Noche de desahucio [Interpretativo] [Libre] [Cerrado]
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Noche de desahucio [Interpretativo] [Libre] [Cerrado]
Guardar los aeros en un pequeño cofre escondido bajo la cama, cosa que hacían algunos de sus conocidos, era como invitar a los ladrones a su propia casa y dejarles la llave de ésta; en pocas palabras: era absurdo. No había sitio más previsible para esconder el oro que en un cofre. Por desgracia eran muchos los piratas que pecaban de previsibles. A diferencia de ellos, el Capitán tenía otro método para esconder sus aeros el cual, en lugar de pecar de previsible, pecaba de precavido. No hacían faltas cerraduras ni llaves que abriesen nada, tampoco le hacían falta los cofres de abundantes adornos ni dobles fondos en los tablones de su deplorable casa que pudieran ocultar nada.
Fue a la cocina de su casa, o lo que se suponía que era una cocina, y abrió las puertas de par en par de la estantería superior. En el interior habían tres tarros de cristal vacíos, una rata que había conseguido llegar ahí por los muchos agujeros de las paredes y aquello que el Capitán usaba para esconder sus monedas: un cuarto tarro repleto de galletas tan duras que se podrían usar como arma. Metió la pinza en el interior de la estantería, espantó a la rata y cogió el preciado tarro de galletas. Bajo de pasadas y podridas pastas estaban los pocos aeros que el Capitán recolectó de sus últimos trabajos y robos. Necesitaba esas monedas, necesitaba todo el oro que pudiera encontrar y, aun así, tenía la impresión que no sería suficiente.
Dos noches atrás, el Capitán recibió una carta en la cual, según decía, le iban a echar de su propia casa aquella misma mañana. Contaba que su casa, un hogar de cuatro paredes roñosas y podridas, no le pertenecía, que alguien ya la había comprado antes que él. ¡Patrañas! Esa era su casa, perteneció a sus padres y, cuando éstos fallecieron, Goldie fue quien compró la casa para huir de su padre. Debía de ser eso, tenía que ser eso. No había otra respuesta posible para explicar que le quisieran quitar su casa. El hogar de cuatro paredes pertenecía en aquellos momentos, al padre de Goldie, el mismo hombre que secuestró y luego mató a su hija con el fin de que jamás se casase con el Capitán Werner.
En arrebato de furia e impotencia, dio un rotundo golpe con la pinza contra el tarro de galletas haciendo que el cristal se partiera en mil y un pedazos. Tendría que limpiar los restos que cayeron al suelo… ¿Pero de que serviría? Que los limpiase el dueño de la casa. El Capitán se echó a reír en una risa, que más que algo alegre y jovial, parecía el gruñido de un oso al despertar de su letargo. Sin dejar de producir ese sonido que estaba entre en límite entre la risa, el gruñido y el llanto, el Capitán cogió las pocas monedas que habían debajo las galletas y las puso en su zurrón junto con los otros pocos aeros que tenía. Todo junto no llegaba ni a la mitad del dinero que le habían exigido que pagase en la carta.
El Capitán esperó a que se hiciera de noche para salir de su casa, por mucho que se la quisieran arrebatar todavía era su casa, atrancó la puerta de forma que nadie más que él supiera como poder abrirla y caminó rumbo al lugar donde le dirigía la carta para que pagase la escritura de su casa “si quería seguir viviendo en ella”. Por supuesto que quería seguir viviendo en su casa, aunque estuviera carcomida por el paso de los años y que hasta un estercolero de cerdos fuera más agradable a la vista, esa era su casa y él no quería otra que no fuera esa.
Debió de haberlo visto venir, por supuesto que debió de verlo venir. La idea de Alfred fue esperar a la oscuridad para que nadie vises como un capitán pirata tenía que suplicar a que le devolvieran su casa. Sin embargo, no supo prevenir que de noche, el tampoco podía ver quienes le estaban persiguiendo. Tres hombres grandes y robustos aparecían siempre a su espalada, no importara cuántas vueltas diese, los hombres iban tras él y no traían consigo ninguna buena intención.
Fue a la cocina de su casa, o lo que se suponía que era una cocina, y abrió las puertas de par en par de la estantería superior. En el interior habían tres tarros de cristal vacíos, una rata que había conseguido llegar ahí por los muchos agujeros de las paredes y aquello que el Capitán usaba para esconder sus monedas: un cuarto tarro repleto de galletas tan duras que se podrían usar como arma. Metió la pinza en el interior de la estantería, espantó a la rata y cogió el preciado tarro de galletas. Bajo de pasadas y podridas pastas estaban los pocos aeros que el Capitán recolectó de sus últimos trabajos y robos. Necesitaba esas monedas, necesitaba todo el oro que pudiera encontrar y, aun así, tenía la impresión que no sería suficiente.
Dos noches atrás, el Capitán recibió una carta en la cual, según decía, le iban a echar de su propia casa aquella misma mañana. Contaba que su casa, un hogar de cuatro paredes roñosas y podridas, no le pertenecía, que alguien ya la había comprado antes que él. ¡Patrañas! Esa era su casa, perteneció a sus padres y, cuando éstos fallecieron, Goldie fue quien compró la casa para huir de su padre. Debía de ser eso, tenía que ser eso. No había otra respuesta posible para explicar que le quisieran quitar su casa. El hogar de cuatro paredes pertenecía en aquellos momentos, al padre de Goldie, el mismo hombre que secuestró y luego mató a su hija con el fin de que jamás se casase con el Capitán Werner.
En arrebato de furia e impotencia, dio un rotundo golpe con la pinza contra el tarro de galletas haciendo que el cristal se partiera en mil y un pedazos. Tendría que limpiar los restos que cayeron al suelo… ¿Pero de que serviría? Que los limpiase el dueño de la casa. El Capitán se echó a reír en una risa, que más que algo alegre y jovial, parecía el gruñido de un oso al despertar de su letargo. Sin dejar de producir ese sonido que estaba entre en límite entre la risa, el gruñido y el llanto, el Capitán cogió las pocas monedas que habían debajo las galletas y las puso en su zurrón junto con los otros pocos aeros que tenía. Todo junto no llegaba ni a la mitad del dinero que le habían exigido que pagase en la carta.
El Capitán esperó a que se hiciera de noche para salir de su casa, por mucho que se la quisieran arrebatar todavía era su casa, atrancó la puerta de forma que nadie más que él supiera como poder abrirla y caminó rumbo al lugar donde le dirigía la carta para que pagase la escritura de su casa “si quería seguir viviendo en ella”. Por supuesto que quería seguir viviendo en su casa, aunque estuviera carcomida por el paso de los años y que hasta un estercolero de cerdos fuera más agradable a la vista, esa era su casa y él no quería otra que no fuera esa.
Debió de haberlo visto venir, por supuesto que debió de verlo venir. La idea de Alfred fue esperar a la oscuridad para que nadie vises como un capitán pirata tenía que suplicar a que le devolvieran su casa. Sin embargo, no supo prevenir que de noche, el tampoco podía ver quienes le estaban persiguiendo. Tres hombres grandes y robustos aparecían siempre a su espalada, no importara cuántas vueltas diese, los hombres iban tras él y no traían consigo ninguna buena intención.
El Capitán Werner
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Re: Noche de desahucio [Interpretativo] [Libre] [Cerrado]
Los pasos del bardo apenas sonaban sobre el pavimento, mientras corría a toda velocidad por las calles y callejuelas de Lunargenta, agarrándose de las esquinas y los salientes para girar sin tener que aminorar su paso, huyendo de su perseguidor.
Eran pocas las ocasiones en las que el bardo era atrapado aprovechándose de las múltiples oportunidades que ofrecía la ciudad de lunargenta, y como siempre que ocurria, no terminaba bien.
Estaba cansado, su respiración agitada por el esfuerzo aparecía como un vaho blanco en contraste con el frío aire invernal de la noche. Su pelo cobrizo, por una vez suelto se le ponía delante del rostro, haciéndole mas difícil ver y su huida, y el tintineo de sus pendientes, sonido sutil, el resultaba ensordecedor y delatorio, aunque no fuera así.
La humedad de los restos derretidos en la nieve, tampoco le eran especialmente favorables, por suerte, era algo de lo que también sufría su perseguidor. Pero delo que este no debía preocuparse, y el bardo si, era de sostenerse los pantalones con la mano, que corrían el riesgo de bajarse si los soltaba, mientras sostenía su camisa y su morral con la otra, a falta de tiempo de haberse podido acomodar las ropas, antes de que llegara el marido de su ultima amante.
Por lo menos, la helada brisa calmaba los rasguños apasionados que adornaban sus omoplatos, golpeteados constantemente por el laúd que llevaba colgado, y el calor del ejercicio, calmaba el frío que hubiera sentido por su parcial desnudez de haber estado caminando.
-¡No te escaparas malnacido!.- el grito furibundo del herrero resonaba por las callejuelas, advirtiendo al bardo de la distancia que había logrado poner entre ambos. No la suficiente.
Necesitaba una distracción, una ventana baja abierta, cualquier cosa serviría para evitarse una golpiza, sobre todo, porque con los fornidos brazos de esa bestia, podía perfectamente matarlo a golpes.
Una figuro se pinto en frente de el, y casi se detuvo de la sorpresa, el aspecto del recién llegado era como poco intimidante, desigual y gigantesca, un hombre bestia de los que parecían salidos de un relato de pesadilla. Era perfecto! O podía llegar a serlo.
-Jacinto!.-saludo en voz alta con la mano al hombre bestia desconocido, y se le acerco, pasandole el brazo por encima del hombro para quedar a la par, aun sin soltar su camisa ni su bolsa, para luego susurrar.- Sigueme el juego y te daré algunos aeros.- susurro con una sonrisa, y un tono cómplice, aunque su mirada tenia cierta desesperación.
-¡¿Pero que coño...?!.- el herrero se detuvo, a unos metros, sin adentrarse en la calle al ver la imponente figura del capitán, dudando por unos instantes antes de empezar a retirarse. Una cosa era golpear a un delgado elfo, que aunque fibroso, distaba mucho de tener la fuerza de alguien que trabajaba con metal, y la otra meterse con un hombre bestia, cuya pinza parecía capaz de cercenar una mano de cuajo.
Una vez el humano se perdió de nuevo en la oscuridad, maldiciendo y clamando venganza en cuanto lo encontrara a solas, el bardo soltó al desconocido, para embutirse su ropa, y finalmente poder abrocharse los pantalones. Se paso las manos por la cara, y empezo a reir, no una risa divertida, nia legre, si no una de alivio, al ver su pellejo salvado, al menos, por el momento.
-Si no le importa, voy a seguirle un rato hasta que este seguro de que me han dejado tranquilo.- Y si le importaba, lo iba a hacer igual, cuestiones de seguridad. Señaló con el pulgar la dirección en la que había desaparecido el hombre, y luego se echó el pelo hacia atrás, respirando profundamente para calmar su pulso, y el movimiento exagerado con el que se hinchaba rítmicamente su pecho.
Eran pocas las ocasiones en las que el bardo era atrapado aprovechándose de las múltiples oportunidades que ofrecía la ciudad de lunargenta, y como siempre que ocurria, no terminaba bien.
Estaba cansado, su respiración agitada por el esfuerzo aparecía como un vaho blanco en contraste con el frío aire invernal de la noche. Su pelo cobrizo, por una vez suelto se le ponía delante del rostro, haciéndole mas difícil ver y su huida, y el tintineo de sus pendientes, sonido sutil, el resultaba ensordecedor y delatorio, aunque no fuera así.
La humedad de los restos derretidos en la nieve, tampoco le eran especialmente favorables, por suerte, era algo de lo que también sufría su perseguidor. Pero delo que este no debía preocuparse, y el bardo si, era de sostenerse los pantalones con la mano, que corrían el riesgo de bajarse si los soltaba, mientras sostenía su camisa y su morral con la otra, a falta de tiempo de haberse podido acomodar las ropas, antes de que llegara el marido de su ultima amante.
Por lo menos, la helada brisa calmaba los rasguños apasionados que adornaban sus omoplatos, golpeteados constantemente por el laúd que llevaba colgado, y el calor del ejercicio, calmaba el frío que hubiera sentido por su parcial desnudez de haber estado caminando.
-¡No te escaparas malnacido!.- el grito furibundo del herrero resonaba por las callejuelas, advirtiendo al bardo de la distancia que había logrado poner entre ambos. No la suficiente.
Necesitaba una distracción, una ventana baja abierta, cualquier cosa serviría para evitarse una golpiza, sobre todo, porque con los fornidos brazos de esa bestia, podía perfectamente matarlo a golpes.
Una figuro se pinto en frente de el, y casi se detuvo de la sorpresa, el aspecto del recién llegado era como poco intimidante, desigual y gigantesca, un hombre bestia de los que parecían salidos de un relato de pesadilla. Era perfecto! O podía llegar a serlo.
-Jacinto!.-saludo en voz alta con la mano al hombre bestia desconocido, y se le acerco, pasandole el brazo por encima del hombro para quedar a la par, aun sin soltar su camisa ni su bolsa, para luego susurrar.- Sigueme el juego y te daré algunos aeros.- susurro con una sonrisa, y un tono cómplice, aunque su mirada tenia cierta desesperación.
-¡¿Pero que coño...?!.- el herrero se detuvo, a unos metros, sin adentrarse en la calle al ver la imponente figura del capitán, dudando por unos instantes antes de empezar a retirarse. Una cosa era golpear a un delgado elfo, que aunque fibroso, distaba mucho de tener la fuerza de alguien que trabajaba con metal, y la otra meterse con un hombre bestia, cuya pinza parecía capaz de cercenar una mano de cuajo.
Una vez el humano se perdió de nuevo en la oscuridad, maldiciendo y clamando venganza en cuanto lo encontrara a solas, el bardo soltó al desconocido, para embutirse su ropa, y finalmente poder abrocharse los pantalones. Se paso las manos por la cara, y empezo a reir, no una risa divertida, nia legre, si no una de alivio, al ver su pellejo salvado, al menos, por el momento.
-Si no le importa, voy a seguirle un rato hasta que este seguro de que me han dejado tranquilo.- Y si le importaba, lo iba a hacer igual, cuestiones de seguridad. Señaló con el pulgar la dirección en la que había desaparecido el hombre, y luego se echó el pelo hacia atrás, respirando profundamente para calmar su pulso, y el movimiento exagerado con el que se hinchaba rítmicamente su pecho.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Noche de desahucio [Interpretativo] [Libre] [Cerrado]
Una tarde más yacía sobre los cielos de Lunargenta, y como cada noche, era entonces cuando la joven vampira dejaba ver su figura vagabundear por las calles de la ciudad.
Seguía su muy fiel costumbre de visitar cada día un distrito diferente, de ese modo trataba de hacer que su presencia no fuera asidua o familiar para los lugareños y visitantes de la zona. Aunque la realidad le había dejado ver en multitud de ocasiones que si no era ella quién se pronunciaba, pocos o nadie le prestaba real atención.
Así pues, su paseo la llevó hasta una de las calles repleta de domicilios, todos y cada uno con sus portales bien cerrados. Algunas de las ventanas desprendían vagamente la luz de su interior a través de los cristales, pero, por lo demás, el ambiente se le antojaba lo suficientemente oscuro y solitario como para poder realizar esos crímenes necesarios que se veía obligada a cometer.
Aquella noche le valdría cualquier cosa o mejor dicho, cualquier persona. No se sentía especialmente exquisita, y el día anterior se había hecho con un buen atuendo, por lo que su objetivo no se centraría necesariamente en jovencitas bien vestidas e indefensas que regresaran solas a casa.
Fue caminando con su parsimonioso y silencioso andar, siempre buscando la zona más oscura de la calle, y siempre con sus sentidos alerta ante cualquier movimiento o sonido. Y fue precisamente aquello último lo que la hizo voltear la cabeza: Alguien salía de casa, debía esconderse.
Catherine se pegó contra la pared más cercana que tenía a sus espaldas, como si procurase con ello fundirse dentro de las sombras que se cernían sobre la misma, con la intención de ocultarse ante la vista de aquel individuo.
La albina comenzó entonces a seguir al hombre desde una distancia prudencial, pero, en el momento que una de las pocas iluminaciones de la calle profirió la suficiente claridad para observar mejor al tipo… Cat se quedó completamente petrificada.
Bien es cierto que la chica era fácilmente sorprendible, pero aquella criatura distaba demasiado de todo lo que había podido ver o imaginar alguna vez, y pocas serían las personas que podrían quedar inadvertidas ante tal ser.
Pero como siempre en ella, el primer sentimiento de temor ante algo desconocido se fue convirtiendo sin remedio en un interés y una curiosidad que se arremolinaba insaciables en su interior. Y cuando vino a darse cuenta, el ansia de descubrir algo más sobre aquella extraña persona la estaba llevando a caminar tras él, sin perder el disimulo, y sin dejar de mantener su figura oculta ante cualquiera que no pusiera especial atención sobre ella.
Ya se había olvidado hasta del hambre, y fue tal su obcecación por el Capitán, que no se percató del elfo que venía corriendo calle abajo hasta que prácticamente se echó encima del hombre bestia.
¿Se conocían? Al menos eso parecía en primera instancia; el escándalo que traía consigo el pelirrojo hizo que la joven se sobresaltara, sin poder tomar demasiado detalle del encontronazo de aquellos dos, y más nerviosa que asustada, empezó a buscar una vía de escape. Demasiado tarde quizás.
No sólo se encontraba en unas condiciones algo comprometidas –por eso de estar espiando a escondidas– sino que, en el momento en que comenzó a observar la continuidad de la calle... pudo descubrir a los tres hombretones que cortaban el paso a las espaldas de ellos.
– No… –Musitó, maldiciendo por lo bajo.
Desde lo sucedido con los cazavampiros hacía poco, ya no se fiaba de nadie, pero en vista de lo que se le presentaba, prefirió permanecer oculta, a la espera de la reacción del hombre bestia para con el elfo.
Quizás a unas malas podría aprovecharse de la situación, pero de momento se mantuvo quieta y paciente, rodeándose con los brazos, como si ese gesto pudiera defenderla de cualquier circunstancia que se diera a partir de aquel instante.
Seguía su muy fiel costumbre de visitar cada día un distrito diferente, de ese modo trataba de hacer que su presencia no fuera asidua o familiar para los lugareños y visitantes de la zona. Aunque la realidad le había dejado ver en multitud de ocasiones que si no era ella quién se pronunciaba, pocos o nadie le prestaba real atención.
Así pues, su paseo la llevó hasta una de las calles repleta de domicilios, todos y cada uno con sus portales bien cerrados. Algunas de las ventanas desprendían vagamente la luz de su interior a través de los cristales, pero, por lo demás, el ambiente se le antojaba lo suficientemente oscuro y solitario como para poder realizar esos crímenes necesarios que se veía obligada a cometer.
Aquella noche le valdría cualquier cosa o mejor dicho, cualquier persona. No se sentía especialmente exquisita, y el día anterior se había hecho con un buen atuendo, por lo que su objetivo no se centraría necesariamente en jovencitas bien vestidas e indefensas que regresaran solas a casa.
Fue caminando con su parsimonioso y silencioso andar, siempre buscando la zona más oscura de la calle, y siempre con sus sentidos alerta ante cualquier movimiento o sonido. Y fue precisamente aquello último lo que la hizo voltear la cabeza: Alguien salía de casa, debía esconderse.
Catherine se pegó contra la pared más cercana que tenía a sus espaldas, como si procurase con ello fundirse dentro de las sombras que se cernían sobre la misma, con la intención de ocultarse ante la vista de aquel individuo.
La albina comenzó entonces a seguir al hombre desde una distancia prudencial, pero, en el momento que una de las pocas iluminaciones de la calle profirió la suficiente claridad para observar mejor al tipo… Cat se quedó completamente petrificada.
Bien es cierto que la chica era fácilmente sorprendible, pero aquella criatura distaba demasiado de todo lo que había podido ver o imaginar alguna vez, y pocas serían las personas que podrían quedar inadvertidas ante tal ser.
Pero como siempre en ella, el primer sentimiento de temor ante algo desconocido se fue convirtiendo sin remedio en un interés y una curiosidad que se arremolinaba insaciables en su interior. Y cuando vino a darse cuenta, el ansia de descubrir algo más sobre aquella extraña persona la estaba llevando a caminar tras él, sin perder el disimulo, y sin dejar de mantener su figura oculta ante cualquiera que no pusiera especial atención sobre ella.
Ya se había olvidado hasta del hambre, y fue tal su obcecación por el Capitán, que no se percató del elfo que venía corriendo calle abajo hasta que prácticamente se echó encima del hombre bestia.
¿Se conocían? Al menos eso parecía en primera instancia; el escándalo que traía consigo el pelirrojo hizo que la joven se sobresaltara, sin poder tomar demasiado detalle del encontronazo de aquellos dos, y más nerviosa que asustada, empezó a buscar una vía de escape. Demasiado tarde quizás.
No sólo se encontraba en unas condiciones algo comprometidas –por eso de estar espiando a escondidas– sino que, en el momento en que comenzó a observar la continuidad de la calle... pudo descubrir a los tres hombretones que cortaban el paso a las espaldas de ellos.
– No… –Musitó, maldiciendo por lo bajo.
Desde lo sucedido con los cazavampiros hacía poco, ya no se fiaba de nadie, pero en vista de lo que se le presentaba, prefirió permanecer oculta, a la espera de la reacción del hombre bestia para con el elfo.
Quizás a unas malas podría aprovecharse de la situación, pero de momento se mantuvo quieta y paciente, rodeándose con los brazos, como si ese gesto pudiera defenderla de cualquier circunstancia que se diera a partir de aquel instante.
Catherine Blair
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Re: Noche de desahucio [Interpretativo] [Libre] [Cerrado]
Volvía a ser como hacía casi un año, un pobre y viejo que creía que todo cuanto se cruzase en su camino le estaría persiguiendo. Se aferraba a cualquier cosa que le recordarse a Goldie o a su antiguo navío, el Sueños Cumplidos, con la esperanza de que estos regresarían de los mares algún día. Su casa, consumida por el paso de los años, guardaba consigo los momentos más felices que el Capitán vivió junto a Goldie. No quería perderla, eso significaría tener que perder lo poco que le quedaba que le recordase a su amada. Si en todos estos años, no fue a los sanaderos de Lunargenta para que curasen la enfermedad que, día tras día, le pudría su mente con falsas alucinaciones con la forma de Goldie, tampoco aceptaría tener que perder el hogar que un tiempo formó junto a ella. Si se parase unos instantes a pensar sobre sus acciones, lo más seguro, sería que le diese asco así mismo. El Promesa Enardecida, su nuevo navío, simbolizaba su promesa personal a no tener que aferrarse al pasado, de seguir viviendo, de ser de nuevo el mayor pirata que los mares de Aerandir conocieron. Volvería a ser el Capitán Werner, como antaño, como siempre. Pero, si seguía de aquella forma, poco conseguiría recuperar. Pobre, viejo y, ahora, también loco.
Su locura se hizo especialmente visible cuando vio a una mujer perseguirle entre las callejuelas de la ciudad. Estaba seguro que era ella: Goldie… El Capitán se llevó su pinza a la cabeza como si necesitase sostener sus propios pensamientos. Las visiones cada vez eran más frecuentes, demasiado frecuentes… Si alguien se enterase de cuan enfermo estaba ninguno de sus nuevos marineros le seguirían en sus aventuras, igual que tampoco le seguirían si supieran que tenía que mendigar por recuperar su propia casa.
