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Mensaje  Ashryn Elaynor Dom Mayo 14 2017, 22:57

La ojiazul había tenido un mal presentimiento desde que puso el primer pie dentro de la juguetería, pero su necesidad de información fue más grande y realmente se arrepentía. El nieto de Mrs. Neil había bajado a recibirla con esa extraña mirada, que a la rubia le infundía profundo temor. Como era de esperarse la situación no resultó para nada bien, de hecho, la pequeña elfa estuvo a punto de salir corriendo, pues el trato que Braham Neil le dio, bastó para ponerle los nervios de punta. Intentó enfocar su atención, fingiendo que no sentía la mirada del muchacho sobre su persona, escudriñándola con gran detenimiento. Casi se quiso morir cuando él le aseguró que había llegado en un mal momento e internamente maldijo a su suerte, considerando la idea de que no tendría otra oportunidad de averiguar qué relación tenía la juguetera en el asunto del profanador.

Su estupefacción fue llevada a nuevos límites al sentir como el muchacho le quitaba el hermoso peluche de ardilla y lo abrazaba como si la vida dependiese de ello. Algo había en ese chico que no le ocasionaba buena espina, pero al verlo tan frágil y tan vulnerable se replanteó la idea de que quizá todo estaba en su cabeza. Ella no comprendía lo que era el sentimiento de soledad, había venido al mundo acompañada de un hermano gemelo y siempre había estado junto a él, no imaginaba lo que sería la vida de ese joven, especialmente cuando su abuela partiese de este mundo. No sabía que palabras podría brindarle al joven para mermar su pena, aunque no fue necesario que lo hiciera, pues éste no tardó en echarla de la tienda, alegando que quería estar solo. Soledad… ¿qué cosas no se cometerían por evitarla a toda costa?

La princesa de los Elaynor no se había repuesto de todo aquello, cuando un nuevo alborotó capto no solo su atención, sino la de todos en el pueblo. Clain Torre corría por las calles de la aldea gritando que él era El Profanador. Tras él pudo divisar la silueta del amable carnicero de la mañana, solo que esta vez no tenía aquel semblante agradable. Ashy aun dudaba de la identidad del malhechor, pero podría afirmar, sin lugar a dudas, que el bibliotecario poco tendría que ver con los actos cometidos, más allá de haber vendido un montón de libros de nigromancia. Todo se había descontrolado severamente. La loca de la amiga de Mrs. Tranoth lanzaba piedras como la salvaje que era, una de ellas incluso llegó a lastimar a Jillie Torre, quien, se encontraba sujetada por las manos de otra mujer que no logró reconocer.

Aquel lugar se creería cualquier patraña que acabara con sus estúpidas supersticiones, pues, de cierta manera, la ojiazul creía que el analfabetismo había sido un factor determinante para que todas aquellas cosas sucedieran. Daba igual lo que el pueblo pensara en esos momentos, ella tenía que hacer para evitar despedazasen al hombre a diestra y siniestra. Señalar a un culpable no era un lujo que pudiese permitirse, no estaba segura de la identidad de aquel hombre, pero su última visita a casa de la juguetera había brindado una pista que podría considerar como valiosa. Aun así, corrió con todas sus fuerzas situándose frente a Mr. Torre, pensando rápidamente lo que le diría a todo ese pueblo de salvajes. Le sorprendía como los humanos eran capaces de catalogar a los elfos como criaturas peligrosas, en lugar de mirarse ellos mismos en el espejo de su bestialidad e ignorancia.

—Sr. Torre, ¿qué es lo que ha hecho? —Susurró, revisándole el pulso y la respuesta ocular—. ¡El señor Torre está sufriendo de un severo cuadro psicótico, ocasionado por el estrés! —Miró al carnicero con seriedad—. ¡Vuelvan a sus casas, yo me ocuparé de atenderlo! —Escuchó las palabras que algunos de ellos proferían, acusando al bibliotecario—. Si tienen las pruebas suficientes para condenarle, entonces les permitiré echarle mano, mientras no sea así él es mi paciente y no les permitiré que emitan juicios sin pruebas —todos callaron—. Acompáñeme, Sr. Torre…

