El primero de los capitulos [libre]
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El primero de los capitulos [libre]
Después de la visita en casa de la viuda, y su problema con los asaltadores de ganado, la dragona solo tenía ganas de seguir con su objetivo: alejarse del bastión. Todo aquello de hermandades y juramentos, honor y lealtad… todo aquello le sonaba ajeno. Los ideales de los cuervos eran tan nobles como se esperaba, pero ella no estaba preparada ni era la persona indicada para algo así. Ella era un espíritu libre, no podía prometerle al gran cuervo que estaría en el bastión eternamente… no podía. Por aquello y poco más, a los pocos días después de que el brujo se mejorase de su “ataque de corazón”, la dragona siguió su camino.
Una botella vacía, piel de Manticore… por mucho que estuviese aprendiendo de herrería no tenía los conocimientos adecuados para poder tratar aquel material, aunque aquello era secundario, ahora mismo lo que le apetecía de verdad era un baño. Un baño en el gran lago. Y volar.
Y así fue, extendió los brazos segundos antes de que estos se alargasen, llenándose todo su cuerpo de negras escamas afiladas. Un dragón negro, de unos tres metros, ocupaba el lugar que antes había pertenecido a la mujer. Ojos rasgados y grises como el hierro, la única cosa que no cambia después de la transformación.
Y emprendió el vuelo.
Podía sentir el aire contra su rostro y sus alas. Ver como el paisaje cambiaba de blanco a verde, aunque una tonalidad no muy clara, como dejaba atrás la gran estepa, con manchas de nieve aleatoriamente, para adentrarse en territorio que ya pertenecía a los hombres lobo. A lo lejos podía ver un gran bosque, verde, abundante, tentador. Pero su destino estaba más cerca, la parte este del lago, con sus preciosas cascadas, el antiguo santuario a Fenrir, un buen lugar para descansar y despejar la mente.
En unos minutos, la mujer blanca como la nieve, de cabellos negros como el carbón, caminaba desnuda hacia las aguas del lago. Se había quitado la armadura y la había dejando reposando junto a sus armas no muy lejos, algo escondidas para que no desapareciesen.
Cuando el agua acarició su piel, la dragona no pudo evitar cerrar los ojos y sonreír. Se quedó unos instantes así, sin moverse, parecía que el tiempo se había ralentizado. Unos segundos después, se zambulló en el agua, dejando que la envolviese por completo. Nadó un poco, lo justo para estirar los músculos, después, tranquilamente, se acercó a unas rocas, y tras sujetar su cabello mojado en un moño para que no le molestase, apoyó los brazos en estas y se relajó.
Pero aquello duró poco. Un olor, su olor. ¿Qué estaba haciendo allí? Pero no era él…entonces ¿por qué olía como él?
Una botella vacía, piel de Manticore… por mucho que estuviese aprendiendo de herrería no tenía los conocimientos adecuados para poder tratar aquel material, aunque aquello era secundario, ahora mismo lo que le apetecía de verdad era un baño. Un baño en el gran lago. Y volar.
Y así fue, extendió los brazos segundos antes de que estos se alargasen, llenándose todo su cuerpo de negras escamas afiladas. Un dragón negro, de unos tres metros, ocupaba el lugar que antes había pertenecido a la mujer. Ojos rasgados y grises como el hierro, la única cosa que no cambia después de la transformación.
Y emprendió el vuelo.
Podía sentir el aire contra su rostro y sus alas. Ver como el paisaje cambiaba de blanco a verde, aunque una tonalidad no muy clara, como dejaba atrás la gran estepa, con manchas de nieve aleatoriamente, para adentrarse en territorio que ya pertenecía a los hombres lobo. A lo lejos podía ver un gran bosque, verde, abundante, tentador. Pero su destino estaba más cerca, la parte este del lago, con sus preciosas cascadas, el antiguo santuario a Fenrir, un buen lugar para descansar y despejar la mente.
En unos minutos, la mujer blanca como la nieve, de cabellos negros como el carbón, caminaba desnuda hacia las aguas del lago. Se había quitado la armadura y la había dejando reposando junto a sus armas no muy lejos, algo escondidas para que no desapareciesen.
Cuando el agua acarició su piel, la dragona no pudo evitar cerrar los ojos y sonreír. Se quedó unos instantes así, sin moverse, parecía que el tiempo se había ralentizado. Unos segundos después, se zambulló en el agua, dejando que la envolviese por completo. Nadó un poco, lo justo para estirar los músculos, después, tranquilamente, se acercó a unas rocas, y tras sujetar su cabello mojado en un moño para que no le molestase, apoyó los brazos en estas y se relajó.
Pero aquello duró poco. Un olor, su olor. ¿Qué estaba haciendo allí? Pero no era él…entonces ¿por qué olía como él?
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Levia
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Re: El primero de los capitulos [libre]
-Una cerveza.- Dije seriamente a la camarera.
La chica se puso muy nerviosa; quizás estaba recordando que la noche anterior amenacé con matar a su padre o quizás puede que recordarse sus pechos cálidos pechos aplastados por mi cuerpo durante la noche de dos días atrás. Ambos opciones me parecían igual de posibles –En seguida…- Alcanzó a decir intentando que no se le cayera la bandeja que sostenía.
Ella evitaba que se formase un espectáculo en la taberna y yo pretendía lo contrario. Iba a vengarme de su padre por haber dejado a mi pequeño inconsciente. ¿Matándolo? No, eso sería demasiado fácil y demasiado rápido. ¿Un veneno tal vez? Solo los cobardes usaban venenos. Ese no era mi estilo, lo que yo tenía preparado era algo mucho peor. Una venganza lenta que día a día crecería hasta alcanzar el límite que el tabernero jamás olvidaría. Lo único que tenía que pensar era en qué era lo que más le molestaba a mi víctima.
-Vete por favor.- Dijo la muchachita casi llorando cuando me trajo la cerveza. - Te lo suplico. –Miraba nerviosa, de un lado a otro para vigilar que su padre no la viese desde la barra. –No lo mates.-
-Te prometo que no le voy a matar.- Le contesté con una media sonrisa. Cogí la cerveza y le di un largo sorbo. Era una pena desperdiciar una cerveza de tan buena pero, como se solía decir, el fin justifica los medios. Eché el contenido que guardaba en una petaca a la cerveza sin que nadie me viera. – ¡Espera preciosa!- Grité a la camarera para que volviera a venir. - Esta cerveza sabe está asquerosa me la podrías cambiar.- La chica cogió la jarra con gesto dubitativo. -A mí no me mires, si no me crees puedes probarla.- Todavía con la duda la camarera dio un pequeño sorbo a la jarra. Perfecto.
