Salvando las cosechas • Trabajo [Z9-42]
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Salvando las cosechas • Trabajo [Z9-42]
Las lágrimas de Lucy fueron lo primero que regó la quebradiza tierra de la huerta después de unos cuantos días. La mujer, consternada, se llevaba las manos al rostro y negaba con la cabeza una y otra vez, como si con el llanto pudiese devolver a la vida a Josh, su hijo. El muchacho, de apenas dieciséis años, había sido la segunda víctima de la bestia salvaje que últimamente merodeaba por el territorio de las cosechas, destrozando toda plantación a su paso y llevándose con ella a quien se le cruzase en el camino. Los campesinos, además de fulminados por las pérdidas humanas, ya no sabían qué hacer para acabar con el problema: las trampas no funcionaban y, aunque habían probado con antorchas, armas y múltiples exploraciones en grupo, ya nadie tenía el valor para salir en búsqueda del animal.
Resultaba difícil regar las pocas plantas que quedaban en pie, pues nadie osaba alejarse demasiado de sus modestas casas e internarse en los sembradíos que lindaban con el bosque. La situación se les había escapado completamente de las manos y ya no tenían idea de qué hacer.
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El zorro caminó pesadamente por los senderos de tierra que se desparramaban desde la mismísima puerta de la Ciudad de Lunargenta hacia zonas más humildes. Había cruzado ya el punto conflictivo donde se encontraban las modestas chozas que albergaban a personajes tan variopintos como peligrosos: ladrones, vagabundos, marginados y un largo etcétera de personas non gratas. Él, aunque también era un ladrón, no gustaba demasiado de codearse con tan bajos estratos sociales; prefería irse por su lado y arreglárselas solo, sin preocuparse porque alguien estuviese a punto de clavarle el puñal por la espalda… figurativa y literalmente.
Y a eso mismo iba: a arreglárselas él solito. Iba al bosque para ganarse el almuerzo del día, pues existían jornadas en que no conseguía ni un mísero aero y tenía que adentrarse en el monte para cazar uno que otro animalillo y así mantener el estómago lleno. Le faltaba muy poco para dejar atrás la zona de los cultivos cuando un sonido lastimoso, y bastante irritante para él, le llamó la atención. Giró sobre sus talones para encontrarse a una mujer bajita, regordeta, de manos callosas y ropa desgastada, que sollozaba arrodillada en la fértil aunque pisoteada tierra de una huerta. Zatch la observó desde arriba con gesto de disgusto y estuvo a punto de seguir su camino de no ser porque la mujer levantó la mirada y la clavó en los ojos del zorro, que llevó las peludas orejas hacia atrás al oírla hablar con su aguda voz quebrada.
-¡Tú eres un cazador, ¿verdad!? -El zorro dio un respingo y se miró de pies a cabeza. En ese momento vestía la capa que lo cubría desde los hombros hasta las pantorrillas, con la cola asomando por debajo. Llevaba el taparrabos habitual y un cinturón por encima del cual colgaban su daga y una bolsa de cuero en la que guardaba sus pocos objetos personales. Se preguntó qué parte de sus pintas daban la impresión de que fuese un cazador; más allá de las largas garras, los aguzados colmillos… y el peludo cuerpo de un animal depredador, claro- ¡Por favor, ya no lo soportamos más! ¡Necesitamos ayuda! Un animal… una bestia ha aparecido por aquí. Destroza nuestros cultivos y por su culpa… ¡por su culpa mi Josh ya no está! –Lucy volvió a romper en llanto, incomodando al zorro. Sólo pensaba en irse cuanto antes de allí, hasta que la mujer balbuceó entre lamentos algo sumamente convincente: -¡Si matas a ese maldito bicho, te pagaremos!
________________________________________________________________________________________________
No resultaba difícil convencer al zorro. Con tan sólo incluir una palabra en la petición, éste repentinamente se volvía todo oídos. Y la palabra era: dinero.
Zatch había acordado con la mujer que regresaría al mismo sitio la mañana siguiente, listo para encargarse del asunto encomendado. Ocupó la noche alistándose para la ocasión: con sus básicos conocimientos de curtiduría preparó una trampa muy elemental, lo suficientemente pequeña para guardarla en la bolsa de cuero. Alrededor de las siete de la mañana, el muchacho se presentó en la misma huerta y observó alrededor, esperando que la mujer apareciese de una vez. Pensó, confiado, que para dentro de una hora ya estaría de vuelta en el bosque contando sus brillantes aeros luego de haberse encargado de la alimaña.
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Subrayado el uso de la profesión curtiduría.
Resultaba difícil regar las pocas plantas que quedaban en pie, pues nadie osaba alejarse demasiado de sus modestas casas e internarse en los sembradíos que lindaban con el bosque. La situación se les había escapado completamente de las manos y ya no tenían idea de qué hacer.
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El zorro caminó pesadamente por los senderos de tierra que se desparramaban desde la mismísima puerta de la Ciudad de Lunargenta hacia zonas más humildes. Había cruzado ya el punto conflictivo donde se encontraban las modestas chozas que albergaban a personajes tan variopintos como peligrosos: ladrones, vagabundos, marginados y un largo etcétera de personas non gratas. Él, aunque también era un ladrón, no gustaba demasiado de codearse con tan bajos estratos sociales; prefería irse por su lado y arreglárselas solo, sin preocuparse porque alguien estuviese a punto de clavarle el puñal por la espalda… figurativa y literalmente.
Y a eso mismo iba: a arreglárselas él solito. Iba al bosque para ganarse el almuerzo del día, pues existían jornadas en que no conseguía ni un mísero aero y tenía que adentrarse en el monte para cazar uno que otro animalillo y así mantener el estómago lleno. Le faltaba muy poco para dejar atrás la zona de los cultivos cuando un sonido lastimoso, y bastante irritante para él, le llamó la atención. Giró sobre sus talones para encontrarse a una mujer bajita, regordeta, de manos callosas y ropa desgastada, que sollozaba arrodillada en la fértil aunque pisoteada tierra de una huerta. Zatch la observó desde arriba con gesto de disgusto y estuvo a punto de seguir su camino de no ser porque la mujer levantó la mirada y la clavó en los ojos del zorro, que llevó las peludas orejas hacia atrás al oírla hablar con su aguda voz quebrada.
-¡Tú eres un cazador, ¿verdad!? -El zorro dio un respingo y se miró de pies a cabeza. En ese momento vestía la capa que lo cubría desde los hombros hasta las pantorrillas, con la cola asomando por debajo. Llevaba el taparrabos habitual y un cinturón por encima del cual colgaban su daga y una bolsa de cuero en la que guardaba sus pocos objetos personales. Se preguntó qué parte de sus pintas daban la impresión de que fuese un cazador; más allá de las largas garras, los aguzados colmillos… y el peludo cuerpo de un animal depredador, claro- ¡Por favor, ya no lo soportamos más! ¡Necesitamos ayuda! Un animal… una bestia ha aparecido por aquí. Destroza nuestros cultivos y por su culpa… ¡por su culpa mi Josh ya no está! –Lucy volvió a romper en llanto, incomodando al zorro. Sólo pensaba en irse cuanto antes de allí, hasta que la mujer balbuceó entre lamentos algo sumamente convincente: -¡Si matas a ese maldito bicho, te pagaremos!
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No resultaba difícil convencer al zorro. Con tan sólo incluir una palabra en la petición, éste repentinamente se volvía todo oídos. Y la palabra era: dinero.
Zatch había acordado con la mujer que regresaría al mismo sitio la mañana siguiente, listo para encargarse del asunto encomendado. Ocupó la noche alistándose para la ocasión: con sus básicos conocimientos de curtiduría preparó una trampa muy elemental, lo suficientemente pequeña para guardarla en la bolsa de cuero. Alrededor de las siete de la mañana, el muchacho se presentó en la misma huerta y observó alrededor, esperando que la mujer apareciese de una vez. Pensó, confiado, que para dentro de una hora ya estaría de vuelta en el bosque contando sus brillantes aeros luego de haberse encargado de la alimaña.
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Zatch
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Re: Salvando las cosechas • Trabajo [Z9-42]
Zero se encuentra rehuyendo un posible perseguidor, sale de Lunargenta y se adentra en las tierras rurales para despistarle. En la mayoría de casos un enemigo común no tendría oportunidad contra el "chico" pero esta vez es diferente, Z9-42 detecto una señal radial, se trata de un agente sintético.
La mejor forma de perder enemigos artificiales es vagar por territorio agreste, resulta difícil seguir las pistas de una maquina entre tanto follaje. Los humanos de la tierra lanzaron varios satélites al espacio pero las inteligencias sintéticas no los usan para rastrear, tienen tareas específicas y encriptadas bajo 17 niveles de seguridad.
Al final la táctica del “chico” surte resultado, pierde a su principal amenaza. Tendrán que esforzarse más, algo que tristemente ocurrirá más adelante. no es conveniente regresar a Lunargenta por ahora, será necesario esperar hasta el anochecer para garantizar un ingreso seguro.
El joven robot se adentra en un poblado agrícola y rápidamente gana varias miradas curiosas, es el típico pez fuera del agua. Algo raro ocurre con el asentamiento, la gente muestra mucho nerviosismo. En cierto momento la maquina escucha una leve conversación y se da cuenta del problema, los habitantes tienen una situación de plagas.
Pronto recibe involuntariamente el resto de la historia, contrataron un cazador para solucionar todo. Zero medita un par de minutos la información, le gustaría ayudar. Aún conserva parte de la programación bio estándar que dictamina “ayudar humanos”, eso y que además le agrada apoyar personas corrientes.
Sin vacilar avanza a la zona de encuentro luego de interrogar dos campesinos temerosos, primera vez que el sintético infunde miedo de alguna forma. Cuando llega al lugar importante encuentra varios personajes reunidos, una mujer con semblante deprimido, un anciano que desprende aires de liderazgo y un granjero relativamente joven.
¿Niño que haces aquí?, es mejor que vuelvas a la ciudad, este lugar no es seguro.
E venido a ayudar.
No es momento para bromas, ya van dos muertes y no necesitamos una más, además el cazador llegara pronto.
Bien, lo esperare.
Los siguientes diez minutos el trio de adultos intenta hacer desistir al “pequeño”, obviamente no lo logran. Al final deciden no emitir más comentarios teniendo la certeza de que el personaje contratado lo conseguirá, sin duda no saben lo obstinado que puede ser un jovencito maquina sin restricciones.
Entre ellos discuten algunos datos sobre la posible criatura y sus víctimas, más que todo habladurías sin consistencia. En poco tiempo la bestia cambia tantas de veces de forma que podría ser un hechicero, eso sin mencionar las habilidades sobrenaturales que van desde comerse una vaca entera hasta reanimar muertos.
La mejor forma de perder enemigos artificiales es vagar por territorio agreste, resulta difícil seguir las pistas de una maquina entre tanto follaje. Los humanos de la tierra lanzaron varios satélites al espacio pero las inteligencias sintéticas no los usan para rastrear, tienen tareas específicas y encriptadas bajo 17 niveles de seguridad.
Al final la táctica del “chico” surte resultado, pierde a su principal amenaza. Tendrán que esforzarse más, algo que tristemente ocurrirá más adelante. no es conveniente regresar a Lunargenta por ahora, será necesario esperar hasta el anochecer para garantizar un ingreso seguro.
El joven robot se adentra en un poblado agrícola y rápidamente gana varias miradas curiosas, es el típico pez fuera del agua. Algo raro ocurre con el asentamiento, la gente muestra mucho nerviosismo. En cierto momento la maquina escucha una leve conversación y se da cuenta del problema, los habitantes tienen una situación de plagas.
Pronto recibe involuntariamente el resto de la historia, contrataron un cazador para solucionar todo. Zero medita un par de minutos la información, le gustaría ayudar. Aún conserva parte de la programación bio estándar que dictamina “ayudar humanos”, eso y que además le agrada apoyar personas corrientes.
Sin vacilar avanza a la zona de encuentro luego de interrogar dos campesinos temerosos, primera vez que el sintético infunde miedo de alguna forma. Cuando llega al lugar importante encuentra varios personajes reunidos, una mujer con semblante deprimido, un anciano que desprende aires de liderazgo y un granjero relativamente joven.
¿Niño que haces aquí?, es mejor que vuelvas a la ciudad, este lugar no es seguro.
E venido a ayudar.
No es momento para bromas, ya van dos muertes y no necesitamos una más, además el cazador llegara pronto.
Bien, lo esperare.
Los siguientes diez minutos el trio de adultos intenta hacer desistir al “pequeño”, obviamente no lo logran. Al final deciden no emitir más comentarios teniendo la certeza de que el personaje contratado lo conseguirá, sin duda no saben lo obstinado que puede ser un jovencito maquina sin restricciones.
Entre ellos discuten algunos datos sobre la posible criatura y sus víctimas, más que todo habladurías sin consistencia. En poco tiempo la bestia cambia tantas de veces de forma que podría ser un hechicero, eso sin mencionar las habilidades sobrenaturales que van desde comerse una vaca entera hasta reanimar muertos.