Bajo protestas sacó al bibliotecario, arrastrándolo pese a todos los forcejeos que el hombre hacía para volver a que lo lincharan. Con mucho esfuerzo consiguió volver a la biblioteca junto al Sr. Torre, aguardando al arribo de Jillie Torre para evitar que el hombre volviese a cometer alguna locura. La mujer tenía un apósito sobre su frente, seguramente la otra dama con la que estaba se lo había colocado. Por milagro divino había logrado evitar la masacre que estuvo a punto de acontecer, pero aún quedaba algo por hacer, desgraciadamente la inestabilidad del Sr. Torre podría hacer que todo se fuera por la borda. Dandole vueltas al asunto y hojeando discretamente los libros que él le había entregado, Ashy llegó a la conclusión de que necesitaba saber una cosa antes de dirigirse al cementerio, pues la noche ya estaba por arribar.

—Sr…Tore… ¿alguien más de la lista que me dio sabe leer? —Hizo una pausa, mordiéndose el labio con nerviosismo—. Alguien como…Braham Neil…

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Mensaje  Sigel Lun Mayo 15 2017, 11:19

Braham Neil sacó, de debajo de la cama de su abuela, un baúl repleto de muñecos. Ahí guardaba sus últimas creaciones, las mejores que había hecho hasta ahora. Eran, simplemente, perfectas. Años atrás, los peluches de Melinda Neil eran famosos en casi toda Verisar. Todos los niños y algunos adultos querían a la anciana como si de verdad fuera su propia abuela. Iban a visitarla, la abrazaban y le estiraban de la bata blanca para pedirle más galletas de chocolate (estaban riquísimas). Había días en los que la pequeña juguetería conseguía atraer a más peregrinos que cualquier santuario de los Dioses. No era para menos. El amor que la anciana proporcionaba con su amable sonrisa y con sus cálidos abrazos no lo podía igualar ningún Dios.

Por aquellos tiempos, Braham era un niño de siete años que no separaba, bajo ningún concepto, del Muñeco Neil. Sus padres habían fallecido: un accidente con el carro de caballos. Fue lo único que le dijeron al pequeño. Melinda lo acogió en su juguetería y fue ella quien le hizo el Muñeco Neil para que dejase de llorar por la muerte de sus padres. Obviamente, lo consiguió (el amor de Melinda superaba al de todos los Dioses). Siempre que los recuerdos de papá y mamá volvían, Braham se quedaba sentado en una silla de esparto abrazando al Muñeco Neil sin llorar.

Era un chico valiente y muy inteligente. Le gustaba jugar con los niños que llegaban de las otras ciudades. Cada día podía jugar con niños nuevos: licántropos, brujos, elfos, vampiros, humanos… Los había conocido de todos los tipos y de todos los tamaños. Una vez, conoció a un niño de ocho años que era mitad oso que casi metro y media de alto. ¡Era un gigante!

Del baúl de los peluches de debajo de la cama de Melinda, sacó uno que tenía la mitad de la cabeza como un oso y la otra como una persona normal. Lo abrazó unos instantes y lo dejó en el suelo. Era como si su amigo gigante hubiera regresado a jugar con él. Lo echaba de menos. Echaba de menos aquellos buenos días en los que la juguetería estaba repleta de niños con los que jugar. ¿Por qué tuvo que enfermar Melinda? Se preguntaba al borde de las lágrimas. Ningún doctor la supo tratar. Todos decían lo mismo: “Era cosa de la edad, tardío o temprano tenía que suceder”. Braham Neil tenía once años cuando se tuvo que hacer cargo de la tienda. No era lo mismo que con Melinda. Todos querían ver a la anciana. Querían sus abrazos, sus sonrisas y sus galletas (estaban riquísimas). A nadie le interesaba ver a un pequeño hombrecillo flacucho y de ojos saltones.

Braham Neil lo intentó. Hizo su mejor trabajo. Él solo quería volver a ver la juguetería llena, como antes de enfermar Melinda lo había estado. Era su único deseo. ¡Ojala volviera sus amigos a jugar con él!

La única forma de que a gente volviera era curando a la abuela. Si conseguía sanarle el mal que la estaba matando, la gente volvería a la tienda. Durante años estuvo preguntando al señor Torre y a la señora Nancy para que le contasen todo cuanto sabían de medicina, compraba la mejor carne de la tienda del señor Honner y mandaba al señor Gisbert preparar una sopa especial. Hacía todo lo que estaba en sus manos para curar a Melinda Neil. ¡Todo! Incluso hizo las cosas que estaban prohibidas hacer.

