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Mensaje  Anastasia Boisson Dom Jul 31 2016, 20:40

Quince días habían pasado desde que disparé la flecha que terminó con la vida de Garra de la Noche. No había tenido piedad de la vampiresa. No podía permitir que siguiera haciendo daños a los jóvenes inocentes, de los que primero se alimentaba y, a continuación, los vendía a saber con qué fines. ¿Su cómplice? Un vampiro en Sacrestic llamado Edgar. Alguien bastante más peligroso que la vampiresa que casi nos causa la muerte, primero a mí, y después a Eltrant. Una rival fuerte, sin duda, ¿pero era Garra de la Noche la peor? No. Lo peor, estaba por llegar.

Me había comprometido con la causa de Eltrant y había accedido a dar con Edgar. No a cambio de nada, por supuesto. El libro en su haber causaba para mí demasiado interés como para dejarlo ir. Con lo que no contaba era con que fuese tan difícil dar con el dichoso Edgar. Y es que dar con un vampiro concreto en una ciudad de vampiros era una empresa muy difícil… y peligrosa. Nuestros cuellos eran siempre un manjar apetecible para cualquier acechador nocturno. Habíamos derrotado ya a algunos chupasangres y, aunque yo era experta y mi compañero luchaba bien, el desgaste físico y mental comenzaba a hacer mella en nosotros. La frustración y la alargada sombra del fracaso comenzaba a revolotear por nuestras cabezas después de varios días de búsqueda sin éxito en la capital de los vampiros.

Una nueva noche se ceñía sobre Sacrestic Ville. Era ya la séptima luna que veía relumbrar sobre el cielo de la ciudad. Acabábamos de llegar a la posada de la Luna, lugar donde nos hospedábamos el mercenario y yo cada noche. El hospedero nos ofreció algo para beber, que por supuesto ni contesté, seguía sin transmitirme demasiada confianza aquel hombre y estaba cansada. Sólo tenía ganas de subir a mi habitación e ignorar a los cuatro gatos borrachos que quedaban en la posada a las intempestivas horas a la que volvíamos “de caza”.

-¡Joder! – grité furiosa y desesperada. Desenvainé mi ballesta de la espalda y la tiré con furia contra la cama, dejándome a continuación caer sobre una silla y tirando todos los papeles estúpidos con pistas e información inútil que habíamos ido recabando toda la semana. – Estoy harta de buscar y buscar para no conseguir nada. – le dije a Eltrant levantando el brazo con frustración. - ¿Y si Garra de la Noche nos ha engañado? No hay ni un solo rastro del tal Edgar en la ciudad. Temo... que sea "el siguiente". - Eltrant sabía perfectamente a qué me refería con lo de "el siguiente" después de todo lo que habíamos vivido la última semana.

Traté de calmarme escuchando cualquier cosa que Eltrant tuviera que decir al respecto, y observando las pruebas que no había tirado aún al suelo en mi arrebato de ira. Nombres en clave. Lugares de entrega. Notas sobre mansiones que ya habíamos visitado y que poco o nada tenían en su interior. Incluso aquella que el mercenario había mencionado en su conversación con Garra de la Noche. Nada. No había ni rastro de Edgar, ni nadie lo conocía. Tanto que hasta yo me empezaba a plantear si, verdaderamente, se llamaría así.

Sin embargo, en todos los emplazamientos había algo en común. Siempre que llegábamos al lugar de interés, la zona estaba completamente desierta y siempre colgaba un cadáver, ahorcado con la cabeza tapada y el cuerpo sin sangre. Lo que indicaba que claramente era un vampiro. Los cadáveres tenían un número grabado con fuego en el pie derecho, que iba en cuenta regresiva, junto a los que se escribía una letra. En el primer lugar que visitamos, el código era 9B, el siguiente 8J. Y así sucesivamente hasta el último que habíamos encontrado hacía unas escasas horas, en un almacén en el que sospechábamos podía encontrarse alguien, que presentaba la novedad de incluir los tres últimos códigos en un único pie. 3E, 2A, 1A, y un mensaje: “Ninguno vivirá”.

Habíamos descubierto que las letras se correspondían también con la inicial del nombre de la siguiente víctima. Aunque, en este último caso, que había tres nombres. ¿Significaría que morirían a la vez?

-El vampiro se está burlando de nosotros. – le dije a Eltrant, ahora más relajada y desesperada. - Sabe dónde vamos a aparecer y prepara los cadáveres para nuestra llegada. – indiqué – Garra de la Noche no mentía en una cosa, nuestro enemigo es más astuto y peligroso de lo que pensamos en principio. Pero es nos resulta imposible anticiparnos a él. ¿Guardan los cadáveres algo en común? – le pregunté al mercenario, para ver si él había llegado a alguna conclusión. – E, A y A. ¿Quiénes podrían ser? Tiene que ser alguien que interese al vampiro que buscamos. ¿Crees que podría ser Edgar? No hemos sabido nada de él desde que llegamos aquí. Perfectamente podría estar muerto y nuestro amigo vaya a mostrarnos su cadáver mañana. – le pregunté al mercenario. – Tal vez haya algo detrás de lo que buscamos que se nos escapa. - realicé un sonido de resignación, agaché la cabeza y volví a levantarla. - ¿A dónde nos llevan las pistas que hemos conseguido?

Eran muchas las dudas que rondaban mi cabeza. El acertijo mental que había planteado desde el momento en el que estábamos en Sacrestic Ville parecía realizado a propósito por y para nosotros. Y aquella era la primera “E” que salía. Así que sin duda, ya que estábamos cerca del final de la lista, tenía que tratarse por fin de aquel que habíamos venido a buscar. Pero que hubiesen salido tres nombres juntos en la última víctima me hacía pensar irremediablemente que morirían tres inocentes a la vez. A las horas a las que nos encontrábamos, la cabeza no me daba para mucho más. Me llevé la mano a la sien y cerré los ojos con fuerza para tratar de quitarme algo del dolor de cabeza que tenía. Disponiéndome a escuchar a Eltrant, tal vez él supiese qué hacer con el resto de pruebas que habíamos hallado.


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Mensaje  Alanna Delteria Lun Ago 01 2016, 12:06

Primer día de la semana, las nueve de la mañana y un calor abrasador, agobiante y ahogador que se metía en los huesos por la humedad perseguía a todo Aerandir de principio a fin, ese verano estaba siendo un suplicio. Las hojas de los árboles, que poco tiempo atrás habían sido de un profundo verde, eran ahora de un feo color amarillento y poco a poco caían de los árboles, ni una sola lluvia se preveía a lo lejos, ni mucho menos a lo cerca, a pesar de la humedad que siempre se respiraba en Lunargenta.

Y es que, esa ciudad era lo que tenía, el mar tan cerca suyo el frío se calvaba en los huesos y no podía salir, era como una garra que te perforaba la piel y se enganchaba a la sangre, y el calor, tan húmedo que a duras penas podía respirarse, ese día era especialmente tedioso. Incluso a esas horas parecían poder verse distorsiones en las calles, se sentía como si estuviera en el desierto y no en su ciudad. Ni si quiera en el puerto, donde la jóven se encontraba, parecía haber vida alguna.

Los pescadores no habían atracado aun sus barcos, los mercaderes, invisibles, no estaban discutiendo por el precio de nada, y las señoras, inteligentes, no buscaban conseguir mejor precio por el pescado mas fresco, ingeniándoselas para llegar allí y no necesitar el mercado. En ese lugar, en ese día de calor, no había absolutamente nada, ni tabernas abiertas, ni casas ventilándose, la cosa era tal, que ni los ladronzuelos más sucios ni los rateros más rata habían salido a ver que botín podían trincar.

Por suerte o por desgracia para Alanna, ella esa tarde no estaría en la soleada Lunargenta para sufrir el sofoco del medio día. Había oído cierta información, información que la había llevado a interesarse, nuevamente, en Sacred Ville, Velo. Ese hombre enmascarado que la había secuestrado en el hogar de Níniel para solo él sabía que, y la había sometido a mil y un acertijos sin sentido, ese mismo que aun no había pagado por crear alarma en una ciudad de elfos, el mismo que había colaborado con los crímenes de su padre, se encontraba en la ciudad de los vampiros.

En el último momento, pidiendo permiso a la guardia, había logrado hacerse con el último pasaje de un barco que saldría ese mismo día. La Sirena Azul, se llamaba en navío, si es que podía llamarse de ese modo a la cascara de nuez que le habían vendido a precio de Bergantín. Al menos prometía ser rápido, no irían más que ella y el capitán del barco, sin mercancía alguna. El hombre era un capitán retirado que salía, a veces, a hacer travesías cortas de placer, y por un módico precio, podía llevar con él a quien se lo pidiera, en a penas unas horas estaría en su destino.

Llegó, como le habían prometido, en menos de tres horas, más mareada que un allioli, pero ilesa y rápido. Descendió del barco y se despidió con la primera sonrisa falsa que ponía en meses, para, al girarse, poner los ojos en blanco, si hubiera sabido el viajecito que le iba a dar el hombre, se habría ido a caballo. "La madre que lo pario, que pesado" pensaba en su fuero interno mientras rememoraba las dos horas de soliloquios que el navegante le había regalado sin que lo pidiera.

El caso era que, al menos, ya estaba allí, era medio día, hacía más calor, incluso, que esa mañana, y, para colmo, las constantes nubes que se posaban sobre Sacred Ville encapotando el cielo hacían que aun fuera peor, sin embargo, algunas señales de tormenta podían percibirse por el lugar, por el viento que soplaba. Solo faltaba un señor mayor quejándose de su espalda o una anciana de sus doloridas rodillas.

Alanna suspiró, fardo a cuestas y reflexionó, ya había llegado allí, pero no tenía ninguna pista más del paradero de Velo, era mejor que, antes de buscar a lo loco por todo Sacrestic y sus afueras, se instalase en algún lugar, a fin de cuentas, no tenía idea alguna de cómo o dónde iba a encontrar a quien había decidido convertirse en su presa.

Llegó al poco a una taberna que parecía aceptable, el dueño, un humano que cubría su cuello con un cuello alto, probablemente esclavo de sangre de algún vampiro que esperaba que le dieran el mordisco de gracia, la miró altanero y le dijo que podía tomar el cuarto que había al fondo del primer piso. Alanna accedió sin quejas, solo quería un lugar donde poder asearse y dormir de noche, segura.

Dejó sus cosas y se dio un rápido baño intentando quitarse el sudor de encima para, en cuanto estuvo, bajar a comer algo, ya iría más tarde a buscar información, en ese momento, tras mucho tiempo de haber estado más muerta que viva, su cuerpo le demandaba alimento y no iba a ser tan tonta como para privarlo de él, ya había perdido bastante peso.

Al final salió en busca y capturaed Velo, a la aventura, sin saber ni lograr nada, y volvió bastante tarde a la posada, Posada la Luna, se llamaba, aunque en Sacred Ville jamás es que brillase la luna precisamete. Al entrar, vio una sombra subir las escaleras mientras hablaba con voz protestona. Alanna la siguió y subió las escaleras tranquila, mirando peldaño a peldaño, la taberna estaba casi vacía, los cuatro borrachos que quedaban a esas alturas de la noche no entendrían gran cosa.

La guardia alzó la vista en busca de quien era la persona que había dicho eso, esas palabras podían pertenecer únicamente a una persona, una persona a la que, en poco tiempo, había llegado a conocer bastante bien. Allí estaba, hablando casi a voz en grito, alterada y algo furiosa, lo normal en ella, Huracán. Sonrió.

Y subiendo en la misma dirección, reconoció una espalda difícil de olvidar. Una espalda que la había protegido y herido, en la que había llorado, junto a la que había luchado, una espalda que, desde niños, habia sido su soporte, en ocasiones su perdición, que la había metido en líos y la había sacado de muchos otros, una espalda junto a un cuello que se había llevado más de una colleja por parte de la señora Tale. Eltrant. La sonrisa de Alanna se volvió más dulce y algo más dudosa, su último encuentro había acabado en una cruda batalla, aun tenía la marca en la mejilla de la herida que él le había provocado.

Alanna se medio escondió en la pared de las escaleras, suspirando, avergonzada por todo lo que, en aquel momento, había llorado frente a Eltrant, que, al final, se había convertido en un total desconocido. Pero ella lo sabía, lo había visto en sus gestos, en algún lugar escondido en su memoria, seguía estando el Eltrant de siempre, su Eltrant.

Tomando fuerzas del aire acabó de subir las escaleras y vio entrar en la misma habitación a la extraña pareja. Se detuvo n momento, dudosa. ¿Eso qué quería decir? ¿Acaso estaban Huracán y Eltrant...? Tragó saliva dudosa, notando la garganta seca y algo tirante, así como una mano temblorosa en el aire que se estiraba mientras la propietaria pensaba que debería haberlos llamado antes, antes de ver eso, al menos...

¿Qué era eso? Lo cierto es que no entendía que hacían Huracán y Eltrant juntos, tal vez eran amigos, si era así, eso demostraba que Aerandir era un pañuelo. Puso su  mano sobre la madera de la puerta tras la que se encontraban sus dos amigos, y llamço, nerviosa, tal vez estuviera interrumpiendo algo...

Tomó aire y esperó paciente, se oían voces dentro, tal vez se equivocase y no interrumpiera lo que ella pensaba. Cuando por fin se abrió la puerta, saludó con una sonrisa ligera y amistosa, fuera como fuere, tuvieran la relación que tuvieran y abrieran la puerta con el aspecto que la abriesen, se alegraba de verlos, se alegraba de verlos a ambos aunque algunos modos le resultarían más... raros que otros.

- Hola Huracán, Hola Eltrant, ¿Qué os trae por la tierra de los malditos?- preguntó en voz suave y baja, esperando que el tabernero y los demás huespedes no la escuchase, temiendo que se ofendieran y esperando no molestar a quienes se encontraban dentro del cuarto, sin perder su sonrisa, que contenía cierto tizne de nerviosismo y duda, ¿tal vez si interrmpía algo?.
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Mensaje  Eltrant Tale Mar Ago 02 2016, 23:55

Dos semanas habían pasado desde que, Garra de la Noche, perdió la vida; y dos eran las semanas que llevaban tratando de seguir el rastro de Edgar, el vampiro que esta, antes de morir, había catalogado como el cabecilla del negocio que había tras el burdel de Lunargenta.

Y eso le había vuelto a arrastrar hasta allí, Sacrestic, dónde llevaban ya varios días de búsqueda.  
La tierra de los vampiros era un lugar al que el mercenario no le tenía especialmente cariño, la ciudad evocaba recuerdos que prefería olvidar, memorias de reyertas junto a personas sin rostro, las cuales no eran sino un reflejo del tatuaje que tenía en la espalda, de lo que él era.

También estaba el olor a sangre que arrastraba el aire, el cual, de algún modo, parecía adherirse a su ropa, y por último, estaba el hecho de que las calles estaban casi siempre desiertas le inquietaba, a diferencia de la urbe de los humanos, dónde el bullicio, los transeúntes y los problemas eran una costumbre, Sacrestic parecía tener solo problemas, pocos individuos se atrevían a salir de sus hogares, ya fuese porque de día su piel herviría bajo la luz del sol, o porque de noche se convertirían en presas de los que de día prefieren ocultarse.

Suspiró, la luna comenzaba a alzarse ya sobre los tejados de la ciudad, era la séptima que el mercenario vislumbraba, una luna pálida, casi apagada, a juego con la ciudad, una luna que avisaba a los pocos incautos que había aún en las calles, que volviesen a sus hogares.

Miró a su compañera, a Huracán, la bruja que tenía por profesión cazar vampiros, y comprendió que debían volver a la posada, aun con la cazadora en su bando, la búsqueda de Edgar seguía sin avanzar en lo más mínimo, todo almacén abandonado que registraban, casa que allanaban o individuo al que interrogaban acababa en nada, en un callejón sin salida, nadie sabía nada sobre el paradero de Edgar, solo conjeturas.

La frustración estaba empezando a hacerle efecto, cada día sentía que aquella cruzada que la cazadora y él habían emprendido distaba mucho de finalizar pronto, y por la expresión que pudo ver en Huracán de vuelta a la posada, ella también se sentía igual.

No tardaron en llegar al pequeño edificio en el que llevaban hospedándose casi una semana, un lugar que ya había visitado antes, no excesivamente lujoso, pero lo suficiente como para dormir con comodidad, afortunadamente esta vez, nadie había intentado asesinarle mientras dormía.

Negó con la cabeza a la proposición del hospedero y siguió a su compañera escaleras arriba, le seguía sorprendiendo un poco que la bruja hubiese accedido finalmente a cooperar con él, no había conseguido que se uniese de forma oficial a su compañía, pero había ganado la ayuda de un gremio de cazadores de vampiros, no podía decir que aquello estaba mal.