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Re: Salvando las cosechas • Trabajo [Z9-42]
El zorro observó el cielo y calculó que habían pasado unos veinte minutos desde su llegada al sitio acordado, a juzgar por el recorrido del sol. Se rascó la cabeza y bufó, ¿acaso lo habían dejado plantado? Impaciente, comenzó a caminar por los alrededores hasta que avistó a la mujer, a unos doscientos metros, acompañada por dos hombres y… ¿un niño? Parecían haberse distraído charlando con el pequeño. Zatch no dudó en acercarse al grupo para anunciar a Lucy su llegada. Cuando estuvo cerca le puso una mano en el hombro a la mujer, que pegó un respingo y se dio la vuelta con gesto de sorpresa.
-¡Cazador! –Exclamó la señora. El zorro se encogió de hombros, no planeaba perder el tiempo aclarando que ese no era verdaderamente su título. Al final, eso no importaba mientras pudiese ocuparse de la plaga- Por favor, has entrar en razón a este niño. Quiere ir contigo a toda costa, ¡como si ya no nos bastara con las desgracias ocurridas! –A la mujer se le quebró la voz para la última frase. Zatch miró hacia otro lado, incómodo, antes de tomar aire y bajar la vista donde el hombrecito. Entrecerró los ojos: se veía muy bien vestido como para estar en un lugar como aquel. Estuvo a punto de preguntarle dónde estaban sus padres de no ser porque, al respirar hondo, el aroma que sintió lo descolocó. Bueno, más bien la falta de aroma. ¿Por qué ese muchacho no olía a humano… ni a ninguna otra criatura?
-Niño, el bosque no es un lugar para andar jugando. –Opinó, pero lo cierto era que poco le importaba lo que hiciese aquel chicuelo- Aunque, a decir verdad, me da igual. Si prometes no estorbarme, puedes venir. –Le revolvió el cabello con una de sus peludas manos. No se le daba nada bien tratar con infantes, él sólo quería comenzar y acabar con la misión lo antes posible, así estuviese solo o lo siguiesen diez raros enanos. Observó a los tres humanos adultos, que se miraban entre ellos consternados debido a que el “cazador” no pensaba perder el tiempo intentando disuadir al chico, y se aproximó al granjero para quitarle el hacha que llevaba en las manos. Señaló su cinturón al tiempo que levantaba el arma hasta apoyarla sobre un hombro- Ya tengo todo listo para partir. Sus cosechas no peligrarán más. –Y se dio la media vuelta para comenzar a andar con largas zancadas hacia el bosque.
El trecho desde la zona de las huertas hasta el área con más vegetación era fácil de transitar. No obstante, al adentrarse un poco más en el monte caminar se tornaba más tedioso. Había que sortear obstáculos como raíces, rocas y plantas con espinas por todas partes. Zatch estaba acostumbrado a recorrer aquel entorno, por lo que sus movimientos eran gráciles y no denotaban esfuerzo. Sin embargo, tras media hora de andar sin decir nada recordó que se suponía que un mocoso lo había estado siguiendo. Se giró con expresión de interés para averiguar si aquel pequeño de apariencia pudiente ya había desistido de la excursión.
-¡Cazador! –Exclamó la señora. El zorro se encogió de hombros, no planeaba perder el tiempo aclarando que ese no era verdaderamente su título. Al final, eso no importaba mientras pudiese ocuparse de la plaga- Por favor, has entrar en razón a este niño. Quiere ir contigo a toda costa, ¡como si ya no nos bastara con las desgracias ocurridas! –A la mujer se le quebró la voz para la última frase. Zatch miró hacia otro lado, incómodo, antes de tomar aire y bajar la vista donde el hombrecito. Entrecerró los ojos: se veía muy bien vestido como para estar en un lugar como aquel. Estuvo a punto de preguntarle dónde estaban sus padres de no ser porque, al respirar hondo, el aroma que sintió lo descolocó. Bueno, más bien la falta de aroma. ¿Por qué ese muchacho no olía a humano… ni a ninguna otra criatura?
-Niño, el bosque no es un lugar para andar jugando. –Opinó, pero lo cierto era que poco le importaba lo que hiciese aquel chicuelo- Aunque, a decir verdad, me da igual. Si prometes no estorbarme, puedes venir. –Le revolvió el cabello con una de sus peludas manos. No se le daba nada bien tratar con infantes, él sólo quería comenzar y acabar con la misión lo antes posible, así estuviese solo o lo siguiesen diez raros enanos. Observó a los tres humanos adultos, que se miraban entre ellos consternados debido a que el “cazador” no pensaba perder el tiempo intentando disuadir al chico, y se aproximó al granjero para quitarle el hacha que llevaba en las manos. Señaló su cinturón al tiempo que levantaba el arma hasta apoyarla sobre un hombro- Ya tengo todo listo para partir. Sus cosechas no peligrarán más. –Y se dio la media vuelta para comenzar a andar con largas zancadas hacia el bosque.
El trecho desde la zona de las huertas hasta el área con más vegetación era fácil de transitar. No obstante, al adentrarse un poco más en el monte caminar se tornaba más tedioso. Había que sortear obstáculos como raíces, rocas y plantas con espinas por todas partes. Zatch estaba acostumbrado a recorrer aquel entorno, por lo que sus movimientos eran gráciles y no denotaban esfuerzo. Sin embargo, tras media hora de andar sin decir nada recordó que se suponía que un mocoso lo había estado siguiendo. Se giró con expresión de interés para averiguar si aquel pequeño de apariencia pudiente ya había desistido de la excursión.
Última edición por Zatch el Dom Sep 25 2016, 22:15, editado 1 vez
Zatch
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Re: Salvando las cosechas • Trabajo [Z9-42]
El cazador llega con algo de tardanza, pronto la mujer le transfiere sus inquietudes respecto al “muchacho”. Afortunadamente el hombre bestia muestra una conducta bastante madura, no se deja llevar por las apariencias. Con un gesto desinteresado permite que Zero le siga, todo esto para consternación del grupo reunido.
No se preocupen, solucionaremos todo.
Avanzan en línea recta rumbo al peligroso encuentro, el zorro lidera la marcha. No se emiten comentarios por más de media hora, todo un record en cuando a orgánicos se refiere. La maquina por su parte evita hablar, mantiene sus sensores y scanners activos, no quiere ser sorprendido en el peor momento.
Finalmente la resistencia del ser peludo merma y se voltea para iniciar dialogo, el chico le mira sonriente. No se puede esperar que una persona normal logre estar mucho tiempo sin hablar, de una forma u otra buscara conversación aunque sea indirectamente. Las costumbres evolutivas no se superan tan fácil… a menos que te vuelvan una máquina.
Me llamo Zero, ¿cuál es su nombre señor?
Vale destacar que el terreno se vuelve más hostil con cada paso, afortunadamente Z9-42 es un Cyborg construido para durar, puede soportar condiciones mucho peores. Al final existen otras cosas a tener en cuenta, como por ejemplo una zarpa enorme atacando o alguna habilidad animal fuerte.
No debe preocuparse por mí, soy un chico… diferente.
Un intento por aliviar la presión, las cosas salen mal cuando alguien se preocupa por otros factores y no enfoca su atención en el ahora... al menos en el caso de los seres vivos. En cierto punto la lógica matemática de Zero sugiere que han llegado al territorio controlado por la bestia, un olor a muerte se hace palpable.
Es tiempo de ir planificando la estrategia, estamos cerca.
Aunque el pequeño sabe liarse a puñetazos con personas normales considera que un animal puede ser más demandante. Su chip de actualización le permite tener las cualidades de un hombre adulto pero muchos seres salvajes superan esas estadísticas con creces. Además las victorias deben planificarse bien para no caer en la improvisación peligrosa.
No se preocupen, solucionaremos todo.
Avanzan en línea recta rumbo al peligroso encuentro, el zorro lidera la marcha. No se emiten comentarios por más de media hora, todo un record en cuando a orgánicos se refiere. La maquina por su parte evita hablar, mantiene sus sensores y scanners activos, no quiere ser sorprendido en el peor momento.
Finalmente la resistencia del ser peludo merma y se voltea para iniciar dialogo, el chico le mira sonriente. No se puede esperar que una persona normal logre estar mucho tiempo sin hablar, de una forma u otra buscara conversación aunque sea indirectamente. Las costumbres evolutivas no se superan tan fácil… a menos que te vuelvan una máquina.
Me llamo Zero, ¿cuál es su nombre señor?
Vale destacar que el terreno se vuelve más hostil con cada paso, afortunadamente Z9-42 es un Cyborg construido para durar, puede soportar condiciones mucho peores. Al final existen otras cosas a tener en cuenta, como por ejemplo una zarpa enorme atacando o alguna habilidad animal fuerte.
No debe preocuparse por mí, soy un chico… diferente.
Un intento por aliviar la presión, las cosas salen mal cuando alguien se preocupa por otros factores y no enfoca su atención en el ahora... al menos en el caso de los seres vivos. En cierto punto la lógica matemática de Zero sugiere que han llegado al territorio controlado por la bestia, un olor a muerte se hace palpable.
Es tiempo de ir planificando la estrategia, estamos cerca.
Aunque el pequeño sabe liarse a puñetazos con personas normales considera que un animal puede ser más demandante. Su chip de actualización le permite tener las cualidades de un hombre adulto pero muchos seres salvajes superan esas estadísticas con creces. Además las victorias deben planificarse bien para no caer en la improvisación peligrosa.
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Re: Salvando las cosechas • Trabajo [Z9-42]
Apenas al girarse se encontró con que el niño seguía allí, mirándole fijamente con una sonrisa en el rostro. Sintió cómo el pelo en la nuca se le erizaba, aunque no supo si fue porque ese crío le parecía sumamente raro, o debido a que simplemente no le agradaban demasiado los niños.
-Zatch. –Respondió, seco, mientras le miraba de arriba a abajo. ¿Cómo es que ese mocoso le había seguido el paso? ¡Ni siquiera parecía cansado! La frase “chico diferente” le causó curiosidad y escepticismo a partes iguales y se sintió nervioso al preguntar -¿Ah, sí? ¿Y qué te hace diferente, enano?
Aún no sabía qué lo hacía distinto, pero pronto se dio cuenta que su bajito acompañante tenía confianza en sí mismo de sobra. Allí estaba, proponiendo que preparasen un plan para ocuparse del asunto, como si él pudiese brindarle algún tipo de ayuda útil. Con suerte no supondría un estorbo. El zorro no pudo contener una pequeña carcajada, sin embargo no era momento de incordiar al pequeño.
Observó a su alrededor y su instinto le indicó que aquel sería un buen lugar para comenzar. Aunque no hubiese señales evidentes del paso de un animal, como huellas o ramas partidas, cerca de allí se oía correr una vertiente de agua, sitio al cual tarde o temprano concurriría la bestia. Zatch apoyó el hacha en un tronco, se quitó la capa y la colgó de la rama del mismo árbol antes de comenzar a hurgar en su bolsa para sacar la trampa. Ésta consistía simplemente en una larga soga de cuero trenzado, para que fuese tan resistente como flexible, que había confeccionado la noche anterior.
-Pues, para empezar, yo pienso poner esta trampa. Cerca de aquí hay agua y además voy a dejar un cebo, así que el animal no tardará en aparecer. –Trepó un frondoso árbol cercano para atar un extremo de la soga a la una de las ramas más jóvenes y dúctiles, ya que ésta no debía quebrarse al ponerse en uso el mecanismo. Cuando hubo terminado, se bajó de un salto y sacó de la bolsa dos trozos de madera: un pequeño con forma de anzuelo y el otro a modo de estaca, con un tajo para encajar el primero. Buscó tierra menos lodosa y clavó el más largo antes de volver a observar a su acompañante.
-¿Y tú qué puedes hacer, eh? ¿Acaso alguna vez has cazado algo? –Ató el palo pequeño en la soga y encajó los dos trozos: éstos quedaban perfectamente unidos tensando así la cuerda desde la rama, que ahora se curvaba notablemente, hasta el suelo. Tapó la trampa con algunas hojas y ató el último extremo de soga, que quedaba mucho más holgado, en un arbusto cercano. Éste último trecho resultaba con forma de horca: cuando el animal cruzase por allí, tiraría las maderas y la trampa se activaría atrapándole una de las patas. Lo mejor de todo era que podía funcionar para cazar animales de todo tipo de tamaños, siempre que no fuesen lo suficientemente fuertes como para romper la rama.
Como último paso, sacó de la bolsa un trozo de carne seca y lo depositó justo bajo la cuerda. Se puso de pie, sacudiéndose las manos, y observó con orgullo su trabajo.
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-Zatch. –Respondió, seco, mientras le miraba de arriba a abajo. ¿Cómo es que ese mocoso le había seguido el paso? ¡Ni siquiera parecía cansado! La frase “chico diferente” le causó curiosidad y escepticismo a partes iguales y se sintió nervioso al preguntar -¿Ah, sí? ¿Y qué te hace diferente, enano?
