Árboles de hoja Caduca y Perenne [Privado= Runa Thorgil]
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Árboles de hoja Caduca y Perenne [Privado= Runa Thorgil]
Sandorai, el bosque más frondoso que había visto en toda su vida y el hogar de los elfos. Aparentemente, el Capitán Werner no tenía nada que hacer en aquel lugar. Él era una criatura de puerto, estaba acostumbrado a que, cuando alzase la mirada al cielo, viese las velas de los navíos ondular al son del viento y no a ver como caían sutilmente las hojas de los árboles, por lo menos de aquellos de hoja caduca. Según le había dicho Nereida Nyére, existían dos clases de árboles los de hoja caduca y los de hoja perenne, los primeros eran la clase que perdían su follaje a la llegada del frío y los segundos eran quienes no la perdían. Los conocimientos que el Capitán tenía sobre los árboles y plantas era, francamente escaso, él sabía de lenguas, mapas y tesoros no de hojas ni flores. Por fortuna, para eso estaba Nereida Nyére en la tripulación del Promesa Enardecida. Ella era una elfa de 33 años con el aspecto de una chica humana de dieciséis. Quiso subir a bordo de la tripulación del Capitán por el simple hecho de conocer las plantas y los árboles más allá de los mares. Alfred dudaba mucho de que ella fuera una auténtica pirata, más parecía una niña caprichosa que un lobo de mar; sin embargo sus conocimientos de plantas y medicina eran de lo más útiles si alguien sufría un accidente y, para ser sinceros, pocos eran los hombres que de verdad aparentaban ser auténticos piratas.
-Ya estamos llegando mi Capitán.- Dijo Nereida Nyére. – Seguramente ya nos hayan visto y nos estén vigilando.- Miro hacia las copas de los árboles en busca de algo o de alguien.- Tenemos que continuar hasta que se muestren. – Llevó su mano a acariciar el Ave del Paraíso que portaba en sus hombros, uno de esos pájaros más bellos que útiles. –No creo que nos ataquen.- Aunque fingiese parecer adulta y madura, Nereida Nyére hablaba con un tono nervioso y con cierto temor. Sabía que había cometido una insensatez al alistarse a la tripulación del Capitán y que su padre la estaba buscando. Por ese motivo ambos dos viajan por los bosques de Sandorai buscando el que era el padre de Nereida con el fin de disculparse y mostrarle que no había nada de malo en ser piratas.
-Si tu padre está con ellos, yo tampoco lo creo.- Contestó el Capitán Werner.
En cierto modo, Nereida Nyére le recordaba demasiado a él mismo de pequeño. Alfred también tuvo soportar como su padre le repetía una y otra vez los peligros que en el anciano mar traía consigo. Pero el padre de Alfred era un pescador no un pirata y él quería ser un pirata, un guerrero del mar, uno de esos hombres que viajan de isla en isla en busca de la aclamada libertad. Nerieda era exactamente igual, solo que su búsqueda, lejos de ser tan romántica como la del Capitán Werner, consistía en nuevas plantas y medicinas con las cuales hacer pócimas más efectivas.
El ruido de los cascos de unos caballos se acercaba a la extraña pareja, a este sonido le continúo otro entre las hojas de los árboles de hoja perenne, pero éste en dirección contraria al primero. –Debemos escondernos.- Susurró la elfa a medida que arrastraba al Capitán entre los arbustos más cercanos. –Son brujos. Asesinos de elfos.-
Cinco hombres a caballo pasaron a gran velocidad delante de ellos sin ni siquiera darse cuenta de que el sombrero del Capitán asomaba entre los matorrales donde se habían escondido. Los cinco llevaban pinturas negras por toda la cara y brazos; estaban armados con espadas y ballestas y, por la sangre que corría entre sus armas, las habían usado hacía relativamente poco. El Capitán pronto supo que había pasado. Los elfos podían ser territoriales y amenazar a cualquiera que se interpusiese en su camino, pero no los matarían. No hizo falta que Nereida Nyére le contase nada acerca de las costumbres de los elfos para que el Capitán se diera cuenta de que ellos, a diferencia de los brujos, no son unos despiadados asesinos.
-Ha pasado más veces. ¿Verdad? - Susurró el Capitán sin atreverse a salir de los matorrales. - Algunos de ellos no se cansarán hasta que vosotros estéis muertos.-
-Sí.- Suspiró Nereida Nyére en lo que parecía el inició de un llanto.
-¿Fueron ellos quienes mataron a tu madre?-
Nereida Nyére no contestó más que con un llanto completo. Se apoyó en la vieja gabardina negra del Capitán y lloró todo lo que tenía que llorar. Para ella era demasiado difícil. Su poblado estaba a las afueras de lo que ella llamaba “Árbol Madre”. Hacía 20 años de la muerte de su madre, pero ella jamás lo pudo olvidar y su padre tampoco se lo hacía pasar fácilmente. Pues él tampoco olvidaba a la que fue su mujer. Dejó de sonreír y se convirtió en uno de esos padres sobreprotectores que no dejaban respirar a sus hijos. Nereida escapó de casa buscando un nuevo hogar, y aunque no lo dijera, una nueva familia. Tal vez la elfa mintió y el motivo principal por el cual subió a bordo del Promesa Enardecida no fue por conocer nuevas plantas sino que había otra búsqueda igual de romántica que la del Capitán Werner.
-Ya estamos llegando mi Capitán.- Dijo Nereida Nyére. – Seguramente ya nos hayan visto y nos estén vigilando.- Miro hacia las copas de los árboles en busca de algo o de alguien.- Tenemos que continuar hasta que se muestren. – Llevó su mano a acariciar el Ave del Paraíso que portaba en sus hombros, uno de esos pájaros más bellos que útiles. –No creo que nos ataquen.- Aunque fingiese parecer adulta y madura, Nereida Nyére hablaba con un tono nervioso y con cierto temor. Sabía que había cometido una insensatez al alistarse a la tripulación del Capitán y que su padre la estaba buscando. Por ese motivo ambos dos viajan por los bosques de Sandorai buscando el que era el padre de Nereida con el fin de disculparse y mostrarle que no había nada de malo en ser piratas.
-Si tu padre está con ellos, yo tampoco lo creo.- Contestó el Capitán Werner.
En cierto modo, Nereida Nyére le recordaba demasiado a él mismo de pequeño. Alfred también tuvo soportar como su padre le repetía una y otra vez los peligros que en el anciano mar traía consigo. Pero el padre de Alfred era un pescador no un pirata y él quería ser un pirata, un guerrero del mar, uno de esos hombres que viajan de isla en isla en busca de la aclamada libertad. Nerieda era exactamente igual, solo que su búsqueda, lejos de ser tan romántica como la del Capitán Werner, consistía en nuevas plantas y medicinas con las cuales hacer pócimas más efectivas.
El ruido de los cascos de unos caballos se acercaba a la extraña pareja, a este sonido le continúo otro entre las hojas de los árboles de hoja perenne, pero éste en dirección contraria al primero. –Debemos escondernos.- Susurró la elfa a medida que arrastraba al Capitán entre los arbustos más cercanos. –Son brujos. Asesinos de elfos.-
Cinco hombres a caballo pasaron a gran velocidad delante de ellos sin ni siquiera darse cuenta de que el sombrero del Capitán asomaba entre los matorrales donde se habían escondido. Los cinco llevaban pinturas negras por toda la cara y brazos; estaban armados con espadas y ballestas y, por la sangre que corría entre sus armas, las habían usado hacía relativamente poco. El Capitán pronto supo que había pasado. Los elfos podían ser territoriales y amenazar a cualquiera que se interpusiese en su camino, pero no los matarían. No hizo falta que Nereida Nyére le contase nada acerca de las costumbres de los elfos para que el Capitán se diera cuenta de que ellos, a diferencia de los brujos, no son unos despiadados asesinos.
-Ha pasado más veces. ¿Verdad? - Susurró el Capitán sin atreverse a salir de los matorrales. - Algunos de ellos no se cansarán hasta que vosotros estéis muertos.-
-Sí.- Suspiró Nereida Nyére en lo que parecía el inició de un llanto.
-¿Fueron ellos quienes mataron a tu madre?-
Nereida Nyére no contestó más que con un llanto completo. Se apoyó en la vieja gabardina negra del Capitán y lloró todo lo que tenía que llorar. Para ella era demasiado difícil. Su poblado estaba a las afueras de lo que ella llamaba “Árbol Madre”. Hacía 20 años de la muerte de su madre, pero ella jamás lo pudo olvidar y su padre tampoco se lo hacía pasar fácilmente. Pues él tampoco olvidaba a la que fue su mujer. Dejó de sonreír y se convirtió en uno de esos padres sobreprotectores que no dejaban respirar a sus hijos. Nereida escapó de casa buscando un nuevo hogar, y aunque no lo dijera, una nueva familia. Tal vez la elfa mintió y el motivo principal por el cual subió a bordo del Promesa Enardecida no fue por conocer nuevas plantas sino que había otra búsqueda igual de romántica que la del Capitán Werner.
- Nereida Nyére:
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El Capitán Werner
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Re: Árboles de hoja Caduca y Perenne [Privado= Runa Thorgil]
Habían pasado días tras una huida de su ciudad, la estaban buscando por la muerte de un noble que apareció golpeado repetitivamente y sin nada de pertenencias. Querían capturarla, ya que había estado tanto tiempo en el punto de mira de la guardia que decidió emprender un viaje.
Los primeros días fueron tranquilos, los caminos eran extensos y largos por recorrer, todavía quedaba mucho camino por pisar, atravesando barrizales cuando el cielo decidía llorar, resguardándose en las copas de los arboles cuando el viento silbaba agresivo.
Estaba siendo algo duro,como una punzada de hierro al rojo vivo cerca del corazón.
Finalmente llegaba a un bosque con una mezcla de arboles de hoja perenne y de hoja caduca. Adornando el suelo de hojas amarillas y otras pocas marrones/rojizas, las cuales votaban para danzar al son del viento dejándose depositar unos pasos adelante con toda la tranquilidad del mundo.
Runa apoyó su espalda en el tronco de un árbol de corteza lisa resbalando su cuerpo lentamente hasta haber apoyado sus piernas extendidas en el suelo.Una vez sentada, en aquel lugar, en aquellos bosques,alzó sus ojos observando el cielo y las distintas clases de pájaros que cantaban todavía alegremente.
Derrepente notó un pinchazo en el cuello , sacudió con su mano derecha en la zona del picor,así aplastando una especie de insecto de color pardo y apariencia muy fea.
No me gusta nada esto...
Sabía que ese bicho no tenía nada bueno, no los estudiaba,ni siquiera apenas conocía criaturas,pero posiblemente conllevaría problemas. Lo mejor era olvidarse de ello, replantearse quizás continuar y llenar su estomago de alguna manera, con unos frutos secos,alguna fruta,algo que calmara su sed y esa gana de devorar corteza si fuer necesario.