A medida que caminaba entre las osucras calles, buscaba cualquier cosa que le ayudase a ver, sin tener que girarse, a sus perseguidores y, sobre todo, a aquella silueta de mujer que creía que era Goldie. Los reflejos de las ventanas, alguna botella de vidrio del suelo la cual daba una pequeña patada para dirigir su reflejo justo a su espalda. ¿Demasiado precavido o es que de verdad se había vuelto loco del todo? Una vez, un capitán al que Alfred sirvió de joven, le ordenó que dejase de perseguir “Gamusinos”. Él Capitán Tristán decía que los gamusinos era lo que persiguen los nauseabundos borrachos cuando llevaban días sin bebee, en boca del difunto capitán: “Los Gamusinos son animales imaginarios que recorren tu piel y tu mente hasta volverte completamente loco.” Sería un idiota si no se diera cuenta que los tres hombres que le “perseguían” y la silueta de mujer no eran más que Gamusinos que le estaban volviendo loco.
Un elfo que, por su aspecto y su semidesnudez, parecía haber salido sin pagar de un burdel barato, apareció de frente al Capitán cogiéndolo y abrazándolo como si fueran grandes amigos de la infancia. Al ver el segundo hombre detrás del elfo, la idea que se hubiera ido de pagar del burdel, fue haciéndose más clara. Al Capitán Werner le fue fácil deducir que el elfo lo estaría utilizando para librarse de la posible paliza que recibiese de su robusto perseguidor; había visto aquella misma escena en numerosos y ociosos piratas hambrientos de sexo y oro. Como respuesta, Alfred rodeó su brazo izquierdo sobre el cuello del elfo. Los tentáculos de sus dedos rodearon el pezcuezo del orejas picudas acariciando lentamente la nuez de su cuello.
-Más te vale.- Susurro el Capitán. - Esto no te va a salir barato.- No estaba especialmente de buen humor para tener que soportar a un elfo mujeriego.
El perseguidor del elfo desapareció de vuelta por el camino por donde había llegado y él le respondió con una grata risa; los del Capitán todavía seguían a sus espaldas escondidos entre la oscuridad. Los Gamusinos no se irían ni aunque estuviera acompañado. Tras vestirse con la ropa que llevaba en sus brazos y asegurarse que el humano ya no le perseguía, dijo al Capitán algo que no le hizo alzar una ceja de sorpresa y curva sus labios una ligera sonrisa fruto de la ironía de la situación: Su nuevo perseguidor, su nuevo Gamusino, estaba admitiendo que le iba a seguir.
-¿Problemas de faldas?- Preguntó mirando directamente a los ojos azules. - Desconocía que los de tu raza frecuentases actividades tan… lujuriosas.- Tuvo que meditar durante unos segundos para buscar la palabra más políticamente correcta acerca de las acciones del elfo. -¿Cómo te llamas, hijo?-
El Capitán Werner se giró de golpe al escuchar el sobresalto de la silueta de mujer que le recordaba a Goldie. No podía ser una visión, éstas, como su propia nombre indicaba, solo se podían ver no oír. La mujer era real. La luz de luna iluminaba a la muchacha que le estaba persiguiendo desvelando ciertos rasgos que no se asemejaban en lo más mínimo a los de su amada. Su cabello era níveo, quizás ligeramente rubio, mientras que, los de Goldie eran completamente dorados. El Capitán suspiró sonoramente. Ya nadie podría decir que sus Gamusinos no eran reales.
-¡Muéstrate muchacha!- Gritó haciendo uso del mejor tono firme y severo que poseía. –No estoy para juegos.- Aunque se sentía aliviado tras haber descubierto que ella no era fruto de su locura, todavía seguía enfadado por todo lo sucedido. - ¿Por qué me has estado persiguiendo?- La respuesta que el Capitán pensaba es que le habían pagado para ello. No sería la primera mercenaría que el vizconde contrata para que le asesine.
Su locura se hizo especialmente visible cuando vio a una mujer perseguirle entre las callejuelas de la ciudad. Estaba seguro que era ella: Goldie… El Capitán se llevó su pinza a la cabeza como si necesitase sostener sus propios pensamientos. Las visiones cada vez eran más frecuentes, demasiado frecuentes… Si alguien se enterase de cuan enfermo estaba ninguno de sus nuevos marineros le seguirían en sus aventuras, igual que tampoco le seguirían si supieran que tenía que mendigar por recuperar su propia casa.
A medida que caminaba entre las osucras calles, buscaba cualquier cosa que le ayudase a ver, sin tener que girarse, a sus perseguidores y, sobre todo, a aquella silueta de mujer que creía que era Goldie. Los reflejos de las ventanas, alguna botella de vidrio del suelo la cual daba una pequeña patada para dirigir su reflejo justo a su espalda. ¿Demasiado precavido o es que de verdad se había vuelto loco del todo? Una vez, un capitán al que Alfred sirvió de joven, le ordenó que dejase de perseguir “Gamusinos”. Él Capitán Tristán decía que los gamusinos era lo que persiguen los nauseabundos borrachos cuando llevaban días sin bebee, en boca del difunto capitán: “Los Gamusinos son animales imaginarios que recorren tu piel y tu mente hasta volverte completamente loco.” Sería un idiota si no se diera cuenta que los tres hombres que le “perseguían” y la silueta de mujer no eran más que Gamusinos que le estaban volviendo loco.
Un elfo que, por su aspecto y su semidesnudez, parecía haber salido sin pagar de un burdel barato, apareció de frente al Capitán cogiéndolo y abrazándolo como si fueran grandes amigos de la infancia. Al ver el segundo hombre detrás del elfo, la idea que se hubiera ido de pagar del burdel, fue haciéndose más clara. Al Capitán Werner le fue fácil deducir que el elfo lo estaría utilizando para librarse de la posible paliza que recibiese de su robusto perseguidor; había visto aquella misma escena en numerosos y ociosos piratas hambrientos de sexo y oro. Como respuesta, Alfred rodeó su brazo izquierdo sobre el cuello del elfo. Los tentáculos de sus dedos rodearon el pezcuezo del orejas picudas acariciando lentamente la nuez de su cuello.
-Más te vale.- Susurro el Capitán. - Esto no te va a salir barato.- No estaba especialmente de buen humor para tener que soportar a un elfo mujeriego.
El perseguidor del elfo desapareció de vuelta por el camino por donde había llegado y él le respondió con una grata risa; los del Capitán todavía seguían a sus espaldas escondidos entre la oscuridad. Los Gamusinos no se irían ni aunque estuviera acompañado. Tras vestirse con la ropa que llevaba en sus brazos y asegurarse que el humano ya no le perseguía, dijo al Capitán algo que no le hizo alzar una ceja de sorpresa y curva sus labios una ligera sonrisa fruto de la ironía de la situación: Su nuevo perseguidor, su nuevo Gamusino, estaba admitiendo que le iba a seguir.
-¿Problemas de faldas?- Preguntó mirando directamente a los ojos azules. - Desconocía que los de tu raza frecuentases actividades tan… lujuriosas.- Tuvo que meditar durante unos segundos para buscar la palabra más políticamente correcta acerca de las acciones del elfo. -¿Cómo te llamas, hijo?-
El Capitán Werner se giró de golpe al escuchar el sobresalto de la silueta de mujer que le recordaba a Goldie. No podía ser una visión, éstas, como su propia nombre indicaba, solo se podían ver no oír. La mujer era real. La luz de luna iluminaba a la muchacha que le estaba persiguiendo desvelando ciertos rasgos que no se asemejaban en lo más mínimo a los de su amada. Su cabello era níveo, quizás ligeramente rubio, mientras que, los de Goldie eran completamente dorados. El Capitán suspiró sonoramente. Ya nadie podría decir que sus Gamusinos no eran reales.
-¡Muéstrate muchacha!- Gritó haciendo uso del mejor tono firme y severo que poseía. –No estoy para juegos.- Aunque se sentía aliviado tras haber descubierto que ella no era fruto de su locura, todavía seguía enfadado por todo lo sucedido. - ¿Por qué me has estado persiguiendo?- La respuesta que el Capitán pensaba es que le habían pagado para ello. No sería la primera mercenaría que el vizconde contrata para que le asesine.
El Capitán Werner
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Re: Noche de desahucio [Interpretativo] [Libre] [Cerrado]
El hombre calamar, no parecía haberse tomado demasiado bien la treta del bardo, y este sonrió, tragando saliva, bastante nervioso. Por lo menos, tendría que pagar, mucho o poco, el dinero se ganaba, pero vida, tenía una sola, y aunque luego le doliera el bolsillo, era más sencillo pagar a un matón, que convencer a un paseante de cambiar una paliza por oro tras haber sido hallado entre las sábanas con su esposa.
-Conflicto de propiedades...y faldas, si.- respondió el bardo frotándose el cuello, donde aun podía sentir con desagrado los tentáculos viscosos del hombre bestia deslizándose por su nuez.- Aunque no lo parezca, los de mi raza también estamos vivos, y necesitamos diversión de vez en cuando.- Pese que en su caso fuera dia por medio, y poco se pareciera en costumbres a la mayoría de los suyos. De hecho, estaba seguro, de que si los de su especie tuvieran más "diversión" a menudo, se tomarían la vida de forma mas distendida, y serían más felices, quizás incluso vivirían más.
Le miro fijamente, ahora examinandolo, tratando de adivinar en esa extraña criatura, oficio profesión y costumbres, pero no había callos en sus manos, porque no tenia precisamente manos, quizás el sombrero, era lo mas revelador, había visto esa clase de sombreros en extravagantes mercenarios, algunos artistas, o marinos de alto rango para marcar su posición, y se inclinaba por la ultima, por la similitud del señor a varias criaturas del mar, intuyendo que, si bien no era un ser completamente acuático, su parte animal podía influir a que se sintiera mas cómodo en ese ámbito.
- Iltharion, encantado.- se presentó al sujeto, performando una teatral clara sátira a las costumbres refinadas, por no ser performada con exactitud, y por el aire socarrón de la misma, que la parodiaba, no iba a esforzarse en mantener unas costumbres de alta alcurnia ante un sujeto que suponía de una clase que solía aborrecerlas..- ¿Y ud? Algo me dice que no se llama Jacinto.
Mas calmado, y con el intenso color de su rostro, atenuandose paulatinamente tras detener el ejercicio, el bardo controlaba ya mejor su tono, su voz, y su respiración.
Llevando los dedos a su melena, la desenredó a groso modo, y ato sus extremos inferiores, con una cinta que sacó del bolsillo del pantalón, en donde poseía varias por el común riesgo de perderlas.
El grito del hombre bestia le hizo girar la mirada en su dirección, para buscar a la fémina entre las sombras.
-No tenga miedo, yo al menos, aun conservo la cabeza sobre los hombros.- sonrió, y habló en la dirección, en la que se entreveía la silueta de la joven, con un tono relajado, intentando calmarla, acompañando sus palabras de un gesto que la invitaba a salir fuera de su refugio de oscuridad. - Y le aseguro que no muerdo a menudo.- Bromeó.
Le parecía en el fondo cuanto menos sospechoso que una joven estuviera de noche, al amparo de la penumbra por las calles. Pero si su nuevo acompañante tenía un objetivo que representara un peligro mayor que el cambiaba la diana ante cualquier mal suceso, si era una asaltadora, o una asesina, el no era el objetivo, ya que acababa de llegar al lugar, sería un problema para el hombre calamar, y si se trataba solo de una joven, mejor que mejor, había suficiente Iltharion para todas.
-Conflicto de propiedades...y faldas, si.- respondió el bardo frotándose el cuello, donde aun podía sentir con desagrado los tentáculos viscosos del hombre bestia deslizándose por su nuez.- Aunque no lo parezca, los de mi raza también estamos vivos, y necesitamos diversión de vez en cuando.- Pese que en su caso fuera dia por medio, y poco se pareciera en costumbres a la mayoría de los suyos. De hecho, estaba seguro, de que si los de su especie tuvieran más "diversión" a menudo, se tomarían la vida de forma mas distendida, y serían más felices, quizás incluso vivirían más.
Le miro fijamente, ahora examinandolo, tratando de adivinar en esa extraña criatura, oficio profesión y costumbres, pero no había callos en sus manos, porque no tenia precisamente manos, quizás el sombrero, era lo mas revelador, había visto esa clase de sombreros en extravagantes mercenarios, algunos artistas, o marinos de alto rango para marcar su posición, y se inclinaba por la ultima, por la similitud del señor a varias criaturas del mar, intuyendo que, si bien no era un ser completamente acuático, su parte animal podía influir a que se sintiera mas cómodo en ese ámbito.
- Iltharion, encantado.- se presentó al sujeto, performando una teatral clara sátira a las costumbres refinadas, por no ser performada con exactitud, y por el aire socarrón de la misma, que la parodiaba, no iba a esforzarse en mantener unas costumbres de alta alcurnia ante un sujeto que suponía de una clase que solía aborrecerlas..- ¿Y ud? Algo me dice que no se llama Jacinto.
Mas calmado, y con el intenso color de su rostro, atenuandose paulatinamente tras detener el ejercicio, el bardo controlaba ya mejor su tono, su voz, y su respiración.
Llevando los dedos a su melena, la desenredó a groso modo, y ato sus extremos inferiores, con una cinta que sacó del bolsillo del pantalón, en donde poseía varias por el común riesgo de perderlas.
El grito del hombre bestia le hizo girar la mirada en su dirección, para buscar a la fémina entre las sombras.
-No tenga miedo, yo al menos, aun conservo la cabeza sobre los hombros.- sonrió, y habló en la dirección, en la que se entreveía la silueta de la joven, con un tono relajado, intentando calmarla, acompañando sus palabras de un gesto que la invitaba a salir fuera de su refugio de oscuridad. - Y le aseguro que no muerdo a menudo.- Bromeó.
Le parecía en el fondo cuanto menos sospechoso que una joven estuviera de noche, al amparo de la penumbra por las calles. Pero si su nuevo acompañante tenía un objetivo que representara un peligro mayor que el cambiaba la diana ante cualquier mal suceso, si era una asaltadora, o una asesina, el no era el objetivo, ya que acababa de llegar al lugar, sería un problema para el hombre calamar, y si se trataba solo de una joven, mejor que mejor, había suficiente Iltharion para todas.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Noche de desahucio [Interpretativo] [Libre] [Cerrado]
La joven vampira mantenía la vista clavada ante las dos figuras que conversaban. Era una curiosa visión de hecho: uno en apariencia tan imponente y tétrico, adornada su cara con aquellos apéndices similares a las patas de un pulpo; y el otro con aquel porte y aquella gracia, tanto en su figura como en sus gestos. Incluso cuando comenzó a peinarse el cabello con aquella naturalidad, podría resultar envidiable.
La situación le resultó cuanto menos pintoresca, pero en ese momento, Cat solo atendía realmente al resultado de aquel acercamiento brusco. Y la sorprendió para bien que el elfo no hubiera salido despavorido después de lo ocurrido, incluso logró escuchar cómo se presentaban. “Personas educadas, al menos” pensó para sí misma, relajándose en cierto modo.
Y cuando iba a virar su atención nuevamente a los tres tipos que antes visualizó, un grito proveniente del hombre bestia la hizo volver a dar un leve respingo, obligándose a mirar otra vez a la pareja, aunque ahora lo hacía con el pecho encogido y un nudo en el estómago.
Por las palabras que continuaron del Capitán, Catherine pudo deducir que su presencia había sido descubierta mucho antes. Se mordió el labio de puro nervio, apretando con los dedos el contorno de sus brazos, entonces el elfo también habló, usando una expresión que logró inquietar a la chica aún más de como ya lo estaba.
No había nada que hacer, la habían pillado, y probablemente en aquel momento tampoco sería invisible para los hombretones de más atrás.
La joven soltó un suspiro resignado y se descubrió ante Werner e Iltharion, no sin antes lanzar una mirada de soslayo hacia donde estaban los otros tres, en aquel momento eran esos tipos quienes menos le inspiraban seguridad.
– Disculpe… discúlpeme, señor –Dijo al fin, después de unos segundos en los que se limitó a mirar fijamente al hombre bestia, y es que de cerca era aún más impresionante.
Que por qué lo seguía, esa era la peor pregunta que podían haberle hecho –aunque sin duda alguna, también la más razonable– y se dio el lujo de cavilar durante unos segundos antes de decir nada. Porque comenzar la conversación con un “pues pretendía que fuese mi cena, buen señor” no era del todo inteligente.
– No pretendía molestarle –Agachó ligeramente la cabeza– Iba de vuelta a casa y… lo vi a usted. Me puse a seguirle por mera curiosidad –Optó por una verdad a medias. No se le ocurría nada mejor, y de todas las maneras… lo que hizo fue bastante impertinente– Siento haber sido tan grosera.
Apretó los labios y dirigió ahora una mirada hacia el pelirrojo, como si quisiera comprobar que tenía la aprobación de al menos uno de ellos, yendo en busca del que parecía más comprensivo o quizás, menos estricto. Luego, con algo más de valor, volvió la vista a Werner, incluso si no quisiera, parecería realmente arrepentida, y es que lo estaba. Sobre todo en aquel momento en el que escapar ya no parecía opción, y algo le decía que pronto se vería envuelta en un problema mayor que el de haber sido descubierta.
La situación le resultó cuanto menos pintoresca, pero en ese momento, Cat solo atendía realmente al resultado de aquel acercamiento brusco. Y la sorprendió para bien que el elfo no hubiera salido despavorido después de lo ocurrido, incluso logró escuchar cómo se presentaban. “Personas educadas, al menos” pensó para sí misma, relajándose en cierto modo.
Y cuando iba a virar su atención nuevamente a los tres tipos que antes visualizó, un grito proveniente del hombre bestia la hizo volver a dar un leve respingo, obligándose a mirar otra vez a la pareja, aunque ahora lo hacía con el pecho encogido y un nudo en el estómago.
Por las palabras que continuaron del Capitán, Catherine pudo deducir que su presencia había sido descubierta mucho antes. Se mordió el labio de puro nervio, apretando con los dedos el contorno de sus brazos, entonces el elfo también habló, usando una expresión que logró inquietar a la chica aún más de como ya lo estaba.
No había nada que hacer, la habían pillado, y probablemente en aquel momento tampoco sería invisible para los hombretones de más atrás.
La joven soltó un suspiro resignado y se descubrió ante Werner e Iltharion, no sin antes lanzar una mirada de soslayo hacia donde estaban los otros tres, en aquel momento eran esos tipos quienes menos le inspiraban seguridad.
– Disculpe… discúlpeme, señor –Dijo al fin, después de unos segundos en los que se limitó a mirar fijamente al hombre bestia, y es que de cerca era aún más impresionante.
Que por qué lo seguía, esa era la peor pregunta que podían haberle hecho –aunque sin duda alguna, también la más razonable– y se dio el lujo de cavilar durante unos segundos antes de decir nada. Porque comenzar la conversación con un “pues pretendía que fuese mi cena, buen señor” no era del todo inteligente.
– No pretendía molestarle –Agachó ligeramente la cabeza– Iba de vuelta a casa y… lo vi a usted. Me puse a seguirle por mera curiosidad –Optó por una verdad a medias. No se le ocurría nada mejor, y de todas las maneras… lo que hizo fue bastante impertinente– Siento haber sido tan grosera.
Apretó los labios y dirigió ahora una mirada hacia el pelirrojo, como si quisiera comprobar que tenía la aprobación de al menos uno de ellos, yendo en busca del que parecía más comprensivo o quizás, menos estricto. Luego, con algo más de valor, volvió la vista a Werner, incluso si no quisiera, parecería realmente arrepentida, y es que lo estaba. Sobre todo en aquel momento en el que escapar ya no parecía opción, y algo le decía que pronto se vería envuelta en un problema mayor que el de haber sido descubierta.
Catherine Blair
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Re: Noche de desahucio [Interpretativo] [Libre] [Cerrado]
No estaba para juegos de ninguna clase, su mal humor, por todo lo acaecido en lo últimos días, era más que notable por las arrugas de su cara que se mostraban cuando todo a su alrededor se ponía en contra suya. A contra posición suya, estaba el elfa con que acababa de tropezar, aquel que se presentó con el nombre de Iltharion. Él no dejaba de bromear, a cada cosa que decía y hacía mostraba una peculiar sonrisa que convertía sus gestos y sus palabras en un juego. Ya sea al atarse su larga melena con una cinta o al pedir el nombre del Capitán, el elfo no dejaba de blandir su sonrisa socarrona. Si hubiera sido como el resto de falsos piratas, aquellos que preferían el alcohol y las monedas a la promesa de libertad, habría plantado frente a Iltharion solo por el mero hecho de sonreír cuando él no podía. Sin embargo, para el Capitán Werner, la mayor virtud de una persona estaba en la paciencia y en la consideración que tenía hacía el prójimo.
Pero consideración, era justo lo que no había tenido con el elfo pues, cuando le preguntó que cómo se llamaba, el Capitán dirigió su vista inmediatamente hacia la muchacha de pelo blanco y ojos rojos, aquella que creyó que sería parte de las alucinaciones de la difunta y, aun así, amada Goldie. Su humor no mejoró cuando se fijó en la joven. Constantemente, se maldecía a sí mismo por haber confundido a la muchacha con su difunta prometida. Ya no era solo porque no se parecían ni el blanco de los ojos, sino porque el Capitán se culpabilizaba de haber creído que una joven y real mujer se trataba de una falsa visión causada por su enfermedad.
-No, soy yo quien debe sentir haberla distraído de su camino.- Las arrugas de su cara, esas que se marcaban cuando se ponía de mal humor, se marcaron más que cuando Iltharion le llamó con el nombre de Jacinto fingiendo que se conocían. –No debe de qué disculparse.- La chica parecía apenada y nerviosa; el Capitán, lo último que quería es hacerla sentir peor cuando él y la paranoia que residía en su cabeza eran los únicos culpables de la noche.
Bien podría desenvainar sus espadas y quedarse por las malas con todos los aeros que llevasen tanto la chica como el elfo; esos falsos piratas seguro que lo harían. Si juntaba todas las monedas, tal vez podría llegar a comprar su propia casa. El Capitán bajó la cabeza con gesto melancólico… Estaba pensando en atracar a los dos jóvenes solo por pagar algo que era suyo por derecho, ¿dónde había llegado? Él, que siempre se había definido como un capitán justo y considerado con todos los que le rodeaban, estaba pensando en robar a dos jóvenes desafortunados.
-Sé de un lugar dónde tú puedes esconderte por toda una noche de tus problemas de “propiedades”.- Dijo mirando directamente a Iltharion. - Y tú puedes saciar toda la curiosidad que inunda tu mente.- Miró a la chica. - Permitidme hacer algo bueno en lo que queda de noche.- Del bolsillo derecho de su gabardina negra cogió la carta donde le hacían reunirse con él para pagar la casa donde residía y la cortó en pedazos delante de ambos jóvenes. -Iremos a mi casa.- Y así, recompensaría los malos pensamientos y su mal comportamiento. – Casi me olvido; mi nombre es Alfred Werner, pero todos me llaman Capitán.- Cuando terminó de hablar, comenzó a caminar rumbo a su casa sin preocuparse de lo quienes habrían a su espalda. No quería volver a soportar la vergüenza de confundir a Goldie con otra persona.
