual con las del joven. Les devolvería sus capas, se ocuparía de la montura de la elfa, se encargaría también de enterrar a los cadaveres de aquellas horribles personas. Les pagaría como fuera, como fuera...
Claro, todo cambiaría si los que estaban con vida eran los asaltantes y no los dos jóvenes. No podría con los que quedarán. No... Ella era de,asilado pequeña y débil. Pero, las palabras de su madre rompieron el silencio de su mente <<¡Utiliza lo que crees que son tus defectos como ventajas contra el que sea que te amenace!>> Aquellas palabras que habían permanecido extintas desde su muerte, ¿por qué surgían ahora? No podría buscar la repuesta ahora, no, debía ser fuerte. Tenía cuatro flechas, podría hacerlo si encontraba la suficiente destreza y sigilo, podría hacerlo...
Perdida entre sus pensamientos, no se había dado cuenta que ya podía ver la apertura de árboles cruzados del claro, aquel maldito lugar. ¡Había llegado y lo primero que había visto fue cómo caía Ely al piso! Quiso gritar su nombre, pero aguantó las ganas. Ella podría educarla cuando eliminarán a la última amenaza. Su respiración se había agitado lo suficiente como para dar media vuelta y salir corriendo debido al miedo que había surgido de lo más profundo de su interior. Hombres caídos y solo dos en pie. Reconoció a Eo, un inmenso alivio inundó su rostro. Solo había un enemigo que restaba. El corcel se detuvo frente a la elfa, saltó con agilidad que no conocía. Avanzó unos cuantos pasos, pasos rápidos y asustadizos.
Con rapidez admirable, que para ella parecía una eternidad. Agarró una de sus preciadas flechas, la colocó sobre el fino hilo del arco. Poco a poco lo alzó, tensó con voracidad del arco, mirando con odio que desconocía al atacante. Se quedó apuntando, esperando el momento adecuado. Si él corpulento joven daba un paso atrás, ella le dispararia sin miedo y arrepentimiento al asaltante que tantos estragos había causado.
A medida que avanzaba junto a la montura de la elfa, se encogió, apegandosé poco a poco a sus esperanzas de encontrar a los dos jóvenes con vida. Se preparó para lo que fuera que se encontrarse. Había olvidado el sabor de la esperanza, dulce y agrio. Sus amargas lágrimas habían cesado, suerte. Si se encontraba con los cadaveres de los asaltantes, se encargaría personalmente de enterrarlos. No quería que ninguno de los dos jóvenes hicieran nada más. Ella haría lo que fuera. Lavaria las ropas de la elfa, y si era necesario las cosería, al igual con las del joven. Les devolvería sus capas, se ocuparía de la montura de la elfa, se encargaría también de enterrar a los cadaveres de aquellas horribles personas. Les pagaría como fuera, como fuera...
Claro, todo cambiaría si los que estaban con vida eran los asaltantes y no los dos jóvenes. No podría con los que quedarán. No... Ella era de,asilado pequeña y débil. Pero, las palabras de su madre rompieron el silencio de su mente <<¡Utiliza lo que crees que son tus defectos como ventajas contra el que sea que te amenace!>> Aquellas palabras que habían permanecido extintas desde su muerte, ¿por qué surgían ahora? No podría buscar la repuesta ahora, no, debía ser fuerte. Tenía cuatro flechas, podría hacerlo si encontraba la suficiente destreza y sigilo, podría hacerlo...
Perdida entre sus pensamientos, no se había dado cuenta que ya podía ver la apertura de árboles cruzados del claro, aquel maldito lugar. ¡Había llegado y lo primero que había visto fue cómo caía Ely al piso! Quiso gritar su nombre, pero aguantó las ganas. Ella podría educarla cuando eliminarán a la última amenaza. Su respiración se había agitado lo suficiente como para dar media vuelta y salir corriendo debido al miedo que había surgido de lo más profundo de su interior. Hombres caídos y solo dos en pie. Reconoció a Eo, un inmenso alivio inundó su rostro. Solo había un enemigo que restaba. El corcel se detuvo frente a la elfa, saltó con agilidad que no conocía. Avanzó unos cuantos pasos, pasos rápidos y asustadizos.
