Tensión {Gerrit ♥} {Privado +18} {CERRADO}
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Tras su entrenamiento había vuelto a Dundarak, y allí había reencontrado a Gerrit, desde que la salvó ese día en la taberna, cuando los babosos la molestaron mientras atendía mesas, se habían empezado a llevar mejor, hasta el punto en el que Keira lo había considerado, de verdad, un amigo.
La separación había sido brusca, al parecer el buscaba a su abuelo, y ella, había aprovechado que el salía a su busqueda para ir a las islas de los brujos a entrenar, Huracán la había ayudado a controlar mucho sus poderes, en un principio había decidido quedarse un tiempo en las islas, pero allí estaba sola, en el norte, tenía a Gerrit, así que hacía dos meses había vuelto para reencontrarlo, y, desde entonces, volvían a vivir juntos en uno de los cuartos de una posada que, en ese momento, se encontraba vacía.
Los dueños habían salido de vacaciones, dejando la posada bajo su cargo, de eso hacía ya una semana. El lugar estaba cerrado para el público y solo ellos quedaban allí vigilando que "no se incendiara nada". Esas habían sido las palabras de Jenn, curiosa elección teniendo en cuenta quien estaba en la taberna, pero la cosa iba bien de momento. Era raro en ella sentirse cómoda estando tanto tiempo en un lugar, pero no le molestaba quedarse en Dundarak, trabajando de vez en cuando en las tabernas y volver al dormitorio con Gerrit.
Normalmente estaba tan cansada de bailar por las noches que caía rendida nada más tocar la cama. Los habían metido en el único dormitorio que tenían libre cuando habían llegado, un dormitorio con una cama doble que se habían visto obligados a compartir, y usualmente, le daba igual. Pero las últimas semanas, desde que se había quedado a solas, se le hacía extrañamente incomodo compartir cama con el alto chico. Aunque las torres de almohadas que construían desde el primer día impedían que se tocasen, últimamente no era capaz de pegar ojo.
Incluso através de los cojines sentía la presencia del chico, había logrado distinguir sus rasgos tiempo atrás, cuando, en un choque, había caído sobre él y se había quedado encima, leyendo su cara con sus manos, era guapo, muy guapo, alto y de espalda ancha, musculoso, suspiró y se dio la vuelta en la cama, mirando, sin ver los cojines apilados a su lado, algo raro le pasaba con el chico que, en ese momento, debía estar durmiendo sin saber la confusión que provocaba en la chica de ojos ciegos.
Tragó saliva y volvió a girarse, acurrucada, intentando eliminar de su cabeza los pensamientos que iban volando de un lado a otro y le recorrían el cuerpo de pies a cabeza rozando su camisón. No, debía parar de pensar lo que fuera que intentaba salir a la luz, porque, algo le decía, que si no dejaba de tener ideas raras, se acabaría la amistad que habían logrado trabar en esos dos meses de convivencia.
Mañana sería otro día, y pensaba comenzar con los entrenamientos de bastón, eso la ayudaría a centrarse, a no pensar nada raro, y, sobretodo, a cansarse, así por las noches, cuando se acostase a su lado, protegida por los almohadones, solo dormiría, y no se vería a si misma pegando vueltas en un mismo lugar de la cama notando su energía oscilar impaciente y confusa mientras Fire se escondía en el salón, vigilando si alguien intentaba atacar y durmiendo lejos de la confusión de Keira.
La separación había sido brusca, al parecer el buscaba a su abuelo, y ella, había aprovechado que el salía a su busqueda para ir a las islas de los brujos a entrenar, Huracán la había ayudado a controlar mucho sus poderes, en un principio había decidido quedarse un tiempo en las islas, pero allí estaba sola, en el norte, tenía a Gerrit, así que hacía dos meses había vuelto para reencontrarlo, y, desde entonces, volvían a vivir juntos en uno de los cuartos de una posada que, en ese momento, se encontraba vacía.
Los dueños habían salido de vacaciones, dejando la posada bajo su cargo, de eso hacía ya una semana. El lugar estaba cerrado para el público y solo ellos quedaban allí vigilando que "no se incendiara nada". Esas habían sido las palabras de Jenn, curiosa elección teniendo en cuenta quien estaba en la taberna, pero la cosa iba bien de momento. Era raro en ella sentirse cómoda estando tanto tiempo en un lugar, pero no le molestaba quedarse en Dundarak, trabajando de vez en cuando en las tabernas y volver al dormitorio con Gerrit.
Normalmente estaba tan cansada de bailar por las noches que caía rendida nada más tocar la cama. Los habían metido en el único dormitorio que tenían libre cuando habían llegado, un dormitorio con una cama doble que se habían visto obligados a compartir, y usualmente, le daba igual. Pero las últimas semanas, desde que se había quedado a solas, se le hacía extrañamente incomodo compartir cama con el alto chico. Aunque las torres de almohadas que construían desde el primer día impedían que se tocasen, últimamente no era capaz de pegar ojo.
Incluso através de los cojines sentía la presencia del chico, había logrado distinguir sus rasgos tiempo atrás, cuando, en un choque, había caído sobre él y se había quedado encima, leyendo su cara con sus manos, era guapo, muy guapo, alto y de espalda ancha, musculoso, suspiró y se dio la vuelta en la cama, mirando, sin ver los cojines apilados a su lado, algo raro le pasaba con el chico que, en ese momento, debía estar durmiendo sin saber la confusión que provocaba en la chica de ojos ciegos.
Tragó saliva y volvió a girarse, acurrucada, intentando eliminar de su cabeza los pensamientos que iban volando de un lado a otro y le recorrían el cuerpo de pies a cabeza rozando su camisón. No, debía parar de pensar lo que fuera que intentaba salir a la luz, porque, algo le decía, que si no dejaba de tener ideas raras, se acabaría la amistad que habían logrado trabar en esos dos meses de convivencia.
Mañana sería otro día, y pensaba comenzar con los entrenamientos de bastón, eso la ayudaría a centrarse, a no pensar nada raro, y, sobretodo, a cansarse, así por las noches, cuando se acostase a su lado, protegida por los almohadones, solo dormiría, y no se vería a si misma pegando vueltas en un mismo lugar de la cama notando su energía oscilar impaciente y confusa mientras Fire se escondía en el salón, vigilando si alguien intentaba atacar y durmiendo lejos de la confusión de Keira.
Keira Brabery
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Ser propietario de una taberna y tener una vida tranquila sin más emoción que ver a un dos borrachos peleándose por las posaderas de una exótica bailarina era el sueño de mi abuelo. Lo recordaba muy bien. Decía que, si no fuera por su familia, vendería todo lo que tenía con tal de comprar acogedora posada en el puerto. En aquella época era un niño, poco entendía sobre negocios y riquezas. Conocía, lo que todo crío sabía: “Cuanto más grande mejor”. ¿Para qué cambiar las mansiones, los terrenos de trabajo, las fábricas de telas, nuestros sirvientes y todo a lo que ya nací acostumbrado a cambio de algo que parecía tan pequeño? Cuando el viejo repetía su sueño día tras día, yo no dejaba de preguntarme mentalmente el por qué de la cuestión. Era tan absurdo. El viejo Nephgerd pasaría de ser el hombre a quien le servían el vino para ser el que lo sirve.
“No quiero que mañana me sirvas tú la leche” Recordaba haberle dicho en una ocasión a mi abuelo con la característica inocencia de un niño. Le había cogido ambas manos, y le hablaba como si el viejo estuviera loco y fuera a tomar la peor decisión de su vida. “Los sirvientes no se lavan y huelen raro.” Claro que no se lavaban, al menos no con los perfumes y jabones que un niño rico disponía.
Si es que era cierto que mi abuelo vivía y estaba en Dundarak, se estaría riendo en mi puta cara por lo irónico que resultaba todo. Era el viejo quien siempre quiso regir una taberna y, sin embargo, fui yo quien quedó cuidando de una. Por fortuna para mi preciado orgullo de brujo, Jenn no nos dijo nada de que tuviéramos que abrir la posada al público. Si tenía que servir un vaso de leche a alguien sería para mí o, como mucho, para Keira. Al final, pasé de quererla matar por zorra egoísta a servirle un vaso de leche caliente todas las noches al regresar al Pony Trotador. Eso también resultaba muy irónico.
No estaba muy seguro del todo, pero era posible que mi sonrisa, durante las mañanas y, sobre todo, durante las noches, fuera causada por la ironía. No me quedaba otro remedio que sonreír de mí mismo, de los recuerdos de una vida pasada que se acumulaban en mi cabeza, de los días que pasaban sin ninguna nueva pista sobre el paradero (y supuesto renacimiento) de mi abuelo, de vivir a una chica que meses atrás odiaba y de poder tenerla tan cerca y sin poder tocarla. Lo último era lo peor. Hacía meses que la maldición de la mariposa sobre mi polla había sido curada. Podía volver a mis viejas costumbres. Dundarak estaba a rebosar de chicas bonitas con el pecho en su lugar y buenas caderas con las que jugar durante la noche. Encandilar a alguna de ellas no sería un problema. Nunca lo fue. El problema tenía nombre y apellidos: Keira Bravery. Si la dejaba, todo volvería a ser igual. Estaría con muchas mujeres, pero a cambio de volver a sentir la soledad propia de alguien que se ha quedado sin nada. Ese mismo problema, con nombre y apellido, me provocaba una mala sonrisa. Si no fuera tan “ella”, todo sería mucho más sencillo.
-¿Estás despierta?- Me pregunté desde mi posición de la muralla de almohadas que separaba cada lado de la cama (idea del problema Bravery). –Oigo cómo te mueves.-
Abrí los ojos lentamente y me quedé mirando a ningún punto fijo para acostumbrarme a la poca luz de la noche. Tras ello, me di la vuelta de cara a la muralla. Al otro de la cama estaba la chica.
-¿No puedes dormir?- Me adelanté a decir antes de qué ella dijese nada. La conocía suficiente para saber que pocas veces era las que me respondía a la primera pregunta. - Yo tampoco.- En todo momento, esa asquerosa y estúpida sonrisa causada por el problema Bravery estaba presente y mis labios. Mi voz sonaba acorde a esa sonrisa. Igual de hilarante e igual de detestable. – Demasiadas cosas que pensar, supongo.-
Hice la intención de volver a mi posición original en la cama, justo de cara a la mesita, pero, finalmente, me decanté por quedarme donde estaba y seguir viendo la muralla de almohadas que me separaban de la bruja.
“No quiero que mañana me sirvas tú la leche” Recordaba haberle dicho en una ocasión a mi abuelo con la característica inocencia de un niño. Le había cogido ambas manos, y le hablaba como si el viejo estuviera loco y fuera a tomar la peor decisión de su vida. “Los sirvientes no se lavan y huelen raro.” Claro que no se lavaban, al menos no con los perfumes y jabones que un niño rico disponía.
Si es que era cierto que mi abuelo vivía y estaba en Dundarak, se estaría riendo en mi puta cara por lo irónico que resultaba todo. Era el viejo quien siempre quiso regir una taberna y, sin embargo, fui yo quien quedó cuidando de una. Por fortuna para mi preciado orgullo de brujo, Jenn no nos dijo nada de que tuviéramos que abrir la posada al público. Si tenía que servir un vaso de leche a alguien sería para mí o, como mucho, para Keira. Al final, pasé de quererla matar por zorra egoísta a servirle un vaso de leche caliente todas las noches al regresar al Pony Trotador. Eso también resultaba muy irónico.
No estaba muy seguro del todo, pero era posible que mi sonrisa, durante las mañanas y, sobre todo, durante las noches, fuera causada por la ironía. No me quedaba otro remedio que sonreír de mí mismo, de los recuerdos de una vida pasada que se acumulaban en mi cabeza, de los días que pasaban sin ninguna nueva pista sobre el paradero (y supuesto renacimiento) de mi abuelo, de vivir a una chica que meses atrás odiaba y de poder tenerla tan cerca y sin poder tocarla. Lo último era lo peor. Hacía meses que la maldición de la mariposa sobre mi polla había sido curada. Podía volver a mis viejas costumbres. Dundarak estaba a rebosar de chicas bonitas con el pecho en su lugar y buenas caderas con las que jugar durante la noche. Encandilar a alguna de ellas no sería un problema. Nunca lo fue. El problema tenía nombre y apellidos: Keira Bravery. Si la dejaba, todo volvería a ser igual. Estaría con muchas mujeres, pero a cambio de volver a sentir la soledad propia de alguien que se ha quedado sin nada. Ese mismo problema, con nombre y apellido, me provocaba una mala sonrisa. Si no fuera tan “ella”, todo sería mucho más sencillo.
-¿Estás despierta?- Me pregunté desde mi posición de la muralla de almohadas que separaba cada lado de la cama (idea del problema Bravery). –Oigo cómo te mueves.-
Abrí los ojos lentamente y me quedé mirando a ningún punto fijo para acostumbrarme a la poca luz de la noche. Tras ello, me di la vuelta de cara a la muralla. Al otro de la cama estaba la chica.
-¿No puedes dormir?- Me adelanté a decir antes de qué ella dijese nada. La conocía suficiente para saber que pocas veces era las que me respondía a la primera pregunta. - Yo tampoco.- En todo momento, esa asquerosa y estúpida sonrisa causada por el problema Bravery estaba presente y mis labios. Mi voz sonaba acorde a esa sonrisa. Igual de hilarante e igual de detestable. – Demasiadas cosas que pensar, supongo.-
Hice la intención de volver a mi posición original en la cama, justo de cara a la mesita, pero, finalmente, me decanté por quedarme donde estaba y seguir viendo la muralla de almohadas que me separaban de la bruja.
Gerrit Nephgerd
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Keira giró hacia la ventana imaginando, por el frío que estaría cubierta de escarcha y nieve, casi podría verse el frío entrar, blanco, por el alfeizar, y la luna, llena esa noche, dejaría entrar una luz plateada y algo fantasmal. Parecía que el frío fuera a colarse en los huesos si salía de la cama, ya que notaba la cara fría. La bailarina ciega se acurrucó entre las sábanas, gruesas y suaves de la cama, intentando fundirse con el colchón.
Esas noches le recordaban a sus acampadas invernales con la troupe, cuando los niños, inocentes y entusiastas, escapaban por la noche para jugar con la nieve esperando robarle tiempo al tiempo y conseguir las horas de diversión que n lograban disfrutar durante el día por sus entrenamientos y prácticas.
Sin a penas más que un pijama, salían, inconscientes, sin pensar en que podrían coge una hipotermia, y jugaban ha lanzarse bolazos, hacer muñecos o, incluso, ángeles de nieve, que siempre intentaban estropear a los demás. Más de una vez ella había dibujado cuernos a los ángeles de los compañeros para salir corriendo después de vuelta a la caravana, antes de que los padres se despertaran.
Agradecía, al menos, ser capaz de recordar, ya que ver, era ya imposible. Suspiro y volvió a removerse, quedando mirando de cara al techo. Si solo pudiera ver. Pero no eran sus recuerdos lo que la seguía manteniendo despierta, era su orgullo. El orgullo de intentar no pensar en la persona que tenía al lado, de no dormirse con su voz en la cabeza, sobretodo, porque no entendía la calma que notaba cuando lo escuchaba hablar, o cuando lo sabía cerca, ni, mucho menos, quería aceptarlo.
