Aire, aire puro. [Interpretativo] [CERRADO] [2/3]

Tras reírme por la peculiar comparación que había hecho al capitán entre la pierna del hombre herido y una verdura, empecé a caminar arrastrando la carreta conmigo. La parte del trayecto que se aconteció por el camino fue bastante tranquila, y a excepción de un paisano que transitaba el camino, y cuyas bolsas cayeron al suelo al vernos mientras su rostro se curvaba en una mueca de total estupefacción, el resto se encontraba vacío.

Sin embargo no podíamos seguir el camino por completo, o tendríamos que adentrarnos en una aldea o la ciudad tarde o temprano, así pues, cuando ya no había mas espacio que pudiéramos recorrer de esa forma saqué la carreta del sendero para llevarla por la maleza llana hasta la costa, en donde podría volar a advertir al barco del capitán para que se acercaran a mis dos compañeros para que nos recogieran.

Era bastante mas difícil hacer girar las ruedas fuera del camino, a menudo se trababan y tenía que tironear con fuerza, y la tarea antes sencilla empezó a volverse ardua, haciéndome resoplar con cansancio a cada tirón que tenía que ejercer para liberar las ruedas de los yuyos. Pero en el fondo ya se dibujaba el mar, incentivandome a seguir tirando, mostrándome que tan poco faltaba para llegar a nuestro primer destino.
Cuando las ruedas de la carreta se hundieron en la arena de la playa me di cuenta de que ya no podría seguir tirando de la misma, tanto porque me encontraba exhausta como por la profundidad en la que se había hundido el carruaje, y soltándome las ataduras, o mejor dicho rompiéndolas con los dientes me zafé del arnés para mulas y me dirigí a la parte trasera para cargar con el cojo en solitario como si fuera alguna especie de caballo.

No me gustaba en especial esa idea, y quería tirarme a la arena a descansar, pero tampoco podía dejar tirados ahora a ese par con un herido, siendo la tierra blanda de la playa mucho mas dificultosa para caminar que la tierra compacta del bosque.
"Sube" escribí en el suelo delante del humano mientras bajaba mi lomo y plegaba las púas para que no se lastimara al sentarse.
"Los dejaré en la orilla y luego me indicarán en donde esta el barco para que nos venga a buscar." les indique a ese par mientras aguardaba.

Eoghan torció levemente el morro. Quizás debería dejar de pensar de una forma tan reduccionista. Bueno, no es que solo pensase que existía bien y mal, para nada, es solo que había determinados comportamientos que él no lograba aguantar, como despojar de las propiedades a otra persona, aunque claro en esta ocasión parece que hacer el estúpido fue menester por su parte.

Cuando el carro empezó a volcar, Eoghan abrió mucho los ojos y apoyó la lanza en la arena intentando usarla como apoyo o pértiga para saltar del carro a falta de su pierna que, estando lesionada, de poco le iba a servir al saltar. Se impulsó con la pierna buena y mientras el carro crujía, se apoyó sobre el mástil de la lanza que por suerte era rígido y podía aguantar perfectamente un hombre de más envergadura que la suya. Además, el apoyo de su cuerpo no duró demasiado, porque el extremo apoyado en la arena se resbaló y Eoghan cayó apartosamente boca abajo en la arena, llenándose de la fina materia de arriba a abajo. Alzó la cabeza y escupió algo de arena tras poner cara de circunstancias.

-Quizás debiéramos haber parado un poco antes. -Dijo mientras se ponía en pie y se sacudía la arena de los hombros, la capa y en general, del cuerpo. Aunque eso sí, ahora tenía arena en los condenados calzones y a ver cómo se deshacía de ella fácilmente. Eso era una puñeta. Gruñó al apoyar falsamente el pie dolorido que se vio rforzado a mantener en alto, hasta que vio cómo la dragona escribía. Eoghan miró a Arygos, casi como si le preguntase si estaba segura de ello. Por una parte le hacía una ilusión tremenda, ¡montar en dragón no era algo que se hiciera todos los días! Por otra parte, sabía que debía ser molesto llevar a un humano a lomos como si fuera un simple caballo. Eoghan se acercó a la dragona apoyando la mano zurda sobre su lomo y luego dio un salto con el pie sano, agarrándose al cuello de la dragona para afianzar su posición en el lomo de ésta.