Con rapidez admirable, que para ella parecía una eternidad. Agarró una de sus preciadas flechas, la colocó sobre el fino hilo del arco. Poco a poco lo alzó, tensó con voracidad del arco, mirando con odio que desconocía al atacante. Se quedó apuntando, esperando el momento adecuado. Si él corpulento joven daba un paso atrás, ella le dispararia sin miedo y arrepentimiento al asaltante que tantos estragos había causado.
Pyp
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Re: Bajo la luz del medio día [Interpretativo] [Libre]
Hubo un momento de vacilación cuando Eoghan le partió la espada a quel hombre. Frunció el ceño y le puso el arma al cuello, provocando que un hilillo de sangre corriese por el cuello del hombre al cortar algunos capilares por la presión y la afiladura del arma. El hombre tragó saliva, alzando ambas manos, y sobre todo cuando Eléanör se puso hecha una fiera de aquella manera. Eoghan bajó el arma al tiempo que ella les aprehendía cada vez más, no sin sorpresa.
La pelirroja, que normalmente era la cosa más dulce del mundo, se había convertido en una fiera parda de pronto. Es más, no sabía si era la adrenalina o el gasto de energía que la había vuelto majareta, pero ahora mismo de todos era la más bajita y, al mismo tiempo, la que más imponía. Eoghan sangraba por el hombro, aunque la herida era profunda, al ver a la elfa así no había podido evitarlo, pero se había olvidado de la herida. Si es que esa chica le sorprendía de mil maneras, y casi siempre para bien.
Fue entonces cuando se dio cuenta de la llegada del caballo con Pyp a la grupa. ¿No le habían dicho que se fuera? En fin, al menos el peligro, o la mayor parte de él, había pasado.
-¡A la mierda! ¡Esto no vale la pena! ¡Me vuelvo a cosechar calabazas! -Gritó el hombre que quedaba sano, tirando su improvisada arma al suelo y echando a correr hacia el interior del bosque. El mercenario tragó saliva, y al tiempo que su superviviente se iba, él hizo lo propio: Echó a correr como un desgraciado cobarde. Eoghan bajó los hombros y luego se llevó instintivamente la mano al hombro al tiempo que envainaba y tomaba la lanza de uno de los cadáveres. Miró entonces a Pyp, instándola a que bajase el arco.
-Baja el arco, Pyp. No quieras convertirte en uno de ellos. -Le dijo con calma. Él ya había tenido que matar de pequeño, sabía lo que suponía y la deshumanización que podía resultar como desencadenante. Había pasado por aquella etapa, y no había sido agradable en absoluto. Es más, si no fuera porque él tuvo a su padre para educarle en todo lo que aquello suponía...
... En fin, a lo mejor el bandido lo sería él, y todo.
La pelirroja, que normalmente era la cosa más dulce del mundo, se había convertido en una fiera parda de pronto. Es más, no sabía si era la adrenalina o el gasto de energía que la había vuelto majareta, pero ahora mismo de todos era la más bajita y, al mismo tiempo, la que más imponía. Eoghan sangraba por el hombro, aunque la herida era profunda, al ver a la elfa así no había podido evitarlo, pero se había olvidado de la herida. Si es que esa chica le sorprendía de mil maneras, y casi siempre para bien.
Fue entonces cuando se dio cuenta de la llegada del caballo con Pyp a la grupa. ¿No le habían dicho que se fuera? En fin, al menos el peligro, o la mayor parte de él, había pasado.