Aún no sabía qué lo hacía distinto, pero pronto se dio cuenta que su bajito acompañante tenía confianza en sí mismo de sobra. Allí estaba, proponiendo que preparasen un plan para ocuparse del asunto, como si él pudiese brindarle algún tipo de ayuda útil. Con suerte no supondría un estorbo. El zorro no pudo contener una pequeña carcajada, sin embargo no era momento de incordiar al pequeño.
Observó a su alrededor y su instinto le indicó que aquel sería un buen lugar para comenzar. Aunque no hubiese señales evidentes del paso de un animal, como huellas o ramas partidas, cerca de allí se oía correr una vertiente de agua, sitio al cual tarde o temprano concurriría la bestia. Zatch apoyó el hacha en un tronco, se quitó la capa y la colgó de la rama del mismo árbol antes de comenzar a hurgar en su bolsa para sacar la trampa. Ésta consistía simplemente en una larga soga de cuero trenzado, para que fuese tan resistente como flexible, que había confeccionado la noche anterior.
-Pues, para empezar, yo pienso poner esta trampa. Cerca de aquí hay agua y además voy a dejar un cebo, así que el animal no tardará en aparecer. –Trepó un frondoso árbol cercano para atar un extremo de la soga a la una de las ramas más jóvenes y dúctiles, ya que ésta no debía quebrarse al ponerse en uso el mecanismo. Cuando hubo terminado, se bajó de un salto y sacó de la bolsa dos trozos de madera: un pequeño con forma de anzuelo y el otro a modo de estaca, con un tajo para encajar el primero. Buscó tierra menos lodosa y clavó el más largo antes de volver a observar a su acompañante.
-¿Y tú qué puedes hacer, eh? ¿Acaso alguna vez has cazado algo? –Ató el palo pequeño en la soga y encajó los dos trozos: éstos quedaban perfectamente unidos tensando así la cuerda desde la rama, que ahora se curvaba notablemente, hasta el suelo. Tapó la trampa con algunas hojas y ató el último extremo de soga, que quedaba mucho más holgado, en un arbusto cercano. Éste último trecho resultaba con forma de horca: cuando el animal cruzase por allí, tiraría las maderas y la trampa se activaría atrapándole una de las patas. Lo mejor de todo era que podía funcionar para cazar animales de todo tipo de tamaños, siempre que no fuesen lo suficientemente fuertes como para romper la rama.
Como último paso, sacó de la bolsa un trozo de carne seca y lo depositó justo bajo la cuerda. Se puso de pie, sacudiéndose las manos, y observó con orgullo su trabajo.
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- La trampa: [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Zatch
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Re: Salvando las cosechas • Trabajo [Z9-42]
El zorro revela su nombre y luego emite una pregunta peligrosa, una que Zero no contestara. El “niño” debe mantener su identidad en secreto, al final es un fugitivo. Tristemente el interlocutor le da demasiado énfasis por lo que ignorar esa interrogante completa no sería funcional, es hora de responder con algo de misterio.
Lo descubrirás.
Esa frase puede evocar multitud de pensamientos pero al final no revela nada, la treta perfecta para sacar de funcionamiento un tema molesto. No es raro que Zatch subestime a su pequeño acompañante, los seres vivos en etapa infantil tienden a ser muy frágiles y rara vez ayudan significativamente.
No seré un estorbo.
De repente el hombre bestia decide actuar, algo que convenientemente concuerda con las acotaciones del chico. La criatura hibrida empieza a establecer una trampa sencilla, nada demasiado elegante pero con cierta artesanía intrínseca. Es un camino acertado pues no existe mejor forma de cazar, son tácticas que tienen mucho tiempo funcionando.
Haciendo gala de una buena agilidad el personaje adulto monta todo, se nota que tiene algo de experiencia en el tema y no es su primera vez. Varios minutos después cada detalle está cubierto, lo siguiente es esperar. La naturaleza es muy ingeniosa pero nunca supera el simple juego de la carnada, una realidad que merece ser estudiada.
Podemos escalar aquel árbol, nos dará una vista privilegiada sin comprometer la trampa.
Con un buen escondite el dúo podrá supervisar las condiciones y actuar de ser necesario, a partir de allí solo resta tener paciencia. Z9-42 se acerca al árbol mencionado y con una destreza sorprendente sube a buena altura, una pequeña demostración educativa dedicada a su acompañante, la forma más cortes de decir “no andas con un inútil”.
No me gusta cazar pero se me da bien hacerlo.
Es un bio, tiene varias subrutinas y actualizaciones dedicadas a facilitar esa actividad. Aunque su presa tiende a caminar en dos piernas, los sintéticos son expertos cazadores de criminales. No es su especialización principal pero puede utilizarle cuando lo considere prudente, los seres artificiales tienen muchas facetas eficientes.
Suba señor Zatch, no perdamos la sorpresa.
Lo descubrirás.
Esa frase puede evocar multitud de pensamientos pero al final no revela nada, la treta perfecta para sacar de funcionamiento un tema molesto. No es raro que Zatch subestime a su pequeño acompañante, los seres vivos en etapa infantil tienden a ser muy frágiles y rara vez ayudan significativamente.
No seré un estorbo.
De repente el hombre bestia decide actuar, algo que convenientemente concuerda con las acotaciones del chico. La criatura hibrida empieza a establecer una trampa sencilla, nada demasiado elegante pero con cierta artesanía intrínseca. Es un camino acertado pues no existe mejor forma de cazar, son tácticas que tienen mucho tiempo funcionando.
Haciendo gala de una buena agilidad el personaje adulto monta todo, se nota que tiene algo de experiencia en el tema y no es su primera vez. Varios minutos después cada detalle está cubierto, lo siguiente es esperar. La naturaleza es muy ingeniosa pero nunca supera el simple juego de la carnada, una realidad que merece ser estudiada.
Podemos escalar aquel árbol, nos dará una vista privilegiada sin comprometer la trampa.
Con un buen escondite el dúo podrá supervisar las condiciones y actuar de ser necesario, a partir de allí solo resta tener paciencia. Z9-42 se acerca al árbol mencionado y con una destreza sorprendente sube a buena altura, una pequeña demostración educativa dedicada a su acompañante, la forma más cortes de decir “no andas con un inútil”.
No me gusta cazar pero se me da bien hacerlo.
Es un bio, tiene varias subrutinas y actualizaciones dedicadas a facilitar esa actividad. Aunque su presa tiende a caminar en dos piernas, los sintéticos son expertos cazadores de criminales. No es su especialización principal pero puede utilizarle cuando lo considere prudente, los seres artificiales tienen muchas facetas eficientes.
Suba señor Zatch, no perdamos la sorpresa.
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Re: Salvando las cosechas • Trabajo [Z9-42]
“Lo descubrirás”. La enigmática frase le había quedado dando vueltas en la cabeza y el zorro no pudo evitar estudiar a su acompañante de arriba abajo por enésima vez. Aunque sabía que no tenía por qué importarle y ciertamente no pensaba indagar, era inevitable especular respecto a la condición ajena. ¿Dónde estaba la familia del niño? Si estaba solo en el mundo, ¿cómo es que vestía tan bien y se veía tan pulcro? Zatch recordó cómo era él a la edad que parecía tener su compañero: un peludo enano abandonado que apenas sobrevivía cazando roedores y escondiéndose en madrigueras abandonadas. Siempre sucio, desgarbado y repleto de golpes y raspones. Pensó en aquella lejana etapa con desdén; el periodo entre el abandono de su madre y la adaptación a la vida en solitario había sido realmente muy duro.
Negó con la cabeza para alejar las nefastas remembranzas y así poner atención a lo que el crío le estaba diciendo. Sonrió con sorna al oír cuán particularmente hablaba, ese vocabulario no era propio de un mocoso y se veía que estaba hablando en serio. Estuvo a punto de burlarse… hasta que lo vio trepar. ¿Por qué demonios era tan ágil?
-Ya voy, ya voy. –Tomó su capa y el hacha antes de dirigirse al árbol y miró desde abajo con escepticismo antes de darse impulso para subir. Trepó hasta quedar sólo un poco más por debajo del niño, justo sobre una rama lo suficientemente gruesa para soportar su peso. Se sentó en ésta con las piernas colgando y apoyó la espalda en el áspero tronco, cruzando los brazos. Colgó la capa sobre otra rama saliente y descansó el hacha en su regazo. –Ahora sólo queda esperar. –Anunció, y así fue. Entre el monótono sonido de la corriente de agua cercana, el suave piar de los pájaros y el viento meciendo las hojas, Zatch fue sumiéndose en una profunda modorra. Pasó un largo rato y ya estaba con el mentón apoyado en el pecho, dormitando, cuando una seguidilla de ruidos lo obligó a abrir los ojos y espabilar.
Un montón de ramas se partieron y hubo un revoltijo de hojas y arbustos. El zorro se inclinó todo lo que pudo para ver mejor, adoptando un estado de alerta que le preparaba para la acción. A veces los animales conseguían romper la trampa y en ese momento él debía salir en persecución para intentar atraparlos. No obstante, ésta vez no podía ver a la bestia que había producido tal movimiento entre las plantas bajo ellos. Hizo una seña a su acompañante para que se mantuviese en silencio.
Barrió el lugar con la mirada: Solamente vio hojas, arbustos, plantas, uno que otro roedor pequeño (que no podría haber producido tanto ruido) acercándose a la vertiente y… un montón de ramas desprovistas de vegetación, como un amasijo, que juraría que antes no estaban en ese lugar. Pensó que quizá simplemente se habría distraído con el mocoso y las había pasado por alto, así que suspiró y continuó observando.
Negó con la cabeza para alejar las nefastas remembranzas y así poner atención a lo que el crío le estaba diciendo. Sonrió con sorna al oír cuán particularmente hablaba, ese vocabulario no era propio de un mocoso y se veía que estaba hablando en serio. Estuvo a punto de burlarse… hasta que lo vio trepar. ¿Por qué demonios era tan ágil?
-Ya voy, ya voy. –Tomó su capa y el hacha antes de dirigirse al árbol y miró desde abajo con escepticismo antes de darse impulso para subir. Trepó hasta quedar sólo un poco más por debajo del niño, justo sobre una rama lo suficientemente gruesa para soportar su peso. Se sentó en ésta con las piernas colgando y apoyó la espalda en el áspero tronco, cruzando los brazos. Colgó la capa sobre otra rama saliente y descansó el hacha en su regazo. –Ahora sólo queda esperar. –Anunció, y así fue. Entre el monótono sonido de la corriente de agua cercana, el suave piar de los pájaros y el viento meciendo las hojas, Zatch fue sumiéndose en una profunda modorra. Pasó un largo rato y ya estaba con el mentón apoyado en el pecho, dormitando, cuando una seguidilla de ruidos lo obligó a abrir los ojos y espabilar.
Un montón de ramas se partieron y hubo un revoltijo de hojas y arbustos. El zorro se inclinó todo lo que pudo para ver mejor, adoptando un estado de alerta que le preparaba para la acción. A veces los animales conseguían romper la trampa y en ese momento él debía salir en persecución para intentar atraparlos. No obstante, ésta vez no podía ver a la bestia que había producido tal movimiento entre las plantas bajo ellos. Hizo una seña a su acompañante para que se mantuviese en silencio.
Barrió el lugar con la mirada: Solamente vio hojas, arbustos, plantas, uno que otro roedor pequeño (que no podría haber producido tanto ruido) acercándose a la vertiente y… un montón de ramas desprovistas de vegetación, como un amasijo, que juraría que antes no estaban en ese lugar. Pensó que quizá simplemente se habría distraído con el mocoso y las había pasado por alto, así que suspiró y continuó observando.
Zatch
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Re: Salvando las cosechas • Trabajo [Z9-42]
El tiempo de vigilancia es algo aborrecido por los individuos normales, les parece aburrido. Afortunadamente Zero puede hacerlo llevadero, tiene la capacidad de pensar y hacer varias cosas a la vez debido a sus múltiples particiones mentales. Nadie sospecharía que mientras observa la trampa también resuelve algunas estadísticas matemáticas y corre cierto video interno.
Por su parte Zatch parece estar siendo atacado por el sueño, apenas puede mantenerse activo. Las personas vivas deben estar en movimiento constante o se duermen, ley natural. Justo cuando Z9-42 se prepara para despertar al zorro otra cosa le gana delantera, la trampa a surtido efecto… más o menos.
Los ojos aumentados del “niño” detallan lo sucedido, una criatura camuflada toma la carnada y acciona el mecanismo. Desgraciadamente el peso de la presa termina por desbaratar todo, no queda inmovilizada. Aun así dicho ser evita escapar, toma una postura defensiva en espera de estímulos directos.
¿Lo ve señor Zatch?... es el manojo de ramas.
Dice en tono bajo, no quiere mostrarse todavía. Es difícil definir la naturaleza del animal mientras continua oculto, su identidad es un misterio. Para descubrir a la bestia será necesario entablar hostilidades, claro que dicho camino debe ser tomado con mucho cuidado para no terminar como las victimas del pueblo.
