El Misterio de la Clepsidra [Evento-Guardián del Tiempo]

Dundarak se levanta poco a poco de su anterior catástrofe. ¡Admirable, excelso, la raza de los dragones siempre tendrá una fuerte disposición a continuar de las cenizas! No importa cuántos cuentos, cuántas historias tejan los humanos acerca de lo malvados que fueron con ellos en un pasado remoto, ¡Por algo lograron beber de la sangre de los dioses!

Así reflexionaba nuestra elfina, quien, lanzando al aire una pelota de caucho que había encontrado entre las ruinas de algunas casas, reposaba pensativa, sentada en el tejado de una de las chozas nuevas.

Meh, creo que los guardias de esta ciudad son más agradables y activos, una lástima que el pan y el jamón que comen aquí sean tan austeros…

En efecto, existían cosas en la ciudad que eran dignas de la atención de forasteros, algunos de los cuales no dudaban en dejar su morral y su cayado en el suelo para acomodarse y plasmar las vistas de la urbe en carboncillo y papel. Una de las magnas obras de Dundarak era un ingenioso reloj de agua; una Clepsidra.

A pesar de encontrarse en una zona roja para la pequeña ladronzuela, ello no le impedía el querer acercarse de cuando en cuando a contemplar el mecanismo, subiendo y bajando a un compás casi melodioso.

- Es una lástima que me tenga que ir en la siguiente luna – se lamentaba suavemente la elfilla - ¡Este reloj es genial!

Sólo le quedaba contar los días, esperar por lo menos una semana hasta que la luna rebosara de nuevo en su totalidad, observar el reloj que la guiaría en aquellos periodos en donde la luz lunar no la auxiliara. Cuán equivocada y perdida se hallaría tres días después, cuando el mismo reloj que organizaba el horario de la ciudad pronto se vio detenido.

Mucho ruido ¡Mucho caos! ¿Pero qué carajos pasa aquí ahora? Pff ¡No veo nada! ¡Necesito saber cuál es el alboroto! Ni modo, si la curiosidad mató a la vaca, pues yo seré el carnicero.

- ¡Abran paso, va a entrar la Reina de las Enchiladas! – decía Iliaki con palabras inventadas, al tiempo que sus codos golpeaban las costillas de los curiosos y de los preocupados - ¡Necesito ver!

- ¡Auch, ten más consideración, mocosa, hay ancianos aquí! – reclamaba un ciudadano.

Un insólito escenario puso a la elfina tan helada y tiesa como el hielo que rodeaba a Dundarak: La Clepsidra se había detenido, congelada el agua como lo parecía el tiempo.

- No puede ser…

¡Se ha detenido, se ha detenido! Seguramente fue el frío de las montañas, sí, eso debe ser... ¿Qué se hace en estos casos? Vamos, Iliaki, piensa...

Sin mucho tino ni micho esfuerzo, resolvió de manera bárbara patear la máquina, esperando que eso ayudase de algo, viendo al instante que su táctica fracasaba. Con una rabia desesperada, agarró como pudo los bordes del enorme reloj.

-  ¡Funciona, cosa tonta! - gritaba mientras sacudía furiosamente la máquina, con el riesgo de que se le cayese en toda la cabeza. ¡Una, dos, tres, varias sacudidas que parecían trozos de un terremoto! Un par de dragones, al contemplar tal salvaje escena, corrieron de inmediato a parar a la chica.

- ¡Detente, muchacha, eso no funcionará! - decía uno de ellos mientras sujetaban sus hombros y sus brazos, con la esperanza y cierta seguridad de que eso la regresaría a sus cabales. Agitada, la elfilla pronto recobró la calma. - ¿Ya mejor? Yo pienso que lo mejor será llamar a...

Un estruendoso ruido surgió de dentro de la Clepsidra. Aquel ruido había logrado que la gente guardara el más profundo silencio, intentando saber de dónde había surgido. Un segundo golpe en seco logró arrancar los gritos de algunas mujeres sensibles. Iliaki, mientras tanto, observaba atónita el reloj de agua. Un tercer ruido de lo menos visible de la máquina apareció, causando la conmoción de varias personas, algunas de las cuales comenzaron a huir.

- ¿Q- qué sucede? - preguntaba confundida la elfilla,quien retrocedía lentamente junto con el resto de los nativos, esperando vagamente que cual sea la respuesta que le diesen, calmase aquella cosa.

Off: Voluntad de los dioses:

Una extraña criatura había emergido de la clepsidra, congelando a todo pobre desgraciado que osas cruzarse en su mirada. El caos comenzó a alarmar a toda la urbe, expandiéndose tan rápido como un fuego en la pólvora. Rápidamente, todos los que podían o creían poder hacerle frente a la criatura se transformaron para ponerse a la defensiva. Le elfina, a pesar de no haber sido alcanzada por rayo alguno, quedó helada sin poder moverse, sin intentar algo por escapar.

¿Pero qué aberración de la naturaleza es esta? ¡¿Cómo rayos es que salió de ahí...?! Dos catástrofes seguidas azotan la ciudad, vamos, que ni siquiera sé si esto es una catástrofe realmente, pero como bien dicen allá en mi ciudad: Más vale aquí corrió que aquí quedó, ¡Patitas pa' qué las quiero!

