Reconciliación [Privado][Cerrado]
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Reconciliación [Privado][Cerrado]
Palacio de los Vientos / Mansión Boisson. Afueras de Beltrexus.
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Hacía ya varias semanas que había regresado a las islas desde las lejanas tierras del oeste. En nuestra campaña contra Vladimir no conseguimos eliminar al vampiro, pero al menos logramos que se desvinculase de la Hermandad, que no era poco, y también para que me quitase la marca del brazo. Desde entonces no volví a tener aquellas horribles pesadillas en las que la figuraba de la Dama causando muerte y dolor a inocentes.
Desde mi retorno no volví a salir de las islas. Si bien los acontecimientos allí habían sido todavía más traumáticos. La mansión Boisson lucía más oscura que nunca desde que Belladonna acabase trágicamente con la vida de Igraine en la antigua mansión de mi familia durante la noche de las máscaras. La dragona se sacrificó para salvar la vida a Jules. El resto conseguimos salir vivos de la mansión y rescatar a la señora Harrowmont.
Las salvajes acciones de Bella, compinchada con Mortagglia, lograron lo impensable: Que ambas familias nos encontrásemos, por primera vez, unidas por una misma causa, dejando de lado la clásica rivalidad. Mi madre ya se encontraba realizando los preparativos para la última de las campañas junto a James Harrowmont y el resto de miembros del gremio. Pero el tiempo pasaba y cada día seguían llegando a Beltrexus noticias de salvajes ataques por todo el continente de los vampiros de la Hermandad.
Aquella soleada mañana no tenía previsto hacer nada especial. Me había levantado temprano para entrenar y no perder la forma física, tan importante para combatir adversarios físicamente superiores a los brujos como eran los vampiros, pero ya había acabado los ejercicios y todavía era media mañana. Así, decidí acercarme, como cada día desde que falleció, al cementerio de la mansión. Allí habíamos enterrado a la dragona. Un lugar adecuado para una mujer que había servido tan fielmente al gremio y a la causa de mi familia durante siglo y medio.
Me arrodillé delante de la tumba de la que fuera la mejor amiga de Mortagglia. Qué final tas deshonroso e injusto para una persona que únicamente había defendido a los inocentes durante toda su vida. Tras un rato pensando en lo que todavía quedaba por hacer, entre el silencio y el cantar de los pájaros pude escuchar pasos, giré el cuerpo para poder ver quién se aproximaba. Era Lazarus, el mayordomo de la familia. Y entonces volví a girar mi cabeza hacia la tumba de Igraine, permaneciendo en silencio.
-Estoy seguro de que vengaréis su muerte. – comentó el anciano, situándose a mi espalda. Y se produjo una larga pausa durante la cual, no contesté, seguía de rodillas manteniendo mi mirada fija en la tumba, tomando algo de tierra con las manos. Unos segundos después, el mayordomo volvió a pronunciarse. – Hay algunos asuntos que requieren de su atención, mi señora.
-¿Qué sucede, Lazarus? – pregunté.
-Sin ánimo de incordiaros, mi señora, me gustaría que inspeccionaseis personalmente la calidad del último lote de virotes que pedimos la semana pasada. Natasha necesita que le firméis unas cuantas cartas. Y Mortdecái me ha pedido que reviséis las nuevas funcionalidades que ha introducido en su ballesta. ¡Ah! Y también hay un hombre, un humano, que pregunta por vos, Marvin Soffleheimer, un joven que dice querer unirse al gremio. Está en el vestíbulo. – comentó. Eran temas sencillos, bastantes asuntos que tendría que ir resolviendo poco a poco. – Por último, vuestra madre os requiere en su despacho. Me ha dicho que es urgente, quiere contaros algo muy importante.
-Bien. Me pasaré a lo largo de la mañana. – respondí.
Entonces me levanté y me dispuse a marcharme. Aunque eran temas banales que no requerirían más de unos minutos, podía quitarme ya de aquella alguna de esas aburridas tareas, pero la voz del mayordomo volvió a sonar una vez más a mi espalda.
-Una cosa más, madame Boisson. – pidió el hombre. Me detuve y giré ligeramente la cabeza para escucharle. - ¿Habéis vuelto hablar con la señorita Calhoun?
-No tengo nada que hablar con ella. – respondí. Aquel comentario me había sentado mal. Además, desde que abandoné el puesto no había vuelto a cruzarme con ella ni plantearme siquiera el dirigirle la palabra.
-Recomiendo replanteéis vuestra postura, mi señora. – comentó. – La señorita Calhoun podría ser una poderosa aliada para lo que va a acontecer. Además, mantenéis una buena relación con su hermano, y vuestras madres son fieles amigas desde la infancia. No hay motivo para dudar de ella o romper una sana amistad por una pequeña disputa. – apuntilló.
Estaba cansada de hablar de aquel tema. No me sentó nada bien perder aquel duelo en la guarida de la Hermandad y que finalmente fuese ella quien se llevase el gato al agua. Por otro lado, no podía olvidar la inestimable ayuda de Vincent y Yennefer el día de la noche de las máscaras. Aunque definitivamente aquello no era suficiente para reparar el daño que Elen me había hecho impidiéndome acabar con la vida del inmortal y vengar así al maestro Dorian y a muchos inocentes.
Sabía que mi madre había instado a los miembros del gremio a que solucionase mis rencillas con ella. Así como sabía que probablemente Lady Yennefer hubiese hecho lo misimo con Elen o sus conocidos. Había perdido a Igraine y mi madre no quería que perdiese también a la que había sido mi mejor amiga. Por el momento, seguiría en mis trece, era demasiado orgullosa como para cambiar de parecer tan fácilmente.
-Ha sido Elen quien decidió a quienes quería por amigos. – le espeté malhumorada. – Me gritó que me fuera, y es lo que hice. – terminé recordando sus palabras en la biblioteca de la Hermandad, que creía que nunca olvidaría, y me dispuse a caminar por los jardines, de vuelta a la entrada de la mansión.
Desde mi retorno no volví a salir de las islas. Si bien los acontecimientos allí habían sido todavía más traumáticos. La mansión Boisson lucía más oscura que nunca desde que Belladonna acabase trágicamente con la vida de Igraine en la antigua mansión de mi familia durante la noche de las máscaras. La dragona se sacrificó para salvar la vida a Jules. El resto conseguimos salir vivos de la mansión y rescatar a la señora Harrowmont.
Las salvajes acciones de Bella, compinchada con Mortagglia, lograron lo impensable: Que ambas familias nos encontrásemos, por primera vez, unidas por una misma causa, dejando de lado la clásica rivalidad. Mi madre ya se encontraba realizando los preparativos para la última de las campañas junto a James Harrowmont y el resto de miembros del gremio. Pero el tiempo pasaba y cada día seguían llegando a Beltrexus noticias de salvajes ataques por todo el continente de los vampiros de la Hermandad.
Aquella soleada mañana no tenía previsto hacer nada especial. Me había levantado temprano para entrenar y no perder la forma física, tan importante para combatir adversarios físicamente superiores a los brujos como eran los vampiros, pero ya había acabado los ejercicios y todavía era media mañana. Así, decidí acercarme, como cada día desde que falleció, al cementerio de la mansión. Allí habíamos enterrado a la dragona. Un lugar adecuado para una mujer que había servido tan fielmente al gremio y a la causa de mi familia durante siglo y medio.
Me arrodillé delante de la tumba de la que fuera la mejor amiga de Mortagglia. Qué final tas deshonroso e injusto para una persona que únicamente había defendido a los inocentes durante toda su vida. Tras un rato pensando en lo que todavía quedaba por hacer, entre el silencio y el cantar de los pájaros pude escuchar pasos, giré el cuerpo para poder ver quién se aproximaba. Era Lazarus, el mayordomo de la familia. Y entonces volví a girar mi cabeza hacia la tumba de Igraine, permaneciendo en silencio.
- Lazarus:
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-Estoy seguro de que vengaréis su muerte. – comentó el anciano, situándose a mi espalda. Y se produjo una larga pausa durante la cual, no contesté, seguía de rodillas manteniendo mi mirada fija en la tumba, tomando algo de tierra con las manos. Unos segundos después, el mayordomo volvió a pronunciarse. – Hay algunos asuntos que requieren de su atención, mi señora.
-¿Qué sucede, Lazarus? – pregunté.
-Sin ánimo de incordiaros, mi señora, me gustaría que inspeccionaseis personalmente la calidad del último lote de virotes que pedimos la semana pasada. Natasha necesita que le firméis unas cuantas cartas. Y Mortdecái me ha pedido que reviséis las nuevas funcionalidades que ha introducido en su ballesta. ¡Ah! Y también hay un hombre, un humano, que pregunta por vos, Marvin Soffleheimer, un joven que dice querer unirse al gremio. Está en el vestíbulo. – comentó. Eran temas sencillos, bastantes asuntos que tendría que ir resolviendo poco a poco. – Por último, vuestra madre os requiere en su despacho. Me ha dicho que es urgente, quiere contaros algo muy importante.
-Bien. Me pasaré a lo largo de la mañana. – respondí.
Entonces me levanté y me dispuse a marcharme. Aunque eran temas banales que no requerirían más de unos minutos, podía quitarme ya de aquella alguna de esas aburridas tareas, pero la voz del mayordomo volvió a sonar una vez más a mi espalda.
-Una cosa más, madame Boisson. – pidió el hombre. Me detuve y giré ligeramente la cabeza para escucharle. - ¿Habéis vuelto hablar con la señorita Calhoun?
-No tengo nada que hablar con ella. – respondí. Aquel comentario me había sentado mal. Además, desde que abandoné el puesto no había vuelto a cruzarme con ella ni plantearme siquiera el dirigirle la palabra.
-Recomiendo replanteéis vuestra postura, mi señora. – comentó. – La señorita Calhoun podría ser una poderosa aliada para lo que va a acontecer. Además, mantenéis una buena relación con su hermano, y vuestras madres son fieles amigas desde la infancia. No hay motivo para dudar de ella o romper una sana amistad por una pequeña disputa. – apuntilló.
Estaba cansada de hablar de aquel tema. No me sentó nada bien perder aquel duelo en la guarida de la Hermandad y que finalmente fuese ella quien se llevase el gato al agua. Por otro lado, no podía olvidar la inestimable ayuda de Vincent y Yennefer el día de la noche de las máscaras. Aunque definitivamente aquello no era suficiente para reparar el daño que Elen me había hecho impidiéndome acabar con la vida del inmortal y vengar así al maestro Dorian y a muchos inocentes.
Sabía que mi madre había instado a los miembros del gremio a que solucionase mis rencillas con ella. Así como sabía que probablemente Lady Yennefer hubiese hecho lo misimo con Elen o sus conocidos. Había perdido a Igraine y mi madre no quería que perdiese también a la que había sido mi mejor amiga. Por el momento, seguiría en mis trece, era demasiado orgullosa como para cambiar de parecer tan fácilmente.
-Ha sido Elen quien decidió a quienes quería por amigos. – le espeté malhumorada. – Me gritó que me fuera, y es lo que hice. – terminé recordando sus palabras en la biblioteca de la Hermandad, que creía que nunca olvidaría, y me dispuse a caminar por los jardines, de vuelta a la entrada de la mansión.
Anastasia Boisson
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Re: Reconciliación [Privado][Cerrado]
Los primeros rayos de la mañana interrumpieron el plácido sueño de la hechicera, que en un vano intento por volver a dormirse hundió el rostro en la almohada y se cubrió la cabeza con una de las mantas. Elen sabía que aquello sería inútil pero no quería levantarse, al menos no tan pronto. Alister descansaba cómodamente en la habitación de invitados al otro lado del pasillo, y aunque su presencia allí podía despertar rumores indeseados, dado que los períodos en que la de ojos verdes solía quedarse en su casa de las islas lo hacía sola, a ninguno de los dos les importó lo más mínimo. Ambos habían pasado por muchas cosas, y después del accidentado paseo que habían tenido que darse por la mansión del inmortal hasta dar con él, lo único que querían era descansar y reponer fuerzas de cara a lo que estaba aún por venir.
Amaterasu, ella sería la siguiente, pero la centinela del sur aún no tenía idea de cómo convencerla para que se uniese a su causa. - Nadie dijo que fuera fácil. - solía decirse a sí misma, sobre todo porque de haberlo sido, Tarivius lo hubiese logrado mucho antes de que sus caminos se cruzasen.
La intensidad de la luz que se filtraba a través de las ventanas comenzó a aumentar conforme pasaban los minutos, calentando la estancia y consiguiendo que la bruja se diese por vencida al poco, era hora de levantarse. Sin prisa, Elen apartó las mantas y se sentó al borde de la cama durante unos instantes, lo justo para frotarse los ojos y acostumbrarse a la claridad. Una vez hecho esto se puso en pie y dirigió sus pasos hacia el lavabo, donde se lavó la cara para terminar de despejarse antes de asearse y cambiarse de ropa, aunque no tenía nada pendiente para aquella mañana. Bien podría haberse quedado tranquilamente en casa toda la jornada, no faltaba comida en la despensa ni en el modesto establo en que descansaban los caballos, tenían leña para varios días y por primera vez en bastante tiempo parecía que los problemas iban a darle un respiro, pero por raro que pareciese no se sentía a gusto sin hacer nada.
Quizá se había acostumbrado a estar siempre de un lado para otro, sin tiempo para asentarse realmente en un lugar, cosa que la gente normal a su edad ya había hecho. Mucho difería su estilo de vida del de cualquier muchacha, pero por triste que pudiese sonar, Elen ya no se veía haciendo otra cosa que no fuese pelear. De todos modos no tenía que preocuparse mucho por ello, si conseguía vencer a los jinetes y volver con vida de ello su trabajo no acabaría ahí, su cargo de centinela la obligaría a seguir velando por la paz en las islas y Verisar, tarea con la que no tendría tiempo de aburrirse.
Una vez lista para afrontar el nuevo día, la de cabellos cenicientos abandonó su habitación y bajó las escaleras intentando hacer el menor ruido posible, para luego dirigirse a la cocina y prepararse el desayuno. El dragón debió escucharla en algún momento, pues no tardó en presentarse y sumarse a la mesa en que Elen había dispuesto un par de hogazas de pan, algo de queso, varias piezas de fruta y medio caldero de leche tibia. - Buenos días, ¿cuál es el plan para hoy? - preguntó Alister, mientras se acomodaba en la silla. La hechicera dudó durante unos instantes, no tenía nada pensado para aquella mañana pero tampoco quería quedarse allí, así que debía buscar algo con lo que entretenerse.
- Creo que iré a recolectar algunas hierbas por el bosque, últimamente tengo mis estudios algo abandonados y me vendría bien retomarlos. - dijo con tranquilidad, consciente de que sus reservas de ciertos ingredientes estaban a punto de agotarse. La alquimia siempre le había sido útil y ahora que pretendía enfrentar retos de lo más complicados, contar con un buen surtido de pócimas y ungüentos curativos y potenciadores de sus habilidades mágicas les vendría bien, sobre todo teniendo en cuenta la fama que precedía a Amaterasu. - Eso está bien, te distraerá. - aseguró el alado, sin querer mencionar el motivo por el que se alegraba de que Elen ocupase su mente con algo como aquello.
Ambos habían llegado a las islas hacía poco más de una semana, después de pasar algún tiempo en Lunargenta, tiempo que Yennefer aprovechó para instar a su hija a que buscase a Huracán y resolviese sus diferencias con ella. La centinela decidió no pronunciarse al respecto, ni siquiera quiso saber cómo su madre se había enterado del problema entre ellas, pero desde lo ocurrido en la mansión del inmortal cualquiera que la conociese lo suficiente podría notar un cambio en su estado de ánimo. Elen no estaba contenta con el desenlace de aquel encuentro, verse entre la espada y la pared, obligada a defender al vampiro frente a su mejor amiga le había pasado factura, y ahora su compañero evitaba hacer cualquier mención acerca de la cazadora, cosa que en silencio, la benjamina de los Calhoun le agradecía.
- Yo me quedaré por aquí, tengo que revisar las herraduras de mi caballo y de paso haré lo mismo con el tuyo… siempre que se deje. - comentó, sopesando si Sombra dejaría de lado su mal carácter ahora que se había acostumbrado a su presencia. - No creo que tengas problemas… pero te daré un truco por si se te resiste, corta una manzana en gajos y dásela antes de empezar, le encantan. - reveló la joven, para acto seguido terminar su desayuno y regresar a su habitación en busca de un par de alforjas de cuero vacías. Unos cuantos frascos, media docena de cordeles y su fiel daga completaron el equipamiento de recolección, con el cual partió tras despedirse del dragón.
La hechicera caminó durante un par de horas sin detenerse demasiado, algunos dirían que no estaba teniendo suerte pero la verdad era que su cabeza estaba en otra parte, preguntándose si algún día Anastasia la perdonaría por haber intervenido entre ella y Vladimir y si volvería a considerarla su amiga. Así, ensimismada como iba, Elen no prestó demasiada atención a la mansión que de repente pudo atisbar a lo lejos, destacando en mitad de los árboles.
Amaterasu, ella sería la siguiente, pero la centinela del sur aún no tenía idea de cómo convencerla para que se uniese a su causa. - Nadie dijo que fuera fácil. - solía decirse a sí misma, sobre todo porque de haberlo sido, Tarivius lo hubiese logrado mucho antes de que sus caminos se cruzasen.
La intensidad de la luz que se filtraba a través de las ventanas comenzó a aumentar conforme pasaban los minutos, calentando la estancia y consiguiendo que la bruja se diese por vencida al poco, era hora de levantarse. Sin prisa, Elen apartó las mantas y se sentó al borde de la cama durante unos instantes, lo justo para frotarse los ojos y acostumbrarse a la claridad. Una vez hecho esto se puso en pie y dirigió sus pasos hacia el lavabo, donde se lavó la cara para terminar de despejarse antes de asearse y cambiarse de ropa, aunque no tenía nada pendiente para aquella mañana. Bien podría haberse quedado tranquilamente en casa toda la jornada, no faltaba comida en la despensa ni en el modesto establo en que descansaban los caballos, tenían leña para varios días y por primera vez en bastante tiempo parecía que los problemas iban a darle un respiro, pero por raro que pareciese no se sentía a gusto sin hacer nada.
Quizá se había acostumbrado a estar siempre de un lado para otro, sin tiempo para asentarse realmente en un lugar, cosa que la gente normal a su edad ya había hecho. Mucho difería su estilo de vida del de cualquier muchacha, pero por triste que pudiese sonar, Elen ya no se veía haciendo otra cosa que no fuese pelear. De todos modos no tenía que preocuparse mucho por ello, si conseguía vencer a los jinetes y volver con vida de ello su trabajo no acabaría ahí, su cargo de centinela la obligaría a seguir velando por la paz en las islas y Verisar, tarea con la que no tendría tiempo de aburrirse.
Una vez lista para afrontar el nuevo día, la de cabellos cenicientos abandonó su habitación y bajó las escaleras intentando hacer el menor ruido posible, para luego dirigirse a la cocina y prepararse el desayuno. El dragón debió escucharla en algún momento, pues no tardó en presentarse y sumarse a la mesa en que Elen había dispuesto un par de hogazas de pan, algo de queso, varias piezas de fruta y medio caldero de leche tibia. - Buenos días, ¿cuál es el plan para hoy? - preguntó Alister, mientras se acomodaba en la silla. La hechicera dudó durante unos instantes, no tenía nada pensado para aquella mañana pero tampoco quería quedarse allí, así que debía buscar algo con lo que entretenerse.
- Creo que iré a recolectar algunas hierbas por el bosque, últimamente tengo mis estudios algo abandonados y me vendría bien retomarlos. - dijo con tranquilidad, consciente de que sus reservas de ciertos ingredientes estaban a punto de agotarse. La alquimia siempre le había sido útil y ahora que pretendía enfrentar retos de lo más complicados, contar con un buen surtido de pócimas y ungüentos curativos y potenciadores de sus habilidades mágicas les vendría bien, sobre todo teniendo en cuenta la fama que precedía a Amaterasu. - Eso está bien, te distraerá. - aseguró el alado, sin querer mencionar el motivo por el que se alegraba de que Elen ocupase su mente con algo como aquello.
Ambos habían llegado a las islas hacía poco más de una semana, después de pasar algún tiempo en Lunargenta, tiempo que Yennefer aprovechó para instar a su hija a que buscase a Huracán y resolviese sus diferencias con ella. La centinela decidió no pronunciarse al respecto, ni siquiera quiso saber cómo su madre se había enterado del problema entre ellas, pero desde lo ocurrido en la mansión del inmortal cualquiera que la conociese lo suficiente podría notar un cambio en su estado de ánimo. Elen no estaba contenta con el desenlace de aquel encuentro, verse entre la espada y la pared, obligada a defender al vampiro frente a su mejor amiga le había pasado factura, y ahora su compañero evitaba hacer cualquier mención acerca de la cazadora, cosa que en silencio, la benjamina de los Calhoun le agradecía.