Pero consideración, era justo lo que no había tenido con el elfo pues, cuando le preguntó que cómo se llamaba, el Capitán dirigió su vista inmediatamente hacia la muchacha de pelo blanco y ojos rojos, aquella que creyó que sería parte de las alucinaciones de la difunta y, aun así, amada Goldie. Su humor no mejoró cuando se fijó en la joven. Constantemente, se maldecía a sí mismo por haber confundido a la muchacha con su difunta prometida. Ya no era solo porque no se parecían ni el blanco de los ojos, sino porque el Capitán se culpabilizaba de haber creído que una joven y real mujer se trataba de una falsa visión causada por su enfermedad.
-No, soy yo quien debe sentir haberla distraído de su camino.- Las arrugas de su cara, esas que se marcaban cuando se ponía de mal humor, se marcaron más que cuando Iltharion le llamó con el nombre de Jacinto fingiendo que se conocían. –No debe de qué disculparse.- La chica parecía apenada y nerviosa; el Capitán, lo último que quería es hacerla sentir peor cuando él y la paranoia que residía en su cabeza eran los únicos culpables de la noche.
Bien podría desenvainar sus espadas y quedarse por las malas con todos los aeros que llevasen tanto la chica como el elfo; esos falsos piratas seguro que lo harían. Si juntaba todas las monedas, tal vez podría llegar a comprar su propia casa. El Capitán bajó la cabeza con gesto melancólico… Estaba pensando en atracar a los dos jóvenes solo por pagar algo que era suyo por derecho, ¿dónde había llegado? Él, que siempre se había definido como un capitán justo y considerado con todos los que le rodeaban, estaba pensando en robar a dos jóvenes desafortunados.
-Sé de un lugar dónde tú puedes esconderte por toda una noche de tus problemas de “propiedades”.- Dijo mirando directamente a Iltharion. - Y tú puedes saciar toda la curiosidad que inunda tu mente.- Miró a la chica. - Permitidme hacer algo bueno en lo que queda de noche.- Del bolsillo derecho de su gabardina negra cogió la carta donde le hacían reunirse con él para pagar la casa donde residía y la cortó en pedazos delante de ambos jóvenes. -Iremos a mi casa.- Y así, recompensaría los malos pensamientos y su mal comportamiento. – Casi me olvido; mi nombre es Alfred Werner, pero todos me llaman Capitán.- Cuando terminó de hablar, comenzó a caminar rumbo a su casa sin preocuparse de lo quienes habrían a su espalda. No quería volver a soportar la vergüenza de confundir a Goldie con otra persona.
El Capitán Werner
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Re: Noche de desahucio [Interpretativo] [Libre] [Cerrado]
El hombre bestia resultaba mucho mas cortés de lo que habría imaginado, y pese a que poseía una cara de espantó, que podría haber hecho cambiar de vereda a la mitad de la ciudad al verlo, y una forma sacada de las pesadillas de una mente perturbada, por ahora estaba resultando ser una compañía mucho mas inocua que el herrero.
Mientras la joven y el hombre bestia hablaban , paseó su mirada por los alrededores, buscando cualquier rastro del marido enojado, no se sacaba de encima la sensación de ser perseguido, aunque eso, le ocurría algunas veces en esas situaciones, no dejaba de ser sumamente incomodo.
Como le ocurria últimamente, la suerte parecía disfrutar de ponerle en los escenarios mas peculiares, sobre todo, cuando se trataba de hombres bestia, y una parte de si, estaba emocionada por ver como terminaba la noche.
Esperaba que no fuera como la ultima, siendo echados de un puente por unos mendigos cuando había empezado a caer una torrencial lluvia.
El hombre calamar lo sacó de sus pensamientos cuando se dirigió directamente a el, y pese tener la sensación de no haberle caído en gracia, le hizo una extraña propuesta. "Esta bien fortuna, veré que me tienes deparado esta noche, seguiré tu camino." Pensó para si al escuchar aquella propuesta.- Esta bien Capitán.- dijo sin tono de burla, contento con haber acertado con alguna de sus elucubraciones algún dato sobre esa extraña criatura que ahora les hacía de guía.- Le sigo.- Y dando la vuelta sobre sus talones, se dispuso a andar por el mismo sendero que aquel sujeto, sin alejarse demasiado del mismo.
Aun y esa sensación paranoide, se sentía sumamente aliviado, no solo había salvado el pescuezo de una golpiza que podría haberlo matado, si no que ahora conseguía un lugar en el que pasar la noche, o amenizarla hasta el alba, en compañía de un pintoresco personaje y una dama hermosa. Solo esperaba que no hubiera demasiado alcohol, y no repetir experiencias pasadas que luego le sacaran el sueño, porque si bien la raza del capitán, tenía en cada uno, trucos únicos, había cosas que se hacían una vez, muy ebrios, y no había necesidad ni ganas de repetir.
Mientras la joven y el hombre bestia hablaban , paseó su mirada por los alrededores, buscando cualquier rastro del marido enojado, no se sacaba de encima la sensación de ser perseguido, aunque eso, le ocurría algunas veces en esas situaciones, no dejaba de ser sumamente incomodo.
Como le ocurria últimamente, la suerte parecía disfrutar de ponerle en los escenarios mas peculiares, sobre todo, cuando se trataba de hombres bestia, y una parte de si, estaba emocionada por ver como terminaba la noche.
Esperaba que no fuera como la ultima, siendo echados de un puente por unos mendigos cuando había empezado a caer una torrencial lluvia.
El hombre calamar lo sacó de sus pensamientos cuando se dirigió directamente a el, y pese tener la sensación de no haberle caído en gracia, le hizo una extraña propuesta. "Esta bien fortuna, veré que me tienes deparado esta noche, seguiré tu camino." Pensó para si al escuchar aquella propuesta.- Esta bien Capitán.- dijo sin tono de burla, contento con haber acertado con alguna de sus elucubraciones algún dato sobre esa extraña criatura que ahora les hacía de guía.- Le sigo.- Y dando la vuelta sobre sus talones, se dispuso a andar por el mismo sendero que aquel sujeto, sin alejarse demasiado del mismo.
Aun y esa sensación paranoide, se sentía sumamente aliviado, no solo había salvado el pescuezo de una golpiza que podría haberlo matado, si no que ahora conseguía un lugar en el que pasar la noche, o amenizarla hasta el alba, en compañía de un pintoresco personaje y una dama hermosa. Solo esperaba que no hubiera demasiado alcohol, y no repetir experiencias pasadas que luego le sacaran el sueño, porque si bien la raza del capitán, tenía en cada uno, trucos únicos, había cosas que se hacían una vez, muy ebrios, y no había necesidad ni ganas de repetir.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Noche de desahucio [Interpretativo] [Libre] [Cerrado]
Sintió que la respiración se le cortaba, como si se agolpase en el pecho con miedo a salir en el momento que clavó la mirada en los pequeños ojos del hombre bestia, el cual parecía haber recibido con desagrado las palabras de la albina pese a que, las que le dirigió a ella misma, eran una muestra de disculpa restándole importancia al hecho de haber sido perseguido.
Catherine no pudo más que pensar que aquel ser estaba tratando de mostrarse amable con ella muy a duras penas, puesto que los gestos que mantenía en su rostro no parecían demasiado compatibles con lo que expresó en voz alta, y la muchacha agachó la cabeza notablemente inquieta.
En aquel momento ya se estaba arrepintiendo de demasiadas cosas, y los segundos que hubo de silencio entre los tres le parecieron prácticamente eternos. Aunque fue un tiempo precioso en el que su mente comenzó a barajar las múltiples posibilidades para irse de allí cuanto antes.
No debía haber elegido una presa tan corpulenta, no debía haberlo seguido después de descubrir que no lo quería como comida, y no debía haber salido de su “escondite” una vez fue descubierta. ¿Por qué no había salido corriendo? Eso mismo era lo que se planteaba hacer entonces.
No le resultaría difícil… no mientras el ambiente fuese oscuro; pero justo en el momento que iba a visualizar por enésima vez la situación en la callejuela, el Capitán se volvió a pronunciar, y a Cat le dio la sensación de que incluso su tono había cambiado.
La muchacha ladeó la cabeza con un claro brillo de escepticismo en sus ojos, observando cómo el hombre bestia hacía pedazos un papel, no entendía qué había pasado para que se mostrara de pronto hospitalario. Alfred Werner, así se había presentado, y cuando pudo darse cuenta, tanto él como el pelirrojo comenzaban a caminar en la misma dirección.
Catherine titubeó unos segundos, mirando los trozos de papel que habían quedado en el suelo, pero instantes después, casi por inercia, comenzó a seguir el mismo camino que ellos, situándose un paso atrás del elfo. Quizás era dejarse llevar demasiado por las apariencias –cosa que odiaba en realidad– pero prefería pecar en un principio de ello, y mantener una distancia prudencial con el Capitán hasta descubrir sus intenciones mínimamente.
Como siempre, la joven vampira permaneció en silencio en lo que restaba del camino hacia la casa de Werner, dedicándose tan sólo a observar tanto con curiosidad como con inquietud a sus dos nuevos acompañantes, así como muy de vez en cuando, y muy discretamente, llevaba su mirada por encima de su hombro para comprobar que seguían tras ellos los tipos que antes cortaban la calle a sus espaldas. ¿Qué demonios venían buscando? Sólo esperaba no tener que descubrirlo.
Catherine no pudo más que pensar que aquel ser estaba tratando de mostrarse amable con ella muy a duras penas, puesto que los gestos que mantenía en su rostro no parecían demasiado compatibles con lo que expresó en voz alta, y la muchacha agachó la cabeza notablemente inquieta.
En aquel momento ya se estaba arrepintiendo de demasiadas cosas, y los segundos que hubo de silencio entre los tres le parecieron prácticamente eternos. Aunque fue un tiempo precioso en el que su mente comenzó a barajar las múltiples posibilidades para irse de allí cuanto antes.
No debía haber elegido una presa tan corpulenta, no debía haberlo seguido después de descubrir que no lo quería como comida, y no debía haber salido de su “escondite” una vez fue descubierta. ¿Por qué no había salido corriendo? Eso mismo era lo que se planteaba hacer entonces.
No le resultaría difícil… no mientras el ambiente fuese oscuro; pero justo en el momento que iba a visualizar por enésima vez la situación en la callejuela, el Capitán se volvió a pronunciar, y a Cat le dio la sensación de que incluso su tono había cambiado.
La muchacha ladeó la cabeza con un claro brillo de escepticismo en sus ojos, observando cómo el hombre bestia hacía pedazos un papel, no entendía qué había pasado para que se mostrara de pronto hospitalario. Alfred Werner, así se había presentado, y cuando pudo darse cuenta, tanto él como el pelirrojo comenzaban a caminar en la misma dirección.
Catherine titubeó unos segundos, mirando los trozos de papel que habían quedado en el suelo, pero instantes después, casi por inercia, comenzó a seguir el mismo camino que ellos, situándose un paso atrás del elfo. Quizás era dejarse llevar demasiado por las apariencias –cosa que odiaba en realidad– pero prefería pecar en un principio de ello, y mantener una distancia prudencial con el Capitán hasta descubrir sus intenciones mínimamente.
Como siempre, la joven vampira permaneció en silencio en lo que restaba del camino hacia la casa de Werner, dedicándose tan sólo a observar tanto con curiosidad como con inquietud a sus dos nuevos acompañantes, así como muy de vez en cuando, y muy discretamente, llevaba su mirada por encima de su hombro para comprobar que seguían tras ellos los tipos que antes cortaban la calle a sus espaldas. ¿Qué demonios venían buscando? Sólo esperaba no tener que descubrirlo.
Catherine Blair
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Re: Noche de desahucio [Interpretativo] [Libre] [Cerrado]
Tanto el elfo como la chica se sintieron extrañados ante la propuesta del Capitán. El primero cambió sus largas frases carentes de inteligencia y sobrantes de estupidez por otras cortas y sencillas; la segunda, sin embargo, continuó con su habitual silencio, pero con un brillo extraño en los ojos y una cara que era mezcla de preocupación y curiosidad al mismo tiempo. Ninguno de los dos podía ocultar que se sentían extrañados y confusos; el Capitán no les culpaba por ello, él mismo también estaba extrañado y confuso. Abrir las puertas de su casa a dos desconocidos no era algo que hiciera muy a menudo, ni siquiera lo hacía con sus conocidos por vergüenza a que viesen donde vivía.
Al ver que ambos aceptaron su propuesta, comenzó a hablar hacia su hogar sin mediar palabra. Aquella noche estaba siendo terriblemente dura para él; una de las peores que había vivido desde hacia más de diez años. La noticia de que tenía que pagar por su propia casa después de que se la hubiesen robado, sumado a su enfermedad que cada vez era más profunda, sin contar lo mal que había tratado a esos dos jóvenes en el callejón; todo le estaba consumiendo mentalmente hasta enfermarle más de lo que ya estaba.
Mientras camina, poco y nada se fijó en los hombres que le vigilaban. Se fijó un poco porque era consciente de que tenía que tenerlos vigilados antes de que le fueran a atacar por la espalda y no se fijó nada porque no había nada que le pudieran hacer que a él le importase.
Al llegar a su calle, lo primero que vio el Capitán fue a un hombre en la puerta de su casa. Era joven, no tanto que la chica que le acompañaba y, de seguro, que mucho más joven del elfo. Su cabeza tan cuadrada como un dado, su nariz achatada y su boca minúscula. Vestía con un uniforme oculto bajo una gabardina de color marrón claro. Si algo el Capitán sabía de ese hombre es que, fueran cuales fueran sus intenciones, era obvio que le estaba esperando y que sus intenciones no serían agradables.
-Capitán Alfred Werner.- Dijo con el hombre que esperaba erguido delante de la puerta. –No me puedo creer que la persona, a la que he estado esperando, sea alguien tan famoso como lo eres tú. ¿Sabes? He oído hablar mucho de ti, mucho y muy mal. – Sonrió. - ¿Y bien, has podido reunir todo el dinero que te pedíamos o prefieres pagarnos ofreciéndonos esas dos criaturas. – Los ojos del cabeza cuadrada fueron directos hacia la chica albina a la vez que se relamía.
-No pienso pagar nada.- El Capitán dio un paso al frente con la intención de apartar a los dos jóvenes que le acompañaban, ellos no tenía nada que ver en el asunto. -Ahora apártate de MI casa.- Hizo énfasis en el “mi”.
-¡Eres valiente Capitán!- Contestó el hombre acompañando sus palabras de una gran risotada. – Sabes muy bien que está casa ya no es tuya.- Levantó la mano mostrando una especie de trozo de cristal el cual hacía una leve luz verdiazul. –No serás tan valiente cuando mis amigos y te pateemos ese trasero de calamar. Y luego vendrás tú preciosa.- Le mandó un beso a la chica albina. - A ti te patearemos más cosas a parte de tu trasero.-
Los hombres que le persiguieron durante toda la noche, por fin, dejaron de ocultarse para mostrarse bajo la leve luz que el cristal del cabeza cuadrada. El primero de los hombres era un bruto, con más músculos que cabeza. Tenía una perilla tan larga que le llegaba a la mitad de su cuerpo y una sonrisa taimada y cruel. Su arma era un látigo que el Capitán creyó que estaría hecho con el mismo tipo de pelo que el que tenía en su larga perilla. El segundo hombre era total mente diferente; vestía con una gabardina negra, pantalones negros y un sombrero tipo tricornio también negro. Sus armas eran dos espadas, una a cada mano. El último, era tan diferente que ni siquiera era un hombre, era una mujer elfa de pelo blanco y piel grisácea. Vestía con una armadura ligera que dejaba demasiado de su cuerpo y como arma llevaba un cuchillo atado a una cadena de hierro.
-Iros.- Susurró el Capitán a sus dos compañeros. - Iros de aquí y no volváis.- Hizo un segundo de silencio que utilizó para mostrar una cara de odio al cabeza cuadrada. - Lo siento.- Cuando terminó de hablar con el elfo y la chica albina, desenvainó su vieja espada de corsario con su mano izquierda y apretó la pinza de la derecha. No estaba dispuesto a dejar que cuatro mercenarios le obligasen a pagar a que le pertenecía, como tampoco iba a dejar que esos dos jóvenes que habían caído encima suya por error se involucrasen en la pelea.
Al ver que ambos aceptaron su propuesta, comenzó a hablar hacia su hogar sin mediar palabra. Aquella noche estaba siendo terriblemente dura para él; una de las peores que había vivido desde hacia más de diez años. La noticia de que tenía que pagar por su propia casa después de que se la hubiesen robado, sumado a su enfermedad que cada vez era más profunda, sin contar lo mal que había tratado a esos dos jóvenes en el callejón; todo le estaba consumiendo mentalmente hasta enfermarle más de lo que ya estaba.
Mientras camina, poco y nada se fijó en los hombres que le vigilaban. Se fijó un poco porque era consciente de que tenía que tenerlos vigilados antes de que le fueran a atacar por la espalda y no se fijó nada porque no había nada que le pudieran hacer que a él le importase.
Al llegar a su calle, lo primero que vio el Capitán fue a un hombre en la puerta de su casa. Era joven, no tanto que la chica que le acompañaba y, de seguro, que mucho más joven del elfo. Su cabeza tan cuadrada como un dado, su nariz achatada y su boca minúscula. Vestía con un uniforme oculto bajo una gabardina de color marrón claro. Si algo el Capitán sabía de ese hombre es que, fueran cuales fueran sus intenciones, era obvio que le estaba esperando y que sus intenciones no serían agradables.
-Capitán Alfred Werner.- Dijo con el hombre que esperaba erguido delante de la puerta. –No me puedo creer que la persona, a la que he estado esperando, sea alguien tan famoso como lo eres tú. ¿Sabes? He oído hablar mucho de ti, mucho y muy mal. – Sonrió. - ¿Y bien, has podido reunir todo el dinero que te pedíamos o prefieres pagarnos ofreciéndonos esas dos criaturas. – Los ojos del cabeza cuadrada fueron directos hacia la chica albina a la vez que se relamía.
-No pienso pagar nada.- El Capitán dio un paso al frente con la intención de apartar a los dos jóvenes que le acompañaban, ellos no tenía nada que ver en el asunto. -Ahora apártate de MI casa.- Hizo énfasis en el “mi”.
-¡Eres valiente Capitán!- Contestó el hombre acompañando sus palabras de una gran risotada. – Sabes muy bien que está casa ya no es tuya.- Levantó la mano mostrando una especie de trozo de cristal el cual hacía una leve luz verdiazul. –No serás tan valiente cuando mis amigos y te pateemos ese trasero de calamar. Y luego vendrás tú preciosa.- Le mandó un beso a la chica albina. - A ti te patearemos más cosas a parte de tu trasero.-
Los hombres que le persiguieron durante toda la noche, por fin, dejaron de ocultarse para mostrarse bajo la leve luz que el cristal del cabeza cuadrada. El primero de los hombres era un bruto, con más músculos que cabeza. Tenía una perilla tan larga que le llegaba a la mitad de su cuerpo y una sonrisa taimada y cruel. Su arma era un látigo que el Capitán creyó que estaría hecho con el mismo tipo de pelo que el que tenía en su larga perilla. El segundo hombre era total mente diferente; vestía con una gabardina negra, pantalones negros y un sombrero tipo tricornio también negro. Sus armas eran dos espadas, una a cada mano. El último, era tan diferente que ni siquiera era un hombre, era una mujer elfa de pelo blanco y piel grisácea. Vestía con una armadura ligera que dejaba demasiado de su cuerpo y como arma llevaba un cuchillo atado a una cadena de hierro.
-Iros.- Susurró el Capitán a sus dos compañeros. - Iros de aquí y no volváis.- Hizo un segundo de silencio que utilizó para mostrar una cara de odio al cabeza cuadrada. - Lo siento.- Cuando terminó de hablar con el elfo y la chica albina, desenvainó su vieja espada de corsario con su mano izquierda y apretó la pinza de la derecha. No estaba dispuesto a dejar que cuatro mercenarios le obligasen a pagar a que le pertenecía, como tampoco iba a dejar que esos dos jóvenes que habían caído encima suya por error se involucrasen en la pelea.
- Cabeza cuadrada:
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El Capitán Werner
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Re: Noche de desahucio [Interpretativo] [Libre] [Cerrado]
El camino hacia el lugar que había ofrecido como cobijo el hombre bestia transcurrió en un silencio, sepulcral e incomodo en el que cada cual pudo poner en orden sus pensamientos, o al menos, darles algo de tiempo, aunque fuera para que se enrredaran aún mas.
Iltharion no había esperado una lujosa morada, y aunque la casa no le sorprendió, lo que no se había imaginado es que el hombre calamar tendría compañía, y una que se veía tan mal a la distancia como lo hizo de cerca, al menos por sus rostros en unas muecas de socarronería que no auguraban nada bueno.
Aun así, tenía que admitir que la elfa esa bien podría estar entreteniendo a hombres adinerados en vez de esperar delante de una barraca a un grupo como el que conformaban el hombre bestia, la muchacha albina y el, que parecían haberse separado de un circo.
Tal y como se había imaginado el hombre de rasgos cuadrados confirmo sus sospechas cuando abrió la boca, aquel hombre bestia se encontraba en problemas, e hizo incapié en algo mas, sus amigos. El bardo busco a su alrededor para encontrar a los otros dos sujetos que los encerraban cortandoles el camino de vuelta.
La sugerencia de marchar habría sido bien recibido si no hubieran estado rodeados, sobre todo después de que el "cabecilla" de esa encerrona hubiera demostrado ya las intenciones de llevarselos como pago por la propiedad, aun y que parecía estar mucho mas interesado en la muchacha que en el.
Podía intentar con muchos riesgos huir, o ver que podía hacer. Eran 4, el cabecilla exhibía la confianza y la lengua viperina de aquellos que esperan que otros peleen sus batallas, no le había observado aún arma alguna, aunque la gabardina bien podía ocultar algo, sin embargo, dudaba seriamente de que se metiera en una pelea a no ser que tuvieran ya a los enemigos reducidos para no sufrir riesgo.
El hombre calvo que se encontraba a sus espaldas portaba consigo ropas muy gruesas y pesadas, y era bastante musculoso, el arma que permitía ver era un látigo, y ya fuera por instinto o por sus formas, no parecía un contrincante demasiado ágil, si no basado en su fuerza bruta.
Los otros dos eran harina de otro costal, parecían ser mucho mas ágiles, y de algún modo el bardo los identifico rápidamente como los integrantes mas peligrosos del grupo. En ese caso eran 3 contra 3 poniendo que tanto el como la muchacha de pelo blanco fuera capaz de pelear o entretener a uno de ellos cuando se iniciara cualquier tipo de trifulca.
El punto mas débil que veía en ese equilibrado y variopinto grupo era el aparente líder, ya que el resto tenían toda la pinta de ser mercenarios, por lo menos dos de ellos, difícilmente se quedaran si moría o salia del mapa aquel que se supone tenía que pagarles, (siempre que estuviera en lo cierto, claro esta).
