Aire, aire puro. [Interpretativo] [CERRADO] [2/3]
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Aire, aire puro. [Interpretativo] [CERRADO] [2/3]
Eoghan se había hartado de la prisión de piedra. Sí, después de estar recluido entre las murallas de Lunargenta durante más de dos meses, había decidido salir a dar una vuelta. Una vuelta larga, si era posible, aunque eso supusiera desatender sus obligaciones en los talleres durante una temporada. En cuanto salió de la ciudad y los guardias le miraron de reojillo mientras controlaban a los que entraban, decidió apartarse del camino tras un par de kilómetros andando.
Kilómetros que pasó a largas zancadas, tan sosegadas y tranquilas como de costumbre, pero que le permitían caminar rápidamente, a buen ritmo. Los restos de aquella helada de unos días atrás aun se conservaban: Había nieve en los lindes del camino, e incluso sobre la hierba y los matojos. Algunos charcos se habían congelado, y de hecho hacía un frío invernal particularmente fuerte.
Un frío que él nunca antes había sentido. No era particularmente viejo, claro, pero sí que era poco común que, tras veintitantos años que llevaba él con vida nunca hubiera sucedido una helada como aquella, y luego las nuevas que trajo aquel heraldo dragón unos días atrás...
Se paró brevemente en medio del camino. Miró hacia arriba, al cielo semi encapotado. Era un día curioso. La mañana, aunque era fría, se había levantado con un sol pálido en un estado entre otoñal e invernal, cuyos rayos de sol atravesaban los resquicios de las nubes, como flechas partiendo el cuero al caer sobre un enemigo. Quizás el frío no era tan malo como él pensaba, y aquellos pequeños placeres de ver los rayos del sol a través de las nubes como algo nimio, pintando los árboles semicubiertos de los blancos copos, valían la pena.
Al menos, valían la pena si la nieve no había quemado la cosecha, porque si era así e iba a haber hambruna, ya se estaba viendo que las iba a pasar canutas próximamente. Eso le llevó a pensar, una vez más, ¿qué podía haber cambiado para que la climatología se hubiera vuelto así de loca tan de pronto? ¿O es que sus conocimientos sobre la historia eran tan leves que no lograba recordar algo como aquello en largo, largo tiempo?
Divagó y pensó interiormente durante un rato mientras se apartaba del camino, aun sabiendo que corría el riesgo de que un bandido o un grupo de ellos le asaltasen, pero a él le preocupaba más bien poco. Era su dedicación al fin y al cabo. Cazarles, y hacer la vida más feliz a otros a los que no pudieran matar, no al menos con facilidad. Caminó y caminó, con cuidado de no resbalar... Hasta que de pronto enganchó un pie a una raíz superficial de un árbol. El puñetero alcornoque estaba ahí para fastidiarle, claro.
Hubiera sido solo una molestia leve, una anécdota de haberse torcido el tobillo, si no fuera por que la raíz estaba precisamente levantada a cuento de una pendiente. Eoghan cayó de costado sobre los matojos y la hojarrasca, mientras dejaba escapar un gruñido de fastidio mezclado con cierto dolor debido a las contusiones que se estaba llevando al terminar la cuesta. Al final, cuando al fin llegó al llano, se sorprendió al ver una pequeña laguna en un claro. No era muy grande, ni tan siquiera profunda a rabiar, como mucho si la cruzaba el agua le llegaría a las rodillas o la cintura en la parte más profunda, pero era agua fresca y clara.
Bueno, estaba claro que tenía un inconveniente: El riachuelo que provocaba la pequeña laguna estaba congelado, y el flujo de agua paralizado, aunque era de buena mañana: Seguramente al mediodía se descongelaría. Se resintió de las contusiones provocadas por la larga y aparatosa caída. Intentó ponerse en pie ayudándose de la lanza, pero notó un agudo dolor en el tobillo. Maldijo por lo bajo. Se lo había torcido. Tendría que descansar un rato y tratárselo, o no podría caminar en un rato bastante largo, por no decir días.
Y por supuesto, estaba hasta las narices de ir al hospital cada vez que salía herido.
Dejó la lanza a un lado y se sentó al lado de la laguna, sobre una pequeña roca que bien le servía para sentarse.
-Joder, Eoghan... Un día te vas a matar haciendo el imbécil. -Gruñó para sí mientras se quitaba una de sus ajadas y despellejadas botas y observaba el tobillo ligeramente enrojecido. Suspiró y miró el agua. Como metiera el pie ahí dentro, se iba a arrepentir.
Kilómetros que pasó a largas zancadas, tan sosegadas y tranquilas como de costumbre, pero que le permitían caminar rápidamente, a buen ritmo. Los restos de aquella helada de unos días atrás aun se conservaban: Había nieve en los lindes del camino, e incluso sobre la hierba y los matojos. Algunos charcos se habían congelado, y de hecho hacía un frío invernal particularmente fuerte.
Un frío que él nunca antes había sentido. No era particularmente viejo, claro, pero sí que era poco común que, tras veintitantos años que llevaba él con vida nunca hubiera sucedido una helada como aquella, y luego las nuevas que trajo aquel heraldo dragón unos días atrás...
Se paró brevemente en medio del camino. Miró hacia arriba, al cielo semi encapotado. Era un día curioso. La mañana, aunque era fría, se había levantado con un sol pálido en un estado entre otoñal e invernal, cuyos rayos de sol atravesaban los resquicios de las nubes, como flechas partiendo el cuero al caer sobre un enemigo. Quizás el frío no era tan malo como él pensaba, y aquellos pequeños placeres de ver los rayos del sol a través de las nubes como algo nimio, pintando los árboles semicubiertos de los blancos copos, valían la pena.
Al menos, valían la pena si la nieve no había quemado la cosecha, porque si era así e iba a haber hambruna, ya se estaba viendo que las iba a pasar canutas próximamente. Eso le llevó a pensar, una vez más, ¿qué podía haber cambiado para que la climatología se hubiera vuelto así de loca tan de pronto? ¿O es que sus conocimientos sobre la historia eran tan leves que no lograba recordar algo como aquello en largo, largo tiempo?
Divagó y pensó interiormente durante un rato mientras se apartaba del camino, aun sabiendo que corría el riesgo de que un bandido o un grupo de ellos le asaltasen, pero a él le preocupaba más bien poco. Era su dedicación al fin y al cabo. Cazarles, y hacer la vida más feliz a otros a los que no pudieran matar, no al menos con facilidad. Caminó y caminó, con cuidado de no resbalar... Hasta que de pronto enganchó un pie a una raíz superficial de un árbol. El puñetero alcornoque estaba ahí para fastidiarle, claro.
Hubiera sido solo una molestia leve, una anécdota de haberse torcido el tobillo, si no fuera por que la raíz estaba precisamente levantada a cuento de una pendiente. Eoghan cayó de costado sobre los matojos y la hojarrasca, mientras dejaba escapar un gruñido de fastidio mezclado con cierto dolor debido a las contusiones que se estaba llevando al terminar la cuesta. Al final, cuando al fin llegó al llano, se sorprendió al ver una pequeña laguna en un claro. No era muy grande, ni tan siquiera profunda a rabiar, como mucho si la cruzaba el agua le llegaría a las rodillas o la cintura en la parte más profunda, pero era agua fresca y clara.
Bueno, estaba claro que tenía un inconveniente: El riachuelo que provocaba la pequeña laguna estaba congelado, y el flujo de agua paralizado, aunque era de buena mañana: Seguramente al mediodía se descongelaría. Se resintió de las contusiones provocadas por la larga y aparatosa caída. Intentó ponerse en pie ayudándose de la lanza, pero notó un agudo dolor en el tobillo. Maldijo por lo bajo. Se lo había torcido. Tendría que descansar un rato y tratárselo, o no podría caminar en un rato bastante largo, por no decir días.
Y por supuesto, estaba hasta las narices de ir al hospital cada vez que salía herido.
Dejó la lanza a un lado y se sentó al lado de la laguna, sobre una pequeña roca que bien le servía para sentarse.
-Joder, Eoghan... Un día te vas a matar haciendo el imbécil. -Gruñó para sí mientras se quitaba una de sus ajadas y despellejadas botas y observaba el tobillo ligeramente enrojecido. Suspiró y miró el agua. Como metiera el pie ahí dentro, se iba a arrepentir.
Última edición por Eoghan Lothannor el Sáb Jun 11 2016, 14:43, editado 1 vez
Eoghan Lothannor
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Re: Aire, aire puro. [Interpretativo] [CERRADO] [2/3]
Aquella pequeña laguna que había descubierto pro pura casualidad había resultado ser toda una bendición, me daba paz, tranquilidad, tenia agua abundante cuando no estaba congelada, y me permitía abstraerse de la cacofonía de sonidos que emanaba la ciudad constantemente. Incluso había logrado encontrar un pequeño refugio cercano para poder dormitar en mi forma draconiana sin ser molestada.
Las cercanías del lago hacia que los animales que no hibernaban abundaran en la zona, por eso también, tenia menos problemas para alimentarse de los que suponía el invierno en los reinos del norte. La nostalgia golpeaba con fuerza los días de mas frío, sobre todo tras la ultima helada en la península de Verisar, pero a su vez, hacia mi estadía en ese territorio mucho mas confortable.
Era un día nublado, como los que me gustaban, el sol no era suficientemente fuerte como para cegar con su reflejo sobre la nieve, pero permitía una clara visibilidad del entorno, y los rayos que se colaban entre los nubarrones parecían brillantes columnas que sostenían los cielos, todas torcidas y aun así, hermosas y perfectas a la vista. El viento me azotaba constantemente pero sin furia, y podía planear tranquilamente en busca de presas.
Como de costumbre, el almuerzo fue abundante, y tras esputar los huesos que no pude digerir, me hice un ovillo cerca de un árbol, mimetizandome con la nieve, tan blanca y cristalina como mis escamas.
Un ruido extraño de hojas, tierra desprendida y algo caer de forma sorda me saco de mi ligera ensoñación. Abrí un ojo y mire a mi alrededor, buscando detenidamente su causa. Un humano, se acerco con paso extraño al lago, congelado todavía por la hora temprana en la que nos encontrábamos.
Parecía que mi rincón secreto no era tan secreto después de todo.
Abrí el otro ojo, para observarlo mejor, como se sentaba, dejaba sus armas y...¿Se quitaba una bota?... Desenrolle el cuello irguiéndolo para ver mejor, parecía enrojecido. No me costó atar cabos, ruido, estruendo, los restos de tierra y hojas sobre el muchacho, y su examen del pie. Se había accidentado.
Pese no ser una experta en atenciones me había tropezado las suficientes veces como para tener uno o dos trucos de conocimiento básico. Así que, dispuesta a ayudar a otro que compartía conmigo el nefasto don de la torpeza, e intentando a su vez no asustarle, emití un suave gorgojeo mientras inclinaba la cabeza a modo saludo, y muy lentamente me puse despacio y me acerqué, plegando todas las púas, y medio gacha para que entendiese que mi intención no era lastimarle.
Siempre atenta, sin embargo, a la posición de su arma, no fuere que, como el sr.Barbacero, ni su primer instinto fuera intenta empalar al dragón. Con la misma calma y parsimonia, alargue una zarpa, y gravé en la nieve, con una pulcra y gran caligrafía.
"¿Se encuentra bien sr.?"
Luego me alejé unos pasos, permitiendole acercarse si es que no podía leer bien des de su posición al lugar. Esperaba por los seis, que no se tratase de uno de esos aldeanos analfabetos, o peor, alguno de aquellos que nos tenían a los dragones por miseros ladrones de ganado, asesinos despiadados que se comían a sus familiares, o bestias destructivas que prendían fuego a las cosas porque sí. Sin olvidarse de los mercenarios que poco conocían de los hombres dragón y habían intentando ya ne varias ocasiones convertirme en un trofeo o un par de botas.
De todos modos nunca me encontré entre los dragones mas imponentes, gran parte de mi extensión eran mi largo cuello y mi considerable cola, contando con un cuerpo y una cabeza mas bien pequeños y finos.
Las cercanías del lago hacia que los animales que no hibernaban abundaran en la zona, por eso también, tenia menos problemas para alimentarse de los que suponía el invierno en los reinos del norte. La nostalgia golpeaba con fuerza los días de mas frío, sobre todo tras la ultima helada en la península de Verisar, pero a su vez, hacia mi estadía en ese territorio mucho mas confortable.
Era un día nublado, como los que me gustaban, el sol no era suficientemente fuerte como para cegar con su reflejo sobre la nieve, pero permitía una clara visibilidad del entorno, y los rayos que se colaban entre los nubarrones parecían brillantes columnas que sostenían los cielos, todas torcidas y aun así, hermosas y perfectas a la vista. El viento me azotaba constantemente pero sin furia, y podía planear tranquilamente en busca de presas.
Como de costumbre, el almuerzo fue abundante, y tras esputar los huesos que no pude digerir, me hice un ovillo cerca de un árbol, mimetizandome con la nieve, tan blanca y cristalina como mis escamas.
Un ruido extraño de hojas, tierra desprendida y algo caer de forma sorda me saco de mi ligera ensoñación. Abrí un ojo y mire a mi alrededor, buscando detenidamente su causa. Un humano, se acerco con paso extraño al lago, congelado todavía por la hora temprana en la que nos encontrábamos.
Parecía que mi rincón secreto no era tan secreto después de todo.
Abrí el otro ojo, para observarlo mejor, como se sentaba, dejaba sus armas y...¿Se quitaba una bota?... Desenrolle el cuello irguiéndolo para ver mejor, parecía enrojecido. No me costó atar cabos, ruido, estruendo, los restos de tierra y hojas sobre el muchacho, y su examen del pie. Se había accidentado.
Pese no ser una experta en atenciones me había tropezado las suficientes veces como para tener uno o dos trucos de conocimiento básico. Así que, dispuesta a ayudar a otro que compartía conmigo el nefasto don de la torpeza, e intentando a su vez no asustarle, emití un suave gorgojeo mientras inclinaba la cabeza a modo saludo, y muy lentamente me puse despacio y me acerqué, plegando todas las púas, y medio gacha para que entendiese que mi intención no era lastimarle.
Siempre atenta, sin embargo, a la posición de su arma, no fuere que, como el sr.Barbacero, ni su primer instinto fuera intenta empalar al dragón. Con la misma calma y parsimonia, alargue una zarpa, y gravé en la nieve, con una pulcra y gran caligrafía.
"¿Se encuentra bien sr.?"
Luego me alejé unos pasos, permitiendole acercarse si es que no podía leer bien des de su posición al lugar. Esperaba por los seis, que no se tratase de uno de esos aldeanos analfabetos, o peor, alguno de aquellos que nos tenían a los dragones por miseros ladrones de ganado, asesinos despiadados que se comían a sus familiares, o bestias destructivas que prendían fuego a las cosas porque sí. Sin olvidarse de los mercenarios que poco conocían de los hombres dragón y habían intentando ya ne varias ocasiones convertirme en un trofeo o un par de botas.
De todos modos nunca me encontré entre los dragones mas imponentes, gran parte de mi extensión eran mi largo cuello y mi considerable cola, contando con un cuerpo y una cabeza mas bien pequeños y finos.
Arygos Valnor
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Re: Aire, aire puro. [Interpretativo] [CERRADO] [2/3]
El viejo hombre no se asustó
ni de su oscuridad ni de su nombre;
en su seno encuentra el hombre
un término a su pesar.
Ella, compasiva, le ofreció
lejos del mundo un asilo,
donde a su sombra tranquila
para siempre duerma en paz.
Isla ella es del reposo
en medio el mar de la vida,
y el viejo allí olvida
la tormenta que pasó;
allí convidan al sueño
aguas puras sin murmullo,
allí se duerme al arrullo
de una brisa sin rumor.
Es melancólico sauce
que su ramaje doliente
inclina sobre la frente
que arrugara el padecer,
y aduerme al anciano, y sus sienes
con fresco jugo rocía
mientras el ala sombría
bate el olvido sobre él.
Es la dama misteriosa
de los últimos amores,
y ole ofrecío un lecho de flores,
sin espina ni dolor,
y amante daba su cariño
sin vanidad ni falsía;
no dio placer ni alegría,
más es eterno su amor.
En ella la ciencia enmudece,
en ella concluye la duda
y árida, clara, desnuda,
enseña la verdad;
y de la vida y la muerte
al sabio muestro el arcano
cuando al fin abre mi mano
la puerta a la eternidad.
Fue el viejo y, ardiente su cabeza
entre las manos reposa;
su sueño, madre amorosa;
eternidad ella regaló;
fue y yació para siempre
en blanca cama mullida,
donde el silencio convida
al reposo y al no ser.
Dejó que inquieten al hombre
que loco al mundo se lanza;
mentiras de la esperanza,
recuerdos del bien que huyó;
mentiras son sus amores,
mentiras son sus victorias,
y son mentiras sus glorias,
y mentira su ilusión.
Ella cerró su mano piadosa
tus ojos al blanco sueño,
y empapó suave beleño
tus lágrimas de dolor.
Ella calmó su quebranto
y sus dolientes gemidos,
apagando los latidos
de su herido corazón.
ni de su oscuridad ni de su nombre;
en su seno encuentra el hombre
un término a su pesar.
Ella, compasiva, le ofreció
lejos del mundo un asilo,
donde a su sombra tranquila
para siempre duerma en paz.
Isla ella es del reposo
en medio el mar de la vida,
y el viejo allí olvida
la tormenta que pasó;
allí convidan al sueño
aguas puras sin murmullo,
allí se duerme al arrullo
de una brisa sin rumor.
Es melancólico sauce
que su ramaje doliente
inclina sobre la frente
que arrugara el padecer,
y aduerme al anciano, y sus sienes
con fresco jugo rocía
mientras el ala sombría
bate el olvido sobre él.
Es la dama misteriosa
de los últimos amores,
y ole ofrecío un lecho de flores,
sin espina ni dolor,
y amante daba su cariño
sin vanidad ni falsía;
no dio placer ni alegría,
más es eterno su amor.
