Toc, toc, ¿quién es? [Trabajo - Eléanör] [CERRADO]
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Toc, toc, ¿quién es? [Trabajo - Eléanör] [CERRADO]
Y como todo, la fama se extendía como la pólvora arrastrada por un estornudo particularmente fuerte, o incluso un huracán. Las noticias de que había alguien en los alrededores que se dedicaba a cazar bandidos como si fuesen vulgares ratas de cloaca no tardó en llegar a los oídos y pasar de boca en boca hasta llegar a la gente en apuros.
Un mercader, un tanto avanzado en años según Eoghan pudo notar cuando habló con él, se encontraba en una incómoda dicotomía. Un grupo de rufianes había raptado a su hija menor, una, según el mercader, dulce muchacha de unos diecisiete años a la que ya buscaba un buen marido y pedían una cantidad absurda de aeros por ella que tranquilamente podía significar que el mercader se endeudase brutalmente durante muchos años aun pese a su bien amasada fortuna.
-Te lo imploro, señor mío. Adoro a mi hija, pero no puedo permitirme el rescate, ¡es excesivo! Os pagaré, os lo prometo, y en generosa cuantía, pero traed a mi pequeña a casa de vuelta... -Le dijo una vez había acudido a su establecimiento. Aunque de normal Eoghan solía despreciar a los mercaderes enriquecidos, aquel hombre no llevaba un negocio fraudulento, no a primera vista al menos. Era un alfarero, de piezas de lujo. Era un negocio complicado ,pero con los clientes adecuados, se podía ganar una cuantía como poco generosa.
Le dio los detalles. Por lo visto, el mercader sabía que los maleantes tenían a su hija retenida en un tugurio de mala muerte, pero un tugurio muy profundo y lleno de rufianes de la peor calaña, entre las callejuelas entre el barrio de los artesanos y el puerto. No llegaba a los suburbios de la ciudad pues aquel sería un sitio muy obvio, pero aun así había que dar una buena cantidad de quiebros en las esquinas para llegar.
Eoghan, para variar, acudió a Eléanör. La joven elfa gozaba de buen corazón y aunque no tenía formación marcial, era una excelente sanadora y tenía un don de gentes envidiable, así que por una parte, le vendría bien para calmar a la joven si ésta estaba histérica, o para sanarla si le habían hecho algo. Eso por no hablar, de las lesiones que él tenía la mala costumbre de sufrir en algunas ocasiones.
Además, al joven guerrero la presencia de la elfa le resultaba tranquilizante. Cuando estaba cerca, podía mantener la mente fría y pensar con calma justo antes de un conflicto, sabiendo que tenía que estar concentrado para evitar que le hicieran nada. Era su instinto protector, que apelaba al sentido común y sobre todo al resguardo de otra persona a la que apreciaba.
-Por lo visto vamos a tener que volver a los callejones. -Le dijo a su amiga, esperando que diera su visto bueno, ya que ya se habían aventurado por allí la primera vez que se conocieron y por fortuna, habían salido bien parados los dos: Ambos con un nuevo amigo y sin lesiones, además de la satisfacción de haber hecho el bien, un pequeño haz de luz tranquilizador en la gran urbe tan plagada de peste y fría nieve en aquella época. -No puedo hacer esto solo, Ely. ¿Te apuntas?
Además, Eoghan de ésta vez tenía que reconocerlo, necesitaba el dinero. No se comía del aire.
Un mercader, un tanto avanzado en años según Eoghan pudo notar cuando habló con él, se encontraba en una incómoda dicotomía. Un grupo de rufianes había raptado a su hija menor, una, según el mercader, dulce muchacha de unos diecisiete años a la que ya buscaba un buen marido y pedían una cantidad absurda de aeros por ella que tranquilamente podía significar que el mercader se endeudase brutalmente durante muchos años aun pese a su bien amasada fortuna.
-Te lo imploro, señor mío. Adoro a mi hija, pero no puedo permitirme el rescate, ¡es excesivo! Os pagaré, os lo prometo, y en generosa cuantía, pero traed a mi pequeña a casa de vuelta... -Le dijo una vez había acudido a su establecimiento. Aunque de normal Eoghan solía despreciar a los mercaderes enriquecidos, aquel hombre no llevaba un negocio fraudulento, no a primera vista al menos. Era un alfarero, de piezas de lujo. Era un negocio complicado ,pero con los clientes adecuados, se podía ganar una cuantía como poco generosa.
Le dio los detalles. Por lo visto, el mercader sabía que los maleantes tenían a su hija retenida en un tugurio de mala muerte, pero un tugurio muy profundo y lleno de rufianes de la peor calaña, entre las callejuelas entre el barrio de los artesanos y el puerto. No llegaba a los suburbios de la ciudad pues aquel sería un sitio muy obvio, pero aun así había que dar una buena cantidad de quiebros en las esquinas para llegar.
Eoghan, para variar, acudió a Eléanör. La joven elfa gozaba de buen corazón y aunque no tenía formación marcial, era una excelente sanadora y tenía un don de gentes envidiable, así que por una parte, le vendría bien para calmar a la joven si ésta estaba histérica, o para sanarla si le habían hecho algo. Eso por no hablar, de las lesiones que él tenía la mala costumbre de sufrir en algunas ocasiones.
Además, al joven guerrero la presencia de la elfa le resultaba tranquilizante. Cuando estaba cerca, podía mantener la mente fría y pensar con calma justo antes de un conflicto, sabiendo que tenía que estar concentrado para evitar que le hicieran nada. Era su instinto protector, que apelaba al sentido común y sobre todo al resguardo de otra persona a la que apreciaba.
-Por lo visto vamos a tener que volver a los callejones. -Le dijo a su amiga, esperando que diera su visto bueno, ya que ya se habían aventurado por allí la primera vez que se conocieron y por fortuna, habían salido bien parados los dos: Ambos con un nuevo amigo y sin lesiones, además de la satisfacción de haber hecho el bien, un pequeño haz de luz tranquilizador en la gran urbe tan plagada de peste y fría nieve en aquella época. -No puedo hacer esto solo, Ely. ¿Te apuntas?
Además, Eoghan de ésta vez tenía que reconocerlo, necesitaba el dinero. No se comía del aire.
Última edición por Eoghan Lothannor el Mar Mayo 03 2016, 10:55, editado 1 vez
Eoghan Lothannor
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Re: Toc, toc, ¿quién es? [Trabajo - Eléanör] [CERRADO]
Se levantó temprano en la mañana, envuelta en las suaves y cálidas mantas de la posada, relajada y habiendo pasado la primera noche tranquila en la ciudad. Con calma abrió los ojos dejando que la tenue luz del alba la despertase en esa mañana fría y remoloneó unos instantes en la cama, acurrucándose entre las cálidas sábanas. Hacía tanto frío esa mañana, que ojala no tuviera que levantarse.
Tras unos minutos, decidió que ya había remoloneado suficiente, si bien le gustaba estar en la cama, no podía aguantar tumbada más de dos minutos seguidos sin moverse. Se alzó y atusó sus rizos rojizos. Con un suspiro abrió las sábanas y se levantó poniendose una bata sobre el camisón, hacía tanto frío que incluso el suelo de madera estaba helado. Por suerte, la chimenea del dormitorio estaba encendida y pronto caldearía el cuarto.
Entró al baño y salió minutos después ya aseada, se vistió frente a la chimenea con uno de sus vestidos y se sentó en el escritorio frente a la ventana, leyendo libros sobre plantas y animales con sustancias para poder hacer medicinas con ellas, al fin y al cabo, eran cosas que necesitaba saber una buena sanadora. Mientras estaba en la labor, una chiquilla entró, dando una sonrisa, y recibiendo otra en respuesta, por parte de la elfa. La niña hizo la cama y se marchó diciéndole que podía bajar a desayunar, que la mayoría de los visitantes de paso habían dejado la sala ya libre.
La elfa había tomado por costumbre asomarse cuanto menos fuera posible a las zonas comunes, le daban miedo los hombres grandes que por allí pasaban y se la quedaban observando, prefería la paz de su cuarto, donde podía concentrarse y no la molestaban para nada. Por ello, cuando bajo, y vio que, efectivamente, a penas había gente, sonrió contenta y se acercó a la barra.
Sabía que no era de señoritas comer en la barra del bar, que era más elegante hacerlo en una mesa, así como sabía que no debía leer mientras comía, pero no podía evitarlo. Se sentó en un taburete que era ya prácticamente suyo y sonrió al dueño del lugar, que le tendió un bol de leche y avena junto a algunas piezas de fruta que la elfa comió mientras no apartaba la vista del libro.
- Debe ser interesante.- dijo el posadero, recibiendo una sonrisa y un asentimiento.
Cuando Eléanör acabó su desayuno, volvió a subir a su cuarto y se sentó, nuevamente, en el escritorio, recibiendo la luz del sol que iluminaba la estancia, era más cálido su cuarto que la sala común. Otro punto por el que se sentía más cómoda en ella que abajo. Abrió el libro por tercera vez y siguió leyendo, tomando, esta vez, papel, pluma y tinta y empezando a escribir. Sabía que su letra era elegante, pero ella era muy torpe, siempre que escribía acababa manchándose, por ello tenía dos pañuelos cerca, uno para la pluma, otro para ella.
Un par de horas después, mientras redactaba los efectos de una raíz de saúco, escuchó un golpe de nudillos en la puerta. Giró en redondo y, dudosa, dijo un suave, adelante. Eoghan entró al cuarto, y fue recibido con la sonrisa de la elfa, que con su pañuelo limpió una mancha de tinta que notaba en el puente de la nariz. Parecía que el chico quería salir. La joven frunció el ceño y miró de soslayo por la ventana, parecía hacer frío, no le apetecía demasiado aventurarse a las calles de la ciudad, pensaba pasar ese día tranquila, centrada en sus estudios. Sin embargo, escuchar que no podía hacerlo solo, y saber que acudía a ella, a pesar de su torpeza, la conmovió y la hizo sentirse válida.
Asintió con un suspiro y una sonrisa, se alzó de la silla, dejandolo todo ordenado como si nunca hubiera habido nadie escribiendo en el lugar, y tomó su capa del armario, junto a una bolsa donde guardar sus agujas y sus llaves. Se acercó a la puerta y salió junto al joven guerrero que había ido a buscarla, para, a continuación, cerrar la puerta.
- ¿A dónde vamos?- Preguntó alzando la vista para poder mirar al chico, algo entusiasmada por el paseo a pesar de sus primeros instintos de quedarse en la posada.
Tras unos minutos, decidió que ya había remoloneado suficiente, si bien le gustaba estar en la cama, no podía aguantar tumbada más de dos minutos seguidos sin moverse. Se alzó y atusó sus rizos rojizos. Con un suspiro abrió las sábanas y se levantó poniendose una bata sobre el camisón, hacía tanto frío que incluso el suelo de madera estaba helado. Por suerte, la chimenea del dormitorio estaba encendida y pronto caldearía el cuarto.
Entró al baño y salió minutos después ya aseada, se vistió frente a la chimenea con uno de sus vestidos y se sentó en el escritorio frente a la ventana, leyendo libros sobre plantas y animales con sustancias para poder hacer medicinas con ellas, al fin y al cabo, eran cosas que necesitaba saber una buena sanadora. Mientras estaba en la labor, una chiquilla entró, dando una sonrisa, y recibiendo otra en respuesta, por parte de la elfa. La niña hizo la cama y se marchó diciéndole que podía bajar a desayunar, que la mayoría de los visitantes de paso habían dejado la sala ya libre.
La elfa había tomado por costumbre asomarse cuanto menos fuera posible a las zonas comunes, le daban miedo los hombres grandes que por allí pasaban y se la quedaban observando, prefería la paz de su cuarto, donde podía concentrarse y no la molestaban para nada. Por ello, cuando bajo, y vio que, efectivamente, a penas había gente, sonrió contenta y se acercó a la barra.
Sabía que no era de señoritas comer en la barra del bar, que era más elegante hacerlo en una mesa, así como sabía que no debía leer mientras comía, pero no podía evitarlo. Se sentó en un taburete que era ya prácticamente suyo y sonrió al dueño del lugar, que le tendió un bol de leche y avena junto a algunas piezas de fruta que la elfa comió mientras no apartaba la vista del libro.
- Debe ser interesante.- dijo el posadero, recibiendo una sonrisa y un asentimiento.
Cuando Eléanör acabó su desayuno, volvió a subir a su cuarto y se sentó, nuevamente, en el escritorio, recibiendo la luz del sol que iluminaba la estancia, era más cálido su cuarto que la sala común. Otro punto por el que se sentía más cómoda en ella que abajo. Abrió el libro por tercera vez y siguió leyendo, tomando, esta vez, papel, pluma y tinta y empezando a escribir. Sabía que su letra era elegante, pero ella era muy torpe, siempre que escribía acababa manchándose, por ello tenía dos pañuelos cerca, uno para la pluma, otro para ella.
Un par de horas después, mientras redactaba los efectos de una raíz de saúco, escuchó un golpe de nudillos en la puerta. Giró en redondo y, dudosa, dijo un suave, adelante. Eoghan entró al cuarto, y fue recibido con la sonrisa de la elfa, que con su pañuelo limpió una mancha de tinta que notaba en el puente de la nariz. Parecía que el chico quería salir. La joven frunció el ceño y miró de soslayo por la ventana, parecía hacer frío, no le apetecía demasiado aventurarse a las calles de la ciudad, pensaba pasar ese día tranquila, centrada en sus estudios. Sin embargo, escuchar que no podía hacerlo solo, y saber que acudía a ella, a pesar de su torpeza, la conmovió y la hizo sentirse válida.
Asintió con un suspiro y una sonrisa, se alzó de la silla, dejandolo todo ordenado como si nunca hubiera habido nadie escribiendo en el lugar, y tomó su capa del armario, junto a una bolsa donde guardar sus agujas y sus llaves. Se acercó a la puerta y salió junto al joven guerrero que había ido a buscarla, para, a continuación, cerrar la puerta.
- ¿A dónde vamos?- Preguntó alzando la vista para poder mirar al chico, algo entusiasmada por el paseo a pesar de sus primeros instintos de quedarse en la posada.
Última edición por Eléanör Gàlathiël el Sáb Abr 23 2016, 10:15, editado 2 veces
Eléanör Gàlathiël
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Re: Toc, toc, ¿quién es? [Trabajo - Eléanör] [CERRADO]
-A los callejones. No sé en cuál exactamente, pero nuestro contractor me ha dado la descripción de uno de los captores. -Le dijo a la elfa mientras caminaban escaleras abajo de la posada. Saludó al tabernero alzando la diestra y tomó sus armas que había dejado a su cargo, colgando la espada a su cinto y apoyó la lanza en el suelo. -Probablemente tengamos que recaudar un poco de información, parecen una banda organizada. Si es así, será mucho más fácil dar con ellos.
Porque claro, tengamos en cuenta una cosa, que era importante: Los rufianes se conocían muy bien entre ellos, sobre todo cuando se trataba de un asunto de honor entre ladrones, y estos en concreto parece que eran de los que cabreaban a otros ladrones vendiéndolos a la guardia tras encerrarlos en la escena del crimen, así que... Dos más dos, pensó.
Cuando salieran a la calle, haría bastante fresco, pero el sol pálido de invierno quizás aliviase un poco la sensación, ¿o quizás no? A Eoghan sí por lo menos. Aunque hasta ahora él solo había conocido el sol cálido de aquella época, tenía que admitir que un poco de frío no estaba tan mal... Menos aun cuando ese frío era acompañado de una luz pálida como aquella que parecía embellecer un poco la piedra.
Ahora bien, seguía sin acostumbrarse a la nieve.
El guerrero echó a caminar en dirección al barrio de los artesanos. Aunque allí no era muy frecuente la presencia de rufianes, sí que conocía a un muchacho que podía darles algo de información. El muchacho al que Crane le había hecho la puñeta y lo obligaba a robar, ahora convertido en un aprendiz de cazador hasta dónde sabía él, bastante competente.
Esperaba que el jovenzuelo pudiera darles alguna pista o al menos estuviera enterado de las pintas de aquel hombre y que pudiera relacionarlo con alguien más. Lo primero era localizarles, y luego... Bueno, luego lo sería rescatar a la joven muchacha de las zarpas de aquellos rufianes.
Las calles a aquellas horas estaban abarrotadas de gente que iba a hacer sus primeras compras del día, o a trabajar a los talleres. Sobre todo a los comunales, lugares que Eoghan estaba visitando casi constantemente para ganarse la comida del día. Aunque ya no le hacía tanta falta desde que había terminado de ayudar en la granja del viejo Heimirsson e iba bien de dinero, seguía siendo una buena costumbre ser previsor amén de ahorrador, y estaba convencido de que aquello le ayudaría a mantenerse económicamente hablando.
-Tenemos que buscar a un muchacho en la casa de cazadores. Me debe una, y supongo que conocerá a aquel tipo, o eso o mucho me equivoco. -Le dijo a la joven elfa mientras le pasaba la mano por los hombros sobre la capa, un instinto que tenía desde hace mucho cada vez que entraban en una zona abarrotada, en parte para sujetarla por si la empujaban, en parte para que ninguno de los dos se perdiese y permaneciesen juntos. -Y si no lo conoce, al menos le habré hecho una visita. ¿Te parece bien?
Porque claro, tengamos en cuenta una cosa, que era importante: Los rufianes se conocían muy bien entre ellos, sobre todo cuando se trataba de un asunto de honor entre ladrones, y estos en concreto parece que eran de los que cabreaban a otros ladrones vendiéndolos a la guardia tras encerrarlos en la escena del crimen, así que... Dos más dos, pensó.
Cuando salieran a la calle, haría bastante fresco, pero el sol pálido de invierno quizás aliviase un poco la sensación, ¿o quizás no? A Eoghan sí por lo menos. Aunque hasta ahora él solo había conocido el sol cálido de aquella época, tenía que admitir que un poco de frío no estaba tan mal... Menos aun cuando ese frío era acompañado de una luz pálida como aquella que parecía embellecer un poco la piedra.
Ahora bien, seguía sin acostumbrarse a la nieve.
El guerrero echó a caminar en dirección al barrio de los artesanos. Aunque allí no era muy frecuente la presencia de rufianes, sí que conocía a un muchacho que podía darles algo de información. El muchacho al que Crane le había hecho la puñeta y lo obligaba a robar, ahora convertido en un aprendiz de cazador hasta dónde sabía él, bastante competente.
Esperaba que el jovenzuelo pudiera darles alguna pista o al menos estuviera enterado de las pintas de aquel hombre y que pudiera relacionarlo con alguien más. Lo primero era localizarles, y luego... Bueno, luego lo sería rescatar a la joven muchacha de las zarpas de aquellos rufianes.
Las calles a aquellas horas estaban abarrotadas de gente que iba a hacer sus primeras compras del día, o a trabajar a los talleres. Sobre todo a los comunales, lugares que Eoghan estaba visitando casi constantemente para ganarse la comida del día. Aunque ya no le hacía tanta falta desde que había terminado de ayudar en la granja del viejo Heimirsson e iba bien de dinero, seguía siendo una buena costumbre ser previsor amén de ahorrador, y estaba convencido de que aquello le ayudaría a mantenerse económicamente hablando.
-Tenemos que buscar a un muchacho en la casa de cazadores. Me debe una, y supongo que conocerá a aquel tipo, o eso o mucho me equivoco. -Le dijo a la joven elfa mientras le pasaba la mano por los hombros sobre la capa, un instinto que tenía desde hace mucho cada vez que entraban en una zona abarrotada, en parte para sujetarla por si la empujaban, en parte para que ninguno de los dos se perdiese y permaneciesen juntos. -Y si no lo conoce, al menos le habré hecho una visita. ¿Te parece bien?
Eoghan Lothannor
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Re: Toc, toc, ¿quién es? [Trabajo - Eléanör] [CERRADO]
Comenzó a bajar las escaleras siguiendo a Eoghan mientras se aseguraba de llevar la caa bien puesta, había parado el viento y la nevada, pero el frío se mantenía y prefería no volver a pasar el frío que pasó en el bosque. Al llegar a la entrada, saludó con la mano y una sonrisa al tabernero y se dirigió a la puerta. A esas horas la taberna ya había vuelto a llenarse de gente.
Las personas que iban a media mañana o, incluso, a medio día, eran mucho más agradables que quienes acudían a primera y ultima hora del día, trabajadores de puerto o borrachos, por suerte el posadero los mantenía bajo control, pero prefería no estar cerca de ellos si podía evitarlo.
Salió por la puerta y se arrebujó en la capa al notar el primer cambio de temperatura notable. La taberna era muy cálida en comparación al frío de la calle. Al menos el sol, blanquecino, brillaba en lo alto y aliviaba un poco la temperatura. Asintió a la explicación de Eoghan, no es que le entusiasmaran los callejones, pero si el caso era ayudar a alguien, estaba dispuesta. Además, se sentía segura con el chico, era la única persona, desde que abandonó su hogar, que le había proporcionado calma, así que no temía tanto como sería usual el lanzarse a los callejones bajos de Lunargenta en pos de un secuestrador.
Se estremeció con el frío y notó que, al menos, habían apartado la nieve del centro de la calle, amontonandola, en las calles principales, junto a las paredes, manteniendo las puertas limpias. Lunargenta podía ser horrible, fría y fríbola, pero debía admitir que sabían mantener las calles limpias, literalmente. Las pocas veces que había salido por la capital humana no había encontrado un solo papel, o hueso, incluso en los días de mercado. Cuando los puestos desaparecían, horas después, las calles volvían a verse impolutas.
Miró al cielo mientras avanzaba, ¿estaría bien la persona raptada? Esperaba que si, al fin y al cabo, no le preocupaban tanto las heridas físicas, como las psiquicas, para ella era sencillo con un poco de magia o aguja e hilo cerrar heridas, pero no era tan facil curar un corazón o una mete rota.
Notó, entonces, un brazo alrededor de sus hombros, y se sonrojó, poco acostumbrada a contacto como lo estaba, temía haberse perdido, presa de sus pensamientos, y que un extraño la hubiera tomado, por lo que su sonrojo pasó a una ligera presión en el pecho. Miró hacia arriba, y pudo ver que se había preocupado sin razón, sonrió al chico, aliviada, y se dejó guiar por Eoghan entre la multitud, atendiendo a las palabras de este.
Asi que iban a ver a un amigo del chico, prefirió no preguntar como era posible que conociera a alguien que supiera de bandidos y ladrones, aunque no pensaba que Eoghan hubiera hecho nada malo, sabía que, tal vez, el joven tenía historias sangrientas a sus espaldas que probablemente no quisiera escuchar si no quería tener pesadillas.
- ¿Entonces vamos primero a los talleres?- preguntó la chica mirando la dirección que tomaban.
