La peor situación [Interpretativo]
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La peor situación [Interpretativo]
¿Cual es la peor situación posible para un asesino?
La respuesta varía de persona a persona, por supuesto. Y de asesino a asesino. Algunos se juntan en clanes, hermandades o lo que sea. Esos dirían "defraudar al clan" o "fallar una misión". Otros, simplemente dirían "morir", o "ver sufrir a mis seres queridos". Tal vez una respuesta más humana, ya que son "personas" antes que "asesinos". Pero, para ser más especificos, la pregunta aqui debería ser otra. En este caso, no se debería preguntar por un asesino. No: esta historia comienza con una pregunta distinta, aunque parecida.
¿Cual es la peor situación posible para Wernack, el asesino, mercenario, ladrón e infame criminal?
La luz del sol cegó mi vista momentáneamente. Dolía. Mis ojos empezaron a lagrimar ligeramente por el escozor. ¿Cuantos días llevaba sin ver el sol? Había perdido la cuenta. Cada minuto en esa celda se me había hecho eterno. Al ver que me detenía, el guardia detrás de mi me empujó bruscamente.
-Camina.- ordenó con voz seca.
Gruñí ligeramente, pero me resigné a seguir. Descalzo, encadenado y aturdido, seguí detrás del carcelero que tenía delante. Me lo habían quitado todo. Mis armas. Mis aeros. Mi voluntad para luchar. Mi libertad. Y pronto, mi vida.
La única prenda que llevaba era un par de roídos pantalones de tela, manchados de sangre. Mi pelaje, antes plateado y brillante, estaba ahora sucio, con heridas recientes y cicatrices visibles. No había visto mi reflejo en un tiempo, pero tenía que tener un aspecto terrible. Aún notaba los moratones. De alguna forma, no había perdido ningún diente, pero eso era prácticamente lo único bueno a lo que sujetarme. Las palizas habían sido duras. La mayoría, por supuesto, eran provocadas. No era el mejor ni el más fácil de los prisioneros. Pero ya no tenía intención de luchar. Sólo estaba... cansado.
-¿A donde...?- carraspeé. Mi voz estaba rota, y mi garganta, seca. No había tenido una conversación en varias semanas, después de todo. -¿A donde me lleváis?- pregunté. El guardia de detrás solo gruñó algo, pero el carcelero respondió con tono arrogante. No me había esforzado demasiado en caerle bien.
-A tu juicio. Es hora de que te lleves tu merecido.-
-¿Mi... juicio?- Eso era inesperado. Creía que simplemente iban a cortarme la cabeza o ahorcarme, pero al parecer veían necesario el insultarme primero. No entendía para qué: el resultado sería, con toda certeza, el mismo. Tal vez fuese para darle la satisfacción a la larga lista de gente a la que había robado, amenazado, atacado o apuñalado por la espalda, la mayoría nobles humanos de Lunargenta, pero también algunos mercaderes y otra gente que no se lo merecía tanto.
Mis ojos empezaron a acostumbrarse a la luz y miré al cielo. Era temprano, y, por la posición del Sol, debía ser antes de mediodía. Podía ver el castillo de Lunargenta desde donde estaba, no demasiado lejos. Sin embargo, los guardias me guiaron "amablemente" hacia el interior de un edificio algo lúgubre, pero bien adornado. Finalmente, entramos a un gran salón.
Lo más notable de la habitación era la cantidad de gente sentada a ambos lados. Todos mirándome fijamente. Algunos cuchicheaban y reían, y otros simplemente observaban con muecas de satisfacción. Empezaba a reconocer algunas caras. Muchos, si no todos, eran victimas o clientes. Todos a los que había hecho sufrir, familias de muertos y gente en general que tenía motivos para guardarme rencor. Al final de la habitación, había una gran silla, prácticamente un trono, vacía.
Todo aquello parecía irreal. Esa clase de juicio era para gente notable. Nobles y caballeros. No para criminales como yo. No lo entendía en absoluto.
Atravesé la sala, aún acompañado por los guardias, hasta llegar al centro, a unos pocos metros del trono. Tras unos minutos, un hombre de mediana edad y bien vestido se acercó al asiento, anunciado como "Lord Drant Gilmore". Un noble de alta cuna. No lo conocía, por fortuna, pero su presencia bastó para silenciar cualquier conversación en la sala.
-Doy comienzo al juicio del mercenario conocido como "Wernack". Se te acusa de varios delitos contra la gente de Lunargenta, entre ellos: asalto, asesinato, robo mayor y menor, secuestro, vandalismo, amenazas, extorsión, provocar incendios, envenenamiento, resistencia a la guardia y otros 20 crímenes contra la corona.- Distintos recuerdos cruzaron mi cabeza al escuchar la lista. No recordaba ningún secuestro, pero apostaba a que la victima sí. -¿Algo que decir al respecto?-
-Hmph.- Carraspeé de nuevo y me erguí, intentando hacerme escuchar. -No entiendo el por qué de... esto. La gente como yo no es juzgada aquí. Y menos los hombres bestia. Sé como nos tratáis.- murmuré, mirando con odio al humano.
-Respecto a los cargos, hombre perro. No es el momento de debatir ese tema.-
-Grr. Estoy seguro de que tenéis pruebas y testimonios de sobra. No tengo necesidad de negar nada.-
-¿Confiesas, entonces, el haber cometido dichos crímenes?
-Sí. Tengo fama por algo, ¿hmm?-
Un murmullo se generó entre los espectadores, cada vez más ruidosos. Sin embargo, todo volvió a cesar cuando el Lord Loquefuese empezó a hablar.
-Esta cantidad de crímenes no puede tener más castigo que la muerte. Lo sabes, ¿verdad?- asentí. - Sin embargo, hay otro asunto por el que debes responder.-
Un sirviente se acercó al Lord y le entregó un pequeño objeto metálico. Este lo enseñó en alto y lo reconocí al instante: era una medalla. Mi medalla.
-Esta es una medalla al servicio otorgada a ciertos héroes de guerra. No es algo que cualquiera pueda obtener, pero nadie ha denunciado el robo de una. ¿A quien le pertenece, hombre bestia?
-Eso es mío. -siseé- Me la otorgaron tras participar en la defensa de Térpoli.
-¡Mentiras!- gritó alguien entre los espectadores. -¡Ese bastardo no ha hecho nunca nada por nadie!-
El primer grito dio lugar a un segundo. Y a un tercero. En poco tiempo, el tumulto fue tal que era imposible hacerse escuchar. Algunos nobles se levantaron, mientras que otros empezaron a arrojar objetos. Los guardias intentaron contenerlos, pero estaba claro que eran demasiado pocos.
-¡Busca refuerzos, AHORA!- gritó el lord a un sirviente, que salió a toda prisa de la habitación. Mientras, yo intentaba liberarme de mis grilletes. Era la única oportunidad que tendría. Si conseguía soltarme, podría huir. Sólo necesitaba que el carcelero dejase de prestarme atención...
La respuesta varía de persona a persona, por supuesto. Y de asesino a asesino. Algunos se juntan en clanes, hermandades o lo que sea. Esos dirían "defraudar al clan" o "fallar una misión". Otros, simplemente dirían "morir", o "ver sufrir a mis seres queridos". Tal vez una respuesta más humana, ya que son "personas" antes que "asesinos". Pero, para ser más especificos, la pregunta aqui debería ser otra. En este caso, no se debería preguntar por un asesino. No: esta historia comienza con una pregunta distinta, aunque parecida.
¿Cual es la peor situación posible para Wernack, el asesino, mercenario, ladrón e infame criminal?
La luz del sol cegó mi vista momentáneamente. Dolía. Mis ojos empezaron a lagrimar ligeramente por el escozor. ¿Cuantos días llevaba sin ver el sol? Había perdido la cuenta. Cada minuto en esa celda se me había hecho eterno. Al ver que me detenía, el guardia detrás de mi me empujó bruscamente.
-Camina.- ordenó con voz seca.
Gruñí ligeramente, pero me resigné a seguir. Descalzo, encadenado y aturdido, seguí detrás del carcelero que tenía delante. Me lo habían quitado todo. Mis armas. Mis aeros. Mi voluntad para luchar. Mi libertad. Y pronto, mi vida.
La única prenda que llevaba era un par de roídos pantalones de tela, manchados de sangre. Mi pelaje, antes plateado y brillante, estaba ahora sucio, con heridas recientes y cicatrices visibles. No había visto mi reflejo en un tiempo, pero tenía que tener un aspecto terrible. Aún notaba los moratones. De alguna forma, no había perdido ningún diente, pero eso era prácticamente lo único bueno a lo que sujetarme. Las palizas habían sido duras. La mayoría, por supuesto, eran provocadas. No era el mejor ni el más fácil de los prisioneros. Pero ya no tenía intención de luchar. Sólo estaba... cansado.
-¿A donde...?- carraspeé. Mi voz estaba rota, y mi garganta, seca. No había tenido una conversación en varias semanas, después de todo. -¿A donde me lleváis?- pregunté. El guardia de detrás solo gruñó algo, pero el carcelero respondió con tono arrogante. No me había esforzado demasiado en caerle bien.
-A tu juicio. Es hora de que te lleves tu merecido.-
-¿Mi... juicio?- Eso era inesperado. Creía que simplemente iban a cortarme la cabeza o ahorcarme, pero al parecer veían necesario el insultarme primero. No entendía para qué: el resultado sería, con toda certeza, el mismo. Tal vez fuese para darle la satisfacción a la larga lista de gente a la que había robado, amenazado, atacado o apuñalado por la espalda, la mayoría nobles humanos de Lunargenta, pero también algunos mercaderes y otra gente que no se lo merecía tanto.
Mis ojos empezaron a acostumbrarse a la luz y miré al cielo. Era temprano, y, por la posición del Sol, debía ser antes de mediodía. Podía ver el castillo de Lunargenta desde donde estaba, no demasiado lejos. Sin embargo, los guardias me guiaron "amablemente" hacia el interior de un edificio algo lúgubre, pero bien adornado. Finalmente, entramos a un gran salón.
Lo más notable de la habitación era la cantidad de gente sentada a ambos lados. Todos mirándome fijamente. Algunos cuchicheaban y reían, y otros simplemente observaban con muecas de satisfacción. Empezaba a reconocer algunas caras. Muchos, si no todos, eran victimas o clientes. Todos a los que había hecho sufrir, familias de muertos y gente en general que tenía motivos para guardarme rencor. Al final de la habitación, había una gran silla, prácticamente un trono, vacía.
Todo aquello parecía irreal. Esa clase de juicio era para gente notable. Nobles y caballeros. No para criminales como yo. No lo entendía en absoluto.
Atravesé la sala, aún acompañado por los guardias, hasta llegar al centro, a unos pocos metros del trono. Tras unos minutos, un hombre de mediana edad y bien vestido se acercó al asiento, anunciado como "Lord Drant Gilmore". Un noble de alta cuna. No lo conocía, por fortuna, pero su presencia bastó para silenciar cualquier conversación en la sala.
-Doy comienzo al juicio del mercenario conocido como "Wernack". Se te acusa de varios delitos contra la gente de Lunargenta, entre ellos: asalto, asesinato, robo mayor y menor, secuestro, vandalismo, amenazas, extorsión, provocar incendios, envenenamiento, resistencia a la guardia y otros 20 crímenes contra la corona.- Distintos recuerdos cruzaron mi cabeza al escuchar la lista. No recordaba ningún secuestro, pero apostaba a que la victima sí. -¿Algo que decir al respecto?-
-Hmph.- Carraspeé de nuevo y me erguí, intentando hacerme escuchar. -No entiendo el por qué de... esto. La gente como yo no es juzgada aquí. Y menos los hombres bestia. Sé como nos tratáis.- murmuré, mirando con odio al humano.
-Respecto a los cargos, hombre perro. No es el momento de debatir ese tema.-
-Grr. Estoy seguro de que tenéis pruebas y testimonios de sobra. No tengo necesidad de negar nada.-
-¿Confiesas, entonces, el haber cometido dichos crímenes?
-Sí. Tengo fama por algo, ¿hmm?-
Un murmullo se generó entre los espectadores, cada vez más ruidosos. Sin embargo, todo volvió a cesar cuando el Lord Loquefuese empezó a hablar.
-Esta cantidad de crímenes no puede tener más castigo que la muerte. Lo sabes, ¿verdad?- asentí. - Sin embargo, hay otro asunto por el que debes responder.-
Un sirviente se acercó al Lord y le entregó un pequeño objeto metálico. Este lo enseñó en alto y lo reconocí al instante: era una medalla. Mi medalla.
-Esta es una medalla al servicio otorgada a ciertos héroes de guerra. No es algo que cualquiera pueda obtener, pero nadie ha denunciado el robo de una. ¿A quien le pertenece, hombre bestia?
-Eso es mío. -siseé- Me la otorgaron tras participar en la defensa de Térpoli.
-¡Mentiras!- gritó alguien entre los espectadores. -¡Ese bastardo no ha hecho nunca nada por nadie!-
El primer grito dio lugar a un segundo. Y a un tercero. En poco tiempo, el tumulto fue tal que era imposible hacerse escuchar. Algunos nobles se levantaron, mientras que otros empezaron a arrojar objetos. Los guardias intentaron contenerlos, pero estaba claro que eran demasiado pocos.
-¡Busca refuerzos, AHORA!- gritó el lord a un sirviente, que salió a toda prisa de la habitación. Mientras, yo intentaba liberarme de mis grilletes. Era la única oportunidad que tendría. Si conseguía soltarme, podría huir. Sólo necesitaba que el carcelero dejase de prestarme atención...
Asher Daregan
Aerandiano de honor
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Re: La peor situación [Interpretativo]
No se terminaba de acostumbrar a ser guarda, es decir ¿Cómo iba a hacerlo? Dejando a un lado que el sueldo de un guardia de su rango era, directamente, una miseria.
Alanna, por otro lado, se había encargado de quitarle sus horas libres, las horas en las que aún era un mercenario, en las que hacía encargos de transporte o protección en nombre de la Luna Invernal, para ayudar en la carpintería del puerto. No la culpaba de todos modos, había acertado haciendo eso, se habían podido ahorrar unos Aeros realmente valiosos a la hora de equipar aquellos malditos barcos.
Echándose un último vistazo a como le quedaba el uniforme, abandonó su oficina en dirección al lugar al que le habían encomendado aquel día, un juicio.
Caminó a través de las ajetreadas calles de la urbe, era primera hora de la mañana, los mercaderes comenzaban a abrir sus tenderetes y el resto simplemente caminaba, muy probablemente, hacía el lugar donde trabajaban.
Las miradas que le lanzaban los transeúntes no habían variado mucho ahora que llevaba un uniforme, quizás incluso, se habían acentuado. Ya fuese para bien o para mal, muchos seguían mirándole con desprecio, no es como si aquello le importase, había entrado a la guardia porque pensaba que, de verdad, era lo correcto; Como mercenario solía acabar haciendo el trabajo de la guarda.
Esclavistas, bandidos, salteadores, y un sinfín de maleantes de igual calaña abundaban cada rincón de la ciudad de los humanos, de cada ciudad que había visitado, en realidad. Había acabado con muchos de ellos a lo largo de sus viajes por Aerandir, muy a menudo a costa de su propia seguridad, al menos ahora le pagaban por hacerlo.
Finalmente llegó al lugar en el que, supuestamente, un prisionero iba a ser juzgado por sus crímenes. Pocos segundos después de acercarse a la entrada y saludar a su compañero de la guardia que custodiaba la puerta principal, un hombre que respondía al nombre de Gilmore emergió del interior del edificio y le invitó a pasar.
-Bienvenido, Tale – El hombre se atusó el singular bigote que, terriblemente pegado a su labio superior, vibraba con cada palabra que este decía, y le miró con cierta desconfianza mientras caminando a su vez a lo largo de la, en aquel momento vacía, sala principal – Tú eres… un ¿Guarda? – Eltrant asintió, puede que ahora vistiese de azul, pero su cara no había cambiado, llevase o no un emblema cosido al pecho su aspecto seguía siendo el de un mercenario de poca monta, aunque, al fin y al cabo, eso eran los bajos estamentos de la guardia, mercenarios – Entonces supondré que has sido informado de lo que sucederá aquí y de sus obligaciones ¿Cierto?– El castaño volvió a asentir, odiaba cuando ponían a cargo a nobles, pero no le quedaba otra que acatar las órdenes que le dieran y salir de allí cuanto antes. – No hay mucho que hacer en realidad, manténgase callado y asegúrese de que si el prisionero escapa lo primero que encuentra es su espada, asegúrese de que mis donaciones a la guardia son recompensadas – Gilmore se alejó a paso ligero dejando al exmercenario acompañado por un trono vacío y un sinfín de butacas desocupadas. - …Imbécil – Susurró.
Suspirando se colocó en el lugar en el cual le habían encomendado, junto a varios guardias más, se aseguraría de que, de haber problemas, el cautivo tendría que encararles a ellos si quería atacar al público, básicamente harían de muro.
Poco a poco los invitados al evento fueron llegando, un mercader, algún noble que otro, incluso algunos tipos que recordaba haber visto en la dudosa taberna que tenía junto a su oficina, paulatinamente, se llenaron todos y cada uno de los asientos, fuese quien fuese el que iba a ser juzgado, tenía muchos conocidos.
Dejó descansar su mano en el pomo de su espada cuando varios guardas más vinieron a reforzar su posición, el prisionero estaba llegando. Los cuchicheos se generalizaron cuando el cautivo, escoltado por un guardia y un tipo de aspecto sombrío entró en la habitación, Eltrant enarcó una ceja cuando se percató del aspecto del prisionero, un hombre bestia de aspecto mustio, abatido, vestido con unos pantalones manchados de sangre seca.
Sabía la fama que tenían las cárceles de Lunargenta, pero también sabía, muy bien además, que al menos la que él había visitado, la que estaba bajo el cuartel, no trataban a sus prisioneros como animales - ¿Esto es normal? – Preguntó el castaño a su compañero, quien simplemente se encogió de hombros, Eltrant frunció el ceño y esperó, sin perder de vista al lobo. –“¿Dónde te han encerrado?” – Se preguntó cuándo contempló como le sentaban en el trono vacío, frente a toda la multitud.
Lord Drant Gilmore reapareció entonces en la escena, con al parecer sus ropas de gala, comenzó el juicio al llamado “Wernack”, así como enumerando cada uno de los crímenes de la larga lista de fechorías que se presumía que el acusado había realizado. Tras ello Gilmore cedió la voz al recluso, probablemente esperando un último y desesperado intento por negociar por parte del reo, este simplemente, afirmó lo evidente, no era usual tener ese tipo de juicios, no en lugares como aquel, no para personas como él.
Se cruzó de brazos y escuchó como Wernack se declaraba culpable por todos los cargos, lo cual teniendo en cuenta la situación en la que se encontraba probablemente habría sido lo mejor, uno de las razones por las que estaban allí era por el abundante número de pruebas que Gilmore decía tener, negarlas solo iba a retrasar lo inevitable.
El murmullo de los presentes se elevó cuando el lobo admitió sus crímenes, algunos se movían disconformes en sus asientos, otros menos disimulados, comenzaban a proferir insultos contra el presunto criminal.
El juicio parecía ser de los breves, Wernack había admitido su culpabilidad y la sentencia por lo que había hecho era concisa, ni cárcel, ni trabajos forzados, la muerte, parecía ser inevitable, su jornada laboral iba a ser realmente corta. A pesar de ello, Gilmore parecía disfrutar su papel de juez, pues lejos de querer acabar y dictaminar un veredicto, mostró una pequeña medalla a todos los presentes, una que Eltrant conocía realmente bien, él mismo tenía una similar en el bolsillo interior de su capa.
El acusado esta vez, cuando le preguntaron por la procedencia de la misma, afirmó que la medalla por Térpoli era suya, lo que hizo que la multitud se enfureciese ridículamente rápido, entre maldiciones y deseos de muerte, trataron de acometer contra Wernack.
- ¡En formación! – Los ocho guardas, entre los cuales se encontraba Eltrant, contuvieron la primera envestida de la multitud, que golpeaban con furia, tratando de abrirse paso hasta el culpable, deseando ser los verdugos.
Tras varios segundos estacados en mitad de la sala, viendo entonces, que iba a ser difícil para unos simples nobles sobrepasar a guardas con facilidad comenzaron a arrojar cosas, zapatos, tomates, alguna de las sillas en las que se habían sentado.
- ¡Desenvainad! – La voz de Gilmore llegó hasta sus oídos. ¿Desenvainad? ¿Contra gente desarmada? ¿Contra las personas que estaban bajo su protección? ¿Es que se había vuelto loco? - ¿¡Es que no me oís?! ¡Desenvainad las malditas espadas! – Algunos de los guardias obedecieron cuando Drant vociferó por tercera vez lo inútiles que eran, los nobles retrocedieron al ver esto, el suave susurro del metal acalló las voces de protesta, inmediatamente al ver que era efectivo, los soldados indecisos le siguieron
Eltrant mantuvo su espada en el cinto y, ahora que todo estaba más calmado, se acercó a Drant. - ¿¡Que es lo que estás haciendo?! – Preguntó el noble atusándose el bigote - ¡Vuelve a la formación escoria! – Dijo el carcelero, que trataba de mantener quieto al prisionero – Dadme la medalla par de imbéciles – Contestó Eltrant de mala gana - …Par…de… - Drant se quedó paralizado, casi como si no fuese capaz de comprender lo que acababa de suceder - ¿¡Es que no sabes con quien estas tratando?! – El carcelero alzó la voz, los refuerzos a por los que había ido el sirviente llegaron finalmente – Coméntale a Tinegar esto, seguro que está deseando saber que habéis forzado a guardas a desenvainar sus armas contra civiles – No podía decir que fuese amigo íntimo del estamento más alto dentro de la guarda, pero había trabajado con él recientemente, era un hombre noble, dudaba mucho que supiese de la existencia de aquello y solían tener reuniones muy de cuando en cuando debido al "artefacto".
Después de haberle arrebatado la medalla al juez ojeó su reverso y lo palpó sensiblemente, el lobo había dicho la verdad acerca de sus crímenes, ¿Por qué iba a mentir sobre esto?
- ¿Se puede saber qué haces? – Preguntó Drant, recobrando la poca compostura que había tenido. Todavía, de vez en cuando, alguna pieza de fruta surcaba el aire en dirección al acusado – Las medallas de Térpoli tienen un “conjuro” en el reverso, si las tocas tres veces aparece el nombre del dueño, así evitan que cualquier ratero se haga con ellas – Gilmore volvió a arrebatar la medalla de las manos del exmercenario - ¡¿Y eso tu como lo sabes?! – Vociferó - ¡Haré que te encarcelen por insubordinación!
Sin intercambiar una sola palabra más con él, Eltrant extrajo su propia medalla del bolsillo de su capa, dónde descansaba – Porque no me jugué la vida, derribando una muralla entre los cadáveres de mis compañeros, para recibir un “gracias” como recompensa – Sentenció alzando su propia medalla frente a los ojos del noble.
Alanna, por otro lado, se había encargado de quitarle sus horas libres, las horas en las que aún era un mercenario, en las que hacía encargos de transporte o protección en nombre de la Luna Invernal, para ayudar en la carpintería del puerto. No la culpaba de todos modos, había acertado haciendo eso, se habían podido ahorrar unos Aeros realmente valiosos a la hora de equipar aquellos malditos barcos.
Echándose un último vistazo a como le quedaba el uniforme, abandonó su oficina en dirección al lugar al que le habían encomendado aquel día, un juicio.
Caminó a través de las ajetreadas calles de la urbe, era primera hora de la mañana, los mercaderes comenzaban a abrir sus tenderetes y el resto simplemente caminaba, muy probablemente, hacía el lugar donde trabajaban.
Las miradas que le lanzaban los transeúntes no habían variado mucho ahora que llevaba un uniforme, quizás incluso, se habían acentuado. Ya fuese para bien o para mal, muchos seguían mirándole con desprecio, no es como si aquello le importase, había entrado a la guardia porque pensaba que, de verdad, era lo correcto; Como mercenario solía acabar haciendo el trabajo de la guarda.
Esclavistas, bandidos, salteadores, y un sinfín de maleantes de igual calaña abundaban cada rincón de la ciudad de los humanos, de cada ciudad que había visitado, en realidad. Había acabado con muchos de ellos a lo largo de sus viajes por Aerandir, muy a menudo a costa de su propia seguridad, al menos ahora le pagaban por hacerlo.
Finalmente llegó al lugar en el que, supuestamente, un prisionero iba a ser juzgado por sus crímenes. Pocos segundos después de acercarse a la entrada y saludar a su compañero de la guardia que custodiaba la puerta principal, un hombre que respondía al nombre de Gilmore emergió del interior del edificio y le invitó a pasar.
-Bienvenido, Tale – El hombre se atusó el singular bigote que, terriblemente pegado a su labio superior, vibraba con cada palabra que este decía, y le miró con cierta desconfianza mientras caminando a su vez a lo largo de la, en aquel momento vacía, sala principal – Tú eres… un ¿Guarda? – Eltrant asintió, puede que ahora vistiese de azul, pero su cara no había cambiado, llevase o no un emblema cosido al pecho su aspecto seguía siendo el de un mercenario de poca monta, aunque, al fin y al cabo, eso eran los bajos estamentos de la guardia, mercenarios – Entonces supondré que has sido informado de lo que sucederá aquí y de sus obligaciones ¿Cierto?– El castaño volvió a asentir, odiaba cuando ponían a cargo a nobles, pero no le quedaba otra que acatar las órdenes que le dieran y salir de allí cuanto antes. – No hay mucho que hacer en realidad, manténgase callado y asegúrese de que si el prisionero escapa lo primero que encuentra es su espada, asegúrese de que mis donaciones a la guardia son recompensadas – Gilmore se alejó a paso ligero dejando al exmercenario acompañado por un trono vacío y un sinfín de butacas desocupadas. - …Imbécil – Susurró.
Suspirando se colocó en el lugar en el cual le habían encomendado, junto a varios guardias más, se aseguraría de que, de haber problemas, el cautivo tendría que encararles a ellos si quería atacar al público, básicamente harían de muro.
Poco a poco los invitados al evento fueron llegando, un mercader, algún noble que otro, incluso algunos tipos que recordaba haber visto en la dudosa taberna que tenía junto a su oficina, paulatinamente, se llenaron todos y cada uno de los asientos, fuese quien fuese el que iba a ser juzgado, tenía muchos conocidos.
Dejó descansar su mano en el pomo de su espada cuando varios guardas más vinieron a reforzar su posición, el prisionero estaba llegando. Los cuchicheos se generalizaron cuando el cautivo, escoltado por un guardia y un tipo de aspecto sombrío entró en la habitación, Eltrant enarcó una ceja cuando se percató del aspecto del prisionero, un hombre bestia de aspecto mustio, abatido, vestido con unos pantalones manchados de sangre seca.
Sabía la fama que tenían las cárceles de Lunargenta, pero también sabía, muy bien además, que al menos la que él había visitado, la que estaba bajo el cuartel, no trataban a sus prisioneros como animales - ¿Esto es normal? – Preguntó el castaño a su compañero, quien simplemente se encogió de hombros, Eltrant frunció el ceño y esperó, sin perder de vista al lobo. –“¿Dónde te han encerrado?” – Se preguntó cuándo contempló como le sentaban en el trono vacío, frente a toda la multitud.
Lord Drant Gilmore reapareció entonces en la escena, con al parecer sus ropas de gala, comenzó el juicio al llamado “Wernack”, así como enumerando cada uno de los crímenes de la larga lista de fechorías que se presumía que el acusado había realizado. Tras ello Gilmore cedió la voz al recluso, probablemente esperando un último y desesperado intento por negociar por parte del reo, este simplemente, afirmó lo evidente, no era usual tener ese tipo de juicios, no en lugares como aquel, no para personas como él.
Se cruzó de brazos y escuchó como Wernack se declaraba culpable por todos los cargos, lo cual teniendo en cuenta la situación en la que se encontraba probablemente habría sido lo mejor, uno de las razones por las que estaban allí era por el abundante número de pruebas que Gilmore decía tener, negarlas solo iba a retrasar lo inevitable.
El murmullo de los presentes se elevó cuando el lobo admitió sus crímenes, algunos se movían disconformes en sus asientos, otros menos disimulados, comenzaban a proferir insultos contra el presunto criminal.
El juicio parecía ser de los breves, Wernack había admitido su culpabilidad y la sentencia por lo que había hecho era concisa, ni cárcel, ni trabajos forzados, la muerte, parecía ser inevitable, su jornada laboral iba a ser realmente corta. A pesar de ello, Gilmore parecía disfrutar su papel de juez, pues lejos de querer acabar y dictaminar un veredicto, mostró una pequeña medalla a todos los presentes, una que Eltrant conocía realmente bien, él mismo tenía una similar en el bolsillo interior de su capa.
El acusado esta vez, cuando le preguntaron por la procedencia de la misma, afirmó que la medalla por Térpoli era suya, lo que hizo que la multitud se enfureciese ridículamente rápido, entre maldiciones y deseos de muerte, trataron de acometer contra Wernack.
- ¡En formación! – Los ocho guardas, entre los cuales se encontraba Eltrant, contuvieron la primera envestida de la multitud, que golpeaban con furia, tratando de abrirse paso hasta el culpable, deseando ser los verdugos.
Tras varios segundos estacados en mitad de la sala, viendo entonces, que iba a ser difícil para unos simples nobles sobrepasar a guardas con facilidad comenzaron a arrojar cosas, zapatos, tomates, alguna de las sillas en las que se habían sentado.
- ¡Desenvainad! – La voz de Gilmore llegó hasta sus oídos. ¿Desenvainad? ¿Contra gente desarmada? ¿Contra las personas que estaban bajo su protección? ¿Es que se había vuelto loco? - ¿¡Es que no me oís?! ¡Desenvainad las malditas espadas! – Algunos de los guardias obedecieron cuando Drant vociferó por tercera vez lo inútiles que eran, los nobles retrocedieron al ver esto, el suave susurro del metal acalló las voces de protesta, inmediatamente al ver que era efectivo, los soldados indecisos le siguieron
Eltrant mantuvo su espada en el cinto y, ahora que todo estaba más calmado, se acercó a Drant. - ¿¡Que es lo que estás haciendo?! – Preguntó el noble atusándose el bigote - ¡Vuelve a la formación escoria! – Dijo el carcelero, que trataba de mantener quieto al prisionero – Dadme la medalla par de imbéciles – Contestó Eltrant de mala gana - …Par…de… - Drant se quedó paralizado, casi como si no fuese capaz de comprender lo que acababa de suceder - ¿¡Es que no sabes con quien estas tratando?! – El carcelero alzó la voz, los refuerzos a por los que había ido el sirviente llegaron finalmente – Coméntale a Tinegar esto, seguro que está deseando saber que habéis forzado a guardas a desenvainar sus armas contra civiles – No podía decir que fuese amigo íntimo del estamento más alto dentro de la guarda, pero había trabajado con él recientemente, era un hombre noble, dudaba mucho que supiese de la existencia de aquello y solían tener reuniones muy de cuando en cuando debido al "artefacto".
Después de haberle arrebatado la medalla al juez ojeó su reverso y lo palpó sensiblemente, el lobo había dicho la verdad acerca de sus crímenes, ¿Por qué iba a mentir sobre esto?
- ¿Se puede saber qué haces? – Preguntó Drant, recobrando la poca compostura que había tenido. Todavía, de vez en cuando, alguna pieza de fruta surcaba el aire en dirección al acusado – Las medallas de Térpoli tienen un “conjuro” en el reverso, si las tocas tres veces aparece el nombre del dueño, así evitan que cualquier ratero se haga con ellas – Gilmore volvió a arrebatar la medalla de las manos del exmercenario - ¡¿Y eso tu como lo sabes?! – Vociferó - ¡Haré que te encarcelen por insubordinación!
Sin intercambiar una sola palabra más con él, Eltrant extrajo su propia medalla del bolsillo de su capa, dónde descansaba – Porque no me jugué la vida, derribando una muralla entre los cadáveres de mis compañeros, para recibir un “gracias” como recompensa – Sentenció alzando su propia medalla frente a los ojos del noble.
Eltrant Tale
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Re: La peor situación [Interpretativo]
Era un día de sol caluroso, aunque, por suerte, ya no tanto como lo había estado siendo últimamente, se notaba que el verano comenzaba a alejarse para dar paso a un otoño cálido que se parecería más bien a la primavera. Hacía ya tiempo que los nobles de la ciudad no daban problemas y Alanna no tenía que salir en misión para detener a ninguno. Era difícil tratar con ellos, debías aprender sus normas, seguir sus reglas de juego, y vencerles en su mismo campo, si no lo hacías de ese modo, estabas perdido.
A la guardia no le gustaba tratar con los nobles, como regla general, solían ser pomposos creídos maleducados y altaneros, sonreían con la boca mientras sus ojos lanzaban miradas de superioridad y desagrado a quienes no pertenecían a su rango, si no eras "uno di noi", "uno de los nuestros", como se hacían llamar ciertas mafias en algunos libros que había leído, no eras nada, y a pesar de que hablarían por necesidad con cualquiera, nunca les tratarían como personas. Aunque, en el fondo, Alanna lo prefería.
Ella se había visto envuelta más de una vez en el lujo y as luces de la alta sociedad, no porque pudiera permitírselo, si no por trabajo. Al principio el brillo te cegaba, los bailes, la comida, los lugares y ropas lujosas, todas esas joyas y la pompa, podía parecer el cielo, pero cuando escarbabas un poco más, como ella había tenido la oportunidad de hacer, te dabas cuenta de que no era más que una gran mierda cubierta de purpurina. Esclavismo, trata de personas, de influencias, robos, malversación, violaciones, y muchas cosas más se escondían en el interior de toda esa luz, puede que a los guardias no les gustasen los nobles, pero poca gente habría que los odiara tanto como Alanna.
Esa mañana tan tranquila, había pasado a ser una autentica locura. Si bien era cierto que hacía tiempo que los nobles no hacían ruido, parecía que, nuevamente, la habían tomado contra otra persona. Había veces que los nobles actuaban así, no porque les hubieran hecho nada, si no por simple aburrimiento. En el fondo, Alanna no pensaba que fueran malas personas, si no que el aburrimiento sacaba lo peor de ellos. Pero eso no significaba que pudieran dejarles hacer lo que les diera la gana.
El mismo rey, había oído decir, compartía su opinión. Todos sabían como Thunderstorm había llegado al trono, se lo había ganado, no era una herencia, y se rumoreaba que era alguien que admiraba a quienes se esforzaban por sus objetivos, y prefería tratar con sus soldados a tratar con los nobles, si era verdad, o no, no lo sabía, pero dado que era realmente raro verlo fuera del castillo, suponía que era cierto. De todos modos, esa mañana debía ir a interrumpir el juicio.
Usualmente Los altos cargos dejaban hacer a los nobles sus tonterías y lo arreglaban despues. Si encarcelaban a un campesino lo dejaban libre con una disculpa y un par de monedas, siempre y cuando llegaran a enterarse de lo sucedido, si amenazaban con dar diez azotes en publico a alguien lo rechazaban diciendo que era algo que se debía comentar primero con el consejo para decidir como, y cuando, y al final lograban cancelarlo aludiendo a la perdida de tiempo y recursos, puede que muchos de los guardias llanos fueran gente que no valía la pena ni merecía el puesto que ostentaban, pero los cargos más altos eran hombres de honor, y eso era algo que ella había llegado a aprender con el tiempo.
Posiblemente por eso, esa mañana al entrar al cuartel, una de sus compañeras le había dicho entre susurros lo que sucedía, y que había "alguien" que necesitaba que no se cumpliera la sentencia que esa mañana los aburridos nobles tenían pensado ejecutar, ya que había quien tenía "otros planes" que nada tenían que ver con la muerte ni la tortura para el acusado. posiblemente por eso y por sus suposiciones, Alanna corría en dirección a la sala donde estaban realizando la vista, casi perdiendo el aliento por llegar tarde, su maldito sentido de la orientación, que tan malas pasadas le jugaba usualmente, había vuelto a hacer de las suyas y había recorrido más de medio recinto en busca del lugar correcto.
Cuando por fin logró encontrar la sala, abrió la puerta lentamente, y pudo ver a una serie de guardias apostillados dispuestos a no dejar salir a nadie. Uno de ellos, un viejo amigo, la vio pasar y mantuvo el silencio dejándola llegar hasta una esquina donde la chica, entre las sombras mantuvo el silencio. Alzó, por fin, la vista, y vio a un hombre perro esposado, había trabajado una vez con él, en una vigilancia a un cementerio, era buena persona, inteligente y bastante reflexivo, no entendía que hacía allí.
El juicio había iniciado, y parecía que... Wernak, por fin recordaba su nombre, había aceptado la culpa por todos los cargos que se le habían presentado, pero de pronto estallo la confusión, Wernak al parecer había participado en Terpoli, pero la gente se negaba a aceptarlo. Estaba claro, no lo consideraban digno de esa medalla por la única razón de ser hombre bestia, como le había dicho el peludo cuando se encontraron, lo consideraban un monstruo, pero, como ella había dicho también, no había más monstruo que ellos.
Eltrant se interpuso en las acusaciones, armando aun más lio del que había, pero tenía razón, no podían dejar que esas cosas pasaran de largo, justicia era justicia, y valía igual para unos que para otros, todas las pruebas eran validas, le pesara a quien le pesara. Y si Wernak tenía esa medalla debían comprobarlo. Poco le importaba el barullo, ciertamente, el rebaño se ajetreaba a veces, pero los guardias estaban actuando y retenían a la multitud sin necesidad de desenvainar las armas. Lo que la hizo reaccionar, lo que la hizo dejar de observar y salir de las sombras, fue la rabia.
Amenazar a Eltrant fue cruzar la linea que hizo romper el marco de paciencia que Alanna guardaba. Estaban frente a dos héroes de Terpoli, uno de ellos, además, de la guerra de los Nórgedos, y solo se les ocurría amenazar con la cárcel, los guerreros, los guardias, se había jugado la vida para defender su estatus y los trataban así, muy bien, pues si querían destapar trapos sucios, ahí estaba ella, habían abierto la caja de pandora, con esa amenaza a su compañero.
- Buenos días, Lord Gilmore.- Saludó Alanna con una sonrisa taimada, haciendo una reverencia ante él, no logró que eso detuviera la turba, pero si llamar la atención del juez.
Era normal, una frase educada entre ese revuelo e improperios llamaba la atención, era como gritar "Fuego" en mitad de un combate de gladiadores. Aun seguían habiendo frases que llamaban la atención en ciertas situaciones.