-Sabe raro.- Dijo tras una larga pausa. - No está mala pero sabe muy raro.- Esta vez dio un trago tan largo que por poco se la termina del todo. La camarera comenzó a temblar, parecía un flan recién salido del horno. La jarra de cristal se le cayó al suelo y ella se mantuvo de pie sin decir nada y sin hacer nada más que temblar. Jamás imaginé que fuera una de mis pócimas fuera tan eficaz.
-¿Te ocurre algo?- Dijo un hombre obeso de avanzada edad que, por su aspecto, más parecía un hombre cerdo que un humano.
Como respuesta la chica lo cogió del cuello y le blandió un apasionado beso. El viejo estaba alucinando de lo que había ocurrido pero no por ello no se iba aprovechar de que una bella joven se derritiera por él.
-Sí. Digo, no. Digo, sí.- Me equivoqué, ahora sí estaba nerviosa. -¿No hace mucho calor aquí?- Dijo en el momento en que se quitaba el uniforme de camarera y el corsé que cubría su desnudez.
La chica corrió a otro hombre todavía más viejo que el anterior que se acercó a ver cómo se desnudaba y refrotó su sexo caliente contra su pierna como si fuera un perro en celo. No era listo ni nada aquel viejales, ya tenía los calzones bajados cuando la chica fue hacia él.
-¡¿Qué demonios estás haciendo?!- Preguntó el padre de la chica desde la barra deseando que todo aquello fuera una pesadilla.
¿Qué era lo qué más le molestaba a mi victima? Fácil, ver a su hija follando con otros hombres. Desde que lo de mi pequeño accidente, estuve investigando con los pocos conocimientos que tenía de alquimia para hacer una pócima afrodisiaca que contrarrestara los efectos de la maldición. Probé con todo lo que tenía en mis manos, lo mezclé y lo remezclé más de cien veces pero nada funcionaba, al menos conmigo, con la chica había funcionado tan bien que en pocos minutos convirtió la taberna en una orgía.
Salí de la taberna con una sonrisa. Esto solo sería el principio, tenía más cosas pensadas para vengarme. Eso sí, sin prisas pero sin pausas. Ahora lo que debía hacer era lo que hacía siempre en estos casos: huir de las grandes ciudades durante una larga temporada. Puede que Evelyne me hiciera un hueco en el pueblo de los salvajes; me venía bien pasar allí unos días. El bosque de los licántropos tenía una gran cantidad de plantas desaprovechadas muy útiles para hacer más pócimas como ésta.
No me gustaba tener que pasear solo por uno de estos bosques. Árboles y bichos, el paraíso para un orejapicudas y el infierno para un brujo. Sin embargo, tenía que pasar por esos bosques si quería llegar hasta la casa de la chica salvaje.
Por el camino vi una especie de lago con una cascada en su parte superior, no estaba seguro pero juraría que una silueta de mujer me veía desde su interior. Fui a ver quién era la mujer esa deseando que todavía me quedase un poco de la pócima que usé con la camarera, con solo un par de gotas me daría por satisfecho.
-Ya he llegado, no hace falta que me sigas esperando.- Le dije cuando ya estaba lo suficientemente cerca de ella con una sonrisa burlona. -¿Por qué no te pones de pie y me enseñas el resto?-
Off rol: subrayo el uso de la pasiva, alquimia.
La chica se puso muy nerviosa; quizás estaba recordando que la noche anterior amenacé con matar a su padre o quizás puede que recordarse sus pechos cálidos pechos aplastados por mi cuerpo durante la noche de dos días atrás. Ambos opciones me parecían igual de posibles –En seguida…- Alcanzó a decir intentando que no se le cayera la bandeja que sostenía.
Ella evitaba que se formase un espectáculo en la taberna y yo pretendía lo contrario. Iba a vengarme de su padre por haber dejado a mi pequeño inconsciente. ¿Matándolo? No, eso sería demasiado fácil y demasiado rápido. ¿Un veneno tal vez? Solo los cobardes usaban venenos. Ese no era mi estilo, lo que yo tenía preparado era algo mucho peor. Una venganza lenta que día a día crecería hasta alcanzar el límite que el tabernero jamás olvidaría. Lo único que tenía que pensar era en qué era lo que más le molestaba a mi víctima.
-Vete por favor.- Dijo la muchachita casi llorando cuando me trajo la cerveza. - Te lo suplico. –Miraba nerviosa, de un lado a otro para vigilar que su padre no la viese desde la barra. –No lo mates.-
-Te prometo que no le voy a matar.- Le contesté con una media sonrisa. Cogí la cerveza y le di un largo sorbo. Era una pena desperdiciar una cerveza de tan buena pero, como se solía decir, el fin justifica los medios. Eché el contenido que guardaba en una petaca a la cerveza sin que nadie me viera. – ¡Espera preciosa!- Grité a la camarera para que volviera a venir. - Esta cerveza sabe está asquerosa me la podrías cambiar.- La chica cogió la jarra con gesto dubitativo. -A mí no me mires, si no me crees puedes probarla.- Todavía con la duda la camarera dio un pequeño sorbo a la jarra. Perfecto.
-Sabe raro.- Dijo tras una larga pausa. - No está mala pero sabe muy raro.- Esta vez dio un trago tan largo que por poco se la termina del todo. La camarera comenzó a temblar, parecía un flan recién salido del horno. La jarra de cristal se le cayó al suelo y ella se mantuvo de pie sin decir nada y sin hacer nada más que temblar. Jamás imaginé que fuera una de mis pócimas fuera tan eficaz.
-¿Te ocurre algo?- Dijo un hombre obeso de avanzada edad que, por su aspecto, más parecía un hombre cerdo que un humano.
Como respuesta la chica lo cogió del cuello y le blandió un apasionado beso. El viejo estaba alucinando de lo que había ocurrido pero no por ello no se iba aprovechar de que una bella joven se derritiera por él.
-Sí. Digo, no. Digo, sí.- Me equivoqué, ahora sí estaba nerviosa. -¿No hace mucho calor aquí?- Dijo en el momento en que se quitaba el uniforme de camarera y el corsé que cubría su desnudez.
La chica corrió a otro hombre todavía más viejo que el anterior que se acercó a ver cómo se desnudaba y refrotó su sexo caliente contra su pierna como si fuera un perro en celo. No era listo ni nada aquel viejales, ya tenía los calzones bajados cuando la chica fue hacia él.
-¡¿Qué demonios estás haciendo?!- Preguntó el padre de la chica desde la barra deseando que todo aquello fuera una pesadilla.