Se notaba que Eoghan llevaba años montando a caballo. Quizás la envergadura de la dragona fuera un poco más alta que la de un caballo de guerra, y su fisonomía algo distinta, pero ella podría notar que al joven no le costaba mucho acomodarse a su lomo. Además, fuera de lo que cabía esperar su forma de montar no era como la de un vulgar jinete o un caballero, si no la de alguien más humilde, más habituado al trato con sus monturas y a tratarlas como a un igual, que como un instrumento de transporte.

-Cuando tenga la pierna curada te lo compensaré de alguna manera.-Le prometió a la dragona sin pensárselo dos veces. Ya había dado las gracias como unas quince veces aquel día, pero no eran suficientes, ninguno de los dos tenían por qué ayudarle y aun así lo hacían. El capitán le entregó el tricornio, que Eoghan tomó con cuidado de no chafarlo. Asintió al hombre con suavidad. -Muy bien, capitán. Recuérdame que te invite a un par de rondas en la mejor taberna de Lunargenta cuando deje de tener la pata chula.

En parte era broma, en parte iba en serio. A decir verdad, el capitán pese al incidente de la carreta le había caído en gracia. Parecía un hombre justo, severo, pero justo. Le gustaba.

Aun que el capitán parecía comprender con mas facilidad que le humano algunas cosa,s había otras que parecía ignorar, y ser incapaz de entender, o simplemente no poder ver con una ojeada rápida, entre ellas el hecho de que NO podía llevar volando al humano por mucho que quisiera porque era demasiado grande y pesado como para que pudiera mantener el vuelo. Con suerte podía dar saltos largos con una persona de su tamaño arriba, pero no mas que aquello, y no conocía dragón capaz de cargar volando con un adulto de otra especie.
Por si fuera poco, yo no era especialmente un dragón grande, porque aun me faltaba crecer un poco, y aun cuando lo hiciera, era mas cuello y cola que cuerpo, lo que reducía considerablemente mi fuerza en comparación con otros dragones de morfología mas robusta.
" No es que no quiera llevarlo rápido, es que no tengo suficiente fuerza, es muy pesado."
Le aclaré al hombre calamar en el suelo mientras dejaba que el humano se acomodara en mi espalda. Era mucho, mucho mas pesado que mis hermanos pequeños, aunque les debía duplicar o triplicar la edad y la altura también, así que era esperable.
Estaba cansada, pero era un pequeño esfuerzo mas.

Una vez memorizada la bandera y bien guardado su dibujo en el morral acerqué al humano a la orilla, y me tumbe con cuidado inclinándome a un costado para hacerlo caer con delicadeza sobre la arena, y salí volando hacia el barco en cuestión para llevarlo a la playa en la que nos habíamos quedado.
Esperaba que no me dispararan nada antes de aterrizar y que me dieran el tiempo suficiente antes de sacar los sables como para tomar mi forma humanoide y presentares a la tripulación el dibujo que me había confiado el hombre bestia.

off rol: cualquier inconveniente que me pondrían en tu barco avisadme por mp, y si consideras que podría haber dialogado, pueden incluir el barco llegando en su siguientes respuestas.

-Te lo recordaré.- Dijo en alto a la vez que alzaba su mano derecha, la de la tenaza, y la movía de lado en señal de despedida. –Te lo recordaré.- Repitió en voz más baja cuando la dragona ya se hubo alejado varios metros de distancia con una carrera mezclada con grandes saltos. –Os recordaré a ambos.-  

Arygos, la dragona con escamas del mismo color del marfil, estaba haciendo un gran esfuerzo por ayudar a una persona que acababa de conocer la cual, en su primer encuentro, hizo intención de enfrentarse con ella. No olvidaría su bondad y su perdón. Eoghan, el porto humano de aspecto humilde, en lugar de escapar del enorme lagarto blanco con alas y del demonio de os mares que se habían abalanzado en contra de él cuando se hirió la pierna, aceptó la ayuda de ambos desconocidos sin llegar a plantearse ni siquiera de donde habían salido. ¿Ingenuo? Sí, el Capitán no iba a negar que Eoghan pecaba de ingenuidad, pero había algo en él que tenía que tenía que recordar por mucho tiempo que pasase de aquel día. No olvidaría su confianza y su buen talante.