- Siento la interrupción, pero he visto que duda de la veracidad de la palabra de dos héroes de guerra, y he pesando que, tal vez, necesitaba la palabra de un tercero.- dijo mostrando sus medallas de Terpoli y del arenal.- Si pudiera mostrarse más razonable, sería de agradecer, si no, puesto que estamos en un juicio, podríamos perfectamente hablar sobre esas partidas de barcos del puerto de Lunargenta con cierto cargamento que... estoy segura, conoce perfectamente.- le susurró aprovechando que se había acercado para entregar las medallas, con una ligera sonrisa maliciosa. No tenía pruebas de lo dicho, pero sus sospechas eran más que infundadas, y tenía claro que, por salvar su reputación, cualquier noble sería capaz de hacer lo que fuera. Sabía bastante información sobre todos los nobles de la sala como para poder meterlos en un lío, si no tenía pruebas como para encarcelarlos, si para dejarlos en mal lugar, y eso era, para ellos, peor que la prisión.
- Eh... ¡Calma, calma!- Exclamó tras tragar saliva, nervioso, golpeando la tribuna con un martillo de madera.- Si lo que dice el joven guardia es cierto, podemos comprobar al propietario de la medalla. Aquí una guarda con cierta trayectoria responde por él, así que, comprobémoslo.- tosió, aun nervioso por la amenaza velada de la chica, intentando recuperar la calma.
- Tranquilo, ya estoy aquí.- le sonrió en un susurro a Eltrant cuando pasó por su lado, rozándole el brazo con el suyo, para situarse junto al hombre bestia.- Hola de nuevo.- saludó calmada mientras la multitud tomaba, de nuevo, asiento en silencio. Esperaba no haberse metido en la boca del lobo por nada. No sabía que planeaban sus superiores, pero estaba claro que a este hombre perro lo querían con vida, a ella no le molestaba, solo había hablado con él una noche, pero le caía bien.
A la guardia no le gustaba tratar con los nobles, como regla general, solían ser pomposos creídos maleducados y altaneros, sonreían con la boca mientras sus ojos lanzaban miradas de superioridad y desagrado a quienes no pertenecían a su rango, si no eras "uno di noi", "uno de los nuestros", como se hacían llamar ciertas mafias en algunos libros que había leído, no eras nada, y a pesar de que hablarían por necesidad con cualquiera, nunca les tratarían como personas. Aunque, en el fondo, Alanna lo prefería.
Ella se había visto envuelta más de una vez en el lujo y as luces de la alta sociedad, no porque pudiera permitírselo, si no por trabajo. Al principio el brillo te cegaba, los bailes, la comida, los lugares y ropas lujosas, todas esas joyas y la pompa, podía parecer el cielo, pero cuando escarbabas un poco más, como ella había tenido la oportunidad de hacer, te dabas cuenta de que no era más que una gran mierda cubierta de purpurina. Esclavismo, trata de personas, de influencias, robos, malversación, violaciones, y muchas cosas más se escondían en el interior de toda esa luz, puede que a los guardias no les gustasen los nobles, pero poca gente habría que los odiara tanto como Alanna.
Esa mañana tan tranquila, había pasado a ser una autentica locura. Si bien era cierto que hacía tiempo que los nobles no hacían ruido, parecía que, nuevamente, la habían tomado contra otra persona. Había veces que los nobles actuaban así, no porque les hubieran hecho nada, si no por simple aburrimiento. En el fondo, Alanna no pensaba que fueran malas personas, si no que el aburrimiento sacaba lo peor de ellos. Pero eso no significaba que pudieran dejarles hacer lo que les diera la gana.
El mismo rey, había oído decir, compartía su opinión. Todos sabían como Thunderstorm había llegado al trono, se lo había ganado, no era una herencia, y se rumoreaba que era alguien que admiraba a quienes se esforzaban por sus objetivos, y prefería tratar con sus soldados a tratar con los nobles, si era verdad, o no, no lo sabía, pero dado que era realmente raro verlo fuera del castillo, suponía que era cierto. De todos modos, esa mañana debía ir a interrumpir el juicio.
Usualmente Los altos cargos dejaban hacer a los nobles sus tonterías y lo arreglaban despues. Si encarcelaban a un campesino lo dejaban libre con una disculpa y un par de monedas, siempre y cuando llegaran a enterarse de lo sucedido, si amenazaban con dar diez azotes en publico a alguien lo rechazaban diciendo que era algo que se debía comentar primero con el consejo para decidir como, y cuando, y al final lograban cancelarlo aludiendo a la perdida de tiempo y recursos, puede que muchos de los guardias llanos fueran gente que no valía la pena ni merecía el puesto que ostentaban, pero los cargos más altos eran hombres de honor, y eso era algo que ella había llegado a aprender con el tiempo.
Posiblemente por eso, esa mañana al entrar al cuartel, una de sus compañeras le había dicho entre susurros lo que sucedía, y que había "alguien" que necesitaba que no se cumpliera la sentencia que esa mañana los aburridos nobles tenían pensado ejecutar, ya que había quien tenía "otros planes" que nada tenían que ver con la muerte ni la tortura para el acusado. posiblemente por eso y por sus suposiciones, Alanna corría en dirección a la sala donde estaban realizando la vista, casi perdiendo el aliento por llegar tarde, su maldito sentido de la orientación, que tan malas pasadas le jugaba usualmente, había vuelto a hacer de las suyas y había recorrido más de medio recinto en busca del lugar correcto.
Cuando por fin logró encontrar la sala, abrió la puerta lentamente, y pudo ver a una serie de guardias apostillados dispuestos a no dejar salir a nadie. Uno de ellos, un viejo amigo, la vio pasar y mantuvo el silencio dejándola llegar hasta una esquina donde la chica, entre las sombras mantuvo el silencio. Alzó, por fin, la vista, y vio a un hombre perro esposado, había trabajado una vez con él, en una vigilancia a un cementerio, era buena persona, inteligente y bastante reflexivo, no entendía que hacía allí.
El juicio había iniciado, y parecía que... Wernak, por fin recordaba su nombre, había aceptado la culpa por todos los cargos que se le habían presentado, pero de pronto estallo la confusión, Wernak al parecer había participado en Terpoli, pero la gente se negaba a aceptarlo. Estaba claro, no lo consideraban digno de esa medalla por la única razón de ser hombre bestia, como le había dicho el peludo cuando se encontraron, lo consideraban un monstruo, pero, como ella había dicho también, no había más monstruo que ellos.
Eltrant se interpuso en las acusaciones, armando aun más lio del que había, pero tenía razón, no podían dejar que esas cosas pasaran de largo, justicia era justicia, y valía igual para unos que para otros, todas las pruebas eran validas, le pesara a quien le pesara. Y si Wernak tenía esa medalla debían comprobarlo. Poco le importaba el barullo, ciertamente, el rebaño se ajetreaba a veces, pero los guardias estaban actuando y retenían a la multitud sin necesidad de desenvainar las armas. Lo que la hizo reaccionar, lo que la hizo dejar de observar y salir de las sombras, fue la rabia.
Amenazar a Eltrant fue cruzar la linea que hizo romper el marco de paciencia que Alanna guardaba. Estaban frente a dos héroes de Terpoli, uno de ellos, además, de la guerra de los Nórgedos, y solo se les ocurría amenazar con la cárcel, los guerreros, los guardias, se había jugado la vida para defender su estatus y los trataban así, muy bien, pues si querían destapar trapos sucios, ahí estaba ella, habían abierto la caja de pandora, con esa amenaza a su compañero.
- Buenos días, Lord Gilmore.- Saludó Alanna con una sonrisa taimada, haciendo una reverencia ante él, no logró que eso detuviera la turba, pero si llamar la atención del juez.
Era normal, una frase educada entre ese revuelo e improperios llamaba la atención, era como gritar "Fuego" en mitad de un combate de gladiadores. Aun seguían habiendo frases que llamaban la atención en ciertas situaciones.
- Siento la interrupción, pero he visto que duda de la veracidad de la palabra de dos héroes de guerra, y he pesando que, tal vez, necesitaba la palabra de un tercero.- dijo mostrando sus medallas de Terpoli y del arenal.- Si pudiera mostrarse más razonable, sería de agradecer, si no, puesto que estamos en un juicio, podríamos perfectamente hablar sobre esas partidas de barcos del puerto de Lunargenta con cierto cargamento que... estoy segura, conoce perfectamente.- le susurró aprovechando que se había acercado para entregar las medallas, con una ligera sonrisa maliciosa. No tenía pruebas de lo dicho, pero sus sospechas eran más que infundadas, y tenía claro que, por salvar su reputación, cualquier noble sería capaz de hacer lo que fuera. Sabía bastante información sobre todos los nobles de la sala como para poder meterlos en un lío, si no tenía pruebas como para encarcelarlos, si para dejarlos en mal lugar, y eso era, para ellos, peor que la prisión.
- Eh... ¡Calma, calma!- Exclamó tras tragar saliva, nervioso, golpeando la tribuna con un martillo de madera.- Si lo que dice el joven guardia es cierto, podemos comprobar al propietario de la medalla. Aquí una guarda con cierta trayectoria responde por él, así que, comprobémoslo.- tosió, aun nervioso por la amenaza velada de la chica, intentando recuperar la calma.
- Tranquilo, ya estoy aquí.- le sonrió en un susurro a Eltrant cuando pasó por su lado, rozándole el brazo con el suyo, para situarse junto al hombre bestia.- Hola de nuevo.- saludó calmada mientras la multitud tomaba, de nuevo, asiento en silencio. Esperaba no haberse metido en la boca del lobo por nada. No sabía que planeaban sus superiores, pero estaba claro que a este hombre perro lo querían con vida, a ella no le molestaba, solo había hablado con él una noche, pero le caía bien.
Alanna Delteria
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Re: La peor situación [Interpretativo]
La situación se volvió algo bizarra para mi. Los guardias formaron un muro de acero, protegiéndome de los nobles. Normalmente, solía ser al revés. Empecé a notar que, gracias al sudor, podía librarme de los grilletes... más o menos. Resbalaban un poco, pero antes de que pudiese intentarlo más, el carcelero me echó la mano al cuello.
-Como se te ocurra intentar escapar, te romperé el cuello yo mismo.- amenazó. Barajé mis posibilidades, pero decidí que no llegaría muy lejos si le daba un cabezazo. No respondí, pero por suerte, el tipo se distrajo con uno de los guardias, que, curiosamente, les calificó a él y al Lord de "imbéciles" mientras presentaba su propia condecoración. Miré a otra parte, intentando ocultar mi sonrisa. Era la primera cosa interesante que había visto desde que me arrojaron a esa maldita celda.
No temía a la muerte. Había tenido tiempo para pensar en ello. Ya no había nada más en el mundo para mi. Al menos, si moría, no sufriría nunca más. O al menos, de eso intentaba convencerme. Pero al mismo tiempo, mis instintos me obligaban a evitar la muerte. A luchar por mi vida. Hasta ese momento, había pensado que no tenía posibilidad, y que simplemente, debía aceptar el fin.
Pero en ese momento, se abrió otra posibilidad.
"¿Oh?" ¿La medalla tenía un encantamiento? No tenía ni idea. Tal vez lo olvidase, o no me lo mencionasen en ningún momento. Aunque eso me despertó una duda. O más bien, una preocupación. ¿Que nombre saldría en la medalla?
Y, de la nada, apareció otra sorpresa, que, oportunamente, también tenía su medalla. Esa mujer me sonaba... pero no recordaba conocer a alguien así en Térpoli, ni siquiera a una guardia de la ciudad. Ah, claro. La había conocido como guardia, pero no de ciudad, sino de cementerio. Se llamaba... ¿Alanna?
Alanna se acercó al juez y le susurró algo que le hizo cambiar la cara y acceder a comprobar la medalla. De nuevo, hubo silencio y orden en la sala. Miré confuso a Alanna, que se colocó a mi lado. Nunca me habría esperado algo tan oportuno, pero... ¿por qué me había ayudado? Dudaba que fuese a ser por nuestra inexistente amistad: sólo nos habiamos visto una vez, después de todo.
Lord Gilmore tocó el reverso de la medalla y la mostró en alto. Efectivamente, la palabra "Wernack" se escribió en ella. Suspiré, aliviado.
-Según este encantamiento, la medalla le pertenece al hombre perro. Sin embargo, tenemos testimonios que afirman, entre otras cosas, que el acusado tiene conocimientos de runas y arcanos. Existe la posibilidad de que haya manipulado el encantamiento.- Era cierto. Cambiar una palabra en un objeto encantado era relativamente fácil. Lo habría podido hacer perfectamente... si hubiese sabido que la medalla tenia runas ocultas. -Sin embargo, no hay pruebas físicas de esto. Tú, ve a buscar a algún brujo o encantador en el mercado. Tráelo aquí. El sabrá decir si alguien ha manipulado la medalla.- Bueno, eso no había servido de mucho... de momento. Algunos nobles exigieron que me ejecutasen de una vez, pero fueron acallados rápidamente por los guardias. Una sonrisa se dibujó en mi rostro.
-¿Sabes por qué hay tantos nobles aquí pidiendo mi muerte?- pregunté. -Lo normal sería asumir que les he perjudicado de alguna manera. Pero eso es solo medio verdad. Yo no cometo crímenes sin motivo. Y el motivo suele ser... porque me pagan, por supuesto.
-¿...y? Ve al grano.
-Los que me pagan para herir, matar o destruir cosas de nobles son... ¡Sorpresa! Otros nobles. Y dichos nobles están aquí presentes, nerviosos y exigiendo mi muerte porque yo conozco sus crímenes. Incluso ahora, soy un peligro para ellos.- los murmullos volvieron a brotar, esta vez divididos entre las "víctimas" y "empleadores". Me di la vuelta, mirando hacia el público. -¡Podéis considerarme como una espada, "amigos" míos! Si muero aquí, rompéis un arma. Pero el brazo que la sujetaba queda intacto.-
Mis palabras suscitaron cierta agitación. Esta vez, algunos alzaban la voz entre sí, no hacia mi. Realmente estaba siendo un dia emocionante.
-¿Quereis saber quien me pagó para quemar esa taberna tan conocida, cerca del hospital? ¡Fue ese tipo vestido de verde, Clen Syras!- exclamé. El hombre, que intentaba deslizarse entre la multitud, se volvió con sudor frío. -¡No le escucheis, está mintien...!- No llego a terminar su frase, pues el antiguo propietario del local le propinó un buen puñetazo en la cara. De nuevo, la sala estalló en una batalla campal, esta vez entre nobles.
-Jamás habría pensado que una ejecución sería tan divertida.- dije, sonriente.
-Como se te ocurra intentar escapar, te romperé el cuello yo mismo.- amenazó. Barajé mis posibilidades, pero decidí que no llegaría muy lejos si le daba un cabezazo. No respondí, pero por suerte, el tipo se distrajo con uno de los guardias, que, curiosamente, les calificó a él y al Lord de "imbéciles" mientras presentaba su propia condecoración. Miré a otra parte, intentando ocultar mi sonrisa. Era la primera cosa interesante que había visto desde que me arrojaron a esa maldita celda.
No temía a la muerte. Había tenido tiempo para pensar en ello. Ya no había nada más en el mundo para mi. Al menos, si moría, no sufriría nunca más. O al menos, de eso intentaba convencerme. Pero al mismo tiempo, mis instintos me obligaban a evitar la muerte. A luchar por mi vida. Hasta ese momento, había pensado que no tenía posibilidad, y que simplemente, debía aceptar el fin.
Pero en ese momento, se abrió otra posibilidad.
"¿Oh?" ¿La medalla tenía un encantamiento? No tenía ni idea. Tal vez lo olvidase, o no me lo mencionasen en ningún momento. Aunque eso me despertó una duda. O más bien, una preocupación. ¿Que nombre saldría en la medalla?
Y, de la nada, apareció otra sorpresa, que, oportunamente, también tenía su medalla. Esa mujer me sonaba... pero no recordaba conocer a alguien así en Térpoli, ni siquiera a una guardia de la ciudad. Ah, claro. La había conocido como guardia, pero no de ciudad, sino de cementerio. Se llamaba... ¿Alanna?
Alanna se acercó al juez y le susurró algo que le hizo cambiar la cara y acceder a comprobar la medalla. De nuevo, hubo silencio y orden en la sala. Miré confuso a Alanna, que se colocó a mi lado. Nunca me habría esperado algo tan oportuno, pero... ¿por qué me había ayudado? Dudaba que fuese a ser por nuestra inexistente amistad: sólo nos habiamos visto una vez, después de todo.
Lord Gilmore tocó el reverso de la medalla y la mostró en alto. Efectivamente, la palabra "Wernack" se escribió en ella. Suspiré, aliviado.
-Según este encantamiento, la medalla le pertenece al hombre perro. Sin embargo, tenemos testimonios que afirman, entre otras cosas, que el acusado tiene conocimientos de runas y arcanos. Existe la posibilidad de que haya manipulado el encantamiento.- Era cierto. Cambiar una palabra en un objeto encantado era relativamente fácil. Lo habría podido hacer perfectamente... si hubiese sabido que la medalla tenia runas ocultas. -Sin embargo, no hay pruebas físicas de esto. Tú, ve a buscar a algún brujo o encantador en el mercado. Tráelo aquí. El sabrá decir si alguien ha manipulado la medalla.- Bueno, eso no había servido de mucho... de momento. Algunos nobles exigieron que me ejecutasen de una vez, pero fueron acallados rápidamente por los guardias. Una sonrisa se dibujó en mi rostro.
-¿Sabes por qué hay tantos nobles aquí pidiendo mi muerte?- pregunté. -Lo normal sería asumir que les he perjudicado de alguna manera. Pero eso es solo medio verdad. Yo no cometo crímenes sin motivo. Y el motivo suele ser... porque me pagan, por supuesto.
-¿...y? Ve al grano.
-Los que me pagan para herir, matar o destruir cosas de nobles son... ¡Sorpresa! Otros nobles. Y dichos nobles están aquí presentes, nerviosos y exigiendo mi muerte porque yo conozco sus crímenes. Incluso ahora, soy un peligro para ellos.- los murmullos volvieron a brotar, esta vez divididos entre las "víctimas" y "empleadores". Me di la vuelta, mirando hacia el público. -¡Podéis considerarme como una espada, "amigos" míos! Si muero aquí, rompéis un arma. Pero el brazo que la sujetaba queda intacto.-
Mis palabras suscitaron cierta agitación. Esta vez, algunos alzaban la voz entre sí, no hacia mi. Realmente estaba siendo un dia emocionante.
-¿Quereis saber quien me pagó para quemar esa taberna tan conocida, cerca del hospital? ¡Fue ese tipo vestido de verde, Clen Syras!- exclamé. El hombre, que intentaba deslizarse entre la multitud, se volvió con sudor frío. -¡No le escucheis, está mintien...!- No llego a terminar su frase, pues el antiguo propietario del local le propinó un buen puñetazo en la cara. De nuevo, la sala estalló en una batalla campal, esta vez entre nobles.
-Jamás habría pensado que una ejecución sería tan divertida.- dije, sonriente.
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*Control de masas, ronda dos. Vamos a seguir con el juicio un rato más y luego, en la tercera, cuarta o quinta ronda, Alanna nos moverá a sus "superiores". Aparte de eso... tenéis libertad para lo que queráis.Asher Daregan
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Re: La peor situación [Interpretativo]
Cruzado de brazos observó como Alanna, de quien no se había percatado hasta aquel momento, irrumpía en la escena. Su compañera, como él, también parecía encontrar extraño lo que estaba sucediendo en aquel juicio, ya que también parecía confiar en la veracidad de las palabras del lobo.
Después de que Alanna intercambiase un par de palabras con Gilmore este acabó, finalmente, cediendo ante la presión de la Gata. Alzando la medalla en alto, para que todos los presentes pudiesen verla, dio tres ligeros toques en el reverso de la misma. Inmediatamente la palabra “Wernack” apareció sobre el pulido acero de la condecoración.
Muchos de los presentes, los mismos habían estado dispuestos a descuartizar al prisionero allí mismo se quedaron en silencio, tratando de buscar alguna respuesta racional a algo que no podían concebir, aquel perro, aquella bestia no podía ser un hombre bestia, Eltrant frunció el ceño cuando escucho a algún asistente que otro pedir la pena de muerte, suspiro y, sin moverse de dónde estaba, se atusó la barba.
Llevaba desde que comenzó aquel juicio preguntándose por que aquellas personas tenían tal insistencia por ver muerto a un mercenario más, a una espada de alquiler del montón, era evidente que los trabajos que parecía aceptar Wernack no eran similares a los que él tomaba, muchas de aquellas personas inocentes parecían habían sufrido debido a estos encargos; pero, aun así, tal insistencia por ver muerto al lobo no dejaba de resultarle extraña.
El propio prisionero fue quien resolvió todas las dudas de Eltrant, sonriendo con una larga hilera de blancos y afilados dientes Wernack afirmó ser cliente de la gran mayoría de los presentes, contratado para, justamente, atacar, matar, herir, al resto de los afectados por su empleo.
La masa de nobles comenzó a agitarse, Eltrant contempló atónito como, el estamento más alto de Lunargenta, las personas que, supuestamente, ostentaban el poder en aquella ciudad comenzaban a volverse los unos a los otros. Primero fueron murmullos, luego algún insulto que otro, un ligero empujón tratando de reafirmarse en sus argumentos, y, finalmente, cuando el lobo dio un nombre en concreto, el juzgado acabo convertido en una batalla campal entre nobles.
-La madre que les… - Llevándose la mano hasta la cara se rascó la desaliñada barba de tres días, aquello estaba alcanzando unas cotas inverosímiles, si tratase de contarle aquello a algún borracho no le creería. Pelucas canosas, sillas, trozos de chaquetas de seda, podrían tener todo el dinero del mundo, pero aquella era una escena que había visto una infinidad de veces en la taberna que tenía junto a su oficina.
- ¡Silencio! ¡Silencio por favor! – Gritaba Gilmore en un desesperado intento por hacer que todos volviesen a recobrar la decencia - ¡Esto no…! ¡Callad! – Eltrant se giró hacia Alanna y se encogió de hombros, la muchedumbre parecía no estar haciendo caso al hecho de que los demás guardas siguiesen con la espada desenvainadas, el simple miedo no les iba a tranquilizar. - ¡Detenedles! ¡Vamos! ¡¿A qué esperáis?! ¡Haced… haced que paren! – Y con esas palabras, los guardias se unieron a la trifulca, envainando sus espadas tanto los guardas que había allí como los refuerzos que habían llegado gracias a los sirvientes se propusieron “pacificar” aquella pequeña rebelión.
Ahora tres bandos peleaban a puño limpio en lo que, hasta hacia un minuto, había sido un juicio, estirando los brazos se giró hacia Alanna y le dedico una sonrisa cansada – ¿Y esto es siempre así? – Drant frunció el ceño y se giró hacia el lobo - ¡Voy a matarte yo mismo! ¡Bestia inmunda! – Exclamó, tratando de hacerse oír por encima de las voces Eltrant pudo percatarse de como una diminuta sonrisa se dibujaba en la comisura del labio del carcelero, a lo que respondió suspirando profundamente y pasándose la mano por el pelo, ¿Ahora iba a hacer también de verdugo? Aquello era cualquier cosa menos un juicio justo, la pelea que tenía tras él no hacía sino atestiguar que aquellos nobles estaban claramente tratando de acallar al prisionero.
Por algún motivo este gesto atrajo, una vez más, la atención de Gilmore - ¡Tale! ¡Haz tu maldito trabajo y únete a los demás! – Eltrant torció el gesto – Estoy haciendo mi trabajo - Señaló al lugar en el que se encontraba – Me aseguro de que ninguno de los enfurecidos presentes le ataque Lord Gilmore, seria… una desgracia – Dijo sonriendo, un zapato que alguien lanzó presa de la furia pasó peligrosamente cerca de la cabeza del exmercenario y rompió un jarrón no muy lejos de dónde Wernack estaba sentado – Y tengo testigos ¿Alanna? – Se giró ahora a su compañera sonriéndole, una de las primeras cosas que había aprendido al poco de entrar en la guarda había sido el aprovechar las pequeñas lagunas en las ordenes de los superiores, por supuesto era consciente de que, si lo hacía con un cargo lo suficientemente alto podía pasar varias noches en el calabozo, sino expulsado, en aquel momento, sin embargo, le preocupaba más la poca imparcialidad que Drant estaba teniendo en todo aquello.
Drant masculló un par de cosas y se alejó, una vez más del prisionero - ¡Terminad con esto! – Vociferó, los guardias estaban conteniendo a los nobles, y no estaban siendo agradables para hacerlo, Eltrant percibió cierta justicia poética en aquello, los servicios de seguridad privados de muchos de aquellos hombres hacían lo mismo en los barrios pobres, acallaban a sus trabajadores a golpes, y por supuesto, quienes lo hacían tenían total inmunidad, el emblema de su pecho no servía de nada contra gente así, salvo en aquel momento.
Al cabo de unos minutos la sala quedo en silencio, muchos de los nobles, con las caras abotagadas por los golpes, estaban ahora sentados, en silencio, mientras observaban a su alrededor, desconfiando de toda persona que se acercase lo suficiente a ellos, los guardias habían vuelto a levantar un grueso muro frente a ellos y de formarse otra trifulca de aquel estilo volverían a detenerles.
Gilmore se presentó frente a la multitud y se aclaró la garganta – Me decepcionáis señores – Dijo, recibió enseguida un insulto apagado como toda respuesta, inmediatamente, los guardas sacaron a aquel tipo de la habitación – Dado la condición extraordinaria de este juicio... – Miró a las personas que quedaban en la estancia, unos pocos a los que los guardias no se habían visto forzado a expulsar por la fuerza– Lo continuaremos a pesar de lo que acaba de suceder – Drant se llevó ambas manos hasta su espalda y, tras entrelazarlas, miró directamente al lobo a los ojos – Muy a tu pesar, perro, aquí no estamos juzgando a esta buena gente, te estamos juzgando a ti, lo demás no es relevante. Y creo que ya va siendo hora de que… - Eltrant dejó escapar una sonora carcajada, el carcelero avanzó un par de pasos – Me está empezando a cansar este soldado que ha olvidado a qué lugar pertenece – Gruño acariciando la empuñadura de su alfanje, Eltrant imitó al hombre y dejó, casualmente, su mano en la pesada espada bastarda que tenía atada al cinturón - ¿De verdad? Quiero decir, no soy yo el que está ignorando el proceder que tenemos la guardia en este tipo de casos, creo recordar que todo testimonio, por pequeño que parezca, es relevante – Se atusó la barba y sonrió – Aunque eso lo sabe mejor aquí mi compañera ¿Verdad? – El séptimo Tale se giró hacia la guarda, ella llevaba el tiempo suficiente en el cuerpo como para conocer aquel tipo de normas mejor que él.
Drant tramaba algo, y no solo lo sospechaba él, estaba seguro que algunos de sus compañeros allí presentes estaban empezando a intuir que aquel juicio estaba siendo cualquier cosa menos parcial.
Después de que Alanna intercambiase un par de palabras con Gilmore este acabó, finalmente, cediendo ante la presión de la Gata. Alzando la medalla en alto, para que todos los presentes pudiesen verla, dio tres ligeros toques en el reverso de la misma. Inmediatamente la palabra “Wernack” apareció sobre el pulido acero de la condecoración.
Muchos de los presentes, los mismos habían estado dispuestos a descuartizar al prisionero allí mismo se quedaron en silencio, tratando de buscar alguna respuesta racional a algo que no podían concebir, aquel perro, aquella bestia no podía ser un hombre bestia, Eltrant frunció el ceño cuando escucho a algún asistente que otro pedir la pena de muerte, suspiro y, sin moverse de dónde estaba, se atusó la barba.
Llevaba desde que comenzó aquel juicio preguntándose por que aquellas personas tenían tal insistencia por ver muerto a un mercenario más, a una espada de alquiler del montón, era evidente que los trabajos que parecía aceptar Wernack no eran similares a los que él tomaba, muchas de aquellas personas inocentes parecían habían sufrido debido a estos encargos; pero, aun así, tal insistencia por ver muerto al lobo no dejaba de resultarle extraña.
El propio prisionero fue quien resolvió todas las dudas de Eltrant, sonriendo con una larga hilera de blancos y afilados dientes Wernack afirmó ser cliente de la gran mayoría de los presentes, contratado para, justamente, atacar, matar, herir, al resto de los afectados por su empleo.
La masa de nobles comenzó a agitarse, Eltrant contempló atónito como, el estamento más alto de Lunargenta, las personas que, supuestamente, ostentaban el poder en aquella ciudad comenzaban a volverse los unos a los otros. Primero fueron murmullos, luego algún insulto que otro, un ligero empujón tratando de reafirmarse en sus argumentos, y, finalmente, cuando el lobo dio un nombre en concreto, el juzgado acabo convertido en una batalla campal entre nobles.
-La madre que les… - Llevándose la mano hasta la cara se rascó la desaliñada barba de tres días, aquello estaba alcanzando unas cotas inverosímiles, si tratase de contarle aquello a algún borracho no le creería. Pelucas canosas, sillas, trozos de chaquetas de seda, podrían tener todo el dinero del mundo, pero aquella era una escena que había visto una infinidad de veces en la taberna que tenía junto a su oficina.
- ¡Silencio! ¡Silencio por favor! – Gritaba Gilmore en un desesperado intento por hacer que todos volviesen a recobrar la decencia - ¡Esto no…! ¡Callad! – Eltrant se giró hacia Alanna y se encogió de hombros, la muchedumbre parecía no estar haciendo caso al hecho de que los demás guardas siguiesen con la espada desenvainadas, el simple miedo no les iba a tranquilizar. - ¡Detenedles! ¡Vamos! ¡¿A qué esperáis?! ¡Haced… haced que paren! – Y con esas palabras, los guardias se unieron a la trifulca, envainando sus espadas tanto los guardas que había allí como los refuerzos que habían llegado gracias a los sirvientes se propusieron “pacificar” aquella pequeña rebelión.
Ahora tres bandos peleaban a puño limpio en lo que, hasta hacia un minuto, había sido un juicio, estirando los brazos se giró hacia Alanna y le dedico una sonrisa cansada – ¿Y esto es siempre así? – Drant frunció el ceño y se giró hacia el lobo - ¡Voy a matarte yo mismo! ¡Bestia inmunda! – Exclamó, tratando de hacerse oír por encima de las voces Eltrant pudo percatarse de como una diminuta sonrisa se dibujaba en la comisura del labio del carcelero, a lo que respondió suspirando profundamente y pasándose la mano por el pelo, ¿Ahora iba a hacer también de verdugo? Aquello era cualquier cosa menos un juicio justo, la pelea que tenía tras él no hacía sino atestiguar que aquellos nobles estaban claramente tratando de acallar al prisionero.
Por algún motivo este gesto atrajo, una vez más, la atención de Gilmore - ¡Tale! ¡Haz tu maldito trabajo y únete a los demás! – Eltrant torció el gesto – Estoy haciendo mi trabajo - Señaló al lugar en el que se encontraba – Me aseguro de que ninguno de los enfurecidos presentes le ataque Lord Gilmore, seria… una desgracia – Dijo sonriendo, un zapato que alguien lanzó presa de la furia pasó peligrosamente cerca de la cabeza del exmercenario y rompió un jarrón no muy lejos de dónde Wernack estaba sentado – Y tengo testigos ¿Alanna? – Se giró ahora a su compañera sonriéndole, una de las primeras cosas que había aprendido al poco de entrar en la guarda había sido el aprovechar las pequeñas lagunas en las ordenes de los superiores, por supuesto era consciente de que, si lo hacía con un cargo lo suficientemente alto podía pasar varias noches en el calabozo, sino expulsado, en aquel momento, sin embargo, le preocupaba más la poca imparcialidad que Drant estaba teniendo en todo aquello.
Drant masculló un par de cosas y se alejó, una vez más del prisionero - ¡Terminad con esto! – Vociferó, los guardias estaban conteniendo a los nobles, y no estaban siendo agradables para hacerlo, Eltrant percibió cierta justicia poética en aquello, los servicios de seguridad privados de muchos de aquellos hombres hacían lo mismo en los barrios pobres, acallaban a sus trabajadores a golpes, y por supuesto, quienes lo hacían tenían total inmunidad, el emblema de su pecho no servía de nada contra gente así, salvo en aquel momento.
Al cabo de unos minutos la sala quedo en silencio, muchos de los nobles, con las caras abotagadas por los golpes, estaban ahora sentados, en silencio, mientras observaban a su alrededor, desconfiando de toda persona que se acercase lo suficiente a ellos, los guardias habían vuelto a levantar un grueso muro frente a ellos y de formarse otra trifulca de aquel estilo volverían a detenerles.
Gilmore se presentó frente a la multitud y se aclaró la garganta – Me decepcionáis señores – Dijo, recibió enseguida un insulto apagado como toda respuesta, inmediatamente, los guardas sacaron a aquel tipo de la habitación – Dado la condición extraordinaria de este juicio... – Miró a las personas que quedaban en la estancia, unos pocos a los que los guardias no se habían visto forzado a expulsar por la fuerza– Lo continuaremos a pesar de lo que acaba de suceder – Drant se llevó ambas manos hasta su espalda y, tras entrelazarlas, miró directamente al lobo a los ojos – Muy a tu pesar, perro, aquí no estamos juzgando a esta buena gente, te estamos juzgando a ti, lo demás no es relevante. Y creo que ya va siendo hora de que… - Eltrant dejó escapar una sonora carcajada, el carcelero avanzó un par de pasos – Me está empezando a cansar este soldado que ha olvidado a qué lugar pertenece – Gruño acariciando la empuñadura de su alfanje, Eltrant imitó al hombre y dejó, casualmente, su mano en la pesada espada bastarda que tenía atada al cinturón - ¿De verdad? Quiero decir, no soy yo el que está ignorando el proceder que tenemos la guardia en este tipo de casos, creo recordar que todo testimonio, por pequeño que parezca, es relevante – Se atusó la barba y sonrió – Aunque eso lo sabe mejor aquí mi compañera ¿Verdad? – El séptimo Tale se giró hacia la guarda, ella llevaba el tiempo suficiente en el cuerpo como para conocer aquel tipo de normas mejor que él.
Drant tramaba algo, y no solo lo sospechaba él, estaba seguro que algunos de sus compañeros allí presentes estaban empezando a intuir que aquel juicio estaba siendo cualquier cosa menos parcial.
Eltrant Tale
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Re: La peor situación [Interpretativo]
La situación parecía ir cada vez más tranquila, hasta que Wernak tomó, una vez más, la palabra, a cada frase del hombre bestia los ojos se le iban abriendo más y más, ¿es que se había vuelto loco? que pretendía al hacer estallar una batalla campal? ¿qué lo matasen? Eso era una locura, y para colmo, el que debía mantener la calma, el juez, se había puesto nervioso como un cerdo, tenía la cara roja e hiperventilaba como si le hubiera dado un ataque.
A la Gata estaban entrando le ganas de pegarle una colleja al "señor juez" para hacer que reaccionara, porque sinceramente, ponerse a gritar como un poseso no era solución alguna, ahí los únicos que mantenían la calma eran el acusado, con sonrisa lobuna, al comprobar el resultado de sus palabras, Eltrant, y ella. Algo que, al parecer, al líder de sala no le hacía ni pizca de gracia. Al escuchar la voz de Eltrant, se giró a mirarlo y dio un suspiro negando con la cabeza y encogiendo los hombros, eso era un despiporre.
Mientras la batalla campal comenzaba a calmarse, las tornas se giraron en contra de Eltrant, esos nobles estaban pasándose de la raya, y, si de ella dependiera, los mandaría encarcelar a todos y que probasen su propia medicina. Odiaba tener que presentarse ante ellos y guardar las formas, pero le encantaba ganarlos en su propio terreno, y cerrarles la boca. Por eso se mantenía callada, silenciosa y reflexiva, permitiendo que los acontecimientos siguieran su paso hasta que viera el momento de intervenir. Por suerte, Eltrant le estaba dando las perfectas oportunidades para ello, y, realmente, se lo agradecía, aunque fueran, en parte, para salvar su propio pellejo, a ella no le importaba, ni mucho menos, ser su apoyo, por algo eran compañeros, y buenos amigos.
Asintió sencillamente, con una ligera sonrisa, él se encargaba de "defender" al que daba los golpes de martillo, y Alanna al que daba los golpes de palabras, al fin y al cabo, era el hombre bestia quien había provocado todo ese lío. Pero sus ordenes procedían de arriba, y, que narices, que no estaba mal que los nobles, tan acomodados como estaban, probasen un poco de lo que era sentirse atacado. Estaba bien asustarlos de vez en cuando, y que no olvidasen que, por mucho que la guardia estuviera para proteger, incluso el eslabón más débil podía llegar a tener más poder que cualquiera de los nobles.
Todo se detuvo finalmente, cuando el juez montó en cólera, los nobles medio muertos se arrastraron a sus asientos dispuestos a seguir con el juicio, no sin antes recibir una, demasiado leve, reprimenda. Normalmente los juicios eran rápidos, acusación, defensa, sentencia y punto, ese se estaba alargando, habían tomado al hombre bestia como puchinball, y al parecer, también a Eltrant, o eso se le antojó al oír como la carcajada del guardia provocaba la ira en uno de los presentes. Las palabras del mercenario sonaron afiladas como cuchillos cuando la llamó a ella, ese si era su turno.
-Esto es una soberana estupidez.- dijo con sencillez, resumiendo sus pensamientos en una frase.- El acusado es mercenario, todos sabemos el asco que todos le tienen a los mercenarios, bueno, y a los guardias también, para que nos vamos a engañar, y si le acusan no es ni más ni menos que por que se sienten amenazados. Al igual que les molesta que dos guardias.- se puso junto a Eltrant para demostrar su punto.- se opongan a una decisión estúpida como lo es una condena a muerte por... ¿cual es la acusación? Porque en realidad es algo que ni se ha dicho, solo porque van en contra de sus deseos, cuando, en realidad, nuestra oposición podría salvar sus traseros, ¿a caso no ven lo que vemos nosotros, lo que verán los ciudadanos?, tranquilos, que yo se lo explico.- soltó un suspiro y alzó la vista.- Esto me parece un teatro para desfogar tensiones, y para eso, la verdad, mejor que se vayan de putas señores.- soltó sin reflexionar a penas, mientras un gran sonido indignado, seguido de un silencio profundo, se instalaba en la sala.- o me van a decir que de verdad tiene algo en contra de este hombre que, además, a demostrado ser un héroe de terpoli, me parece una burla inmensa a las personas que arriesgamos nuestra vida por proteger su posición y su vida. Ahora, si quieren perder el tiempo y discutir en lugar de atender sus negocios, es cosa suya, aunque, ta vez, deberían estar más pendientes de estos. ¿No creen?- nombró como amenaza velada, dirigiendo una mirada clara a los presentes.- yo no tengo más que decir, pueden dejarlo libre, matarlo o lo que les apetezca, pero tengan en cuenta que su decisión sera la que ensucie, o no, el nombre de su familia. Es cosa suya si están dispuestos a perder el honor del apellido por condenar a un mercenario. Otra opción, es dejar que la guardia decida, no creo que gente de su alcurnia quiera ensuciarse las manos.- Sonrió con ojos entrecerrados, las reacciones de los nobles le decían que había tocado donde más dolía, su apellidos, su fortuna, su orgullo, su renombre, el caso estaba ganado.