- Yo me quedaré por aquí, tengo que revisar las herraduras de mi caballo y de paso haré lo mismo con el tuyo… siempre que se deje. - comentó, sopesando si Sombra dejaría de lado su mal carácter ahora que se había acostumbrado a su presencia. - No creo que tengas problemas… pero te daré un truco por si se te resiste, corta una manzana en gajos y dásela antes de empezar, le encantan. - reveló la joven, para acto seguido terminar su desayuno y regresar a su habitación en busca de un par de alforjas de cuero vacías. Unos cuantos frascos, media docena de cordeles y su fiel daga completaron el equipamiento de recolección, con el cual partió tras despedirse del dragón.
La hechicera caminó durante un par de horas sin detenerse demasiado, algunos dirían que no estaba teniendo suerte pero la verdad era que su cabeza estaba en otra parte, preguntándose si algún día Anastasia la perdonaría por haber intervenido entre ella y Vladimir y si volvería a considerarla su amiga. Así, ensimismada como iba, Elen no prestó demasiada atención a la mansión que de repente pudo atisbar a lo lejos, destacando en mitad de los árboles.
Elen Calhoun
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Re: Reconciliación [Privado][Cerrado]
Dejé atrás a Lazarus y me dispuse a caminar por los jardines de la mansión, rumbo al interior del edificio. Cuanto mejor terminase las tareas que tenía pendientes, más tiempo libre tendría. Recorrí en mi mente todo lo que me había indicado el mayordomo y valoré en voz alta qué sería mejor abordar primero.
-Será mejor que vaya a ver a Isabella. – me comenté a mí misma.
-Deberías. La paciencia no tiene visos de ser una de sus virtudes. – respondió una voz muy seria y ronca, no sabía que había alguien escuchándome.
El trinar de los pájaros en aquella agradable mañana sólo se vio interrumpido por la voz ronca y discreta de aquel hombre. Me giré para buscar de dónde provenía la voz. Sí. Estaba sentado apoyado contra el muro, pelando una manzana con un cuchillo. Ni siquiera podía verle los ojos pues llevaba un pequeño sombrero con el que se tapaba la vista y su pálida piel. No me miraba.
-Gracias por tu consejo, Overholser. – dije deteniéndome, de brazos cruzados, alzando la vista. El cazador se había decidido unir a nuestra causa tras los eventos en la guarida de la Hermandad, esperaba poder vengar a su hermana con nosotros. – ¿Algo más que deba saber? – le pregunté, sin esperar ninguna respuesta.
-Sí. Una cosa más. – sin mirarme, miró su manzana pelada y le dio un mordisco. – Mira a través de la verja. – me comentó.
Wayne estaba apoyado contra uno de los dos pilares de ladrillo que servían de entrada a la finca. Yo, encontrándome justo a la entrada podía ver a través de la rejilla que hacía de portón el bosque. Y allí, efectivamente, entre los árboles pude ver una silueta que me era reconocida. Sus cabellos cenicientos destacaban entre los colores verdes del bosque. Casualmente allí se encontraba Elen. Revolviendo entre las plantas.
-¿Cómo sabías que estaba allí? – se preguntó él.
-Acabo de llegar de dar un paseo por el bosque. – esbozó una tímida sonrisa. – Lleva un buen rato por los alrededores. Quizás buscando plantas. Quizás buscando acercarse a ti. – explicó. Volví a mirar a través de la valla para volver a ver la figura de la que fue mi mejor amiga. – Escucha, uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Eso lo sabemos los dos. – reflexionó, en clara referencia a Igraine y a Kalla. – Ha sido un enfrentamiento absurdo. En parte fue culpa mía. Lo admito. Estaba cegado por mis motivos en ese momento. Todos lo estábamos en realidad. – hizo una pausa. – En serio, soluciónalo. Antes de que te arrepientas. Tal vez ella busque lo mismo.
Volví a mirar por la verja por tercera vez. Mordiéndome un labio. Era demasiado orgullosa como para acercarme abiertamente a ella como si no hubiese pasado nada. Pero en el fondo Overholser tenía razón. En aquel momento todos actuamos en caliente, hasta Jules, que es la persona más calmada del mundo, actuó brutalmente contra EVHA dejándose llevar por su instinto. De este modo, dejándome llevar más por la razón que por el orgullo, abrí la verja con ánimos de acercarme.
Lo cierto es que no sabía muy bien como aproximarme. La situación no era tampoco la típica en la que me había visto con la bruja. Lo que estaba claro es que iba a resultar incómoda. Miraba hacia los lados, haciendo como que pasaba por allí, por lo que no pude advertir si me había visto dirigirme hacia ella o no. ¿Y si no quería dirigirme la palabra? Bueno, al menos lo habría intentado. Cuando llegué a su altura, en medio del bosque pero camino a la mansión, parecía estar recogiendo plantas.
-Hola. – dije. Sin saber muy bien cómo presentarme. Resoplé y me llevé las manos a los bolsos traseros del pantalón. Pensando qué decir, mirando para otro lado. - Estaba dando una vuelta y... te vi por aquí. ¿Qué... Qué te trae por aquí? – pregunté en primera estancia, algo nerviosa, para tratar de romper el hielo. Aunque me había quedado una frase excesivamente artificial. Parecía buscar plantas, pero la variedad que estaba mirando no es que fuese única en la isla, había bastantes iguales por todas partes.
Aguardé su respuesta. No sabía si me mandaría a paseo directamente o tal vez se encontrase arrepentida también. En cualquier caso, yo llevaba días sintiéndome mal por lo que había ocurrido entre nosotras, y estaba dispuesta a disculparme aunque ella no lo hiciera. No sabía si llegaría al nivel de confianza que una vez tuve con la hechicera, pero al menos no quería perder la amistad. Si ésta se tenía que romper, que al menos no fuera por mi parte.
-Oye, Elen. Sé que hice y dije cosas que no debería. La tensión del momento… los nervios... el odio. Pudieron conmigo. – le dije en voz baja, en un tono más personal, agachando la cabeza y mirándola a los ojos con timidez. – Creía que hacía lo mejor... para las dos. – dije, mirando hacia el suelo. En aquel momento pasaron por mi mente muchas escenas. El día que la conocí en la cala de la Luna, nuestra visita accidentada al Estrella Azul, el asalto a la finca de los traficantes, el niño maldito de Dundarak o los enfrentamientos a la Dama, eran sólo algunas de las escenas que me apesadumbraban en aquel momento. ¿Volvería a recuperar la confianza perdida? – Lo siento. - Musité. A poco que me conociera, sabría el gran esfuerzo que me estaba costando decir aquellas palabras, pero el sentimiento de amistad me pesaba más en aquel momento.
-Será mejor que vaya a ver a Isabella. – me comenté a mí misma.
-Deberías. La paciencia no tiene visos de ser una de sus virtudes. – respondió una voz muy seria y ronca, no sabía que había alguien escuchándome.
El trinar de los pájaros en aquella agradable mañana sólo se vio interrumpido por la voz ronca y discreta de aquel hombre. Me giré para buscar de dónde provenía la voz. Sí. Estaba sentado apoyado contra el muro, pelando una manzana con un cuchillo. Ni siquiera podía verle los ojos pues llevaba un pequeño sombrero con el que se tapaba la vista y su pálida piel. No me miraba.
-Gracias por tu consejo, Overholser. – dije deteniéndome, de brazos cruzados, alzando la vista. El cazador se había decidido unir a nuestra causa tras los eventos en la guarida de la Hermandad, esperaba poder vengar a su hermana con nosotros. – ¿Algo más que deba saber? – le pregunté, sin esperar ninguna respuesta.
-Sí. Una cosa más. – sin mirarme, miró su manzana pelada y le dio un mordisco. – Mira a través de la verja. – me comentó.
Wayne estaba apoyado contra uno de los dos pilares de ladrillo que servían de entrada a la finca. Yo, encontrándome justo a la entrada podía ver a través de la rejilla que hacía de portón el bosque. Y allí, efectivamente, entre los árboles pude ver una silueta que me era reconocida. Sus cabellos cenicientos destacaban entre los colores verdes del bosque. Casualmente allí se encontraba Elen. Revolviendo entre las plantas.
-¿Cómo sabías que estaba allí? – se preguntó él.
-Acabo de llegar de dar un paseo por el bosque. – esbozó una tímida sonrisa. – Lleva un buen rato por los alrededores. Quizás buscando plantas. Quizás buscando acercarse a ti. – explicó. Volví a mirar a través de la valla para volver a ver la figura de la que fue mi mejor amiga. – Escucha, uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Eso lo sabemos los dos. – reflexionó, en clara referencia a Igraine y a Kalla. – Ha sido un enfrentamiento absurdo. En parte fue culpa mía. Lo admito. Estaba cegado por mis motivos en ese momento. Todos lo estábamos en realidad. – hizo una pausa. – En serio, soluciónalo. Antes de que te arrepientas. Tal vez ella busque lo mismo.
Volví a mirar por la verja por tercera vez. Mordiéndome un labio. Era demasiado orgullosa como para acercarme abiertamente a ella como si no hubiese pasado nada. Pero en el fondo Overholser tenía razón. En aquel momento todos actuamos en caliente, hasta Jules, que es la persona más calmada del mundo, actuó brutalmente contra EVHA dejándose llevar por su instinto. De este modo, dejándome llevar más por la razón que por el orgullo, abrí la verja con ánimos de acercarme.
Lo cierto es que no sabía muy bien como aproximarme. La situación no era tampoco la típica en la que me había visto con la bruja. Lo que estaba claro es que iba a resultar incómoda. Miraba hacia los lados, haciendo como que pasaba por allí, por lo que no pude advertir si me había visto dirigirme hacia ella o no. ¿Y si no quería dirigirme la palabra? Bueno, al menos lo habría intentado. Cuando llegué a su altura, en medio del bosque pero camino a la mansión, parecía estar recogiendo plantas.
-Hola. – dije. Sin saber muy bien cómo presentarme. Resoplé y me llevé las manos a los bolsos traseros del pantalón. Pensando qué decir, mirando para otro lado. - Estaba dando una vuelta y... te vi por aquí. ¿Qué... Qué te trae por aquí? – pregunté en primera estancia, algo nerviosa, para tratar de romper el hielo. Aunque me había quedado una frase excesivamente artificial. Parecía buscar plantas, pero la variedad que estaba mirando no es que fuese única en la isla, había bastantes iguales por todas partes.
Aguardé su respuesta. No sabía si me mandaría a paseo directamente o tal vez se encontrase arrepentida también. En cualquier caso, yo llevaba días sintiéndome mal por lo que había ocurrido entre nosotras, y estaba dispuesta a disculparme aunque ella no lo hiciera. No sabía si llegaría al nivel de confianza que una vez tuve con la hechicera, pero al menos no quería perder la amistad. Si ésta se tenía que romper, que al menos no fuera por mi parte.
-Oye, Elen. Sé que hice y dije cosas que no debería. La tensión del momento… los nervios... el odio. Pudieron conmigo. – le dije en voz baja, en un tono más personal, agachando la cabeza y mirándola a los ojos con timidez. – Creía que hacía lo mejor... para las dos. – dije, mirando hacia el suelo. En aquel momento pasaron por mi mente muchas escenas. El día que la conocí en la cala de la Luna, nuestra visita accidentada al Estrella Azul, el asalto a la finca de los traficantes, el niño maldito de Dundarak o los enfrentamientos a la Dama, eran sólo algunas de las escenas que me apesadumbraban en aquel momento. ¿Volvería a recuperar la confianza perdida? – Lo siento. - Musité. A poco que me conociera, sabría el gran esfuerzo que me estaba costando decir aquellas palabras, pero el sentimiento de amistad me pesaba más en aquel momento.
Anastasia Boisson
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Re: Reconciliación [Privado][Cerrado]
Hasta el momento la de ojos verdes no había encontrado nada del otro mundo, algunos ramilletes de Barrimorth, media docena de hongos Warell, unas cuantas hojas de Kortinque y algunas bayas de neien, todos ingredientes básicos para ciertos remedios y pociones, pero nada que la pudiese ayudar realmente de cara a lo que se le venía encima. Elen buscaba algo más extraño y útil, algo con lo que poder elaborar pócimas de mayor efecto y duración, pero al parecer aquella mañana no iba a dar con nada semejante. Quizá debía enfocarlo de otro modo, acudiendo a la biblioteca o visitando al alquimista Crowley para que éste le recomendase algunos libros nuevos que consultar, aunque a decir verdad aún tenía unos cuantos en casa que no había terminado de leer.
De todos modos ya que estaba allí seguiría buscando un poco más, al menos hasta que se acercase el mediodía y tuviese que regresar a casa para el almuerzo. Así pues, la hechicera continuó avanzando a través de los árboles, paseando la mirada por el suelo e intentando prestar atención a lo que estaba haciendo, de ese modo dio con una planta poco común, aunque inconfundible para ella. Los diferentes colores de las aterciopeladas hojas del Väruk, que abarcaban desde el verde al amarillo, captaron su interés casi de inmediato, consiguiendo que se agachase para extraer su daga de la vaina y cortarla de raíz.
Fue entonces cuando escuchó unos pasos acercándose al lugar en que se encontraba, pero antes de poder ponerse en guardia como habría hecho de forma instintiva, una voz familiar la detuvo. Elen giró el rostro para comprobar que no se lo estaba imaginando, no, allí estaba ella, Anastasia. La cazadora parecía no saber muy bien como dirigirse a ella, tenía las manos en los bolsillos traseros del pantalón y se la veía un poco nerviosa, cosa que no era de extrañar tras su último encuentro. - Huracán… no esperaba encontrarte aquí. - dijo en respuesta, evitando utilizar su verdadero nombre por si le molestaba. - Me alegro de verte. - añadió con tono sincero, mientras guardaba el Väruk que acababa de recolectar.
Una vez hecho esto volvió a incorporarse y se quedó mirando a la tensai, lamentando en silencio el haber llegado hasta aquella situación. Anastasia era una de las pocas personas a las que podía considerar una verdadera amiga, pero finalmente Mortagglia había conseguido enfrentarlas, aunque no del modo en que lo había planeado. La vampira lo había intentado anteriormente en la cueva del segundo pico, pero aquella vez la de cabellos cenicientos no se dejó manipular, optó por combatirla a ella directamente en vez de enfrentarse con su mejor amiga, cosa que no pudo hacer en la mansión del inmortal.
La colaboración de Vladimir le resultaba necesaria para tener alguna oportunidad de reunir a los centinelas, no solo por la influencia que pudiese tener sobre Amaterasu sino también por ser el que más años llevaba portando su artefacto, más de un siglo de experiencia lo avalaba. A ello también había que añadir el hecho de que aun reuniéndolos a todos seguían siendo cuatro contra quince, no podía permitirse perder a ninguno de sus aliados. Por ello no había tenido otra opción que defenderlo frente a la cazadora, aunque fuese algo que no le agradase. - Estaba recogiendo algunos ingredientes por el bosque para mis pociones y remedios. - contestó, aunque probablemente Huracán ya se hubiese hecho una idea al verla.
Tras aquellas palabras la cazadora intervino nuevamente, ésta vez para disculparse por la forma en que se había comportado durante su visita a la mansión del inmortal, admitiendo que se había dejado llevar por la tensión del momento y el odio que albergaba hacia Vladimir y la Hermandad. Elen no se esperaba aquella reacción por parte de la bruja, la conocía lo suficiente como para saber que le estaba costando y eso debía valorarlo. - Yo tampoco me comporté como debería, no debí gritarte así. - admitió, recordando el momento en que espetó a su amiga que se fuese. - Créeme, no quería llegar a un enfrentamiento contigo pero no vi otra salida. - añadió poco después, algo cabizbaja.
- Sé que puede resultar complicado entender mi postura y comprendo que quisieras acabar con él después de todo lo que había hecho, pero no podía permitirlo. - prosiguió en voz baja. - Siento que las cosas llegaran hasta ese punto pero nunca quise hacerte daño, solo quería evitar vuestra pelea, no me hubiese perdonado que Vladimir te transformase. - dijo con cierta lentitud, aunque casi de inmediato tuvo que volver a tomar la palabra para enmendar un poco lo que había dicho. - No digo que no tuvieses posibilidades de vencerlo, es solo que no podía aceptar ninguno de los dos resultados posibles. Sabes que necesito su ayuda… pero del mismo modo en que lo defendí a él te habría defendido a ti si no se olvidaba de las órdenes de Mortagglia. - comentó, algo nerviosa.
La de ojos verdes no buscaba enfadar a su amiga ni quitarle mérito a sus habilidades de combate, Huracán era muy buena como cazadora y eso sumado a sus poderes la convertía en una oponente complicada, simplemente había intentado protegerla tanto a ella como al inmortal, convirtiéndose en una barrera entre ambos. Un breve silencio se apoderó del bosque, hasta que la benjamina de los Calhoun volvió a intervenir, dirigiendo su mirada al brazo de la tensai. - Espero que te encuentres mejor ahora que no tienes la marca. - dijo, para luego esperar la posible respuesta de su interlocutora.
De todos modos ya que estaba allí seguiría buscando un poco más, al menos hasta que se acercase el mediodía y tuviese que regresar a casa para el almuerzo. Así pues, la hechicera continuó avanzando a través de los árboles, paseando la mirada por el suelo e intentando prestar atención a lo que estaba haciendo, de ese modo dio con una planta poco común, aunque inconfundible para ella. Los diferentes colores de las aterciopeladas hojas del Väruk, que abarcaban desde el verde al amarillo, captaron su interés casi de inmediato, consiguiendo que se agachase para extraer su daga de la vaina y cortarla de raíz.
Fue entonces cuando escuchó unos pasos acercándose al lugar en que se encontraba, pero antes de poder ponerse en guardia como habría hecho de forma instintiva, una voz familiar la detuvo. Elen giró el rostro para comprobar que no se lo estaba imaginando, no, allí estaba ella, Anastasia. La cazadora parecía no saber muy bien como dirigirse a ella, tenía las manos en los bolsillos traseros del pantalón y se la veía un poco nerviosa, cosa que no era de extrañar tras su último encuentro. - Huracán… no esperaba encontrarte aquí. - dijo en respuesta, evitando utilizar su verdadero nombre por si le molestaba. - Me alegro de verte. - añadió con tono sincero, mientras guardaba el Väruk que acababa de recolectar.
Una vez hecho esto volvió a incorporarse y se quedó mirando a la tensai, lamentando en silencio el haber llegado hasta aquella situación. Anastasia era una de las pocas personas a las que podía considerar una verdadera amiga, pero finalmente Mortagglia había conseguido enfrentarlas, aunque no del modo en que lo había planeado. La vampira lo había intentado anteriormente en la cueva del segundo pico, pero aquella vez la de cabellos cenicientos no se dejó manipular, optó por combatirla a ella directamente en vez de enfrentarse con su mejor amiga, cosa que no pudo hacer en la mansión del inmortal.
La colaboración de Vladimir le resultaba necesaria para tener alguna oportunidad de reunir a los centinelas, no solo por la influencia que pudiese tener sobre Amaterasu sino también por ser el que más años llevaba portando su artefacto, más de un siglo de experiencia lo avalaba. A ello también había que añadir el hecho de que aun reuniéndolos a todos seguían siendo cuatro contra quince, no podía permitirse perder a ninguno de sus aliados. Por ello no había tenido otra opción que defenderlo frente a la cazadora, aunque fuese algo que no le agradase. - Estaba recogiendo algunos ingredientes por el bosque para mis pociones y remedios. - contestó, aunque probablemente Huracán ya se hubiese hecho una idea al verla.
Tras aquellas palabras la cazadora intervino nuevamente, ésta vez para disculparse por la forma en que se había comportado durante su visita a la mansión del inmortal, admitiendo que se había dejado llevar por la tensión del momento y el odio que albergaba hacia Vladimir y la Hermandad. Elen no se esperaba aquella reacción por parte de la bruja, la conocía lo suficiente como para saber que le estaba costando y eso debía valorarlo. - Yo tampoco me comporté como debería, no debí gritarte así. - admitió, recordando el momento en que espetó a su amiga que se fuese. - Créeme, no quería llegar a un enfrentamiento contigo pero no vi otra salida. - añadió poco después, algo cabizbaja.
- Sé que puede resultar complicado entender mi postura y comprendo que quisieras acabar con él después de todo lo que había hecho, pero no podía permitirlo. - prosiguió en voz baja. - Siento que las cosas llegaran hasta ese punto pero nunca quise hacerte daño, solo quería evitar vuestra pelea, no me hubiese perdonado que Vladimir te transformase. - dijo con cierta lentitud, aunque casi de inmediato tuvo que volver a tomar la palabra para enmendar un poco lo que había dicho. - No digo que no tuvieses posibilidades de vencerlo, es solo que no podía aceptar ninguno de los dos resultados posibles. Sabes que necesito su ayuda… pero del mismo modo en que lo defendí a él te habría defendido a ti si no se olvidaba de las órdenes de Mortagglia. - comentó, algo nerviosa.