Cuando se alejaron tanto que el Capitán solo podía ver una mera figura alada que saltando en un mar de arena y densa brisa marina, fue el momento de emprender su caminata hacia el Promesa Enardecida. El paseo sería largo y cansado, pero no más que encontrar su navío. El día anterior, por fortuna, había dado órdenes a Wes Fungai, uno de sus piratas de confianza, que navegase lejos del puerto de Lunargenta y que, por los dioses que creyera conocer, se dejase ver a los navíos de la guardia de los humanos pero que no hiciera nada que les llamase su atención, solo tenía que dejarse ver. Una cruda decisión pues, la inmensa mayoría de guardias habían sido comprados por los enemigos del Capitán. Eso ya lo descubrió cuando tuvo que enfrentarse al Capitán Yaakov. La estrategia para aquellos días sería demostrar que los piratas del Promesa Enardecida siguen vivos y no iban a dejarse atrapar por nadie. Si Wes obedecía las órdenes del Capitán Werner tal y como él se las explicó hasta tres veces seguidas, en aquellos momentos, el barco estaría cerca de la playa. No sería más difícil encontrarles que caminar por la arena de la playa.

Lo único que no estaba seguro es de cómo responderían sus marineros al ver a la dragona llegar hasta ellos. Si al menos Eoghan fuera con ella, él podría hablar y explicarles a los piratas lo ocurrido. Pero no, él se quedaba en la orilla del mar, solo Arygos volaba hacia el Promesa Enardecida y ella no puede hablar. Entonces, todas sus esperanzas caían en Wes Fungai, si él viese el dibujo hecho con las propias manos del Capitán obedecería sin rechistar a la dragona. Sí él lo acepta los demás también. Nereida Nyére estaría con ellos y sanaría, tan rápido como su magia élfica le dejase, la pierna del humano. Si, aquello sería lo ideal y lo mejor para todo el mundo, pero lo ideal pocas ocasiones se hacía real. El Capitán se aceleró su paso persiguiendo la sombra que dejaba Arygos desde la lejanía.

Offrol: Podéis usar mis piratas.

Se bajó entonces del lomo de la dragona al saber que no podía llevarle. Suspiró y le palmeó suavemente el costado en un gesto de ánimo, y le colgó el sombrero del capitán en una de las púas cercanas a su cuello para que pudiera tomarlo con facilidad.

-Gracias. -Le dijo sencillamente, pero de todo corazón mientras se descalzaba las botas y dejaba que el pie hinchado se metiera dentro del agua salada. Estaba fresca, por no decir helada, pero tras sentarse e importarle más bien tirando a poco mojarse los bajos de los pantalones, llenarse de salitre el jubón y el capote de viaje, empezó a notar que el dolor de la hinchazón mitigaba.

De hecho, arrojó la lanza a un lado y se frotó suavemente el esguince para recuperar algo de la movilidad del tobillo, pero no sabía hacerlo bien, ya que no era precisamente un maestro en primeros auxilios. Solo pudo aplicar lo poco que Ely le había explicado en su momento para casos como aquel, pero eran nociones tan básicas que solo funcionaban a corto plazo.

-Es atípico encontrar un hombre de mar como usted, capitán. -Le dijo Eoghan cuando escuchó sus pasos cerca. -Me gustaría poder responder a su amabilidad de algún modo, aparte de invitarle a un par de tragos... Así que cuando necesite cualquier favor, avíseme.

No era de boquilla. Eoghan era un hombre de honor, y estaba dispuesto a hacer muchas cosas por alguien que le había tratado bien aun pese a haber demostrado ser un zote redomado de cuando en vez.