A la Gata estaban entrando le ganas de pegarle una colleja al "señor juez" para hacer que reaccionara, porque sinceramente, ponerse a gritar como un poseso no era solución alguna, ahí los únicos que mantenían la calma eran el acusado, con sonrisa lobuna, al comprobar el resultado de sus palabras, Eltrant, y ella. Algo que, al parecer, al líder de sala no le hacía ni pizca de gracia. Al escuchar la voz de Eltrant, se giró a mirarlo y dio un suspiro negando con la cabeza y encogiendo los hombros, eso era un despiporre.
Mientras la batalla campal comenzaba a calmarse, las tornas se giraron en contra de Eltrant, esos nobles estaban pasándose de la raya, y, si de ella dependiera, los mandaría encarcelar a todos y que probasen su propia medicina. Odiaba tener que presentarse ante ellos y guardar las formas, pero le encantaba ganarlos en su propio terreno, y cerrarles la boca. Por eso se mantenía callada, silenciosa y reflexiva, permitiendo que los acontecimientos siguieran su paso hasta que viera el momento de intervenir. Por suerte, Eltrant le estaba dando las perfectas oportunidades para ello, y, realmente, se lo agradecía, aunque fueran, en parte, para salvar su propio pellejo, a ella no le importaba, ni mucho menos, ser su apoyo, por algo eran compañeros, y buenos amigos.
Asintió sencillamente, con una ligera sonrisa, él se encargaba de "defender" al que daba los golpes de martillo, y Alanna al que daba los golpes de palabras, al fin y al cabo, era el hombre bestia quien había provocado todo ese lío. Pero sus ordenes procedían de arriba, y, que narices, que no estaba mal que los nobles, tan acomodados como estaban, probasen un poco de lo que era sentirse atacado. Estaba bien asustarlos de vez en cuando, y que no olvidasen que, por mucho que la guardia estuviera para proteger, incluso el eslabón más débil podía llegar a tener más poder que cualquiera de los nobles.
Todo se detuvo finalmente, cuando el juez montó en cólera, los nobles medio muertos se arrastraron a sus asientos dispuestos a seguir con el juicio, no sin antes recibir una, demasiado leve, reprimenda. Normalmente los juicios eran rápidos, acusación, defensa, sentencia y punto, ese se estaba alargando, habían tomado al hombre bestia como puchinball, y al parecer, también a Eltrant, o eso se le antojó al oír como la carcajada del guardia provocaba la ira en uno de los presentes. Las palabras del mercenario sonaron afiladas como cuchillos cuando la llamó a ella, ese si era su turno.
-Esto es una soberana estupidez.- dijo con sencillez, resumiendo sus pensamientos en una frase.- El acusado es mercenario, todos sabemos el asco que todos le tienen a los mercenarios, bueno, y a los guardias también, para que nos vamos a engañar, y si le acusan no es ni más ni menos que por que se sienten amenazados. Al igual que les molesta que dos guardias.- se puso junto a Eltrant para demostrar su punto.- se opongan a una decisión estúpida como lo es una condena a muerte por... ¿cual es la acusación? Porque en realidad es algo que ni se ha dicho, solo porque van en contra de sus deseos, cuando, en realidad, nuestra oposición podría salvar sus traseros, ¿a caso no ven lo que vemos nosotros, lo que verán los ciudadanos?, tranquilos, que yo se lo explico.- soltó un suspiro y alzó la vista.- Esto me parece un teatro para desfogar tensiones, y para eso, la verdad, mejor que se vayan de putas señores.- soltó sin reflexionar a penas, mientras un gran sonido indignado, seguido de un silencio profundo, se instalaba en la sala.- o me van a decir que de verdad tiene algo en contra de este hombre que, además, a demostrado ser un héroe de terpoli, me parece una burla inmensa a las personas que arriesgamos nuestra vida por proteger su posición y su vida. Ahora, si quieren perder el tiempo y discutir en lugar de atender sus negocios, es cosa suya, aunque, ta vez, deberían estar más pendientes de estos. ¿No creen?- nombró como amenaza velada, dirigiendo una mirada clara a los presentes.- yo no tengo más que decir, pueden dejarlo libre, matarlo o lo que les apetezca, pero tengan en cuenta que su decisión sera la que ensucie, o no, el nombre de su familia. Es cosa suya si están dispuestos a perder el honor del apellido por condenar a un mercenario. Otra opción, es dejar que la guardia decida, no creo que gente de su alcurnia quiera ensuciarse las manos.- Sonrió con ojos entrecerrados, las reacciones de los nobles le decían que había tocado donde más dolía, su apellidos, su fortuna, su orgullo, su renombre, el caso estaba ganado.
Alanna Delteria
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Re: La peor situación [Interpretativo]
Lord Grant Gilmore. Noble de alta cuna. Honorable, educado e inteligente. El nombre de su familia era conocido y respetado. Se le consideraba un hombre justo y culto, al menos entre los estándares de los nobles. Por eso había ejercido numerosas veces de juez. Y probablemente, ningún juicio le había afectado tanto como este. El gran y poderoso noble parecía desesperado, gritando amenazas de muerte hacia mi, órdenes a los guardias, y silencio hacia los demás nobles.
Me agaché, esquivando un zapato que había salido volando a mi dirección, pero sin dejar de sonreir. Era curioso lo salvajes que se convertian los refinados señores de la corte con tan solo decir un par de nombres. De una manera u otra, Grant consiguió imponer orden... aun a coste de dejar la sala mucho más vacía de lo que estaba antes. Por algún motivo, eso me hizo sentir bastante mejor. No me gustaban las multitudes, y la situación parecía mucho menos seria sin tanto público.
El guardia de Térpoli que había saltado a mi defensa antes tampoco parecía pasarlo mal, a juzgar por su sonora carcajada, que no me ayudó a contener una pequeña risa. Alanna continuó a favor de su amigo, dejando sus pensamientos claros con un severo discurso. La boca de los pocos que quedaban se abrían más y más a medida que hablaba. Y, cuando terminó, hubo cierto murmullo ofendido entre los espectadores, que amenazaba con volverse más fuerte y terminar siendo una tercera refriega. Pero todos se callaron al escuchar algo. Una carcajada.
Esta vez, me tocaba reir a mi. La cara de Gilmore estaba cada vez más roja, pero yo reí y reí. Eso era simplemente tan cómico. No podía más. Parecía que le iba a estallar una vena del cuello.
-Eh, Gilmore -dije entre lágrimas- me parece que estás perdiendo el control de este juicio.
-¡Serás insolente!- exclamó el carcelero, llevando la mano a su arma. Pero era cierto. Primero el público, y ahora, la guardia. Todo el mundo se había dado cuenta de lo que estaba pasando.
-¡Suficiente!- gritó Grant. -¡Estoy harto! En vista de que ni el público ni la guardia va a comportarse como es debido, le relevo esta carga a estos últimos. Haga lo que quiera. Ya no es mi problema.- Fingir indignación y echarle el muerto a otro... en su lugar, no era tan mal plan. Al menos así no quedaría como un incompetente. A pesar de las protestas del carcelero, el lord se dirigió a la puerta.
-Hmph. Da igual. Ni que la guardia fuese a hacer otra cosa.- gruñó. Entre maldiciones, le arrojó las llaves de mis grilletes a Alanna y salió de la sala, furioso.
-...bueno, eso ha sido divertido. Mejor salgamos fuera antes de que se monte otra revolución.- sugerí.
Una vez salimos y nos alejamos un poco del lugar, miré a ambos guardias de cerca.
-Esto... Alanna, era, ¿no? ¿Y tu eras...?- le pregunté al otro. -Imagino que sería mucho pedir que me dejaseis libre y ya. ¿No me podéis al menos sacar los grilletes? O, no se. No he comido nada decente en días. ¿Por qué no una última comida?-
No creía que la situación con la guardia fuese a ser muy distinta de mi destino original. Después de todo, yo mismo había acabado con la vida de varios. Aunque por norma general, estaban tan acorazados que escapar era mucho más sencillo que matarlos.
-No os equivoquéis. Estoy seguro de que la guardia va a ejecutarme de todos modos. Y no les culpo. Si supieseis las cosas que he hecho, no os habríais molestado en ayudar.- murmuré, algo taciturno. -Pero de todos modos, ha sido bastante más divertido de lo que esperaba. Gracias por la ayuda
Contemplé mis opciones. ¿Que posibilidades tenía de escapar? Desde luego, habían aumentado radicalmente desde que salimos a las calles. Estaba desarmado y hambriento. Mi forma física había empeorado durante mi estancia en esa mazmorra... y era improbable que la pareja me fuese a quitar los ojos de encima. No tendría energía suficiente para una persecución larga, pero tal vez podría esconderme en alguna parte. Conocía bien los tejados de la ciudad. Sin embargo, incluso si lograba escapar... no tenia nada. Mis pertenencias debían estar bien guardadas, al ser pruebas de un juicio. Sería difícil conseguir comida sin un sólo aero, y no era especialmente habilidoso a la hora de robar bolsillos. Incluso asaltar a alguien sería complicado sin un arma.
Suspiré. Estaba sin alternativa. Solo me quedaba seguir y esperar que otro milagro ocurriese para salvarme el pellejo.
Me agaché, esquivando un zapato que había salido volando a mi dirección, pero sin dejar de sonreir. Era curioso lo salvajes que se convertian los refinados señores de la corte con tan solo decir un par de nombres. De una manera u otra, Grant consiguió imponer orden... aun a coste de dejar la sala mucho más vacía de lo que estaba antes. Por algún motivo, eso me hizo sentir bastante mejor. No me gustaban las multitudes, y la situación parecía mucho menos seria sin tanto público.
El guardia de Térpoli que había saltado a mi defensa antes tampoco parecía pasarlo mal, a juzgar por su sonora carcajada, que no me ayudó a contener una pequeña risa. Alanna continuó a favor de su amigo, dejando sus pensamientos claros con un severo discurso. La boca de los pocos que quedaban se abrían más y más a medida que hablaba. Y, cuando terminó, hubo cierto murmullo ofendido entre los espectadores, que amenazaba con volverse más fuerte y terminar siendo una tercera refriega. Pero todos se callaron al escuchar algo. Una carcajada.
Esta vez, me tocaba reir a mi. La cara de Gilmore estaba cada vez más roja, pero yo reí y reí. Eso era simplemente tan cómico. No podía más. Parecía que le iba a estallar una vena del cuello.
-Eh, Gilmore -dije entre lágrimas- me parece que estás perdiendo el control de este juicio.
-¡Serás insolente!- exclamó el carcelero, llevando la mano a su arma. Pero era cierto. Primero el público, y ahora, la guardia. Todo el mundo se había dado cuenta de lo que estaba pasando.
-¡Suficiente!- gritó Grant. -¡Estoy harto! En vista de que ni el público ni la guardia va a comportarse como es debido, le relevo esta carga a estos últimos. Haga lo que quiera. Ya no es mi problema.- Fingir indignación y echarle el muerto a otro... en su lugar, no era tan mal plan. Al menos así no quedaría como un incompetente. A pesar de las protestas del carcelero, el lord se dirigió a la puerta.
-Hmph. Da igual. Ni que la guardia fuese a hacer otra cosa.- gruñó. Entre maldiciones, le arrojó las llaves de mis grilletes a Alanna y salió de la sala, furioso.
-...bueno, eso ha sido divertido. Mejor salgamos fuera antes de que se monte otra revolución.- sugerí.
Una vez salimos y nos alejamos un poco del lugar, miré a ambos guardias de cerca.
-Esto... Alanna, era, ¿no? ¿Y tu eras...?- le pregunté al otro. -Imagino que sería mucho pedir que me dejaseis libre y ya. ¿No me podéis al menos sacar los grilletes? O, no se. No he comido nada decente en días. ¿Por qué no una última comida?-
No creía que la situación con la guardia fuese a ser muy distinta de mi destino original. Después de todo, yo mismo había acabado con la vida de varios. Aunque por norma general, estaban tan acorazados que escapar era mucho más sencillo que matarlos.
-No os equivoquéis. Estoy seguro de que la guardia va a ejecutarme de todos modos. Y no les culpo. Si supieseis las cosas que he hecho, no os habríais molestado en ayudar.- murmuré, algo taciturno. -Pero de todos modos, ha sido bastante más divertido de lo que esperaba. Gracias por la ayuda
Contemplé mis opciones. ¿Que posibilidades tenía de escapar? Desde luego, habían aumentado radicalmente desde que salimos a las calles. Estaba desarmado y hambriento. Mi forma física había empeorado durante mi estancia en esa mazmorra... y era improbable que la pareja me fuese a quitar los ojos de encima. No tendría energía suficiente para una persecución larga, pero tal vez podría esconderme en alguna parte. Conocía bien los tejados de la ciudad. Sin embargo, incluso si lograba escapar... no tenia nada. Mis pertenencias debían estar bien guardadas, al ser pruebas de un juicio. Sería difícil conseguir comida sin un sólo aero, y no era especialmente habilidoso a la hora de robar bolsillos. Incluso asaltar a alguien sería complicado sin un arma.
Suspiré. Estaba sin alternativa. Solo me quedaba seguir y esperar que otro milagro ocurriese para salvarme el pellejo.
Asher Daregan
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Re: La peor situación [Interpretativo]
Si no hubiese estado rodeado de nobles atónitos, y claramente, enfurecidos, habría aplaudido.
El discurso de Alanna fue, para Gilmore, la gota que colmó el vaso. Y no era para menos, su prisionero, la persona a la que juzgaban, parecía más divertida que asustada, los nobles que presenciaban el evento ya no sabían que pensar, algunos de los que quedaban empezaban a abandonar la sala, decepcionados porque aquel juicio no había sido el linchamiento generalizado que habrían deseado, los guardas, entre los cuales estaba él mismo, dudaban mucho de que aquello estuviese haciéndose todo lo bien que se debería. Por lo que, agotado por todo lo que estaba aconteciendo, Drant entregó la responsabilidad, y, por tanto, la vida del prisionero a la guarda.
Cruzado de brazos el exmercenario comprobó cómo tanto Gilmore, el carcelero, y todos los nobles comenzaban a abandonar la habitación. De forma lenta, pero gradual, la sala fue vaciándose hasta que, finalmente, solo quedaron un puñado de los guardias que debían de “proteger” a los nobles del villano que, en aquel momento, estaba atado al trono central de la habitación.
Y pocos minutos tras quedarse solo las fuerzas del orden en aquel lugar, los demás guardas se comenzaron a ir al cuartel “Trasladadlo vosotros, a mí ya me da más bien igual” Dijo un agotado soldado que había recibido más golpes en la cara de los que le habría gustado recibir en un juicio.
Tras desatarle de la silla, lo llevaron fuera de la habitación, y después fuera del edificio, en dirección al cuartel, aquel era el procedimiento habitual, lo que debían hacer, su deber.
Fue en el momento en el que los guardas estuvieron lo suficientemente lejos del lugar del juicio cuando el cautivo habló, agradeció a los presentes la ayuda, así como algunos favores que otro, como comida, o quitarles los grilletes; así como afirmó haber cometido los crímenes necesarios para que la sentencia fuese la muerte.
Eltrant se rascó la cabeza y miró a Alanna, ella era la superiora de los dos, ella era la que decidía que hacer. Suspiró. – Mi nombre es Eltrant… Tale – Dijo mientras le pedía las llaves a su compañera y le quitaba los grilletes a Wernack – Y no hay de qué – Eltrant le devolvió las llaves a Alanna y miró tras de sí, por encima de su hombro.
Ahora sin grilletes, las miradas acusadoras que los transeúntes llevaban lanzando hacía un rato comenzaron a disiparse ligeramente, no obstante, no cesaron, al fin y al cabo, Wernack tenía un aspecto lamentable. – Antes que entregarlo, Alanna, vamos a llevarlo a mi oficina – El exmercenario miró largo y tendido a su compañera, era consciente de que ella también había notado como llevaban un rato siguiéndoles, al menos, esperaba que fuese así, llevaban tras ellos prácticamente desde que abandonaron el edificio en el que se había desarrollado el juicio, lo suficiente como para interpretar que Wernack tenía quizás, demasiados enemigos. – Hay algo raro en todo este asunto. – Se volvió a girar hacia el lobo se atusó la barba - ¿Te comprometes a no largarte? – Dijo zarandeando los grilletes frente a él, para después colocarlos en la parte trasera de su cinturón – De verdad, no apetece nada correr – El castaño esperó a escuchar lo que el acusado tenía que decir, y tras aquello, comenzó a caminar en dirección a su oficina.
No tardaron mucho en llegar, los barrios pobres, si los enviados por los nobles eran lo suficientemente listo se cambiarían los ropajes antes de internarse allí, un brillante blasón dorado en el pecho no era lo mejor si querías pasar desapercibido, lo cual no dejaba de ser irónico, teniendo en cuenta que tanto Alanna como él, en aquel momento, portaban uno.
-Bienvenidos a mi humilde morada – Dijo el exmercenario a sus dos acompañantes cuando la pequeña casita con el letrero que rezaba “Compañía Luna Invernal” se alzó ante ellos.
Antes de entrar se acercó al pequeño papel que había justo bajo el letrero y leyó los nombres que había escritos, ninguno nuevo, aquella era la manera en la que tenia de encontrar clientes cuando no estaba en la oficina, no estaba mal para sacarse unos Aeros extras de vez en cuando.
Tras forcejear con la desvencijada puerta durante unos instantes, y después de maldecir al cruel dios que hubiese decidido que era buena idea oxidar los metales, entraron en el pequeño edificio. – Poneos cómodos, y obviad al mapache – Dijo mientras se perdía en la segunda, y única, habitación que tenía el lugar, dónde comenzó a juntar, como mejor podía, la poca comida que le quedaba, pan, un vaso de licor, y un poco de carne curada.
– No está mal ¿Verdad Alanna? – Exclamó Eltrant desde el dormitorio para hacerse oír a la vez que hacía las veces de cocinero – He ordenado un poco desde la última vez que estuviste aquí, organizarme un poco las ideas y eso – La última vez que Alanna le había visitado había sido al poco de “contraer” la maldición que le había hecho olvidar gran parte de su vida, había pasado ya algún tiempo, el suficiente como para dejar de auto compadecerse.
Aunque por mucho que el exmercenario dijese, ordenar se había limitado, sin embargo, a apartar todas las botellas de alcohol vacías del suelo y colocarlas en una estantería, ya que en la única mesa con la que contaba y que hacía las veces de escritorio, yacían más de un centenar de carteles de “Se busca” en los que en aquel momento dormía un mapache con sobrepeso a pierna suelta; Estaba bastante seguro de que la cara de Wernack estaría en alguno de esos.
Cuando hubo depositado en una bandeja de madera todas las cosas comestibles que había conseguido encontrar salió del dormitorio y, bajo la mirada de los sus dos invitados, la dejó sobre la mesa, frente a los ojos del lobo.
– Come – Dijo sentándose en la silla que estaba justo tras la mesa, empujando al mapache al suelo, el cual se había despertado ligeramente por el olor de la comida y ahora miraba a Eltrant con aspecto increíblemente ofendido – Y cuéntanos… - Dijo desatándose la espada del cinto y colocándola junto a él, apoyándola en la pared, descansando en su vaina - ¿Quiénes son los que nos han seguido hasta aquí y ahora esperan fuera? – Miró fugazmente hacía la ventana – Los del blasón dorado.
El discurso de Alanna fue, para Gilmore, la gota que colmó el vaso. Y no era para menos, su prisionero, la persona a la que juzgaban, parecía más divertida que asustada, los nobles que presenciaban el evento ya no sabían que pensar, algunos de los que quedaban empezaban a abandonar la sala, decepcionados porque aquel juicio no había sido el linchamiento generalizado que habrían deseado, los guardas, entre los cuales estaba él mismo, dudaban mucho de que aquello estuviese haciéndose todo lo bien que se debería. Por lo que, agotado por todo lo que estaba aconteciendo, Drant entregó la responsabilidad, y, por tanto, la vida del prisionero a la guarda.
Cruzado de brazos el exmercenario comprobó cómo tanto Gilmore, el carcelero, y todos los nobles comenzaban a abandonar la habitación. De forma lenta, pero gradual, la sala fue vaciándose hasta que, finalmente, solo quedaron un puñado de los guardias que debían de “proteger” a los nobles del villano que, en aquel momento, estaba atado al trono central de la habitación.
Y pocos minutos tras quedarse solo las fuerzas del orden en aquel lugar, los demás guardas se comenzaron a ir al cuartel “Trasladadlo vosotros, a mí ya me da más bien igual” Dijo un agotado soldado que había recibido más golpes en la cara de los que le habría gustado recibir en un juicio.
Tras desatarle de la silla, lo llevaron fuera de la habitación, y después fuera del edificio, en dirección al cuartel, aquel era el procedimiento habitual, lo que debían hacer, su deber.
Fue en el momento en el que los guardas estuvieron lo suficientemente lejos del lugar del juicio cuando el cautivo habló, agradeció a los presentes la ayuda, así como algunos favores que otro, como comida, o quitarles los grilletes; así como afirmó haber cometido los crímenes necesarios para que la sentencia fuese la muerte.
Eltrant se rascó la cabeza y miró a Alanna, ella era la superiora de los dos, ella era la que decidía que hacer. Suspiró. – Mi nombre es Eltrant… Tale – Dijo mientras le pedía las llaves a su compañera y le quitaba los grilletes a Wernack – Y no hay de qué – Eltrant le devolvió las llaves a Alanna y miró tras de sí, por encima de su hombro.
Ahora sin grilletes, las miradas acusadoras que los transeúntes llevaban lanzando hacía un rato comenzaron a disiparse ligeramente, no obstante, no cesaron, al fin y al cabo, Wernack tenía un aspecto lamentable. – Antes que entregarlo, Alanna, vamos a llevarlo a mi oficina – El exmercenario miró largo y tendido a su compañera, era consciente de que ella también había notado como llevaban un rato siguiéndoles, al menos, esperaba que fuese así, llevaban tras ellos prácticamente desde que abandonaron el edificio en el que se había desarrollado el juicio, lo suficiente como para interpretar que Wernack tenía quizás, demasiados enemigos. – Hay algo raro en todo este asunto. – Se volvió a girar hacia el lobo se atusó la barba - ¿Te comprometes a no largarte? – Dijo zarandeando los grilletes frente a él, para después colocarlos en la parte trasera de su cinturón – De verdad, no apetece nada correr – El castaño esperó a escuchar lo que el acusado tenía que decir, y tras aquello, comenzó a caminar en dirección a su oficina.
No tardaron mucho en llegar, los barrios pobres, si los enviados por los nobles eran lo suficientemente listo se cambiarían los ropajes antes de internarse allí, un brillante blasón dorado en el pecho no era lo mejor si querías pasar desapercibido, lo cual no dejaba de ser irónico, teniendo en cuenta que tanto Alanna como él, en aquel momento, portaban uno.
-Bienvenidos a mi humilde morada – Dijo el exmercenario a sus dos acompañantes cuando la pequeña casita con el letrero que rezaba “Compañía Luna Invernal” se alzó ante ellos.
Antes de entrar se acercó al pequeño papel que había justo bajo el letrero y leyó los nombres que había escritos, ninguno nuevo, aquella era la manera en la que tenia de encontrar clientes cuando no estaba en la oficina, no estaba mal para sacarse unos Aeros extras de vez en cuando.
Tras forcejear con la desvencijada puerta durante unos instantes, y después de maldecir al cruel dios que hubiese decidido que era buena idea oxidar los metales, entraron en el pequeño edificio. – Poneos cómodos, y obviad al mapache – Dijo mientras se perdía en la segunda, y única, habitación que tenía el lugar, dónde comenzó a juntar, como mejor podía, la poca comida que le quedaba, pan, un vaso de licor, y un poco de carne curada.
– No está mal ¿Verdad Alanna? – Exclamó Eltrant desde el dormitorio para hacerse oír a la vez que hacía las veces de cocinero – He ordenado un poco desde la última vez que estuviste aquí, organizarme un poco las ideas y eso – La última vez que Alanna le había visitado había sido al poco de “contraer” la maldición que le había hecho olvidar gran parte de su vida, había pasado ya algún tiempo, el suficiente como para dejar de auto compadecerse.
Aunque por mucho que el exmercenario dijese, ordenar se había limitado, sin embargo, a apartar todas las botellas de alcohol vacías del suelo y colocarlas en una estantería, ya que en la única mesa con la que contaba y que hacía las veces de escritorio, yacían más de un centenar de carteles de “Se busca” en los que en aquel momento dormía un mapache con sobrepeso a pierna suelta; Estaba bastante seguro de que la cara de Wernack estaría en alguno de esos.
Cuando hubo depositado en una bandeja de madera todas las cosas comestibles que había conseguido encontrar salió del dormitorio y, bajo la mirada de los sus dos invitados, la dejó sobre la mesa, frente a los ojos del lobo.
– Come – Dijo sentándose en la silla que estaba justo tras la mesa, empujando al mapache al suelo, el cual se había despertado ligeramente por el olor de la comida y ahora miraba a Eltrant con aspecto increíblemente ofendido – Y cuéntanos… - Dijo desatándose la espada del cinto y colocándola junto a él, apoyándola en la pared, descansando en su vaina - ¿Quiénes son los que nos han seguido hasta aquí y ahora esperan fuera? – Miró fugazmente hacía la ventana – Los del blasón dorado.
Eltrant Tale
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Re: La peor situación [Interpretativo]
Las carcajadas del acusado y la indignación de los nobles, que, además, habían notado cierta amenaza velada tras las palabra de la guarda, parecieron hacer reaccionar a los presentes. No por nada había actuado de forma brusca, sabía que, al menos, dos de los presentes regentaban un burdel de dudosa legalidad, y al menos la mitad tenían ciertos negocios sucios que más les valdría vigilar de cerca si no querían acabar encarcelados en pocos días. En su caso, era necesario saber cuando ir directamente y cuando no hacerlo, así como el manejo de la sutileza que, tenía que reconocer, había perdido durante su palabrería. Pero, aun así, había funcionado. Los nobles, indignados, el carcelero, enfurecido, y los guardias, cansados, se habían acabado por marchar.
Cogió al vuelo las llaves intentando mantener la dignidad ante el cansancio, llevaba días preparando el viaje de partida, y estaba seriamente cansada, puede que por eso se le hubieran escapado las palabras y los tonos. Pero habían logrado, entre todos, sacar de la horca al hombre perro, ese era, al menos, una buen inicio. Quitó las cadenas que atrapaban a wernack a la silla del centro y las dejó caer al suelo sin preocuparse demasiado de lo que pudieran pensar al ver las cadenas caídas, los jefes tenían planes, y no eran matarlo. Sonrió y asintió cuando el prisionero dijo su nombre, ya podía agradecerlo, eso le costaría meses de investigación extra y de infiltraciones nuevas, pero si había salvado a alguien de la muerte, le merecía la pena.
Con un suspiro, accedió a la idea de Eltrant, le debía dar un voto de confianza, como compañera y amiga, era su deber. Le pasó las llaves y le dejó hacer, era el quien había empezado, en realidad, así que ese era su caso, no el de ella, en ese momento, sería solo un apoyo. En realidad, iba bastante empanada por las calles mientras los dos hombres hablaban, incluso, cuando los vio centrados, logró escabullirse para comprar unas manzanas, algo de queso y unas galletas para Sam, si iban a casa de Eltrant seguro que estaría allí el pequeño mapache con el que había hecho migas cuando estuvo allí.
Por suerte, al saber el camino, no tardó en reunirse con ellos, justo en el instante que Eltrant abría la puerta de su pequeña oficina tras recoger unos papeles del suelo. El sitio seguía oscuro, aun olía algo a alcohol, pero en coparación a la ultima vez, parecía incluso luminoso, las botellas de cristal se amontonaban en un rincón, los papeles sobre la mesa y la puerta del dormitorio estaba cerrada, pero podía imaginar el mismo pequeño colchón en la esquina del cuarto, al menos no había polvo y estaba claro que Eltrant se mantenía sobrio.
Y Sam, sobre la mesa, dormitaba placenteramente, al parecer no podría darle las galletas. Sin embargo, cuando el guardia salió de su cuarto con la comida en brazos y la puso sobre la mesa frente a Wernak, para apartar a Sam y sentarse el en la silla tras el escritorio, Alanna aprovechó para dejar lo comprado sobre los papeles y sacar las galletas del morral escuchando, a medias, las preguntas de uno y las respuestas del otro.
- Sam, mira lo que te traigo.- susurró enseñándole las galletas que tenía en las manos, logrando captar la atención del mapache.
Sam se acercó correteando a comer galletas para, a cada una que cogía, enredarse más en las piernas de Alanna, acabando por dejarla sentada en el suelo para comer galletas en s regazo y, después de cuatro, caer dormido nuevamente. "Vaya" pensó para si acariciando al animalillo que se removía un poco y parecía querer hacerle carantoñas.
- Si hay extraños... ¿no podríamos usar a Sam?- Preguntó, sentada desde el suelo con la apariencia más tranquila e inocente que había tenido en meses, por una vez, tal vez debido al cansancio, o por que los animales la calmaban, parecía relajada.
Cogió al vuelo las llaves intentando mantener la dignidad ante el cansancio, llevaba días preparando el viaje de partida, y estaba seriamente cansada, puede que por eso se le hubieran escapado las palabras y los tonos. Pero habían logrado, entre todos, sacar de la horca al hombre perro, ese era, al menos, una buen inicio. Quitó las cadenas que atrapaban a wernack a la silla del centro y las dejó caer al suelo sin preocuparse demasiado de lo que pudieran pensar al ver las cadenas caídas, los jefes tenían planes, y no eran matarlo. Sonrió y asintió cuando el prisionero dijo su nombre, ya podía agradecerlo, eso le costaría meses de investigación extra y de infiltraciones nuevas, pero si había salvado a alguien de la muerte, le merecía la pena.
Con un suspiro, accedió a la idea de Eltrant, le debía dar un voto de confianza, como compañera y amiga, era su deber. Le pasó las llaves y le dejó hacer, era el quien había empezado, en realidad, así que ese era su caso, no el de ella, en ese momento, sería solo un apoyo. En realidad, iba bastante empanada por las calles mientras los dos hombres hablaban, incluso, cuando los vio centrados, logró escabullirse para comprar unas manzanas, algo de queso y unas galletas para Sam, si iban a casa de Eltrant seguro que estaría allí el pequeño mapache con el que había hecho migas cuando estuvo allí.
Por suerte, al saber el camino, no tardó en reunirse con ellos, justo en el instante que Eltrant abría la puerta de su pequeña oficina tras recoger unos papeles del suelo. El sitio seguía oscuro, aun olía algo a alcohol, pero en coparación a la ultima vez, parecía incluso luminoso, las botellas de cristal se amontonaban en un rincón, los papeles sobre la mesa y la puerta del dormitorio estaba cerrada, pero podía imaginar el mismo pequeño colchón en la esquina del cuarto, al menos no había polvo y estaba claro que Eltrant se mantenía sobrio.
Y Sam, sobre la mesa, dormitaba placenteramente, al parecer no podría darle las galletas. Sin embargo, cuando el guardia salió de su cuarto con la comida en brazos y la puso sobre la mesa frente a Wernak, para apartar a Sam y sentarse el en la silla tras el escritorio, Alanna aprovechó para dejar lo comprado sobre los papeles y sacar las galletas del morral escuchando, a medias, las preguntas de uno y las respuestas del otro.
- Sam, mira lo que te traigo.- susurró enseñándole las galletas que tenía en las manos, logrando captar la atención del mapache.
Sam se acercó correteando a comer galletas para, a cada una que cogía, enredarse más en las piernas de Alanna, acabando por dejarla sentada en el suelo para comer galletas en s regazo y, después de cuatro, caer dormido nuevamente. "Vaya" pensó para si acariciando al animalillo que se removía un poco y parecía querer hacerle carantoñas.
- Si hay extraños... ¿no podríamos usar a Sam?- Preguntó, sentada desde el suelo con la apariencia más tranquila e inocente que había tenido en meses, por una vez, tal vez debido al cansancio, o por que los animales la calmaban, parecía relajada.
Alanna Delteria
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Re: La peor situación [Interpretativo]
Me froté las muñecas, con una refrescante sensación de libertad. Mucho mejor. No me había sentido tan bien desde que me encarcelaron, e incluso le dediqué una sonrisa a Eltrant. Me estiré placenteramente mientras el guardia sugería pasar por su oficina. Sonaba algo raro. ¿Que clase de persona se llevaba a un peligroso criminal a su casa?
-Honestamente, ya lo había pensado... pero mis cosas siguen custodiadas por... quien sabe, alguno de los que estaban en el juicio. Sin espada ni aeros, no tengo mucho que hacer.- comenté, aún haciendo crujir mis huesos. Habia echado de menos el estirar las piernas. Solo entonces noté la diferencia de altura entre los tres: había pasado bastante tiempo algo encorvado, y ahora, resultaba algo cómico incluso.
Finalmente, llegamos al hogar de Eltrant. A juzgar por la decoración, parecía vivir solo. A excepción del mapache. ¿Por qué vivía con un mapache? Este ocupaba la única mesa de la estancia, durmiendo sin preocupación alguna sobre un montón de papeles. Papeles con caras en ellos. Saqué cuidadosamente uno de ellos bajo el mapache, que no pareció reaccionar. Efectivamente: eran carteles de "Se busca". O era muy dedicado a su trabajo, o se dedicaba a cazar recompensas para ganar aeros extra. Ojeé el resto de papeles hasta encontrar lo que buscaba. Uno de ellos tenia, por supuesto, mi cara.
-¿De verdad tengo el hocico tan grande?- pregunté, tanteandomelo. -Y estoy seguro de que mi pelaje es mucho más bonito... bueno, ahora mismo no, pero... ¡EH! ¿Que es esto de 5.000 aeros? ¿Sólo? ¿Que demonios tengo que hacer para llegar a los 10.000, incendiar el palacio real?- Indignado, coloqué el papel sobre la mesa, y con una de mis garras, corté un cero adicional al final de la cifra. Mejor. Pero aún así, arrugué la hoja hasta convertirla en una bola de papel.
Eltrant volvió con nosotros y puso una bandeja de comida frente a mi. Los ojos se me iluminaron. No era nada muy elaborado, pero definitivamente le ganaba a la comida de la prisión.
-Acabas de convertirte en mi persona favorita en este reino. Gracias.- dije, con tono serio. Y me puse a engullir. Si normalmente comía deprisa, aquella vez iba a resultar en un terrible espectáculo que traumatizaría a niños pequeños y sería relatado en historias de horror. Esa carne curada nunca tuvo ninguna posibilidad. "¡Dios mio! ¡Carne!" Aún era difícil de creer. Espera, Eltrant había preguntado algo.
-¿Hmm?- me limpié la boca con la mano. Tal vez hubiese bajado la guardia al estar de mejor humor, ya que no había notado que nos seguían. -Blasón dorado... ¿que clase de idiota puede...? Oh, perdón. Bueno, se me ocurre alguien.- Sólo se me ocurrían un par de personas que quisieran llamar tanto la atención. Una sería... el que diseñase los uniformes de la guardia, cuyo gusto era más que cuestionable. Y el otro... - Un barón. O al menos creo que se hace llamar así. Colecciona artefactos, casi exclusivamente para presumir. Creo que intenta mejorar su estatus o algo. En resumen: le robé una espada rúnica bastante valiosa. No se lo tomó del todo bien... probablemente quiera recuperarla, o matarme. Yo apostaría por ambas.- dije, terminando la comida.
-Obviamente, no tengo intención de devolverla. Ni siquiera la tengo ahora mismo: la escondí antes de que me atrapasen. Lo cual nos plantea un ligero problema, ¿no?- planteé. Por un momento, pensé en darles unos golpecitos a la ventana y saludar. Eso les pillaría desprevenidos. -Puedo encargarme de ellos si me dejas un arma, siendo sincero, esa es una idea horrible. No quiero parecer ingrato pero... estoy de manos atadas.- miré los grilletes, aún colgando del cinturón de Eltrant. -Figuradamente, claro.-
-No creo que... Sam sea la mejor solución. No siempre se pueden resolver los problemas con un mapache- bromeé, extendiendo la mano al bicho, que me olisqueó sin mucho interés, y volvió a acurrucarse junto a Alanna. No esperaba meterme en una trifulca tan pronto después de salir de una celda. Pero si íbamos por calles transitadas, también podíamos simplemente eludirlos sin confrontamiento. De cualquier modo, no era mi decisión.
-Honestamente, ya lo había pensado... pero mis cosas siguen custodiadas por... quien sabe, alguno de los que estaban en el juicio. Sin espada ni aeros, no tengo mucho que hacer.- comenté, aún haciendo crujir mis huesos. Habia echado de menos el estirar las piernas. Solo entonces noté la diferencia de altura entre los tres: había pasado bastante tiempo algo encorvado, y ahora, resultaba algo cómico incluso.
Finalmente, llegamos al hogar de Eltrant. A juzgar por la decoración, parecía vivir solo. A excepción del mapache. ¿Por qué vivía con un mapache? Este ocupaba la única mesa de la estancia, durmiendo sin preocupación alguna sobre un montón de papeles. Papeles con caras en ellos. Saqué cuidadosamente uno de ellos bajo el mapache, que no pareció reaccionar. Efectivamente: eran carteles de "Se busca". O era muy dedicado a su trabajo, o se dedicaba a cazar recompensas para ganar aeros extra. Ojeé el resto de papeles hasta encontrar lo que buscaba. Uno de ellos tenia, por supuesto, mi cara.
-¿De verdad tengo el hocico tan grande?- pregunté, tanteandomelo. -Y estoy seguro de que mi pelaje es mucho más bonito... bueno, ahora mismo no, pero... ¡EH! ¿Que es esto de 5.000 aeros? ¿Sólo? ¿Que demonios tengo que hacer para llegar a los 10.000, incendiar el palacio real?- Indignado, coloqué el papel sobre la mesa, y con una de mis garras, corté un cero adicional al final de la cifra. Mejor. Pero aún así, arrugué la hoja hasta convertirla en una bola de papel.
Eltrant volvió con nosotros y puso una bandeja de comida frente a mi. Los ojos se me iluminaron. No era nada muy elaborado, pero definitivamente le ganaba a la comida de la prisión.