En ella la ciencia enmudece,
en ella concluye la duda
y árida, clara, desnuda,
enseña la verdad;
y de la vida y la muerte
al sabio muestro el arcano
cuando al fin abre mi mano
la puerta a la eternidad.
Fue el viejo y, ardiente su cabeza
entre las manos reposa;
su sueño, madre amorosa;
eternidad ella regaló;
fue y yació para siempre
en blanca cama mullida,
donde el silencio convida
al reposo y al no ser.
Dejó que inquieten al hombre
que loco al mundo se lanza;
mentiras de la esperanza,
recuerdos del bien que huyó;
mentiras son sus amores,
mentiras son sus victorias,
y son mentiras sus glorias,
y mentira su ilusión.
Ella cerró su mano piadosa
tus ojos al blanco sueño,
y empapó suave beleño
tus lágrimas de dolor.
Ella calmó su quebranto
y sus dolientes gemidos,
apagando los latidos
de su herido corazón.
Al fin, el Capitán Werner acabó el poema que durante dos largas semana estuvo escribiendo. El poema era un Requiem a su primer Capitán el cual, tras volverse completamente loco por el paso de los años, fue muriendo poco a poco hasta que al fin, la Dama de la Muerte lo acogió en su eterno lecho de descanso. Sabio, fuerte y ancino eran las tres únicas palabras con las que el Capitán Werner recordaría al Capitán Vercher.
Alfred se levantó del tocón donde se había sentado. El pequeño bosque situado en las afueras de la ciudad de Lunargenta era su jardín particular. Cada vez que necesitaba escribir o, simplemente, buscar un remanso de paz y tranquilidad alejado de todo el ajetreo del puerto, el Capitán cogía su zurrón con sus botes de tintas, sus hojas de papel y sus plumas y se sentaba bajo la copa de un árbol a escribir. Pocos eran los piratas que comprendían su extraña afición por la poesía, lo veían como un acto de locura, como algo que no encajaba en el perfil que debían presentar todos los capitanes piratas. Sin embargo, otros no solo comprendían estas aficiones sino que además las compartían. Y es que, al fin y al cabo, las famosas canciones que cantaban los piratas de cualquier navío no se habían escrito solas. En los días de tormenta y nevada, esos días en que ir en busqueda de tesoros naufragados era una tarea tan imprudente como meter las manos en el horno de un herrero, los sabios capitanes tenían la costumbre de reunirse en cualquiera de las tabernas del puerto para compartir sus escritos. El Capitán Werner, el último capitán de la Hermandad, todavía tenía esa misma costumbre con la diferencia que no tenía a nadie con quien compartir sus canciones.
Un gritó, no muy lejos de donde el Capitán acababa de terminar de escribir, se oyó entre los árboles. Ya debería de estar acostumbrado pues siempre, allá donde iba, había alguien en apuros. Desde inocentes niños apaleados por la violencia de algunos de los guardas de la ciudad hasta guardas de la ciudad gritando porque otros niños, no tan inocentes como los primeros, les habían robado hasta los calzones que portaban. Aerandir es una tierra de violencia, robos y asesinatos, ya lo sabía y debería estar acostumbrado, pero no era así. El Capitán se hizo pirata por ese mismo motivo, para luchar contra las injusticias que le rodeban y viajar hacia un nuevo mundo de paz y libertad.
Dobló el papel donde había escrito en el poema, lo metió en uno de los bolsillos de su gabardina y fue en busca del portador de aquel grito atronador. A medida que se fue acercando pudo con más claridad que estaba pasando. Un dragón de escamas blancas estaba frente a un hombre herido en el suelo. La combinación del grito anterior, con el hombre herido y la lagartija con alas no daba una solución que el Capitán Werner le gustase pues era obvio que el dragón había hecho caer al hombre. Alfred no tenía demasiado aprecio por los reptiles alados. La última dragona que se econtró, una joven que en su forma humana tendría apenas quince años, por poco lo mató en lo que ella llamó "juego de escondite", otros dragones, aquellos que guardaban codiciosos tesoros que el Capitán y otros piratas robaron, desearían verlo muerto. Pero de quien más se acordaba era de una dragona que conoció en sus años de gloria como capitán del Sueños Cumplidos; en su forma humana era hermosa mujer de cabello corto y moreno, con un cuerpo que, a pesar de estar entrenado para combatir con cualquier tipo de arma y en cualquier tipo de circunstacia, era hermoso se mirase por donde se mirase. De encontrarse de nuevo con aquella mujer podían pasar dos cosas ambas igual de probables, o ella le mataría para cumplir con su venganza personal o ambos volverían a follar bajo la luz de la luna para recordar los buenos tiempos pasados.
-¡Detente bestia escamosa!- Gritó el Capitán cuando estuvo lo suficientemente cerca de la dragona y el hombre herido. - ¿Te encuentras bien?- Dijo mirando únicamente al humano. Visto de cerca el dragón no parecía estar atacando al hombre; estaba una distancia prudencial, ni muy cerca de ni muy lejos. Era posible que el Capitán hubiera cometido un error y aquel encuentro, siguiendo el símil que Alfred había pensado anteriormente, no era un guarda apaleando a un niño sino que el niño era quien robaba al guardia. Desenvainó la espada y volvió a hablar. - ¿Qué ha pasado aquí? Explicádmelo despacio y con tranquilidad. Por el aspecto de esa herida no creo que haya sido solamente cuestión de mala suerte.-
Off rol: Anoche murió mi abuelo. Su apellido es Vercher. El poema del post (una pequeña modificación de La Cancion de la Muerte de Jose Espronceda) es mi forma de hacerle honor. Espero que no os importe.
El Capitán Werner
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Re: Aire, aire puro. [Interpretativo] [CERRADO] [2/3]
Offrol: Me quito muy mucho el sombrero, Capitán, es precioso.
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Eoghan mojó un trapo que llevaba dentro del guardapolvos en el agua congelada del lago y luego lo escurrió. Envolvió el tobillo con el paño con cuidado, cuando escuchó la voz tras él. Aunque lo hizo un poco por inercia, acabó respondiendo sin darse la vuelta, pues estaba atándose el nudo alrededor del tobillo. Era un nudo torpe, pero no iba a caminar con aquello puesto.
-Bah, está bien. Supongo que con un poco de reposo debería... -Se giró hacia su interlocutora, cuando entonces la vio. Escamas brillantes, una visión sobrecogedora sobre aquella forma reptiliana que era claramente más grande que él. La reacción de Eoghan no fue agresiva, pero sí fue fascinación mezclada con sobresalto, pues dio un bote en su asiento. -¡Ay la leche, una dragona!
Bueno, no podía asegurar que fuera una hembra, pero a juzgar por el tono de voz que puso con su pregunta, supuso que sería una fémina de la raza dracónida. Por un momento entró en un estado de sorpresa mezclada con miedo, pero luego recordó que hace poco un heraldo dragón había ido a Lunargenta con buenas intenciones. Eoghan nunca tuvo contacto con dragones anteriormente, así que no sabía a qué atenerse, pero sí que tenía claro que si aquella dragona le había preguntado si estaba bien, era porque no era hostil, así que hizo un ejercicio de voluntad y se calmó en apenas un par de segundos pese al sobresalto inicial. Luego sonrió. Fuera del susto... Tenía que decir que era sobrecogedoramente impresionante y bonita.
Fue entonces cuando un hombre... ¿Con cara de calamar? Apareció, llamando bestia a la dragona que previamente se había preocupado por él. Eoghan alzó una ceja y alzó ambas manos en un gesto de paz y tranquilidad al hombre ya que parecía que éste no le deseaba mal alguno al joven.
-Pues de hecho fue torpeza mía, señor mío. -Respondió Eoghan mientras miraba a uno y a otro. -Me había salido del camino para liberarme un poco de las ataduras de la ciudad, y una raíz levantada entre unos matojos provocó que me cayese por allí.
Señaló la tierra que se había desprendido y el rastro de hojarasca que había dejado su cuerpo, perfectamente visible debido a lo reciente de la caída. Además, Eoghan era un muchacho fuerte, su cuerpo era relativamente pesado y dejó un claro rastro sobre la tierra mojada.
-Así que agradecería que envainase la espada, ya que aquí no hay hostilidad por ninguna parte, al menos que yo sepa. -Prosiguió el joven con su habitual tono amable, aunque dolorido por el condenado tobillo. El mozalbete estaba claramente fastidiado y avergonzado de haber tenido aquella condenada torpeza, pero aun así intentaba mantener la dignidad en lugar de cohibirse ante su propio error. De hecho, para que el Capitán viera que él no era hostil ni se sentía amenazado, se desarmó tras desabrochar la vaina de la espada de su cinturón. Una espada demasiado fina y de buena forja para alguien como él, que bien podía haber pertenecido a un noble o a un gran guerrero. Eoghan en cambio... Aunque tenía rasgos nobles y fieros y tenía una musculatura que lo marcaba como un viajero y un guerrero, vestía de una forma humilde, por no decir que prácticamente daba pena ver su ropaje.
El guardapolvos estaba raído, manchado de sangre y barro. Al jubón de cuero le faltaban las mangas, una claramente arrancada tiempo ha por un animal de un mordisco, y la otra se la había arrancado él mismo. Llevaba además unos rígidos brazales de cuero curtido en las muñecas, y si se tenía buen ojo, era fácil ver que su brazo izquierdo, aun estando bajo el capote de viaje, estaba tatuado con lo que parecían runas típicas de las tierras del Norte del reino humano. Las botas estaban remendadas de una forma torpe y amenazaban con destrozar las suelas una vez más a las primeras de cambio, amén de estar llenas de nieve y barro.
También era llamativo que, en vez de ir desaliñado como iría cualquier vagabundo, Eoghan estaba todo lo aseado que podía estar después de sufrir aquella aparatosa caída. Pese a las manchas de barro y hojas secas en el pelo que se apresuró en quitarse de encima, iba limpio y de hecho era fácil apreciar las trenzas de guerrero que caían por el interior de la melena que llevaba suelta, lo cual denotaba que era alguien orgulloso. Añadido a eso, el martillo de herrero del cinto también llevaba a confusión porque no quedaba claro si era un antiguo noble, un guerrero, o un artesano viajero. O las tres cosas. Qué cosas tiene la vida.
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Eoghan mojó un trapo que llevaba dentro del guardapolvos en el agua congelada del lago y luego lo escurrió. Envolvió el tobillo con el paño con cuidado, cuando escuchó la voz tras él. Aunque lo hizo un poco por inercia, acabó respondiendo sin darse la vuelta, pues estaba atándose el nudo alrededor del tobillo. Era un nudo torpe, pero no iba a caminar con aquello puesto.
-Bah, está bien. Supongo que con un poco de reposo debería... -Se giró hacia su interlocutora, cuando entonces la vio. Escamas brillantes, una visión sobrecogedora sobre aquella forma reptiliana que era claramente más grande que él. La reacción de Eoghan no fue agresiva, pero sí fue fascinación mezclada con sobresalto, pues dio un bote en su asiento. -¡Ay la leche, una dragona!
Bueno, no podía asegurar que fuera una hembra, pero a juzgar por el tono de voz que puso con su pregunta, supuso que sería una fémina de la raza dracónida. Por un momento entró en un estado de sorpresa mezclada con miedo, pero luego recordó que hace poco un heraldo dragón había ido a Lunargenta con buenas intenciones. Eoghan nunca tuvo contacto con dragones anteriormente, así que no sabía a qué atenerse, pero sí que tenía claro que si aquella dragona le había preguntado si estaba bien, era porque no era hostil, así que hizo un ejercicio de voluntad y se calmó en apenas un par de segundos pese al sobresalto inicial. Luego sonrió. Fuera del susto... Tenía que decir que era sobrecogedoramente impresionante y bonita.
Fue entonces cuando un hombre... ¿Con cara de calamar? Apareció, llamando bestia a la dragona que previamente se había preocupado por él. Eoghan alzó una ceja y alzó ambas manos en un gesto de paz y tranquilidad al hombre ya que parecía que éste no le deseaba mal alguno al joven.
-Pues de hecho fue torpeza mía, señor mío. -Respondió Eoghan mientras miraba a uno y a otro. -Me había salido del camino para liberarme un poco de las ataduras de la ciudad, y una raíz levantada entre unos matojos provocó que me cayese por allí.
Señaló la tierra que se había desprendido y el rastro de hojarasca que había dejado su cuerpo, perfectamente visible debido a lo reciente de la caída. Además, Eoghan era un muchacho fuerte, su cuerpo era relativamente pesado y dejó un claro rastro sobre la tierra mojada.
-Así que agradecería que envainase la espada, ya que aquí no hay hostilidad por ninguna parte, al menos que yo sepa. -Prosiguió el joven con su habitual tono amable, aunque dolorido por el condenado tobillo. El mozalbete estaba claramente fastidiado y avergonzado de haber tenido aquella condenada torpeza, pero aun así intentaba mantener la dignidad en lugar de cohibirse ante su propio error. De hecho, para que el Capitán viera que él no era hostil ni se sentía amenazado, se desarmó tras desabrochar la vaina de la espada de su cinturón. Una espada demasiado fina y de buena forja para alguien como él, que bien podía haber pertenecido a un noble o a un gran guerrero. Eoghan en cambio... Aunque tenía rasgos nobles y fieros y tenía una musculatura que lo marcaba como un viajero y un guerrero, vestía de una forma humilde, por no decir que prácticamente daba pena ver su ropaje.
El guardapolvos estaba raído, manchado de sangre y barro. Al jubón de cuero le faltaban las mangas, una claramente arrancada tiempo ha por un animal de un mordisco, y la otra se la había arrancado él mismo. Llevaba además unos rígidos brazales de cuero curtido en las muñecas, y si se tenía buen ojo, era fácil ver que su brazo izquierdo, aun estando bajo el capote de viaje, estaba tatuado con lo que parecían runas típicas de las tierras del Norte del reino humano. Las botas estaban remendadas de una forma torpe y amenazaban con destrozar las suelas una vez más a las primeras de cambio, amén de estar llenas de nieve y barro.
También era llamativo que, en vez de ir desaliñado como iría cualquier vagabundo, Eoghan estaba todo lo aseado que podía estar después de sufrir aquella aparatosa caída. Pese a las manchas de barro y hojas secas en el pelo que se apresuró en quitarse de encima, iba limpio y de hecho era fácil apreciar las trenzas de guerrero que caían por el interior de la melena que llevaba suelta, lo cual denotaba que era alguien orgulloso. Añadido a eso, el martillo de herrero del cinto también llevaba a confusión porque no quedaba claro si era un antiguo noble, un guerrero, o un artesano viajero. O las tres cosas. Qué cosas tiene la vida.
Eoghan Lothannor
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Re: Aire, aire puro. [Interpretativo] [CERRADO] [2/3]
-¡Detente bestia escamosa!- Semejante proclama me hizo dar un bote en el sitio sobresaltada mientras buscaba su origen con la mirada, arqueando el cuello en todas direcciones como una serpiente, hasta dar con el sujeto que acababa de proporcionarme un mote tan poco agraciado.
Mis fauces se abrieron de par en par mas fue de sorpresa y no porque pensara agredirlo, abrí los ojos todo lo que me permitían mis facciones y permanecí observando a esa criatura completamente inmóvil durante largo rato.
Nunca había visto una criatura como aquella, recordaba de alguna forma a una bestia marina, y a los animales con exoesqueleto que rondaban las playas, pero combinados de un modo extraño y exótico con la morfología de un humano.
Tuve que sacudir la cabeza cuando oí de nuevo su voz para poder centrarme en descifrar sus palabras y salir de mi ensimismamiento.
Su arma llamo mi atención, y mi rostro alterno del recién llegado al hombre accidentado varias veces hasta comprender la equivocada idea que debía haberse hecho ese sujeto al vernos, así que para corroborar la explicación del humano mientras hablaba, alargue la cola pasándola hacia delante de mi cuerpo y empece a escribir sobre la nieve y la tierra con la misma, rezando interiormente para que no fuera analfabeto.
Con letra grande y clara, ademas de pulcra termine de escribir mi mensaje, tras lo cual me aleje un par de metros de ambos, de forma prudente para que se acercaran a leerlo mientras emitía pequeños gorgojeos señalando mi obra.
"Ha habido un mal entendido sr. Estaba durmiendo cuando escuché un ruido y me acerqué a ver que era, al ver al hombre herido, pensé en ayudarle, tengo algunas cosas para heridas leves en el morral."
Aproveche eso para arrojar el morral con mis escasas pertenencias al lado del escrito, para que revisaran si gustaban su escaso contenido, una capa de viaje, un pesado saco con monedas, un peine roto, algunas cosas de campamento, vendas y un vial con alcohol. Nada con lo que pudiera lastimar a nadie. Y exceptuando las monedas, a las que daba un escaso o nulo uso, nada de valor.
Pese morir de ganas de preguntarle a esa criatura, que era, y de examinarla mas de cerca, su arma desenvainada y su alerta, me dieron la prudencia necesaria como para no añadir a mi breve texto ninguna de las innumerables incógnitas que había suscitado su presencia para no incurrir en el error de faltar al respeto a un señor armado sin conocer previamente sus intenciones, o como podía tomarse mi curiosidad.
Mis fauces se abrieron de par en par mas fue de sorpresa y no porque pensara agredirlo, abrí los ojos todo lo que me permitían mis facciones y permanecí observando a esa criatura completamente inmóvil durante largo rato.
Nunca había visto una criatura como aquella, recordaba de alguna forma a una bestia marina, y a los animales con exoesqueleto que rondaban las playas, pero combinados de un modo extraño y exótico con la morfología de un humano.
Tuve que sacudir la cabeza cuando oí de nuevo su voz para poder centrarme en descifrar sus palabras y salir de mi ensimismamiento.
Su arma llamo mi atención, y mi rostro alterno del recién llegado al hombre accidentado varias veces hasta comprender la equivocada idea que debía haberse hecho ese sujeto al vernos, así que para corroborar la explicación del humano mientras hablaba, alargue la cola pasándola hacia delante de mi cuerpo y empece a escribir sobre la nieve y la tierra con la misma, rezando interiormente para que no fuera analfabeto.
