Caprichos [Privado] [Gerrit] [+18][Cerrado]
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No tenía sentido estar enojado por algo así, Matthew tenía bien en claro que nada de lo que había dicho Eyre era tan ofensivo como para motivar semejante estado de mal humor, sin embargo tampoco podía negar lo que sentía. Mientras caminaba por las calles de la ciudad de los brujos su sangre parecía hervir, no era capaz de control la ira que sentía, y lo más extraño es que no podía fingir felicidad como lo hacía siempre.
Aunque el estafador no era consciente de ello, la muchacha había tocado una fibra sensible, un punto de inflexión donde todas las mentiras que componían a Matthew Owens se desarmaban, dejando al descubierto a un niño sin familia ni hogar. Al presentarse en semejante estado de desvalimiento, cualquier cosa que Eyre hiciera o dijera golpeaba a Matt con el triple de fuerza.
Nada de esto llegaba a la mente del humano en ese momento, lo único en lo que podía pensar es en que necesitaba distraerse con algo, lo que fuera, o perdería el control por completo y arruinaría todo lo que tan meticulosamente había construido. Aunque Owens tenía varios vicios, el alcohol y las drogas no estaban entre ellos, tantos años viviendo desprotegido en las calles le habían enseñado que tener la mente lúcida era lo único que podía salvarte.
Así y todo había un tipo de placer terrenal que Matthew no se prohibía, y ese era sencillamente el del sexo. Ante la necesidad de olvidarse por una noche de todo lo que le preocupaba, puso en marcha el plan de encontrar algún acompañante, entró a algunas tabernas, pidió algo de beber aunque siquiera tocara la jarra, observó a la clientela en busca de alguna posible cita. Pero al poco de empezar perdió interés en el asunto, si encontraba a alguien de esa manera tendría que hacer toda su actuación de cortejo y no estaba de ánimos para esas cosas.
Regreso a la calle ya con una idea más concreta de qué era lo que necesitaba, lo que buscaba no se encontraba en las calles, no quería a novatos o improvisados, quería a profesionales. Tenía que encontrar un lupanar.
La segunda cosa en la cual Matthew era muy bueno es en derrochar dinero, por lo que no iba a buscar cualquier burdel de mala muerte donde probablemente se contagiaría todo tipo de enfermedades ¡De ninguna manera! Si iba a hacerlo, iba a hacerlo bien, por lo que se puso como siguiente objetivo el encontrar un lupanar de alto nivel, en lo posible que fuera exageradamente lujoso.
No tardo mucho en encontrarlo, las ciudades podían ser de humanos, vampiros, elfos o hechiceros, pero habían ciertas cosas que no cambiaban. El prostíbulo del pueblo tenía que ser un sitio no demasiado cercano a las casas de la alta sociedad, pero tampoco en lo más bajo. A simple vista debía ser una casa común y corriente, cuestión de que quien entrara no quedara sospechoso, pero todos en el barrio sabían lo que allí sucedía por lo que era todo una gran fachada.
“Acorde con la hipocresía de la sociedad en general” Pensó el estafador mientras miraba la entrada del lugar.
Acomodó su ropa, por suerte se había vestido bien para presentarse en la universidad, y antes de pelear con Eyre se había bañado, así que cuando llamo a la puerta dejo una buena impresión en la dueña del lugar, quien lo dejo entrar sin hacer preguntas.
Adentro parecían estar en otro universo, mujeres y hombres de todas las edades se paseaban por la enorme sala con poca o nada de ropa, las paredes y los portales estaban cubiertos con suave telas transparentes que permitían ver todo lo que sucedía tras bambalinas. Para los más anticuados habían habitaciones correctamente cerradas, pero la mayoría de las salas estaban abiertas para quien quisiera entrar. Almohadones de muchos tamaños y colores estaban dispersos por todos lados para mayor comodidad, y el aroma dulce que se sentía en el aire denotaba que había grandes cantidades de drogas y vino corriendo por el ambiente.
Matthew se relajo por fin y en cuanto encontró una montaña de cojines que estuvieran libres se dejó caer, permitiéndose algunos minutos de soledad antes de comenzar con la acción. Una primer muchacha se arrimo a él, su cabello era oscuro al igual que su piel “Es perfecta” pensó el estafador mientras la agarraba de las caderas y la acercaba a su cuerpo.
Por fin había logrado su objetivo: No pensar.
Aunque el estafador no era consciente de ello, la muchacha había tocado una fibra sensible, un punto de inflexión donde todas las mentiras que componían a Matthew Owens se desarmaban, dejando al descubierto a un niño sin familia ni hogar. Al presentarse en semejante estado de desvalimiento, cualquier cosa que Eyre hiciera o dijera golpeaba a Matt con el triple de fuerza.
Nada de esto llegaba a la mente del humano en ese momento, lo único en lo que podía pensar es en que necesitaba distraerse con algo, lo que fuera, o perdería el control por completo y arruinaría todo lo que tan meticulosamente había construido. Aunque Owens tenía varios vicios, el alcohol y las drogas no estaban entre ellos, tantos años viviendo desprotegido en las calles le habían enseñado que tener la mente lúcida era lo único que podía salvarte.
Así y todo había un tipo de placer terrenal que Matthew no se prohibía, y ese era sencillamente el del sexo. Ante la necesidad de olvidarse por una noche de todo lo que le preocupaba, puso en marcha el plan de encontrar algún acompañante, entró a algunas tabernas, pidió algo de beber aunque siquiera tocara la jarra, observó a la clientela en busca de alguna posible cita. Pero al poco de empezar perdió interés en el asunto, si encontraba a alguien de esa manera tendría que hacer toda su actuación de cortejo y no estaba de ánimos para esas cosas.
Regreso a la calle ya con una idea más concreta de qué era lo que necesitaba, lo que buscaba no se encontraba en las calles, no quería a novatos o improvisados, quería a profesionales. Tenía que encontrar un lupanar.
La segunda cosa en la cual Matthew era muy bueno es en derrochar dinero, por lo que no iba a buscar cualquier burdel de mala muerte donde probablemente se contagiaría todo tipo de enfermedades ¡De ninguna manera! Si iba a hacerlo, iba a hacerlo bien, por lo que se puso como siguiente objetivo el encontrar un lupanar de alto nivel, en lo posible que fuera exageradamente lujoso.
No tardo mucho en encontrarlo, las ciudades podían ser de humanos, vampiros, elfos o hechiceros, pero habían ciertas cosas que no cambiaban. El prostíbulo del pueblo tenía que ser un sitio no demasiado cercano a las casas de la alta sociedad, pero tampoco en lo más bajo. A simple vista debía ser una casa común y corriente, cuestión de que quien entrara no quedara sospechoso, pero todos en el barrio sabían lo que allí sucedía por lo que era todo una gran fachada.
“Acorde con la hipocresía de la sociedad en general” Pensó el estafador mientras miraba la entrada del lugar.
Acomodó su ropa, por suerte se había vestido bien para presentarse en la universidad, y antes de pelear con Eyre se había bañado, así que cuando llamo a la puerta dejo una buena impresión en la dueña del lugar, quien lo dejo entrar sin hacer preguntas.
Adentro parecían estar en otro universo, mujeres y hombres de todas las edades se paseaban por la enorme sala con poca o nada de ropa, las paredes y los portales estaban cubiertos con suave telas transparentes que permitían ver todo lo que sucedía tras bambalinas. Para los más anticuados habían habitaciones correctamente cerradas, pero la mayoría de las salas estaban abiertas para quien quisiera entrar. Almohadones de muchos tamaños y colores estaban dispersos por todos lados para mayor comodidad, y el aroma dulce que se sentía en el aire denotaba que había grandes cantidades de drogas y vino corriendo por el ambiente.
Matthew se relajo por fin y en cuanto encontró una montaña de cojines que estuvieran libres se dejó caer, permitiéndose algunos minutos de soledad antes de comenzar con la acción. Una primer muchacha se arrimo a él, su cabello era oscuro al igual que su piel “Es perfecta” pensó el estafador mientras la agarraba de las caderas y la acercaba a su cuerpo.
Por fin había logrado su objetivo: No pensar.
Última edición por Matthew Owens el Miér Ago 08 2018, 14:18, editado 2 veces
Matthew Owens
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Re: Caprichos [Privado] [Gerrit] [+18][Cerrado]
Keira Bravery creyó haberme hecho un favor al acogerme en la casa que había tomado prestada. Se compadeció de mi aspecto reprobable. La lastima brindaba de la mano con la repugnancia. Insistió en que me tomase un baño y me afeitase la barba; luego de ver que no daba mi brazo a torcer, ella misma me llevó hacia la bañera y me cortó la barba con las tijeras. Las fragancias de los jabones permanecieron en mi piel unos escasos minutos. Mis cinco maldiciones hicieron regresar el permanente olor a sangre seca y a muerte que había adquirido a lo largo de estos últimos meses. L a barba volvió a emerger, más blanca y desecha que la anterior vez.
-Te dije que estoy por cinco veces maldito-.
Sin mediar palabra, Keira dejó las tijeras de cortarme la barba y el cepillo encima del lavabo y se marchó frunciendo el ceño. Le había molestado que le estuviera recriminando por no haberme creído que estaba maldito en lugar de agradecer la composición que me había ofrecido con un beso.
Me quedé solo en el lavabo de una casa que no conocía. Miré mi reflejo en el espejo. Tuve el deseo, casi la necesidad, de coger las tijeras y cortarme el cuello. Puse mi mano encima de las tijeras y las apreté sin levantarlas de la pica. Lo había intentado otras veces. Mis brazos y piernas estaban repletos de cicatrices de los cortes que yo mismo me había hecho con intención de acabar con mi vida. Si no terminaba de tomar la decisión era porque esto significaría rendirme, reconocer que era una persona inferior que no merecía estar con vida. A mi padre le hubiera encantado, también al viejo Samhain. A veces me los imaginaba esperándome al otro lado: el primero con una fría mirada de odio y al segundo con una sonrisa sarcástica. No caería esa breva. Todavía no. Solté las tijeras. Descubrí que me había cortado la palma de la mano al apretar el filo de las tijeras; no me dolía más de lo que dolían las cinco maldiciones.
Finalmente, salí del lavabo. Keira se había puesto un camisón para dormir que desvela los encantos femeninos que yo había descubierto. Me dirigió una mirada de rencor y cerró la puerta de su cuarto, otra vez, sin decir nada. Comprendí lo que me quiso decir: Hoy no dormiríamos juntos. Fui a la habitación de invitados. La cama la tenía preparada.
-Eres un sol- dije con tono socarrón a la pared que colindaba con la habitación principal.
La mañana siguiente desperté oliendo los perfumes de Keira. Pensé que había dejado de lado su orgullo y acomodado a mi lado para que me levantase con un buen gusto. Nada más alejado de la realidad. Ella se había largado. ¿Dónde? No me importaba. A buscar dinero, suponía; contonear sus caderas de gitana a cambio de un par de monedas. Antes de marchase, me dejó un regalo: la puerta del lavabo abierta y la bañera llena de agua con exóticas fragancias. Cómo la odiaba…
Abrí los armarios buscando ropa limpia de varón. Encontré un par de pantalones y unas cuantas camisetas limpias; tomé las que más me gustaban. Ésta casa no era de Keira. Ella se había hecho dueña, quizás porque sus verdaderos propietarios estén muertos o de viaje. Por la ropa que encontraba pude deducir que la casa perteneció a una familia común: un hombre, una mujer, dos hijas (quizás mejillas) y un bebé al que no me atreví a ponerle un género. La habitación en la que había estado durmiendo no era de inquilinos, había pertenecido a las mejillas. Eso explicaría por qué la cama era lo suficientemente grande para mí, en ella tenían que dormir dos niñas.
Después de haberme vestido quise irme de allí. Buscar a Keira, cogerle de la mano y arrastrarla a un rincón oscuro de la calle donde nadie pudiera vernos. Igual como lo estuvimos el anterior día. Keira había tomado medidas para que esto no volviera a suceder: había atrancado la puerta principal; como si eso pudiera detenerme. Cogí a Suuri y golpeé la puerta hasta hacerla derribar. Una puerta abierta, o mejor dicho, carecer de una puerta, era una invitación seguro para los ladrones y maleantes. Me preocuparía si fuera casa. Keira opinaría igual que yo.
Me encontraba yendo hacia la plaza principal, donde pensaba que Keira estaba realizando su espectáculo, cuando tuve una mejor idea. ¿Qué le haría enfadar a la muchacha? ¿Con qué haría tronar su corazón de gritos de dolor? La respuesta era sencilla: que la comparase con una puta. Me fui a buscar al burdel más caro y lujoso que había en Beltrexus a pesar que sabía que allí no se encontraba.
La intención era doble: por un lado, insultarla llamándole puta rastrera y, por el otro, ponerla celosa. Tomaría de la mano a la chica más gentil que encontrase. Por su trabajo, estaría obligada a cumplir mis deseos aunque apestase como un anciano vagabundo. Le pediría que no fuéramos a las habitaciones, preferiría disfrutar con ella en los salones del vestíbulo y que todo el mundo nos viese (que Keira nos viese). Con un poco de suerte, la misma compasión que hizo que Keira me bañase, también pagaría a la chica. Sería tan divertido. Me relamí al imaginar la cara de disgusto que Keira pondría.
Sinceramente, por macabra que fueran mis intenciones, no pensé que tuviera oportunidad de ponerlas en marcha. Los burdeles de la alta sociedad estaban vigilados por tipos grandes, como yo lo era antes de estar por cinco veces maldito. El burdel que yo quería entrar no era una excepción. El hombre que vigilaba la entrada sostenía una alabarda en la mano izquierda, con la derecha daba o negaba el paso al interior. A mí no me dejaría pasar. Lo coherente e inteligente hubiera sido dar media vuelta e irme por donde había venido. Nunca he destacado por ser especialmente inteligente.
Me puse a la cola como un cliente más. Antes de que llegase mi turno, el portero ya sabía que no me iba a dejar entrar. Yo tampoco hubiera dejado entrar a un viejo que llevaba una cabeza de mujer de metal y martillo a todos lados. Quedaban dos personas por delante de mí, ambas permanecieron en la ignorancia hasta que fue demasiado tarde. Un trueno atravesó la cabeza del portero; su muerte fue lenta y silenciosa. Las personas se giraron atónitas para ver al brujo (al monstruo) asesino.
-Podéis darme las gracias por ahorraros un trámite innecesario o huir y avisar a la guardia de que Gerrit Nephgerd anda suelto. Tomad una decisión-.
Cada uno tomó una decisión diferente. Al que se marchó le puse la zancadilla antes de que se escapase. En el suelo, aplaste su cabeza con mi martillo. Los cuervos de Duna se comieron los restos de su cadáver.
-Respuesta equivocada- me burlé de él.
El interior del burdel era tal y como me lo había imaginado. Chicos y chicas carentes de ropa paseando de un lugar para otro, cojines y telas de colores adornando la pared y sofás en la entrada del vestíbulo mostrando una pizca del producto con el que allí se comercializaba. La fragancia que se respiraba era tres veces más escandalosa que el perfume de Keira Bravery.
Entre la multitud reconocí a un conocido humano. Vestía un traje elegante y se había perfumado igual que Keira antes de salir de casa. Como era de esperar, estaba disfrutando de los encantos del lugar. Se había agenciado una mujer piel oscura y se dirigían a las habitaciones. Una conducta muy propia de él: dar la espalda a la multitud y esconderse en la oscuridad.
Me gustaba joder. Fui a joder. Si no era a Keira Bravery, sería a Matthew Owens. Le seguí hasta la habitación y entré segundos después de ellos; les di el tiempo que suficiente para que empezasen los juegos de manos sin que todavía no se hubieran quitado la ropa.
-Gonorrea. Sífilis. Lupus. Papiloma. Cardomia- intercalaba enfermedades veneras que conocía con otros nombres que improvisaba al momento. –Hazte un favor, si es que quieres vivir por más años, y búscate a otro-.
Offrol: Creo que he profundizado mucho en la relación entre Gerrit y Keira y poco en el prostíbulo. No estoy orgulloso de esa segunda parte del post.
La línea temporal en la que se desarrolla este tema es justo después de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
-Te dije que estoy por cinco veces maldito-.
Sin mediar palabra, Keira dejó las tijeras de cortarme la barba y el cepillo encima del lavabo y se marchó frunciendo el ceño. Le había molestado que le estuviera recriminando por no haberme creído que estaba maldito en lugar de agradecer la composición que me había ofrecido con un beso.