La de ojos verdes no buscaba enfadar a su amiga ni quitarle mérito a sus habilidades de combate, Huracán era muy buena como cazadora y eso sumado a sus poderes la convertía en una oponente complicada, simplemente había intentado protegerla tanto a ella como al inmortal, convirtiéndose en una barrera entre ambos. Un breve silencio se apoderó del bosque, hasta que la benjamina de los Calhoun volvió a intervenir, dirigiendo su mirada al brazo de la tensai. - Espero que te encuentres mejor ahora que no tienes la marca. - dijo, para luego esperar la posible respuesta de su interlocutora.
Elen Calhoun
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Re: Reconciliación [Privado][Cerrado]
Elen también parecía hablar con sinceridad en sus palabras. Ella lo tomó con más naturalidad que yo, aunque se le veía afligida también claramente. La situación actual no gustaba a ninguna de las dos, y las dos estábamos dispuestas a dar el paso para solucionarlo.
-Entiendo… - asentí con la cabeza algo agachada y todavía con las manos en los bolsillos traseros, cuando la bruja comentó que no vio otra salida que enfrentarse a mí. – Yo tampoco pensé en otra opción en aquel momento. Pensaba que estabas siendo manipulada por el inmortal. Decías cosas… extrañas. – añadí gesticulando un poco con las manos. – Para ser tú, me refiero. - especifiqué para que no le pareciera mal, y es que mi impresión de que Elen estaba algo rara allí seguía manteniéndola. – Aunque a decir verdad… todos estábamos afectados. – asumí torciendo el rostro.
A continuación, Elen explicó que si Vladimir se hubiese enfrentado a mí, me habría defendido igual que lo hizo con él. Relatando que ella sólo quería hacer de pacificadora, evitando que hubiese conflicto entre cualquiera de ambas partes. El vampiro probablemente se aprovechó de esta circunstancia para que Elen y yo nos peleásemos y una de las dos terminásemos mal.
-Estuve a punto de derrotar a Vladimir la primera vez. – dije en mi defensa, apuntillando con el dedo en modo bromista, tratando de volver a la normalidad con la que hablaba con ella antes del conflicto, y de paso para enaltecer mi orgullo y que no dudase de mis posibilidades de victoria, algo que por sus palabras, aunque luego las corrigiese, parecía dejar entrever. – Esta es la segunda vez que se escapa vivo. Es bueno. Es el primer vampiro que escapa de Anastasia Boisson dos veces. – bromeé, repitiendo mi nombre, tal vez así entendiese que no me molestaba que ella me llamase por él. – Ahora deberías protegerle de Mortagglia, no es alguien que se caracterice por perdonar a los traidores. – le advertí en relación a que la Dama no era precisamente alguien que amnistiara a los traidores, por lo que era posible que terminase yendo ella misma o sus secuaces a por Vladimir. – Aunque eso es algo que espero solucionar a no mucho tardar.
A fin de cuentas, el inmortal se había desvinculado de la Hermandad. Estaba claro que aún se la guardaba, del mismo modo que un criminal no iba a librarse de cumplir sus crímenes por mucho que dijera que estaba arrepentido y que se desvinculara de la banda de su compinche. Pero aquello quedaría para más adelante, al menos hasta que Elen acabase con sus jinetes. La vida era muy larga.
Por último, me preguntó por la marca. Me remangué la camisa de lino, la marca seguía en mi antebrazo, y algo me decía que no se iba a quitar ya más.
-Ahí sigue. – le dije mostrándole la marca, una figura indescriptible como si fuese una serpiente. – Al menos sus efectos mágicos han desaparecido y “ella” ya no aparece para atormentarme.- Luego volví a colocar la manga en su sitio y, tras un momento de reflexión, volví a pronunciarme. -He decidido que no me meteré más en tus asuntos de los jinetes, Elen. – aquello era algo que llevaba pensando bastante tiempo. – Está claro que tendrás que relacionarte con gente poco conveniente, pero es el destino que has decidido, y confío en que saldrás victoriosa de dicha campaña. Sólo te ayudaré en lo que necesites.– comenté con seguridad.
Atendí su réplica, y luego pensé que sería mejor no terminar la conversación allí y volver cada una a nuestros quehaceres. Eché un vistazo a mi alrededor pensando qué podíamos hacer, fue entonces cuando me di cuenta de que estaba justo detrás de mí la mansión Boisson. Yo había estado en su habitación en Lunargenta, y ella también había estado en la mía del Hekshold, el día que nos conocimos, pero aquella era momentánea mientras mi madre terminaba de arreglar por completo la nueva mansión y la habilitaba para ser la sede del futuro gremio que ya se había materializado.
-Creo que aún no te he enseñado mi nuevo hogar. - le dije, haciéndole un gesto con la cabeza hacia atrás. No sabía si se había imaginado que aquella pudiese. Aunque estaba claro que la mansión Boisson de humilde tenía más bien poco. Aún así, era mucho más pequeña y menos espectacular que la que históricamente fue habitada por mis ancestros, y que mi madre abandonó tras la traición de Mortagglia. – Es el antiguo Palacio de los Vientos rehabilitado. Es la residencia de mi familia y ejerce también como sede del gremio. ¿Te apetece verla? – le ofrecí. No trataba de demostrarle el poderío económico de mi familia ni fardar de casa, tan sólo quería enseñarle a mi amiga el lugar en el que vivía como cualquier persona normal haría, y tratar de volver a recuperar la confianza perdida.
-Entiendo… - asentí con la cabeza algo agachada y todavía con las manos en los bolsillos traseros, cuando la bruja comentó que no vio otra salida que enfrentarse a mí. – Yo tampoco pensé en otra opción en aquel momento. Pensaba que estabas siendo manipulada por el inmortal. Decías cosas… extrañas. – añadí gesticulando un poco con las manos. – Para ser tú, me refiero. - especifiqué para que no le pareciera mal, y es que mi impresión de que Elen estaba algo rara allí seguía manteniéndola. – Aunque a decir verdad… todos estábamos afectados. – asumí torciendo el rostro.
A continuación, Elen explicó que si Vladimir se hubiese enfrentado a mí, me habría defendido igual que lo hizo con él. Relatando que ella sólo quería hacer de pacificadora, evitando que hubiese conflicto entre cualquiera de ambas partes. El vampiro probablemente se aprovechó de esta circunstancia para que Elen y yo nos peleásemos y una de las dos terminásemos mal.
-Estuve a punto de derrotar a Vladimir la primera vez. – dije en mi defensa, apuntillando con el dedo en modo bromista, tratando de volver a la normalidad con la que hablaba con ella antes del conflicto, y de paso para enaltecer mi orgullo y que no dudase de mis posibilidades de victoria, algo que por sus palabras, aunque luego las corrigiese, parecía dejar entrever. – Esta es la segunda vez que se escapa vivo. Es bueno. Es el primer vampiro que escapa de Anastasia Boisson dos veces. – bromeé, repitiendo mi nombre, tal vez así entendiese que no me molestaba que ella me llamase por él. – Ahora deberías protegerle de Mortagglia, no es alguien que se caracterice por perdonar a los traidores. – le advertí en relación a que la Dama no era precisamente alguien que amnistiara a los traidores, por lo que era posible que terminase yendo ella misma o sus secuaces a por Vladimir. – Aunque eso es algo que espero solucionar a no mucho tardar.
A fin de cuentas, el inmortal se había desvinculado de la Hermandad. Estaba claro que aún se la guardaba, del mismo modo que un criminal no iba a librarse de cumplir sus crímenes por mucho que dijera que estaba arrepentido y que se desvinculara de la banda de su compinche. Pero aquello quedaría para más adelante, al menos hasta que Elen acabase con sus jinetes. La vida era muy larga.
Por último, me preguntó por la marca. Me remangué la camisa de lino, la marca seguía en mi antebrazo, y algo me decía que no se iba a quitar ya más.
-Ahí sigue. – le dije mostrándole la marca, una figura indescriptible como si fuese una serpiente. – Al menos sus efectos mágicos han desaparecido y “ella” ya no aparece para atormentarme.- Luego volví a colocar la manga en su sitio y, tras un momento de reflexión, volví a pronunciarme. -He decidido que no me meteré más en tus asuntos de los jinetes, Elen. – aquello era algo que llevaba pensando bastante tiempo. – Está claro que tendrás que relacionarte con gente poco conveniente, pero es el destino que has decidido, y confío en que saldrás victoriosa de dicha campaña. Sólo te ayudaré en lo que necesites.– comenté con seguridad.
Atendí su réplica, y luego pensé que sería mejor no terminar la conversación allí y volver cada una a nuestros quehaceres. Eché un vistazo a mi alrededor pensando qué podíamos hacer, fue entonces cuando me di cuenta de que estaba justo detrás de mí la mansión Boisson. Yo había estado en su habitación en Lunargenta, y ella también había estado en la mía del Hekshold, el día que nos conocimos, pero aquella era momentánea mientras mi madre terminaba de arreglar por completo la nueva mansión y la habilitaba para ser la sede del futuro gremio que ya se había materializado.
-Creo que aún no te he enseñado mi nuevo hogar. - le dije, haciéndole un gesto con la cabeza hacia atrás. No sabía si se había imaginado que aquella pudiese. Aunque estaba claro que la mansión Boisson de humilde tenía más bien poco. Aún así, era mucho más pequeña y menos espectacular que la que históricamente fue habitada por mis ancestros, y que mi madre abandonó tras la traición de Mortagglia. – Es el antiguo Palacio de los Vientos rehabilitado. Es la residencia de mi familia y ejerce también como sede del gremio. ¿Te apetece verla? – le ofrecí. No trataba de demostrarle el poderío económico de mi familia ni fardar de casa, tan sólo quería enseñarle a mi amiga el lugar en el que vivía como cualquier persona normal haría, y tratar de volver a recuperar la confianza perdida.
Anastasia Boisson
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Re: Reconciliación [Privado][Cerrado]
Ambas hechiceras se habían visto en una situación incómoda que las obligó a tomar bandos opuestos, y al igual que Elen, Huracán tampoco había encontrado entonces otra alternativa que no pasase por la pelea, aunque sus motivos eran diferentes a los de la centinela. Mientras la de cabellos cenicientos pretendía evitar que Vladimir o la cazadora saliesen heridos, su amiga se había percatado de que no parecía la misma de siempre, y creyéndola manipulada por el vampiro, Anastasia decidió centrar sus esfuerzos en eliminar el origen, esperando con ello liberar a la benjamina de los Calhoun.
Elen dirigió su mirada al suelo mientras escuchaba las palabras de la tensai, hasta el momento no había contado a nadie lo de las imágenes que el inmortal le hizo ver en su camino a través del bosque y la mansión, pero al parecer tampoco había disimulado muy bien. Anastasia siguió hablando sin detenerse demasiado en aquel tema, y refiriéndose a sí misma por su verdadero nombre, quizá por el detalle de que la centinela no lo hubiese usado al saludarla, abordó otra cuestión que conseguiría inquietar a la de ojos verdes. Vladimir finalmente había entrado en razón y ya no pertenecía a la Hermandad, pero eso solo lo dejaría como un traidor a ojos de Mortagglia, que no era una mujer que destacase por dejar pasar las cosas sin más.
No, la Dama buscaría venganza de eso no cabía la menor duda, y tal como aconsejaba la cazadora, el inmortal podría necesitar de su protección para mantenerse fuera de las garras de la vampira. Pero ¿cómo velar por la seguridad del centinela sin dejar de lado todo lo que le quedaba pendiente? Elen aún debía reunirse con Amaterasu y Melena Blanca y convencerlos de participar en su lucha contra los jinetes, cosa que no sería fácil, primero por el complicado carácter de la nigromante y segundo por la negativa del hombre bestia a colaborar tanto con ella como con Vladimir, a los cuales consideraba villanos. Antes de desaparecer de forma definitiva en lo alto de isla lunar, Tarivius había hecho lo posible por presentarle debidamente a sus nuevos hermanos, dándole los datos más relevantes de cada uno de cara al momento en que los conociese, pero la joven hubiese preferido tener al anciano a su lado en aquellos momentos, su consejo le habría resultado muy útil a pesar de que el hechicero no hubiese logrado reunir al resto de centinelas durante su cargo.
En respuesta a su última frase, Huracán se remangó la camisa y le mostró la marca, que a pesar de seguir en su brazo ya no tenía ningún efecto sobre ella. Escuchar aquello fue todo un alivio para Elen, sensación que aumentó cuando la cazadora le comunicó su decisión de no intervenir más en nada relacionado con los Tarmúnil, aceptando por tanto que su amiga tuviese que colaborar con personas poco recomendables, como el inmortal. Aun así la bruja estaba dispuesta a ayudarla en lo que necesitase, dejando claro que su amistad estaba por encima del conflicto que habían tenido.
Una tímida sonrisa se dibujó en el rostro de la benjamina de los Calhoun al escuchar eso último. - Gracias. - dijo, alzando la vista para buscar la mirada de su interlocutora. - Sabes que también puedes contar conmigo para lo que haga falta, y si planeas terminar de una vez por todas con Mortagglia me gustaría estar a tu lado en esa pelea, como en tantas otras que hemos compartido. - se ofreció, pues después de todo lo que la vampira había hecho, no solo a la familia Boisson sino a miles de personas inocentes, verla muerta sería todo un triunfo.
Tras decir esto, y quizá para no finalizar su encuentro de aquella forma, Anastasia le señaló con un gesto la mansión a la que apenas había prestado atención hasta el momento, refiriéndose a ella como su nuevo hogar. Al parecer la hechicera había dejado atrás su habitación en la escuela tensai para trasladarse al bosque, a una vivienda que no tenía nada que envidiar ni a las de Beltrexus ni a las de Lunargenta. El palacio de los vientos, así lo llamó la cazadora, y tras revelar que había sido recientemente restaurado, pertenecía a su familia y que también era la sede de su gremio, Huracán le preguntó si quería verlo, invitación que la centinela no iba a rechazar. - Por supuesto. - contestó la joven, para luego ponerse en marcha hacia la entrada de la mansión.
- ¿Cómo se encuentra Jules? - preguntó de camino, recordando la coincidencia de apellido del brujo con la bio cibernética que había dejado escapar a Mortagglia durante su último encuentro en Verisar. - ¿Recuerdas que te conté que una seguidora de tu abuela la había ayudado a huir durante su frustrado intento de reclutamiento en Lunargenta? Su nombre era Rachel, Rachel Roche, supongo que se trata de la hermana de Jules. - comentó, aunque quizá Isabella ya la hubiese puesto al corriente de aquello.
Elen dirigió su mirada al suelo mientras escuchaba las palabras de la tensai, hasta el momento no había contado a nadie lo de las imágenes que el inmortal le hizo ver en su camino a través del bosque y la mansión, pero al parecer tampoco había disimulado muy bien. Anastasia siguió hablando sin detenerse demasiado en aquel tema, y refiriéndose a sí misma por su verdadero nombre, quizá por el detalle de que la centinela no lo hubiese usado al saludarla, abordó otra cuestión que conseguiría inquietar a la de ojos verdes. Vladimir finalmente había entrado en razón y ya no pertenecía a la Hermandad, pero eso solo lo dejaría como un traidor a ojos de Mortagglia, que no era una mujer que destacase por dejar pasar las cosas sin más.
No, la Dama buscaría venganza de eso no cabía la menor duda, y tal como aconsejaba la cazadora, el inmortal podría necesitar de su protección para mantenerse fuera de las garras de la vampira. Pero ¿cómo velar por la seguridad del centinela sin dejar de lado todo lo que le quedaba pendiente? Elen aún debía reunirse con Amaterasu y Melena Blanca y convencerlos de participar en su lucha contra los jinetes, cosa que no sería fácil, primero por el complicado carácter de la nigromante y segundo por la negativa del hombre bestia a colaborar tanto con ella como con Vladimir, a los cuales consideraba villanos. Antes de desaparecer de forma definitiva en lo alto de isla lunar, Tarivius había hecho lo posible por presentarle debidamente a sus nuevos hermanos, dándole los datos más relevantes de cada uno de cara al momento en que los conociese, pero la joven hubiese preferido tener al anciano a su lado en aquellos momentos, su consejo le habría resultado muy útil a pesar de que el hechicero no hubiese logrado reunir al resto de centinelas durante su cargo.
En respuesta a su última frase, Huracán se remangó la camisa y le mostró la marca, que a pesar de seguir en su brazo ya no tenía ningún efecto sobre ella. Escuchar aquello fue todo un alivio para Elen, sensación que aumentó cuando la cazadora le comunicó su decisión de no intervenir más en nada relacionado con los Tarmúnil, aceptando por tanto que su amiga tuviese que colaborar con personas poco recomendables, como el inmortal. Aun así la bruja estaba dispuesta a ayudarla en lo que necesitase, dejando claro que su amistad estaba por encima del conflicto que habían tenido.
Una tímida sonrisa se dibujó en el rostro de la benjamina de los Calhoun al escuchar eso último. - Gracias. - dijo, alzando la vista para buscar la mirada de su interlocutora. - Sabes que también puedes contar conmigo para lo que haga falta, y si planeas terminar de una vez por todas con Mortagglia me gustaría estar a tu lado en esa pelea, como en tantas otras que hemos compartido. - se ofreció, pues después de todo lo que la vampira había hecho, no solo a la familia Boisson sino a miles de personas inocentes, verla muerta sería todo un triunfo.
Tras decir esto, y quizá para no finalizar su encuentro de aquella forma, Anastasia le señaló con un gesto la mansión a la que apenas había prestado atención hasta el momento, refiriéndose a ella como su nuevo hogar. Al parecer la hechicera había dejado atrás su habitación en la escuela tensai para trasladarse al bosque, a una vivienda que no tenía nada que envidiar ni a las de Beltrexus ni a las de Lunargenta. El palacio de los vientos, así lo llamó la cazadora, y tras revelar que había sido recientemente restaurado, pertenecía a su familia y que también era la sede de su gremio, Huracán le preguntó si quería verlo, invitación que la centinela no iba a rechazar. - Por supuesto. - contestó la joven, para luego ponerse en marcha hacia la entrada de la mansión.
- ¿Cómo se encuentra Jules? - preguntó de camino, recordando la coincidencia de apellido del brujo con la bio cibernética que había dejado escapar a Mortagglia durante su último encuentro en Verisar. - ¿Recuerdas que te conté que una seguidora de tu abuela la había ayudado a huir durante su frustrado intento de reclutamiento en Lunargenta? Su nombre era Rachel, Rachel Roche, supongo que se trata de la hermana de Jules. - comentó, aunque quizá Isabella ya la hubiese puesto al corriente de aquello.
Elen Calhoun
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Re: Reconciliación [Privado][Cerrado]
Mi ofrecimiento a su campaña contra los jinetes era sincero. No me atraía para nada la idea de ayudar a Vladimir en dicho propósito, pero aún así lo haría por mi amiga. Ella agradeció mi ayuda y respondió con reciprocidad, ofreciéndose para hacer lo propio en mi batalla contra la Hermandad, esbocé una sonrisa cuando escuché eso. Al menos parecía que nuestro combate en la guarida de la Hermandad. – Me alegro que nuestro enfrentamiento no haya roto nuestra amistad, Elen. – dije disponiéndome a caminar, pues ella también había aceptado visitar la mansión.
La bruja también aprovechó para preguntarme cómo estaba Jules, algo que hizo para sacar a coalición algo que me había contado en aquella tétrica taberna cerca de Sacrestic Ville, cuando me habló por primera vez de los centinelas. Recordaba que me había contado que una seguidora de la Dama la había ayudado a escapar de la ciudad, lo que no sabía hasta entonces era el nombre. Y eso me hizo detenerme en el acto, cuando astutamente relacionó el apellido de la desaparecida con el de Jules.
-¿Has dicho Rachel Roche? – pregunté sorprendida, repitiendo el nombre. Justo ese era el nombre de la hermana que Jules consideraba muerta. – Cuando nos separamos en la guarida, dimos con, EVHA, una creadora de seres biocibernéticos que utilizaba cuerpos de humanos muertos. Ella reveló que Rachel había sido su mejor creación, a partir de los restos de su forma bruja. Pero Jules se precipitó y la atravesó antes de que pudiese decirnos nada más. ¿Sabes a dónde ha ido? – le pregunté. Para el brujo su hermana era la única razón para existir, y con todo lo que me había ayudado él a mí, yo estaba dispuesta a hacer lo propio con él y encontrar a Rachel. – Dijiste que mi madre estaba allí, sin embargo, no me contó nada. Deberíamos ir a hablar con ella. – propuse, y miré hacia el edificio. - Y sería mejor que estuvieses presente, ella tiende a... ocultarme cosas. - musité.
Ya alcanzábamos la cancilla que daba entrada a la finca. Abrí la puerta y le enseñé los ordenados jardines, decorados con arbustos podados y un pequeño estanque central. E incluso un invernadero en el que guardaba todas las flores que tanto le gustaban. Mi madre era una mujer presumida y cuidaba hasta el menor de los detalles en el decorado, era la reina en el juego de las apariencias, y no podía permitirse quedarse atrás con el resto de familias ricas de Beltrexus.