- Relájate – Dijo Eltrant tratando de tranquilizar a su compañera mientras se desataba la espada del cinto y la depositaba con cuidado al pie de su cama, aunque él tenía tantas ganas como ella de gritar mantuvo la compostura lo mejor que pudo – No creo que Garra nos haya engañado, al menos no cuando creía tener una oportunidad de salir con vida – Dijo estirando los brazos y sentándose sobre su cama – … Pero sí que es evidente que ya nos esperaban, casi como si nos estuviesen observando – Dijo ahora en un tono aún más serio, casi sombrío, mientras miraba la pared que tenía frente a él.

Las palabras de la bruja tenían sentido, Edgar podía ser el siguiente, después de lo que habían visto en cada uno de los lugares que habían revisado no le extrañaría lo más mínimo si fuese así, al fin y al cabo, las letras que simbolizaban la inicial de las víctimas, y el último cadáver que habían encontrado tenía 3E grabado en el pie derecho, no era muy descabellado pensar que la E pertenecía a Edgar.

Pero aun si fuese Edgar, eso no aclaraba nada en absoluto, aquel último cadáver contaba con dos códigos más, así como el mensaje “Todos morirán”, ¿Qué ganaba el vampiro al que rastreaban matando a Edgar? ¿Acaso no trabajaban juntos?

Siguió escuchando a Huracán mientras, tumbándose boca arriba en su cama, asentía a las palabras que esta decía, fuese como fuese, tenía razón, iban dos pasos por detrás desde el comienzo, de alguna forma sabían que revisarían esos sitios, sabían que encontrarían los cadáveres, los códigos. – Es difícil de decir… - Contestó Eltrant – ¿Qué tienen en común todos los cadáveres? – Preguntó incorporándose a la vez que se atusaba la barba y caminaba a través de la habitación – Sí, son vampiros, todos ellos – Indicó, exponiendo lo que ya sabían – Pero… - Antes de que pudiese finalizar de hablar varios golpes, secos y concisos, le obligaron a mirar en dirección a la entrada, dónde tras acercarse y abrirla de golpe, se encontró con una persona que conocía desde, al parecer, mucho tiempo, sonrió.

Cuando Alanna terminó de formular su pregunta la agarró del brazo y obligo a que entrase en la habitación en la que se encontraban, cerrando rápidamente la puerta tras de sí. – Eso debería preguntarlo yo – Dijo cruzándose de brazos al mismo tiempo que arqueaba una ceja - ¿Es que no sabes que esta ciudad es muy peligrosa de noche? Podían haber… - Sin llegar a finalizar, se aclaró la garganta y se giró hacía Huracán, a quien la guarda había reconocido solo con mirarla - ¿Os conocéis? Qué curioso – Se volvió a sentar en su cama y le dedicó otra sonrisa a la recién llegada – Estamos… - Pensó a la forma correcta de formular lo que iba a decir y ensanchando la sonrisa señaló a Huracán – Se ha unido a la Luna Invernal – Dijo de buen humor – Bueno, no exactamente. – Se corrigió antes de que la cazadora le lanzase una de las miradas mortales que, después de viajar con ella durante un tiempo, sabía que podían hacer llorar a un hombre adulto – Más bien somos socios – La volvió a mirar esperando el visto bueno por su parte y se encogió de hombros – En cualquier caso, estamos tratando de dar caza a… - Buscó entre sus papeles y le mostró el cartel de busca y captura que, semanas atrás, había entregado a Huracán - ¿Sabe algo de este tipo la guardia de Lunargenta?
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Mensaje  Anastasia Boisson Miér Ago 03 2016, 17:36

Escuché lo que Eltrant pensaba, manteniendo la mirada fija en un punto fijo en la habitación, dando vueltas a la cabeza, tratando de buscar una solución lógica a la situación. Lo que decía el mercenario era lo que había: un vampiro que cazaba vampiros, y que además se anticipaba a nosotros… Todo aquello era muy extraño.

Mi pensamiento se vio interrumpido cuando alguien irrumpió en la habitación. Era una cara conocida, que hacía muchos meses que no la veía. Mucho antes de que ocurrieran los acontecimientos de fundación del gremio, y las batallas contra el Centinela. La guardia Alanna Delteria. Curioso cuanto menos verla allí. Como si una coincidencia del destino fuera, me levanté de la silla en la que estaba y mostré mi postura de brazos cruzados, seria. Eltrant fue bastante más efusivo que yo, rápidamente la atendió.

Alcé una ceja cuando Eltrant preguntó que nos conocíamos. Era bastante obvio que sí. Y debía decir que Alanna me caía especialmente bien, de modo que únicamente levanté la cabeza en señal de saludo cuando entró por la puerta. Si me cayera mal, habría sido bastante más cordial, gentil y, por lo tanto, falsa, o tal vez le habría disparado. Pero no era el caso. Estuve a punto de lanzarle una de mis miradas a Eltrant cuando dijo que me había unido a su “grupo mono-individual”, pero se retractó a tiempo.

-Edgar. Vampiro de unos 30 años de apariencia. – dije para completar la información de Eltrant, que le había mostrado el cartel con su rostro a la guarda. – Desde Lunargenta, secuestran jóvenes para utilizar su sangre como alimento de vampiro aquí, en Sacrestic. Edgar es el intermediario, el que recibe “la mercancía”. – dije en referencia a los jóvenes.

También le expliqué lo de la cuenta regresiva, los asesinatos, los tres que faltaban por asesinar, y todo lo que sabíamos, para que partiera de nuestra misma información. Alguien tenía que estar por encima de Edgar.

-[…] Todos los fallecidos son vampiros, sospecho que del grupo de Edgar. Alguien está ajusticiándolos por sus crímenes. – le dije con resignación, apretando el puño y mirándola a los ojos. – Pensarás: ¡oh, qué bien! alguien nos está quitando el trabajo. – golpeé con el puño suavemente en la pared. - Lo preocupante es que el asesino sabe que vamos tras ellos, como si quisiera demostrar que es mejor que nosotros. Más rápido y efectivo. – apreté los labios y negué con la cabeza. – Algo busca o quiere de nosotros. Eso está claro. Pero somos incapaces anticiparnos a él. – concluí.

Y mientras escuchaba lo que tenían que decir, o si Alanna sabía algo me puse a mirar por la ventana de la habitación. No había un alma en Sacrestic, sus calles estaban desiertas pese a que la noche estaba despejada. Algo lógico, con un asesino en serie y los vampiros acechando, imaginaba que las calles no daban pie a organizar una gran fiesta.

Rápidamente vi algo acercándose a mi, en mi posición en al ventana, era una especie de proyectil, que avanzaba a toda velocidad en dirección a mi cabeza. No había visto quién lo había lanzado pero venía como una bala.

-¡Oh! – exclamé, agachándome como una exhalación bajo el marco de la ventana. Una piedra partió el cristal y entró en la habitación con una fuerza brutal. Estampándose contra la pared y dejando una marca. Aquel lanzamiento no había sido normal. Sólo alguien muy fuerte pudo realizarlo, probablemente un vampiro, o tal vez un licántropo. Me asomé a la ventana, a ver si veía al que había lanzado aquel objeto. Iría tras él sin pensármelo demasiado. Podía bajar perfectamente hasta el suelo sin herirme gracias a las habilidades del viento. Pero iba a ser absurdo bajar pues, cuando miré a la ventana en todas las direcciones posibles, quien quiera que fuera el lanzar ya había desaparecido. Alguien muy rápido, sin duda.

-No he visto a nadie. – dije, todavía con el susto en el cuerpo, y me giré sobre la ventana para mirar a Eltrant y Alanna, confiaba en que la piedra no hubiera alcanzado a ninguno de los dos. Me fijé donde había caído el proyectil y, observé desde mi posición alejada, que llevaba un mensaje enrollado en un pequeño papel viejo ensangrentado. Aún estaba en estado de shock por el susto de casi parar la pedrada con la cabeza. Me alejé de la ventana y esperé a que alguno de mis compañeros, que estaban más cerca del objeto volador no identificado, leyeran el mensaje.
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Mensaje  Alanna Delteria Miér Ago 03 2016, 20:16

A penas acabó la frase, Eltrant, que le había abierto la puerta, la cogió del brazo y la tiró dentro del cuarto cerrando la puerta a sus espaldas. Tal fue la velocidad que de poco no se le queda la larga melena castaña enganchada en la puerta. Sorprendida, Alanna se mantuvo quieta un instante y luego sonrió como era usual.

- Lo siento, siempre me mandan a sitios peligrosos.- se justificó. Eltrant parecía, incluso, algo preocupado, pero, sobre todo, sorprendido de que Alanna y Huracán se conocieran.

No le pasó por alto la mirada que le lanzó Huracán a Eltrant cuando este dijo que Huracán se había unido a su compañía de mercenarios, estaba claro que Huracán no estaba de acuerdo con eso, y Eltrant se había apresurado a corregirse, provocando que Alanna guardase la risa, los ánimos parecían demasiado caldeados como para reírse en esos momentos. Algo debía haberles sucedido.

Lo cierto es que hacía bastante que no veía a la Maga de viento, y que su primer encuentro fue cuanto menos, curioso, al fin y al cabo, se había conocido mientras la cazadora de vampiros perseguía a una "ladronzuela" por las calles de Lunargenta y acababa salvando a un aterroizado Schott, que parecía tener más miedo de la propia Huracán que de los guardias que lo habían encerrado.
La Maga le caía bien, era de su agrado, a pesar de su personalidad algo arisca, una persona de fiar que si tenía que soltarte una fresca lo hacía sin miramientos, y si debía partirte la boca lo hacía igual de directamente.

Por ello, a pesar de que la chica solo hizo un ligero gesto de asentimiento a su llegada, Alanna no pudo evitar sonreír y devolverle el asentimiento.

- También me alegro de verte Huracán.- Respondió Alanna con sinceridad antes de que Eltrant le entregase un cartel con un dibujo bastante claro de un hombre con el nombre de Edgar escrito en letras mayúsculas al pie de la página.

La guardia lo miró con seriedad, había oído a algunos guardias comentar algo acerca de una persona con ese nombre, pero no podía asegurar nada, ella no estaba metida en ese enredo, aunque, algo le decía, que acababa de entrar, nuevamente, en un lío más gordo del que la había llegado al lugar en el que se encontraba.Observó atentamente el rostro que le devolvía la mirada desde el papel mientras la voz de huracán le narraba los últimos sucesos con un tizne de irritación en la voz. Se notaba que ese tipo la sacaba de sus casillas.

A medida que escuchaba más sobre el tal Edgar, más le sonaba, si que sabía algo sobre él, habíapodido llegar a ojear su expediente entre todos los casos que le permitían elegir, sin embargo, no lo había tomado en ese momento, porque había pensado que estaría lejos de su destino. No esperaba que encontraría ninguna de sus posibles presas lejos de Lunargenta.

Alzó, por fin, la cabeza y reflexionó intentando recordar todo lo que ponía en el informe. No recordaba a penas nada, solo sabía que no era el solo, decía que pertenecía a un grupo, no muy grande. Pero no recordaba, siquiera, el nombre de la organización. Abrió la boca para decir algo cuando una piedra golpeó el cristal frente al que estaba Huracán, que esquivó la piedra con rapidez lanzándose al suelo, al tiempo que Alanna se tiraba contra Eltrant cayendo ambos al suelo.

Sin levantarse, alzó la cabeza una vez la piedra se estampó contra la pared, a pocos centímetros de donde ella se había encontrado segundos antes. Y, aun sobre Eltrant, preguntó:

- ¿Estáis todos bien?- al comprobar que así era, se levantó y miró hacia la ventana con gesto de molestia, si ella hubiera estado en la ventana podría haber visto algo, al fin y al cabo, era capaz de ver en la más profunda oscuridad, no por nada la llamaban la gata.

Suspiró y tomó el papel entre las manos, no sabía quien había lanzado esa cosa, pero la fuerza había sido bastante como para dejar una marca profunda en la pared. Acarició el yeso esperando encontrar alguna pista de desde dónde se había lanzado la nota, debían haberlo hecho desde el tejado de enfrente, el tiro había sido recto, y si esa persona ya había desaparecido, debía ser alguien con bastante fuerza y rapidez como para que no se le pudiera localizar tras ese asalto.

Bajó otra vez, la mirada, y abrió el mensaje y leyó para si con seriedad, frunciendo el ceño a cada palabra, estaba claro que el futuro en esa ciudad no presagiaba nada bueno.

- Me parece que tenéis que leer esto...- murmuró seria.
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Mensaje  Eltrant Tale Sáb Ago 06 2016, 19:09

La respuesta de la guarda no fue suficiente para él, ¿Sitios peligrosos? Aquel lugar no era simplemente un lugar peligroso, era Sacrestic Ville, la vida humana no valia mucho más que la del ganado, no iba a dejar a la joven sola.

No dudaba de Alanna, era consciente de que sabía pelear, así como cuidar de si misma, pero no podía sentir cierta preocupación por ella, era curioso, casi como un acto reflejo, totalmente irracional.

Huracán le expuso a la recién llegada lo que sabían, no sin delatar la ofuscación que sentía por como los vampiros parecían estar jugando con ellos, cruzado de brazos, Eltrant asintió a todo lo que la bruja dijo, a lo que la guarda simplemente miró con curiosidad el papel amarillento que el mercenario le había entregado.

Alanna no llegó a contestar, según esta se disponía a hacerlo, una piedra entró por la ventana, destrozando el cristal, pasando a escasos centímetros de la cabeza de Huracan y empotrándose contra la pared que estaba justo tras Eltrant.

Todo sucedió en un instante, mientras pequeños pedazos de cristal volaban por toda la habitación, Alanna saltó sobre él haciéndole caer contra el suelo, quizás en un intento por esquivar la piedra a la vez que se aseguraba que esta no le abriese la cabeza al mercenario.

Desde su nueva posición, Eltrant contempló como la piedra, que había abierto un agujero considerable en la pared contra la que había chocado, desprendía una ligera voluta de humo.

Sí, sí, estoy bien – Susurró cuándo la guarda se le quitó de encima, a la vez que la imitaba y se levantaba del suelo.

No hizo ningún comentario al respecto lo que acababa de pasar, se atusó la barba y observó atentamente la ventana por la que había entrado el objeto en la habitación, Huracán no había sido capaz de ver a nadie, eso junto a la fuerza con la que aquella roca había sido lanzada solo podían indicar una cosa, no había sido un humano, y en el caso de haberlo sido, no había usado su propia fuerza para lanzarla.

Siguió contemplando la distante oscuridad que había tras la ventana cuando, Alanna, quien había sido la primera en recoger una nota que, al parecer, rodeaba la piedra que les acababan de lanzar, advirtió en un tono que instaba a hacerle caso, que tanto él como la bruja debían de leer lo que contenía aquella carta.

Frunció el ceño y tomó el papel manchado que la guarda acababa de leer, ojeándola por encima antes de leerla cuidadosamente, en un principio aquello no era una carta, no una al uso al menos, era otra pista, otra pieza de ese rompecabezas que llevaban semanas tratando de componer, y que, como delataba aquella carta, no parecían estar muy cerca de conseguirlo.

El mismo código que había grabado a fuego en el pie del último cadáver que habían encontrado, el mismo, 3E, 2A, 1A; Sin embargo, la nota incluía una serie de palabras inconexas bajo los números y las iniciales, así como una sola frase, escrita con lo que no poda ser sino sangre.

La primera de las palabras era “Muerte”, seguida por “Resurrección” y acababa con la palabra “Vida”. La frase no mejoraba mucho el contenido de la nota, ya que era tan incomprensible como las palabras, si no más, “No hay vida sin muerte”

Suspirando le entregó la nota a Huracán y, con la mirada, le preguntó si algo de aquello tenía el más mínimo sentido para ella, era la bruja quien estaba habituada a lidiar con los vampiros, los que él había capturado por trabajo o por necesidad no eran mucho más inteligentes que el canalla promedio, normalmente solía encargarse de aquellos problemas a base de fuerza bruta y perseverancia, su método no iba a funcionar allí.

-No hay vida sin muerte… - Eltrant se pasó la mano por el pelo y volvió a asomarse a la ventana, abriéndola esta vez de par en par, la suave brisa nocturna que recorría las calles de la ciudad atrajo el característico olor a sangre que impregnaba la ciudad hasta el interior de la habitación. -Tienes razón Huracán – Dijo el mercenario golpeando con fuerza la pared que tenía directamente a su derecha – Están jugando con nosotros.

Tres fuertes golpes, procedentes de la puerta del dormitorio, indicaron a los presentes que tenían visita. - ¿¡Que es lo que ha pasado?! – La voz del regente del lugar resonó en los oídos de todos - ¡Si encuentro algo roto tendréis que pagarlo! ¿Me oís? – Después de unas últimas palabras prácticamente inaudibles debido a que el posadero bajó el tono de voz, este se marchó del otro lado de la puerta, siempre murmurando algo que ninguno de los presentes alcanzaría a oír.