Las calles estaban hasta los topes de gente a esas horas, y algunos guardias paseaban pavoneandose por enfrente de los aldeanos como si fueran mejores que nadie por el mero hecho de saber manejar una espada. Aun no había podido hablar con ninguno, pero lo cierto es que le parecían todos bastante torpes, y más creídos que útiles, además, si tan buenos eran, por qué no salvaban ellos a quien lo necesitaba, o, mejor, por qué no evitaban esas situaciones.
Poco tiempo tuvo para plantearselo, pronto entraron a la calle de los oficios y llegaron a una pequeña tienda con cartel de madera que no le dio tiempo a leer. Entró notando pronto el calor de una chimenea y el profundo olor a cuero que dominaba el ambiente. Se quedó atrás, casi escondida, esperando a que alguien respondiera, no conocía a nadie en esa tienda, y no quería entrometerse. Juntó sus manos frente a ella, jugueteando con la tela de su vestido, y esperó paciente. Aun no sabía porqué alguien les había pedido atrapar a alguien, debía haberle hecho algo personal a esa persona si es que querían atraparlo a él unicamente, y no a la banda entera.
Las personas que iban a media mañana o, incluso, a medio día, eran mucho más agradables que quienes acudían a primera y ultima hora del día, trabajadores de puerto o borrachos, por suerte el posadero los mantenía bajo control, pero prefería no estar cerca de ellos si podía evitarlo.
Salió por la puerta y se arrebujó en la capa al notar el primer cambio de temperatura notable. La taberna era muy cálida en comparación al frío de la calle. Al menos el sol, blanquecino, brillaba en lo alto y aliviaba un poco la temperatura. Asintió a la explicación de Eoghan, no es que le entusiasmaran los callejones, pero si el caso era ayudar a alguien, estaba dispuesta. Además, se sentía segura con el chico, era la única persona, desde que abandonó su hogar, que le había proporcionado calma, así que no temía tanto como sería usual el lanzarse a los callejones bajos de Lunargenta en pos de un secuestrador.
Se estremeció con el frío y notó que, al menos, habían apartado la nieve del centro de la calle, amontonandola, en las calles principales, junto a las paredes, manteniendo las puertas limpias. Lunargenta podía ser horrible, fría y fríbola, pero debía admitir que sabían mantener las calles limpias, literalmente. Las pocas veces que había salido por la capital humana no había encontrado un solo papel, o hueso, incluso en los días de mercado. Cuando los puestos desaparecían, horas después, las calles volvían a verse impolutas.
Miró al cielo mientras avanzaba, ¿estaría bien la persona raptada? Esperaba que si, al fin y al cabo, no le preocupaban tanto las heridas físicas, como las psiquicas, para ella era sencillo con un poco de magia o aguja e hilo cerrar heridas, pero no era tan facil curar un corazón o una mete rota.
Notó, entonces, un brazo alrededor de sus hombros, y se sonrojó, poco acostumbrada a contacto como lo estaba, temía haberse perdido, presa de sus pensamientos, y que un extraño la hubiera tomado, por lo que su sonrojo pasó a una ligera presión en el pecho. Miró hacia arriba, y pudo ver que se había preocupado sin razón, sonrió al chico, aliviada, y se dejó guiar por Eoghan entre la multitud, atendiendo a las palabras de este.
Asi que iban a ver a un amigo del chico, prefirió no preguntar como era posible que conociera a alguien que supiera de bandidos y ladrones, aunque no pensaba que Eoghan hubiera hecho nada malo, sabía que, tal vez, el joven tenía historias sangrientas a sus espaldas que probablemente no quisiera escuchar si no quería tener pesadillas.
- ¿Entonces vamos primero a los talleres?- preguntó la chica mirando la dirección que tomaban.
Las calles estaban hasta los topes de gente a esas horas, y algunos guardias paseaban pavoneandose por enfrente de los aldeanos como si fueran mejores que nadie por el mero hecho de saber manejar una espada. Aun no había podido hablar con ninguno, pero lo cierto es que le parecían todos bastante torpes, y más creídos que útiles, además, si tan buenos eran, por qué no salvaban ellos a quien lo necesitaba, o, mejor, por qué no evitaban esas situaciones.
Poco tiempo tuvo para plantearselo, pronto entraron a la calle de los oficios y llegaron a una pequeña tienda con cartel de madera que no le dio tiempo a leer. Entró notando pronto el calor de una chimenea y el profundo olor a cuero que dominaba el ambiente. Se quedó atrás, casi escondida, esperando a que alguien respondiera, no conocía a nadie en esa tienda, y no quería entrometerse. Juntó sus manos frente a ella, jugueteando con la tela de su vestido, y esperó paciente. Aun no sabía porqué alguien les había pedido atrapar a alguien, debía haberle hecho algo personal a esa persona si es que querían atraparlo a él unicamente, y no a la banda entera.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Toc, toc, ¿quién es? [Trabajo - Eléanör] [CERRADO]
Eoghan pudo darse de una mirada en particular por parte de la pelirroja. Se preguntaba si la historia era muy desagradable o no. Sea como fuere, cuando le preguntó acerca de si iban a los talleres, el muchacho asintió. De hecho, qué demonios, iba a comentarle la historia.
-El muchacho es un antiguo ratero. Estaba siendo coaccionado por un capullo y su banda para robar hasta que unos conocidos y yo les desbartamos el negocio, así que seguramente conocerá a gente de la zona y podrá darnos indicaciones. -Dijo a la elfa mientras avanzaban a largas zancadas entre gritos de ofertas irresistibles acerca de herraduras y otros cachivaches básicos, gente arrastrando carretas con dificultad por los pasajes helados y azotando a sus burros de carga o tentándolos con alguna golosina para que trabajasen más rápido, pero en vano. Eoghan pegó la espalda contra una pared y metió toda la tripa que pudo mientras pasba por el lado de un carromato que estaba en el medio y medio descargando varias cajas de pieles y tintes que a todas luces eran pesadas, hasta que al final, encontraron el edificio donde se suponía, residía el cazador.
Era un edificio grande, bien cuidado, de madera y piedra mampostera. Una gran cristalera en la parte frontal dejaba entrever un mostrador tras el cual había una mujer de unos treinta y pocos cosiendo unas pieles entre ellas y haciendo remedios, y un poco más atrás, la figura de un muchacho no muy alto, de pelo revuelto y delgado trabajando con un arco. Eoghan sonrió y entró. La mujer alzó la mirada.
-¿Desean algo? -Aunque joven, aquella mujer tenía en vez de una sonrisa, una mueca de cinismo y una mirada crítica que recordaba a los ojos de una lechuza enfadada, o una que estaba a punto de caerle encima a una presa desprevenida. Es más, si tuviera la nariz arqueada y ululase, sería una lechuza.
-Desearía tener unas palabras con el muchacho. -Dijo, señalando al chico del fondo. El joven se dio la vuelta y al ver a Eoghan, sonrió.
-¡No pasa nada, Diana, es amigo mío! ¡Es uno de los que nos liberaron a mis hermanas y a mí! ¡Eo, cuánto tiempo! -El chaval se apresuró en abrazar al guerrero, que le puso la mano en la cabeza y se la palmeó un par de veces. -¿Necesitas que te cacemos algo? ¿Ya no estás tan mal de dinero?
Eoghan se rió entre dientes y negó.
-Ya no tengo que dormir debajo de los puentes, pero, escucha Alexen, necesito de ese coco tuyo. -Dijo, dándole un par de toquecitos en la sien. La mujer se encogió de hombros y siguió con lo suyo. -Te prometo que después de esto volveré para hacerte una visita en condiciones, pero ahora necesito que me digas si has conocido a un hombre de mi altura, barbudo y con el pelo entrecano... Moreno, con una maza de armas al cinto. Y parece que en las ropas llevan bordado un círculo negro con un gavilán dentro.
El muchacho se llevó una mano a la barbilla, pensativo. Se apoyó en su arco a medio tensar.
-Es muy posible que hables de Haukken. Es un matón de los duros y pertenece a una banda de atracadores, pero desconozco qué nombre tienen. ¿Por qué, qué quieres de un tío así?
-Sacarle información. ¿Sabes por dónde podría rondar? -Preguntó Eoghan. Alexen asintió un par de veces, pero había preocupación en el rostro del chico.
-Normalmente suele rondar el mercado de abastos, al final del barrio bajo. Si no está allí, estará en la puerta esperando a algún turista despistado para "cobrarle protección", si me entiendes. -Eoghan asintió. No sería muy difícil apartarlo y sacarle la información a tortas si era necesario, o seguirle hasta su guarida. Ambas opciones le valían.
-El muchacho es un antiguo ratero. Estaba siendo coaccionado por un capullo y su banda para robar hasta que unos conocidos y yo les desbartamos el negocio, así que seguramente conocerá a gente de la zona y podrá darnos indicaciones. -Dijo a la elfa mientras avanzaban a largas zancadas entre gritos de ofertas irresistibles acerca de herraduras y otros cachivaches básicos, gente arrastrando carretas con dificultad por los pasajes helados y azotando a sus burros de carga o tentándolos con alguna golosina para que trabajasen más rápido, pero en vano. Eoghan pegó la espalda contra una pared y metió toda la tripa que pudo mientras pasba por el lado de un carromato que estaba en el medio y medio descargando varias cajas de pieles y tintes que a todas luces eran pesadas, hasta que al final, encontraron el edificio donde se suponía, residía el cazador.
Era un edificio grande, bien cuidado, de madera y piedra mampostera. Una gran cristalera en la parte frontal dejaba entrever un mostrador tras el cual había una mujer de unos treinta y pocos cosiendo unas pieles entre ellas y haciendo remedios, y un poco más atrás, la figura de un muchacho no muy alto, de pelo revuelto y delgado trabajando con un arco. Eoghan sonrió y entró. La mujer alzó la mirada.
-¿Desean algo? -Aunque joven, aquella mujer tenía en vez de una sonrisa, una mueca de cinismo y una mirada crítica que recordaba a los ojos de una lechuza enfadada, o una que estaba a punto de caerle encima a una presa desprevenida. Es más, si tuviera la nariz arqueada y ululase, sería una lechuza.
-Desearía tener unas palabras con el muchacho. -Dijo, señalando al chico del fondo. El joven se dio la vuelta y al ver a Eoghan, sonrió.
-¡No pasa nada, Diana, es amigo mío! ¡Es uno de los que nos liberaron a mis hermanas y a mí! ¡Eo, cuánto tiempo! -El chaval se apresuró en abrazar al guerrero, que le puso la mano en la cabeza y se la palmeó un par de veces. -¿Necesitas que te cacemos algo? ¿Ya no estás tan mal de dinero?
Eoghan se rió entre dientes y negó.
-Ya no tengo que dormir debajo de los puentes, pero, escucha Alexen, necesito de ese coco tuyo. -Dijo, dándole un par de toquecitos en la sien. La mujer se encogió de hombros y siguió con lo suyo. -Te prometo que después de esto volveré para hacerte una visita en condiciones, pero ahora necesito que me digas si has conocido a un hombre de mi altura, barbudo y con el pelo entrecano... Moreno, con una maza de armas al cinto. Y parece que en las ropas llevan bordado un círculo negro con un gavilán dentro.
El muchacho se llevó una mano a la barbilla, pensativo. Se apoyó en su arco a medio tensar.
-Es muy posible que hables de Haukken. Es un matón de los duros y pertenece a una banda de atracadores, pero desconozco qué nombre tienen. ¿Por qué, qué quieres de un tío así?
-Sacarle información. ¿Sabes por dónde podría rondar? -Preguntó Eoghan. Alexen asintió un par de veces, pero había preocupación en el rostro del chico.
-Normalmente suele rondar el mercado de abastos, al final del barrio bajo. Si no está allí, estará en la puerta esperando a algún turista despistado para "cobrarle protección", si me entiendes. -Eoghan asintió. No sería muy difícil apartarlo y sacarle la información a tortas si era necesario, o seguirle hasta su guarida. Ambas opciones le valían.
Eoghan Lothannor
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Re: Toc, toc, ¿quién es? [Trabajo - Eléanör] [CERRADO]
Era un alivio saber que, si Eoghan conocía a gente con esos contactos no era por haber paticipado en ningún negocio de índole dudosa. Eléanör sabía que era un buen chico, es decir, nadie ayudaba a un extraño solo por querer ayudar como habían hecho por ella, pero eso fue cuando ella lo conoció, no en su pasado, aunque, ciertamente, dudaba de ser quin como para juzgar. Le importaba más las acciones vistas que las no, nadie conocía del todo el pasado de nadie.
Si el joven hubiera tenido un pasado oscuro no le habría importado, y habría seguido con su opinión firme sobre la personalidad bondadosa del joven, pero, por supuesto, se alegraba de saber que esa opinión no había estado errada, y que, la razón para estar allí, no era otra que la de visitar a un chico a quien el guerrero había ayudado en un mal momento de su vida. Al ver al chico, que debía ser de, más o menos su edad, no pudo evitar pensar en qué situaciones habría vivido el chiquillo para tener que verse en semejantes embrollos como para necesitar un rescate.
Lo cierto es que el niño aun se veía bastante delgado, no delgado como ella, fragil más por el tono de piel claro y la delgadez, si no delgado de hambriento, algunas ojeras surcaban aun los ojos del joven, que, sonriente, se acercaba a Eoghan a saludar. Lo cierto es que tratara con una persona así de amable era agradable, la mujer que estaba tras el mostrador cosiendo una armadura de cuello, al entrar, la había mirado de modo desconfiado.
No le extrañaba, no es que la chica pareciera precisamente una fiera guerrera capaz de portar una espada, en realidad, a penas parecía capaz de sobrellevar su propio peso, como para aparentar tal fuerza como para poder mantener una daga. No, definitivamente, no era una chica de armas. Y sabía que, al ir acompañada de alguien como Eoghan, daba la impresión de ser la típica damisela en apuros que no se atrevía a dar un solo paso fuera de norma y que saltaba cuando le decían salta.
Ciertamente, a la mujer no le faltaría razón por pensar eso, Ely se sabía tímida, intimidada por el más leve sonido fuera de onda y tan liviana que el más mínimo soplo de viento podía levantarla como si no pesara más que una oja, además, en cuanto a lucha y defense, no podía ser más torpe e inutil, solo era capaz de brillar como si fuera una luciernaga al asustarse. Suspiró retirada, esperando a que los dos chicos terminasen de hablar. Parecía que tenían bastante que decirse, pero por lo que sabía, Eoghan daba la impresión de tener prisa y, como había dicho el chico al principio de la mañana, y en ese momento confirmaba el otro, debían dirigirse a los barrios bajos.
Mientras los chicos hablaban y ella se mantenía en silencio, notó una vez más la mirada algo disgustada de la cazadora, ciertamente no era una guerrera, las unicas marcas que tenía en la piel de esfuerzo duro era en los dedos, encallecidos de tanto escribir y practicar operaciones en su viejo hogar. Su piel, al contrario que la de la mujer no era morena, no tenía marcar de sol y las pecas que surcaban su nariz no eran sino de nacimiento y le otorgaban más delicadeza y niñería en los rasgos, si cabía. Pero no era como para mirarla de ese modo.
Puede que no supiera manejar un arco, como la mayoría de los elfos, pero si la vida de la mujer pendiera de un hilo, en esa estancia era ella la unica capaz de salvarla, y sin necesidad de usar magia.Sabidos por todos era que la magia sanadora de los elfos casi obraba milagros, pero ella no es que fuera especialmente resistente, había tenido que aprender otros modos para poder curar, aunque más dolorosos, y con una recuperación más tardía, igual de buenos.
Suspiró y espero a que su amigo saliera de la tienda para seguirle, haciendo una reverencia educada como despedida frente al joven sonriente y la mujer que la miraba algo enfurruñada. Suspiró al salir de la tienda y se caló la capucha en la cabeza, mientras la piel, que se había calentado en el interior del local, comenzaba a helársele. La calle se había llenado de gente en el poco tiempo que habían pasado dentro de la tienda.
- ¿Entonces ahora vamos al "mercado de abastos"? ¿Eso qué es?- preguntó con la duda en sus ojos mientras estiraba un brazo para coger al chico por la capa y no perderse.- M... si busca gente a quien cobrar por potección... puede que si vaya a serte útil.- sonrió ante la idea que se había forjado en su cabeza. Ciertamente la cosa le asustaba, no quería ser un señuelo, pero era la opción más fiable y menos peligrosa, nadie se asustaba al verla, la veían tan frágil que la subestimaban- puedo acercarme yo, no creo que nadie se asuste al verme, e intentar preguntarle lo que queremos, además, tu estarás cerca, ¿verdad?- preguntó segura de que así sería con una sonrisa dulce en los labios.- Así no me puede pasar nada.- aseguró bastante tranquila y confiada de sus palabras mientras avanzaban por la calle.
Incluso la mujer de la tienda la había visto como una chica débil sin conocerla de nada, estaba claro que el parecer una damisela en apuros no era problema para ella, y ya que lo aparentaba y, por poco que le gustase, solía sentirse como tal, no le costaría fingirlo aunque en ese momento no lo fuera. En cuanto se separase del chico su confianza se desvanecería como solía pasarle al andar sola por las calles, así que, no había problema ni opción a que la cogieran en el engaño.
Si el joven hubiera tenido un pasado oscuro no le habría importado, y habría seguido con su opinión firme sobre la personalidad bondadosa del joven, pero, por supuesto, se alegraba de saber que esa opinión no había estado errada, y que, la razón para estar allí, no era otra que la de visitar a un chico a quien el guerrero había ayudado en un mal momento de su vida. Al ver al chico, que debía ser de, más o menos su edad, no pudo evitar pensar en qué situaciones habría vivido el chiquillo para tener que verse en semejantes embrollos como para necesitar un rescate.
Lo cierto es que el niño aun se veía bastante delgado, no delgado como ella, fragil más por el tono de piel claro y la delgadez, si no delgado de hambriento, algunas ojeras surcaban aun los ojos del joven, que, sonriente, se acercaba a Eoghan a saludar. Lo cierto es que tratara con una persona así de amable era agradable, la mujer que estaba tras el mostrador cosiendo una armadura de cuello, al entrar, la había mirado de modo desconfiado.
No le extrañaba, no es que la chica pareciera precisamente una fiera guerrera capaz de portar una espada, en realidad, a penas parecía capaz de sobrellevar su propio peso, como para aparentar tal fuerza como para poder mantener una daga. No, definitivamente, no era una chica de armas. Y sabía que, al ir acompañada de alguien como Eoghan, daba la impresión de ser la típica damisela en apuros que no se atrevía a dar un solo paso fuera de norma y que saltaba cuando le decían salta.
Ciertamente, a la mujer no le faltaría razón por pensar eso, Ely se sabía tímida, intimidada por el más leve sonido fuera de onda y tan liviana que el más mínimo soplo de viento podía levantarla como si no pesara más que una oja, además, en cuanto a lucha y defense, no podía ser más torpe e inutil, solo era capaz de brillar como si fuera una luciernaga al asustarse. Suspiró retirada, esperando a que los dos chicos terminasen de hablar. Parecía que tenían bastante que decirse, pero por lo que sabía, Eoghan daba la impresión de tener prisa y, como había dicho el chico al principio de la mañana, y en ese momento confirmaba el otro, debían dirigirse a los barrios bajos.
Mientras los chicos hablaban y ella se mantenía en silencio, notó una vez más la mirada algo disgustada de la cazadora, ciertamente no era una guerrera, las unicas marcas que tenía en la piel de esfuerzo duro era en los dedos, encallecidos de tanto escribir y practicar operaciones en su viejo hogar. Su piel, al contrario que la de la mujer no era morena, no tenía marcar de sol y las pecas que surcaban su nariz no eran sino de nacimiento y le otorgaban más delicadeza y niñería en los rasgos, si cabía. Pero no era como para mirarla de ese modo.
Puede que no supiera manejar un arco, como la mayoría de los elfos, pero si la vida de la mujer pendiera de un hilo, en esa estancia era ella la unica capaz de salvarla, y sin necesidad de usar magia.Sabidos por todos era que la magia sanadora de los elfos casi obraba milagros, pero ella no es que fuera especialmente resistente, había tenido que aprender otros modos para poder curar, aunque más dolorosos, y con una recuperación más tardía, igual de buenos.
Suspiró y espero a que su amigo saliera de la tienda para seguirle, haciendo una reverencia educada como despedida frente al joven sonriente y la mujer que la miraba algo enfurruñada. Suspiró al salir de la tienda y se caló la capucha en la cabeza, mientras la piel, que se había calentado en el interior del local, comenzaba a helársele. La calle se había llenado de gente en el poco tiempo que habían pasado dentro de la tienda.
- ¿Entonces ahora vamos al "mercado de abastos"? ¿Eso qué es?- preguntó con la duda en sus ojos mientras estiraba un brazo para coger al chico por la capa y no perderse.- M... si busca gente a quien cobrar por potección... puede que si vaya a serte útil.- sonrió ante la idea que se había forjado en su cabeza. Ciertamente la cosa le asustaba, no quería ser un señuelo, pero era la opción más fiable y menos peligrosa, nadie se asustaba al verla, la veían tan frágil que la subestimaban- puedo acercarme yo, no creo que nadie se asuste al verme, e intentar preguntarle lo que queremos, además, tu estarás cerca, ¿verdad?- preguntó segura de que así sería con una sonrisa dulce en los labios.- Así no me puede pasar nada.- aseguró bastante tranquila y confiada de sus palabras mientras avanzaban por la calle.
Incluso la mujer de la tienda la había visto como una chica débil sin conocerla de nada, estaba claro que el parecer una damisela en apuros no era problema para ella, y ya que lo aparentaba y, por poco que le gustase, solía sentirse como tal, no le costaría fingirlo aunque en ese momento no lo fuera. En cuanto se separase del chico su confianza se desvanecería como solía pasarle al andar sola por las calles, así que, no había problema ni opción a que la cogieran en el engaño.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Toc, toc, ¿quién es? [Trabajo - Eléanör] [CERRADO]
Eoghan se percató de las miradas que le dirigía la cazadora a la elfa. No le gustaba, eso quedaba más que claro, aunque estaba claro que había un genuino desinterés hacia el guerrero, no tanto hacia Ely. Una vez estuvieron fuera y dejaron a Alexen de nuevo a sus cosas, miró a Eléanör mientras se dirigían al distrito comercial, pero tomando una ruta... Algo más sucia. Si bien el distrito de los mercaderes era pulcro y tenía una gran cantidad de vida, el lugar al que iban era un poco más apagado, pero con clientela igualmente, a diferencia de que el ambiente allí era bastante menos vivo.