Antes de salir volando tomé con la boca, con cuidado de no agujerearlo el sombrero que Eoghan me había cedido, esperando que aquello, junto con la nota del capitán, fueran suficientes cosas como para que no me intentaran abatir.

No tardé demasiado en divisar la bandera del barco. El problema fue, claro está aterrizar. En el momento que empecé a planear sobre el navío buscando donde posarme, la mayoría de piratas se alteraron e intentaron abatirme con cualquier arma arrojadiza que tuvieran en sus manos, dificultando mucho mas que pudiera aterrizar.
 Con dificultad, esfuerzo, y algunas maniobras arriesgadas, logré colocarme cerca del timón y abandoné rápidamente mi forma dracónida esperando que aquello fuera tomado como una declaración de paz.

Saque apuradamente el dibujo del capitán, y por suerte, aquello junto con el sombrero fueron suficientes como para que no trataran de dejarme cmo un colador y me permitiesen hablar con la persona que estaba al mando.

Al final, mi desventurado encuentro con la tripulación del sr.Werner terminó con el barco dirigiéndose a la costa en donde había abandonado ambos hombres, y yo escondida en lo alto del barco, tras el timón, y semi trepada al palo que solía tener en su base figuras de madera de sirenas talladas, sentada como si fuera una escoba de bruja de un cuento infantil, bien sujeta con los brazos para no caerme al agua, y con los ojos entrecerrados, dejando que el viento que generaba la embarcación al moverse despejara mi rostro y azotara mi cabello níveo y enredado, aun con restos de arena de la playa.

No solo había elegido ese raro lugar del barco porque me gustara el viento, y la sensación de colgar sobre el vacío como si estuviese volando. La verdad es que no me sentía del todo cómoda caminando por la superficie del barco, que además de bambolearse con las olas, estaba plagada de hombres sudorosos que me habían estado arrojando cosas un rato antes, y que ahora me miraban de soslayo de vez en cuando como si fuera un bicho raro.

Cuando el barco llego lo suficientemente cerca como para divisar las figuras en la arena,  pero no tanto como para que el barco encallase en la playa, detuvieron el navío y un bote zarpo hasta la costa para recoger a los dos hombres que allí aguardaban. Habría podido acompañarlos en el bote, pero me negaba a abandonar aquel palo en mi forma humana sin el capitán cerca, y a transformarme en dragón temiendo que volvieran a usarme de diana. Así que me quedé siguiendo el pequeño bote con la mirada y balanceando las piernas sobre el agua como si estuviera sentada sobre una rama

Las órdenes fueron: “Deja que te vean sin hacer nada.” El Capitán Alfred Werner fue claro y conciso, no dejó lugar ni a la duda ni al error. Si alguno de los marineros del Promesa Enardecida dudaba era porque era un indisciplinado. La mayoría eran así. No sabían mantener la calma y la compostura en los momentos más difíciles. Les faltaba la frialdad y la obediencia que a Wes Fungai le sobraba.

No importaba cual fuera la orden del Capitán, había que obedecerla. Wes confiaba en él. Llevaban semanas sin abusos, sin sabotajes y sin saqueos. Algunos vacilaban en si de verdad eran piratas o personas que habían seguido a un viejo sin sueños. Wes lo sabía y les ignoraba. No iba a ignorar las órdenes del único capitán pirata que no le puso unos grilletes cuando se aburrió de él.

-Allí en lo alto- anunció Thess desde el nido del vigía. –algo se acerca hacia nosotros a gran velocidad. ¡Dragón!-

El Promesa Enardecida se había enfrentado a enemigos peores que un dragón, pero siempre bajo el liderazgo del Capitán Werner. Wes Fungai no era un líder sino un esclavo asesino. No habituaba a que un ejército de piratas dependiera de él. Pero, aun así, no dudó en hablar en alzar su voz por encima del ruido de las olas del mar al entrechocar contra el casco del navío y los gritos del vigía.

-A los escorpiones- dijo Wes en voz alta sin llegar a gritar.