¿Qué era lo qué más le molestaba a mi victima? Fácil, ver a su hija follando con otros hombres. Desde que lo de mi pequeño accidente, estuve investigando con los pocos conocimientos que tenía de alquimia para hacer una pócima afrodisiaca que contrarrestara los efectos de la maldición. Probé con todo lo que tenía en mis manos, lo mezclé y lo remezclé más de cien veces pero nada funcionaba, al menos conmigo, con la chica había funcionado tan bien que en pocos minutos convirtió la taberna en una orgía.
Salí de la taberna con una sonrisa. Esto solo sería el principio, tenía más cosas pensadas para vengarme. Eso sí, sin prisas pero sin pausas. Ahora lo que debía hacer era lo que hacía siempre en estos casos: huir de las grandes ciudades durante una larga temporada. Puede que Evelyne me hiciera un hueco en el pueblo de los salvajes; me venía bien pasar allí unos días. El bosque de los licántropos tenía una gran cantidad de plantas desaprovechadas muy útiles para hacer más pócimas como ésta.
No me gustaba tener que pasear solo por uno de estos bosques. Árboles y bichos, el paraíso para un orejapicudas y el infierno para un brujo. Sin embargo, tenía que pasar por esos bosques si quería llegar hasta la casa de la chica salvaje.
Por el camino vi una especie de lago con una cascada en su parte superior, no estaba seguro pero juraría que una silueta de mujer me veía desde su interior. Fui a ver quién era la mujer esa deseando que todavía me quedase un poco de la pócima que usé con la camarera, con solo un par de gotas me daría por satisfecho.
-Ya he llegado, no hace falta que me sigas esperando.- Le dije cuando ya estaba lo suficientemente cerca de ella con una sonrisa burlona. -¿Por qué no te pones de pie y me enseñas el resto?-
Off rol: subrayo el uso de la pasiva, alquimia.
Gerrit Nephgerd
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Re: El primero de los capitulos [libre]
Había sufrido un shok. Uno de los importantes. Más tarde cuando pensara en aquello lo tomaría simplemente como algo gracioso y tal vez... divertido... Oscuro y placentero. Por lo que pasó después, claro está.
Huí del Nido, galopé noche sí noche también hasta que detecté un olor que me era familiar. El de ella. La mujer... El cuello blanco, níveo y el pelo oscuro como ala de... de... mirlo. Nada de cuervos. No más. Él no me necesitaba allí, él la quería a ella, estaba segura y además.. tenía todas aquellas reuniones, todos aquellos hombres que me mantenían al margen de un cargo y mundo que ilusamente había pensado que podría ostentar sin problemas. Qué estúpida había sido.
Pensamientos así me rondaron la mente las noches que pasé huyendo del bastión. Nada más ocupaba mi mente, ni siquiera la sed que comenzaba a asolarme y que tanta rabia y coraje me daba.
A fin de cuentas... Si yo no fuese así, si fuese normal.. Tal vez podría...
Sacudí la cabeza cabalgando, exhausta, agotada después de un día de tormenta, de cabalgar toda la tarde, echandose ya la noche encima... No podía creerme la suerte que había tenido: ¡había podido salir de día! Por la tarde, las nubes oscuras, enteramente oscuras me amparaban, pero la jugada no iba a salir limpia.
Echandose el sol ya por las montañas detecté aquel olor a salvaje, a fuerte y a indomable. A lilas.... Detuve el caballo poco a poco, hasta que bajé y lo dejé atado junto a los árboles que bordeaban un claro. Era una zona tranquila, boscosa y húmeda... Era el bosque del este. Me había metido de lleno en tierras de lobos y aquello podría pasarme factura si me descuidaba, no creía que les gustase mucho mi presencia, y probablemente detectasen mi olor de modo que... Si ella estaba allí... Tal vez sería buena idea acercarme. Si me lo permitía, claro....
Aquello despertó las duda en una parte dormida de mi mente: "si Levia estaba allí, ¿Wallace seguiría solo...? Tal vez me había.. equivocado en irme.... No, de ninguna manera." – me dije. Me reñí a mi misma por pensar así y sonreí de lado. Ahora debía de nuevo encontrarme a mi misma, a mi ser, a Ébano, a la que Ireth había sepultado... Debía construir de nuevo mi armadura y no dejarme tirar, jamás. Volvería a mi casa, encontraría a mi familia y trabajaría como siempre había hecho. Rodeada de soledad, de noche... De... piel...
Caminé despacio hacia el claro y hacia lo que parecía un estanque en el extremo del mismo. Estaba allí, podía verla. La luna saldría pronto. El sol se estaba poniendo, aunque todo estuviese completamente a oscuras, lleno de nubes. Hacía viento. Un escalofrío me recorrió, flexioné el cuello y procedí a deshacerme de mi cama, del corpiño y de los pantalones de cuero y las botas, para quedarme con una camisa de hombre, de lino. Era suya. Después de aquello, la dejaría... O... no... Daba igual.
Ahora estaba ahí, lejos, sola, para encontrarme otra vez conmigo, para divertirme como antaño... ¿Y qué mejor modo que terminar lo que había sucedido en las termas...?
Había alguien más. Me acerqué dejando un reguero de ropa al estanque y me apoyé en el borde de piedra, mirando a lo que parecía un humano. Nunca se sabía.
– Porque ella no te debe nada, encanto. ¿A quien debemos el honor...?– estaba ahí parado, sonriendo burlonamente. Era guapo... Era rubio.. Olía... Olía familiar, tal vez un brujo, como el pelirrojo. Pero nunca se sabía. Y se lo tenía bien creído... Sonreí igual, burlonamente, para mi misma mientras me senté en el borde de piedra con los pies dentro del agua, observando a ambos. – No me mires así, te he olido, y he pensado que no me vendría mal algo de compañía... – me mordí el labio y sonreí a la mujer, pensando para mi, que aquel pobre humano no tenía ni idea de dónde se había metido. O de donde pensaba meterla.
Ella podría rechazarme, claro, pero si no me equivocaba, a ninguna de las dos nos vendría mal algo de diversión...
Off: ay.. este... ups... perdón por la intrusión...
Huí del Nido, galopé noche sí noche también hasta que detecté un olor que me era familiar. El de ella. La mujer... El cuello blanco, níveo y el pelo oscuro como ala de... de... mirlo. Nada de cuervos. No más. Él no me necesitaba allí, él la quería a ella, estaba segura y además.. tenía todas aquellas reuniones, todos aquellos hombres que me mantenían al margen de un cargo y mundo que ilusamente había pensado que podría ostentar sin problemas. Qué estúpida había sido.
Pensamientos así me rondaron la mente las noches que pasé huyendo del bastión. Nada más ocupaba mi mente, ni siquiera la sed que comenzaba a asolarme y que tanta rabia y coraje me daba.
A fin de cuentas... Si yo no fuese así, si fuese normal.. Tal vez podría...