Con letra grande y clara, ademas de pulcra termine de escribir mi mensaje, tras lo cual me aleje un par de metros de ambos, de forma prudente para que se acercaran a leerlo mientras emitía pequeños gorgojeos señalando mi obra.
"Ha habido un mal entendido sr. Estaba durmiendo cuando escuché un ruido y me acerqué a ver que era, al ver al hombre herido, pensé en ayudarle, tengo algunas cosas para heridas leves en el morral."
Aproveche eso para arrojar el morral con mis escasas pertenencias al lado del escrito, para que revisaran si gustaban su escaso contenido, una capa de viaje, un pesado saco con monedas, un peine roto, algunas cosas de campamento, vendas y un vial con alcohol. Nada con lo que pudiera lastimar a nadie. Y exceptuando las monedas, a las que daba un escaso o nulo uso, nada de valor.
Pese morir de ganas de preguntarle a esa criatura, que era, y de examinarla mas de cerca, su arma desenvainada y su alerta, me dieron la prudencia necesaria como para no añadir a mi breve texto ninguna de las innumerables incógnitas que había suscitado su presencia para no incurrir en el error de faltar al respeto a un señor armado sin conocer previamente sus intenciones, o como podía tomarse mi curiosidad.
Arygos Valnor
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Re: Aire, aire puro. [Interpretativo] [CERRADO] [2/3]
Las escamas blancas resplandecían a la luz del escaso Sol que se asomaba entre las heladas nubes. No era un reflejo cegador ni nada que pudiera molestarle a los ojos del Capitán, más bien, lo tomaba como un regalo pues nunca, a lo largo de toda su vida, había visto un dragón albino. Recordó sus viajes por los mares del norte y todas esas montañas de pequeños islotes custodiadas por dragones, en ninguna de ellas hubo ningún solo reptil albino. Al Capitán le resultaba extraño y terriblemente sospechoso encontrarse un dragón albino en las afueras Lunargenta; motivo por el cual, por mucho que el hombre caído señalase su torpeza, no confiaba en el dragón. Sin embargo, le hizo caso y envainó su espada de nuevo a su sitio.
-Disculpen la confusión, por un instante pensé que te estaba atacando.- Dijo directamente al hombre robusto. Más tarde pasó a hablar con el dragón. - No estoy acostumbrado a ver por estas zonas a una bestia tan grande como tú, y cuando las he visto estaban atacando a alguien.- No confíaba en él, o ella, con esas lagartijas si no te asomabas bajo de su lomo, era imposible saber de qué se trataba.
A los pies del dragón el Capitán divisó unas marcas algo parecidas a unas palabras solo que estaban escritas al revés, de cara hacia el lagarto. “Escritura especular”, recordó de inmediato. Era un tipo de escritura que solo los más sabios sabían hacer. Se trataba de escribir con un cristal al lado de la hoja, si mirabas directamente a la hoja solo se verías símbolos extraños, lo mismo que el Capitán veía desde su posición en las marcas que hizo el dragón, pero si lo veías por el reflejo del cristal se podía leer a la perfección cada palabra que se había escrito. A falta de ningún espejo, Alfred cogió la hoja donde había escrito su poema y, por la parte de detrás, copió con extrema exactitud cada marca volcada del suelo. Simplemente, hizo falta girar la hoja de papel para hacer visible el mensaje del dragón.
-¿Solo querías ayudar?- Preguntó al dragón. - Entonces me enterás cuando digo que lo siento; yo también quería ayudar, con la diferencia que estaba enfrentándome a un peligro erróneo. Tú.- Puntualizó el Capitán. Al juzgar por la gramática del dragón, tuvo la sensación de que él no sabía expresarse con claridad. En estos casos, aunque se pudiera molestar por haberle tratado como una bestia inmunda, era mejor sincerarse antes de cometer cualquier otro error.
El Capitán no conocía nada en absoluto relacionado a los primeros auxilios, mas, quiso revisar entre los objetos que el dragón soltó de su morral. Lo único que le llamó la atención fueron unas vendas y un diminuto frasco cuyo contenido olía alcohol, puede que lo fuera pero hasta el más ignorante sabe que los expertos envenadores saben dar sabores y aromas aparentemente inocentes a sus brebajes.
-No sé de medicina pero supongo que con unas vendas no se te curará esa herida.- Dijo el Capitán a la vez que lanzaba las vendas del dragón hacia el joven humano. -¿Puedes andar? Quizás lo mejor sea llevarte al hospital.-
Offrol: señalo el uso de la pasiva conocimiento antiguo (lenguas)
-Disculpen la confusión, por un instante pensé que te estaba atacando.- Dijo directamente al hombre robusto. Más tarde pasó a hablar con el dragón. - No estoy acostumbrado a ver por estas zonas a una bestia tan grande como tú, y cuando las he visto estaban atacando a alguien.- No confíaba en él, o ella, con esas lagartijas si no te asomabas bajo de su lomo, era imposible saber de qué se trataba.
A los pies del dragón el Capitán divisó unas marcas algo parecidas a unas palabras solo que estaban escritas al revés, de cara hacia el lagarto. “Escritura especular”, recordó de inmediato. Era un tipo de escritura que solo los más sabios sabían hacer. Se trataba de escribir con un cristal al lado de la hoja, si mirabas directamente a la hoja solo se verías símbolos extraños, lo mismo que el Capitán veía desde su posición en las marcas que hizo el dragón, pero si lo veías por el reflejo del cristal se podía leer a la perfección cada palabra que se había escrito. A falta de ningún espejo, Alfred cogió la hoja donde había escrito su poema y, por la parte de detrás, copió con extrema exactitud cada marca volcada del suelo. Simplemente, hizo falta girar la hoja de papel para hacer visible el mensaje del dragón.
-¿Solo querías ayudar?- Preguntó al dragón. - Entonces me enterás cuando digo que lo siento; yo también quería ayudar, con la diferencia que estaba enfrentándome a un peligro erróneo. Tú.- Puntualizó el Capitán. Al juzgar por la gramática del dragón, tuvo la sensación de que él no sabía expresarse con claridad. En estos casos, aunque se pudiera molestar por haberle tratado como una bestia inmunda, era mejor sincerarse antes de cometer cualquier otro error.
El Capitán no conocía nada en absoluto relacionado a los primeros auxilios, mas, quiso revisar entre los objetos que el dragón soltó de su morral. Lo único que le llamó la atención fueron unas vendas y un diminuto frasco cuyo contenido olía alcohol, puede que lo fuera pero hasta el más ignorante sabe que los expertos envenadores saben dar sabores y aromas aparentemente inocentes a sus brebajes.
-No sé de medicina pero supongo que con unas vendas no se te curará esa herida.- Dijo el Capitán a la vez que lanzaba las vendas del dragón hacia el joven humano. -¿Puedes andar? Quizás lo mejor sea llevarte al hospital.-
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El Capitán Werner
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Re: Aire, aire puro. [Interpretativo] [CERRADO] [2/3]
Eoghan se aproximó, pero estando el texto como estaba, no pudo leerlo. No era analfabeto, pues le habían enseñado a leer tiempo atrás, pero solo podía leer la escritura común humana... Lo cual podía ser en ocasiones un inconveniente. Observó el desarrollo de los acontecimientos mientras parpadeaba suavemente cuando el Capitán le lanzó las vendas.
Lo cierto es que estaba más sorprendido de recibir ayuda que de la presencia de las dos extravagantes criaturas que tenía delante. Bueno, no todos los días un dragón y un hombre bestia con facciones de calamar venían a echarle a uno una mano sin segundas intenciones, eso sí que era todo un logro, y ya mejor ni hablemos fuera del camino.
Cazó las vendas sin mayor problema y desenrolló un pedazo de éstas, para luego vendarse la zona hinchada con cierta presión, pero estaba lejos de ser de ese tipo de vendajes perfectos para inmovilizar el tobillo. No era un esguince, pero seguía doliendo, al fin y al cabo.
-Estamos un pelín lejos de la ciudad. -Comentó Eoghan mientras terminaba de hacer el nudo. -Y además no creo que haga falta molestar a los sanadores por un tobillo torcido. En unas horas podré andar de nuevo, seguro.
No, seguro no. No fue una caída particularmente grave, ni se había roto nada, de hecho podía mover el pie hinchado, pero andar a buen ritmo, no iba a poder hacerlo en... Bueno, en un rato bastante largo, si es que no días enteros. Pero eso era un detalle que mejor iba a omitir, pues era orgulloso y no iba a dejar que un estúpido pie lesionado le fastidiase precisamente ahora.
Ahora bien, no sabía cómo iba a salir de allí antes de que cayese la tarde. Podría pasarse horas y horas esperando a que la hinchazón bajase, o ponerse en marcha y dejar que la naturaleza siguiera su curso. El problema era que estaban lejos de la ciudad, apartados del camino, y eso significaba que podía pasar cualquier cosa: Desde una banda de bandidos sedientos de sangre y oro -aunque bueno, con una dragona al lado, debían de estar disuadidos de intentar cualquier tontería contra el grupo- hasta una manada de lobos hambrientos.
No sabía qué le preocupaba más, si la estupidez de las criaturas racionales, o el tesón de los animales por sobrevivir. Porque una cosa era segura, si los lobos tenían hambre, iba a dar igual la presencia de la dragona, iban a intentar tirársele encima. Por suerte era aun mediodía, y los lobos eran animales mayormente nocturnos, sobre todo a la hora de cazar. No debería tener muchos problemas.
Miró al Capitán ahora.
-Sí, puedo ponerme en pie. Aun así afortunadamente cuento con mi lanza para apoyarme, aunque de verdad, creo que no es nada especialmente grav... -Se puso en pie mientras hablaba, para entonces gruñir dolorido e interrumpir sus palabras cuando apoyó el pie. No, vale, no era una simple torcedura. Era un esguince a todas luces.
Maldijo su maldita suerte.
Lo cierto es que estaba más sorprendido de recibir ayuda que de la presencia de las dos extravagantes criaturas que tenía delante. Bueno, no todos los días un dragón y un hombre bestia con facciones de calamar venían a echarle a uno una mano sin segundas intenciones, eso sí que era todo un logro, y ya mejor ni hablemos fuera del camino.
Cazó las vendas sin mayor problema y desenrolló un pedazo de éstas, para luego vendarse la zona hinchada con cierta presión, pero estaba lejos de ser de ese tipo de vendajes perfectos para inmovilizar el tobillo. No era un esguince, pero seguía doliendo, al fin y al cabo.
-Estamos un pelín lejos de la ciudad. -Comentó Eoghan mientras terminaba de hacer el nudo. -Y además no creo que haga falta molestar a los sanadores por un tobillo torcido. En unas horas podré andar de nuevo, seguro.
No, seguro no. No fue una caída particularmente grave, ni se había roto nada, de hecho podía mover el pie hinchado, pero andar a buen ritmo, no iba a poder hacerlo en... Bueno, en un rato bastante largo, si es que no días enteros. Pero eso era un detalle que mejor iba a omitir, pues era orgulloso y no iba a dejar que un estúpido pie lesionado le fastidiase precisamente ahora.
Ahora bien, no sabía cómo iba a salir de allí antes de que cayese la tarde. Podría pasarse horas y horas esperando a que la hinchazón bajase, o ponerse en marcha y dejar que la naturaleza siguiera su curso. El problema era que estaban lejos de la ciudad, apartados del camino, y eso significaba que podía pasar cualquier cosa: Desde una banda de bandidos sedientos de sangre y oro -aunque bueno, con una dragona al lado, debían de estar disuadidos de intentar cualquier tontería contra el grupo- hasta una manada de lobos hambrientos.
No sabía qué le preocupaba más, si la estupidez de las criaturas racionales, o el tesón de los animales por sobrevivir. Porque una cosa era segura, si los lobos tenían hambre, iba a dar igual la presencia de la dragona, iban a intentar tirársele encima. Por suerte era aun mediodía, y los lobos eran animales mayormente nocturnos, sobre todo a la hora de cazar. No debería tener muchos problemas.
Miró al Capitán ahora.
-Sí, puedo ponerme en pie. Aun así afortunadamente cuento con mi lanza para apoyarme, aunque de verdad, creo que no es nada especialmente grav... -Se puso en pie mientras hablaba, para entonces gruñir dolorido e interrumpir sus palabras cuando apoyó el pie. No, vale, no era una simple torcedura. Era un esguince a todas luces.
Maldijo su maldita suerte.
Eoghan Lothannor
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Re: Aire, aire puro. [Interpretativo] [CERRADO] [2/3]
Comprendía la reacción de hombre calmar, muchos habían reaccionado de se modo, aunque en parte me preguntaba, si no reaccionarian como el había hecho conmigo, los aldeanos de las villas mas rurales al verle aparecer con su aspecto, uno, que al contrario que yo, no podía ocultar.
Incline la cabeza y mi largo cuello disculpando su rudeza, y al mismo tiempo, disculpándome yo por haberle sobresaltado.
El hombre bestia admitió tener una noción pésima de medicina, y yo poco mas que el conocimiento común del pueblo tenía, tampoco podía hacer nada para ayudar al humano. Y como bien decía el hospital estaba lejos, aunque teniendo la capacidad de volar, quizás podría ir rápido y convencer a alguno de que viniera a ayudarnos.
Habiendo notado que había escrito mirando hacia mi, haciendo difícil la lectura para el resto, tomé mas precaucion esta vez para escribir de modo que las letras les quedaran de frente a ellos y pudieran leerlas sin ninguna clase de complicación.
"Puedo volar hacia el asentamiento mas cercano a solicitar un médico si gustan."
El humano sin embargo insistía en que no era algo tan grande, y en que pronto se repondria, con lo cual no insistí en el tema, si era tan leve, tardaría mas en esperar al médico que en reponerse.
Pero resulto estar errado, puesto que al ponerse de pie soltó un claro sonido de dolor. Preocupada porque no cayese de nuevo, y menos con el pie ya malo, me acerqué reptando rápidamente sobre el suelo helado, y pasé la cabeza bajo uno de sus brazos para que pudiera usarme de soporte si se sentía mal.
"¿Puedo hacer algo para ayudarle sr.?"
Garabateé apuradamente con la cola, sin tanta ceremonia ni pulcritud como las veces anteriores, dejando de lado toda curiosidad que pudiera tener por el otro sujeto que nos acompañaba, para dar una importancia prioritaria al hombre herido que había quedado, como poco mal parado. En un claro tras una ensenada, congelado, lejos del camino y en medio del bosque.
Si había elegido ese lugar era por lo poco conveniente que resultaba para los humanos de las cercanías. Miré de reojo a los otros dos, no era difícil de imaginarse que habiendo topado con ese lugar por accidente alguna vez hubieran decidido tomarlo como su remanso de paz privado, y ahora, nos habíamos juntado varios, de los que habíamos hecho del pequeño lago, nuestro remanso de paz particular, que no era tan particular como pudiéramos haber creído.
"Quizás debería sentarse y descansar, puedo ir a avisar a su familia de que se encuentra sano y salvo, pero indispuesto como para viajar hacia su casa por el momento."
Incline la cabeza y mi largo cuello disculpando su rudeza, y al mismo tiempo, disculpándome yo por haberle sobresaltado.
El hombre bestia admitió tener una noción pésima de medicina, y yo poco mas que el conocimiento común del pueblo tenía, tampoco podía hacer nada para ayudar al humano. Y como bien decía el hospital estaba lejos, aunque teniendo la capacidad de volar, quizás podría ir rápido y convencer a alguno de que viniera a ayudarnos.
Habiendo notado que había escrito mirando hacia mi, haciendo difícil la lectura para el resto, tomé mas precaucion esta vez para escribir de modo que las letras les quedaran de frente a ellos y pudieran leerlas sin ninguna clase de complicación.
"Puedo volar hacia el asentamiento mas cercano a solicitar un médico si gustan."
El humano sin embargo insistía en que no era algo tan grande, y en que pronto se repondria, con lo cual no insistí en el tema, si era tan leve, tardaría mas en esperar al médico que en reponerse.
Pero resulto estar errado, puesto que al ponerse de pie soltó un claro sonido de dolor. Preocupada porque no cayese de nuevo, y menos con el pie ya malo, me acerqué reptando rápidamente sobre el suelo helado, y pasé la cabeza bajo uno de sus brazos para que pudiera usarme de soporte si se sentía mal.
"¿Puedo hacer algo para ayudarle sr.?"
Garabateé apuradamente con la cola, sin tanta ceremonia ni pulcritud como las veces anteriores, dejando de lado toda curiosidad que pudiera tener por el otro sujeto que nos acompañaba, para dar una importancia prioritaria al hombre herido que había quedado, como poco mal parado. En un claro tras una ensenada, congelado, lejos del camino y en medio del bosque.
Si había elegido ese lugar era por lo poco conveniente que resultaba para los humanos de las cercanías. Miré de reojo a los otros dos, no era difícil de imaginarse que habiendo topado con ese lugar por accidente alguna vez hubieran decidido tomarlo como su remanso de paz privado, y ahora, nos habíamos juntado varios, de los que habíamos hecho del pequeño lago, nuestro remanso de paz particular, que no era tan particular como pudiéramos haber creído.
"Quizás debería sentarse y descansar, puedo ir a avisar a su familia de que se encuentra sano y salvo, pero indispuesto como para viajar hacia su casa por el momento."
Arygos Valnor
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Re: Aire, aire puro. [Interpretativo] [CERRADO] [2/3]
El Capitán tenía una teoría y es que los humanos, contra más grandes y robustos eran también eran más testarudos y orgullosos. Aquel hombre no era una excepción, era alto, con unos brazos tan fuertes que capaz sería de levantar al propio Alfred si se lo propusiera; mas, también tan terco como una mula. Si hubiera dicho que sí, que lo llevasen al hospital, al Capitán no le hubiera importado tener que custodiarle; es más, él mismo fue quien le propuso la idea de llevarle hasta allí. Pero el hombre, testarudo y orgulloso, hizo un terrible esfuerzo para ponerse en pie apoyándose con la lanza que en otra cosa le hubiera servido como arma. Alfred clavó la vista en el pie herido, era, considerablemente, mucho más ancho y grande que el sano; parecía estar comparando un pez globo en calma con un pez globo en posición de peligro.