-El mercado de abastos es donde los comerciantes de alimentos negocian con la gente para comerciar por sus víveres. -Le explicó mientras se abría paso entre algunas señoronas que regateaban con el pollero y un frutero respectivamente. Éstas ni siquiera se inmutaron más allá del ser empujadas, demasiado sumergidas en su regateo para ahorrarse unas monedillas. Eoghan pasó de nuevo el brazo por los hombros de la pelirroja, sabiendo que los nervios de la pobre no estaban como para ponerse a perderse en medio del mercado de abastos, y menos aun sabiendo lo recelosa que era la gente con aquellos que eran considerados como no-humanos. -Como ves es un sitio bastante vivo, y no te voy a engañar, bullicioso, a estas horas de la mañana.
Eoghan escuchó el plan de la joven. Frunció suavemente el ceño. No pudo evitar que algo de intranquilidad lo invadiera. Aquel tipo era peligroso, y probablemente conocía muchos esclavistas. Le preocupaba que lo pudiera perder de vista, y que no pudiera socorrer a la elfa, y que finalmente a la pobre le esperase un final triste, o una vida llena de penurias por culpa de haber recurrido a ella. Pero por otra parte, era algo mucho más seguro que iniciar una pelea en abierto.
-Vale, pero... Ten cuidado y ten tus agujas a mano. Prométemelo. -Le dijo a medida que se acercaban a la parte más oriental del mercado. Cuando todo dejó de estar tan abarrotado como antes, se separó de la pelirroja y la miró de reojo.-Busca a un tipo de mi altura, calvo y barbudo. Y tiene una maza de armas en el cinturón.
Ely no tardaría mucho en encontrar al susodicho, pues con tan poca gente el hombre destacaba bastante. Era, como Eoghan decía, totalmente calvo, o al menos, se rapaba al cero diariamente. Además, tenía una larga barba morena surcada de canas. Vestía con una pesada casaca de cuero negra con el símbolo de su banda grabado en una de las mangas, y una pesada maza unida al mango a través de una cadena en el cinto. Era un matón en toda regla, porque además, pequeño no era. Aunque tenía más grasa que músculo, seguía siendo una mole inamovible; además tampoco es que localizarle fuera muy difícil por aquellos rasgos, si no también porque tenía cicatrices de viruela en la cara y el cráneo, además de una fea sutura en un lateral de la calva.
En cualquier caso, era hora de que le confesase qué era lo que ocurría. La había mantenido a oscuras durante mucho rato, demasiado tiempo incluso, y ahora se les empezaba a agolpar todo el trabajo de pronto. De hecho, más de lo que a él le gustaría.
-Verás, este rufián ha secuestrado a una chica, y creo que su banda la está reteniendo y pide un rescate a su padre. El pobre está preocupadísimo porque no puede pagar lo que piden. Necesito que hagas que nos guíe hacia su banda... Aunque es arriesgado. -Le dijo mientras le apretaba suavemente el antebrazo. -Si vas a querer echarte atrás ahora, no te lo reprocharé, es una locura como poco.
Sabía que había hecho mal en no decirle nada hasta ahora, pero se había emocionado demasiado al tener una historia como esta en la que por encima le iban a pagar.
-Os seguiré a media distancia. Si la cosa se pone fea intervendré, ¿vale? Ánimo, Ely. -Le dijo en voz baja a la joven elfa mientras se separaba de ella y se dirigía a hablar con un hombre que vendía carne asada en un puestecillo, fingiendo ser un aventurero en busca de algo que echarse a la boca.
-El mercado de abastos es donde los comerciantes de alimentos negocian con la gente para comerciar por sus víveres. -Le explicó mientras se abría paso entre algunas señoronas que regateaban con el pollero y un frutero respectivamente. Éstas ni siquiera se inmutaron más allá del ser empujadas, demasiado sumergidas en su regateo para ahorrarse unas monedillas. Eoghan pasó de nuevo el brazo por los hombros de la pelirroja, sabiendo que los nervios de la pobre no estaban como para ponerse a perderse en medio del mercado de abastos, y menos aun sabiendo lo recelosa que era la gente con aquellos que eran considerados como no-humanos. -Como ves es un sitio bastante vivo, y no te voy a engañar, bullicioso, a estas horas de la mañana.
Eoghan escuchó el plan de la joven. Frunció suavemente el ceño. No pudo evitar que algo de intranquilidad lo invadiera. Aquel tipo era peligroso, y probablemente conocía muchos esclavistas. Le preocupaba que lo pudiera perder de vista, y que no pudiera socorrer a la elfa, y que finalmente a la pobre le esperase un final triste, o una vida llena de penurias por culpa de haber recurrido a ella. Pero por otra parte, era algo mucho más seguro que iniciar una pelea en abierto.
-Vale, pero... Ten cuidado y ten tus agujas a mano. Prométemelo. -Le dijo a medida que se acercaban a la parte más oriental del mercado. Cuando todo dejó de estar tan abarrotado como antes, se separó de la pelirroja y la miró de reojo.-Busca a un tipo de mi altura, calvo y barbudo. Y tiene una maza de armas en el cinturón.
Ely no tardaría mucho en encontrar al susodicho, pues con tan poca gente el hombre destacaba bastante. Era, como Eoghan decía, totalmente calvo, o al menos, se rapaba al cero diariamente. Además, tenía una larga barba morena surcada de canas. Vestía con una pesada casaca de cuero negra con el símbolo de su banda grabado en una de las mangas, y una pesada maza unida al mango a través de una cadena en el cinto. Era un matón en toda regla, porque además, pequeño no era. Aunque tenía más grasa que músculo, seguía siendo una mole inamovible; además tampoco es que localizarle fuera muy difícil por aquellos rasgos, si no también porque tenía cicatrices de viruela en la cara y el cráneo, además de una fea sutura en un lateral de la calva.
En cualquier caso, era hora de que le confesase qué era lo que ocurría. La había mantenido a oscuras durante mucho rato, demasiado tiempo incluso, y ahora se les empezaba a agolpar todo el trabajo de pronto. De hecho, más de lo que a él le gustaría.
-Verás, este rufián ha secuestrado a una chica, y creo que su banda la está reteniendo y pide un rescate a su padre. El pobre está preocupadísimo porque no puede pagar lo que piden. Necesito que hagas que nos guíe hacia su banda... Aunque es arriesgado. -Le dijo mientras le apretaba suavemente el antebrazo. -Si vas a querer echarte atrás ahora, no te lo reprocharé, es una locura como poco.
Sabía que había hecho mal en no decirle nada hasta ahora, pero se había emocionado demasiado al tener una historia como esta en la que por encima le iban a pagar.
-Os seguiré a media distancia. Si la cosa se pone fea intervendré, ¿vale? Ánimo, Ely. -Le dijo en voz baja a la joven elfa mientras se separaba de ella y se dirigía a hablar con un hombre que vendía carne asada en un puestecillo, fingiendo ser un aventurero en busca de algo que echarse a la boca.
Última edición por Eoghan Lothannor el Lun Mar 14 2016, 20:43, editado 1 vez
Eoghan Lothannor
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Re: Toc, toc, ¿quién es? [Trabajo - Eléanör] [CERRADO]
Así que eso era el mercado de abastos, jamás habría imaginado que hubiera un mercado que sirviera para aprovisionar a los mercaderes, era bastante extraño, pensaba que los mercaderes eran quienes vendían los restos de cosechas o aquellos que habían tenido la suerte de poder viajar y encontrar telas u objetos interesantes, nunca creyó que realmente hubiera gente que comprase para vender, era... curioso.
Atendió sin perder detalle a la exlicación que Eoghan le daba del tipo al que buscaban, un traficante, seguro que no le importaba traficar con personas, tampoco, por lo que su idea de hacer de señuelo había sido, como pensaba, de lo más acertada y terrorífica. Una pobre chica secuestrada y temía que ella podría acabar igual que la chica, pero tampoco se podía dejar amedrentar sin intentarlo siquiera. Debía encontrar a un tipo alto, tanto como Eoghan, calvo y con una horrible cicatriz surcandole el rostro.
Eléanör suspiró, asintiendo, intentando confiar en que estaría bien, que no podía pasarle nada, y que Eoghan estría cerca, no era momento de temer y quejarse, al fin y al cabo, la idea había sido suya. Tragó saliva y caminó perdida, intentando no mirar en dirección al chico, lo último que necesitaba era delatar su posición. No necesitaba parecer nerviosa, lo estaba, y eso solo intensificaba la sensación de estar necesitada de ayuda que la chica transmitía.
Caminó en busca del tipo por el mercado, con tres agujas dentro de los guantes, con empujar con las llemas, la punta de una aguja saldría de la tela y si tenía la oportunidad, atacar y huir, esperando no alejarse demasiado del guerrero, pero no fue ella quien encontró al traficante, si no él quien la encontró a ella. Cuando estaba dando un paso, dejando atrás un puesto de fruta que, decía la vendedora, era fresca, pero que por el aspecto pocho que tenía la elfa podía decir facilmente que de fresca nada, se topó con una espalda grande y apestosa.
- Lo... lo siento.- se disculpó a partandose y alzando la cabeza para encontrarse con un hombre alto, calvo y con una horrible cicatriz en la cara.
- Tranquila- sonrió con demasiada amabilidad el tipo.- ¿Te has perdido?.- preguntó con calma.
- Ah.... No... yo....- dudó ella, apartando la mirada, buscando a Eoghan.- Si... verá, es que... una amiga, ha desaparecido y... y solo quería buscarla.- murmuró esperando no parecer demasiado obvia.
- Oh, ¿una amiga? Puedo ayudarte a buscarla.- Se ofreció el hombre demasiado pronto.
- Ah... no, no gracias yo... eh...- intentó irse la chica.
- Oh, vamos, dime como era, seguro que soy de ayuda.- insistió el tipo cogiendola del brazo.
- Ah... es... se... se llama Olga, es... es rubia y muy guapa y... y su padre la busca...- comentó en un susurro asustada, intentando que su cuerpo no empezase a brillar.
La sonrisa desapareció del rostro del hombre, que pareció tensarse un instante, pero pronto reaccionó y puso una mano en la espalda de la elfa, que se quedó pálida un segundo, asustada, y temblando, dejó que la guiasen por en medio del mercado, miró al tipo un par de veces, asustada, pero él solo sonreía con satisfacción, algo le decía que el hombre creía haber encontrado una nueva victima que aumentaría la recompensa pedida.
- ¿Entonces... la... la conoce?- preguntó.
- Si, he oido de ella. ¿Quieres ir con ella?- contestó el hombre sin mirarla.
- ¿De... de verdad?- Preguntó temerosa. Algo le decía que no debía seguir a ese tipo, y que si lo hacía si, posiblemente se encontrase con la chica pero no sabía hasta que punto saldría ella ilesa.
- Claro, no está lejos.- Informó el hombre asintiendo.
- Pues... sí, quiero ir con Olga.- Pidió la chica, intentando sonar decidida, temblando por dentro, estaba llevando demasiado lejos eso de ser un señuelo, pero sabía que si se la llevaban a ella, Eo la estaba siguiendo y no habría posibilidad de que nada malo sucediera, ¿no?
Atendió sin perder detalle a la exlicación que Eoghan le daba del tipo al que buscaban, un traficante, seguro que no le importaba traficar con personas, tampoco, por lo que su idea de hacer de señuelo había sido, como pensaba, de lo más acertada y terrorífica. Una pobre chica secuestrada y temía que ella podría acabar igual que la chica, pero tampoco se podía dejar amedrentar sin intentarlo siquiera. Debía encontrar a un tipo alto, tanto como Eoghan, calvo y con una horrible cicatriz surcandole el rostro.
Eléanör suspiró, asintiendo, intentando confiar en que estaría bien, que no podía pasarle nada, y que Eoghan estría cerca, no era momento de temer y quejarse, al fin y al cabo, la idea había sido suya. Tragó saliva y caminó perdida, intentando no mirar en dirección al chico, lo último que necesitaba era delatar su posición. No necesitaba parecer nerviosa, lo estaba, y eso solo intensificaba la sensación de estar necesitada de ayuda que la chica transmitía.
Caminó en busca del tipo por el mercado, con tres agujas dentro de los guantes, con empujar con las llemas, la punta de una aguja saldría de la tela y si tenía la oportunidad, atacar y huir, esperando no alejarse demasiado del guerrero, pero no fue ella quien encontró al traficante, si no él quien la encontró a ella. Cuando estaba dando un paso, dejando atrás un puesto de fruta que, decía la vendedora, era fresca, pero que por el aspecto pocho que tenía la elfa podía decir facilmente que de fresca nada, se topó con una espalda grande y apestosa.
- Lo... lo siento.- se disculpó a partandose y alzando la cabeza para encontrarse con un hombre alto, calvo y con una horrible cicatriz en la cara.
- Tranquila- sonrió con demasiada amabilidad el tipo.- ¿Te has perdido?.- preguntó con calma.
- Ah.... No... yo....- dudó ella, apartando la mirada, buscando a Eoghan.- Si... verá, es que... una amiga, ha desaparecido y... y solo quería buscarla.- murmuró esperando no parecer demasiado obvia.
- Oh, ¿una amiga? Puedo ayudarte a buscarla.- Se ofreció el hombre demasiado pronto.
- Ah... no, no gracias yo... eh...- intentó irse la chica.
- Oh, vamos, dime como era, seguro que soy de ayuda.- insistió el tipo cogiendola del brazo.
- Ah... es... se... se llama Olga, es... es rubia y muy guapa y... y su padre la busca...- comentó en un susurro asustada, intentando que su cuerpo no empezase a brillar.
La sonrisa desapareció del rostro del hombre, que pareció tensarse un instante, pero pronto reaccionó y puso una mano en la espalda de la elfa, que se quedó pálida un segundo, asustada, y temblando, dejó que la guiasen por en medio del mercado, miró al tipo un par de veces, asustada, pero él solo sonreía con satisfacción, algo le decía que el hombre creía haber encontrado una nueva victima que aumentaría la recompensa pedida.
- ¿Entonces... la... la conoce?- preguntó.
- Si, he oido de ella. ¿Quieres ir con ella?- contestó el hombre sin mirarla.
- ¿De... de verdad?- Preguntó temerosa. Algo le decía que no debía seguir a ese tipo, y que si lo hacía si, posiblemente se encontrase con la chica pero no sabía hasta que punto saldría ella ilesa.
- Claro, no está lejos.- Informó el hombre asintiendo.
- Pues... sí, quiero ir con Olga.- Pidió la chica, intentando sonar decidida, temblando por dentro, estaba llevando demasiado lejos eso de ser un señuelo, pero sabía que si se la llevaban a ella, Eo la estaba siguiendo y no habría posibilidad de que nada malo sucediera, ¿no?
Eléanör Gàlathiël
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Re: Toc, toc, ¿quién es? [Trabajo - Eléanör] [CERRADO]
Eoghan le compró al tipo un espetón. No sabía de qué era la carne, y tampoco es que le importase mucho. Tenía hambre, no había desayunado y la carne, carne era al fin y al cabo. Recordaba haber tenido que matar un tejón y cocinarlo, y aunque la carne era correúda no estaba tan mal.
Observó que el hombre sonreía a Ely. Una sonrisa falsamente amable, incluso aviesa. Luego echaron a andar. Dio un mordisco al espetón de nuevo y terminándoselo, tiró el palo a un lado, empezando a seguirles mientras empuñaba la lanza. El hombre conduciría a Eléanör por callejones angostos y oscuros que daban de todo menos buenas vibraciones.
Tragó saliva mientras los seguía a través de los callejones, cada vez las esquinas más intrincadas y complicadas de seguir sin ponerse a descubierto durante un momento. Observó que el hombre se paraba por un momento y miró a Eléanör, cambiando su semblante amable por uno más terrible, malintencionado y, qué demonios, la agarró por el cuello del vestido y la pegó contra la pared. Sí, parece que de alguna manera aquel tipo se había dado cuenta de la estratagema.
Eoghan dio un respingo y empuñó la lanza, listo para salir a descubierto, cuando de repente notó un golpe en la cabeza. Se cayó de bruces, y vio entonces un par de botas delante de él. Su visión se nublaba y notó que el mundo se desvanecía alrededor de él. Lo arrastraron entonces entre dos hombres más, no tan corpulentos como el calvorota, y lo tiraron frente a Eléanör y el hombretón.
Eoghan tenía el pelo enmarañado con una brecha en la cabeza, y estaba inconsciente, pero vivo. La cabeza le sangraba y no tenía pinta de que fuera a parar próximamente. Uno de los hombres era rubio con el pelo corto, casi rapado, y llevaba una cachiporra en la mano derecha, que golpeaba insistentemente y de forma seca contra la zurda. Tenía algo de sangre en uno de los laterales, era obvio que era el hombre que dejó K.O. al rubio.
-Jefe, lo encontramos merodeando y siguiéndoos. ¿Qué hacemos con él? -Eoghan seguía allí tirado sin hacer nada. Lo cierto es que el golpe había sido tremebundo. El otro hombre era un bruto barrigudo con un hacha barbuda en la espalda. A diferencia de sus compañeros no tenía la casaca, pero sí un pesado collar de hierro con el símbolo de la banda. Era obvio que dada su envergadura habían decidido no gastarse más dinero del necesario en su casaca.
-Ah, esto es un contratiempo. -Dijo el barbudo, mirando entonces a Eléanör y al rubio respectivamente. El hombretón frunció el ceño. -Parece un chaval fuerte, no obstante. Jé, demonios, si lo apaleamos un poco más y lo rompemos, sería un gladiador de primera para las peleas clandestinas.
Hubo un coro de risas entre los hombres, que luego se fijaron en la elfa.
-¿Y con ella? -Preguntó el rubio rapado, con un fuerte acento en el que marcaba muchísimo las erres y el sonido respectivo a la i griega.
-¿No es evidente? ¡Vendámosla! Seguro que algún esclavista o algún señor en las tierras al Este estará como loco por una elfa tan mona en su harén, ¿no os parece? -Hubo otro coro de risas. Maniataron a Eoghan, y procedieron a hacer lo mismo con Ely. Si ella gritaba, la amordazarían, al fin y al cabo eran tres y ella... Ella solo una. Entre los dos hombre empezaron a arrastrar al rubio por los callejones, hasta que abrieron una puertezuela de sótano pegada a un edificio viejo y destartalado, pero que no parecía abandonado en absoluto. De hecho, ese edificio estaba ya bien entrado el barrio bajo. Normal que nadie hubiera podido ir a rescatar a Olga, aquello debía de ser un hervidero de matones.
Observó que el hombre sonreía a Ely. Una sonrisa falsamente amable, incluso aviesa. Luego echaron a andar. Dio un mordisco al espetón de nuevo y terminándoselo, tiró el palo a un lado, empezando a seguirles mientras empuñaba la lanza. El hombre conduciría a Eléanör por callejones angostos y oscuros que daban de todo menos buenas vibraciones.
Tragó saliva mientras los seguía a través de los callejones, cada vez las esquinas más intrincadas y complicadas de seguir sin ponerse a descubierto durante un momento. Observó que el hombre se paraba por un momento y miró a Eléanör, cambiando su semblante amable por uno más terrible, malintencionado y, qué demonios, la agarró por el cuello del vestido y la pegó contra la pared. Sí, parece que de alguna manera aquel tipo se había dado cuenta de la estratagema.
Eoghan dio un respingo y empuñó la lanza, listo para salir a descubierto, cuando de repente notó un golpe en la cabeza. Se cayó de bruces, y vio entonces un par de botas delante de él. Su visión se nublaba y notó que el mundo se desvanecía alrededor de él. Lo arrastraron entonces entre dos hombres más, no tan corpulentos como el calvorota, y lo tiraron frente a Eléanör y el hombretón.
Eoghan tenía el pelo enmarañado con una brecha en la cabeza, y estaba inconsciente, pero vivo. La cabeza le sangraba y no tenía pinta de que fuera a parar próximamente. Uno de los hombres era rubio con el pelo corto, casi rapado, y llevaba una cachiporra en la mano derecha, que golpeaba insistentemente y de forma seca contra la zurda. Tenía algo de sangre en uno de los laterales, era obvio que era el hombre que dejó K.O. al rubio.
-Jefe, lo encontramos merodeando y siguiéndoos. ¿Qué hacemos con él? -Eoghan seguía allí tirado sin hacer nada. Lo cierto es que el golpe había sido tremebundo. El otro hombre era un bruto barrigudo con un hacha barbuda en la espalda. A diferencia de sus compañeros no tenía la casaca, pero sí un pesado collar de hierro con el símbolo de la banda. Era obvio que dada su envergadura habían decidido no gastarse más dinero del necesario en su casaca.
-Ah, esto es un contratiempo. -Dijo el barbudo, mirando entonces a Eléanör y al rubio respectivamente. El hombretón frunció el ceño. -Parece un chaval fuerte, no obstante. Jé, demonios, si lo apaleamos un poco más y lo rompemos, sería un gladiador de primera para las peleas clandestinas.
Hubo un coro de risas entre los hombres, que luego se fijaron en la elfa.
-¿Y con ella? -Preguntó el rubio rapado, con un fuerte acento en el que marcaba muchísimo las erres y el sonido respectivo a la i griega.
-¿No es evidente? ¡Vendámosla! Seguro que algún esclavista o algún señor en las tierras al Este estará como loco por una elfa tan mona en su harén, ¿no os parece? -Hubo otro coro de risas. Maniataron a Eoghan, y procedieron a hacer lo mismo con Ely. Si ella gritaba, la amordazarían, al fin y al cabo eran tres y ella... Ella solo una. Entre los dos hombre empezaron a arrastrar al rubio por los callejones, hasta que abrieron una puertezuela de sótano pegada a un edificio viejo y destartalado, pero que no parecía abandonado en absoluto. De hecho, ese edificio estaba ya bien entrado el barrio bajo. Normal que nadie hubiera podido ir a rescatar a Olga, aquello debía de ser un hervidero de matones.
Eoghan Lothannor
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Re: Toc, toc, ¿quién es? [Trabajo - Eléanör] [CERRADO]
Al adentrarse en un callejón, Elánör notó una mano en la nuca, y, antes de que pudiera darse cuenta de que sucedía, se vió alzada del suelo por el cuello y pegada contra una pared con los pies colgando. Llevó sus manos al puño que la agarraba, en un vano intento por elevarse algo más, sintiendo la falta de aire en sus pulmones.
Escuchó, entonces, un fuerte golpe, intentó girar la cabeza a ver lo que había sucedido, pataleando intentando soltarse. Lo unico que vio fue a Eoghan tendido en el suelo con una fea herida en la cabeza. Y unos tipos que le amenazaban. Eoghan estaba sin posibilidades de actuar, y ella no era más que una debilucha que no tenía armas con las que defenderse, y que, aunque las hubiera tenido, no las habrías sabido usar.