Los siguientes peluches que sacó del baúl eran los mejores. Uno estaba disfrazado con un uniforme de caballero. El cuero con el que estaba hecho el muñeco tenía un color más claro del que solía tener si lo hubiera hecho con la piel de cerdo o de cordero y, también, era ligeramente más áspero. Haber puesto la piel de Gordic Tranoth a hervir antes de usarla para hacer el cuero fue un gran acierto. Cuando Braham desolló el cadáver, la piel que obtuvo tuvo un feo color gris que, por muchos tintes que utilizase, no pudo quitarle. El truco fue hervir la piel una vez desollada.  Eso hizo que se ablandase y que los tintes fueran más eficaces contra ellos. El muñeco de caballero estaba decorado con un largo cabello de color cano, sacado del cadáver, por su puesto. Pero, sin duda, el detalle que más orgulloso estaba era el de los dientes. El muñeco de caballero tenía cinco líneas verticales en el lugar donde tenía que estar la boca; estas finas líneas las había conseguido al cortar los dientes del difunto Gordic Tranoth con una pequeña seria. Lo importante es que fueran los dientes de verdad, los de mentira no servían.

-Mira, ¿te acuerdas de él?- le enseñó el muñeco del caballero a Melinda, ella estaba media dormida con los ojos entrecerrados sin saber qué sucedía realmente. - Lo vimos esta mañana. Este es el mejor que he hecho. ¡Tengo más! Te los enseño-.

Sacó otros muñecos: hubo un muñeco para la señora Canto (madre de Ingo Canto), el viejo señor Reff (padre de Walter y abuelo de Mia) y el primer hijo del señor Honner. Uno a uno, se los fue enseñando a Melinda. Ella se removía por la cama como si estuviera viendo una pesadilla.

-Gracias a mí, seguirán con vida en los muñecos. Leí cómo hacerlo.- de debajo de la cama sacó un libro que había cogido de la biblioteca del señor Torre y un cuchillo. - Aquí lo dice todo. Pone que los cuerpos pueden cobrar vida si se sigue una serie de rituales-.

El muñeco del caballero comenzó a moverse con torpes movimientos como si estuviera combatiendo con una espada invisible contra enemigos también invisibles.

-Abuela, los muñecos no enferman.- abrió el libro por la página que tenía marcada y empuñó el cuchillo con las dos manos- Podrás vivir para siempre.-

Melinda intentó apartar el cuchillo con las dos manos sin saber todavía que estaba pasando. Demasiado tarde. El cuchillo cayó en el vientre de la anciana y Braham Neil sonrió de oreja a oreja. Si lo hacía bien, podría hacer que Melinda Neil viviera para siempre. La juguetería volvería a estar llena.

_____________________

Braham Neil pagaba, cada día, 200 aeros a Gisbert para que hiciera una sopa con la carne que éste le daba. Por esa cantidad de dinero, no podía negarse. Además, así se ahorraría comprar la carne a Honner, cosa que era una gran ventaja. Gisbert y Honner no simpatizaban en absoluto. Por si fuera poco, el joven Braham (quien paga manda) le dijo que las sobras de la sopa las podía servir en la taberna. Él solo quería un cuenco para su abuelo. ¡Qué los Dioses bendijeran al chaval! Era una joya.

Gisbert destapó la gran olla que estaba cocinando en el horno de la taberna para remover los ingredientes. Estaba tan borracho que no distinguía los trozos de zanahoria con los de carne. ¡Qué más daba una cosa que la otra! No iba a ser él quien comiera la sopa. Gisbert prefería la cerveza. Siempre cerveza. Era lo único que comía y bebía al cabo del día.

Lo que sí notó es que, entre todos los ingredientes, sobresalía uno que tenía un color más claro y un tacto más áspero que todos los demás. Era un trozo de carne (¿o quizás era un totato que había metido sin pelar?) envuelto en un fino hilo para que hirviera mejor en el estofado. No sabía por qué razón ni le interesaba saber (quien paga manda), esa carne envuelta la debía separar de los demás trozos de la sopa y llevársela a Braham Neil en un plato diferente al que le servía la sopa.