Tenemos que buscar una forma de adelantarnos a ellos – Dijo Eltrant - Es obvio que quieren que desvelemos lo que sea que haya en esa nota, la cosa es ¿Por qué? – Se sentó sobre la cama y miró a sus compañeras – Por lo que sabemos pueden estar conduciéndonos a una trampa.
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Mensaje  Anastasia Boisson Dom Ago 07 2016, 10:29

Por fortuna, el proyectil tampoco había llegado a alcanzar a ninguno de mis compañeros. De hacerlo probablemente les habría causado un buen moretón, ya que había sido lanzado con bastante fuerza desde la ventana, algo impropio de un humano normal eso estaba claro.

Alanna fue la primera en leerlo, aunque no en voz alta, y quedó estupefacta, aumentando mi pulso cardíaco. Mi mirada se centró ahora en Eltrant, esperando con ansia que hiciera dominio público del contenido del mensaje o que éste llegara a mis manos. Eltrant parecía tan sorprendido como la primera, y me pasó el mensaje asegurando que alguien estaba jugando con nosotros.

Tomé el texto y lo leí en silencio, tratando de buscar una solución a todo aquello. De nuevo el código, sumado ahora de un texto que decía: “No hay vida sin muerte”. Y como resurrección. Comencé a dar vueltas a la cabeza. Momento en el que entró el tabernero, furioso por los posibles destrozos que pudiéramos causado. Le envié una mirada de pocos amigos por interrumpir mis pensamientos.

-Eltrant, Alanna, tenemos que acabar con esto ya. - afirmé mientras pasaba el dedo justo por la parte del texto que decía 3E, 2A, 1A. Fue entonces cuando descubrí que, al decir sus nombres en fila, coincidían con la secuencia que habíamos visto repetida tanto en el pie de la última víctima como la nota, y lo peor es que la última de las letras, coincidía también con el mío. – Esperad. – dije mirando la nota. – Eltrant, Alanna. 3E, 2A y… - bajé el tono de voz, me resultaba imposible pronunciar mi nombre en voz alta, aunque perfectamente podrían haberme oído – Anastasia – musité - ¡Mierda! – enrollé el papel, y mi rostro se torció en temor. – Somos nosotros. – sentencié mirando a ambos con una clara expresión de miedo en el rostro.

Lo que me reflejaba miedo, pánico. No era el hecho de que alguien fuera a por nosotros, o de que el perseguidor fuese un vampiro. Sino el hecho de que fuera quién fuera. Conocía mi verdadero nombre. En cuanto al resto del contenido del mensaje, que abogaba a la muerte por la resurrección, tal vez fuera una señal que podría significar una transformación en vampiro, aquello en la que tanto había insistido mi abuela.

-Mi nombre sólo lo podría saber una persona… - dije con cierto tono de miedo - … y más nos vale que no sea quien sospecho que es. – declaré, sin explicarles nada de Mortagglia ni de sus seguidores. El asunto de mi abuela siempre lo había mantenido en secreto. Ellos eran la personificación del miedo, y no quería ni pensar en esa posibilidad. Aunque comprendía que tal vez sí quisieran saber a qué se enfrentaban.

En cualquier caso, Mortagglia ni conocía ni tenía nada contra el mercenario ni la guardia. Así que nuestro perseguidor no podía ser únicamente ella. Estaba claro que, tal vez el propio Edgar fuese el hombre que perseguía a Eltrant, o tal vez otro vampiro que estuviese ligado a él. En cualquier caso, sus deseos para con el de la Luna Invernal eran los mismos que tenía la Dama para mí. – Eltrant, ¿alguien te persigue? ¿Tiene interés en que acabes convertido en vampiro? – pregunté, recordando que Garra de la Noche ya quería convertirlo en su siervo. Pero ella no podía ser, ya me había encargado de darle su merecida ración de plata.

A continuación comencé a pensar una manera lógica de meter a Alanna en la ecuación. Nuestro encuentro había sido fruto del azar, o eso creía. Hasta donde sabía no había habido incitación por parte de nadie para que la guarda se hospedara en nuestra posada, o que fuera a buscarnos. Si no nos hubiese visto entrar por la puerta en aquel momento, probablemente no nos habríamos encontrado allí. – Quien quiera que sea, sabe que has venido a Sacrestic. Y sabía que te reunirías con nosotros aquí. – le dije a la guardia, acercándome a ella y mirándola a los ojos. – ¿Te han seguido? ¿Alguien te tiene manía? – seguí dándole vueltas a la cabeza. – Alguien en el bar… ha tenido que verte subir. – me di la vuelta y me llevé la mano al mentón - ¿El posadero? ¿Algún cliente? – pregunté en general. Habría que bajar a interrogar a quien quiera que fuera, tal vez atendiendo a los nombres de nuestros posibles perseguidores atinaran un poco más.

Todo ello suponiendo que mi teoría de los nombres era cierta, pero había demasiadas evidencias que indicaban a ello. El mayor problema era que no teníamos idea alguna de a donde ir o donde buscar, ni tampoco de a quién nos enfrentábamos. Todo eran conjeturas e hipótesis sin demostrar, había aún demasiadas cosas en el aire.

Era consciente de que Mortagglia me buscaba, y aún con más ansias después de lo que pasó con Vlad. La Dama querría reclamar su venganza contra mí, pero ella no iba a ser el único peligro pues también buscaban a Eltrant y Alanna, y no tenía ni idea de la peligrosidad que suponían los rastreadores de mis dos compañeros.
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Mensaje  Alanna Delteria Dom Ago 07 2016, 19:08

No hay vida sin muerte, había susurrado Eltrant, parecía una broma de mal gusto, al menos, para ella lo era, hablar con ella de vida y muerte era como una broma de mal gusto, ella misma era la prueba viva de que toda vida tiene un precio, la suya, sin ir más lejos, había costado dos vidas ya contadas, y las que ella no sabría.

Por otro lado estaba el extraño código que no acababa de comprender, sentía que le faltaba alguna pista. Pero cuando Huracán susurró un nombre en voz baja, un nombre que parecía ser para ella como una pesadilla, las piezas del puzzle hicieron clic en su cabeza, como parecía que había sucedido momentos antes en la cabeza de su amiga. Alguien iba tras ellos.

¿Cómo podía ser? Ella no estaba allí con ellos, era una coincidencia que hubieran acabado en el mismo sitio, aunque, teniendo en cuenta que la persona que la había llevado a ir hasta Sacrestic Ville era Velo, no podía dar nada por sentado, ese tipo era calculador como solo un niño que ha crecido en medio de una secta como lo era el puño rojo puede ser lo. Era probable que lo tuviera todo calculado.

Las preguntas de Huracán no hicieron más que acrecentar sus dudas. Alanna se quedó pálida por un instante para enrojecer de rabia al siguiente y, tras respirar hondo recuperar su color de piel usual. Se llevó la mano al pecho, como acto reflejo, para juguetear con la cadena en forma de media luna que tiempo atrás le había dado el mercenario y que se había convertido, para ella, en un amuleto protector.

- No, no me han seguido, pero me han atraído hasta aquí.-
afirmó con un suspiro.- Hace tiempo tengo como... am... una especie de acosador raro, no sabría explicarlo mejor, pero a pronto me trae problemas como me salva de peligros, he venido persiguiéndolo, pero creo que me he equivocado, parece que sigo siendo la presa.- murmuró por lo bajo, aun sosteniendo la cadena de media luna, nerviosa. ¿Es qué nunca se libraría de él y de la sombra que traía consigo?

El posadero entró entonces, gritando furioso exigiendo cuentas. Sorprendida, la chica saltó de la puerta y se mantuvo inmóvil un segundo, hasta que pudo reaccionar, y, con la sonrisa que usaba normalmente para tratar con los borrachos y un tono de voz tranquilo, empujó al posadero hacia fuera del cuarto, haciendo un gesto a los otros dos, indicandoles que ella se encargaba.

- Disculpe señor.- Sonrió agachándose para quedar a la altura del bajo hombre de cuello cubierto.- no hemos roto nada, se lo prometo, solo se me ha caído un pequeño estuche de cristal al suelo, ahora mismo lo recojo.- sonrió esperando que el hombre se creyese su mentira.

Lo logró a medias, o eso parecía, pues el hombre se alejó refunfuñando algo sobre "niñatos impertinentes". La guardia se levantó y apartó el flequillo de sus ojos mientras veía bajar al posadero por las escaleras, lanzando un bufido de cansancio, no había un solo día de paz.

Regresó al cuarto y cerró la puerta con cerrojo a sus espaldas, usando su propio peso como soporte por si alguien la aporreaba, y sonrió con guasa a sus compañeros, había veces que merecía la pena parecer amable. Volvió a tomar el papel de la mano de Eltrant y siguió ojeándolo, le sorprendía que si Velo estaba metido en todo eso, no hubiera usado alguna treta.

- Mantengamos la calma, si nos alteramos, nos persiga quien nos persiga, habrá ganado antes de comenzar cualquier guerra.-
Dijo dándole vueltas al papel.- El tipo del cartel, es un traficante, o eso cree la guardia, está en busca y captura, tenía su informe en casa pero no tuve tiempo para revisarlo. Dicen que tiene su sede en alguna parte de Sacrestic, y también se rumorea que es bastante creyente, si queremos buscarlo y pillarlo desprevenido, tal vez sería buena idea visitar los lugares donde se celebran los ritos.- Acercó el papel a su nariz para olerlo, y un aroma a limón le llenó las fosas, ahí estaba.

Se acercó a a chimenea, en la que ardían brasas, y acercó el papel a esta, que se iluminó mostrando unas pulcras letras en cursiva. Como en un juego de niños, Velo los estaba invitando a su terreno. Una invitación de lo más formal, todo debía decirse, sobretodo, porque quería que acudieran a una fiesta.

- ¿Sabéis que son las fiestas del pueblo y que se celebran frente a una iglesia cristiana?- Preguntó con calma.- Porque parece que quieren que vayamos.- les indicó mostrandoles la nota por detrás.

"Queridos buscadores:

Estáis cordialmente invitados a las fiestas del pueblo, bebed, divertíos y disfrutad de la fiesta, los vampiros, en estas cosas, son, cuanto menos, curiosos.

Esperamos veros allí.

att: Velo."


Estaba claro que querían jugar, lo que quien quiera que moviese los hilos no sabía era que Velo era totalmente impredecible, y no estaba de parte de nadie, simplemente bailaba al son de quien más le convenía, igual que ayudaba a los sectarios, la rescataba a ella, igual que la secuestraba, le daba las pistas necesarias para salir.

Se habían metido, todos, en un laberinto, un laberinto lleno de trampas del que debían escapar, lo que no sabían era que ahora, Eltrant y Huracán, contaban con una trampera, y si la cosa iba de juegos, ella no estaba dispuesta a perder contra nadie, Podía tolerar que la persiguieran a ella, no le importaba, pero quien intentaba tocar un pelo a las personas que eran importantes para ella, podía empezar a huir, porque ni cruzando los antiguos portales iban a lograr librarse de su ira.

- ¿Nos vamos de fiesta?- Sonrió a los otros dos presentes, tocando la empuñadura de una de sus dagas.
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Mensaje  Eltrant Tale Sáb Ago 13 2016, 17:55

Se cruzó de brazos, pensativo, escuchando las palabras de Huracán – Que yo sepa, no, nadie me persigue – Tras responder se pasó la mano por el pelo, que fuesen ellos tres las siguientes víctimas y las personas a la que hacía referencia el código no dejaba de ser una coincidencia demasiado precisa y casual, pero tampoco parecía descabellada, era evidente que, aun si la bruja estaba equivocada con su teoría y no tenían nada que ver con el código, las personas que iban dejando cadáveres tras de sí estaban disfrutando atormentando a los supuestos cazadores.

Aunque no son pocas las personas que les gustaría verme muerto, supongo – Frunció el ceño – No es como si mi trabajo me permitiese hacer muchos amigos – Sentenció con una sonrisa cansada.

Alanna después afirmó que ella se encontraba en la ciudad persiguiendo a un individuo que al parecer llevaba jugando con ella el tiempo suficiente como para que fuese coherente preocuparse, salvándola de peligros y metiéndola en problemas, parecía que aquel tipo no iba a dejar en paz a la guarda hasta que esta le encontrase.

Aguardó en silencio mientras Alanna, de algún modo que Eltrant no comprendió, desveló un mensaje oculto en el papel que les habían lanzado al acercarlo al calor de la chimenea. Dicho mensaje, escrito con una suave tinta de color burdeos, pedía a los presentes que se presentaran a una fiesta, suspiró.

-No creo que tenga que decir en voz alta de que es una trampa – Dijo sujetando a Alanna, quien parecía estar dispuesta a entrar directamente por la puerta principal – Por no hablar de… - Le arrebató a la guarda la nota - ¿Quién es Velo? – Suspiró cansado y miró a Huracán – Una fiesta, de noche, en Sacrestic, tú sabes mejor que nadie que no es muy prudente… - Se atusó la barba, lo cierto era que aquello era lo más parecido a una pista concisa que tenían, una que se podía llamar como tal y que, probablemente no conduciría a ningún callejón sin salida, principalmente por que los vampiros que la habían escrito planearían matarlos.

Si estuviese en su mano habría hecho lo de siempre, ir a la fiesta, mirar si había algo de utilidad, y si encontraba peligro, usar su espada; no le importaba recibir heridas, cada una de ellas le demostraba que seguía vivo, que podría crear nuevos recuerdos, no obstante, no quería perder el que, hasta ahora, parecía ser el único que había recuperado, al menos en parte.

Al cabo de unos segundos soltó a Alanna y se forzó a sonreír, no podían desperdiciar aquella oportunidad – Vamos a la fiesta entonces – Dijo cediendo al final y asegurándose la espada al cinturón, abrió la puerta de la habitación y se giró hacía la cazadora - Vamos Anastasia, no te quedes atrás – Bromeó antes de abandonar la habitación.

Esbozó una sonrisa de satisfacción, sabía lo recelosa que era Huracán con su propio nombre, no habían sido pocas las veces en la que el mercenario había preguntado cómo se llamaba en realidad, recibiendo siempre la misma respuesta por parte de la bruja, o variantes de la misma “No es de tu incumbencia”, pero aun por accidente, finalmente sabía cómo se llamaba.

-Llámala Anastasia de vez en cuando, le pone de los nervios que pregunte sobre su nombre – Le susurró a Alanna cuando esta le alcanzó, se le escapó una ligera carcajada mientras bajaba las escaleras que conducían a la primera planta, era consciente de que aquello le conllevaría alguna patada que otra y muchas miradas asesinas, pero de alguna forma Huracán era tan seria normalmente, que le gustaba bromear a su alrededor, confiaba en que algún día los astros se alinearían y esta esbozaría una sonrisa, o lo que la bruja hiciese para demostrar que era feliz.

Por otro lado, estaba demasiado cansado como para no bromear, era su manera de aliviar la tensión, no era coherente ni oportuna, pero así se relajaba cuando estaba tenso. Y aunque recientemente había perdido esa faceta suya, desde que volvió a encontrarse con la guarda empezó a recuperar parte de su sentido del humor.

***

Había lanzado la piedra como le ordenaron, el jefe iba a estar orgulloso, y después del jefe, la jefa, estaría aún más orgullosa de él, sí.

Camuflándose entre la oscuridad recorrió muchas calles, una tras otra, hasta que llegó al lugar de la fiesta, dónde celebrarían todo, dónde esperarían a los invitados de honor. – Sí, sí, el jefe y la jefa, van a estar felices, lo he hecho todo bien – Se descubrió el rostro, marcado con profundas cicatrices que atravesaban su ojo derecho y aguardó, aún tenían que llegar muchos invitados, así como los comensales.

Sonrió, hacía tiempo que no celebraban ninguna fiesta, ninguna iniciación importante, pero la jefa, la sabia y poderosa jefa había afirmado que aquella iba a ser especial, y él lo sabía muy bien, porque la jefa siempre tenía razón.
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Mensaje  Anastasia Boisson Dom Ago 14 2016, 11:28

El mensaje no nos decía demasiado a ninguno. Todos considerábamos que había que ser prudente con la situación y pensar cuál sería el siguiente paso a dar. Alanna prefirió quemar el papel pero, al acercarlo a las brasas, notó que algo había escondido a modo de mensaje secreto. Una invitación a una fiesta.

Un tal Velo había sido el autor de la propuesta que la guardia parecía convencida de aceptar. Particularmente, no tenía ni idea de quién era el susodicho, miré a Eltrant de reojo cuando él hizo la misma pregunta que iba a realizar yo y me quedé expectante esperando la respuesta de Alanna.

Aunque creíamos que acudir no era la mejor idea, era la única pista que nuestros acechadores nos habían proporcionado y aún completamente segura de que me iba a meter en una trampa accedí a ir. Me mantuve en silencio durante todo este tiempo y fui la última en abandonar la habitación debido a mi reticencia a la invitación. No creía que entrar por la puerta principal fuera la mejor idea.