La voz de ese que la mantenía en vela sonó, entonces, desde su izquierda, y se giró hacia los colchones que se amontonaban en el centro, silenciosa. Él tampoco podía dormir, no iba a responder, prefería saber que lo hacía buscar su voz en mitad de la noche, sabía que, había veces que Gerrit sufría ciertas pesadillas. No le había querido preguntar, si él no se lo contaba es que no sería de su incumbencia, pero el nombre de Samhain aparecía en ocasiones en sus murmullos.
Esas noches, cuando él no se percataba, ella alzaba la mano, pasándola por encima de los cojines y le acariciaba el pelo o la mejilla, lo que llegase, hasta que se calmaba, nunca se había despertado, pero las intentaba sufrir en silencio. Ella sabía que también tenía pesadillas, con luces que la cegaban, con mujeres con pelo blanco revoloteando a su alrededor, y truenos que restallaban. Pero tampoco haía querido hablar.
- Si, demasiadas cosas que pensar....- murmuró, por fin.- ¿qué te tiene despierto?- preguntó con cierta curiosidad, pero calmada, tal vez las pesadillas hubieran traspasado la realidad. No esperaba que le respondiera, por eso, cambió de tema, tras esperar unos segundos, sin recibir respuesta.- ¿Qué ves?- quiso saber.
Esperaba que su imaginación fuera más certera que su vista, y que la ventana realmente estuviera escarchada, que la luna llena crease una luz de plata, que el alfeizar dejase entrar niebla fría y que la nieve poblase las calles en ausencia de los ciudadanos de Dundarak, tal vez, saber eso, la haría poder dormir.
Esas noches le recordaban a sus acampadas invernales con la troupe, cuando los niños, inocentes y entusiastas, escapaban por la noche para jugar con la nieve esperando robarle tiempo al tiempo y conseguir las horas de diversión que n lograban disfrutar durante el día por sus entrenamientos y prácticas.
Sin a penas más que un pijama, salían, inconscientes, sin pensar en que podrían coge una hipotermia, y jugaban ha lanzarse bolazos, hacer muñecos o, incluso, ángeles de nieve, que siempre intentaban estropear a los demás. Más de una vez ella había dibujado cuernos a los ángeles de los compañeros para salir corriendo después de vuelta a la caravana, antes de que los padres se despertaran.
Agradecía, al menos, ser capaz de recordar, ya que ver, era ya imposible. Suspiro y volvió a removerse, quedando mirando de cara al techo. Si solo pudiera ver. Pero no eran sus recuerdos lo que la seguía manteniendo despierta, era su orgullo. El orgullo de intentar no pensar en la persona que tenía al lado, de no dormirse con su voz en la cabeza, sobretodo, porque no entendía la calma que notaba cuando lo escuchaba hablar, o cuando lo sabía cerca, ni, mucho menos, quería aceptarlo.
La voz de ese que la mantenía en vela sonó, entonces, desde su izquierda, y se giró hacia los colchones que se amontonaban en el centro, silenciosa. Él tampoco podía dormir, no iba a responder, prefería saber que lo hacía buscar su voz en mitad de la noche, sabía que, había veces que Gerrit sufría ciertas pesadillas. No le había querido preguntar, si él no se lo contaba es que no sería de su incumbencia, pero el nombre de Samhain aparecía en ocasiones en sus murmullos.
Esas noches, cuando él no se percataba, ella alzaba la mano, pasándola por encima de los cojines y le acariciaba el pelo o la mejilla, lo que llegase, hasta que se calmaba, nunca se había despertado, pero las intentaba sufrir en silencio. Ella sabía que también tenía pesadillas, con luces que la cegaban, con mujeres con pelo blanco revoloteando a su alrededor, y truenos que restallaban. Pero tampoco haía querido hablar.
- Si, demasiadas cosas que pensar....- murmuró, por fin.- ¿qué te tiene despierto?- preguntó con cierta curiosidad, pero calmada, tal vez las pesadillas hubieran traspasado la realidad. No esperaba que le respondiera, por eso, cambió de tema, tras esperar unos segundos, sin recibir respuesta.- ¿Qué ves?- quiso saber.
Esperaba que su imaginación fuera más certera que su vista, y que la ventana realmente estuviera escarchada, que la luna llena crease una luz de plata, que el alfeizar dejase entrar niebla fría y que la nieve poblase las calles en ausencia de los ciudadanos de Dundarak, tal vez, saber eso, la haría poder dormir.
Keira Brabery
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Eso ya no era una sonrisa, como mucho una ligera curva en mis labios. Pero sonrisa, no, ya no. Todo destello de risa ante la ironía mezclada con la burla que me propiciaba a mí mismo desapareció en el mismo momento en que la chica de detrás de la muralla de cojines me preguntó acerca de lo que me mantenía despierto. Tardé unos segundos en darme cuenta que mis labios estaban apretados forzando una sonrisa que hacía rato que se había perdido. Cuando, por fin fui consciente de lo que hacía, cerré los ojos unos instantes como si así pudiera hacer desaparecer la pregunta de Keira.
¿Qué me tenía despierto? Un vaso de leche que contenía todas mis malas decisiones y, también, las buenas que habían desembocado a malas situaciones. Esa era la respuesta, la sabía muy bien. Si no se lo decía a Keira no era por el hecho de que no supiera qué decir ni cómo decirlo sino porque ella era un problema. Las viejas historias de muertes, envidias, traición y venganzas no estaban hechas para los problemas como Keira. Si le contase cualquier cosa acerca de las personas que asesiné a sangre, tenía la sensación que jamás me volvería a decir nada. Entonces, el Problema Bravery se convertiré en la Desolación Bravery y el vaso de leche se derrumbaría por la suma de otro recuerdo más.
La segunda cuestión hizo que abriese de nuevo mis ojos. Irónico, otra vez, pues si lo pensaba con detenimiento, me preguntó que veía cuando tenía los ojos cerrados. Era lógico, aunque Keira tuviera los ojos abiertos no podría verme, era ciega. Aun así, eso no le quitaba la gracia a la situación y una chispa de la antigua sonrisa emergió de la nada en mis labios.
Tenía la razón, la primera pregunta desapareció cuando abrí los ojos. Me alegré por ello. Quizás fuera porque Keira me preguntó que veía, por el resurgir de la sonrisa de los problemas o porque me había acostumbrado a la oscuridad del cuarto; pero era más consciente de todo lo que me rodeaba. Lo veía todo más claro y nítido. Aunque eso no quisiera decir que pensase de una forma más clara y nítida, fue justo al revés.
Haciendo impulsos con mis brazos, levanté solo la parte superior de mi cintura para ver a la figura femenina que se encontraba al otro lado de la muralla de cojines. Aparte los almohadones de un manotazo y me acerqué tanto a ella que podía sentir el calor de su respiración en mi piel. Tenía los ojos abiertos cubiertos por una enredadera de pelo rojizo; eso le daba un aspecto triste y siniestro al mismo tiempo.
–A ti.- Le dije con baja.- Te veo a ti.- Le aparte con cuidado los pelos que se sobre ponía a sus ojos dejándolos detrás de su oreja con mucho cuidado.- Veo tus ojos, tu nariz, tu cabello y tus labios.- Me acerqué más hacia el Problema Bravery, ahora tenía un hombro rozando con el suyo.- Una chica de mirada vacía que no puede dormir.-
Me acerqué otra vez. Nuestros hombros pasaron de rozarse a tocarse, el calor de su respiración se eclipsó por el de su piel y los problemas de su amargo comportamiento se evacuaron en cuanto saboreé sus labios. No pude evitarlo. La besé. Era la única forma de volver a sonreír y dejar de apretar los labios por algo que no podía mantener.
¿Qué me tenía despierto? Un vaso de leche que contenía todas mis malas decisiones y, también, las buenas que habían desembocado a malas situaciones. Esa era la respuesta, la sabía muy bien. Si no se lo decía a Keira no era por el hecho de que no supiera qué decir ni cómo decirlo sino porque ella era un problema. Las viejas historias de muertes, envidias, traición y venganzas no estaban hechas para los problemas como Keira. Si le contase cualquier cosa acerca de las personas que asesiné a sangre, tenía la sensación que jamás me volvería a decir nada. Entonces, el Problema Bravery se convertiré en la Desolación Bravery y el vaso de leche se derrumbaría por la suma de otro recuerdo más.
La segunda cuestión hizo que abriese de nuevo mis ojos. Irónico, otra vez, pues si lo pensaba con detenimiento, me preguntó que veía cuando tenía los ojos cerrados. Era lógico, aunque Keira tuviera los ojos abiertos no podría verme, era ciega. Aun así, eso no le quitaba la gracia a la situación y una chispa de la antigua sonrisa emergió de la nada en mis labios.
Tenía la razón, la primera pregunta desapareció cuando abrí los ojos. Me alegré por ello. Quizás fuera porque Keira me preguntó que veía, por el resurgir de la sonrisa de los problemas o porque me había acostumbrado a la oscuridad del cuarto; pero era más consciente de todo lo que me rodeaba. Lo veía todo más claro y nítido. Aunque eso no quisiera decir que pensase de una forma más clara y nítida, fue justo al revés.
Haciendo impulsos con mis brazos, levanté solo la parte superior de mi cintura para ver a la figura femenina que se encontraba al otro lado de la muralla de cojines. Aparte los almohadones de un manotazo y me acerqué tanto a ella que podía sentir el calor de su respiración en mi piel. Tenía los ojos abiertos cubiertos por una enredadera de pelo rojizo; eso le daba un aspecto triste y siniestro al mismo tiempo.
–A ti.- Le dije con baja.- Te veo a ti.- Le aparte con cuidado los pelos que se sobre ponía a sus ojos dejándolos detrás de su oreja con mucho cuidado.- Veo tus ojos, tu nariz, tu cabello y tus labios.- Me acerqué más hacia el Problema Bravery, ahora tenía un hombro rozando con el suyo.- Una chica de mirada vacía que no puede dormir.-
Me acerqué otra vez. Nuestros hombros pasaron de rozarse a tocarse, el calor de su respiración se eclipsó por el de su piel y los problemas de su amargo comportamiento se evacuaron en cuanto saboreé sus labios. No pude evitarlo. La besé. Era la única forma de volver a sonreír y dejar de apretar los labios por algo que no podía mantener.
Gerrit Nephgerd
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Aguardó paciente una respuesta, girándose a mirar al techo con un suspiro, ¿Vería la niebla de su imaginación, la bigas del techo a dos aguas, el suelo de madera cálido, el chisporroteo de los rescoldos del fuego que se había apagado hacía a penas un rato? No porque lo hubiera visto, ni porque hubiera dejado de notar el calor del fuego, aunque si era cierto que tenía algo de fuego, si no porque las llamas habían dejado de oírse, por lo que debían quedar solo brasas.
¿Vería el tenue color anaranjado que poporcionaban las brasas al cuarto o estaría derrotando la luz de plata de la luna a la calidez del hogar apagado? La mesa, ¿estaba a vacía? ¿La alfombra del frente de la cama era de color blanco o tal vez era azul? Ella había pensado que era azul, por su taco, aunque era una estupidez creer que podía reconocer los colores por como se notaban los objetos en la palma, la hacía calmarse.
Pasados unos segundos, volvió a girarse, con la cabeza apoyada en la almohada, a mirar los almohadones. Gerrit aun no había contestado. ¿Se habría dormido con su pequeña charla? En ese caso era que tenía el sueño más fácil de lo que creía. Le habría gustado, en ese momento, poder ver para asomarse y comprobar si tenía o no los ojos abiertos, pero no le hizo falta.
De pronto, escuchó movimiento, y sintió que lo que tenía frente a ella, los cojines, desaparecían de su lugar y comenzaba a notar que su espacio se hacía más amplio a medida que quedaban menos almohadones en la cama, que caían al suelo con un golpe seco, plaf. Cuando el último desapareció notó el aliento de Gerrit en la cara, sonrió. Suponía que iba a decirle lo que veía en el cuarto, pocas veces, o ninguna, había demostrado ser delicado, excepto por las noches, cuando hablaban protegidos por su barrera de cojines, suponía que, esa barrera, acababa de caer.
Lo que no esperaba, ni mucho menos, era las palabras que comenzaron a salir de sus labios, confundiéndola. Desde ese día en el que ella había caído sobre él habían evitado, posiblemente de forma consciente, cualquier contacto físico, ella porque se sentía confusa, no era totalmente consciente de por qué había vuelto, ni de porque algunas noches se pegaba a los cojines que los separaban, ni porque, a pesar de lo incomoda que solía encontrarse al estar en contacto con otras personas, incluso, al principio, con él, ya no le molestaba.
Se mantuvo quieta, dejando que las manos del hombre que tenía enfrente le recorrieran la cara y le quitaran el pelo suavemente del rostro. Él se acercó más, nerviosa, Keira intentó alejarse ni que fuera un palmo, pero también se sentía paralizada, no de miedo, si no por algo que, como todo lo relacionado con ese chico, la tenía confusa en los últimos tiempos.
En los últimos tiempos Gerrit, ese idiota se había vuelto un idiota que no le molestaba, no le molestaba para nada, al igual que su toque, cuando los hombros chocaron, piel con piel, no hizo ademán de moverse, y cuando sus labios se juntaron, devolvió el beso.
Fue corto, seco, pero intenso, como eran ellos, en realidad, de pocas palabras, al menos, pocas pero sinceras, ese beso no era tierno, ni frío, Keria no había sabido describir que sentía, la confusión aumentó, no era molesto, no era incomodo, no se veía cohibida ni con ese exceso de control que solía aturullarla y obligarla a rechazar a todos, no. Al contrario, se sentía pequeña, delicada, más de lo que debería, pero era lógico, en comparación a Gerrit era fácil sentirse pequeña.
Cuando se separaron, tal ve por primera vez en su vida, Keira estaba sonrojada. Se cubrió parcialmente la cara con la colcha, intentando esconderse a medias, se notaba las mejillas ardiendo, como sus manos cuando usaba la magia, guardó un suspiro y espero en silencio, con un ligerísimo brillo en el fondo de la pupila.
¿Vería el tenue color anaranjado que poporcionaban las brasas al cuarto o estaría derrotando la luz de plata de la luna a la calidez del hogar apagado? La mesa, ¿estaba a vacía? ¿La alfombra del frente de la cama era de color blanco o tal vez era azul? Ella había pensado que era azul, por su taco, aunque era una estupidez creer que podía reconocer los colores por como se notaban los objetos en la palma, la hacía calmarse.
Pasados unos segundos, volvió a girarse, con la cabeza apoyada en la almohada, a mirar los almohadones. Gerrit aun no había contestado. ¿Se habría dormido con su pequeña charla? En ese caso era que tenía el sueño más fácil de lo que creía. Le habría gustado, en ese momento, poder ver para asomarse y comprobar si tenía o no los ojos abiertos, pero no le hizo falta.
De pronto, escuchó movimiento, y sintió que lo que tenía frente a ella, los cojines, desaparecían de su lugar y comenzaba a notar que su espacio se hacía más amplio a medida que quedaban menos almohadones en la cama, que caían al suelo con un golpe seco, plaf. Cuando el último desapareció notó el aliento de Gerrit en la cara, sonrió. Suponía que iba a decirle lo que veía en el cuarto, pocas veces, o ninguna, había demostrado ser delicado, excepto por las noches, cuando hablaban protegidos por su barrera de cojines, suponía que, esa barrera, acababa de caer.