Aun luchando, mientras los hombres hablaban de apalear a Eoghan y venderla a ella, notó las agujas en sus dedos, y, en un acto desesperado, alzó los brazos hacia el cuello del tipo, empujándo los alfileres con las llemas de los dedos. Alcanzó, con dificultad el cuello del tipo, que giró su atención hacia ella, sorprendido. Y pronto notó los 6 pinchazos en el cuello.
Como Eléanör sabía, los músculos eran conoexiones y nervios, tejidos que, si sabías donde tocar, podían dejar a una persona totalmente dormida o incluso rota. Cuando notó que los alfileres entraban en la carne, y los movía para pinzarlo, sintió que el agarre se soltaba por fin de su cuello. Cuando calló dejó salir las agujas manchadas de sangre del cuello del tipo, que se encontraba tambaleante y débil.
Desde el suelo, respirando hondo intentando recuperar el aliento tras haber estado colgando del cuello. Se acercó a Eoghan, con prisas, intentando llegar a él para curarle, aunque fuera, la herida de la cabeza, al final no había sido tan buen plan, hacer de señuelo los había convertido en auténticas víctimas. A penas había llegado hasta el chico cuando se lo llevaron a rastras. Eléanör quiso protestar, gritar y llamar a alguien que los ayudase, pero un pañuelo sucio y maloliente se interpuso en su intento.
Pronto la chica estuvo amordazada, y era llevada como si fuera un saco, mientras pataleaba con un ligero brillo dorado en la piel. Llegaron pronto a un edificio sucio pero bastante nuevo, no podía decir que estuviera cuidado, pero se notaba que lo habitaban. Dos puertas una que llevaba a un sótano y otra que dejaba entrar al edificio.
Nerviosa, siguió pataleando mientras algunas lágrimas salían de sus ojos sin permitirle sollozar siquiera. Por mucho que pataleó, los tipos acabaron tirándolos al sótano. Calló al sucio suelo polvoriento golpeandose contra la pared. Cerraron la entrada dejandolos a ambos allí tirados en el suelo.
Se alzó, maniatada, intentando ver a su alrededor, lo unico que iluminaba el cuarto en ese momento era el ligero brillo que ella misma desprendía mientras intentaba controlar los destellos que la acusaban cada vez que tenía miedo. Podía ver una diminuta ventana que daba al exterior, tapada con maderos, un par de mesas angostas medio rotas, Eogahn, no muy lejos, con la brecha en la cabeza, y una chica asustada en un rincón que sollozaba abrazandose a si misma.
Eléanör comenzó a removerse hasta lograr que la mordaza se callese de su boca y llegara hasta su cuello. Se acerco prácticamente a rastras hasta Eoghan, y, de espaldas, puso sus manos sobre la cabeza del chico, concentrando poder. Este ilumino el cuarto de modo claro por un momento, mientras actuaba sobre la herida del chico. Cansada, acabó callendo al suelo, mirando de frente a la chica que, con la luz, había alzado la cabeza.
- Hola.- Saludó Eléanör en un intento de sonrisa, mientras la joven la miraba temerosa.
Escuchó, entonces, un fuerte golpe, intentó girar la cabeza a ver lo que había sucedido, pataleando intentando soltarse. Lo unico que vio fue a Eoghan tendido en el suelo con una fea herida en la cabeza. Y unos tipos que le amenazaban. Eoghan estaba sin posibilidades de actuar, y ella no era más que una debilucha que no tenía armas con las que defenderse, y que, aunque las hubiera tenido, no las habrías sabido usar.
Aun luchando, mientras los hombres hablaban de apalear a Eoghan y venderla a ella, notó las agujas en sus dedos, y, en un acto desesperado, alzó los brazos hacia el cuello del tipo, empujándo los alfileres con las llemas de los dedos. Alcanzó, con dificultad el cuello del tipo, que giró su atención hacia ella, sorprendido. Y pronto notó los 6 pinchazos en el cuello.
Como Eléanör sabía, los músculos eran conoexiones y nervios, tejidos que, si sabías donde tocar, podían dejar a una persona totalmente dormida o incluso rota. Cuando notó que los alfileres entraban en la carne, y los movía para pinzarlo, sintió que el agarre se soltaba por fin de su cuello. Cuando calló dejó salir las agujas manchadas de sangre del cuello del tipo, que se encontraba tambaleante y débil.
Desde el suelo, respirando hondo intentando recuperar el aliento tras haber estado colgando del cuello. Se acercó a Eoghan, con prisas, intentando llegar a él para curarle, aunque fuera, la herida de la cabeza, al final no había sido tan buen plan, hacer de señuelo los había convertido en auténticas víctimas. A penas había llegado hasta el chico cuando se lo llevaron a rastras. Eléanör quiso protestar, gritar y llamar a alguien que los ayudase, pero un pañuelo sucio y maloliente se interpuso en su intento.
Pronto la chica estuvo amordazada, y era llevada como si fuera un saco, mientras pataleaba con un ligero brillo dorado en la piel. Llegaron pronto a un edificio sucio pero bastante nuevo, no podía decir que estuviera cuidado, pero se notaba que lo habitaban. Dos puertas una que llevaba a un sótano y otra que dejaba entrar al edificio.
Nerviosa, siguió pataleando mientras algunas lágrimas salían de sus ojos sin permitirle sollozar siquiera. Por mucho que pataleó, los tipos acabaron tirándolos al sótano. Calló al sucio suelo polvoriento golpeandose contra la pared. Cerraron la entrada dejandolos a ambos allí tirados en el suelo.
Se alzó, maniatada, intentando ver a su alrededor, lo unico que iluminaba el cuarto en ese momento era el ligero brillo que ella misma desprendía mientras intentaba controlar los destellos que la acusaban cada vez que tenía miedo. Podía ver una diminuta ventana que daba al exterior, tapada con maderos, un par de mesas angostas medio rotas, Eogahn, no muy lejos, con la brecha en la cabeza, y una chica asustada en un rincón que sollozaba abrazandose a si misma.
Eléanör comenzó a removerse hasta lograr que la mordaza se callese de su boca y llegara hasta su cuello. Se acerco prácticamente a rastras hasta Eoghan, y, de espaldas, puso sus manos sobre la cabeza del chico, concentrando poder. Este ilumino el cuarto de modo claro por un momento, mientras actuaba sobre la herida del chico. Cansada, acabó callendo al suelo, mirando de frente a la chica que, con la luz, había alzado la cabeza.
- Hola.- Saludó Eléanör en un intento de sonrisa, mientras la joven la miraba temerosa.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Toc, toc, ¿quién es? [Trabajo - Eléanör] [CERRADO]
Los arrastraron, no sabía exactamente a donde. Dentro de su inconsciencia recordó haberse despertado una vez y caer inmediatamente en un estado de somnoliencia mezclado con un sinfin de incertidumbre y confusión, hasta que notó cómo lo tiraban como un saco de patatas sobre un duero suelo de piedra mampostera. Frío, húmedo. Probablemente no notaba el dolor de la cabeza por la confusión... Pero no sabía dónde estaba. Escuchó unas risas, un nuevo cacareo del hombre panzudo, que antes de dejarle tirado sobre el frío suelo de piedra le propinó un nuevo coscorrón, dejándolo, ahora sí, totalmente fuera de combate, y luego se marcharon, dejándolos allí tirados.
Sin embargo notó una sensación cálida de alivio, un analgésico que prácticamente le renovó las fuerzas lo suficiente como para sacarle de su letargo. Abrió suavemente los ojos y jadeó, ahora dándose cuenta de su situación al ser incapaz de mover las manos. Gruñó y se retorció, peleándose contra sus ataduras, pero no había manera. Estaba atado y bien atado, y por encima la cuerda era de cáñamo y le hacía daño en las muñecas.
-Maldita sea. -Gruñó audiblemente, dándose por vencido finalmente. Notó un amargo regusto a sangre en el paladar y una sensación empalagosa en la lengua. Reunió saliva y escupió contra la esquina. No tenía sangre en la boca, eso era bueno. Ahora bien, con la sangre de la cabeza y el pelo apelmazado su aspecto era de todo menos sano. -¿Quá ha ocurrido, Ely?
La pregunta era directa, clara. No había medias tintas, sabía que algo malo había pasado y, a juzgar por la chica del rincón que, efectivamente tal y como la describió su padre en su momento, era una moza sana de buen ver, con un pelo rubio brillante que, aunque sucio, era largo y se notaba que lo mimaba bastante cuando no era cautiva. Debía de ser algo más joven que Eoghan, pero también más mayor que Ely. Unos dieciocho, como mucho. Tenía el vestido roto y sucio por el tiempo que había pasado allí, pero más allá de eso estaba en perfecto estado... Aunque muy, muy asustada. Los miró a ambos con sus grandes ojos azules, preguntándose si eran gente de verdad o empezaba a delirar.
-Ho...Hola. -Dijo en apenas un hilillo de voz. No preguntó nada más, pero estaba claro que la moza era un mar de preguntas. El joven guerrero no se hizo de rogar. Miró a la muchacha.
-Yo soy Eoghan, y ella es Eléanör. Tú... Debes de ser Olga. -Dijo él, mirando a la muchacha, que abrió bastante los ojos cuando dijo su nombre. -No te preocupes, tu padre me habló de ti. Aunque creo que esto no está saliendo como yo esperaba.
Gruñó de nuevo. En el exterior se escuchó cómo los secuestradores se reían.
-¡Já! ¡Esa espada sería muy cara entera, pero está rota! Vaya petimetre, ¿cómo se le ocurre? Seguro que es un miserable noble sin un duro. -Eoghan bufó. Su lanza le daba un poco igual, pues la había adquirido comprándola en una herrería y no eran muy caras, ¿pero su espada? Su espada para él era prácticamente sagrada.
-Cuando les pille, les voy a... -Bufó. Luego miró a la pelirroja, arrastrándose hacia ella, y apoyó la barbilla en su hombro. -No te hicieron nada, ¿verdad?
Porque si le habían hecho daño, ya sí que no se lo perdonaría. Podía perdonarse fallar, pero no poner en riesgo a una amiga.
Sin embargo notó una sensación cálida de alivio, un analgésico que prácticamente le renovó las fuerzas lo suficiente como para sacarle de su letargo. Abrió suavemente los ojos y jadeó, ahora dándose cuenta de su situación al ser incapaz de mover las manos. Gruñó y se retorció, peleándose contra sus ataduras, pero no había manera. Estaba atado y bien atado, y por encima la cuerda era de cáñamo y le hacía daño en las muñecas.
-Maldita sea. -Gruñó audiblemente, dándose por vencido finalmente. Notó un amargo regusto a sangre en el paladar y una sensación empalagosa en la lengua. Reunió saliva y escupió contra la esquina. No tenía sangre en la boca, eso era bueno. Ahora bien, con la sangre de la cabeza y el pelo apelmazado su aspecto era de todo menos sano. -¿Quá ha ocurrido, Ely?
La pregunta era directa, clara. No había medias tintas, sabía que algo malo había pasado y, a juzgar por la chica del rincón que, efectivamente tal y como la describió su padre en su momento, era una moza sana de buen ver, con un pelo rubio brillante que, aunque sucio, era largo y se notaba que lo mimaba bastante cuando no era cautiva. Debía de ser algo más joven que Eoghan, pero también más mayor que Ely. Unos dieciocho, como mucho. Tenía el vestido roto y sucio por el tiempo que había pasado allí, pero más allá de eso estaba en perfecto estado... Aunque muy, muy asustada. Los miró a ambos con sus grandes ojos azules, preguntándose si eran gente de verdad o empezaba a delirar.
-Ho...Hola. -Dijo en apenas un hilillo de voz. No preguntó nada más, pero estaba claro que la moza era un mar de preguntas. El joven guerrero no se hizo de rogar. Miró a la muchacha.
-Yo soy Eoghan, y ella es Eléanör. Tú... Debes de ser Olga. -Dijo él, mirando a la muchacha, que abrió bastante los ojos cuando dijo su nombre. -No te preocupes, tu padre me habló de ti. Aunque creo que esto no está saliendo como yo esperaba.
Gruñó de nuevo. En el exterior se escuchó cómo los secuestradores se reían.
-¡Já! ¡Esa espada sería muy cara entera, pero está rota! Vaya petimetre, ¿cómo se le ocurre? Seguro que es un miserable noble sin un duro. -Eoghan bufó. Su lanza le daba un poco igual, pues la había adquirido comprándola en una herrería y no eran muy caras, ¿pero su espada? Su espada para él era prácticamente sagrada.
-Cuando les pille, les voy a... -Bufó. Luego miró a la pelirroja, arrastrándose hacia ella, y apoyó la barbilla en su hombro. -No te hicieron nada, ¿verdad?
Porque si le habían hecho daño, ya sí que no se lo perdonaría. Podía perdonarse fallar, pero no poner en riesgo a una amiga.
Eoghan Lothannor
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Re: Toc, toc, ¿quién es? [Trabajo - Eléanör] [CERRADO]
Eléanör suspiró aliviada al escuchar el gruñido enfadado de Eoghan, estaba despierto, eso era buena señal, si no hubiera despertado aun con su magia... habrían tenido problemas, habría querido decir que la herida era grave, y que hubiera necesitado instrumental para poder hacer algo, afortunadamente no había sido tan grave. Suspiró y miró nuevamente a la chica acurrucada con la ropa rota. Si tuviera las manos libres, se acercaría a ayudarla y revisar que no estuviera herida, pero así, a penas podía moverse.
- Nos han tirado a un sótano. Ahora estamos en la misma situación que ella.- murmuró Eléanör, preocupada, dirigiendo su mirada a la puerta por la que los habían tirado.
Miró a la chica, y le intentó lanzar una sonrisa tranquilizadora, a pesar de que el brillo de su piel reflejaba el pánico que sentía realmente. No le gustaba que sus sentimientos salieran a la luz con tanta facilidad. Pero no podía hacer nada, estaba asustada, intentaba controlar su miedo aun sin lograrlo totalmente, al menos por su temor el cuarto estaba iluminado.
Suspiró nuevamente al escuchar la voz temblorosa de la joven de pelo de oro, no quería ni pensar en lo que le habrían hecho para que una joven que parecía tan adulta y madura temblase como un cervatillo, ni mucho menos lo que podrían hacerle a ella, tan cobarde como era, si la cogieran sola. Negó con la cabeza e intentó saludar, con sonrisa temblorosa, a la joven cuando Eoghan los presentó.
- Se suponía que veníamos a ayudarte.- dijo en voz baja, avergonzada.
Sabía que si todo había fracasado había sido por culpa suya, si no hubiera dicho que podía hacer de señuelo Eoghan no habría acabado herido ni maniatado, los habrían seguido desde lejos y habrían podido llegar a Olga de un modo mucho menos brusco. Estaba claro que, en cuestion de planes, no debían hacerle caso. En realidad, no entendía ni como se había atrevido a proponer nada así, nunca se arriesgaba tanto.
Miró al exterior cuando las voces comenzaron a oírse, y se tensó tragando saliva, no quería que entrasen, no quería volverlos a ver, sabía que, tras lo de las agujas, el tipo de la cicatriz se la tenía jurada. Sin embargo, cuando las voces se alejaron, suspiró aliviada. Sintió el peso de la cabeza del chico en el hombro y negó con la cabeza. No le había hecho daño, a excepción de un par de moretones por la caída al sótano y las marcas rojas que le quedarían durante varios días en el cuello, no tenía nada. Aunque las marcas del cuello eran dolorosas, sabía que podría haber sido peor.
- Estoy bien.- prometió intentando desatarse las manos, sin lograrlo, haciéndose más daño que otra cosa.- Pero no puedo moverme y así no puedo acercarme a ver si ella está bien.- murmuró mirando a la chica.- ¿Eres Olga, cierto?- Preguntó alzando un poco más la voz, recibiendo un asentimiento de la chica.- ¿Estás bien, te han hecho daño?- Preguntó preocupada.- ¿Puedes moverte o te duele en algún lado?- siguió con las preguntas básicas de examen, esperando recibir respuesta, aunque no pudiera acercarse de momento, estas le darían informaciones del estado general de la chica y podría saber si era necesario o no acercarse o darle espacio para que se acostumbrase a su presencia.
- Nos han tirado a un sótano. Ahora estamos en la misma situación que ella.- murmuró Eléanör, preocupada, dirigiendo su mirada a la puerta por la que los habían tirado.
Miró a la chica, y le intentó lanzar una sonrisa tranquilizadora, a pesar de que el brillo de su piel reflejaba el pánico que sentía realmente. No le gustaba que sus sentimientos salieran a la luz con tanta facilidad. Pero no podía hacer nada, estaba asustada, intentaba controlar su miedo aun sin lograrlo totalmente, al menos por su temor el cuarto estaba iluminado.
Suspiró nuevamente al escuchar la voz temblorosa de la joven de pelo de oro, no quería ni pensar en lo que le habrían hecho para que una joven que parecía tan adulta y madura temblase como un cervatillo, ni mucho menos lo que podrían hacerle a ella, tan cobarde como era, si la cogieran sola. Negó con la cabeza e intentó saludar, con sonrisa temblorosa, a la joven cuando Eoghan los presentó.
- Se suponía que veníamos a ayudarte.- dijo en voz baja, avergonzada.
Sabía que si todo había fracasado había sido por culpa suya, si no hubiera dicho que podía hacer de señuelo Eoghan no habría acabado herido ni maniatado, los habrían seguido desde lejos y habrían podido llegar a Olga de un modo mucho menos brusco. Estaba claro que, en cuestion de planes, no debían hacerle caso. En realidad, no entendía ni como se había atrevido a proponer nada así, nunca se arriesgaba tanto.
Miró al exterior cuando las voces comenzaron a oírse, y se tensó tragando saliva, no quería que entrasen, no quería volverlos a ver, sabía que, tras lo de las agujas, el tipo de la cicatriz se la tenía jurada. Sin embargo, cuando las voces se alejaron, suspiró aliviada. Sintió el peso de la cabeza del chico en el hombro y negó con la cabeza. No le había hecho daño, a excepción de un par de moretones por la caída al sótano y las marcas rojas que le quedarían durante varios días en el cuello, no tenía nada. Aunque las marcas del cuello eran dolorosas, sabía que podría haber sido peor.
- Estoy bien.- prometió intentando desatarse las manos, sin lograrlo, haciéndose más daño que otra cosa.- Pero no puedo moverme y así no puedo acercarme a ver si ella está bien.- murmuró mirando a la chica.- ¿Eres Olga, cierto?- Preguntó alzando un poco más la voz, recibiendo un asentimiento de la chica.- ¿Estás bien, te han hecho daño?- Preguntó preocupada.- ¿Puedes moverte o te duele en algún lado?- siguió con las preguntas básicas de examen, esperando recibir respuesta, aunque no pudiera acercarse de momento, estas le darían informaciones del estado general de la chica y podría saber si era necesario o no acercarse o darle espacio para que se acostumbrase a su presencia.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Toc, toc, ¿quién es? [Trabajo - Eléanör] [CERRADO]
-N... No, es... Estoy bien... No me han tocado... Pero... Había otros antes... Y se los llevaban. -Explicó la muchacha, ahora algo más tranquila al ver que ya no estaba sola otra vez. Lo cierto es que no parecía lesionada salvo por un par de cardenales que se habría hecho intentando evitar que se llevasen a sus antiguos compañeros de celda, lo más probable, pero al margen de aquello, estaba sana.-Y luego gritaban. Ay, dioses, los gritos... Eran... Eran horribles...
Estaba asustada, más por los demás que por ella misma, eso estaba claro. Ella sabía que no la iban a tocar, que por algún motivo la querían en perfecto estado para que valiese cada pieza de oro que valía su rescate o en última instancia, su venta en el mercado negro como sirvienta o esclava, pero estaba acongojada tanto por su vida como por la de los demás, ¿qué sería de ellos ahora?
-Mirémoslo por el lado bueno, ahora podemos pillarles por sorpresa de verdad. -Dijo Eoghan tras un rato en silencio. Se arrastró hasta la pared y se reincorporó con un gruñido de esfuerzo. Olga lo miró, claramente extrañada por su afirmación y su optimismo en aquella pésima situación en la que probablemente a él el mejor destino que le esperaba era una vida de servidumbre, acero y sangre en alguna arena clandestina, si es que no en una casa noble en el quinto pino en el que le usasen como diversión para alguna bestia carnívora.
-No lo entiendo. -Aunque su voz ahora sonaba quizás un poco más firme. A lo mejor era cierto que no le iba a ir tan mal si estaban allí dentro, ¿quizás con un poco de astucia podrían apañárselas?
-Claro, ¿no lo veis? Estamos dentro de su base. -Dijo, como si intentase que ambas llegasen a la misma conclusión que él sin tener que decirlo claramente por si había alguien vigilando y que les escuchase. Bueno, a decir verdad era casi imposible que los estuviesen escuchando, pues fuera había un batiburrillo de mil diablos. Debían de estar bebiendo o celebrando algo, probablemente el alto precio por el que venderían a Eléanör. -Y vosotras dos valéis demasiado oro como para que os hagan nada. ¿Vais siguiendo por donde voy?
"Vamos, pensad" dijo para sus adentros, con su intensa mirada de color esmeralda sobre ambas. Estaba claro que tenía una idea, pero era arriesgada, aunque en aquella situación cualquier cosa era mejor que estar de brazos cruzados esperando al peor de los porvenires.
Estaba asustada, más por los demás que por ella misma, eso estaba claro. Ella sabía que no la iban a tocar, que por algún motivo la querían en perfecto estado para que valiese cada pieza de oro que valía su rescate o en última instancia, su venta en el mercado negro como sirvienta o esclava, pero estaba acongojada tanto por su vida como por la de los demás, ¿qué sería de ellos ahora?
-Mirémoslo por el lado bueno, ahora podemos pillarles por sorpresa de verdad. -Dijo Eoghan tras un rato en silencio. Se arrastró hasta la pared y se reincorporó con un gruñido de esfuerzo. Olga lo miró, claramente extrañada por su afirmación y su optimismo en aquella pésima situación en la que probablemente a él el mejor destino que le esperaba era una vida de servidumbre, acero y sangre en alguna arena clandestina, si es que no en una casa noble en el quinto pino en el que le usasen como diversión para alguna bestia carnívora.
-No lo entiendo. -Aunque su voz ahora sonaba quizás un poco más firme. A lo mejor era cierto que no le iba a ir tan mal si estaban allí dentro, ¿quizás con un poco de astucia podrían apañárselas?