A lo lejos, unos cascos de caballo redoblaban muy cerca, miró silenciosa un grupo grande pero no detectaba bien todavía ningún rostro,Runa comenzó a adentrarse en el bosque a toda velocidad.
Hasta golpearse con una rama y caer al suelo confusa, al volver abrir los ojos.Pudo distinguir la mirada de una elfa y su hermosa melena.
Era hermosa, Runa nunca había visto a una elfa así, se sentía en nube o quizás le habían echado una sustancia en el ultimo té que tomó.
¿Quién?... Apenas logró pronunciar antes de desfallecerse.
Los primeros días fueron tranquilos, los caminos eran extensos y largos por recorrer, todavía quedaba mucho camino por pisar, atravesando barrizales cuando el cielo decidía llorar, resguardándose en las copas de los arboles cuando el viento silbaba agresivo.
Estaba siendo algo duro,como una punzada de hierro al rojo vivo cerca del corazón.
Finalmente llegaba a un bosque con una mezcla de arboles de hoja perenne y de hoja caduca. Adornando el suelo de hojas amarillas y otras pocas marrones/rojizas, las cuales votaban para danzar al son del viento dejándose depositar unos pasos adelante con toda la tranquilidad del mundo.
Runa apoyó su espalda en el tronco de un árbol de corteza lisa resbalando su cuerpo lentamente hasta haber apoyado sus piernas extendidas en el suelo.Una vez sentada, en aquel lugar, en aquellos bosques,alzó sus ojos observando el cielo y las distintas clases de pájaros que cantaban todavía alegremente.
Derrepente notó un pinchazo en el cuello , sacudió con su mano derecha en la zona del picor,así aplastando una especie de insecto de color pardo y apariencia muy fea.
No me gusta nada esto...
Sabía que ese bicho no tenía nada bueno, no los estudiaba,ni siquiera apenas conocía criaturas,pero posiblemente conllevaría problemas. Lo mejor era olvidarse de ello, replantearse quizás continuar y llenar su estomago de alguna manera, con unos frutos secos,alguna fruta,algo que calmara su sed y esa gana de devorar corteza si fuer necesario.
A lo lejos, unos cascos de caballo redoblaban muy cerca, miró silenciosa un grupo grande pero no detectaba bien todavía ningún rostro,Runa comenzó a adentrarse en el bosque a toda velocidad.
Hasta golpearse con una rama y caer al suelo confusa, al volver abrir los ojos.Pudo distinguir la mirada de una elfa y su hermosa melena.
Era hermosa, Runa nunca había visto a una elfa así, se sentía en nube o quizás le habían echado una sustancia en el ultimo té que tomó.
¿Quién?... Apenas logró pronunciar antes de desfallecerse.
Runa Thorgil
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Re: Árboles de hoja Caduca y Perenne [Privado= Runa Thorgil]
Por mucho tiempo que hubiera pasado la joven Nereida seguía siendo una elfa. Sos ojos se iluminaban a cada paso que daban. Las lágrimas que nacieron tras el recuerdo de su difunta madre habían desaparecido a cambio de su inocente e infantil sonrisa. En aquel momento el Capitán dudó de que la elfa pudiera soportar la vida del mar. Era una chica del bosque, en sus ojos se podía ver la felicidad y la alegría de estar rodeada de árboles. Alfred se podría imaginar como serían los primeros días de Nereida en alta mar. No sería en el primero, ni tampoco en el segundo, pero tarde o temprano, la chica se rompería a llorar al darse cuenta que estaría tan lejos de sus raices élficas.
-¿Qué ha sido eso?- Preguntó Nereida al Capitán señalando algo entre los árboles. -¿Lo ha visto mi Capitán?-
-No; por desgracia no poseo la buena visión que tenéis los elfos.- Contestó Alfred con una media sonrisa.
-Lo siento Capitán.- Se disculpa avergonzada pero, aun así, sin ocultar su candida sonrisa. - Era una chica, o un chico con una larga melena. La he visto tropezar entre los árboles. ¡Voy a ver!-
Por un momento Alfred quiso parar a Nereida, su ímpetu era el segundo mayor de sus defectos. Hacía un rato que habían visto pasar a los brujos con sus caballos, ella misma dijo que había elfos entre los árboles vigilando cada paso que el Capitán daba. Lo que pudiera haber visto más podía ser una astuta trampa que alguien en apuros. Sin embargo, el Capitán no hizo intención de frenar a la joven elfa. Aquel era su hogar y su terreno, sabía por dónde se movían los elfos, por dónde lo brujos y también los extranjeros en apuros.
Cuando el Capitán Werner alcanzó a Nereida Nyére, ésta ya se encontraba arrodillada al lado de una joven humana que había caído al suelo. –Solo una amiga.- Dijo la elfa a la joven a la vez que le acariciaba la frente para apartar los mechones de su cabello que le impidieran ver su cara. -Eso es, descansa. Necesitas descansar para recuperar fuerzas y pronto volverás a correr. Pero prométeme que no tropezarás con nada.-
La voz de Nereida, tan dulce y tan sincera, hizo que el Capitán recordase las melodias que Goldie tocaba con su piano. Se imaginaba que, justo al lado de la elfa y la inconsciente humana, estaba Goldie tocando las teclas del piano de ébano que guardaba en la habitación de su mansión. Esas visiones no hacían ningún bien a la mente del Capitán, cada vez eran más frecuentes, parecía estar volviéndose loco. Sin embargo, se no podía permitirse el lujo de abandonarlas. No podía negar poder ver su difunta amada de la misma manera que la veía cuando estana en vida.
-Capitán acérquese.- Llamó preocupada Nereida. - No me gusta el aspecto de esa picadura.- Su voz, antes melodiosa, sonó seria y preocupada. Si el ímpetu era su segundo mayor defecto, la empatía era el primero. Defecto que el Capitán Werner no tenía en cuenta pues él mismo también lo tenía. – Creo que tengo algo en mi zurrón contra las picaduras de insectos pero…- Bajó al Ave del Paraiso de su hombro y lo dejó en el suelo. - Quédate aquí Cîn.- El Ave obedeció y se sentó en el suelo. Pocas eran las veces que Alfred había visto volar a Cîn, ni siquiera cuando el cuervo Edgar Alan Poe le picaba el plumaje para hacerlo volar.
De la pequeña bolsa de cuero que Nereida siempre llevaba consigo en sus viajes, sacó una especie de crema de color rosa palido y puso unas gotas con cuidado en el cuello de la joven. Con dos dedos de su mano izquierda, movío las gotas de la crema con delicadeza y suavidad entorno a toda la picadura. Nereida Nyére era una escelente médico, teniendo en cuenta la corta edad que tenía. Podía haber cien elfas como ella y otras cien mejores, pero Nereida tenía la virtud de la juventud. Le quedaba mucho por aprender, y muchas tierras que conocer, si el Capitán le enseñaba todo lo que Nereida ansiaba conocer, estaba seguro de que se convertiría en la mejor doctora de todos los mares de Aerandir.
-¿Sabes si se recuperará?- Dijo el Capitán cuando Nereida hubo acabado con su tratamiento.
-No estoy segura… Nunca había visto una picadura de ese tipo. Creo que debemos llevarla con nosotros al poblado de mi padre. Allí tenemos sacerdotisas que podrán tratarla mejor que yo.-
-Está bien.- El Capitán cogió a la chica y la cargo a su hombro izquierdo. Tenía el mal presentimiento que si, por un momento, la muchacha despertase en mitad antes de llegar al poblado de Nereida, le tomaría por un monstruo secuestrador en lugar por la persona que le estaba salvando la vida. - Pongámonos en marcha, no tenemos tiempo que perder.-
-¿Qué ha sido eso?- Preguntó Nereida al Capitán señalando algo entre los árboles. -¿Lo ha visto mi Capitán?-
-No; por desgracia no poseo la buena visión que tenéis los elfos.- Contestó Alfred con una media sonrisa.
-Lo siento Capitán.- Se disculpa avergonzada pero, aun así, sin ocultar su candida sonrisa. - Era una chica, o un chico con una larga melena. La he visto tropezar entre los árboles. ¡Voy a ver!-
Por un momento Alfred quiso parar a Nereida, su ímpetu era el segundo mayor de sus defectos. Hacía un rato que habían visto pasar a los brujos con sus caballos, ella misma dijo que había elfos entre los árboles vigilando cada paso que el Capitán daba. Lo que pudiera haber visto más podía ser una astuta trampa que alguien en apuros. Sin embargo, el Capitán no hizo intención de frenar a la joven elfa. Aquel era su hogar y su terreno, sabía por dónde se movían los elfos, por dónde lo brujos y también los extranjeros en apuros.
Cuando el Capitán Werner alcanzó a Nereida Nyére, ésta ya se encontraba arrodillada al lado de una joven humana que había caído al suelo. –Solo una amiga.- Dijo la elfa a la joven a la vez que le acariciaba la frente para apartar los mechones de su cabello que le impidieran ver su cara. -Eso es, descansa. Necesitas descansar para recuperar fuerzas y pronto volverás a correr. Pero prométeme que no tropezarás con nada.-
La voz de Nereida, tan dulce y tan sincera, hizo que el Capitán recordase las melodias que Goldie tocaba con su piano. Se imaginaba que, justo al lado de la elfa y la inconsciente humana, estaba Goldie tocando las teclas del piano de ébano que guardaba en la habitación de su mansión. Esas visiones no hacían ningún bien a la mente del Capitán, cada vez eran más frecuentes, parecía estar volviéndose loco. Sin embargo, se no podía permitirse el lujo de abandonarlas. No podía negar poder ver su difunta amada de la misma manera que la veía cuando estana en vida.
-Capitán acérquese.- Llamó preocupada Nereida. - No me gusta el aspecto de esa picadura.- Su voz, antes melodiosa, sonó seria y preocupada. Si el ímpetu era su segundo mayor defecto, la empatía era el primero. Defecto que el Capitán Werner no tenía en cuenta pues él mismo también lo tenía. – Creo que tengo algo en mi zurrón contra las picaduras de insectos pero…- Bajó al Ave del Paraiso de su hombro y lo dejó en el suelo. - Quédate aquí Cîn.- El Ave obedeció y se sentó en el suelo. Pocas eran las veces que Alfred había visto volar a Cîn, ni siquiera cuando el cuervo Edgar Alan Poe le picaba el plumaje para hacerlo volar.