Lo que no esperaba, ni mucho menos, era las palabras que comenzaron a salir de sus labios, confundiéndola. Desde ese día en el que ella había caído sobre él habían evitado, posiblemente de forma consciente, cualquier contacto físico, ella porque se sentía confusa, no era totalmente consciente de por qué había vuelto, ni de porque algunas noches se pegaba a los cojines que los separaban, ni porque, a pesar de lo incomoda que solía encontrarse al estar en contacto con otras personas, incluso, al principio, con él, ya no le molestaba.
Se mantuvo quieta, dejando que las manos del hombre que tenía enfrente le recorrieran la cara y le quitaran el pelo suavemente del rostro. Él se acercó más, nerviosa, Keira intentó alejarse ni que fuera un palmo, pero también se sentía paralizada, no de miedo, si no por algo que, como todo lo relacionado con ese chico, la tenía confusa en los últimos tiempos.
En los últimos tiempos Gerrit, ese idiota se había vuelto un idiota que no le molestaba, no le molestaba para nada, al igual que su toque, cuando los hombros chocaron, piel con piel, no hizo ademán de moverse, y cuando sus labios se juntaron, devolvió el beso.
Fue corto, seco, pero intenso, como eran ellos, en realidad, de pocas palabras, al menos, pocas pero sinceras, ese beso no era tierno, ni frío, Keria no había sabido describir que sentía, la confusión aumentó, no era molesto, no era incomodo, no se veía cohibida ni con ese exceso de control que solía aturullarla y obligarla a rechazar a todos, no. Al contrario, se sentía pequeña, delicada, más de lo que debería, pero era lógico, en comparación a Gerrit era fácil sentirse pequeña.
Cuando se separaron, tal ve por primera vez en su vida, Keira estaba sonrojada. Se cubrió parcialmente la cara con la colcha, intentando esconderse a medias, se notaba las mejillas ardiendo, como sus manos cuando usaba la magia, guardó un suspiro y espero en silencio, con un ligerísimo brillo en el fondo de la pupila.
Keira Brabery
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Re: Tensión {Gerrit ♥} {Privado +18} {CERRADO}
Lo lógico y lo que esperaba que me ocurriese en el mismo momento en que mis labios se separasen de los del Problema Bravery era que una llama de color roja, no las de color azul del fuego ilusorio, quemase mi cabeza. Sin embargo, y para mi fortuna, no hubo ni llamas ni fuegos de ningún color. Lo único que se encendía en la habitación eran las mejillas de la bruja. No me lo podía creer. Si lo pensaba bien era hasta gracioso. ¿Cómo una chica que allá donde fuera tenía a quince hombres babeando por donde pisaba se podía poner roja por un beso? Me acordé del cuarteto formado por Cerdo, Hipopótamo, Mono y Ganso. ¿Keira se hubiera puesto igual de roja por el beso de alguno de esos cuatro? No, con ellos hubiera venido el fuego. Con el “Neph” que la bruja conoció tiempo atrás, casi seguro, también hubiera habido fuego.
Entonces, lo comprendí. No era tan difícil, a decir verdad. La respuesta era tan sencilla que era sorprendente que no me hubiera dado cuenta antes: Le gustaba, a Keira Bravery le gustaba. Me reí con la boca cerrada y sin hacer demasiado ruido para que la chica no pensase que me estaba burlando de ella. Al final, Keira era como cualquier otra chica: Era tímida, se enrojecía y se enamoraba.
-¿No dices nada?- Dije una vez había podido controlar mi risa. -¿Te ha comido la lengua el gato?-
Me di cuenta que mis labios habían recobrado, por fin, una auténtica sonrisa. No la de sonrisa irónica que tenía minutos antes con la que me burlaba de mi situación ni tampoco que lucía habitualmente con tal de quedar medianamente bien con las personas que me rodeaban. Sonreía de la misma manera que cuando estaba en la rebelión. Entonces tenía un hogar, unos amigos con los que hablar y compartir lo que vivía, amigas con las que compartir las noches y, lo más importante, algo que hacer. Aunque, en los años posteriores a la rebelión viví en diferentes casas, follé con diferentes mujeres y tuve algo parecido a amigos; no tenía nada que hacer con mi vida. Pero eso acabó, y lo comprendí nada más vi al Problema Bravery encogerse entre las sábanas. Ahora, tenía alguien que proteger y cuidar. Alguien a quien le gustaba. Alguien con la que no me importaría volver a besar.
Entonces, lo comprendí. No era tan difícil, a decir verdad. La respuesta era tan sencilla que era sorprendente que no me hubiera dado cuenta antes: Le gustaba, a Keira Bravery le gustaba. Me reí con la boca cerrada y sin hacer demasiado ruido para que la chica no pensase que me estaba burlando de ella. Al final, Keira era como cualquier otra chica: Era tímida, se enrojecía y se enamoraba.
-¿No dices nada?- Dije una vez había podido controlar mi risa. -¿Te ha comido la lengua el gato?-
Me di cuenta que mis labios habían recobrado, por fin, una auténtica sonrisa. No la de sonrisa irónica que tenía minutos antes con la que me burlaba de mi situación ni tampoco que lucía habitualmente con tal de quedar medianamente bien con las personas que me rodeaban. Sonreía de la misma manera que cuando estaba en la rebelión. Entonces tenía un hogar, unos amigos con los que hablar y compartir lo que vivía, amigas con las que compartir las noches y, lo más importante, algo que hacer. Aunque, en los años posteriores a la rebelión viví en diferentes casas, follé con diferentes mujeres y tuve algo parecido a amigos; no tenía nada que hacer con mi vida. Pero eso acabó, y lo comprendí nada más vi al Problema Bravery encogerse entre las sábanas. Ahora, tenía alguien que proteger y cuidar. Alguien a quien le gustaba. Alguien con la que no me importaría volver a besar.
Gerrit Nephgerd
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Re: Tensión {Gerrit ♥} {Privado +18} {CERRADO}
La había besado, de verdad la había besado, no estaba durmiendo, ¿no? Se asustaría de tener un sueño tan vívido, además, ella no soñaba con romances de cuento como las demás chicas. Keira era extraña, provocativa pero tímida, no se dejaba manejar, pero tenía cierta dulzura que procuraba esconder, y, lo más raro en ella era que, a pesar de su modo de comportarse, de su altanería, de sus aires de superioridad y la sensualidad de sus bailes, nunca, jamás, había sido, siquiera, besada, hasta ese momento.
Estaba muda hasta que escuchó la risa del chico, más suave de lo que esperaría, como si, para el, no fuera más que un juego. Eso la molestó, le había robado un beso, su primer beso, ¿por un juego? Estaba bastante tranquila los últimos meses, pero si quería jugar, ella no sería la que rechazase un reto. Frunció el ceño un instante. Pensativa. No, no iba a decir nada, él había jugado a ponerla nerviosa, debería devolverselo con la misma moneda, y parecía que los besos no le afectaban.
Acercándose hasta tocarle el brazo, para asegurarse de dónde se encontraba, se movió sin destaparse para, en cuanto notó que sus piernas alcanzaban las de él, ponerse encima con sonrisa juguetona y ojos entrecerrados.
- No soy muy habladora.- contestó con sencillez moviendo las caderas, de lado a lado, como un gato moviendo la cola, con sus piernas a ambos lados del cuerpo de él, notó un tirante del camisón resbalar de su hombro, no le importó.- ¿No dices nada?- repitió la pregunta que segundos antes había hecho el, riendo suavemente.
En realidad, tenía curiosidad, ella había supuesto que un beso para él, no era nada porque se lo había dado sin que ella se lo esperase, pero, ¿y si se equivocaba? Aprovechó un instante de calma para tomar asiento sobre la tripa de Gerrit y, buscando su rostro, movió su mano acariciando el pecho descubierto de él hasta notar la barba de pocos días.
Desde su posición sobre él, llevó la otra mano y, como si sus manos fueran sus ojos, recorrió los rasgos de la cara del hombre con caricias suaves de los dedos, empezó por la forma de la cara, notando sus rasgos marcados, su nariz, con un pequeño bulto en el centro, probablemente se la había roto en algún momento, sus ojos, de pestañas largas, sus mejillas, que parecían más calientes que el resto de su cara, ¿Se habría sonrojado? Lo dudaba, pero pensarlo le llevó una sonrisa a los labios; el mentón, pronunciado y con una pequeña herida que se notaba bajo la barba al pasar los dedos, el pelo, abundante y suave y, finalmente, recorrió sus labios con la punta de los dedos.
- ¿Qué es lo que ves?- preguntó casi sin darse cuenta, lo mismo que los había llevado al beso, le habría gustado ponerle un espejo delante para que él se describiese a si mismo, ni siquiera sabía el color de su pelo o sus ojos, pero, en realidad, eso era lo de menos, al menos, ahora que ya había llegado a conocerle bastante bien.
Estaba muda hasta que escuchó la risa del chico, más suave de lo que esperaría, como si, para el, no fuera más que un juego. Eso la molestó, le había robado un beso, su primer beso, ¿por un juego? Estaba bastante tranquila los últimos meses, pero si quería jugar, ella no sería la que rechazase un reto. Frunció el ceño un instante. Pensativa. No, no iba a decir nada, él había jugado a ponerla nerviosa, debería devolverselo con la misma moneda, y parecía que los besos no le afectaban.
Acercándose hasta tocarle el brazo, para asegurarse de dónde se encontraba, se movió sin destaparse para, en cuanto notó que sus piernas alcanzaban las de él, ponerse encima con sonrisa juguetona y ojos entrecerrados.
- No soy muy habladora.- contestó con sencillez moviendo las caderas, de lado a lado, como un gato moviendo la cola, con sus piernas a ambos lados del cuerpo de él, notó un tirante del camisón resbalar de su hombro, no le importó.- ¿No dices nada?- repitió la pregunta que segundos antes había hecho el, riendo suavemente.
En realidad, tenía curiosidad, ella había supuesto que un beso para él, no era nada porque se lo había dado sin que ella se lo esperase, pero, ¿y si se equivocaba? Aprovechó un instante de calma para tomar asiento sobre la tripa de Gerrit y, buscando su rostro, movió su mano acariciando el pecho descubierto de él hasta notar la barba de pocos días.
Desde su posición sobre él, llevó la otra mano y, como si sus manos fueran sus ojos, recorrió los rasgos de la cara del hombre con caricias suaves de los dedos, empezó por la forma de la cara, notando sus rasgos marcados, su nariz, con un pequeño bulto en el centro, probablemente se la había roto en algún momento, sus ojos, de pestañas largas, sus mejillas, que parecían más calientes que el resto de su cara, ¿Se habría sonrojado? Lo dudaba, pero pensarlo le llevó una sonrisa a los labios; el mentón, pronunciado y con una pequeña herida que se notaba bajo la barba al pasar los dedos, el pelo, abundante y suave y, finalmente, recorrió sus labios con la punta de los dedos.
- ¿Qué es lo que ves?- preguntó casi sin darse cuenta, lo mismo que los había llevado al beso, le habría gustado ponerle un espejo delante para que él se describiese a si mismo, ni siquiera sabía el color de su pelo o sus ojos, pero, en realidad, eso era lo de menos, al menos, ahora que ya había llegado a conocerle bastante bien.
Keira Brabery
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Re: Tensión {Gerrit ♥} {Privado +18} {CERRADO}
No me equivoqué aquella vez que pensé que Problema Bravery era como el fuego. Siempre ardiente y siempre quemando. La primera vez que la vi, había tenido sus llamas en mis manos, mejor dicho en sus manos pues, en aquel momento, yo era ella y ella era yo. Aun así, aunque la viera con mi cuerpo, supe que era fuego. Que podía brillar tanto que era casi imposible resistirse a no tocarla como hizo Ganso días atrás y que quemaba tanto que, al cerca de ella, podías arder con su propio fuego. Una vez olvidé esa imagen. Fue cuando la vi en el callejón de Dundarak sentada en el suelo entre las cajas rotas y llorando como un inmundo perro abandonado. Eso fue lo que me pareció, un perro asqueroso, sucio y maloliente. Su fuego se había apagado y ya no quedaban ni las brasas a las que soplarle para avivarlo de nuevo. Sus ojos, completamente grises, eran prueba de ello.
Si hubiera sabido que un beso y una sugerente provocación serían suficientes para volver a encender el fuego de Keira lo hubiera hecho nada más verla en el callejón.
Segundos después de que la provocase, después de unas muecas de confusión en la tez de Keira. El Fuego Bravery se revivió. Se acercó hacia mi posición. Las murallas de almohadas importaban una mierda. A los dos nos importaba una mierda. Ya no había nada que nos separase. No quería que nada lo hiciese. Quería arder con el Fuego Bravery y quemarme con él.
-Me has dejado sin palabras. – Le contesté con la sonrisa que ya no quería que desapareciese. Estaba sorprendido pero no por ello me iba a callar. Los bocazas sin remedio como yo nunca callábamos.
No me podía creer lo que estaba a punto de suceder. ¿Keira Bravery y Gerrit Nephgerd? Nos odiábamos. Yo solo la utilizaba para poder tener un lugar donde dormir en Dundarak y una comida caliente cuando tuviera hambre. Una parte de mí quería quitar al Problema Bravery de encima mía, la otra, la que tenía el control sobre la situación, no quería que la chica se apartase nunca más. Mis manos, rodearon la cintura de la chica apretando más su cuerpo contra el mío. Nuestras piernas, nuestras cinturas y nuestros sexos estaban unidos. No era la primera vez que una tenía una chica encima de mí, pero si alguna vez había tenido tantas ganas de ir un paso más allá y follar durante toda la noche, no lo recordaba. En aquel momento no recordaba ni tan siquiera la razón por la que estábamos en Dundarak.
Lo único que quedaba de nuestros cuerpos por unir eran los torsos. No me importaba. Keira tenía un bonito escote, el pijama que llevaba marcaba los rasgos de sus pechos igual de bien que los vestidos que se ponía para bailar. Sin embargo, no eran los pechos en lo que centraba mi atención. Estaba viendo sus ojos. Seguían siendo grises, pero con el resplandor de los candiles de la calle y la propia luz de la luna que entraba por la ventana de la habitación, parecían volver a estar ardiendo. Tenía la esperanza de que sus ojos se encendieran si ella lo hacía. Lo parecía, creí ver una pequeña luz en ellos. Deseé que no se fuera esa luz. Ya no teníamos murallas de almohadas que nos separasen. En su lugar, entró el fuego. No había razón para que la luz de sus ojos se volviera a apagar. No con tanto fuego a su alrededor.
Mientras yo veía sus ojos, ella me tocaba la cara. Era su manera de ver. Había visto como palpaba de la misma manera las telas de sus vestidos para diferenciar los unos con los otros. Igual que yo la veía a Keira, ella me miraba a mí. Me hubiera gustado saber qué era lo que veía, qué era lo que estaba pensando. ¿Tendría tantas ganas de quemarse como yo o solo estaba jugando? Era difícil saberlo. Keira siempre fue un misterio muy diferente a las otras mujeres. A veces, eso me gustaba, en ese momento lo odie.
Quizás, ella se estuviera preguntando lo mismo que yo pues, tras palpar los rasgos faciales de mi cara, me volvió a preguntar lo mismo que me preguntó hacía unos pocos segundos; justo antes de que la besase.