-Claro, ¿no lo veis? Estamos dentro de su base. -Dijo, como si intentase que ambas llegasen a la misma conclusión que él sin tener que decirlo claramente por si había alguien vigilando y que les escuchase. Bueno, a decir verdad era casi imposible que los estuviesen escuchando, pues fuera había un batiburrillo de mil diablos. Debían de estar bebiendo o celebrando algo, probablemente el alto precio por el que venderían a Eléanör. -Y vosotras dos valéis demasiado oro como para que os hagan nada. ¿Vais siguiendo por donde voy?
"Vamos, pensad" dijo para sus adentros, con su intensa mirada de color esmeralda sobre ambas. Estaba claro que tenía una idea, pero era arriesgada, aunque en aquella situación cualquier cosa era mejor que estar de brazos cruzados esperando al peor de los porvenires.
Eoghan Lothannor
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Re: Toc, toc, ¿quién es? [Trabajo - Eléanör] [CERRADO]
Eléanör suspiró aliviada, saber que la chica estaba bien era un autentico descanso, realmente era horrible lo que sucedía, no entendía como la guardia permitía que sucedieran ese tipo de cosas, sentía tanta rabia que las lágrimas se le amontonaban en los ojos. El enfado era algo que no solía experimentar, pero no podía evitarlo. Esa gente, esos secuestradores, se salían con la suya como si hacer daño a la gente no significase nada. No le gustaba un pelo. Las personas importaban, si, ella temía a todo aquel que no tenía orejas de punta o le parecía tan sensible como ella, pero, aun así, se preocupaba, No había pasado años estudiando como curar heridas y enfermedades para que, al final, otros malgastasen sus esfuerzos.
Escuchó atenta las palabras de Eoghan y asintió con seriedad. Si, sin duda ellas tenían una pequeña baza. No las herirían si querían venderlas, porque eso rebajaría su precio, si querían amenazarlas, lo harían por medio de sus familias o del guerrero, pero no les tocarían a ellas un solo pelo. Eoghan tenía toda la razón, estaban en el corazón de la banda, y, si lo que la chica decía era cierto, quería decir que, al menos, un grupo numeroso de la banda estaba fuera vendiendo a los compañeros que había tenido hasta entonces. Solo tenían que conseguir salir de allí, con eso podrían, al menos, escapar y avisar a la guardia. Tal vez ni siquiera supieran lo que sucedía en ese lugar.
Ely alzó la cabeza, decidida, en busca de algo con lo que cortar sus cuerdas. Rodó hasta la pared, sin importarle cuanto se ensuciase, y buscó alguna piedra afilada, tanteó con las manos por el suelo polvoriento hasta dar con una roca pequeña y puntiaguda. La cogió cortándose, pero, aun notando la sangre en su mano y el escozor de la herida en la palma, sonrió, si ella se había cortado, también lo harían las cuerdas. Comenzó a mover sus dedos, arriba y abajo, sosteniendo la improvisada navaja entre ellos y empezó a notar como las cuerdas iban rebajando la presión hasta, finalmente, soltarla.
Suspiró aliviada y se miró las muñecas, heridas, algo ensangrentadas y marcadas, por suerte, con ese tipo de marcas, si se pillaban a tiempo, unos días poniendose una mezcla de sabia, eucalipto, menta y, sobretodo, aloe vera, era facil eliminarlas, para usarlas debían extraerse los jugos, la sabia y el aloe vera daban esa textura cremosa, la menta y el eucalipto, aportaban frescura, juntos, hacían que la piel se reparase con suavidad y rapidez, ella solía usarla para quemaduras con el fuego y lo recetaba para cualquier rasguño ligero, no era magia, pero casi lo parecía. Desató sus pies con prisas y se acercó a Eoghan para cortar, también las cuerdas de sus manos, y, finalmente, a la chica.
- Tranquila, solo voy a soltarte, no queremos que las muñecas te sangren más, ¿verdad? Estoy segura de que duele.- murmuró acercándose tranquilamente hasta obtener el permiso de la chica. Cuando estuvo desatada, sonrió, cansada.- no puedo curarte ahora, prefiero guardar fuerzas por si las moscas, pero puedo aliviarte un poco, ¿vale?- Le dijo poniendo las manos sobre las muñecas de la chica, que perdieron ese color rojo para volverse de un rosado similar al que ella tenía en las propias.- Bien, y ahora, ¿cómo salimos de aquí?- preguntó a Eoghan mientras ambas se acercaban a él, una para sentirse segura, la otra para revisar que no tuviera heridas graves que no hubiera visto antes.
Off: Subrayado uso de habilidad pasiva, medicina
Escuchó atenta las palabras de Eoghan y asintió con seriedad. Si, sin duda ellas tenían una pequeña baza. No las herirían si querían venderlas, porque eso rebajaría su precio, si querían amenazarlas, lo harían por medio de sus familias o del guerrero, pero no les tocarían a ellas un solo pelo. Eoghan tenía toda la razón, estaban en el corazón de la banda, y, si lo que la chica decía era cierto, quería decir que, al menos, un grupo numeroso de la banda estaba fuera vendiendo a los compañeros que había tenido hasta entonces. Solo tenían que conseguir salir de allí, con eso podrían, al menos, escapar y avisar a la guardia. Tal vez ni siquiera supieran lo que sucedía en ese lugar.
Ely alzó la cabeza, decidida, en busca de algo con lo que cortar sus cuerdas. Rodó hasta la pared, sin importarle cuanto se ensuciase, y buscó alguna piedra afilada, tanteó con las manos por el suelo polvoriento hasta dar con una roca pequeña y puntiaguda. La cogió cortándose, pero, aun notando la sangre en su mano y el escozor de la herida en la palma, sonrió, si ella se había cortado, también lo harían las cuerdas. Comenzó a mover sus dedos, arriba y abajo, sosteniendo la improvisada navaja entre ellos y empezó a notar como las cuerdas iban rebajando la presión hasta, finalmente, soltarla.
Suspiró aliviada y se miró las muñecas, heridas, algo ensangrentadas y marcadas, por suerte, con ese tipo de marcas, si se pillaban a tiempo, unos días poniendose una mezcla de sabia, eucalipto, menta y, sobretodo, aloe vera, era facil eliminarlas, para usarlas debían extraerse los jugos, la sabia y el aloe vera daban esa textura cremosa, la menta y el eucalipto, aportaban frescura, juntos, hacían que la piel se reparase con suavidad y rapidez, ella solía usarla para quemaduras con el fuego y lo recetaba para cualquier rasguño ligero, no era magia, pero casi lo parecía. Desató sus pies con prisas y se acercó a Eoghan para cortar, también las cuerdas de sus manos, y, finalmente, a la chica.
- Tranquila, solo voy a soltarte, no queremos que las muñecas te sangren más, ¿verdad? Estoy segura de que duele.- murmuró acercándose tranquilamente hasta obtener el permiso de la chica. Cuando estuvo desatada, sonrió, cansada.- no puedo curarte ahora, prefiero guardar fuerzas por si las moscas, pero puedo aliviarte un poco, ¿vale?- Le dijo poniendo las manos sobre las muñecas de la chica, que perdieron ese color rojo para volverse de un rosado similar al que ella tenía en las propias.- Bien, y ahora, ¿cómo salimos de aquí?- preguntó a Eoghan mientras ambas se acercaban a él, una para sentirse segura, la otra para revisar que no tuviera heridas graves que no hubiera visto antes.
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Eléanör Gàlathiël
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Re: Toc, toc, ¿quién es? [Trabajo - Eléanör] [CERRADO]
Eoghan se frotó las muñecas cuando Eléanör le soltó. Sonrió a la elfa agradecido. De hecho por el alivio de saber que estaba bien la hubiera abrazado y todo, pero aquel no era el momento. Estaban metidos en un buen lío, aunque ahora jugaban con cierta ventaja táctica, ya no tenían la numérica con ellos, lo cual era, como poco... En fin, inconveniente. No solo inconveniente, si no también peligroso pues a él le habían quitado su espada, le habían quitado por supuesto la lanza, y solo tenían como arma la improvisada navajita de Ely.
No, espera, la navajita debería ser suficiente. Eoghan extendió la mano para que le diese la piedra afilada, mientras bajaba el tono de voz, dejando que ambas se aproximasen. El joven estaba bien, eso se podía ver a simple vista: Pese a tener algunas magulladuras y rozaduras de haber sido arrastrado, la mayor parte de la sangre seca estaba en su pelo donde le habían golpeado, y aquella herida parecía cerrada ya.
-Vale, escuchad. Tenéis que hacer ruido, pedir auxilio. Como yo soy el que estaba herido e inconsciente, gritad porque me estoy muriendo o algo por el estilo. A mí podrán intentar matarme si me ven porque iba a ser carne de gladiador, pero igualmente sigue siendo dinero fácil para ellos, así que si realmente quieren el oro, tendrán que venir a mirar qué pasa. -Les dijo, ideando un plan un tanto rastrero pero no obstante efectivo en la cabeza. -Con esto, Ely, podré cortarle el cuello cuando se acerque. Sin el guardia podremos salir fuera y yo podré coger algo con lo que luchar en caso de que la cosa se ponga fea.
Vale, quizás era un plan arriesgado y un tanto alocado, pero era la mejor opción que tenían por el momento. Además, la mayor parte del riesgo la iba a correr él que no les iba a resultar remotamente imprescindible para nada salvo para cuatro perras usándolo como carne de cañón de apuestas. De una forma o de otra iba a morir, así que mejor intentar ser libre mientras pudiera, ¿no? Ahora la pregunta era, ¿cuántos miembros de la banda había? Miró entonces a Olga, que se estaba pasando la lengua por los labios, humedeciéndolos ahora que estaba más tranquila, pero vigilaba insistentemente la puerta.
-Tú debiste de haber visto más que nosotros en este tiempo. ¿Cuántos has contado? -La rubia lo miró tragando algo de saliva. Entre cerró suavemente los ojos, intentando hacer memoria, entonces apoyándose en la pared al lado del guerrero, respondió.
-Bueno, en estos días que llevo aquí, he distinguido... Creo que diez nombres. Pero creo que hay más hombres fuera a modo de guardia... -Murmuró. Eoghan asintió suavemente, levantándose entonces. Se acercó con un par de pasos largos, pero apoyando solo la puntera de los pies. Examinó el exterior a través de la rendija. Era un sótano, de eso no cabía duda. Había un par de antorchas a un lado, y una mesa con armas pegada contra la pared. En una mesa más baja y sentados en dos taburetes, había dos guardias jugando al póker de dados. Volvió con ellas.
-De acuerdo, son dos. Gritad, atraed a uno. Yo me encargaré de él. -Dijo, apoyándose en la pared que hacía esquina con la puerta.
No, espera, la navajita debería ser suficiente. Eoghan extendió la mano para que le diese la piedra afilada, mientras bajaba el tono de voz, dejando que ambas se aproximasen. El joven estaba bien, eso se podía ver a simple vista: Pese a tener algunas magulladuras y rozaduras de haber sido arrastrado, la mayor parte de la sangre seca estaba en su pelo donde le habían golpeado, y aquella herida parecía cerrada ya.
-Vale, escuchad. Tenéis que hacer ruido, pedir auxilio. Como yo soy el que estaba herido e inconsciente, gritad porque me estoy muriendo o algo por el estilo. A mí podrán intentar matarme si me ven porque iba a ser carne de gladiador, pero igualmente sigue siendo dinero fácil para ellos, así que si realmente quieren el oro, tendrán que venir a mirar qué pasa. -Les dijo, ideando un plan un tanto rastrero pero no obstante efectivo en la cabeza. -Con esto, Ely, podré cortarle el cuello cuando se acerque. Sin el guardia podremos salir fuera y yo podré coger algo con lo que luchar en caso de que la cosa se ponga fea.
Vale, quizás era un plan arriesgado y un tanto alocado, pero era la mejor opción que tenían por el momento. Además, la mayor parte del riesgo la iba a correr él que no les iba a resultar remotamente imprescindible para nada salvo para cuatro perras usándolo como carne de cañón de apuestas. De una forma o de otra iba a morir, así que mejor intentar ser libre mientras pudiera, ¿no? Ahora la pregunta era, ¿cuántos miembros de la banda había? Miró entonces a Olga, que se estaba pasando la lengua por los labios, humedeciéndolos ahora que estaba más tranquila, pero vigilaba insistentemente la puerta.
-Tú debiste de haber visto más que nosotros en este tiempo. ¿Cuántos has contado? -La rubia lo miró tragando algo de saliva. Entre cerró suavemente los ojos, intentando hacer memoria, entonces apoyándose en la pared al lado del guerrero, respondió.
-Bueno, en estos días que llevo aquí, he distinguido... Creo que diez nombres. Pero creo que hay más hombres fuera a modo de guardia... -Murmuró. Eoghan asintió suavemente, levantándose entonces. Se acercó con un par de pasos largos, pero apoyando solo la puntera de los pies. Examinó el exterior a través de la rendija. Era un sótano, de eso no cabía duda. Había un par de antorchas a un lado, y una mesa con armas pegada contra la pared. En una mesa más baja y sentados en dos taburetes, había dos guardias jugando al póker de dados. Volvió con ellas.
-De acuerdo, son dos. Gritad, atraed a uno. Yo me encargaré de él. -Dijo, apoyándose en la pared que hacía esquina con la puerta.
Eoghan Lothannor
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Re: Toc, toc, ¿quién es? [Trabajo - Eléanör] [CERRADO]
Empezaba a marearse, demasiada magia en demasiado poco tiempo, necesitaba un tiempo de reposo, pero sabía que no iba a disponer de él, si solo pudiera tener a mano algo de menta... con mascar un par de hojas le bastaría para recuperar un poco la energía, o azúcar, cualquiera de las dos cosas le valdría. Pero no, y aun le iba a tocar hacer más esfuerzos.
El plan de Eoghan tenía muchas carencias, pero era lo mejor que tenían. Suspiró y asintió mientras se levantaba y se limpiaba un poco el polvo del vestido. Tragó saliva y miró con seriedad y ojos algo febriles la puerta del sótano, las escaleras que la precedían parecían un obstáculo insalvable, pero no debía olvidar que, ni de lejos lo era. Con un suspiro miro a la chica a su lado que parecía temblar como un cervatillo. Como haría ella si no confiara en el chico.
Asintió nuevamente, tomó un gran soplo de aire y lanzó un tremendo grito agudo que hizo resonar el sótano con fuerza. A este le siguió uno tímido de Olga, y, nuevamente, Eléanör lanzó un alarido dejándose en ello la garganta, y pellizcó a Olga para que hiciera otro tanto.
Los chillidos empezaron a envolverlas, rebotando en las paredes y, cansada, la elfa acabó cayendo al suelo arrodillada con sudor sobre la frente. Justo al tiempo que se abría la puerta dejando entrar la luz, cegándola un instante, siendo tapada por el cuerpo de un tipo grande y de aspecto molesto y algo tambaleante.
- ¿Qué os pasa?- preguntó rabioso con voz gangosa por el alcohol.
- Por favor.... ayuda, se está muriendo, necesito algo de agua, aunque sea, para bajarle la fiebre e hilo y aguja para coserle la herida de la cabeza.- pidió con voz gastada algo rasposa por los gritos que le habían dañado la garganta, sabiendo que mentía, ya que la herida del joven estaba ya cerrada por la magia que ella había aplicado y que, en ese lugar, la única con fiebre debía ser ella.
Molesto, el tipo bajó las escaleras haciendo ruido con sus pisotones, cubiertos por el sonido de botellas rompiéndose, risas y alboroto que había fuera del sótano. Cuando el tipo se acercó, empujó a la elfa lejos, de un manotazo, y la joven humana corrió a ver si estaba bien.
Eléanör asintió, con mejillas sonrojadas por la temperatura, y lanzó un suspiro lleno de vaho. Se levantó socorrida por la otra joven, y comenzó a avanzar hasta las escaleras, subiendolas para cerrar la puerta y amortiguar así los gritos del tipo, si es que llegaba a gritar. A una señal de Eoghan, volvería a abrir y saldrían de allí corriendo, pies para qué os quiero.
El plan de Eoghan tenía muchas carencias, pero era lo mejor que tenían. Suspiró y asintió mientras se levantaba y se limpiaba un poco el polvo del vestido. Tragó saliva y miró con seriedad y ojos algo febriles la puerta del sótano, las escaleras que la precedían parecían un obstáculo insalvable, pero no debía olvidar que, ni de lejos lo era. Con un suspiro miro a la chica a su lado que parecía temblar como un cervatillo. Como haría ella si no confiara en el chico.
Asintió nuevamente, tomó un gran soplo de aire y lanzó un tremendo grito agudo que hizo resonar el sótano con fuerza. A este le siguió uno tímido de Olga, y, nuevamente, Eléanör lanzó un alarido dejándose en ello la garganta, y pellizcó a Olga para que hiciera otro tanto.
Los chillidos empezaron a envolverlas, rebotando en las paredes y, cansada, la elfa acabó cayendo al suelo arrodillada con sudor sobre la frente. Justo al tiempo que se abría la puerta dejando entrar la luz, cegándola un instante, siendo tapada por el cuerpo de un tipo grande y de aspecto molesto y algo tambaleante.
- ¿Qué os pasa?- preguntó rabioso con voz gangosa por el alcohol.
- Por favor.... ayuda, se está muriendo, necesito algo de agua, aunque sea, para bajarle la fiebre e hilo y aguja para coserle la herida de la cabeza.- pidió con voz gastada algo rasposa por los gritos que le habían dañado la garganta, sabiendo que mentía, ya que la herida del joven estaba ya cerrada por la magia que ella había aplicado y que, en ese lugar, la única con fiebre debía ser ella.
Molesto, el tipo bajó las escaleras haciendo ruido con sus pisotones, cubiertos por el sonido de botellas rompiéndose, risas y alboroto que había fuera del sótano. Cuando el tipo se acercó, empujó a la elfa lejos, de un manotazo, y la joven humana corrió a ver si estaba bien.
Eléanör asintió, con mejillas sonrojadas por la temperatura, y lanzó un suspiro lleno de vaho. Se levantó socorrida por la otra joven, y comenzó a avanzar hasta las escaleras, subiendolas para cerrar la puerta y amortiguar así los gritos del tipo, si es que llegaba a gritar. A una señal de Eoghan, volvería a abrir y saldrían de allí corriendo, pies para qué os quiero.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Toc, toc, ¿quién es? [Trabajo - Eléanör] [CERRADO]
El hombre se acercó a Eoghan, portando una larga hacha de doble hoja -un hacha de batalla, como comunmente se la conocía- algo oxidada y demasiado pesada como para blandirse eficazmente con una sola mano. El hombre observó a Eoghan, que estaba tumbado, arrinconado mientras temblaba en un lado de la habitación.
El hombretón le sacudió una patada entre las costillas, provocando un gruñido de Eoghan y que se quedó boca arriba.
-Vamos a ver, carroña, ¿qué demonios te ocurre? -Le preguntó con un tono autoritario y voz rasposa más desagradable que una lija limando una pizarra. Eoghan se lo quedó mirando durante un momento y movió los labios débilmente. El hombre gruñó y dejó caer el hacha a un lado, y se agachó. Eoghan entonces se incorporó ligeramente. Lo agarró repentinamente del cuello con toda la fuerza que tenía su mano, que no era precisamente poca. Era como si una tenaza de herrería se le hubiera cerrado alrededor del cuello del hombre y amenazaba con partirle la tráquea por los costados.
-Decía que te veré en el Niflheim, mamonazo. -Le dijo en un tono de voz más alto. Para el horror del tipo, el cuchillo improvisado de la elfa ya estaba cortándole la garganta, provocando que, con un gorjeo sorprendido y la sangre saliendo a borbotones por la garganta, el hombre se desplomase. Por un momento pareció intentar aferrarse al mundo de los vivos con toda la fuerza que le quedaba dentro del cuerpo, pero... En fin. Al cabo de unos instantes, pareció darse cuenta de la dignidad de la muerte, y acabó dejando el mundo.
Olga dio un respingo al ver cómo el rubio le rajaba la garganta al hombre. Era obvio que se esperaba que hiciera algo por el estilo, pero no que le resultase tan fácil quitarle la vida. Al menos, ya era un enemigo menos. La muchacha se levantó, mirando el cuerpo, al tiempo que se echó ligeramente hacia atrás al ver al rubio incorporarse.
Eoghan se levantó con el jubón manchado con la sangre del tipo, y le arrebató el hacha de batalla, echándosela al hombro. Ahora sí podía combatir en condiciones. Primer paso, recuperar su espada. Ya se ocuparía de conseguir la lanza más tarde, o de comprarse otra, total, no era un arma demasiado cara. Miró a Eléanör mientras se agarraba las costillas donde había recibido la patada. No tenía expresión de dolor, ni parecía que le costase caminar, era un mero chequeo para comprobar que no se le había roto o astillado nada.
-Vale, pues ya está... Ahora solo tenemos que abrirnos paso. Intentaré ser silencioso, pero no prometo... -Se vio interrumpido cuando en la puerta se escuchó la voz del otro guardia.
-Éthein, ¿todo bien? -La voz de este era más aguda, pero no por ello menos rasposa. Sonaba también a ser más joven, pero eso no detendría a Eoghan. El joven avanzó hacia la puerta y la abrió de pronto. El hombre, ya bien entrados sus treinta, lo miró con los ojos muy abiertos, listo para dar un grito, pero una poderosa hendedura del hacha en vertical acabó su vida sin darle tiempo a asimilar tan siquiera lo que había pasado. Ahora mismo Eoghan estaba muy enfadado, tanto que no dudaría en acabar con quien quisiera que se interpusiese en su camino, y eso por supuesto, por no hablar de que estaba francamente cabreado con los esclavistas y los bandidos. En aquel lugar se estaba reuniendo toda la calaña capaz de sacar de quicio al guerrero, y Eléanör, conociéndole como lo conocía, sabía que quizás tendría que pararle los pies llegado a cierto punto. El joven se agachó y cogió una espada larga del cinto del hombre, y unas llaves que probablemente abrirían todas las celdas o jaulas.
Le tendió a la joven la espada.
-¿Sabes pelear? -La joven dudó. Lo cierto es que a juzgar por las marcas de las muñecas no parecía ser una simple damisela en apuros, pero desde luego su actitud... -¿Sabes o no?
-Recibí lecciones, pero... -Se vio interrumpida, obligada a coger la espada que le tiró con al vaina puesta. Lo miró con el ceño suavemente fruncido.
-Lamento ser brusco, pero ahora estamos en un lío. Vamos. -Empezó a caminar por el sótano tras recoger el hacha de la clavícula del esclavista, pero luego miró a Ely. ¿Con qué se defendería ella? Aunque estaba francamente débil... Le tendió el cuchillo de nuevo. Menos era nada. Miró a Olga. -Está bien, mira, quédate con ella y defendéos si tenéis que hacerlo, intentaré manejarme con los más que pueda. Ahora tengo que buscar mi espada.