Sacudí la cabeza cabalgando, exhausta, agotada después de un día de tormenta, de cabalgar toda la tarde, echandose ya la noche encima... No podía creerme la suerte que había tenido: ¡había podido salir de día! Por la tarde, las nubes oscuras, enteramente oscuras me amparaban, pero la jugada no iba a salir limpia.
Echandose el sol ya por las montañas detecté aquel olor a salvaje, a fuerte y a indomable. A lilas.... Detuve el caballo poco a poco, hasta que bajé y lo dejé atado junto a los árboles que bordeaban un claro. Era una zona tranquila, boscosa y húmeda... Era el bosque del este. Me había metido de lleno en tierras de lobos y aquello podría pasarme factura si me descuidaba, no creía que les gustase mucho mi presencia, y probablemente detectasen mi olor de modo que... Si ella estaba allí... Tal vez sería buena idea acercarme. Si me lo permitía, claro....
Aquello despertó las duda en una parte dormida de mi mente: "si Levia estaba allí, ¿Wallace seguiría solo...? Tal vez me había.. equivocado en irme.... No, de ninguna manera." – me dije. Me reñí a mi misma por pensar así y sonreí de lado. Ahora debía de nuevo encontrarme a mi misma, a mi ser, a Ébano, a la que Ireth había sepultado... Debía construir de nuevo mi armadura y no dejarme tirar, jamás. Volvería a mi casa, encontraría a mi familia y trabajaría como siempre había hecho. Rodeada de soledad, de noche... De... piel...
Caminé despacio hacia el claro y hacia lo que parecía un estanque en el extremo del mismo. Estaba allí, podía verla. La luna saldría pronto. El sol se estaba poniendo, aunque todo estuviese completamente a oscuras, lleno de nubes. Hacía viento. Un escalofrío me recorrió, flexioné el cuello y procedí a deshacerme de mi cama, del corpiño y de los pantalones de cuero y las botas, para quedarme con una camisa de hombre, de lino. Era suya. Después de aquello, la dejaría... O... no... Daba igual.
Ahora estaba ahí, lejos, sola, para encontrarme otra vez conmigo, para divertirme como antaño... ¿Y qué mejor modo que terminar lo que había sucedido en las termas...?
Había alguien más. Me acerqué dejando un reguero de ropa al estanque y me apoyé en el borde de piedra, mirando a lo que parecía un humano. Nunca se sabía.
– Porque ella no te debe nada, encanto. ¿A quien debemos el honor...?– estaba ahí parado, sonriendo burlonamente. Era guapo... Era rubio.. Olía... Olía familiar, tal vez un brujo, como el pelirrojo. Pero nunca se sabía. Y se lo tenía bien creído... Sonreí igual, burlonamente, para mi misma mientras me senté en el borde de piedra con los pies dentro del agua, observando a ambos. – No me mires así, te he olido, y he pensado que no me vendría mal algo de compañía... – me mordí el labio y sonreí a la mujer, pensando para mi, que aquel pobre humano no tenía ni idea de dónde se había metido. O de donde pensaba meter
Ella podría rechazarme, claro, pero si no me equivocaba, a ninguna de las dos nos vendría mal algo de diversión...
-
Off: ay.. este... ups... perdón por la intrusión...
Ébano
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Re: El primero de los capitulos [libre]
Me estoy volviendo loca, pensó la morena sacudiendo la cabeza, haciendo que miles de gotas de agua volasen hacia los lados. Ahora incluso el olfato le estaba pasando malas jugadas. Se sumergió de nuevo en el agua por completo, realmente se estaba volviendo loca.
-Ya he llegado, no hace falta que me sigas esperando.- escuchó la mujer en cuento sacó la cabeza del agua. Tenía todo el moño mojado, algunos mechones del flequillo se le había salido, y estaban pegado a su blanca piel - ¿Por qué no te pones de pie y me enseñas el resto?- al parecer un baboso engreído la había visto y se había acercado al lago. La verdad es que no estaba nada mal, parecía atlético y… un brujo, olía a brujo. Quizás aquello era lo que había olido antes. Miles de cosas comenzaron a pasar por la cabeza de la dragona, la más rápida era quemarlo todo. Debía controlarse, iba a abrir la boca para contestarle cuando otra persona intervino.
-Porque ella no te debe nada, encanto. ¿A quién debemos el honor…? –vale, ya sabía porque olía a él, pero sin ser el pelirrojo. Ella estaba ahí, pero… miró a su alrededor, y después la miró a ella. Rubia, piel blanca, colmillos, ropa ajustada y provocativa. Estaba sola. –No me mires así, te he olido, y he pensado que no me vendría mal algo de compañía…- Todo aquello era muy extraño. Hacía bien poco que había salido huyendo del bastión, y ahora se encontraba a… ¿Quién era ella? ¿Su mujer, su pareja, una de sus amantes? Sabía que la vampira compartía un vínculo con el brujo, pero no terminaba de saber cual, y más después de lo que sucedió en las termas. Pero ahora ella estaba ahí, sola.
-¿Qué haces aquí?- recordó en aquel preciso momento que el pelirrojo había sufrido un “infarto”, ella misma se fue cuando este recobro el sentido. –¿Cómo es que has venido sola?- hizo un gesto con la mano hacia el brujo que estaba ahí plantado delante de ella, no quería que las interrumpiese. Portaba una de sus camisas, nada más. Todo aquello era muy extraño, si era todo obra suya, ella misma se encargaría de matarlo cuando volviese a verlo.
Salió del agua sin importarle que estuviese desnuda. Aquello nunca le importaba. Se acercó justo a la zona donde había dejado sus cosas, no muy apartadas de donde estaba del brujo, y se puso una camisola de color negra, que sobre su cuerpo mojado, se pegaba a cada curva.
-¿El te ha dicho que vengas?- preguntó volviéndose hacia la rubia, dándole la espalda al hombre. Todo aquello la estaba empezando a mosquear, no por la vampira, sino por las historias que comenzaban a formar en su cabeza, claramente todas erróneas, sobre aquel asunto. Estaba totalmente segura que después de todo lo que había pasado entre ella y el brujo en los últimos días, la vampira la odiaba.
Había huido para olvidarse de todo, pero el pasado siempre volvía.
Era muy difícil concentrarse con aquella vampira delante, su cuerpo y sus ojos pedían ser mirados una y otra vez, cosa que a la dragona le hacía enfurecerse, no le dejaba concentrarse en lo realmente importante.