El segundo mensaje del dragón hizo que el Capitán abriese los ojos sorprendido, no por el propio ofrecimiento de la dragona, al decir verdad aquello era incluso lógica y previsible; la sorpresa se hallaba en la imagen que se había formado en su mente. Alfred vio al dragón sobrevolando las viviendas de la ciudad de Lunargenta, los aldeanos huyendo despavoridos de un lado a otro, la guardia armada con arcos y ballestas persiguiéndolo y los pobres sanadores muertos de puro terror bajo las letras especulares que el dragón escribía en la tierra.
-Mejor será que te quedes con nosotros.- Dijo el Capitán hacia el dragón. - Mira como he reaccionado cuando te he visto por primera vez. ¿Quieres que los guardias de Lunargenta te maten sin preguntar siquiera? No, mejor será que te quedes aquí.-
El dragón seguía insistiendo, cada vez más rápido en poner sus servicios para ayudar al hombre herido. ¿A qué se debía tanta prisa? Al Capitán no le daba tiempo a traducir las letras del dragón tan rápido como él escribía y, según creía, el hombre no era capaz de poder leer nada teniendo en cuenta que pocos aldeanos corrientes podrían saber que esos garabatos aparentemente incomprensibles, desde el otro lado donde ellos dos estaban, formaban parte del diálogo del dragón en ésta conversación.
-Si no le das una orden al dragón tendremos un serio problema.- Le susurró el Capitán al hombre herido. -Capaz sería de aterrizar en la misma plaza de Lunargenta si con eso cree os puede ayudar.- Guardó unos segundos de silencio para que el hombre entendiera lo peligroso que sería, no para los aldeanos sino para el propio dragón. -Él puede estar en un peligro mayor de lo que tú estás. Conozco a hombres que matarían por tener una armadura de escamas de dragón.-
El segundo mensaje del dragón hizo que el Capitán abriese los ojos sorprendido, no por el propio ofrecimiento de la dragona, al decir verdad aquello era incluso lógica y previsible; la sorpresa se hallaba en la imagen que se había formado en su mente. Alfred vio al dragón sobrevolando las viviendas de la ciudad de Lunargenta, los aldeanos huyendo despavoridos de un lado a otro, la guardia armada con arcos y ballestas persiguiéndolo y los pobres sanadores muertos de puro terror bajo las letras especulares que el dragón escribía en la tierra.
-Mejor será que te quedes con nosotros.- Dijo el Capitán hacia el dragón. - Mira como he reaccionado cuando te he visto por primera vez. ¿Quieres que los guardias de Lunargenta te maten sin preguntar siquiera? No, mejor será que te quedes aquí.-
El dragón seguía insistiendo, cada vez más rápido en poner sus servicios para ayudar al hombre herido. ¿A qué se debía tanta prisa? Al Capitán no le daba tiempo a traducir las letras del dragón tan rápido como él escribía y, según creía, el hombre no era capaz de poder leer nada teniendo en cuenta que pocos aldeanos corrientes podrían saber que esos garabatos aparentemente incomprensibles, desde el otro lado donde ellos dos estaban, formaban parte del diálogo del dragón en ésta conversación.
-Si no le das una orden al dragón tendremos un serio problema.- Le susurró el Capitán al hombre herido. -Capaz sería de aterrizar en la misma plaza de Lunargenta si con eso cree os puede ayudar.- Guardó unos segundos de silencio para que el hombre entendiera lo peligroso que sería, no para los aldeanos sino para el propio dragón. -Él puede estar en un peligro mayor de lo que tú estás. Conozco a hombres que matarían por tener una armadura de escamas de dragón.-
El Capitán Werner
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Re: Aire, aire puro. [Interpretativo] [CERRADO] [2/3]
-No seamos dramáticos.-Instó al dragón a que se calmase y a que no tuviese tantas prisas en echar el vuelo para ayudarle mientras sonreía y se apoyaba en la lanza con todo su peso. Por suerte el bastón de aquel arma era recio y podía aguantar prácticamente todo lo que le echasen encima salvo el peso de aquella dragona y lo que estuviese por encima, claro.
Además, Eoghan sabía que una dragona era una presa por la que muchos matarían, pues las escamas de dragón no solo era un material perfecto para una armadura ligera o similar a una cota de mallas, si no que además era probablemente uno de los trofeos más queridos por los cazadores furtivos y otros aficionados a la "caza mayor", pues poder decir que se había matado a un maldito dragón no era algo que todo el mundo pudiera decir de forma impune. Eso por no hablar de los incultos que creerían que estaba allí para comerse al ganado o raptar gente, o vete tú a saber qué historias se pudieran inventar.
Volvió a tomar asiento con cierto semblante de frustración mientras se miraba el pie fastidiado. Al final sí que sería necesario que lo llevasen al hospital a que le echasen un vistazo a aquel desastre al que llamaban esguince... Pero por otra parte tampoco quería ser un incordio para nadie. Miró a la dragona cuando leyó los siguientes mensajes.
-No hay nadie que me espere, así que no hay prisa alguna... Salvo ir a la ciudad al... -Dijo aclarando que no tenía familia alguna con un suspiro, cediendo al fin a la evidencia de que necesitaba ayuda médica. -Hospital.
Odiaba tener que ir al hospital. Lo odiaba. No porque le doliese o le tratasen mal, si no que muchas veces por su propia incompetencia tenía que molestar a los sanadores, y eso era una faena. Al margen de su pérdida de orgullo, porque de esta vuelta, la lesión era la más estúpida que había tenido en mucho, mucho tiempo.
Eso sin mencionar, claro, que ya no era una si no dos personas que estaban allí dispuestas a ayudarle. Bueno, no tenía claro del todo si un hombre bestia con cara de calamar y una dragona contaban como personas, pero desde luego se veía que tenían mejor corazón que la mayoría de los que rondaban la ciudad y sus afueras, porque de normal hubiesen intentado robarle y darle una paliza, o peor aún, matarle.
-Está bien, vamos a ver un dichoso sanador. Espero no estar mucho tiempo sin andar, es lo que peor llevo de las lesiones. -Qué le iba a hacer, era un maldito culo inquieto y necesitaba moverse todo el rato, estar activo, o se pondría a pensar. Y cuando pensaba, Eoghan no era capaz de convivir consigo mismo más de un plazo de media hora, o una hora como mucho, antes de empezar a tener pensamientos deprimentes que solo le llevaban a un callejón sin salida llamado "frustración", y eso en un viajero era lo último que debía pensar.
-Antes de... Ponernos en marcha, ¿os importaría darme vuestros nombres? -Preguntó a los allí presentes con su habitual amabilidad y una suave sonrisa. -Yo soy Eoghan, hijo de Éothain.
Además, Eoghan sabía que una dragona era una presa por la que muchos matarían, pues las escamas de dragón no solo era un material perfecto para una armadura ligera o similar a una cota de mallas, si no que además era probablemente uno de los trofeos más queridos por los cazadores furtivos y otros aficionados a la "caza mayor", pues poder decir que se había matado a un maldito dragón no era algo que todo el mundo pudiera decir de forma impune. Eso por no hablar de los incultos que creerían que estaba allí para comerse al ganado o raptar gente, o vete tú a saber qué historias se pudieran inventar.
Volvió a tomar asiento con cierto semblante de frustración mientras se miraba el pie fastidiado. Al final sí que sería necesario que lo llevasen al hospital a que le echasen un vistazo a aquel desastre al que llamaban esguince... Pero por otra parte tampoco quería ser un incordio para nadie. Miró a la dragona cuando leyó los siguientes mensajes.
-No hay nadie que me espere, así que no hay prisa alguna... Salvo ir a la ciudad al... -Dijo aclarando que no tenía familia alguna con un suspiro, cediendo al fin a la evidencia de que necesitaba ayuda médica. -Hospital.
Odiaba tener que ir al hospital. Lo odiaba. No porque le doliese o le tratasen mal, si no que muchas veces por su propia incompetencia tenía que molestar a los sanadores, y eso era una faena. Al margen de su pérdida de orgullo, porque de esta vuelta, la lesión era la más estúpida que había tenido en mucho, mucho tiempo.
Eso sin mencionar, claro, que ya no era una si no dos personas que estaban allí dispuestas a ayudarle. Bueno, no tenía claro del todo si un hombre bestia con cara de calamar y una dragona contaban como personas, pero desde luego se veía que tenían mejor corazón que la mayoría de los que rondaban la ciudad y sus afueras, porque de normal hubiesen intentado robarle y darle una paliza, o peor aún, matarle.
-Está bien, vamos a ver un dichoso sanador. Espero no estar mucho tiempo sin andar, es lo que peor llevo de las lesiones. -Qué le iba a hacer, era un maldito culo inquieto y necesitaba moverse todo el rato, estar activo, o se pondría a pensar. Y cuando pensaba, Eoghan no era capaz de convivir consigo mismo más de un plazo de media hora, o una hora como mucho, antes de empezar a tener pensamientos deprimentes que solo le llevaban a un callejón sin salida llamado "frustración", y eso en un viajero era lo último que debía pensar.
-Antes de... Ponernos en marcha, ¿os importaría darme vuestros nombres? -Preguntó a los allí presentes con su habitual amabilidad y una suave sonrisa. -Yo soy Eoghan, hijo de Éothain.
Eoghan Lothannor
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Re: Aire, aire puro. [Interpretativo] [CERRADO] [2/3]
Mire al hombre calamar y parpadeé un par de veces, luego ladee el rostro hacia un costado,¿Realmente parecía capa de aterrizar tal cual en medio de una ciudad? Porque esa no había sido nunca mi idea... pensaba aterrizar cerca y caminar el trecho restante, y hacer lo propio con la vuelta.
Por la reacción del humano a la sugerencia, probablemente estaría pensando lo mismo que el otro señor, ante lo que solté un resoplido, no por la negativa, si no porque me hubieran tomado por un ser descerebrado.
Pero de un modo u otro, el humano se decidió por suerte a ser atendido, ante lo cual afloje mi gesto, escribiendo de cara a ellos para que pudieran leer sin tener que dar las vueltas a las letras ni hacer ningún truco extraño grabé en el suelo.
"Arygos hija de Galakkrond. "
Imité su presentación, recordando por un momento la diversidad de saludos que tenia esa especia bípeda y blandurria que ocupaba toda la península. Algunos clamaban su apellido, otros su oficio, otros su region, o el nombre de alguno de sus padres, y también había aquellos mas escuetos que no hacían ninguna de las anteriores.
Deje un pequeño espacio y mas abajo escribí del mismo modo.
"Tomaré forma humana en las cercanías para evitar problemáticas, se como reaccionan los campesinos."
Añadí pese que no me habían preguntado por ello, quizás de ese modo se dieran cuenta de que tenía dos dedos de frente y mas raciocinio que un perro.
Me aparté para ir a recuperar mi morral, y pasando el hocico por la correa, alce la cabeza de golpe y asentí varias veces haciendo rebotar la correa de mi cargamento varias veces hasta lograr que descendiera hasta la mitad de mi cuello para cargarla cómodamente conmigo.
Cuando el humano se puso en pie para caminar, pase mi alargado cuello por debajo de uno de sus brazos, lentamente apra no asustarlo, y plegando todas las púas para no ensartarle un brazo. Desplegué una de las alas, para que pudiera sostener su espalda y evitar de esa forma alguna aparatosa caída tanto para atrás como para delante. Si tropezaba, quedaría semicolgando de mi cuerpo, pero no caería todo su peso sobre el pie malherido, de esa forma no se pondría peor de lo que ya estaba. En la ciudad, de eso tendría que encargarse el hombre marino
A paso lento empecé a avanzar hacia el bosque, dispuesta a dar un rodeo a la pendiente traicionera por la que se había precipitado el humano, y volver así al camino que conducía hacia la ciudad.
Por la reacción del humano a la sugerencia, probablemente estaría pensando lo mismo que el otro señor, ante lo que solté un resoplido, no por la negativa, si no porque me hubieran tomado por un ser descerebrado.
Pero de un modo u otro, el humano se decidió por suerte a ser atendido, ante lo cual afloje mi gesto, escribiendo de cara a ellos para que pudieran leer sin tener que dar las vueltas a las letras ni hacer ningún truco extraño grabé en el suelo.
"Arygos hija de Galakkrond. "
Imité su presentación, recordando por un momento la diversidad de saludos que tenia esa especia bípeda y blandurria que ocupaba toda la península. Algunos clamaban su apellido, otros su oficio, otros su region, o el nombre de alguno de sus padres, y también había aquellos mas escuetos que no hacían ninguna de las anteriores.
Deje un pequeño espacio y mas abajo escribí del mismo modo.
"Tomaré forma humana en las cercanías para evitar problemáticas, se como reaccionan los campesinos."
Añadí pese que no me habían preguntado por ello, quizás de ese modo se dieran cuenta de que tenía dos dedos de frente y mas raciocinio que un perro.
Me aparté para ir a recuperar mi morral, y pasando el hocico por la correa, alce la cabeza de golpe y asentí varias veces haciendo rebotar la correa de mi cargamento varias veces hasta lograr que descendiera hasta la mitad de mi cuello para cargarla cómodamente conmigo.
Cuando el humano se puso en pie para caminar, pase mi alargado cuello por debajo de uno de sus brazos, lentamente apra no asustarlo, y plegando todas las púas para no ensartarle un brazo. Desplegué una de las alas, para que pudiera sostener su espalda y evitar de esa forma alguna aparatosa caída tanto para atrás como para delante. Si tropezaba, quedaría semicolgando de mi cuerpo, pero no caería todo su peso sobre el pie malherido, de esa forma no se pondría peor de lo que ya estaba. En la ciudad, de eso tendría que encargarse el hombre marino
A paso lento empecé a avanzar hacia el bosque, dispuesta a dar un rodeo a la pendiente traicionera por la que se había precipitado el humano, y volver así al camino que conducía hacia la ciudad.
Arygos Valnor
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Re: Aire, aire puro. [Interpretativo] [CERRADO] [2/3]
Para sorpresa del Capitán Werner, el hombre demostrar ser mucho menos testarudo y también menos orgulloso de lo que la mayoría de humanos solían ser. Por lo visto, al ponerse en pie porsi mismo se dio cuenta de la necesidad que le urgía en visitar el hospital de Lunargenta. Por su tono de voz y sus palabras sonaba más molesto del reposo que venía después de la sanación que de la propia cura. Eso también resultó ser un acto sorprendente pues el Capitán conocía casos en los que un hombre fingía una lesión para estar semanas en reposo y no tener que acudir a su trabajo. Sin ir más lejos, uno de sus marineros, un hombre pez llamado Thess, engañó a la sanadora de la tripulación, una joven elfa de nombre Nereida Nyére, fingiendo que se había torcido el tobillo con tal de no realizar sus labores en el barco. La joven e inexperta elfa, desgraciadamente, se creyó las mentiras del astuto hombre pez. Fue el Capitán que todavía era más astuto de lo que podía ser el antiguo ratero de Thess, quien se dio cuenta del engaño.
La cortesía del humano no tenía parangón, antes de ponerse en marcha pidió a sus nuevos compañeros que le dijeran su nombre no sin presentarse el mismo previamente: Eoghan hijo de Eóthain era el nombre del humano. Acto seguido, el dragón escribió el suelo su nombre y el de su padre: Arygos hija de Galakkrond. A Alfred le llamó atención la palabra “hija”, por lo visto el Capitán no solo se equivocó con los actos de dragón sino también con su género; ella era una dragona.
-Capitán Alfred Werner, no importa quien fuera mi padre, murió hace años.- Llegó el turno de su presentación pero se ahorró el tener que decir el nombre de su padre. No por vergüenza ni por mala educación; Alfred admiraba el trabajo de su padre, él fue quien le enseñó cómo era la vida en el mar. Sí, se lo enseñó bajo el punto de vista de un pescador y no desde la mirada de un capitán pirata, también fue un sucio y pobre trabajador de los malos barrios de Lunargenta, uno de esos hombres que se arrodillan ante la primera persona adinerada que pasara por su lado. Pero ante todo eso, Su padre le había otorgado al Capitán la razón por el cual él quería ser un pirata. Igualdad y libertad, eran las cualidades que su padre no tenía y Alfred luchaba por conseguir. – Prefiero que me reconozcáis por mis actos que no por los de mis antepasados.- Añadió al fin para que ni el hombre ni la dragona tiendan a pensar algo equivocado.
La dragona, de nombre Arygos, volvió a escribir en el suelo con sus afiladas uñas otro de sus mensajes. Por mucho que se transformase en humana causaría problemas inecesarios. Si el Capitán conocía bien a los dragones, y por fortuna así era, al transformarse a su forma humana quedaban desnudos. Una mujer desnuda camino por las calles de Lunargenta todavía podía ser peor que un dragón sobrevolando la ciudad.