Cuando Eltrant me llamó por mi nombre le envié una de mis miradas furtivas. – No vuelvas a hacerlo – le refunfuñé con el ceño fruncido y echando humo. No quería que la gente se acostumbrara a llamarme así, o al menos no hasta que Mortagglia estuviese en otra vida mejor. Y algo le cuchicheó el mercenario a Alanna acerca de mi nombre – ¡Te he oído! – le grité desde atrás mientras me acoplaba la ballesta a la espalda. Si bien no había captado el mensaje completo, sí que le había escuchado pronunciar mi nombre.

- - - -

Partimos para la fiesta. La noche iba a ser bastante larga. Durante todo el camino no mencioné ni comenté nada. Seguía en mi universo paralelo. Las fiestas de Sacrestic Ville. Quién me lo iba a decir a mí. Si ya me gustaban poco o nada las mascaradas que organizaban los brujos, una de vampiros tenía que ser ya el “no va más”.

De camino por la ciudad no nos cruzamos a nadie. Hasta llegar a la puerta del recinto a cielo abierto en el que se suponía se celebraba la fiesta. Se le veía de lejos por una enorme hoguera que decoraba el centro del lugar.

Allí, en la puerta de entrada al mismo, nos recibieron varios chupasangres y mi rostro, si ya estaba torcido, se torció aún más. No había cosa que más me repugnara en el mundo que ver a un acechador y no poder meterle un virote en el entrecejo. Para bien o para mal, aquel tipo ya sabía que íbamos a ir. Cuchicheó algo con uno de los de al lado, señalándonos desde la distancia, y su compañero, inmediatamente corrió hacia el interior del recinto, como para advertir a alguien de nuestra llegada. Todavía quedaban tres a la puerta.

-¡Nuestros invitados más esperados! ¡Sed bienvenidos a la fiesta que organiza Velo! – exclamó el vampiro con un efusivo saludo. – Oh, disculpad si os hemos asustado con nuestros mensajes. A nuestros jefes les gusta que vayamos por delante en todo. Sabemos hasta lo que pensáis. – indicó el hombre.
-¿Ah, si? Inténtalo. – le desafié, cruzándome de brazos y alzando la cabeza con altanería.
-¡Já! ¿Tú, Huracán? – un “detalle” el llamarme por mi sobrenombre sin conocerme de nada, algo que ni me inmutó - Estarás pensando. ¿Quién demonios es este tío, que sabe tanto de mí, que me está esperando, que conoce mi nombre y mi profesión...?– contestó efusivamente estirando los brazos.
-No. – respondí, cortante.– Estoy pensando a quién de vosotros matar primero.
-¡Oh! Disculpadme, milady, pero creo que ni siquiera alguien de reconocida aversión hacia el género vampírico como usted sería lo bastante estúpido como para iniciar un conflicto aquí, ¿no? – declaró con una sonrisa el tipo y un pequeño saludo a modo de reverencia.
-¿Tú que crees? – indiqué alzando una ceja, todavía de brazos cruzados. Alanna y Eltrant probablemente sabrían que venir conmigo a una fiesta de vampiros no era la mejor idea.

El hombre no contestó, se mojó los labios y rió tratando de ignorar mi ofensivo comentario y nos dio pasó al lugar. Aquellos chupasangres llevaban una semana tomándonos el pelo, que ya sabían quiénes éramos y que íbamos. ¿Y de verdad creía que les iba a sonreír? ¿Me tomaban por imbécil? La llevaban clara conmigo. De no ser por la abrumante inferioridad numérica ya me habría liado a tiros. Y no podía quitarme de la cabeza la sensación de sentirme como en la boca del lobo.

Me coloqué en medio de aquella pradera gigante tras Alanna y Eltrant. - ¿Y ahora qué? – les pregunté. A fin de cuentas, habían sido ellos los que habían decidido aceptar aquella proposición indecente. Confiaba en que tuvieran alguna idea mejor que quedarse sentados esperando a que alguien nos atacara por la espalda o nos tendiera una emboscada.
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Mensaje  Alanna Delteria Dom Ago 14 2016, 19:36

Alanna soltó un ligero resoplido, pensativa, cómo explicaba qué estaba por meterse en la boca del lobo con total y absoluto conocimiento de causa? No era fácil hacer entender que Velo era esa persona que le estaba causando tantos problemas y, además, el que más dudas podría aclararles, al fin y al cabo, si algo tenía el misterioso hombre, era que no le ocultaba nada, cualquier cosa que sabía, se la decía, y por experiencia había averiguado que, por muy absurdo que resultase, todo lo que le contaba era cierto.

- Velo es... el tipo del que os he hablado.-
dijo agachando la cabeza y bajando la voz esperando una reacción terrible.- se lo que vais a decirme, pero ese tipo es un charlatan, si lo veo estoy segura de que me contará todo lo que necesitamos saber.- tocó la mano de Eltrant, que la sostenía por un brazo.- Por favor, confiad en mi, se lo que hago.- dijo mirando a uno y a otra con seriedad.- a medias, al menos.

No supo si fueron sus palabras o las ganas de librarse de quien los estaba acosando lo que convenció a los otros dos, pero el caso es que Eltrant sonrió y accedió, logrando, así que Huracán decidiera ir con ellos. La Gata devolvió la sonrisa al mercenario, agradecida y entusiasmada y salió del cuarto con un ligero saltito entusiasta que denotaba que se alegraba de haberse salido con la suya, al menos podrían sonsacar algo de información.

Sorprendida por que Eltrant llamase a Huracán por su nombre, pero alegrándose de que su animo hubiera mejorado desde su último encuentro, comenzó a bajar las escaleras y rió por lo bajo cuando el mercenario la alcanzó y le propuso llamar a Huracán por su nombre, la reacción de esta fue más inocente de lo esperado. A pesar de la trampa a la que se iban a meter, y de lo que pudiera suceder, estar con esos dos la hacía estar de buen humor.

El camino, sin embargo, la devolvió a la realidad de la situación, no les esperaba nada bueno, ella podía sentirse medio tranquila, por muy raro que fuera Velo, por mucho que la acosara y la metiera en líos, solía hacer todo lo posible para que ella no saliera herida, no podía decir lo mismo sobre sus amigos, debería estar atenta y no despegarse de ninguno de ellos, si era Velo el organizador, probablemente la chica fuera su único seguro contra muertes indeseadas y heridas innecesarias.

Llegaron al punto de encuentro con una Huracán de aires furibundos, llevar a la cazadora a una fiesta para vampiros no era la mejor idea, probablemente fuera una idea pésima, pero era quien mejor conocía las debilidades de los humanos malditos, por lo que debían confiar en ella.

El vampiro que los recibió, engalanado, los miró de arriba a bajo, con cara de disgusto, y tuvo una pequeña confrontación con Huracán, sin embargo, les permitió el paso a una inmensa pradera bañada por la pálida luz de la luna de plata. Los vampiros eran demasiado para Alanna, los que no estaban charlando semiacostados en cómodas otomanas, se revolcaban por el cesped mordiendo a algún incauto que parecía disfrutar más que los propios vampiros.

La Gata tomó aire e inspeccionó el lugar en busca de su peculiar anfitrión, preguntándose como un simple humano se había hecho con tantos vampiros para sus causas. La pregunta de Huracán no le llegó por sorpresa, al fin y al cabo, una vez allí, no sabían si debían actuar o esperar a que la trampa se pusiera en marcha, pues ni siquiera sabían a que se debía la celebración, lo único claro era que los vampiros ya habían comenzado a disfrutar de la fiesta.

- Buscar a Velo.-
fue la sencilla respuesta de la guardia justo antes de que el campanario comenzara a dar la hora, las doce de la noche, la hora bruja.

- ¡Sed bienvenidos todos!- gritó una voz profunda desde lo alto del tejado de la capilla.

Alanna, alzo la vista y pudo ver con claridad el rostro semicubierto por una mascara del que había sido, durante meses, su mayor incordio. Suspiró y alzó nuevamente la vista hacia aquel que pretendía llamar la atención de los presentes. Siempre tan pomposo y amanerado, siempre tan llamativo, era fácil reconocerlo, atraía todas las miradas sin pretenderlo a penas.

- Ya lo hemos encontrado.- murmuró a sus compañeros alzando una mano disimulada hacia una de sus dagas.- Hagáis lo que hagáis, no os alejéis de mi, ahora mismo soy vuestro unico escudo, a mi no me hará daño.- Les dijo con voz baja mientras el organizador de tal fiesta les clavaba una mirada verde y sonriente desde detrás de su antifaz.
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Mensaje  Eltrant Tale Jue Ago 18 2016, 22:47

Suspiró cuando la bruja intercambió sus primeras palabras con uno de los anfitriones a aquella fiesta, dejando descansar, de forma casual, su mano útil en el poco de su espada estudió muy de cerca los diferentes individuos que pululaban la iglesia a la que habían decidido ir, por su aspecto parecían ser humanos, pero el hecho de que muchos de ellos estuviesen desarmados indicaban que confiaban que los invitados no hicieran destrozos, o que simplemente, no las necesitaban si tenían que pelear.

Una vez dentro Alanna dijo que, lo que debían de hacer, era buscar al tal Velo, que no era sino el hombre que había estado incordiándola durante todo aquel tiempo. Eltrant asintió a la orden de la amiga y empezó a escudriñar el descampado pobremente alumbrado con un par de antorchas.

Todo tipo de personas, altos, bajos, rubios, morenos, el mercenario llegó a contemplar incluso a una elfa que se perdió entre la multitud; Pero ni rastro del tipo que Alanna les había dicho de buscar, aunque, por otro lado, tampoco sabía cómo era, básicamente estaba mirando con mala cara a todos los invitados a aquel lugar, aunque aún de aquella forma no logró superar a Huracán, la había visto actuar ya un par de veces, y el único motivo por el que su ballesta seguía sujeta a su espalda era, probablemente, debido a la apabullante cantidad de vampiros que había a su alrededor, ni la mejor de las cazadoras podría acabar con una turba de aquellos seres.

- ¡Sed bienvenidos todos! – El mercenario alzó la mirada, en lo alto de la capilla al otro lado del pequeño descampado, una figura iluminada humildemente por el resplandor escarlata de la luna se alzaba altiva frente a todos los presentes, la escueta frase de Alanna identificó a aquel hombre como Velo, y también afirmó que era ella lo único que les separa de la muerte, Eltrant tensó la mandíbula y clavó la mirada en Velo. - ¡He reunido aquí a muchas personas! ¡Ciertamente! ¡Debo ser un anfitrión bastante bueno! – Continuó, con los brazos en alto, quizás divertido por el público ante el que estaba actuado. - ¡Elfos, brujos, vampiros! – Exclamó - ¡Todos reunidos, en una mágica fiesta!¡Dejando a un lado rencillas personales! – Eltrant frunció el ceño y miró a su alrededor, muchos, como él mismo, estaban confusos, mirando directamente al excéntrico recién llegado, otros, como el tipo con el que Huracán había intercambiado las primeras palabras en aquel sitio, se habían desvanecido en la noche – ¿Pero que sería una fiesta sin diversión, sin algo de entretenimiento? ¿No creéis?

Un sonó chasquido, similar al de dos espadas entrechocando, fue inmediatamente seguido por un suave tic-tac, la puerta principal de la capilla se abría lentamente, ante los atónitos ojos de los presentes, la mano del mercenario se cerró en torno a su espada y miró a Huracán – No me voy a arriesgar a ver lo que nos tiene preparado – Le dijo - ¿Crees que puedes acertarle desde aquí?

Un cuarteto de cuerda fue lo único que emergió del interior del edificio, tocando una conocida melodía que solía ser el tema principal de eventos como aquel – ¿Esto es todo? – Preguntó girándose ahora hacia Alanna, no era un casual que algunos asistentes hubiesen desaparecido, desafortunadamente para él, fue Velo quien respondió a la pregunta - ¡Queridos invitados! – Exclamó a pleno pulmón, tratando de hacerse oír sobre la música – Sabed que están rodeados por un pequeño ejército de vampiros, no podéis abandonar el recinto, mucho menos escapar, esta es vuestra primera prueba, cuando la completéis… bueno, seguirá el juego – La silueta fue empequeñeciéndose, desapareciendo del tejado – Sobrevivid diez minutos.

Otro crujido, más fuerte del anterior, el cuarteto de música tocó aún más fuerte, la gran mayoría de los demás invitados huyeron hacia la salida, asustados por las palabras del hombre, por algún motivo las antorchas se apagaron, sumiendo al descampado en la más absoluta oscuridad.

Eltrant desenvainó la espada y acercó de un tirón a las dos únicas personas en las que confiaba en aquel momento - ¿No decías que si nos quedábamos juntos no pasaría nada? – Varios gritos comenzaron a resonar en la oscuridad, algo había salido de la capilla, algo les estaba cazando.

Frunció el ceño y trató de seguir el sonido de las voces en un inútil intento por situar a lo que fuese que estaba matando a todos los demás, pero la música seguía tocando, incapaz de conseguir nada colocó su espada frente a su cuerpo, deseando que los que estuviesen matando a los invitados viesen tan poco como él. – Dime que puedes hacer algo mágico para sacarnos de esta – Susurró a Huracán dando varias estocadas frente a él, alcanzando solo aire.

Aquello no tenía ningún sentido, ¿Qué tenía que ver aquella prueba con los códigos? ¿Con las palabras de la carta de Velo? ¿Quiénes eran todas las personas que, como ellos, estaban atrapadas en aquel lugar?

-Oigo algo – Susurró a sus compañeras agudizando el oído todo lo posible, pasos lentos, pesados, se acercaban a través de la oscuridad.
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Mensaje  Anastasia Boisson Dom Ago 21 2016, 10:28

Encontrar a Velo parecía ser la prioridad del día. Algo que no se antojaría difícil pues si había sido quien nos había invitado, estaba segura de que no tardaría en aparecer, como así fue. Una voz grave desde lo alto de una capilla nos saludaba de una manera muy poco reconfortante. Alanna confirmó que se trataba de Velo.

Guardamos silencio, expectantes, observando a Velo sobre lo alto del lugar. Que auguraba el comienzo de una “divertida” fiesta. Ya conocía el concepto de diversión para los vampiros, y no podíamos esperar nada bueno de ellos y menos de alguien que estaba jugando con nosotros. Eltrant me preguntó si sería capaz de alcanzarle.

-Creo que sí. – le respondí con convencimiento, bajando la ballesta pesada de mi espalda. Velo estaba lejos. Pero los tiros a larga distancia eran mi especialidad.

Una musiquilla macabra comenzó a sonar. Y el vampiro, o lo que quiera que fuera aquel “amigo” de Alanna, comentó que deberíamos sobrevivir diez minutos ante lo que se avecinaba. Eltrant aprovechó para echarle en cara a la guardia aquello que dijo de que si permanecíamos juntos no pasaría nada. Yo aún guardaba un atisbo de fe de que lo que dijo Alanna era cierto.

-Tranquilo. – le dije a Eltrant, seria, que parecía estar nervioso, sin dejar de mirar al fondo a la capilla, escuchando los aterradores gritos de gente inocente falleciendo. A continuación miró hacia mí y me preguntó desesperadamente si era capaz de hacer algo mágico que pudiera evitar lo que nos acontecería. – No creo. – y es que, aunque fuera bruja, siempre me había especializado en el combate con ballesta. Mis habilidades de viento eran muy limitadas en relación con la de otros tensái también de viento o electricidad. Yo únicamente podía aprovecharme de las corrientes de aire para lanzar por los aires a los enemigos o para mejorar mucho mi movilidad en combate. Fuera como fuera. Comencé a concentrarme para desplazar el viento, sintiendo como éste acudía a mi llamada, desplazando nuestros cabellos.

Los gritos desgarradores sonaban algo y, tras una marabunta de gente huyendo de la capilla, Eltrant escuchó unos sonidos pesados. Algo salía de la iglesia. Aquella criatura salió volando de la iglesia. Era enorme. Del tamaño de una persona muy alta, superando los dos metros, con una cabeza y alas de murciélago con una envergadura enorme y con unas garras gigantes. Una monstruosidad.

-¡Un murciélago gigante! – gritó un hombre a nuestra espalda, desesperado y corriendo hacia donde no había sitio. Había un caos en la ciudad.
-No. No lo es. – indiqué a mis compañeros, para que no se confundieran, que supieran que lo que teníamos delante era algo mucho más peligroso que un simple murciélago de gran tamaño. – Es un vampiro supremo. –aclaré - Creía que aquellas criaturas sólo existían en cuentos y leyendas. Aunque yo siempre había estudiado muy bien su comportamiento y sus maneras de combate, como si se tratara de un ser más. – expliqué. – Es un chupasangres mucho más fuerte que los que conocemos. Su sed de sangre es mayor y, a diferencia de los vampiros clásicos, carece de raciocinio. Incluso en forma humana es mucho más salvaje. – comenté a mis compañeros, indicándoles que, efectivamente, aquella cosa podía volverse “humana”, al menos en aspecto.