Bajo la dirección del Capitán Werner, el dragón blanco hubiera muerto antes de acercarse al Promesa Enardecida. Bajo las cortes, frías y secas palabras del contramaestre Fungai, ningún proyectil llegó a su destino. Wes se maldijo por ello.

-¡Alto el fuego, alto el fuego por favor!- la voz de la señorita Nyére sonó a su espalda - ¡Es el sombrero del Capi, lo lleva en su boca; creo que es amiga!-

-Alto.- Ordenó Wes con el mismo tono de voz que antes. Un marinero no le obedeció y siguió disparando con una de las grandes ballestas. El hombre erizo se acercó hacia él y le dio un golpe en la cabeza tan fuerte que le tiro al suelo. – Dije alto.- Ningún otro marinero se atrevió a acercarse a ningún otro de los escorpiones del navío.

La señorita Nyére fue la primera en acercarse a la dragona. Wes y los otros marineros la observaron desde la lejanía. El contramaestre volvió a pensar en el Capitán, él no hubiera dado de atacar a la dragona. Se habría fijado, igual que se había fijado la niña elfa, de que ella era amiga. Su naturaleza fría y seca se mezclo a la vergüenza que se sentía por la mala orden que había dado. Wes, en ningún momento, se comunicó con la dragona, ni siquiera cuando ella cambió a su formahumana. Fue Nereida Nyére quien lo hizo y fue ella quien dio la orden de dirigirse hacia la orilla. Wes Fungai no se atrevió a decir nada más en alto.


Offrol: Punto de vista de Wes Fungai


El Capitán llegó a la orilla mucho antes de lo que hubiera imaginado, se esperaba que al llegar la pierna de Eoghan sanada por la magia élfica de Nereida. Mas, Eoghan estaba sentado en la arena con la pierna todavía herida y su lanza echada a un lado. Daba el aspecto de ser un caballero caído en una fragante batalla a la vez que un torpe campesino ya habituado a llenar su cuerpo de heridas. Era una mezcla rara pero no por nada extraña en esa clase de campesinos con más honor que muchos nobles que el Capitán había conocido. Aquella era una de las muchas ironías de los humanos; de haber querido, podría escribir un libro repleto de sátiras burlándose de esta y muchas otras ironías.

-Un buen trago es el mayor de los favores, no te pediría nada más que eso- contestó el Capitán a la vez que cogía la lanza de Eoghan y la asestaba contra la arena en modo de señal para su tripulación.

Eoghan era como su padre, esa imagen vieja y borrosa que apenas podía ver en sus recuerdos más profundos. Habían pasado muchos años, apenas se acordaba de qué aspecto tenía ni de cómo vestía. Pero, si de algo estaba seguro era de que Humphry Werner había sido, cuando estaba vivo, igual que el humano. Rígido, honesto, más noble que los nobles y más justo que la justicia. El Capitán arrugó su tez al recordar las veces que se habían aprovechado de toda su familia tan solo por eser unos pobres y marginados hombres bestias. El motivo por el cual se interesaba tanto en ayudar a las personas humildes y trabajadoras que lo necesitaban tanto como Eoghan, era porque aquello le reconfortaba en su interior; era como ayudarse así mismo de pequeño, a su madre y también a su padre.

A lo lejos un bote se acercaba a la orilla, en él estaban subidos Nereida Nyére y Wes Fungai; no había rastro de la joven dragona albina, por lo menos en el bote, mas tarde se la vio, subida en el bauprés del Promesa Enardecida como si fuera parte del mascarón de proa. La joven elfa presidía la barca saltando y celebrando el encuentro a la vez que abrazaba y bailaba con su pájaro. Wes Fungai, con el silencio propio del contramaestre, se había apoderado de los remos y los movía a gran velocidad. Al verlos, el Capitán Werner no pudo sonreír. Su tripulación de asesinos, ladrones y soñadores de la libertad eran, en el fondo, un estilo de familia que nadie más que él comprendía.

-¡Capitán, Capitán, ya estamos aquí mi Capitán!- Celebraba una y otra vez la joven elfa.

Off rol: Imágenes guía de los miembros de mi tripulación que he usado

Nereida Nyére:

Wes Fungai:

Thess:

Eoghan se levantó apoyándose en el mástil de la lanza cuando vio la embarcación acercarse. Gracias a los dioses.