De la pequeña bolsa de cuero que Nereida siempre llevaba consigo en sus viajes, sacó una especie de crema de color rosa palido y puso unas gotas con cuidado en el cuello de la joven. Con dos dedos de su mano izquierda, movío las gotas de la crema con delicadeza y suavidad entorno a toda la picadura. Nereida Nyére era una escelente médico, teniendo en cuenta la corta edad que tenía. Podía haber cien elfas como ella y otras cien mejores, pero Nereida tenía la virtud de la juventud. Le quedaba mucho por aprender, y muchas tierras que conocer, si el Capitán le enseñaba todo lo que Nereida ansiaba conocer, estaba seguro de que se convertiría en la mejor doctora de todos los mares de Aerandir.
-¿Sabes si se recuperará?- Dijo el Capitán cuando Nereida hubo acabado con su tratamiento.
-No estoy segura… Nunca había visto una picadura de ese tipo. Creo que debemos llevarla con nosotros al poblado de mi padre. Allí tenemos sacerdotisas que podrán tratarla mejor que yo.-
-Está bien.- El Capitán cogió a la chica y la cargo a su hombro izquierdo. Tenía el mal presentimiento que si, por un momento, la muchacha despertase en mitad antes de llegar al poblado de Nereida, le tomaría por un monstruo secuestrador en lugar por la persona que le estaba salvando la vida. - Pongámonos en marcha, no tenemos tiempo que perder.-
El Capitán Werner
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Re: Árboles de hoja Caduca y Perenne [Privado= Runa Thorgil]
Sin poder evitar perder el conocimiento,quedó tumbada entre un montón de hojas que por suerte debilitó la caída.Sin ser consciente de que aquella mujer elfa estaba analizando la picadura mientras existía una tercera persona,que también estaba observando su rostro.
Runa había pasado de estar en aquel bosque huyendo de gente que parecía problemática, a estar en un sitio rodeado de flores silvestres que llegaban a sus rodillas,se escuchaba el agua correr,Runa se giró y vio una enorme cascada brillante.Se acercó a dicha cascada, puso sus manos en el estanque donde iba a chocar el agua.
Atrapo un poco entre sus manos y la saboreo,ese agua sabía mejor que las raciones famosas de la taberna de Lunargenta.Estaba feliz, estaba radiante,no podía creer como había llegado a ese lugar. ¿Un sueño?, debía de serlo pues se sentía demasiado feliz como en sus primeros años en Lunargenta.
A pesar de la pobreza, a veces su padre lograba encontrarle alguna que otra manzana,se le llenaba la boca de dulzor, con tan solo un mordisco se podía observar como alumbraba con una sonrisa de oreja a oreja.
Había aves exóticas revoloteando alrededor, estaban danzando, como si fuese un ritual de apareamiento.Era lo más hermoso que ella había visto en la vida,pero derrepente salieron ahuyentadas sin entender el motivo.El suelo comenzó a temblar, empezaban a caer rocas desde arriba, del precipicio,llegaba lo peor y ella no pudo evitar asustarse.
-NO
Grito teniendo como ultima imagen la avalancha.
Volviendo en si, notó que estaba en la espalda de alguien,¿O algo?.Boquiabierta vio unos tentáculos que lograron aterrorizarla.¿Secuestro?, si era un secuestro iban a matarla, lo sabía.¿Las personas que vio antes? o...La elfa,recordó que vio una elfa, estaba confusa y no entendía así que comenzó a patalear, también moviéndose asustada y gritando lo más fuerte posible.
-¡SOCORRO!, ¡QUE ALGUIEN ME AYUDE!
Empezaron a brotar lagrimas del terror, a pesar de las cosas que había cometido.Ella no merecía una muerte así.
Runa había pasado de estar en aquel bosque huyendo de gente que parecía problemática, a estar en un sitio rodeado de flores silvestres que llegaban a sus rodillas,se escuchaba el agua correr,Runa se giró y vio una enorme cascada brillante.Se acercó a dicha cascada, puso sus manos en el estanque donde iba a chocar el agua.
Atrapo un poco entre sus manos y la saboreo,ese agua sabía mejor que las raciones famosas de la taberna de Lunargenta.Estaba feliz, estaba radiante,no podía creer como había llegado a ese lugar. ¿Un sueño?, debía de serlo pues se sentía demasiado feliz como en sus primeros años en Lunargenta.
A pesar de la pobreza, a veces su padre lograba encontrarle alguna que otra manzana,se le llenaba la boca de dulzor, con tan solo un mordisco se podía observar como alumbraba con una sonrisa de oreja a oreja.
Había aves exóticas revoloteando alrededor, estaban danzando, como si fuese un ritual de apareamiento.Era lo más hermoso que ella había visto en la vida,pero derrepente salieron ahuyentadas sin entender el motivo.El suelo comenzó a temblar, empezaban a caer rocas desde arriba, del precipicio,llegaba lo peor y ella no pudo evitar asustarse.
-NO
Grito teniendo como ultima imagen la avalancha.
Volviendo en si, notó que estaba en la espalda de alguien,¿O algo?.Boquiabierta vio unos tentáculos que lograron aterrorizarla.¿Secuestro?, si era un secuestro iban a matarla, lo sabía.¿Las personas que vio antes? o...La elfa,recordó que vio una elfa, estaba confusa y no entendía así que comenzó a patalear, también moviéndose asustada y gritando lo más fuerte posible.
-¡SOCORRO!, ¡QUE ALGUIEN ME AYUDE!
Empezaron a brotar lagrimas del terror, a pesar de las cosas que había cometido.Ella no merecía una muerte así.
Runa Thorgil
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Re: Árboles de hoja Caduca y Perenne [Privado= Runa Thorgil]
El Capitán sabía que ayudar a la primera persona que viera malherida y tirada en el suelo no siempre podía ser una buena, dependía de muchos factores. Con melancolía y tristeza, recordó las muchas ocasiones en que, por intentar hacer una buena obra, el destino se torció haciendo que perecieran decenas de personas. Un hombre maldito, un asesino sin escrúpulos, un vampiro sediento de sangre y por supuesto monstruos de toda índole estaban en la lista de personas que Alfred salvó sin saber absolutamente nada de ellas. Si había cogido a la muchacha del bosque de los elfos no era un caso a parte. No sabía nada de ella, sus intenciones al despertar podrían ser el de matar a todos los elfos de la tribu de la joven Nereida. Más, como solía decir: “Perro viejo nunca aprende.” El Capitán creía en la bondad de las personas, y por muchos idiotas y desvergonzados que se hubiera encontrado a lo largo de sus viajes, él no cambió de opinión. Siguió pensando que había que darle una oportunidad, solo una, a cada persona. Con la misma tristeza y melancolía que recordaba sus malas decisiones, el Capitán también recordó las buenas. Si echado a la calle a Goldie en lugar de habler ayudado como hizo jamás se hubieran enamorado de verdad.
Unos gritos por parte de la joven humana que tenía cargada en brazos sorprendieron tanto a la joven elfa como al hombre bestia. La primera saltó dando un paso hacia atrás tapándose la boca con ambas manos, el segundo se paró en seco asombrado de que los potingues de Nereida hubieran sido tan eficaces. La humana le golpeó la espalda con férreas patadas. Cada pasaban, tres taconazos recibía el Capitán por parte de la joven. Él no contestó a ninguno de ellos, en cierta medida ya se esperaba que ocurriese algo por el estilo pues no todos los días alguien se despertaba a los brazos de un hombre cuyo cuerpo hace alusión a diferentes criaturas del mar.
-Deja de gritar, me destrozas los oídos.- Dijo el Capitán en voz baja pero manteniendo la firmeza y seguridad de sus palabras. -Cualquier cosa que hayas pensado sobre nosotros es errónea.- Siguió caminando lentamente por los caminos que la joven elfa le había marcado ignorando las patadas de la humana. - ¿Señorita Nyére, la ves mejor?-
-Eh… Sí mi Capitán.-La elfa dio unos pasos acelerados para ponerse al mismo nivel que el Alfred. - Digo, no. Quiero decir, hay muchos inserctos en este bosque. Arañas, mosquitos gigantes, abejas, abejorros, guijarros, escorpiones, escarabajos…- A medida que iba enumerando cada insecto señalaba uno de sus dedos como si estuviera manteniendo la cuenta. La voz de Nereida, aunque sin dejar de sonar como una sútil melodía de piano, tenía un tono tan nervioso que apenas se le podía entender. - Y después hay muchas clases de ellos; algunos muy venenosos. No sabemos que le picó a la chica. – Miró por primera vez a los ojos despiertos de la muchacha que el Capitán cargaba a la espalda. – Se me olvidaba. Hola amiga, mi nombre Nereida Nyére.- Saludó con una sonrisa a la humana y volvió al tema principal. – Si realiza graves esfuerzos físicos estando envenada por un bicho, el veneno actuará con mayor rapidez.-
-Ya has oído a la doctora.- Sentenció el Capitán. - Te llevaremos a la tribu de los elfos y allí recibirás los cuidados necesarios.- Con la pinza de su mano derecha, Alfred se quitó el sombrero de Capitán y se lo lanzó a Nereida. - Guárdalo, no quiero que ella me lo tire y se eche a perder.-
Unos gritos por parte de la joven humana que tenía cargada en brazos sorprendieron tanto a la joven elfa como al hombre bestia. La primera saltó dando un paso hacia atrás tapándose la boca con ambas manos, el segundo se paró en seco asombrado de que los potingues de Nereida hubieran sido tan eficaces. La humana le golpeó la espalda con férreas patadas. Cada pasaban, tres taconazos recibía el Capitán por parte de la joven. Él no contestó a ninguno de ellos, en cierta medida ya se esperaba que ocurriese algo por el estilo pues no todos los días alguien se despertaba a los brazos de un hombre cuyo cuerpo hace alusión a diferentes criaturas del mar.
-Deja de gritar, me destrozas los oídos.- Dijo el Capitán en voz baja pero manteniendo la firmeza y seguridad de sus palabras. -Cualquier cosa que hayas pensado sobre nosotros es errónea.- Siguió caminando lentamente por los caminos que la joven elfa le había marcado ignorando las patadas de la humana. - ¿Señorita Nyére, la ves mejor?-
-Eh… Sí mi Capitán.-La elfa dio unos pasos acelerados para ponerse al mismo nivel que el Alfred. - Digo, no. Quiero decir, hay muchos inserctos en este bosque. Arañas, mosquitos gigantes, abejas, abejorros, guijarros, escorpiones, escarabajos…- A medida que iba enumerando cada insecto señalaba uno de sus dedos como si estuviera manteniendo la cuenta. La voz de Nereida, aunque sin dejar de sonar como una sútil melodía de piano, tenía un tono tan nervioso que apenas se le podía entender. - Y después hay muchas clases de ellos; algunos muy venenosos. No sabemos que le picó a la chica. – Miró por primera vez a los ojos despiertos de la muchacha que el Capitán cargaba a la espalda. – Se me olvidaba. Hola amiga, mi nombre Nereida Nyére.- Saludó con una sonrisa a la humana y volvió al tema principal. – Si realiza graves esfuerzos físicos estando envenada por un bicho, el veneno actuará con mayor rapidez.-
-Ya has oído a la doctora.- Sentenció el Capitán. - Te llevaremos a la tribu de los elfos y allí recibirás los cuidados necesarios.- Con la pinza de su mano derecha, Alfred se quitó el sombrero de Capitán y se lo lanzó a Nereida. - Guárdalo, no quiero que ella me lo tire y se eche a perder.-
El Capitán Werner
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Re: Árboles de hoja Caduca y Perenne [Privado= Runa Thorgil]
Tapando unas manos su propia boca,Runa se encontraba en una situación de mutis total,aquel ser lleno de tentáculos le dio un rapapolvo en un momento,aunque tenía una voz melancólica, una voz rasgada y destruida por el paso de los años.