-Acabas de convertirte en mi persona favorita en este reino. Gracias.- dije, con tono serio. Y me puse a engullir. Si normalmente comía deprisa, aquella vez iba a resultar en un terrible espectáculo que traumatizaría a niños pequeños y sería relatado en historias de horror. Esa carne curada nunca tuvo ninguna posibilidad. "¡Dios mio! ¡Carne!" Aún era difícil de creer. Espera, Eltrant había preguntado algo.
-¿Hmm?- me limpié la boca con la mano. Tal vez hubiese bajado la guardia al estar de mejor humor, ya que no había notado que nos seguían. -Blasón dorado... ¿que clase de idiota puede...? Oh, perdón. Bueno, se me ocurre alguien.- Sólo se me ocurrían un par de personas que quisieran llamar tanto la atención. Una sería... el que diseñase los uniformes de la guardia, cuyo gusto era más que cuestionable. Y el otro... - Un barón. O al menos creo que se hace llamar así. Colecciona artefactos, casi exclusivamente para presumir. Creo que intenta mejorar su estatus o algo. En resumen: le robé una espada rúnica bastante valiosa. No se lo tomó del todo bien... probablemente quiera recuperarla, o matarme. Yo apostaría por ambas.- dije, terminando la comida.
-Obviamente, no tengo intención de devolverla. Ni siquiera la tengo ahora mismo: la escondí antes de que me atrapasen. Lo cual nos plantea un ligero problema, ¿no?- planteé. Por un momento, pensé en darles unos golpecitos a la ventana y saludar. Eso les pillaría desprevenidos. -Puedo encargarme de ellos si me dejas un arma, siendo sincero, esa es una idea horrible. No quiero parecer ingrato pero... estoy de manos atadas.- miré los grilletes, aún colgando del cinturón de Eltrant. -Figuradamente, claro.-
-No creo que... Sam sea la mejor solución. No siempre se pueden resolver los problemas con un mapache- bromeé, extendiendo la mano al bicho, que me olisqueó sin mucho interés, y volvió a acurrucarse junto a Alanna. No esperaba meterme en una trifulca tan pronto después de salir de una celda. Pero si íbamos por calles transitadas, también podíamos simplemente eludirlos sin confrontamiento. De cualquier modo, no era mi decisión.
Asher Daregan
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Re: La peor situación [Interpretativo]
Cerró los ojos y se reclinó sobre la silla, un coleccionista, siempre eran los coleccionistas, aún no había tenido tiempo de recuperarse de lo que sufrió en el norte por uno de ellos, y ya tenía que lidiar con otro.
Al parecer lo que estaban buscando aquellos hombres era una espada, una rúnica, lo suficientemente cara como para que al señor de aquellos soldados no le importase que viesen su blasón en los barrios pobres a plena luz de día, tampoco parecía importarle mucho enfrentar a la guardia con tal de recuperar aquel, supuestamente indispensable, elemento de su colección.
Suspirando tomó su espada y, tras levantarse, estiró los brazos – Wernack, no te muevas de aquí – Ordenó esperando que le hiciese caso, de todas formas el hombre bestia parecía estar más preocupado por la comida que tenía frente a sus ojos que por los hombres que le seguían, llevándose una de sus manos hasta la sien se giró hacia su compañera - Alanna, vigílale e intenta que te diga mientras tanto dónde está esa espada de la que habla – Pidió esta vez mientras se encaminaba a la salida, aunque probablemente la mujer le presto la misma, si no menos, atención que el cautivo, ya que se encontraba enfrascada en Sam en aquel momento, el cual dormitaba entre sus piernas.
- Increíble... – Susurró mientras se encaminaba a la salida, casi parecía que no les importaban que les estuviesen siguiendo, mucho menos que estuviesen ahora allí, en la puerta de su oficina. Negó con la cabeza, no iba a dejarle un arma a Wernack, aquello ya era lo suficientemente raro, no quería añadir a la explicación por qué pensó que era buena idea entregarle un arma a un prisionero peligroso.
Bostezando se ató de nuevo su espada al grueso cinturón de cuero que vestía. – Yo lidiaré con mis invitados, me gusta ser un buen anfitrión – Dijo mientras salía al exterior y cerraba la puerta tras de sí.
El cálido aire con olor a salitre que cubría la mayor parte de la ciudad fue lo primero que percibió cuando abandonó su hogar, lo segundo fue que, como de costumbre había una pelea en la taberna de al lado, probablemente por alguna apuesta, o alguna razón aún más ridícula, lo tercero que noto fueron los cinco individuos que esperaban al otro lado de la calle, quienes, al verle abandonar la pequeña casita, se acercaron a él.
- Un hombre de ley como tú no debería alojar a chusma – Dijo el primero de ellos, el que parecía ser, además, el líder de aquella pequeña pandilla, alto y fornido era evidente que aquel tipo pasaba la mayor parte del día entrenando su cuerpo. Eltrant frunció el ceño, el blasón dorado en el pecho de aquellos hombres indicaba que no había estado equivocado, que tampoco estaba siendo paranoico, le habían seguido hasta allí. – Eso son asuntos de la guardia – Dijo dejando caer la mano, casualmente, sobre la empuñadura de su espada - ¿Puedo saber por qué gente de vuestro nivel esta frente a mi humilde casita? – Preguntó ahora sin dejar de estudiar a sus inesperados invitados.
Las armaduras que portaban no se diferenciaban mucho de la que él mismo vestía salvo por los colores de los ropajes, aquellos tipos eran probablemente guardas que habían sido expulsados por algún motivo, o mercenarios bastante adinerados, respiró hondo y retrocedió un par de pasos, lo suficiente como evitar convertirse en un alfiletero si todos aquellos hombres decidían atacar a la vez.
-No hagas esto más difícil de lo que es – Dijo otro de los hombres – Mira en dónde vives, la guardia paga una miseria, no merece la pena trabajar para ellos – Aquello se le antojó a los demás como algo sumamente divertido, ya que las carcajadas se generalizaron entre los mercenarios del Barón – Entréganos al perro y nos aseguraremos de que te cubren en oro – El castaño arqueó una ceja y sonrió – Sobornar a un guardia de Lunargenta es un delito grave, caballeros– Desenvainó la espada ante la, ligeramente sorprendida, mirada de los soldados – El prisionero está bajo mi custodia - Se colocó la espada frente a su cara – Y seremos nosotros los que decidan su destino, la guardia de Lunargenta juzgaremos sus crímenes – Los soldados imitaron al exmercenario y comenzaron a armarse, hachas, espadas, incluso un gigantesco mandoble, habían venido preparados. – …No un barón de tres al cuarto.
Quizás ofendido por las palabras del mercenario el más joven de los hombres del barón, gritando tan fuerte como le permitían sus pulmones, se lanzó a por él enarbolando una pequeña espada corta, sin mucho esfuerzo el mercenario consiguió deflactar dicha espada, desequilibrando al primero de los atacantes el tiempo suficiente como para propinarle un fuerte golpe en la cabeza.
– ¡Serás…! – El adolescente se llevó la mano libre hasta la nariz, de dónde ahora manaba un pequeño hilo de sangre - ¡No toleraré que hables así del Barón! ¡No lo consiento! ¡No! – El mercenario alzó una ceja, aquellos tipos no eran simples mandados, respetaban de verdad a la persona que pagaba sus sueldos, lo cual no hacía sino complicar las cosas, a los fanáticos no se les puede convencer de nada.
– Atacar a un miembro de la guarda, otro delito a la lista, tú barón esta reuniendo muchos de los requisitos que hacen falta para dormir en prisión. – Eltrant preparó su espada para otra acometida. – Me temo que voy a tener que arrestaros - El líder de aquella patrulla frunció el ceño y alzando la mano ordenó a sus hombres que atacasen, quienes obedecieron ciegamente, el primero fue, otra vez, el muchacho, el cual parecía más preocupado por acabar con la vida de aquel que había insultado a su señor que en el prisionero que había dentro de la casa.
Retrocediendo un par de pasos Eltrant pudo evitar la primera estocada del joven soldado, el cual, otra vez, posiblemente debido a su inexperiencia, dejó una abertura lo suficientemente grande como para que el mercenario pudiese golpear por ahí. Eltrant sintió como la espada chocaba contra a gruesa capa de metal que aquel muchacho portaba bajo sus ropajes, el joven se alejó del castaño inmediatamente al escuchar sonido metálico que produjo su armadura.
Lejos de poder acabar con el joven que se batía en retirada, Eltrant no pudo sino agacharse para evitar el mandoble de otro de los lacayos del coleccionista, que buscando su cintura trataba de partirle en dos partes idénticas, mientras rodaba por el suelo, pudo contemplar cómo, debido a la inercia de este golpe, la hoja de aquel tipo acabó incrustada en el pecho de uno de sus aliados, que, con los ojos muy abiertos, sin creerse lo que estaba sucediendo, se desplomó en mitad de la calle, sangrando copiosamente, gritando de dolor.
- ¡Malditos ineptos! – Gritó de nuevo el líder - ¡Matadlo a él no entre vosotros! ¡Acabad con esta rata con aires de grandeza! – El muchacho al que acababa de hacer huir se agachó junto al cuerpo y con un fuerte tirón trató, inútilmente, de subírselo a la espalda – Je…jefe, voy a buscar ayuda. – El hombre de la espesa barba no se dio por aludido, de brazos cruzados, siguió mirando a Eltrant. - Muy bien, date prisa – Fue lo único que dijo antes de que.
El castaño sonrió, y una vez de pie, se pasó la espada de una mano a otra, nervioso, aquellos matones no eran nada en comparación a los vampiros a los que había encarado, a los lacayos del falso rey, a lady Mortagglia, a las huestes atrincheradas en Térpoli.
Solo quedaban dos, y el líder no parecía dispuesto a luchar, acabaría con ellos rápido.
Quizás fue el exceso de confianza, quizás, simplemente, era demasiado lento, pero antes de que pudiese siquiera reaccionar, el puño del más corpulento de los mercenarios le cinceló la cara. - ¡Muy bien! – Vociferó el líder, siempre desde la retaguardia - ¡Sigue así! – Sin tiempo a comprobar si le habían roto o no la nariz se tambaleó hacia atrás, la boca le sabía a sangre, se sentía ligeramente mareado, no podía ver bien - ¡Acabalo! – La rígida voz de aquel hombre le devolvió a la realidad, justo para ver como el mandoble de su rival, manchado de sangre, se dirigía hacia su cara.
Tensando los músculos gritó, tan fuerte como podía en aquel momento, y bloqueó aquel golpe, un fuerte chasquido metálico, lo suficientemente fuerte como para que los matones de la taberna de al lado se asomasen a ver que sucedía inundó el callejón. Sintió como su espada vibraba en sus manos, como la hoja que blandía se negaba a partirse, a quebrarse ante aquel corpulento sujeto.
– ¡No sabes con quien te estas metiendo guarda! – Gritó, una vez más, el hombre mientras miraba a su alrededor nervioso, los curiosos empezaban agolparse, la mayoría, además dela pelea, observaban curiosos el, ahora cadáver, de uno de los soldados en mitad de la calle. - ¡No merece la pena arriesgar la vida por un pordiosero como Wernack! ¡Por un ladrón de poca monta!
Ignorando las palabras del barbas, Eltrant sujetó su espada con las dos manos y, después de esquivar los lentos y predecibles tajos del gigante, liberó toda su fuera en el contrataque. Su espada se incrustó, literalmente, en la armadura de su rival, quien, tras dejar caer su propia arma al suelo y contemplar la grieta en su armadura de la que ahora mana sangre, cayó de bruces cuan largo era, arrastrando consigo el arma de las manos del castaño. *
– No… - El único lacayo que quedaba miró a su alrededor, estaba solo – ¡Esto… no va acabar así! – Lentamente, se alejó de los dos cadáveres de sus compañeros, sin dejar de mirar a Eltrant – El barón tiene un pequeño ejército, os destrozará, pagaras por lo que has hecho, ¡Recuperaremos la espada! – Exclamó antes de girarse y perderse entre la multitud - ¡Volveremos! – Fue lo último que dijo.
Suspirando profundamente, Eltrant arrancó la espada de la doblada armadura de su rival, y tras tomar el mandoble que este esgrimía, entró de nuevo en su oficina sin dar ninguna explicación de lo sucedido a los curiosos.
Limpiándose la sangre que descendía por su nariz con la manga de su camisa, indicó a Alanna que se levantase del suelo y dejó el mandoble que le había quitado al cadáver sobre la mesa – Toma, te va a hacer falta – Afirmó mientras miraba por la ventana como las gentes de aquel lugar comenzaban a arrancar la armadura de los muertos – Alanna ¿A cuánto está la guarnición de la guardia más cercana? – Preguntó, si lo que había dicho aquel hombre era verdad y el barón tenía un ejército privado bien pertrechado iban a necesitar mucha ayuda para lidiar con todo aquello. – No podemos quedarnos aquí.
***
Off:
Habilidad de Nivel 3: Hoja Cargada
Al parecer lo que estaban buscando aquellos hombres era una espada, una rúnica, lo suficientemente cara como para que al señor de aquellos soldados no le importase que viesen su blasón en los barrios pobres a plena luz de día, tampoco parecía importarle mucho enfrentar a la guardia con tal de recuperar aquel, supuestamente indispensable, elemento de su colección.
Suspirando tomó su espada y, tras levantarse, estiró los brazos – Wernack, no te muevas de aquí – Ordenó esperando que le hiciese caso, de todas formas el hombre bestia parecía estar más preocupado por la comida que tenía frente a sus ojos que por los hombres que le seguían, llevándose una de sus manos hasta la sien se giró hacia su compañera - Alanna, vigílale e intenta que te diga mientras tanto dónde está esa espada de la que habla – Pidió esta vez mientras se encaminaba a la salida, aunque probablemente la mujer le presto la misma, si no menos, atención que el cautivo, ya que se encontraba enfrascada en Sam en aquel momento, el cual dormitaba entre sus piernas.
- Increíble... – Susurró mientras se encaminaba a la salida, casi parecía que no les importaban que les estuviesen siguiendo, mucho menos que estuviesen ahora allí, en la puerta de su oficina. Negó con la cabeza, no iba a dejarle un arma a Wernack, aquello ya era lo suficientemente raro, no quería añadir a la explicación por qué pensó que era buena idea entregarle un arma a un prisionero peligroso.
Bostezando se ató de nuevo su espada al grueso cinturón de cuero que vestía. – Yo lidiaré con mis invitados, me gusta ser un buen anfitrión – Dijo mientras salía al exterior y cerraba la puerta tras de sí.
El cálido aire con olor a salitre que cubría la mayor parte de la ciudad fue lo primero que percibió cuando abandonó su hogar, lo segundo fue que, como de costumbre había una pelea en la taberna de al lado, probablemente por alguna apuesta, o alguna razón aún más ridícula, lo tercero que noto fueron los cinco individuos que esperaban al otro lado de la calle, quienes, al verle abandonar la pequeña casita, se acercaron a él.
- Un hombre de ley como tú no debería alojar a chusma – Dijo el primero de ellos, el que parecía ser, además, el líder de aquella pequeña pandilla, alto y fornido era evidente que aquel tipo pasaba la mayor parte del día entrenando su cuerpo. Eltrant frunció el ceño, el blasón dorado en el pecho de aquellos hombres indicaba que no había estado equivocado, que tampoco estaba siendo paranoico, le habían seguido hasta allí. – Eso son asuntos de la guardia – Dijo dejando caer la mano, casualmente, sobre la empuñadura de su espada - ¿Puedo saber por qué gente de vuestro nivel esta frente a mi humilde casita? – Preguntó ahora sin dejar de estudiar a sus inesperados invitados.
Las armaduras que portaban no se diferenciaban mucho de la que él mismo vestía salvo por los colores de los ropajes, aquellos tipos eran probablemente guardas que habían sido expulsados por algún motivo, o mercenarios bastante adinerados, respiró hondo y retrocedió un par de pasos, lo suficiente como evitar convertirse en un alfiletero si todos aquellos hombres decidían atacar a la vez.
-No hagas esto más difícil de lo que es – Dijo otro de los hombres – Mira en dónde vives, la guardia paga una miseria, no merece la pena trabajar para ellos – Aquello se le antojó a los demás como algo sumamente divertido, ya que las carcajadas se generalizaron entre los mercenarios del Barón – Entréganos al perro y nos aseguraremos de que te cubren en oro – El castaño arqueó una ceja y sonrió – Sobornar a un guardia de Lunargenta es un delito grave, caballeros– Desenvainó la espada ante la, ligeramente sorprendida, mirada de los soldados – El prisionero está bajo mi custodia - Se colocó la espada frente a su cara – Y seremos nosotros los que decidan su destino, la guardia de Lunargenta juzgaremos sus crímenes – Los soldados imitaron al exmercenario y comenzaron a armarse, hachas, espadas, incluso un gigantesco mandoble, habían venido preparados. – …No un barón de tres al cuarto.
Quizás ofendido por las palabras del mercenario el más joven de los hombres del barón, gritando tan fuerte como le permitían sus pulmones, se lanzó a por él enarbolando una pequeña espada corta, sin mucho esfuerzo el mercenario consiguió deflactar dicha espada, desequilibrando al primero de los atacantes el tiempo suficiente como para propinarle un fuerte golpe en la cabeza.
– ¡Serás…! – El adolescente se llevó la mano libre hasta la nariz, de dónde ahora manaba un pequeño hilo de sangre - ¡No toleraré que hables así del Barón! ¡No lo consiento! ¡No! – El mercenario alzó una ceja, aquellos tipos no eran simples mandados, respetaban de verdad a la persona que pagaba sus sueldos, lo cual no hacía sino complicar las cosas, a los fanáticos no se les puede convencer de nada.
– Atacar a un miembro de la guarda, otro delito a la lista, tú barón esta reuniendo muchos de los requisitos que hacen falta para dormir en prisión. – Eltrant preparó su espada para otra acometida. – Me temo que voy a tener que arrestaros - El líder de aquella patrulla frunció el ceño y alzando la mano ordenó a sus hombres que atacasen, quienes obedecieron ciegamente, el primero fue, otra vez, el muchacho, el cual parecía más preocupado por acabar con la vida de aquel que había insultado a su señor que en el prisionero que había dentro de la casa.
Retrocediendo un par de pasos Eltrant pudo evitar la primera estocada del joven soldado, el cual, otra vez, posiblemente debido a su inexperiencia, dejó una abertura lo suficientemente grande como para que el mercenario pudiese golpear por ahí. Eltrant sintió como la espada chocaba contra a gruesa capa de metal que aquel muchacho portaba bajo sus ropajes, el joven se alejó del castaño inmediatamente al escuchar sonido metálico que produjo su armadura.
Lejos de poder acabar con el joven que se batía en retirada, Eltrant no pudo sino agacharse para evitar el mandoble de otro de los lacayos del coleccionista, que buscando su cintura trataba de partirle en dos partes idénticas, mientras rodaba por el suelo, pudo contemplar cómo, debido a la inercia de este golpe, la hoja de aquel tipo acabó incrustada en el pecho de uno de sus aliados, que, con los ojos muy abiertos, sin creerse lo que estaba sucediendo, se desplomó en mitad de la calle, sangrando copiosamente, gritando de dolor.
- ¡Malditos ineptos! – Gritó de nuevo el líder - ¡Matadlo a él no entre vosotros! ¡Acabad con esta rata con aires de grandeza! – El muchacho al que acababa de hacer huir se agachó junto al cuerpo y con un fuerte tirón trató, inútilmente, de subírselo a la espalda – Je…jefe, voy a buscar ayuda. – El hombre de la espesa barba no se dio por aludido, de brazos cruzados, siguió mirando a Eltrant. - Muy bien, date prisa – Fue lo único que dijo antes de que.
El castaño sonrió, y una vez de pie, se pasó la espada de una mano a otra, nervioso, aquellos matones no eran nada en comparación a los vampiros a los que había encarado, a los lacayos del falso rey, a lady Mortagglia, a las huestes atrincheradas en Térpoli.
Solo quedaban dos, y el líder no parecía dispuesto a luchar, acabaría con ellos rápido.
Quizás fue el exceso de confianza, quizás, simplemente, era demasiado lento, pero antes de que pudiese siquiera reaccionar, el puño del más corpulento de los mercenarios le cinceló la cara. - ¡Muy bien! – Vociferó el líder, siempre desde la retaguardia - ¡Sigue así! – Sin tiempo a comprobar si le habían roto o no la nariz se tambaleó hacia atrás, la boca le sabía a sangre, se sentía ligeramente mareado, no podía ver bien - ¡Acabalo! – La rígida voz de aquel hombre le devolvió a la realidad, justo para ver como el mandoble de su rival, manchado de sangre, se dirigía hacia su cara.
Tensando los músculos gritó, tan fuerte como podía en aquel momento, y bloqueó aquel golpe, un fuerte chasquido metálico, lo suficientemente fuerte como para que los matones de la taberna de al lado se asomasen a ver que sucedía inundó el callejón. Sintió como su espada vibraba en sus manos, como la hoja que blandía se negaba a partirse, a quebrarse ante aquel corpulento sujeto.
– ¡No sabes con quien te estas metiendo guarda! – Gritó, una vez más, el hombre mientras miraba a su alrededor nervioso, los curiosos empezaban agolparse, la mayoría, además dela pelea, observaban curiosos el, ahora cadáver, de uno de los soldados en mitad de la calle. - ¡No merece la pena arriesgar la vida por un pordiosero como Wernack! ¡Por un ladrón de poca monta!
Ignorando las palabras del barbas, Eltrant sujetó su espada con las dos manos y, después de esquivar los lentos y predecibles tajos del gigante, liberó toda su fuera en el contrataque. Su espada se incrustó, literalmente, en la armadura de su rival, quien, tras dejar caer su propia arma al suelo y contemplar la grieta en su armadura de la que ahora mana sangre, cayó de bruces cuan largo era, arrastrando consigo el arma de las manos del castaño. *
– No… - El único lacayo que quedaba miró a su alrededor, estaba solo – ¡Esto… no va acabar así! – Lentamente, se alejó de los dos cadáveres de sus compañeros, sin dejar de mirar a Eltrant – El barón tiene un pequeño ejército, os destrozará, pagaras por lo que has hecho, ¡Recuperaremos la espada! – Exclamó antes de girarse y perderse entre la multitud - ¡Volveremos! – Fue lo último que dijo.
Suspirando profundamente, Eltrant arrancó la espada de la doblada armadura de su rival, y tras tomar el mandoble que este esgrimía, entró de nuevo en su oficina sin dar ninguna explicación de lo sucedido a los curiosos.
Limpiándose la sangre que descendía por su nariz con la manga de su camisa, indicó a Alanna que se levantase del suelo y dejó el mandoble que le había quitado al cadáver sobre la mesa – Toma, te va a hacer falta – Afirmó mientras miraba por la ventana como las gentes de aquel lugar comenzaban a arrancar la armadura de los muertos – Alanna ¿A cuánto está la guarnición de la guardia más cercana? – Preguntó, si lo que había dicho aquel hombre era verdad y el barón tenía un ejército privado bien pertrechado iban a necesitar mucha ayuda para lidiar con todo aquello. – No podemos quedarnos aquí.
***
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Habilidad de Nivel 3: Hoja Cargada
Eltrant Tale
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Re: La peor situación [Interpretativo]
Los minutos pasaban mientras Alanna se planteaba una forma de salir de allí sin tener que meterse a pelear, en esos casos, la mejor solución no era siempre la de dar de mamporros, distraer, mentir, engañar o tomar el pelo solían funcionar mejor, incluso podrían intentar usar algún veneno, Alanna apostaría a que cualquiera de los hongos que podrían crecer por las esquinas le servirían para cualquiera de esas cosas.
En parte, por eso estaba tranquila, pero antes de hacer cualquiera de esas cosas, era mejor que los que molestaban se pusieran nerviosos, incluso se enfadaran, debían tener paciencia antes de actuar. Debería haber prevenido que Eltrant no esperaría, Comenzó a levantarse sin dar opción a réplica mientras Alanna luchaba por sacarse de encima al mapache que se había quedado más que dormido en su regazo.
- Espera Eltrant.- dijo sacándose por fin al mapache de encima, que, desde el suelo, miró confuso y algo enfurruñado, pero no tardo en acurrucarse nuevamente a las piernas de Alanna que fue incapaz de meter baza.
El chico no escuchaba a nadie, salió cerrando la puerta a sus espaldas y dejando a un preso al que Alanna había dejado de considerar un preso, y a una guardia más que preocupada por su compañero descuidado que tendía a meterse en problemas y acabar más herido de la cuenta. Resopló acercándose a la ventana a ver la situación, estaban hablando, pero conociendo al mercenario, más probablemente estaría provocandolos que apaciguando los ánimos.
Comenzó a moverse, inquieta, por la habitación, tal vez debería salir y darle una mano, pero él quería saber algo más sobre esa espada rúnica. Solo faltaba que acabase herido y ella no descubriera nada, o dejase escapar al preso, sin embargo, en el momento en el que le quitaron los grilletes y le dieron comida, Wernack se había vuelto alguien a quien proteger, como habían hecho en el juzgado.
Resopló, nuevamente, impaciente, y volvió a asomarse a la ventana, de momento, seguían hablando, tal vez no la fuera a necesitar fuera. Solo esperaba que no la liase tanto como para tener que comenzar a tomar medidas más grandes. Se sentó donde poco antes había estado Eltrant y miró a Wernack y suspiró, ¿ahora como le sonsacaba nada a este?
- Sinceramente, creo que retenerte es una estupidez, pero el chico de ahí fuera se ha jugado su placa por protegerte, y ahora espero que no se esté jugando la cara, porque solo le falta que le den más golpes de los que ya tiene.- dijo recordando todas las marcas que tenía el chico en la espalda, y controlando un escalofrío.
Si hubiera llegado tarde al juicio... ¿que habría pasado? conociendo al chico, probablemente habría acabado ahorcado junto al hombre bestia que tenía frente a ella. Suspiró, y volvió a mirar a la puerta cerrada a sus espaldas, comenzaba a escucharse traqueteo, ¿se habría metido ya en un lío?
- La verdad es que entiendo tan poco como tu, pero él parece que confía, y yo no puedo decir que no lo haga, me caíste bien cuando nos conocimos.- sonrió un poco.- tendamos un puente, ¿si?.
Esperaba que eso fuera bastante, pero no llegó a averiguarlo, Eltrant entró ensangrentado, lanzando un mandoble al suelo para que ella lo usara, Alanna se levantó tirando la silla al suelo al verlo sangrar, ¿era suya? ¿En qué pensaba al ir el solo contra todos? Corrió, saltando el mandoble a mirarle la cara, se la tomó entre la manos y lo observó con atención, le sangraba la nariz. La chica suspiró, y sacó un pañuelo de su manga para cedérselo al chico y que, al menos, se limpiara la sangre.
- ¿Te has hecho alguna herida?- preguntó, por el daño sería una tontería preguntar, estaba claro que si. Al ver que pasaban los segundos y no recibía respuesta, se dispuso a contestar ella.- El grupo más cercano debe estar a un par de calles, deberíamos ir al cuartel, a ver a Tyron, él sabrá que hacer y nos dará asilo y protección hasta que la cosa se calme. Te acuerdas de él, es quien hace los exámenes de entrada, debiste verlo tu primer día.- Dijo Alanna comenzando a tomar el control de la situación.- A ver, lo mejor sería evitar una confrontación. Vosotros salid por la ventana, id hasta la plaza del maderero, por la calle de los artesanos, allí deberían estar los guardias, mandádmelos aquí por la calle del pescado, yo saldré por la puerta y los llevaré hasta los guardias, soy la más rápida, así que no podrán cogerme, dejaré que los guardias se encarguen y me encontraré con vosotros en el mercado, si no estoy allí en cinco minutos, nos encontraremos en el cuartel.- Dijo palpando las dagas en sus arneses de las piernas.
Suspiró y después de ponerse frente a la puerta y asegurarse de llevar el colgante de media luna, abrió la puerta, la cerró tras de si y se sentó a esperar en el escalón de daba paso a la oficina de Eltrant, más les valía que escuchasen su plan, si no, más que probable sería que acabasen todos malheridos, sin refuerzos y en casa de un noble teniendo que declarar ante un juicio aun menos justo que el que se le estaba realizando a Wernack.
En parte, por eso estaba tranquila, pero antes de hacer cualquiera de esas cosas, era mejor que los que molestaban se pusieran nerviosos, incluso se enfadaran, debían tener paciencia antes de actuar. Debería haber prevenido que Eltrant no esperaría, Comenzó a levantarse sin dar opción a réplica mientras Alanna luchaba por sacarse de encima al mapache que se había quedado más que dormido en su regazo.
- Espera Eltrant.- dijo sacándose por fin al mapache de encima, que, desde el suelo, miró confuso y algo enfurruñado, pero no tardo en acurrucarse nuevamente a las piernas de Alanna que fue incapaz de meter baza.
El chico no escuchaba a nadie, salió cerrando la puerta a sus espaldas y dejando a un preso al que Alanna había dejado de considerar un preso, y a una guardia más que preocupada por su compañero descuidado que tendía a meterse en problemas y acabar más herido de la cuenta. Resopló acercándose a la ventana a ver la situación, estaban hablando, pero conociendo al mercenario, más probablemente estaría provocandolos que apaciguando los ánimos.
Comenzó a moverse, inquieta, por la habitación, tal vez debería salir y darle una mano, pero él quería saber algo más sobre esa espada rúnica. Solo faltaba que acabase herido y ella no descubriera nada, o dejase escapar al preso, sin embargo, en el momento en el que le quitaron los grilletes y le dieron comida, Wernack se había vuelto alguien a quien proteger, como habían hecho en el juzgado.
Resopló, nuevamente, impaciente, y volvió a asomarse a la ventana, de momento, seguían hablando, tal vez no la fuera a necesitar fuera. Solo esperaba que no la liase tanto como para tener que comenzar a tomar medidas más grandes. Se sentó donde poco antes había estado Eltrant y miró a Wernack y suspiró, ¿ahora como le sonsacaba nada a este?
- Sinceramente, creo que retenerte es una estupidez, pero el chico de ahí fuera se ha jugado su placa por protegerte, y ahora espero que no se esté jugando la cara, porque solo le falta que le den más golpes de los que ya tiene.- dijo recordando todas las marcas que tenía el chico en la espalda, y controlando un escalofrío.
Si hubiera llegado tarde al juicio... ¿que habría pasado? conociendo al chico, probablemente habría acabado ahorcado junto al hombre bestia que tenía frente a ella. Suspiró, y volvió a mirar a la puerta cerrada a sus espaldas, comenzaba a escucharse traqueteo, ¿se habría metido ya en un lío?
- La verdad es que entiendo tan poco como tu, pero él parece que confía, y yo no puedo decir que no lo haga, me caíste bien cuando nos conocimos.- sonrió un poco.- tendamos un puente, ¿si?.
Esperaba que eso fuera bastante, pero no llegó a averiguarlo, Eltrant entró ensangrentado, lanzando un mandoble al suelo para que ella lo usara, Alanna se levantó tirando la silla al suelo al verlo sangrar, ¿era suya? ¿En qué pensaba al ir el solo contra todos? Corrió, saltando el mandoble a mirarle la cara, se la tomó entre la manos y lo observó con atención, le sangraba la nariz. La chica suspiró, y sacó un pañuelo de su manga para cedérselo al chico y que, al menos, se limpiara la sangre.
- ¿Te has hecho alguna herida?- preguntó, por el daño sería una tontería preguntar, estaba claro que si. Al ver que pasaban los segundos y no recibía respuesta, se dispuso a contestar ella.- El grupo más cercano debe estar a un par de calles, deberíamos ir al cuartel, a ver a Tyron, él sabrá que hacer y nos dará asilo y protección hasta que la cosa se calme. Te acuerdas de él, es quien hace los exámenes de entrada, debiste verlo tu primer día.- Dijo Alanna comenzando a tomar el control de la situación.- A ver, lo mejor sería evitar una confrontación. Vosotros salid por la ventana, id hasta la plaza del maderero, por la calle de los artesanos, allí deberían estar los guardias, mandádmelos aquí por la calle del pescado, yo saldré por la puerta y los llevaré hasta los guardias, soy la más rápida, así que no podrán cogerme, dejaré que los guardias se encarguen y me encontraré con vosotros en el mercado, si no estoy allí en cinco minutos, nos encontraremos en el cuartel.- Dijo palpando las dagas en sus arneses de las piernas.
Suspiró y después de ponerse frente a la puerta y asegurarse de llevar el colgante de media luna, abrió la puerta, la cerró tras de si y se sentó a esperar en el escalón de daba paso a la oficina de Eltrant, más les valía que escuchasen su plan, si no, más que probable sería que acabasen todos malheridos, sin refuerzos y en casa de un noble teniendo que declarar ante un juicio aun menos justo que el que se le estaba realizando a Wernack.
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Alanna Delteria
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Re: La peor situación [Interpretativo]
Eltrant decidió encargarse él sólo. No la más cauta de las decisiones, pero probablemente la única que tenía: Dejarme solo era imposible, y hacerme salir a luchar también era arriesgado. Pero se las arreglaría. Al fin y al cabo, era su trabajo... ¿no?
Alanna, sin embargo, no parecía tan convencida. Tal vez dudase de sus habilidades. O puede que fuesen algo más que amigos. Desde luego, parecían conocerse bastante bien. Fuera como fuese, la guardia no se esforzó en ocultar su preocupación. Era ligeramente divertido de ver. Finalmente, optó por intentar sacarme algo.
-Siempre podrías salir a ayudarle...- sugerí. Obviamente, cayó en oidos sordos. -¿Confias en mi?- resoplé. -Absurdo. Sabes de sobra que soy la clase de persona que apuñala por la espalda. ¿Cuantas veces debo repetirlo? No me iban a ahorcar injustamente.- suspiré, reposando la cabeza sobre mis brazos. Confiar en alguien así era de necios. Pero realmente, no le creía. Si realmente confiase en mi, habría ido a ayudar a Eltrant. "Además... es absurdo tender un puente hacia alguien que va a morir." iba a decir. Pero el guardia interrumpió, entrando de nuevo, esta vez algo más ensangrentado, y dejó un mandoble para Alanna.
Eso si que tenía gracia. El arma era casi de la misma altura que la humana. Reí ligeramente al imaginarme la escena. Reforzando mis sospechas, la mujer se preocupó primero por las heridas del castaño, a pesar de que no era más que un golpe en la nariz. Después, empezó a preparar un plan en voz alta. Escuché, algo divertido. Parecía casi preocupada: incluso se atrevió a sugerir que nos separásemos. Sin embargo, en ese punto no le dio mucha elección a su compañero, pues tras pocos segundos, abandonó la habitación. Solté una carcajada. Adorable.
-Oh, tu novia nos ha dejado solos... ¿Que tal una carrera? Si ganas tu, continuamos. Si gano yo, me escapo.- sugerí, esbozando una sonrisa lopuna.- Bueno, por la ventana era, ¿no?- a un paso exasperantemente lento, me dirigí hacia ella y, tras atravesarla... -¿Listo? ¡YA!- exclamé. Y salí disparado sin darle una opción a rechazar la oferta. Empecé a correr calle abajo, y a la primera oportunidad, di un giro brusco, metiéndome en un callejón.
Conocía la ciudad bien: después de todo, había vivido en ella mucho tiempo, y mi trabajo me llevaba a todas partes. Pero lo que mejor conocía eran los tejados. Durante mucho tiempo, había estado usando un gancho metálico para trepar y saltar entre los edificios, asi que había memorizado los mejores lugares para ascender.
Una vez en el callejón, me subí a una pequeña valla de piedra, y de ahí, salté a un techo bajo e inclinado, por el que trepé hasta el punto más alto. Ah, podía ver tantas cosas desde ahí. Como por ejemplo, a Eltrant Tale, al que saludé desde la cima antes de echar a correr de nuevo.
Por supuesto, tenía toda la intención de escaparme, pero también pensaba seguir el espíritu de la carrera: si no, no sería tan divertido. Tenia pensado dirigirme al punto de encuentro. Si ganaba, tendría que pasar desapercibido ante los guardias, pero me encargaría de los problemas de uno en uno.
Trepé al borde de una chimenea y me estiré, buscando un buen punto para ver. ¿Donde demonios estaban los comercios? Tal vez me fallase la memoria, después de tanto tiempo. Estaba casi seguro de que había ido en la dirección correcta. No iba a ponerme a preguntar direcciones: salvo que hubiese pájaros particularmente habladores por la zona, tendría que bajar.
Un paso en falso hizo que perdiese el equilibrio. Tras pasar dos eternos segundos buscando algo en lo que apoyarme, me caí de la gruesa chimenea sobre el tejado, con la mala fortuna de que se trataba de uno particularmente inclinado. Resbalé sin control, pero al ultimo segundo, conseguí agarrarme al borde de una de las tejas, con el resto del cuerpo colgando.
Eso se había convertido en un problema. Busqué con la mirada algo con lo que ayudarme, pero solo había eso: cornisas. Sin embargo, escuché un grito. Venia desde... casi delante mía. "Oh." Una ventana se abrió a la altura de mis pies. Me balanceé para tomar impulso y salté al interior del edificio, donde una niña de unos diez observaba, perpleja.
-Eh... Tadaaa...- dije. Por fortuna, la niña debió encontrarlo gracioso, puesto que aplaudió, riendose. Y después, me indicó donde estaba la puerta. Al bajar, me di cuenta: se trataba de una tienda de algún tipo. Salí discretamente a la plaza, aún algo magullado, y encontré... un montón de guardias. Y a Eltrant. Bueno, había sido divertido, al menos.
Alanna, sin embargo, no parecía tan convencida. Tal vez dudase de sus habilidades. O puede que fuesen algo más que amigos. Desde luego, parecían conocerse bastante bien. Fuera como fuese, la guardia no se esforzó en ocultar su preocupación. Era ligeramente divertido de ver. Finalmente, optó por intentar sacarme algo.
-Siempre podrías salir a ayudarle...- sugerí. Obviamente, cayó en oidos sordos. -¿Confias en mi?- resoplé. -Absurdo. Sabes de sobra que soy la clase de persona que apuñala por la espalda. ¿Cuantas veces debo repetirlo? No me iban a ahorcar injustamente.- suspiré, reposando la cabeza sobre mis brazos. Confiar en alguien así era de necios. Pero realmente, no le creía. Si realmente confiase en mi, habría ido a ayudar a Eltrant. "Además... es absurdo tender un puente hacia alguien que va a morir." iba a decir. Pero el guardia interrumpió, entrando de nuevo, esta vez algo más ensangrentado, y dejó un mandoble para Alanna.