-Ya he llegado, no hace falta que me sigas esperando.- escuchó la mujer en cuento sacó la cabeza del agua. Tenía todo el moño mojado, algunos mechones del flequillo se le había salido, y estaban pegado a su blanca piel - ¿Por qué no te pones de pie y me enseñas el resto?- al parecer un baboso engreído la había visto y se había acercado al lago. La verdad es que no estaba nada mal, parecía atlético y… un brujo, olía a brujo. Quizás aquello era lo que había olido antes. Miles de cosas comenzaron a pasar por la cabeza de la dragona, la más rápida era quemarlo todo. Debía controlarse, iba a abrir la boca para contestarle cuando otra persona intervino.
-Porque ella no te debe nada, encanto. ¿A quién debemos el honor…? –vale, ya sabía porque olía a él, pero sin ser el pelirrojo. Ella estaba ahí, pero… miró a su alrededor, y después la miró a ella. Rubia, piel blanca, colmillos, ropa ajustada y provocativa. Estaba sola. –No me mires así, te he olido, y he pensado que no me vendría mal algo de compañía…- Todo aquello era muy extraño. Hacía bien poco que había salido huyendo del bastión, y ahora se encontraba a… ¿Quién era ella? ¿Su mujer, su pareja, una de sus amantes? Sabía que la vampira compartía un vínculo con el brujo, pero no terminaba de saber cual, y más después de lo que sucedió en las termas. Pero ahora ella estaba ahí, sola.
-¿Qué haces aquí?- recordó en aquel preciso momento que el pelirrojo había sufrido un “infarto”, ella misma se fue cuando este recobro el sentido. –¿Cómo es que has venido sola?- hizo un gesto con la mano hacia el brujo que estaba ahí plantado delante de ella, no quería que las interrumpiese. Portaba una de sus camisas, nada más. Todo aquello era muy extraño, si era todo obra suya, ella misma se encargaría de matarlo cuando volviese a verlo.
Salió del agua sin importarle que estuviese desnuda. Aquello nunca le importaba. Se acercó justo a la zona donde había dejado sus cosas, no muy apartadas de donde estaba del brujo, y se puso una camisola de color negra, que sobre su cuerpo mojado, se pegaba a cada curva.
-¿El te ha dicho que vengas?- preguntó volviéndose hacia la rubia, dándole la espalda al hombre. Todo aquello la estaba empezando a mosquear, no por la vampira, sino por las historias que comenzaban a formar en su cabeza, claramente todas erróneas, sobre aquel asunto. Estaba totalmente segura que después de todo lo que había pasado entre ella y el brujo en los últimos días, la vampira la odiaba.
Había huido para olvidarse de todo, pero el pasado siempre volvía.
Era muy difícil concentrarse con aquella vampira delante, su cuerpo y sus ojos pedían ser mirados una y otra vez, cosa que a la dragona le hacía enfurecerse, no le dejaba concentrarse en lo realmente importante.
Levia
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Re: El primero de los capitulos [libre]
Cambio de planes, ahora de tener un poco de aquella pócima no se la hubiera dado a nadie y me la hubiera bebido yo mismo con la esperanza que por fin desapareciera la mariposa para siempre. Ya no era una, eran dos las chicas que estaban desnudas en frente mía. Un trío con dos mujeres era algo que ya había experimentado, no era algo nuevo para mí, pero sí era un privilegio que pocas veces podía tener y menos con dos mujeres como ellas. La morena y la rubia eran diferentes entre sí y las dos igual de bellas. La morena era de esa clase de mujeres ruda y peligrosa con una cara bella y adorable; una de las clases de chicas que más me gusta, la mayoría de ellas, cuando se ponen cariñosas demostraban ser tan dulces como dicta sus caras. La rubia, sin embargo, era de otra especie mucho más rara. Su cuerpo, todo en general, incitaba a la lujuria y la pasión tan fácil como Suuri rompe la cabeza de un idiota. Si no estuviera maldito estaba seguro que, nada más verla, me hubiera excitado.
-¿Cómo que no me debe nada? No me puede dejar con la intriga. Es como si un bardo no terminase su canción- Le contesté a la rubia con una sonrisa burlona. - Bien honradas tenéis que estar de mi presencia. Raro es que no hayáis escuchado hablar de mí. Pero, deja que haga como tu amiga y te deje con la intriga justo en la mejor parte.- Las cosas claras desde el principio, si la morena no me enseñaba más yo no le iba a decir mi nombre.
Las chicas empiezan a hablar de sus cosas de mujeres dejándome en segundo plano. Seguro que, aunque llevaba la ropa puesta, podían ver la mariposa bajo de mis calzones. ¿Qué otra explicación había para que no se lanzaran a mis pies? Esto parecía, cada vez más, una de las esas canciones verdes de los bardos pero sin final alguno.
-¡Gerrit Nephgerd!- Otra cosa estaba de acuerdo, pero no podían decir que no era un hombre de palabra. En cuanto la morena se puso de pie enseñando todo lo que tenía para enseñar dije mi nombre cortando por la mitad la conversación de ambas mujeres. No sé qué cojones estaban hablando, si no hablaban de mí no tenían por qué prestar atención a sus palabras y más cuando tenía otros focos más importantes que ocupaban toda mi atención. –Ya tenéis el nombre que debéis honrar.- Dije con cierta burla imitando la voz de la rubia.
-¿Cómo que no me debe nada? No me puede dejar con la intriga. Es como si un bardo no terminase su canción- Le contesté a la rubia con una sonrisa burlona. - Bien honradas tenéis que estar de mi presencia. Raro es que no hayáis escuchado hablar de mí. Pero, deja que haga como tu amiga y te deje con la intriga justo en la mejor parte.- Las cosas claras desde el principio, si la morena no me enseñaba más yo no le iba a decir mi nombre.
Las chicas empiezan a hablar de sus cosas de mujeres dejándome en segundo plano. Seguro que, aunque llevaba la ropa puesta, podían ver la mariposa bajo de mis calzones. ¿Qué otra explicación había para que no se lanzaran a mis pies? Esto parecía, cada vez más, una de las esas canciones verdes de los bardos pero sin final alguno.
-¡Gerrit Nephgerd!- Otra cosa estaba de acuerdo, pero no podían decir que no era un hombre de palabra. En cuanto la morena se puso de pie enseñando todo lo que tenía para enseñar dije mi nombre cortando por la mitad la conversación de ambas mujeres. No sé qué cojones estaban hablando, si no hablaban de mí no tenían por qué prestar atención a sus palabras y más cuando tenía otros focos más importantes que ocupaban toda mi atención. –Ya tenéis el nombre que debéis honrar.- Dije con cierta burla imitando la voz de la rubia.
Gerrit Nephgerd
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Re: El primero de los capitulos [libre]
La verdad es que me había decidido muy rápido a acercarme a la dragona, me daba igual cómo estuviese y con quién, pero otra parte de mi cabeza me decía que realmente no la conocía, que aquel era un desconocido total, y que probablemente no les fuese bien recibida mi presencia. Era todo francamente extraño.