Todavía con la visión borrosa, fijando las botas de aquel capitán moverse mientras caminaba, que por lo que ella escuchaba hablar entre aquella elfa y él, pasarían por un poblado elfo. Un insecto la había picado, pero no sabían todavía con certeza que tipo sería lo cual Runa, recordó en un segundo en el momento de la picadura y su mano en el cuello.
¿Insecto?,¿qué tipo de insecto sería?,¿donde la conducían?,ella a pesar todavía medio ida a causa del veneno que estaba avanzando rápidamente por su cuerpo, se llegaba a preguntar como se había encontrado en esa situación.Tenía la mala suerte que se encontraba de situación peliaguda a otra.
Aquella elfa, parecía una criatura a la par de muy hermosa,una criatura muy amable, clavó sus ojos en la joven todavía debilitada y se presentó con una sonrisa tan radiante como el mismo sol. Nereida,Nereida, no hacía más que repetir ese nombre en su cabeza has que su vista empezó a nublarse y a caerse los parpados.
Runa no fue capaz de aguantar más, perdió el conocimiento mientras una criatura la cargaba acompañado de una elfa,habían pasado muchas horas desde que ocurrió, logrando abrir los ojos con cierta dificultad, notó que se encontraba tumbada en algo blando y al fondo se escuchaba un par de voces discutir.
¿Donde estoy?
Pregunto con la voz débil y dolorida para si misma
Todavía con la visión borrosa, fijando las botas de aquel capitán moverse mientras caminaba, que por lo que ella escuchaba hablar entre aquella elfa y él, pasarían por un poblado elfo. Un insecto la había picado, pero no sabían todavía con certeza que tipo sería lo cual Runa, recordó en un segundo en el momento de la picadura y su mano en el cuello.
¿Insecto?,¿qué tipo de insecto sería?,¿donde la conducían?,ella a pesar todavía medio ida a causa del veneno que estaba avanzando rápidamente por su cuerpo, se llegaba a preguntar como se había encontrado en esa situación.Tenía la mala suerte que se encontraba de situación peliaguda a otra.
Aquella elfa, parecía una criatura a la par de muy hermosa,una criatura muy amable, clavó sus ojos en la joven todavía debilitada y se presentó con una sonrisa tan radiante como el mismo sol. Nereida,Nereida, no hacía más que repetir ese nombre en su cabeza has que su vista empezó a nublarse y a caerse los parpados.
Runa no fue capaz de aguantar más, perdió el conocimiento mientras una criatura la cargaba acompañado de una elfa,habían pasado muchas horas desde que ocurrió, logrando abrir los ojos con cierta dificultad, notó que se encontraba tumbada en algo blando y al fondo se escuchaba un par de voces discutir.
¿Donde estoy?
Pregunto con la voz débil y dolorida para si misma
Runa Thorgil
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Re: Árboles de hoja Caduca y Perenne [Privado= Runa Thorgil]
Cargar a la muchacha entre los caminos del bosque de Sandorai no era un trabajo hecho para el Capitán Werner. Cierto era que la joven era delgada, demasiado flaca para la edad que tenía, pero eso no significaba que el trabajo iba a resultarle más fácil. Sus incesantes pataletas hacían que, de tanto en tanto, su cuerpo se resbalase de las manos y tuviera que parar a agarrarlo mejor. De no ser por la pequeña Nereida, el Capitán hubiera dejado el cuerpo de la muchacha en suelo pudriéndose por el veneno del insecto que le hubiera picado. Estaba harto de tener que cargar con una humana desagradecida que no hacía más que contestar con patadas a su espalda. Fue gracias a la dulce y serena voz de la elfa que la humana por fin se calmó. Dejó de dar esos malditos golpes que tan furioso le estaban poniendo cosa que hizo que el viaje fuera mucho menos pesado.
-Capitán.- Dijo la elfa con la voz cortada. - Creo que…- Estaba tan asustada que apenas podía hablar. –La chica…- Abrazó el sombrero del Capitán como si este le instaurase algún tipo de protección.
-No debes preocuparte, ella sigue viva.- Contestó el Capitán. - Pronto llegaremos a tu poblado.-
No necesitaba que Nereida le dijera la más de lo que ya le había dicho; sabía a lo que se estaba refiriendo al hablar de la chica. Él, también lo había notado. El peso de la muchacha, lejos de resultar liviano, parecía muerto. Un sabio erudito le dijo una vez al Capitán que la tierra ejerce una fuerza sobre todas las cosas; cuando soltaba una moneda, según decía, no la dejaba caer, sino que dejaba que la fuerza de la tierra venciera al aire. El erudito explicaba que cuando una persona fallece, todo su cuerpo era atraído por la tierra, pues la persona se había quedado sin la fuerza necesaria para poder hacerle frente. Los brazos y las piernas de la humana que el Capitán Werner cargaba habían perdido ante la fuerza de la tierra. Sin embargo, todavía podía sentir el latir de su corazón. La tierra la estaba atrayendo pero ella, aun seguía con vida.
El siguiente tramo del trayecto fue tranquilo. Nadie habló, nadie dijo nada ni respecto a la chica ni respecto a los árboles que a Nereida tanto les fascinaban. La elfa tenía miedo de lo que pudiera pasarle a la humana y el Capitán solo se concentraba en seguir adelante. El único que intentó decir alguna palabra fue el ave del paraíso que reposaba en el hombro de la elfa pues, de vez en cuando, graznaba en respuesta de los otros pájaros que se escuchaban en la lejanía.
-¡Brujos!- Gritó la elfa. -¡Oigo los cascos de los caballos acercándose!- El Capitán no oía nada. -¡Tenemos que escondernos!- Los elfos tenían mejor oído y mejor visión de lo que podía tener un viejo hombre calamar, Alfred no protestó y se escondió de nuevo entre los matorrales como había hecho al principio del viaje.
Como antes, unos brujos a caballos pasaron por el camino mientras el Capitán, la elfa y la humana que habían recogido, quedaban reguardados entre los arbusto. Esta vez, eran siete los caballos que pasaban por delante de ellos. El último de los corceles arrastraba atado a unas cadenas a un hombre bestia, uno cuyo animal era una rata. El caballo se paró y la rata dijo algo que no alcanzó a escuchar el Capitán; Nereida sí lo hizo e, inmediatamente, se tapó la boca asustada.
Uno de los brujos, uno con una túnica morada que no le ocultaba el rostro, se acercó al arbusto. –Sabía que nos estarían espiando.-Esta vez el Capitán si pudo escuchar lo que dijo.-Estos malditos elfos… Siempre escondiéndose tras las flores.- Masculló el brujo.- ¿Estás seguro que están ahí?- Le preguntó al hombre rata, esté le contestó con un movimiento afirmativo de cabeza. –Bien.-
El Capitán entendió lo que había pasado. No era la primera vez que unos delincuentes usaban a los hombres bestia como rastreadores. La rata, estaba tan asustada como lo podía estar Nereida, solo podía obedecer las órdenes que los brujos le dictaban. Órdenes, que no eran más de señalar los lugares donde notaba el olor a de quien les estuviera espiando o, que simplemente, estaban escondidos detrás de unos arbustos.
El brujo de la túnica morada alzó los brazos, estaba usando su magia de telequinesis para levantarles del suelo. Sin embargo, el Capitán no se lo iba a dejar fácil. Clavó su pinza del brazo derecho en la tierra y con los tentáculos del izquierdo agarró a al elfa y a la humana tan fuerte como podía. Si podían mantenerse en la tierra, el brujo no se percataría de ellos. Debían resistir ocultos, solo hasta que se fueran de nuevo. Pero la suerte, no estaba de su lado. La humana cedió y flotó en el aire a merced de la magia del brujo.
-¡¿Pero que tenemos aquí?!- Dijo el brujo con voz de falsa sorpresa. - Si tu no eres uno de esos come verdes. Eres una preciosa humana.- Tanto la elfa como el Capitán seguían ocultos entre los matorrales, los brujos no se habían dado cuenta de ellos dos, ni tampoco lo iban a hacer, estaban absortos contemplado a la humana mientras se le caían las babas. – Se me ocurren muchas cosas que hacer con tu cuerpo. ¿Qué os parece muchacho?- Los otros bujos clamaron como si hubieran obtenido el mayor de los trofeos. - Es verdad, ha sido una muy buena sorpresa encontrarla aquí. No se hable más, la llevaremos a nuestro campamento y cuando despierte seremos nosotros quien le daremos nuestra “sorpresa”.- El Capitán sabía que la tratarían con delicadeza y cuidados, por lo menos hasta que despertarse, entonces violaran a la muchacha.
-¿Vamos a dejar que…?- Preguntó Nereida cuando los caballos estaban lo suficientemente lejos.
-No.- Contestó el Capitán, esta vez tampoco le hizo falta escuchar el final de la pregunta de la elfa. - Vamos a correr hasta alcanzar a los brujos y rescataremos a la humana.-
Siempre era igual, cuando intentaba hacer una buena acción, pasaba cualquier cosa que daba la vuelta a todo. Si el Capitán no hubiera cogido a la humana la primera vez que la vio, los brujos no la habían encontrado. Si el Capitán no se hubiera enamorado de Goldie, su padre no la habría matado. De nuevo, las alucinaciones aparecieron. Goldie corría por la dirección donde se habían ido los brujos. Su mechones danzaban por le aire, el Capitán no podía dejar de mirarlos. Por un momento se preguntó qué es lo que estaba persiguiendo, si a Goldie o a los brujos. Cada vez estaba más y más enfermo, y cada vez deseaba más y más continuar estándolo.
-Capitán.- Dijo la elfa con la voz cortada. - Creo que…- Estaba tan asustada que apenas podía hablar. –La chica…- Abrazó el sombrero del Capitán como si este le instaurase algún tipo de protección.