La criatura salió volando de la iglesia, con dos personas una en cada brazo, que iban clavadas en sus garras. Mordió a ambas en el cuello y las lanzó contra el suelo con un grito desgarrador, contra el resto de la multitud, que corría hacia ninguna parte, derribando el cuerpo con el cuerpo de éstos a varios de ellos.

-Tenemos que detener esta masacre. – les grité para que hicieran algo. Teníamos pocas posibilidades contra aquel monstruo, pero mi deber era proteger a los inocentes de aquellas criaturas y no iba a quedarme de brazos cruzados. Tomé mi ballesta pesada y me dispuse a llamar la atención de aquel monstruo. Ajusté el tiro, era difícil pues volaba en círculos como los buitres sobre el recinto, acechando a sus víctimas heridas.

Mi virote se clavó sobre una de sus patas, gritando un gutural grito que retumbó en toda la escena y observándome con odio. Se arrancó la flecha de cuajo. Estaba claro que la plata no iba a servir mucho contra un ser tan fuerte y resistente. Se lanzó a por mí a toda velocidad en picado.

-Ash ful na’ir. – dije cuando estaba muy cerca de mí, iba a tratar de agarrarme. Conjuré una corriente de aire sobre mis pies que me elevaría en los cielos, haciendo que la criatura pasara por debajo de mí por la inercia de su pesado cuerpo. Me encontraba delante de Eltrant y Alanna y, por inercia, iría contra ellos. Confiaba en que se estrellara en el suelo y mis compañeros pudieran ajusticiarle. Aunque tal vez eso sería querer solventar las cosas demasiado rápido.

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Mensaje  Alanna Delteria Jue Ago 25 2016, 14:02

La bienvenida que dio Velo no era menos teatral de lo que Alanna había esperado, y, como solía hacer, había preparado uno de esos juegos que tanto le gustaban. Esta vez, uno de supervivencia, solo los dotados para la batalla serían capaces de subsistir, diez minutos, no era mucho, no si solo tenían que aguantar ellos, pero no podían dejar que la gente inocente que había acudido allí en pos de un momento de diversión quedase a merced del desastre.

- Teóricamente, así es, le gusta ponerme a prueba, pero no deja que me hagan daño.-
dijo comenzando a dudar de sus palabras mientras la oscuridad comenzaba a cubrirlos totalmente, tapando, incluso, la luz de la luna.

La orquesta subió el volumen de su tocata, Requiem en D menor, no era la primera vez que sonaba esa música en presencia el extraño chico que parecía insistir en crear problemas y esa música, como si de una llamada se tratase, hizo aparecer una monstruosa figura, un gigantesco murcielago amenazaba desde las alturas mientras quienes les rodeaban iban cayendo como moscas.

Alanna permanecía silenciosa mientras Eltrant, nervioso, preguntaba por algún truco de magia para salir de ahí y Huracán, centraba su atención en el inmenso murcielago, al parecer no era un animal gigante, si no un tipo de vampiro capaz de cambiar su aspecto, un "vampiro supremo" dijo, pero, como cualquier vampiro, debía ser débil ante el fuego y la luz.

Nerviosa, la Gata comenzó a buscar algún rastro de cenizas, que le indicase donde se encontraban las antorchas, miró con seriedad las paredes y los suelos donde los cuerpos eran, para ella, más visibles que para nadie, hasta dar con una lampara de aceite. Corrió hasta ella y la cogió esquivando dos golpes que le pasaron por encima para, con bastante más polvo, volver junto a Huracán y Eltrant.

- Vale, tenemos que encender esto y quemar a esa cosa, ¿Crees que funcionará Huracán?-
Preguntó mientras intentaba localizar algo con lo que encender la lámpara.

El inmenso murcielago decidió, en ese instante, alzar el vuelo, y planeando a ras de suelo, hizo cundir el pánico, todo a su alrededor se volvió confuso, la gente se chocaba, sacaba sus armas y se hería con tal de salir de allí, sin saber que por mucho que lo intentaran, no podrían, estaban rodeados, el juego no consistía únicamente en acabar con los rivales, no consistía solo en sobravivir, si no también en mantener la calma. Ese era el truco, ese era el juego, eso era lo necesario para sobrevivir esos diez minutos. Otro de los estúpidos juegos de Velo, quien se asusta, pierde. Alanna frunció el ceño, cansada de los malditos acertijos, justo a tiempo de ver una cerilla cerca de ella.

- Eltrant, encenderé la lámpara, tu tírala al bicho, Huracán, cuando prenda, usa el viento para acrecentar el fuego, no deben quedar más de cinco minutos, acabemos con esto antes de que muera más gente, este juego, tiene truco, si pierdes la calma, pierdes el juego.- dijo justo antes de rozar el capuchón de la cerilla con la suela de su bota.

La lucecilla que encendió la llama y que creció al entrar en contacto con el aceite de la lámpara fue suficiente para iluminar parte del lugar y permitir ver con claridad absoluta la posición del inmenso vampiro. Alanna le cedió la lámpara a Eltrant con prisas y esperó, sacando sus dagas, que el truco funcionara, Velo no debía estar muy lejos, contemplando como se desarrollaba su juego.

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Mensaje  Eltrant Tale Sáb Ago 27 2016, 02:59

- ¿Qué…? -  Eltrant clavó su mirada en la silueta que se podría entrever en la oscuridad, Huracán describió a aquella cosa como “Vampiro Supremo”, frunció el ceño, la cazadora conocía aquellas bestias mejor que él, pero lo que tenía delante difícilmente podía ser considerado un vampiro, al menos los vampiros tenían forma humana.

Huracán fue la primera en reaccionar, con un rápido movimiento de brazos desenfundó su ballesta y apenas segundos después el murciélago tuvo un virote clavado en una de sus patas, aquella cosa no tardó en, enfurecida, arrancarse la saeta de la herida y acometer contra Huracán, descendiendo en picado desde el cielo, a lo que la cazadora respondió elevándose sobre el suelo con uno de sus trucos de bruja, evitando al animal y haciéndole empotrarse contra el suelo.

Fue ese momento en el que Alanna decidió actuar, improvisando un plan, se encaminó, a ojos de Eltrant, a una dirección indeterminada, pero la bestia no estaba fuera de combate, lejos de ello, esta se incorporó a una velocidad increíble y trató de alcanzarla, afortunadamente, la guarda pudo evitar las enormes manos del murciélago agachándose agilmente, perdiéndose entre la oscuridad, estaba solo.

- ¡Mierda! – Gritó el castaño, Huracán en aquel momento flotaba por encima de su cabeza, Alanna había desaparecido entre la oscuridad y frente a él, frente a él estaba el animal que el “amigo” de la guarda, había decidido liberar.

Sin posibilidad de ver nada, la enorme zarpa del murciélago no tardó en alcanzarle, se deslizó a través del aire durante varios metros y cayó contra una de las numerosas mesas de comida que, los anfitriones, habían preparado para los invitados a aquella fiesta de mala muerte. – Maldita sea… - Las garras de aquel ser estaban lo suficiente afiladas como para haber atravesado el pedazo de chapa que tenía oculto bajo la camisa sin ninguna dificultad, no estaba herido, pero otro golpe similar y acabaría con su torso separado de las piernas - ¡Alanna! – Gritó, tratando de localizar a su aliada - ¡Huracán! – Llamó ahora a la cazadora, las dos tenían mejor visibilidad que él en aquella situación, las dos podían enfrentarse, o al menos plantar cara, a aquella cosa, él no.

El silbido del aire que le envolvió indicó a Eltrant que el murciélago había emprendido otra vez el vuelo, el viento generado por las gruesas alas del vampiro era lo suficientemente fuerte como para arrastrar los objetos de menor tamaño que poblaban la fiesta; sillas, platos, mesas, incluso una espada sin dueño que pasó peligrosamente cerca de la cabeza del séptimo de los Tale, nada se quedaba en su sitio cuando batía las alas. - "¿Me ha dado por muerto?" – La ligera sensación de alivio que acababa de sentir, fue acallada inmediatamente cuando comprendió que cada vez quedaban menos personas vivas en la fiesta y, si no estaba tras él, podía estar atacando a cualquiera de sus aliadas.

Colocando la espada en diagonal se aseguró de que si aquella cosa trataba de arrollarle de nuevo quedase empalada, o al menos, herirla. - ¿Dónde estás...? – Frunciendo el ceño, sin moverse del lugar en el que estaba estudió la oscuridad, forzando la vista, tratando de discernir algo entre las sombras.

Alanna emergió entonces de entre las sombras, cargando consigo una lámpara de aceite, relató tanto al mercenario como a la cazadora lo que debía de hacer, achicharrarían viva a aquella cosa. - ¿Has visto a Huracán? – Le preguntó, por lo que él sabía, seguía flotando sobre ellos, perdió de vista a la bruja segundos después de que esta le acertase con su ballesta, cuando se elevó para esquivar a la bestia, bestia que ahora estaba en el aire.

La guarda no perdió un solo instante, segundos después haber de relatado su plan a sus compañeros encendió el candil, iluminando todo lo que tenían a su alrededor, a ella misma, al mercenario, a la bruja, y al murciélago flotando a escasos metros de ella. Intentó alertarla, avisar a la bruja de lo que estaba a punto de suceder, pero no sabía si su voz había conseguido sobrepasar los gritos de auxilio de las demás personas que, aún, intentaban abandonar el recinto.

Ahora que veía, ahora que podía distinguir claramente al gigantesco murciélago gracias al candil no estaba seguro de arrojarlo, de perder lo único que necesitaba para unirse a la lucha, negó con la cabeza, debía confiar en el plan de Alanna, era ella, después de todo, quien conocía al tipo que acababa de tenderles aquella trampa, ella sabría cómo derrotarlo mejor que él.

- ¡Que te aproveche! – Chilló lanzando la lámpara con todas sus fuerzas, la cual surcó el aire en dirección al vampiro supremo, sobrevolando el descampado, iluminando tenuemente la decena de cadáveres ensangrentados que había tirados por doquier.

Acertó, no sabía muy bien como lo había hecho, nunca había podido presumir de buena puntería, solo recordaba haber tomado el arco una sola vez, y estaba bastante seguro de que aquella vez, no consiguió acertar al primer intento; Pero había acertado.

Como la guarda había previsto, la bestia quedó empapada en aceite, lista para arder hasta que no quedase absolutamente nada de ella, pero desgraciadamente, no lo hizo, solo había una pequeña llama brillando en mitad de la oscuridad, una minúscula flama que, como una luciérnaga a finales de verano, se negaba a apagarse.

La pequeña llama estaba agarrada con fuerza al ala del murciélago, con una simple batida la apagaría, Eltrant miró a Huracán preocupado, esperaba que hubiese oído desde allí el plan de Alanna y que, de haberlo hecho, pudiese avivar el fuego.
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Mensaje  Anastasia Boisson Dom Ago 28 2016, 10:59

Salté gracias a mis poderes de viento por encima del monstruo, que fue directamente a por Alanna y Eltrant por la inercia, llevándose al mercenario lejos y arrastrándolo varios metros, antes de volver a iniciar el vuelo. Chasqueé los dientes, temía por la integridad del mercenario pero afortunadamente, la criatura alzó el vuelo nuevamente creyendo que, probablemente estaría muerto.

Pero no fue así y Eltrant rápidamente se recompuso y se levantó, haciendo gala de su fortaleza interna. Se podía decir que siempre se llevaba él los golpes, pero siempre salía más o menos bien.

En aquel lapso, Alanna había vuelto con una lámpara de aceite con la que pretendía impregnar y posteriormente hacer arder a la criatura. Yo me encargaría de avivar las llamas con el viento. No era una idea del todo descabellada. No dije nada. Simplemente asentí con la cabeza en señal de que había entendido su plan.

La criatura ya se encontraba completando el círculo con el que volvería a volver a abalanzarse sobre nosotros. Alanna encendió la lámpara que Eltrant lanzó a la criatura, que aunque había quedado totalmente impregnada de aceite, únicamente se había generando una pequeña llamita en uno de los laterales de su ala izquierda, que no tardaría en apagar en el primer aleteo. La llama era tan pequeña que necesitaba un golpe de viento muy preciso para estimularla. Si me excedía, podía apagarla yo también.

Tomé una ballesta pequeña en cada mano y comencé a dispararle para atraer su atención y evitar que volviera a lanzarse sobre mis compañeros. Le disparé dos veces con cada una, alcanzándole en dos ocasiones, aunque su piel era tan dura que no le hacía apenas daño.

No perdí la vista en su ala quemada, justo cuando estaba a escasos metros de mí, me encogí en el suelo y conjuré una corriente de aire que junto con mi agilidad me permitió dar una voltereta lateral hacia la derecha, para esquivar su barrida. Cabeza abajo y haciendo atisbo de una gran agilidad, estiré mi brazo junto a su ala quemada para provocar una fuerte corriente de aire que haría la llama crecer. Me la había jugado demasiado al estar tan próxima al vampiro, y éste me rozó con una de sus alas punzantes en el abdomen, provocándome una hemorragia.

Me desestabilicé y rodé un par de veces por el suelo, llevándome la mano a mi tripa. Me dolía. Estaba sangrando. No era una herida profunda, aunque sí lo suficiente como para dejarme fuera de combate unos instantes. El único consuelo que la criatura ahora volaba sobre los cielos como una bola de fuego, con un chillido aterrador que asustaba aún más a los presentes. Era un vampiro y estaba ardiendo por completo. Si el fuego ya era dañino para cualquiera, para un chupasangres aún más. No tardó en caer muerto desde el cielo, completamente calcinado y en unos agonizantes y últimos lamentos.

-Tranquilos. Estoy bien. – dije seria a Alanna y Eltrant, desde el suelo. Para tratar de despreocuparlos. Pero no, era evidente que no lo estaba. Me incorporé como pude y con la chaqueta de cuero negra teñida de rojo en su parte central. – Ay. – me quejé para mis adentros.

Velo, desde lo alto de la torre, reía. Aún le quedaban cinco minutos de espectáculo y podía organizar algo aún más grave.

-¡Vaya! Parece que tenemos herida a la cazadora. Habéis dado un buen espectáculo de acción. Eso es lo que importa. – replicó el hombre desde lo alto de la torre. – Después del género de acción, es hora de que nos deis uno de comedia y, cuando el tiempo acabe… ¡vendrá el drama! ¡el giro argumental! ¡Guardo lo mejor para el final! ¡MORIRÉIS de la risa! – dijo enfatizando en la palabras "muerte" - ¡Te va a encantar, cazadora! ¿Podrás aguantar cinco minutos más?
-Vete a la mierda. – le grité claramente enfadada con una típica respuesta mía desde la parte inferior de la plaza.

Herida y hastiada, era aún más peligrosa y menos temperamental que antes. Quedaba por ver que nos tenía planeado Velo para los cinco minutos, quien, ante mi respuesta, comenzó a reír. Fuera como fuera, llevaba toda la semana jugando con nosotros y no parecía que fuera a dejar de harcerlo.

-¡El show debe continuar! – gritó desde lo alto de la torre, abriendo nuevamente la puerta de la iglesia. Así que ahora buscaba comedia… ¿Qué macabra y retorcida idea podría salir de aquel tipo? ¿Qué tendría preparado? Fuera como fuera, había que resistir lo que quedaba.
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Mensaje  Alanna Delteria Lun Ago 29 2016, 13:23

- Estoy aquí, ¿Estás bien?- le preguntó desde el suelo.- y Huracán...- murmuró cuando encendía la lámpara antes de pasársela al chico y buscar a la maga con la mirada.

La situación iba en declive, Huracán había desaparecido de nuestra vista, Alanna no sabía si había llegado a oír lo que había dicho, y Eltrant rodaba por el suelo tras haber evitado a la extraña criatura, sin embargo, el mercenario hizo su parte, lanzó la lámpara que estallo en pedazos, mordiéndose los labios, esperó hasta ver arder una pequeña llama en el ala del murcielado. Unas flechas comenzaron a inmovilizar al murcielado, Huracán.

Se movió rápido, había podido ver como Huracán caía herida al suelo. Tocó el brazo de Eltrant y, cogiéndole de la muñeca, lo arrastró hasta donde podía ver a Huracán, que parecía haberse herido. Llegó a ella justo cuando, aun encogida y sangrando, lanzaba una ráfaga de viento que terminaba por incendiar al enorme animal que intentaba apagarse alzando el vuelo.

Cuando pareció acabar todo, Huracán por fin habló para afirmas que se encontraba bien, ¿bien? Ja. Alanna rodó los ojos y se agachó sacando de su riñonera una venda. La chaqueta de la bruja se encontraba empapada y manchada de rojo, le habían herido en el estómago. Sin poder vendarla, pasó un brazo por la cintura de la chica para sostenerla de pie, parecía bastante dolorida. Miró un instante a Eltrant, el chico había derrapado, pero parecía haber logrado salir ileso del ataque del animal que ahora ardía en llamas.