-¡A la mierda! ¡Esto no vale la pena! ¡Me vuelvo a cosechar calabazas! -Gritó el hombre que quedaba sano, tirando su improvisada arma al suelo y echando a correr hacia el interior del bosque. El mercenario tragó saliva, y al tiempo que su superviviente se iba, él hizo lo propio: Echó a correr como un desgraciado cobarde. Eoghan bajó los hombros y luego se llevó instintivamente la mano al hombro al tiempo que envainaba y tomaba la lanza de uno de los cadáveres. Miró entonces a Pyp, instándola a que bajase el arco.
-Baja el arco, Pyp. No quieras convertirte en uno de ellos. -Le dijo con calma. Él ya había tenido que matar de pequeño, sabía lo que suponía y la deshumanización que podía resultar como desencadenante. Había pasado por aquella etapa, y no había sido agradable en absoluto. Es más, si no fuera porque él tuvo a su padre para educarle en todo lo que aquello suponía...
... En fin, a lo mejor el bandido lo sería él, y todo.
Eoghan Lothannor
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Re: Bajo la luz del medio día [Interpretativo] [Libre]
Eléanör abrió los ojos despacio, sintiendo el cansancio en todos sus músculos, notando un tremendo dolor de espalda y cabeza, sin duda, se había pasado de rosca, estaba demasiado cansada, le pesaban los ojos, le picaban de sueño y notaba que los músculos le crujían, le ardían las manos, había usado demasiada magia, y aun debía curar a Eoghan de la herida del hombro.
Se levantó de golpe, el hombro, ese estado de amodorramiento en el que se sumían las personas al despertar cansadas había desaparecido de Eléanör, que, nerviosa, comenzó a correr por el cuarto, hasta que notó que, efectivamente, se encontraba en su cuarto. Se detuvo y miró a su alrededor, a un lado y al otro. Se encontraba en el dormitorio que ella había alquilado en la posada del rey y la reina.
La luz de la luna se colaba por la ventana, la chimenea estaba encendida, dos bultos reposaban en los dos cómodos sillones del dormitorio y todo parecía en orden. Uno de los bultos se movió haciendo que la chica se alertase y se acercara a ver. Corrió la manta que tapaba a lo que fuera que estuviera allí bajo y vio a Eogahn, totalmente agotado y dormido.
Ely sonrió con calma, suponía, entonces, que el otro bulto sería Pyp, la pequeña también lo había pasado mal, se merecían ambos un buen dedo tras haberla llevado inconsciente hasta allí. Notó la herida del hombro, con la sangre reseca evitando que sangrase más, y aplicó su magia sobre esta. Puso sus manos cerca del hombro del chico, estas se iluminaron unos segundos y pronto se cerró la herida. Aun sonriendo, la joven volvió a cubrir al chico con la manta.
Se acercó a su armario, sacó algo de ropa y entró al baño. La tina humeaba, al parecer, el posadero debía haberlos visto entrar, y se había tomado la molestia de preparar un baño, el agua debía haber estado ardiendo, pues aun soltaba algo de humo. Cerró la puerta y se metió en el baño, quitándose el polvo de encima, daba gracias por que no la hubieran metido dentro de la cama y solo la hubieran tapado con una manta, no le gustaría volver a acostarse con las sábanas sucias.
Cuando estuvo limpia, salió, se secó con rapidez, para no helarse de frío, y salió, ya vestida, del baño. Dejó la ropa sucia en una cesta, que recogerían, probablemente, a la mañana siguiente, y bajó a la taberna. Desde las escaleras, hizo una señal a una chiquilla, la hija del posadero, que acudió a ella con una sonrisa.
- He visto que ha llegado una niña, ¿Se va a quedar?- Preguntó.
- Eso espero.- sonrió Ely.- perdón, se que es algo tarde pero... ¿podéis subir algo de comida y preparar otro baño?- preguntó con amabilidad, algo dubitativa.
- Claro, cuando llegasteis me asusté, parecías medio muerta, estabas muy pálida, ahora tienes mejor color, ¿y el chico? parecía herido, pero si estás despierta supongo que ya no lo estará.- aseguró la chiquilla, pizpireta y activa.- espero que la niña se quede, así tendré con quien jugar.- aseguró la chiquilla contenta, antes de salir corriendo en dirección a la cocina.