Dando media vuelta, se dispuso a correr para salvar su pobre vida, cuando la voz de un anciano alcanzó sus oídos, deteniendo su huida en seco.

- Tú, jovencita, destruye esa esfera -le ordenaba firme el viejo dragón. La chica, pasmada, miró aterrada a la mujer helada, esquivando uno de las estatuas de hielo que comenzaban a caer poco a poco sobre su cabeza.

- ¡¿Pero por qué yo?! - cuestionó con el pánico empapando sus palabras mientras intentaba no darle tino a los picos de hielo que comenzaban a emerger del suelo. Con el corazón en mano, tomó la decisión de ayudar en lo que pudiesen permitirle sus piernas - ¿Dónde se encuentra esa... cosa?

- ¡Allá, al otro lado de la criatura, justo dentro de la clepsidra! - le indicaba el guerrero mientras daba lucha a los gélidos embates de la mujer azulada, transformándose justo a tiempo para evitar una de las ondas que arrojaba - Ten cuidado, tienes que darte prisa, ¡Sé cautelosa de no ser congelada en el acto!

La montaña se volvía testigo de la misión más incomprensible que había destinado el Universo para Dundarak aquel día. El brillo de los ojos de la bestia había aumentado junto con la fuerza de sus ataques, sin dejar de repetir en el eco del agua la misma frase que haría que la elfina quedara calmada.

- Todo rastro del pasado debe ser erradicado - susurraba sin cesar la extraña criatura acuosa. Iliaki miró a sus manos, intentando comprender aquellas palabras.

¿Pero qué...? ¿Qué le sucede? No es que esa cosa haya vivido más de 10 minutos, teniendo un terrible pasado el cual tiene que borrar, digo, si en verdad nació del reloj, pero ¿Por qué borrarlo? No puede entender esto realmente ¿O sí? Alguien tendrá que aprender un poco del Método Nihi.

Todo rastro del pasado debe ser erradicado... ¡No, no el amor al recuerdo del hombre, no la alegría del niño por el mañana, no los pasteles de chocolate que durante décadas han mantenido el misterio de su sabor!

Borrar las sonrisas, borrar las buenas historias de taberna, borrar las esperanzas, la buena música, las danzas... ¡Las danzas!

- ¿Por qué? - preguntaba suavemente a la criatura mientras preparaba su Lanzarrocas Místico entre sus delgadas manos - ¿Por qué borrarlo? ¿Acaso no es por el pasado por el que existimos nosotros? ¡Ni siquiera se ha borrado, se ha esfumado, dando pie el segundo que estás viviendo. - continuaba acercándose al perímetro de sus ataques.

- Ten prudencia, no te acerques demasiado - le advertía el anciano, que se había convertido el único en pie en resistir más de cinco minutos al frente de la situación.

- Je, je, je... - reía burlonamente la elfilla - lo que esta cosa no sabe es que el tiempo es una ilusión ¡Igual que su fea cara de rana! - decía al tiempo que lanzaba una veloz roca desde su tirachinas hasta la cara de la bestia helada, atravesando toda la viscosidad de su cráneo por completo. - ¡Hey, caralagartijo! ¿Sabes bailar? ¡Dudo que la caranchoa tenga ritmo! - decía mientras chocaba los trozos de hielo como cascabeles bajo sus pies.


Bajo sus pasos el hielo se iba rompiendo mientras nuevas ondas de frío iban siendo lanzadas por la criatura. Sin saber en un inicio cómo acercarse, resolvió llegar a su destino usando las paredes de hielo que iba alzando para impulsarse a través de ellas mientras forzaba a un ritmo naciente ir cada vez más rápido, no obstante, el dragón continuaba con los mismos movimientos que usaba hasta el momento.

Acercándose cada vez más entre pico y pared, esquivaba las ondas inclinando su cuerpo todo lo posible hacia atrás. Los pasos se volvían cada vez más constantes mientras el guerrero usaba su cola a modo de látigo para distraer a la criatura hasta que la elfina logró poseer el ángulo adecuado. Paró unos instantes, rezando porque no fuese liofilizada como los demás. Apuntó con la roca más dura que poseía y la arrojó al orbe con toda la tensión que le permitía el resorte.

- ¡Sabor! - gritó con tres pasos, rematando la melodía con el disfrute de los trozos cayendo al suelo. De pronto, el agudo grito de la criatura rompió toda armonía existente. Ilaki, previendo su posible muerte, comenzó a correr en círculos alrededor de ella, mientras la mujer helada hacía surgir enormes picos curvados de hielo. El hombre dragón se arrojó atacando con su elemento a la criatura.

- ¡Fue tu culpa, tú empezaste! - decía despavorida la chica hasta que uno de los picos alcanzó a lastimar su rostro, logrando arrancar un grito suyo.

Un brillo azul comenzó a emanar de su cuerpo en ese instante, la cárcel de hielo había sido terminada, si bien era suficiente para le bestia acuosa, permitía a un cuerpo más delgado como lo eran los de aquellos que la enfrentaban para poder escapar a través de los picos.

Enfadada, la ladronzuela profirió un grito:

- ¡Nadie me lastima, cosa! - exclamaba, concentrando luz en las dos puntas de sus dedos índices. La energía fue descargada hacia la criatura,[1] quien entonces se encontraba igual o más furiosa que la chica. Un resplandor cegó a todos por un momento.

Off: Hab 0 Lente Convergente
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