Por lo menos ya tenía los pantalones puestos, las dagas escondidas pero a mano, y esta vez no se trataba de huir o la vida, si no de pelear o ser un esclavo.
-Señores, señores, mantengamos la calma.- alzo las manos mostrando las palmas en señal de inocencia, tratando de mostrar que estaba desarmado, y no suponía una amenaza, y con suma lentitud abrió el morral acercándose al hombre que estaba al mando con una mano, para que pudieran controlar sus gestos.- ¿A cuanto asciende el monto?.- Pregunto con seguridad, siguiendo con aquel teatro como si fuera a pagar la deuda del capitán.
Podía sentir las miradas de los mercenaros y del hombre en el morral, esperando en cualquier momento que hiciera algo sospechoso con esa mano, como alguna arma o algo asi antes de atacar, pero sin hacer acopio de sus propios aceros por si realmente tenía algún dinero que ofrecer.
El bardo miro de refilón a todos los contendientes, asegurándose de que estuvieran bien fijos en su bolsa,antes de sacar una de sus dagas con la otra y apuñalar rastreramente al cabecilla en la femoral
Una jugarreta que le salió bastante cara, porque en el instante en el que el grito de dolor de cabeza cuadrada rompió el aire, la joven que se encontraba a su lazo lanzó su cadena terminada con púa en su dirección clavándosela en el hombro, y al tirar de ella, atrajo tanto a su arma como al bardo, pese a que el filo salio de la carne a medio camino, alejando a iltharion de su presa inicial. Esa jugarreta no le serviria dos veces, y era la mejor baza de su mazo, pero por lo menos, aquel hombre altivo se encontraba ahora en el suelo, y no escaparía.
-Capitán, la gente no trabaja gratis.- Gruño entre quejidos de dolor, intentando hacerle saber ahora, quizás un poco tarde, cual había sido su plan, mientras llevaba la mano desarmada a la herida presionandola para detener en lo posible el sangrado.
Iltharion no había esperado una lujosa morada, y aunque la casa no le sorprendió, lo que no se había imaginado es que el hombre calamar tendría compañía, y una que se veía tan mal a la distancia como lo hizo de cerca, al menos por sus rostros en unas muecas de socarronería que no auguraban nada bueno.
Aun así, tenía que admitir que la elfa esa bien podría estar entreteniendo a hombres adinerados en vez de esperar delante de una barraca a un grupo como el que conformaban el hombre bestia, la muchacha albina y el, que parecían haberse separado de un circo.
Tal y como se había imaginado el hombre de rasgos cuadrados confirmo sus sospechas cuando abrió la boca, aquel hombre bestia se encontraba en problemas, e hizo incapié en algo mas, sus amigos. El bardo busco a su alrededor para encontrar a los otros dos sujetos que los encerraban cortandoles el camino de vuelta.
La sugerencia de marchar habría sido bien recibido si no hubieran estado rodeados, sobre todo después de que el "cabecilla" de esa encerrona hubiera demostrado ya las intenciones de llevarselos como pago por la propiedad, aun y que parecía estar mucho mas interesado en la muchacha que en el.
Podía intentar con muchos riesgos huir, o ver que podía hacer. Eran 4, el cabecilla exhibía la confianza y la lengua viperina de aquellos que esperan que otros peleen sus batallas, no le había observado aún arma alguna, aunque la gabardina bien podía ocultar algo, sin embargo, dudaba seriamente de que se metiera en una pelea a no ser que tuvieran ya a los enemigos reducidos para no sufrir riesgo.
El hombre calvo que se encontraba a sus espaldas portaba consigo ropas muy gruesas y pesadas, y era bastante musculoso, el arma que permitía ver era un látigo, y ya fuera por instinto o por sus formas, no parecía un contrincante demasiado ágil, si no basado en su fuerza bruta.
Los otros dos eran harina de otro costal, parecían ser mucho mas ágiles, y de algún modo el bardo los identifico rápidamente como los integrantes mas peligrosos del grupo. En ese caso eran 3 contra 3 poniendo que tanto el como la muchacha de pelo blanco fuera capaz de pelear o entretener a uno de ellos cuando se iniciara cualquier tipo de trifulca.
El punto mas débil que veía en ese equilibrado y variopinto grupo era el aparente líder, ya que el resto tenían toda la pinta de ser mercenarios, por lo menos dos de ellos, difícilmente se quedaran si moría o salia del mapa aquel que se supone tenía que pagarles, (siempre que estuviera en lo cierto, claro esta).
Por lo menos ya tenía los pantalones puestos, las dagas escondidas pero a mano, y esta vez no se trataba de huir o la vida, si no de pelear o ser un esclavo.
-Señores, señores, mantengamos la calma.- alzo las manos mostrando las palmas en señal de inocencia, tratando de mostrar que estaba desarmado, y no suponía una amenaza, y con suma lentitud abrió el morral acercándose al hombre que estaba al mando con una mano, para que pudieran controlar sus gestos.- ¿A cuanto asciende el monto?.- Pregunto con seguridad, siguiendo con aquel teatro como si fuera a pagar la deuda del capitán.
Podía sentir las miradas de los mercenaros y del hombre en el morral, esperando en cualquier momento que hiciera algo sospechoso con esa mano, como alguna arma o algo asi antes de atacar, pero sin hacer acopio de sus propios aceros por si realmente tenía algún dinero que ofrecer.
El bardo miro de refilón a todos los contendientes, asegurándose de que estuvieran bien fijos en su bolsa,antes de sacar una de sus dagas con la otra y apuñalar rastreramente al cabecilla en la femoral
Una jugarreta que le salió bastante cara, porque en el instante en el que el grito de dolor de cabeza cuadrada rompió el aire, la joven que se encontraba a su lazo lanzó su cadena terminada con púa en su dirección clavándosela en el hombro, y al tirar de ella, atrajo tanto a su arma como al bardo, pese a que el filo salio de la carne a medio camino, alejando a iltharion de su presa inicial. Esa jugarreta no le serviria dos veces, y era la mejor baza de su mazo, pero por lo menos, aquel hombre altivo se encontraba ahora en el suelo, y no escaparía.
-Capitán, la gente no trabaja gratis.- Gruño entre quejidos de dolor, intentando hacerle saber ahora, quizás un poco tarde, cual había sido su plan, mientras llevaba la mano desarmada a la herida presionandola para detener en lo posible el sangrado.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Noche de desahucio [Interpretativo] [Libre] [Cerrado]
Los pasos de Catherine fueron disminuyendo en velocidad hasta frenar, en cuanto se percató de la nueva figura que parecía estar esperándoles en un punto intermedio de la calle. Punto que tan sólo Werner sabría con seguridad cómo de importante era, puesto que ni la chica ni el elfo tenían conciencia de que aquella era la casa del hombre bestia, o al menos, la vampira no se preocupó de intuirlo hasta que no fue evidente.
El hombre que esperaba frente al domicilio del Capitán se dirigió directamente al susodicho, y el comentario que salió de su boca hizo que Cat se volviera a rodear el cuerpo con los brazos, como lo hizo cuando aún se hallaba escondida minutos atrás.
Sus ojos viajaron al rostro del hombre pulpo, y aquel fue el único movimiento que realizó a medida que hablaba uno u otro, hasta que el tipo de rostro cuadrado mostró un extraño objeto que desprendía luz, dedicando por segunda vez una frase y un gesto intencionado a la joven albina, que en respuesta arrugó levemente la nariz en señal de desagrado.
A partir de aquel momento, y como siempre que daba comienzo la trifulca, todo comenzó a ir demasiado deprisa para la muchacha peliblanca.
El Capitán, por un lado, se había hecho con sus armas y les exigía salir de allí; Catherine apretó los dedos contra sus brazos al escuchar la disculpa, una vez más, del hombre bestia. Pero, por otro lado, el elfo pelirrojo se hizo notar de nuevo con ese gracioso descaro a la hora de desenvolverse, parecía estar acostumbrado a esas situaciones. Cat se quedó en el sitio, quieta, observando atenta al muchacho a pesar de que lo que preferiría hacer era obedecer la orden del Capitán. Pero allí estaba, plantada y con los ojos clavados en la siguiente escena que transcurrió en un abrir y cerrar de ojos ante ella.
Iltharion había apuñalado de forma rastrera –aunque aparentemente necesaria– al tipo que los esperaba frente a la casa de Werner, y justo ocurrió aquello, cuando el sonido del viento silbó con velocidad hacia el propio elfo, habiéndosele propinado como respuesta a su acto un corte en el hombro, provocado por uno de los matones que tenían tras ellos.
Catherine se llevó la mano a la boca mirando la herida del pelirrojo, al principio asustada y sorprendida, luego… el delicioso olor que emanaba de aquella carne rasgada le hizo recordar algo que, minutos antes, la sensación de curiosidad había enmascarado: seguía hambrienta.
Tomó aire lentamente mientras trataba de calmarse, aunque en sus ojos ámbar ya se comenzaba a notar que resurgía ese monstruo interior, tornándoseles del mismo color carmesí que el alimento que la sustentaba.
Y quizás fue a causa de estar demasiado concentrada en no lanzarse sobre Iltharion, lo que provocó el perder la conciencia de quienes seguían tras ellos, escuchándose de pronto una gutural carcajada de aquel que, aún muerto el que quizás los hubiese contratado, no parecía querer quedarse con las manos vacías, y lanzando el látigo que tenía como arma, logró cazar a la albina bajo el sonido de un chasquido, enredando su torso y el brazo que mantenía en posición baja.
La vampira soltó un grito ahogado, no se lo esperaba, y en el momento que notó que su cuerpo volaba hacia atrás por la fuerza ejercida del hombretón, no pudo más que disparar todas sus alarmas. Su primera reacción fue la de tirar del látigo, sin mucho éxito, siquiera alcanzaba a razonar que tenía un cuchillo escondido con el que bien podría liberarse. La inexperiencia y el miedo eran en aquellos momentos peores enemigos para ella que los tres tipos que restaban.
– ¡Me parece que con esta yo ya voy servido! –Bramó con una sonrisa macabra y viciosa mientras apretaba fuertemente con los brazos el cuerpo de Catherine, tembloroso y dolorido por la enorme presión.
Aunque fue por un solo segundo que el tipo bajó la vista para observar a su pequeña presa, que la fuerza mermó por puro asombro, pues en lugar de encontrarse el gesto de una chiquilla atemorizada y gimoteante, se dio de cara con algo que más bien pareciera una fiera acorralada. Los caninos de Cat habían aumentado su tamaño y su mirada roja fulminó los ojos abiertos de par en par que la miraban.
Con los nervios a flor de piel y dejándose llevar por sus instintos más primarios, la vampira tomó el impulso necesario aprovechando el momento de desconcierto del tipo, escabulléndose parcialmente de su agarre, y tirando de la perilla de éste hacia abajo con la mano que le había quedado libre, ayudándose de ese gesto pues, para acercar la yugular de su opresor hasta su ahora afilada y acrecentada dentadura, hundiéndola sin miramientos ni pena, sintiendo como la gruesa musculatura se rasgaba hasta hacer chocar sus dientes contra sí.
El tipo profirió un chillido que bien podría haber surgido tanto del dolor como de la conmoción de la situación, y la única forma con la que pudo reaccionar fue la de arrancarse a esa dolorosa sanguijuela que sorbía su sangre de forma violenta, aunque ello conllevase también el arrancar su propia carne.
Catherine salió disparada de nuevo, esta vez hacia uno de los laterales de la calle, hasta quedarse estampada en el suelo, llena de arañazos, magulladuras y aún atada por el látigo, cuyo dueño se limitaba a llevar ambas manos a su cuello, tratando de forma inútil taponar aquella abertura que le estaba haciendo ahogarse con su propia sangre.
El hombre que esperaba frente al domicilio del Capitán se dirigió directamente al susodicho, y el comentario que salió de su boca hizo que Cat se volviera a rodear el cuerpo con los brazos, como lo hizo cuando aún se hallaba escondida minutos atrás.
Sus ojos viajaron al rostro del hombre pulpo, y aquel fue el único movimiento que realizó a medida que hablaba uno u otro, hasta que el tipo de rostro cuadrado mostró un extraño objeto que desprendía luz, dedicando por segunda vez una frase y un gesto intencionado a la joven albina, que en respuesta arrugó levemente la nariz en señal de desagrado.
A partir de aquel momento, y como siempre que daba comienzo la trifulca, todo comenzó a ir demasiado deprisa para la muchacha peliblanca.
El Capitán, por un lado, se había hecho con sus armas y les exigía salir de allí; Catherine apretó los dedos contra sus brazos al escuchar la disculpa, una vez más, del hombre bestia. Pero, por otro lado, el elfo pelirrojo se hizo notar de nuevo con ese gracioso descaro a la hora de desenvolverse, parecía estar acostumbrado a esas situaciones. Cat se quedó en el sitio, quieta, observando atenta al muchacho a pesar de que lo que preferiría hacer era obedecer la orden del Capitán. Pero allí estaba, plantada y con los ojos clavados en la siguiente escena que transcurrió en un abrir y cerrar de ojos ante ella.
Iltharion había apuñalado de forma rastrera –aunque aparentemente necesaria– al tipo que los esperaba frente a la casa de Werner, y justo ocurrió aquello, cuando el sonido del viento silbó con velocidad hacia el propio elfo, habiéndosele propinado como respuesta a su acto un corte en el hombro, provocado por uno de los matones que tenían tras ellos.
Catherine se llevó la mano a la boca mirando la herida del pelirrojo, al principio asustada y sorprendida, luego… el delicioso olor que emanaba de aquella carne rasgada le hizo recordar algo que, minutos antes, la sensación de curiosidad había enmascarado: seguía hambrienta.
Tomó aire lentamente mientras trataba de calmarse, aunque en sus ojos ámbar ya se comenzaba a notar que resurgía ese monstruo interior, tornándoseles del mismo color carmesí que el alimento que la sustentaba.
Y quizás fue a causa de estar demasiado concentrada en no lanzarse sobre Iltharion, lo que provocó el perder la conciencia de quienes seguían tras ellos, escuchándose de pronto una gutural carcajada de aquel que, aún muerto el que quizás los hubiese contratado, no parecía querer quedarse con las manos vacías, y lanzando el látigo que tenía como arma, logró cazar a la albina bajo el sonido de un chasquido, enredando su torso y el brazo que mantenía en posición baja.
La vampira soltó un grito ahogado, no se lo esperaba, y en el momento que notó que su cuerpo volaba hacia atrás por la fuerza ejercida del hombretón, no pudo más que disparar todas sus alarmas. Su primera reacción fue la de tirar del látigo, sin mucho éxito, siquiera alcanzaba a razonar que tenía un cuchillo escondido con el que bien podría liberarse. La inexperiencia y el miedo eran en aquellos momentos peores enemigos para ella que los tres tipos que restaban.
– ¡Me parece que con esta yo ya voy servido! –Bramó con una sonrisa macabra y viciosa mientras apretaba fuertemente con los brazos el cuerpo de Catherine, tembloroso y dolorido por la enorme presión.
Aunque fue por un solo segundo que el tipo bajó la vista para observar a su pequeña presa, que la fuerza mermó por puro asombro, pues en lugar de encontrarse el gesto de una chiquilla atemorizada y gimoteante, se dio de cara con algo que más bien pareciera una fiera acorralada. Los caninos de Cat habían aumentado su tamaño y su mirada roja fulminó los ojos abiertos de par en par que la miraban.
Con los nervios a flor de piel y dejándose llevar por sus instintos más primarios, la vampira tomó el impulso necesario aprovechando el momento de desconcierto del tipo, escabulléndose parcialmente de su agarre, y tirando de la perilla de éste hacia abajo con la mano que le había quedado libre, ayudándose de ese gesto pues, para acercar la yugular de su opresor hasta su ahora afilada y acrecentada dentadura, hundiéndola sin miramientos ni pena, sintiendo como la gruesa musculatura se rasgaba hasta hacer chocar sus dientes contra sí.
El tipo profirió un chillido que bien podría haber surgido tanto del dolor como de la conmoción de la situación, y la única forma con la que pudo reaccionar fue la de arrancarse a esa dolorosa sanguijuela que sorbía su sangre de forma violenta, aunque ello conllevase también el arrancar su propia carne.
Catherine salió disparada de nuevo, esta vez hacia uno de los laterales de la calle, hasta quedarse estampada en el suelo, llena de arañazos, magulladuras y aún atada por el látigo, cuyo dueño se limitaba a llevar ambas manos a su cuello, tratando de forma inútil taponar aquella abertura que le estaba haciendo ahogarse con su propia sangre.
- Spoiler:
Arrhg... no sé si me he liado mucho pero pero, esto pasa en cuestión de segundos D:! que parece que ha tardado la vida.. pero no!! >.< jo, no me acostumbro a las situaciones de pelea xD lo siento :_(
Catherine Blair
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Re: Noche de desahucio [Interpretativo] [Libre] [Cerrado]
El muchacho elfo era sumamente. No solo no hice caso de las advertencias del Capitán, sino que además dio un paso al frente y se dispuso a pagar su deuda. Si por casualidad era cierto que Iltharion tenía los aeros necesarios para pagar la cuantiosa deuda, los mercenarios lo matarían igualmente y volverían a hacer presión contra el Capitán Werner. Habían contratado a esos tipos para que le hostigasen no para hacerle pagar una bolsa de aeros. Para el padre de Goldie, los cardenales marcados en la piel del Capitán y ver brotar su sangre de calamar valía más que cualquier bolsa repleta de aeros.
Disimuladamente, hizo intención de alargar sus tentáculos del brazo izquierdo para detener al joven elfo que ya avanzaba contra el cabeza cuadrada; no lo consiguió. Iltharion parecía seguro de lo que estaba haciendo. Cada paso que daba hacia el líder de la banda de mercenarios lo hacía con una firmeza impropia de cualquiera que, minutos antes, hubiera estado huyendo de un fuerte herrero por follarse a su mujer. El Capitán dio unos pasos para ir junto al elfo, mas, antes que pudiera darse cuenta, el tipo con dos espadas, una en cada mano, le había puesto una de sus armas en el cuello con la intención de amenazarle para que no se moviera. Pasase lo que pasase, el elfo estaría solo frente al cabeza cuadrada.
Lo que pasó fue una sorpresa para todo aquel que se encontraba en el angosto callejón, para todos excepto para el elfo que lo tenía preparado de antemano. Cuando Iltharion estuvo tan cerca del líder que podría olerle, sacó una daga de algún escondrijo de sus bolsas y lo apuñaló. El Capitán iba a gritar para señalar el error que el error que el joven e insensato elfo cometió, pero el mercenario de las dos espadas se apresuró a subir el filo de su espada hasta su barbilla. Un paso en falso, y ese estúpido hombre cortaría todos los tentáculos de su barba con tan solo un tajo.
-Yo me ocupo del guapo elfo.- Dijo la elfa del grupo de los mercenarios tras lanzar su arma hacia Iltharion .- Lástima, tú y yo lo pasaríamos mejor en una cama. ¿Qué se le vamos a hacer? Por lo menos podré jugar contigo unos minutos antes de matarte.-
Iltharion estaba en graves apuros, igual que también lo estaba la joven albina pues el mercenario obeso que utilizaba un látigo como arma había puesto su ojo encima de ella. La había atrapado en un abrazo de oso y no la dejaba escapar. El Capitán se imaginó la escena, el gordo estaría con la polla roja e hinchada por la ilusión de haber encontrado una preciosa y delicada dama a quien abusar de ella mientras, la pobre albina lloraría y suplicaría ayuda para que no le hicieran ningún hijo. Por fortuna, cualquier pensamiento que se le había cruzado por la cabeza, no eran más que productos de su imaginación; escenas como esa las había visto demasiadas veces en los barcos de los falsos piratas.
La chica albina se supo defender. Por sorpresa de todos, una sorpresa tan grande como la de ver a Iltharion atacar al cabeza cuadrada; la muchacha sacó a relucir sus dos grandes caninos. Era una vampiresa. En cierto sentido era lógico y previsible, si el Capitán se tomaba un tiempo para pensar, ver una joven y bella chica pasease por los callejones oscuros de la ciudad de Lunargenta era algo tan sospechoso como ver al difunto cabeza cuadrada esperando enfrente de su casa. Pero, aquella noche el Capitán no podía permitirse el lujo de tomarse un tiempo para pensar.
Antes de que nadie pudiera darse cuenta, el gordo del látigo tenía una raja en su yugular que no dejaba de sangrar. El Capitán sonrió a la vez que el mercenario de las dos espadas hizo su primera expresión en toda la noche, una simple mueca que quería decir: “la hemos cagado”. Tanto la albina como el elfo habían demostrado ser mejores luchadores de lo que ninguno de los mercenarios había presupuesto. Estaban perdidos. La única esperanza que les quedaba era acabar con el trabajo por el que les habían contratado.
El filo de la espada del mercenario se movió hacia por el cuello del Capitán, a punto estuvo de decapitarle en el mismo instante. Mas, Alfred era más diestro en la espada que cualquier mercenario, no por nada estuvo semanas entrenando el noble arte de la espada con el maese Johannes. El Capitán giró sobre sí mismo y liberó de su vaina el alfanje para enfrentarlo con la espada que por poco le rebana la cabeza. La segunda espada del mercenario se deslizó por la derecha para herir el hombro y hacerle tirar la espada, grave error, pues el brazo con forma de tenaza agarró la espada del mercenario mucho antes que de alcanzase su objetivo.
-Eres rápido.- El mercenario lo dijo como si estuviera felicitando la maestría con la espada del Capitán. - Bastante rápido.- La primera espada se deshizo del alfanje y cambió de dirección por bajo de los hombros del Capitán, directo a su pecho. Tuvo que dar un salto hacia atrás para no dejarle que le hiciera ningún daño. –Pero no hay nadie más rápido que yo.- Sus dos espadas ya estaban libres de nuevo y lo celebró haciéndolas girar en sentido de las agujas del reloj por encima de su hombro. –Va a ser divertido.-
Disimuladamente, hizo intención de alargar sus tentáculos del brazo izquierdo para detener al joven elfo que ya avanzaba contra el cabeza cuadrada; no lo consiguió. Iltharion parecía seguro de lo que estaba haciendo. Cada paso que daba hacia el líder de la banda de mercenarios lo hacía con una firmeza impropia de cualquiera que, minutos antes, hubiera estado huyendo de un fuerte herrero por follarse a su mujer. El Capitán dio unos pasos para ir junto al elfo, mas, antes que pudiera darse cuenta, el tipo con dos espadas, una en cada mano, le había puesto una de sus armas en el cuello con la intención de amenazarle para que no se moviera. Pasase lo que pasase, el elfo estaría solo frente al cabeza cuadrada.
Lo que pasó fue una sorpresa para todo aquel que se encontraba en el angosto callejón, para todos excepto para el elfo que lo tenía preparado de antemano. Cuando Iltharion estuvo tan cerca del líder que podría olerle, sacó una daga de algún escondrijo de sus bolsas y lo apuñaló. El Capitán iba a gritar para señalar el error que el error que el joven e insensato elfo cometió, pero el mercenario de las dos espadas se apresuró a subir el filo de su espada hasta su barbilla. Un paso en falso, y ese estúpido hombre cortaría todos los tentáculos de su barba con tan solo un tajo.