Podríamos sorpr…
De repente y sin previo aviso la rama que sostiene el artículo del zorro sede y deja caer su carga, el tenso silencio se rompe de la manera más tonta posible. La criatura levanta su extraño rostro y mira fijamente al dúo cazador, eventualmente irgue su cuerpo humanoide y avanza violentamente en curso de intercepción.
Esto es… poco conveniente.
Ese monstruoso ser llega a su destino y comienza a golpear salvajemente el árbol, toda la estructura natural se sacude soltando una multitud de hojas y ramas. El sintético prepara una estrategia rápida bajo el infernal bamboleo, en el momento justo saltara encima de la cosa y utilizara sus habilidades físicas para lograr avance… en teoría.
Por su parte Zatch parece estar siendo atacado por el sueño, apenas puede mantenerse activo. Las personas vivas deben estar en movimiento constante o se duermen, ley natural. Justo cuando Z9-42 se prepara para despertar al zorro otra cosa le gana delantera, la trampa a surtido efecto… más o menos.
Los ojos aumentados del “niño” detallan lo sucedido, una criatura camuflada toma la carnada y acciona el mecanismo. Desgraciadamente el peso de la presa termina por desbaratar todo, no queda inmovilizada. Aun así dicho ser evita escapar, toma una postura defensiva en espera de estímulos directos.
¿Lo ve señor Zatch?... es el manojo de ramas.
Dice en tono bajo, no quiere mostrarse todavía. Es difícil definir la naturaleza del animal mientras continua oculto, su identidad es un misterio. Para descubrir a la bestia será necesario entablar hostilidades, claro que dicho camino debe ser tomado con mucho cuidado para no terminar como las victimas del pueblo.
Podríamos sorpr…
De repente y sin previo aviso la rama que sostiene el artículo del zorro sede y deja caer su carga, el tenso silencio se rompe de la manera más tonta posible. La criatura levanta su extraño rostro y mira fijamente al dúo cazador, eventualmente irgue su cuerpo humanoide y avanza violentamente en curso de intercepción.
Esto es… poco conveniente.
Ese monstruoso ser llega a su destino y comienza a golpear salvajemente el árbol, toda la estructura natural se sacude soltando una multitud de hojas y ramas. El sintético prepara una estrategia rápida bajo el infernal bamboleo, en el momento justo saltara encima de la cosa y utilizara sus habilidades físicas para lograr avance… en teoría.
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Re: Salvando las cosechas • Trabajo [Z9-42]
El zorro continuaba observando detenidamente el entorno hasta que su acompañante le señaló las ramas que antes había decidido ignorar. Negó con la cabeza, convencido de que aquello no era más que un extraño árbol seco, quizá incluso enfermo, y aunque se veía bastante feo no podía ser el causante de tanto barullo. –No pasa nada, niño, sólo es una planta inofen-… -Lo demás sucedió muy rápido. Su capa se desprendió de la rama y cayó grácilmente hasta acabar en el lodoso suelo. Ante esto, la planta-árbol-cosa extraña… ¿se movió? De repente apareció justo bajo ellos, embistiendo el tronco que los sostenía con brutalidad, encolerizado. Zatch pensó, mientras un montón de hojas y ramas le caían en la cabeza, que jamás en su vida había vivido una situación tan surrealista.
-¿¡Qué mierda es eso!? ¿¡Y qué le pasa!? –No recordaba haber ofendido nunca a un hombre-árbol. A decir verdad, ni siquiera sabía que existiesen… ni que fuesen tan iracundos. ¿Acaso estaba enfadado porque había roto un par de plantas al poner la trampa? ¿No le gustaba que otras criaturas se sentaran sobre sus amigos árboles? En ese preciso instante muchas preguntas le cruzaban la mente, mas todas cesaron cuando, con tanto zarandeo, el hacha se le cayó del regazo. Soltó un grito de frustración y vio cómo caía justo al lado opuesto de donde estaba la criatura intentando… quién sabía qué quería hacerles, pero no parecía amigable.
Zatch supo que necesitaban el hacha, pues nada era mejor que esa arma para deshacerse de un manojo de ramas viviente. Se posicionó para saltar, aunque antes de hacerlo miró al niño y gritó- ¡Quédate aquí arriba! ¡Parece que no puede trepar! –Y cayó ágilmente en el suelo. Apenas alcanzó a agarrar el arma cuando la criatura se dio cuenta de que estaba cerca y centró toda su atención en él. Abandonó el árbol y pareció ignorar al mocoso para pasar a perseguir al zorro, cuyo primer impulso fue correr hacia la derecha, cruzando la vertiente de agua. No pensaba escapar, pero no veía la oportunidad de atacar al extraño oponente si éste se le venía encima con tanta hostilidad y con el ojo puesto exclusivamente en él; necesitaba una distracción. Corrió lo más rápido que pudo, la velocidad de aquella criatura era sorprendente. No obstante, confió que podría ganar bastante distancia si mantenía el ritmo…
Hasta que escuchó un “clack” muy conocido. Un sonido que sólo correspondía a una cosa: una trampa activándose. Los sucesos transcurrieron vertiginosamente. Sintió una presión en su tobillo izquierdo y cuando quiso darse cuenta estaba colgando boca abajo. La trampa había sido puesta por algún cazador muy hábil, probablemente alguno de los aldeanos en un intento por atrapar a la criatura que amenazaba los cultivos. Sin embargo, nada nunca la accionó y parecía que simplemente la habían olvidado allí puesta… hasta aquel momento.
Tuvo la suerte de que la rama de la cual colgaba la trampa era lo suficientemente alta como para dejarlo colgando a un par de metros del suelo, lo suficiente para que el árbol-monstruo no lo pudiese llegar a decapitar. No obstante, la maldita cosa se situó justo debajo suyo y estiraba las ramas todo lo que podía para intentar agarrarlo; sus peludas orejas pasaban a centímetros de las puntiagudas extremidades de madera. Sintió cómo las gotas de sudor le resbalaban por la frente y se abrazó al hacha, objeto que representaba su única esperanza para salir del embrollo. Aunque, bueno, también tenía al niño, pero seguía dudando que éste fuese a ayudarle en algo.
-¡Tranquilo, mocoso! –Vociferó boca abajo. Ciertamente, visto desde afuera brindaba una postal tan cómica como patética- ¡Ya… ya se me va a ocurrir algo para salir de esta!
_______
Subrayada la primer complicación: "Caes en una trampa puesta por los aldeanos, lo que pone en peligro tu misión."
-¿¡Qué mierda es eso!? ¿¡Y qué le pasa!? –No recordaba haber ofendido nunca a un hombre-árbol. A decir verdad, ni siquiera sabía que existiesen… ni que fuesen tan iracundos. ¿Acaso estaba enfadado porque había roto un par de plantas al poner la trampa? ¿No le gustaba que otras criaturas se sentaran sobre sus amigos árboles? En ese preciso instante muchas preguntas le cruzaban la mente, mas todas cesaron cuando, con tanto zarandeo, el hacha se le cayó del regazo. Soltó un grito de frustración y vio cómo caía justo al lado opuesto de donde estaba la criatura intentando… quién sabía qué quería hacerles, pero no parecía amigable.
Zatch supo que necesitaban el hacha, pues nada era mejor que esa arma para deshacerse de un manojo de ramas viviente. Se posicionó para saltar, aunque antes de hacerlo miró al niño y gritó- ¡Quédate aquí arriba! ¡Parece que no puede trepar! –Y cayó ágilmente en el suelo. Apenas alcanzó a agarrar el arma cuando la criatura se dio cuenta de que estaba cerca y centró toda su atención en él. Abandonó el árbol y pareció ignorar al mocoso para pasar a perseguir al zorro, cuyo primer impulso fue correr hacia la derecha, cruzando la vertiente de agua. No pensaba escapar, pero no veía la oportunidad de atacar al extraño oponente si éste se le venía encima con tanta hostilidad y con el ojo puesto exclusivamente en él; necesitaba una distracción. Corrió lo más rápido que pudo, la velocidad de aquella criatura era sorprendente. No obstante, confió que podría ganar bastante distancia si mantenía el ritmo…
Hasta que escuchó un “clack” muy conocido. Un sonido que sólo correspondía a una cosa: una trampa activándose. Los sucesos transcurrieron vertiginosamente. Sintió una presión en su tobillo izquierdo y cuando quiso darse cuenta estaba colgando boca abajo. La trampa había sido puesta por algún cazador muy hábil, probablemente alguno de los aldeanos en un intento por atrapar a la criatura que amenazaba los cultivos. Sin embargo, nada nunca la accionó y parecía que simplemente la habían olvidado allí puesta… hasta aquel momento.
Tuvo la suerte de que la rama de la cual colgaba la trampa era lo suficientemente alta como para dejarlo colgando a un par de metros del suelo, lo suficiente para que el árbol-monstruo no lo pudiese llegar a decapitar. No obstante, la maldita cosa se situó justo debajo suyo y estiraba las ramas todo lo que podía para intentar agarrarlo; sus peludas orejas pasaban a centímetros de las puntiagudas extremidades de madera. Sintió cómo las gotas de sudor le resbalaban por la frente y se abrazó al hacha, objeto que representaba su única esperanza para salir del embrollo. Aunque, bueno, también tenía al niño, pero seguía dudando que éste fuese a ayudarle en algo.
-¡Tranquilo, mocoso! –Vociferó boca abajo. Ciertamente, visto desde afuera brindaba una postal tan cómica como patética- ¡Ya… ya se me va a ocurrir algo para salir de esta!
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Re: Salvando las cosechas • Trabajo [Z9-42]
Entre tanto movimiento al zorro se le cae su arma, sin duda es un personaje que necesita más destreza. Zero tiene el salto listo pero su compañero se adelanta y hace una irracionalidad, acaba de ponerse una soga al cuello como dicen los orgánicos. En breve los personajes en tierra emprenden la carrera, el árbol persigue frenéticamente su blanco peludo.
Z9-42 detalla todo el espectáculo desde su árbol predilecto, sin duda algo entretenido. Zatch corre pues sabe que su vida peligra y el árbol le sigue de cerca, nada más parece importarle al espíritu floral. El chico sintético aprovecha la conmoción para buscar datos digitales sobre la criatura ahora que tiene una descripción veraz, consigue la entrada rápidamente.
Interesante.
Un ser vengativo que protege el equilibrio natural, se hace evidente la raíz de todo el problema. Los humanos no le caen bien, así como cualquier individuo inteligente con un mínimo de ambición. Sin duda los bosques guardan muchos misterios peligrosos, este es uno de los ejemplos más claros.
A buena distancia el ser esponjoso pisa una trampa y acaba suspendido, irónicamente eso lo salva pues termina fuera de alcance. No ira a ningún lado pero tampoco servirá como saco de arena para el guardián natural, un desenlace relativamente favorable.
Zero salta de su refugio y cae diestramente en el suelo, tiempo de actuar. Sin vacilar le arroja cierta piedra al enemigo esperando una embestida, tratara de batirse en duelo mientras su compañero se libera. No cree poder derrotar completamente a la bestia pero cuando su superioridad numérica vuelva quizás tengan más oportunidad.
El árbol humanoide se abalanza sumido en cólera, su contrincante le estudia con velocidad. La distancia se acaba y llega el golpe de carga, Z9-42 bloquea y es arrastrado algunos pasos. Este último conserva su postura hasta que no siente presión, en ese momento responde con una serie de golpes secos que retumban en el callado bosque.
Es un enemigo formidable, necesitare su ayuda señor Zatch.
La criatura salvaje levanta al “chico” y lo arroja contra un árbol cercano, eventualmente la víctima prepara su propia carga, segundos después arremete con fortaleza. El árbol viviente pierde el equilibrio un par de segundos pero pronto se reincorpora, su salvajismo le da una ventaja que no debe ser subestimada.
Ambos rivales lanzan un golpe y terminan chocando puños, se escuchan algunos ruidos desagradables pero los dos salen ilesos. La máquina aplica toda su fuerza e intenta levantar al monstruo, desafortunadamente termina calculando mal el peso y no logra avance. Al final acaba siendo arrojado otra vez al mismo sitio, las predicciones dicen que no puede ganar la refriega de modo convencional.
Z9-42 detalla todo el espectáculo desde su árbol predilecto, sin duda algo entretenido. Zatch corre pues sabe que su vida peligra y el árbol le sigue de cerca, nada más parece importarle al espíritu floral. El chico sintético aprovecha la conmoción para buscar datos digitales sobre la criatura ahora que tiene una descripción veraz, consigue la entrada rápidamente.
Interesante.
Un ser vengativo que protege el equilibrio natural, se hace evidente la raíz de todo el problema. Los humanos no le caen bien, así como cualquier individuo inteligente con un mínimo de ambición. Sin duda los bosques guardan muchos misterios peligrosos, este es uno de los ejemplos más claros.
A buena distancia el ser esponjoso pisa una trampa y acaba suspendido, irónicamente eso lo salva pues termina fuera de alcance. No ira a ningún lado pero tampoco servirá como saco de arena para el guardián natural, un desenlace relativamente favorable.