_____________________

Walter Reff apuntó en su cuaderno que Torre estaba demasiado nervioso como para poder contestar a la forastera. Le temblaban las manos y le tintineaban los dientes. Intentó decir algo, pero sonó como un balbuceo sin sentido. El viejo Reff se levantó de su hamaca, por un momento pareció mucho más grande y alto de lo que era en realidad, se puso detrás al lado de Honner. Sin decir ninguna palabra, apoyó su mano izquierda en el hombro del carnicero y le señaló la casa de Dan y Nancy, el matrimonio más joven de la aldea.

Honner lo entendió. Entró en la casa con el mismo silencio que Reff y sacó a empujones, cogido del cuello de la camisa, a Dan a la calle. Luego de esto, se quedó con Nancy para ayudarla, en cualquier cosa que hiciera falta para sanar la herida de la cabeza de la señora Torre.

-Sé quién es el Profanador. ¿Era eso lo que queríais oír? ¡Sé quién es!- Dan estaba nervioso. Miraba todas las casas de la aldea al mismo tiempo como si, de repente, un monstruo fuera a aparecer por una de ellas para matarle por lo que había dicho.

-Antes de eso, ya has oído a la chica: Torre sufre un cuadro psicótico, le es imposible no podrá contestar a la sus preguntas. Hazlo tú- Walter Reff hizo la intención de patear a Dan sin llegarle a dar. Solo pretendía asustarle.

-¡Claro que sabe! Es el que lleva las cuentas en la juguetería-.

-¿Y qué más? Ahora que debes hablar te mantienes callado.-

-Esta mañana le vi dibujar una runa arcana en la lápida de Gordic Tranoth- hubo un momento de silencio en el que nadie se atrevió a decir nada. - ¡No me miréis así! Le dije a la señorita Holmes que Torre era un hombre de buen corazón. Enseñó a mi hija a leer y a escribir. ¡Dioses santísimos! Sería incapaz de hacer daño a nadie. Le hablé de las marcas, de las historias policiacas y fui yo quien le preguntó si sabía algo acerca del Profanador. ¿Me hubieras creído si os hubiera dicho directamente que el nieto de Melinda era El Profanador. Soy algo lento, pero no idiota. Tuve que esconderme y quemar los peluches de mi hija antes de que estos empezaran a atacar. ¡Se movía! Juro que lo vi moverse-.

-En algo tienes razón: No te hubiéramos creído si hubieras dicho que viste a unos peluches moverse solos.- Reconoció Reff sintiéndose un poco culpable de todo lo que había sucedido. -Eres una rata cobarde, pero no eres tan idiota como pareces.- escupió en el suelo, muy cerca de dónde estaba Dan arrodillado- Señorita Holmes, no sé si sabe que de joven pertenecí a la Guardia de Baslodia. No hubiera dejado que Torre muriera.- le pasó el cuaderno de notas que había estado apuntando durante todo este momento- Aquí tiene todas las investigaciones que hice sobre El Profanador. Junto con lo que ha dicho el idiota de Dan, tiene suficientes pruebas para entregarlo a la Guardia-.

-¡Tenía que proteger a mi familia!-

-¡Cállate!- esta vez, si le dio una patada al vientre de Dan. De nuevo, fue a hablar con la forastera- Haga su trabajo. Ambos sabemos que no ha venido aquí solo a hablar de plantas medicinales-.

-Voy con ella- dijo Mia Reff entre la multitud.

-Id las dos.- Asintió Walter Reff en tono de voz seco y severo.

_____________________

* Ashryn Elaynor: Junto con Mia, tienes que ir a la juguetería Neil y detener a Braham Neil, El Profanador. Los muñecos de peluche de su interior te atacarán en cuanto pases por la puerta. Mia te ayudará a hacerlos frente
Melinda Neil ha muerto. La podrías haber salvado si hubieras perseguido a Neil en lugar de salvar a Torre. Ya lo ha dicho Walter Reff: No hubiera dejado que Torre muriera.
Posiblemente, éste será el último post en la misión (depende de cómo lo narres). Tuya es la elección de detener a Braham Neil y llevarlo a Guardia o matarlo antes que pueda ser demasiado tarde.
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El Profanador [Misión] [Especial Halloween] - Página 2 Empty Re: El Profanador [Misión] [Especial Halloween]