Sin embargo el hecho era que otra parte de mí necesitaba liberar tensión, en el físico sentido de la palabra por supuesto y además, en el "emocional", y es que ella parecía la única persona con quien pudiese compartir lo que pensaba... De un modo u otro tenía claro que quería "aprovechar" aquella situación y mientras tanto estaba aquel hombre, que hablaba con aires de grandeza y una sonrisa que quería resultar totalmente seductora. Con la palabrería empezaba a aburrirme… Y empezaba a pensar también que el hombre creía que tenía delante a dos personas normales. Sonreí de lado, mirándole.
– ¿Cómo que no me debe nada? No me puede dejar con la intriga. Es como si un bardo no terminase su canción. Bien honradas tenéis que estar de mi presencia. Raro es que no hayáis escuchado hablar de mí. Pero, deja que haga como tu amiga y te deje con la intriga justo en la mejor parte.
Lo cierto era que su sonrisa era atractiva, su cuerpo lo era, más tarde tal vez o en otro momento mi cabeza habría divagado entre aquel hombre desnudo en la charca, tal vez incluso con la dragona que me había resultado desde el primer momento condenadamente preciosa.
Sin embargo, mi cabeza clamaba descargar la tensión de aquellos días con respuestas, y preguntas que me ofrecía Levia.
– ¿Qué haces aquí? ¿Cómo es que has venido sola? –En lo que hablaba, salió del agua. Me tomé con calma el asunto. Venir sola era suficiente para recordarme precisamente que me había ido, que estaba sola y que tenía que asumir que siempre lo había estado, y que así sería. Además, me cabreaba reconocer que una parte interna de mi esperaba que hubiese salido detrás de mí en mi busca. Sin embargo, no fui consciente hasta la siguiente pregunta. Tragué.– ¿Él te ha dicho que vengas?
Observé con alevosía su cuerpo, me gustaba. Me tomé mi tiempo en gestionar mis palabras para no pegar un grito y cruzarle la cara al hombre, de pie y aparentemente frustrado por nuestra charla. Tampoco entendía lo brusco de mis intenciones y volví a suspirar, pensando en los níveos pechos de la muchacha, en la expresión profunda y avispada de su rostro, níveo también, enmarcado en el cabello negro que se pegaba a la piel. Un escalofrío me recorrió antes de responder, mientras rodeaba el agua y metía dentro una mano, catándola. – No hace falta que salgas del aseo por mí, querida. No, no me ha pedido nada. Me parece que resulta evidente, sabes lo que soy, sabes lo que es él y bueno… No tienes que mirar todo ese entorno de gente… sabia, de cargos, de idilio por todas partes; es un error, nadie piensa que un vampiro encaje en una sociedad civilizada.
“Miedo, tienes miedo, imbécil” – me dije. Apreté los dientes. – Lo cierto es que sí, vengo sola, te he contado la verdad, te he olido, es tierra hostil… Pensé que dos mejor que…
– ¡Gerrit Nephgerd! Ya tenéis el nombre que debéis honrar. –dijo en voz alta el hombre.
–… Una. Y parece que somos tres. Veo que gustas de la compañía de jóvenes apuestos. –me mordí el labio. Me deslicé al lado de la mujer dejando caer mi mano desde su omóplato hasta el fin de su espalda y ladeé el rostro mirando al hombre. Meterme en aquel juego me aliviaba, se me daba bien, y me hacía olvidar el resto de pesares. Sonreí con picardía.– Muy cumplida, querida, ¿sabías que hacía semanas que no como, o ha sido coincidencia…?
Enseñé los colmillos al muchacho, tratando de ver cómo reaccionaba, deslizando lentamente los dedos de mi mano por la espalda de Levia, hasta la nuca, y vuelta a repetir.– ¿De dónde venís, Gerrit? ¿Y cual es vuestra fama para que debamos haber oído hablar de vos?
Sin embargo el hecho era que otra parte de mí necesitaba liberar tensión, en el físico sentido de la palabra por supuesto y además, en el "emocional", y es que ella parecía la única persona con quien pudiese compartir lo que pensaba... De un modo u otro tenía claro que quería "aprovechar" aquella situación y mientras tanto estaba aquel hombre, que hablaba con aires de grandeza y una sonrisa que quería resultar totalmente seductora. Con la palabrería empezaba a aburrirme… Y empezaba a pensar también que el hombre creía que tenía delante a dos personas normales. Sonreí de lado, mirándole.
– ¿Cómo que no me debe nada? No me puede dejar con la intriga. Es como si un bardo no terminase su canción. Bien honradas tenéis que estar de mi presencia. Raro es que no hayáis escuchado hablar de mí. Pero, deja que haga como tu amiga y te deje con la intriga justo en la mejor parte.
Lo cierto era que su sonrisa era atractiva, su cuerpo lo era, más tarde tal vez o en otro momento mi cabeza habría divagado entre aquel hombre desnudo en la charca, tal vez incluso con la dragona que me había resultado desde el primer momento condenadamente preciosa.
Sin embargo, mi cabeza clamaba descargar la tensión de aquellos días con respuestas, y preguntas que me ofrecía Levia.
– ¿Qué haces aquí? ¿Cómo es que has venido sola? –En lo que hablaba, salió del agua. Me tomé con calma el asunto. Venir sola era suficiente para recordarme precisamente que me había ido, que estaba sola y que tenía que asumir que siempre lo había estado, y que así sería. Además, me cabreaba reconocer que una parte interna de mi esperaba que hubiese salido detrás de mí en mi busca. Sin embargo, no fui consciente hasta la siguiente pregunta. Tragué.– ¿Él te ha dicho que vengas?
Observé con alevosía su cuerpo, me gustaba. Me tomé mi tiempo en gestionar mis palabras para no pegar un grito y cruzarle la cara al hombre, de pie y aparentemente frustrado por nuestra charla. Tampoco entendía lo brusco de mis intenciones y volví a suspirar, pensando en los níveos pechos de la muchacha, en la expresión profunda y avispada de su rostro, níveo también, enmarcado en el cabello negro que se pegaba a la piel. Un escalofrío me recorrió antes de responder, mientras rodeaba el agua y metía dentro una mano, catándola. – No hace falta que salgas del aseo por mí, querida. No, no me ha pedido nada. Me parece que resulta evidente, sabes lo que soy, sabes lo que es él y bueno… No tienes que mirar todo ese entorno de gente… sabia, de cargos, de idilio por todas partes; es un error, nadie piensa que un vampiro encaje en una sociedad civilizada.