Aun con eso, el lugar seguía siendo un caos, la gente, en lugar de permanecer calmada, seguía gritando y corriendo asustada de un lado para otro, logrando únicamente llamar la atención sobre ellos, su mejor oportunidad de sobrevivir era mantener el silencio todo lo posible, estar fríos como un tempano, cuanto más calmados estuvieran, menos peligro correrían. Pero no parecían entenderlo.

Desde lo alto de la iglesia, la voz de velo volvió a sonar, con su peculiar risa. Con ceño fruncido, Alanna alzó la mirada hacia él, aun con la venda en la mano, sosteniendo a Huracán esperando que la chica no la apartase de un golpe, necesitaban conseguir un instante de paz para poder prestarle ni que fuera los primeros auxilios a la maga. No es que ella supiera nada de medicina, pero había aprendido a base de heridas a parar las hemorragias.

El monologo acabó con la puerta de la iglesia abierta de par en par, los chistes de Velo se habían vuelto malos, malísimos, y sin ninguna gracia, parecía haber perdido por completo la elegancia que solía caracterizarle, así como el dramatismo. Nuevamente, la guarda sacó una de sus dagas y se preparó para el ataque, sin embargo, de la iglesia no salió un payaso terrorífico, ni una serpiente gigante haciendo malabares, ni nada de lo que pudieran haber esperado, no, lo que salió fueron conejos blancos, pequeños, peludos, y adorables, cientos de conejos blancos saltando por todos lados.

¿Morir de risa? Esas cositas solo los podrían hacer morir de monería. O eso pensaba hasta que vio como comenzaban a morderse unos a otros, parecían estar infectados con algo, tal vez, la rabia, los ojos estaban inyectados en sangre y los dientes eran afilados como colmillos.

- ¿Pero qué...? tenemos que apartarnos, vamos.-
dijo retrocediendo hacia el cuerpo inerte del murcielago, podrían hacerlo servir de barrera, solo necesitaban aguantar cinco minutos, solo cinco minutos, probablemente, en ese momento, menos.

Dio un último vistazo al tejado de la capilla antes de continuar su avance, Velo, si es que era él, porque con su forma de hablar comenzaba a dudarlo, miraba con una sonrisa un reloj de arena que había en su muñeca. No debía quedar mucho tiempo.
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Mensaje  Eltrant Tale Miér Ago 31 2016, 23:55

La bola de fuego en la que Huracán se encargó de convertir al Vampiro supremo se desplomó a pocos metros del grupo, crepitando lentamente, dejando escapar sencillas volutas de humo con un fuerte olor a carne quemada que parecía adherirse a los ropajes de los presentes.

A pesar de haber salido victoriosa de la confrontación, Huracán, no obstante, estaba lejos de encontrarse ilesa, frunciendo el ceño el castaño se acercó a ella, dispuesto a ayudarla a levantarse, pero tan cabezota como de costumbre, les quitó importancia a sus heridas.

Estirando los brazos, ligeramente aturdido, clavó su mirada en el cadáver humeante del vampiro, y sin decir nada acerca de la actitud de su compañera, se giró de nuevo hacia dónde Velo observaba, divertido, su fiesta.

- ¿¡Estas satisfecho!? – Gritó levantando su espada, apuntando con ella al tipo que, tras una máscara, se reía de todo el mundo. No solo ignoró las palabras del mercenario, sino que, además, de forma tan pomposa y teatral como lo había hecho para anunciarse, dio paso a la nueva prueba, una que, además de peligrosa, iba a ser divertida.

Podía notar a simple vista que la herida de Huracán era más grave de lo que ella decía, por otro lado, estaba seguro, de que dijese lo que dijese no iba a cambiar gran cosa, él mismo había estado en la misma situación que la bruja un centenar de veces, y nada había evitado que siguiese metiéndose en líos.

La puerta, otra vez más, crujió. Esta vez no hubo ningún cuarteto de cuerda acompañando a aquel chirrido infernal, aquel sonido que, para los invitados a aquella fiesta, no era más que el preludio de otro de los absurdos juegos de su anfitrión. Esta vez no eran pisadas lentas y pesadas lo primero que se escuchó tras aquel chirrido, ningún ser enorme emergió de la iglesia, ninguna bestia que se ocultase en las sombras para sus propósitos, nada parecido a lo que habían visto antes; Fue un pequeño ejército de conejos, más de un centenar de pequeños y peludos animales de color blanco, lo que salió al encuentro de los incautos que habían decidido asistir a aquel lugar.

Los presentes, o la gran mayoría de ellos, miraron confusos a la cascada de color blanco que emergía de la capilla, Eltrant arqueó una ceja, e emitió al resto, aquello no tenía ningún sentido. - ¿Qué pretende con esto? – Preguntó en voz alta, nadie de los presentes parecía ser capaz de responder de inmediato a aquella pregunta, al menos no hasta el momento en el que, cansadas de observar, las liebres atacaron.

Las luces seguían apagadas en su totalidad, solo alumbrados por el resplandor que aun emanaba del cadáver del vampiro en llamas, las tonalidades naranjas y rojas se reflejaban delicadamente en el pelaje de los conejos, que, como un alud de nieve, se lanzaron contra los incautos que, creyendo que lo peor había pasado, se acercaron a ellos.

- ¡Atrás! – Exclamó el mercenario mientras, armado con su espada, sesgaba a los pocos animales que cambiaban de objetivo y decidían ir hacía ellos, siguió a Alanna, que ayudaba a una Huracán herida a ponerse a resguardo tras el llameante cuerpo del vampiro supremo. - ¡Esto es lo que me faltaba por ver! – Volvió a proferir cuando, de un puntapié, colocó uno de los muchos animales de la jauría a los pies de Velo, sobre la capilla, quien dio varios saltitos, carcajeándose de lo que estaba sucediendo.

Eran demasiados, uno tras otro saltaban, sin preocuparse sobre su propio bienestar, contra todo ser vivo en aquel lugar, saltaban al fuego, saltaban sobre las espadas que blandían a duras penas los pocos individuos que quedaban con vida, saltaban a una muerte segura con un único propósito, acabar con la vida de todos y cada uno de los presentes.

Moviendo la espada frenéticamente el mercenario trató de detener a los que se les acercaban, acertando solo en un par, algunos comenzaron a tratar de subir por las piernas del mercenario, a los que se encargó de lanzar por los aires girando sobre sí mismo.

- ¡Mantenedlos a ralla! – Gritó Eltrant tomando a uno que se le había agarrado a la capa y lanzándolo tan lejos como pudo.

Dejó escapa un gemido de dolor al sentir como los finos y afilados incisivos de uno de los conejos penetraban su carne, a la altura de los tobillos, apartándolo de una patada corrió al único lugar en el cual los conejos perdían la ventaja que tenían por superioridad numérica, tras el cuerpo del vampiro supremo.

Afortunadamente blandía una espada de un tamaño considerable, capaz de segar a varios de aquellos animales encolerizados al mismo tiempo, esto no impidió que algunos saltasen sobre él y le mordiesen, pecho, espalda, brazos, ninguna herida profunda, pero que no paraban de sangran.

-¡Alanna! – Llamó la atención de la guarda - ¡Protege el otro lado! – Apartando de su camino un grupo de cinco conejos Eltrant se giró y señaló el lado opuesto de la “barricada” - ¡No dejes que nos rodeen! – Ahora se giró hacia Huracán, dada sus armas, se podría decir que el enfrentamiento contra grupos numerosos de enemigos no era el punto fuerte de la bruja – Huracán, los que se cuelen, abátelos, aunque los tenga encima, mátalos – Dijo antes de volver a contener a las liebres, confiaba en la puntería de la cazadora, no le daría a a él a no ser que ella quisiera hacerlo.

Por mucho que cortaba siempre seguía habiendo más, ¿Seguía contando la regla de sobrevivir diez minutos? ¿Qué había cambiado? Tenían que hacer algo, y rápido.
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Mensaje  Anastasia Boisson Sáb Sep 03 2016, 15:16

Alanna corrió para asistirme a pesar de que le dije que no necesitaba ayuda. Estaba mejorando poco a poco de la herida que afortunadamente, aparentaba más de lo que era. Pero tampoco rechacé la ayuda de la guardia y de su compañero. Las cuchilladas y arañazos eran el pan nuestro de cada día para los cazadores. De momento era joven y tenía una gran resistencia.

El show de Velo llegaba a su parte más graciosa. Las puertas de la iglesia se abrieron de nuevo para dejar salir… ¿conejos? ¿pero qué coño? Alanna parecía divertirse. A mí no me causaba ninguna gracia. Eltrant estaba sorprendido también. Sí, todo era muy gracioso, hasta que los conejos comenzaron a saltar y devorar a los visitantes. Lanzándose a los cuellos. Como si estuvieran bajo los efectos de algún estupefaciente. Todos ellos. Un enorme manto blanco en medio de la noche era, irónicamente, el mayor peligro ahora.

Con ayuda de Alanna me situé detrás del vampiro supremo que había hecho arder y que ahora yacía muerto. Con un poco de suerte no se acercarían al fuego. Los gritos de la gente en la plaza cerrada, por las mordeduras asesinas realizadas por los conejos, daban lugar a un espectáculo macabro. Comencé a concentrar el viento nuevamente. A sentir el maná en mi interior.

Eltrant y Alanna comenzaron a abatir conejos. El mercenario me dio la instrucción de que abatiera a los conejos. Con las ballestas imposible, abatiría de uno en uno, o a dos como mucho. Los mantuve alejados con corrientes de aire. Salían volando por los aires, pero había tantos que llegó un momento en el que me sentí por completo desbordada.

Comencé a ver como mordían a Eltrant, y posteriormente. ¿Sería aquel nuestro final? ¿Devorada por conejos psicópatas? Una manera muy patética y triste de morir. Nos defendíamos con todas nuestras fuerzas. Yo los alejaba de nosotros, hacía crecer las llamas hacia los animales con el viento para tratar de quemarlos. Lo conseguí con unos cuantos. Pero venían más y más. Uno de ellos me mordió el brazo y solté un grito de dolor, lo agité con fuerza y lo solté nuevamente.

La estampa de Eltrant y Alanna luchando, con impresionantes giros con sus respectivas armas, y las mías esparciendo el fuego de la criatura con ayuda del viento por entre los animales, daban lugar a una escena muy bella viendo desde donde lo veía Velo. Los cinco minutos restantes fueron eternos, quizás los más largos de mi vida. A mí me habían mordido de lo lindo y sumando a la herida de antes, comenzaba a sentirme verdaderamente mal, agotada.

Por suerte para nosotros, los conejos comenzaron a morir sincronizadamente. Como si tuviesen un tiempo de vida delimitado por el reloj de arena de Velo.  Una esperanza de vida muy corta proporcionada. El “amigo” de Alanna bajó y se mostró ante nosotros. Comenzó a aplaudir.

-¡Habéis sobrevivido! – dijo - Enhorabuena. Sois los ganadores del concurso.

No dije nada, simplemente me llevé la mano a mi espalda, donde guardaba la ballesta pesada que aún no había utilizado. – Voy a acabar con esto. – les dije a Alanna y Eltrant. Me daba igual que aquel conociera a Alanna, había jugado conmigo y lo iba a pagar. Iba a morir allí mismo. Desenfundé la ballesta y me propuse apuntar al vampiro, o lo que quiera que fuera aquel tipo. Me daba igual. Ahora iba a ser carne de mi ballesta pesada.

Pero repentinamente, una enorme bandada de murciélagos salió de la parte trasera de la iglesia. La bandada era enorme, aún mayor que la de los conejos. Se materializó en una forma humana, femenina, justo en la parte más alta. Estaba lejos y desde aquella posición era inalcanzable.

-¡Mortagglia! – exclamé, sorprendida, levantando la ballesta apuntando ahora hacia ella. Era la segunda vez que me encontraba con ella y el primer encuentro ya no había sido bueno para mí, conseguí sobrevivir gracias a la inestimable ayuda de Elen e Igraine. Pero ahora estábamos en su territorio. Y sabía que llevaba mucho tiempo buscándome. Habíamos caído en su trampa.  – Es mi abuela, la líder del grupo de vampiros más peligroso que conozco. Es extremadamente peligrosa. – Mi abuela era una mujer sin escrúpulos. Una de las personas más crueles que existían, entre sus logros se encontraban un reciente ataque a Lunargenta, el asesinato de cientos de inocentes, y todo por mantener su supremacía de la raza de los vampiros.

La Dama no diría nada durante unos instantes, me miraba desafiante, simplemente levantó un brazo y acto seguido tras los muros de la zona vallada que nos impedía salir comenzaron a sonar sonidos guturales. Muchos vampiros  comenzaron a saltar tras los muros de la “fiesta”, acabando con la vida de los pocos presentes que quedaban y

-Hasta aquí has llegado, Anastasia. No tienes ninguna posibilidad. – me dijo desafiante y, desde la lejanía, se dirigió también a mis dos acompañantes. – Vosotros dos. Inclinaos ante mí y tenéis mi palabra de que no os haré nada. - aquello dejaba claro que mi abuela únicamente me quería a mí. Y Velo probablemente habría intercedido por Alanna para que no acabara con ella como había dicho la joven guardia antes.
-Tu palabra no vale una mierda. - le grité desafiante desde mi posición de desventaja. - Traicionaste a tus familiares y amigos por tus ansias de poder. Puedo morir aquí, pero ten por seguro que jamás me arrodillaré ante ti.

Entre la risa psicópata de Velo, la mirada y crueldad de la Dama y los gruños de los vampiros, que con sus colmillos afilados y sus garras extendidas, estaban ansiosos esperando la orden de la Dama para abalanzarse sobre nosotros. Estábamos rodeados por completo.
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Mensaje  Alanna Delteria Jue Sep 08 2016, 13:51

Los conejos saltaban por todos lados, eran tan esponjosos como terroríficos, era como si les hubieran dado algún tipo de droga, y si ella sabía de algo, era de los efectos nocivos de ciertas sustancias, pero, ¿de cuales? ¿Qué podría haber hecho que unos animales que solo se preocupan por comer y reproducirse, porque básicamente los conejos hacen eso, no por nada existe la expresión de fo**ar como conejos, se volvieran así de agresivos?

No importaba, no tenía tiempo, Huracán, en el suelo parecía dolorida, y Eltrant había comenzado a dar espadazos a diestro y siniestro empezando a llevarse ya los primeros mordiscos. Ella ya alzaba las dagas, pero de poco le servía un arma corta contra esa plaga de monstruitos rabiosos. Guardó sus dagas, recibiendo un bocado de uno de los conejos, que enganchó los dientes a su brazo derecho mientras ella tomaba una de las antorchas caídas y apagadas que había no muy lejos.

A garrotazos, sacó al conejo de su brazo y comenzó a batear con el palo de un lado a otro, cerrando el circulo entorno a Huracán, a la que le costaba algo moverse por las heridas, para poder protegerla. Los mordiscos volaban mientras los tres intentaban mantener protegida y libre una pequeña zona donde, por suerte, y gracias a la barrera que les ofrecía el vampiro supremo, solo tenían que atender a tres de las bandas.

Los ataques de Huracán despejaban bastante la zona, lo suficiente para que las mordidas no pudieran ir a más, ya que el brazo de Alanna comenzaba a sangrar cada vez más en la zona donde el conejo rabioso la había mordido, solo rezaba porque no estuvieran enfermos, podía tolerar los venenos, se había entrenado para ello y hacía tiempo que ni sueros de la verdad, ni somníferos ni bebida maliciosa alguna le afectaba. Era más sensible que la media a las pociones de transformación, pero eso podía ser por los antecedentes familiares.

Su madre, bruja retirada y que no usaba magia desde su juventud, había gustado de practicar la alquimia, y probaba con sus hijas algunas de las pociones, en ella le encantaba probar las que la convertían a la gente en animales o cambiaban la edad, la única vez que su madre la había visto de adulta había sido el día que confundió dos ingredientes e hizo que un té revitalizante se volviera una pócima para cambiar la edad de una persona, veinticinco años de edad había aparentado durante día y medio. Por suerte el efecto pasó, y le dio la oportunidad a la mujer de ver lo que no podría ver nunca por su prematura muerte.

Mientras seguía dando golpes, los conejos, de repente, comenzaron a caer muertos, cubriendo el suelo de una mullida y macabra alfombra blanca. Resoplando, se giró hacia el supuesto Velo, que sonrió exclamando lo obvio, estaban vivos. Huracán tenía aspecto de estar harta, e incluso hizo el amago de lanzarse a por velo con sus ballestas.

- Espera...- fue a detenerla Alanna, no sabían que otra cosa podía tener preparada, pero no pudo, alguien se interpuso causando tal sorpresa a la bruja de viento que pareció detener el tiempo.-¿Qué?- Preguntó en un murmullo cuando Huracán presentó a la recién llegada.