-Los cazadores de vampiros somos escasos. Y en la academia pagan muy bien. – le dije para explicar el por qué de aquella riqueza. Aunque aquello también se debía a que la familia de mi abuelo, Luc, era muy poderosa. Además, la familia di Miraclo, los ascendientes de Mortagglia, tampoco eran pobres precisamente.
Miré hacia un lateral nada más para ver si Overholser seguía apoyado contra el muro, pero había desaparecido. Definitivamente, el cazador había aportado su granito de arena, pero a diferencia de Jules, éste prefería pasar desapercibido y ayudar desde las sombras. Dos perfiles muy distintos. Probablemente, más parecido a mí.
-Elen, te presento a Lazarus, el mayordomo. - dije con una sonrisa.
-Señorita Calhoun, encantando de conocerla. Es de mi conocimiento que la señora y vos son grandes amigas. – saludó el encorvado Lazarus, abriéndonos la puerta de la mansión. No lo hacía siempre, pero en aquella ocasión nos había visto entrar. Probablemente estuviese atento. – Sed bienvenida a la mansión Boisson, y permitidme os recuerde que me informéis si deseáis algo. – comentó con educación. Dando lugar al patio de la casa.
Pronto, Elen notaría el claro estilo que embriagaba a mi familia. Desde los tonos, predominantemente negros u oscuros, al mobiliario, de un estilo muy cargado. Aquella llevaba siendo el santo y seña de los Boisson desde los orígenes del apellido.
-¿Dónde decías que estaba el chico que me esperaba, Lazarus? – le pregunté al mayordomo, que ya había cerrado la puerta una vez ambas entramos.
-¡Oh! Apareció el señor Roche y se lo llevó, supongo que andará haciendo alguna de las suyas. – rió el hombre. – Pero aconsejo vayáis a ver a vuestra madre, que os estará esperando.
-Claro, pero antes le enseñaré la casa a Elen. – indiqué. Y Lazarus asintió con una sonrisa.
Y así, fui guiándola por las diferentes estancias que componían la vivienda. O al menos la parte “habitable” de la casa, compuesta por habitaciones para los miembros, un comedor o cocina. Incluso la llevé a mi nueva habitación en el segundo piso. - ¿Qué te parece? ¿Te gusta? – le dije con ilusión a cada nueva estancia que entraba. Cada una estaba decorada totalmente en negro, dando un ambiente muy tétrico. Como a todos los Boisson, me encantaba ese color, de hecho odiaba el traje blanco que debía utilizar en la academia tensái. – El blanco es un color tan… vivo. – le dije a modo de queja. – Los colores oscuros son mucho más bonitos. Muerte... oscuridad. ¿no te parece? – A decir verdad aquella pregunta podría haberla formulado la propia Mortagglia. Evidenciando nuestro parentesco. Tampoco sabía si estaría de acuerdo conmigo pues, a decir verdad Elen solía vestir camisas blancas, incluso su pelo era así. Lo cual me llevó a pensar lo que le cuestionaría a continuación – Por cierto, nunca te pregunté por tu curioso color de pelo. Vincent es rubio, tu madre morena y tú… Es muy llamativo. ¿A qué se debe? – pregunté cuando cerraba la puerta de mi habitación.
Y es que yo, a pesar de ser una brutal cazadora, era una mujer y, por lo tanto, era bastante coqueta y dada a hablar de “temas de chicas” y máxime en compañía de una amiga. Me gustaba el tono casual que estaba tomando la conversación. En las ocasiones que me había hablado con Elen terminábamos hablando de salvar el mundo o batallar contra poderosos enemigos, cuando lo cierto es que, al menos yo, también disfrutaba de conversaciones triviales en momentos de relajación. No todo era cazar vampiros o jinetes oscuros.
La bruja también aprovechó para preguntarme cómo estaba Jules, algo que hizo para sacar a coalición algo que me había contado en aquella tétrica taberna cerca de Sacrestic Ville, cuando me habló por primera vez de los centinelas. Recordaba que me había contado que una seguidora de la Dama la había ayudado a escapar de la ciudad, lo que no sabía hasta entonces era el nombre. Y eso me hizo detenerme en el acto, cuando astutamente relacionó el apellido de la desaparecida con el de Jules.
-¿Has dicho Rachel Roche? – pregunté sorprendida, repitiendo el nombre. Justo ese era el nombre de la hermana que Jules consideraba muerta. – Cuando nos separamos en la guarida, dimos con, EVHA, una creadora de seres biocibernéticos que utilizaba cuerpos de humanos muertos. Ella reveló que Rachel había sido su mejor creación, a partir de los restos de su forma bruja. Pero Jules se precipitó y la atravesó antes de que pudiese decirnos nada más. ¿Sabes a dónde ha ido? – le pregunté. Para el brujo su hermana era la única razón para existir, y con todo lo que me había ayudado él a mí, yo estaba dispuesta a hacer lo propio con él y encontrar a Rachel. – Dijiste que mi madre estaba allí, sin embargo, no me contó nada. Deberíamos ir a hablar con ella. – propuse, y miré hacia el edificio. - Y sería mejor que estuvieses presente, ella tiende a... ocultarme cosas. - musité.
Ya alcanzábamos la cancilla que daba entrada a la finca. Abrí la puerta y le enseñé los ordenados jardines, decorados con arbustos podados y un pequeño estanque central. E incluso un invernadero en el que guardaba todas las flores que tanto le gustaban. Mi madre era una mujer presumida y cuidaba hasta el menor de los detalles en el decorado, era la reina en el juego de las apariencias, y no podía permitirse quedarse atrás con el resto de familias ricas de Beltrexus.
-Los cazadores de vampiros somos escasos. Y en la academia pagan muy bien. – le dije para explicar el por qué de aquella riqueza. Aunque aquello también se debía a que la familia de mi abuelo, Luc, era muy poderosa. Además, la familia di Miraclo, los ascendientes de Mortagglia, tampoco eran pobres precisamente.
Miré hacia un lateral nada más para ver si Overholser seguía apoyado contra el muro, pero había desaparecido. Definitivamente, el cazador había aportado su granito de arena, pero a diferencia de Jules, éste prefería pasar desapercibido y ayudar desde las sombras. Dos perfiles muy distintos. Probablemente, más parecido a mí.
-Elen, te presento a Lazarus, el mayordomo. - dije con una sonrisa.
-Señorita Calhoun, encantando de conocerla. Es de mi conocimiento que la señora y vos son grandes amigas. – saludó el encorvado Lazarus, abriéndonos la puerta de la mansión. No lo hacía siempre, pero en aquella ocasión nos había visto entrar. Probablemente estuviese atento. – Sed bienvenida a la mansión Boisson, y permitidme os recuerde que me informéis si deseáis algo. – comentó con educación. Dando lugar al patio de la casa.
Pronto, Elen notaría el claro estilo que embriagaba a mi familia. Desde los tonos, predominantemente negros u oscuros, al mobiliario, de un estilo muy cargado. Aquella llevaba siendo el santo y seña de los Boisson desde los orígenes del apellido.
-¿Dónde decías que estaba el chico que me esperaba, Lazarus? – le pregunté al mayordomo, que ya había cerrado la puerta una vez ambas entramos.
-¡Oh! Apareció el señor Roche y se lo llevó, supongo que andará haciendo alguna de las suyas. – rió el hombre. – Pero aconsejo vayáis a ver a vuestra madre, que os estará esperando.
-Claro, pero antes le enseñaré la casa a Elen. – indiqué. Y Lazarus asintió con una sonrisa.
Y así, fui guiándola por las diferentes estancias que componían la vivienda. O al menos la parte “habitable” de la casa, compuesta por habitaciones para los miembros, un comedor o cocina. Incluso la llevé a mi nueva habitación en el segundo piso. - ¿Qué te parece? ¿Te gusta? – le dije con ilusión a cada nueva estancia que entraba. Cada una estaba decorada totalmente en negro, dando un ambiente muy tétrico. Como a todos los Boisson, me encantaba ese color, de hecho odiaba el traje blanco que debía utilizar en la academia tensái. – El blanco es un color tan… vivo. – le dije a modo de queja. – Los colores oscuros son mucho más bonitos. Muerte... oscuridad. ¿no te parece? – A decir verdad aquella pregunta podría haberla formulado la propia Mortagglia. Evidenciando nuestro parentesco. Tampoco sabía si estaría de acuerdo conmigo pues, a decir verdad Elen solía vestir camisas blancas, incluso su pelo era así. Lo cual me llevó a pensar lo que le cuestionaría a continuación – Por cierto, nunca te pregunté por tu curioso color de pelo. Vincent es rubio, tu madre morena y tú… Es muy llamativo. ¿A qué se debe? – pregunté cuando cerraba la puerta de mi habitación.
Y es que yo, a pesar de ser una brutal cazadora, era una mujer y, por lo tanto, era bastante coqueta y dada a hablar de “temas de chicas” y máxime en compañía de una amiga. Me gustaba el tono casual que estaba tomando la conversación. En las ocasiones que me había hablado con Elen terminábamos hablando de salvar el mundo o batallar contra poderosos enemigos, cuando lo cierto es que, al menos yo, también disfrutaba de conversaciones triviales en momentos de relajación. No todo era cazar vampiros o jinetes oscuros.
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Anastasia Boisson
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Re: Reconciliación [Privado][Cerrado]
Huracán reaccionó de inmediato al escuchar el nombre de la bio cibernética, detalle que terminó de convencer a la de ojos verdes de que estaba en lo cierto, de algún modo aquella joven era la hermana de Jules, aunque no entendía cómo podía haber acabado así. Por suerte su amiga pudo arrojar algo de luz sobre esto, mencionando a una tal EHVA con la que su grupo se cruzó en la mansión del inmortal, y que a juzgar por sus palabras, era la culpable de la transformación de Rachel y de muchas otras personas. Jules, movido por una ira totalmente comprensible, había dado muerte a aquella mujer antes de que ésta pudiese revelarles más datos acerca de su hermana o el paradero en que se encontraba, algo en lo que ella desafortunadamente tampoco podía ayudar.
- Lo lamento, no tengo idea de a dónde pudo dirigirse, solo sé que planeaba marcharse de Lunargenta con la vampira que se reveló ante Mortagglia. - contestó Elen, con un leve deje de desánimo en la voz. Isabella había hecho bien en dejar claro aquella noche que Rachel era lo suficientemente importante como para no acabar con ella, o de lo contrario la centinela probablemente hubiese tomado represalias contra su persona, cosa de la que se hubiese arrepentido. Quizá la hechicera supiese algo más acerca de la ruta que había seguido tras dejar Verisar, y aunque hasta el momento había ocultado lo ocurrido a su hija, pronto tendría que dar algunas explicaciones a ambas.
Asintiendo con la cabeza, la tensai hizo saber a su amiga que estaba de acuerdo y que la acompañaría, tras lo cual ambas llegaron a la verja que daba entrada a la mansión familiar. Sin duda el lugar estaba bien cuidado, los jardines eran amplios y estaban meticulosamente podados para dar la mejor imagen posible de cara a visitantes y personas que anduviesen por la zona. Un pequeño estanque ocupaba el centro de los mismos, y tras echarle un vistazo la cazadora siguió adelante, encaminándose a un invernadero lleno de flores de todos los tipos y colores. La benjamina de los Calhoun no pudo evitar hacer comparaciones entre aquel lugar y su vivienda de las afueras, pero no asomó en ella ni un atisbo de envidia, puede que su familia no tuviese una mansión pero la casa en que se había criado estaba llena de recuerdos de un valor incalculable para ella, no la cambiaría por nada.
El invernadero sin embargo era una idea interesante, sobre todo para alguien como ella que se dedicaba activamente a la alquimia y por tanto necesitaba tener cierto surtido de ingredientes a mano en todo momento. Lo complicado sería recrear las condiciones que algunas plantas requerían para desarrollarse, pero con algo de ayuda de la magia quizá lo consiguiese, solo debía intentarlo. Sin detenerse, la joven continuó hasta encontrarse frente a la puerta del palacio de los vientos, donde un encorvado caballero les salió al paso para recibirlas educadamente. - Un gusto Lazarus, gracias. - respondió Elen ante su bienvenida, inclinando levemente la cabeza.
Una vez dentro de la mansión, la hechicera se quedó contemplando detenidamente el mobiliario predominantemente negro y de estilo recargado, imponente a su manera. El interior estaba escasamente iluminado por algunas lámparas y una chimenea, lo cual daba un toque tétrico al ambiente y dejaba claro el gusto de la familia Boisson. ¿Quién habría decidido decorar el lugar de aquella manera? ¿Isabella? Puede que la misma Mortagglia hubiese tenido algo que ver en ello tiempo atrás, cuando aún no pertenecía a la Hermandad ni se había transformado en el monstruo que ahora era. Elen imaginó a la vampira recorriendo aquellos pasillos en su juventud, cuanto dolor se habría evitado de haberla eliminado entonces, antes de que se convirtiese en una amenaza para todo aquel que no perteneciese a su raza, pero quién podría haber adivinado lo que el destino le tenía reservado.
Aquellos pensamientos pronto se tornaron en su contra, pues al igual que Mortagglia, ella también iba camino de malograrse a causa de la oscuridad que su medallón encerraba, y no tenía idea de lo que podría llegar a ser capaz de hacer. ¿Podría alguien detenerla si llegaba a convertirse en una mala versión de Amaterasu o Vladimir? La bruja esperaba no llegar a conocer la respuesta, pero la inquietud calaba hondo en su interior y no hacía sino crecer con el paso del tiempo. Negando con la cabeza para alejar de su mente aquella cuestión, la joven se dispuso a seguir a su amiga por el resto de la casa, esbozando una leve sonrisa al ver el entusiasmo con que la cazadora le mostraba una tras otra las diferentes estancias.
Las pinturas que cubrían las paredes del comedor llamaron su atención nada más entrar en la sala, más que el mobiliario o la enorme alfombra que descansaba bajo la larga mesa, pero Huracán aún tenía mucho que enseñarle, así que no se detuvieron mucho en ninguna habitación en concreto. - Es imponente. - comentó al llegar al cuarto de la tensai, en que destacaba una amplia cama completamente negra. Al parecer su amiga tenía clara predilección por los colores oscuros frente al blanco o al resto de tonos claros, y no tardó en querer conocer la opinión de la centinela al respecto. - Admito que el negro es elegante y queda muy bien, pero prefiero tonos más vivos. - respondió con tranquilidad, sin añadir lo que estaba pensando, que ya había visto suficiente oscuridad como para toda una vida.
Luego la cazadora cambió de tema, centrando su curiosidad en los cenicientos cabellos de la benjamina de los Calhoun, que no tenían nada que ver ni con los de su hermano ni con los de su madre. - Los heredé de mi padre, mi madre dice que le recuerdo mucho a él. - reveló, con una leve sonrisa en el rostro. Amarga en parte por no haber llegado a tiempo de verlo una vez más con vida, pero los hermanos habían recuperado a Yennefer cuando no tenían esperanzas de hallar nada, y ambos serían siempre un vivo recuerdo de él.
- Lo lamento, no tengo idea de a dónde pudo dirigirse, solo sé que planeaba marcharse de Lunargenta con la vampira que se reveló ante Mortagglia. - contestó Elen, con un leve deje de desánimo en la voz. Isabella había hecho bien en dejar claro aquella noche que Rachel era lo suficientemente importante como para no acabar con ella, o de lo contrario la centinela probablemente hubiese tomado represalias contra su persona, cosa de la que se hubiese arrepentido. Quizá la hechicera supiese algo más acerca de la ruta que había seguido tras dejar Verisar, y aunque hasta el momento había ocultado lo ocurrido a su hija, pronto tendría que dar algunas explicaciones a ambas.
Asintiendo con la cabeza, la tensai hizo saber a su amiga que estaba de acuerdo y que la acompañaría, tras lo cual ambas llegaron a la verja que daba entrada a la mansión familiar. Sin duda el lugar estaba bien cuidado, los jardines eran amplios y estaban meticulosamente podados para dar la mejor imagen posible de cara a visitantes y personas que anduviesen por la zona. Un pequeño estanque ocupaba el centro de los mismos, y tras echarle un vistazo la cazadora siguió adelante, encaminándose a un invernadero lleno de flores de todos los tipos y colores. La benjamina de los Calhoun no pudo evitar hacer comparaciones entre aquel lugar y su vivienda de las afueras, pero no asomó en ella ni un atisbo de envidia, puede que su familia no tuviese una mansión pero la casa en que se había criado estaba llena de recuerdos de un valor incalculable para ella, no la cambiaría por nada.
El invernadero sin embargo era una idea interesante, sobre todo para alguien como ella que se dedicaba activamente a la alquimia y por tanto necesitaba tener cierto surtido de ingredientes a mano en todo momento. Lo complicado sería recrear las condiciones que algunas plantas requerían para desarrollarse, pero con algo de ayuda de la magia quizá lo consiguiese, solo debía intentarlo. Sin detenerse, la joven continuó hasta encontrarse frente a la puerta del palacio de los vientos, donde un encorvado caballero les salió al paso para recibirlas educadamente. - Un gusto Lazarus, gracias. - respondió Elen ante su bienvenida, inclinando levemente la cabeza.
Una vez dentro de la mansión, la hechicera se quedó contemplando detenidamente el mobiliario predominantemente negro y de estilo recargado, imponente a su manera. El interior estaba escasamente iluminado por algunas lámparas y una chimenea, lo cual daba un toque tétrico al ambiente y dejaba claro el gusto de la familia Boisson. ¿Quién habría decidido decorar el lugar de aquella manera? ¿Isabella? Puede que la misma Mortagglia hubiese tenido algo que ver en ello tiempo atrás, cuando aún no pertenecía a la Hermandad ni se había transformado en el monstruo que ahora era. Elen imaginó a la vampira recorriendo aquellos pasillos en su juventud, cuanto dolor se habría evitado de haberla eliminado entonces, antes de que se convirtiese en una amenaza para todo aquel que no perteneciese a su raza, pero quién podría haber adivinado lo que el destino le tenía reservado.
Aquellos pensamientos pronto se tornaron en su contra, pues al igual que Mortagglia, ella también iba camino de malograrse a causa de la oscuridad que su medallón encerraba, y no tenía idea de lo que podría llegar a ser capaz de hacer. ¿Podría alguien detenerla si llegaba a convertirse en una mala versión de Amaterasu o Vladimir? La bruja esperaba no llegar a conocer la respuesta, pero la inquietud calaba hondo en su interior y no hacía sino crecer con el paso del tiempo. Negando con la cabeza para alejar de su mente aquella cuestión, la joven se dispuso a seguir a su amiga por el resto de la casa, esbozando una leve sonrisa al ver el entusiasmo con que la cazadora le mostraba una tras otra las diferentes estancias.
Las pinturas que cubrían las paredes del comedor llamaron su atención nada más entrar en la sala, más que el mobiliario o la enorme alfombra que descansaba bajo la larga mesa, pero Huracán aún tenía mucho que enseñarle, así que no se detuvieron mucho en ninguna habitación en concreto. - Es imponente. - comentó al llegar al cuarto de la tensai, en que destacaba una amplia cama completamente negra. Al parecer su amiga tenía clara predilección por los colores oscuros frente al blanco o al resto de tonos claros, y no tardó en querer conocer la opinión de la centinela al respecto. - Admito que el negro es elegante y queda muy bien, pero prefiero tonos más vivos. - respondió con tranquilidad, sin añadir lo que estaba pensando, que ya había visto suficiente oscuridad como para toda una vida.
Luego la cazadora cambió de tema, centrando su curiosidad en los cenicientos cabellos de la benjamina de los Calhoun, que no tenían nada que ver ni con los de su hermano ni con los de su madre. - Los heredé de mi padre, mi madre dice que le recuerdo mucho a él. - reveló, con una leve sonrisa en el rostro. Amarga en parte por no haber llegado a tiempo de verlo una vez más con vida, pero los hermanos habían recuperado a Yennefer cuando no tenían esperanzas de hallar nada, y ambos serían siempre un vivo recuerdo de él.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
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Re: Reconciliación [Privado][Cerrado]
Mi compañera sentía admiración por la mansión. No me extrañaba por una parte, todo lo que tenía el sello de mi madre y mi familia era enorme. Y eso que no había tenido el gusto, o disgusto más bien, de haber estado en la antigua mansión en la que vivía Mortagglia. La noche en la que falleció Igraine.
Mi amiga prefería los colores claros. No se lo discutiría, los oscuros podían no gustar a todo el mundo pues muchos lo asociaban con el mal o el sufrimiento. A mí, en cambio, me parecían más divertidos. Cuestiones personales.
Noté cierto deje de tristeza en su expresión cuando se refirió a su padre para indicar el origen de sus cabellos cenicientos. Elen nunca me había hablado de él, deduje entonces que tal vez le hubiese ocurrido algo. A la chica parecía afectarle aquel tema, así que preferí no indagar más en ello. Eran sus cuestiones personales y no quería entrometerme.