Zero salta de su refugio y cae diestramente en el suelo, tiempo de actuar. Sin vacilar le arroja cierta piedra al enemigo esperando una embestida, tratara de batirse en duelo mientras su compañero se libera. No cree poder derrotar completamente a la bestia pero cuando su superioridad numérica vuelva quizás tengan más oportunidad.
El árbol humanoide se abalanza sumido en cólera, su contrincante le estudia con velocidad. La distancia se acaba y llega el golpe de carga, Z9-42 bloquea y es arrastrado algunos pasos. Este último conserva su postura hasta que no siente presión, en ese momento responde con una serie de golpes secos que retumban en el callado bosque.
Es un enemigo formidable, necesitare su ayuda señor Zatch.
La criatura salvaje levanta al “chico” y lo arroja contra un árbol cercano, eventualmente la víctima prepara su propia carga, segundos después arremete con fortaleza. El árbol viviente pierde el equilibrio un par de segundos pero pronto se reincorpora, su salvajismo le da una ventaja que no debe ser subestimada.
Ambos rivales lanzan un golpe y terminan chocando puños, se escuchan algunos ruidos desagradables pero los dos salen ilesos. La máquina aplica toda su fuerza e intenta levantar al monstruo, desafortunadamente termina calculando mal el peso y no logra avance. Al final acaba siendo arrojado otra vez al mismo sitio, las predicciones dicen que no puede ganar la refriega de modo convencional.
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Re: Salvando las cosechas • Trabajo [Z9-42]
Zatch observó la trifulca con los ojos abiertos como platos. Desde el momento en que el enano arrojó la piedra, estuvo seguro de que se había condenado a su fin. Sintió en ese preciso instante que se le revolvía el estómago; no quería ver cómo un niño era descuartizado frente a él a horas tan tempranas de la mañana, ni siquiera había desayunado y no tenía nada que vomitar. No obstante, debía admitir que fue un alivio cuando el monstruo quitó su atención de él, pues la rama iba cediendo ante su peso y estuvo seguro de que un par de minutos más y acabaría rompiéndose para terminar siendo empalado por las afiladas extremidades del enemigo.
Se preguntó si estaba imaginando cosas porque ya le había llegado demasiada sangre a la cabeza cuando atestiguó, atónito, cómo el niño sí que resultaba saber dar pelea. Ambas criaturas se batían en una afrenta en la cual parecían tener casi la misma fuerza y el zorro se sintió estúpido al haber subestimado a su acompañante. Ciertos sonidos de maquinaria le hicieron preguntarse con mayor curiosidad quién o qué era ese pequeño de pulcra apariencia; Zatch jamás había escuchado cómo sonaba una máquina, pero no cabía duda de que ese crujir no podía provenir de un ser de carne y huesos normales.
Pensó, sin embargo, que no era momento para sacar conclusiones. Si no hacía algo terminaría cayendo de cabeza al piso y sabía que si caía desde esa distancia no tendría tiempo a girarse en el aire, con lo cual lo más probable era que terminara desnucándose de un golpe. Resistiéndose a tal destino, se puso el mango del hacha en el hocico y lo mordió para liberarse las manos. Empleó toda la fuerza de sus abdominales con el fin de arquearse y tomar la soga que le apresaba la pata y así, soltando un par de maldiciones entre dientes, escalar por ésta. Cuando llegó a la altura de la rama se agarró a ésta con fuerza; el tronco cada vez se arqueaba más. Volvió a tomar el arma pasando a sostenerse con una sola mano y cortó la soga desde la rama, para quedarse con toda ella colgando del pie. Saltó, al fin libre, y al llegar al suelo se deshizo del nudo en su tobillo.
Para cuando se irguió con la cuerda en una mano, vio que el niño había sido fuertemente empujado por primera vez hacia un árbol. Cerró los ojos ante el seco sonido del impacto, mas pronto suspiró al ver la forma en que éste volvía a la lucha como si no hubiese pasado nada. Ni siquiera le caía una gota de sudor, con lo cual el zorro pensó que podría aguantar así unos minutos más. Aprovechó la distracción del enemigo para acercarse a la trampa puesta por él un rato antes y también consiguió quitar la soga de cuero trenzado, de manufactura visiblemente más torpe que la que lo había tenido colgando minutos atrás. Pensó que de todas maneras aguantaría y se acercó sigilosamente a la retaguardia del monstruo cuidando de no pisar siquiera una ramita en el proceso. El zorro observó detenidamente los movimientos de éste: si bien era rápido y sumamente fuerte, no parecía poder realizar acciones ágiles como saltar o trepar; su cuerpo era un mazacote de movimientos articulados y brutales y parecía muy pesado para ello.
Se apuró a atar la primer soga en el tronco de un árbol delgado y aprovechó un cambio de posición del contrincante para volver a situarse a sus espaldas. Lo fue rodeando hasta que la cuerda llegó a su límite, momento en el cual ató el otro extremo en un segundo árbol. Lo mismo hizo con la suya propia, formando así una especie de ring circular que encerraba tanto al niño como al enemigo en común. Para cuando pudo atar el último trecho de cuerda, el ser humanoide reparó en su presencia y pareció entrar en cólera. Sin embargo, no arremetió inmediatamente contra él: pareció confundido al darse cuenta de que estaba encerrado. Las sogas de cuero trenzado no le impedirían escapar si forcejeaba un poco, pero eran lo suficientemente flexibles y resistentes como para retenerlo por lo menos un momento. Así que, aunque provisoriamente, lo tenían encerrado.
-¡Hay que aprovechar ahora! –Gritó. No obstante, no tenía muy claro cómo encarar la situación: si iba de frente, terminaría recibiendo una embestida que dudaba poder soportar pues si bien era igual de alto que el adversario, su complexión era más delgada y débil- ¡Distráelo! ¡Rompe… rompe una planta o algo! –Era una conclusión apresurada y probablemente descabellada, pero Zatch estuvo seguro de haber notado cómo el ser parecía sufrir al ver que las plantas eran manipuladas o, peor aún, rotas.
Se preguntó si estaba imaginando cosas porque ya le había llegado demasiada sangre a la cabeza cuando atestiguó, atónito, cómo el niño sí que resultaba saber dar pelea. Ambas criaturas se batían en una afrenta en la cual parecían tener casi la misma fuerza y el zorro se sintió estúpido al haber subestimado a su acompañante. Ciertos sonidos de maquinaria le hicieron preguntarse con mayor curiosidad quién o qué era ese pequeño de pulcra apariencia; Zatch jamás había escuchado cómo sonaba una máquina, pero no cabía duda de que ese crujir no podía provenir de un ser de carne y huesos normales.
Pensó, sin embargo, que no era momento para sacar conclusiones. Si no hacía algo terminaría cayendo de cabeza al piso y sabía que si caía desde esa distancia no tendría tiempo a girarse en el aire, con lo cual lo más probable era que terminara desnucándose de un golpe. Resistiéndose a tal destino, se puso el mango del hacha en el hocico y lo mordió para liberarse las manos. Empleó toda la fuerza de sus abdominales con el fin de arquearse y tomar la soga que le apresaba la pata y así, soltando un par de maldiciones entre dientes, escalar por ésta. Cuando llegó a la altura de la rama se agarró a ésta con fuerza; el tronco cada vez se arqueaba más. Volvió a tomar el arma pasando a sostenerse con una sola mano y cortó la soga desde la rama, para quedarse con toda ella colgando del pie. Saltó, al fin libre, y al llegar al suelo se deshizo del nudo en su tobillo.
Para cuando se irguió con la cuerda en una mano, vio que el niño había sido fuertemente empujado por primera vez hacia un árbol. Cerró los ojos ante el seco sonido del impacto, mas pronto suspiró al ver la forma en que éste volvía a la lucha como si no hubiese pasado nada. Ni siquiera le caía una gota de sudor, con lo cual el zorro pensó que podría aguantar así unos minutos más. Aprovechó la distracción del enemigo para acercarse a la trampa puesta por él un rato antes y también consiguió quitar la soga de cuero trenzado, de manufactura visiblemente más torpe que la que lo había tenido colgando minutos atrás. Pensó que de todas maneras aguantaría y se acercó sigilosamente a la retaguardia del monstruo cuidando de no pisar siquiera una ramita en el proceso. El zorro observó detenidamente los movimientos de éste: si bien era rápido y sumamente fuerte, no parecía poder realizar acciones ágiles como saltar o trepar; su cuerpo era un mazacote de movimientos articulados y brutales y parecía muy pesado para ello.
Se apuró a atar la primer soga en el tronco de un árbol delgado y aprovechó un cambio de posición del contrincante para volver a situarse a sus espaldas. Lo fue rodeando hasta que la cuerda llegó a su límite, momento en el cual ató el otro extremo en un segundo árbol. Lo mismo hizo con la suya propia, formando así una especie de ring circular que encerraba tanto al niño como al enemigo en común. Para cuando pudo atar el último trecho de cuerda, el ser humanoide reparó en su presencia y pareció entrar en cólera. Sin embargo, no arremetió inmediatamente contra él: pareció confundido al darse cuenta de que estaba encerrado. Las sogas de cuero trenzado no le impedirían escapar si forcejeaba un poco, pero eran lo suficientemente flexibles y resistentes como para retenerlo por lo menos un momento. Así que, aunque provisoriamente, lo tenían encerrado.
-¡Hay que aprovechar ahora! –Gritó. No obstante, no tenía muy claro cómo encarar la situación: si iba de frente, terminaría recibiendo una embestida que dudaba poder soportar pues si bien era igual de alto que el adversario, su complexión era más delgada y débil- ¡Distráelo! ¡Rompe… rompe una planta o algo! –Era una conclusión apresurada y probablemente descabellada, pero Zatch estuvo seguro de haber notado cómo el ser parecía sufrir al ver que las plantas eran manipuladas o, peor aún, rotas.
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Re: Salvando las cosechas • Trabajo [Z9-42]
Con rapidez Zero se reincorpora, sus constantes impactos comienzan a desbaratar al árbol… el espécimen normal. Lanza un golpe cargado mientras esquiva cierto zarpazo, es una suerte que su ropa sea muy resistente o tendría que coser al terminar todo. La masa informe de madera continua luchando como si no hubiera mañana, tiene una gran cantidad de energía natural.
Entre la defensa y el ataque Z9-42 solo puede pegar algunos vistazos imprecisos para detallar el estado de su acompañante, este último tiene su propia estrategia al parecer. Zatch hace gala de su agilidad animal y se libera, vale destacar que tiene sumo cuidado de no recibir heridas innecesarias.
Con su pequeño colega luchando el zorro apuesta al sigilo, quiere pasar desapercibido. Afortunadamente no emprende una huida, se aproxima discretamente al campo de batalla. Desarma los despojos de su propia trampa y los utiliza en cierta empresa minuciosa, por suerte evita saltar las alarmas del árbol viviente.
La máquina observa extrañado los intentos de su compañero a la vez que combate, es una táctica sin muchas posibilidades de éxito. Un golpe al rostro hace titilar su interfaz interna, debe cuidar más la cabeza. Propina dos patadas seguidas y la cosa cae, tristemente vuelve a levantarse en breve como nueva.
Es… bastante sólido.
Al final los combates frenéticos logran darle tiempo al zorro, con pericia termina su irracional trampa. Un cuadrilátero de cintas de cuero, se debe admitir que tiene una imaginación muy activa. Extrañamente la treta funciona, el ser de madera no puede romper su nuevo perímetro invasivo y mucho menos sortearlo.
Interesante curso de acción.
Sin nada mejor que hacer el robot decide tomar en cuenta las palabras de su colaborador y ataca una pobre planta indefensa, la respuesta no se hace esperar. El defensor del bosque se detiene unos instantes y observa la escena con rabia palpable, eventualmente ataca usando su velocidad más elevada.
Con determinación Z9-42 resiste, varios golpes le alcanzan pero su hardware no recibe daños graves. En el momento preciso esquiva el ataque más fuerte y aplica una patada cargada, la pierna del contrincante “o lo que sea eso” queda partida en dos. Dicha cosa no logra mantenerse en pie y cae al suelo, en ese momento Zero le sujeta la cabeza.
Tiempo de finalizar.
Utiliza las piernas para hacer palanca y jala con todas sus fuerzas sintéticas, un crujido grotesco tiene lugar mientras el ser rabioso intenta frenéticamente soltarse. Al final ese cráneo sede y la criatura queda inmóvil, la ciencia vence otra vez. El pequeño Cyborg se permite relajarse en el suelo y arroja a un lado su "premio", nunca había tenido un combate tan demandante.
Que criatura más desta… otra cosa está cerca, por esos arbustos.
Entre la defensa y el ataque Z9-42 solo puede pegar algunos vistazos imprecisos para detallar el estado de su acompañante, este último tiene su propia estrategia al parecer. Zatch hace gala de su agilidad animal y se libera, vale destacar que tiene sumo cuidado de no recibir heridas innecesarias.
Con su pequeño colega luchando el zorro apuesta al sigilo, quiere pasar desapercibido. Afortunadamente no emprende una huida, se aproxima discretamente al campo de batalla. Desarma los despojos de su propia trampa y los utiliza en cierta empresa minuciosa, por suerte evita saltar las alarmas del árbol viviente.