Me quedé solo en el lavabo de una casa que no conocía. Miré mi reflejo en el espejo. Tuve el deseo, casi la necesidad, de coger las tijeras y cortarme el cuello. Puse mi mano encima de las tijeras y las apreté sin levantarlas de la pica. Lo había intentado otras veces. Mis brazos y piernas estaban repletos de cicatrices de los cortes que yo mismo me había hecho con intención de acabar con mi vida. Si no terminaba de tomar la decisión era porque esto significaría rendirme, reconocer que era una persona inferior que no merecía estar con vida. A mi padre le hubiera encantado, también al viejo Samhain. A veces me los imaginaba esperándome al otro lado: el primero con una fría mirada de odio y al segundo con una sonrisa sarcástica. No caería esa breva. Todavía no. Solté las tijeras. Descubrí que me había cortado la palma de la mano al apretar el filo de las tijeras; no me dolía más de lo que dolían las cinco maldiciones.
Finalmente, salí del lavabo. Keira se había puesto un camisón para dormir que desvela los encantos femeninos que yo había descubierto. Me dirigió una mirada de rencor y cerró la puerta de su cuarto, otra vez, sin decir nada. Comprendí lo que me quiso decir: Hoy no dormiríamos juntos. Fui a la habitación de invitados. La cama la tenía preparada.
-Eres un sol- dije con tono socarrón a la pared que colindaba con la habitación principal.
La mañana siguiente desperté oliendo los perfumes de Keira. Pensé que había dejado de lado su orgullo y acomodado a mi lado para que me levantase con un buen gusto. Nada más alejado de la realidad. Ella se había largado. ¿Dónde? No me importaba. A buscar dinero, suponía; contonear sus caderas de gitana a cambio de un par de monedas. Antes de marchase, me dejó un regalo: la puerta del lavabo abierta y la bañera llena de agua con exóticas fragancias. Cómo la odiaba…
Abrí los armarios buscando ropa limpia de varón. Encontré un par de pantalones y unas cuantas camisetas limpias; tomé las que más me gustaban. Ésta casa no era de Keira. Ella se había hecho dueña, quizás porque sus verdaderos propietarios estén muertos o de viaje. Por la ropa que encontraba pude deducir que la casa perteneció a una familia común: un hombre, una mujer, dos hijas (quizás mejillas) y un bebé al que no me atreví a ponerle un género. La habitación en la que había estado durmiendo no era de inquilinos, había pertenecido a las mejillas. Eso explicaría por qué la cama era lo suficientemente grande para mí, en ella tenían que dormir dos niñas.
Después de haberme vestido quise irme de allí. Buscar a Keira, cogerle de la mano y arrastrarla a un rincón oscuro de la calle donde nadie pudiera vernos. Igual como lo estuvimos el anterior día. Keira había tomado medidas para que esto no volviera a suceder: había atrancado la puerta principal; como si eso pudiera detenerme. Cogí a Suuri y golpeé la puerta hasta hacerla derribar. Una puerta abierta, o mejor dicho, carecer de una puerta, era una invitación seguro para los ladrones y maleantes. Me preocuparía si fuera casa. Keira opinaría igual que yo.
Me encontraba yendo hacia la plaza principal, donde pensaba que Keira estaba realizando su espectáculo, cuando tuve una mejor idea. ¿Qué le haría enfadar a la muchacha? ¿Con qué haría tronar su corazón de gritos de dolor? La respuesta era sencilla: que la comparase con una puta. Me fui a buscar al burdel más caro y lujoso que había en Beltrexus a pesar que sabía que allí no se encontraba.
La intención era doble: por un lado, insultarla llamándole puta rastrera y, por el otro, ponerla celosa. Tomaría de la mano a la chica más gentil que encontrase. Por su trabajo, estaría obligada a cumplir mis deseos aunque apestase como un anciano vagabundo. Le pediría que no fuéramos a las habitaciones, preferiría disfrutar con ella en los salones del vestíbulo y que todo el mundo nos viese (que Keira nos viese). Con un poco de suerte, la misma compasión que hizo que Keira me bañase, también pagaría a la chica. Sería tan divertido. Me relamí al imaginar la cara de disgusto que Keira pondría.
Sinceramente, por macabra que fueran mis intenciones, no pensé que tuviera oportunidad de ponerlas en marcha. Los burdeles de la alta sociedad estaban vigilados por tipos grandes, como yo lo era antes de estar por cinco veces maldito. El burdel que yo quería entrar no era una excepción. El hombre que vigilaba la entrada sostenía una alabarda en la mano izquierda, con la derecha daba o negaba el paso al interior. A mí no me dejaría pasar. Lo coherente e inteligente hubiera sido dar media vuelta e irme por donde había venido. Nunca he destacado por ser especialmente inteligente.
Me puse a la cola como un cliente más. Antes de que llegase mi turno, el portero ya sabía que no me iba a dejar entrar. Yo tampoco hubiera dejado entrar a un viejo que llevaba una cabeza de mujer de metal y martillo a todos lados. Quedaban dos personas por delante de mí, ambas permanecieron en la ignorancia hasta que fue demasiado tarde. Un trueno atravesó la cabeza del portero; su muerte fue lenta y silenciosa. Las personas se giraron atónitas para ver al brujo (al monstruo) asesino.
-Podéis darme las gracias por ahorraros un trámite innecesario o huir y avisar a la guardia de que Gerrit Nephgerd anda suelto. Tomad una decisión-.
Cada uno tomó una decisión diferente. Al que se marchó le puse la zancadilla antes de que se escapase. En el suelo, aplaste su cabeza con mi martillo. Los cuervos de Duna se comieron los restos de su cadáver.
-Respuesta equivocada- me burlé de él.
El interior del burdel era tal y como me lo había imaginado. Chicos y chicas carentes de ropa paseando de un lugar para otro, cojines y telas de colores adornando la pared y sofás en la entrada del vestíbulo mostrando una pizca del producto con el que allí se comercializaba. La fragancia que se respiraba era tres veces más escandalosa que el perfume de Keira Bravery.
Entre la multitud reconocí a un conocido humano. Vestía un traje elegante y se había perfumado igual que Keira antes de salir de casa. Como era de esperar, estaba disfrutando de los encantos del lugar. Se había agenciado una mujer piel oscura y se dirigían a las habitaciones. Una conducta muy propia de él: dar la espalda a la multitud y esconderse en la oscuridad.
Me gustaba joder. Fui a joder. Si no era a Keira Bravery, sería a Matthew Owens. Le seguí hasta la habitación y entré segundos después de ellos; les di el tiempo que suficiente para que empezasen los juegos de manos sin que todavía no se hubieran quitado la ropa.
-Gonorrea. Sífilis. Lupus. Papiloma. Cardomia- intercalaba enfermedades veneras que conocía con otros nombres que improvisaba al momento. –Hazte un favor, si es que quieres vivir por más años, y búscate a otro-.
Offrol: Creo que he profundizado mucho en la relación entre Gerrit y Keira y poco en el prostíbulo. No estoy orgulloso de esa segunda parte del post.
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Gerrit Nephgerd
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Re: Caprichos [Privado] [Gerrit] [+18][Cerrado]
Era simplemente perfecta, una obra de arte “¿Qué hace trabajando en un lugar como este?” Se preguntó el estafador mientras recorría el cuerpo de la muchacha con deleite, no había una sola marca que arruinara su tersa piel. Pero Matthew no era ansioso, ni estaba desesperado por tener sexo, en realidad quería disfrutar de la experiencia lentamente y con todos sus sentidos.
La apoyó contra su cuerpo y mientras sentía su delicioso perfume recorrió su espalda con la yema de los dedos, pasando por los hombros y bajando hasta llegar un poco más abajo de sus caderas. Deseoso de poder explorarla más en detalle, se levantó y le ofreció su mano para que lo siguiera.
Adoraba ver como se movía, incluso su andar parecía una invitación a hacer lo que sea con su cuerpo. A Owens le gustaba ver a las personas que sabían cómo hacer su trabajo, y esta muchacha sin duda era una profesional. El estafador abrió la puerta de la habitación y la dejo pasar primera, al cerrar la puerta ella ya estaba sobre la cama, pero buscando algo en la mesa de luz.
Matt adoraba el modo en que se entendían, sin necesidad alguna de decir palabras que arruinaran el ambiente. La mujer desabotono la camisa de Owens, bajo las mangas para dejar la espalda al descubierto y paso aceite aromático por sus hombros, masajeándolos lentamente con movimientos circulares.
Se recostó y dejo que la muchacha se encargara de todo, termino de quitarle la camisa y se sentó a horcajadas sobre Matt, él suspiro relajado, ella sonrió encantada con lo que veía. Tan bello momento fue interrumpido por una voz que Matthew conocía bien, pero que había esperado nunca volver a escuchar.
-Gerrit Nephgerd – Murmuro Owens, tensando nuevamente todo el cuerpo que apenas había comenzado a relajarse – Será mejor que escapes, Hermosa Criatura, terminaremos esto en otra ocasión –Se levantó de la cama mientras sentía crecer el fastidio en su interior, abrió la puerta y dejo salir primero a la joven, quedándose parado en el marco mientras miraba al hechicero de arriba abajo - ¿Cada vez que venga a la isla me voy a cruzar contigo?
No hizo ningún esfuerzo por disfrazar su tono de desagrado, apoyó el hombro desnudo en el marco de la puerta y se cruzó de brazos. Al hacerlo no pudo evitar sentir la cicatriz que llevaba en el brazo derecho, recuerdo de la última vez que se había encontrado con Gerrit.
-Al menos podrías haber esperado a que terminara, ahora se me fue toda la inspiración – Al decir “inspiración” hizo un gesto señalando sus partes bajas, suspiro resignado – Esta iba a ser una buena noche… - Arrugo un poco la nariz - ¿Qué es ese olor espantoso? – Se acercó un poco más, no demasiado, al hechicero – Puaj, que terrible ¿Es que acaso los magos no tienen por costumbre bañarse?
Quizás era por el contraste entre el cuerpo perfumado de Matthew, o porque en todo el lugar en general se respiraban fragancias deliciosas, pero el olor del cuerpo de Nephgerd era especialmente notorio. Owens se retiró de la puerta y fue a acostarse a la cama, tapándose el rostro con un brazo con la esperanza de que el anciano se aburriera y lo dejara en paz.
Lo cierto era que estando solo nuevamente los pensamientos negativos regresaban, precisamente todas esas ideas que estaba intentando evitar. Apretó los puños, frustrado porque sus intentos no estaban dando resultados.
La apoyó contra su cuerpo y mientras sentía su delicioso perfume recorrió su espalda con la yema de los dedos, pasando por los hombros y bajando hasta llegar un poco más abajo de sus caderas. Deseoso de poder explorarla más en detalle, se levantó y le ofreció su mano para que lo siguiera.
Adoraba ver como se movía, incluso su andar parecía una invitación a hacer lo que sea con su cuerpo. A Owens le gustaba ver a las personas que sabían cómo hacer su trabajo, y esta muchacha sin duda era una profesional. El estafador abrió la puerta de la habitación y la dejo pasar primera, al cerrar la puerta ella ya estaba sobre la cama, pero buscando algo en la mesa de luz.
Matt adoraba el modo en que se entendían, sin necesidad alguna de decir palabras que arruinaran el ambiente. La mujer desabotono la camisa de Owens, bajo las mangas para dejar la espalda al descubierto y paso aceite aromático por sus hombros, masajeándolos lentamente con movimientos circulares.
Se recostó y dejo que la muchacha se encargara de todo, termino de quitarle la camisa y se sentó a horcajadas sobre Matt, él suspiro relajado, ella sonrió encantada con lo que veía. Tan bello momento fue interrumpido por una voz que Matthew conocía bien, pero que había esperado nunca volver a escuchar.
-Gerrit Nephgerd – Murmuro Owens, tensando nuevamente todo el cuerpo que apenas había comenzado a relajarse – Será mejor que escapes, Hermosa Criatura, terminaremos esto en otra ocasión –Se levantó de la cama mientras sentía crecer el fastidio en su interior, abrió la puerta y dejo salir primero a la joven, quedándose parado en el marco mientras miraba al hechicero de arriba abajo - ¿Cada vez que venga a la isla me voy a cruzar contigo?
No hizo ningún esfuerzo por disfrazar su tono de desagrado, apoyó el hombro desnudo en el marco de la puerta y se cruzó de brazos. Al hacerlo no pudo evitar sentir la cicatriz que llevaba en el brazo derecho, recuerdo de la última vez que se había encontrado con Gerrit.
-Al menos podrías haber esperado a que terminara, ahora se me fue toda la inspiración – Al decir “inspiración” hizo un gesto señalando sus partes bajas, suspiro resignado – Esta iba a ser una buena noche… - Arrugo un poco la nariz - ¿Qué es ese olor espantoso? – Se acercó un poco más, no demasiado, al hechicero – Puaj, que terrible ¿Es que acaso los magos no tienen por costumbre bañarse?
Quizás era por el contraste entre el cuerpo perfumado de Matthew, o porque en todo el lugar en general se respiraban fragancias deliciosas, pero el olor del cuerpo de Nephgerd era especialmente notorio. Owens se retiró de la puerta y fue a acostarse a la cama, tapándose el rostro con un brazo con la esperanza de que el anciano se aburriera y lo dejara en paz.
Lo cierto era que estando solo nuevamente los pensamientos negativos regresaban, precisamente todas esas ideas que estaba intentando evitar. Apretó los puños, frustrado porque sus intentos no estaban dando resultados.
Matthew Owens
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Re: Caprichos [Privado] [Gerrit] [+18][Cerrado]
Reconozco que cuesta creerme pero digo la verdad que en aquel momento no era consciente de qué es lo que estaba haciendo. Mi cuerpo se movía bajo la voluntad de las cinco maldiciones. No era yo quien lo lleva, eran ellas quienes me llevaban a mí. Mención especial a los cuervos de Dunas quienes en mi imaginación me ordenaban que les alimentase con sangre. La forma en la que aprendí a silenciarles es jodiendo al prójimo. Luego, en mi soledad, retaría a los cuervos en un macabro de juego de quién causaba más heridas en mi cuervo, ellos con sus maldiciones o yo con un cuchillo. Ellos perderían ambos juegos. La sangre de mis asesinatos me la bebía yo, en lugar de dársela a ellos. Y eso si llegaba a matar a alguien pues, la mayoría de ocasiones, conseguía hacer que la gente se alejase de mí a base de insultos y provocaciones. Los trofeos del segundo juego se podían ver por mis brazos y piernas: sangre seca y heridas a medio cicatrizar.
Los cuervos de Dunas me ordenaron que atrapase a la mujer antes de que saliera de la habitación. Que le pusiera la zancadilla y golpease su cabeza con un martillo. Ellos entrarían por la habitación. El trabajo era fácil. "HAZLO". Me negué. En lugar de ponerle la zancadilla a la mujer, a largué el brazo por debajo de su cintura y agarré con fuerza su entrepierna. Ella se quedó quieta por un momento. No dijo nada. El dulzor de su perfume se difundió en un áspero aroma a sudor y miedo. Me acerqué a su cuello, ignorando las burlas de Matthew Owens, y lamí su cuello. "Es mía. Que os jodan. No la mataré para vosotros. Yo decido". Jugaba con mis dedos, sabía qué estaba haciendo y la reacción que esperaba en el sexo de la mujer. Las braguitas se empaparon de sudor y algo más. Era mi forma de demostrar que tenía control total sobre la mujer. "Qué os jodan cuervos. Qué te jodan Duna".
-No es casualidad. Te estaba buscando. Siempre traes algo delicioso con lo que pueda divertir-.
Solté a la chica. Lamí la mano con la que había estado jugando con su virtud mientras que con la otra me despedí de ella con la palmada en el trasero.
-Tampoco creo que te hayas perdido nada. Sus tetas son pequeñas y, ya la has visto, apenas ha suspirado cuando la he cogido. Las chicas escandalosas son las mejores. –después de unos segundos agregué en tono burlón- ¿No me digas que a ti te gustan las modositas manejables que se quedan quitas y se dejan hacer sin rechistar? Que aburrido eres Matthew Cojowens. –premio al insulto más original.
Enarqué una ceja cuando el humano mencionó el tema de la peste. Me recordó a Keira la noche anterior. Cogí a Suuri, que la había dejado en el suelo para coger a la chica, y golpeé con violencia el marco de la puerta. No había nada que me enfadase tanto como escuchar a una persona hablar como Keira, cosa que era difícil pues la bruja apenas abría la boca más que para insultar.
-No, pero en mi familia tenemos la costumbre de cortar la lengua de los turistas y colgarla en la despensa como atrapa moscas. ¿Quieres ver como lo hago?- era un farol, los mismos que le lanzaba a Keira Bravery antes de terminar en la cama.