Eso si que tenía gracia. El arma era casi de la misma altura que la humana. Reí ligeramente al imaginarme la escena. Reforzando mis sospechas, la mujer se preocupó primero por las heridas del castaño, a pesar de que no era más que un golpe en la nariz. Después, empezó a preparar un plan en voz alta. Escuché, algo divertido. Parecía casi preocupada: incluso se atrevió a sugerir que nos separásemos. Sin embargo, en ese punto no le dio mucha elección a su compañero, pues tras pocos segundos, abandonó la habitación. Solté una carcajada. Adorable.
-Oh, tu novia nos ha dejado solos... ¿Que tal una carrera? Si ganas tu, continuamos. Si gano yo, me escapo.- sugerí, esbozando una sonrisa lopuna.- Bueno, por la ventana era, ¿no?- a un paso exasperantemente lento, me dirigí hacia ella y, tras atravesarla... -¿Listo? ¡YA!- exclamé. Y salí disparado sin darle una opción a rechazar la oferta. Empecé a correr calle abajo, y a la primera oportunidad, di un giro brusco, metiéndome en un callejón.
Conocía la ciudad bien: después de todo, había vivido en ella mucho tiempo, y mi trabajo me llevaba a todas partes. Pero lo que mejor conocía eran los tejados. Durante mucho tiempo, había estado usando un gancho metálico para trepar y saltar entre los edificios, asi que había memorizado los mejores lugares para ascender.
Una vez en el callejón, me subí a una pequeña valla de piedra, y de ahí, salté a un techo bajo e inclinado, por el que trepé hasta el punto más alto. Ah, podía ver tantas cosas desde ahí. Como por ejemplo, a Eltrant Tale, al que saludé desde la cima antes de echar a correr de nuevo.
Por supuesto, tenía toda la intención de escaparme, pero también pensaba seguir el espíritu de la carrera: si no, no sería tan divertido. Tenia pensado dirigirme al punto de encuentro. Si ganaba, tendría que pasar desapercibido ante los guardias, pero me encargaría de los problemas de uno en uno.
Trepé al borde de una chimenea y me estiré, buscando un buen punto para ver. ¿Donde demonios estaban los comercios? Tal vez me fallase la memoria, después de tanto tiempo. Estaba casi seguro de que había ido en la dirección correcta. No iba a ponerme a preguntar direcciones: salvo que hubiese pájaros particularmente habladores por la zona, tendría que bajar.
Un paso en falso hizo que perdiese el equilibrio. Tras pasar dos eternos segundos buscando algo en lo que apoyarme, me caí de la gruesa chimenea sobre el tejado, con la mala fortuna de que se trataba de uno particularmente inclinado. Resbalé sin control, pero al ultimo segundo, conseguí agarrarme al borde de una de las tejas, con el resto del cuerpo colgando.
Eso se había convertido en un problema. Busqué con la mirada algo con lo que ayudarme, pero solo había eso: cornisas. Sin embargo, escuché un grito. Venia desde... casi delante mía. "Oh." Una ventana se abrió a la altura de mis pies. Me balanceé para tomar impulso y salté al interior del edificio, donde una niña de unos diez observaba, perpleja.
-Eh... Tadaaa...- dije. Por fortuna, la niña debió encontrarlo gracioso, puesto que aplaudió, riendose. Y después, me indicó donde estaba la puerta. Al bajar, me di cuenta: se trataba de una tienda de algún tipo. Salí discretamente a la plaza, aún algo magullado, y encontré... un montón de guardias. Y a Eltrant. Bueno, había sido divertido, al menos.
Asher Daregan
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Re: La peor situación [Interpretativo]
- ¿Una carrera? ¿Escaparte? – Entornó los ojos, había pasado menos de un minuto desde que Alanna hubo abandonado la oficina y ya estaba aprovechando la situación – No te he quitado los grilletes para que… - Wernack saltó por la ventana antes de que el guarda pudiese acabar la frase, apretando los dientes y maldiciendo al lobo, saltó inmediatamente tras él.
– Esto tiene que ser una maldita broma… – Masculló cuando vio cómo su supuesto prisionero se alejaba de él a una velocidad envidiable, moviéndose tan rápido que, a simple vista, Eltrant dudaba que fuese capaz de alcanzarle. Sin tiempo que perder, después de volver a maldecir al lobo, comenzó a correr tras él.
Afortunadamente podía afirmar sin equivocarse que aquellos callejones apenas eran transitados, no se encontró con nadie que interrumpiese su persecución, ni un alma parecía dispuesta a interrumpir la “carrera” de Wernack, para bien o para mal, estaba solo en aquello. Aún con todo, no eran los laberinticos callejones de los barrios pobres el lugar idóneo para huir del exmercenario, estaban, a fin de cuentas, tras su propia casa, conocía aquel lugar como la palma de su mano.
No obstante, Wernack parecía haber decidido que el correr por el suelo era demasiado fácil para él - Ja, ja, muy gracioso – Se pasó la mano por el pelo, sudoroso, cuando contempló como el perro le saludaba desde lo alto de un tejado y volvía a emprender la carrera inmediatamente tras aquello – Oh, no – Dijo en voz baja, emprendiendo la marcha – No te vas a escapar. – Por muy fuerte que fuese su fuerza de voluntad, por mucho que quisiese atrapar al lobo, no era ningún secreto para él que la velocidad no era su punto fuerte, jadeando, se movió por las diferentes calles lo más rápido que pudo, saltando tenderetes, esquivando a los pocos ciudadanos que se cruzaba y, sobre todo, sin perder vista de los tejados por los que su adversario pasaba.
No pasó mucho tiempo hasta que Wernack llamó la atención de algún que otro transeúnte, señalando al tejado se preguntaban que diantres hacía ahí arriba un hombre-bestia, encogiéndose de hombros enseguida en el mismo instante en el que Eltrant, jadeando copiosamente, pasaba junto a ellos corriendo, siguiendo siempre de cerca la estela de incertidumbre que iba dejando el perro en su camino hacia el mercado.
Su cabeza era, en aquel momento, un cumulo de ideas sin sentido, sin orden – “¡Por supuesto que esta intentado escaparse!” – Le gritó la vocecita que, en su interior, le recordaba constantemente las cosas que hacía mal – “¿¡Por qué has creído que había sido buena idea dejarle suelto?! ¡Es un convicto!" – Apretó los dientes y alzó la mirada para buscar a su contrincante.
Una sonrisa socarrona cruzo su rostro, de alguna forma, aquel acróbata con forma animal había resbalado y, en aquel mismo instante, estaba colgando del techo de un pequeño comercio, a varios metros del suelo, dependiendo de su propia fuerza para no caer al vacío.
Tomando aire se agachó un instante para recuperar el aliento, Wernack no se iba a mover de dónde estaba, al menos no de momento, podía permitirse un ligero descanso. O al menos eso pensaba, un fuerte grito, proveniente del interior del edificio que tenía frente a él le obligo a incorporarse inmediatamente - ¡Tale! – Una voz desconocida atrajo su atención, como él, iban uniformados, durante unos segundos temió que se tratasen más de los hombres del barón, pero el emblema, los ropajes azules, aquellos eran soldados de Lunargenta, ¿Había llegado ya al mercado? La carrera le había abstraído completamente, tanto que no se había percatado de que ahora estaba rodeado de transeúntes que miraban, no con buenos ojos, al guarda que había decidido sentarse frente a una zapatería.
Apretó los dientes y buscó a su prisionero por la fachada del establecimiento, le había perdido de vista un instante y ya se había esfumado - ¿Estas bien? Hemos oído un grito – Eltrant asintió a su compañero y les contó, en pocas palabras, lo que había pasado – Entiendo – Dijo el que parecía hablar en nombre de los recién llegados mirando el local que tenía frente a él. – Crearemos un perímetro alrededor del mercado – Dijo tratando de animar un poco al castaño – No te preocupes, no se va a escapar.
Suspirando, se pasó la mano por la frente, limpiando las pequeñas gotitas de sudor que resbalaban por esta, pensando en cómo iba a explicarle a Alanna y a sus superiores que había dejado al lobo que se fugase; Pero por una vez, algún dios caprichoso parecía estar de su parte, del interior de la zapatería emergió Wernack, no era muy difícil deducir, por la cara que este puso cuando vio al pequeño escuadrón de la guardia allí, que no se esperaba aquel comité de bienvenida.
Eltrant sonrió ampliamente y, acompañado por los demás guardas se acercó al prófugo – ¡Lo que hay que ver! – Dijo de buen humor, cruzándose de brazos - ¡Creo que he ganado! – Llevándose la mano hasta la parte trasera del cinturón que rodeaba su cintura, tomó los grilletes que había tenido puestos Wernack aquella mañana en el juicio y, sin preguntarle al lobo su opinión, cerró uno de ellos en torno a la muñeca derecha del hombre-bestia – Aquí tienes tu premio de consolación – Eltrant entonces, cerró el segundo grillete alrededor de su propia muñeca izquierda – Tu propio guardaespaldas personal. – Le pasó el brazo por encima del hombro, tras la cabeza - ¿No te gusta? – Dijo zarandeando un poco su mano para que las cadenas produjesen su característico sonido metálico – Míralo de este modo, ahora nos vamos a poder conocer mejor. Dime, ¿Cuál es tu bebida favorita? – Algunos de los guardas de alrededor negaron con la cabeza sin creer lo que estaba haciendo el nuevo, ligeramente divertidos por esto.
No pudo evitar ensanchar la sonrisa al pensar detenidamente lo que acababa de hacer, no era lo más inteligente, eso estaba claro, y si les emboscaban los hombres del barón iban a tener muchos problemas de movilidad si no se comportaban como un equipo mínimamente competente, algo que dudaba que sucediese, pero así no volvería a haber más carreras en las que un prisionero, tampoco quería volver a maniatar al lobo, cuando le quitó los grilletes, horas atrás, lo había hecho en serio, no iba a colocárselas de nuevo a no ser que fuese estrictamente necesario.
- Ahora enserio – Dijo levantándo su brazo izquierdo y señalando el grillete que rodeaba su muñeca – Me da igual que pienses que eres un mercenario que hace cualquier cosa por dinero, que vas a ser colgado en cuanto te interroguen, ahora estas bajo mi custodia, y eso significa que la verdad es bastante más importante que matar al mensajero – Suspiró – No voy a dejar que te cuelguen sin motivo – Dio un pequeño tirón de la cadena para que Wernack le siguiese hasta un banco, dónde numerosos guardas esperaban nuevas información del caso del barón - Además – Susurró mirando la cadena, Alanna no tardaría en llegar, solo quedaba esperar – No es como si nuestra profesión definiese quienes somos.
– Esto tiene que ser una maldita broma… – Masculló cuando vio cómo su supuesto prisionero se alejaba de él a una velocidad envidiable, moviéndose tan rápido que, a simple vista, Eltrant dudaba que fuese capaz de alcanzarle. Sin tiempo que perder, después de volver a maldecir al lobo, comenzó a correr tras él.
Afortunadamente podía afirmar sin equivocarse que aquellos callejones apenas eran transitados, no se encontró con nadie que interrumpiese su persecución, ni un alma parecía dispuesta a interrumpir la “carrera” de Wernack, para bien o para mal, estaba solo en aquello. Aún con todo, no eran los laberinticos callejones de los barrios pobres el lugar idóneo para huir del exmercenario, estaban, a fin de cuentas, tras su propia casa, conocía aquel lugar como la palma de su mano.
No obstante, Wernack parecía haber decidido que el correr por el suelo era demasiado fácil para él - Ja, ja, muy gracioso – Se pasó la mano por el pelo, sudoroso, cuando contempló como el perro le saludaba desde lo alto de un tejado y volvía a emprender la carrera inmediatamente tras aquello – Oh, no – Dijo en voz baja, emprendiendo la marcha – No te vas a escapar. – Por muy fuerte que fuese su fuerza de voluntad, por mucho que quisiese atrapar al lobo, no era ningún secreto para él que la velocidad no era su punto fuerte, jadeando, se movió por las diferentes calles lo más rápido que pudo, saltando tenderetes, esquivando a los pocos ciudadanos que se cruzaba y, sobre todo, sin perder vista de los tejados por los que su adversario pasaba.
No pasó mucho tiempo hasta que Wernack llamó la atención de algún que otro transeúnte, señalando al tejado se preguntaban que diantres hacía ahí arriba un hombre-bestia, encogiéndose de hombros enseguida en el mismo instante en el que Eltrant, jadeando copiosamente, pasaba junto a ellos corriendo, siguiendo siempre de cerca la estela de incertidumbre que iba dejando el perro en su camino hacia el mercado.
Su cabeza era, en aquel momento, un cumulo de ideas sin sentido, sin orden – “¡Por supuesto que esta intentado escaparse!” – Le gritó la vocecita que, en su interior, le recordaba constantemente las cosas que hacía mal – “¿¡Por qué has creído que había sido buena idea dejarle suelto?! ¡Es un convicto!" – Apretó los dientes y alzó la mirada para buscar a su contrincante.
Una sonrisa socarrona cruzo su rostro, de alguna forma, aquel acróbata con forma animal había resbalado y, en aquel mismo instante, estaba colgando del techo de un pequeño comercio, a varios metros del suelo, dependiendo de su propia fuerza para no caer al vacío.
Tomando aire se agachó un instante para recuperar el aliento, Wernack no se iba a mover de dónde estaba, al menos no de momento, podía permitirse un ligero descanso. O al menos eso pensaba, un fuerte grito, proveniente del interior del edificio que tenía frente a él le obligo a incorporarse inmediatamente - ¡Tale! – Una voz desconocida atrajo su atención, como él, iban uniformados, durante unos segundos temió que se tratasen más de los hombres del barón, pero el emblema, los ropajes azules, aquellos eran soldados de Lunargenta, ¿Había llegado ya al mercado? La carrera le había abstraído completamente, tanto que no se había percatado de que ahora estaba rodeado de transeúntes que miraban, no con buenos ojos, al guarda que había decidido sentarse frente a una zapatería.
Apretó los dientes y buscó a su prisionero por la fachada del establecimiento, le había perdido de vista un instante y ya se había esfumado - ¿Estas bien? Hemos oído un grito – Eltrant asintió a su compañero y les contó, en pocas palabras, lo que había pasado – Entiendo – Dijo el que parecía hablar en nombre de los recién llegados mirando el local que tenía frente a él. – Crearemos un perímetro alrededor del mercado – Dijo tratando de animar un poco al castaño – No te preocupes, no se va a escapar.
Suspirando, se pasó la mano por la frente, limpiando las pequeñas gotitas de sudor que resbalaban por esta, pensando en cómo iba a explicarle a Alanna y a sus superiores que había dejado al lobo que se fugase; Pero por una vez, algún dios caprichoso parecía estar de su parte, del interior de la zapatería emergió Wernack, no era muy difícil deducir, por la cara que este puso cuando vio al pequeño escuadrón de la guardia allí, que no se esperaba aquel comité de bienvenida.
Eltrant sonrió ampliamente y, acompañado por los demás guardas se acercó al prófugo – ¡Lo que hay que ver! – Dijo de buen humor, cruzándose de brazos - ¡Creo que he ganado! – Llevándose la mano hasta la parte trasera del cinturón que rodeaba su cintura, tomó los grilletes que había tenido puestos Wernack aquella mañana en el juicio y, sin preguntarle al lobo su opinión, cerró uno de ellos en torno a la muñeca derecha del hombre-bestia – Aquí tienes tu premio de consolación – Eltrant entonces, cerró el segundo grillete alrededor de su propia muñeca izquierda – Tu propio guardaespaldas personal. – Le pasó el brazo por encima del hombro, tras la cabeza - ¿No te gusta? – Dijo zarandeando un poco su mano para que las cadenas produjesen su característico sonido metálico – Míralo de este modo, ahora nos vamos a poder conocer mejor. Dime, ¿Cuál es tu bebida favorita? – Algunos de los guardas de alrededor negaron con la cabeza sin creer lo que estaba haciendo el nuevo, ligeramente divertidos por esto.
No pudo evitar ensanchar la sonrisa al pensar detenidamente lo que acababa de hacer, no era lo más inteligente, eso estaba claro, y si les emboscaban los hombres del barón iban a tener muchos problemas de movilidad si no se comportaban como un equipo mínimamente competente, algo que dudaba que sucediese, pero así no volvería a haber más carreras en las que un prisionero, tampoco quería volver a maniatar al lobo, cuando le quitó los grilletes, horas atrás, lo había hecho en serio, no iba a colocárselas de nuevo a no ser que fuese estrictamente necesario.
- Ahora enserio – Dijo levantándo su brazo izquierdo y señalando el grillete que rodeaba su muñeca – Me da igual que pienses que eres un mercenario que hace cualquier cosa por dinero, que vas a ser colgado en cuanto te interroguen, ahora estas bajo mi custodia, y eso significa que la verdad es bastante más importante que matar al mensajero – Suspiró – No voy a dejar que te cuelguen sin motivo – Dio un pequeño tirón de la cadena para que Wernack le siguiese hasta un banco, dónde numerosos guardas esperaban nuevas información del caso del barón - Además – Susurró mirando la cadena, Alanna no tardaría en llegar, solo quedaba esperar – No es como si nuestra profesión definiese quienes somos.
Eltrant Tale
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Re: La peor situación [Interpretativo]
A penas llevaba unos minutos esperando, escuchando, extrañada los sonidos que provenían de dentro de la casa, ¿estarían recogiendo algo? no lo sabía, solo quería que se largasen rápido, antes de que llegasen los mercenarios y que Wernack no causara problemas, ya bastantes tenían, la verdad. Suspiró jugueteando con sus dagas, haciendolas rodas, como quien hace malabares, le encantaban esas armas, ligeras, equilibradas, silenciosas y, si sabías usarlas, mortales. Sonrió para si de forma oscura, si los que se acercaban supieran las vidas que había sesgado con dos sencillas dagas, se lo pensarían mejor antes de comenzar una pelea, pero ella no tenía intención alguna de pelear, ni mucho menos, eso se lo dejaría a los guardias que debían estar acudiendo a su encuentro.
Finalmente, tras un par de minutos más, ocho hombres se acercaron, en escuadrón, dispuestos para un asalto, no iba a dejar que rompieran la casa de Eltrant, ya bastantes estropicios tenía el lugar, como para que hubiera más. Alanna se levantó con las manos a la espalda, sonriendo inocentemente, con la placa oculta y esperó tranquilamente de pie sobre la escalinata. Los hombres se acercaron enfurruñados y con cara serie, notablemente molestos por la paliza que les había dado Eltrant.
- Buenos días.- saludó sonriente Alanna.- ¿quieren algo?- preguntó con amabilidad.
- Apártese señorita, no tenemos nada que ver con usted.-respondió uno, con bastante amabilidad, pero de forma seca.
- Oh, disculpe que le contradiga, pero están a punto de asaltar la casa de mi... de mi amigo, así que más les vale alejarse ahora si no quieren que les pase nada malo, de todos modos, no queda nadie dentro.- afirmó sin perder la sonrisa de los labios, ya que no la habían reconocido, prefería no revelar que era de la guardia, no todavía.
- Señorita, su amigo ha ayudado a escapar a un delincuente de la justicia.- intentó convencerla otro.
- Me parece que no es así, señor, estuve presente en el juicio y...- la había cagado, lo notó en las caras de los ocho tipos, que comenzaron a fijarse mejor, y a desenvainar las espadas, ya sabían que era de la guardia, y, peor, quien era.
Desenvainaron las espadas con rapidez, y se acercaron en grupo, a por ella, era hora de correr. Tomó ventaja de su posición elevada y les saltó, poniendo los pies sobre sus cabezas, hasta llegar a sus espaldas, rodando por el suelo al dar el último pisotón. Se levantó notando el pelo retirarse de su cara con el movimiento, no era la única que había perdido el equilibrio, los mercenarios también parecían tener problemas para retomar su posición.
Ese fue el tiempo que la Gata aprovechó para levantarse, y llamar su atención lanzandoles los restos de manzanas de un barril que había junto a la taberna que se encontraba a sus espaldas. Enfurecidos, olvidaron sus obligaciones, al fin y al cabo, ya sabían que no había nadie dentro, ella misma se lo había dicho, y se lanzaron a por ella con las espadas desenfundadas. La chica comenzó a correr, nerviosa, cierto que llevaban armaduras pesadas, pero no por ello dejaban de ser rápidos y ella necesitaba un par de metros hasta coger una marcha que no pudieran llegar a alcanzar.
Se vio obligada a esquivar un par de estocadas que la llegaron a rozar, y agradeció tener el pelo corto, de ese modo no podrían tirar de él para cogerla con más facilidad. Pero aun así, las armas la habían pasado rozando ya un par de veces, y le habían hecho ya tres cortes pequeños en brazos y piernas, estaba claro que no quería perderlos, pero tampoco podía dejar que la convirtieran en un colador, era el momento de acelerar.
Con ceño fruncido comenzó a mover las piernas con mayor rapidez, giró dos esquinas y encontró al primer guardia. Cuando le pasó de largo le dio una palmadita en el hombro, era su turno. Respirando con rapidez, se encaramó a una techumbre que cubría una puerta para, después, subir directa por las cañerías y llegar, así, al tejado de dos aguas, por donde se movió por la cornisa. Miró hacia atrás, deteniéndose un segundo, y vio al guardia en plena batalla con dos de los tipos, en las calles de al lado, podía observar a los otros guardias, esperando.
Dio un silbido, sin preocuparse porque los mercenarios la vieran, y cuando alzaron todos la cabeza, hizo una señal con la cabeza, indicandoles que el peligro le iba detrás, para, al instante, salir corriendo a toda prisa. Comenzó a ver el mercado, ya solo le quedaban un par de casas que pasar, debía bajar ya de los techos si no quería estamparse y quedar como un huevo roto en medio de la calle. Desde los tejados, pudo ver, sentados, a Eltrant y Wernack en pleno centro y, localizados como estaban, pasó a descender asegurándose de que, de momento, no la seguían persiguiendo.
Pero se equivocaba, nada más descendió por una ventana, uno de los tipos le salió al paso, asustándola, y haciéndola gritar, definitivamente, eso no se lo esperaba, su grito provocó risas en el espadachín, no se extrañaba, había sido ridículo, ya no podían esperar más, debían salir hacia la guardia. Perdiendo toda la elegancia y delicadeza que caracterizaba a la Gata, Alanna levantó una pierna y, con la espinilla, le dio una patada al tipo en los huevos, para, mientras él se retorcía, salir corriendo hacia el mercado.
Ni siquiera se detuvo a informar de la situación, mientras se acercaba vio que Eltrant había esposado a Wernack a su muñeca, por lo que tirando de uno se los llevaría a los dos, en cuanto pasó por su lado, tiró del brazo de Eltrant y le obligó a correr con ella hacia el cuartel de la guardia. No había tiempo para explicaciones, no parecía que los siguieran, pero no lo tenía claro, y más valía prevenir.
- ¡Corred, corred!- les dijo con prisa soltando a Eltrant para que le fuera más fácil moverse, mientras el cuartel de la guardia, cercano a mercado, aparecía a su frente.
Era como si fuera una niña jugando al escondite que intentaba llegar a la casa para salvarse y gritar, "por mi y por todos mis compañeros" pero eso era algo más peligroso de lo que debía ser un juego de niños. Aunque ya no veían a nadie, prefirió asegurarse. Fue la primera en llegar a la puerta trasera, y la mantuvo abierta hasta que Eltrant y Wernack entraron, cerrando de golpe y apoyándose en ella para respirar hondo, habían llegado.
- ¡Que alguien avise a Tyron!- gritó a uno de los trabajadores de las caballerizas, que se la quedó mirando, quieto.- ¡Corre!- le exigió logrando que saliera disparado.- vale...- suspiró- vayamos a una de las salas de la planta baja, seguro que nos buscará por allí.- dijo con aire cansado, vaya mañana, y eso que había esperado que fuera tranquila.
Finalmente, tras un par de minutos más, ocho hombres se acercaron, en escuadrón, dispuestos para un asalto, no iba a dejar que rompieran la casa de Eltrant, ya bastantes estropicios tenía el lugar, como para que hubiera más. Alanna se levantó con las manos a la espalda, sonriendo inocentemente, con la placa oculta y esperó tranquilamente de pie sobre la escalinata. Los hombres se acercaron enfurruñados y con cara serie, notablemente molestos por la paliza que les había dado Eltrant.
- Buenos días.- saludó sonriente Alanna.- ¿quieren algo?- preguntó con amabilidad.
- Apártese señorita, no tenemos nada que ver con usted.-respondió uno, con bastante amabilidad, pero de forma seca.
- Oh, disculpe que le contradiga, pero están a punto de asaltar la casa de mi... de mi amigo, así que más les vale alejarse ahora si no quieren que les pase nada malo, de todos modos, no queda nadie dentro.- afirmó sin perder la sonrisa de los labios, ya que no la habían reconocido, prefería no revelar que era de la guardia, no todavía.
- Señorita, su amigo ha ayudado a escapar a un delincuente de la justicia.- intentó convencerla otro.
- Me parece que no es así, señor, estuve presente en el juicio y...- la había cagado, lo notó en las caras de los ocho tipos, que comenzaron a fijarse mejor, y a desenvainar las espadas, ya sabían que era de la guardia, y, peor, quien era.
Desenvainaron las espadas con rapidez, y se acercaron en grupo, a por ella, era hora de correr. Tomó ventaja de su posición elevada y les saltó, poniendo los pies sobre sus cabezas, hasta llegar a sus espaldas, rodando por el suelo al dar el último pisotón. Se levantó notando el pelo retirarse de su cara con el movimiento, no era la única que había perdido el equilibrio, los mercenarios también parecían tener problemas para retomar su posición.
Ese fue el tiempo que la Gata aprovechó para levantarse, y llamar su atención lanzandoles los restos de manzanas de un barril que había junto a la taberna que se encontraba a sus espaldas. Enfurecidos, olvidaron sus obligaciones, al fin y al cabo, ya sabían que no había nadie dentro, ella misma se lo había dicho, y se lanzaron a por ella con las espadas desenfundadas. La chica comenzó a correr, nerviosa, cierto que llevaban armaduras pesadas, pero no por ello dejaban de ser rápidos y ella necesitaba un par de metros hasta coger una marcha que no pudieran llegar a alcanzar.
Se vio obligada a esquivar un par de estocadas que la llegaron a rozar, y agradeció tener el pelo corto, de ese modo no podrían tirar de él para cogerla con más facilidad. Pero aun así, las armas la habían pasado rozando ya un par de veces, y le habían hecho ya tres cortes pequeños en brazos y piernas, estaba claro que no quería perderlos, pero tampoco podía dejar que la convirtieran en un colador, era el momento de acelerar.
Con ceño fruncido comenzó a mover las piernas con mayor rapidez, giró dos esquinas y encontró al primer guardia. Cuando le pasó de largo le dio una palmadita en el hombro, era su turno. Respirando con rapidez, se encaramó a una techumbre que cubría una puerta para, después, subir directa por las cañerías y llegar, así, al tejado de dos aguas, por donde se movió por la cornisa. Miró hacia atrás, deteniéndose un segundo, y vio al guardia en plena batalla con dos de los tipos, en las calles de al lado, podía observar a los otros guardias, esperando.
Dio un silbido, sin preocuparse porque los mercenarios la vieran, y cuando alzaron todos la cabeza, hizo una señal con la cabeza, indicandoles que el peligro le iba detrás, para, al instante, salir corriendo a toda prisa. Comenzó a ver el mercado, ya solo le quedaban un par de casas que pasar, debía bajar ya de los techos si no quería estamparse y quedar como un huevo roto en medio de la calle. Desde los tejados, pudo ver, sentados, a Eltrant y Wernack en pleno centro y, localizados como estaban, pasó a descender asegurándose de que, de momento, no la seguían persiguiendo.
Pero se equivocaba, nada más descendió por una ventana, uno de los tipos le salió al paso, asustándola, y haciéndola gritar, definitivamente, eso no se lo esperaba, su grito provocó risas en el espadachín, no se extrañaba, había sido ridículo, ya no podían esperar más, debían salir hacia la guardia. Perdiendo toda la elegancia y delicadeza que caracterizaba a la Gata, Alanna levantó una pierna y, con la espinilla, le dio una patada al tipo en los huevos, para, mientras él se retorcía, salir corriendo hacia el mercado.
Ni siquiera se detuvo a informar de la situación, mientras se acercaba vio que Eltrant había esposado a Wernack a su muñeca, por lo que tirando de uno se los llevaría a los dos, en cuanto pasó por su lado, tiró del brazo de Eltrant y le obligó a correr con ella hacia el cuartel de la guardia. No había tiempo para explicaciones, no parecía que los siguieran, pero no lo tenía claro, y más valía prevenir.
- ¡Corred, corred!- les dijo con prisa soltando a Eltrant para que le fuera más fácil moverse, mientras el cuartel de la guardia, cercano a mercado, aparecía a su frente.
Era como si fuera una niña jugando al escondite que intentaba llegar a la casa para salvarse y gritar, "por mi y por todos mis compañeros" pero eso era algo más peligroso de lo que debía ser un juego de niños. Aunque ya no veían a nadie, prefirió asegurarse. Fue la primera en llegar a la puerta trasera, y la mantuvo abierta hasta que Eltrant y Wernack entraron, cerrando de golpe y apoyándose en ella para respirar hondo, habían llegado.
- ¡Que alguien avise a Tyron!- gritó a uno de los trabajadores de las caballerizas, que se la quedó mirando, quieto.- ¡Corre!- le exigió logrando que saliera disparado.- vale...- suspiró- vayamos a una de las salas de la planta baja, seguro que nos buscará por allí.- dijo con aire cansado, vaya mañana, y eso que había esperado que fuera tranquila.
Alanna Delteria
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Re: La peor situación [Interpretativo]
Jadeé, algo cansado por la carrera, mientras Tale se acercaba. No parecía excesivamente molesto, por lo que sonreí, pero solté un resoplido cuando me puso uno de los grilletes de nuevo. Ni que me fuese a escapar... otra vez.
-Técnicamente, he ganado yo.- dije, chasqueando la lengua.- El tejado cuenta como parte de la plaza. Pero bueno.- arqueé una ceja al ver que Eltrant se colocaba el segundo grillete en su muñeca. -Normalmente salgo a cenar con alguien antes de que me esposen.- bromeé. -Si solo querías eso, podías haber preguntado...- Al final no había salido tan mal. Me alegré de que el humano tuviese buen sentido del humor.
Lo siguiente que dijo, sin embargo, tuvo un tono serio. Nos sentamos en un banco, algo más apartado, mientras esperábamos a Alanna. -Tal vez... primero eres tú, y luego eres guardia, ¿hmm?- reflexioné. Finalmente, asentí. -Gracias, Eltrant.- No tenía motivos para mentir, por lo que decidí, por una vez, confiar en el guardia.
Alanna no tardó en reunirse con nosotros, aunque tal vez "reunirse" no fuese la palabra adecuada. En cuanto se acercó, tiró de Eltrant, provocando que tuviese que seguirle, aunque la sorpresa me hizo casi tropezar. A pesar de la preocupación de la mujer, no hubo más conflictos hasta llegar al cuartel de la guardia.
Entramos en un salón, esperando futuras instrucciones. Pocos minutos después, un par de guardias, enfundados en armadura completa, bajaron las escaleras.
-Quítale los grilletes.- demandó el primero. El segundo se colocó detrás de mi, alabarda en mano. -Venid con nosotros. Tyron lleva esperando un rato, ¿se puede saber que ha pasado?- preguntó, molesto. -Se ha puesto de mal humor.- A juzgar por su tono, parecía haberlo pagado con ellos mismos.
La pareja nos guió al segundo piso. Debía admitir que el cuartel era algo impresionante, sobre todo en tamaño. Parecía imposible asediarlo desde fuera. Finalmente, acabamos delante de una puerta de madera, algo más burda que la del resto de las estancias, y la atravesamos.
La habitación era notablemente distinta al resto de las barracas. Para empezar, las paredes y el suelo estaban hechos de madera: probablemente, solo era una cobertura, pues por fuera, debía ser tan de piedra como el resto del edificio. El ambiente era más cálido, y aunque no había ventanas, las velas, faroles, y la chimenea encendida proporcionaban más que suficiente luz. Al ver la cantidad de estanterias repletas de libros y frascos con distintos líquidos, deduje que clase de sitio era: parecía el estudio de un alquimista. Las extrañas condiciones debían ser necesarias para algunas de las plantas que crecían en los largos maceteros en algunas paredes.
Sentado detrás de un escritorio repleto de cuadernos, libros y notas, se encontraba un elfo, que, al verme, se puso a escribir frenéticamente. Junto a él, leyendo sus notas, había un hombre de mediana edad, de pelo castaño, pero canoso a los lados y con entradas. A juzgar por su armadura, más elaborada y pulida, debía de tratarse del sargento que mencionaron.
-¿Sargento Tyron? Este es el...-
-Si, lo sé. Gracias. Quedaos aquí y retenedlo como os indiqué. Que no se mueva.- ordenó. En lugar de usar los grilletes, uno de los guardias se acercó y me propinó un fuerte rodillazo en el pecho, haciéndome perder el aliento e inclinarme. Después, ambos guardias aprovecharon para agarrarme, uno de cada brazo, manteniendome completamente inmóvil y de rodillas. Gruñí. ¿Realmente era eso necesario?
-Verás, hemos estado haciendo algunas... pruebas, por así decirlo. Investigando algo nuevo, un proyecto que se me ocurrió hace un tiempo para... bueno, "reformar" a criminales peligrosos, y hacerlos miembros productivos de la sociedad. - explicó. -Obviamente, no es algo fácil. Gente de ese calibre es difícil de tratar, incluso en prisión, y allí no sirve de nada: solo son más bocas que alimentar, y si escapan de alguna forma, tienden a volver a sus antiguas costumbres.-
Así que de eso se trataba. Había un motivo por el que la guardia intervino en el juicio. Me querían vivo para esto. ¿Era esa la razón por la que tanto Alanna como Eltrant confiaban en que sobreviviría?
-Sin embargo, requiere cierto gasto, y al ser un método mágico, puede ser... inestable. Nuestro boticario se encarga de los detalles. Originalmente íbamos a usarlo en criminales como Ambar y Gabret, pero era arriesgado, y les necesitamos vivos. Así que decidí probar con alguien más prescindible. sonrió. Empezaba a ver por donde iba. Y tú eres perfecto para esto. Si funciona, tendremos a alguien competente para luchar y con abundante información. Y si no... bueno, ibas a morir de todos modos. En cualquier caso, deberías estar agradecido, ¿no?- preguntó. No había un tono burlón en su voz. Debía pensar que genuinamente, me estaba haciendo un favor.
-Muérete.- solté. No tenía ninguna intención de ayudar a la guardia, y menos a gente como él. -Búscate otra mascota. No recibiré órdenes de ti, ni de nadie.- había verdadero odio en mi mirada. Sin embargo, el humano rió ligeramente.
-Me parece que no lo has comprendido bien. No necesito tu permiso. No tienes elección.-
1) Nos estamos acercando al final. Permitidme a mi el rolear a Tyron, al menos hasta la próxima ronda. Aparte de eso, sois libres para lo que queráis. Menos matar al elfo. Podéis salir y volver a la escena como gustéis.
-Técnicamente, he ganado yo.- dije, chasqueando la lengua.- El tejado cuenta como parte de la plaza. Pero bueno.- arqueé una ceja al ver que Eltrant se colocaba el segundo grillete en su muñeca. -Normalmente salgo a cenar con alguien antes de que me esposen.- bromeé. -Si solo querías eso, podías haber preguntado...- Al final no había salido tan mal. Me alegré de que el humano tuviese buen sentido del humor.
Lo siguiente que dijo, sin embargo, tuvo un tono serio. Nos sentamos en un banco, algo más apartado, mientras esperábamos a Alanna. -Tal vez... primero eres tú, y luego eres guardia, ¿hmm?- reflexioné. Finalmente, asentí. -Gracias, Eltrant.- No tenía motivos para mentir, por lo que decidí, por una vez, confiar en el guardia.
Alanna no tardó en reunirse con nosotros, aunque tal vez "reunirse" no fuese la palabra adecuada. En cuanto se acercó, tiró de Eltrant, provocando que tuviese que seguirle, aunque la sorpresa me hizo casi tropezar. A pesar de la preocupación de la mujer, no hubo más conflictos hasta llegar al cuartel de la guardia.
Entramos en un salón, esperando futuras instrucciones. Pocos minutos después, un par de guardias, enfundados en armadura completa, bajaron las escaleras.
-Quítale los grilletes.- demandó el primero. El segundo se colocó detrás de mi, alabarda en mano. -Venid con nosotros. Tyron lleva esperando un rato, ¿se puede saber que ha pasado?- preguntó, molesto. -Se ha puesto de mal humor.- A juzgar por su tono, parecía haberlo pagado con ellos mismos.
La pareja nos guió al segundo piso. Debía admitir que el cuartel era algo impresionante, sobre todo en tamaño. Parecía imposible asediarlo desde fuera. Finalmente, acabamos delante de una puerta de madera, algo más burda que la del resto de las estancias, y la atravesamos.
La habitación era notablemente distinta al resto de las barracas. Para empezar, las paredes y el suelo estaban hechos de madera: probablemente, solo era una cobertura, pues por fuera, debía ser tan de piedra como el resto del edificio. El ambiente era más cálido, y aunque no había ventanas, las velas, faroles, y la chimenea encendida proporcionaban más que suficiente luz. Al ver la cantidad de estanterias repletas de libros y frascos con distintos líquidos, deduje que clase de sitio era: parecía el estudio de un alquimista. Las extrañas condiciones debían ser necesarias para algunas de las plantas que crecían en los largos maceteros en algunas paredes.
Sentado detrás de un escritorio repleto de cuadernos, libros y notas, se encontraba un elfo, que, al verme, se puso a escribir frenéticamente. Junto a él, leyendo sus notas, había un hombre de mediana edad, de pelo castaño, pero canoso a los lados y con entradas. A juzgar por su armadura, más elaborada y pulida, debía de tratarse del sargento que mencionaron.
-¿Sargento Tyron? Este es el...-
-Si, lo sé. Gracias. Quedaos aquí y retenedlo como os indiqué. Que no se mueva.- ordenó. En lugar de usar los grilletes, uno de los guardias se acercó y me propinó un fuerte rodillazo en el pecho, haciéndome perder el aliento e inclinarme. Después, ambos guardias aprovecharon para agarrarme, uno de cada brazo, manteniendome completamente inmóvil y de rodillas. Gruñí. ¿Realmente era eso necesario?