La máquina observa extrañado los intentos de su compañero a la vez que combate, es una táctica sin muchas posibilidades de éxito. Un golpe al rostro hace titilar su interfaz interna, debe cuidar más la cabeza. Propina dos patadas seguidas y la cosa cae, tristemente vuelve a levantarse en breve como nueva.
Es… bastante sólido.
Al final los combates frenéticos logran darle tiempo al zorro, con pericia termina su irracional trampa. Un cuadrilátero de cintas de cuero, se debe admitir que tiene una imaginación muy activa. Extrañamente la treta funciona, el ser de madera no puede romper su nuevo perímetro invasivo y mucho menos sortearlo.
Interesante curso de acción.
Sin nada mejor que hacer el robot decide tomar en cuenta las palabras de su colaborador y ataca una pobre planta indefensa, la respuesta no se hace esperar. El defensor del bosque se detiene unos instantes y observa la escena con rabia palpable, eventualmente ataca usando su velocidad más elevada.
Con determinación Z9-42 resiste, varios golpes le alcanzan pero su hardware no recibe daños graves. En el momento preciso esquiva el ataque más fuerte y aplica una patada cargada, la pierna del contrincante “o lo que sea eso” queda partida en dos. Dicha cosa no logra mantenerse en pie y cae al suelo, en ese momento Zero le sujeta la cabeza.
Tiempo de finalizar.
Utiliza las piernas para hacer palanca y jala con todas sus fuerzas sintéticas, un crujido grotesco tiene lugar mientras el ser rabioso intenta frenéticamente soltarse. Al final ese cráneo sede y la criatura queda inmóvil, la ciencia vence otra vez. El pequeño Cyborg se permite relajarse en el suelo y arroja a un lado su "premio", nunca había tenido un combate tan demandante.
Que criatura más desta… otra cosa está cerca, por esos arbustos.
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Re: Salvando las cosechas • Trabajo [Z9-42]
Oh, bueno. De hecho él pensaba ser quien terminase con la criatura. Era lo suficientemente egoísta como para pedirle a un niño pequeño (o lo que sea que fuese el enano) que actuase de distracción, pero no pensaba hacer que continuase la lucha. Al final, ese mocoso se había encargado de hacer todo el trabajo.
Escuchó el crujir del cuerpo del adversario y sintió un deje de asco. Sólo eran ramas, sí, pero no dejaba de ser un bicho humanoide cuya cabeza acababa de ser extirpada por un crío. En serio, ¿qué demonios acababa de ver? Algo sumamente grotesco, sin duda. ¿Estaría soñando? Eran demasiadas las incógnitas que se le cruzaban por la cabeza. Mudo, se agachó para pasar por debajo de las sogas e ingresar al improvisado cuadrilátero. Anduvo hasta el cuerpo inerte de la bestia y tocó con la punta de una pata la desmembrada mollera; definitivamente había fallecido. Sintió un poco de pena al pensar que la criatura simplemente había estado defendiendo su territorio… pero bueno. Trabajo era trabajo.
Miró desde arriba a su pequeño compañero, dedicándole una sonrisa de triunfo. -Supongo que después de esto te mereces parte de la paga, niño… ¿cómo es que ha-… -El sonido de unos arbustos removiéndose le llamó la atención. Apretó el hacha entre sus manos y se acercó a las plantas para… propinarles una poderosa patada. Tal como lo suponía, su pie no se topó únicamente con ramitas, si no que dio con un cuerpo de carne y hueso que salió despedido hacia atrás.
Una mujer cayó de espaldas al suelo soltando quejidos de dolor y una que otra grosería. Tendría unos treinta años, era de contextura regordeta, tenía el cabello suelto de color castaño oscuro (repleto de hojas y suciedad del bosque, por cierto) y unos voluptuosos pechos que resaltaban aunque estuviese totalmente cubierta por una gruesa túnica marrón. Zatch se le habría tirado encima para inmovilizarla de no haber sido porque vio que la muchacha apretaba un puñal en su mano derecha, con lo cual pensó que la mejor opción sería intimidarla antes de propiciar un enfrentamiento. Levantó el hacha frente a ella y la señaló antes de hablarle con la brillante hilera de colmillos bien a la vista, a ver si dándole la impresión de que era una bestia salvaje conseguía acobardarla.
-¿Qué quieres? ¿Por qué estabas ahí escondida? –Indagó. Aunque pensó que la contraria pediría clemencia y huiría, se sorprendió cuando obtuvo una respuesta segura, agresiva y a los gritos. Tuvo que achaparrar las peludas orejas contra la cabeza para que sus tímpanos no doliesen.
-¡Ustedes, malditos bastardos! ¡Han matado al Dríope! –Oh, así que la criatura-árbol tenía nombre. Zatch se ladeó ligeramente para mirar de reojo la inerte cabeza de madera y volvió a observar a la mujer- ¿Y eso qué? Estaba aterrorizando a los campesinos, tú y tu familia pueden estar tranquilos. Ahora vete de una vez, ¿no deberías estar cocinando o cuidando críos? –Bajó lentamente el hacha para darle la posibilidad de irse, no obstante la mujer se incorporó para continuar vociferando.
-¡JÁ! ¡Ignorantes! Eran los campesinos quienes aterrorizaban al Dríope. ¡Él sólo defendía lo suyo! Año a año, van talando el bosque para expandir sus huertos. Cuando sacan todo el provecho de la tierra, queda infértil y ya no sirve para nada. ¡Son unos idiotas! ¡Bastardos! ¡No saben nada! ¡Incultos! ¡Salvajes!
El zorro reculó. ¿Qué le pasaba a esa mujer? Se veía histérica y desequilibrada, lo cual era atemorizante tomando en cuenta que estaba empuñando un arma. Miró por el rabillo del ojo a Zero y se encogió de hombros sin saber muy bien cómo encarar la situación.
______
Subrayado el inicio de la segunda complicación: "El animal está siendo controlado por alguien, el cual no verá con buenos ojos tu intervención."
Escuchó el crujir del cuerpo del adversario y sintió un deje de asco. Sólo eran ramas, sí, pero no dejaba de ser un bicho humanoide cuya cabeza acababa de ser extirpada por un crío. En serio, ¿qué demonios acababa de ver? Algo sumamente grotesco, sin duda. ¿Estaría soñando? Eran demasiadas las incógnitas que se le cruzaban por la cabeza. Mudo, se agachó para pasar por debajo de las sogas e ingresar al improvisado cuadrilátero. Anduvo hasta el cuerpo inerte de la bestia y tocó con la punta de una pata la desmembrada mollera; definitivamente había fallecido. Sintió un poco de pena al pensar que la criatura simplemente había estado defendiendo su territorio… pero bueno. Trabajo era trabajo.
Miró desde arriba a su pequeño compañero, dedicándole una sonrisa de triunfo. -Supongo que después de esto te mereces parte de la paga, niño… ¿cómo es que ha-… -El sonido de unos arbustos removiéndose le llamó la atención. Apretó el hacha entre sus manos y se acercó a las plantas para… propinarles una poderosa patada. Tal como lo suponía, su pie no se topó únicamente con ramitas, si no que dio con un cuerpo de carne y hueso que salió despedido hacia atrás.
Una mujer cayó de espaldas al suelo soltando quejidos de dolor y una que otra grosería. Tendría unos treinta años, era de contextura regordeta, tenía el cabello suelto de color castaño oscuro (repleto de hojas y suciedad del bosque, por cierto) y unos voluptuosos pechos que resaltaban aunque estuviese totalmente cubierta por una gruesa túnica marrón. Zatch se le habría tirado encima para inmovilizarla de no haber sido porque vio que la muchacha apretaba un puñal en su mano derecha, con lo cual pensó que la mejor opción sería intimidarla antes de propiciar un enfrentamiento. Levantó el hacha frente a ella y la señaló antes de hablarle con la brillante hilera de colmillos bien a la vista, a ver si dándole la impresión de que era una bestia salvaje conseguía acobardarla.
-¿Qué quieres? ¿Por qué estabas ahí escondida? –Indagó. Aunque pensó que la contraria pediría clemencia y huiría, se sorprendió cuando obtuvo una respuesta segura, agresiva y a los gritos. Tuvo que achaparrar las peludas orejas contra la cabeza para que sus tímpanos no doliesen.
-¡Ustedes, malditos bastardos! ¡Han matado al Dríope! –Oh, así que la criatura-árbol tenía nombre. Zatch se ladeó ligeramente para mirar de reojo la inerte cabeza de madera y volvió a observar a la mujer- ¿Y eso qué? Estaba aterrorizando a los campesinos, tú y tu familia pueden estar tranquilos. Ahora vete de una vez, ¿no deberías estar cocinando o cuidando críos? –Bajó lentamente el hacha para darle la posibilidad de irse, no obstante la mujer se incorporó para continuar vociferando.
-¡JÁ! ¡Ignorantes! Eran los campesinos quienes aterrorizaban al Dríope. ¡Él sólo defendía lo suyo! Año a año, van talando el bosque para expandir sus huertos. Cuando sacan todo el provecho de la tierra, queda infértil y ya no sirve para nada. ¡Son unos idiotas! ¡Bastardos! ¡No saben nada! ¡Incultos! ¡Salvajes!
El zorro reculó. ¿Qué le pasaba a esa mujer? Se veía histérica y desequilibrada, lo cual era atemorizante tomando en cuenta que estaba empuñando un arma. Miró por el rabillo del ojo a Zero y se encogió de hombros sin saber muy bien cómo encarar la situación.
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Zatch
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Re: Salvando las cosechas • Trabajo [Z9-42]
El zorro parece sorprendido y no es para menos, acaba de presenciar un espectáculo grotesco y raro. No muchas personas pueden decir que vieron a un bio combatir, los seres de metal tienden a ser bastante cautelosos. No sería bien visto andar lanzando gente por los aires, ni siquiera para los sintéticos legales.
Zatch cambia su personalidad hostil y se muestra agradecido, afortunadamente no logra terminar una pregunta comprometedora. La reciente paz se ve interrumpida por otro suceso, las predicciones de Zero son acertadas, alguien o algo los está acechando. Sin vacilar el ser peludo revela la nueva amenaza… una mujer bastante singular.
La nueva incorporación parece muy molesta por los acontecimientos, obviamente le tenía aprecio al dríope. Se dedica a lanzar insultos frenéticos mientras forma un esquema situacional bastante raro. Parece que esta algo perturbada, mentalmente hablando. Todo indica que las zonas rurales también albergan ciudadanos… raros.
Señorita lam…
Silencio aberración, se lo que eres, ¡una de las maquina sin alma!
¿... de acuerdo?
Conoce a los robots, no debería resultar sorpresivo. Con tanto aprecio por la naturaleza sin duda considera como su némesis a cualquier creación artificial, una manera triste de ver la vida. Dicho desprecio psicótico está poco justificado, no debería actuar asi pues los sintéticos son máquinas amistosas y serviciales.
Señor Zatch…
Dice mientras realiza un gesto de interrogante con el cuerpo, lo aprendió hace varias semanas de un niño humano. El camino a tomar es incierto, Z9-42 no sabe muy bien que hacer. La mujer no es una amenaza potencial pero se muestra hostil, arrancarle la cabeza sería excesivo… ¿verdad?, las cosas son más sencillas cuando los enemigos son peligrosos.
¡¡Sientan la furia de la naturaleza!!
Dice mientras saca de su mochila un montón frutas y se las arroja al dúo cazador, menuda escena. El “chico” permanece inmóvil con su mejor cara de sorpresa, apenas se inmuta cuando una manzana le golpea la frente. Ciertamente ni siquiera debe tomar una posición defensiva, puede resistir el embate.
Quizás el curso de acción lógico sería noquear al personaje, de esa forma podrían llevarle a la civilización y dejarla con alguna autoridad. También pueden simplemente ignorarla, no parece una amenaza y es imposible que vuelva a tener influencia sobre un animal peligroso sin… sin morir en el intento.
Zatch cambia su personalidad hostil y se muestra agradecido, afortunadamente no logra terminar una pregunta comprometedora. La reciente paz se ve interrumpida por otro suceso, las predicciones de Zero son acertadas, alguien o algo los está acechando. Sin vacilar el ser peludo revela la nueva amenaza… una mujer bastante singular.
La nueva incorporación parece muy molesta por los acontecimientos, obviamente le tenía aprecio al dríope. Se dedica a lanzar insultos frenéticos mientras forma un esquema situacional bastante raro. Parece que esta algo perturbada, mentalmente hablando. Todo indica que las zonas rurales también albergan ciudadanos… raros.
Señorita lam…
Silencio aberración, se lo que eres, ¡una de las maquina sin alma!
¿... de acuerdo?
Conoce a los robots, no debería resultar sorpresivo. Con tanto aprecio por la naturaleza sin duda considera como su némesis a cualquier creación artificial, una manera triste de ver la vida. Dicho desprecio psicótico está poco justificado, no debería actuar asi pues los sintéticos son máquinas amistosas y serviciales.