-No debes preocuparte, ella sigue viva.- Contestó el Capitán. - Pronto llegaremos a tu poblado.-
No necesitaba que Nereida le dijera la más de lo que ya le había dicho; sabía a lo que se estaba refiriendo al hablar de la chica. Él, también lo había notado. El peso de la muchacha, lejos de resultar liviano, parecía muerto. Un sabio erudito le dijo una vez al Capitán que la tierra ejerce una fuerza sobre todas las cosas; cuando soltaba una moneda, según decía, no la dejaba caer, sino que dejaba que la fuerza de la tierra venciera al aire. El erudito explicaba que cuando una persona fallece, todo su cuerpo era atraído por la tierra, pues la persona se había quedado sin la fuerza necesaria para poder hacerle frente. Los brazos y las piernas de la humana que el Capitán Werner cargaba habían perdido ante la fuerza de la tierra. Sin embargo, todavía podía sentir el latir de su corazón. La tierra la estaba atrayendo pero ella, aun seguía con vida.
El siguiente tramo del trayecto fue tranquilo. Nadie habló, nadie dijo nada ni respecto a la chica ni respecto a los árboles que a Nereida tanto les fascinaban. La elfa tenía miedo de lo que pudiera pasarle a la humana y el Capitán solo se concentraba en seguir adelante. El único que intentó decir alguna palabra fue el ave del paraíso que reposaba en el hombro de la elfa pues, de vez en cuando, graznaba en respuesta de los otros pájaros que se escuchaban en la lejanía.
-¡Brujos!- Gritó la elfa. -¡Oigo los cascos de los caballos acercándose!- El Capitán no oía nada. -¡Tenemos que escondernos!- Los elfos tenían mejor oído y mejor visión de lo que podía tener un viejo hombre calamar, Alfred no protestó y se escondió de nuevo entre los matorrales como había hecho al principio del viaje.
Como antes, unos brujos a caballos pasaron por el camino mientras el Capitán, la elfa y la humana que habían recogido, quedaban reguardados entre los arbusto. Esta vez, eran siete los caballos que pasaban por delante de ellos. El último de los corceles arrastraba atado a unas cadenas a un hombre bestia, uno cuyo animal era una rata. El caballo se paró y la rata dijo algo que no alcanzó a escuchar el Capitán; Nereida sí lo hizo e, inmediatamente, se tapó la boca asustada.
Uno de los brujos, uno con una túnica morada que no le ocultaba el rostro, se acercó al arbusto. –Sabía que nos estarían espiando.-Esta vez el Capitán si pudo escuchar lo que dijo.-Estos malditos elfos… Siempre escondiéndose tras las flores.- Masculló el brujo.- ¿Estás seguro que están ahí?- Le preguntó al hombre rata, esté le contestó con un movimiento afirmativo de cabeza. –Bien.-
El Capitán entendió lo que había pasado. No era la primera vez que unos delincuentes usaban a los hombres bestia como rastreadores. La rata, estaba tan asustada como lo podía estar Nereida, solo podía obedecer las órdenes que los brujos le dictaban. Órdenes, que no eran más de señalar los lugares donde notaba el olor a de quien les estuviera espiando o, que simplemente, estaban escondidos detrás de unos arbustos.
El brujo de la túnica morada alzó los brazos, estaba usando su magia de telequinesis para levantarles del suelo. Sin embargo, el Capitán no se lo iba a dejar fácil. Clavó su pinza del brazo derecho en la tierra y con los tentáculos del izquierdo agarró a al elfa y a la humana tan fuerte como podía. Si podían mantenerse en la tierra, el brujo no se percataría de ellos. Debían resistir ocultos, solo hasta que se fueran de nuevo. Pero la suerte, no estaba de su lado. La humana cedió y flotó en el aire a merced de la magia del brujo.
-¡¿Pero que tenemos aquí?!- Dijo el brujo con voz de falsa sorpresa. - Si tu no eres uno de esos come verdes. Eres una preciosa humana.- Tanto la elfa como el Capitán seguían ocultos entre los matorrales, los brujos no se habían dado cuenta de ellos dos, ni tampoco lo iban a hacer, estaban absortos contemplado a la humana mientras se le caían las babas. – Se me ocurren muchas cosas que hacer con tu cuerpo. ¿Qué os parece muchacho?- Los otros bujos clamaron como si hubieran obtenido el mayor de los trofeos. - Es verdad, ha sido una muy buena sorpresa encontrarla aquí. No se hable más, la llevaremos a nuestro campamento y cuando despierte seremos nosotros quien le daremos nuestra “sorpresa”.- El Capitán sabía que la tratarían con delicadeza y cuidados, por lo menos hasta que despertarse, entonces violaran a la muchacha.
-¿Vamos a dejar que…?- Preguntó Nereida cuando los caballos estaban lo suficientemente lejos.
-No.- Contestó el Capitán, esta vez tampoco le hizo falta escuchar el final de la pregunta de la elfa. - Vamos a correr hasta alcanzar a los brujos y rescataremos a la humana.-
Siempre era igual, cuando intentaba hacer una buena acción, pasaba cualquier cosa que daba la vuelta a todo. Si el Capitán no hubiera cogido a la humana la primera vez que la vio, los brujos no la habían encontrado. Si el Capitán no se hubiera enamorado de Goldie, su padre no la habría matado. De nuevo, las alucinaciones aparecieron. Goldie corría por la dirección donde se habían ido los brujos. Su mechones danzaban por le aire, el Capitán no podía dejar de mirarlos. Por un momento se preguntó qué es lo que estaba persiguiendo, si a Goldie o a los brujos. Cada vez estaba más y más enfermo, y cada vez deseaba más y más continuar estándolo.
- Hombre rata:
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El Capitán Werner
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Re: Árboles de hoja Caduca y Perenne [Privado= Runa Thorgil]
Abrir los ojos y escuchar como si fuera un eco un conjunto de voces un tanto agresivas,Runa se encontraba en una situación un tanto desconocida, confusa a la vez de mala.Tal vez sería por esa lona blanca bañada por pequeñas manchas de luz, o porque quizás aquellas voces eran tan sumamente desconocidas , que la joven no sabia si se encontraba a salvo o no.
-William, entra a mirar si esa preciosidad ha recuperado el sentido
Dijo una voz áspera , con un tono un tanto malicioso
-Tengo ganas, de beneficiarmela, hace tanto que no entro en las piernas de una mujer que no dudaré en mojarla
A pesar de todavía su débil estado, escuchar aquello la dejó con un terror en el cuerpo tan pegado como la baba de una babosa en una jarra, no asimilaba donde se encontraba, antes estaba con aquella elfa, y el hombre de los tentáculos , pero había pasado a ser una prisionera a la cual tenían tantas ganas de ensuciar, que no le quedaba claro si saldría viva de aquella situación.
Ya no solo era el frío que notaba en la piel tras el impacto, sino la respiración, se le aceleró, tanto como le permitía bombardear su corazón. Las telas comenzaron a moverse, lo cual la hermosa joven , cerró sus ojos para simular que estaba todavía en mal estado. Notando las pisadas de quien había escuchado, cada vez más cerca de ella, tan solo rezaba porque no se diese cuenta y dieran tal orden.
Una violación, que rabia le entraba solo de pensarlo, como se creían dueños de su cuerpo, de su pecho, de sus labios...
-No tengo ni que esperar al jefe...
Aquel hombre se tumbó encima de ella, pasando su mano por las partes mas intimas de su cuerpo, primero era todo exterior, pero las cosas se complicaban cuando metió su mano en su pecho, bajo la ropa. Decidió que era buena idea besar los labios de la joven indefensa, tanto, que sin pensarlo mientras continuaba con su toqueteo humedeció los suyos y profundizó con los de Runa.
Un grito horrible venía del campamento, cuando la lengua de aquel hombre se encontraba arrancada por la humana que intentaban violar, todo estaba lleno de sangre, su cuerpo, el suelo, la cama. Se acababa de defender, pero iban a tratar de hacerlo nuevamente, incluso esta vez se había ganado la muerte, el campamento se alteró y decidieron entrar en la tienda. Runa agarró una antorcha y atizó al primero,se quedó de pie observando sus malas caras, tenía que huir, necesitaba hacerlo.
-Dios...
-William, entra a mirar si esa preciosidad ha recuperado el sentido
Dijo una voz áspera , con un tono un tanto malicioso
-Tengo ganas, de beneficiarmela, hace tanto que no entro en las piernas de una mujer que no dudaré en mojarla
A pesar de todavía su débil estado, escuchar aquello la dejó con un terror en el cuerpo tan pegado como la baba de una babosa en una jarra, no asimilaba donde se encontraba, antes estaba con aquella elfa, y el hombre de los tentáculos , pero había pasado a ser una prisionera a la cual tenían tantas ganas de ensuciar, que no le quedaba claro si saldría viva de aquella situación.
Ya no solo era el frío que notaba en la piel tras el impacto, sino la respiración, se le aceleró, tanto como le permitía bombardear su corazón. Las telas comenzaron a moverse, lo cual la hermosa joven , cerró sus ojos para simular que estaba todavía en mal estado. Notando las pisadas de quien había escuchado, cada vez más cerca de ella, tan solo rezaba porque no se diese cuenta y dieran tal orden.
Una violación, que rabia le entraba solo de pensarlo, como se creían dueños de su cuerpo, de su pecho, de sus labios...
-No tengo ni que esperar al jefe...
Aquel hombre se tumbó encima de ella, pasando su mano por las partes mas intimas de su cuerpo, primero era todo exterior, pero las cosas se complicaban cuando metió su mano en su pecho, bajo la ropa. Decidió que era buena idea besar los labios de la joven indefensa, tanto, que sin pensarlo mientras continuaba con su toqueteo humedeció los suyos y profundizó con los de Runa.
Un grito horrible venía del campamento, cuando la lengua de aquel hombre se encontraba arrancada por la humana que intentaban violar, todo estaba lleno de sangre, su cuerpo, el suelo, la cama. Se acababa de defender, pero iban a tratar de hacerlo nuevamente, incluso esta vez se había ganado la muerte, el campamento se alteró y decidieron entrar en la tienda. Runa agarró una antorcha y atizó al primero,se quedó de pie observando sus malas caras, tenía que huir, necesitaba hacerlo.
-Dios...
Runa Thorgil
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Re: Árboles de hoja Caduca y Perenne [Privado= Runa Thorgil]
Casi al final del camino, la alucinación en forma de Goldie desapareció. El Capitán, por un momento de incertidumbre y confusión, se quedó parado. Su mente había regresado a los buenos tiempos, esos que, por culpa de la maldad de un hombre, jamás volverían. Era como si Goldie nunca hubiera sido asesinada, como si el Sueños Cumplidos jamás hubiese quedado reducidos a cenizas y como si su vieja tripulación no hubiera muerto.
-¿Capitán, se encuentra bien?- Preguntó la joven elfa, parándose justo en frente del campo de visión de Alfred.