-Verás, hemos estado haciendo algunas... pruebas, por así decirlo. Investigando algo nuevo, un proyecto que se me ocurrió hace un tiempo para... bueno, "reformar" a criminales peligrosos, y hacerlos miembros productivos de la sociedad. - explicó. -Obviamente, no es algo fácil. Gente de ese calibre es difícil de tratar, incluso en prisión, y allí no sirve de nada: solo son más bocas que alimentar, y si escapan de alguna forma, tienden a volver a sus antiguas costumbres.-
Así que de eso se trataba. Había un motivo por el que la guardia intervino en el juicio. Me querían vivo para esto. ¿Era esa la razón por la que tanto Alanna como Eltrant confiaban en que sobreviviría?
-Sin embargo, requiere cierto gasto, y al ser un método mágico, puede ser... inestable. Nuestro boticario se encarga de los detalles. Originalmente íbamos a usarlo en criminales como Ambar y Gabret, pero era arriesgado, y les necesitamos vivos. Así que decidí probar con alguien más prescindible. sonrió. Empezaba a ver por donde iba. Y tú eres perfecto para esto. Si funciona, tendremos a alguien competente para luchar y con abundante información. Y si no... bueno, ibas a morir de todos modos. En cualquier caso, deberías estar agradecido, ¿no?- preguntó. No había un tono burlón en su voz. Debía pensar que genuinamente, me estaba haciendo un favor.
-Muérete.- solté. No tenía ninguna intención de ayudar a la guardia, y menos a gente como él. -Búscate otra mascota. No recibiré órdenes de ti, ni de nadie.- había verdadero odio en mi mirada. Sin embargo, el humano rió ligeramente.
-Me parece que no lo has comprendido bien. No necesito tu permiso. No tienes elección.-
__________________________________________
1) Nos estamos acercando al final. Permitidme a mi el rolear a Tyron, al menos hasta la próxima ronda. Aparte de eso, sois libres para lo que queráis. Menos matar al elfo. Podéis salir y volver a la escena como gustéis.
Asher Daregan
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Re: La peor situación [Interpretativo]
Alanna apareció de la nada y, con un fuerte tirón, lo arrastró de camino al cuartel más cercano de la guardia. Como era evidente, Wernack, al estar encadenado a él, le siguió enseguida. - ¡¿En qué lío te has metido?! – Exclamó mientras corría tras la muchacha, que no dijo nada hasta en el momento en el que todos estuvieron seguros tras los muros del cuartel.
Respirando con dificultad, se apoyó contra la pared y aguardó, aquella carrera de improviso no le había sentado bien, sobre todo al ser justamente tras la persecución que había tenido con el lobo al que estaba encadenado momentos atrás – Avísame la próxima vez que hagas algo así – Le dijo a su compañera sonriendo, aunque por supuesto, él no era el más idóneo para pedir ese tipo de cosas.
Unos desconocidos entonces, irrumpieron en la habitación, dos hombres ataviados con gruesas armaduras de metal demandaron a Eltrant que removiese el grillete que rodeaba la muñeca del lobo, frunció el ceño al oír el tono con el que estos individuos le hablaron, pero no podía hacer nada, venían de parte de Tyron, tras varios segundos manteniendo la mirada del gigante que tenía más cerca, sacó una pequeña llave del interior de su capa y, con un suave “click”, el brazalete de metal que tenía a Wernack atado a su persona cayó al suelo.
- ¿Así está bien? – Dijo de mala gana – Y hemos tenido unos problemas con un noble, prefiero contárselo directamente a Tyron, aunque este de mal humor – El soldado ignoró las palabras del castaño e hizo una seña a estos para que les siguiese, conduciendo a los presentes hasta el segundo piso.
Había estado ya muchas veces frente a aquella gruesa puerta de madera, la mayoría de ellas por “insubordinarse” con oficiales de bajo rango de la guardia, y es que ya le había explicado más de una vez a Tyron que no estaba dispuesto a dejar sus ideales a un lado por un emblema, algo a lo que por algún motivo el sargento parecía apreciar. “La guardia necesita más gente como tú” le había oído decir.
Frunció el ceño cuando los soldados con armadura escoltaron a Wernack al interior de la sala, sin permitir que el exmercenario le acompañase – ¡Esta bajo mi custodia! ¡Tengo derecho a estar ahí dentro! – Protestó Eltrant, girándose inmediatamente hacía Alanna, buscando el apoyo que en aquel momento necesitaba en ella – Tyron quiere hablar con él a solas Tale – Contestó el grandullón de la armadura – No puedo hacer nada más. – Dicho esto, la puerta se cerró lentamente frente a él, emitiendo un agudo crujido cuando estuvo completamente cerrada.
Suspirando se pasó la mano por el pelo y se giró hacía Alanna - ¿Qué tal ha ido con el barón? – Había estado tan preocupado por el destino del lobo que no se había percatado siquiera de que la guarda parecía tan agotada como él – Un día largo ¿Verdad? – Se dejó caer en un banco que, a pocos metros de la puerta, estaba colocado expresamente para las intempestivas visitas que el sargento recibía.
Le había oído decir, en más de una ocasión, que solía dejar a los nobles esperando horas en aquel banco, Eltrant ahora podía decir que sabía lo que se sentía. Desatando la espada de su cinto, por comodidad mayormente, se estiró cuan largo era, invadiendo todo el banco y limitando el espacio en el cual la guarda podría sentarse. – Ocupado – Dijo con una sonrisa divertida en sus labios.
Tras pasar los minutos mirando al techo del pasillo volvió a desviar su mirada hacía la puerta por la que había desaparecido el lobo ¿Qué estaba tramando Tyron? – Cuéntame algo Alanna – Pidió bostezando – La espera me esta matando.
Respirando con dificultad, se apoyó contra la pared y aguardó, aquella carrera de improviso no le había sentado bien, sobre todo al ser justamente tras la persecución que había tenido con el lobo al que estaba encadenado momentos atrás – Avísame la próxima vez que hagas algo así – Le dijo a su compañera sonriendo, aunque por supuesto, él no era el más idóneo para pedir ese tipo de cosas.
Unos desconocidos entonces, irrumpieron en la habitación, dos hombres ataviados con gruesas armaduras de metal demandaron a Eltrant que removiese el grillete que rodeaba la muñeca del lobo, frunció el ceño al oír el tono con el que estos individuos le hablaron, pero no podía hacer nada, venían de parte de Tyron, tras varios segundos manteniendo la mirada del gigante que tenía más cerca, sacó una pequeña llave del interior de su capa y, con un suave “click”, el brazalete de metal que tenía a Wernack atado a su persona cayó al suelo.
- ¿Así está bien? – Dijo de mala gana – Y hemos tenido unos problemas con un noble, prefiero contárselo directamente a Tyron, aunque este de mal humor – El soldado ignoró las palabras del castaño e hizo una seña a estos para que les siguiese, conduciendo a los presentes hasta el segundo piso.
Había estado ya muchas veces frente a aquella gruesa puerta de madera, la mayoría de ellas por “insubordinarse” con oficiales de bajo rango de la guardia, y es que ya le había explicado más de una vez a Tyron que no estaba dispuesto a dejar sus ideales a un lado por un emblema, algo a lo que por algún motivo el sargento parecía apreciar. “La guardia necesita más gente como tú” le había oído decir.
Frunció el ceño cuando los soldados con armadura escoltaron a Wernack al interior de la sala, sin permitir que el exmercenario le acompañase – ¡Esta bajo mi custodia! ¡Tengo derecho a estar ahí dentro! – Protestó Eltrant, girándose inmediatamente hacía Alanna, buscando el apoyo que en aquel momento necesitaba en ella – Tyron quiere hablar con él a solas Tale – Contestó el grandullón de la armadura – No puedo hacer nada más. – Dicho esto, la puerta se cerró lentamente frente a él, emitiendo un agudo crujido cuando estuvo completamente cerrada.
Suspirando se pasó la mano por el pelo y se giró hacía Alanna - ¿Qué tal ha ido con el barón? – Había estado tan preocupado por el destino del lobo que no se había percatado siquiera de que la guarda parecía tan agotada como él – Un día largo ¿Verdad? – Se dejó caer en un banco que, a pocos metros de la puerta, estaba colocado expresamente para las intempestivas visitas que el sargento recibía.
Le había oído decir, en más de una ocasión, que solía dejar a los nobles esperando horas en aquel banco, Eltrant ahora podía decir que sabía lo que se sentía. Desatando la espada de su cinto, por comodidad mayormente, se estiró cuan largo era, invadiendo todo el banco y limitando el espacio en el cual la guarda podría sentarse. – Ocupado – Dijo con una sonrisa divertida en sus labios.
Tras pasar los minutos mirando al techo del pasillo volvió a desviar su mirada hacía la puerta por la que había desaparecido el lobo ¿Qué estaba tramando Tyron? – Cuéntame algo Alanna – Pidió bostezando – La espera me esta matando.
Eltrant Tale
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Re: La peor situación [Interpretativo]
Con ceño fruncido, un suspiro, y silencio Alanna siguió a los guardias esperando poder hablar con el sargento personalmente, esto era una locura, nunca habían hecho que se tomase tantas molestias por ningún otro preso, pero ese día habían usado sus conocimientos, poniendo en riesgo sus misiones, dandole permiso para amenazar a los nobles, con tal de que Wernack saliera con vida del juicio. Parecían querer buscarle la ruina. Habían arruinado meses de trabajo por salvar al hombre perro.
No le importaba salvar a nadie, al fin y al cabo, siempre era de la opinion de que la gente necesitaba tener oportunidades, y le habían prometido que se las darían al preso, también que no lo herirían, ni a él, ni a quienes lo acercasen, al menos tneía eso.
Al llegar al segundo piso, los soldados detuvieron el avance de Eltrant, que intentó protestar. Con razón, no se había arriesgado para nada. Alanna alzó la cabeza, dispuesta a protestar, y llegó a aguantar la puerta abierta por unos instates. Después de todo, eran ellos quienes se habían arriesgado para sacar del juicio al hombre perro, no iba a dejar que los aislaran así tan fácilmente.
- No vamos a dejar que entre solo ahí, está bajo nuestra custodia.- dijo con ceño fruncido antes de recibir un gruñido y un tirón como respuesta, dejándola entrar en la sala y cerrando tras ella.
Al entrar al despacho notó el tremendo calor que desprendían velas y hogar encendidos. Incrédula, suponía que el haber recibido las ordenes directamente de Tyron le había abierto la puerta. Aun así, no le hacía gracia que dejasen a Eltrant fuera, pero, al final, el joven no se quedaría solo mucho tiempo. Mientras presentaban a Wernak frente a Tyron, Alanna permaneció callada en un rincón, cabizbaja, hasta que vio el primer golpe.
- ¡EH, Basta! ¡Me prometieron que nadie sufriría daños!.- intentó acercarse, pero la retuvo un guardia levantándola del suelo.- ¡Suéltame Barry, suéltame o te mando a volar!- amenazó al hombre que, con una simple señal de Tyron, la sacó del cuarto a la fuerza mientras ella seguía forcejeando.- ¡Me lo prometió!- gritó antes de que la tirasen del cuarto, a penas unos segundos después de haber entrado.
La soltaron en el pasillo, cerrándole la puerta en las narices, se sentó en el pasillo, junto a Eltrant, con un suspiro. Llevaba días sin dormir preparando el viaje, eso era justamente lo último que le hacía falta para culminar la semana. El tiempo parecía escurrírsele entre los dedos, a penas llegaban a llenar los barcos, madrugaba para ir al astillero a comprobar el avance de los barcos, pasaba todas las mañanas por las celdas de Gabret y Ámbar, intentando saber algo más, sin resultado alguno.
Entrenaba hasta pasado el medio día y aun iba a revisiones del hospital por las costillas que se había dañado en Vulwulfar, que, por suerte, ya estaban completamente sanas. Al llegar a casa, tras eso, aun le quedaban los casos a revisar y cando sacaba tiempo acudía a ver el avance en la reconstrucción que se llevaba a cabo en el orfanato y visitaba el provisional para comprobar el bienestar de los chiquillos, se sentía, simple y llanamente, agotada.
- Mal, me va a tocar empezar a investigar todos sus negocios desde cero.- contestó únicamente, no tenía demasiadas ganas de contarle que de poco no le dan una paliza si no llega a salir corriendo.- más bien, una semana.- corrigió cansada, cerrando los ojos y dejando caer la cabeza en el hombro del ex- mercenario.- solo un segundo.- dijo aun con ojos cerrados, para, al poco, levantarse, corría el riesgo de dormirse, y le preocupaba demasiado lo que pudiera estar sucediendo dentro de la sala de la que acababan de echarla.
Fue ese el instante que Eltrant aprovechó para tomar el banco como cama. Sonrió un poco, estirándose, se sentía agarrotada y le dolían los cortes del costado. Se sentó en el suelo, con la espalda pegada a los bordes del banco y se abrazó las piernas echando la cabeza hacia atrás, estaba tan cansada... notaba las ojeras pesándole en la cara. Abrió los ojos, nuevamente y bajó la cabeza para mirar su mano enguantada, cada vez tenía más y más heridas y cada vez eran más y más visibles.
Al escuchar la voz de Eltrant alzó la cabeza y apoyó la nuca en el banco, que le contara algo... se mordió el labio, dudosa, aun le debía una de la jugarreta que le hizo antes departir hacia el norte, antes de creer que su hermana había muerto, y no se le había olvidado que la había hecho salir con una simple camisa delante de toda la familia Tale. Era la oportunidad perfecta, aunque, tal vez, aprovecharse de alguien sin memoria era cruel, podría ser divertido.
- No debes acordarte, pero... ¿sabes que hemos dormido juntos más de una vez?- comentó fingiendo avergonzarse, con tono ligero.
En realidad, no había faltado a la verdad, técnicamente, cuando habían tenido que acampar habían dormido en el mismo sitio, es decir, juntos, y cuando estuvieron en la improvisada enfermería de la aldea de Vulwulfar, habían dormido en camas contiguas. Ya le había dado algo en lo que pensar, y su reacción probablemente le daría un par de risas, las suficientes como para no entrar a la sala rompiendo la puerta cerrada.
No le importaba salvar a nadie, al fin y al cabo, siempre era de la opinion de que la gente necesitaba tener oportunidades, y le habían prometido que se las darían al preso, también que no lo herirían, ni a él, ni a quienes lo acercasen, al menos tneía eso.
Al llegar al segundo piso, los soldados detuvieron el avance de Eltrant, que intentó protestar. Con razón, no se había arriesgado para nada. Alanna alzó la cabeza, dispuesta a protestar, y llegó a aguantar la puerta abierta por unos instates. Después de todo, eran ellos quienes se habían arriesgado para sacar del juicio al hombre perro, no iba a dejar que los aislaran así tan fácilmente.
- No vamos a dejar que entre solo ahí, está bajo nuestra custodia.- dijo con ceño fruncido antes de recibir un gruñido y un tirón como respuesta, dejándola entrar en la sala y cerrando tras ella.
Al entrar al despacho notó el tremendo calor que desprendían velas y hogar encendidos. Incrédula, suponía que el haber recibido las ordenes directamente de Tyron le había abierto la puerta. Aun así, no le hacía gracia que dejasen a Eltrant fuera, pero, al final, el joven no se quedaría solo mucho tiempo. Mientras presentaban a Wernak frente a Tyron, Alanna permaneció callada en un rincón, cabizbaja, hasta que vio el primer golpe.
- ¡EH, Basta! ¡Me prometieron que nadie sufriría daños!.- intentó acercarse, pero la retuvo un guardia levantándola del suelo.- ¡Suéltame Barry, suéltame o te mando a volar!- amenazó al hombre que, con una simple señal de Tyron, la sacó del cuarto a la fuerza mientras ella seguía forcejeando.- ¡Me lo prometió!- gritó antes de que la tirasen del cuarto, a penas unos segundos después de haber entrado.
La soltaron en el pasillo, cerrándole la puerta en las narices, se sentó en el pasillo, junto a Eltrant, con un suspiro. Llevaba días sin dormir preparando el viaje, eso era justamente lo último que le hacía falta para culminar la semana. El tiempo parecía escurrírsele entre los dedos, a penas llegaban a llenar los barcos, madrugaba para ir al astillero a comprobar el avance de los barcos, pasaba todas las mañanas por las celdas de Gabret y Ámbar, intentando saber algo más, sin resultado alguno.
Entrenaba hasta pasado el medio día y aun iba a revisiones del hospital por las costillas que se había dañado en Vulwulfar, que, por suerte, ya estaban completamente sanas. Al llegar a casa, tras eso, aun le quedaban los casos a revisar y cando sacaba tiempo acudía a ver el avance en la reconstrucción que se llevaba a cabo en el orfanato y visitaba el provisional para comprobar el bienestar de los chiquillos, se sentía, simple y llanamente, agotada.
- Mal, me va a tocar empezar a investigar todos sus negocios desde cero.- contestó únicamente, no tenía demasiadas ganas de contarle que de poco no le dan una paliza si no llega a salir corriendo.- más bien, una semana.- corrigió cansada, cerrando los ojos y dejando caer la cabeza en el hombro del ex- mercenario.- solo un segundo.- dijo aun con ojos cerrados, para, al poco, levantarse, corría el riesgo de dormirse, y le preocupaba demasiado lo que pudiera estar sucediendo dentro de la sala de la que acababan de echarla.
Fue ese el instante que Eltrant aprovechó para tomar el banco como cama. Sonrió un poco, estirándose, se sentía agarrotada y le dolían los cortes del costado. Se sentó en el suelo, con la espalda pegada a los bordes del banco y se abrazó las piernas echando la cabeza hacia atrás, estaba tan cansada... notaba las ojeras pesándole en la cara. Abrió los ojos, nuevamente y bajó la cabeza para mirar su mano enguantada, cada vez tenía más y más heridas y cada vez eran más y más visibles.
Al escuchar la voz de Eltrant alzó la cabeza y apoyó la nuca en el banco, que le contara algo... se mordió el labio, dudosa, aun le debía una de la jugarreta que le hizo antes departir hacia el norte, antes de creer que su hermana había muerto, y no se le había olvidado que la había hecho salir con una simple camisa delante de toda la familia Tale. Era la oportunidad perfecta, aunque, tal vez, aprovecharse de alguien sin memoria era cruel, podría ser divertido.
- No debes acordarte, pero... ¿sabes que hemos dormido juntos más de una vez?- comentó fingiendo avergonzarse, con tono ligero.
En realidad, no había faltado a la verdad, técnicamente, cuando habían tenido que acampar habían dormido en el mismo sitio, es decir, juntos, y cuando estuvieron en la improvisada enfermería de la aldea de Vulwulfar, habían dormido en camas contiguas. Ya le había dado algo en lo que pensar, y su reacción probablemente le daría un par de risas, las suficientes como para no entrar a la sala rompiendo la puerta cerrada.
Alanna Delteria
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Re: La peor situación [Interpretativo]
-No voy a rendirme. No vas a doblegarme. No temo morir. - Le desafié. Pero era mentira. Había intentado convencerme una y otra vez. Pero no quería morir. Tenía miedo de lo que podía haber más allá. Temía ser juzgado por un ser omnipotente. Temía el castigo que verdaderamente me merecía.
-Me temo que, realmente, no tienes elección, perro. Vas a servir a la guardia, lo quieras o no.- Su rostro era severo. Pero eso no me importaba. -Prepara la marca.- le dijo al boticario. Este se acercó a la chimenea encendida y, a sus pies, sacó un hierro candente acabado en un símbolo arcano. Entonces, esparció un polvo morado sobre ella, provocando que sisease y emitiese una densa nube de vapor. -Unos minutos más.- dijo, devolviendo el hierro al fuego.
-Sabes... te he estado investigando, para asegurarme de que eras adecuado. Tienes un largo historial. Pero he ido más allá, y he buscado tu procedencia. Envié algunos exploradores a los reinos del oeste, buscando tribus y pueblos de hombres bestia, preguntando por tu nombre. ¿Adivinas que descubrieron?- Imposible. Tenía que estar mintiendo. Tenía que ser un farol.
Gruñí, frustrado. Ningún encantamiento podría destruir mi voluntad. Y menos ahora. "No... no puedo acabar así." Forcejeé, pero los guardias que me sujetaban no cederían. Tenía que escapar. Tenía que hacer algo. La rabia dio lugar a la desesperación. Miré hacia atrás, buscando a Eltrant y Alanna con una plegaria en los ojos. Pero no estaban ahí. Me habían dejado, sólo.
-Dos encantamientos. Ha costado un tiempo el conseguir que se estabilizasen y no interfiriesen entre sí. Uno es bastante simple: con tan sólo decir unas palabras, quedarás completamente indefenso. El otro, sin embargo, es algo más complejo: te obliga a decir la verdad. Después de todo, no podemos confiar en sólo tu palabra.- Le miré ferozmente, con un desprecio que jamás había sentido. -No disfruto con esto. Pero no podemos dejarte suelto: tienes información que podemos usar, y tus habilidades son adecuadas para un guardia. Lo hago por el bien del reino.- declaró, apartando la mirada. -Hazlo.-
El boticario tomó de nuevo el hierro candente y se aproximo. Los guardias me sujetaron con más fuerza. El calor se acercaba a mi hombro derecho. Pero mis ojos seguían clavados en Tyron. El siseo y el olor a pelo quemado sacudieron a todos los presentes, seguidos de un aullido de dolor. Apreté los puños hasta que me sangraron las manos. No quería darle la satisfacción de oírme gritar. Pero grité más de lo que nunca había hecho.
El hierro se separó de mi piel. Mi hombro ardía como las entrañas del infierno. Y a su vez, sentía frío. Jadeé. No podía pensar. Solo había una sensación que me inundaba más que ese dolor. Una furia salvaje. Un frenesí sanguinario. Quería causar el mismo daño que había sufrido. El pelo de mi lomo se erizó y los ojos se me inyectaron en sangre. Si estaba acorralado, iría a por el cuello. Con toda la fuerza que tenía, me sacudí al guardia de mi derecha y con mi brazo libre, golpeé al de mi izquierda en la cabeza, aturdiendole. Aprovechando mi única oportunidad, me lancé hacia Tyron, llevando mis garras a su garganta.
Todo sucedió en menos de un segundo. El hombre parecía sorprendido, pero no asustado, a pesar de estar siendo sujetado del cuello con cada vez más fuerza. El sargento esbozó una sonrisa mezquina. Y unas palabras escaparon de su boca.
-πόνο... σήμανση.
Noté un latido en el brazo. Y entonces, sentí como una flecha se clavaba en él. Y otra. Y otra. El dolor me recorrió el cuerpo, mientras la marca brillaba, carmesí. Doscientas dagas perforaron mi piel, por dentro y por fuera. Pero sin sangre, y sin muerte que me aliviase. Caí al suelo, incapaz de moverme. Mi cuerpo no respondía. Solo podía retorcerme, aullar de dolor y arañar el suelo mientras sufría una agonía que jamás había imaginado. No era la clase de sufrimiento que se podía aguantar. Nubló mi mente y mis sentidos. Para el resto, solo serían diez segundos. Para mi, una eternidad.
Finalmente, el dolor recedió. Y me había sometido. Creía ser capaz de soportarlo. Pero no pude. Empecé a sentir un agotamiento extremo, causado por el dolor y el frenesí. Por primera vez en mucho tiempo, estaba completamente indefenso. Intenté levantarme. Pero mi cuerpo era demasiado pesado, y mis brazos se rindieron.
- "Aλήθεια" -susurró. -¿Cual es tu verdadero nombre, Marcado?- preguntó, sonriendo. No... ¿Como era posible que lo supiera? ¿Realmente...?
-Mi nombre... W-We...- Intenté resistirme todo lo que pude. Pero no era capaz. Mi mente me traicionó, obligandome a decir la verdad. -Mi... nombre es... Asher Daregan...- murmuré, aún incapaz de levantarme. Incapaz de luchar. El cansancio se apoderó de mi. Mareado y derrotado, caí desplomado sobre el suelo.
Mis ojos se cerraron. Y, finalmente, el hombre perro, el mercenario conocido como Wernack, murió.
El sargento Tyron contempló la escena sin mostrar expresión alguna. El convicto había cerrado los ojos. Miró al nervioso boticario, y con tan solo un gesto de la cabeza, le indico que comprobase su estado.
-Hmm.- El elfo se acercó al cuerpo del hombre perro, colocando la mano en su cuello para comprobar sus signos vitales. -Está vivo. Debe haber perdido el conocimiento por la extenuación. Tengo una cama para pacientes aquí: dejadlo ahí y yo me encargaré del resto.- indicó, señalando a una puerta a un lado de la habitación.
-Asegúrate de que no tiene ninguna infección. Tiene que estar preparado para luchar en dos dias. Y vigila de cerca todo lo que le ocurra: es el primero que recibe la marca. Todavía no sabemos que tal funcionará.- ordenó Tyron. Después, salió de la habitación y se dirigió a Alanna y Eltrant -Ya hemos terminado. Si tanto os interesa, podreis hablar con él cuando despierte. Hasta entonces... vigilad lo que haceis.
2-) Asher tiene la Marca de obediencia. Esta le obliga a obedecer las normas de la guardia, o sufrir las consecuencias: algunos guardias conocerán las palabras para activar la marca, provocando un intenso dolor que paralizará al hombre bestia.
3-) Superpuesta, tiene la Marca de la verdad. Igual que la anterior, se activa por una palabra determinada, y Asher estará obligado a decir toda la información que conozca sobre la pregunta que se le haga.
4-) Asher estará inconsciente hasta el día siguiente: rolead vuestras dos ultimas rondas, y postearé un epílogo con más anotaciones.
-Me temo que, realmente, no tienes elección, perro. Vas a servir a la guardia, lo quieras o no.- Su rostro era severo. Pero eso no me importaba. -Prepara la marca.- le dijo al boticario. Este se acercó a la chimenea encendida y, a sus pies, sacó un hierro candente acabado en un símbolo arcano. Entonces, esparció un polvo morado sobre ella, provocando que sisease y emitiese una densa nube de vapor. -Unos minutos más.- dijo, devolviendo el hierro al fuego.
-Sabes... te he estado investigando, para asegurarme de que eras adecuado. Tienes un largo historial. Pero he ido más allá, y he buscado tu procedencia. Envié algunos exploradores a los reinos del oeste, buscando tribus y pueblos de hombres bestia, preguntando por tu nombre. ¿Adivinas que descubrieron?- Imposible. Tenía que estar mintiendo. Tenía que ser un farol.
Gruñí, frustrado. Ningún encantamiento podría destruir mi voluntad. Y menos ahora. "No... no puedo acabar así." Forcejeé, pero los guardias que me sujetaban no cederían. Tenía que escapar. Tenía que hacer algo. La rabia dio lugar a la desesperación. Miré hacia atrás, buscando a Eltrant y Alanna con una plegaria en los ojos. Pero no estaban ahí. Me habían dejado, sólo.
-Dos encantamientos. Ha costado un tiempo el conseguir que se estabilizasen y no interfiriesen entre sí. Uno es bastante simple: con tan sólo decir unas palabras, quedarás completamente indefenso. El otro, sin embargo, es algo más complejo: te obliga a decir la verdad. Después de todo, no podemos confiar en sólo tu palabra.- Le miré ferozmente, con un desprecio que jamás había sentido. -No disfruto con esto. Pero no podemos dejarte suelto: tienes información que podemos usar, y tus habilidades son adecuadas para un guardia. Lo hago por el bien del reino.- declaró, apartando la mirada. -Hazlo.-
El boticario tomó de nuevo el hierro candente y se aproximo. Los guardias me sujetaron con más fuerza. El calor se acercaba a mi hombro derecho. Pero mis ojos seguían clavados en Tyron. El siseo y el olor a pelo quemado sacudieron a todos los presentes, seguidos de un aullido de dolor. Apreté los puños hasta que me sangraron las manos. No quería darle la satisfacción de oírme gritar. Pero grité más de lo que nunca había hecho.
El hierro se separó de mi piel. Mi hombro ardía como las entrañas del infierno. Y a su vez, sentía frío. Jadeé. No podía pensar. Solo había una sensación que me inundaba más que ese dolor. Una furia salvaje. Un frenesí sanguinario. Quería causar el mismo daño que había sufrido. El pelo de mi lomo se erizó y los ojos se me inyectaron en sangre. Si estaba acorralado, iría a por el cuello. Con toda la fuerza que tenía, me sacudí al guardia de mi derecha y con mi brazo libre, golpeé al de mi izquierda en la cabeza, aturdiendole. Aprovechando mi única oportunidad, me lancé hacia Tyron, llevando mis garras a su garganta.
Todo sucedió en menos de un segundo. El hombre parecía sorprendido, pero no asustado, a pesar de estar siendo sujetado del cuello con cada vez más fuerza. El sargento esbozó una sonrisa mezquina. Y unas palabras escaparon de su boca.
-πόνο... σήμανση.
Noté un latido en el brazo. Y entonces, sentí como una flecha se clavaba en él. Y otra. Y otra. El dolor me recorrió el cuerpo, mientras la marca brillaba, carmesí. Doscientas dagas perforaron mi piel, por dentro y por fuera. Pero sin sangre, y sin muerte que me aliviase. Caí al suelo, incapaz de moverme. Mi cuerpo no respondía. Solo podía retorcerme, aullar de dolor y arañar el suelo mientras sufría una agonía que jamás había imaginado. No era la clase de sufrimiento que se podía aguantar. Nubló mi mente y mis sentidos. Para el resto, solo serían diez segundos. Para mi, una eternidad.
Finalmente, el dolor recedió. Y me había sometido. Creía ser capaz de soportarlo. Pero no pude. Empecé a sentir un agotamiento extremo, causado por el dolor y el frenesí. Por primera vez en mucho tiempo, estaba completamente indefenso. Intenté levantarme. Pero mi cuerpo era demasiado pesado, y mis brazos se rindieron.
- "Aλήθεια" -susurró. -¿Cual es tu verdadero nombre, Marcado?- preguntó, sonriendo. No... ¿Como era posible que lo supiera? ¿Realmente...?
-Mi nombre... W-We...- Intenté resistirme todo lo que pude. Pero no era capaz. Mi mente me traicionó, obligandome a decir la verdad. -Mi... nombre es... Asher Daregan...- murmuré, aún incapaz de levantarme. Incapaz de luchar. El cansancio se apoderó de mi. Mareado y derrotado, caí desplomado sobre el suelo.
Mis ojos se cerraron. Y, finalmente, el hombre perro, el mercenario conocido como Wernack, murió.
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El sargento Tyron contempló la escena sin mostrar expresión alguna. El convicto había cerrado los ojos. Miró al nervioso boticario, y con tan solo un gesto de la cabeza, le indico que comprobase su estado.
-Hmm.- El elfo se acercó al cuerpo del hombre perro, colocando la mano en su cuello para comprobar sus signos vitales. -Está vivo. Debe haber perdido el conocimiento por la extenuación. Tengo una cama para pacientes aquí: dejadlo ahí y yo me encargaré del resto.- indicó, señalando a una puerta a un lado de la habitación.
-Asegúrate de que no tiene ninguna infección. Tiene que estar preparado para luchar en dos dias. Y vigila de cerca todo lo que le ocurra: es el primero que recibe la marca. Todavía no sabemos que tal funcionará.- ordenó Tyron. Después, salió de la habitación y se dirigió a Alanna y Eltrant -Ya hemos terminado. Si tanto os interesa, podreis hablar con él cuando despierte. Hasta entonces... vigilad lo que haceis.
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1-) Gracias por participar en el último rol de Wernack. Desde ahora, su nombre será Asher, apodado Marcado.2-) Asher tiene la Marca de obediencia. Esta le obliga a obedecer las normas de la guardia, o sufrir las consecuencias: algunos guardias conocerán las palabras para activar la marca, provocando un intenso dolor que paralizará al hombre bestia.
3-) Superpuesta, tiene la Marca de la verdad. Igual que la anterior, se activa por una palabra determinada, y Asher estará obligado a decir toda la información que conozca sobre la pregunta que se le haga.
4-) Asher estará inconsciente hasta el día siguiente: rolead vuestras dos ultimas rondas, y postearé un epílogo con más anotaciones.
Asher Daregan
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Re: La peor situación [Interpretativo]
El bolsillo izquierdo del pantalón del hombre cánido, ahora, pesaba un poco más. Tal vez, no lo notase, al menos, para darse cuenta de algo, debería estar despierto y no lo estaba.. Más tarde, cuando despertase, sería diferente. Una historia completamente distinta en la que el sabueso marcado tendría que usar toda su materia gris con el fin de encontrar lo que esa misma mala moneda significaba. La historia del juglar empezaría justo ahí. En el momento en que los ojos dorados del hombre bestia vieran el pulpo perfectamente dibujado en la moneda de latón. Una moneda que estaba tan deteriorada por el paso de los años y por todos los usos que le habían dado que había perdido su anterior forma de círculo para pasar a ser algo más que un ovalo con raspaduras.
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* Asher Daregan (antes llamado como Wernack): Alguien, un alma cándida o un admirador secreto te ha dejado un regalo. Se trata de una moneda de latón vieja y destrozada. ¿Qué será, quién te la ha dado y por qué? Seguramente, te lo estarás preguntando. Por mi parte, no voy a desvelar ningún secreto. En un futuro se te llamara para participar en un evento en la que conocerás el secreto que guarda la moneda. No hay que ser un brillante detective ni un sabueso de gran olfato para saber que se trata de uno de los eventos de "Historias del juglar".
En otro orden de cosas, te acepto la maldición que te has autoimpuesto. Marca incluida. Te aconsejo registrar la marca en tu lista de objetos para que, los afortunados que roleen contigo, sepan mejor qué significa.
* Todos: Los tres estáis haciendo un gran trabajo en este tema. Por favor, no lo dejéis ahora que estamos en el final. Los Dioses, igual que me han traído aquí para dejar una moneda, me quitarán del medio para que podáis seguir con vuestro trabajo.
- Moneda de latón:
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En otro orden de cosas, te acepto la maldición que te has autoimpuesto. Marca incluida. Te aconsejo registrar la marca en tu lista de objetos para que, los afortunados que roleen contigo, sepan mejor qué significa.
* Todos: Los tres estáis haciendo un gran trabajo en este tema. Por favor, no lo dejéis ahora que estamos en el final. Los Dioses, igual que me han traído aquí para dejar una moneda, me quitarán del medio para que podáis seguir con vuestro trabajo.
Sigel
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Re: La peor situación [Interpretativo]
-¡Tyron! – Exclamó Eltrant irrumpiendo en el despacho del sargento cuando este salió y les dijo que vigilasen a Wernack.
El cuerpo, aparentemente sin conocimiento, de Wernack yacía a pocos metros de él, en el centro de la estancia, un fuerte olor pelo quemado inundaba la habitación - ¿¡Que significa esto?! – Gritó, los dos guardas que acompañaban a Tyron avanzaron un par de pasos, Eltrant hizo lo mismo - ¿¡Desde cuando torturamos a los presos?! – El sargento hizo que los hombres que le acompañaban retrocediesen con un suave movimiento de muñeca, momento que el castaño aprovechó para agarrarle del cuello de la camisa - ¡Explícamelo!
Segundos atrás había estado conversando animadamente con Alanna, tratando de discernir si la muchacha había estado, o no, jugando amigablemente con los agujeros de sus recuerdos, haciéndole sentir incomodo a propósito.
Pero unos gritos desgarradores desvelaron que aquello había sido algo más que un interrogatorio, una voz que, sin lugar a dudas, era la de su prisionero - ¡Respóndeme! – Tyron sonrió y se zafó del agarré del castaño de un manotazo – He hecho lo necesario – Contestó ajustándose la camisa – Eres un miembro de la guarda, Tale, sabes muy bien las decisiones que debemos de tomar – Sin pensarlo siquiera un segundo Eltrant descargó un puñetazo sobre el rostro del oficial, que se desplomó inmediatamente sobre su escritorio - ¡Somos el ejemplo de Lunargenta! – Gritó - ¿¡Cómo nos van a tomar en serio!? – Frunciendo el ceño Tyron se incorporó llevándose la mano a la nariz, de dónde ahora manaba un poco de sangre - ¡¿Cómo demonios pretendes ser la ley cuando actuamos así!? – Señaló el cuerpo de Wernack, el cual humeaba lentamente, entornó los ojos, ¿Le habían marcado con un hierro candente? – Esto es algo que he visto hacer a esclavistas ¿Es que somos ahora esclavistas? – El sargento suspiró pesadamente y se limpió la sangre de la nariz con un pañuelo que sacó de uno de los bolsillos traseros de su pantalón – Lleváoslo – Dijo a los guardas, ambos hombres con armaduras pesadas tomaron a Eltrant por los brazos – Un par de noches en los calabozos servirá de escarmiento – Los soldados asintieron a las palabras de Tyron y lo arrastraron en dirección al pasillo - ¡Voy a llegar más alto que tú Tyron! – Gritó, tratando de zafarse del agarre de sus corpulentos compañeros - ¡Voy a dirigir este maldito ejercito! ¡Voy a convertir esto en algo de lo que las gentes de Lunargenta se sientan orgullosas! ¡Y no vas a poder hacer nada para evitarlo Tyron! ¡¡Nada!!
El eco de la voz de Eltrant fue haciendo más y más lejano según lo arrastraban en dirección a los calabozos. Tyron, en su despacho, se vertió en un fino vaso de cristal un líquido ocre que solo podía ser alcohol - ¿A qué esperas? – Le dijo al boticario de nuevo - Llévatelo a la enfermería, o lo que sea. – Dándole un largo trago a su copa se giró hacia Alanna – Ese chico… - Suspiró, refiriéndose al exmercenario – Se va a meter en muchos problemas con esa actitud, Delteria, vigílalo, no es mala persona – De un largo trago finalizó la bebida, para servirse otra enseguida y pasarse la mano por el pelo – Algún día, comprenderéis lo que estar en una posición como la mía – Se terminó la copa y abandonó la estancia.
Se había cansado de gritar hacía varias horas ya, sentado en lo más profundo de su celda miró fijamente a su compañero, al guarda que le había arrojado allí dentro por insubordinación – Tengo que admitirlo Tale, tienes cojones – Dijo apoyándose junto a la celda – Cállate Mark – Contestó Eltrant agotado. El mencionado emitió una sorpresiva carcajada y se marchó - …Y yo que solo quería darte un poco de conversación. – El séptimo de los Tale suspiró y negó con la cabeza – Déjame solo un rato, pero gracias de todos modos – El guarda asintió y le dedicó una sonrisa al encarcelado – Lo que necesites Tale, dame una voz – Dijo antes de marcharse.
¿A esto era a lo que había aceptado unirse? Frunció el ceño. Oficiales corruptos, el fin justifica los medios, no, la Guardia de Lunargenta distaba mucho de ser perfecta, tenía muchos agujeros, muchas personas que miraban hacia otro lado por un puñado de Aeros.