Terminé conduciéndola hasta el último de los lugares destacables, el despacho del líder del gremio, que ahora mismo era mi madre. El lugar estaba decorado con la estética similar al resto de estancias, un lugar negro e increíblemente oscuro aunque con cierto toque acogedor. Allí, escribiendo en el escritorio se encontraba mi madre, que ni siquiera alzó la vista en cuanto sintió abrirse la puerta.
-Anastasia, llegar veintisiete minutos tarde. – dijo sin quitar la vista del papel. ¿En qué se basaba para medir el tiempo de manera tan precisa? Algo que terminaría haciendo al sentir caminar a alguien junto a mí. – Elen, cariño, pasa. ¿Cómo estás? Espero que Yenn esté bien. – dijo sentada, mirándola cariñosamente. Guardé silencio mientras Elen contestaba. No era un secreto que mi madre y la de Elen eran amigas, aquello era algo que había descubierto Vincent. Supongo que algún día, alguna de las dos tendría la decencia de contarnos cómo y en qué circunstancias se conocieron.
-Por curiosidad, ¿en qué te basas para contar el retraso? – le pregunté incomprendida, estirando los brazos.
-Veintisiete minutos es la diferencia de tiempo que hay entre los treinta minutos que pasaron desde que Lazarus te dijo que quería verme y los tres que te lleva subir hasta mi despacho desde los jardines. – apuntilló sin dejar de escribir.
-Eso suponiendo que entre todos los recados de Lazarus, fuera el primero que hiciera… – repliqué con rapidez, cruzándome de brazos.
-… Que es justo lo que deberías hacer, señorita Boisson. – apuntilló aún con más rapidez, cerrando el libro y levantándose. Tenía una respuesta, pero prefería guardármela y negar con la cabeza. Intentar ganar una batalla verbal a mi madre era perder el tiempo. Le gustaba quedar por encima siempre, y había que aceptarlo. – Bien. Pasemos a lo que de verdad importa.
Isabella se levantó con su elegancia habitual. Y se acercó a la ventana de la habitación, contemplando los paisajes del bosque. Respiró profundo y guardamos silencio.
-Vamos a atacar a la Hermandad. No podemos esperar más. – dijo brevemente. – Atacaremos su propia base y terminaremos con ellos de una vez por todas. - ¿Aquel era el chiste del día? No pude evitar soltar una carcajada irónica como si fuese el mismísimo Jules cuando dijo esto. – No te rías. Sin Vladimir ni Evha, ahora están débiles. Ahora mismo sólo quedan como jefes Belladonna y Mortagglia.
-¡¿Sólo?! – exclamé poniendo el grito en el cielo – Belladonna mató a Igraine en forma draconiana de un solo golpe. ¡De uno! - exageré mostrándole el dedo índice. - dijo “adabra kadabra”, lanzó un rayo verde y mató a una dragona ancestral como el que pisa un caracol. – expliqué gesticulando tal cual la escena vivida en la antigua mansión Boisson. - Y menos mal que se interpuso Igraine porque si no nos habría matado a todos, incluido a los familiares de Elen, a por los que también iba. Mortagglia sabe lo que le hizo mi amiga y va a donde más duele: Los seres queridos. – dije señalando a Elen para ponerla en situación de lo grave del asunto. Isabella rápidamente giró su rostro hacia mi amiga.
-Algo propio de ella. - completó Isabella resignada, de brazos cruzados, y se giró hacia mi amiga. - Disculpa, Elen. ¿Yenn o Vincent te han puesto al día? – preguntó dirigiéndose a la de cabellos cenicientos. Puede que sus familiares le hubiesen contado algo, a fin de cuentas, tanto su hermano como su madre estuvieron presentes la noche en que ocurrió aquello, en la que falleció Igraine y tres personas más. Y sólo el sol pudo salvarnos de la ira de Mortagglia en una noche en la que mi madre no estuvo presente. – Bella es mi hermana, una especie de bruja oscura experta en maldiciones. Con tendencias psicópatas desde su nacimiento, seguidora de Mortagglia y a la que yo misma creí haber matado hace más de veinte años. – comenzó a explicar. Y bajó la vista, algo apenada. – Lamentablemente esa misma noche a la que hace referencia Anastasia descubrimos que no fue así y que sigue sirviendo a la Hermandad. – terminó de explicarle. Aguardando sus impresiones al respecto. – Hay que atacar. Y hay que hacerlo ya. Si se recuperan, serán invencibles. – sentenció.
Entre las dos le habíamos resumido de una manera rápida quién era la “nueva” enemiga. Pura potencia sin control. En cualquier caso, estaba por ver la verdadera ubicación de mi tía y de mi abuela. Pero aquello aún era algo que mi madre ya parecía tener en mente. Se acercó a una mesa y desplegó un enorme mapa de Aerandir.
-¿Y dónde están? – pregunté, de brazos cruzados igualmente.
–Tengo un espía, Cyrilo, en la Hermandad. – sonrió. – Su base principal está en un castillo cerca de Sacrestic Ville, pero un castillo podría tener muchas trampas o escondrijos secretos. No sabemos qué hay dentro. – y rápidamente sacó de entre sus planos un retrato de una joven morena, de pelo corto. –La señorita Rachel Roche, hermana de Jules, posee una inteligencia artificial con información de la base y puntos débiles. La dejé escapar para que Mortagglia siguiera considerándola fiel y pudiese recabar información indirectamente. – explicó. - Mi espía me indica que ahora mismo se encuentra en Dundarak. Se ha unido a la logia de hechicería. Encuéntrala y llévala a Sacrestic. Yo movilizaré el gremio hasta allí.
Asentí con la cabeza, guardando silencio, pensativa. Seguía sin entender algunas cosas que le preguntaría a continuación. ¿Se terminaría enrolando Elen en el ataque final contra la Hermandad con todo cuánto le habíamos dicho? Antes se había ofrecido, sólo esperaba que la bruja fuese consciente de que Mortagglia sin duda la tendría en el punto de mira por haber frustrado no en una, sino en dos ocasiones sus malévolos planes.
Mi amiga prefería los colores claros. No se lo discutiría, los oscuros podían no gustar a todo el mundo pues muchos lo asociaban con el mal o el sufrimiento. A mí, en cambio, me parecían más divertidos. Cuestiones personales.
Noté cierto deje de tristeza en su expresión cuando se refirió a su padre para indicar el origen de sus cabellos cenicientos. Elen nunca me había hablado de él, deduje entonces que tal vez le hubiese ocurrido algo. A la chica parecía afectarle aquel tema, así que preferí no indagar más en ello. Eran sus cuestiones personales y no quería entrometerme.
Terminé conduciéndola hasta el último de los lugares destacables, el despacho del líder del gremio, que ahora mismo era mi madre. El lugar estaba decorado con la estética similar al resto de estancias, un lugar negro e increíblemente oscuro aunque con cierto toque acogedor. Allí, escribiendo en el escritorio se encontraba mi madre, que ni siquiera alzó la vista en cuanto sintió abrirse la puerta.
-Anastasia, llegar veintisiete minutos tarde. – dijo sin quitar la vista del papel. ¿En qué se basaba para medir el tiempo de manera tan precisa? Algo que terminaría haciendo al sentir caminar a alguien junto a mí. – Elen, cariño, pasa. ¿Cómo estás? Espero que Yenn esté bien. – dijo sentada, mirándola cariñosamente. Guardé silencio mientras Elen contestaba. No era un secreto que mi madre y la de Elen eran amigas, aquello era algo que había descubierto Vincent. Supongo que algún día, alguna de las dos tendría la decencia de contarnos cómo y en qué circunstancias se conocieron.
-Por curiosidad, ¿en qué te basas para contar el retraso? – le pregunté incomprendida, estirando los brazos.
-Veintisiete minutos es la diferencia de tiempo que hay entre los treinta minutos que pasaron desde que Lazarus te dijo que quería verme y los tres que te lleva subir hasta mi despacho desde los jardines. – apuntilló sin dejar de escribir.
-Eso suponiendo que entre todos los recados de Lazarus, fuera el primero que hiciera… – repliqué con rapidez, cruzándome de brazos.
-… Que es justo lo que deberías hacer, señorita Boisson. – apuntilló aún con más rapidez, cerrando el libro y levantándose. Tenía una respuesta, pero prefería guardármela y negar con la cabeza. Intentar ganar una batalla verbal a mi madre era perder el tiempo. Le gustaba quedar por encima siempre, y había que aceptarlo. – Bien. Pasemos a lo que de verdad importa.
Isabella se levantó con su elegancia habitual. Y se acercó a la ventana de la habitación, contemplando los paisajes del bosque. Respiró profundo y guardamos silencio.
-Vamos a atacar a la Hermandad. No podemos esperar más. – dijo brevemente. – Atacaremos su propia base y terminaremos con ellos de una vez por todas. - ¿Aquel era el chiste del día? No pude evitar soltar una carcajada irónica como si fuese el mismísimo Jules cuando dijo esto. – No te rías. Sin Vladimir ni Evha, ahora están débiles. Ahora mismo sólo quedan como jefes Belladonna y Mortagglia.
-¡¿Sólo?! – exclamé poniendo el grito en el cielo – Belladonna mató a Igraine en forma draconiana de un solo golpe. ¡De uno! - exageré mostrándole el dedo índice. - dijo “adabra kadabra”, lanzó un rayo verde y mató a una dragona ancestral como el que pisa un caracol. – expliqué gesticulando tal cual la escena vivida en la antigua mansión Boisson. - Y menos mal que se interpuso Igraine porque si no nos habría matado a todos, incluido a los familiares de Elen, a por los que también iba. Mortagglia sabe lo que le hizo mi amiga y va a donde más duele: Los seres queridos. – dije señalando a Elen para ponerla en situación de lo grave del asunto. Isabella rápidamente giró su rostro hacia mi amiga.
-Algo propio de ella. - completó Isabella resignada, de brazos cruzados, y se giró hacia mi amiga. - Disculpa, Elen. ¿Yenn o Vincent te han puesto al día? – preguntó dirigiéndose a la de cabellos cenicientos. Puede que sus familiares le hubiesen contado algo, a fin de cuentas, tanto su hermano como su madre estuvieron presentes la noche en que ocurrió aquello, en la que falleció Igraine y tres personas más. Y sólo el sol pudo salvarnos de la ira de Mortagglia en una noche en la que mi madre no estuvo presente. – Bella es mi hermana, una especie de bruja oscura experta en maldiciones. Con tendencias psicópatas desde su nacimiento, seguidora de Mortagglia y a la que yo misma creí haber matado hace más de veinte años. – comenzó a explicar. Y bajó la vista, algo apenada. – Lamentablemente esa misma noche a la que hace referencia Anastasia descubrimos que no fue así y que sigue sirviendo a la Hermandad. – terminó de explicarle. Aguardando sus impresiones al respecto. – Hay que atacar. Y hay que hacerlo ya. Si se recuperan, serán invencibles. – sentenció.
Entre las dos le habíamos resumido de una manera rápida quién era la “nueva” enemiga. Pura potencia sin control. En cualquier caso, estaba por ver la verdadera ubicación de mi tía y de mi abuela. Pero aquello aún era algo que mi madre ya parecía tener en mente. Se acercó a una mesa y desplegó un enorme mapa de Aerandir.
-¿Y dónde están? – pregunté, de brazos cruzados igualmente.
–Tengo un espía, Cyrilo, en la Hermandad. – sonrió. – Su base principal está en un castillo cerca de Sacrestic Ville, pero un castillo podría tener muchas trampas o escondrijos secretos. No sabemos qué hay dentro. – y rápidamente sacó de entre sus planos un retrato de una joven morena, de pelo corto. –La señorita Rachel Roche, hermana de Jules, posee una inteligencia artificial con información de la base y puntos débiles. La dejé escapar para que Mortagglia siguiera considerándola fiel y pudiese recabar información indirectamente. – explicó. - Mi espía me indica que ahora mismo se encuentra en Dundarak. Se ha unido a la logia de hechicería. Encuéntrala y llévala a Sacrestic. Yo movilizaré el gremio hasta allí.
Asentí con la cabeza, guardando silencio, pensativa. Seguía sin entender algunas cosas que le preguntaría a continuación. ¿Se terminaría enrolando Elen en el ataque final contra la Hermandad con todo cuánto le habíamos dicho? Antes se había ofrecido, sólo esperaba que la bruja fuese consciente de que Mortagglia sin duda la tendría en el punto de mira por haber frustrado no en una, sino en dos ocasiones sus malévolos planes.
Anastasia Boisson
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Re: Reconciliación [Privado][Cerrado]
Elen agradeció interiormente que su amiga no quisiese indagar más acerca de su padre y el por qué no solía hablar de él, era un tema complicado y doloroso para la joven, que ni siquiera se atrevía a mencionarlo delante de Yennefer, pues consideraba que su madre ya había sufrido suficiente por la trágica pérdida de su marido. Sin más comentarios al respecto, la cazadora volvió a ponerse en marcha para guiarla hasta el despacho de su madre, que al igual que el resto de la mansión estaba decorado con mobiliario en tonos oscuros y poca iluminación. Isabella aguardaba la llegada de su hija sentada en su escritorio, y no dejó de escribir para levantar la vista cuando ésta finalmente llegó a su encuentro, simplemente se limitó a criticar su retraso mientras continuaba centrada en el papel que tenía delante.
Sin embargo, al percatarse de que no venía sola, Isabella dejó de lado momentáneamente su tarea para mirar a la de cabellos cenicientos y saludarla cariñosamente, al tiempo que se interesaba por el estado de su madre. - Todo bien, gracias. - contestó con tono amable la centinela, dedicando una leve sonrisa a la bruja. La tensai desconocía cómo o cuándo se habían hecho amigas Yennefer e Isabella, cosa que en algún momento terminaría preguntándole, pero la alegraba que su madre pudiese contar con alguien del mismo modo que ella podía hacerlo con Anastasia.
Madre e hija intercambiaron algunas palabras relacionadas con el retraso de la cazadora y la forma en que Isabella medía el tiempo para determinarlo, tras lo cual, la nueva líder del gremio se levantó de su asiento y avanzó hacia la ventana del despacho, contemplando durante unos instantes las vistas del bosque para luego a explicarles los planes que tenía en mente. Atacar la base de la Hermandad, eso era lo que pretendía hacer, aprovechando la debilidad creada tras la muerte de EVHA y la desvinculación de Vladimir, aunque al parecer no solo debían preocuparse de Mortagglia sino también de una tal Belladonna de la que hasta el momento no había oído hablar.
Huracán puso el grito en el cielo nada más escuchar las palabras de su madre, recordándole que Belladonna había matado a la dragona Igraine de un solo golpe. Una mezcla entre sorpresa y confusión se apoderó del rostro de la centinela, ¿Igraine muerta? ¿Qué más se había perdido? Su amiga siguió hablando acerca del terrible encuentro entre esa extraña y la dragona, haciendo hincapié en lo poderosa que era la primera, que con un solo ataque, un rayo verde, arrebató la vida a Igraine, aunque su hechizo no iba contra ella. No, Belladonna quería acabar con los cazadores, pero también con su familia, detalle que aumentó su expresión de sorpresa. ¿Qué demonios pintaban ellos en todo aquel asunto? La respuesta era sencilla, Mortagglia quería venganza y había optado por intentar hacerle daño a través de ellos, algo imperdonable.
- Maldita cobarde. - espetó con notable enfado. Al parecer ya no era solo cosa suya lo de ocultar cosas, tanto su madre como su hermano habían evitado contarle nada de lo sucedido, la próxima vez que los viera tendrían que darle explicaciones. - No, estuve en Lunargenta hasta hace poco pero no me dijeron nada de esto. - respondió, con el ceño fruncido a causa del secretismo de su familia. Tras escuchar la respuesta de la benjamina de los Calhoun, Isabella tomó la palabra para ponerla en situación, revelándole que Belladonna era su hermana, otra manzana podrida dentro del cesto de los Boisson. Veinte años atrás ambas se habían enfrentado y la ahora líder del gremio creyó que había acabado con la vida de su oponente, cosa que desgraciadamente no fue así.
Quedaba claro que atacar antes de que la Hermandad se repusiese era necesario, pero ahora tenían dos peligrosas enemigas a las que derrotar, y tras escuchar de lo que era capaz Belladonna, Elen no estaba segura de cuál de las dos sería más complicada de eliminar. Anastasia seguía mostrándose algo reacia ante la idea de su madre, que sin esperar a que ninguna de las dos pudiese preguntarle por el posible paradero del enemigo, volvió junto a la mesa de su escritorio y desplegó un enorme mapa sobre el mismo. La cazadora se había guardado hasta el momento un as en la manga, tenía un espía dentro de las filas de la Hermandad y gracias a éste sabía la localización de la base principal de Mortagglia y sus seguidores, pero adentrarse en un lugar así sin conocerlo podía resultar muy peligroso.
Trampas, un número desconocido de enemigos esperándolos en el interior, la cosa no pintaba bien, sobre todo porque tanto la Dama como Belladonna jugaban con la ventaja de estar en casa y conocer cada palmo del lugar, algo que decantaría la balanza en su favor de cara al combate. Sin perder tiempo, la líder del gremio extrajo de entre los planos un retrato, el de Rachel Roche, la bio cibernética hermana de Jules. El motivo de que la hubiese dejado escapar tras lo ocurrido en Lunargenta salió a la luz entonces, cuando Isabella mencionó la inteligencia artificial de la susodicha y toda la información acerca de la base y sus puntos débiles que debía poseer, datos que les vendrían de perlas a la hora de organizar su ataque contra el castillo.
El problema era que según el espía, Rachel se encontraba en Dundarak y además se había unido a la logia de hechicería, a la cual también pertenecía Abbey Frost, la gran encantadora que seguramente aún se la tenía jurada a la centinela por lo sucedido a las puertas de palacio. A pesar de ello la joven no iba a quedarse de brazos cruzados, si tenía que arriesgarse a visitar la ciudad de los dragones para obtener una ventaja contra Mortagglia lo haría. - Decidme en que puedo ayudar, no permitiré que esa desgraciada vuelva a atentar contra mi familia. - comentó, quedando luego en silencio a la espera de que Isabella le respondiese.
Sin embargo, al percatarse de que no venía sola, Isabella dejó de lado momentáneamente su tarea para mirar a la de cabellos cenicientos y saludarla cariñosamente, al tiempo que se interesaba por el estado de su madre. - Todo bien, gracias. - contestó con tono amable la centinela, dedicando una leve sonrisa a la bruja. La tensai desconocía cómo o cuándo se habían hecho amigas Yennefer e Isabella, cosa que en algún momento terminaría preguntándole, pero la alegraba que su madre pudiese contar con alguien del mismo modo que ella podía hacerlo con Anastasia.
Madre e hija intercambiaron algunas palabras relacionadas con el retraso de la cazadora y la forma en que Isabella medía el tiempo para determinarlo, tras lo cual, la nueva líder del gremio se levantó de su asiento y avanzó hacia la ventana del despacho, contemplando durante unos instantes las vistas del bosque para luego a explicarles los planes que tenía en mente. Atacar la base de la Hermandad, eso era lo que pretendía hacer, aprovechando la debilidad creada tras la muerte de EVHA y la desvinculación de Vladimir, aunque al parecer no solo debían preocuparse de Mortagglia sino también de una tal Belladonna de la que hasta el momento no había oído hablar.
Huracán puso el grito en el cielo nada más escuchar las palabras de su madre, recordándole que Belladonna había matado a la dragona Igraine de un solo golpe. Una mezcla entre sorpresa y confusión se apoderó del rostro de la centinela, ¿Igraine muerta? ¿Qué más se había perdido? Su amiga siguió hablando acerca del terrible encuentro entre esa extraña y la dragona, haciendo hincapié en lo poderosa que era la primera, que con un solo ataque, un rayo verde, arrebató la vida a Igraine, aunque su hechizo no iba contra ella. No, Belladonna quería acabar con los cazadores, pero también con su familia, detalle que aumentó su expresión de sorpresa. ¿Qué demonios pintaban ellos en todo aquel asunto? La respuesta era sencilla, Mortagglia quería venganza y había optado por intentar hacerle daño a través de ellos, algo imperdonable.
- Maldita cobarde. - espetó con notable enfado. Al parecer ya no era solo cosa suya lo de ocultar cosas, tanto su madre como su hermano habían evitado contarle nada de lo sucedido, la próxima vez que los viera tendrían que darle explicaciones. - No, estuve en Lunargenta hasta hace poco pero no me dijeron nada de esto. - respondió, con el ceño fruncido a causa del secretismo de su familia. Tras escuchar la respuesta de la benjamina de los Calhoun, Isabella tomó la palabra para ponerla en situación, revelándole que Belladonna era su hermana, otra manzana podrida dentro del cesto de los Boisson. Veinte años atrás ambas se habían enfrentado y la ahora líder del gremio creyó que había acabado con la vida de su oponente, cosa que desgraciadamente no fue así.