-Fuego.- Contesté inmediatamente. - Veo fuego y me gusta este fuego.-
Hice más fuerza en el abrazo donde tenía sujeta la cintura de Keira para juntarnos más, nunca sería suficiente. Tenía que aprovechar la falta de murallas y el nuevo fuego. Tenía que aprovechar que Keira volvía a arder. Hasta que no me quemase, hasta que los dos no nos quemásemos, no estaríamos lo suficientemente unidos.
Si hubiera sabido que un beso y una sugerente provocación serían suficientes para volver a encender el fuego de Keira lo hubiera hecho nada más verla en el callejón.
Segundos después de que la provocase, después de unas muecas de confusión en la tez de Keira. El Fuego Bravery se revivió. Se acercó hacia mi posición. Las murallas de almohadas importaban una mierda. A los dos nos importaba una mierda. Ya no había nada que nos separase. No quería que nada lo hiciese. Quería arder con el Fuego Bravery y quemarme con él.
-Me has dejado sin palabras. – Le contesté con la sonrisa que ya no quería que desapareciese. Estaba sorprendido pero no por ello me iba a callar. Los bocazas sin remedio como yo nunca callábamos.
No me podía creer lo que estaba a punto de suceder. ¿Keira Bravery y Gerrit Nephgerd? Nos odiábamos. Yo solo la utilizaba para poder tener un lugar donde dormir en Dundarak y una comida caliente cuando tuviera hambre. Una parte de mí quería quitar al Problema Bravery de encima mía, la otra, la que tenía el control sobre la situación, no quería que la chica se apartase nunca más. Mis manos, rodearon la cintura de la chica apretando más su cuerpo contra el mío. Nuestras piernas, nuestras cinturas y nuestros sexos estaban unidos. No era la primera vez que una tenía una chica encima de mí, pero si alguna vez había tenido tantas ganas de ir un paso más allá y follar durante toda la noche, no lo recordaba. En aquel momento no recordaba ni tan siquiera la razón por la que estábamos en Dundarak.
Lo único que quedaba de nuestros cuerpos por unir eran los torsos. No me importaba. Keira tenía un bonito escote, el pijama que llevaba marcaba los rasgos de sus pechos igual de bien que los vestidos que se ponía para bailar. Sin embargo, no eran los pechos en lo que centraba mi atención. Estaba viendo sus ojos. Seguían siendo grises, pero con el resplandor de los candiles de la calle y la propia luz de la luna que entraba por la ventana de la habitación, parecían volver a estar ardiendo. Tenía la esperanza de que sus ojos se encendieran si ella lo hacía. Lo parecía, creí ver una pequeña luz en ellos. Deseé que no se fuera esa luz. Ya no teníamos murallas de almohadas que nos separasen. En su lugar, entró el fuego. No había razón para que la luz de sus ojos se volviera a apagar. No con tanto fuego a su alrededor.
Mientras yo veía sus ojos, ella me tocaba la cara. Era su manera de ver. Había visto como palpaba de la misma manera las telas de sus vestidos para diferenciar los unos con los otros. Igual que yo la veía a Keira, ella me miraba a mí. Me hubiera gustado saber qué era lo que veía, qué era lo que estaba pensando. ¿Tendría tantas ganas de quemarse como yo o solo estaba jugando? Era difícil saberlo. Keira siempre fue un misterio muy diferente a las otras mujeres. A veces, eso me gustaba, en ese momento lo odie.
Quizás, ella se estuviera preguntando lo mismo que yo pues, tras palpar los rasgos faciales de mi cara, me volvió a preguntar lo mismo que me preguntó hacía unos pocos segundos; justo antes de que la besase.
-Fuego.- Contesté inmediatamente. - Veo fuego y me gusta este fuego.-
Hice más fuerza en el abrazo donde tenía sujeta la cintura de Keira para juntarnos más, nunca sería suficiente. Tenía que aprovechar la falta de murallas y el nuevo fuego. Tenía que aprovechar que Keira volvía a arder. Hasta que no me quemase, hasta que los dos no nos quemásemos, no estaríamos lo suficientemente unidos.
Gerrit Nephgerd
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Re: Tensión {Gerrit ♥} {Privado +18} {CERRADO}
Sintió las manos de Gerrit subir por sus piernas, desde sus rodillas, acariciando, hasta su cintura, donde se quedaron durante el tiempo que ella intentó identificar los rasgos del hombre. Le quemaban las caderas. Agachó un poco más el cuerpo, pegando su vientre al torso del brujo, y giró un poco la cara dejando que parte de su pelo cayese por su hombro, como si, con eso, pudiera verle mejor.
Sentía que la electricidad recorría cada parte de su cuerpo, le cosquilleaban las manos, las piernas y la cintura, todo aquello que estaba en contacto con la piel de Gerrit parecía arder y cobrar vida, como si durante meses no hubiera sido más un cadaver viviente que, como en los cuentos, de pronto hubiera despertado en una noche de tormenta. Un ligero escalofrío le recorrió la piel cuando sintió las manos subir nuevamente, una parte de ello tenía miedo, pero por otro lado, era una sensación tan agradable que se negaba a alejarse. Ciado por fin habló, Keria creyó escuchar una sonrisa.
No era su tono usual, seco, ni el guasón que usaba para intentar burlarse, antes de que acabasen discutiendo, no podía negar que sus caracteres eran difíciles, pero tal vez por eso, solo tal vez, ahora que las barreras parecían tiradas, se sentía arder, y no no solo su cuerpo. Las manos del chico se cerraron con algo más de firmeza alrededor de su cintura, apretándola más a su cuerpo, la bailarina sonrió enredadon sus piernas suaves y largas, en las de él y con movimientos serpenteantes bajó más su pecho para acercarse a él.
Dejó reposar su torso sobre el de él, con la cara prácticamente sobre su cuello, y se mordió el labio inferior al oír la respuesta de lo que veía. Así que fuego, ¿es que acaso quería arder? Levantándose un poco, despegando se pecho del de él, con los labios subió hacia su cuello, acariciando la piel que, allá por donde pasaba, dejando marcas de suaves besos, parecía soltar chispas. Llegó a la mandíbula con parsimonia, sin prisa alguna y dejó un pequeño lametón sobre el que, tras sonreír, sopló para provocar un escalofrío y seguir repartiendo besos y algún que otro mordisco suave.
- Yo veo que se avecina tormenta.- le susurró cuando, sin separar sus labios de su piel, llegó a su oído, y le dio un ligero mordisco en el lóbulo de la oreja.
Sentía que la electricidad recorría cada parte de su cuerpo, le cosquilleaban las manos, las piernas y la cintura, todo aquello que estaba en contacto con la piel de Gerrit parecía arder y cobrar vida, como si durante meses no hubiera sido más un cadaver viviente que, como en los cuentos, de pronto hubiera despertado en una noche de tormenta. Un ligero escalofrío le recorrió la piel cuando sintió las manos subir nuevamente, una parte de ello tenía miedo, pero por otro lado, era una sensación tan agradable que se negaba a alejarse. Ciado por fin habló, Keria creyó escuchar una sonrisa.
No era su tono usual, seco, ni el guasón que usaba para intentar burlarse, antes de que acabasen discutiendo, no podía negar que sus caracteres eran difíciles, pero tal vez por eso, solo tal vez, ahora que las barreras parecían tiradas, se sentía arder, y no no solo su cuerpo. Las manos del chico se cerraron con algo más de firmeza alrededor de su cintura, apretándola más a su cuerpo, la bailarina sonrió enredadon sus piernas suaves y largas, en las de él y con movimientos serpenteantes bajó más su pecho para acercarse a él.
Dejó reposar su torso sobre el de él, con la cara prácticamente sobre su cuello, y se mordió el labio inferior al oír la respuesta de lo que veía. Así que fuego, ¿es que acaso quería arder? Levantándose un poco, despegando se pecho del de él, con los labios subió hacia su cuello, acariciando la piel que, allá por donde pasaba, dejando marcas de suaves besos, parecía soltar chispas. Llegó a la mandíbula con parsimonia, sin prisa alguna y dejó un pequeño lametón sobre el que, tras sonreír, sopló para provocar un escalofrío y seguir repartiendo besos y algún que otro mordisco suave.
- Yo veo que se avecina tormenta.- le susurró cuando, sin separar sus labios de su piel, llegó a su oído, y le dio un ligero mordisco en el lóbulo de la oreja.
Keira Brabery
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Re: Tensión {Gerrit ♥} {Privado +18} {CERRADO}
Así de cerca como estábamos, era inevitable que surgieran los besos. Primero los de ella, yo no tenía prisa para empezar a dar los míos; llegarían, antes o después tendría que devolverlos. Así que, nada de prisas. Tampoco había que pensar. Todos los problemas se habían quemado en cuanto renació el fuego y no quería que volvieran a resurgir. Giré mi cabeza hacia un lado de la almohada donde la tenía apoyada y me dejé llevar por los besos del Fuego Bravery. Eran como llamas, como lenguas de llamas que dejaban su marca ardiente allá por donde pasaban. Me gustaba. Me gustaba que me quemase.
Del cuello subió hacia mi labio inferior; dio un ligero mordisco que apenas fue un preámbulo de los besos que pensaba darle luego. Mientras, mis manos no se quedaban quietas. A la vez que ella subía con sus besos, yo bajaba mis manos con la misma velocidad. De la cintura a los muslos y de los muslos al trasero. Ganso se estaría muriendo de la envidia de saber dónde estaban mis manos. Si al día siguiente lo veía se lo diría con una sonrisa en la cara: “Oye Ganso, ¿sabes dónde estaban mis manos anoche?”
El siguiente mordisco del Fuego Bravery fue en la oreja, en cuanto sentí los dientes, abrí las palmas de mis manos para poder coger las dos nalgas del trasero de Keira al mismo tiempo y las apreté. No me preocupaba que mis uñas se quedasen marcadas. Era parte del fuego; nos estábamos quemando. Yo tenía las marcas de sus dientes y ella mis uñas, al cabo de un rato, tenía la impresión de que sería al revés.
¿Tormenta? Era posible que esto fuera una tormenta. Mi magia eléctrica se había unido con su fuego. Sin la muralla de almohadas, la tormenta causada por los dos elementos era tan inevitable como nuestros besos. ¿Era en eso en lo que vería Keira en su gris oscuridad? No, ahora no, no era el momento de pensar en qué veía el otro. Era el momento de hacer ver y sentir al otro.
-Una tormenta de fuego.- Le contesté con el mismo tono de voz con el que ella susurro.
Me quité la camiseta. El fuego de la tormenta me estaba quemando y sentía demasiado calor para llevarla. Aunque, fuera de la habitación, lo más seguro, es que hiciera frío. Luego, le quité el camisón de Keira dejándola con la camisola que gastaba como ropa interior.
Llegó mi turno. Sin pensar, solo dejándome llevar por aquello que había hecho tantas veces, fui hacia su boca, sus labios y su lengua. Besar no era algo nuevo para mí. Quemarme y no querer separarme de los besos sí. Era una sensación extraña. Algo que no quería que se fuera.
Mis manos, de su trasero comenzaron a subir de nuevo hacia la espalda lentamente al mismo tiempo que la boca de Keira me importaba cada vez menos y bajaba mis besos. Me entretuve en el cuelo durante unos instantes, luego bajé hacia el escote que le dejaba la camisola. Ya lo pensé la primera vez que la vi, sus tetas eran sencillamente perfectos.
Cometí el error de abrir los ojos y ver su cara, allí estaba su boca esperándome. Volví a sentir la necesidad de besarla, con pasión y lujuria saboreando cada recoveco que había por saborear y quemándome en cada uno de ellos. Aun así, no aparté mi interés de los pechos. Mis manos fueron, desde la espalda hasta las tetas y las apreté y las estrujé de la misma manera que antes había hecho con su trasero, con la misma pasión con la que la besaba.
Fuego, magia y pasión. Eso era lo que éramos. Tormenta de fuego, magia y pasión.
Del cuello subió hacia mi labio inferior; dio un ligero mordisco que apenas fue un preámbulo de los besos que pensaba darle luego. Mientras, mis manos no se quedaban quietas. A la vez que ella subía con sus besos, yo bajaba mis manos con la misma velocidad. De la cintura a los muslos y de los muslos al trasero. Ganso se estaría muriendo de la envidia de saber dónde estaban mis manos. Si al día siguiente lo veía se lo diría con una sonrisa en la cara: “Oye Ganso, ¿sabes dónde estaban mis manos anoche?”
El siguiente mordisco del Fuego Bravery fue en la oreja, en cuanto sentí los dientes, abrí las palmas de mis manos para poder coger las dos nalgas del trasero de Keira al mismo tiempo y las apreté. No me preocupaba que mis uñas se quedasen marcadas. Era parte del fuego; nos estábamos quemando. Yo tenía las marcas de sus dientes y ella mis uñas, al cabo de un rato, tenía la impresión de que sería al revés.
¿Tormenta? Era posible que esto fuera una tormenta. Mi magia eléctrica se había unido con su fuego. Sin la muralla de almohadas, la tormenta causada por los dos elementos era tan inevitable como nuestros besos. ¿Era en eso en lo que vería Keira en su gris oscuridad? No, ahora no, no era el momento de pensar en qué veía el otro. Era el momento de hacer ver y sentir al otro.
-Una tormenta de fuego.- Le contesté con el mismo tono de voz con el que ella susurro.
Me quité la camiseta. El fuego de la tormenta me estaba quemando y sentía demasiado calor para llevarla. Aunque, fuera de la habitación, lo más seguro, es que hiciera frío. Luego, le quité el camisón de Keira dejándola con la camisola que gastaba como ropa interior.
Llegó mi turno. Sin pensar, solo dejándome llevar por aquello que había hecho tantas veces, fui hacia su boca, sus labios y su lengua. Besar no era algo nuevo para mí. Quemarme y no querer separarme de los besos sí. Era una sensación extraña. Algo que no quería que se fuera.
Mis manos, de su trasero comenzaron a subir de nuevo hacia la espalda lentamente al mismo tiempo que la boca de Keira me importaba cada vez menos y bajaba mis besos. Me entretuve en el cuelo durante unos instantes, luego bajé hacia el escote que le dejaba la camisola. Ya lo pensé la primera vez que la vi, sus tetas eran sencillamente perfectos.
Cometí el error de abrir los ojos y ver su cara, allí estaba su boca esperándome. Volví a sentir la necesidad de besarla, con pasión y lujuria saboreando cada recoveco que había por saborear y quemándome en cada uno de ellos. Aun así, no aparté mi interés de los pechos. Mis manos fueron, desde la espalda hasta las tetas y las apreté y las estrujé de la misma manera que antes había hecho con su trasero, con la misma pasión con la que la besaba.
Fuego, magia y pasión. Eso era lo que éramos. Tormenta de fuego, magia y pasión.
Gerrit Nephgerd
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Re: Tensión {Gerrit ♥} {Privado +18} {CERRADO}
Era la guerra, una guerra de fuego y electricidad, en la que en lugar de espadas había caricias, en la que en lugar de sangre, había besos, en la que en lugar de heridas, había arañazos. Las brasas de la chimenea eran ya nada en comparación al fuego que parecía haber entre ambos y la corriente que los conectaba.