No dudaba en que, fuese lo que hubiese hecho Tyron lo había hecho por el bienestar del cuerpo, de la guardia, pero ya había vivido durante mucho tiempo bajo ese lema, bajo “el fin justifica los medios”, había torturado, había matado, para cumplir los contratos que había aceptado, aún recordaba al vigilante de la aldea de Vufulgar, Fredd, le había dejado prácticamente sin poder andar para poder acabar con el falso rey.
Para evitar ser así era por lo que estaba en la guardia.
Apretó los dientes, lo que le había dicho a Tyron era verdad, ascendería, pasaría por encima de todos, y cambiaria a la guardia desde dentro, la convertiría en algo mejor, en lo que debería ser, aunque fuese lo último que hiciese. Al menos sabía que no estaba solo, Alanna, Schott, así como algunos nuevos reclutas, cualquiera de ellos podría hacer lo mismo que él, aún estaban limpios, aún podían evitar que prisioneros como Wernack acabasen marcados, torturados, por algún bien mayor.
Tomó una piedra del suelo y se la pasó de una mano a otra, sin mucho más que hacer siguió perdido en sus pensamientos, Tinegar, Héctor y Anovar, los altos cargos eran personas nobles, y bajo los ojos de Eltrant personas que creían en lo que hacían, pero estaban demasiado ocupados con sus tramas políticas como para prestar atención en lo que ocurría abajo.
Suspiró, otra vez más, cuando una insistente gotita de humedad, se precipitó sobre su frente por quinta vez - ¡Tale! – La voz de Mark, uno de los soldados que le había arrastrado hasta allí llegó hasta sus oídos de nuevo – Me figuraba que te estarías aburriendo – El hombre depositó una pequeña mesita junto a la celda, dónde puso lo que parecía ser un tablero de ajedrez – Vamos, acércate – Dijo colocando las piezas una a una sobre el tablero.
Ligeramente sorprendido, Eltrant enarcó una ceja y se acercó a la entrada de la celda, dónde a través de los barrotes, podría jugar con el guarda – Blancas mueven primero.
El cuerpo, aparentemente sin conocimiento, de Wernack yacía a pocos metros de él, en el centro de la estancia, un fuerte olor pelo quemado inundaba la habitación - ¿¡Que significa esto?! – Gritó, los dos guardas que acompañaban a Tyron avanzaron un par de pasos, Eltrant hizo lo mismo - ¿¡Desde cuando torturamos a los presos?! – El sargento hizo que los hombres que le acompañaban retrocediesen con un suave movimiento de muñeca, momento que el castaño aprovechó para agarrarle del cuello de la camisa - ¡Explícamelo!
Segundos atrás había estado conversando animadamente con Alanna, tratando de discernir si la muchacha había estado, o no, jugando amigablemente con los agujeros de sus recuerdos, haciéndole sentir incomodo a propósito.
Pero unos gritos desgarradores desvelaron que aquello había sido algo más que un interrogatorio, una voz que, sin lugar a dudas, era la de su prisionero - ¡Respóndeme! – Tyron sonrió y se zafó del agarré del castaño de un manotazo – He hecho lo necesario – Contestó ajustándose la camisa – Eres un miembro de la guarda, Tale, sabes muy bien las decisiones que debemos de tomar – Sin pensarlo siquiera un segundo Eltrant descargó un puñetazo sobre el rostro del oficial, que se desplomó inmediatamente sobre su escritorio - ¡Somos el ejemplo de Lunargenta! – Gritó - ¿¡Cómo nos van a tomar en serio!? – Frunciendo el ceño Tyron se incorporó llevándose la mano a la nariz, de dónde ahora manaba un poco de sangre - ¡¿Cómo demonios pretendes ser la ley cuando actuamos así!? – Señaló el cuerpo de Wernack, el cual humeaba lentamente, entornó los ojos, ¿Le habían marcado con un hierro candente? – Esto es algo que he visto hacer a esclavistas ¿Es que somos ahora esclavistas? – El sargento suspiró pesadamente y se limpió la sangre de la nariz con un pañuelo que sacó de uno de los bolsillos traseros de su pantalón – Lleváoslo – Dijo a los guardas, ambos hombres con armaduras pesadas tomaron a Eltrant por los brazos – Un par de noches en los calabozos servirá de escarmiento – Los soldados asintieron a las palabras de Tyron y lo arrastraron en dirección al pasillo - ¡Voy a llegar más alto que tú Tyron! – Gritó, tratando de zafarse del agarre de sus corpulentos compañeros - ¡Voy a dirigir este maldito ejercito! ¡Voy a convertir esto en algo de lo que las gentes de Lunargenta se sientan orgullosas! ¡Y no vas a poder hacer nada para evitarlo Tyron! ¡¡Nada!!
El eco de la voz de Eltrant fue haciendo más y más lejano según lo arrastraban en dirección a los calabozos. Tyron, en su despacho, se vertió en un fino vaso de cristal un líquido ocre que solo podía ser alcohol - ¿A qué esperas? – Le dijo al boticario de nuevo - Llévatelo a la enfermería, o lo que sea. – Dándole un largo trago a su copa se giró hacia Alanna – Ese chico… - Suspiró, refiriéndose al exmercenario – Se va a meter en muchos problemas con esa actitud, Delteria, vigílalo, no es mala persona – De un largo trago finalizó la bebida, para servirse otra enseguida y pasarse la mano por el pelo – Algún día, comprenderéis lo que estar en una posición como la mía – Se terminó la copa y abandonó la estancia.
Se había cansado de gritar hacía varias horas ya, sentado en lo más profundo de su celda miró fijamente a su compañero, al guarda que le había arrojado allí dentro por insubordinación – Tengo que admitirlo Tale, tienes cojones – Dijo apoyándose junto a la celda – Cállate Mark – Contestó Eltrant agotado. El mencionado emitió una sorpresiva carcajada y se marchó - …Y yo que solo quería darte un poco de conversación. – El séptimo de los Tale suspiró y negó con la cabeza – Déjame solo un rato, pero gracias de todos modos – El guarda asintió y le dedicó una sonrisa al encarcelado – Lo que necesites Tale, dame una voz – Dijo antes de marcharse.
¿A esto era a lo que había aceptado unirse? Frunció el ceño. Oficiales corruptos, el fin justifica los medios, no, la Guardia de Lunargenta distaba mucho de ser perfecta, tenía muchos agujeros, muchas personas que miraban hacia otro lado por un puñado de Aeros.
No dudaba en que, fuese lo que hubiese hecho Tyron lo había hecho por el bienestar del cuerpo, de la guardia, pero ya había vivido durante mucho tiempo bajo ese lema, bajo “el fin justifica los medios”, había torturado, había matado, para cumplir los contratos que había aceptado, aún recordaba al vigilante de la aldea de Vufulgar, Fredd, le había dejado prácticamente sin poder andar para poder acabar con el falso rey.
Para evitar ser así era por lo que estaba en la guardia.
Apretó los dientes, lo que le había dicho a Tyron era verdad, ascendería, pasaría por encima de todos, y cambiaria a la guardia desde dentro, la convertiría en algo mejor, en lo que debería ser, aunque fuese lo último que hiciese. Al menos sabía que no estaba solo, Alanna, Schott, así como algunos nuevos reclutas, cualquiera de ellos podría hacer lo mismo que él, aún estaban limpios, aún podían evitar que prisioneros como Wernack acabasen marcados, torturados, por algún bien mayor.
Tomó una piedra del suelo y se la pasó de una mano a otra, sin mucho más que hacer siguió perdido en sus pensamientos, Tinegar, Héctor y Anovar, los altos cargos eran personas nobles, y bajo los ojos de Eltrant personas que creían en lo que hacían, pero estaban demasiado ocupados con sus tramas políticas como para prestar atención en lo que ocurría abajo.
Suspiró, otra vez más, cuando una insistente gotita de humedad, se precipitó sobre su frente por quinta vez - ¡Tale! – La voz de Mark, uno de los soldados que le había arrastrado hasta allí llegó hasta sus oídos de nuevo – Me figuraba que te estarías aburriendo – El hombre depositó una pequeña mesita junto a la celda, dónde puso lo que parecía ser un tablero de ajedrez – Vamos, acércate – Dijo colocando las piezas una a una sobre el tablero.
Ligeramente sorprendido, Eltrant enarcó una ceja y se acercó a la entrada de la celda, dónde a través de los barrotes, podría jugar con el guarda – Blancas mueven primero.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: La peor situación [Interpretativo]
Los gritos comenzaron a oírse en el interior de la sala, resonando por el pasillo congelando los huesos.
Poco después, se abrió la puerta. Tyron, salió ordenándoles que vigilasen a Wernack que, dentro del cuarto, se encontraba tumbada desmallado sobre el suelo de madera oscura. La rabia subió por la garganta de la chica, que se giró a reclamar a Tyron su palabra, le había dicho que no habría daños. Se lo había prometido. Pero fue Eltrant quien, con aires frustrados le increpó.
Alanna lo entendió, mientras se agachaba a comprobar que Wernack respirase, Eltrant no sabía lo que se hacía en los sótanos, no tenía idea alguna de toda la oscuridad que escondía la guardia entre sus muros. No tenía ni idea de la oscuridad que, incluso ella, tenía dentro. Podía parecer justicia, pero, al final, los guardias no eran más que mercenarios que seguían la guía de un amo cruel, y con esto no hablaba del rey de Lunargenta, si no de lo cargos bajos como Tyron, que, por desgracia, seguían a su cargo.
Se levantó con prisas, llamando al chico, intentando tranquilizarlo, iban a acabar por encerrarle. Entendía su frustración, y la compartía, es más, si pudiera, habría golpeado la cara de Tyron de una patada, pero sabía que no valdría de nada. Si quería cambiar las cosas, si quería que ese hombre se alejase de la guardia, debía usar otros modos, los mismos que usaba con los nobles para que estos le dieran información. Durante un tiempo, debería ser un perro fiel, al menos mientras no tocasen a sus amigos. Cuando el puñetazo resonó en el cuarto, se quedó blanca, pálida, e inmóvil, no podía haber hecho eso. Poco tardo en ver a los guardias abalanzarse sobre él tras la orden de Tyron.
- ¡No!- gritó Alanna intentando llegar a Eltrant que era arrastrado hacia los calabozos.
- ¡Eltrant!.
Con la desaparición del joven el silencio se hizo con la sala por un momento, no podía creer todo lo que estaba sucediendo. Se quedó clavada junto a Tyron y rabiosa giró a mirarlo, apretando los puños para no lanzarle un puñetazo, como momentos antes había hecho Eltrant, mientras el matasanos, con Wernack a cuestas, desaparecía por un pasillo.
El hombre le levantó la cara y apretó con fuerza su barbilla, mirándola desde arriba y con ojos severos le lanzó una mirada que, si pudiera, la habría matado. ¿Que sabrían lo que era estar en su posición? Y tanto, pensaba dejarlo en la más profunda miseria tan pronto como le fuera posible, no iba a dejar que las cosas quedasen así. ¿Qué guardia que se preciara incumplía su palabra? No necesitaba que le dijera que cuidase de Eltrant, eran amigos desde niños, él había cuidado de ella y, ahora, era su turno.
- Ni lo intentes, Delteria.- La soltó de golpe.- Sabes que esto no es un juego y que hay veces que hay que ensuciarse las manos, ¿no es así, Gata?- Alanna levantó la vista, sorprendida, ella no tenía derecho a decir nada, sabía que era la primera que no tenía las manos limpias.- Hazlo fácil, Delteria, no me decepciones.- murmuró alejándose por el pasillo, dejándola sola en medio de una sala vacía en la que el fuego crepitaba con fuerza.
- Si, señor...- murmuró agachando la cabeza, aguantando las lágrimas de impotencia.
Cuando el hombre desapareció, Alanna golpeó la pared rabiosa, con el puño, por la rabia contenida. Se apoyó en la pared y se dejó caer hasta el suelo resbalando con su espalda. Dobló las rodillas, abrazándoselas y escondió la cabeza, intentando respirar con normalidad. Tantos años esforzándose, tantos años guardando silencio intentando escalar puestos. Para nada.
Llevaba cinco años dejándose la piel, la salud, y, en general, la vida, por la guardia, por cambiar las cosas, había manchados su manos con sangre, había herido su cuerpo y su mente con tal de ayudar a los ciudadanos, se había ganado un renombre, era temida y respetada, los nuevos la escuchaban, los altos cargos le pedían ayuda, pero, al fina, no podía hacer nada. Todo lo que había logrado se convertía en humo con la frase de uno solo de los altos cargos. No había podido ayudar a Wernack, era incapaz de ayudar a Eltrant y, para colmo, se quedaba callada, asustada como una novata. Era, al final una cobarde.
-¡MIERDA!- gritó furiosa, golpeando el suelo con los puños y alzando la cabeza para ponerla sobre la pared y mirar al techo.
Tanto tiempo para subir, para poder cambiar la guardia, conseguir que la basura se fuera a la calle, para, al final, tener que guardar silencio. Debía hacer algo, no podía esperar, no si habían empezado a hacer ese tipo de cosas. Y el primer paso era sacar a Eltrant de la prisión. Había guardias que no tenían compasión ni siquiera con sus compañeros. No iba a dejar que lo tocaran. Salió corriendo de la sala haciendo con prisas, directa a la prisión, estaba decidida.
A entrada estaba bloqueada por los dos perros de Tyron, que al verla, sonrieron con suficiencia, debía ser la primera vez que se sintieran útiles. Alanna se acercó con ceño fruncido y se plantó frente a ellos exigiéndoles que la dejasen entrar. Tras compartir una mirada, dieron una sonora carcajada. No estaban dispuestos a desobedecer las ordenes de Tyron, eran, sin duda perros fieles.
- He de hablar con él.- exigió, debía comprobar si le habían hecho daño.
- Lo siento Delteria, son ordenes desde arriba, tranquila, lo cuidamos bien.- rió uno.
- Os juro que como le toquéis un solo pelo...
- ¿Qué? ¿nos matarás a creencias?- se burlo el otro interrumpiéndola.
- Mira idiota.- dijo cogiendo por el cuello de la camisa.- Aquí todos nos manchamos las manos, si te crees que no soy peligrosa, mira mi historial, la diferencia es que yo me las mancho por justicia, vosotros por aeros.- escupió.
La rabió subió a la cara del guardia con rapidez, y, sin que Alanna lograse preverlo, la tomó por el cuello y la levantó del suelo empujándola contra la pared, ahogándola. La chica notaba los dedos de las manos del tipo oprimiéndole el cuello, notaba las uñas clavándosele en la piel, dolía, le costaba respirar, debía librarse rápido. Alzó las piernas y le dio una patada logrando que la soltasen. Cayó al suelo, cogiéndose el cuello herido, eso le dejaría marca.
A su lado, un bastón reposaba junto a la puerta, en cuanto vio que se acercaban ambos, rabiosos, no lo dudó, cogió el bastón y se lanzó a por ellos en respuesta. Golpeó a uno en la cara, haciéndole sangrar, el otro le acercó a dar en la cintura, había desenvainado la espada. Alanna retrocedió para golpear con el bastón, y desarmarlo. Varios moretones después, y cuando los otros ya sangraban por nariz y boca, apareció Mark por la puerta.
- Parad, vais a armar tal alboroto que los presos van a oíros.- Alanna no pareció escucharlo, se dirigía nuevamente a golpear a los idiotas.- ¡Basta Alanna!- la detuvo el chico cogiéndola por los hombros,sin dejarla avanzar.
- ¡Suéltame Mark, esos cabrones han alzado la mano contra otros compañeros! ¡Son unos traidores, merecen que se les quite la placa!- gritó enfadada.
- ¡Largaos de aquí ahora o la suelto!- amenazó logrando que los idiotas se largasen de allí amenazando, eso no quedaría así, no, ya se encargaría ella de que no quedase así.
Cuando desaparecieron, Mark la soltó y Alanna, furiosa, tiró el bastón al suelo. Le dolía el cuello. Le dolía la cintura, que tenía herida, y los moretones que habían ido apareciendo a medida que habían estado peleando, pero, al menos ellos se habían llevado la peor parte. Estaba tan furiosa que había empezado a perder su autocontrol.
- Alanna, ¿estás loca? Precisamente tú....- suspiró el chico.- ¿Te has hecho daño?
- No, yo...- soltó aire con fuerza.- sí. ¿Puedo entrar Mark?
- No me dejan dejarte pasar, pero estoy yo de guardia, estará bien, en un par de horas le soltaremos.- Explicó intentando calmar a la chica, sabiendo por qué había ido allí.- Mejor ve a la enfermería, lo del cuello no tiene buena pinta.
- Está bien... Cuídalo, ¿vale?- le pidió con aire cansado.- y dile... dile que era broma, de mi parte, supongo que lo entenderá.
Se marchó de allí antes de ver como Mark entraba nuevamente con un tablero para jugar, mientras estuviera Mark allí, Eltrant debería estar bien. Se dirigió a la enfermería con aire cansado, la rabia aun ardía en sus venas, pero el fuego se había aplacado, no podía reaccionar así, acabarían suspendiéndola, y no sería bueno que eso sucediera. No podía echarlo todo a perder por un ataque de furia, debía controlarse, y, una vez más, esto se puso a prueba cuando encontró a Tyron en el pasillo del primer piso. Iba a ignorarlo, pero no podía, antes había callado frente a el, pero no quería callar más, no quería ser otro perro fiel.
- Señor.- le llamó con calma y mirada fría, el otro se giró a mirarla y aguardó en silencio.- Esa a sido su decisión y ha mentido para su objetivo, pero sepa algo, algún día seré yo quien esté ahí, y cuando llegué le aseguro que no permitiré que pasen estas cosas, guárdese las espaldas, señor, porque hay gatos negros en su futuro.- y con eso empezó a alejarse.
- ¿Es eso una amenaza, Delteria?- preguntó mientras esta se alejaba.
- Sí.- afirmó sin girarse para volver a su camino.
Entró en la enfermería y encontró a Wernak acostado en una camilla, siendo atendido por el boticario que al verla entrar levantó la vista de su otro paciente y la miró por encima de sus gafas, sorprendido por la apariencia herida de la muchacha. Con paciencia, la instó a acercarse, y comenzó a tratar sus heridas, limpiándolas y vendándolas en silencio, No parecía que ninguno de los dos tuviera ganas de hablar, al menos, hasta que la muchacha se sacó el guante y su manos, verdosa salió a luz. La cara del hombre lo decía todo, “¿cómo te lo has hecho?”
- Salvé una aldea, salvé una aldea para...- suspiró.- para esto.- se hundió en sus manos, alterada.
- Lo siento, no sabía que haría tanto mal.- se disculpó el hombre guardando los materiales.
- Eras un mandado, esto es cosa de Tyron.- murmuró la chica que, al levantar la cabeza, vio a Wernack aun dormido.- ¿Cómo está?- preguntó levantándose y acercándose a él para apartarle le pelaje cuidadosamente y comprobar que dormía.- ¿Qué le han hecho?
- Está bien, se despertará mañana, pero... creo que tenemos que hablar.
Alanna se sentó a escuchar, curiosa y apática, cuando un trueno sonó por la ventana. Pasó una hora hasta que le boticario se marchó y Alanna se mantuvo, sin nada más que hacer, a la espera de que su nuevo compañero despertase, no le apetecía volver a casa, no sin estar segura de que habían liberado a Eltrant, no sin asegurarse de que Wernack despertaba, sabía que, si volvía a casa, se sentíría mucho peor al día siguiente. Abrazándose las rodillas sobre un sillón, miró por la ventana cubierta de lluvia, con su mano verde enguantada, nuevamente. ¿Debería informar a sus superiores, probablemente lo sabían, pero dudaba que lo supieran todo, no, eso era algo que debía solucionar ella, en cuanto viera una oportunidad, acabaría con Tyron, pero, una vez más, debía tener paciencia.
Llevaba demasiado tiempo luchando por cambiar las cosas, con lo que acababa de suceder, debía acelerar las cosas, pero, al menos, tenía la seguridad de que no era la única que quería hacerlo, aunque, tal vez, si la más precavida, o o había sido hasta que el bienestar de Eltrant se había visto afectado, hasta que había sido participe de una tortura, sin saberlo siquiera. Miró al hombre perro y se fijó en su marca, algo, al menos, tenían en común, estaban marcados y odiaban a las personas. Se lo dijo a él una vez, son las personas quienes dan miedo, son las personas quienes son monstruos, pero, por fotuna todo acababa pasando y pasara lo que pasara, la vida se abría camino, y Wernack, si era tan decidido como había demostrado serlo, lograría volver a ser él mismo.
Poco después, se abrió la puerta. Tyron, salió ordenándoles que vigilasen a Wernack que, dentro del cuarto, se encontraba tumbada desmallado sobre el suelo de madera oscura. La rabia subió por la garganta de la chica, que se giró a reclamar a Tyron su palabra, le había dicho que no habría daños. Se lo había prometido. Pero fue Eltrant quien, con aires frustrados le increpó.
Alanna lo entendió, mientras se agachaba a comprobar que Wernack respirase, Eltrant no sabía lo que se hacía en los sótanos, no tenía idea alguna de toda la oscuridad que escondía la guardia entre sus muros. No tenía ni idea de la oscuridad que, incluso ella, tenía dentro. Podía parecer justicia, pero, al final, los guardias no eran más que mercenarios que seguían la guía de un amo cruel, y con esto no hablaba del rey de Lunargenta, si no de lo cargos bajos como Tyron, que, por desgracia, seguían a su cargo.
Se levantó con prisas, llamando al chico, intentando tranquilizarlo, iban a acabar por encerrarle. Entendía su frustración, y la compartía, es más, si pudiera, habría golpeado la cara de Tyron de una patada, pero sabía que no valdría de nada. Si quería cambiar las cosas, si quería que ese hombre se alejase de la guardia, debía usar otros modos, los mismos que usaba con los nobles para que estos le dieran información. Durante un tiempo, debería ser un perro fiel, al menos mientras no tocasen a sus amigos. Cuando el puñetazo resonó en el cuarto, se quedó blanca, pálida, e inmóvil, no podía haber hecho eso. Poco tardo en ver a los guardias abalanzarse sobre él tras la orden de Tyron.
- ¡No!- gritó Alanna intentando llegar a Eltrant que era arrastrado hacia los calabozos.
- ¡Eltrant!.
Con la desaparición del joven el silencio se hizo con la sala por un momento, no podía creer todo lo que estaba sucediendo. Se quedó clavada junto a Tyron y rabiosa giró a mirarlo, apretando los puños para no lanzarle un puñetazo, como momentos antes había hecho Eltrant, mientras el matasanos, con Wernack a cuestas, desaparecía por un pasillo.
El hombre le levantó la cara y apretó con fuerza su barbilla, mirándola desde arriba y con ojos severos le lanzó una mirada que, si pudiera, la habría matado. ¿Que sabrían lo que era estar en su posición? Y tanto, pensaba dejarlo en la más profunda miseria tan pronto como le fuera posible, no iba a dejar que las cosas quedasen así. ¿Qué guardia que se preciara incumplía su palabra? No necesitaba que le dijera que cuidase de Eltrant, eran amigos desde niños, él había cuidado de ella y, ahora, era su turno.
- Ni lo intentes, Delteria.- La soltó de golpe.- Sabes que esto no es un juego y que hay veces que hay que ensuciarse las manos, ¿no es así, Gata?- Alanna levantó la vista, sorprendida, ella no tenía derecho a decir nada, sabía que era la primera que no tenía las manos limpias.- Hazlo fácil, Delteria, no me decepciones.- murmuró alejándose por el pasillo, dejándola sola en medio de una sala vacía en la que el fuego crepitaba con fuerza.
- Si, señor...- murmuró agachando la cabeza, aguantando las lágrimas de impotencia.
Cuando el hombre desapareció, Alanna golpeó la pared rabiosa, con el puño, por la rabia contenida. Se apoyó en la pared y se dejó caer hasta el suelo resbalando con su espalda. Dobló las rodillas, abrazándoselas y escondió la cabeza, intentando respirar con normalidad. Tantos años esforzándose, tantos años guardando silencio intentando escalar puestos. Para nada.
Llevaba cinco años dejándose la piel, la salud, y, en general, la vida, por la guardia, por cambiar las cosas, había manchados su manos con sangre, había herido su cuerpo y su mente con tal de ayudar a los ciudadanos, se había ganado un renombre, era temida y respetada, los nuevos la escuchaban, los altos cargos le pedían ayuda, pero, al fina, no podía hacer nada. Todo lo que había logrado se convertía en humo con la frase de uno solo de los altos cargos. No había podido ayudar a Wernack, era incapaz de ayudar a Eltrant y, para colmo, se quedaba callada, asustada como una novata. Era, al final una cobarde.
-¡MIERDA!- gritó furiosa, golpeando el suelo con los puños y alzando la cabeza para ponerla sobre la pared y mirar al techo.
Tanto tiempo para subir, para poder cambiar la guardia, conseguir que la basura se fuera a la calle, para, al final, tener que guardar silencio. Debía hacer algo, no podía esperar, no si habían empezado a hacer ese tipo de cosas. Y el primer paso era sacar a Eltrant de la prisión. Había guardias que no tenían compasión ni siquiera con sus compañeros. No iba a dejar que lo tocaran. Salió corriendo de la sala haciendo con prisas, directa a la prisión, estaba decidida.
A entrada estaba bloqueada por los dos perros de Tyron, que al verla, sonrieron con suficiencia, debía ser la primera vez que se sintieran útiles. Alanna se acercó con ceño fruncido y se plantó frente a ellos exigiéndoles que la dejasen entrar. Tras compartir una mirada, dieron una sonora carcajada. No estaban dispuestos a desobedecer las ordenes de Tyron, eran, sin duda perros fieles.
- He de hablar con él.- exigió, debía comprobar si le habían hecho daño.
- Lo siento Delteria, son ordenes desde arriba, tranquila, lo cuidamos bien.- rió uno.
- Os juro que como le toquéis un solo pelo...
- ¿Qué? ¿nos matarás a creencias?- se burlo el otro interrumpiéndola.
- Mira idiota.- dijo cogiendo por el cuello de la camisa.- Aquí todos nos manchamos las manos, si te crees que no soy peligrosa, mira mi historial, la diferencia es que yo me las mancho por justicia, vosotros por aeros.- escupió.
La rabió subió a la cara del guardia con rapidez, y, sin que Alanna lograse preverlo, la tomó por el cuello y la levantó del suelo empujándola contra la pared, ahogándola. La chica notaba los dedos de las manos del tipo oprimiéndole el cuello, notaba las uñas clavándosele en la piel, dolía, le costaba respirar, debía librarse rápido. Alzó las piernas y le dio una patada logrando que la soltasen. Cayó al suelo, cogiéndose el cuello herido, eso le dejaría marca.
A su lado, un bastón reposaba junto a la puerta, en cuanto vio que se acercaban ambos, rabiosos, no lo dudó, cogió el bastón y se lanzó a por ellos en respuesta. Golpeó a uno en la cara, haciéndole sangrar, el otro le acercó a dar en la cintura, había desenvainado la espada. Alanna retrocedió para golpear con el bastón, y desarmarlo. Varios moretones después, y cuando los otros ya sangraban por nariz y boca, apareció Mark por la puerta.
- Parad, vais a armar tal alboroto que los presos van a oíros.- Alanna no pareció escucharlo, se dirigía nuevamente a golpear a los idiotas.- ¡Basta Alanna!- la detuvo el chico cogiéndola por los hombros,sin dejarla avanzar.
- ¡Suéltame Mark, esos cabrones han alzado la mano contra otros compañeros! ¡Son unos traidores, merecen que se les quite la placa!- gritó enfadada.
- ¡Largaos de aquí ahora o la suelto!- amenazó logrando que los idiotas se largasen de allí amenazando, eso no quedaría así, no, ya se encargaría ella de que no quedase así.
Cuando desaparecieron, Mark la soltó y Alanna, furiosa, tiró el bastón al suelo. Le dolía el cuello. Le dolía la cintura, que tenía herida, y los moretones que habían ido apareciendo a medida que habían estado peleando, pero, al menos ellos se habían llevado la peor parte. Estaba tan furiosa que había empezado a perder su autocontrol.
- Alanna, ¿estás loca? Precisamente tú....- suspiró el chico.- ¿Te has hecho daño?
- No, yo...- soltó aire con fuerza.- sí. ¿Puedo entrar Mark?
- No me dejan dejarte pasar, pero estoy yo de guardia, estará bien, en un par de horas le soltaremos.- Explicó intentando calmar a la chica, sabiendo por qué había ido allí.- Mejor ve a la enfermería, lo del cuello no tiene buena pinta.
- Está bien... Cuídalo, ¿vale?- le pidió con aire cansado.- y dile... dile que era broma, de mi parte, supongo que lo entenderá.
Se marchó de allí antes de ver como Mark entraba nuevamente con un tablero para jugar, mientras estuviera Mark allí, Eltrant debería estar bien. Se dirigió a la enfermería con aire cansado, la rabia aun ardía en sus venas, pero el fuego se había aplacado, no podía reaccionar así, acabarían suspendiéndola, y no sería bueno que eso sucediera. No podía echarlo todo a perder por un ataque de furia, debía controlarse, y, una vez más, esto se puso a prueba cuando encontró a Tyron en el pasillo del primer piso. Iba a ignorarlo, pero no podía, antes había callado frente a el, pero no quería callar más, no quería ser otro perro fiel.
- Señor.- le llamó con calma y mirada fría, el otro se giró a mirarla y aguardó en silencio.- Esa a sido su decisión y ha mentido para su objetivo, pero sepa algo, algún día seré yo quien esté ahí, y cuando llegué le aseguro que no permitiré que pasen estas cosas, guárdese las espaldas, señor, porque hay gatos negros en su futuro.- y con eso empezó a alejarse.
- ¿Es eso una amenaza, Delteria?- preguntó mientras esta se alejaba.
- Sí.- afirmó sin girarse para volver a su camino.
Entró en la enfermería y encontró a Wernak acostado en una camilla, siendo atendido por el boticario que al verla entrar levantó la vista de su otro paciente y la miró por encima de sus gafas, sorprendido por la apariencia herida de la muchacha. Con paciencia, la instó a acercarse, y comenzó a tratar sus heridas, limpiándolas y vendándolas en silencio, No parecía que ninguno de los dos tuviera ganas de hablar, al menos, hasta que la muchacha se sacó el guante y su manos, verdosa salió a luz. La cara del hombre lo decía todo, “¿cómo te lo has hecho?”
- Salvé una aldea, salvé una aldea para...- suspiró.- para esto.- se hundió en sus manos, alterada.
- Lo siento, no sabía que haría tanto mal.- se disculpó el hombre guardando los materiales.
- Eras un mandado, esto es cosa de Tyron.- murmuró la chica que, al levantar la cabeza, vio a Wernack aun dormido.- ¿Cómo está?- preguntó levantándose y acercándose a él para apartarle le pelaje cuidadosamente y comprobar que dormía.- ¿Qué le han hecho?
- Está bien, se despertará mañana, pero... creo que tenemos que hablar.
Alanna se sentó a escuchar, curiosa y apática, cuando un trueno sonó por la ventana. Pasó una hora hasta que le boticario se marchó y Alanna se mantuvo, sin nada más que hacer, a la espera de que su nuevo compañero despertase, no le apetecía volver a casa, no sin estar segura de que habían liberado a Eltrant, no sin asegurarse de que Wernack despertaba, sabía que, si volvía a casa, se sentíría mucho peor al día siguiente. Abrazándose las rodillas sobre un sillón, miró por la ventana cubierta de lluvia, con su mano verde enguantada, nuevamente. ¿Debería informar a sus superiores, probablemente lo sabían, pero dudaba que lo supieran todo, no, eso era algo que debía solucionar ella, en cuanto viera una oportunidad, acabaría con Tyron, pero, una vez más, debía tener paciencia.
Llevaba demasiado tiempo luchando por cambiar las cosas, con lo que acababa de suceder, debía acelerar las cosas, pero, al menos, tenía la seguridad de que no era la única que quería hacerlo, aunque, tal vez, si la más precavida, o o había sido hasta que el bienestar de Eltrant se había visto afectado, hasta que había sido participe de una tortura, sin saberlo siquiera. Miró al hombre perro y se fijó en su marca, algo, al menos, tenían en común, estaban marcados y odiaban a las personas. Se lo dijo a él una vez, son las personas quienes dan miedo, son las personas quienes son monstruos, pero, por fotuna todo acababa pasando y pasara lo que pasara, la vida se abría camino, y Wernack, si era tan decidido como había demostrado serlo, lograría volver a ser él mismo.
Alanna Delteria
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Re: La peor situación [Interpretativo]
- Jaque – Dijo por décimo tercera vez Mark, con un claramente audible tono jocoso en su voz.
Eltrant frunció el ceño y sopesó las opciones tácticas que tenía frente a él. Su rey estaba acorralado, mientras que su adversario se había preocupado por planificar, turno a turno, una estratagema digna de ser llamada así, el exmercenario se había limitado a atacar sin piedad a su rival, tratando de acabar con él cuanto antes.
Después de varios segundos sujetando al rey, se decidió a colocarlo en una posición que creía que era segura - …Mate – Suspiró Mark usando una torre para acabar la partida - ¿¡Cómo no he visto eso!? – Exclamó Eltrant llevándose las manos a la cabeza, Mark sonrió al ver la reacción de su compañero, que agarró los barrotes de la prisión en la que se hallaba encerrado con fuerza – No usas tu cabeza para nada – El castaño se cruzó de brazos y observó mientras Mark colocaba de nuevo todas las piezas en el tablero - …No me sorprendes que hayas acabado aquí abajo – Una sonrisa cansada brotó de los labios del exmercenario, que tomó un peón y lo miró a contraluz.
La pequeña figura, tallada en madera que posteriormente había sido pintada de blanco, brilló tenuemente bajo la luz de la antorcha que usaban los dos hombres para alumbrarse – Mark, ¿Tú crees que somos peones? – Ante tal pregunta, el mencionado no pudo sino estallar en carcajadas, lo que hizo que Eltrant torciese el gesto - ¿Qué tiene de gracioso? – Limpiándose las lágrimas de la risa, Mark, se encogió de hombros – Estas en la cárcel por desobediencia Tale, ¿Tú que crees? – Sin parar de sonreír, el cautivo tomó otra de las piezas del tablero – Yo soy el rey, por supuesto – Mark negó con la cabeza y le arrebató dicha pieza al exmercenario de entre las manos, para colocarla justo después en el tablero – Me compadezco del reino que decida que tú, de entre todas las personas, es el más idóneo para ser el rey – sonrió – Tienes razón – Admitió Eltrant adelantando su peón de color blanco dos casillas hacia adelante, dando por empezada la partida – Pero un rey no se decide ¿No? – Mark se rascó la espesa cabellera de color negro que tenía y movió otro de los peones, este de color negro, hacía el frente – ¿A mí que cuentas Tale? Ni que fuese amigo íntimo de Siegfried – Eltrant se mantuvo en silencio varios minutos hasta que, finalmente, movió al caballo – Ah ¿Qué no lo eras? Creía que sí, tienes porte de noble, mírate, Lord Mark de Villa Centollo – Mark suspiró como toda respuesta al chiste del prisionero – Que sepas que Villa Centollo es un centro pesquero importante en la zona meridional de Verisar – Eltrant observó cómo su contrincante se arrasaba con una de sus piezas sin ninguna piedad – Pero el nombre es gracioso – Dijo Eltrant – Sí, el nombre es gracioso – Confirmó Mark sin apartar la vista del tablero.
Llevaba ya, aproximadamente, unas tres horas en aquella prisión, y aunque en un principio había tenido la extraña sensación de que iba a pasar allí abajo el resto de su existencia, Tyron había decidido que solo serían dos días, lo cual no dejaba de ser una sorpresa, al fin y al cabo, le había descerrajado un puñetazo en la cara con todas sus fuerzas.
- ¿Y cómo tiene la cara Tyron? – Inquirió Mark, dejando ver que, como en todas las partidas anteriores, tenía una abrumadora ventaja en aquel juego sobre el castaño - ¿Cómo tiene la cara…? – Eltrant arqueó una ceja - ¡Eh, Eso no vale! – Exclamó de inmediato al ver como su reina acababa fuera del tablero, Mark sonrió – Eso sí vale. Y ya sabes, no todo el mundo puede presumir de haber golpeado a un superior – Eltrant le devolvió la sonrisa - Inexplicablemente suave – Dijo tras varios segundos de profunda reflexión, Mark se carcajeó con gusto ante estas palabras y volvió rápidamente al juego.
- ¿Y qué me dices de Alanna? – El séptimo enarcó ambas cejas, se esperaba muchas preguntas, pero no aquella - ¿A qué te refieres? – Por primera vez en todas las partidas, pudo arrebatar a su rival la ventaja constante que era el no perder ninguno de los alfiles – Ha venido hace un rato y casi se pega con los guardias de afuera, parecía dispuesta a pegarse con todos, enserió, tenía un palo y toda la parafernalia – Llevándose la mano hasta la sien, suspiró profundamente – Esa chica… - Mark frunció el ceño y se concentró en su turno - ¡Has mejorado! – Exclamó cuando notó los movimientos de Eltrant – Mírate, trece partidas y ya puedes hacer estrategias básicas. Entonces ¿Qué piensas de Alanna?
Cerró los ojos y se pasó la mano por el pelo, no sabía exactamente por qué, pero aquella pregunta le ponía nervioso – No lo sé, es una buena persona, supongo – Dijo, intentando desviar el tema - ¿No lo sabes? – Preguntó de nuevo, era evidente que el vigía se estaba divirtiendo con todo aquello – No, no lo sé – Respondió Eltrant cruzándose de brazos, la sonrisa de Mark se ensanchó - …Interesante – El exmercenario alargó el brazo a través de los barrotes, tratando de sujetar a Mark - ¿¡El qué es interesante!? – Aquella reacción hizo que el hombre que le vigilaba riese con fuerza – Nada, nada. – De buen humor, consiguió esquivar los brazos del mercenario y depositó la pequeña figura que llevaba en su mano desde hacía un rato – Jaque.
-Yo te mato – Eltrant entornó los ojos y miró lo que acababa de suceder en el tablero, frente a él, sin que este se diese siquiera cuenta – Claro, te distraes con otras cosas y pasa lo que pasa – Las continuas bromas del carcelero acabaron por forzar a que el castaño dibujase una genuina sonrisa en su rostro – Eres un imbécil – Mark se encogió de hombros – No soy yo el que está en la cárcel.
Iban a ser dos días bastante largos, pero al menos no iban a ser tan malos como había pensado en un principio. Por lo que había oído decir a Tyron, antes de que le arrastraran hasta allí abajo, Wernack estaría en la enfermería, fuese como fuese, el lobo ya no poseía los cargos por los que se le acusaban horas atrás, le iría a visitar en cuanto saliese de allí.