Quedaba claro que atacar antes de que la Hermandad se repusiese era necesario, pero ahora tenían dos peligrosas enemigas a las que derrotar, y tras escuchar de lo que era capaz Belladonna, Elen no estaba segura de cuál de las dos sería más complicada de eliminar. Anastasia seguía mostrándose algo reacia ante la idea de su madre, que sin esperar a que ninguna de las dos pudiese preguntarle por el posible paradero del enemigo, volvió junto a la mesa de su escritorio y desplegó un enorme mapa sobre el mismo. La cazadora se había guardado hasta el momento un as en la manga, tenía un espía dentro de las filas de la Hermandad y gracias a éste sabía la localización de la base principal de Mortagglia y sus seguidores, pero adentrarse en un lugar así sin conocerlo podía resultar muy peligroso.
Trampas, un número desconocido de enemigos esperándolos en el interior, la cosa no pintaba bien, sobre todo porque tanto la Dama como Belladonna jugaban con la ventaja de estar en casa y conocer cada palmo del lugar, algo que decantaría la balanza en su favor de cara al combate. Sin perder tiempo, la líder del gremio extrajo de entre los planos un retrato, el de Rachel Roche, la bio cibernética hermana de Jules. El motivo de que la hubiese dejado escapar tras lo ocurrido en Lunargenta salió a la luz entonces, cuando Isabella mencionó la inteligencia artificial de la susodicha y toda la información acerca de la base y sus puntos débiles que debía poseer, datos que les vendrían de perlas a la hora de organizar su ataque contra el castillo.
El problema era que según el espía, Rachel se encontraba en Dundarak y además se había unido a la logia de hechicería, a la cual también pertenecía Abbey Frost, la gran encantadora que seguramente aún se la tenía jurada a la centinela por lo sucedido a las puertas de palacio. A pesar de ello la joven no iba a quedarse de brazos cruzados, si tenía que arriesgarse a visitar la ciudad de los dragones para obtener una ventaja contra Mortagglia lo haría. - Decidme en que puedo ayudar, no permitiré que esa desgraciada vuelva a atentar contra mi familia. - comentó, quedando luego en silencio a la espera de que Isabella le respondiese.
Elen Calhoun
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Re: Reconciliación [Privado][Cerrado]
Elen parecía dispuesta a ayudarme a poner fin a la tiranía de Mortagglia y sus secuaces. La amenaza de la Dama la inmiscuía a ella también dado que la vampiresa había puesto en el punto de mira también a su hermano y a su madre. La bruja estaba dispuesta a detener temporalmente su campaña contra los jinetes con tal de terminar con la amenaza de la rémora de mi abuela y su malévola hija Belladonna.
-De momento no es necesario que hagas nada, Elen. Puedes seguir con tus asuntos con tranquilidad. – le respondió mi madre. – Huracán irá con Jules y los demás a buscar a Rachel. Yo misma te escribiré para que vayas a Sacrestic cuando sea necesario. – indicó – Gracias por tu ofrecimiento. Siempre es un lujo contar con alguien de tus características. – continuó hablando, seria.
En ese preciso instante, comencé a sentir como una de mis piernas me volvía a fallar. “Ahora no, por favor”, deseé en mi cabeza, pero el dolor era demasiado intenso, mis rodillas cedieron y tuve que tumbarme en el suelo emitiendo una queja de dolor y llevándome las manos a éstas.
Había quedado resentida desde la refriega en la guarida de la Hermandad. Las luchas contra los vampiros, Kalla Overholser, EVHA, Vladimir e incluso Elen me habían terminado pasando factura y, aunque me había ido curando poco a poco, a veces todavía me daban espasmos en las piernas durante horas, imposibilitándome entonces.
-¿Otra vez, hija? – Isabella sonreía divertida, viéndome sentada en el suelo.
-Estoy bien. – expresé malhumorada. Llevándome la mano al muslo, pero por más que lo intentaba, me resultaba imposible.
-Sí… claro que sí. – se llevó la mano al mentón y alzó una ceja divertida. Se acercó a la ventana del despacho, miró a su través y entonces la abrió. - ¡Jules! ¿Puedes subir un momento? Huracán te necesita. – gritó a voces al jardín para mi fastidio. Por lo visto, mi compañero de desventuras debía de encontrarse por allí.
-¡Oh, no, mamá! Ni se te ocurra. – continué a punto de explotar de mal humor.
Pronto sentí los pasos de Jules corretear por la mansión, el brujo disfrutaba aún más de aquello. Protesté por aquella situación mientras volvía, tratando de volver a levantarme, pero no había manera alguna de conseguir que mis extremidades inferiores respondieran. Pronto picó a la puerta y lo primero que mostró fue el arnés, sin asomarse por la puerta. –Estoy aquí. Cu cu. – canturreó el brujo, bailando con el arnés tras la puerta, como si fuese éste el que hablaba.
-¿Nos ayudas, Elen? – pidió mi madre a la bruja, cogiéndome por los brazos. – Anastasia es terca y tiende a resistirse.
-¡Ni se os ocurra! Iros a tomar por… ¡eh! – protesté indignada, en una rabieta infantil, mientras era cargada a la espalda del brujo. Di los brazos para tratar de alejar a todo aquel que intentase subirme a la espalda del cazador.
Mis esfuerzos fueron inútiles, no tenía movilidad y, como diría si estuviese de partida de caza, estaba en desventaja táctica y numérica. Al poco tiempo, estaba ya a lomos de Jules, cogiéndome a su cuello. Aquello era indignante. Una humillación para una gran cazadora como yo. Maldecía a los dioses interiormente para mí por tener que sufrir aquella tortura moral como era el tener que ir a espaldas del brujo cada vez que me fallaban las piernas.
Los médicos habían dicho que aquello era un agotamiento de los tendones después de muchos combates y estrés, necesitaba un reposo urgente y por ello llevaba ya varias semanas en las islas, desde que derrotamos al Inmortal. Suerte que las piernas no me fallaron el día de la mascarada, de hecho, solían hacerlo cuando mi mente estaba en reposo.
-¿Por qué no vais a ver al nuevo chico que quiere unirse al gremio? Tal vez tenga algo interesante que ofrecernos. – propuso mi madre. A lo que yo resoplé. Isabella no tenía menor interés en el nuevo, lo único que quería era dejarme a mí en ridículo. Era algo típico de ella.
-No pienso ir. Que vaya otro. – refunfuñé.
-Lo siento, Huri, es la jefa. Ella manda. – comentó Jules, guiñándole un ojo a Isabella y Elen y desternillándose. ¿Es que no le pesaba a la espalda? Y así, contra todo pronóstico, se dispuso a salir por la puerta del despacho.
*Off: Si quieres avanzar un poquito, puedes ir a cualquiera de las actividades que propuse antes :P. Lo dejo a tu elección ^^
-De momento no es necesario que hagas nada, Elen. Puedes seguir con tus asuntos con tranquilidad. – le respondió mi madre. – Huracán irá con Jules y los demás a buscar a Rachel. Yo misma te escribiré para que vayas a Sacrestic cuando sea necesario. – indicó – Gracias por tu ofrecimiento. Siempre es un lujo contar con alguien de tus características. – continuó hablando, seria.
En ese preciso instante, comencé a sentir como una de mis piernas me volvía a fallar. “Ahora no, por favor”, deseé en mi cabeza, pero el dolor era demasiado intenso, mis rodillas cedieron y tuve que tumbarme en el suelo emitiendo una queja de dolor y llevándome las manos a éstas.
Había quedado resentida desde la refriega en la guarida de la Hermandad. Las luchas contra los vampiros, Kalla Overholser, EVHA, Vladimir e incluso Elen me habían terminado pasando factura y, aunque me había ido curando poco a poco, a veces todavía me daban espasmos en las piernas durante horas, imposibilitándome entonces.
-¿Otra vez, hija? – Isabella sonreía divertida, viéndome sentada en el suelo.
-Estoy bien. – expresé malhumorada. Llevándome la mano al muslo, pero por más que lo intentaba, me resultaba imposible.
-Sí… claro que sí. – se llevó la mano al mentón y alzó una ceja divertida. Se acercó a la ventana del despacho, miró a su través y entonces la abrió. - ¡Jules! ¿Puedes subir un momento? Huracán te necesita. – gritó a voces al jardín para mi fastidio. Por lo visto, mi compañero de desventuras debía de encontrarse por allí.
-¡Oh, no, mamá! Ni se te ocurra. – continué a punto de explotar de mal humor.
Pronto sentí los pasos de Jules corretear por la mansión, el brujo disfrutaba aún más de aquello. Protesté por aquella situación mientras volvía, tratando de volver a levantarme, pero no había manera alguna de conseguir que mis extremidades inferiores respondieran. Pronto picó a la puerta y lo primero que mostró fue el arnés, sin asomarse por la puerta. –Estoy aquí. Cu cu. – canturreó el brujo, bailando con el arnés tras la puerta, como si fuese éste el que hablaba.
-¿Nos ayudas, Elen? – pidió mi madre a la bruja, cogiéndome por los brazos. – Anastasia es terca y tiende a resistirse.
-¡Ni se os ocurra! Iros a tomar por… ¡eh! – protesté indignada, en una rabieta infantil, mientras era cargada a la espalda del brujo. Di los brazos para tratar de alejar a todo aquel que intentase subirme a la espalda del cazador.
Mis esfuerzos fueron inútiles, no tenía movilidad y, como diría si estuviese de partida de caza, estaba en desventaja táctica y numérica. Al poco tiempo, estaba ya a lomos de Jules, cogiéndome a su cuello. Aquello era indignante. Una humillación para una gran cazadora como yo. Maldecía a los dioses interiormente para mí por tener que sufrir aquella tortura moral como era el tener que ir a espaldas del brujo cada vez que me fallaban las piernas.
Los médicos habían dicho que aquello era un agotamiento de los tendones después de muchos combates y estrés, necesitaba un reposo urgente y por ello llevaba ya varias semanas en las islas, desde que derrotamos al Inmortal. Suerte que las piernas no me fallaron el día de la mascarada, de hecho, solían hacerlo cuando mi mente estaba en reposo.
-¿Por qué no vais a ver al nuevo chico que quiere unirse al gremio? Tal vez tenga algo interesante que ofrecernos. – propuso mi madre. A lo que yo resoplé. Isabella no tenía menor interés en el nuevo, lo único que quería era dejarme a mí en ridículo. Era algo típico de ella.
-No pienso ir. Que vaya otro. – refunfuñé.
-Lo siento, Huri, es la jefa. Ella manda. – comentó Jules, guiñándole un ojo a Isabella y Elen y desternillándose. ¿Es que no le pesaba a la espalda? Y así, contra todo pronóstico, se dispuso a salir por la puerta del despacho.
*Off: Si quieres avanzar un poquito, puedes ir a cualquiera de las actividades que propuse antes :P. Lo dejo a tu elección ^^
Anastasia Boisson
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Re: Reconciliación [Privado][Cerrado]
Isabella agradeció su ofrecimiento pero de momento la hechicera no podía hacer nada para ayudar, Huracán y Jules iban a encargarse de viajar al norte en busca de Rachel junto con el resto de cazadores, así que solo podía esperar y estar atenta al aviso de la líder del gremio, que se comprometía a escribirle cuando todo estuviese preparado para atacar la guarida de Mortagglia en las tierras del oeste. Elen asintió en respuesta, le hubiese gustado hacer algo más pero su situación no era la mejor, de ir al norte no sabía qué pasaría ni si la gran encantadora podría dejar de lado su resentimiento al volver a encontrarse con ella.
También debía tener en cuenta la recompensa que pesaba sobre su cabeza, cinco mil aeros eran suficientes como para granjearle la indeseada atención de cuantos moraban en el norte, tanto mercenarios como cazarrecompensas, no podía arriesgarse a atrapada. La bruja era consciente de que en algún momento tendría que volver a Dundarak para limpiar su nombre, pero aún no había llegado la hora, tenía cosas más importantes entre manos, como abordar a la siguiente centinela, Amaterasu.
Un quejido de Anastasia la sacó de sus pensamientos, y de repente la cazadora se hallaba sentada en el suelo, llevándose las manos a las piernas. - ¿Qué ocurre? - preguntó con preocupación, pero a juzgar por las palabras de Isabella no era la primera vez que sucedía. ¿Acaso había sufrido una lesión durante el enfrentamiento con Belladonna o era anterior a esa noche? ¿Podía ser la centinela culpable en parte de aquello? No quería ni pensarlo. La lucha entre ambas por causa de Vladimir había sido dura pero Elen nunca quiso herir a su amiga, solo pretendía mantenerla lejos del peligro, pero quizá ella misma se había convertido en ello.
Isabella parecía divertirse con la situación mientras Huracán, visiblemente molesta, aseguraba estar bien, a pesar de que en aquellos instantes era incapaz de volver a ponerse en pie. Sin mediar palaba, la líder del gremio volvió junto a la ventana y avisó a Jules para que subiese de inmediato, cosa que a la cazadora no le hizo ninguna gracia y que dejó más confusa a la centinela. ¿Por qué le molestaba que su madre pidiese ayuda? ¿Qué era lo que se había perdido durante las semanas que habían pasado desde la última vez que se vieron?
Los ligeros pasos del brujo no tardaron en escucharse, provocando que Huracán intentase levantarse nuevamente por sus propios medios, sin éxito. Una mezcla entre tristeza y culpabilidad se adueñó de la benjamina de los Calhoun, mientras Jules tocaba a la puerta del despacho y mostraba una especie de arnés, agitándolo en el aire antes de entrar en la estancia y ponérselo. Fue entonces cuando Isabella le pidió ayuda para mover a Huracán, al tiempo que la cogía por los brazos y explicaba que solía resistirse. Elen ignoró las protestas de su amiga, en aquel momento no tenía las fuerzas como para valerse por sí misma y necesitaba ayuda, pero no le gustaba que tanto su madre como Jules se tomasen la situación a guasa.
Esquivando los brazos de la cazadora, que tal como había dicho Isabella se resistió hasta estar finalmente colocada sobre la espalda del brujo, la joven sostuvo el cuerpo de Anastasia hasta que estuvo bien asegurado con las correas, luego se apartó de ambos y clavó la vista en el suelo, pues no le gustaba ver a la tensai de aquel modo. Ella siempre había demostrado ser fuerte y no echarse atrás ante los peligros, y ahora no era capaz ni de tenerse en pie por sus propios medios, no era justo. Sin tener en cuenta lo humillante que podía resultar para ella, Isabella propuso al par de miembros del gremio que bajasen a hablar con un chico que quería unirse a ellos, tarea que a Huracán no le apetecía en absoluto realizar pero que Jules aceptó sin problemas, arrastrándola consigo.
El brujo de fuego no ocultaba lo que le divertía aquello, guiñó un ojo a las presentes y se giró hacia la puerta para luego abandonar el despacho, encaminándose escaleras abajo hacia el patio de la mansión, lugar en que supuestamente se debía encontrar el susodicho individuo. Sin embargo, una mujer les salió al paso, con un manojo de cartas en la mano. - Mi señora, necesito que me firméis estos documentos cuanto antes, si gustáis os los dejaré en vuestro dormitorio para que podáis revisarlos. - propuso Natasha, al ver que la joven no se encontraba en el mejor de los momentos.
La mujer actuaría según la respuesta que obtuviese de Huracán, para luego marcharse a seguir con sus quehaceres, dejando al trío de brujos solos otra vez. - Ocupémonos de Soffleheimer, hay mucho que revisar hoy y cuanto antes acabemos antes podrás bajarte de mi espalda. - comentó Jules sonriendo, refiriéndose a las tareas que Lazarus ya debía haber comentado a su compañera. Sin más dilación el cazador volvió a ponerse en marcha en dirección al patio, y fue entonces cuando la de ojos verdes se atrevió a formular las preguntas cuyas respuestas quizá se arrepintiese de conocer. - ¿Cuánto tiempo llevas así Huracán?… ¿Esto es…culpa mía? - inquirió, con la vista clavada en el suelo mientras caminaba.
Off: La intervención de Jules es para poner un orden en las tareas, cualquier cosa dime y edito.
También debía tener en cuenta la recompensa que pesaba sobre su cabeza, cinco mil aeros eran suficientes como para granjearle la indeseada atención de cuantos moraban en el norte, tanto mercenarios como cazarrecompensas, no podía arriesgarse a atrapada. La bruja era consciente de que en algún momento tendría que volver a Dundarak para limpiar su nombre, pero aún no había llegado la hora, tenía cosas más importantes entre manos, como abordar a la siguiente centinela, Amaterasu.
Un quejido de Anastasia la sacó de sus pensamientos, y de repente la cazadora se hallaba sentada en el suelo, llevándose las manos a las piernas. - ¿Qué ocurre? - preguntó con preocupación, pero a juzgar por las palabras de Isabella no era la primera vez que sucedía. ¿Acaso había sufrido una lesión durante el enfrentamiento con Belladonna o era anterior a esa noche? ¿Podía ser la centinela culpable en parte de aquello? No quería ni pensarlo. La lucha entre ambas por causa de Vladimir había sido dura pero Elen nunca quiso herir a su amiga, solo pretendía mantenerla lejos del peligro, pero quizá ella misma se había convertido en ello.
Isabella parecía divertirse con la situación mientras Huracán, visiblemente molesta, aseguraba estar bien, a pesar de que en aquellos instantes era incapaz de volver a ponerse en pie. Sin mediar palaba, la líder del gremio volvió junto a la ventana y avisó a Jules para que subiese de inmediato, cosa que a la cazadora no le hizo ninguna gracia y que dejó más confusa a la centinela. ¿Por qué le molestaba que su madre pidiese ayuda? ¿Qué era lo que se había perdido durante las semanas que habían pasado desde la última vez que se vieron?
Los ligeros pasos del brujo no tardaron en escucharse, provocando que Huracán intentase levantarse nuevamente por sus propios medios, sin éxito. Una mezcla entre tristeza y culpabilidad se adueñó de la benjamina de los Calhoun, mientras Jules tocaba a la puerta del despacho y mostraba una especie de arnés, agitándolo en el aire antes de entrar en la estancia y ponérselo. Fue entonces cuando Isabella le pidió ayuda para mover a Huracán, al tiempo que la cogía por los brazos y explicaba que solía resistirse. Elen ignoró las protestas de su amiga, en aquel momento no tenía las fuerzas como para valerse por sí misma y necesitaba ayuda, pero no le gustaba que tanto su madre como Jules se tomasen la situación a guasa.
Esquivando los brazos de la cazadora, que tal como había dicho Isabella se resistió hasta estar finalmente colocada sobre la espalda del brujo, la joven sostuvo el cuerpo de Anastasia hasta que estuvo bien asegurado con las correas, luego se apartó de ambos y clavó la vista en el suelo, pues no le gustaba ver a la tensai de aquel modo. Ella siempre había demostrado ser fuerte y no echarse atrás ante los peligros, y ahora no era capaz ni de tenerse en pie por sus propios medios, no era justo. Sin tener en cuenta lo humillante que podía resultar para ella, Isabella propuso al par de miembros del gremio que bajasen a hablar con un chico que quería unirse a ellos, tarea que a Huracán no le apetecía en absoluto realizar pero que Jules aceptó sin problemas, arrastrándola consigo.
El brujo de fuego no ocultaba lo que le divertía aquello, guiñó un ojo a las presentes y se giró hacia la puerta para luego abandonar el despacho, encaminándose escaleras abajo hacia el patio de la mansión, lugar en que supuestamente se debía encontrar el susodicho individuo. Sin embargo, una mujer les salió al paso, con un manojo de cartas en la mano. - Mi señora, necesito que me firméis estos documentos cuanto antes, si gustáis os los dejaré en vuestro dormitorio para que podáis revisarlos. - propuso Natasha, al ver que la joven no se encontraba en el mejor de los momentos.
La mujer actuaría según la respuesta que obtuviese de Huracán, para luego marcharse a seguir con sus quehaceres, dejando al trío de brujos solos otra vez. - Ocupémonos de Soffleheimer, hay mucho que revisar hoy y cuanto antes acabemos antes podrás bajarte de mi espalda. - comentó Jules sonriendo, refiriéndose a las tareas que Lazarus ya debía haber comentado a su compañera. Sin más dilación el cazador volvió a ponerse en marcha en dirección al patio, y fue entonces cuando la de ojos verdes se atrevió a formular las preguntas cuyas respuestas quizá se arrepintiese de conocer. - ¿Cuánto tiempo llevas así Huracán?… ¿Esto es…culpa mía? - inquirió, con la vista clavada en el suelo mientras caminaba.
Off: La intervención de Jules es para poner un orden en las tareas, cualquier cosa dime y edito.
Elen Calhoun
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Re: Reconciliación [Privado][Cerrado]
Elen se compinchó con ambos cazadores, motivo por el que ella también se ganó una de mis miradas sentenciantes. Pero eran tres contra una, y en aquel momento no tenía piernas, así que rápidamente ganaron y terminé a hombros de Jules. – Os odio. – les dije con fastidio, agarrándome a los hombros del brujo, aunque más como rabieta de niña pequeña que enfadada de verdad.