Mientras iba dejando un rastro de besos por cuello y mandíbula, notaba las manos de Gerrit subir y bajar por su espalda, sus piernas y llegar hasta la parte más baja de su columna. Con la cara aun hundida en el hueco entre su cuello y su mandíbula, Keira sonrió de medio lado para seguir acariciando con la punta de la nariz y los labios. Usualmente no le gustaba el contacto físico, la hacía sentir incomoda y desprotegida, pero tal vez por el tiempo que habían pasado juntos, tal vez porque sus manos, a pesar de los cayos que tenía, probablemente, debido a empuñar algun arma, eran suaves cuando la tocaba.
Gerrit se alzó quedando sentado, Keira no sabía bien que hacía, pero si que era tan firme su agarre que no había perdido el equilibrio a pesar del rápido movimiento de él, que los dejaba aun más cerca, si cabía, la cara de él en su cuello, la suya, a pesar de la altura del hombre, quedaba aun más alta. Por el movimiento pudo distinguir que se quitaba algo con rapidez, la camisa y su camisón no tardó en desaparecer también.
Notó el frío en contra de la piel cálida y, tal vez en busca de calor, o de algo más, se acercó más a él. Los labios de Gerrit buscaron los suyos, apresurados, como si quisieran comérsela sin perder tiempo. Keira sonrió contra sus labios e intentó bajar el ritmo, no quería prisa, quería disfrutar del momento, al fin y al cabo, solo había una primera vez para esas cosas.
Notó las manos subir suavemente desde su cadera hasta su espalda acariciando la piel de la cintura, mientras el beso bajaba por la piel sensible del cuello dejando besos que parecían chisporrotear, provocándole escalofríos que la obligaron a soltar un suspiro cuando pasó al escote. Sonrojada, intentó saber que hacía, pero no tener vista era una gran desventaja, o, tal vez, la mayor ventaja que había tenido nadie jamás para esto. Después de todo, estar privada de la vista había hecho que su piel fuera más sensible, que sus oídos escuchasen mejor y que cualquier cosa fuera más fuerte.
Mientras intentaba volver a pensar de forma lúcida los labios de Gerrit volvieron a buscar los suyos, acabando con cualquier posibilidad de recuperar la cordura, no podía, ni quería tampoco. Devolvió el beso notando como sus manos habían pasado de su espalda a sus pechos que comenzaba a ser, cada vez, más y más sensibles. Sin separarse de sus labios, comenzó a quitarse la camisola y, cuando estuvo fuera, la tiró a solo los dioses sabían donde.
No perdió tiempo, volvió a buscar sus labios rodeándole el cuello con los brazos y tiró de él para quedar tumbada sobre la cama, notando el peso encima de ella, ya no podía hablar, la respiración se le había acelerado, sus mejillas estaban más que rojas, y comenzaba a sentir cierta humedad. Le cosquilleaba la piel, quería más, más calor, más escalofrío y más electricidad traspasándole la columna, quería hacer que esa noche fuera, como él había susurrado, una tormenta de fuego, de fuego y rayos.
Mientras iba dejando un rastro de besos por cuello y mandíbula, notaba las manos de Gerrit subir y bajar por su espalda, sus piernas y llegar hasta la parte más baja de su columna. Con la cara aun hundida en el hueco entre su cuello y su mandíbula, Keira sonrió de medio lado para seguir acariciando con la punta de la nariz y los labios. Usualmente no le gustaba el contacto físico, la hacía sentir incomoda y desprotegida, pero tal vez por el tiempo que habían pasado juntos, tal vez porque sus manos, a pesar de los cayos que tenía, probablemente, debido a empuñar algun arma, eran suaves cuando la tocaba.
Gerrit se alzó quedando sentado, Keira no sabía bien que hacía, pero si que era tan firme su agarre que no había perdido el equilibrio a pesar del rápido movimiento de él, que los dejaba aun más cerca, si cabía, la cara de él en su cuello, la suya, a pesar de la altura del hombre, quedaba aun más alta. Por el movimiento pudo distinguir que se quitaba algo con rapidez, la camisa y su camisón no tardó en desaparecer también.
Notó el frío en contra de la piel cálida y, tal vez en busca de calor, o de algo más, se acercó más a él. Los labios de Gerrit buscaron los suyos, apresurados, como si quisieran comérsela sin perder tiempo. Keira sonrió contra sus labios e intentó bajar el ritmo, no quería prisa, quería disfrutar del momento, al fin y al cabo, solo había una primera vez para esas cosas.
Notó las manos subir suavemente desde su cadera hasta su espalda acariciando la piel de la cintura, mientras el beso bajaba por la piel sensible del cuello dejando besos que parecían chisporrotear, provocándole escalofríos que la obligaron a soltar un suspiro cuando pasó al escote. Sonrojada, intentó saber que hacía, pero no tener vista era una gran desventaja, o, tal vez, la mayor ventaja que había tenido nadie jamás para esto. Después de todo, estar privada de la vista había hecho que su piel fuera más sensible, que sus oídos escuchasen mejor y que cualquier cosa fuera más fuerte.
Mientras intentaba volver a pensar de forma lúcida los labios de Gerrit volvieron a buscar los suyos, acabando con cualquier posibilidad de recuperar la cordura, no podía, ni quería tampoco. Devolvió el beso notando como sus manos habían pasado de su espalda a sus pechos que comenzaba a ser, cada vez, más y más sensibles. Sin separarse de sus labios, comenzó a quitarse la camisola y, cuando estuvo fuera, la tiró a solo los dioses sabían donde.
No perdió tiempo, volvió a buscar sus labios rodeándole el cuello con los brazos y tiró de él para quedar tumbada sobre la cama, notando el peso encima de ella, ya no podía hablar, la respiración se le había acelerado, sus mejillas estaban más que rojas, y comenzaba a sentir cierta humedad. Le cosquilleaba la piel, quería más, más calor, más escalofrío y más electricidad traspasándole la columna, quería hacer que esa noche fuera, como él había susurrado, una tormenta de fuego, de fuego y rayos.
Keira Brabery
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Re: Tensión {Gerrit ♥} {Privado +18} {CERRADO}
Los lugares no olvidaban las canciones que allí se cantaron. Las paredes de los castillos, de los salones y, por supuesto, de las tabernas, guardaban los recuerdos formados por la música y las voces de los trovadores que escucharon.
Semanas atrás de que los dos amantes derribasen las murallas que había entre ellos, un grupo de juglares liderados por un hombre con sombrero de color morado y cara de rata cantaron en la taberna una hermosa canción que, como era habitual, las paredes cobijaron en su interior. Un tesoro más para la colección de sintonías y recuerdos. Otra canción que las paredes guardarían para siempre o hasta que “El pony trotador” viera el momento perfecto de utilizar, cosa que arduo improbable.
Tan improbable como ver a dos personas que se odiaban acabar consumiéndose en besos y caricias. Tan improbable como ver una fría bruja de fuego dejarse tocar por un engreído. Tan improbable como ver a un vanidoso brujo de viento enamorarse de una chica.
El lugar se unió al amor entre los dos brujos como mejor pudo hacerlo. Dejó en libertad la canción que el juglar del sombrero morado cantó con su dulce voz. Les regaló la canción de la mujer amante.
* Ambos: Antes de evitar problemas os diré que conozco bien las normas. Sé que un Master no puede interferir en un rol privado y, permitidme deciros que mi intención no ha sido molestaros; ni para bien ni para mal. Ni os maldigo ni os apremio. He venido con la única intención de dejaros una canción e irme tan pronto como he llegado. También debo advertiros pues, como sabéis, cosas extrañas han pasado y más que van a pasar. Todo está relacionado con las canciones de los juglares. Canciones como la que estáis escuchando.
Semanas atrás de que los dos amantes derribasen las murallas que había entre ellos, un grupo de juglares liderados por un hombre con sombrero de color morado y cara de rata cantaron en la taberna una hermosa canción que, como era habitual, las paredes cobijaron en su interior. Un tesoro más para la colección de sintonías y recuerdos. Otra canción que las paredes guardarían para siempre o hasta que “El pony trotador” viera el momento perfecto de utilizar, cosa que arduo improbable.
Tan improbable como ver a dos personas que se odiaban acabar consumiéndose en besos y caricias. Tan improbable como ver una fría bruja de fuego dejarse tocar por un engreído. Tan improbable como ver a un vanidoso brujo de viento enamorarse de una chica.
El lugar se unió al amor entre los dos brujos como mejor pudo hacerlo. Dejó en libertad la canción que el juglar del sombrero morado cantó con su dulce voz. Les regaló la canción de la mujer amante.
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* Ambos: Antes de evitar problemas os diré que conozco bien las normas. Sé que un Master no puede interferir en un rol privado y, permitidme deciros que mi intención no ha sido molestaros; ni para bien ni para mal. Ni os maldigo ni os apremio. He venido con la única intención de dejaros una canción e irme tan pronto como he llegado. También debo advertiros pues, como sabéis, cosas extrañas han pasado y más que van a pasar. Todo está relacionado con las canciones de los juglares. Canciones como la que estáis escuchando.
Sigel
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Re: Tensión {Gerrit ♥} {Privado +18} {CERRADO}
¿Cuántas veces había visto a una mujer desnuda? Las suficientes para no sorprenderse al ver un par de pezones. Aun así, no pude evitar abrir bien los ojos y quedarme inmóvil durante unas milésimas de segundos antes de poder volver a reaccionar con normalidad. ¿Sorprendido? No lo quería reconocer, pero así lo era. Estaba sorprendido de que Keira se hubiera quitado la camisola. “Así que… El Fuego Bravery también puede tener calor.” Me dije mentalmente con el clásico tono irónico que utilizaba para reírme de absolutamente todo.
En cuanto volví a notar los labios carnosos de la chica sobre los míos volví a mi estado de inconsciencia anterior. En el sexo era mejor así, sin pensar. Solo actuar, dejarse llevar por los besos. Que nuestras lenguas, labios y manos hablasen y pensasen por nosotros. ¡Sin pensar! Absolutamente nada me distraía de lo que me importaba.
Pensaba tan poco que no me di cuenta que, ahora, era yo quien había quedado encima de ella. Eso me gustaba más. Ahí tenía el control. Tenía todo su cuerpo desnudo de cintura para arriba a mi disposición, si hubiera querido, incluso, podía quitarle la parte de abajo y empezar con un tema más interesante. Mis manos se quedaron apretando sus muslos esperando la oportunidad perfecta para que cuando llegase ese momento.
Me puse de rodillas y la observé sin pensar. No es que necesitase tomar aliento para respirar, no hacia tanto tiempo que no besaba a una chica con tanta pasión. Estar por encima de ella y tomarme estos cortos segundos de descanso fueron perfectos para verla. No como la bruja amargada, la perra llorica ni el Problema Bravery. Verla como Fuego, verla como la chica que se escondía en ridículas máscaras y trajes de baile. Su sonrisa, su delicada piel quemada por la parte del hombro derecho, sus labios, sus ojos... Toda a ella. Tan vulnerable y tan odiosa al mismo tiempo.
-¿Tenías calor?- Le pregunté sin dejar de reírme como un maldito retrasado. Era yo quien estaba encima, podía dirigir el juego del sexo a mi voluntad. –No querrás que me quite de encima.- Antes de que contestase, ya me había dejado caer de nuevo en su boca.
Algo, fuera o dentro de la habitación se escuchaba. Como un susurro lejano o un recuerdo que quería volver a la mente. Fuera lo que fuera, lo ignoré. Quería sentir el calor de la piel de Keira en mi cuerpo otra vez no escuchar las lindezas de nadie ni de nada. El Fuego Bravery era mi único centro de atención y ya había decidido que no tenía que pensar en nada más. Así se lo demostraba a la bailarina. Dejando el peso de mi cuerpo contra el sueño y dándole largos besos en el cuello los cuales, al día siguiente, le dejarían una bonita marca morada. Eran las llamadas marcas del sexo: Cardenales y arañazos.
En cuanto volví a notar los labios carnosos de la chica sobre los míos volví a mi estado de inconsciencia anterior. En el sexo era mejor así, sin pensar. Solo actuar, dejarse llevar por los besos. Que nuestras lenguas, labios y manos hablasen y pensasen por nosotros. ¡Sin pensar! Absolutamente nada me distraía de lo que me importaba.
Pensaba tan poco que no me di cuenta que, ahora, era yo quien había quedado encima de ella. Eso me gustaba más. Ahí tenía el control. Tenía todo su cuerpo desnudo de cintura para arriba a mi disposición, si hubiera querido, incluso, podía quitarle la parte de abajo y empezar con un tema más interesante. Mis manos se quedaron apretando sus muslos esperando la oportunidad perfecta para que cuando llegase ese momento.
Me puse de rodillas y la observé sin pensar. No es que necesitase tomar aliento para respirar, no hacia tanto tiempo que no besaba a una chica con tanta pasión. Estar por encima de ella y tomarme estos cortos segundos de descanso fueron perfectos para verla. No como la bruja amargada, la perra llorica ni el Problema Bravery. Verla como Fuego, verla como la chica que se escondía en ridículas máscaras y trajes de baile. Su sonrisa, su delicada piel quemada por la parte del hombro derecho, sus labios, sus ojos... Toda a ella. Tan vulnerable y tan odiosa al mismo tiempo.
-¿Tenías calor?- Le pregunté sin dejar de reírme como un maldito retrasado. Era yo quien estaba encima, podía dirigir el juego del sexo a mi voluntad. –No querrás que me quite de encima.- Antes de que contestase, ya me había dejado caer de nuevo en su boca.
Algo, fuera o dentro de la habitación se escuchaba. Como un susurro lejano o un recuerdo que quería volver a la mente. Fuera lo que fuera, lo ignoré. Quería sentir el calor de la piel de Keira en mi cuerpo otra vez no escuchar las lindezas de nadie ni de nada. El Fuego Bravery era mi único centro de atención y ya había decidido que no tenía que pensar en nada más. Así se lo demostraba a la bailarina. Dejando el peso de mi cuerpo contra el sueño y dándole largos besos en el cuello los cuales, al día siguiente, le dejarían una bonita marca morada. Eran las llamadas marcas del sexo: Cardenales y arañazos.
- Mensaje para el tío Sigelio:
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Gerrit Nephgerd
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Re: Tensión {Gerrit ♥} {Privado +18} {CERRADO}
Tumbada, desprotegida, acalorada, respirando hondo, sin poder ver, notó el calor de Gerrit sobre ella, y el ligero temblor de su cuerpo al reír, ¿se burlaba de ella?. ¿Se había dejado ver, en cuerpo y alma, y se burlaba de ella? Hizo el amago de levantarse, quería irse, sentía vergüenza, pero cuando los labios de él buscaron los suyos y notó esa sonrisa juguetona lo entendió, no se burlaba, solo estaba jugando, como un niño. Era difícil interpretar ciertas cosas sin vista, pero podía sentir perfectamente las comisuras de sus labios hacia arriba.
Sonrió a su vez devolviéndole el beso en silencio y rió con suavidad sin separarse de él para, cuando lo notó separarse, lanzar un leve suspiro. Sus mejillas ardían, como parecía hacerlo todo su cuerpo. Mientras los labios del hombre bajaban con suavidad por su cuello, provocándole estremecimientos y sus manos acariciaban allá donde llegaban, no pudo si no contener el aliento y soltarlo de forma trémula por entre los labios. Algo dentro de ella se removía, quería más, más calambres y más fuego.