-Señorita, no he visto ninguna clase de prenda en su bolsa. ¿Esta segura que desea ir desnuda por las calles de Lunargenta? Tengo una idea mejor y no hay necesidad de llegar a la ciudad.- Dijo el Capitán mientras Arygos ayudaba a sostener a Eoghan. - Si me permitíis, una de mis marineras es una elfa especializada en la sanación y el tratamiento de heridas. Podemos ir directamente a mi barco, el Promesa Enardecida, allí te trataran. Usted, señorita Arygos, nos puede llevar volando hacia el mar, sin necesidad de pasar por las grandes ciudades. Una vez en el mar, nos sumergiremos para que no nos vean los guardias del puerto. En el Promesa, mi elfa tratará su herida Eoghan y, si tiene suerte, podemos buscar alguna prenda para usted Arygos.- Por culpa de ciertos granujas, los piratas tenían fama de codiciosos ladrones sedientos de sangre. Nada más alejado de la realidad. El Capitán se preguntaba, que opinión tendrían de los piratas en aquel momento Arygos y Eoghan al ver que uno de ellos le estaba ofreciendo toda la ayuda de la que disponía. - Esta es mi forma de disculparme por mi error al creer que le estaba atacando.- Puso su mano sobre el lomo de la dragona albina con un gesto suave a modo de disculpa.- Espero que no menosprecie mi ayuda.-
Offrol: Siento el retraso (también el mental por parte del user) llevaba días malos y no me di cuenta que debía este rol. Si vuelve a ocurrir por favor decídmelo por skype o por mp. No me gusta deber desde tantos días >.<
La cortesía del humano no tenía parangón, antes de ponerse en marcha pidió a sus nuevos compañeros que le dijeran su nombre no sin presentarse el mismo previamente: Eoghan hijo de Eóthain era el nombre del humano. Acto seguido, el dragón escribió el suelo su nombre y el de su padre: Arygos hija de Galakkrond. A Alfred le llamó atención la palabra “hija”, por lo visto el Capitán no solo se equivocó con los actos de dragón sino también con su género; ella era una dragona.
-Capitán Alfred Werner, no importa quien fuera mi padre, murió hace años.- Llegó el turno de su presentación pero se ahorró el tener que decir el nombre de su padre. No por vergüenza ni por mala educación; Alfred admiraba el trabajo de su padre, él fue quien le enseñó cómo era la vida en el mar. Sí, se lo enseñó bajo el punto de vista de un pescador y no desde la mirada de un capitán pirata, también fue un sucio y pobre trabajador de los malos barrios de Lunargenta, uno de esos hombres que se arrodillan ante la primera persona adinerada que pasara por su lado. Pero ante todo eso, Su padre le había otorgado al Capitán la razón por el cual él quería ser un pirata. Igualdad y libertad, eran las cualidades que su padre no tenía y Alfred luchaba por conseguir. – Prefiero que me reconozcáis por mis actos que no por los de mis antepasados.- Añadió al fin para que ni el hombre ni la dragona tiendan a pensar algo equivocado.
La dragona, de nombre Arygos, volvió a escribir en el suelo con sus afiladas uñas otro de sus mensajes. Por mucho que se transformase en humana causaría problemas inecesarios. Si el Capitán conocía bien a los dragones, y por fortuna así era, al transformarse a su forma humana quedaban desnudos. Una mujer desnuda camino por las calles de Lunargenta todavía podía ser peor que un dragón sobrevolando la ciudad.
-Señorita, no he visto ninguna clase de prenda en su bolsa. ¿Esta segura que desea ir desnuda por las calles de Lunargenta? Tengo una idea mejor y no hay necesidad de llegar a la ciudad.- Dijo el Capitán mientras Arygos ayudaba a sostener a Eoghan. - Si me permitíis, una de mis marineras es una elfa especializada en la sanación y el tratamiento de heridas. Podemos ir directamente a mi barco, el Promesa Enardecida, allí te trataran. Usted, señorita Arygos, nos puede llevar volando hacia el mar, sin necesidad de pasar por las grandes ciudades. Una vez en el mar, nos sumergiremos para que no nos vean los guardias del puerto. En el Promesa, mi elfa tratará su herida Eoghan y, si tiene suerte, podemos buscar alguna prenda para usted Arygos.- Por culpa de ciertos granujas, los piratas tenían fama de codiciosos ladrones sedientos de sangre. Nada más alejado de la realidad. El Capitán se preguntaba, que opinión tendrían de los piratas en aquel momento Arygos y Eoghan al ver que uno de ellos le estaba ofreciendo toda la ayuda de la que disponía. - Esta es mi forma de disculparme por mi error al creer que le estaba atacando.- Puso su mano sobre el lomo de la dragona albina con un gesto suave a modo de disculpa.- Espero que no menosprecie mi ayuda.-
Offrol: Siento el retraso (también el mental por parte del user) llevaba días malos y no me di cuenta que debía este rol. Si vuelve a ocurrir por favor decídmelo por skype o por mp. No me gusta deber desde tantos días >.<
El Capitán Werner
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Re: Aire, aire puro. [Interpretativo] [CERRADO] [2/3]
Off: No te preocupes capi, que yo también llevo una temporada que vaya por dios.
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Eoghan observó lo que escribía la dragona cuando le enroscó el cuerpo alrededor, lejos de asustarse, se había asombrado. Se enganchó con el codo a una de las espinas para amarrarse mejor y luego palmeó con suavidad las escamas de la criatura en un gesto amistoso y a su vez, asombrado.
-Un honor conocerte, Arygos hija de Galkkrond. Gracias por la ayuda. -Le dijo de todo corazón mientras se dejaba llevar, pues era claramente consciente de que no iba a poder ir muy lejos con la pata chula. Luego miró al capitan Werner presentarse y sonrió. -Tales palabras parecen venir de un corazón noble. Un honor conocerle a usted también, capitán.
Y aunque pese su aspecto al principio podía resultar todo una disuasión a pensar bien del pirata, lo cierto es que su forma de comportarse y sus palabras parecían ser sinceras. Respiró hondo y se acomodó en el cuello de la dragona, escuchando entonces la alternativa que proponía el Capitán.
Lo cierto es que le agradaba más no tener que ir al hospital por un esguince, sobre todo porque seguramente las indicaciones serían: No te levantes en tres días, no corras en una semana y no luches en un mes; y eso era algo que no se podía permitir, y con su penoso presupuesto, todavía menos.
-Y no me malinterpretéis Capitán, yo también deseo ser reconocido por mis propios actos; pero mi padre fue un gran hombre de honor, y como tal, le rindo homenaje. -Dijo el joven guerrero mientras acomodaba la lanza a su hombro con el asta hacia arriba para no tener incidentes desagradables. Lo cierto es que todo lo que él era, se lo debía a su padre que aun pese a ser un noble empobrecido y desterrado de sus propios dominios, habia seguido con la cabeza alta, luchando día tras día por dar a su familia una vida de honor a través de los conceptos del trabajo duro y el honor personal. Tras un momento de silencio, prosiguió hablando. -Debo decir que me parece bastante mejor idea que me trate una elfa antes que los sanadores de Lunargenta. No me malinterpretéis, son buena gente y tienen buena mano para las lesiones y heridas, pero yo no puedo permitirme estar una semana sin caminar, y menos todavía un mes al menos sin combatir. Como herrero y viajero eso es prácticamente impensable a menos que uno esté forrado en oro.
Lo cual, no era su caso, aunque bien la espada que llevaba al cinto podría darle para comer un par de meses holgadamente y pegándose unas pocas ingestas diarias, pero si no lo había hecho ya a aquellas alturas era por algo: Esa espada era todo lo que tenía.
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Eoghan observó lo que escribía la dragona cuando le enroscó el cuerpo alrededor, lejos de asustarse, se había asombrado. Se enganchó con el codo a una de las espinas para amarrarse mejor y luego palmeó con suavidad las escamas de la criatura en un gesto amistoso y a su vez, asombrado.
-Un honor conocerte, Arygos hija de Galkkrond. Gracias por la ayuda. -Le dijo de todo corazón mientras se dejaba llevar, pues era claramente consciente de que no iba a poder ir muy lejos con la pata chula. Luego miró al capitan Werner presentarse y sonrió. -Tales palabras parecen venir de un corazón noble. Un honor conocerle a usted también, capitán.
Y aunque pese su aspecto al principio podía resultar todo una disuasión a pensar bien del pirata, lo cierto es que su forma de comportarse y sus palabras parecían ser sinceras. Respiró hondo y se acomodó en el cuello de la dragona, escuchando entonces la alternativa que proponía el Capitán.
Lo cierto es que le agradaba más no tener que ir al hospital por un esguince, sobre todo porque seguramente las indicaciones serían: No te levantes en tres días, no corras en una semana y no luches en un mes; y eso era algo que no se podía permitir, y con su penoso presupuesto, todavía menos.
-Y no me malinterpretéis Capitán, yo también deseo ser reconocido por mis propios actos; pero mi padre fue un gran hombre de honor, y como tal, le rindo homenaje. -Dijo el joven guerrero mientras acomodaba la lanza a su hombro con el asta hacia arriba para no tener incidentes desagradables. Lo cierto es que todo lo que él era, se lo debía a su padre que aun pese a ser un noble empobrecido y desterrado de sus propios dominios, habia seguido con la cabeza alta, luchando día tras día por dar a su familia una vida de honor a través de los conceptos del trabajo duro y el honor personal. Tras un momento de silencio, prosiguió hablando. -Debo decir que me parece bastante mejor idea que me trate una elfa antes que los sanadores de Lunargenta. No me malinterpretéis, son buena gente y tienen buena mano para las lesiones y heridas, pero yo no puedo permitirme estar una semana sin caminar, y menos todavía un mes al menos sin combatir. Como herrero y viajero eso es prácticamente impensable a menos que uno esté forrado en oro.
Lo cual, no era su caso, aunque bien la espada que llevaba al cinto podría darle para comer un par de meses holgadamente y pegándose unas pocas ingestas diarias, pero si no lo había hecho ya a aquellas alturas era por algo: Esa espada era todo lo que tenía.
Eoghan Lothannor
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Re: Aire, aire puro. [Interpretativo] [CERRADO] [2/3]
Me sorprendió gratamente que el hombre con tentáculos tuviera, pese su reacción inicial, nociones básicas sobre mi especie, algo que había observado como poco común en el resto de personas que me había encontrado, muchas de las cuales dudaban de mi raciocinio. Pese que esa alegría momentánea se esfumo en cuanto sugirieron que los llevara volando.
Me miré a mi misma, y luego a ambos sujetos repetidas veces, intentando señalar lo obvio antes de volver a escribir, cara a ellos y de forma nítida para que pudieran leerlo.
"Poseo ropas encantadas, no apareceré desnuda en ningún momento, aunque agradezco su cortesía sr. Werner.
Sus ideas tienen, sin embargo, un pequeño problema, y es que a no ser que puedan encogerse, mucho... muchísimo, no voy a poder cargarlos volando ni juntos ni por separado."
Me señalé a mi misma. No es que mis alas no fueran grandes, si no que de mi extensión de casi 4 metros, la mitad era el largo de mi cola y de mi cuello, y el resto mi alargada cabeza y mi pequeño cuerpecito que podría, como mucho, cargar como si fuera un pony a alguien con esfuerzo, o, llevar volando a un niño pequeño, que de seguro preferiría no tener que subirse en un dragón tan lleno de cuernos y púas que corría riesgo de convertirse en un colador.
El gestó del hombre bestia me tomó por sorpresa, pero no me fue difícil de identificar, y plegando todas las púas para no arañar su mano cuando llegara a las escamas, arqueé el cuello y el rocé la mano con el hocicó en señal de que su gesto era bienvenido. O mas bien lo que tenia por mano, a lo cual aproveche para echarle una ojeada de cerca, y que esperaba, una vez solventado el problema que nos ocupaba, poder examinar mejor.
Tras aquello barrí con la cola la nieve escrita, para cambiar el mensaje que se mostraba en ella, como si fuera la miga en un papel de carboncillo, pero mucho mas eficiente y rápido.
"Me agrada su idea, pero habrá que buscar un modo distinto de llegar al barco. Quizás, pueda llegar hasta el mismo y pedir que se dirijan hacia un punto de recogida mas cercano. A no ser que se les ocurra algo mejor."
Propuse como alternativa, al ser yo quien había desestimado su idea, teniendo, no mas nociones que esas, sobre que podía hacerse para llegar al barco, y tratando de respetar a su vez, el desagrado velado que pareció tener mis dos contertulianos con cruzar la ciudad.
Las desagradables memorias del motín que había presenciado, y el posterior accidente del barco en los arrecifes circundantes de las islas illidienses vinieron en mi memoria, recordándome mi nefasto primer viaje en barco. Por suerte, el segundo había sido algo apacible, tranquilo, rápido y sin inconvenientes mayores que un montón de marineros sin aseo ninguno apelotonados en un navío durante días, aroma que ya me conocía de las ciudades y que era de las pocas cosas que no me fascinaban ni me generaban interés en las mismas.
Me miré a mi misma, y luego a ambos sujetos repetidas veces, intentando señalar lo obvio antes de volver a escribir, cara a ellos y de forma nítida para que pudieran leerlo.
"Poseo ropas encantadas, no apareceré desnuda en ningún momento, aunque agradezco su cortesía sr. Werner.
Sus ideas tienen, sin embargo, un pequeño problema, y es que a no ser que puedan encogerse, mucho... muchísimo, no voy a poder cargarlos volando ni juntos ni por separado."
Me señalé a mi misma. No es que mis alas no fueran grandes, si no que de mi extensión de casi 4 metros, la mitad era el largo de mi cola y de mi cuello, y el resto mi alargada cabeza y mi pequeño cuerpecito que podría, como mucho, cargar como si fuera un pony a alguien con esfuerzo, o, llevar volando a un niño pequeño, que de seguro preferiría no tener que subirse en un dragón tan lleno de cuernos y púas que corría riesgo de convertirse en un colador.
El gestó del hombre bestia me tomó por sorpresa, pero no me fue difícil de identificar, y plegando todas las púas para no arañar su mano cuando llegara a las escamas, arqueé el cuello y el rocé la mano con el hocicó en señal de que su gesto era bienvenido. O mas bien lo que tenia por mano, a lo cual aproveche para echarle una ojeada de cerca, y que esperaba, una vez solventado el problema que nos ocupaba, poder examinar mejor.
Tras aquello barrí con la cola la nieve escrita, para cambiar el mensaje que se mostraba en ella, como si fuera la miga en un papel de carboncillo, pero mucho mas eficiente y rápido.
"Me agrada su idea, pero habrá que buscar un modo distinto de llegar al barco. Quizás, pueda llegar hasta el mismo y pedir que se dirijan hacia un punto de recogida mas cercano. A no ser que se les ocurra algo mejor."
Propuse como alternativa, al ser yo quien había desestimado su idea, teniendo, no mas nociones que esas, sobre que podía hacerse para llegar al barco, y tratando de respetar a su vez, el desagrado velado que pareció tener mis dos contertulianos con cruzar la ciudad.
Las desagradables memorias del motín que había presenciado, y el posterior accidente del barco en los arrecifes circundantes de las islas illidienses vinieron en mi memoria, recordándome mi nefasto primer viaje en barco. Por suerte, el segundo había sido algo apacible, tranquilo, rápido y sin inconvenientes mayores que un montón de marineros sin aseo ninguno apelotonados en un navío durante días, aroma que ya me conocía de las ciudades y que era de las pocas cosas que no me fascinaban ni me generaban interés en las mismas.
Arygos Valnor
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Re: Aire, aire puro. [Interpretativo] [CERRADO] [2/3]
El nombre del humano era Eoghan hijo de Eóthain, pero, en la mente del Capitán, él tenía otro nombre más acorde a sus palabras: Honor hijo de NoMeMalInterpretéis. Y es que, contra más hablaba, más seguro estaba de que su primer juicio hacia Eoghan había sido el correcto. Un humano robusto, fuerte, orgulloso de su acciones y del nombre de sus antepasados, un guerrero y un diplomático al mismo tiempo. El Capitán tenía un don para captar a cada persona con la que se cruzaba, don que en más de una ocasión pudo salvarle la vida. Bajo su liderazgo han pasado centenares de piratas, la labor de un buen capitán era conocerlos a todos, virtudes y defectos por igual. Necesitaba saber con quién confiar y con quién no, quién vagueaba en los ratos que nadie le veía y quién, incluso en soledad, trabajaba más que ningún otro, quién podía hablar por las tabernas de la ciudad para sacar la información adecuada y quién carecía de sentido del habla... "Honor hijo de NoMeMalInterpretéis" podría ser un buen pirata. Justo, trabajador, fuerte, incansable y con don del habla. Lástima que sus palabras oliesen a "honor" como las de las palabras de los altos nobles de Lunargenta. El Capitán no sabía explicarlo, pero algo en Eoghan estaba mal, un aire refinado y honorable se envolvía entorno a él. ¿Sería el bastardo de un noble que en su juventud tuvo que buscarse la vida como herrero? Imposible, de ser así no diría de quién era hijo.
-Se hará entonces de acuerdo a lo hablado.- Contestó el Capitán a "Honor" sin apartar la mano del lomo blanquecino de la dragona. - ¿Podrás hacerlo?-
Dos nuevos mensajes por parte de Arygos surgieron en el suelo; dos mensajes totalmente inesperados por parte del Capitán. En el primero, la dragona decía que ella ya poseía ropa con la que poder vestirse y no podía aceptar las prendas que Alfred ofrecía; le pareció algo sorprendete y, en cierto sentido, también alagador. Los dragones que el Capitán había conocido eran codiciosos, no solo en el ámbito ecónomico pues ellos solo querían más poder, más fuerza, más territorio, más sabiduría y, cierta dragona negra que perteneció a su propia historia, más sexo. Nunca se contentaban con lo que ya tenían. Querían más, más y más. Que Arygos rechazase la ofrenda que el Captitán le había hecho solo porque no lo necesitase fue una grata sorpresa, más incluso que sabe que nadie estaba atacando a nadie. El Capitán, en respuesta al primer mensaje, siguió pasando su mano izquierda entre el lomo de la dragona para continuar con sus cariacias. El segundo mensaje, destrozaba por completo el plan del Capitán de llegar volando hacia el Promesa Enardecida. Cierto era que Arygos no era demasiado grande, pero alfred vivió, con sus propios ojos, a un burro mucho más pequeño que ella cargar a tres borrachos. Tal vez, Arygos no supiera todo lo que podría ser capaz de hacer; tal vez, y solo tal vez, fuera la única dragona que conocía el Capitán que en vez de querer más, quería menos.