Mensaje  Ashryn Elaynor Jue Mayo 18 2017, 02:54

De milagro había conseguido librar a Clain Torre del suicidio público, pero su silencio no ayudaba a averiguar la información que necesitaba para poder culpar a alguien directamente. Junto a Jillie Torre, llegaron unos cuantos rostros conocidos para ella: el señor Reff, Dan y la salvaje amiga de Mrs. Tranoth. Ashy necesitaba solo una respuesta para ir tras el culpable, más esta no provino de los labios de Mr. Torre, sino del imprudente joven de la taberna que había conocido esa mañana. Aquel extraño alboroto fue demasiado para procesar instantáneamente, por lo que la ojiazul se mantuvo en silencio, captando todo lo que pudiese de las palabras proferidas por Dan. No culpaba que hubiese callado, todo aquello parecía tan descabellado, que inclusive ella habría dudado de la credibilidad de semejante historia.

Asintió cuando Walter Reff le entregó su libreta llena de notas con pistas sobre el profanador y un ligero rubor apareció en sus mejillas al verse descubierta tan descaradamente. No estaba muy segura de querer que Mia Reff la acompañase, pero negarse no parecía una opción, así que finalmente terminó aceptando aquel curioso giro en los acontecimientos. Ambas se dirigieron a toda prisa de vuelta a la juguetería, aunque la elfa no tenía un buen presentimiento sobre eso, y esto quedó demostrado en el momento en que se adentraron al lugar. Apenas poner un pie en ese sitio fueron emboscadas por una horda de muñecos vivientes, quienes las atacaban de todos los flancos habidos y por haber, impidiéndoles el paso y haciéndoles algunas heridas menores. Ashy luchaba por quitárselos de encima, pero no parecían tener fin; sentía como jalaban su cabello, otros se aferraban a sus piernas y otros más le provocaban algún daño con los adornos que poseían.

Mia también luchaba por defenderse, pateando y lanzando a los muñecos, buscando deshacerse de ellos, pero sin mucho progreso. La ojiazul sabía que a ese paso Braham Neil terminaría por escapar. Afortunadamente la amiga de Mrs. Tranoth había conseguido hacerse con una escoba cercana, golpeando a los muñecos para abrirse paso entre ellos. La elfa había logrado quitarse de encima a alguno de ellos, pero aún le era prácticamente imposible avanzar. De un momento a otro perdió de vista a Mia, pensando que quizá se había apresurado para atrapar al profanador, pero grande fue su sorpresa al verla al pie de las escaleras, sosteniendo una lampara de aceite en las manos. Con un movimiento de cabeza le indicó a la elfa que se apartara y cuando esta lo hizo no dudó en lanzar la lampara hacia los muñecos, los cuales no tardaron en comenzar a sucumbir antes las pequeñas llamas que poco a poco comenzaban a tomar fuerza. Una vez hecho aquello era hora de encontrarse con el profanador, subiendo rápidamente las escaleras por donde Braham había escapado cuando el asunto de Torre sucedió.

La escena era aterradora. El cuerpo senil y desgastado de la juguetera se encontraba abierto y a punto de ser desollado, mientras su nieto sostenía un cuchillo afilado en sus manos, mostrando aquel semblante aterrador que tanto asustaba a la elfa. El joven no estaba contento con la interrupción y lo dejó en claro al dirigirles una horrible mirada de muerte. Lo siguiente que la elfa pudo vislumbrar fue al muchacho acercándose peligrosamente a ella, haciéndola retroceder con temor. El cuchillo amenazaba con estamparse en su cuerpo en cualquier momento, algo que sin duda le encantaría a Braham, pues así podría ‘‘descubrir’’ el secreto de la longevidad de los elfos. Afortunadamente el ataque fue bloqueado por Mia, quien forcejeó con el muchacho para quitarle el arma; no obstante, la fuerza del muchacho era superior y no tardó en apartarla con brusquedad, haciéndola caer a los pies de la cama de Melinda.

El profanador volvió a dirigirse a la elfa con aquella oscura sonrisa. Ashy intentó razonar con él, decirle que no tenía por qué seguir haciendo tales atrocidades, que eso no devolvería la vida de su abuela, ni mucho menos; pero el joven parecía renuente a escucharle. Apenas si fue capaz de esquivar los primeros ataques del cuchillo, hasta que finalmente se vio acorralada a las puertas del closet de la habitación. Braham Neil volvió a sonreír, prometiéndole conservar su belleza en una bonita muñeca, antes de volver a atacarla con el arma. Esta vez la ojiazul no fue capaz de esquivarlo completamente y aquel objeto se incrustó en su costado derecho, justo debajo de la doceava costilla. El dolor la hizo caer al suelo casi de inmediato, ante la imponente figura de su verdugo. El profanador la tenía, o eso fue lo que creyó, pues antes que pudiese terminar lo que había empezado, Mia Reff lo había atacado fuertemente por la espalda, salvando —nuevamente— a la suertuda ojiazul.