Una melodía pareció clavarse en su mente, que no sabía cuanto debía hacer que se había quedado en blanco, en cuando las manos de él comenzaron a acariciarla y sus labios a repasar la piel de su cuerpo y clavícula, había perdido el norte y había salido volando hacia quien sabía donde. No sabía cuanto tiempo más podría esperar, comenzaba a desesperarse. Se mordió los labios aguantando un nuevo suspiro y clavó sus uñas en la espalda de Gerrit, esperando que eso le diera una ligera señal, quería más.
No sabía si la cama temblaba, el cuarto daba vueltas o era ella quien había comenzado algún tipo de descenso al infierno, aunque hubiera podido ver, habría tenido la vista nublada. Demasiado calor, demasiado lento, no iba a poder estar así mucho más, pero era inexperta, tampoco sabía que más podría hacer. La cabeza le daba vueltas como si se le hubiera llenado de estrellas y truenos.
- Más...- murmuró enrojecida tapando su cara, girándola hacia el cojín, avergonzada, cuando notó que se le habían escapado las palabras.
Sonrió a su vez devolviéndole el beso en silencio y rió con suavidad sin separarse de él para, cuando lo notó separarse, lanzar un leve suspiro. Sus mejillas ardían, como parecía hacerlo todo su cuerpo. Mientras los labios del hombre bajaban con suavidad por su cuello, provocándole estremecimientos y sus manos acariciaban allá donde llegaban, no pudo si no contener el aliento y soltarlo de forma trémula por entre los labios. Algo dentro de ella se removía, quería más, más calambres y más fuego.
Una melodía pareció clavarse en su mente, que no sabía cuanto debía hacer que se había quedado en blanco, en cuando las manos de él comenzaron a acariciarla y sus labios a repasar la piel de su cuerpo y clavícula, había perdido el norte y había salido volando hacia quien sabía donde. No sabía cuanto tiempo más podría esperar, comenzaba a desesperarse. Se mordió los labios aguantando un nuevo suspiro y clavó sus uñas en la espalda de Gerrit, esperando que eso le diera una ligera señal, quería más.
No sabía si la cama temblaba, el cuarto daba vueltas o era ella quien había comenzado algún tipo de descenso al infierno, aunque hubiera podido ver, habría tenido la vista nublada. Demasiado calor, demasiado lento, no iba a poder estar así mucho más, pero era inexperta, tampoco sabía que más podría hacer. La cabeza le daba vueltas como si se le hubiera llenado de estrellas y truenos.
- Más...- murmuró enrojecida tapando su cara, girándola hacia el cojín, avergonzada, cuando notó que se le habían escapado las palabras.
Keira Brabery
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Re: Tensión {Gerrit ♥} {Privado +18} {CERRADO}
-¿Estás segura?- Todavía tenía mis labios pegados en su cuello cuando formulé mi pregunta. Lo hice con el mismo tono de voz suave con el que ella dijo “Más”. Casi en un susurro para no molestar ni a la melodía ni, más importante, al sonido que hacían los muelles de la cama por nuestros movimientos.
La voz de Keira, la del Fuego Bravery, no era para nada la voz con la que le había escuchado protestar y cantar por partes iguales. Esta vez era diferente. ¿Insegura? Quizás no fue por eso, pero fue lo único que se me ocurrió preguntar al escuchar al Fuego Bravery pedir: “Más”. En mi cabeza no cabía la posibilidad de que Keira pidiese, casi en una súplica “más”. Si fuera otra, no lo vería extraño. Me gusta disfrutar del sexo y, todavía más, hacer que la chica que me acompañase disfrutase tanto como yo. Entonces sí que era normal gritasen y suplicasen con lágrimas en los ojos “más”. ¿Pero Keira; la casi siempre rígida y casi siempre amarga Keira? No. No era normal que se comportase como una chica más.
Aparté el cojín que se había puesto en la cara para taparse; un gesto que ya había visto en más de una ocasión por parte de las mujeres que todavía no habían echado un polvo en su vida. ¿Acaso Keira…? Con su cuerpo y su fuego me costaba creerlo.
– ¿Estás segura?- Volví a preguntar con una voz un poco más grave y añadí. - Yo sí lo estoy.-
Puse ambas manos en la parte trasera de su cuello y acerqué su cabeza con la mía. Tan cerca me fue difícil, imposible, resistirme a saborear el sabor de sus labios una vez más. Tantas veces como hicieran falta. La besé y, a su vez, le acaricié con suavidad la parte que era final de su cuello y principio de su cabeza enredándome sin querer con su larga melena.
Cuando terminé de besarla, miré directamente a sus ojos grises con chispas de fuego. -Sabes lo que vamos a hacer.- Dije sin más rodeos. - Sabes que lo que yo quiero hacer.-
No esperé una respuesta afirmativa por su parte. En cuanto terminé de hablar, dejé de acariciar la cabeza de Keira y me quite los pantalones y el calzón quedándome completamente desnudo.
La voz de Keira, la del Fuego Bravery, no era para nada la voz con la que le había escuchado protestar y cantar por partes iguales. Esta vez era diferente. ¿Insegura? Quizás no fue por eso, pero fue lo único que se me ocurrió preguntar al escuchar al Fuego Bravery pedir: “Más”. En mi cabeza no cabía la posibilidad de que Keira pidiese, casi en una súplica “más”. Si fuera otra, no lo vería extraño. Me gusta disfrutar del sexo y, todavía más, hacer que la chica que me acompañase disfrutase tanto como yo. Entonces sí que era normal gritasen y suplicasen con lágrimas en los ojos “más”. ¿Pero Keira; la casi siempre rígida y casi siempre amarga Keira? No. No era normal que se comportase como una chica más.
Aparté el cojín que se había puesto en la cara para taparse; un gesto que ya había visto en más de una ocasión por parte de las mujeres que todavía no habían echado un polvo en su vida. ¿Acaso Keira…? Con su cuerpo y su fuego me costaba creerlo.
– ¿Estás segura?- Volví a preguntar con una voz un poco más grave y añadí. - Yo sí lo estoy.-
Puse ambas manos en la parte trasera de su cuello y acerqué su cabeza con la mía. Tan cerca me fue difícil, imposible, resistirme a saborear el sabor de sus labios una vez más. Tantas veces como hicieran falta. La besé y, a su vez, le acaricié con suavidad la parte que era final de su cuello y principio de su cabeza enredándome sin querer con su larga melena.
Cuando terminé de besarla, miré directamente a sus ojos grises con chispas de fuego. -Sabes lo que vamos a hacer.- Dije sin más rodeos. - Sabes que lo que yo quiero hacer.-
No esperé una respuesta afirmativa por su parte. En cuanto terminé de hablar, dejé de acariciar la cabeza de Keira y me quite los pantalones y el calzón quedándome completamente desnudo.
Gerrit Nephgerd
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Re: Tensión {Gerrit ♥} {Privado +18} {CERRADO}
Nerviosa, avergonzada, incapaz de girar la cabeza para darle la cara, asintió. Ella no vería, pero el sí, y nunca había hecho nada parecido, cercano, siquiera, a lo que se disponía hacer ahora. Sus mejillas ardían, al igual que su cuerpo, notaba un calor extraño descender por su estomago hasta la parte más baja de su torso. Los nervios le causaban pequeños revoloteos en la tripa, similares a los que sentía al pisar un escenario. Las respiración trémula se enredaba en el aire frío que cubría la escasa distancia entre su boca y la de él y sus labios, rojos por los besos, y por algo más, suplicaban contacto sin palabras.
Su pecho subía y bajaba, nervioso, y más aun cuando él apartó el cogín que había usado de protección ante su evidente sonrojo y, aun más evidente, inocencia. Nadie pensaría que ella, una bailarina que vivía de su cuerpo y sus movimientos, pudiera aun conservar algo que muchas jovenes, con aires menos provocativos, habían perdido tiempo atrás, pero tampoco abría nadie que, desconfiada como era, nunca había dejado que nadie se acercara lo suficiente para conquistar su alma, y, por lo tanto, su cuerpo.
Usualmente era ardiente, quemaba a quien se acercaba, y no solo por su poder, sus miradas, sus andares y sus gestos, habrían podido hacer arder a cualquiera sin necesidad de un solo roce, pero en ese instante, ese fuego que arrasaba, que estremecía y quemaba, que podía matar, era una simple llama, como el calor del hogar, que esperaba la llegada de los habitantes de la casa para hacerles pasar el frío del invierno, no era abrasador, era cálido, como una capa que abriga más que como una hoguera que quema. Una pequeña llama que temblaba de miedo, temiendo apagarse.
La pregunta resonó de nuevo al compas de la melodía que aun sonaba en sus oidos haciendole seguir el ritmo, inconsciente, con las caderas y las caricias, no tuvo tiempo siquiera a responder, pronto sus labios estuvieron cubiertos, las lenguas se enredaron frenéticas y las caricias descendieron por el pelo y el cuello, jamás pensó que pudiera tener tan sensible la piel como en ese momento, que se enrojecía por cada caricia y cada gesto.
Sin respiración, con la garganta cogida, tembló mordiendose los labios deshaciendose de lo poco de ropa que le quedaba mientras la voz de él prometía una noche entera entre sábanas, besos y caricias, entre calor y susurros, entre llamas y relampagos. Notó su desnudez contra la suya y respiró hondo, intentando calmar sus nervios, había escuchado que dolía, ¿Sería cierto? no lo sabía y no le importaba, no podía pensar en ese momento. Acercó las caderas sin pensarlo demasiado y sintió un roce extraño, le tembló la respiración y se medio alzó para poder capturar sus labios y que los besos le volvieran a nublar el juicio, quería hacerlo, quería más, estaba segura y tenía miedo, pero no iba a echarse hacia atrás, era el momento, ahora o nunca, y el calor que sentía no iba a permitirle esperar mucho más tiempo.
- Por favor...- murmuró contra los labios de él, enredando sus brazos en el cuello de Gerrit y arrastrandolo consigo, con sus besos, hacia el almohadón, a la espera de la primera envestida.
Su pecho subía y bajaba, nervioso, y más aun cuando él apartó el cogín que había usado de protección ante su evidente sonrojo y, aun más evidente, inocencia. Nadie pensaría que ella, una bailarina que vivía de su cuerpo y sus movimientos, pudiera aun conservar algo que muchas jovenes, con aires menos provocativos, habían perdido tiempo atrás, pero tampoco abría nadie que, desconfiada como era, nunca había dejado que nadie se acercara lo suficiente para conquistar su alma, y, por lo tanto, su cuerpo.
Usualmente era ardiente, quemaba a quien se acercaba, y no solo por su poder, sus miradas, sus andares y sus gestos, habrían podido hacer arder a cualquiera sin necesidad de un solo roce, pero en ese instante, ese fuego que arrasaba, que estremecía y quemaba, que podía matar, era una simple llama, como el calor del hogar, que esperaba la llegada de los habitantes de la casa para hacerles pasar el frío del invierno, no era abrasador, era cálido, como una capa que abriga más que como una hoguera que quema. Una pequeña llama que temblaba de miedo, temiendo apagarse.
La pregunta resonó de nuevo al compas de la melodía que aun sonaba en sus oidos haciendole seguir el ritmo, inconsciente, con las caderas y las caricias, no tuvo tiempo siquiera a responder, pronto sus labios estuvieron cubiertos, las lenguas se enredaron frenéticas y las caricias descendieron por el pelo y el cuello, jamás pensó que pudiera tener tan sensible la piel como en ese momento, que se enrojecía por cada caricia y cada gesto.
Sin respiración, con la garganta cogida, tembló mordiendose los labios deshaciendose de lo poco de ropa que le quedaba mientras la voz de él prometía una noche entera entre sábanas, besos y caricias, entre calor y susurros, entre llamas y relampagos. Notó su desnudez contra la suya y respiró hondo, intentando calmar sus nervios, había escuchado que dolía, ¿Sería cierto? no lo sabía y no le importaba, no podía pensar en ese momento. Acercó las caderas sin pensarlo demasiado y sintió un roce extraño, le tembló la respiración y se medio alzó para poder capturar sus labios y que los besos le volvieran a nublar el juicio, quería hacerlo, quería más, estaba segura y tenía miedo, pero no iba a echarse hacia atrás, era el momento, ahora o nunca, y el calor que sentía no iba a permitirle esperar mucho más tiempo.
- Por favor...- murmuró contra los labios de él, enredando sus brazos en el cuello de Gerrit y arrastrandolo consigo, con sus besos, hacia el almohadón, a la espera de la primera envestida.
Keira Brabery
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Re: Tensión {Gerrit ♥} {Privado +18} {CERRADO}
Antes fue “más”, ahora fue “por favor”. Las dos frases con el mismo tono de voz, un susurro que entre mezclaba el miedo a lo desconocido y al deseo de querer conocerlo. Había escuchado a tantas mujeres hablar con ese tono de voz que no me resultaba extraño. Lo conocía tan bien como conocía la palma de mi mano. Lo raro era escuchar ese tono con la voz de Keira. ¿Desde cuándo los fuegos tenían miedo? Era una buena pregunta y quería hacérsela, pero en otro momento; después de quemar la cama o, mejor, al día siguiente mientras nos curásemos los arañazos y los cardenales. En este momento, había cosas más importantes que hacer. No había lugar ni para los pensamientos ni para las preguntas.
-Bien.- Dije sonriendo mientras me deshacía del abrazo de Keira de entre mi cuello.
Me puse de rodillas, me encantaba tener esa sensación de supremacía. Un cuerpo casi desnudo de mujer estaba a menos de veinte centímetros bajo de mí y todo era mío. Lo mejor, es que la mujer desnuda me pedía “más” y que “por favor” fuera mía. Si en el fondo, soy un hombre obediente y servicial.
Con mi mano derecha apreté el cuello de la chica para indicarla que se mantuviera acostada y que no se moviera. Lo que iba a hacer le iba a doler y le iba a gustar por partes iguales. Si no estaba acostumbra, y por su voz (aunque seguía pareciéndome irreal) parecía que no lo estaba. Con mi mano izquierda, fui bajando con pequeñas caricias hacia la poca ropa que le quedaba a la chica. Mi boca le seguía dando pequeños besos en sentido paralelo que las caricias. Cuando llegué al besar el hilillo de su ropa interior, di un fuerte manotazo con la mano izquierda para quitar las braguitas que llevaba puestas, mientras, con la otra mano, seguía apretando el cuello de la chica sin dañarla pero con firmeza.
Los besos y las caricias siguieron su paso. Cada vez, notaba su piel más caliente y húmeda. Me estaba acercando al corazón del fuego, por fin me iba a quemar con ella. Bajé por su ingle y me paré justo antes de llegar a su vagina.
-¿Bien?- Dije la misma palabra que había dicho para aceptar la petición de Keira para preguntarla si estaba preparada. Estaba tan excitado que no podía pensar con nitidez. Ni siquiera pude pensar en una palabra mejor para preguntarle si estaba lista.
Solté su cuello para ponerme recto una vez más. Luego, me dejé caer mis brazos en el colchón al lado de su cabeza. Necesitaba un punto de apoyo, contra más cerca estuviera de sus labios mejor. Llegó a la hora. Me iba a quemar.