Rápidamente salimos de la habitación, tuve que poner mis brazos delante para evitar conocer el sabor a madera del marco de la puerta. - ¡Cuidado! – le bramé a Jules, ahora sí, enfadada. Y nada más llegar al piso de abajo, bajamos con dificultad los escalones, agarrándome al pasamanos, pues yo era una mujer de tamaño similar a Jules y pesaba bastante. Natasha nos invadió una vez abajo. – Ahora no, Natasha. – le dije a mi prima levantando el brazo con la mano, negándole la firma de las cartas. Ella comprendió la complejidad de la situación y decidió dejarme a solas, indicando que los dejaría en mi dormitorio. Jules secundó la propuesta de mi madre y propuso ir a ver al tal Soffleheimer. ¿Acaso no podía ir ella misma? Era tan capaz como yo para evaluar la capacidad de alguien y al menos, no tendría que ponerme en ridículo.
Salimos al jardín, a donde presuntamente Jules había estado con el tal Soffleheimer. Entonces Elen me preguntó, apesadumbrada, por aquella nueva condición que veía en mí. Preguntándome si había sido culpa de suya.
-Un poco de todo. Llevo así desde aquella noche. No sólo por culpa tuya, imagino que también de todos los combates librados entonces. – le respondí serena, para no culpabilizarla más de lo que parecía sentirse. – No pasa nada, Elen. Me recuperaré, cada vez me pasa con menos frecuencia. Ha sido culpa mía, también. En aquel momento... también fui a hacer daño. – admití también, con ciertos tintes de arrepentimiento.
No tardamos en encontrarnos con Soffleheimer sentado en uno de los bancos junto al estanque central. Un tipo espigado, pero bastante flacucho. Una pésima primera impresión para un cazador de vampiros. Tenía muchas dotes de intelectual y pocas de tipo duro, justo lo que necesitábamos en el gremio ante nuestra lucha contra Mortagglia y Belladonna. El joven se levantó rápidamente, levantó su maletín y se dirigió a nosotros, concretamente a mí.
-¡Oh! ¡Huracán, maestra cazadora! Vuestras hazañas ya son cantadas por los bardos, milady. Pero sois incluso más imponente en persona. – me dijo. Alcé una ceja. ¿Era famosa, en serio? – Y también el de vuestra amiga, Elen Calhoun, ¿si no me equivoco, no? – le preguntó con una sonrisa. – Cantan los bardos que juntas derrotasteis a una mantícore sin más armas que vuestras manos.
-Dicho así, suena hasta bien. – comenté recordando la escena, aunque no fue exactamente así como ocurrió.
-No os esforcéis, señora. ¿Qué os ha ocurrido? ¿Os encontráis bien? – Era evidente que no. ¿Hacía falta respuesta a ello? Porque yo no se la daría. Tras unos segundos de silencio, volvió. – ¡Oh! Disculpad mi imprudencia, señora. He venido a presentarme. Soy Marvin Soffleheimer. Ingeniero.
-¿Y para qué quiero yo un ingeniero? – pregunté entonces aborrecida, entrecerrando los ojos a espaldas de Jules, aburrida.
-¡Oh! Bueno, sé que vuestras habilidades mágicas no son tan… poderosas. Como las de otros brujos, necesitaréis suplir esto con tecnología. - ¿qué demonios me estaba llamando aquel tipo? Puse una mala cara. Jules rió. - Dejadme haceros una pequeña demostración, milady. – y se agachó para abrir el maletín de cuero que llevaba. En su interior había tres esferas de distintos colores, con una especie de seguro en lo mismo. – Aún no tienen nombre, pero yo las llamo bombas. Última tecnología alquímica desarrollada por un servidor. Dejadme que os enseñe la utilidad de alguna de ellas.
Soffleheimer tomó una de ellas, la blanca, nos la mostró, pulsó un botón y la lanzó con fuerza contra el suelo. La bomba produjo una reacción alquímica en su interior y comenzó a emitir vapor de agua a alta temperatura. Provocando que dejásemos de vernos por completo los unos a los otros.
-¡Perfecta para escapar! – exclamó Soffleheimer. Tosiendo. Yo rápidamente creé una pequeña corriente de aire para disipar el humo. – O para emboscar al enemigo. ¡Pero tengo más prototipos! - rió. -
-Supongo que querrás que te las compre. – supuse escuetamente cuando el humo terminó por disiparse.
-¡Ni mucho menos, señora! – informó. – Estoy dispuesto a fabricarle este prototipo a cambio de que me deje unirme a su gremio. Mis razones son meramente motivación profesional. Nadie valora mis inventos en la ciudad. – clamó el susodicho Marvin
A pesar de todo, no terminaba de estar completamente convencida de que aquello fuese a funcionar. El tipo parecía tener talento, desde luego. Teníamos a Mortdecái, pero él era más un mecánico que un ingeniero o inventor al uso. Y, ciertamente, aquel armamento podría venirme bien en un combate contra Mortagglia. Simplemente en el combate contra la bruja podría haberlas utilizado y, tal vez, me habrían dado una cierta ventaja. Para ser un cazador o acechador, aquel tipo de armamento podría venirme bien.
-¿Tú que dices, Elen? – le dije a mi amiga desde el costado de Jules. Cediéndole a ella la palabra.
Rápidamente salimos de la habitación, tuve que poner mis brazos delante para evitar conocer el sabor a madera del marco de la puerta. - ¡Cuidado! – le bramé a Jules, ahora sí, enfadada. Y nada más llegar al piso de abajo, bajamos con dificultad los escalones, agarrándome al pasamanos, pues yo era una mujer de tamaño similar a Jules y pesaba bastante. Natasha nos invadió una vez abajo. – Ahora no, Natasha. – le dije a mi prima levantando el brazo con la mano, negándole la firma de las cartas. Ella comprendió la complejidad de la situación y decidió dejarme a solas, indicando que los dejaría en mi dormitorio. Jules secundó la propuesta de mi madre y propuso ir a ver al tal Soffleheimer. ¿Acaso no podía ir ella misma? Era tan capaz como yo para evaluar la capacidad de alguien y al menos, no tendría que ponerme en ridículo.
Salimos al jardín, a donde presuntamente Jules había estado con el tal Soffleheimer. Entonces Elen me preguntó, apesadumbrada, por aquella nueva condición que veía en mí. Preguntándome si había sido culpa de suya.
-Un poco de todo. Llevo así desde aquella noche. No sólo por culpa tuya, imagino que también de todos los combates librados entonces. – le respondí serena, para no culpabilizarla más de lo que parecía sentirse. – No pasa nada, Elen. Me recuperaré, cada vez me pasa con menos frecuencia. Ha sido culpa mía, también. En aquel momento... también fui a hacer daño. – admití también, con ciertos tintes de arrepentimiento.
No tardamos en encontrarnos con Soffleheimer sentado en uno de los bancos junto al estanque central. Un tipo espigado, pero bastante flacucho. Una pésima primera impresión para un cazador de vampiros. Tenía muchas dotes de intelectual y pocas de tipo duro, justo lo que necesitábamos en el gremio ante nuestra lucha contra Mortagglia y Belladonna. El joven se levantó rápidamente, levantó su maletín y se dirigió a nosotros, concretamente a mí.
-¡Oh! ¡Huracán, maestra cazadora! Vuestras hazañas ya son cantadas por los bardos, milady. Pero sois incluso más imponente en persona. – me dijo. Alcé una ceja. ¿Era famosa, en serio? – Y también el de vuestra amiga, Elen Calhoun, ¿si no me equivoco, no? – le preguntó con una sonrisa. – Cantan los bardos que juntas derrotasteis a una mantícore sin más armas que vuestras manos.
-Dicho así, suena hasta bien. – comenté recordando la escena, aunque no fue exactamente así como ocurrió.
-No os esforcéis, señora. ¿Qué os ha ocurrido? ¿Os encontráis bien? – Era evidente que no. ¿Hacía falta respuesta a ello? Porque yo no se la daría. Tras unos segundos de silencio, volvió. – ¡Oh! Disculpad mi imprudencia, señora. He venido a presentarme. Soy Marvin Soffleheimer. Ingeniero.
-¿Y para qué quiero yo un ingeniero? – pregunté entonces aborrecida, entrecerrando los ojos a espaldas de Jules, aburrida.
-¡Oh! Bueno, sé que vuestras habilidades mágicas no son tan… poderosas. Como las de otros brujos, necesitaréis suplir esto con tecnología. - ¿qué demonios me estaba llamando aquel tipo? Puse una mala cara. Jules rió. - Dejadme haceros una pequeña demostración, milady. – y se agachó para abrir el maletín de cuero que llevaba. En su interior había tres esferas de distintos colores, con una especie de seguro en lo mismo. – Aún no tienen nombre, pero yo las llamo bombas. Última tecnología alquímica desarrollada por un servidor. Dejadme que os enseñe la utilidad de alguna de ellas.
Soffleheimer tomó una de ellas, la blanca, nos la mostró, pulsó un botón y la lanzó con fuerza contra el suelo. La bomba produjo una reacción alquímica en su interior y comenzó a emitir vapor de agua a alta temperatura. Provocando que dejásemos de vernos por completo los unos a los otros.
-¡Perfecta para escapar! – exclamó Soffleheimer. Tosiendo. Yo rápidamente creé una pequeña corriente de aire para disipar el humo. – O para emboscar al enemigo. ¡Pero tengo más prototipos! - rió. -
-Supongo que querrás que te las compre. – supuse escuetamente cuando el humo terminó por disiparse.
-¡Ni mucho menos, señora! – informó. – Estoy dispuesto a fabricarle este prototipo a cambio de que me deje unirme a su gremio. Mis razones son meramente motivación profesional. Nadie valora mis inventos en la ciudad. – clamó el susodicho Marvin
A pesar de todo, no terminaba de estar completamente convencida de que aquello fuese a funcionar. El tipo parecía tener talento, desde luego. Teníamos a Mortdecái, pero él era más un mecánico que un ingeniero o inventor al uso. Y, ciertamente, aquel armamento podría venirme bien en un combate contra Mortagglia. Simplemente en el combate contra la bruja podría haberlas utilizado y, tal vez, me habrían dado una cierta ventaja. Para ser un cazador o acechador, aquel tipo de armamento podría venirme bien.
-¿Tú que dices, Elen? – le dije a mi amiga desde el costado de Jules. Cediéndole a ella la palabra.
Anastasia Boisson
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Re: Reconciliación [Privado][Cerrado]
Los peores temores de la centinela se confirmaron en cuanto escuchó la respuesta de su amiga, llevaba así desde la noche en que visitaron la mansión, y aunque no la culpase completamente de ello, su pelea por Vladimir había contribuido a dejarla en aquel estado. Elen no pudo dejar de lado aquel sentimiento de culpabilidad, ni siquiera cuando la cazadora aseguró que se recuperaría de ello y que cada vez le pasaba con menos frecuencia, ambas se habían excedido aquella noche y todo por mantener a salvo al inmortal, al menos en su caso. El vampiro era importante para ella pero ¿hasta qué punto? No quería volver a verse en una situación semejante nunca más, teniendo que pelear con un ser querido por culpa de otro de sus hermanos.
Ninguna de las dos dijo nada más al respecto, quizá fuese mejor así, al menos para la benjamina de los Calhoun, que tardaría algún tiempo en perdonarse por lo sucedido. No tardaron mucho en llegar hasta el estanque central que la cazadora le había enseñado anteriormente, lugar en que esperaba pacientemente el joven Soffleheimer, sentado en uno de los bancos. El individuo en cuestión no encajaba con la imagen de un cazador que Elen tenía, era delgado y tenía más pinta de intelectual que de luchador, aunque quizá el gremio también buscase hombres así para ciertas tareas.
Nada más verlos llegar, el joven se levantó y se dirigió hacia Huracán, alabando sus hazañas y lo imponente de su persona, para luego fijarse en Elen e intentar asegurarse de que se trataba de ella, añadiendo una de sus muchas historias que claramente había sido decorada por los bardos para darles más heroicidad. La centinela recordaba bien aquel incidente con la Manticore en el norte, pero no tenía idea de cómo había llegado la historia a oídos de los juglares, puede que tuviese una charla con alguno de ellos más adelante para averiguarlo.
Dejando eso de lado, Soffleheimer se preocupó por el estado de la cazadora, detalle que hasta el momento había evitado mencionar o en el que quizá no se había fijado por los nervios. Viendo que no obtendría respuesta por parte de la joven, el caballero optó por pedir disculpas y presentarse, revelando que era un ingeniero. ¿Estaría el gremio interesado en reclutar a un ingeniero? ¿Qué podía ofrecerles que ya no tuviesen? Se preguntó la de ojos verdes interiormente, mientras su amiga formulaba la misma cuestión en voz alta. El muchacho no fue muy acertado al elegir las siguientes palabras, lo que provocó que Anastasia pusiese mala cara, pero estaba decidido a mostrarles lo que traía en su maletín, unas extrañas esferas de diferentes colores.
Bombas, así las llamó, y según sus palabras eran última tecnología alquímica que él mismo había desarrollado. La benjamina de los Calhoun se mostró algo curiosa ante aquellos raros orbes, no había visto nada semejante antes y se preguntaba qué podrían hacer, cosa que no tardaría mucho en descubrir. Tomando una de ellas, la que presentaba un color blanco en el exterior, Soffleheimer pulsó un botón y acto seguido la lanzó contra el suelo, consiguiendo que la bomba liberase una nube de vapor lo suficientemente densa como para que a pesar de estar a no más de un metro de Jules y Huracán, dejase de verlos por completo.
Elen se cubrió a medias el rostro de forma instintiva y entrecerró los ojos, sin saber cuánto tiempo duraría aquel efecto. Tampoco podía ver al ingeniero pero si oírlo, y éste parecía entusiasmado con su invento, que ciertamente resultaba muy útil para escapar, desorientar al enemigo o tender emboscadas. Una corriente de aire disipó el vapor para que pudiesen volver a la normalidad, pero antes de que Soffleheimer pudiese hablar de sus otros dos prototipos la cazadora lo cortó para centrarse en la posible compra de aquellos artefactos. Sin embargo, Marvin no había ido hasta allí con intenciones de vender, quería unirse al gremio y estaba dispuesto a fabricar sus bombas para los cazadores si lo aceptaban, ya que en la ciudad nadie valoraba sus creaciones.
Ante esto, Huracán decidió pedir opinión a la de cabellos cenicientos, cosa que la tomó por sorpresa ya que ella no formaba parte del gremio, puede que Jules tuviese más que decir al respecto pero de todos modos la joven compartiría sus impresiones con el resto de los presentes. - No había visto nada semejante… - comenzó a decir, acercándose ligeramente al maletín de Soffleheimer. - Parece muy práctico contar con este tipo de artilugios de cara a un combate, piénsalo, podríais lanzar a los vampiros una de estas y dejarlos completamente desorientados, os daría tiempo de ganar distancia y ocultaros para rematar en cuanto el humo se disipase. - continuó, con visible interés. A ella misma le vendría bien tener un par de bombas para enfrentar lo que le esperaba, pero de momento tenía que conocer algo mejor el producto antes de decidirse a adquirirlo.
Si estaban basadas en la alquimia existía una posibilidad de que ella misma aprendiese a hacerlas, pero seguramente eso requiriese tiempo y los servicios de un experto en tema para trabajar de forma segura, cosa que actualmente no tenía. Su viaje debía continuar así que su mejor opción sería comprar alguna por el camino, pero para decidirse primero tenía que valorar todas las opciones que aquellos artefactos ofrecían. - ¿Qué hacen las otras dos? - preguntó al ingeniero, señalando las dos esferas que aún descansaban en el interior del maletín.
Ninguna de las dos dijo nada más al respecto, quizá fuese mejor así, al menos para la benjamina de los Calhoun, que tardaría algún tiempo en perdonarse por lo sucedido. No tardaron mucho en llegar hasta el estanque central que la cazadora le había enseñado anteriormente, lugar en que esperaba pacientemente el joven Soffleheimer, sentado en uno de los bancos. El individuo en cuestión no encajaba con la imagen de un cazador que Elen tenía, era delgado y tenía más pinta de intelectual que de luchador, aunque quizá el gremio también buscase hombres así para ciertas tareas.
Nada más verlos llegar, el joven se levantó y se dirigió hacia Huracán, alabando sus hazañas y lo imponente de su persona, para luego fijarse en Elen e intentar asegurarse de que se trataba de ella, añadiendo una de sus muchas historias que claramente había sido decorada por los bardos para darles más heroicidad. La centinela recordaba bien aquel incidente con la Manticore en el norte, pero no tenía idea de cómo había llegado la historia a oídos de los juglares, puede que tuviese una charla con alguno de ellos más adelante para averiguarlo.
Dejando eso de lado, Soffleheimer se preocupó por el estado de la cazadora, detalle que hasta el momento había evitado mencionar o en el que quizá no se había fijado por los nervios. Viendo que no obtendría respuesta por parte de la joven, el caballero optó por pedir disculpas y presentarse, revelando que era un ingeniero. ¿Estaría el gremio interesado en reclutar a un ingeniero? ¿Qué podía ofrecerles que ya no tuviesen? Se preguntó la de ojos verdes interiormente, mientras su amiga formulaba la misma cuestión en voz alta. El muchacho no fue muy acertado al elegir las siguientes palabras, lo que provocó que Anastasia pusiese mala cara, pero estaba decidido a mostrarles lo que traía en su maletín, unas extrañas esferas de diferentes colores.
Bombas, así las llamó, y según sus palabras eran última tecnología alquímica que él mismo había desarrollado. La benjamina de los Calhoun se mostró algo curiosa ante aquellos raros orbes, no había visto nada semejante antes y se preguntaba qué podrían hacer, cosa que no tardaría mucho en descubrir. Tomando una de ellas, la que presentaba un color blanco en el exterior, Soffleheimer pulsó un botón y acto seguido la lanzó contra el suelo, consiguiendo que la bomba liberase una nube de vapor lo suficientemente densa como para que a pesar de estar a no más de un metro de Jules y Huracán, dejase de verlos por completo.
Elen se cubrió a medias el rostro de forma instintiva y entrecerró los ojos, sin saber cuánto tiempo duraría aquel efecto. Tampoco podía ver al ingeniero pero si oírlo, y éste parecía entusiasmado con su invento, que ciertamente resultaba muy útil para escapar, desorientar al enemigo o tender emboscadas. Una corriente de aire disipó el vapor para que pudiesen volver a la normalidad, pero antes de que Soffleheimer pudiese hablar de sus otros dos prototipos la cazadora lo cortó para centrarse en la posible compra de aquellos artefactos. Sin embargo, Marvin no había ido hasta allí con intenciones de vender, quería unirse al gremio y estaba dispuesto a fabricar sus bombas para los cazadores si lo aceptaban, ya que en la ciudad nadie valoraba sus creaciones.
Ante esto, Huracán decidió pedir opinión a la de cabellos cenicientos, cosa que la tomó por sorpresa ya que ella no formaba parte del gremio, puede que Jules tuviese más que decir al respecto pero de todos modos la joven compartiría sus impresiones con el resto de los presentes. - No había visto nada semejante… - comenzó a decir, acercándose ligeramente al maletín de Soffleheimer. - Parece muy práctico contar con este tipo de artilugios de cara a un combate, piénsalo, podríais lanzar a los vampiros una de estas y dejarlos completamente desorientados, os daría tiempo de ganar distancia y ocultaros para rematar en cuanto el humo se disipase. - continuó, con visible interés. A ella misma le vendría bien tener un par de bombas para enfrentar lo que le esperaba, pero de momento tenía que conocer algo mejor el producto antes de decidirse a adquirirlo.
Si estaban basadas en la alquimia existía una posibilidad de que ella misma aprendiese a hacerlas, pero seguramente eso requiriese tiempo y los servicios de un experto en tema para trabajar de forma segura, cosa que actualmente no tenía. Su viaje debía continuar así que su mejor opción sería comprar alguna por el camino, pero para decidirse primero tenía que valorar todas las opciones que aquellos artefactos ofrecían. - ¿Qué hacen las otras dos? - preguntó al ingeniero, señalando las dos esferas que aún descansaban en el interior del maletín.
Elen Calhoun
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Re: Reconciliación [Privado][Cerrado]
Jules y Elen quedaron tan impresionados como yo. Aquellos artefactos eran demasiado inverosímiles y se me ocurrían mil formas de poder utilizarlos en combate. Estaba claro que a medida que nuestros enemigos nos conocieran, podrían buscar maneras de contrarrestarlos, pero como factor sorpresa en primera estancia o como recurso en combate podían venir muy bien.
-Estoy con Elen. A mí me las ha vendido. – añadió Jules para complementar la opinión de mi amiga. Soffleheimer mostró una sonrisa, alegre porque su invento por fin hubiese calado tan bien entre nosotros.