Los cuervos de Dunas me ordenaron que atrapase a la mujer antes de que saliera de la habitación. Que le pusiera la zancadilla y golpease su cabeza con un martillo. Ellos entrarían por la habitación. El trabajo era fácil. "HAZLO". Me negué. En lugar de ponerle la zancadilla a la mujer, a largué el brazo por debajo de su cintura y agarré con fuerza su entrepierna. Ella se quedó quieta por un momento. No dijo nada. El dulzor de su perfume se difundió en un áspero aroma a sudor y miedo. Me acerqué a su cuello, ignorando las burlas de Matthew Owens, y lamí su cuello. "Es mía. Que os jodan. No la mataré para vosotros. Yo decido". Jugaba con mis dedos, sabía qué estaba haciendo y la reacción que esperaba en el sexo de la mujer. Las braguitas se empaparon de sudor y algo más. Era mi forma de demostrar que tenía control total sobre la mujer. "Qué os jodan cuervos. Qué te jodan Duna".
-No es casualidad. Te estaba buscando. Siempre traes algo delicioso con lo que pueda divertir-.
Solté a la chica. Lamí la mano con la que había estado jugando con su virtud mientras que con la otra me despedí de ella con la palmada en el trasero.
-Tampoco creo que te hayas perdido nada. Sus tetas son pequeñas y, ya la has visto, apenas ha suspirado cuando la he cogido. Las chicas escandalosas son las mejores. –después de unos segundos agregué en tono burlón- ¿No me digas que a ti te gustan las modositas manejables que se quedan quitas y se dejan hacer sin rechistar? Que aburrido eres Matthew Cojowens. –premio al insulto más original.
Enarqué una ceja cuando el humano mencionó el tema de la peste. Me recordó a Keira la noche anterior. Cogí a Suuri, que la había dejado en el suelo para coger a la chica, y golpeé con violencia el marco de la puerta. No había nada que me enfadase tanto como escuchar a una persona hablar como Keira, cosa que era difícil pues la bruja apenas abría la boca más que para insultar.
-No, pero en mi familia tenemos la costumbre de cortar la lengua de los turistas y colgarla en la despensa como atrapa moscas. ¿Quieres ver como lo hago?- era un farol, los mismos que le lanzaba a Keira Bravery antes de terminar en la cama.
Gerrit Nephgerd
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Re: Caprichos [Privado] [Gerrit] [+18][Cerrado]
Al ver como agarraba a la muchacha Matthew levanto una ceja “Espero que no la mate, la gente se pondría nerviosa y arruinaría el resto de mi noche” pensó el estafador. Respiró más tranquilo al ver que solo pensaba manosear un poco, incluso hasta se sonrió, divertido con la acción, no es como si Owens se creyera que la chica le pertenecía de alguna manera, era una prostituta, no era de nadie en particular.
-Oh pero que suerte tengo, Gerrit Nephgerd me andaba buscando, dame un momento a ver si logro fingir un poco de entusiasmo – Siquiera se quedó para ver como terminaba con ella, si hubiese estado de humor quizás se hubiese sumado, pero el hechicero era impredecible, en un instante quería acostarse con la chica y al siguiente romperle la cabeza.
Con el rostro aún tapado se sonrió, el anciano intentaba ponerlo de mal humor, para Matthew era evidente que no tenía nada mejor que hacer más que intentar ser un estorbo en sus planes.
-Quizás eres tu quien no puede hacerla gemir – Se sonrió y le guiño un ojo – Tranquilo, no es motivo de vergüenza, cuesta algo de tiempo el cogerle el truco a eso de dar placer, ya aprenderás – Se volvió a sentar en la cama, al parecer el anciano no tenía intenciones de irse, por lo que no quedaba más remedio que continuar con la charla – A mí me gustan muchas cosas ¿Y a ti que te gusta, Gerrit? Digo, además de maltratarlas y humillarlas para hacer que griten.
El estafador estaba improvisando, no conocía tan bien al hechicero como para asegurar que esos eran sus gustos, pero se dejaba guiar por la intuición. Por lo poco que sabía de él, era propenso a maltratar a las personas, parecía estar constantemente sufriendo o de mal humor, Matthew suponía que los años le habían traído como consecuencia un buen número de enfermedades, y quizás alguna de ellas le causaba un dolor punzante.
En resumen, no se imaginaba a Gerrit siendo amoroso y seductor con una mujer, ni tampoco con ningún otro tipo de ser.
-Si quieres un atrapa moscas solo deberías pararte al aire libre – Respondió Matt mientras se tapaba la nariz y hacia un gesto como de espantar la peste – Pero te equivocas en una cosa, Querido Amigo, ya no soy un turista, fui legalmente aceptado en la Academia Hekshold, más exactamente en la Casa Myrddin – A Matt no le importaba mucho todo ese asunto de la academia, pero sabía que los magos se sentían muy orgullosos de ella, por lo que parecía un buen punto en el cual pinchar – Ya puedes llamarme camarada.
Owens levanto la mano como para darle una palmada en el hombro a Gerrit, pero se lo pensó dos veces y prefirió no hacerlo “Creo que es mejor conservar la mano… Y el brazo entero también, ya que estamos”.
Afuera podían escucharse la música y las risas, intercaladas con pequeños gemidos que lo hacían acordar a uno que no estaba en una fiesta como cualquier otra. Matt aún se encontraba sentado en la cama, y como si acabara de recordar que estaba semi desnudo comenzó a arreglarse la camisa y la ropa en general.
-Ya que de todos modos tendré que soportarte creo que al menos podrías invitarme a un trago, es lo mínimo que podría esperar – Recién ahora notaba que habían manchas de sangre en la ropa del anciano – Dime por favor que no mataste a alguien de camino a aquí… No quiero terminar nuevamente en los calabozos – Y más importante que eso, no quería que Eyre tuviera que ir a buscarlo a un lugar así.
-Oh pero que suerte tengo, Gerrit Nephgerd me andaba buscando, dame un momento a ver si logro fingir un poco de entusiasmo – Siquiera se quedó para ver como terminaba con ella, si hubiese estado de humor quizás se hubiese sumado, pero el hechicero era impredecible, en un instante quería acostarse con la chica y al siguiente romperle la cabeza.
Con el rostro aún tapado se sonrió, el anciano intentaba ponerlo de mal humor, para Matthew era evidente que no tenía nada mejor que hacer más que intentar ser un estorbo en sus planes.
-Quizás eres tu quien no puede hacerla gemir – Se sonrió y le guiño un ojo – Tranquilo, no es motivo de vergüenza, cuesta algo de tiempo el cogerle el truco a eso de dar placer, ya aprenderás – Se volvió a sentar en la cama, al parecer el anciano no tenía intenciones de irse, por lo que no quedaba más remedio que continuar con la charla – A mí me gustan muchas cosas ¿Y a ti que te gusta, Gerrit? Digo, además de maltratarlas y humillarlas para hacer que griten.
El estafador estaba improvisando, no conocía tan bien al hechicero como para asegurar que esos eran sus gustos, pero se dejaba guiar por la intuición. Por lo poco que sabía de él, era propenso a maltratar a las personas, parecía estar constantemente sufriendo o de mal humor, Matthew suponía que los años le habían traído como consecuencia un buen número de enfermedades, y quizás alguna de ellas le causaba un dolor punzante.
En resumen, no se imaginaba a Gerrit siendo amoroso y seductor con una mujer, ni tampoco con ningún otro tipo de ser.
-Si quieres un atrapa moscas solo deberías pararte al aire libre – Respondió Matt mientras se tapaba la nariz y hacia un gesto como de espantar la peste – Pero te equivocas en una cosa, Querido Amigo, ya no soy un turista, fui legalmente aceptado en la Academia Hekshold, más exactamente en la Casa Myrddin – A Matt no le importaba mucho todo ese asunto de la academia, pero sabía que los magos se sentían muy orgullosos de ella, por lo que parecía un buen punto en el cual pinchar – Ya puedes llamarme camarada.
Owens levanto la mano como para darle una palmada en el hombro a Gerrit, pero se lo pensó dos veces y prefirió no hacerlo “Creo que es mejor conservar la mano… Y el brazo entero también, ya que estamos”.
Afuera podían escucharse la música y las risas, intercaladas con pequeños gemidos que lo hacían acordar a uno que no estaba en una fiesta como cualquier otra. Matt aún se encontraba sentado en la cama, y como si acabara de recordar que estaba semi desnudo comenzó a arreglarse la camisa y la ropa en general.
-Ya que de todos modos tendré que soportarte creo que al menos podrías invitarme a un trago, es lo mínimo que podría esperar – Recién ahora notaba que habían manchas de sangre en la ropa del anciano – Dime por favor que no mataste a alguien de camino a aquí… No quiero terminar nuevamente en los calabozos – Y más importante que eso, no quería que Eyre tuviera que ir a buscarlo a un lugar así.
Matthew Owens
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Re: Caprichos [Privado] [Gerrit] [+18][Cerrado]
Suuri se ponía nerviosa al verme con otras mujeres, deseaba poder vengarse besando al primer hombre con el que se cruzase en su camino; el único hombre que veíamos era Matthew Cojowens. Apunté la cabeza del martillo al pecho del humano, virotes de electricidad emergieron del metal. Me estaba riendo, Suuri no lo encontraba gracioso.
-Te equivocas conmigo. Las mujeres que se dejan maltratar son aburridas. Me gusta que las mujeres sean como Suuri: decididas y celosas. Después de pasar una noche apasionada contemos los arañazos que cada quien ha dejado a la espalda del otro, las marcas de nuestros labios y las caricias subida de tono. Disfruto el sexo cuando el placer limita con el sadismo, cuando retomamos nuestras costumbres menos civilizadas en son del disfrute que la moralidad cohíbe-.
Deje a Surri, boca abajo para que no pudiera herir a nadie, encima de la cómoda. Si la noche anterior Keira hubiera dormido a mi lado, ahora tendría una colección de cicatrices y chupetones para enseñarle a Matthew.
Todo cuanto sabía de sexo lo aprendí de una elfa cuyo nombre olvidé. Fue en los viejos tiempo en los que fui miembro del grupo de Samhain, los malos tiempos a los que me dedicaba a matar elfos por la mañana y a follar por la noche. De vez en cuando, dejábamos a algunas elfas con vida para nuestro disfrute personal. Las llamábamos Lind, era la única palabra élfica que llegué a aprender. Significaba: puta. La primera mujer con la que me acosté, tenía catorce años, fue una lind que Samhain me regaló. Ella se sorprendió de mi juventud. Recordaba sus palabras a la perfección: “No estás destinado a ser como ellos. Puedes cambiar.” Me besó en la mejilla y luego en boca. Aquella noche, fue una de las mejores de mi vida. La noche siguiente repetimos. Cinco noches después de nuestro primer encuentro, Samhain me ordenó que la asesinase como muestra de mi obediencia hacia él. Así lo hice. No vacilé. La siguiente lind con la que me acosté la capturé yo mismo. Vivía en Vulwulfar. En compañía de quienes eran mis amigos, quemamos su caso y matamos a su marido y sus hijos. Repetí todo aquello que me enseñó la primera lind con esta segunda y descubrí que me divertí más cuando ésta quiso enfrentarse en mí en lugar de dejarse hacer. Lo mismo que haría Keira Bravery si la tomase por la espalda en nuestros días.
-Me gustan las linds -dije mirando a la nada.
Las cinco maldiciones hacían que la diferencia entre lo real y lo irreal, el presente y el pasado, fuera cada vez menor. Podía ver la elfa con la que descubrí mi sexualidad sentada detrás de Matthew. Me miraba y sonreía. “Puedes cambiar”. ¡Mentira! Me convirtieron en un monstruo igual que a ella Samhain la convirtió en una puta. Prueba de ello era que los Dioses me habían maldecido cinco veces por ser un monstruo. La lind pareció escucharme. Puso sus manos en la espalda de Matthew y las descendía por su omoplatos muy lentamente.
Lleve una mano al mango de Suuri sin levantarla de la cómoda mientras con la otra abrazaba a la cabeza de Talisa. Mi cuerpo empezó a temblar. Me sentí débil y acabado. En mi cabeza los cuervos graznaron, nota el fuerte aleteo de la bandada bajo mi piel. Apreté los dientes por no gritar.
En aquel momento, Matthew estaba hablando sobre las moscas y su nueva identidad como estudiante del Hekshold. Quizás pensase que mis espasmos eran debidos a ello. No, para nada.
Como había hecho minutos antes, cogí a Suuri y apunté su cabeza al frente. El rayo nació del metal y golpeó la imagen irreal de la lind. La maté por segunda vez.
Ya más tranquilo, respondí a Matthew.
-Vecino. ¡Eres mi vecino!- estallé en un mar de carcajadas, me había vuelto loco. –Formas parte de esa panda de estirados que se hacen llamar sabios. ¡No me hagas reír! Te queda con anillo al dedo este título. Solo hazme un favor, no hagas como tus amigos y comparte los libros de las bibliotecas con la buena de gente la ciudad. A Samhain y a mí nos obligasteis a entrar en vuestros aposentos y obligaros a compartir. –me di la vuelta bruscamente, pensé que Samhain estaba detrás de mí, pero no podía ser; yo mismo lo había matado.
Matthew no abandonaba su pose tranquila e indiferente. En cambio, yo era un mar de nervios. Estaba viendo cosas que no existían. Confundía a los muertos con los vivos. Las sensaciones que estaba sintiendo eran tan complejas que mi escaso vocabulario no sabía describirlas. La palabra más cercana era: maldición. Sin embargo, esto explicaría mis cinco recientes maldiciones y no las malas decisiones que tomé y me obligaron a tomar en los viejos tiempo, los malos tiempos.
¿Había matado a alguien antes de encontrarme con el humano?
-Nunca he dejado de hacerlo-.
Sí, desde que maté a Samhain no me había detenido. Silenciaba mi culpabilidad con los gritos de quienes me encontraba. ¡No! Dejé caer al suelo tanto la cabeza de Talisa como mi martillo y llevé las manos a las sienes. Realmente, empecé a matar mucho antes de que hubiera asesinado a Samhain. Me convertí en un monstruo el mismo día que le conocí. O, pensaba ahora, quizás en el mismo día que nací. Mi madre lo sabía, por eso decidió morirse al darme a luz. Mi padre siempre me acusó de haberla matado. ¡Mi primer asesinato! Y tantos otros que le sucedieron: también maté a mi padre, Samhain me enseñó a matar elfos, maté a la primera mujer con la que tuve una relación sexual, maté a Samhain y no he dejado de hacerlo. Creía, firmemente, que no sería capaz de dejarlo jamás.
-Te equivocas conmigo. Las mujeres que se dejan maltratar son aburridas. Me gusta que las mujeres sean como Suuri: decididas y celosas. Después de pasar una noche apasionada contemos los arañazos que cada quien ha dejado a la espalda del otro, las marcas de nuestros labios y las caricias subida de tono. Disfruto el sexo cuando el placer limita con el sadismo, cuando retomamos nuestras costumbres menos civilizadas en son del disfrute que la moralidad cohíbe-.
Deje a Surri, boca abajo para que no pudiera herir a nadie, encima de la cómoda. Si la noche anterior Keira hubiera dormido a mi lado, ahora tendría una colección de cicatrices y chupetones para enseñarle a Matthew.
Todo cuanto sabía de sexo lo aprendí de una elfa cuyo nombre olvidé. Fue en los viejos tiempo en los que fui miembro del grupo de Samhain, los malos tiempos a los que me dedicaba a matar elfos por la mañana y a follar por la noche. De vez en cuando, dejábamos a algunas elfas con vida para nuestro disfrute personal. Las llamábamos Lind, era la única palabra élfica que llegué a aprender. Significaba: puta. La primera mujer con la que me acosté, tenía catorce años, fue una lind que Samhain me regaló. Ella se sorprendió de mi juventud. Recordaba sus palabras a la perfección: “No estás destinado a ser como ellos. Puedes cambiar.” Me besó en la mejilla y luego en boca. Aquella noche, fue una de las mejores de mi vida. La noche siguiente repetimos. Cinco noches después de nuestro primer encuentro, Samhain me ordenó que la asesinase como muestra de mi obediencia hacia él. Así lo hice. No vacilé. La siguiente lind con la que me acosté la capturé yo mismo. Vivía en Vulwulfar. En compañía de quienes eran mis amigos, quemamos su caso y matamos a su marido y sus hijos. Repetí todo aquello que me enseñó la primera lind con esta segunda y descubrí que me divertí más cuando ésta quiso enfrentarse en mí en lugar de dejarse hacer. Lo mismo que haría Keira Bravery si la tomase por la espalda en nuestros días.
-Me gustan las linds -dije mirando a la nada.
Las cinco maldiciones hacían que la diferencia entre lo real y lo irreal, el presente y el pasado, fuera cada vez menor. Podía ver la elfa con la que descubrí mi sexualidad sentada detrás de Matthew. Me miraba y sonreía. “Puedes cambiar”. ¡Mentira! Me convirtieron en un monstruo igual que a ella Samhain la convirtió en una puta. Prueba de ello era que los Dioses me habían maldecido cinco veces por ser un monstruo. La lind pareció escucharme. Puso sus manos en la espalda de Matthew y las descendía por su omoplatos muy lentamente.