Primero despacio. Si era su primera vez, si mi intuición no me fallaba, y para las mujeres era difícil que me fallase), le iba a doler. En el mismo momento en que mi polla entrase por su coño le dolería. Era mejor ir con cuidado. Poco a poco. Quemándome con cada movimiento de cadera. Arriba y abajo. Despacio y suave. Disfrutando del fuego y apretando los labios contra los dientes para reprimir el deseo de ir más deprisa a la vez que me aguantaba no gritar por el fuego que recorría mi entrepierna.
Poco a poco, fui yendo más desprecia. Mis ojos estaban clavados en los de Keira pero no la podía ver. ¿Quién podía mirar algo mientras está follando? Yo no. En mis ojos solo había fuego mezclado con la pasión.
“¡Más deprisa!” No supe si lo había pensado para mí mismo o lo había dicho en un susurro entre dientes. Juraría que de mi boca no salía más que vaho pero no estaba seguro. No importa si lo dijese o lo pensé pues, obedecí inmediatamente. Más deprisa y esta vez, a la mierda la suavidad y a la mierda el cuidado. Eso le iba a doler y le iba a gustar por partes iguales. Al fin de cuentas, ella lo había pedido.
-Bien.- Dije sonriendo mientras me deshacía del abrazo de Keira de entre mi cuello.
Me puse de rodillas, me encantaba tener esa sensación de supremacía. Un cuerpo casi desnudo de mujer estaba a menos de veinte centímetros bajo de mí y todo era mío. Lo mejor, es que la mujer desnuda me pedía “más” y que “por favor” fuera mía. Si en el fondo, soy un hombre obediente y servicial.
Con mi mano derecha apreté el cuello de la chica para indicarla que se mantuviera acostada y que no se moviera. Lo que iba a hacer le iba a doler y le iba a gustar por partes iguales. Si no estaba acostumbra, y por su voz (aunque seguía pareciéndome irreal) parecía que no lo estaba. Con mi mano izquierda, fui bajando con pequeñas caricias hacia la poca ropa que le quedaba a la chica. Mi boca le seguía dando pequeños besos en sentido paralelo que las caricias. Cuando llegué al besar el hilillo de su ropa interior, di un fuerte manotazo con la mano izquierda para quitar las braguitas que llevaba puestas, mientras, con la otra mano, seguía apretando el cuello de la chica sin dañarla pero con firmeza.
Los besos y las caricias siguieron su paso. Cada vez, notaba su piel más caliente y húmeda. Me estaba acercando al corazón del fuego, por fin me iba a quemar con ella. Bajé por su ingle y me paré justo antes de llegar a su vagina.
-¿Bien?- Dije la misma palabra que había dicho para aceptar la petición de Keira para preguntarla si estaba preparada. Estaba tan excitado que no podía pensar con nitidez. Ni siquiera pude pensar en una palabra mejor para preguntarle si estaba lista.
Solté su cuello para ponerme recto una vez más. Luego, me dejé caer mis brazos en el colchón al lado de su cabeza. Necesitaba un punto de apoyo, contra más cerca estuviera de sus labios mejor. Llegó a la hora. Me iba a quemar.
Primero despacio. Si era su primera vez, si mi intuición no me fallaba, y para las mujeres era difícil que me fallase), le iba a doler. En el mismo momento en que mi polla entrase por su coño le dolería. Era mejor ir con cuidado. Poco a poco. Quemándome con cada movimiento de cadera. Arriba y abajo. Despacio y suave. Disfrutando del fuego y apretando los labios contra los dientes para reprimir el deseo de ir más deprisa a la vez que me aguantaba no gritar por el fuego que recorría mi entrepierna.
Poco a poco, fui yendo más desprecia. Mis ojos estaban clavados en los de Keira pero no la podía ver. ¿Quién podía mirar algo mientras está follando? Yo no. En mis ojos solo había fuego mezclado con la pasión.
“¡Más deprisa!” No supe si lo había pensado para mí mismo o lo había dicho en un susurro entre dientes. Juraría que de mi boca no salía más que vaho pero no estaba seguro. No importa si lo dijese o lo pensé pues, obedecí inmediatamente. Más deprisa y esta vez, a la mierda la suavidad y a la mierda el cuidado. Eso le iba a doler y le iba a gustar por partes iguales. Al fin de cuentas, ella lo había pedido.
Gerrit Nephgerd
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Re: Tensión {Gerrit ♥} {Privado +18} {CERRADO}
Cuando se alejó de ella, la chica, nerviosa, cubrió su boca con el dorso de la mano abriendo unos ojos vidriosos en un intento de ver algo, de saber que pasaría a continuación, de distinguir la expresión en el rostro del hombre que la estaba llenando de caricias y besos, pero no lograba ver nada. La mano de él aprisionaba su cuello contra la almohada, no le gustaba eso, la ponía más nerviosa y la asustaba un poco, era incómodo no tener la libertad para moverse.
Empezaba a querer detenerlo todo, aunque era ya demasiado tarde, cuando la manó ser retiró, pudo volver a calmar ese miedo que pugnaba por superar el calor que le recorría el cuerpo. En cuando las caricias descendieron todo rastro de temor quedó relegado y el fuego volvió a subir hasta su cabeza circulando hasta llegar incluso hasta los dedos de los pies. Suspiró dejando caer la cabeza haca un lado mientras notaba bajar las manos por su cintura y besos por su vientre hasta llegar al poco de ropa que le restaba y la hacía desaparecer con rapidez.
Cuando la siguiente palabra salió de los labios de él, Keira no pudo más que asentir, notaba la voz demasiado trémula como para decir nada. Sintió el peso de él sobre ella cuando se tumbó, era el momento. Respiró hondo y, cuando notó que algo entraba, se mordió el labio y una sola lágrima descendió por su mejilla, dolía, si, pero no era para tanto. Había oído que muchas de las mujeres de su Troupe no sentían dolor alguno, porque su capacidad de bailar y saltar, las hacía tan elásticas que incluso evitaba ciertos dolores, parecía que con ella no era muy diferente.
Suspiró temblorosa agarrando los antebrazos de Gerrit mientras comenzaba a disfrutar de los movimientos. No tardó en sumarse al vaivén, en realidad, no era tan difícil, era como bailar, movimientos fluidos que provocaban placer. Cuando el ritmo comenzó a acelerar, la presión de estar bajo el la superó y entre jadeos forzó un giro para quedar sobre él sin separarse. Entre suspiros comenzó a moverse besándole en los labios con suaves mordiscos frenéticos. Se sentía más cómoda así, sentía que tenía el control y que podía moverse con más libertad.
Como si se moviera al ritmo de esa música que había comenzado a desvanecerse de su mente nublada, como si bailara, como una llama que se mecía con el viento en una hoguera invernal, sintió cada uno de los movimientos, cada una de las acometidas con ligeros gemidos que escapaban de sus labios rojizos por los besos. Clavó sus uñas en la piel de Gerrit, se sentía tan viva, ardía, no temía perder el control, porque ya lo había perdido y estaba disfrutando de ello.
Mordiéndose los labios dejó caer la cabeza en el hueco del cuello de Gerrit, abrió los labios en un suspiro sin dejar de balancear las caderas y mordió su piel para tragar saliva, se comenzaba a notar extraña, el calor comenzaba a concentrarse en un único punto y un agradable cosquilleo parecía recorrerla sin pudo alguno, el mismo que la chica parecía haber perdido por completo. Comenzaba a caer, un descenso desde el cielo que deparaba una caída sobre una nube, no sabía cuanto duraría la sensación, pero parecía que iba a llegar aun más alto, eso le decía el movimiento incontrolable de su cuerpo, las manos temblorosas, el calor que la recorría y ardía en el punto donde estaban conectados, si caía, no le importaba, no en ese instante.
Empezaba a querer detenerlo todo, aunque era ya demasiado tarde, cuando la manó ser retiró, pudo volver a calmar ese miedo que pugnaba por superar el calor que le recorría el cuerpo. En cuando las caricias descendieron todo rastro de temor quedó relegado y el fuego volvió a subir hasta su cabeza circulando hasta llegar incluso hasta los dedos de los pies. Suspiró dejando caer la cabeza haca un lado mientras notaba bajar las manos por su cintura y besos por su vientre hasta llegar al poco de ropa que le restaba y la hacía desaparecer con rapidez.
Cuando la siguiente palabra salió de los labios de él, Keira no pudo más que asentir, notaba la voz demasiado trémula como para decir nada. Sintió el peso de él sobre ella cuando se tumbó, era el momento. Respiró hondo y, cuando notó que algo entraba, se mordió el labio y una sola lágrima descendió por su mejilla, dolía, si, pero no era para tanto. Había oído que muchas de las mujeres de su Troupe no sentían dolor alguno, porque su capacidad de bailar y saltar, las hacía tan elásticas que incluso evitaba ciertos dolores, parecía que con ella no era muy diferente.
Suspiró temblorosa agarrando los antebrazos de Gerrit mientras comenzaba a disfrutar de los movimientos. No tardó en sumarse al vaivén, en realidad, no era tan difícil, era como bailar, movimientos fluidos que provocaban placer. Cuando el ritmo comenzó a acelerar, la presión de estar bajo el la superó y entre jadeos forzó un giro para quedar sobre él sin separarse. Entre suspiros comenzó a moverse besándole en los labios con suaves mordiscos frenéticos. Se sentía más cómoda así, sentía que tenía el control y que podía moverse con más libertad.
Como si se moviera al ritmo de esa música que había comenzado a desvanecerse de su mente nublada, como si bailara, como una llama que se mecía con el viento en una hoguera invernal, sintió cada uno de los movimientos, cada una de las acometidas con ligeros gemidos que escapaban de sus labios rojizos por los besos. Clavó sus uñas en la piel de Gerrit, se sentía tan viva, ardía, no temía perder el control, porque ya lo había perdido y estaba disfrutando de ello.
Mordiéndose los labios dejó caer la cabeza en el hueco del cuello de Gerrit, abrió los labios en un suspiro sin dejar de balancear las caderas y mordió su piel para tragar saliva, se comenzaba a notar extraña, el calor comenzaba a concentrarse en un único punto y un agradable cosquilleo parecía recorrerla sin pudo alguno, el mismo que la chica parecía haber perdido por completo. Comenzaba a caer, un descenso desde el cielo que deparaba una caída sobre una nube, no sabía cuanto duraría la sensación, pero parecía que iba a llegar aun más alto, eso le decía el movimiento incontrolable de su cuerpo, las manos temblorosas, el calor que la recorría y ardía en el punto donde estaban conectados, si caía, no le importaba, no en ese instante.
Keira Brabery
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Re: Tensión {Gerrit ♥} {Privado +18} {CERRADO}
No podía apartar la vista de la cara de Keira. Observaba como su cabeza ascendía y descendía al mismo ritmo con el que yo que movía mi cintura. Su melena, mojada por el sudor, se movía de una forma parecida a cuando bailaba. Sus ojos, que antes había como se habían encendido de una sola chispa, ardían con todo el calor del Fuego Bravery. Podía notar el fuego y calor, me estaba quemando y no era por lo que estábamos haciendo; lo que me quemaba eran el fuego de sus ojos. Deseaba arder en ellos. ¡Quería quemarme!
Recordé a la doctora Tumere, a la puta y sádica doctora Tumere. Ella murió en un incendio que yo mismo había provocado. Aunque, decir que murió en un incendio era quedarme corto. El fuego que causé en el hospital fue mucho más que unas simple llamas de colores. Tumere, junto al feto que tenía en la boca, se derritió en las llamas entre angustias y gritos enmudecidos por el feto. Vi la escena y me reí de ella. Las peores muertes causadas a las peores personas me hacían mucha gracia, no lo podía evitar. Que irónico era que, mientras yo ardía con el Fuego Bravery de Keira, también me estaba riendo. Al fin de cuentas, yo era tan cruel como la doctora Tumere. En la cama, encima de Keira, mostraba la misma sonrisa malévola que ponía cada vez que tenía algo bajo mi voluntad: Cuando torturé y maté a los elfos bajo las órdenes de Sam, cuando me vengué de mi padre, cuando me vengué de Sam y cuando follaba. No podía disimular mi sonrisa. Ella formaba parte de mí igual como el fuego formaba parte de Keira.
Alguien me cogió los brazos y me clavo las uñas. No me giré a ver quién era, en cambio, grité, con los labios cerrados, por el placer que sentía entre las piernas. Ya me podrían clavar un cuchillo en la espalda que yo no me daría cuenta. Estaba demasiado concentrado en lo que hacía y en lo que veía. Demasiado concentrado en el fuego. ¿Acaso había algo que merecía más mi atención que el Fuego Bravery? Muchos hombres habían deseado tenerla, apostaría lo que fuera a que el cuarteto formado por Ganso, Cerdo, Hipopótamo y Mono, después de su primer encuentro con la bailarina sirviendo el desayuno, habían tenido sueños eróticos con ella. La mayoría de los hombres con los que se cruzaba soñaban con ella. Eso era un hecho que nadie lo podía negar. Ni siquiera yo lo podía negar. El primer día que la conocí yo también soñé con ella. Soñé que la tenía como ahora en esos instantes y luego la mataba para vengarme de cómo me había dejado en ridículo en más de una ocasión. ¿La mataría en la vigilia? No pensé en ello. Con algo de suerte, el Fuego Bravery nos consumiría cuando términos de hacer sonar los muelles de la cama de la misma forma que el incendio del hospital consumió a la puta doctora Tumere.
Segundos después de sentir que alguien me clavaba las uñas en los brazos, ese alguien se impulsó hacia mi boca. Entonces descubrí que fue Keira y lo sonreí a mis adentros todavía más por ello. Ella también quería sostener la batuta que dirigía este acto. Iba a ser interesante. La bailarina, tras haber recuperado su fuego, parecía haber recuperado algo más. Algo que pertenecía a sus instintos más primarios y a querer dominar la situación. Ahora, tenía la sensación, que nos enfrentaríamos por ver quién era el que tenía el control y quién era el que se dejaría dirigir.
Y así lo hicimos. Ella empezó con su primer movimiento. Sus besos estaban mezclados por los gritos que le causaba el calor de nuestra cintura, los míos también pero tenía más experiencia que ella para poner contenerme. Lleve mis manos a su espalda para empujar la chica contra mí y que no se cayera. Mis movimientos de la cintura cada vez eran más rápidos, si hubiéramos perdido el equilibrio se hubieran extinguido todas las llamas. No lo podía consentir. Tenía que atraer a la chica contra mí; pegar nuestros pechos de igual forma que nuestras cinturas estaban pegadas.
Vino la apuñalada en la espalda, u otra vez las uñas de Keira. ¡Qué más daba! No iba a hacer el más mínimo caso fuera una cosa o fuera la otra. Grité. Eso sí que lo hice. Girté entre dientes mientras seguía besando a la bailarina primero en la boca y, cuando esta se separaba de mí, después en la comisura de sus labios para hacerlos volver junto a mí.
Llegamos al mismo corazón del incendio. Nuestras cinturas se movían más y más rápido. Lo real se mezclaba con lo irreal. No podía concentrarme en besarla en los labios. Tenía que conformarme con tenerla cerca de mí, a una distancia tan cerca que podía sentir su aliento encima de mí. El Fuego Bravery me quemó y yo me quemé. Grité y esta vez no pude cerrar la boca para ocultar el grito de placer. Keira también se quemó. Calló rendida contra mi cuello y me mordió la piel. Curioso, ahora sí noté el dolor del mordisco; también el escozor de todos los arañazos que me había hecho durante toda la noche. Pero, me importaba una mierda.