- Sí, no es nada.- En cuanto el Capitán respondió a la joven, todos los recuerdos, aquellos de sus días más aciagos y también de los más fortuitos, regreseron a su mente como si nunca la hubieran abandonado. –Debemos continuar.-
Nereida no dijo palabra alguna por miedo a que el Capitán se la tomase como una falta de respeto. Mas, en sus ojos de color canela, se veía una luz solo comparable al recelo que tiene una madre por proteger a su hijo. No importase cuántas veces dijera el Capitán que estaba bien, era evidente que no lo estaba y que, cada vez más, esa enfermedad de la mente que guardaba como si fuera su más preciado tesoro, le estaba pudriendo por dentro. Lo único que la elfa se atrevió a hacer era abrazar el sombrero del Capitán que todavía llevaba en sus manos.
Tras un claro del bosque se izaba el campamento de los brujos. Así lo señaló la elfa, pues ella fue quien vio la tela de las tienda mucho antes de que el Capitán pudiera siquiera ver los grandes árboles colindantes al campamento. Ambos se acercaron de cuclillas entre los matorrales. Aunque Nereida no lo dijo, Alfred estaba seguro que temía encontrarse de nuevo con el hombre rata. Su aspecto era asqueroso, un cuerpo esquelético y podrido que casi podría aparentar ser un cadaver si no fuera por el ligero movimiento que hacía el hocico de la rata al olisquear a sus presas.
-Capitán, allí.- Nereida señaló una de las tienda de campaña, varios brujos entraban armados como si fueran a luchar a una guerra.
-La chica.- Alfred tuvo que agudiazar su vista tanto como pudo para saber lo que quería decier la joven elfa.
El Capitán hizo la intención de desenvainar su espada de corsario. Era obvio que la muchacha había despertado y más obvio era que no le había gustado lo que fuera lo que se hubiera encontrado al despertar y que, tras esto, se hubiera formado una batalla campal en mitad del campamento. Debían de actuar pronto, desenvainar la espada y enfrentarse contra cada uno de los brujos como hubiera hecho en los buenos tiempos que su mente, hacía apenas unos pocos minutos, estaba viviendo. Él y sus antiguos corsarios, hubieran asaltado el campamento sin dejar a ninguno de los brujos con vida. Pero en aquellos días, en los que el cuerpo cansado del Capitán ya había pasado por mil y unas desventuras, no podía ni hacer frente cara a cara y espada contra espada, con ninguno de esos brujos.
-Seeeeeeeeehhhhh- Se oyó un susurró a espaldas de los dos piratas. - Osss encontré.-
El Capitán se giró de golpe hacia la voz que sonaba, la joven elfa, a su vez, dejó soltar un grito de espanto. El hombre rata saltó de detrás de unos árboles, con las garras afiladas directas contra la joven elfa. En ese momento fue cuando el Capitán, a pesar de saber su baja forma física, desenvainó la espada para enfrentarse conta el hombre rata. Sin embargo, el acero de la espada no llegó a la piel de la rata. Fue otro acero, uno de tipo élfico, quien rebanó la cabeza de la asquerosa la rata.
-Padre…- Susurró con temor Nereida.
Un elfo de larga melena negra y con ojos de color canela, iguales a los de Nereida, estaba frente a ellos montado en un caballo de color gris y con una espada bastarda en sus manos. El Capitán se giró a sus espaldas por ver, durante unos segundos, cómo estaba la muchacha. Otros elfos a caballos habían entrado al campamento y estaban enfrentandose contra los brujos.
-Volverás a casa.- Sentenció el elfo de larga melena morena. –Y no saldrás nunca más.-
-¿Capitán, se encuentra bien?- Preguntó la joven elfa, parándose justo en frente del campo de visión de Alfred.
- Sí, no es nada.- En cuanto el Capitán respondió a la joven, todos los recuerdos, aquellos de sus días más aciagos y también de los más fortuitos, regreseron a su mente como si nunca la hubieran abandonado. –Debemos continuar.-
Nereida no dijo palabra alguna por miedo a que el Capitán se la tomase como una falta de respeto. Mas, en sus ojos de color canela, se veía una luz solo comparable al recelo que tiene una madre por proteger a su hijo. No importase cuántas veces dijera el Capitán que estaba bien, era evidente que no lo estaba y que, cada vez más, esa enfermedad de la mente que guardaba como si fuera su más preciado tesoro, le estaba pudriendo por dentro. Lo único que la elfa se atrevió a hacer era abrazar el sombrero del Capitán que todavía llevaba en sus manos.
Tras un claro del bosque se izaba el campamento de los brujos. Así lo señaló la elfa, pues ella fue quien vio la tela de las tienda mucho antes de que el Capitán pudiera siquiera ver los grandes árboles colindantes al campamento. Ambos se acercaron de cuclillas entre los matorrales. Aunque Nereida no lo dijo, Alfred estaba seguro que temía encontrarse de nuevo con el hombre rata. Su aspecto era asqueroso, un cuerpo esquelético y podrido que casi podría aparentar ser un cadaver si no fuera por el ligero movimiento que hacía el hocico de la rata al olisquear a sus presas.
-Capitán, allí.- Nereida señaló una de las tienda de campaña, varios brujos entraban armados como si fueran a luchar a una guerra.
-La chica.- Alfred tuvo que agudiazar su vista tanto como pudo para saber lo que quería decier la joven elfa.
El Capitán hizo la intención de desenvainar su espada de corsario. Era obvio que la muchacha había despertado y más obvio era que no le había gustado lo que fuera lo que se hubiera encontrado al despertar y que, tras esto, se hubiera formado una batalla campal en mitad del campamento. Debían de actuar pronto, desenvainar la espada y enfrentarse contra cada uno de los brujos como hubiera hecho en los buenos tiempos que su mente, hacía apenas unos pocos minutos, estaba viviendo. Él y sus antiguos corsarios, hubieran asaltado el campamento sin dejar a ninguno de los brujos con vida. Pero en aquellos días, en los que el cuerpo cansado del Capitán ya había pasado por mil y unas desventuras, no podía ni hacer frente cara a cara y espada contra espada, con ninguno de esos brujos.
-Seeeeeeeeehhhhh- Se oyó un susurró a espaldas de los dos piratas. - Osss encontré.-
El Capitán se giró de golpe hacia la voz que sonaba, la joven elfa, a su vez, dejó soltar un grito de espanto. El hombre rata saltó de detrás de unos árboles, con las garras afiladas directas contra la joven elfa. En ese momento fue cuando el Capitán, a pesar de saber su baja forma física, desenvainó la espada para enfrentarse conta el hombre rata. Sin embargo, el acero de la espada no llegó a la piel de la rata. Fue otro acero, uno de tipo élfico, quien rebanó la cabeza de la asquerosa la rata.
-Padre…- Susurró con temor Nereida.
Un elfo de larga melena negra y con ojos de color canela, iguales a los de Nereida, estaba frente a ellos montado en un caballo de color gris y con una espada bastarda en sus manos. El Capitán se giró a sus espaldas por ver, durante unos segundos, cómo estaba la muchacha. Otros elfos a caballos habían entrado al campamento y estaban enfrentandose contra los brujos.
-Volverás a casa.- Sentenció el elfo de larga melena morena. –Y no saldrás nunca más.-
El Capitán Werner
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Re: Árboles de hoja Caduca y Perenne [Privado= Runa Thorgil]
Aquel campamento era una concentración de miseria y porquería ajuntadas a un conjunto de seres cobardes, no solo eran esas miradas sucias llenas de una ira que nunca saciarían, aunque lo pagaran con su vida. Runa prefería morir, antes que ser un objeto sexual en manos denigrantes.Tal vez, sería su ultimo aliento , la ultima rebanada que se reflejaría en el frío, como un vapor instantáneo.
Una espada se encontraba justo rozando su traquea, a un empujón de la vida y la muerte, el brujo de ojos almendra , cabello oscuro como la misma noche y de rasgos forzados en su cara, estaba convencido de tal manera , que ella cedería al jugar tan sucio.
-Desnudate, humana. Vas a pagar lo que has hecho
La mirada de la muchacha se endureció como si de una pelea del barrio se tratase, apenas sin poder musitar nada, movió su cabeza con negación, haciendo un mensaje negativo a los ojos de aquel brujo.Todos los demás que se encontraban alrededor comenzaron a montar bulla.
-¡Acaba con la vida de esa perra!
-Mejor corta su preciado dedo , verás como se lo piensa dos veces
-Abusemos de ella y hagamos que pague lo que le hizo a Fuyi dio el ultimo en busca de venganza.
Era tan enorme el alboroto, que se comenzaron al escuchar huellas, abrieron el campamento rasgando las telas de arriba a abajo, dejando a la vista que eran elfos que venían en busca de batalla. Comenzaron las patadas, puñetazos , el rechine de dos espadas chocando. Pero aquel brujo seguía en la misma postura, amenazante y cargante , sin dejar que Runa diera tan solo un paso.
-Muevete humana, nos vamos de aquí
Antes de que pusiera poder mencionar alguna palabra más, un elfo chocó contra él , provocando una caída y dejando su espada en el suelo.Era su oportunidad, desenfundó la espada lo mas veloz posible y cuando el brujo se incorporó cargó contra él. Esta claro que la detuvo, que el poseía más fuerza y poder, pero afortunadamente , era una mujer llena de astucia, una mujer de barrio. Mientras continuaba el forcejeo, pegó una patada intensamente en las artes nobles de aquel ser, provocando que cayera de rodillas.Utilizó ese intento para clavar la espada en el corazón...
Los ojos se quedaron como dos platos oxidados de la vieja taberna, el cuerpo se paralizó y cayó frente a ella. Era al fin el momento de escapar, ojeo a cada a lado que todos estaban batallando todavía y cogió impulso rápido saliendo de la tienda.
Cuanto más corría , más enfrentamientos veía, tenía que evitar los choques contra ellos, hasta que esquivando uno tropezó y al alzar la mirada, observó un elfo alto de una larga melena oscura la miraba y le habló
- cca -lya , Manen natye?
Runa perpleja sin saber que decir o que hacer solo comentó
- ¿Qué?
No comprendía que trataba de decirle, pero sonaba a las canciones que solían escucharse en la plaza de Lunargenta, era todo una confusión y soledad para ella.
Una espada se encontraba justo rozando su traquea, a un empujón de la vida y la muerte, el brujo de ojos almendra , cabello oscuro como la misma noche y de rasgos forzados en su cara, estaba convencido de tal manera , que ella cedería al jugar tan sucio.
-Desnudate, humana. Vas a pagar lo que has hecho
La mirada de la muchacha se endureció como si de una pelea del barrio se tratase, apenas sin poder musitar nada, movió su cabeza con negación, haciendo un mensaje negativo a los ojos de aquel brujo.Todos los demás que se encontraban alrededor comenzaron a montar bulla.