Era una obsesión, sí, pero una obsesión justificada. Necesitaba aquella espada, era lo único que le quedaba de su vida anterior y no estaba dispuesto a dejarlo atrás. Observó el sótano.
Al final, no resultó ser algo tan pequeño. Aunque la trampilla que conducía arriba era angosta, el rectángulo que componía la estancia tenía tres puertas más. Eoghan se acercó a una. Otra celda, vacía. Dio unos pasos largos hacia la otra. Era una armería. Abrió la puerta con las llaves, e hizo un gesto a ambas muchachas para que vigilasen la trampilla. Con un poco de suerte, quizás conseguiría algo mejor que aquella hacha oxidada y con muescas.
El hombretón le sacudió una patada entre las costillas, provocando un gruñido de Eoghan y que se quedó boca arriba.
-Vamos a ver, carroña, ¿qué demonios te ocurre? -Le preguntó con un tono autoritario y voz rasposa más desagradable que una lija limando una pizarra. Eoghan se lo quedó mirando durante un momento y movió los labios débilmente. El hombre gruñó y dejó caer el hacha a un lado, y se agachó. Eoghan entonces se incorporó ligeramente. Lo agarró repentinamente del cuello con toda la fuerza que tenía su mano, que no era precisamente poca. Era como si una tenaza de herrería se le hubiera cerrado alrededor del cuello del hombre y amenazaba con partirle la tráquea por los costados.
-Decía que te veré en el Niflheim, mamonazo. -Le dijo en un tono de voz más alto. Para el horror del tipo, el cuchillo improvisado de la elfa ya estaba cortándole la garganta, provocando que, con un gorjeo sorprendido y la sangre saliendo a borbotones por la garganta, el hombre se desplomase. Por un momento pareció intentar aferrarse al mundo de los vivos con toda la fuerza que le quedaba dentro del cuerpo, pero... En fin. Al cabo de unos instantes, pareció darse cuenta de la dignidad de la muerte, y acabó dejando el mundo.
Olga dio un respingo al ver cómo el rubio le rajaba la garganta al hombre. Era obvio que se esperaba que hiciera algo por el estilo, pero no que le resultase tan fácil quitarle la vida. Al menos, ya era un enemigo menos. La muchacha se levantó, mirando el cuerpo, al tiempo que se echó ligeramente hacia atrás al ver al rubio incorporarse.
Eoghan se levantó con el jubón manchado con la sangre del tipo, y le arrebató el hacha de batalla, echándosela al hombro. Ahora sí podía combatir en condiciones. Primer paso, recuperar su espada. Ya se ocuparía de conseguir la lanza más tarde, o de comprarse otra, total, no era un arma demasiado cara. Miró a Eléanör mientras se agarraba las costillas donde había recibido la patada. No tenía expresión de dolor, ni parecía que le costase caminar, era un mero chequeo para comprobar que no se le había roto o astillado nada.
-Vale, pues ya está... Ahora solo tenemos que abrirnos paso. Intentaré ser silencioso, pero no prometo... -Se vio interrumpido cuando en la puerta se escuchó la voz del otro guardia.
-Éthein, ¿todo bien? -La voz de este era más aguda, pero no por ello menos rasposa. Sonaba también a ser más joven, pero eso no detendría a Eoghan. El joven avanzó hacia la puerta y la abrió de pronto. El hombre, ya bien entrados sus treinta, lo miró con los ojos muy abiertos, listo para dar un grito, pero una poderosa hendedura del hacha en vertical acabó su vida sin darle tiempo a asimilar tan siquiera lo que había pasado. Ahora mismo Eoghan estaba muy enfadado, tanto que no dudaría en acabar con quien quisiera que se interpusiese en su camino, y eso por supuesto, por no hablar de que estaba francamente cabreado con los esclavistas y los bandidos. En aquel lugar se estaba reuniendo toda la calaña capaz de sacar de quicio al guerrero, y Eléanör, conociéndole como lo conocía, sabía que quizás tendría que pararle los pies llegado a cierto punto. El joven se agachó y cogió una espada larga del cinto del hombre, y unas llaves que probablemente abrirían todas las celdas o jaulas.
Le tendió a la joven la espada.
-¿Sabes pelear? -La joven dudó. Lo cierto es que a juzgar por las marcas de las muñecas no parecía ser una simple damisela en apuros, pero desde luego su actitud... -¿Sabes o no?
-Recibí lecciones, pero... -Se vio interrumpida, obligada a coger la espada que le tiró con al vaina puesta. Lo miró con el ceño suavemente fruncido.
-Lamento ser brusco, pero ahora estamos en un lío. Vamos. -Empezó a caminar por el sótano tras recoger el hacha de la clavícula del esclavista, pero luego miró a Ely. ¿Con qué se defendería ella? Aunque estaba francamente débil... Le tendió el cuchillo de nuevo. Menos era nada. Miró a Olga. -Está bien, mira, quédate con ella y defendéos si tenéis que hacerlo, intentaré manejarme con los más que pueda. Ahora tengo que buscar mi espada.
Era una obsesión, sí, pero una obsesión justificada. Necesitaba aquella espada, era lo único que le quedaba de su vida anterior y no estaba dispuesto a dejarlo atrás. Observó el sótano.
Al final, no resultó ser algo tan pequeño. Aunque la trampilla que conducía arriba era angosta, el rectángulo que componía la estancia tenía tres puertas más. Eoghan se acercó a una. Otra celda, vacía. Dio unos pasos largos hacia la otra. Era una armería. Abrió la puerta con las llaves, e hizo un gesto a ambas muchachas para que vigilasen la trampilla. Con un poco de suerte, quizás conseguiría algo mejor que aquella hacha oxidada y con muescas.
Eoghan Lothannor
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Re: Toc, toc, ¿quién es? [Trabajo - Eléanör] [CERRADO]
Observó, aguantando como pudo, como Eoghan cortaba el cuello del tipo que había bajado sin duda o compasión alguna en la mirada. Tragó saliva y aguantó con la mirada en alto. Sabía que ella luchaba por mantener la vida, ese era su trabajo como doctora, o, al menos, lo sería cuando supiera lo bastante como para considerarse como tal, pero... ¿merecían todos vivir o morir? Era algo que no sabía, y solo el echo de pensarlo la apenaba.
¿Era lícito arrebatar una vida? Dependía de la situación, pero, ¿lo era en esa? No lo sabía. Lo que tenía claro era que agradecía que el guerrero estuviera de su parte, y no contra ella. Mientras el chico subía las escaleras, Eléanör se agachó junto al cuerpo cubierto de sangre y cerró los ojos del hombre. Suspirando, se levantó para ver como otro caía al suelo, este algo más joven que el anterior, y algo menos borracho.
Atendió al plan de Eoghan, se sentía algo débil, pero de momento parecía que la patada que el chico había recibido no le había hecho ningún daño más que el momentáneo del golpe, como mucho le saldría un moretón, si le hubiera dañado de algún modo las costillas el pobre no podría moverse a penas. En silencio, miró como la tensión se expandía por el chico, que, alterado, apresuró a Olga a que tomase una espada y le tendió a ella el improvisado cuchillo. Algo le decía que haría bien no alejándose del joven, pero si él quería ir a por su espada, ellas deberían liberar a los presos.
- Ten cuidado.- le pidió en un susurro antes de darse la vuelta y correr junto a la otra chica hacia el piso de arriba.
Olga iba frente a ella, defendiendo el terreno, mientras Eléanör se apresuraba tanto como podía en seguir el ritmo de la joven, no podía decir que el ejercicio físico fuera su fuerte. Subieron las escaleras, y se alegraron de comprobar que la mayoría de barbaros estaban en el piso de bajo, aunque no fuera tan buena señal para Eoghan. Eléanör tragó saliva, nerviosa y asustada, con el corazón latiéndole con fuerza. Con el silencio acompañandolas, recorrieron el piso de arriba esquivando los cuartos en los que veían gente.
Pasaron por un cuarto donde, un borracho, reía mientras una mujer de vida alegre le seguía las gracias jugando, agachada, con la entrepierna del tipo, que parecía más a punto de dormir que de cualquier otra cosa. Las dos mujeres intercambiaron una mirada sonrojada y asqueada, sin duda no era algo agradable de ver. Otro donde varios borrachos dormían profundamente, esos no se despertarían aunque se les cayese la casa encima y, finamelente, el que buscaban. Un dormitorio con una gran jaula, donde cuatro mujeres se esforzaban por no llorar en una esquina cada una.
Al verlas entrar, se les iluminó la cara, pero señalaron a un costado, donde un hombre vestido de negro, con una espada de doble filo a su lado, dormía y roncaba. Olga le dio su espada a Eléanör, que no sabia que hacer con ella, y se acercó despacio, tomando la del tipo que, al notar algo moverse, se despertó. Olga se apresuró a amenazarlo con la espada que acababa de conseguir mientras el tipo reía sonoramente. Sin esperar que la joven, presa del miedo, actuase sin pensar y, con ojos cerrados, le clavase la espada en el pecho.
- ¡Elfa, abreles!- exclamó la chica, con ojos abiertos, casi tanto como los de Eléanör.
La elfa, con movimientos torpes y apresurados, se esforzó por alzar la espada y con un golpe torpe, romper el candado, dejando salir a las demás mujeres. Que corrieron al piso de bajo donde los sonidos de pelea se habían hecho, finalmente, patentes. Eléanör soltó la espada, preocupada por Eogahn, e intercambio una nueva mirada con la joven que seguía en estado de Shock. Se acercó a ella y le alzó la cabeza.
- Hey, era él o nosotras, has salvado cuatro vidas, además de la tuya.- intentó calmarla aun con la misma duda de hacía unos minutos en el fondo de su mente.- Vamos, intentemos salvar alguna más- Comentó, refieriendose más a las perdidas de la banda que no a la del mercenario, algo le decía que los otros estaban teniendo más problemas que él, sabía que, cuando el joven se enfadaba, y perdía el control, pocas cosas podían calmarlo.
¿Era lícito arrebatar una vida? Dependía de la situación, pero, ¿lo era en esa? No lo sabía. Lo que tenía claro era que agradecía que el guerrero estuviera de su parte, y no contra ella. Mientras el chico subía las escaleras, Eléanör se agachó junto al cuerpo cubierto de sangre y cerró los ojos del hombre. Suspirando, se levantó para ver como otro caía al suelo, este algo más joven que el anterior, y algo menos borracho.
Atendió al plan de Eoghan, se sentía algo débil, pero de momento parecía que la patada que el chico había recibido no le había hecho ningún daño más que el momentáneo del golpe, como mucho le saldría un moretón, si le hubiera dañado de algún modo las costillas el pobre no podría moverse a penas. En silencio, miró como la tensión se expandía por el chico, que, alterado, apresuró a Olga a que tomase una espada y le tendió a ella el improvisado cuchillo. Algo le decía que haría bien no alejándose del joven, pero si él quería ir a por su espada, ellas deberían liberar a los presos.
- Ten cuidado.- le pidió en un susurro antes de darse la vuelta y correr junto a la otra chica hacia el piso de arriba.
Olga iba frente a ella, defendiendo el terreno, mientras Eléanör se apresuraba tanto como podía en seguir el ritmo de la joven, no podía decir que el ejercicio físico fuera su fuerte. Subieron las escaleras, y se alegraron de comprobar que la mayoría de barbaros estaban en el piso de bajo, aunque no fuera tan buena señal para Eoghan. Eléanör tragó saliva, nerviosa y asustada, con el corazón latiéndole con fuerza. Con el silencio acompañandolas, recorrieron el piso de arriba esquivando los cuartos en los que veían gente.
Pasaron por un cuarto donde, un borracho, reía mientras una mujer de vida alegre le seguía las gracias jugando, agachada, con la entrepierna del tipo, que parecía más a punto de dormir que de cualquier otra cosa. Las dos mujeres intercambiaron una mirada sonrojada y asqueada, sin duda no era algo agradable de ver. Otro donde varios borrachos dormían profundamente, esos no se despertarían aunque se les cayese la casa encima y, finamelente, el que buscaban. Un dormitorio con una gran jaula, donde cuatro mujeres se esforzaban por no llorar en una esquina cada una.
Al verlas entrar, se les iluminó la cara, pero señalaron a un costado, donde un hombre vestido de negro, con una espada de doble filo a su lado, dormía y roncaba. Olga le dio su espada a Eléanör, que no sabia que hacer con ella, y se acercó despacio, tomando la del tipo que, al notar algo moverse, se despertó. Olga se apresuró a amenazarlo con la espada que acababa de conseguir mientras el tipo reía sonoramente. Sin esperar que la joven, presa del miedo, actuase sin pensar y, con ojos cerrados, le clavase la espada en el pecho.
- ¡Elfa, abreles!- exclamó la chica, con ojos abiertos, casi tanto como los de Eléanör.
La elfa, con movimientos torpes y apresurados, se esforzó por alzar la espada y con un golpe torpe, romper el candado, dejando salir a las demás mujeres. Que corrieron al piso de bajo donde los sonidos de pelea se habían hecho, finalmente, patentes. Eléanör soltó la espada, preocupada por Eogahn, e intercambio una nueva mirada con la joven que seguía en estado de Shock. Se acercó a ella y le alzó la cabeza.
- Hey, era él o nosotras, has salvado cuatro vidas, además de la tuya.- intentó calmarla aun con la misma duda de hacía unos minutos en el fondo de su mente.- Vamos, intentemos salvar alguna más- Comentó, refieriendose más a las perdidas de la banda que no a la del mercenario, algo le decía que los otros estaban teniendo más problemas que él, sabía que, cuando el joven se enfadaba, y perdía el control, pocas cosas podían calmarlo.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Toc, toc, ¿quién es? [Trabajo - Eléanör] [CERRADO]
Eoghan entró dentro de la armería y rebuscó alocadamente entre los cajones su espada. Estaba allí, enterrada al fondo de un tonel de armas inútiles. Con un aspaviento, casi le faltó abrazarse a su arma, pero en lugar de eso se la colocó al cinto de nuevo. Tomó entonces además una pica que tenían allí almacenada y se colgó el hacha de batalla a la espalda, saliendo entonces por la puerta. Cuando Eléanör le pidió que tuviera cuidado, Eoghan no pudo evitar sonreír débilmente, aunque su ceño siguiera fruncido.
-Siempre lo tengo, Ely. -Le contestó intentando aparentar ser tan amable y cálido como siempre, pero quien quiera que le mirase a los ojos, vería a un hombre con ansias asesinas y una rabia sin control dentro de él. Eso les traería problemas, pero quizás en aquel momento lo que necesitaban era alguien que pudiera distraer a la gente de afuera lo bastante como para tener tiempo de escapar. Quiso decirle a la elfa que tuviera ella cuidado también, y también a la muchacha que iban a rescatar, pero en su lugar, ya estaba subiendo las escaleras.
El piso superior estaba infestado de prostitutas y borrachos gritando y de juerga, mientras un anillo de lucha improvisado por los hombres de la banda se mantenía cerrado con luchadores de puñetazos partiéndose la cara entre ellos, a todas luces un corro de apuestas ilegal. Eoghan abrió la puerta del pabellón portuario de una patada en la cerradura, escuchándose un potente "crack" de la madera al crujir por la potencia del guerrero. Algunos borrachos se tambalearon y se levantaron desenvainando sus armas, y algunas de las prostitutas dieron un respingo y salieron corriendo fuera mientras se reajustaban la ropa enredada como podían, pues como era lógico ninguna de ellas quería enzarzarse en una reyerta de aquel calibre, y menos aun siendo, probablemente, unas mandadas.
Además, seguro que eran de las que cobraban por adelantado.
Eoghan empezó a caminar a zancadas largas con el ceño fruncido. El hombretón que los había llevado allí estaba en la sala, más concretamente, era uno de los luchadores de apuestas. La pelea se detuvo con un puñetazo en el morro de su contrincante, que cayó redondo al suelo como si un martillo de guerra le hubiese golpeado en el cráneo.
-¡Es él! ¡Uno de los prisioneros! ¡Vamos, ratas de cloaca, a por él! -Aulló el calvo mientras se tiraba a tomar su hacha de mano de entre su equipo tirado a un lado. Los borrachos empezaron a gritar y a agitar las espadas en todas direcciones, obviamente demasiado ebrios como para darse cuenta de que podían hacerse daño los unos a los otros. Eoghan blandió la pica y la empuñó por delante de sí, cargando entonces. Las manos a la altura de la cadera, amarrando con fuerza el mástil de madera de cedro y la punta de hierro forjado en ristre: Tomando carrerilla, tensó los músculos de los hombros y echó hacia delante los brazos, para entonces escucharse el grito ahogado de uno de los borrachos, que acabó con la pica atravesándole el pecho de lado a lado. Empotró el arma de asta contra una viga y con un movimiento rápido desenganchó el arma del cuerpo empalado, haciendo que éste cayese al suelo sangrando abundantemente tanto por pecho como por espalda.
Los demás borrachos no tardaron en llegar a su posición. Eran erráticos, impredecibles, pero también lentos y poco precisos. Eoghan se apartó dando un pivote con el pie izquierdo. Volteó la lanza y barrió los pies de otro de los borrachos para luego darle un pisotón en la mano y provocar que éste gritase dolorido al partirle la muñeca imposibilitando así una nueva agresión por su parte. Un hachazo sacó entonces de su breve victoria a Eoghan. El joven interpuso el mástil de la pica, sonando un golpe seco de la madera parando un filo oxidado de un hacha de mano que servía más para partir amarras que para combatir, y tras deshacerse de tal golpe, puso el arma en horizontal y empujó al borracho de turno hacia atrás, obligándolo a retroceder.
Empezaban a rodearle. Observó que el hombre calvo, que era a todas luces, el líder de los secuestradores, no se había movido aun. Probablemente creía que la superioridad numérica le iba a arrollar, y por ahora no se equivocaba. Eoghan arrojó la lanza a un lado y tomó el hacha de batalla que había robado anteriormente. Con la lanza podía dejarlos heridos sin tullirlos, pero el hacha... El hacha estaba hecha para lo que estaba hecha. Matar y mutilar.
Olga miró a Ely y asintió con la cabeza, echando entonces a correr al escuchar el barullo de la pelea. La chicas que habían liberado probablemente estarían mirando desde la entrada el batiburrillo de borrachos que se había montado intentando cazar al único rival que tenían y a todas luces, asustadas por lo que podría pasar si las veían u oían.
-Siempre lo tengo, Ely. -Le contestó intentando aparentar ser tan amable y cálido como siempre, pero quien quiera que le mirase a los ojos, vería a un hombre con ansias asesinas y una rabia sin control dentro de él. Eso les traería problemas, pero quizás en aquel momento lo que necesitaban era alguien que pudiera distraer a la gente de afuera lo bastante como para tener tiempo de escapar. Quiso decirle a la elfa que tuviera ella cuidado también, y también a la muchacha que iban a rescatar, pero en su lugar, ya estaba subiendo las escaleras.
El piso superior estaba infestado de prostitutas y borrachos gritando y de juerga, mientras un anillo de lucha improvisado por los hombres de la banda se mantenía cerrado con luchadores de puñetazos partiéndose la cara entre ellos, a todas luces un corro de apuestas ilegal. Eoghan abrió la puerta del pabellón portuario de una patada en la cerradura, escuchándose un potente "crack" de la madera al crujir por la potencia del guerrero. Algunos borrachos se tambalearon y se levantaron desenvainando sus armas, y algunas de las prostitutas dieron un respingo y salieron corriendo fuera mientras se reajustaban la ropa enredada como podían, pues como era lógico ninguna de ellas quería enzarzarse en una reyerta de aquel calibre, y menos aun siendo, probablemente, unas mandadas.
Además, seguro que eran de las que cobraban por adelantado.
Eoghan empezó a caminar a zancadas largas con el ceño fruncido. El hombretón que los había llevado allí estaba en la sala, más concretamente, era uno de los luchadores de apuestas. La pelea se detuvo con un puñetazo en el morro de su contrincante, que cayó redondo al suelo como si un martillo de guerra le hubiese golpeado en el cráneo.
-¡Es él! ¡Uno de los prisioneros! ¡Vamos, ratas de cloaca, a por él! -Aulló el calvo mientras se tiraba a tomar su hacha de mano de entre su equipo tirado a un lado. Los borrachos empezaron a gritar y a agitar las espadas en todas direcciones, obviamente demasiado ebrios como para darse cuenta de que podían hacerse daño los unos a los otros. Eoghan blandió la pica y la empuñó por delante de sí, cargando entonces. Las manos a la altura de la cadera, amarrando con fuerza el mástil de madera de cedro y la punta de hierro forjado en ristre: Tomando carrerilla, tensó los músculos de los hombros y echó hacia delante los brazos, para entonces escucharse el grito ahogado de uno de los borrachos, que acabó con la pica atravesándole el pecho de lado a lado. Empotró el arma de asta contra una viga y con un movimiento rápido desenganchó el arma del cuerpo empalado, haciendo que éste cayese al suelo sangrando abundantemente tanto por pecho como por espalda.
Los demás borrachos no tardaron en llegar a su posición. Eran erráticos, impredecibles, pero también lentos y poco precisos. Eoghan se apartó dando un pivote con el pie izquierdo. Volteó la lanza y barrió los pies de otro de los borrachos para luego darle un pisotón en la mano y provocar que éste gritase dolorido al partirle la muñeca imposibilitando así una nueva agresión por su parte. Un hachazo sacó entonces de su breve victoria a Eoghan. El joven interpuso el mástil de la pica, sonando un golpe seco de la madera parando un filo oxidado de un hacha de mano que servía más para partir amarras que para combatir, y tras deshacerse de tal golpe, puso el arma en horizontal y empujó al borracho de turno hacia atrás, obligándolo a retroceder.
Empezaban a rodearle. Observó que el hombre calvo, que era a todas luces, el líder de los secuestradores, no se había movido aun. Probablemente creía que la superioridad numérica le iba a arrollar, y por ahora no se equivocaba. Eoghan arrojó la lanza a un lado y tomó el hacha de batalla que había robado anteriormente. Con la lanza podía dejarlos heridos sin tullirlos, pero el hacha... El hacha estaba hecha para lo que estaba hecha. Matar y mutilar.
Olga miró a Ely y asintió con la cabeza, echando entonces a correr al escuchar el barullo de la pelea. La chicas que habían liberado probablemente estarían mirando desde la entrada el batiburrillo de borrachos que se había montado intentando cazar al único rival que tenían y a todas luces, asustadas por lo que podría pasar si las veían u oían.