Lleve una mano al mango de Suuri sin levantarla de la cómoda mientras con la otra abrazaba a la cabeza de Talisa. Mi cuerpo empezó a temblar. Me sentí débil y acabado. En mi cabeza los cuervos graznaron, nota el fuerte aleteo de la bandada bajo mi piel. Apreté los dientes por no gritar.
En aquel momento, Matthew estaba hablando sobre las moscas y su nueva identidad como estudiante del Hekshold. Quizás pensase que mis espasmos eran debidos a ello. No, para nada.
Como había hecho minutos antes, cogí a Suuri y apunté su cabeza al frente. El rayo nació del metal y golpeó la imagen irreal de la lind. La maté por segunda vez.
Ya más tranquilo, respondí a Matthew.
-Vecino. ¡Eres mi vecino!- estallé en un mar de carcajadas, me había vuelto loco. –Formas parte de esa panda de estirados que se hacen llamar sabios. ¡No me hagas reír! Te queda con anillo al dedo este título. Solo hazme un favor, no hagas como tus amigos y comparte los libros de las bibliotecas con la buena de gente la ciudad. A Samhain y a mí nos obligasteis a entrar en vuestros aposentos y obligaros a compartir. –me di la vuelta bruscamente, pensé que Samhain estaba detrás de mí, pero no podía ser; yo mismo lo había matado.
Matthew no abandonaba su pose tranquila e indiferente. En cambio, yo era un mar de nervios. Estaba viendo cosas que no existían. Confundía a los muertos con los vivos. Las sensaciones que estaba sintiendo eran tan complejas que mi escaso vocabulario no sabía describirlas. La palabra más cercana era: maldición. Sin embargo, esto explicaría mis cinco recientes maldiciones y no las malas decisiones que tomé y me obligaron a tomar en los viejos tiempo, los malos tiempos.
¿Había matado a alguien antes de encontrarme con el humano?
-Nunca he dejado de hacerlo-.
Sí, desde que maté a Samhain no me había detenido. Silenciaba mi culpabilidad con los gritos de quienes me encontraba. ¡No! Dejé caer al suelo tanto la cabeza de Talisa como mi martillo y llevé las manos a las sienes. Realmente, empecé a matar mucho antes de que hubiera asesinado a Samhain. Me convertí en un monstruo el mismo día que le conocí. O, pensaba ahora, quizás en el mismo día que nací. Mi madre lo sabía, por eso decidió morirse al darme a luz. Mi padre siempre me acusó de haberla matado. ¡Mi primer asesinato! Y tantos otros que le sucedieron: también maté a mi padre, Samhain me enseñó a matar elfos, maté a la primera mujer con la que tuve una relación sexual, maté a Samhain y no he dejado de hacerlo. Creía, firmemente, que no sería capaz de dejarlo jamás.
Gerrit Nephgerd
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Re: Caprichos [Privado] [Gerrit] [+18][Cerrado]
Que el hechicero estaba completamente loco no era ninguna novedad. Luego de dar un rebuscado discurso, hablando sobre sus gustos en la cama y como debía ser una mujer para que le gustara, comparándola con Suuri, que nunca quedaba claro si hablaba de la cabeza o del martillo, simplemente se quedo mirando a la nada. No es necesario aclarar que había pocas cosas que le importaran menos a Matthew que los gustos sexuales de Gerrit, pero no podía moverse de donde su sitio, el hombre estaba de pie con su martillo en la mano y había visto lo que podía hacer con esa cosa, era mejor no tentarlo.
El estafador no estaba tan equivocado, porque de la nada tiro un rayo que hizo explotar parte de la cama y dejo una mancha negra en el piso de madera. Matt se tiro a un lado, conocedor de lo mucho que podía doler si esa cosa lo llegaba a tocar.
-¿Pero que demonios te pasa? Será mejor que me vaya antes de que llegue el dueño y me haga pagar por tus destrozos – El humano suponía que si alguien llegaba a aparecer la respuesta de Gerrit sería partirle la cabeza con su arma “¿Cómo puede ir por ahí haciendo eso y que nadie lo detenga?”se pregunto Owens mientras terminaba de acomodar su ropa y se ponía en pie – Tampoco diría que soy parte de esa “panda de estirados”, es más bien la devolución de un favor.
Matt solo había tenido la suerte de ayudar a la persona correcta en el momento correcto, eso lo tenía bien en claro, y por las pocas experiencia que había tenido con Hechiceros, sabia que eran muy remotas las posibilidades de que en verdad lo aceptaran en ese “selecto grupo”. Tampoco estaba seguro de querer pertenecer a ellos, no tenían nada en común, parecían ser un manojo de ricachones sin nada más importante para hacer de su existencia que acumular conocimiento de libros llenos de polvo.
-¿Samhain? ¿Podrías dejar de hablar como si supiera lo que pasa por tu mente enferma? – El anciano temblaba y miraba para todos lados con los ojos exorbitados, como si la habitación estuviera llena de cosas o personas que lo acosaban y torturaban, Matthew suspiro resignado, completamente seguro de que la noche no terminaría bien – Pues es una pésima costumbre, y agradecería que no lo hicieras mientras estés cerca de mí. Ya bastantes problemas tengo como para que agreguemos los tuyos.
Un grito en la planta de abajo interrumpió la charla… Un alarido que estaba muy lejos de ser producto del placer. A las exclamaciones de horror de un primer momento se le sumaron los murmullos de preocupación, la música que había sonado tenuemente de fondo se detuvo por completo, y el ambiente pareció volverse más pesado y frío.
-Parece que ya vieron los cuerpos que dejaste ¡Bien hecho, Viejo Miserable! – El mal humor de Matthew estaba nuevamente aflorando, en situaciones normales Gerrit tenía la facilidad de hacer enojar a Owens, pero esta noche en particular parecía que el estafador casi no tenía autocontrol – Bien, aquí te quedas, yo me largo – Se dirigió hacia la puerta de salida y la abrió con tanta fuerza que parecía que la arrancaría de los goznes, siquiera se molesto en cerrarla, salió dando grandes zancadas por el pasillo y bajo la escalera rápidamente.
Abajo la gente estaba reunida en los alrededores de la puerta principal, mirando con espanto los cuerpos, unos hombres mas grandes y bien vestidos estaban agachados en busca de pistas, mientras preguntaban al público en general si alguien había visto algo. Una vez que estuvo abajo, Matthew intentó pasar desapercibido, fingiendo que era uno más del montón y que no tenía idea de lo que estaba pasando.
El estafador no estaba tan equivocado, porque de la nada tiro un rayo que hizo explotar parte de la cama y dejo una mancha negra en el piso de madera. Matt se tiro a un lado, conocedor de lo mucho que podía doler si esa cosa lo llegaba a tocar.
-¿Pero que demonios te pasa? Será mejor que me vaya antes de que llegue el dueño y me haga pagar por tus destrozos – El humano suponía que si alguien llegaba a aparecer la respuesta de Gerrit sería partirle la cabeza con su arma “¿Cómo puede ir por ahí haciendo eso y que nadie lo detenga?”se pregunto Owens mientras terminaba de acomodar su ropa y se ponía en pie – Tampoco diría que soy parte de esa “panda de estirados”, es más bien la devolución de un favor.
Matt solo había tenido la suerte de ayudar a la persona correcta en el momento correcto, eso lo tenía bien en claro, y por las pocas experiencia que había tenido con Hechiceros, sabia que eran muy remotas las posibilidades de que en verdad lo aceptaran en ese “selecto grupo”. Tampoco estaba seguro de querer pertenecer a ellos, no tenían nada en común, parecían ser un manojo de ricachones sin nada más importante para hacer de su existencia que acumular conocimiento de libros llenos de polvo.
-¿Samhain? ¿Podrías dejar de hablar como si supiera lo que pasa por tu mente enferma? – El anciano temblaba y miraba para todos lados con los ojos exorbitados, como si la habitación estuviera llena de cosas o personas que lo acosaban y torturaban, Matthew suspiro resignado, completamente seguro de que la noche no terminaría bien – Pues es una pésima costumbre, y agradecería que no lo hicieras mientras estés cerca de mí. Ya bastantes problemas tengo como para que agreguemos los tuyos.
Un grito en la planta de abajo interrumpió la charla… Un alarido que estaba muy lejos de ser producto del placer. A las exclamaciones de horror de un primer momento se le sumaron los murmullos de preocupación, la música que había sonado tenuemente de fondo se detuvo por completo, y el ambiente pareció volverse más pesado y frío.
-Parece que ya vieron los cuerpos que dejaste ¡Bien hecho, Viejo Miserable! – El mal humor de Matthew estaba nuevamente aflorando, en situaciones normales Gerrit tenía la facilidad de hacer enojar a Owens, pero esta noche en particular parecía que el estafador casi no tenía autocontrol – Bien, aquí te quedas, yo me largo – Se dirigió hacia la puerta de salida y la abrió con tanta fuerza que parecía que la arrancaría de los goznes, siquiera se molesto en cerrarla, salió dando grandes zancadas por el pasillo y bajo la escalera rápidamente.
Abajo la gente estaba reunida en los alrededores de la puerta principal, mirando con espanto los cuerpos, unos hombres mas grandes y bien vestidos estaban agachados en busca de pistas, mientras preguntaban al público en general si alguien había visto algo. Una vez que estuvo abajo, Matthew intentó pasar desapercibido, fingiendo que era uno más del montón y que no tenía idea de lo que estaba pasando.
Matthew Owens
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Re: Caprichos [Privado] [Gerrit] [+18][Cerrado]
El humano dijo que no era capaz de entender lo que pasaba por mi mente enferma (en realidad dijo que hablaba como si él me fuera a entender) y yo me reí sin abrir la boca. Me hizo especial gracia que supusiera que yo sí me comprendía. A esas alturas, mi cabeza era una amalgama de recuerdos traumáticos que había vivido y que había causado. Casi siempre, los segundos se mezclaban con los primeros haciendo que me pudiese ver reflejado en el niño que dejaba huérfano (sé lo que te sientes niño, también maté a mi padre) o en el humano a quien le incordiaba con la intención de contagiarle mi desdichada locura.
Había otra razón por la que me sentía atraído hacia Matthew Owens: envidiaba su seguridad y su rostro aparentemente de traumas y malas emociones. Hacía unos años conocía su secreto, esto fue mucho antes de conocer a Duna y pocas semanas antes de descubrir que Samhain tenía una amante y que, para colmo, era una elfa. En aquel entonces, mis manos no temblaban cuando tenía que usar mi martillo y las mujeres con las que compartía cama disfrutaban tanto o más que yo. Conocía el secreto que me permitía fingir ser algo que no era: una persona sana. El mismo secreto que Matthew utilizó para entrar en el burdel y atraer a una chica encantador con su sonrisa de galán.
Llegaron a nuestros oídos los gritos venidos de la planta de abajo y a ellos le acompañaron el ruido de pequeños objetos cayéndose al suelo y empujones. Alguien se había percatado, tarde en mi opinión, de los cadáveres que dejé a la entrada y extendido la noticia por todo el burdel. Mi sonrisa, producto de la locura de mis cinco maldiciones, se incrementó notablemente al presenciar la cara de desagrado de Matthew Owens.
-No soy un viejo –dije sin levantar la voz. –Mi cuerpo lo parece, pero mi corazón es de tu misma edad-.
Lo estaba haciendo de nuevo: hablaba como si Matthew Owens supiera de la existencia de la maldición de la adolescente Julieta, el corazón sangrante. No mencioné a los cadáveres ni dije nada al respecto de ellos. Mi sonrisa demente me delataba como culpable.
Matthew cumplió su promesa de marcharse de la habitación. Yo preferí quedarme sentado unos segundos en la cama, el trozo que quedaba en pie, para meditar mi próximo paso. Me abracé a Suuri y a la cabeza de Talisa como un niño pequeño lo haría a sus peluches pidiendo que le protegiesen del monstruo que vivía debajo de la cama. En mi caso, el monstruo era yo.
Como buen monstruo, fui al almario de la habitación. No para esconderme, sino para buscar algo de ropa en la que cambiarme. Mi camisa y mis pantalones estaban sucios con la sangre que me delataría como asesino. Pensé que podría cambiarme con la ropa de Matthew o con la de otros hombres que ocuparon la habitación antes que él. Por desgracia, mi talla era poco común en Belltrexus. No encontré nada de mi talla, a excepción de una capa corta con capucha de color verde. Otra opción, igual de buena como ir con ropa limpia, sería bajar desnudo. En un burdel, nadie me juzgaría por mostrar mis atributos. Dejé mi ropa sucia en el interior del armario no sin antes mezclarla con la que allí había para que toda quedase sucia con la misma sangre. Me puse la capa corta y salí de la habitación.
Los guardias se habían dado más prisa esta vez. Tapiaron la puerta de principal del burdel con un tabique de piedra y lo conjuraron de forma que no le afectase otra magia que no fuera del hechicero que hizo el tabique. No dejaban que nadie abandonase el burdel sin antes consultarles las preguntas pertinentes: ¿Ha visto algo sospechoso en las últimas horas? ¿Cuándo se dio cuenta de los cuerpos de la entrada? ¿Está armado? ¿Sabe quién….?
Busqué con la mirada a las dos personas que me podrían delatar: Matthew Owens y la meretriz asustada. Tuve la suerte de ver a ambos antes de que ellos me viesen a mí. Fui hasta donde estaba la chica, pasando por delante de Matthew para poner mi mano derecha en su hombro y dedicarle una mirada de complicidad que suponía que entendería mejor que mis divagaciones. Una vez al lado de la chica, la cogí del hombro y me la llevé hasta los sillones. Ella no se resistió. Grandes gotas de sudor corrían por su piel y su cabello castaño estaba mojado y pringoso. Ya fuera por el miedo que impartía en ella o la excitación que me causaba el ser descubierto por la guardia, por primera vez la chica me pareció atractiva.
-¿Cómo te llamas?-
-Jessica-
-El nombre real-.
-Marie-.
-Yo soy Neph. –ella no contestó. Aproveché y acaricié su hombro desnudo. – Eres muy guapa Marie. ¿Puedo quedarme contigo?-
-Por favor…-
Interrumpí lo que fuera que iba a decir besándola tímidamente en los labios.
Era la primera vez que Marie veía a los guardias entrar de manera violenta la burdel. El miedo le impidió negarse una buena compañía. Necesitaba que la consolase y agradeció que fuera un hombre atractivo quien se sentara a su lado. Di gracias que en el mismo momento en el que toqué a Matthew Owens, la maldición del corazón sangrante se estuviera desvaneciendo. Los guardias buscaban a la misma persona que Marie temía: un viejo loco.
-Tu padre me hizo mucho daño-.
-A mí también, pero no pienses en ello-.
-Es un asesino. Mató a aquellas personas de la entrada y por poco me mata a mí también-.
-No tienes de qué preocuparte, yo no soy como él-.
Offrol: Este es el cuarto tema en el que estoy con la maldición del corazón sangrante. Como dice en la descripción, ya debería desaparecer la maldición que hace que mi corazón se queme y que envejezca. Para hacerlo más divertido, pensé que la maldición se estuviera desvaneciendo poco a poco a “mediados” de este tema.
Había otra razón por la que me sentía atraído hacia Matthew Owens: envidiaba su seguridad y su rostro aparentemente de traumas y malas emociones. Hacía unos años conocía su secreto, esto fue mucho antes de conocer a Duna y pocas semanas antes de descubrir que Samhain tenía una amante y que, para colmo, era una elfa. En aquel entonces, mis manos no temblaban cuando tenía que usar mi martillo y las mujeres con las que compartía cama disfrutaban tanto o más que yo. Conocía el secreto que me permitía fingir ser algo que no era: una persona sana. El mismo secreto que Matthew utilizó para entrar en el burdel y atraer a una chica encantador con su sonrisa de galán.
Llegaron a nuestros oídos los gritos venidos de la planta de abajo y a ellos le acompañaron el ruido de pequeños objetos cayéndose al suelo y empujones. Alguien se había percatado, tarde en mi opinión, de los cadáveres que dejé a la entrada y extendido la noticia por todo el burdel. Mi sonrisa, producto de la locura de mis cinco maldiciones, se incrementó notablemente al presenciar la cara de desagrado de Matthew Owens.
-No soy un viejo –dije sin levantar la voz. –Mi cuerpo lo parece, pero mi corazón es de tu misma edad-.
Lo estaba haciendo de nuevo: hablaba como si Matthew Owens supiera de la existencia de la maldición de la adolescente Julieta, el corazón sangrante. No mencioné a los cadáveres ni dije nada al respecto de ellos. Mi sonrisa demente me delataba como culpable.