- ¡Mate! – Gritó Mark con júbilo, sacándole partido a un último despiste que el castaño había tenido - ¡Te mato! – Respondió Eltrant tratando de alcanzarle de nuevo tras los barrotes.
Eltrant frunció el ceño y sopesó las opciones tácticas que tenía frente a él. Su rey estaba acorralado, mientras que su adversario se había preocupado por planificar, turno a turno, una estratagema digna de ser llamada así, el exmercenario se había limitado a atacar sin piedad a su rival, tratando de acabar con él cuanto antes.
Después de varios segundos sujetando al rey, se decidió a colocarlo en una posición que creía que era segura - …Mate – Suspiró Mark usando una torre para acabar la partida - ¿¡Cómo no he visto eso!? – Exclamó Eltrant llevándose las manos a la cabeza, Mark sonrió al ver la reacción de su compañero, que agarró los barrotes de la prisión en la que se hallaba encerrado con fuerza – No usas tu cabeza para nada – El castaño se cruzó de brazos y observó mientras Mark colocaba de nuevo todas las piezas en el tablero - …No me sorprendes que hayas acabado aquí abajo – Una sonrisa cansada brotó de los labios del exmercenario, que tomó un peón y lo miró a contraluz.
La pequeña figura, tallada en madera que posteriormente había sido pintada de blanco, brilló tenuemente bajo la luz de la antorcha que usaban los dos hombres para alumbrarse – Mark, ¿Tú crees que somos peones? – Ante tal pregunta, el mencionado no pudo sino estallar en carcajadas, lo que hizo que Eltrant torciese el gesto - ¿Qué tiene de gracioso? – Limpiándose las lágrimas de la risa, Mark, se encogió de hombros – Estas en la cárcel por desobediencia Tale, ¿Tú que crees? – Sin parar de sonreír, el cautivo tomó otra de las piezas del tablero – Yo soy el rey, por supuesto – Mark negó con la cabeza y le arrebató dicha pieza al exmercenario de entre las manos, para colocarla justo después en el tablero – Me compadezco del reino que decida que tú, de entre todas las personas, es el más idóneo para ser el rey – sonrió – Tienes razón – Admitió Eltrant adelantando su peón de color blanco dos casillas hacia adelante, dando por empezada la partida – Pero un rey no se decide ¿No? – Mark se rascó la espesa cabellera de color negro que tenía y movió otro de los peones, este de color negro, hacía el frente – ¿A mí que cuentas Tale? Ni que fuese amigo íntimo de Siegfried – Eltrant se mantuvo en silencio varios minutos hasta que, finalmente, movió al caballo – Ah ¿Qué no lo eras? Creía que sí, tienes porte de noble, mírate, Lord Mark de Villa Centollo – Mark suspiró como toda respuesta al chiste del prisionero – Que sepas que Villa Centollo es un centro pesquero importante en la zona meridional de Verisar – Eltrant observó cómo su contrincante se arrasaba con una de sus piezas sin ninguna piedad – Pero el nombre es gracioso – Dijo Eltrant – Sí, el nombre es gracioso – Confirmó Mark sin apartar la vista del tablero.
Llevaba ya, aproximadamente, unas tres horas en aquella prisión, y aunque en un principio había tenido la extraña sensación de que iba a pasar allí abajo el resto de su existencia, Tyron había decidido que solo serían dos días, lo cual no dejaba de ser una sorpresa, al fin y al cabo, le había descerrajado un puñetazo en la cara con todas sus fuerzas.
- ¿Y cómo tiene la cara Tyron? – Inquirió Mark, dejando ver que, como en todas las partidas anteriores, tenía una abrumadora ventaja en aquel juego sobre el castaño - ¿Cómo tiene la cara…? – Eltrant arqueó una ceja - ¡Eh, Eso no vale! – Exclamó de inmediato al ver como su reina acababa fuera del tablero, Mark sonrió – Eso sí vale. Y ya sabes, no todo el mundo puede presumir de haber golpeado a un superior – Eltrant le devolvió la sonrisa - Inexplicablemente suave – Dijo tras varios segundos de profunda reflexión, Mark se carcajeó con gusto ante estas palabras y volvió rápidamente al juego.
- ¿Y qué me dices de Alanna? – El séptimo enarcó ambas cejas, se esperaba muchas preguntas, pero no aquella - ¿A qué te refieres? – Por primera vez en todas las partidas, pudo arrebatar a su rival la ventaja constante que era el no perder ninguno de los alfiles – Ha venido hace un rato y casi se pega con los guardias de afuera, parecía dispuesta a pegarse con todos, enserió, tenía un palo y toda la parafernalia – Llevándose la mano hasta la sien, suspiró profundamente – Esa chica… - Mark frunció el ceño y se concentró en su turno - ¡Has mejorado! – Exclamó cuando notó los movimientos de Eltrant – Mírate, trece partidas y ya puedes hacer estrategias básicas. Entonces ¿Qué piensas de Alanna?
Cerró los ojos y se pasó la mano por el pelo, no sabía exactamente por qué, pero aquella pregunta le ponía nervioso – No lo sé, es una buena persona, supongo – Dijo, intentando desviar el tema - ¿No lo sabes? – Preguntó de nuevo, era evidente que el vigía se estaba divirtiendo con todo aquello – No, no lo sé – Respondió Eltrant cruzándose de brazos, la sonrisa de Mark se ensanchó - …Interesante – El exmercenario alargó el brazo a través de los barrotes, tratando de sujetar a Mark - ¿¡El qué es interesante!? – Aquella reacción hizo que el hombre que le vigilaba riese con fuerza – Nada, nada. – De buen humor, consiguió esquivar los brazos del mercenario y depositó la pequeña figura que llevaba en su mano desde hacía un rato – Jaque.
-Yo te mato – Eltrant entornó los ojos y miró lo que acababa de suceder en el tablero, frente a él, sin que este se diese siquiera cuenta – Claro, te distraes con otras cosas y pasa lo que pasa – Las continuas bromas del carcelero acabaron por forzar a que el castaño dibujase una genuina sonrisa en su rostro – Eres un imbécil – Mark se encogió de hombros – No soy yo el que está en la cárcel.
Iban a ser dos días bastante largos, pero al menos no iban a ser tan malos como había pensado en un principio. Por lo que había oído decir a Tyron, antes de que le arrastraran hasta allí abajo, Wernack estaría en la enfermería, fuese como fuese, el lobo ya no poseía los cargos por los que se le acusaban horas atrás, le iría a visitar en cuanto saliese de allí.
- ¡Mate! – Gritó Mark con júbilo, sacándole partido a un último despiste que el castaño había tenido - ¡Te mato! – Respondió Eltrant tratando de alcanzarle de nuevo tras los barrotes.
Eltrant Tale
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Re: La peor situación [Interpretativo]
Despertó pasadas dos horas, con los ojos enrojecidos y un fuerte dolor de cabeza. Wernack, en la camilla, al lado del sillón, dormía removiéndose en sueños. Alanna suspiró cansada y se apartó el pelo de la cara, necesitaba una ducha. Se levantó tranquila, casi apática, y salió de la sala, al menos, mientras Mark estuviera vigilando las celdas, Eltrant estaría bien, le preocupaba un poco el cambio de turno, pero.... suponía que el chico se habría calmado ya, o eso esperaba, por lo que a ella respectaba, estaba que echaba chispas aun, y no poder sacarlo la ponía de peor humor aun.
No iba a volver a casa, no confiaba en que Eltrant y Wernack pudieran estar bien, pero necesitaba despejar su mente. Salió del lugar donde dormitaba el hombre perro y se dirigió a los barracones donde dormían algunos guardias, sabía que Luna estaba quedándose allí durante unos días por los cambios de guardia, le había tocado vigilar a Gabre y Ámbar. No estaba segura de que le fuera a parecer bien su visita, pero en ese momento era la mejor opción que tenía la Gata.
Bajó los cuatro escalones que la dejaban salir al patio de entrenamiento que, con las nubes se había comenzado a quedar vació y se encaminó al primer barracón cuando un trueno resonó en el cielo y la hizo estremecer, el viento soplaba con más fuerza y el cielo anunciaba, claramente, tormenta. Llamó a la puerta esperando que la celda de Eltrant no tuviera demasiadas goteras y abrieron al instante. Luna salió, con aspecto cansado y ojeras pronunciadas, al parecer habían estado teniendo mucho trabajo. Intentó sonreír a la joven que acababa de llamar, pero Alanna fue consciente de que debía haberse despertado hacía poco y no se molestó porque no lo lograra.
- Luna, necesito asilo.- medio bromeó mientras la chica la dejaba entrar y las primeras gotas caían al suelo.
- ¿Qué ha pasado? Es raro que no te vayas a casa, solo te quedas cuando haces custodia.- preguntó la chica sirviéndose una taza de algo que había en la pequeña cocina de un rincón del barracón.
- Problemas con un preso y... bueno, Eltrant.- no quería decir mucho, era mejor mantener el perfil bajo.
- ¿El nuevo? te están dando muchos problemas los nuevos no? No sabia que te los habían puesto a tu cuidado.- comentó la chica bebiendo de su taza humeante.
- No... no me los han encargado exactamente, los conozco de antes, son amigos, no me dan problemas.- afirmó la chica sonriendo.- ¿Me prestas la bañera? llevo un día de locos y no quiero ir a casa.- preguntó encogiendo la nariz y sonriendo un poco.
- Claro, toda tuya, y la cocina, esta noche estoy yo en las celdas, así que no estaré por aquí hasta mañana.- explicó sentándose en una silla.
- Cuida de Eltrant, que estará por las celdas.- comentó Alanna estirándose, le dolía la cabeza.
- ¿Cómo, qué ha hecho?- preguntó sorprendida la joven de pelo rubio.
- Pues... golpeó a Tyron.
La charla se alargó hasta que el silbato del cambio de turno sonó en la torre y Luna se fue prometiéndole ser buena con el exmercenario. Alanna se levantó entonces, con un suspiro, y cogiendo otro uniforme del armario de Luna, que le había prometido devolverle lo antes posible, se metió en la bañera. La charla la había ayudado incluso más que el baño, hacía tiempo que no tenía un solo minuto para una charla tranquila con una amiga, y ciertamente le había sentado bien.
Sus nervios estaban más tranquilos y el agua destensaba sus musculos, cuando salió, se sentía mucho mejor que antes y podía pensar con más claridad. No había actuado mal al decir lo que pensaba a Tyron, no se arrepentía de ello, estaba abusando de su poder y no era algo que estuviera dispuesta a aceptar, en cuanto pudiera hablaría con Byron y le comentaría lo que su paralelo estaba haciendo, estaba segura de que su padrastro le diría que hacer.
La noche ya había caído y la lluvia parecía menos intensa, se acercó a comer algo y recordó que a los guardias, durante los castigos, no les daban de comer. Ella solo había estado una vez en la celda de castigo, una noche entera la habían mantenido allí encerrada, a los dieciséis años, sin probar un solo bocado, solo podía mirar por la ventana que había allí. y encima esa noche la lluvia era posible que le dejase ver poco. Se levantó en cuanto acabó de comer y guardó en un plato tapado con un paño algo de carne, pan, queso y una cantimplora, se puso una capa y salió directa a las celdas.
Esperó a que el guardia de la puerta desapareciera hacia el interior y, pasándola de largo, con las gotas aun cayendo desde las nubes, se dirigió a la celda en la que se castigaba a los guardias que incumplían alguna norma. Se agachó y, por la luz de las antorchas, pudo ver a Eltrant. Sonrió y le chistó para que la viera. Sonrió y le tendió el plato.
- Eh, delincuente, toma, para que no pases hambre, pero guardame el secreto o me meteré en un lio.- le susurró en una sonrisa.- ¿Estás bien?- le preguntó acuclillada.- cuando acabes deja el plato aquí fuera, he de irme o me encerrarán también, descansa.- le sonrió antes de irse al escuchar pasos en el patio de armas.
Se sentía mejor ahora que lo había visto, tal vez podría pasar a ver también a Wernack, pero a esas horas era raro ver a alguien moviendose por allí sin estar de turno y no quería causar un alboroto, por ello decidió irse nuevamente al barracón de Luna. Se quitó la capa, mojada por la llovizna y se sacó la ropa para dejarla secar, había quedado húmeda al caminar bajo el agua. Se tumbó en la capa cerrando el lugar con llave y se acostó a dormir, había sido un día largo, y mañana madrugaría para poder acercarse a ver a Wernack, Eltrant y hablar con su padrastro, necesitaba estar fresca, parecía que, a la mañana siguiente, sería la única que podría cuidar de los demás. Suspiró cerrando los ojos, no había truenos, dormiría tranquila.
No iba a volver a casa, no confiaba en que Eltrant y Wernack pudieran estar bien, pero necesitaba despejar su mente. Salió del lugar donde dormitaba el hombre perro y se dirigió a los barracones donde dormían algunos guardias, sabía que Luna estaba quedándose allí durante unos días por los cambios de guardia, le había tocado vigilar a Gabre y Ámbar. No estaba segura de que le fuera a parecer bien su visita, pero en ese momento era la mejor opción que tenía la Gata.
Bajó los cuatro escalones que la dejaban salir al patio de entrenamiento que, con las nubes se había comenzado a quedar vació y se encaminó al primer barracón cuando un trueno resonó en el cielo y la hizo estremecer, el viento soplaba con más fuerza y el cielo anunciaba, claramente, tormenta. Llamó a la puerta esperando que la celda de Eltrant no tuviera demasiadas goteras y abrieron al instante. Luna salió, con aspecto cansado y ojeras pronunciadas, al parecer habían estado teniendo mucho trabajo. Intentó sonreír a la joven que acababa de llamar, pero Alanna fue consciente de que debía haberse despertado hacía poco y no se molestó porque no lo lograra.
- Luna, necesito asilo.- medio bromeó mientras la chica la dejaba entrar y las primeras gotas caían al suelo.
- ¿Qué ha pasado? Es raro que no te vayas a casa, solo te quedas cuando haces custodia.- preguntó la chica sirviéndose una taza de algo que había en la pequeña cocina de un rincón del barracón.
- Problemas con un preso y... bueno, Eltrant.- no quería decir mucho, era mejor mantener el perfil bajo.
- ¿El nuevo? te están dando muchos problemas los nuevos no? No sabia que te los habían puesto a tu cuidado.- comentó la chica bebiendo de su taza humeante.
- No... no me los han encargado exactamente, los conozco de antes, son amigos, no me dan problemas.- afirmó la chica sonriendo.- ¿Me prestas la bañera? llevo un día de locos y no quiero ir a casa.- preguntó encogiendo la nariz y sonriendo un poco.
- Claro, toda tuya, y la cocina, esta noche estoy yo en las celdas, así que no estaré por aquí hasta mañana.- explicó sentándose en una silla.
- Cuida de Eltrant, que estará por las celdas.- comentó Alanna estirándose, le dolía la cabeza.
- ¿Cómo, qué ha hecho?- preguntó sorprendida la joven de pelo rubio.
- Pues... golpeó a Tyron.
La charla se alargó hasta que el silbato del cambio de turno sonó en la torre y Luna se fue prometiéndole ser buena con el exmercenario. Alanna se levantó entonces, con un suspiro, y cogiendo otro uniforme del armario de Luna, que le había prometido devolverle lo antes posible, se metió en la bañera. La charla la había ayudado incluso más que el baño, hacía tiempo que no tenía un solo minuto para una charla tranquila con una amiga, y ciertamente le había sentado bien.
Sus nervios estaban más tranquilos y el agua destensaba sus musculos, cuando salió, se sentía mucho mejor que antes y podía pensar con más claridad. No había actuado mal al decir lo que pensaba a Tyron, no se arrepentía de ello, estaba abusando de su poder y no era algo que estuviera dispuesta a aceptar, en cuanto pudiera hablaría con Byron y le comentaría lo que su paralelo estaba haciendo, estaba segura de que su padrastro le diría que hacer.
La noche ya había caído y la lluvia parecía menos intensa, se acercó a comer algo y recordó que a los guardias, durante los castigos, no les daban de comer. Ella solo había estado una vez en la celda de castigo, una noche entera la habían mantenido allí encerrada, a los dieciséis años, sin probar un solo bocado, solo podía mirar por la ventana que había allí. y encima esa noche la lluvia era posible que le dejase ver poco. Se levantó en cuanto acabó de comer y guardó en un plato tapado con un paño algo de carne, pan, queso y una cantimplora, se puso una capa y salió directa a las celdas.
Esperó a que el guardia de la puerta desapareciera hacia el interior y, pasándola de largo, con las gotas aun cayendo desde las nubes, se dirigió a la celda en la que se castigaba a los guardias que incumplían alguna norma. Se agachó y, por la luz de las antorchas, pudo ver a Eltrant. Sonrió y le chistó para que la viera. Sonrió y le tendió el plato.
- Eh, delincuente, toma, para que no pases hambre, pero guardame el secreto o me meteré en un lio.- le susurró en una sonrisa.- ¿Estás bien?- le preguntó acuclillada.- cuando acabes deja el plato aquí fuera, he de irme o me encerrarán también, descansa.- le sonrió antes de irse al escuchar pasos en el patio de armas.
Se sentía mejor ahora que lo había visto, tal vez podría pasar a ver también a Wernack, pero a esas horas era raro ver a alguien moviendose por allí sin estar de turno y no quería causar un alboroto, por ello decidió irse nuevamente al barracón de Luna. Se quitó la capa, mojada por la llovizna y se sacó la ropa para dejarla secar, había quedado húmeda al caminar bajo el agua. Se tumbó en la capa cerrando el lugar con llave y se acostó a dormir, había sido un día largo, y mañana madrugaría para poder acercarse a ver a Wernack, Eltrant y hablar con su padrastro, necesitaba estar fresca, parecía que, a la mañana siguiente, sería la única que podría cuidar de los demás. Suspiró cerrando los ojos, no había truenos, dormiría tranquila.
Alanna Delteria
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Re: La peor situación [Interpretativo]
Frío. Un frío que jamás podía haber imaginado. Pero, al mismo tiempo, algo ardía dentro de mi, emitiendo una angustia que acabaría consumiéndome por completo. Coloqué mi mano en la pared de la cueva y jadeé. Buscaba un descanso que nunca llegaría. Pero no había hecho más que empezar.
Me adentré en la oscuridad. Pero no había nada. La negrura en la que me encontraba no se podía hallar de forma normal. Ni las más profundas cavernas en el fondo del océano la contenían. Pero al mismo tiempo, el saber que no había nada me daba cierta seguridad, por el momento. Cerré los ojos. No podía pensar en ello. No podía mirar atrás. Pero tampoco podía escapar.
Poco a poco, empezaba a ver. La cueva se ensanchaba, hasta convertirse en una enorme sala, con una escalera de piedra en el centro. Ascendí, pues no había nada más que hacer. Docenas de ojos me observaban, brillando desde abajo. Clavándose en mi. No los miré de vuelta. Si lo hacia, estaba perdido.
Finalmente, llegué a la cima. Y en ella, no había más que un trono de piedra. En él, un nombre tallado. Wernack. Y de detrás del trono, estaba su dueño. Un gigantesco hombre perro de pelo negro, enfundado en una enorme armadura diseñada para un héroe. Adornada con los huesos de algo que sólo él podría matar. Sin embargo, estaba cubierto de heridas, que manchaban su pelaje de sangre carmesí, y de cicatrices, la más prominente siendo la que se llevó su ojo derecho. Su sola apariencia de tres metros inspiraría temor a cualquiera.
Y conmigo, no era diferente.
-La cueva que has atravesado no tenía los peligros que solía contener.- dijo, observándome atentamente. Su potente voz resonaba por toda la cueva. -¿Por qué crees que es así?-
Di un paso atrás. No podía devolverle la mirada. No me atrevía. En su lugar, miré las escaleras. Pero hasta eso era difícil. Cerré los ojos de nuevo.
-Mírame a la cara.- ordenó. Y aunque no podía, lo hice. -¿Sabes por qué no hay peligros? ¿Por qué no hay obstáculos? ¿Por qué hay una escalera de piedra que lleva a mi trono?- Lo sabía. Claro que lo sabía. Lo había hecho él. Wernack había matado a los monstruos de la caverna. Wernack había tallado las escaleras. Wernack se había creado su propio trono, con sus propias manos.
Y yo no podía arrebatárselo. No a él. No a una leyenda. No al héroe que admiraba.
-Sabes que no debías. Entonces, ¿por qué usurpaste mi nombre?-
-Quería... quería ser como tú.- murmuré, con una voz tan débil que apenas podría oírse. El otro hombre bestia me contempló, viendo a través de mí.
-Querías... pero nunca lo intentaste realmente. Nunca actuaste como lo hice yo. Solo te guiaste por tu propio bien. Y manchaste mi nombre ante quienes aún no lo conocían.- El gigantesco héroe desenfundó su espadón, y con una sola mano, lo llevó a mi cuello.
No reaccioné. No llevé la mano a mi espada. No podía defenderme. No ante la persona que más admiraba. Me merecía aquello. La culpa y el remordimiento me devoraban por dentro. Tenía miedo. Pero me merecía aquello.
-Lo que pretendías de verdad, era escapar de tu pasado. De las personas que conocías.- miré hacia abajo. Las sombras que me observaban tenían forma. Gente cercana. Gente a la que dejé atrás, cobardemente. Sin decir adiós.
-Lo siento.- murmuré.
-No puedes huir de un camino que forjas a tu paso.
La espada se movió. Y entonces, me desperté.
Estaba en una cama. Por primera vez en un tiempo, no había dormido sobre roca. Pero no me sentía descansado en absoluto. Me llevé la mano al hombro, aun dolorido. No ardía tanto como al principio, pero aún era una zona sensible. No sólo físicamente: mi orgullo estaba tan dolido como mi cuerpo.
Me levanté, algo incómodo. No reconocía esa habitación, pero parecía una enfermería. A juzgar por la desagradable sensación, había sudado mientras dormía. En un pequeño mueble junto a la cama, además de un pequeño farolillo, reposaba un rollo de vendas a medio usar, y algunas prendas de ropa limpia: unos pantalones, reforzados con cuero y una camisa sencilla. Noté además que habían tratado mis heridas: algunas habían desaparecido por completo, mientras que otras habían disminuido en tamaño o estaban vendadas.
Sin embargo, lo peor seguía ahí. La marca de mi hombro. Por supuesto, no iba a desaparecer sin más. Me coloqué una gruesa capa de vendajes sobre ella, tanto por protección como para esconderla. Después, me puse los pantalones que habían dejado, ignorando el resto de las prendas, y me asomé a la única ventana de la habitación. Eran las primeras horas de la mañana, por lo que había dormido al menos doce horas. Además, debía estar en el mismo edificio que el día anterior: los barracones de la Guardia. El suelo y los muros tenian algunos charcos. Debía haber llovido mucho durante la noche.
Noté algo extraño en uno de los bolsillos. Al hurgar en ellos, encontré lo que parecía ser una moneda de latón, con un pulpo dibujado. ¿Tenía eso algo que ver con la marca? No se parecía a ningún símbolo de la guardia.
Suspirando, me dirigí a la puerta. Al otro lado, me esperaba un elfo que reconocí al instante: Se trataba del mismo boticario que me marcó el día anterior. Fruncí el ceño mientras se tornaba para mirarme.
-Ah, estás despierto. Muy bien. Esperaba que durmieses alrededor de cuatro horas más. Esplendido...- murmuró, escribiendo algo en un cuaderno. -¿Como te sientes? Has debido pasar una mala noche. Lo siento, pero era necesario.- le fulminé con la mirada, sin decir palabra. Él mismo se había encargado de presionar el hierro candente, no me iba a tragar que ahora le importase.
-De verdad, me vendría muy bien que me respondieses algunas preguntas. ¿Notas algo distinto? ¿Sudores, mareos? Me han dicho que sabes algo de runas y arcanos. ¿Algo especial sobre la marca?- el elfo no se daba por vencido. Suspiré de nuevo, exasperado. Solo habría una forma de hacerle callar. Paseé alrededor, sin mirarle a los ojos. -La marca aún duele, y noto el brazo entumecido. He sudado durante toda la noche. Las runas... no lo sé. Uno de los símbolos está relacionado con "dolor". ¿Suficiente?- pregunté, malhumorado. El hombre asintió y tomó notas.
-El otro símbolo es menos común... simboliza la luna, el misterio, lo oculto, y en este caso, la mentira. Ah, el sargento Tyron quiere verte. Espera, llamaré a alguien para que te lleve.-
Abrí la puerta de la oficina. La habitación era relativamente pequeña, adornada con estanterías repletas de libros y un escritorio en el centro, limpio y pulido. Junto a él, había dos hombres, esperando. Uno era Tyron, por supuesto, solo que tenía una fea marca en la nariz que no noté el día anterior. No conocía al otro: era un hombre de mediana edad, vestido elegantemente y con porte casi regio. Sin embargo, su mirada era distinta a la de los distintos nobles a los que me había enfrentado el día anterior. Me analizaba con cierto interés, pero no mostraba desagrado o condescendencia, a diferencia de Tyron.
-Tu debes ser Wernack. Soy Riward Tinegar.- El hombre me tendió la mano, casi provocando una protesta de Tyron. Entrecerré los ojos, mirándole con desconfianza. -Mi nombre es Asher.- musité, sin devolverle el saludo. Tinegar retiró la mano, sin perder su porte en ningún momento. -El sargento Tyron me ha informado de tu situación, y ha asegurado de que serás útil para la guardia. Espero ver resultados. Si superas las expectativas... tal vez podría hacerse algo respecto a la marca.- dijo seriamente. No era fácil leer su rostro, pero de alguna forma... inspiraba cierta confianza. El Lord se dirigió a la puerta.
-Le mantendré informado.- le aseguró el sargento mientras salía. Una vez nos quedamos solos, el rostro de Tyron cambió por completo. -Escucha. Estás en una situación de la que no puedes salir. Pero eso no significa que nos tengamos que llevar mal. Por lo que a mi respecta, desde ahora eres un guardia más. Si no causas ningún problema y haces lo que se te ordena, te irá bien, e incluso tendrás los mismos privilegios que un guardia normal. Pero nada de seguir con lo de mercenario. Ahora vives aquí.- explicó, ignorando mi mirada. -¡Garrett!- El guardia que me había guiado hasta ahí entró en la habitación.
-¿Si?
-Desde ahora, te encargarás del... Marcado. Deberás mantenerlo vigilado y de que no se salga de su papel.
-¿...Me tomas el pelo? ¿Tengo que ir con él todo el rato, durante las patrullas y misiones? ¿Como demonios voy a controlarle? Es un perro de dos metros.
-La marca que lleva te ayudará. Te haré saber las palabras necesarias luego. Obviamente, no es necesario que sigas con él mientras esté en el cuartel, pero fuera... imagina que tienes un guardaespaldas. Uno peligroso.
-¿...un perro guardián?- sonrió. Gruñí. Definitivamente, habría preferido morir el día anterior.
-Er, supongo. Ah, ayer mandé a alguien a por sus pertenencias. Puede recuperarlas en el cofre junto a su cama, en los barracones. Y consíguele una armadura, de las de Einarr. Tiene que llevar el emblema, al menos. En fin, eso es todo.- El hecho de que hablase como si no estuviese ahí no me hacía mucha gracia, pero decidí ignorarlo.
Salí de la habitación, acompañado por Garrett. Este me dio unos golpecitos en el hombro sano y esbozó una sonrisa que no devolví.
-Parece que nos toca ser mejores amigos. Bueno, hora de hacer un viaje turístico por los barracones. Ah, y... bienvenido a la guardia.-
¿Cual es la peor situación posible para Wernack, el asesino, mercenario, ladrón e infame criminal?
La respuesta parecía evidente. Para él, sería algo entre las lineas de "Ser doblegado.": después de todo, lo único que le puedes quitar a alguien que no tiene nada es su voluntad. Tal vez hubiese llegado a la peor situación, pero en ocasiones, es necesario caer para resurgir más alto que nunca. Wernack había muerto. Y ahora, solo quedaba Asher, el Guardia Marcado.
2) Asher deberá ir acompañado por un guardia siempre, sea PJ o PNJ. De ahí que Garrett sea mi nuevo "compañero": lo llevaré en temas libres. Todos los PJs de mayor rango en la guardia que Asher conocerán las palabras. Los PNJs de rango sargento o mayor también, Garrett siendo la excepción.
3) Es posible que algunas de las restricciones autoimpuestas se eliminen, según suba de rango.
Me adentré en la oscuridad. Pero no había nada. La negrura en la que me encontraba no se podía hallar de forma normal. Ni las más profundas cavernas en el fondo del océano la contenían. Pero al mismo tiempo, el saber que no había nada me daba cierta seguridad, por el momento. Cerré los ojos. No podía pensar en ello. No podía mirar atrás. Pero tampoco podía escapar.
Poco a poco, empezaba a ver. La cueva se ensanchaba, hasta convertirse en una enorme sala, con una escalera de piedra en el centro. Ascendí, pues no había nada más que hacer. Docenas de ojos me observaban, brillando desde abajo. Clavándose en mi. No los miré de vuelta. Si lo hacia, estaba perdido.
Finalmente, llegué a la cima. Y en ella, no había más que un trono de piedra. En él, un nombre tallado. Wernack. Y de detrás del trono, estaba su dueño. Un gigantesco hombre perro de pelo negro, enfundado en una enorme armadura diseñada para un héroe. Adornada con los huesos de algo que sólo él podría matar. Sin embargo, estaba cubierto de heridas, que manchaban su pelaje de sangre carmesí, y de cicatrices, la más prominente siendo la que se llevó su ojo derecho. Su sola apariencia de tres metros inspiraría temor a cualquiera.
Y conmigo, no era diferente.
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-La cueva que has atravesado no tenía los peligros que solía contener.- dijo, observándome atentamente. Su potente voz resonaba por toda la cueva. -¿Por qué crees que es así?-
Di un paso atrás. No podía devolverle la mirada. No me atrevía. En su lugar, miré las escaleras. Pero hasta eso era difícil. Cerré los ojos de nuevo.
-Mírame a la cara.- ordenó. Y aunque no podía, lo hice. -¿Sabes por qué no hay peligros? ¿Por qué no hay obstáculos? ¿Por qué hay una escalera de piedra que lleva a mi trono?- Lo sabía. Claro que lo sabía. Lo había hecho él. Wernack había matado a los monstruos de la caverna. Wernack había tallado las escaleras. Wernack se había creado su propio trono, con sus propias manos.
Y yo no podía arrebatárselo. No a él. No a una leyenda. No al héroe que admiraba.
-Sabes que no debías. Entonces, ¿por qué usurpaste mi nombre?-
-Quería... quería ser como tú.- murmuré, con una voz tan débil que apenas podría oírse. El otro hombre bestia me contempló, viendo a través de mí.
-Querías... pero nunca lo intentaste realmente. Nunca actuaste como lo hice yo. Solo te guiaste por tu propio bien. Y manchaste mi nombre ante quienes aún no lo conocían.- El gigantesco héroe desenfundó su espadón, y con una sola mano, lo llevó a mi cuello.
No reaccioné. No llevé la mano a mi espada. No podía defenderme. No ante la persona que más admiraba. Me merecía aquello. La culpa y el remordimiento me devoraban por dentro. Tenía miedo. Pero me merecía aquello.
-Lo que pretendías de verdad, era escapar de tu pasado. De las personas que conocías.- miré hacia abajo. Las sombras que me observaban tenían forma. Gente cercana. Gente a la que dejé atrás, cobardemente. Sin decir adiós.
-Lo siento.- murmuré.
-No puedes huir de un camino que forjas a tu paso.
La espada se movió. Y entonces, me desperté.
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Estaba en una cama. Por primera vez en un tiempo, no había dormido sobre roca. Pero no me sentía descansado en absoluto. Me llevé la mano al hombro, aun dolorido. No ardía tanto como al principio, pero aún era una zona sensible. No sólo físicamente: mi orgullo estaba tan dolido como mi cuerpo.
Me levanté, algo incómodo. No reconocía esa habitación, pero parecía una enfermería. A juzgar por la desagradable sensación, había sudado mientras dormía. En un pequeño mueble junto a la cama, además de un pequeño farolillo, reposaba un rollo de vendas a medio usar, y algunas prendas de ropa limpia: unos pantalones, reforzados con cuero y una camisa sencilla. Noté además que habían tratado mis heridas: algunas habían desaparecido por completo, mientras que otras habían disminuido en tamaño o estaban vendadas.
Sin embargo, lo peor seguía ahí. La marca de mi hombro. Por supuesto, no iba a desaparecer sin más. Me coloqué una gruesa capa de vendajes sobre ella, tanto por protección como para esconderla. Después, me puse los pantalones que habían dejado, ignorando el resto de las prendas, y me asomé a la única ventana de la habitación. Eran las primeras horas de la mañana, por lo que había dormido al menos doce horas. Además, debía estar en el mismo edificio que el día anterior: los barracones de la Guardia. El suelo y los muros tenian algunos charcos. Debía haber llovido mucho durante la noche.
Noté algo extraño en uno de los bolsillos. Al hurgar en ellos, encontré lo que parecía ser una moneda de latón, con un pulpo dibujado. ¿Tenía eso algo que ver con la marca? No se parecía a ningún símbolo de la guardia.
Suspirando, me dirigí a la puerta. Al otro lado, me esperaba un elfo que reconocí al instante: Se trataba del mismo boticario que me marcó el día anterior. Fruncí el ceño mientras se tornaba para mirarme.
-Ah, estás despierto. Muy bien. Esperaba que durmieses alrededor de cuatro horas más. Esplendido...- murmuró, escribiendo algo en un cuaderno. -¿Como te sientes? Has debido pasar una mala noche. Lo siento, pero era necesario.- le fulminé con la mirada, sin decir palabra. Él mismo se había encargado de presionar el hierro candente, no me iba a tragar que ahora le importase.
-De verdad, me vendría muy bien que me respondieses algunas preguntas. ¿Notas algo distinto? ¿Sudores, mareos? Me han dicho que sabes algo de runas y arcanos. ¿Algo especial sobre la marca?- el elfo no se daba por vencido. Suspiré de nuevo, exasperado. Solo habría una forma de hacerle callar. Paseé alrededor, sin mirarle a los ojos. -La marca aún duele, y noto el brazo entumecido. He sudado durante toda la noche. Las runas... no lo sé. Uno de los símbolos está relacionado con "dolor". ¿Suficiente?- pregunté, malhumorado. El hombre asintió y tomó notas.
-El otro símbolo es menos común... simboliza la luna, el misterio, lo oculto, y en este caso, la mentira. Ah, el sargento Tyron quiere verte. Espera, llamaré a alguien para que te lleve.-
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Abrí la puerta de la oficina. La habitación era relativamente pequeña, adornada con estanterías repletas de libros y un escritorio en el centro, limpio y pulido. Junto a él, había dos hombres, esperando. Uno era Tyron, por supuesto, solo que tenía una fea marca en la nariz que no noté el día anterior. No conocía al otro: era un hombre de mediana edad, vestido elegantemente y con porte casi regio. Sin embargo, su mirada era distinta a la de los distintos nobles a los que me había enfrentado el día anterior. Me analizaba con cierto interés, pero no mostraba desagrado o condescendencia, a diferencia de Tyron.
-Tu debes ser Wernack. Soy Riward Tinegar.- El hombre me tendió la mano, casi provocando una protesta de Tyron. Entrecerré los ojos, mirándole con desconfianza. -Mi nombre es Asher.- musité, sin devolverle el saludo. Tinegar retiró la mano, sin perder su porte en ningún momento. -El sargento Tyron me ha informado de tu situación, y ha asegurado de que serás útil para la guardia. Espero ver resultados. Si superas las expectativas... tal vez podría hacerse algo respecto a la marca.- dijo seriamente. No era fácil leer su rostro, pero de alguna forma... inspiraba cierta confianza. El Lord se dirigió a la puerta.
-Le mantendré informado.- le aseguró el sargento mientras salía. Una vez nos quedamos solos, el rostro de Tyron cambió por completo. -Escucha. Estás en una situación de la que no puedes salir. Pero eso no significa que nos tengamos que llevar mal. Por lo que a mi respecta, desde ahora eres un guardia más. Si no causas ningún problema y haces lo que se te ordena, te irá bien, e incluso tendrás los mismos privilegios que un guardia normal. Pero nada de seguir con lo de mercenario. Ahora vives aquí.- explicó, ignorando mi mirada. -¡Garrett!- El guardia que me había guiado hasta ahí entró en la habitación.
-¿Si?
-Desde ahora, te encargarás del... Marcado. Deberás mantenerlo vigilado y de que no se salga de su papel.
-¿...Me tomas el pelo? ¿Tengo que ir con él todo el rato, durante las patrullas y misiones? ¿Como demonios voy a controlarle? Es un perro de dos metros.
-La marca que lleva te ayudará. Te haré saber las palabras necesarias luego. Obviamente, no es necesario que sigas con él mientras esté en el cuartel, pero fuera... imagina que tienes un guardaespaldas. Uno peligroso.
-¿...un perro guardián?- sonrió. Gruñí. Definitivamente, habría preferido morir el día anterior.
-Er, supongo. Ah, ayer mandé a alguien a por sus pertenencias. Puede recuperarlas en el cofre junto a su cama, en los barracones. Y consíguele una armadura, de las de Einarr. Tiene que llevar el emblema, al menos. En fin, eso es todo.- El hecho de que hablase como si no estuviese ahí no me hacía mucha gracia, pero decidí ignorarlo.
Salí de la habitación, acompañado por Garrett. Este me dio unos golpecitos en el hombro sano y esbozó una sonrisa que no devolví.
-Parece que nos toca ser mejores amigos. Bueno, hora de hacer un viaje turístico por los barracones. Ah, y... bienvenido a la guardia.-
¿Cual es la peor situación posible para Wernack, el asesino, mercenario, ladrón e infame criminal?
La respuesta parecía evidente. Para él, sería algo entre las lineas de "Ser doblegado.": después de todo, lo único que le puedes quitar a alguien que no tiene nada es su voluntad. Tal vez hubiese llegado a la peor situación, pero en ocasiones, es necesario caer para resurgir más alto que nunca. Wernack había muerto. Y ahora, solo quedaba Asher, el Guardia Marcado.
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1) Hasta aqui llega el rol. Gracias por participar. (permiso para usar a Tinegar concedido por Ger)2) Asher deberá ir acompañado por un guardia siempre, sea PJ o PNJ. De ahí que Garrett sea mi nuevo "compañero": lo llevaré en temas libres. Todos los PJs de mayor rango en la guardia que Asher conocerán las palabras. Los PNJs de rango sargento o mayor también, Garrett siendo la excepción.
3) Es posible que algunas de las restricciones autoimpuestas se eliminen, según suba de rango.
Asher Daregan
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