El humo proveniente del exterior de la puerta de la habitación hizo que ambas jóvenes se diesen cuenta que el lugar no tardaría en sucumbir a las llamas. La amiga de Mrs. Tranoth la ayudó a levantarse, acercándola a la ventana más cercana, donde ambas podrían escapar. La joven elfa hizo un diagnóstico rápido de su condición, determinando que el cuchillo había logrado perforar la arteria hepática, de ahí que comenzara a desangrarse con aquella rapidez. Necesitaba una ayuda médica de inmediato o sus días habrían acabado en ese funesto pueblo. Mia abrió la ventana, formulando un plan para sacarlas a las dos de ahí, pero en la condición que se encontraba la elfa no tenía idea de cómo proseguir. Finalmente decidió bajar ella primero, deslizándose por el tejado hasta que llegó a una altura prudencial desde la que pudo saltar, aterrizando sana y salva en la calle.

Ahora era el turno de la ojiazul, quien no se encontraba muy segura de dejar al muchacho ahí inconsciente, cuando las llamas estaban por consumir el inmueble. Desafortunadamente la visión comenzaba a fallarte y ya sentía los estragos de la pérdida de sangre, pese a la presión que estaba haciendo sobre la herida. Con la culpa atormentándola por aquel trágico desenlace, Ashy emuló torpemente las acciones de Mia, siendo atrapada por Mr. Reff justo antes de caer del tejado, puesto que en su condición no le fue fácil mantener el equilibrio. Afortunadamente el ex-guardia de Baslodia había llegado a auxiliarlas, aunque la elfa no podría recordar muy bien como lo había hecho. Su cuerpo comenzaba a temblar y no tenía las fuerzas para curarse a sí misma. Poco a poco la vista se le nublaba, observando borrosamente como la juguetería de Melinda Neil era finalmente consumida por las llamas con Braham Neil dentro.

—Y-Yo…no quería que muriera… —susurró la ojiazul, sintiendo como los parpados le pesaban—. Lo siento…

Lo demás fue escuchado por ella en la lejanía. Una mujer a quien llamaban Nancy había pedido que la llevasen inmediatamente a su casa, mientras daba instrucciones para que prepararan alguna infusión rápida que ayudase en la recuperación de la elfa. Le hubiese gustado decirles que usaran una infusión de clorofila para acelerar la producción de glóbulos rojos, pero sus labios no parecían moverse. Sabía que ellos hacían todo lo posible por ayudarla, aunque lo único que ella podía pensar era en Braham Neil…en aquel joven que de alguna siniestra manera había terminado convertido en El Profanador.
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El Profanador [Misión] [Especial Halloween] - Página 2 Empty Re: El Profanador [Misión] [Especial Halloween]

Mensaje  Sigel Dom Mayo 21 2017, 20:02

La casa que estaba siendo devorada por las llamas era la misma casa que, de pequeño, iba a visitar cada día a ver los nuevos muñecos que Melinda Neil había hecho. ¡Eran fabulosos! Cada vez que de niño, Honner entraba por la puerta de la juguetería se sentía como estar traspasando un portal mágico que le llevaba a una tierra donde todo era posible. Osos que vestían con traje y pajarita, jirafas coronadas como si fueran reinas, elefantes con espadas y escudos de juguetes… Era como estar viviendo uno de sus propios sueños infantiles en los que héroes  combatían contra villanos para salvar la tierra de Aerandir de las fuerzas del mal… Sonaba tan absurdo. Honner se avergonzó al darse cuenta de que estaba pensando en los sueños que tenía cuando era niño. Eran estúpidos y, sin embargo, no podía negar que los echaba de menos. El fuego no estaba quemando una casa y unos pocos muñecos de trapo, allí estaban los sueños de todos los niños que una vez visitaron la juguetería y los sueños de los niños que pudieron haberla visitado. La niña que esperaba Honner jamás vería a las reinas jirafas, los caballeros elefantes ni a los elegantes osos de peluche.