Señor Zatch…
Dice mientras realiza un gesto de interrogante con el cuerpo, lo aprendió hace varias semanas de un niño humano. El camino a tomar es incierto, Z9-42 no sabe muy bien que hacer. La mujer no es una amenaza potencial pero se muestra hostil, arrancarle la cabeza sería excesivo… ¿verdad?, las cosas son más sencillas cuando los enemigos son peligrosos.
¡¡Sientan la furia de la naturaleza!!
Dice mientras saca de su mochila un montón frutas y se las arroja al dúo cazador, menuda escena. El “chico” permanece inmóvil con su mejor cara de sorpresa, apenas se inmuta cuando una manzana le golpea la frente. Ciertamente ni siquiera debe tomar una posición defensiva, puede resistir el embate.
Quizás el curso de acción lógico sería noquear al personaje, de esa forma podrían llevarle a la civilización y dejarla con alguna autoridad. También pueden simplemente ignorarla, no parece una amenaza y es imposible que vuelva a tener influencia sobre un animal peligroso sin… sin morir en el intento.
Z9-42
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Re: Salvando las cosechas • Trabajo [Z9-42]
El zorro no podía salir de la estupefacción con cada palabra pronunciada por la extravagante mujer. El griterío de la chillona voz comenzaba a darle ganas de acogotarla, no obstante pensó que hacerlo sería un poco exagerado, tomando en cuenta que la contrincante era una dama apenas armada por un puñal que, salvo por su notable desequilibrio, no parecía ser peligrosa.
Estuvo a punto de decir algo cuando una frase por demás curiosa captó su atención. La loca estaba llamando al niño “máquina sin alma”, insulto bastante extraño. Aunque no le dio demasiada importancia, adjudicándolo a los delirios de la interlocutora, la acusación quedó resonándole en la cabeza. ¿Qué era una máquina? Jamás había visto una, aunque no era la primera vez que escuchaba esa palabra. Estaba claro que el crío no era humano, ¿sería ese el adjetivo que lo describía, entonces? Bueno, aunque así lo fuese no era momento para detenerse a pensar en eso. Una naranja rebotándole contra el pecho lo dejó bastante en claro y consiguió abstraerlo de sus cavilaciones.
Estaba claro que ni él ni su compañero sabían cómo actuar. Sin embargo, no es que pudiesen simplemente ignorarla; la mujer continuaba lanzándole frutas a diestra y siniestra. Cuando una pera le dio en el estómago, decidió que era suficiente. Con dos largas zancadas se acercó rápidamente a la chiflada y le arrancó la mochila de las manos para lanzarla varios metros a la derecha, cayendo entre los arbustos. Ésta, tras forcejear, soltó un gruñido de furia y no tardó en incorporarse, pero no para atacarlo a él, si no a Zero. Arremetió contra el niño-o-lo-que-fuese puñal en mano y vociferando una sarta de improperios e incoherencias.
-¡Van a lamentar lo que han hecho! ¡Idiotas! ¡Ingratos! ¡Monstruos! –Lanzó una estocada hacia el bio-cibernético, no obstante el zorro le saltó encima y alcanzó a pararla centímetros antes de que alcanzase al pequeño. La mujer cayó de panzazo al suelo con el hombre-bestia encima, gritando y forcejeando. -¡Quítale el puñal! –Ordenó mientras se estiraba para sostenerle las muñecas. No es que Zatch poseyese una fuerza descomunal, pero afortunadamente la enemiga tampoco es que fuese muy atlética- ¡Suéltame, bestia! ¡Se van a arrepentir! ¡Yo soy la embajadora de la naturaleza, sí, van a sufrir por esto!
Estuvo a punto de decir algo cuando una frase por demás curiosa captó su atención. La loca estaba llamando al niño “máquina sin alma”, insulto bastante extraño. Aunque no le dio demasiada importancia, adjudicándolo a los delirios de la interlocutora, la acusación quedó resonándole en la cabeza. ¿Qué era una máquina? Jamás había visto una, aunque no era la primera vez que escuchaba esa palabra. Estaba claro que el crío no era humano, ¿sería ese el adjetivo que lo describía, entonces? Bueno, aunque así lo fuese no era momento para detenerse a pensar en eso. Una naranja rebotándole contra el pecho lo dejó bastante en claro y consiguió abstraerlo de sus cavilaciones.
Estaba claro que ni él ni su compañero sabían cómo actuar. Sin embargo, no es que pudiesen simplemente ignorarla; la mujer continuaba lanzándole frutas a diestra y siniestra. Cuando una pera le dio en el estómago, decidió que era suficiente. Con dos largas zancadas se acercó rápidamente a la chiflada y le arrancó la mochila de las manos para lanzarla varios metros a la derecha, cayendo entre los arbustos. Ésta, tras forcejear, soltó un gruñido de furia y no tardó en incorporarse, pero no para atacarlo a él, si no a Zero. Arremetió contra el niño-o-lo-que-fuese puñal en mano y vociferando una sarta de improperios e incoherencias.
-¡Van a lamentar lo que han hecho! ¡Idiotas! ¡Ingratos! ¡Monstruos! –Lanzó una estocada hacia el bio-cibernético, no obstante el zorro le saltó encima y alcanzó a pararla centímetros antes de que alcanzase al pequeño. La mujer cayó de panzazo al suelo con el hombre-bestia encima, gritando y forcejeando. -¡Quítale el puñal! –Ordenó mientras se estiraba para sostenerle las muñecas. No es que Zatch poseyese una fuerza descomunal, pero afortunadamente la enemiga tampoco es que fuese muy atlética- ¡Suéltame, bestia! ¡Se van a arrepentir! ¡Yo soy la embajadora de la naturaleza, sí, van a sufrir por esto!
Zatch
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Re: Salvando las cosechas • Trabajo [Z9-42]
La mujer sigue arrojando cosas y vociferando irracionalidades, parece estar muy perturbada. Zero por su parte recibe sin moverse una gran variedad de frutas, digna escena de cualquier teatro humano. La táctica del enemigo está condenada al fracaso aunque resulta sorprendente la cantidad de “proyectiles” que lleva en su bolsa… parece cosa de magia.
Finalmente la paciencia de Zatch desaparece, el hombre bestia arremete contra su atacante con la clara intención de quitarle el contenedor. La batalla entre los dos sujetos es penosa, no se sabe quién tiene menos fuerza. Todo se pone peligroso cuando es seleccionada un arma con punta, lastimosamente el “niño” no reacciona rapido.
Señor Zatch, no es recomendable ese curso de acción.
Ambos adultos caen al suelo forcejeando, de seguir así alguno de los dos terminara apuñalado. Al ver que su consejo no es escuchado la maquina decide intervenir, no puede dejar que alguien termine herido a kilómetros de un sanador. Con discreción espera el momento oportuno para sujetar la mano armada, no le toma mucho tiempo detectarle.
Como si fuera una serpiente el pequeño robot sujeta la extremidad peligrosa, eventualmente aplica presión suficiente para que el arma termine siendo soltada. Zero toma la daga del suelo y le clava en un árbol cercano, específicamente en su rama más elevada. Allí no molestara más, cualquier intento de recuperación será bastante tedioso.
No es bueno jugar con cuchillos, la gente puede terminar lastimada.
Recita un consejo que escucho hace una semana, el típico sermón que dan las madres a sus hijos más hiperactivos. Sin su arma la "defensora del bosque" esta indefensa, solo resta esperar que baje la intensidad de su rabia. Un camino lógico que tristemente rara vez ocurre, los seres vivos no se controlan muy bien.
No es necesario seguir peleando, no tiene sentido.
La señorita parece molestarse aún más y arroja cierto golpe al pecho del sintético, el resultado es obvio. Se escucha un desagradable crujir de huesos, esa sección tiene una placa protectora debajo del tejido carnoso por lo que puede soportar ataques poderosos. Con el dolor aflorando la hostilidad disminuye un poco, menudo cambio repentino.
¿Suficiente?
Finalmente la paciencia de Zatch desaparece, el hombre bestia arremete contra su atacante con la clara intención de quitarle el contenedor. La batalla entre los dos sujetos es penosa, no se sabe quién tiene menos fuerza. Todo se pone peligroso cuando es seleccionada un arma con punta, lastimosamente el “niño” no reacciona rapido.
Señor Zatch, no es recomendable ese curso de acción.
Ambos adultos caen al suelo forcejeando, de seguir así alguno de los dos terminara apuñalado. Al ver que su consejo no es escuchado la maquina decide intervenir, no puede dejar que alguien termine herido a kilómetros de un sanador. Con discreción espera el momento oportuno para sujetar la mano armada, no le toma mucho tiempo detectarle.
Como si fuera una serpiente el pequeño robot sujeta la extremidad peligrosa, eventualmente aplica presión suficiente para que el arma termine siendo soltada. Zero toma la daga del suelo y le clava en un árbol cercano, específicamente en su rama más elevada. Allí no molestara más, cualquier intento de recuperación será bastante tedioso.
No es bueno jugar con cuchillos, la gente puede terminar lastimada.
Recita un consejo que escucho hace una semana, el típico sermón que dan las madres a sus hijos más hiperactivos. Sin su arma la "defensora del bosque" esta indefensa, solo resta esperar que baje la intensidad de su rabia. Un camino lógico que tristemente rara vez ocurre, los seres vivos no se controlan muy bien.
No es necesario seguir peleando, no tiene sentido.
La señorita parece molestarse aún más y arroja cierto golpe al pecho del sintético, el resultado es obvio. Se escucha un desagradable crujir de huesos, esa sección tiene una placa protectora debajo del tejido carnoso por lo que puede soportar ataques poderosos. Con el dolor aflorando la hostilidad disminuye un poco, menudo cambio repentino.
¿Suficiente?
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Re: Salvando las cosechas • Trabajo [Z9-42]
Le resultaba preocupante darse cuenta de que últimamente se veía envuelto en situaciones muy parecidas a aquella. De alguna manera, solía terminar revolcándose en el suelo en alguna encarnizada lucha con alguien más, así fuese ésta comenzada por él mismo, o en defensa propia. Por lo menos dos veces al mes terminaba lleno de golpes, moretones y uno que otro diente flojo; no quería cerciorarse de cuántos mechones de pelo le habían sido arrancados esta vez dejando entrever su suave y blanquecina piel. Agradeció para sus adentros el hecho de que el niño reaccionase y le quitase el puñal a la chiflada, reduciéndola así a ser simplemente una débil mujer con serios problemas mentales. Lamentablemente, aún así el forcejeo se extendió por un rato más hasta que un contundente golpe fue lanzado hacia el crío, resultando en dos desagradables sonidos opuestos: huesos crujiendo y el resonar de una placa de metal. Ya no cabía duda de que su compañero no era humano.
-¡Aaaaaagh! ¡Me cago en...! -La dama se deshacía entre alaridos y lágrimas causadas por el punzante dolor. Zatch aprovechó la oportunidad para incorporarse, arrodillarse sobre la espalda ajena y manotear una de las sogas que había servido para encarcelar al Dríope momentos atrás. Cortó dos trozos con la daga que portaba en el cinturón y se sirvió de éstos para atar tanto las muñecas como los tobillos de la enemiga, que rápidamente había asumido una actitud pasiva al ver que no tenía posibilidades de ganar, aunque no contenía ciertos insultos de extenso vocabulario dedicados a los dos contrincantes.
Apretó con fuerza los agarres y se dispuso a erguirse, levantando a la mujer asiéndola del cabello. El zorro no se destacaba precisamente por su buen trato hacia los demás, así fuesen mujeres o niños.
-Parece que ya hemos terminado aquí. -Declaró mientras, con la mano libre, se acomodaba el cinturón y la cabellera. Sostenía a la adversaria delante suyo, haciéndola caminar con empujones y amenazas- Supongo que lo mejor sería llevarla con las autoridades, ¿no? -Sintió un forcejeo por parte de la contraria, que acalló propiciándole un puntapié en la pantorrilla. Miró entonces a Zero, serio y cansado, y masculló- ¿Podrías pasarme mi capa, niño? Es hora de volver a los cultivos.
-¡Aaaaaagh! ¡Me cago en...! -La dama se deshacía entre alaridos y lágrimas causadas por el punzante dolor. Zatch aprovechó la oportunidad para incorporarse, arrodillarse sobre la espalda ajena y manotear una de las sogas que había servido para encarcelar al Dríope momentos atrás. Cortó dos trozos con la daga que portaba en el cinturón y se sirvió de éstos para atar tanto las muñecas como los tobillos de la enemiga, que rápidamente había asumido una actitud pasiva al ver que no tenía posibilidades de ganar, aunque no contenía ciertos insultos de extenso vocabulario dedicados a los dos contrincantes.
Apretó con fuerza los agarres y se dispuso a erguirse, levantando a la mujer asiéndola del cabello. El zorro no se destacaba precisamente por su buen trato hacia los demás, así fuesen mujeres o niños.