“Miedo, tienes miedo, imbécil” – me dije. Apreté los dientes. – Lo cierto es que sí, vengo sola, te he contado la verdad, te he olido, es tierra hostil… Pensé que dos mejor que…
– ¡Gerrit Nephgerd! Ya tenéis el nombre que debéis honrar. –dijo en voz alta el hombre.
–… Una. Y parece que somos tres. Veo que gustas de la compañía de jóvenes apuestos. –me mordí el labio. Me deslicé al lado de la mujer dejando caer mi mano desde su omóplato hasta el fin de su espalda y ladeé el rostro mirando al hombre. Meterme en aquel juego me aliviaba, se me daba bien, y me hacía olvidar el resto de pesares. Sonreí con picardía.– Muy cumplida, querida, ¿sabías que hacía semanas que no como, o ha sido coincidencia…?
Enseñé los colmillos al muchacho, tratando de ver cómo reaccionaba, deslizando lentamente los dedos de mi mano por la espalda de Levia, hasta la nuca, y vuelta a repetir.– ¿De dónde venís, Gerrit? ¿Y cual es vuestra fama para que debamos haber oído hablar de vos?
Ébano
Aerandiano de honor
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Re: El primero de los capitulos [libre]
Escuchaba a la mujer con toda la atención que podía recoger. Cada uno de sus movimientos y palabras llamaban e invitaban, hacían imaginar y perderse. De no ser por el tema de conversación, y por la sorprendente respuesta de la rubia aquella situación le hubiese podido.
-¡Gerrit Nephgerd!...Ya tenéis el nombre que debéis honrar.
…
Una de las morenas cejas de Levia se alzó al escuchar de fondo la insistencia del brujo. Ambas mujeres estaban más atentas a su propia presencia y a la conversación que quedaba pendiente, aunque las dos repararon en las intenciones de aquel rubito seductor.
Siguió con la mirada a la vampira mientras esta se desplazaba, teniendo que variar incluso un tanto la inclinación de la cabeza para no perderla de vista. La rubia se mordió el labio, de aquella manera que tanto le gustaba a la dragona: sensual pero peligrosa. No podía dejar de mirar aquellos sabios, con la excepción de sus ojos. La morena hizo un ademan de dejar escapar una sonrisa ladeada, recordando el peligroso juego de las termas.
Ágil y silenciosa, la rubia se colocó a su lado, podía notar el calor de su frio cuerpo cerca del propio. Deslizó una mano por su espalda, acto que hizo que la morena volviese a mirar al frente, no quería que viese sus pupilas dilatarse, sus labios reclamando aquella piel pálida.
Había querido contestarle antes, pero estúpidamente no se había visto capaz.
-La compañía del joven apuesto es tan fortuita como la tuya…- fijo finalmente, con la boca algo seca. Quizás los vampiros tenían esa especie de poder sobre las otras especies, explicando así la sensación de anulación y anestesiante de su cuerpo en presencia de Ébano.
Claramente la rubia estaba jugando, y a Levia le encantaba jugar.
Ladeo la cabeza, inclinándola un poco hacia delante, dejándole a la vampira mas margen de juego con su cuello y nuca, dejando ver con mayor claridad la cicatriz de la parte superior de su espalda.
La siguiente pregunta era para el brujo, así que la morena alzó su gris y fría mirada hacia él, escrutándole. Un juego de ellas dos con aquel pobre espectador podía ser muy entretenido.
Sin pensarlo dos veces y olvidando por completo el motivo que la alejaba de la vampira, la dragona alzó la mano, recorriendo la esbelta pierna de la rubia. Pudo tocar la tela de la camisa en sus muslos, e ignorándola por completo, metió la mano por debajo, llevando ahora el recorrido de de su mano por sus caderas y trasero. Acariciaba y arañaba, mordiéndose los labios a la espera de la respuesta de aquel que debía ser honrado, levantando ligueramente las ropas que cubrían el cuerpo de la vampira.
-¡Gerrit Nephgerd!...Ya tenéis el nombre que debéis honrar.
…
Una de las morenas cejas de Levia se alzó al escuchar de fondo la insistencia del brujo. Ambas mujeres estaban más atentas a su propia presencia y a la conversación que quedaba pendiente, aunque las dos repararon en las intenciones de aquel rubito seductor.
Siguió con la mirada a la vampira mientras esta se desplazaba, teniendo que variar incluso un tanto la inclinación de la cabeza para no perderla de vista. La rubia se mordió el labio, de aquella manera que tanto le gustaba a la dragona: sensual pero peligrosa. No podía dejar de mirar aquellos sabios, con la excepción de sus ojos. La morena hizo un ademan de dejar escapar una sonrisa ladeada, recordando el peligroso juego de las termas.
Ágil y silenciosa, la rubia se colocó a su lado, podía notar el calor de su frio cuerpo cerca del propio. Deslizó una mano por su espalda, acto que hizo que la morena volviese a mirar al frente, no quería que viese sus pupilas dilatarse, sus labios reclamando aquella piel pálida.
Había querido contestarle antes, pero estúpidamente no se había visto capaz.
-La compañía del joven apuesto es tan fortuita como la tuya…- fijo finalmente, con la boca algo seca. Quizás los vampiros tenían esa especie de poder sobre las otras especies, explicando así la sensación de anulación y anestesiante de su cuerpo en presencia de Ébano.
Claramente la rubia estaba jugando, y a Levia le encantaba jugar.
Ladeo la cabeza, inclinándola un poco hacia delante, dejándole a la vampira mas margen de juego con su cuello y nuca, dejando ver con mayor claridad la cicatriz de la parte superior de su espalda.
La siguiente pregunta era para el brujo, así que la morena alzó su gris y fría mirada hacia él, escrutándole. Un juego de ellas dos con aquel pobre espectador podía ser muy entretenido.
Sin pensarlo dos veces y olvidando por completo el motivo que la alejaba de la vampira, la dragona alzó la mano, recorriendo la esbelta pierna de la rubia. Pudo tocar la tela de la camisa en sus muslos, e ignorándola por completo, metió la mano por debajo, llevando ahora el recorrido de de su mano por sus caderas y trasero. Acariciaba y arañaba, mordiéndose los labios a la espera de la respuesta de aquel que debía ser honrado, levantando ligueramente las ropas que cubrían el cuerpo de la vampira.
perdón por el retraso ><
Levia
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Re: El primero de los capitulos [libre]
En otra ocasión me hubiera sentido excitado por la interesante conversación y la magnífica visión que daban las dos mujeres. ¡Cena con espectáculo! Con sus palabras y sus gestos las mujeres estaban intentando jugar conmigo, era más que obvio. Resultaba extraño, pero a todos los hombres nos gustaba ver como dos mujeres se acarician de forma que con cada movmiento resultase una invitación a la lujuria. Y de lo extraño, se pasaba a lo gracioso cuando, todavía nos excitaba más si las mujeres pasaban de nosotros. Ellas lo sabían, y lo estaban usando en mi contra. Si la maldita mariposa no estuviera tatuada en mi ingle, estaba seguro que no hubiera podido resistir más y hubiera saltado al encuentro de esas dos bellezas. Pero, por desfortuna para ellas, estaba maldito. Ya podrían invitarme al mayor de los bacanales que yo me hubiera negado. Si querían jugar conmigo estaban equivocadas, se habían equivocado de hombre. Iba a ser yo quien jugase con ellas, y no precisamente a un juego de lujuria y pasión como el que ellas estaban jugando.