Matthew cumplió su promesa de marcharse de la habitación. Yo preferí quedarme sentado unos segundos en la cama, el trozo que quedaba en pie, para meditar mi próximo paso. Me abracé a Suuri y a la cabeza de Talisa como un niño pequeño lo haría a sus peluches pidiendo que le protegiesen del monstruo que vivía debajo de la cama. En mi caso, el monstruo era yo.
Como buen monstruo, fui al almario de la habitación. No para esconderme, sino para buscar algo de ropa en la que cambiarme. Mi camisa y mis pantalones estaban sucios con la sangre que me delataría como asesino. Pensé que podría cambiarme con la ropa de Matthew o con la de otros hombres que ocuparon la habitación antes que él. Por desgracia, mi talla era poco común en Belltrexus. No encontré nada de mi talla, a excepción de una capa corta con capucha de color verde. Otra opción, igual de buena como ir con ropa limpia, sería bajar desnudo. En un burdel, nadie me juzgaría por mostrar mis atributos. Dejé mi ropa sucia en el interior del armario no sin antes mezclarla con la que allí había para que toda quedase sucia con la misma sangre. Me puse la capa corta y salí de la habitación.
Los guardias se habían dado más prisa esta vez. Tapiaron la puerta de principal del burdel con un tabique de piedra y lo conjuraron de forma que no le afectase otra magia que no fuera del hechicero que hizo el tabique. No dejaban que nadie abandonase el burdel sin antes consultarles las preguntas pertinentes: ¿Ha visto algo sospechoso en las últimas horas? ¿Cuándo se dio cuenta de los cuerpos de la entrada? ¿Está armado? ¿Sabe quién….?
Busqué con la mirada a las dos personas que me podrían delatar: Matthew Owens y la meretriz asustada. Tuve la suerte de ver a ambos antes de que ellos me viesen a mí. Fui hasta donde estaba la chica, pasando por delante de Matthew para poner mi mano derecha en su hombro y dedicarle una mirada de complicidad que suponía que entendería mejor que mis divagaciones. Una vez al lado de la chica, la cogí del hombro y me la llevé hasta los sillones. Ella no se resistió. Grandes gotas de sudor corrían por su piel y su cabello castaño estaba mojado y pringoso. Ya fuera por el miedo que impartía en ella o la excitación que me causaba el ser descubierto por la guardia, por primera vez la chica me pareció atractiva.
-¿Cómo te llamas?-
-Jessica-
-El nombre real-.
-Marie-.
-Yo soy Neph. –ella no contestó. Aproveché y acaricié su hombro desnudo. – Eres muy guapa Marie. ¿Puedo quedarme contigo?-
-Por favor…-
Interrumpí lo que fuera que iba a decir besándola tímidamente en los labios.
Era la primera vez que Marie veía a los guardias entrar de manera violenta la burdel. El miedo le impidió negarse una buena compañía. Necesitaba que la consolase y agradeció que fuera un hombre atractivo quien se sentara a su lado. Di gracias que en el mismo momento en el que toqué a Matthew Owens, la maldición del corazón sangrante se estuviera desvaneciendo. Los guardias buscaban a la misma persona que Marie temía: un viejo loco.
-Tu padre me hizo mucho daño-.
-A mí también, pero no pienses en ello-.
-Es un asesino. Mató a aquellas personas de la entrada y por poco me mata a mí también-.
-No tienes de qué preocuparte, yo no soy como él-.
Offrol: Este es el cuarto tema en el que estoy con la maldición del corazón sangrante. Como dice en la descripción, ya debería desaparecer la maldición que hace que mi corazón se queme y que envejezca. Para hacerlo más divertido, pensé que la maldición se estuviera desvaneciendo poco a poco a “mediados” de este tema.
Gerrit Nephgerd
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Re: Caprichos [Privado] [Gerrit] [+18][Cerrado]
“No soy un viejo. Mi cuerpo lo parece, pero mi corazón es de tu misma edad”, el estafador nuevamente no tenía idea de a qué podía referirse Gerrit con esa afirmación, mas adelante en la noche estas palabras regresarían a su memoria y tendrían mucho más sentido. Pero en el mientras tanto, el humano solo estaba concentrado en encontrar un modo por el cual salir.
Al llegar a la puerta la situación no hizo más que empeorar, numerosos guardias ya habían llegado al lugar, y luego de asegurarse de que todo estuviera cerrado, comenzaron a interrogar uno por uno a los visitantes. Matthew se sonrió, eso no tenía porque ser un problema para él, si quisiera podría convencer a esos hechiceros de que era un pobre muchacho de la alta sociedad que había tenido la mala suerte de verse metido en todo ese lío.
¿Detalar a Gerrit? Owens no veía motivos para hacerlo, aunque cooperara y les dijera quien había sido, eso no le aseguraba un trato mejor ni mucho menos. Además, se ganaría el odio y el rencor del mago, no parecía ser buen plan por ningún lado.
El estafador se estaba acercando de modo casual al lugar de los hechos, con la intención de que fueran los guardias quienes lo “descubrieran”, pero aprovechando a la vez para poder escuchar las preguntas que hacían, así podría pensar en buenas respuestas. De pronto vio pasar de reojo una figura que reconoció al instante, era la muchacha con la que había estado interactuando, estaba asustada “Es lógico, si llegan a interrogarla…”
Pero más importante que eso, su atención se desvió al ver pasar a un hombre que le resultaba extrañamente familiar. El humano sentía que debía conocerlo, no solo porque lo miro a los ojos y le toco el hombro, sino también porque en su mirada había algo dolorosamente conocido.
Matthew frunció el ceño mientras miraba como el hombre coqueteaba con la muchacha del burdel. Era un sujeto muy atractivo, de espalda amplia, cabello claro y porte imponente, Owens estaba bastante seguro que recordaría si hubiese estado con alguien como él.
“No soy un viejo. Mi cuerpo lo parece, pero mi corazón es de tu misma edad”
-¿Pero que…? – Parecía imposible, pero si había algún sitio en todo Aerandir donde algo como eso podía ocurrir era en la isla de los hechiceros- Maldito viejo desgraciado – Dijo el estafador, pero no se lo notaba enojado ahora, sino divertido.
Aunque aún estaban en medio de un interrogatorio, Matt no podía permitir que las cosas terminaran de esa manera. Se acerco a Gerrit y apoyó una mano en su hombro para que le prestara atención.
-Con que a esto te referías ¿Qué clase de truco de circo es este? – La curiosidad del estafador podía más que la prudencia, y ya algunos de los guardias giraban sus cabezas para ver qué era lo que estaba sucediendo – ¿No estas preocupado por el viejo asesino que anda suelto? - ¿Una maniobra de distracción? Tal vez, o quizás era la misma compulsión de siempre de Matthew, el de crear caos por el caos mismo – La noche termino, galán, tenemos que irnos.
Al llegar a la puerta la situación no hizo más que empeorar, numerosos guardias ya habían llegado al lugar, y luego de asegurarse de que todo estuviera cerrado, comenzaron a interrogar uno por uno a los visitantes. Matthew se sonrió, eso no tenía porque ser un problema para él, si quisiera podría convencer a esos hechiceros de que era un pobre muchacho de la alta sociedad que había tenido la mala suerte de verse metido en todo ese lío.
¿Detalar a Gerrit? Owens no veía motivos para hacerlo, aunque cooperara y les dijera quien había sido, eso no le aseguraba un trato mejor ni mucho menos. Además, se ganaría el odio y el rencor del mago, no parecía ser buen plan por ningún lado.
El estafador se estaba acercando de modo casual al lugar de los hechos, con la intención de que fueran los guardias quienes lo “descubrieran”, pero aprovechando a la vez para poder escuchar las preguntas que hacían, así podría pensar en buenas respuestas. De pronto vio pasar de reojo una figura que reconoció al instante, era la muchacha con la que había estado interactuando, estaba asustada “Es lógico, si llegan a interrogarla…”
Pero más importante que eso, su atención se desvió al ver pasar a un hombre que le resultaba extrañamente familiar. El humano sentía que debía conocerlo, no solo porque lo miro a los ojos y le toco el hombro, sino también porque en su mirada había algo dolorosamente conocido.
Matthew frunció el ceño mientras miraba como el hombre coqueteaba con la muchacha del burdel. Era un sujeto muy atractivo, de espalda amplia, cabello claro y porte imponente, Owens estaba bastante seguro que recordaría si hubiese estado con alguien como él.
“No soy un viejo. Mi cuerpo lo parece, pero mi corazón es de tu misma edad”
-¿Pero que…? – Parecía imposible, pero si había algún sitio en todo Aerandir donde algo como eso podía ocurrir era en la isla de los hechiceros- Maldito viejo desgraciado – Dijo el estafador, pero no se lo notaba enojado ahora, sino divertido.
Aunque aún estaban en medio de un interrogatorio, Matt no podía permitir que las cosas terminaran de esa manera. Se acerco a Gerrit y apoyó una mano en su hombro para que le prestara atención.
-Con que a esto te referías ¿Qué clase de truco de circo es este? – La curiosidad del estafador podía más que la prudencia, y ya algunos de los guardias giraban sus cabezas para ver qué era lo que estaba sucediendo – ¿No estas preocupado por el viejo asesino que anda suelto? - ¿Una maniobra de distracción? Tal vez, o quizás era la misma compulsión de siempre de Matthew, el de crear caos por el caos mismo – La noche termino, galán, tenemos que irnos.
Matthew Owens
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Re: Caprichos [Privado] [Gerrit] [+18][Cerrado]
Como no podía ser de otro modo, Matthew quiso devolverme la jugarreta con la que le había dejado sin su capricho mañanero. Vino a los sillones, donde disfrutaba de la compañía de Marie. Ya fuera por mis rasgos faciales, ahora rejuvenecidos, por mi martillo o porque sujetaba con el brazo izquierdo la cabeza de Talisa, el humano me reconoció. Me saludó como era debido: acusándome de farsante. Le ignoré. Hizo un gesto con la mano derecho como si le estuviera apartando pero sin llegar a tocarle. Me agradó ver que la chica tuviera la suficiente confianza conmigo como para agarrarse a mi brazo derecho. Matthew Owens emuló mi plan de infundir el miedo a la doncella para que se fuera de mi lado. Yo lo hice relatando toda una gama de enfermedades venerares que supuestamente anidaban los genitales del humano. Él fue mucho más sutil que yo, solamente le hizo falta recordar que había un asesino rondando por el lugar.
-Los siento, pero creo que debería ir a hablar con los guardias-.
Antes de marcharse, se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla que tanto podía parecer el de un amigo como el de un amante. No fue un gran beso, pero el suficiente para celebrar mi triunfo con la mujer. Mientras Matthew tuvo que pagar por estar con ella, yo fingí ser amigo de ella. Le hice saber al humano lo orgulloso que estaba de mi victoria personal con una sonrisa. Cuando la chica estuvo lo suficientemente lejos para no escuchar lo que decíamos, mi sonrisa se turbó en una mueca amarga.
-¿Irnos a dónde? Yo estoy bien aquí. Esa chica, Marie, está buscando a un viejo cascarrabias. No sospecha de mí; al contrario, me protegerá. Si se te ocurre irte de lengua, será su palabra contra la tuya. La palabra de una bruja de Belltrexus contra la de un extranjero humano. Conoces a los brujos, saben a quién creerán –reí de forma sarcástica. –El trabajo ha finalizado y las chicas han abandonado su papel de doncellas sumisas y serviciales, será ahora cuando las vea de forma natural. Ahora son brujas atractivas, no perras dóciles. ¿Crees que voy a renunciar a esto? No, claro que no. Quiero ver como el miedo y la desesperación de estas personas llegan al límite. Dentro de poco, alguien señalará a un inocente, tal vez al turista más viejo. Si era una persona con muchos amigos, podría ver quien le defendiese. Habría uno pequeño ajetreo entre los que le señalasen como culpable y quienes le defiendan. Dudo que vaya a suceder. Seguramente, al tratarse de un extranjero, no conocería a nadie. Se lo llevarán de aquí y le ejecutarán en la plaza principal. Mientras tanto, yo estará con Marie y sus amigas brujas, disfrutando del buen y gratis yacer. Me darán las gracias por haberles hecho compañía y haber confiado en ellas. Me enseñarán algunos de sus secretos y yo también les enseñaré los míos. –hice una leve pausa. –No, de aquí no me marcho-.
Ahora que no notaba la presión en el corazón y la sensación que en cualquier momento pudiera llegar a ahogarme; podía hablar con la seguridad y cordura que antes carecía. Las maldiciones que todavía perseveraban en mi interior se anulaban siempre y cuando tuviera la cabeza de Talisa a mi lado. En vista de cualquier persona que me estuviera viendo, era un brujo sano y apuesto. Libre de tormentos y con actitud firme.
-Como mucho iré a la barra a pedirme una copa. ¿Tú quieres una? Estoy de tan buen humor que sería capaz de tomarme una copa con un humano-.
-Los siento, pero creo que debería ir a hablar con los guardias-.
Antes de marcharse, se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla que tanto podía parecer el de un amigo como el de un amante. No fue un gran beso, pero el suficiente para celebrar mi triunfo con la mujer. Mientras Matthew tuvo que pagar por estar con ella, yo fingí ser amigo de ella. Le hice saber al humano lo orgulloso que estaba de mi victoria personal con una sonrisa. Cuando la chica estuvo lo suficientemente lejos para no escuchar lo que decíamos, mi sonrisa se turbó en una mueca amarga.
-¿Irnos a dónde? Yo estoy bien aquí. Esa chica, Marie, está buscando a un viejo cascarrabias. No sospecha de mí; al contrario, me protegerá. Si se te ocurre irte de lengua, será su palabra contra la tuya. La palabra de una bruja de Belltrexus contra la de un extranjero humano. Conoces a los brujos, saben a quién creerán –reí de forma sarcástica. –El trabajo ha finalizado y las chicas han abandonado su papel de doncellas sumisas y serviciales, será ahora cuando las vea de forma natural. Ahora son brujas atractivas, no perras dóciles. ¿Crees que voy a renunciar a esto? No, claro que no. Quiero ver como el miedo y la desesperación de estas personas llegan al límite. Dentro de poco, alguien señalará a un inocente, tal vez al turista más viejo. Si era una persona con muchos amigos, podría ver quien le defendiese. Habría uno pequeño ajetreo entre los que le señalasen como culpable y quienes le defiendan. Dudo que vaya a suceder. Seguramente, al tratarse de un extranjero, no conocería a nadie. Se lo llevarán de aquí y le ejecutarán en la plaza principal. Mientras tanto, yo estará con Marie y sus amigas brujas, disfrutando del buen y gratis yacer. Me darán las gracias por haberles hecho compañía y haber confiado en ellas. Me enseñarán algunos de sus secretos y yo también les enseñaré los míos. –hice una leve pausa. –No, de aquí no me marcho-.
Ahora que no notaba la presión en el corazón y la sensación que en cualquier momento pudiera llegar a ahogarme; podía hablar con la seguridad y cordura que antes carecía. Las maldiciones que todavía perseveraban en mi interior se anulaban siempre y cuando tuviera la cabeza de Talisa a mi lado. En vista de cualquier persona que me estuviera viendo, era un brujo sano y apuesto. Libre de tormentos y con actitud firme.
-Como mucho iré a la barra a pedirme una copa. ¿Tú quieres una? Estoy de tan buen humor que sería capaz de tomarme una copa con un humano-.
Gerrit Nephgerd
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Re: Caprichos [Privado] [Gerrit] [+18][Cerrado]
Gerrit no había admitido nada, pero tampoco quedaba mucho lugar para la duda, y aunque el humano no terminaba de entender como era eso posible, no se preocupo en perder el tiempo formulando teorías. Sonrió ampliamente, dentro de la mala suerte que había tenido esa noche, al menos la situación se estaba volviendo más entretenida ¡No era poca cosa!
El estafador siquiera miro a la muchacha, no importaba, era secundario en ese momento, podían regalarse mutuamente una noche de placer, eso era cierto, pero la posibilidad que le ofrecía el mago era mucho más amplia.
-¿Acaso crees que soy un soplón? – Levanto la mano para evitar que el hombre respondiera – Bueno, si, a veces, pero en líneas generales me mantengo al margen de todo ese tipo de asuntos – Se encogió de hombros para quitarle importancia – Asesina a toda la isla si quieres, me da igual, no tengo interés alguno en delatarte ni tampoco en ayudarte.
Matthew no era un héroe, tampoco un villano, el mundo no le parecía lo suficientemente interesante como para ser ninguna de las dos. En líneas generales lo que pasara a su alrededor le importaba muy poco, a menos que lo involucrara de modo directo, claro.
-Vaya, veo que ya tienes planes para tu noche – Dijo con sarcasmo el estafador, aun sin creerse del todo que las cosas fueran a sucederse de manera tan lineal – Aunque supongo que si, es bastante probable que agarren a algún pelele para cerrar el caso y listo, los magos son igual de estúpidos que todo el resto de las razas. La verdad es muy relativa, solo es necesario encontrar a quien echarle la culpa.