-Yo me ocupo del guapo elfo.- Dijo la elfa del grupo de los mercenarios tras lanzar su arma hacia Iltharion .- Lástima, tú y yo lo pasaríamos mejor en una cama. ¿Qué se le vamos a hacer? Por lo menos podré jugar contigo unos minutos antes de matarte.-
Iltharion estaba en graves apuros, igual que también lo estaba la joven albina pues el mercenario obeso que utilizaba un látigo como arma había puesto su ojo encima de ella. La había atrapado en un abrazo de oso y no la dejaba escapar. El Capitán se imaginó la escena, el gordo estaría con la polla roja e hinchada por la ilusión de haber encontrado una preciosa y delicada dama a quien abusar de ella mientras, la pobre albina lloraría y suplicaría ayuda para que no le hicieran ningún hijo. Por fortuna, cualquier pensamiento que se le había cruzado por la cabeza, no eran más que productos de su imaginación; escenas como esa las había visto demasiadas veces en los barcos de los falsos piratas.
La chica albina se supo defender. Por sorpresa de todos, una sorpresa tan grande como la de ver a Iltharion atacar al cabeza cuadrada; la muchacha sacó a relucir sus dos grandes caninos. Era una vampiresa. En cierto sentido era lógico y previsible, si el Capitán se tomaba un tiempo para pensar, ver una joven y bella chica pasease por los callejones oscuros de la ciudad de Lunargenta era algo tan sospechoso como ver al difunto cabeza cuadrada esperando enfrente de su casa. Pero, aquella noche el Capitán no podía permitirse el lujo de tomarse un tiempo para pensar.
Antes de que nadie pudiera darse cuenta, el gordo del látigo tenía una raja en su yugular que no dejaba de sangrar. El Capitán sonrió a la vez que el mercenario de las dos espadas hizo su primera expresión en toda la noche, una simple mueca que quería decir: “la hemos cagado”. Tanto la albina como el elfo habían demostrado ser mejores luchadores de lo que ninguno de los mercenarios había presupuesto. Estaban perdidos. La única esperanza que les quedaba era acabar con el trabajo por el que les habían contratado.
El filo de la espada del mercenario se movió hacia por el cuello del Capitán, a punto estuvo de decapitarle en el mismo instante. Mas, Alfred era más diestro en la espada que cualquier mercenario, no por nada estuvo semanas entrenando el noble arte de la espada con el maese Johannes. El Capitán giró sobre sí mismo y liberó de su vaina el alfanje para enfrentarlo con la espada que por poco le rebana la cabeza. La segunda espada del mercenario se deslizó por la derecha para herir el hombro y hacerle tirar la espada, grave error, pues el brazo con forma de tenaza agarró la espada del mercenario mucho antes que de alcanzase su objetivo.
-Eres rápido.- El mercenario lo dijo como si estuviera felicitando la maestría con la espada del Capitán. - Bastante rápido.- La primera espada se deshizo del alfanje y cambió de dirección por bajo de los hombros del Capitán, directo a su pecho. Tuvo que dar un salto hacia atrás para no dejarle que le hiciera ningún daño. –Pero no hay nadie más rápido que yo.- Sus dos espadas ya estaban libres de nuevo y lo celebró haciéndolas girar en sentido de las agujas del reloj por encima de su hombro. –Va a ser divertido.-
El Capitán Werner
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Re: Noche de desahucio [Interpretativo] [Libre] [Cerrado]
Iltharion se apartó unos pasos, esquivando de mala manera la filosa pua que coronaba el latigo de su contrincante sin buscando desesperadamente un hueco por el cual atacar a la joven, o pensar de qué modo podía librarse de ella saliendo lo menos herido posible.
Por su parte la joven había logrado, pese terminar espatarrada en el suelo, darle un buen escarmiento aquella bestia que había dedicado quizás demasiado tiempo en sus fantasías en vez de estar debidamente atento a la muchacha, y a su vez, había revelado su condición, que resolvía un par de dudas, y generaba pocas mas.
El capitán cumplió con creces las expectativas del bardo, despachando rápidamente a uno de los mercenarios y haciéndole frente al restante, el cual parecía el mas capaz de los tres que aún se encontraban en pie.
Sin embargo, no tenía demasiado tiempo para prestar atención a sus compañeros, ocupado como estaba en saltar de un lado al otro en unas cabriolas que parecían mas propias de un bailarin que de un combatiente para evitar ser ensartado de vuelta por su provocadora homologa.
-No soy rencoroso, siempre puedes dejar ese juguete tuyo de lado. Se me ocurren muchas formas en las cuales nos divertiriamos mucho mas.- le dedicó una encantadora sonrisa intentando vanamente convencerla de ocupar sus manos con asuntos menos dañinos pero igual de agotadores.
Iltharion era consciente de que no podía permanecer dando cabriolas evitando el arma de la muchacha, y de que esta tampoco le permitiría acercarse sin salir herido, mantener ese punto muerto solo lo cansaría cada vez mas, mientras ella solo tenía que arrojar el cuchillo y tironear de la cadena para tenerlo de vuelta.
A desagrado, pero sin un plan mejor, solo se le ocurrió dejarse acertar, interponiendo el brazo en la trayectoria de la daga ante la estupefacta mirada de su propietaria, y antes de que esta pudiera dar un tirón, soltó su propia arma para tomar del mango que unía la cadena con el filo y le dio un fuerte tirón haciendo que la muchacha fuera atraída hacia adelante esforzándose para no trastabillar y quedar con la cara en el suelo, y precipitándose hasta estrellarse contra el elfo..
En medio de ese corto trayecto, el bardo desencastró la daga de su antebrazo con un fuerte gruñido de dolor, y la aferro fuertemente por el mango, dando un par de vueltas con la misma para que la cadena la dejara bien sujeta a su mano, y la elfa no pudiera recuperarla con facilidad. Y una vez sus cuerpos quedaron pegados, enganchó la punta de la daga en la primera correa del corto traje de la elfa y aprovechando el propio impulso en ella para separarse, lo corto verticalmente hasta que quedó abierto de par en par, dando un segundo tirón para atraerla hacia sí dandole si se quedaba quieta la posibilidad de cubrir sus vergüenzas.
El curvo filo de la daga resiguio como si estuviera hecho a medida la cara interna del muslo, rodeándolo como si de un gancho se tratase, si intentaba darle una patada, el acero se hundiría en su carne por el propio movimiento de ella, del mismo modo si se encogía podría destrozar partes mas sensibles de su anatomía, y si intentaba saltar con un sencillo giro de muñeca del bardo perforaria la parte trasera de su rodilla. Dejandole como sus dos únicas opciones soltar su arma y retirarse exponiéndose al resto tal y como había venido al mundo, o permanecer quieta y rendirse sin salir con mas heridas que las de su orgullo.
-¿Porque siguen aquí?.- le preguntó el bardó manteniendo ese punto muerto. Habían mencionado que quería cobrar un dinero, y al morir el que lo reclamaba iltharion ahbía imaginado que los mercenarios se retirarían. No se puede cobrar de un hombre muerto, y eso era tanto por cabeza cuadrada, como para el hombre pulpo a quien le reclamaban un dinero, pero parecían querer cosechar su vida. ¿A caso solo era una excusa o una tapadera y lo unico que pretendian era matarlo? En ese caso, la excusa del dinero había sido una total perdida de tiempo, ya que podían revisar su casa una vez lo hubieran asesinado.
De alguna forma sentía que algo se le estaba escapando, y ahora que los otros dos mercenarios estaban sumamente ocupados con sus propios problemas difícilmente pudieran ayudar a la elfa. Era un buen momento para hacer preguntas.
Por otro lado las heridas del hombro y el brazo sangraban y dolían, y aunque el manar de su sangre era algo lento, permanecer inmóvil contribuía a que la hemorragia fuera menos profusa.
Por su parte la joven había logrado, pese terminar espatarrada en el suelo, darle un buen escarmiento aquella bestia que había dedicado quizás demasiado tiempo en sus fantasías en vez de estar debidamente atento a la muchacha, y a su vez, había revelado su condición, que resolvía un par de dudas, y generaba pocas mas.
El capitán cumplió con creces las expectativas del bardo, despachando rápidamente a uno de los mercenarios y haciéndole frente al restante, el cual parecía el mas capaz de los tres que aún se encontraban en pie.
Sin embargo, no tenía demasiado tiempo para prestar atención a sus compañeros, ocupado como estaba en saltar de un lado al otro en unas cabriolas que parecían mas propias de un bailarin que de un combatiente para evitar ser ensartado de vuelta por su provocadora homologa.
-No soy rencoroso, siempre puedes dejar ese juguete tuyo de lado. Se me ocurren muchas formas en las cuales nos divertiriamos mucho mas.- le dedicó una encantadora sonrisa intentando vanamente convencerla de ocupar sus manos con asuntos menos dañinos pero igual de agotadores.
Iltharion era consciente de que no podía permanecer dando cabriolas evitando el arma de la muchacha, y de que esta tampoco le permitiría acercarse sin salir herido, mantener ese punto muerto solo lo cansaría cada vez mas, mientras ella solo tenía que arrojar el cuchillo y tironear de la cadena para tenerlo de vuelta.
A desagrado, pero sin un plan mejor, solo se le ocurrió dejarse acertar, interponiendo el brazo en la trayectoria de la daga ante la estupefacta mirada de su propietaria, y antes de que esta pudiera dar un tirón, soltó su propia arma para tomar del mango que unía la cadena con el filo y le dio un fuerte tirón haciendo que la muchacha fuera atraída hacia adelante esforzándose para no trastabillar y quedar con la cara en el suelo, y precipitándose hasta estrellarse contra el elfo..
En medio de ese corto trayecto, el bardo desencastró la daga de su antebrazo con un fuerte gruñido de dolor, y la aferro fuertemente por el mango, dando un par de vueltas con la misma para que la cadena la dejara bien sujeta a su mano, y la elfa no pudiera recuperarla con facilidad. Y una vez sus cuerpos quedaron pegados, enganchó la punta de la daga en la primera correa del corto traje de la elfa y aprovechando el propio impulso en ella para separarse, lo corto verticalmente hasta que quedó abierto de par en par, dando un segundo tirón para atraerla hacia sí dandole si se quedaba quieta la posibilidad de cubrir sus vergüenzas.
El curvo filo de la daga resiguio como si estuviera hecho a medida la cara interna del muslo, rodeándolo como si de un gancho se tratase, si intentaba darle una patada, el acero se hundiría en su carne por el propio movimiento de ella, del mismo modo si se encogía podría destrozar partes mas sensibles de su anatomía, y si intentaba saltar con un sencillo giro de muñeca del bardo perforaria la parte trasera de su rodilla. Dejandole como sus dos únicas opciones soltar su arma y retirarse exponiéndose al resto tal y como había venido al mundo, o permanecer quieta y rendirse sin salir con mas heridas que las de su orgullo.
-¿Porque siguen aquí?.- le preguntó el bardó manteniendo ese punto muerto. Habían mencionado que quería cobrar un dinero, y al morir el que lo reclamaba iltharion ahbía imaginado que los mercenarios se retirarían. No se puede cobrar de un hombre muerto, y eso era tanto por cabeza cuadrada, como para el hombre pulpo a quien le reclamaban un dinero, pero parecían querer cosechar su vida. ¿A caso solo era una excusa o una tapadera y lo unico que pretendian era matarlo? En ese caso, la excusa del dinero había sido una total perdida de tiempo, ya que podían revisar su casa una vez lo hubieran asesinado.
De alguna forma sentía que algo se le estaba escapando, y ahora que los otros dos mercenarios estaban sumamente ocupados con sus propios problemas difícilmente pudieran ayudar a la elfa. Era un buen momento para hacer preguntas.
Por otro lado las heridas del hombro y el brazo sangraban y dolían, y aunque el manar de su sangre era algo lento, permanecer inmóvil contribuía a que la hemorragia fuera menos profusa.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Noche de desahucio [Interpretativo] [Libre] [Cerrado]
Catherine tardó unos largos segundos en recomponerse, o al menos, en que fuera totalmente consciente de lo que había ocurrido y en la situación en la que se encontraba.
Con los ojos clavados en el cuerpo de aquel corpulento hombre que yacía boca abajo sobre un charco de su propia sangre, la vampira comenzó a desenredarse el látigo con la mano que le había quedado libre, tironeando hasta lograr deshacerse del nudo que rodeaba su cuerpo.
Aún sentía que temblaba de miedo, impotencia y rabia, pese a estar “a salvo”; y su mirada, todavía roja y vibrante, se paseó desde el hombretón hasta los que aún seguían en pie, fulminándolos como si ahora todos ellos fueran enemigos.
Su ceño se frunció ligeramente, observando la rápida lucha que se desarrolló ante ella. El Capitán no parecía tener demasiados problemas –realmente, tenía pinta de ser buen guerrero– y el elfo, sorprendió una vez más a la muchacha haciendo gala de una habilidad igualmente comparable a la de Werner, dejando contra la espada y la pared a su contrincante.
Catherine suspiró con pesadez, no sabía qué hacer, y nuevamente, temía que la situación se volviera contra ella por haber descubierto su condición como vampiro.
En su cabeza volvieron a hilarse nuevos planes, algunos pedían a gritos aprovechar que todos estaban ocupados para salir pitando, otros algo menos cobardes le aconsejaban echar una mano, pese a que muy probablemente, los dos varones se bastaban solos, como bien había comprobado.
Pero entonces algo con más picardía apareció entre sus pensamientos, y es que, quizás, si en lugar de huir, hacía por la labor en pos de la victoria del hombre bestia y el pelirrojo… igual no sólo “perdonasen” el hecho de ocultar su verdadera naturaleza, con suerte también le guardaran el secreto y no alertaran a los demás de la existencia de un monstruo chupasangre por aquellas calles; aunque si estimaban a la gente de aquella ciudad sería lo más sensato.
Con un nuevo y tembloroso suspiro, la albina se puso en pie silenciosa y lentamente, echando a andar con una tranquilidad que más bien la hiciera parecer un fantasma entre las sombras de la callejuela, hasta situarse en una posición en la que quedara a la vista de ambos mercenarios, tampoco quería estorbar a Werner ni a Iltharion en caso de que no funcionara lo que estaba tramando.
Tomó aire hinchándosele el pecho parcialmente, y aunque ya de por sí podría ser apabullante el ver a una persona con la mitad de la cara y parte de su ropa cubierta de sangre, Cat comenzó a dar rienda suelta a un poder que pocas veces había usado.
Manteniendo el semblante serio, agachó levemente la cabeza mostrando sus colmillos que, ahora, conscientemente los hizo crecer de forma amenazante, a la par que unas sombras comenzaron a arremolinarse en torno a sus pies hasta elevarse por encima de su cabeza, simulando unos tenebrosos y difusos tentáculos como los que lucía el Capitán.
La oscuridad comenzó a pegarse en distintas zonas de su pálida piel, incluso el blanco de sus ojos fueron tornándose en negro dejando tan solo los intensos iris carmesíes que parecían flotar dentro de unas cuencas vacías, los cuales miraban al hombre de dos espadas y a la elfa de manera intermitente, presagiando lo que podía ser un ataque inminente y nada agradable.
Detrás de aquella aura terrorífica que desprendía la vampira, tan solo quedaban las ganas de una inocente Cat buscando no más que ahuyentar a aquellos dos tipos, que perdieran las ganas de seguir combatiendo, o como mínimo, despistarlos durante los segundos claves en los que Alfred e Iltharion pudieran hacerse con una aún más rápida victoria.
Con los ojos clavados en el cuerpo de aquel corpulento hombre que yacía boca abajo sobre un charco de su propia sangre, la vampira comenzó a desenredarse el látigo con la mano que le había quedado libre, tironeando hasta lograr deshacerse del nudo que rodeaba su cuerpo.
Aún sentía que temblaba de miedo, impotencia y rabia, pese a estar “a salvo”; y su mirada, todavía roja y vibrante, se paseó desde el hombretón hasta los que aún seguían en pie, fulminándolos como si ahora todos ellos fueran enemigos.
Su ceño se frunció ligeramente, observando la rápida lucha que se desarrolló ante ella. El Capitán no parecía tener demasiados problemas –realmente, tenía pinta de ser buen guerrero– y el elfo, sorprendió una vez más a la muchacha haciendo gala de una habilidad igualmente comparable a la de Werner, dejando contra la espada y la pared a su contrincante.
Catherine suspiró con pesadez, no sabía qué hacer, y nuevamente, temía que la situación se volviera contra ella por haber descubierto su condición como vampiro.
En su cabeza volvieron a hilarse nuevos planes, algunos pedían a gritos aprovechar que todos estaban ocupados para salir pitando, otros algo menos cobardes le aconsejaban echar una mano, pese a que muy probablemente, los dos varones se bastaban solos, como bien había comprobado.
Pero entonces algo con más picardía apareció entre sus pensamientos, y es que, quizás, si en lugar de huir, hacía por la labor en pos de la victoria del hombre bestia y el pelirrojo… igual no sólo “perdonasen” el hecho de ocultar su verdadera naturaleza, con suerte también le guardaran el secreto y no alertaran a los demás de la existencia de un monstruo chupasangre por aquellas calles; aunque si estimaban a la gente de aquella ciudad sería lo más sensato.
Con un nuevo y tembloroso suspiro, la albina se puso en pie silenciosa y lentamente, echando a andar con una tranquilidad que más bien la hiciera parecer un fantasma entre las sombras de la callejuela, hasta situarse en una posición en la que quedara a la vista de ambos mercenarios, tampoco quería estorbar a Werner ni a Iltharion en caso de que no funcionara lo que estaba tramando.
Tomó aire hinchándosele el pecho parcialmente, y aunque ya de por sí podría ser apabullante el ver a una persona con la mitad de la cara y parte de su ropa cubierta de sangre, Cat comenzó a dar rienda suelta a un poder que pocas veces había usado.
Manteniendo el semblante serio, agachó levemente la cabeza mostrando sus colmillos que, ahora, conscientemente los hizo crecer de forma amenazante, a la par que unas sombras comenzaron a arremolinarse en torno a sus pies hasta elevarse por encima de su cabeza, simulando unos tenebrosos y difusos tentáculos como los que lucía el Capitán.
La oscuridad comenzó a pegarse en distintas zonas de su pálida piel, incluso el blanco de sus ojos fueron tornándose en negro dejando tan solo los intensos iris carmesíes que parecían flotar dentro de unas cuencas vacías, los cuales miraban al hombre de dos espadas y a la elfa de manera intermitente, presagiando lo que podía ser un ataque inminente y nada agradable.
Detrás de aquella aura terrorífica que desprendía la vampira, tan solo quedaban las ganas de una inocente Cat buscando no más que ahuyentar a aquellos dos tipos, que perdieran las ganas de seguir combatiendo, o como mínimo, despistarlos durante los segundos claves en los que Alfred e Iltharion pudieran hacerse con una aún más rápida victoria.
- HABILIDAD USADA:
Habilidad Racial: Presencia Vampírica
El vampiro puede alterar la percepción de los demás sobre su apariencia con una ilusión que le hace parecer más temible o más atractivo, a voluntad. Adicionalmente, esto le permite ocultarse con mayor facilidad en lugares oscuros.
Catherine Blair
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Re: Noche de desahucio [Interpretativo] [Libre] [Cerrado]
Tanto el Capitán como el mercenario conocían por igual los secretos del peligroso baile de las espadas. Un paso en falso, una mirada en un lugar erróneo y un tajo mal efectuado harían que su contrante le cortase la cabeza. Era como un vals: un, dos, tres, tajo; un, dos, tres, tajo… El mercenario jugaba con ventaja, bailaba con dos espadas y su cuerpo era mucho más ágil que el del Capitán Werner. El hombre había tenido razón al enorgullecerse de su rapidez. Por mucho que lo intentase, no podía hacer frente a las dos espadas al mismo tiempo.
En este nuevo tajo, las dos espadas se formaron en cruz con tal de evitar el golpe del alfanje del Capitán. Las tres armas tintinearon formando la música que requería el baile de las espadas. Hacía años que no combatía con alguién tan diestro con la espada, pues lo del asesino Johannes fue un entrenamiento que un combate. El Capitán podría incluso disfrutar de la batalla, de los pasos de baile y del sonido de las espadas a entrechocar; podría hacer y deseaba hacerlo, pero no se lo podía permitir. Sus decisiones no solo dependían de él, Iltharion y la otra chica que no llegó a decir su nombre eran inocentes víctimas y sus vidas estaban fuerte entrelazadas a las vagas decisiones del Capitán. Ya no solo era porque habían caído junto a él en la trampa de los mercenarios, era más complicado que eso. Alfred sentía con todo su corazón que les debía la vida a aquellos dos jóvenes que habían querido combatir en una batalla que no les pertenecía.
Con un rápido movimiento, el mercenario deshizo la cruz que él mismo había formado con un ataque directo al estomago del Capitán. Falló, la tenaza detuvo el ataque antes que alcanzase su destino. Pero aquello era solo un farol y la segunda espada del mercenario ya iba hacia el cuello del Capitán. Un farol fácil de prever, el alfanje centelleó frenando con ese segundo golpe. Estaban en tablas. Hicieran lo que hicieran, ninguno de los dos podía tomar la delantera del combate.
El grito de Iltharion hizo que el Capitán girase levemente la cabeza para ver cómo estaba. Ese movimiento no pertenecía al vals de las espadas que los dos hombres bailaban, ese movimiento fue el que hizo que el mercenario pusiera fin a las tablas en el combate. Con un rápido movmiento de pies, puso la zancadilla al Capitán haciéndolo caer de espaldas contra el suelo. Las dos espadas del mercenario se pusieron en vertical señalando las entrañas del Capitán. Poco a poco dejaba caer a las dos, muy lentamente para disfrutar de cada segundo de su victoria. Nuevamente, las espadas chocaron contra la tenaza antes de que llegase a su destino. El Capitán soltó su alfanje y, con los tentáculos de su mano izquierda, agarró los dos mangos de las espadas haciendo impulso hacia arriba. El mercenario sería más rápido pero no más fuerte que el Capitán.
Sus ojos de color azules como el mar, se volvieron a desviar hacia Iltharion. Pese a estar herido, había conseguido amarrar a su contrincante y cortar las correas que ataban su corse. La elfa, ni corta ni perezosa, se deshizo de sus vestimentas quedándose prácticamente desnuda dando a entender a Iltharion lo poco que le importaba. Siguió lamiendole la mejilla al elfo tan lentamente como, segundos antes, el mercenario bajaba sus espadas hacia el vientre del Capitán.
–Porque queremos divertirnos, por supuesto.- Contestó la ociosa elfa a las palabras de Iltharion. -¿Acaso tú no lo estás haciendo?- Le volvió a lamer la misma mejilla con la misma lentitud.
-Suelta mis espadas.- Dijo el mercenario con voz serena. -Acepta tu derrota.- Dio una patada a las costillas del Capitán, pero éste no cedió. Se mantuvo en la misma posición y haciendo la misma fuerza para que las espadas no se movieran de su posición.