La abuela de Huracán, que se mantenía con una juventud que ni siquiera el paso de los años habían logrado arrebatar, era, sin duda, un vampiro. ¿Como una cazadora de vampiros podía tener por abuela a una vampiresa? Bueno, era en realidad una pregunta estúpida, ella era Guardia y tenía por familia a un delincuente, un delincuente importante. Aunque algo le decía que su padre era bastante menos terrorífico que esa mujer que se elevaba sobre los tejados, o tal vez no, no lo tenía claro, al fin y al cabo, ella nunca había temido a su padre, solo lo había odiado.

Las exigencias y ordenes de la mujer comenzaron a mosquear a la Gata, que a penas daba explicaciones siquiera a sus propios superiores y que desde pequeña había prometido seguir sus propias normas, no iba a inclinarse ante alguien que trataba con ese aire de superioridad a su propia nieta, los abuelos debían mimar a los nietos, no mirarlos como esa mujer miraba a Huracán.

Alanna puso una mano en el hombro de la bruja y cogió a Eltrant por la manga de su camisa, alzando la cabeza, podía estar cometiendo suicidio, no lo sabía, pero Huracán parecía asustada, decidida, pero espantada, y necesitaba, o eso pensaba Alanna, a alguien que la mantuviera erguida, no físicamente, si no psicológicamente, por ello, con voz clara, alzó la mirada hasta la amenazante mujer y sin temblar un ápice ni mostrar asomo de duda, declaró.

- Yo no me arrodillo ante nadie, ni siquiera ante mi rey, mucho menos ante usted.- y es que, era cierto, ni siquiera cuando le entregaron los premios en terpoli hincó las rodillas en el suelo, solo inclinó la cabeza, nunca, jamás, se arrodillaría ante nadie.
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Mensaje  Eltrant Tale Sáb Sep 10 2016, 18:08

Le dolían los brazos, sin detenerse siguió golpeando, a diestro y siniestro, conteniendo a la marabunta de animales, esponjosos y blancos, que buscaban su muerte por encima de todas las cosas. - ¡Acabaos de una vez! – Exclamó tras verse obligado a retroceder aún más, los conejos se agolpaban frente a él, los cuerpos de unos hacían de armadura para otros, que se colaban entre los cadáveres de sus aliados caídos, listos para acometer contra él mercenario.

- ¡Muy bien! ¡Vamos a acabar con esto! – Tan pronto como el eco de la voz del mercenario se acalló, los animales comenzaron a morir, uno tras otro, como si alguien hubiese activado algún tipo de mecanismo de muerte, todos se quedaron inmóviles de golpe.  - ¿Qué…?

La voz de Velo les informó, como siempre desde las alturas y con un buen humor enfermizo, que eran los ganadores del concurso.  El misterioso “amigo” de Alanna tenía razón, todos los demás invitados, todos, yacían muertos en el suelo, algunos aplastados por las enormes manazas del vampiro supremo, otros, simplemente, asesinados por más de un centenar de pequeñas garras.

Un silencio sepulcral reinaba en el descampado, solo roto por el crepitar de las llamas que cubrían el cadáver de la bestia junto a la que se habían parapetado.

El castaño entornó los ojos y clavó su mirada en el hombre que les observaba desde lo alto del campanario - ¡Baja aquí abajo! – Gritó apuntándole con la espada - ¡Terminemos con esto! - Huracán parecía estar de acuerdo con él, porque pronunció una frase virtualmente idéntica a la suya, desenfundando, mientras lo hacía, su ballesta.

Huracán no llegó a disparar su arma, una bandada inmensa de murciélagos emergió de la parte posterior de la capilla, inundando e cielo, cubriendo la luna como si de una gruesa alfombra se tratase - ¿…Ahora qué? – Esperando otra de las pruebas de Velo Eltrant se incorporó levemente, había recibido una gran cantidad de arañazos y de mordiscos por parte de los conejos, no había sido nada, sin embargo, que no pudiese soportar, su propia ropa se encargaría de detener la sangre.

Los murciélagos entonces, se congregaron en el tejado de la iglesia, en la parte más alta, a pocos metros de Velo; Todos se acumularon en un mismo punto, como si súbitamente no tuviesen forma corpórea se agolpaban uno sobre otro, formando poco a poco lo que parecía ser una silueta humanoide.

Finalmente, una mujer apareció en el lugar en el que los murciélagos se habían estado aglomerando, una mujer que, claramente, se podía ver que les miraba con desdén, o que lo hacía con Huracán, su mirada no llegó siquiera a posarse sobre los dos humanos que acompañaban a la cazadora.

Frunció el ceño cuando la bruja enunció, con un grito cargado de odio, el nombre de la mujer que se acababa de materializar en el tejado. Mortagglia, la poderosa vampiresa sobre la cual Huracán le había advertido apenas unos minutos después de conocerse, semanas atrás en Lunargenta.

Enarcó una ceja cuando la cazadora informó a Alanna de quien era aquella vampiresa, Eltrant sabía de la existencia de Mortagglia, pero no sabía que fuese la abuela de Huracán, se encogió de hombros y no hizo ningún comentario al respecto, tampoco es que fuese información sumamente relevante, veía lógico que la cazadora hubiese decidido no decir nada más acerca de su relación con la vampira que quería matarla.

Tomando aire escucho las palabras que la verdadera anfitriona de aquella fiesta dedicó a su nieta, básicamente remarcaba lo evidente, no saldrían de allí con vida si no se arrodillaban ante ella.

Cerró los ojos, Alanna no tardó en negarse a arrodillarse, sonrió, realmente estaba empezando a ser una mala influencia para ella, las historia que conocía sobre “La Gata” hablaban de alguien prudente, que estudiaba las opciones antes de tomar ninguna decisión

Pasándose su pesada espada de una mano a otra clavó sus ojos en Mortagglia – Lo siento “Abuela” – Dijo sonriendo todo lo que podía en aquella situación – Anastasia tiene razón – Dejo caer su arma sobre su hombro derecho – Tu palabra no vale una mierda.

La vampiresa no le conocía, nadie relevante lo hacía, ese era su punto fuerte, pero prometió a Huracán que le ayudaría en Verisar con sus asuntos, y antes de partir hacia el norte con ella había hecho los deberes, había pedido muchos favores solo para descubrir que aquella vampira tenía una infinidad de locales, todos secretos, como el que había encontrado en Lunargenta con la cazadora, no sabía lo que era capaz de hacer, pero la fama que tenía en la calle, el miedo que le tenían personas que no sabían ni su nombre, decían mucho más de ella de lo que probablemente se figurase.

- ¿Y bien? – Preguntó Eltrant apuntándole con la espada - ¿Vas a mandar a algún lacayo o vas a venir directamente tú? – Era plenamente consciente de que si aquella mujer decidía encararles directamente, lo iban a pasar realmente mal, y eso si conseguían salir con vida ¿Pero que más podían hacer? ¿Acobardarse? – A mí me da igual a quien matar antes.
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Mensaje  Anastasia Boisson Lun Sep 12 2016, 22:54

Tenía los nervios a flor de piel. Mortagglia llevaba meses buscándome y ahora me tenía delante de sus narices, y para colmo herida. Sólo los dioses sabrían qué maquiavélicas ideas tenía pensadas mi abuela para mí. Ella les había ofrecido a mis compañeros perdonarles la vida si me dejaban a la deriva. No tenía intención de influenciarles y llevarles a una muerte más que segura, no les culparía por ello.

Pero al menos, sabía que no estaba sola. Alanna fue la primera en pronunciarse, y en cuanto se decantó a mi favor sentí una cierta tranquilidad. Ladeé la cabeza hacia ella con una tímida sonrisa, estiré el brazo, tomé su mano y la apreté. En un gesto que por sí solo explicaba lo que sentía en ese momento. Agradecimiento. Aquel gesto, en una persona tan fría y tan reacia a mostrar sus sentimientos, significaba mucho.

Eltrant la secundó. También envié una mirada de agradecimiento hacia el mercenario. Que empezaba a parecerme un tipo sincero y fiel. Sin duda, el mundo debería de tener más gente como ellos dos.

Sus palabras en general y las de Eltrant en particular no parecieron alegrar a la Dama, que volvió a convertirse en un ademán de murciélagos que descendieron hacia el suelo, cerca de donde nos encontrábamos nosotros, volviendo a materializarse en la figura de la vampiresa, de rostro serio e impasible, que no dijo nada y envió una mirada al mirada muy propia suya, que hablaba por sí sola. Ya había respondido al mercenario.

Mirada psicópata:

Mala decisión la de Eltrant el desafiarla de aquella manera. Resultaba evidente que la Dama sufría algún tipo de psicopatía, sus miradas idas lo decían todo. Mortagglia no era más que una Huracán consternada, o más bien yo era una Mortagglia con cordura. A su lado, Velo parecía disfrutar con el espectáculo.

-¿Qué quieres? – le pregunté con desprecio, sin quitarle un ojo de encima, mientras los vampiros que parecían sujetos por ella gruñían cada vez más ansiosos por abalanzarse contra nosotros. La Dama rió.
-A ti, Anastasia. Eres joven y estás indecisa. Reconozco que Isabella te ha enseñado bien, pero yo puedo completar tu formación. Puedo hacerte inmortal. – explicó con calma y tranquilidad, con una voz pausada y relajada. – ¿Por qué renuncias a un poder tan grande como el que puedo ofrecerte yo? Abuela y nieta, dominando Aerandir por un bien común. ¿No suena maravilloso?
-Suena horrible. – respondí brevemente de nuevo, sin quitarle un ojo de encima. – Yo ya he elegido mi bando, y tú has elegido el tuyo. Ahora, eres mi enemiga.

Rió como si estuviese tomando mis amenazas en vano. Comenzó a acercarse hacia a mí. Andando calmadamente. No me fiaba un pelo de sus actuaciones y me llevé la mano a una de mis ballestas-pistola de mano y apunté a su frente. Lo que hizo que los vampiros comenzasen a gruñir, ferozmente.

-¡No los ataquéis! – ordenó la vampiresa, como si confiara plenamente en mí. – Anastasia, por favor,  replantea tu posición. ¿No serías capaz de dispararme, verdad?

Durante unos instantes me quedé petrificada. Apuntándole a su cabeza, mientras se acercaba. Tenía al terror de los humanos, a la carnicera de Sacrestic, una de los vampiros más poderosos y salvajes frente a mí. Sí, pero también tenía a Anastasia di Miraclo, mi abuela, frente a mí. Muchos pensamientos pasaron por mi cabeza. Tenía los sentimientos enfrentados. - ¿Cazadora o vampiresa? – continuaba diciendo, presionándome, comiéndome la cabeza. Cerré los ojos. Aquellos fueron los segundos más largos de mi vida. Pero ella no se detenía, cada vez estaba más cerca de mi ballesta. Era mi momento. Había nacido para ello. No podía ni debía dudar. No quería arrepentirme de aquello y no, no lo haría.

-Cazadora, siempre. – sentencié en respuesta a su frase, serena. Y antes de que cambiara de opinión disparé a su frente. Alcanzándole con el virote de plata en la cabeza. La Dama, cayó ipso facto en el suelo.

Ya estaba. Había acabado con Mortagglia. Su exceso de confianza le había traído a su fin de la manera más rápida y patética. Me quedé observando su cadáver reflexionando en la manera tan rápida con la que había terminado con alguien que había hecho tanto daño a la humanidad. El resto de vampiros comenzó a rugir salvajemente pero aún así, eran incapaces de lanzarse contra nosotros.

Mi sorpresa llegó cuando el cadáver comenzó a descomponerse tan rápidamente. La figura de una mujer había pasado a convertirse en humo. Y su voz, nuevamente, sonó detrás de mí. Lo que había disparado no era más que una ilusión, un truco muy habitual entre los vampiros.

-Te daré la última oportunidad. Estás en el bando débil. No tenéis por qué morir hoy. – dijo la voz de la Dama volvió a sonar tras de mí. Me giré rápidamente. Allí estaba ella, tras nosotros, nuevamente personificada. Los vampiros cada vez se mostraban más violentos.
-¡Nunca me uniré a ti! – grité con odio. – Nunca seré una traidora.
Qué decepción… – musitó para sí misma. -  Así sea, cazadora. – sentenció. Y sus uñas comenzaron a estirarse en forma de garras enormes. Mostró sus colmillos y, los vampiros que nos rodeaban, comenzaron a abalanzarse contra nosotros. Entre risas que mostraban su sed de sangre.
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Mensaje  Alanna Delteria Sáb Sep 17 2016, 09:39

Estaban todos de acuerdo, ninguno se iba a dejar abasallar por las amenazas, y es que, nadie, nunca, debe dejar que pierdas tus creencias, ni siquiera una bruja loca, como lo era la abuela de Huracán, parecía tener un aura de peligro envolviéndola. Alanna, en su posición, tembló un instante, asustada, conocía a ese tipo de mujeres, eran peligrosas. Había tratado con ellas en varias ocasiones, y eran como el filo de un abrecartas, en un principio no parecen peligrosas, pero la realidad era diferente, manipulaban, mentían y consumían a quienes, a su alrededor, parecían haber logrado lo que ellas querían, Huracán estaba en serio peligro, esas mujeres, su abuela, eran veneno, y si Alanna sabía de algo, era de venenos, los había usado todos, los había consumido, había sobrevivido a ellos, y seguiría haciéndolo.

Tragó saliva, reponiéndose, y se mantuvo firme sobre sus pies, no se podía echar atrás, no cuando en parte era culpa suya que hubieran acabado en esa fiesta macabra sacada de una "mascarade" sangrienta. Sacó, de las mangas de su camisa, un par de dagas. Y se preparó para lo que pudiera venir, pero al parecer la mujer quería demostrar que, al menos, era compasiva con su nieta, y hasta dos veces le volvió a ofrecer la oportunidad de ir a su bando. Puede que otra persona se lo hubiera planteado, pero no Huracán, esa chica era puro fuego y decisión. Y parecía que, incluso antes de ese momento, la cazadora ya había decidido y tenido clara su respuesta. Nunca, jamás, se volvería un vampiro.

Huracán dejó ir, entonces, la fecha que había estado cargando, la guarda pensó que ya había acabado, la vampiresa estaba muerta, pero nada habría estado más lejos de la realidad. La figura femenina se convirtió en humo y subió hacia el cielo de luna roja. La voz sonó de nuevo, a sus espaldas y al girarse, allí estaba. La misma figura que la del tejado, pero más real y tangible, más cercana. Era probable que en ese momento Alanna hubiera tenido que lanzar sus dagas, intentar acabar con ella, y lo pensó más de una vez en los escasos segundos que duró el intercambio entre abuela y nieta, pero eso no era cosa suya, Huracán era la que debía luchar esa batalla y ella sería su apoyo.

Cuando las uñas de la mujer comenzaron a estirarse, supo que volvía a empezar la batalla. Se agachó, adquiriendo una postura de batalla y, en cuanto los primeros vampiros se acercaron tomó la delantera y apuñaló a uno en el corazón, para, al instante, dar una patada a otro que se acercaba por la izquierda. Ese sitio era una desventaja para ella, necesitaba buscar una posición elevada donde su equilibrio le supusiera una ventaja, lo único que podía usar para su beneficio era su velocidad. La loca venenosa había sacado las uñas, pero parecía no saber que se enfrentaba a una experta en arañazos.

La Gata corrió con prisa hasta la capilla e hizo ruido para llamar la atención de algunos vampiros, así poder alejarlos de sus compañeros. No era tan resistente y fuerte como ellos, pero era más veloz, más incluso que Huracán, era su único punto fuerte, pero si luchaba en un lugar plano acabaría agotada pronto, y sería más una molestia que una ayuda real. Cuando comprobó que un grupo medianamente numeroso iba a por ella, subió pos las estatuas de santos y los ventanales de cristales de colores hasta el tejado, donde una aguja con n gallo giraba sin control por la fuerza del viento.

Alanna sentía que podría volarse, pero se mantuvo en firme, dagas en mano, alejándose de la parte más fácil de escalar, mientras el primer vampiro alcanzaba la cima y el segundo, a una distancia corta, lo seguía. Se agachó, manteniendo el equilibrio sobre el listón de cumbrera, cubierto por cerámica de caballete, que bailaba cuando los pasos eran muy bruscos, no lo debían haber enganchado, por lo que en esa lucha, la victoria la tendría aquel que más suave fuera al luchar, ¿y quien era más delicado en sus pasos que un gato? Al parecer, esos vampiros.