-Parece que ya hemos terminado aquí. -Declaró mientras, con la mano libre, se acomodaba el cinturón y la cabellera. Sostenía a la adversaria delante suyo, haciéndola caminar con empujones y amenazas- Supongo que lo mejor sería llevarla con las autoridades, ¿no? -Sintió un forcejeo por parte de la contraria, que acalló propiciándole un puntapié en la pantorrilla. Miró entonces a Zero, serio y cansado, y masculló- ¿Podrías pasarme mi capa, niño? Es hora de volver a los cultivos.
Zatch
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Re: Salvando las cosechas • Trabajo [Z9-42]
Sin su arma y herida la mujer deja de ser una amenaza, solo puede recurrir a su repertorio de insultos para defenderse. Con la victoria asegurada el zorro se reincorpora, no cabe duda de que necesita algunas clases de combate cuerpo a cuerpo. Sin vacilar este último inmoviliza a la mujer con una cuerda, apunta a lo seguro.
Con brusquedad Zatch establece su control, no es para menos después de todo lo pasado para ganarlo. La misión se puede dar por completada y con un bono extra, no se tenía en cuenta la intervención demencial de un ser humano. Cuando están listos para partir el hombre bestia realiza una petición.
Enseguida señor Zatch.
Zero localiza la capa y se la devuelve a su legítimo dueño, resulta curioso que instantes atrás ese artículo casi les cuesta la vida. No se puede culpar a los objetos, solo sus portadores poseen la responsabilidad. Con todo finiquitado inician su marcha, tienen una recompensa que solicitar al pintoresco pueblo rural.
Esta vez Z9-42 lidera la caminata, ya sabe el camino. Afortunadamente no tienen que preocuparse por recibir ataques inesperados, muerta la criatura el área debería ser segura… al menos por un tiempo. Es posible que otro animal reclame ese territorio pero dicho proceso tiende a durar meses.
Cruzan la zona campestre sin mayores contratiempos que los alaridos de la mujer, menuda capacidad. Es difícil saber que pasara con ella, posiblemente termine en un sanatorio o detenida en el cuartel. Un destino poco envidiable pero merecido, sus delirios causaron la muerte de varios granjeros y el terror de muchos más.
El regreso tarda un poco más pero nada que no pueda tolerarse, al final terminan alcanzando su objetivo. Con el punto de inicio a la vista se puede detallar una congregación de habitantes, mucho mayor que la inicial. No cabe duda de que las noticias viajan rápido en lugares pequeños, especialmente cuando se trata de cosas pertinentes.
Parece que nos esperan.
Con brusquedad Zatch establece su control, no es para menos después de todo lo pasado para ganarlo. La misión se puede dar por completada y con un bono extra, no se tenía en cuenta la intervención demencial de un ser humano. Cuando están listos para partir el hombre bestia realiza una petición.
Enseguida señor Zatch.
Zero localiza la capa y se la devuelve a su legítimo dueño, resulta curioso que instantes atrás ese artículo casi les cuesta la vida. No se puede culpar a los objetos, solo sus portadores poseen la responsabilidad. Con todo finiquitado inician su marcha, tienen una recompensa que solicitar al pintoresco pueblo rural.
Esta vez Z9-42 lidera la caminata, ya sabe el camino. Afortunadamente no tienen que preocuparse por recibir ataques inesperados, muerta la criatura el área debería ser segura… al menos por un tiempo. Es posible que otro animal reclame ese territorio pero dicho proceso tiende a durar meses.
Cruzan la zona campestre sin mayores contratiempos que los alaridos de la mujer, menuda capacidad. Es difícil saber que pasara con ella, posiblemente termine en un sanatorio o detenida en el cuartel. Un destino poco envidiable pero merecido, sus delirios causaron la muerte de varios granjeros y el terror de muchos más.
El regreso tarda un poco más pero nada que no pueda tolerarse, al final terminan alcanzando su objetivo. Con el punto de inicio a la vista se puede detallar una congregación de habitantes, mucho mayor que la inicial. No cabe duda de que las noticias viajan rápido en lugares pequeños, especialmente cuando se trata de cosas pertinentes.
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Re: Salvando las cosechas • Trabajo [Z9-42]
Tras recibir la capa dejó caer su peluda mano sobre la cabeza del pequeño un par de veces a modo de toscas palmaditas. Sostuvo firmemente a la mujer y comenzó la marcha hacia el modesto poblado, dejando atrás el cuerpo despedazado del causante de tanto alboroto. Sintió cierta lástima cruzándole el pecho, mas resultó efímera: los guardianes del bosque siempre renacían en alguna u otra forma y de nada servía lamentarse por la pérdida de aquel ser cuyo triste destino había sido terminar bajo el control de una psicótica.
Más de media hora tardaron en regresar a la civilización, afortunadamente el clima era templado y no resultaba un gran esfuerzo saltear los obstáculos naturales, pese a que en ciertos momentos la mujer parecía querer forcejear. Todo se solucionaba con un empujón o un tirón de cabello. Finalmente llegaron al mismo sitio donde todo había tenido inicio, con la diferencia de que esta vez no era solamente Lucy quien los esperaba. Estaban también el anciano y el joven granjero de antes, acompañados por más mujeres y niños que observaban expectantes.
Una vez estuvieron junto a ellos, Zatch le entregó la mujer al joven que anteriormente le había facilitado el hacha. Le indicó que la sostuviese con firmeza y añadió- Ella es la culpable de todo esto. Hagan lo que crean adecuado. –La chiflada estuvo a punto de decir algo, pero una mirada amenazadora por parte del zorro bastó para acallarla- Ah, por cierto… -Ya con las manos desocupadas miró hacia los lados y, al encontrar a Zero, lo tomó de un hombro para empujarlo suavemente hacia adelante- Él también ha hecho el trabajo, ¿sería tan amable de dividir la recompensa? –Sugirió a la regordeta señora, quien asintió gustosa y se aprestó a preparar los dos saquitos de monedas. Su interior se retorció ante la idea de compartir el premio, no obstante hasta para él sería muy ruin quedarse con todo luego de haberse salvado el pellejo gracias a su pequeño compañero. Una media sonrisa le surcó el rostro, sintiéndose caritativo, y se limitó a asentir o mascullar uno que otro comentario cuando los campesinos se arremolinaron a su alrededor para preguntarle con sumo interés cómo se había llevado a cabo la lucha.
Más de media hora tardaron en regresar a la civilización, afortunadamente el clima era templado y no resultaba un gran esfuerzo saltear los obstáculos naturales, pese a que en ciertos momentos la mujer parecía querer forcejear. Todo se solucionaba con un empujón o un tirón de cabello. Finalmente llegaron al mismo sitio donde todo había tenido inicio, con la diferencia de que esta vez no era solamente Lucy quien los esperaba. Estaban también el anciano y el joven granjero de antes, acompañados por más mujeres y niños que observaban expectantes.
Una vez estuvieron junto a ellos, Zatch le entregó la mujer al joven que anteriormente le había facilitado el hacha. Le indicó que la sostuviese con firmeza y añadió- Ella es la culpable de todo esto. Hagan lo que crean adecuado. –La chiflada estuvo a punto de decir algo, pero una mirada amenazadora por parte del zorro bastó para acallarla- Ah, por cierto… -Ya con las manos desocupadas miró hacia los lados y, al encontrar a Zero, lo tomó de un hombro para empujarlo suavemente hacia adelante- Él también ha hecho el trabajo, ¿sería tan amable de dividir la recompensa? –Sugirió a la regordeta señora, quien asintió gustosa y se aprestó a preparar los dos saquitos de monedas. Su interior se retorció ante la idea de compartir el premio, no obstante hasta para él sería muy ruin quedarse con todo luego de haberse salvado el pellejo gracias a su pequeño compañero. Una media sonrisa le surcó el rostro, sintiéndose caritativo, y se limitó a asentir o mascullar uno que otro comentario cuando los campesinos se arremolinaron a su alrededor para preguntarle con sumo interés cómo se había llevado a cabo la lucha.
Zatch
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Re: Salvando las cosechas • Trabajo [Z9-42]
Fueron bien recibidos por el cumulo de personas, todos rápidamente le endosan la victoria al par. Nada mal para un grupo de humanos, tienden a pensar cosas malas siempre. La prisionera es entregada junto con una correspondiente explicación y aunque recibe miradas de desprecio no se genera un linchamiento, será delegada a las autoridades.
Ahora Zero y su peludo compañero son los héroes del lugar, el trato mejora astronómicamente. En breve algo sorprende al joven sintético de nuevo, su colega animal reparte la recompensa. El epilogo de la aventura está resultando ser una experiencia educativa formidable, sin duda los seres inteligentes no siguen sus patrones siempre.
Pronto las monedas aparecen y el contrato termina siendo pagado, más dinero para las reservas del robot. Si fuera un humano estaría bastante feliz pero recibir monedas no le entusiasma, tiene pocas necesidades y es completamente autosuficiente, quizás sea hora de buscarle más usos al capital.
Los habitantes se arremolinan para escuchar la historia, viene siendo hora de retirarse. Z9-42 sabe que su colega expondrá todo, no conviene estar cerca. Podría pedirle que no lo hiciera pero tiene otra idea, un rumor lejos de la ciudad alejaría cualquier agente Bio en búsqueda, resulta apropiado usar su propia herramienta contra ellos.
Mientras las palabras aparecen el chico artificial se aleja, genera un pequeño gesto de despedida para su acompañante temporal. No cabe duda de que el zorro quedara como un loco, su relato sobrenatural será tomado con escepticismo por los granjeros, la mayoría no debe tener idea de que es un bio.
El Cyborg se pierde entre los sembradíos oscuros, es tiempo de volver a Lunargenta. Aprovechará la tupida noche para colarse, su táctica no fallara. Algunos datos nuevos fueron agregados con la aventura vivida, su única misión. Pronto tendrá la soltura de un ser común y corriente, será imposible de distinguir.
Ahora Zero y su peludo compañero son los héroes del lugar, el trato mejora astronómicamente. En breve algo sorprende al joven sintético de nuevo, su colega animal reparte la recompensa. El epilogo de la aventura está resultando ser una experiencia educativa formidable, sin duda los seres inteligentes no siguen sus patrones siempre.
Pronto las monedas aparecen y el contrato termina siendo pagado, más dinero para las reservas del robot. Si fuera un humano estaría bastante feliz pero recibir monedas no le entusiasma, tiene pocas necesidades y es completamente autosuficiente, quizás sea hora de buscarle más usos al capital.
Los habitantes se arremolinan para escuchar la historia, viene siendo hora de retirarse. Z9-42 sabe que su colega expondrá todo, no conviene estar cerca. Podría pedirle que no lo hiciera pero tiene otra idea, un rumor lejos de la ciudad alejaría cualquier agente Bio en búsqueda, resulta apropiado usar su propia herramienta contra ellos.
Mientras las palabras aparecen el chico artificial se aleja, genera un pequeño gesto de despedida para su acompañante temporal. No cabe duda de que el zorro quedara como un loco, su relato sobrenatural será tomado con escepticismo por los granjeros, la mayoría no debe tener idea de que es un bio.
El Cyborg se pierde entre los sembradíos oscuros, es tiempo de volver a Lunargenta. Aprovechará la tupida noche para colarse, su táctica no fallara. Algunos datos nuevos fueron agregados con la aventura vivida, su única misión. Pronto tendrá la soltura de un ser común y corriente, será imposible de distinguir.
Z9-42
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Re: Salvando las cosechas • Trabajo [Z9-42]
En ausencia de Othel estaré revisando algunos trabajos hasta su regreso.
Una historia muy bien ejecutada; aunque Zatch lleva la iniciativa de la historia durante todo el relato, hay pequeños atisbos en donde Z9-42 deja pistas para lo que vendrá; el biocibernético es muy bueno para adaptarse a tramas ajenas sin que resulte forzado; ha sido un equipo extraño pero muy entretenido y con oportunos aciertos de humor.
Zatch, recibes por el trabajo:
+20 Puntos de experiencia
+400 Aeros (200 Base + 200 por buen desarrollo)
+1 Punto de profesión (Aunque ha sido bastante creativo, las trampas son algo más propio de Carpintería)
Z9-42, recibes por el trabajo:
+19 Puntos de experiencia
+400 Aeros (200 Base + 200 por buen desarrollo)
Los puntos de experiencia y aeros han sido sumados a sus perfiles; no olviden que para futuros trabajos en lugar de puntos de profesión recibirán materiales para sus talleres.
Una historia muy bien ejecutada; aunque Zatch lleva la iniciativa de la historia durante todo el relato, hay pequeños atisbos en donde Z9-42 deja pistas para lo que vendrá; el biocibernético es muy bueno para adaptarse a tramas ajenas sin que resulte forzado; ha sido un equipo extraño pero muy entretenido y con oportunos aciertos de humor.
Zatch, recibes por el trabajo:
+20 Puntos de experiencia
+400 Aeros (200 Base + 200 por buen desarrollo)
+1 Punto de profesión (Aunque ha sido bastante creativo, las trampas son algo más propio de Carpintería)
Z9-42, recibes por el trabajo:
+19 Puntos de experiencia
+400 Aeros (200 Base + 200 por buen desarrollo)
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