-¡Acaba con la vida de esa perra!
-Mejor corta su preciado dedo , verás como se lo piensa dos veces
-Abusemos de ella y hagamos que pague lo que le hizo a Fuyi dio el ultimo en busca de venganza.
Era tan enorme el alboroto, que se comenzaron al escuchar huellas, abrieron el campamento rasgando las telas de arriba a abajo, dejando a la vista que eran elfos que venían en busca de batalla. Comenzaron las patadas, puñetazos , el rechine de dos espadas chocando. Pero aquel brujo seguía en la misma postura, amenazante y cargante , sin dejar que Runa diera tan solo un paso.
-Muevete humana, nos vamos de aquí
Antes de que pusiera poder mencionar alguna palabra más, un elfo chocó contra él , provocando una caída y dejando su espada en el suelo.Era su oportunidad, desenfundó la espada lo mas veloz posible y cuando el brujo se incorporó cargó contra él. Esta claro que la detuvo, que el poseía más fuerza y poder, pero afortunadamente , era una mujer llena de astucia, una mujer de barrio. Mientras continuaba el forcejeo, pegó una patada intensamente en las artes nobles de aquel ser, provocando que cayera de rodillas.Utilizó ese intento para clavar la espada en el corazón...
Los ojos se quedaron como dos platos oxidados de la vieja taberna, el cuerpo se paralizó y cayó frente a ella. Era al fin el momento de escapar, ojeo a cada a lado que todos estaban batallando todavía y cogió impulso rápido saliendo de la tienda.
Cuanto más corría , más enfrentamientos veía, tenía que evitar los choques contra ellos, hasta que esquivando uno tropezó y al alzar la mirada, observó un elfo alto de una larga melena oscura la miraba y le habló
- cca -lya , Manen natye?
Runa perpleja sin saber que decir o que hacer solo comentó
- ¿Qué?
No comprendía que trataba de decirle, pero sonaba a las canciones que solían escucharse en la plaza de Lunargenta, era todo una confusión y soledad para ella.
Runa Thorgil
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Re: Árboles de hoja Caduca y Perenne [Privado= Runa Thorgil]
Más temprano que tarde, todo el campamento de los brujos se conviritó en un mar de espadas y sangre. Cabezas cercenadas de hechiceros rodando por el suelo junto con los cuerpos asados, ahogados, mutilados o incluso electrocutados de los elfos hacían que el agradable ambiente que se respiraba entre los árboles del bosque de Sandorai quedase tan reducido que una mierda pudiera parecer, a simple vista, más agradable que el desastrozo escenario que estaban viendo.
El Capitán Werner tenía sus propias prioridades en la guerra que se había armado: La primera era hablar con el padre de Nereida y calmar sus ansias de reñir a su hija y, la segunda prioridad, era salvar a la chica que había sacado herida del bosque. Ambas misiones estaban en igualdad de importancia, se sentía como si estuviera decidiendo entre la vida de las dos jóvenes. No era sencillo decidir, nada sencillo. Deseaba poder separarse en dos mitades para poder atender a las dos. Pero eso no podía hacerlo, debía tomar un camino para salvar a una de las dos chicas y a la otra dejarla a merced de su suerte.
Cogió su sombrero negro de capitán que todavía abrazaba la elfa, se lo pusó en la cabeza asegurándose de que no se caería a la hora de combatir y, con la voz más clara y profunda con la que jamás había hablado, dirigió unas cortas palabras de disculpas hacia Nereida. -Lo siento.- El Capitán tomó una decisión. Dio la espalda a la elfa dejándola a solas con su padre y privándola de la libertad que ella ansiaba conseguir en el mar. -Tú padre ha hablado.- No hubo palabras de despedida, no quiso agravar más la situación que ya de por sí era sumamente complicada. El Capitán Werner ya no podía hacer nada más por Nereida.
Su pensamientos se fueron dirigidos a la otra chica, la humana. Herida e inconsciente como estaba, era la presa perfecta para cualquier ocioso brujo de polla caliente. Lo que podían hacer con ella el Capitán lo había visto hacer a decenas de mujeres: las violaciones y los asesinatos fue antaño el credo para los piratas del Riquezas, un navío que el Capitán recordaba con ira y odio. Ellos eran capaces de secuestrar a cualquier prostituta y violarla entre todas hasta que los órganos de la dama no pudieran soportar el dolor.
El Capitán corría tan rápido como podía, esquivaba las cajas que los brujos lanzaban por los aires con su magia de telequinesis, saltaba los cadáveres que descansaban en el suelo, se agachaba cuando uno de los caballos de los elfos iba directo hacia su posición... Estaba haciendo todo cuanto podía hacer para llegar a la posición donde la chica estaba.
La encontró, entre medio de los elfos y los brujos. Era posible que ella no lo supiera pero las posibilidades de morir por un bando u otro de la batalla eran equivalentes. Los humanos eran iguales físicamente a los brujos, quizás algo más fuertes y altos, pero aquello no se podía detectar a primera visto. Un elfo la mataría pensando que ella podría ser una bruja y un brujo la mataría por no poder follarsela. Tenía que sacarla de ahí, lo antes posibles a poder ser. Antes de que el elfo que estaba frente a la chica dijera una plabra más, Alfred la cogió en brazos de la misma forma que le había cogido y corrió lejos del fervor de la batalla.
-Se agradecida esta vez y no des ninguna patada.- Dijo Afred en el mismo momento que agarró a la chica. - Te estoy salvando tu maldito culo. Comportarte.-
El Capitán Werner tenía sus propias prioridades en la guerra que se había armado: La primera era hablar con el padre de Nereida y calmar sus ansias de reñir a su hija y, la segunda prioridad, era salvar a la chica que había sacado herida del bosque. Ambas misiones estaban en igualdad de importancia, se sentía como si estuviera decidiendo entre la vida de las dos jóvenes. No era sencillo decidir, nada sencillo. Deseaba poder separarse en dos mitades para poder atender a las dos. Pero eso no podía hacerlo, debía tomar un camino para salvar a una de las dos chicas y a la otra dejarla a merced de su suerte.
Cogió su sombrero negro de capitán que todavía abrazaba la elfa, se lo pusó en la cabeza asegurándose de que no se caería a la hora de combatir y, con la voz más clara y profunda con la que jamás había hablado, dirigió unas cortas palabras de disculpas hacia Nereida. -Lo siento.- El Capitán tomó una decisión. Dio la espalda a la elfa dejándola a solas con su padre y privándola de la libertad que ella ansiaba conseguir en el mar. -Tú padre ha hablado.- No hubo palabras de despedida, no quiso agravar más la situación que ya de por sí era sumamente complicada. El Capitán Werner ya no podía hacer nada más por Nereida.
Su pensamientos se fueron dirigidos a la otra chica, la humana. Herida e inconsciente como estaba, era la presa perfecta para cualquier ocioso brujo de polla caliente. Lo que podían hacer con ella el Capitán lo había visto hacer a decenas de mujeres: las violaciones y los asesinatos fue antaño el credo para los piratas del Riquezas, un navío que el Capitán recordaba con ira y odio. Ellos eran capaces de secuestrar a cualquier prostituta y violarla entre todas hasta que los órganos de la dama no pudieran soportar el dolor.
El Capitán corría tan rápido como podía, esquivaba las cajas que los brujos lanzaban por los aires con su magia de telequinesis, saltaba los cadáveres que descansaban en el suelo, se agachaba cuando uno de los caballos de los elfos iba directo hacia su posición... Estaba haciendo todo cuanto podía hacer para llegar a la posición donde la chica estaba.
La encontró, entre medio de los elfos y los brujos. Era posible que ella no lo supiera pero las posibilidades de morir por un bando u otro de la batalla eran equivalentes. Los humanos eran iguales físicamente a los brujos, quizás algo más fuertes y altos, pero aquello no se podía detectar a primera visto. Un elfo la mataría pensando que ella podría ser una bruja y un brujo la mataría por no poder follarsela. Tenía que sacarla de ahí, lo antes posibles a poder ser. Antes de que el elfo que estaba frente a la chica dijera una plabra más, Alfred la cogió en brazos de la misma forma que le había cogido y corrió lejos del fervor de la batalla.
-Se agradecida esta vez y no des ninguna patada.- Dijo Afred en el mismo momento que agarró a la chica. - Te estoy salvando tu maldito culo. Comportarte.-
El Capitán Werner
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Re: Árboles de hoja Caduca y Perenne [Privado= Runa Thorgil]
Sin ser consciente en la situación real en la que se encontraba, solo podía sentir dentro de si misma una confusión permanente.No entendía que decía el elfo, no tenía ni la más remota idea de como podría huir de aquel lugar que se convirtió en una matanza campal a sangre fría.
Sin poder musitar nada más, el elfo se agachó a la altura de su cara para observarla con detenimiento, su cuerpo comenzó a temblar cuando la criatura de los tentáculos, embistió al elfo y cargo con ella al hombro corriendo lo más veloz que sus piernas le permitían.
¿Qué?, eh espera, te olvidas de ella. Le comentó todavía aturdida.
Ella recordaba que le acompañaba aquella amable y hermosa elfa. ¿Qué iba a hacer que la abandonara y la rescatase a ella siendo una simple humana a la que acababa de conocer?
-¡HE DICHO QUE FRENES!
La joven de la cabellera revoltosa comenzaba a agitarse por la situación, algo no le cuadraba en el asunto, ella no era alguien importante en la vida de este ser, que ella en cierta forma le recordaba a un humano.Había dejado atrás a una criatura que para ella, no tenia ni la mínima pinta de ser malvada, era arriesgado, pero tampoco quería que nadie pagara con su vida su salvación.
Mientras no la obedecía y se adentraban en el bosque, empezaron a camuflarse entre los arbustos en silencio para poder evitar otro enfrentamiento innecesario, el capitán , porque realmente parecía un pirata, parecía estar soltando una lagrima mientras miraba el suelo, algo que sin duda, enterneció a la ruda ladrona.
-¿Estas bien?
Se quedó en silencio mientras esperaba una respuesta e hizo el esfuerzo de arrastrarse hasta un árbol para apoyarse, así podría estar mirando el cielo, con el fin de intentar solucionar su vida de una vez.
Cantaba en voz baja para relajarse mientras intentaba no meditar ni un minuto más.
Sin poder musitar nada más, el elfo se agachó a la altura de su cara para observarla con detenimiento, su cuerpo comenzó a temblar cuando la criatura de los tentáculos, embistió al elfo y cargo con ella al hombro corriendo lo más veloz que sus piernas le permitían.
¿Qué?, eh espera, te olvidas de ella. Le comentó todavía aturdida.