Eoghan Lothannor
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Re: Toc, toc, ¿quién es? [Trabajo - Eléanör] [CERRADO]
Bajaron las escaleras a tropel, corriendo como si se jugasen en ello el alma. Olga, delante de Eléanör, defendía a la elfa que a penas podía correr de modo efectivo. Normalmente era lenta, cansada, más. La pelirroja solo esperaba no acabar desmayada nuevamente. Se sentía algo cansada y mareada, y notaba que necesitaba mejorar su resistencia, o su magia nunca sería totalmente efectiva, pero en ese momento, no era tiempo de pensar esas cosas.
Las jóvenes rescatadas salieron a la calle y permanecieron allí, medio asomadas, mirando el espectáculo que se sucedía en el interior de la casa mientras Ely y Olga, apresuradas, busaban a Eoghan por petición de la elfa. La chica sabía que, si por Olga fuera, habrían salido ya de allí, al fin y al cabo, la joven ya había pasado bastante miedo con los bandidos, pero ella no podía dejar solo al guerrero, la había ayudado en demasiadas ocasiones, le había demostrado ya demasiadas veces que era una persona de fiar, un amigo, y no iba a dejarlo solo en medio de una guarida de lobos hambrientos.
Corrió más, hasta llegar al lugar indicado por los fuertes sonidos de lucha y los gritos de dolor. La puerta estaba rota, tirada por el suelo, un par de cuerpos inmóviles y sin vida, reposaban frente y atravesando esta, probablemente fruto de la pelea. Ely, algo nerviosa, tomó aire, no sabía como afrontar esas cosas, a penas tenía fuerza o velocidad, lo único que tenía era su magia, que de poco servía a la hora de herir.
Miró a Olga y tomó aire nuevamente, entrando a la sala. Un circulo empezaba a cerrarse sobre Eoghan, por suerte, algunos estaban lo bastante borrachos como para, incluso ella, poder tumbarlos. Vio dudar a la joven que la acompañaba, no le extrañaba, ella también tenía miedo. Si Olga era la mitad de asustadiza que ella, Eoghan estaba en un lió. Sin embargo, ver dudar a la chica hizo que Eléanör se volviera, por un instante, resolutiva.
Se agachó junto al cuerpo de uno de los muertos y rebuscó en los bolsillos un puñal o una daga. Encontró uno bastante elaborado, con incrustaciones de rubíes y esmeraldas, sin duda, robado, tendría que llevárselo a la guardia, los objetos robados debían volver con sus dueños, pero, de momento, era lo mejor que tenía a mano. Por tercera vez, respiró hondo, y se acercó al grupo. Alzó el puñal y atravesó a uno por el estomago, sin llegar a hacer fuerza bastante como para matarlo.
- Lo... lo siento....- dijo casi llorando, era la primera vez que hacía algo así.- Si... si le tratan pronto no morirá, se lo prometo.- murmuró mientras el hombre resbalaba al suelo.
Apuntó con el puñal al frente con ambas manos, ya había procurado no herir de demasiada gravedad al primero, no quería matar a nadie, solo inmovilizarlos, solo quería salir de allí con Olga y Eoghan, y no volver a meterse en ese tipo de fregados. Notó movimiento a su espalda, y escuchó el sonido de una espada atravesando carne, al girarse, pudo ver como Olga, por fin en movimiento, le había cubierto de un ataque.
Temblando, asustada, volvió a avanzar, usando la misma técnica que con el ultimo, segura de que Olga le cubriría las espaldas, y, pareciendo que los demás, estaban demasiado ocupados con Eoghan, preocupados por su altura y su fuerza, evidentemente mucho mayor que la de las dos jovencitas que intentaban ayudar. Pudo adelantar dos puestos, hiriendo a dos personas, mientras Olga, ya despojada de sus nervios y dudas, daba espadazos a quien se atreviera a acercarse demasiado.
Ely ya podía ver a Eoghan a pocos metros de distancia, le habían librado de algunos rivales, pero no creía que fueran a poder con todos, lo mejor sería salir de allí y avisar a la guardia, ellos sabrían que hacer, mucho mejor que una joven adinerada y una elfa asustadiza, al menos.
Las jóvenes rescatadas salieron a la calle y permanecieron allí, medio asomadas, mirando el espectáculo que se sucedía en el interior de la casa mientras Ely y Olga, apresuradas, busaban a Eoghan por petición de la elfa. La chica sabía que, si por Olga fuera, habrían salido ya de allí, al fin y al cabo, la joven ya había pasado bastante miedo con los bandidos, pero ella no podía dejar solo al guerrero, la había ayudado en demasiadas ocasiones, le había demostrado ya demasiadas veces que era una persona de fiar, un amigo, y no iba a dejarlo solo en medio de una guarida de lobos hambrientos.
Corrió más, hasta llegar al lugar indicado por los fuertes sonidos de lucha y los gritos de dolor. La puerta estaba rota, tirada por el suelo, un par de cuerpos inmóviles y sin vida, reposaban frente y atravesando esta, probablemente fruto de la pelea. Ely, algo nerviosa, tomó aire, no sabía como afrontar esas cosas, a penas tenía fuerza o velocidad, lo único que tenía era su magia, que de poco servía a la hora de herir.
Miró a Olga y tomó aire nuevamente, entrando a la sala. Un circulo empezaba a cerrarse sobre Eoghan, por suerte, algunos estaban lo bastante borrachos como para, incluso ella, poder tumbarlos. Vio dudar a la joven que la acompañaba, no le extrañaba, ella también tenía miedo. Si Olga era la mitad de asustadiza que ella, Eoghan estaba en un lió. Sin embargo, ver dudar a la chica hizo que Eléanör se volviera, por un instante, resolutiva.
Se agachó junto al cuerpo de uno de los muertos y rebuscó en los bolsillos un puñal o una daga. Encontró uno bastante elaborado, con incrustaciones de rubíes y esmeraldas, sin duda, robado, tendría que llevárselo a la guardia, los objetos robados debían volver con sus dueños, pero, de momento, era lo mejor que tenía a mano. Por tercera vez, respiró hondo, y se acercó al grupo. Alzó el puñal y atravesó a uno por el estomago, sin llegar a hacer fuerza bastante como para matarlo.
- Lo... lo siento....- dijo casi llorando, era la primera vez que hacía algo así.- Si... si le tratan pronto no morirá, se lo prometo.- murmuró mientras el hombre resbalaba al suelo.
Apuntó con el puñal al frente con ambas manos, ya había procurado no herir de demasiada gravedad al primero, no quería matar a nadie, solo inmovilizarlos, solo quería salir de allí con Olga y Eoghan, y no volver a meterse en ese tipo de fregados. Notó movimiento a su espalda, y escuchó el sonido de una espada atravesando carne, al girarse, pudo ver como Olga, por fin en movimiento, le había cubierto de un ataque.
Temblando, asustada, volvió a avanzar, usando la misma técnica que con el ultimo, segura de que Olga le cubriría las espaldas, y, pareciendo que los demás, estaban demasiado ocupados con Eoghan, preocupados por su altura y su fuerza, evidentemente mucho mayor que la de las dos jovencitas que intentaban ayudar. Pudo adelantar dos puestos, hiriendo a dos personas, mientras Olga, ya despojada de sus nervios y dudas, daba espadazos a quien se atreviera a acercarse demasiado.
Ely ya podía ver a Eoghan a pocos metros de distancia, le habían librado de algunos rivales, pero no creía que fueran a poder con todos, lo mejor sería salir de allí y avisar a la guardia, ellos sabrían que hacer, mucho mejor que una joven adinerada y una elfa asustadiza, al menos.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Toc, toc, ¿quién es? [Trabajo - Eléanör] [CERRADO]
Un nuevo chillido de Olga se dejó oír. Hubo un carraspeo seguido de un crujido de madera, cuerda y un virote silbando. El proyectil se clavó en el pecho del calvo, que se desplomó abruptamente sobre el suelo, causando un estruendo seco. La pelea se paró repentinamente, incluso por parte de Eoghan, que bajó el hacha y miró hacia la salida. Un hombre vestido con una armadura de cuero grisácea y con una capucha tenía a la joven Olga agarrada por la cintura e inmovilizada con el brazo izquierdo rodeándole el cuello, sujetando una ballesta de repetición de mano.
-Vale, señores, ¿qué tal si nos calmamos todos? -El hombre habló resolutivamente y por qué no, con una frialdad envidiable dadas las circunstancias. Los borrachos parecían ser conscientes de que, teniendo un tirador y un luchador de aquel calibre presentes en escena, estaban en una clara desventaja. Los bandidos se miraron los unos a los otros ysalieron corriendo como arañas cuando se les destapa el nido: Salieron por las ventanas, por la puerta de atrás, por cualquier sitio que les diera una ruta de escape mínimamente aceptable, con tal de no morir.
Eoghan se relajó, dejando caer suavemente los hombros. Había cinco cuerpos en el suelo alrededor de él, más los que habían apuñalado Ely y Olga. No le gustaba matar a nadie, pero había ocasiones en las que... No le quedaba más remedio. La palpitación de las sienes paró una vez la adrenalina dejó de hacerle la puñeta de aquella manera, y su respiración se relajó... Hasta que se escuchó un nuevo chasquido. El hombre había cargado un nuevo virote, y apuntaba a Eoghan.
-¿Qué demonios significa esto? -Preguntó Eoghan mientras empuñaba de nuevo el hacha. El hombre de la ballesta apuntó entonces a Eléanör, sabiendo que a Eoghan le daba igual vivir o morir. Eoghan frunció el ceño. Sí, le daba igual vivir o morir, pero... Que alguien que él apreciaba y que en este caso de hecho podía decir, que tenía mucho cariño, pudiera resultar herido, le daba reparo y cargo de conciencia.
-¿Que qué significa? Bueno, que vuestro trabajo ha terminado. La recompensa es mía. -Dijo el hombre con una sonrisa, aun apuntando a la pelirroja. -Ah, bueno. Supongo que como mínimo os merecéis una explicación.
El hombre ladeó suavemente la cabeza y una sonrisa torva acudió a sus labios. Olga se intentó librar de su agarre en vano, pues el cazarrecompensas era claramente más fuerte y más corpulento que ella. De hecho, aunque no tenía tanto músculo, su talla era similar a la de Eoghan, lo cual lo convertía en alguien bastante alto.
-Veréis. Nuestro... Benefactor común, no quiere que su reputación se vea manchada, por haber dejado que un descuido en la seguridad revelase que su hija fue secuestrada. No es bueno para su negocio, ¿sabéis? Un reclamo para los ladrones. -Fue explicando. -Así que, esencialmente, me toca limpiar el desaguisado, lo cual puede suceder de dos maneras, u os mato... O le hago creer que lo he hecho. A mí personalmente me da igual, pero yo que vosotros no pecaría de avaricioso.
Eoghan no sabía qué hacer. Miró a Ely. ¿Habían pasado tanto trabajo para nada? Apretó los labios, sin saber cómo actuar. La elfa era bastante más lista que él, quizás ella sabría resolver el asunto. Desde luego, Eoghan ahora estaba con las manos atadas. No podía luchar porque estaba a demasiada distancia del hombre, y ahora mismo era aun peor: Tenía a la sacerdotisa encañonada por la ballesta.
-Vale, señores, ¿qué tal si nos calmamos todos? -El hombre habló resolutivamente y por qué no, con una frialdad envidiable dadas las circunstancias. Los borrachos parecían ser conscientes de que, teniendo un tirador y un luchador de aquel calibre presentes en escena, estaban en una clara desventaja. Los bandidos se miraron los unos a los otros ysalieron corriendo como arañas cuando se les destapa el nido: Salieron por las ventanas, por la puerta de atrás, por cualquier sitio que les diera una ruta de escape mínimamente aceptable, con tal de no morir.
Eoghan se relajó, dejando caer suavemente los hombros. Había cinco cuerpos en el suelo alrededor de él, más los que habían apuñalado Ely y Olga. No le gustaba matar a nadie, pero había ocasiones en las que... No le quedaba más remedio. La palpitación de las sienes paró una vez la adrenalina dejó de hacerle la puñeta de aquella manera, y su respiración se relajó... Hasta que se escuchó un nuevo chasquido. El hombre había cargado un nuevo virote, y apuntaba a Eoghan.
-¿Qué demonios significa esto? -Preguntó Eoghan mientras empuñaba de nuevo el hacha. El hombre de la ballesta apuntó entonces a Eléanör, sabiendo que a Eoghan le daba igual vivir o morir. Eoghan frunció el ceño. Sí, le daba igual vivir o morir, pero... Que alguien que él apreciaba y que en este caso de hecho podía decir, que tenía mucho cariño, pudiera resultar herido, le daba reparo y cargo de conciencia.
-¿Que qué significa? Bueno, que vuestro trabajo ha terminado. La recompensa es mía. -Dijo el hombre con una sonrisa, aun apuntando a la pelirroja. -Ah, bueno. Supongo que como mínimo os merecéis una explicación.
El hombre ladeó suavemente la cabeza y una sonrisa torva acudió a sus labios. Olga se intentó librar de su agarre en vano, pues el cazarrecompensas era claramente más fuerte y más corpulento que ella. De hecho, aunque no tenía tanto músculo, su talla era similar a la de Eoghan, lo cual lo convertía en alguien bastante alto.
-Veréis. Nuestro... Benefactor común, no quiere que su reputación se vea manchada, por haber dejado que un descuido en la seguridad revelase que su hija fue secuestrada. No es bueno para su negocio, ¿sabéis? Un reclamo para los ladrones. -Fue explicando. -Así que, esencialmente, me toca limpiar el desaguisado, lo cual puede suceder de dos maneras, u os mato... O le hago creer que lo he hecho. A mí personalmente me da igual, pero yo que vosotros no pecaría de avaricioso.
Eoghan no sabía qué hacer. Miró a Ely. ¿Habían pasado tanto trabajo para nada? Apretó los labios, sin saber cómo actuar. La elfa era bastante más lista que él, quizás ella sabría resolver el asunto. Desde luego, Eoghan ahora estaba con las manos atadas. No podía luchar porque estaba a demasiada distancia del hombre, y ahora mismo era aun peor: Tenía a la sacerdotisa encañonada por la ballesta.
Eoghan Lothannor
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Re: Toc, toc, ¿quién es? [Trabajo - Eléanör] [CERRADO]
Un grito de Olga y una flecha que le pasó rozando, atravesando el pecho de uno de los enemigos. El tiempo pareció detenerse, la acción, la lucha, el sonido, incluso la respiración y el latido acelerado de su corazón, fruto de la lucha y el temor, parecieron pararse durante unos segundos. Se giró despacio, asustada, sin sabe si la saeta apuntaba a ella y había errado o había acertado su tiro.
El aliento se le detuvo en la garganta cuando vio a la joven atrapada entre los brazos del hombre que acababa de entrar. El tipo alto y fornido, casi tanto como Eoghan, apuntaba con una ballesta, amenazante, a los participantes de la lucha. Ely tragó saliva y respiró hondo, sin atreverse a moverse, y, de pronto, el tiempo volvió a correr con normalidad, borrachos, y traficantes, prostitutas y prisioneros ya sueltos, comenzaron a correr por todos lados, saltando por las ventanas, escapando por donde fueran capaces, puertas, paredes, techos, todo les servía con tal de alejarse de ese hombre de apariencia peligrosa, las dos locas que se habían lanzado al ataque y un guerrero con hacha que parecía derrotar a cuatro con un golpe único.
Intentó resistir los empujones de pie, notando que cada persona que pasaba a su lado intentaba tirarla al suelo, iba a acabar con varios moretones, eso lo sabía, y lo notaba en su piel, cada golpe era un nuevo moreton con el que iba a acabar. Pero logró aguantar de pie, con algunas heridas, pero estaba en pie. Miró directamente al tipo, mientras este, por fin, se diganaba a explicarse. Estaba claro que, de amigo, nada. Era un simple ladrón, quería robar su esfuerzo para llevarse el la recompensa.
A Ely poco le gustaba el dinero, pero que quisieran llevarse un merito que no era propio, si le molestaba, y que quisieran secuestrar a alguien, aun le molestaba más, la chica debía estar ya algo herida, no era buena idea que se la llevase, no sin que fuera tratada, las peleas agotaban a todo el mundo. Ella, al no estar acostumbrada a esas cosas, incluso se sentía algo mareada. Notó, entonces, que la ballesta apuntaba a Eoghan, y comenzó a tensar se, ella no podría actuar, pero, al menos, podría curar al chico si salía herido. Sin embargo, pronto cambió el rumbo de la ballesta.
Cuando la flecha empezó a apuntarla, se mordió el labio, ¿acaso iba a dispararla? Ella sería incapaz de esquivar nada, el cañón de la ballesta la apuntaba directamente, haciéndola sentirse atrapada, asustada, nerviosa, pero, sobretodo, preocupada, poco le importaba salir herida, pero, ¿y si herían a otro y ella ya no podía curar a nadie? No, la primera norma de un doctor, sobretodo de aquellos que participaban en batallas, era, como bien le habían dicho cientos de veces, no salir heridos, mantenerse ilesos, porque la perdida de un médico significaba, no solo una vida, si no la perdida de todas aquellas que sus manos podrían haber salvado.
- Muy bien.- suspiró, en tono de rendición, mientras su cabeza planeaba sin cesar.- Puedes llevartela, no te seguiremos...- dijo agachando la cabeza.
Si el tipo se largaba, tenían una oportunidad, las ventanas de ese cuarto daban a las dos únicas vías de escape que el tipo tenía tanto por una calle como por otra. No podían perder una oportunidad tan buena, debían dejarlo escapar, al menos, hacerle creer que podría hacerlo. Alzó la cabeza con aire inocente y arrepentido, sabiendo que, incluso Olga se creería su actuación. El hombre de la ballesta soltó una fuerte carcajada y lanzó una de sus saetas. Eléanör, asustada, se movió tan rápido como pudo, esquivándola por los pelos, llevándose un corte en el brazo, herida que se sumaría a los moretones y pequeños cortes ya conseguidos antes, incluido el de su mano.
Calló al suelo, doblándose un poco el tobillo, y, mientras el tipo se alejaba con Olga colgada de su hombro cual saco, ella se levantó con dificultad y rapidez e, ignorando el dolor de su tobillo y sus cortes, se lanzó a los brazos de Eoghan. Lo miró directamente a los ojos con cara seria y se le encaramó a la espalda sosteniéndose fuerte, aguzando sus finas orejas de elfa. Los pasos del tipo eran tan bruscos y pesados, fácilmente podía saberse hacia donde se dirigía.
- Eo, rápido, la ventana de la derecha, va a salir por ahí, hay que caer le encima.- urgió la pelirroja si caían los dos encima del tipo, podrían aplastarlo y dejarlo tirado para huir con la chica, ese era el único plan que tenían por ahora, pero era mejor que nada, al menos, si se daban prisa, podrían aun, con sus ultimas fuerzas curar las heridas de Eoghan y Olga.- Señores, ustedes pueden tapar sus heridas, les aseguro que, si son cuidadosos, no morirán.- prometió a los que ella había herido, nuevamente, viendo como uno de ellos comenzaba a hacer caso de lo que había dicho la elfa, cuando la puerta de la calle se escuchaba abrirse.
El aliento se le detuvo en la garganta cuando vio a la joven atrapada entre los brazos del hombre que acababa de entrar. El tipo alto y fornido, casi tanto como Eoghan, apuntaba con una ballesta, amenazante, a los participantes de la lucha. Ely tragó saliva y respiró hondo, sin atreverse a moverse, y, de pronto, el tiempo volvió a correr con normalidad, borrachos, y traficantes, prostitutas y prisioneros ya sueltos, comenzaron a correr por todos lados, saltando por las ventanas, escapando por donde fueran capaces, puertas, paredes, techos, todo les servía con tal de alejarse de ese hombre de apariencia peligrosa, las dos locas que se habían lanzado al ataque y un guerrero con hacha que parecía derrotar a cuatro con un golpe único.
Intentó resistir los empujones de pie, notando que cada persona que pasaba a su lado intentaba tirarla al suelo, iba a acabar con varios moretones, eso lo sabía, y lo notaba en su piel, cada golpe era un nuevo moreton con el que iba a acabar. Pero logró aguantar de pie, con algunas heridas, pero estaba en pie. Miró directamente al tipo, mientras este, por fin, se diganaba a explicarse. Estaba claro que, de amigo, nada. Era un simple ladrón, quería robar su esfuerzo para llevarse el la recompensa.
A Ely poco le gustaba el dinero, pero que quisieran llevarse un merito que no era propio, si le molestaba, y que quisieran secuestrar a alguien, aun le molestaba más, la chica debía estar ya algo herida, no era buena idea que se la llevase, no sin que fuera tratada, las peleas agotaban a todo el mundo. Ella, al no estar acostumbrada a esas cosas, incluso se sentía algo mareada. Notó, entonces, que la ballesta apuntaba a Eoghan, y comenzó a tensar se, ella no podría actuar, pero, al menos, podría curar al chico si salía herido. Sin embargo, pronto cambió el rumbo de la ballesta.
Cuando la flecha empezó a apuntarla, se mordió el labio, ¿acaso iba a dispararla? Ella sería incapaz de esquivar nada, el cañón de la ballesta la apuntaba directamente, haciéndola sentirse atrapada, asustada, nerviosa, pero, sobretodo, preocupada, poco le importaba salir herida, pero, ¿y si herían a otro y ella ya no podía curar a nadie? No, la primera norma de un doctor, sobretodo de aquellos que participaban en batallas, era, como bien le habían dicho cientos de veces, no salir heridos, mantenerse ilesos, porque la perdida de un médico significaba, no solo una vida, si no la perdida de todas aquellas que sus manos podrían haber salvado.
- Muy bien.- suspiró, en tono de rendición, mientras su cabeza planeaba sin cesar.- Puedes llevartela, no te seguiremos...- dijo agachando la cabeza.
Si el tipo se largaba, tenían una oportunidad, las ventanas de ese cuarto daban a las dos únicas vías de escape que el tipo tenía tanto por una calle como por otra. No podían perder una oportunidad tan buena, debían dejarlo escapar, al menos, hacerle creer que podría hacerlo. Alzó la cabeza con aire inocente y arrepentido, sabiendo que, incluso Olga se creería su actuación. El hombre de la ballesta soltó una fuerte carcajada y lanzó una de sus saetas. Eléanör, asustada, se movió tan rápido como pudo, esquivándola por los pelos, llevándose un corte en el brazo, herida que se sumaría a los moretones y pequeños cortes ya conseguidos antes, incluido el de su mano.
Calló al suelo, doblándose un poco el tobillo, y, mientras el tipo se alejaba con Olga colgada de su hombro cual saco, ella se levantó con dificultad y rapidez e, ignorando el dolor de su tobillo y sus cortes, se lanzó a los brazos de Eoghan. Lo miró directamente a los ojos con cara seria y se le encaramó a la espalda sosteniéndose fuerte, aguzando sus finas orejas de elfa. Los pasos del tipo eran tan bruscos y pesados, fácilmente podía saberse hacia donde se dirigía.