Sin embargo, pese a su alivio no pudo evitar fijarse en la gente que se acercaba, alzando ambas cejas cuando vio sobre todo a Wes Fungai y a Thess, parpadeando varias veces. Se echo un poco hacia atrás saltando a la pata coja y ayudándose de la lanza a modo de muleta, y tras acercarse al capitán, no pudo evitar decir:

-Curiosa gente gastas en tu tripulación. -No era un comentario que fuera a malas, todo lo contrario, pero había que reconocer que una elfa, un hombre calamar, un hombre erizo y un hombre anfibio eran una combinación harto peculiar en el territorio aerandino, y teniendo en cuenta que Eoghan era hasta cierto punto un simple viajero, era normal que lo comentase. Aunque el joven había visto hombres bestia, dragones, licántropos, elfos e incluso algún biocibernético por ahí rondando, eran detalles que a uno no le pasaban por alto de prácticamente ninguna de las maneras. Eoghan se miró entonces el pie. Gracias al fresco del agua de mar y el masaje, la hinchazón había bajado un poco, pero era obvio que el esguince le seguía doliendo y no habría más forma de remendarlo que, o bien descansar un tiempo que Eoghan no tenía, o bien que se le curase de forma cuasi inmediata.

-Aunque debo de decir, que se han dado una prisa espectacular en llegar -Añadió con una suave sonrisa en el rostro al tiempo que los observaba llegar. Lo cierto es que el capitán le caía bien, pese al choque inicial que tuvieron respecto al tema de la carreta. Era alguien con dos dedos de frente, justo y honesto, pero con el suficiente seso como para saber cuándo una situación podía irse de las manos. A decir verdad, era algo que Eoghan admiraba, poder observar el mundo con aquella óptica sin caer en el cinismo más cruel, era algo que a él le estaba vedado por el momento. Quizás necesitaba vivir un poco más, o experimentar más aventuras para poder alcanzar aquel grado de madurez, y él lo sabía; pero ese puente ya lo quemaría cuando le tocase cruzarlo.

Pese que mi primer contacto con los elfos había sido un tremendo fiasco, la señorita Nyere demostró una diplomacia y un tacto que no había esperado de ella tras visitar las tierras de su gente.
Ademas de que había demostrado ser la mas precavida y observadora de la tripulación al percatarse del sombrero y hacer que dejaran de arrojarme cosas. Fue por todo aquello que fue a ella a quien entregue el sombrero del capitán y no al hombre que había dado la señal de ataque.

Una vez llegaron al lugar indicado un pequeño contingente se dirigió a la orilla. Forzando la vista podía ver las pequeñas figuras juntarse en la playa, y lo diferentes que eran todas esas criaturas entre si hacía que fuera fácil distinguirlas sin confundirse aun a esa distancia.
La mayoría de marineros estaban pendientes de la vuelta del capitán, y del reducido grupo que se había dirigido a golpe de remo hacia la arena. El barco era silencioso, tranquilo, y hermoso, o quizás solo me lo parecía porque no se estaba hundiendo en el mar como el anterior que había tomado. O siendo presa de un motín. O lleno de gente borracha que parecía que se estaba a punto de caer por la borda.

Fuera del pequeño y desagradable detalle que casi me abaten cuando estaba llegando, me gustaba ese barco. Una parte de mi sabía que no era enteramente su culpa. Yo ya sabía que mi especie era vista con temor y como bestias salvajes, a fin de cuentas era el mismo error en el que había caído su capitán cuando me había visto por primera vez, un error demasiado común para mi gusto.

Miré el barco y luego a la lejanía. Tenía un poco de ganas de explorar el navío, pero la elfa se había marchado a recibir al sr. Werner. Esperaría a que ambos volvieran antes de abandonar el palo del que me había adueñado y sobre el que me encontraba ahora, balanceando las piernas sobre el vació. Tampoco temía caerme, el barco estaba parado y sabía como sumergirme para no lastimarme aun si caía de esa altura.