Comenzó a lanzar dagazos tras esquivar el primer golpe, no podía lanzar las dagas, si sedeshacía de ellas quedaría indefensa y solo habría acabado con, como mucho, cuatro vampiros, con las cuatro dagas que tenía a su disposición, las dos que ya blandía, y otras dos enganchadas en el pantalón. Lanzarlas debía ser su última baza, lo único que sabía era que, antes de acabar agotada, debía pararles los pies a cuantos más posibles, por lo que necesitaba golpes rápidos y certeros. Los dos primeros vampiros fueron los más difíciles, los cuatro siguientes calleron como moscas o bien por su falta de equilibrio, que los hacía caer al vacío y romperse el cuello, o bien por la velocidad de la Gata, que los detenía antes de que pudieran acostumbrarse al terreno.
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Mensaje  Eltrant Tale Mar Sep 20 2016, 18:17

El cadáver de la vampiresa, con el virote de Huracán justo en la frente se desvaneció ante los incrédulos ojos del mercenario, se convirtió, lentamente, en humo. - “Corta la cabeza de la serpiente” – Preparó su espada, la mujer con la que habían estado hablando hasta hacía unos instantes no había sido nada más que una ilusión, un truco en el que todos los presentes habían caído. Mortagglia no iba a morir tan fácil, su voz, repleta de confianza ahora tras ellos, lo indicaba.

Eltrant se giró inmediatamente sobre sí mismo, esperando que la señora de la noche tomase ventaja de su nueva posición, pero lejos de atacarles la vampiresa le dio una última oportunidad a su nieta para que se uniese a ella, para que se convirtiese en una vampiresa. Aquello no hizo sino reafirmar la postura de la bruja, que no dudo un instante en volver a negarse a aquella promesa de poder ilimitado.

Tomó aire y contempló como tras la respuesta de Huracán, gradualmente, las uñas de la mujer iban tomando forma de garras – Allá vamos… - Frunciendo el ceño miró a su alrededor, los demás vampiros parecían estar volviéndose más y más agresivos con cada palabra que producía su maestra, hasta que, finalmente, se abalanzaron contra el grupo.

Como una única sombra, como un único ser, una marea de vampiros comenzó a correr hacía ellos, apretó los dientes esperando la embestida y se agachó justo a tiempo para evitar el frío acero de uno de sus muchos adversarios, no obstante, no pudo evitar la acometida principal, que lo lanzó por los aires. – Humanos… - Escuchó decir a aquel tipo.

Tensando sus músculos hasta un límite que desafortunadamente, estaba acostumbrado a alcanzar, se levantó del suelo lo más rápido que sus piernas le permitieron, entrando inmediatamente en un frenético baile con dos vampiros en el cual la única música disponible era el sonido del acero.

No pasó mucho tiempo hasta que uno de ellos se encontró con la espada de Eltrant, podían ser más fuertes, más agiles que un humano, pero él había pasado demasiadas veces por peleas como aquella como para dejarse matar fácilmente, sí querían su sangre, iban a tener que ganársela. El brazo de aquel primer vampiro surcó el aire girando frenéticamente sobre sí mismo hasta que cayó al suelo a pocos metros del mercenario.

Dejando al primero de los lacayos de Mortagglia gritando de dolor bloqueó la espada de otro de ellos y buscó a sus compañeras rápidamente, sin moverse de dónde estaba, Alanna parecía estar, como él mismo, peleando por su vida, pero dejando esa parte a un lado, parecía estar perfectamente, Huracán por otro lado era el objetivo principal de su abuela, y conociendo la fama que tenía aquella mujer, no podía permitir que se acercase a la cazadora.

Desviando, una vez más, la espada de otro de los lacayos de la vampiresa Eltrant placó a aquel tipo para quitárselo de encima y corrió hacía Huracán, su abuela no podía estar muy lejos.

Trató inútilmente de situar a la líder de todos los chupasangres con los que se iba topando, de todos con los que intercambiaba algún par de golpes, y la localizó un par de veces, evitando las saetas de Huracán, los puñales de Alanna, aquella mujer parecía poder convertirse en humo negro a voluntad, jugar con sus presas.

Cuando se hubo zafado de su tercer adversario de la noche se colocó frente a la cazadora y, limpiándose la sangre que resbalaba por la comisura de su labio le dedicó una sonrisa – Por esto no me gustan las reuniones familiares… –  Antes de que la bruja pudiese contestar, Eltrant notó el helado filo de una espada rasgando su camisa, maldiciendo al vampiro que, fundido con las sombras, se había acercado a él, le decapitó con un rápido tajó antes de que este pudiese hacer nada más - …Demasiado drama para mi gusto.

-Esperaba más de ti Anastasia – La voz de Mortagglia emergió del mismo lugar en el que había estado el vampiro que acababa de decapitar, una voz calmada, pero que a la vez denotaba una ira que no era capaz de describir con palabras, el simple hecho de oír su voz hacía que un frío escalofrió recorriese su espalda, aquella mujer era poderosa, muchísimo, quizás demasiado, pero no podía rendirse, no allí. – Esperaba que fueses más lista, más ambiciosa, más como yo.

Gritando cortó la oscuridad que tenía frente a él, atacó a la noche, cualquier persona que estuviese viéndole pensaría que era un loco, que estaba acometiendo contra la nada, pero la voluta de humo que se dirigida a la cazadora a una vertiginosa detuvo su espada.

De las sombras, una vez más, emergió el rostro de la vampiresa, su cuerpo, justo después. Las uñas de la mujer, tan afiladas como el metal del que estaba hecha su hoja, habían contenido la espada del mercenario sin mucho esfuerzo.

La mujer arqueó ligeramente una de sus cejas, nada pronunciado, quizás, ligeramente sorprendida, de que un simple humano hubiese podido detener una de sus acometidas, frunció el ceño y sonrió.

Ni siquiera pasó un instante antes de que Mortagglia se cansase de contener la espada del mercenario, desviándola con un leve movimiento de muñeca rasgó el pecho de Eltrant con un fuerte golpe en diagonal, gimiendo de dolor el castaño volvió a acometer contra la mujer, cuerpo a cuerpo podría contener a aquella mujer el tiempo suficiente como para que tanto a Alanna como a Huracán se les ocurriese un plan de acción.

- ¡Vamos a bailar abuela! – Exclamó, ignorando la sangre que empezaba a empapar la camisa. Podía sentir como su corazón bombeaba sangre hasta cada centímetro de su piel, como el tiempo se ralentizaba y sus movimientos se volvían más agiles, como sus golpes se volvían ligeramente más fuertes; Tenía que ganar tiempo, y no iba a intentarlo, iba a conseguirlo. - ¡No esperes que sea suave contigo solo porque eres vieja! – Sin detenerse, sin cuartel, sin dejar tiempo a que Mortagglia reaccionase, el castaño lanzó un ataque tras otro buscando órganos vitales, cuello, y cabeza.

Podía notar como los demás vampiros, los siervos de aquella mujer se mantenían a una distancia prudente de su ama, apretó los dientes sabiendo que no era buena señal y trató de apartar a la que había orquestado todo aquello de su nieta, obligarla a retroceder, pero la mujer desviaba su espada con una facilidad que parecía insultante, no llegó a rozar un centímetro de su piel.

Ella, sin embargo, no acometía con fuerza desmedida, como él, no atacaba sin piedad, sin compasión. Lo hacía con elegancia, con precisión, como un curandero que extirpa la carne muerta de un paciente con un bisturí, le desgataba gradualmente, casi parecía divertida con la situación.

Aquello había comenzado como una ofensiva, y rápidamente, se había vuelto una defensa desesperada, brazos, piernas, cara, pecho, no había parte de su cuerpo que no tuviese cortes, que no sangrase.

Retrocediendo un par de pasos, tratando de ganar distancia entre él y su extraordinariamente fuerte contrincante, contempló como la mujer sonreía ahora abiertamente, divertida. Jadeando volvió a colocar su espada frente a su cara, por fortuna las garras de la vampiresa colisionaron contra su arma, evitando que su cabeza quedase troceada en un sinfín de trozos similares, no obstante, esta vez, la vampiresa golpeó con una fuerza abrumadora para el tamaño que tenía, casi parecía más fuerte que el golpe que recibió, momentos atrás, de parte del vampiro supremo.

Tras rodar por el suelo y arrastrar consigo varias mesas debido a aquel impacto, trató de levantarse haciendo acopio de todas sus fuerzas, cayendo de bruces contra el suelo inmediatamente, pudo notar como ahora alguno de los siervos de Mortagglia le prestaban atención, como algunos se acercaban lentamente al herido.

Los humanos no sabéis cuando rendiros – Dijo simplemente mientras daba la espalda al mercenario y se giraba hacía Huracán – Te quedas sin aliados Anastasia, esto es lo que has escogido, soledad, debilidad... muerte – Eltrant frunció el ceño y alargó su mano hasta la espada que yacía a pocos centímetros de su cabeza – ¡Alejaos de mí! – Gritó girando sobre sí mismo con la espada, de forma todos los vampiros que ahora le rodeaban saltasen hacía atrás. – Tienes razón abuela – Usando la espada modo de bastón volvió a levantarse – No sé cuándo rendirme.

Sujetando su arma con ambas manos se preparó para realizar un movimiento que ya estaba habituado a hacer, si estuviese en uno de esos libros de aventuras que solía leer le habría puesto ya un nombre heroico, algo que hiciese temer a sus enemigos, el fantasma de una sonrisa se asomó en la comisura de su labio y clavó sus ojos en los de la abuela de Huracán.  

Tensando todos sus músculos cargó contra Mortagglia, quien aún le daba la espalda, mirándole solo por encima del hombro, haciendo uso de fuerza bruta, de todo lo que le quedaba, se abrió paso a través de los servidores de la vampiresa, hasta que estuvo justo frente a ella. Dejando escapar todo el aire que tenía en sus pulmones, alzó su espada sobre su cabeza y lanzó un golpe directo al hombro de la señora de la noche, tratando de partir a la mujer en dos.*


- ¿Eso es todo? – Fue lo que dijo Mortagglia cuando, haciendo uso de sus garras, detuvo la espada del mercenario – Eso… es todo – Contestó Eltrant levemente cuando, las garras de la mano derecha de la mujer, estallaron en mil pedazos debido a la intensidad del golpe. – Tú… pequeño… - Lady Mortagglia no necesitaba alzar la voz para demostrar que estaba furiosa, una simple mirada, un simple gesto, era suficiente, por eso aquellas palabras hicieron aparecer una sonrisa que, en escasos segundos se desvaneció, cuando notó como el resto de afiladas cuchillas a las que aquella mujer llamaba uñas se hundían en su vientre.

Extrayéndolas garras del vientre del mercenario, Mortagglia lamió la sangre de estas mientras el castaño se tambaleaba tenuemente, dejaba caer su espada a un lado, y se desplomaba cuan largo era frente a ella. – Esto… no ha acabado… - La vampiresa obvió las palabras de Eltrant y se volvió, de nuevo, hacía Huracán - ¿Has matado ya a suficientes de mis criados? – Dijo mientras caminaba, lentamente, hacía la cazadora.

***
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Mensaje  Anastasia Boisson Mar Sep 27 2016, 21:55

Los vampiros no tardaron en atacar y en abalanzarse sobre nosotros como alma que llevaba el diablo. Alanna que era la que más próxima estaba a ellos, comenzó a combatir contra los mismos, pero terminó por alejarse del grupo, trataba de alejarlos de nosotros y que no estuviésemos tan acorralados. Una decisión muy valiente pues eso la exponía a ella a un mayor peligro. Consiguió llevarse a varios consigo y se dirigió hasta la capilla.

Mortagglia venía claramente a por mí, andando y con sus garras de vampiro bien crecidas. Eltrant se interpuso entre ella y yo y, a golpe de espada, comenzó a tratar de hacerla retroceder. Momento que yo empecé para conjurar una corriente de aire que me diera más ventaja en el escenario. Comencé a dar piruetas por el suelo y a elevarme con fuerza sobre mis pies, ayudada por el viento que me elevaba como si fuera una pluma. Al mismo ritmo había desenfundado mis ballestas pequeñas y disparaba. Eran óptimas para la corta distancia. El problema de éstas era el pequeño tamaño del cargador, únicamente contaba con seis tiros. Insuficiente para la enorme cantidad de vampiros que allí había.

Comencé a tratar de alejarme de la marabunta de chupasangres. Momento que mi abuela aprovechó para decir que esperaba más de mí. No contesté. Fue Eltrant el que lo hizo con su espada. - ¡No, Eltrant! – grité desde mi posición, distrayéndome de abatir vampiros. Estaba loco enfrentándose a ella. En ese momento de distracción en el que veía como su espada y sus garras se cruzaban un vampiro me dio un fuerte golpe que me sacó volando por los aires, aunque solo di por fortuna con el suelo y no contra nada físico. Estaba ya herida del primer ataque, y ahora lo estaba aún más.

Cerré los ojos cuando vi a Eltrant entrecruzar su espada con las garras de Mortagglia, uñas que estallaron en mil pedazos, pero con su otra mano, la vampiresa atravesó el vientre del mercenario, cayendo éste al suelo con un gran dolor. - ¡Eltrant! – chillé dejando lo que estaba haciendo para ir a atenderle.

Ella venía hacia mí caminando, tuvo algo de cortesía al detenerse en cuanto me arrodillé junto al mercenario para atenderle. Tenía una herida bastante profunda con bastante mala pinta.

-Tranquilo, no pasa nada. – dije para tratar de calmarlo, no era precisamente buena ni cariñosa, pero me fastidiaba mucho que alguien recibiese daño por luchar por mí. Apreté su herida para que no perdiera mucha sangre.
-Tú los has traído a la muerte. – dijo Mortagglia mientras miraba a lo lejos a Alanna, que continuaba batallando a un cuantioso grupo de vampiros con claras dificultabas. – Mas no te sientas culpable, yo, sabedora de que eres una cobarde, les he dado la opción de entregarse. Han sido ellos quienes han elegido su destino.
-¿Hablas de cobardía tú? – me dije levantándome, muy enfadada. Me giré hacia ella. – ¿La que ha sido incapaz de venir a por mí si no es con trescientos lacayos protegiéndote la espalda?

Tomé mi ballesta pesada. La misma que había utilizado para derrotar al centinela no por una, sino por dos veces. La misma con la que había cazado un gran número de vampiros. La misma que había pertenecido a la asesina psicópata que ahora tenía frente a mí cuando aún conservaba la locura.

La Dama no se iba a quedar quieta esperando a que la disparara, sino que se convirtió en una bandada de murciélagos que se abalanzaron sobre mí. Disparé la ballesta llevándome por delante a unos cuantos, pero el resto tomó mi ballesta pesada y la lanzaron por los aires, dejándome desarmada. Murciélagos que luego volvieron a materializarse en Mortagglia. Que tenía un buen tajazo en el brazo, probablemente el proporcional al número de pequeños murciélagos que me había llevado por delante.

-Vaya… Un rasguño. – Mortagglia parecía reír. No era precisamente un arañazo pequeño, como tampoco lo era el hecho de que le faltasen las garras de una mano. ¿Acaso esa mujer no sentía dolor? Era bastante probable que no o que, probablemente, disfrutara con ello.
-¿Quieres más? – pregunté y tomé la daga con filo de plata de mi muslo, ideal para los vampiros, si conseguía atravesarle el corazón con ella.

Me lancé al ataque con un tajo cruzado directo a su torso, movimiento que esquivó con gran rapidez y me propinó un codazo en la cara, me tomó por los hombros y me sacó volando por los aires con gran fuerza. En ese momento recordé que el viento era mi gran aliado también traté de realizar un vuelo controlado y, cuando la gravedad comenzó a hacer su efecto, di una voltereta en el aire y caí hacia el suelo con gran agilidad, de pie e ilesa.

Volví a por ella. Mortagglia era muy ágil, tanto o más que yo, pero gracias a la corriente de aire sobre mis pies podía realizar piruetas y saltar sobre ella tratando de rasgarla y esquivando sus garras. Pero logró alcanzarme en el muslo durante una de mis piruetas, desequilibrándome y haciéndome caer al suelo. – No vas a durar mucho. – decía con sus garras extendidas mientras yo, arrodillada, apretaba los dientes llevándome las manos a la pierna, donde cuatro tiras rojas perforaban mi pantalón y mi muslo. Dolía y resquemaba mucho. – Vas a morir, Anastasia. – dijo mientras caminaba hacia mí.

Vi por el rabillo del ojo la ballesta pesada justo a mí lado. Cuando estaba justo tras de mí para darme el remate final le propiné una patada y rodé para tomarla, me puse a apuntarla para tratar de atravesarla, pero no me dio tiempo a disparar pues la Dama contraatacó con sus garras con gran celeridad. El golpe cortó mi ballesta en dos trozos, el arma de bella factura que le había pertenecido a la propia Mortagglia y con la que tantos vampiros había eliminado era ahora cosa del pasado. El impacto fue tan fuerte que parte de las astillas de la madera de la misma me dañaron en la cara. Caí rendida contra el suelo.

-La bonita estampa de la cazadora derrotada. – dijo Mortagglia mientras observaba la escena, conmigo inmóvil, tirada boca abajo en el suelo, con la pierna sangrando a borbotones y mi preciosa arma predilecta, junto a mí, cortada en dos. Todo parecía indicar que aquel iba a ser nuestro final, el mío y el de Eltrant al menos. Tantos años de lucha y de entrenamiento para terminar así. Ya nunca podría cumplir mi cometido. Herida y cansada, había perdido toda esperanza.
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