A Iltharion ya lo había visto, faltaba la chica albina. Su contrincante, aquel gordo de enorme perilla estaba tirado en el suelo como si fuera el cadáver de un vulgar perro. Pero ella, la chica, no estaba ahí. En su lugar, había un festival de sombras y negror que se movían del mismo modo que los tentáculos de la barba del Capitán. Los dos mercenarios, elfa y hombre, desviaron su mirada hacía los tentáculos de sombras. Ese movimiento tampoco perteneció al vals de las espadas. El Capitán lo aprovechó para escupir tinta a la cara del mercenario. Acto seguido, soltó con su mano izquierda las espadas del mercenario, agarró la suya y dio un rápido corte es su vientre, apenas superficial, para poder quitarselo de encima antes de que las dos espadas decendieran por completo.
--¡Entra a la casa!- Gritó el Capitán al elfo corriendo hacía las sombras.
Cerró los ojos, se adentró en mitad de los oscuros tentáculos de sombras para coger en brazos a la pequeña vampiresa albina con un abrazo mezcla entre agradecimiento y dulzura. No iba a abandonarla, no después de le hubiera salvado la vida. Una vez la hubo cogido, fue hacia la entrada de su puerta y la abrió con una fuerte patada deshaciendo la cerradura oxidada. Cuando hubo entrado, soltó a la chica.
-Estáis en vuestra casa.- Dijo a los jóvenes a la vez que cerraba las puertas con las tablas y los pestiños interiores. –Siento mucho lo sucedido.- Su voz era tan pesada como el yunque de un herrero. –No estoy pasando por una buena temporada.- Se llevó la mano izquierda al lugar donde el mercenario le había pateado. –Tenéis comida en buen estado tras la falsa pared de la despensa. Licores en aquel cofre sin cerradura, se abre con un fuerte golpe en su parte superior. Serviros como deséis.-
No dijo nada más, solo se dejó a descansar sobre su viejo sillón. Sabía que eso solo había sido el inicio y que era posible que tuvieran más cosas planeadas para él pues, antes de entrar en su casa vio que el cristal del hombre de la cabeza cuadrada todavía brillaba con una ténue luz verde; esa era la señal para que más mercenarios se acercasen a la batalla.
En este nuevo tajo, las dos espadas se formaron en cruz con tal de evitar el golpe del alfanje del Capitán. Las tres armas tintinearon formando la música que requería el baile de las espadas. Hacía años que no combatía con alguién tan diestro con la espada, pues lo del asesino Johannes fue un entrenamiento que un combate. El Capitán podría incluso disfrutar de la batalla, de los pasos de baile y del sonido de las espadas a entrechocar; podría hacer y deseaba hacerlo, pero no se lo podía permitir. Sus decisiones no solo dependían de él, Iltharion y la otra chica que no llegó a decir su nombre eran inocentes víctimas y sus vidas estaban fuerte entrelazadas a las vagas decisiones del Capitán. Ya no solo era porque habían caído junto a él en la trampa de los mercenarios, era más complicado que eso. Alfred sentía con todo su corazón que les debía la vida a aquellos dos jóvenes que habían querido combatir en una batalla que no les pertenecía.
Con un rápido movimiento, el mercenario deshizo la cruz que él mismo había formado con un ataque directo al estomago del Capitán. Falló, la tenaza detuvo el ataque antes que alcanzase su destino. Pero aquello era solo un farol y la segunda espada del mercenario ya iba hacia el cuello del Capitán. Un farol fácil de prever, el alfanje centelleó frenando con ese segundo golpe. Estaban en tablas. Hicieran lo que hicieran, ninguno de los dos podía tomar la delantera del combate.
El grito de Iltharion hizo que el Capitán girase levemente la cabeza para ver cómo estaba. Ese movimiento no pertenecía al vals de las espadas que los dos hombres bailaban, ese movimiento fue el que hizo que el mercenario pusiera fin a las tablas en el combate. Con un rápido movmiento de pies, puso la zancadilla al Capitán haciéndolo caer de espaldas contra el suelo. Las dos espadas del mercenario se pusieron en vertical señalando las entrañas del Capitán. Poco a poco dejaba caer a las dos, muy lentamente para disfrutar de cada segundo de su victoria. Nuevamente, las espadas chocaron contra la tenaza antes de que llegase a su destino. El Capitán soltó su alfanje y, con los tentáculos de su mano izquierda, agarró los dos mangos de las espadas haciendo impulso hacia arriba. El mercenario sería más rápido pero no más fuerte que el Capitán.
Sus ojos de color azules como el mar, se volvieron a desviar hacia Iltharion. Pese a estar herido, había conseguido amarrar a su contrincante y cortar las correas que ataban su corse. La elfa, ni corta ni perezosa, se deshizo de sus vestimentas quedándose prácticamente desnuda dando a entender a Iltharion lo poco que le importaba. Siguió lamiendole la mejilla al elfo tan lentamente como, segundos antes, el mercenario bajaba sus espadas hacia el vientre del Capitán.
–Porque queremos divertirnos, por supuesto.- Contestó la ociosa elfa a las palabras de Iltharion. -¿Acaso tú no lo estás haciendo?- Le volvió a lamer la misma mejilla con la misma lentitud.
-Suelta mis espadas.- Dijo el mercenario con voz serena. -Acepta tu derrota.- Dio una patada a las costillas del Capitán, pero éste no cedió. Se mantuvo en la misma posición y haciendo la misma fuerza para que las espadas no se movieran de su posición.
A Iltharion ya lo había visto, faltaba la chica albina. Su contrincante, aquel gordo de enorme perilla estaba tirado en el suelo como si fuera el cadáver de un vulgar perro. Pero ella, la chica, no estaba ahí. En su lugar, había un festival de sombras y negror que se movían del mismo modo que los tentáculos de la barba del Capitán. Los dos mercenarios, elfa y hombre, desviaron su mirada hacía los tentáculos de sombras. Ese movimiento tampoco perteneció al vals de las espadas. El Capitán lo aprovechó para escupir tinta a la cara del mercenario. Acto seguido, soltó con su mano izquierda las espadas del mercenario, agarró la suya y dio un rápido corte es su vientre, apenas superficial, para poder quitarselo de encima antes de que las dos espadas decendieran por completo.
--¡Entra a la casa!- Gritó el Capitán al elfo corriendo hacía las sombras.
Cerró los ojos, se adentró en mitad de los oscuros tentáculos de sombras para coger en brazos a la pequeña vampiresa albina con un abrazo mezcla entre agradecimiento y dulzura. No iba a abandonarla, no después de le hubiera salvado la vida. Una vez la hubo cogido, fue hacia la entrada de su puerta y la abrió con una fuerte patada deshaciendo la cerradura oxidada. Cuando hubo entrado, soltó a la chica.
-Estáis en vuestra casa.- Dijo a los jóvenes a la vez que cerraba las puertas con las tablas y los pestiños interiores. –Siento mucho lo sucedido.- Su voz era tan pesada como el yunque de un herrero. –No estoy pasando por una buena temporada.- Se llevó la mano izquierda al lugar donde el mercenario le había pateado. –Tenéis comida en buen estado tras la falsa pared de la despensa. Licores en aquel cofre sin cerradura, se abre con un fuerte golpe en su parte superior. Serviros como deséis.-
No dijo nada más, solo se dejó a descansar sobre su viejo sillón. Sabía que eso solo había sido el inicio y que era posible que tuvieran más cosas planeadas para él pues, antes de entrar en su casa vio que el cristal del hombre de la cabeza cuadrada todavía brillaba con una ténue luz verde; esa era la señal para que más mercenarios se acercasen a la batalla.
El Capitán Werner
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Re: Noche de desahucio [Interpretativo] [Libre] [Cerrado]
Del mismo modo que no tenía moral, tampoco poseía vergüenza alguna a joven elfa que tubo que desprenderse de su daga para poder alejarse, aunque de aquel modo sus ropajes quedaran completamente abiertos, hecho que ignoró, tanto a nivel estético como por la fría brisa nocturna, que erizaba la piel expuesta de la asesina enredada en su propia arma.
El lento discurrir de la lengua de la mujer por su mejilla le evoco con demasiada vividez el mismo tipo de atención en otra parte, tensando su mandíbula por un instante, haciendole que en ese segundo tragar le resultará más arduo.
-Preciosa, pro si no te has dado cuenta, no soy precisamente un mercenario, no me agrada que me claven cosas, prefiero ser el único con un "arma" en el juego.- respondió tratando de mantener sería severidad que ocultara en su voz, el tono apenas más grave que unos instantes antes mientra su mirada, buscaba de soslayo, a sus compañeros como un ancla al presente.
Capitán, bendito capitán que podía bajar el mástil del marinero mas solitario. Ver ese hombre calamar le hizo recobrar la serenidad casi instantáneamente e ignorar el humedo tacto de la elfa que seguía baboseandole la mejilla, pegada a su cuerpo y enredada entre las cuerdas como si fuera un matambre.
El hombre calamar se encontraba en tables, y la muchacha? se habría quedado deleitándose de ese cerdo como si fuera su cena?
Desvió la mirada buscándola hasta que dio un respingo y un paso hacia atrás, arrastrando a su canelón de mercenaria consigo que casi se cae al suelo por lo repentino del movimiento. La lividez se adueño de su rostro ante esa imagen, y sintió como la sangre le abandonaba los pómulos, la boca seca y la voz del capitán con una fuerza que resaltaba con el resto de sonidos que habían quedado opacados al contemplar esa profunda oscuridad.
-¡Entra a la casa!
Como si de una corriente eléctrica se tratase, arrojó a la joven que tenia consigo con brusquedad al suelo y corrió olvidándose de sus heridas por un instante hasta penetrar en el umbral de esa tartana que para tras el capitán y la vampira que llevaba a cuestas, los flanqueo por un costado y se adentró a la primera estancia, solando un quejido al sentir de vuelta el ardor de las puñaladas.
Parte de su camisa estaba empapada de rojo, y unas minúsculas gotas caían intermitentemente en el suelo, antaño absorbidas por la tierra del camino, ahora manchando la madera que conformaba el suelo de la casa. dejó caer el morral a un costado en una esquina, deposito con mas cuidado pero sobre el mismo su laúd a quien había protegido durante toda la pelea, y a su lado tiró sin el mas mínimo cuidado la camisa rota y ensangrentada. Esta vez no bastaría con lavarla.
Se acercó al cofre y le dio un fuerte golpe con el pie hasta que se abrió la tapa, con una mano libre regiró las botellas buscando el liquido mas fuerte que contuviera aquel alijo, y una vez hubo elegido su víctima la alzo en el aire, la destapo con los dientes, y tras darle un fuerte trago vertió parte de su contenido en las heridas soltando, para acompañar su geto, una buena ristra de maldiciones provenientes de cada rincón de aerandir.
Apenas si le quedaban algunas vendas en el morral, así que con un quejido se agachó al lado de sus cosas, y regiró hasta sacarlas para luego presionar bien las heridas, una de las cuales ya no sangraba con tanta profusión para terminar de parar el sangrado. Pecho y brazo vendados quedaron solo cubiertos los cuidados por la cadena de oro llena de anillos que pendía del cuello del bardo y que, hasta el momento, se había mantenido oculta debajo de la camisa.
Sentía el leve mareo del alcohol, o quizás fuera la mezcla de este con la perdida del liquido escarlata que les daba la vida, fuere como fuere, muchas veces se había sentido peor, y a la mañana siguiente solo había tenido resaca.
La joven y sus relucientes colmillos depredador le vinieron a su mente.
-Espero que ya no sigas con ganas de cenar preciosa, porque más que sangre lo que voy a tener en vena es licor.- advirtió, en parte porque no se encontraba de humor como para esa clase de jueguitos con vampiros que en otros momentos eran bien recibidos, y por otro lado, dudaba que aquello pudiera llegar a buen puerto con el capitán mirando.
Ya vendado se puso en pie, se sentó encima del baúl de los licores, sin soltar la botella de la que se había adueñado y a la cual le propinaba cortos tragos pese saber que no debería hacerlo en ese estado.
-Tu has cabreado a alguien.- señaló al hombre calamar.- Y mucho.-añadió alzando un dedo en paralelo al cuello de la botella, intentando pensar en que podía llevar a varios mercenarios a orquestar esa recogida de dinero falsa para luego tratar de asesinar a alguien, o aun peor, porque tantos mercenarios para un solo hombre que claramente no podía con todos ellos. Eso era sadismo, quienquiera que fuere que los había enviado quería que lo hicieran sopa de pulpo.-¿Que has hecho para enojar tanto a alguien con dinero?.- su voz ahora no marcaba una seguridad acusadora, si no una rotunda, genuina y absoluta curiosidad.
El lento discurrir de la lengua de la mujer por su mejilla le evoco con demasiada vividez el mismo tipo de atención en otra parte, tensando su mandíbula por un instante, haciendole que en ese segundo tragar le resultará más arduo.
-Preciosa, pro si no te has dado cuenta, no soy precisamente un mercenario, no me agrada que me claven cosas, prefiero ser el único con un "arma" en el juego.- respondió tratando de mantener sería severidad que ocultara en su voz, el tono apenas más grave que unos instantes antes mientra su mirada, buscaba de soslayo, a sus compañeros como un ancla al presente.
Capitán, bendito capitán que podía bajar el mástil del marinero mas solitario. Ver ese hombre calamar le hizo recobrar la serenidad casi instantáneamente e ignorar el humedo tacto de la elfa que seguía baboseandole la mejilla, pegada a su cuerpo y enredada entre las cuerdas como si fuera un matambre.
El hombre calamar se encontraba en tables, y la muchacha? se habría quedado deleitándose de ese cerdo como si fuera su cena?
Desvió la mirada buscándola hasta que dio un respingo y un paso hacia atrás, arrastrando a su canelón de mercenaria consigo que casi se cae al suelo por lo repentino del movimiento. La lividez se adueño de su rostro ante esa imagen, y sintió como la sangre le abandonaba los pómulos, la boca seca y la voz del capitán con una fuerza que resaltaba con el resto de sonidos que habían quedado opacados al contemplar esa profunda oscuridad.
-¡Entra a la casa!
Como si de una corriente eléctrica se tratase, arrojó a la joven que tenia consigo con brusquedad al suelo y corrió olvidándose de sus heridas por un instante hasta penetrar en el umbral de esa tartana que para tras el capitán y la vampira que llevaba a cuestas, los flanqueo por un costado y se adentró a la primera estancia, solando un quejido al sentir de vuelta el ardor de las puñaladas.
Parte de su camisa estaba empapada de rojo, y unas minúsculas gotas caían intermitentemente en el suelo, antaño absorbidas por la tierra del camino, ahora manchando la madera que conformaba el suelo de la casa. dejó caer el morral a un costado en una esquina, deposito con mas cuidado pero sobre el mismo su laúd a quien había protegido durante toda la pelea, y a su lado tiró sin el mas mínimo cuidado la camisa rota y ensangrentada. Esta vez no bastaría con lavarla.
Se acercó al cofre y le dio un fuerte golpe con el pie hasta que se abrió la tapa, con una mano libre regiró las botellas buscando el liquido mas fuerte que contuviera aquel alijo, y una vez hubo elegido su víctima la alzo en el aire, la destapo con los dientes, y tras darle un fuerte trago vertió parte de su contenido en las heridas soltando, para acompañar su geto, una buena ristra de maldiciones provenientes de cada rincón de aerandir.
Apenas si le quedaban algunas vendas en el morral, así que con un quejido se agachó al lado de sus cosas, y regiró hasta sacarlas para luego presionar bien las heridas, una de las cuales ya no sangraba con tanta profusión para terminar de parar el sangrado. Pecho y brazo vendados quedaron solo cubiertos los cuidados por la cadena de oro llena de anillos que pendía del cuello del bardo y que, hasta el momento, se había mantenido oculta debajo de la camisa.
Sentía el leve mareo del alcohol, o quizás fuera la mezcla de este con la perdida del liquido escarlata que les daba la vida, fuere como fuere, muchas veces se había sentido peor, y a la mañana siguiente solo había tenido resaca.
La joven y sus relucientes colmillos depredador le vinieron a su mente.
-Espero que ya no sigas con ganas de cenar preciosa, porque más que sangre lo que voy a tener en vena es licor.- advirtió, en parte porque no se encontraba de humor como para esa clase de jueguitos con vampiros que en otros momentos eran bien recibidos, y por otro lado, dudaba que aquello pudiera llegar a buen puerto con el capitán mirando.
Ya vendado se puso en pie, se sentó encima del baúl de los licores, sin soltar la botella de la que se había adueñado y a la cual le propinaba cortos tragos pese saber que no debería hacerlo en ese estado.
-Tu has cabreado a alguien.- señaló al hombre calamar.- Y mucho.-añadió alzando un dedo en paralelo al cuello de la botella, intentando pensar en que podía llevar a varios mercenarios a orquestar esa recogida de dinero falsa para luego tratar de asesinar a alguien, o aun peor, porque tantos mercenarios para un solo hombre que claramente no podía con todos ellos. Eso era sadismo, quienquiera que fuere que los había enviado quería que lo hicieran sopa de pulpo.-¿Que has hecho para enojar tanto a alguien con dinero?.- su voz ahora no marcaba una seguridad acusadora, si no una rotunda, genuina y absoluta curiosidad.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Noche de desahucio [Interpretativo] [Libre] [Cerrado]
Desde el interior de aquel cúmulo de sombras, los ojos de la vampira observaban lo que acontecía frente a ella sin ninguna dificultad, siendo testigo así, del punto y final que puso Werner sobre su pelea.
El Capitán bramó una orden que Iltharion no pareció dudar en acometer, y Cat, extrañada y quieta en el sitio, no pudo más que aumentar su asombro cuando se percató de que, a la par que Werner ordenaba aquello, iniciaba una carrera hacia donde ella y su oscuridad se encontraban.
– ¿Qu...? ¡Ah! –Ahogó un grito en su garganta al sentir cómo se elevaba su cuerpo bajo el abrazo del hombre bestia. Y casi como un acto reflejo, se encogió parcialmente con miedo a volver a sufrir un empellón que la dejara nuevamente estampada contra el suelo. Pero no fue así.
El Capitán la mantuvo firme y cuidadosamente, y tanto él como el elfo, se adentraron en la casa dejando tras de sí un reguero de sombras que fueron difuminándose hasta dejar de cubrir a la albina, la cual se quedó quieta como una estatua en cuanto sus pies volvieron a pisar el suelo.
En lo que Alfred daba sus excusas y les ofrecía el cobijo de su hogar, dejándose caer sentado en un sillón, el pelirrojo iba en busca de algo que mermara su sed y sus nervios; mientras que Cat mantenía la mirada puesta en el suelo, rodeándose el cuerpo con los brazos, sin hacer amago alguno de querer moverse siquiera.
Hacía demasiado tiempo que el contacto con otras personas era prácticamente nulo para ella, no estaba acostumbrada, y el gesto del hombre bestia había despertado cierto sentimiento nostálgico en la chica, tomándolo como algo reconfortante más que molesto o incómodo.
Estaba comenzando a relajar la posición cuando Iltharion le dedicó una frase que volvió a marcar cierto punto de tensión en su cuerpo. La joven vampira levantó rápida la cabeza, buscando cruzar su mirada –la cual volvía a vestir un color dorado– con la del muchacho.
– N-no... –Titubeó, y tuvo la necesidad de carraspear para que la voz le saliera con algo de más claridad– No tenéis de qué preocuparos… –A pesar de responderle al elfo, se dirigió a ambos con aquella respuesta, y a pesar de que se aclaró la garganta, fue suavizando el tono con la inseguridad y el apuro bien marcados en el mismo. – Lo siento… –Siseó, y probablemente no se la escuchó, puesto que Iltharion ya había lanzado otra frase, aquella vez hacia el Capitán.
Catherine soltó un suspiro silencioso, y volviendo a bajar la cabeza levemente, se pasó los dedos por los labios y el mentón, aún húmedos de sangre, bajando después las manos hacia la blusa de su vestido igualmente manchada, ojalá pudiera desprenderse de ella tan fácilmente como lo hizo el joven pelirrojo.
Levantó la vista tan sólo, para observar a Werner, y aunque no quería pasarse de descarada, logró hacerse con la suficiente seguridad como para dirigirse al dueño de la casa:
– Disculpe… si no es molestia, yo… –Hizo una leve pausa en lo que agarraba de un pellizco la zona ensangrentada de su ropa– ¿Podría... darme un poco de agua o... algo, para limpiarme? –Su expresión y su gesto quedó todo en tensión tras la petición. Ni le gustaba tomarse aquellas confianzas, ni quería molestar más de lo justo y necesario.
El Capitán bramó una orden que Iltharion no pareció dudar en acometer, y Cat, extrañada y quieta en el sitio, no pudo más que aumentar su asombro cuando se percató de que, a la par que Werner ordenaba aquello, iniciaba una carrera hacia donde ella y su oscuridad se encontraban.
– ¿Qu...? ¡Ah! –Ahogó un grito en su garganta al sentir cómo se elevaba su cuerpo bajo el abrazo del hombre bestia. Y casi como un acto reflejo, se encogió parcialmente con miedo a volver a sufrir un empellón que la dejara nuevamente estampada contra el suelo. Pero no fue así.
El Capitán la mantuvo firme y cuidadosamente, y tanto él como el elfo, se adentraron en la casa dejando tras de sí un reguero de sombras que fueron difuminándose hasta dejar de cubrir a la albina, la cual se quedó quieta como una estatua en cuanto sus pies volvieron a pisar el suelo.
En lo que Alfred daba sus excusas y les ofrecía el cobijo de su hogar, dejándose caer sentado en un sillón, el pelirrojo iba en busca de algo que mermara su sed y sus nervios; mientras que Cat mantenía la mirada puesta en el suelo, rodeándose el cuerpo con los brazos, sin hacer amago alguno de querer moverse siquiera.
Hacía demasiado tiempo que el contacto con otras personas era prácticamente nulo para ella, no estaba acostumbrada, y el gesto del hombre bestia había despertado cierto sentimiento nostálgico en la chica, tomándolo como algo reconfortante más que molesto o incómodo.
Estaba comenzando a relajar la posición cuando Iltharion le dedicó una frase que volvió a marcar cierto punto de tensión en su cuerpo. La joven vampira levantó rápida la cabeza, buscando cruzar su mirada –la cual volvía a vestir un color dorado– con la del muchacho.
– N-no... –Titubeó, y tuvo la necesidad de carraspear para que la voz le saliera con algo de más claridad– No tenéis de qué preocuparos… –A pesar de responderle al elfo, se dirigió a ambos con aquella respuesta, y a pesar de que se aclaró la garganta, fue suavizando el tono con la inseguridad y el apuro bien marcados en el mismo. – Lo siento… –Siseó, y probablemente no se la escuchó, puesto que Iltharion ya había lanzado otra frase, aquella vez hacia el Capitán.
Catherine soltó un suspiro silencioso, y volviendo a bajar la cabeza levemente, se pasó los dedos por los labios y el mentón, aún húmedos de sangre, bajando después las manos hacia la blusa de su vestido igualmente manchada, ojalá pudiera desprenderse de ella tan fácilmente como lo hizo el joven pelirrojo.
Levantó la vista tan sólo, para observar a Werner, y aunque no quería pasarse de descarada, logró hacerse con la suficiente seguridad como para dirigirse al dueño de la casa:
– Disculpe… si no es molestia, yo… –Hizo una leve pausa en lo que agarraba de un pellizco la zona ensangrentada de su ropa– ¿Podría... darme un poco de agua o... algo, para limpiarme? –Su expresión y su gesto quedó todo en tensión tras la petición. Ni le gustaba tomarse aquellas confianzas, ni quería molestar más de lo justo y necesario.