Ya que Gerrit estaba mostrándose ligeramente más coherente y agradable que la mayoría de las veces, Owens considero que era adecuado el seguirle el juego, al fin y al cabo, el terreno de las falsedades era el que más cómodo le resultaba al estafador.
-¿Me estas invitando? – Dijo Matt haciendo el tono exageradamente sorprendido y algo afeminado, mientras se apoyaba la mano derecha sobre el pecho – ¡Pero que afortunado soy! Mis amigas morirán de la envidia cuando se enteren que estuve bebiendo algo nada mas y nada menos que con el increíble Gerrit Nephgerd.
En la puerta aún continuaba el interrogatorio, pero varios de los clientes del lugar eran personas con cierta importancia, quienes no tenían problema alguno en demostrar su descontento ante la larga interrupción y exigían que se resolviera la situación rápidamente. Los guardias estaban nerviosos, y era probable que comenzaran a buscar a un culpable cualquiera, tal como Gerrit había vaticinado.
Matt entrelazo su brazo con el del mago y camino junto con él hasta la barra, sin dejar de sonreír de manera encantadora, tal como solía hacer la mayor parte del tiempo. Cuando llegaron soltó a Nephgerd y pidió vino especiado.
-Adoraría saber como haces ese truco, el de pasar de anciano demente a joven apuesto en unos pocos minutos – El estafador levanto una ceja mientras lo miraba con seriedad, aunque solo le duro unos segundos, en seguida dejo escapar una carcajada y agregó – ¿O es que no estás de tan buen humor como para tener una charla casual con un humano?- No consideraba un insulto el que Gerrit lo llamara así, de formas más desagradables solían nombrarlo casi a diario.
El estafador siquiera miro a la muchacha, no importaba, era secundario en ese momento, podían regalarse mutuamente una noche de placer, eso era cierto, pero la posibilidad que le ofrecía el mago era mucho más amplia.
-¿Acaso crees que soy un soplón? – Levanto la mano para evitar que el hombre respondiera – Bueno, si, a veces, pero en líneas generales me mantengo al margen de todo ese tipo de asuntos – Se encogió de hombros para quitarle importancia – Asesina a toda la isla si quieres, me da igual, no tengo interés alguno en delatarte ni tampoco en ayudarte.
Matthew no era un héroe, tampoco un villano, el mundo no le parecía lo suficientemente interesante como para ser ninguna de las dos. En líneas generales lo que pasara a su alrededor le importaba muy poco, a menos que lo involucrara de modo directo, claro.
-Vaya, veo que ya tienes planes para tu noche – Dijo con sarcasmo el estafador, aun sin creerse del todo que las cosas fueran a sucederse de manera tan lineal – Aunque supongo que si, es bastante probable que agarren a algún pelele para cerrar el caso y listo, los magos son igual de estúpidos que todo el resto de las razas. La verdad es muy relativa, solo es necesario encontrar a quien echarle la culpa.
Ya que Gerrit estaba mostrándose ligeramente más coherente y agradable que la mayoría de las veces, Owens considero que era adecuado el seguirle el juego, al fin y al cabo, el terreno de las falsedades era el que más cómodo le resultaba al estafador.
-¿Me estas invitando? – Dijo Matt haciendo el tono exageradamente sorprendido y algo afeminado, mientras se apoyaba la mano derecha sobre el pecho – ¡Pero que afortunado soy! Mis amigas morirán de la envidia cuando se enteren que estuve bebiendo algo nada mas y nada menos que con el increíble Gerrit Nephgerd.
En la puerta aún continuaba el interrogatorio, pero varios de los clientes del lugar eran personas con cierta importancia, quienes no tenían problema alguno en demostrar su descontento ante la larga interrupción y exigían que se resolviera la situación rápidamente. Los guardias estaban nerviosos, y era probable que comenzaran a buscar a un culpable cualquiera, tal como Gerrit había vaticinado.
Matt entrelazo su brazo con el del mago y camino junto con él hasta la barra, sin dejar de sonreír de manera encantadora, tal como solía hacer la mayor parte del tiempo. Cuando llegaron soltó a Nephgerd y pidió vino especiado.
-Adoraría saber como haces ese truco, el de pasar de anciano demente a joven apuesto en unos pocos minutos – El estafador levanto una ceja mientras lo miraba con seriedad, aunque solo le duro unos segundos, en seguida dejo escapar una carcajada y agregó – ¿O es que no estás de tan buen humor como para tener una charla casual con un humano?- No consideraba un insulto el que Gerrit lo llamara así, de formas más desagradables solían nombrarlo casi a diario.
Matthew Owens
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Re: Caprichos [Privado] [Gerrit] [+18][Cerrado]
Enarqué una ceja cuando Matthew Owens dijo, con un tono que, precisamente, no escaseaba en sarcasmo, que se enorgullecía de haber sido invitado por el increíble Gerrit Nephgerd. Me pregunté mentalmente, con la misma dosis de sarcasmo, por qué no había más gente que me llamase así. Sonaba francamente bien: El increíble Gerrit Nephgerd. Era increíble que un hombre que hubiera matado a su madre al nacer, a su padre en la niñez y a su maestro en la adultez no se lamentase de sus asesinatos y más increíble era que siguiera aumentando el número de cadáveres que dejaba en su rastro. Una historia increíble. La historia del increíble Gerrit Nephgerd.
Mi repuesta juventud no solo me hacía pensar con más claridad mental, además me devuelto el placer de reírme de los peores horrores, de mi historia y de mi mismo, cualidad que creí olvidada. Me reí cuando Matthew Owens dijo que era increíble y me volví a reír cuando deshice su abrazo con tanta aprensión que hice que varias de las personas que nos estaban mirando dejasen soltar un jocoso suspiro.
Me senté en un taburete de la barra de la forma que me hacía sentir más cómodo. No me importó que la robada capa dejase ver más de lo socialmente establecido. Estábamos en un burdel de lujo después de haber sido cerrado por una investigación de la guardia. Fueron los clientes que les interrumpieron con una (o varias) chicas o recurriendo al onanismo en los sillones. La mayoría estaban desnudos y, quienes no lo estaban, se habían vestido rápidamente olvidándose algunas prendas de ropa o poniéndose la camisa al revés. Allí, era uno más. Mi semidesnudez no causaba más sospechabas que un hombre pulcramente vestido.
-Whisky, por favor. El más fuerte y barato que tengáis-.
La bebida que pedí tampoco causaba sospechabas. Los clientes querían algo fuerte para olvidar la humillación que sentían al haber sido descubiertos realizando sus íntimas fantasías sexuales.
-¿Truco? ¿Crees que esto lo hice yo? No me hagas reír. Fueron los Dioses quienes me habían maldito. Es una larga e increíble historia –di un sorbo al vaso de whisky con la doble intención de ocultar una naciente sonrisa –Me contrataron para proteger a una insoportable chiquilla, hija de un noble. La idiota solía escaparse cuando nadie la veía para ver a otro chiquillo de quien estaba enamorado. Romeo, creo que se llamaba. Puedes imaginarte el final. Maté a Rome e insté a la chiquilla que se suicidase por su amado. Un final romántico en las historias de los bardos, triste para los padres que me contrataron y placentera para mí. Los Dioses quisieron quemarme en vida. Invocaron una llama en mi corazón que me consumía, literalmente, desde el interior. El agua no podría apagar el incendio. Intenté ahogarme en el mar y, aun así, seguía maldito. Parece que tu amiga sí consiguió apagarme, pero no con agua, precisamente-.
Eché un ojo a las mesas. Cabezas sumisas apuntando al suelo, trabajadores caminando nerviosos de un lugar a otro y guardias interrogando a diestro y siniestro; ninguna novedad que me llamase especialmente la atención. Las puertas estaban selladas con montículos de tierra. Me imaginé que si alguien cometiese la osadía de intentar escapar saltando por la ventana, los guardias usarían la magia para agarrarle antes de que consiguiese escapar. Los burdeles de lujo solían tener una segunda puerta trasera provista para emergencia como ésta y para clientes que no querían dejarse ver por la puerta principal. Esta puerta no estaba sellada por una enorme roca. En su lugar, dos guardias brujos la guardaban de brazos cruzados. No rechazaba que la puerta tuviera una inscripción rúnica que hiciera estallar a cualquiera que pusiera la mano sobre el pomo.
Terminé el contenido del vaso con un largo trago. Con los tres dedos centrales de la mano libre indiqué a la camarera que me volviera a llenar el vaso. La cabeza de Talisa y Suuri reposaban sobre mis piernas. Ambas mujeres de mi corazón me impulsaban a que cometiese (increíbles) fechorías. Talisa me protegía de los cuervos de Duna, no tenía que recolectar sangre para la niña del fuego; pero me hacía recordar que le arranqué la cabeza aprovechándome de su metálica situación. Lo mismo podría hacer con las personas de este lugar: aprovecharme de su interrogatoria situación. Suuri era la mujer más celosa que conocía. Aunque no le importase que saciase mis necesidades, confesaba que no le gustaba verme con otras mujeres y que para compensar, tenía que dejarla besar a otros hombros. Mientras esperaba la segunda ronda, acaricié la cabeza de ambas mujeres. Estaba de vuelta, cariño. Pronto volveríamos a las andadas.
-¿Tienes algún plan para salir de aquí o vas a obligarme a que haga uno de mis increíbles trucos de magia?-
Mi repuesta juventud no solo me hacía pensar con más claridad mental, además me devuelto el placer de reírme de los peores horrores, de mi historia y de mi mismo, cualidad que creí olvidada. Me reí cuando Matthew Owens dijo que era increíble y me volví a reír cuando deshice su abrazo con tanta aprensión que hice que varias de las personas que nos estaban mirando dejasen soltar un jocoso suspiro.
Me senté en un taburete de la barra de la forma que me hacía sentir más cómodo. No me importó que la robada capa dejase ver más de lo socialmente establecido. Estábamos en un burdel de lujo después de haber sido cerrado por una investigación de la guardia. Fueron los clientes que les interrumpieron con una (o varias) chicas o recurriendo al onanismo en los sillones. La mayoría estaban desnudos y, quienes no lo estaban, se habían vestido rápidamente olvidándose algunas prendas de ropa o poniéndose la camisa al revés. Allí, era uno más. Mi semidesnudez no causaba más sospechabas que un hombre pulcramente vestido.
-Whisky, por favor. El más fuerte y barato que tengáis-.
La bebida que pedí tampoco causaba sospechabas. Los clientes querían algo fuerte para olvidar la humillación que sentían al haber sido descubiertos realizando sus íntimas fantasías sexuales.
-¿Truco? ¿Crees que esto lo hice yo? No me hagas reír. Fueron los Dioses quienes me habían maldito. Es una larga e increíble historia –di un sorbo al vaso de whisky con la doble intención de ocultar una naciente sonrisa –Me contrataron para proteger a una insoportable chiquilla, hija de un noble. La idiota solía escaparse cuando nadie la veía para ver a otro chiquillo de quien estaba enamorado. Romeo, creo que se llamaba. Puedes imaginarte el final. Maté a Rome e insté a la chiquilla que se suicidase por su amado. Un final romántico en las historias de los bardos, triste para los padres que me contrataron y placentera para mí. Los Dioses quisieron quemarme en vida. Invocaron una llama en mi corazón que me consumía, literalmente, desde el interior. El agua no podría apagar el incendio. Intenté ahogarme en el mar y, aun así, seguía maldito. Parece que tu amiga sí consiguió apagarme, pero no con agua, precisamente-.
Eché un ojo a las mesas. Cabezas sumisas apuntando al suelo, trabajadores caminando nerviosos de un lugar a otro y guardias interrogando a diestro y siniestro; ninguna novedad que me llamase especialmente la atención. Las puertas estaban selladas con montículos de tierra. Me imaginé que si alguien cometiese la osadía de intentar escapar saltando por la ventana, los guardias usarían la magia para agarrarle antes de que consiguiese escapar. Los burdeles de lujo solían tener una segunda puerta trasera provista para emergencia como ésta y para clientes que no querían dejarse ver por la puerta principal. Esta puerta no estaba sellada por una enorme roca. En su lugar, dos guardias brujos la guardaban de brazos cruzados. No rechazaba que la puerta tuviera una inscripción rúnica que hiciera estallar a cualquiera que pusiera la mano sobre el pomo.
Terminé el contenido del vaso con un largo trago. Con los tres dedos centrales de la mano libre indiqué a la camarera que me volviera a llenar el vaso. La cabeza de Talisa y Suuri reposaban sobre mis piernas. Ambas mujeres de mi corazón me impulsaban a que cometiese (increíbles) fechorías. Talisa me protegía de los cuervos de Duna, no tenía que recolectar sangre para la niña del fuego; pero me hacía recordar que le arranqué la cabeza aprovechándome de su metálica situación. Lo mismo podría hacer con las personas de este lugar: aprovecharme de su interrogatoria situación. Suuri era la mujer más celosa que conocía. Aunque no le importase que saciase mis necesidades, confesaba que no le gustaba verme con otras mujeres y que para compensar, tenía que dejarla besar a otros hombros. Mientras esperaba la segunda ronda, acaricié la cabeza de ambas mujeres. Estaba de vuelta, cariño. Pronto volveríamos a las andadas.
-¿Tienes algún plan para salir de aquí o vas a obligarme a que haga uno de mis increíbles trucos de magia?-
Gerrit Nephgerd
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Re: Caprichos [Privado] [Gerrit] [+18][Cerrado]
De todas las cosas que Gerrit podría haber contestado, Matthew jamás pensó que elegiría la vieja excusa de los dioses. El humano se cruzó de brazos y levanto una ceja mientras dejaba que Nephgerd se explayara. Hasta el momento lo consideraba una persona inteligente, un completo demente, pero inteligente al fin. Cuando no estaba en medio de un delirio el hechicero solía decir cosas que mismo Owens creía, en las pocas charlas que habían tenido Matt llegó a considerar que compartían algunas ideas y sobre todo el sentido del humor.
Pero esto era algo diferente, si había un asunto que no despertaba el más mínimo interés en Matthew ese era el religioso. En circunstancias normales el estafador hubiese optado por quedarse callado y seguirle la corriente, pero sabía que esas cosas no funcionaban con Gerrit, si lo hacía probablemente se encargaría de que la noche se volviera aún más desagradable.
-Deja de decir estupideces ¿Me tomas por tonto? Los dioses no son más que una excusa muy conveniente para que las personas no se hagan cargo de sus actos. Son como los monstruos que inventan los padres para que los niños se porten bien y les hagan caso – Hizo un gesto con la mano como si quisiera quitar algo desagradable de en medio – Fuiste imprudente e hiciste enojar a quien no debías, y recibiste tu merecido ¡No por hacer algo malo! Sino porque no fuiste lo suficientemente listo como para que no te encuentren.
Para Matthew las únicas realidades eran las que se presentaban frente a sus ojos, lo que había vivido y presenciado durante toda una infancia sin nadie en quien confiar, sobreviviendo en las calles como un ladrón. Desde su nacimiento no había encontrado a un solo Dios que respondiera a sus plegarias, tampoco que lo castigara cuando había realizado todo tipo de fechorías.
-No son los Dioses quienes te regalan el dinero, la salud, el amor y todas esas tonterías, es uno mismo el que se las consigue. Tampoco te andan castigando cada vez que haces algo malo, son las personas las que te golpean, los guardias los que te encierran y te llevan al cadalso – Dio una probada del vino pero no demasiado, no estaba bien hecho y seguramente sería como una patada a su estómago el tomarlo rápido - ¿Vas a decirme que no te parece una idea ridícula que hayan un montón de hombres y mujeres en los cielos mirando todo el día lo que hacemos? ¿Qué no tienen nada más importante que hacer además de castigarnos si robamos o matamos a alguien? Jajaja – Era una risa sin gracia, una risa que se burlaba de Gerrit y de todo aquel que hubiese levantando alguna vez una plegaría hacía algún Dios.
Dio otro pequeño trago a su bebida y con un gesto de asco la aparto, era completamente imposible que tomara esa cosa sin terminar enfermo. Miro con aún más asco como Gerrit se pedía otra ronda.
-Si tus “dioses” no te matan, lo va a hacer la bebida de este lugar – El que servía los tragos era tan sumiso que siquiera miro mal a Owens cuando lo escuchó decir eso - ¿Algún plan para salir de aquí? Hasta donde sé, soy un hombre libre, yo no tuve la sensacional idea de entrar en el lugar a la fuerza. Dije que no tenía interés en delatarte, pero tampoco en ayudarte – Se encogió de hombros y se puso en pie, dispuesto a salir por la puerta principal como el resto de los clientes – Fue una charla de lo más refrescante – Miro de arriba abajo la desnudez de Gerrit y sonrió – Quizás en otra oportunidad esto se vuelva más interesante, si es que logras no matar a nadie durante al menos un día jajaja – Esta vez la risa era sincera, no desaprobaba del todo los métodos del mago, solo que le parecía que había mejores maneras de manejarse en la vida.