No tardaron demasiado en subir la comida, tapada con cubreplatos, dejándola en silencio para no despertar a los otros dos, mientras Ely leía frente a la chimenea en una mecedora. Con el mismo silencio, prepararon otro baño, y Ely sonrió a la pequeña invitándola a sentarse con ella y esperar a que Pyp se despertara, segura de que ambas niñas se llevarían bien. El cuarto en penumbra, iluminado solo por la cálida luz de la chimenea, debía ser, en ese momento, el lugar más tranquilo y acogedor de todo Aerandir.
Se levantó de golpe, el hombro, ese estado de amodorramiento en el que se sumían las personas al despertar cansadas había desaparecido de Eléanör, que, nerviosa, comenzó a correr por el cuarto, hasta que notó que, efectivamente, se encontraba en su cuarto. Se detuvo y miró a su alrededor, a un lado y al otro. Se encontraba en el dormitorio que ella había alquilado en la posada del rey y la reina.
La luz de la luna se colaba por la ventana, la chimenea estaba encendida, dos bultos reposaban en los dos cómodos sillones del dormitorio y todo parecía en orden. Uno de los bultos se movió haciendo que la chica se alertase y se acercara a ver. Corrió la manta que tapaba a lo que fuera que estuviera allí bajo y vio a Eogahn, totalmente agotado y dormido.
Ely sonrió con calma, suponía, entonces, que el otro bulto sería Pyp, la pequeña también lo había pasado mal, se merecían ambos un buen dedo tras haberla llevado inconsciente hasta allí. Notó la herida del hombro, con la sangre reseca evitando que sangrase más, y aplicó su magia sobre esta. Puso sus manos cerca del hombro del chico, estas se iluminaron unos segundos y pronto se cerró la herida. Aun sonriendo, la joven volvió a cubrir al chico con la manta.
Se acercó a su armario, sacó algo de ropa y entró al baño. La tina humeaba, al parecer, el posadero debía haberlos visto entrar, y se había tomado la molestia de preparar un baño, el agua debía haber estado ardiendo, pues aun soltaba algo de humo. Cerró la puerta y se metió en el baño, quitándose el polvo de encima, daba gracias por que no la hubieran metido dentro de la cama y solo la hubieran tapado con una manta, no le gustaría volver a acostarse con las sábanas sucias.
Cuando estuvo limpia, salió, se secó con rapidez, para no helarse de frío, y salió, ya vestida, del baño. Dejó la ropa sucia en una cesta, que recogerían, probablemente, a la mañana siguiente, y bajó a la taberna. Desde las escaleras, hizo una señal a una chiquilla, la hija del posadero, que acudió a ella con una sonrisa.
- He visto que ha llegado una niña, ¿Se va a quedar?- Preguntó.
- Eso espero.- sonrió Ely.- perdón, se que es algo tarde pero... ¿podéis subir algo de comida y preparar otro baño?- preguntó con amabilidad, algo dubitativa.
- Claro, cuando llegasteis me asusté, parecías medio muerta, estabas muy pálida, ahora tienes mejor color, ¿y el chico? parecía herido, pero si estás despierta supongo que ya no lo estará.- aseguró la chiquilla, pizpireta y activa.- espero que la niña se quede, así tendré con quien jugar.- aseguró la chiquilla contenta, antes de salir corriendo en dirección a la cocina.
No tardaron demasiado en subir la comida, tapada con cubreplatos, dejándola en silencio para no despertar a los otros dos, mientras Ely leía frente a la chimenea en una mecedora. Con el mismo silencio, prepararon otro baño, y Ely sonrió a la pequeña invitándola a sentarse con ella y esperar a que Pyp se despertara, segura de que ambas niñas se llevarían bien. El cuarto en penumbra, iluminado solo por la cálida luz de la chimenea, debía ser, en ese momento, el lugar más tranquilo y acogedor de todo Aerandir.
Eléanör Gàlathiël
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