- Eo, rápido, la ventana de la derecha, va a salir por ahí, hay que caer le encima.- urgió la pelirroja si caían los dos encima del tipo, podrían aplastarlo y dejarlo tirado para huir con la chica, ese era el único plan que tenían por ahora, pero era mejor que nada, al menos, si se daban prisa, podrían aun, con sus ultimas fuerzas curar las heridas de Eoghan y Olga.- Señores, ustedes pueden tapar sus heridas, les aseguro que, si son cuidadosos, no morirán.- prometió a los que ella había herido, nuevamente, viendo como uno de ellos comenzaba a hacer caso de lo que había dicho la elfa, cuando la puerta de la calle se escuchaba abrirse.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Toc, toc, ¿quién es? [Trabajo - Eléanör] [CERRADO]
Eoghan reaccionó tarde. Cuando quiso darse cuenta, el cazarecompensas ya había disparado la ballesta y había hecho daño a Eléanör. Eoghan hizo un gesto de cargar contra él, cuando el cazarecompensas le apuntó con la ballesta, que no hizo falta recargar. Era lo bueno de las armas de repetición.
-Agradece que no me la haya cargado, héroe. Adiós, y me aseguraré de pagar un par de buenas putillas con vuestro jornal. -Les dijo con voz cantarina mientras arrastraba a Olga fuera de la casa, obligándola a caminar ante él. Eoghan gruñó y maldijo a toda su estirpe. En un arrebato de rabia, clavó la pesada hacha de batalla en uno de los tablones del suelo. Iba a partir en busca del cazarecompensas a partirle los dientes, claro. No solo le había chafado el trabajo, no, no, qué va, eso era lo que menos le molestaba de todo, y lo que menos le cabreaba: Había disparado a Ely.
La elfa no había hecho nada. Solo accedió. Y el hombre, en toda su malicia, le disparó. La elfa no salió malparada, gracias a los dioses, pero eso no aplacaba la ira de Eoghan. Mientras desencajaba el arma del tablón, Eléanör se le tiró encima y se puso a sus hombros.
Por un momento dudó, pero Eléanör tenía sus célebres orejas élficas, ¿por qué iba a equivocarse? En fin, era arriesgar el todo por el todo, ¡así que allá iba! Tomó algo de carrerilla y se colgó el hacha de batalla del cinturón. Durante la carrera, exclamó:
-¡Agárrate, Ely, porque esto va a ser un aterrizaje movidito! -Y dicho aquello, atravesó la ventana, cubriendo su cara con los brazos y cubriendo a su vez a Eléanör con su cuerpo. Hubo un crujido de cristales cuando lo atravesó, y notó cómo algunos se le clavaban en los brazos y en una de las piernas, pero poco le importó. Con el crujido de cristales siendo partidos en mil pedazos, Eoghan aterrizó en el bajo de la calle con las piernas flexionadas. Efectivamente, Ely tenía razón: Habían aterrizado justo al lado del cazarecompensas y de Olga, que los miraba con la boca muy abierta. El hombre recargó la ballesta, pero no le dio tiempo a disparar.
Eoghan tomó impulso desde abajo y golpeó la ballesta con el puño. Se escuchó un crujido, y el cargador provocó que el arco se resquebrajase. La ballesta saltó de las manos del hombre, y un nuevo puñetazo acudió a su mandíbula, provocando que el cazarecompensas se tambalease. Una vez recuperó el equilibrio, un gancho de la zurda del rubio terminó de dejarlo inconsciente.
-Ahora entiendo por qué necesitaba una ballesta para dar miedo. Será inútil. -Era medio mofa, medio gruñido, pero allí estaba el tirador. Tirado en el suelo con un ojo morado y un chichón de proporciones apocalípticas en el suelo.
-Agradece que no me la haya cargado, héroe. Adiós, y me aseguraré de pagar un par de buenas putillas con vuestro jornal. -Les dijo con voz cantarina mientras arrastraba a Olga fuera de la casa, obligándola a caminar ante él. Eoghan gruñó y maldijo a toda su estirpe. En un arrebato de rabia, clavó la pesada hacha de batalla en uno de los tablones del suelo. Iba a partir en busca del cazarecompensas a partirle los dientes, claro. No solo le había chafado el trabajo, no, no, qué va, eso era lo que menos le molestaba de todo, y lo que menos le cabreaba: Había disparado a Ely.
La elfa no había hecho nada. Solo accedió. Y el hombre, en toda su malicia, le disparó. La elfa no salió malparada, gracias a los dioses, pero eso no aplacaba la ira de Eoghan. Mientras desencajaba el arma del tablón, Eléanör se le tiró encima y se puso a sus hombros.
Por un momento dudó, pero Eléanör tenía sus célebres orejas élficas, ¿por qué iba a equivocarse? En fin, era arriesgar el todo por el todo, ¡así que allá iba! Tomó algo de carrerilla y se colgó el hacha de batalla del cinturón. Durante la carrera, exclamó:
-¡Agárrate, Ely, porque esto va a ser un aterrizaje movidito! -Y dicho aquello, atravesó la ventana, cubriendo su cara con los brazos y cubriendo a su vez a Eléanör con su cuerpo. Hubo un crujido de cristales cuando lo atravesó, y notó cómo algunos se le clavaban en los brazos y en una de las piernas, pero poco le importó. Con el crujido de cristales siendo partidos en mil pedazos, Eoghan aterrizó en el bajo de la calle con las piernas flexionadas. Efectivamente, Ely tenía razón: Habían aterrizado justo al lado del cazarecompensas y de Olga, que los miraba con la boca muy abierta. El hombre recargó la ballesta, pero no le dio tiempo a disparar.
Eoghan tomó impulso desde abajo y golpeó la ballesta con el puño. Se escuchó un crujido, y el cargador provocó que el arco se resquebrajase. La ballesta saltó de las manos del hombre, y un nuevo puñetazo acudió a su mandíbula, provocando que el cazarecompensas se tambalease. Una vez recuperó el equilibrio, un gancho de la zurda del rubio terminó de dejarlo inconsciente.
-Ahora entiendo por qué necesitaba una ballesta para dar miedo. Será inútil. -Era medio mofa, medio gruñido, pero allí estaba el tirador. Tirado en el suelo con un ojo morado y un chichón de proporciones apocalípticas en el suelo.
Eoghan Lothannor
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Re: Toc, toc, ¿quién es? [Trabajo - Eléanör] [CERRADO]
Eoghan, a pesar de la sorpresa, le hizo caso y comenzó a correr, tenían un segundo de más, podrían haberse ahorrado la ventana rota, pero entendía las prisas del chico, si, por casualidad, se retrasaban y acababan perdiéndolo, todo habría sido en vano y, con la avaricia que había demostrado, quien decía que no fuera a pedir, él también, como los secuestradores, un rescate por Olga. No, definitivamente, no podían permitirse un solo error, no cuando estaban ya tan cerca de terminar con todo, no cuando a penas les quedaba un enemigo.
El cristal se rompió en mil pedazos cuando el cuerpo de Eoghan lo traspasó, Ely, agarrada con fuerza a la espalda del chico, como si de un koala se tratase agachó la cabeza para evitar los cristales recibiendo, aun así, algunos cortes en brazos y mejillas, al menos, sus brazos estaban protegiendo el cuello del chico, que bastante tenía con defender, con los suyos, su propia cara.
El sonido de cristales cayendo fue, sin duda, una sorpresa para el de la ballesta, que se vio obligado a detenerse con tal de que la lluvia de vidrio no le callera encima. Ely sintió el golpe de la caída, los musculos de Eoghan se doblaron soportando el peso y ella se dejó resvalar antes de que empezase la pelea, mientras el guerrero recuperaba el equilibrio tras el salto. Calló al suelo, con el pie aun más dolorido que antes, y miró hacia arriba con seriedad.
Esperaba una nueva lucha, larga y pesada, pero la sorpresa hizo que el ballestero no fuera capaz de reaccionar a tiempo, llevándose un fuerte golpe por parte de Eoghan, que lo dejó inconsciente. Ely se acercó a Olga a comprobar que estaba bien, cojeando claramente. Al final, la única ilesa era la joven secuestrada. Suspiró aliviada al saber que, al menos uno, estaba totalmente bien.
- Eo.- le dijo al chico mientras se acercaba, dando algunos saltos, evitando que el pie torcido soportase más peso.- ¿estás bien? Déjame ver.- le pidió alzando las manos para llevarlas a la cara del joven.
Ely frunció el ceño, tenía heridas por todos lados, algunos cristales se le habían clavado en los brazos y en el torso, aunque, por suerte, no había sido de modo profundo, por lo que el movimiento había logrado que se soltasen. Con un suspiro, aun sabiendo que, con sus cortes, el tobillo y las heridas que se había hecho tras caer al suelo, era, posiblemente, la más herida, decidió priorizar. Se concentró y comenzó a aplicar su magia sobre el chico a quien pronto se le cerraron las heridas.
La elfa sudaba, cansada, con el rostro sonrojado por el esfuerzo y respiraba con dificultad, demasiada magia, demasiadas heridas, no estaba acostumbrada a eso, tal vez debería haber esperado y haber retirado los cristales y curado las heridas del chico a la vieja usanza, pero alguien debía devolver a Olga a su padre, y ella no estaba en condiciones de hacerlo.
- Ya está, como nuevo- murmuró sonriendo intentando disimular su cansancio, alejándose un poco del chico.- Ahora ve con Olga, yo no tardaré en llegar a la posada.- comentó aun en su intento de parecer fuerte, a pesar del aspecto, delicado, herido, y algo febril que presentaba, lo bueno era que solo necesitaba llegar a la posada, allí podría curarse, si es que no se desmayaba antes de poder entrar por la puerta.
Intentó dar unos pasos, y sintió que el mundo se le venía encima, todo comenzó a darle vueltas, pero aguantó, solo necesitaba descansar, en un rato podría volver a moverse con normalidad, solo necesitaba un tiempo de descanso. Suspió apoyándose en la pared con ojos cerrados, a quien quería engañar, necesitaba ayuda, pero había cosas más urgentes y no iba a retrasar más el encuentro de la hija y su padre.
- Esta elfa de buena es tonta.- escuchó la voz de la joven rescatada.- vamos, que te ayudo.- dijo la chica pasandole un brazo por la espalda para que la elfa pudiera apoyarse para, al menos, levantarse del suelo donde había terminado sentada.
El cristal se rompió en mil pedazos cuando el cuerpo de Eoghan lo traspasó, Ely, agarrada con fuerza a la espalda del chico, como si de un koala se tratase agachó la cabeza para evitar los cristales recibiendo, aun así, algunos cortes en brazos y mejillas, al menos, sus brazos estaban protegiendo el cuello del chico, que bastante tenía con defender, con los suyos, su propia cara.
El sonido de cristales cayendo fue, sin duda, una sorpresa para el de la ballesta, que se vio obligado a detenerse con tal de que la lluvia de vidrio no le callera encima. Ely sintió el golpe de la caída, los musculos de Eoghan se doblaron soportando el peso y ella se dejó resvalar antes de que empezase la pelea, mientras el guerrero recuperaba el equilibrio tras el salto. Calló al suelo, con el pie aun más dolorido que antes, y miró hacia arriba con seriedad.
Esperaba una nueva lucha, larga y pesada, pero la sorpresa hizo que el ballestero no fuera capaz de reaccionar a tiempo, llevándose un fuerte golpe por parte de Eoghan, que lo dejó inconsciente. Ely se acercó a Olga a comprobar que estaba bien, cojeando claramente. Al final, la única ilesa era la joven secuestrada. Suspiró aliviada al saber que, al menos uno, estaba totalmente bien.
- Eo.- le dijo al chico mientras se acercaba, dando algunos saltos, evitando que el pie torcido soportase más peso.- ¿estás bien? Déjame ver.- le pidió alzando las manos para llevarlas a la cara del joven.
Ely frunció el ceño, tenía heridas por todos lados, algunos cristales se le habían clavado en los brazos y en el torso, aunque, por suerte, no había sido de modo profundo, por lo que el movimiento había logrado que se soltasen. Con un suspiro, aun sabiendo que, con sus cortes, el tobillo y las heridas que se había hecho tras caer al suelo, era, posiblemente, la más herida, decidió priorizar. Se concentró y comenzó a aplicar su magia sobre el chico a quien pronto se le cerraron las heridas.
La elfa sudaba, cansada, con el rostro sonrojado por el esfuerzo y respiraba con dificultad, demasiada magia, demasiadas heridas, no estaba acostumbrada a eso, tal vez debería haber esperado y haber retirado los cristales y curado las heridas del chico a la vieja usanza, pero alguien debía devolver a Olga a su padre, y ella no estaba en condiciones de hacerlo.
- Ya está, como nuevo- murmuró sonriendo intentando disimular su cansancio, alejándose un poco del chico.- Ahora ve con Olga, yo no tardaré en llegar a la posada.- comentó aun en su intento de parecer fuerte, a pesar del aspecto, delicado, herido, y algo febril que presentaba, lo bueno era que solo necesitaba llegar a la posada, allí podría curarse, si es que no se desmayaba antes de poder entrar por la puerta.
Intentó dar unos pasos, y sintió que el mundo se le venía encima, todo comenzó a darle vueltas, pero aguantó, solo necesitaba descansar, en un rato podría volver a moverse con normalidad, solo necesitaba un tiempo de descanso. Suspió apoyándose en la pared con ojos cerrados, a quien quería engañar, necesitaba ayuda, pero había cosas más urgentes y no iba a retrasar más el encuentro de la hija y su padre.
- Esta elfa de buena es tonta.- escuchó la voz de la joven rescatada.- vamos, que te ayudo.- dijo la chica pasandole un brazo por la espalda para que la elfa pudiera apoyarse para, al menos, levantarse del suelo donde había terminado sentada.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Toc, toc, ¿quién es? [Trabajo - Eléanör] [CERRADO]
Eoghan maniató al cazarecompensas aun aturullado e inconsciente. Aplastó su ballesta con el pie y el ceño fruncido, y se lo cargó al hombro como un saco de patatas. Iba a presentarle al comerciante a su amigo, a ver qué le parecía que le hubiesen dado una paliza de aúpa. ¿Dudar de ellos? ¿Y querer eliminarlos? Ese hombre no sabía con quién se estaba metiendo. Intentó parecer relajado, pero Eléanör podría apreciar fácilmente que estaba enfadado: Ella le conocía bien y podría leerle como un libro abierto.
Miró a la pelirroja y sonrió suavemente. Cuando Olga la tomó por los hombros, él hizo lo propio, aun cargando con el cazarecompensas, y se colgó el hacha de batalla al cinto. El rubio le sonrió suavemente, dedicándole una de sus cálidas y amables sonrisas, demostrando que, aun estando enfadado y habiendo salido de una situación tan peliaguda como en la que se habían metido previamente, tenía hueco para la amabilidad con aquellas personas a las que apreciaba.
-Si te crees que voy a dejarte aquí colgada, es que no me conoces bien, preciosa. -Dijo a la pelirroja mientras la ayudaba a caminar junto a Olga. Estaba acostumbrado a estar herido, y a tener lesiones peores que unos pocos cristales... Pero agradecía la curación de Eléanör, aunque debería haberse tratado a sí misma. Él podía sobrevivir con unos pocos cortes y cristales clavados, total, no eran nada fuera de lo común.
Lo cierto es que llamaron algo la atención, cargando con el cazarecompensas al hombro, estando hechos una pena y heridos, pero nadie los paró. Los guardias ni siquiera aparecían a aquellas horas de la tarde por los distritos, probablemente haciendo patrulla por las almenas en lugar de los distritos bajos, que era donde corrían más riesgo de acabar con un cuchillo entre las costillas que allá arriba, a varios metros sobre el suelo y con un buen ángulo de tiro para sus arcos y ballestas en caso de que a algún iluminado le diera por atacarles, cosa poco probable.
Llegaron entonces a la tienda del alfarero. Eoghan abrió la puerta de un portazo fuerte, casi arrancándola de las bisagras. El hombrecillo se giró repentinamente, parpadeando sorprendido por la vuelta, y luego observó con horror al cazarecompensas que aun estaba groggy. Eoghan tiró el cuerpo del hombre al suelo, completamente falto de delicadeza, lo que arrancó un gruñido del incauto.
-La próxima vez que contrate a alguien, ponga un poco más de fe en ellos, y no intente matarlos. -Lo cierto es que la situación era un pelín rara. Olga quería ir con su padre, pero al mismo tiempo la idea de que mandase al asesino tras ellos no era algo que le gustase. Era parte de una charla familiar que tendría lugar más tarde, al fin y al cabo.
El hombrecillo carraspeó, buscando palabras. Eoghan pasó por encima del cuerpo del cazarecompensas y dio un empujón al mercader, sentándolo en su silla tras el escritorio. Estaba furioso, lleno de rabia por muchos factores, sobre todo que mandase un asesino tras ellos.
-Ni una palabra. Ni una. Nos paga, nosotros nos vamos y yo no le denuncio a la guardia por intento de asesinato. Y si se le ocurre mandar a este mequetrefe de vuelta, o a cualquier otro, le daré semejante patada en el culo que incrustaré mi bota tan hondo en su orondo trasero de moldeabarro, que tendrán que sacar mi bota a través de una cesárea anal. ¿Quedó suficientemente claro? -El tono de Eoghan era frío. No gritaba, no era una montaña derrumbándose, ni una explosión de ira y rabia como su carácter solía prometer. No, era un tono frío de alguien que no amenazaba, si no que prometía un acto y probablemente lo ejecutaría si era así.
El hombre lo miró con los ojos muy abiertos. Titubeó y metió una mano debajo de su escritorio, cogiendo dos bolsitas. Eoghan le arrancó el dinero de las manos y se dio la vuelta, dispuesto a irse. Tomó a Eléanör de los hombros y le dio su bolsita de dinero correspondiente con la misma amabilidad de siempre, pero Olga los interrumpió.
-¡Esperad! -La joven los detuvo, no sin antes abrazar a ambos, agradecida por el rescate y el cómo la habían tratado aun pese a que su padre era un cretino. La joven entonces frunció el ceño y se dirigió a su padre hundido en su butacón de comerciante. Eoghan tomó a la elfa de nuevo por los hombros y decidió que allí ya no había más que hacer, salvo irse a la posada y disfrutar de un trabajo bien hecho.
Y sobre todo, cuidar de ella.
-Siento haberte metido en todo este follón. -Le dijo mientras marchaban, dejando al fin aquel día de pesadilla atrás.
Miró a la pelirroja y sonrió suavemente. Cuando Olga la tomó por los hombros, él hizo lo propio, aun cargando con el cazarecompensas, y se colgó el hacha de batalla al cinto. El rubio le sonrió suavemente, dedicándole una de sus cálidas y amables sonrisas, demostrando que, aun estando enfadado y habiendo salido de una situación tan peliaguda como en la que se habían metido previamente, tenía hueco para la amabilidad con aquellas personas a las que apreciaba.
-Si te crees que voy a dejarte aquí colgada, es que no me conoces bien, preciosa. -Dijo a la pelirroja mientras la ayudaba a caminar junto a Olga. Estaba acostumbrado a estar herido, y a tener lesiones peores que unos pocos cristales... Pero agradecía la curación de Eléanör, aunque debería haberse tratado a sí misma. Él podía sobrevivir con unos pocos cortes y cristales clavados, total, no eran nada fuera de lo común.
Lo cierto es que llamaron algo la atención, cargando con el cazarecompensas al hombro, estando hechos una pena y heridos, pero nadie los paró. Los guardias ni siquiera aparecían a aquellas horas de la tarde por los distritos, probablemente haciendo patrulla por las almenas en lugar de los distritos bajos, que era donde corrían más riesgo de acabar con un cuchillo entre las costillas que allá arriba, a varios metros sobre el suelo y con un buen ángulo de tiro para sus arcos y ballestas en caso de que a algún iluminado le diera por atacarles, cosa poco probable.
Llegaron entonces a la tienda del alfarero. Eoghan abrió la puerta de un portazo fuerte, casi arrancándola de las bisagras. El hombrecillo se giró repentinamente, parpadeando sorprendido por la vuelta, y luego observó con horror al cazarecompensas que aun estaba groggy. Eoghan tiró el cuerpo del hombre al suelo, completamente falto de delicadeza, lo que arrancó un gruñido del incauto.
-La próxima vez que contrate a alguien, ponga un poco más de fe en ellos, y no intente matarlos. -Lo cierto es que la situación era un pelín rara. Olga quería ir con su padre, pero al mismo tiempo la idea de que mandase al asesino tras ellos no era algo que le gustase. Era parte de una charla familiar que tendría lugar más tarde, al fin y al cabo.
El hombrecillo carraspeó, buscando palabras. Eoghan pasó por encima del cuerpo del cazarecompensas y dio un empujón al mercader, sentándolo en su silla tras el escritorio. Estaba furioso, lleno de rabia por muchos factores, sobre todo que mandase un asesino tras ellos.
-Ni una palabra. Ni una. Nos paga, nosotros nos vamos y yo no le denuncio a la guardia por intento de asesinato. Y si se le ocurre mandar a este mequetrefe de vuelta, o a cualquier otro, le daré semejante patada en el culo que incrustaré mi bota tan hondo en su orondo trasero de moldeabarro, que tendrán que sacar mi bota a través de una cesárea anal. ¿Quedó suficientemente claro? -El tono de Eoghan era frío. No gritaba, no era una montaña derrumbándose, ni una explosión de ira y rabia como su carácter solía prometer. No, era un tono frío de alguien que no amenazaba, si no que prometía un acto y probablemente lo ejecutaría si era así.
El hombre lo miró con los ojos muy abiertos. Titubeó y metió una mano debajo de su escritorio, cogiendo dos bolsitas. Eoghan le arrancó el dinero de las manos y se dio la vuelta, dispuesto a irse. Tomó a Eléanör de los hombros y le dio su bolsita de dinero correspondiente con la misma amabilidad de siempre, pero Olga los interrumpió.
-¡Esperad! -La joven los detuvo, no sin antes abrazar a ambos, agradecida por el rescate y el cómo la habían tratado aun pese a que su padre era un cretino. La joven entonces frunció el ceño y se dirigió a su padre hundido en su butacón de comerciante. Eoghan tomó a la elfa de nuevo por los hombros y decidió que allí ya no había más que hacer, salvo irse a la posada y disfrutar de un trabajo bien hecho.
Y sobre todo, cuidar de ella.
-Siento haberte metido en todo este follón. -Le dijo mientras marchaban, dejando al fin aquel día de pesadilla atrás.
Eoghan Lothannor
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