Pero esto era algo diferente, si había un asunto que no despertaba el más mínimo interés en Matthew ese era el religioso. En circunstancias normales el estafador hubiese optado por quedarse callado y seguirle la corriente, pero sabía que esas cosas no funcionaban con Gerrit, si lo hacía probablemente se encargaría de que la noche se volviera aún más desagradable.
-Deja de decir estupideces ¿Me tomas por tonto? Los dioses no son más que una excusa muy conveniente para que las personas no se hagan cargo de sus actos. Son como los monstruos que inventan los padres para que los niños se porten bien y les hagan caso – Hizo un gesto con la mano como si quisiera quitar algo desagradable de en medio – Fuiste imprudente e hiciste enojar a quien no debías, y recibiste tu merecido ¡No por hacer algo malo! Sino porque no fuiste lo suficientemente listo como para que no te encuentren.
Para Matthew las únicas realidades eran las que se presentaban frente a sus ojos, lo que había vivido y presenciado durante toda una infancia sin nadie en quien confiar, sobreviviendo en las calles como un ladrón. Desde su nacimiento no había encontrado a un solo Dios que respondiera a sus plegarias, tampoco que lo castigara cuando había realizado todo tipo de fechorías.
-No son los Dioses quienes te regalan el dinero, la salud, el amor y todas esas tonterías, es uno mismo el que se las consigue. Tampoco te andan castigando cada vez que haces algo malo, son las personas las que te golpean, los guardias los que te encierran y te llevan al cadalso – Dio una probada del vino pero no demasiado, no estaba bien hecho y seguramente sería como una patada a su estómago el tomarlo rápido - ¿Vas a decirme que no te parece una idea ridícula que hayan un montón de hombres y mujeres en los cielos mirando todo el día lo que hacemos? ¿Qué no tienen nada más importante que hacer además de castigarnos si robamos o matamos a alguien? Jajaja – Era una risa sin gracia, una risa que se burlaba de Gerrit y de todo aquel que hubiese levantando alguna vez una plegaría hacía algún Dios.
Dio otro pequeño trago a su bebida y con un gesto de asco la aparto, era completamente imposible que tomara esa cosa sin terminar enfermo. Miro con aún más asco como Gerrit se pedía otra ronda.
-Si tus “dioses” no te matan, lo va a hacer la bebida de este lugar – El que servía los tragos era tan sumiso que siquiera miro mal a Owens cuando lo escuchó decir eso - ¿Algún plan para salir de aquí? Hasta donde sé, soy un hombre libre, yo no tuve la sensacional idea de entrar en el lugar a la fuerza. Dije que no tenía interés en delatarte, pero tampoco en ayudarte – Se encogió de hombros y se puso en pie, dispuesto a salir por la puerta principal como el resto de los clientes – Fue una charla de lo más refrescante – Miro de arriba abajo la desnudez de Gerrit y sonrió – Quizás en otra oportunidad esto se vuelva más interesante, si es que logras no matar a nadie durante al menos un día jajaja – Esta vez la risa era sincera, no desaprobaba del todo los métodos del mago, solo que le parecía que había mejores maneras de manejarse en la vida.
Matthew Owens
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Re: Caprichos [Privado] [Gerrit] [+18][Cerrado]
Matthew Cojowens era un humano aburguesado que poco o nada sabía de los castigos divinos. No creyó ni media palabra de la historia que le conté acerca de la maldición “El corazón sangrente. Su desconfianza me habría hecho enfadar de no ser por el buen humor que tenía después de haber superado mis maldiciones. Mientras Matthew debatía la existencia de los Dioses con falsos e infantiles argumentos, los habituales para un humano, daba vueltas a mi vaso de whisky barato pensando en cómo salir del burdel. No quise escuchar a Matthew, no me importaba. De vez en cuando, palabras sueltas de sus argumentos entraban a mis oídos: monstruos, malos, castigos…. ¿Estaba hablando de los Dioses o de mi vida junto al clan de Samhaim? A estas alturas, el humano debería saber que los monstruos eran reales; estaba hablando con uno. Algunas aldeas elfas de Verisar siguen repitiendo los nombres de los monstruos del clan de Samhain, en los que se incluye el nombre de “Brujo G”. Allí, los niños no se van a dormir con la advertencia de “El Coco”, sino con los “Brujos de Sam”.
Dejé a Talisa encima de la silla de mi lado derecho. Al separarme de ella noté instantáneamente los picotazos de los cuervos bajo mi piel. Me mordí el labio inferior para encerrar un aullido de dolor. Era necesario sopor un poco de daño si así conseguía asustar a Matthew. No me importaba que me creyera o no. Ver la cara de expectación que pondría al presenciar las maldiciones que se anulaban con la cabeza de Talisa era lo que esperaba.
Me terminé de un golpe las últimas gotas del segundo vaso de whisky. Puse el extremo de la capa sobre el banco para evitar hacer demasiado ruido, no quería que nadie más que Matthew presenciarse mis maldiciones. Estampé el vaso sobre la barra acolchonada por mi capa. No hice apenas ruido, ni siquiera el camarero se percató de lo que había hecho. Apoyé mi brazo izquierdo en la barra y con el cristal más grande del vaso roto comencé a rasgarme la piel delante de Matthew. La sangre gorgoteaba como el agua en una olla hirviendo. Si se prestaba atención se podía escuchar un tenue sonido, eran los cuervos que graznaba mi odio. Por donde pasaba el cristal, la herida se abría sola, como si dos manos fantasmales las estuvieran empujando. Manchaba la barra con salpicaduras de sangre tan negra como alas de los cuervos de Duna.
-Deberías creer en los Dioses. Quién me hice esto era un fiel siervo de Odín. Lo amaba a hasta tal punto que quería convertirse en la criadora de sus cuervos –dejé el trozo de cristal manchado de sangre negra al lado del brazo cicatrizado de Matthew-. Para demostrar su valía, inundó mi cuerpo de cuervos invisibles. Picotean mis órganos y se alimentan de mi sangre. No contentos con ello, me obligan a recolectar la sangre de quienes me encuentre. Mi querida Talisa tiene el don de atenuar la maldición de los pajarracos –cogí a la cabeza de metal con las dos manos y la abracé contra mi pecho-. Si no fuera por ella, habría no a una persona esta mañana, sino a todos los que hayan pasado por mi lado. Dime, ¿ya crees en la crueldad de los Dioses? ¿Ya crees en los monstruos?-
Hice una señal con dos dedos al camarero para que prestase atención. Tercera ronda de whisky y segundo vaso. El hombre no me preguntó por la desaparición del vaso. Estaba ocupado sirviendo a los otros clientes que calmaban sus nervios por ver a la guardia con la bebida. Tal vez, pensó que se habría llevado el vaso sin darse cuenta. Los cristales restantes, los más pequeños, los había tirado al suelo para que nadie pudiera verlos. En la barra, al costado de la cicatriz de Matthew, quedaba el trozo más grande que desde lejos podría parecer la invitación al comienzo de una revuelta. No seríamos los primeros hombres que se estarían armando. La mayoría de los presentes, a los que el alcohol no conseguía mitigar sus nervios, apretaban las empuñaduras de sus armas como si estas fueran un seguro de vida. Habían llegado a la misma conclusión que yo: tarde o temprano, si la guardia no encontraba un culpable, acusaría a cualquiera para preservar la seguridad del lugar. Los argumentos y las cuartadas no servirían. Cuando llegasen las sentencias, tendrían que recurrir a las armas para demostrar su inocencia. Tanto los guardias como los trabajadores del burdel e incluso el camarero de la barra conocían la angustia desesperada de la mayoría de los clientes. La presencia de un trozo de cristal con el filo de un puñal al lado de la mano de un humano no era sospechoso; como tampoco lo era el martillo Suuri apoyado en mis piernas.
Matthew se puso en pie y se dirigió hacia la puerta principal. Era más crédulo de lo que había pensado. Los guardias no harían desaparecer obelisco de tierra que trababa la puerta porque un insulso humano le pidiera que abrieran paso. Es más, tal vez le tomen como culpable del asesinato por el mero hecho que tenía prisas por abandonar el local. Allá él. No necesitaba mi ayuda para suicidarse.
-Si te matan, pido quedarme con tu bolsa de aeros, con tu cara ropa y tu diente de oro –dije lo suficientemente alta para que todos en elburdel, especialmente los guardias, pudieran oírme.
Si no le llegaban a apresar por las sospechas de los asesinatos, sería por los rumores que había creado acerca de su adinerada posición. Quería meter a Matthew en un lío, en otro más. La otra vez que nos cruzamos le saqué de prisión. Ahora, iba a meterle en una nueva.
Dejé a Talisa encima de la silla de mi lado derecho. Al separarme de ella noté instantáneamente los picotazos de los cuervos bajo mi piel. Me mordí el labio inferior para encerrar un aullido de dolor. Era necesario sopor un poco de daño si así conseguía asustar a Matthew. No me importaba que me creyera o no. Ver la cara de expectación que pondría al presenciar las maldiciones que se anulaban con la cabeza de Talisa era lo que esperaba.
Me terminé de un golpe las últimas gotas del segundo vaso de whisky. Puse el extremo de la capa sobre el banco para evitar hacer demasiado ruido, no quería que nadie más que Matthew presenciarse mis maldiciones. Estampé el vaso sobre la barra acolchonada por mi capa. No hice apenas ruido, ni siquiera el camarero se percató de lo que había hecho. Apoyé mi brazo izquierdo en la barra y con el cristal más grande del vaso roto comencé a rasgarme la piel delante de Matthew. La sangre gorgoteaba como el agua en una olla hirviendo. Si se prestaba atención se podía escuchar un tenue sonido, eran los cuervos que graznaba mi odio. Por donde pasaba el cristal, la herida se abría sola, como si dos manos fantasmales las estuvieran empujando. Manchaba la barra con salpicaduras de sangre tan negra como alas de los cuervos de Duna.
-Deberías creer en los Dioses. Quién me hice esto era un fiel siervo de Odín. Lo amaba a hasta tal punto que quería convertirse en la criadora de sus cuervos –dejé el trozo de cristal manchado de sangre negra al lado del brazo cicatrizado de Matthew-. Para demostrar su valía, inundó mi cuerpo de cuervos invisibles. Picotean mis órganos y se alimentan de mi sangre. No contentos con ello, me obligan a recolectar la sangre de quienes me encuentre. Mi querida Talisa tiene el don de atenuar la maldición de los pajarracos –cogí a la cabeza de metal con las dos manos y la abracé contra mi pecho-. Si no fuera por ella, habría no a una persona esta mañana, sino a todos los que hayan pasado por mi lado. Dime, ¿ya crees en la crueldad de los Dioses? ¿Ya crees en los monstruos?-
Hice una señal con dos dedos al camarero para que prestase atención. Tercera ronda de whisky y segundo vaso. El hombre no me preguntó por la desaparición del vaso. Estaba ocupado sirviendo a los otros clientes que calmaban sus nervios por ver a la guardia con la bebida. Tal vez, pensó que se habría llevado el vaso sin darse cuenta. Los cristales restantes, los más pequeños, los había tirado al suelo para que nadie pudiera verlos. En la barra, al costado de la cicatriz de Matthew, quedaba el trozo más grande que desde lejos podría parecer la invitación al comienzo de una revuelta. No seríamos los primeros hombres que se estarían armando. La mayoría de los presentes, a los que el alcohol no conseguía mitigar sus nervios, apretaban las empuñaduras de sus armas como si estas fueran un seguro de vida. Habían llegado a la misma conclusión que yo: tarde o temprano, si la guardia no encontraba un culpable, acusaría a cualquiera para preservar la seguridad del lugar. Los argumentos y las cuartadas no servirían. Cuando llegasen las sentencias, tendrían que recurrir a las armas para demostrar su inocencia. Tanto los guardias como los trabajadores del burdel e incluso el camarero de la barra conocían la angustia desesperada de la mayoría de los clientes. La presencia de un trozo de cristal con el filo de un puñal al lado de la mano de un humano no era sospechoso; como tampoco lo era el martillo Suuri apoyado en mis piernas.
Matthew se puso en pie y se dirigió hacia la puerta principal. Era más crédulo de lo que había pensado. Los guardias no harían desaparecer obelisco de tierra que trababa la puerta porque un insulso humano le pidiera que abrieran paso. Es más, tal vez le tomen como culpable del asesinato por el mero hecho que tenía prisas por abandonar el local. Allá él. No necesitaba mi ayuda para suicidarse.
-Si te matan, pido quedarme con tu bolsa de aeros, con tu cara ropa y tu diente de oro –dije lo suficientemente alta para que todos en elburdel, especialmente los guardias, pudieran oírme.
Si no le llegaban a apresar por las sospechas de los asesinatos, sería por los rumores que había creado acerca de su adinerada posición. Quería meter a Matthew en un lío, en otro más. La otra vez que nos cruzamos le saqué de prisión. Ahora, iba a meterle en una nueva.
Gerrit Nephgerd
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Re: Caprichos [Privado] [Gerrit] [+18][Cerrado]
Nada de lo que decía Gerrit tenía sentido para Matt, eran como dos universos diferentes que por casualidad se habían cruzado e intentaban infructuosamente que el otro comprendiera las leyes que guiaban sus espacios. Pero no había forma, resultaba imposible que se entendieran porque aquellas pocas cosas en las que se parecían eran precisamente las que les dificultaban la comprensión.
El estafador estaba a punto de irse, pero las acciones del hechicero nuevamente captaron su atención. Se quedó quieto mientras lo veía partir el vaso y tomar uno de los trozos “¿Va a atacarme? No, tiene un martillo justo allí, no tiene sentido que busque un arma menos mortal ¿Entonces?” Vio como lo acercaba a su brazo “¿Va a hacer lo que creo que va a hacer?” Las sospechas de Owens se confirmaron, miro con algo de asco pero también fascinación como Gerrit se abría la piel y la carne.
Lo esperable era encontrar solo sangre y músculos, era lo que el estafador esperaba ver, pero siquiera se hubiese imaginado que bajo la piel se escondía un espectáculo macabro.
-¿Cuervos? – Era grotesco, como si el cuerpo del hechicero estuviera formado en realidad por un montón de pájaros oscuros que se alimentaban de él – oh camarada… en verdad debiste haber hecho algo muy malo para que se enojaran así contigo –Claro que Matt no hablaba de los dioses, sino de quien sea que le hubiese hecho eso a Gerrit – No, claro que no. Creo en la crueldad de los seres que viven, caminan y respiran en esta tierra igual que tú y yo. Esta… cosa repugnante que tienes, es algún tipo de maldición de algún hechicero muy enojado. Nada más – Y dicho eso se alejó de Nephgerd, por un instante hasta parecía temer que fuera contagioso.
Camino con normalidad hacia la puerta, allí estaban los guardias vigilando que nadie entrara ni saliera. Matthew no tenía fuerza, ni magia, ni habilidad con las armas, pero había logrado sobrevivir y superar la expectativa de vida promedio de un ladrón, eso se debía solo a una cosa: No confrontaba cuando veía que la situación se podía solucionar de otra manera.
Miro entre el público, buscando a la persona más enojada que pudiera haber, visualizó a un hombre ya entrado en años, que con mucho fastidio y cruzado de brazos murmuraba molesto. “Perfecto” pensó el estafador mientras se acercaba por atrás.
-Es indignante ¿Cierto? – Dijo Matt mientras fingía una cara de hastío y se cruzaba de brazos también - ¿Cuánto tiempo más piensan tardarse?
-No me explico porque tardan, ya deberían haberlo encontrado –
-Deberíamos hacer algo –
-¿Hasta cuándo piensan tenernos encerrados? – Dijo otro hombre más joven que se acercó al ver que hablaban.
-Es evidente que no tienen idea de lo que hacen – Los tres hombres asintieron y viendo que la charla podía continuar sin él, Matt se apartó y fue a por una nueva presa.
-Están buscando a algún tonto para poder culpar – Susurró Owens mientras se aceraba a un pequeño grupo que trabajaba en el lugar y veía con preocupación la situación - ¿Y adivinen quienes van a ser los primeros acusados?
Las muchachas y los jóvenes hicieron diferentes gestos de preocupación y se movieron inquietos, no sería la primera vez que los incriminaran. Luego de conversar un poco más con ellos Matthew se retiró y buscó a alguien más a quien convencer que la única salida era el caos.
Un caballero muy preocupado de que su esposa se enterara de lo que hacía en su tiempo libre, una joven que no le había contado a su prometido de qué trabajaba en realidad, un hombre mayor que se parecía bastante a la descripción del asesino, y más y más personas. El estafador se encargó de calentar sus orejas, de convencerlos que solo había una manera en que podrían irse de allí para continuar con sus mentirosas vidas.