Catherine Blair
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Re: Noche de desahucio [Interpretativo] [Libre] [Cerrado]
PAUSADO (Volveré de aquí pronto)
Sarez
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Re: Noche de desahucio [Interpretativo] [Libre] [Cerrado]
El viejo sillón en el que estaba sentado el Capitán Werner, antaño, podría haber pertenecido a una de las altas familias adinerados de Lunargenta. Si se prestaba atención todavía se veía algunos de los adornos de la madera tales como eran la elegante forma de las patas o la figura de un barco en alta mar tallada en el respaldo. En sus buenos tiempos hubieran ofrecido muchos aeros por él, casi tanto como los que le obligaban a pagar al Capitán por su propio hogar. Pero, los buenos tiempos pasaron muy deprisa. El sillón envejeció y las ratas y las polillas se hicieron dueños de él. Los adornos de las patas ya no eran más que una colección de dentelladas de rata y en el barco tallado en el respaldo se convirtió en una figura negra como si fuera una burla a la misma sombra del Sueños Cumplidos.
Todo cuanto había en su casa era como ese viejo sillón, incluso él mismo era como el sillón: Algo que en los buenos días tenía un alto y que ahora no era más que un montón de basura. ¿Qué estarían pensando los dos jóvenes que le habían salvado la vida? El elfo no parecía mostrar ninguna clase de asombro por el inmundo ambiente que se respiraba en su casa; parecía estar acostumbrado a rondar por esos lugares tan pobres cuyas paredes están formadas por más grietas que madera; a eso y al licor. Iltharion bebía como un auténtico pirata. En cambio, la vampiresa era la perfecta representación del pavor. Se había quedado arrodillada en una esquina, con los brazos rodeando sus piernas ofreciéndole una falsa sensación de seguridad que el Capitán ya había visto hace una década a una mujer sentada de la misma forma en el mismo rincón de la casa.
Estaba a punto de decir algo a ambos jóvenes, a Iltharion quería advertirle de cuan fuerte era el licor que se estaba tomando y a la vampiresa albina quería decirle unas meras palabras de empatía para que se tranquilizase y dejase de tener miedo. Mas, el Capitán, no dijo absolutamente nada. Se quedó inmóvil en su viejo y podrido sillón, con su mano casi humana sujetando uno de los reposabrazos y con la pinza en el lugar de su vientre donde el mercenario le había pateado.
El elfo pelirrojo fue quien rompió el silencio con unas frases que, de no tratarse de Iltharion, el Capitán hubiera pensado que habían sido fruto de la ebriedad que producían los fuertes licores. Pero, aquel no fue el caso, Iltharion hablaba como un pirata borracho todo el tiempo. La vampira contestó al elfo con una simple disculpa que hizo que el corazón del Capitán diera un vuelco. Ella era igual que el primer discípulo del Capitán los días posteriores de convertirse en un vampiro, un asesino sin escrúpulos y un asustado niño al mismo tiempo. Al cabo de los años, Rolando, pues así se llamaba su antiguo discípulo, dejó de un niño y pasó a ser solo un asesino. Ver a la chica albina disculparse de ese modo le trajo recuerdos que pensó que ya había olvidado, recuerdos de todas malas elecciones que cometió y recuerdos de todos los que murieron por su culpa.
El elfo ya se limpió y curó sus heridas pero la vampira seguía manchada de sangre, aunque no de la suya. Cuando le pidió un poco de agua el Capitán para limpiarse, éste hizo la intención de levantar su cansado y dolorido brazo izquierdo del reposabrazos del sillón para señalar el cuarto de baño, allí, al lado de la tina, habían dos cubos de agua limpia; el agua era una de las pocas cosas en toda la casa que no estaba sucia. Al ver que su brazo no obedecía órdenes, el Capitán Werner se levantó pausada y lentamente del sillón y fue hacia el cuarto de baño. Volvió al salón principal cargado con un cubo de agua y un trapo de color gris que antes fue de color blanco.
-Espero que sea suficiente.- Dijo a con voz seca al mismo tiempo que dejaba el cubo y el trapo al lado de la albina. –No te puedo ofrecer nada más.- Mintió, había algo que podía ofrecer pero él no quería hacerlo. Podría ofrecerle a la vampira algo de ropa de su difunta amada, todavía conservaba corsés y vestidos en perfecta condiciones; otra de las cosas, a parte del agua, que no habían alcanzado ni los insectos, ni las ratas ni el polvo.
Iltharion habló en aquel momento y dijo algo tan obvio como decir que un rey jamás se sentaría en el viejo sillón del Capitán. Sí, había enfadado a alguien, y mucho, como el mismo dijo. Pero, no era cuestión de dinero sino de vida. Alguien que podía pagar a unos mercenarios como los que se acababan de enfrentar no necesitaba más dinero sino otra cabeza que adornarse la chimenea siempre encendida de su mansión.
-Tú también has hecho enfadar a mucha gente.- Contestó el Capitán a medida que se fue acercando de nuevo hacia su sillón. - No creo que el herrero que nos encontramos sea el primer marido quien te persigue por acércate demasiado a su mujer.- Por fin alcanzó el sillón y se dejó caer de nuevo con un sonoro “pof”. –Lo mío es parecido.- Suspiró. - Muy parecido…- No dijo nada más, callo sus palabras dando un trago a una de las botellas de alcohol que el elfo había dejado a un lado.
Goldie no era un tema de conversación adecuado para dos pubertos los cuales acababa de conocer. ¿Qué podían saber una adolescente niña vampira y un pintoresco elfo sobre el amor, la muerte y la venganza; sobre las posiciones sociales, sobre el dinero y sobre el poder y sobre la pobreza, la marginación y la piratería? Ellos, seguramente, no conocían nada de todo eso. No entenderían la razón por la que un viejo humano deseaba, después de diez años, matar al Capitán por follarse a su hija, hija que él mismo maltrataba y violaba todas las noches.
Todo cuanto había en su casa era como ese viejo sillón, incluso él mismo era como el sillón: Algo que en los buenos días tenía un alto y que ahora no era más que un montón de basura. ¿Qué estarían pensando los dos jóvenes que le habían salvado la vida? El elfo no parecía mostrar ninguna clase de asombro por el inmundo ambiente que se respiraba en su casa; parecía estar acostumbrado a rondar por esos lugares tan pobres cuyas paredes están formadas por más grietas que madera; a eso y al licor. Iltharion bebía como un auténtico pirata. En cambio, la vampiresa era la perfecta representación del pavor. Se había quedado arrodillada en una esquina, con los brazos rodeando sus piernas ofreciéndole una falsa sensación de seguridad que el Capitán ya había visto hace una década a una mujer sentada de la misma forma en el mismo rincón de la casa.
Estaba a punto de decir algo a ambos jóvenes, a Iltharion quería advertirle de cuan fuerte era el licor que se estaba tomando y a la vampiresa albina quería decirle unas meras palabras de empatía para que se tranquilizase y dejase de tener miedo. Mas, el Capitán, no dijo absolutamente nada. Se quedó inmóvil en su viejo y podrido sillón, con su mano casi humana sujetando uno de los reposabrazos y con la pinza en el lugar de su vientre donde el mercenario le había pateado.
El elfo pelirrojo fue quien rompió el silencio con unas frases que, de no tratarse de Iltharion, el Capitán hubiera pensado que habían sido fruto de la ebriedad que producían los fuertes licores. Pero, aquel no fue el caso, Iltharion hablaba como un pirata borracho todo el tiempo. La vampira contestó al elfo con una simple disculpa que hizo que el corazón del Capitán diera un vuelco. Ella era igual que el primer discípulo del Capitán los días posteriores de convertirse en un vampiro, un asesino sin escrúpulos y un asustado niño al mismo tiempo. Al cabo de los años, Rolando, pues así se llamaba su antiguo discípulo, dejó de un niño y pasó a ser solo un asesino. Ver a la chica albina disculparse de ese modo le trajo recuerdos que pensó que ya había olvidado, recuerdos de todas malas elecciones que cometió y recuerdos de todos los que murieron por su culpa.
El elfo ya se limpió y curó sus heridas pero la vampira seguía manchada de sangre, aunque no de la suya. Cuando le pidió un poco de agua el Capitán para limpiarse, éste hizo la intención de levantar su cansado y dolorido brazo izquierdo del reposabrazos del sillón para señalar el cuarto de baño, allí, al lado de la tina, habían dos cubos de agua limpia; el agua era una de las pocas cosas en toda la casa que no estaba sucia. Al ver que su brazo no obedecía órdenes, el Capitán Werner se levantó pausada y lentamente del sillón y fue hacia el cuarto de baño. Volvió al salón principal cargado con un cubo de agua y un trapo de color gris que antes fue de color blanco.
-Espero que sea suficiente.- Dijo a con voz seca al mismo tiempo que dejaba el cubo y el trapo al lado de la albina. –No te puedo ofrecer nada más.- Mintió, había algo que podía ofrecer pero él no quería hacerlo. Podría ofrecerle a la vampira algo de ropa de su difunta amada, todavía conservaba corsés y vestidos en perfecta condiciones; otra de las cosas, a parte del agua, que no habían alcanzado ni los insectos, ni las ratas ni el polvo.
Iltharion habló en aquel momento y dijo algo tan obvio como decir que un rey jamás se sentaría en el viejo sillón del Capitán. Sí, había enfadado a alguien, y mucho, como el mismo dijo. Pero, no era cuestión de dinero sino de vida. Alguien que podía pagar a unos mercenarios como los que se acababan de enfrentar no necesitaba más dinero sino otra cabeza que adornarse la chimenea siempre encendida de su mansión.
-Tú también has hecho enfadar a mucha gente.- Contestó el Capitán a medida que se fue acercando de nuevo hacia su sillón. - No creo que el herrero que nos encontramos sea el primer marido quien te persigue por acércate demasiado a su mujer.- Por fin alcanzó el sillón y se dejó caer de nuevo con un sonoro “pof”. –Lo mío es parecido.- Suspiró. - Muy parecido…- No dijo nada más, callo sus palabras dando un trago a una de las botellas de alcohol que el elfo había dejado a un lado.
Goldie no era un tema de conversación adecuado para dos pubertos los cuales acababa de conocer. ¿Qué podían saber una adolescente niña vampira y un pintoresco elfo sobre el amor, la muerte y la venganza; sobre las posiciones sociales, sobre el dinero y sobre el poder y sobre la pobreza, la marginación y la piratería? Ellos, seguramente, no conocían nada de todo eso. No entenderían la razón por la que un viejo humano deseaba, después de diez años, matar al Capitán por follarse a su hija, hija que él mismo maltrataba y violaba todas las noches.
El Capitán Werner
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Re: Noche de desahucio [Interpretativo] [Libre] [Cerrado]
La expresión del elfo se suavizó al escuchar la disculpa de la vampiresa que había quedado sofocada bajo su voz, quizás fuera solo por aquello, o puede que el fuerte licor tuviera algo que ver, pero lo cierto era que su brusquedad se había debido a la excitación del momento más que a cualquier otra cosa, y no sentía por los vampiros mayor desprecio que el que le generaba cualquier otra especie.
-Lamento haber sido tan rudo con ud. señorita- Metió la mano en el morral sacando la capa de viaje, que aún llevaría mientras el invierno no abandonara del todo la peninsula.-No tiene de qué disculparse, prefiero haber contemplado su cena a imaginarme que le hubiera hecho aquel sujeto de haber terminado distinta la noche.- Se levantó del baúl, y con paso tambaleante esquivó el cubo que había dejado el capitán hasta quedar al lado de la joven y le dejó la capa en el costado.- Puede usarla mientras se seca su ropa, así puede lavarla apropiadamente.- Explicó antes de volver al baúl para reposar sobre el mismo, y evitar caer ridículamente contra el polvoriento suelo. Su mirada se apartó de la elfa, concediéndole toda la privacidad que podía aportar en aquella estancia, y centrando su atención en su anfitrión, sentado en un trono tan ruinoso como su castillo.
Iltharion en ningún momento había soltado la botella de la cual se había agenciado, y no tenía la mas mínima intención de hacerlo por el momento. Con la mano libre, regiró en su morral y demostrando destreza al manejarse con una sola mano, sacó y abrió una caja de la cual asomó un arrollado de menta seca que colocó entre sus dientes. Luego hizo desaparecer la caja en el moral y lo dejó reposar al lado del baúl, buscando alrededor una fuente de luz y calor en la que poder prender el cigarrillo.
Una risa escapó de entre los dientes de elfo cuando el hombre calamar hizo sus propias deducciones. Tal y como habían sido las suyas, bastante sencillas. A la vez que se encorvaba de levemente sobre si mismo por el dolor que le ocasionó su propio humor.
-En mi defensa.- Sonrió ligeramente el bardo.- Los maridos a los que yo enojo nunca me han enviado sicarios.-Aclaró levantándose y caminando lo mas recto que le fue posible hasta poder prender el cigarrillo.- Todavía.- Dio un par de caladas de camino al baúl.- Que yo sepa...-Se corrigió al sentarse.
Siempre le había resultado graciosa la hipocresía de todos aquellos hombres, cuyas pruebas de amor hacia sus mujeres pendían ahora de su cuello, con prácticamente todo el grabado del interior de los aros dorados borrados para evitar reclamo alguno. La mayoría de aquellos sujetos calmaban sus pasiones con mujeres de la noche, aburridos de sus esposas a quienes veían a diario y tenían en su derecho el poseer aun si estas se negaban. Buscando algo nuevo, u otras atenciones, quizás incluso algo de afecto recíproco aun teniendo que pagar por el, y aun así, les negaban a aquellas damas, quien se deslomaban a su modo para criar a sus vástagos y cuidar el nido, el mismo placer que ellos buscaban a sus espaldas.
El les daba el placer y el romance que no hallaban en brazos de otros hombres, entonces eran esos otros hombres los verdaderos culpables.
-La noche no amerita posados tan serios.- Dio una larga y profunda calada al cigarrillo antes de exhalar pequeños y espesos aros blancos que daban vueltas sobre si mismos antes de disiparse contra los tablones del techo.- La señorita ha conseguido su presa, yo me he librado de mi perseguidor, y ud. mi buen anfitrión.-Dio otro trago al licor, dejando una pequeña pausa dramática.- Mantiene la cabeza unida a su cuerpo.
-Lamento haber sido tan rudo con ud. señorita- Metió la mano en el morral sacando la capa de viaje, que aún llevaría mientras el invierno no abandonara del todo la peninsula.-No tiene de qué disculparse, prefiero haber contemplado su cena a imaginarme que le hubiera hecho aquel sujeto de haber terminado distinta la noche.- Se levantó del baúl, y con paso tambaleante esquivó el cubo que había dejado el capitán hasta quedar al lado de la joven y le dejó la capa en el costado.- Puede usarla mientras se seca su ropa, así puede lavarla apropiadamente.- Explicó antes de volver al baúl para reposar sobre el mismo, y evitar caer ridículamente contra el polvoriento suelo. Su mirada se apartó de la elfa, concediéndole toda la privacidad que podía aportar en aquella estancia, y centrando su atención en su anfitrión, sentado en un trono tan ruinoso como su castillo.
Iltharion en ningún momento había soltado la botella de la cual se había agenciado, y no tenía la mas mínima intención de hacerlo por el momento. Con la mano libre, regiró en su morral y demostrando destreza al manejarse con una sola mano, sacó y abrió una caja de la cual asomó un arrollado de menta seca que colocó entre sus dientes. Luego hizo desaparecer la caja en el moral y lo dejó reposar al lado del baúl, buscando alrededor una fuente de luz y calor en la que poder prender el cigarrillo.
Una risa escapó de entre los dientes de elfo cuando el hombre calamar hizo sus propias deducciones. Tal y como habían sido las suyas, bastante sencillas. A la vez que se encorvaba de levemente sobre si mismo por el dolor que le ocasionó su propio humor.
-En mi defensa.- Sonrió ligeramente el bardo.- Los maridos a los que yo enojo nunca me han enviado sicarios.-Aclaró levantándose y caminando lo mas recto que le fue posible hasta poder prender el cigarrillo.- Todavía.- Dio un par de caladas de camino al baúl.- Que yo sepa...-Se corrigió al sentarse.
Siempre le había resultado graciosa la hipocresía de todos aquellos hombres, cuyas pruebas de amor hacia sus mujeres pendían ahora de su cuello, con prácticamente todo el grabado del interior de los aros dorados borrados para evitar reclamo alguno. La mayoría de aquellos sujetos calmaban sus pasiones con mujeres de la noche, aburridos de sus esposas a quienes veían a diario y tenían en su derecho el poseer aun si estas se negaban. Buscando algo nuevo, u otras atenciones, quizás incluso algo de afecto recíproco aun teniendo que pagar por el, y aun así, les negaban a aquellas damas, quien se deslomaban a su modo para criar a sus vástagos y cuidar el nido, el mismo placer que ellos buscaban a sus espaldas.
El les daba el placer y el romance que no hallaban en brazos de otros hombres, entonces eran esos otros hombres los verdaderos culpables.
-La noche no amerita posados tan serios.- Dio una larga y profunda calada al cigarrillo antes de exhalar pequeños y espesos aros blancos que daban vueltas sobre si mismos antes de disiparse contra los tablones del techo.- La señorita ha conseguido su presa, yo me he librado de mi perseguidor, y ud. mi buen anfitrión.-Dio otro trago al licor, dejando una pequeña pausa dramática.- Mantiene la cabeza unida a su cuerpo.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Noche de desahucio [Interpretativo] [Libre] [Cerrado]
A la espera de cualquier respuesta o movimiento, Cat seguía quieta, rígida, con los brazos cruzados sobre su pecho. Ese gesto era el único que la hacía mantener la calma. Eso, y la oscuridad que albergaba en la casa del Capitán. Por muy destartalada y anticuada que estuviera… le estaba resultando más cómodo de lo que en un principio creía el estar allí, aunque a ojos ajenos se la viera asustada, no era más que el sentimiento de apuro al “visitar” un hogar desconocido, y el apuro de abusar de la confianza de alguien que, precisamente, no era de confianza.
Los segundos que Werner tardó en reaccionar estuvieron a punto de desatar el nudo en la garganta de la joven vampira, la cual separó los labios para volver a dirigirse al hombre bestia anunciando su cambio de opinión. Pero no hizo falta.
Antes siquiera de que la chica hiciera el amago de hablar, el Capitán se levantó de forma pesada y lenta. Quizás no fue tanto el esfuerzo, pero para Catherine resultó demasiado, y tuvo que retenerse para no volver a disculparse, soltando poco más que un suspiro mientras desviaba la vista por el camino que tomaba Werner hacia el baño.
No tardó en salir con lo requerido por la chica, y tan pronto como el hombre bestia le dejaba el cubo y el trapo a su lado, la vampira agachó levemente la cabeza a modo de agradecimiento.
– Esto es más que suficiente, señor –Siseó ella mientras se agachaba sentándose sobre sus gemelos. – Se lo agradezco...
Y se estaba posicionando de manera que quedase de espaldas a ellos –aunque pecase de maleducada por el gesto– cuando divisó por el rabillo del ojo al elfo, el cual se dirigió a ella mientras echaba mano a sus pertenencias.
Cat lo miraba por encima de su hombro manteniéndose quieta en el sitio donde se había arrodillado, pero pese a eso, su expresión denotó ligeramente algo más de tranquilidad. Estaba bien saber que el muchacho no le guardaba ningún tipo de rencor por su naturaleza, al menos aparentemente. Y no solo eso, sino que se levantó de su asiento improvisado y fue acercándose a ella hasta depositar a su lado una capa, ofreciéndosela como atuendo en lo que tardase en volver a poder usar su ropa.
– G-gracias –Titubeó la albina subiendo la vista un momento, lo justo para cruzar su mirada con la del pelirrojo antes de agachar de nuevo la cabeza. No se esperaba algo así, y sus mejillas estuvieron a punto de intensificar su rosado natural por puro nervio y, quizás, cierta emoción por la atención recibida.
Iltharion volvió a su asiento mientras el Capitán le respondía la anterior cuestión que el elfo dejó antes caer. Y mientras los dos cruzaban algunas palabras, Cat dio cuenta de las cosas que le habían proporcionado para asearse lo más deprisa posible.
Enjuagó el trapo para limpiarse primero la piel: la cara, y la zona del pecho que se había ido empapando progresivamente. También aprovechó para refrescarse algunas zonas magulladas en los brazos por los golpes de la caída que sufrió.
Después, reparó en la capa que le había dejado el pelirrojo para rodearse con ella, pasándosela sobre los hombros y dejándola caer como una cortina sobre su cuerpo, pudiendo quitarse la blusa sin problemas.
Estaba enjuagando la prenda dentro del cubo, cuando escuchó lo último que mencionó Iltharion, con lo que se giró levemente para mirarlo al darse por aludida, y miró después al Capitán, haciendo sus propias e inocentes deducciones tras lo que dijo el elfo.
– Quizá tendría que avisar a la guardia, señor – Cat mantuvo una entonación suave, pero en cierto modo parecía que hablaba con algo de más firmeza que antes. – Si esas personas le han molestado hoy… podrían hacerlo en otra ocasión –Exprimió el agua de la blusa y la colocó extendida en el suelo. No le importaba que se ensuciara de polvo, al menos lo que quedaba de sangre no era más que una leve marca que hacía pasar por desteñida la tela. – Si pide que se realicen más rondas por esta calle, aunque lo haga con una excusa falsa... podrá mantener mejor vigilada su casa, y a esa gente más alejada.
La última frase la cerró con cierto vestigio de duda, en realidad no sabía el motivo por el que aquellos tipos reclamaban el hogar de Werner, pero si no lo estaban haciendo por la vía legal, probablemente estuvieran tan sucios como los posibles actos que el hombre bestia pudiera haber cometido.
Los segundos que Werner tardó en reaccionar estuvieron a punto de desatar el nudo en la garganta de la joven vampira, la cual separó los labios para volver a dirigirse al hombre bestia anunciando su cambio de opinión. Pero no hizo falta.
Antes siquiera de que la chica hiciera el amago de hablar, el Capitán se levantó de forma pesada y lenta. Quizás no fue tanto el esfuerzo, pero para Catherine resultó demasiado, y tuvo que retenerse para no volver a disculparse, soltando poco más que un suspiro mientras desviaba la vista por el camino que tomaba Werner hacia el baño.
No tardó en salir con lo requerido por la chica, y tan pronto como el hombre bestia le dejaba el cubo y el trapo a su lado, la vampira agachó levemente la cabeza a modo de agradecimiento.
– Esto es más que suficiente, señor –Siseó ella mientras se agachaba sentándose sobre sus gemelos. – Se lo agradezco...
Y se estaba posicionando de manera que quedase de espaldas a ellos –aunque pecase de maleducada por el gesto– cuando divisó por el rabillo del ojo al elfo, el cual se dirigió a ella mientras echaba mano a sus pertenencias.