Con paso lento pero decidido, el carnicero caminó hacia el fuego. Trozos de madera, cristales y trapos de todo tipo saltaban desde las llamas. ¿Saltaría una reina jirafa o un caballero elefante? Hooner no lo sabía, pero en el fondo de su corazón sabía que esa era la razón por la que estaba yendo hacia el fuego.

Un objeto de tela envuelto en llamas cayó desde una de las ventanas de la juguetería. Honner se agachó para coger lo que fuera que hubiera lanzado el fuego. Era una muñeca a medio quemar. ¿Por qué no se había quemado del todo? ¿Cómo era posible que el fuego pudiera haber escupido la muñeca? La dio la vuelta y la examinó de arriba abajo. Tenía unas runas escritas. Honner sabía leer unas pocas palabras, las suficientes para poder atender la carnicería. Lo que había escrito detrás de la muñeca no era nada que él conocía.

La muñeca era lo último que quedaba de la juguetería de Melinda Neil. El último sueño de los niños. La última reina jirafa y el último caballero elefante. Honner la abrazó como si fuera un tesoro. En cierto sentido, para él lo era.

Con la muñeca en los brazos, Honner fue al grupo de gente que rodeaba a la señorita Holmes. Ella había descubierto al Profanador y castigado cómo se merecía. ¿Pero a qué precio? ¡Por los santos Dioses! ¡¿A QUÉ PRECIO?! Sintió ganas de golpear a la elfa. ¡Por su culpa había muerto Melinda! El Profanador era un delincuente que perturbaba el descanso de los muertos. Mató al enterrador con los mismos rituales que los hacía a los cadáveres. Pero, fue culpa de la señorita Holmes que Melinda Neil, la anciana más querida de toda Verisar, muriera.

De pronto, la muñeca rodeó el cuello del carnicero como si fuera el abrazo de un pequeño niño que intenta calmar a una persona mayor sin comprender qué le sucedía. Honner, sin sorprenderse por ver como un muñeco cobraba vida (los sueños estaban vivos), correspondió a la muñeca.

Entonces, lo vio claro. Se puso detrás de la elfa y dijo en voz alta y clara:

-Iba a regalar esta muñeca a mi hija. Iba a ser su regalo de bienvenida. Lo primero que viera al llegar al mundo-. Guardó unos segundos de silencio en los que no dejó de sonreír- Pero, prefiere que se la quede usted. Nos ha salvado a todos. Siento que esto no es suficiente para agradecerle todo lo que ha hecho por nosotros. Si algo más que pudiera hacer, estaría encantado de hacerlo-.

-Callar estaría bien- intervino el viejo Reff- Pequeña,- puso una mano en el hombro de la elfa- ¿alguna vez pensaste en pertenecer a la Guardia?-
_____________________


* Ashryn Elaynor: El Profanador, Braham Neil, mataba porque amaba a unos peluches. ¿A quién se le podía ocurrir semejante barbaridad? *Sigel se señala a sí misma*
10  de base + 13 de desarrollo = 23 Puntos de Experiencia
450 aeros
Último Peluche de Braham Neil
Ultimo Peluche de Braham Neil:

*   Ashryn Elaynor: Los puntos ya han sido sumados directamente a tu perfil. Lo reconozco, debo de ser sincera: Esta no ha sido la mejor misión del mundo. Aposté grande por este estilo de misiones un poco detectivescas donde la acción es lo menos importante de la misión. Aposté y perdí la apuesta. La idea sigo pensando que era buena, pero muchas veces, yo, como Master, no he sabido cómo ponerte en situación y te he visto muy perdida a lo largo de la misión. Si te reconforta, no fuiste la única que estuvo perdida. Si la misión no ha podido ser tan placentera como otras, creo que ha sido por eso. ¡Alto! No digo que hubiera sido mala (no del todo); digo que al ser algo tan nueva ambas nos hemos visto en una situación muy difícil. Tú por no saber qué hacer y yo por no saber cómo plasmar mis locas ideas. Me gustaría, en un futuro, mejorar este estilo de misiones porque considero que proporcionan algo fresco y nuevo al foro. ¿Te parecería bien? ¿Qué cambiarías de la misión? ¿Qué otro enfoque pudiera haber dado que hubiera quedado mejor? Toda opinión es bien recibida y la agradezco muchísimo.
Sigel
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