-Lástima.- Dijo el Capitán sin insistir a la dragona en hacer algo que ella no quería, aunque él estuviera convencido que podría llevaros con total facilidad. - De igual forma, Arygos, debemos estar agradecidos contigo por querer prestar tus alas.- Si había una cualidad que ella podía compartir con el resto de su raza era el amor con que trataban a su forma reptiliana. El Capitán recordó cómo la dragona negra trataba a su cuerpo alado como si fuera un templo sagrado. Arygos, si se mostraba en su forma de dragona y no la humana, debía ser por la misma razón.
La dragona uso su cola para borrar los dos mensajes anteirores y escribió un nuevo mensaje en el cual no daba todo por perdido. Decía que la idea del Capitán fue buena, solo había que buscar un modo distinto de llegar al barco. Volar era algo de lo cual, Arygos, podía sentirse orgullosa. Honor hijo de NoMeMalInterpretéis, se sentiría sumamente orgulloso si pudiera volvar. Pero ella era muy diferente, y no por eso significaría que Arygos no sería una buena pirata. Sería tan buena marinera como lo podía ser Eoghan.
El Capitán se dio la vuelta al grupo hacia la dirección donde, a unos kilometros de distancia, estaba en el puerto de Lunargenta. Necesitaba pensar la forma de superar la gran franja que les separaba desde su barco. Miró y pensó durante un buen rato cuando, al fin lo vio: Una carreta llena de calabazas transportada por un par de mulas y guiadas por un anciano humano. La carreta era lo suficientemente grande como para caber unas cinco personas y no parecía demasiado pesada.
-Arygos, cree que podrá llevarnos subidos en algo así.- Señaló con la pinza de su brazo izquierdo la carreta de calabazas. - Y usted señor Eoghan, ¿qué me dice?- miró de frente hacia el humano. - Si se lo pedimos "educadamente" el viejo nos "prestará" la carreta.- Hizo énfasis en las palabras "educamente" y "prestará" para que sus interlocutores adivinasen que se trataba de un atraco. -¿Y bien?-
-Se hará entonces de acuerdo a lo hablado.- Contestó el Capitán a "Honor" sin apartar la mano del lomo blanquecino de la dragona. - ¿Podrás hacerlo?-
Dos nuevos mensajes por parte de Arygos surgieron en el suelo; dos mensajes totalmente inesperados por parte del Capitán. En el primero, la dragona decía que ella ya poseía ropa con la que poder vestirse y no podía aceptar las prendas que Alfred ofrecía; le pareció algo sorprendete y, en cierto sentido, también alagador. Los dragones que el Capitán había conocido eran codiciosos, no solo en el ámbito ecónomico pues ellos solo querían más poder, más fuerza, más territorio, más sabiduría y, cierta dragona negra que perteneció a su propia historia, más sexo. Nunca se contentaban con lo que ya tenían. Querían más, más y más. Que Arygos rechazase la ofrenda que el Captitán le había hecho solo porque no lo necesitase fue una grata sorpresa, más incluso que sabe que nadie estaba atacando a nadie. El Capitán, en respuesta al primer mensaje, siguió pasando su mano izquierda entre el lomo de la dragona para continuar con sus cariacias. El segundo mensaje, destrozaba por completo el plan del Capitán de llegar volando hacia el Promesa Enardecida. Cierto era que Arygos no era demasiado grande, pero alfred vivió, con sus propios ojos, a un burro mucho más pequeño que ella cargar a tres borrachos. Tal vez, Arygos no supiera todo lo que podría ser capaz de hacer; tal vez, y solo tal vez, fuera la única dragona que conocía el Capitán que en vez de querer más, quería menos.
-Lástima.- Dijo el Capitán sin insistir a la dragona en hacer algo que ella no quería, aunque él estuviera convencido que podría llevaros con total facilidad. - De igual forma, Arygos, debemos estar agradecidos contigo por querer prestar tus alas.- Si había una cualidad que ella podía compartir con el resto de su raza era el amor con que trataban a su forma reptiliana. El Capitán recordó cómo la dragona negra trataba a su cuerpo alado como si fuera un templo sagrado. Arygos, si se mostraba en su forma de dragona y no la humana, debía ser por la misma razón.
La dragona uso su cola para borrar los dos mensajes anteirores y escribió un nuevo mensaje en el cual no daba todo por perdido. Decía que la idea del Capitán fue buena, solo había que buscar un modo distinto de llegar al barco. Volar era algo de lo cual, Arygos, podía sentirse orgullosa. Honor hijo de NoMeMalInterpretéis, se sentiría sumamente orgulloso si pudiera volvar. Pero ella era muy diferente, y no por eso significaría que Arygos no sería una buena pirata. Sería tan buena marinera como lo podía ser Eoghan.
El Capitán se dio la vuelta al grupo hacia la dirección donde, a unos kilometros de distancia, estaba en el puerto de Lunargenta. Necesitaba pensar la forma de superar la gran franja que les separaba desde su barco. Miró y pensó durante un buen rato cuando, al fin lo vio: Una carreta llena de calabazas transportada por un par de mulas y guiadas por un anciano humano. La carreta era lo suficientemente grande como para caber unas cinco personas y no parecía demasiado pesada.
-Arygos, cree que podrá llevarnos subidos en algo así.- Señaló con la pinza de su brazo izquierdo la carreta de calabazas. - Y usted señor Eoghan, ¿qué me dice?- miró de frente hacia el humano. - Si se lo pedimos "educadamente" el viejo nos "prestará" la carreta.- Hizo énfasis en las palabras "educamente" y "prestará" para que sus interlocutores adivinasen que se trataba de un atraco. -¿Y bien?-
El Capitán Werner
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Re: Aire, aire puro. [Interpretativo] [CERRADO] [2/3]
-Y tanto que estoy agradecido, en cuanto deje de tener la pata chula, te lo compensaré de alguna manera. -Dijo a la dragona con una suave sonrisa en el rostro. Lo cierto es que a Eoghan le hacía una ilusión enorme, ¡y además a lomos de un dragón! Woah, lo que dirían Ingrid o su padre si lo vieran en ese momento, o cualquiera de la villa. Leofric se hubiera muerto de envidia.
No pudo evitar esbozar una nueva sonrisa, ésta vez más similar a la de un bobo soñador, pero sacudió la cabeza y adoptó su habitual expresión sosegada. Avanzaron hasta el linde del bosque mientras él hacía lo posible por acomodarse lo más que podía para no forzar el pie lesionado.
Vio entonces al anciano conduciendo la carreta. Bien, pensó. Si se lo pedía quizás podría llevarle a Lunargenta montado, o al menos a medio camino y entonces sería un buen trecho que se ahorrarían, sin complicaciones ni nada por el estilo. Además, si veían a Werner, a un hombre armado y a Arygos, aunque desconocía cuál sería su forma humanoide, los bandidos seguramente se lo pensarían dos veces antes de atacar a un anciano labriego como aquel, que bien podría ser una víctima indefensa o un veterano de guerra, vaya usted a saber.
Miró entonces a Werner, y frunció el ceño. Lo cierto es que no le gustaba la opción que planteaba. ¿Intimidarle para coger su carreta? ¿Nos habíamos vuelto locos? En un primer momento Alfred le había parecido un buen hombre, aunque algo tosco en su forma de actuar al principio, pero supuso que las apariencias engañaban. Se encaró a él, aun a riesgo de que el capitán pudiera destriparle con su espada dada su lesión y su reducidísima destreza. No era una expresión hostil o un gesto de desafío, no, era una reafirmación de seguridad, algo que salía desde lo más hondo del corazón de Eoghan.
-No, señor mío. -Le dijo a Werner, y luego exhaló un suspiro. -Le pediré que nos lleve, por supuesto, pero si no quiere, que siga su camino, aunque raro es el hombre que viaja solo y no quiere una buena compañía para disuadir a mentes menos bienintencionadas.
Lo cierto es que Eoghan podía sonar ingenuo, pero parte de razón tenía: Los caminos aquellos días, con las heladas, el frío, la nieve y las nieblas eran más peligrosos de lo habitual, tanto porque había monstruos acechando como por los bandidos que salían a cazar carroña. Eso podía jugarles una mala pasada yendo él armado como iba, pero por otra parte, también era cierto que estaba lesionado así que poca amenaza podría representar al anciano.
-Siento sonar brusco, pero aquí yo no voy a admitir discusión. No les culparé si quieren echarse atrás en su ofrecimiento. -Dijo, aunque claro, por otra parte le resultaba raro, ¿primero Alfred le ofrecía ayuda y ahora le instaba a atracar a un anciano? O era una prueba para demostrar que él no hablaba de boquilla cuando decía que era un hombre de honor, o algo olía a cuerno quemado con el hombre bestia.
No pudo evitar esbozar una nueva sonrisa, ésta vez más similar a la de un bobo soñador, pero sacudió la cabeza y adoptó su habitual expresión sosegada. Avanzaron hasta el linde del bosque mientras él hacía lo posible por acomodarse lo más que podía para no forzar el pie lesionado.
Vio entonces al anciano conduciendo la carreta. Bien, pensó. Si se lo pedía quizás podría llevarle a Lunargenta montado, o al menos a medio camino y entonces sería un buen trecho que se ahorrarían, sin complicaciones ni nada por el estilo. Además, si veían a Werner, a un hombre armado y a Arygos, aunque desconocía cuál sería su forma humanoide, los bandidos seguramente se lo pensarían dos veces antes de atacar a un anciano labriego como aquel, que bien podría ser una víctima indefensa o un veterano de guerra, vaya usted a saber.
Miró entonces a Werner, y frunció el ceño. Lo cierto es que no le gustaba la opción que planteaba. ¿Intimidarle para coger su carreta? ¿Nos habíamos vuelto locos? En un primer momento Alfred le había parecido un buen hombre, aunque algo tosco en su forma de actuar al principio, pero supuso que las apariencias engañaban. Se encaró a él, aun a riesgo de que el capitán pudiera destriparle con su espada dada su lesión y su reducidísima destreza. No era una expresión hostil o un gesto de desafío, no, era una reafirmación de seguridad, algo que salía desde lo más hondo del corazón de Eoghan.
-No, señor mío. -Le dijo a Werner, y luego exhaló un suspiro. -Le pediré que nos lleve, por supuesto, pero si no quiere, que siga su camino, aunque raro es el hombre que viaja solo y no quiere una buena compañía para disuadir a mentes menos bienintencionadas.
Lo cierto es que Eoghan podía sonar ingenuo, pero parte de razón tenía: Los caminos aquellos días, con las heladas, el frío, la nieve y las nieblas eran más peligrosos de lo habitual, tanto porque había monstruos acechando como por los bandidos que salían a cazar carroña. Eso podía jugarles una mala pasada yendo él armado como iba, pero por otra parte, también era cierto que estaba lesionado así que poca amenaza podría representar al anciano.
-Siento sonar brusco, pero aquí yo no voy a admitir discusión. No les culparé si quieren echarse atrás en su ofrecimiento. -Dijo, aunque claro, por otra parte le resultaba raro, ¿primero Alfred le ofrecía ayuda y ahora le instaba a atracar a un anciano? O era una prueba para demostrar que él no hablaba de boquilla cuando decía que era un hombre de honor, o algo olía a cuerno quemado con el hombre bestia.
Eoghan Lothannor
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Re: Aire, aire puro. [Interpretativo] [CERRADO] [2/3]
El hombre pulpo, calamar o crustáceo, o quizás una mezcla de todo un poco me caia simpatico, y el soldado humano, me habría caído más en gracia si no me hubiera recordado, en mayor u menor medida a Nicolás Barbacero...no sabía si era por la barba, o por la tez medio tostada, quizás por el pelo largo, pero había algo en el que me hacia acordar a ese sujeto con el que me había cruzado tiempo atrás, con nefastas consecuencias.
Aun así cuando el humano se prestó a compensarlo de algún modo, hice un leve gesto con el hocico sacándole importancia al asunto. Animal herido en el bosque, comida para predadores, y en eso se podía convertir fácilmente, no resultaba complicado para mi ayudarle, como tampoco parecía haberlo sido por el hombre bestia.
Alfred llamó la atención sobre una carreta, en la que miramos tanto yo como el lesionado compañero, y propuso pedir auxilio a su dueño. Asentí de acuerdo con pedir ayuda al transeúnte, sería mucho más sencillo de trasladar en un vehiculo que en mi lomo.
No me hacía especial ilusión ser yo en vez del animal de turno el que tuviera que tironear de ella, pero al no ser excesivamente grande, probablemente no tuviera problemas para hacerlo, así que me decidi en no poner mas trabas a sus planes, e intentar que estos funcionaran.
Para mi sorpresa, el humano se negó para sugerir luego exactamente lo mismo. Mire a ambos alternativamente sin entender cual era la diferencia o el matiz por el cual discutían ese par ahora.
"¿Porque discuten?"
Escribí en el suelo con mis garras, dejando el mensaje en frete de los pies del sujeto, en un angulo como para que de solo bajar la cabeza pudieran leerlo sin tener que hacer contorsiones curiosas, y con una letra lo bastante grande y clara como para evitar que tuvieran la necesidad de agacharse para descifrar mi mensaje. Esperaba conseguir con ello alguna aclaración que me ayudara a entender porque estábamos perdiendo el tiempo de esa forma, aunque yo podía alcanzar la carreta mas tarde, si esta seguía alejándose lenta, pero inexorablemente de nuestra posición mientras daba lugar ese sinsentido.
¿Seria porque uno creía que se negaría y el otro no? Aun así no perdíamos nada por intentarlo.
La carreta se empezaba a alejar, tal y como había previsto, y dando un suave coletazo a ambos sujetos para llamar su atención, solté un pequeño gorjeo apuntando con mi reptiliano rostro hacia el sujeto de disputa que proseguía su camino ajeno por completo a nuestra presencia. Uno u otro tendrían que ir a parar al granjero, o tendría que hacerlo yo.
Aun así cuando el humano se prestó a compensarlo de algún modo, hice un leve gesto con el hocico sacándole importancia al asunto. Animal herido en el bosque, comida para predadores, y en eso se podía convertir fácilmente, no resultaba complicado para mi ayudarle, como tampoco parecía haberlo sido por el hombre bestia.
Alfred llamó la atención sobre una carreta, en la que miramos tanto yo como el lesionado compañero, y propuso pedir auxilio a su dueño. Asentí de acuerdo con pedir ayuda al transeúnte, sería mucho más sencillo de trasladar en un vehiculo que en mi lomo.
No me hacía especial ilusión ser yo en vez del animal de turno el que tuviera que tironear de ella, pero al no ser excesivamente grande, probablemente no tuviera problemas para hacerlo, así que me decidi en no poner mas trabas a sus planes, e intentar que estos funcionaran.
Para mi sorpresa, el humano se negó para sugerir luego exactamente lo mismo. Mire a ambos alternativamente sin entender cual era la diferencia o el matiz por el cual discutían ese par ahora.
"¿Porque discuten?"
Escribí en el suelo con mis garras, dejando el mensaje en frete de los pies del sujeto, en un angulo como para que de solo bajar la cabeza pudieran leerlo sin tener que hacer contorsiones curiosas, y con una letra lo bastante grande y clara como para evitar que tuvieran la necesidad de agacharse para descifrar mi mensaje. Esperaba conseguir con ello alguna aclaración que me ayudara a entender porque estábamos perdiendo el tiempo de esa forma, aunque yo podía alcanzar la carreta mas tarde, si esta seguía alejándose lenta, pero inexorablemente de nuestra posición mientras daba lugar ese sinsentido.
¿Seria porque uno creía que se negaría y el otro no? Aun así no perdíamos nada por intentarlo.
La carreta se empezaba a alejar, tal y como había previsto, y dando un suave coletazo a ambos sujetos para llamar su atención, solté un pequeño gorjeo apuntando con mi reptiliano rostro hacia el sujeto de disputa que proseguía su camino ajeno por completo a nuestra presencia. Uno u otro tendrían que ir a parar al granjero, o tendría que hacerlo yo.
Arygos Valnor
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Re: Aire, aire puro. [Interpretativo] [CERRADO] [2/3]
Honor hijo de Nomemalinterpretéis respondió a la proposición del Capitán de amenazar al viejo tal y como él mismo había esperado. Eoghan no era un humano ordinario, uno de aquellos que no les importaba quién se interpusiera en su camino con tal de hacer el bien. Dicho de forma más abrupta: Para Eoghan, el fin NO justificaba los medios. Un ideal admirable e ingenuo, más propio de un niño recién nacido que de un robusto hombre como él. Hubo un tiempo en que el Capitán también creía en los mismos cándidos ideales que Eoghan; unos días en el que él mismo buscaba hacer el bien siempre tomando las decisiones políticamente correctas. Sin embargo, la mayoría de veces que tomaba estas deciciones, el resultado final era una masacre.
La dragona albina escribió en la tierra un nuevo mensaje. Las letras eran mucho más grandes que en los mensajes anteriores, tanto es así que no hizo falta tener que transcribir el mensaje en la hoja de papel para poder leerlo. Tal vez estaría confundida por la incesante negación de Eoghan o incluso podría estar molesta por estar hablando en lugar de hacer lo que tanto ella como el Capitán tenían pensado hacer al ver al humano herido. Fuera cual fuera el motivo real por el que la dragona hizo aquellas grandes letras, no era nada en comparación con los consecutivos gestos que la bella dragona hizo para mostrar su posición frente a la idea del Capitán: Primero empujó a ambas hombres con la cola, continuó con lo que Alfred imaginó que era una especie de gárgara hechas con la melodiosa voz de los dragones y finalizó estirando su largo cuello hacia el viejo de la carreta. Confusa o molesta, era obvio que estaba de acuerdo frente a la propuesta de tomar la carreta.
El Capitán respondió a la dragona acariciando de nuevo su níveo lomo sin articular palabra alguna. Licántropos, hombres bestias y en último lugar, los dragones, eran capaces de entender mejor esos pequeños sentimientos no hablados que lo que lo podían entender los brujos o los humanos. El Capitán, en esta ocasión, le pedía a la dragona paciencia y benevolencia.