Lleve mis manos a la cabeza de Keira mientras ella descansaba en mi cuello. Acaricie su melena con toques suaves de arriba a abajo. Mis manos comenzaron a oler a ella y a su fuego. Me gustaba ese olor. Sentía que podía morirme tranquilo si es oliendo a ella después de una noche como ésta.
Recordé a la doctora Tumere, a la puta y sádica doctora Tumere. Ella murió en un incendio que yo mismo había provocado. Aunque, decir que murió en un incendio era quedarme corto. El fuego que causé en el hospital fue mucho más que unas simple llamas de colores. Tumere, junto al feto que tenía en la boca, se derritió en las llamas entre angustias y gritos enmudecidos por el feto. Vi la escena y me reí de ella. Las peores muertes causadas a las peores personas me hacían mucha gracia, no lo podía evitar. Que irónico era que, mientras yo ardía con el Fuego Bravery de Keira, también me estaba riendo. Al fin de cuentas, yo era tan cruel como la doctora Tumere. En la cama, encima de Keira, mostraba la misma sonrisa malévola que ponía cada vez que tenía algo bajo mi voluntad: Cuando torturé y maté a los elfos bajo las órdenes de Sam, cuando me vengué de mi padre, cuando me vengué de Sam y cuando follaba. No podía disimular mi sonrisa. Ella formaba parte de mí igual como el fuego formaba parte de Keira.
Alguien me cogió los brazos y me clavo las uñas. No me giré a ver quién era, en cambio, grité, con los labios cerrados, por el placer que sentía entre las piernas. Ya me podrían clavar un cuchillo en la espalda que yo no me daría cuenta. Estaba demasiado concentrado en lo que hacía y en lo que veía. Demasiado concentrado en el fuego. ¿Acaso había algo que merecía más mi atención que el Fuego Bravery? Muchos hombres habían deseado tenerla, apostaría lo que fuera a que el cuarteto formado por Ganso, Cerdo, Hipopótamo y Mono, después de su primer encuentro con la bailarina sirviendo el desayuno, habían tenido sueños eróticos con ella. La mayoría de los hombres con los que se cruzaba soñaban con ella. Eso era un hecho que nadie lo podía negar. Ni siquiera yo lo podía negar. El primer día que la conocí yo también soñé con ella. Soñé que la tenía como ahora en esos instantes y luego la mataba para vengarme de cómo me había dejado en ridículo en más de una ocasión. ¿La mataría en la vigilia? No pensé en ello. Con algo de suerte, el Fuego Bravery nos consumiría cuando términos de hacer sonar los muelles de la cama de la misma forma que el incendio del hospital consumió a la puta doctora Tumere.
Segundos después de sentir que alguien me clavaba las uñas en los brazos, ese alguien se impulsó hacia mi boca. Entonces descubrí que fue Keira y lo sonreí a mis adentros todavía más por ello. Ella también quería sostener la batuta que dirigía este acto. Iba a ser interesante. La bailarina, tras haber recuperado su fuego, parecía haber recuperado algo más. Algo que pertenecía a sus instintos más primarios y a querer dominar la situación. Ahora, tenía la sensación, que nos enfrentaríamos por ver quién era el que tenía el control y quién era el que se dejaría dirigir.
Y así lo hicimos. Ella empezó con su primer movimiento. Sus besos estaban mezclados por los gritos que le causaba el calor de nuestra cintura, los míos también pero tenía más experiencia que ella para poner contenerme. Lleve mis manos a su espalda para empujar la chica contra mí y que no se cayera. Mis movimientos de la cintura cada vez eran más rápidos, si hubiéramos perdido el equilibrio se hubieran extinguido todas las llamas. No lo podía consentir. Tenía que atraer a la chica contra mí; pegar nuestros pechos de igual forma que nuestras cinturas estaban pegadas.
Vino la apuñalada en la espalda, u otra vez las uñas de Keira. ¡Qué más daba! No iba a hacer el más mínimo caso fuera una cosa o fuera la otra. Grité. Eso sí que lo hice. Girté entre dientes mientras seguía besando a la bailarina primero en la boca y, cuando esta se separaba de mí, después en la comisura de sus labios para hacerlos volver junto a mí.
Llegamos al mismo corazón del incendio. Nuestras cinturas se movían más y más rápido. Lo real se mezclaba con lo irreal. No podía concentrarme en besarla en los labios. Tenía que conformarme con tenerla cerca de mí, a una distancia tan cerca que podía sentir su aliento encima de mí. El Fuego Bravery me quemó y yo me quemé. Grité y esta vez no pude cerrar la boca para ocultar el grito de placer. Keira también se quemó. Calló rendida contra mi cuello y me mordió la piel. Curioso, ahora sí noté el dolor del mordisco; también el escozor de todos los arañazos que me había hecho durante toda la noche. Pero, me importaba una mierda.
Lleve mis manos a la cabeza de Keira mientras ella descansaba en mi cuello. Acaricie su melena con toques suaves de arriba a abajo. Mis manos comenzaron a oler a ella y a su fuego. Me gustaba ese olor. Sentía que podía morirme tranquilo si es oliendo a ella después de una noche como ésta.
Gerrit Nephgerd
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Re: Tensión {Gerrit ♥} {Privado +18} {CERRADO}
Era un día de tormenta, la noche olía a lluvia, a recuerdos, a un café que humeaba en la mesa, a un libro olvidado en la cama, a un vestido roto por una fiesta, zapatos tirados por el suelo, cartas no leídas, palabras que se murmuraban en la noche, colores que se perdían en el horizonte y se fundían con un amanecer roto. Sabía a campo, a hierva fresca, a una comida que volvías a probar tras años olvidada, tenía el sabor de una lágrima que se quedaba encajada en el lagrimal, a trueno que resonaba en el alma, a fuego que recorría la piel, a caricias no dadas, que encontraban, por fin, su lugar.
El tacto era como el de la nieve que te quema la piel, y el fuego que te la abrasa, como humo que sube al cielo y se convierte en nube, a electricidad, a sol y a lluvia, a sudor resbalando por un baile, a una danza que te eleva, caderas unidas, arañazos y besos, susurros nocturnos que te dejan un regusto amargo, a querer más, mordiscos que no duelen, gritos que no son de miedo, suspiros de placer y caricias a ciegas. Ojos borrosos, movimientos acelerados, labios secos que enrojecían, uñas rotas y sábanas manchadas.
Era un día de tormenta, una tormenta de nieve que, dentro del dormitorio, se había vuelto de fuego. Ni frío ni calor, ni cielo ni infierno, ni sonido ni silencio podían traspasar ya las paredes de cuarto. Para Keira habían desaparecido las notas musicales, sus oídos parecían haberse quedado sordos, los ojos parecían volver a ver con un brillo oscuro, la garganta, seca por tomar aliento con tanta velocidad, soltaba gemidos descontrolados, su cuerpo, unido al de Gerrit, aun siendo desconocedor del arte que practicaba, no parecía querer cesar el entrenamiento.
Los movimientos se habían vuelto caóticos, el ritmo frenético, las manos viajaban de un lugar a otro mientras uno y otro cuerpo subía y bajaba buscando la mejor forma de fundirse, los pechos pegados, las bocas que se buscaban, el dormitorio en llamas invisibles que, de algún modo, se les habían pegado a la piel. Con un último grito de guerra, en el que no había ganador ni perdedor, solo combatientes cansados. Se dejó caer contra el cuello del que había sido su rival esa noche, y, probablemente, lo sería muchas otras después de esa.
Incapaz de hablar, lanzó un suspiró y se acurrucó sintiendo el latido aun en ella, agotada, indefensa, y tranquila. Con una ligera risa, de buen humor, dio un pequeño mordisco al cuello de Gerrit y suspiró de nuevo con una mano sobre el pecho de él, que tenía el corazón tan acelerado como el suyo propio. Cerró los ojos al sentir las caricias en el cabello, hacía años que nadie le acariciaba el pelo.
Después de unos minutos de silencio, donde reinó la paz tras la tormenta, se decidió a moverse y dejó caer la cintura sobre la cama, sin alejar su pecho del de él, le temblaban las piernas, se sentía flotando, su cuerpo parecía no tener peso y una agradable sensación le recorría desde el centro extendiéndose en todas direcciones. Suspiró y alzó un poco la cabeza, intentando ver al hombre a su lado. ¿Era esa la sensación de una noche de tormenta? No, ella había vivido muchas noches de lluvia, pero esa era la primera vez que su cuerpo olía a tierra húmeda, a sol y a luna, olía a tormenta.
Volvió a dejar la cabeza en el pecho del chico, cerrando, nuevamente, los ojos, alzando un brazo para acariciar los mechones de pelo de Gerrit y bajar las caricias por el cuello, se sentía agotada, pero nunca había estado tan feliz de estar así de cansada.
El tacto era como el de la nieve que te quema la piel, y el fuego que te la abrasa, como humo que sube al cielo y se convierte en nube, a electricidad, a sol y a lluvia, a sudor resbalando por un baile, a una danza que te eleva, caderas unidas, arañazos y besos, susurros nocturnos que te dejan un regusto amargo, a querer más, mordiscos que no duelen, gritos que no son de miedo, suspiros de placer y caricias a ciegas. Ojos borrosos, movimientos acelerados, labios secos que enrojecían, uñas rotas y sábanas manchadas.
Era un día de tormenta, una tormenta de nieve que, dentro del dormitorio, se había vuelto de fuego. Ni frío ni calor, ni cielo ni infierno, ni sonido ni silencio podían traspasar ya las paredes de cuarto. Para Keira habían desaparecido las notas musicales, sus oídos parecían haberse quedado sordos, los ojos parecían volver a ver con un brillo oscuro, la garganta, seca por tomar aliento con tanta velocidad, soltaba gemidos descontrolados, su cuerpo, unido al de Gerrit, aun siendo desconocedor del arte que practicaba, no parecía querer cesar el entrenamiento.
Los movimientos se habían vuelto caóticos, el ritmo frenético, las manos viajaban de un lugar a otro mientras uno y otro cuerpo subía y bajaba buscando la mejor forma de fundirse, los pechos pegados, las bocas que se buscaban, el dormitorio en llamas invisibles que, de algún modo, se les habían pegado a la piel. Con un último grito de guerra, en el que no había ganador ni perdedor, solo combatientes cansados. Se dejó caer contra el cuello del que había sido su rival esa noche, y, probablemente, lo sería muchas otras después de esa.
Incapaz de hablar, lanzó un suspiró y se acurrucó sintiendo el latido aun en ella, agotada, indefensa, y tranquila. Con una ligera risa, de buen humor, dio un pequeño mordisco al cuello de Gerrit y suspiró de nuevo con una mano sobre el pecho de él, que tenía el corazón tan acelerado como el suyo propio. Cerró los ojos al sentir las caricias en el cabello, hacía años que nadie le acariciaba el pelo.
Después de unos minutos de silencio, donde reinó la paz tras la tormenta, se decidió a moverse y dejó caer la cintura sobre la cama, sin alejar su pecho del de él, le temblaban las piernas, se sentía flotando, su cuerpo parecía no tener peso y una agradable sensación le recorría desde el centro extendiéndose en todas direcciones. Suspiró y alzó un poco la cabeza, intentando ver al hombre a su lado. ¿Era esa la sensación de una noche de tormenta? No, ella había vivido muchas noches de lluvia, pero esa era la primera vez que su cuerpo olía a tierra húmeda, a sol y a luna, olía a tormenta.
Volvió a dejar la cabeza en el pecho del chico, cerrando, nuevamente, los ojos, alzando un brazo para acariciar los mechones de pelo de Gerrit y bajar las caricias por el cuello, se sentía agotada, pero nunca había estado tan feliz de estar así de cansada.
Keira Brabery
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Re: Tensión {Gerrit ♥} {Privado +18} {CERRADO}
Mi mano derecha estaba sobre la cabeza de Keira acariciando su larga melena, mi mano izquierda la tenía bajo la almohada de mi cabeza y mi mente concentrada en el olor de la chica. El Fuego se fue a descansar y quedaron las brasas. Nada de cenizas, nunca más. El Fuego Bravery no se volvería a apagar y Keira no volvería a estar tumbada en un sucio callejón llorando entre cajas maltrechas. Yo me encargaría de ello. Entonces lo entendí. No iba a dejar que el Fuego se apagase nunca más y este olor, este dulce olor, sería prueba de ello.
Acaricie muy lentamente con las yemas de los dedos el cabello de Keira mientras ella, posaba su mano sobre mi pecho. Notaba el calor de su mano. ¿Ella notaría los latidos de mi corazón? Lo más seguro fuera que sí pues, yo, sin tener que tocar su pecho con mis manos, notaba el suyo. Me pareció que sonaba al ritmo de la canción que imaginé haber escuchado antes. Sin darme cuenta, había cerrado los ojos con el fin de recordar la dichosa canción. Sí, la recordaba bien. Estaba clavada en mi cabeza en el mismo lugar donde tenía clavado el aroma de las brasas del Fuego Bravery. Luego, cuando terminase de disfrutar de este momento de buen silencio, cogería mi guitarra y tocaría la canción. Con un poco de suerte, Keira sabría la letra y la cantaría mientras yo tocase.
Abrí los ojos muy lentamente. Una parte de mí no los quería abrir por miedo a perder la sensación de bienestar que me producía recordar la dichosa canción a la vez que olía las brasas del Fuego Bravery. En frente, me tope con la frente de Keira. Su cabeza reposaba sobre mi pecho. Parecía cansada, tanto como yo lo estaba o incluso más. Me acerqué muy lentamente a ella y bese su frente.
-Descansa.- Dije pasando de acariciar su cabello a acariciar su espalda. - No tienes nada que temer. Solo duerme y descansa.- Era una promesa. Una que cumpliría tan bien como cumplí la promesa de no volver a matar elfos por diversión.
Acaricie muy lentamente con las yemas de los dedos el cabello de Keira mientras ella, posaba su mano sobre mi pecho. Notaba el calor de su mano. ¿Ella notaría los latidos de mi corazón? Lo más seguro fuera que sí pues, yo, sin tener que tocar su pecho con mis manos, notaba el suyo. Me pareció que sonaba al ritmo de la canción que imaginé haber escuchado antes. Sin darme cuenta, había cerrado los ojos con el fin de recordar la dichosa canción. Sí, la recordaba bien. Estaba clavada en mi cabeza en el mismo lugar donde tenía clavado el aroma de las brasas del Fuego Bravery. Luego, cuando terminase de disfrutar de este momento de buen silencio, cogería mi guitarra y tocaría la canción. Con un poco de suerte, Keira sabría la letra y la cantaría mientras yo tocase.
Abrí los ojos muy lentamente. Una parte de mí no los quería abrir por miedo a perder la sensación de bienestar que me producía recordar la dichosa canción a la vez que olía las brasas del Fuego Bravery. En frente, me tope con la frente de Keira. Su cabeza reposaba sobre mi pecho. Parecía cansada, tanto como yo lo estaba o incluso más. Me acerqué muy lentamente a ella y bese su frente.
-Descansa.- Dije pasando de acariciar su cabello a acariciar su espalda. - No tienes nada que temer. Solo duerme y descansa.- Era una promesa. Una que cumpliría tan bien como cumplí la promesa de no volver a matar elfos por diversión.
Gerrit Nephgerd
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