Ella recordaba que le acompañaba aquella amable y hermosa elfa. ¿Qué iba a hacer que la abandonara y la rescatase a ella siendo una simple humana a la que acababa de conocer?
-¡HE DICHO QUE FRENES!
La joven de la cabellera revoltosa comenzaba a agitarse por la situación, algo no le cuadraba en el asunto, ella no era alguien importante en la vida de este ser, que ella en cierta forma le recordaba a un humano.Había dejado atrás a una criatura que para ella, no tenia ni la mínima pinta de ser malvada, era arriesgado, pero tampoco quería que nadie pagara con su vida su salvación.
Mientras no la obedecía y se adentraban en el bosque, empezaron a camuflarse entre los arbustos en silencio para poder evitar otro enfrentamiento innecesario, el capitán , porque realmente parecía un pirata, parecía estar soltando una lagrima mientras miraba el suelo, algo que sin duda, enterneció a la ruda ladrona.
-¿Estas bien?
Se quedó en silencio mientras esperaba una respuesta e hizo el esfuerzo de arrastrarse hasta un árbol para apoyarse, así podría estar mirando el cielo, con el fin de intentar solucionar su vida de una vez.
-Las ratas van por el suelo,
mientras ella las ve desde el tejado.
Entre suburbios se esconde,
y mira al sol con esperanza,
cuanta templanza esconde la chiquilla,
que nos mira, nos sonríe,
y poco a poco, nos roba la vida
mientras ella las ve desde el tejado.
Entre suburbios se esconde,
y mira al sol con esperanza,
cuanta templanza esconde la chiquilla,
que nos mira, nos sonríe,
y poco a poco, nos roba la vida
Cantaba en voz baja para relajarse mientras intentaba no meditar ni un minuto más.
Runa Thorgil
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Re: Árboles de hoja Caduca y Perenne [Privado= Runa Thorgil]
PAUSADO (Volveré de aquí pronto)
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Re: Árboles de hoja Caduca y Perenne [Privado= Runa Thorgil]
Estaba empezando a pensar que prefería a la humana dormida y enferma que la despierta. Era insoportable, tediosa y molesta. En plena batalla, huyendo de los brujos y de los elfos a la vez, a la chica no se le ocurre idea mejor que ponerse a gritar y luego a cantar para llamar la atención de todos los rivales.
-Cállate.- Contestó el Capitán con voz firme.
De haber querido, hubiera podido escapar solo sin necesidad de entrar en el fervor de la batalla de elfos y brujos. El padre de Nereida, por el momento, no iba a tomar represarías contra el Capitán y los brujos estaban entretenidos intentando sobrevivir a las flechas élficas. Tras dejar a Nereida, habría sido fácil dar media vuelta y volver hacia Lunargenta. Pese a ello, corrigió su camino y fue en busca de la chica maleducada para rescatarla. Como agradecimiento, ella solo le dio patadas y gritos.
Un caballo con un elfo montado sobre él, cayó derribado por una bola de fuego a pocos pasos por delante del Capitán. Su cuerpo comenzó a arder tan fácilmente como arde el aceite de una lámpara. Aunque le hubiera gustado parar y ver si el elfo que montaba a caballo todavía seguía con vida, el Capitán dio un brusco giro a la derecha y siguió su carrera. Los caídos en combate no era lo único que hizo desviar su rumbo. Las flechas volaban por todas partes y el fuego, aire, relámpagos y cualquier otra cosa que les sirviesen a los brujos para combatir inundaban el campo de batalla. Si todavía ni la chica ni él habían resultados heridos era porque habían tenido mucha suerte. Demasiada suerte.
Por desgracia, la fortuna acaba pronto. Esta vez, fue una de las tiendas de campaña la que se cayó en frente suya. No pudo cambiar de dirección, solo frenó de golpe. A su izquierda quedaba el caballo que había caído antes derribado, a su espalda había una decena de brujos enloquecidos que se saciaban a golpes de puños contra los cadáveres de unos elfos y a su derecha otro caballo más caído, éste segundo cubierto por una capa de cajas y cajones de madera. Todas las direcciones eran iguales de peligrosas y quedarse quieto a esperar en una lluvia de flechas y magia, la peor idea y la única que el Capitán tenía.
-Cállate.- Contestó el Capitán con voz firme.
De haber querido, hubiera podido escapar solo sin necesidad de entrar en el fervor de la batalla de elfos y brujos. El padre de Nereida, por el momento, no iba a tomar represarías contra el Capitán y los brujos estaban entretenidos intentando sobrevivir a las flechas élficas. Tras dejar a Nereida, habría sido fácil dar media vuelta y volver hacia Lunargenta. Pese a ello, corrigió su camino y fue en busca de la chica maleducada para rescatarla. Como agradecimiento, ella solo le dio patadas y gritos.
Un caballo con un elfo montado sobre él, cayó derribado por una bola de fuego a pocos pasos por delante del Capitán. Su cuerpo comenzó a arder tan fácilmente como arde el aceite de una lámpara. Aunque le hubiera gustado parar y ver si el elfo que montaba a caballo todavía seguía con vida, el Capitán dio un brusco giro a la derecha y siguió su carrera. Los caídos en combate no era lo único que hizo desviar su rumbo. Las flechas volaban por todas partes y el fuego, aire, relámpagos y cualquier otra cosa que les sirviesen a los brujos para combatir inundaban el campo de batalla. Si todavía ni la chica ni él habían resultados heridos era porque habían tenido mucha suerte. Demasiada suerte.
Por desgracia, la fortuna acaba pronto. Esta vez, fue una de las tiendas de campaña la que se cayó en frente suya. No pudo cambiar de dirección, solo frenó de golpe. A su izquierda quedaba el caballo que había caído antes derribado, a su espalda había una decena de brujos enloquecidos que se saciaban a golpes de puños contra los cadáveres de unos elfos y a su derecha otro caballo más caído, éste segundo cubierto por una capa de cajas y cajones de madera. Todas las direcciones eran iguales de peligrosas y quedarse quieto a esperar en una lluvia de flechas y magia, la peor idea y la única que el Capitán tenía.
El Capitán Werner
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Re: Árboles de hoja Caduca y Perenne [Privado= Runa Thorgil]
Para él era un simple estorbo, una simple chiquilla que pataleaba y lloriqueaba sin cesar, se notaba demasiado en humor. En cierta forma, ella no exigió ser rescatada,había sentido ese estado alucinación debido al veneno, había mantenido la calma, y nada más despertar se había encontrado con un ser gruñón el cual abandonó su compañera simplemente por salvarle a ella, una simple humana a la cual no tenía conocimiento sobre ella.
La había cargado como si fuera una simple molestia,soportando cada uno de los gruñidos que procedían de su extraña boca, cada mal comentario, cada mal gesto.Hubiera deseado haber encontrado un atajo y poderse librar de una vez de la tan fatal situación que les conllevaba a huir como niños entre el campo de batalla.Comenzaron a llover flechas en todas las direcciones,difícilmente y con mucha suerte eran capaces de esquivarlas sin llevarse ningún rasguño, pero frenando de seco su curso ante la caída de unas de las tiendas.
El capitán pareció quedarse absorto en sus propias meditaciones,parecía no saber reaccionar. Observando cada una de las direcciones pintaba igual de peligrosa que la anterior, tomaran el camino que tomaran tendrían que enfrentar batalla sino querían ser aniquilados por la lluvia de flechas que aun llovía en el campo.
Runa dio un fuerte mordisco en el cogote del capitán, posiblemente no fue de las mejores ideas que había tenido hasta entonces, pero logró que este la dejara al suelo dejando que la ira se apoderada. La lengua de la joven saboreo un sabor peculiar, este hombre-bestia sabía a pescado, una sensación un tanto extraña para ella, lo cual hizo que escupiera para quitarse la sensación de su paladar. Logró ponerse de pie y observó rápidamente, como un animal al acecho la situación.-No podemos quedarnos aquí o moriremos. Añadió mientras se dirigía hacia el camino de la derecha donde se encontraba un caballo derrotado debajo de unas cajas de madera.Sacó su bastón y su metió a la aventura, aquí o luchabas o morías desde un principio.
Por el camino, volaban alguna que otra caja que lanzaban los brujos furiosos, la pequeña humana lograba esquivarlas con dificultad. Algún que otro elfo la presentaba batalla y con fiereza se defendía abriéndose paso hasta lo más hondo del bosque.-¿A que esperas?, ¡Vamos! Giró por un momento su cuerpo mientras que observaba al capitán.
Todo parecía ir bien, hasta que notaron un temblor fuerte tras ellos. El suelo parecía sonreír tras ellos. La magia de los brujos había alterado el estado de la tierra provocando un leve seísmo que aumentaba por momentos
La había cargado como si fuera una simple molestia,soportando cada uno de los gruñidos que procedían de su extraña boca, cada mal comentario, cada mal gesto.Hubiera deseado haber encontrado un atajo y poderse librar de una vez de la tan fatal situación que les conllevaba a huir como niños entre el campo de batalla.Comenzaron a llover flechas en todas las direcciones,difícilmente y con mucha suerte eran capaces de esquivarlas sin llevarse ningún rasguño, pero frenando de seco su curso ante la caída de unas de las tiendas.
El capitán pareció quedarse absorto en sus propias meditaciones,parecía no saber reaccionar. Observando cada una de las direcciones pintaba igual de peligrosa que la anterior, tomaran el camino que tomaran tendrían que enfrentar batalla sino querían ser aniquilados por la lluvia de flechas que aun llovía en el campo.
Runa dio un fuerte mordisco en el cogote del capitán, posiblemente no fue de las mejores ideas que había tenido hasta entonces, pero logró que este la dejara al suelo dejando que la ira se apoderada. La lengua de la joven saboreo un sabor peculiar, este hombre-bestia sabía a pescado, una sensación un tanto extraña para ella, lo cual hizo que escupiera para quitarse la sensación de su paladar. Logró ponerse de pie y observó rápidamente, como un animal al acecho la situación.-No podemos quedarnos aquí o moriremos. Añadió mientras se dirigía hacia el camino de la derecha donde se encontraba un caballo derrotado debajo de unas cajas de madera.Sacó su bastón y su metió a la aventura, aquí o luchabas o morías desde un principio.
Por el camino, volaban alguna que otra caja que lanzaban los brujos furiosos, la pequeña humana lograba esquivarlas con dificultad. Algún que otro elfo la presentaba batalla y con fiereza se defendía abriéndose paso hasta lo más hondo del bosque.-¿A que esperas?, ¡Vamos! Giró por un momento su cuerpo mientras que observaba al capitán.
Todo parecía ir bien, hasta que notaron un temblor fuerte tras ellos. El suelo parecía sonreír tras ellos. La magia de los brujos había alterado el estado de la tierra provocando un leve seísmo que aumentaba por momentos
Runa Thorgil
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