-No seré yo quién tome la decisión, señor Eoghan adelante.- El Capitán inclinó ligeramente la cabeza para ceder el honor de responder a la señal de la dragona al humano. - Únicamente, deja que te señale una simple cosa.- Puntualizó. - ¿No le parece extraño que solo un viejo labriego haya recogido tal número de calabazas? Los campesinos suelen tener más de media docena de hijos con el único fin de que le ayuden en las labores. Posiblemente, el viejo viva solo. Más aun, me atrevería a decir que el motivo de su trabajo no es otro que para entretenerse, que es algo que simple hizo por costumbre y ahora no sabría vivir sin trabajar la tierra.- Hizo una pausa para dejar que Eoghan pensase en lo que el Capitán le estaba diciendo. - No le haremos ningún daño, ni al él ni al animal que lleva, ni tampoco le robaremos las hortalizas. Solo necesitamos la carreta, algo que el viejo no echará en falta.- Una segunda pausa. Sacó una bolsa con los pocos aeros que el Capitán había podido ganar haciendo trabajos en el gremio de ladrones y cogió cinco monedas y se las mostró al humano. –¿Lo preferís así Eoghan?-
La dragona albina escribió en la tierra un nuevo mensaje. Las letras eran mucho más grandes que en los mensajes anteriores, tanto es así que no hizo falta tener que transcribir el mensaje en la hoja de papel para poder leerlo. Tal vez estaría confundida por la incesante negación de Eoghan o incluso podría estar molesta por estar hablando en lugar de hacer lo que tanto ella como el Capitán tenían pensado hacer al ver al humano herido. Fuera cual fuera el motivo real por el que la dragona hizo aquellas grandes letras, no era nada en comparación con los consecutivos gestos que la bella dragona hizo para mostrar su posición frente a la idea del Capitán: Primero empujó a ambas hombres con la cola, continuó con lo que Alfred imaginó que era una especie de gárgara hechas con la melodiosa voz de los dragones y finalizó estirando su largo cuello hacia el viejo de la carreta. Confusa o molesta, era obvio que estaba de acuerdo frente a la propuesta de tomar la carreta.
El Capitán respondió a la dragona acariciando de nuevo su níveo lomo sin articular palabra alguna. Licántropos, hombres bestias y en último lugar, los dragones, eran capaces de entender mejor esos pequeños sentimientos no hablados que lo que lo podían entender los brujos o los humanos. El Capitán, en esta ocasión, le pedía a la dragona paciencia y benevolencia.
-No seré yo quién tome la decisión, señor Eoghan adelante.- El Capitán inclinó ligeramente la cabeza para ceder el honor de responder a la señal de la dragona al humano. - Únicamente, deja que te señale una simple cosa.- Puntualizó. - ¿No le parece extraño que solo un viejo labriego haya recogido tal número de calabazas? Los campesinos suelen tener más de media docena de hijos con el único fin de que le ayuden en las labores. Posiblemente, el viejo viva solo. Más aun, me atrevería a decir que el motivo de su trabajo no es otro que para entretenerse, que es algo que simple hizo por costumbre y ahora no sabría vivir sin trabajar la tierra.- Hizo una pausa para dejar que Eoghan pensase en lo que el Capitán le estaba diciendo. - No le haremos ningún daño, ni al él ni al animal que lleva, ni tampoco le robaremos las hortalizas. Solo necesitamos la carreta, algo que el viejo no echará en falta.- Una segunda pausa. Sacó una bolsa con los pocos aeros que el Capitán había podido ganar haciendo trabajos en el gremio de ladrones y cogió cinco monedas y se las mostró al humano. –¿Lo preferís así Eoghan?-
El Capitán Werner
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Re: Aire, aire puro. [Interpretativo] [CERRADO] [2/3]
-No me parece extraño en absoluto, no teniendo en cuenta que normalmente es el más experimentado el que acostumbra a acudir al mercado a vender. -Repuso el rubio alzando una ceja mientras miraba a Werner. -Y sigue sin parecerme bien en absoluto a forzarle a dejar la carreta. Además recordemos que en esa carreta cabemos todos.
Suspiró y leyó el mensaje
-Llamémoslo confusiones. A la porra, vamos a hablar con el anciano. -Dijo con un suspiro resignado mientras se volví a apoyar en la lanza y la usaba de muleta para acercarse a un paso de tortuga bastante curioso y con la misma gracia que un pato mareado, hacia donde el anciano estaba cruzando. Dio unos saltitos sobre la pierna buena mientras usaba la lanza como apoyo, mientras se acercaba progresivamente al camino. Ahora bien, que Werner o Arygos le siguieran, era otra cosa.
Cuando al fin estuvo a la vista, alzó la voz.
-¡Disculpe! ¡Disculpe, señor! -Exclamó el joven mientras llamaba la atención del anciano. Esperaba que, dando la apariencia de un joven lesionado, el pobre hombre no tuviera problemas en por lo menos acercarle a la posta más cercana a Lunargenta, porque al fin y al cabo tampoco estaban tan rematadamente lejos. -He tenido un pequeño accidente y necesitaría que me acercase a Lunargenta, ¿podría ser? Oh, bueno, y a dos conocidos míos.
Le habló con un tono amable, lejos de la amenaza o la coacción. Esperaba que Werner y Arygos no tuvieran mayor problema en viajar a su vez con el anciano y sin liarla parda. Cómo de sencillo era hacer las cosas hablando... Quería pensar que las palabras de Werner no eran otra cosa más que probarle, pero por otra parte tenía la mosca tras la oreja, ¿y si al final no le convenía subir al barco de aquel hombre?
En un primer momento no le pareció mal tipo, pero ahora dudaba. También una cosa era cierta y era que no tenía mucho que temer. Ya solo la espada de aquel hombre valía más que la vida de Eoghan, así que, ¿robarle? Ni de guasa.
Esperó que el anciano le respondiese. Esperaba, rezaba de hecho, que le dijese que no había problema, que podría llevarlos y que en poco rato estaría en Lunargenta tranquilamente y en unas horas ya no tendría la hinchazón del pie. Realmente lo esperaba.
Suspiró y leyó el mensaje
-Llamémoslo confusiones. A la porra, vamos a hablar con el anciano. -Dijo con un suspiro resignado mientras se volví a apoyar en la lanza y la usaba de muleta para acercarse a un paso de tortuga bastante curioso y con la misma gracia que un pato mareado, hacia donde el anciano estaba cruzando. Dio unos saltitos sobre la pierna buena mientras usaba la lanza como apoyo, mientras se acercaba progresivamente al camino. Ahora bien, que Werner o Arygos le siguieran, era otra cosa.
Cuando al fin estuvo a la vista, alzó la voz.
-¡Disculpe! ¡Disculpe, señor! -Exclamó el joven mientras llamaba la atención del anciano. Esperaba que, dando la apariencia de un joven lesionado, el pobre hombre no tuviera problemas en por lo menos acercarle a la posta más cercana a Lunargenta, porque al fin y al cabo tampoco estaban tan rematadamente lejos. -He tenido un pequeño accidente y necesitaría que me acercase a Lunargenta, ¿podría ser? Oh, bueno, y a dos conocidos míos.
Le habló con un tono amable, lejos de la amenaza o la coacción. Esperaba que Werner y Arygos no tuvieran mayor problema en viajar a su vez con el anciano y sin liarla parda. Cómo de sencillo era hacer las cosas hablando... Quería pensar que las palabras de Werner no eran otra cosa más que probarle, pero por otra parte tenía la mosca tras la oreja, ¿y si al final no le convenía subir al barco de aquel hombre?
En un primer momento no le pareció mal tipo, pero ahora dudaba. También una cosa era cierta y era que no tenía mucho que temer. Ya solo la espada de aquel hombre valía más que la vida de Eoghan, así que, ¿robarle? Ni de guasa.
Esperó que el anciano le respondiese. Esperaba, rezaba de hecho, que le dijese que no había problema, que podría llevarlos y que en poco rato estaría en Lunargenta tranquilamente y en unas horas ya no tendría la hinchazón del pie. Realmente lo esperaba.
Eoghan Lothannor
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Re: Aire, aire puro. [Interpretativo] [CERRADO] [2/3]
Mi cuello se contorsionaba enfocando mi alargado y reptiliano rostro hacia uno u otro dependiendo de quien hablaba, y tenia lla sensación, cada vez mas pronunciada, de que me había perdido algo de a conversación, algún gesto, algún tono cuya connotación no conocía, que hacia que ambos hombres discutieran sobre hacer exactamente lo mismo.
Cabia decir que el hombre bestia se expresaba con mucha elocuencia, algo muy distinto al molde predefinido que se expandía por el continente sobre las habilidades y capacidades de su raza. Quizás era, ni mas ni menos, otro caso igual que el de mi especie, en la cual, debido a su morfología abismalmente diferente, suponían des de la distancia, y sin datos de base, generando con el tiempo, una imagen distorsionada y difundida que nos perjudicaba mas que ayudaba.
El lancero, respondió a mi escrito, como confusiones, y aunque no me dejo muy segura, preferí creerle que seguir desorientada en esa conversación.
El capitán me había caído en gracia, y una pequeña parte, respondía a algo puramente instintivo, o quizás a al nostalgia, ese código de comunicación, mas animal que antropomórfico del que no podía disfrutar des que había abandonado las montañas. Por otra parte, aunque sentía simpatía por el humano, su lanza me traía malos recuerdos, y aunque no pensaba juzgarle por las acciones de Nicolás, prefería no acercarme en demasía a su herramienta para no perder un ojo.
Finalmente nos dispusimos, o se dispusieron, porque yo estaba impaciente des de hace un rato, temiendo que la carreta desapareciera de nuestra vista mientras hablaban, a acercarnos al anciano.
Recogí mi morral con el hocico, y arqueando con pequeños espasmos el mismo y el cuello, hice que quedara colgando de este mismo para poder cargarlo conmigo. Aminoré el paso quedando deliberadamente atrás del humano, por si este tropezaba, poder sostenerlo y que no se golpeara, y, para quedar menos a la vista del aldeano, por si, como pasaba con muchos gritaba y salía corriendo al ver un dragón.
De cualquier forma, la interacción con el anciano, era cosa suya, la gente de campo había comprobado que escasas veces saben leer, y si su intención era que yo tirara de la carreta, cambiar de forma dos veces en un corto lapso, me dejaría algo cansada como para después realizar dicha tarea de bestia de carga.
Mi mente, permanecía entonces, ocupada con temas de mi interés, que si dependían de mi en algún punto, en especial a la comunicación, podía , normalmente escribir en el suelo, ese era el modo mas practico de comunicarme, tenia, sin embargo, los gestos si no, que habían demostrado ser mucho menos efectivos a la ora de comunicarse con humanoides, y pro ultimo el habla, el problema era que , mientras arrastrara la carreta no podría escribir porque debería caminar, no podría hablar, porque tenía que tirar de la carreta en forma de dragón, y si cambiaba para decir algo, seria contraproducente, y finalmente, el tema de los gestos, que sería complicado como lo era siempre, y que limitaba sumamente mi lenguaje.
Solté un hondo suspiro por las narinas, mientras seguía buscando en mi mente, una solución ademas de quedar silenciosamente aburrida hasta llegar al barco del sr. Werner, pero la única respuesta racional que se repetía en mi mente era, "paciencia".
Cabia decir que el hombre bestia se expresaba con mucha elocuencia, algo muy distinto al molde predefinido que se expandía por el continente sobre las habilidades y capacidades de su raza. Quizás era, ni mas ni menos, otro caso igual que el de mi especie, en la cual, debido a su morfología abismalmente diferente, suponían des de la distancia, y sin datos de base, generando con el tiempo, una imagen distorsionada y difundida que nos perjudicaba mas que ayudaba.
El lancero, respondió a mi escrito, como confusiones, y aunque no me dejo muy segura, preferí creerle que seguir desorientada en esa conversación.
El capitán me había caído en gracia, y una pequeña parte, respondía a algo puramente instintivo, o quizás a al nostalgia, ese código de comunicación, mas animal que antropomórfico del que no podía disfrutar des que había abandonado las montañas. Por otra parte, aunque sentía simpatía por el humano, su lanza me traía malos recuerdos, y aunque no pensaba juzgarle por las acciones de Nicolás, prefería no acercarme en demasía a su herramienta para no perder un ojo.
Finalmente nos dispusimos, o se dispusieron, porque yo estaba impaciente des de hace un rato, temiendo que la carreta desapareciera de nuestra vista mientras hablaban, a acercarnos al anciano.
Recogí mi morral con el hocico, y arqueando con pequeños espasmos el mismo y el cuello, hice que quedara colgando de este mismo para poder cargarlo conmigo. Aminoré el paso quedando deliberadamente atrás del humano, por si este tropezaba, poder sostenerlo y que no se golpeara, y, para quedar menos a la vista del aldeano, por si, como pasaba con muchos gritaba y salía corriendo al ver un dragón.
De cualquier forma, la interacción con el anciano, era cosa suya, la gente de campo había comprobado que escasas veces saben leer, y si su intención era que yo tirara de la carreta, cambiar de forma dos veces en un corto lapso, me dejaría algo cansada como para después realizar dicha tarea de bestia de carga.
Mi mente, permanecía entonces, ocupada con temas de mi interés, que si dependían de mi en algún punto, en especial a la comunicación, podía , normalmente escribir en el suelo, ese era el modo mas practico de comunicarme, tenia, sin embargo, los gestos si no, que habían demostrado ser mucho menos efectivos a la ora de comunicarse con humanoides, y pro ultimo el habla, el problema era que , mientras arrastrara la carreta no podría escribir porque debería caminar, no podría hablar, porque tenía que tirar de la carreta en forma de dragón, y si cambiaba para decir algo, seria contraproducente, y finalmente, el tema de los gestos, que sería complicado como lo era siempre, y que limitaba sumamente mi lenguaje.
Solté un hondo suspiro por las narinas, mientras seguía buscando en mi mente, una solución ademas de quedar silenciosamente aburrida hasta llegar al barco del sr. Werner, pero la única respuesta racional que se repetía en mi mente era, "paciencia".
Arygos Valnor
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Re: Aire, aire puro. [Interpretativo] [CERRADO] [2/3]
El Capitán Werner decidió no contestar a Eoghan, él mismo era quien tenía que entrar en razón y pensar mejor en loq que estaba diciendo. Sus palabras tenían sentido, incluso lógica, pero, cometían el error de ser demasiado inocentes. Cierto era que todos cabían en el carreta, el hombre rubio, el viejo y el pirata; pero no dejaría espacio para las calabazas. Las hortalizas posiblemente eran uno de los pocos sustentos económicos del labriego, si decidía ayudarnos y abandonar sus calabazas, al día siguiente, él no tendría nada que comer. En cambio; si el Capitán y los demás cogían la carreta y dejaban al viejo con sus calabazas, él podría cargarlas en la mula y venderlas en la ciudad a la vez que Honor hijo de Nomemalinterpretéis se sanaba la pierna. Pero no, aquello Eoghan no lo veía, su honor le cegaba.
Honor hijo de Nomemalinterpretéis fue hacia el anciano haciendo una señal tanto Arygos como al Capitán para que le siguieran. Craso error, el labriego se quedó inmovilizado de puro pavor al ver lo que se le estaba acercando. Un hombre robusto y armado con una lanza, una dragona de tamaño considerable y un ser que tenía más que ver con el mundo subacuático que con el terrestre. Craso error; no importó cuan amable o cuan sereno intentase ser, el viejo ya lo había mal interpretado y corrió, tan rápido como sus ancianas piernas le permitieron, lejos del lugar que se encontraba temoroso al ver el grupo que se le había acercado.
El Capitán fue hacía el hombre apoyando, con un gesto de compresión y consuelo, su pinza en el hombro de Eoghan. – De estar en su posición, yo hubiera hecho lo mismo.- Dijo el Capitán mientras veían al anciano correr. El anciano, ya no solo había perdido la carreta, sino también la mula y las calabazas. –Recuerda que me enfrenté contra Arygos sin saber que te estaba ayudando. Somos un grupo demasiado “malinterpretado”.- La última palabra la dijo junto con una ligera sonrisa recordando su propia broma que hacía con el nombre de Eoghan.
El Capitán dirigió la mirada hacia la dragona albina. Parecía mantenerse al margen sobre el tema del hombre. ¿Sabría el por qué de lo sucedido o se lo estaría preguntando al igual que hizo en el momento de la discursión de ambos hombres? Se sentía mal por haberla intentado atacar y pedirle que fuera su montura sin que ella pudiera hablar con el resto ni entender lo que estaba sucediendo. El Capitán la miró con lástima y ternura a la vez que desataba las cuerdas que ataban la carreta con la mula.
–¿Estás lista?- Preguntó el Capitán una vez había tenido las cuerdas desatadas. – Voy a atar las cuerdas sobre tu cuello, no las apretaré muy fuerte para no herirte. ¿Bien?- Si en verdad no entendía que estaba pasando, era mejor avisarla de todo cuanto hacía antes de hacer algo malinterpretado hacía ella; cosa que aquel día no dejaba de suceder.
Honor hijo de Nomemalinterpretéis fue hacia el anciano haciendo una señal tanto Arygos como al Capitán para que le siguieran. Craso error, el labriego se quedó inmovilizado de puro pavor al ver lo que se le estaba acercando. Un hombre robusto y armado con una lanza, una dragona de tamaño considerable y un ser que tenía más que ver con el mundo subacuático que con el terrestre. Craso error; no importó cuan amable o cuan sereno intentase ser, el viejo ya lo había mal interpretado y corrió, tan rápido como sus ancianas piernas le permitieron, lejos del lugar que se encontraba temoroso al ver el grupo que se le había acercado.
El Capitán fue hacía el hombre apoyando, con un gesto de compresión y consuelo, su pinza en el hombro de Eoghan. – De estar en su posición, yo hubiera hecho lo mismo.- Dijo el Capitán mientras veían al anciano correr. El anciano, ya no solo había perdido la carreta, sino también la mula y las calabazas. –Recuerda que me enfrenté contra Arygos sin saber que te estaba ayudando. Somos un grupo demasiado “malinterpretado”.- La última palabra la dijo junto con una ligera sonrisa recordando su propia broma que hacía con el nombre de Eoghan.