La mujer rubia enseñó sus colmillos exactamente igual que los enseña un gato antes de atacar. ¿Una vampira, a estas horas de la mañana? Lo dudo. Tampoco me importó lo qué era. Ella me había amenazado y no solo eso, sino que estaba jugando conmigo desde el primer momento. Sus perfectos cuerpos moldeados de tal manera que, ya les gustaría a los absurdos dioses humanos tener una figura tan bella como ellas tenían. Si no tuviera la mariposa… ¡No! Tenía que dejar de pensar en eso. No iba a ser su juguetito con el cual puderian controlar. Todo lo contrario, ellas iban a ser quienes se convertirían en mis juguetes, y sabía perfectamente cómo hacerlo.
-¿De verdad que no habéis oído hablar de mí? Entonces no seré yo quien os diga nada. Estaba harto de aguantar a toda esa gente… Que si le firmasen un papel, que si le besase a un niño recién nacido para que estuviera bendecido, que si por favor aceptase tal regalo símbolo de su gratitud… ¡Harto os digo! – Empecé a caminar despacio hacia las mujeres como si no me importase que estuviera haciendo. - Si os diría a que se debe mi fama no me trataríais como una persona “normal” y no quiero que más gente se arrodille a mis pies.- Mis mentiras servían para mucho que para infundar curiosidad, en cierto sentido, estaba seguro que dijera lo que dijera, ellas seguirían con sus lascivas caricias. ¿Entonces, para que mentir? Obvio, por no decir la verdad. –Así que por favor, si sóis unas brujas que me queréis hechizar con vuestras encantados, hacedlo sin pensar en las posibles consecuencias que podía acarrear mi desapareción.- En eso no estaba mintiendo, y es que los movimientos de las mujeres eran hechizantes. No solo las caricias, eso era lo de menos, lo verdaderamente excitante estaba en los pequeños e impresceptibles movimientos. Una mordida de labio, un parpadeo de ojos algo más pronunciado que de normal, un suspiro… Era ahí donde residía la magia de ese hechizo, de no ser por la bendida mariposa, hubiera acabado conmigo.
Me arrodillo a orillas del lago, justo en frente de ambas mujeres, tan cerca que seguro que estaba violando su espacio personal; tampoco me importaba. Introduje mi mano derecha en el lago y comencé a moverla en círculos como si de un juego de niños se tratase. Hice aparecer una pequeña corriente, mínima en comparación con lo que podía hacer, justo por la mano que tenía dentro del agua. No quería herir a las mujeres, estaba seguro que la electricicdad que había hecho era tan pequeña que apenas hubieran notado un mísero calambre, lo que pretendía hacer es justo lo que ocurrió: Las algas del fondo del largo se irguieron de la misma forma que hubiera hecho mi polla de no estar maldita. Seguí dando vueltas en cículos con mi mano y las algas danzaron a mi ritmo.
-No sé cómo lo hacéis que hasta las algas siguen vuestro ejemplo de follar entre ellas.- Bromeé en tono socarrón. Eso solo era la fase dos de mi plan.
La mujer rubia enseñó sus colmillos exactamente igual que los enseña un gato antes de atacar. ¿Una vampira, a estas horas de la mañana? Lo dudo. Tampoco me importó lo qué era. Ella me había amenazado y no solo eso, sino que estaba jugando conmigo desde el primer momento. Sus perfectos cuerpos moldeados de tal manera que, ya les gustaría a los absurdos dioses humanos tener una figura tan bella como ellas tenían. Si no tuviera la mariposa… ¡No! Tenía que dejar de pensar en eso. No iba a ser su juguetito con el cual puderian controlar. Todo lo contrario, ellas iban a ser quienes se convertirían en mis juguetes, y sabía perfectamente cómo hacerlo.
-¿De verdad que no habéis oído hablar de mí? Entonces no seré yo quien os diga nada. Estaba harto de aguantar a toda esa gente… Que si le firmasen un papel, que si le besase a un niño recién nacido para que estuviera bendecido, que si por favor aceptase tal regalo símbolo de su gratitud… ¡Harto os digo! – Empecé a caminar despacio hacia las mujeres como si no me importase que estuviera haciendo. - Si os diría a que se debe mi fama no me trataríais como una persona “normal” y no quiero que más gente se arrodille a mis pies.- Mis mentiras servían para mucho que para infundar curiosidad, en cierto sentido, estaba seguro que dijera lo que dijera, ellas seguirían con sus lascivas caricias. ¿Entonces, para que mentir? Obvio, por no decir la verdad. –Así que por favor, si sóis unas brujas que me queréis hechizar con vuestras encantados, hacedlo sin pensar en las posibles consecuencias que podía acarrear mi desapareción.- En eso no estaba mintiendo, y es que los movimientos de las mujeres eran hechizantes. No solo las caricias, eso era lo de menos, lo verdaderamente excitante estaba en los pequeños e impresceptibles movimientos. Una mordida de labio, un parpadeo de ojos algo más pronunciado que de normal, un suspiro… Era ahí donde residía la magia de ese hechizo, de no ser por la bendida mariposa, hubiera acabado conmigo.
Me arrodillo a orillas del lago, justo en frente de ambas mujeres, tan cerca que seguro que estaba violando su espacio personal; tampoco me importaba. Introduje mi mano derecha en el lago y comencé a moverla en círculos como si de un juego de niños se tratase. Hice aparecer una pequeña corriente, mínima en comparación con lo que podía hacer, justo por la mano que tenía dentro del agua. No quería herir a las mujeres, estaba seguro que la electricicdad que había hecho era tan pequeña que apenas hubieran notado un mísero calambre, lo que pretendía hacer es justo lo que ocurrió: Las algas del fondo del largo se irguieron de la misma forma que hubiera hecho mi polla de no estar maldita. Seguí dando vueltas en cículos con mi mano y las algas danzaron a mi ritmo.
-No sé cómo lo hacéis que hasta las algas siguen vuestro ejemplo de follar entre ellas.- Bromeé en tono socarrón. Eso solo era la fase dos de mi plan.
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