Cat lo miraba por encima de su hombro manteniéndose quieta en el sitio donde se había arrodillado, pero pese a eso, su expresión denotó ligeramente algo más de tranquilidad. Estaba bien saber que el muchacho no le guardaba ningún tipo de rencor por su naturaleza, al menos aparentemente. Y no solo eso, sino que se levantó de su asiento improvisado y fue acercándose a ella hasta depositar a su lado una capa, ofreciéndosela como atuendo en lo que tardase en volver a poder usar su ropa.
– G-gracias –Titubeó la albina subiendo la vista un momento, lo justo para cruzar su mirada con la del pelirrojo antes de agachar de nuevo la cabeza. No se esperaba algo así, y sus mejillas estuvieron a punto de intensificar su rosado natural por puro nervio y, quizás, cierta emoción por la atención recibida.
Iltharion volvió a su asiento mientras el Capitán le respondía la anterior cuestión que el elfo dejó antes caer. Y mientras los dos cruzaban algunas palabras, Cat dio cuenta de las cosas que le habían proporcionado para asearse lo más deprisa posible.
Enjuagó el trapo para limpiarse primero la piel: la cara, y la zona del pecho que se había ido empapando progresivamente. También aprovechó para refrescarse algunas zonas magulladas en los brazos por los golpes de la caída que sufrió.
Después, reparó en la capa que le había dejado el pelirrojo para rodearse con ella, pasándosela sobre los hombros y dejándola caer como una cortina sobre su cuerpo, pudiendo quitarse la blusa sin problemas.
Estaba enjuagando la prenda dentro del cubo, cuando escuchó lo último que mencionó Iltharion, con lo que se giró levemente para mirarlo al darse por aludida, y miró después al Capitán, haciendo sus propias e inocentes deducciones tras lo que dijo el elfo.
– Quizá tendría que avisar a la guardia, señor – Cat mantuvo una entonación suave, pero en cierto modo parecía que hablaba con algo de más firmeza que antes. – Si esas personas le han molestado hoy… podrían hacerlo en otra ocasión –Exprimió el agua de la blusa y la colocó extendida en el suelo. No le importaba que se ensuciara de polvo, al menos lo que quedaba de sangre no era más que una leve marca que hacía pasar por desteñida la tela. – Si pide que se realicen más rondas por esta calle, aunque lo haga con una excusa falsa... podrá mantener mejor vigilada su casa, y a esa gente más alejada.
La última frase la cerró con cierto vestigio de duda, en realidad no sabía el motivo por el que aquellos tipos reclamaban el hogar de Werner, pero si no lo estaban haciendo por la vía legal, probablemente estuvieran tan sucios como los posibles actos que el hombre bestia pudiera haber cometido.
Catherine Blair
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Re: Noche de desahucio [Interpretativo] [Libre] [Cerrado]
En respuesta a las palabras del el elfo, el Capitán hizo una pequeña y forzada sonrisa. No porque le hubiera hecho el comentario respecto a los muchos maridos que había enfadado, sino porque responder a su broma con una sonrisa era lo más respetuoso que podía hacer. Ésta no era la primera vez que el Capitán escuchaba un comentario similar y podía jugarse la barba que tampoco sería la última; en una vida pirata como la suya era costumbre escuchar a los típicos marineros socarrones presumir de cuántas mujeres se habían follado cada noche y de cuántos maridos les estarían persiguiendo durante el día. Memeces. Estar con una mujer, para Alfred, no era algo con lo que se debía presumir. Él se había acostado, en sus buenos tiempos, con más mujeres que cualquiera de sus marineros, quizás también más que el elfo Iltharion. Pero, no por ello se iba a enorgullecer jamás. Los nombres de sus amantes quedarán guardados en el cofre de sus secretos por siempre jamás.
Solo una de las mujeres se había escapado del cofre de los secretos: Su auténtico amor y difunta prometida, Goldie. No había quien la pudiera retener y, contra más intentaba controlar sus recuerdos, ella salía con más fuerza en forma de visiones.
A un lado del salón estaba la joven vampiresa limpiándose las heridas mientras tapaba sus zonas privadas con la capa que el había cedido Iltharion, al otro lado estaba el elfo sentado de nuevo sobre el baúl de los licores y preparando alguna especie de diminuta pipa de papel pero sin chimenea; y finalmente, en medio de los dos jóvenes y enfrente del viejo sillón donde estaba sentado el Capitán, estaba Goldie observando a cada uno de los presentes con gran expectación y alegría. Alfred pensó que quizás Goldie se alegrase de ver que la casa donde estuvo viviendo más de dos años que no servía cobijo a dos invitados, pero pronto deshizo todo cuanto había pensado al darse cuenta que las ilusiones en forma de Goldie eran una proyección de sus propias ideas y sentimientos. No era ella quien estaba alegre sino él mismo. Esta vez, la corta y fugaz sonrisa que se pudo ver en sus labios, fue sincera y para nada forzada como había sido la que sirvió como respuesta al elfo.
La conversación empezó de forma fluida y natural por parte de Iltharion, ese elfo tenía un carisma y una facilidad de palabra dignas de ser admiradas. El Capitán se siguió callado. Lo único que se le pasaba por la cabeza eran palabras crueles y pesimistas respecto al futuro que le esperaba. Era posible que hoy tuviera aun la cabeza sobre los hombros pero con cada día que pasaba el peligro aumentaba y sus enemigos se harían más numerosos. A Iltharion le haría falta contagiarse del propio pesimismo del Capitán para ver la realidad que estaba viviendo; sin embargo, ni una sola palabra salió en respuesta al elfo. La pequeña vampira, a medida que pasaba más y más tiempo bajo techo, parecía estar más y más animada; a ella no le haría ningún bien escuchar los sermones de un viejo pirata.
Las deducciones del Capitán no fueron erróneas. La chica se vio más animada e incluso se atrevió a contestar al elfo con mucho más que una de las disculpas que habituaba a hacer.
-Soy un pirata- empezó a hablar el Capitán con una enorme sonrisa sarcástica en su boca-los guardias no confían en los piratas- el cansancio y las heridas que había recibido durante el combate le hacían sacar su peor tono de voz, aquel que más se distanciaba del intelectual escritor que era y se convertía en el pirata desagradable y borracho que antaño fue.- Me defenderé con mis propios medios como he hecho siempre- bebió de la botella que le había cogido a Iltharion con la intención de olvidar que la última que dijo algo parecido tuvo que sacrificar su antiguo navío el Sueños Cumplidos. –si aun sigo con vida después de las muchas veces que me han amenazado de muerte, creo que podré hacerlo una vez más. –finalizó de hablar en el mismo momento que dejó de sonreír.
Solo una de las mujeres se había escapado del cofre de los secretos: Su auténtico amor y difunta prometida, Goldie. No había quien la pudiera retener y, contra más intentaba controlar sus recuerdos, ella salía con más fuerza en forma de visiones.
A un lado del salón estaba la joven vampiresa limpiándose las heridas mientras tapaba sus zonas privadas con la capa que el había cedido Iltharion, al otro lado estaba el elfo sentado de nuevo sobre el baúl de los licores y preparando alguna especie de diminuta pipa de papel pero sin chimenea; y finalmente, en medio de los dos jóvenes y enfrente del viejo sillón donde estaba sentado el Capitán, estaba Goldie observando a cada uno de los presentes con gran expectación y alegría. Alfred pensó que quizás Goldie se alegrase de ver que la casa donde estuvo viviendo más de dos años que no servía cobijo a dos invitados, pero pronto deshizo todo cuanto había pensado al darse cuenta que las ilusiones en forma de Goldie eran una proyección de sus propias ideas y sentimientos. No era ella quien estaba alegre sino él mismo. Esta vez, la corta y fugaz sonrisa que se pudo ver en sus labios, fue sincera y para nada forzada como había sido la que sirvió como respuesta al elfo.
La conversación empezó de forma fluida y natural por parte de Iltharion, ese elfo tenía un carisma y una facilidad de palabra dignas de ser admiradas. El Capitán se siguió callado. Lo único que se le pasaba por la cabeza eran palabras crueles y pesimistas respecto al futuro que le esperaba. Era posible que hoy tuviera aun la cabeza sobre los hombros pero con cada día que pasaba el peligro aumentaba y sus enemigos se harían más numerosos. A Iltharion le haría falta contagiarse del propio pesimismo del Capitán para ver la realidad que estaba viviendo; sin embargo, ni una sola palabra salió en respuesta al elfo. La pequeña vampira, a medida que pasaba más y más tiempo bajo techo, parecía estar más y más animada; a ella no le haría ningún bien escuchar los sermones de un viejo pirata.
Las deducciones del Capitán no fueron erróneas. La chica se vio más animada e incluso se atrevió a contestar al elfo con mucho más que una de las disculpas que habituaba a hacer.
-Soy un pirata- empezó a hablar el Capitán con una enorme sonrisa sarcástica en su boca-los guardias no confían en los piratas- el cansancio y las heridas que había recibido durante el combate le hacían sacar su peor tono de voz, aquel que más se distanciaba del intelectual escritor que era y se convertía en el pirata desagradable y borracho que antaño fue.- Me defenderé con mis propios medios como he hecho siempre- bebió de la botella que le había cogido a Iltharion con la intención de olvidar que la última que dijo algo parecido tuvo que sacrificar su antiguo navío el Sueños Cumplidos. –si aun sigo con vida después de las muchas veces que me han amenazado de muerte, creo que podré hacerlo una vez más. –finalizó de hablar en el mismo momento que dejó de sonreír.
El Capitán Werner
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Re: Noche de desahucio [Interpretativo] [Libre] [Cerrado]
Iltharion sonrió ligeramente al escuchar la sugerencia de la joven, sin duda inocente. Si alguien con el suficiente dinero como para enviar a tres mercenarios y un hombre de ley a por el capitán lo quería muerto, difícilmente tendría remilgos en sobornar a la guardia para que esta hiciera oídos sordos, o incluso se apartaran de la casa del hombre pulpo para darle mas terreno libre a los asesinos.
La respuesta que le dedicó el capitán a la joven no le sorprendió en lo mas mínimo, como tampoco le había sorprendido la forzada sonrisa ante su comentario. El capitán cada vez lucia menos como una aterradora criatura y mas como un viejo gruñón y cascarrabias, como lo eran todos aquellos quienes llevaban sobre sus hombros la culpa de todo lo que no habían podido hacer, de todo lo que se les había escapado o perdido en su vida. Era la viva imagen de un hombre acosado por el pasado, lo mismo en lo que el podría haberse convertido, de haber sido distinto. Por suerte, era un viejo que parecía joven y que seguía siendo igual de libre que una alondra.
El elfo alzó la botella mirando su contenido a contraluz, distraído unos segundos en sus propios pensamientos, o mejor dicho en al carencia de ellos gracias al ardiente líquido que contenía la botella, para finalmente, darle otro trago.
-Casi podría cortar el aire con una daga.- Comentó con naturalidad el bardo, dando una calada profunda al cigarrillo, ignorando la aplastante sinceridad con la que había puesto en palabras el tenso ambiente que había quedado tras el ultimo aporte del capitan. Cuando se pasaba con el alcohol solía adoptar la mala costumbre de no pensar demasiado antes de hablar, algo terriblemente malo para su persona, pero inevitable si se combinaba la perdida de sangre con un fuerte licor como era el caso. Era, como se dice de algunos, un mal borracho, pero al menos no uno violento.
-Eres uno de los pocos piratas al que parece que no le hago demasiada gracia.- Se encogió de hombros el elfo. Pésima idea porque aquel gesto tironeo de la herida haciéndole gemir de dolor, y blasfemar por lo bajo.
-Pero al menos tienes la cortesía de alojarme después de lo que paso a fuera. Eres un pirata extraño.- Sentenció.- Pocas veces se ven principios en un ladrón, ya sea de mar o de tierra.-Prosiguió con total honradez, antes de dejarse caer hacia atrás hasta apoyar la espalda en la pared, y girar perezosamente el rostro hacia la muchacha que se cubría con la capa.
Había visto las suficientes mujeres como para poder imaginarse que había debajo de la tela sin la necesidad de esforzarse demasiado, y no tenía apuro alguno por avergonzar a la dama. Aun así el pudor con el que se había hecho una bolita, y disculpado por algo que resultaba natural para su especie si era algo que no acostumbraba a ver.
-No quiero hacerte sentir incomoda ni nada de eso pero, si yo fuera un vampiro y quisiera comer marisco, no creo que me atreviera a intentar acechar a nuestro buen amigo el capitán.- Aun en ese estado era obvio para el que él no era el motivo por el que la joven se encontraba en aquel lugar, y tampoco parecía estar siguiendo los mercenarios, pero no la había visto cuando se había acercado al hombre pulpo aun y lo cerca que estaba de el, asi que por descarte, la joven debía de estarle siguiendo a escondidas.-Tienes ...agallas.- finalizó tras dudar un segundo, y sacudió la cabeza, consiguiendo por los pelos no decir una burrada mas grande que las perlas que ya había soltado.
-¿Que es esto?.- Le preguntó al pirata, siendo mas consciente ya de su ebriedad.- No debería de estar tomándolo.- Y aun así, dio otro trago seguido de aquella afirmación. Prefería la embriaguez al dolor de sus heridas.
La respuesta que le dedicó el capitán a la joven no le sorprendió en lo mas mínimo, como tampoco le había sorprendido la forzada sonrisa ante su comentario. El capitán cada vez lucia menos como una aterradora criatura y mas como un viejo gruñón y cascarrabias, como lo eran todos aquellos quienes llevaban sobre sus hombros la culpa de todo lo que no habían podido hacer, de todo lo que se les había escapado o perdido en su vida. Era la viva imagen de un hombre acosado por el pasado, lo mismo en lo que el podría haberse convertido, de haber sido distinto. Por suerte, era un viejo que parecía joven y que seguía siendo igual de libre que una alondra.
El elfo alzó la botella mirando su contenido a contraluz, distraído unos segundos en sus propios pensamientos, o mejor dicho en al carencia de ellos gracias al ardiente líquido que contenía la botella, para finalmente, darle otro trago.
-Casi podría cortar el aire con una daga.- Comentó con naturalidad el bardo, dando una calada profunda al cigarrillo, ignorando la aplastante sinceridad con la que había puesto en palabras el tenso ambiente que había quedado tras el ultimo aporte del capitan. Cuando se pasaba con el alcohol solía adoptar la mala costumbre de no pensar demasiado antes de hablar, algo terriblemente malo para su persona, pero inevitable si se combinaba la perdida de sangre con un fuerte licor como era el caso. Era, como se dice de algunos, un mal borracho, pero al menos no uno violento.
-Eres uno de los pocos piratas al que parece que no le hago demasiada gracia.- Se encogió de hombros el elfo. Pésima idea porque aquel gesto tironeo de la herida haciéndole gemir de dolor, y blasfemar por lo bajo.
-Pero al menos tienes la cortesía de alojarme después de lo que paso a fuera. Eres un pirata extraño.- Sentenció.- Pocas veces se ven principios en un ladrón, ya sea de mar o de tierra.-Prosiguió con total honradez, antes de dejarse caer hacia atrás hasta apoyar la espalda en la pared, y girar perezosamente el rostro hacia la muchacha que se cubría con la capa.
Había visto las suficientes mujeres como para poder imaginarse que había debajo de la tela sin la necesidad de esforzarse demasiado, y no tenía apuro alguno por avergonzar a la dama. Aun así el pudor con el que se había hecho una bolita, y disculpado por algo que resultaba natural para su especie si era algo que no acostumbraba a ver.
-No quiero hacerte sentir incomoda ni nada de eso pero, si yo fuera un vampiro y quisiera comer marisco, no creo que me atreviera a intentar acechar a nuestro buen amigo el capitán.- Aun en ese estado era obvio para el que él no era el motivo por el que la joven se encontraba en aquel lugar, y tampoco parecía estar siguiendo los mercenarios, pero no la había visto cuando se había acercado al hombre pulpo aun y lo cerca que estaba de el, asi que por descarte, la joven debía de estarle siguiendo a escondidas.-Tienes ...agallas.- finalizó tras dudar un segundo, y sacudió la cabeza, consiguiendo por los pelos no decir una burrada mas grande que las perlas que ya había soltado.
-¿Que es esto?.- Le preguntó al pirata, siendo mas consciente ya de su ebriedad.- No debería de estar tomándolo.- Y aun así, dio otro trago seguido de aquella afirmación. Prefería la embriaguez al dolor de sus heridas.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Noche de desahucio [Interpretativo] [Libre] [Cerrado]
La expresión de la vampira cambió un solo segundo al escuchar el origen del “oficio” del Capitán. Y aquel breve instante fue suficiente para leer dos cosas sobre el poema que se describió en las facciones de la chica.
Lo primero fue la sorpresa, la estupefacción de saber que Werner era un pirata, y que éste lo mencionara con tal naturalidad, así como sus costumbres, endureciendo el tétrico rostro que antes sonreía. Y, lo segundo, venía cogido de la mano a lo primero, mostrándose avergonzada por aquel gesto de asombro.
Era tan obvio que, como mínimo, el hombre bestia era un marinero por las pintas de su traje, que irónicamente pasó completamente inadvertido para la joven. Pero… era un pirata. No había visto en él lo rastrero y sucio que tenía entendido para con la actitud de aquellos criminales del mar. Aunque su apariencia fuera fiera y aterradora para muchos, Cat lo miró desde el primer momento como un hombre cansado, mayor… y su gesto más reciente le decía también que era un hombre amable. Quizás pensar así la llevaría otra vez a pecar de confiada.
Con un nuevo gesto retraído, la joven vampira agachó la cabeza acurrucándose dentro de la capa del pelirrojo, y apretó los labios para que estos no volvieran a dejar escapar otra disculpa.
Y fue precisamente el dueño del atuendo en el que ahora se apretujaba la albina quien rompió el silencio, soltando una frase en ese tono suyo el cual se le antojaba tan gracioso como socarrón a la muchacha, que dirigió su mirada hacia Iltharion en cuanto se pronunció.
El elfo se dirigió al capitán primero, y lo que dijo de él estuvo a punto de sacar una leve sonrisa a Cat, pensando en la extraña coincidencia de sus pensamientos y lo que el joven expresó en voz alta. Pero el pelirrojo no tardó en referirse a ella, cerrando por completo la frágil curvatura que habían dibujado sus labios cuando escuchó lo que dijo.
De pronto se tensó, y, mirando tanto al Capitán como a Iltharion, comenzó a negar con la cabeza aprovechando el gesto de volverla de uno hacia el otro.
– N-no… no era… –“eso” iba a continuar diciendo, cuando se percató de la última mención que le hizo el joven.
¿Agallas?, ¿ella? No sabía si sus mejillas volvían a arrebolarse por lo incómodo de la situación, o porque alguien en todo el poco mundo que conocía la vampira pensaba que tenía un mínimo de valor.
Escondió aún más el rostro tras los pliegues de la capa, tratando de ocultarse hasta cubrir su nariz. Echó una última ojeada al Capitán y luego volvió la vista hacia el elfo se acomodado sobre la pared.
– No lo seguía por… –Carraspeó. –…por el hambre. Era… es la primera vez que veo a una persona de… su naturaleza –Miró de nuevo a Werner, y sintió la necesidad de inclinar levemente la cabeza a modo de disculpa. – No he salido mucho… conozco poco más de lo que se puede leer en un libro.
Para cuando dijo aquello ya había desviado la vista de ambos hombres, estirando el brazo para tocar la prenda del suelo. Aún estaba húmeda, y lo que le faltaría por secarse. En la casa no había otro punto de calor que no fueran las tenues iluminaciones y el canutillo del elfo. Cat suspiró sin darse cuenta, sintiendo muy caliente su mano en comparación con la ropa.
Aunque antes quisiera salir corriendo, en aquel momento no estaba realmente incómoda allí, y se puso como límite el que Iltharion decidiera marchar. Lo miró de soslayo, quizás eso fuera cuando se terminase la botella que sostenía y le emborrachaba, y dudaba que su blusa estuviera a punto ni aunque el muchacho decidiera tomarse otra botella entera al ritmo que iba.
Lo primero fue la sorpresa, la estupefacción de saber que Werner era un pirata, y que éste lo mencionara con tal naturalidad, así como sus costumbres, endureciendo el tétrico rostro que antes sonreía. Y, lo segundo, venía cogido de la mano a lo primero, mostrándose avergonzada por aquel gesto de asombro.
Era tan obvio que, como mínimo, el hombre bestia era un marinero por las pintas de su traje, que irónicamente pasó completamente inadvertido para la joven. Pero… era un pirata. No había visto en él lo rastrero y sucio que tenía entendido para con la actitud de aquellos criminales del mar. Aunque su apariencia fuera fiera y aterradora para muchos, Cat lo miró desde el primer momento como un hombre cansado, mayor… y su gesto más reciente le decía también que era un hombre amable. Quizás pensar así la llevaría otra vez a pecar de confiada.
Con un nuevo gesto retraído, la joven vampira agachó la cabeza acurrucándose dentro de la capa del pelirrojo, y apretó los labios para que estos no volvieran a dejar escapar otra disculpa.
Y fue precisamente el dueño del atuendo en el que ahora se apretujaba la albina quien rompió el silencio, soltando una frase en ese tono suyo el cual se le antojaba tan gracioso como socarrón a la muchacha, que dirigió su mirada hacia Iltharion en cuanto se pronunció.
El elfo se dirigió al capitán primero, y lo que dijo de él estuvo a punto de sacar una leve sonrisa a Cat, pensando en la extraña coincidencia de sus pensamientos y lo que el joven expresó en voz alta. Pero el pelirrojo no tardó en referirse a ella, cerrando por completo la frágil curvatura que habían dibujado sus labios cuando escuchó lo que dijo.
De pronto se tensó, y, mirando tanto al Capitán como a Iltharion, comenzó a negar con la cabeza aprovechando el gesto de volverla de uno hacia el otro.
– N-no… no era… –“eso” iba a continuar diciendo, cuando se percató de la última mención que le hizo el joven.
¿Agallas?, ¿ella? No sabía si sus mejillas volvían a arrebolarse por lo incómodo de la situación, o porque alguien en todo el poco mundo que conocía la vampira pensaba que tenía un mínimo de valor.
Escondió aún más el rostro tras los pliegues de la capa, tratando de ocultarse hasta cubrir su nariz. Echó una última ojeada al Capitán y luego volvió la vista hacia el elfo se acomodado sobre la pared.
– No lo seguía por… –Carraspeó. –…por el hambre. Era… es la primera vez que veo a una persona de… su naturaleza –Miró de nuevo a Werner, y sintió la necesidad de inclinar levemente la cabeza a modo de disculpa. – No he salido mucho… conozco poco más de lo que se puede leer en un libro.
Para cuando dijo aquello ya había desviado la vista de ambos hombres, estirando el brazo para tocar la prenda del suelo. Aún estaba húmeda, y lo que le faltaría por secarse. En la casa no había otro punto de calor que no fueran las tenues iluminaciones y el canutillo del elfo. Cat suspiró sin darse cuenta, sintiendo muy caliente su mano en comparación con la ropa.
Aunque antes quisiera salir corriendo, en aquel momento no estaba realmente incómoda allí, y se puso como límite el que Iltharion decidiera marchar. Lo miró de soslayo, quizás eso fuera cuando se terminase la botella que sostenía y le emborrachaba, y dudaba que su blusa estuviera a punto ni aunque el muchacho decidiera tomarse otra botella entera al ritmo que iba.
Catherine Blair
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