Elen preguntó a continuación para qué servían el resto de bombas de colores. La roja y la amarilla, que resultaban especialmente intrigantes.
-¡Oh! El resto, pues empecemos por Lux Scintillia, mi favorita. – tomó la amarilla en primer lugar. – El mecanismo de accionamiento es similar pero el efecto es bien distinto. No la miréis directamente. - Soffleheimer tomó el orbe, quitó el seguro y activó el mismo botón para, a continuación soltarla con fuerza contra el suelo. –
Seguí las instrucciones del ingeniero y, cuando la esfera impactó contra el suelo, una repentina luz cegadora nos aturdió por completo. Era una manera mecanizada de similar los orbes de luz de Elen, sólo que éstos eran repentinos.
-¡Por los dioses! ¡Qué pasada! – gritó Jules exaltado. – Siempre quise ser como Elen y Soffleheimer por fin ha cumplido uno de los sueños de mi vida. – comentó el siempre bromista brujo, que por el impacto de la granada y mi peso casi termina en el suelo. El joven ingeniero se encogió de hombros y recogió los restos de lo que él llamaba “bombas”.
-¿Y qué hace la roja? – le pregunté definitivamente, seria, arrascándome los ojos, que todavía me picaban por la luz cegadora, menos mal que no había mirado hacia el mismo.
-La roja no recomiendo utilizarla en la mansión, mi señora. – explicó con una expresión un tanto de incordio y arrepentimiento. – Éste modelo cuenta con dos cámaras en su interior, en cada una se guardan dos componentes alquímicos reactivos que, cuando se encuentran y se alcanza una determinada energía de activación producida por el impacto, reaccionan. – explicó mostrándonos por fuera la esfera y complementando la explicación con gestos alrededor de la bola, que por el sonido del interior parecía contener líquido. – Entonces una pequeña explosión tiene lugar. No muy grande, pero sí lo suficiente.
-¿Y no será peligroso? – pregunté algo extrañada. Reconocía que el concepto me parecía muy interesante, pero no terminaba de convencerme la idea de ir vagando por ahí con algo que podía explotar en cualquier momento. Y menos yo, siendo tan propensa a recibir golpes.
-De ninguna manera, señora. – me tranquilizó Soffleheimer. – Como he dicho, requiere una energía de activación, que sólo se consigue si desactiva el seguro para abrir los compartimentos laterales y si a continuación se produce un impacto.
Parecía que aquellos artilugios no sólo eran buenos desde un punto de vista ofensivo, sino que además, parecían ser seguros para el usuario que los utilizaba. Pronto tendríamos que enfrentarnos a la Dama, Belladonna y la Hermandad, de manera que disponer de ellos como factor sorpresa podría terminando siendo clave, aunque no podíamos confiar todas nuestras posibilidades de victorias a unos artilugios cuya eficacia estaba por demostrar.
De todos modos, a Soffleheimer se le veía buen tipo, y por su rostro de niño pequeño agarrando su ahora vacío maletín, mirando con brillantez e ilusión en sus ojos esperando un sí por respuesta, no podía decirle que no. Guardé silencio durante unos segundos, antes de emitir mi veredicto.
-Contratado. – comenté, a lo que Marvin respondió apretando los puños y lo celebró por todo lo alto. Jules se rió de él. – Ve a hablar con Natasha. – le indiqué, pues ella al ser como secretaria era quien podría desarrollar los contratos.
Marvin me dio las gracias de una manera muy gesticulante y entró corriendo de la emoción a la mansión Boisson. – Pobre ignorante, no sabe dónde se ha metido. – comentó un Jules al que ya empezaban a fallarle las piernas. Y es que el brujo no destacaba, precisamente, por ser muy fuerte. – ¡Ay! Huri, creo que será mejor que te devuelva a la habitación. – dijo con cierto agotamiento.
Envié una última mirada cariñosa a Elen. No iba a marcharme de ahí sin despedirme de ella, la mañana había sido fructífera desde el punto de vista que había reconciliarme con mi buena amiga. A pesar de haber sido ella la principal responsable de mi actual estado convaleciente no podía culparla, no cuando yo también traté de atacarla a ella sin ningún motivo. Ninguna de las dos éramos Anastasia Boisson o Elen Calhoun en aquel momento, y me daba la impresión, aunque tal vez fuera equivocada, de que estaba un poco entristecida y arrepentida de verme así.
-En serio, no te preocupes. – le dije tocándole el hombro delicadamente. – Mañana ya estaré bien. Sólo necesito descansar. – y sonreí como mejor podía. Quizás mis palabras no habrían sido suficientes para quitarle aquel peso de encima. Pero la amistad tenía que estar siempre por encima de cualquier cosa. Y desde que conocí a Elen en la cala de Luna y me libró del ataque de Geist y la sirena, supe que era una joven de buen corazón, aunque lo que nunca imaginé fue todo lo que tendría detrás. Sonreí pensando en este primero encuentro y le di un pequeño golpecito amistoso en el hombro a la centinela. - ¿Amigas?
-Estoy con Elen. A mí me las ha vendido. – añadió Jules para complementar la opinión de mi amiga. Soffleheimer mostró una sonrisa, alegre porque su invento por fin hubiese calado tan bien entre nosotros.
Elen preguntó a continuación para qué servían el resto de bombas de colores. La roja y la amarilla, que resultaban especialmente intrigantes.
-¡Oh! El resto, pues empecemos por Lux Scintillia, mi favorita. – tomó la amarilla en primer lugar. – El mecanismo de accionamiento es similar pero el efecto es bien distinto. No la miréis directamente. - Soffleheimer tomó el orbe, quitó el seguro y activó el mismo botón para, a continuación soltarla con fuerza contra el suelo. –
Seguí las instrucciones del ingeniero y, cuando la esfera impactó contra el suelo, una repentina luz cegadora nos aturdió por completo. Era una manera mecanizada de similar los orbes de luz de Elen, sólo que éstos eran repentinos.
-¡Por los dioses! ¡Qué pasada! – gritó Jules exaltado. – Siempre quise ser como Elen y Soffleheimer por fin ha cumplido uno de los sueños de mi vida. – comentó el siempre bromista brujo, que por el impacto de la granada y mi peso casi termina en el suelo. El joven ingeniero se encogió de hombros y recogió los restos de lo que él llamaba “bombas”.
-¿Y qué hace la roja? – le pregunté definitivamente, seria, arrascándome los ojos, que todavía me picaban por la luz cegadora, menos mal que no había mirado hacia el mismo.
-La roja no recomiendo utilizarla en la mansión, mi señora. – explicó con una expresión un tanto de incordio y arrepentimiento. – Éste modelo cuenta con dos cámaras en su interior, en cada una se guardan dos componentes alquímicos reactivos que, cuando se encuentran y se alcanza una determinada energía de activación producida por el impacto, reaccionan. – explicó mostrándonos por fuera la esfera y complementando la explicación con gestos alrededor de la bola, que por el sonido del interior parecía contener líquido. – Entonces una pequeña explosión tiene lugar. No muy grande, pero sí lo suficiente.
-¿Y no será peligroso? – pregunté algo extrañada. Reconocía que el concepto me parecía muy interesante, pero no terminaba de convencerme la idea de ir vagando por ahí con algo que podía explotar en cualquier momento. Y menos yo, siendo tan propensa a recibir golpes.
-De ninguna manera, señora. – me tranquilizó Soffleheimer. – Como he dicho, requiere una energía de activación, que sólo se consigue si desactiva el seguro para abrir los compartimentos laterales y si a continuación se produce un impacto.
Parecía que aquellos artilugios no sólo eran buenos desde un punto de vista ofensivo, sino que además, parecían ser seguros para el usuario que los utilizaba. Pronto tendríamos que enfrentarnos a la Dama, Belladonna y la Hermandad, de manera que disponer de ellos como factor sorpresa podría terminando siendo clave, aunque no podíamos confiar todas nuestras posibilidades de victorias a unos artilugios cuya eficacia estaba por demostrar.
De todos modos, a Soffleheimer se le veía buen tipo, y por su rostro de niño pequeño agarrando su ahora vacío maletín, mirando con brillantez e ilusión en sus ojos esperando un sí por respuesta, no podía decirle que no. Guardé silencio durante unos segundos, antes de emitir mi veredicto.
-Contratado. – comenté, a lo que Marvin respondió apretando los puños y lo celebró por todo lo alto. Jules se rió de él. – Ve a hablar con Natasha. – le indiqué, pues ella al ser como secretaria era quien podría desarrollar los contratos.
Marvin me dio las gracias de una manera muy gesticulante y entró corriendo de la emoción a la mansión Boisson. – Pobre ignorante, no sabe dónde se ha metido. – comentó un Jules al que ya empezaban a fallarle las piernas. Y es que el brujo no destacaba, precisamente, por ser muy fuerte. – ¡Ay! Huri, creo que será mejor que te devuelva a la habitación. – dijo con cierto agotamiento.
Envié una última mirada cariñosa a Elen. No iba a marcharme de ahí sin despedirme de ella, la mañana había sido fructífera desde el punto de vista que había reconciliarme con mi buena amiga. A pesar de haber sido ella la principal responsable de mi actual estado convaleciente no podía culparla, no cuando yo también traté de atacarla a ella sin ningún motivo. Ninguna de las dos éramos Anastasia Boisson o Elen Calhoun en aquel momento, y me daba la impresión, aunque tal vez fuera equivocada, de que estaba un poco entristecida y arrepentida de verme así.
-En serio, no te preocupes. – le dije tocándole el hombro delicadamente. – Mañana ya estaré bien. Sólo necesito descansar. – y sonreí como mejor podía. Quizás mis palabras no habrían sido suficientes para quitarle aquel peso de encima. Pero la amistad tenía que estar siempre por encima de cualquier cosa. Y desde que conocí a Elen en la cala de Luna y me libró del ataque de Geist y la sirena, supe que era una joven de buen corazón, aunque lo que nunca imaginé fue todo lo que tendría detrás. Sonreí pensando en este primero encuentro y le di un pequeño golpecito amistoso en el hombro a la centinela. - ¿Amigas?
Anastasia Boisson
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Re: Reconciliación [Privado][Cerrado]
Jules también dejó claro su interés en aquellos curiosos artefactos, ¿quién no querría tener en el bolsillo una forma segura de huir ante cualquier peligro? La hechicera no entendía que hasta el momento nadie hubiese valorado el trabajo de Soffleheimer, sobre todo estando en tierra de brujos, raza que destacaba por lo belicoso de su carácter. Obviando el tema, Elen centró su atención en los movimientos del ingeniero, que tras escuchar su pregunta se dispuso a mostrarles la utilidad de otra de las esferas, aquella cuya cobertura era de un tono amarillo. La segunda bomba se accionaba del mismo modo que la anterior, pero antes de pulsar el botón para activarla, Marvin avisó de que su efecto era diferente e instó a los presentes a no mirar directamente hacia el artefacto.
Elen se vio intrigada por aquellas palabras, pero haciendo caso al inventor, se cubrió el rostro con una mano antes de que la bomba impactase contra el suelo, momento en que una repentina y cegadora luz emanó de la esfera, obligando a la bruja a cerrar los ojos. Aquel humano había sido capaz de recrear uno de sus ataques y encerrarlo en un pequeño objeto de bolsillo, ¿qué más podría fabricar? La centinela estaba realmente sorprendida con lo que acababa de ver y no era la única, Jules no tardó en poner de manifiesto su asombro, bromeando acerca de que uno de los sueños de su vida era parecerse a la benjamina de los Calhoun.
Sin duda el gremio de cazadores ganaría mucho aceptando al joven entre sus filas, pero aún quedaba por descubrir qué hacía la última de las bombas, fácilmente diferenciable del resto por su vivo color rojo. Huracán formuló la pregunta que probablemente se hacían todos los presentes, pero ninguno de ellos llegaría a ver en acción aquel artefacto, pues según las palabras de su creador, no era recomendable activarla en la mansión. Marvin procedió a explicarles su funcionamiento y los componentes con los que contaba en su interior, señalando con el dedo las zonas en que estaba cada cosa y permitiendo que escuchasen el inconfundible sonido de un líquido en su interior.
Como resultado de accionar aquella última se producía una pequeña explosión, motivo por el cual el ingeniero prefería no utilizarla cerca de la sede del gremio, ya que dañar el palacio de los vientos o a cualquiera de los que moraban en él no le ayudaría a ganarse el acceso. Anastasia se interesó entonces por el posible peligro que aquel tipo de artilugios podrían suponer, algo totalmente natural ya que era la primera vez que veían algo semejante, pero el joven le aseguró que no tenía de qué preocuparse, solo la correcta desactivación del seguro liberaría los componentes alquímicos de su interior, que al juntarse no explotarían, debía producirse un impacto para que se detonase.
Eso tranquilizó a la centinela, pero tendría que quedarse con las ganas de ver aquella esfera en acción, aunque quizá en su futura lucha contra Belladonna y Mortagglia tuviese ocasión de hacerlo. Imaginar a la vampira saltando por los aires gracias a aquellos inventos hizo que esbozase una leve sonrisa, sin duda se merecía acabar de la forma más dolorosa posible después de todo lo que había hecho, y que perdiese algún que otro miembro durante el combate se le antojaba lo más justo. Su muerte no debía ser rápida no, Mortagglia debía experimentar en sus propias carnes todo el sufrimiento que había causado a otros, aunque le faltaría vida para ello.
Repentinamente, la joven de cabellos cenicientos frunció el ceño ante la crueldad de sus propios pensamientos, ¿era su rencor el que hablaba o las oscuras almas que colgaban de su cuello? No supo responderse, pero antes de que ninguno de los presentes pudiese notar aquel cambio en su rostro, la tensai hizo lo posible por relajarse y apartar de su mente todo lo relacionado con la abuela de su amiga. Por suerte no le costó demasiado conseguirlo, justo a tiempo de oír como la cazadora pronunciaba las palabras que el ingeniero estaría deseando escuchar, el gremio contaría con él y sus inventos a partir de aquel día.
El joven no pudo evitar celebrar aquello, y tras conseguir que Jules se riese de él por ello, siguió la indicación de Huracán y se dirigió a toda prisa al interior de la mansión, al encuentro de Natasha. Nuevamente solos, el brujo pudo mostrar el agotamiento que le causaba cargar a su compañera, tenía que llevarla a su habitación y eso implicaba que por el momento, tocaba despedirse. Las miradas de ambas hechiceras se cruzaron, habían pasado varias semanas desde su último encuentro y teniendo en cuenta lo mal que éste había terminado, obligándolas a enfrentarse en combate, con el visible resultado de la incapacidad para tenerse en pie por sí sola de la cazadora, Elen debía estar muy agradecida de qué Anastasia le permitiese seguir considerándose su amiga.
- Siempre. - respondió la centinela tras recibir un amistoso golpecito en el hombro por parte de la tensai, y lo dijo completamente segura de ello, pues si su amistad había superado lo ocurrido con Vladimir, sería capaz de sobreponerse a cualquier cosa. De todos modos no volvería a permitir que nada ni nadie la volviese contra Huracán, no podía permitirse perder a una de las pocas personas a las que consideraba importante en su vida. - Nos veremos pronto. - añadió poco después, dedicando una leve sonrisa al par de brujos. Tras esto la de ojos verdes cruzó el jardín y abandonó la sede del gremio, sabiendo que la próxima vez que tuviese noticias de ellos sería para acabar de una vez por todas con la Hermandad.
Su regreso a la vivienda familiar fue tranquilo, y tras explicar las nuevas a Alister, ambos comenzaron a organizarse para estar lo mejor equipados que pudiesen, sin dejar de lado su labor de reunir al resto de centinelas por supuesto. Amaterasu era la siguiente de la lista, y convencerla sin duda resultaría todo un reto para el que más le valía estar preparada, así que retomar el entrenamiento de sus habilidades ganaba importancia, cosa que se extendía al dragón ya que estaba decidido a acompañarla.
Elen se vio intrigada por aquellas palabras, pero haciendo caso al inventor, se cubrió el rostro con una mano antes de que la bomba impactase contra el suelo, momento en que una repentina y cegadora luz emanó de la esfera, obligando a la bruja a cerrar los ojos. Aquel humano había sido capaz de recrear uno de sus ataques y encerrarlo en un pequeño objeto de bolsillo, ¿qué más podría fabricar? La centinela estaba realmente sorprendida con lo que acababa de ver y no era la única, Jules no tardó en poner de manifiesto su asombro, bromeando acerca de que uno de los sueños de su vida era parecerse a la benjamina de los Calhoun.
Sin duda el gremio de cazadores ganaría mucho aceptando al joven entre sus filas, pero aún quedaba por descubrir qué hacía la última de las bombas, fácilmente diferenciable del resto por su vivo color rojo. Huracán formuló la pregunta que probablemente se hacían todos los presentes, pero ninguno de ellos llegaría a ver en acción aquel artefacto, pues según las palabras de su creador, no era recomendable activarla en la mansión. Marvin procedió a explicarles su funcionamiento y los componentes con los que contaba en su interior, señalando con el dedo las zonas en que estaba cada cosa y permitiendo que escuchasen el inconfundible sonido de un líquido en su interior.
Como resultado de accionar aquella última se producía una pequeña explosión, motivo por el cual el ingeniero prefería no utilizarla cerca de la sede del gremio, ya que dañar el palacio de los vientos o a cualquiera de los que moraban en él no le ayudaría a ganarse el acceso. Anastasia se interesó entonces por el posible peligro que aquel tipo de artilugios podrían suponer, algo totalmente natural ya que era la primera vez que veían algo semejante, pero el joven le aseguró que no tenía de qué preocuparse, solo la correcta desactivación del seguro liberaría los componentes alquímicos de su interior, que al juntarse no explotarían, debía producirse un impacto para que se detonase.
Eso tranquilizó a la centinela, pero tendría que quedarse con las ganas de ver aquella esfera en acción, aunque quizá en su futura lucha contra Belladonna y Mortagglia tuviese ocasión de hacerlo. Imaginar a la vampira saltando por los aires gracias a aquellos inventos hizo que esbozase una leve sonrisa, sin duda se merecía acabar de la forma más dolorosa posible después de todo lo que había hecho, y que perdiese algún que otro miembro durante el combate se le antojaba lo más justo. Su muerte no debía ser rápida no, Mortagglia debía experimentar en sus propias carnes todo el sufrimiento que había causado a otros, aunque le faltaría vida para ello.
Repentinamente, la joven de cabellos cenicientos frunció el ceño ante la crueldad de sus propios pensamientos, ¿era su rencor el que hablaba o las oscuras almas que colgaban de su cuello? No supo responderse, pero antes de que ninguno de los presentes pudiese notar aquel cambio en su rostro, la tensai hizo lo posible por relajarse y apartar de su mente todo lo relacionado con la abuela de su amiga. Por suerte no le costó demasiado conseguirlo, justo a tiempo de oír como la cazadora pronunciaba las palabras que el ingeniero estaría deseando escuchar, el gremio contaría con él y sus inventos a partir de aquel día.
El joven no pudo evitar celebrar aquello, y tras conseguir que Jules se riese de él por ello, siguió la indicación de Huracán y se dirigió a toda prisa al interior de la mansión, al encuentro de Natasha. Nuevamente solos, el brujo pudo mostrar el agotamiento que le causaba cargar a su compañera, tenía que llevarla a su habitación y eso implicaba que por el momento, tocaba despedirse. Las miradas de ambas hechiceras se cruzaron, habían pasado varias semanas desde su último encuentro y teniendo en cuenta lo mal que éste había terminado, obligándolas a enfrentarse en combate, con el visible resultado de la incapacidad para tenerse en pie por sí sola de la cazadora, Elen debía estar muy agradecida de qué Anastasia le permitiese seguir considerándose su amiga.
- Siempre. - respondió la centinela tras recibir un amistoso golpecito en el hombro por parte de la tensai, y lo dijo completamente segura de ello, pues si su amistad había superado lo ocurrido con Vladimir, sería capaz de sobreponerse a cualquier cosa. De todos modos no volvería a permitir que nada ni nadie la volviese contra Huracán, no podía permitirse perder a una de las pocas personas a las que consideraba importante en su vida. - Nos veremos pronto. - añadió poco después, dedicando una leve sonrisa al par de brujos. Tras esto la de ojos verdes cruzó el jardín y abandonó la sede del gremio, sabiendo que la próxima vez que tuviese noticias de ellos sería para acabar de una vez por todas con la Hermandad.
Su regreso a la vivienda familiar fue tranquilo, y tras explicar las nuevas a Alister, ambos comenzaron a organizarse para estar lo mejor equipados que pudiesen, sin dejar de lado su labor de reunir al resto de centinelas por supuesto. Amaterasu era la siguiente de la lista, y convencerla sin duda resultaría todo un reto para el que más le valía estar preparada, así que retomar el entrenamiento de sus habilidades ganaba importancia, cosa que se extendía al dragón ya que estaba decidido a acompañarla.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
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