Luego de un rato las personas se agolpaban en la puerta, exigiendo a gritos que abrieran las puertas, los guardias no sabían qué hacer, eran demasiados como para poder controlarlos. Al principio pedían amablemente que se calmaran, pero al ver que no funcionaba intentaron imponerse por la fuerza… Pero claro, entre los clientes también había hechiceros.
La situación no tardó mucho en salirse de control, y mientras Matthew simplemente se mantenía en los alrededores, esperando a que se presentara su oportunidad para irse de allí.
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El estafador estaba a punto de irse, pero las acciones del hechicero nuevamente captaron su atención. Se quedó quieto mientras lo veía partir el vaso y tomar uno de los trozos “¿Va a atacarme? No, tiene un martillo justo allí, no tiene sentido que busque un arma menos mortal ¿Entonces?” Vio como lo acercaba a su brazo “¿Va a hacer lo que creo que va a hacer?” Las sospechas de Owens se confirmaron, miro con algo de asco pero también fascinación como Gerrit se abría la piel y la carne.
Lo esperable era encontrar solo sangre y músculos, era lo que el estafador esperaba ver, pero siquiera se hubiese imaginado que bajo la piel se escondía un espectáculo macabro.
-¿Cuervos? – Era grotesco, como si el cuerpo del hechicero estuviera formado en realidad por un montón de pájaros oscuros que se alimentaban de él – oh camarada… en verdad debiste haber hecho algo muy malo para que se enojaran así contigo –Claro que Matt no hablaba de los dioses, sino de quien sea que le hubiese hecho eso a Gerrit – No, claro que no. Creo en la crueldad de los seres que viven, caminan y respiran en esta tierra igual que tú y yo. Esta… cosa repugnante que tienes, es algún tipo de maldición de algún hechicero muy enojado. Nada más – Y dicho eso se alejó de Nephgerd, por un instante hasta parecía temer que fuera contagioso.
Camino con normalidad hacia la puerta, allí estaban los guardias vigilando que nadie entrara ni saliera. Matthew no tenía fuerza, ni magia, ni habilidad con las armas, pero había logrado sobrevivir y superar la expectativa de vida promedio de un ladrón, eso se debía solo a una cosa: No confrontaba cuando veía que la situación se podía solucionar de otra manera.
Miro entre el público, buscando a la persona más enojada que pudiera haber, visualizó a un hombre ya entrado en años, que con mucho fastidio y cruzado de brazos murmuraba molesto. “Perfecto” pensó el estafador mientras se acercaba por atrás.
-Es indignante ¿Cierto? – Dijo Matt mientras fingía una cara de hastío y se cruzaba de brazos también - ¿Cuánto tiempo más piensan tardarse?
-No me explico porque tardan, ya deberían haberlo encontrado –
-Deberíamos hacer algo –
-¿Hasta cuándo piensan tenernos encerrados? – Dijo otro hombre más joven que se acercó al ver que hablaban.
-Es evidente que no tienen idea de lo que hacen – Los tres hombres asintieron y viendo que la charla podía continuar sin él, Matt se apartó y fue a por una nueva presa.
-Están buscando a algún tonto para poder culpar – Susurró Owens mientras se aceraba a un pequeño grupo que trabajaba en el lugar y veía con preocupación la situación - ¿Y adivinen quienes van a ser los primeros acusados?
Las muchachas y los jóvenes hicieron diferentes gestos de preocupación y se movieron inquietos, no sería la primera vez que los incriminaran. Luego de conversar un poco más con ellos Matthew se retiró y buscó a alguien más a quien convencer que la única salida era el caos.
Un caballero muy preocupado de que su esposa se enterara de lo que hacía en su tiempo libre, una joven que no le había contado a su prometido de qué trabajaba en realidad, un hombre mayor que se parecía bastante a la descripción del asesino, y más y más personas. El estafador se encargó de calentar sus orejas, de convencerlos que solo había una manera en que podrían irse de allí para continuar con sus mentirosas vidas.
Luego de un rato las personas se agolpaban en la puerta, exigiendo a gritos que abrieran las puertas, los guardias no sabían qué hacer, eran demasiados como para poder controlarlos. Al principio pedían amablemente que se calmaran, pero al ver que no funcionaba intentaron imponerse por la fuerza… Pero claro, entre los clientes también había hechiceros.
La situación no tardó mucho en salirse de control, y mientras Matthew simplemente se mantenía en los alrededores, esperando a que se presentara su oportunidad para irse de allí.
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Matthew Owens
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Re: Caprichos [Privado] [Gerrit] [+18][Cerrado]
Era fácil darse cuenta de la artimaña de Matthew Cojowens. Pretendía causar una revuelta entre los guardias y aquellos que habían los sospechosos. Me había aventurado a suponer que serían los guardias quienes darían el primer paso, que ellos acusarían al primer anciano que encajase medianamente en las descripciones que se daban del asesino. Sin embargo, Matthew invirtió el resulto. Los dados estaban sobre la mesa y el turno de los hombres y mujeres retenidos en el burdel. El humano, como yo, se había dado cuenta que no solo los guardias estaban armados y, aquellos que no tenían armas, era porque sabían utilizar su magia de forma ofensiva. La revuelta, el caos, sería inminente. Empezaría por el primer loco que se atreviese a dar un paso por delante de otro.
Era una estrategia cobarde y rastrera, digna de un humano que no se atrevía a detener a un brujo por espantar a la chica con la que estaba yaciendo. Hasta aquel momento no me había percatado que Matthew era una sucia rata callejera, de las que se esconden bajo las alcantarillas cuando oyen los pasos de la caballería acercarse. La rata se ocultaba en las sombras para luego morder los pies de las personas e infectarlas de enfermedades sin que se dieran cuenta. La enfermedad que Matthew propagaba se llamaba caos.
No me gustó su actitud cobarde. Entrecerré la boca mitigando un áspero gruñido y golpeé con el puño la parte de la barra del bar que estaba cubierta por mi capa.
-Cobarde, no eres capaz de resolver tus problemas con tus propias manos. Controlas a la muchedumbre para que los resuelva por ti. Me avergüenzas. Eres un cobarde. Una sucia rata callejera. Tus manos no se mancharán de sangre seca. Te alimentas de la sangre de las víctimas que otros han asesinado por ti. Me das asco- susurré con una voz tan débil que nadie llegó a escucharme.
Quise pensar que un porcentaje de mis injurias contra Matthew, si es que no eran todas, eran obra de los cuervos de Dunas. Me estaría engañando a mí mismo. Los cuervos estaban callados. Sobre mi pecho tenía la cabeza de Talisa, la abraza con una sola mano. Las maldiciones desaparecían con Talisa a mi vera. El odio y la ira que estaba sintiendo en aquel momento era real.
Con la mano libre agarré la empuñadura de Suuri y dirigí la cabeza del martillo entorno a la multitud como si no acabase por decidir un objetivo fijo. Matthew, cobarde, ¿querías que alguien se ocupase de tu trabajo sucio? ¿Que ese alguien se convirtiera en un llave para salir del burdel? Deja que te muestre cómo se hace.
Apunté la cabeza martillo contra la cabeza de un anciano que acariciaba el cabello de una mujer treinta años más joven.
-Adelante, ya sabes qué hacer- le dije a Suuri.
Solté el martillo. Suuri voló sin ayuda, conocía el camino que debía tomar. El final del trayecto era estamparse contra la cabeza del anciano. Suuri regresó a mi mano manchada de la sangre del viejo.
-¡A mí la guardia! –grité como lo haría un hombre uniformado.
Llegó el esperado caos. Buen trabajo Matthew, pero la sangre era mía.
Me levanté de un salto de la silla. La capa se me cayó dejándome desnudo. Dos hombres, trabajadores del local, arremetieron contra mí pensando que era un hombre de la guarida. El primero llevaba un cuchillo y el segundo tenía los puños de fuego. Suuri, guiada por mi mano derecha, dio un frío beso de metal al hombre del cuchillo. Talisa, en mi mano izquierda, vomitó una cascada de relámpagos al hombre de fuego.
Los guardias hacían lo posible por detener la revuelta que se había formando. Deshicieron los conjuros que trababan la puerta y castigan a cualquier que fuera hacia ellos con intenciones violentas.
Vía libre. Caminé hacia las puertas de salida con tranquilidad. Aquellos que se me acercaban, fueran guardias o clientes del burdel, los freía con mis rayos o los golpeaba con mi martillo. No fueron muchos los hechizos que tuve que conjurar. Los guardias tenían demasiado trabajo ocupándose de la revuelta y el caos de Matthew.
A mitad de camino, tomé a Matthew del hombro y lo arrastré hacia fuera del burdel. Un lugar seguro.
-Debería darte vergüenza. Has salido de una carnicería sin haberte manchado de una gota de sangre. Eres una rata –recordé los elogios que Matthew Owens me había dicho antes-. Eres una increíble rata de alcantarilla-.
Era una estrategia cobarde y rastrera, digna de un humano que no se atrevía a detener a un brujo por espantar a la chica con la que estaba yaciendo. Hasta aquel momento no me había percatado que Matthew era una sucia rata callejera, de las que se esconden bajo las alcantarillas cuando oyen los pasos de la caballería acercarse. La rata se ocultaba en las sombras para luego morder los pies de las personas e infectarlas de enfermedades sin que se dieran cuenta. La enfermedad que Matthew propagaba se llamaba caos.
No me gustó su actitud cobarde. Entrecerré la boca mitigando un áspero gruñido y golpeé con el puño la parte de la barra del bar que estaba cubierta por mi capa.
-Cobarde, no eres capaz de resolver tus problemas con tus propias manos. Controlas a la muchedumbre para que los resuelva por ti. Me avergüenzas. Eres un cobarde. Una sucia rata callejera. Tus manos no se mancharán de sangre seca. Te alimentas de la sangre de las víctimas que otros han asesinado por ti. Me das asco- susurré con una voz tan débil que nadie llegó a escucharme.
Quise pensar que un porcentaje de mis injurias contra Matthew, si es que no eran todas, eran obra de los cuervos de Dunas. Me estaría engañando a mí mismo. Los cuervos estaban callados. Sobre mi pecho tenía la cabeza de Talisa, la abraza con una sola mano. Las maldiciones desaparecían con Talisa a mi vera. El odio y la ira que estaba sintiendo en aquel momento era real.
Con la mano libre agarré la empuñadura de Suuri y dirigí la cabeza del martillo entorno a la multitud como si no acabase por decidir un objetivo fijo. Matthew, cobarde, ¿querías que alguien se ocupase de tu trabajo sucio? ¿Que ese alguien se convirtiera en un llave para salir del burdel? Deja que te muestre cómo se hace.
Apunté la cabeza martillo contra la cabeza de un anciano que acariciaba el cabello de una mujer treinta años más joven.
-Adelante, ya sabes qué hacer- le dije a Suuri.
Solté el martillo. Suuri voló sin ayuda, conocía el camino que debía tomar. El final del trayecto era estamparse contra la cabeza del anciano. Suuri regresó a mi mano manchada de la sangre del viejo.
-¡A mí la guardia! –grité como lo haría un hombre uniformado.
Llegó el esperado caos. Buen trabajo Matthew, pero la sangre era mía.
Me levanté de un salto de la silla. La capa se me cayó dejándome desnudo. Dos hombres, trabajadores del local, arremetieron contra mí pensando que era un hombre de la guarida. El primero llevaba un cuchillo y el segundo tenía los puños de fuego. Suuri, guiada por mi mano derecha, dio un frío beso de metal al hombre del cuchillo. Talisa, en mi mano izquierda, vomitó una cascada de relámpagos al hombre de fuego.
Los guardias hacían lo posible por detener la revuelta que se había formando. Deshicieron los conjuros que trababan la puerta y castigan a cualquier que fuera hacia ellos con intenciones violentas.
Vía libre. Caminé hacia las puertas de salida con tranquilidad. Aquellos que se me acercaban, fueran guardias o clientes del burdel, los freía con mis rayos o los golpeaba con mi martillo. No fueron muchos los hechizos que tuve que conjurar. Los guardias tenían demasiado trabajo ocupándose de la revuelta y el caos de Matthew.
A mitad de camino, tomé a Matthew del hombro y lo arrastré hacia fuera del burdel. Un lugar seguro.
-Debería darte vergüenza. Has salido de una carnicería sin haberte manchado de una gota de sangre. Eres una rata –recordé los elogios que Matthew Owens me había dicho antes-. Eres una increíble rata de alcantarilla-.
Gerrit Nephgerd
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Re: Caprichos [Privado] [Gerrit] [+18][Cerrado]
El corazón de Matthew latía con velocidad, en verdad disfrutaba de ese tipo de situaciones, y sin darse cuenta su mal humor había desaparecido por fin “Esto es lo que necesitaba, un poco de maravilloso caos” pensó el estafador mientras sonreía. Owens se sentía tonto por haber pensado que algo tan sencillo como el sexo podría solucionar el estado en que se encontraba su ánimo. La verdad siempre había estado allí, se manifestaba en la forma de un hechicero verborragico que aplastaba cabezas con su martillo.
El humano estaba entre medio del gentío cuando Gerrit levanto su arma, Matt se había volteado para ver qué gesto ponía el hechicero ante la situación, al verlo levantar el mazo su primera reacción fue agacharse, pero en seguida se dio cuenta que no era a él a quien apuntaba. Los pedazos de la cabeza del viejo saltaron para todos lados, la mujer que lo acompañaba comenzó a gritar, salpicada de sangre y trozos de sesos.
Las exclamaciones de horror se hicieron oír en toda la sala, mezclados con los de ira y asombro, Matthew se reía a carcajadas, empujado por la muchedumbre que ahora se agolpaba en la puerta intentando huir. Algunos atacaron a Gerrit, otros se golpeaban con quien tuvieran al lado, puñetazos, dagas, magia, mordidas, llegado a ese punto todo era válido.
El estafador estaba descostillándose de la risa cuando Gerrit paso a su lado y lo arrastro hasta la calle, y aún así tardo varios metros en poder calmarse lo suficiente como para poder hablar.
-¡Oh! ¡Muchas gracias! Tienes mucha razón, soy una increíble rata de alcantarilla, un tramposo, ventajero, traidor y embustero – Owens era muy feliz en ese momento, decía con absoluta libertad y desparpajo todo lo que le venía a la mente, sin necesidad de tener que fingir para agradarle a nadie – Soy la peor basura cobarde que hayas visto, y te agradezco de corazón que me digas tal cantidad de elogios. Si sigues así vas a hacer que me enamore.
No hablaba en serio ¿O sí? Con Matthew nunca se sabía.
De cualquier manera, no era buena idea jugar durante demasiado tiempo con la paciencia de Gerrit, eso el estafador lo tenía bien claro. Le dio un par de palmadas en el hombro desnudo y se dispuso a salir de allí, antes de que los guardias lograran poner orden en el burdel y se les ocurriera buscar a los responsables del alboroto.
El humano estaba entre medio del gentío cuando Gerrit levanto su arma, Matt se había volteado para ver qué gesto ponía el hechicero ante la situación, al verlo levantar el mazo su primera reacción fue agacharse, pero en seguida se dio cuenta que no era a él a quien apuntaba. Los pedazos de la cabeza del viejo saltaron para todos lados, la mujer que lo acompañaba comenzó a gritar, salpicada de sangre y trozos de sesos.
Las exclamaciones de horror se hicieron oír en toda la sala, mezclados con los de ira y asombro, Matthew se reía a carcajadas, empujado por la muchedumbre que ahora se agolpaba en la puerta intentando huir. Algunos atacaron a Gerrit, otros se golpeaban con quien tuvieran al lado, puñetazos, dagas, magia, mordidas, llegado a ese punto todo era válido.
El estafador estaba descostillándose de la risa cuando Gerrit paso a su lado y lo arrastro hasta la calle, y aún así tardo varios metros en poder calmarse lo suficiente como para poder hablar.
-¡Oh! ¡Muchas gracias! Tienes mucha razón, soy una increíble rata de alcantarilla, un tramposo, ventajero, traidor y embustero – Owens era muy feliz en ese momento, decía con absoluta libertad y desparpajo todo lo que le venía a la mente, sin necesidad de tener que fingir para agradarle a nadie – Soy la peor basura cobarde que hayas visto, y te agradezco de corazón que me digas tal cantidad de elogios. Si sigues así vas a hacer que me enamore.
No hablaba en serio ¿O sí? Con Matthew nunca se sabía.
De cualquier manera, no era buena idea jugar durante demasiado tiempo con la paciencia de Gerrit, eso el estafador lo tenía bien claro. Le dio un par de palmadas en el hombro desnudo y se dispuso a salir de allí, antes de que los guardias lograran poner orden en el burdel y se les ocurriera buscar a los responsables del alboroto.
Matthew Owens
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