El Capitán dirigió la mirada hacia la dragona albina. Parecía mantenerse al margen sobre el tema del hombre. ¿Sabría el por qué de lo sucedido o se lo estaría preguntando al igual que hizo en el momento de la discursión de ambos hombres? Se sentía mal por haberla intentado atacar y pedirle que fuera su montura sin que ella pudiera hablar con el resto ni entender lo que estaba sucediendo. El Capitán la miró con lástima y ternura a la vez que desataba las cuerdas que ataban la carreta con la mula.
–¿Estás lista?- Preguntó el Capitán una vez había tenido las cuerdas desatadas. – Voy a atar las cuerdas sobre tu cuello, no las apretaré muy fuerte para no herirte. ¿Bien?- Si en verdad no entendía que estaba pasando, era mejor avisarla de todo cuanto hacía antes de hacer algo malinterpretado hacía ella; cosa que aquel día no dejaba de suceder.
El Capitán Werner
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Re: Aire, aire puro. [Interpretativo] [CERRADO] [2/3]
Eoghan cuando vio al viejo correr, suspiró. No, no era un suspiro de desazón, ni tampoco un suspiro de resignación o tan siquiera de arrepentimiento, era un suspiro de genuino enfado. Un rebufido, si lo preferís. Aquel día había empezado mal, había continuado peor, y ahora estaba perdiendo la paciencia porque se sentía como un idiota redomado. Se había torcido el pie por su estupidez propia, estaba equivocándose constantemente al hablar y por encima no se había parado a pensar en que teniendo al Capitán y a Arygos tras de él, ¡y por encima él iba armado! Podría acabar en un resultado como aquel.
Por el amor de todos los dioses, se estaba empezando a amargar, y no era para menos. Es decir, él entendía que había días buenos, que había días malos, y luego estaba el hecho de que él fuera un idiota redomado, ¿siempre que actuaba pasaba algo así? ¿O se lo empezaba a imaginar?
-Vale, Capitán, tú ganas. -Dijo con un profundo, profundo suspiro cargado de pesadumbre por su propia torpeza. Qué idiota había sido, y qué ingenuo resultaba. Y ahora a ver si el viejo no avisaba a una milicia y por encima le daban la paliza de su vida, que era lo que él estaba empezando a anticipar, tal y como estaba yendo el día hasta el momento. -Soy un mequetrefe en líneas generales.
Lo más prudente sería largarse de allí cuanto antes... O posiblemente se pasaría dos o tres días en un calabozo, con el pie fastidiado y con los pocos aeros que había logrado ganarse hasta el momento reducidos a cero. Suspiró y dejó la lanza en el carro y se apresuró a ayudar a Werner con las riendas tras guiar a la mula a un ladito y dejar las calabazas en su sitio. Al menos si el viejo volvía, se encontraría al animal y las calabazas intactos.
No había que ser un genio en la interpretación de gestos faciales para darse cuenta de que Eoghan estaba contrariad por sus constantes meteduras de pata.Es más, hasta un niño pequeño se daría cuenta de ello, de que su paciencia estaba agotándose, solo a juzgar por el ceño fruncido y que su habitualmente agradable rostro se había vuelto adusto y serio, sin un ápice de intención de hacer una sola broma en aquel instante. Y es que había muchas cosas que él podía soportar, pero sentirse estúpido, no era una de ellas.
Fue cargando las calabazas en las alforjas de la mula, una a una, mientras el capitán lidiaba con la dragona. Por todos los demonios, ¿qué clase de imagen debía de estar dando él? La de un imbécil, seguro.
Una vez cargó todas las calabazas en las alforjas del pobre animal, la guió a un recodo del camino, y la bestia de carga se echó tranquilamente doblando las patas. Eoghan suspiró y volvió al carro, yendo a ayudar, ahora sí, con las riendas que Werner iba a colocar sobre la dragona mientras vigilaba que no volviese una milicia con palos y estacas a darles para el pelo.
Ya era lo que le faltaba, vamos.
Por el amor de todos los dioses, se estaba empezando a amargar, y no era para menos. Es decir, él entendía que había días buenos, que había días malos, y luego estaba el hecho de que él fuera un idiota redomado, ¿siempre que actuaba pasaba algo así? ¿O se lo empezaba a imaginar?
-Vale, Capitán, tú ganas. -Dijo con un profundo, profundo suspiro cargado de pesadumbre por su propia torpeza. Qué idiota había sido, y qué ingenuo resultaba. Y ahora a ver si el viejo no avisaba a una milicia y por encima le daban la paliza de su vida, que era lo que él estaba empezando a anticipar, tal y como estaba yendo el día hasta el momento. -Soy un mequetrefe en líneas generales.
Lo más prudente sería largarse de allí cuanto antes... O posiblemente se pasaría dos o tres días en un calabozo, con el pie fastidiado y con los pocos aeros que había logrado ganarse hasta el momento reducidos a cero. Suspiró y dejó la lanza en el carro y se apresuró a ayudar a Werner con las riendas tras guiar a la mula a un ladito y dejar las calabazas en su sitio. Al menos si el viejo volvía, se encontraría al animal y las calabazas intactos.
No había que ser un genio en la interpretación de gestos faciales para darse cuenta de que Eoghan estaba contrariad por sus constantes meteduras de pata.Es más, hasta un niño pequeño se daría cuenta de ello, de que su paciencia estaba agotándose, solo a juzgar por el ceño fruncido y que su habitualmente agradable rostro se había vuelto adusto y serio, sin un ápice de intención de hacer una sola broma en aquel instante. Y es que había muchas cosas que él podía soportar, pero sentirse estúpido, no era una de ellas.
Fue cargando las calabazas en las alforjas de la mula, una a una, mientras el capitán lidiaba con la dragona. Por todos los demonios, ¿qué clase de imagen debía de estar dando él? La de un imbécil, seguro.
Una vez cargó todas las calabazas en las alforjas del pobre animal, la guió a un recodo del camino, y la bestia de carga se echó tranquilamente doblando las patas. Eoghan suspiró y volvió al carro, yendo a ayudar, ahora sí, con las riendas que Werner iba a colocar sobre la dragona mientras vigilaba que no volviese una milicia con palos y estacas a darles para el pelo.
Ya era lo que le faltaba, vamos.
Eoghan Lothannor
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Re: Aire, aire puro. [Interpretativo] [CERRADO] [2/3]
Observé sin sorpresa como el viejo huía despavorido ante el pintoresco grupo que se le acercaba, es decir, nosotros, por si no fuera poco un dragón, estaba también mi compañero el hombre medio animales de mar, que debía resultarle tan extraño al anciano, como a mi, con la pequeña diferencia, que, por lo que había observado, los aldeanos se asustan de todo aquello que consideran extraño.
No era tampoco la única que se había dado cuenta, y el sr.Werner lo dejo bien claro hasta llegar a la carreta, ahora sin dueño, que había sido nuestra meta des del principio. En cambio el humano parecía no haberse dado cuenta en primera instancia, y encontrarse ahora sumamente molesto, probablemente, pro no haberse percatado de ese detalle antes.
Por lo menos, ya no estábamos parados sin hacer nada, y en cuanto el capitán empezó a desatar las correas las recogí con el hocico, intentando, torpemente y de mala manera acomodarmelas. Agradecí con un gorgojeo cuando este se dispuso a ayudarme con las mismas, a la vez que observaba de refilón, y con notorio alivio, como sacaban las calabazas de la carreta. Era grande y tenia fuerza, pero tampoco era una mula de carga, y no estaba habituada a portar tanto peso, dos personas y una carreta serian mas que suficiente para mi.
Una vez atada, empece a caminar sin que se hubieran subido, alejando la carreta, y riéndome al ver como quedaban un metro atrás, de mi propia broma, para luego detenerme, y esperar a que se subieran pacientemente.
Aguardando las indicaciones del capitán antes de empezar a caminar en esa dirección.
Sin duda, si antes teníamos una pinta extraña, la de ahora era aun mas increible. Un hombre bestia, un humano rengo, llevados en una carreta de verduras por un dragón. Parecía el inicio de uno de esos chistes malos, de los que todo el mundo se reía en las tabernas y yo nunca comprendía el final.
No era tampoco la única que se había dado cuenta, y el sr.Werner lo dejo bien claro hasta llegar a la carreta, ahora sin dueño, que había sido nuestra meta des del principio. En cambio el humano parecía no haberse dado cuenta en primera instancia, y encontrarse ahora sumamente molesto, probablemente, pro no haberse percatado de ese detalle antes.
Por lo menos, ya no estábamos parados sin hacer nada, y en cuanto el capitán empezó a desatar las correas las recogí con el hocico, intentando, torpemente y de mala manera acomodarmelas. Agradecí con un gorgojeo cuando este se dispuso a ayudarme con las mismas, a la vez que observaba de refilón, y con notorio alivio, como sacaban las calabazas de la carreta. Era grande y tenia fuerza, pero tampoco era una mula de carga, y no estaba habituada a portar tanto peso, dos personas y una carreta serian mas que suficiente para mi.
Una vez atada, empece a caminar sin que se hubieran subido, alejando la carreta, y riéndome al ver como quedaban un metro atrás, de mi propia broma, para luego detenerme, y esperar a que se subieran pacientemente.
Aguardando las indicaciones del capitán antes de empezar a caminar en esa dirección.
Sin duda, si antes teníamos una pinta extraña, la de ahora era aun mas increible. Un hombre bestia, un humano rengo, llevados en una carreta de verduras por un dragón. Parecía el inicio de uno de esos chistes malos, de los que todo el mundo se reía en las tabernas y yo nunca comprendía el final.
Arygos Valnor
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Re: Aire, aire puro. [Interpretativo] [CERRADO] [2/3]
Estuvo a punto de contestar a Eoghan sobre lo que él le había dicho. No era un mequetrefe, como él mismo se definió; era, a palabras simples, un hombre de honores: bondadoso y, a la vez, ingenuo. Era obvio que el humano era de los que buscaban el bien común para todos los hombres y mujeres, una solución en la que todos estén felices; esa busqueda, en cierta manera, era igual de admirable que ingenuo. Hubo un tiempo en que el Capitán también perseguía la misma búsqueda inalcanzable; pero los años, al final, le obligaron de mala manera a tener que abrir los ojos: No existía el bien común. En cambio, sí existía la consideración y la gratitud. Eoghan, a parte de ser bondadoso e ingenuo, también era considerado y agradecido; la prueba de aquello era que había apartado al animal del labriego cargándolo con todas las calabazas que pudo coger antes de ayudar al Capitán con las cuerdas del carro. Fue al ver esa escena cuando Alfred contestó al joven humano, no con palabras sino con una ligera sonrisa. Eoghan, al final, pareció entender la lección del Capitán.
Arygos seguía mostrando comportamientos contradictorios a los otros dragones, en especial a Luka, la dragona azabache que le causó innumerables noches en vela. Era como si el color de sus escamas prediciesen su personalidad. Una sumisa y agradable mientras que la otra era peligrosa y dañina. El Capitán, mientras veía a Arygos girarse por ver cómo le quedaba la carreta en a su espalda al igual que haría una niña coqueta, se recordó a si mismo adornando el precioso y delicado cuello de Luka con un colgante de perlas negras; ella se lo miraba no con un aire coqueto sino más bien era de orgullo y poder, como se sintiera más fuerte por llevar unas joyas de mujer. La mirada de la dragona azabache no era agradable como la de Arygos, era fuerte y, al joven Capitán de veinte años, le resultaba sumamente erótica.
-Bien.- Dijo el Capitán cuando Arygos terminó su desfile. - Pongámonos en marcha.- Subió a la carreta, se quitó el sombrero para no perderlo por la fuerza del viento e invitó con un gesto a Eoghan para que subiera con él. –Sube, rápido, esa pierna cada vez es más parecida a una berenjena que a tu otra pierna.- El humor del Capitán, después de todas las confusiones que había sufrido aquel día, había mejorado en gran medida. Era satisfactorio ver como había podido enseñarle algo de provecho al joven Eoghan.
Arygos seguía mostrando comportamientos contradictorios a los otros dragones, en especial a Luka, la dragona azabache que le causó innumerables noches en vela. Era como si el color de sus escamas prediciesen su personalidad. Una sumisa y agradable mientras que la otra era peligrosa y dañina. El Capitán, mientras veía a Arygos girarse por ver cómo le quedaba la carreta en a su espalda al igual que haría una niña coqueta, se recordó a si mismo adornando el precioso y delicado cuello de Luka con un colgante de perlas negras; ella se lo miraba no con un aire coqueto sino más bien era de orgullo y poder, como se sintiera más fuerte por llevar unas joyas de mujer. La mirada de la dragona azabache no era agradable como la de Arygos, era fuerte y, al joven Capitán de veinte años, le resultaba sumamente erótica.
-Bien.- Dijo el Capitán cuando Arygos terminó su desfile. - Pongámonos en marcha.- Subió a la carreta, se quitó el sombrero para no perderlo por la fuerza del viento e invitó con un gesto a Eoghan para que subiera con él. –Sube, rápido, esa pierna cada vez es más parecida a una berenjena que a tu otra pierna.- El humor del Capitán, después de todas las confusiones que había sufrido aquel día, había mejorado en gran medida. Era satisfactorio ver como había podido enseñarle algo de provecho al joven Eoghan.
El Capitán Werner
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Re: Aire, aire puro. [Interpretativo] [CERRADO] [2/3]
Eoghan se apoyó en la lanza insistentente dando pequeños saltitos para subir al carromato una vez hubo terminado de ayudar al capitán y de recoger las calabazas. Lo cierto es que era cierto. Tenía el tobillo hinchado y amoratado, lo cual no era una buena señal y ya hacía rato que había dejado de sentir dolor, lo cual era probablemente todavía peor: Sentía una sensación de entumecimiento en el tobillo, eso por no hablar de la imposibilidad de moverlo con libertad. Suspiró y puso la pierna en alto, levantándose la pernera del pantalón para echar un vistazo y suspiró. Sí, estaba aun más hinchado. Esperaba poder caminar al menos un trecho por la ciudad antes de poder dirigirse al barco de Werner que, en fin, resultó tener razón con el tema del anciano.
Lo cierto es que ahora entendía lo que el capitán le había enseñado, tenía que pensar mejor las consecuencias de sus actos y no dar demasiadas cosas por presupuestas, por más que le gustase que la gente fuera como él, no todos lo eran y menos todavía los que ya no podian contar los inviernos con los dedos de las manos en un par de vueltas como podían hacer otros.
-Lamento haber pensado mal de usted, Capitán. -Le dijo sincerándose de corazón. Lo cierto es que lo había malinterpretado y quizás había extendido demasiado las enseñanzas de su padre. Un día de aquellos de reposo probablemente tendría que hacer un ejercicio de reflexión sobre las lecciones de su progenitor años ha y reconsiderarlas. Quizás podía ser un poco más duro, o al menos dar algunas cosas por presupuestas en lugar de actuar y ya ver qué podía pasar. Quizás llevaba años malinterpretando una serie de doctrinas que aunque le habían llevado por ahora por buen camino, quién sabía si podrían llevarle a su perdición en los años venideros.
Murmuró algo por lo bajo, algo que no sería fácil de oír, pero era fácil de ver que lo hacía frotando la empuñadura de su espada. Estaba claro que era un ejercicio reflexivo suyo, un gesto similar al que hacían algunos caballeros para que en su cabeza se interiorizase lo que acababa de pasar ante un error.
Aunque ahora bien, Eoghan sonrió de lado. Parece que tras pensárselo un poco, había algo que le hacía gracia en toda aquella situación y se que, con la misma sensación de Arygos, él pareció darse cuenta también de lo mismo: Eran un humano, un hombre calamar y una dragona que los llevaba a cuestas dirigiéndose a Lunargenta que...
... Ahora solo faltaba que se encontrasen un elfo o un biocibernético en medio del camino y ya podría echarse a reír del todo.
Off: Siento muchísimo la tardanza en postear, han sido dos semanas de locos.
Lo cierto es que ahora entendía lo que el capitán le había enseñado, tenía que pensar mejor las consecuencias de sus actos y no dar demasiadas cosas por presupuestas, por más que le gustase que la gente fuera como él, no todos lo eran y menos todavía los que ya no podian contar los inviernos con los dedos de las manos en un par de vueltas como podían hacer otros.
-Lamento haber pensado mal de usted, Capitán. -Le dijo sincerándose de corazón. Lo cierto es que lo había malinterpretado y quizás había extendido demasiado las enseñanzas de su padre. Un día de aquellos de reposo probablemente tendría que hacer un ejercicio de reflexión sobre las lecciones de su progenitor años ha y reconsiderarlas. Quizás podía ser un poco más duro, o al menos dar algunas cosas por presupuestas en lugar de actuar y ya ver qué podía pasar. Quizás llevaba años malinterpretando una serie de doctrinas que aunque le habían llevado por ahora por buen camino, quién sabía si podrían llevarle a su perdición en los años venideros.
Murmuró algo por lo bajo, algo que no sería fácil de oír, pero era fácil de ver que lo hacía frotando la empuñadura de su espada. Estaba claro que era un ejercicio reflexivo suyo, un gesto similar al que hacían algunos caballeros para que en su cabeza se interiorizase lo que acababa de pasar ante un error.
Aunque ahora bien, Eoghan sonrió de lado. Parece que tras pensárselo un poco, había algo que le hacía gracia en toda aquella situación y se que, con la misma sensación de Arygos, él pareció darse cuenta también de lo mismo: Eran un humano, un hombre calamar y una dragona que los llevaba a cuestas dirigiéndose a Lunargenta que...
... Ahora solo faltaba que se encontrasen un elfo o un biocibernético en medio del camino y ya podría echarse a reír del todo.
Off: Siento muchísimo la tardanza en postear, han sido dos semanas de locos.
Eoghan Lothannor
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